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DIRECTOR
DIRECTOR
Castillero
Calvo
Nueva historia
general de Panamá
VOLUMEN,,,7
OMO 2
Nueva historia
general de Panamá
VOLUMEN III • TOMO 2
Alfredo
DIRECTOR
Castillero
C alvo
Nueva historia
general de Panamá
VOLUMEN III • TOMO 2
Ilustración de guardas:
Vista de la ciudad de Panamá desde playa Prieta, por J. Cardero, dibujante
de la expedición Malaspina, c 1790. Museo de América, Madrid.
Edición y diagramación:
Editora Novo Art, S.A.
www.editoranovoart.com
Pedro Antonio Argudo, concepto gráfico, diagramación y cubiertas.
Montserrat de Adames, edición de textos y estilo.
Impreso por Phoenix Design Aid A/S, una empresa CO2 neutral acredi-
tada en los campos de calidad (ISO 9001), medio ambiente (ISO14001)
y responsabilidad social corporativa (DS49001); proveedora aprobada
de productos certificados FSC™. Impreso en papel reciclable, ecológico
sin cloro y con tintas vegetales.
El municipio o más de
cien años de espera
Introducción
Más tarde, en 1821, los municipios y los Cabildos abiertos juegan un papel
vital en el proceso que permitió declarar la independencia del Istmo del régimen
peninsular.
Nueva historia general de Panamá X 577
... la suerte de los municipios y de las provincias, bajo el régimen que les
negaba sus libertades y eliminaba de un tajo su autonomía, fue si se quiere,
más triste que en los tiempos de la colonia. Muchas localidades languidecían,
no solo por el efecto del sistema autoritario, sino por la falta de recursos...8.
El período federalista
del presidente de la república pueden cubrir todo el ámbito del poder local,
sin que nada le corresponda a la función autonómica de la federación pro-
vincial de los municipios...10.
El principio de autonomía, logrado a través del acto que creó el Estado federal
de Panamá, no pudo ser profundizado, ya que la Constitución de 1853 que le dio
vida a esta original forma federal para el departamento de Panamá, fue sustituida
por la Constitución federal granadina, aprobada el 18 de mayo de 1858.
La Constitución de 1858 «confederó» a ocho Estados a saber: Antioquia, Bo-
lívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá y Santander. En rea-
lidad se trató de una federación y no de una confederación, ya que no se trataba
de la asociación de Estados realmente soberanos.
A diferencia de su predecesora, la Constitución de 1858 guardó silencio con
relación al tema municipal y, solo por deducción al no ser incluida la materia
584 X El municipio o cien años de espera
El municipio y la República
Y en el mismo sentido:
Solís, Darío Vallarino, etc. De todos ellos, indiscutiblemente fue Moscote el que
tuvo una concepción más acabada, y el que ejerció una influencia más profunda
y duradera.
Las condiciones generales que presentaba el régimen municipal en la Cons-
titución de 1904, preocupaba también a los miembros del movimiento de re-
forma constitucional:
Hoy existe, como cosa corriente, la creencia de que en cada Estado debe
existir un sistema de gobierno local, activo y vigoroso, como la condición sine
qua non del desarrollo efectivo de las instituciones democráticas de aquel19.
Una de las épocas más críticas para el municipio panameño fue la transcu-
rrida durante la vigencia de la Constitución nacional de 1941. Si bien el muni-
cipio no fue abolido como entidad de gobierno local, sus competencias fueron
reducidas exageradamente y su administración totalmente supeditada al
poder central21.
Tras casi nueve meses de discusiones por parte de los miembros de la Asam-
blea Constituyente, la nueva Constitución fue finalmente aprobada el 1 de marzo
de 1946. «No hubo diferencias esenciales entre el proyecto, obra de destacados
juristas de Panamá, y el texto constitucional definitivamente aprobado. Debido
a ello, la Constitución de 1946 es un instrumento formalmente equilibrado y re-
fleja los avances institucionales del constitucionalismo vigente en la época de la
Segunda Guerra Mundial»22.
Lo cierto es que la Constitución de 1946 no tuvo el carácter innovador de la
de 1941. Su cometido consistió principalmente en perfeccionar, depurar y am-
pliar las instituciones creadas por su antecesora. Al ser redactada por juristas
conocedores de la técnica constitucional, la carta de 1946 tiene un carácter equi-
librado y depurado.
Con relación al régimen municipal, la nueva carta fundamental incluyó
22 artículos en el Título IX denominado «El Régimen Municipal», restaurando
e incluyendo principios básicos del sistema de gobierno local, eliminados por la
Constitución de 1941.
La Constitucional de 1946 restituye el principio de autonomía municipal, al
señalar que: «El Estado panameño descansa en una comunidad de municipios
autónomos». Sin embargo, el territorio vuelve a quedar dividido en provincias
y en «municipios autónomos» que en la práctica no lo eran. Esta autonomía de
los gobiernos locales chocaba con la concepción fuertemente unitaria del Estado
panameño, así como en la clara dependencia de los programas de desarrollo de-
cididos en la presidencia de la república.
El municipio es una parte integrante del Estado y, por este concepto, mal
podría ser independiente de él, menos aún si ambos tienen la misma finalidad
de contribuir al bienestar social: el Estado dentro del amplio radio de acción
de la nación entera; el municipio, en el reducido de la ciudad, que es el núcleo
principal de la población del Estado23.
... en materia política y administrativas hay también ideas fijas, ideas que
no se analizan y que se reputan de generación en generación como si fueran la
quinta esencia de la sabiduría: «el pueblo no está preparado para elegir sus al-
caldes», se dice corrientemente... Pero... ¿cuándo y cómo podrá estarlo sino se
le da la oportunidad para tal efecto?...26.
En Panamá, hasta el momento, los alcaldes son elegidos, todos, por el pue-
blo. Al pueblo, por su parte, le ha gustado el procedimiento, y se emociona
con las cosas municipales»27.
Sin embargo, las tesis centralistas que propugnaban que el alcalde fuese un
funcionario del Gobierno central triunfaron finalmente, mediante la aprobación
de la Ley 8 de 1954 ya mencionada. En consecuencia, a partir de la vigencia de
esta ley, los alcaldes de los municipios panameños pasaron a ser designados por
el Órgano Ejecutivo, lo que produjo como lógica consecuencia, la intervención
directa del Gobierno central en la vida local.
Al no ser democrática la elección de los alcaldes, tampoco lo fue la organi-
zación municipal en su conjunto. El gobierno propio de la comunidad local pasó
a ser un gobierno impuesto por el Ejecutivo, donde la autonomía municipal
quedó convertida en pura fórmula retórica.
En 1959, el Municipio de la ciudad de Panamá fue el escenario de una pugna
política que desembocó en la destitución, al margen de la ley, de todos los con-
cejales; y su reemplazo, por personalidades del mundo empresarial y social, por
parte del Ejecutivo.
Los sucesos iniciaron con una serie de denuncias contra algunos concejales
por casos de corrupción, provocando la movilización ciudadana que exigía
probidad.
Este episodio de la historia municipal de Panamá llamado «el cabildazo»,
fue considerado un triunfo ciudadano.
que ha permitido que los municipios cuenten con recursos para financiar obras
y proyectos.
Igualmente, se crearon interesantes mecanismos de participación ciudadana,
como parte del método de selección de las obras que se realizarían con los re-
cursos trasladados.
La situación, sin embargo, sigue siendo complicada, debido a la falta de ca-
pacidades administrativas de la mayoría de los municipios. Para enfrentar esa
situación, la norma vigente creó la Secretaría de Descentralización adscrita a la
Presidencia, lo que constituye una contradicción con el principio de autonomía
municipal que es el sustento de todo el proceso.
La añeja institución municipal se encuentra en una etapa de definición muy
importante en Panamá. Durante el quinquenio iniciado en 2014, el municipio
capital logró grandes avances en su evolución hacia el fortalecimiento institu-
cional y en el ejercicio de su autonomía, lo que debe impactar al resto de los mu-
nicipios del país.
Pero se requiere tiempo y estabilidad institucional. Por ello, El camino hacia
una verdadera descentralización y el fortalecimiento de los gobiernos locales es
aún incierto.
Notas
1
Víctor F. Goytía, El liberalismo y la Constitución, Editora La Estrella de Panamá, Panamá, 1954,
p. 135.
2
Víctor F. Goytía, Las Constituciones de Panamá, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1954,
p. 42.
3
Luis Villar Borda, Democracia municipal, Instituto de Estudios de Administración Local, Ma-
drid, 1984, p. 118.
4
Indalecio Liévano Aguirre, Bolívar, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1983, p. 348.
5
Diego Uribe Vargas, Las Constituciones de Colombia, tomo I, Ediciones Cultura Hispánica, Ma-
drid, 1977, p. 109.
6
Jorge Fábrega, Ensayos sobre historia constitucional de Panamá, Editora Jurídica Panameña,
Panamá, 1986, p. 17.
7
César Quintero, «Evolución constitucional de Panamá», en: Jorge Fábrega (compilador), Es-
tudios de derecho constitucional panameño, Editora Jurídica Panameña, Panamá, 1987, p. 23.
8
Luis Villar Borda, op. cit., p. 119.
9
Justo Arosemena, El Estado federal de Panamá, Editora República, Panamá, 1960, p. 51.
10
Víctor F. Goytía, Las Constituciones de Panamá, op. cit., p. 126.
11
Justo Arosemena, op. cit., p. 8.
12
Ibidem, p. 10.
13
Víctor F. Goytía, Las Constituciones de Panamá, op. cit., p. 176.
14
César Quintero, Evolución constitucional de Panamá, op. cit., p. 32.
15
Diego Uribe Vargas, op. cit., p. 187.
16
Luis Villar Borda, op. cit., p. 182.
17
Enrique Abrahams, La función municipal, Imprenta La Nación, Panamá, 1956, p. 125.
600 X El municipio o cien años de espera
18
Carlos Iván Zúñiga, El régimen municipal, trabajo de graduación, Facultad de Derecho y Cien-
cia Política, Universidad de Panamá, Panamá, 1952, p. 52.
19
José Dolores Moscote, Orientaciones hacia la reforma constitucional, Imprenta Nacional, Pa-
namá, 1934, p. 127.
20
Ibidem, p. 130.
21
Héctor Pinilla Herrera, El régimen municipal de Panamá, Imprenta de la Nación, Panamá, 1978,
p. 23.
22
Humberto Ricord, Las crisis políticas y las cuatro Constituciones panameñas del siglo XX, Uni-
versidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 1977,
p. 144.
23
José Dolores Moscote, Introducción al estudio de la Constitución, Editorial La Moderna, Pa-
namá, 1929.
24
Jorge Fábrega, Ensayos sobre historia constitucional de Panamá, op. cit., p. 174.
25
Ibidem, p. 174.
26
José Dolores Moscote, Ricardo J. Alfaro y Eduardo Chiari, Proyecto de Constitución nacional
y exposición de motivos, Compañía Editora Nacional, Panamá, 1945, p. 96.
27
Carlos Iván Zúñiga, ibidem, p. 79.
28
Juan Materno Vásquez, Una introducción a la teoría de la Constitución, Litho Impresora, Pa-
namá, 1971, p. 65.
29
Eusebio Marchosky, «¿Asamblea representativa? Consideraciones en torno a la Asamblea
de Representantes de Corregimientos», Revista Diálogo Social, número 54, Panamá, marzo
de 1974, p. 18.
30
Luis Carlos Arosemena, Análisis crítico al actual sistema electoral panameño, Centro de Estu-
dios de Problemas Nacionales, Panamá, 1978, p. 3.
31
George Priestley, Military government and popular participation in Panama: The Torrijos re-
gime, 1968-1975, Westview Special Studies on Latin America and the Caribbean, Westview
Press, Colorado, 1986, p. 36.
CAPíTULo XVIII
Introducción
Se precipita la crisis
barrios populares, avalado por el Gobierno. Para defenderse, los afectados ha-
bían organizado, desde 1924, la Liga de Inquilinos y Subsistencias y al, recrude-
cer el conflicto, hicieron demostraciones de masas, declarando también una
huelga de no pago de alquileres a partir de 1 de octubre de 1925. El 10 de octubre
hubo violentos choque con la policía.
Al considerar amenazada la estabilidad de su Gobierno, el presidente Chiari
solicitó una intervención militar norteamericana. En consecuencia, 600 soldados
de la Zona del Canal ingresaron en la ciudad de Panamá el 12 de octubre de 1925
y reprimieron a los huelguistas. La acción produjo nuevos enfrentamientos, los
cuales dejaron un saldo de residencias violentadas y de varios panameños muer-
tos o heridos. Las tropas extranjeras acamparon en los parques de Santa Ana y
de Lesseps, montaron cañones y ametralladoras en sitios estratégicos y perma-
necieron en guardia hasta el 23 de octubre de ese año.
Uno de los efectos del desafortunado giro de la gestión política del libera-
lismo fue la negociación de un tratado del Canal que, en vez de subrogar la con-
vención de 1903 como era el interés del presidente Porras, desarrollaba ignomi-
niosas concesiones territoriales, militares, monetarias y comerciales. El nuevo
acuerdo se firmó en Washington el 28 de julio de 1926.
Sin someterlo al escrutinio de la opinión pública, el Ejecutivo envió el ins-
trumento a la Asamblea Nacional para su ratificación el 15 de diciembre, mien-
tras promovía una campaña propagandística a favor de un documento
desconocido por el pueblo. Acción Comunal, mediante la colaboración de uno
de sus miembros, logró sin embargo sustraer una versión oficial del tratado; des-
pués la publicó en Cuba y en Costa Rica y, con el apoyo de la Federación obrera,
introdujo y distribuyó suficientes ejemplares en el país.
Gracias a las denuncias de Acción Comunal, a las airadas protestas de nu-
merosos sectores y a la destacada labor parlamentaria del diputado Harmodio
Arias Madrid, la Asamblea Nacional suspendió indefinidamente la discusión
del convenio mediante resolución de 18 de enero de 1927. De esta forma, el
nuevo grupo le infligió una significativa derrota al presidente de la república y
a la política exterior avasalladora de los Estados Unidos, hecho que le propor-
cionó al grupo autoridad y mucho prestigio.
En 1928, en una nueva coyuntura de desconocimiento de los derechos polí-
ticos, resultó ganador de las elecciones el candidato oficial impuesto por el pre-
sidente Chiari: Florencio Harmodio Arosemena. Este era un destacado profe-
sional del campo de la ingeniería, pero inexperto y muy torpe en el de la política.
La oposición, integrada por seguidores de Belisario Porras, se quejó de fraude
y, sin lograr la aprobación de una supervisión norteamericana de los comicios,
se retiró de la contienda, quedando el poder político concentrado en manos de
sectores económicamente poderosos.
El nuevo Gobierno fue insensible a los graves problemas de la época, los
cuales eran agravados por las repercusiones en Panamá de la crisis económica
Nueva historia general de Panamá X 609
La revolución de 1931
Pese a los avances obtenidos, las bases jurídicas del viejo orden antidemo-
crático, individualista y de subordinación a los Estados Unidos se mantenían in-
cólumes. La convención de 1903 tenía aún plena vigencia y hacía de Panamá un
país protegido e intervenido. La Constitución de 1904, desarrollaba aún el inter-
vencionismo extranjero y pese, a las reformas que en favor de la democracia se
le habían hecho, era un pesado lastre para el desarrollo nacional.
Hasta mediados de 1935 el ideario de la revolución era un cuerpo de ideas
tácitas, basado en principios democráticos modernos, en innovaciones del libe-
ralismo social y en un acendrado nacionalismo. No había, por tanto, un pro-
grama sistemático. Adicionalmente, los revolucionarios de Acción Comunal
carecían de partido político propio, puesto que actuaban diluidamente a través
de las estructuras orgánicas del Partido Liberal Doctrinario. Los cuadros de esta
última agrupación política, en consecuencia, dominaban importantes posiciones
en los diferentes órganos del Estado, al punto que Domingo Díaz Arosemena,
su máximo dirigente, era el primer designado y se había encargado de la presi-
dencia de la república durante la ausencia de Harmodio Arias.
Para corregir estas fallas programáticas y orgánicas, un grupo de revolucio-
narios dirigidos por el doctor Arnulfo Arias Madrid preparó, en agosto y septiem-
bre de 1934, una nueva organización, la cual se denominó Coalición Nacional
Revolucionaria. Esta lanzó un manifiesto el 5 de octubre en el que presentó un
programa básico y, dos días después, dio inicio a su estructuración orgánica.
Al aproximarse las elecciones de 1936, el Partido Liberal Doctrinario fue
desgarrado por destructivas pugnas internas de dirección y poder que dividieron
616 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948
aún más a los seguidores del pendón escarlata. La fracción de Acción Comunal
afín al liberalismo fue arrastrada por este torbellino. Por ello, sobre la base de
las normas legales vigentes, la Coalición Nacional Revolucionaria fue transfor-
mada en Partido Nacional Revolucionario (PNR)3. El 22 de diciembre de 1936, el
nuevo partido postuló, como candidato presidencial, al doctor Juan Demóstenes
Arosemena, destacado profesional del derecho, experimentado administrador
público y activo colaborador de la negociación del Tratado del Canal de 1936. A
esta candidatura se sumaron dos partidos liberales.
El Partido Liberal Doctrinario, en medio de un gran conflicto, postuló a Do-
mingo Díaz Arosemena. Desde las posiciones claves que tenían en el engranaje
gubernamental, especialmente en el Jurado Nacional de Elecciones, los miem-
bros y simpatizantes de este partido trataron de impedir el reconocimiento legal
del PNR e impugnaron la candidatura de Juan Demóstenes Arosemena.
Como no había un régimen constitucional de elecciones, se presentó un agudo
conflicto de interpretaciones, el cual fue resuelto por el presidente Arias con base
en las atribuciones que le conferían la Constitución y las leyes. Miembros del Ju-
rado Nacional de Elecciones identificados con el liberalismo doctrinario fueron
sustituidos por no reunir los requisitos exigidos. Esa y otras medidas permitieron
resolver numerosos problemas y reconocer el triunfo, aunque por estrecho mar-
gen, del doctor Arosemena. La oposición liberal y socialista, a través de una pu-
blicitada campaña, calificó entonces de fraudulentas las elecciones de 1936.
El Gobierno del doctor Juan Demóstenes Arosemena dio impulso al pro-
grama de la revolución en las áreas de infraestructuras, urbanismo, deportes,
educación e indigenismo. En efecto, construyó las inmensas instalaciones de la
Escuela Normal en Santiago y dio inicio a la formación de profesores de educa-
ción secundaria con título universitario. Por otra parte, pese a las resistencias de
algunos diputados de oposición, logró la ratificación del Tratado General de
Amistad y Cooperación y de las convenciones anexas, mediante la Ley 37 de 24
de diciembre de 1936. Además, veló por la aprobación de estos instrumentos en
el Congreso de los Estados Unidos. Sin embargo, ello solamente se logró para el
Tratado y la Convención sobre Carretera Transístmica el 25 de julio de 1939. Con
el canje de ratificaciones, el tratado y la convención entraron en vigencia el 27 de
julio del mismo año.
De esta forma, Panamá dejó de ser una especie de protectorado norteame-
ricano. Entre otras conquistas trascendentes, se lograron las siguientes: quedó
abrogado el derecho norteamericano de intervención; se reconoció la soberanía
de Panamá sobre la Zona del Canal; se suspendió el derecho de los Estados Uni-
dos a expropiar fincas de panameños y de reclamar más tierras y aguas para la
construcción, funcionamiento y protección del Canal; se restringieron las ope-
raciones económicas en la Zona del Canal y se tuvo mejor acceso a los servicios
de los puertos terminales. Se garantizó, por otra parte, la construcción de una
carretera entre Panamá y Colón, iniciativa prohibida por la convención de 1903.
Nueva historia general de Panamá X 617
Los descendientes de estas mal llamadas razas, aun cuando muchos fueron
favorecidos con excepciones, perdieron la nacionalidad panameña y el derecho
a ejercer el comercio al por menor. Esas disposiciones, promovidas más por la
Asamblea Nacional que por el Ejecutivo e inspiradas en leyes antiguas, fueron
contrarias a postulados científicos elaborados con posterioridad y a declaracio-
nes universales de derechos humanos que se adoptaron, siete años después, en
reacción a los espeluznantes genocidios fascistas que el mundo conoció en 1945.
Estos desafortunados artículos constitucionales sobre raza constituyeron un
abuso del derecho de todo Estado a regular los flujos inmigratorios.
Pese a esta notoria imperfección, se estaba ante un hecho inédito en la his-
toria: el proceso revolucionario iniciado en 1931 había eliminado, entre el 27 de
julio de 1939 y el 2 enero de 1941, dos grandes escollos al desarrollo nacional: la
versión original de la Convención del Canal ístmico y la Constitución de 1904.
Tenía sin embargo por delante un vasto programa de reafirmación de los dere-
chos soberanos del Estado y de profundización de procesos de corrección de
desequilibrios, malformaciones e injusticias heredadas del pasado. Para ello, el
Gobierno disponía de los seis años de administración que le había conferido la
nueva Carta Magna y, frente a una oposición totalmente desarticulada, del hi-
potético respaldo de cinco partidos políticos.
Para terminar con la larga subsistencia de un peligroso foco de conflicto, el
nuevo Gobierno negoció rápidamente un tratado de delimitación de la frontera
occidental. Sin que mediaran las acostumbradas injerencias norteamericanas en
los asuntos fronterizos, se establecieron los límites definitivos con Costa Rica. Ello
implicó, no obstante, a cambio de la paz, la aceptación de un fallo arbitral nortea-
mericano de 1914 y, con él, la cesión de 2,593 kilómetros cuadrados de la cuenca
del río Sixaola que un fallo francés de 1900 había asignado a Colombia y que la
Constitución de 1904 había adoptado como compromiso internacional de Panamá.
Respecto a la política imperialista de los Estados Unidos, en cambio, el Go-
bierno endureció su posición y se aferró a las disposiciones del tratado de 1936
plenamente vigentes. Esto se debió a que los Estados Unidos, desde octubre de
1940 reiteraron al Gobierno de Panamá una petición de tierras y aguas fuera de
la Zona del Canal, necesarias para la defensa del Canal. Según un proyecto de
contrato de arrendamiento sugerido, esos espacios pasarían a la jurisdicción
irrestricta de los Estados Unidos, sin ninguna compensación, por el término de
novecientos noventa y nueve años. Esta petición se basaba en una interpretación
equivocada del artículo X del tratado de 1936.
El Gobierno panameño rechazó los términos abusivos de la propuesta pero,
pese a la llamada «política del buen vecino», los Estados Unidos siguieron in-
sistiendo en peticiones inaceptables y, hacia febrero de 1941, tornaron imperiosas
sus exigencias. Ante la firmeza de Panamá, optaron por suavizar sus solicitudes
y aceptaron que las tierras y aguas arrendadas solo fueran ocupadas de manera
temporal5.
622 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948
La crisis de la contrarrevolución
La dictadura, una vez más, logró superar la crisis y siguió gobernando sin
Constitución y sin Órgano Legislativo, a través de la expedición de decretos. Los
partidos políticos, en su totalidad, abandonaron sus efímeras posiciones consti-
tucionalistas y se dieron a la tarea de preparar su participación en las elecciones
de 6 de mayo de 1945, convocadas por el autócrata para escoger delegados a la
Asamblea Nacional Constituyente. En medio de la crisis de enero de 1945, la
Unión Nacional de Mujeres se limitó a hacer presión para lograr el voto feme-
nino sin restricciones. El Congreso de la Juventud, aunque incitó a la huelga y
promovió agitaciones, terminó llamando a los usurpadores y a los derrocados a
«desprenderse de sus ambiciones personales».
El ilegítimo Gobierno de Ricardo Adolfo de La Guardia subsistió sin tro-
piezos hasta el 15 de junio de 1945, aun después de solucionado el problema
internacional de la guerra con la derrota definitiva de la Alemania nazi. Duró
tres años, ocho meses y siete días, y constituyó un funesto precedente que
pesaría negativamente sobre el futuro del país. Al concluir sus cuestionadas
gestiones, ninguno de los personeros de la dictadura fue encausado por ex-
tralimitación de funciones, delitos contra la personalidad del Estado o viola-
ciones a la Constitución. Por el contrario, sin que mediara ningún indulto,
muchos de ellos formaron parte de los gobiernos que derivaron de una auto-
ritaria gestión.
No puede afirmarse, sin embargo, que todo lo actuado por esta dictadura
civil fue negativo. En efecto, ella declaró la guerra a las Potencias del Eje, derogó
la criticada cuota política que se le cobraba a los empleados públicos, expidió el
Decreto Ley 23 de 17 de enero de 1942 por el cual se permitió a campesinos ocu-
par tierras particulares, demarcó el límite Panamá-Costa Rica y creó la Biblioteca
Nacional, el Banco de Urbanización y Rehabilitación y el Colegio Abel Bravo en
Colón.
En el área de los derechos políticos, este Gobierno se esmeró en celebrar
unas elecciones ejemplares, aunque solo por la especial coyuntura de la esco-
gencia de los delegados a la Asamblea Nacional Constituyente. Estos se postu-
laron tanto por partidos políticos como en forma libre. Representaron a todas
las provincias, pero en proporción a sus poblaciones, permitiéndose también la
postulación de delegados nacionales. El voto se otorgó sin ninguna restricción a
las mujeres, el proceso electoral fue ordenado; el recuento y las proclamaciones
se llevaron a cabo correctamente. Al aplicarse estrictamente el moderno sistema
de la representación proporcional, la fuerza en votos de cada agrupación se re-
flejó con justicia en la composición de la Asamblea.
Estas grandes concesiones democráticas, sin embargo, solo estuvieron des-
tinadas a beneficiar a las fuerzas políticas que, desde octubre de 1941 habían
avalado las diferentes fases de la dictadura civil. Al doctor Arnulfo Arias se le
mantuvo injusta e ilegalmente en el destierro y a sus seguidores se les impidió
constituirse en partido político.
628 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948
Notas
1
«Acta de la segunda sesión celebrada por el Centro de la Juventud Panameña», Acción Co-
munal, año XLV, Tercera Época, número 1, Panamá, 19 de agosto de 1968, pp. 3-4.
2
Harmodio Arias, «Mensaje presidencial», en: Mélida Ruth Sepúlveda, Harmodio Arias Madrid:
El hombre, el estadista y el periodista, Editorial Universitaria, Panamá, 1983, p. 161.
3
Víctor M. Villalobos, Historia del Partido Nacional Revolucionario, Secretaría General, Panamá,
1941, p. 5.
4
Arias, Arnulfo: «Discurso de 21 de diciembre de 1939», en: Felipe Juan Escobar, Arnulfo Arias
o el credo panameñista, 1930-1940, Panamá, 1946, p. 27.
Nueva historia general de Panamá X 633
5
Raúl De Roux, Un capítulo de historia patria o Arnulfo Arias: El patriota, The Star & Herald Co.,
Panamá, 1945, p. 14.
6
Carlos A. Calzadilla, Historia sincera de la república: Siglo XX, Editorial Universitaria, Panamá,
2001, p. 90.
7
Rolando Murgas Torraza, Evolución del derecho laboral panameño durante la época republi-
cana, Órgano Judicial de la República de Panamá, Panamá, 2003, p. 11.
8
Ornel Urriola M., Dialéctica de la nación panameña, Ediciones Momento, S.A., Panamá, 1972,
p. 137.
CAPíTULo XIX
… dijeron que sin duda alguna había una revolución en el Istmo; que de
manera unánime el pueblo criticaba al Gobierno de Bogotá y se sentía disgus-
tado por el fracaso del Gobierno al no ratificar el tratado; que, además, la re-
volución ocurriría en cuanto clausura sesiones el Congreso colombiano. Ellos
estaban seguros de que ocurriría a fines del mes de octubre2.
Nadie relacionado con el Gobierno de los Estados Unidos, tomó parte al-
guna en preparar, incitar o en alentar la revolución.
Mediante la acción unánime de su pueblo y sin disparar un solo tiro, el Es-
tado de Panamá se declaró república independiente.
Yo no levanté ni un dedo para incitar a los revolucionarios. Sencillamente
dejé de reprimir las diferentes mechas revolucionarias que estaban ardiendo3.
una posición de un alto valor geopolítico, tanto por lo que hacía al comercio in-
ternacional como por su evidente importancia militar.
La disparidad de los intereses de las partes y la dramática disparidad en las
fuerzas de estas, no solo representan la raíz de los problemas entre ellos, sino
las características que presenta la denominada Convención del Canal ístmico de
Panamá, firmado el 18 de noviembre de 1903, mejor conocido como el Tratado
Hay-Bunau Varilla.
Ya es verdad sabida y descrita en otros textos el papel jugado por los próce-
res y soldados de la independencia, tanto en la preparación y ejecución de los
actos independentistas, como en las limitaciones que confrontaron en las nego-
ciaciones mismas del tratado de 1903. Menos conocida en los textos es el papel
jugado por el prócer Demetrio H. Brid, a quien como presidente del Consejo
Municipal de Panamá representó la única autoridad con título político y juris-
diccional para declarar el distrito de Panamá independiente de Colombia.
En el expresado carácter de presidente del Gobierno Municipal de Panamá,
y luego de un Cabildo Abierto, quedó ubicada en la persona del presidente del
Consejo Municipal de Panamá, don Demetrio H. Brid, la autoridad para desig-
nar a los miembros de la Junta de Gobierno Provisional, recayendo tal designa-
ción en los próceres José Agustín Arango, Manuel Amador Guerrero y Tomás
Arias. Recogiendo la realidad de este retazo de historia patria, la Asamblea Na-
cional expidió la Ley 27 de 1 de diciembre de 1953, cuya parte motiva reprodu-
cimos a continuación:
1. Que la Asamblea Nacional tiene, entre sus deberes, el muy grato de recono-
cer los servicios prestados al pueblo panameño por ciudadanos ilustres,
desde las posiciones oficiales a las cuales ese mismo pueblo los elevó por
su propia voluntad, o desde otros ángulos de la vida civil, tales como su
labor en la prensa diaria, en la tribuna o su actuación meritoria en los cam-
pos angustiosos de la agitación revolucionaria, la que culminó con el acto
de independencia sellado el 3 noviembre de 1903, circunstancia esta que
acontece con el extinto ciudadano Demetrio H. Brid.
2. Que el señor Demetrio H. Brid, como concejal principal, era el presidente
del Consejo Municipal del Distrito de Panamá en noviembre de 1903.
3. Que en vista del derrocamiento del Gobierno de Colombia en el istmo de
Panamá y en virtud del apresamiento de las autoridades civiles y militares
colombianas, surgió un estado de hecho que convirtió al territorio pana-
meño en Estado de facto cuya administración, poderes, deberes y derechos,
asumió la corporación edilicia panameña.
4. Que siendo como era el honorable concejal, don Demetrio H. Brid, el presi-
dente del Consejo Municipal de Panamá, le tocó el honor de comunicar, por
medio de sendos oficios fechados el 4 de noviembre de 1903, el nombra-
miento a los señores José Agustín Arango, Federico Boyd y Tomás Arias
638 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967
En la Zona del Canal, tal como está descrita en el artículo II del Convenio
Varilla-Hay, no se comprenden las ciudades de Panamá y Colón ni sus puertos
adyacentes, las unas y los otros han sido expresamente excluidos de dicha
Zona y, por consiguiente, aun aceptando por concesión el supuesto de que los
Estados Unidos poseyeran el derecho de soberanía sobre ella, tal derecho no
podría extenderse a lo que en el mismo convenio se considera excluido de su
jurisdicción6.
Mi Gobierno considera que los Estados Unidos pueden tener servicio do-
méstico de correos dentro de la Zona, pero no pueden despachar correos para
el exterior del país, pues tal derecho le corresponde a la República de Panamá.
Aun suponiendo que el Convenio Varilla-Hay pudiera interpretarse en el
sentido de conceder a los Estados Unidos el derecho de establecer puertos,
aduanas y correos en la Zona del Canal, aun dando por claro y detenidamente
reconocido en favor de los Estados Unidos el derecho absoluto al dominio y a
la soberanía sobre el territorio, si el ejercicio de esos derechos redundara en
daño grave e irreparable para la República de Panamá, y produjera un estado
de ruina comercial y económico que las partes no tuvieran en mira ocasionar,
pues nadie contrata para hacerse a sabiendas un perjuicio incalculable y sin
remedio, debería ser motivo de grave meditación para el Gobierno de vuestra
excelencia y para este país donde prevalecen un profundo espíritu de justicia
y un elevado sentimiento de equidad, el poner en vigor medidas como las de
que me ocupo, que producirían aquellos resultados y que darían golpe de
muerte a mi país, sin producir ningún beneficio para los Estados Unidos8.
Debe observarse que cada uno de los puntos discernidos por Morales fue
extensa y meticulosamente contestado por el secretario Hay en carta fechada el
24 de octubre de 1904. El secretario Hay no se ahorró meticulosidad ni sistemá-
tica alguna.
Debe adelantarse, como característica de las primeras décadas de vigencia
del tratado de 1903, el contraste entre las arbitrarias prácticas de hecho que el
640 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967
Gobierno de los Estados Unidos imponía en la Zona del Canal, con el lenguaje
diplomático, respetuoso y razonado empleado por los secretarios de Estado de
los Estados Unidos de América. Igualmente debe adelantarse que, no por lo
dicho, las cartas de los secretarios de Estado fueren realmente flexibles, sino todo
lo contrario: se oponían, con claridad, sistema y firmeza a las interpretaciones
que las autoridades panameñas daban a cada una de las cláusulas del tratado
de 1903.
A consecuencia de la reclamación panameña redactada por el doctor Euse-
bio A. Morales, vino lo que se consideró por las partes como el Convenio Taft.
El denominado Convenio Taft representó un esfuerzo del Gobierno ameri-
cano por flexibilizar la posición estadounidense con relación a puertos, aduanas
y correos. Con todo, no contuvo el referido convenio ninguna flexibilidad con
relación a la titularidad de la soberanía sobre la Zona del Canal, ni sobre sus ale-
gados derechos en materia de puertos, aduanas y correos.
Realmente, el Convenio Taft representó unas órdenes ejecutivas expedidas
unilateralmente por el secretario de Guerra de los Estados Unidos, fechadas
el 3 de diciembre de 1904, y que el Gobierno panameño aceptó mediante De-
creto 182 de 6 de diciembre de 1904. Estas órdenes ejecutivas cesaron como ha-
bían nacido, esto es unilateralmente, por decisión de los Estados Unidos en
1904. Este hecho creó en Panamá la necesidad de intentar un tratado con los
Estados Unidos.
Así, con relación a puertos, el Convenio Taft continúa sosteniendo que los
puertos de Ancón y Cristóbal eran puertos terminales del Canal y no puertos de
las ciudades de Panamá y Colón, como lo sostenía la posición panameña.
Eran, si cabe, derechos residuales, migajas de la época resultantes de la
grande y notoria disparidad de las partes.
La flexibilización contenida en el denominado Convenio Taft, la cual en nin-
gún caso era en menoscabo de lo pactado en el tratado de 1903, conforme el pro-
pio Convenio Taft reiteraba, consistió en general, en lo siguiente:
1. No se importarán a Ancón o Cristóbal, puertos terminales del Canal, artí-
culos, efectos y mercadería, con excepción de aquellos artículos, efectos y
mercadería que describe el artículo XIII del tratado de 1903, celebrado entre
la República de Panamá y los Estados Unidos. Contenía igualmente otras
excepciones.
2. Por razón de la proximidad del puerto de Ancón al puerto de Panamá, y
del puerto de Cristóbal al puerto de Colón, el funcionamiento competente
de la Aduana o del puerto de la Zona del Canal, permitirá a cualquier buque
recibido en los puertos de Panamá y Colón o despacho de ellos, junto con
su cargas y pasajeros, para el tránsito de mercadería importadas y de pasa-
jeros que lleguen al territorio de la República de Panamá y salgan de él, que
haga uso y disfrute de muellaje y de otras facilidades de los puertos de
Ancón y de Cristóbal.
Nueva historia general de Panamá X 641
De su parte:
1. Por el artículo 4 del convenio las concesiones indicadas en el referido artí-
culo 4, no surtirían efecto «a no ser que las autoridades de la República de
Panamá concedan las importaciones libres y recíproca de artículos, efectos
y mercaderías y el tránsito libre de personas del territorio del Canal al de la
República de Panamá».
2. Por el artículo 6 del Convenio Taft, esta orden que suponía el Convenio Taft,
«tampoco surtiría efecto a menos que las autoridades gubernamentales de
la República de Panamá concedan facultad a las autoridades de la Zona del
Canal para ejercer inmediata y completa jurisdicción en asuntos de sanidad
y cuarentena en las aguas marítimas de los puertos de Panamá y Colón»9.
These negotiations were prolonged and difficult. The State Department did not
show willingness to soften the harshness of the 1903 Treaty and agree on a permanent
basis on clauses that assured Panama its aspirations with regard to commercial acti-
vities in the Canal Zone. On the contrary, it proposed a brief time limit for the com-
mercial clauses, as they were called, in which a few guarantees were offered to the
merchants and government of Panama. But on the other hand, it demanded perpetuity
for those clauses that favored the interests of the United States. The State Department
demanded also the extension of America jurisdiction over the part of the City of Colon
known as New Cristobal. These and other demands from the Washington spokesmen
produced a delay in the negotiations for some time. In 1925 the talks were resumed,
and after an arduous struggle that lasted for more than one year, the time came when
the government of Panama was confronted by the dilemma of having to choose: the re-
turn to relations based on the 1904 Hay interpretations of the 1903 treaty, or accept a
treaty that clearly was not satisfactory, but at least softened the harshness of that
interpretation12.
11. Se permite el uso de los muelles y otras facilidades de los puertos de Balboa
y Cristóbal para cargas y descargas de mercaderías, así como para desem-
barcar pasajeros con destino a la República de Panamá.
12. Panamá tendrá jurisdicción exclusivamente en los sitios de la Zona del
Canal en que Panamá construya edificio para inmigración o para aduana.
otro de los tratados firmados entre Panamá y los Estados Unidos relacio-
nado con el Canal fue promovido por el presidente de la época en Panamá,
coronel José Antonio Remón Cantera. El coronel Remón Cantera fue, inme-
diatamente antes de ser presidente, el jefe de la entonces Guardia Nacional.
Con él al frente de la Guardia Nacional se había iniciado el fenómeno del mi-
litarismo en Panamá.
El tratado en referencia tuvo por nombre Tratado de Mutuo Entendimiento
y Cooperación, firmado el 25 de enero de 1955. También se conoce este tratado
como el Tratado Remón-Eisenhower, no obstante haber fallecido el presidente
Remón en el año 1953, víctima de un asesinato.
Los negociadores por Panamá fueron el doctor octavio Fábrega y el licen-
ciado Carlos Sucre C.
El negociador Sucre propuso en las negociaciones que el tratado de 1903,
pactado a perpetuidad, terminara cien años después contado a partir de 1903.
Sucre Calvo propuso, pues, que el tratado de 1903 terminara el 18 de noviembre
del año 2003; esto es, tres años después de que revirtiera a Panamá la Zona del
Canal y la entrega del Canal pactados en los Tratados Torrijos-Carter.
Su proposición, obviamente desatendida, confirma la vocación y lucha ge-
neracional de los panameños, anteriores a la dictadura, por acabar con la perpe-
tuidad que, como término, consagró el Tratado Hay-Bunau Varilla de 18 de
noviembre del año 1903.
Antes de su partida para Washington, el presidente Remón designó una co-
misión asesora de la cual formaron parte, entre otros, los doctores Ricardo J. Al-
faro y Harmodio Arias.
Igualmente, antes de salir para Washington, el presidente Remón Cantera
hizo repetidas manifestaciones de su consigna «Ni millones, ni limosnas, que-
remos justicia». A este respecto, y en un intento de resumen, podemos afirmar
que, de cara a las fundadas posiciones nacionalistas del pueblo panameño, la ci-
catearía del Gobierno de los Estados Unidos, en efecto, no produjo millones, ni
mucho menos justicia.
Para empezar, el preámbulo que preside el articulado del tratado expresa-
mente se asegura de afirmar que este nuevo tratado no deroga ni el firmado
Hay-Bunau Varilla de 1903, ni el tratado de 1936.
La anualidad se aumentó de 430,000 a 1,930,000 dólares americanos, que
con relación a la depreciación del dólar americano corrido desde el tratado de
1936 a 1955 y los valiosos servicios comerciales y geopolíticos que el Canal presta
al Gobierno de ese país, representaba una anualidad que, si bien supera a la
anualidad pactada en 1936 en un millón de dólares, en alguna medida depre-
ciada, no guarda proporción con ese importante activo que en lo comercial y ge-
opolítico representa el canal de Panamá para los Estados Unidos de América.
El artículo I del convenio comentado constituye, por lo dicho, un verdadero
letrero de lo que es la injustificada mezquindad y avaricia de un Gobierno
650 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967
poderoso para con un pueblo débil que facilitó su más valioso recurso econó-
mico a la potencia económicamente más grande del mundo.
Mediante el artículo II del tratado, se reconoce una concesión fiscal al Go-
bierno panameño: su derecho a cobrar impuesto sobre la renta a todas las per-
sonas y empresas que presten sus servicios en la Zona del Canal y en el
ferrocarril. De esta concesión escapan los miembros de las Fuerzas Armadas de
los Estados Unidos, los ciudadanos de ese país y las personas de nacionalidad
extranjeras que residan dentro de la Zona del Canal.
Mediante el artículo III, se levanta la prohibición que imponía el tratado de
1903 de no construir un ferrocarril transístmico, lo cual representa, debemos re-
conocer, una conquista política y económica importante para Panamá. Igual-
mente por medio de este tratado se levanta la prohibición que pesaba sobre la
República de Panamá de construir una carretera transístmica; esto es, carreteras
que vayan desde el océano Atlántico al océano Pacífico.
Por el artículo IV se libera a las ciudades terminales de Panamá y Colón de
cumplir con los reglamentos sanitarios expedidos por las autoridades americanas.
El artículo V devuelve a Panamá las valiosas tierras que los Estados Unidos
ocupaban en Paitilla, así como en otros lugares importantes de Colón.
Por el artículo IX Panamá renuncia al derecho que tienen sus empleados y
miembros de la policía a usar gratis el ferrocarril de Panamá.
El tratado lo firman Selden Chapin, por Estados Unidos, y octavio Fábrega,
por la República de Panamá.
No puede quedar por fuera del presente repaso de las negociaciones cana-
leras transcurridas de 1903 a 1967, el denominado Convenio Filós-Hines.
Este convenio fue negociado durante la presidencia de don Enrique A. Ji-
ménez en 1947, siendo ministro de Relaciones Exteriores el doctor Ricardo J. Al-
faro. El doctor Alfaro encontró finalmente puntos de insatisfacción en el proyecto
de tratado y renunció al cargo. En su reemplazo fue designado ministro de Re-
laciones Exteriores el licenciado Francisco A. Filós.
Mediante el Convenio Filós-Hines el Gobierno de los Estados Unidos pre-
tendía prorrogar la presencia de tropas americanas en la importante base aérea
de Río Hato, provincia de Coclé. Fue la mejor base militar de los Estados Unidos
fuera de la Zona del Canal y contaba con una excelente pista aérea.
La pretensión del Gobierno norteamericano de prorrogar el arrendamiento
de esta base, símbolo de la presencia militar de los Estados Unidos fuera de la
Zona del Canal, surtió el efecto sociopolítico de un dardo al sentimiento nacio-
nalista del pueblo panameño.
El convenio, a punto de ser ratificado, el 12 de octubre de 1947, concitó una
movilización extraordinaria por varios días, especialmente el día 12 de diciembre
de 1947, fecha en que la Asamblea Nacional fue convocada para ratificar el tra-
tado. Hubo confrontaciones violentas con unidades de la Guardia Nacional, es-
pecialmente con el escuadrón de caballería.
Nueva historia general de Panamá X 651
¿Hasta dónde conviene ceder, bien a los Estados Unidos de América o bien
a cualquier otro Estado, el derecho a construir un canal a nivel?
¿Hasta dónde conviene renunciar a la posibilidad de construir un canal au-
ténticamente panameño, apelando a las fuentes de crédito internacional?
La carta, de la que forman parte las dos interrogantes que preceden, lleva
las firmas, entre otros, de los siguientes panameños: doctor Ricardo A. Morales,
doctor César A. Quintero, ingeniero Alberto de Saint Malo, doctor Antonio Gon-
zález Revilla, arquitecto Ricardo J. Bermúdez, doctor Julio Pinilla Ch., doctor
Dulio Arroyo, doctor Diego Domínguez Caballero, profesor Juan A. Monterrey,
Nueva historia general de Panamá X 659
licenciado Arturo Sucre P., licenciado Jorge Fábrega, doctor Carlos Iván Zúñiga,
doctor Julio Linares, doctor Carlos Bolívar Pedreschi, doctor Emilio Clare, doctor
Manuel Ferrer Valdés, profesor Braulio Vásquez, doctor Carlos Manuel Gastea-
zoro, doctor Fabián Echevers, profesor Alberto Quirós Guardia, doctor Lino
Rodríguez Arias, doctor Rubén Arosemena Guardia, doctor Ricaurte Soler, li-
cenciado Antonio De León, licenciado Erasmo Escobar, doctor Edgardo Molino
Mola, doctor Iván García, doctor Pedro I. Fonseca, ingeniero Víctor Yanis e in-
geniero Víctor N. Juliao.
Finalmente, consideramos de interés tanto histórico como didáctico, termi-
nar nuestros comentarios sobre los tres proyectos de tratados de 1967, desta-
cando la forma cómo el pensamiento de la corriente democrática y nacionalista
que se opuso a dichos proyectos, se proyectó igualmente dentro del proceso de
negociación de los Tratados Torrijos-Carter. Tal estudio se presentó el 29 de abril
de 1974 en carta dirigida a Juan Antonio Talk, ministro de Relaciones Exteriores,
firmada en su orden, por las siguientes personas: Carlos Bolívar Pedreschi, Mario
J. Galindo H., Miguel J. Moreno, Carlos Iván Zúñiga y Julio E. Linares. En efecto,
el estudio referido se tituló: Las negociaciones del canal de Panamá y la declaración
de los ocho puntos.
Del referido estudio, sentimos de importancia histórica transcribir las con-
clusiones que se aprecian en su punto primero:
Notas
1
Charles Morris Brooks, Guarding the crossroads, security and defense of the Panama Canal,
P & P GROUP, Imprelibros, S.A., Santafé de Bogotá, p. 19.
2
Theodore Roosevelt, Autobiography (1913), pp. 553ss; tomado de Diógenes A. Arosemena
G., Historia documental del canal de Panamá, Imprenta Nacional, Panamá, 1961, pp. 340ss.
660 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967
3
Ibidem.
4
Panamá, Asamblea Nacional, Ley 27 de 1 de diciembre de 1953.
5
La nota de protesta confeccionada por Eusebio A. Morales y suscrita por José Domingo de
Obaldía, en su calidad de ministro de Panamá en Washington, ha sido reproducida en mu-
chas ocasiones. Aquí citamos la versión incluida en Eusebio A. Morales, Ensayos, documentos
y discursos, Colección Kiwanis, INAC, Panamá, 1977.
6
Ibidem.
7
Ibidem.
8
Ibidem.
9
Ibidem.
10
Carlos Bolívar Pedreschi, Panamá: Visión geopolítica y testimonial de su drama, Editorial Pro,
Cali, Colombia, 1993.
11
Maximiliano Fábrega Sosa, fuente oral.
12
Ricardo J. Alfaro, Two documents on Panama and United States relations, Consejo Nacional
de la Empresa Privada, Panamá, mayo de 1974.
13
Consultar al respecto, Demetrio A. Porras, El Tratado del Canal de Panamá, Editorial Améri-
calee, Buenos Aires, Argentina, 1947.
14
Ibidem.
15
Carlos Bolívar Pedreschi, Panamá: Visión geopolítica…, op. cit., p. 11.
16
Carlos Bolívar Pedreschi, Canal propio…, op. cit. Los pronunciamientos que preceden están
recogidos en esta obra.
17
Humberto Ricord, La cuestión del canal de Panamá, Imprenta Cervantes, Panamá, 1964,
p. 15.
18
Carlos Bolívar Pedreschi, Canal propio…, op. cit.
19
Carlos Bolívar Pedreschi, Mario J. Galindo, Miguel J. Moreno, Carlos Iván Zúñiga y Julio E. Li-
nares, Las negociaciones del canal de Panamá y la declaración de los ocho puntos, Imprenta
Bárcenas, Panamá, 1974.
CAPíTULo XX
Estudiantes y militares:
1936-1989
Thomas L. Pearcy
Introducción
a ser una especie de árbitro de la política criolla. A lo largo del siglo XX, depen-
diendo del apoyo económico o militar que ofrecieran los norteamericanos grupos
y partidos políticos, muchos de estos sobrevivían o desaparecían. Por ejemplo,
cuando el palacio presidencial, ocupado por Belisario Porras, fue rodeado por una
multitud enfurecida, las tropas norteamericanas literalmente lo rescataron de esa
multitud. Ese hecho se repitió una y otra vez, mientras duró la ocupación militar
norteamericana en Panamá. La última ocurrió cuando el presidente Guillermo En-
dara solicitó la intervención norteamericana para sofocar una supuesta conspira-
ción en su contra, en 1991. Es más, este presidente tomó posesión de su cargo en
una base militar de los Estados Unidos, en medio de la invasión militar en 1989.
