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Alfredo

DIRECTOR
DIRECTOR

Castillero
Calvo

Nueva historia
general de Panamá
VOLUMEN,,,‡7
   OMO 2
Nueva historia
general de Panamá
VOLUMEN III • TOMO 2
Alfredo
DIRECTOR

Castillero
C alvo

Nueva historia
general de Panamá
VOLUMEN III • TOMO 2

LOS SIGLOS XX Y XXI


ISBN 978-9962-706-60-1 (obra completa)
ISBN 978-9962-706-66-3 (volumen III, tomo 2)

Nueva historia general de Panamá


Director y editor de la obra: Alfredo Castillero Calvo, con la colaboración
de Fernando Aparicio.

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Calle Sexta, lado norte, Casco Viejo de Panamá. Al fondo rascacielos de
la moderna ciudad.

Ilustración de guardas:
Vista de la ciudad de Panamá desde playa Prieta, por J. Cardero, dibujante
de la expedición Malaspina, c 1790. Museo de América, Madrid.

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Esta obra forma parte de la Biblioteca 500, iniciativa de la Comisión 500


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de Panamá. La Comisión 500 años cuenta con el apoyo estratégico, lo-
gístico y administrativo del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD). Sitio web: www.ciudadpanama500.org
Índice

Capítulo XVII. El municipio o cien años de espera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 575


Lina Vega

Capítulo XVIII. Las primeras crisis políticas: 1931-1948 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 601


Alberto McKay †

Capítulo XIX. Las negociaciones del Canal con los


Estados Unidos: 1904-1967 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 635
Carlos Bolívar Pedreschi

Capítulo XX. Estudiantes y militares: 1936-1989 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 661


Thomas Pearcy

Capítulo XXI. Auge y militarización de los organismos


de seguridad pública: 1930-1990 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 691
Carlos Guevara Mann

Capítulo XXII. La dictadura militar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 709


Carlos Bolívar Pedreschi

Capítulo XXIII. El Canal, los puertos, movimientos e


industrias marítimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 737
Alberto McKay †

Capítulo XXIV. El desarrollo del sector marítimo en Panamá:


aspectos jurídicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 769
Humberto Jirón Soto

Capítulo XXV. El sistema monetario y la banca en Panamá . . . . . . . . . . . . . . . 791


Nicolás Ardito Barletta
Capítulo XXVI. Historia de la medicina en Panamá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 811
Luis Cornejo

Capítulo XXVII. Historia de la arquitectura y el urbanismo


en el siglo XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 839
Samuel Gutiérrez

Capítulo XXVIII. Entre luces y sombras: la enseñanza de la


«Historia de Panamá» y la histografía republicana . . . . . . . 857
Reymundo Gurdián Guerra

Capítulo XXIX. Un siglo de periodismo en Panamá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 915


Hermes Sucre Serrano

Capítulo XXX. Breve historia del deporte en Panamá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 937


Ricardo Turner

Capítulo XXXI. Los Tratados del Canal de Panamá y


su transferencia: 1967-1999 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 965
Reymundo Gurdián Guerra

Capítulo XXXII. La transición a la democracia en Panamá . . . . . . . . . . . . . . . . . 1007


Salvador Sánchez González

Bibliografía del volumen III ............................................. 1035

Cronología contextualizada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1089

Sobre los autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1155


CAPíTULo XVII

El municipio o más de
cien años de espera

Lina Vega Abad

Introducción

De todas las instituciones que la Corona española trasladó al Nuevo Mundo


tras el descubrimiento de Colón, el municipio constituye una de las de mayor
trascendencia histórica, jurídica y social.
En la época del descubrimiento de América, la ancestral institución municipal
española que había logrado su máximo esplendor durante la Edad Media en Cas-
tilla y León, se había ido degenerando principalmente por la intervención de la
Corona en los asuntos de las comunidades, privándolas de las libertades que ha-
bían conquistado. Sin embargo, el talante de los primeros españoles que llegaron
a tierras americanas estaba impregnado de las costumbres medievales de la vida
rural española, por lo que las primeras poblaciones serían fundadas, si bien en
nombre de la Corona española, con espíritu autonómico y participativo.
El municipio se convirtió en el órgano de gobierno local, en un permanente
baluarte de las libertades a todo lo largo de la Colonia y, finalmente, teniendo
un papel protagónico en las luchas independentistas de las futuras repúblicas
americanas.
El único gobierno efectivo en América durante gran parte del siglo XVI fue
el municipal. Las enormes distancias y las dificultades de comunicación entre
los centros de poder, hicieron posible el auge de los gobiernos locales que, no
solo eran las autoridades administrativas, sino también las judiciales.
El régimen municipal español, con sus arraigadas costumbres participativas,
se instaló en Panamá desde los remotos días del descubrimiento, la conquista y
la colonización de Castilla del oro, cuando en Santa María la Antigua del Darién,
576 X El municipio o cien años de espera

y a causa de enormes discordias entre Martín Fernández de Enciso y sus com-


pañeros de aventuras, se operó una suerte de «golpe de Estado», con la consi-
guiente deposición de Enciso.
Surge así el primer municipio de nuestro suelo, en el que los vecinos reuni-
dos en Cabildo Abierto (el primero en tierra firme), designaron como alcaldes a
Vasco Núñez de Balboa y Martín Samudio.
La fundación de Santa María la Antigua del Darién, villa asentada en lo que
hoy es territorio colombiano, constituye un interesante ejemplo del carácter au-
tonómico con que fueron fundadas algunas ciudades de la Colonia. Además,
ejemplariza la permanente lucha de poder entre los funcionarios designados por
la Corona y los descubridores –y más tarde los criollos–, que se sentían con de-
recho al autogobierno.
Según relata el historiador Alfredo Castillero Calvo en su ensayo «La vida
política de la sociedad panameña colonial: La lucha por el poder», fue precisa-
mente en Santa María la Antigua del Darién donde se originó la primera crisis
política de la historia panameña.
En efecto, después de la elección de Núñez de Balboa como alcalde de pri-
mer voto, y la expulsión de Nicuesa, se produjo el triunfo del poder central sobre
los sublevados y la decapitación de Balboa por el enviado de la Corona, Pedra-
rias Dávila. Moría entonces un primer intento de autogobierno en tierras ame-
ricanas a través de la institución municipal.

El municipio previo a la independencia de España

El municipio –o Cabildo colonial– tuvo en Panamá, y en toda la América


colonizada, una enorme e indiscutible importancia. En su seno se concentraban
los miembros más conspicuos de las élites económicas y sociales.
La primera función de carácter nacional ejercida por los municipios de Pa-
namá, fue la de elegir diputados a Cortes, de acuerdo con el Estatuto de Cádiz. La
Constitución española de 1812 garantizaba a los americanos completa igualdad de
representación, tanto en las Cortes como en el Consejo Permanente de Legislación.

Promulgada por la ciudad de Panamá la Constitución de 1812 por el virrey


Benito Pérez, los municipios eligieron, inspirados –como pocas veces ocurre–
en un santo celo patriótico, al doctor José Joaquín ortiz y al clérigo don Juan
José Cabarcas, quienes aseguraron la redención económica, como la apertura
de los puertos del Istmo al comercio exterior, y la redención cultural, por el fo-
mento de la educación1.

Más tarde, en 1821, los municipios y los Cabildos abiertos juegan un papel
vital en el proceso que permitió declarar la independencia del Istmo del régimen
peninsular.
Nueva historia general de Panamá X 577

El acto principal de propia determinación lo consumó el pueblo del Istmo


en los Cabildos abiertos, órganos naturales del poder constituyente en Amé-
rica. Iniciados esos cabildos en La Villa de Los Santos el 10 de noviembre de
1821 y en la capital el 28 del mismo mes y año, para deliberar sobre los destinos
del país, se llegó... a la conclusión de que era ya intolerable la incuria de los
gobiernos coloniales e insoportable la inconsistencia política de la metrópoli.
En un ambiente de excepcional cordura, de amplio respeto, de plenas garantías
a todos los peninsulares, sin odios ni luchas, se realizó la independencia ist-
meña de la Corona española2.

Independientes entonces los panameños de la política ibérica, dispusieron


–también a través de una decisión del Consejo Municipal– unirse espontánea-
mente al engranaje de la Gran Colombia.
Con relación a los motivos que llevaron a los istmeños a anexionarse a Co-
lombia una vez lograda la independencia de España, señalan los historiadores
que era un sentimiento generalizado el de que solo buscando el patrocinio de
una nación más fuerte, podrían garantizarse la recién adquirida independencia.
Existen, por supuesto, otros factores que coadyuvaron para que la decisión
final de unirse a Colombia se produjese, como el influjo que producía entre los
istmeños la figura de Simón Bolívar y su proyecto de una América unida, el sen-
timiento de solidaridad hemisférica y, sobre todo, la creencia de que la anexión
a una nación poderosa daría seguridad económica.
El Acta de Independencia de 28 de noviembre de 1921, es un documento es-
cueto y sencillo –de solo 12 artículos–, firmado por treinta personalidades, a cuya
cabeza figura José de Fábrega, seguido por el obispo José Higinio y otros como
Mariano Arosemena, José Vallarino, José María Calvo, Gaspar Arosemena y el
escribano público, José de los Santos Correoso.
En consecuencia, el istmo de Panamá pasó a formar parte del entramado
colombiano, cuyo centralismo se hizo patente de forma inmediata.

El municipio del período colombiano

Durante los 82 años en que Panamá estuvo unida a Colombia, la inestabili-


dad institucional y los continuos cambios fueron una constante. La lucha per-
manente entre federalistas y centralistas, así como las ideas unitarias de Bolívar,
hicieron que se sucedieran los cambios constitucionales que tuvieron un pro-
fundo impacto en la institución municipal.

Primer período unitario

Durante un primer período unitario (1821-1852), se promulgaron seis Cons-


tituciones que dejaron su impronta en los destinos del istmo de Panamá.
578 X El municipio o cien años de espera

La Constitución de Cúcuta, aprobada solo dos meses antes de la unión de


Panamá a la Gran Colombia, estableció que el Estado estaba dividido en depar-
tamentos, provincias, cantones y parroquias. El territorio del Istmo quedó divi-
dido en las dos primitivas provincias de Panamá y Veraguas, bajo la denomi-
nación de departamento del Istmo y con una jefatura que unificaba el poder civil
y el mando militar.
Esta Constitución no estableció una verdadera administración local, de ma-
nera que los departamentos eran solo una dependencia tramitadora, y su inten-
dente estaba sujeto al presidente de la república, quien lo nombraba de forma
discrecional y del que era agente natural e inmediato.

En 1821 [...] se dispuso sobre la administración de las provincias y cantones


que tendrían a su cabeza un gobernador, bajo la dependencia del intendente
de departamentos, o sea, que se siguió el sistema francés con un criterio bas-
tante centralizador, dejando la organización de los municipios a las disposi-
ciones de la ley. Sin embargo, se conservaba un cierto grado de autonomía3.

La Constitución de Cúcuta, eminentemente unitaria, concentraba todo el


poder público en la remota capital andina de Bogotá. En consecuencia, no podía
ir más en contra de lo que habían deseado los criollos panameños al propiciar
su unión a Colombia, ya que anhelaban mantener un alto grado de independen-
cia económica y política. Por ello, el desagrado de la clase dominante panameña
fue cada año más evidente, e hizo crisis en 1826, entre otros factores, por el in-
tento de imponer en Panamá la Constitución que Bolívar había elaborado para
el recién constituido Estado de Bolivia.
El controvertido documento con sus tres instituciones básicas –la abolición
de las castas, de la esclavitud y los privilegios, el Poder Electoral y la presidencia
vitalicia–, fue un intento fallido de bolívar de enfrentar el caos y las fuerzas en
pugna existentes tras los procesos independentistas.

Para Bolívar [...] la solución al problema político de América residía en con-


tinuar, después del gran drama de la guerra de Independencia, las instituciones
que pudieran representar adecuadamente los dos grandes principios que el
pueblo español institucionalizó en la monarquía y el Cabildo: el bien público
y la libertad individual4.

La Constitución boliviana no alteró la ya existente división política del país,


establecida en departamentos, provincias y cantones, a cuya cabeza estarían los
perfectos, gobernadores y corregidores, respectivamente. Para ser perfecto o go-
bernador se requería ser ciudadano en ejercicio, tener edad mínima de treinta
años y no haber sido condenado en causa criminal. Además, en toda comarca o
región donde existieren de cien a dos mil habitantes, habría un juez de paz, con-
siderado un cargo concejil.
Nueva historia general de Panamá X 579

Prefectos, gobernadores y corregidores, cuyo período era de cuatro años, po-


dían ser reelectos, siendo designados por el Poder Ejecutivo de las listas de seis
a diez candidatos que le proponían los cuerpos electorales. Sobre el tema muni-
cipal, la Constitución boliviana no se pronunció, lo que provocó grandes críticas.
La clase dirigente panameña se opuso rotundamente a la adopción del re-
ferido código boliviano. El documento fue traído al Istmo para su aprobación el
9 de septiembre de 1826 por Leocadio Guzmán quien, junto al gobernador Ca-
rreño, acordó convocar a los vecinos ilustres de la capital para explicar la razón
y el alcance de sus cláusulas. La consulta popular que de este estatuto hicieron
Guzmán y Carreño, fue absolutamente negativa; no solo en la capital, sino tam-
bién en otros ayuntamientos consultados.
Se organizó entonces un directorio bajo la denominación de El Gran Círculo
Istmeño, que tomó a su cargo la campaña contra el estatuto. Los cabildos lanza-
ron sus protestas e, incluso, se publicó un periódico contra el proyecto boliva-
riano. Ante todas estas muestras de repulsa, tanto Guzmán como Carreño se
convencieron de que en el Istmo no regiría nunca la Constitución boliviana, til-
dada de dictatorial por los lugareños.
Luego de este fracaso, la estructura gubernamental establecida por la Cons-
titución colombiana de 1821 comenzó a deteriorarse. En 1829, Venezuela se se-
paró del Estado colombiano, y en 1830 hizo lo mismo Ecuador. Ese mismo año
se instaló un congreso constituyente, denominado por Bolívar, Congreso Admi-
rable, y de él surgió la segunda Constitución gran colombiana.
Con relación al tema municipal, la Constitución de 1830 eliminó por com-
pleto cualquier rasgo de autonomía municipal, y se establece un sistema vertical
totalmente jerarquizado de funcionarios dependientes del Poder Ejecutivo cen-
tral. Así, el artículo 120 de esta Constitución, dispuso que el prefecto era el go-
bierno superior en cada departamento designado por el jefe del Ejecutivo, quien
a su vez designaba al gobernador de provincia, de quien dependen los emplea-
dos que rigen los cantones.

... el Congreso Admirable expidió instrumento jurídico mejor acoplado,


pero dejando casi intactos los artículos que implicaban el centralismo político,
atenuándolo sí con poderes departamentales y municipales de desdibujado
entorno5.

Esta Constitución, que estaba destinada a la Gran Colombia, prácticamente


no tuvo vigencia por los acontecimientos políticos que condujeron a la disolu-
ción del sueño bolivariano.
Como consecuencia, surge la Constitución de 1832, que fue realmente la pri-
mera Constitución nacional que tuvo la actual República de Colombia. Se trató
de un estatuto también unitario, pero que estableció cierto grado de descentra-
lización, que agradó a los habitantes del Istmo.
580 X El municipio o cien años de espera

El territorio de Panamá se dividió en provincias, cantones y distritos parro-


quiales. Se estableció una Cámara Provincial para cada provincia, compuesta
por diputados de todos los cantones correspondientes. La Constitución asignaba
a las Cámaras Provinciales detalladas y efectivas atribuciones, como por ejemplo,
«decretar las contribuciones y arbitrios necesarios para el especial servicio de la
provincia».
Al frente de cada provincia había un gobernador nombrado por cuatro años
por el presidente de la república, de una lista de seis candidatos que le presen-
taba la respectiva Cámara Provincial.
Con relación a los municipios, la Constitución de 1832 no hizo más que re-
petir la normativa creada por la carta de 1930, manteniendo inactiva la vida
municipal.
En 1840 se produjo la tercera separación de Panamá de Colombia (las anteriores
ocurrieron en 1830 y 1831), motivada por los deseos de los panameños de aislar el
Istmo de las luchas religiosas que se habían iniciado en Colombia, y que habían
desembocado en una furiosa guerra civil conocida como la guerra de los Supremos.
El Gobierno de la provincia de Panamá inició las consultas entre los nota-
bles, llegando a la decisión de separar el territorio panameño de la Nueva Gra-
nada «...bajo la dirección de Tomás Herrera, en Cabildo Abierto, el 18 de
noviembre de 1840 Panamá declara terminados las obligaciones contraídas por
virtud de la Constitución granadina de 1832 y se erigió en Estado soberano»6.
El 18 de noviembre de 1840 se proclamó la separación y se convirtió la pro-
vincia en el Estado del Istmo. Según ese mismo pronunciamiento, los concejales
serían escogidos por los firmantes del acta.
Este pronunciamiento trajo como consecuencia la llamada Convención del
Estado del Istmo, de 18 de marzo de 1941, que en su artículo 1 dispuso: «Los
cantones de las antiguas provincias de Panamá y Veraguas compondrán un Es-
tado independiente y soberano, que será constituido como tal por la presente
convención, bajo el nombre de Estado soberano».
Siete meses después, el 7 de junio de 1841, se promulgó la carta constitucio-
nal del naciente Estado con el nombre de Constitución del Estado del Istmo,
siendo sus nacionales conocidos como istmeños.
La carta istmeña siguió más el modelo de las Constituciones colombianas
de 1821 y 1830, que el de la granadina de 1832 que, como ya se ha dicho, con-
templó cierta descentralización. «Significa ello que el sector dominante pana-
meño, a pesar de que era liberal y federalista, a la hora de constituir un Estado
independiente prefirió para sí el centralismo político y administrativo»7.
La Constitución del Istmo de 1841, en su Título VIII, denominado «Del go-
bierno de las secciones del Estado», establece lo relativo al municipio así: «La lei
organizará el gobierno de las secciones en que se divide el Estado, así el que no
es más que una ramificación i dependencia del Gobierno supremo, como el que
ha de velar, i estatuir sobre los objetos de interés local».
Nueva historia general de Panamá X 581

La Ley 3 de junio de 1848 desarrolló el régimen municipal, encomendando


a los cabildos la organización administrativa del distrito parroquial. Estos cabil-
dos, que eran intervenidos por los gobernadores con plenas facultades, tenían
un juez, un tesorero y un vocal que, al ser nombrado en Cabildo Abierto, era el
presidente del mismo. Esta ley reglamentó la administración de los bienes del
municipio y creó el cargo de regidor para los lugares apartados.
La Constitución de 1841 tuvo para Panamá la importancia simbólica de
haber sido la primera Constitución panameña. Su vigencia, sin embargo, fue
muy breve, ya que trece meses después de la referida separación, el 31 de di-
ciembre de 1841, los dirigentes panameños optaron por reincorporar el Istmo a
la República de Nueva Granada.
La última Constitución del primer período unitario, es la Constitución de
1843, que constituyó copia de su predecesora de 1832.
En cuanto al ámbito provincial y local, la Constitución de 1843 estableció la
misma división territorial del Estado que había creado la carta de 1832 (provin-
cias, cantones y distritos parroquiales), y mantuvo las Cámaras Provinciales in-
tegradas por diputados elegidos por los cantones de cada provincia.
La Constitución de 1843 dejó el nombramiento y la destitución de los go-
bernadores provinciales al arbitrio del presidente de la república, y se mantu-
vieron las Cámaras Provinciales pero sin funciones.

... la suerte de los municipios y de las provincias, bajo el régimen que les
negaba sus libertades y eliminaba de un tajo su autonomía, fue si se quiere,
más triste que en los tiempos de la colonia. Muchas localidades languidecían,
no solo por el efecto del sistema autoritario, sino por la falta de recursos...8.

El período federalista

El período federalista colombiano, que se extendió de 1853 a 1885, dejó por


supuesto su impronta en el régimen municipal panameño.
Durante el constitucionalismo colombiano del siglo XIX, «municipal» y
«municipalidad» no se refería al régimen administrativo de una ciudad o po-
blación. El término no correspondía pues, al concepto de comuna o distrito
municipal, sino al de región o sección del Estado, llámese este departamento,
provincia, cantón, etc. Dicho en otras palabras, régimen municipal era régi-
men seccional o regional, y no existía norma alguna que regulara los distritos
parroquiales, que era la unidad administrativa más pequeña en que se dividía
la república. El poder de organizar su propio gobierno le era otorgado a las
provincias.
En cuanto a la Constitución llamada centro federal, no constituyó un autén-
tico sistema federal, sino una forma mixta. Sin embargo, significó un gradual
acercamiento al ideal federalista.
582 X El municipio o cien años de espera

Con respecto a la descentralización, la carta de 1853 reservaba a las provin-


cias, o secciones territoriales, el poder municipal «en toda su amplitud».
La Constitución de 1853 se convirtió para Panamá, en una primera oportu-
nidad efectiva de descentralización y autonomía. Sus cuatro provincias (Panamá,
Azuero, Veraguas y Chiriquí) se dieron sus propias Constituciones y, dos de ellas
(Azuero y Veraguas) acordaron, cada una, otra Constitución en 1854.
La Constitución provincial de Panamá, aprobada el 22 de diciembre de 1853,
estableció que la provincia se dividiría en distritos parroquiales y que la elección
de todos los funcionarios municipales de origen popular se haría por voto di-
recto y secreto.
El distrito parroquial fue definido como el territorio administrado por un al-
calde y un Cabildo. Así, estas instituciones –equivalentes a los actuales munici-
pios– ejercían funciones legislativas en su ámbito territorial, mediante acuerdos.
Al frente del poder ejecutivo municipal estaba el alcalde, con arreglo a las atri-
buciones y deberes demarcados en las ordenanzas, como cuidar de su ejecución
en las aldeas y caseríos, por medio de los regidores y comisarios de su distrito.
A pesar del notable avance, Justo Arosemena –el más importante pensador
panameño del siglo XIX e incansable luchador por la autonomía de Panamá– cri-
ticaba el sistema surgido de la Constitución de 1853, por calificarlo de insuficiente.

... no puede ser efectivo el gobierno municipal si no se le independiza de


los otros poderes; y al darle vida propia la Constitución ha debido asegurár-
sele, y no dejarlo a merced de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial,
como lo ha hecho... Tiene además la Corte Suprema la facultad de anular las
ordenanzas de las legislaturas provinciales sin apelación al Congreso. No
podía haberse ocurrido un medio más calculado para hacer ilusorio el gobierno
de las localidades9.

Lo cierto es que durante este período se dieron numerosos casos de inter-


pretaciones constitucionales de la Corte Suprema que restringieron el poder mu-
nicipal; por ejemplo, según las decisiones de la Corte, una Legislatura Provincial
no podía variar el nombre de las provincias, ni ordenar que se levantase el censo
de su población. Tampoco podía aprobar un reglamento de policía sobre el modo
de proveerse de agua en las fuentes públicas, ni imponer ninguna pena correc-
cional por la infracción de sus ordenanzas y acuerdos.

Los municipios colombianos en cada una de las circunscripciones provin-


ciales tienen un Órgano Ejecutivo común, que lo es el gobernador de la res-
pectiva provincia; y otro Legislativo, integrado por las Asambleas provin-
ciales o intermunicipales, conforme la Constitución de 1853. La autonomía
política interna de estos municipios así reunidos no poseen un radio juris-
diccional predeterminado. Las leyes, los decretos, las resoluciones y las órdenes
Nueva historia general de Panamá X 583

del presidente de la república pueden cubrir todo el ámbito del poder local,
sin que nada le corresponda a la función autonómica de la federación pro-
vincial de los municipios...10.

En 1855, y como consecuencia de la permanente lucha de los representantes


panameños ante el Congreso colombiano, se aprobó el Acto Adicional a la Cons-
titución vigente, naciendo y dando vida a lo que se conoce como el Estado fede-
ral de Panamá, modelo autonómico impulsado por Justo Arosemena. Este había
editado en 1855, en Bogotá, un ensayo con el mismo título, que constituía y sigue
constituyendo, un verdadero estudio sociológico e histórico sobre las peculiari-
dades del territorio llamado Panamá.
Con respecto al régimen local, Arosemena propugnaba por un sistema fe-
deral que permitiese a la provincia de Panamá tener una autonomía en sus asun-
tos internos. «Tal es el sistema federal moderno: fuerza exterior, buen gobierno
interno; soltura en los miembros, y fortaleza en el conjunto del cuerpo que se
llama nación»11.
El municipio era para el ilustre estadista, fundamental en el sistema federal
que propugnaba para Panamá.

Pasando del centralismo a la federación, no se hace sino emancipar los mu-


nicipios y admitirlos en seguida en el pacto, que se habría celebrado volunta-
riamente, si nunca hubieran sido forzadas a confundirse en una sola entidad
sacrificando sus gobiernos especiales. El municipio es la verdadera sociedad;
la nación no es sino una pura idealidad, una abstracción, a la cual no deben
subordinarse los intereses de la ciudad o del común... Dondequiera que hay
una comarca de regular extensión, de clima y producciones análogas en todas
ellas, bien demarcados por la naturaleza y homogéneos en su fisonomía, en
sus costumbres, en sus interese, allí está el común, pidiendo de derecho su
emancipación, que no debemos negarle. Emancipado, vuelve a la unión en su
calidad de miembro libre y soberano, que sacrifica parte de su soberanía en
obsequio de a seguridad general...12.

El principio de autonomía, logrado a través del acto que creó el Estado federal
de Panamá, no pudo ser profundizado, ya que la Constitución de 1853 que le dio
vida a esta original forma federal para el departamento de Panamá, fue sustituida
por la Constitución federal granadina, aprobada el 18 de mayo de 1858.
La Constitución de 1858 «confederó» a ocho Estados a saber: Antioquia, Bo-
lívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá y Santander. En rea-
lidad se trató de una federación y no de una confederación, ya que no se trataba
de la asociación de Estados realmente soberanos.
A diferencia de su predecesora, la Constitución de 1858 guardó silencio con
relación al tema municipal y, solo por deducción al no ser incluida la materia
584 X El municipio o cien años de espera

entre las competencias de la confederación, podía afirmarse que se trataba de


un área adscrita a los Estados.

No es aventurado afirmar que la conversión de los Estados federales en


confederales fue nominal, tanto en el texto de la Constitución de la confedera-
ción granadina, como en la práctica, pues el intervencionismo, discreto unas
veces y ostentoso otras, ejercido para atemperar presuntas extralimitaciones
de poder, hicieron en breve tiempo del órgano común el mismo Gobierno ab-
sorbente y centralizador de todo los tiempos13.

La Constitución de 1863, conocida como Constitución de Río Negro, llevó a


su más radical expresión el principio federal, y consagró íntegramente el ideario
del liberalismo colombiano del siglo XIX. Además, sustituyó para siempre el
nombre de Nueva Granada por el de Colombia, concebido por Bolívar para el
Estado multinacional que intentó crear.
La Constitución de Río Negro, califica a las regiones federales de «Estados
soberanos», los que «se unen y confederan a perpetuidad... y forman una nación
libre, soberana e independiente, bajo el nombre de Estados Unidos de Colombia».
Sobre el tema municipal, la Constitución de Río Negro no estableció nin-
guna normativa, ya que fue adscrito a los Estados soberanos. Así, con el nombre
de Estado soberano de Panamá y bajo la vigencia de la Constitución de los Es-
tados Unidos de Colombia, Panamá tuvo seis constituciones (1863, 1865, 1868,
1870, 1873 y 1975).
Durante ese período, el territorio del Estado panameño estuvo dividido en
cuatro departamentos, subdivididos en distritos. Al frente de cada departamento
estaba un prefecto, mientras que al frente de cada distrito un alcalde. Los distri-
tos solo se llamaban así; esto es, no tenían como hoy tienen, el calificativo de
municipales.
Con respecto a este período federal, el maestro César Quintero nos dice;
«... constituye un aprendizaje práctico de autogobierno...»14, aunque los muni-
cipios carecieron de una vida de auténtica participación democrática.

Segundo período unitario

La Constitución de 1886 es la última que rigió en Panamá antes de la repa-


ración de Colombia. Con ella, se volvió a un sistema unitario que, obviamente,
le quitó autonomía al gobierno local.
Esta Constitución fue el producto de un movimiento político llamada «Re-
generación», formado por los conservadores nacionalistas y liberales indepen-
dientes –que en la práctica también eran conservadores–, que significó la más
recalcitrante reacción contra el experimento federalista y los demás principios
liberales propugnados por la Constitución de Río Negro.
Nueva historia general de Panamá X 585

El propósito medular de la regeneración radicaba en atribuirle los infortu-


nios del país a la vigencia de los Estados soberanos y al debilitamiento pro-
gresivo de la autoridad general. La panacea de los delegatarios era volver a la
rígida centralización política, no solo cercenando competencias atribuidas a
los gobiernos y las legislaturas estatales...15.

Al ser una Constitución eminentemente conservadora, tuvo como rasgo más


característico su centralismo a ultranza. obviamente, este hecho se reflejó en el
régimen local –departamentos y municipios–, cuya autonomía desapareció por
completo, convirtiéndose en dependencia pura y simple del poder central.
La Constitución de 1886 fue la que, por primera vez, utiliza el término mu-
nicipal en el sentido de régimen local que hoy tiene.
Como consecuencia de la vigencia de esta Constitución, el jefe de Estado
obtuvo un poder casi omnímodo, las antiguas regiones federadas quedaron con-
vertidas en simples departamentos administrados por gobernadores, que el pre-
sidente de la república nombraba y removía a discreción.
Para efectos puramente administrativos, se conservó la división en provin-
cias y estas se dividieron en distritos municipales.
La situación de Panamá vino a ser la peor de todas los antiguos Estados,
como lo refleja el texto del artículo 201 de la Constitución de 1886: «El departa-
mento de Panamá está sometido a la autoridad directa del Gobierno y será ad-
ministrado con arreglo a las leyes especiales».
Lo anterior trajo como lógica consecuencia un descontento generalizado
entre los panameños, que volvieron a pensar en la posibilidad de la indepen-
dencia, como única vía de llevar a cabo el autogobierno que pedían.
¿Habría sido otro el destino de la provincia de Panamá, si el régimen federal
se hubiese mantenido y profundizado, y el centralismo no hubiese triunfado de
la mano de la Constitución de 1886? «Es probable que la hipótesis de la disolu-
ción del país bajo el régimen federal no se hubiera llevado a efecto, y aún más,
que con él se hubiese evitado la separación de Panamá»16.

El municipio y la República

El municipio en la Constitución de 1904

Tan pronto se declaró la independencia de Colombia el 3 de noviembre de


1903 –declaración hecha en sesión del Consejo Municipal de la ciudad de Pa-
namá–, se convocó a una Asamblea Constituyente, reunida por primera vez en
enero de 1904. La citada Asamblea procedió a designar una comisión que elabo-
raría un proyecto de Constitución, el que quedó finalmente aprobado luego de
ligeras modificaciones el 13 de febrero de 1904, y sancionado por el Ejecutivo el
15 de febrero del mismo año.
586 X El municipio o cien años de espera

La carta de 1904 fue un documento de conciliación entre los dos partidos


históricos heredados de nuestra unión a Colombia: el Liberal y el Conservador.
Sin embargo, es de destacar el notable predominio de las instituciones conser-
vadoras, debido al hecho de que los constituyentes de 1904 tomaron como mo-
delo la muy conservadora y centralizadora Constitución colombiana de 1886.
La Constitución de 1904 desarrolló el tema local en el Título XIV «De las
provincias», a pesar de que el tema provincial solo es mencionado en un artículo,
mientras que el resto se refiere a la institución municipal.
El régimen municipal panameño, visto a través de la Constitución de 1904,
consta de solo cuatro artículos, inspirados en los correspondientes de la Cons-
titución colombiana de 1886. Esto trajo como consecuencia, la completa ade-
cuación al sistema centralizada de aquel país, de tal manera que la vida
municipal se encontraba completamente sofocada por la acción de la adminis-
tración central.
La norma constitucional sienta las bases fundamentales del régimen muni-
cipal de los primeros años de la república, quedando institucionalizado como
parte de la estructura política del Estado panameño. Se afirma que el distrito
municipal constituye la base sobre la cual descansa ese Estado, se crean los Con-
sejos Municipales y se establece que los miembros de esa corporación serán ele-
gidos directamente por votación popular.
En desarrollo de la Constitución de 1904 se aprueba la Ley 89 de 1904 sobre
elecciones populares, que desarrolla el procedimiento a seguir para la puesta
en práctica del sistema de elecciones democrática de los miembros del Consejo
Municipal.
Pero el principio de autonomía que pudiera haber estado en la mente de los
constituyentes al determinar la elección popular de los miembros del Consejo
Municipal, quedó completamente desvirtuado con el artículo 132 constitucional,
que pone bajo la autoridad del alcalde, la acción administrativa municipal, en
su calidad de agente del gobernador y mandatario del pueblo.
Este solo hecho barre con la autonomía que, de forma estrictamente no-
minal, quedaba consagrada en el estatuto de 1904. Más aún, el Código Admi-
nistrativo panameño, aprobado por Ley 1 de 22 de agosto de 1916, confirió en
su momento al gobernador, poderes realmente incompatibles con la autonomía
municipal.
otro elemento adicional que alejó, aún más, la posibilidad de una verdadera
autonomía municipal, fue la prohibición constitucional de contraer deudas sin
la previa autorización de la Asamblea Nacional.
Todo lo anterior refleja el centralismo excesivo que caracterizó a la Consti-
tución de 1904, limitando la acción de los concejos a corporaciones encargadas
de dar órdenes, por medio de acuerdos, sobre lo conveniente para la adminis-
tración del distrito, y centralizando esa acción en el alcalde, quien actuaría en
nombre no del Concejo, sino del gobernador.
Nueva historia general de Panamá X 587

... el concepto de autonomía municipal consagrado como principio esencial


en el derecho público contemporáneo, responde a la necesidad humana del
desarrollo comunal y este no puede llevarse a cabo sin una completa libertad
de acción de los gobiernos locales. Pero ese régimen centralizado que estableció
la Constitución de 1904, no solo desfigura la autonomía municipal, constitu-
yendo por lo menos obstáculo poderoso para el progreso material y cultural
de las comunidades locales, sino que, con el tiempo, sirvió de pretexto para
que determinadas tendencias autoritarias llegaran a convertir lo que se conce-
bía como una simple autonomía mediatizada en una abierta y abusiva inter-
vención del Gobierno central en los asuntos municipales17.

Y en el mismo sentido:

... la Constitución de 1904 no consagra la autonomía municipal. En manos


de los legisladores no adquirió independencia alguna. La intervención del
poder central fue acrecentándose hasta el punto de que los Concejos pidieron
su personalidad histórica para convertirse en meras corporaciones dedicadas a
lamentar los fallecimientos de los hijos ilustres de la patria o de las parroquias18.

En consecuencia, puede afirmarse que, durante la vigencia de la Constitu-


ción de 1904, los ayuntamientos panameños tuvieron un muy triste papel. Ya
que, a pesar de que la primera Constitución de la república declaró el carácter
autonómico de los municipios, dicha autonomía no fue más allá de un simple
enunciado sin sentido práctico, al no tener el derecho a elegir libremente a sus
gobernantes ni, por supuesto, se le dotó de autosuficiencia económica.

El movimiento reformista y el municipio

La Constitución de 1904 cumplió su cometido de crear un aceptable marco


constitucional para el naciente Estado panameño. Sin embargo, a medida que
las necesidades por resolver se hacían más complejas, que nuevas estructuras
económicas y sociales surgían o reemplazaban las que existían, y que nuevas
ideas y concepciones políticas llegaban a Panamá, el instrumento jurídico fue
perdiendo eficacia. La necesidad de su reemplazo era evidente.
La oposición a la carta de 1904 había provocado, casi desde su promulga-
ción, la aprobación de leyes que suplieran importantes vacíos. Sin embargo, estas
reformas parciales no lograron sofocar el clamor por una reforma integral de la
Constitución, de manera que la joven república contara con una norma funda-
mental acorde con las nuevas necesidades y los problemas sociales que se pre-
sentaban, así como con las nuevas doctrinas del derecho constitucional.
El movimiento reformador fue liderado por destacados juristas como Eu-
sebio A. Morales, José Dolores Moscote, Víctor F. Goytía, Fabián Velarde, Galileo
588 X El municipio o cien años de espera

Solís, Darío Vallarino, etc. De todos ellos, indiscutiblemente fue Moscote el que
tuvo una concepción más acabada, y el que ejerció una influencia más profunda
y duradera.
Las condiciones generales que presentaba el régimen municipal en la Cons-
titución de 1904, preocupaba también a los miembros del movimiento de re-
forma constitucional:

Hoy existe, como cosa corriente, la creencia de que en cada Estado debe
existir un sistema de gobierno local, activo y vigoroso, como la condición sine
qua non del desarrollo efectivo de las instituciones democráticas de aquel19.

Los reformistas expresaron la necesidad de que los municipios ensayaran


una verdadera democracia basada en el ejercicio de las formas puras de gobierno
directo como el plebiscito, el referéndum o la iniciativa. Igualmente, se preocu-
paron del importante tema de las relaciones de los municipios entre sí, y de estos
con el Estado:

El régimen municipal moderno tiende más que a aislar a los municipios, a


acercarlos en una obra de mutua cooperación... Por ello, la autonomía se en-
tiende, no en el sentido de independencia absoluta de la jurisdicción del Go-
bierno central, sino en el de una armónica correlación con ella para la mejor
satisfacción de los fines de del bienestar social público20.

El movimiento reformista nacido con el objetivo de democratizar las estruc-


turas públicas del país, entre ellas el municipio como célula básica del engranaje
estatal, no tuvo el éxito esperado con relación al tema municipal. Por el contrario,
la Constitución de 1941 que sustituyó a la de 1904, instauró un régimen aún más
centralista que su predecesora.

El municipio en la Constitución de 1941

La segunda Constitución de la etapa republicana, nace como producto de la


decisión política del recientemente electo presidente Arnulfo Arias Madrid, de
llevar a cabo una obra de gobierno con un importante componente social, para
lo cual las normas constitucionales vigentes implicaban serios impedimentos.
Por ello, en noviembre de 1940 y solo un mes después de su toma de pose-
sión, presentó unilateralmente a la Asamblea Nacional un proyecto de Consti-
tución para su aprobación. Seguidamente, expidió el Decreto 141 de 26 de
noviembre de 1940, con el que asumió «la representación suprema del Estado»,
derogaba la cláusula reformatoria de la Constitución vigente y convocaba al pue-
blo a un plebiscito.
Nueva historia general de Panamá X 589

La consulta se celebró el 15 de diciembre de 1940, obteniéndose la aproba-


ción del nuevo texto constitucional, que fue finalmente promulgado por el Eje-
cutivo el 2 de enero de 1941.
A pesar de todos los defectos que tuvo el nuevo estatuto –y que con relación
al tema municipal fueron realmente graves, sin mencionar el tema racista–, es
preciso afirmar que la Constitución de 1941 inició una revisión del liberalismo
individualista, dejando de estar el Estado exclusivamente dirigido a proteger
derechos adquiridos y el orden establecido.
Un auténtico régimen de autonomía municipal es evidentemente incompa-
tible con un sistema de centralismo administrativo. En consecuencia, si se repara
que el tipo de gobierno auspiciado por la carta fundamental de 1941 era de corte
acentuadamente centralista, es fácil imaginar qué suerte corrió el sistema muni-
cipal durante la vigencia del expresado estatuto.
Definitivamente que, en materia de gobierno local, la Constitución de 1941
fue verdaderamente desacertada. Creó un sistema que, coherente con el objetivo
de consolidar un Gobierno fuerte y centralista, sacrifica la vida municipal, en
reemplazo de instituciones de tan hondas raíces históricas en nuestro medio
como el municipio, se impuso al país la novedad del régimen provincial.
Los miembros del Concejo ya no serían escogidos por el voto popular, sino
nombrados por los ayuntamientos provinciales. Por su parte los alcaldes, serían
de libre nombramiento y remoción de los gobernadores de provincia, con la ca-
tegoría de simples agentes administrativos. A su vez, los gobernadores serían
prácticamente agentes del presidente de la república. Sin duda se trató del cen-
tralismo a ultranza.

Una de las épocas más críticas para el municipio panameño fue la transcu-
rrida durante la vigencia de la Constitución nacional de 1941. Si bien el muni-
cipio no fue abolido como entidad de gobierno local, sus competencias fueron
reducidas exageradamente y su administración totalmente supeditada al
poder central21.

El municipio en la Constitución de 1946

La tercera Constitución de la República de Panamá –surgida como conse-


cuencia de una gran crisis política que involucró la caída del presidente Arias y
la convocatoria de una Asamblea Constituyente– fue el producto más acabado
del movimiento reformista surgido en la década de 1920.
En el proyecto presentado a la constituyente, trabajaron por designación del
presidente interino Ricardo de la Guardia, y tres ilustres juristas: Ricardo J. Al-
faro, Eduardo Chiari y, el ya mencionado, José Dolores Moscote.
590 X El municipio o cien años de espera

Tras casi nueve meses de discusiones por parte de los miembros de la Asam-
blea Constituyente, la nueva Constitución fue finalmente aprobada el 1 de marzo
de 1946. «No hubo diferencias esenciales entre el proyecto, obra de destacados
juristas de Panamá, y el texto constitucional definitivamente aprobado. Debido
a ello, la Constitución de 1946 es un instrumento formalmente equilibrado y re-
fleja los avances institucionales del constitucionalismo vigente en la época de la
Segunda Guerra Mundial»22.
Lo cierto es que la Constitución de 1946 no tuvo el carácter innovador de la
de 1941. Su cometido consistió principalmente en perfeccionar, depurar y am-
pliar las instituciones creadas por su antecesora. Al ser redactada por juristas
conocedores de la técnica constitucional, la carta de 1946 tiene un carácter equi-
librado y depurado.
Con relación al régimen municipal, la nueva carta fundamental incluyó
22 artículos en el Título IX denominado «El Régimen Municipal», restaurando
e incluyendo principios básicos del sistema de gobierno local, eliminados por la
Constitución de 1941.
La Constitucional de 1946 restituye el principio de autonomía municipal, al
señalar que: «El Estado panameño descansa en una comunidad de municipios
autónomos». Sin embargo, el territorio vuelve a quedar dividido en provincias
y en «municipios autónomos» que en la práctica no lo eran. Esta autonomía de
los gobiernos locales chocaba con la concepción fuertemente unitaria del Estado
panameño, así como en la clara dependencia de los programas de desarrollo de-
cididos en la presidencia de la república.

El municipio es una parte integrante del Estado y, por este concepto, mal
podría ser independiente de él, menos aún si ambos tienen la misma finalidad
de contribuir al bienestar social: el Estado dentro del amplio radio de acción
de la nación entera; el municipio, en el reducido de la ciudad, que es el núcleo
principal de la población del Estado23.

En consecuencia el municipio, pese a su autonomía, mantenía una completa


dependencia del Gobierno central. Su autonomía era, por tanto, únicamente de
índole administrativa o funcional.
Durante la vigencia de la Constitución de 1946, el municipio fue un impor-
tante instrumento para llevar a las comunidades las políticas nacionales de edu-
cación. La Ley 47 de 24 de septiembre de 1946, orgánica de Educación, estableció
que la figura de las «Juntas Municipales de Educación» tendrían la función de
cooperar con las autoridades nacionales para «impulsar la cultura y la educación
en el distrito, y velar porque el 20% de los fondos municipales dedicados a edu-
cación, sean invertidos de acuerdo con lo que dispone la presente ley».
El importante tema de los servicios públicos municipales no pudo desarro-
llarse durante la vigencia de la Constitución de 1946, ya que el artículo 153 de la
Nueva historia general de Panamá X 591

Ley 8 de 1954, que desarrollo el régimen municipal, estableció claras limitacio-


nes: «Solo podrán municipalizarse servicios, cuando se trate de los abastecimien-
tos de aguas, electricidad, limpieza pública y domiciliaria, mataderos, cámaras
frigoríficas y pompas fúnebres...».
Si a esta limitación, añadimos que el Estado creó en Panamá entidades se-
miautónomas de carácter nacional para suplir los servicios de abastecimiento de
agua y electricidad, impidiendo así la municipalización de estos servicios, y pri-
vándolos en consecuencia, de unos importantes ingresos que hubieran podido re-
dundar en una mayor cantidad de actividades locales, es posible entender, que
los municipios panameños se caracterizaron, también durante la vigencia de la
Constitución de 1946, por su falta de iniciativa y consecuente abulia.
La Constitución de 1946, a tono con las más modernas doctrinas de la época,
consagró la posibilidad de establecer relaciones intermunicipales, mediante un
procedimiento que consulta el principio de autonomía municipal. Así, se esta-
bleció esa posibilidad, en la medida que la misma fuera el resultado de la inicia-
tiva popular y mediante el voto de los concejales o comisiones respectivas.
A pesar de la existencia de esta posibilidad constitucional y legal, los muni-
cipios panameños nunca intentaron crear mancomunidades que les hubiera per-
mitido, sobre todo a los municipios más pequeños y pobres, compartir los
recursos y ser más eficientes.
Además de la iniciativa popular en materia de relaciones intermunicipales, la
Constitución de 1946 introdujo otras figuras de la llamada democracia semidirecta.
El artículo 195 constitucional estableció que los ciudadanos tenían el derecho
de iniciativa y de referéndum en los asuntos de los Concejos. Además, introdujo
la figura del plebiscito para introducir el sistema de comisiones, como fórmula
de gobierno local.
El constituyente Diógenes de la Rosa explica y fundamenta la adopción de
estas instituciones así:

La institución que incorpora este artículo al derecho constitucional pana-


meño, tiene por objeto que el pueblo intervenga en una forma más directa en
el manejo de las cosas municipales. Una de las características y, al mismo
tiempo, uno de los vicios de las organizaciones municipales hasta el día en que
vivimos, ha sido su alejamiento de la comunidad de la cual debe ser respon-
sable. Los Concejos han obrado siempre, sino de espaldas, por lo menos indi-
ferentemente respecto al cuerpo social al cual representan y a su vez, los
ciudadanos una vez que han cumplido el deber de depositar su voto se han
desentendido de la labor de los concejos24.

Estas instituciones fueron reguladas por el Código Electoral, aprobado por


Ley 25 de 1958, pero no existe información que permita determinar si las mismas
fueron puestas en práctica durante la vigencia de la Constitución de 1946.
592 X El municipio o cien años de espera

otra importante innovación, introducida por la Constitución de 1946 al ré-


gimen municipal, fue la posibilidad de crear «comisiones» como fórmula de go-
bierno sustitutorios del tradicional Consejo Municipal.
En la exposición de motivos correspondiente, los autores del proyecto cons-
titucional argumentaban a favor de esa nueva institución del siguiente modo:

... propician el acogimiento de un régimen municipal que han preconizado


y deseado algunos sectores de la ciudadanía. El sistema, de clara estirpe sajona
es, quizás, el más adaptable a nuestras condiciones... toda la vida municipal
se ordena y conduce por las decisiones de la comisión. Los miembros de esta
se distribuyen entre sí por mayoría de votos, las direcciones de las secciones o
departamentos especiales de la administración de la ciudad: hacienda y rentas,
higiene, salubridad y propiedad pública, por ejemplo. El alcalde no se encarga
de un departamento especial, sino que ejerce una acción directa de conjunto...
la comisión confecciona y aprueba el presupuesto anual, celebra contratos y
hace los principales nombramientos25.

De esta forma, la Constitución de 1946 instituye la posibilidad del gobierno


municipal por comisión, con lo que abrió una puerta hacia la modernización del
régimen local, a la luz de las experiencias alcanzadas en otros países donde fue-
ron satisfactorios sus resultados.
A pesar de esto, lo cierto es que ni la Constitución, ni la Ley 8 de 1954 al re-
ferirse al gobierno por comisión, establecen sus características fundamentales.
Tal vez por ello, y por la corriente separación que existe entre la norma y la rea-
lidad, el novedoso sistema nunca fue puesto en práctica en Panamá durante la
vigencia de la Constitución de 1946.
La tercera Constitución republicana estableció por primera vez en Panamá
la posibilidad de que los alcaldes fueron elegidos por votación popular, ya que
remitió a la ley esa opción. Sin embargo, al no ser mandatorio, la Ley 8 de 1954
acabó con esta posibilidad, al establecer que los alcaldes serían designados por
el Ejecutivo.
Sobre este particular, Moscote, Alfaro y Chiari se manifestaron señalando
que:

... en materia política y administrativas hay también ideas fijas, ideas que
no se analizan y que se reputan de generación en generación como si fueran la
quinta esencia de la sabiduría: «el pueblo no está preparado para elegir sus al-
caldes», se dice corrientemente... Pero... ¿cuándo y cómo podrá estarlo sino se
le da la oportunidad para tal efecto?...26.

Los creadores de la Constitución de 1946 pues, propugnaban la elección de


los alcaldes por votación popular, por cuanto se consideraba el método más
Nueva historia general de Panamá X 593

acorde con el principio de autonomía municipal. Y, en efecto, durante la vigencia


de esta Constitución y antes de promulgada la Ley 8 de 1954 sobre régimen mu-
nicipal, se produjo en dos ocasiones la elección directa de los alcaldes: una en
1948 y otra en 1952.
Así, la Ley 39 de septiembre de 1946 sobre elecciones populares, estableció
el primer domingo de mayo de 1948, como la fecha de la elección de los alcaldes.
Por su parte, las siguientes elecciones directas para alcaldes, celebradas en 1952,
fueron reguladas por la Ley 9 de 12 de febrero de 1952:

En Panamá, hasta el momento, los alcaldes son elegidos, todos, por el pue-
blo. Al pueblo, por su parte, le ha gustado el procedimiento, y se emociona
con las cosas municipales»27.

Sin embargo, las tesis centralistas que propugnaban que el alcalde fuese un
funcionario del Gobierno central triunfaron finalmente, mediante la aprobación
de la Ley 8 de 1954 ya mencionada. En consecuencia, a partir de la vigencia de
esta ley, los alcaldes de los municipios panameños pasaron a ser designados por
el Órgano Ejecutivo, lo que produjo como lógica consecuencia, la intervención
directa del Gobierno central en la vida local.
Al no ser democrática la elección de los alcaldes, tampoco lo fue la organi-
zación municipal en su conjunto. El gobierno propio de la comunidad local pasó
a ser un gobierno impuesto por el Ejecutivo, donde la autonomía municipal
quedó convertida en pura fórmula retórica.
En 1959, el Municipio de la ciudad de Panamá fue el escenario de una pugna
política que desembocó en la destitución, al margen de la ley, de todos los con-
cejales; y su reemplazo, por personalidades del mundo empresarial y social, por
parte del Ejecutivo.
Los sucesos iniciaron con una serie de denuncias contra algunos concejales
por casos de corrupción, provocando la movilización ciudadana que exigía
probidad.
Este episodio de la historia municipal de Panamá llamado «el cabildazo»,
fue considerado un triunfo ciudadano.

El municipio en la Constitución de 1972

La cuarta Constitución de período republicano –producto del golpe militar


de octubre de 1968– cambia profundamente el rumbo de las instituciones, y entre
ellas los gobiernos locales.
El estatuto de gobierno provisional, aprobado por la Junta Provisional de Go-
bierno, mantuvo el Órgano Judicial pero eliminó el Órgano Legislativo, dejando
en manos del Ejecutivo la función de legislar a través de decretos de gabinete.
594 X El municipio o cien años de espera

Cuatro años más tarde, en septiembre de 1972, el régimen militar aprobó


una nueva Constitución que entró a regir el 11 de octubre del mismo año.
Durante el período de transición que va desde el levantamiento militar de
1968 a la entrada en vigencia de la nueva Constitución, se produjo un raro y no-
vedoso modelo de Consejo Municipal, en el que se sustituyó el tradicional sis-
tema de Concejo-alcalde con separación de los poderes, por un sistema de Junta
de Síndicos-alcalde con unidad de poderes.
En este modelo, el alcalde fue designado como presidente de la junta, al
tiempo que realizaba sus funciones ejecutivas tradicionales. De esta forma se creó
un cuerpo de comisionados integrado por siete ciudadanos, todos designados por
la Junta Provisional de Gobierno y provenientes del mundo empresarial.
Según el Decreto de Gabinete 6 de 21 de enero de 1971, que creó este nove-
doso Consejo Municipal, el sistema solo se refería al Concejo de la ciudad de Pa-
namá, permaneciendo los restantes municipios panameños en un limbo hasta
la aprobación de la Constitución de 1972.
La nueva Constitución mantuvo el concepto básico de autonomía munici-
pal, rescatado para nuestro constitucionalismo a partir de la carta de 1946. Sin
embargo, son eliminados los importantes conceptos sociológicos que, al respecto
de las relaciones de vecindad y capacidad económica, estableció el anterior orden
constitucional.
Un dato es de especial importancia: a partir de la entrada en vigencia de la
Constitución de 1972, el municipio dejó de ser la unidad básica del engranaje
del Estado panameño, para cederle el paso a un ente administrativo menor, de-
nominado corregimiento, al que le tocó cumplir un papel de primer orden en el
nuevo concepto de administración local que estaba surgiendo.
El régimen militar que lograba alcanzar su institucionalidad después de
cuatro años de gobierno de facto, otorgó un papel fundamental a los corregimien-
tos, supliendo incluso el papel histórico y de desarrollo que poseía hasta enton-
ces el municipio.
Uno de los redactores de la nueva Constitución sustentaba esta decisión así:

En abierta contradicción conceptual entre la noción del Estado unitario se


dispuso que el Estado descanse sobre una comunidad de municipios autóno-
mos, definiéndolos como ‘la organización política de la comunidad local, es-
tablecida en un territorio determinado por relaciones de vecindad y con
capacidad económica suficiente para mantener el gobierno propio en condi-
ciones adecuadas’. De que ha resultado que solo un grupo reducido de muni-
cipios reúne las cualidades de tal, pues la mayoría carece de capacidad
económica hasta para costear sus gastos de gobierno...28.

Lo expuesto se corresponde con la nueva concepción de régimen local que


creó la original Constitución de 1972, en la que el municipio pasa a ocupar un
Nueva historia general de Panamá X 595

papel de subordinación dentro de la estructura del Estado panameño, convir-


tiendo al corregimiento en la unidad política y participativa del régimen local.
Uno de los cambios más radicales se produjo en la composición de los Consejos
Municipales. En lugar de que sus miembros fueran elegidos por votación popular
directa, la nueva fórmula constitucional señaló que los Consejos Municipales esta-
rían compuestos por un mínimo de cinco representantes que serían también parte
de un novedoso organismo denominado Asamblea Nacional de Corregimientos.
Los corregimientos, instituciones coloniales que sustituyeron a las enco-
miendas, renacen con la nueva Constitución y se convierten en el clásico distrito
electoral, cuyo representante era elegido para ejercer funciones en cuatro niveles
del engranaje estatal: como diputado nacional, como miembro de los Concejos
Provinciales de Coordinación, como miembro del Consejo Municipal y, final-
mente, como miembro de las Juntas Comunales, que constituyeron la corpora-
ción dirigente de los asuntos específicos del corregimiento.
Sobre el papel de los corregimientos en la historia panameña previa a su
glorificación por parte del régimen militar, se ha dicho que:

Es el territorio bajo la jurisdicción del corregidor, que originalmente era un


funcionario nombrado por el rey. La república les asignó a los jueces de paz
varias de las funciones que ejercían los corregidores... La Ley 52 de 1952 eli-
minó a los jueces de paz, restituyendo con ello en la institución del corregidor
las funciones que originalmente tenían. De entonces acá, el corregimiento no
ha sido otra cosa que una circunscripción establecida para dirimir asuntos ad-
ministrativos, civiles y penales a nivel policivo, utilizado profusa y sistemáti-
camente por los gobernantes de turno, como un instrumento eficaz de
persecución y represión política...29.

Con respecto al número de miembros que compondrían los Consejos Mu-


nicipales, la Constitución de 1972 estableció un importante cambio en relación
a lo que señalaba su antecesora y la norma que la desarrollaba.
La Ley 8 de 1954 estableció un mecanismo proporcional, que incluía una
mayor cantidad de concejales cuando mayor era el número de habitantes de los
municipios. La novedad consistió en que, a partir de 1972, todos los municipios
tendrían un mínimo de cinco miembros, con independencia del número de ha-
bitantes que allí residían. Y, teniendo en cuenta que la división territorial de Pa-
namá en corregimientos hecha a partir de la Constitución de 1972 fue bastante
arbitraria y con una evidente desproporción poblacional, los Consejos Munici-
pales se constituyeron de una forma poco representativa.

El sistema electoral vigente no tiene en cuenta el número de electores y me-


nosprecia....el principio de la representación numérica dentro de cada circuns-
cripción, con lo cual aquellas circunscripciones prácticamente despobladas,
596 X El municipio o cien años de espera

que conforman la mayor parte de los corregimientos del país, se imponen


frente a las circunscripciones urbanas, numéricamente superiores y que pue-
den considerarse como más progresistas y representativas30.

En efecto, las desigualdades eran palpables. El cociente electoral del país de


la época, derivado de la división matemática de 787,251 electores (población
electoral conforme al Censo de 1977) entre los 505 puestos de representantes de
corregimiento disponibles en ese momento, era de 1,559 electores. Esta cifra re-
basaba varias veces en una pluralidad de circunscripciones, mientras que en la
mayoría no alcanzaba sino cifras mucho menores.
En consecuencia, el sistema creado por la Constitución de 1972 para la for-
mación de los Consejos Municipales adoleció, al menos, de falta de representa-
tividad, ya que los corregimientos, como unidad electoral, no representaban
proporcionalmente a los electores que en ellos habitaban.
Por lo demás, la Constitución de 1972 siguió las pautas establecidas en su
antecesora sobre relaciones intermunicipales o mancomunidades de municipios,
incluyendo también las instituciones propias de la democracia semidirecta. Sin
embargo, nunca fueron puestas en práctica.
Habiendo establecido la nueva Constitución que los corregimientos eran «la
base política del Estado», se determinó que en cada uno de ellos –en esos mo-
mentos eran 505– habría una corporación denominada «Junta Comunal», con la
función de promover el desarrollo de la colectividad y velar por la solución de
sus problemas.
Las normas constitucionales establecieron que las Juntas Comunales esta-
rían formadas por el representante, que la presidiría, el corregidor y tres ciuda-
danos y vecinos del corregimiento escogidos de la forma que decidiera cada
Consejo Municipal.
En consecuencia, no se trató de un modelo único, simétrico, ya que los Con-
sejos Municipales tenían libertad para reglamentar la forma de elección de los
miembros de la comunidad que formaban parte de las Juntas Comunales.
A pesar de esta posibilidad de autonomía que otorgaba la legislación, las
Juntas Comunales se convirtieron en el vehículo de control que llevaba las di-
rectrices del régimen militar a cada comunidad del país. Al estar prohibidos los
partidos políticos, los representantes de corregimiento constituían peones del
régimen dictatorial.
El nuevo sistema de gobierno local surgido de la original Constitución de
1972, fue aún más allá en su postura formalmente descentralizadora, al crear las
llamadas Juntas Locales, que representarían pequeños grupos humanos, espon-
táneamente organizados dentro de un corregimiento para desarrollar de forma
colectiva una labor en su barrio, sector o calle.
En teoría pues, las Juntas Locales constituían un primer escalón institu-
cional que ejercía sus funciones en una circunscripción más pequeña que el
Nueva historia general de Panamá X 597

corregimiento, y que serviría de apoyo para el desarrollo y ejecución de los


planes y programas de la Junta Comunal.
El régimen que surgió en octubre de 1968, vio la necesidad de utilizar las
organizaciones sociales existentes para neutralizar los focos de rebelión y de
oposición al sistema de supremacía militar. Un claro ejemplo de esto fue el caso
de San Miguelito que, en 1968, era una comunidad marginal del extrarradio de
la ciudad de Panamá, pero fuertemente organizada, gracias principalmente a sa-
cerdotes católicos de base.
San Miguelito, una población de aproximadamente 68 mil residentes al mo-
mento del golpe militar, se había formado de la migración de pobladores del in-
terior del país, atraídos por la perspectiva de encontrar trabajo durante los años
de la Segunda Guerra Mundial.
El gran éxito de organización liderada por el sacerdote católico Leo T.
Mahom, produjo una comunidad beligerante y muy participativa que se en-
frentó inicialmente al régimen militar en demanda de democracia.
Sin embargo, todas las acciones fueron neutralizadas al crearse, mediante
el Decreto de Gabinete 258 de 30 de julio de 1969, el distrito especial de San Mi-
guelito. «Al aceptarse el distrito experimental en San Miguelito, Torrijos no solo
neutralizó la voz beligerante de la oposición, sino que alcanzó la oportunidad
de poner en práctica su concepto de autoridad yunta-pueblo-gobierno»31.
Con relación a la figura del alcalde, la Constitución de 1972 estableció que
este sería seleccionado por el Consejo Municipal, de una terna que le presentaría
el gobernador de la provincia, cuya designación correspondía al Ejecutivo. Que-
daba así patente, la injerencia de la administración central en la designación de
la primera autoridad del municipio.
otra diferencia fundamental creada por la nueva Constitución con relación
al alcalde, guarda relación con el período que este funcionario ejercería el cargo.
La nueva carta redujo en un año –de cuatro a tres– el mandato de los alcaldes.
La inexistencia de los servicios municipales durante la vigencia de la Cons-
titución de 1946 continuó con el nuevo régimen que se estableció en Panamá.
Posteriormente se crearían una serie de entidades semiautónomas, como el Ins-
tituto de Recursos Hidráulicos y Electrificación (IRHE) o el Instituto de Acueduc-
tos y Alcantarillados Nacionales (IDAAN), que impidieron que los municipios
pudieran organizarse para brindar los servicios de luz y agua.

Las reformas constitucionales de 1983

Si bien en 1978 se producen las primeras reformas a la Constitución de 1972,


estas no afectan el régimen municipal. En cambio, las reformas de 1983 modifi-
can en algunos aspectos los gobiernos locales.
El concepto del corregimiento como «base política del Estado» desaparece
con las reformas de 1983. Sin embargo, se mantienen los corregimientos y sus
598 X El municipio o cien años de espera

representantes, que continúan hasta la actualidad teniendo un papel fundamen-


tal en la formación de los cuerpos deliberantes municipales. Solo se eliminó su
ámbito nacional con la desaparición de la Asamblea Nacional de Representantes
de Corregimiento.
Se estableció que los Consejos Municipales estarían compuestos por los re-
presentantes de corregimientos del correspondiente distrito, elegidos por votación
popular. Además, si un distrito tenía menos de cinco corregimientos, los que se
necesitara para llegar a esa cifra serían elegidos también por votación popular.
Con respecto a los alcaldes, la reforma constitucional abrió la puerta de la
misma forma tímida que lo había hecho la Constitución de 1946, a la elección
directa de estos funcionarios, dejando en manos de la ley esta posibilidad.
Así, mediante Ley 11 de agosto de 1983, se reformó el Código Electoral para
permitir la elección directa de los alcaldes, produciéndose las elecciones gene-
rales de 1984. Sin embargo, tal y como había sucedido en 1954, se volvió a refor-
mar el Código Electoral mediante la Ley 9 de 21 de septiembre de 1988,
eliminándose de un plumazo la elección directa de los alcaldes.

El municipio frente al nuevo siglo

Después de la violente invasión estadounidense que acabó con el régimen


militar en 1989, las nuevas autoridades mantuvieron la misma estructura jurí-
dica, lo que incluyó la Constitución de 1972 que, a pesar de haber sido reformada
en 1994, mantuvo la fórmula ambigua que dejaba en manos de la ley la posibi-
lidad de que los alcaldes fueran elegidos por votación popular.
Dicha fórmula se mantuvo hasta la reforma constitucional de 2004, pero
desde la modificación al Código Electoral de 1993, los alcaldes han sido electos
de forma directa, incluyéndose también la posibilidad de postulaciones inde-
pendientes.
Con el retorno de la democracia, el viejo debate sobre descentralización y el
fortalecimiento de los gobiernos locales se intensificó con el apoyo de organiza-
ciones internacionales. Se multiplicaron los procesos de formación para fortale-
cer las capacidades locales y aumentó la demanda por una legislación adecuada.
La ansiada ley de descentralización finalmente se aprobó el 29 de junio de
2009, en las postrimerías de la administración del presidente Martín Torrijos, lo
que dejó en la incertidumbre todo el proceso.
Pronto se supo que la descentralización tendría que seguir esperando, por-
que el presidente Ricardo Martinelli decidió suspenderla durante su mandato.
Con la llegada de Juan Carlos Varela a la presidencia de la república en junio
de 2014, surgió nuevamente el debate, lográndose la aprobación de la Ley 66 de
2015 que da nuevamente vida al proceso de descentralización.
La nueva norma establece la transferencia de parte del impuesto de inmue-
ble a los municipios del país, mediante una fórmula de distribución equitativa
Nueva historia general de Panamá X 599

que ha permitido que los municipios cuenten con recursos para financiar obras
y proyectos.
Igualmente, se crearon interesantes mecanismos de participación ciudadana,
como parte del método de selección de las obras que se realizarían con los re-
cursos trasladados.
La situación, sin embargo, sigue siendo complicada, debido a la falta de ca-
pacidades administrativas de la mayoría de los municipios. Para enfrentar esa
situación, la norma vigente creó la Secretaría de Descentralización adscrita a la
Presidencia, lo que constituye una contradicción con el principio de autonomía
municipal que es el sustento de todo el proceso.
La añeja institución municipal se encuentra en una etapa de definición muy
importante en Panamá. Durante el quinquenio iniciado en 2014, el municipio
capital logró grandes avances en su evolución hacia el fortalecimiento institu-
cional y en el ejercicio de su autonomía, lo que debe impactar al resto de los mu-
nicipios del país.
Pero se requiere tiempo y estabilidad institucional. Por ello, El camino hacia
una verdadera descentralización y el fortalecimiento de los gobiernos locales es
aún incierto.

Notas
1
Víctor F. Goytía, El liberalismo y la Constitución, Editora La Estrella de Panamá, Panamá, 1954,
p. 135.
2
Víctor F. Goytía, Las Constituciones de Panamá, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1954,
p. 42.
3
Luis Villar Borda, Democracia municipal, Instituto de Estudios de Administración Local, Ma-
drid, 1984, p. 118.
4
Indalecio Liévano Aguirre, Bolívar, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1983, p. 348.
5
Diego Uribe Vargas, Las Constituciones de Colombia, tomo I, Ediciones Cultura Hispánica, Ma-
drid, 1977, p. 109.
6
Jorge Fábrega, Ensayos sobre historia constitucional de Panamá, Editora Jurídica Panameña,
Panamá, 1986, p. 17.
7
César Quintero, «Evolución constitucional de Panamá», en: Jorge Fábrega (compilador), Es-
tudios de derecho constitucional panameño, Editora Jurídica Panameña, Panamá, 1987, p. 23.
8
Luis Villar Borda, op. cit., p. 119.
9
Justo Arosemena, El Estado federal de Panamá, Editora República, Panamá, 1960, p. 51.
10
Víctor F. Goytía, Las Constituciones de Panamá, op. cit., p. 126.
11
Justo Arosemena, op. cit., p. 8.
12
Ibidem, p. 10.
13
Víctor F. Goytía, Las Constituciones de Panamá, op. cit., p. 176.
14
César Quintero, Evolución constitucional de Panamá, op. cit., p. 32.
15
Diego Uribe Vargas, op. cit., p. 187.
16
Luis Villar Borda, op. cit., p. 182.
17
Enrique Abrahams, La función municipal, Imprenta La Nación, Panamá, 1956, p. 125.
600 X El municipio o cien años de espera

18
Carlos Iván Zúñiga, El régimen municipal, trabajo de graduación, Facultad de Derecho y Cien-
cia Política, Universidad de Panamá, Panamá, 1952, p. 52.
19
José Dolores Moscote, Orientaciones hacia la reforma constitucional, Imprenta Nacional, Pa-
namá, 1934, p. 127.
20
Ibidem, p. 130.
21
Héctor Pinilla Herrera, El régimen municipal de Panamá, Imprenta de la Nación, Panamá, 1978,
p. 23.
22
Humberto Ricord, Las crisis políticas y las cuatro Constituciones panameñas del siglo XX, Uni-
versidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 1977,
p. 144.
23
José Dolores Moscote, Introducción al estudio de la Constitución, Editorial La Moderna, Pa-
namá, 1929.
24
Jorge Fábrega, Ensayos sobre historia constitucional de Panamá, op. cit., p. 174.
25
Ibidem, p. 174.
26
José Dolores Moscote, Ricardo J. Alfaro y Eduardo Chiari, Proyecto de Constitución nacional
y exposición de motivos, Compañía Editora Nacional, Panamá, 1945, p. 96.
27
Carlos Iván Zúñiga, ibidem, p. 79.
28
Juan Materno Vásquez, Una introducción a la teoría de la Constitución, Litho Impresora, Pa-
namá, 1971, p. 65.
29
Eusebio Marchosky, «¿Asamblea representativa? Consideraciones en torno a la Asamblea
de Representantes de Corregimientos», Revista Diálogo Social, número 54, Panamá, marzo
de 1974, p. 18.
30
Luis Carlos Arosemena, Análisis crítico al actual sistema electoral panameño, Centro de Estu-
dios de Problemas Nacionales, Panamá, 1978, p. 3.
31
George Priestley, Military government and popular participation in Panama: The Torrijos re-
gime, 1968-1975, Westview Special Studies on Latin America and the Caribbean, Westview
Press, Colorado, 1986, p. 36.
CAPíTULo XVIII

Las primeras crisis políticas:


1931-1948
Alberto McKay †

Introducción

Los nexos que mantenían al istmo de Panamá involuntariamente atado al


régimen centralista y antidemocrático de la llamada Regeneración colombiana,
comenzaron a hacer crisis generalizada en 1899. Ello determinó la definitiva se-
paración de 3 de noviembre de 1903 y la creación de una segunda república,
equipada con numerosas instituciones democráticas. No obstante la soberanía
del nuevo Estado, su sistema democrático y el desarrollo socioeconómico estu-
vieron frenados por agentes externos, con la colaboración de poderosos intereses
domésticos.
Los mayores estorbos al desarrollo de un Estado moderno, democrático,
plenamente soberano y socialmente avanzado, estuvieron representados por la
Convención del Canal ístmico de 1903, la Constitución política de 1904 y el ré-
gimen de injusticias, insuficiencias y desigualdades que, sobre la base de estos
instrumentos y de subsistencias de regímenes antiguos, se había edificado en
Panamá.
A partir de 1903, las fuerzas tradicionales reconstruyeron gran parte la de-
mocracia perdida en 1885. El Partido Conservador, primer conductor del nuevo
Estado, logró desmilitarizar el país luego de debelar un amago de golpe cas-
trense y organizar en él cierto Estado de derecho. El Partido Liberal, perseguido
por la política represiva de Bogotá, había roto las ataduras que le impedían pro-
fundizar su clásico programa de democratización y modernización.
En efecto, después que se le agotara al conservatismo panameño el impulso
político derivado de su protagonismo en la independencia de 1903, esta fuerza
602 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

fue duramente afectada por el afloramiento de su tradicional debilidad política.


Así, luego de sucederse entre noviembre de 1903 y septiembre de 1908 los perí-
odos de la Junta de Gobierno y del presidente Manuel Amador Guerrero, sobre-
vino de 1908 a 1931, una etapa de predominio de gobiernos liberales de
tendencia clásica, apoyados por sectores conservadores.
En esa larga etapa, aunque transcurrieron gobiernos liberales presididos por
conservadores, tales como los de José De obaldía de 1908 a 1910 y Ramón Ma-
ximiliano Valdés de 1916 a 1918, hubo coyunturas de pleno liberalismo repre-
sentadas por las tres administraciones de Belisario Porras, transcurridas de 1912
a 1916, de 1918 a 1920 y de 1920 a 1924. Ello dio lugar a un fortalecimiento de
las instituciones democráticas y a la ejecución de un programa de inversión con
beneficiosas obras de infraestructura.
No obstante, mientras la doctrina neoliberal o del liberalismo social hacía
grandes progresos teóricos y comenzaba a aplicarse en algunos países del
mundo, ella no fomentaba muchos cambios en Panamá. El presidente Porras eje-
cutó algunos de sus principios, pero el estado de sometimiento a los Estados
Unidos y la vigencia del individualismo impedían su libre expansión. En adi-
ción, ostensibles paralizaciones y retrocesos en los campos de la democracia y
la autodeterminación acaecidos entre 1924 y 1930, dieron lugar al desarrollo de
una crisis.
La crisis dio paso al surgimiento de nuevas fuerzas políticas, a una violenta
sustitución del Órgano Ejecutivo en enero de 1931 y, luego, al desarrollo de un
programa de grandes transformaciones el cual fue abruptamente interrumpido
en octubre de 1941. Uno de los dirigentes de la revolución trató, con poco éxito,
de darle continuidad al truncado proceso de cambios mediante la participación
de sus fuerzas en las luchas políticas del período 1945-1948.

Los antecedentes de la crisis de 1931

Es ampliamente conocido que la convención de 1903 fue un poderoso agente


de penetración imperialista norteamericana que, haciendo de Panamá un país
protegido, conculcaba derechos fundamentales del Estado y la nación. La Cons-
titución de 1904 se inspiraba en moldes individualistas del siglo XIX, consagraba
el centralismo y el presidencialismo, disponía de una lista insuficiente de dere-
chos individuales y políticos, desconocía casi todos los derechos sociales e im-
pedía la intervención ordenadora del Estado. En adición, su antipatriótico
artículo 136 desarrollaba y ampliaba el derecho norteamericano de intervención
militar en Panamá, introducido por la cláusula VII de la convención de 1903.
Aunque los gobiernos conservadores, liberales y de coalición que se suce-
dieron entre 1903 y 1924 emprendieron tareas sociales innovadoras, sobre todo
en el campo de la instrucción, ellas fueron insuficientes para las necesidades y
posibilidades de la época. En otros casos, los cambios acarrearon efectos negativos,
Nueva historia general de Panamá X 603

especialmente en el sector rural. Ante la subsistencia de un régimen agrario de-


cimonónico, confuso, de latifundios indefinidos, de tierras comunes con uso
poco reglamentado y de grandes extensiones de tierras baldías, se expidieron la
Ley 26 de 11 de junio de 1907 sobre administración de tierras baldías e indultadas
y la Ley 3 de 2 de enero de 1909 sobre tierras indultadas.
La aplicación de estas normas dio lugar a un proceso de apropiaciones y re-
gistros de tierras, el cual favoreció a los ricos, a cierta parte del campesinado
medio y a intereses extranjeros, en detrimento de grandes mayorías sin recursos
económicos y educación suficiente para cumplir con los costosos, largos y com-
plicados trámites de titulación. En el área rural, por otra parte, no se ejecutaron
programas sanitarios adecuados, razón por la que las tasas de morbilidad, de-
bidas a enfermedades transmisibles, se mantuvieron muy altas.
En el plano de los derechos políticos, tanto la Constitución vigente como las
leyes e instituciones de ella derivadas, promovieron pocos adelantos. Solo eran
ciudadanos los varones mayores de 21 años y la elección de presidentes, en un
principio, era indirecta. Por otra parte, no había pureza del sufragio. El gobierno
conservador del doctor Amador Guerrero mantuvo las nocivas prácticas electo-
rales de la dictadura colombiana anterior a 1903. De esa forma, se llevó a cabo
un escandaloso, violento y descarado fraude en las votaciones municipales de
1904, lo que se repitió en la municipales de 1906 y, generando muertos y heridos,
en las legislativas del mismo año.
Por otro lado, se empleaban argucias y se cometían injusticias para privar a
ciertos dirigentes de sus derechos políticos. El doctor Belisario Porras, máximo
líder liberal, regresó de su exilio en América Central a mediados de 1904. A pesar
de haber hecho declaraciones públicas a favor de la independencia, al momento
de ser orador en actos oficiales de conmemoración de 3 de noviembre, la Corte
Suprema de Justicia lo privó de su nacionalidad en 1905 por haber inicialmente
criticado la emancipación en 1903. No recuperó su derecho a la ciudadanía pa-
nameña sino el año siguiente, después de una batalla jurídica.
El liberalismo, que había combatido la inclusión del antipatriótico artículo 136
de la Constitución de 1904, se convirtió rápidamente en un promotor de las in-
tervenciones extranjeras y, con mucha frecuencia, en un aliado de intereses im-
perialistas. En efecto, solicitó a los Estados Unidos supervisar las futuras
elecciones y, en consecuencia, gracias a intervenciones norteamericanas, pudo
hacer valederos los triunfos de sus diversos grupos en los diferentes tipos de co-
micios de 1908, 1912 y 1918. Desde entonces, los norteamericanos encontraron
una vía adicional a las ya otorgadas para inmiscuirse abierta o veladamente en
los asuntos políticos y administrativos internos de Panamá.
Estas y otras razones hicieron que, durante las primeras décadas del
siglo XX, al igual que el Partido Conservador, el Liberal se convirtiese en una
fuerza política poco combativa y frecuentemente obsequiosa frente a la avasa-
lladora política imperialista con la que los Estados Unidos trataron a Panamá a
604 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

partir de la firma, ratificación y entrada en vigencia de la funesta Convención


del Canal ístmico.
Es conocido que el ordenamiento territorial aplicado a la Zona del Canal le
dio, a esta, visos de colonia norteamericana militarizada. Pese a la temporal vi-
gencia del Convenio Taft, en el nuevo enclave funcionó una economía moderna,
estatalmente protegida, que compitió deslealmente con la producción panameña
de bienes y servicios. El país, por otra parte, fue víctima de toda clase de abusos.
La nación deploró mucho la insidiosa penetración cultural norteamericana,
sobre todo la imposición del uso del inglés en las transacciones. A esta queja se
sumó la derivada de los efectos en Panamá de una inconsulta política inmigra-
toria norteamericana hacia el país, uno de los cuales fue, directa o indirecta-
mente, el acaparamiento de sectores claves del empleo y el comercio por las
minorías étnicas.
Frente a estos problemas y pese a ciertas coyunturales reacciones de firmeza,
tales como la iniciativa de Porras de 1920 destinada a revisar la Convención del
Canal, los partidos tradicionales y sus gobiernos actuaron como colaboradores
y encubridores. Así tenemos que el mismo presidente Porras, en 1921, hizo lla-
mar soldados norteamericanos para que lo defendieran de ataques de manifes-
tantes, al tiempo que llenó las instituciones del Estado de numerosos agentes
norteamericanos.
Por ello, las protestas y las acciones nacionalistas fueron emprendidas por
individuos y grupos poco organizados, al margen de los partidos políticos. Las
iniciaron tempranamente los artistas, especialmente poetas, pintores y músicos;
a ellas se sumaron las de los grupos populares, en ocasión de violentos choques
con la soldadesca norteamericana y durante actos callejeros de protesta, como
el que repudió la visita a Panamá del general norteamericano John Pershing en
1920.
Sin embargo, para hacerle frente a una coyuntura de democracia incom-
pleta, injusticia social creciente y atropello imperialista, muchos panameños se
organizaron en grupos de presión, tales como sindicatos, asociaciones y círculos
ideológicos. La tendencia fue favorecida por la difusión de ideas sindicalistas,
socialistas y anarquistas, hecha por obreros inmigrantes españoles, y por el desa-
rrollo del sistema educativo panameño.
Hacia 1911 funcionaba ya el Centro de los obreros Independientes y, en
1921, se crearon la Federación obrera de la República de Panamá y el grupo co-
munista. Las asociaciones de trabajadores, sin embargo, se circunscribieron a
promover los derechos laborales y tendieron a ser afectas a las gestiones políticas
del doctor Belisario Porras. Los comunistas, generalmente dirigidos por extran-
jeros, no lograron capitalizar muchos adeptos y no fue sino en 1930 cuando cre-
aron un partido político.
Los jóvenes profesionales de las provincias centrales radicados en la ciudad
de Panamá, en cambio, se dotaron de una organización de objetivos más amplios
Nueva historia general de Panamá X 605

y de fuerte orientación nacionalista. En efecto, el 15 de agosto de 1923, el doctor


Ramón Eugenio Mora, odontólogo de Las Tablas, Manuel Celedonio Gálvez Be-
rrocal, funcionario judicial oriundo de Natá de Los Caballeros y otros profesio-
nales, convocaron a una reunión de coterráneos allegados, con el propósito de
asumir posiciones frente a los graves problemas nacionales.
La reunión se llevó a cabo el 19 de agosto siguiente; a ella asistieron 17 jó-
venes profesionales, en su mayoría venidos de la provincia de Coclé; después
de deliberar sobre los puntos de la convocatoria, decidieron fundar un grupo o
centro y le asignaron una directiva. En la sesión de 23 de agosto se adoptaron
las bases programáticas y se le asignó a la organización el nombre de Acción
Comunal.
Las bases aprobadas fueron las que a continuación se reproducen:

1. Defender las instituciones nacionales.


2. Desarrollar los sentimientos de amor a la patria y defender sus intereses.
3. Propender por todos los medios posibles al progreso nacional en cualquiera
de sus manifestaciones y al enaltecimiento de los panameños, sin mezclarse
el centro en la política militante del país.
4. En caso de oposición entre los intereses de un nacional y un extranjero, el
centro favorecerá los del primero; y en caso de oposición entre los intereses
de dos nacionales, el centro favorecerá al que fuere miembro de él, siempre
que en cualquiera de los dos casos, el nacional o el socio reúna iguales o me-
jores condiciones que el opositor.
5. El centro no hace diferencias de sexo, religión, color, categoría social, ni otra
circunstancia similar. Su lema es patriotismo, acción, equidad y disciplina1.

El grupo también adoptó símbolos, inició un dinámico trabajo proselitista


y difundió sus ideas. El principal recurso de su campaña fue un órgano perio-
dístico regular, el cual contenía lemas nacionalistas tales como «Periódico im-
parcial dedicado a aquilatar los valores nacionales» y «Hable castellano, cuente
en balboas y lea Acción Comunal».
Los objetivos y los medios para alcanzar estos fines no fueron otros que los
propios de un incipiente grupo juvenil de presión. Sin embargo, gracias al sen-
timiento nacionalista y a una férrea disciplina inspirada en la de los grupos ma-
sones, el centro llegó pronto a tener una gran influencia en el país y a ganarse la
simpatía de muchos políticos afines al liberalismo social.
En las elecciones de 1924, Acción Comunal logró un escaño en la Asamblea
Nacional a través del Centro Demócrata. Este fue ocupado por el doctor Har-
modio Arias Madrid, jurista penonomeño de gran prestigio, especializado en
derecho internacional, de 38 años de edad, formado en la Universidad de Cam-
bridge y en la Escuela de Economía de Londres, Gran Bretaña. Su tesis doctoral
versaba sobre el canal de Panamá.
606 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

Se precipita la crisis

Los problemas del atraso, las insuficiencias de la democracia y el pobre de-


sarrollo de la justicia social habían sido paliados con cambios de significación,
introducidos entre noviembre de 1903 y septiembre de 1924. Desde 1904, por
otra parte, se habían hecho gestiones para corregir efectos negativos de la ejecu-
ción e interpretación de la Convención del Canal ístmico de 1903.
En efecto, la economía nacional había salido del estado agónico en el que la
habían sumido el despótico centralismo colombiano y la guerra de 1899-1902.
El sistema de instrucción se había desarrollado, las ciudades de Panamá y Colón
estaban saneadas y se cosechaban en todo el país los frutos de una fuerte inver-
sión en vías férreas, puertos, carreteras y edificios públicos.
Las presiones reivindicativas panameñas ante los Estados Unidos habían
logrado la expedición por este país de la orden Ejecutiva de 3 de diciembre de
1904, del secretario de Guerra, desarrollada en Panamá mediante del Decreto
182 de 6 de diciembre de 1904. Este acuerdo, llamado Convenio Taft, paralizó la
conversión de la Zona del Canal en una especie de espacio franco comercial que
perjudicaba a la economía panameña.
En el campo del desarrollo democrático, también se observaban progresos.
En efecto, después de padecer por 18 años la vigencia del régimen dictatorial de
«la Regeneración», Panamá reconstruía la democracia por medio del respeto a
los derechos individuales civiles, la disolución del Ejército, la elección directa
del presidente de la república y la implantación del Estado de derecho, perfec-
cionado con la expedición de códigos modernos.
Pese a que el liberalismo social era en el mundo una doctrina nueva, la so-
ciedad istmeña tenía acceso a una instrucción pública de aceptable calidad, la
cual contaba ya con niveles superiores como la Escuela de Derecho, creada en
1917. La Constitución política se inspiraba en el individualismo; sin embargo,
se habían reconocido algunos derechos sociales, especialmente en 1914, al punto
que Panamá figuró entre los primeros países del mundo en adoptar legalmente
la jornada laboral de ocho horas.
Diversos factores derivados de la vigencia de la Convención de 1903 y de la
Constitución de 1904 influyeron en que este lento pero constante proceso de co-
rrecciones y desarrollos se paralizara completamente en 1924, cuando un libe-
ralismo individualista y autoritario monopolizó el poder para darle prioridad a
la atención de los intereses de los poderosos.
Los cambios agrarios y el crecimiento de la economía de comercio y servi-
cios produjeron una profundización de los desequilibrios sociales. Esto deter-
minó, por un lado, el fortalecimiento de los círculos burgueses y latifundistas
de poder y, por el otro, una consolidación de monopolios étnicos en el sector co-
mercial, manejados por ciertas minorías. Mientras, aumentaron los efectivos de-
mográficos y las necesidades de las clases medias y humildes.
Nueva historia general de Panamá X 607

En el plano económico y técnico, el injerto de un territorio administrado por


los Estados Unidos en el corazón económico del país, generó problemas de gran
envergadura. En efecto, al delimitarse la Zona del Canal, Panamá perdió sus
puertos internacionales. Por otro lado, el programa de ampliación de las obras
de infraestructura y modernización técnica tropezó con fuertes resistencias nor-
teamericanas, derivadas de la vigencia de la cláusula V de la Convención del
Canal ístmico y de sus antojadizas interpretaciones. Así, el proyecto de ferroca-
rril nacional quedó reducido a una pequeña red en la región occidental de Chi-
riquí y resultó algo imposible de llevar a cabo el enlace de las ciudades de
Panamá y Colón mediante una carretera, en tanto que el país quedó privado de
los beneficios de la radiodifusión.
Complicando aún más la situación, los Estados Unidos derogaron unilate-
ralmente el Convenio Taft el 1 de mayo de 1924 y se resistieron a ceder ante el
clamor por reformas a la convención de 1903. Al mismo tiempo, consolidaron
un estado de fuerte injerencia en la administración pública panameña, un régi-
men de discriminación y racismo en la Zona del Canal y apoyaron diplomática-
mente el expansionismo territorial de Costa Rica y Colombia en detrimento de
Panamá.
La culminación política de toda esa secuencia de procesos negativos fue el
fortalecimiento del sector burgués del Partido Liberal y el consecuente ascenso
a la presidencia de la república, el 1 de octubre de 1924, de Rodolfo Chiari, te-
rrateniente y gran industrial de la provincia de Coclé. Mediante cuestionadas
elecciones, este venció al candidato opositor, el general Manuel Quintero Villa-
rreal, héroe liberal de la guerra de los Mil Días, veterano de las acciones militares
de la independencia de 1903 y de la defensa del país de una agresión militar cos-
tarricense en 1921.
El nuevo presidente, organizó un gobierno personalista, adoptó posiciones
abiertamente antidemocráticas y sumamente complacientes con la política ex-
terior imperialista de los Estados Unidos. Por tales motivos, entró en contradic-
ción con diferentes sectores, dando lugar al estallido de rebeliones sociales y a
fuertes cuestionamientos por parte de los círculos nacionalistas.
La primera sacudida social contra el Gobierno autoritario del presidente
Chiari ocurrió en la intendencia de San Blas. Allí se había instaurado una policía
de tipo colonial, que se servía de su poder para explotar a los indios y someterlos
a toda clase de humillaciones. Como consecuencia, estos se declararon indepen-
dientes de Panamá el 12 de febrero de 1925 y, pocos días después, acometieron
una violenta rebelión armada que produjo un total de 27 víctimas fatales. Para
superar el problema, el Gobierno recurrió primero a la intimidación y, con pos-
terioridad, a la negociación conciliadora.
Los grandes problemas del creciente proletariado de las ciudades de Pa-
namá y Colón dieron lugar, en junio de 1925, al inicio de un movimiento reivin-
dicativo contra el aumento injustificado de los alquileres de las viviendas de los
608 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

barrios populares, avalado por el Gobierno. Para defenderse, los afectados ha-
bían organizado, desde 1924, la Liga de Inquilinos y Subsistencias y al, recrude-
cer el conflicto, hicieron demostraciones de masas, declarando también una
huelga de no pago de alquileres a partir de 1 de octubre de 1925. El 10 de octubre
hubo violentos choque con la policía.
Al considerar amenazada la estabilidad de su Gobierno, el presidente Chiari
solicitó una intervención militar norteamericana. En consecuencia, 600 soldados
de la Zona del Canal ingresaron en la ciudad de Panamá el 12 de octubre de 1925
y reprimieron a los huelguistas. La acción produjo nuevos enfrentamientos, los
cuales dejaron un saldo de residencias violentadas y de varios panameños muer-
tos o heridos. Las tropas extranjeras acamparon en los parques de Santa Ana y
de Lesseps, montaron cañones y ametralladoras en sitios estratégicos y perma-
necieron en guardia hasta el 23 de octubre de ese año.
Uno de los efectos del desafortunado giro de la gestión política del libera-
lismo fue la negociación de un tratado del Canal que, en vez de subrogar la con-
vención de 1903 como era el interés del presidente Porras, desarrollaba ignomi-
niosas concesiones territoriales, militares, monetarias y comerciales. El nuevo
acuerdo se firmó en Washington el 28 de julio de 1926.
Sin someterlo al escrutinio de la opinión pública, el Ejecutivo envió el ins-
trumento a la Asamblea Nacional para su ratificación el 15 de diciembre, mien-
tras promovía una campaña propagandística a favor de un documento
desconocido por el pueblo. Acción Comunal, mediante la colaboración de uno
de sus miembros, logró sin embargo sustraer una versión oficial del tratado; des-
pués la publicó en Cuba y en Costa Rica y, con el apoyo de la Federación obrera,
introdujo y distribuyó suficientes ejemplares en el país.
Gracias a las denuncias de Acción Comunal, a las airadas protestas de nu-
merosos sectores y a la destacada labor parlamentaria del diputado Harmodio
Arias Madrid, la Asamblea Nacional suspendió indefinidamente la discusión
del convenio mediante resolución de 18 de enero de 1927. De esta forma, el
nuevo grupo le infligió una significativa derrota al presidente de la república y
a la política exterior avasalladora de los Estados Unidos, hecho que le propor-
cionó al grupo autoridad y mucho prestigio.
En 1928, en una nueva coyuntura de desconocimiento de los derechos polí-
ticos, resultó ganador de las elecciones el candidato oficial impuesto por el pre-
sidente Chiari: Florencio Harmodio Arosemena. Este era un destacado profe-
sional del campo de la ingeniería, pero inexperto y muy torpe en el de la política.
La oposición, integrada por seguidores de Belisario Porras, se quejó de fraude
y, sin lograr la aprobación de una supervisión norteamericana de los comicios,
se retiró de la contienda, quedando el poder político concentrado en manos de
sectores económicamente poderosos.
El nuevo Gobierno fue insensible a los graves problemas de la época, los
cuales eran agravados por las repercusiones en Panamá de la crisis económica
Nueva historia general de Panamá X 609

internacional. No obstante, a los empleados públicos se les obligaba a traspasar


cinco por ciento de sus salarios al Partido Liberal. En septiembre de 1929 estalló
en las ciudades de Panamá y Colón una epidemia de viruela, enfermedad preve-
nible con vacunas. Los brotes de movimientos de protesta surgieron en las áreas
rurales, especialmente en las provincias de Chiriquí y Darién. Acción Comunal y
el resto de la oposición política tacharon a la nueva administración de incapaz,
ostentosa, corrupta, derrochadora y títere del despótico mandatario anterior.

La revolución de 1931

Los miembros de Acción Comunal se convencieron de que los urgentes cam-


bios que requería el país no podían lograrse mediante debates políticos y parti-
cipaciones electorales en un sistema dominado por los intereses de burgueses y
latifundistas, apoyados política y militarmente por los Estados Unidos. Por ello,
mantuvieron su tesis de no involucrarse en las luchas partidistas. En cambio,
concibieron la estrategia de asumir el poder mediante acciones violentas, rápidas
y sorpresivas, llevadas a cabo por el grupo secreto de la organización, sin alian-
zas previas con otros grupos o partidos.
Desde el año 1930 concibieron y prepararon con meticulosidad un temerario
y riesgoso plan secreto de ataque y captura de los cuarteles de policía de la ciu-
dad capital, simultáneo al de la toma de las centrales de comunicaciones y el Pa-
lacio Presidencial. La operación, convenida para la noche de 1 de enero de 1931
y la madrugada de 2, debía tener coordinación perfecta y estar libre de infiden-
cias, imprudencias y errores. Los revolucionarios, pobres en armamento, debían
evitar a toda costa el grave peligro de una intervención militar norteamericana,
amparada por la cláusula VII de la convención de 1903 y el artículo 135 de la
Constitución de 1904.
El ataque de los insurgentes fue un éxito porque, en poco tiempo, se logra-
ron todos sus objetivos. Bajo la dirección de José Ángel Cornejo, los insurrectos
capturaron la telegrafía y, al mando de Bernardo Q. Gallol, ocuparon la central
telefónica. En esta forma, las vías rápidas para el pedido de una intervención
norteamericana quedaron bloqueadas. Comandados por Roberto Clement, los
insurgentes se tomaron el escuadrón de caballería de Las Sabanas y, bajo la jefa-
tura de Homero Ayala, dominaron el Cuartel Central de Policía. Este acto fue
facilitado por la colaboración del jefe del principal cuartel, Vicente Alvarado Li-
nares, simpatizante secreto de Acción Comunal.
Sin embargo, hubo fuertes combates en el Palacio Presidencial, donde los
revolucionarios eran guiados por Arnulfo Arias Madrid. Empero, con las armas
capturadas en los acantonamientos policiales y el ingreso de numerosos volun-
tarios a la lucha, el principal objetivo militar de la acción, el Palacio Presidencial,
cayó a las 6:30 de la mañana. Los enfrentamientos produjeron un total de 10
muertos y cinco heridos.
610 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

El exitoso operativo ejecutado por civiles armados no generó ningún tipo


de reacciones adversas. Por el contrario, apenas se difundió la noticia de los he-
chos, comenzaron a afluir a las instalaciones capturadas mayor cantidad de vo-
luntarios populares. Estas huestes fueron organizadas en un llamado «Cuerpo
de Apoyo» y colocadas bajo el mando del general Manuel Quintero Villarreal.
Acción Comunal, además de confraternizar con los sectores obreros y las
izquierdas, se había granjeado muchas simpatías entre los liberales de la ten-
dencia social. En cambio, el presidente Arosemena era afectado por la hostilidad
de los sindicatos, de los socialistas y de los liberales simpatizantes de Porras. Al
cambiar el mandatario el equipo de los secretarios de Estado en septiembre de
1930, había perdido incluso el sostén de los liberales de Rodolfo Chiari, única
fuerza política que lo respaldaba. Por ello, a las pocas horas de consolidado el
triunfo, se publicó, en el periódico matutino El Tiempo, un manifiesto de apoyo
a la revolución, suscrito por influyentes empresarios y políticos de diferentes
tendencias. El presidente detenido fue conminado a renunciar; sin embargo, es-
peranzado en que sobreviniera alguna reacción política o diplomática en su
favor, se aferró al cargo.
No obstante, el Poder Ejecutivo del gobierno era tan impopular que ni los
otros órganos constitucionalmente estructurados del Estado lo socorrieron. El
Gobierno norteamericano, afectado por el factor sorpresa, neutralizado por la
gran aceptación de la acción revolucionaria y turbado por los inmensos proble-
mas internos que generaba la gran depresión económica de la época, se abstuvo
de emplear la fuerza y no hizo pronunciamiento alguno.
Durante todo el día 2 de enero se llevaron a cabo discusiones políticas para
negociar la renuncia al mandatario, fijar el rumbo de un nuevo Gobierno y de-
terminar su composición. A través de su embajador en Panamá, Roy Tasco Davis,
los Estados Unidos participaron activamente en las negociaciones y, frenando el
ímpetu de la revolución, lograron imponer el criterio de que la estructuración
del nuevo régimen se acogiera al orden constitucional y legal vigente.
Conminado por figuras influyentes y, en la tarde del día 2 de enero, por la
misma Corte Suprema de Justicia, el presidente terminó por renunciar ante esta
corporación. Como resultado de la concertación, sin embargo, se mantuvieron
intactos los órganos Legislativo y Judicial. Con el ánimo de respetar el Estado
de derecho solicitado por los Estados Unidos y, a la vez, para satisfacer exigen-
cias de Acción Comunal, la Corte Suprema de Justicia invalidó la elección de de-
signados hecha por la Asamblea Nacional en 1930 y reconoció la de 1928. Se
convino también en que el primer designado se encargara de la presidencia hasta
el final del período. En esta forma, el doctor Ricardo J. Alfaro, eminente jurista,
diplomático, filólogo y político de tendencia liberal social, quedó encargado del
Órgano Ejecutivo hasta septiembre de 1932.
Como Alfaro desempeñaba en el momento una posición diplomática en
los Estados Unidos, el presidente nombró secretario de Gobierno y Justicia a
Nueva historia general de Panamá X 611

Harmodio Arias Madrid antes de formalizar su renuncia y, con fundamento


en la Constitución, este se encargó provisionalmente del Gobierno. El resto de
las secretarías de Estado y ciertos puestos claves de la administración fueron
asignados a miembros prominentes de Acción Comunal y a liberales conse-
cuentes con el nuevo orden.
En esta forma, un liberalismo individualista, antidemocrático y consecuente
con la política dura de los Estados Unidos fue lanzado del poder. El aconteci-
miento de 2 de enero, por tanto, no fue un simple golpe de Estado, ejecutado
por fuerzas del orden tradicional para recuperar o mantener privilegios. Se trató
de la etapa violenta de un cambio anhelado, aceptado por todos los sectores, el
cual se canalizaría inicialmente por los estrechos cauces permitidos por el im-
perialismo norteamericano y los moldes del anticuado instrumento constitucio-
nal de 1904.
El doctor Harmodio Arias gobernó de 2 al 15 de enero de 1931. En este breve
lapso, liberó a los empleados públicos del pago de la cuota mensual para el fi-
nanciamiento del Partido Liberal y tomó medidas de austeridad. El doctor Ri-
cardo J. Alfaro gobernó de 16 de enero de 1931 al 30 de septiembre de 1932. Pese
a que los tres poderes del Estado quedaron en manos de liberales, estos acataron
los lineamientos generales de la revolución. Así las cosas, se restableció el Estado
de derecho y se respetaron plenamente las garantías individuales.
El nuevo orden significó también la total suspensión de las injerencias nor-
teamericanas en el engranaje gubernamental panameño y el fin, por un largo
período de la historia del Istmo, de las intervenciones militares extranjeras. La
administración del presidente Herbert C. Hoover, en efecto, no estuvo en capa-
cidad de mantener el vigor de una política imperialista contra el nuevo orden
de cosas en Panamá.

La ejecución del programa de la revolución de 1931 a 1936

Las transformaciones que de 1931 a 1941 experimentó Panamá después de


los hechos violentos de 2 de enero de 1931 arribaron en forma lenta, pero cons-
tante. Fueron profundas y en muchos casos irreversibles, pese al hecho de desa-
fiar fuerzas poderosas. Las dirigieron las administraciones de Harmodio Arias
Madrid, Juan Demóstenes Arosemena, Augusto Samuel Boyd y Arnulfo Arias
Madrid.
Durante el año y los siete meses de gobierno del doctor Ricardo J. Alfaro,
gracias a la participación de Acción Comunal y al apoyo del pueblo, la revo-
lución mantuvo el Estado de derecho, la vigencia de las garantías individuales
de tipo civil y la exclusión de los agentes norteamericanos de la administra-
ción nacional. Empero, sin control pleno del Ejecutivo, sin agentes en la Asam-
blea Nacional y sin un partido organizado y legal que sustentara los procesos
desencadenados, la revolución no emprendió, en esa etapa, ningún proyecto
612 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

político trascendente. Durante la administración del doctor Alfaro solo se ex-


pidieron 23 leyes.
En esa etapa inicial, los efectos de la gran depresión se sentían con fuerza en
Panamá, lo que aunado al arrastre de problemas que habían dejado crecer los go-
biernos de Chiari y Arosemena, tornaron explosiva la situación social. El movi-
miento de inquilinos de Panamá y Colón se reactivó y brotaron rebeldías cam-
pesinas en Chiriquí. Ante el agravamiento de la crisis social, económica y fiscal, el
Gobierno del doctor Alfaro se vio obligado, en una ocasión, a suspender las ga-
rantías constitucionales y a dejar de pagarles salarios a los empleados públicos.
Uno de los efectos de la revolución fue acelerar la caducidad de las doctrinas
políticas individualistas. Por ello, surgió en 1931 el Partido Socialista. El otrora
poderoso Partido Liberal, se dividió y de él surgieron diferentes agrupaciones
nuevas. Una de ellas, el Partido Liberal Doctrinario, afín al programa de Acción
Comunal, postuló al doctor Harmodio Arias Madrid al cargo de presidente de
la república para el período 1932-1936. El partido Liberal Renovador, por su
parte, lanzó la candidatura de Francisco Arias Paredes, la cual fue apoyada por
el Partido Liberal Nacional, o de los adeptos a Chiari, y por grupos de izquierda.
El cambio de 1931 y la presencia de Acción Comunal en ramas básicas del
Gobierno dieron lugar a un desarrollo de los derechos individuales de tipo po-
lítico, hasta el momento conculcados. Por ello, se celebraron las primeras elec-
ciones serias y ordenadas de la historia de la república, en las que resultó
triunfador, por amplio margen, el doctor Harmodio Arias.
No hay duda alguna que el Gobierno del doctor Arias ejecutó el programa
de la revolución, hecho que fue reiterado por él mismo al finalizar su mandato
el 1 de septiembre de 1936. En su mensaje a la Asamblea Nacional de ese día ex-
plicó, desde un principio, cuáles habían sido las bases ideológicas y políticas de
su gestión. Por ello expresó los siguientes conceptos:

Surgió mi Gobierno de la genuina voluntad popular, inspirada principal-


mente en una serie de postulados que flotaban, por decirlo así, en todo el ám-
bito nacional. Tales postulados no habían sido clara o específicamente
definidos, pero no era indispensable pues bastaba adoptar rumbos que envol-
vían la condenación de las prácticas administrativas que se habían seguido.
Así podía contribuirse a fomentar el bienestar público. Con fervor y con cariño
he mantenido los llamados postulados de la revolución de 2 de enero, tal como
los he entendido…2.

Las primeras medidas del nuevo Gobierno estuvieron totalmente alejadas


de las veleidades demagógicas, pues le exigieron a un pueblo ansioso de bien-
estar grandes sacrificios. Debido a una aguda crisis fiscal, se adoptaron medi-
das austeras de control del gasto público, parte de las cuales se derivaron de
la expedición de la Ley 11 de 1 de octubre de 1932 sobre sueldos, asignaciones
Nueva historia general de Panamá X 613

y fijación del personal administrativo de las oficinas de la república. Con opor-


tunas medidas financieras, por otra parte, se evitó la quiebra del Banco Nacio-
nal la cual perecía inminente e inevitable.
Reconociendo los derechos sociales, una vez paliada la crisis fiscal, el Go-
bierno se dio a la tarea de solucionar con urgencia los problemas que generaban
grandes tensiones. Así, mediante la Ley 18 de 15 de noviembre de 1932, sobre
inquilinato, se le puso fin a las efervescencias que emanaban de muchas injusti-
cias en el área de la vivienda para sectores humildes. otros aportes a la solución
de este problema estuvieron representados por la Ley 50 de 26 de diciembre de
1934 y la Ley 8 de 5 de enero de 1935.
Inmediatamente, gracias a la Ley 28 de 27 de noviembre de 1934, se perfec-
cionaron derechos políticos relacionados con el sufragio, comenzando por expe-
dirse la cédula de identidad personal como documento de uso permanente en
toda clase de asuntos, la cual sustituyó a una tarjeta electoral que las autoridades
locales expedían, irregular y caprichosamente, pocos días antes de los comicios.
El régimen de tolerancia permitió la creación, el funcionamiento y el desarrollo
de partidos de oposición, incluyendo los de tendencia socialista y marxista.
Pese a que la Constitución vigente no lo favorecía, se continuó, dentro de
los marcos permitidos, la política de cultivo de los derechos sociales, lográndose
enormes progresos en los campos de la educación, la asistencia agraria, la salud
preventiva, el ahorro, el empleo y las condiciones de trabajo.
Luego de fomentar el desarrollo de varios centros de enseñanza superior,
se creó la Universidad Nacional de Panamá mediante el Decreto 29 de 29 de
mayo de 1935, después de decenios de reticencias, indecisiones y posposiciones.
Desde sus inicios, la institución impartió educación de alta calidad y sirvió como
agente permanente de desarrollo nacional.
En el sector agrario, entre otras medidas, la Ley 20 de 30 de noviembre de
1933 autorizó la compra de tierras para fines sociales, a través de la Junta Agra-
ria. En 1936 el programa de desarrollo rural había adquirido 65,013 hectáreas de
tierras para distribución entre campesinos pobres. Por otra parte, se intervenía
con atención económica, técnica y social en las colonias agrícolas de Río Congo,
Villa Carmen y Villa Rosario, a la vez que funcionaban granjas demostrativas en
cuatro provincias.
Se inició en firme el saneamiento de los campos y las pequeñas ciudades de
todo el país, hecho que redujo las tasas de morbilidad y mortalidad por enfer-
medades infectocontagiosas. Los éxitos se debieron al fortalecimiento de la me-
dicina preventiva, especialmente del saneamiento ambiental. Se hizo uso de la
educación higiénica, de la construcción de acueductos, alcantarillados, mercados
salubres y letrinas, de la ejecución de programas de inmunizaciones, del funcio-
namiento de las novedosas unidades sanitarias, del drenaje de charcos y panta-
nos, de los congresos de salud y de la acción del nuevo cuerpo de enfermeras
de salud pública.
614 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

otros logros sociales del primer Gobierno de la revolución fueron la funda-


ción de la Caja de Ahorros en 1934, la creación del Fondo obrero y del Agricultor,
la expedición de la ley de jubilaciones de los empleados públicos y de la que
hizo obligatorio el cierre de los establecimientos comerciales a las seis de la tarde.
Un vasto programa de obras públicas no solamente desarrolló infraestructuras
al servicio del desarrollo económico y social, sino que creó numerosas y oportu-
nas fuentes de empleo.
Además de apuntalar las instituciones democráticas en el ámbito interno,
el primer Gobierno de la revolución acometió una descomunal tarea política des-
tinada a perfeccionar la soberanía del nuevo Estado panameño, la cual era me-
noscabada por las cláusulas imperialistas de la Convención del Canal ístmico
de 1903, hecho que obstruía el desarrollo nacional.
El terreno ideológico y político de esta acción fue abonado por los grupos
de presión que apoyaban al Gobierno, en especial, Acción Comunal y la Socie-
dad Panameña de Acción Internacional. Aprovechando la llamada «política del
buen vecino» inaugurada por el presidente norteamericano Franklin Delano Ro-
osevelt en 1933, su homónimo en Panamá anunció un viaje a los Estados Unidos
y confirmó posteriormente que el objetivo de su misión era discutir asuntos pen-
dientes, relacionados con las injusticias emanadas de la Convención del Canal
ístmico de 1903.
Con ese propósito, el mandatario panameño llegó a Washington el 9 de oc-
tubre de 1933 y, el 17 de ese mes, logró la firma de una declaración conjunta fa-
vorable a la causa panameña. Luego de ser huésped de la Casa Blanca, el doctor
Harmodio Arias visitó México, todos los Estados centroamericanos y, al final de
su prolongada misión en el extranjero, fue recibido en Panamá por una gran ma-
nifestación popular.
En julio de 1934 el presidente Roosevelt hizo una visita a Panamá y, poste-
riormente, a través del Decreto 26 de 15 de octubre de 1934, Panamá nombró
una comisión negociadora. Siendo secretario de Relaciones Exteriores el doctor
Juan Demóstenes Arosemena, esta comisión laboró a partir de 5 de noviembre
de ese año y concluyó su trabajo el 2 de marzo de 1936. En esta última fecha se
firmaron en Washington el Tratado General de Amistad y Cooperación y sus
16 notas interpretativas, la Convención sobre Traspaso de las Estaciones Radioe-
léctricas de Puerto obaldía y La Palma, la Convención para la Regulación de las
Comunicaciones Radioeléctricas y la Convención para la Terminación de la Ca-
rretera Transístmica entre Panamá y Colón.
Durante las negociaciones, el Gobierno panameño hizo muchas consultas y
luego, dio a conocer los textos de los acuerdos, los cuales introducían sustanciales
mejoras en el articulado de la convención de 1903, en provecho de la soberanía
del Estado y el desarrollo del país. Sin embargo, la administración Arias concluyó
el 30 de septiembre de 1936 sin que el tratado y las convenciones anexas hubieran
sido ratificados por la Asamblea Nacional y el Congreso norteamericano.
Nueva historia general de Panamá X 615

A pesar de que los cambios contractuales estaban todavía por aprobarse, el


doctor Harmodio Arias había logrado durante su visita a Washington, signifi-
cativas enmiendas diplomáticas. Así, pudo desechar la interpretación antojadiza
de la cláusula V de la convención de 1903 que impedía el despegue de la comu-
nicación radial en Panamá a causa de la imposición a los panameños de drásticas
prohibiciones al uso de su espacio aéreo. Ese logro permitió la adopción de la
Ley 12 de 3 de octubre de 1934, la cual reguló la radiotelegrafía y la radiodifusión
panameñas, actividades que dejaron de ser operaciones clandestinas perseguida
por los Estados Unidos.
El desarrollo de este revolucionario programa no estuvo exento de proble-
mas, críticas, repudios y hostilidades. La oposición, representada por liberales
individualistas y los grupos de izquierda, lo combatió acremente. Adicional-
mente, hubo un brote de protestas agrarias en Bugaba en noviembre de 1934. El
14 de julio de 1935 ocurrió en la ciudad de Panamá un levantamiento policial,
pero fue sofocado con la intervención política directa del presidente. En los prin-
cipios de 1934, incluso, abortó un complot para asesinar al mandatario.

Logros de la revolución de 1936 a 1941

Pese a los avances obtenidos, las bases jurídicas del viejo orden antidemo-
crático, individualista y de subordinación a los Estados Unidos se mantenían in-
cólumes. La convención de 1903 tenía aún plena vigencia y hacía de Panamá un
país protegido e intervenido. La Constitución de 1904, desarrollaba aún el inter-
vencionismo extranjero y pese, a las reformas que en favor de la democracia se
le habían hecho, era un pesado lastre para el desarrollo nacional.
Hasta mediados de 1935 el ideario de la revolución era un cuerpo de ideas
tácitas, basado en principios democráticos modernos, en innovaciones del libe-
ralismo social y en un acendrado nacionalismo. No había, por tanto, un pro-
grama sistemático. Adicionalmente, los revolucionarios de Acción Comunal
carecían de partido político propio, puesto que actuaban diluidamente a través
de las estructuras orgánicas del Partido Liberal Doctrinario. Los cuadros de esta
última agrupación política, en consecuencia, dominaban importantes posiciones
en los diferentes órganos del Estado, al punto que Domingo Díaz Arosemena,
su máximo dirigente, era el primer designado y se había encargado de la presi-
dencia de la república durante la ausencia de Harmodio Arias.
Para corregir estas fallas programáticas y orgánicas, un grupo de revolucio-
narios dirigidos por el doctor Arnulfo Arias Madrid preparó, en agosto y septiem-
bre de 1934, una nueva organización, la cual se denominó Coalición Nacional
Revolucionaria. Esta lanzó un manifiesto el 5 de octubre en el que presentó un
programa básico y, dos días después, dio inicio a su estructuración orgánica.
Al aproximarse las elecciones de 1936, el Partido Liberal Doctrinario fue
desgarrado por destructivas pugnas internas de dirección y poder que dividieron
616 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

aún más a los seguidores del pendón escarlata. La fracción de Acción Comunal
afín al liberalismo fue arrastrada por este torbellino. Por ello, sobre la base de
las normas legales vigentes, la Coalición Nacional Revolucionaria fue transfor-
mada en Partido Nacional Revolucionario (PNR)3. El 22 de diciembre de 1936, el
nuevo partido postuló, como candidato presidencial, al doctor Juan Demóstenes
Arosemena, destacado profesional del derecho, experimentado administrador
público y activo colaborador de la negociación del Tratado del Canal de 1936. A
esta candidatura se sumaron dos partidos liberales.
El Partido Liberal Doctrinario, en medio de un gran conflicto, postuló a Do-
mingo Díaz Arosemena. Desde las posiciones claves que tenían en el engranaje
gubernamental, especialmente en el Jurado Nacional de Elecciones, los miem-
bros y simpatizantes de este partido trataron de impedir el reconocimiento legal
del PNR e impugnaron la candidatura de Juan Demóstenes Arosemena.
Como no había un régimen constitucional de elecciones, se presentó un agudo
conflicto de interpretaciones, el cual fue resuelto por el presidente Arias con base
en las atribuciones que le conferían la Constitución y las leyes. Miembros del Ju-
rado Nacional de Elecciones identificados con el liberalismo doctrinario fueron
sustituidos por no reunir los requisitos exigidos. Esa y otras medidas permitieron
resolver numerosos problemas y reconocer el triunfo, aunque por estrecho mar-
gen, del doctor Arosemena. La oposición liberal y socialista, a través de una pu-
blicitada campaña, calificó entonces de fraudulentas las elecciones de 1936.
El Gobierno del doctor Juan Demóstenes Arosemena dio impulso al pro-
grama de la revolución en las áreas de infraestructuras, urbanismo, deportes,
educación e indigenismo. En efecto, construyó las inmensas instalaciones de la
Escuela Normal en Santiago y dio inicio a la formación de profesores de educa-
ción secundaria con título universitario. Por otra parte, pese a las resistencias de
algunos diputados de oposición, logró la ratificación del Tratado General de
Amistad y Cooperación y de las convenciones anexas, mediante la Ley 37 de 24
de diciembre de 1936. Además, veló por la aprobación de estos instrumentos en
el Congreso de los Estados Unidos. Sin embargo, ello solamente se logró para el
Tratado y la Convención sobre Carretera Transístmica el 25 de julio de 1939. Con
el canje de ratificaciones, el tratado y la convención entraron en vigencia el 27 de
julio del mismo año.
De esta forma, Panamá dejó de ser una especie de protectorado norteame-
ricano. Entre otras conquistas trascendentes, se lograron las siguientes: quedó
abrogado el derecho norteamericano de intervención; se reconoció la soberanía
de Panamá sobre la Zona del Canal; se suspendió el derecho de los Estados Uni-
dos a expropiar fincas de panameños y de reclamar más tierras y aguas para la
construcción, funcionamiento y protección del Canal; se restringieron las ope-
raciones económicas en la Zona del Canal y se tuvo mejor acceso a los servicios
de los puertos terminales. Se garantizó, por otra parte, la construcción de una
carretera entre Panamá y Colón, iniciativa prohibida por la convención de 1903.
Nueva historia general de Panamá X 617

Reformado a favor de Panamá, uno de los grandes obstáculos al desarrollo


político, técnico, económico y social del país, la convención de 1903 perdió parte
sustancial de su fuerza inhibidora. Después de este paso, procedía consolidar
las conquistas obtenidas con el nuevo tratado. También había que dar al traste
con la anticuada Constitución de 1904 y desarrollar un nuevo orden sobre la base
de las disposiciones de una nueva carta magna. Con esos objetivos trazados,
avanzó una nueva fase de la revolución, la cual fue preparada por el presidente
Boyd y ejecutada por el doctor Arnulfo Arias Madrid.
Este último dirigente había nacido en Penonomé en 1901 y hecho su educa-
ción secundaria en Nueva York. Era graduado de médico cirujano en la Universi-
dad de Harvard, Estados Unidos. Luego de su activa participación en los combates
de 2 de enero de 1931, había intervenido en el desarrollo del programa de salubri-
dad del Gobierno de su hermano Harmodio desde altas posiciones directivas. Des-
pués de fundar la Coalición Nacional Revolucionaria y el Partido Nacional
Revolucionario, fue nombrado, en octubre de 1936, enviado extraordinario y mi-
nistro plenipotenciario ante los gobiernos de Francia, Gran Bretaña, Dinamarca y
Suecia. También fue delegado de Panamá ante la Sociedad de Naciones.
Estando en la sede de su misión diplomática, que era la ciudad de París, es-
talló la Segunda Guerra Mundial el 2 de septiembre de 1939, conflicto en el que
Francia y Gran Bretaña fueron, desde el inicio, países beligerantes. Esta situación
lo condujo a prestar servicios médicos a favor de Francia. Sin embargo, en octu-
bre y noviembre de ese año fue postulado en Panamá candidato presidencial
por los llamados «Partidos Coaligados», el Nacional Revolucionario, el Liberal,
el Liberal Unido, el Liberal Demócrata y el Conservador. En consecuencia, re-
gresó a Panamá el 21 de diciembre de 1939.
En el país, el presidente Juan Demóstenes Arosemena había fallecido el 16
de diciembre de 1939 y lo sustituía Augusto Samuel Boyd, primer designado.
Este último velaba por la ejecución del tratado de 1936 y por la de la Convención
sobre la Carretera Transístmica, logrando que los trabajos se iniciaran en 1940.
Al mismo tiempo, se ocupaba del avance de proyectos, el más importante de los
cuales fue la creación de la Escuela Nacional de Agricultura de Divisa.
Después de arribar al puerto de Cristóbal procedente de Francia, el doctor
Arnulfo Arias se desplazó por tren a Panamá y acudió a una concentración po-
lítica en la plaza 5 de Mayo. Allí pronunció un discurso en el que enunció los
principios básicos de una doctrina política que llamó «panameñismo». Después
de proclamar su adhesión a los principios democráticos, expuso la siguiente
idea:

Ya estamos lo suficientemente maduros para necesitar de doctrinas, credos


o tutelajes importados. Aquí en Panamá solo debe existir, germinar y desarro-
llarse un solo credo, una sola doctrina, una sola fuerza directriz: nuestro pa-
nameñismo. Panameñismo sano, sereno, basado en la investigación y en el
618 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

estudio de nuestra geografía, nuestra geología, nuestra flora, nuestra fauna,


nuestra historia y nuestros componentes étnicos. Solo así podremos lograr la
excelencia de instituciones bien equilibradas y el Gobierno perfecto, que pro-
duzca mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad y estabili-
dad social y política4.

También se refirió a la obra de los pequeños pueblos, a la política interna-


cional de Panamá, al problema económico y al étnico, terminando por solicitarle
al pueblo un respaldo al Gobierno de Augusto Samuel Boyd. Las ideas vertidas
en ese acto se convirtieron en la base ideológica de las organizaciones, programas
y acciones que tratarían de introducir radicales cambios en Panamá.
Durante la campaña, Arias fue favorecido con muchas adhesiones y demos-
tró tener gran capacidad para atraer a las masas. Incluso, el 31 de mayo de 1940
fue objeto de honores, al ser condecorado en la Embajada de Francia con la Cruz
de la Legión de Honor, por sus servicios médicos prestados en los hospitales de
París durante los primeros meses de la guerra contra la Alemania nazi.
La oposición, integrada como «Frente Popular» por los partidos Liberal Doc-
trinario, Liberal Renovador, Socialista y apoyada por la agrupación comunista,
lanzó la candidatura del doctor Ricardo J. Alfaro. Este dirigente se encontraba
en los Estados Unidos y arribó al país el 24 de enero de 1940 para darle curso a
su campaña. Luego de desplazarse de Colón, llegó a la estación ferroviaria de
Panamá y una manifestación de seguidores lo acompañó hasta la plaza de Santa
Ana, pero sus simpatizantes fueron atacados por la Policía Nacional. El 10 de
febrero de 1940, aferrándose a antiguas estrategias del liberalismo, numerosos
oposicionistas solicitaron una intervención electoral norteamericana, sobre la
base del artículo 136 de la Constitución.
No obstante el inicial choque con la policía, el Frente Popular formalizó sin
dificultades todas sus postulaciones y el candidato presidencial pudo incluso
reunirse con el presidente Boyd para comunicarle sus inquietudes. A pesar de
ello, la agrupación no insistió en desarrollar una campaña pacífica y prefirió lan-
zarse a la abierta subversión del orden. Por ello, un depósito de armamentos de
los conspiradores fue descubierto por las autoridades el 27 de abril de 1940, lo
que dio lugar a detenciones y registros. Posteriormente, los miembros del Frente
Popular, siguiendo un plan de atacar todos los cuarteles policiales, se levantaron
en armas el 27 de mayo en los distritos de San Carlos, Chame, La Chorrera y
Antón, lo que produjo algunas bajas entre los agentes del orden público.
En esa ocasión, las autoridades descubrieron más armas y explosivos, prac-
ticaron nuevas detenciones, mientras que Alfaro se refugiaba en la Zona del
Canal. Aduciendo ausencia de garantías, el Frente Popular anunció su retiro de
los comicios el 29 de mayo. El día 31, faltando 48 horas para las elecciones, el
doctor Alfaro llamó a la abstención. Estas se verifican en completo orden y, al
final del escrutinio, se anunció que Arias había obtenido 107,759 votos y Alfaro
Nueva historia general de Panamá X 619

3,022. El Frente Popular no tuvo ningún representante en el Órgano Legislativo,


el cual fue dominado por una amplia mayoría de diputados del Partido Nacional
Revolucionario.
En el acto de toma de posesión de su cargo, celebrado el 1 de octubre de
1940, el nuevo presidente pronunció un discurso en el que desarrolló los prin-
cipios de la llamada doctrina panameñista y aspectos básicos de su plan de
gobierno. En él reafirmó que su Gobierno era una continuación de la revolu-
ción de 2 de enero de 1931 y que la doctrina panameñista era el ideal del Par-
tido Nacional Revolucionario. Consideró a los gobiernos de Harmodio Arias,
Juan Demóstenes Arosemena y Augusto Samuel Boyd como administraciones
de transición hacia la meta deseada.
Seguidamente, abordó en su discurso el concepto de democracia, régimen
que consideró dependiente de la cultura, la educación y la instrucción pública.
Asoció el progreso educativo a la ética y la disciplina de la prensa, la radio y los
espectáculos públicos y, de inmediato, se refirió a los problemas sociales, entre
ellos a la «afluencia migratoria parasitaria», a las relaciones con los Estados Uni-
dos, a la situación fiscal y a la necesidad de una nueva Constitución a tono con
la realidad nacional, inspirada en los principios republicanos y democráticos.
De las palabras, el doctor Arias Madrid pasó inmediatamente a los hechos;
entre las primeras acciones gubernamentales que emprendió, estuvo el nombra-
miento de una comisión de juristas que redactó un proyecto de nueva Constitu-
ción. Este fue enviado a la Asamblea Nacional para su consideración y, con base
a las disposiciones vigentes, fue discutido, enmendado y aprobado, convirtién-
dose en el Acto Legislativo de 22 de noviembre de 1941, reformatorio de la Cons-
titución, el cual fue sancionado por el Órgano Ejecutivo.
Para evitar el demorado proceso de reforma previsto por el instrumento que
se quería derogar, la Asamblea Nacional y todos los municipios del país solici-
taron que el proyecto de nueva Constitución fuese inmediatamente sometido a
un plebiscito. Con base tácita en el principio clásico de que el poder emana del
pueblo, la consulta fue convocada mediante Decreto 141 de 26 de noviembre de
1940 para el día 15 de diciembre de 1940. El resultado de ella fue 146,689 votos
afirmativos, 1,865 votos negativos y 513 en blanco. El Decreto 165 de 24 de di-
ciembre de 1940 declaró abolida la Constitución de 1904 y señaló el 2 de enero
de 1941 como fecha de entrada en vigencia del instrumento aprobado.
La Constitución de 1941 tuvo 18 títulos y 199 artículos. Le asignó al Estado
un gobierno republicano, democrático, presidencialista, unitario, administrativa-
mente descentralizado, con gran capacidad para intervenir en el ordenamiento de
la economía y la sociedad. Amplió la lista de derechos individuales, especialmente
en el área de los de tipo político, a los que dedicó un título especial, integrado por
14 artículos. Entre los nuevos derechos políticos estuvieron el voto femenino con
las limitaciones y los requisitos que la ley estableciese, el derecho ilimitado de las
mujeres a desempeñar empleos con mando y jurisdicción, el Tribunal Electoral
620 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

como institución y el derecho de los partidos políticos a enviar representantes a


las corporaciones electorales.
Por otra parte, prohibió los monopolios particulares, supeditó el derecho de
contratación al interés colectivo y le atribuyó función social a la propiedad pri-
vada. Introduciendo el término y el concepto de justicia social, proclamó los de-
rechos sociales relacionados con familia, trabajo, asistencia social, educación y,
a través del concepto de «patrimonio familiar de las clases pobres obreras y cam-
pesinas», los de tierra y vivienda, además, de disponer sobre conservación de la
naturaleza. También se establecieron las instituciones de garantía necesarias para
darle vigencia a los derechos consagrados.
Los tres órganos del Estado se mantuvieron separados, pero hubo un notorio
fortalecimiento del Judicial, el cual se benefició de mayor independencia y desarro-
llo orgánico. A los magistrados y jueces se les exigieron mayores requisitos; sus
nombramientos, hechos por diez años en vez de cuatro, correspondieron a deci-
siones de los otros dos órganos y no a la de uno solo. La Corte Suprema de Justicia
asumió la función de encargarse de dos de las instituciones de garantía establecidas:
el control constitucional de las leyes y el amparo de garantías constitucionales. Se
crearon, por otra parte, los tribunales de lo contencioso-administrativo.
El Órgano Ejecutivo se benefició de un período de seis años, que fue igual
al de la Asamblea Nacional, y fue enriquecido con las figuras de los ministros
de Estado en lugar de los antiguos secretarios, a la vez que se le creó la corpora-
ción denominada Consejo de Gabinete. Sin embargo, su autoridad fue contro-
lada por estrictas prohibiciones de reelección del presidente, de elección de sus
parientes y de quienes lo hubiesen reemplazado temporalmente en el cargo. Por
otra parte, la descentralización administrativa a través de la asignación de fun-
ciones a los ayuntamientos provinciales y al Tribunal Electoral disminuyeron
los poderes del Ejecutivo.
Todo el texto de la nueva Constitución estuvo impregnado de principios na-
cionalistas. Estos definieron mejor el territorio del Estado, declararon al caste-
llano idioma oficial, les reservaron a los panameños el ejercicio del comercio al
por menor, les exigieron a los magistrados y jueces ser panameños por naci-
miento, protegieron la cultura nacional y les prohibieron a los extranjeros ad-
quirir islas y tierras fronterizas. El derecho norteamericano de intervención
militar en cualquier punto del territorio nacional, que desarrollaba el artículo
136 de la Constitución de 1904, quedó totalmente abrogado.
No obstante, el nuevo instrumento constitucional contuvo una grave defi-
ciencia. Respondiendo al interés por resolver el problema de los descendientes de
inmigrantes, considerados renuentes a la integración y monopolizadores de sec-
tores claves del comercio y el empleo, la Constitución los declaró «razas de inmi-
gración prohibida». En esa categoría estuvieron clasificadas, según el artículo 23
de la carta magna, «la raza negra cuyo idioma original no fuese el castellano, la
raza amarilla y las razas originarias de la India, el Asia Menor y el norte de África».
Nueva historia general de Panamá X 621

Los descendientes de estas mal llamadas razas, aun cuando muchos fueron
favorecidos con excepciones, perdieron la nacionalidad panameña y el derecho
a ejercer el comercio al por menor. Esas disposiciones, promovidas más por la
Asamblea Nacional que por el Ejecutivo e inspiradas en leyes antiguas, fueron
contrarias a postulados científicos elaborados con posterioridad y a declaracio-
nes universales de derechos humanos que se adoptaron, siete años después, en
reacción a los espeluznantes genocidios fascistas que el mundo conoció en 1945.
Estos desafortunados artículos constitucionales sobre raza constituyeron un
abuso del derecho de todo Estado a regular los flujos inmigratorios.
Pese a esta notoria imperfección, se estaba ante un hecho inédito en la his-
toria: el proceso revolucionario iniciado en 1931 había eliminado, entre el 27 de
julio de 1939 y el 2 enero de 1941, dos grandes escollos al desarrollo nacional: la
versión original de la Convención del Canal ístmico y la Constitución de 1904.
Tenía sin embargo por delante un vasto programa de reafirmación de los dere-
chos soberanos del Estado y de profundización de procesos de corrección de
desequilibrios, malformaciones e injusticias heredadas del pasado. Para ello, el
Gobierno disponía de los seis años de administración que le había conferido la
nueva Carta Magna y, frente a una oposición totalmente desarticulada, del hi-
potético respaldo de cinco partidos políticos.
Para terminar con la larga subsistencia de un peligroso foco de conflicto, el
nuevo Gobierno negoció rápidamente un tratado de delimitación de la frontera
occidental. Sin que mediaran las acostumbradas injerencias norteamericanas en
los asuntos fronterizos, se establecieron los límites definitivos con Costa Rica. Ello
implicó, no obstante, a cambio de la paz, la aceptación de un fallo arbitral nortea-
mericano de 1914 y, con él, la cesión de 2,593 kilómetros cuadrados de la cuenca
del río Sixaola que un fallo francés de 1900 había asignado a Colombia y que la
Constitución de 1904 había adoptado como compromiso internacional de Panamá.
Respecto a la política imperialista de los Estados Unidos, en cambio, el Go-
bierno endureció su posición y se aferró a las disposiciones del tratado de 1936
plenamente vigentes. Esto se debió a que los Estados Unidos, desde octubre de
1940 reiteraron al Gobierno de Panamá una petición de tierras y aguas fuera de
la Zona del Canal, necesarias para la defensa del Canal. Según un proyecto de
contrato de arrendamiento sugerido, esos espacios pasarían a la jurisdicción
irrestricta de los Estados Unidos, sin ninguna compensación, por el término de
novecientos noventa y nueve años. Esta petición se basaba en una interpretación
equivocada del artículo X del tratado de 1936.
El Gobierno panameño rechazó los términos abusivos de la propuesta pero,
pese a la llamada «política del buen vecino», los Estados Unidos siguieron in-
sistiendo en peticiones inaceptables y, hacia febrero de 1941, tornaron imperiosas
sus exigencias. Ante la firmeza de Panamá, optaron por suavizar sus solicitudes
y aceptaron que las tierras y aguas arrendadas solo fueran ocupadas de manera
temporal5.
622 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

Ante el cambio de actitud, Panamá aceptó negociar en detalle el contrato


de tierras para la defensa del Canal y solicitó doce compensaciones, las cuales
fueron sustancialmente aceptadas por los Estados Unidos en julio de 1941. Entre
las diferentes medidas compensatorias aceptadas, estuvieron las transferencias
de los alcantarillados y acueductos de Panamá y Colón, el traspaso de lotes de
la Compañía del Ferrocarril en dichas ciudades y la construcción de un puente
o túnel a través del Canal. En esta forma, cumpliendo su obligación de colaborar
con la salvación del mundo democrático, Panamá impuso respeto a su soberanía
y dignidad. El contrato solo quedó pendiente de ser formalmente adoptado.
Simultáneamente, y para ejecutar la política interna de transformaciones ba-
sadas en el principio de la justicia social y en las disposiciones de la Constitución,
se expidieron muchísimos decretos y leyes, se fundaron instituciones y se con-
cibieron programas. Así, se estableció el patrimonio familiar de las clases cam-
pesinas, se expidió el Decreto Ley 28 de 1941 que desarrolló ampliamente los
derechos de los trabajadores, se instituyó la Caja de Seguro Social y se expidió
la Ley orgánica de Educación.
Las transformaciones nacionales se llevaron a cabo sin concentrar poderes,
fundar un partido único, violentar derechos civiles y políticos, organizar un ejér-
cito, instituir servicios de represión y espionaje y sin hacer uso de los múltiples
recursos con los que, generalmente, los regímenes revolucionarios y sobre todo
los dictatoriales, consolidan sus poderes. En cambio, se promovieron nuevos de-
rechos individuales. Así, aunque con las limitaciones que les impuso la Asam-
blea Nacional, las mujeres votaron por primera vez en julio de 1941 para elegir
los miembros de los ayuntamientos provinciales, corporaciones que se encarga-
rían de facilitar una amplia descentralización en beneficio de las regiones.
Sin embargo, al momento de adoptarse el texto definitivo del contrato de
tierras para la defensa del Canal, en agosto de 1941, los Estados Unidos inter-
pusieron obstáculos y quedó cortada la negociación. La prensa norteamericana
desató de inmediato una campaña propagandística contra el Gobierno de Ar-
nulfo Arias, la que se desarrolló también en Panamá. Aprovechando la ausencia
total de estructuras totalitarias de control y represión, al Gobierno se le tildó de
nazi-fascista y de aliado de Adolfo Hitler.
La campaña adversa contra el gobernante panameño y numerosas actitudes
tendenciosas de la diplomacia norteamericana entusiasmaron a la desquiciada opo-
sición política y, sobre todo, a numerosos disidentes secretos del Gobierno, a urdir
un golpe de Estado. La situación se complicó porque, en septiembre de 1941, los
Estados Unidos le solicitaron a Panamá artillar sus barcos mercantes. El 6 de octubre
el Consejo de Gabinete de Panamá rechazó la petición, aduciendo que tanto Estados
Unidos como Panamá eran países neutrales en la conflagración mundial.
El presidente Arias se ausentó del país el 7 de octubre sin cumplir con el
único procedimiento constitucionalmente exigido, que era una simple notifica-
ción a la Corte Suprema de Justicia en caso de consultas médicas. Gracias a los
Nueva historia general de Panamá X 623

servicios norteamericanos de información, los golpistas se enteraron del hecho


y lograron que la alta oficialidad de la Policía Nacional procediera a ejecutar
el derrocamiento el 9 de julio de 1941. Según los sediciosos, el presidente había
abandonado su cargo por andar irresponsablemente tras una amante cubana
y, sin presumirle inocencia, permitirle una defensa y seguir los procedimien-
tos previstos, lo condenaron a las inexistentes penas del derrocamiento y la
expatriación.
La acción fue acompañada de una veloz redada por la que fueron deteni-
dos todos los personajes claves que eran fieles al Gobierno, entre los cuales fi-
guró el primer designado, el doctor José Pezet. Para legitimar el golpe, los
conspiradores llamaron al segundo designado, Ernesto Jaén Guardia, quien
luego de tomar posesión, nombró un nuevo Gabinete ministerial. Cumplida
su misión, renunció del cargo que se le había irregularmente conferido y, para
aparentar cumplimiento de la Constitución, se encargó del Órgano Ejecutivo
el ministro de Gobierno y Justicia, Ricardo Adolfo de la Guardia, miembro del
Partido Conservador y cuñado del segundo designado. Este usurpó el cargo
porque, siendo Aníbal Ríos el tercer designado, se le impidió regresar del Perú
donde se encontraba laborando en el servicio diplomático.
Sin embargo, el golpe policial perdió toda la apariencia de cambio constitu-
cional ordenado que quiso dársele porque, el 14 de octubre de 1941, el presidente
Arias Madrid llegó en barco al puerto de Cristóbal, lugar donde fue detenido
con la colaboración de las autoridades norteamericanas, para ser luego llevado
a prisión y, el 21 de octubre, desterrado a Nicaragua. De este país pasó a Trini-
dad, después a Brasil y terminó por radicarse en Argentina.
El factor sorpresa, la represión, la campaña de desprestigio, la situación con-
fusa propiciada por las victorias alemanas y japonesas en la guerra y, finalmente,
el ingreso de los Estados Unidos al conflicto luego del ataque a Pearl Harbour
de 7 de diciembre de 1941, colaboraron con la consolidación del golpe. También
lo fortalecieron las adhesiones de la Corte Suprema de Justicia, de la mayoría
de la Asamblea Nacional, del Partido Liberal Demócrata y de numerosos direc-
tivos del Partido Nacional Revolucionario. En esa forma, se impuso con éxito
una contrarrevolución.

La crisis de la contrarrevolución

Al retornar los representantes del viejo orden al poder, emprendieron de in-


mediato una política antidemocrática y sumamente obsequiosa con la agresiva
diplomacia norteamericana. El desarrollo de los programas de tipo social sufrió,
por otra parte, adulteraciones y abandonos. El Estado de derecho fue totalmente
irrespetado y así, al arribar en enero de 1942 la fecha constitucional de elección
de designados, los diputados de la Asamblea Nacional decidieron incumplir con
la obligación de hacerla, con el fin de mantener una autoridad de facto. En el
624 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

plano social, se derogaron las disposiciones que reservaban a panameños el ejer-


cicio del comercio al por menor.
La política complaciente con los Estados Unidos determinó la clausura del
Banco Central de Emisión y la incineración del papel moneda panameño. El 20
de octubre de 1941, por otra parte, el nuevo Gobierno autorizó artillar los buques
mercantes de bandera panameña, pese a que ni el socio en la empresa del Canal
ni Panamá eran Estados beligerantes. En adición, se reanudaron con espíritu ser-
vicial las negociaciones sobre tierras para la defensa del Canal.
En efecto, el proyecto de contrato se transformó en un convenio, las 7,000
hectáreas de tierras panameñas antes convenidas ascendieron a 15,000 y la tem-
poralidad estricta del arriendo, degeneró en una cesión con fecha confusa de
terminación. El convenio negociado fue, en muchos aspectos, negativo para
Panamá, ya que no se previó la limpieza de los sitios de defensa después de
sus clausuras y el costo de las expropiaciones de tierras se cargó al Gobierno
de Panamá.
Luego de adulterar el proyecto con los citados cambios, el ministro de Re-
laciones Exteriores de Panamá y el embajador de los Estados Unidos firmaron
el Convenio sobre Arrendamiento de Sitios de Defensa el 18 de mayo de 1942.
Ese mismo día, mediante un canje de notas, se adoptaron los 12 puntos. La
Asamblea Nacional de Panamá aprobó el convenio mediante Ley 141 de 11 de
mayo de 1943, acto con el cual, según el mismo texto del instrumento, este entró
en vigencia.
Desde esa fecha, hasta diciembre de 1947, los Estados Unidos mantuvieron
tropas, armas e instalaciones en 136 sitios militares del país fuera de la Zona
del Canal. La oferta de facilidades para instalar estas bases y muchas otras me-
didas tomadas por los cuatro gobiernos que administraron la República de Pa-
namá durante la Segunda Guerra Mundial, fueron contribuciones a la derrota
del fascismo.
La venta de servicios al gran contingente militar norteamericano de paso
por Panamá distribuyó ingresos y acrecentó fortunas. El pago de los arriendos,
otras entradas al fisco y la ejecución de muchos de los 12 puntos también fueron
favorables para la economía panameña. Sin embargo, el país quedó convertido
en un gran bastión militar norteamericano mucho tiempo después de finalizada
la guerra. Como las bases no fueron limpiadas después de su desmantelamiento,
muchas de sus tierras y aguas se convirtieron en espacios contaminados. El
puente sobre el Canal no se construyó de inmediato, sino dos décadas después,
en cumplimiento de nuevos acuerdos sobre el mismo tema.
El sistema democrático, por su parte, sufrió duras lesiones, ya que se irres-
petó flagrantemente el Estado de derecho y se desconocieron, con mucha fre-
cuencia, las garantías individuales y sociales. En enero de 1943 la mayoría
legislativa violó la Constitución al negarse a cumplir con el numeral 4 del artí-
culo 90 que la obligaba a elegir los designados que suplirían la ausencias del
Nueva historia general de Panamá X 625

presidente. Al mantener a De la Guardia como encargado del Poder Ejecutivo,


desconocieron también el párrafo final de esa disposición, la cual indicaba que,
en situaciones excepcionales como la creada, se habilitaban a los designados
anteriormente.
La gestión gubernamental fue poco productiva como lo demuestra el hecho
de que, en sus cinco años de gobierno, la Asamblea Nacional entregada al dic-
tador solo expidió 37 leyes. El Ejecutivo gobernó mediante decretos-leyes y de-
cretos, muchos de los cuales se expidieron con fines antidemocráticos, para
anular instituciones sociales del Gobierno anterior y acatar presiones de la polí-
tica exterior norteamericana. En efecto, la última ley aprobada por la Asamblea
leal al Gobierno de De la Guardia fue la que ratificó el Convenio sobre Sitios de
Defensa en mayo de 1943.
Pese a la fuerza y estabilidad lograda por el nuevo régimen, la débil opo-
sición que inicialmente se le hizo comenzó a crecer, animada en cierta medida
por las críticas emitidas por el diario Panamá América, propiedad del doctor
Harmodio Arias Madrid. El 9 de noviembre de 1941, por otra parte, el licenciado
Aníbal Ríos, del Partido Liberal, por ser el legítimo tercer designado comenzó
a exigir su derecho a encargarse del Ejecutivo, pero fue neutralizado con ame-
nazas judiciales.
Paralelamente, simpatizantes armados de Arnulfo Arias intentaron empren-
der un alzamiento, pero fracasaron en su empeño y fueron detenidos. En la
Asamblea Nacional, en enero de 1943, la fracción fiel al presidente depuesto in-
tentó, con el apoyo de una acción policial, llevar a Ezequiel Fernández Jaén a la
dirección del Órgano Ejecutivo eligiéndolo designado. Sin embargo, la Asam-
blea, al igual que los comandantes Rogelio Fábrega y José Antonio Remón apo-
yaron a De la Guardia.
Además de que una oposición política resurgiera con fuerza, se desató con-
tra el Gobierno la rebelión de los grupos sociales, especialmente la de los que
conformaban la comunidad educativa. La Universidad Nacional de Panamá era
un foco de ideas democráticas y nacionalista y sus egresados, sobre todo los de
las áreas del derecho y la educación secundaria, eran activos agentes de reivin-
dicación nacional. El funcionamiento de la Escuela Normal de Santiago, por otra
parte, también fomentó el espíritu rebelde en la provincia de Veraguas.
El 27 octubre de 1943, por abusos del ministro de Educación contra la esta-
bilidad del profesorado e invasiones policiales de centros educativos, estalló una
gran huelga de estudiantes universitarios que fue apoyada por todas las escuelas
secundarias. Ella concluyó el 19 de noviembre, al reconocer el Gobierno la auto-
nomía universitaria y la estabilidad de los profesores. En el terreno político, sur-
gió en ese año, el Partido del Pueblo, de orientación marxista.
En el transcurso del año 1944, se organizaron poderosos gremios entre los
diferentes sectores de la comunidad educativa. La Federación de Estudiantes de
Panamá aglutinó a todos los alumnos secundarios y universitarios; el Magisterio
626 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

Panameño Unido, a los maestros de nivel primario, y la Asociación de Profesores


de la República de Panamá, a los docentes de enseñanza secundaria. Entre otros
grupos de presión que aparecieron en la época, estuvieron la Unión Nacional de
Mujeres, la Joven Veraguas, la Juventud Independiente y la Unión Nacional
Constitucionalista. Estas dos últimas asociaciones eran cabezas visibles del clan-
destino Partido Nacional Revolucionario Auténtico.
Al final de 1944, mientras la bancada legislativa de oposición al Gobierno
se fortalecía y se preparaba la elección de designados para el período 1944-1946,
los diferentes organismos juveniles se reunían y debatían los problemas nacio-
nales en el Congreso de la Juventud. Acosado por la crítica que lo acusaba de
usurpador, inconstitucional, ilegítimo, despilfarrador, represivo, antipatriótico,
ineficaz, nepótico y corrupto, Ricardo Adolfo de la Guardia decidió enfrentarse
a la oposición y mantenerse a toda costa en el poder.
El viernes 29 de diciembre de 1944, en horas de la noche y en vísperas de
las fiestas de año nuevo, el encargado del Poder Ejecutivo, mediante un simple
decreto, suspendió las garantías constitucionales y la vigencia de la Constitución
Política, con excepción de las disposiciones sobre el Órgano Judicial y el Minis-
terio Público. Por otra parte, convocó a una Asamblea Nacional Constituyente.
Después de disolver en esta forma una Asamblea elegida que lo iba a sustituir
en el poder, destituyó a los ministros y nombró una junta de gobierno formada
por él mismo, Francisco Arias Paredes del Partido Liberal Renovador y Domingo
Díaz Arosemena del Liberal Doctrinario.
El 1 de enero de 1945, en abierto estilo autocrático, creó un llamado «gobierno
de gabinete», constituido por seis ministros ordinarios y uno sin cartera, reclutados
de entre miembros del antiguo Frente Popular y de disidentes de los Partidos Co-
aligados. El séptimo ministro fue Demetrio Porras, dirigente del Partido Socialista
y de las conspiraciones armadas que pretendieron obstruir las elecciones de 1940.
El dictador civil se hizo llamar «presidente del Consejo de Ministros».
La reacción a estas arbitrariedades no se hizo esperar. Desde el 30 de di-
ciembre de 1944 comenzó una huelga general. En la ciudad de David hubo ma-
nifestaciones y choques con la policía. La agitación se extendió también a la
ciudad de Santiago y se exacerbó en la capital, donde la Universidad de Panamá,
por ser sede del Congreso de la Juventud, se transformó en un foco de agitación.
La mayor parte de las agrupaciones políticas se pronunciaron en contra de la ac-
tuación de De la Guardia.
Un considerable grupo de diputados se reunió fuera del recinto parlamen-
tario y procedió a nombrar los designados que ordenaba la Constitución. En fun-
ción de ello, el doctor Jeptha B. Duncan, del Partido Liberal Unido, tomó
posesión como encargado del Poder Ejecutivo, lo cual fue desconocido por la
Corte Suprema de Justicia y la Policía Nacional, entusiasmando poco a los gru-
pos de presión. Hijo de norteamericano y casado con norteamericana, Duncan
solicitó en vano el reconocimiento del Gobierno de los Estados Unidos6.
Nueva historia general de Panamá X 627

La dictadura, una vez más, logró superar la crisis y siguió gobernando sin
Constitución y sin Órgano Legislativo, a través de la expedición de decretos. Los
partidos políticos, en su totalidad, abandonaron sus efímeras posiciones consti-
tucionalistas y se dieron a la tarea de preparar su participación en las elecciones
de 6 de mayo de 1945, convocadas por el autócrata para escoger delegados a la
Asamblea Nacional Constituyente. En medio de la crisis de enero de 1945, la
Unión Nacional de Mujeres se limitó a hacer presión para lograr el voto feme-
nino sin restricciones. El Congreso de la Juventud, aunque incitó a la huelga y
promovió agitaciones, terminó llamando a los usurpadores y a los derrocados a
«desprenderse de sus ambiciones personales».
El ilegítimo Gobierno de Ricardo Adolfo de La Guardia subsistió sin tro-
piezos hasta el 15 de junio de 1945, aun después de solucionado el problema
internacional de la guerra con la derrota definitiva de la Alemania nazi. Duró
tres años, ocho meses y siete días, y constituyó un funesto precedente que
pesaría negativamente sobre el futuro del país. Al concluir sus cuestionadas
gestiones, ninguno de los personeros de la dictadura fue encausado por ex-
tralimitación de funciones, delitos contra la personalidad del Estado o viola-
ciones a la Constitución. Por el contrario, sin que mediara ningún indulto,
muchos de ellos formaron parte de los gobiernos que derivaron de una auto-
ritaria gestión.
No puede afirmarse, sin embargo, que todo lo actuado por esta dictadura
civil fue negativo. En efecto, ella declaró la guerra a las Potencias del Eje, derogó
la criticada cuota política que se le cobraba a los empleados públicos, expidió el
Decreto Ley 23 de 17 de enero de 1942 por el cual se permitió a campesinos ocu-
par tierras particulares, demarcó el límite Panamá-Costa Rica y creó la Biblioteca
Nacional, el Banco de Urbanización y Rehabilitación y el Colegio Abel Bravo en
Colón.
En el área de los derechos políticos, este Gobierno se esmeró en celebrar
unas elecciones ejemplares, aunque solo por la especial coyuntura de la esco-
gencia de los delegados a la Asamblea Nacional Constituyente. Estos se postu-
laron tanto por partidos políticos como en forma libre. Representaron a todas
las provincias, pero en proporción a sus poblaciones, permitiéndose también la
postulación de delegados nacionales. El voto se otorgó sin ninguna restricción a
las mujeres, el proceso electoral fue ordenado; el recuento y las proclamaciones
se llevaron a cabo correctamente. Al aplicarse estrictamente el moderno sistema
de la representación proporcional, la fuerza en votos de cada agrupación se re-
flejó con justicia en la composición de la Asamblea.
Estas grandes concesiones democráticas, sin embargo, solo estuvieron des-
tinadas a beneficiar a las fuerzas políticas que, desde octubre de 1941 habían
avalado las diferentes fases de la dictadura civil. Al doctor Arnulfo Arias se le
mantuvo injusta e ilegalmente en el destierro y a sus seguidores se les impidió
constituirse en partido político.
628 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

El gobierno de la Asamblea Nacional


Constituyente y la crisis de 1948

En las elecciones de 4 de mayo de 1945 solo intervinieron los partidos reco-


nocidos legalmente por el Gobierno que las convocó. El Partido Nacional Revo-
lucionario Auténtico del doctor Arnulfo Arias, por ser ilegal, no tuvo ningún
derecho. Las agrupaciones que habían integrado los Partidos Coaligados en 1940
obtuvieron 27 escaños, mientras que los que habían formado el Frente Popular
lograron 24. Del total de partidos, los que más fuerza demostraron fueron el Li-
beral Renovador que alcanzó 32.1% de los votos y el PNR que obtuvo 19.6%. El
Partido Socialista y sobre todo el Conservador, demostraron ser minoritarios y
débiles.
La prensa contraria al Gobierno señaló, en esa ocasión, el poco entusiasmo
del electorado en acudir a las urnas. Pese a que las elecciones no eran presiden-
ciales, sí ponían en juego el poder y constituían las primeras en cinco años. La
observación periodística resultó válida, porque en el plebiscito de 15 de diciem-
bre de 1940, en el que solo sufragaron los ciudadanos varones, se contó un total
de 146,689 votos. En cambio, un lustro después, cuando había más población y
participaban las mujeres, el total de votantes solo llegó a 106,276, lo que significó
un gran abstencionismo.
El 15 de junio de 1945 se instaló la Asamblea Nacional Constituyente y, como
primera medida, arremetió contra la ya suspendida Constitución de 1941, dero-
gándola integralmente. Se prolongaría así la anómala situación iniciada el 29 de
diciembre de 1944 que mantendría al Estado panameño sin Constitución política
por un total de 14 meses. La determinación de privar al país de bases jurídicas
fundamentales en una especial coyuntura de trastorno internacional, inestabili-
dad política interna y fuerte presencia militar extranjera, implicó peligros y altos
riesgos.
No obstante, con el ingreso a esa irregular situación y la prolongación del
destierro de Arnulfo Arias, las fuerzas políticas que se beneficiaban del control
de la Asamblea eliminaron todos los asideros jurídicos y políticos que pudiesen
dar lugar a la reorganización del Gobierno elegido en 1940 y 1941. Ese mismo
15 de junio, se pasó a considerar la designación de un presidente de la república,
posición que tenía más de cuatro años de estar en acefalía jurídica.
Después de muchas negociaciones, los partidos políticos representados en la
Asamblea se alinearon en torno a dos candidatos: Eduardo Chiari, conservador
apoyado por los liberales doctrinarios, y Enrique Jiménez, liberal demócrata apo-
yado por los renovadores y otros grupos. Este último ganó por amplio margen un
torneo más indirecto que el de los tiempos de la Regeneración colombiana.
Durante más de ocho meses la Asamblea debatió en torno a un proyecto de
Constitución preparado previamente por juristas. Las discusiones fueron públicas,
Nueva historia general de Panamá X 629

se transmitieron por radio y acogieron opiniones. El resultado final fue un nuevo


instrumento de 15 títulos y 275 artículos, el cual se expidió el 2 de marzo de 1946.
Para los miembros, allegados y simpatizantes de los partidos que dotaron al Es-
tado de esta nueva Constitución, ella alcanzó el grado de perfección. Se dijo que
ampliaba y desarrollaba los logros de la de 1941, que llenaba sus lagunas y co-
rregía sus defectos.
Todo ello era cierto si se examinan los tratamientos dados a temas tales como
el principio de la soberanía popular, las disposiciones sobre nacionalidad, el voto
femenino, los derechos sociales reconocidos, la elección directa de los vicepresi-
dentes y otros aspectos importantes. En materia de derechos políticos, sin em-
bargo, la nueva carta magna fue sumamente parca, al punto que omitió la figura
del Tribunal Electoral. Por otra parte, el nuevo instrumento suavizó, la drástica
prohibición de los monopolios particulares hecha por la Constitución de 1941.
La Asamblea Nacional Constituyente, por otra parte, designó autoridades lo-
cales, nombró nuevos miembros de la Corte Suprema de Justicia, hizo definitivo
al presidente elegido en forma provisional e indirecta y se autoproclamó Asamblea
ordinaria, fijando el 30 de septiembre de 1948 como su fecha de terminación. En
esta forma, sobre la base de lo actuado por el dictador civil entre el 9 de octubre
de 1941 y el 15 de junio de 1945 y lo adoptado por la Asamblea Constituyente, se
edificó un nuevo orden. Este fue de desarrollo social moderado, democracia im-
perfecta y gran lealtad a la política imperialista de los Estados Unidos.
Siguiendo postulados clásicos del liberalismo, el nuevo Gobierno fomentó
la educación. En esta importante área, se expidió la Ley 46 de 24 de septiembre
de 1946, orgánica de Educación, y en desarrollo de las nuevas disposiciones
constitucionales, la Ley 47 de 24 de septiembre de 1946, de autonomía universi-
taria. El fomento de la salud pública, asociado estrechamente al de la educación,
y basado en el Código Sanitario de 1947, hizo grandes logros. Por otra parte,
aplicando el nuevo principio del Estado interventor, se estableció la Zona Libre
de Colón y se extendió la red bancaria nacional.
La gestión laboral, no obstante, fue sumamente deficiente. A pesar de que
la nueva Constitución desarrollaba importantes derechos laborales y ordenaba
la pronta adopción del Código de Trabajo, el adoptado mediante Ley 67 de 11
de noviembre de 1947, copiando en mucho al de Costa Rica de 1943, tuvo gran-
des deficiencias, omisiones y retrocesos respecto a leyes anteriores7.
En materia de democracia, se respetaron en cierta medida los derechos in-
dividuales, pero se conculcaron mucho los políticos. Además de negarle al pue-
blo la elección directa del presidente e imponerle una Asamblea ordinaria, el
Gobierno mantuvo en el ostracismo a la principal figura de la revolución inte-
rrumpida. El retorno del doctor Arnulfo Arias no se verificó sino el 25 de octubre
de 1945, luego de muchas presiones, cuando no quedaban trazas de las estruc-
turas políticas creadas en 1941.
630 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

Debido a las grandes demostraciones de masas que suscitó el retorno del


dirigente expatriado y a la rápida reorganización de sus seguidores, se desató
una ola de represión policial. Como reacción violenta a la conculcación de sus
derechos políticos, un grupo de hombres y mujeres simpatizantes de Arnulfo
Arias atacó el cuartel policial de Colón el 21 de diciembre de 1945. Aunque el
dirigente panameñista negó sus vínculos con el asalto, él y muchos de sus prin-
cipales dirigentes fueron encarcelados.
Para salir del estado de prisión arbitraria que ya llevaba siete meses, el prin-
cipal detenido inició una huelga de hambre que hizo obligatoria su hospitaliza-
ción. La efervescencia política llevó al Gobierno a decretar una amnistía, luego
de lo cual Arias salió del hospital, el 10 de agosto de 1946, suscitando este hecho
una gran concentración humana que fue, al final del acto, atacada por la policía.
Pese a todo, las fuerzas políticas que dirigía Arnulfo Arias lograron inscribir un
partido legal y constituirlo en convención nacional de 28 de noviembre de 1947,
con el nombre de Partido Revolucionario Auténtico.
Teniendo como fondo a estos enfrentamientos y tensiones políticas, se sus-
citó el problema de la permanencia de 136 sitios norteamericanos de defensa
fuera de la Zona del Canal después de terminada la Segunda Guerra Mundial,
con la rendición de Alemania el 7 de mayo de 1945 y la de Japón el 1 de septiem-
bre de ese año. El Gobierno panameño informó que las bases debían ser desocu-
padas el 1 de septiembre de 1946, según disposiciones del Convenio sobre Sitios
de Defensa aprobado en 1943.
Al llegar la fecha indicada, los Estados Unidos mantuvieron bases y tropas
en Panamá, aduciendo interpretaciones del convenio de 1943. Pero en vez de
mantener su posición inicial, el Gobierno reculó súbitamente; el 3 de mayo de
1947 anunció su disposición a negociar la permanencia de las bases. El 10 de di-
ciembre firmó un nuevo convenio y convocó a sesiones extraordinarias de la
Asamblea. En condiciones lesivas al interés nacional, el instrumento firmado le
arrendaba a los Estados Unidos, por cinco años, tierras en Taboga, Taboguilla,
Jaqué, Pocrí de Los Santos, Punta Mala, San Blas, isla Grande, Pacora y Las Mar-
garitas. Río Hato se otorgaba por 10 años prorrogables.
Inmediatamente, se desató un gran movimiento nacional de rechazo, el cual
se expresó a través de escritos, reuniones, proclamas, discursos, publicaciones y
disertaciones radiales. Los grupos de presión fueron los más combativos, espe-
cialmente la Federación de Estudiantes de Panamá, la Asociación de Profesores
de la República de Panamá, el Magisterio Panameño Unido, la Federación Sin-
dical de Trabajadores, el movimiento inquilinario y el Frente Patriótico de la Ju-
ventud. Se alinearon también en contra del arriendo de las bases militares los
partidos políticos del Pueblo, Socialista, Nacional Revolucionario, Agrario Na-
cional y el recién fundado Revolucionario Auténtico8.
La lucha adquirió gran dramatismo cuando en la tarde del doce de diciem-
bre, día inicial de las sesiones extraordinarias de la Asamblea Nacional, una gran
Nueva historia general de Panamá X 631

manifestación de la Federación de Estudiantes de Panamá fue atacada con ca-


ballería, sables, gases lacrimógenos y balas por la Policía Nacional, dejando a
dos jóvenes seriamente heridos.
La represión no hizo más que exacerbar los ánimos y agigantar la ola de
protestas. La Unión Nacional de Mujeres puso a desfilar a 15,000 féminas el 16
de diciembre, mientras en el recinto parlamentario, con la participación de nu-
meroso público, se acaloraban los debates. Ante la presión, los diputados recha-
zaron el convenio por unanimidad el 22 de diciembre. El Órgano Ejecutivo se
desprestigió luego de estos hechos, las fuerzas que lo apoyaban se dividieron y
las tropas norteamericanas abandonaron en poco tiempo los sitios de defensa.
Después de cerrarse este capítulo de luchas nacionalistas, el país se volcó a
la campaña electoral, puesto que los comicios municipales estaban convocados
para el 2 de mayo de 1948 y los legislativos, junto con los presidenciales, para el
9 del mismo mes y año. El Gobierno, unificando a los partidos Liberal, Liberal
Demócrata y Liberal Doctrinario, postuló a Domingo Díaz Arosemena, candi-
dato perdedor de las elecciones de 1936 y miembro de la inconstitucional Junta
de Gobierno de 1944; el Partido Revolucionario Auténtico lanzó a Arnulfo Arias
Madrid; los partidos Liberal Renovador y Nacional Revolucionario apoyaron al
conservador José Isaac Fábrega; la alianza Unión Popular candidatizó a Sergio
González Ruiz, y el Partido Socialista a Demetrio Porras.
La organización electoral, en ausencia de normas constitucionales que con-
sagraran un tribunal independiente, no dio garantías a los oposicionistas. A
pesar de ello, estos lograron notorios triunfos en los comicios municipales de 2
de mayo. En las elecciones para diputados y presidente de 9 de mayo hubo nu-
merosas irregularidades, una de las cuales fue la custodia de los votos deposi-
tados por una policía subalterna del Órgano Ejecutivo.
El 28 de mayo, los jurados provinciales concluyeron los recuentos y, de las
cifras totales arrojadas, se anunció públicamente que Arias, con 73,459 votos
aventajaba a Díaz Arosemena quien tenía 71,897. Sin embargo, estos resultados
debían ser verificados por el Jurado Nacional de Elecciones. No obstante, mien-
tras se producía un lento recuento, se desató la violencia. El 31 de mayo una
turba de elementos oficialistas asaltó al diario Panamá América y a emisoras de
la oposición, introduciéndose en el recito electoral, donde agredió a dos de los
jurados nacionales.
El 2 de junio, elementos oficialistas atacaron el centro político del PRA en la
ciudad de Panamá, provocando su incendio y varios heridos entre sus ocupantes.
Al día siguiente, las turbas liberales asaltaron almacenes y negocios de simpati-
zantes del doctor Arias, lo que fue respondido con irrupciones de panameñistas
en las oficinas liberales. Los desórdenes dejaron, además de daños a la propiedad,
dos muertos y 16 heridos y determinaron una suspensión de las garantías cons-
titucionales, pero no así del lento y controvertido escrutinio final llevado a cabo
por un organismo electoral de composición mutante y dependiente del Ejecutivo.
632 X Las primeras crisis políticas: 1931-1948

El 25 de junio se entregaron las credenciales a los concejales y se anunciaron


los ganadores de las elecciones de diputados. Según los cuestionados resultados,
la Unificación Liberal solo obtuvo 39 por ciento de los escaños legislativos y el
resto fue dominado por la oposición. Sin embargo, al profundizarse la crisis, los
partidos de oposición que dominaban la mayoría en la Asamblea Nacional, die-
ron un golpe de Estado legislativo el 12 de julio de 1948.
Para estos efectos, la Asamblea ordinaria se declaró Asamblea Constitu-
yente hasta el 1 de agosto de 1948. En uso de los derechos que ella misma se atri-
buyó, anuló las elecciones presidenciales antes de que se conocieran los
resultados de sus prolongados escrutinios. Sin embargo, incorporó a los diputa-
dos proclamados del Partido Revolucionario Auténtico y la Unión Popular, pa-
sando también a elegir presidente y vicepresidentes. Al señor Enrique obarrio,
cuñado del comandante Remón, se le colocó la banda presidencial. El presidente
Jiménez se negó a renunciar y, apoyado tanto por un fallo de la Corte Suprema
de Justicia como por la Policía Nacional, se impuso sobre los golpistas.
Superada la crisis, la Asamblea Nacional continuó impunemente su trabajo
de rutina, mientras que el Jurado Nacional de Elecciones proclamó la victoria
de Domingo Díaz, el 7 de agosto de 1948, tres meses después de las votaciones,
luego de rechazar todos los recursos de nulidad que le presentara el Partido Re-
volucionario Auténtico. Los militantes de esta agrupación iniciaron una gran
campaña de protestas y el doctor Arnulfo Arias viajó a Costa Rica y a otros países
de América Central a preparar una invasión. Sin embargo, esta no se materializó
por falta de apoyo de los diferentes gobiernos del Istmo.
El Partido Revolucionario Auténtico, sin embargo, abrumado por la oposi-
ción de grandes enemigos, por las constantes disidencias de sus dirigentes y cua-
dros medios y por la mediocridad de muchos de los que no desertaron, no
estuvo en capacidad de superar los inmensos obstáculos que se le interponían.
Tampoco contó con aceptación internacional y con aliados internos permanentes.
En el futuro, dependiendo de un solo liderazgo, se dedicaría, más que a desarro-
llar programas revolucionarios, a tratar de reparar daños en el sistema demo-
crático causados por nuevas y constantes crisis.