No obstante, a pesar de la presencia de esas tropas extranjeras de ocupación,
varios sectores sociales jugaron papeles decisivos en el desarrollo socioeconó-
mico de la nación, durante el período de 1903 al 2003. Ciertamente que las fami-
lias más ricas y su sector comercial urbano han determinado la dirección y el
modelo económico que ha imperado hasta ahora en la nación panameña, de ca-
rácter fundamentalmente terciario, mercantil y transitista. En la medida en que
la economía panameña juega un nuevo papel, como propietaria y beneficiaria
directa del Canal, el centro financiero y su élite comercial han venido asumiendo
una posición más prominente dentro de la economía nacional.
Sin embargo, más allá del sector financiero, los estudiantes y los oficiales
militares de Panamá han contribuido decisivamente al progreso de la nación.
Los estudiantes han personificado la soberanía panameña, arriesgando en mu-
chas ocasiones sus propias vidas para defender la dignidad de la patria. Mientras
tanto, la Policía de Panamá evolucionó, desde una institución modestamente ar-
mada y pobremente pagada, hasta convertirse en una fuerza pública con formi-
dables capacidades políticas y militares, constituyéndose en la institución
hegemónica del Estado panameño por dos décadas.
El progreso y el bienestar político y económico de Panamá durante el siglo
XXI dependerá en gran parte de la capacidad de su gente para alcanzar el equi-
librio apropiado entre una fuerza de policía adecuada y preparada, una pobla-
ción educada que participe en los procesos políticos de la nación, y una élite
económica que respete y honre la soberanía y la dignidad de la nación. El cum-
plimiento de este elusivo equilibrio permitirá a Panamá seguir siendo una re-
pública libre, independiente, con un control absoluto de su destino; la
incapacidad de lograr este balance, amenaza con condenar a la nación en esta
nueva centuria a algo similar a lo vivido durante el siglo XX.
abogaban por los derechos de las provincias (los liberales o, en el caso de Pa-
namá, los nacionalistas que deseaban cortar los lazos políticos entre el istmo de
Panamá y Bogotá)1. Debido a que habían sido derrotadas militarmente por lo
menos en tres ocasiones desde 1821, las masas urbanas de Panamá no se invo-
lucraron mayormente en ese conflicto. Ese sector, por el contrario, se mantuvo
alejado de la contienda bélica y, en su lugar, ellos concentraron su atención en
proteger sus inversiones y en defender el Ferrocarril de Panamá, su tabla de sal-
vación económica.
Como muchos de los sectores urbanos y la élite económica de Panamá fue-
ron incapaces o estaban pocos dispuestos a declarar la guerra a Colombia, un
grupo de abogados, doctores, educadores, intelectuales y comerciantes tomaron
las armas para romper los lazos políticos de Panamá con Colombia2.
Este grupo ecléctico vislumbró que Panamá se podría convertir en un em-
porio del comercio mundial, lo cual traería grandes beneficios económicos para
el istmo de Panamá. Estos dirigentes políticos se convirtieron en los líderes del
movimiento separatista de 3 de noviembre de 1903. A diferencia de la élite eco-
nómica y de los sectores urbanos, los dirigentes de los sectores medios tomaron
las armas, sentando las bases para un movimiento nacionalista de gran reper-
cusión durante el siglo XX en Panamá.
El 21 de noviembre de 1902, los liberales y conservadores colombianos pu-
sieron fin al conflicto armado, mediante un acuerdo de paz firmado a bordo del
acorazado Wisconsin de Estados Unidos. En el interior del istmo de Panamá, el
sector indígena y campesino, liderado por Victoriano Lorenzo, que se habían in-
tegrado a la lucha armada reclamando una justicia social, rechaza el acuerdo y
se rehúsa a entregar sus armas y abandonar una causa por la cual había luchado
por casi dos años3.
En un intento por controlar la insatisfacción de los combatientes indígenas,
un pequeño grupo de oficiales liberales y conservadores conspiró para someter
a las fuerzas de Lorenzo y a su principal líder, el propio Victoriano Lorenzo. Iró-
nicamente el propio aliado y compañero de combate, Benjamín Herrera, fue
quien ordenó el arresto del líder de los «cholos» y lo puso en custodia en manos
de los conservadores. Este hecho, sin precedente, dio inicio a una alianza de con-
servadores y liberales que terminó con la ejecución de Victoriano Lorenzo, el 15
de mayo de 1903.
La mayoría de los eruditos que han escrito sobre el asesinato de Lorenzo,
han culpado a los conservadores urbanos por su asesinato. A pesar de la carga
ideológica que tiene esta discusión, la muerte de Lorenzo tiene un contendido
mucho más profundo, de hondas repercusiones, que trasciende un simple cho-
que de ideas entre conservadores y liberales. En efecto, el oficial que ordenó el
arresto de Lorenzo, Benjamín Herrera, había servido como oficial en el ejército
liberal, conduciendo a casi diez mil hombres combatientes. Por otra parte, el ofi-
cial que condenó a Lorenzo a la muerte, Esteban Huertas, luego de la separación
664 X Estudiantes y militares: 1936-1989
de Panamá de Colombia, fue obligado a renunciar como jefe del Ejército pana-
meño por representar una amenaza para la naciente república4.
Finalmente, además de la animosidad hacia Lorenzo que había entre las cla-
ses altas, especialmente las aristocracias rurales y las tropas colombianas esta-
cionadas en Panamá, había un sector de clase media, predominantemente liberal
(rabiblancos; es decir, pro norteamericanos y pro yanquis), que debía su empleo
a la élite, quien a su vez, alternadamente trabajaba con los norteamericanos. Este
grupo de clase media, a pesar de sus declaraciones a favor de Lorenzo y en con-
tra de su muerte, también se sentían amenazados por el cholo guerrillero y, en
consecuencia, deseaban su silenció5; es decir, su muerte.
La muerte de Lorenzo puso al descubierto la cruda realidad con respecto al
nacionalismo y a la defensa de la soberanía istmeña. Con el control político de
Panamá y los intereses económicos en la balanza, las clases y los intereses étnicos
estuvieron por encima de los intereses políticos e ideológicos y fuera de cual-
quier interés soberano que pudieran compartir. Es decir, mientras que los con-
servadores ganaron la guerra, una alianza de conservadores blancos y liberales
moderados, pro norteamericanos, se forjó para eliminar a Lorenzo porque era
una amenaza para el statu quo de la sociedad panameña. Lorenzo, quien fue un
verdadero patriota, fue asesinado por esos que decían ser patriotas, pero quienes
en realidad buscaban simplemente proteger sus propios intereses económicos.
El asesinato de Victoriano Lorenzo, en 1903, proporciona un contexto histó-
rico útil al examinar el activismo político durante el siglo XX en Panamá. Sobre
el curso de ese siglo, innumerables grupos políticos demandarían que «Panamá
fuera para los panameños». Sus palabras y acciones son parecidas a las de Ben-
jamín Herrera, de Esteban Huertas, y de su desleal contraparte. Como sus ante-
cesores, Herrera y Huertas –estos nuevos «patriotas modernos»– abandonan con
frecuencia cualquier sentido de dignidad nacional y dejan de lado la soberanía
nacional cuando sus fortunas personales se ven amenazadas. Como ahora ya no
se pueden apoyar en las tropas colombianas ni norteamericanas para que les
hagan el trabajo sucio de reprimir a los sectores populares, esos sectores sociales
utilizan ahora a la propia Policía Nacional para reprimir violentamente a los gru-
pos populares o a los sectores sociales que se opongan a sus intereses.
Esta misma alianza fue la que se conjugó, posteriormente, para proclamar
la secesión de Panamá de Colombia, una vez que el Gobierno colombiano hu-
biese rechazado el Tratado Herrán-Hay, poniendo en peligro el proyecto de la
«feria comercial» y el destino transitista del Istmo. Las élites conservadoras in-
tentaron perpetuar su dominio sobre la sociedad panameña. El sector conserva-
dor basó su hegemonía en la protección que le brindaría el imperialismo
estadounidense, contando con el «derecho de intervención» que este poseía en
virtud de los artículos I y VII del tratado de 1903, el cual se encontraba reforzado
por el artículo 136 de la Constitución de 1904 («El artículo Amador»), que esti-
pulaba que: «El Gobierno de los Estados Unidos de América podrá intervenir,
Nueva historia general de Panamá X 665
Resistencia organizada
Durante los últimos años de la década del diez y los primeros años del
veinte, los demás grupos comenzaron a organizarse para oponerse a la repre-
sión de la oligarquía y al imperialismo de los Estados Unidos. Los trabajadores
organizaron la Federación obrera de la República de Panamá y el Sindicato Ge-
neral de Trabajadores para protestar por los salarios bajos, condiciones de tra-
bajo miserables y los altos costos del alquiler. En 1923, activistas de clase media
666 X Estudiantes y militares: 1936-1989
en los problemas políticos del país, una posición táctica que asumió para evitar
una represión adicional por parte de la oligarquía11.
Ya para entonces el movimiento estudiantil panameño daba muestras de
valor y conciencia ciudadana. Impulsados por el proceso de consolidación del
Estado que habían promovido los gobiernos nacionales, especialmente durante
la gestión de Belisario Porras, y al amparo de una concepción neoliberal, que
acentuaba el compromiso social y nacionalista del Estado, surgieron varios co-
legios públicos secundarios en el país, superando el nivel de atraso académico
que se había tenido durante la época de unión a Colombia. Entre ellos sobresalía
el Instituto Nacional, con sus secciones normales para varones y señoritas, en el
cual se congregaron las mentalidades más brillantes de la época.
En las aulas de estos colegios se debatían las nuevas ideas de la Revolución
rusa, el significado de la Revolución mexicana y los principios de la Reforma
Universitaria de Córdoba. Con los intentos de educación superior –representa-
dos, por ejemplo, en la Escuela Libre de Derecho y otros cursos superiores– se
incentivó de forma aún más profunda a estas primeras generaciones de pana-
meños nacidos y educados en un Panamá libre e independiente, a examinar crí-
ticamente la historia y el destino nacional. Pronto, muchos de ellos nutrirían con
su acción y pensamiento los grupos políticos liberales de la época, pero también
a organizaciones sociales propias de los sectores medios –como la Federación
de Estudiantes de Panamá, las asociaciones de maestros y profesores y Acción
Comunal– y de los sectores populares –como la Federación obrera de la Repú-
blica de Panamá, la Liga Inquilinaria y el Sindicato General de Trabajadores–,
alterando significativamente el panorama político istmeño12.
Con respecto a la formación de esta primera organización de estudiantes,
Abraham Bell y Blas Bloise señalan que:
Más allá de las divisiones entre los líderes del golpe de Estado, la vieja guar-
dia chiarista continuó controlando tanto al Tribunal Electoral del país como a la
Policía Nacional.
Estos hechos dejaron a los líderes del golpe de Estado en una posición par-
ticularmente muy vulnerable. Si los revolucionarios querían lograr algunos de
sus objetivos, necesitaban tener el control de esos dos centros de poder, antes
que los chiaristas pudieran utilizar su influencia para impedir los esfuerzos re-
alizados por el nuevo Gobierno. En agosto de 1932, el presidente Alfaro tomó
algunas medidas que se convertirían en un precedente desafortunado para las
administraciones subsecuentes en los años 30. El 17 de agosto, el presidente Al-
faro publicó el Decreto 142, que incorporó un grupo organizado de sus propios
partidarios armados en la Policía Nacional, contrarrestando parcialmente la in-
fluencia chiarista en esa institución. En el marco de la política del «Buen Vecino»,
en que los Estados Unidos habían declarado que no intervendrían en los asuntos
internos de los países del hemisferio, el doctor Alfaro tuvo la capacidad para
manipular las decisiones del Gobierno, mientras que utilizaba la presencia po-
licial para proteger sus intereses y los de su grupo.
Con el Decreto 142 y la creación de la llamada «Reserva Nacionalista», Al-
faro estableció un precedente trágico que militarizó la estructura política de Pa-
namá. Los presidentes de los años 30 hicieron frente no solo a las dificultades
fiscales y políticas provocadas por la «Gran Depresión de 1929», sino que la ge-
neración reaccionaria de 31 se dividió rápidamente en varios grupos cívicos y
políticos, cuyas agendas con frecuencia se contradecían. Estos factores hicieron
la situación política de Panamá cada vez más volátil, por lo cual los siguientes
presidentes continuarían con la práctica de fortalecer al cuerpo de policía, a la
vez que formaban su propio grupo paramilitar.
Las administraciones subsecuentes en los años 30 siguieron el ejemplo de
las organizaciones paramilitares utilizadas por el doctor Alfaro para reprimir y
para intimidar violentamente a sus opositores. Cuando los trabajadores comen-
zaron una huelga contra los altos alquileres en 1932, como una reminiscencia de
Nueva historia general de Panamá X 671
la sublevación de 1925, el presidente electo, Harmodio Arias, hizo uso del De-
creto 142 e incorporó unos trescientos de sus partidarios armados a la Guardia
Cívica Nacionalista. El presidente, entonces, utilizó a este grupo paramilitar per-
sonalizado para machacar la huelga de los inquilinos23.
Después de estos ejemplos, otras administraciones de la Generación de 31
formaron sus propias organizaciones paramilitares para reprimir a sus oponen-
tes. En las elecciones de 1936, el presidente Harmodio Arias aseguró el triunfo
del grupo de la Generación de 31 por una combinación de intimidación policial
y la manipulación del Tribunal Electoral. Esas medidas aseguraron el triunfo del
doctor Juan Demóstenes Arosemena, ministro de Relaciones Exteriores durante
su administración24.
Elegido en 1936 gracias al apoyo del doctor Arias, Juan Demóstenes Arose-
mena se preocupó inmediatamente por ampliar la capacidad de intimidación de
la Policía Nacional en la política panameña. El doctor J. D. Arosemena reconoció
su deuda con la Guardia Cívica Nacionalista de su patrón, y tomó rápidamente
medidas para demostrar su aprecio. El 28 de enero de 1937, publicó la Ley 28,
por medio de la cual se establecía el Día del Policía. Al año siguiente, solicitó y
recibió un millón dólares de financiamiento adicional más allá de los apremios
presupuestarios –a pesar de las restricciones presupuestarias– para «adquirir
mercancías referente a defensa nacional»25.
Este período de gobierno, supuestamente basado en los «sentimientos más
puros de patriotismo», acabó en 1941, luego de diez años de agresión, con la
elección de Arnulfo Arias como presidente electo. El doctor Arias, quien adoptó
el lema seudonacionalista, «solo Dios sobre nosotros», enajenó mucho de los de-
rechos de la sociedad panameña y la reprimió violentamente aún más que sus
predecesores. Él confió en el grupo de patriotas armados, la Guardia Cívica Na-
cionalista de su hermano Harmodio para reprimir y para intimidar a sus oposi-
tores. Luego, el 18 de junio de 1941, el doctor Arnulfo Arias dio a conocer la Ley
72, por medio de la cual se creó a la Policía Secreta, que debía actuar con total
independencia de la Policía Nacional26.
El uso de la Policía Secreta, por parte del doctor Arias, incomodó a muchos
de los elementos importantes dentro del cuerpo de la Policía Nacional, quienes
se resentían profundamente por la intromisión de ese nuevo cuerpo de seguri-
dad en asuntos de la Policía Nacional.
Por otro lado, la puesta en vigencia de la Constitución panameñista de 1941,
que contenía medidas domésticas radicales, estaba orientada a aislar y a contro-
lar a importantes segmentos de la población de Panamá, mediante el uso de tác-
ticas similares a las empleadas por Benito Mussolini y Adolfo Hitler, tanto en
Italia como en Alemania, respectivamente. El doctor Arias también intentó aislar
social y políticamente a todo aquel elemento humano que él consideraba que
era un parásito (por problemas raciales y étnicos) para la sociedad panameña,
reclamando a «Panamá para los panameños»27.
672 X Estudiantes y militares: 1936-1989
Tiene que actuar esta generación dentro de la angustia vital en una cons-
tante rebeldía, tratando de encontrar las armas espirituales capaces de defen-
der y crear el nuevo destino del hombre, y de los pueblos unidos en la
solidaridad de la democracia30.
El tratado 1942 decía que los norteamericanos tenía que desalojar las bases
militares adicionales, fuera de la Zona del Canal, un año después de la conclu-
sión de la conflagración mundial. En los años cruciales de la guerra, en Panamá
llegaron a estar estacionados unos sesenta y siete mil soldados de los Estados
Unidos, sumado al personal militar que residía permanentemente en el conjunto
de bases militares establecidas en suelo panameño. Con respecto a este ejército
acantonado en Panamá, los funcionarios norteamericanos observaron que, «re-
ferente a la defensa del hemisferio occidental, Panamá es el país más importante
del mundo»34.
Los Estados Unidos no tenían ninguna intención de abandonar los sitios
adicionales y por eso, los funcionarios norteamericanos calladamente se acerca-
ron al Gobierno de Jiménez para proponerle una extensión del acuerdo de los
sitios de la defensa.
El 10 diciembre de 1947, las dos naciones firmaron el Tratado de Filós-Hines,
prolongando formalmente la presencia norteamericana en territorio panameño,
fuera de la Zona del Canal, a pesar del rechazo casi unánime por parte del pue-
blo panameño35.
El rechazo generalizado al Convenio Filós-Hines se convirtió inmediata-
mente en el punto de cohesión para las protestas políticas más grandes de la
corta historia de la nación panameña. Este fue el reto más importante que en-
frentaba la joven nación: ¿podría un presidente impopular legislar tranquila-
mente en contra de la voluntad popular, desatendiendo el querer de la
población? El presidente Enrique A. Jiménez por lo menos intentó hacerlo, con-
tando con los votos de los diputados oficialistas en la Asamblea Nacional y con
el apoyo de la Policía Nacional de Panamá, que se había desarrollado durante
los turbulentos años de 1930 y 1940 como una fuerza militar con una gran ca-
pacidad represiva y con su propia identidad dentro de los círculos políticos de
Panamá.
Mientras tanto, la Federación de Estudiantes de Panamá y el Frente Patrió-
tico se opusieron conjuntamente a este tratado. Ya para entonces, el Frente Pa-
triótico se presentaba a la faz del país como el grupo político más representativo,
mejor organizado, más diverso y el más comprometido con los problemas polí-
ticos del país. Este experimentado «frente» incluía entre su membresía a miles
de estudiantes de la escuelas secundarias y de la Universidad de Panamá, así
como a jóvenes profesionales.
En un período que evocaba las incursiones de Palmer en los Estados Unidos,
el primer comandante Remón, en un período de dos semanas, reprimió brutal-
mente a la población en un vano intento por acallar la oposición al Tratado Filós-
Hines de 1947. El 12 de diciembre de ese mismo año, varios de cientos estu-
diantes y el pueblo en general marcharon hacia el parque de Santa Ana para
expresar su oposición al tratado, con pancartas en donde se podía leer consignas
como «Abajo el imperialismo yanqui» y «Ni una pulgada más del territorio
Nueva historia general de Panamá X 675
panameño»36. En esta histórica plaza, en donde desde el siglo XIX los dirigentes
populares habían convocado al pueblo a luchar por los más caros intereses na-
cionales, se escenificó una escena nunca antes vista, que impactó a la sociedad
panameña. En medio de la concentración de jóvenes y estudiantes, los policías
nacionales abrieron fuego en contra de los manifestantes, hiriendo a docenas de
jóvenes, cayendo víctima del feroz ataque el estudiante Sebastián Tapia37.
Tal como lo ha expresado el profesor David Acosta, el endoso de este tratado
reflejó las insaciables ambiciones económicas de los políticos «cuya única preo-
cupación era defender sus intereses económicos, no importa si ese convenio le-
sionaba la integridad territorial y la soberanía nacional de Panamá....». La
violencia del día 12 de diciembre puso en evidencia hasta dónde los «vende pa-
trias» estaban dispuestos a llegar, con tal de obtener beneficios económicos para
ellos y para su propia gente38.
La masacre de 12 de diciembre dio un mayor ímpetu a las organizaciones
estudiantiles de la ciudad capital y a todo lo largo de la república. La Agrupación
Estudiantil 12 de Diciembre, se unió a otros diez mil panameños durante los si-
guientes diez días, en una mayor, heroica y organizada confrontación con el Go-
bierno, sin precedentes en la historia moderna de Panamá. Estos acontecimientos
culminaron en la tarde de 22 de diciembre, cuando los legisladores panameños
capitularon y rechazaron el Tratado Filós-Hines.
El rechazo del tratado de 10 de diciembre coincidió con el comienzo de las
tensiones de la Guerra Fría entre Washington y Moscú, un hecho que afectó la
vida política del istmo de Panamá. El comandante José Antonio Remón Cantera,
anterior jefe de la Policía Nacional, ganó la elección a la presidencia en 195239.
Durante las manifestaciones en contra del pacto de 47, Remón había culpado a
los agitadores pro Moscú de ser los responsables de los sucesos del mes de di-
ciembre de 1947 y su posición anticomunista le ganó el apoyo entusiasta de los
funcionarios norteamericanos en Washington. En ese sentido, refiriéndose a los
hechos antes mencionados, decía en una oportunidad:
El uso flagrante de la policía para reprimir a los manifestantes por parte del
presidente Jiménez, en alianza con el primer comandante Remón, demostró a
los estudiantes y al pueblo en general que el Gobierno nacional, junto a su aliado
676 X Estudiantes y militares: 1936-1989
La época revisionista
Curtidos por los largos años de protestas organizadas, los estudiantes pa-
nameños se constituyeron en la vanguardia de la oposición al tratado de 195542.
Los historiadores Fernando Aparicio y Pantaleón García han sostenido que las
movilizaciones estudiantiles durante la década del cincuenta del siglo veinte te-
nían un contenido «antiimperialista, antimilitarista, y antioligárquico»43.
El régimen represivo impuesto por Remón durante su mandato contra los
grupos populares acusándolos de comunistas se fue debilitando con su muerte.
Esto permitió que en 1957 se desarrollara un activo proceso de reorganización
del movimiento estudiantil. Poco a poco, a partir del Instituto Nacional, se fue-
ron estructurando las asociaciones federadas en los colegios públicos secunda-
rios, y en la Universidad de Panamá se propició un acercamiento entre los
diversos grupos políticos que formaban la Unión de Estudiantes Universitarios.
Estos esfuerzos concluyeron con la celebración del II Congreso Extraordinario
Nueva historia general de Panamá X 677
En mayo de 58, el año escolar se inició en las peores condiciones tanto de in-
fraestructura escolar, como de mobiliario, equipo y falta de personal docente.
Surgen protestas estudiantiles en todo el territorio nacional. De la comunidad
de Aguadulce partió una manifestación liderada por odilio González. En la ciu-
dad capital se les unen las asociaciones federadas del Instituto Nacional, Artes
y oficios, Liceo de Señoritas y Escuela Profesional. Carlos Núñez, Virginia Ra-
mírez y Luis Aguilar dirigen la Unión de Estudiantes Secundarios. La marcha
no fue recibida por el presidente de la república, don Ernesto de la Guardia.
La mañana de 19 de mayo, miles de estudiantes secundarios vuelven a mar-
char a la Presidencia y cerca de la plaza Catedral una bomba lacrimógena, lan-
zada por la Guardia Nacional, mata al artesano José Manuel Araúz. La
incapacidad de manejo político de los asesores del presidente Ernesto de la
Guardia Jr., ocasiona la paralización del país47.
Durante los próximos días, en medio del luto por los estudiantes caídos, los
sindicatos obreros y gremios profesionales declaran una huelga general. Un in-
tento de diálogo auspiciado por la Rectoría de la Universidad de Panamá fracasa
678 X Estudiantes y militares: 1936-1989
del Canal entonces intervino, utilizando gas lacrimógeno y armas pequeñas para
dispersar a los manifestantes panameños.
Como la situación se tornó incontrolable, se dio una batalla campal entre
los estudiantes y el pueblo panameño contra la policía zoneíta. En las primeras
horas de la noche, el comandante en jefe del Comando Sur, acantonado en la
Zona del Canal, tomó el control militar de la situación. En esa forma, no solo la
Policía tomó parte en el enfrentamiento, sino también el propio Ejército del Co-
mando Sur51.
Durante esos primeros enfrentamientos de las últimas horas de la tarde y
primeras de la noche, de 9 de enero, un estudiante panameño fue muerto por
disparos hechos por soldados norteamericanos. Fue el primero en caer en esta
nueva jornada por la soberanía panameña en la Zona del Canal.
Ante esa difícil situación, el presidente de Panamá, don Roberto F. Chiari,
en la mañana de 10 de enero, rompió relaciones de Panamá con los Estados Uni-
dos, siendo el primero y único en hacerlo a lo largo de la historia republicana de
Panamá. La ruptura de relaciones era una forma de protestar por el uso indis-
criminado de la fuerza militar contra un pueblo indefenso, cuya única arma era
el amor a la patria. Los tres días que siguieron fueron testigos de ese arrojo de
heroísmo y de patriotismo, de valor y de cólera por parte del pueblo y del estu-
diantado panameño.
Para el 13 de enero, cuando la Guardia Nacional ocupó los lugares que co-
lindaban con la Zona del Canal, dos docenas de jóvenes patriotas habían sido
asesinados por las tropas norteamericanas y otros cientos de panameños habían
sido severamente heridos52.
Los acontecimientos de 9 al 13 de enero de 1964 marcaron un momento cru-
cial, significativo y espectacular en la moderna historia panameña. La brutal
agresión de las tropas norteamericanas en contra de un pueblo valeroso, pero
indefenso, en su propio territorio, provocó la repulsa nacional y el cuestiona-
miento internacional. Al hacerlo, también cruzaron los límites de la Zona, hecho
sin precedentes en la historia de los dos países. La heroica resistencia de la ju-
ventud panameña hizo que la comunidad mundial pusiera sus ojos sobre Pa-
namá y que comenzara la presión sobre los Estados Unidos para que este pusiera
fin al enclave colonial en Panamá.
Al año siguiente, el movimiento estudiantil continuó su actitud beligerante,
planteando una actitud vigilante ante las eventuales negociaciones de un nuevo
tratado con los Estados Unidos y la corrupción del Gobierno de turno. Este es-
píritu nacionalista, antiimperialista, antioligárquico y antimilitarista estuvo ex-
presado en los acuerdos y consignas del VII Congreso Nacional celebrado en
1965. Este mismo año, los estudiantes marchan junto a los educadores paname-
ños en el «movimiento pro mejoras económicas», dirigido por el educador Cla-
rence Beecher, de la Asociación de Profesores de la República. Al año siguiente,
en Colón, es asesinado el dirigente popular Juan Antonio Navas P., desatándose
Nueva historia general de Panamá X 681
Mientras que el uso de la fuerza militar puso fin a los levantamientos arma-
dos promovidos por la oposición izquierdista más radical al gobierno militar,
estudiantes más moderados y otros patriotas continuaron sus protestas, por di-
versas vías, en forma extraordinaria. Durante el período 1968-1972, por ejemplo,
un grupo de militantes femeninas publicó e hizo circular un boletín de noticias
semanal de protesta, llamado El Grito, que denunció al Gobierno de Torrijos, la
represión violenta de los opositores, y la confianza en los Estados Unidos para
recibir la ayuda militar y económica. Estas mujeres pagaron un alto precio por
su fervor patriótico: a las militantes femeninas que distribuían El Grito se les con-
fiscaron sus autos, otras fueron detenidas e intimidadas por los guardias, y mu-
chas fueron violadas:
la Liga Socialista Revolucionaria (LSR) expresaban con mayor firmeza esta posi-
ción antimilitarista y antioligárquica.
Con la ratificación de los Tratados Torrijos-Carter, el repliegue de los mili-
tares a los cuarteles, el inicio del proceso de democratización y la muerte del ge-
neral Torrijos en un misterioso accidente aéreo, se cerró esta etapa del desarrollo
del movimiento estudiantil panameño y de la fuerza armada en Panamá. Los
años de la década de 1980 tendrían un signo político muy distinto.
Las conclusiones
Hoy día los estudiantes panameños, al igual que otros sectores patriotas del
país, siguen vigilantes de la soberanía panameña, pero los inicios de un nuevo siglo
traen con él nuevos retos. ¿Qué papel siguen jugando los estudiantes patriotas en
una nación que ha estado ocupada por tropas extranjeras por cientos de años y
cuya presencia ha terminado recientemente? ¿Qué hay sobre la Policía Nacional?
¿Qué papel juega esta institución bajo estas nuevas circunstancias, en donde pre-
domina la globalización? ¿Qué hará la élite oligárquica ahora que su patrón no está
en Panamá físicamente? ¿Cómo gobernará para proteger sus propios intereses?
Un cuidadoso examen de la historia reciente de Panamá proporciona varias
pistas para estas y otras preguntas relevantes que confronta la sociedad panameña.
Nueva historia general de Panamá X 687
Notas
1
Muchos de los panameños que lucharon en la guerra de los Mil Días no querían separar a
Panamá de Colombia y su lucha no fue por lograr dicha emancipación. Ese fue el caso del
doctor Belisario Porras, que incluso criticó duramente la separación cuando esta se produjo.
Al respecto ver Belisario Porras, La venta del Istmo, que ha sido reproducido en múltiples
ocasiones. Aquí se utiliza la edición de la Editorial Portobelo de 1996. Deseo agradecer la
colaboración de los colegas y amigos Pantaleón García y Fernando Aparicio en la revisión y
corrección de la versión en español de este capítulo.
2
Como lo anotamos hace un momento, muchos de los istmeños que ingresaron a la guerra
civil no aspiraban a separar a Panamá de Colombia, sino que buscaban reivindicaciones so-
ciales y poner fin al dominio conservador en el país. Por eso hay historiadores que conside-
ran que muchos combatientes y dirigentes no estaban pensando en cortar los lazos políticos
con Colombia. Thomas L Pearcy, We answer only to God: Politics and the military in Panama,
1903-1947, University of New Mexico Press, Albuquerque, 1998.
3
Jorge Conte-Porras, «Victoriano Lorenzo y la guerra de los Mil Días como antesala de la in-
dependencia», Boletín de la Academia de la Historia, número 4, julio-septiembre de 1975;
Eduardo Lemaitre Román, Panamá y su separación de Colombia, segunda edición, Bogotá,
1972, pp. 432-437. Ver también: Phillipe I. Bourgois, Ethnicity at work: Divided labor on a Cen-
tral American banana plantation, Baltimore, 1989, pp. 111-159.
4
Humberto Ricord, Panamá en la guerra de los Mil Días, Panamá, 1989, pp. 245-249.
5
Con relación a las coaliciones y alianzas políticas en Panamá durante este período, consultar
a Steve Ropp, Panamanian politics: From guarded nation to national guard, Stanford, 1982,
pp. 19-25.
6
Ver a este respecto, Fernando Aparicio «Intervención política y militar de los Estados Unidos
en Panamá, 1904-1928», Revista Humanidades, número 5, Sexta Época, Universidad de Pa-
namá, julio de 2003.
7
Ibidem.
8
Thomas L. Pearcy, We answer only to God…, op. cit., pp. 52-55.
9
República de Panamá, secretario del Estado, Memoria que el secretario en Despacho de Rela-
ciones Exteriores presenta a la Asamblea Nacional en sus sesiones ordinarias de 1936, Imprenta
de la Nación, Panamá, 1936, p. 11.
10
Conte-Porras, Rebelión, op. cit., p. 12.
11
Mucha de esta represión fue provocada por la severa crisis económica de la década de 1920.
Consultar a George Roberts, Investigación económica de la República de Panamá, Panamá,
1932, pp. 25-28, 473-495; Pantaleón García, «La administración del ingeniero Florencio H.
Arosemena: Crisis y Acción Comunal», Revista Milenio, número 1, Universidad de Panamá,
Panamá, 1995, pp. 79-112; Fernando Aparicio, «Significación, alcances y limitaciones de la
experiencia porrista: 1912-1924», Revista Humanidades, número 3, Universidad de Panamá,
diciembre de 1993, pp. 149-154; Patricia Pizzurno de Araúz, «Los millones de la posteridad:
1904-1954», Revista Milenio, número 1, Universidad de Panamá, Panamá, 1995, pp. 113-132;
y Jeptha Duncan y Octavio Méndez Pereira, «Una entrevista con el doctor W. T. Burres», Cua-
simodo: Magazine Interamericano, número 1, Panamá, junio de 1919, pp. 46-51.
688 X Estudiantes y militares: 1936-1989
12
Ver al respecto, Tomás Herrera Cálix, «Emergencia del activismo estudiantil en el movimiento
popular panameño: Avance de investigación», Revista Universidad, número 57, Cuarta Época,
Universidad de Panamá, septiembre-diciembre de 1997, pp. 55-67.
13
Abraham Bell y Blas Bloise, «Movimiento estudiantil 1958», Cuadernos Populares, número 5,
CELA, Panamá, 1979, p. 5. Este trabajo fue publicado originalmente con el título de Examen
del movimiento estudiantil en diciembre de 1960 por los talleres de la Imprenta Panamá. Con
respecto a la significación histórica de la revista Cuasimodo, ver el artículo de Ricaurte Soler,
«Cuasimodo: Alba de la utopía», publicado póstumamente por la revista Tareas, número 94,
Panamá, septiembre-diciembre de 1996, pp. 9-38.
14
Jorge Conte-Porras, Panameños ilustres, Panamá, 1978, pp. 204-215.
15
Ricaurte Soler, Panamá: nación y oligarquía, 1925-1975, Panamá, 1976, p. 31.
16
Michael Conniff, Black labor on a white Canal: Panama, 1904-1981, Pittsburgh, 1985, pp. 80-83;
y Thomas Pearcy, We answer only to God…, op. cit., pp. 69-71. Para consultar trabajos recientes,
ver a Sharon Phillips Collazos, Labor and politics in Panama: The Torrijos years, Boulder, 1991.
17
Alejandro Portes, «the politics of urban poverty», en: Alejandro Portes y John Walton, Urban
Latin America: The political condition from below and above, Austin, 1976, pp. 70-110.
18
Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, Record Group 59, Department of State,
Legation of the United States of America to Panama, 819.00/Revolutions/41, National Ar-
chives, Washington, D.C.
19
Pearcy, op. cit., pp. 65-67. Para mayor información sobre el golpe de Estado de Acción Co-
munal, consúltese también a Pantaleón García, «Enfrentando la crisis: Las administraciones
de Florencio Arosemena, Ricardo J. Alfaro y Harmodio Arias Madrid», Revista Humanidades,
número 3, Cuarta Época, Universidad de Panamá, noviembre de 1998, pp. 37-63.
20
Ibidem.
21
Juan Manuel Pérez, Panama: The rise and fall of Arnulfo Arias, 1931-1941, tesis doctoral, Ge-
orgetown University, 1993.
22
Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, Joyce to State, 25 de septiembre de 1934,
Record Group 59, State Department Decimal File 819.00-General Conditions/84, Legation
of the United States to Panama, National Archives, Washington, D.C. Vea también Isidro A.
Beluche Mora, Acción Comunal: Surgimiento y estructuración del nacionalismo panameño, Pa-
namá, 1981, pp. 66-81.
23
Consultar a Armando Muñoz Pinzón, La huelga inquilinaria de 1932, Panamá, 1974.
24
Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, «Political Situation in Panama», 16 de abril
de 1936, Record Group 59, Lot 55-D216, Records of the Office of American Republic Affairs,
Memoranda on Panama, Box 54, volumen 1 (enero de 1936-julio de 1939). Este documento,
de diez páginas, proporciona una completa descripción de las fuerza políticas participantes
en las elecciones 1936, incluyendo comentarios y detalles sobre todos los partidos y sus
candidatos. Vea también: Jorge Conte-Porras, Requiem por la revolución, Imprenta Lil, Pa-
namá, 1990, pp. 172-174; Conte-Porras, Arnulfo Arias Madrid, Panamá, 1980, p. 85; y Hum-
berto Ricord, «La oligarquía panameña en el banquillo de los acusados», en: Virgilio Araúz
(editor), Cinco ensayos (sin fecha de publicación y casa editorial), pp. 8-9.
25
Ley 25 de 19 de octubre de 1938, citada en: Dimas Arturo López V. (compilador), Las fuerzas
armadas de la República de Panamá, período de 1903 a 1973, Editora La Nación, Panamá, 1973,
pp. 172-175.
26
Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, Bonsal to Wells, 15 de junio de 1941, Re-
cord Group 59, Lot 55 D 216, Records of the Office of American Republic Affairs, Box 55, vo-
lumen 3 (enero-agosto de 1941); y Dimas Arturo López V., op. cit., pp. 176-181. Aquí López
proporciona una lista de los sueldos de la Policía Secreta, además de una copia del acta de
la fundación de la organización. Ver Thomas Pearcy, «La Generación de 31 en Panamá:
Nueva historia general de Panamá X 689
Patriotas, pretorianos y una década del discordias, 1931-1941», Revista Humanidades, nú-
mero 3, Universidad de Panamá, 1998, pp. 109-131.
27
Gaceta Oficial, Panamá, 14 de febrero de 1941, pp. 3-4. En este documento, la administración
de Arnulfo Arias define la «cualidad panameña» en términos raciales y étnicos. Estos estándares
racistas se reafirmaron en el artículo 23 de la Constitución de 1941. Ver también Ricaurte Soler,
El pensamiento político en los siglos XIX y XX, Panamá, 1988, pp. 365-377. En su discurso inaugural,
Arias se referiría a la «influencia migratoria parásita» causada por el predominio de comerciantes
extranjeros en la Zona del Canal. Sobre la inclusión de judíos entre la lista de los grupos inmi-
grantes cuyo ingreso se prohibía al país, según las regulaciones establecidas por el presidente
Arnulfo Arias, ver: Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, Wise to Daniels and Bonsal,
29 de septiembre de 1941, Record Group 59, Lot 55 D 216, Records of the Office of American
Republic Affairs, 1918-1947, Memoranda on Panamá, Box 55, volumen 4 (septiembre de 1941-
enero de 1943).
28
Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, «To the Panamanian Nation», Record
Group 59, Department of State, Legation of the United States of America to Panama,
819.00/Revolutions/41, National Archives, Washington, D.C.
29
Conte-Porras, La rebelión de las esfinges, op. cit., p. 12.
30
Ibidem, pp. 17-18.
31
Mélida Ruth Sepúlveda, Harmodio Arias Madrid: El hombre, el estadista, y el periodista, Pa-
namá, 1983, pp. 155-159.
32
Thomas L. Pearcy, «Un precedente para interpretar los Tratados Torrijos-Carter: El Convenio
Filós-Hines, debacle diplomático de diciembre de 1947», Revista Humanidades, Universidad
de Panamá, 1999. Consultar además, T. Pearcy, «Panama in the 1930s: The Generation of 31
and the changing political system», Hispanic American Historical Review, noviembre de 1996.
33
Federación de Estudiantes de Panamá, Reglamento e informaciones del III Congreso Nacional
de Estudiantes convocado por la Federación de Estudiantes de Panamá, Santiago de Veraguas,
Panamá, 1947.
34
Ver el comentario del representante Charles Eaton en la República de Panamá, Ministerio
de Relaciones Exteriores, Boletín Semanal de información para las embajadas, legaciones, y
consulados de la república, número I, 10 de abril de 1943.
35
Panamá, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Benedetti a Alfaro, «Sitios de de-
fensa –o– expiración del convenio de 1942-1946. Convenio de 10 de diciembre de 1947».
36
Panamá, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, «Sitios de defensa», tomos 1-17
(1942-1947). Los 17 volúmenes están registrados en el gabinete 62, cajones 62.1 y 62.2.
37
David Acosta, La influencia decisiva de la opinión pública en el rechazo del convenio Filós-Hines
de 1947, cuarta edición, Panamá, 1994, p. 61.
38
Ibidem, pp. 3-8. Ver también, «Es falso el temor de represalias económicas», El Panamá Amé-
rica, 20 de diciembre de 1947, p. 1. Finalmente, ver en T. Pearcy, We answer only to God, op.
cit., el «apéndice E», para un examen comprensivo de cómo los periódicos más influyentes
de Panamá cubrieron esta importante negociación y su desenlace.
39
César del Vasto, Breve historia del Movimiento de Liberación Nacional de 29 de noviembre (1969-
1997), Panamá, 2001, p. 11.
40
«Declaraciones del comandante. José A. Remón», La estrella de Panamá, 13 de diciembre de
1947, p. 1. Ver también, «Remón regrets disturbances: Lauds police», The Panama Star and
Herald de la misma fecha, p. 1; y United States, Department of State, Foreign relations of the
United States, año 1947, tomo 8, pp. 943-944.
41
Michael Conniff, Panama and the United States: The forced alliance. Georgia, 1992, pp. 107-115.
42
Carlos Manuel Gasteazoro, Celestino Andrés Arauz, y Armando Muñoz Pinzón (editores), La
historia de Panamá en sus textos, Panamá, 1980, tomo II, pp. 280-287.
690 X Estudiantes y militares: 1936-1989
43
Fernando Aparicio y Pantaleón García, La Operación Soberanía: El resurgimiento del naciona-
lismo Panameño, Panamá, 1999, pp. 21-22.
44
Por ejemplo, en 1957 los líderes estudiantiles organizaron el V Congreso Extraordinario de
la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP). El dirigente estudiantil Floyd Britton, presidió
este congreso. Este cónclave estudiantil inyectó nuevo vigor a la militancia política del es-
tudiantado panameño. Consultar, La Operación Soberanía…, op. cit., pp. 21-25; ver también
César del Vasto, op. cit., p. 11.
45
«Grupo de estudiantes plantaron la bandera de Panamá en la Zona del Canal», Estrella de
Panamá, 3 de mayo de 1958, p. 1.
46
Aparicio y García, op. cit., p. 25.
47
Ricardo A. Ríos T., «La generación de 58», en: Los rostros del tiempo, Círculo de Lectores de la
USMA, Panamá, 1999, pp. 77-78.
48
Belgis Castro, José Ramón García L., y Felipe Antonio Yáñez C., Historia del movimiento estu-
diantil Panameño, 1958-1968, Trabajo de Graduación, Universidad de Panamá / Facultad de
Humanidades, Panamá, 1980, pp. 94-97.
49
Ibidem, pp. 97-107.
50
El popular embajador estadounidense, Joseph S. Farland, había dimitido su puesto en
agosto de 1963, dejando la diplomacia de Estados Unidos en Panamá sin ningún funcionario
de jerarquía. Sin la presencia de un embajador titular, habían pocas esperanzas de mejorar
las relaciones entre ambos países. Por otra parte, sin la presencia de un representante di-
plomático titular que presionase a las autoridades de la Zona del Canal para que estas cum-
plieran con el acuerdo internacional, estas nunca obedecerían las órdenes izar la bandera
de Panamá junto a la de Estados Unidos.
51
Aparicio y García, op. cit., pp. 49-63.
52
Brittmarie Janson Pérez, Panamá protesta, 1968-1989: En nuestras propias voces, Panamá,
1993, pp. 13-15.
53
Federación de Estudiantes de Panamá, VII Congreso FEP, 24-27 de mayo de 1972, Informe
central 1965-1972 presentado por Luis Navas, Ediciones Momento, Panamá, 1972, p. 1.
54
Humberto E. Ricord, «El Código de 1972: Cambio radical en la legislación laboral panameña»,
Revista Jurídica Panameña, número 2, Panamá, 1974, pp. 140-154; Gilberto Boutin I., Del ré-
gimen jurídico internacional de los Tratados Torrijos-Carter de 1977, Panamá, 1981; y Sharon
Phillips Collazos, Labor and politics in Panama: The Torrijos years, Boulder, 1991.
55
El grupo más representativo que se oponía a los Tratados Torrijos-Carter fue el Movimiento
de Liberación Nacional, 29 de noviembre, grupo cuyo nombre recuerda al militante y patriota
Floyd Britton, quien fue asesinado por la Guardia Nacional el 29 de noviembre de 1969.
56
Informe central, 1965-1972…, op. cit., p. 21.
57
Durante las negociaciones para los Tratados Torrijos-Carter, la Organización de Estados Ame-
ricanos condujo una investigación sobre la violación de los derechos humanos en Panamá.
Los resultados de este estudio dicen que más de una docena de prisioneros fueron asesina-
dos por la Junta Militar durante el período 1969-1972. Ver Del Vasto, op. cit., pp. 83-84; tam-
bién, Brittmarie Janson Pérez, op. cit., pp. 43-138.
58
Brittmarie Janson Pérez, op. cit., p. 52.
59
Ibidem, pp. 58-61.
60
Ibidem, pp. 52-66.
61
Ver a este respecto el periódico Bayano, Panamá, octubre de 1977.
62
Conniff, Panama and the United States…, op. cit., p. 146; y World Bank, Panama: Structural
change and growth prospects, Washington, 1985. Ver también, Ropp, op. cit., capítulos 4-6.
63
Brittmarie Janson Pérez, op. cit., pp. 56-58.
CAPíTULo XXI
Introducción
El intervencionismo directo
estadounidense (1903-1930)
La creación y consolidación de la
Guardia Nacional (1953-1968)
El patrimonialismo
La hegemonía estadounidense
Canal de Panamá de 1977, considerado el logro más grande del régimen militar,
Panamá recuperó el control sobre el territorio cedido a Estados Unidos mediante
el tratado de 1903 y asumió la administración, mantenimiento y protección de
la vía acuática a partir de 31 de diciembre de 1999.
Este convenio, sin embargo, vino acompañado del Tratado Concerniente a
la Neutralidad Permanente y la operación del Canal de Panamá, que tras su
aprobación por Panamá fue adicionado y modificado unilateralmente por el Se-
nado de Estados Unidos. Tal como fue enmendado, el Tratado de Neutralidad
concede a Estados Unidos «el uso de la fuerza militar en la República de Panamá,
para reabrir el Canal o reanudar las operaciones del Canal», en caso de que el
Canal «fuere cerrado o se interfiriera con su funcionamiento»30.
Irónicamente, así como contribuyó a su surgimiento y consolidación, la he-
gemonía estadounidense produjo el desalojo del régimen militar, mediante la
operación bélica de 20 de diciembre de 1989. Una vez que la colaboración con la
dictadura de Noriega dejó de convenir a los intereses de Washington, para con-
vertirse en un grave problema de imagen, el Gobierno estadounidense no dudó
en desencadenar sobre Panamá una devastadora invasión para aniquilar el ré-
gimen militar.
El liderazgo personalista
Notas
1
Este fue el tercer y último desalojo del doctor Arias del poder. El 9 de octubre de 1941, la
Corte Suprema de Justicia declaró en acefalía la Presidencia de la República y, tras ciertas
maquinaciones políticas y policivas, encargó del Poder Ejecutivo al ministro de Gobierno y
Justicia, Ricardo Adolfo de la Guardia. El 9 de mayo de 1951, la Asamblea Nacional decretó
la suspensión provisional de Arnulfo Arias como presidente de la república quien, tras un
sangriento operativo policial, fue desalojado de la casa presidencial al día siguiente. Los ad-
versarios políticos del doctor Arias impidieron también su ascenso al poder, mediante el
fraude electoral en dos ocasiones (1964 y 1984). Celestino Andrés Araúz y Patricia Pizzurno
706 X Auge y militarización de los organismos de seguridad pública: 1930-1990
Gelós, Estudios sobre el Panamá republicano, Manfer, Panamá, 1996; Raúl Arias de Para, Así
fue el fraude: Las elecciones presidenciales en Panamá, Imprenta Eilito, Panamá, 1984.
2
«Patrimonialismo» es la visión y dinámica política que concibe al Estado como propiedad
particular del gobernante. En Ilegitimidad y hegemonía: Una interpretación histórica del mili-
tarismo panameño, Editorial La Prensa, Panamá, 1994, el autor empleó el término «cultura
del botín» para referirse al mismo concepto. El término patrimonialismo fue acuñado y de-
finido inicialmente por Max Weber. Con posterioridad ha sido desarrollado por otros autores,
entre los que se ha consultado a Guillermo O’Donnell y Scott Mainwaring. Ver: Guenther
Roth y Claus Wittich (editores), Economy and society: An outline of interpretive history, Univer-
sity of California Press, Berkeley, 1978 [1922]; O’Donnell, «Illusions about consolidation»,
Journal of Democracy, volumen 7, número 2, pp. 34-51; Scott Mainwaring, Rethinking party
systems in the third wave of democratization: The case of Brazil, Stanford University Press, Stan-
ford, 1999.
3
Hegemonía es «el establecimiento, por un poder dominante, de límites al comportamiento
de otras entidades, más allá de los cuales se ejerce el control directo por medio de la fuerza».
Kenneth M. Coleman, «The political mythology of the Monroe Doctrine: Reflections on the
social psychology of hegemony», en: Latin America, the United States and the Inter-American
system, John D. Martz y Lars Schoultz (editors), Westview Press, Boulder, Colorado, 1980 (tra-
ducción libre del autor).
4
El autor suscribe la interpretación histórica de Fermín Azcárate y otros, que destaca la fun-
dación del primer Estado panameño el 18 de noviembre de 1840, bajo la guía y conduc-
ción de Tomás Herrera. Ver: Fermín Azcárate, La patria panameña, edición del autor,
Panamá, 1998.
5
Celestino Andrés Araúz y Patricia Pizzurno Gelós, El Panamá colombiano (1821-1903), Primer
Banco de Ahorros y Diario La Prensa, Panamá, 1993.
6
Entre 1903 y 1930, la Policía Nacional tuvo los siguientes comandantes: José Fernando
Arango (1903-1905), Leonidas Pretelt (1905-1908), Julio Quijano (1911-1912), Rodolfo Estri-
peaut (1914-1917), Santiago Anguizola (1917-1918), Rafael N. Ayala (1918-1919), Albert R.