Notas
1
«Acta de la segunda sesión celebrada por el Centro de la Juventud Panameña», Acción Co-
munal, año XLV, Tercera Época, número 1, Panamá, 19 de agosto de 1968, pp. 3-4.
2
Harmodio Arias, «Mensaje presidencial», en: Mélida Ruth Sepúlveda, Harmodio Arias Madrid:
El hombre, el estadista y el periodista, Editorial Universitaria, Panamá, 1983, p. 161.
3
Víctor M. Villalobos, Historia del Partido Nacional Revolucionario, Secretaría General, Panamá,
1941, p. 5.
4
Arias, Arnulfo: «Discurso de 21 de diciembre de 1939», en: Felipe Juan Escobar, Arnulfo Arias
o el credo panameñista, 1930-1940, Panamá, 1946, p. 27.
Nueva historia general de Panamá X 633

5
Raúl De Roux, Un capítulo de historia patria o Arnulfo Arias: El patriota, The Star & Herald Co.,
Panamá, 1945, p. 14.
6
Carlos A. Calzadilla, Historia sincera de la república: Siglo XX, Editorial Universitaria, Panamá,
2001, p. 90.
7
Rolando Murgas Torraza, Evolución del derecho laboral panameño durante la época republi-
cana, Órgano Judicial de la República de Panamá, Panamá, 2003, p. 11.
8
Ornel Urriola M., Dialéctica de la nación panameña, Ediciones Momento, S.A., Panamá, 1972,
p. 137.
CAPíTULo XIX

Negociaciones del Canal con


los Estados Unidos: 1904-1967
Carlos Bolívar Pedreschi

Como lo documenta a suficiencia la historia, Panamá nació a la vida inde-


pendiente como un Estado-nación. Lo anterior presupone que primero existió
el hecho sociopolítico de la nación panameña y posteriormente sobrevino el
hecho político-jurídico del Estado panameño.
Como lo enseña la experiencia universal, el Estado panameño tampoco
nació por generación espontánea, ni tampoco dentro de una asepsia geopolítica
absoluta. Como parte del todo universal y, más concretamente, como parte del
continente americano, el Estado panameño no nació ajeno al peso gravitacional
que, para la época, tenían ya los Estados Unidos no solo en nuestro continente,
sino también fuera de él.
No es cierta la leyenda negra de que el Estado panameño fue un Estado
artificial, creado por los Estados Unidos de América. Para que ello fuese cierto,
también tenía que ser cierto que la población del istmo de Panamá no consti-
tuía una nación; que el istmo de Panamá nunca se hubiese declarado indepen-
diente de Colombia durante el período en que estuvo unido a ella; y que la
población del istmo de Panamá no se manifestara muchísimas veces contra
Colombia sin ayuda ni estímulo alguno del Gobierno americano. Desde 1846,
hasta antes de la separación de Colombia en 1903, hubo, en el istmo de Pa-
namá, según un muy serio y documentado estudio de Brooks Charles Morris,
«por lo menos 53 episodios de protesta contra Colombia, entre insurrecciones,
confrontaciones violentas, disturbios civiles y revueltas». Y según el mismo
autor, ninguno de esos 53 actos de afirmación nacional fue ejecutado con ayuda
alguna de los Estados Unidos. Más aún, agrega el mismo autor, que en seis
636 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

ocasiones, por requerimiento expreso de Bogotá, Washington había interve-


nido para sofocar movimientos de rebeldía de la población istmeña contra
Colombia1.
Las premisas de que el Estado panameño no fue una creación artificial y de
que la población del istmo de Panamá si constituía una nación deseosa de cons-
tituirse en Estado, las corrobora el propio Teddy Roosevelt.
Theodore Roosevelt, con la franqueza y claridad imperial que lo caracterizó,
no negó que, ante el rechazo del proyecto de Tratado Herrán-Hay por parte de
Colombia, entre sus opciones tenía la de invadir el istmo de Panamá, como pre-
cio que pagaría sin remordimiento alguno para construir el Canal dentro de su
territorio. Pero como el mismo Roosevelt lo confiesa y los hechos históricos lo
confirman, tal opción no fue necesaria. Roosevelt confiesa que el capitán
Humphrey y el teniente Murphy lo visitaron en Washington y le:

… dijeron que sin duda alguna había una revolución en el Istmo; que de
manera unánime el pueblo criticaba al Gobierno de Bogotá y se sentía disgus-
tado por el fracaso del Gobierno al no ratificar el tratado; que, además, la re-
volución ocurriría en cuanto clausura sesiones el Congreso colombiano. Ellos
estaban seguros de que ocurriría a fines del mes de octubre2.

En otra parte de su autobiografía, Theodore Roosevelt declara lo siguiente:

Nadie relacionado con el Gobierno de los Estados Unidos, tomó parte al-
guna en preparar, incitar o en alentar la revolución.
Mediante la acción unánime de su pueblo y sin disparar un solo tiro, el Es-
tado de Panamá se declaró república independiente.
Yo no levanté ni un dedo para incitar a los revolucionarios. Sencillamente
dejé de reprimir las diferentes mechas revolucionarias que estaban ardiendo3.

En el advenimiento del Estado panameño como un Estado-nación, concu-


rrieron factores tanto internos como externos. Sencillamente, los intereses de Pa-
namá, necesitada y deseosa, una vez más de constituirse en Estado, coincidieron
con la necesidad geopolítica de los Estados Unidos de América de abrir peren-
toriamente por Panamá un canal que uniera los océanos Atlántico y Pacífico.
Pero, evidentemente, la naturaleza de los intereses de cada una de las partes, no
era igual. Para Panamá, su interés fue de naturaleza coyuntural; en tanto que,
como lo demuestra la historia que sigue, para los Estados Unidos de América,
sus intereses eran de naturaleza permanente.
El interés coyuntural que Panamá pretendía no era otro que el de asegurarle
a la nación panameña un Estado, un espacio físico donde su población pudiera
ejercer los atributos propios de todo Estado. De su parte, el interés permanente
de los Estados Unidos era el de construir un canal por Panamá, para asegurarse
Nueva historia general de Panamá X 637

una posición de un alto valor geopolítico, tanto por lo que hacía al comercio in-
ternacional como por su evidente importancia militar.
La disparidad de los intereses de las partes y la dramática disparidad en las
fuerzas de estas, no solo representan la raíz de los problemas entre ellos, sino
las características que presenta la denominada Convención del Canal ístmico de
Panamá, firmado el 18 de noviembre de 1903, mejor conocido como el Tratado
Hay-Bunau Varilla.
Ya es verdad sabida y descrita en otros textos el papel jugado por los próce-
res y soldados de la independencia, tanto en la preparación y ejecución de los
actos independentistas, como en las limitaciones que confrontaron en las nego-
ciaciones mismas del tratado de 1903. Menos conocida en los textos es el papel
jugado por el prócer Demetrio H. Brid, a quien como presidente del Consejo
Municipal de Panamá representó la única autoridad con título político y juris-
diccional para declarar el distrito de Panamá independiente de Colombia.
En el expresado carácter de presidente del Gobierno Municipal de Panamá,
y luego de un Cabildo Abierto, quedó ubicada en la persona del presidente del
Consejo Municipal de Panamá, don Demetrio H. Brid, la autoridad para desig-
nar a los miembros de la Junta de Gobierno Provisional, recayendo tal designa-
ción en los próceres José Agustín Arango, Manuel Amador Guerrero y Tomás
Arias. Recogiendo la realidad de este retazo de historia patria, la Asamblea Na-
cional expidió la Ley 27 de 1 de diciembre de 1953, cuya parte motiva reprodu-
cimos a continuación:

1. Que la Asamblea Nacional tiene, entre sus deberes, el muy grato de recono-
cer los servicios prestados al pueblo panameño por ciudadanos ilustres,
desde las posiciones oficiales a las cuales ese mismo pueblo los elevó por
su propia voluntad, o desde otros ángulos de la vida civil, tales como su
labor en la prensa diaria, en la tribuna o su actuación meritoria en los cam-
pos angustiosos de la agitación revolucionaria, la que culminó con el acto
de independencia sellado el 3 noviembre de 1903, circunstancia esta que
acontece con el extinto ciudadano Demetrio H. Brid.
2. Que el señor Demetrio H. Brid, como concejal principal, era el presidente
del Consejo Municipal del Distrito de Panamá en noviembre de 1903.
3. Que en vista del derrocamiento del Gobierno de Colombia en el istmo de
Panamá y en virtud del apresamiento de las autoridades civiles y militares
colombianas, surgió un estado de hecho que convirtió al territorio pana-
meño en Estado de facto cuya administración, poderes, deberes y derechos,
asumió la corporación edilicia panameña.
4. Que siendo como era el honorable concejal, don Demetrio H. Brid, el presi-
dente del Consejo Municipal de Panamá, le tocó el honor de comunicar, por
medio de sendos oficios fechados el 4 de noviembre de 1903, el nombra-
miento a los señores José Agustín Arango, Federico Boyd y Tomás Arias
638 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

para que integrasen una Junta de Gobierno Provisional a la cual el pueblo


panameño «encomendó la administración, gestión y dirección de los nego-
cios, transitoriamente, y mientras se constituía la nueva república».
5. Que por su carácter de presidente de la corporación, convertida en autori-
dad máxima de Gobierno por la voluntad del pueblo, el honorable concejal
don Demetrio H. Brid, también fue el primer presidente del Estado de facto,
durante el tiempo comprendido desde el 3 de noviembre hasta el momento
en que la Junta de Gobierno Provisional tomó posesión de su elevado cargo
en 19034.

La realidad descrita, vale decir, la disparidad de intereses de las partes que


suscribieron el tratado de 1903, es lo que explica las profundas diferencias que
surgieron luego de firmado el tratado. En efecto, todavía no se había secado la
tinta de los firmantes del tratado de 1903, cuando ya el 11 de agosto de 1904 José
Domingo de obaldía, ministro de Panamá en Washington, presentó al secretario
de Estado John Hay una bien razonada reclamación redactada por el doctor Eu-
sebio A. Morales, para entonces en Washington con el cargo de asesor legal de
la República de Panamá. En este escrito, el doctor Morales plantea reclamaciones
concretas como las de la soberanía, el estatus de los puertos, de las aduanas y
del correo que el Gobierno americano había instalado en la Zona del Canal, sin
fundamento en el tratado recién firmado.
El doctor Morales sostenía, en su sustantiva y lujosa exposición, que el tra-
tado firmado no implicaba cesión de soberanía alguna a los Estados Unidos de
América, que el tratado no comprendía la cesión de los puertos de Balboa en el
Pacífico, ni el de Cristóbal en Colón, que el tratado no autorizaba servicios de
aduana a favor de Estados Unidos, ni el derecho a usar correos propios.
Como se ha reconocido, Morales fue, en realidad, el primero en sentar las
bases para las futuras reclamaciones panameñas. Por ello, es de interés conocer
lo que, en materia de SoBERANíA, sostuvo Morales:

El artículo III del Tratado Varilla-Hay, único en que se trata de derechos de


soberanía, establece que los Estados Unidos poseerían y ejercerían los dere-
chos, poder y autoridad que la República de Panamá les concedió sobre la
Zona, como si ellos fueran soberanos en el territorio, pero la expresión lleva
implícita la idea de que no lo son, y aunque en la parte final del artículo se
agrega «con entera exclusión del ejercicio por la República de Panamá de tales
derechos soberanos, poder y autoridad», tales palabras, que se encuentran en
evidente contradicción con las que preceden, deben ser interpretadas de
acuerdo con otros artículos posteriores del convenio, que demuestran la inten-
ción real de los contratantes5.

Sobre los PUERToS, el doctor Morales expuso:


Nueva historia general de Panamá X 639

En la Zona del Canal, tal como está descrita en el artículo II del Convenio
Varilla-Hay, no se comprenden las ciudades de Panamá y Colón ni sus puertos
adyacentes, las unas y los otros han sido expresamente excluidos de dicha
Zona y, por consiguiente, aun aceptando por concesión el supuesto de que los
Estados Unidos poseyeran el derecho de soberanía sobre ella, tal derecho no
podría extenderse a lo que en el mismo convenio se considera excluido de su
jurisdicción6.

Sobre las ADUANAS, el doctor Morales dejó claro lo siguiente:

No hay ninguna cláusula de la Convención Varilla-Hay que permita a los


Estados Unidos el establecimiento de aduanas en los puertos de Panamá y
Colón, ni el cobro de derechos de importación en ningún lugar de la Zona del
Canal. Tal facultad, lo mismo que la referente a los puertos, reside en el sobe-
rano del territorio y los Estados Unidos no poseen la soberanía que podría dar-
les derecho al establecimiento de un sistema fiscal propio7.

Y, finalmente, sobre el problema de los CoRREoS, el doctor Morales manifestó


lo siguiente:

Mi Gobierno considera que los Estados Unidos pueden tener servicio do-
méstico de correos dentro de la Zona, pero no pueden despachar correos para
el exterior del país, pues tal derecho le corresponde a la República de Panamá.
Aun suponiendo que el Convenio Varilla-Hay pudiera interpretarse en el
sentido de conceder a los Estados Unidos el derecho de establecer puertos,
aduanas y correos en la Zona del Canal, aun dando por claro y detenidamente
reconocido en favor de los Estados Unidos el derecho absoluto al dominio y a
la soberanía sobre el territorio, si el ejercicio de esos derechos redundara en
daño grave e irreparable para la República de Panamá, y produjera un estado
de ruina comercial y económico que las partes no tuvieran en mira ocasionar,
pues nadie contrata para hacerse a sabiendas un perjuicio incalculable y sin
remedio, debería ser motivo de grave meditación para el Gobierno de vuestra
excelencia y para este país donde prevalecen un profundo espíritu de justicia
y un elevado sentimiento de equidad, el poner en vigor medidas como las de
que me ocupo, que producirían aquellos resultados y que darían golpe de
muerte a mi país, sin producir ningún beneficio para los Estados Unidos8.

Debe observarse que cada uno de los puntos discernidos por Morales fue
extensa y meticulosamente contestado por el secretario Hay en carta fechada el
24 de octubre de 1904. El secretario Hay no se ahorró meticulosidad ni sistemá-
tica alguna.
Debe adelantarse, como característica de las primeras décadas de vigencia
del tratado de 1903, el contraste entre las arbitrarias prácticas de hecho que el
640 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

Gobierno de los Estados Unidos imponía en la Zona del Canal, con el lenguaje
diplomático, respetuoso y razonado empleado por los secretarios de Estado de
los Estados Unidos de América. Igualmente debe adelantarse que, no por lo
dicho, las cartas de los secretarios de Estado fueren realmente flexibles, sino todo
lo contrario: se oponían, con claridad, sistema y firmeza a las interpretaciones
que las autoridades panameñas daban a cada una de las cláusulas del tratado
de 1903.
A consecuencia de la reclamación panameña redactada por el doctor Euse-
bio A. Morales, vino lo que se consideró por las partes como el Convenio Taft.
El denominado Convenio Taft representó un esfuerzo del Gobierno ameri-
cano por flexibilizar la posición estadounidense con relación a puertos, aduanas
y correos. Con todo, no contuvo el referido convenio ninguna flexibilidad con
relación a la titularidad de la soberanía sobre la Zona del Canal, ni sobre sus ale-
gados derechos en materia de puertos, aduanas y correos.
Realmente, el Convenio Taft representó unas órdenes ejecutivas expedidas
unilateralmente por el secretario de Guerra de los Estados Unidos, fechadas
el 3 de diciembre de 1904, y que el Gobierno panameño aceptó mediante De-
creto 182 de 6 de diciembre de 1904. Estas órdenes ejecutivas cesaron como ha-
bían nacido, esto es unilateralmente, por decisión de los Estados Unidos en
1904. Este hecho creó en Panamá la necesidad de intentar un tratado con los
Estados Unidos.
Así, con relación a puertos, el Convenio Taft continúa sosteniendo que los
puertos de Ancón y Cristóbal eran puertos terminales del Canal y no puertos de
las ciudades de Panamá y Colón, como lo sostenía la posición panameña.
Eran, si cabe, derechos residuales, migajas de la época resultantes de la
grande y notoria disparidad de las partes.
La flexibilización contenida en el denominado Convenio Taft, la cual en nin-
gún caso era en menoscabo de lo pactado en el tratado de 1903, conforme el pro-
pio Convenio Taft reiteraba, consistió en general, en lo siguiente:
1. No se importarán a Ancón o Cristóbal, puertos terminales del Canal, artí-
culos, efectos y mercadería, con excepción de aquellos artículos, efectos y
mercadería que describe el artículo XIII del tratado de 1903, celebrado entre
la República de Panamá y los Estados Unidos. Contenía igualmente otras
excepciones.
2. Por razón de la proximidad del puerto de Ancón al puerto de Panamá, y
del puerto de Cristóbal al puerto de Colón, el funcionamiento competente
de la Aduana o del puerto de la Zona del Canal, permitirá a cualquier buque
recibido en los puertos de Panamá y Colón o despacho de ellos, junto con
su cargas y pasajeros, para el tránsito de mercadería importadas y de pasa-
jeros que lleguen al territorio de la República de Panamá y salgan de él, que
haga uso y disfrute de muellaje y de otras facilidades de los puertos de
Ancón y de Cristóbal.
Nueva historia general de Panamá X 641

3. Los manifiestos, facturas y otros documentos que se relacionaban con bu-


ques o cargamentos despachados de los puertos de Panamá y Colón o con-
signados a ellos, serían visados, como hasta ahora, por funcionarios de la
República de Panamá.
4. Las autoridades de la Zona del Canal no gravarían con derechos de impor-
tación, peajes o contribuciones de ninguna clase, los artículos, efectos, mer-
cadería importados, ni a las personas que pasen del territorio de la
República de Panamá a la Zona del Canal.
5. Los correos que se despachen del territorio de la Zona del Canal para la Re-
pública de Panamá o de tránsito por esta para los Estados Unidos o para
países extranjeros, llevarían estampillas de la República de Panamá, sobre-
cargadas con una estampilla impresa del Gobierno de la Zona del Canal.

De su parte:
1. Por el artículo 4 del convenio las concesiones indicadas en el referido artí-
culo 4, no surtirían efecto «a no ser que las autoridades de la República de
Panamá concedan las importaciones libres y recíproca de artículos, efectos
y mercaderías y el tránsito libre de personas del territorio del Canal al de la
República de Panamá».
2. Por el artículo 6 del Convenio Taft, esta orden que suponía el Convenio Taft,
«tampoco surtiría efecto a menos que las autoridades gubernamentales de
la República de Panamá concedan facultad a las autoridades de la Zona del
Canal para ejercer inmediata y completa jurisdicción en asuntos de sanidad
y cuarentena en las aguas marítimas de los puertos de Panamá y Colón»9.

Posteriormente, el 28 de julio de 1926 los representantes de Panamá y de


los Estados Unidos de América firmaron un tratado denominado Alfaro-Ke-
llogg. Este tratado fue negociado por los ilustres panameños Ricardo J. Alfaro,
Eusebio A. Morales y Eduardo Chiari. La Asamblea Nacional de Panamá, a
quien correspondía aprobarlo o rechazarlo, le hizo una severa oposición y de-
cidió abstenerse de firmarlo mientras su contenido fuese el que el proyecto ne-
gociado presentaba.
A continuación se apreciará un resumen de las concesiones hechas por Pa-
namá a los Estados Unidos en el denominado Tratado Alfaro-Kellog:
1. Sin salvedad expresa en el preámbulo de este proyecto de tratado ni en nin-
guna otra parte del articulado del proyecto, el tratado quedaba expuesto a
representar un reconocimiento implícito de la soberanía de los Estados Uni-
dos en la Zona del Canal. En efecto, el preámbulo decía: «La República de
Panamá y los Estados Unidos de América deseando arreglar ciertos puntos
de divergencia existentes entre ellos que han surgido con motivo del ejerci-
cio por los Estados Unidos de derechos soberanos en la Zona del Canal por
virtud del tratado de 18 de noviembre de 1903, y…».
642 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

2. «En caso de que el Gobierno de los Estados Unidos tuviere necesidad de


adquirir propiedad privada, después de la fecha de este tratado, de confor-
midad con las estipulaciones contenidas en el mencionado tratado de 18 de
noviembre de 1903, dicho Gobierno dará debido y razonable aviso por la
vía diplomática a la República de Panamá».
3. «La República de Panamá concede a los Estados Unidos a perpetuidad el
uso, ocupación y control de la parte de la isla de Manzanillo, en el extremo
Atlántico del Canal, cuya descripción topográfica se incluye en el mismo
tratado».
4. «Se agregarán a la bahía de Colón las aguas marítimas situadas en la bahía
de Boca Chica o Folks River al norte del lindero que se describe en el mismo
tratado».
5. «En la bahía de Colón, los Estados Unidos retendrán jurisdicción y control
sobre todos los cables tendidos allí, incluyendo sus salidas a tierra, y que ten-
drán el derecho de tender en la bahía cualesquiera otros cables que consideren
conveniente y de sacarlos a tierra en las orillas de la bahía, conservando igual
control y jurisdicción sobre tales cables adicionales y sus salidas».
6. Se conceden a Estados Unidos, a perpetuidad, como parte de la Zona del
Canal, «el uso ocupación y control del área terrestre descrita en este artículo
y del área marítima situada entre la bahía tal como queda constituida según
este tratado y el lindero septentrional de la bahía actual, según fue deter-
minado por la Convención de Límites entre los Estados Unidos y la Repú-
blica de Panamá, de 2 de septiembre de 1914».
7. Mediante el artículo XI del tratado «la República de Panamá se considerará
en estado de guerra en caso de cualquier conflicto armado en que los Esta-
dos Unidos sean beligerantes». Durante la hostilidades o mientras haya
amenaza de estas, los Estados Unidos tendrían la dirección y control de
todas las operaciones militares en cualquier parte del territorio de la Repú-
blica de Panamá.
8. Durante los tiempos de paz, el Ejército tendrá libre tránsito en toda la re-
pública para hacer maniobras, con solo dar aviso oportuno al Gobierno
panameño.

A su vez, las compensaciones previstas en el tratado de 1926, a favor de Pa-


namá, pueden resumirse así:
1. Como compensación de la concesión hecha a perpetuidad por la República
de Panamá a los Estados Unidos del uso, ocupación y control de la porción
de la isla de Manzanillo y del área marítima mencionada y descritas en este
artículo, y de las demás condiciones de este tratado, se conviene modificar
el lindero permanente entre la ciudad de Colón y la Zona del Canal en la
orilla occidental de Boca Chica (llamada también Folks River), según des-
cripción topográfica que se transcribe en el mismo tratado.
Nueva historia general de Panamá X 643

2. Como compensación adicional de la concesión hecha por la República de


Panamá a los Estados Unidos del uso, ocupación y control, a perpetuidad,
de la parte de la isla de Manzanillo y del área marítima mencionada y des-
crita en este artículo, y en virtud de las otras estipulaciones de este tratado,
los Estados Unidos emprenderán la construcción de una carretera pavimen-
tada de Paraíso (en la Zona del Canal) por la vía de Summit, Alajuela y Ca-
tivá, hasta empalmar con la carretera de la Zona del Canal entre Colón y
Fort Randolph; y una carretera pavimentada desde un punto de este camino
al sur de la bahía de Las Minas hasta la ciudad de Portobelo.
3. Se reconoce curso forzoso a la moneda fraccionaria panameña en la Zona
del Canal, bajo ciertas condiciones y restricciones.

Como se aprecia, el proyecto de tratado de 1926 no contenía concesiones de


significación política a favor de la República de Panamá, sino concesiones me-
nores y de carácter comercial. Panamá siempre fue muy sensitiva en materia de
soberanía y en este aspecto dicho proyecto no pudo ser más negativo de lo que
fue, de cara a la conocida sensibilidad panameña en aspectos de alcance político
como es el caso de la soberanía.
La oposición al proyecto de Tratado Alfaro-Kellogg por parte no solo de la
Asamblea Nacional, sino a nivel nacional, fue severa y mordaz. Expresaba y rei-
teraba la conciencia nacional sobre el problema canalero, inequívocamente ce-
rrada a más concesiones al Gobierno americano y clara en el objetivo final de
hacer plena la soberanía nacional en la Zona del Canal. A propósito, resulta de
interés, como testimonio de la vocación nacionalista y reivindicativa de buena
parte de la sociedad panameña, el texto del telegrama que sigue:

Penonomé, 20 de enero de 1927. Como sacerdote panameño, párroco de Pe-


nonomé, vicario foráneo de Coclé, ruego a Dios rendidamente que si por vo-
luntad esa Cámara, nuestra nación ha de existir oprimida y humillada, envíe
fuego del cielo que nos extinga, porque es convicción universal ser preferible
muerto a una vida en ignominia voluntaria. Alfredo Vieto Guardia10.

La actitud de los opositores al proyecto de tratado de 1926 (Alfaro-Kellog)


llegó incluso al extremo de fijar afiches en determinados puntos de la ciudad
de Panamá, que contenían los retratos de los ilustres panameños Mateo Itu-
rralde, Ricardo J. Alfaro y Eusebio A. Morales, nacido este último, como se
sabe, en Colombia. Los retratos del afiche iban acompañados con sus respec-
tivos pies de imprenta. Debajo de la fotografía de Mateo Iturralde, su famosa
frase «Yo no vendo mi patria»; a la siguiente fotografía, la del doctor Alfaro,
correspondía el pie de imprenta que decía «Yo sí»; y el pie de imprenta del
doctor Eusebio A. Morales decía: «Sí vendí la propia, por qué no puedo vender
la ajena»11.
644 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

El tenor de los afiches revela la dura posición negociadora de la enorme po-


tencia que eran los Estados Unidos de América. Confirman también hasta dónde
pudieron llegar las pasiones suscitadas por el texto del tratado negociado. Como
se aprecia, era de esperar el rechazo del proyecto del tratado de 1926 y la seve-
ridad contra los negociadores panameños, no obstante el lugar cimero que ocu-
pan en la fundación y desarrollo de la república.
Estas duras críticas a los negociadores tal vez tengan su explicación en el
arraigado sentimiento nacionalista del pueblo panameño y en la causticidad de
algunas de las figuras políticas opuestas al contenido del proyecto de tratado de
1926.
Realmente este proyecto de tratado representa, en el fondo, más concesiones
a los Estados Unidos en aspectos muy sensitivos a la conciencia nacional pana-
meña, a cambio de muy limitados beneficios puramente materiales para la Re-
pública de Panamá.
Del Tratado Alfaro Kellog, de 1926, el propio doctor Alfaro expresó su
insatisfacción:

These negotiations were prolonged and difficult. The State Department did not
show willingness to soften the harshness of the 1903 Treaty and agree on a permanent
basis on clauses that assured Panama its aspirations with regard to commercial acti-
vities in the Canal Zone. On the contrary, it proposed a brief time limit for the com-
mercial clauses, as they were called, in which a few guarantees were offered to the
merchants and government of Panama. But on the other hand, it demanded perpetuity
for those clauses that favored the interests of the United States. The State Department
demanded also the extension of America jurisdiction over the part of the City of Colon
known as New Cristobal. These and other demands from the Washington spokesmen
produced a delay in the negotiations for some time. In 1925 the talks were resumed,
and after an arduous struggle that lasted for more than one year, the time came when
the government of Panama was confronted by the dilemma of having to choose: the re-
turn to relations based on the 1904 Hay interpretations of the 1903 treaty, or accept a
treaty that clearly was not satisfactory, but at least softened the harshness of that
interpretation12.

En el itinerario de negociaciones canaleras, toca el turno al tratado de 1936.


El Tratado General de Amistad y Cooperación entre los Estados Unidos y la Re-
pública de Panamá, firmado en Washington el 2 de marzo de 1936, representó
un avance a favor de los intereses panameños. Este tratado no solo tuvo presente
concesiones de orden económico, sino de orden político muy significativos.
Este tratado estuvo precedido por una valiosa Declaración Conjunta de los
presidentes Franklin Delano Roosevelt y Harmodio Arias Madrid, firmada el 7
de octubre de 1933.
Esta declaración contiene los siguientes aspectos positivos para Panamá:
Nueva historia general de Panamá X 645

1. Reconoce sin ambages la soberanía panameña sobre la Zona del Canal.


2. Reconoce que «para el canal de Panamá pasó el término de su construcción
y ahora solo debe considerarse que el Canal estaba en el simple estado de
su conservación y de su defensa». Esto implicaba que los Estados Unidos
no podían pedir a Panamá más tierras a título de las necesidades del Canal.
3. «El Gobierno americano acepta someter a arbitraje cualquiera cuestión de
naturaleza mercantil».

Enmarcado, por razón de la época, dentro del período histórico conocido


como el de las negociaciones puramente reformistas, el tratado de 1936 recogió
principios políticos de mucha significación para la época, así como importantes
ventajas prácticas de orden económico y comercial.
A continuación expongo un resumen del contenido del tratado de 1936, ne-
gociado por los doctores Ricardo J. Alfaro y Narciso Garay, bajo la presidencia
del doctor Harmodio Arias Madrid:
1. El artículo I reconoce que la Zona del Canal está únicamente bajo jurisdic-
ción de los Estados Unidos.
2. Se limitan los derechos jurisdiccionales de los Estados Unidos al «manteni-
miento, funcionamiento, saneamiento y protección del canal de Panamá y
sus obras auxiliares».
3. Se reconoce que, por dado por terminado y en uso el canal de Panamá, los
Estados Unidos no tienen el derecho de decidir la incorporación de más te-
rritorio panameño a la Zona del Canal.
4. Para asegurar que la Zona del Canal y el Canal sean fuentes de beneficio
para Panamá, el tratado de 1936 reconoce el derecho de comerciantes pana-
meños a hacer ventas a los barcos que lleguen a los puertos terminales del
Canal.
5. Los Estados Unidos suministrarán a Panamá, libre de todo gravamen, los
sitios necesarios para que Panamá construya edificios para aduanas en los
puertos de la Zona del Canal.
6. Panamá tendrá libre acceso a los buques que lleguen a los muelles de Balboa
y Cristóbal trayendo pasajeros para la República de Panamá.
7. Se limitan las ventas en la Zona del Canal únicamente a determinadas
personas.
8. Se limita la residencia en la Zona del Canal únicamente a determinadas
personas.
9. Para prevenir violaciones a leyes panameñas de inmigración y aduanas, los
Estados Unidos determinan las medidas que se obligan a tomar al efecto.
10. También las autoridades americanas tomarán medidas para evitar el con-
trabando a Panamá de productos que se venden para consumo exclusivo
en la Zona del Canal.
646 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

11. Se permite el uso de los muelles y otras facilidades de los puertos de Balboa
y Cristóbal para cargas y descargas de mercaderías, así como para desem-
barcar pasajeros con destino a la República de Panamá.
12. Panamá tendrá jurisdicción exclusivamente en los sitios de la Zona del
Canal en que Panamá construya edificio para inmigración o para aduana.

En virtud de que el tratado de 1936 se enmarcaba, como correspondía en su


época, entre los tratados de corte revisionista, el tratado encontró oposición en
la Asamblea Nacional.
Encabezó la oposición parlamentaria al tratado de 1936, el doctor Demetrio
A. Porras, presidente del Partido Socialista de Panamá, quien fue acompañado
por los diputados doctor Sergio González Ruiz, doctor Antenor Quinzada y el
educador César A. Guillen.
Terminados los debates parlamentarios los opositores dejaron constancia de
su oposición al tratado destacando los fundamentos de dicha oposición. Estos
fundamentos se concretaron así:

1. El tratado no fue ampliamente conocido y discutido por la ciudadanía.


2. El tratado deja en vigencia el de 1903, «nulo ante el derecho y la justicia,
tanto por violar los derechos fundamentales de nuestra nación, como por
la manera dolorosa en que fuera ratificado».
3. El tratado hace nuevas concesiones en adición a las del tratado de 1903.
4. El tratado viola la neutralidad por la obligación que Panamá asume de de-
fender el Canal y por la entrega a Estados Unidos del control del aire, de la
radio y de la moneda panameña.
5. El tratado no contiene una cláusula de arbitraje13.

Para comprender mejor la oposición al tratado de 1936, consideramos de


un significativo valor histórico transcribir las declaraciones finales que, a manera
de salvamento de voto, hacen los diputados Demetrio A. Porras, Sergio González
Ruiz, Antenor Quinzada y César A. Guillén. He aquí su texto:

LoS SUSCRIToS, CoNSIDERANDo:


Que la mayoría de los diputados que integran esta Cámara Legislativa han
dado su voto afirmativo al Tratado General y las Convenciones Anexas, cele-
brado con los Estados Unidos, en atención a los razonamientos que se han pre-
sentado a su favor.
DECLARAMoS:
1. Dejamos constancia de la interpretación que debe dársele a las cláusulas
del Tratado y Convenciones Anexas y que será la única interpretación que
debe admitir la República de Panamá, salvo pacto de arbitraje.
2. El artículo 1 del tratado general no se entenderá como alianza militar con
los Estados Unidos. Panamá conservará su condición de Estado libre y
Nueva historia general de Panamá X 647

soberano y en consecuencia dispondrá libremente de sus destinos. La Zona


del Canal es territorio panameño.
3. Con relación al artículo 2, se deja constancia de que los Estados Unidos no
podrá exigir, para ningún fin, el uso de nuevas tierras y aguas de la Repú-
blica de Panamá, con carácter permanente. El acuerdo de «las medidas que
sea necesario tomar» en lo que se refiere a cuestión territorial implicará la
condición de si se cede o no el uso de dichas tierras.
4. Con relación al artículo 3, entendemos que la limitación de venta a indivi-
duos se refiere tanto a personas naturales como jurídicas y que el fin de este
artículo es limitar las actividades comerciales de la Zona del Canal solo a
las necesidades de la operación del Canal mismo y a las necesidades de sus
empleados.
5. La palabra «ocasionalmente» del artículo 4 no podrá hacer nugatoria la inten-
ción de facilitar el tránsito de los panameños deportados de la Zona del Canal.
6. Panamá debe mantener los derechos que emanan de una recta interpreta-
ción del artículo 5 del tratado de 1903 para construir las carreteras intero-
ceánicas que exija el progreso.
7. El artículo 10 no ha de entenderse en forma que nulifique las ventajas que
se han propuesto con las nuevas convenciones. No justificará la ocupación
de nuestras tierras, ni la menor intervención o intromisión de los Estados
Unidos en la política e intereses de la República de Panamá.
8. Panamá no renuncia a los derechos que emanan del derecho internacional
y que rigen las relaciones de los pueblos libres y reclama, en consecuencia
de esto, el derecho que ella tiene al arbitraje.
9. Panamá no enajena el dominio de su aire a los Estados Unidos y los Estados
Unidos no podrán adoptar medidas de ninguna índole que afecten el terri-
torio, el aire ni nada de la República de Panamá, sin el asentimiento previo
y expreso de la República de Panamá.
10. Las únicas interpretaciones que debe admitir la República de Panamá como
válidas son las que aseguren los derechos y beneficios que tanto los presi-
dentes Roosevelt y Arias como los negociadores panameños han afirmado
redundancia para la República de Panamá.
11. Se deja constancia de que las nuevas convenciones no satisfacen las aspira-
ciones del pueblo panameño.
Dado en Panamá a los 23 días del mes de diciembre de 1936.
(Fdo.) : Demetrio A. Porras, Sergio González R., Antenor Quinzada, César
A. Guillén14.

El itinerario negociador que se nos encomienda, encuentra otra estación cro-


nológica en el Convenio sobre Arrendamiento de Sitios de Defensa celebrado el
18 de mayo de 1942. El convenio fue firmado por octavio Fábrega, ministro de
Relaciones Exteriores de Panamá, y Edwin C. Wilson, embajador extraordinario
y plenipotenciario de los Estados Unidos de América.
648 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

El convenio sobre bases se hace descansar en el tratado de 1936, que consa-


gra la mutua obligación de los Estados Unidos y Panamá de tomar todas las me-
didas que requiera la protección efectiva del canal de Panamá.
Lo expresado en el párrafo anterior, reconoce el fundamento de derecho
para los sitios de defensa que a lo largo del territorio nacional permitió el Go-
bierno panameño.
El fundamento de hecho para la concesión de tales bases militares estuvo en
el estado de guerra y beligerancia en que se encontraban los Estados Unidos de
América como parte en la Segunda Guerra Mundial. Esta guerra, por la participa-
ción efectiva de los Estados Unidos en ella, exponía la integridad física del Canal,
a manos de los Estados beligerantes contrarios a los Estados Unidos de América.
La situación real de guerra y el compromiso de Estados Unidos de América
en dicha guerra exponía eventualmente la integridad del Canal a manos de Es-
tados fuertemente armados y determinados a hacer todo lo necesario para im-
poner militar y políticamente, junto con los intereses económicos, los valores del
nazifacismo alemán, italiano y japonés. Evidentemente las seguridades de las
ciudades de Panamá y Colón, las más pobladas de la república, no tenían forma
de escapar al riesgo de represalias militares de los enemigos de los Estados Uni-
dos contra el canal de Panamá, por ser el canal de Panamá, como lo hemos re-
petido en otras oportunidades, un canal urbano que, por lo demás, tiene sus
ciudades más importantes en los extremos Atlántico y Pacífico del Canal.
Adicionalmente, y con entera prescindencia de la cantidad de sitios de de-
fensa autorizada por el Gobierno panameño, Panamá contaba, para la fecha de
la Segunda Guerra Mundial, con un interés propio: Panamá igualmente sentía
razones para temer la victoria bélica e ideológica del nazifacismo alemán, ita-
liano y japonés.
El Tratado de Arrendamiento de Bases Militares siempre dejó a salvo la so-
beranía del Estado panameño sobre dichas bases y fue claro en cuanto al término
de duración del arrendamiento: un año después de la fecha en que haya entrado
en vigor el convenio definitivo de paz que haya hecho cesar el conflicto bélico
que supuso la Segunda Guerra Mundial.
Se previó, además, que el Convenio de Arrendamiento podía terminar antes
por mutuo acuerdo de las partes. Panamá también retuvo su soberanía sobre el
espacio aéreo y playas adyacentes a cada base militar del arrendamiento pactado
y jurisdicción civil en las mismas. Los Estados Unidos tenía jurisdicción única-
mente respecto al personal civil y militar de ese país y de sus familiares que ocu-
paran dichas bases.
Los sitios de defensa acordados fueron 130, distribuidos en distintos puntos
de la geografía nacional.
Los Estados Unidos pagarían un canon de arrendamiento a Panamá a razón
de cincuenta balboas por hectárea, quedando las mejoras que se construyan
sobre las bases arrendadas a favor de Panamá sin costo alguno.
Nueva historia general de Panamá X 649

otro de los tratados firmados entre Panamá y los Estados Unidos relacio-
nado con el Canal fue promovido por el presidente de la época en Panamá,
coronel José Antonio Remón Cantera. El coronel Remón Cantera fue, inme-
diatamente antes de ser presidente, el jefe de la entonces Guardia Nacional.
Con él al frente de la Guardia Nacional se había iniciado el fenómeno del mi-
litarismo en Panamá.
El tratado en referencia tuvo por nombre Tratado de Mutuo Entendimiento
y Cooperación, firmado el 25 de enero de 1955. También se conoce este tratado
como el Tratado Remón-Eisenhower, no obstante haber fallecido el presidente
Remón en el año 1953, víctima de un asesinato.
Los negociadores por Panamá fueron el doctor octavio Fábrega y el licen-
ciado Carlos Sucre C.
El negociador Sucre propuso en las negociaciones que el tratado de 1903,
pactado a perpetuidad, terminara cien años después contado a partir de 1903.
Sucre Calvo propuso, pues, que el tratado de 1903 terminara el 18 de noviembre
del año 2003; esto es, tres años después de que revirtiera a Panamá la Zona del
Canal y la entrega del Canal pactados en los Tratados Torrijos-Carter.
Su proposición, obviamente desatendida, confirma la vocación y lucha ge-
neracional de los panameños, anteriores a la dictadura, por acabar con la perpe-
tuidad que, como término, consagró el Tratado Hay-Bunau Varilla de 18 de
noviembre del año 1903.
Antes de su partida para Washington, el presidente Remón designó una co-
misión asesora de la cual formaron parte, entre otros, los doctores Ricardo J. Al-
faro y Harmodio Arias.
Igualmente, antes de salir para Washington, el presidente Remón Cantera
hizo repetidas manifestaciones de su consigna «Ni millones, ni limosnas, que-
remos justicia». A este respecto, y en un intento de resumen, podemos afirmar
que, de cara a las fundadas posiciones nacionalistas del pueblo panameño, la ci-
catearía del Gobierno de los Estados Unidos, en efecto, no produjo millones, ni
mucho menos justicia.
Para empezar, el preámbulo que preside el articulado del tratado expresa-
mente se asegura de afirmar que este nuevo tratado no deroga ni el firmado
Hay-Bunau Varilla de 1903, ni el tratado de 1936.
La anualidad se aumentó de 430,000 a 1,930,000 dólares americanos, que
con relación a la depreciación del dólar americano corrido desde el tratado de
1936 a 1955 y los valiosos servicios comerciales y geopolíticos que el Canal presta
al Gobierno de ese país, representaba una anualidad que, si bien supera a la
anualidad pactada en 1936 en un millón de dólares, en alguna medida depre-
ciada, no guarda proporción con ese importante activo que en lo comercial y ge-
opolítico representa el canal de Panamá para los Estados Unidos de América.
El artículo I del convenio comentado constituye, por lo dicho, un verdadero
letrero de lo que es la injustificada mezquindad y avaricia de un Gobierno
650 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

poderoso para con un pueblo débil que facilitó su más valioso recurso econó-
mico a la potencia económicamente más grande del mundo.
Mediante el artículo II del tratado, se reconoce una concesión fiscal al Go-
bierno panameño: su derecho a cobrar impuesto sobre la renta a todas las per-
sonas y empresas que presten sus servicios en la Zona del Canal y en el
ferrocarril. De esta concesión escapan los miembros de las Fuerzas Armadas de
los Estados Unidos, los ciudadanos de ese país y las personas de nacionalidad
extranjeras que residan dentro de la Zona del Canal.
Mediante el artículo III, se levanta la prohibición que imponía el tratado de
1903 de no construir un ferrocarril transístmico, lo cual representa, debemos re-
conocer, una conquista política y económica importante para Panamá. Igual-
mente por medio de este tratado se levanta la prohibición que pesaba sobre la
República de Panamá de construir una carretera transístmica; esto es, carreteras
que vayan desde el océano Atlántico al océano Pacífico.
Por el artículo IV se libera a las ciudades terminales de Panamá y Colón de
cumplir con los reglamentos sanitarios expedidos por las autoridades americanas.
El artículo V devuelve a Panamá las valiosas tierras que los Estados Unidos
ocupaban en Paitilla, así como en otros lugares importantes de Colón.
Por el artículo IX Panamá renuncia al derecho que tienen sus empleados y
miembros de la policía a usar gratis el ferrocarril de Panamá.
El tratado lo firman Selden Chapin, por Estados Unidos, y octavio Fábrega,
por la República de Panamá.
No puede quedar por fuera del presente repaso de las negociaciones cana-
leras transcurridas de 1903 a 1967, el denominado Convenio Filós-Hines.
Este convenio fue negociado durante la presidencia de don Enrique A. Ji-
ménez en 1947, siendo ministro de Relaciones Exteriores el doctor Ricardo J. Al-
faro. El doctor Alfaro encontró finalmente puntos de insatisfacción en el proyecto
de tratado y renunció al cargo. En su reemplazo fue designado ministro de Re-
laciones Exteriores el licenciado Francisco A. Filós.
Mediante el Convenio Filós-Hines el Gobierno de los Estados Unidos pre-
tendía prorrogar la presencia de tropas americanas en la importante base aérea
de Río Hato, provincia de Coclé. Fue la mejor base militar de los Estados Unidos
fuera de la Zona del Canal y contaba con una excelente pista aérea.
La pretensión del Gobierno norteamericano de prorrogar el arrendamiento
de esta base, símbolo de la presencia militar de los Estados Unidos fuera de la
Zona del Canal, surtió el efecto sociopolítico de un dardo al sentimiento nacio-
nalista del pueblo panameño.
El convenio, a punto de ser ratificado, el 12 de octubre de 1947, concitó una
movilización extraordinaria por varios días, especialmente el día 12 de diciembre
de 1947, fecha en que la Asamblea Nacional fue convocada para ratificar el tra-
tado. Hubo confrontaciones violentas con unidades de la Guardia Nacional, es-
pecialmente con el escuadrón de caballería.
Nueva historia general de Panamá X 651

En las masivas movilizaciones populares contra el proyecto de Convenio


Filós-Hines participaron estudiantes de escuela secundaria, estudiantes de la
Universidad de Panamá; los maestros agrupados en el Magisterio Panameño
Unido; sindicatos de trabajadores; la poderosa Federación de Estudiantes de Pa-
namá, el Frente Patriótico de la Juventud, agrupación cívico-política de corte
moralista y nacionalista, formado principalmente por profesionales e intelectua-
les egresados de la Universidad de Panamá. Naturalmente, también participaron
unidades estudiantiles y de trabajadores, miembros del partido Comunista de
Panamá, denominado Partido del Pueblo, que tuvo como secretario general para
la fecha al doctor Celso Nicolás Solano.
Esta gran masa humana, desafiando los obstáculos que suponía la persis-
tente agresión policial, logró rodear o, mejor, sitiar el recinto de la Asamblea
Nacional.
La presión de esta masa humana que acordonó literalmente el edificio de
reunión de la Asamblea Nacional fue tan impresionante que sometido a votación
la aprobación del referido convenio, este fue rechazado por unanimidad. Los
días anteriores se daba por seguro que el convenio contaba con votos suficientes
para su aprobación. Para la fecha, el secretario general de la Federación de Es-
tudiantes de Panamá fue el estudiante Rodrigo Molina A., quien con el tiempo
fue un respetado magistrado de la Corte Suprema de Justicia.
El día 12 de diciembre de 1947 constituyó uno de los hitos más importantes
dentro del marco de la lucha nacionalista panameña. Por muchos años se con-
memoró como era, esto es, como una fecha memorable de la historia panameña.
Luego del golpe militar de 1968 y de la dictadura, la fecha de 12 de diciembre
1947 empezó a venir a menos, como vinieron a menos las fechas cimeras del ca-
lendario patriótico nacional. Luego de 11 de octubre de 1968, ninguna fecha era
comparable a esta. Para la dictadura, con esta fecha empezaba virtualmente la
historia política de Panamá.
El espacio cronológico correspondiente al presente capítulo tiene por límite
precisamente el año 1967. Este límite cronológico nos ofrece algún espacio para
referirnos no solo a los tres proyectos negociados en esa fecha. También a la ca-
lidad, seriedad y fuerza de la oposición que dichos proyectos encontraron de
parte de sus adversarios, y además a lo que bien podría llamarse el presupuesto
físico y el presupuesto jurídico de los proyectos de tratados presentados en 1967.
Como lo tenemos establecido algunos escritores que nos hemos ocupado
del punto, las negociaciones para abrogar el tratado de 1903 solo fueron posible
gracias a la previa ocurrencia de dos presupuestos de naturaleza diferente, pero
complementarios.
Primero ocurre el presupuesto de hecho. Este presupuesto de hecho está re-
presentado por los sucesos de 9 de enero de 1964 y días siguientes, en que Pa-
namá fue víctima de una agresión por parte de la policía y del Ejército de los
Estados Unidos de América, como represalia por el interés de estudiantes del
652 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

Instituto Nacional por izar la bandera nacional, conforme al tratado existente,


en la escuela de Balboa. El intento pacífico de los estudiantes institutores fue ob-
jeto de represalias tanto por estudiantes de la Zona del Canal, como por policías
americanos acantonados en esa parte de la Zona del Canal y posteriormente por
la infantería americana.
A consecuencia de la agresión, en la cual hubo 21 muertos y más de 500 he-
ridos, el presidente Roberto F. Chiari tuvo el coraje, la dignidad y el patriotismo
de romper relaciones diplomáticas con el Gobierno más poderoso del mundo y
condicionar la reanudación de tales relaciones al hecho de que el Gobierno de
los Estados Unidos conviniera en celebrar un nuevo tratado por el cual se abro-
garía el tratado de 1903. A este efecto, confió al licenciado Miguel J. Moreno Jr.,
panameño de reconocida integridad personal y acendrada tradición nacionalista,
la responsabilidad de presentar ante la organización de Estados Americanos el
cargo de agresión, el cual fue presentado y sustentado por el licenciado Miguel
J. Moreno Jr. con valor, lucidez y patriotismo.
Como resultado de la firme posición del Gobierno del presidente Roberto
F. Chiari, de su ministro de Relaciones Exteriores, doctor Galileo Solís, y de
nuestro representante especial ante la organización de Estados Americanos, li-
cenciado Miguel J. Moreno Jr., el Gobierno americano se allanó a firmar la De-
claración Moreno-Bunker, de 3 de abril de 1964, la cual, por su contenido,
constituye el presupuesto formal o jurídico para negociaciones abrogacionistas
del tratado de 190315. Como se aprecia, el presidente Roberto F. Chiari tuvo la
firmeza y el patriotismo de mantener la ruptura de relaciones diplomáticas con
la mayor potencia del mundo.
No obstante todas las fuertes presiones que recibían el presidente Chiari y
su representante ante la organización de Estados Americanos, licenciado Miguel
J. Moreno Jr., como el presidente Chiari sí recibió el apoyo popular, el presidente
Chiari no se vio en necesidad siquiera de suspender las garantías constituciona-
les, ni mucho menos le pasó por su cabeza aprovecharse de la grave situación
que el país vivía para implantar una dictadura en Panamá. Para sortear el peligro
que sobre él pesaba, al presidente Chiari le sobraron su verdadera vocación de-
mocrática y nacionalista y el apoyo real del pueblo panameño a su conducta
digna y vertical.
Con relación al presupuesto de hecho del período abrogacionista que con-
dicionó la obligación de negociar un nuevo tratado, obligación de la cual surgió
el engendro de los tres proyectos de tratados de 1967, conviene dejar establecida
la reacción nacional del país a la agresión americana a la República de Panamá
iniciada el 9 de enero de 1964.
He aquí una breve muestra de la reacción social panameña a la agresión
norteamericana, en la cual puede apreciarse con nitidez el denominador común
nacional en materia canalera:
Nueva historia general de Panamá X 653

1. Por resolución de 10 de enero de 1964, el Consejo General Universitario de


la Universidad de Panamá, firmada por el rector Narciso E. Garay y el se-
cretario general Diógenes A. Arosemena G., este importante organismo de-
manda clara y expresamente «la nacionalización del canal de Panamá como
aspiración de la República de Panamá que debe ser planteada sin pérdida
de tiempo».
2. De su parte, el Colegio Nacional de Abogados de Panamá, señala clara y
terminantemente que la presencia de los Estados Unidos de América en la
Zona del Canal es incompatible con nuestra soberanía, con la tranquilidad
del país y con la paz hemisférica, y exigía la desmilitarización de la Zona
del Canal. Este comunicado lleva la firma de los abogados Jorge Illueca, Ma-
nuel García Almengor, Carlos Del Cid, Ascanio Mulford, Mario Galindo,
Carlos Bolívar Pedreschi, Ricardo Rodríguez y Rodrigo Molina.
3. El capítulo de Chiriquí del Colegio Nacional de Abogados, en documento
fechado en enero de 1964, reclama expresamente «un nuevo tratado con un
término fijo no mayor de diez años; la nacionalización, la desmilitarización
y la neutralidad del Canal». Este comunicado lleva la firma, entre otras, de
las siguientes figuras del foro nacional: Gonzalo Rodríguez Márquez, Raúl
Trujillo Miranda, Basilio Duff, Julio Miranda, Rubén de la Guardia, Álvaro
Candanedo, olmedo Miranda, José A. de obaldía, Guillermo Zurita, Ro-
drigo Anguizola, Abel Gómez, Guillermo Morrison, Rodrigo Miranda, Gon-
zalo Salazar y Elías Sanjur.
4. La Asociación de Profesores de Panamá declara expresamente que «es ne-
cesario el retiro de todas las tropas norteamericanas que se encuentran en
la Zona del Canal, en virtud de que se ha utilizado esa fuerza para fines aje-
nos a la defensa del Canal».
5. La Asociación Federada del Colegio Abel Bravo pide la nacionalización del
Canal, la evacuación de tropas norteamericanas de la Zona del Canal y la
neutralización del Canal.
6. La Unión de Estudiantes Universitarios planteó la desmilitarización, neu-
tralización y nacionalización del Canal.
7. Como es conocido, la posición tradicional de la Federación de Estudiantes
de Panamá siempre se ha orientado hacia la nacionalización, desmilitariza-
ción y neutralización del canal de Panamá.
8. El Frente Cívico Universitario, en comunicado de enero de 1964, exige ex-
presamente: «Plantear la inmediata nacionalización del canal de Panamá».
9. La Asociación Panameña de Inspectores de Saneamiento, en comunicado
de 10 de enero de 1964, declara expresamente que: «Cualquier nuevo tratado
que se negocie debe tener un límite en el tiempo y deberá dejar las puertas
abiertas para la futura nacionalización del Canal».
654 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

10. El Partido Demócrata Cristiano, en comunicado de 11 de enero de 1964, exi-


gía expresamente «que las nuevas negociaciones con los Estados Unidos se
hagan a base de la nacionalización del canal de Panamá».
11. Ya con anterioridad, el Partido Socialista de Panamá, en manifiesto de 1 de
octubre de 1961, indicaba lo siguiente: «Frente a esta realidad, el Partido So-
cialista considera que nuestra riqueza geográfica, capitalizada por el Canal
y los grandes puertos de Balboa y Cristóbal, no será plena y efectiva para
los panameños, mientras no sea plena y efectivamente nacionalizada. Mien-
tras a Panamá no le llegue esa oportunidad, mientras Panamá no siga el ca-
mino de Egipto y de todo pueblo que aspire a su liberación económica,
nuestra riqueza geográfica continuará básicamente hipotecada y usufruc-
tuada injusta y unilateralmente por los Estados Unidos de América».
12. El Partido Movimiento de Liberación Nacional, en comunicado de enero de
1964, expresamente declaró «que no habrá más paz ni tranquilidad en el co-
razón y la mente de los panameños hasta que se logre un nuevo instrumento
regulador de las relaciones entre Estados Unidos y la República de Panamá,
que ponga la faja canalera bajo el imperio de la jurisdicción panameña».
Este comunicado lleva la firma de los señores Temístocles Díaz Q., Jorge
Rubén Rosas, Carlos Calzadilla, Ignacio Molino Jr., René A. Crespo, Aníbal
Vallarino y Ramón Jiménez Q.
13. La Unión de Profesores de Enseñanza de Panamá, en comunicado de enero
de 1964, pide al Órgano Ejecutivo que denuncie el tratado de 1903 «como
uno de los documentos más monstruosos de la piratería internacional».
14. Los estudiantes panameños en Salamanca, España, manifestaron: «Luchar
hasta morir por nuestra soberanía absoluta y nacionalización del Canal».
15. La Federación de Estudiantes Cunas, en comunicado publicado el de enero de
1964 en La Estrella de Panamá, pidieron la anulación total de los 28 tratados ca-
naleros, la desmilitarización, neutralización y nacionalización del Canal.
16. Los profesores, alumnos y exalumnos de la Escuela de Diplomacia de la
Universidad de Panamá, en comunicado publicado el 16 de enero de 1964
en La Estrella de Panamá, exigieron la denuncia del tratado de 1903.
17. La Agrupación Radical en Marcha, en resolución de 14 de enero de 1964, re-
solvió «solicitar al Gobierno nacional la nacionalización del Canal».
18. El Comité Distritorial de Penonomé en Defensa de la Soberanía Panameña,
en comunicado de enero de 1964, expresa que «el 9 de enero se inicia nuestra
verdadera y total independencia. El Canal es nuestro». Este comunicado
lleva la firma, entre otros, del profesor Ricardo A. Ríos T., del licenciado
Marcelino Jaén, del doctor Aníbal Grimaldo, del profesor Eriberto Torres y
del señor Miguel Lombardo.
19. En enero de 1964, el arquitecto Rodrigo Mejía Andrión escribe un artículo
en donde aboga por la nacionalización del canal de Panamá y defiende la
capacidad de los panameños para administrarlo.
Nueva historia general de Panamá X 655

20. El prestigioso ingeniero Juan Alberto Morales, en escrito de enero de 1964,


abogaba porque desde la firma del nuevo tratado «todas las fuerzas milita-
res y navales de Estados Unidos se retiren de la Zona del Canal», y exhorta
a «no descansar hasta que la tierra irredenta vuelva a la patria y hasta que
el último vestigio de dominación extranjera haya desaparecido» 16.
21. El doctor Humberto E. Ricord en su obra La cuestión del canal de Panamá, de
24 de febrero de 1964, señalaba, entre los objetivos fundamentales de la
lucha nacionalista del pueblo panameño lo siguiente:

Imponer a los Estados Unidos la nacionalización del canal de Panamá y la


neutralización de la Zona del Canal, como únicas soluciones efectivas en la re-
conquista de la soberanía económica y política panameña, ya que la posición
geográfica de Panamá es su máxima riqueza y tiene derecho exclusivo a todos
los beneficios que se derivan de su explotación17.

De nuestra parte, y frente al contenido de los tres proyectos de tratados de


1967, manifestamos:

Que la subrogación total del régimen jurídico y de hecho que gobierna el


Canal, significa básica y concretamente para la nación panameña la lucha por
los siguientes objetivos:
1. La perentoria recuperación y aprovechamiento del actual canal.
2. La perentoria incorporación de la Zona del Canal a la jurisdicción de la Re-
pública de Panamá.
3. La desmilitarización del canal de Panamá.
4. La neutralización del canal de Panamá.
5. La construcción y explotación del nuevo canal por la República de Panamá18.

Con relación ahora a los proyectos de tratados negociados en 1967, estos


fueron tres y sus títulos los siguientes: Tratado Concerniente al Canal de Panamá,
Tratado Concerniente a un Canal a Nivel del Mar y Tratado Concerniente a la
Defensa y Neutralidad del Canal.
Con relación a la historiografía sobre estos proyectos de 1967, llama la aten-
ción el vacío existente con relación al vigoroso rechazo de tales proyectos y la
calidad de los opositores que enfrentaron en su día los tres proyectos de tratados
presentados en 1967, popularmente conocidos como los «TRES EN UNo». Incluso,
una reciente obra del reputado historiador doctor omar Jaén Suárez, titulada
Las negociaciones sobre el canal de Panamá, 1964 y 1970, reitera inexplicablemente
el vacío relacionado con la gran oposición que enfrentaron los proyectos de tra-
tados de 1967.
En virtud del vacío comentado, sentimos de nuestra responsabilidad hacer
un esfuerzo para llenarlo, mediante la identificación de los estudios y documen-
tos en que consta la comentada oposición.
656 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

La calidad y vigor de la oposición a los tres proyectos de tratado llevó al


presidente Marcos Robles a no presentarlos siquiera a la consideración de la
Asamblea Nacional.
No puede omitirse a la presente y futuras generaciones que los tres pro-
yectos de tratados fueron seria y vigorosamente adversados por valiosos y pro-
minentes panameños, de reconocida tradición civilista y nacionalista. Tampoco
debe omitirse la ardorosa defensa que algunos panameños hicieron de los tres
proyectos de tratados, dentro y fuera del Consejo Nacional de Relaciones Ex-
teriores y que, llegada la dictadura, no solo se sumaron a ella, sino que ofre-
cieron sus buenos oficios para desvincularse olímpicamente de los proyectos
de tratados de 1967 y sumarse, como si nada, al carro de la negociaciones que
terminaron en los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Los Tratados Torrijos-Car-
ter constituyen la negación de los tres proyectos de tratados de 1967 que antes
defendieron con señalada devoción. Evidentemente, el rechazo de los proyec-
tos de tratados negociados en 1967, responsabilidad de las fuerzas civilistas y
democráticas, fue lo que creó el presupuesto físico, político y jurídico que hizo
posible el inicio de las nuevas negociaciones que terminaron en los Tratados
Torrijos-Carter de 1977.
De los tres proyectos de tratados de 1967, negociados por algunos de los
que impávidamente dieron el salto a la dictadura, esta dijo que dichos proyectos
no servían siquiera como base para nuevas negociaciones.
Tampoco puede quedar en un limbo histórico, por ejemplo, el informe que
la comisión especial, designada por el Colegio Nacional de Abogados para la
evaluación de los tres proyectos de 1967, emitió contra dichos proyectos. La co-
misión evaluadora designada por el Colegio Nacional de Abogados estuvo in-
tegrada por juristas de reconocida versación. Estos fueron sus miembros:
Rodrigo Arosemena, Erasmo de la Guardia, Guillermo Endara G., Rómulo Es-
cobar Bethancourt, Jorge Fábrega, Mario Galindo, Julio E. Linares, José Antonio
Molino y César A. Quintero.
La comisión mencionada nombró como su presidente al doctor Erasmo de
la Guardia, como su vicepresidente al doctor César A. Quintero, y como su se-
cretario al doctor Rómulo Escobar Bethancourt.
La evaluación realizada por esta comisión a cada uno de los tres proyectos
de tratado, representó un esfuerzo serio, como era de esperarse, y lo suficiente-
mente extenso y meticuloso como para penetrar en las verdaderas implicaciones
de las cláusulas contenidas en estos proyectos.
Esta comisión estudió, incluso, lo que la comisión denominó «el aspecto
constitucional de los proyectos de tratados». Al señalar concretamente las vio-
laciones a distintos artículos de la Constitución nacional (regía para la fecha la
democrática Constitución de 1946), la comisión formula la siguiente observación
genérica, cuyo alcance no puede pasar inadvertido:
Nueva historia general de Panamá X 657

Aceptar que por medio de tratados se pueden hacer cambios jurídicos y


políticos de la naturaleza indicada, sería pretender que los gobernantes de un
Estado, en entendimiento con los de otro, pueden reformar la Constitución a
través de medios y procedimientos no previstos ni permitidos por ella. Y la
admisión de semejante posibilidad significaría la negación de los fundamentos
mismos sobre los cuales descansa todo Estado de derecho. Cabe, entonces, exa-
minar el delicado y grave problema de si existe pugna entre los proyectos de
tratados y la Constitución de la república.

Como ejemplos concretos de violaciones a la Constitución nacional, los res-


petados y acuciosos comisionados dicen, por ejemplo:

Por todo lo expuesto, cualesquiera estipulaciones que aparezcan en los pro-


yectos de tratados recién negociados y que entrañen nuevas o adicionales li-
mitaciones jurisdiccionales en el territorio panameño, son contrarias a la
Constitución y, por tanto, no deben ni pueden ser aprobados por nuestra
Asamblea Nacional.
En cuanto al futuro canal a nivel o a cualquier otro canal, contravienen la
Constitución las limitaciones jurisdiccionales que se pacten, ya que serían con-
certadas con posterioridad a su vigencia y aludirían a un canal distinto del
existente.
Tal estipulación viola también el citado artículo 23 de la Constitución, según
el cual Panamá no puede obligarse en un tratado internacional a entregar sus
propios nacionales a otra jurisdicción.

La Rectoría de la Universidad de Panamá designó igualmente una comisión


especial para que evaluara los tres proyectos de tratado. Esta comisión estuvo
integrada por prestigiosos catedráticos, varios de ellos decanos de facultades,
entre los cuales se encontraban el ingeniero Alberto de Saint Malo, el doctor
Dulio Arroyo, el doctor Antonio González Revilla, el doctor Emilio Clare, el doc-
tor César A. Quintero, el doctor Julio E. Linares y el doctor Secundino Torres
Gudiño.
Esta comisión, de cuyo nivel de competencia y honorabilidad nadie puede
dudar, evaluó también minuciosa y sustantivamente los tres proyectos de trata-
dos, y terminó rechazándolos.
Esta comisión universitaria acogió íntegramente, de paso, un estudio previo
realizado por nosotros, titulado «Comentarios al Proyecto de Tratado sobre De-
fensa y Neutralidad del Canal», el cual forma parte del texto del informe rendido
por la comisión. A continuación transcribimos algunas de las conclusiones de la
comisión especial de la Universidad de Panamá, referentes solo al proyecto de
Tratado sobre Defensa y Neutralidad del Canal:
658 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

1. No se justifica, desde el punto de vista de los mejores intereses nacionales,


la concertación de un tratado de bases con los Estados Unidos de América.
2. La única defensa del Canal, hasta donde esta es posible, consiste en su efec-
tiva neutralización.
3. Entre los aspectos que hacen del proyecto de tratado un instrumento total-
mente inaceptable para el país, están los siguientes:
a. Los Estados Unidos estarían legalmente autorizados para tomar unila-
teralmente tierras fuera de la Zona del Canal y darles a estas un destino
militar.
b. Los Estados Unidos estarían autorizados para emplazar y usar todo tipo
de armas en la Zona del Canal, sin que de estas queden excluidas las ató-
micas o nucleares.
c. Los Estados Unidos estarían autorizados para intervenir unilateralmente
en la República de Panamá para sofocar cualquier conflicto armado u otra
emergencia que, a su juicio, ponga en peligro la «defensa del Canal».
d. Los Estados Unidos estarían autorizados para tomar unilateralmente todo
tipo de medidas de prevención y defensa tanto dentro de la Zona del
Canal, como en el resto del territorio nacional.
e. Panamá aceptaría limitaciones jurisdiccionales en todo el territorio nacio-
nal en materia penal, siendo que hoy día todas las limitaciones jurisdic-
cionales operan únicamente en la Zona del Canal.
f. El tratado de bases estará vigente hasta cuando los Estados Unidos quie-
ran o, lo que es virtualmente igual, a perpetuidad.

Es igualmente importante señalar, como expresión del alma nacional, la


suma de declaraciones de gremios profesionales, magisteriales, estudiantiles y
obreros que expresaron su repudio a los proyectos de tratados de 1967.
Por el nivel intelectual de sus firmantes, no debe omitirse la carta que el 10
de agosto de 1967, dirigida al presidente del Consejo Nacional de Relaciones Ex-
teriores, que nos tocó el honor de redactar.
Algunos de los puntos de la referida carta, recogía las preocupaciones que
siguen sobre un canal a nivel del mar:

¿Hasta dónde conviene ceder, bien a los Estados Unidos de América o bien
a cualquier otro Estado, el derecho a construir un canal a nivel?
¿Hasta dónde conviene renunciar a la posibilidad de construir un canal au-
ténticamente panameño, apelando a las fuentes de crédito internacional?

La carta, de la que forman parte las dos interrogantes que preceden, lleva
las firmas, entre otros, de los siguientes panameños: doctor Ricardo A. Morales,
doctor César A. Quintero, ingeniero Alberto de Saint Malo, doctor Antonio Gon-
zález Revilla, arquitecto Ricardo J. Bermúdez, doctor Julio Pinilla Ch., doctor
Dulio Arroyo, doctor Diego Domínguez Caballero, profesor Juan A. Monterrey,
Nueva historia general de Panamá X 659

licenciado Arturo Sucre P., licenciado Jorge Fábrega, doctor Carlos Iván Zúñiga,
doctor Julio Linares, doctor Carlos Bolívar Pedreschi, doctor Emilio Clare, doctor
Manuel Ferrer Valdés, profesor Braulio Vásquez, doctor Carlos Manuel Gastea-
zoro, doctor Fabián Echevers, profesor Alberto Quirós Guardia, doctor Lino
Rodríguez Arias, doctor Rubén Arosemena Guardia, doctor Ricaurte Soler, li-
cenciado Antonio De León, licenciado Erasmo Escobar, doctor Edgardo Molino
Mola, doctor Iván García, doctor Pedro I. Fonseca, ingeniero Víctor Yanis e in-
geniero Víctor N. Juliao.
Finalmente, consideramos de interés tanto histórico como didáctico, termi-
nar nuestros comentarios sobre los tres proyectos de tratados de 1967, desta-
cando la forma cómo el pensamiento de la corriente democrática y nacionalista
que se opuso a dichos proyectos, se proyectó igualmente dentro del proceso de
negociación de los Tratados Torrijos-Carter. Tal estudio se presentó el 29 de abril
de 1974 en carta dirigida a Juan Antonio Talk, ministro de Relaciones Exteriores,
firmada en su orden, por las siguientes personas: Carlos Bolívar Pedreschi, Mario
J. Galindo H., Miguel J. Moreno, Carlos Iván Zúñiga y Julio E. Linares. En efecto,
el estudio referido se tituló: Las negociaciones del canal de Panamá y la declaración
de los ocho puntos.
Del referido estudio, sentimos de importancia histórica transcribir las con-
clusiones que se aprecian en su punto primero:

1. Consideramos que, acorde con el proceso histórico que ha vivido la causa


panameña y que vive el mundo del subdesarrollo en general, el Gobierno
panameño debe perseverar en el desarrollo de una política canalera nacio-
nalista que proclame y luche claramente:
a. Por la recuperación del actual canal.
b. Por el derecho del Estado panameño a construir, administrar y usufruc-
tuar cualquier nuevo canal.
c. Por la emancipación de su territorio de bases extranjeras.
d. Por la neutralidad del actual canal y de cualquier nuevo canal.
e. Por la total y única jurisdicción del Estado panameño sobre su territorio
conocido como Zona del Canal 19.

Finalmente, consideramos que dentro de las limitaciones de espacio que se


nos señaló, el esfuerzo estuvo dirigido a una visión suficientemente abarcadora
del tema, si bien en la forma más reducida posible.

Notas
1
Charles Morris Brooks, Guarding the crossroads, security and defense of the Panama Canal,
P & P GROUP, Imprelibros, S.A., Santafé de Bogotá, p. 19.
2
Theodore Roosevelt, Autobiography (1913), pp. 553ss; tomado de Diógenes A. Arosemena
G., Historia documental del canal de Panamá, Imprenta Nacional, Panamá, 1961, pp. 340ss.
660 X Las negociaciones del Canal con los Estados Unidos: 1904-1967

3
Ibidem.
4
Panamá, Asamblea Nacional, Ley 27 de 1 de diciembre de 1953.
5
La nota de protesta confeccionada por Eusebio A. Morales y suscrita por José Domingo de
Obaldía, en su calidad de ministro de Panamá en Washington, ha sido reproducida en mu-
chas ocasiones. Aquí citamos la versión incluida en Eusebio A. Morales, Ensayos, documentos
y discursos, Colección Kiwanis, INAC, Panamá, 1977.
6
Ibidem.
7
Ibidem.
8
Ibidem.
9
Ibidem.
10
Carlos Bolívar Pedreschi, Panamá: Visión geopolítica y testimonial de su drama, Editorial Pro,
Cali, Colombia, 1993.
11
Maximiliano Fábrega Sosa, fuente oral.
12
Ricardo J. Alfaro, Two documents on Panama and United States relations, Consejo Nacional
de la Empresa Privada, Panamá, mayo de 1974.
13
Consultar al respecto, Demetrio A. Porras, El Tratado del Canal de Panamá, Editorial Améri-
calee, Buenos Aires, Argentina, 1947.
14
Ibidem.
15
Carlos Bolívar Pedreschi, Panamá: Visión geopolítica…, op. cit., p. 11.
16
Carlos Bolívar Pedreschi, Canal propio…, op. cit. Los pronunciamientos que preceden están
recogidos en esta obra.
17
Humberto Ricord, La cuestión del canal de Panamá, Imprenta Cervantes, Panamá, 1964,
p. 15.
18
Carlos Bolívar Pedreschi, Canal propio…, op. cit.
19
Carlos Bolívar Pedreschi, Mario J. Galindo, Miguel J. Moreno, Carlos Iván Zúñiga y Julio E. Li-
nares, Las negociaciones del canal de Panamá y la declaración de los ocho puntos, Imprenta
Bárcenas, Panamá, 1974.
CAPíTULo XX

Estudiantes y militares:
1936-1989
Thomas L. Pearcy

Introducción

Desde su separación de la República de Colombia en 1903, la población pa-


nameña ha jugado un papel decisivo en el desarrollo nacional. Ella ha respon-
dido al imperialismo, a los ejércitos invasores, a la corrupción y represión
política, al deterioro económico, a la estratificación social y al racismo; votando,
emigrando, protestando, organizándose y, como último recurso, tomando las
armas. A pesar de esas iniciativas, no fue hasta finales del siglo XX, cuando Pa-
namá logró expulsar de su territorio a las fuerzas armadas de los Estados Unidos
que ocupaban una parte importante de su territorio, en las riberas del Canal.
Uno de los retos que tienen los panameños con la llegada del siglo XXI, es
lograr un consenso entre el Gobierno y la sociedad civil, para definir marcos de
convivencia social y participación ciudadana, en los cuales se propicie la cons-
trucción y mantenimiento de un modelo democrático, que evite que en el futuro
se vuelvan a repetir los conflictos internos que estremecieron las estructuras so-
ciopolíticas de la nación a lo largo de la pasada centuria. La ocupación militar
norteamericana (1903-1999) hizo casi imposible lograr un equilibrio duradero
entre las diversas fuerzas sociales que se agitan a lo interno de la sociedad pa-
nameña. Es indudable que la presencia del Ejército norteamericano en tierras
panameñas puso presión en los gobiernos istmeños para lograr determinados
objetivos que quisieran los norteamericanos, en su momento, convirtiéndose en
un factor de poder decisivo.
El Ejército norteamericano de ocupación se convirtió en un poderoso aliado
entre los diversos grupos sociales y políticos que existían en Panamá, llegando
662 X Estudiantes y militares: 1936-1989

a ser una especie de árbitro de la política criolla. A lo largo del siglo XX, depen-
diendo del apoyo económico o militar que ofrecieran los norteamericanos grupos
y partidos políticos, muchos de estos sobrevivían o desaparecían. Por ejemplo,
cuando el palacio presidencial, ocupado por Belisario Porras, fue rodeado por una
multitud enfurecida, las tropas norteamericanas literalmente lo rescataron de esa
multitud. Ese hecho se repitió una y otra vez, mientras duró la ocupación militar
norteamericana en Panamá. La última ocurrió cuando el presidente Guillermo En-
dara solicitó la intervención norteamericana para sofocar una supuesta conspira-
ción en su contra, en 1991. Es más, este presidente tomó posesión de su cargo en
una base militar de los Estados Unidos, en medio de la invasión militar en 1989.
No obstante, a pesar de la presencia de esas tropas extranjeras de ocupación,
varios sectores sociales jugaron papeles decisivos en el desarrollo socioeconó-
mico de la nación, durante el período de 1903 al 2003. Ciertamente que las fami-
lias más ricas y su sector comercial urbano han determinado la dirección y el
modelo económico que ha imperado hasta ahora en la nación panameña, de ca-
rácter fundamentalmente terciario, mercantil y transitista. En la medida en que
la economía panameña juega un nuevo papel, como propietaria y beneficiaria
directa del Canal, el centro financiero y su élite comercial han venido asumiendo
una posición más prominente dentro de la economía nacional.
Sin embargo, más allá del sector financiero, los estudiantes y los oficiales
militares de Panamá han contribuido decisivamente al progreso de la nación.
Los estudiantes han personificado la soberanía panameña, arriesgando en mu-
chas ocasiones sus propias vidas para defender la dignidad de la patria. Mientras
tanto, la Policía de Panamá evolucionó, desde una institución modestamente ar-
mada y pobremente pagada, hasta convertirse en una fuerza pública con formi-
dables capacidades políticas y militares, constituyéndose en la institución
hegemónica del Estado panameño por dos décadas.
El progreso y el bienestar político y económico de Panamá durante el siglo
XXI dependerá en gran parte de la capacidad de su gente para alcanzar el equi-
librio apropiado entre una fuerza de policía adecuada y preparada, una pobla-
ción educada que participe en los procesos políticos de la nación, y una élite
económica que respete y honre la soberanía y la dignidad de la nación. El cum-
plimiento de este elusivo equilibrio permitirá a Panamá seguir siendo una re-
pública libre, independiente, con un control absoluto de su destino; la
incapacidad de lograr este balance, amenaza con condenar a la nación en esta
nueva centuria a algo similar a lo vivido durante el siglo XX.

Raíces del militarismo en Panamá

La sangrienta guerra de los Mil Días, en Colombia, dividió profundamente


a la sociedad colombiana y a la población istmeña, al enfrentar a aquellos que
favorecían a un Gobierno altamente centralizado (conservadores) contra los que
Nueva historia general de Panamá X 663

abogaban por los derechos de las provincias (los liberales o, en el caso de Pa-
namá, los nacionalistas que deseaban cortar los lazos políticos entre el istmo de
Panamá y Bogotá)1. Debido a que habían sido derrotadas militarmente por lo
menos en tres ocasiones desde 1821, las masas urbanas de Panamá no se invo-
lucraron mayormente en ese conflicto. Ese sector, por el contrario, se mantuvo
alejado de la contienda bélica y, en su lugar, ellos concentraron su atención en
proteger sus inversiones y en defender el Ferrocarril de Panamá, su tabla de sal-
vación económica.
Como muchos de los sectores urbanos y la élite económica de Panamá fue-
ron incapaces o estaban pocos dispuestos a declarar la guerra a Colombia, un
grupo de abogados, doctores, educadores, intelectuales y comerciantes tomaron
las armas para romper los lazos políticos de Panamá con Colombia2.
Este grupo ecléctico vislumbró que Panamá se podría convertir en un em-
porio del comercio mundial, lo cual traería grandes beneficios económicos para
el istmo de Panamá. Estos dirigentes políticos se convirtieron en los líderes del
movimiento separatista de 3 de noviembre de 1903. A diferencia de la élite eco-
nómica y de los sectores urbanos, los dirigentes de los sectores medios tomaron
las armas, sentando las bases para un movimiento nacionalista de gran reper-
cusión durante el siglo XX en Panamá.
El 21 de noviembre de 1902, los liberales y conservadores colombianos pu-
sieron fin al conflicto armado, mediante un acuerdo de paz firmado a bordo del
acorazado Wisconsin de Estados Unidos. En el interior del istmo de Panamá, el
sector indígena y campesino, liderado por Victoriano Lorenzo, que se habían in-
tegrado a la lucha armada reclamando una justicia social, rechaza el acuerdo y
se rehúsa a entregar sus armas y abandonar una causa por la cual había luchado
por casi dos años3.
En un intento por controlar la insatisfacción de los combatientes indígenas,
un pequeño grupo de oficiales liberales y conservadores conspiró para someter
a las fuerzas de Lorenzo y a su principal líder, el propio Victoriano Lorenzo. Iró-
nicamente el propio aliado y compañero de combate, Benjamín Herrera, fue
quien ordenó el arresto del líder de los «cholos» y lo puso en custodia en manos
de los conservadores. Este hecho, sin precedente, dio inicio a una alianza de con-
servadores y liberales que terminó con la ejecución de Victoriano Lorenzo, el 15
de mayo de 1903.
La mayoría de los eruditos que han escrito sobre el asesinato de Lorenzo,
han culpado a los conservadores urbanos por su asesinato. A pesar de la carga
ideológica que tiene esta discusión, la muerte de Lorenzo tiene un contendido
mucho más profundo, de hondas repercusiones, que trasciende un simple cho-
que de ideas entre conservadores y liberales. En efecto, el oficial que ordenó el
arresto de Lorenzo, Benjamín Herrera, había servido como oficial en el ejército
liberal, conduciendo a casi diez mil hombres combatientes. Por otra parte, el ofi-
cial que condenó a Lorenzo a la muerte, Esteban Huertas, luego de la separación
664 X Estudiantes y militares: 1936-1989

de Panamá de Colombia, fue obligado a renunciar como jefe del Ejército pana-
meño por representar una amenaza para la naciente república4.
Finalmente, además de la animosidad hacia Lorenzo que había entre las cla-
ses altas, especialmente las aristocracias rurales y las tropas colombianas esta-
cionadas en Panamá, había un sector de clase media, predominantemente liberal
(rabiblancos; es decir, pro norteamericanos y pro yanquis), que debía su empleo
a la élite, quien a su vez, alternadamente trabajaba con los norteamericanos. Este
grupo de clase media, a pesar de sus declaraciones a favor de Lorenzo y en con-
tra de su muerte, también se sentían amenazados por el cholo guerrillero y, en
consecuencia, deseaban su silenció5; es decir, su muerte.
La muerte de Lorenzo puso al descubierto la cruda realidad con respecto al
nacionalismo y a la defensa de la soberanía istmeña. Con el control político de
Panamá y los intereses económicos en la balanza, las clases y los intereses étnicos
estuvieron por encima de los intereses políticos e ideológicos y fuera de cual-
quier interés soberano que pudieran compartir. Es decir, mientras que los con-
servadores ganaron la guerra, una alianza de conservadores blancos y liberales
moderados, pro norteamericanos, se forjó para eliminar a Lorenzo porque era
una amenaza para el statu quo de la sociedad panameña. Lorenzo, quien fue un
verdadero patriota, fue asesinado por esos que decían ser patriotas, pero quienes
en realidad buscaban simplemente proteger sus propios intereses económicos.
El asesinato de Victoriano Lorenzo, en 1903, proporciona un contexto histó-
rico útil al examinar el activismo político durante el siglo XX en Panamá. Sobre
el curso de ese siglo, innumerables grupos políticos demandarían que «Panamá
fuera para los panameños». Sus palabras y acciones son parecidas a las de Ben-
jamín Herrera, de Esteban Huertas, y de su desleal contraparte. Como sus ante-
cesores, Herrera y Huertas –estos nuevos «patriotas modernos»– abandonan con
frecuencia cualquier sentido de dignidad nacional y dejan de lado la soberanía
nacional cuando sus fortunas personales se ven amenazadas. Como ahora ya no
se pueden apoyar en las tropas colombianas ni norteamericanas para que les
hagan el trabajo sucio de reprimir a los sectores populares, esos sectores sociales
utilizan ahora a la propia Policía Nacional para reprimir violentamente a los gru-
pos populares o a los sectores sociales que se opongan a sus intereses.
Esta misma alianza fue la que se conjugó, posteriormente, para proclamar
la secesión de Panamá de Colombia, una vez que el Gobierno colombiano hu-
biese rechazado el Tratado Herrán-Hay, poniendo en peligro el proyecto de la
«feria comercial» y el destino transitista del Istmo. Las élites conservadoras in-
tentaron perpetuar su dominio sobre la sociedad panameña. El sector conserva-
dor basó su hegemonía en la protección que le brindaría el imperialismo
estadounidense, contando con el «derecho de intervención» que este poseía en
virtud de los artículos I y VII del tratado de 1903, el cual se encontraba reforzado
por el artículo 136 de la Constitución de 1904 («El artículo Amador»), que esti-
pulaba que: «El Gobierno de los Estados Unidos de América podrá intervenir,
Nueva historia general de Panamá X 665

en cualquier punto de la República de Panamá, para restablecer la paz pública


y el orden constitucional si hubiera sido perturbado, en el caso de que por virtud
de tratado público aquella nación asumiere, o hubieses asumido, la obligación
de garantizar la independencia y soberanía de Panamá».
Huertas, quien presidió el juicio contra Victoriano Lorenzo, y cuyo apoyo
al movimiento emancipador había sido decisivo, comandó el primer ejército que
tuvo la joven república. Pero pronto, los conservadores desconfiaron de esta ins-
titución y su dirigente, quien comenzó a mostrarse muy «receptivo» a las ala-
banzas de los liberales istmeños. Así, cuando se comenzó a plantear la llamada
«alternativa Huertas» –colocar al general Esteban Huertas en la presidencia a
través de un golpe de Estado, con el apoyo del liberalismo popular– como opción
al dominio de conservadores, estos y el imperialismo encuentran la oportunidad
para exigirle su renuncia a Huertas y desmantelar al primer ejército que tuvo la
joven república.
A pesar de las protestas de Huertas, el presidente, doctor Manuel Amador
Guerrero, le exigió su renuncia el 17 de noviembre de 1904. Ante esta decisión,
calificada por Huertas como «el producto de una imposición extraña», este se
ve obligado a presentar ese mismo día su carta de renuncia irrevocable. Desde
este momento, el Ejército norteamericano asumió la tarea de defender al Istmo
de cualquier amenaza exterior y las fuerzas armadas istmeñas quedaron redu-
cidas a lo que Fernando Aparicio ha calificado como una «policía colonial», con
escaso armamento ligero y con reducidos márgenes de acción6.
Esta condición se agravaría a partir de 1916, cuando debido a las presiones
estadounidenses, el Gobierno panameño se vio obligado a aceptar nuevas exi-
gencias para subordinar aún más al cuerpo armado panameño, desarmándolo.
Con esta acción, la mayor parte del armamento ligero del que disponía la nación,
fue traspasado a la Zona del Canal, quedándose el cuerpo policial tan solo con
25 rifles. Además, hasta 1930, a los agentes de policía les quedó prohibido portar
el arma de reglamento, salvo en algunos servicios especiales. Para completar la
supeditación de la Policía Nacional, se acordó que un ciudadano estadounidense
ejercería el cargo de inspector general de la Policía Nacional, funcionario este que
sería quien en realidad dirigiría la suerte de nuestra reducida fuerza policial.
Desde 1917 hasta 1927, le correspondió a Albert Lamb desempeñar este cargo7.

Resistencia organizada

Durante los últimos años de la década del diez y los primeros años del
veinte, los demás grupos comenzaron a organizarse para oponerse a la repre-
sión de la oligarquía y al imperialismo de los Estados Unidos. Los trabajadores
organizaron la Federación obrera de la República de Panamá y el Sindicato Ge-
neral de Trabajadores para protestar por los salarios bajos, condiciones de tra-
bajo miserables y los altos costos del alquiler. En 1923, activistas de clase media
666 X Estudiantes y militares: 1936-1989

fundaron Acción Comunal para desafiar el dominio que tenía la oligarquía en


la economía y en los procesos políticos del país (y su alianza con los grupos fi-
nancieros norteamericanos).
Desafortunadamente, las lealtades divididas evitaron que los miembros de
Acción Comunal trabajaran juntos. Algunos miembros de esa organización, por
ejemplo, eran los propietarios que no podían comprender las protestas y las ne-
cesidades de los pobres8.
La antipatía nacionalista hacia la oligarquía y sus aliados extranjeros se pro-
fundizó cuando los gobiernos de Panamá y los Estados Unidos firmaron el Tra-
tado Alfaro-Kellog en 1926, un pacto que pretendía acabar con las divergencias
entre ambas naciones, pero que en el fondo era mucho más lesivo a los intereses
de Panamá que el propio tratado de 1903, conocido como Hay-Bunau Varilla.
Sin embargo, para esa fecha, la población panameña todavía estaba resentida
por la intervención norteamericana del año anterior, cuando el 12 de octubre,
600 mariners estadounidenses invadieron a la ciudad de Panamá, por pedido del
Gobierno nacional, a reprimir violentamente las protestas populares por el alza
de los precios de los alquileres.
Insistiendo en que el pacto de 1926 sacrificaba más «las cualidades esencia-
les de la independencia y de la autonomía [de Panamá]», los nacionalistas en la
legislatura bloquearon con éxito el paso del tratado y forzaron a ambos países a
volver a la mesa de las negociaciones9.
Ese mismo año, estudiantes panameños procuraron organizar un Congreso
de Estudiantes Bolivarianos en Panamá como expresión de solidaridad paname-
ricana entre los estudiantes. Sin embargo, muchos legisladores pro norteameri-
canos y sus patrones oligárquicos se resintieron profundamente del papel jugado
por los estudiantes en el rechazo del pacto Alfaro-Kellog, y estos funcionarios
retuvieron su ayuda para los estudiantes y evitaron que estos organizaran este
congreso en Panamá. Uno de los organizadores de este cónclave fue el estudiante
Diógenes de la Rosa, quien expresó la cólera de muchos estudiantes cuando es-
cribió en el Repertorio Americano:

Este congreso gastizo... en el que solo se han hecho manifestaciones a es-


paldas de los grandes problemas sociales del momento, no ha sido más que
un derroche lírico, con gran acopio de citas y detalles pretéritos, sin proyec-
ciones sobre la realidad del movimiento, y sin encarar las convulsiones de la
hora, atención servil al menor mohín de la Casa Blanca10.

Después de estas confrontaciones de 1926, los grupos militantes que emer-


gían en Panamá, bajaron su militancia política por los siguientes años. Los pe-
riódicos de los estudiantes y el contacto con estudiantes de diferentes partes del
mundo también disminuyeron. Junto con el grupo de clase media de Acción Co-
munal, la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) tuvo poca participación
Nueva historia general de Panamá X 667

en los problemas políticos del país, una posición táctica que asumió para evitar
una represión adicional por parte de la oligarquía11.
Ya para entonces el movimiento estudiantil panameño daba muestras de
valor y conciencia ciudadana. Impulsados por el proceso de consolidación del
Estado que habían promovido los gobiernos nacionales, especialmente durante
la gestión de Belisario Porras, y al amparo de una concepción neoliberal, que
acentuaba el compromiso social y nacionalista del Estado, surgieron varios co-
legios públicos secundarios en el país, superando el nivel de atraso académico
que se había tenido durante la época de unión a Colombia. Entre ellos sobresalía
el Instituto Nacional, con sus secciones normales para varones y señoritas, en el
cual se congregaron las mentalidades más brillantes de la época.
En las aulas de estos colegios se debatían las nuevas ideas de la Revolución
rusa, el significado de la Revolución mexicana y los principios de la Reforma
Universitaria de Córdoba. Con los intentos de educación superior –representa-
dos, por ejemplo, en la Escuela Libre de Derecho y otros cursos superiores– se
incentivó de forma aún más profunda a estas primeras generaciones de pana-
meños nacidos y educados en un Panamá libre e independiente, a examinar crí-
ticamente la historia y el destino nacional. Pronto, muchos de ellos nutrirían con
su acción y pensamiento los grupos políticos liberales de la época, pero también
a organizaciones sociales propias de los sectores medios –como la Federación
de Estudiantes de Panamá, las asociaciones de maestros y profesores y Acción
Comunal– y de los sectores populares –como la Federación obrera de la Repú-
blica de Panamá, la Liga Inquilinaria y el Sindicato General de Trabajadores–,
alterando significativamente el panorama político istmeño12.
Con respecto a la formación de esta primera organización de estudiantes,
Abraham Bell y Blas Bloise señalan que:

Aproximadamente en 1922, las inquietudes sembradas en los estudiantes


secundarios y de cursos superiores, por varios profesores peruanos exiliados
y por la revista Cuasimodo, dirigida por los doctores J. D. Moscote, Nemesio
Canales y Julio R. Barcos, actuaron como levadura en el aglutinamiento de los
estudiantes de la Escuela Libre de Derecho, de los cursos de Inglés y Agrimen-
sura, del Instituto Nacional, de la Escuela Profesional, de la Escuela Normal
de Señoritas y de la Escuela Artes y oficios, cuyos núcleos integraron la pri-
mera Federación de Estudiantes de Panamá13.

El discurso de esta primera organización estudiantil era de carácter antioli-


gárquico y antiimperialista. Su voz de protesta se hizo sentir contra el Gobierno
nacional y la oligarquía panameña casateniente –propietarios de la incómodas y
mal sanas casas de inquilinato, en donde se abarrotaban los sectores populares
de las ciudades de Panamá y Colón– en 1925, y su actitud en contra del inter-
vencionismo norteamericano quedó expresada en su rechazo a la intervención
668 X Estudiantes y militares: 1936-1989

norteamericana de 1925 y su entusiasta rechazo al tratado de 1926. Entre las fi-


guras que destacaron en este primer período de la FEP, que luego tuvieron una
destacada participación en las luchas sociales y nacionalistas panameñas, se pue-
den mencionar a Menalco Solís –que fue uno de sus presidentes– Diógenes de
la Rosa, Felipe Juan Escobar, otilia Arosemena y Clara Gonzáles.
Esta primera organización estudiantil no tuvo una expresión antimilitarista,
debido a que todavía el cuerpo armado panameño era débil y políticamente poco
significativo.

La lucha por el poder

Durante la década del veinte, surgieron diversos grupos políticos y que, en


conjunto, el estudioso Jorge Conte Porras los ha llamado la «Generación de 31»14.
Además de los militantes dentro de partidos políticos existentes, la Generación
de 31 incluyó a nuevos grupos que emergieron en el marco de la Primera Guerra
Mundial, tales como la Federación obrera de la República de Panamá, el Sindi-
cato General de Trabajadores, la Liga de Inquilinos, y muchos otros, incluyendo
el moderado grupo de clase media y nacionalista conocido como Acción Comu-
nal. El destacado historiador Ricaurte Soler sostenía que a la hora de su funda-
ción en 1923, Acción Comunal estaba formada en gran parte por profesionales
de cuello blanco (ingenieros, abogados, doctores y por varios burócratas). Esta
era precisamente la gente que más sufrió cuando las administraciones de la dé-
cada de 20 ajustaron los presupuestos estatales15.
De todos los grupos que surgieron como parte de esta «generación» de ac-
tivistas, ninguno desempeñó un papel más prominente que Acción Comunal.
Mientras que algunos miembros de esta organización apoyaron las huelgas de
los años 20, muchos de ellos eran terratenientes y, una vez en el poder, tenían
pocas razones para apoyar a los pobres de las zonas urbanas. El doctor Harmo-
dio Arias es el ejemplo más notorio de cómo gobernó esta generación luego del
golpe de Estado de 1931.
Entre 1925 y 1926 ganó prominencia con sus expresiones de apoyo a la
huelga de los inquilinos de la clase obrera y en la campaña por el rechazo del
Tratado Kellog-Alfaro. En 1928 amplió sus lazos políticos con los trabajadores
afroantillanos que habían venido a trabajar en las obras del Canal y se habían
radicado en la ciudad de Panamá, cuando sirvió de abogado a este sector social
cuando la familia de Chiari intentó prohibirles participar en las elecciones que
tendrían lugar en Panamá para ese período16. En base a esa experiencia, durante
las elecciones presidenciales de 1932, él se proclamó como «el candidato de los
pobres». La experiencia de los años 30 sugiere que un título más apropiado para
Arias hubiera sido «el candidato oportunista».
Tal como lo ha manifestado Alejandro Portes, los militantes de clase media
intentan con frecuencia incitar a los pobres a una sublevación popular, de manera
Nueva historia general de Panamá X 669

que los funcionarios importantes del Gobierno no puedan ignorarlos. Es decir,


ellos utilizan a las masas urbanas como carne de cañón para lograr sus propios
objetivos. Esto es ciertamente verdad en el caso de los comunalistas, quienes
incitaron a los pobres en los años 20 y otra vez en 1931, sin preocuparse por
aliviar la pobreza de los sectores humildes de la ciudad luego del triunfo de
su «revolución»17.

La pobreza como herramienta política

Lamentablemente, el doctor Harmodio Arias y sus colegas demostraron ser


buenos patriotas calculadores, tal como en su momento lo fueron Benjamín He-
rrera y Esteban Huertas. Nuevamente la clase media, sedienta de poder, utiliza-
ría a los pobres como carne de canon para obtener sus propios objetivos políticos
y económicos. otra vez, los trabajadores de Panamá y la gente pobre sentirían
el embate de la indiferencia de la clase media, una vez que esta obtuvo el poder.
La influencia de la Generación de 31 fue la que más se dejó sentir el día 2 de
enero de 1931. Ese día, Acción Comunal derrocó a la administración oligárquica
del ingeniero Florencio Harmodio Arosemena. Señalando que sus acciones ha-
bían sido motivadas por los sentimientos más puros de patriotismo, Arnulfo
Arias y sus compañeros del golpe de Estado, establecieron los parámetros a se-
guir para gobernar al país. Los conspiradores instalaron una junta revolucionaria
que, al decir de ellos, instalaría en el poder a un Gobierno que representaría a la
nación panameña18. En una movida dirigida a calmar las preocupaciones de
Washington, con respecto a la seguridad del Canal, los líderes del golpe desig-
naron a Ricardo J. Alfaro, en ese momento embajador de Panamá en la capital
norteamericana, como presidente interino de la república 19.
A pesar de estos anuncios idealistas, muy poco cambió realmente con el golpe
de 1931. Como sus precursores más conservadores, los líderes de la Generación de
31, en cierto tiempo probaron de ser tan nepotista, antidemocráticos, e incluso tan
violentos, como lo habían sido sus precursores oligarcas20. Para defender sus ini-
ciativas egoísta, los presidentes en los años 30 impusieron la práctica de utilizar la
violencia como un tipo de ritual ejecutivo, integrando sus bandas armadas, forma-
das por sus copartidarios («patriotas armados») dentro de la fuerza de policía de
la nación. Esta fuerza tenía la misión de vigilar si había disensión o malestar com-
probada dentro de las filas del policía; también se convirtió en una fuente de re-
presión violenta cuando los otros medios de manipulación fallaban 21.
El golpe 1931 tuvo éxito en lograr derribar el régimen de Florencio Harmo-
dio Arosemena, pero no produjo los grandes cambios que la población esperaba.
El frente revolucionario rápidamente se disolvió en varios grupos que con fre-
cuencia competían unos contra otros. El historiador Víctor Florencio Goytía, uno
de los primeros organizadores de Acción Comunal, indicó que originalmente él
se involucró con el grupo para «terminar la sucesión de gobiernos deshonestos
670 X Estudiantes y militares: 1936-1989

en Panamá» y «encontrar a un hombre honesto con capacidad excepcional, que


no fuera político, como candidato a la presidencia». Luego del golpe, él denunció
al nuevo Gobierno, por la forma de conducir al país, especialmente al doctor
Harmodio Arias Madrid, señalando que:

Había habido un simple cambio de poder y de hombres, pero no de políti-


cas. Las familias reinantes continuaron reinando mientras que las aflicciones
del pueblo no pudieron encontrar ningún remedio...22.

Más allá de las divisiones entre los líderes del golpe de Estado, la vieja guar-
dia chiarista continuó controlando tanto al Tribunal Electoral del país como a la
Policía Nacional.

Grupos políticos paramilitares

Estos hechos dejaron a los líderes del golpe de Estado en una posición par-
ticularmente muy vulnerable. Si los revolucionarios querían lograr algunos de
sus objetivos, necesitaban tener el control de esos dos centros de poder, antes
que los chiaristas pudieran utilizar su influencia para impedir los esfuerzos re-
alizados por el nuevo Gobierno. En agosto de 1932, el presidente Alfaro tomó
algunas medidas que se convertirían en un precedente desafortunado para las
administraciones subsecuentes en los años 30. El 17 de agosto, el presidente Al-
faro publicó el Decreto 142, que incorporó un grupo organizado de sus propios
partidarios armados en la Policía Nacional, contrarrestando parcialmente la in-
fluencia chiarista en esa institución. En el marco de la política del «Buen Vecino»,
en que los Estados Unidos habían declarado que no intervendrían en los asuntos
internos de los países del hemisferio, el doctor Alfaro tuvo la capacidad para
manipular las decisiones del Gobierno, mientras que utilizaba la presencia po-
licial para proteger sus intereses y los de su grupo.
Con el Decreto 142 y la creación de la llamada «Reserva Nacionalista», Al-
faro estableció un precedente trágico que militarizó la estructura política de Pa-
namá. Los presidentes de los años 30 hicieron frente no solo a las dificultades
fiscales y políticas provocadas por la «Gran Depresión de 1929», sino que la ge-
neración reaccionaria de 31 se dividió rápidamente en varios grupos cívicos y
políticos, cuyas agendas con frecuencia se contradecían. Estos factores hicieron
la situación política de Panamá cada vez más volátil, por lo cual los siguientes
presidentes continuarían con la práctica de fortalecer al cuerpo de policía, a la
vez que formaban su propio grupo paramilitar.
Las administraciones subsecuentes en los años 30 siguieron el ejemplo de
las organizaciones paramilitares utilizadas por el doctor Alfaro para reprimir y
para intimidar violentamente a sus opositores. Cuando los trabajadores comen-
zaron una huelga contra los altos alquileres en 1932, como una reminiscencia de
Nueva historia general de Panamá X 671

la sublevación de 1925, el presidente electo, Harmodio Arias, hizo uso del De-
creto 142 e incorporó unos trescientos de sus partidarios armados a la Guardia
Cívica Nacionalista. El presidente, entonces, utilizó a este grupo paramilitar per-
sonalizado para machacar la huelga de los inquilinos23.
Después de estos ejemplos, otras administraciones de la Generación de 31
formaron sus propias organizaciones paramilitares para reprimir a sus oponen-
tes. En las elecciones de 1936, el presidente Harmodio Arias aseguró el triunfo
del grupo de la Generación de 31 por una combinación de intimidación policial
y la manipulación del Tribunal Electoral. Esas medidas aseguraron el triunfo del
doctor Juan Demóstenes Arosemena, ministro de Relaciones Exteriores durante
su administración24.
Elegido en 1936 gracias al apoyo del doctor Arias, Juan Demóstenes Arose-
mena se preocupó inmediatamente por ampliar la capacidad de intimidación de
la Policía Nacional en la política panameña. El doctor J. D. Arosemena reconoció
su deuda con la Guardia Cívica Nacionalista de su patrón, y tomó rápidamente
medidas para demostrar su aprecio. El 28 de enero de 1937, publicó la Ley 28,
por medio de la cual se establecía el Día del Policía. Al año siguiente, solicitó y
recibió un millón dólares de financiamiento adicional más allá de los apremios
presupuestarios –a pesar de las restricciones presupuestarias– para «adquirir
mercancías referente a defensa nacional»25.
Este período de gobierno, supuestamente basado en los «sentimientos más
puros de patriotismo», acabó en 1941, luego de diez años de agresión, con la
elección de Arnulfo Arias como presidente electo. El doctor Arias, quien adoptó
el lema seudonacionalista, «solo Dios sobre nosotros», enajenó mucho de los de-
rechos de la sociedad panameña y la reprimió violentamente aún más que sus
predecesores. Él confió en el grupo de patriotas armados, la Guardia Cívica Na-
cionalista de su hermano Harmodio para reprimir y para intimidar a sus oposi-
tores. Luego, el 18 de junio de 1941, el doctor Arnulfo Arias dio a conocer la Ley
72, por medio de la cual se creó a la Policía Secreta, que debía actuar con total
independencia de la Policía Nacional26.
El uso de la Policía Secreta, por parte del doctor Arias, incomodó a muchos
de los elementos importantes dentro del cuerpo de la Policía Nacional, quienes
se resentían profundamente por la intromisión de ese nuevo cuerpo de seguri-
dad en asuntos de la Policía Nacional.
Por otro lado, la puesta en vigencia de la Constitución panameñista de 1941,
que contenía medidas domésticas radicales, estaba orientada a aislar y a contro-
lar a importantes segmentos de la población de Panamá, mediante el uso de tác-
ticas similares a las empleadas por Benito Mussolini y Adolfo Hitler, tanto en
Italia como en Alemania, respectivamente. El doctor Arias también intentó aislar
social y políticamente a todo aquel elemento humano que él consideraba que
era un parásito (por problemas raciales y étnicos) para la sociedad panameña,
reclamando a «Panamá para los panameños»27.
672 X Estudiantes y militares: 1936-1989

El derrocamiento del doctor Arnulfo Arias, en octubre 1941, terminó abrup-


tamente con una década de cambios significativos por el papel que jugó la Policía
dentro de las estructuras de la sociedad panameña. Más allá de ampliar y de mo-
dernizar a la fuerza de policía, los presidentes panameños de los años 30 hicieron
un amplio uso de grupos paramilitares partidistas para lograr sus objetivos po-
líticos y económicos, casi con los mismos métodos que habían utilizado las ad-
ministraciones oligárquicas y que ellos, en 1931, habían denunciado y decían que
habían «comprometido a la nación política, económica y moralmente»28. El doctor
Arnulfo Arias institucionalizó esta práctica cuando creó la Policía Secreta para
protegerse de las posibles amenazas o represalias de la Policía Nacional.
Sin embargo, el uso y abuso de la fuerza policial y paramilitar reveló la im-
portancia de tener una institución armada fuerte, eficiente y leal, como medio
de contener a las masas y retener el poder político. A partir de aquí, se profun-
diza el proceso de modernización de las fuerzas armadas panameñas, bajo el li-
derazgo del coronel José Antonio Remón Cantera.

«La rebelión de las esfinges»

El surgimiento de la Federación de Estudiantes de Panamá en los años 20


colocó a los estudiantes de la nación en la vanguardia de la lucha por defensa
de la dignidad y la soberanía nacional; de la represión, tanto de la oligarquía
como del imperialismo. Sin embargo, la represión oligárquica y el deterioro de
la situación económica debilitaron temporalmente a la FEP y los militantes estu-
diantiles perdieron momentáneamente su protagonismo dentro de la sociedad
panameña29.
A pesar de la carencia de una cohesiva estructura, durante los últimos años
de la década de 20 y los primeros años de la de 30, los estudiantes, profesores y
algunos otros profesionales seguían siendo voceros y defensores de la patria y
de su soberanía. El doctor octavio Méndez Pereira, director del Instituto Nacio-
nal y quien más tarde fue rector de la Universidad de Panamá, regularmente re-
cordaba a sus estudiantes su deber patriótico para defender celosamente los
intereses de la nación. Usando un lenguaje similar a los llamados de W. E. B. Du-
Bois para la «agitación incesante», Méndez Pereira declaró:

Tiene que actuar esta generación dentro de la angustia vital en una cons-
tante rebeldía, tratando de encontrar las armas espirituales capaces de defen-
der y crear el nuevo destino del hombre, y de los pueblos unidos en la
solidaridad de la democracia30.

En 1935, el presidente Harmodio Arias había fundado la Universidad de Pa-


namá, un logro importante que puso la educación universitaria al alcance de mi-
llares de panameños humildes que no podían viajar al extranjero para proveerse
Nueva historia general de Panamá X 673

de una educación superior. Con la misión de «preservar la nacionalidad pana-


meña», la Universidad de Panamá entrenaría a los profesionales de la nación,
perpetuaría su identidad cultural y mantendría el tema de la soberanía en la
vanguardia de las discusiones políticas y diplomáticas de la nación31.
Con el tema de la «conciencia nacional» en el ambiente, la década de los años
40 marca un momento crucial en la acción política en el Istmo. El estallido de la
Segunda Guerra Mundial trajo a miles de soldados de Estados Unidos a Panamá,
que fueron desplegados por todo el territorio nacional, desde San Blas a Chiriquí,
gracias a la firma del convenio de bases conocido como Fábrega-Wilson32.
En estas condiciones se reorganizan algunos grupos representativos de los
sectores medios que habían estado algo dispersos en la década anterior. Así se
vuelven a reorganizar los educadores en torno al Magisterio Panameño Unido,
el Partido Feminista, otras organizaciones de mujeres se lanzan a la ofensiva en
pos de sus derechos civiles y los estudiantes vuelven a reeditar el experimento
de una asociación nacional, que unificara a los estudiantes de los colegios secun-
darios y de la recién fundada Universidad de Panamá. Así se vuelve a formar la
Federación de Estudiantes de Panamá. La misma surgiría en 1943, bajo la direc-
ción de Ernesto Castillero Pimentel; en 1944 convocaría al Primer Congreso de la
Juventud –del cual saldría el Frente Patriótico de la Juventud, que pretendía unir
a los jóvenes estudiantes con el sector de la juventud patriota que ya había con-
cluido sus estudios o que se encontraba fuera de los colegios y la universidad– y
realizaría su Segundo Congreso Nacional en 1945. Esta realizaría, entre el 28 y 30
de noviembre de 1947, el Tercer Congreso Nacional de Estudiantes en la Escuela
Normal J. D. Arosemena, en Santiago de Veraguas, en donde adoptaría final-
mente su estructura organizativa, precisaría su carácter nacionalista y antioligár-
quico y se prepararía orgánicamente para las futuras batallas contra la pretensión
de mantener la presencia militar estadounidense en suelo panameño33.
El papel más destacado de la Federación de Estudiantes de Panamá en esta
década fue su rechazo al Tratado Filós-Hines. En 1942, la FEP y otros grupos de
jóvenes, profesionales y políticos habían tolerado la afrenta que, a la soberanía
de Panamá, representaba el Convenio de Bases de 1942, como medida extraor-
dinaria tomada durante tiempos de guerra, pero ellos seguían vigilantes de la
presencia de soldados extranjeros en territorio panameño, sobre todo, fuera de
la Zona del Canal.
Hacia 1946, el presidente Enrique A. Jiménez y el comandante de la Policía
Nacional, José Antonio Remón Cantera, tenían intereses financieros considerables
en la industria de la carne en el país. El enorme tamaño de la fuerza de ocupación
norteamericana les proporcionó un mercado garantizado y bien pagado. Ambos
obtuvieron enormes beneficios de la presencia de las tropas de Estados Unidos y,
tal como lo hicieron los gobiernos anteriores en Panamá, el presidente Jiménez y el
comandante Remón intentaron capitalizar en su provecho la presencia de los sol-
dados norteamericanos, para enriquecerse tanto ellos, como sus familias.
674 X Estudiantes y militares: 1936-1989

El tratado 1942 decía que los norteamericanos tenía que desalojar las bases
militares adicionales, fuera de la Zona del Canal, un año después de la conclu-
sión de la conflagración mundial. En los años cruciales de la guerra, en Panamá
llegaron a estar estacionados unos sesenta y siete mil soldados de los Estados
Unidos, sumado al personal militar que residía permanentemente en el conjunto
de bases militares establecidas en suelo panameño. Con respecto a este ejército
acantonado en Panamá, los funcionarios norteamericanos observaron que, «re-
ferente a la defensa del hemisferio occidental, Panamá es el país más importante
del mundo»34.
Los Estados Unidos no tenían ninguna intención de abandonar los sitios
adicionales y por eso, los funcionarios norteamericanos calladamente se acerca-
ron al Gobierno de Jiménez para proponerle una extensión del acuerdo de los
sitios de la defensa.
El 10 diciembre de 1947, las dos naciones firmaron el Tratado de Filós-Hines,
prolongando formalmente la presencia norteamericana en territorio panameño,
fuera de la Zona del Canal, a pesar del rechazo casi unánime por parte del pue-
blo panameño35.
El rechazo generalizado al Convenio Filós-Hines se convirtió inmediata-
mente en el punto de cohesión para las protestas políticas más grandes de la
corta historia de la nación panameña. Este fue el reto más importante que en-
frentaba la joven nación: ¿podría un presidente impopular legislar tranquila-
mente en contra de la voluntad popular, desatendiendo el querer de la
población? El presidente Enrique A. Jiménez por lo menos intentó hacerlo, con-
tando con los votos de los diputados oficialistas en la Asamblea Nacional y con
el apoyo de la Policía Nacional de Panamá, que se había desarrollado durante
los turbulentos años de 1930 y 1940 como una fuerza militar con una gran ca-
pacidad represiva y con su propia identidad dentro de los círculos políticos de
Panamá.
Mientras tanto, la Federación de Estudiantes de Panamá y el Frente Patrió-
tico se opusieron conjuntamente a este tratado. Ya para entonces, el Frente Pa-
triótico se presentaba a la faz del país como el grupo político más representativo,
mejor organizado, más diverso y el más comprometido con los problemas polí-
ticos del país. Este experimentado «frente» incluía entre su membresía a miles
de estudiantes de la escuelas secundarias y de la Universidad de Panamá, así
como a jóvenes profesionales.
En un período que evocaba las incursiones de Palmer en los Estados Unidos,
el primer comandante Remón, en un período de dos semanas, reprimió brutal-
mente a la población en un vano intento por acallar la oposición al Tratado Filós-
Hines de 1947. El 12 de diciembre de ese mismo año, varios de cientos estu-
diantes y el pueblo en general marcharon hacia el parque de Santa Ana para
expresar su oposición al tratado, con pancartas en donde se podía leer consignas
como «Abajo el imperialismo yanqui» y «Ni una pulgada más del territorio
Nueva historia general de Panamá X 675

panameño»36. En esta histórica plaza, en donde desde el siglo XIX los dirigentes
populares habían convocado al pueblo a luchar por los más caros intereses na-
cionales, se escenificó una escena nunca antes vista, que impactó a la sociedad
panameña. En medio de la concentración de jóvenes y estudiantes, los policías
nacionales abrieron fuego en contra de los manifestantes, hiriendo a docenas de
jóvenes, cayendo víctima del feroz ataque el estudiante Sebastián Tapia37.
Tal como lo ha expresado el profesor David Acosta, el endoso de este tratado
reflejó las insaciables ambiciones económicas de los políticos «cuya única preo-
cupación era defender sus intereses económicos, no importa si ese convenio le-
sionaba la integridad territorial y la soberanía nacional de Panamá....». La
violencia del día 12 de diciembre puso en evidencia hasta dónde los «vende pa-
trias» estaban dispuestos a llegar, con tal de obtener beneficios económicos para
ellos y para su propia gente38.
La masacre de 12 de diciembre dio un mayor ímpetu a las organizaciones
estudiantiles de la ciudad capital y a todo lo largo de la república. La Agrupación
Estudiantil 12 de Diciembre, se unió a otros diez mil panameños durante los si-
guientes diez días, en una mayor, heroica y organizada confrontación con el Go-
bierno, sin precedentes en la historia moderna de Panamá. Estos acontecimientos
culminaron en la tarde de 22 de diciembre, cuando los legisladores panameños
capitularon y rechazaron el Tratado Filós-Hines.
El rechazo del tratado de 10 de diciembre coincidió con el comienzo de las
tensiones de la Guerra Fría entre Washington y Moscú, un hecho que afectó la
vida política del istmo de Panamá. El comandante José Antonio Remón Cantera,
anterior jefe de la Policía Nacional, ganó la elección a la presidencia en 195239.
Durante las manifestaciones en contra del pacto de 47, Remón había culpado a
los agitadores pro Moscú de ser los responsables de los sucesos del mes de di-
ciembre de 1947 y su posición anticomunista le ganó el apoyo entusiasta de los
funcionarios norteamericanos en Washington. En ese sentido, refiriéndose a los
hechos antes mencionados, decía en una oportunidad:

Yo tuve conocimiento que entre los manifestantes habían agitadores profe-


sionales, quienes obedecían órdenes de Moscú. Ellos empujaron a la juventud
para que volcaran automóviles frente al teatro Cecilia, para levantar barricadas
en las calles, y para subir al balcón de la casa en la cual el Partido Comunista
tiene su sede; para, desde allí, arengar a los estudiantes. Entre estos individuos
están: el diputado José A. Brower [Partido Socialista], su suplente Gilberto
Bazán Villalaz, y el doctor Celso Solano [entonces secretario general del Partido
Comunista de Panamá], jefe comunista quien llevó la bandera soviética40.

El uso flagrante de la policía para reprimir a los manifestantes por parte del
presidente Jiménez, en alianza con el primer comandante Remón, demostró a
los estudiantes y al pueblo en general que el Gobierno nacional, junto a su aliado
676 X Estudiantes y militares: 1936-1989

los Estados Unidos, no escatimarían esfuerzos para someter a la oposición polí-


tica. Pero este acto de represión reveló también que, a partir de este momento,
la Policía Nacional –convertida posteriormente por Remón en Guardia Nacio-
nal– se había convertido en un eficaz instrumento represivo, al servicio de los
intereses de la oligarquía y del imperialismo. A partir de este momento, además
de sus históricas consignas antiimperialistas y antioligárquicas, el movimiento
estudiantil enarboló banderas antimilitaristas.
El asesinato del presidente Remón, en 1955, puso término una larga alianza
entre el anterior comandante de la Policía Nacional y los Estados Unidos; pero,
luego del asesinato, hubo pocos cambios en las relaciones entre ambos países.
El presidente Remón había dado inicio a un proceso de negociación para lograr
un nuevo acuerdo con los Estados Unidos y el mismo se firmó en enero 1955.
Este pacto estaba dirigido a mejorar las relaciones entre las dos naciones, pero
el mismo proporcionó poco en términos de ventajas económicas verdaderas a la
mayoría de los panameños, ya que el Gobierno de Washington rechazó compar-
tir los ingresos del peaje del Canal con Panamá.
Este hecho acentuó los conflictos entre los dos países en torno a la soberanía
panameña en el área canalera. Tal como había ocurrido con otros acuerdos an-
teriores entre las dos naciones, este nuevo pacto benefició a la pequeña élite co-
mercial de Panamá a expensas de la soberanía y del bienestar de la población
nacional. Tal como le ocurrió a Enrique Jiménez, el presidente Ernesto de la
Guardia tuvo que decidir si continuaba o no, con la puesta en vigencia del lla-
mado acuerdo de 1955. Como sucedió con el Tratado Filós-Hines de 1947, la
puesta en vigencia de este pacto de 1955, proporcionó nuevos bríos a las orga-
nizaciones patriotas estudiantiles para protestar en contra del imperialismo yan-
qui en Panamá 41.

La época revisionista

Curtidos por los largos años de protestas organizadas, los estudiantes pa-
nameños se constituyeron en la vanguardia de la oposición al tratado de 195542.
Los historiadores Fernando Aparicio y Pantaleón García han sostenido que las
movilizaciones estudiantiles durante la década del cincuenta del siglo veinte te-
nían un contenido «antiimperialista, antimilitarista, y antioligárquico»43.
El régimen represivo impuesto por Remón durante su mandato contra los
grupos populares acusándolos de comunistas se fue debilitando con su muerte.
Esto permitió que en 1957 se desarrollara un activo proceso de reorganización
del movimiento estudiantil. Poco a poco, a partir del Instituto Nacional, se fue-
ron estructurando las asociaciones federadas en los colegios públicos secunda-
rios, y en la Universidad de Panamá se propició un acercamiento entre los
diversos grupos políticos que formaban la Unión de Estudiantes Universitarios.
Estos esfuerzos concluyeron con la celebración del II Congreso Extraordinario
Nueva historia general de Panamá X 677

de Estudiantes, el cual se efectuó el 12 de diciembre de 1947, para conmemorar


la primera década del rechazo del Tratado Filós-Hines. En esta ocasión, le co-
rrespondió a Polidoro Pinzón, Floyd Britton y Andrés Cantillo asumir la direc-
ción de la FEP.
Una de las primeras acciones, realizada por el movimiento estudiantil pana-
meño en esta etapa, fue la llamada operación Soberanía. En el fin de semana, pre-
vio al primer día de clases en mayo 1958, la Unión de Estudiantes Universitarios
lanzó la llamada operación Soberanía, que consistió en la siembra de banderas
en la Zona del Canal, para demostrar que Panamá era soberana en dicho territorio
y que nunca había renunciado a ese derecho44. Para llevar a cabo esta jornada pa-
triótica, los estudiantes panameños esperaron pacientemente hasta las 10:15 a. m.,
que era la hora del «coffee break» o de descanso de los funcionarios de la Zona
del Cana, entraron y en forma sincronizada y rápida, sembraron 75 banderas pa-
nameñas en diversas áreas de la Zona del Canal45. Así comenzó la llamada «etapa
revisionista» de las relaciones de Panamá con los Estados Unidos. Los sucesos de
2 de mayo de 1958 dieron inicio a un largo y doloroso proceso que culminaría con
la firma y puesta en vigencia de los Tratados Torrijos-Carter46.
Luego de la operación Soberanía, la Guardia Nacional de Panamá utilizó
la fuerza para intentar intimidar a los estudiantes, cuando dos semanas más
tarde salieron a las calles a protestar por la pobre condición de los colegios, re-
clamando una reforma educativa integral. La protesta tuvo un alcance nacional.
Uno de los dirigentes del Consejo Ejecutivo Federal de la FEP en aquel momento,
Ricardo A. Ríos T., nos narra el inicio de los acontecimientos en los siguientes
términos:

En mayo de 58, el año escolar se inició en las peores condiciones tanto de in-
fraestructura escolar, como de mobiliario, equipo y falta de personal docente.
Surgen protestas estudiantiles en todo el territorio nacional. De la comunidad
de Aguadulce partió una manifestación liderada por odilio González. En la ciu-
dad capital se les unen las asociaciones federadas del Instituto Nacional, Artes
y oficios, Liceo de Señoritas y Escuela Profesional. Carlos Núñez, Virginia Ra-
mírez y Luis Aguilar dirigen la Unión de Estudiantes Secundarios. La marcha
no fue recibida por el presidente de la república, don Ernesto de la Guardia.
La mañana de 19 de mayo, miles de estudiantes secundarios vuelven a mar-
char a la Presidencia y cerca de la plaza Catedral una bomba lacrimógena, lan-
zada por la Guardia Nacional, mata al artesano José Manuel Araúz. La
incapacidad de manejo político de los asesores del presidente Ernesto de la
Guardia Jr., ocasiona la paralización del país47.

Durante los próximos días, en medio del luto por los estudiantes caídos, los
sindicatos obreros y gremios profesionales declaran una huelga general. Un in-
tento de diálogo auspiciado por la Rectoría de la Universidad de Panamá fracasa
678 X Estudiantes y militares: 1936-1989

cuando el comandante Bolívar Vallarino ordena a los efectivos de la Guardia


Nacional que repriman a los estudiantes concentrados en el Instituto Nacional
y a los manifestantes que se habían tomados las calles de la ciudad capital. Este
22 de mayo, más de una veintena de jóvenes estudiantes, obreros y niños caen
abatidos por las balas «dum dum» disparadas por la Guardia Nacional. El asedio
al Instituto Nacional termina cuando las autoridades universitarias y los diri-
gentes de la FEP logran alcanzar un acuerdo que permitió el traslado de cientos
de estudiantes al campus universitario. Así, del sitio del Instituto Nacional se
pasó al sitio de la Universidad de Panamá. El conflicto termina cuando el Go-
bierno nacional accedió a firmar el «Pacto de la Colina», por el cual se compro-
metía a respetar al movimiento estudiantil, a impulsar la reforma educativa, la
democratización del país y a disminuir el poder de la Guardia Nacional, comen-
zando con la remoción de sus oficiales. Lamentablemente, estos compromisos
no serían cumplidos.
Luego de estos dramáticos incidentes, la oligarquía y sus patrones de Esta-
dos Unidos intentaron controlar otras protestas, ofreciendo concesiones simbó-
licas. Por ejemplo, en junio 1958, los funcionarios norteamericanos convinieron
en poner fin a las diferencias que existían entre los trabajadores de la «Planilla
de oro» y la «Planilla de Plata» –«Gold Roll» y «Silver Roll»– entre los emplea-
dos del Canal y, en el siguiente mes, ambos gobiernos aprobaron la construcción
de un puente sobre el canal de Panamá. Este sería el llamado «puente de las
Américas».
En octubre de 1958, los trabajadores y los estudiantes panameños continua-
ron su protesta contra de las injusticias sociales. En la ciudad de Colón, los gru-
pos organizados de esa región, realizaron la llamada «Marcha del hambre y la
desesperación». La misma partió desde la ciudad de Colón hasta la ciudad ca-
pital, protestando por los bajos salarios, los altos alquileres y por mejorar las
condiciones de trabajo, tanto en la Zona del Canal, como en el resto del país48.
En el mes de noviembre, aprovechando un nuevo aniversario de la separa-
ción de Panamá de Colombia, un grupo de profesionales, estudiantes y público
en general, organizaron otra protesta hacia la Zona del Canal, el 3 de noviembre
de 1959. En esa ocasión también se pretendía sembrar banderas y enarbolar el
tricolor panameño en dicha Zona. Esta acción se conoció como «la siembra de
banderas».
Sin embargo, luego que las autoridades habían dado permiso para llevar a
cabo esa jornada patriótica, aparentemente se produjo una contraorden, produ-
ciéndose un enfrentamiento entre los sectores populares panameños que pro-
testaban en la Zona con las autoridades de la región canalera. Este enfrenta-
miento produjo más de setenta panameños heridos y algunas propiedades
norteamericanas en la ciudad de Panamá fueron afectadas. La calma fue restau-
rada cuando la Guardia Nacional intervino y ocupó las ciudades terminales de
Panamá y Colón.
Nueva historia general de Panamá X 679

En respuesta a la «rebelión de la bandera», el presidente de Estados Unidos,


Dwight Eisenhower, envió a un emisario a Panamá para analizar la manera en
que las relaciones entre las dos naciones pudieron ser mejoradas. Como resul-
tado de esta visita de amistad y cooperación, se tomaron algunas medidas eco-
nómicas, supuestamente encaminadas a eliminar las causas de conflictos entre
ambos países. Luego de esas conversaciones, se atendió el reclamo de los pana-
meños para que la bandera panameña fuese izada en la Zona del Canal y en sep-
tiembre, el presidente Eisenhower ordenó a funcionarios de Estados Unidos en
Panamá izar la bandera panameña, junto a la estadounidense, en la Embajada
de Estados Unidos en Panamá y en el Triángulo Shaler49.
A pesar de esta orden presidencial, la bandera panameña no fue izada en
la Zona del Canal. En enero de 1963, el presidente John F. Kennedy amplió la
orden de Eisenhower, ordenando al gobernador de la Zona del Canal, Roberto
Fleming, que la bandera panameña fuese izada en todos los sitios públicos no
militares en la Zona del Canal, en donde la bandera de las barras y las estrellas
fuera izada.
Sin embargo, un mes después del asesinato del presidente John F. Kennedy
en Dallas, Texas, el gobernador Fleming cursó órdenes restringiendo la puesta
en práctica del decreto del presidente Kennedy. En vez de ordenar la izada de la
bandera de ambos países, como lo había establecido la orden presidencial, el go-
bernador dispuso que ninguna de las dos banderas fuera izada en ninguno de
los sitios civiles de la Zona, contraviniendo el acuerdo suscrito por el finado pre-
sidente estadounidense. Además, el nuevo presidente de los Estados Unidos,
Lyndon B. Johnson, desechó el nombramiento del embajador de los Estados Uni-
dos en Panamá, previamente hecho por Kennedy50.
El 7 de enero de 1964, los estudiantes norteamericanos residentes en la Zona
del Canal desatendieron las instrucciones de Fleming e izaron la enseña nortea-
mericana en la Escuela Superior de Balboa y no así la panameña. En respuesta a
esa medida, en la tarde de 9 de enero, estudiantes panameños, luego de haber
informado a las autoridades nacionales y zoneítas, marcharon hasta dicha es-
cuela en la Zona, para enarbolar su bandera junto a la norteamericana, tal como
establecía la orden de Kennedy.
A pesar de que los estudiantes panameños actuaban en cumplimiento de las
órdenes ejecutivas, tanto del presidente Eisenhower como la de Kennedy, ellos
tuvieron que enfrentar los múltiples obstáculos que le presentaron los estudian-
tes, los padres de familia y las autoridades de la Zona del Canal. Así, lo que co-
menzó como una marcha pacífica y ordenada, tuvo un desenlace inesperado.
Mientras una pequeña delegación del grupo de estudiantes que habían mar-
chado hacia la Zona del Canal intentaron enarbolar la enseña patria y entonar
el himno nacional de Panamá en la Escuela Superior de Balboa, en cumplimiento
del acuerdo internacional vigente, los estudiantes y padres de familia zoneítas
los agredieron, intentando destruir el pabellón nacional. La policía de la Zona
680 X Estudiantes y militares: 1936-1989

del Canal entonces intervino, utilizando gas lacrimógeno y armas pequeñas para
dispersar a los manifestantes panameños.
Como la situación se tornó incontrolable, se dio una batalla campal entre
los estudiantes y el pueblo panameño contra la policía zoneíta. En las primeras
horas de la noche, el comandante en jefe del Comando Sur, acantonado en la
Zona del Canal, tomó el control militar de la situación. En esa forma, no solo la
Policía tomó parte en el enfrentamiento, sino también el propio Ejército del Co-
mando Sur51.
Durante esos primeros enfrentamientos de las últimas horas de la tarde y
primeras de la noche, de 9 de enero, un estudiante panameño fue muerto por
disparos hechos por soldados norteamericanos. Fue el primero en caer en esta
nueva jornada por la soberanía panameña en la Zona del Canal.
Ante esa difícil situación, el presidente de Panamá, don Roberto F. Chiari,
en la mañana de 10 de enero, rompió relaciones de Panamá con los Estados Uni-
dos, siendo el primero y único en hacerlo a lo largo de la historia republicana de
Panamá. La ruptura de relaciones era una forma de protestar por el uso indis-
criminado de la fuerza militar contra un pueblo indefenso, cuya única arma era
el amor a la patria. Los tres días que siguieron fueron testigos de ese arrojo de
heroísmo y de patriotismo, de valor y de cólera por parte del pueblo y del estu-
diantado panameño.
Para el 13 de enero, cuando la Guardia Nacional ocupó los lugares que co-
lindaban con la Zona del Canal, dos docenas de jóvenes patriotas habían sido
asesinados por las tropas norteamericanas y otros cientos de panameños habían
sido severamente heridos52.
Los acontecimientos de 9 al 13 de enero de 1964 marcaron un momento cru-
cial, significativo y espectacular en la moderna historia panameña. La brutal
agresión de las tropas norteamericanas en contra de un pueblo valeroso, pero
indefenso, en su propio territorio, provocó la repulsa nacional y el cuestiona-
miento internacional. Al hacerlo, también cruzaron los límites de la Zona, hecho
sin precedentes en la historia de los dos países. La heroica resistencia de la ju-
ventud panameña hizo que la comunidad mundial pusiera sus ojos sobre Pa-
namá y que comenzara la presión sobre los Estados Unidos para que este pusiera
fin al enclave colonial en Panamá.
Al año siguiente, el movimiento estudiantil continuó su actitud beligerante,
planteando una actitud vigilante ante las eventuales negociaciones de un nuevo
tratado con los Estados Unidos y la corrupción del Gobierno de turno. Este es-
píritu nacionalista, antiimperialista, antioligárquico y antimilitarista estuvo ex-
presado en los acuerdos y consignas del VII Congreso Nacional celebrado en
1965. Este mismo año, los estudiantes marchan junto a los educadores paname-
ños en el «movimiento pro mejoras económicas», dirigido por el educador Cla-
rence Beecher, de la Asociación de Profesores de la República. Al año siguiente,
en Colón, es asesinado el dirigente popular Juan Antonio Navas P., desatándose
Nueva historia general de Panamá X 681

importantes movilizaciones estudiantiles en respuesta a este vil asesinato, en lo


que constituyó prácticamente una insurrección popular que estremeció a toda
la ciudad de Colón y se proyectó a las principales ciudades del país.
En 1967, las diversas organizaciones que constituían el movimiento estu-
diantil objetaron los proyectos del Tratado Robles-Johnson –conocidos como
«Tres en Uno»– por considerar que no resolvían las causas de conflicto, sino que
legitimaban la presencia militar de los Estados Unidos en Panamá de forma in-
aceptable. Para unificar las voces nacionalistas en contra de este acuerdo, se con-
voca al Primer Congreso Nacional de la FEP en Defensa y Rescate de la Soberanía,
realizado el 12 de diciembre de 1967, con ocasión del vigésimo aniversario de la
heroica manifestación en rechazo del Tratado Filós-Hines. Esta etapa del movi-
miento estudiantil se cerró en 1968, a juicio del entonces secretario general de la
FEP, Luis Navas P., con el siguiente saldo:

Es importante destacar el golpe militar de octubre de ese mismo año [1968];


el carácter represivo que asumió en sus etapas iniciales, especialmente contra
la fep, clausurando la universidad, arrojando a la dirigencia a la clandestini-
dad, el exilio y la cárcel. Estas contingencias, no casuales, se pusieron de ma-
nifiesto porque el movimiento estudiantil se erigió contra aquellos que jugaron
un papel oficioso de los intereses de la oligarquía contra los que amparaban
un régimen que se debatía entre el peculado, las prebendas y el burdo engaño
reformista definido en el marco de la Alianza para el Progreso53.

Más allá de 1964: «Ni un paso atrás»

El 11 de octubre de 1968, los militares panameños terminaron con su «au-


torretiro» de las actividades políticas en Panamá. En ese mes, el doctor Arnulfo
Arias ganó las elecciones presidenciales y comenzó su cuarto y agitado período
como presidente de la república. El nuevo presidente puso en práctica inme-
diatamente una serie de reformas que incluían la reestructuración de la Guar-
dia Nacional. Estas incluían reemplazar al primer comandante, Bolívar
Vallarino, que gozaba de un gran apoyo dentro del cuerpo de oficiales de la
Guardia Nacional, así como el traslado de oficiales al exterior y a puestos de
menor jerarquía.
Algunos días después de su ascenso al poder, el presidente Arias fue derro-
cado por jóvenes oficiales de la Guardia Nacional; era la cuarta ocasión en que
él había sido expulsado del Palacio de las Garzas.
Por los próximos 21 años, la Guardia Nacional gobernó en Panamá, desde
el Cuartel Central, ubicado en avenida A, en el populoso barrio de El Chorrillo.
Contrario a la administración de Remón en los años cincuenta, el Gobierno del
general omar Torrijos Herrera tomó medidas importantes en asuntos domésti-
cos y en la política exterior panameña. Los panameños se encontraban con la
682 X Estudiantes y militares: 1936-1989

paradoja de tener un régimen militar que gobernó en ocasiones en forma des-


pótica; mientras que, por otro lado, logró importantes objetivos, tanto nacional
como internacionalmente.
En 1972, el Gobierno de Torrijos decretó una nueva Constitución y una
nueva legislación de trabajo. Ambos instrumentos legales contribuyeron a legi-
timar al régimen militar y a proveerle de una amplia base de apoyo social, gra-
cias al otorgamiento de concesiones a la gente humilde del país, especialmente
a los campesinos, que ahora podían participar en una Asamblea Nacional, la
cual antes estaba dominada por los representantes de las élites y los gamonales
locales; así mismo, se reconocieron derechos por los cuales el sector obrero or-
ganizado había luchado durante años. Las reformas en la educación, la amplitud
de la cobertura en los servicios de salud y la atención médica, así como la pro-
moción de los «asentamientos campesinos» generaron un apoyo para el régimen
entre la gente pobre del interior del país y de los sectores medios54.
El principal objetivo del régimen de omar Torrijos fue iniciar nuevas nego-
ciaciones con los Estados Unidos, para conseguir un nuevo tratado que pusiera
fin al enclave colonial en Panamá. Esta meta se logró con la firma de los Tratados
Torrijos-Carter. Estos acuerdos alteraron fundamentalmente las relaciones entre
Panamá y los Estados Unidos, quien finalmente reconoció los derechos sobera-
nos de Panamá en la Zona del Canal y disfrutar de los beneficios derivados del
Canal. Mientras que los grupos más antimilitaristas adversaron los tratados, los
mismos recibieron un gran apoyo, tanto dentro de la sociedad panameña, como
en diversas partes del mundo55.
Tal como lo han hecho otros líderes panameños que utilizaron la amenaza
y la violencia como instrumento político, los gobiernos de omar Torrijos Herrera
y de Manuel Antonio Noriega produjeron una considerable pasión en muchas
regiones del país, tanto por parte de los estudiantes, como de otros patriotas,
mucha de la juventud panameña se encontró dividida con relación al gobierno
militar. Sin embargo, es necesario distinguir la etapa del gobierno militar enca-
bezado por Torrijos de aquella jefaturada por Noriega.
Por un lado, las políticas progresistas de Torrijos con respecto al sector
obrero y campesino, así como sus reformas sociales en el campo de la educación
y la salud, buscaban obtener el apoyo de los viejos militantes del Frente Patrió-
tico de la Juventud y de otros grupos organizados, ligados históricamente a la
izquierda, especialmente los vinculados al Partido del Pueblo y el Partido Co-
munista de Panamá, para así lograr impulsar las reformas sociales e institucio-
nales que el país necesitaba. Gracias a estas medidas, cientos de campesinos y
trabajadores lograron participar en la Asamblea de Representantes de Corregi-
miento y tuvieron acceso a importantes cargos públicos que antes estaban reser-
vados para los hijos de las familias oligárquicas. La política populista de Torrijos
no solo atendió los problemas sociales más urgentes de las masas del campo y
la ciudad, sino que también multiplicó el número de escuelas y extendió la
Nueva historia general de Panamá X 683

presencia de la Universidad de Panamá al interior del país, facilitando el ingreso


de los hijos de las clases más humildes y los sectores medios a la educación superior.
Pero, sobre todo, con su acercamiento a los sectores populares, Torrijos logra forjar
ese gran frente de unidad nacional imprescindible para negociar los tratados que
finalmente terminarían con la presencia militar de los Estados Unidos en territorio
panameño y garantizarían la soberanía de Panamá sobre todo su territorio.
En el caso del movimiento estudiantil, un sector vinculado inicialmente al
Partido del Pueblo y luego escindido de él, que tenía en sus manos la dirección
de la Federación de Estudiantes de Panamá, consideró que la política reformista
y la posición asumida por el régimen de Torrijos, con respecto a la negociación
del tratado del Canal con los Estados Unidos, ameritaban revisar la antigua pos-
tura antimilitarista. Al respecto, en su informe al VII Congreso Nacional de Es-
tudiantes en 1972, Luis Navas P. explicaba que la FEP y su alianza con las nuevas
fuerzas armadas, calificadas de progresistas, no implicaban un abandono de las
históricas posiciones antiimperialistas y antioligárquicas. Por el contrario, se
comprometía a retomar la lucha antimilitarista si las fuerzas armadas panameñas
se constituían, nuevamente, en «instrumento al servicio de la oligarquía y el im-
perialismo. La anterior política antimilitarista de la FEP correspondía a la natu-
raleza represiva y antipopular de la Guardia Nacional»56.
Pero, por otra parte, los asesinatos políticos y la represión violenta hicieron
que una parte de los estudiantes, la juventud y los sectores medios se opusieran y
resistieran al régimen57. Los grupos antimilitaristas, como el MLN-29, histórica-
mente se opusieron al régimen de Torrijos arriesgando, incluso, sus propias vidas.
En los meses que siguieron al golpe de Estado, los golpistas arremetieron
enérgicamente contra los que se oponían al régimen militar. Uno de esos casos
ocurrió a mediados de 1969, cuando la Guardia Nacional descubrió una célula
guerrillera de oposición en el área de Cerro Azul. Lo que sucedió después, rea-
firmó la firme voluntad del régimen militar de utilizar la fuerza para acabar con
cualquier amenaza y de llamar al Gobierno de los Estados Unidos cuando tenía
necesidad de ello. Tal como nos lo dice Brittmarie Janson Pérez:

Un delator avisó a la Guardia Nacional que había un grupo guerrillero en


Cerro Azul. Con la ayuda de helicópteros del Ejército norteamericano, la Guar-
dia los atacó. Belisario Gante fue muerto en combate el 6 de agosto de 1969.
Herbert Quintanar fue arrestado y asesinado en prisión. Encarnación Gonzá-
lez, de 69 años y padre de dos miembros del mur –Movimiento de Unidad Re-
formista– fue lanzado desde un avión. Recluido en Coiba, Britton murió a
manos de la Guardia Nacional, el 29 de noviembre de 1969. Narciso Cubas
Pérez, otro dirigente del mur, se escapó cuando fue traslado de Coiba a Panamá
para recibir atención médica, y continuó participando en acciones clandestinas
urbanas hasta que fue baleado el 15 de febrero de 1971. En esa fecha terminó
la acción guerrillera izquierdista58.
684 X Estudiantes y militares: 1936-1989

Mientras que el uso de la fuerza militar puso fin a los levantamientos arma-
dos promovidos por la oposición izquierdista más radical al gobierno militar,
estudiantes más moderados y otros patriotas continuaron sus protestas, por di-
versas vías, en forma extraordinaria. Durante el período 1968-1972, por ejemplo,
un grupo de militantes femeninas publicó e hizo circular un boletín de noticias
semanal de protesta, llamado El Grito, que denunció al Gobierno de Torrijos, la
represión violenta de los opositores, y la confianza en los Estados Unidos para
recibir la ayuda militar y económica. Estas mujeres pagaron un alto precio por
su fervor patriótico: a las militantes femeninas que distribuían El Grito se les con-
fiscaron sus autos, otras fueron detenidas e intimidadas por los guardias, y mu-
chas fueron violadas:

Este crimen, la violación sexual, fue perpetrado por enfermos y cobardes


de la Guardia Nacional desde el inicio hasta el fin de su régimen. Es un crimen
que la víctima vuelve a sufrir cada vez que se acuerda de la infamia. Los cri-
minales, cobardes, lo cometen sabiendo que serán impunes, pues la víctima
dejará de denunciarlos por no sufrir más humillación59.

Luego de varias décadas de su desaparición física, los panameños continúan


divididos sobre la verdadera importancia del carismático líder de la revolución
octubrina dentro de la historia panameña60.
La división del movimiento estudiantil ante el régimen militar quedó expre-
sada claramente durante la discusión de los Tratados Torrijos-Carter, suscritos
entre Panamá y los Estados Unidos, el 7 de septiembre de 1977. La Federación de
Estudiantes de Panamá y el Frente de Reforma Universitaria –su expresión orgá-
nica en la Universidad de Panamá– respaldaron este documento, sosteniendo que
con él se lograban adelantos significativos en la lucha del pueblo panameño por
la recuperación de la Zona del Canal y la afirmación de la soberanía panameña
sobre todo el territorio nacional; sin embargo, advertían en el X Congreso de Es-
tudiantes celebrado en Divisa –luego de la firma de este tratado y cuando estaba
pronta a realizarse el plebiscito para su ratificación– que el período de veinte años
para que culminara la vigencia del mismo y el canal interoceánico revirtiera a
manos panameñas era muy largo, por lo cual las fuerzas populares debían estar
alertas en defensa de las conquistas alcanzadas. La consigna central de este con-
greso reflejaba la postura de este sector del movimiento estudiantil «Frente al im-
perialismo y sus aliados internos, la lucha es continua y prolongada»61.
Por otra parte, otros grupos estudiantiles de izquierda opuestos al régimen
militar, enarbolaron la consigna de «¡Bases No!», con lo cual se oponían a los tra-
tados por legitimar la presencia militar de Estados Unidos en Panamá, prolongar
su control del Canal hasta fin de siglo y dejar abierta la puerta al intervencionismo
norteamericano para el siguiente milenio. Grupos como el Frente Estudiantil
Revolucionario (FER 29), Círculo de Acción Nacionalista (CAN), Guaykucho-Nir y
Nueva historia general de Panamá X 685

la Liga Socialista Revolucionaria (LSR) expresaban con mayor firmeza esta posi-
ción antimilitarista y antioligárquica.
Con la ratificación de los Tratados Torrijos-Carter, el repliegue de los mili-
tares a los cuarteles, el inicio del proceso de democratización y la muerte del ge-
neral Torrijos en un misterioso accidente aéreo, se cerró esta etapa del desarrollo
del movimiento estudiantil panameño y de la fuerza armada en Panamá. Los
años de la década de 1980 tendrían un signo político muy distinto.

La política del terror

Luego de la muerte de omar Torrijos Herrera en 1981, le sucedieron dos co-


mandantes, hasta que llegó a la Comandancia de la Guardia Nacional, Manuel
Antonio Noriega. Este continuó con las tácticas represivas empleadas por Torri-
jos mientras él estaba en el poder, pero Noriega carecía del carisma de su prede-
cesor y tampoco tuvo grandes éxitos a nivel doméstico ni internacional que
pudieran reportarles cierto grado de popularidad. Además, mientras Torrijos in-
tentó acercarse a los sectores populares y mantuvo una postura en defensa de la
soberanía nacional, al llegar al poder Noriega se fue alejando de los grupos po-
pulares que antes habían apoyado al régimen y respaldó la política de la admi-
nistración Reagan hacia Centroamérica. Cuando, al final de la década, entró en
una abierta confrontación con el Gobierno estadounidense, sus intentos por vol-
ver a revivir el populismo de la década de 1970 fracasaron, debido al régimen
de terror que sus medidas restrictivas habían creado.
La situación financiera de Panamá en los tempranos años de los ochentas
se había tornado muy crítica. Las populistas tácticas fiscales empleadas durante
los años 70, habían creado una enorme deuda pública y cuando Noriega llegó
al poder durante la década de los ochentas, Panamá tenía la más alta deuda per
cápita en el mundo y estaba de tercero entre los países de América Latina en
cuanto al endeudamiento total. El comandante Noriega hizo frente a esta situa-
ción en un momento en que el sector privado estaba estancado, el sector público
era enorme y las inversiones privadas estaban disminuyendo. Mientras tanto,
el producto interno bruto de la nación, durante el período 1980-1983, creció so-
lamente en un 3.3%62.
Los acreedores extranjeros y el Fondo Monetario Internacional exigieron
que Noriega tomara drástica medidas de austeridad, de manera que Panamá
pudiera cumplir con sus responsabilidades con su deuda. Mientras tanto, las
discrepancias que comenzaron a surgir entre Noriega y el Gobierno de los Esta-
dos Unidos, y sus contactos con los traficantes de cocaína colombianos, concen-
traron la atención internacional, lo que produjo un alejamiento de la oligarquía
panameña del régimen que se hacía cada vez más impopular.
Por otra parte, durante los últimos años de la década del ochenta, cientos
de estudiantes protestaron, muchos de ellos violentamente, por lo que consideraban
686 X Estudiantes y militares: 1936-1989

una violación de los derechos humanos y la suspensión de los más elementales


derechos ciudadanos, contenidos en la Constitución nacional. Ahora, las consig-
nas estudiantiles eran abiertamente antimilitaristas y prodemocráticas.
Noriega tenía plena confianza en que las Fuerzas de Defensa reprimirían
tanto a los estudiantes como a cualquier otro grupo de oposición política al ré-
gimen. El asesinato del opositor político, Hugo Spadafora, en 1985, dejó pocas
dudas sobre los métodos que el régimen estaba dispuesto a utilizar para contro-
lar a la oposición.
Grupos representativos del gran capital, los sectores medios y los partidos
políticos tradicionales se unen en la Cruzada Civilista que encabezaría la lucha
contra el régimen militar. Del viejo apoyo de la Federación de Estudiantes de Pa-
namá muy poco había quedado, al perder el Gobierno cualquier rasgo que le hu-
biera quedado de la época populista. El llamado «Proceso Revolucionario» ya
hacía rato que estaba muerto y los gestos nacionalistas que tardíamente intentó
utilizar Noriega para ganar nuevos adeptos fueron poco creíbles e inefectivos.
En lugar de ello, el uso continuo y sistemático de los batallones de fuerzas
antimotines –conocidos como «Dobermans»– acentuaron el carácter represivo, an-
tipopular y antidemocrático del régimen. Esta actitud despótica se hizo más evi-
dente durante las elecciones presidenciales de 1989, cuando las fuerzas leales a
Noriega atacaron al candidato Guillermo Endara y a su vicepresidente Guillermo
Ford, con la excusa de que estaban defendiendo la «soberanía panameña». En un
despliegue inaudito de una violenta represión policial, los seguidores de Noriega
atacaron y golpearon a los candidatos de la oposición y, frente a la televisión in-
ternacional, asesinaron a uno de sus guardaespaldas, Alexis Guerra.
Para el momento en que las tropas de Estados Unidos invadieron a Panamá,
el 20 diciembre de 1989, el círculo de seguidores de Noriega se había reducido
al mínimo. Este incluía a ciertos sectores de las barriadas que rodean a la ciudad
capital, particularmente las comunidades de San Miguelito, que tienen una alta
densidad de población63.

Las conclusiones

Hoy día los estudiantes panameños, al igual que otros sectores patriotas del
país, siguen vigilantes de la soberanía panameña, pero los inicios de un nuevo siglo
traen con él nuevos retos. ¿Qué papel siguen jugando los estudiantes patriotas en
una nación que ha estado ocupada por tropas extranjeras por cientos de años y
cuya presencia ha terminado recientemente? ¿Qué hay sobre la Policía Nacional?
¿Qué papel juega esta institución bajo estas nuevas circunstancias, en donde pre-
domina la globalización? ¿Qué hará la élite oligárquica ahora que su patrón no está
en Panamá físicamente? ¿Cómo gobernará para proteger sus propios intereses?
Un cuidadoso examen de la historia reciente de Panamá proporciona varias
pistas para estas y otras preguntas relevantes que confronta la sociedad panameña.
Nueva historia general de Panamá X 687

Es posible que un cuidadoso escrutinio de esta asombrosa historia podrá propor-


cionar un delicado equilibrio de intereses entre esos diversos grupos, un balance
que quizás pueda evitar futuras invasiones militares, mientras evita un comporta-
miento desleal de esos que un momento determinado detenten el poder.

Notas
1
Muchos de los panameños que lucharon en la guerra de los Mil Días no querían separar a
Panamá de Colombia y su lucha no fue por lograr dicha emancipación. Ese fue el caso del
doctor Belisario Porras, que incluso criticó duramente la separación cuando esta se produjo.
Al respecto ver Belisario Porras, La venta del Istmo, que ha sido reproducido en múltiples
ocasiones. Aquí se utiliza la edición de la Editorial Portobelo de 1996. Deseo agradecer la
colaboración de los colegas y amigos Pantaleón García y Fernando Aparicio en la revisión y
corrección de la versión en español de este capítulo.
2
Como lo anotamos hace un momento, muchos de los istmeños que ingresaron a la guerra
civil no aspiraban a separar a Panamá de Colombia, sino que buscaban reivindicaciones so-
ciales y poner fin al dominio conservador en el país. Por eso hay historiadores que conside-
ran que muchos combatientes y dirigentes no estaban pensando en cortar los lazos políticos
con Colombia. Thomas L Pearcy, We answer only to God: Politics and the military in Panama,
1903-1947, University of New Mexico Press, Albuquerque, 1998.
3
Jorge Conte-Porras, «Victoriano Lorenzo y la guerra de los Mil Días como antesala de la in-
dependencia», Boletín de la Academia de la Historia, número 4, julio-septiembre de 1975;
Eduardo Lemaitre Román, Panamá y su separación de Colombia, segunda edición, Bogotá,
1972, pp. 432-437. Ver también: Phillipe I. Bourgois, Ethnicity at work: Divided labor on a Cen-
tral American banana plantation, Baltimore, 1989, pp. 111-159.
4
Humberto Ricord, Panamá en la guerra de los Mil Días, Panamá, 1989, pp. 245-249.
5
Con relación a las coaliciones y alianzas políticas en Panamá durante este período, consultar
a Steve Ropp, Panamanian politics: From guarded nation to national guard, Stanford, 1982,
pp. 19-25.
6
Ver a este respecto, Fernando Aparicio «Intervención política y militar de los Estados Unidos
en Panamá, 1904-1928», Revista Humanidades, número 5, Sexta Época, Universidad de Pa-
namá, julio de 2003.
7
Ibidem.
8
Thomas L. Pearcy, We answer only to God…, op. cit., pp. 52-55.
9
República de Panamá, secretario del Estado, Memoria que el secretario en Despacho de Rela-
ciones Exteriores presenta a la Asamblea Nacional en sus sesiones ordinarias de 1936, Imprenta
de la Nación, Panamá, 1936, p. 11.
10
Conte-Porras, Rebelión, op. cit., p. 12.
11
Mucha de esta represión fue provocada por la severa crisis económica de la década de 1920.
Consultar a George Roberts, Investigación económica de la República de Panamá, Panamá,
1932, pp. 25-28, 473-495; Pantaleón García, «La administración del ingeniero Florencio H.
Arosemena: Crisis y Acción Comunal», Revista Milenio, número 1, Universidad de Panamá,
Panamá, 1995, pp. 79-112; Fernando Aparicio, «Significación, alcances y limitaciones de la
experiencia porrista: 1912-1924», Revista Humanidades, número 3, Universidad de Panamá,
diciembre de 1993, pp. 149-154; Patricia Pizzurno de Araúz, «Los millones de la posteridad:
1904-1954», Revista Milenio, número 1, Universidad de Panamá, Panamá, 1995, pp. 113-132;
y Jeptha Duncan y Octavio Méndez Pereira, «Una entrevista con el doctor W. T. Burres», Cua-
simodo: Magazine Interamericano, número 1, Panamá, junio de 1919, pp. 46-51.
688 X Estudiantes y militares: 1936-1989

12
Ver al respecto, Tomás Herrera Cálix, «Emergencia del activismo estudiantil en el movimiento
popular panameño: Avance de investigación», Revista Universidad, número 57, Cuarta Época,
Universidad de Panamá, septiembre-diciembre de 1997, pp. 55-67.
13
Abraham Bell y Blas Bloise, «Movimiento estudiantil 1958», Cuadernos Populares, número 5,
CELA, Panamá, 1979, p. 5. Este trabajo fue publicado originalmente con el título de Examen
del movimiento estudiantil en diciembre de 1960 por los talleres de la Imprenta Panamá. Con
respecto a la significación histórica de la revista Cuasimodo, ver el artículo de Ricaurte Soler,
«Cuasimodo: Alba de la utopía», publicado póstumamente por la revista Tareas, número 94,
Panamá, septiembre-diciembre de 1996, pp. 9-38.
14
Jorge Conte-Porras, Panameños ilustres, Panamá, 1978, pp. 204-215.
15
Ricaurte Soler, Panamá: nación y oligarquía, 1925-1975, Panamá, 1976, p. 31.
16
Michael Conniff, Black labor on a white Canal: Panama, 1904-1981, Pittsburgh, 1985, pp. 80-83;
y Thomas Pearcy, We answer only to God…, op. cit., pp. 69-71. Para consultar trabajos recientes,
ver a Sharon Phillips Collazos, Labor and politics in Panama: The Torrijos years, Boulder, 1991.
17
Alejandro Portes, «the politics of urban poverty», en: Alejandro Portes y John Walton, Urban
Latin America: The political condition from below and above, Austin, 1976, pp. 70-110.
18
Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, Record Group 59, Department of State,
Legation of the United States of America to Panama, 819.00/Revolutions/41, National Ar-
chives, Washington, D.C.
19
Pearcy, op. cit., pp. 65-67. Para mayor información sobre el golpe de Estado de Acción Co-
munal, consúltese también a Pantaleón García, «Enfrentando la crisis: Las administraciones
de Florencio Arosemena, Ricardo J. Alfaro y Harmodio Arias Madrid», Revista Humanidades,
número 3, Cuarta Época, Universidad de Panamá, noviembre de 1998, pp. 37-63.
20
Ibidem.
21
Juan Manuel Pérez, Panama: The rise and fall of Arnulfo Arias, 1931-1941, tesis doctoral, Ge-
orgetown University, 1993.
22
Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, Joyce to State, 25 de septiembre de 1934,
Record Group 59, State Department Decimal File 819.00-General Conditions/84, Legation
of the United States to Panama, National Archives, Washington, D.C. Vea también Isidro A.
Beluche Mora, Acción Comunal: Surgimiento y estructuración del nacionalismo panameño, Pa-
namá, 1981, pp. 66-81.
23
Consultar a Armando Muñoz Pinzón, La huelga inquilinaria de 1932, Panamá, 1974.
24
Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, «Political Situation in Panama», 16 de abril
de 1936, Record Group 59, Lot 55-D216, Records of the Office of American Republic Affairs,
Memoranda on Panama, Box 54, volumen 1 (enero de 1936-julio de 1939). Este documento,
de diez páginas, proporciona una completa descripción de las fuerza políticas participantes
en las elecciones 1936, incluyendo comentarios y detalles sobre todos los partidos y sus
candidatos. Vea también: Jorge Conte-Porras, Requiem por la revolución, Imprenta Lil, Pa-
namá, 1990, pp. 172-174; Conte-Porras, Arnulfo Arias Madrid, Panamá, 1980, p. 85; y Hum-
berto Ricord, «La oligarquía panameña en el banquillo de los acusados», en: Virgilio Araúz
(editor), Cinco ensayos (sin fecha de publicación y casa editorial), pp. 8-9.
25
Ley 25 de 19 de octubre de 1938, citada en: Dimas Arturo López V. (compilador), Las fuerzas
armadas de la República de Panamá, período de 1903 a 1973, Editora La Nación, Panamá, 1973,
pp. 172-175.
26
Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, Bonsal to Wells, 15 de junio de 1941, Re-
cord Group 59, Lot 55 D 216, Records of the Office of American Republic Affairs, Box 55, vo-
lumen 3 (enero-agosto de 1941); y Dimas Arturo López V., op. cit., pp. 176-181. Aquí López
proporciona una lista de los sueldos de la Policía Secreta, además de una copia del acta de
la fundación de la organización. Ver Thomas Pearcy, «La Generación de 31 en Panamá:
Nueva historia general de Panamá X 689

Patriotas, pretorianos y una década del discordias, 1931-1941», Revista Humanidades, nú-
mero 3, Universidad de Panamá, 1998, pp. 109-131.
27
Gaceta Oficial, Panamá, 14 de febrero de 1941, pp. 3-4. En este documento, la administración
de Arnulfo Arias define la «cualidad panameña» en términos raciales y étnicos. Estos estándares
racistas se reafirmaron en el artículo 23 de la Constitución de 1941. Ver también Ricaurte Soler,
El pensamiento político en los siglos XIX y XX, Panamá, 1988, pp. 365-377. En su discurso inaugural,
Arias se referiría a la «influencia migratoria parásita» causada por el predominio de comerciantes
extranjeros en la Zona del Canal. Sobre la inclusión de judíos entre la lista de los grupos inmi-
grantes cuyo ingreso se prohibía al país, según las regulaciones establecidas por el presidente
Arnulfo Arias, ver: Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, Wise to Daniels and Bonsal,
29 de septiembre de 1941, Record Group 59, Lot 55 D 216, Records of the Office of American
Republic Affairs, 1918-1947, Memoranda on Panamá, Box 55, volumen 4 (septiembre de 1941-
enero de 1943).
28
Estados Unidos de América, Archivos Nacionales, «To the Panamanian Nation», Record
Group 59, Department of State, Legation of the United States of America to Panama,
819.00/Revolutions/41, National Archives, Washington, D.C.
29
Conte-Porras, La rebelión de las esfinges, op. cit., p. 12.
30
Ibidem, pp. 17-18.
31
Mélida Ruth Sepúlveda, Harmodio Arias Madrid: El hombre, el estadista, y el periodista, Pa-
namá, 1983, pp. 155-159.
32
Thomas L. Pearcy, «Un precedente para interpretar los Tratados Torrijos-Carter: El Convenio
Filós-Hines, debacle diplomático de diciembre de 1947», Revista Humanidades, Universidad
de Panamá, 1999. Consultar además, T. Pearcy, «Panama in the 1930s: The Generation of 31
and the changing political system», Hispanic American Historical Review, noviembre de 1996.
33
Federación de Estudiantes de Panamá, Reglamento e informaciones del III Congreso Nacional
de Estudiantes convocado por la Federación de Estudiantes de Panamá, Santiago de Veraguas,
Panamá, 1947.
34
Ver el comentario del representante Charles Eaton en la República de Panamá, Ministerio
de Relaciones Exteriores, Boletín Semanal de información para las embajadas, legaciones, y
consulados de la república, número I, 10 de abril de 1943.
35
Panamá, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Benedetti a Alfaro, «Sitios de de-
fensa –o– expiración del convenio de 1942-1946. Convenio de 10 de diciembre de 1947».
36
Panamá, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, «Sitios de defensa», tomos 1-17
(1942-1947). Los 17 volúmenes están registrados en el gabinete 62, cajones 62.1 y 62.2.
37
David Acosta, La influencia decisiva de la opinión pública en el rechazo del convenio Filós-Hines
de 1947, cuarta edición, Panamá, 1994, p. 61.
38
Ibidem, pp. 3-8. Ver también, «Es falso el temor de represalias económicas», El Panamá Amé-
rica, 20 de diciembre de 1947, p. 1. Finalmente, ver en T. Pearcy, We answer only to God, op.
cit., el «apéndice E», para un examen comprensivo de cómo los periódicos más influyentes
de Panamá cubrieron esta importante negociación y su desenlace.
39
César del Vasto, Breve historia del Movimiento de Liberación Nacional de 29 de noviembre (1969-
1997), Panamá, 2001, p. 11.
40
«Declaraciones del comandante. José A. Remón», La estrella de Panamá, 13 de diciembre de
1947, p. 1. Ver también, «Remón regrets disturbances: Lauds police», The Panama Star and
Herald de la misma fecha, p. 1; y United States, Department of State, Foreign relations of the
United States, año 1947, tomo 8, pp. 943-944.
41
Michael Conniff, Panama and the United States: The forced alliance. Georgia, 1992, pp. 107-115.
42
Carlos Manuel Gasteazoro, Celestino Andrés Arauz, y Armando Muñoz Pinzón (editores), La
historia de Panamá en sus textos, Panamá, 1980, tomo II, pp. 280-287.
690 X Estudiantes y militares: 1936-1989

43
Fernando Aparicio y Pantaleón García, La Operación Soberanía: El resurgimiento del naciona-
lismo Panameño, Panamá, 1999, pp. 21-22.
44
Por ejemplo, en 1957 los líderes estudiantiles organizaron el V Congreso Extraordinario de
la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP). El dirigente estudiantil Floyd Britton, presidió
este congreso. Este cónclave estudiantil inyectó nuevo vigor a la militancia política del es-
tudiantado panameño. Consultar, La Operación Soberanía…, op. cit., pp. 21-25; ver también
César del Vasto, op. cit., p. 11.
45
«Grupo de estudiantes plantaron la bandera de Panamá en la Zona del Canal», Estrella de
Panamá, 3 de mayo de 1958, p. 1.
46
Aparicio y García, op. cit., p. 25.
47
Ricardo A. Ríos T., «La generación de 58», en: Los rostros del tiempo, Círculo de Lectores de la
USMA, Panamá, 1999, pp. 77-78.
48
Belgis Castro, José Ramón García L., y Felipe Antonio Yáñez C., Historia del movimiento estu-
diantil Panameño, 1958-1968, Trabajo de Graduación, Universidad de Panamá / Facultad de
Humanidades, Panamá, 1980, pp. 94-97.
49
Ibidem, pp. 97-107.
50
El popular embajador estadounidense, Joseph S. Farland, había dimitido su puesto en
agosto de 1963, dejando la diplomacia de Estados Unidos en Panamá sin ningún funcionario
de jerarquía. Sin la presencia de un embajador titular, habían pocas esperanzas de mejorar
las relaciones entre ambos países. Por otra parte, sin la presencia de un representante di-
plomático titular que presionase a las autoridades de la Zona del Canal para que estas cum-
plieran con el acuerdo internacional, estas nunca obedecerían las órdenes izar la bandera
de Panamá junto a la de Estados Unidos.
51
Aparicio y García, op. cit., pp. 49-63.
52
Brittmarie Janson Pérez, Panamá protesta, 1968-1989: En nuestras propias voces, Panamá,
1993, pp. 13-15.
53
Federación de Estudiantes de Panamá, VII Congreso FEP, 24-27 de mayo de 1972, Informe
central 1965-1972 presentado por Luis Navas, Ediciones Momento, Panamá, 1972, p. 1.
54
Humberto E. Ricord, «El Código de 1972: Cambio radical en la legislación laboral panameña»,
Revista Jurídica Panameña, número 2, Panamá, 1974, pp. 140-154; Gilberto Boutin I., Del ré-
gimen jurídico internacional de los Tratados Torrijos-Carter de 1977, Panamá, 1981; y Sharon
Phillips Collazos, Labor and politics in Panama: The Torrijos years, Boulder, 1991.
55
El grupo más representativo que se oponía a los Tratados Torrijos-Carter fue el Movimiento
de Liberación Nacional, 29 de noviembre, grupo cuyo nombre recuerda al militante y patriota
Floyd Britton, quien fue asesinado por la Guardia Nacional el 29 de noviembre de 1969.
56
Informe central, 1965-1972…, op. cit., p. 21.
57
Durante las negociaciones para los Tratados Torrijos-Carter, la Organización de Estados Ame-
ricanos condujo una investigación sobre la violación de los derechos humanos en Panamá.
Los resultados de este estudio dicen que más de una docena de prisioneros fueron asesina-
dos por la Junta Militar durante el período 1969-1972. Ver Del Vasto, op. cit., pp. 83-84; tam-
bién, Brittmarie Janson Pérez, op. cit., pp. 43-138.
58
Brittmarie Janson Pérez, op. cit., p. 52.
59
Ibidem, pp. 58-61.
60
Ibidem, pp. 52-66.
61
Ver a este respecto el periódico Bayano, Panamá, octubre de 1977.
62
Conniff, Panama and the United States…, op. cit., p. 146; y World Bank, Panama: Structural
change and growth prospects, Washington, 1985. Ver también, Ropp, op. cit., capítulos 4-6.
63
Brittmarie Janson Pérez, op. cit., pp. 56-58.
CAPíTULo XXI

Auge y militarización de los organismos


de seguridad pública: 1930-1990
Carlos Guevara Mann

Introducción

El 11 de octubre de 1968, en un operativo instigado por civiles y ejecutado


por el mayor Boris Martínez, jefe de la guarnición de Chiriquí, la Guardia Na-
cional derrocó el gobierno constitucional del presidente Arnulfo Arias Madrid,
instalado diez días antes1. La acción de Martínez dio origen a una dictadura mi-
litar de veintiún años de duración, que produjo significativos cambios en la di-
námica política de Panamá y transformaciones institucionales de consideración.
Aunque inédita –por lo audaz y duradera– en los anales de la historia panameña,
la prolongada experiencia del militarismo (1968-1989) no ocurre en un vacío his-
tórico. En efecto, los procesos que conducen al golpe octubrino comienzan a ges-
tarse con significativa antelación.
En tres secciones, este capítulo examina el surgimiento de una policía mili-
tarizada en Panamá, entre 1931 y 1953; la creación y afianzamiento de la Guardia
Nacional, entre 1953 y 1968; y la consolidación de la dictadura militar entre 1968
y 1989, a partir de tres variables explicativas. Estas tres variables son: 1) un factor
institucional interno –el patrimonialismo2– que caracteriza las dinámicas políti-
cas en Panamá y el recurso a la fuerza para mantener la dominación patrimo-
nialista; 2) la hegemonía3 estadounidense, que buscaba preservar la estabilidad
y el alineamiento con los intereses de Estados Unidos en la región, a través de
ejércitos leales a Washington; y 3) la personalidad determinante de ciertos diri-
gentes (Remón, Torrijos y Noriega), cuyas ambiciones incitaron la creciente mi-
litarización (y corrupción) de los organismos panameños de seguridad en el
período estudiado.
692 X Auge y militarización de los organismos de seguridad pública: 1930-1990

El capítulo concluye con una evaluación de las consecuencias del milita-


rismo para el desarrollo político de la república, tras el desalojo de la dictadura
castrense. El período estudiado abarca seis décadas de la historia de la segunda
República de Panamá, fundada, como es sabido, el 3 de noviembre de 19034.

El intervencionismo directo
estadounidense (1903-1930)

Desde la dominación colombiana, existía en Panamá la tradición de recurrir


a la fuerza para resolver conflictos entre adversarios políticos5. Ante la resistencia
del estrato político a la alternancia en el poder y a la adopción de una fórmula
auténticamente democrática para acceder al gobierno-producto, según lo arguye
este ensayo, de una aproximación patrimonialista que concibe los recursos pú-
blicos como objetos de apropiación privada; dicha tradición siguió vigente luego
del establecimiento de la segunda república. En los primeros años de su exis-
tencia, tras la abolición del cuerpo militar, la función de arbitraje político fue
asumida directamente por el Gobierno estadounidense, en ejercicio de su hege-
monía sobre la República de Panamá.
La segunda república poseyó desde sus inicios una institución militar, de-
nominada Ejército de la República de Panamá, establecido por la Junta de Go-
bierno Provisional el 5 de noviembre de 1903 con el personal del Batallón
Colombia y puesto bajo el mando de Esteban Huertas, comandante de la guar-
nición colombiana en Panamá. El ejército de Huertas tuvo, sin embargo, dura-
ción efímera, pues en noviembre de 1904 el presidente Manuel Amador
Guerrero, con apoyo estadounidense, ordenó su disolución. Instigado por polí-
ticos opositores, resentidos por su exclusión del reparto burocrático, Huertas
pretendió llevar a cabo una asonada golpista, rechazada por un destacamento
de marines estadounidenses. La tropa del ejército istmeño fue absorbida por la
Policía Nacional y Huertas recibió una generosa pensión del Estado panameño,
que le permitió seguir viviendo sin necesidad de inmiscuirse en la política hasta
su deceso en 1941.
Aun cuando entre 1904 y 1930, la Policía Nacional, bajo la dirección de co-
mandantes panameños y estadounidenses6, fue utilizada para ejecutar operati-
vos de intimidación y manipulación electoral, el arbitraje político fue ejercido
en esa época por agentes del Gobierno de Estados Unidos en Panamá: funcio-
narios diplomáticos, inspectores electorales y comandantes de las fuerzas mili-
tares acantonadas en la Zona del Canal. Estas funciones de arbitraje tenían
asidero legal en los artículos 1 y 7 de la Convención del Canal ístmico (Tratado
Hay-Bunau Varilla) de 1903, mediante el cual Estados Unidos se obligó a ga-
rantizar la independencia de Panamá y mantener el orden público en las ciu-
dades de Panamá y Colón, respectivamente; así como en el artículo 136 de la
Constitución de 1904, que facultaba al Gobierno estadounidense a «intervenir,
Nueva historia general de Panamá X 693

en cualquier punto de la República de Panamá, para establecer la paz pública


y el orden constitucional si hubiere sido turbado»7.
En el período aludido, tanto el Gobierno como la oposición solicitaron su-
pervisión electoral estadounidense en los comicios de 1906, 1908, 1912, 1916,
1918, 1920, 1924 y 1928. A partir de tales peticiones, funcionarios estadouniden-
ses supervisaron las elecciones de 1908, 1912 y 19188.
Cuando en 1918, el presidente Ciro Luis Urriola decretó la posposición de
las elecciones legislativas (en un claro intento por prolongar su mandato inte-
rino), tropas estadounidenses ocuparon las ciudades de Panamá y Colón así
como las provincias de Chiriquí y Veraguas, lo cual obligó al Gobierno pana-
meño a celebrar los comicios en la fecha estipulada9. Amparado en el artículo 7
de la Convención del Canal ístmico, en 1921, el presidente Belisario Porras soli-
citó la presencia de tropas estadounidenses para proteger a su Gobierno de las
protestas que había generado un comentario del mandatario sobre la crisis limí-
trofe con Costa Rica. Con fundamento en el mismo tratado, en 1925 el presidente
Rodolfo Chiari pidió la intervención militar de Estados Unidos para sofocar un
movimiento inquilinario antigubernamental10.