Lamb (estadounidense, 1919-1924) y Ricardo Arango J. (1924-1931). Jorge Kam Ríos, «Notas
sobre el general Esteban Huertas», La Prensa, Panamá, 8 de noviembre de 2003 (Biblioteca
digital de La Prensa, http://biblioteca.prensa.com). Luego de su reemplazo en la comandan-
cia de la Policía, Albert Lamb continuó asesorando al organismo hasta 1928. Ver: Carlos Gue-
vara Mann, op. cit., p. 48.
7
Julio E. Linares, Enrique Linares en la historia política de Panamá (1869-1949), Litografía e Im-
prenta Lil, San José, Costa Rica, 1989, p. 154. Arguye Linares que el artículo 136 «es un legado
de Colombia y se debe, además a ella [...] por cuanto el primer tratado que otorgó a los Es-
tados Unidos de América derecho a intervenir en el istmo de Panamá fue el Tratado Malla-
rino-Bidlack, suscrito en Bogotá el 12 de diciembre de 1846, a iniciativa del Gobierno
neogranadino» (p. 155). En sus Memorias, Tomás Arias, fundador de la república, se atribuye
la autoría del artículo, inspirado en la Enmienda Platt a la Constitución de Cuba de 1902. Ver
Memorias de don Tomás Arias, fundador de la república y triunviro, Trejos Hermanos, Panamá,
1977, pp. 30-36.
8
Celestino Andrés Araúz, Belisario Porras y las relaciones de Panamá con los Estados Unidos,
Ediciones Formato Dieciséis, Panamá, 1988.
9
Acerca de este confuso incidente, ver Linares, op. cit., pp. 202-4; William McCain, The United
States and the Republic of Panama, Duke University Press, Durham, 1937, pp. 62-77; Araúz y
Pizzurno, Estudios sobre el Panamá republicano, pp. 104-7.
10
Araúz y Pizzurno, Estudios sobre el Panamá republicano, op. cit., pp. 130 y 156.
Nueva historia general de Panamá X 707
11
Estados Unidos de América, Departamento de Estado, Foreign Relations of the United States,
1931, volumen II, Government Printing Office, Washington, 1946; Araúz y Pizzurno, Estudios
sobre el Panamá republicano, op. cit.
12
En esta década, que algunos autores califican de afirmación institucional, ejercieron la co-
mandancia de la Policía Nacional, Homero Ayala (1931-1932), Juan Antonio Guizado (1932-
1933) Aurelio Guardia (1933-1935), Manuel Pino (1935-1940) y Julio Briceño (1940-1941).
13
Kam, op. cit.; Policía Nacional, «Reseña histórica de la Policía Nacional de Panamá», disponible
en: www.policia.gob.pa.
14
Guevara Mann, op. cit., p. 29.
15
Linares, op. cit., 390.
16
Alain Rouquié, The military and the State in Latin America, Paul E. Sigmund (traductor), Uni-
versity of California Press, Berkeley, 1987, p. 87.
17
Larry LaRae Pippin, The Remón era: An snalysis of a decade of events in Panama, 1947-1957,
Institute of Hispanic-American and Luso-Brazilian Studies, Stanford, 1964, p. 8, traducción
del autor.
18
En marzo de 1968, la Asamblea Nacional decretó la destitución del presidente Robles por
coacción electoral. El Poder Judicial, sin embargo, revocó dicho fallo y la Guardia Nacional,
comandada por Vallarino, impidió que la Asamblea juramentara al primer vicepresidente
Max Delvalle, quien había sido llamado por la cámara representativa a ejercer la presidencia
de la república.
19
Brittmarie Janson Pérez, Golpes y tratados: Piezas para el rompecabezas de nuestra historia,
IEPI, Panamá, 1997, p. 115; Carlos Bolívar Pedreschi, Panamá: Visión geopolítica y testimonial
de su drama, Ediciones El Vigía, Panamá, 1993.
20
Betty Brannan Jaén, «Por cierto…», La Prensa, 24 de junio de 2001 (Biblioteca digital de La
Prensa, disponible en: http://biblioteca.prensa.com).
21
Guevara Mann, op. cit., p. 73.
22
Ricord, Los clanes de la oligarquía y el golpe militar de 1968, edición del autor, Panamá, 1983.
Guevara Mann, op. cit., p. 75.
23
Brittmarie Janson Pérez, op.cit.
24
Janson Pérez, op. cit.; Humberto E. Ricord, op. cit.; Richard E. Koster y Guillermo Sánchez Bor-
bón, In the time of the tyrants: Panama, 1968-1990 , WW Norton, Nueva York, 1990.
25
Koster y Sánchez, op. cit., pp. 123, 140 y 226.
26
Ibidem, pp. 151-52, 193, 218 y 239. Carlos Cuestas, El escándalo de la Caja de Seguro Social,
Editores Volcán Barú, Panamá, 1984.
27
Comisión de la Verdad de la República de Panamá, Informe final, Ministerio de Educación y
Comisión de la Verdad, Panamá, 2003.
28
Guevara Mann, op. cit., p. 111.
29
Koster y Sánchez, op. cit., pp. 118-19, 131-32, 175 y 235-37.
30
Texto de la Condición DeConcini de acuerdo con Diógenes Arosemena (compilador), Historia
documental del canal de Panamá, segunda edición, volumen III, INAC, Panamá, 1997, pp. 491-92.
31
Para tan solo dos referencias, véase Weber, op. cit., especialmente el capítulo sobre la auto-
ridad carismática; así como: Juan J. Linz y Alfred Stepan (editores), The breakdown of demo-
cratic regimes, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1978.
32
Michele Labrut, Este es Omar Torrijos, edición de la autora, Panamá, 1982; Koster y Sánchez,
op. cit.; Juan Materno Vásquez, Mi amigo Omar Torrijos: Su pensamiento vivo, Ediciones Olga
Elena, Panamá, 1989.
33
«Al indeciso, palo; al enemigo, plomo; y al amigo, plata».
34
Ver al respecto el «Editorial» de El Panamá América, Panamá, 6 de junio de 1999.
CAPíTULo XXII
La dictadura militar
Si, Dios no lo permita, alguna vez fuera necesario para nuestro presidente
y nuestro Congreso tomar fuertes medidas para mantener el Canal funcio-
nando y seguro, ellos estarían en una más fuerte posición para hacerlo bajo los
tratados de 1977 que bajo el anacrónico tratado de 1903. (The Miami Herald, 15
de septiembre de 1977).
De modo, pues, que en el plebiscito de 1977 para aprobar los Tratados To-
rrijos-Carter, no «votó» el 97.33% de la población electoral existente ese año,
sino quizá más de 115% de dicha población. Fraude más descomunal y desca-
rado no creemos que se haya visto jamás en los anales de la historia de ningún
otro país.
714 X La dictadura militar
Veamos, ahora, las características que se dan en cada una de las etapas
indicadas.
Que debiendo regirse el Gobierno por lo que prescribe el Estatuto del Go-
bierno Provisional y la Constitución nacional, resulta imprescindible contar
Nueva historia general de Panamá X 715
con una Corte Suprema de Justicia cuyos miembros hayan jurado acatamiento
a aquellas normas.
La que va de la Constitución de
1972 a la reforma de 1978
Después de los seis años de absoluta centralización del poder en una sola
persona, se produjeron las reformas de 1978. En virtud de ellas, ahora los ma-
gistrados de la Corte Suprema de Justicia, el procurador general de la nación, el
procurador de la administración y sus respectivos suplentes, no son nombrados
exclusivamente por el general Torrijos, sino por el Órgano Ejecutivo, lo cual, de
hecho, surtía el mismo resultado, pues, hasta su muerte, Torrijos fue el titular
de la dictadura panameña.
Manuel Noriega dijo que tenía buenas razones para permitir el tráfico de
armas y drogas a través de Panamá: los últimos siete directores de la Agencia
Central de Inteligencia (CIA), incluyendo a George Bush, le pidieron que los
ayudara con las armas; mientras que cuatro directores de la Agencia contra las
Drogas (DEA) se lo pidieron con relación a los narcóticos. Las afirmaciones están
en documentos divulgados el jueves por la Corte Federal de Miami. (David
Lyonds, El Nuevo Herald, 23 de agosto de 1991).
Con relación a este segundo criterio de justificación, los hechos vividos dan
cuenta de que las prácticas políticas del pasado se hicieron mayores y peores du-
rante el período de la dictadura. Una de esas prácticas políticas de la autocracia
castrense, como es propio de toda dictadura, fue la de negarle derechos políticos
a los panameños, quienes por muchos años no podían formar siquiera partidos
políticos y negarles igualmente los derechos humanos. De otra parte, los presi-
dentes, como se recuerda, eran figuras decorativas, cuyo breve tránsito por este
cargo era ciertamente tan breve como dependiente del comandante de turno.
Nueva historia general de Panamá X 723
Este argumento, para consumo del mundo exterior, resultó tan irreal como
rentable a los intereses de la dictadura. Esta se presentaba ahora ante los ojos
del mundo como una verdadera fuerza anticolonialista.
La realidad de este criterio de justificación quedó al desnudo cuando se co-
noce que era el propio colonialismo quien mantenía a la dictadura y aseguraba
para ella apoyo financiero, militar, político y diplomático.
También queda al desnudo este criterio de justificación cuando finalmente
se conoce que los dos más grandes líderes de la dictadura militar panameña te-
nían conexiones con la CIA Como ya se vio, el último jefe de la dictadura, general
Noriega, resultó un asalariado y agente de la CIA. De su parte, el general Torrijos
fue, como se sabe, figura altamente apreciada por el presidente Carter y por los
demás altos personeros de la política exterior del colonialismo. Después de todo,
mucho tenía que agradecer el Gobierno americano la declaración o racionaliza-
ción del general Torrijos cuando, al aceptar los términos de los tratados conve-
nidos, dijo: «Prefiero caer en la boca de un lagarto, que en la boca de un tiburón».
obviamente el lagarto era el Gobierno colonialista y el tiburón la hoy extinta
Unión Soviética.
Lo que hoy llamamos apertura política no tenía por qué ocurrir. Fue un
error tratar de gobernar el país, desde el 68, totalmente ajeno a las actividades
políticas de un pueblo acostumbrado a ese ambiente de libertad. Pudo haberse
dictado cierto tipo de medidas de seguridad para el nuevo orden de cosas,
pero no proscribir el uso de derechos políticos que constituyen el alma de los
pueblos que creen en la democracia, en la libertad centro del marco de la ley.
Yo diría que hizo más daño que bien al sistema implantado hace una década.
Permitir hoy la formación de partidos, en nada afectará nuestra economía.
Desde el nacimiento de nuestra república hasta el año 68, nuestra economía
ha crecido, se ha desarrollado en un clima cargado de actividades políticas, y
la situación económica de hoy, no es mejor que la de ayer, todo lo contrario.
(Análisis, número 4, mayo de 1979, Panamá, República de Panamá).
No obstante la claridad de los hechos, vale decir, no obstante haber sido de-
tenidos y colocados en un avión de la dictadura para desterrarlos a Ecuador, un
año después, el 17 de septiembre de 1977, en la sesión inaugural del Congreso
de la Federación de Estudiantes de Panamá, Torrijos manifestó, con la irrespon-
sabilidad y el desparpajo de todo dictador, lo siguiente:
Tras la ratificación de los tratados del Canal, omar Torrijos declaró que
desde esa fecha y sin precondiciones, todos los panameños que se encontraban
en calidad de exiliados fuera del territorio nacional, podían retornar a la patria.
(Diario El Universal, de 10 de enero de 1999; p. A-7).
Por lo que hace concretamente a la libertad de expresión, esta es regulada
por la Ley 67 de 19 de septiembre de 1978, publicada en la Gaceta oficial
18,672, de 27 de septiembre de ese mismo año.
730 X La dictadura militar
Clara advertencia al señor Rubén Darío Paredes. Ayer, los periodistas inte-
grantes del equipo humano de trabajo que labora en la Editora Renovación, S.A.
(ERSA) hicieron una advertencia clara y definitiva, al señor Rubén Darío Pare-
des, motivada por su desatinada intervención en CADE 84, en la parte que con-
cierne a quienes ejercen en esta empresa su misión periodística. Esa adver-
tencia, que fue adoptada por consenso, es la última referencia que haremos en
732 X La dictadura militar
El general omar Torrijos tenía mucha claridad sobre los objetivos de las ne-
gociaciones. Con claridad sobre los cambios y evoluciones de la larga disputa
negociadora. Un aspecto esencial de las instrucciones de Torrijos al equipo ne-
gociador era plantear en primer término la eliminación de la jurisdicción nor-
teamericana en la Zona del Canal, pero con la ocupación real de dicha franja
territorial y no como victoria de los textos jurídicos. Cuando él hablaba de en-
trar en la Zona del Canal, quería la desaparición de los tribunales de justicia,
los policías y las cárceles norteamericanas y el cese de la presencia de un go-
bernador en la Zona del Canal y especialmente de la ocupación militar norte-
americana de nuestro territorio. (El Universal, 10 de enero de 1999, p. A7).
Nota
1
Quintero, César, intervención oral en mítines la lucha contra las partes negativas de los trata-
dos de 1977.
CAPíTULo XXIII
Alberto McKay †
Introducción
La ejecución del proyecto del canal de Suez entre 1859 y 1869, promovido
por el diplomático Ferdinand de Lesseps, fue un éxito del capitalismo europeo
de la época, especialmente del francés. También fueron exitosas la tecnología
y la organización empresarial empleadas. La nueva vía, hecha a nivel del mar,
unió al mar Mediterráneo con el mar Rojo, fomentando los intercambios entre
Europa, por una parte, y Asia, Australia y África oriental por la otra. Redujo
la duración de las travesías que partían del sur de Inglaterra y arribaban a los
puertos de oriente. Estos recortes de tiempo fueron de 7% en el viaje a Mel-
bourne, de 23% en el desplazamiento hasta Yokohama y 42% en el recorrido
hasta Bombay.
A pesar de que para inicios de la segunda mitad del siglo XIX, Inglaterra
era la primera potencia industrial, comercial y naval, Francia hacía grandes pro-
gresos. Los avances se consolidaron con el inicio del reinado de Luis Napoleón III
durante el Segundo Imperio, hecho que fue sustentado por el progreso de la pro-
ducción agrícola, la industrialización, la inversión en obras públicas, el incre-
mento del comercio y la disponibilidad de masas monetarias.
Estos cambios fueron apoyados por una política exterior imperialista que
llevó a Francia a mayores penetraciones en Argelia, Senegal y China, a la con-
quista de Vietnam y Camboya, a la intervención en Italia y a la invasión de Mé-
xico. Estos auges fueron interrumpidos en 1870 por la derrota militar frente a
Prusia, la caída del Segundo Imperio y la proclamación de una nueva república.
Pese a la pérdida de las ricas regiones industriales de Alsacia y Lorena y el
pago de fuertes sumas al vencedor por reparaciones de guerra, la economía fran-
cesa se reactivó. Ello ocurrió a partir de 1875, gracias a la ejecución de una polí-
tica proteccionista y a un incremento del sector financiero. Este último se espe-
cializó en drenar el ahorro privado hacia inversiones en el extranjero y uno de
los proyectos de inversión concebidos fue el de otro canal interoceánico.
Hacia mediados del siglo XIX, el obstáculo interpuesto por el istmo centro-
americano en el enlace del mar Caribe con el océano Pacífico era salvado por un
ferrocarril privado, construido de 1850 a 1855 entre Panamá y Colón por empre-
sarios norteamericanos. Sin embargo, este tenía limitaciones, razón por la que
740 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas
y dos en el Estado federal del Cauca. De todos ellos, los tres que atravesaban el
istmo central de Panamá eran de corta longitud y poco complejos. El de Nicara-
gua, en cambio, recorría 292 kilómetros y constaba de 21 esclusas.
Durante las deliberaciones, el ingeniero francés Godin de Lépinay abogó
por el proyecto de canal a esclusas por el istmo central de Panamá, auxiliado
por un gran lago artificial formado por el embalse del río Chagres. No obstante,
el éxito obtenido en la apertura de un canal a nivel en Suez y otras motivaciones,
determinaron que, en la votación final, se escogiese el proyecto de canal a nivel
por la ruta bahía de Limón-bahía de Panamá. Por sus aportes técnicos y cientí-
ficos al proyecto de canal por Panamá, Pedro J. Sosa fue condecorado en 1879
con la orden de Caballero de la Legión de Honor por el presidente de Francia.
Acontecimientos posteriores demostrarían que el proyecto de canal a nivel
por el istmo central de Panamá, aprobado en el Congreso de París, no era viable.
Sin embargo, por mucho tiempo se creyó que la falla había sido solamente de la
versión francesa de canal a nivel adoptada 1879. En efecto, la opción de una vía
interoceánica sin esclusas sería formalmente anhelada durante todo el siglo XX,
hasta 1993. La selección de la ruta bahía de Limón-bahía de Panamá, sin em-
bargo, fue una decisión acertada ya que todos los estudios del siglo XX conclu-
yeron con que no había en toda América mejor alternativa que esa. Las rutas de
Tehuantepec, Rivas en Nicaragua, Atrato en Colombia y las del Darién pana-
meño, ventiladas en el Congreso de París y en otros foros, nunca fueron aptas
para ningún sistema interoceánico de envergadura.
ello, se negoció con el Gobierno colombiano una prórroga del contrato. En di-
ciembre de 1890, esta se concedió al liquidador de la Compañía Universal por
un período de 10 años, con la condición de que el concesionario traspasase todo
el activo social de la empresa en liquidación a una nueva compañía, la cual se
organizaría, a más tardar, el 28 de febrero de 1893. Sin embargo, en otro contrato
de abril de 1893 se modificaron los términos convenidos y la prórroga se exten-
dió hasta octubre de 1904.
Empero, mientras estos nuevos plazos aseguraban la continuidad de las
obras, había estallado en Francia un escándalo en el que salían a flote, estafas,
malversaciones y operaciones deshonestas llevadas a cabo por los directivos
de la Compañía Universal, amparados por funcionarios franceses. Cinco de
los acusados, entre los cuales figuraban Ferdinand de Lesseps y su hijo Char-
les de Lesseps, fueron llevados a juicio y condenados el 9 de febrero de 1893.
No obstante, la Corte de Casación revocó el veredicto y absolvió a los impli-
cados. En otro juicio llevado a cabo por los delitos de oferta y aceptación de
sobornos relacionados con transacciones de la Compañía Universal, Charles
de Lesseps y el intermediario de un antiguo ministro del Interior fueron con-
denados. Posteriormente, el 7 de diciembre de 1894 falleció Ferdinand de
Lesseps.
A pesar de estos inmensos escollos, nuevos promotores franceses constitu-
yeron la Nueva Compañía del Canal de Panamá el 20 de octubre de 1894, en
cuya comisión técnica figuró el ingeniero Pedro J. Sosa, quien no pudo concluir
sus trabajos porque falleció en un naufragio en julio de 1898. La Nueva Compa-
ñía hizo un esfuerzo técnico de rescate, conservación y reparación de bienes y
equipos; también llevó a cabo excavaciones y prestó dinero al ferrocarril para la
construcción de un puerto de aguas profundas en La Boca, al oeste de la ciudad
de Panamá, el que se dotó de un largo muelle de acero.
En noviembre de 1898, luego de hacer minuciosos estudios, la comisión téc-
nica recomendó descartar el proyecto de canal a nivel y adoptar el de esclusas.
Según lo programado, habría esclusas en Bohío Soldado y obispo en la vertiente
del Caribe, lo mismo que en Paraíso, Pedro Miguel y Miraflores, en la vertiente
del Pacífico. El río Chagres sería represado en Bohío Soldado y Alajuela con el
fin de controlar las inundaciones, suplir al Canal en agua y producir energía
eléctrica.
Sin embargo, ante la insuficiencia de capital y sin posibilidades de obte-
nerlo en Francia dados el fracaso anterior, los escándalos y el desinterés del
Gobierno, los directivos de la compañía suspendieron los trabajos. En diciem-
bre de 1898, presentaron al presidente McKinley de los Estados Unidos el in-
forme técnico aprobado y una propuesta de traspaso de los bienes. En forma
pasiva, sin embargo, la Nueva Compañía del Canal de Panamá operó en el
país hasta 1904.
744 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas
Entre las consideraciones técnicas que favorecieron la ruta del canal por Pa-
namá estuvieron la presencia de un ferrocarril transístmico, la existencia de bahías
terminales profundas y abrigadas, la menor duración de los trabajos, una travesía
más rápida y una ruta más corta, más recta y menos exigente en esclusas. También
se consideró que aunque el canal por Nicaragua acortaba más las distancias entre
ambas costas norteamericanas, el de Panamá lo aventajaba en reducción del
tiempo de travesías entre América del Sur y los puertos de Asia y Europa.
Con base en el avance de la doctrina neoliberal y los informes técnicos re-
cabados, el Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos apro-
baron una ley que autorizaba al presidente la compra de los derechos y bienes
de la Nueva Compañía del Canal, la adquisición de una faja de tierra en Panamá,
la excavación de un canal y la construcción de puertos cómodos y seguros en
los extremos de la vía. La misma ley preveía que, de no lograr el presidente la
compra y el terreno indicados, el canal se construiría por Nicaragua. Este ins-
trumento, llamado Ley Spooner, fue sancionado por el presidente Roosevelt el
28 de junio de 1902. En la propaganda y las maquinaciones emprendidas en
favor de su adopción intervinieron Nelson Cromwell, abogado de la Nueva
Compañía y el ingeniero Bunau Varilla, accionista de esta empresa.
Los Estados Unidos y Colombia, sobre la base de la Ley Spooner, negociaron
la Convención del Canal ístmico y la firmaron el 22 de enero de 1903. Esta fue
aprobada por el Congreso norteamericano sin enmiendas el 17 de marzo de 1903,
pero al ser considerado por el Congreso de Colombia, fue rechazada en primer
debate, por amplia mayoría, sin enmiendas y dejando cerradas todas las vías a
cualquier tipo de nueva negociación.
Después de esa decisión, convencido de la superioridad de la ruta de Pa-
namá sobre la de Nicaragua, el presidente Roosevelt decidió incumplir el Tra-
tado de Paz, Navegación y Comercio firmado con la Nueva Granada en 1846 y
dar apoyo al movimiento independentista de Panamá de 3 de noviembre de
1903. El tratado de 1846 obligaba a los Estados Unidos a mantener al Istmo como
propiedad de Colombia, disposición que los norteamericanos habían fielmente
cumplido desde la entrada en vigencia del mencionado instrumento, en detri-
mento de numerosos movimientos revolucionarios panameños, destinados a sa-
cudirse de un régimen dictatorial y centralista.
Constituida la nueva república con la intervención de todas sus fuerzas po-
líticas, sociales, económicas y regionales, el Gobierno del presidente Roosevelt
le impuso la firma de una versión de la Convención del Canal ístmico excesiva-
mente desventajosa para Panamá, la cual fue ratificada por el Gobierno provi-
sional, con premura y sin ninguna consulta, el 2 de diciembre de 1903. El
Congreso de los Estados Unidos, pese a los vanos intentos de la diplomacia co-
lombiana en oponerse, la ratificó el 23 de febrero de 1904 y, dos días después,
esta entró en vigencia. En marzo de ese año, el presidente nombró la Comisión
del Canal ístmico prevista por la Ley Spooner.
Nueva historia general de Panamá X 747
otro intento colombiano por impedir el avance del proyecto de canal por
Panamá concluyó también en fracaso el 31 de marzo de 1904, cuando el Tribunal
Civil del Sena, en Francia, se pronunció a favor de la legalidad del traspaso a los
Estados Unidos de los bienes de la Nueva Compañía. Aprobada la Convención
por las dos partes involucradas y autorizado el traspaso de los bienes del canal
en construcción, el Congreso norteamericano expidió el 8 de abril de 1904 la ley
sobre gobierno temporal de la Zona del Canal de Panamá. Ella autorizó al pre-
sidente de los Estados Unidos a organizar el gobierno del nuevo territorio y, con
base en ese derecho, el mandatario confirió poderes a una Comisión del Canal
ístmico, dependiente de la Secretaría de Guerra.
El traspaso de los bienes franceses se llevó a cabo en la Embajada de los Es-
tados Unidos en París el 16 de abril de 1904; el 4 de mayo, un alto oficial autori-
zado del Ejército norteamericano, a nombre de su Gobierno, tomó posesión de
las propiedades de la Nueva Compañía en Panamá, las cuales consistían en
obras avanzadas, edificios, materiales, planos, estudios, equipo y maquinarias,
de las cuales eran muy útiles las dragas. El 6 de mayo, en París, los Estados Uni-
dos recibieron los archivos de la empresa. El 7 de mayo entraron en posesión de
las acciones francesas del ferrocarril y, posteriormente, de las pocas que perte-
necían a personas naturales o jurídicas norteamericanas. Entre las obras recibi-
das, estaban las excavaciones que habían arrancado 59,747,494 metros cúbicos
de tierra y roca.
Nombrado como gobernador de la Zona del Canal, llegó a Panamá el mayor
general George W. Davis del Ejército de los Estados Unidos el 19 de mayo de
1904, quien recibió ese mismo día el territorio previsto por la convención de 1903.
El 15 de junio el gobernador y funcionarios panameños firmaron el convenio
que traspasó a los Estados Unidos dicha zona y fijó sus límites provisionales.
Pese a disposiciones de la convención de 1903 y del Convenio de Delimitación,
los Estados Unidos ocuparon el puerto de La Boca, habilitado por los franceses
en 1898 y el de Colón, instalado por la compañía ferroviaria desde 1851.
La coyuntura económica y tecnológica en la que se presentaba el reto de la
continuación de las obras del Canal en 1904 era completamente diferente a la
de 19 años atrás, cuando de ellas se había encargado la Compañía Universal.
En esta ocasión no eran empresarios privados los que se asociaban para ejecutar
una inversión, sino un Estado poderoso. Por otra parte, los equipos mecánicos
se beneficiaban de los progresos de los motores de combustión interna, los cua-
les desplazaban a los sistemas a vapor, y se difundía la total electrificación de
las actividades, en beneficio de la industria, el transporte, el alumbrado y las
comunicaciones.
Sin embargo, el inicio de las obras encontró dos grandes obstáculos: la
resistencia pasiva de los panameños y la ineficiencia burocrática de la Comi-
sión del Canal ístmico. El problema de la falta de colaboración panameña pro-
vino de la conversión de la Zona del Canal en un territorio franco en el que
748 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas
La construcción
Maravilla de la ingeniería
sedimentos. Las rocas se extrajeron del Corte Culebra y el relleno convirtió a las
islas de Naos, Culebra, Perico y Flamenco en una larga península, en la que se
construyeron fortalezas.
La represa de Gatún se concluyó en agosto de 1913 y se hizo con 17,552,661
metros cúbicos de tierra y roca. Además de permitir la formación del lago Gatún,
la construcción produjo electricidad, al ser dotada de turbinas, generadores, trans-
formadores y demás aparejos necesarios. La central energética tuvo una capacidad
instalada de 24 megavatios. Abasteció, complementada con una planta termoe-
léctrica en Miraflores, las necesidades del Canal y sus instalaciones auxiliares.
Como en las primeras décadas del siglo XX una gran parte de los barcos de
la flota mundial se movían con vapor, se instalaron dos centrales de carbón para
abastecerlos. Una se construyó en Cristóbal en 1916 y la otra en Balboa en 1917.
La planta potabilizadora de Miraflores, al procesar agua cruda proveniente del
lago Gatún, generó suficiente líquido para los barcos en tránsito. Para el dragado
rutinario del cauce del Canal y la emergencia de los frecuentes derrumbes en
Culebra, se creó la estación de dragado de Paraíso, al sur del corte, en un área
transitada por los barcos.
El ferrocarril Panamá-Colón fue útil para los trabajos de construcción y ex-
cavación y, una vez inaugurado, para las operaciones de mantenimiento y fun-
cionamiento. Tenía 76.6 kilómetros de longitud y permitía viajes entre las dos
ciudades, en una hora y 45 minutos. Después de pasar de manos de capital nor-
teamericano a propiedad de accionistas franceses, fue adquirido por el Gobierno
de los Estados Unidos. Este lo reparó y lo modernizó integralmente, proporcio-
nándole cómodas estaciones terminales en Panamá y Colón y otras doce, más
pequeñas, entre estas dos urbes. Su trazado original fue modificado debido al
ascenso de las aguas del lago Gatún.
El puerto de Colón, contiguo a la vieja terminal ferroviaria en el noreste de
la isla de Manzanillo, fue sustituido por el moderno puerto de Cristóbal. Este se
emplazó al oeste de la ciudad, a orillas de la bahía de Limón y fue equipado con
un gran perímetro de muelles, además de patios, almacenes y mecanismos mo-
dernos. El muelle de acero de la Nueva Compañía del Canal en La Boca, fue sus-
tituido por el puerto de Balboa, ubicado en un sector protegido del estuario
dragado del río Grande, cerca del centro de la ciudad de Panamá. Al igual que
a Cristóbal, fue beneficiado con muelles de hormigón, patios, almacenes, grúas
y demás infraestructuras modernas.
Para estabilizar la posición de las naves al interior de las esclusas y evitar
su choque con las paredes de las cámaras, el ingeniero Edward Shildhauer con-
cibió pequeñas locomotoras eléctricas sobre rieles, capaces de controlar los bar-
cos mediante cables. Los primeros cuarenta de estos vehículos fueron hechos
por la General Electric Company y entregados en noviembre de 1914.
La intervención del Estado norteamericano en la ejecución de la gran
obra, puso en práctica concepciones novedosas. Ella se adelantó en 16 años a la
752 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas
Adaptaciones y ajustes
convención. Firmada en marzo de 1936, esta no fue ratificada por los Estados
Unidos sino a mediados de 1939. La convención obligó a los Estados Unidos a
construir un pequeño tramo de la vía en el territorio bajo su jurisdicción al sur
de la ciudad de Colón. No obstante, la obra no quedó concluida totalmente sino
en 1949, aunque comenzó a utilizarse desde 1943.
En materia de construcción, el único proyecto que quiso modificar el fun-
cionamiento del Canal fue el de tres nuevos alineamientos de esclusas, próximos
a los inaugurados en 1914. Este se concibió en 1934 y se inició en 1940. Pretendió
construir cámaras de 365.7 metros de largo y 42.6 metros de ancho. Sin embargo,
el avance de la Segunda Guerra Mundial impidió que se pasara de la fase de ex-
cavación de grandes fosas. Al abandonarse total y definitivamente lo progra-
mado, los sitios de excavación se llenaron de agua y quedaron convertidos en
lagunas artificiales.
Al llegar los años cincuenta del siglo XX, la infraestructura eléctrica del
Canal empleaba voltajes anticuados de 25 ciclos, útiles para los restringidos usos
de otra época. En 1955 se procedió a convertir el voltaje empleado a 60 ciclos,
razón por la que se hicieron mejoras técnicas, tales como la sustitución de todos
los equipos de las centrales hidroeléctricas de Gatún y Alajuela, de las esclusas,
de los rieles de las mulas y de los puentes giratorios. También se hicieron adap-
taciones en los sistemas de transmisión y distribución. El cambio, concluido en
enero de 1960, permitió modernizar todo el equipo doméstico, administrativo y
técnico de la Zona del Canal.
Gracias a esta transformación, se pudieron introducir grandes mejoras en
el funcionamiento de la vía. Una de ellas fue la instalación, en 1961, de un sis-
tema de alumbrado fluorescente de las esclusas y de todo el Corte Culebra. Ello
permitió que, a partir de 1963, se pudiesen hacer travesías del Canal durante 24
horas. También se pudo hacer efectivo el proyecto de reemplazar las antiguas
mulas por otras más potentes y rápidas. En 1964 y 1965 comenzaron a funcionar
59 mulas importadas de Japón. Finalmente, se modernizó el sistema de control
de tráfico del Canal mediante el empleo de computadoras en 1962.
En contraste con la insuficiente atención que merecieron carreteras, puentes
y otras infraestructuras necesarias para el desarrollo, los Estados Unidos llenaron
la Zona del Canal de bases e instalaciones militares, la mayor parte de las cuales
se localizó cerca de los accesos norte y sur de la vía. Los programas de construc-
ciones militares se iniciaron antes de la apertura del Canal y se intensificaron en
el período comprendido entre las dos guerras. Los principales emplazamientos
militares fueron las bases de Howard y Albrook de la Fuerza Aérea, fuerte
Kobbe, estación naval de Rodman, fuerte Clayton, fuerte Corozal, fuerte William
Davis, fuerte Sherman, fuerte Amador y fuerte Gulick.
El interés por ajustes técnicos integrales llevó a hacer estudios para trans-
formar el Canal o sustituirlo por uno nuevo en otra sección del territorio pa-
nameño o en otro país centroamericano. El primer gran estudio para esos
758 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas
propósitos fue hecho por la llamada Comisión ístmica en 1947, a solicitud del
gobernador de la Zona del Canal. Las investigaciones ubicaron, fuera de la del
canal en funcionamiento, 30 rutas para posibles vías interoceánicas, las que se
detectaron en México, Nicaragua y Colombia, pero fundamentalmente, en terri-
torio de la República de Panamá. Con base en dichos estudios, el gobernador
Joseph Mehaffey llegó a la conclusión que la única alternativa técnica para un
canal eficiente y seguro era la de uno a nivel del mar e, insistiendo en los mismos
propósitos de Lesseps de 1880, recomendó transformar el canal de Panamá en
una vía a nivel del mar.
otros estudios volvieron a llevarse a cabo a partir de 1964, luego de que el
presidente de los Estados Unidos nombrase la Comisión de Estudio del Canal
Interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico. Esta investigó en detalle las rutas
del Darién y del istmo central de Panamá, así como las opciones de canal a nivel
y canal a esclusas. Por otra parte, también se ocupó de las técnicas convenciona-
les y modernas de excavación, particularmente de las que utilizarían energía
atómica. El informe final, entregado en 1970, volvió a dar mucho respaldo a la
alternativa de un canal a nivel, especialmente a la que se serviría de la ruta iden-
tificada con el número 10, ubicada entre Palmas Bellas en el Caribe y Puerto Cai-
mito en el Pacífico.
Durante una parte considerable de la etapa norteamericana del funciona-
miento del Canal, los intereses militares de los Estados Unidos se ampliaron,
dadas la Segunda Guerra Mundial, la prolongada Guerra Fría, los conflictos de
Corea y Vietnam, la implantación de un régimen marxista en Cuba y el desarro-
llo de la insurgencia armada en numerosos países de América Latina. Esta co-
yuntura hizo que la Zona del Canal se convirtiera en un gran bastión militar y
que los objetivos estratégicos tuviesen igual o mayor importancia en la planifi-
cación de dicha zona que el rendimiento económico y financiero del Canal.
En efecto, mientras los círculos dirigentes norteamericanos diseñaban gran-
des preparativos bélicos, el negocio del Canal, sin dejar de ser rentable, se es-
tancaba y en ciertas coyunturas decaía.
El crecimiento de las travesías y de los volúmenes de carga transportada
había sido vertiginoso después de 1915, Así, en 1929, los tránsitos llegaron a
7,197 y la carga desplazada ascendió a 30,781,755 toneladas largas. En conse-
cuencia, los ingresos por peajes llegaron a 27,128,893 de dólares americanos. El
Canal, aparentemente, no era una empresa altamente lucrativa; sin embargo,
subvencionaba con peajes bajos al comercio internacional norteamericano y apo-
yaba al despliegue del gran poderío militar de los Estados Unidos.
Con posterioridad, durante la gran depresión y sobre todo durante la Se-
gunda Guerra Mundial, estos indicadores bajaron considerablemente, al punto
que, en 1944, los ingresos por peajes solo llegaron a 5,473,846 de dólares ameri-
canos. Aunque hubo recuperaciones después de 1946, las cifras mencionadas se
mantuvieron hasta 1952 por debajo de los niveles alcanzados en 1929. En los
Nueva historia general de Panamá X 759
9 de enero de 1964 dio lugar a una batalla campal entre miles de manifestantes
panameños y el Ejército de los Estados Unidos, la que se prolongó por los días
10, 11 y 12.
Entre los resultados del violento enfrentamiento estuvieron 22 panameños
y 3 norteamericanos muertos, gran cantidad de daños materiales, la ruptura de
relaciones diplomáticas hecha por el Gobierno panameño, una denuncia de agre-
sión de Panamá ante la oEA y una prolongada acción mediadora de este orga-
nismo. El resultado de la mediación y de las negociaciones fue la reanudación
de las relaciones diplomáticas y el solemne compromiso de los Estados Unidos,
en una declaración conjunta de 4 de abril de 1964, de celebrar un nuevo tratado
del Canal que resolviese las causas de conflicto.
Las negociaciones comenzaron de una vez, pero se prolongaron por 13 años
hasta el 7 de septiembre de 1977, cuando se firmaron en el Salón de las Américas
de la oEA, en Washington, el Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente
del Canal y al Funcionamiento del Canal de Panamá y el Tratado del Canal de
Panamá. Después de ser ratificados por ambos Estados, los nuevos instrumentos
entraron en vigencia el 1 de octubre de 1979.
El tratado concerniente a la neutralidad permanente del Canal y al funcio-
namiento del canal de Panamá no contempló fecha de terminación. En él, Pa-
namá declaró neutral la vía. Los Estados Unidos, por su parte, reconocieron que,
a partir de 2000, solo Panamá podría tener fuerzas militares y sitios de defensa
en su territorio. El instrumento también reconoció el derecho de los Estados Uni-
dos y Panamá a paso expedito de sus naves de guerra y naves auxiliares. Al mo-
mento de la ratificación por los Estados Unidos, este fue enmendado con dis-
posiciones de letra intervencionista que fueron aceptadas por Panamá.
El Tratado del Canal de Panamá tuvo una vigencia prevista de 20 años y
dos meses, que finalizaban el mediodía de 31 de diciembre de 1999. Como con-
secuencia de su aplicación, hubo grandes cambios. Desapareció la Zona del
Canal y 58.6 por ciento de los originales 1,432 kilómetros cuadrados de tierras y
aguas de este territorio se reintegraron automáticamente a Panamá. Un conjunto
de espacios de 592.9 kilómetros cuadrados de extensión acogieron los diferentes
servicios necesarios para la administración, operación y defensa del Canal. Así,
294.6 kilómetros cuadrados se reservaron para el funcionamiento del Canal y
98.4 kilómetros cuadrados se destinaron a sitios de defensa o a bases e instala-
ciones militares. El resto del territorio conservado se propuso para operaciones
militares conjuntas, residencias de civiles y áreas silvestres protegidas. Sobre
estos espacios, aunque con limitaciones, se extendió la jurisdicción de Panamá.
obras de infraestructura y edificios que Panamá recibió desde el 1 octubre
de 1979 fueron el puerto de Balboa, el puerto de Cristóbal, el ferrocarril transíst-
mico, la pista del aeródromo de Albrook y edificios en fuerte Amador, Altos de
Curundú y Quarry Height. En cumplimiento de disposiciones del Tratado del
Canal, otros bienes revirtieron paulatinamente, con posterioridad. Entre ellos
Nueva historia general de Panamá X 761
y privaciones. Esta acción bélica no puso en peligro la seguridad del Canal, pero
sí paralizó totalmente el flujo de barcos por espacio de 29 horas. Los tránsitos se
restablecieron el 21 de diciembre en forma limitada y, de manera definitiva, el
25 de diciembre.
Durante este período de la transición, el uso del Canal por la flota mundial
aumentó considerablemente a causa del crecimiento del comercio, el mayor en-
riquecimiento de los países desarrollados, los procesos de globalización, el es-
trechamiento de los vínculos comerciales del este de los Estados Unidos con un
Lejano oriente, el desarrollo de las exportaciones sudamericanas y la reanuda-
ción del tránsito de contenedores por el canal de Panamá. En consecuencia, una
potencia marítima y comercial como Japón se interesó en el desarrollo futuro del
canal de Panamá.
El crecimiento de los tránsitos, de la carga movida y de los ingresos por pe-
ajes fue alto de 1979 a 1982. Entre este último año y 1989 hubo pequeños estan-
camientos, pero de allí en adelante, hasta 1999, los indicadores fueron sumamente
halagüeños. En efecto, mientras que por el Canal pasaron 140,801,136 toneladas
largas de carga en 1984, ese rubro subió a 195,884,291 toneladas largas en 1999,
algo que jamás se había registrado en la historia de la vía.
Esta no fue, sin embargo la suerte de las grandes infraestructuras de trans-
porte que Panamá recibió integralmente en 1979. El ferrocarril Panamá-Colón
tuvo problemas de administración y mantenimiento y, pronto dejó de funcionar.
Los puertos de Balboa y Cristóbal, aunque continuaron operando, tuvieron gran-
des problemas de administración, operación y rendimiento. No obstante, desde
1982, en varios muelles de Balboa y en sus tres diques secos funcionaba con éxito
la empresa Astilleros Braswell Int., S.A., especializada en reparaciones navales.
A causa de sus numerosos problemas, en el contexto de la difusión y apli-
cación de la variante de ajuste estructural de la doctrina económica neoliberal,
los puertos terminales del Canal y el ferrocarril transístmico fueron integral-
mente privatizados. La operación de los puertos fue asignada en julio de 1996 a
una empresa de Hong Kong, la que comenzó a manejarlos en marzo de 1997. En
1998 la vía férrea fue por 25 años concedida a una subsidiaria de la empresa Kan-
sas City Southern.
Como consecuencia de estas operaciones, los puertos terminales del Canal
pasaron a ser infraestructuras administradas por Panama Ports Company S.A.,
subsidiaria del Grupo Hutchinson Port Holdings, el operador independiente
más grande del mundo, cuyos intereses se ramifican por Asia, Europa y América.
Los puertos privatizados comenzaron a coordinar un centro especializado de
trasbordo, además de manejar, durante 24 horas diarias, gran cantidad de cargas
que incluyeron contenedores, mercancía a granel, vehículos y pasajeros Los
clientes de estas terminales tuvieron la ventaja de poder llevar a cabo sus ope-
raciones de carga y descarga durante el tiempo de espera necesario para iniciar
la travesía del Canal.
Nueva historia general de Panamá X 763
De lo anterior se infiere que, si bien es cierto que existen leyes que desde
los inicios de la república han regulado las diferentes competencias marítimas,
no es menos cierto que muchas de las nuevas leyes vinculadas a la actividad del
sector son el resultado de la ratificación de los compromisos adquiridos por
nuestro país a nivel internacional, a través de la aprobación de los convenios y
acuerdos internacionales, que son el resultado de los trabajos realizados en el
seno de la organización Marítima Internacional.
Antecedentes de la Estrategia
Marítima Nacional
Cuando en el año de 1977 el ministro de Hacienda me confió la tarea de con-
feccionar un anteproyecto de Código Marítimo, decidí paralelamente estudiar
de manera prolija cómo estaba regulado y configurado el sector marítimo en
nuestro país. En virtud de lo anterior, mi contribución no se limitó a entregar,
una vez culminado mi trabajo, un anteproyecto de código que sirvió años más
tarde de documento de trabajo para que los expertos de Francia y Sambuganata,
enviados por la organización Marítima a Panamá, para que elaboraran reco-
mendaciones relativas al sector, ciertamente consideré pertinente sugerirle al Ór-
gano Ejecutivo a través del Ministerio de Hacienda y Tesoro, que la República
de Panamá tenía que incursionar con paso firme y decidido en los foros y ámbi-
tos marítimos internacionales, ya que de lo contrario, su precario Registro de
Naves enfrentaría grandes reveses.
La firma y ratificación de los Tratados Torrijos-Carter son el punto de par-
tida que le permiten a un grupo de panameños realizar ingentes esfuerzos para
encontrar alternativas coherentes con los nuevos retos que asumía la nación.
En la ciudad de Nuevas York, el ingeniero Juan Antonio Stagg, luego de
consultar algunos aspectos técnicos y jurídicos, formuló la recomendación que
indujo al Órgano Ejecutivo a crear la oficina de Seguridad Marítima de Panamá.
En el mes de junio del año de 1978, en compañía del ingeniero Stagg, a la razón
cónsul general de Panamá en Nueva York, y de otros distinguidos panameños,
entre los cuales recuerdo al capitán Motta, director de la Escuela Náutica, parti-
cipé como jefe de la delegación de nuestro país en la Conferencia Internacional
sobre Normas de Formación, Titulación y Guardia para Gente de Mar, adoptada
en Londres el 7 de julio de 1978. Y, a través de mi firma, Panamá se comprometió
a su ratificación, que no se produjo sino hasta su aprobación mediante Ley 4 de
15 de mayo de 1992 y el instrumento de adhesión fue depositado el 29 de mayo
de ese mismo año. Cada vez estaba más convencido de que resultaba imposter-
gable el lanzamiento de una estrategia marítima, por precaria que fuera, para
apuntalar nuestro sector marítimo de «subsistencia».
A pesar de las reticencias esgrimidas por muchos abogados locales, nuestras
autoridades comprendieron que la modernización de todo el sector marítimo
nacional era consustancial a la administración del Canal, por parte de los pana-
meños, en los años por venir; y en el caso específico de la marina mercante na-
cional, ello implicaba la ratificación de convenios como los de Solas y Marpol;
lo que a juicio de algunos, contribuiría a que zozobrara el Registro de Naves en
Panamá.
En noviembre del año de 1979 logré, gracias a la orientación y ayuda de mi
maestro en el mundo de la diplomacia, el doctor Jorge Illueca, que Panamá por
776 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos
vez primera fuese elegido como miembro del Consejo de la entonces organiza-
ción Consultiva Marítima Internacional, en el Grupo C, obteniendo el mayor nú-
mero de votos después de Egipto. Permanecí en Londres como representante
permanente de Panamá ante la oMI y encargado de negocios ante el Reino Unido
de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Cuando el doctor Jorge Illueca abandonó
el cargo de embajador de Panamá ante las Naciones Unidas, para dirigir la po-
lítica exterior panameña como ministro de Relaciones Exteriores, fui acreditado
por nuestro país como el primer funcionario con rango de embajador ante la or-
ganización Marítima Internacional.
La ostensible recuperación del Registro de Naves panameñas, debido a la
percepción de que enfrentábamos con seriedad el reto que imponía honrar los
compromisos internacionales, me permitió obtener mayor colaboración tanto
del Ministerios de Hacienda y Tesoro como del Ministerio de Relaciones Exte-
riores, y se designó como mi asistente, en Londres, al prestigioso abogado y pri-
mer juez marítimo de Panamá, licenciado Nelson Carreyó. A las reuniones
eminentemente técnicas de la organización, acudía como asesor de nuestra de-
legación el capitán Al Fiore, quien laboraba en las oficinas de Seguridad Marí-
timas de Nueva York, dirigidas entonces con celoso profesionalismo por el
licenciado Juan De Mena.
Algunos sectores marítimos en Europa observaban con recelo cómo remos-
taba la marina mercante nacional. En su crecimiento, nos favorecieron contin-
gencias ocurridas en países como Grecia y Noruega; el registro se iba reforzando,
depurando y renovando con el abanderamiento de naves recién salidas de los
astilleros asiáticos y europeos.
En el año de 1980, la Comisión de Transporte Marítimo de la UNCTAD, deter-
minó que era necesario propiciar la convocatoria de una conferencia internacio-
nal para unificar la muy disgregada y dispersa legislación o Leyes del Pabellón,
que rigen todo lo relativo a la adquisición, transferencia y extinción de la pro-
piedad del buque. De materializarse este fatídico proyecto, se infringiría un te-
rrible daño a la marina mercante nacional. No tardaron en producirse las
reuniones preparatorias en Ginebra, a las cuales acudía normalmente en com-
pañía del prestigioso abogado marítimo, doctor Hugo Torrijos Richa, quien ocu-
paba en aquellas fechas el cargo de subdirector general de Consular y Naves,
oficina creada como parte de la estrategia de fortalecimiento a través de la Ley
2 de 17 de enero de 1980. Dicha ley facultaba a esa Dirección para la ejecución
de los actos administrativos inherentes al registro de buques en la Marina Mer-
cante Nacional y cualesquiera otras dirigidas al manejo de nuestra flota, y pro-
piciaba además la modernización del Registro de Naves panameñas, creado por
la Ley 63 de 1917, aun cuando no es sino hasta 1925 y a través de la promulgación
de la Ley 8 de 12 de enero de aquel año, que se establecen los procedimientos
para la nacionalización y arqueo de naves en la República de Panamá.
Nueva historia general de Panamá X 777
El Registro de Naves en
la República de Panamá
encuentra en Panamá los mayores beneficios que pueda ofrecer un registro serio,
constituido por una estructura jurídica coherente y la prestación de un servicio
eficiente en el ámbito de todas las instancias que inciden en el trámite de aban-
deramiento de un buque, tanto en el sector público como el privado. Su creci-
miento es sostenido y se mantiene como uno de los pilares de la economía
panameña. Según la Lloyd’s Registrer, Panamá mantiene el liderazgo en número
de naves con un tonelaje bruto de grandes proporciones, seguida por Siberia con
un tonelaje bruto muy inferior al de nuestro registro.
Con estos logros Panamá, que es la más importante bisagra entre dos océa-
nos y entre dos subcontinentes, «reivindica de modo decidido el papel que le
corresponde en el orden político, orden estratégico y económico internacional»13.
Existe, para el buen funcionamiento del registro marítimo panameño,
una Dirección General de Registro Público de Propiedad de Naves, que es una
dependencia de servicios y forma parte de la estructura orgánica de la Autoridad
Marítima de Panamá, que labora las 24 horas y los 7 días de la semana, lo cual
favorece a los usuarios del Registro de Naves de nuestro país.
Esa dirección cuenta, para la realización de sus funciones, con los departa-
mentos de Permiso de Registro, de Título de Naves, Registro de Gravámenes de
Naves, Departamento de Digitalización; y de los más recientes datos, la incor-
poración del Departamento de Registro de Contenedores y el Departamento del
Registro Electrónico de Naves.
La Ley 33 de 30 de junio de 2010 asigna a la Autoridad Marítima de Panamá
el registro de título de naves con sus respectivas operaciones y, por ende, al cobro
de las tasas por la ejecución de esos trámites.
Toda inscripción de título de propiedad de naves, de hipoteca naval o cual-
quier otro gravamen, se realiza ante la Autoridad Marítima de Panamá, a la que
le corresponde llevar el registro de todas y cada una de la actuaciones que exija
la formalidad registral de archivo o de divulgación que recaiga sobre las naves
de la marina mercante panameña.
La Autoridad Marítima de Panamá, fundamentada en el Decreto Ley 7 de
1998, establece la estructura orgánica que ha permitido mantener el Registro de
Naves de Panamá como primer registro del mundo, tanto por la cantidad de
naves como por la calidad del servicio que se ofrece al usuario del registro ma-
rítimo panameño.
Es menester destacar que las naves que enarbolan el pabellón nacional y
que navegan por todas las rutas marítimas del mundo, no reciben beneficio adi-
cional alguno cuando transitan por el canal de Panamá.
La Autoridad Marítima de la República de Panamá está a nivel ministerial
para ejercer los derechos y dar cumplimiento a las responsabilidades del Estado
panameño, dentro del marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre
el Derecho del Mar 1982, y demás leyes y reglamentos vigentes.
780 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos
9. CONVENIO PARA LA PROTECCIÓN DEL MEDIO MARINO Y LA ZONA COSTERA DEL PA-
CÍFICO SUDESTE
Firmado en Lima, el 12 de noviembre de 1981.
Aprobado mediante Ley 4 de 25 de marzo de 1986.
Gaceta oficial 20,534 de 17 de abril de 1986.
Depósito del instrumento de ratificación el 23 de junio de 1986.
Notas
1
George Ripert, Compendio de derecho marítimo, Pedro de San Martín (traductor), Editora Ar-
gentina, Buenos Aires, 1954, p. 14.
2
Luis Beltrán Montiel, Curso de derecho de la navegación, con la colaboración de Marino Dolce,
séptima edición, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1994.
3
Giogio Berlingieri, «El derecho marítimo», Estudios Marítimos, número 4, Buenos Aires, 1973.
4
Ibidem, pp. 4-5.
5
Humberto Jirón, Panamá o el estrecho de tierra, Los Amigos de Panamá la Vieja, volumen 3,
Panamá, diciembre de 2001.
6
Convenio Constitutivo de la Organización Marítima Internacional; el texto adoptado en Gi-
nebra, en 1948, entró en vigor en 1958, y la nueva Organización se constituyó el 6 de enero
de 1959 al celebrar su primera Asamblea General.
7
Humberto Jirón, conferencia ofrecida a los miembros de la Asociación Marítima de Panamá,
Salón los Corales del Club Unión, ciudad de Panamá, 16 de julio de 1990.
8
William O’Neil, «Introducción», en: Ivette Ng de Jaén, La primera estrategia marítima nacional,
publicado por el PNUD, Panamá 1999.
Nueva historia general de Panamá X 789
9
Resolución de la primera reunión del Grupo Intergubernamental Especial de la UNCTAD, reu-
nido en Ginebra entre el 10 y el 16 de febrero de 1978.
10
Joel R. Medina, Panamá leyes y reglamento de la marina mercante, ediciones del Centro In-
ternacional de Estudios Empresariales, Editora Renovación, Panamá, 1984.
11
José Ángel Noriega, «Prólogo», en: Legislación sobre naves, Panamá, 1978.
12
Alejandro Kouruklis, El secuestro de naves en el derecho procesal marítimo, Editorial Mizrachi
& Pujol, Panamá, 1994.
13
Manuel Marín González, vicepresidente de la Unión Europea, discurso pronunciado en el
marco del Congreso Universal del Canal de Panamá, compendió editado por Haney Design
Group, Panamá, 1998.
14
Constitución política de Panamá de 1972, artículo 311, 1996.
15
Plinio Valdés, Mario Ugarte y Freddy Blanco, Compilación de la legislación marítima de la Re-
pública de Panamá, editado por el Centro de Investigaciones Jurídicas de la Universidad de
Panamá, Panamá, 1995.
CAPíTULo XXV
El sistema monetario y
la banca en Panamá
Nicolás Ardito Barletta
Introducción
El uso del dólar fue facilitado con el inicio de la construcción del Canal, obra
de enorme repercusión en la economía panameña, ya que significó un gasto pro-
medio de 38 millones de dólares norteamericanos anuales, por diez años, en una
economía que solo tenía un producto interno bruto (PIB) de unos US$30 millones,
con una población de 300,000 personas. El comercio entre la Zona del Canal y
las ciudades de Panamá y Colón se hizo mucho más fluido con el uso del dólar,
lo cual facilitó también el incipiente comercio internacional de la república.
Aún en nuestros días hay un intenso debate profesional sobre cuándo con-
viene más a un país tener un sistema monetario de tasa de cambio fija (por ejem-
plo, dolarizado) y cuando conviene tenerlo de tasa de cambio flexible, con la
moneda propia fluctuante en su valor, de acuerdo a los cambios que se den en
su balanza de pagos internacionales. Hay condiciones económicas que favorecen
más a un sistema que al otro y viceversa.
Panamá llena las condiciones técnicas que le permiten sacar ventaja de un
sistema monetario de tasa de cambio fija (dolarizado) y, en efecto, este ha sido
el caso durante los cien años de vida republicana.
El sistema funciona bien cuando el país es de economía propia pequeña;
cuando tiene un alto porcentaje de su comercio internacional con el país con
cuya moneda fija su tasa de cambio; cuando la moneda del país base es estable;
y cuando sus exportaciones son estables en volúmenes y precios de venta. Pa-
namá reúne todas esas condiciones. Por eso el sistema ha producido resultados
positivos para el país.
En efecto, la economía nacional aún hoy es pequeña, aunque la producción
se ha incrementado 62 veces desde 1903. El mayor volumen del comercio inter-
nacional del país es con Estados Unidos. La moneda de este país no solo es es-
table, sino es, además, la moneda dominante en el comercio mundial. En adición,
la segunda región en importancia para el comercio de Panamá es América La-
tina, región dentro de la esfera del dólar con un alto índice de comercio con Es-
tados Unidos. Las exportaciones panameñas, eminentemente de servicios del
Canal, de Zona Libre de Colón, banca, turismo, marítimos y otros, son estables
en volumen y precios. No están sujetas a fluctuaciones grandes en el comercio
internacional como los productos primarios.
Como resultado, durante cien años la estabilidad monetaria y financiera de
Panamá ha sido una fortaleza para su economía. Ha tenido la menor inflación
del hemisferio, los movimientos monetarios han sido libres y abiertos, no ha te-
nido fuertes fluctuaciones en entrada y salida de capitales y las tasas de interés
han fluctuado alrededor del mercado internacional del dólar.
La mayoría de la población, sobre todo los grupos económicos activos, han
palpado las ventajas del sistema que surgió casi por accidente y lo han mantenido
794 X El sistema monetario y la banca en Panamá
todo el tiempo. Podría decirse que hoy en día quien quiera que tratara de cam-
biarlo, correría un gran riesgo político porque encontraría una fuerte oposición.
Esta percepción nacional se ha afianzado desde la creación del Centro Bancario
Internacional de Panamá, suscitada desde 1970.
Sin embargo, no fue siempre así. Desde luego sobre estos temas monetarios
y bancarios, como económicos, se sabía mucho menos en el mundo en los pri-
meros cuarenta años del siglo xx que ahora. Hubo personas y funcionarios pú-
blicos que pensaron en diferentes épocas que era preferible tener el balboa como
medio circulante. En tres ocasiones, se pensó o se actuó legalmente para emitir
balboas, incluso se hizo temporalmente en 1941.
Con la Ley 45 de 1911 y la Ley 19 de 1913, se le otorgó autorización al Banco
Nacional de Panamá para emitir papel moneda, pero nunca se puso en práctica.
En 1933, durante la grave depresión económica mundial, la Contraloría General
de la República recomendó formalmente la emisión del papel moneda como ve-
hículo para aliviar la agobiante liquidez de la economía, pero se descartó la idea.
En 1941 se creó el Banco Central de Emisión de la República, que imprimió bal-
boas hasta por 6.0 millones, totalmente respaldados por equivalente cantidad
de dólares, pero esto duró poco porque hubo un súbito cambio de Gobierno un
par de meses después.
La mayoría de los escasos ensayos y debates nacionales que hubo entonces,
abogaron a favor de un sistema usando el balboa con emisión propia, basado
más en razones nacionalistas que técnicas. Se interpretaba como sinónimo de
soberanía el tener papel moneda propio, sin tomar en cuenta que soberanía sig-
nifica el derecho a escoger lo que por razones técnicas se considere más ventajoso
para la nación.
La única vulnerabilidad potencial a la estabilidad de un sistema monetario
dolarizado es una súbita fuga de divisas por cambios inesperados negativos en
las exportaciones o un cambio abrupto negativo en el movimiento internacional
de capitales. En ese caso se reduce la liquidez circulante rápidamente, ocasio-
nando una contracción en la demanda de bienes y servicios y en el producto na-
cional, y creando una recesión económica o incluso una depresión. En tiempos
normales esto no tiende a ocurrir en Panamá, porque sus exportaciones de ser-
vicios no sufren fuertes fluctuaciones en volumen o en precios. Pero puede ocu-
rrir en momentos de crisis política. En efecto, ese fue el caso en 1964, cuando
ocurrieron los hechos de violencia en la Zona del Canal y el rompimiento tem-
poral de relaciones con Estados Unidos. En esa ocasión el efecto fue tenue y tem-
poral. También fue el caso en 1988, cuando la confrontación política entre
Noriega y Estados Unidos ocasionaron que este congelara fondos panameños
en Nueva York, precipitando un cierre bancario que en pocos meses hizo caer el
producto interno bruto en 20% por falta de liquidez en el sistema.
Sin embargo, el Centro Bancario Internacional se creó a partir del Decreto de
Gabinete 238 de junio de 1970, para propiciar, entre otras cosas, el desarrollo de
Nueva historia general de Panamá X 795
Ese auge económico artificial y temporal, por su causa y origen, dio paso a
una recesión económica de 1947 a 1950. Pero la liquidez en la banca contribuyó
a mantener la situación, hasta que otras orientaciones económicas establecieron
las bases para una recuperación sostenida a partir de 1952.
798 X El sistema monetario y la banca en Panamá
especiales y únicas en América Latina. Por otro lado, el enorme gasto interna-
cional de Estados Unidos, con la guerra de Vietnam y el apoyo económico a mu-
chos países, creaba grandes depósitos de dólares en el extranjero, sobre todo en
Europa, llamados entonces «eurodólares». Se iniciaba también una pequeña in-
flación en Estados Unidos y Europa.
A algunos economistas, como el suscrito, nos preocupaba la vulnerabilidad
del sistema panameño –nutrido en dólares por su balanza de pagos, sobre todo
por el Canal, y por unos pocos bancos extranjeros– en momentos de salida
abrupta de divisas como ocurrió en 1964. Algunos banqueros observaban el de-
sarrollo del mercado internacional del «eurodólar» que, entre otras cosas, fo-
mentaba el establecimiento de bancos en Londres, Hong Kong, Luxemburgo y
Bahamas. Mientras que en Panamá se registraban sociedades anónimas con el
nombre de «bancos» para actuar en el extranjero, muchas veces en formas per-
judiciales a la imagen de Panamá.
Cuentas del balance 1970 % 1982 % 1987 % 1990 % 1994 % 2000 % 2018
Activos totales 816 100 49,003 100 31,413 100 18,451 100 32,807 100 38,044 100 118,151
Activos externos 290 36 43,606 89 25,216 80 12,834 70 23,276 71 20,124 53 68,313
Activos internos 526 64 5,397 11 6,197 20 5,617 30 9,531 29 17,920 47 49,838
Depósitos externos 411 55 36,805 91 20,601 85 10,829 72 17,280 66 13,080 49 31,108
Depósitos internos 341 45 3,527 9 3,750 15 4,310 28 8,726 34 13,875 51 51,215
Créditos externos 245 37 29,288 90 13,513 76 6,993 64 12,234 65 9,943 46 23,854
Créditos internos 420 63 3,351 10 4,363 24 3,980 36 6,524 35 11,552 54 52,645
Número de
trabajadores 2,881 8,726 9,378 7,425 8,996 12,527* 26,408
Panameños n. d. - 8,477 97 9,158 98 7,292 98 8,996 98 12,377* 99
Banca oficial 3,120 3,341* 5,213
Para 1987 la actividad bancaria era estable cuando la crisis política, iniciada
en Panamá en 1985, se agudiza y afecta las operaciones bancarias, hasta el ex-
tremo de causar el cierre bancario por nueve semanas, ante la confrontación po-
lítica entre Estados Unidos y el Gobierno panameño en marzo de 1998. Los
Estados Unidos congeló fondos del Banco Nacional de Panamá en Nueva York
y la desconfianza creada por la situación llevaron a la congelación en Panamá
de los depósitos de ahorros y plazos fijos por más de dos años. El resultado se
observa en el año 1990 en el cuadro.
Con el restablecimiento de las instituciones democráticas y del Estado de
derecho a partir de 1990, se recupera la confianza en el centro bancario, que
vuelve a crecer, todavía con 109 bancos, para recuperar sus activos a US$32,807
millones en 1994. La actividad sigue creciendo hasta alcanzar US$38,044 millones
de activos en el 2000 y a 120,000 millones en 2017. La composición comienza a
cambiar con una gradual reducción de los activos externos y un fuerte aumento
en los activos internos. La cantidad de empleos bancarios sigue creciendo, hasta
llegar a 12,377 en el 2000 y 260,000 en 2017.
otros factores también influyeron en el desempeño del centro bancario
desde la década de 1980. Ante el florecimiento de varios Centros Bancarios In-
ternacionales, tales como Panamá, Bahamas, Luxemburgo, Singapur y otros de-
dicados al manejo de «eurodólares», Estados Unidos suspende sus restricciones
al otorgamiento de facilidades externas y crea las facilidades bancarias interna-
cionales, lo que estimula la ubicación de bancos internacionales (off-shore) en
Miami y le rescata ciertas ventajas pérdidas a Nueva York. Por otro lado, la crisis
de la deuda externa de América Latina, que causa pérdidas a los bancos presta-
mistas, estimula a bancos norteamericanos a transferir esos portafolios de Pa-
namá a EE. UU. por razones tributarias. Desde 1982 se hace notorio el uso de
centros bancarios (Miami, Bahamas, Gran Caimán, Panamá) para el «lavado»
de dinero proveniente del tráfico internacional de drogas.
Tanto el Gobierno, a través de la CBN, como la Asociación Bancaria (todos los
banqueros) respondieron a ese flagelo internacional en forma constructiva. La
Asociación Bancaria comenzó aprobando voluntariamente un Código de Buena
Conducta en 1984. La CBN cerró el First Interamericas Bank por evidencia de mo-
vimientos financieros sospechosos en 1985. Posteriormente se extendió el Código
de Buena Conducta a otras organizaciones bancarias, asociaciones profesionales
(como abogados) y asociaciones de comerciantes (como la de usuarios de la Zona
Libre de Colón). En 1990 y 1991, la CBN convirtió dicho código en norma oficial,
uniformándolo y generalizándolo. El Gobierno adoptó las normas mediante el
Decreto de Gabinete 41 de 1990. Esto se hizo extensivo posteriormente a toda em-
presa dedicada a negocios financieros, tales como casas de cambio, cooperativas
de ahorro y préstamo, compañías de seguro y otras. Se extendió también a otros
delitos, como tráfico de armas, personas y autos, y se responsabilizó a los bancos
por el riesgo de la comisión del delito. Se han modernizado las facultades de
Nueva historia general de Panamá X 803
1950 n. d. n. d. -
1960 1,126.8 27.7 2.5
1970 2,424.0 118.8 4.9
1975 n. d. n. d. -
1979 4,141.5 515 12.4
1980 4,905.0 771.3 15.7
1985 4,743.6 354.7 7.50
1990 5,922.5 647.0 10.9
1993 6,198.0 641.8 10.4
1995 6,657.5 729.2 11.0
1997 7,169.9 913.5 12.7
1999 n. d. n. d. -
La historia de la medicina
en Panamá
Luis Cornejo
Introducción
al principio como Hospital de Nuestra Señora del Cerro y que disponía de una
gran capacidad, que según las crónicas llegó a tener 1,000 camas durante la cons-
trucción del Canal Francés. A pesar de toda su modernidad y espacio, este hos-
pital era temido por la ciudadanía por la gran incidencia de fiebre amarilla en
sus recintos, asociada a criaderos de mosquitos, una vez que en la época se des-
conocía el agente transmisor y la forma de diseminación de la enfermedad. Exis-
tían además el Hospital de Colón, de una capacidad mayor de 300 camas y el
Sanatorio de Convalecientes en la isla de Taboga, de 25 camas. Estas últimas ins-
talaciones, no obstante, no estaban activas al momento de la independencia y la
hospitalización se centralizaba en el antiguo Hospital Santo Tomás. En la capital
trabajaban médicos como Manuel Amador Guerrero, Luis de Roux, Julio J. Icaza,
José Ernesto Calvo, Santos J. Aguilera, Emiliano Ponce Jaén, Enrique Espinosa y
varios extranjeros, entre ellos el cubano Manuel Coroalles y el ecuatoriano J. Mo-
reno Ponce. También prestaban en el Interior sus servicios buenos médicos como
Manuel J. Rojas en Aguadulce, Ezequiel Abadía en Soná, Calixto Fábrega y Mil-
cíades Rodríguez en Santiago, González Revilla y Gustavo Ross en David.
A finales del siglo XIX, en la provincia de Panamá, con una población de
93,864 habitantes, existían 22 médicos radicados en la ciudad capital, lo mismo
que 26 farmacéuticos, 6 «químicos-farmacéuticos» y 2 «profesoras en partos»,
según los datos que suministra Francisco Posadas en su Directorio general de la
ciudad de Panamá, de 1897.
Con la separación de Colombia y la llegada de los norteamericanos para la
construcción del Canal y de acuerdo con el Tratado Hay-Bunau Varilla, los Estados
Unidos de América asumieron la «sanidad» de las ciudades de Panamá y Colón.
Se usaban mucho ruibarbo y soda para el hígado. El uso de los laxantes era
frecuente. Las píldoras de mamol se usaban para varios males. Aceite de hí-
gado de bacalao para el apetito y fortalecer el organismo y los huesos. No se
conocían los antibióticos ni todas las vitaminas. Los resfriados se trataban con
aspirina y antitusivos. No había antialérgicos. La anestesia era de éter abierto
824 X Historia de la medicina en Panamá
… que vengan ahora los incrédulos, que vengan ahora los que todo critican,
porque nada saben construir; que vengan para que vean esa obra hecha reali-
dad, la utopía hecha realidad, la Escuela de Medicina de Panamá.
Probablemente, el hecho que marca más a este período, al que hemos lla-
mado «institucional», sea la inauguración del Hospital General de la Caja del
Seguro Social, lo que vendría a transformar aún más la prestación de servicios
de salud en nuestro país, ocasionando la predominancia de una atención insti-
tucional sobre la particular o bien llamada «profesión liberal», una vez que en
el Panamá de la segunda mitad del siglo, la atención de salud va a estar concen-
trada especialmente en las instituciones públicas (Ministerio de Salud, Caja de
Seguro Social) y privadas (grandes clínicas-hospitales, compañías de seguros).
Los servicios médicos propios del Seguro Social comenzaron en 1947, como
ya hemos visto, constituyéndose su primera policlínica, la Policlínica Presidente
Remón, en calle 17 oeste, que inició operaciones en 1941.
Ante la creciente demanda, la junta directiva de la institución ordenó en
1955 la construcción del hospital en terreno cedido por la Universidad de Pa-
namá, al frente de la Escuela de Medicina. Mientras se construía el hospital,
en 1950, el Seguro Social arrendó el edificio que antiguamente servía para la
maternidad del Hospital Santo Tomás. Fue allí, en el «Pabellón de los Asegu-
rados», donde se inició la atención hospitalaria con especialistas de la talla de
Juan Nicosia, Guillermo González Barrientos y Rafael Sabonge, en medicina
interna; Rolando de la Guardia y Rogelio Arosemena en cirugía general; Fe-
rruccio Bertoli en patología; y Rogelio Boyd, Timoteo Suescum y Virgilio Pe-
ralta en ginecología.
El nuevo Hospital General de la Caja del Seguro Social (HGSS) fue finalmente
«inaugurado el 21 de mayo de 1962», con una capacidad de 261 camas y bajo la
dinámica gerencia del doctor Juan Luis Correa, como primer director médico, y
el licenciado Rodrigo A. Moreno como administrador.
Inicialmente la oferta de servicios sobrepasó bastante a la demanda y no
había muchos pacientes lo que, no obstante, fue cambiando rápidamente a me-
dida que se alcanzaba una gestión hospitalaria eficiente y con elevados están-
dares de atención. Aunque en esos comienzos el hospital del Seguro era enfocado
solamente para cuidados asistenciales, el interés constante de los primeros maes-
tros, antes citados, terminó también por transformarlo en centro de enseñanza e
investigación, incorporándose la formación de médicos internos y residentes.
El primer director de docencia del hospital fue el doctor Rafael Sabonge,
que conjuntamente con el doctor Correa iniciaron en 1962 las jornadas médicas
de la Caja de Seguro Social y en 1963 la biblioteca del nosocomio. En 1969, ambas
iniciativas docentes fueron reforzadas con la creación de la Revista Médica del Se-
guro Social.
La primera promoción de médicos especialistas incluiría, en medicina in-
terna, al doctor Demetrio Dutari y la doctora Nivia Espinosa; en cirugía general,
a los doctores Abdiel Marengo, Enero Avilés y Emilio Viggiano Yanis; y a los
obstetras, Tomás Barsallo, Adolfo Ramírez, Pablo Hernández y Jorge Lasso de
la Vega.
832 X Historia de la medicina en Panamá
en el interior del país entre 1970 y 1980, que además inició la regionalización
operativa del sector salud. Igualmente en 1975 se incorporó al Seguro Social la
atención de salud de los beneficiarios.
La consecuencia de todos estos cambios sería la creciente predominancia de
una atención institucional, por la que el Estado se convierte en el gran contrata-
dor y prestador de servicios de salud, con la creación de numerosos centros de
salud y policlínicas de la seguridad social a todo lo largo y ancho del Istmo, que
enfrentaron progresivamente una gran demanda asistencial (o de asistencia).
Todo este énfasis en la atención primaria y preventiva vendrá a rendir sus
frutos cuando en la segunda mitad del siglo se transforma el perfil epidemioló-
gico de Panamá, a consecuencia de la transición epidemiológica, al volverse más
prevalentes las enfermedades crónico degenerativas (como por ejemplo, la dia-
betes mellitus, la hipertensión arterial, la cardiopatía ateroesclerótica) al despla-
zar a las infectocontagiosas o parasitarias, que en forma general van quedando
relegadas en importancia.
Panamá fue el primer país centroamericano en erradicar la poliomielitis en
1972. Desde el mismo año no hay casos de rabia canina y, desde 1973, no se pre-
senta en humanos. A partir de 1974 no se han presentado casos de fiebre amarilla
selvática; el último caso de difteria fue notificado en 1981. Los dos primeros casos
de la pandemia de VIH/SIDA, se diagnosticaron en 1984, superando los 5,000 casos
reportados para el año 2000.
Panamá también contó con un período histórico de medicina militar. Carlos
Ramírez Blázquez narra que la primera etapa de salud militar se inició en 1946,
con oficiales con cargos honoríficos en la Policía Nacional como lo fueron: Mario
Rognoni, Ricaurte Crespo, Saturnino Denis, Víctor Pareja y otros. El doctor Pa-
reja fue el primer médico militar de carrera en Panamá.
A inicios de los años 60, se inicia una segunda etapa con la incorporación
de profesionales varios, entre los que destacan los médicos Alfredo Burgos, Se-
bastián Bruna, Álvaro Hassan, orlando Calzudes, Carlos Ramírez, Blázquez,
Carlos García Aguilera, y odontólogos como Luis Cornejo Sáenz y Juan B. Arias.
En 1969 se creó Sanidad Militar, que fundamentalmente se dedicó inicial-
mente a brindar cuidados asistenciales a los agentes y sus familiares en servicios
de consulta externa y hospitalización (Sala 28 del Hospital Santo Tomás). En esta
etapa se incorporaron nuevos médicos como Luis Eduardo Ruiz Valdés, Alonso
Velarde, Alfredo Hidrovo, Abelardo Bal, Federico Richa Humbert, German
López, Martín Sosa y otros.
De 1972 en adelante se habilitó el Hospital «Victoriano Lorenzo», en un edi-
ficio abandonado dentro del Hospital Santo Tomás, el cual contaba con aproxi-
madamente 100 camas. En esta última etapa, la institución militar contaba con
47 médicos de atención primaria, 67 especialistas, 17 odontólogos, 66 enfermeras
y atendía a 15,000 unidades militares y sus familiares, además de realizar giras
de «Acción Cívica» en lugares apartados. Sanidad Militar igualmente estuvo
Nueva historia general de Panamá X 835
Historia de la arquitectura y
el urbanismo en el siglo XX
Samuel A. Gutiérrez
Introducción
Trajeron una notable formación: una sólida cultura general y una actitud madura
para el diseño arquitectónico.
Entre las principales obras del arquitecto Villanueva, figuran la reconstruc-
ción del Palacio Presidencial, la plaza de Francia, y el edificio de apartamentos
La Pollera. Por su parte, el arquitecto Schay diseñó la residencia del señor Ben-
jamín Fidanque, posterior Embajada de Nicaragua, hoy demolida, y el Banco
Nacional de la avenida Central, entre otras obras.
El proceso de implantación de la arquitectura moderna se desarrolló en las
décadas de los treinta y cuarenta. Estos decenios aportaron avances extraordi-
narios en nuestra arquitectura. La primera década puede considerarse como la
etapa de transición, la de la arquitectura modernista, y la segunda abre el ciclo
de la nueva arquitectura bajo la influencia de la arquitectura racionalista, inter-
nacional o funcionalista.
El arquitecto Rogelio Navarro es el representante más caracterizado y un
genuino precursor de esta arquitectura y de este período en Panamá. Navarro
fue el primero en hacer críticas al academismo y a los obsoletos sistemas de cons-
trucción de la época. Algunas obras del arquitecto Rogelio Navarro, como la igle-
sia de Cristo Rey y, fundamentalmente, el Cuartel Central de Policía, hoy
demolido, y el pequeño mercado de la avenida A, cerca del antiguo Teatro His-
pano, constituyen los mejores testimonios de su labor renovadora en el campo
de la arquitectura. También debemos incluir como contribuciones del arquitecto
Navarro, el edificio de la Unilac, en la avenida Cuba, donde hay un juego plás-
tico de ángulos que se curvan y, a la vez, se interpenetran para crear un espacio
cóncavo en la fachada.
Por otro lado, Carlos Fábrega, Jesús María Sosa y P. Casselli, representan a
un grupo de arquitectos que también hicieron valiosas contribuciones y aportes
al desarrollo de la arquitectura en nuestro medio. Estos arquitectos trabajaron
en equipo o independientemente en el diseño de ejemplares de arquitectura mo-
derna en el Departamento de obras Públicas de la Secretaría de Agricultura y
obras Públicas. Entre estos edificios destacan el hospital Amador Guerrero de
la ciudad de Colón, y la piscina olímpica, en la ciudad de Panamá. otros arqui-
tectos que también coadyuvaron con sus diseños durante este período fueron:
Rafael Prado, con la Escuela República de Venezuela; Georgino Gorrichátegui,
el viejo estadio; y Arturo López, el Cuartel de Bomberos de calle 16 oeste, en
unión del arquitecto Urano González.
Como hemos visto, la arquitectura moderna se manifiesta en Panamá hacia
principios de la década del treinta. Los primeros atisbos los constituyeron el mer-
cado de la avenida A, el Cuartel Central de Policía, el Dispensario Antitubercu-
losos en la avenida A, la Escuela República de Venezuela, el Centro Escolar
Manuel Amador Guerrero, la piscina olímpica, el Estado Nacional, el Hospital
Amador Guerrero de la ciudad de Colón, el Cuartel Central del Cuerpo de Bom-
beros, y el Banco Nacional de la avenida Central.
Nueva historia general de Panamá X 845
Desde 1904, cuando se establece la antigua Zona del Canal, la ciudad ha es-
tado constreñida por el oeste con esta área, y por el sur con el mar, lo que la ha
obligado a un crecimiento longitudinal hacia el noroeste. El viejo camino de «Las
Sabanas» facilitó este acelerado crecimiento lineal. A su turno, la carretera Transíst-
mica contribuiría como eje a la expansión hacia el este. Valorizados los terrenos
por la construcción de esta carretera, surgieron las urbanizaciones Los Ángeles
y El Cangrejo, para clases medias y altas; al norte de esta arteria se desarrollaron
asentamientos de clase media como Betania, Villa Cáceres y Miraflores. Por otro
lado, la avenida Ricardo J. Alfaro permitiría el uso de nuevas áreas entre la ca-
rretera Transístmica y la antigua Zona del Canal. A estas arterias habría que agre-
gar la calle Cincuenta que permitió el trazado de la urbanización obarrio, y la
avenida Balboa y su continuación, la vía Israel y la vía Cincuentenario.
Durante la construcción del Canal, la ciudad de Panamá se desborda hacia
los sectores insalubres de El Chorrillo, Calidonia, Granillo, Malambo y El Mara-
ñón, donde se construyen grandes casas de madera, conocidas como casas de
inquilinato, para alojar a los trabajadores de la vía intermarina. Este hecho de-
mográfico no encontró preparada a la ciudad, urbe que sintió desde ese mo-
mento, una gran presión en su estructura física y urbanística, al extremo de que
en 1915 apareció el Acuerdo Municipal 6 de 29 de abril, que dividió a la ciudad
en cuatro barrios: San Felipe, Santa Ana, El Chorrillo y Calidonia.
848 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX
fondos para el financiamiento de urbanizaciones de bajo costo que, con fines so-
ciales, desarrollaba esta institución. Concebida para fines residenciales y turís-
ticos, los terrenos se vendieron en forma rápida y dieron paso a la construcción
de residencias de alto costo, condominios y al Hotel Holiday Inn, los que con-
formaron la plástica urbana de lo que sería después un congestionado sector de
la ciudad.
San Miguelito, otra obra del antiguo Instituto de Vivienda y Urbanismo, es
una urbanización con características especiales, dedicada a los grupos de baja
capacidad económica, en terrenos de topografía accidentada que habían sido in-
vadidos. Este sector de la ciudad se transformó rápidamente en un área de ex-
traordinario crecimiento demográfico, ya que el volcamiento de la migración
campo-ciudad encuentra en este lugar un sitio propicio para nuevos asentamien-
tos humanos. Para afrontar la tensión social que generaba esta situación, la Junta
Directiva del Instituto de Vivienda y Urbanismo aprobó, en 1958, el proyecto de
desarrollo urbano de San Miguelito sobre 334 hectáreas de tierra, las cuales de-
bían albergar seis unidades vecinales.
La urbanización Villa Cáceres, con una capacidad de 1,500 personas, estuvo
dirigida para servir a la clase social media y baja, formada por empleados de co-
mercio, de la industria, y de la burocracia oficial. La urbanización La Locería fue
diseñada para familias de obreros especializados y calificados. Este asentamiento
humano fue emplazado en un sitio privilegiado en las goteras de la ciudad, con
una magnífica relación vivienda-trabajo.
Por constituir la expresión más fiel de la época, el reflejo del tiempo que se
vive, la arquitectura tiene una gran fuerza de testimonio, a veces tan fidedigno
como irrecusable. Es como si fuera modelando a través del tiempo los perfiles
exactos de toda una época. Actúa como indicador o termómetro que señala las
oscilaciones y cambios de la humanidad. Tanto es así, que cuando las vestiduras
pétreas que el hombre se confecciona resultan demasiado estrechas para nuevos
módulos siempre en mutación, el raciocinio prevé otras vestimentas más am-
plias, a tono con el tiempo.
Los sellos de los siglos se han ido estampando, uno sobre otro, transfor-
mando los medios de comunicación –desde los jeroglíficos a la magia de la
televisión– hasta llegar a la era de la revolución informática, donde el espacio
está formado por millones de computadoras en todo el mundo, relacionadas
a través de líneas telefónicas, módems, satélites y otras conexiones que pare-
cieran liberar al tiempo de la mecánica del reloj. Cuando el tiempo se veía
como salido de un calendario de piedra, cuando parecía que el mundo estaba
por descubrir, de repente sentimos que cabe en el círculo que trazan nuestros
propios ojos.
852 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX
Notas
1
Samuel Gutiérrez, Arquitectura panameña.: Descripción e historia, Editorial Litográfica, Pa-
namá, 1967.
856 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX
2
Samuel Gutiérrez, Ciudad-jardín y arquitectura tropical en el entorno del Canal: Preservación y
conservación de un patrimonio nacional y universal, Imprenta Grupo Jorsal, Panamá, 1993.
3
«Balboa Public Buildings», The Canal Record, volumen VII, número 29, Ancón, Zona del Canal,
11 de marzo de 1914, pp. 276-277.
4
Joseph Pennels, Picture of the Panama Canal, J. B. Lippincott Company, Philadelphia, 1913,
p. 85.
5
P. O. Wright, Jr., «Commission Building Screening of Houses», The Canal Record, volumen I,
número 18, Ancón, Zona del Canal, 1 de enero de 1908, p. 117.
6
Samuel Gutiérrez, Arquitectura de la época del Canal, Editorial Universitaria de Panamá, Pa-
namá, 1984.
7
Ricardo J. Bermúdez, «Apuntes sobre la arquitectura heroica», Ingeniería y Arquitectura, vo-
lumen 31, número 5, Panamá, octubre de 1944.
8
Samuel Gutiérrez, Arquitectura actual de Panamá, Litho-Impresora Panama, Panamá, 1980.
9
Ángel Rubio, La ciudad de Panamá, Banco de Urbanización y Rehabilitación, publicación nú-
mero 17, Imprenta El Independiente, Colón, República de Panamá, p. 101.
10
Karl H. Brunner, «Informe sobre el desarrollo urbano y el plano regulador en la ciudad de Pa-
namá». Revista Ingeniería y Arquitectura, volumen 5, número 27, Panamá, 1950, pp. 360-367.
11
Rafael López Rangel y Roberto Segre, Tendencias arquitectónicas y caos urbano en América
Latina, Editorial Gustavo Gili, México, 1986.
12
Francisco Morales, «El muro de Balboa», Revista Ingeniería y Arquitectura, volumen 2, nú-
mero 7, Panamá, 1945, pp. 16-18
13
Sección Técnica de Caminos, Aeropuertos y Muelles, Ministerio de Obras Públicas. «Proyecto
Calafate», Revista Ingeniería y Arquitectura, número 83, Panamá, 1959.
CAPíTULo XXVIII
Introducción
Primera parte
La enseñanza de la Historia de Panamá:
antecedentes, situación y perspectivas
En los programas que entraron en vigencia en 1904, para las escuelas supe-
riores se incluyó la asignatura Historia y Geografía del istmo de Panamá, en la
sección preparatoria. Luego en las innovaciones introducidas a los programas
de 1915, apareció en el plan de estudio de las escuelas rurales el curso de Histo-
ria, Geografía e Instrucción Cívica, el cual debía dictarse en segundo y tercer
grado. En 1927, se implementaron nuevos planes de estudio para las escuelas
primarias y secundarias del país. Para entonces, se dictaban cursos de Historia
del Istmo, aunque para la enseñanza primaria los programas eran desordenados,
al decir del maestro Gasteazoro. Los programas de enseñanza para el Instituto
Nacional, Escuela Profesional y Normal de Institutoras tenían un curso de his-
toria nacional en el tercer año. En el primer semestre se estudiaba el período his-
pano y en el segundo la época colombiana y republicana hasta el momento de
la reforma.
Diez años más tarde, en 1937, se puso en vigencia un nuevo plan de estudios
para la enseñanza secundaria en el cual la historia nacional pasó a ser enseñada
en el primer año. En la década de 1940, los principios de la filosofía pragmatista
norteamericana «se arraigan en la educación panameña y logran plasmar mu-
chos de sus postulados en los currículos oficiales, al punto que en 1944, el Ór-
gano Ejecutivo nombró una ‘Comisión de Planes y Programas Escolares’, la cual
aplicó, en el nivel primario, el principio pragmatista de la oferta de actividades
en reemplazo de asignaturas y el de la fusión de muchas de estas en todo el sis-
tema. La comisión recomendó integrar geografía, historia y cívica en la materia
de Estudios Sociales. Posteriormente mediante un decreto expedido en febrero
de 1946, se dictó el nuevo plan de estudios que contiene esta recomendación, la
cual se enseñaría en los tres años del primer ciclo de secundaria. Para adecuar
el área social y pedagógica del currículo universitario a esta reforma, se creó con
el apoyo de becas, la carrera corta de ‘Profesor de Estudios Sociales’ en la Uni-
versidad de Panamá, en 1947, la que estuvo en vigencia por tres años, pues fue
clausurada a finales de 1949, logrando graduar a 22 estudiantes»9.
Nueva historia general de Panamá X 863
Por suerte las autoridades del Ministerio Educación que asumieron sus
cargos a partir de septiembre de 1999, es decir, durante el Gobierno de la pre-
sidenta Mireya Moscoso, promovieron ciertas modificaciones al sistema edu-
cativo y, en ese contexto, optaron por separar esta malograda fusión regre-
sando a los anteriores cursos de Ciencias Naturales y Ciencias Sociales, mismos
que se ofrecerían en todos los niveles de la educación primaria. Cabe resaltar
que aunque se desagregó el contenido y título del curso Ambiente Natural y
Social, en la práctica la geografía, la historia y la cívica continuaron enseñán-
dose bajo la denominación de «Ciencias Sociales», hecho que no fue del agrado
de los gremios docentes, las asociaciones de autores de libros de textos y de
los profesores universitarios de los departamentos de Historia, Geografía y
866 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana
Antecedentes históricos
nunca llegaron a implementarse. Así las cosas, la Historia de Panamá, como dis-
ciplina científica y curricular, continúo enseñándose tal como se venía haciendo
con métodos tradicionales y con enfoques fragmentados.
Por otro lado, el plan de estudios de la carrera de Geografía e Historia se ha
mantenido sin modificaciones importantes, a excepción de que en los años 1976-
1977, se le incorporó al currículo el curso de Historia de las Relaciones entre Pa-
namá y Estados Unidos. Con la incorporación de esta asignatura, el pensum
académico de esta licenciatura quedó conformado así: sección de Historia. a)
Área de Panamá y América: Historia de Panamá: época hispana; Historia de Pa-
namá: unión a Colombia; Historia de Panamá: época republicana; Historia de
América e Historia de las Ideas en América; b) Área de Antropología: Prehistoria
de Panamá, Etnografía de Panamá y Antropología Cultural y Física; y c) Área de
Historia Universal: Historia Antigua (oriente, Grecia y Roma), Historia de la Edad
Media, Historia Moderna, Historia Contemporánea y Trabajo de Grado.
Por su parte, la sección de Geografía la integran los siguientes cursos: Geo-
grafía Matemática, Introducción a la Cartografía, Geografía Humana I y II, Ge-
ografía Física I y II, Geografía Regional de América y Geografía Regional de
Eurasia, África y oceanía. A finales de la década de 1980, el Departamento de
Geografía propuso la inclusión de dos cursos adicionales en dicha área. Así las
cosas, el plan de materias se ha mantenido sin mayores modificaciones de fondo,
por lo que se hace necesario una actualización cuanto antes, para adecuarlo a
los avances de la ciencia geográfica e histórica y a las necesidades del desarrollo
nacional y global.
Al hacer un balance de las materias de Historia en esta carrera conjunta, el
«Informe de la Comisión de Enseñanza de la Historia de Panamá en la Educa-
ción Superior», señala que los cursos de Historia de Panamá en la licenciatura
de Geografía e Historia «solo tienen una duración de un semestre cada uno y
del total de créditos, solamente 11 corresponden a historia nacional; es decir, que
estos representan el 9% de un total de 121 créditos que tiene la licenciatura». En
opinión de los comisionados, «las pocas horas dedicadas a la enseñanza de la
historia de Panamá implica tener programas demasiados genéricos y sintetiza-
dos, lo que impide una mayor profundización en los contenidos y dificultades
en el cumplimiento de los objetivos. A la postre tenemos una licenciatura en Ge-
ografía e Historia con muy poca formación en historia de Panamá. Esto es grave,
porque de seguro tiene repercusiones en la educación premedia y media, donde
se trasladan las deficiencias del egresado de esta carrera».
Al comparar los cursos de Historia de Panamá con los de Historia Antigua
(6 créditos), Historia de la Edad Media (6 créditos), Historia Moderna (6 créditos)
e Historia Contemporánea (6 créditos), observarnos que cada uno tiene una du-
ración de dos semestres y en total suman 24 créditos; es decir, más de dos veces
que el primero. Por otra parte, a la Historia de América solo se le dedican 9 cré-
ditos. En consecuencia, se le proporciona más énfasis a la historia universal que
870 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana
las humanidades y de manera particular han dejado sentir sus efectos en la forma
de concebir, explicar y analizar los problemas actuales, pero a la vez han abierto
nuevas perspectivas para el análisis de los hechos y procesos sociales. En ese con-
texto, algunos paradigmas ideológicos, políticos y sociales han perdido vigencia
en tanto se cuestiona la validez de otros, mientras surgen nuevas propuestas te-
óricas, conceptuales y metodológicas para entender y explicar el complejo mundo
social que nos toca vivir en los albores del nuevo siglo y milenio»21.
El diagnóstico identificaba una serie de problemas y situaciones anómalas
que era preciso corregir a fin de flexibilizar la licenciatura y hacerla más atractiva
a los futuros estudiantes. Sobre el particular, el informe presentado expresaba
que esta carrera es «sumamente extensa, tiene un total de 204 créditos y un plan
de estudios donde el estudiante toma completarlo 5 años en el turno diurno y 7
o más en el nocturno y, en ocasiones demora más. En 1993 se creó una carrera
rígida e inflexible donde la mayoría (o casi todos) los cursos tienen una duración
de dos semestres, tres créditos y muchas horas prácticas que en ocasiones no tie-
nen justificación, lo cual se ha convertido en un engaño tanto para el estudiante
como para el profesor. Además, el plan de estudios vigente se inclina hacia la
especialización en un área determinada (Historia de Panamá y América) en des-
medro de las otras áreas académicas en que se divide el Departamento. Igual-
mente, se ha detectado que existen materias con nomenclaturas distintas que
repiten los mismos contenidos y más que formar al estudiante han servido para
satisfacer intereses particulares o académicos de algunos docentes»22.
Con relación al plan de estudios, el proyecto manifestaba que este era rígido
y, por lo tanto, «no permite incorporar nuevas asignaturas o seminarios para
profundizar un tema o para abordar una nueva situación o necesidad de cono-
cimiento e interés de estudiantes y profesores. Esta rigidez curricular impide,
por un lado, ofrecer alternativas de elección de cursos a los estudiantes, y por
otro lado, hace casi imposible la programación de giras educativas o trabajos de
campo. Igualmente, al ser extensa la carrera, incrementa el costo de la misma
tanto para la institución como para los estudiantes, pues estos deben permanecer
más tiempo dedicados a sus estudios. Además, los cursos básicos necesarios en
la formación de un investigador se sitúan al final de la carrera y poseen un mí-
nimo de horas, lo cual ha demostrado ser contraproducente. Todos estos factores
han provocado que la licenciatura en Historia se vuelva cada vez menos atrac-
tiva e interesante para los estudiantes, al punto que en los años lectivos 2000,
2001 y 2002 la matrícula ha bajado drásticamente e incluso la dirección de la Es-
cuela y el decanato han tenido que tomar la decisión de cerrar algunos cursos
por la baja concurrencia de alumnos matriculados»23.
Teniendo a la vista el diagnóstico, la comisión procedió a implementar los
cambios pertinentes, con la esperanza de que los mismos no solamente impliquen
una modificación del plan de estudios (fusión de cursos, reducción de horas-cré-
ditos para acortar el tiempo de duración de la carrera, reubicación e inclusión de
Nueva historia general de Panamá X 873
que deben tratar y teniendo en cuenta el poco tiempo con que disponen por la es-
casa distribución horaria y porque los tiempos educativos no se cumplen debido
a las frecuentes paralizaciones del aparato escolar, tienen oportunidad de trabajar
bien las primeras unidades o módulos, mientras que los siguientes se estudian so-
meramente o no se llegan a estudiar, lo que produce un distorsión en los alumnos
quienes piensan que la historia se remonta solamente a los períodos arcaicos, pre-
históricos o coloniales y nunca a los fenómenos de la vida reciente»25.
A esto habría que agregar que, en términos generales, estos programas tien-
den a privilegiar los temas y actores tradicionales de la historia, con lo cual se
dejan por fuera importantes aspectos de las sociedades pretéritas. Sobra recordar
que la historia se interesa por conocer y comprender las sociedades humanas del
pasado, y más que los individuos en particular, al historiador de hoy le interesan
los sujetos colectivos: los pueblos, las clases y grupos sociales, las naciones, las
etnias y los sectores populares, así como otros asuntos sociales, económicos y cul-
turales, como los conflictos agrarios y las revueltas campesinas, los movimientos
urbanos, la vida cotidiana (familia, moda, alimentación, enfermedades, prostitu-
ción, vivienda, fiestas y entretenimientos, etc.), las ideologías, las mentalidades
y creencias religiosas y paganas, las mujeres y muchos otros aspectos de gran in-
terés para la comprensión integral de los grupos humanos del pasado. Sin em-
bargo, tampoco se concibe la historia «sin los grandes hombres y las grandes
mujeres, quienes fueron capaces de interpretar el momento histórico que les tocó
vivir y empujaron la rueda de la historia en la dirección conveniente». Por esta
razón, estamos de acuerdo en que la historia es, en esencia, «una explicación, un
intento por comprender el pasado. Empero, el conocimiento histórico es también
un medio para la comprensión del presente y la construcción del futuro. En con-
secuencia, cuando enseñamos historia, no podemos perder de vista esa relación
entre pasado, presente y futuro. La posibilidad de transformar la realidad y de
labrar un futuro de bienestar material y espiritual para las mayorías, está funda-
mentada en la comprensión del pasado y del presente»26.
En cuanto a la investigación social e histórica en la Universidad de Panamá,
valga señalar que esta no se ha logrado institucionalizar adecuadamente, pues
no existen ni centros ni institutos especializados, ni se han destinado los recursos
económicos y tecnológicos necesarios para que investigadores calificados y com-
petentes puedan desarrollar proyectos, programas o líneas de investigación de-
bidamente concertados de acuerdo a un plan científico que responda a los
requerimientos de la disciplina, a las necesidades de la institución y del país, y
a las demandas de la sociedad. Al no estar debidamente institucionalizada esta
función esencial universitaria, la mayoría de sus docentes no le prestan la debida
atención y dedicación, pues el sistema tiende a privilegiar la docencia y las tareas
administrativas vinculadas a la docencia en detrimento de las demás funciones
académicas, lo que ha dado como consecuencia que la investigación, en términos
generales, tenga un débil desarrollo, presencia e impacto en la institución y en
Nueva historia general de Panamá X 877
nivel superior, una vocación por los estudios históricos. Esta falta de interés y
vocación, unido a otros factores ajenos al proceso enseñanza-aprendizaje, hacen
que en la actualidad sea reducido el número de estudiantes que siguen esta es-
pecialidad en la Universidad de Panamá, siendo en cambio mayor el interés por
otras disciplinas afines.
A manera de epílogo
Segunda parte
Aproximación al estudio de la historiografía republicana
La eficacia del discurso histórico (como en general de las distintas formas del
discurso científico) no se reduce a su función de conocimiento; posee también
una función social cuyas modalidades no son exclusivas ni primordialmente de
carácter teórico... No hay discurso histórico cuya eficacia sea puramente cognos-
citiva; todo discurso histórico interviene (se inscribe) en una determinada reali-
dad social donde es más o menos útil para las distintas fuerzas en pugna37.
Tendencias dominantes en la
historiografía republicana
El positivismo
El empirismo historiográfico
Inaugura esta historiografía cívica y de culto a los próceres un folleto del doctor
Ramón Maximiliano Valdés titulado La independencia del istmo de Panamá, sus ante-
cedentes, sus causas y su justificación, obra impresa en 1903 por el Star and Herald. La
intención publicitaria de este opúsculo era tal que, del mismo, se hizo una traduc-
ción al inglés en la misma fecha y otra al francés en 1904. El opúsculo de Valdés
constituye una apología de la gesta independentista y su finalidad fue el rechazo
de los errores o prejuicios en torno a la interpretación de la independencia. Peter
A. Szok, en el artículo titulado «La Patria es el recuerdo... Ensayo historiográfico
de un país naciente», señala al respecto que «Entre la numerosa producción histo-
riográfica de los primeros treinta años de la república se percibe el gran anhelo de
confrontar los ataques extranjeros (a la independencia de 1903) y refutar la supuesta
separación de Latinoamérica»39. El folleto de Valdés es un documento célebre, a
partir del cual se elabora toda una historiografía de la independencia –similar a la
del resto de Latinoamérica– que sustentaba y legitimaba el proyecto cívico-repu-
blicano. Así se pueden citar como obras representativas las de Pablo Arosemena,
La secesión de Panamá y sus causas (1915), Las memorias del general Esteban Huertas
(1921); El legado de los próceres (1930) de Juan Felipe Escobar; La independencia de Pa-
namá en 1903 (1930) y La jornada de 3 de noviembre de 1903 y sus antecedentes (1931) de
Ismael Brandao; Los documentos históricos sobre la independencia del istmo de Panamá
(1930) de Ernesto Castillero Reyes; e Historia de la independencia de Panamá y sus an-
tecedentes 1821-1903 (1933) de Catalino Arrocha Graell, entre otros.