El surgimiento de una policía


militarizada (1931-1953)

Un cambio en la política exterior de Estados Unidos, generado por las com-


plicaciones que dicho intervencionismo directo producía al Gobierno de Was-
hington, significó el surgimiento de la Policía panameña como supremo árbitro
político a partir de 1931. El cambio se manifestó en la respuesta estadounidense
al golpe de Estado de 2 de enero de 1931, mediante el cual la agrupación nacio-
nalista Acción Comunal derrocó el Gobierno del presidente Florencio Harmodio
Arosemena. En vez de enviar tropas para proteger al Gobierno constitucional,
el ministro (embajador) de Estados Unidos en Panamá, Roy T. Davis, exigió la
«constitucionalización» del golpe a través de la juramentación del doctor Ricardo
J. Alfaro, elegido primer designado (vicepresidente) para un período que ya
había expirado, en reemplazo del presidente Arosemena11.
En el ámbito jurídico, el golpe de 1931 inaugura la tradición de «constitu-
cionalizar» situaciones de hecho que años más tarde sería potenciada por la dic-
tadura militar. A los políticos de uno y otro bando, la revuelta de Acción
Comunal les hizo evidente la necesidad de fortalecer la institución armada de
tal manera que pudiese hacer frente a asonadas levantiscas y llenar el vacío cau-
sado por la renuencia estadounidense a intervenir directamente en los asuntos
internos de Panamá. En el ejercicio de esta función, la Policía panameña –más
manipulable, en apariencia, que el Ejército estadounidense– era hasta preferible
a los políticos criollos que los marines norteños.
694 X Auge y militarización de los organismos de seguridad pública: 1930-1990

Bajo las administraciones de Harmodio Arias Madrid (1932-1936), Juan De-


móstenes Arosemena (1936-1939), Augusto Samuel Boyd (1939-1940) y Arnulfo
Arias Madrid (1940-1941), comenzó la militarización de la Policía Nacional con
el objetivo de utilizarla en tareas de control político12. En 1935, el comandante
de la Policía Nacional, Aurelio Guardia (cuñado del presidente Harmodio
Arias), encabezó un levantamiento policial en contra del secretario de Gobierno
y Justicia, Galileo Solís. El presidente contuvo el levantamiento y destituyó
tanto al secretario como al comandante, nombrando en reemplazo del último a
Manuel Pino, propietario y político chiricano, quien según Jorge Kam, «da es-
tructura, organización, formación y sentido de cuerpo a la Policía Nacional».
De acuerdo con una publicación de la Policía Nacional, el comandante Pino
proporcionó «una armazón sólida y estable» a la institución, «consiguiendo dis-
ciplinar [sic] al país, confiriéndole [sic] una mística a los hombres que confor-
man [sic] las unidades, y llegando incluso a lograr un presupuesto para la
Policía Nacional»13.
En 1936, el Gobierno utilizó la fuerza pública para imponer la elección del
candidato oficialista, Juan Demóstenes Arosemena. Una vez instalado en el solio
presidencial, el presidente Arosemena se vio obligado a depender, más que sus
predecesores, de la Policía Nacional, lo que apuntaló notoriamente la autonomía
de la institución policial. Bajo la presidencia de Augusto Samuel Boyd, quien
asumió la primera magistratura tras la muerte del presidente Arosemena (1939),
la Policía Nacional reprimió duramente a los partidarios de la candidatura opo-
sitora, liderada por Ricardo J. Alfaro, en los comicios de 1940.
En su breve primer mandato, Arnulfo Arias tomó ciertas medidas para neu-
tralizar la autonomía de la Policía Nacional y sujetarla a su control. Designó a
un fiel copartidario, el periodista Julio Briceño, como comandante; dictó una
nueva Ley orgánica de la Policía Nacional; trajo de Guatemala al militar Fer-
nando Gómez Ayau, a quien designó como inspector general de la Policía; y creó
la Policía Secreta, antecesora del Departamento Nacional de Investigaciones
(DENI) y la actual Policía Técnica Judicial (PTJ). Estas medidas produjeron males-
tar en la Policía, cuyo segundo comandante, Rogelio Fábrega, se confabuló con
el ministro de Gobierno y Justicia, Ricardo Adolfo de la Guardia y agentes del
Gobierno estadounidense en Panamá, encabezados por el embajador Edwin Wil-
son y el general van Voohris, jefe del Comando Sur, para orquestar la defenes-
tración del presidente Arias.
Este episodio, que constituye el primer golpe de Estado de la fuerza pública
panameña durante la segunda república, tiene –sin embargo– varios anteceden-
tes en el siglo XIX, durante la época de unión a Colombia. Específicamente du-
rante el período federal, entre 1855 y 1885, Panamá adquirió notoriedad por sus
golpes de cuartel. Durante estas tres décadas, treinta y seis jefes de Estado, de
los cuales solo cinco completaron sus respectivos períodos, se sucedieron en la
primera magistratura del Istmo14.
Nueva historia general de Panamá X 695

En 1941, sus opositores aprovecharon un viaje secreto del doctor Arias al


extranjero para pedir a la Corte Suprema de Justicia que declarara en acefalía la
Presidencia de la República. La Policía Nacional encarceló al primer designado
(vicepresidente), José Pezet, para impedir su juramentación como primer ma-
gistrado, por lo que la Corte llamó al segundo designado, Ernesto Jaén Guardia
–cuñado de Ricardo Adolfo de La Guardia– a asumir la presidencia. Jaén renun-
ció a las dos horas y como al tercer designado, Aníbal Ríos –a la sazón embajador
de Panamá en el Perú– se le impidió el retorno al país, el gabinete escogió a uno
de sus miembros –Ricardo Adolfo de la Guardia– para encargarse del Poder Eje-
cutivo, «con base en lo dispuesto en el artículo 116 de la Constitución»15. Ricardo
A. de la Guardia ejerció el poder de facto hasta mediados de 1945.
Los sucesos de noviembre de 1941 ilustran también la coincidencia de dos
de los tres factores causales utilizados en el estudio para explicar el militarismo
en Panamá. A través de su política caudillista, nacionalista y populista, el presi-
dente Arnulfo Arias enajenó no solo a una Policía crecientemente autónoma, re-
presentada por el comandante Fábrega, sino además a sectores influyentes de
la localidad, emblematizados por Ricardo Adolfo de la Guardia, interesados en
acceder o recuperar el poder, así como al Gobierno estadounidense, a cuyo inte-
rés por obtener bases militares fuera de la Zona del Canal y conseguir el artilla-
miento de los buques con bandera panameña se oponía Arnulfo Arias. El
patrimonialismo criollo y la hegemonía estadounidense confluyeron en 1941 en
el derrocamiento del presidente Arias. Ante la evidencia de los beneficios que
para ambas entidades podía producir una más estrecha colaboración, se advierte
a partir de ese momento una vinculación más cercana entre la Policía Nacional
y los organismos militares y de espionaje estadounidenses.
Para producir el militarismo panameño, faltaba –sin embargo– el elemento
personalista, que aporta en esta etapa José Antonio Remón. Egresado del Colegio
Militar de México, ingresó a la Policía Nacional en 1931, con el rango de teniente.
Por apoyar la candidatura opositora de Domingo Díaz Arosemena fue despe-
dido en 1935. En 1940 reingresó al cuerpo armado y fue enviado a un curso de
caballería en la base militar de Fort Riley, Kansas, Estados Unidos. Tras la caída
de Arnulfo Arias, el presidente De la Guardia lo designó segundo comandante
de la Policía Nacional. A partir de su ascenso a la primera comandancia, en 1947,
logró acumular una importante cuota de poder que le permitió orquestar el as-
censo y derrocamiento de varios presidentes en el cuatrienio 1948-1952 y su pro-
pia elección, por medios algo turbios, a la presidencia de la república en 1952.
Entre 1941 y 1947, con Fábrega y Remón –un militar de carrera– a la cabeza,
la Policía Nacional consolida su autonomía y carácter paramilitar y ejerce con
violencia su capacidad represiva, sobre todo en las jornadas de lucha nacionalista
en rechazo del Convenio de Sitios de Defensa (Filós-Hines) de diciembre de 1947.
En su estudio del militarismo en América Latina, Alain Rouquié subraya la im-
portancia del entrenamiento militar formal, destacando su influencia en el
696 X Auge y militarización de los organismos de seguridad pública: 1930-1990

desarrollo de un sentido de identidad y superioridad militar, que engendra a su


vez el espíritu corporativo16. A este desenlace aportó significativamente José An-
tonio Remón. Fortalecida por el monopolio de la violencia y del ejercicio de fun-
ciones arbitrales, la Policía dio indicios de mayor compactación e injerencia en
la política y la economía del país, características de los ejércitos iberoamericanos.
La tradición patrimonialista convergió con el espíritu militar a producir el primer
brote de militarismo panameño, de naturaleza represiva y venal, personificada
en el comandante Remón, cuya carrera describe un historiador extranjero en los
siguientes términos:

El poder le produjo a Remón riquezas y prestigio social. El jefe de la Policía


acumuló una fortuna multimillonaria. Algunas de sus actividades eran cono-
cidas; otras no lo eran. Remón era propietario de una bomba de gasolina, que
abastecía el equipo rodante de la Policía... Ejercía control sobre el sacrifico del
ganado... Era el jefe policial quien autorizaba la concesión de rutas urbanas de
transporte público, una actividad particularmente corrupta. Se decía que era
socio de al menos el principal burdel de la capital... Su patrimonio incluía edi-
ficios de departamentos, fincas y caballos de carrera. Remón era uno de los ac-
cionistas del diario La Nación, de tendencia liberal. Estaba involucrado, hasta
un punto desconocido para la mayoría de los panameños, en el trasiego de
narcóticos a través del Istmo, desde Bolivia hasta Estados Unidos17.

En los comicios de mayo de 1948, una conjura en la que participaron ele-


mentos del oficialismo y la Policía Nacional, organizó un fraude electoral que
negó el triunfo a Arnulfo Arias en beneficio de Domingo Díaz Arosemena, aban-
derado del Partido Liberal. Tras la renuncia de Domingo Díaz por razones de
salud, en 1949, asumió el poder el doctor Daniel Chanis. En noviembre de ese
año, de cara a las graves acusaciones de corrupción y extralimitación del coman-
dante de la Policía, el presidente Chanis ordenó la destitución de Remón, quien
respondió forzando la renuncia del mandatario. Asumió entonces la presidencia
el segundo vicepresidente, Roberto F. Chiari, mientras el doctor Chanis compa-
recía ante la Asamblea Nacional, donde declaró que su renuncia había sido pro-
ducto de la coacción y la retiró. Frente al conflicto entre Chanis y Chiari, en el
marco de protestas populares contra el emergente militarismo, la Corte Suprema
de Justicia dictaminó que correspondía al doctor Chanis continuar en el ejercicio
de la presidencia de la república.
La aceptación, por parte de Chiari, del fallo de la Corte Suprema, abría
las puertas al retorno de Chanis a la presidencia, pero Remón se negó a ad-
mitirlo. Para proteger su permanencia en el poder, amenazada por la movili-
zación ciudadana, orquestó un recuento de la votación del año anterior, el
cual «corrigió» los resultados iniciales y proclamó la victoria (con un año y
medio de retraso) de Arnulfo Arias. De esta manera volvió el doctor Arias al
Nueva historia general de Panamá X 697

poder, el 25 de noviembre de 1949 y Remón aseguró su estadía en la jefatura


de la institución armada.
Dieciocho meses más tarde, en mayo de 1951, la Policía Nacional, armada
con implementos de grueso calibre y con el fallo de la Asamblea Nacional que
suspendía provisionalmente al presidente Arias, destituye nuevamente al primer
mandatario, luego de un prolongado y sangriento tiroteo. Alcibíades Arosemena,
primer vicepresidente bajo Arnulfo Arias, asumió enseguida la presidencia de
la república. Desde aquel alto cargo puso al Gobierno a disposición de Remón,
para permitir la canalización de sus recursos públicos hacia la candidatura pre-
sidencial del comandante, quien fue proclamado triunfador en los comicios de
1952.

La creación y consolidación de la
Guardia Nacional (1953-1968)

Durante su presidencia, Remón no solo mantuvo firmemente asidas las rien-


das del Gobierno. A través de su subalterno, Bolívar Vallarino, egresado de la
Academia Militar de Chorrillos (Perú), conservó el control de la institución ar-
mada, que mediante la Ley 44 de 1953 quedó transformada en la Guardia Na-
cional de Panamá. El contexto de la lucha contra el comunismo, en la cual aplicó
al pie de la letra las directrices de Washington, le permitió a Remón reforzar sus
ya estrechos nexos con Estados Unidos. Así pudo negociar con la potencia nor-
teña el Tratado de Cooperación y Entendimiento Mutuo (Remón-Eisenhower,
1955), que concedió a Panamá ciertas ventajas económicas. Pero Remón no vivió
para estampar su firma en el convenio, pues el 2 de enero de 1955 fue abatido a
tiros en el Hipódromo de Juan Franco, presumiblemente por un mercenario con-
tratado por los carteles estadounidenses de la droga.
El comandante Vallarino se manejó con un perfil más bajo que su antecesor
en el cargo y no dio muestras de la ambición tan desbordada de poder que ca-
racterizó a Remón. Quizás fue ese un elemento que permitió a los tres manda-
tarios elegidos tras la muerte de Remón –Ernesto de La Guardia (1956-1960),
Roberto F. Chiari (1960-1964) y Marco A. Robles (1964-1968)18– completar sus pe-
ríodos presidenciales, una hazaña no repetida desde el Gobierno de Harmodio
Arias Madrid (1932-1936). Durante este período, sin embargo, las presiones ex-
ternas e internas sobre el Gobierno panameño y su fuerza pública aumentaron
considerablemente, lo que se tradujo en un fortalecimiento –con auxilios esta-
dounidenses– de la capacidad represiva de la Guardia Nacional. Al mismo
tiempo, la fuerza pública panameña continuó su participación en negocios ilíci-
tos, como el contrabando de armas y drogas, la prostitución, la lotería clandes-
tina y la extorsión, actividades a las que estaba asociada desde los tiempos de
Remón19.
698 X Auge y militarización de los organismos de seguridad pública: 1930-1990

La Revolución cubana de 1959 fue el detonante de un incremento de la pre-


sión estadounidense sobre los gobiernos del continente. El advenimiento del
marxismo-leninismo al «patio trasero» de Estados Unidos fomentó un aumento
en la ayuda militar a los ejércitos del área así como una mayor militarización de
la vida pública en los Estados americanos. Para responder a las presuntas ame-
nazas comunistas y nacionalistas sobre la hegemonía estadounidense en Pa-
namá, la Guardia Nacional comenzó a recibir ayuda militar de Estados Unidos
en 1960. Como consecuencia de dicha donación, la Escuela del Caribe del Ejército
estadounidense, situada en la Zona del Canal, empezó a entrenar soldados pa-
nameños. Conocida como la Escuela de las Américas a partir de 1963, la institu-
ción recibió a 195 estudiantes en 1960; a fines de 1964, ya había entrenado a 1,420
integrantes de la Guardia Nacional.
En esta época, aumentó también el reclutamiento de agentes por parte de
los organismos estadounidenses de inteligencia. Esta política se puso en práctica
no solo con el fin de obtener información «sensitiva», sino además de «comprar»
la lealtad de mandos medios y altos en las fuerzas armadas de la región. En Pa-
namá, por ejemplo, a cambio de un pago mensual de 25 dólares, la Brigada 470
de Inteligencia Militar de Estados Unidos reclutó en 1955 al teniente omar To-
rrijos, entre otros miembros de la Guardia Nacional. De acuerdo con documentos
del Consejo de Seguridad de Estados Unidos, Torrijos mantuvo su relación con
la Brigada de Inteligencia Militar hasta 196920.
Manuel Noriega, el último de los dictadores militares de Panamá, se con-
virtió en informante de la CIA mientras estudiaba en el Perú, a finales de la dé-
cada de 1950. De vuelta al Istmo y de servicio en la provincia de Chiriquí,
intensificó sus vínculos con la CIA, que mantuvo hasta el final de su dictadura y
que fueron confirmados durante el juicio a que fue sometido por trasiego de nar-
cóticos en Miami.
La efervescencia nacionalista en Panamá culminó en 1964 con la gesta de
enero de ese año, en que la tentativa de un grupo de estudiantes de izar la bandera
panameña en la Zona del Canal fue reprimida por el Ejército de Estados Unidos,
con un saldo trágico de veintiún muertos panameños y centenares de heridos. En
Washington los acontecimientos fueron decodificados como parte de un complot
para entregar el canal de Panamá al comunismo internacional. La actitud de la
Guardia Nacional, que se abstuvo de intervenir para defender a la ciudadanía de
la agresión estadounidense, recibió alabanzas de las autoridades estadounidenses
destacadas en Panamá. Un jefe militar, por ejemplo, escribió:

La actividad de la Guardia Nacional fue loable. Cuando se la permitió ac-


tuar, lo hizo de manera profesional y competente. La Guardia trabajó de cerca
con el Ejército estadounidense. De su propia iniciativa ayudó a muchos esta-
dounidenses a llegar a salvo a la Zona del Canal21.
Nueva historia general de Panamá X 699

Los acontecimientos de enero de 1964 llevaron a las autoridades de Was-


hington a concluir que era preciso establecer las bases de una nueva relación con
Panamá, que permitiera a Estados Unidos seguir manteniendo su presencia mi-
litar en el Istmo. Esta nueva relación se obtendría a través de negociaciones di-
plomáticas para obtener un nuevo tratado y, además, a través del robuste-
cimiento del carácter pro estadounidense de la Guardia Nacional. A juicio de los
observadores estadounidenses, solo había una institución en Panamá que podía
controlar el sentimiento antiyanquis: la Guardia Nacional. Entre otras medidas,
el Gobierno estadounidense patrocinó el reclutamiento de cientos de guardias
adicionales (500 en 1965), cuyos salarios fueron pagados por Washington por lo
menos hasta 196822.
Por estas mismas fechas empezó a fraguarse un plan de golpe militar, como
estrategia a seguir por la Guardia Nacional en caso de que fuerzas «enemigas»
asumieran el poder en Panamá. El plan presuntamente contemplaba el derroca-
miento del Gobierno y la entronización de un régimen militar receptivo a los in-
tereses estadounidenses, como ocurrió en otros países de la región durante la
Guerra Fría, empezando con Guatemala en 195423.
En este contexto de crecientes tensiones y opción por la dictadura militar,
llegamos a 1968, año electoral en Panamá. De acuerdo con observadores de aque-
lla campaña, la polarización y la avidez por el poder, frutos de la tradición pa-
trimonialista, alcanzaron niveles de gran crudeza y enfrentaron a enemigos
tradicionales, el oficialismo liberal y la oposición panameñista, que asumieron
sus posiciones con gran vehemencia. Como en campañas anteriores, el oficia-
lismo contó con el apoyo de la fuerza pública para reprimir a la oposición y ma-
nipular los resultados electorales. Con todo, el doctor Arnulfo Arias Madrid
logró que se lo proclamara vencedor de las elecciones que, en efecto ganó, gra-
cias a la gran cantidad de sufragios que recibió y a las protestas cívicas que exi-
gieron un conteo transparente en la elección presidencial24.
Los odios acumulados durante la campaña y la actitud triunfalista del doc-
tor Arias contribuyeron a soliviantar los ánimos en el período transcurrido hasta
la toma de posesión del presidente electo, el 1 de octubre de 1968. En este lapso,
todo parecía válido para evitar el ascenso de Arnulfo Arias al poder, incluyendo
un «autogolpe» por parte del presidente Robles, acto para el cual la Guardia
Nacional ya contaba con un libreto. La oposición del comandante Vallarino a
una solución militar a las diferencias entre grupos de poder impidió que el
golpe se fraguara. Pero cuando el doctor Arias, una vez posesionado de su
cargo, dispuso llevar a cabo cambios en la Guardia Nacional que contrariaban
su anterior promesa de respetar el escalafón militar y ponían en riesgo el usu-
fructo de las actividades ilícitas por parte de oficiales de la institución, políticos
excluidos del reparto burocrático instigaron la conspiración para derrocar al
Gobierno constitucional.
700 X Auge y militarización de los organismos de seguridad pública: 1930-1990

La dictadura militar (1968-1989)

Aun cuando la principal motivación de los militares golpistas era retornar


al statu quo ante, la tradición patrimonialista criolla, la hegemonía estadouni-
dense y el liderazgo personalista contribuyeron a dar sustancia y permanencia
a la dictadura militar. Tras el golpe de 1968, el carácter duradero del régimen se
manifestó luego del derrocamiento y exilio de Boris Martínez, en febrero de 1969
y el contragolpe de Torrijos, con ayuda de la CIA, en diciembre de 1979.
De allí en adelante, los principales hitos históricos del régimen castrense
son ampliamente conocidos: La reanudación de negociaciones con Estados Uni-
dos, en junio de 1971; en julio de 1971, la desaparición del sacerdote Héctor Ga-
llego, representativa de la represión desatada por los militares; en agosto de 1972,
la elección (sin garantías constitucionales) de los representantes de corregimiento
que aprobaron la adopción de una nueva Constitución, militarista y personalista,
en octubre de 1972; en septiembre de 1977, la firma del Tratado del Canal de Pa-
namá y el Tratado de Neutralidad en Washington, D.C.; en junio de 1978, el re-
torno del doctor Arnulfo Arias Madrid, tras diez años de exilio, considerado
como «el principio del fin» de la dictadura; en septiembre de 1979, la huelga de
educadores; en julio de 1981, la muerte de omar Torrijos en un misterioso acci-
dente de helicóptero y el ascenso de Florencio Flórez a la comandancia de la
Guardia Nacional; en marzo de 1982, el despido de Flórez y el ascenso de Rubén
Paredes al mismo cargo; en mayo de 1983, el referéndum sobre reformas a la
Constitución de 1972; en agosto de 1983, la adopción de la Ley 20, que trans-
formó la Guardia Nacional en Fuerzas de Defensa de Panamá, así como la re-
nuncia de Paredes y su reemplazo por Noriega.
Bajo el control de Manuel Antonio Noriega, las Fuerzas de Defensa estuvie-
ron en el ojo de la tormenta durante los próximos cinco años, cuando una la-
mentable secuencia de eventos conmocionó a la nación: en mayo de 1984, el
monumental fraude electoral contra la candidatura de Arnulfo Arias, que per-
mitió el ascenso a la presidencia de Nicolás Ardito Barletta; en septiembre de
1985, la decapitación de Hugo Spadafora, ordenada por Noriega y el derroca-
miento de Ardito; en 1987, las declaraciones del jefe de Estado Mayor, Roberto
Díaz Herrera, que ocasionan una ola de protestas populares y las primeras san-
ciones del Gobierno estadounidense; en febrero de 1988, el frustrado despido de
Noriega por el presidente Eric Delvalle y el posterior derrocamiento de este; el
establecimiento de sanciones económicas por el Gobierno de Estados Unidos,
en marzo de 1988; la anulación de las elecciones de mayo de 1989, ganadas por
la oposición por amplio margen; el fracaso de un golpe militar contra Noriega,
en octubre de 1989; y la invasión estadounidense a Panamá, el 20 de diciembre
de 1989.
A diferencia de las secciones precedentes, pues, esta parte del capítulo
aborda su objeto de estudio no desde una perspectiva cronológica, sino temática.
Nueva historia general de Panamá X 701

Esta aproximación facilita la comprensión del marco analítico que se emplea


para explicar el afianzamiento del régimen militar.

El patrimonialismo

El patrimonialismo incita a quienes comparten su visión de la política a


apropiarse de los bienes del Estado para beneficio personal y a retener el control
del Estado por la fuerza para seguir usufructuando de esos recursos.
Una vez que asumieron las riendas del poder, las oportunidades de enri-
quecimiento aumentaron exponencialmente para los altos oficiales de la Guardia
Nacional y sus colaboradores civiles, sobre todo en los años setenta, cuando la
oferta crediticia internacional creció significativamente, a la par de los financia-
mientos y donaciones para el desarrollo. La clausura y neutralización de las ins-
tituciones del sistema democrático –la Asamblea Nacional, la Corte Suprema de
Justicia, la prensa libre– colocó las actuaciones de los gobernantes fuera del es-
crutinio ciudadano, lo cual facilitó la privatización de recursos públicos y la in-
cursión en negocios ilícitos.
El tráfico ilegal de narcóticos y armamentos, en que la Guardia Nacional
había estado involucrada, de forma subrepticia e intermitente, desde los años
cuarenta, adquirió grandes proporciones después de 1968. Ambas actividades
incrementaron el ingreso personal de los miembros del Estado Mayor de la Guar-
dia Nacional. Panamá, por ejemplo, se convirtió en la principal fuente de armas
para la guerrilla sandinista de Nicaragua entre 1978 y 1979, y el papel de supli-
dor de armamentos les proveyó a los oficiales de la institución abundantes rentas
suplementarias25.
Los colaboradores del régimen pudieron extraer millones de dólares de los
cofres del Estado en fraudes célebres como lo fueron Transit, S.A., una compañía
privada que cobraba impuestos ilegales en la Zona Libre de Colón; Cerro Colo-
rado, una inmensa mina de cobre que nunca inició operaciones comerciales; el
Programa Colectivo de Viviendas en que la Caja de Seguro Social desembolsó
unos 100 millones de dólares a presuntos promotores y aseguradores por la su-
puesta erección de viviendas populares que nunca se construyeron, para men-
cionar tan solo tres instancias de los muchos desfalcos que ocurrieron entre 1968
y 198926.
El patrimonialismo explica en parte la entronización de la dictadura militar,
porque la posibilidad de controlar el botín público sin sanciones de ninguna ín-
dole constituye un incentivo poderoso para capturar y mantener el poder. El
control de importantes medios generadores de riqueza permite, además, hacer
concesiones a importantes grupos de presión y ganar nuevas adhesiones y sim-
patías. Tras su consolidación en 1969, luego del derrocamiento de Boris Martínez
en febrero y el contragolpe de omar Torrijos en diciembre, esta fue la política
que el régimen castrense aplicó a grupos de sindicalistas, campesinos, estudiantes,
702 X Auge y militarización de los organismos de seguridad pública: 1930-1990

activistas de izquierda y empresarios, que pasaron a constituir una amalgama


heterogénea pero muy efectiva de simpatizantes y seguidores.
El patrimonialismo, como lo hemos visto en las secciones precedentes, va
de la mano del monopolio de la violencia, que poseía la Guardia Nacional de
Panamá. Este monopolio le permitió silenciar críticas y castigar a opositores re-
calcitrantes, con el hostigamiento, el exilio, el encarcelamiento, la tortura y el
asesinato, como lo comprueban oficialmente las investigaciones de la Comisión
de la Verdad, creada en 2001 para esclarecer «las violaciones a los derechos hu-
manos cometidas durante el régimen militar»27. Dicha comisión asignó al régi-
men militar responsabilidad por la desaparición o asesinato de 110 ciudadanos.

La hegemonía estadounidense

En un país tan ligado a Estados Unidos, el apoyo de Washington fue instru-


mental para mantener el dominio de la dictadura militar sobre Panamá. Este
apoyo fue generándose mediante donaciones, becas, préstamos y sobornos a la
institución armada panameña y a sus jefes desde la década del cuarenta. Aun
cuando después del golpe militar, ciertas preocupaciones morales de funciona-
rios estadounidenses generaron declaraciones condenatorias hacia el régimen
militar, en esencia, la relación simbiótica iniciada años antes entre la Guardia
Nacional y los Estados Unidos se mantuvo hasta casi el final de la dictadura mi-
litar. La provisión ininterrumpida de ayuda económica y militar a las dictaduras
de Torrijos y Noriega constituye la prueba más fehaciente de este apoyo.
Entre 1961 y 1968, Panamá recibió anualmente, en promedio, ayuda militar
(en dólares constantes) por 1.2 millones. Entre 1968 y 1981, período que corres-
ponde aproximadamente a la dictadura de Torrijos, dicho promedio ascendió a
2.0 millones de dólares. Entre 1981 y 1987, período que coincide parcialmente con
la dictadura de Noriega, el promedio de asistencia militar estadounidense a Pa-
namá ascendió a 7.4 millones de dólares anuales. En 1970, el Gobierno panameño
recibió los primeros excedentes de inventarios militares estadounidenses, inclu-
yendo aviones, helicópteros y una lancha patrullera. En 1976, Panamá obtuvo el
primer préstamo para la compra de equipo militar, por 500 mil dólares28.
Al menos en una ocasión de que se tiene conocimiento, el Ejército estadou-
nidense dio ayuda de contrainsurgencia a Panamá. En enero de 1969, el Co-
mando Sur transportó, por vía aérea, a un grupo de militares panameños a la
provincia de Coclé, donde la Guardia Nacional erradicó un foco insurgente. La
cooperación en materia de espionaje, que ya en 1968 tenía cierta trayectoria, se
intensificó durante la dictadura militar, especialmente después de que Noriega
asumió la dirección del G-2, en los albores de la década del setenta29.
La hegemonía estadounidense y su deseo de normalizar las relaciones con
Panamá condujeron a la negociación de tratados sobre el canal de Panamá y su
defensa con un régimen sin credenciales democráticas. Mediante el Tratado del
Nueva historia general de Panamá X 703

Canal de Panamá de 1977, considerado el logro más grande del régimen militar,
Panamá recuperó el control sobre el territorio cedido a Estados Unidos mediante
el tratado de 1903 y asumió la administración, mantenimiento y protección de
la vía acuática a partir de 31 de diciembre de 1999.
Este convenio, sin embargo, vino acompañado del Tratado Concerniente a
la Neutralidad Permanente y la operación del Canal de Panamá, que tras su
aprobación por Panamá fue adicionado y modificado unilateralmente por el Se-
nado de Estados Unidos. Tal como fue enmendado, el Tratado de Neutralidad
concede a Estados Unidos «el uso de la fuerza militar en la República de Panamá,
para reabrir el Canal o reanudar las operaciones del Canal», en caso de que el
Canal «fuere cerrado o se interfiriera con su funcionamiento»30.
Irónicamente, así como contribuyó a su surgimiento y consolidación, la he-
gemonía estadounidense produjo el desalojo del régimen militar, mediante la
operación bélica de 20 de diciembre de 1989. Una vez que la colaboración con la
dictadura de Noriega dejó de convenir a los intereses de Washington, para con-
vertirse en un grave problema de imagen, el Gobierno estadounidense no dudó
en desencadenar sobre Panamá una devastadora invasión para aniquilar el ré-
gimen militar.

El liderazgo personalista

La influencia del liderazgo en el afianzamiento (o caída) de regímenes po-


líticos ha sido ampliamente estudiada31. En el caso de Panamá, es indudable que
la personalidad de omar Torrijos contribuyó a la consolidación del régimen mi-
litar. Entre la oficialidad y la tropa de la Guardia Nacional, la flexibilidad de To-
rrijos hacia a la participación de los militares en negocios ilícitos era mucho más
atrayente que la intransigencia y el puritanismo de Boris Martínez.
Su inclinación por el populismo, estimulada por su asociación con Juan Do-
mingo Perón durante la breve estadía del depuesto dictador argentino en Pa-
namá (1955), contribuyó a generarle simpatías más allá de la institución militar.
Su larga asociación con militares y otros agentes del Gobierno estadounidense
le permitió aprender a relacionarse constructivamente con los emisarios de Was-
hington. Sus vínculos familiares y de amistad con sectores izquierdistas le dieron
acceso a recursos intelectuales y políticos para enfrentar con éxito los retos que
le presentaba el ejercicio del poder. Y su entrenamiento y experiencia militar lo
dispusieron al uso de la fuerza cuando la negociación o la persuasión no daban
los resultados deseados32.
En la personalidad de Noriega, menos atrayente que la de Torrijos, sobre-
salían ciertas características conducentes al mantenimiento del poder en una dic-
tadura consolidada: la ambición política y económica y la opción por la violencia.
No hay que desestimar tampoco la astucia para conservar el poder a través de
prácticas como el chantaje, el espionaje y la preferencia por la política del «pan
704 X Auge y militarización de los organismos de seguridad pública: 1930-1990

o palo», expuesta inicialmente por el dictador mexicano Porfirio Díaz, o «palo,


plomo y plata», como prefería enunciarlo el dictador33.

El legado del militarismo

El legado del militarismo es polifacético, pues dicho fenómeno influenció


muchas esferas de la sociedad panameña. Los partidarios de Torrijos y su Partido
Revolucionario Democrático destacan su aporte positivo al perfeccionamiento
del Estado panameño a través de la firma del tratado del Canal. En su defensa
del régimen militar, suelen soslayar el Tratado de Neutralidad, cuyos términos
contrarrestan en gran medida los logros del acuerdo sobre la vía acuática.
Algunos se refieren también a la inclusión de sectores previamente ex-
cluidos del ejercicio del poder público, particularmente como resultado de la
creación de nuevas entidades políticas, el abultamiento de la planilla estatal
y el reparto burocrático entre familiares de los militares y sus colaboradores.
Quienes así se manifiestan, no toman en cuenta la supresión de los derechos
políticos y la exclusión y persecución de la mayoría de la población que se
oponía a la dictadura, a la cual, en efecto, se impidió el ejercicio de sus facul-
tades ciudadanas.
Desde una óptica institucional –que es el principal enfoque de este capítulo–
el militarismo aún condiciona la vida política de la república y menoscaba su
calidad, en parte como consecuencia de la vigencia del ordenamiento jurídico
de la dictadura. El militarismo panameño significó el reemplazo de un ordena-
miento jurídico democrático por un engranaje legal autoritario. Este se ha man-
tenido esencialmente intacto debido a la decisión de preservarlo, tomada por
quienes asumieron las riendas del Gobierno en 1989.
La dictadura pretendió legitimarse a través de la Constitución de 1972, to-
davía vigente, aunque con enmiendas adoptadas en 1978, 1983 y 1994. Aparte
de su vicio de origen –su imposición como consecuencia de un golpe militar, en
que la ciudadanía no tuvo participación alguna, lo que de salida la descalifica
como texto democrático– la Constitución de 1972 contiene varios ingredientes
autoritarios, claramente inspirados por el militarismo. En lo que respecta al di-
seño de la Asamblea Legislativa, por ejemplo, las disposiciones constitucionales
vigentes, adoptadas en 1983, desnaturalizan la representación democrática y el
balance de poderes para concentrar el poder político en un Órgano Ejecutivo en-
tonces dominado por los militares.
Las estructuras formales e informales del autoritarismo militar; entre las
que sobresalen, además de la Constitución, el régimen electoral y las leyes res-
trictivas de la libertad de expresión, conocidas como leyes «mordaza», aún per-
manecen vigentes. En cuanto a las elecciones, a nivel presidencial, los comicios
de 1994 y 1999 produjeron una sana alternancia en el ejercicio del Poder Ejecu-
tivo. Pero ese saludable resultado –que contrasta con la práctica dictatorial de
Nueva historia general de Panamá X 705

monopolizar el ejercicio del poder público– no da a las elecciones, automática-


mente, el carácter de «libres».
En efecto, la tónica de los comicios generales de 1994 y 1999 ha sido la ma-
nipulación de la voluntad popular34 a través de una legislación electoral (here-
dada de la dictadura) que desvirtúa la representación democrática; del
clientelismo, aplicado especialmente a través de las partidas circuitales (legado
de la dictadura); y de la alteración de los procesos electorales (práctica exacer-
bada durante la dictadura).
El aspecto venal del militarismo criollo también sigue condicionando la vida
política de la nación a través del patrimonialismo, potenciado durante la dicta-
dura militar, cuya persistencia menoscaba las posibilidades de desarrollo de la
sociedad. La cultura del botín no fue inventada por los dictadores militares o
sus colaboradores civiles. Sin embargo –como resultado del afán de lucro sin
control observable en muchos colaboradores del régimen militar, así como de la
supresión de libertades, el desmantelamiento del sistema de representación de-
mocrática (por imperfecto que fuese el que estuvo vigente hasta 1968) y la anu-
lación del Poder Judicial– el autoritarismo castrense pudo aplicar y promover
dichas conductas como nunca antes se practicaron e impulsaron en la historia
de la nación.
El militarismo panameño no puede segregarse del fenómeno de la corrup-
ción. Autoritarismo y venalidad son, entonces, las dos caras de la moneda mili-
tarista: el legado principal de la dictadura. Y ese legado condiciona aún hoy la
vida política del país, por la falta de voluntad política para promover, a partir
de 1989, un cambio fundamental, una profunda democratización de las estruc-
turas formales e informales que se instituyeron bajo el régimen castrense, tanto
como un proceso transparente de esclarecimiento y resarcimiento de las innu-
merables ilegalidades que ocurrieron durante ese período.
De esta y otras maneras, a pesar de la eliminación de las Fuerzas de Defensa
por la invasión estadounidense en 1989, el militarismo persiste en las estructuras,
prácticas y actitudes heredadas del régimen castrense, que en Panamá aún no
logran reemplazarse, en perjuicio de los intereses ciudadanos.

Notas
1
Este fue el tercer y último desalojo del doctor Arias del poder. El 9 de octubre de 1941, la
Corte Suprema de Justicia declaró en acefalía la Presidencia de la República y, tras ciertas
maquinaciones políticas y policivas, encargó del Poder Ejecutivo al ministro de Gobierno y
Justicia, Ricardo Adolfo de la Guardia. El 9 de mayo de 1951, la Asamblea Nacional decretó
la suspensión provisional de Arnulfo Arias como presidente de la república quien, tras un
sangriento operativo policial, fue desalojado de la casa presidencial al día siguiente. Los ad-
versarios políticos del doctor Arias impidieron también su ascenso al poder, mediante el
fraude electoral en dos ocasiones (1964 y 1984). Celestino Andrés Araúz y Patricia Pizzurno
706 X Auge y militarización de los organismos de seguridad pública: 1930-1990

Gelós, Estudios sobre el Panamá republicano, Manfer, Panamá, 1996; Raúl Arias de Para, Así
fue el fraude: Las elecciones presidenciales en Panamá, Imprenta Eilito, Panamá, 1984.
2
«Patrimonialismo» es la visión y dinámica política que concibe al Estado como propiedad
particular del gobernante. En Ilegitimidad y hegemonía: Una interpretación histórica del mili-
tarismo panameño, Editorial La Prensa, Panamá, 1994, el autor empleó el término «cultura
del botín» para referirse al mismo concepto. El término patrimonialismo fue acuñado y de-
finido inicialmente por Max Weber. Con posterioridad ha sido desarrollado por otros autores,
entre los que se ha consultado a Guillermo O’Donnell y Scott Mainwaring. Ver: Guenther
Roth y Claus Wittich (editores), Economy and society: An outline of interpretive history, Univer-
sity of California Press, Berkeley, 1978 [1922]; O’Donnell, «Illusions about consolidation»,
Journal of Democracy, volumen 7, número 2, pp. 34-51; Scott Mainwaring, Rethinking party
systems in the third wave of democratization: The case of Brazil, Stanford University Press, Stan-
ford, 1999.
3
Hegemonía es «el establecimiento, por un poder dominante, de límites al comportamiento
de otras entidades, más allá de los cuales se ejerce el control directo por medio de la fuerza».
Kenneth M. Coleman, «The political mythology of the Monroe Doctrine: Reflections on the
social psychology of hegemony», en: Latin America, the United States and the Inter-American
system, John D. Martz y Lars Schoultz (editors), Westview Press, Boulder, Colorado, 1980 (tra-
ducción libre del autor).
4
El autor suscribe la interpretación histórica de Fermín Azcárate y otros, que destaca la fun-
dación del primer Estado panameño el 18 de noviembre de 1840, bajo la guía y conduc-
ción de Tomás Herrera. Ver: Fermín Azcárate, La patria panameña, edición del autor,
Panamá, 1998.
5
Celestino Andrés Araúz y Patricia Pizzurno Gelós, El Panamá colombiano (1821-1903), Primer
Banco de Ahorros y Diario La Prensa, Panamá, 1993.
6
Entre 1903 y 1930, la Policía Nacional tuvo los siguientes comandantes: José Fernando
Arango (1903-1905), Leonidas Pretelt (1905-1908), Julio Quijano (1911-1912), Rodolfo Estri-
peaut (1914-1917), Santiago Anguizola (1917-1918), Rafael N. Ayala (1918-1919), Albert R.
Lamb (estadounidense, 1919-1924) y Ricardo Arango J. (1924-1931). Jorge Kam Ríos, «Notas
sobre el general Esteban Huertas», La Prensa, Panamá, 8 de noviembre de 2003 (Biblioteca
digital de La Prensa, http://biblioteca.prensa.com). Luego de su reemplazo en la comandan-
cia de la Policía, Albert Lamb continuó asesorando al organismo hasta 1928. Ver: Carlos Gue-
vara Mann, op. cit., p. 48.
7
Julio E. Linares, Enrique Linares en la historia política de Panamá (1869-1949), Litografía e Im-
prenta Lil, San José, Costa Rica, 1989, p. 154. Arguye Linares que el artículo 136 «es un legado
de Colombia y se debe, además a ella [...] por cuanto el primer tratado que otorgó a los Es-
tados Unidos de América derecho a intervenir en el istmo de Panamá fue el Tratado Malla-
rino-Bidlack, suscrito en Bogotá el 12 de diciembre de 1846, a iniciativa del Gobierno
neogranadino» (p. 155). En sus Memorias, Tomás Arias, fundador de la república, se atribuye
la autoría del artículo, inspirado en la Enmienda Platt a la Constitución de Cuba de 1902. Ver
Memorias de don Tomás Arias, fundador de la república y triunviro, Trejos Hermanos, Panamá,
1977, pp. 30-36.
8
Celestino Andrés Araúz, Belisario Porras y las relaciones de Panamá con los Estados Unidos,
Ediciones Formato Dieciséis, Panamá, 1988.
9
Acerca de este confuso incidente, ver Linares, op. cit., pp. 202-4; William McCain, The United
States and the Republic of Panama, Duke University Press, Durham, 1937, pp. 62-77; Araúz y
Pizzurno, Estudios sobre el Panamá republicano, pp. 104-7.
10
Araúz y Pizzurno, Estudios sobre el Panamá republicano, op. cit., pp. 130 y 156.
Nueva historia general de Panamá X 707

11
Estados Unidos de América, Departamento de Estado, Foreign Relations of the United States,
1931, volumen II, Government Printing Office, Washington, 1946; Araúz y Pizzurno, Estudios
sobre el Panamá republicano, op. cit.
12
En esta década, que algunos autores califican de afirmación institucional, ejercieron la co-
mandancia de la Policía Nacional, Homero Ayala (1931-1932), Juan Antonio Guizado (1932-
1933) Aurelio Guardia (1933-1935), Manuel Pino (1935-1940) y Julio Briceño (1940-1941).
13
Kam, op. cit.; Policía Nacional, «Reseña histórica de la Policía Nacional de Panamá», disponible
en: www.policia.gob.pa.
14
Guevara Mann, op. cit., p. 29.
15
Linares, op. cit., 390.
16
Alain Rouquié, The military and the State in Latin America, Paul E. Sigmund (traductor), Uni-
versity of California Press, Berkeley, 1987, p. 87.
17
Larry LaRae Pippin, The Remón era: An snalysis of a decade of events in Panama, 1947-1957,
Institute of Hispanic-American and Luso-Brazilian Studies, Stanford, 1964, p. 8, traducción
del autor.
18
En marzo de 1968, la Asamblea Nacional decretó la destitución del presidente Robles por
coacción electoral. El Poder Judicial, sin embargo, revocó dicho fallo y la Guardia Nacional,
comandada por Vallarino, impidió que la Asamblea juramentara al primer vicepresidente
Max Delvalle, quien había sido llamado por la cámara representativa a ejercer la presidencia
de la república.
19
Brittmarie Janson Pérez, Golpes y tratados: Piezas para el rompecabezas de nuestra historia,
IEPI, Panamá, 1997, p. 115; Carlos Bolívar Pedreschi, Panamá: Visión geopolítica y testimonial
de su drama, Ediciones El Vigía, Panamá, 1993.
20
Betty Brannan Jaén, «Por cierto…», La Prensa, 24 de junio de 2001 (Biblioteca digital de La
Prensa, disponible en: http://biblioteca.prensa.com).
21
Guevara Mann, op. cit., p. 73.
22
Ricord, Los clanes de la oligarquía y el golpe militar de 1968, edición del autor, Panamá, 1983.
Guevara Mann, op. cit., p. 75.
23
Brittmarie Janson Pérez, op.cit.
24
Janson Pérez, op. cit.; Humberto E. Ricord, op. cit.; Richard E. Koster y Guillermo Sánchez Bor-
bón, In the time of the tyrants: Panama, 1968-1990 , WW Norton, Nueva York, 1990.
25
Koster y Sánchez, op. cit., pp. 123, 140 y 226.
26
Ibidem, pp. 151-52, 193, 218 y 239. Carlos Cuestas, El escándalo de la Caja de Seguro Social,
Editores Volcán Barú, Panamá, 1984.
27
Comisión de la Verdad de la República de Panamá, Informe final, Ministerio de Educación y
Comisión de la Verdad, Panamá, 2003.
28
Guevara Mann, op. cit., p. 111.
29
Koster y Sánchez, op. cit., pp. 118-19, 131-32, 175 y 235-37.
30
Texto de la Condición DeConcini de acuerdo con Diógenes Arosemena (compilador), Historia
documental del canal de Panamá, segunda edición, volumen III, INAC, Panamá, 1997, pp. 491-92.
31
Para tan solo dos referencias, véase Weber, op. cit., especialmente el capítulo sobre la auto-
ridad carismática; así como: Juan J. Linz y Alfred Stepan (editores), The breakdown of demo-
cratic regimes, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1978.
32
Michele Labrut, Este es Omar Torrijos, edición de la autora, Panamá, 1982; Koster y Sánchez,
op. cit.; Juan Materno Vásquez, Mi amigo Omar Torrijos: Su pensamiento vivo, Ediciones Olga
Elena, Panamá, 1989.
33
«Al indeciso, palo; al enemigo, plomo; y al amigo, plata».
34
Ver al respecto el «Editorial» de El Panamá América, Panamá, 6 de junio de 1999.
CAPíTULo XXII

La dictadura militar

Carlos Bolívar Pedreschi

Este capítulo comprende el período de la historia política de Panamá que


va de 11 de octubre de 1968 al 20 de diciembre de 1989. Fue precisamente du-
rante este espacio cronológico que Panamá vivió la experiencia de la dictadura
militar. Como se aprecia, el período no fue breve y la sociedad panameña lo
vivió como todas las sociedades que han conocido los efectos propios de esta
patología política.
Aun cuando el mayor usufructuario político de la dictadura, general omar
Torrijos, la calificara como una dictadura con cariño, no fue esta la opinión de
los panameños que fueron desterrados, encarcelados y torturados, ni la de los
familiares de las personas desaparecidas o asesinadas.
Debe señalarse que luego de nuestra separación de Colombia en 1903, la
dictadura en referencia ha sido la única que el país ha conocido desde entonces.
Antes, en 1931, se produjo en Panamá un golpe de Estado, el cual tuvo lugar el
día 2 de enero de ese año. En esta oportunidad el presidente constitucional de
Panamá, ingeniero Florencio Harmodio Arosemena, fue derrocado por el movi-
miento denominado Acción Comunal. Dirigió el golpe uno de sus dirigentes, el
doctor Arnulfo Arias Madrid.
El movimiento de Acción Comunal agrupaba en su seno a jóvenes profe-
sionales panameños de distintas disciplinas y de otros jóvenes unidos por un
sentimiento de afirmación nacionalista y de renovación política y social.
Con ocasión del golpe de 2 de enero de 1931, la institucionalidad se vio
brevemente interferida; y más pronto de lo esperado, el país volvió al cauce
institucional.
Como era de esperarse, estando Panamá, como lo sigue estado y como lo
estaban muchos de los Estados del mundo, sujeto al poder hegemónico del
710 X La dictadura militar

Gobierno norteamericano, es evidente que el golpe solo podía consolidarse con


la aquiescencia o tolerancia del Gobierno de los Estados Unidos de América.
Esta aquiescencia descansó en la exigencia de las autoridades norteameri-
canas en el sentido de que se garantizara perentoriamente la continuidad cons-
titucional en Panamá. Esta continuidad constitucional se aseguró el mismo día
2 de enero. Se decidió que nuestro embajador en Washington y primer desig-
nado, doctor Ricardo J. Alfaro, regresara al país para suceder al presidente de-
rrocado. Fuera de esta breve experiencia, vivida en un momento en que Panamá
carecía de ejército y contaba solamente con un servicio de policía, puede igual-
mente destacarse que la dictadura que corrió de 11 de octubre de 1968 al 20 de
diciembre de 1989, fue la única que, en consecuencia, interrumpió el sistema re-
publicano y democrático de gobierno en el país.
Como es verdad universalmente conocida, toda dictadura representa la ne-
gación de los principios y de las características que definen a los gobiernos repu-
blicanos y democráticos. Estos gobiernos republicanos y democráticos con los que
Panamá contó desde su separación de Colombia en 1903, fueron reemplazados,
con el surgimiento de la dictadura, por un sistema de gobierno autocrático, con
todas las características que universalmente acompañan a esta clase de gobiernos.
A propósito del tema del presente capítulo, es pertinente empezar por re-
cordar algunas premisas tan importantes como universales. Estas premisas, que
no son privativas de ningún Estado, ayudarán a comprender las características
que presentó la dictadura militar panameña.
Por ejemplo, las dictaduras lo son, donde quiere que ellas se instalen, porque
los tres poderes clásicos del Gobierno, esto es, el Ejecutivo, el Legislativo y el Ju-
dicial, están subordinados políticamente a la persona del autócrata de turno. La
dictadura militar panameña, no escapa a la regla universal indicada y, en conse-
cuencia, durante la dictadura militar los tres órganos de gobierno estuvieron
subordinados políticamente al militar que ocupara la primera comandancia de
la Guardia Nacional, también llamada Fuerzas de Defensa.
Como lo acredita la crónica de la época, el golpe de Estado de 11 de octubre
de 1968 fue planeado, coordinado, dirigido y ejecutado por el entonces coronel
Boris Martínez. Al momento de su ejecución, el coronel omar Torrijos se encon-
traba en la Zona del Canal departiendo socialmente en la residencia de un agente
de la CIA. Esta realidad determinó que el hombre fuerte de los golpistas fuese el
coronel Boris Martínez, hasta cuando este fue objeto de una celada dirigida por
el coronel omar Torrijos, quien se deshizo de Martínez enviándolo a Miami.
Como derivación de lo dicho, vale decir, del hecho de que el primer hombre
fuerte de la dictadura lo fuera Boris Martínez, es evidente que en alguna medida
alcanzan a él los hechos acaecidos durante su claro liderazgo.
Después que Martínez fue desterrado a Miami, el hombre fuerte de la dic-
tadura pasó a ser omar Torrijos. Su condición de tal terminó el 31 de julio de
1981, cuando el general Torrijos perdió la vida en un discutido accidente aéreo.
Nueva historia general de Panamá X 711

Con ocasión de la muerte del general Torrijos en el referido accidente aéreo,


algunos de sus familiares y algunos analistas fueron de la convicción, y así lo
manifestaron, que el general Torrijos había sido víctima de un atentado en el que
estuvo envueltos la CIA y algunos altos oficiales de la Guardia Nacional. En cual-
quier caso, todo parece indicar que la realidad no se conocerá hasta tanto trans-
curra el tiempo necesario para que el Gobierno estadounidense desclasifique la
información relativa a este accidente, la cual reposa en los archivos de la CIA.
otra de las referencias relevantes al tema objeto del presente capítulo, tiene
que ver con el origen de la dictadura militar panameña. Como quedó establecido
para la ciencia desde hace ya suficiente tiempo, ningún fenómeno, tanto del
mundo físico como del social, ocurre por generación espontánea. Los fenómenos
en referencia se dan y se cumplen dentro del mundo de la causalidad. Vale decir,
constituyen una consecuencia o efecto obligado de causas que tienen virtuali-
dades determinantes. Por ello, es importante establecer, a propósito de la dicta-
dura militar panameña, tanto las causas endógenas como las exógenas que
pudieran explicar la ocurrencia de dicho fenómeno en Panamá.
El problema de las causas de la dictadura panameña ha sido objeto de exa-
men por algunos estudiosos del asunto. Hay quien dijo, por ejemplo, que así
como el Tratado Hay-Bunau Varilla nació para y por el Canal, la dictadura mili-
tar panameña había nacido para y por los tratados firmados por la dictadura en
19771.
En cualquier caso, el tema de las causas que determinaron el nacimiento de
una dictadura en Panamá, ha sido objeto del estudio de algunos analistas pana-
meños. A propósito, hay una corriente que distingue entre las causas internas y
las causas externas del golpe militar y de la consiguiente dictadura.
Entre las causas internas que determinaron el nacimiento de la dictadura
militar en Panamá, identificaban las siguientes:
1. La descapitalización política y moral que habían sufrido los denominados
partidos oligárquicos y tradicionales para la fecha.
2. El consiguiente desarraigo social que, por vía de consecuencia, sufrieron
tales partidos tradicionales.
3. La consiguiente descalificación sociopolítica de los partidos tradicionales
para detentar la dirección y administración de la cosa pública.
4. El consiguiente vació político que produjeron los extremos de deterioro po-
lítico y moral de los partidos tradicionales, que hemos comentado.
5. La consiguiente necesidad física y política de que tal vació fuese rápida-
mente llenado.
6. Descapitalizados los partidos tradicionales –social, político y moralmente–,
el vació fue llenado por quien a la fecha contaba con la fuerza física y política
para llenarlo.
7. Esa fuerza física y política estuvo representada por la Guardia Nacional, la
cual inició y posteriormente recibió el respaldo de un sector de la clase
712 X La dictadura militar

política panameña: de hecho, el apoyo de las fuerzas políticas adversas al


presidente derrocado y aun el de algunas unidades que políticamente ha-
bían apoyado al presidente derrocado.

La causa externa de la dictadura estuvo representada por el propio Gobierno


de los Estados Unidos de América. Es evidente que, para la fecha, y todavía hoy
día, no solo Panamá, sino muchos países de América y del mundo, estaba bajo
la jurisdicción hegemónica del Gobierno de los Estados Unidos de América. En
consecuencia, el golpe militar y la dictadura únicamente fueron posibles gracias
al apoyo del Gobierno norteamericano. Corrobora esta realidad el hecho cono-
cido de que el respaldo solicitado por el presidente derrocado al Gobierno de
los Estados Unidos para que fuera restituido en su cargo, fuera completamente
ignorado por Washington. Además, es conocido que la dictadura militar pana-
meña gozó desde el inicio y hasta la firma de los Tratados Torrijos-Carter y por
algún tiempo adicional, del apoyo financiero, político y diplomático del Go-
bierno de los Estados Unidos. También la ninguna cooperación del Gobierno es-
tadounidense con las fuerzas democráticas, civilistas y nacionalistas panameñas
que luchaban contra la dictadura y por la autodeterminación política, compro-
mete al Gobierno estadounidense como una de las causas externas que explican
el surgimiento y consolidación del golpe de Estado de 11 de octubre de 1968, y
el surgimiento y mantenimiento de la dictadura militar.
¿Qué razones tuvieron los gobiernos norteamericanos para apoyar una dic-
tadura militar que se proclamaba nacionalista, tercermundista y anticolonialista?
¿Qué razones tuvo el Gobierno norteamericano para darse por satisfecho
con los tratados canaleros firmados por la dictadura en 1977?
Probablemente tengan mayor valor histórico, a propósito de las preguntas
que preceden, las propias respuestas dadas por prominentes figuras norteame-
ricanas vinculadas a la política exterior de los Estados Unidos y, coyuntural-
mente, estrechamente relacionadas con las propias negociaciones canaleras que
resultaron en los Tratados Torrijos-Carter de 1977.
Así, Henry Kissinger dijo sobre el texto de los tratados de 1977, lo siguiente:

No volveremos a tener oportunidad de resguardar nuestros verdaderos in-


tereses en el Canal bajo condiciones tan favorables como las que se han nego-
ciado. […] el nuevo acuerdo que fuera libremente concertado y luego firmando
en 1977, coloca a los Estados Unidos en una posición moral y jurídica mucho
más fuerte para, en tal caso, defender sus intereses, que la que le proporciona
el tratado concertado en 1903, que ni siquiera fue firmado por un panameño y
que universalmente es considerado injusto. (La Estrella de Panamá, 23 de sep-
tiembre de 1977).

De su parte, Dean Rusk, otro exsecretario de Estado de los Estados Unidos


de América, opinó lo que sigue:
Nueva historia general de Panamá X 713

Si, Dios no lo permita, alguna vez fuera necesario para nuestro presidente
y nuestro Congreso tomar fuertes medidas para mantener el Canal funcio-
nando y seguro, ellos estarían en una más fuerte posición para hacerlo bajo los
tratados de 1977 que bajo el anacrónico tratado de 1903. (The Miami Herald, 15
de septiembre de 1977).

Corroborando la tesis de que, efectivamente, la dictadura militar panameña


garantizaba a los Estados Unidos mejores condiciones para la aprobación de
unos tratados canaleros que resguardaran mejor los intereses norteamericanos,
consideramos oportuno transcribir, ahora de la parte panameña, los párrafos de
un documento suscrito de puño y letra por el doctor César A. Quintero C., res-
petada figura de la intelectualidad panameña, exdecano de la Facultad de De-
recho de la Universidad de Panamá y exmagistrado de la Corte Suprema de
Justicia.
Como se conoce, los tratados canaleros firmados por la dictadura en 1977,
debían ser objeto de un plebiscito, el cual fue administrado por la dictadura en
circunstancias en que, como es propio a toda dictadura, la libertad de expresión,
la libertad de movilización y aun el derecho a la vida estaban negados o ame-
nazados. Se trataba, como en toda dictadura, de derechos muy residuales al
tiempo que muy riesgosos para las personas que hicieran uso de tales derechos.
Como quedó dicho, los tratados canaleros firmados por la dictadura debían ser
sometidos a un plebiscito para que el pueblo panameño los aceptara o los re-
chazara. Sobre este plebiscito, el profesor César A. Quintero C., dejó constancia
de lo siguiente:

Este plebiscito fue preparado y realizado por el Gobierno nacional, bajo el


control de la fuerza militar, con elementos incondicionales del régimen y sin
permitir representación alguna de los sectores adversos a los tratados. Más aún,
tan anómala consulta popular se llevó a cabo en momentos en que se hallaban
proscritos todos los partidos políticos y prohibida la libertad de reunión en las
ciudades de Panamá y Colón, las más populosas de la república y que conjun-
tamente representan más del cincuenta por ciento del electorado nacional.

Termina el doctor César Quintero su testimonio personal sobre el referido


plebiscito con las siguientes palabras, cuya severidad no quiso disimular ni ocul-
tar para la historia:

De modo, pues, que en el plebiscito de 1977 para aprobar los Tratados To-
rrijos-Carter, no «votó» el 97.33% de la población electoral existente ese año,
sino quizá más de 115% de dicha población. Fraude más descomunal y desca-
rado no creemos que se haya visto jamás en los anales de la historia de ningún
otro país.
714 X La dictadura militar

otro aspecto concerniente al presente capítulo, que presenta relevancia his-


tórica, tiene que ver con la situación constitucional del Estado panameño durante
la dictadura. Para empezar:
1. Antes de que la realidad política y geopolítica panameña diera paso a la dic-
tadura, regía en Panamá la Constitución de 1946.
2. La Constitución política de 1946 resultó un estorbo para la dictadura: sen-
cillamente, la Constitución de 1946 consagraba un gobierno republicano y
democrático y la dictadura necesitaba una Constitución que consagrara un
gobierno autocrático.
3. La Constitución de 1946 fue sustituida, para todo efecto práctico, por el de-
nominado Estatuto Provisional de Gobierno, expedido el 12 de octubre de
1968, día siguiente al golpe militar.
4. El Estatuto Provisional de Gobierno resolvió el problema confrontado por
los golpistas y consagró un gobierno autocrático.
5. El primer documento expedido por la dictadura con el título de Constitu-
ción fue la denominada Constitución de 1972.

En cualquier caso, la realidad constitucional del Estado panameño durante


la dictadura puede apreciarse a través de las siguientes etapas:
1. Etapa que transcurre de 11 de octubre de 1968 a la Constitución de 1972.
2. Etapa que va de la Constitución de 1972 a las reformas de 1978.
3. Etapa que va de las reformas de 1978 a las reformas de 1983.
4. Y, finalmente, la etapa que transcurre de las reformas de 1983 al 20 de di-
ciembre de 1989, día en que desaparece la dictadura.

Veamos, ahora, las características que se dan en cada una de las etapas
indicadas.

De 11 de octubre de 1968 a la Constitución de 1972


En este primer período concurren dos textos, ambos con supuestas jerar-
quías constitucionales. El primero, el Estatuto del Gobierno Provisional, expe-
dido por la Junta Provisional de Gobierno el día 12 de octubre de 1968 y
publicado en la Gaceta oficial 16,221 de 17 de octubre de 1968. El segundo texto
lo constituye la propia Constitución de 1946. Naturalmente, la Constitución de
1946 no tuvo, en lo básico, mayor realidad, y el texto del Estatuto del Gobierno
Provisional se convirtió en el único y verdadero texto constitucional hasta la
Constitución de 1972. A continuación, uno de los considerandos que puede le-
erse en el texto constitucional de esta primera etapa, representado en el Estatuto
del Gobierno Provisional:

Que debiendo regirse el Gobierno por lo que prescribe el Estatuto del Go-
bierno Provisional y la Constitución nacional, resulta imprescindible contar
Nueva historia general de Panamá X 715

con una Corte Suprema de Justicia cuyos miembros hayan jurado acatamiento
a aquellas normas.

Como se recuerda, los magistrados que a la fecha integraban la Corte Su-


prema de Justicia juraron acatamiento a estas normas.
He aquí cumplida una de las premisas universales de toda dictadura en
todos los Estados del mundo: uno de los tres órganos clásicos del Gobierno, el
Órgano Judicial, a través de la Corte Suprema de Justicia, jura acatamiento a las
normas que emanen de la dictadura.
De otro lado, por lo que hace al Órgano Ejecutivo, el artículo 1 del Estatuto
del Gobierno Provisional rezaba textualmente así:

Artículo 1. El Órgano Ejecutivo lo constituyen los ciudadanos que, con


los títulos de presidente y de miembros de la Junta Provisional de Gobierno,
ha designado la Guardia Nacional, cuyas funciones ejercerá con el respectivo
ministro.

Como se aprecia, el artículo 1 transcrito acepta claramente que el Órgano


Ejecutivo es designado por la Guardia Nacional. Deriva su autoridad y su de-
signación de la Guardia Nacional. Esta realidad confirma que este segundo ór-
gano del gobierno del Estado, el Ejecutivo, también es un órgano supeditado
políticamente al poder castrense. Y se confirma, una vez más, la verdad uni-
versal, varias veces repetida, de que toda dictadura lo es porque los tres órga-
nos de gobierno del Estado son dependientes de un poder superior a todos
ellos.
Con relación al tercer órgano del gobierno, esto es, el Órgano Legislativo,
su subordinación a un poder superior tampoco ofrece dudas. El artículo 4 del
Estatuto del Gobierno Provisional, señala al respecto lo que sigue:

Artículo 4. Todas las funciones que la Constitución Nacional [se refiere


obviamente a la Constitución de 1946] señalan a la Asamblea Nacional serán
ejercidas mediante la expedición de decretos de gabinete, a excepción de los
establecidos en el artículo 119 de la Constitución.

En razón de este artículo 4, el Órgano Ejecutivo, dependiente enteramente


de la Guardia Nacional según ya se vio, cumple al mismo tiempo las funciones
propias del Órgano Legislativo que la Constitución de 1946 adscribió exclusiva-
mente a la Asamblea Nacional.
La naturaleza claramente castrense de los órganos de gobierno es lo que ex-
plica por qué los «presidentes» duraban lo que su fuente de nombramiento de-
cidiera. Este fenómeno, tan insólito como común en su época, encuentra su
explicación en esta realidad.
716 X La dictadura militar

La que va de la Constitución de
1972 a la reforma de 1978

Para todo efecto práctico, la Constitución Política de 1972 descansará en dos


pilares suficientemente expresivos: el artículo 2 y el artículo 277.
El último de los artículos, el 277, disponía expresamente que durante los
primeros seis años el general omar Torrijos Herrera centralizaba personalmente
las siguientes facultades:

1. Coordinar toda la labor de la administración pública.


2. Nombrar y separar libremente a los ministros de Estado.
3. Nombrar y separar libremente a los miembros de la Comisión de Legislación.
4. Nombrar al contralor general y al subcontralor general de la república.
5. Nombrar y separar libremente a los directores generales de las entidades
autónomas y semiautónomas.
6. Nombrar y separar libremente al magistrado del Tribunal Electoral que le
corresponde nombrar al Ejecutivo.
7. Nombrar a los jefes y oficiales de la Fuerza Pública, conforme a la Consti-
tución, la ley y el escalafón militar.
8. Nombrar a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia.
9. Nombrar al procurador general de la nación.
10.Nombrar al procurador general de la administración.

De su parte, el artículo 2 de la Constitución de 1972, era del siguiente tenor:

Artículo 2. El poder público emana del pueblo; lo ejerce el Gobierno me-


diante la distribución de funciones que cumplan los órganos Ejecutivo, Legis-
lativo y Judicial, los cuales actúan en armónica colaboración entre sí y con la
Fuerza Pública.

Como es elemental, en cualquier país que exista dictadura no puede ser


cierto que el poder público emane del pueblo. Todas las dictaduras se caracteri-
zan porque el poder público no emana precisamente del pueblo, por más que
así se declara en una Constitución. El artículo 2 de la Constitución de 1972, que
decía que el poder público emanaba del pueblo, se encargó de negar la realidad
de esta afirmación al crear un cuarto poder: la Fuerza Pública, sin cuya armonía
los otros tres órganos nada valían. En otras palabras, científicamente es, en el
mejor de los casos, una incongruencia suponer la coexistencia de un gobierno
dictatorial con un gobierno republicano y democrático, que es para la ciencia
política su antítesis.
Nueva historia general de Panamá X 717

El que va de las reformas constitucionales


de 1978 a las de1983

Después de los seis años de absoluta centralización del poder en una sola
persona, se produjeron las reformas de 1978. En virtud de ellas, ahora los ma-
gistrados de la Corte Suprema de Justicia, el procurador general de la nación, el
procurador de la administración y sus respectivos suplentes, no son nombrados
exclusivamente por el general Torrijos, sino por el Órgano Ejecutivo, lo cual, de
hecho, surtía el mismo resultado, pues, hasta su muerte, Torrijos fue el titular
de la dictadura panameña.

Las que van de las reformas de 1983


al 20 de diciembre de 1989

Como se conoce, la Constitución de 1972 fue reformada también en marzo


de 1983, en virtud de un acuerdo entre los partidos de la oposición y la dictadura,
representada por su presidente de turno. Se convino entre estas fuerzas producir
reformas a la Constitución de 1972 a través de una comisión especial, y someter
los resultados de esta comisión especial a un referéndum.
Una demostración de que el hecho precede al derecho constitucional y que,
además, condiciona su eficacia real, la tenemos en las reformas constitucionales
de 1983. Sin duda, estas reformas democratizaron el gobierno del Estado pana-
meño. Pero como las reformas no tenían cómo modificar el hecho del poder real
que supone toda dictadura, mientras esta existió en Panamá, las reformas de
1983 eran ignoradas cada vez que convenía a la dictadura. La coexistencia entre
la dictadura y el texto de la Constitución de 1972 luego de las reformas de 1983,
no fue ciertamente pacífica.
Veamos, a continuación, en qué consistieron las reformas más importantes
producidas en 1983 y que, a nivel puramente jurídico o formal, democratizaron
el sistema de gobierno en Panamá:
1. El gobernante, que durante los primeros seis años, era la sola persona del
general Torrijos, no aparece en el ordenamiento constitucional panameño
concretado en las reformas de 1983.
2. Desaparece el principio de que los órganos Ejecutivo, Legislativo y Judicial,
debían actuar en armónica colaboración con la Guardia Nacional.
3. El presidente y el vicepresidente de la república que, en virtud de la reforma
castrense de 1978, eran elegidos por vía indirecta a través del Consejo Na-
cional de Representantes de Corregimientos, debían ahora resultar de una
votación popular directa.
718 X La dictadura militar

4. Desaparece la Asamblea Nacional de Representantes de Corregimientos, el


denominado poder popular; el cual, de hecho, ni era realmente poder, ni
tampoco popular. Era una simple fachada política de la dictadura.
5. Los legisladores, que antes constituían el propio Órgano Ejecutivo y las per-
sonas que este escogiera, son ahora, en el texto constitucional resultante de
las reformas de 1983, elegidos mediante votación popular directa.
6. Los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que, durante los primeros
seis años de vigencia de la Constitución castrense de 1972, eran elegidos por
el general Torrijos, y luego de la reforma de 1978, exclusivamente por el Ór-
gano Ejecutivo; después de las reformas de 1983, son postulados por el Ór-
gano Ejecutivo y ratificados por la Asamblea Nacional.
7. El procurador general de la nación que, durante los primeros seis años de
vigencia de la Constitución castrense de 1972, era elegido por el general To-
rrijos, y luego de la reforma de 1978, exclusivamente por el Órgano Ejecu-
tivo; después de las reformas de 1983, es postulado por el Órgano Ejecutivo
y ratificado por la Asamblea Nacional.
8. El procurador de la administración que, durante los primeros seis años de
vigencia de la Constitución castrense de 1972, era designado por el general
Torrijos, y luego de la reforma de 1978 exclusivamente por el Órgano Eje-
cutivo; después de las reformas de 1983, es postulado por el Órgano Ejecu-
tivo y ratificado por la Asamblea Nacional.

En la crónica de la dictadura panameña es importante señalar otros elemen-


tos de carácter geopolítico. Esto contribuye a explicar el apoyo internacional que
recibió. A propósito de lo expresado en el párrafo anterior, es necesario destacar
que la dictadura panameña se esmeró en presentarse internacionalmente como
nacionalista, tercermundista y anticolonialista. Para la fecha, una carta de pre-
sentación como esta tenía la virtualidad de asegurar la simpatía y la solidaridad
internacionales, lo cual ciertamente se dio. De hecho, la dictadura panameña re-
cibió el respaldo simultáneo tanto del Gobierno de los Estados Unidos como el
de la Unión Soviética; el respaldo simultáneo de los árabes y el de los judíos; el
del tercer mundo y, además, el de todas las internacionales ideológicas. No obs-
tante lo anterior, los hechos se fueron encargando de dimensionar, en su verda-
dera realidad, las tres propiedades o características que la dictadura castrense
panameña se atribuía.
Como se aprecia, la persistente lucha contra la dictadura de las fuerzas in-
ternas con tradición nacionalista y democrática, fue en extremo desigual. Pues
no solo tenía en su contra a una dictadura fuertemente armada y protegida por
el Gobierno norteamericano, sino también protegida por la solidaridad política
y moral del resto de los países y gobiernos del mundo.
No obstante las poderosas fuerzas internas y externas que los nacionalistas
y demócratas panameños enfrentaron, y no obstante las limitaciones a la libertad
Nueva historia general de Panamá X 719

de expresión, a la libertad de movilización y la amenaza a la vida que supone


toda dictadura, la oposición interna a la dictadura persistió en la lucha hasta
coincidir, al final, con los intereses políticos de las poderosas fuerzas internacio-
nales que apoyaban la dictadura. De hecho, asegurados los tratados canaleros
con los puntos que básicamente interesaban al Gobierno norteamericano (el tra-
tado de parcialidad, mal llamado Tratado de Neutralidad, y el derecho del Go-
bierno norteamericano a defender militarmente el actual canal, o cualquier otro
canal, ambos derechos a perpetuidad), ya la dictadura empezaba a constituirse
en un obstáculo y en una fuente de problemas, especialmente para su principal
mecenas.
Con pertinencia al presente capítulo, otro de los aspectos que no pueden
omitirse es el fenómeno del militarismo en Panamá. Sobre este fenómeno habría
que destacar que antes del golpe castrense dado el 11 de octubre de 1968, ya exis-
tía en Panamá el fenómeno del militarismo. Lo dicho significa que la entonces
denominada Guardia Nacional interfería en la política, especialmente a reque-
rimiento de los propios partidos políticos. Para este período, el militarismo en
Panamá fue un fenómeno creciente, tanto por lo que hace a su capacidad militar
como a su capacidad política, especialmente cuando los intereses de determina-
dos partidos políticos coincidían con los intereses de los entonces comandantes
de la referida Guardia Nacional. Una primera concreción política del crecimiento
del militarismo fue la candidatura presidencial y el ascenso a la presidencia de
la república del coronel José Antonio Remón Cantera, como resultado de su pos-
tulación por varios partidos políticos que de esta manera sentían mejor asegu-
rados sus intereses. Como se conoce, el presidente José Antonio Remón Cantera,
excomandante de la Guardia Nacional, ascendió a la presidencia de la república
y fue asesinado el 2 de enero de 1953.
En otro orden de cosas, los Estados Unidos no tenían cómo ignorar que es-
taban reconociendo diplomática y políticamente a una dictadura militar en Pa-
namá. Pero, evidentemente, tampoco ignoraban las razones fundamentales que,
para ellos, justificaban ese apoyo. Tales razones tenían que ver, como ya se dijo,
con la aprobación de unos tratados sobre el canal de Panamá que aseguraran lo
que los Estados Unidos entendían, para la fecha, como sus intereses realmente
vitales.
Por lo dicho, así como tiene sentido histórico aquella extendida expresión
que dice que el tratado de 1903 nació para y por el Canal, razones tuvo el doctor
César Quintero Correa cuando en una de sus memorables intervenciones contra
aspectos negativos de los proyectos de tratados de 1977 expresó que la dictadura
panameña nació para y por los tratados.
Es importante, como elemento histórico, dejar testimonio de las primeras
elecciones convocadas por la dictadura mediante votación directa. Estas tuvieron
lugar en 1984 y en 1989. Ambas elecciones fueron ganadas por la oposición a la
dictadura. En la de 1984 el candidato oficial de la dictadura gozaba al mismo
720 X La dictadura militar

tiempo del apoyo del Gobierno norteamericano y, no obstante ambos apoyos,


fue necesario un fraude contra el candidato de la oposición a la dictadura. En
este punto vale señalar que el entonces presidente de la república escogido, como
todos, por la autocracia, Ricardo de la Espriella, prefirió renunciar al cargo de
presidente. Prefirió no asociar ni su nombre ni su cargo a la crónica de un fraude
anunciado. La autocracia nombró, en reemplazo del presidente renunciante, al
doctor Jorge E. Illueca.
La papeleta presidencial de la oposición estaba compuesta por el doctor Ar-
nulfo Arias, para presidente; Carlos Rodríguez, para primer vicepresidente,
ambos arnulfistas; y Ricardo Arias Calderón de la Democracia Cristiana. Arias
Calderón fue candidato a la segunda vicepresidencia, por oportuna deferencia
política de Rubén Darío Carles, a quien el doctor Arnulfo Arias había asignado
candidato a la segunda vicepresidencia. Carles espontáneamente renunció a su
escogimiento para declinar a favor del doctor Ricardo Arias Calderón y así ase-
gurar el apoyo de la Democracia Cristiana a esta papeleta presidencial. A su vez,
la papeleta presidencial de la dictadura estuvo conformada así: para presidente,
Nicolás Ardito Barletta; primer vicepresidente, doctor Roderick Esquivel, ambos
reclutados por la dictadura del Partido Liberal Nacional; y segundo vicepresi-
dente, Erick Arturo Delvalle, reclutado del Partido Republicano.
La segunda elección mediante votación popular y directa celebrada durante
la dictadura, la de 1989, fue ganada tan abrumadoramente por el candidato de
la oposición a la dictadura, licenciado Guillermo Endara Galimany, que la dic-
tadura no discurrió mejor solución que anular dichas elecciones.
El proceso electoral de 1989 se caracterizó por la violencia desatada por la
dictadura y sus paramilitares, contra los candidatos de la oposición y sus segui-
dores. El candidato presidencial, licenciado Guillermo Endara Galimany, figura
del arnulfismo, fue objeto de ataques físicos que lo llevaron a internarse en un
hospital por varios días; al candidato a la segunda vicepresidencia, licenciado
Guillermo Ford, lo atacaron cerca al parque de Santa Ana, le mataron a su guar-
daespaldas y se defendió a puño contra sus agresores. Estas expresivas y penosas
escenas dieron la vuelta al mundo. El candidato a la primera vicepresidencia,
doctor Ricardo Arias Calderón, fue también objeto de muchas persecuciones e
intimidaciones, pero logró escapar a la agresión física directa.
Con la experiencia de las elecciones de 1984, el jefe de la dictadura pana-
meña, presentó una papeleta presidencial con figuras más allegadas a su per-
sona. Presentó una papeleta presidencial, con Carlos Duque Jaén, amigo desde
la escuela secundaria y cercano colaborador político durante la dictadura, como
candidato a la presidencia; a su cuñado, ingeniero Ramón Siero, como candidato
a la primera vicepresidencia; y a la tercera vicepresidencia al licenciado Aquilino
Boyd, leal servidor político de la dictadura desde sus inicios.
También es de interés histórico conocer la estrecha connivencia entre los
gobiernos norteamericanos y una dictadura como la panameña. Lo dicho, no
Nueva historia general de Panamá X 721

obstante conocer los gobiernos norteamericanos que la dictadura panameña re-


presentaba la anulación del derecho del pueblo panameño a la autodetermina-
ción; no obstante conocer los gobiernos norteamericanos la estrecha vinculación
de la dictadura con el tráfico de armas y el tráfico internacional de drogas; y no
obstante conocer que esa droga era la misma que terminada envenenando a la
juventud norteamericana.
Como fue público y notorio, nacional e internacionalmente, la dictadura pa-
nameña fue realmente subsidiada política, militar, diplomática y financiera-
mente por los gobiernos norteamericanos.
La insostenible deuda externa que arrastrarán varias generaciones de pa-
nameños, tuvieron su origen en los enormes préstamos y facilidades financieras
que los gobiernos estadounidenses facilitaban a la dictadura a través de las fuen-
tes internacionales de crédito que el Gobierno norteamericano controlaba.
Esa connivencia no solo la evidencia la confesión del general Noriega, úl-
timo jefe de la dictadura panameña, en el juicio que por narcotráfico le siguió el
gobierno federal norteamericano en Miami. En este juicio, en explicación a la
fortuna acumulada, Noriega confesó que era un viejo asalariado y agente de la
CIA. Paradójicamente, el último símbolo de una dictadura que se presentó inter-
nacionalmente como nacionalista, tercermundista y anticolonialista, terminó ex-
hibida internacionalmente en su verdadera realidad.
La connivencia entre la dictadura militar panameña y los gobiernos norte-
americanos a que nos venimos refiriendo, lo corrobora una vez más el diario de
Miami, El Nuevo Herald, en su edición de 23 de agosto de 1991. En esta entrega
aparece, como parte de la información ofrecida por el columnista David Lyonds,
lo que sigue:

Manuel Noriega dijo que tenía buenas razones para permitir el tráfico de
armas y drogas a través de Panamá: los últimos siete directores de la Agencia
Central de Inteligencia (CIA), incluyendo a George Bush, le pidieron que los
ayudara con las armas; mientras que cuatro directores de la Agencia contra las
Drogas (DEA) se lo pidieron con relación a los narcóticos. Las afirmaciones están
en documentos divulgados el jueves por la Corte Federal de Miami. (David
Lyonds, El Nuevo Herald, 23 de agosto de 1991).

Es de interés histórico recoger un hecho relevante que vivió la sociedad de


la época: durante la dictadura militar panameña, el país vivió una verdadera in-
versión de valores, al punto de que las verdaderas fiestas patrias, esto es, los 3
de noviembre y los 28 de noviembre, antes celebradas con mucho entusiasmo,
pasaban casi inadvertidas. El 11 de octubre, día en que se dio el golpe militar, se
convirtió en la fiesta nacional por excelencia. La fanfarria con que se celebraba
cada año el 11 de octubre, contrastaba con la modesta que representaba la cele-
bración de las verdaderas y tradicionales fiestas patrias: el 3 y el 28 de noviembre.
722 X La dictadura militar

Debe aclararse, no obstante, que el tiempo se ha ocupado de invertir la realidad


y la sociedad panameña no terminó de asimilar la suplantación de los próceres
de 3 de noviembre de 1903 y los próceres de nuestra independencia de España
de 1821 que se le propuso, por los golpistas de 11 de octubre de 1968.
otro aspecto de interés, para la comprensión de las características que pre-
sentó la dictadura, es el concerniente a los criterios de justificación que ella in-
vocaba tanto con vistas a la opinión pública interna, como con vistas a la opinión
pública internacional. A continuación estos criterios:

La dictadura era indispensable para


la restauración moral de la patria

Por lo que hace a los criterios de interés doméstico, podemos sistematizar


los siguientes: era indispensable la restauración moral de la república. El deno-
minado Estatuto del Gobierno Provisional, expedido el 12 de octubre de 1968,
esto es, un día después del golpe militar, concretaba este criterio en los términos
que se transcriben a continuación: «Que la acción del Gobierno debe encami-
narse hacia el logro de la restauración moral de la república». Con relación a este
primer criterio de justificación los hechos que se dieron a lo largo de la vida de
la dictadura, niegan esta realidad. Lo propio de toda dictadura, que es torturar,
desterrar, arrestar, amedrentar y asesinar, unido a su conocida vinculación con
el tráfico internacional de armas y de drogas, dan cuenta del valor de cambio
de este primer criterio de justificación.
En otro orden de cosas, la sociedad panameña ha sentido que las prácticas
administrativas, fiscales y de otro orden a cargo de la dictadura se hicieron pe-
ores que las que la dictadura encontró como herencia de los gobiernos de los
partidos tradicionales. Sobre el particular, se recuerda el reclutamiento de los
empleados públicos para llenar las concentraciones políticas convocadas por la
dictadura. Muchos empleados públicos pasaban por todas esas incomodidades
sencillamente como precio para conservar su cargo.