Paralelo al desarrollo de la historiografía ligada al estímulo del sentimiento
nacional y la emoción patriótica, se va forjando otra pródiga en aportes sobre el
pretérito panameño en sus diversas etapas y temáticas. Varios de sus represen-
tantes han de estar vinculados, desde su fundación en 1921, a la Academia Pa-
nameña de la Historia. Entre ellos están Ricardo J. Alfaro, oscar Terán, octavio
Méndez Pereira, José de la Cruz Herrera, José Dolores Moscote, Héctor Conte
Bermúdez, Ernesto Castillero Reyes, Juan Antonio Susto Lara, Manuel María
Alba, Bonifacio Pereira Jiménez, Catalino Arrocha Graell, Benito Reyes Testa,
Víctor Florencio Goytía, Juan Rivera Reyes, Ernesto J. Nicolau, Rubén Darío Car-
les oberto y Armando Fortune, entre los más destacados.
En 1911 aparece el más importante de los trabajos destinados al aludido fo-
mento de la conciencia nacional, el libro titulado Compendio de historia de Panamá
de Enrique J. Arce y Juan B. Sosa, nítida expresión de cómo la historia contribuye
a fomentar la cohesión nacional y la formación de ciudadanos, tal como intuye-
ron nuestros primeros gobernantes al encomendar la elaboración por contrato
de este manual de historia patria. Era la expresión ideológica de las elites que
participaron del movimiento independentista, los conservadores y los liberales,
embarcados en un proyecto político-institucional común. De esta manera se es-
tructuraba una memoria nacional y republicana que instrumentalizaba la histo-
ria para homogenizar la memoria colectiva. Sobre el particular, el doctor Carlos
Manuel Gasteazoro escribió:
888 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana
El positivismo historiográfico
van a ser sujetos de formación universitaria que ven en la historia una ciencia
social con una metodología rigurosa y con métodos de investigación propios.
Es en este sentido que se encamina la labor académica e historiográfica de Carlos
Manuel Gasteazoro, maestro de un número plural de historiadores, el cual con
su labor docente y de investigación va a renovar los estudios históricos en nues-
tro medio.
En su trabajo historiográfico se observa «una orientación positivista-ecléc-
tica bajo la influencia de la historiografía alemana del siglo XIX, la fenomenolo-
gía, Spengler y el positivismo francés»42. Se trata de una nueva generación de
historiadores que, formados en universidades extranjeras y otros en la Univer-
sidad de Panamá, fomentan la «historia científica», la aplicación del método crí-
tico basado en la búsqueda, verificación y cotejo de fuentes originales y la inves-
tigación en archivos. En el plano epistemológico asumen que la ciencia histórica
debe estar desprovista de juicios de valor. De allí se deduce que hay de manera
intrínseca una verdad que reposa sobre los hechos y solamente hay que expo-
nerlos para que la verdad sea perceptible.
Cabe anotar que aunque el método crítico es parte constituyente e insosla-
yable del trabajo del historiador, no es más que una técnica, y no convierte, por
sí misma, a la historia en una disciplina científica; consigna también que la pre-
tendida anulación de la subjetividad del historiador –la neutralidad axiológica
o valorativa– es casi imposible en la ciencia histórica, como se ha demostrado
reiteradamente. El historiador, al desplegar los esfuerzos y medios, puede con-
seguir disimular su actitud valorativa y, por tanto, su compromiso y su espíritu
de partido bajo una máscara de fórmulas aparentemente «neutras» con relación
a los valores. Ranke es una prueba de ello. En efecto, «la valoración no se mani-
fiesta necesariamente en forma de proposiciones judicativas desarrolladas co-
rrectamente, en forma de juicios de valor explícitos, En la mayoría de los casos,
la valoración es implícita: se realiza a través de la comprensión y selección de
los hechos, a través y sobre todo, de los diversos modos de ilustrar los aconteci-
mientos ‘relatados’ sin que los juicios de valor se formulen explícitamente»43.
Fueron estos los supuestos en que se sustentaba la historiografía positivista
y científica, que tuvo en el profesor Carlos Manuel Gasteazoro su más acreditado
expositor. Gasteazoro funda, dirige e imparte, a partir de la década de 1950, el
curso de Fuentes Históricas de Panamá en la Facultad de Filosofía, Letras y Edu-
cación, cátedra que fue aprovechada para impartir sus conocimientos y, a la vez,
sirvió para enseñar el método crítico y las concepciones historicistas y positivis-
tas a una gran cantidad de estudiantes de las carreras de Filosofía e Historia y
de Geografía e Historia, con lo que contribuyó a consolidar una tendencia his-
toriográfica que creo «escuela» y que ha sido la que más arraigo ha tenido entre
nuestros historiadores. Fue, pues, una nueva forma de practicar y hacer historia
«científica», con lo que se dejó atrás el empirismo que caracterizó los primeros
años de la historiografía nacional.
890 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana
Julio César Moreno Davis manifiesta que, fiel al lema pedagógico de que
el maestro debe hacer haciendo, enseñar enseñando, actuar actuando, brinda
a sus estudiantes esta obra –Introducción al estudio de la historia de Panamá– que,
como él lo indica en la introducción: «Surgió como una respuesta inmediata a
la preocupación –de alumnos y profesores distinguidos– por el desconoci-
miento de nuestro pasado histórico». Sus preocupaciones iniciales fueron,
pues, las fuentes; es decir, el material documental de primera mano con que
todo investigador serio y responsable debe armarse en primera instancia; y el
problema del conocimiento de las fuentes. Paralelamente enseñó a utilizarlas,
comprenderlas sobre la base de métodos científicos de historiar. No enseñó un
método determinado, sino los métodos más seguros para el esclarecimiento
del pasado histórico. Su cátedra se convirtió pronto no en una insulsa exposi-
ción de clases magistrales, sino en un vivero de preocupaciones, interrogantes
y discusiones en tomo a la legitimidad de nuestro pasado44.
Por su lado, Ricaurte Soler diría del maestro «… y es que las generaciones
de profesionales de la historia formadas a partir de 1951 –un año antes, el joven
profesor Gasteazoro se encargó de la cátedra de Historia de Panamá en la Uni-
versidad de Panamá– han discutido en la cátedra premisas y conclusiones de
las diferentes tesis y antitesis. Por ello ningún discípulo ha negado la calidad
científica y magisterial del maestro».
Sin duda el maestro Gasteazoro contribuyó de manera permanente y soste-
nida a la formación de una generación de historiadores panameños que, con el
correr del tiempo, han hecho importantes aportes al mejor conocimiento, com-
prensión y difusión de la historia nacional. Sobre el particular decía don Rodrigo
Miró Grimaldo:
todos de formación europea, quienes no fueron sus alumnos, pero que no estu-
vieron distanciados ni ignorantes de su quehacer, ofrecen al mundo de la histo-
riografía hispanoamericana un capítulo de mucha enjundia, que nos honra...45.
La historiografía marxista
Castillero no era, sin embargo, militante marxista y solo se interesó por apli-
car el método del materialismo histórico y con el paso de los años fue evolucio-
nando rápidamente hacia otras metodologías y enfoques, como se analizará más
adelante. Entre los que sí mantuvieron la tradición marxista podemos mencionar
a Víctor Ávila Ducasa, Concepción marxista del hombre y de la historia (Santiago de
Chile, 1973) y Panamá: Luchas sociales y afirmación nacional (Panamá, 1998); ornel
E. Urriola, Dialéctica de la nación panameña: Período republicano (1972); Miguel
Montiel Guevara, Fundamentos filosóficos científicos de la historia (Premio Miró,
1980) y El Canal: Contradicción dialéctica de la nación panameña (1999); Filiberto
Morales y Edilcia Agudo, Apuntes para el estudio del desenvolvimiento del capitalismo
en Panamá (1987); y César González Herrera, Aproximación historiográfica al pen-
samiento ideológico-político del conservadurismo en Panamá (Premio Miró, 2002),
entre otros. Asimismo han sido importantes, los aportes intelectuales de Virgilio
Araúz, quien posee una vasta producción de artículos y ensayos referentes al
tema de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos y, en particular sobre la
problemática social y educativa, trabajos que han sido abordados desde esta
perspectiva intelectual.
Desde esta perspectiva teórica, el Partido del Pueblo (comunista) elaboró el
panfleto titulado Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile, 1970), síntesis del desa-
rrollo económico, social y político del Panamá republicano, en el que se hace én-
fasis en las luchas sociales nacionales por afirmar la nación a la vez que resalta
el enfrentamiento del país con el imperialismo norteamericano. En este trabajo
colectivo participaron los distinguidos intelectuales y dirigentes de esa agrupa-
ción política Rubén Darío Souza, César de León, Hugo A. Víctor y Carlos Fran-
cisco Chang Marín.
Aparte de los autores mencionados, encontramos un grupo de sociólogos,
economistas, politólogos y juristas que han incursionado en el campo del análisis
histórico desde la perspectiva marxista. Sin ánimo de ser exhaustivos, podemos
mencionar, entre otros, a: Marco Gandásegui, Iván Quintero, Alejandro Saavedra
y Andrés Achong, Las luchas obreras en Panamá, 1850-1978 (1980); Marco Gandá-
segui, La concentración del poder económico en Panamá (1965), Las empresas públicas
en Panamá (1982), La fuerza de trabajo en el agro: Experiencia del desarrollo capitalista
en Panamá (1985); Historia política de las luchas campesinas en Panamá (1985); Iván
Nueva historia general de Panamá X 895
Quintero, Pasado y presente en las luchas campesinas en Panamá (1997); olmedo Be-
luche, Diez años de luchas políticas y sociales en Panamá, 1980-1990 (1994), Estado,
nación y clases sociales en Panamá (1999), La verdadera historia de la separación de
1903 (2003) e Historia agraria y luchas sociales en el campo panameño (2017). Entre
los economistas sobresalen Jorge A. Castillo, Formación social panameña: Un aná-
lisis económico del período 1850-1960 (1986); José Eulogio Torres Ábrego, Contribu-
ción al estudio del subdesarrollo, de la monoproducción a la oligarquía moderna,
(México, 1981) y Población, economía y sociedad en Panamá: Contribución a la crítica
de la historiografía panameña, (Panamá, 2 tomos, 2001); Roberto N. Méndez, Desa-
rrollo del capitalismo en Panamá (1903-1925), Panamá, 20 de diciembre de 1989, ¿libe-
ración... o crimen de guerra? (1994) y Panamá, 9 de enero de 1964: ¿Qué pasó y por
qué? (1999); William R. Hughes, ¿Quiénes son los dueños de Panamá? (1987) y Canal
y desarrollo (1999), etc. Del mismo modo, valga resaltar el papel que han jugado
otros cientistas sociales que han hecho aportes desde esta perspectiva metodo-
lógica a la historiografía social panameña. Entre estos podemos mencionar a
Néstor Porcell Gómez, Simeón Emilio González, Jorge Turner, Hernando Franco
Muñoz, Luis Navas Pájaro y Humberto Ricord, para citar solo algunos nombres.
Las investigaciones de estos intelectuales han ido conformando lo que se podría
llamar una historiografía marxista en ciernes.
Los esfuerzos de Lucién Febvre y Marc Bloch por superar la vieja historia
episódica y de acontecimientos no prosperaron realmente hasta después de con-
cluida la Segunda Guerra Mundial. La historia-batalla de los grandes personajes
históricos va a ser suplantada en Francia por una nueva forma de hacer historia
que no se sirve únicamente de los documentos, sino que aboga por el intercambio
y la colaboración con otras ciencias sociales (economía, demografía, geografía,
sociología, antropología); de su lugar de origen irradia hacia el resto del mundo,
renovando la historiografía y convirtiendo a la Escuela de los Annales en una de
las corrientes historiográficas más importantes e influyentes del siglo XX.
A partir de los años sesenta, la Escuela de los Annales –llamada así por el
nombre de la revista que difundió sus concepciones acerca de la tarea del histo-
riador– produjo una renovación de la historiografía académica, un racimo de
obras maestras y una reconsideración de la escritura de la historia. Bajo la in-
fluencia de las ciencias sociales, la historia comenzó a cambiar de rostro y de
vestido. Súbitamente, la investigación histórica se apropió de conceptos tales
como crisis, ciclos, coyunturas, fluctuaciones y transformaciones económicas,
demográficas, sociales y políticas. Los historiadores hicieron uso de las técnicas
cuantitativas y con esos utensilios reconstruyeron impresionantes series de pro-
ducción, precios, salarios y flujos comerciales y demográficos que iluminaron
las estructuras sobre las que reposaban las sociedades preindustriales y las líneas
896 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana
siglo XVIII colonial (1740-1850) (1977), La población del istmo de Panamá del siglo
XVI al siglo XX (1978) y Un estudio de historia rural panameña: La región de los llanos
del Chirú (1991). En el área de la geografía, la ecología y su relación con la ocu-
pación del medio natural, Jaén Suárez es autor de los siguientes títulos: Análisis
regional y canal de Panamá (1981), Hombres y ecología en Panamá (1981) y Geografía
de Panamá: Introducción y antología (1985). En el campo de la historia diplomática,
es autor de varias monografías, ensayos y artículos sobre diversas facetas de la
historia de las relaciones contractuales con los Estados Unidos de América, y úl-
timamente ha escrito Las negociaciones sobre el canal de Panamá, 1964-1970 (Bogotá,
Grupo Editorial Norma, 2002) y la Autoridad del Canal de Panamá le publicó
Las negociaciones de los Tratados Torrijos-Carter, 1970-1979 (dos tomos, 2005) y
2000-2010: Diez años de administración panameña del Canal (2011).
A pesar de la meritoria producción intelectual, su obra capital continúa
siendo La población del istmo de Panamá (corregida y aumentada para una tercera
edición, Madrid, 1998), prolija investigación que le sirvió para obtener el título
de doctor en Letras y Ciencias Humanas en la Universidad de París I,
Panteón-Sorbona. En este estudio sobre la población de Panamá y los modos de
organización del espacio desde la Colonia hasta las dos primeras décadas del
siglo XX, se apoya Jaén Suárez «en un planteamiento geohistórico del Istmo que
no se ocupa del hombre singular ni del hecho aislado, sino de los grupos anó-
nimos y de la suma de los hechos rutinarios integrados en movimientos de larga
duración, de alguna manera vinculados a lo estructural. Le preocupa a omar
hacer en el período cubierto por su obra –principios del siglo XVI a principios
del XX– un análisis comparativo de dos estructuras del paso transístmico: en
primer lugar, la arcaica, lenta, la del barco de vela y la recua de mulas, y el ca-
pitalismo primitivo, en la que el río Chagres desempeña papel crucial; en se-
gundo lugar, la moderna, la veloz, la del ferrocarril y el barco a vapor, la del
capitalismo industrial, en la que el mismo río desempeña papel importante,
pero ahora en la operación de un canal a esclusas»51.
Si bien este distinguido compatriota ha sido un genuino representante de
la escuela historiográfica francesa, recientemente se ha enfocado en escudriñar
la historia genealógica, aquella rama de la ciencia histórica dedicada a rastrear
los antecedentes familiares con el propósito de resaltar o afirmar linajes de cier-
tos apellidos o familias de la sociedad. En esta línea de pensamiento se publicó
el libro Españoles en América: 300 años de los De la Guardia de Panamá y Costa Rica
(dos tomos, 2017).
Alfredo Figueroa Navarro, sociólogo, historiador, poeta, promotor y difusor
cultural de gran valía, es también un seguidor de esta corriente historiográfica.
Posee un doctorado en Sociología de la Universidad de París y una licenciatura
en la misma especialidad por la Universidad de Lovaina, Bélgica. Además de
sus investigaciones en el campo de la sociología, ha incursionado con éxito en
el área de la historia social y de las mentalidades colectivas, donde ha dado a la
898 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana
luz pública obras que constituyen referencia obligada dentro de nuestra produc-
ción historiográfica. A nuestro juicio, su trabajo más denso y abarcador sigue
siendo Dominio y sociedad en el Panamá colombiano, 1821-1903 (1978), obra cuyo
objetivo es rastrear los orígenes de la llamada clase dirigente panameña. A partir
de los instrumentos conceptuales que brindan la sociología y la historia, este tra-
bajo se adentra en el estudio de los grupos dominantes tanto urbanos como ru-
rales del Panamá decimonono, así como también de los sectores subordinados
del arrabal santanero. Analiza las formas y los mecanismos del poder local, re-
gional y nacional de la oligarquía panameña, el papel que en él juega la buro-
cracia y las transformaciones de mentalidades de este poderoso grupo urbano,
así como el impacto de las coyunturas económicas (el ferrocarril y el Canal Fran-
cés) en los grupos sociales en pugna hasta finalizar con un examen de las causas
que provocaron la independencia de 190352.
La obra intelectual de Figueroa es amplia y variada. Entre esta subrayamos
los siguientes títulos: Sociología del arrabal de Santa Ana en Panamá (1750-1850)
(1978), El desarrollo de las ciencias sociales en Panamá: Introducción y antología (1983),
Los grupos populares de la ciudad de Panamá a fines del siglo diecinueve (1987), Seis
aproximaciones a la historia social y demográfica de la ciudad de Panamá, siglos XVIII
y XIX (1994), Testamento y sociedad en el istmo de Panamá (siglos XVIII y XIX) (199l),
Las ciencias sociales en Panamá en vísperas del tercer milenio (1998), Nueva luz sobre
Carlos Antonio Mendoza (2000) y Vida y obra de Gaspar Octavio Hernández, el cisne
negro (2002), entre otros.
De Testamento y sociedad en el istmo de Panamá, investigación novedosa en
nuestro medio, ha dicho omar Jaén Suárez que «es el resultado de un largo y
arduo trabajo, de la compulsa, durante varios años, de más de dos mil piezas
de archivos, de testamentos y juicios de sucesión, sobre todo de fondos pana-
meños, relativos, esencialmente, al siglo XIX; analizados, clasificados y ponde-
rados con rigor científico por un verdadero historiador que conoce bien su
métier, aprendido allí donde se encuentran a cabeza de la reflexión metodoló-
gica, en Bélgica y singularmente en Francia. ofrece al lector una introducción,
profusamente documentada, a la actitud del hombre ante la muerte, visión del
anverso de su actitud ante la vida. Revela este rico fondo documental exhu-
mado por la paciencia de Alfredo Figueroa, que cubre todo el país ecuménico
salvo la provincia de Coclé, ciertas constantes y singularidades, fenómenos di-
versos y complejos, geográficos, económicos, sociales y culturales, en fin, de los
cuales teníamos, antes, datos dispersos, algunas intuiciones y, en general, ig-
norancia y oscuridad total»53.
Como señalamos anteriormente, Alfredo Castillero Calvo también ha se-
guido las huellas de esta corriente historiográfica, aunque como él mismo ha
dicho: «No me considero matriculado en los Annales. De hecho soy ecléctico,
pues he reivindicado implícita y explícitamente la historia narrativa, la historia
política, la historia cuantitativa, la historia de las mentalidades, así como también
Nueva historia general de Panamá X 899
la construcción de las nuevas formas de hacer historia»; y con relación a los pro-
blemas de la escritura y la difusión de la historia en Panamá, señaló:
Demás está señalar que nuestro compatriota goza de un bien merecido pres-
tigio nacional e internacional, el cual ha sido reconocido por prestigiosas insti-
tuciones nacionales e internacionales, así como por universidades extranjeras.
En su amplia y larga producción científica podemos citar algunos de sus trabajos
que han sentado precedentes en la historiografía panameña contemporánea.
Entre ellos podemos mencionar los siguientes títulos: Los negros y mulatos libres
en la historia social panameña (1969), Economía terciaria y sociedad: Panamá, siglos
XVI y XVII (1978), América hispana: Aproximaciones a la historia económica (1983),
La ruta transístmica y las comunicaciones marítimas hispanas (1984), Niveles de vida
y cambios de dieta a fines del período colonial en América (1987), Subsistencias y eco-
nomías en la sociedad colonial: El caso del istmo de Panamá (1991), Arquitectura, ur-
banismo y sociedad: La vivienda colonial en Panamá. Historia de un sueño (1994),
Conquista, evangelización y resistencia (1995), La ciudad imaginada: El Casco Viejo de
Panamá (1999), y Consolidación del orden colonial (volumen tercero, en dos tomos,
de la Historia general de América Latina, UNESCo, 2001).
He mencionado hasta aquí los trabajos que sintetizan la extensa producción
historiográfica de Castillero Calvo publicados hasta finales del siglo XX. En cada
uno de los trabajos anteriormente mencionados, se percibe un gran esfuerzo in-
telectual, rigurosidad científica, actitud de explorar nuevas avenidas para el aná-
lisis histórico, empleo de novedosas metodologías, uso de nuevas fuentes o
relecturas de las mismas, pero sobre todo denota los enfoques renovados con que
aborda cada nueva empresa que emprende, pues como él mismo señala la historia
escrita es «como la propia historia de la que se ocupa, cambiante y dinámica». Es
una historia que más que ofrecer conclusiones acabadas sugiere hipótesis y pro-
blemas. Ese es el caso, por ejemplo, del libro Arquitectura, urbanismo y sociedad: La
vivienda colonial en Panamá (1994), donde encontramos una elaboración más pre-
cisa y afinada de los métodos de análisis, un abordaje distinto de las fuentes do-
cumentales e incorporación de nuevos campos temáticos, como es el caso de las
peculiaridades de la vida cotidiana y las mentalidades de la sociedad colonial.
Al comentar este trabajo, el autor advierte: «Solamente abordaré algunos as-
pectos del problema de la vivienda. Mi estrategia será la de acometer los distintos
enigmas de la vivienda desde una perspectiva plurivalente; de esa manera, la tra-
taré a tres niveles distintos, a saber, como fenómeno urbanístico, como hecho ar-
quitectónico, y como problema social. Creo que es el mejor camino para descubrir
sus secretos y develar sus aspectos cognitativos, asunto este que debe esclarecerse
Nueva historia general de Panamá X 903
para poder comprender algo tan esencial como es el significado que tenía la vi-
vienda para sus usuarios del período colonial». Y al resaltar el propósito de esta
obra, Castillero Calvo nos dice «descubrir nuevos y desconocidos aspectos de la
sociedad colonial, y que el presente estudio de la vivienda es solo un medio más,
entre otros muchos posibles, para descubrir los secretos de la realidad social»59.
La metodología, enfoques y perspectivas de análisis que Castillero Calvo
utiliza en La vivienda colonial la aplica también a La ciudad imaginada: El Casco
Viejo de Panamá (1999), obra que trata sobre el traslado y fundación de la ciudad
de Panamá, el contexto ideológico-emblemático y funcionalidad de la nueva ciu-
dad, los edificios de gobierno, el agua, los incendios y las casas de las elites.
Sobre este volumen dice el propio autor: «Para comprender el Casco Viejo de
Panamá, es preciso estudiar los conceptos que inspiraron a sus fundadores, las
funciones que estos pretendían que cumpliera la ciudad y los valores arquitec-
tónicos y urbanos, ya sean estos políticos, estéticos o emblemáticos que aspira-
ban a materializar en ella, cómo evolucionó urbanística y arquitectónicamente
la ciudad, preservando o abandonando sus propósitos fundacionales. En otras
palabras, los factores que han configurado su realidad urbana»60.
Nuestro autor arranca en el nuevo siglo con nuevos bríos, produciendo, una
tras otra, obras monumentales. Primero asume la enorme empresa de dirigir la
Historia general de Panamá, en cinco tomos, proyecto editorial que no tenía pre-
cedentes y en la que además de dirigir y editar contribuye con 35 artículos de
su autoría que el profesor emérito de la Texas Tech University, Allan J. Kuethe
califica en estos términos: «Culminación de una vida de trabajo, soberbiamente
elaborados, todos ellos basados en exhaustivas investigaciones en archivos es-
pañoles y colombianos. Están repletos de dimensiones hasta ahora desconocidas
de la historia panameña y debe servir como obra de referencia básica para cual-
quier referencia a la historia de América Latina. Esta es una única y masiva con-
tribución, sin precedentes en la historiografía panameña en razón de su amplitud
temática, la profundidad de su análisis y la calidad de sus investigaciones»61.
En el 2006 publica Sociedad, economía y cultura material: Historia urbana de Pa-
namá la Vieja, libro que cubre una variedad de aspectos de la vida urbana de
nuestra ciudad primada y de hecho de todo el período colonial desde el siglo
XVI a fines del XVII. En su reseña a esta obra, escribió el profesor sevillano, Jaime
Lacueva Muñoz, del Centro de Estudios Andaluces: «En sus más de mil páginas
de clara redacción y amena lectura, combina las descripciones más precisas con
el análisis estructural y se mueve con naturalidad de una dimensión a otra. Aun-
que en la introducción anuncia que no pretende agotar los temas, difícilmente
el lector encontrará algún espacio en blanco en esta exhaustiva y pormenorizada
descripción, que integra anteriores aportaciones de Alfredo Castillero a la histo-
ria colonial e incorpora jugosas novedades, que se acerca al pasado desde una
perspectiva integral y comprehensiva, y que aspira con éxito a construir una his-
toria total»62.
904 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana
Kam Ríos, Luis Navas Pájaro, Dalva Acuña de Molina, Max Salabarrría Patiño,
Jorge Luis Macías, Pantaleón García, Fernando Aparicio, Denis Javier Chávez,
oscar A. Velarde, María Rosa de Muñoz, Miriam Miranda, Josefina Zurita, Sara
Jordán de Troetsch, Myrna Icela ortiz, Vilma Chiriboga, Patricia Guerrero, Ma-
rixa Lasso de Paulis, César González Herrera, José Aparicio Bernal, Rommel Es-
carreola Palacios, José Daniel Santamaría, Reymundo Gurdián Guerra,
Robespierre Vilar, César del Vasto, Félix Chirú, José Ismael Quirós Saavedra, Gil-
berto Marulanda, Amilcar Briceño Alvarado, Miguel González Miralles, Mila-
gros Sánchez Pinzón y Jorge Roqueber León, entre otros.
Adicional a estos profesionales, es oportuna la ocasión para consignar la
obra académica de aquellos científicos sociales que, desde el campo de la antro-
pología, la arqueología y otras disciplinas afines, han hecho importantes aportes
al conocimiento de los orígenes del hombre y mujer panameños y sus manifes-
taciones culturales en sus distintas etapas históricas. En este grupo se ubican:
Hernán Porras, Reina Torres de Araúz, olga Linares, Roberto de la Guardia,
Gladys Casimir de Brizuela, Richard Cooke, Luis A. Sánchez Herrera, Francoise
G. de Sinclair, Beatriz Rovira, Carlos Fiztgerald, Aníbal Pastor, Stanley Heckadon
Moreno, Francisco Herrera, Ana Elena Porras y Guillermina Degracia; así como
también importa destacar la importante contribución de un selecto grupo de an-
tropólogos y arqueólogos estadounidenses que desde hace muchos años han
contribuido al estudio de las formas de vida, organización social y cultural, ma-
nifestaciones artísticas y tradiciones de nuestros ancestros. Entre estos mencio-
namos, a manera de ejemplo, Samuel Lothrop, Henry Wassen, Philip Young,
Mary Helms, Anthony Coates y Gloria Rudolf, entre otros.
De igual forma subrayamos los aportes de otros cientistas sociales que tam-
bién han puesto su grano de arena en el camino de esclarecer aspectos específicos
de la historia nacional. En este grupo se destacan sociólogos como Gerardo Malo-
ney, Marco A. Gandásegui, Guillermo Castro Herrera, Enoch Adames, Raúl Leis,
Néstor Porcell Gómez, Carlos Castro, octavio Tapia Lu, Iván Quintero, Briseida
Allard, olmedo Beluche y Milciades Pinzón Rodríguez; demógrafas como Carmen
Miró y Ligia Herrera; psicólogos como Ramón A. Mon y Jorge Cisneros; juristas y
politólogos destacados como Ernesto Castillero Pimentel, Julio E. Linares, Juan
Materno Vásquez, César A. Quintero, Humberto Ricord, Carlos Iván Zúñiga, Jorge
Fábrega Ponce, Carlos A. Mendoza, Jorge Turner, Renato Pereira, Armando Muñoz
Pinzón, Carlos Cuestas Gómez, oscar Velarde, oydén ortega Durán, Hernando
Franco Muñoz, Anayansi Turner y Carlos Guevara Mann, entre otros.
El tema del negro, la discriminación racial y sus luchas reivindicativas y so-
ciopolíticas, vistas en perspectiva histórica, han sido objeto de atención por hom-
bres y mujeres de letras, entre ellos: Armando Fortune, George Priestley, Gerardo
Maloney Francis, Aminta Núñez, Agatha Williams, Luis A. Diez Castillo, Arturo
Guzmán Navarro, Mario José Molina Castillo, Melva Lowe de Goodin y Gersán
Josephn Garzón, para citar solo algunos de los más destacados.
908 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana
Notas
1
Joaquim Prats, «La enseñanza de la historia», La Vanguardia, viernes 7 de julio de 2000,
5 páginas.
2
Sin duda, la enseñanza de la «historia patria» ha jugado un papel ideológico importante en
el logro de los objetivos señalados anteriormente. No es mera casualidad que el primer texto
oficial de historia –el Compendio de historia de Panamá (1911) de Juan B. Sosa y Enrique J.
Arce–, haya sido patrocinado por el Gobierno de la joven república. Adicionalmente, tanto
la Constitución política como la Ley Orgánica de Educación han hecho énfasis en la ense-
ñanza de la historia, la geografía y la cívica como parte del proceso enseñanza-aprendizaje
de los estudiantes panameños. Sin embargo, no es hasta 1946, cuando la Constitución pro-
mulgada ese año elevó la enseñanza de estas asignaturas al rango constitucional y las defi-
nió como disciplinas patrióticas. Por ejemplo, el artículo 81 de dicha carta, establecía que
«la enseñanza de la historia patria y de la educación cívica estarían a cargo de profesores
panameños». Desde entonces, esta norma se ha mantenido en el texto constitucional. Más
precisa aún es la Constitución política de 1972, cuando en el capítulo 5 (Educación, artículos
87, 89 y 99), se consagra la importancia de la enseñanza de estas disciplinas. En efecto, el
artículo 87 señala: «La educación se basa en la ciencia, utiliza sus métodos, fomenta su cre-
cimiento y difusión y aplica sus resultados para asegurar el desarrollo de la persona humana
y de la familia, al igual que la afirmación y fortalecimiento de la nación panameña como co-
munidad cultural y política». En tanto, el artículo 89 manifiesta: «Se reconoce que es finalidad
de la educación panameña fomentar en el estudiante una conciencia nacional basada en el
conocimiento de la historia y de los problemas de la patria»; y mediante el artículo 99, se le
faculta a la universidad oficial de la república (en aquel tiempo, 1972, se refería a la Univer-
sidad de Panamá, pues era la única institución de educación superior existente en el país) a
incluir «entre sus actividades, el estudio de los problemas nacionales, así como la difusión
de la cultura nacional». En concordancia con estos postulados, la Ley Orgánica de Educación
va mucho más allá al señalar, en su artículo 255A: lo siguiente «Los contenidos programáti-
cos deben promover una educación patriótica que profundice la enseñanza y conocimientos
sobre nuestra historia, nuestra geografía y las luchas sociales que han contribuido a la confor-
mación de la panameñidad; deben exaltar los valores individuales y sociales, así como desa-
rrollar en el educando conductas, habilidades y un espíritu creativo dirigido al engrande-
cimiento y consideración de la patria» (las cursivas son nuestras). Ver: Constitución política
de la República de Panamá de 1946 y de 1972; y también, Rosa Aguina, «Informe de la sub-
comisión de textos», en Memoria del Primer Congreso Nacional sobre la enseñanza de la Ge-
ografía de Panamá y de la Historia de Panamá: Diagnóstico y propuestas, Editora Sibauste, S.A.,
Panamá, 2003, pp. 140-143.
3
Consideramos que en sociedades frágiles y débiles estructuralmente, como es el caso de
los países en vías de desarrollo, y la sociedad panameña es parte de este conglomerado de
910 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana
13
Ministerio de Educación, Dirección Nacional de Currículo y Tecnología Educativa, Programa
de Educación Básica General para las escuelas de la república, Programa de ambiente natural
y social, Panamá, marzo de 1999.
14
Ver Celestino Araúz, Denis Chávez, Acela Pujol y Ana Hernández de Pittí, «Antecedentes in-
mediatos» de la promulgación de la Ley 42 de 5 de agosto de 2002, «Sobre la enseñanza de
la Historia de Panamá, la Geografía de Panamá y la Cívica», Panamá, 2002 (Publicada en la
Gaceta Oficial 24,613 de 8 de agosto de 2002).
15
El desconocimiento generalizado de la historia panameña ha sido desde hace tiempo una
cuestión preocupante. Sin embargo, esta situación se ha agravado en las últimas décadas
por la indiferencia tanto de las autoridades escolares como de los propios docentes, padres
de familia y de los educandos, quienes no le prestan la debida atención a la enseñanza-
aprendizaje de las materias humanistas y, en particular, a la historia. Esa indiferencia y apatía
de parte de los educandos a los cursos de historia tiene muchas aristas, por lo que es un
tema al que debe prestársele mayor consideración de parte de los especialistas en la materia,
de los pedagogos y de las autoridades educativas. Una aproximación somera a este tema
en Reymundo Gurdián Guerra, «Quinto centenario: La historia de Panamá entre la tradición
y la innovación», La Prensa, martes, 8 de octubre de 1991; y «Reflexiones en torno a la ense-
ñanza e investigación de la historia de Panamá», Temas de Nuestra América, número 97, Pa-
namá, julio de 1998. Los profesores Consuelo Tempone y Valentín Corrales abordan esta
cuestión en «La enseñanza de la Geografía de Panamá a nivel superior», en: Memoria del Pri-
mer Congreso Nacional sobre la Enseñanza de la Geografía de Panamá y de la Historia de Pa-
namá: Diagnóstico y propuestas, 18 al 22 de febrero de 2002, Editora Sibauste, Panamá, 2003,
pp. 125-132.
16
Ver con provecho Denis Chávez, Fernando Aparicio y Orestes Arenas, «Informe de la Comi-
sión de Enseñanza de la Historia de Panamá en la Educación Superior», en: Memoria del Pri-
mer Congreso…, op. cit., pp. 105-116.
17
Sobre el particular, ver con provecho, Memoria del Segundo Seminario de Historia de Panamá,
Panamá, 11 al 16 de enero de 1971 (el doctor Carlos Manuel Gasteazoro fue el presidente
de la Comisión organizadora del evento).
18
Chávez, Aparicio y Arenas, Informe…, op. cit., p. 106.
19
Es oportuno establecer la diferencia entre lo que es una escuela y un departamento acadé-
mico. En primer lugar, las escuelas son unidades académicas que, dentro de las respectivas
facultades programan, coordinan y administran la enseñanza de una carrera o especialidad
de estudios que culminan en un título profesional. Una escuela tiene como función general
coordinar y administrar solo una carrera o especialidad de estudios que termine con el grado
de licenciatura. En tanto, los departamentos académicos son las subdivisiones básicas en las
que se agrupa el personal docente de cada facultad, de acuerdo con la afinidad de las dis-
ciplinas académicas a su cargo, para participar en las tareas docentes, de investigación y ex-
tensión. Desempeñan funciones científicas y pedagógicas, y ofrecen directamente o a través
de las escuelas, los servicios docentes que requieran para la enseñanza de las carreras de la
facultad. Ver: Universidad de Panamá, Vicerrectoría Académica, Dirección General de Plani-
ficación y Evaluación Universitaria, Manual de organización y funciones, Panamá, marzo de
2003.
20
Chávez, Aparicio y Arenas, op. cit., p. 107.
21
La Comisión de Reestructuración de la Licenciatura en Historia presentó a las autoridades
universitarias, en octubre de 2002, el informe final denominado Proyecto de actualización
de la licenciatura en Humanidades con especialización en Historia. Esta comisión estuvo inte-
grada por los siguientes profesores: Gustavo García de Paredes (presidente), Reymundo Gur-
dián Guerra (vicepresidente), Fernando Aparicio, Guillermo Bermúdez, Enilsa de Cedeño,
912 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana
Josefina Zurita, Ana Elena Porras, Tahía Rivera, Fermina Santana, Porfirio De Cruz, Yolanda
Marco y Miriam Miranda. Esta propuesta de actualización fue aprobada finalmente por el
Consejo Académico, el 6 de marzo de 2003 y el nuevo plan de estudio se empezó a poner
en práctica a partir del primer semestre del año 2003.
22
Ver Proyecto de actualización de la licenciatura en Humanidades con especialización en Historia,
Departamento de Historia, Universidad de Panamá, octubre de 2002 (documento inédito).
23
Ibidem.
24
Entre estas instituciones culturales podemos mencionar a la Academia Panameña de la His-
toria (1921), que fue la pionera en este tipo de estudios, el Centro de Investigaciones Sociales
y Económicas, el Instituto Panameño de Investigaciones Históricas, el Colegio Panameño
de Historiadores y la Academia Eclesiástica de Panamá, entre otras. Cabe destacar que la
vida académica y la producción historiográfica de estas instituciones ha sido variada y desi-
gual, algunas incluso ya han desaparecido por causa natural, por no contar con mecanismos
flexibles de relevo generacional, por conflictos internos entre algunos de sus miembros y
por falta de recursos económicos; mientras otras, aunque vigentes, padecen los mismos
problemas y, por lo tanto, es poco lo que han podido hacer en bien de la producción, difu-
sión y divulgación del conocimiento histórico.
25
Eduardo Fabara Garzón, op. cit., p. 18.
26
Francisco Enríquez, Víctor Hugo Acuña, et al., «Enfoque de la asignatura», en: Estudios Socia-
les, guía didáctica, Editorial de la Universidad de Costa Rica, PROMECE-Ministerio de Educación
Pública, San José, Costa Rica, 1996, p. 5.
27
En la propuesta electoral para la rectoría del doctor Gustavo García de Paredes, se hace una
radiografía de la situación de la investigación en la Universidad de Panamá en los siguientes
términos: «La investigación científica, tecnológica y humanista ha tenido un débil desarrollo
en el país, concentrándose, principalmente, en la Universidad de Panamá. El Estado y el sec-
tor productivo, en general, le han asignado escasos recursos a la dimensión investigación y
desarrollo (I+D) […] Después de 1995, la tendencia decreciente de la inversión pública en
investigación se acentúo. En lo que a la Universidad de Panamá respecta, los recursos des-
tinados a investigación representan alrededor de 0.23% del presupuesto anual. La situación
anotada explica, en cierta medida, el precario desarrollo de la investigación, como función
esencial de la universidad. A esto habría que agregar la indefinición de políticas y líneas de
investigación a nivel institucional, que aporten direccionalidad y sentido a las acciones sis-
temáticas de la universidad en este campo estratégico, con base en las prioridades de la
propia universidad y las necesidades de los sectores social y productivo del país. Se carece,
en efecto, de un plan estratégico que marque finalidades y trayectorias a la formulación de
planes a corto y mediano plazo; predomina el perfil del investigador individualista, encla-
vado en estrechas parcelas unidisciplinarias; no existen vínculos directos y explícitos entre
investigación y programas de formación a nivel de maestrías y doctorados que, al mismo
tiempo que generen conocimiento, preparen el personal científico de alto nivel que requiere
el sistema de investigación; son escasas las vinculaciones y alianzas en esta materia con
otras instituciones y organismos de investigación del país y del extranjero, con el Estado y
con empresas privadas». Ver: Gustavo García de Paredes, candidato a rector 2003-2006, Pro-
puesta Universitaria III: Rescate y transformación de la Universidad de Panamá, Panamá, marzo
de 2003, pp. 22-23.
28
El artículo 9 de la Ley 42 de 5 de agosto de 2002, señala: «El Órgano Ejecutivo deberá destinar
los recursos necesarios para que, la Universidad de Panamá, mediante el nombramiento de
investigadores acreditados, recupere u obtenga copias de todos los documentos sobre la
historia de Panamá que reposan en países extranjeros. El Órgano Ejecutivo deberá destinar
los recursos adecuados para la creación de un Instituto de Investigaciones Históricas,
Nueva historia general de Panamá X 913
53
Omar Jaén Suárez. «Presentación del libro de Figueroa Navarro, Testamento y sociedad en el
istmo de Panamá», La Prensa, 20 de septiembre de 1991, p. 43.
54
Discurso leído en el acto de presentación del doctor Castillero Calvo como académico co-
rrespondiente de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, el 17 de octubre de 2014.
Publicado en Minervae Baeticae, boletín de dicha academia, Segunda Época, volumen 43,
Sevilla, 2015.
55
En suplemento cultural «Conoce tus provincias», La Prensa, 30 de octubre de 1986.
56
Publicado luego en separatas y recientemente incluido en Historia y globalización: Ensa-
yos en homenaje a Alfredo Castillero Calvo, Editora Novo Art, S.A., Panamá-Bogotá, 2017,
pp. 215ss.
57
Alfredo Castillero Calvo, Reflexión sobre el centenario y Panamá la Vieja como patrimonio mun-
dial de Unesco. Discurso pronunciado en la catedral de Panamá la Vieja en la sesión solemne
del Consejo Municipal de Panamá, el 15 de agosto de 2003; publicado en Tareas, número115,
septiembre-diciembre de 2003.
58
Ibidem, pp. 2-3.
59
Alfredo Castillero Calvo, Arquitectura, urbanismo y sociedad: La vivienda colonial en Panamá.
Historia de un sueño, Editorial Presencia, Santafé de Bogotá, 1994, pp. 28 y 30.
60
Alfredo Castillero Calvo, La ciudad imaginada: El Casco Viejo de Panamá, edición del Ministerio
de la Presidencia de la República de Panamá-Editorial Presencia, Bogotá, 1999, p. 15. Ha sido
reeditada y muy ampliada en lujoso formato con el título La ciudad imaginada: Historia social
y urbana del Casco Viejo de Panamá, Editora Novo Art, S.A., Panamá, 2016.
61
Tareas, número 123, Panamá, mayo-agosto de 2006. Traducción del original publicado en
la Hispanic American Review.
62
Anuario de Estudios Hispanoamericanos, volumen 66, número 1, Sevilla, enero-junio de 2009.
63
La primera frase es del doctor Carlos Guevara Mann, profesor de la Florida State University-
Panamá, en su artículo «El historiador de la patria», La Prensa, 22.XI.2017; mientras, la se-
gunda, es una expresión doctor Guillermo Castro Herrera en «El privilegio Castillero»,
palabras pronunciadas en el acto de reconocimiento en el que se le otorgó al doctor Casti-
llero Calvo la categoría de «Investigador Emérito» del Sistema Nacional de Investigación de
la SENACYT, publicado en: Alfredo Castillero Calvo: Antología histórica. Artículos, ensayos, con-
ferencias, Editora Novo Art, S.A., Panamá-Bogotá, 2018.
64
Palabras del doctor Morales en ocasión del lanzamiento del libro de Castillero Calvo, Porto-
belo y el San Lorenzo del Chagres... ya citado.
65
«Alfredo Castillero en la historia global: la perspectiva de dos discípulos», en: Historia y glo-
balización…, op. cit. Esta obra incluye, además de dos artículos suyos, e insertados entre los
distintos capítulos, diversos textos epistemológicos del doctor Castillero Calvo sobre el oficio
del historiador.
66
A. Schaff, op. cit., p. 333.
CAPíTULo XXIX
Introducción
Todavía hay mucho que investigar sobre el periodismo del centenario, cien
años de lucha por mantener a la opinión pública informada de los acontecimien-
tos nacionales y de los hechos que interesan a una sociedad exigente y en cons-
tante evolución como la panameña.
Antecedentes coloniales
A pesar de que la imprenta llegó muy tarde a Panamá (en 1821, procedente
de Kingston, Jamaica), en comparación con México (1539) y Perú (1584), el pe-
riodismo tuvo un marcado desarrollo durante la época en que la antigua colonia
española permaneció unida a Colombia; principalmente, porque desde un prin-
cipio el periodismo se constituyó en un valioso instrumento para la difusión de
las ideas liberales, para la promoción de la cultura, el adoctrinamiento religioso
y la orientación de la actividad mercantil.
No se puede hablar de periodismo del Centenario de la República si se ig-
noran los antecedentes de la prensa panameña. La imprenta colonial sentó las
bases de lo que sería el periodismo moderno. Las primeras informaciones pu-
blicadas estaban cargadas de las formas ideológicas imperantes, tales como la
profusión de catecismos, sermones, novenas, triduos, responsos, decretos, leyes.
La primera imprenta que funcionó en el Istmo fue importada de Jamaica
por el patriota José María Goytía, un dirigente de la logia de los masones. Goytía
fue propietario de la Imprenta Libre de Panamá y publicó el primer periódico
de la historia de Panamá: La Miscelánea del Istmo, que salió a la luz pública en
marzo 1821, el mismo año en que se proclamó la independencia de Panamá de
España (28 de noviembre de 1821).
El sociólogo e historiador Alfredo Figueroa Navarro indica que la imprenta
nació «como un órgano de ruptura con un pasado de tinieblas y como vocera
de las consignas de la Revolución francesa de 14 de julio de 1789, a saber, liber-
tad, igualdad y fraternidad».
La Miscelánea del Istmo nació como un instrumento de propaganda. Era un
semanario de cuatro páginas en formato pequeño. Estaba respaldado por los in-
telectuales de la época. Una de las primeras campañas del periódico fue impulsar
la independencia de Panamá de España y apoyar la adhesión del Istmo a la Co-
lombia, regida por Simón Bolívar, quien facilitó la consecución de la imprenta
en Jamaica para contar con medios de comunicación a favor de su causa contra
los colonizadores ibéricos.
En su investigación titulada Periodismo sin tembladera, Rafael Candanedo,
profesor de Periodismo de la Universidad de Panamá, señala que aunque Es-
paña era el adversario, los editores del semanario usaron para protegerse un ar-
tículo, el 371, de la Constitución que regía el reino: «Todos los españoles tienen
la libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de
licencia».
Nueva historia general de Panamá X 917
Entre los pioneros del periodismo colonial panameño sobresalen José María
Goytía, Mariano Arosemena, Juan José Calvo, Juan José Argote, José Ángel San-
tos, José Vallarino, José de obaldía, Blas y Gaspar Arosemena. En el elenco de
estos zapadores de la imprenta, también aparecen los nombres de José Ángel San-
tos (desde 1824), Diego Santiago González (a partir de 1826), ambos nativos de
Cartagena, Colombia; Jaime Bousquet (dese 1834) y José María Bermúdez (a par-
tir de 1843).
En 1822 se inició en Panamá la publicación de folletos, libelos y opúsculos.
Abundan los de contenido gubernamental y político. Proliferan las leyes y regla-
mentos; florecen unas célebres memorias de comercio y agricultura elaboradas
por la «Sociedad Amigos del País». Hay que recordar que la susodicha folletería
iba dirigida a un 5% de la población que sabía leer y escribir.
Figueroa Navarro recuerda que en Panamá el primer periodismo fue alta-
mente ideológico. «Sus artículos difundirán unos postulados caros a sus autores
que citaban continuamente a Rosseau, Voltaire, Diderot, D’Alembert, Montes-
quieu y Bentham», afirma el sociólogo.
Entre los grandes periódicos del siglo XIX en Panamá es digno mencionar
a La Miscelánea del Istmo (1821), El Comercio Libre (1833), Los Amigos del País (1835),
El Mono Político (1836), La Raposa Ladina (1836), La Bruja del Correo (1848), El Cen-
cerro (1848), El Panameño (1849), El Primer Loco (1850), La Tarántula (1851), El
Arriero (1852), El Hablador (1853), El Pueblo (1857), El Duende (1858), La Matraca
(1858), La Muerte (1860), El Bombero (1889), El Quijote (1889), El Loro (1891), El
Deber (1892), El Guante (1895), El Progreso (1895), La Verdad (1895), El istmo de Pa-
namá (1895), El Ciudadano (1896), La Juventud Liberal (1896), El Institutor (1896),
El Entremés (1896), El Nacional (1896), La República (1896), La Asociación (1897), La
Campaña (1897), La Regeneración (1897), La Situación (1897), El Lápiz (1897), El Na-
cionalista (1897), El Liberal (1898), El Tío Sam (1898), El Criterio (1899), y El Istmeño
(1899). La mayoría de estos periódicos costaban 3 centésimos de balboa.
El periodismo de la época colonial nació con ideas autonomistas, con altos
ideales independentistas. En sus páginas se reflejó siempre un nacionalismo
embrionario y un velado deseo de defender las causas locales. Por esa razón, el
periodismo republicano, que siguió a la separación de Panamá de Colombia,
nació con renovados bríos, con un objetivo claro: consolidar la incipiente nueva
república.