La dictadura era indispensable para acabar con


las prácticas políticas del pasado y democratizar al país

Con relación a este segundo criterio de justificación, los hechos vividos dan
cuenta de que las prácticas políticas del pasado se hicieron mayores y peores du-
rante el período de la dictadura. Una de esas prácticas políticas de la autocracia
castrense, como es propio de toda dictadura, fue la de negarle derechos políticos
a los panameños, quienes por muchos años no podían formar siquiera partidos
políticos y negarles igualmente los derechos humanos. De otra parte, los presi-
dentes, como se recuerda, eran figuras decorativas, cuyo breve tránsito por este
cargo era ciertamente tan breve como dependiente del comandante de turno.
Nueva historia general de Panamá X 723

La dictadura era indispensable para alejar del


poder a la oligarquía corrompida y entreguista

Este otro criterio de justificación careció también de realidad. Dio la tónica


de esta realidad, la siguiente expresión del general Torrijos. «Ni con la izquierda,
ni con la derecha». Al amparo de este paraguas entraron al gobierno militar tan-
tos elementos de la oligarquía, como elementos del comunismo. Por lo que con-
cierne al alejamiento de la oligarquía, tal fenómeno no se produjo. Incluso en las
primeras elecciones presidenciales celebradas mediante votación directa la pa-
peleta presidencial de la dictadura la constituían tres figuras reclutadas, preci-
samente, de los denominados partidos tradicionales, oligárquicos y entreguistas.
En efecto, como se recuerda, el candidato a la presidencia y a la segunda vice-
presidencia pertenecían al Partido Liberal Nacional y el candidato a la segunda
vicepresidencia era figura prestante de otro partido igualmente oligárquico: el
Partido Republicano.
Adicionalmente, fue un hecho que el presidente Aristides Royo, venía de
uno de los partidos tradicionales, el Partido Panameñista del presidente derro-
cado, doctor Arnulfo Arias, a quien el doctor Arias, en sus breves días de go-
bierno, lo había nombrado en una alta posición en la Caja de Seguro Social. Su
primer ministro de Relaciones Exteriores, doctor Carlos López Guevara fue
miembro de otro partido tradicional y oligárquico: la Coalición Patriótica Na-
cional. De este mismo partido oligárquico, la dictadura reclutó a uno de sus mi-
nistros y negociador de los tratados. Nos referimos al doctor Rómulo Escobar B. y
así podrían multiplicarse los ejemplos. El expresidente y ministro de la dictadura
doctor Nicolás Ardito Barletta, venía de otro partido considerado por los gol-
pistas como tradicional y oligárquico; el Partido Liberal Nacional.

La dictadura era indispensable para asegurar que


el Canal y la Zona del Canal fueran efectivamente
entregados en la fecha pactada en los Tratados
Torrijos-Carter de 1977

En otras palabras, los civilistas y demócratas representaban un riesgo que


era indispensable conjurar.
La realidad de este criterio de justificación también fue negada por los he-
chos. Como quedó registrado en la historia, correspondió a un gobierno civil,
nacido de las urnas y precisamente contrario a la dictadura, recibir sin problema
alguno el canal de Panamá el día 31 de diciembre del año 2000, tal cual se había
pactado.
De igual manera, los hechos, y no las palabras, terminaron de negar toda
validez al criterio de justificación comentado.
724 X La dictadura militar

Veamos ahora los criterios de justificación empleados por la dictadura con


vistas a la opinión pública internacional. Helos aquí:

La dictadura militar representa la única


fuerza nacionalista en Panamá

Tal afirmación, además de ser inexacta, constituye una distorsión de la rea-


lidad y de las historias del nacionalismo panameño. Precisamente los paname-
ños que tenían una clara posición y militancia nacionalista, fueron intensamente
perseguidos, asesinados algunos y desterrados otros. La oposición de la dicta-
dura a las fuerzas civilistas no derivaba tanto de los objetivos nacionalistas de
la oposición, sino de las convicciones democráticas y su consiguiente y explicable
rechazo a esa forma patológica de gobierno que supone toda dictadura. Senci-
llamente, estas fuerzas nacionalistas, al tiempo que democráticas, no creían que
el país debía pagar un precio tan alto, como lo es toda dictadura, para conseguir
unos tratados canaleros como los conseguidos.
La historia panameña está suficientemente documentada al respecto. Mien-
tras los comandantes de la dictadura, años antes del golpe de 11 de octubre de
1968, se ocupaban de perseguir, en alianza con la CIA, a dirigentes obreros de las
bananeras, los panameños realmente nacionalistas y simultáneamente demócra-
tas estaban sembrando banderas panameñas en la Zona del Canal y haciendo
docencia nacionalista en el país.
Y mucho antes de la ocurrencia de la dictadura (1968), ya un presidente de
la República de Panamá, don Roberto F. Chiari, dio muestras de valor, de nacio-
nalismo y de dignidad, al ser el único presidente de un Estado americano que,
desafiando los riesgos inherentes a su firme decisión, rompió relaciones diplo-
máticas (1964) con la primera potencia del mundo, con motivo de la agresión de
que fueron víctimas las ciudades de Panamá y Colón de parte del Ejército de los
Estados Unidos de América. Don Roberto F. Chiari, contra todas las presiones
posibles, presentó y mantuvo el cargo de agresión ante la organización de Esta-
dos Americanos, hasta tanto el Gobierno de los Estados Unidos de América acep-
tara firmar un acuerdo con la República de Panamá en virtud del cual el
Gobierno de los Estados Unidos se obligará formalmente a iniciar negociaciones
con vistas a la abrogación del tratado de 1903, celebrado a perpetuidad, por un
tratado nuevo que lo reemplazaría íntegramente. El vocero del Gobierno de Pa-
namá, en quien recayó la responsabilidad de presentar y sustentar el cargo de
agresión y conseguir el acuerdo abrogacionista, fue el licenciado Miguel J. Mo-
reno Jr., de limpia y digna tradición nacionalista y democrática. El comandante
de la Guardia Nacional, coronel Bolívar Vallarino, fiel al presidente Chiari en
tan dura coyuntura, tuvo también la lealtad y el patriotismo de negarse a las
presiones del imperio para que sus subalternos salieran a las calles para reprimir
la resistencia panameña contra la agresión norteamericana. Estas manifestaciones
Nueva historia general de Panamá X 725

de responsabilidad nacionalista, cumplidas en circunstancias tan riesgosas, nada


deben a la dictadura castrense que nació varios años después.
De hecho, lo que sigue de historia confirmó que la dictadura no estrenó el
nacionalismo en Panamá ni monopolizó el nacionalismo panameño, como la dic-
tadura se esmeró en hacer creer internacionalmente.

La dictadura militar es la única


garantía contra el colonialismo

Este argumento, para consumo del mundo exterior, resultó tan irreal como
rentable a los intereses de la dictadura. Esta se presentaba ahora ante los ojos
del mundo como una verdadera fuerza anticolonialista.
La realidad de este criterio de justificación quedó al desnudo cuando se co-
noce que era el propio colonialismo quien mantenía a la dictadura y aseguraba
para ella apoyo financiero, militar, político y diplomático.
También queda al desnudo este criterio de justificación cuando finalmente
se conoce que los dos más grandes líderes de la dictadura militar panameña te-
nían conexiones con la CIA Como ya se vio, el último jefe de la dictadura, general
Noriega, resultó un asalariado y agente de la CIA. De su parte, el general Torrijos
fue, como se sabe, figura altamente apreciada por el presidente Carter y por los
demás altos personeros de la política exterior del colonialismo. Después de todo,
mucho tenía que agradecer el Gobierno americano la declaración o racionaliza-
ción del general Torrijos cuando, al aceptar los términos de los tratados conve-
nidos, dijo: «Prefiero caer en la boca de un lagarto, que en la boca de un tiburón».
obviamente el lagarto era el Gobierno colonialista y el tiburón la hoy extinta
Unión Soviética.

La dictadura castrense panameña


es tercermundista

Con esta publicidad, el general Torrijos se ganó la simpatía personal y polí-


tica del tercer mundo, para quien fue una suerte de héroe internacional. Sin em-
bargo, el tercermundismo torrijista queda completamente desvestido cuando, a
la hora de la verdad, pactó a perpetuidad con el colonialismo que en casos de
guerra en que se viese envuelto los Estados Unidos de América (el país colonia-
lista) y cualquier Estado del mundo, sin excluir, por supuesto, a los Estados ter-
cermundista (los países colonizados), los barcos de guerra del colonialismo
tendrán prioridad en el uso del Canal. He aquí la forma en que el tercermun-
dismo torrijista correspondió al apoyo que los países del tercer mundo le dieron
a su dictadura.
La dictadura militar fue sentida por el pueblo que oprimía no como un ejér-
cito propio, sino como un ejército antinacional. Hoy día, incluso los civiles que
726 X La dictadura militar

la apoyaron, en su momento, el llamado brazo político de la dictadura, se opo-


nen a que regrese la dictadura a Panamá, aun con Torrijos a la cabeza. Prefieren
autogobernarse ellos como partido político, a verse obligados nuevamente a
cumplir las órdenes políticas emanadas de los comandantes de turno.
Muchos panameños que lucharon, mucho antes de la dictadura, por la re-
cuperación de la Zona del Canal y por la conquista del Canal, consideran que
no era indispensable una dictadura militar para conquistar la Zona del Canal y
el propio Canal. Ya los proyectos de tratados de 1967, negociados cuando no
existía dictadura, contemplaron la entrega de la Zona del Canal y del Canal para
una fecha no superior al 2009.
Estos proyectos de tratados de 1967 no prosperaron, no por esfuerzos de los
golpistas de 11 de octubre de 1968, sino por la oposición de los verdaderos na-
cionalistas de siempre que no aceptaron dichos proyectos porque venían cazados
con otras concesiones inaceptables.
Todo lo dicho corresponde a una descripción objetiva de la verdadera his-
toria de la dictadura militar, resultado del golpe de Estado dirigido y efectuado
por el coronel Boris Martínez y usufructuado principalmente por Torrijos y por
el general Manuel Antonio Noriega.
Con relación a la vida partidaria durante la dictadura, valen las observacio-
nes y las descripciones que siguen:
Las dictaduras, no obstante proclamar su popularidad y blasonar del apoyo
popular de que disfrutan, mucho se cuidan de garantizar un clima que facilite a
los pueblos el ejercicio de sus libertades primarias, como lo son la libertad de
reunión, la libertad de opinión y la libertad de organización política. La dicta-
dura panameña no podía escapar a los efectos de una regla política de naturaleza
absoluta. La dictadura militar panameña también cumplió con la norma de evi-
tar, por todos los medios, la libre expresión y el libre ejercicio de los derechos
individuales, común a las democracias representativas.
En Panamá, la dictadura militar, también desconfió de las organizaciones
políticas que pudieran articular los diferentes sectores sociales. Mediante Decreto
de Gabinete 58, de 3 de marzo de 1969, publicado en la Gaceta oficial 16,314 de
7 de marzo del mismo año, decretó la extinción de los partidos políticos. El de-
recho a la organización de nuevos partidos políticos quedó pendiente de la ex-
pedición de una nueva ley que los autorizara.
La nueva ley se expidió en octubre de 1978, casi diez años después, me-
diante la Ley 81 de 5 de octubre de ese año. Esta ley aparece publicada en la Ga-
ceta oficial 18,683 de 16 de octubre de ese año.
Entre tanto, es decir, durante el lapso que fue de la Gaceta oficial de 7 de
marzo de 1968, hasta el 16 de octubre de 1978, día en que se expidió la Gaceta
oficial 18,683 que contenía la Ley 81 de 5 de octubre de 1978, «Por la cual se re-
glamentan los partidos políticos», los rectores de universidades, los profesores
universitarios, los maestros de escuela, los médicos, odontólogos, ingenieros,
Nueva historia general de Panamá X 727

arquitectos y panameños mayores de edad de todos los oficios, fueron conside-


rados por la dictadura como inhábiles, como verdaderos menores de edad, para
los fines de constituir partidos políticos. Únicamente la dictadura se atribuía el
título de la madurez, la responsabilidad y el patriotismo para cuidar los intereses
de una nación que no les pertenecía. De paso, el ejército nunca fue una necesidad
nacional. Fue el resultado de la descomposición política doméstica y de una po-
lítica mal entendida del Gobierno norteamericano.
Era claro, pues, que la dictadura militar panameña, como toda dictadura,
descansaba en la sola fuerza bruta, en su capacidad de represión y de intimida-
ción y se reservaba para sí, y solo para sí, el derecho a devolverles a los pana-
meños la mayoría de edad. Más aún: como el fenómeno principalmente legal
que supuso la Ley 81 de 1978, que autorizaba la organización de partidos, con-
curría con el hecho principalmente político y militar de la dictadura misma, los
derechos puramente legales consagrados en la Ley 81 de 1978 tuvieron todas las
limitaciones y la eficacia real que se derivaban del hecho incontrastable que su-
pone la fuerza física y los valores inherentes a toda dictadura.
Sobre la prohibición de los partidos políticos por mandato de la dictadura,
un panameño ilustre y ponderado, ya citado, don Roberto F. Chiari, expresidente
de la república expresa lo siguiente ante la pregunta que a continuación le for-
mulará la revista Análisis: «¿Qué opinión le merece la actual apertura política y
cómo afectará nuestra economía?». El expresidente Chiari, el mismo civilista y
demócrata que en enero de 1964 rompió relaciones diplomáticas con el Gobierno
de los Estados Unidos de América, contestó así:

Lo que hoy llamamos apertura política no tenía por qué ocurrir. Fue un
error tratar de gobernar el país, desde el 68, totalmente ajeno a las actividades
políticas de un pueblo acostumbrado a ese ambiente de libertad. Pudo haberse
dictado cierto tipo de medidas de seguridad para el nuevo orden de cosas,
pero no proscribir el uso de derechos políticos que constituyen el alma de los
pueblos que creen en la democracia, en la libertad centro del marco de la ley.
Yo diría que hizo más daño que bien al sistema implantado hace una década.
Permitir hoy la formación de partidos, en nada afectará nuestra economía.
Desde el nacimiento de nuestra república hasta el año 68, nuestra economía
ha crecido, se ha desarrollado en un clima cargado de actividades políticas, y
la situación económica de hoy, no es mejor que la de ayer, todo lo contrario.
(Análisis, número 4, mayo de 1979, Panamá, República de Panamá).

Mediante Decreto de Gabinete 342, de 31 de octubre de 1969, publicado en


la Gaceta oficial 16,480 de 5 de noviembre de 1969, la dictadura continúa con-
formando el marco legal que le era propio y así, en el artículo primero de dicho
decreto de gabinete, definía el concepto de «orden público» como «el respeto a
la autoridad legalmente constituida y la preservación del sistema republicano y
728 X La dictadura militar

democrático de gobierno». Lo anterior, en buen romance, significaba el respeto


a las autoridades de la dictadura, pues no existían otras. Y, en cuanto «a la pre-
servación del sistema republicano y democrático de gobierno», solo puede en-
tenderse como una simple incongruencia. Como es conocido, en ciencia política
no caben en un mismo espacio geográfico un gobierno autocrático y otro demo-
crático. Para la ciencia política, el gobierno dictatorial es la antítesis del gobierno
republicano y del democrático.
En ejercicio de estas presuntas facultades legales, emanadas del decreto de ga-
binete sobre el orden público, puede leerse en el diario nacional denominado Ma-
tutino, en su entrega del miércoles 21 de enero de 1976, en titular del siguiente tenor:
«Vasta conspiración desarticula el gobierno revolucionario». Como subtítulo, el si-
guiente: «Copiosa documentación de las reuniones secretas y planes en manos del
G-2 de la Guardia Nacional, varios de los conspiradores expulsados del país».
El comunicado emanado de la Presidencia, decía, en algunas de sus partes,
lo siguiente: «En el día de hoy el gobierno revolucionario se vio obligado a ex-
pulsar del país hacia la ciudad de Guayaquil, Ecuador, a los señores: Darío San-
tamaría, Porfirio Samudio, Gilberto Álvarez, Antonio Domínguez, Roberto
Eisenmann, Guillermo Ford, Winston Robles, Iván Robles, Alberto Quiróz Guar-
dia y Jaime Aizpurúa…».
Ahora un final gracioso, por lo que tiene de irreal, del referido comunicado
presidencial. Termina el comunicado presidencial con la oración que sigue:

El gobierno revolucionario ratifica y garantiza a todos los sectores sin dis-


tingo alguno el clima de tranquilidad necesario para el desarrollo de sus acti-
vidades dentro de los conceptos de nuestra nacionalidad, costumbres y
tradiciones. Panamá, 20 de enero de 1976. Presidencia de la República.

Poco después, en reiteración de la política del denominado gobierno revo-


lucionario, su jefe, el general Torrijos, dueño de vidas y de haciendas, declaró a
la prensa que los aviones de la FAP (Fuerza Aérea Panameña) contaban con ga-
solina suficiente para más panameños que desearan el exilio.
El clima para esta segunda diáspora de panameños exilados por la dictadura
venía siendo cultivado permanentemente por los medios de comunicación con-
trolados por la dictadura. Así, «El Pulso de Panamá», de El Panamá América de
12 de marzo de 1975, decía lo siguiente: «los apátridas y los excampeones». Pa-
rece increíble, que algunos sujetos, en el afán de recuperar el poder del cual fue-
ron expulsados por el pueblo, por indignos e incapaces, se hayan unido a los
apátridas que en el «Valle de los Caídos», lloran aquellos años, cuando hacían
de los juegos ilícitos; el proxenetismo, el tráfico de drogas y la trampa, su modo
de vivir. Los excampeones mancomunados con los apátridas intentan despres-
tigiar, en los periódicos extranjeros que controlan, al gobierno revolucionario
porque no les permite la vuelta al desorden.
Nueva historia general de Panamá X 729

Medidas de esta naturaleza tuvieron eco en Colombia. En el diario El Tiempo


de Bogotá, en su entrega de 22 de enero de 1976, el artículo titulado «¿Qué pasa
en Panamá?», decía lo siguiente:

Cuando se comienza a cometer excesos de esta clase, la duda de lo que


puede estar ocurriendo es inevitable. Porque no es compresible que un Go-
bierno que está practicando una política aparentemente apoyada por el pueblo,
tema a la reunión de unos ciudadanos indefensos que con todas las prerroga-
tivas que les concede la democracia, pueden y debieran sentirse libres para cri-
ticar suave o duramente los actos oficiales. Las informaciones que llegan de
Panamá no permiten afirmar que aquellos a quienes se sindica por subversión,
estuvieran fraguando conspiraciones o simplemente pretendiendo estorbar los
planes del jefe de Gobierno. Cuando lo cierto es que ejercían el elemental de-
recho de disentir, aunque fuera de mera palabra.

No obstante la claridad de los hechos, vale decir, no obstante haber sido de-
tenidos y colocados en un avión de la dictadura para desterrarlos a Ecuador, un
año después, el 17 de septiembre de 1977, en la sesión inaugural del Congreso
de la Federación de Estudiantes de Panamá, Torrijos manifestó, con la irrespon-
sabilidad y el desparpajo de todo dictador, lo siguiente:

Después de que la lucha ha concluido, ahora aparecen esos panameños,


después de que salieron huyendo, llenos de pánico, diciendo Torrijos está loco,
cuando salieron en estampida, rehuyendo la suerte de la patria.
Cuando estos panameños se fueron cobardemente del país, pensando que
era realidad lo que la Guardia y nuestra juventud decía de que las negociacio-
nes no eran la única fórmula de la liberación, se fueron huyendo, ahora apare-
cen como los grandes dirigentes, a exigir. ¿Qué van a exigir? Ustedes los
estudiantes han sido lo suficientemente benévolos en no juzgarlos en un tri-
bunal del pueblo, y en fusilarlos en un barranco del pueblo.

Confirmando la verdadera realidad, poco tiempo después, precisamente


luego de la ratificación de los tratados por parte del Senado norteamericano y en
buena medida por acuerdo con el Gobierno de ese país, Torrijos ratifica así la ver-
dadera realidad de los destierros. Como lo recordó el historiador Conte Porras:

Tras la ratificación de los tratados del Canal, omar Torrijos declaró que
desde esa fecha y sin precondiciones, todos los panameños que se encontraban
en calidad de exiliados fuera del territorio nacional, podían retornar a la patria.
(Diario El Universal, de 10 de enero de 1999; p. A-7).
Por lo que hace concretamente a la libertad de expresión, esta es regulada
por la Ley 67 de 19 de septiembre de 1978, publicada en la Gaceta oficial
18,672, de 27 de septiembre de ese mismo año.
730 X La dictadura militar

Para que se aprecien las especificidades de la referida Ley de Prensa, cono-


cida igualmente como la Ley Mordaza, conviene remitirse a la demanda de in-
constitucionalidad que contra dicha ley se presentó ante la Corte Suprema de
Justicia, el 20 de agosto de 1981. En la referida demanda se impugnaron, por
violatorios a la Constitución, los artículos 2, 4, 6, 7, 10, 11, 12, 14, 17, 19 y 20 de
la referida ley. La demanda sostuvo que los artículos 6 y 7 eran violatorios del
artículo 19 de la Constitución, que consagraba el principio de que «no habrá
fueros o privilegiar personales».

La demanda fundamenta esta primera impugnación en que:

La idoneidad para ser editorialista y para ser columnista, actividades estas


mencionadas en el artículo 6 de la Ley 67 de 1978, se le reconoce, exclusiva-
mente, a las siguientes personas que ostenten el título universitario de licen-
ciado en Comunicación Social, o su equivalente, otorgado por una universidad
del país o del exterior; a quienes hayan ejercido el periodismo durante cinco
años continuos con anterioridad al 27 de septiembre de 1978, fecha en que entró
en vigencia la Ley 67 de 1978; y a quienes hayan ejercido el periodismo durante
tres años continuos antes de 27 de septiembre de 1978 y continúen ejerciéndolo
hasta completar cinco años en la práctica del mismo. Sin embargo, al limitarse
la idoneidad para ser editorialista y columnista a las tres categorías de personas
que he mencionado, los artículos citados niegan tal idoneidad y, en consecuen-
cia, tal derecho, a las siguientes personas igualmente idóneas, entre muchas
otras: a rectores de nuestras universidades, a personas con credenciales para
ser magistrados de la Corte Suprema de Justicia, a miembros de la Academia
Panameña de la Lengua, a los decanos de todas las facultades, sin excluir a los
decanos de la facultades en que operan nuestras Escuelas de Comunicación So-
cial, a escritores, a dirigentes políticos de todos los partidos y todas las ideolo-
gías, y virtualmente a todas las personas con títulos universitarios.
La idoneidad para ser corrector de estilo, se reserva exclusivamente a las
tres categorías de personas mencionadas en el artículo 2 de la Ley 67 de 1978
y se niega a otras categorías de personas, como es el caso de los miembros de
la Academia Panameña de la Lengua y de los profesores de Español, personas
sobradamente idóneas para el oficio.

La demanda igualmente sostuvo que los artículos 10 y 11 eran violatorios del


artículo 20 de la Constitución que postulaba el principio de que «los panameños
y los extranjeros son iguales ante la ley» y sostenía que los artículos 10 y 11 de la
Ley 67 de 1978 «no le exige a los corresponsales y periodistas extranjeros los mis-
mos requisitos que le exigen a los corresponsales y periodistas panameños».
La demanda sostuvo que el artículo 2 de la ley impugnada era igualmente
violatorio del artículo 36 de la Constitución que consagraba el principio de la
Nueva historia general de Panamá X 731

libertad de opinión. Sobre el punto, el demandante alegó lo siguiente: «El artí-


culo 36 de la Constitución dice expresamente lo que sigue, en su parte pertinente:
‘Toda persona pueda emitir libremente sus pensamientos de palabra, por escrito
o por cualquier otro medio’. Sin embargo, los artículos 6 y 7 de la Ley 67 de 1978,
con relación al artículo 2 de la misma ley, al limitar la expresión oral, escrita y
por cualquier otro medio, al reducido número de panameños comprendidos en
el artículo 2 de la referida ley, están violando este primer aspecto de la libertad
de expresión que el artículo 36 de la Constitución se esmeró en resolver de la
manera amplia y expresa que he mencionado».
Finalmente, la demanda sostuvo que los artículos 6, 7, 12, 14, 17, 18, 19 y 20
de la Ley 67 de 1978 eran igualmente violatorios del artículo 39 de la Constitu-
ción que consagraba el principio de que «Toda persona es libre de ejercer cual-
quier profesión u oficio sujeta a los reglamentos que establezca la ley en lo
relativo a idoneidad, moralidad, previsión y seguridad sociales».
La demanda fundamenta su impugnación en los razonamientos que siguen:

Los artículos 6, 7, 12, y 14 de la Ley 67 de 1978, con relación al artículo 2 de


la misma ley, violan el artículo constitucional transcrito, que consagra la liber-
tad de trabajo o de oficio, al prohibirle a panameños con idoneidad real para
escribir editoriales, escribir columnas, corregir estilos, tomar fotografías y hacer
caricaturas, desempeñar los oficios de editorialistas, columnistas, correctores
de estilo, fotógrafos de prensa y caricaturista. Por lo demás, ¿qué universidad
es capaz, por ejemplo, de formar caricaturistas y fotógrafos de prensa?
Los artículos 17, 18, 19 y 20 de la Ley 67 de 1978 violan el artículo 39 de la
Constitución por cuanto estos artículos castigan, sin fundamento racional al-
guno, lo que este artículo permite: la libertad de trabajo o de oficio.

Para rematar, la realidad de la libertad de expresión durante la dictadura


militar, sentimos que es suficiente repetir el comunicado que, contra el exgeneral
Rubén Darío Paredes, emitieron los mismos periodistas que estuvieron a su dis-
posición mientras él fuera el hombre fuerte de la dictadura.
En páginas antológicas de lo que fuera el periodismo en dictadura, puede
leerse en el diario Crítica de 10 de abril 1984, el siguiente comunicado expedido
después de que el general Paredes cayera en desgracia militar y consecuente-
mente política:

Clara advertencia al señor Rubén Darío Paredes. Ayer, los periodistas inte-
grantes del equipo humano de trabajo que labora en la Editora Renovación, S.A.
(ERSA) hicieron una advertencia clara y definitiva, al señor Rubén Darío Pare-
des, motivada por su desatinada intervención en CADE 84, en la parte que con-
cierne a quienes ejercen en esta empresa su misión periodística. Esa adver-
tencia, que fue adoptada por consenso, es la última referencia que haremos en
732 X La dictadura militar

torno a su desafortunada intervención dialéctica, porque hemos adoptado la


decisión irreversible de lapidarlo con nuestro olvido y hemos hecho la promesa
de no volverlo a mencionar en las columnas de estos diarios, ni siquiera en el
anuncio pagado de sus exequias. Que desde ahora duerma en la interminable
quietud del anonimato, son nuestros más firmes deseos. Todos los periodistas
de ERSA.

En este punto de la libertad de expresión, conviene recordar la famosa frase


del entonces general Paredes cuando decidió la deposición del presidente Arís-
tides Royo y el cierre de todos los periódicos. En ese momento, al preguntársele
a partir de cuándo quedaban cerrados los periódicos, el general Paredes, sentado
en la cresta y vanidad del poder que daba ser el comandante de las Fuerzas de
Defensa, contestó: ¡DESDE YA!
Días después, las oficinas y equipos del diario independiente La Prensa re-
cibió la visita de seguidores de la dictadura que vandalizaron los bienes del re-
ferido diario.
Una panorámica histórica del período de la dictadura militar panameña, no
puede dejar de reconocer, para bien o para mal, que la figura más prestante y
representativa de esta dictadura lo fue el general omar Torrijos. Mientras vivió,
luego de la celada y exilio del coronel Boris Martínez, Torrijos fue la personifi-
cación de la dictadura, a lo interno, y una figura con mucho prestigio interna-
cional. Torrijos se sobrevive a sí mismo, valga la redundancia, porque, a lo
interno del país, no puede desasociarse de un hecho político y social tan trau-
mático como lo es toda dictadura. A lo interno, Torrijos tampoco pasa positiva-
mente inadvertido para un sector de la sociedad que, por razones distintas, bien
verdaderas simpatías o verdaderos oportunismos, lo apoyaron. Este último as-
pecto es el que explica por qué existe el torrijismo, como fenómeno político y
electoral, y no existe el norieguismo ni el paredismo. Pero, sobre todo, es una fi-
gura histórica e inevitablemente polémica, pues su nombre quedó asociado a
los Tratados Torrijos-Carter.
Por los hechos comentados en el párrafo anterior, resulta inexcusable evitar
una aproximación, ahora, al Torrijos vinculado a las negociaciones y a los trata-
dos de 1977 que llevarán para siempre su nombre.
Aun cuando no existan razones de gratitud para ninguna dictadura, se
debe, no obstante, precisar bien el papel relevante y decisivo jugado por el
general Torrijos en las negociaciones que resultaron en los tratados canaleros
de 1977. Torrijos no solo fue el hombre fuerte de la dictadura. Torrijos fue, al
mismo tiempo, un político con objetivos muy claros y definidos en materia
canalera. Fue realmente el gran y real negociador. Formado, cuando joven,
dentro del movimiento estudiantil panameño, los negociadores no tenían
nada que enseñarle a Torrijos con relación a los objetivos nacionales en mate-
ria canalera. La historia del movimiento estudiantil panameño confirma que
Nueva historia general de Panamá X 733

el movimiento tenía muy definido sus objetivos en esta materia: la recupera-


ción de la Zona del Canal, la entrega del Canal a los panameños y la efectiva
neutralización del Canal. Estos mismos objetivos fueron los perseguidos por
varias generaciones anteriores al movimiento estudiantil. Fue Torrijos, y no
sus negociadores, el verdadero estratega de la política negociadora. Hacién-
dose pasar internacionalmente como el líder histórico del nacionalismo pa-
nameño, Torrijos logro conquistar la simpatía y el apoyo internacional para
una causa que, finalmente, Torrijos reconoció que correspondía, a todas las
generaciones que lucharon por la reversión de la Zona del Canal y por la con-
quista del Canal. Para algunos analistas panameños, conocedores de la reali-
dad descrita, sienten que Torrijos fue realmente el gran negociador. Dada la
claridad de Torrijos sobre los objetivos panameños relacionados con el Canal,
dada la dura dictadura que él mantenía y dada las características políticas de
los negociadores, antiguos servidores de los partidos tradicionales y oligár-
quicos, estos estaban preparados para allanarse a las instrucciones finales que
recibieran del dictador.
Aun cuando generaciones anteriores lucharon por la reversión de la Zona
del Canal y por la conquista del Canal, para antes incluso del año 2000, el nom-
bre de Torrijos no puede, a título de la dictadura que presidió, desvincularse de
las conquistas representadas en la reversión de la Zona del Canal y la adquisición
del Canal.
Tampoco puede separarse la persona del general Torrijos de las cláusulas
contrarias al interés nacional y al propio interés internacional. La eliminación
de tales cláusulas quedó como herencia para las presentes y futuras generacio-
nes. La eliminación de tales cláusulas será más fácil tan pronto se modifiquen
las condiciones geopolíticas prevalentes a la fecha.
En la conciencia política del general Torrijos, en tanto que verdadero nego-
ciador, pesaban las posiciones y presiones de panameños que él conocía como
verdaderos nacionalistas pero simultáneamente civilistas y antidictadura, quie-
nes persistentemente presionaban para que la dictadura no legalizara las bases
militares que legalizó hasta el 31 de diciembre de 1999, para que negociara una
verdadera neutralización del Canal y no el pacto de parcialidad que firmó a per-
petuidad y, finalmente, para que no aceptara el derecho a perpetuidad de los
Estados Unidos para defender militarmente el actual Canal o cualesquiera otros
canales que llegaran a construirse por territorio panameño o parte por territorio
panameño y parte por territorio de otro Estado.
La tesis de que Torrijos fue el gran negociador y de que, además, tenía cla-
ridad y firmeza en algunos de los objetivos nacionalistas panameños, lo confirma
la obra Colonia americana no, escrita por el doctor Rómulo Escobar Bethancourt,
el negociador de mayor confianza y simpatía del general Torrijos. De esta obra
transcribe el historiador Jorge Conte Porras, las siguientes apreciaciones del doc-
tor Rómulo Escobar Bethancourt:
734 X La dictadura militar

El general omar Torrijos tenía mucha claridad sobre los objetivos de las ne-
gociaciones. Con claridad sobre los cambios y evoluciones de la larga disputa
negociadora. Un aspecto esencial de las instrucciones de Torrijos al equipo ne-
gociador era plantear en primer término la eliminación de la jurisdicción nor-
teamericana en la Zona del Canal, pero con la ocupación real de dicha franja
territorial y no como victoria de los textos jurídicos. Cuando él hablaba de en-
trar en la Zona del Canal, quería la desaparición de los tribunales de justicia,
los policías y las cárceles norteamericanas y el cese de la presencia de un go-
bernador en la Zona del Canal y especialmente de la ocupación militar norte-
americana de nuestro territorio. (El Universal, 10 de enero de 1999, p. A7).

No puede este capítulo terminar sin comentar el fin de la dictadura militar


en Panamá.
Para explicarnos el fin de la dictadura, no podemos prescindir de las refe-
rencias que siguen:
1. Para empezar, el ejército de la dictadura se declaró el brazo armado de lo
que llamó la «revolución octubrina» y no el brazo armado de toda la nación.
2. En consecuencia, la inmensa mayoría de panameños que se oponían a la
dictadura y a su revolución, no podía sentir como propio un ejército que
precisamente perseguía, intimidaba, torturaba, asesinaba y exiliaba a miem-
bros de esa mayoría.
3. La clara oposición del ejército, sus costumbres represivas contra la inmensa
mayoría que no comulgaba con la dictadura ni con la supuesta revolución
que esta proclamaba, ni con las claras connivencias de la dictadura con la
CIA, el Pentágono, la DEA, con traficantes de drogas y de armas, nunca invitó
a la sociedad panameña a sentir al ejército que la perseguía como un ejército
nacional.
4. Como se dijo en su momento, los ciudadanos preferían ser víctimas de un
delincuente común, que ser víctima de un delincuente uniformado, pues
los familiares de la víctima de un delincuente común podían, al menos, co-
nocer su paradero. Como se recuerda, igual no ocurría con las víctimas de
la dictadura. Todavía se ignoran las tumbas y el paradero de muchas per-
sonas asesinadas o desaparecidas por la dictadura.
5. Por todas estas razones, el ejército de la dictadura fue sentido socialmente
como lo que era: como un ejército antinacional, corrompidísimo y represivo,
al servicio de intereses antinacionales y de delincuentes internacionales.
6. Por los hechos que preceden, buena parte de la sociedad panameña lamentó
en efecto la invasión, pero no sintió razones para pensar que con la elimi-
nación del ejército y de la dictadura de la que eran víctima, perdiera algo
propio.
7. Como se sabe, Noriega se daba el lujo de desafiar las distintas ofertas que le
ofrecía el Gobierno norteamericano para negociar su salida de la Comandancia,
Nueva historia general de Panamá X 735

pues bien conocía los importantes servicios que le prestaba a la CIA y a la


DEA y la labor de encubrimiento que cumplió para ambas agencias nortea-
mericanas.
8. Como se recuerda, la invasión norteamericana fue el secreto mejor guardado
del presidente George Bush, exdirector de la CIA. Como tal, conocía perfec-
tamente los servicios que Noriega prestaba tanto a esta agencia como a la
DEA, así como las altas consideraciones que ambas instituciones dispensaban
a Noriega. El riesgo de que el día y hora de la invasión le fueran informados
a Noriega, era muy alto y muy real.
9. Buena parte de la sociedad panameña sintió el trágico episodio de la inva-
sión, pero lo entendió como una responsabilidad común de la propia dicta-
dura y del Gobierno norteamericano que la apoyada, y también como un
simple ajuste de cuenta entre viejos socios que se debían favores recíprocos.

Nota
1
Quintero, César, intervención oral en mítines la lucha contra las partes negativas de los trata-
dos de 1977.
CAPíTULo XXIII

El Canal, los puertos, movimientos


e industrias y marítimas

Alberto McKay †

Introducción

La historia del canal de Panamá es sumamente compleja. En ella han in-


fluido factores provenientes de los contextos universales y continentales, a la
vez que agentes de orden regional, nacional y local. Esos factores y agentes han
provenido de esferas muy diversas y, por esos motivos, se vinculan tanto a lo
geográfico y ecológico como a lo económico y técnico, sin dejar de involucrar
componentes ideológicos, jurídicos, políticos y sociales.
Si se toma en cuenta que sus antecedentes incluyen hechos tan remotos
como la fundación de la ciudad de Panamá en 1519, se demuestra, por otra parte,
que las raíces históricas del Canal son muy profundas. Estos viejos antecedentes
fueron una especie de simiente que, en el marco de las condiciones favorables
del siglo XIX, germinaron durante una etapa empresarial francesa, crecieron en
una fase estatal norteamericana, madurando luego en un período mixto y en
otro exclusivamente panameño.

El panorama mundial del siglo XIX

En el contexto del capitalismo insuficientemente desarrollado del siglo XVIII y


primer tercio del siglo XIX, la navegación ostentaba pocos cambios. Ella se concen-
traba en algunas vías fluviales; los barcos empleaban las velas, tenían poca capaci-
dad y eran sumamente lentos. Los pesados veleros recubiertos con cobre tomaban
cuarenta días en atravesar el Atlántico Norte y, aunque los llamados clippers eran
más veloces, estaban supeditados a la disponibilidad de vientos favorables.
738 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

Gracias a los avances de la Revolución Industrial, el primer barco a vapor


navegó en los Estados Unidos en 1806 y, en 1833, otro buque de ese tipo cruzó
el Atlántico, dando lugar al uso de los llamados steamers. Por otra parte, se bo-
taron a la mar los primeros barcos de metal en Inglaterra en 1838. Mientras los
transportes marítimos y sobre todo los ferroviarios eran beneficiados por la re-
volución técnica, la economía mundial hizo un gran viraje, al arribar la primera
mitad del siglo XIX.
En efecto, el descubrimiento de grandes yacimientos de oro en California y
Australia fomentó las reservas de los países ricos y sus capacidades de emitir
papel moneda; la expansión comercial europea y la colonización de Asia y África
ampliaron el mercado mundial; el libre cambio rompió las barreras del protec-
cionismo y se consolidaron los sistemas bancarios. Estos cambios fueron ante-
cedidos por una gran expansión demográfica y una ampliación de las capa-
cidades productivas de la agricultura.
La expansión del comercio mundial dio lugar a nuevos cambios en la nave-
gación. De esta forma, se generalizó el uso de las hélices. Los barcos, por otra
parte, aumentaron en número, tamaño, capacidad y velocidad. El calado, que
antes era de 5 metros, arribó entonces a 11. En el orden empresarial, las trans-
formaciones también dieron lugar a la constitución de las modernas sociedades
de navegación. Estas innovaciones, a su vez, condujeron a sustanciales moder-
nizaciones técnicas de los complejos portuarios y suscitaron interés por los ca-
nales interoceánicos.
La experiencia de la humanidad en materia de apertura de vías acuáticas
no era poca. Excluyendo los aportes faraónicos, asirios e hindúes de la Anti-
güedad, tenemos que el Gran Canal de China se excavó entre los siglos VI a. C.
y XII d. C. Esta obra, todavía en uso, posee 1,782 kilómetros de longitud y une
a las ciudades de Hangzhou y Pekín. En Inglaterra se construyó en 1134 un
canal destinado a enlazar los ríos Trent y Witham. Por otro lado, a partir de
los finales del siglo XVI comenzó a generalizarse el sistema de esclusas en toda
Europa. En el marco de las grandes construcciones estatales de los siglos XVII
y XVIII, se excavaron canales en Francia tales como los de Brière, orleáns y
Languedoc. En Rusia se abrió un sistema de vías acuáticas para comunicar San
Petersburgo con el mar Caspio y, en 1756 comenzó a funcionar el Gran Canal
de Irlanda.
El avance de la Revolución Industrial fomentó la apertura de canales en In-
glaterra y Francia. En los Estados Unidos se concluyó en 1824 el canal del Erie
que une al río Hudson con los Grandes lagos y, en 1829, el canal Chesapeake-
Delaware. En Suecia, un sistema de ríos, lagos y zanjas de 386 kilómetros de lon-
gitud, llamado el canal Göta, se inauguró en 1832. El proceso de excavación de
canales interiores modernos del siglo XIX fue interrumpido por la competencia
del desarrollo ferroviario; sin embargo, las experiencias adquiridas permitieron
hacer viables los proyectos de vías interoceánicas.
Nueva historia general de Panamá X 739

A la economía mundial en crecimiento le era entonces urgente acortar los


grandes trayectos que derivaban del uso de las rutas del cabo de Buena Espe-
ranza en el sur de África y del cabo de Hornos o el estrecho de Magallanes en
América del Sur. Para evitar la ruta del Cabo, la única alternativa posible era ex-
cavar un canal en el istmo de Suez. Para reducir las grandes distancias que im-
ponía el paso por el extremo meridional de América, sin embargo, había muchas
opciones en varios segmentos del extenso istmo centroamericano, especialmente
en Tehuantepec, Nicaragua, Panamá y el valle del Atrato.

El triunfo de la ruta del istmo central de Panamá

La ejecución del proyecto del canal de Suez entre 1859 y 1869, promovido
por el diplomático Ferdinand de Lesseps, fue un éxito del capitalismo europeo
de la época, especialmente del francés. También fueron exitosas la tecnología
y la organización empresarial empleadas. La nueva vía, hecha a nivel del mar,
unió al mar Mediterráneo con el mar Rojo, fomentando los intercambios entre
Europa, por una parte, y Asia, Australia y África oriental por la otra. Redujo
la duración de las travesías que partían del sur de Inglaterra y arribaban a los
puertos de oriente. Estos recortes de tiempo fueron de 7% en el viaje a Mel-
bourne, de 23% en el desplazamiento hasta Yokohama y 42% en el recorrido
hasta Bombay.
A pesar de que para inicios de la segunda mitad del siglo XIX, Inglaterra
era la primera potencia industrial, comercial y naval, Francia hacía grandes pro-
gresos. Los avances se consolidaron con el inicio del reinado de Luis Napoleón III
durante el Segundo Imperio, hecho que fue sustentado por el progreso de la pro-
ducción agrícola, la industrialización, la inversión en obras públicas, el incre-
mento del comercio y la disponibilidad de masas monetarias.
Estos cambios fueron apoyados por una política exterior imperialista que
llevó a Francia a mayores penetraciones en Argelia, Senegal y China, a la con-
quista de Vietnam y Camboya, a la intervención en Italia y a la invasión de Mé-
xico. Estos auges fueron interrumpidos en 1870 por la derrota militar frente a
Prusia, la caída del Segundo Imperio y la proclamación de una nueva república.
Pese a la pérdida de las ricas regiones industriales de Alsacia y Lorena y el
pago de fuertes sumas al vencedor por reparaciones de guerra, la economía fran-
cesa se reactivó. Ello ocurrió a partir de 1875, gracias a la ejecución de una polí-
tica proteccionista y a un incremento del sector financiero. Este último se espe-
cializó en drenar el ahorro privado hacia inversiones en el extranjero y uno de
los proyectos de inversión concebidos fue el de otro canal interoceánico.
Hacia mediados del siglo XIX, el obstáculo interpuesto por el istmo centro-
americano en el enlace del mar Caribe con el océano Pacífico era salvado por un
ferrocarril privado, construido de 1850 a 1855 entre Panamá y Colón por empre-
sarios norteamericanos. Sin embargo, este tenía limitaciones, razón por la que
740 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

un volumen creciente de la carga que debía moverse entre el Caribe y el Pacífico


se servía de las demoradas rutas que pasaban por el cabo de Hornos o el estrecho
de Magallanes.
El istmo central de Panamá había servido al transporte interoceánico du-
rante toda la larga era de predominio del mercantilismo español y, a mediados
de siglo, el ferrocarril Panamá-Colón era un éxito técnico y económico. No obs-
tante, los exploradores, promotores y capitalistas de la época también se intere-
saban en proyectos que atravesaban otras rutas centroamericanas. Esta búsqueda
obedecía en gran parte, a la divulgación en Europa de varios posibles proyectos
de canales hecha por del barón Alexander Von Humboldt, luego de su famoso
viaje por América, realizado entre 1799 y 1804.
Los proyectos de canales por América Central fueron debatidos en numero-
sos círculos, pero adquirieron mayor popularidad luego de que fuesen conside-
rados por reuniones especiales tales como el Congreso de Ciencias Geográficas,
Cosmográficas y Comerciales celebrado en Amberes en 1871 y el Congreso In-
ternacional de Ciencias Geográficas, reunido en París en 1875. Al clausurarse ese
último evento, surgieron varias sociedades destinadas a promover canales en
América, una de las cuales fue la Sociedad Civil Internacional del Canal Intero-
ceánico del Darién, presidida por Etienne Tür, húngaro, de la que formaban parte
Lucien Napoleón Bonaparte Wyse y otros promotores franceses.
Esta sociedad logró autorización de Colombia para hacer exploraciones
en el país. Los estudios, concentrados en el territorio del Estado federal de Pa-
namá; se llevaron a cabo entre 1876 y 1878 y cubrieron Darién, San Blas y Pa-
namá, aunque también el Atrato. En el grupo de especialistas que participó en
los estudios de campo y la preparación de los proyectos, especialmente en los
relacionados con el istmo central de Panamá, estuvo el ingeniero panameño
Pedro José Sosa. Este era egresado de la Universidad de Troy, Estados Unidos,
donde había defendido con éxito, como tesis, un proyecto de puente colgante
sobre el río Hudson.
En marzo de 1878, a nombre de la Sociedad Civil del Canal Interoceánico,
Wyse logró la aprobación por el Gobierno colombiano de un contrato para abrir
y explotar un canal marítimo que sería administrado por la Compañía Universal
del Canal Interoceánico. Sin embargo, para conseguir la participación de pro-
motores, decidir por un canal a nivel o a esclusas y adoptar la ruta definitiva, la
sociedad decidió convocar un congreso en París.
Con el apoyo de la Sociedad Geográfica y de Ferdinand de Lesseps, el Con-
greso Internacional de Estudios del Canal Interoceánico se llevó a cabo en mayo
de 1879. A él asistieron 136 delegados de diferentes países y grandes personali-
dades del mundo empresarial, administrativo, científico y técnico. El delegado
de los Estados Unidos de Colombia fue el ingeniero Pedro J. Sosa. Se presentaron
y discutieron diez proyectos de canales por América Central, de los cuales uno
se localizaba en México, uno en Nicaragua, seis en el Estado federal de Panamá
Nueva historia general de Panamá X 741

y dos en el Estado federal del Cauca. De todos ellos, los tres que atravesaban el
istmo central de Panamá eran de corta longitud y poco complejos. El de Nicara-
gua, en cambio, recorría 292 kilómetros y constaba de 21 esclusas.
Durante las deliberaciones, el ingeniero francés Godin de Lépinay abogó
por el proyecto de canal a esclusas por el istmo central de Panamá, auxiliado
por un gran lago artificial formado por el embalse del río Chagres. No obstante,
el éxito obtenido en la apertura de un canal a nivel en Suez y otras motivaciones,
determinaron que, en la votación final, se escogiese el proyecto de canal a nivel
por la ruta bahía de Limón-bahía de Panamá. Por sus aportes técnicos y cientí-
ficos al proyecto de canal por Panamá, Pedro J. Sosa fue condecorado en 1879
con la orden de Caballero de la Legión de Honor por el presidente de Francia.
Acontecimientos posteriores demostrarían que el proyecto de canal a nivel
por el istmo central de Panamá, aprobado en el Congreso de París, no era viable.
Sin embargo, por mucho tiempo se creyó que la falla había sido solamente de la
versión francesa de canal a nivel adoptada 1879. En efecto, la opción de una vía
interoceánica sin esclusas sería formalmente anhelada durante todo el siglo XX,
hasta 1993. La selección de la ruta bahía de Limón-bahía de Panamá, sin em-
bargo, fue una decisión acertada ya que todos los estudios del siglo XX conclu-
yeron con que no había en toda América mejor alternativa que esa. Las rutas de
Tehuantepec, Rivas en Nicaragua, Atrato en Colombia y las del Darién pana-
meño, ventiladas en el Congreso de París y en otros foros, nunca fueron aptas
para ningún sistema interoceánico de envergadura.

Etapa de las empresas privadas francesas del Canal

La principal característica del esfuerzo de excavación del canal de Panamá


en el siglo XIX fue la de responder a una iniciativas del capital privado. Durante
la mayor parte de esa centuria, en efecto, las iniciativas económicas y sociales se
basaban en doctrinas individualistas, particularmente en el liberalismo clásico,
llamado también manchesteriano. El Estado, por tanto, tenía pocas funciones y
las operaciones económicas eran manejadas por los particulares, con muy pocas
restricciones.
Una vez aprobado el proyecto, Lesseps hizo uso de sus experiencias admi-
nistrativas y financieras para adquirir la concesión otorgada a Tür y sus socios.
Inmediatamente, lanzó una campaña a favor del proyecto, viajó a Panamá en
los finales de 1879 y lo inauguró formalmente el 1 de enero de 1880. Después de
lograr suficiente capital por venta de acciones a gran cantidad de pequeños in-
versionistas franceses, constituyó la Compañía Universal del Canal Interoceá-
nico exigida por el contrato aprobado por Colombia, el 3 de marzo de 1881. En
junio de 1881, la compañía formalizó la adquisición de la mayor parte de las ac-
ciones de la empresa ferroviaria que operaba en Panamá, lo que evitó compe-
tencias y peligrosas rivalidades.
742 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

Logrados los objetivos legales, administrativos y financieros iniciales, se em-


prendieron los trabajos preparatorios en 1881 y, a principios de 1882, comenza-
ron en firme las excavaciones en Emperador y en el sector caribe del proyecto.
Mediante el empleo de pequeños contratistas, los trabajos continuaron hasta
1887. Ellos contaron con los servicios de excelentes ingenieros, uno de los cuales
fue Philippe Bunau Varilla, egresado de la Escuela Politécnica en 1880, quien
llegó al Istmo en 1884, a la edad de 24 años. La empresa, por otra parte, tuvo a
su favor la mejor tecnología de la época.
A pesar de beneficiarse de los reconocimientos gubernamentales de Francia
y Colombia, de tener la gran aceptación de la sociedad panameña y de disponer
de capital monetario, equipo humano y tecnología avanzada, la Compañía Uni-
versal fue pronto acosada por inmensos problemas técnicos, ecológicos, finan-
cieros y penales.
El trazado del canal previsto no obedecía a las particularidades geológicas,
geomorfológicas e hidrológicas de la región escogida, sino que corría paralelo a
la línea del ferrocarril. Los imprevistos surgidos de una difícil naturaleza tropi-
cal, tales como crecidas, anegamientos, erosiones, deslizamientos y derrumbes
no tuvieron nunca solución. Por tanto, detuvieron la velocidad de los trabajos y
aumentaron considerablemente los costos. El volumen de tierra y roca extraída
fue enormemente superior al calculado, lo cual complicó las cosas.
Como no había mucho desarrollo de la medicina tropical, no se combatía
el Aedes aegipty, vector de la mortífera fiebre amarilla, ni las diferentes especies
del género Anopheles, transmisoras de la malaria. La insalubridad de las ciudades
de Panamá y Colón, al igual que la de los campamentos obreros aumentaba la
incidencia de diversas enfermedades transmisibles, especialmente de tubercu-
losis, viruela y disentería. Charcos formados por la lluvia en el terreno excavado,
albercas ornamentales en los nuevos barrios residenciales y hasta recipientes lle-
nos de agua en los hospitales aumentaron las poblaciones de mosquitos. La mor-
talidad de los obreros fue alta, al igual que la de los técnicos y funcionarios
franceses. En septiembre de 1885, la tasa de mortalidad entre los obreros llegó a
176 por mil.
A principios de 1886 Lesseps regresó a Panamá para inspeccionar las obras
y darle aliento a la empresa. Empero, en 1899 se hizo público el hecho de que
los trabajos no avanzaban y que era casi imposible abrir un pasadizo profundo
a través de una estructura de colinas volcánicas en la divisoria continental. El
capital, en cambio se agotaba y, pese al esfuerzo de Lesseps por conseguir nuevos
subscriptores y lograr recursos financieros procedentes de otras fuentes, la em-
presa se vio abocada a la quiebra. El 4 de febrero de 1889 el Tribunal Civil del
Sena, Francia, declaró disuelta la Compañía Universal y nombró un liquidador.
El informe de una comisión de ingenieros nombrada por el liquidador, sin
embargo, dictaminó que la obra podía concluirse en ocho años y, con base en
Nueva historia general de Panamá X 743

ello, se negoció con el Gobierno colombiano una prórroga del contrato. En di-
ciembre de 1890, esta se concedió al liquidador de la Compañía Universal por
un período de 10 años, con la condición de que el concesionario traspasase todo
el activo social de la empresa en liquidación a una nueva compañía, la cual se
organizaría, a más tardar, el 28 de febrero de 1893. Sin embargo, en otro contrato
de abril de 1893 se modificaron los términos convenidos y la prórroga se exten-
dió hasta octubre de 1904.
Empero, mientras estos nuevos plazos aseguraban la continuidad de las
obras, había estallado en Francia un escándalo en el que salían a flote, estafas,
malversaciones y operaciones deshonestas llevadas a cabo por los directivos
de la Compañía Universal, amparados por funcionarios franceses. Cinco de
los acusados, entre los cuales figuraban Ferdinand de Lesseps y su hijo Char-
les de Lesseps, fueron llevados a juicio y condenados el 9 de febrero de 1893.
No obstante, la Corte de Casación revocó el veredicto y absolvió a los impli-
cados. En otro juicio llevado a cabo por los delitos de oferta y aceptación de
sobornos relacionados con transacciones de la Compañía Universal, Charles
de Lesseps y el intermediario de un antiguo ministro del Interior fueron con-
denados. Posteriormente, el 7 de diciembre de 1894 falleció Ferdinand de
Lesseps.
A pesar de estos inmensos escollos, nuevos promotores franceses constitu-
yeron la Nueva Compañía del Canal de Panamá el 20 de octubre de 1894, en
cuya comisión técnica figuró el ingeniero Pedro J. Sosa, quien no pudo concluir
sus trabajos porque falleció en un naufragio en julio de 1898. La Nueva Compa-
ñía hizo un esfuerzo técnico de rescate, conservación y reparación de bienes y
equipos; también llevó a cabo excavaciones y prestó dinero al ferrocarril para la
construcción de un puerto de aguas profundas en La Boca, al oeste de la ciudad
de Panamá, el que se dotó de un largo muelle de acero.
En noviembre de 1898, luego de hacer minuciosos estudios, la comisión téc-
nica recomendó descartar el proyecto de canal a nivel y adoptar el de esclusas.
Según lo programado, habría esclusas en Bohío Soldado y obispo en la vertiente
del Caribe, lo mismo que en Paraíso, Pedro Miguel y Miraflores, en la vertiente
del Pacífico. El río Chagres sería represado en Bohío Soldado y Alajuela con el
fin de controlar las inundaciones, suplir al Canal en agua y producir energía
eléctrica.
Sin embargo, ante la insuficiencia de capital y sin posibilidades de obte-
nerlo en Francia dados el fracaso anterior, los escándalos y el desinterés del
Gobierno, los directivos de la compañía suspendieron los trabajos. En diciem-
bre de 1898, presentaron al presidente McKinley de los Estados Unidos el in-
forme técnico aprobado y una propuesta de traspaso de los bienes. En forma
pasiva, sin embargo, la Nueva Compañía del Canal de Panamá operó en el
país hasta 1904.
744 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

Apertura y manejo del Canal por


el Gobierno norteamericano
Al finalizar el siglo XIX, los Estados Unidos disponían de un territorio
enorme y habían incrementado la disponibilidad de mano de obra con la atrac-
ción de millones de inmigrantes. Su riqueza comenzaba a basarse en la industria,
aunque era el más grande productor mundial de alimentos y materias primas
agropecuarias. No obstante, participaba poco en el comercio mundial y su es-
tructura económica, edificada sin los obstáculos representados por los lastres
históricos y los frenos sociales, evidenciaba desequilibrios e insuficiencias, tales
como el poder de los monopolios y las frecuentes crisis por superproducciones
agrícolas.
Para paliar los desajustes surgidos del rápido desarrollo, comenzaron a
aplicarse controles inspirados en la nueva doctrina neoliberal, lanzada por eco-
nomistas británicos, a la cabeza de los cuales se destacaba Alfred Marshal. Entre
los principios de la nueva doctrina estaban el reconocimiento de la importancia
de todos los factores de la producción en la creación de la riqueza, la retribución
justa a los responsables de aportar dichos factores y la intervención ordenadora
del Estado en los asuntos económicos y sociales.
Suiza, los países escandinavos y Nueva Zelandia aplicaron los nuevos prin-
cipios a la gestión; Inglaterra, Francia y Alemania los pusieron en práctica en el
área social. Sin embargo, los Estados Unidos se valieron de ellos para impulsar
correctivos económicos de gran impacto. Así, en 1890 se expidió la llamada Ley
Sherman contra el poder de los trusts. En ese contexto de cambios, el país se in-
teresó en el comercio mundial y en la expansión internacional de su influencia.
Por tanto, le hizo la guerra a España en ese mismo año y, como consecuencia de
su victoria militar, consolidó importantes posiciones en el Caribe y el Lejano
oriente.
No obstante, el interés público por un canal norteamericano en la América
Central solo respondía a iniciativas particulares y no atraía suficientemente la
atención del Estado. Varios intentos privados en abrir un canal por Nicaragua
murieron en su cuna, a pesar de haber logrado contratos con el país dueño del
territorio. En 1889, sin embargo, sobre la base de una nueva concesión otorgada
por Nicaragua a capitalistas norteamericanos en 1887, el Gobierno de los Estados
Unidos reconoció legalmente a la Compañía del Canal Marítimo de Nicaragua,
sin que ello implicara el dispendio de aportes financieros.
En estas condiciones, comenzó la apertura del canal por Nicaragua el 9 de
octubre de 1899. Se hicieron excavaciones, se construyeron edificios en San Juan
del Norte, se concluyeron tramos de vías férreas, se instalaron sistemas de co-
municación y se importó desde Panamá maquinaria francesa abandonada. Sin
embargo, la compañía se quedó pronto sin fondos y, al no recibir apoyo oficial,
Nueva historia general de Panamá X 745

pasó finalmente a manos de un liquidador, en agosto de 1893. Los intentos em-


presariales continuaron, pero al no poder cumplir con las condiciones de nuevas
prórrogas, el Gobierno de Nicaragua anuló la concesión en 1900.
Durante las dos administraciones del presidente Teodoro Roosevelt, trans-
curridas de 1901 a 1904 y de 1904 a 1908, los progresos de la economía dirigida
fueron enormes en los Estados Unidos. Ello desembocó en hechos tales como
una efectiva aplicación de la Ley Sherman contra los monopolios, la reglamen-
tación de las tarifas ferroviarias, el control de la calidad de los alimentos, la ins-
pección del comercio de carnes, el reconocimiento de los derechos laborales y la
protección estatal de la naturaleza. Así, en 1902 se promulgó la Ley de Recupe-
ración que autorizó la creación de grandes represas y reservorios. Un cambio de
mentalidad general avaló plenamente el principio de la intervención del Estado
en el ordenamiento económico.
El medio político norteamericano estaba maduro para aceptar con agrado
la participación estatal en el proyecto de un canal por el istmo centroamericano,
antes reservada a los empresarios. Además de los factores arriba mencionados,
influían en esta predisposición las experiencias cosechadas en el campo de la in-
geniería y la administración del agua, a las cuales se añadía, en 1900, la apertura
del canal de Chicago, de 48.2 kilómetros de longitud. En cuanto a canales inte-
roceánicos, además de la de Suez, la experiencia mundial acumulaba los éxitos
de las excavaciones de los canales de Corinto, Grecia, en 1893, y de Kiel, Alema-
nia, en 1895. Este último, construido con la técnica de esclusas, tenía una longi-
tud de 98.7 kilómetros.
Sin embargo, a pesar de las garantías y prerrogativas que Nueva Granada
le había conferido al comercio y al transporte de los Estados Unidos en Panamá
mediante un tratado de 1846, el proyecto favorito en los círculos empresariales,
gubernamentales y periodísticos norteamericanos era el de abrir una vía marí-
tima en Nicaragua. Este proyecto enaltecía los orgullos nacionalistas, afectados
por los iniciales logros de la presencia francesa en Panamá. Sin embargo, una
comisión técnica, aprobada en marzo de 1899 y organizada en junio de ese año,
fue encargada de investigaciones más amplias sobre el tema.
La comisión estudió en Europa el canal de Kiel, otras vías acuáticas y los
archivos de la Nueva Compañía. En América, investigó el proyecto en Nicara-
gua, las rutas del Darién y los trabajos avanzados por la Nueva Compañía en
Panamá. Al presentar sus informes finales en noviembre de 1901, la Comisión
descartó totalmente las rutas del Darién y, aunque reconoció las ventajas técnicas
del canal por Panamá, recomendó el de Nicaragua, dado el alto precio ofrecido
por la adquisición de los bienes franceses invertidos en Panamá. No obstante,
un informe suplementario de enero de 1902 dio preferencia al proyecto de canal
por Panamá, al aceptar los franceses el traspaso de sus bienes por una suma de
40 millones de dólares americanos.
746 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

Entre las consideraciones técnicas que favorecieron la ruta del canal por Pa-
namá estuvieron la presencia de un ferrocarril transístmico, la existencia de bahías
terminales profundas y abrigadas, la menor duración de los trabajos, una travesía
más rápida y una ruta más corta, más recta y menos exigente en esclusas. También
se consideró que aunque el canal por Nicaragua acortaba más las distancias entre
ambas costas norteamericanas, el de Panamá lo aventajaba en reducción del
tiempo de travesías entre América del Sur y los puertos de Asia y Europa.
Con base en el avance de la doctrina neoliberal y los informes técnicos re-
cabados, el Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos apro-
baron una ley que autorizaba al presidente la compra de los derechos y bienes
de la Nueva Compañía del Canal, la adquisición de una faja de tierra en Panamá,
la excavación de un canal y la construcción de puertos cómodos y seguros en
los extremos de la vía. La misma ley preveía que, de no lograr el presidente la
compra y el terreno indicados, el canal se construiría por Nicaragua. Este ins-
trumento, llamado Ley Spooner, fue sancionado por el presidente Roosevelt el
28 de junio de 1902. En la propaganda y las maquinaciones emprendidas en
favor de su adopción intervinieron Nelson Cromwell, abogado de la Nueva
Compañía y el ingeniero Bunau Varilla, accionista de esta empresa.
Los Estados Unidos y Colombia, sobre la base de la Ley Spooner, negociaron
la Convención del Canal ístmico y la firmaron el 22 de enero de 1903. Esta fue
aprobada por el Congreso norteamericano sin enmiendas el 17 de marzo de 1903,
pero al ser considerado por el Congreso de Colombia, fue rechazada en primer
debate, por amplia mayoría, sin enmiendas y dejando cerradas todas las vías a
cualquier tipo de nueva negociación.
Después de esa decisión, convencido de la superioridad de la ruta de Pa-
namá sobre la de Nicaragua, el presidente Roosevelt decidió incumplir el Tra-
tado de Paz, Navegación y Comercio firmado con la Nueva Granada en 1846 y
dar apoyo al movimiento independentista de Panamá de 3 de noviembre de
1903. El tratado de 1846 obligaba a los Estados Unidos a mantener al Istmo como
propiedad de Colombia, disposición que los norteamericanos habían fielmente
cumplido desde la entrada en vigencia del mencionado instrumento, en detri-
mento de numerosos movimientos revolucionarios panameños, destinados a sa-
cudirse de un régimen dictatorial y centralista.
Constituida la nueva república con la intervención de todas sus fuerzas po-
líticas, sociales, económicas y regionales, el Gobierno del presidente Roosevelt
le impuso la firma de una versión de la Convención del Canal ístmico excesiva-
mente desventajosa para Panamá, la cual fue ratificada por el Gobierno provi-
sional, con premura y sin ninguna consulta, el 2 de diciembre de 1903. El
Congreso de los Estados Unidos, pese a los vanos intentos de la diplomacia co-
lombiana en oponerse, la ratificó el 23 de febrero de 1904 y, dos días después,
esta entró en vigencia. En marzo de ese año, el presidente nombró la Comisión
del Canal ístmico prevista por la Ley Spooner.
Nueva historia general de Panamá X 747

otro intento colombiano por impedir el avance del proyecto de canal por
Panamá concluyó también en fracaso el 31 de marzo de 1904, cuando el Tribunal
Civil del Sena, en Francia, se pronunció a favor de la legalidad del traspaso a los
Estados Unidos de los bienes de la Nueva Compañía. Aprobada la Convención
por las dos partes involucradas y autorizado el traspaso de los bienes del canal
en construcción, el Congreso norteamericano expidió el 8 de abril de 1904 la ley
sobre gobierno temporal de la Zona del Canal de Panamá. Ella autorizó al pre-
sidente de los Estados Unidos a organizar el gobierno del nuevo territorio y, con
base en ese derecho, el mandatario confirió poderes a una Comisión del Canal
ístmico, dependiente de la Secretaría de Guerra.
El traspaso de los bienes franceses se llevó a cabo en la Embajada de los Es-
tados Unidos en París el 16 de abril de 1904; el 4 de mayo, un alto oficial autori-
zado del Ejército norteamericano, a nombre de su Gobierno, tomó posesión de
las propiedades de la Nueva Compañía en Panamá, las cuales consistían en
obras avanzadas, edificios, materiales, planos, estudios, equipo y maquinarias,
de las cuales eran muy útiles las dragas. El 6 de mayo, en París, los Estados Uni-
dos recibieron los archivos de la empresa. El 7 de mayo entraron en posesión de
las acciones francesas del ferrocarril y, posteriormente, de las pocas que perte-
necían a personas naturales o jurídicas norteamericanas. Entre las obras recibi-
das, estaban las excavaciones que habían arrancado 59,747,494 metros cúbicos
de tierra y roca.
Nombrado como gobernador de la Zona del Canal, llegó a Panamá el mayor
general George W. Davis del Ejército de los Estados Unidos el 19 de mayo de
1904, quien recibió ese mismo día el territorio previsto por la convención de 1903.
El 15 de junio el gobernador y funcionarios panameños firmaron el convenio
que traspasó a los Estados Unidos dicha zona y fijó sus límites provisionales.
Pese a disposiciones de la convención de 1903 y del Convenio de Delimitación,
los Estados Unidos ocuparon el puerto de La Boca, habilitado por los franceses
en 1898 y el de Colón, instalado por la compañía ferroviaria desde 1851.
La coyuntura económica y tecnológica en la que se presentaba el reto de la
continuación de las obras del Canal en 1904 era completamente diferente a la
de 19 años atrás, cuando de ellas se había encargado la Compañía Universal.
En esta ocasión no eran empresarios privados los que se asociaban para ejecutar
una inversión, sino un Estado poderoso. Por otra parte, los equipos mecánicos
se beneficiaban de los progresos de los motores de combustión interna, los cua-
les desplazaban a los sistemas a vapor, y se difundía la total electrificación de
las actividades, en beneficio de la industria, el transporte, el alumbrado y las
comunicaciones.
Sin embargo, el inicio de las obras encontró dos grandes obstáculos: la
resistencia pasiva de los panameños y la ineficiencia burocrática de la Comi-
sión del Canal ístmico. El problema de la falta de colaboración panameña pro-
vino de la conversión de la Zona del Canal en un territorio franco en el que
748 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

las mercancías norteamericanas, libres de impuestos de introducción, se ofrecían


sin restricción a los clientes istmeños y al mercado internacional. La comisión
fue sustituida en abril de 1905 y el problema de la competencia comercial se so-
lucionó con la concertación del llamado Convenio Taft de junio de 1904.
No obstante, los problemas de indecisión, burocracia e ineficiencia conti-
nuaron. En junio de 1905 el presidente Roosevelt nombró el Cuerpo de Ingenie-
ros Consultores, formado por 13 profesionales experimentados en canales y
obras públicas, de los cuales cinco eran europeos. Su misión era escoger entre
canal a esclusas o canal a nivel. En el informe presentado el 10 de enero de 1906,
la mayoría de la comisión se pronunció por la última de estas dos opciones. No
obstante, la Comisión del Canal ístmico, con la anuencia del presidente, reco-
mendó construir el canal a esclusas, opción que fue aprobada por el Senado y la
Cámara de Representantes a fines de junio de 1906.

La construcción

El proyecto, luego de afinamientos, consistió en una zanja a nivel en el Caribe,


un gran lago artificial, el Corte Culebra y un pequeño lago artificial cerca del acceso
del Pacífico. Para enlazar estas estructuras ubicadas a diferentes alturas, se conci-
bieron tres jugos de esclusas a doble vía. Después de tantas indecisiones, el proyecto
resultó ser altamente similar al concebido por la Nueva Compañía en 1898.
Al aproximarse la conclusión del año 1906, la fase preparatoria de los tra-
bajos del canal a esclusas había concluido. Mediante drenajes, desmontes, el uso
de quinina y el avance de los acueductos y alcantarillados de las ciudades de
Panamá y Colón, se había adelantado enormemente el saneamiento de la región.
Ello fue posible gracias a los modernos conocimientos de medicina preventiva
y a la gran colaboración de las autoridades panameñas y de la población del
país. Por otra parte, se construyeron dos muelles en el nuevo puerto de Cristóbal,
se reparó el ferrocarril y se hicieron numerosas construcciones. En noviembre
de 1906 el presidente Roosevelt vino a Panamá, inspeccionó las obras y regresó
satisfecho del éxito de los trabajos.
No obstante, para garantizar eficiencia, continuidad, rapidez y disciplina,
el mandatario norteamericano les dio preponderancia a los militares en la comi-
sión desde abril de 1907. La dirección de esta se le encomendó al teniente coronel
George Goethals, quien también asumió las funciones de ingeniero jefe del Canal
y presidente del Ferrocarril de Panamá. Gracias al poder conferido, aceleró los
trabajos, prescindiendo casi totalmente de contratistas. Una de las construcciones
más importantes, la represa necesaria para la creación de un gran lago, se inició
en 1907. El sitio concebido por los franceses, el de Bohío Soldado, sin embargo,
fue trasladado al de Gatún, ubicado más al norte.
Los progresos de las obras permitieron extraer 3,106,105 metros cúbicos de tie-
rra en marzo de 1909, cifra que rompió todos los registros mensuales de excavación.
Nueva historia general de Panamá X 749

El 24 de agosto de ese año se arrojó la primera paletada de concreto en la esclusa de


Gatún, el 1 de septiembre se llevó a cabo esta misma operación en la de Pedro Mi-
guel y, el 30 de mayo de 1910, en la esclusa de Miraflores. Las compuertas de acero
de las esclusas, asignadas a contratistas, se comenzaron a hacer en 1911 y 1912.
Posteriormente, el 18 de octubre de 1913, se permitió el contacto de las aguas
del Canal en el sector Pacífico, mediante la voladura de un dique que las sepa-
raba cerca de Corozal. Al concluirse las esclusas de Gatún, estas fueron usadas
por el remolcador Gatún el 26 de septiembre de 1913. Posteriormente, el 10 de
octubre de 1913 se unieron las aguas de la vertiente del Pacífico con las del Ca-
ribe al volar el presidente Wilson desde Washington, por contacto telegráfico,
un dique que las separaba en Gamboa.
No obstante, un gran derrumbe en el Corte Culebra aplazó la inauguración
del Canal, pero el 7 de enero de 1914 el barco grúa Alexander de la Valley, del
antiguo equipo francés, atravesó todo el trayecto de la vía. Finalmente, el 15 de
agosto, con el paso del vapor Ancón, propiedad del ferrocarril, se inauguró la
obra con una sencilla ceremonia. En la travesía del Ancón participaron el doctor
Belisario Porras, presidente de Panamá, y su gabinete. Sin embargo, un gran de-
rrumbe en el Corte Culebra, ocurrido en octubre del año de la inauguración, im-
pidió por un tiempo el paso de barcos mercantes.
El estallido de la Primera Guerra Mundial fue el responsable de la sobriedad
de los actos de inauguración de 1914. Sin embargo, para conmemorar el éxito
de la excavación, se llevó a cabo una gran feria universal en San Francisco, Ca-
lifornia, de 20 de febrero al 4 de diciembre de 1915, seguida de una similar en
San Diego. Para los mismos propósitos, Panamá celebró una exposición inter-
nacional, la cual fue inaugurada el 16 de febrero de 1916 en un nuevo barrio de
la capital, diseñado para este fin.

Maravilla de la ingeniería

El canal concluido, se convirtió en una de las maravillas de la ingeniería


moderna. La admiración suscitada por su ingenioso funcionamiento opacó al
interés de empresarios, técnicos, turistas y curiosos por la operación de las otras
vías interoceánicas, incluyendo al canal del cabo Cod, de 11.9 kilómetros de
largo, abierto en una península de Massachusetts, Estados Unidos, por empre-
sarios privados entre 1909 y 1914. Esta nueva vía, al igual que las de Suez y Co-
rinto estaba a nivel del mar, en tanto que la de Kiel solo tenía un juego de
esclusas en su extremo oriental.
Tal como quedó inaugurado en 1914, el canal de Panamá consistió en un
complejo pero eficiente sistema de 81.62 kilómetros de longitud, que podía re-
correrse en un tiempo de 7:30 a 8:00 horas. Enlazó estructuras diversas y de di-
ferente altura tales como bahías, cortes, lagos artificiales y un estuario dragado,
por medio de tres alineamientos de esclusas a doble vía.
750 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

En la vertiente del Caribe, el acceso norte quedó constituido por la bahía de


Limón. Entre ella y la esclusa de Gatún se abrió una zanja de 10 kilómetros de
largo, a nivel del mar. El juego de esclusas de Gatún, de tres peldaños, permitió
alcanzar el lago Gatún, de 423.4 kilómetros cuadrados de superficie, cuya altura
promedio se ubicó a los 25.9 metros sobre el nivel de mar. En este lago, con pocas
excavaciones, se habilitó un cauce de 50.6 kilómetros de largo, el cual facilitó la
travesía de la mayor parte de la sección del Canal ubicada en la vertiente del
Caribe.
En Gamboa, cerca de la confluencia del río Chagres con el lago Gatún, se
estuvo en la entrada del Corte Culebra, de 12.8 kilómetros de longitud, excavado
con mucha dificultad en una estructura de altas lomas y colinas de origen vol-
cánico que separa a la vertiente del Caribe de la del Pacífico. En su extremo sur,
ya en la vertiente del Pacífico, el Corte Culebra capturó al río Grande, aprove-
chando sus aguas para mantener el nivel adecuado que era el del lago Gatún.
Al final de esta zanja, se ubicaron las esclusas de Pedro Miguel, de un solo
peldaño, las cuales permitieron descender 10.4 metros hasta alcanzar un lago
pequeño, el Miraflores, formado por la contención de un segmento del curso del
río Grande. La navegación, hecha por 1.6 kilómetros del lago, permitió llegar a
las esclusas de Miraflores, de dos peldaños, las cuales facilitaron un descenso
de más o menos 16 metros, hasta alcanzarse el nivel del océano Pacífico. Por el
estuario dragado del río Grande, luego del recorrido de 5.2 kilómetros, se llegó
a la bahía de Panamá.
Los tres juegos de esclusas se ubicaron en sitios rocosos firmes y sus cámaras
se diseñaron para permitir la acogida de los barcos más grandes de la época. Por
tanto, dichas estructuras dispusieron de 304. 8 metros de largo, 33.53 metros de
ancho y 24 metros de profundidad. Sus grandes compuertas fueron activadas
por electricidad y el movimiento de llenado y vaciado del agua dentro de las cá-
maras se ajustó a las leyes hidráulicas y a la fuerza de la gravedad. Este líquido
fue abundantemente aportado por el río Chagres con el concurso del río Grande
para el caso de la esclusa de Miraflores.
Entre las principales infraestructuras y equipos auxiliares del Canal se con-
taron los rompeolas en las bahías de acceso, la represa de Gatún, las estaciones
terminales de carbón, la estación de dragado de Paraíso, el ferrocarril transíst-
mico, las locomotoras de arrastre de los barcos en las esclusas llamadas mulas y
los puertos de Balboa y Cristóbal.
El rompeolas de la bahía de Colón, consistente en dos grandes hileras de
acumulaciones de rocas, se hizo con materiales extraídos de una cantera en Por-
tobelo. Esta obra protegió al acceso norte del Canal del fuerte oleaje que produ-
cen los vendavales de la estación lluviosa y los oleajes que levantan los vientos
alisios del nordeste en la estación seca. En la bahía de Panamá, solo hubo que en-
lazar un alineamiento de islotes volcánicos mediante un relleno de rocas, para hacer
un rompeolas muy efectivo y una muralla destinada a impedir la acumulación de
Nueva historia general de Panamá X 751

sedimentos. Las rocas se extrajeron del Corte Culebra y el relleno convirtió a las
islas de Naos, Culebra, Perico y Flamenco en una larga península, en la que se
construyeron fortalezas.
La represa de Gatún se concluyó en agosto de 1913 y se hizo con 17,552,661
metros cúbicos de tierra y roca. Además de permitir la formación del lago Gatún,
la construcción produjo electricidad, al ser dotada de turbinas, generadores, trans-
formadores y demás aparejos necesarios. La central energética tuvo una capacidad
instalada de 24 megavatios. Abasteció, complementada con una planta termoe-
léctrica en Miraflores, las necesidades del Canal y sus instalaciones auxiliares.
Como en las primeras décadas del siglo XX una gran parte de los barcos de
la flota mundial se movían con vapor, se instalaron dos centrales de carbón para
abastecerlos. Una se construyó en Cristóbal en 1916 y la otra en Balboa en 1917.
La planta potabilizadora de Miraflores, al procesar agua cruda proveniente del
lago Gatún, generó suficiente líquido para los barcos en tránsito. Para el dragado
rutinario del cauce del Canal y la emergencia de los frecuentes derrumbes en
Culebra, se creó la estación de dragado de Paraíso, al sur del corte, en un área
transitada por los barcos.
El ferrocarril Panamá-Colón fue útil para los trabajos de construcción y ex-
cavación y, una vez inaugurado, para las operaciones de mantenimiento y fun-
cionamiento. Tenía 76.6 kilómetros de longitud y permitía viajes entre las dos
ciudades, en una hora y 45 minutos. Después de pasar de manos de capital nor-
teamericano a propiedad de accionistas franceses, fue adquirido por el Gobierno
de los Estados Unidos. Este lo reparó y lo modernizó integralmente, proporcio-
nándole cómodas estaciones terminales en Panamá y Colón y otras doce, más
pequeñas, entre estas dos urbes. Su trazado original fue modificado debido al
ascenso de las aguas del lago Gatún.
El puerto de Colón, contiguo a la vieja terminal ferroviaria en el noreste de
la isla de Manzanillo, fue sustituido por el moderno puerto de Cristóbal. Este se
emplazó al oeste de la ciudad, a orillas de la bahía de Limón y fue equipado con
un gran perímetro de muelles, además de patios, almacenes y mecanismos mo-
dernos. El muelle de acero de la Nueva Compañía del Canal en La Boca, fue sus-
tituido por el puerto de Balboa, ubicado en un sector protegido del estuario
dragado del río Grande, cerca del centro de la ciudad de Panamá. Al igual que
a Cristóbal, fue beneficiado con muelles de hormigón, patios, almacenes, grúas
y demás infraestructuras modernas.
Para estabilizar la posición de las naves al interior de las esclusas y evitar
su choque con las paredes de las cámaras, el ingeniero Edward Shildhauer con-
cibió pequeñas locomotoras eléctricas sobre rieles, capaces de controlar los bar-
cos mediante cables. Los primeros cuarenta de estos vehículos fueron hechos
por la General Electric Company y entregados en noviembre de 1914.
La intervención del Estado norteamericano en la ejecución de la gran
obra, puso en práctica concepciones novedosas. Ella se adelantó en 16 años a la
752 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

planificación soviética y en 28 años a su propia experiencia de la Autoridad del


Valle de Tennessee, considerado el primer ejemplo de intervención territorial del
Estado en países de economía liberal. La hazaña norteamericana de ordena-
miento tuvo el valor adicional de haberse hecho en el trópico, zona en la que la
violación de las leyes de la naturaleza genera desequilibrios de mayor enverga-
dura que en otras zonas climáticas.
El acondicionamiento del río Chagres respetó la organización y la dinámica
natural de su cuenca sin producir desajustes. El agua marina, por otra parte, no
ingresó al cauce del Canal, porque fue retenida en el Pacífico por la esclusa de
Miraflores y en el Caribe, por la de Gatún. otros hechos significativos del orde-
namiento espacial norteamericano fueron el manejo racional de los recursos na-
turales, el empleo adecuado de los productos de la excavación, el fomento de la
regeneración de los bosques tropicales, el control ambiental de las enfermedades
transmisibles, los diseños urbanísticos tipo ciudades jardines y el fomento de la
investigación científica. En efecto, entre otras acciones, se estableció en la isla de
Barro Colorado una importante reserva natural desde 1923 y, en Summit, se cre-
aron los Jardines de Introducción de Plantas en la Zona del Canal en el mismo
año.
No obstante, hay que considerar que estas intervenciones se llevaron a cabo
en un medio poco intervenido y ocupado. Por otra parte, Panamá aceptó retirar
todas sus oficinas y bienes de la zona concedida, y de ellas fueron desplazadas
las poblaciones panameñas que había en la región traspasada. No obstante, se
presentaron problemas ambientales, tales como el crecimiento de malezas acuá-
ticas, la sedimentación en los cauces, la falta de control de las crecidas y estiajes
del río Chagres, la contaminación por hidrocarburos y los frecuentes derrumbes
en el Corte Culebra.
La cuenca del río Grande, por otra parte, no fue conservada y muchas de
sus estructuras naturales desaparecieron. Uno de los afluentes de este río, el Cu-
rundú, fue canalizado en tuberías subterráneas que comenzaron a crear el pro-
blema de las frecuentes inundaciones de ciertos sectores de la ciudad de Panamá.
La Calzada de Amador o relleno entre las islas volcánicas de la bahía de Panamá
fomentó la sedimentación en los sectores marinos próximos a la ciudad capital.

Impactos económicos de la obra

Además de convertirse en una gran creación de la ingeniería y en un modelo


de ordenamiento territorial, el canal de Panamá fue un agente favorable para el
desarrollo de la navegación y el comercio internacionales. Redujo, aún más que
Suez, las travesías mundiales ya que permitió evitar el paso por el alejado cabo
de Hornos en el extremo meridional del continente sudamericano. Esta reduc-
ción fue de 25% de la duración de los viajes entre Londres y Nueva Zelandia y
de 60% en los realizados entre Nueva York a San Francisco.
Nueva historia general de Panamá X 753

La apertura del canal de Panamá benefició muchísimo a los estados de Ca-


lifornia, oregón y Washington en los Estados Unidos y a la provincia de Colum-
bia en Canadá, porque los sustrajo de su relativo aislamiento. Se facilitaron las
relaciones entre estas circunscripciones y la región altamente industrializada del
este de Norteamérica. También fueron favorecidas las economías de México, de
los países centroamericanos y, sobre todo, las de Ecuador, Perú, Chile y Bolivia,
usuarios de puertos peruanos y chilenos. El canal de Panamá también incre-
mentó los intercambios entre Europa occidental y las regiones occidentales de
las Américas del Norte, Centro y Sur. Un tratado celebrado por los Estados Uni-
dos con Colombia en 1914, permitió que este país tuviese privilegios en el uso
del Canal.
En lo que restaba del año 1914, después de la inauguración, solo transi-
taron por el Canal algunas decenas de barcos. Sin embargo, en 1915, se registra-
ron 1,108 tránsitos con una carga de 4,937,340 toneladas, lo que generó 4,367,602
de dólares americanos en ingresos por peajes. Aunque a causa del estallido de
la Primera Guerra Mundial y de derrumbes que obstruyeron el cauce estas cifras
descendieron en 1916, en los años siguientes se elevaron considerablemente. Así,
en 1921, los tránsitos habían crecido, respecto a 1915, en 204%, el desplazamiento
de mercancías en 143% y la recaudación por peajes en 95%. El canal de Panamá,
finalmente, colaboró con la etapa de gran prosperidad que, con posterioridad al
fin de la guerra, benefició a los Estados Unidos.
La República de Panamá, en cambio, recibió pocos beneficios del aprovecha-
miento económico del Canal. Aunque parte del dinero pagado por los Estados
Unidos en cumplimiento de la Convención del Canal ístmico de 1903 se invirtió
en obras de infraestructura y urbanísticas, otros ingresos provenientes de la ope-
ración del Canal fueron muy bajos o no se percibieron. No se pagó una anualidad
por el uso del territorio panameño, sino una especie de indemnización de 250,000
dólares americanos por lo que no se percibiría de la antigua compañía del ferro-
carril. Durante los nueve primeros años de vigencia de la convención de 1903,
esta suma no se pagó porque los Estados Unidos le cargaron al tesoro de Panamá
adelantos que había hecho esta empresa de capital francés a Colombia.
En un período de política conservadora y muy nacionalista, los Estados Uni-
dos decidieron derogar unilateralmente el Convenio Taft de 1904 y la Zona del
Canal volvió a fomentar la operación de industrias y servicios que competían
con los de la economía panameña, y a convertir este territorio en un centro in-
ternacional de venta libre de productos norteamericanos exonerados de impues-
tos. En añadidura, los Estados Unidos obstaculizaron el desarrollo de los
transportes y las comunicaciones en el territorio de Panamá, alegando que ello
era una amenaza para el Canal. Al generalizarse el automovilismo, la sociedad
panameña se encontró con el problema de que no había puentes sobre el Canal.
Mientras que los empleados y técnicos franceses vivieron en las ciudades
de Panamá y Colón, y tuvieron en la primera de ellas sus oficinas centrales, los
754 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

norteamericanos crearon barrios exclusivos para ellos y practicaron la segrega-


ción y el racismo. A diferencia de sus predecesores, los norteamericanos no vin-
cularon a los talentos panameños a los trabajos de planificación y ejecución de
las obras del Canal.

Adaptaciones y ajustes

De 1914 a 1979 la administración de un canal en funcionamiento y el go-


bierno de una Zona del Canal organizada, fueron exclusivamente conducidas
por el Gobierno de los Estados Unidos. Estos procesos se fueron adaptando a
las necesidades de los tiempos, a las modalidades de la política exterior nortea-
mericana y al incremento de los tránsitos por la vía. Con mucha renuencia, tam-
bién reconocieron algunos pocos de los derechos reclamados por Panamá.
En el campo técnico, el Canal fue objeto de muchas mejoras y adaptaciones,
aunque sus estructuras básicas fueron siempre las que se edificaron y organi-
zaron en el primer decenio de presencia norteamericana directa en Panamá.
Fundamentalmente, ellas consistieron en la eliminación de infraestructuras in-
necesarias, dragados, nuevas excavaciones, traslados de instalaciones, preven-
ción de derrumbes, nuevos ordenamientos del río Chagres, construcciones,
cambios en los sistemas de distribución eléctrica y diseño de proyectos.
Debido a la decadencia de la energía del vapor en la flota mundial, la im-
portancia del carbón como combustible decayó ostensiblemente, hecho que de-
terminó la clausura definitiva de la estación de carbón de Balboa en 1947 y la de
Cristóbal en 1952. Los dragados de envergadura y las nuevas excavaciones se
iniciaron en 1918 y tuvieron por objetivo conservar o aumentar profundidades
y eliminar obstáculos en algunos sitios. Hacia fines de 1938, se habían ejecutado
diez proyectos de dragado o excavación en diversos sitios.
Para facilitar estas operaciones, se inició en 1934 la creación de un nuevo
asentamiento humano, destinado a acoger la División de Dragado y la División
de Faros. En esta forma, se erigió en 1936 el poblado de Gamboa, en la confluen-
cia del río Chagres con el lago Gatún, cerca del acceso norte del Corte Culebra.
El nuevo sitio le dio a las operaciones de dragado y de control de derrumbes
mayor eficiencia y libró a sus instalaciones y equipos de los accidentes a que es-
taban expuestos en el peligroso sitio de Paraíso.
Buena parte de las acciones de dragado y excavación se concentraron en el
Corte Culebra. Sus empinadas laderas eran sometidas a la atracción de la fuerza
de la gravedad, hecho que se complicaba con su particular estructura geológica,
en parte consistente en antiguas cenizas volcánicas convertidas en resbalosas ar-
cillas llamadas bentonitas. Estas, al tener encima capas de roca dura derivadas
de coladas de lava, favorecían los deslizamientos, lo cuales eran estimulados por
la intensa circulación del agua en estructuras totalmente deforestadas.
Nueva historia general de Panamá X 755

Los derrumbes fueron una de las mayores calamidades de la construcción


del Canal, tanto para franceses como para norteamericanos. Con la finalización
de la etapa de construcción, sin embargo, no dejaron de ser frecuentes y catas-
tróficos. Entre los desprendimientos más desastrosos estuvieron tres ocurridos
en 1915, uno de los cuales cerró el Canal de 18 de septiembre de ese año hasta el
15 de abril de 1916. A estos se añadieron los de agosto y septiembre de 1916, que
obstruyeron la vía durante ocho días.
otros desmoronamientos importantes ocurrieron en 1920, diciembre de
1922, noviembre de 1923 y noviembre de 1931. En 1939 se descubrió una gran
rajadura en el cerro Contratista, la que se fue ensanchando con el paso del
tiempo. Nuevos aludes ocurrieron en julio, agosto y octubre de 1954. Estos pro-
blemas hicieron tomar la determinación de ensanchar integralmente la zanja, lo
que se llevó a cabo de 1954 a 1971. Al final de los trabajos de ampliación, la es-
tructura que originalmente tenía 100 metros de ancho, pasó a tener 152.4 metros;
su cauce fue profundizado en 1.5 metros y su ribera más peligrosa, en el sitio
del cerro Contratista, fue reducida de una altura de 126.6 metros a una de 106.7.
El régimen hidrográfico anual del río Chagres, caracterizado por fuertes es-
tiajes en la estación seca y devastadoras crecidas en la lluviosa, le acarreó grandes
problemas al funcionamiento eficiente del Canal. El aumento de los tránsitos re-
dujo pronto la capacidad de embalse del lago Gatún durante los estiajes y los
barcos se vieron afectados por las fuertes corrientes creadas por el Chagres en el
lago. Frente a estas dificultades, los Estados Unidos apelaron al derecho de pedir
más tierras y aguas panameñas para el Canal, previsto por la convención de
1903, con el fin de construir otra represa, lo que fue aceptado.
La represa se comenzó a edificar sobre el curso medio del Chagres en febrero
de 1932 y se concluyó en febrero de 1935; permitió la creación de un reservorio
de 57 kilómetros cuadrados de superficie. Represa y lago en el sitio de Alajuela
fueron denominados Madden por los norteamericanos. Además de almacenar
agua en abundancia y controlar las inundaciones del intervenido río, la infraes-
tructura quedó dotada de instalaciones hidroenergéticas con una capacidad ins-
talada de 36 megavatios.
Aparte de esta construcción y la de una serie de edificaciones civiles admi-
nistrativas adicionales en las ciudades de la Zona del Canal, el Canal y sus obras
auxiliares fueron beneficiados con obras públicas. Parte de estas últimas fueron
carreteras y puentes destinados a resolver las necesidades del desarrollo del au-
tomovilismo y a atender presiones de la población y el Gobierno panameño. Una
construcción inconclusa, sin embargo, pretendió ampliar las capacidades de los
sistemas de esclusas al inicio de una larga coyuntura de descenso de los tránsitos.
Después de la eliminación de algunos puentes provisionales en el Corte Cu-
lebra, necesarios para las excavaciones, la vía acuática separó completamente a
la sección oriental de la Zona del Canal de la occidental e, igualmente, dividió
756 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

al territorio de la República de Panamá. Para fines exclusivamente militares, se


inició en 1922 un servicio de barcazas a vapor, destinado a atravesar el Canal en
un paso ubicado al norte de Pedro Miguel. En julio de 1931 las antiguas barcazas
fueron sustituidas por transbordadores de diésel, los cuales fueron ubicados en
el acceso Pacífico del Canal, luego de construirse los necesarios atracaderos.
Este servicio de trasbordo de automóviles fue el único medio de que dispu-
sieron la sociedad y la economía panameñas para hacer efectiva la integración
del país. Fue complementado con un corto tramo de carretera desde la ribera
occidental del Canal hasta el poblado de Arraiján, jurisdicción de Panamá, el
cual permitió enlazar a la capital del país con la carretera Nacional y, después,
con la moderna carretera Panamericana. Debido a los procesos de crecimiento,
la demanda del trasbordador se hizo grande, la que fue en parte resuelta con la
inauguración de un servicio de 24 horas diarias de las barcazas de diésel.
Posteriormente, y para efectos exclusivos de mejoras iniciadas en el Canal,
se habilitó un trasbordador en el lago Miraflores que solo funcionó de 1940 a
1942. En este último año se construyó un puente giratorio sobre la esclusa de
Miraflores, al cual tuvieron acceso los automovilistas panameños. Sin embargo,
esta obra no fue expedita, porque se movía para facilitar el paso de barcos. En
1954 se inauguró un sistema de franqueo del Canal en Gatún, que permitió ar-
ticular las secciones oriental y occidental de la provincia de Colón.
Las reclamaciones de Panamá por la ausencia de infraestructuras adecuadas
para el paso sobre el Canal fueron insistentes desde los años 40 del siglo XX.
Con motivo de la autorización del uso tierras panameñas fuera de la Zona del
Canal para bases militares durante la Segunda Guerra Mundial, los Estados Uni-
dos, como compensación, se comprometieron a construir un puente. El compro-
miso fue parte de un convenio suscrito en 1942 y ratificado en 1943. Sin embargo,
los Estados Unidos incumplieron lo pactado, a pesar de que ocuparon 15,000
hectáreas de tierras panameñas por más tiempo del permitido.
En el Tratado del Canal de Panamá de 1955, Panamá logró nuevamente que
los Estados Unidos aceptaran construir a su costo un puente, lo cual hizo efectivo
entre 1959 y 1962 cuando invirtió en una gran obra moderna que Panamá deno-
minó puente de las Américas, con el objeto de hacer valer su soberanía sobre el
territorio concedido a los Estados Unidos para determinados y específicos fines
relacionados con el Canal.
Los Estados Unidos siempre se contentaron con pocas calles y carreteras en
la Zona del Canal y, para los recorridos transístmicos, solo emplearon el ferro-
carril que atravesaba el territorio panameño por ellos controlado. Sin embargo,
ante la necesidad de ejecutar el urgente proyecto de la represa de Alajuela, cons-
truyeron de 1928 a 1931 una carretera de hormigón, paralela a la ribera oriental
del Canal, la cual atravesó una región selvática.
Para poder beneficiarse de una carretera que uniese a las ciudades de Pa-
namá y Colón, el Gobierno panameño comenzó, en 1933, la negociación de una
Nueva historia general de Panamá X 757

convención. Firmada en marzo de 1936, esta no fue ratificada por los Estados
Unidos sino a mediados de 1939. La convención obligó a los Estados Unidos a
construir un pequeño tramo de la vía en el territorio bajo su jurisdicción al sur
de la ciudad de Colón. No obstante, la obra no quedó concluida totalmente sino
en 1949, aunque comenzó a utilizarse desde 1943.
En materia de construcción, el único proyecto que quiso modificar el fun-
cionamiento del Canal fue el de tres nuevos alineamientos de esclusas, próximos
a los inaugurados en 1914. Este se concibió en 1934 y se inició en 1940. Pretendió
construir cámaras de 365.7 metros de largo y 42.6 metros de ancho. Sin embargo,
el avance de la Segunda Guerra Mundial impidió que se pasara de la fase de ex-
cavación de grandes fosas. Al abandonarse total y definitivamente lo progra-
mado, los sitios de excavación se llenaron de agua y quedaron convertidos en
lagunas artificiales.
Al llegar los años cincuenta del siglo XX, la infraestructura eléctrica del
Canal empleaba voltajes anticuados de 25 ciclos, útiles para los restringidos usos
de otra época. En 1955 se procedió a convertir el voltaje empleado a 60 ciclos,
razón por la que se hicieron mejoras técnicas, tales como la sustitución de todos
los equipos de las centrales hidroeléctricas de Gatún y Alajuela, de las esclusas,
de los rieles de las mulas y de los puentes giratorios. También se hicieron adap-
taciones en los sistemas de transmisión y distribución. El cambio, concluido en
enero de 1960, permitió modernizar todo el equipo doméstico, administrativo y
técnico de la Zona del Canal.
Gracias a esta transformación, se pudieron introducir grandes mejoras en
el funcionamiento de la vía. Una de ellas fue la instalación, en 1961, de un sis-
tema de alumbrado fluorescente de las esclusas y de todo el Corte Culebra. Ello
permitió que, a partir de 1963, se pudiesen hacer travesías del Canal durante 24
horas. También se pudo hacer efectivo el proyecto de reemplazar las antiguas
mulas por otras más potentes y rápidas. En 1964 y 1965 comenzaron a funcionar
59 mulas importadas de Japón. Finalmente, se modernizó el sistema de control
de tráfico del Canal mediante el empleo de computadoras en 1962.
En contraste con la insuficiente atención que merecieron carreteras, puentes
y otras infraestructuras necesarias para el desarrollo, los Estados Unidos llenaron
la Zona del Canal de bases e instalaciones militares, la mayor parte de las cuales
se localizó cerca de los accesos norte y sur de la vía. Los programas de construc-
ciones militares se iniciaron antes de la apertura del Canal y se intensificaron en
el período comprendido entre las dos guerras. Los principales emplazamientos
militares fueron las bases de Howard y Albrook de la Fuerza Aérea, fuerte
Kobbe, estación naval de Rodman, fuerte Clayton, fuerte Corozal, fuerte William
Davis, fuerte Sherman, fuerte Amador y fuerte Gulick.
El interés por ajustes técnicos integrales llevó a hacer estudios para trans-
formar el Canal o sustituirlo por uno nuevo en otra sección del territorio pa-
nameño o en otro país centroamericano. El primer gran estudio para esos
758 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

propósitos fue hecho por la llamada Comisión ístmica en 1947, a solicitud del
gobernador de la Zona del Canal. Las investigaciones ubicaron, fuera de la del
canal en funcionamiento, 30 rutas para posibles vías interoceánicas, las que se
detectaron en México, Nicaragua y Colombia, pero fundamentalmente, en terri-
torio de la República de Panamá. Con base en dichos estudios, el gobernador
Joseph Mehaffey llegó a la conclusión que la única alternativa técnica para un
canal eficiente y seguro era la de uno a nivel del mar e, insistiendo en los mismos
propósitos de Lesseps de 1880, recomendó transformar el canal de Panamá en
una vía a nivel del mar.
otros estudios volvieron a llevarse a cabo a partir de 1964, luego de que el
presidente de los Estados Unidos nombrase la Comisión de Estudio del Canal
Interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico. Esta investigó en detalle las rutas
del Darién y del istmo central de Panamá, así como las opciones de canal a nivel
y canal a esclusas. Por otra parte, también se ocupó de las técnicas convenciona-
les y modernas de excavación, particularmente de las que utilizarían energía
atómica. El informe final, entregado en 1970, volvió a dar mucho respaldo a la
alternativa de un canal a nivel, especialmente a la que se serviría de la ruta iden-
tificada con el número 10, ubicada entre Palmas Bellas en el Caribe y Puerto Cai-
mito en el Pacífico.
Durante una parte considerable de la etapa norteamericana del funciona-
miento del Canal, los intereses militares de los Estados Unidos se ampliaron,
dadas la Segunda Guerra Mundial, la prolongada Guerra Fría, los conflictos de
Corea y Vietnam, la implantación de un régimen marxista en Cuba y el desarro-
llo de la insurgencia armada en numerosos países de América Latina. Esta co-
yuntura hizo que la Zona del Canal se convirtiera en un gran bastión militar y
que los objetivos estratégicos tuviesen igual o mayor importancia en la planifi-
cación de dicha zona que el rendimiento económico y financiero del Canal.
En efecto, mientras los círculos dirigentes norteamericanos diseñaban gran-
des preparativos bélicos, el negocio del Canal, sin dejar de ser rentable, se es-
tancaba y en ciertas coyunturas decaía.
El crecimiento de las travesías y de los volúmenes de carga transportada
había sido vertiginoso después de 1915, Así, en 1929, los tránsitos llegaron a
7,197 y la carga desplazada ascendió a 30,781,755 toneladas largas. En conse-
cuencia, los ingresos por peajes llegaron a 27,128,893 de dólares americanos. El
Canal, aparentemente, no era una empresa altamente lucrativa; sin embargo,
subvencionaba con peajes bajos al comercio internacional norteamericano y apo-
yaba al despliegue del gran poderío militar de los Estados Unidos.
Con posterioridad, durante la gran depresión y sobre todo durante la Se-
gunda Guerra Mundial, estos indicadores bajaron considerablemente, al punto
que, en 1944, los ingresos por peajes solo llegaron a 5,473,846 de dólares ameri-
canos. Aunque hubo recuperaciones después de 1946, las cifras mencionadas se
mantuvieron hasta 1952 por debajo de los niveles alcanzados en 1929. En los
Nueva historia general de Panamá X 759

años 1974 y 1975 el uso del Canal se intensificó enormemente, llegándose en el


primero de esos dos años a los 15,269 tránsitos. Sin embargo, las cifras de los si-
guientes años, hasta 1979, no llegaron a superar a las de 1974 y 1975. Si los in-
gresos no decayeron, se debió a aumentos en los peajes en 19.7 por ciento en
1974, en 19.5 por ciento en 1976, y en 29.3 en 1979.
Factores que influyeron en estos descensos y estancamientos fueron, aparte
de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, el pobre crecimiento del comer-
cio mundial de alimentos y materias primas, la decadencia del transporte marí-
timo de pasajeros y, en los años setenta, los cambios de ruta del floreciente
comercio en contenedores y el retorno a oriente de flotas que operaban provi-
sionalmente en América durante un largo cierre del canal de Suez.

Etapa mixta panameña norteamericana

En 1977 los Estados Unidos se comprometieron a modificar integralmente


las bases contractuales de su presencia en el Istmo y, al llegar el mediodía de 31
de diciembre de 1999, a salir del país y traspasar el Canal a Panamá. No obstante,
mantuvieron el derecho a explotar el Canal, a ejercer jurisdicción sobre ciertos
territorios de la Zona del Canal, y a mantener bases militares por 20 años, de
1979 a 1999. En ese lapso, Panamá tendría una participación creciente en la ad-
ministración del Canal y recuperaría, paulatinamente, gran cantidad de territo-
rios dotados de cuantiosos bienes.
En 1924, los Estados Unidos habían derogado el Convenio Taft, que regulaba
el comercio y los servicios en la Zona del Canal y, con posterioridad, habían re-
chazado todas las peticiones reivindicativas de Panamá. En el tratado de 2 de
marzo de 1936, el Gobierno norteamericano había hecho importantes concesio-
nes, pero además de ratificarlo con mucha demora, mucho de lo concedido no
se cumplió a cabalidad.
Esta política imperialista, mezquina y discriminatoria de los Estados Unidos
levantó reacciones nacionalistas entre la población panameña, al punto de que
un gran movimiento cívico nacional, en diciembre de 1947, hizo salir a las tropas
norteamericanas de 136 bases militares que ocupaban indebidamente en terri-
torio panameño fuera de la Zona del Canal. La firma y aplicación del tratado de
1955 no satisficieron las aspiraciones reivindicativas de los panameños.
La coyuntura de la nacionalización del canal de Suez por Egipto, en 1956,
estimuló aún más al nacionalismo panameño y, pronto, a partir de 2 de mayo
de 1958, este acometería la tarea de dirigir manifestaciones populares sobre la
Zona del Canal, destinadas a reclamar el reconocimiento de la soberanía pana-
meña sobre el territorio ocupado. Manifestaciones de ese tipo se produjeron el
3 y el 28 de noviembre de 1959, el 2 de mayo y el 14 de julio de 1960, el 12 de oc-
tubre de 1962 y el 9 de enero de 1964. Las marchas de 3 y el 28 de noviembre de
1959 provocaron choques violentos con el Ejército norteamericano, pero la de
760 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

9 de enero de 1964 dio lugar a una batalla campal entre miles de manifestantes
panameños y el Ejército de los Estados Unidos, la que se prolongó por los días
10, 11 y 12.
Entre los resultados del violento enfrentamiento estuvieron 22 panameños
y 3 norteamericanos muertos, gran cantidad de daños materiales, la ruptura de
relaciones diplomáticas hecha por el Gobierno panameño, una denuncia de agre-
sión de Panamá ante la oEA y una prolongada acción mediadora de este orga-
nismo. El resultado de la mediación y de las negociaciones fue la reanudación
de las relaciones diplomáticas y el solemne compromiso de los Estados Unidos,
en una declaración conjunta de 4 de abril de 1964, de celebrar un nuevo tratado
del Canal que resolviese las causas de conflicto.
Las negociaciones comenzaron de una vez, pero se prolongaron por 13 años
hasta el 7 de septiembre de 1977, cuando se firmaron en el Salón de las Américas
de la oEA, en Washington, el Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente
del Canal y al Funcionamiento del Canal de Panamá y el Tratado del Canal de
Panamá. Después de ser ratificados por ambos Estados, los nuevos instrumentos
entraron en vigencia el 1 de octubre de 1979.
El tratado concerniente a la neutralidad permanente del Canal y al funcio-
namiento del canal de Panamá no contempló fecha de terminación. En él, Pa-
namá declaró neutral la vía. Los Estados Unidos, por su parte, reconocieron que,
a partir de 2000, solo Panamá podría tener fuerzas militares y sitios de defensa
en su territorio. El instrumento también reconoció el derecho de los Estados Uni-
dos y Panamá a paso expedito de sus naves de guerra y naves auxiliares. Al mo-
mento de la ratificación por los Estados Unidos, este fue enmendado con dis-
posiciones de letra intervencionista que fueron aceptadas por Panamá.
El Tratado del Canal de Panamá tuvo una vigencia prevista de 20 años y
dos meses, que finalizaban el mediodía de 31 de diciembre de 1999. Como con-
secuencia de su aplicación, hubo grandes cambios. Desapareció la Zona del
Canal y 58.6 por ciento de los originales 1,432 kilómetros cuadrados de tierras y
aguas de este territorio se reintegraron automáticamente a Panamá. Un conjunto
de espacios de 592.9 kilómetros cuadrados de extensión acogieron los diferentes
servicios necesarios para la administración, operación y defensa del Canal. Así,
294.6 kilómetros cuadrados se reservaron para el funcionamiento del Canal y
98.4 kilómetros cuadrados se destinaron a sitios de defensa o a bases e instala-
ciones militares. El resto del territorio conservado se propuso para operaciones
militares conjuntas, residencias de civiles y áreas silvestres protegidas. Sobre
estos espacios, aunque con limitaciones, se extendió la jurisdicción de Panamá.
obras de infraestructura y edificios que Panamá recibió desde el 1 octubre
de 1979 fueron el puerto de Balboa, el puerto de Cristóbal, el ferrocarril transíst-
mico, la pista del aeródromo de Albrook y edificios en fuerte Amador, Altos de
Curundú y Quarry Height. En cumplimiento de disposiciones del Tratado del
Canal, otros bienes revirtieron paulatinamente, con posterioridad. Entre ellos
Nueva historia general de Panamá X 761

estuvieron diez edificios en la Escuela de las Américas en 1984, el área de Campo


Chagres en 1993 y el Hospital Coco Solo en 1994.
Las reversiones se incrementaron con las entregas los fuertes Davis y Espi-
nar en agosto de 1995, fuerte Amador en octubre de 1996, los Llanos de Curundú
en julio de 1996, la base aérea de Albrook Field y el Hospital Gorgas en noviem-
bre de 1997, y el Panama Canal College en 1998. Meses antes de la salida defini-
tiva de los Estados Unidos de Panamá, fueron traspasados los fuertes Sherman,
Cocolí, Corozal y Kobbe, el centro de comunicaciones del cerro Ancón, el área
de entrenamiento de Piña, la Escuela Superior de Balboa, la base aérea de Ho-
ward, la base naval de Rodman y finalmente, el fuerte Clayton.
Según las disposiciones del tratado de 1977, la administración fue conjunta
de 1979 a 1999. Los organismos conocidos como Compañía del Canal y Gobierno
de la Zona del Canal quedaron abolidos. En lugar de ellos, se integró la Comisión
del Canal de Panamá, manejada por una junta directiva que formaban cinco nor-
teamericanos y cuatro panameños. El administrador o funcionario de más alto
rango fue, de 1979 a 1989, un norteamericano y, el subadministrador, un pana-
meño. De 1990 a 1999, el administrador fue un panameño y el segundo en jerar-
quía, un norteamericano.
La fuerza laboral no aumentó mucho en los 20 años de la transición, pero la
proporción en ella de ciudadanos panameños fue creciente. Así, en 1979, de 8,999
empleados de la Comisión del Canal, 69.3 por ciento eran panameños. Con un
total de empleados inferior al del año antes citado, la proporción de nacionales
ascendió a 78.6 por ciento en 1984 y a 90.1 por ciento en 1994. En abril de 1994,
96.0 por ciento de los empleados eran panameños.
El tratado de 1977 también previó una participación directa de Panamá en
los ingresos provenientes del Canal. Por ello, recibió 10,000,000 de dólares ame-
ricanos como anualidad fija y otra cantidad, del mismo monto, proveniente de
los ingresos del Canal cuando estos excediesen los gastos de la comisión. Tam-
bién percibió 30 centavos de dólar por cada tonelada neta cobrada a las naves
en tránsito y, finalmente, otra suma igual a las dos primeras por servicios públi-
cos prestados a las diferentes áreas del Canal.
otro aspecto convenido fue la participación conjunta de las fuerzas armadas
de los dos países en la defensa del Canal, aunque con reconocimiento de res-
ponsabilidades principales a los Estados Unidos. Las Fuerzas de Defensa de Pa-
namá aprovecharon muchas instalaciones militares transferidas para establecer
sus propias bases y cuarteles. Sin embargo, la figura de la defensa conjunta fra-
casó, porque desde 1988 los dos ejércitos entraron en contradicción.
La crisis se agudizó en 1989 al punto que, a partir de las bases militares que
conservaban, los Estados Unidos invadieron a Panamá el 20 de diciembre de ese
año, destruyeron su ejército y capturaron a la máxima autoridad del mismo, el
general Manuel Antonio Noriega. Por esta operación, llamada «Causa Justa»
hubo una cifra oficial de 500 panameños muertos, muchos heridos, destrucciones
762 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

y privaciones. Esta acción bélica no puso en peligro la seguridad del Canal, pero
sí paralizó totalmente el flujo de barcos por espacio de 29 horas. Los tránsitos se
restablecieron el 21 de diciembre en forma limitada y, de manera definitiva, el
25 de diciembre.
Durante este período de la transición, el uso del Canal por la flota mundial
aumentó considerablemente a causa del crecimiento del comercio, el mayor en-
riquecimiento de los países desarrollados, los procesos de globalización, el es-
trechamiento de los vínculos comerciales del este de los Estados Unidos con un
Lejano oriente, el desarrollo de las exportaciones sudamericanas y la reanuda-
ción del tránsito de contenedores por el canal de Panamá. En consecuencia, una
potencia marítima y comercial como Japón se interesó en el desarrollo futuro del
canal de Panamá.
El crecimiento de los tránsitos, de la carga movida y de los ingresos por pe-
ajes fue alto de 1979 a 1982. Entre este último año y 1989 hubo pequeños estan-
camientos, pero de allí en adelante, hasta 1999, los indicadores fueron sumamente
halagüeños. En efecto, mientras que por el Canal pasaron 140,801,136 toneladas
largas de carga en 1984, ese rubro subió a 195,884,291 toneladas largas en 1999,
algo que jamás se había registrado en la historia de la vía.
Esta no fue, sin embargo la suerte de las grandes infraestructuras de trans-
porte que Panamá recibió integralmente en 1979. El ferrocarril Panamá-Colón
tuvo problemas de administración y mantenimiento y, pronto dejó de funcionar.
Los puertos de Balboa y Cristóbal, aunque continuaron operando, tuvieron gran-
des problemas de administración, operación y rendimiento. No obstante, desde
1982, en varios muelles de Balboa y en sus tres diques secos funcionaba con éxito
la empresa Astilleros Braswell Int., S.A., especializada en reparaciones navales.
A causa de sus numerosos problemas, en el contexto de la difusión y apli-
cación de la variante de ajuste estructural de la doctrina económica neoliberal,
los puertos terminales del Canal y el ferrocarril transístmico fueron integral-
mente privatizados. La operación de los puertos fue asignada en julio de 1996 a
una empresa de Hong Kong, la que comenzó a manejarlos en marzo de 1997. En
1998 la vía férrea fue por 25 años concedida a una subsidiaria de la empresa Kan-
sas City Southern.
Como consecuencia de estas operaciones, los puertos terminales del Canal
pasaron a ser infraestructuras administradas por Panama Ports Company S.A.,
subsidiaria del Grupo Hutchinson Port Holdings, el operador independiente
más grande del mundo, cuyos intereses se ramifican por Asia, Europa y América.
Los puertos privatizados comenzaron a coordinar un centro especializado de
trasbordo, además de manejar, durante 24 horas diarias, gran cantidad de cargas
que incluyeron contenedores, mercancía a granel, vehículos y pasajeros Los
clientes de estas terminales tuvieron la ventaja de poder llevar a cabo sus ope-
raciones de carga y descarga durante el tiempo de espera necesario para iniciar
la travesía del Canal.
Nueva historia general de Panamá X 763

Como consecuencia de la transformación, los terminales mejoraron sus ser-


vicios. Balboa y Cristóbal habían movido en conjunto 2,031,296 toneladas mé-
tricas en 1997, pero al ser infraestructuras de la Panama Ports Company, pasaron
a 5,209,194 toneladas métricas en 1998. Esas cifras, con posterioridad, ascendie-
ron considerablemente. A fines de 1999, después del avance de programas de
modernización, Balboa tenía 181 hectáreas de espacio y 16 metros de profundi-
dad. Cristóbal se extendía a ambos lados del Canal Francés y disponía de 143
hectáreas de espacio, 11.28 metros de profundidad y 27,809 metros cuadrados
de depósitos.
La Comisión del Canal se estructuró en la forma prevista por el Tratado del
Canal de Panamá. De esta forma, el licenciado Fernando Manfredo asumió el
cargo de subadministrador por un período de diez años. El 20 de septiembre de
1990 el ingeniero Gilberto Guardia se encargó de la posición de administrador
de la comisión, pero fue reemplazado en ese puesto por el ingeniero Albero Ale-
mán Zubieta el 18 de agosto de 1996. Tomando en cuenta los aumentos en las
demandas, la comisión acometió, desde un principio, varios programas de me-
joras y transformaciones.
En los aspectos técnicos, se profundizó el cauce del Canal de 1979 a 1984, se
redujeron alturas de cerros y se ampliaron radios de curvaturas en el Corte Cu-
lebra en 1982 y 1985. Entre 1988 y 1994, se excavó el acceso Pacífico de la vía y,
a partir de 1990, la entrada del Caribe. En 1992, luego de nuevos derrumbes, se
inició un gran proyecto a largo plazo de ensanche del Corte Culebra que tuvo
como objetivo aumentar las capacidades del Canal.
Por otra parte, se adquirieron nuevas locomotoras de remolque en 1979 y
nuevamente en 1999. Se inició un proceso de manejo del tráfico completamente
computarizado en 1985, comenzó un programa de modernas telecomunicaciones
con base en cables de fibra óptica en 1990 y, de 1979 a 1983, se iluminaron las es-
clusas con lámparas de haluro de 1,000 vatios sobre postes de 30.4 metros de
alto para facilitar las travesías nocturnas. Entre otras modernizaciones técnicas,
la comisión incorporó nuevas unidades flotantes, tales como la famosa grúa ale-
mana Titán, capturada por los Estados unidos en 1945; también sumó numerosos
remolcadores modernos y la draga Culebra a su flota.
Durante este período de transición, se dilucidó en definitiva un enigma téc-
nico de más de un siglo de arrastre: la viabilidad de un canal a nivel por Panamá.
En efecto, mediante canje de notas diplomáticas de 30 de septiembre de 1982,
los Estados Unidos y Panamá acordaron establecer una comisión preparatoria
destinada a dar inicio a los estudios de factibilidad para un canal a nivel u otra
alternativa. Esta decisión cumplía disposiciones del Tratado del Canal de 1977
que se referían específicamente a dicho tipo de canal.
En octubre de 1982 se estableció un comité preparatorio en el que, previo
acuerdo, participaron delegados de Japón. El 26 de septiembre de 1985 se creó
la Comisión para el Estudio de las Alternativas del Canal, integrada por miembros
764 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

panameños, japoneses y norteamericanos. Esta comenzó sus reuniones en


junio de 1986. Después de muchos estudios que se apoyaron en informes de
factibilidad y en consultas a especialistas de varias ciencias, la comisión rindió
sus dictámenes el 21 de septiembre de 1993. En ellos rechazó el proyecto de
canal a nivel y acogió el de un nuevo canal a esclusas por la ruta de la vía
existente.
En 1904, 1947 y 1970 diversas comisiones técnicas norteamericanas, como
ya se ha dicho, se habían pronunciado por un canal a nivel. En 1967, tratando
de cumplir con los acuerdos de 1964, los Estados Unidos y Panamá habían ne-
gociado tres desafortunados proyectos de tratado del Canal, uno de los cuales
incluía un canal a nivel. En 1977, el tema del canal sin esclusas volvió a introdu-
cirse en el Tratado del Canal como una prueba más del insistente interés de los
Estados Unidos por esta alternativa.
Desde el punto de vista comercial y sobre todo, con una óptica militar, el
canal a nivel parecía más expedito, menos complicado, más rápido y más fácil
de defender. No obstante, la mayor parte de los especialistas norteamericanos y
casi todos los panameños que participaron en los estudios tripartitos, a diferencia
de los japoneses, le dieron siempre preferencia al canal a esclusas.
En efecto, los productos finales de la investigación fueron dos voluminosos
proyectos sobre las dos únicas alternativas que se consideraron viables: un canal
a nivel por la Ruta 10, ubicada entre Palmas Bellas en Colón y Puerto Caimito
en La Chorrera y, pocos kilómetros al este, un canal a esclusas por la ruta de la
vía existente. La primera tenía un diseño para barcos de 200,000 a 250,000 tone-
ladas de peso muerto y, la otra, uno para barcos de 150,000 a 200,000 toneladas
del mismo tipo.
El proyecto de canal a nivel era el de una vía de 88.4 kilómetros de largo,
con un ancho de 190 metros y una profundidad de 24. Atravesaba la carretera
Panamericana cerca de la ciudad de La Chorrera, traspasaba el cauce del río Cai-
mito y la divisoria continental; se introducía en un brazo del lago Gatún, cortaba
una península, entraba en otra sección del lago y terminaba, al norte, en el es-
tuario del río Lagarto cerca de los poblados colonenses de Palmas Bellas y Nuevo
Chagres. Este canal iba a funcionar simultáneamente al existente, el cual se con-
vertiría en una obra auxiliar.
Diseñado para barcos de 250,000 toneladas de peso muerto, el proyecto pre-
veía una excavación de 1,252 a 1,385 millones de metros cúbicos de tierra y roca.
Estimado en 1993, el costo de la obra fue de entre 13,519 a 14,159 millones de
dólares americanos. Sin embargo, para sorpresa de muchos, el canal no iba a ser
expedito ni de estructura simple, ni de rápida travesía, pues iba a estar afectado
por las grandes diferencias de mareas. Las del Caribe, de un rango de 50 centí-
metros, no se introducirían mucho en el continente, pero las del Pacífico, de un
rango diario cercano a los 6 metros, ingresarían profundamente en este, gene-
rando corrientes con velocidades de 8.33 kilómetros por hora.
Nueva historia general de Panamá X 765

Para adaptarse a estos imperativos naturales y disponer de agua durante


las bajamares del Pacífico, el canal iba a requerir de compuertas y esclusas re-
guladoras de los flujos marinos, además de grandes aportes de agua dulce con-
tinental, proporcionados por el Chagres y otros ríos. Complicando aún más la
estructura y el funcionamiento de la obra, tenemos que, para poder ingresar a
dos brazos del lago Gatún, el cauce tenía que estar a ambos lados protegido por
barreras de contención, que permitirían el paso de un canal por otra masa de
agua. Como obras auxiliares del canal estarían dos largos cauces de acceso en el
lecho marino y gigantescos rompeolas.
Sometido a la crítica, este proyecto fue considerado muy caro y poco capaz
de servirse de la infraestructura existente en el canal de Panamá. En los aspectos
técnicos, se objetó la complejidad de los sistemas de esclusas, compuertas y ba-
rreras de contención porque dificultarían y retrasarían los tránsitos. En el aspecto
social, se previeron problemas por traslados de poblaciones y expropiaciones de
bienes raíces de ciudad y de campo. otras críticas contundentes fueron de tipo
ecológico, puesto que los rompeolas interferirían corrientes marinas, los mate-
riales excavados generarían problemas de localización dadas sus inestabilidades,
el corte haría descender los niveles freáticos, se destruiría el manglar del estuario
del Caimito, habría deforestación y erosión y se encontrarían, con efectos nega-
tivos, las biotas del Pacífico y el Caribe.
El proyecto de canal a esclusas por la ruta existente se consideró más barato,
más afín a tecnologías y procedimientos conocidos y, por otra parte, capaz de
hacer grandes ahorros por el aprovechamiento de las infraestructuras invertidas
desde 1881. En adición, la ejecución de la obra no generaría mayores problemas
sociales. La dificultad principal del proyecto fue su enorme demanda en agua
dulce y la posible disolución de sales marinas en un reservorio en Miraflores,
destinado al reciclaje de las aguas. También se evaluó como positiva la relativa-
mente poca excavación exigida en accesos a dos nuevos sistemas de esclusas y
en profundizaciones del cauce. Al recomendar la Comisión Tripartita el proyecto
de un nuevo canal a esclusas con lago intermedio de alto nivel, el siempre aca-
riciado proyecto de canal a nivel quedó tan olvidado como el anhelado canal
por Nicaragua. La historia, o sea la voz de la experiencia, se impuso, como en
1879, 1902 y 1906, sobre la ciencia sesgada de ficción.
Conscientes de la importancia de mantener la eficiencia de un bien que re-
vertiría a Panamá, las autoridades del país le dieron gran importancia, en este
período, a la conservación de la cuenca del río Chagres y otros espacios ecológi-
cos vinculados al Canal. Sobre la base de tierras revertidas, crearon un sistema
regional de áreas silvestres protegidas y colaboraron con la transformación de
la antigua reserva de Barro Colorado en un monumento natural reconocido por
la legislación panameña en 1985.
Al organismo gubernamental norteamericano llamado Instituto Smithsonian
se le permitió, mediante un convenio, permanecer por más tiempo en Panamá,
766 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

con el objeto de administrar el área protegida de la mencionada isla y la realiza-


ción de investigaciones. Como consecuencia de esta particular política ecológica
en la cuenca del Canal, se crearon los parques nacionales Soberanía en 1980 y
Chagres en 1984, además del área recreativa del lago Gatún de 1988. En la cuenca
del río Grande se establecieron el Parque Natural Metropolitano en 1985, el Par-
que Municipal Summit en 1985 y el Parque Nacional Camino de Cruces en 1991.
El Tratado del Canal de Panamá, por otra parte, creó una comisión mixta
sobre el medio ambiente para supervisar la aplicación de este instrumento y, en
1992, se reforestó parte del Corte Culebra. Sin embargo, los Estados Unidos
nunca tuvieron precaución suficiente en el uso de los numerosos campamentos
de entrenamiento militar, los cuales fueron contaminados. Cerca de 1,000 hectá-
reas de esas tierras, sobre todo en Emperador, Balboa oeste y Piña se llenaron
municiones y explosivos no detonados, consistentes en granadas de mano, bom-
bas, bombas de racimo, lanzagranadas, cohetes, misiles, proyectiles de artillería,
proyectiles de mortero y otras armas. Los polígonos de tiro en áreas de vegeta-
ción perturbada se limpiaron, pero los ubicados en selvas no se tocaron.
oportunamente, el Estado panameño expidió la legislación básica necesaria
para asumir la responsabilidad de administrar el Canal a partir de 31 de diciem-
bre de 1999. En 1993 y 1994, mediante actos legislativos, se incorporó el Título
XIV de la Constitución denominado: El Canal de Panamá; el cual ordenó la cre-
ación de la Autoridad del Canal de Panamá. La Ley 19 de 11 de junio de 1997
estableció dicha institución. En 1998 la junta directiva de este organismo, en uso
de sus facultades, escogió al ingeniero Alberto Alemán Zubieta como adminis-
trador de la Autoridad del Canal de Panamá.
El 14 de diciembre de 1999, en la esclusa de Miraflores, en una ceremonia es-
pecial, el representante autorizado del Gobierno de los Estados Unidos, Jimmy Car-
ter, hizo entrega del Canal a la presidenta de la República de Panamá, Mireya
Moscoso, mediante la firma de un acta protocolar. El 30 de diciembre de ese año se
celebró la última reunión de la Junta Directiva de la Comisión del Canal y a las 5:05
de la tarde, fue arriada la bandera norteamericana del Edificio de Administración.
Finalmente, el 31 de diciembre, en medio de una gran concentración popular, se
llevó a cabo la ceremonia diplomática de traspaso del canal de Panamá, en presen-
cia la presidenta Moscoso y el embajador de los Estados Unidos, Simón Ferro.

Etapa panameña del Canal

Al iniciarse el año 2000, Panamá estaba preparado para asumir la respon-


sabilidad de manejar el Canal con eficiencia. Disponía de las bases constitucio-
nales, legales y reglamentarias que permitían acometer esta misión, al igual que
de la adecuada infraestructura administrativa. Miles de profesionales y trabaja-
dores de diferentes especialidades estaban suficientemente capacitados para res-
ponder a un histórico reto.
Nueva historia general de Panamá X 767

El Canal, en la nueva coyuntura, siguió siendo un negocio rentable. Aunque


los tránsitos de los años 2000, 2001 y 2002 descendieron ligeramente, los pasos
de barcos de gran calado llamados «panamax» registraron incrementos consi-
derables. Por tanto, la carga movilizada a través de la vía mantuvo altas magni-
tudes y los ingresos por peajes se incrementaron. Así, mientras estos últimos
fueron de 568.8 millones de dólares americanos en 1999, subieron a 574.2 millo-
nes en 2000, a 579.5 en 2001 y a 588.2 en 2002.
La composición de la carga transportada en esta coyuntura registró ciertos
cambios. En 2002 la carga en contenedores desplazó a los granos del primer lugar
que durante decenios había ostentado, llegando así a representar 21 por ciento
del peso de toda la mercancía transportada. La mayor parte de los contenedores
provinieron de Lejano oriente con destino a los puertos del este norteamericano.
Los volúmenes de las cargas de granos y petróleo descendieron, pero se incre-
mentaron las de los productos refrigerados, automóviles, hierro, acero, minera-
les, metales, y fertilizantes.
Si la coyuntura no fue de bonanza excepcional, ello no obedeció al cambio
de administración, sino a problemas de la economía mundial, tales como las se-
cuelas de los atentados terroristas de septiembre de 2001, la recesión japonesa,
el crecimiento moderado de la economía europea y las incertidumbres políticas
y económicas de países latinoamericanos, tales como Argentina y Venezuela.
Los informes fiscales de la Autoridad del Canal de Panamá de esos años re-
velaron la percepción de altos beneficios, la reducción de gastos, el cumplimiento
de compromisos con el Estado panameño y ahorros. Ello permitió continuar,
acelerar y desarrollar, con nuevos proyectos, el programa general de moderni-
zación destinado a mejorar la eficiencia de la empresa.
En junio de 2001, antes de lo previsto, quedó concluido el proyecto de en-
sanche del Corte Culebra. Con la remoción de 35,200,000 metros cúbicos de ma-
terial emergido y subacuático, se aumentó la capacidad de la zanja. Esta adquirió
un ancho de 192 metros en las rectas y de 222 metros en las curvas y quedó apto,
luego de las correspondieres pruebas, para permitir el paso simultáneo de hasta
dos barcos panamax sin comprometer la seguridad. En 2002 quedó instalada la
señalización de esta parte del Canal.
El proyecto de rehabilitación de los rieles de las esclusas avanzó considera-
blemente. Solo en el año 2001 se levantaron 6,882 metros de rieles, remplazándolos
por otros con diseño adecuado a las nuevas necesidades del tránsito por el Canal.
El equipo de locomotoras de remolque ascendió de 80 a 100, completándose así
un equipo más potente y móvil, adecuado para el paso de los barcos modernos,
especialmente de los panamax. También se adquirieron en 2002 dos nuevas naves
remolcadoras. También se modernizaron las maquinarias de las esclusas.
En enero de 2000 se inauguró una nueva herramienta de apoyo al trans-
porte: el sistema de comunicaciones, administración de tráfico y navegación.
Este permite a los usuarios ver el movimiento de las naves a lo largo de la vía
768 X El Canal, los puertos, movimientos e industrias marítimas

acuática. Utiliza el sistema de posicionamiento global (GPS) para rastrear las


naves en tránsito y un programa de computadora para mostrar información. Es
usado por los prácticos o pilotos de los remolcadores para aumentar el rendi-
miento de sus trabajos, contribuyendo a lograr singulares ahorros en el tiempo
invertido por las naves en circular por el Canal. La herramienta descrita es una
pieza del sistema mejorado de administración de tráfico de naves, el cual está
basado en procesos computarizados de tecnología de punta.
En marzo de 2002, finalmente, se dio inicio al proyecto de profundización
del cauce de navegación del lago Gatún, destinado a aumentar las reservas de
agua y enfrentarse a contingencias, tales como las periódicas pulsaciones oceá-
nicas llamadas Niños, causantes de sequías en Panamá. Se estima que la ejecu-
ción de este proyecto dará lugar a un aumento en 25 por ciento del volumen útil
de almacenaje en toda la cuenca del Canal. Fue concebido integralmente por la
administración panameña y se lleva a cabo con recursos financieros de la Auto-
ridad del Canal.
Las actividades del Canal, por otra parte, han tendido a integrarse mejor a
las de los diferentes sectores de la economía panameña. Dos ramas beneficiados
han sido la educación, en todos sus niveles y modalidades, y el turismo. Los
grandes cruceros de turistas frecuentan el Canal o tocan sus puertos terminales.
La demanda turística dio lugar a la construcción, en 2003, de un moderno centro
de visitantes adjunto a la esclusa de Miraflores. De manera indirecta, las activi-
dades del Canal influyeron en el desarrollo del sector transporte de la economía
panameña. Por ello, se constituyó la empresa Panama Canal Railway Co., la que
aprovechando la concesión otorgada, inauguró el moderno ferrocarril en 2001
que trasporta mercancías, contenedores y turistas a través del Istmo.
Las grandes mejoras hechas por las autoridades panameñas del Canal han
perfeccionado la calidad de las operaciones. Así, mientras el tiempo de un barco
en aguas del Canal en 1999-2000 fue de 31.4 horas, este bajó a 26.6 horas en 2001-
2003. Por otra parte, la Autoridad del Canal de Panamá ha logrado reducir con-
siderablemente los incidentes de navegación, entendidos como situaciones poco
usuales. Los incidentes de 2003 fueron 12; los de 2002 y 2001, 17. Este bajo índice
de incidentes solo se había presentado en 1919, 1921 y 1947, cuando los tránsitos
solo eran diurnos, de baja magnitud y hechos por barcos pequeños.
Para poder invertir en mejoras que aumentan la calidad del servicio, la Au-
toridad del Canal, con la aprobación del Gobierno panameño, elevó los peajes
en 8% en octubre de 2002 y en 4.5% en junio de 2005. Como el aumento se aplicó
según el tamaño y la categoría de los buques, se eliminó el antiguo concepto de
pago según tamaño único, vigente desde 1914. El interés por aumentar los in-
gresos respondió también a la urgente necesidad de transformar integralmente
el Canal mediante un moderno sistema de esclusas, abastecido por fuentes hí-
dricas adicionales.
CAPíTULo XXIV

El desarrollo del sector


marítimo en Panamá
ASPECTOS JURÍDICOS

Humberto Jirón Soto

Noción y caracteres de la navegación

Resulta difícil definir cualquiera de las disciplinas jurídicas; pero en el caso


del derecho de la navegación tal dificultad, resulta evidentemente mayor.
Cuando George Ripert se refiere en forma exclusiva a la actividad de nave-
gación escenificada en el mar dice «que el derecho marítimo sería en sentido lato
el conjunto de reglas jurídicas relativas a ese tipo particular de navegación; es
decir, la esencialmente marítima»1.
La mayor parte de los tratadistas coinciden en que toda esta fenomenología
jurídica gira en torno a la navegación y a la industria y al tráfico marítimo. Es
evidente que la existencia de esta disciplina jurídica tiene su razón de ser en la
actividad navegatoria y por ser esta la que la genera, el derecho de la navegación
abarcaría no solo la navegación comercial o el llamado derecho mercantil marí-
timo sino toda otra actividad relacionada con este sector ya sea que persiga fines
comerciales, científicos o deportivos.
El buque, como instrumento de circulación y medio conductor de bienes y
personas, vincula diversas jurisdicciones y, en ocasiones, genera serios conflictos
de leyes y competencias, pues el derecho de navegación contiene normas de de-
recho público y de derecho privado; es decir, comprende elementos de derecho
interno y de derecho internacional y como ocurre en el derecho aeronáutico.
770 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos

A este fenómeno se suma la creciente intervención del Estado en todos los


aspectos de la actividad humana de una gravitación, no solo en la esfera tradi-
cional de la seguridad de la navegación, sino actualmente también en el plano
más amplio del control de ciertas industrias o actividades reputadas, «claves
para el desarrollo económico de los países, entre las que adquieren significativa
relevancia la navegación y el comercio»2, porque se moviliza por su intermedio.

La codificación en el período de la navegación moderna

Los usos y costumbres en materia de navegación marítima respondían a


una práctica consuetudinaria, generalmente aceptada por los Estados, que no
respondía a la paternidad de país alguno.
Si las ordenanzas de Colbert, de 1673, fueron dictadas por el Estado en ejer-
cicio de su potestad soberana para regular el comercio terrestre, las de 1681 pro-
mulgadas bajo el reinado de Luis XIV, codificaron por vez primera las prácticas
y decisiones marítimas de los tribunales de la época, y al mismo tiempo consti-
tuyeron la culminación jurídica de una obra que dio vida al moderno Estado
francés.
Posteriormente, y al influjo de la Revolución francesa, en el ámbito del dere-
cho mercantil y marítimo, son suprimidos los tribunales del almirantazgo en aten-
ción a la igualdad propugnada por los revolucionarios, quienes eliminan a su vez
los monopolios que concentraban en los comerciantes todo el poder económico.
A partir de entonces, los asuntos marítimos fueron de competencia de los tribu-
nales de comercio. Se independiza, pues, la empresa de transporte marítimo de
la comercialización, ya que el transportista se compromete al desplazamiento de
las mercancías sin que medie su interés personal en los productos transportados.
A partir de la sanción del Código de Comercio francés en 1807, y de su pro-
mulgación en 1808, sus normas gravitaron decididamente en el irrefrenable mo-
vimiento codificador de la época, destacándose por lo que a nuestra cultura
marítima y jurídica se refiere el Código español de 1829, en el cual se dejan plas-
madas también las ordenanzas de Bilbao, que en su tiempo regularon los fle-
tamentos y conocimientos de naufragios, averías, averías gruesas, seguros,
préstamo a la gruesa, capitanes, pilotos, contramaestres y marineros y el piloto
mayor, así como el consulado y su jurisdicción o circunscripción consular.

Tendencias actuales en el entorno marítimo internacional

Si bien en la etapa compendiada en el apartado anterior el mundo marítimo


exigió nuevas soluciones jurídico-políticas generales, en la actualidad la inter-
vención del Estado en el ámbito de la navegación, ejercida por particulares, se
ha orientado a poseer una marina mercante propia, para participar más activa-
mente en la movilización de su comercio exterior.
Nueva historia general de Panamá X 771

En el siglo IX, en Francia, se reguló la manera en que podía concederse la


nacionalidad a los buques –conocida como el afrancesamiento–, término que
responde a una traducción libre del francés «fancisation». Durante el mismo pe-
ríodo se introduce la navegación a vapor, que hace remontar la industria marí-
tima de manera inconmensurable, al extremo de que el propio derecho marítimo
tendrá que consignar una normativa jurídica que regule la navegación a vapor
para diferenciarla de la navegación convencional; es decir, la de vela.
El uso del hierro y el acero en reemplazo de la madera le permitió a las naves
con sus nuevos cascos surcar nuevos espacios acuáticos «y brindó mayor segu-
ridad a la navegación por la duración, resistencia e impermeabilidad de aquellos
materiales»3. En corto tiempo los nuevos buques de propulsión mecánica, con
ruedas de paletas o hélices, desplazaron a los vetustos veleros. Con el desarrollo
tecnológico de la soldadura, se confeccionaron los primeros cascos soldados por
secciones completas simultáneamente, y no fue sino hasta en los años posteriores
a la Segunda Guerra Mundial que los buques Liberty se pudieron construir por
sistema de premontaje de secciones.
La mayor intensidad del tráfico marítimo impuso la necesidad de resolver
los frecuentes conflictos de leyes y jurisdicciones. La labor realizada por orga-
nismos y conferencias internacionales habla con clara elocuencia de esta carac-
terística, de la cual se extrae «en el plano normativo, la internacionalidad de la
materia, la marcada tendencia en pos de la consecución de soluciones uniformes
e idóneas para dar adecuada respuesta a una actividad que se caracteriza por
su internacionalidad»4.
Los buques de propulsión nuclear, la construcción de buques gigantescos
tales como los buques tanques graneleros, la modalidad tecnológica de los con-
tenedores, buques de pasaje, de pesca, de carga combinada, para cargamento
rodado, portabarcazas, rompehielos, etc.; todo ello, como se comprenderá, ha
revolucionado la tecnología de la construcción naval y por ende tanto la seguri-
dad de la navegación como la preservación de los recursos y riquezas del mar y
de su lecho han conducido a la comunidad internacional a la elaboración de con-
venciones tendientes a reglar sus derechos sobre el mar territorial, zona contigua,
alta mar o mar libre; con lo cual, si bien, no se destierra el principio de la libertad
de los mares, existe un marco jurídico de estricto cumplimiento que, a partir de
las Convenciones de Bruselas han ido perfeccionándose, tanto por los convenios
aprobados en el seno de la organización Marítima Internacional, como por el
contenido de la Convención de las Naciones Unidas del Derecho del Mar.
He mencionado en el párrafo anterior a la organización Marítima Internacio-
nal, anteriormente reconocida como la organización Consultiva Marítima Inter-
gubernamental. Esta es un órgano especializado de la organización de las
Naciones Unidas, que tienen su sede en Londres. Como país, la República de Pa-
namá, ante este importante organismo (Londres 1978-1984), pudo participar en el
trabajo técnico de la organización que se realizó a través de los diferentes comités
772 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos

y subcomités que incluyeron estudios científicos y jurídicos para la elaboración y


revisión de acuerdos, encomiendas, prevención de la contaminación para garan-
tizar una organización eficiente de las empresas portuarias y canaleras, ayudando
de esta forma a las Administraciones Marítimas de los Estados miembros.

La República de Panamá en el ámbito de aplicación


del derecho marítimo a nivel internacional

A pesar de ser el nuestro un país pequeño, hablando en términos del conti-


nente americano, las costas hirsutas de la angostura ístmica han sido mudos tes-
tigos de una notable actividad marítima, desde que las naves hispanas hendían
sus quillas rumbo a occidente en demanda siempre del preconcebido y anhelado
oriente «hasta que convertida la gloria de Lesseps en un mito, los norteameri-
canos, nuevos promotores de la empresa, abren las entrañas del estrecho de tie-
rra, produciéndose así uno de los más grandes cambios que en la condición del
género humano se haya operado jamás»5.
Hace siglos nuestro país y el resto del mundo han reconocido la importancia
de la cooperación internacional en el transporte marítimo.
En ciertos casos, la necesidad de una cooperación internacional en el en-
torno de los mares se consideró tan esencial, que condujo a la creación de orga-
nizaciones permanentes. Era evidente que urgía la creación de un organismo
que regulara el transporte marítimo; así pues, en el año de 1889, se celebró en
Washington una conferencia marítima internacional. Una de las propuestas
ponderadas fue el establecimiento de un organismo internacional permanente.
No fue sino hasta la creación de la organización de las Naciones Unidas, que
la comunidad internacional permitió que el derecho del mar adquiriese una
nueva dimensión, a pesar de las suspicacias de los controladores tradicionales
del sector marítimo. Esta reformulación del derecho marítimo permite consi-
derar que de los grandes océanos deben beneficiarse no únicamente los Estados
ribereños, sino también los Estados sin litoral; todo esto se basa en los sólidos
principios de un nuevo orden económico internacional.
Los estadistas fundadores de la oNU consideraron que era necesario crear
paralelamente una serie de organizaciones internacionales que se ocuparían de
los aspectos más relevantes del quehacer internacional. En el mes de febrero de
1948 se convocó a una conferencia en Ginebra, Suiza, en la que fue adoptado el
convenio por el cual se constituyó la antigua oCMI, hoy organización Marítima
Internacional.
Panamá reconoció la importancia de esta nueva instancia que procuraría
entre otras cosas:
1. Establecer un sistema de colaboración entre los gobiernos en materia de re-
glamentación y prácticas gubernamentales relativas a cuestiones técnicas de
Nueva historia general de Panamá X 773

toda índole, concernientes a la navegación comercial internacional, y fomen-


tar la adopción general de normas para alcanzar los más altos niveles posi-
bles en lo referente a seguridad marítima y a la eficiencia de la navegación.
2. Fomentar la eliminación de medidas discriminatorias y restricciones inne-
cesarias aplicadas por los gobiernos a la navegación comercial internacional,
con el fin de promover la disponibilidad de los servicios marítimos para el
comercio mundial sin discriminación; la ayuda y el fomento acordados por
un gobierno a su marina mercante nacional con miras a su desarrollo y para
fines de seguridad no constituyen en sí mismos una discriminación, siempre
que dicha ayuda y fomento no estén fundadas en medidas concebidas con
el propósito de restringir a los buques de cualquier bandera, la libertad de
participar en el comercio internacional.
3. Tomar medidas para la consideración, por la organización, de cuestiones
relativas a las prácticas restrictivas desleales de empresas de navegación
marítima.
4. Tomar medidas para la consideración, por la organización, de todas las cues-
tiones relativas a la navegación marítima que puedan serle sometidas por
cualquier organismo o institución especializada de las Naciones Unidas.
5. Facilitar el intercambio de informaciones entre los gobiernos en asuntos so-
metidos a consideración de la organización6.

De lo anterior se infiere que, si bien es cierto que existen leyes que desde
los inicios de la república han regulado las diferentes competencias marítimas,
no es menos cierto que muchas de las nuevas leyes vinculadas a la actividad del
sector son el resultado de la ratificación de los compromisos adquiridos por
nuestro país a nivel internacional, a través de la aprobación de los convenios y
acuerdos internacionales, que son el resultado de los trabajos realizados en el
seno de la organización Marítima Internacional.

El desarrollo del sector marítimo en torno


a una posición geográfica privilegiada

En la República de Panamá casi todas las vías comerciales se cortan en un


punto en donde el Canal pone en contacto a todas las naciones marítimas del
mundo. «Esta condición excepcional ha creado las condiciones especiales para
que se hayan establecido en nuestro país los fundamentos jurídicos necesarios
para hacer de Panamá una nación marítima por antonomasia»7.
Los intereses comerciales transformaron a Panamá, desde el período colo-
nial, en foco principal del sistema de intercambio entre Europa y América, con-
virtiendo sus dos puertos terminales de cada océano en los núcleos comerciales
de recepción y distribución de las mercancías que se destinaban o procedían de
Europa.
774 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos

Los forjadores de la república determinaron que las industrias llamadas a


prosperar eran las indicadas por la naturaleza misma; es decir, el comercio, la
agricultura y la navegación.
A través de la Ley 46 de 11 de mayo de 1904, se faculta al Órgano Ejecutivo
para que otorgue permisos a compañías extranjeras a izar en las naves de su pro-
piedad la bandera de su país, en el litoral Pacífico.
A partir de entonces, dentro del sector servicios se destacan las actividades
relacionadas con el transporte marítimo y el comercio internacional, dicho sector
aporta una importantísima cuota porcentual del producto interno bruto; frente
a lo cual, otros sectores económicos alcanzan valores muy secundarios. Los sub-
sectores relacionados con la posición geográfica de nuestro país incluyen el sis-
tema portuario, en constante desarrollo; ya que luego de la privatización de la
infraestructura portuaria, se registran movimientos realmente subliminales de
recepción y redistribución de carga contenedorizada, del canal de Panamá, y
todas las actividades relacionadas con el sector marítimo, que es el conjunto de
actividades relativas a la marina mercante y los recursos humanos y marinos
del país derivados de numerosos servicios auxiliares que abastecen a los miles
de buques que navegan por el canal.
En el proceso de desarrollo marítimo han participado el Gobierno de Pa-
namá, el sector privado y la sociedad civil, con el objeto de fortalecer las institu-
ciones necesarias para la gestión y promoción eficaz de los intereses marítimos
de la nación.
El señor William o’Neil, actual secretario general de la organización Ma-
rítima Internacional, fue mi colega y homólogo en la organización cuando yo
era el embajador de mi país y el representante del suyo, Canadá, ha dicho que
«en su calidad de organismo mundial con potestad normativa sobre la indus-
tria naviera, la organización Marítima Internacional (oMI) también ha contri-
buido en ese proceso, en colaboración con el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD) y muchos otros. Se han realizado importantes avan-
ces en conjunto, tendientes a equipan a Panamá con sistemas apropiados y re-
cursos modernos para lograr: 1) el funcionamiento de su flota mercante en
pleno cumplimiento de las normas mundiales; 2) la formación de la gente de
mar y del personal marítimo y portuario que labora en tierra; 3) operaciones
portuarias sin riesgos y eficientes; 4) la elaboración de un marco legislativo co-
herente para reglamentar el sector marítimo; y 5) la protección del medio ma-
rino y costero»8.
Es absolutamente necesario que, a pesar de ser Panamá hoy es un país pre-
parado para enfrentar los retos que impone el sector marítimo en el nuevo mi-
lenio, yo me detenga para hacer algunas reflexiones relativas a lo que se hizo
para alcanzar los niveles de excelencia, que son la característica del sector que
ocupa nuestra atención.
Nueva historia general de Panamá X 775

Antecedentes de la Estrategia
Marítima Nacional
Cuando en el año de 1977 el ministro de Hacienda me confió la tarea de con-
feccionar un anteproyecto de Código Marítimo, decidí paralelamente estudiar
de manera prolija cómo estaba regulado y configurado el sector marítimo en
nuestro país. En virtud de lo anterior, mi contribución no se limitó a entregar,
una vez culminado mi trabajo, un anteproyecto de código que sirvió años más
tarde de documento de trabajo para que los expertos de Francia y Sambuganata,
enviados por la organización Marítima a Panamá, para que elaboraran reco-
mendaciones relativas al sector, ciertamente consideré pertinente sugerirle al Ór-
gano Ejecutivo a través del Ministerio de Hacienda y Tesoro, que la República
de Panamá tenía que incursionar con paso firme y decidido en los foros y ámbi-
tos marítimos internacionales, ya que de lo contrario, su precario Registro de
Naves enfrentaría grandes reveses.
La firma y ratificación de los Tratados Torrijos-Carter son el punto de par-
tida que le permiten a un grupo de panameños realizar ingentes esfuerzos para
encontrar alternativas coherentes con los nuevos retos que asumía la nación.
En la ciudad de Nuevas York, el ingeniero Juan Antonio Stagg, luego de
consultar algunos aspectos técnicos y jurídicos, formuló la recomendación que
indujo al Órgano Ejecutivo a crear la oficina de Seguridad Marítima de Panamá.
En el mes de junio del año de 1978, en compañía del ingeniero Stagg, a la razón
cónsul general de Panamá en Nueva York, y de otros distinguidos panameños,
entre los cuales recuerdo al capitán Motta, director de la Escuela Náutica, parti-
cipé como jefe de la delegación de nuestro país en la Conferencia Internacional
sobre Normas de Formación, Titulación y Guardia para Gente de Mar, adoptada
en Londres el 7 de julio de 1978. Y, a través de mi firma, Panamá se comprometió
a su ratificación, que no se produjo sino hasta su aprobación mediante Ley 4 de
15 de mayo de 1992 y el instrumento de adhesión fue depositado el 29 de mayo
de ese mismo año. Cada vez estaba más convencido de que resultaba imposter-
gable el lanzamiento de una estrategia marítima, por precaria que fuera, para
apuntalar nuestro sector marítimo de «subsistencia».
A pesar de las reticencias esgrimidas por muchos abogados locales, nuestras
autoridades comprendieron que la modernización de todo el sector marítimo
nacional era consustancial a la administración del Canal, por parte de los pana-
meños, en los años por venir; y en el caso específico de la marina mercante na-
cional, ello implicaba la ratificación de convenios como los de Solas y Marpol;
lo que a juicio de algunos, contribuiría a que zozobrara el Registro de Naves en
Panamá.
En noviembre del año de 1979 logré, gracias a la orientación y ayuda de mi
maestro en el mundo de la diplomacia, el doctor Jorge Illueca, que Panamá por
776 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos

vez primera fuese elegido como miembro del Consejo de la entonces organiza-
ción Consultiva Marítima Internacional, en el Grupo C, obteniendo el mayor nú-
mero de votos después de Egipto. Permanecí en Londres como representante
permanente de Panamá ante la oMI y encargado de negocios ante el Reino Unido
de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Cuando el doctor Jorge Illueca abandonó
el cargo de embajador de Panamá ante las Naciones Unidas, para dirigir la po-
lítica exterior panameña como ministro de Relaciones Exteriores, fui acreditado
por nuestro país como el primer funcionario con rango de embajador ante la or-
ganización Marítima Internacional.
La ostensible recuperación del Registro de Naves panameñas, debido a la
percepción de que enfrentábamos con seriedad el reto que imponía honrar los
compromisos internacionales, me permitió obtener mayor colaboración tanto
del Ministerios de Hacienda y Tesoro como del Ministerio de Relaciones Exte-
riores, y se designó como mi asistente, en Londres, al prestigioso abogado y pri-
mer juez marítimo de Panamá, licenciado Nelson Carreyó. A las reuniones
eminentemente técnicas de la organización, acudía como asesor de nuestra de-
legación el capitán Al Fiore, quien laboraba en las oficinas de Seguridad Marí-
timas de Nueva York, dirigidas entonces con celoso profesionalismo por el
licenciado Juan De Mena.
Algunos sectores marítimos en Europa observaban con recelo cómo remos-
taba la marina mercante nacional. En su crecimiento, nos favorecieron contin-
gencias ocurridas en países como Grecia y Noruega; el registro se iba reforzando,
depurando y renovando con el abanderamiento de naves recién salidas de los
astilleros asiáticos y europeos.
En el año de 1980, la Comisión de Transporte Marítimo de la UNCTAD, deter-
minó que era necesario propiciar la convocatoria de una conferencia internacio-
nal para unificar la muy disgregada y dispersa legislación o Leyes del Pabellón,
que rigen todo lo relativo a la adquisición, transferencia y extinción de la pro-
piedad del buque. De materializarse este fatídico proyecto, se infringiría un te-
rrible daño a la marina mercante nacional. No tardaron en producirse las
reuniones preparatorias en Ginebra, a las cuales acudía normalmente en com-
pañía del prestigioso abogado marítimo, doctor Hugo Torrijos Richa, quien ocu-
paba en aquellas fechas el cargo de subdirector general de Consular y Naves,
oficina creada como parte de la estrategia de fortalecimiento a través de la Ley
2 de 17 de enero de 1980. Dicha ley facultaba a esa Dirección para la ejecución
de los actos administrativos inherentes al registro de buques en la Marina Mer-
cante Nacional y cualesquiera otras dirigidas al manejo de nuestra flota, y pro-
piciaba además la modernización del Registro de Naves panameñas, creado por
la Ley 63 de 1917, aun cuando no es sino hasta 1925 y a través de la promulgación
de la Ley 8 de 12 de enero de aquel año, que se establecen los procedimientos
para la nacionalización y arqueo de naves en la República de Panamá.
Nueva historia general de Panamá X 777

Fueron necesarios muchos desvelos y una fuerte dosis de acendrado patrio-


tismo lo que nos permitieron salir airosos de la experiencia ginebrina, donde el
primer reto fue emprender una campaña de reafirmación nacionalista, al no per-
mitir que delegado alguno en el transcurso de sus intervenciones, se refiriese al
registro panameño con el termino ofensivo de «bandera de conveniencia»: el
cual, por imperdonable ignorancia, es utilizado aún por algunos periodistas lo-
cales, haciéndole el juego a la ITF, que por espacio de 50 años ha venido reali-
zando una campaña de desprestigio contra los registros abiertos, y son los únicos
en el ámbito marítimo internacional que al día de hoy tratan de restarle confia-
bilidad a estos registros, rotulándolos aún como «banderas de conveniencia».
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNC-
TAD), presionó a los países que ofrecían el sistema de registros abiertos para de-
finir políticas de seguridad marítima y a incorporar mecanismos de control sobre
buques que formaban parte de sus respectivas flotas.
La UNCTAD, en su pretensión de abolir los registros abiertos, sostenían que
estos carecían de la debida legislación de apoyo y que no existía «un vínculo ge-
nuino entre los armadores y propietarios de los buques y el Estado de pabellón».
A partir de la propalación de estos postulados calumniosos, los principales
registros abiertos del mundo, entre los cuales se encontraba Panamá, tuvieron
que enfrentar toda suerte de vicisitudes, según la UNCTAD:

1. La expansión de las flotas de libre matrícula ha afectado desfavorablemente


al desarrollo y competitividad de las flotas de los países que no ofrecen fa-
cilidades de matrícula libre, en particular la de los países en desarrollo.
2. Para determinar si existe una relación autentica entre el buque y su país de
matrícula, se deben tener en cuenta los siguientes elementos:
a. La contribución de la flota mercante a la economía del país.
b. La contabilización de los ingresos y gastos por concepto del transporte
marítimo, así como las compras y ventas de buques en las balanzas na-
cionales de pago.
c. El empleo de nacionales en los buques.
d. La propiedad efectiva del buque9.

Finalmente, con la entrada en vigor de la convención de las Naciones Unidas


sobre el Derecho del Mar, firmada en Montego Bay, el 10 de diciembre de 1982,
es decir, diez años antes, la imagen del régimen de los registros abiertos se vio
fortalecido ya que el citado convenio, ratificado por Panamá en 1996, establece
de manera efectiva la jurisdicción y control administrativo, técnico y social sobre
los buques que enarbolen pabellones, así como el registro de documentos, las
condiciones de navegabilidad, las condiciones de trabajo, idoneidad de tripu-
lantes y la investigación de accidentes, entre otros aspectos.
778 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos

El Registro de Naves en
la República de Panamá

Se ha consignado con antelación que mediante la Ley 8 de 1925 se estable-


cieron los procedimientos para la nacionalización de naves mercantes. Para efec-
tos de su registro bajo bandera panameña, en adición a las embarcaciones
destinadas al transporte de carga y pasajeros, se consideraban como tales, los
pontones, dragas, diques flotantes o cualquier otro casco de madera, cemento o
hierro, acero o mixto u otra materia que se destine o pueda destinarse al comer-
cio marítimo.
«Como elementos esenciales que distinguen a la República de Panamá
como un país de registro abierto de naves, se encuentra el hecho de que cual-
quier persona natural o jurídica, propietaria de naves, pueda optar por el re-
gistro de sus naves bajo bandera panameña»10, sean tales propietarios, paname-
ños o extranjeros, residentes o no en la República de Panamá, existiendo además
el hecho de que no había límites en cuanto a la edad de las naves que se desea-
ban registrar.
Dispersas han estado las disposiciones legales reguladoras de los registros
de naves; al respecto, se dijo en su momento que «el elevado número de cuerpo
legales sobre la materia pone de relieve la necesidad de refundirlos en una sola
ley e incluir un solo reglamento las disposiciones que la desarrollan»11.
Al registro nacional lo favoreció también el hecho de que en 1982, de con-
formidad con los Tratados Torrijos-Carter de 1977, la República de Panamá asu-
mió la función de administrar justicia en la antigua Zona del Canal. Por tratarse
de un área adyacente a la vía interoceánica, se creó una jurisdicción especiali-
zada. Así se originó el primer Tribunal Marítimo. Los dos que funcionan en la
actualidad, tienen competencia para conocer las causas surgidas de actos refe-
rentes al comercio, transporte y tráfico marítimo.
El doctor Alejandro Kouruklis ha señalado con precisión que una de las
principales funciones de este tribunal es el secuestro de naves, tanto nacionales
como extranjeras y «debido al bien que afecta, esta medida precautoria tiene
peculiaridades que la distinguen de otras similares, y toca una amplia gama
de intereses»12.
Nuestra marina mercante y los tribunales marítimos operan en torno a
las industrias marítimas portuarias y de transporte; que, como hemos seña-
lado, constituyen en Panamá el eje del desarrollo de la vida y actividades del
núcleo urbano, por su capacidad para generar directamente empleos directos
e indirectos.
Tenemos en Panamá la primera flota del mundo, porque la perseverancia
de quienes han propiciado este logro ha sido prodiga y porque además el armador
Nueva historia general de Panamá X 779

encuentra en Panamá los mayores beneficios que pueda ofrecer un registro serio,
constituido por una estructura jurídica coherente y la prestación de un servicio
eficiente en el ámbito de todas las instancias que inciden en el trámite de aban-
deramiento de un buque, tanto en el sector público como el privado. Su creci-
miento es sostenido y se mantiene como uno de los pilares de la economía
panameña. Según la Lloyd’s Registrer, Panamá mantiene el liderazgo en número
de naves con un tonelaje bruto de grandes proporciones, seguida por Siberia con
un tonelaje bruto muy inferior al de nuestro registro.
Con estos logros Panamá, que es la más importante bisagra entre dos océa-
nos y entre dos subcontinentes, «reivindica de modo decidido el papel que le
corresponde en el orden político, orden estratégico y económico internacional»13.
Existe, para el buen funcionamiento del registro marítimo panameño,
una Dirección General de Registro Público de Propiedad de Naves, que es una
dependencia de servicios y forma parte de la estructura orgánica de la Autoridad
Marítima de Panamá, que labora las 24 horas y los 7 días de la semana, lo cual
favorece a los usuarios del Registro de Naves de nuestro país.
Esa dirección cuenta, para la realización de sus funciones, con los departa-
mentos de Permiso de Registro, de Título de Naves, Registro de Gravámenes de
Naves, Departamento de Digitalización; y de los más recientes datos, la incor-
poración del Departamento de Registro de Contenedores y el Departamento del
Registro Electrónico de Naves.
La Ley 33 de 30 de junio de 2010 asigna a la Autoridad Marítima de Panamá
el registro de título de naves con sus respectivas operaciones y, por ende, al cobro
de las tasas por la ejecución de esos trámites.
Toda inscripción de título de propiedad de naves, de hipoteca naval o cual-
quier otro gravamen, se realiza ante la Autoridad Marítima de Panamá, a la que
le corresponde llevar el registro de todas y cada una de la actuaciones que exija
la formalidad registral de archivo o de divulgación que recaiga sobre las naves
de la marina mercante panameña.
La Autoridad Marítima de Panamá, fundamentada en el Decreto Ley 7 de
1998, establece la estructura orgánica que ha permitido mantener el Registro de
Naves de Panamá como primer registro del mundo, tanto por la cantidad de
naves como por la calidad del servicio que se ofrece al usuario del registro ma-
rítimo panameño.
Es menester destacar que las naves que enarbolan el pabellón nacional y
que navegan por todas las rutas marítimas del mundo, no reciben beneficio adi-
cional alguno cuando transitan por el canal de Panamá.
La Autoridad Marítima de la República de Panamá está a nivel ministerial
para ejercer los derechos y dar cumplimiento a las responsabilidades del Estado
panameño, dentro del marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre
el Derecho del  Mar 1982, y demás leyes y reglamentos vigentes. 
780 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos

La competencia marítima en Panamá

Cuando a través del acto legislativo de 27 de diciembre de 1993 se adiciona a


la Constitución política de la República de Panamá de 1972, el Título XIV, que crea
la Autoridad del Canal de Panamá, se establece «que la Autoridad del Canal de
Panamá y todas aquellas instituciones y autoridades de la república vinculadas
al sector marítimo formarán parte de la estrategia marítima nacional»14. No fue
sino hasta el año de 1997 cuando se aprueba la creación de la Ley orgánica 19 de
11 de junio de ese año, por la cual se organiza la Autoridad del Canal de Panamá.
Con el fundamento legal de lo que pauta el artículo 311 de la Constitución,
citado con anterioridad, se establece el Decreto Ley 7 de 10 de febrero de 1998
que crea la Autoridad Marítima de Panamá, cuya finalidad primordial es, sin
lugar a dudas, dar cumplimiento al propósito de unificar las competencias ma-
rítimas del Estado, realizadas caprichosamente en diversos ministerios y otras
entidades gubernamentales, entre las que podemos citar a la Dirección General
Consular y de Naves del Ministerio de Hacienda y Tesoro, la Autoridad Portua-
ria Nacional, la Dirección de Recursos Marinos y Costeros adscrita anteriormente
al Ministerio de Comercio e Industrias y todo lo concerniente a la educación ma-
rítima que dependía del Ministerio de Educación15.
El 16 de septiembre de 2003, se ha presentado a la consideración de los sec-
tores involucrados una nueva versión de la Estrategia Marítima Nacional. Estu-
dié con profundo detenimiento el citado proyecto y aun cuando me permití
sustentar algunas sugerencias, cambios y recomendaciones, debo admitir que
se trata de un nuevo esfuerzo por ordenar el sector, luego del diagnóstico reali-
zado al analizar los componentes que lo integran, tratando en debida forma de
fortalecer la cultura marítima de los panameños.
Los servicios engloban un conjunto de actividades de índole sumamente di-
versa, y se puede distinguir entre diferentes categorías, como las de los servicios
nuevos y tradicionales, servicios al consumidor y al productor, servicios com-
plementarios al comercio o sustitutos de él; sin embargo, estas distinciones rara
vez permiten una visión sistemática y el análisis de los servicios se dificulta por
la cuestionada calidad de la información estadística de que se dispone. La am-
pliación considerable de las compañías navieras, así como su complejidad gra-
cias a la introducción de los sistemas multimodales, la informatización, las
telecomunicaciones avanzadas y la automatización, representan un atractivo po-
tencial en el sector servicios para el sector marítimo nacional; sin embargo, es
menester adecuar permanentemente muestra legislación marítima para conti-
nuar siendo realmente competitivos, no solamente en el mercado de fletes ma-
rítimos, sino en el de seguros y trámites bancarios de envergadura, que es donde
convergen las grandes capitales que han propiciado la industrialización del
transporte marítimo.
Nueva historia general de Panamá X 781

Tratados y convenios referentes al mar


vigentes para la República de Panamá

1. TRATADO SOBRE LA PROHIBICIÓN DE EMPLAZAR ARMAS NUCLEARES Y OTRAS


ARMAS DE DESTRUCCIÓN EN MASA EN LOS FONDOS MARINOS Y OCEÁNICOS Y SU
SUBSUELO
Abierto a la firma en Washington, Londres y Moscú, el 11 de febrero de 1971.
Aprobado mediante Ley 8 de 8 de noviembre de 1973.
Gaceta oficial 17,484 de 3 de diciembre de 1973.
Depósito del instrumento de ratificación el 20 de marzo de 1974.

2. CONVENCIÓN INTERNACIONAL PARA PREVENIR LA CONTAMINACIÓN DE LAS AGUAS


DEL MAR POR HIDROCARBUROS (tal como fue enmendada el 11 de abril de 1962).
Aprobada en Londres, el 12 de mayo de 1954.
Aprobada mediante Ley 63 de 4 de febrero de 1963.
Gaceta oficial 14,820 de 19 de febrero de 1963.
Depósito del instrumento de aceptación el 25 de septiembre de 1963.

3. ENMIENDA AL CONVENIO INTERNACIONAL PARA PREVENIR LA CONTAMINACIÓN


DE LAS AGUAS DEL MAR POR HIDROCARBUROS Y SUS ANEXOS
Adoptada en Londres, el 21 de octubre de 1969.
Aprobada mediante Ley 2 de 25 de octubre de 1976.
Gaceta oficial 18,255 de 17 de enero de 1977.
Depósito del instrumento de aceptación el 7 de enero de 1978.

4. CONVENIO INTERNACIONAL SOBRE RESPONSABILIDAD CIVIL POR DAÑOS CAUSA-


DOS POR LA CONTAMINACIÓN DE LAS AGUAS DEL MAR POR HIDROCARBUROS
Firmado en Bruselas, el 29 de noviembre de 1969.
Aprobado mediante Ley 17 de 23 de octubre de 1975.
Gaceta oficial 18,016 de 29 de enero de 1976.
Depósito del instrumento de ratificación el 7 de enero de 1976.

5. CONVENIO INTERNACIONAL RELATIVO A LA INTERVENCIÓN EN ALTA MAR EN


CASOS DE ACCIDENTES QUE CAUSEN UNA CONTAMINACIÓN POR HIDROCARBUROS
Y SU ANEXO
Firmado en Bruselas, el 29 de noviembre de 1969.
Aprobado mediante Ley 16 de 23 de octubre de 1975.
Gaceta oficial 18,080 de 5 de mayo de 1976.
Depósito del instrumento de ratificación el 7 de enero de 1976.
782 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos

6. CONVENIO SOBRE LA PREVENCIÓN DE LA CONTAMINACIÓN DEL MAR POR VERTI-


MIENTO DE DESECHOS Y OTRAS MATERIAS
Abierto a la firma en México, Londres, Moscú y Washington, el 29 de diciem-
bre de 1972.
Aprobado mediante Ley 18 de 23 de octubre de 1975.
Gaceta oficial 18,080 de 5 de mayo de 1976.
Depósito del instrumento de adhesión el 31 de julio de 1975.