Periodismo escrito
Partido Constitucional, que fue el nombre que asumió la coalición política de con-
servadores y liberales que respaldaban el Gobierno de don Manuel Amador Gue-
rrero y el movimiento secesionista. La República se publicó a raíz de la separación
de Panamá de Colombia. En este medio se publicaron las adhesiones de los pueblos
del Interior al movimiento independentista. Sus planas publicaron aspectos rela-
cionados a la negociación y aprobación del Tratado Hay-Bunau Varilla y la inmi-
nente construcción del canal interoceánico por el Istmo. Salía los domingos y se
publicaron varios números en inglés. Este fue el primer periódico que se fundó
bajo el régimen de la república. Aún no se había firmado la Constitución de Pa-
namá, por lo tanto, seguían vigentes las leyes de imprenta del Gobierno colom-
biano. El periódico se publicó por dos años.
Otros periódicos
En 1922, surgieron Vida de Sport, Revista Nacional y El Garrote, este último se pu-
blicó en Pedasí, provincia de Los Santos; La Voz de Coclé, editado por J. M. Quirós
y Quirós y G. G. Guardia Jaén.
Hay periódicos que merecen una especial mención como son La Estrella de
Panamá, fundado en febrero de 1853, que pertenecía a la familia Duque; El Pa-
namá América, fundado el 5 de diciembre de 1928 por el entonces prominente ju-
rista y futuro presidente de la república, doctor Harmodio Arias Madrid; El
Mundo, fundado por el dirigente liberal, ingeniero David Samudio y el diario La
Prensa, fundado el 4 de agosto de 1980 por Roberto Eisenmann y un grupo de
ciudadanos dispuestos a combatir la dictadura militar que gobernó en Panamá
desde el 11 de octubre de 1968 hasta el 20 de diciembre de 1989.
A raíz del golpe militar que derrocó, el 11 de octubre de 1968, al presidente
constitucional Arnulfo Arias Madrid, los militares se apoderaron de la Editora
El Panamá América, S.A. (EPASA) de la familia Arias , que publicaba los periódi-
cos La Hora, Crítica y El Panamá América. El 22 de julio de 1971 la dictadura militar
sustituye a EPASA por la nueva Editora Renovación S.A. (ERSA), cuyos directivos
eran Rodrigo González Jurado, Franklin Arosemena Zambrano y Alberto Luis
Tuñón Núñez. ERSA publicaba tres periódicos: La República, Crítica y El Matutino.
El 26 de diciembre de 1989, Rosario Arias de Galindo y Gilberto Arias, presidenta
y vicepresidente de Editora El Panamá América, S.A., respectivamente, se pre-
sentan con un grupo de amigos, lo mismo que periodistas nacionales y extran-
jeros, a las instalaciones y edificios de su propiedad en vía Fernández de
Córdoba y recuperan el emporio periodístico de su propiedad.
Los militares también la emprendieron contra el diario La Prensa, periódico
que fue cerrado en tres ocasiones (1982, 1987 y 1988). La Prensa nació bajo la mira
de los militares el 4 de agosto de 1980. Desde sus primeros días, fue sometida a
censura, amenazas, agresión y cierre. A pesar de todas intimidaciones, el perió-
dico mantuvo «garras» y coraje para enfrentarse al totalitarismo y luchar por la
recuperación de la democracia en Panamá. El 30 de julio de 1982 efectivos de la
Guardia Nacional irrumpen violentamente en el edificio de la 12 de octubre. El
29 de abril de 1984 el autor de la columna «En pocas palabras», Guillermo Sán-
chez Borbón, fue golpeado por agentes de la dictadura. La represión también se
ejerció por el lado laboral. El 25 de septiembre de 1984, por una demanda de
26 huelguistas de los 106 trabajadores de la empresa, La Prensa fue cerrada por
tres días por orden del Ministerio de Trabajo. La censura se estableció el 11 de junio
de 1987, al mando de Miguel Ángel Picard-Ami. La infamante censura externa se
mantuvo por 20 días. Y posteriormente, el 27 de julio de ese año, se ordenó el cierre
que se extendió (con una breve excepción en febrero de 1988) hasta la primera se-
mana de 1990, después de la invasión de los Estados Unidos de América (20 de di-
ciembre de 1989) que derrocó la dictadura de Manuel Antonio Noriega.
Y por supuesto que no se puede hablar de la historia del periodismo en Pa-
namá sin mencionar a la decana de la prensa nacional, La Estrella de Panamá.
924 X Un siglo de periodismo en Panamá
Press (1940), The Runway (1943), The Fledgling (1944), The Howard Field (1946), The
Messenger (1950), The Republic (1970), The Panama News (1997).
En Panamá también circularon periódicos escritos en idioma chino. El 10 de
octubre de 1930 se creó La República, un tabloide (formato pequeño) que ofrecía
información sobre China, Taiwán, Hong Kong, Macao y divulgaba informacio-
nes sobre lo que sucedía en Panamá con la comunidad china. En 1943 nació La
Justicia, bajo la dirección de Kon Chin Cheng y todavía circula el Chun Pa-pao y
El Expresso.
El periodismo económico también ha tenido mucho auge en Panamá. El 9
de mayo de 1983 apareció el semanario económico, mercantil y financiero La Ga-
ceta Financiera, dirigida por Roberto Brenes. En 1987 surgió Panorama Económico,
dirigido por Juan Carlos Duque. En 1990 se publicó Correo Económico, bajo la di-
rección de Franklin Bósquez D’Giovanni. El 19 de agosto de 2000 nació el sema-
nario Capital, dirigido por Alina Guerrero.
Rafael Candanedo revela que entre las publicaciones universitarias más con-
sistentes se encuentran los periódicos Campus, El Búho y La Universidad. Durante
el régimen militar circuló el periódico La Gaceta, editado por estudiantes de co-
municación social de la Universidad Santa María La Antigua (USMA). Era un pe-
riódico combativo, que causó mucho malestar entre la cúpula castrista.
Impulsados por el Sindicato de Periodistas de Panamá, el 27 de julio de 1961 se
abrió la Escuela de Periodismo de la Universidad de Panamá. Tenía 62 estudian-
tes y su primer director fue Gil Blas Tejeira, escritor y periodista de Penonomé,
Coclé, quien también perteneció a la Academia Panameña de Lengua. Uno de
los primeros egresados de la escuela fue Milciades ortíz, profesor de Periodismo
de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Panamá.
Nombres en la historia
Doris Hubbard, Edmundo Dolphy, Eduardo Martínez, Eduardo Soto, Elvia Al-
varado de Amador, Emilio Sinclair,, Enrique Ruíz Bernacci, Eric Rodríguez Auer-
bach, Ernesto Morales, Escolástico Calvo, Estela Villa Real, Euclides Corro,
Euclides Fuentes Arroyo, Eulogia de Arias, Eusebio A. Morales, Eva Montilla,
Fernán Molinos, Fernando Fernández, Florencio Gálvez, Franklin Bósquez
D’Giovanni, Franklin Castrellón, Gabino Gutiérrez, Garritt Geneteau, Gaspar
octavio Hernández, George Thomas, Gil Blas Tejeira, Gil Colunje, Gionela Jor-
dán, Gonzalo Castro Domínguez, Griselda Bósquez, Griselda López, Guido Po-
sada, Guillermo Andreve, Guillermo Méndez Pereira, Guillermo Rodolfo Valdés,
Hadulfo Vásquez, Harmodio Arias, Héctor Conte Bermúdez, Héctor Donadío
Carrillo, Herasto Reyes, Hermes Sucre Serrano, Hermógenes de la Rosa, Hernán
Botello, Hipólito Donoso, Hollis Robinson, Humberto Castillo, Ignacio «Nacho»
Valdés, Ileana Gólcher, Irene Hernández, Iván Zurita, Jackeline Clark, Jaime Bei-
tía, Jaime Padilla Béliz, James Aparicio, Jenia Nenzen, Jeptha B. Duncan, Joaquín
Beleño, Joaquín Maizón, Joe Maganini, Johnny Manzzo, Jorge Calvo, Jorge Do-
nado Barahona, Jorge Prosperi, José Barragán Maylín, José de la Cruz Herrera,
José Dolores Moscote, José Franco, José Hernández, José Isaac Fábrega, José Iván
Ramos, José otero, José Quintero de León, Juan Barrera Salamanca, Juan Carlos
Duque, Juan Carlos Tapia, Juan Demóstenes Arosemena, Juan Gómez, Juan Luis
Batista, Juan Pritsiolas, Julia Elena Alvear, Julián Pérez, Julio Aizprúa, Julio Mi-
ller, Julio ortega, Justo Quirós, Leonidas Escobar, Leroy Husband, Leslie Wi-
lliams, Lester Burton, Liz Camazón, Liz Carrasco, Lorenzo Abrego, Lorenzo
Sánchez Galán, Lucy Molinar, Luis Alberto Díaz, Luis Botello, Luis Boutin, Luis
Carlos Pérez, Luis Carrizo, Luis González, Luis Harris, Luis Lamboglia, Luis
Melo, Luis Pimentel, Luis Romero Villalobos, Luz María Noli, Manuel Álvarez
Cedeño, Manuel Barragán, Manuel de Jesús Torres, Manuel Domínguez, Manuel
Jiménez Sánchez, Manuel María Alba, Manuel Tejada López, Marco Gandásegui,
Mariano Torrero, Mario Augusto Rodríguez, Mario Velásquez, Mayín Correa,
Migdalia Fuentes de Pineda, Milciades Amores, Milciades ortiz, Mileika Bernal,
Mireya Hernández, Nicolás Victoria Jaén, Norma Núñez Montoto, Nubia Apa-
ricio, octavio Méndez Pereira, orlando Kivers, orlando Mendieta, Pablo Cas-
trellón, Pantaleón Henríquez Bernal, Pedro Solís Villalaz, Rafael Antonio Ruíz,
Rafael B. Ayala, Rafael Candanedo, Rafael Harris, Rafael Núñez Zarzavilla, Ra-
fael Pérez, Rafael Samudio, Ramón Arosemena, Ramón Cano, Ramón García,
Ramón Guerra, Ramón Jiménez Vélez, René Hernández, Ricardo A. Pardo, Ri-
cardo J. Alfaro, Ricardo Lince, Ricardo Miró, Roberto López Dubois, Roberto
Núñez Escobar, Rodulfo Pardo, Rogelio Díaz, Rolando Rodríguez, Rómulo Gon-
zález, Ronaldo Gálvez, Roque Javier Laurenza, Rosa Guizado, Rosalina orocú
Mojica, Rubén Darío Murgas, Ruth Rodríguez, Salustiano Chacón, Samuel
Lewis, Simón de la Rosa, Simón Elliet, Tomás Gabriel Duque, Víctor Florencio
Goytía, Víctor Martínez Blanco Víctor Raúl Vásquez, Víctor Torres, Wilfredo Jordán,
Winston Robles, Yali Pittí y Yasmina Reyes, entre otros que escapan de mi mente,
Nueva historia general de Panamá X 927
La pantalla chica
La televisión criolla
Cine informativo
Ricardo Turner
Raíces
Béisbol
De las páginas del Star & Herald y La Estrella de Panamá, que se publicaban
de manera conjunta, obtenemos referencias a la actividad deportiva, concreta-
mente de béisbol, desde fechas precisas como el sábado, 21 de octubre de 1882,
en el que se da noticia de los resultados de un encuentro de ese deporte. A guisa
de referencia, señalemos que el Star & Herald ve la luz primera el 6 de febrero de
1848, mientras que La Estrella de Panamá se inicia el 3 de febrero de 1853; o sea,
que resultan muy anteriores a la fecha del encuentro deportivo citado. Posterior
a esa fecha, estos periódicos cubrieron esporádicamente partidos de béisbol que
fueron escenificados entre miembros de la Compañía del Ferrocarril, principal-
mente de origen norteamericano, durante la década correspondiente a 1880. No
se ha podido establecer la participación de miembros de la comunidad pana-
meña en el béisbol por esas fechas.
Nueva historia general de Panamá X 939
Ha alcanzado un crecimiento tal, que en los diarios se incluye una sección espe-
cializada en hípica; hay comentaristas en las radios y televisoras que ejercen sus
labores en esta área.
Como una anécdota, ejemplificante, baste recordar que el asesinato del pre-
sidente José A. Remón acaeció en el Hipódromo de Juan Franco. Luego de ello,
se construyó un nuevo hipódromo en los predios de Juan Díaz y fue bautizado
con el nombre del finado presidente Remón.
Los jinetes panameños han logrado una merecida fama en esta disciplina y
son reconocidos mundialmente. A modo de lema, los istmeños, refiriéndose al
hipódromo, señalan la frase: «Cuna de los mejores jinetes del mundo».
otra actividad, a la cual no puede catalogarse como deporte, pero que se prac-
ticó desde los tiempos coloniales, responde a las peleas de gallos. Esta modalidad
se practica en la mayoría de las poblaciones del Interior. Para ofrecer una imagen
que nos dé una visual de lo señalado, indicamos, a guisa de ejemplo, que en Pocrí
de Aguadulce, una comunidad con poca población contaba con tres galleras.
otro espectáculo que no cuenta con el reconocimiento de deporte, pero que
gestó una amplia acogida, fue la lidia de toros. Inicialmente, se habilitó un coso
taurino en los terrenos de La Exposición para, posteriormente, construirse una
plaza en San Francisco de la Caleta. Esta plaza, que recibió el nombre de La Ma-
carena, estaba ubicada entre las avenidas Tercera y Cuarta que hacen esquina
con la vía Porras. Figuras de gran renombre y fama se presentaron en esa plaza.
Nos referimos a Luis Miguel Domínguez «Dominguín», Manuel Benítez «el Cor-
dobés» y Mario Moreno «Cantinflas», entre otros.
Adicionalmente a su objetivo fundamental, La Macarena fue escenario pro-
picio para eventos de otra naturaleza. Fue de alguna frecuencia observar carte-
leras anunciando eventos boxísticos en esa plaza.
A finales de los años 50, esta actividad decayó y la plaza fue demolida para
dar paso a la construcción de un complejo centro comercial. Pese a ello, las co-
rridas y las actividades de lidia se continúan celebrando en las fiestas patronales
de nuestro Interior.
Baloncesto
Fútbol
Figuras destacadas que han dado prestigio a nuestro fútbol dentro y fuera
del país son: Pedro «Empanada» Arosemena, José «Manteca» Alzamora, Pablo
Prado, Everardo «Colón» Núñez, Rogelio Pérez, Óscar Sogandares, Alfredo
«Gallo» Tapia, Humberto Chera, Emel ospino, Carlos Romolton, Santiago
«Piepa» Anderson, Rubén «Siky» Clark, Antonio Nevil, George Pinok, José
«Naci» De Bello y Gastón De León6.
Levantamiento de pesas
Tenis
En entrevista concedida por don Felipe Motta a Juan Suñé, podemos poner
de manifiesto que el tenis tiene como punto de partida, en nuestro país, una can-
cha que se habilitó expresamente para esas prácticas en calle 44 del barrio de La
Exposición, hoy Bella Vista. Inicialmente, la cancha era muy rudimentaria y no
permitía el desarrollo de las prácticas a satisfacción.
sostuvo hasta 1975, año en que el Instituto Nacional de Deportes organizó el Pri-
mer Campeonato Nacional.
En la costa atlántica, concretamente en Colón, se construyeron canchas para
la práctica del deporte blanco. Estas estuvieron ubicadas en las comunidades de
Margarita y Rainbow City. Por muchas décadas fueron el escenario de partidos
tenísticos.
Con alguna frecuencia se dieron encuentros entre los tenistas de ambas cos-
tas y, adicionalmente, también se dieron «segunda mitad de camino» en las can-
chas de Paraíso.
El año 1996 marca un importante hito en la historia de este deporte. Para
esa fecha, nos representa una delegación en la reconocida Copa Davis. Fuimos
clasificados en la zona III y actuaron en representación de Panamá los atletas
Juan Pablo Herrera, Jan Gelabert, Gustavo Garibaldi, los hermanos Juan y Carlos
Silva y Carlos Vargas. Este grupo de atletas estuvo capitaneado por León Varela.
Panamá siguió asistiendo a los eventos de la Copa Davis hasta que, en 1999,
fue seleccionada sede para ese evento.
Atletismo
Ciclismo
Esgrima
Con las señas presentadas, podemos dar por sentado que la esgrima se prac-
ticó desde los tiempos coloniales; sin embargo, y aunque haya tenido reglamen-
tación para su práctica, no atreveríamos a calificarla de un deporte en sí.
El inicio de la esgrima como un deporte competitivo tiene su génesis en las
tareas aportadas por dos valerosos hombres que dieron un relieve espectacular
a la ejercitación muscular, en pos de un logro para vencer a un contrario dentro
de una reglamentación establecida: el coronel Gabriel Barrios y, el nunca bien
reconocido, John de Pool.
Como ya habíamos consignado, el coronel Barrios arribó al istmo panameño
en 1911 para cumplir tareas de docencia en el Instituto Nacional, este gentil hom-
bre se constituyó en un activista de varias modalidades deportivas, entre las cua-
les, por supuesto, por su formación militar, se encontraba la esgrima. Aunque
otras tareas lo mantuvieron ocupado de estos quehaceres, no los dejó de lado.
Los cultivó en la medida de sus posibilidades y trató de generalizar esta práctica
deportiva. En consecuencia, cabe a John de Pool ser considerado el «padre de la
esgrima panameña». Este reconocimiento se deriva de la gestión realizada por
este insigne compatriota al reunir damas y caballeros de «elevada alcurnia» para
la práctica de actividades deportivas. La disciplina que les impregnó a las prác-
ticas y dedicación a este deporte a las personas que estuvieron bajo su influencia,
fue decidida y exigente; los logros que se derivaron de esta condición testimo-
nian y dan fe de ello.
Iniciada la década de 30, se dan cita en la finca de la familia Molino un se-
lecto grupo de la capa superior social de nuestra capital, para iniciar las prácticas
de la esgrima. En ese grupo se reconocen los nombres de Nicolás Ardito Barletta,
Bill Fidanque y Eduardo Maduro. A su vez, las damas que se incorporan a estas
prácticas responden a Rosa Palacio, Julia Villanueva, Aurora Ponce Ema, Dora
Alvarado, Gloria Shelton y olga de Ríos.
Cupo a John de Pool preparar y dirigir el equipo que nos representó en los
Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1938, y el alto honor de elevarse con
conquistas meritorias. En lo que se conoció como el Club Miramar, ubicado en
las calles 40 y 6 de Bella Vista, se escenificaron los eventos conducentes a las vic-
torias de las panameñas Gloria Shelton y Aurora Ponce como medallistas de oro
y de plata, respectivamente, en ese certamen.
Los logros obtenidos en los Juegos Centroamericanos y del Caribe sirvieron
de credenciales para que se enviara una delegación de esta disciplina deportiva
a los Juegos Bolivarianos que se celebraron ese mismo año, 1938, en la ciudad
de Bogotá, Colombia; y, al igual que en la justa anterior, la delegación nacional
obtiene triunfos en los que se destacan la labor de Virginio De León, Antonio
Racines y Félix Calvino.
Con estos antecedentes de brillantez, John de Pool abre una escuela de es-
grima a la que se suman numerosas personas que se mantienen en la práctica
de este elegante deporte hasta pasados los años 40. Para 1942, De Pool sufre un
Nueva historia general de Panamá X 951
colapso en plena actividad, teniendo que ser auxiliado por sus estudiantes para
mantener las clases que se extendieron más allá de la muerte de De Pool, hecho
acaecido en 1947.
Voleibol
Gimnasia
otra situación que nos obliga a dejar constancia escrita, radica en el hecho
de que, luego de ingentes esfuerzos y más de un año de reuniones semanales
entre funcionarios del Ministerio de Educación, el Instituto Nacional de Cultura,
el Instituto Nacional de Deportes, la Facultad de Bellas Artes, la Escuela de Edu-
cación Física, no se ha realizado el congreso del que deben emanar, en forma es-
crita, las políticas nacionales en materia de cultura y deportes.
Esta deuda con la juventud, al igual que las otras que hemos apuntado, deben
salvarse con alguna urgencia por parte de las autoridades quienes, con indolencia,
o no saben o no quieren hacerles frente. No compartimos el criterio de que poner
nombre a los estadios o instalaciones deportivas de personas vivas o muertas es
al camino para resolver los duros momentos que vive el deporte nacional.
Adán Gordón
Medallistas de 38
evento deportivo de gran magnitud. Baste con rememorar que aún hoy se reco-
noce ese evento como las olimpiadas de 38, nombre mal utilizado debido a que,
en primer lugar fueron juegos deportivos regionales y, en segundo lugar, olim-
piadas es un concepto que señala una forma de contar el tiempo que utilizaron
los antiguos griegos; el concepto correcto sería «Juegos olímpicos», pero ese no
era el caso. Si consideramos el hecho de que en ese momento nuestro país con-
taba solo con 35 años de vida republicana, significa que el nivel deportivo del
Istmo, esgrimido por sus atletas, fue una carta de presentación honrosa.
Este acontecimiento generó numerosas expectativas entre la población e, in-
cluso, entre las autoridades. Para ese día, el Gobierno aprobó el cierre de todas
las oficinas públicas y el cierre de los comercios por decreto del alcalde de Pa-
namá, Carlos M. de la ossa. Por su parte el presidente de la República, Juan De-
móstenes Arosemena, declaró públicamente que deseaba que todos los
panameños asistieran al evento. Con estas facilidades, los panameños abarrota-
ron las graderías del Estado Nacional y contemplaron con estupor la primera li-
beración de palomas en la inauguración de una justa deportiva. Esta práctica se
ha generalizado en la realización de los juegos. Las más de 2,000 palomas que
se soltaron en aquella ocasión, significaron un mensaje del deseo de paz que
puede lograrse con el espíritu olímpico.
Una de las figuras más prestantes de los juegos de 38 y de todas las épocas,
reside en la persona de Delmira Pierce de Racines. Esta noble dama es la mejor
canastera que ha dado Panamá. Por su desempeño valeroso y su decisión férrea
de llevar adelante la contienda, fue admirada por propios y extraños. Con justicia
se asegura que ella fue el factor decisivo en las victorias del equipo panameño.
Fue tan fulgurante su participación que el periodista cubano, Manuel Rigueira,
la apodó con el mote con el que todavía se le conoce: «El ciclón del Caribe».
Lloyd la Beach
Héroes de la década de 60
El gobierno militar que se hace del poder en 1969, decide mantener la deci-
sión de celebrar los XI Juegos Centroamericanos y del Caribe y para ello adopta
una serie de medidas tendientes a cumplir con ese propósito. Se organizan cur-
sos y competencias, se contratan entrenadores especializados y se inicia la cons-
trucción de complejos deportivos que sirvan de escenario de las competencias.
Esta iniciativa se convirtió en caldo de cultivo para que una multitud de atletas
asomara al horizonte deportivo de la república, incursionando con éxito. El atle-
tismo fue uno de los deportes que mayor cantidad de galardones obtuvo. La
lucha y el levantamiento de pesas se coronaron con éxitos rotundos.
Una vez pasados los juegos, entramos en una espiral ascendente de partici-
pación en juegos regionales tales como los Panamericanos, Bolivarianos y los
Centroamericanos. Hubo gloria en todos los atletas y todos los deportes. Un caso
Nueva historia general de Panamá X 961
Para cerrar este aporte, queremos citar los nombres de los galardonados en
Juegos Panamericanos. En los primeros juegos, las medallas obtenidas fueron:
Lorenzo Holder de las pesas, Luis Friedman de la lucha y Judith Caballero de
atletismo. En los segundos juegos, fueron señalados para levantarse con éxito
los pesistas Ángel Famiglieti y Carlos Chávez. Hacemos mención de que en estos
segundos juegos solo nos representó la delegación de ese deporte, con esos dos
atletas. En los terceros juegos, se alzaron con medallas el equipo femenino de
relevo, compuesto por Carlota Gooden, Lorraine Dunn, Jean Holmes y Marcela
Daniels; los pesistas Ángel Famiglieti y Alberto Gums, la esgrimista Estela Es-
pino de Fowler y también el luchador Eduardo Campbell. En la cuarta versión,
Eduardo Campbell repitió en lucha, junto a Sión Cohen Cattán; en boxeo apare-
ció Marcial Gutiérrez, y el atletismo representado en Lorreine Dunn. En los
quintos juegos, se logró la primera medalla para un deporte de conjunto: el ba-
loncesto; en pesas brilló Idelfonso Lee, por la lucha se distinguieron Wanalge
Castillo y Severino Aguilar. En la siguiente justa, la sexta, Idelfonso Lee volvió
a lograr triunfo; las restantes medallas fueron para los luchadores Wanalge Cas-
tillo y olmedo Segundo, y el boxeador Enrique Alfonso. En los séptimos juegos
se distinguieron, en pesas, Narciso orán y Pablo Justiniani, y el luchador ol-
medo Segundo. Al arribar a los octavos juegos, nos encontramos con las faenas
exitosas, en pesas de José Díaz y José Pinto. En los novenos, les correspondió
gloria a Rolando Villamil y José Pinto en pesas, el equipo masculino de softbol
logró la segunda medalla en deportes de conjunto con que se galardona a nues-
tro país. En la edición número diez, el boxeador Daniel Cueto, el pesista José
Díaz y los luchadores Ramón Mena y Herminio Hidalgo ascendieron al podio
de ganadores para orgullo de los panameños. La undécima versión ve acción
premiada el luchador Ramón Mena. En la siguiente, la duodécima, Martín Al-
fredo Peterson nos representó con gloria. La nadadora y gran gloria deportiva
nacional «la sirenita de oro», Eileen Coparropa, consigue la primera presea para
su modalidad deportiva.
Juegos Olímpicos
guerras por la ejecución de los juegos, la guerra detuvo los juegos. En esa opor-
tunidad contamos con la gesta de Lloyd La Beach.
En los juegos de Helsinski, 1952, Panamá contó únicamente con la repre-
sentación de un delegado, el pesista Carlos Chávez.
Para la siguiente cita, Roma 1960, tuvimos la oportunidad de enviar dele-
gaciones deportivas de varias disciplinas: lucha, pesas, atletismo y esgrima.
Para la celebración de los siguientes juegos en Tokio 1964, Panamá envió
atletas de las disciplinas deportivas lucha, pesas, atletismo y boxeo. Varios atle-
tas que habían participado en los juegos anteriores tuvieron la oportunidad de
volver a representarnos, tal es el caso del luchador Eduardo Campbell y de los
atletas Jean Holless y Lorraine Dunn. Esa fecha también marcó el inicio de par-
ticipación de ese nivel para el atleta Idelfonso Lee, quien hasta el momento es
el atleta que más veces ha representado a Panamá en estas justas, totalizando
tres oportunidades.
Para México 1968, nuestro país mantiene una representación en las disci-
plinas de la lucha, las pesas y el baloncesto. Consignamos aquí el hecho de que
un día antes del inicio de los juegos de México, que también se vieron asociados
a actos funestos como la tragedia de Tlatelolco, en nuestro suelo se da el golpe
militar.
Para 1972, en Munich, las delegaciones deportivas panameñas están en
manos de las pesas, la lucha, el atletismo y el boxeo. Esos juegos son recordados
con amargura, toda vez que se da el asesinato de los atletas israelíes a manos de
los activistas del grupo terrorista Septiembre Negro.
La cita de Montreal 1976, mantiene en la mente y los corazones del mundo
los dolorosos momentos vividos en la justa anterior y enviamos a nuestros atletas
de la lucha, el judo, las pesas, el atletismo y la natación, en medio de un temor
espantoso.
Panamá, acudiendo a un llamado que hicieran los Estados Unidos de Amé-
rica, no asiste a los juegos de Moscú 1980. En respuesta a ello, los países del lla-
mado bloque socialista desisten de participar y los juegos de Los Ángeles 1984
se ven deslucidos. En la siguiente jornada olímpica, Seúl 1988, estuvimos repre-
sentados por atletas de las pesas, la lucha y la natación.
Los siguientes eventos olímpicos están signados por hechos históricos re-
levantes. Barcelona 92, está asociado a los 500 años de lo que recibió nuevo
nombre, como encuentro de dos mundos; en esta oportunidad, Panamá se ve
representada por el atletismo, las pesas, la natación y la lucha. Atlanta 96 es el
cumpleaños número 100 de los Juegos olímpicos; para ese evento, Panamá de-
signa delegaciones de pesas, atletismo y natación. Sydney 2000 tiene un sabor
especial para los panameños que esperaban la total integración del territorio
nacional y que para ese momento es un hecho consolidado. En esta justa par-
ticipa la atleta, Eileen Coparropa, por segunda ocasión en Juegos olímpicos.
964 X Breve historia del deporte en Panamá
Notas
1
Harry Castro Stanziola, «Orígenes del deporte en Panamá», La Prensa, 15 de junio de 2005,
p. 21.
2
Guillermo Sánchez Borbón, entrevista personal, Panamá, 2001.
3
Castro Stanziola, Harry, op. cit.
4
Ibidem.
5
Wilfredo Bustamante, «Breve historia del fútbol nacional», artículo preparado para la Cátedra
de Historia y Organización de la Educación Física, Universidad de Panamá, 2003.
6
Ibidem.
7
Henry Phillips, citado por Lucero Diomedes, Henry Phillips un atleta de honra, trabajo de gra-
duación, Universidad de Panamá, 2004.
8
Felipe Motta, citado por Félix Suñé, «El tenis en Panamá», artículo para la cátedra de Historia
y Organización de la Educación Física, Universidad de Panamá, 2003.
9
Ibidem.
10
C. Álvarez, L. Estribí y A. Arosemena, «El origen del atletismo en Panamá», documento ela-
borado para la cátedra de Historia y Organización de la Educación Física, Universidad de Pa-
namá, 2003.
11
Ibidem.
12
Manuel Salazar, «Fundación del Comité Olímpico de Panamá», presentación para difusión
de la Academia Olímpica de Panamá, Panamá, 2001.
13
Reinaldo Weeks, «Los medallistas de oro de 38», La Prensa, Panamá, 15 de junio de 2003.
14
Reinaldo Weeks, «Adán Gordón, el atleta y el hombre». La Prensa, 22 de junio de 2003.
15
Reinaldo Weeks, «El mejor olímpico panameño», La Prensa, 22 de junio de 2003.
16
Ibidem.
CAPíTULo XXXI
Introducción
Primera parte
En busca de unos tratados justos y razonables
Por lo tanto, el concepto de abrogación, como tal, cobra sentido y valor solo
a partir de los trágicos sucesos de 9 y 10 de enero de 1964. En estos aconteci-
mientos los estudiantes, los sectores populares y el propio mandatario jugaron
968 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999
los tratados. Panamá también compartirá con los Estados Unidos los beneficios
directos e indirectos provenientes de la existencia del Canal en su territorio».
Los acuerdos generales alcanzados eran los siguientes:
concertar unos nuevos acuerdos que eliminaran las causas de conflicto entre los
dos países. Luego de múltiples vicisitudes y al cabo de más de 20 meses de ne-
gociaciones, las partes suscriben, el 22 de junio de 1967, en la ciudad de Nueva
York, un acta formal en la cual adoptan los tres anteproyectos de tratados, a
saber: primero, el Tratado sobre el Canal de Panamá que consta de cuarenta y
un artículos, dos anexos, un acuerdo y ocho notas para su canje; segundo, el Tra-
tado de Defensa del Canal de Panamá y su Neutralidad, el cual consta de pre-
ámbulo, veinte artículos y dos anexos y, finalmente, el Tratado sobre el Canal a
Nivel del Mar que une los océanos Atlántico y Pacífico, que consta de preám-
bulo, diecisiete artículos y dos anexos. Los tres son pactos ad referéndum7.
Una vez conocido el contenido de los tratados, popularmente llamados
«Tres en Uno», estos despertaron preocupación, intranquilidad y rechazo por
parte de diversos sectores sociales y políticos, gremios profesionales y medios
de comunicación social; pues, en su opinión, lo concertado en dichos documen-
tos no llenaban las expectativas de la nación, planteadas en la declaración de 3
de abril de 1964, ni en la declaración conjunta de 24 de septiembre de 1965. Sin
embargo, a estas alturas vale preguntar, ¿cuáles eran los principales logros y
ventajas obtenidas por Panamá en esos acuerdos? Para no tergiversar la infor-
mación, nos remitimos a la «conclusión final» de un documento posterior, ela-
borado por los negociadores de dichos tratados. En dicho texto, sus autores dicen
que los proyectos de tratados de 1967 representan lo siguiente:
Como se dijo, los textos de estos tratados fueron duramente criticados por
los sectores nacionalistas, los partidos de oposición al Gobierno y por importan-
tes medios de comunicación social del país. Entre estos últimos, cabe destacar
los diarios El Panamá América y La Hora, quienes cuestionaron en duros términos
el contenido y la forma de estos acuerdos. Por ejemplo, La Hora en uno de sus
primeros editoriales sobre esta materia, señalaba:
Al primer contacto con estos borradores siniestros, era obligante pensar que
de inmediato serían rechazados y devueltos a alguna escuela de hacer tratados
donde pareciera haberse originado. En efecto, el hecho de que estuvieran con-
feccionados con tantas complejidades, con tantas referencias cruzadas, que a
veces escapan a las mentes sin entrenamiento especializado, esto ya bastaba para
que fueran un peligro, ya que a la hora de las interpretaciones siempre prevalece
la interpretación del más poderoso, y nosotros sabemos, a lo largo de más de se-
senta años, cuan amargo puede ser el sabor de estas interpretaciones9.
esta labor durante gran parte del año 1969 y comienzos de 1970 y, como resul-
tado del cuidadoso y profundo análisis que realizó, elaboró el documento titu-
lado Fundamentos de la posición de la Cancillería panameña en relación con el rechazo
por parte de Panamá de los tres proyectos de tratados de 1967»14.
En la sección IV de este histórico documento, se hace un recuento de los
principales planteamientos del mismo, así como también aparecen las conclu-
siones a que llegaron los comisionados, contratados por la Cancillería, con rela-
ción a los Tratados Robles-Johnson de 1967. Dice así el informe preliminar,
fechado en Panamá el 30 de marzo de 1970:
A esto habría que agregar, en el caso específico de las pláticas sobre el Canal, el
hecho de que el Gobierno panameño planteó al estadounidense la necesidad de
que las rondas de negociaciones se efectuaran tanto en Washington como en Pa-
namá, con lo cual se pretendía acabar con la tradición de que estas reuniones
solo se efectuaban en ciudades de aquel país.
No obstante los ingentes esfuerzos de ambos gobiernos por acelerar los con-
tactos para una eventual negociación de un nuevo tratado sobre el canal intero-
ceánico, que estuviera en concordancia con la declaración de abril de 1964, hasta
principios de 1974 no se habían logrado progresos significativos entre las partes,
y no porque no hubiesen propuestas aceptables, sino por la falta de aproxima-
ción entre las posiciones manifestadas, de una parte de Panamá, y de otra, por
los Estados Unidos. Incluso, como denunció la Cancillería panameña, hasta ese
momento no se ha podido avanzar más, pues a pesar de las buenas intenciones
expresadas en público por el Gobierno de Estados Unidos de querer llegar a un
acuerdo justo con Panamá, en la mesa de negociaciones asumían una posición
dura e intransigente.
En el ínterin, tres acontecimientos influyeron positivamente a favor de la
causa panameña. El primero, fue la realización de la reunión del Consejo de Se-
guridad de las Naciones Unidas en la ciudad de Panamá de 15 al 20 de marzo
de 1973, aprovechando la coyuntura de que Panamá era miembro temporal de
ese organismo superior; el segundo factor fue la oportuna misiva que el canciller
Juan Antonio Tack, le envió al secretario de Estado, William P. Rogers, el 21 de
mayo de 1973, en el que le enumeraba los principios básicos que, en opinión del
Gobierno panameño, deben servir como fundamento a las negociaciones para
la suscripción de un nuevo tratado del Canal justo y equitativo entre los dos pa-
íses; y el último evento, lo constituyó la suscripción de la Declaración Conjunta
Tack-Kissinger, firmada en la ciudad de Panamá el 7 de febrero de 1974, la cual
contenía un «conjunto de principios fundamentales que servirían de guía a los
negociadores en el esfuerzo por concertar un tratado justo y equitativo, que eli-
mine, de una vez por todas, las causas de conflicto entre los dos países»18. Los
principios básicos de dicha declaración eran los siguientes:
A todo esto habría que agregar que pocos años antes, los escándalos políti-
cos estaban a la orden del día en los altos círculos políticos de la capital de la
nación, al punto que el propio presidente Richard Nixon se vio obligado a re-
nunciar a su alta investidura y, por lo tanto, tuvo que abandonar la Casa Blanca,
lo que contribuyó a deteriorar aún más la imagen del país. La acumulación de
estos y otros problemas, unido al despertar del tercer mundo y, en especial, a la
beligerancia de los Estados integrantes del Movimiento de Países No Alineados
llevó a un cambio de actitud en la clase dirigente de aquel país, lo que influyó
en cierta medida en el triunfo de un candidato demócrata en las elecciones pre-
sidenciales de noviembre de 1976, Gobierno que por lo demás no fue sordo a las
reclamaciones de los países latinoamericanos y en particular a las reivindicacio-
nes panameñas.
En ese contexto se entienden los planteamientos de Adolfo Ahumada
–exnegociador de los Tratados del Canal de Panamá de 1977– cuando manifiesta
que para entonces:
... dentro de Estados Unidos un cierto recato mundial por parte de la diri-
gencia del país le permitía admitir que la relación con Panamá, por razones
del Canal, no se habían fundado en bases de justicia, que la Zona del Canal
era un atavismo sin justificación, que el Canal tenía que someterse a un proceso
gradual de entrega a Panamá como dueña de la posición geográfica y que su
protección podía resolverse por medios distintos a la presencia militar humi-
llante, ostensible y abrumadora22.
Fuente: Departamento de Planificación Corporativa y Mercadeo de la Autoridad del Canal de Panamá, abril de 2000.
Nueva historia general de Panamá X 985
estableció que Estados Unidos podrán, durante este período, seguir encarce-
lando personas en las áreas e instalaciones puestas a disposición de ese país por
Panamá para su uso, de conformidad con este tratado y acuerdos conexos. Todas
estas concesiones constituyeron un trago amargo y difícil que Panamá tuvo que
soportar en aras de lograr su real autonomía en su territorio y avanzar en el pro-
ceso de descolonización.
En cuanto al Tratado de Neutralidad, es obvio que este instrumento des-
pertó mayor preocupación y malestar en la opinión pública e incluso fue conde-
nado y rechazado por importantes sectores académicos, sociales y políticos del
país. Esta situación se agravó mucho más luego de que el Senado de Estados
Unidos le introdujera una serie de enmiendas, reservas, entendimientos y con-
diciones como paso previo para su ratificación, lo cual le asestó un duro golpe a
la letra y espíritu de los tratados en su conjunto. Para algunos especialistas del
derecho, estas modificaciones unilaterales constituyen en sí mismo un nuevo
tratado, el cual Panamá no negoció.
Los términos de este acuerdo eran tan duros que incluso en la ceremonia de
firma de los Tratados del Canal, el 7 de septiembre de 1977, tanto el presidente
Carter como el general Torrijos hicieron alusión al mismo en palabras que no
dejan dudas con respecto a las «derechos» que retendrá Estados Unidos en la
defensa del Canal, con posterioridad al año 2000. En ese sentido, el mandatario
estadounidense se expresó en los siguientes términos:
Según estos acuerdos, Panamá desempeñará un papel cada vez más im-
portante en la operación y defensa del Canal en los próximos años. Después,
Estados Unidos continuará teniendo el derecho de repeler cualquier amenaza
a la neutralidad del Canal25.
Por su lado, el general Torrijos era consciente de las graves limitaciones que
nos imponía el Tratado de Neutralidad, pues en dicha ceremonia protocolar
afirmó categóricamente:
nuestro pueblo los atributos para juntar esfuerzos dirigidos a elevar el honor, la
dignidad y el prestigio de la nación panameña. El 7 de septiembre es, además,
una fecha auspiciosa para que hagamos una reflexión profunda sobre la condi-
ción histórica y política del destino de nuestro país frente a los problemas de
nuestro tiempo»28.
Segunda parte
El proceso de transferencia del
canal de Panamá, 1979-1999
Luego de la firma de los Tratados del Canal de 1977, los esfuerzos empren-
didos por las administraciones panameñas para lograr una ejecución ordenada
de dichos acuerdos fueron inconsistentes, si lo comparamos con la tradición ad-
ministrativa norteamericana que prevaleció en la empresa del Canal desde sus
inicios. Esa inconsistencia en la toma de decisiones llevó al Gobierno nacional a
implementar una política canalera de tipo pendular, en el sentido de que los cri-
terios y normas para la administración del Canal y los bienes que iban revir-
tiendo en cumplimiento de dichos acuerdos, giró de un enfoque centralizador
al principio, una política atomizada después, para volver nuevamente al enfoque
centralizador en la década de los noventa.
Tal como lo señala el jurista Víctor Vega Reyes, «los gobiernos panameños
han tenido dos opciones en lo que respecta al manejo de los asuntos del Canal
en materia civil: una centralizadora o una descentralizadora»29. Fue en base a la
primera opción, que el Gobierno de la república propuso la aprobación de la Ley
66 de 19 de septiembre de 1978, por la cual se crea y organiza la Autoridad del
Canal de Panamá (ACP). Según esta ley, la Autoridad del Canal sería una entidad
autónoma del Estado, con personería jurídica, patrimonio propio y autonomía
en su régimen interno, sujeta únicamente a las políticas, orientación e inspección
del Órgano Ejecutivo y a la fiscalización de la Contraloría General de la Repú-
blica. Además de las tareas de recibir, custodiar, mantener, mejorar y asignar el
uso de las tierras y propiedades revertidas, con sujeción a la legislación corres-
pondiente, tenía asignadas las siguientes funciones:
1. Velar por la conservación y protección de las condiciones privilegiadas de
la fauna, de la flora y del medio ambiente en las áreas comprendidas en la
Zona del Canal y en las áreas de la cuenca hidrográfica del Canal.
990 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999
y modernización, con el objeto de hacer del Canal una empresa eficiente y ren-
table, pilar del desarrollo humano y socioeconómico del país, abierta, sin discri-
minación alguna, a la participación de hombres y mujeres, e integrada a la
estrategia marítima nacional».
La legislación que crea la ACP consta de 10 capítulos38 y 135 artículos; expresa
que la Autoridad del Canal es una persona jurídica autónoma de derecho pú-
blico; que el Canal constituye un patrimonio inalienable de la nación panameña;
que a la misma le corresponde privativamente la operación, administración, fun-
cionamiento, conservación, mantenimiento, mejoramiento y modernización del
Canal, así como sus actividades y servicios conexos. Además, la ley establece los
mecanismos que hacen posible la autonomía administrativa y financiera de la
entidad; dice que el presupuesto de la Autoridad del Canal no formará parte del
Presupuesto General del Estado; lo cual es importante, pues le permite mayor
margen de autonomía y flexibilidad a la agencia que maneja esta infraestructura
del transporte marítimo internacional.
En cuanto a la organización administrativa, esta disposición señala que co-
rresponde a la junta directiva fijar las políticas para el funcionamiento, mejora-
miento y modernización del Canal, así como supervisar su administración de
acuerdo con la Constitución política, esta ley y los reglamentos. La junta directiva
está compuesta por 11 directores. El presidente de la república designa el director
que preside la junta, quien además ostenta la condición de ministro de Estado
para Asuntos del Canal. El Órgano Legislativo designa a otro director, en tanto
que los nueve restantes son nombrados por el presidente de la república y rati-
ficados por la Asamblea Legislativa por períodos de nueve años cada uno.
Uno de los desafíos más complejos que representó la Ley orgánica de la
ACP, fue la preparación de los múltiples reglamentos internos que rigen la ope-
ración, dirección y administración del Canal. Este fue quizás el trabajo más di-
fícil, pues a la Autoridad del Canal –conjuntamente con la antigua Comisión del
Canal– le correspondió traducir, adecuar, mejorar y redactar la reglamentación
necesaria para hacer del Canal una empresa mucho más segura, confiable y efi-
ciente en el siglo XXI.
Aparte de las iniciativas aquí enunciadas, el Gobierno nacional llevó a cabo
otras acciones encaminadas a lograr el fiel cumplimiento del Tratado del Canal,
cuyo propósito fue orientar el proceso de transición de la vía interoceánica; ga-
rantizar su ampliación y competitividad así como proveer y potenciar las pers-
pectivas de desarrollo económico, social, urbano y ambiental en sus áreas ale-
dañas. Todo ello con el objetivo de consolidar la imagen de Panamá como un
país marítimo.
Entre estas acciones adicionales se puede mencionar las siguientes:
1. La instalación el 15 de diciembre de 1982, de la Comisión Preparatoria Tri-
partita para el Estudio de las Alternativas al Canal de Panamá. Esta comi-
sión recomendó, en junio de 1985, la creación de una Comisión de Estudio
996 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999
por la Constitución de aquel país. En cuarto lugar, la reforma incluyó una ex-
cepción a las restricciones existentes posempleo para empleados que continúan
sirviendo en el Canal con la ACP. También el Congreso consintió en permitir que
los jubilados militares de Estados Unidos y miembros de los componentes de la
reserva de las Fuerzas Armadas continúen como empleados del Canal con la
ACP, sin tener que obtener una aprobación específica. En quinto lugar, se incluye
la autoridad específica a la Comisión para ofrecer asistencia, así como personal,
espacio de oficina y materiales a la ACP sin costo alguno y autoridad a otras agen-
cias gubernamentales estadounidenses para brindar servicios y materiales a la
Autoridad del Canal de Panamá de forma reembolsable.
En el campo de los recursos humanos, la legislación de 1997 adoptó dos dis-
posiciones que sin duda tuvieron un impacto positivo en el proceso de transición
del Canal. En primer lugar, se autorizó a la Comisión del Canal a ofrecer un
«pago de incentivo por separación» para facilitar la transferencia exitosa de este
bien y, en segundo lugar, se permitió a la agencia del Canal a transferir fondos
a la ACP al final de la vigencia del tratado para cubrir el servicio con la Comisión
para los empleados que sean separados involuntariamente de la ACP, luego de
31 de diciembre de 1999. otra modificación importante de la ley del Congreso
de 1997, y pese a las limitaciones impuestas por el tratado a la Comisión del
Canal de realizar ciertas actividades comerciales, fue darle luz verde a la CCP
para «realizar y promover actividades comerciales relacionadas con la adminis-
tración, operación y mantenimiento del canal, que sea consistente con el conte-
nido de los Tratados Torrijos-Carter suscrito en 1977».
En síntesis, las modificaciones introducidas por el Senado de Estados Uni-
dos a la Ley de Autorización de la Defensa Nacional fueron positivas y sirvieron
para allanar el camino y lograr una transferencia del Canal ordenada, impercep-
tible y sin traumas para ambos países.
ampliar el conocimiento general sobre el valioso servicio que presta esta impor-
tante vía de comunicación al comercio y la navegación marítima internacionales.
Ya quedaron atrás los sitios vedados a los panameños, las matrículas de circu-
lación necesarias para que pudiésemos atravesar la Zona del Canal para ir de
la capital al interior y viceversa, las odiosas aduanas, las bases militares a las
cuales no se podía entrar, los comisariatos y las escuelas dedicados exclusiva-
mente a un pequeño grupo de privilegiados, las exoneraciones especiales de
impuestos de importación y todos los símbolos de dominación extranjera que
ultrajaban la conciencia nacional.
Importantes jefes de Estado y de Gobierno, así como delegaciones de alto
nivel, nos honran con su presencia para asistir a los actos con los cuales se ce-
lebra simbólicamente la transferencia del canal a Panamá. Es un acto de justicia
para nuestro país, y la ocasión merece esa distinguida concurrencia que com-
promete la gratitud ciudadana. También hay notorias ausencias que no han
podido explicarse satisfactoriamente43.
permite el cabal desarrollo del país como un centro de comercio, vocación esta
que hemos practicado por más de 400 años. El desarrollo portuario, el transporte
transístmico, el tonelaje registrado bajo nuestra bandera y el crecimiento en el
movimiento de carga por nuestro país, son evidencias palpables de que Panamá
se encuentra caminando hacia el perfeccionamiento del uso de su mayor riqueza:
su posición geográfica».
La presidenta de la república finalizó su discurso, agradeciendo el apoyo re-
cibido de la comunidad internacional a la causa panameña. Al mundo entero, dijo:
«Les expreso que el cumplimiento de los Tratados del Canal de Panamá, es prueba
de que el mutuo entendimiento entre los pueblos y la negociación diplomática
son las vías correctas para la resolución de los conflictos entre las naciones».
Notas
1
Ver la correspondencia diplomática sostenida entre el presidente Chiari y el presidente J. F.
Kennedy en los años 1961 y 1962 y los mensajes del mandatario panameño en esa época.
Esta correspondencia se encuentra en Galileo Solís, Memoria que presenta el ministro de Re-
laciones Exteriores a la Asamblea Nacional, el 1 de octubre de 1962, (parte expositiva). Sobre
las relaciones entre Panamá y Estados Unidos durante la década del sesenta, ver el intere-
sante y bien documentado trabajo de Omar Jaén Suárez, Las negociaciones sobre el canal de
Panamá, 1964-1970, Editorial Norma, Bogotá, 2002.
2
Declaraciones del exfuncionario del Departamento de Estado, Thomas Mann, citadas por
Omar Jaén S., op. cit., pp. 109-110.
3
Sobre los incidentes, repercusiones y consecuencias nacionales e internacionales de los su-
cesos de enero de 1964, ver con provecho la edición especial de la Revista Lotería, nú-
mero 191, Panamá, octubre de 1971. Ver también el testimonio personal de uno de los
protagonistas oficiales de estos acontecimientos en: Eloy Benedetti, «La noche de 9 de enero
en la Presidencia», La Prensa, jueves 9 de enero de 1997, pp. 4-5.
4
Víctor Ávila, «Del tratado colonialista de 1903 a la insurrección patriótica de 1964», en: Pa-
namá: luchas sociales y afirmación nacional, CELA, Panamá, 1998, pp. 67-68.
5
Omar Jaén Suárez, op. cit., pp. 224-225. Ver también: Julio Yau, El canal de Panamá, calvario
de un pueblo, Editorial Mediterráneo, Madrid, 1974, pp. 333-335.
6
Ibidem, p. 225.
7
Ibidem, pp. 316-317. El texto completo de estos tratados fueron publicados originalmente
en 1967, en los diarios El Panamá América y La Hora, así como también se reproducen en
Diógenes Arosemena, Historia documental del canal de Panamá, tres tomos, Editorial Mariano
Arosemena, Panamá, 1997.
8
Ver: «Comentarios del excanciller Fernando Eleta Almarán y los exnegociadores Diógenes
de la Rosa, Ricardo Manuel Arias, Roberto Alemán y Guillermo Chapman con relación al co-
municado de la Comisión Evaluadora de los Proyectos de Tratados (de 1967) publicados el
día 5 de septiembre de 1970», Revista Lotería, números 266-267, Panamá, abril- mayo de
1978, pp. 57-85.
9
Ver: «La terrible alternativa que hoy confrontamos», editorial del diario La Hora, Panamá, 12
de agosto de 1967.
10
El mismo editorial, de 12 de agosto de 1967, anunciaba que a partir de la edición del lunes 14,
el periódico «comenzará a presentar al pueblo los textos de lo inaceptable y los conceptos
1004 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999
23
Herasto Reyes, «22 años después: Cuando se firmaron los tratados», La Prensa, 7 de septiem-
bre de 1999, p. 6a.
24
Las memorias anuales de la Autoridad de la Región Interoceánica (ARI) presentan las cifras
del aporte de los bienes revertidos a la economía nacional. Ver también el informe de la ARI,
Dirección de Planificación Técnica, Impacto económico y financiero de las áreas revertidas al
desarrollo nacional, Panamá, septiembre de 2001. Aparte de estos documentos oficiales, re-
comendamos revisar también los trabajos de Marco Fernández y José Galán Ponce, Evalua-
ción económica de las bases militares, Panamá, marzo de 1996; Humberto Moreno, El canal
de Panamá y su participación en la actividad económica panameña a partir de 1904, Instituto
del Canal y Estudios Internacionales, Panamá, 1999.
25
Discurso del presidente Carter en la sede de la OEA, en Washington, el 7 de septiembre de
1977, Revista Lotería números 258, 259 y 260, Panamá, agosto, septiembre y octubre de 1977,
pp. 333-334.
26
Discurso el general Torrijos en la sede de la OEA, en Washington, el 7 de septiembre de 1977,
ibidem, pp. 335-336.
27
Centro de Estudio de los Problemas Nacionales. «Los tratados Torrijos-Carter y las reservas
del Senado norteamericano», 22 de marzo de 1978, reproducido en: Reymundo Gurdian
Guerra (compilador), Los Tratados Torrijos-Carter frente a los desafíos del año 2000, Impresora
de la Nación, INAC, Panamá, 1993, pp. 27-36. Sobre el mismo tema, diversas personalidades
opinaron sobre el controversial Tratado de Neutralidad; uno de ellos fue el doctor Julio E.
Linares, quien incluso publicó un libro donde cuestiona la validez de este acuerdo. Una lec-
tura sencilla y esquemática donde habla de los aspectos ocultos de este tratado, es su artí-
culo titulado «Soberanía y canal de Panamá hoy», Tareas, número 59, Panamá,
julio-diciembre de 1984, pp. 38-49.
28
Jorge E Illueca. «El XXV aniversario de los Tratados Torrijos-Carter», El Panamá América, 9 de
septiembre de 2002.
29
Víctor Vega R. «El título constitucional sobre el Canal», en: Juan Antonio Tack, op. cit.,
pp. 236-261.
30
Ver Intercarib S.A./Nathan Associates, Inc., Planes, estudios y leyes de planificación del área
del Canal, informe de tarea PG 2.0. Panamá, abril de 1996.
31
Víctor Vega, op. cit., p. 238.
32
Ibidem.
33
Sobre las diferentes visiones para la región interoceánica, Jesús Alemancia y Raúl Leis, Re-
versión canalera: Informe de un desafío, CEASPA, Panamá, 1995.
34
Dos años después, esta norma fue modificada mediante la Ley 7 de 7 de marzo de 1995, en
la cual se precisó, entre otras cosas, que la ARI «deberá ajustar su actuación a las políticas de
desarrollo económico y social del Estado», con lo que se le dio mayor injerencia al Órgano
Ejecutivo en los asuntos de esta institución. También se separaron las funciones de la junta
directiva de las funciones del administrador general. Se amplió de 9 a 11 los miembros de
la junta directiva y se procuró una mayor representatividad de la sociedad en el máximo or-
ganismo de decisión de la entidad. Igualmente importante fue la adición de un numeral
por medio del cual se faculta a la Autoridad a coadyuvar con los directores panameños para
que el Gobierno de Estados Unidos cumpla con su obligación de que en todas aquellas áreas
que revierten o que hayan revertido a Panamá, «se adopten las medidas que se requieran
para erradicar los explosivos y desechos bélicos existentes, así como proceder a su debida
limpieza y saneamiento, especialmente de aquellas áreas que se encuentren afectadas con
la presencia de desechos inflamables, reactivos tóxicos, corrosivos y de otras sustancias con-
taminantes, evitando así toda amenaza a la vida, a la salud y a la seguridad humana». Ver
Gaceta Oficial 22,233, 1 de marzo de 1993 y Gaceta Oficial 22,738 de 9 de marzo de 1995.
1006 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999
35
Con relación a los aspectos adicionales, la comisión preparó un documento sobre las ven-
tajas y desventajas de incluir los puertos. Aun cuando la comisión recomendó originalmente
incluirlos, el Consejo de Gabinete decidió lo contrario. Con respecto al ferrocarril, se reco-
mendó que la nueva Autoridad del Canal no debería tener ninguna responsabilidad, a
menos que la función de este bien cambie en el futuro. Ver el informe presentado por J. J.
Vallarino, Plan de transición para la transferencia del canal de Panamá, Panamá, abril de 1994,
pp. 114ss.
36
Ernesto Pérez Balladares, «La reversión del Canal: La culminación de un proceso histórico y
el inicio de una nueva era», conferencia dictada por el presidente de la república en el Ins-
tituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Monterrey, México, 21 de sep-
tiembre de 1998.
37
En realidad este nuevo decreto ejecutivo no vino sino a subrogar los anteriores decretos 32
y 33 de 5 de abril y de 14 de abril de 1993, respectivamente, y a recoger la sugerencia hecha
por la segunda comisión presidencial de crear la citada comisión. Cfr. Autoridad del Canal
de Panamá, Síntesis institucional, Panamá, enero de 1995-agosto de 1999.
38
Los títulos de los capítulos de esta ley son los siguientes: 1. Carácter, definiciones y normas
generales; 2. Organización administrativa; 3. Patrimonio, finanzas y fiscalización; 4. Naves y
navegación; 5. Administración de personal; 6. Mantenimiento del Canal; 7. Medio ambiente
y la cuenca hidrográfica del Canal; 8. Disposiciones finales; 9. Disposiciones transitorias; y
10. Vigencia de la ley. Gaceta Oficial 23,309 de 13 de junio de 1997.
39
Ver anexo F «Lista de referencias legales...», en: Intercarib, S.A./Nathan Associates, Inc., Planes,
estudios, y leyes de planificación del área del Canal, Panamá, abril de 1996.
40
Sobre el particular, ver las notas de protesta que envió el presidente Arístides Royo al presi-
dente Jimmy Carter, en 1979 y 1980, respectivamente. También es común encontrar diversas
correspondencias diplomáticas de esta naturaleza en las Memorias del Ministerio de Relacio-
nes Exteriores durante la década del ochenta.
41
Jaime A. Bocanegra, Charla sobre el proceso de transición del Canal, Oficina de Administración
de la Transición, Comisión del Canal de Panamá, documento fotocopiado, 1998.
42
Betty Brannan Jaén, «Las reformas a la Comisión del Canal», La Prensa, 2 de agosto de 1995,
p. 25A; ver también el suplemento Mundo Naviero y del Transporte, La Prensa, Panamá, 27 de
febrero de 1996.
43
Ver el «Hoy por hoy» del diario La Prensa, 14 de diciembre de 1999.
CAPíTULo XXXII
La transición a la democracia
en Panamá
Salvador Sánchez González
Ideas preliminares
perspectivas11. Las reflexiones que hago en este documento ofrecen ante todo al-
gunos puntos de partida para el estudio de la transición democrática panameña,
que de antemano reconozco que serán insuficientes. Confío en que al menos es-
timularán un debate renovado sobre el tema, ante las nubes que se ciernen sobre
la democracia panameña en este año del Centenario de la República.
Precisamente, debo anticipar una convicción sobre la ausencia de consoli-
dación de la democracia en Panamá, que en otro lugar será objeto de atención
detallada. En no poca medida puede encontrarse en los relatos sobre la transición
democrática, la identificación de lo que no funciona en nuestra democracia hoy.
De todos modos, en lo que respecta a Panamá, el problema de la transición a la
democracia adquiere rasgos de indudable interés teórico y práctico, que señalo
a continuación:
En Panamá se suceden varias transiciones a la democracia, que son aban-
donadas una tras otra en la medida que se demuestran fallidas12. Cuando cul-
mina finalmente la instauración democrática, surgen indudablemente una
variedad de interrogantes relacionadas con la idoneidad de las invasiones ex-
ternas para viabilizar regímenes democráticos, sobre los efectos deslegitimadores
que tiene la toma del poder de la mano de potencias invasoras, de la responsa-
bilidad sobre las consecuencias materiales de la invasión, y del momento en que
podemos asegurar que hemos alcanzado finalmente el «régimen democrático».
En todos estos aspectos, el caso panameño proporciona elementos que, aún en-
marcados por la ciencia política en un marco global de democratización, resultan
claramente distintivos y excepcionales.
En el caso de Panamá, por ejemplo, la valoración de determinadas políticas
del régimen autoritario ha conectado con los argumentos tradicionales de quie-
nes identificaban la democracia no como un método para la toma de decisiones,
sino como un orden social en el que se promueve la igualdad económica. Aun
admitiendo la premisa, de que las políticas de la etapa torrijista del régimen au-
toritario hasta 1978 estuvieron orientadas a promover un orden social equitativo
dentro de la continuidad del sistema capitalista (no pueden pretenderse esos
efectos en las políticas posteriores), los mecanismos institucionalizados de de-
signación de autoridades y decisión política que definieron al régimen al menos
hasta 1983 son, bajo el estándar del método democrático, mecanismos autorita-
rios13. Si esas políticas sociales y económicas, al margen del autoritarismo polí-
tico, permitieron establecer una alianza de fuerzas sociales bajo el liderazgo de
Torrijos, tampoco menoscaba la necesidad de distinguir entre método de toma
de decisiones y políticas económicas y sociales14. No puede admitirse, por ejem-
plo, que se diga que un régimen autoritario es más democrático que una demo-
cracia electoral, si los gobernantes exhiben un estilo sensible e inclusivo en la
toma de decisiones1. Las decisiones deben ser tomadas por los propios ciudadanos
o la democracia es una farsa. En particular, son fundamentales la decisión de
determinar las reglas del juego –la decisión constituyente del sistema político–
Nueva historia general de Panamá X 1011
La transición a la democracia
Primera transición
Segunda transición
Tercera transición
Caracterización de la transición a
la democracia en Panamá
Una de las premisas de las que parto, es que la democracia panameña actual
no es el régimen restablecido de 1968, ni es un régimen diseñado por la potencia
que invadió Panamá en 1989. La democracia que empezará a funcionar con nor-
malidad desde 1994 es básicamente la democracia negociada por los partidos
políticos en las reformas constitucionales de 1983, y que no había sido posible
ejecutar a plenitud por la intervención –especialmente en la determinación de
los resultados electorales, pero no solo en ellos– de las Fuerzas de Defensa.
El régimen político protagonizado por los partidos, a quienes se les atribuye
constitucionalmente el monopolio de la representación política en la Asamblea
Legislativa, y legalmente el monopolio de la postulación de candidatos a presi-
dente de la república, así como la posibilidad de ser financiados con recursos
públicos, es el régimen originado en los pactos de 1983 y el que se llevará hasta
las últimas consecuencias en el período 1990-1994.
Sin embargo, esa democracia hecha por y para panameños, se hizo posible
a partir de la desaparición del régimen autoritario militar, hecho este último del
cual fue agente indiscutible las fuerzas armadas de los Estados Unidos. La acción
de los Estados Unidos, con su trágico saldo, es la consecuencia de una política
estadounidense formada a través, pero no solamente, de textos como el híper
citado «Documento Santa Fe II», expedido en agosto de 1988 por un «think tank»
conservador44. Si ese documento planteó para Panamá, en 1988, la necesidad de
remover al general Noriega, reorganizar las Fuerzas de Defensa, establecer una
administración de justicia independiente, convocar a elecciones democráticas,
reformar la Constitución, reestablecer la economía nacional, regular el centro
1022 X La transición a la democracia en Panamá
La administración Endara,
un Gobierno de transición
invasión (de diciembre de 1990), que sofocó una sublevación policial y reprimió
un sector especialmente contestatario de la dirigencia obrera panameña. Este
evento forma parte de la que aún un año después de la invasión de 1989 era una
tarea inconclusa: la producción de una Fuerza Pública sometida al poder civil.
Estos tres asuntos eran centrales para establecer un régimen democrático, y pue-
den servir de ejes para juzgar en ese apartado a la administración 1990-1994.
otros eventos importantes también son mencionados por González, eventos
que contribuirán a obstaculizar el sendero hacia la democracia, pero que no son
en sí mismos determinantes para caracterizar el régimen: tal es el caso de la
adopción de la Estrategia Nacional de Desarrollo y Modernización Económica,
conocida como Plan Ford, en mayo de 1991. Ese elemento nos introduce al pro-
blema de la economía política de la transición democrática, y al impacto desle-
gitimador que tienen determinadas políticas económicas, o el fracaso económico,
sobre la estabilidad del régimen político. De igual forma puede mencionarse la
pugna entre las fuerzas políticas en el gobierno, que estallan con la expulsión
del Partido Demócrata Cristiano el 8 de abril de 1991, y la consiguiente pérdida
de la mayoría legislativa del Gobierno de Endara.
Así, el período 1990-1994 fue un período de reconstrucción del aparato es-
tatal, de reorganización, pero al mismo tiempo uno de búsqueda de arreglos ins-
titucionales que pudieran adquirir algún grado de estabilidad.
La reforma de la Constitución y
la consulta popular de 1992
La desmilitarización
Conclusiones
Notas
1
Joseph Schumpeter, Capitalismo, socialismo y democracia, Ediciones Orbis, 1988. Original-
mente publicado en 1942.
2
Samuel P. Huntington, La tercera ola, Paidós, Barcelona, 1994.
3
Que la democracia así entendida, como método de gobierno, tiene limitaciones y resulta
insatisfactoria, es algo que se reconoce hoy sin demasiado esfuerzo. Pero no es esta la oca-
sión para profundizar en esos aspectos.
4
Dankwart A. Rustow, «Transitions to democracy: Toward a dynamic model», Comparative Po-
litics, número 2, abril de 1970. Originalmente, fue presentado en la reunión anual de la Ame-
rican Political Science Association, en Nueva York, en septiembre de 1969.
5
Según Huntington ha habido tres períodos en los que se han concentrado las transiciones
a la democracia: un período largo comprendido entre 1828 y 1926, otro más corto, entre
1943 y 1962, y el comprendido entre 1974 y 1990. Samuel P. Huntington, op. cit., pp. 25ss.
6
Francisco C. Weffort, ¿Cuál democracia?, FLACSO, San José, Costa Rica, 1993. pp. 133ss.
7
Dankwart A. Rustow, op. cit., p. 26, traducción mía; en: Anderson, Lisa (editor), Transitions to
democracy, Columbia University Press, Nueva York, 1999, pp. 14-41.
8
Cristóbal Arboleda, «Posibilidades de la Democracia en Panamá», Tareas, número 75, mayo-
agosto de 1990, p. 26.
9
J. Samuel Valenzuela, «Democratic consolidation in post-transitional settings: Notion, pro-
cess and facilitating conditions», informe titulado originalmente «Some thoughts on the
consolidation of democracies», presentado como pieza de debate para un taller sobre pro-
cesos de consolidación democrática en Europa Occidental y América Latina en el Kellogg
Institute, en abril de 1987. La presente versión aparece en Scully and Weffort, Latin America:
Crisis and democratization, Course Packet, University of Notre Dame, GOVT 656, spring 1991,
pp. 585-586. Traducción mía.
10
Esta observación es tomada de la introducción de Lisa Anderson en: Lisa Anderson (editora),
Transitions to Democracy, Columbia University Press, Nueva York, 1999, p. 10.
11
Uno de esos elementos, en orden de valorar el peso que la actuación de ciertos individuos
en el desenlace de un proceso de democratización, lo constituye la prematura muerte de
Omar Torrijos Herrera, la decisión de Rubén Darío Paredes de separarse de la estructura for-
mal de la Guardia Nacional, y el ascenso al poder efectivo de Manuel Antonio Noriega. El
fracaso de la primera transición a la democracia puede fácilmente relacionarse con esos tres
momentos clave, si bien la continuidad de la Guardia Nacional, en un escenario hipotético
de reconocimiento de la victoria electoral opositora de 1984, permite más que un ligero es-
cepticismo sobre su viabilidad.
12
Salvador Sánchez G., «Transición a la democracia y el ocaso de los militares», en: Jorge Mario
García La Guardia (compilador). Transiciones a la democracia en Centroamérica, FUNPADEM, San
José, Costa Rica, 1999, pp. 184-190.
Nueva historia general de Panamá X 1031
13
Simeón González ha indicado que el torrijismo «no ha sido un proceso de liberación nacio-
nal, a pesar de su discurso ideológico, sino más bien un proceso de maduración objetiva de
óptimas condiciones para el desarrollo del capitalismo y para la reinserción de nuestra eco-
nomía en el mercado mundial». Simeón González H., «Sociología del torrijismo: Mito y rea-
lidad de un proceso», en: Panamá 1970-1990: Ensayos de Sociología Política, Panamá, 1994,
p. 115.
14
En el proceso de implantar sus políticas distributivas, constituyó a los beneficiarios de esas
políticas, o los consolidó si eran preexistentes, en el escenario social y político. Es decir, creó
sus propias clientelas electorales que alimentaron un apoyo político importante. En ese sen-
tido, Guillermo Castro H., «Panamá: 1970-1990. Transitismo, nación y democracia», en: Pablo
González Casanova y Marcos Roitman Rosenmann (coordinadores), «La democracia en Amé-
rica Latina: Actualidad y perspectivas», Universidad Complutense de Madrid, 15-20 de abril
de 1991.
15
Como parece decir Arboleda, por ejemplo. Ver Cristóbal Arboleda, op. cit., p. 43.
16
Soler, por ejemplo, contrapone las instituciones «democrático-participativas» del torrijismo
a las instituciones «democrático-electoreras», siendo las primeras, en el caso panameño, los
Comités de Salud, las Juntas Locales, las Juntas Comunales y la Asamblea Nacional de Re-
presentantes de Corregimiento. Ver al respecto: Ricaurte Soler, La invasión de Estados Unidos
a Panamá, segunda edición, Editorial Siglo XXI, Panamá, 1992, p. 52.
17
Juan Materno Vásquez, Una introducción a la teoría de la Constitución, Talleres de Impresora
Panamá, Panamá, 1971.
18
Juan Materno Vásquez, La Constitución de 1972, Ediciones Olga Elena, INAC, 1982.
19
Ibidem, p. 7.
20
Ibidem, p. 76.
21
Ibidem, p. 77.
22
Juan Materno Vásquez, La Constitución de 1972, op. cit., p. 5.
23
Alfred Stepan, «Caminos hacia la redemocratización: Consideraciones teóricas y análisis
comparativos», en: Guillermo O`Donnell, Philippe C. Schmitter y Lawrence Whitehead
(compiladores), Transiciones desde un gobierno autoritario, tomo 3, Paidós, Buenos Aires,
1988, pp. 107-108.
24
Restauración democrática luego de reconquista externa, reformulación interna luego de re-
conquista externa, instauración democrática dirigida desde el exterior, redemocratización
iniciada en el seno del régimen autoritario, supresión del régimen autoritario conducida por
la sociedad, pacto partidario, rebelión violenta organizada coordinada por partidos refor-
mistas, y guerra revolucionaria conducida por marxistas.
25
Simeón González H. ha dicho a estos respectos, que en principio «los ritmos y plazos im-
puestos al proceso de redemocratización fueron determinados por el propio régimen. Un
ritmo ordenado y controlado desde arriba, a fin de evitar alteraciones bruscas en el proceso
redemocratizador. Pero también pactado, o por lo menos aceptado por todas las fuerzas
sociales y políticas del país, y por el propio imperialismo». Simeón González H., op. cit.,
p. 123.
26
Marco A. Gandásegui Jr., «The military regimes of Panama», Journal of Interamerican Studies
and World Affairs, volumen 35, número 3, 1993, pp. 1-17. Se tratará de un giro sustentado ade-
más por las diferentes condiciones internacionales, en particular por el predominio de doce
años de las fuerzas conservadoras en la política estadounidense, que se inician con la elección
de Reagan seis meses antes de la muerte de Omar Torrijos, y la guerra en Centroamérica.
27
Ibidem, p. 8.
28
Para un análisis de la Cruzada Civilista Nacional, ver: Salvador Sánchez González, La desobe-
diencia civil en Panamá, EDILIBER, Panamá, 1995, especialmente pp. 82-105.
1032 X La transición a la democracia en Panamá
29
Algunos analistas han señalado, según mi criterio de forma equivocada, que existía la posi-
bilidad de derrocar mediante la movilización popular posterior a las elecciones de 1989, al
régimen autoritario, y que la invasión lo impidió. En ese mismo párrafo se afirma que la opo-
sición al régimen autoritario desmovilizó la protesta «a la espera que el actor externo haga
presencia y los instale en el poder», p. 269 y nota 12 en esa misma página. Simeón González
H., «Democracia o crisis de autoritarismo: El caso de Panamá». Ponencia presentada en el
evento sobre Democratización en Centroamérica y Panamá, organizado por CEMCA en Costa
Rica en 1993. En: Simeón González H., op. cit., pp. 259-275. Ambas afirmaciones, por otro
lado, son contradictorias.
30
Un posible cuarto intento de transición pacífica a la democracia puede ser identificado en
la mediación de la Organización de Estados Americanos (OEA) realizada en Panamá entre
junio y agosto de 1989. La intervención de la OEA colocó a los candidatos de oposición y de
Gobierno en las anuladas elecciones, en una situación de diálogo forzado que no prosperó.
La OEA tampoco estaba en capacidad de auspiciar un diálogo prolongado entre las fuerzas
en conflicto, y se contaba con una fecha fatal que terminaría por agudizar la polarización: la
fecha en que debían tomar posesión las autoridades electas (primero de septiembre). Ade-
más, la propuesta de prorrogar el mandato de la Misión de la OEA fue rechazada por los Es-
tados Unidos. El rotundo fracaso de la OEA en este caso admite un análisis independiente,
como antecedente de los mecanismos regionales de promoción de la democracia. Ver al
respecto: Christian L. Freres, «La defensa hemisférica de la democracia latinoamericana», Es-
tudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, volumen 4, número 2, julio-diciembre
de 1993.
31
Marco A. Gandásegui Jr., op. cit., p. 12.
32
Según la Constitución vigente, el Consejo General de Estado era un ente consultivo com-
puesto por el presidente, los vicepresidentes, los ministros, los directores de entidades au-
tónomas y semiautónomas, el jefe de la Guardia Nacional (Fuerzas de Defensa), el contralor,
los procuradores de la nación y de la administración, el presidente de la Asamblea Legislativa
y los presidentes de los Consejos Provinciales (artículo 196, de la Constitución política).
33
La Asamblea fue integrada por nombramiento directo.
34
Resolución 10 de 15 de diciembre de 1989 de la Asamblea Nacional de Representantes de
Corregimiento, publicada ese mismo día en la Gaceta Oficial 21,436. Se ha señalado que la
intención de Noriega era formalizar su estatus como jefe de Estado, para impedir su secues-
tro por los Estados Unidos, y que ese obstáculo en sí mismo hizo ya inevitable ejecutar la
invasión para derrocarlo. Ver en este sentido: Jorge Eduardo Ritter, Los secretos de la Nuncia-
tura, Planeta, 1990, p. 167.
35
Juan J. Linz, op. cit., pp. 15-16.
36
Loewenstein, K. «La Constitución en vivo: Teoría y práctica», en: J. Blondel y otros, Gobierno:
Estudios comparados, Alianza, 1981, p. 197. El CSPA era el Comando Supremo de las Potencias
Aliadas. El texto original de Loewenstein proviene de Constitutions and constitutional trends
since World War II, Nueva York University Press, 1951.
37
Guillermo O’Donnell y Philippe C. Schimitter. «Apertura (y socavamiento) de los regímenes
autoritarios», en: Guillermo O`Donnell y otros (compiladores), Transiciones desde un gobierno
autoritario, tomo 4, p. 35.
38
Roberto Dahl, op. cit., p. 175. El siguiente dato es ilustrador al respecto: de los veintiséis países
que en 1969 Dahl consideraba poliarquías, cuatro eran producto directo de la imposición
externa de Estados Unidos, y por lo menos otras siete habían sido modeladas bajo la in-
fluencia militar de ese país. Ver también: Laurene Whitehead, «Aspectos internacionales de
la democratización», en: Guillermo O’Donnell y otros, op. cit., tomo 3, p. 16.
39
Roberto Dahl, op. cit., pp. 177-178.
Nueva historia general de Panamá X 1033
40
Ibidem, p. 178. Hay que decir, sin embargo, que la mayoría de los casos contemplados por
Dahl como ejemplos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, no evolucionaron favorable-
mente como democracias sin solución de continuidad. Por otro lado, esos ejemplos, entre
los que incluye las naciones surgidas del fin del colonialismo, no parecen equiparables al
caso panameño.
41
Leonardo Morlino, Cómo cambian los regímenes políticos, CEC, Madrid, 1985, p. 109.
42
Las pérdidas humanas y materiales nunca han sido adecuadamente estudiadas y definidas.
Un cálculo que considero razonable estima la pérdida de vidas panameñas, entre civiles y
militares, en cerca de cuatro mil personas. Que en las operaciones militares hubo violación
del derecho internacional, incluyendo el derecho internacional humanitario, y una negli-
gencia grave a la hora de garantizar el orden público del territorio panameño invadido y
ocupado, está ya suficientemente documentado como para que ningún panameño afirme
lo contrario. Ver al respecto fuentes tales como El uso de la fuerza armada en las relaciones
internacionales: el caso de Panamá, Informe Conjunto del Comité sobre Control Internacional
de Armas y Asuntos de Seguridad y del Comité de Derecho Internacional de la barra de
abogados de la ciudad de Nueva York, fechado en 1992. En este informe, que difícilmente
se puede atacar como antiestadounidense, se desmantela el argumento en favor de la le-
gítima defensa de los Estados Unidos y de la invasión unilateral de un país con el objeto de
exportar la democracia, a la luz del derecho internacional vigente en el momento. En un
sentido de denuncia de la invasión: Olmedo Beluche, La verdad sobre la invasión, CELA, Pa-
namá, 1990; José de Jesús Martínez, La invasión de Panamá, segunda edición, Causadías
Editores, Santa Fe de Bogotá, 1992; Ricaurte Soler, La invasión de Estados Unidos a Panamá,
op. cit.; Pedro Rivera y Fernando Martínez, El libro de la invasión, Fondo de Cultura Econó-
mica, México, 1998. Recientemente, Edita Matilde Saval, Panamá 1989: Invasión y democra-
cia, IEPI, Panamá, 2003.
43
Un relato pormenorizado del restablecimiento de las instituciones de orden público en Pa-
namá tras la invasión, lo ofrece el responsable directo de ese proceso, Ricardo Arias Calderón.
Al respecto, ver: Ricardo Arias Calderón, Democracia sin Ejército: La experiencia de Panamá,
Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano, San José, Costa Rica, 2001.
44
Sus autores son L. Francis Bouchey, Roger W. Fontaine, David C. Jordan y Gordon Summer
hijo.
45
Una afirmación que se repite con no poca frecuencia, pero que aparece insinuado, en: Oscar
Ceville, «Invasión ‘just cause’ o la profecía Santa Fe», Tareas, número 75, mayo-agosto de
1990, pp. 3-10.
46
Precisamente, lo que en el Documento de Santa Fe II deja de ser relevante para la democra-
cia en Panamá, dejó también de ser de interés para los panameños. Así puede explicarse
cómo la negociación del Centro Multilateral Antidrogas (CMA), durante la presidencia de Er-
nesto Pérez Balladares, mediante la que se pretendía conservar bases militares estadouni-
denses en Panamá más allá del año 2000, recibió el rechazo de la población en general y se
vio frustrada.
47
El Estatuto de Retorno Inmediato a la Plenitud del Orden Constitucional (GO 21,440 de 21
de diciembre de 1989) contemplaba la convocatoria de la Asamblea tan pronto se pudiera
hacer el recuento de las actas electorales (en poder de la Iglesia católica) y se proclamaran
los vencedores. Este mismo Estatuto garantizó a los legisladores –como implícitamente a
sus promulgadores– que su mandato sería el mismo para el cual fueron elegidos en mayo
de 1989; es decir, que duraría hasta el 31 de agosto de 1994.
48
Simeón González H., «Democracia o crisis de autoritarismo: El caso de Panamá», ponencia
presentada en el evento sobre Democratización en Centroamérica y Panamá, organizado
por CEMCA en Costa Rica en 1993. En Simeón González H., op. cit., pp. 259-275.
1034 X La transición a la democracia en Panamá
49
William L Furlong, «Panama: The difficult transition toward democracy», Journal of Interame-
rican Studies and World Affaires, volumen 35, número 33, 1993, pp. 19-64. También: Margaret
E. Scranton, «Consolidation after imposition: Panama´s 1992 referendum», Journal of Inter-
american Studies and World Affaires, volumen 35, número 33, 1993, pp. 65-102.
50
William L. Furlong, op. cit., p. 24. Traducción mía.
51
La derrota, sin embargo, recayó principalmente sobre el Partido Demócrata Cristiano, que
estando en la oposición fue el promotor principal de las reformas. Incluso un sector impor-
tante de los más importantes portavoces del Gobierno de Endara hicieron campaña por el
«No» a las reformas. En definitiva, la «aceptación de la derrota» no fue dramática en esos
términos, y tanto el arnulfismo como el torrijismo pudieron contemplar el desplome del
centro político y la consolidación de una dinámica partidaria articulada predominantemente
sobre esos polos, a partir de las elecciones de 1994.
52
La inclusión del denominado «Título del Canal de Panamá» a la Constitución política fue ya
una primera muestra de involución de la regulación constitucional, pues se decide excluir
una actividad central de la economía del país de la administración democrática del Estado.
Como durante todo el siglo XX, al parecer, el Canal seguirá siendo un recurso y un problema
para el funcionamiento del Estado y la sociedad panameños.
53
Tras el triunfo electoral de Pérez Balladares, en las elecciones de 1994, fracasó el encuentro
Bambito III, que era el primero que intentaría concertar las políticas del Estado con la socie-
dad civil organizada. Ver al respecto: Mario Solórzano Martínez, Cuando los políticos cumplen,
PNUD, Panamá, 1997.
54
Un estudio detallado de estas causas puede encontrarse en el Informe de la Comisión de la
Verdad de Panamá, 2002, pp. 34-40.
55
William L. Furlong, op. cit., p. 37. Traducción mía.
56
Decreto Ejecutivo 318 (de 24 de junio de 1994), publicado en la GO 22,567 de 28 de junio
de 1994. También publicado en la GO 22,585 de 22 de julio de 1994; Decreto Ejecutivo 319
(de 26 de junio de 1994), publicado en la GO 22,567 de 28 de junio de 1994; Decreto Ejecu-
tivo 422 (de 23 de agosto de 1994) «Por el cual se da indulto por delito político», publicado
en la GO 22,607 de 24 de agosto de 1994; Decreto Ejecutivo 423 (de 23 de agosto de 1994)
«Por el cual se da indulto por delito político», publicado en la GO 22,607 de 24 de agosto de
1994.
57
Decreto Ejecutivo 469 (de 23 de septiembre de 1994), publicado en la GO 22,632 de 28 de
septiembre de 1994; Decreto Ejecutivo 310 (de 28 de junio de 1995) «Por el cual se corrige
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1995», publicado en la GO 22,877 de 26 de septiembre de 1995.
58
El conflicto entre las visiones de «dejar el pasado en el pasado para hacer posible el futuro»
y la de «no puede haber paz sin justicia» ha sido común a otras transiciones democráticas.
La persistencia del reclamo de las víctimas de los regímenes autoritarios, sin embargo, puede
darse por descontado, y sigue teniendo un significado para la estabilidad (y la legitimidad)
de la democracia.
59
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Un siglo de periodismo en Panamá
Capítulo XXX
Breve historia del deporte en Panamá
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Capítulo XXXI
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Capítulo XXXII
La transición a la democracia en Panamá
Legislación
Período colonial
Siglo XVI
Año 1502. 9 de mayo. Cristóbal Colón partió de Cádiz con cuatro navíos de
gavia de 50 a 70 toneladas y 140 hombres, entre adultos y muchachos. Era su
cuarto y último viaje hacia el Nuevo Mundo. Su propósito era encontrar un
«paso» hacia oriente. Arribó a Honduras el 30 de julio de 1502; luego se dirigió
por el litoral Caribe hacia Panamá, y llega a Bocas del Toro el 5 de octubre de 1502.
1092 X Cronología contextualizada
No descubrió el «paso», pero, sobre la base de informaciones dadas por los in-
dios, se percató de que Panamá era un istmo, y que este era muy rico en oro. El
26 de noviembre de 1502 llegó a Retrete, adonde ya había estado Rodrigo de
Bastidas, y posiblemente avanzó por la costa más al este, tal vez cerca del golfo
de Urabá.
Año 1503. 6 de enero. Cristóbal Colón funda Santa María de Belén, en Vera-
guas, la primera ciudad establecida por los españoles en Panamá y la primera
ciudad fundada en territorio continental americano. Belén fue repetidas veces
atacada por el cacique Quibián, y tuvo que ser abandonada del todo el 16 de
abril de 1503. Tras el fracaso de este proyecto de población, Colón regresar a Es-
paña vía Jamaica y La Española.
Año 1521. Se expide una Real Cédula ordenando un impuesto para la cons-
trucción de un camino de Panamá a Nombre de Dios. Es el primer antecedente
del Camino Real, hasta que se hace un desvío en 1597 cuando se funda Portobelo
1094 X Cronología contextualizada
Año 1537. A principios de este año, el obispo dominico fray Tomás de Ber-
langa realiza la primera visita diocesana al interior de Panamá. En la ciudad de
Natá encontró que los vecinos vivían amancebados con indias y con numerosa
Nueva historia general de Panamá X 1095
prole mestiza. Para cambiar la situación, realizó los primeros matrimonios entre
los colonos y españolas peninsulares, ejemplo que pronto fue imitado por los
demás colonos.
Año 1540. 15 de febrero. Tuvo lugar otro gran incendio en la ciudad de Pa-
namá, que se inició en la casa de contador Peinado de Aguirre. Se quemaron las
casas del Cabildo, aún en proceso de construcción, el hospital de San Sebastián,
la catedral, la vivienda del obispo y muchas casas de vecinos. Se quemaron
100,000 pesos de oro enviados de Perú, con merma de 3,000 pesos, además de
500 pesos en perlas.
Año 1546. Tras vencer Gonzalo Pizarro al virrey Núñez Vela en la batalla
de Añaquito, envió una fuerte escuadra a Panamá al mando de Pedro de Hino-
josa. Su objetivo era ocupar el Istmo para asegurar este frente estratégico e im-
pedir que la Corona sofocase la rebelión. Los vecinos le hicieron resistencia, pero
fueron desbordados por las fuerzas invasoras. Tres días más tarde, Hinojosa
ocupó pacíficamente la ciudad de Panamá, donde se ganó el apoyo de los veci-
nos y la colaboración de las autoridades para restablecer la tranquilidad.
Llega a Panamá el licenciado Pedro de la Gasca, enviado por la Corona para
sofocar el movimiento pizarrista. Logra atraer a Pedro de Hinosoja a la obedien-
cia real; se apropia de su escuadra y con ella se dirige al Perú para someter a
Gonzalo Pizarro, al que vence en la batalla de Jaquijaguana el año 1548. Resta-
blece el orden en Perú, y regresa a Panamá con un considerable tesoro, para de
allí dirigirse a España.
Año 1552. 12 de mayo. Una Real Cédula fechada en Madrid confirma la de-
cisión de abolir las encomiendas en Panamá, y en 1553 el gobernador Sancho
Clavijo inicia el proceso de liberación, distribuyendo a los indios de la jurisdic-
ción de la capital en tres pueblos, Taboga, Cerro de Cabra y otoque. Más tarde,
en 1569, el virrey Francisco de Toledo, a su paso por Panamá, ordena la funda-
ción de Chepo, al este de la capital, para refundir a los supervivientes de Taboga,
Cerro de Cabra y Río Grande.
Año 1553. Naufragan en las costas de San Blas (Guna Yala hoy) 300 esclavos
africanos de la etnia vai, grupo germinal que se convertiría en un peligroso brote
cimarrón bajo el liderazgo de Bayano, que mantuvo en jaque a las autoridades
locales hasta 1555. Pocos años antes se había producido la rebelión del esclavo
Felipillo en el golfo de Panamá. La resistencia cimarrona fue cantada para la pos-
teridad por poetas celebrados, como Juan de Castellanos y Juan de Miramontes
y Zuázola; y cronistas, como fray Pedro de Aguado, relataron su lucha para man-
tenerse libres.
1098 X Cronología contextualizada
Año 1559. 4 de abril. A orillas del río Gatú, límite de la jurisdicción de Pa-
namá y Veraguas, se produjo un choque armado entre las huestes del conquis-
tador de Veraguas Francisco Vásquez y del gobernador interino de Panamá, Juan
Ruiz de Monjaraz, quien, pese a la oposición de los conquistadores de Veraguas,
pretendía introducir a la fuerza esclavos negros para explotar las minas recién
descubiertas. Ruiz de Monjaraz fue derrotado en los hoy llamados Llanos de
Monjaraz y fue hecho prisionero con sus hombres. Luego fue liberado y el pro-
ceso de conquista continuó.
A partir de la conquista de Veraguas, la Corona autoriza al gobernador de
Veraguas a establecer el régimen de encomienda en esta provincia, con objeto
de estimular a los colonos, aunque el número de indígenas que se distribuyó
entre los encomenderos fue siempre muy pequeño, por lo que los colonos orga-
nizaban frecuentes partidas a las montañas para «ranchear indios», una práctica
que continuó hasta muy avanzado el siglo XVII.
Año 1564. Mes de septiembre. Muere en Natá Alonso Vásquez, hijo mayor
del conquistador de Veraguas Francisco Vázquez. Había nacido en el mismo
pueblo en 1540. Fue capitán en la campaña veragüense y nombrado gobernador
y capitán general de la provincia al morir su padre, aunque al llegar este nom-
bramiento le fue retenido por el gobernador de Panamá Rafael de Figuerola,
quien confiaba apropiarse el derecho a continuar la conquista por sí mismo, le
privó del cargo y le mantuvo prisionero durante meses. Al ser liberado y reco-
nocidos sus títulos, Alonso continuó la conquista y fundó la ciudad de Carlos o
San Lucar de la Nueva Extremadura, al oeste de Panamá.
Año 1569. Se produjo una grave epidemia en Panamá, que causó numerosas
muertes. Sucedió a consecuencia de la construcción de un baluarte de tierra y
fajina y la acumulación de «inmundicias» que agravó la endémica insalubridad
de la ciudad. Se enterraban a diario más de catorce muertos y cuando empezó a
sanearse «se enterraban cinco o seis».
1 de noviembre. El día de Todos los Santos se funda el pueblo de españoles
de Los Santos, al que la Audiencia otorga el privilegio de villa, luego de una con-
frontación armada con los pobladores de Natá, que acusaron a los santeños de
«apropiarse de jurisdicción ajena» y de proceder sin respeto por las normativas
correspondientes. Los Santos es uno de los pueblos panameños con más orgullo
de su prosapia hispana.
1100 X Cronología contextualizada
Año 1571. A comienzos de este año, el corsario Francis Drake realizó su pri-
mer asalto al istmo de Panamá. Remontó en galeotas y chalupas el río Chagres
hasta el puerto fluvial de San Francisco de Cruces, en el centro del Istmo, donde
robó mercancías, esclavos y plata ensayada.
Año 1572. Mes de julio. Francis Drake regresó al Istmo en los barcos Swan
y Pasha, con una dotación de 73 hombres, a los que se sumó otra treintena al
mando del pirata inglés James Ranse. Desde isla de Pinos, que se convirtió desde
entonces en el lugar de encuentro preferido de los piratas, Drake se dirigió a
Nombre de Dios, adonde desembarca a las tres de la madrugada, con cuatro pi-
nazas y 150 hombres. Capturó un cuantioso cargamento de barras de plata, pero
en la refriega fue herido en la pierna y los invasores tuvieron que retirarse, lle-
vándose un escaso botín.
Año 1573. Mes de febrero. Mientras acechaba por los tesoros que llegaban
al istmo de Panamá procedentes del Perú, Francis Drake volvió a atravesar el
país llegando hasta Cruces, y a fines de marzo, cerca del camino a Nombre de
Dios, capturó 190 mulas cargadas con unas 30 toneladas de plata. Pero solo pude
llevar a Inglaterra la mitad del botín, pues tuvo que enterrar el resto. Se afirma
que en esa ocasión Drake ascendió a la cordillera, desde donde divisó el Pacífico
y prometió regresar para atacar la ciudad de Panamá.
Año 1574. En años recientes se habían formado dos grupos distintos de ci-
marrones, uno en las cercanías del futuro Portobelo, al mando de Luis de Mo-
zambique, y otro, el más temido, al este de la ciudad de Panamá, al mando de
Antón Mandinga, cuya influencia se extendía desde Chepo hasta tal vez el Chu-
cunaque. Luego de años de lucha las autoridades decidieron darles perdón en
lugar de seguirles haciendo la guerra, pero bajo ciertas condiciones. En conse-
cuencia se expidió la real cédula de Madrid, 2.VI.1574 que declaraba libres a los
que se entregaban pacíficamente.
Año 1576. Mes de abril. Se rebelaron los indios de Trota (cerca de Soná, entre
la península de Las Palmas y Santiago), y mantuvieron en jaque hasta agosto, a
40 soldados que fueron enviados para reducirlos. En este alzamiento mataron
8 vecinos y un cura. También para entonces se produjeron ataques a los reales
de minas por los indios coclé, en la vertiente caribeña de la actual provincia de
ese nombre. Veraguas fue entonces la nueva frontera occidental de Tierra Firme,
con dos flancos constantemente bajo amenaza, el de la zona de Coclé, hacia el
este, y el de La Filipina, hacia el sudoeste.
En la década de 1570 empezaron a aparecer piratas en pequeñas fragatas
que merodeaban por las costas de Bocas del Toro y el norte de Veraguas atraídos
por el real de minas de Concepción. Varias veces atacaron y saquearon. Pero al
mudarse el real con el oro recaudado hacia el interior de las montañas, los piratas
cambiaron de táctica, y optaron por retener las vituallas que llegaban de Carta-
gena, Tolú o Nicaragua a cambio de rescates. Esta circunstancia encareció los
costos de producción aurífera y fue uno de los factores que determinó el aban-
dono de los minerales en 1589.
Año 1577. A principios de este año desembarca en Acla una partida de cor-
sarios al mando de John oxenham, antiguo lugarteniente de Francis Drake. Cru-
zan el Istmo con ayuda de negros cimarrones capitaneados por Luis de
Mozambique, y en febrero siguiente llegan al Golfo de San Miguel donde cap-
turan algunas embarcaciones. Pero fueron acosados, de un lado, por el general
Pedro de ortega Valencia, que en un enfrentamiento hirió a oxenham y, de otra
parte, por Diego de Frías Trejos, que llegó desde Callao. Finalmente, Trejos lo
aprehendió junto con 17 de sus hombres y 40 cimarrones. Trece ingleses fueron
ahorcados y oxenham fue enviado al Perú, donde fue ejecutado junto a cuatro
de sus lugartenientes el 2.X.1581.
Año 1581. A fines de ese año el líder cimarrón Antón Mandinga decide en-
tregarse a las autoridades, firmando capitulaciones de paz en los mismos térmi-
nos que Luis de Mozambique. Para entonces su grupo había quedado reducido
a 700 temerosos supervivientes, de los cuales 188 eran nativos de África, y otros
500 eran negros criollos, indios, zambos y mulatos: apenas poco más de un
cuarto del total eran propiamente africanos. Con este grupo se fundó el poblado
de Santa Cruz, al oeste de la capital a orillas del cerro Ancón. Pero hacia 1597,
una vez se fundó Portobelo, se les trasladó a Santiago del Príncipe, donde se su-
maron al grupo de Mozambique.
Año 1589. Se abandonan las minas de Concepción, que habían contado con
cien vecinos blancos y 2,000 esclavos. Durante los treinta años que estuvieron
activas, Concepción fue el principal motor de la economía del interior del país,
ya que era el principal mercado para la producción de alimentos como maíz y
carne vacuna, que producían ciudades de españoles como Natá, Los Santos y
La Filipina y la media docena de reducciones indígenas cercanas.
Se inicia un proceso de migración y poblamiento en la vertiente del Pacífico
de Veraguas como consecuencia del abandono de las minas de Concepción, si-
tuadas en la vertiente del Caribe. Este mismo año, 1589, como parte de este mo-
vimiento migratorio, se funda la ciudad de españoles de Montijo; en 1590 se
funda Remedios, y en 1591, Alanje, cuyas jurisdicciones capitulares se distribu-
yen de manera equitativa la vertiente sur de Veraguas. A partir de entonces se
Nueva historia general de Panamá X 1103
Año 1596. El pirata sir Francis Drake llega a Nombre de Dios con una flota
poderosa como jamás se había visto en el Caribe, con decenas de grandes barcos
fuertemente artillados y cerca de 5,000 tropas. Pero cuando envió 900 de sus
hombres para cruzar el Istmo y avanzar hacia Panamá, sufrió una severa derrota.
Fueron emboscados en la sierra de Capirilla, por el capitán Conabut, gracias a
una hábil estratagema del gobernador, capitán general y presidente de Panamá
(a.i.), Alonso de Sotomayor y del ingeniero toscano Bautista Antonelli. Los ata-
cantes se replegaron a Nombre de Dios, donde fueron hostigados por los negros
mogollones de Santiago del Príncipe, que les impidieron o dificultaban de acce-
der al agua del río Factor. Atrapados y privados de agua potable y alimentos,
los ingleses enfermaron de disentería y Drake, también enfermo, se vio forzado
a retirarse, dirigiéndose primero a la isla Escudo de Veraguas y luego a Porto-
belo, que aún estaba en construcción, y allí fue nuevamente detenido. Encon-
trándose frente a la bahía, a las 4 de la mañana de 28 de enero, fallece víctima de
la disentería. Las exequias se celebraron en una de sus naves y fue arrojado al
mar en un ataúd de plomo que aún sigue perdido. De sus fuerzas solo regresaron
1104 X Cronología contextualizada
Siglo XVII
El resto se retiró junto con los vecinos a las afueras del pueblo, donde se reagru-
paron para contraatacar y construyeron varias trincheras. Al iniciarse el contraa-
taque, Parker quedó herido en un brazo, y temeroso de represalias desde la
capital optó por retirarse, no sin antes llevarse un botín de 20,000 pesos. Escapó
en dirección al río Chagres con su botín de plata, oro, ropa y otros bienes de los
portobeleños, llevándose además un barco del rey y varios rehenes.
Año 1609. Para este año ya se había recuperado el rebaño ganadero, luego
de la matanza de 1591, y se realiza el primer censo ganadero de Tierra Firme,
actual Panamá. La provincia de Veraguas, que antes de la crisis de 1590 prácti-
camente no contaba en el mercado, tenía en conjunto 23,100 cabezas de vacunos,
y todo el país un total de 111,600 cabezas.
Año 1620. Mes de junio. Se traspasan los bienes del hospital de pobres de
San Sebastián, en la ciudad de Panamá, a la orden de San Juan de Dios, que
desde entonces asumirán las tareas hospitalarias en toda la colonia, creando más
tarde hospitales en Portobelo, Natá, Santiago y Alanje. Desde entonces la mor-
talidad de los enfermos disminuyó en la capital dramáticamente. Estos hospita-
les estuvieron activos hasta la clausura de los conventos y la supresión de las
órdenes religiosas a mediados del siglo XIX.
Nueva historia general de Panamá X 1107
Año 1622. Fracasa la colonización del Darién a cargo del vecino de Santa
Marta, Francisco Maldonado de Saavedra. Por real provisión de Madrid, de
15.VII.1620, se le otorga título de gobernador y capitán general de Darién, para
que conquiste la provincia y frene las agresiones constantes de los indios cunas.
Al año siguiente llega a Darién con 800 colonos: 400 varones, algunos casados
con sus mujeres, niños, esclavos negros e indios de servicio. Era la expedición
más ambiciosa que se había organizado para conquistar Darién desde la que
llevó Pedrarias en 1514. Pero resultó un desastre. Los colonos fueron víctimas
del hambre, las enfermedades y del cruel e incesante hostigamiento de los cunas.
Solo sobrevivieron 65 personas. La expedición duró pocos meses y ya en 1622
Maldonado había abandonado Darién.
A fines de este año, se intensifica la evangelización de los indígenas guai-
míes de Veraguas, gracias al apoyo del gobernador Lorenzo del Salto, y sobre
todo a la labor del dominico de origen flamenco formado en Lima, fray Adrián
de Ufeldre o Adrián de Santo Tomás, al que luego se le sumarían sus compañeros
de orden Antonio de la Rocha y Martín de Valencia. Fray Adrián fue el primero
en poner en práctica el bautismo masivo de indios. Su labor fue notable y se le
considera el misionero más exitoso de la historia colonial de Panamá. Años des-
pués, sin embargo, gran parte de su obra se había perdido.
rescatarse, pese a los esfuerzos que se hicieron de inmediato y que continuaron du-
rante los meses siguientes. Nunca se llegó a saber el monto de la pérdida, debido
a la gran cantidad de dinero y barras de plata que fue embarcado sin registro.
Año 1640. Panamá daba claras señales de estar padeciendo una severa crisis
económica, y empiezan a acumularse numerosos expedientes que describen la
situación, con interrogatorios con testigos, donde todos, de manera consistente,
afirman que el número de vecinos españoles se había reducido de 500 o 600 a
solo 300. La ciudad se despoblaba, se producían frecuentes crisis de carestías, y
empiezan a escasear esclavos tras la independencia de Portugal, que desde sus
colonias africanas era la tradicional fuente de mano de obra esclava de las colo-
nias. Esta situación de crisis continuó empeorando a lo largo del siglo.
Año 1651. Según una fuente, en la ciudad de Panamá, fue «año de peste
donde todo eran clamores y llantos por la multitud de muertos [...] gran temor
con que todos andaban huyendo unos de otros con que terriblemente se afligían
[...] unos morían y enfermaban [...]. Murieron 1,200 personas».
Año 1652. Mes de marzo. Estalló una nueva peste en la ciudad de Panamá,
con muchas pérdidas de vidas humanas, aunque fue menos violenta que la de 1651.
Año 1654. Este año es señalado, tanto por las evidencias fiscales, como la
observación de los contemporáneos enterados, como el comienzo de la decaden-
cia irremisible de la ferias de Portobelo, que desde entonces se celebran de ma-
nera cada vez más espaciada.
El empresario de origen genovés Juan Vicencio Justiniano Chavarri, que era
comisario y capitán de la caballería de Tierra Firme, firmó un asiento con el pre-
sidente de la Audiencia de Quito para abrir una ruta desde la costa del actual
Ecuador hasta Quito, a fin de que pudieran bajar alimentos a Panamá, que pa-
decía frecuentes carestías y hambrunas. Había descubierto la ruta en dos galeo-
nes suyos. El recorrido se podía hacer por esta ruta en solo doce días, mientras
que se tardaba un mes o más llegar por mar a Panamá con vituallas de los valles
peruanos, hasta entonces su principal fuente de abastos. Pero esta ruta alterna
para las crisis de subsistencias que sufría Panamá solo tuvo un efecto transitorio
y el camino no se construyó hasta el siglo XVIII, aunque entonces solo funcionó
de manera precaria.
1110 X Cronología contextualizada
Año 1662. La crisis que venía padeciendo Panamá desde las décadas de 1630
y 1640 continuaba, y ese año una súplica del Cabildo capitalino aseguraba que
la población de vecinos blancos era ya inferior a 300.
5 de junio. Se firma en Madrid el asiento a favor de los genoveses Domingo
Grillo y Ambrosio y Agustín Lomelín, para abastecer de esclavos a sus colonias,
luego de una prolongada interrupción debido a la separación de Portugal en 1640.
Durante la década siguiente, la compañía genovesa estableció su casa en Panamá,
por donde introdujo el 60% de los esclavos. De esa manera, Panamá se convierte
en el principal centro de redistribución de esclavos durante ese período.
Año 1668. 11 de julio. Henry Morgan, acompañado por mil piratas, asalta
sorpresivamente a Portobelo. Entra por el lado occidental de la bahía y ataca el
Santiago de la Gloria, que sometió luego de una breve refriega. Debido a la sor-
presa, pocos vecinos pudieron salir a la defensa y el castellano del San Felipe,
luego de corta defensa, se rindió ignominosamente, y de la vergüenza se suicidó
bebiendo aceite de vitriolo. Su propósito de cruzar el Istmo y atacar Panamá
quedó frustrado al organizarse las defensas en la zona del río Cascajal a las afue-
ras de Portobelo, al mando del gobernador y capitán general Agustín de Braca-
monte. Morgan encerró a toda la población en la iglesia parroquial, donde
muchas perecieron de hambre, enfermedades y maltratos. Y para obligarles a
confesar dónde tenían sus supuestos tesoros, los sometió a terribles torturas,
sobre todo a las mujeres. Entretanto, desde el Cascajal, los soldados de Braca-
monte no dejaban de hacer daño a las tropas de Morgan, incursionando en el
pueblo y causando muertes y heridos, además de mantener en estado de alerta
a Morgan. Este pidió un rescate de un millón de pesos a cambio de no destruir
los fuertes e incendiar la ciudad. Se inició la negociación y Bracamonte se man-
tuvo firme, hasta que Morgan aceptó conformarse con 100,000 pesos en vista de
Nueva historia general de Panamá X 1111
que sus hombres morían por las heridas en combate y de enfermedades. Así se
salvó Portobelo de la destrucción, y el pirata se retiró a medias satisfecho sin
poder cruzar el Istmo.
Año 1678. El capitán Bournano saquea Chepo. Durante esos años, cientos
de piratas confederados estuvieron asediando Panamá. Entraron por el Caribe
oriental, atacaron Portobelo, cruzaron el Istmo, sitiaron durante meses la ciudad
de Panamá, aunque sin poder tomarla. Tras este fracaso, y escasos de alimentos,
se dedicaron a saquear varios pueblos situados en las riberas occidentales del
Pacífico panameño.
7 de noviembre. Se funda formalmente el pueblo de Gorgona, en el curso
medio del río Chagres, entre el pueblo de Cruces y el fuerte de San Lorenzo, con
indios gorgonas de las islas Gorgona y Gorgonilla, situadas entre Tumaco y Bue-
naventura, en el lado Pacífico de la actual Colombia. Meses antes habían sido
trasladados por mar a este sitio por el capitán vizcaíno Gabriel de Urriola Eche-
varría y el andaluz Antonio Bravo de Lagunas, que para ello hicieron «compa-
ñía». El propósito de esta población era establecer una barrera humana en el
Chagres a fin de evitar o dificultar que se repitieran invasiones como la de Henry
Morgan a Panamá en 1671.
Año 1680. El pirata inglés John Springer desembarcó con 200 hombres en
puerto Escribanos, y de allí se dirigió a Portobelo, donde los vecinos le ofrecieron
una breve resistencia. Durante dos o tres días, los piratas estuvieron saqueando
impunemente el poblado, sin que los 800 hombres de armas que había allí apos-
tados les hiciesen frente. Se retiraron al tener noticias de que venían de Panamá
fuerzas de auxilio compuestas por 700 hombres, no sin llevarse varios prisione-
ros y un botín calculado en 100,000 pesos.
Mes de abril. Seiscientos piratas ingleses confederados desembarcan en isla
de oro, que se convierte en el punto de encuentro preferido por los piratas hasta
el siglo XVIII. Desde allí invaden Darién para saquear las recién descubiertas
minas de oro, capitaneados por John Coxon, Peter Harris, Edmond Cook, Robert
Alleston, Richard Sawkins, Bartholomew Sharp, y un tal Mackett. Entre los pi-
ratas se encontraban hombres que luego serían célebres por los libros que escri-
bieron donde narraban sus aventuras, como William Dampier, Basil Ringrose,
Exquemeling y Lionel Wafer. Cruzaron el Istmo con el apoyo de los cunas y el
14 de abril asaltaron el Real de Santa María. Ya en el Pacífico, se apoderaron de
algunas piraguas y canoas para dirigirse a Panamá con ánimo de saquearla.
23 de abril. Doscientos piratas confederados se encontraban a la vista de la
ciudad de Panamá, que para esas fechas ya estaba protegida por una sólida mu-
ralla perimetral recién construida. Los vecinos y la tropa estaban bien prevenidos
y se preparan para la defensa. Se fletaron tres pequeños bajeles para hacer frente
Nueva historia general de Panamá X 1113
a los invasores, con 86 vascos, 77 negros y 65 mulatos. Luego del choque, donde
la defensa llevó la peor parte, los piratas desistieron de atacar la ciudad de Pa-
namá, se dividieron en distintos grupos por disputas internas y se dedicaron a
asaltar embarcaciones, islas y pueblos de la costa occidental del Istmo.
Año 1693. El Tratado Internacional de Ryswick, firmado este año, que con-
denaba la piratería, dejó a los piratas desprovistos de la seguridad de sus san-
tuarios y refugios que tenían en el Caribe. Como resultado, varios grupos de
hugonotes franceses se instalaron en dos zonas escogidas del Caribe panameño.
Unos se establecieron en Bocas del Toro, hacia el oeste, donde se mezclaron con
los indios, aunque fueron expulsados en la década de 1720. Los otros se instala-
ron en las costas de San Blas, al este, donde convivieron con los cunas durante
medio siglo y se mezclaron con ellos.
Año 1697. Concluye su gran poema épico el jesuita Juan Francisco de Pá-
ramo y Cepeda, titulado Alteraciones del Dariel, cuyo original se encuentra en la
Biblioteca Nacional, Madrid, y donde canta las feroces confrontaciones entre
1114 X Cronología contextualizada
cunas, criollos y españoles en Darién durante los años recientes. En 1994, Héctor
H. orjuela publicó en Bogotá una edición crítica de la obra.
Siglo XVIII
Año 1710. A principios de este año, con ocasión de las elecciones del Cabildo
de Panamá, se produjo un enfrentamiento entre la mayoría de sus capitulares y
el teniente general de Portobelo, interinamente a cargo del Gobierno central, y
quien pretendía imponer sus propios candidatos. Como reacción, la casi totali-
dad de los capitulares buscó refugio en sagrado, y la capital quedó virtualmente
paralizada por este conflicto, uno de los más graves de su tipo durante la Colonia
y donde típicamente se ponía a prueba el poder de la élite local y la representa-
ción metropolitana.
Año 1712. Los ingleses, acompañados por indios cunas, atacan nuevamente
el real de minas de Cana, en Darién.
Año 1719. Mes de abril. Los zambos mosquitos de Nicaragua atacan la isla
Tójar (actual Bocas del Toro), cuyos pobladores, los teribe, apresaron para ven-
derlos como esclavos a sus aliados ingleses. Era la primera invasión de los mos-
quitos documentada a las costas caribes de Panamá. La isla quedó pronto vacía
de habitantes. Los indios doraces, vecinos de Tójar, aterrorizados por este ataque,
se desplazaron hacia las montañas del sur.
Año 1724. El francés Carlos Tibón y un grupo de indios cunas asaltan el real
de minas de Cana, al sur del Darién, y hacen volar los socavones y galerías, de-
jando inutilizado el mineral, que deja de producir. La destrucción del mineral
arrastró a la provincia a la postración económica. En su momento de mayor es-
plendor de la minería, su población llegó a 20,000 habitantes, casi tres veces la
de la capital para la misma época. Los que permanecieron, en su gran mayoría
descendientes de esclavos negros que habían laborado en las minas, se dedicaron
a la agricultura o a exportar plátanos a Panamá.
Desde Alanje y David, en Chiriquí, salen frecuentes partidas milicianas para
reducir a los piratas (la mayoría franceses hugonotes) que se habían establecido
en Bocas del Toro, donde se habían aliado con los indios y mestizado con estos,
hasta que para esa misma década fueron expulsados.
Año 1727. El mestizo Luis García atacó Darién creando una gran alarma en
todo Panamá. Con 200 indios cunas, bien armados con armas de fuego, incendió
El Real, Yaviza, Chapigana y otros pueblos. Asesinó a 28 españoles, varias mu-
jeres, niños y esclavos, y al fraile dominico Ambrosio Gómez. La iglesia de El
Real fue incendiada y los ornamentos saqueados y destruidos «con irrisión y
burla». García se proclamó Libertador del Darién y planeó atacar Portobelo, Pa-
namá y Cartagena. Pero la rebelión fue reprimida. García fue capturado y con-
denado a la horca, aunque luego se le desterró de por vida al Perú. Este episodio
estremeció profundamente a la colonia panameña. Tras los ataques de Tibón y
García, las minas auríferas de Cana, las más ricas de Panamá y una de las más
productivas del continente, no volvieron a explotarse durante el resto del perío-
do colonial.
Louise, Norwich y Seernes. Con este episodio, Inglaterra rompe hostilidades con
España, y se inicia la guerra conocida con el nombre de la oreja de Jenkins, o
guerra del Asiento, que se extendería hasta 1748. Portobelo tenía una defensa
muy débil: los soldados no recibían paga desde hacía meses, los cañones estaban
en el suelo por falta de cureñas y escaseaba la pólvora. Y el San Felipe, que era
la principal defensa de la ciudad, tenía solo 20 soldados, todos milicianos de
color y ninguno soldado regular, aunque pronto recibieron refuerzos de los guar-
dacostas, dotados, estos sí, de buena experiencia en el manejo de la artillería.
Gracias a ellos se produjo un intenso cruce de fuego entre el San Felipe y los bar-
cos de Vernon, donde causaron bastantes muertes. Pero, por lo demás, casi no
hubo resistencia. El gobernador de Portobelo demostró una total ineptitud mi-
litar y desde Panamá el gobernador y capitán general, su tío, Dionisio Martínez
de la Vega, fue incapaz de reaccionar dejando abandonado la plaza a su suerte.
Un día después la plaza se rindió. Vernon destruyó completamente las fortifica-
ciones, dejando a Portobelo indefenso y, conforme a las humillantes capitulacio-
nes de rendición, la plaza debía permanecer desarmada mientras duraba la
guerra. Este mismo año se habían hecho preparativos para la celebración de la
feria de Portobelo, pero el ataque de Vernon la frustró y nunca más volvió a ce-
lebrarse, ya que el puerto había quedado desprovisto de defensas para el en-
cuentro ferial. Se inició un período de progresiva postración económica de
Panamá, que se extendería hasta principios del siglo siguiente. Las fortificaciones
no volvieron a restablecerse hasta mediados del siglo, aunque bajo conceptos
defensivos muy distintos.
Año 1740. Mes de marzo. Vernon regresa a Portobelo para iniciar una nueva
campaña en el Istmo, esta vez aún más agresiva. Con seis navíos de línea de
70 cañones, 3 fragatas, 2 buques bombarderos, brulotes y balandras, se dirige al
San Lorenzo del Chagres, y el 2 de abril lo somete a un implacable bombardeo, que
lo deja totalmente destruido. Quedando de esa manera indefensa la boca del río,
podría, cuando quisiera, cruzar el Istmo navegando por el río Chagres y avanzar
hasta Panamá. Después del ataque, regresa a Portobelo y de allí viaja a Jamaica en
busca de mayores refuerzos, dejando la amenaza de regresar pronto al Istmo.
Año 1741. Luego de los numerosos enfrentamientos con los indios cunas,
se firmaron paces generales entre el Gobierno, representado por el presidente
Dionisio Martínez de la Vega, y los caciques cunas Felipe de Uniñaquiche y
Atunchile, alias Juan Sanni, quien era mestizo de cuna y francés. Pero estas paces
fueron engañosas, siguiendo su vieja costumbre, y una década más tarde los
cunas volvían a romper hostilidades.
Año 1742. Mes de abril. Vernon regresa a Portobelo, esta vez con un formi-
dable ejército: 104 velas de guerra, algunas de hasta 90 cañones, 3,000 tropas, y
Nueva historia general de Panamá X 1119
más de 1,000 cargueros indios y esclavos negros. Su plan era navegar el río Cha-
gres y atacar Panamá en combinación con el comodoro George Anson, que había
salido de Inglaterra rumbo al cabo de Hornos para entrar por el Pacífico y unir
fuerzas con Vernon. Pero esta vez encontró a Panamá muy preparado para la
defensa. Portobelo tenía un nuevo gobernador, un competente militar de nombre
Juan Joseph Colomo, y el gobernador y capitán general Martínez de la Vega ela-
boró una estrategia efectiva que Colomo siguió al pie de la letra. Además, Co-
lomo había recibido de España 50 tropas regulares de refuerzo para Portobelo y
el virrey del Perú había enviado a Panamá 1,400 tropas y barcos. Desde el prin-
cipio Vernon tuvo serios desencuentros con su general de tierra y el gobernador
de Jamaica, cada uno con sus propias tropas y enfoque del plan, y en abril se
adelantó la temporada de lluvias, lloviendo a cántaros, lo que constituía una
seria desventaja para avanzar por las selvas panameñas. Vernon descubrió ade-
más que el Chagres tenía dos fuertes bien artillados y nunca tuvo noticias de
Anson, que desde diciembre ya había tomado rumbo a México para robar la
«nao de China», habiéndose olvidado del plan para ocupar Panamá, desde que
se enteró de que Vernon había sido derrotado en Cartagena de Indias a mediados
de 1741. Además, Colomo desplazó fuerzas por todo el istmo central, ocupando
los sitios más estratégicos donde podía rechazar a los británicos. Por su parte, el
gobernador de Jamaica, disgustado con la situación, retiró sus tropas y Vernon
estaba peleado con su general de tierra. Como resultado, optó por retirarse prác-
ticamente sin disparar un tiro. De esta manera, la famosa campaña británica re-
sultó un humillante fracaso, y fue otro triunfo memorable para las defensas
locales.
Año 1743. A causa de las incursiones de los mosquitos, para esta fecha ha-
bían desaparecido del todo los indios teribes de la isla Tójar, y los changuinas
del río Tararia, al que los mosquitos rebautizaron Changuinola, lo que fue apro-
vechado por algunos ingleses para afincarse en Tójar.
los tiros, que no obstante su modesta artillería le causaron bastante daño a varios
de sus barcos. Como resultado, Kinhgills desistió de desembarcar, si esa era su
plan, y mucho menos de cruzar el Istmo, y se tuvo que retirar sin el rescate pero
dejando a Portobelo severamente dañado. Quedaron en ruinas sus mejores edi-
ficios, incluyendo la imponente Aduana y la Negrería, además de las casas más
costosas y que solían usarse para alquiler durante las ferias.
Año 1747. Por órdenes del presidente Dionisio de Alcedo y Herrera, se or-
ganizó una ofensiva militar para acabar con las distintas compañías de contra-
bandistas que se habían organizado desde 1716 en Coclé, al oeste de Panamá.
Recibían mercancías de barcos ingleses y holandeses por el Caribe y las trasla-
daban a puestos estratégicos, verdaderos fortines, en la ruta transístmica, hasta
llevarlos a Penonomé y Natá para reembarcarlos a Panamá o a Sudamérica.
Luego de varios choques armados, finalmente los contrabandistas fueron derro-
tados, siendo capturados y ajusticiados los cabecillas. Fue un duro golpe para el
contrabando en esta región, que nunca más se recuperó.
Año 1751. Los indios cunas atacan el fuerte de Terable, que defendía la fron-
tera occidental de Panamá, entre Chepo y el Darién, y que estaba bajo control
indígena.
17 de julio. Por Real Cédula, el Consejo de Indias ordena suprimir con ca-
rácter definitivo la Audiencia de Panamá, por considerar inútil su tribunal, ce-
lebrarse en ella pocos pleitos, ser reducida su población, y por la pobreza en que
quedó sumida después de haberse suspendido las ferias de Portobelo desde
1739. Aconsejando la supresión, el virrey Sebastián Eslava escribía el 11/XI/1750,
«que en toda su jurisdicción no hay un solo mayorazgo, ni mercader alguno que
se repute por de 50,000 pesos de caudal. Los hombres de distinción capaces de
obtener empleos honoríficos en la república dudo lleguen a 40 y todo el resto de
su vecindario se compone de un corto número de mercaderes, poco acaudalados,
de gente de baja esfera y oficios mecánicos». Agregaba que se ahorrarían al Fisco
más de 25,000 pesos anuales. Apoyaban la supresión, la poderosa familia Urriola
Echeverz a fin de disfrutar de mayor libertad para sus actividades.
Año 1757. A principios de este año, los indios cunas masacraron a los colonos
franceses hugonotes que habían convivido con ellos desde fines del siglo XVII. Lo
hicieron instigados por los ingleses, que les convencieron de que los franceses les
traicionarían. De hecho, los franceses hugonotes habían iniciado negociaciones
con las autoridades panameñas para jurar lealtad a España, a cambio de que se
les permitiera vivir en paz y como colaboradores para hacer frente al peligro cuna
e inglés. Como resultado, la influencia de Inglaterra se hizo cada vez mayor en la
zona.
Año 1758. Mes de junio. Los indios cunas «incendiaron el pueblo de Yaviza,
y en julio siguiente atacaron el de Tichichí, matando al cacique y seis indios».
Año 1773. Las antiguas milicias ordinarias, creadas por Alonso de Sotomayor
hacia 1600, son transformadas en milicias disciplinadas, dotadas con vistoso uni-
forme propio, calzado y nuevas ordenanzas. Se las proveía de un sueldo regular
1124 X Cronología contextualizada
y podían gozar de fuero militar. Para la población de «pardos» fue una gran opor-
tunidad de ascenso social que aprovecharon para ingresar al cuerpo y aumentar
su número. Aunque las ordinarias tuvieron desde su creación un papel importante
en la defensa, se tardó mucho tiempo en reconocerse sus méritos, aunque esto
había cambiado para principios del siglo XVIII, cuando ya se aceptaba que eran
la principal defensa del reino. De hecho, para mediados del siglo XVIII la gran
mayoría de las fuerzas armadas de Panamá eran milicianas, ocupando, según en
qué lugar, entre el 72 y el 84% del total de la tropa. El resto eran tropas españolas
regulares pagadas. Las milicias disciplinadas desempeñaron un papel clave en la
campaña contra los cunas de esa década y la siguiente, sufriendo muchas bajas.
Año 1775. 19 de abril. Los indios cunas asaltan el centro minero de Pásiga
en la región del alto Bayano, donde trabajaban 450 personas; solo escaparon con
vida 50 personas, entre ellas el cura doctrinero. Como resultado, el gobernador
de Panamá, Pedro Carbonell y Pinto hizo construir el fuerte de San Carlos de
Bocachica en la desembocadura del Tuira. Detrás de este ataque estaba la mano
británica, en guerra no declarada, aunque abierta, con España.
Corrían rumores de que cientos de colonos ingleses se habían establecido
en Bocas del Toro, y que los indios mosquitos amenazaban con intensificar sus
invasiones periódicas en las costas de Coclé y Veraguas.
Año 1777. En vista de la agresiva política española, los indios cunas, enca-
bezados por el cacique Bartolomé Estrada, deciden hacer las paces. otros caci-
ques se le unieron con sus familias, pero al año siguiente volvieron a atacar.
Año 1778. El cacique cuna, Bernardo Estola, alentado por el apoyo inglés
de armas y municiones, se proclama jefe supremo de Darién y aliado de Ingla-
terra. Con cientos de indios bien armados y la asesoría militar de oficiales ingle-
ses, se enfrentó a los españoles en varios combates y los expulsó del territorio.
El gobernador de Jamaica le concedió la patente de capitán general de estos te-
rritorios y le envió una felicitación entusiasta por sus victorias. Nunca los cunas
habían representado una amenaza tan seria para la integridad de la colonia.
Año 1788. 21 de junio. Los indios changuinas se sublevan por segunda vez,
incendiando la misión de Bugaba, destruyendo la iglesia, robando los ornamen-
tos sagrados y matando «cinco indios mansos». Huyeron a los montes, constru-
yeron un palenque donde hicieron fuerte resistencia a los milicianos que fueron
a perseguirles y amenazaron con atacar el poblado de Alanje para liberar a sus
mujeres e hijos prisioneros.
Alentados por la sublevación de los changuinas de Bugaba, y al parecer tam-
bién por el ejemplo de resistencia que dieron los cunas en Darién, se alzaron los
indios guaimíes, sabaneros y norteños de la reducción de San Josef de Tolé, re-
cién fundado en 1780. (otra posible causa de esta sublevación sería el rechazo
al recién establecido impuesto del tributo indígena, como ocurrió en otras partes
de América, pero es un tema pendiente de estudio). Destruyeron la reducción,
asesinaron al padre Antonio Galíndez, presidente de las misiones franciscanas
de Propaganda Fide, e hirieron gravemente al padre fray Ramón Rábago. Solo
logró escapar el padre fray Maximiliano Lorca. Luego atacan Cañazas. A partir
de entonces, fue necesario colocar una tropa de 51 hombres para vigilar cada
misión. La frecuencia de estos sangrientos ataques indígenas convenció a las au-
toridades civiles y militares de Panamá, y aun a los propios frailes, del fracaso
de las misiones y de la necesidad de cerrarlas para siempre, como en efecto lo
hicieron.
Siglo XIX
Año 1809. Tras haberse interrumpido los vínculos comerciales con España
debido a la ocupación napoleónica, el gobernador Juan Antonio de la Mata de-
clara libres los puertos de Panamá para comerciar con naciones amigas. Esta
apertura dio origen a una intensa actividad económica que duraría hasta 1818 o
1819, y permitió la creación de varias fortunas. Durante esa década, tanto la plata
del Alto Perú, que dejó de bajar por Argentina, como la de México, que empezó
salir por Guadalajara, era enviada a Panamá, para desde allí ser embarcaba hacia
Jamaica. En esta isla se compraban manufacturas inglesas que se llevaban de re-
greso al continente, vía Panamá.
Este año se produjo en Panamá una seria crisis en el estanco de tabaco, como
consecuencia de las guerras revolucionarias que ocasionaron el cese de las im-
portaciones procedentes de Cuba, principal fuente de abastecimiento de tabacos
de Panamá y Sudamérica. Como resultado, se produjeron encendidos pronun-
ciamientos en contra el estanco, considerado «arbitrario y despótico». Algunos
pronunciamientos de los abogados (en especial Blas Arosemena de la Barrera)
fueron considerados sediciosos, y ciertamente contenían el germen de ideas que
luego se harían comunes entre los revolucionarios de años posteriores.
1128 X Cronología contextualizada
Año 1810. Panamá rechaza las incitaciones de Cartagena y Bogotá para que
se sume a la independencia, manifestando su fidelidad a Fernando VII a la vez
que su voluntad de autogobierno. Lo hace sumándose al movimiento «juntista»
que se produjo por toda España y sus dominios coloniales al considerarse acéfalo
el Gobierno una vez que Napoleón puso preso al rey Fernando VII.
a las sesiones, defiende estos intereses ante el gobierno superior. Cabarcas abo-
gaba por medidas reformistas, pero no apoyaba la independencia. En 1820 fue
elegido nuevamente para las Cortes en el trienio liberal, por lo que nuevamente
viajó a España, donde se encontraba cuando se independiza Panamá, adonde
regresa poco después, siendo nombrado obispo años más tarde.
Mes de agosto. Tras la promulgación en Cádiz de la Constitución política
de la monarquía española el 19 de marzo, se enviaron ejemplares a los confines
de la monarquía para que se juramentara en las ciudades y parroquias con las
solemnidades y celebraciones consiguientes. El virrey Benito Pérez recibió en
Panamá, el 1.VIII.1812, doscientos ejemplares de la Constitución. El 23 y el 24 de
agosto de1812 se celebraron en la capital los actos de juramentación, primero en
intramuros, luego en el arrabal de Santa Ana. Más tarde se hizo lo mismo en los
pueblos y parroquias del Interior.
Siglo XIX
Año 1828. Entre fines de este año y principios de 1829, los ingenieros John
Lloyd, de la Marina británica, y el sueco Maurice Falmark, realizan, por orden
de Simón Bolívar, el primer estudio científico moderno para construir un canal
por Panamá. Fue un estudio somero y muy preliminar, cuyos resultados presen-
taron a la Royal Society of Londres, acompañado por un plano, donde señalan
la mejor ruta posible, la misma que más tarde seguirían los franceses y luego los
Estados Unidos para la construcción del Canal.
y con el apoyo del pueblo del Arrabal, proclama abiertamente y por primera vez
la separación de Panamá de Colombia. El 11 de diciembre, Espinar reintegra el
Istmo a la Nueva Granada y es exiliado. En los siguientes 73 años se producirán
cuando menos nueve conatos independentistas más: en 1831, 1832, 1840, 1850,
1852, 1856, 1860 y 1861.
Se promulga en Bogotá una Constitución centralista que ignora los reclamos
autonomistas de Panamá.
Año 1835. 15 de febrero. Se inicia la publicación del periódico Los Amigos del
País, que continuó publicándose hasta 1841.
20 de septiembre. Se funda la Sociedad de Amigos del País, que por más de un
lustro se dedicará a la propagación de un embrionario pensamiento liberal. El
15 de enero siguiente es elegida la directiva, que queda constituida por Tomás
Herrera como presidente, José Agustín Arango como vicepresidente, José Remón
como primer secretario y José Ángel Santos como segundo secretario.
Nueva historia general de Panamá X 1133
Año 1835. Por primera vez el Gobierno de EE. UU. muestra vivo interés en
la construcción de un canal transístmico. El presidente Andrew Jackson comi-
siona al coronel Charles Biddle para estudiar la factibilidad del proyecto. Biddle
solicitó la concesión al Senado colombiano, que la concedió a un consorcio co-
lombo-estadounidense al que Biddle se asoció. El consorcio no logró el capital
requerido, el Gobierno de EE. UU. no respaldó a Biddle y este murió tres años
después en un naufragio.
27 de mayo. Colombia acuerda el primer contrato para la construcción de
un canal a través del Istmo con Charles Philippe Hippolyte, barón de Thierry.
En los próximos 68 años celebrará nueve contratos más con el mismo fin,
sin resultados tangibles: con un grupo privado de franceses y colombianos (en
1838); con Manuel Cárdenas, Florentino González, Ricardo de la Parra y Benja-
mín Baggle (en 1851); con Patricio Wilson, Juan Anderson y otros (en 1852); con
José Gooding y Ricardo Vanegas (en 1855); con Henry Duestbury (en 1869; con
EE. UU. (en 1869 y 1870); con la Compañía Universal del Canal Interoceánico
(en 1878, prorrogado en 1890 y 1900); y finalmente con EE. UU. (en 1903).
Justo Arosemena Quesada se gradúa de bachiller en Jurisprudencia en la
Universidad Central de Bogotá y regresa a Panamá para ejercer la abogacía en
el consultorio del doctor Esteban Febres Cordero.
Año 1840. Se establece la compañía Pacific Steam Navigation Co., que rea-
lizaría servicios regulares entre Valparaíso y Panamá.
Justo Arosemena publica Apuntamientos para la introducción a las ciencias mo-
rales y políticas. Es uno de los primeros estudios realizados en América Latina
sobre la epistemología de las ciencias sociales, con marcado sesgo positivista.
También ese año viaja a los Estados Unidos. A su regreso se incorpora al Go-
bierno del Estado soberano de Panamá como secretario general interino.
18 de noviembre. A fin de sustraerlo de una guerra civil en el territorio neo-
granadino, el general Tomás Herrera encabeza una nueva independencia de Pa-
namá de la Nueva Granada, y lo declara Estado libre del Istmo.
Año 1843. La población del istmo de Panamá registra menos de 120,000 habi-
tantes. Ese año se publica La Cartilla Popular, periódico de propósitos educativos.
Año 1846. Por iniciativa del presidente de Nueva Granada, Tomás Cipriano
de Mosquera (y de lo que se vanagloriaría luego y seguramente temeroso de que
continuaran repitiéndose las aspiraciones separatistas de Panamá), se firma el
Tratado Mallarino-Bidlack, cuya cláusula 35 autorizaba la intervención militar
estadounidense para garantizar la soberanía neogranadina en el Istmo y la se-
guridad del tránsito transístmico. Esta cláusula impedía cualquier posibilidad
de que Panamá pudiese separarse de Colombia y daría pie a las numerosas in-
tervenciones armadas de Estados Unidos en el Istmo durante el siglo XIX.
Año 1851. A mediados de año Justo Arosemena, viaja a Nueva York con su
familia para establecerse allí e internar a sus hijos en colegios para que hicieran
sus estudios. El 24 de agosto del año anterior había fallecido su esposa Francisca
de la Barrera.
Año 1852. Se promulga la ley que declara libres a los esclavos y reconoce la
libertad de expresión y pensamiento.
Es develado una nueva (la séptima) tentativa independentista.
Año 1853. Mes de septiembre. Los obreros de la Pacific Mail Steam Ship Co.,
dedicada al trasiego de pasajeros y mercancías, declaran la primera huelga en
la historia de Panamá de que se tenga noticia.
1 de febrero. En el Panama Daily Star (antiguo The Panama Star, que era tri-
semanario) empieza a aparecer una sección en castellano, titulada La Estrella de
Panamá.
Año 1854. Tomás Herrera y José de obaldía orejuela, liberales ambos, son
elegidos primer y segundo designados a la presidencia de Colombia. Al ser
derrocado José María obando, De obaldía asume la defensa de la constitucio-
nalidad como legítimo jefe de Estado y Herrera dirige la campaña militar en
la lucha contra los golpistas. Coincidiendo con el período de hegemonía liberal
1136 X Cronología contextualizada
Año 1858. Justo Arosemena viaja a Nueva York, donde contrae nupcias con
Louise Livingston, hija de un antiguo alto funcionario diplomático estadouni-
dense en Quito.
Año 1861. Durante la llamada guerra de los Supremos, conflagración civil que
tuvo lugar en el interior de Colombia, el Istmo logra separarse por cuarta vez en
un movimiento liderado por el gobernador de la provincia de Panamá, José de
obaldía. Panamá se reintegra a Colombia luego de recibir, mediante el Convenio
de Colón, de 6 de septiembre, una expansión considerable de sus prerrogativas au-
tonomistas y algunas concesiones comerciales. Pero en desconocimiento de esta
convención, tropas colombianas someten por la fuerza a Panamá y las prerrogativas
concedidas serían desconocidas por la administración central colombiana.
8 de septiembre. Se desamortizan los «bienes de manos muertas», mediante
la cual el Estado confiscó las propiedades de la Iglesia, así llamadas por ser pre-
suntamente de los santos, lo que rindió aproximadamente 800,000 pesos.
Año 1862. Tropas enviadas desde Colombia por Tomás Cipriano de Mos-
quera fueron recibidas por el pueblo de la ciudad de Panamá que, encabezado
por el líder local, Buenaventura Correoso, se une a la lucha contra Santiago de
la Guardia, quien murió en la batalla de Río Chico en Natá.
Año 1865. Gil Colunje, destacado dirigente de los liberales istmeños de in-
tramuros, dio el primer golpe de Estado del período federal contra la facción
mosquerista –depuso a José Leonardo Calancha y encarceló a Buenaventura Co-
rreoso– y promulgó una nueva Constitución para el Estado de Panamá, que le
otorgó al presidente la potestad de designar a los prefectos y a estos la de nom-
brar a los alcaldes de sus respectivos departamentos. Durante esta crisis, la In-
fantería de Marina de EE. UU. desembarca en Colón y en Panamá para proteger
los intereses estadounidenses.
Año 1866. Waldo Field funda el Exchange Bank de Colón, que al año si-
guiente emite billetes de banco con la denominación de dólares.
Año 1870. 26 de enero. Se firman en Panamá los protocolos del Tratado Arose-
mena Sánchez-Hurbult, que autoriza a EE. UU. a excavar un canal interoceánico
por la ruta de Panamá, pero no es ratificado por el Senado de los Estados Unidos.
Bajo a administración de Buenaventura Correoso se aprobó una nueva
Constitución en la cual se extendió también a cuatro años el período de duración
de las funciones de los diputados y se establecieron las sesiones de la Asamblea
cada dos años.
Justo Arosemena publica en Francia en dos volúmenes Constituciones políti-
cas de América Meridional.
Nueva historia general de Panamá X 1139
Año 1871. El censo arroja una población para el Istmo de 224,032 habitantes.
Año 1873. Se aprobó una nueva Constitución, tan solo con el propósito de
llamar a elección a todos los cargos de elección popular.
Entre mayo 21 y el 5 de junio, 200 infantes de marina del barco US Tuscarora
desembarcan en Panamá para impedir que una conflagración civil afecte el trán-
sito por la ruta. En el mismo año volverán a intervenir una segunda vez.
Año 1875. Se aprobó la última Constitución del Panamá federal, la cual cam-
biaba el voto electoral del Istmo, que era favorable al candidato independiente,
Rafael Núñez.
18 de mayo. Desembarcan en Colón Lucien Bonaparte Wise y Armando Re-
clus, para iniciar trabajos de exploración y estudios tendientes a construir un
canal interoceánico.
Año 1880. Se creó la Compañía Universal del Canal, presidida por Ferdinand
De Lesseps, con el propósito de construir un canal interoceánico por Panamá.
El liberal Pablo Arosemena es elegido segundo designado a la presidencia
de Colombia.
Año 1899. Estalla la guerra de los Mil Días en Colombia (en realidad de
1,320 días). Se producen los primeros movimientos revolucionarios en Panamá.
Los EE. UU., invocando el Tratado Mallarino-Bidlack y la necesidad de proteger
los intereses a lo largo de la línea férrea, frustran reiteradamente los intentos li-
berales por tomar el poder en las ciudades terminales de Panamá y Colón.
La economía sufre un grave impacto negativo y la ganadería, base de la eco-
nomía rural y fuente principal de la cultura alimentaria, sufre grandes pérdidas.
Año 1901. El liberal panameño Domingo Díaz llegó a San Carlos a bordo
del vapor Momotombo para continuar la revolución, pero sus fuerzas fueron de-
rrotadas en Emperador y Barbacoa.
Este año se firma el Tratado Hay-Pauncefote entre Inglaterra y EE. UU., que
permite a este último construir un canal en cualquier punto de Centroamérica y
Panamá sin intervención de Inglaterra.
15 de octubre. A petición del gobernador conservador de Panamá, general
Carlos Albán, fuerzas de EE. UU. y francesas ocupan la ciudad de Panamá para
impedir la toma de la capital por fuerzas insurgentes liberales.
Siglo XX
Año 1908. Mes de mayo. Se celebra el proceso electoral bajo supervisión es-
tadounidense a solicitud de conservadores y liberales.
1 de octubre. Se inaugura el Teatro Nacional, cuyo diseño estuvo a cargo del
arquitecto italiano Genaro N. Ruggieri. También se encargó a Ruggieri del diseño
del Palacio Nacional situado en la misma manzana. La construcción estuvo a
cargo de la empresa Duque y Arias y la supervisión fue realizada por el inge-
niero Florencio Harmodio Arosemena. El panameño Roberto Lewis realizó las
pinturas en el Teatro Nacional.
Año 1910. Tropas de EE. UU. supervisan el proceso electoral y vetan la can-
didatura al liberal encargado de la presidencia de Carlos Antonio Mendoza por
ser mulato.
Se inaugura la primera sala de proyección cinematográfica en Colón, en la
que se daban a conocer informaciones de carácter sanitario y otras de interés
comunitario.
Año 1916. Mes de febrero. Se produjo otra confrontación entre policías pa-
nameños y tropas de EE. UU.
Mes de marzo. Segunda confrontación en menos de dos meses entre policías
de Panamá y militares de EE. UU. Alegando que la frecuencia de estos choques
demostraban el carácter incontrolable de los policías panameños, el represen-
tante diplomático de EE. UU. ordena el desarme de la Policía Nacional y la dis-
minución de la Guardia Presidencial de 75 a 25 efectivos, lo que disminuye
simultáneamente las posibilidades de golpismo y torna a Panamá aún más de-
pendiente de EE. UU.
Se instituyó la coeducación, lo que le permitió a las mujeres estudiar en las
dependencias del Instituto Nacional, único lugar donde se accedía a estudios
superiores.
Primera elección presidencial en la que no intervienen los EE. UU. desde
1904 ya que este se nieva a intervenir.
Año 1920. En las primeras elecciones directas por votación popular mascu-
lina directas para presidente de la república se eligió a Belisario Porras, quien
había sido elegido de forma indirecta en dos ocasiones anteriores (1912 y 1918).
Jeptha B. Duncan, secretario de Instrucción, publica La educación pública en
Panamá, texto fundamental para conocer la situación educativa del país y las for-
mas de administrar del Gobierno.
Nueva historia general de Panamá X 1145
Año 1921. Conflicto limítrofe con Costa Rica en la región de Coto. Interven-
ción militar estadounidense solicitada por el Gobierno panameño.
La policía reprime a miembros de la etnia cuna que rechazan la «Ley sobre
civilización de indígenas».
Año 1925. Disturbios por alto costo de los alquileres (conocido como «mo-
vimiento inquilinario»). Intervención militar estadounidense solicitada por el
Gobierno panameño para sofocar la protesta popular. Alzamiento de los indí-
genas de San Blas (hoy Guna Yala) y proclama de la República Tule.
Año 1926. Rechazo del tratado con los Estados Unidos que obligaba a Pa-
namá a ser aliado en los conflictos bélicos en que se viese envuelto la nación
norteamericana.
Año 1936. Firma del Tratado de Amistad y Cooperación entre Panamá y Es-
tados Unidos, conocido como Tratado Arias-Roosevelt, con lo cual los Estados
Unidos aumenta la anualidad del Canal y renuncia al derecho de garantizar la
independencia de Panamá y el orden interno.
Año 1940. Arnulfo Arias Madrid gana las elecciones, luego que el doctor
Ricardo J. Alfaro retirara su candidatura, debido a la amenazas contra sus se-
guidores. En su discurso inaugural, Arias expone su «doctrina panameñista»
1146 X Cronología contextualizada
Año 1942. Estados Unidos y Panamá firman el Acuerdo de Bases por el cual
se permitió establecer la base de Río Hato y otros 134 sitios militares estadouni-
denses fuera de la Zona del Canal hasta un año después de culminada la Se-
gunda Guerra Mundial. Se crea el Concurso Nacional de Literatura «Ricardo
Miró», que desde entonces ha promovido la producción literaria y ensayística
del país.
Año 1949. Golpe de Estado contra el presidente Daniel Chanis, sucesor del
fallecido Domingo Díaz. Recuento de votos de los comicios de 1948 y ascenso al
poder de Arnulfo Arias Madrid. Se realizó el primer Festival de la Mejorana en
Guararé, dirigido por Manuel F. Zárate.
Nueva historia general de Panamá X 1147
Año 1964. 9 de enero. Estudiantes del Instituto Nacional intentan izar la ban-
dera panameña en la Escuela Superior de Balboa, Zona del Canal, en cumpli-
miento del acuerdo Chiari-Kennedy suscrito un año antes. Son recibidos con
violencia por los estudiantes estadounidenses y sus padres, y la policía zoneíta
los obliga a retirarse. Como consecuencia se produce un levantamiento popular
contra los Estados Unidos, con saldo de 22 panameños muertos. Panamá rompe
relaciones diplomáticas con Estados Unidos.
En abril, se restablecen las relaciones bajo las condiciones de renegociar el
status quo canalero, por medio de la Declaración Conjunta Moreno-Bunker.
Año 1968. Tras una violenta campaña electoral, Arnulfo Arias Madrid
asume el solio presidencial por tercera vez. Tras once días de gobierno, es de-
rrocado por un golpe de Estado dirigido por la Guardia Nacional.
Año 1972. Se eligen sus miembros y se reúne por primera vez la Asamblea
Nacional de Representantes de Corregimiento, en reemplazo de la Asamblea
Nacional. Se aprobó la Constitución política, con la cual el Gobierno busca
legitimar su gestión, y en donde se reconoce al general omar Torrijos Herrera
como «líder máximo de la Revolución» y Jefe de Gobierno.
Año 1977. Firma del Tratado del Canal de Panamá y el Tratado Concerniente
a la Neutralidad Permanente y al Funcionamiento del Canal de Panamá, cono-
cidos ambos como los Tratados Torrijos-Carter.
Año 1982. Aristides Royo renuncia como presidente bajo presión de la Guar-
dia Nacional y es sustituido por el vicepresidente Ricardo de la Espriella.
Año 1983. El coronel Manuel Antonio Noriega asume el mando del orga-
nismo armado. Creación de las Fuerzas de Defensa de Panamá (en reemplazo
de la Guardia Nacional).
Se crea el Grupo de Contadora como foro de consulta y negociación diplo-
mática orientado hacia la búsqueda de la paz en Centroamérica.
Año 1992. Un referéndum, con baja participación popular, rechaza por am-
plísimo margen la reforma a la Constitución.
Año 1993. Se celebran los primeros pactos políticos promovidos por el Pro-
grama de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para establecer el marco
institucional y legal de la operación del canal de Panamá posterior a su reversión
en 1999.
1152 X Cronología contextualizada
Año 1997. Se inaugura el Museo del Canal Interoceánico, que conserva, in-
vestiga y difunde los testimonios de la historia del canal de Panamá, así como
toda la historia de Panamá desde sus orígenes. Tiene su sede en el edificio res-
taurado de la antigua Compañía del Canal Francés, en el barrio de San Felipe
de la ciudad de Panamá.
Siglo XXI
Año 2004. Se publica en cinco tomos la Historia general de Panamá, que cons-
tituye un hito historiográfico en el país.
Mes de mayo. Martín Torrijos Espino, hijo del general omar Torrijos, gana
las elecciones presidenciales. Toma posesión el 1 de septiembre.
Nueva historia general de Panamá X 1153
A partir de este año y durante los cinco lustros siguientes, Panamá alcanza
las cotas más altas de crecimiento económico de América Latina: 7.5% en 2004,
8.5% en 2006; más de dos dígitos en 2007, 2008, 2011 y 2012; 8.4% en 2013; 6.5%
en 2014 y arriba de 5.5% hasta el 2018, con perspectivas de crecimiento continuo
en los años siguientes aún con tasas mayores. Los principales factores que han
impulsado este crecimiento han sido, el Canal expandido (a partir de 2016), los
puertos, la logística, el transporte aéreo, las telecomunicaciones y la construcción.
Todo ello en el marco de una baja inflación, bajos niveles de desempleo y buen
desempeño fiscal, aunque persiste una marcada desigualdad social, así como
bolsones de pobreza, sobre todo entre los grupos indígenas.
Año 2006. Con más de 75% de los votos, se aprobó el referéndum para la
ampliación del canal de Panamá con la construcción de un tercer juego de es-
clusas que podrá ser utilizado por barcos pospanamax, mucho más grandes que
los panamax (estos son barcos diseñados para ajustarse a las dimensiones má-
ximas permitidas para el tránsito por el canal de Panamá, es decir: 33.53 metros
de ancho por 320 metros de largo).
Fernando Aparicio
Marcela Camargo
Guillermo Castro H.
Michael Conniff
Profesor emérito de San José State University, ejerció varios puestos admi-
nistrativos, donde también ha sido catedrático en historia latinoamericana, en
Nuevo México, Alabama, y Florida. obtuvo el doctorado en Stanford University.
Ha disfrutado de tres becas Fulbright. Se especializa en Panamá y Brasil en los
siglos XX y XXI, además de estudios sobre populismo en la región. Es autor de
Black labor on a white Canal, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1985; Pa-
nama and the United States, tercera edición, Athens, University of Georgia Press,
2012; y Panamá moderno: De la ocupación al cruce de las Américas, Panamá, Editora
Novo Art, S.A., 2019.
Richard Cooke
Vilma Chiriboga
Carlos H. Cuestas G.
Pantaleón García
versión en inglés por ohio University Press, 1996). Su trabajo de doctorado, sobre
el comportamiento político de los legisladores panameños, está bajo revisión para
su publicación. Columnista de diarios panameños y conferencista en Panamá y
el extranjero, ha sido director general de Política Exterior, secretario del Consejo
Nacional de Relaciones Exteriores, asesor del ministro de Relaciones Exteriores
y director-vocal del Comité Nacional del Centenario, donde tuvo a su cargo la
organización de los Foros Académicos del Centenario de la República.
Samuel Gutiérrez
Marixa A. Lasso
Gerardo Maloney
Ramón A. Mon
Thomas L. Pearcy
Humberto Ricord †
Edgar Rojas
Peter Szok
Ricardo Turner
VOLUMEN
UM N I
OLUMEN
OL
TOMO
T OM 1
OMO
Primera
Pri
Prim
mera
era parte
arte
Las socieda
sociedades
ocie ades originarias
orig aria
Segunda parte
Ell ord
orden
or en colonial
c oni
TO
TOMO
T OM 2
OMO
El orden colonial
TOMO 3
Ell orde
orden
or en colonial
c oni
VOLUMEN II
El ssiglo
g XIX
VOLU
O UM N III
OLUMEN
UMEN I
TO
TOMO
T OM 1
OMO
Los sigl
siglos
los XX y XXI
TOMO 2
L s sigl
Los siglos
si los
os XX y XXI