7. CONVENIO INTERNACIONAL PARA PREVENIR LA CONTAMINACIÓN POR LOS BUQUES


Hecho en Londres, el 2 de noviembre de 1973.
Aprobado mediante Ley 17 de 9 de noviembre de 1981
Gaceta oficial 20,545 de 2 de mayo de 1968.

8. PROTOCOLO RELATIVO AL CONVENIO INTERNACIONAL PARA PREVENIR LA CONTA-


MINACIÓN POR LOS BUQUES
Hecho en Londres, el 17 de febrero de 1978.
Aprobado mediante Ley 1 de 25 de octubre de 1983.
Gaceta oficial 20,141 de 12 de septiembre de 1984.
Depósito del instrumento de adhesión el 20 de febrero de 1985.
Nota: El nombre del convenio quedó: CONVENIO INTERNACIONAL PARA PREVE-
NIR LA CONTAMINACIÓN POR LOS BUQUES, 1973; modificado por el Protocolo de
1978.

9. CONVENIO PARA LA PROTECCIÓN DEL MEDIO MARINO Y LA ZONA COSTERA DEL PA-
CÍFICO SUDESTE
Firmado en Lima, el 12 de noviembre de 1981.
Aprobado mediante Ley 4 de 25 de marzo de 1986.
Gaceta oficial 20,534 de 17 de abril de 1986.
Depósito del instrumento de ratificación el 23 de junio de 1986.

10.ACUERDO PARA LA COOPERACIÓN REGIONAL PARA EL COMBATE CONTRA LA CON-


TAMINACIÓN DEL PACÍFICO SUDESTE POR HIDROCARBUROS Y OTRAS SUSTANCIAS
NOCIVAS EN CASO DE EMERGENCIA
Firmado en Lima, el 12 de noviembre de 1981.
Aprobado mediante Ley 6 de 25 de marzo de 1986.
Gaceta oficial 20,532 de 15 de abril de 1986.
Depósito del instrumento de ratificación el 23 de julio de 1986.

11.PROTOCOLO COMPLEMENTARIO DEL ACUERDO SOBRE LA COOPERACIÓN REGIONAL


PARA EL COMBATE CONTRA LA CONTAMINACIÓN DEL PACÍFICO SUDESTE POR HI-
DROCARBUROS Y OTRAS SUSTANCIAS NOCIVAS
Firmado en Quito, el 20 de julio de 1983.
Nueva historia general de Panamá X 783

Aprobado mediante Ley 5 de 25 de marzo de 1986.


Gaceta oficial 20,534 de 17 de abril de 1986.
Depósito del instrumento de ratificación el 23 de junio de 1986.

12.PROTOCOLO PARA LA PROTECCIÓN DEL PACÍFICO SUDESTE CONTRA LA CONTAMI-


NACIÓN PROVENIENTES DE FUENTES TERRESTRES
Firmado en Quito, el 22 de julio de 1983.
Aprobada mediante Ley 7 de 7 de abril de 1986.
Gaceta oficial 20,533 de 16 de abril de 1986.
Depósito del instrumento de ratificación el 23 de julio de 1986.

13.CONVENIO PARA LA PROTECCIÓN Y EL DESARROLLO DEL MEDIO MARINO DE LA RE-


GIÓN DEL GRAN CARIBE Y PROTOCOLO RELATIVO A LA COOPERACIÓN PARA COM-
BATIR LOS DERRAMES DE HIDROCARBUROS EN LA REGIÓN DEL GRAN CARIBE
Firmados en Cartagena, el 24 de marzo de 1983.
Aprobado mediante Ley 13 de 30 de junio de 1986.
Gaceta oficial 20,613 de 7 de agosto de 1986.
Depósito del instrumento de ratificación el 7 de octubre de 1987.

14.PROTOCOLO PARA LA PROTECCIÓN DEL PACÍFICO SUDESTE CONTRA LA CONTAMI-


NACIÓN RADIOACTIVA
Firmado en Paipa, Colombia, el 21 de septiembre de 1989.
Aprobado mediante Ley 20 de 6 de diciembre de 1990.
Gaceta oficial 21,684 de 12 de diciembre de 1990.
Depósito del instrumento de ratificación el 27 de marzo de 1991.

15.CONVENIO RELATIVO A LA INDEMNIZACIÓN DE DESEMPLEO EN CASO DE PERDIDA


POR NAUFRAGIO (CONVENIO 8)
Firmado en Génova, el 9 de julio de 1920.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 138 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,622 de 10 de junio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

16.CONVENIO RELATIVO A LA COLOCACIÓN DE LA GENTE DE MAR (CONVENIO 9)


Firmado en Génova, el 10 de julio de 1920.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 139 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,622 de 10 de junio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

17.CONVENIO POR EL QUE SE FIJA LA EDAD MÍNIMA DE ADMISIÓN DE LOS MENORES


AL TRABAJO EN CALIDAD DE PAOLEROS O FOGONEROS (CONVENIO 15)
Firmado en Ginebra, el 11 de noviembre de 1921.
784 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos

Aprobado mediante Decreto de Gabinete 163 de 4 de mayo de 1970.


Gaceta oficial 16,622 de 10 de junio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

18.CONVENIO RELATIVO AL EXAMEN MÉDICO OBLIGATORIO DE LOS MENORES EMPLE-


ADOS A BORDO DE LOS BUQUES (CONVENIO 16)
Firmado en Ginebra, el 11 de noviembre de 1921.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 164 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,622 de 10 de junio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

19.CONVENIO RELATIVO A LA SIMPLIFICACIÓN DE LA INSPECCIÓN DE LOS EMIGRANTES


A BORDO DE LOS BUQUES (CONVENIO 21)
Firmado en Ginebra, el 5 de junio de 1926.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 167 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,623 de 11 de junio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

20.CONVENIO RELATIVO AL CONTRATO DE ENROLAMIENTO DE LA GENTE DE MAR


(CONVENIO 22)
Firmado en Ginebra, el 24 de junio de 1926.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 163 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,622 de 10 de junio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

21.CONVENIO RELATIVO A LA REPATRIACIÓN DE LA GENTE DE MAR (CONVENIO 23)


Firmado en Ginebra, el 23 de junio de 1926.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 169 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,625 de 15 de junio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

22.CONVENIO RELATIVO A LA INDICACIÓN DEL PESO EN LOS GRANDES FARDOS TRANS-


PORTADOS POR BARCO (CONVENIO 27)
Firmado en Ginebra, el 21 de junio de 1926.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 171 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,626 de 16 de junio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

23.CONVENIO RELATIVO A LA PROTECCIÓN CONTRA LOS ACCIDENTES DE LOS TRABA-


JADORES EMPLEADOS EN LA CARGA Y DESCARGA DE LOS BUQUES (REVISADO)
(CONVENIO 32)
Firmado en Ginebra, el 27 de abril de 1932.
Nueva historia general de Panamá X 785

Aprobado mediante Decreto de Gabinete 40 de 26 de febrero de 1971.


Gaceta oficial 16,803 de 4 de marzo de 1971.
Depósito del instrumento de ratificación el 4 de junio de 1971.

24.CONVENIO RELATIVO AL MÍNIMO DE CAPACIDAD PROFESIONAL DE LOS CAPITANES


Y OFICIALES DE LA MARINA MERCANTE (CONVENIO 53)
Firmado en Ginebra, el 24 de octubre de 1936.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 173 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,631 de 7 de julio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

25.CONVENIO RELATIVO A LAS OBLIGACIONES DEL ARMADOR EN CASO DE ENFERME-


DAD, ACCIDENTE O MUERTE DE LA GENTE DE MAR (CONVENIO 55)
Firmado en Ginebra, el 24 de octubre de 1936.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 41 de 26 de febrero de 1971.
Gaceta oficial 16,808 de 11 de marzo de 1971.
Depósito del instrumento de ratificación el 4 de junio de 1971.

26.CONVENIO RELATIVO AL SEGURO DE ENFERMEDAD DE LA GENTE DE MAR


(CONVENIO 56)
Firmado en Ginebra, el 24 de octubre de 1936.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 42 de 26 de febrero de 1971.
Gaceta oficial 16,808 de 11 de marzo de 1971.
Depósito del instrumento de ratificación el 4 de junio de 1971.

27.CONVENIO POR EL QUE SE FIJA LA EDAD MÍNIMA DE ADMISIÓN DE LOS NIÑOS EN


EL TRABAJO MARÍTIMO (REVISADO) (CONVENIO 58)
Firmado en Ginebra, el 24 de octubre de 1936.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 174 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,641 de 7 de julio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

28.CONVENIO RELATIVO A LA ALIMENTACIÓN Y AL SERVICIO DE FONDA DE LOS BUQUES


(CONVENIO 68)
Firmado en Seattle, el 27 de junio de 1946.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 44 de 26 de febrero de 1971.
Gaceta oficial 16,809 de 12 de marzo de 1971.
Depósito del instrumento de ratificación el 4 de junio de 1971.

29.CONVENIO RELATIVO AL CERTIFICADO DE APTITUD DE LOS COCINEROS DE BUQUES


(CONVENIO 69)
Firmado en Seattle, el 27 de junio de 1946.
786 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos

Aprobado mediante Decreto de Gabinete 45 de 26 de febrero de 1971.


Gaceta oficial 16,809 de 12 de marzo de 1971.
Depósito del instrumento de ratificación el 4 de junio de 1971.

30.CONVENIO RELATIVO A LAS PENSIONES DE LA GENTE DE MAR (CONVENIO 71)


Firmado en Seattle, el 28 de junio de 1946.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 46 de 26 de febrero de 1971.
Gaceta oficial 16,809 de 12 de marzo de 1971.
Depósito del instrumento de ratificación el 4 de junio de 1971.

31.CONVENIO RELATIVO AL EXAMEN DE LA GENTE DE MAR (CONVENIO 73)


Firmado en Seattle, el 29 de junio de 1946.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 47 de 26 de febrero de 1971.
Gaceta oficial 16,811 de 16 de marzo de 1971.
Depósito del instrumento de ratificación el 4 de junio de 1971.

32.CONVENIO RELATIVO AL CERTIFICADO DE MARINERO PREFERENTE (CONVENIO 74)


Firmado en Seattle, el 29 de junio de 1946.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 48 de 26 de febrero de 1971.
Gaceta oficial 16,811 de 16 de marzo de 1971.
Depósito del instrumento de ratificación el 4 de junio de 1971.

33.CONVENIO RELATIVO AL ALOJAMIENTO DE LA TRIPULACIÓN A BORDO (REVISADO)


(CONVENIO 92)
Firmado en Ginebra, el 18 de junio de 1949.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 50 de 26 de febrero de 1971.
Gaceta oficial 16,811 de 16 de marzo de 1971.
Depósito del instrumento de ratificación el 4 de junio de 1971.

34.CONVENIO RELATIVO A LOS DOCUMENTOS NACIONALES DE IDENTIDAD DE LA


GENTE DE MAR (CONVENIO 108)
Firmado en Ginebra, el 13 de mayo de 1958.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 183 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,647 de 15 de julio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

35.CONVENIO RELATIVO A LA EDAD MÍNIMA DE ADMISIÓN AL TRABAJO DE LOS PES-


CADORES (CONVENIO 112)
Firmado en Ginebra, el 19 de junio de 1959.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 184 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,646 de 14 de julio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.
Nueva historia general de Panamá X 787

36.CONVENIO INTERNACIONAL SOBRE NORMAS DE FORMACIÓN, TITULACIÓN Y GUAR-


DIA PARA LA GENTE DE MAR
Adoptado en Londres, el 7 de julio de 1978.
Aprobado mediante Ley 4 de 15 de mayo de 1992.
Gaceta oficial 22,038 de 20 de mayo de 1992.
Depósito del instrumento de adhesión el 29 de junio de 1992.

37.CONVENIO CONSTITUTIVO DE LA ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DE TELECOMU-


NICACIONES MARÍTIMAS POR SATÉLITE (INMARSAT)
Hecho en Londres, el 3 de septiembre de 1976.
Aprobado mediante Ley 4 de 16 de junio de 1987.
Gaceta oficial 20,832 de 29 de junio de 1987.
Depósito del instrumento de adhesión el 21 de agosto de 1987.
Nota: El acuerdo de Explotación de INMARSAT, hecho en Londres el 3 de sep-
tiembre de 1976, fue firmado por el INTEL como entidad competente designada
por el Gobierno panameño el 26 de octubre de 1987.

38.CONVENIO RELATIVO AL EXAMEN MÉDICO DE LOS PESCADORES (CONVENIO 113)


Firmado en Ginebra, el 19 de junio de 1959.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 185 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,647 de 15 de julio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

39.CONVENIO RELATIVO AL CONTRATO DE ENROLAMIENTO DE LOS PESCADORES


(CONVENIO 114)
Firmado en Ginebra, el 19 de junio de 1959.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 186 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,647 de 15 de julio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

40.CONVENIO RELATIVO A LOS CERTIFICADOS DE COMPETENCIA DE LOS PESCADORES


(CONVENIO 125)
Firmado en Ginebra, el 21 de junio de 1966.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 192 de 4 de mayo de 1970.
Gaceta oficial 16,649 de 17 de julio de 1970.
Depósito del instrumento de ratificación el 19 de junio de 1970.

41.CONVENIO RELATIVO AL ABORDAJE DE LOS BARCOS PESQUEROS (CONVENIO 126)


Firmado en Ginebra, el 21 de junio de 1966.
Aprobado mediante Decreto de Gabinete 57 de 26 de febrero de 1971.
Gaceta oficial 16,813 de 18 de marzo de 1971.
Depósito del instrumento de ratificación el 4 de junio de 1971.
788 X El desarrollo del sector marítimo en Panamá: aspectos jurídicos

42.CONVENCIÓN DE LA ORGANIZACIÓN MARÍTIMA INTERNACIONAL (OMI)


Firmada en Ginebra, el 6 de marzo de 1948.
Aprobado por Ley 8 de 26 de enero de 1959.
Gaceta oficial 13,792 de 16 de febrero de 1959.
Depósito del instrumento de aceptación el 31 de diciembre de 1958.

43.ENMIENDA A LA CONVENCIÓN DE LA OMI (ARTÍCULO 17 Y 18)


Adoptada el 15 de septiembre de 1964.
Depósito del instrumento de aceptación el 2 de agosto de 1966.

44.ENMIENDA A LA CONVENCIÓN DE LA OMI (ARTÍCULO 28)


Adoptada el 28 de septiembre de 1965.
Depósito del instrumento de aceptación el 2 de agosto de 1958.

45.CONVENIO INTERNACIONAL SOBRE LÍNEAS DE CARGA


Firmado en Londres, el 5 de abril de 1966.
Aprobado mediante Ley 20 de 23 de octubre de 1975.
Gaceta oficial 18,050 de 22 de marzo de 1976.
Firma definitiva el 13 de mayo de 1966.

46.CONVENIO INTERNACIONAL SOBRE ARQUEO DE BUQUES


Firmado en Londres, el 23 de junio de 1969.
Aprobado mediante Ley 6 de 27 de octubre de 1977.
Gaceta oficial 18,713 de 30 de noviembre de 1978.
Depósito del instrumento de adhesión el 9 de marzo de 1978.

Notas
1
George Ripert, Compendio de derecho marítimo, Pedro de San Martín (traductor), Editora Ar-
gentina, Buenos Aires, 1954, p. 14.
2
Luis Beltrán Montiel, Curso de derecho de la navegación, con la colaboración de Marino Dolce,
séptima edición, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1994.
3
Giogio Berlingieri, «El derecho marítimo», Estudios Marítimos, número 4, Buenos Aires, 1973.
4
Ibidem, pp. 4-5.
5
Humberto Jirón, Panamá o el estrecho de tierra, Los Amigos de Panamá la Vieja, volumen 3,
Panamá, diciembre de 2001.
6
Convenio Constitutivo de la Organización Marítima Internacional; el texto adoptado en Gi-
nebra, en 1948, entró en vigor en 1958, y la nueva Organización se constituyó el 6 de enero
de 1959 al celebrar su primera Asamblea General.
7
Humberto Jirón, conferencia ofrecida a los miembros de la Asociación Marítima de Panamá,
Salón los Corales del Club Unión, ciudad de Panamá, 16 de julio de 1990.
8
William O’Neil, «Introducción», en: Ivette Ng de Jaén, La primera estrategia marítima nacional,
publicado por el PNUD, Panamá 1999.
Nueva historia general de Panamá X 789

9
Resolución de la primera reunión del Grupo Intergubernamental Especial de la UNCTAD, reu-
nido en Ginebra entre el 10 y el 16 de febrero de 1978.
10
Joel R. Medina, Panamá leyes y reglamento de la marina mercante, ediciones del Centro In-
ternacional de Estudios Empresariales, Editora Renovación, Panamá, 1984.
11
José Ángel Noriega, «Prólogo», en: Legislación sobre naves, Panamá, 1978.
12
Alejandro Kouruklis, El secuestro de naves en el derecho procesal marítimo, Editorial Mizrachi
& Pujol, Panamá, 1994.
13
Manuel Marín González, vicepresidente de la Unión Europea, discurso pronunciado en el
marco del Congreso Universal del Canal de Panamá, compendió editado por Haney Design
Group, Panamá, 1998.
14
Constitución política de Panamá de 1972, artículo 311, 1996.
15
Plinio Valdés, Mario Ugarte y Freddy Blanco, Compilación de la legislación marítima de la Re-
pública de Panamá, editado por el Centro de Investigaciones Jurídicas de la Universidad de
Panamá, Panamá, 1995.
CAPíTULo XXV

El sistema monetario y
la banca en Panamá
Nicolás Ardito Barletta

La historia monetaria y bancaria de Panamá en el siglo XX se caracteriza por


el uso del dólar norteamericano como medio monetario de intercambio. Panamá
creó la unidad monetaria del balboa, a la par con el dólar americano, pero solo
acuñó monedas fraccionarias y no creó un banco central de emisión.
Se constituyó así un sistema monetario «dolarizado» que se convirtió en
una institución, establecida en la Constitución Nacional de 1904 y afianzada en
las costumbres y prácticas de la población. El sistema ha traído grandes benefi-
cios a la economía nacional, tales como la inflación más baja del continente, el
libre movimiento de recursos financieros y monetarios, tasas de interés estables
y ligadas a la tasa de interés del mercado internacional del dólar, una alta pro-
fundización financiera de la economía y una estructura crediticia favorable al
desarrollo económico. En todos estos aspectos superó a todos los países de Amé-
rica Latina.
Este escrito resume la evolución del sistema monetario en el siglo de exis-
tencia de la república y lo vincula a la actividad bancaria y crediticia del país,
ya que están relacionados consustancialmente. Al mismo tiempo lo relaciona
con el tipo de desarrollo económico que ha tenido Panamá.

Introducción

La República de Panamá se inicia en 1903 con el compromiso nacional de


permitir la construcción del canal interoceánico en su territorio. Había terminado
la guerra de los Mil Días, entre partidos políticos colombianos que afectó pro-
fundamente la economía en el Istmo. El Senado colombiano había rechazado el
792 X El sistema monetario y la banca en Panamá

Tratado Herran-Hay como instrumento para construir un canal interoceánico en


el istmo de Panamá. La empresa francesa Compagnie Universelle del Canal In-
teroceanique de Panamá había fracasado y mantenía un bajo nivel de obras. El
ferrocarril interoceánico operaba a un bajo nivel de actividad.
Panamá negocia con Estados Unidos el Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903,
para la construcción del Canal y sede jurisdicción sobre el territorio necesario:
la Zona del Canal. Tomaría después el resto del siglo para gradualmente recu-
perar su plena jurisdicción y territorio y obtener el Canal mediante los tratados
de 1936, 1955 y 1977. Por otro lado, por iniciativa norteamericana, Panamá sus-
cribe también el Convenio Monetario Taft de 1904, que formaliza el uso del dólar
norteamericano como moneda circulante y que es incorporado en el Decreto 74
de 6 de diciembre de ese mismo año. También incorpora a la Constitución Na-
cional de 1904 que el dólar norteamericano sería moneda de intercambio y cir-
culación y, cuando se creó el balboa en paridad con el dólar, meses antes de la
entrada en vigencia del convenio monetario, quedó marginada la idea de crear
un banco central emisor de balboas.
Esos pasos decisivos, que en efecto «dolarizan» el sistema monetario pana-
meño, no son entonces una experiencia totalmente nueva en Panamá.

Experiencia monetaria antes de 1903

En la época colombiana, desde el Congreso de Cúcuta, circuló en Panamá


el peso colombiano. En 1856 se inaugura el ferrocarril transístmico y en 1857 se
crea el Estado federal de Panamá. Desde entonces, el Estado de Panamá acuñó
su propia moneda. La operación del ferrocarril trajo un considerable aumento
de visitantes y de movimiento comercial, sobre todo de norteamericanos que
viajaban desde el este de su país hacia California por la «Fiebre del oro». Esto
hizo que se incrementara el uso del dólar en la región de tránsito, a la par con el
peso colombiano, y con el peso del Estado de Panamá, como también de otras
monedas suramericanas.
También se instalaron en Panamá algunos bancos de origen norteamericano,
como el Colón Exchange Bank y el Wells Fargo Bank. El primero emitió billetes
de banco con la denominación en dólares. En la década de 1980, con el inicio de
la construcción del Canal Francés, se utilizó también el franco como moneda de
circulación. En 1880 también el presidente Rafael Núñez trató de uniformar el
uso de la moneda en toda Colombia y se utilizó al Banco de Panamá, creado en
1869, para emitir pesos, y se proscribió la emisión de billetes por bancos parti-
culares. Sin embargo, continuaron también en uso las monedas de otros países,
como el dólar y el franco.
En 1903 los panameños de la región de tránsito estaban acostumbrados al
uso de varias monedas internacionales a la par del peso colombiano, entre ellas
el dólar norteamericano.
Nueva historia general de Panamá X 793

El uso del dólar fue facilitado con el inicio de la construcción del Canal, obra
de enorme repercusión en la economía panameña, ya que significó un gasto pro-
medio de 38 millones de dólares norteamericanos anuales, por diez años, en una
economía que solo tenía un producto interno bruto (PIB) de unos US$30 millones,
con una población de 300,000 personas. El comercio entre la Zona del Canal y
las ciudades de Panamá y Colón se hizo mucho más fluido con el uso del dólar,
lo cual facilitó también el incipiente comercio internacional de la república.

Ventajas económicas de un sistema dolarizado

Aún en nuestros días hay un intenso debate profesional sobre cuándo con-
viene más a un país tener un sistema monetario de tasa de cambio fija (por ejem-
plo, dolarizado) y cuando conviene tenerlo de tasa de cambio flexible, con la
moneda propia fluctuante en su valor, de acuerdo a los cambios que se den en
su balanza de pagos internacionales. Hay condiciones económicas que favorecen
más a un sistema que al otro y viceversa.
Panamá llena las condiciones técnicas que le permiten sacar ventaja de un
sistema monetario de tasa de cambio fija (dolarizado) y, en efecto, este ha sido
el caso durante los cien años de vida republicana.
El sistema funciona bien cuando el país es de economía propia pequeña;
cuando tiene un alto porcentaje de su comercio internacional con el país con
cuya moneda fija su tasa de cambio; cuando la moneda del país base es estable;
y cuando sus exportaciones son estables en volúmenes y precios de venta. Pa-
namá reúne todas esas condiciones. Por eso el sistema ha producido resultados
positivos para el país.
En efecto, la economía nacional aún hoy es pequeña, aunque la producción
se ha incrementado 62 veces desde 1903. El mayor volumen del comercio inter-
nacional del país es con Estados Unidos. La moneda de este país no solo es es-
table, sino es, además, la moneda dominante en el comercio mundial. En adición,
la segunda región en importancia para el comercio de Panamá es América La-
tina, región dentro de la esfera del dólar con un alto índice de comercio con Es-
tados Unidos. Las exportaciones panameñas, eminentemente de servicios del
Canal, de Zona Libre de Colón, banca, turismo, marítimos y otros, son estables
en volumen y precios. No están sujetas a fluctuaciones grandes en el comercio
internacional como los productos primarios.
Como resultado, durante cien años la estabilidad monetaria y financiera de
Panamá ha sido una fortaleza para su economía. Ha tenido la menor inflación
del hemisferio, los movimientos monetarios han sido libres y abiertos, no ha te-
nido fuertes fluctuaciones en entrada y salida de capitales y las tasas de interés
han fluctuado alrededor del mercado internacional del dólar.
La mayoría de la población, sobre todo los grupos económicos activos, han
palpado las ventajas del sistema que surgió casi por accidente y lo han mantenido
794 X El sistema monetario y la banca en Panamá

todo el tiempo. Podría decirse que hoy en día quien quiera que tratara de cam-
biarlo, correría un gran riesgo político porque encontraría una fuerte oposición.
Esta percepción nacional se ha afianzado desde la creación del Centro Bancario
Internacional de Panamá, suscitada desde 1970.
Sin embargo, no fue siempre así. Desde luego sobre estos temas monetarios
y bancarios, como económicos, se sabía mucho menos en el mundo en los pri-
meros cuarenta años del siglo xx que ahora. Hubo personas y funcionarios pú-
blicos que pensaron en diferentes épocas que era preferible tener el balboa como
medio circulante. En tres ocasiones, se pensó o se actuó legalmente para emitir
balboas, incluso se hizo temporalmente en 1941.
Con la Ley 45 de 1911 y la Ley 19 de 1913, se le otorgó autorización al Banco
Nacional de Panamá para emitir papel moneda, pero nunca se puso en práctica.
En 1933, durante la grave depresión económica mundial, la Contraloría General
de la República recomendó formalmente la emisión del papel moneda como ve-
hículo para aliviar la agobiante liquidez de la economía, pero se descartó la idea.
En 1941 se creó el Banco Central de Emisión de la República, que imprimió bal-
boas hasta por 6.0 millones, totalmente respaldados por equivalente cantidad
de dólares, pero esto duró poco porque hubo un súbito cambio de Gobierno un
par de meses después.
La mayoría de los escasos ensayos y debates nacionales que hubo entonces,
abogaron a favor de un sistema usando el balboa con emisión propia, basado
más en razones nacionalistas que técnicas. Se interpretaba como sinónimo de
soberanía el tener papel moneda propio, sin tomar en cuenta que soberanía sig-
nifica el derecho a escoger lo que por razones técnicas se considere más ventajoso
para la nación.
La única vulnerabilidad potencial a la estabilidad de un sistema monetario
dolarizado es una súbita fuga de divisas por cambios inesperados negativos en
las exportaciones o un cambio abrupto negativo en el movimiento internacional
de capitales. En ese caso se reduce la liquidez circulante rápidamente, ocasio-
nando una contracción en la demanda de bienes y servicios y en el producto na-
cional, y creando una recesión económica o incluso una depresión. En tiempos
normales esto no tiende a ocurrir en Panamá, porque sus exportaciones de ser-
vicios no sufren fuertes fluctuaciones en volumen o en precios. Pero puede ocu-
rrir en momentos de crisis política. En efecto, ese fue el caso en 1964, cuando
ocurrieron los hechos de violencia en la Zona del Canal y el rompimiento tem-
poral de relaciones con Estados Unidos. En esa ocasión el efecto fue tenue y tem-
poral. También fue el caso en 1988, cuando la confrontación política entre
Noriega y Estados Unidos ocasionaron que este congelara fondos panameños
en Nueva York, precipitando un cierre bancario que en pocos meses hizo caer el
producto interno bruto en 20% por falta de liquidez en el sistema.
Sin embargo, el Centro Bancario Internacional se creó a partir del Decreto de
Gabinete 238 de junio de 1970, para propiciar, entre otras cosas, el desarrollo de
Nueva historia general de Panamá X 795

un sistema bancario de alta liquidez en comparación con las necesidades de la


economía. De esta manera los movimientos rápidos de la cuenta corriente de la
balanza de pagos internacionales serían amortiguados por el centro bancario. El
sistema ha funcionado bien desde 1970, solo teniendo problemas precisamente en
1988, cuando la banca cerró por razones de crisis política nacional e internacional.

La historia de la banca en el Panamá republicano

Desde la década de 1880 se conoce la presencia en Panamá de varios bancos


privados nacionales e internacionales. Entre ellos, el Colón Exchange Bank, el
Isaac Brandon, el Wells Fargo de California, el Garrison y Fretz y posteriormente,
desde 1880, otros que se mantenían activos con la construcción del Canal Fran-
cés, el tránsito interoceánico movido por el ferrocarril y el comercio local, tales
como el Banco de Planas y el Banco de Ehrman.
A partir de 1857, la banca en Colombia, incluyendo a Panamá, se rige por
una ley aparecida en la Gaceta del Estado de Panamá número 69. Allí se autoriza
a los bancos «para emitir billetes de bancos, al otorgamiento de escrituras para
préstamos con garantía hipotecaria, y a diferentes operaciones de crédito». En
1869 se inaugura el Banco de Panamá que emite los pesos del Estado de Panamá
y hace operaciones bancarias.
En 1904 abre operaciones en Panamá una sucursal de National City Bank
de Nueva York e inicia lo que ha venido a ser una gestión perdurable. También
se establecen bancos foráneos con poca capacidad crediticia, como el Internatio-
nal Banking Corporation, Panama Banking Corporation y el American Trade
Development durante la construcción del Canal, pero no son de larga duración.
También abrió operaciones el Banco Industrial de Santiago de Cuba en 1909.
El nuevo Estado panameño crea el Banco Hipotecario y Prendario de la Re-
pública, el 17 de agosto de 1904, mediante la Ley 74. En 1911 esta entidad ban-
caria estatal es transformada con la Ley 6 en el Banco Nacional de Panamá, el
cual incursiona en actividades normalmente no cubiertas por los otros bancos,
como crédito agropecuario, hipotecario y de obras estatales, como el Ferrocarril
de Chiriquí y el Hospital Santo Tomás. Además, mantuvo tasas de interés de 7%
en sus operaciones activas, mientras que los otros bancos cobraban hasta el 24%
de interés, como explicó en una de sus memorias Eusebio A. Morales.
Algunos de los bancos extranjeros mencionados, cerraron después de ter-
minada la obra del Canal en 1914.
En 1917, mediante la Ley 37, se modifica el Código de Comercio para señalar
que solo podrán establecerse bancos cuando son autorizados para ello. Se auto-
rizan entonces formalmente algunos de los bancos, vigentes mediante decretos
formales. En 1918 se registra el American Foreign Banking Corporation e inicia
operaciones para ser adquirido posteriormente en 1925 por el Chase National
Bank de Nueva York, que establece una larga y activa trayectoria en Panamá en
796 X El sistema monetario y la banca en Panamá

el siglo XX. Posteriormente, en 1928, el Royal Bank de Canadá inicia operaciones,


pero las termina pocos años después.
El Chase y el City Bank también establecieron sucursales en la Zona del
Canal. El Chase en Balboa manejó por muchos años la cuenta del Canal y una
cuenta del Tesoro de Estados Unidos, a través del Banco de la Reserva Federal
de Atlanta, mediante la cual se traían dólares a La Zona del Canal y se pagaban
a los empleados del Canal y a los que residentes de las bases militares. A través
de esos eventos, se abastecía de dólares a la Zona y a Panamá, inclusive a los
bancos establecidos aquí. El Chase de Balboa inclusive intercambiaba dólares
viejos con los bancos en Panamá. Estas operaciones duraron hasta 1978, cuando
a raíz de los Tratados Torrijos-Carter y la desaparición de la Zona del Canal como
ente jurídico, la operación se trasladó al Banco Nacional de Panamá.
En 1934 se crea la Caja de Ahorros como banco hipotecario del Estado, para
estimular el ahorro de los panameños y canalizar los recursos hacia la construc-
ción de viviendas de panameños de medianos y escasos recursos.
La economía del país sale gradualmente de la depresión mundial de la dé-
cada de 1930 y entra al auge económico de la década siguiente, creado por el
gran aumento en gastos de construcción y de presencia militar de Estados Uni-
dos en Panamá para proteger el canal de Panamá durante la Segunda Guerra
Mundial. Los bancos de la plaza son los bancos estatales –el Nacional y la Caja
de Ahorros–, y los norteamericanos, el Chase y el City. En 1948 se establece el
Banco Fiduciario, propiedad del Banque Nationale de París.
En 1941 se aprueba la primera ley bancaria en Panamá, la Ley 101 de 8 de
julio de 1941, la cual adopta medidas con relación a las empresas bancarias e ins-
tituciones de crédito. Se consideró empresas bancarias a los bancos comerciales
o de depósitos y descuentos, los bancos hipotecarios, los bancos de ahorro y si-
milares. Los bancos debían constituirse como sociedades anónimas y con un ca-
pital pagado no menor a US$250,000. Los bancos hipotecarios funcionarían con
un capital no menor a US$100,000. Los libros de los bancos estarían abiertos a la
inspección de la Contraloría General de la República y tendrían que suministrar
información sobre sus operaciones, la cual sería confidencial.
La Ley 101 de 1941 fue un gran paso hacia la creación de reglas y normas
para canalizar adecuadamente el negocio bancario privado en Panamá. Ya en
1935 se había aprobado la Ley 4, la llamada «Ley de Usura», que limitaba los in-
tereses cobrados por operaciones bancarias a 7%. Esta ley no fue alterada por la
ley bancaria de 1941 y por el momento no causaba problemas en los mercados
financieros del país, ya que los intereses en el mercado del dólar eran inferiores
a esa cantidad. Pero el problema de esta inconsistencia quedaba latente para el
futuro, cuando los intereses internacionales superaran esa cifra.
En 1941 se crean también el Banco de Urbanismo y el Banco Agrícola,
como bancos estatales cuyas finalidades son apoyar el desarrollo de viviendas
baratas, el primero; para grupos de menores ingresos y aportar crédito al sector
Nueva historia general de Panamá X 797

agropecuario, el segundo, sobre todo a agricultores y ganaderos medianos y


pequeños. Se consideró entonces que la estructura bancaria estatal y privada
no estaba ofreciendo suficientes oportunidades de crédito a amplios grupos
sociales. Como entidades estatales de fomento, estos bancos se financiarían
inicialmente con fondos estatales.
Posteriormente, en 1953, ambas instituciones se fundieron en el Instituto de
Fomento Económico (IFE) como ente autónomo del Estado. Como tal contribuye,
con su crédito, con la política fortalecida entonces de apoyar la producción agro-
pecuaria nacional como fuente de crecimiento y abastecimiento. Como banco de
fomento, no capta recursos de depósitos del público. Más bien funciona con su
patrimonio y con recursos del Estado.
En 1946, Panamá suscribe los primeros acuerdos internacionales como
miembro de las Naciones Unidas, entrando formalmente como miembro accio-
nista del Fondo Monetario Internacional y del Banco Internacional para Recons-
trucción y Fomento (el Banco Mundial).
En la década de 1940, hubo una gran afluencia de dinero a Panamá, como
resultado de la construcción incipiente del tercer juego de exclusa, pero sobre
todo por el enorme aumento del gasto militar de Estados Unidos en Panamá
para la defensa del Canal durante la Segunda Guerra Mundial. Económica-
mente, ese influjo de dinero resultaba de las «exportaciones» de servicios pana-
meños a la Zona del Canal y a las bases militares. La compra de bienes y servicios
de Panamá traía, a esta, dólares en grandes proporciones, estimulando a la eco-
nomía panameña; una parte se iba en importaciones de todo lo comprado por
los norteamericanos que no se producía en Panamá, otra parte quedaba deposi-
tada en los bancos, cuya liquidez creció en forma espectacular.

Resumen de agregados económicos y financieros (1939-1945)


(en dólares norteamericanos)

Años Importaciones Exportaciones Ingresos Depósitos en


Totales totales de bienes gubernamentales bancos privados

1939 20,463.8 3,487.4 13,049.1 10,570.9


1940 22,791.8 4,054.9 13,935.2 14,917.9
1941 32,917.4 4,283.1 21,621.4 17,690.8
1942 37,928.1 2,229.1 22,493.1 35,047.7
1944 38,289.8 2,927.2 27,198.1 66,099.7
1945 45,648.1 4,507.2 27,526.1 74,275.9

Ese auge económico artificial y temporal, por su causa y origen, dio paso a
una recesión económica de 1947 a 1950. Pero la liquidez en la banca contribuyó
a mantener la situación, hasta que otras orientaciones económicas establecieron
las bases para una recuperación sostenida a partir de 1952.
798 X El sistema monetario y la banca en Panamá

En 1955 se crea el Banco General, banco privado de capital netamente pa-


nameño, que gradualmente creció y se ha afianzado como uno de los principales
bancos de la plaza. Sus operaciones se concentraron en crédito hipotecario para
viviendas y edificios.
En la década de 1960, Panamá como parte de América Latina, entra en los
programas de la Alianza para el Progreso con Estados Unidos y con las organi-
zaciones multilaterales y bilaterales de desarrollo, como el Banco Interamericano
de Desarrollo, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, el PNUD de
las Naciones Unidas y el AID de Estados Unidos. Estas contribuyen al desarrollo
con sus créditos y asistencia técnica, tanto a organismos estatales como privados.
Con financiamiento del AID y con capital privado panameño, se crea en 1964
el Banco de Desarrollo Industrial, S.A. (DISA), para fomentar el desarrollo indus-
trial. Este resulta del apoyo de la Alianza para el Progreso, tanto a instituciones
públicas como privadas, para facilitar el desarrollo económico y social.
En esa década también inicia operaciones el Banco de Colombia, el banco
privado más grande de ese país, y el Banco Exterior de España, uno de los más
grandes de la península Ibérica.
Las repercusiones económicas de los trágicos sucesos de 9 de enero de 1964
fueron breves, aunque se hicieron sentir temporalmente en el sistema bancario,
ya que hubo súbitamente una abrupta salida de divisas. Las casas matrices de
los bancos extranjeros (como el Chase y el City de Nueva York) apoyaron las
operaciones de sus sucursales locales. El Banco Nacional de Panamá tuvo que
recurrir a un crédito del Banco de España para mantener su liquidez.
La década de 1960 registra un crecimiento económico sostenido de 7.9%
anual, el más alto de América Latina, que promedió 5.1%. El aumento de expor-
taciones, la incipiente sustitución de importaciones industriales y agropecuarias,
la puesta en efecto del Tratado del Canal de 1955, las inversiones privadas y pú-
blicas, el muy favorable entorno económico mundial y la estabilidad política
contribuyeron a ese logro. El sistema bancario y crediticio ya establecido, con
bancos privados extranjeros y nacionales y con los bancos estatales, contribuyo
a ese logro y se beneficiaron del mismo. En 1968 en total 10 bancos operaban en
el país.

La creación del Centro Bancario Internacional

En enero de 1969, cuando se inician conversaciones para modernizar y ac-


tualizar la ley bancaria de Panamá, existían condiciones y oportunidades nacio-
nales e internacionales que apenas comenzaban a vislumbrarse.
Por un lado, el uso del dólar como medio de intercambio, la definición te-
rritorial del sistema tributario establecida en 1934 y perfeccionada en 1957, la
exoneración de impuestos a depósitos bancarios de ahorro y plazo fijo y la ley
de sociedades anónimas, le daban a Panamá condiciones monetarias y fiscales
Nueva historia general de Panamá X 799

especiales y únicas en América Latina. Por otro lado, el enorme gasto interna-
cional de Estados Unidos, con la guerra de Vietnam y el apoyo económico a mu-
chos países, creaba grandes depósitos de dólares en el extranjero, sobre todo en
Europa, llamados entonces «eurodólares». Se iniciaba también una pequeña in-
flación en Estados Unidos y Europa.
A algunos economistas, como el suscrito, nos preocupaba la vulnerabilidad
del sistema panameño –nutrido en dólares por su balanza de pagos, sobre todo
por el Canal, y por unos pocos bancos extranjeros– en momentos de salida
abrupta de divisas como ocurrió en 1964. Algunos banqueros observaban el de-
sarrollo del mercado internacional del «eurodólar» que, entre otras cosas, fo-
mentaba el establecimiento de bancos en Londres, Hong Kong, Luxemburgo y
Bahamas. Mientras que en Panamá se registraban sociedades anónimas con el
nombre de «bancos» para actuar en el extranjero, muchas veces en formas per-
judiciales a la imagen de Panamá.

La institucionalidad legal y su significado

En marzo de 1969 se suspenden conversaciones de un grupo ad hoc de Go-


bierno y banqueros sobre una nueva ley bancaria, porque el suscrito propuso la
creación de una superintendencia bancaria para supervisar y regular el sistema,
cosa que los banqueros no aceptaban. En junio de ese año, el banquero Luis H.
Moreno llama al banquero, entonces ministro de Hacienda y Tesoro, José Anto-
nio de la ossa, para sugerirle que era necesario cambiar la «Ley de Usura» de
1935, porque los intereses ya estaban en 9% y la ley los limitaba a 7%. El sistema
no podía funcionar dentro de la ley. De la ossa me llama, siendo yo director ge-
neral de Planificación y Administración de la Presidencia (miembro de gabinete),
para consultarme al respecto. Le contesté que era necesario cambiar la «Ley de
Usura», pero que no lo haríamos si no se hacía una nueva ley bancaria que ade-
cuara el sistema a las nuevas realidades. Los banqueros aceptaron y se formó
una comisión ad hoc, formada por de la ossa y el suscrito, a nombre del Go-
bierno, y por Luis H. Moreno, Robert Willis, Jean Girard, Arturo Müller y Fer-
nando Díaz, de la banca privada, la cual trabajó en confeccionar el proyecto que,
en julio de 1970, se convirtió en el Decreto de Gabinete 238, por el cual se reforma
el régimen bancario y se crea la Comisión Bancaria Nacional. Para ese propósito
nos asesoramos con especialistas internacionales y con profesionales del Fondo
Monetario Internacional.
La nueva ley creó una Comisión Bancaria Nacional (CBN) mixta, de cuatro
altos funcionarios públicos y de tres banqueros. Estableció que solo la Comisión
Bancaria puede otorgar licencias para crear bancos, las cuales serían de tres tipos:
general, internacional y de representación. Se establecen requisitos mínimos de
capital, un encaje legal, normas para niveles de liquidez bancaria, se libera la
tasa de interés y se faculta para ponerle tope en caso necesario, normas de límites
800 X El sistema monetario y la banca en Panamá

de crédito a individuos y a accionistas del banco, se autoriza la inspección ban-


caria, y se norma la liquidación voluntaria y la intervención, reorganización y
liquidación forzosa de bancos, con procedimientos siempre para salvaguardar
los intereses de los depositantes. Se crea también un crédito de contingencia,
mediante el cual cada banco de la plaza tendría un respaldo internacional para
mantener su liquidez en caso de pérdida súbita de depósitos.
Con la CBN y su Secretaría Ejecutiva se creó un mecanismo ágil para super-
visar el sistema bancario, hacer cumplir la ley y mantener normas y reglas esta-
bles. La CBN se convierte en una entidad especializada en el tema, con la potestad
privativa de otorgar licencias bancarias. Adscrita primero al Ministerio de Ha-
cienda y Tesoro y después al de Planificación y Política Económica, la CBN actúa
como entidad semiautónoma del Estado. Procede a eliminar el nombre «banco»
de 248 sociedades anónimas registradas en Panamá, las cuales le causaban mala
imagen a Panamá por sus actividades internacionales irregulares.

El crecimiento y evolución del Centro


Bancario Internacional

De 1969 a 1982, el año cumbre del Centro Bancario Internacional, se esta-


blecen en Panamá más de 100 bancos, provenientes de más de 25 países; los ban-
cos más grandes de países tales como EE. UU., Canadá, Japón, Alemania,
Inglaterra, Suiza, España, Holanda, Colombia, Brasil, Argentina y otros. Los ac-
tivos bancarios aumentaron de US$816 millones en 1970 a 49,003 millones en
1982.
Aprovechando la presencia en el país del centro bancario, propuse en 1975
a los bancos centrales de América Latina la creación de un mecanismo (banco)
para contribuir al financiamiento de las exportaciones de la región. Después de
dos años de negociaciones, nace el Banco Latinoamericano de Exportaciones
(BLADEX), suscrito en Cartagena en septiembre de 1977, propiedad de los bancos
centrales y estatales de 23 países y de los bancos privados de América Latina,
de 25 de los bancos extrarregionales más grandes del mundo y de la Corporación
Financiera Internacional (CFI) del Banco Mundial. En años recientes, también de
accionistas de la bolsa de Nueva York. En los últimos 40 años, el BLADEX ha fi-
nanciado más de US$267,000 millones de exportaciones de América Latina a
razón de 15,000 millones anuales en los últimos años.
Durante la década de 1970, la Comisión Bancaria Nacional mantuvo la po-
lítica de solo conceder licencias bancarias a bancos institucionales con una es-
tablecida trayectoria bancaria en su país de origen, con amplia actividad
internacional, dispuestos a tener oficinas de primer o segundo piso, con em-
pleados y funciones reales en Panamá. La ley bancaria y estas «reglas del
juego» contribuyeron a la seriedad, buena imagen y éxito del Centro Bancario
Internacional.
Nueva historia general de Panamá X 801

Muchos de los bancos establecidos en Panamá, movieron desde aquí carte-


ras crediticias y depósitos para América Latina o para subregiones del área, tales
como el Grupo Andino o Centroamérica.
La década de 1970 fue difícil y compleja para la economía mundial. La in-
flación de EE. UU. llevó a una devaluación del dólar en 1973 y posteriormente
a la cuadruplicación de los precios del petróleo por la oPEC. Como resultado, se
produjo en el mundo una combinación de estancamiento-inflación durante 1974-
1977. El influjo de dólares hacia los países petroleros fue súbito e inmenso, y su
reciclaje hacia el mundo a través de la banca internacional y de créditos fue igual-
mente grande. América Latina comenzó en 1975 un proceso de endeudamiento
externo elevado, para contrarrestar el estancamiento económico ocasionado por
el impacto del petróleo en la economía mundial.
Lo anterior llevó a que muchos de los bancos que se establecían en el centro
bancario del país manejaran desde aquí sus carteras de crédito latinoamericano,
aprovechando las ventajas tributarias y de otra índole que ofrecía Panamá.
El cuadro muestra la evolución de los activos, depósitos y créditos, tanto ex-
ternos como internos, el número de bancos y de empleados en el centro bancario
para años escogidos por su importancia cíclica en la evolución de la actividad.

Centro Bancario Internacional de Panamá, a diciembre


(en millones de dólares americanos)

Cuentas del balance 1970 % 1982 % 1987 % 1990 % 1994 % 2000 % 2018

Activos totales 816 100 49,003 100 31,413 100 18,451 100 32,807 100 38,044 100 118,151
Activos externos 290 36 43,606 89 25,216 80 12,834 70 23,276 71 20,124 53 68,313
Activos internos 526 64 5,397 11 6,197 20 5,617 30 9,531 29 17,920 47 49,838
Depósitos externos 411 55 36,805 91 20,601 85 10,829 72 17,280 66 13,080 49 31,108
Depósitos internos 341 45 3,527 9 3,750 15 4,310 28 8,726 34 13,875 51 51,215
Créditos externos 245 37 29,288 90 13,513 76 6,993 64 12,234 65 9,943 46 23,854
Créditos internos 420 63 3,351 10 4,363 24 3,980 36 6,524 35 11,552 54 52,645

Número de
trabajadores 2,881 8,726 9,378 7,425 8,996 12,527* 26,408
Panameños n. d. - 8,477 97 9,158 98 7,292 98 8,996 98 12,377* 99
Banca oficial 3,120 3,341* 5,213

Número de bancos 23 118** 122 110 109 83 86

Notas: (*)=Marzo de 2001; (**)=1983, 125 bancos; n. d.=No disponible.

El nivel de activos bancarios llegó a su máximo nivel en 1982, año de la crisis


de la deuda externa de América Latina, precipitada por la cesación de pagos de
México. Con esta crisis se reduce drásticamente el flujo de crédito a la región, lo
cual influye posteriormente sobre el nivel de actividad del centro bancario.
802 X El sistema monetario y la banca en Panamá

Para 1987 la actividad bancaria era estable cuando la crisis política, iniciada
en Panamá en 1985, se agudiza y afecta las operaciones bancarias, hasta el ex-
tremo de causar el cierre bancario por nueve semanas, ante la confrontación po-
lítica entre Estados Unidos y el Gobierno panameño en marzo de 1998. Los
Estados Unidos congeló fondos del Banco Nacional de Panamá en Nueva York
y la desconfianza creada por la situación llevaron a la congelación en Panamá
de los depósitos de ahorros y plazos fijos por más de dos años. El resultado se
observa en el año 1990 en el cuadro.
Con el restablecimiento de las instituciones democráticas y del Estado de
derecho a partir de 1990, se recupera la confianza en el centro bancario, que
vuelve a crecer, todavía con 109 bancos, para recuperar sus activos a US$32,807
millones en 1994. La actividad sigue creciendo hasta alcanzar US$38,044 millones
de activos en el 2000 y a 120,000 millones en 2017. La composición comienza a
cambiar con una gradual reducción de los activos externos y un fuerte aumento
en los activos internos. La cantidad de empleos bancarios sigue creciendo, hasta
llegar a 12,377 en el 2000 y 260,000 en 2017.
otros factores también influyeron en el desempeño del centro bancario
desde la década de 1980. Ante el florecimiento de varios Centros Bancarios In-
ternacionales, tales como Panamá, Bahamas, Luxemburgo, Singapur y otros de-
dicados al manejo de «eurodólares», Estados Unidos suspende sus restricciones
al otorgamiento de facilidades externas y crea las facilidades bancarias interna-
cionales, lo que estimula la ubicación de bancos internacionales (off-shore) en
Miami y le rescata ciertas ventajas pérdidas a Nueva York. Por otro lado, la crisis
de la deuda externa de América Latina, que causa pérdidas a los bancos presta-
mistas, estimula a bancos norteamericanos a transferir esos portafolios de Pa-
namá a EE. UU. por razones tributarias. Desde 1982 se hace notorio el uso de
centros bancarios (Miami, Bahamas, Gran Caimán, Panamá) para el «lavado»
de dinero proveniente del tráfico internacional de drogas.
Tanto el Gobierno, a través de la CBN, como la Asociación Bancaria (todos los
banqueros) respondieron a ese flagelo internacional en forma constructiva. La
Asociación Bancaria comenzó aprobando voluntariamente un Código de Buena
Conducta en 1984. La CBN cerró el First Interamericas Bank por evidencia de mo-
vimientos financieros sospechosos en 1985. Posteriormente se extendió el Código
de Buena Conducta a otras organizaciones bancarias, asociaciones profesionales
(como abogados) y asociaciones de comerciantes (como la de usuarios de la Zona
Libre de Colón). En 1990 y 1991, la CBN convirtió dicho código en norma oficial,
uniformándolo y generalizándolo. El Gobierno adoptó las normas mediante el
Decreto de Gabinete 41 de 1990. Esto se hizo extensivo posteriormente a toda em-
presa dedicada a negocios financieros, tales como casas de cambio, cooperativas
de ahorro y préstamo, compañías de seguro y otras. Se extendió también a otros
delitos, como tráfico de armas, personas y autos, y se responsabilizó a los bancos
por el riesgo de la comisión del delito. Se han modernizado las facultades de
Nueva historia general de Panamá X 803

supervisión de las autoridades, como también la investigación penal y la eficacia


del Ministerio Público y del Órgano Judicial en estas labores. Se formó una co-
misión presidencial de alto nivel contra el blanqueo de capitales, para coordinar
la ejecución de la política definida a nivel nacional. Panamá se ha adherido a
acuerdos bilaterales y multilaterales con otros países, para apoyar la cooperación
internacional contra este flagelo.
Por otro lado, desde 1987 se evidencia una mayor estabilidad macroeconó-
mica en la mayoría de los países de América Latina, aunada a una mayor aper-
tura comercial y financiera de la región. Esto motiva a muchos de los grandes
bancos internacionales a reabrir oficinas, e incluso a comprar bancos, en países
latinoamericanos. Al mismo tiempo, durante las últimas dos décadas también
ocurre un repliegue de oficinas regionales «off-shore» de muchos bancos de
vuelta a sus casas matrices, sobretodo de bancos norteamericanos y japoneses.
Todo esto ocurre al mismo tiempo que evoluciona, como nunca antes, una
mayor integración financiera mundial, con consolidaciones de grandes bancos
de los países más desarrollados, con avances en tecnología bancaria y en varie-
dad de productos.
Todos los factores anteriores contribuyeron a restarle competitividad al Centro
Bancario Internacional del país. Sin embargo, la banca establecida aquí ha seguido
mostrando gran agilidad, ha avanzado a la par del sistema internacional en el uso
de tecnologías modernas y de nuevos productos y se ha mantenido a un nivel
apreciable de actividad nacional e internacional con US$38,000 millones de activos,
en 80 bancos y más de 12,000 empleados en el año 2000. En diciembre 2017, los
activos de 88 bancos son US$120,000 millones y tienen 26,000 empleados.
Un dato importante desde 1970 ha sido el desarrollo de la banca netamente
panameña. Más de 15 bancos de capital panameño crecieron junto con la banca
internacional y varios de ellos son hoy los principales de la plaza, tales como, el
Banco General, el Global Bank, Credicorp, Multibank y el Towerbank. Inclusive
también ha ocurrido una consolidación de bancos de capital panameño en años
recientes. Varios de estos bancos están incursionando en negocios regionales e
internacionales, incluso bancos afiliados en otros países.
Cuando propusimos una nueva ley bancaria en 1969, los pocos bancos es-
taban temerosos de que la competencia de bancos internacionales acabaría con
ellos. Ha ocurrido lo contrario, con el extraordinario crecimiento de la actividad,
estos crecieron y proliferaron más que nunca y son los principales de la plaza.
En el proceso se ha desarrollado y fortalecido un capital humano especiali-
zado en actividades bancarias y financieras, que sustentan toda la labor del cen-
tro bancario y sostiene su competitividad internacional.
En el ámbito de la banca estatal, en la década de 1970, se convirtió al IFE en
el Banco de Desarrollo Agropecuario (BDA), manteniendo su autonomía y patri-
monio propio y financiado frecuentemente con préstamos de bajo costo y a lar-
gos plazos del BID y AID. Como tal, ha llenado un vacío en el mercado, poco
804 X El sistema monetario y la banca en Panamá

cubierto por la banca privada, de crédito a pequeños y medianos productores


agropecuarios. Con sus altas y sus bajas, ha suplido una función importante.
También se creó el Banco Hipotecario Nacional como brazo financiero del Mi-
nisterio de Vivienda. El mismo ha participado en crédito hipotecario de vivien-
das de bajo costo para un amplio sector, llenando un vacío que no cubre la Caja
de Ahorros. Sin embargo, ha sufrido de frecuentes crisis por la falta de cumpli-
miento en los cobros de sus carteras.

La actividad bancaria y monetaria en Panamá

El efecto en la economía panameña de más de 60 bancos de licencia general


fue grande. Cada uno de ellos prestaba en Panamá parte de su portafolio de cré-
ditos. Como resultado, se expandió la oferta monetaria y crediticia en el país
muy significativamente, siendo limitada en efecto solo por la demanda.

Préstamos locales como porcentaje del producto interno bruto (PIB)


(en miles de millones de dólares norteamericanos)

Año Préstamos Producto interno Préstamos/PIB


locales bruto (PIB) (en porcentaje)

1950 27.5 262.7 10.5


1960 95.0 434.5 21.9
1970 420.0 1,077.90 39.0
1975 1,525.0 1,956.60 77.9
1979 2,133.0 2,989.90 71.3
1980 2,530.6 3,810.30 66.4
1985 3,923.4 5,402.00 72.6
1990 3,983.0 5,313.20 75.0
1993 n. d. n. d. -
1995 7,156.0 7,906.1 90.5
1997 n. d. n. d. -
1999 11,086.0 9,636.6 115.0

Series revisadas - Base 2007

2007 19,267.0 21,296.0 90.5


2008 21,855.0 25,155.9 86.9
2009 21,825.0 27,116.6 80.5
2010 24,720.0 29,440.3 84.0
2011 28,993.0 34,686.2 83.6
2012 33,093.0 40,429.7 81.9
2013 37,061.0 45,600.0 81.3
2014 40,351.0 49,921.5 80.8
2015 45,136.0 54,315.7 83.1
2016 48,645.0 57,820.9 84.1
2017 51,557.0 61,838.2 83.4

Nota: n. d.= No disponible.


Nueva historia general de Panamá X 805

Antes de 1970, cuando solo operaban 10 bancos en Panamá, cinco de los


cuales eran extranjeros, el crédito local se expandía con los aportes que estos
bancos obtenían de sus depósitos y de las líneas de crédito que obtenían de sus
casas matrices. Al aumentar a más de 60 los bancos de licencia general y multi-
plicarse primero 50 y después 100 veces los depósitos externos, aumentaron los
créditos internos 10 veces, más rápido que el crecimiento de la economía. Como
resultado, se «monetizo» la economía a niveles muy superiores a los de casi
todos los países de América Latina y comparable al de países desarrollados.
El crecido sistema bancario contribuyó a asimilar los ciclos inflacionarios
mundiales, causados en 1974-76 y en 1979-81 por los vertiginosos aumentos de
los precios del petróleo en esas dos ocasiones.

Valor agregado bruto (VAP) como porcentaje del PIB


(en miles de millones de dólares norteamericanos)

Año Producto interno VAP ZL/PIB


bruto (PIB) K 882 Zona Libre de (en porcentaje)
Colon (ZLC) K 882

1950 1,126.8 23.1 2.1


1960 2,424.0 52.2 2.2
1970 n. d. n. d. -
1975 3,594.6 167.2 4.7
1979 4,141.5 293.2 7.1
1980 n. d. n. d. -
1985 4,743.6 315.9 6.7
1990 n. d. n. d. -
1993 6,198.0 522.6 8.4
1995 n. d. n. d. -
1997 7,169.9 479 6.7
1999 n. d. n. d. -

Series revisadas - Base 2007

2007 21,296.0 1,785.7 8.4


2008 23,394.8 1,997.0 8.5
2009 23,685.6 2,253.0 9.5
2010 25,066.0 2,345.6 9.4
2011 27,901.9 3,062.9 11.0
2012 30,630.4 3,195.3 10.4
2013 32,744.9 2,891.4 8.8
2014 34,404.0 2,529.2 7.4
2015 36,322.3 2,244.2 6.2
2016 38,134.3 n. d. -
2017 40,176.9 n. d. -

Nota: n. d.= No disponible.


806 X El sistema monetario y la banca en Panamá

La simbiosis positiva para un crecimiento más raído ocurrió, desde la dé-


cada de 1970, entre la Zona Libre de Colón y el centro bancario. La Zona Libre
se volvió más competitiva en América Latina, al poder otorgar crédito a sus
clientes financiado por el centro bancario. Este a su vez se benefició de tener una
clientela ampliada rápidamente.
El sector de la construcción también se benefició ampliamente del creciente
crédito interno de construcción e hipotecario. Junto con la ley de condominios
de 1969 y la ley de intereses preferenciales de 1985, se estimuló la industria de
la construcción durante varios ciclos de auge en el período 1973-2000. Además
de la construcción de grandes edificios en la parte moderna de la ciudad, la em-
presa privada ha desarrollado amplios programas de viviendas de bajo costo,
financiados por la banca con el subsidio de 4 puntos en la tasa de interés para
viviendas de costo menor a US$32,000 primero y 62,000 después, de acuerdo a
la ley de intereses preferenciales de 1985 y sus modificaciones posteriores. El lí-
mite del costo de las viviendas favorecidas subió a US$120,000.
La propia actividad bancaria nacional e internacional se convirtió en uno
de los sectores más dinámicos de la economía, subiendo de 4.9% del producto
interno bruto (PIB) en 1970 a 12.4% del mismo en 1980 y 15.7% en 1985. Cayó con
la crisis citada de 1988-90 para estabilizarse después en la década de 1990 por
encima de 11% del PIB. Recientemente, representa el 7.3% del PIB.
Con la Ley 72 de 22 de diciembre de 1976 para el fomento de un centro in-
ternacional de reaseguros y con la presencia del centro bancario crece también
la industria de seguros. Igual ocurrió con otras actividades financieras.
El sector público también se benefició de la presencia del centro bancario al
aumentar su financiamiento externo para incrementar muy significativamente
la infraestructura física y social del país durante la década de 1970.
Un auge bancario, tan grande en tan poco tiempo llevó, en momentos (como
en 1973-74 y 1978-80), a expansiones crediticias demasiado amplias en sectores
que posteriormente no llenaban las expectativas. Y ocurrieron los ajustes nece-
sarios en períodos subsiguientes.
La estabilización del centro bancario en la década de 1990 contribuyó a la re-
cuperación económica y social del país después de la crisis política de 1987-90.
En 1998 se aprueba el Decreto Ley 9 de 26 de febrero de ese año, que sus-
tituye en todas sus partes al Decreto de Gabinete 238 de 1970, la ley bancaria
anterior. Después de 28 años de experiencia, tomando en cuenta la evolución
internacional del negocio bancario y de los bancos, las necesidades de mayor
supervisión, los criterios adoptados por la banca central y comercial en Basilea,
Suiza, la tecnología y los nuevos productos y servicios financieros, se actualizó
la ley bancaria, convirtiendo a la CBN en una Superintendencia de Bancos, con
autonomía administrativa y financiera, y con directores y superintendente
nombrados por períodos fijos, escalonados de manera tal que ningún presi-
dente de la república pueda, en efecto, nombrarlos a todos. Se buscó darle la
Nueva historia general de Panamá X 807

mayor independencia y profesionalismo posible a la institución. Uno de los


fines de la ley fue fortalecer la capacidad institucional para evitar el uso de Pa-
namá para el lavado de dinero y para delitos financieros, fortaleciendo a su
vez lo que había sido el propósito central de la ley anterior: la protección del
depositante y la creación de un Centro Bancario Internacional.

Actividad bancaria como porcentaje del PIB


(en miles de millones de dólares norteamericanos)

Año Producto Financiamiento FI/PIB


Interno bruto interno (FI) (en porcentaje)
(PIB) K 822

1950 n. d. n. d. -
1960 1,126.8 27.7 2.5
1970 2,424.0 118.8 4.9
1975 n. d. n. d. -
1979 4,141.5 515 12.4
1980 4,905.0 771.3 15.7
1985 4,743.6 354.7 7.50
1990 5,922.5 647.0 10.9
1993 6,198.0 641.8 10.4
1995 6,657.5 729.2 11.0
1997 7,169.9 913.5 12.7
1999 n. d. n. d. -

Series revisadas - Base 2007

2007 21,296.0 1,570.9 7.4


2008 23,394.8 1,761.2 7.5
2009 23,685.6 1,893.2 8.0
2010 25,066.0 1,885.8 7.5
2011 27,901.9 2,029.9 7.3
2012 30,630.4 2,165.2 7.1
2013 32,744.9 2,342.0 7.2
2014 34,404.0 2,436.6 7.1
2015 36,322.3 2,619.4 7.2
2016 38,134.3 2,790.4 7.3
2017 40,176.9 2,930.6 7.3

Nota: n. d.= No disponible.

La Superintendencia ha procedido a poner en práctica la Ley 9 con un marco


regulatorio más completo. Se incluye: adopción de la NIC y las USGAAP como nor-
mas de contabilidad, y las NIAS y FAS como normas de auditoría; índices de ade-
cuación de capital; índice de liquidez legal mínimo; límites de concentración de
riesgo de persona individual y de empresas en partes relacionadas; clasificación
de activos y establecimiento de provisiones en carteras de préstamos e inversio-
nes; principios de gobierno corporativo y de auditoria interna; nuevos criterios
808 X El sistema monetario y la banca en Panamá

y procedimientos para otorgar licencias bancarias; disposiciones para el mejor


manejo del riesgo del mercado, riesgos de inversiones y de operación, riesgo de
tasa de interés y riesgo país; prevención del uso indebido de los servicios ban-
carios con un fortalecimiento de la política «Conoce a tu cliente» y los programas
de cumplimiento. Además, se aprueba el procedimiento de protección de los
usuarios de servicios bancarios; se establecen parámetros para que los bancos
logren efectividad en la contratación de auditoría externa; se fija límite a las in-
versiones en empresas no relacionadas con el negocio de banca, y se instaura
una metodología para calcular la tasa de interés efectiva... A la fecha, el centro
bancario cumple con 23 de los 25 «Principios de Basilea».
La banca internacional, reunida en el Comité de Basilea, definió principios
de regulación que ha recomendado a los bancos, bancos centrales y superinten-
dencias para mejorar a la banca y proteger a los depositantes. Están en principio
llamados Basilea I, II y III. Panamá ha adoptados los I y II y a la fecha (septiembre
de 2018) la mayoría de los de Basilea III. Estos, la Superintendencia de Bancos
(SPB) los define en acuerdos que establece después de consultarlos con la banca
establecida en Panamá.
Sin duda la nueva y vigente ley ha actualizado y fortalecido las bases del
Centro Bancario, aunque hay quienes piensan que es más aséptica de lo necesa-
rio y que puede restarle algo de capacidad competitiva internacional a la banca
establecida aquí.
La crisis de bancos en EE. UU. en 2008, que se extendió a bancos europeos
y requirió políticas de inyectarles liquides masiva por la Reserva Federal y el
Banco Central Europeo, no afectó al Centro Bancario Internacional de Panamá,
por las características del mismo ya descritas. Aun así la SBP y el BNP hicieron
acuerdos con el Fondo Monetario por un lado y con los bancos locales para ase-
gurarles liquidez en caso de necesidad.
Algunos de los bancos grandes de países desarrollados se han ido de Pa-
namá, han venido algunos bancos latinoamericanos y se han fortalecido los ban-
cos de capital panameño. Este factor amerita evaluación permanente, ya que la
integración financiera del sistema monetario panameño con los mercados inter-
nacionales depende en buena medida de los bancos extranjeros ubicados en la
plaza y de los depósitos externos.
En años recientes, la comunidad internacional liderada por los países de la
oECD ha puesto mucho énfasis en evitar el «lavado de dinero ilícito» de diferentes
fuentes, como del tráfico de drogas y además evitar que sus ciudadanos oculten
sus fondos en jurisdicciones internacionales para evitar el pago de impuestos.
Al país que no cumple los requisitos legales internacionales se le pone en una
«lista gris», que le causa varias limitaciones en sus transacciones financieras in-
ternacionales y a los bancos en su capacidad de obtener líneas corresponsales
con los principales bancos internacionales, necesarias para hacer transacciones
Nueva historia general de Panamá X 809

financieras internacionales y para financiar el comercio exterior del país. Pa-


namá, en la «lista gris» de 2015, adoptó medidas, leyes y regulaciones necesa-
rias y salió de la «lista gris» en 2016. Sigue adoptando medidas multilaterales
y bilaterales cónsonas con requisitos internacionales para mantenerse libre de
contaminación.
En 2018 el centro tiene 80 bancos con $120 millones de activos. Hay 46
bancos de licencia general, 31 de licencia internacional y 11 con licencia de
representación.

Fortalezas del sistema bancario y monetario de Panamá

En la segunda sección de este escrito se evaluó las ventajas que un sistema


monetario dolarizado le ha aportado a Panamá. El país llena las condiciones
para que funcione bien el sistema. La creación del centro bancario, desde 1970,
logró integrar plenamente el sistema a los mercados financieros internacionales,
sobre todo a través de las operaciones de los bancos de licencia general como
también de los de licencia internacional.
El centro bancario, con su gran cantidad de activos y bancos, ha producido
beneficios muy tangibles que mejoran y estabilizan la función del sistema mo-
netario dolarizado. Los principales beneficios han sido:
1. La integración financiera con mercados internacionales. Esto implica que
los bancos colocan recursos indiferentemente en el mercado local o interna-
cional. Como resultado, rige la tasa de interés de los mercados internacional
del dólar con un diferencial por el riesgo país (LIBoR + 2, normalmente). No
hay estímulos de precios financieros relativos para salidas o entradas abrup-
tas de capitales y depósitos que creen traumas (shocks) súbitos a la economía.
La enorme cantidad de activos y depósitos existentes, con relación a las ne-
cesidades locales de crédito, ofrece un «colchón financiero» que compensa
movimientos en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Esto hace que
los ajustes sean suaves y casi imperceptibles. Además, con la dolarización,
no hay riesgos cambiarios y no hay estímulos para movimientos súbitos en
la cuenta de capital. La intermediación financiera se hace por los bancos y
no por movimientos de capitales de corto plazo.
2. La actividad internacional (off-shore) es una exportación de servicios que uti-
liza recursos de producción panameños, como mano de obra, oficinas, tele-
comunicaciones, utilidades públicas, seguros y servicios profesionales que
han estimulado el desarrollo económico del país.
3. La ampliación y diversificación del crédito a todos los sectores de la econo-
mía y una profundización financiera, al nivel de los países desarrollados y
superior a la de casi todos los países latinoamericanos.
810 X El sistema monetario y la banca en Panamá

4. El crédito hipotecario tiene plazos de hasta 30 años, pagos iniciales bajos


para viviendas de bajo costo y tasas de interés subsidiadas hasta 4 puntos
para el mismo tipo de vivienda. Pocos países de América Latina tienen con-
diciones similares.
5. Un complemento importante al conglomerado incipiente de actividades de
transporte, marítimas, comerciales y logística alrededor del canal interoce-
ánico. Ya se mostró la relación simbiótica con la Zona Libre de Colón, uno
de los más importantes componentes del conglomerado.
6. La creación de BLADEX, que ha permitido vincular el centro bancario con el
financiamiento de exportaciones de la región.
CAPíTULo XXVI

La historia de la medicina
en Panamá
Luis Cornejo

Introducción

Durante el siglo XIX, en nuestra época departamental, el desarrollo de la


medicina en el Istmo se verá afectada por la postergación gubernamental y la
escasez de recursos económicos, sanitarios y humanos. A pesar de la poca infor-
mación disponible, especialmente de la primera mitad del siglo, se sabe que la
salud de la población panameña se vio afectada por perfiles epidemiológicos
adversos, con presencia periódica de endemias como la tuberculosis o epidemias
de fiebre amarilla, malaria, viruela, fiebre tifoidea, disenterías y eventuales brotes
de cólera. Para la época, la práctica clínica estaba confiada a unos cuantos pro-
fesionales nacionales y extranjeros que se radicaban principalmente en las ciu-
dades de Panamá y Colón. Los cadáveres eran enviados, introduciéndoles en
barriles y sumergidos en líquidos que impedían su putrefacción.
El acontecimiento más importante en la primera mitad del siglo fue la cons-
trucción del Ferrocarril de Panamá, iniciada en 1850, y que tal como había de
suceder posteriormente con el Canal Francés, exigió importantes cuidados sa-
nitarios por la gran mortalidad de decenas de miles de trabajadores, especial-
mente por malaria. ¡La tasa de mortalidad llegó a ser tan alta, que el exceso de
cadáveres no reclamados llegó a ser vendido a las escuelas de medicina de todo
el mundo y, con la ganancia obtenida, los hospitales construidos por la compañía
pudieron autosostenerse!
En la segunda mitad del siglo, el mayor centro hospitalario era el antiguo
Hospital Santo Tomás, al que los franceses agregaron en 1882 el Hospital Central
de Panamá, en las faldas del cerro Ancón.
812 X Historia de la medicina en Panamá

Durante la construcción del Canal Francés, se le dio mucha importancia a


la salud pública con la habilitación de pequeños dispensarios, localizados a lo
largo de la vía del ferrocarril, además de la creación de los hospitales ya men-
cionados. El Hospital Central de Panamá, construido en las faldas del cerro
Ancón, era un centro hospitalario de respetable tamaño; tan bien construido que,
según refiere el doctor Alonso Roy, posteriormente William Gorgas diría que
«era una institución mucho mejor que cualquiera en los Estados Unidos».
A pesar de toda esta inversión, los franceses no pudieron responder a los
desafíos de la fiebre amarilla y la malaria que causaron gran mortalidad de tra-
bajadores. Gorgas calculaba que entre 1880 y 1889 murieron cerca de 20,000 tra-
bajadores del Canal Francés, más de 80% de las muertes por las causas infecciosas
ya citadas, a las que debe añadirse una epidemia de viruela en el último año.
Un reporte del Hospital Santo Tomás, de 1886, declara como enfermedades
reinantes, «las fiebres palúdicas, disentería, sífilis, tisis, hidropesía y las enfer-
medades hepáticas».
Después del fracaso del canal galo, el final del siglo XIX encuentra al Istmo
sofocado por la guerra de los Mil Días y sus trágicos sucesos, especialmente la
batalla del Puente de Calidonia, en la que varios «hospitales de sangre» no se
dieron abasto por la gran cantidad de fatalidades, que incluyeron 400 muertos
y 600 heridos.
El siglo XX, con razón, ha sido llamado «el siglo de la ciencia», por los ex-
traordinarios avances científicos y tecnológicos que promovieron una verdadera
revolución en el conocimiento y el saber científico. La medicina resultó muy fa-
vorecida por este auge. Si en efecto, en el siglo XIX, Rudolph Virchow, Claude
Bernard, Lois Pasteur y Robert Koch habían estructurado definitivamente las
bases científicas de la ciencia médica, es en el siglo XX donde la misma se con-
solida con las extraordinarias aplicaciones de los descubrimientos en ciencia bá-
sica, biología molecular, genética, psiquiatría y ciencias clínicas. Fue el siglo de
los modernos hospitales, de epidemias mortíferas, de los grandes avances qui-
rúrgicos, de la especialización médica, de la medicina preventiva y la salud pú-
blica, de los trasplantes quirúrgicos y la revolución farmacológica.
Fue también un siglo de muchos cambios en Panamá, y para la medicina
panameña en particular. La transformación del espectro entre la salud y la en-
fermedad vendría a manifestarse especialmente en la monumental construcción
del canal de Panamá, con el consiguiente saneamiento ambiental del Istmo y el
desarrollo progresivo de una medicina científica de primera línea en el ambiente
latinoamericano, que con el tiempo evolucionará hacia la práctica particular, ins-
titucional y docente, terminando el siglo con notables resultados en la promoción
de la calidad y expectativa de vida de los panameños.
Para fines organizativos y didácticos dividiremos la historia republicana de
la medicina panameña en tres etapas: La primera de «dominio norteamericano»,
que va desde la independencia en 1903 a la inauguración del Hospital Santo
Nueva historia general de Panamá X 813

Tomás en su sede actual en 1924. La segunda, que llamaremos «nacionalista»,


abarca el período que va de 1924 a 1951, año de la fundación de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Panamá; y, finalmente, la etapa que llamaremos
«institucional», que va de 1951 hasta el año 2000.

Etapa de dominio norteamericano

Para la época de la independencia, en 1903, el estado de la medicina pana-


meña era bastante sombrío y con escasos recursos. En las ciudades de Panamá
y Colón no existía ni acueducto, ni alcantarillado. El agua potable se recogía en
pozos, aljibes y manantiales. Aguateros montados en burros o pipoteros en ca-
rretas vendían el preciado líquido por las calles de la ciudad capital. Aunque en
1888 se había establecido un «protomedicato» en el departamento, integrado por
«tres profesores de cirugía y medicina», la falta de recursos y las repetidas crisis
políticas habían ocasionado que las ciudades de Panamá y Colón dejaran mucho
que desear, encontrándose las mismas en estado de suciedad, con animales en
soltura, malos olores por doquier, que se mezclaban con frituras de pescado,
carne y otros alimentos. En las calles no pavimentadas se arrojaban todos los
desperdicios y excretas para que el agua de lluvia los arrastrara. El sistema de
recolección de la basura era inoperante o malo.
La fiebre amarilla y la malaria seguían siendo tan endémicas y mortales
como en los tiempos del ferrocarril y del Canal Francés. La tuberculosis, las pa-
rasitosis de todo tipo y las enfermedades disentéricas constituían serios riesgos
para nacionales y extranjeros. En el Interior la situación era peor aún, ya que el
agua era de pozos y quebradas, había ausencia de letrinas y calzado, contados
médicos y casi inexistencia de hospitales.
En todo el mundo, escribió Janos Anthony Froud en 1885, «no se concentran
en un mismo lugar tantas inmundas enfermedades. El Istmo es una tierra pes-
tilente con intensas lluvias, pantanosa, de jungla tropical húmeda, extremamente
caliente, con enjambres de mosquitos, serpientes, lagartos, escorpiones, hogar
natural de la fiebre amarilla, malaria, tifus y disentería». otras enfermedades ci-
tadas en esta época incluyen la sífilis, las hepatopatías y las obstrucciones intes-
tinales («cólico miserere»). Según estadísticas norteamericanas, la primera causa
de muerte en 1903 era la malaria, a la que seguían en orden de importancia: la
disentería, la tuberculosis, el beriberi, la viruela y la fiebre amarilla.
En la ciudad de Panamá, los hospitales existentes en esta etapa inicial eran
el viejo Hospital Santo Tomás, que había sido concluido en 1842 y se ubicaba en
la avenida B y calle 16, donde hoy existe el Cuartel de Bomberos Juan Antonio
Guizado, que tenía una capacidad de 80 camas y se encontraba en estado deplo-
rable. Existía además el llamado Hospital de Extranjeros, de baja capacidad, fun-
dado por las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl en 1875 y el
Hospital de Ancón, que había sido fundado por los franceses en 1882, conocido
814 X Historia de la medicina en Panamá

al principio como Hospital de Nuestra Señora del Cerro y que disponía de una
gran capacidad, que según las crónicas llegó a tener 1,000 camas durante la cons-
trucción del Canal Francés. A pesar de toda su modernidad y espacio, este hos-
pital era temido por la ciudadanía por la gran incidencia de fiebre amarilla en
sus recintos, asociada a criaderos de mosquitos, una vez que en la época se des-
conocía el agente transmisor y la forma de diseminación de la enfermedad. Exis-
tían además el Hospital de Colón, de una capacidad mayor de 300 camas y el
Sanatorio de Convalecientes en la isla de Taboga, de 25 camas. Estas últimas ins-
talaciones, no obstante, no estaban activas al momento de la independencia y la
hospitalización se centralizaba en el antiguo Hospital Santo Tomás. En la capital
trabajaban médicos como Manuel Amador Guerrero, Luis de Roux, Julio J. Icaza,
José Ernesto Calvo, Santos J. Aguilera, Emiliano Ponce Jaén, Enrique Espinosa y
varios extranjeros, entre ellos el cubano Manuel Coroalles y el ecuatoriano J. Mo-
reno Ponce. También prestaban en el Interior sus servicios buenos médicos como
Manuel J. Rojas en Aguadulce, Ezequiel Abadía en Soná, Calixto Fábrega y Mil-
cíades Rodríguez en Santiago, González Revilla y Gustavo Ross en David.
A finales del siglo XIX, en la provincia de Panamá, con una población de
93,864 habitantes, existían 22 médicos radicados en la ciudad capital, lo mismo
que 26 farmacéuticos, 6 «químicos-farmacéuticos» y 2 «profesoras en partos»,
según los datos que suministra Francisco Posadas en su Directorio general de la
ciudad de Panamá, de 1897.
Con la separación de Colombia y la llegada de los norteamericanos para la
construcción del Canal y de acuerdo con el Tratado Hay-Bunau Varilla, los Estados
Unidos de América asumieron la «sanidad» de las ciudades de Panamá y Colón.

Saneamiento ambiental en Panamá

La primera preocupación de las autoridades norteamericanas fue, sin lugar


a dudas, la fiebre amarilla. En 1904 el doctor William Crawford Gorgas, coronel
del cuerpo médico del Ejército norteamericano, fue nombrado jefe sanitario. Gor-
gas tenía una gran experiencia con la fiebre amarilla, ya que asignado por Walter
Reed, la había erradicado previamente de La Habana en 1901. Llegó a Panamá
acompañado de su equipo, formado por los doctores John W. Ross y Henry Car-
ter y los ingenieros J. A. Le Prince, Louis Le Garde y Cassius Gillotte.
En los tiempos de los franceses se creía que la enfermedad era causada por
la acumulación de suciedad, miasmas, el aire nocturno y el contagio persona-
persona. No fue hasta los brillantes descubrimientos del cubano Carlos Finlay y
el norteamericano Walter Reed que se comprobó la transmisión de la enferme-
dad por la picadura de la hembra del mosquito Aedes aegipty, similarmente a lo
que había descubierto el francés Alfonso Laveran en 1880, con respecto a la ma-
laria en el África Ecuatorial francesa.
Nueva historia general de Panamá X 815

Sin embargo, al principio Gorgas y sus colaboradores no obtuvieron de la


Comisión del Canal todo el apoyo que necesitaban. Por lo que los asustados nor-
teamericanos presenciaron un brote de fiebre amarilla en 1904 que mató a 35
personas, inclusive a buen número de jefes de ingenieros y oficiales, y causó tal
pánico que llegó a temerse por la continuidad de la obra. Fue entonces que, bajo
los auspicios del presidente Theodoro Roosevelt y las modificaciones que hizo
John F. Stevens, jefe de ingenieros, se le otorgó a Gorgas suficiente autonomía y
poder para iniciar su obra de saneamiento ambiental, que consistió en la orga-
nización de 25 distritos sanitarios en la antigua Zona del Canal, la formación de
inspectores sanitarios, la inspección y erradicación de los criaderos de mosquito
con fumigación, derrame de aceite en las aguas estancadas, importación de malla
metálica para las viviendas y porches, uso de mosquiteros, cuarentenas de los
enfermos en los hospitales, el drenaje fluvial y corte de hierbas de las viviendas
y barriadas, la recolección de la basura y especialmente la construcción del al-
cantarillado de las ciudades de Panamá y Colón con la pavimentación de sus
calles. Gorgas, además, asignó a Carter como director de hospitales y a Le Prince
como inspector sanitario en jefe.
El 4 de julio de 1905 la ciudad de Panamá contó por primera vez con acue-
ducto y al año siguiente la ciudad de Colón.
¡Los resultados de estos esfuerzos no se hicieron esperar, para septiembre
de 1906, la fiebre amarilla fue erradicada de Panamá!
Con respecto a la malaria, también hubo una disminución progresiva de
casos, de 821 en 1906 a 76 en 1913, respectivamente; reducción, sin embargo, no
tan espectacular por la permanencia indefinida del parásito en el organismo de
muchos trabajadores portadores.
Indudablemente la construcción del canal de Panamá ha sido la obra de in-
geniería más grande del siglo XX; durante sus diez años de construcción, la
fuerza laboral completa fue de 39,000 hombres y una vez controlada la fiebre
amarilla, el éxito de este emprendimiento fue también un éxito de la salud labo-
ral y ambiental sin precedentes.
Gorgas llegó a calcular la tasa de infección por fiebre amarilla durante la
construcción del Canal Francés en 333 por 1,000, anualmente, lo que afectó a una
tercera parte de la fuerza laboral.
Después del saneamiento norteamericano, la tasa de mortalidad fue solo de
17 por mil trabajadores por año, lo que significó que del total de 39,000 hombres,
un promedio de solo 663 murieron cada año, o sea, de 1904 a 1914, 6,630 traba-
jadores murieron de todas las causas. Compárese con las 20,000 víctimas fran-
cesas de 1881 a 1889. El significado de esta victoria es incalculable: por primera
vez se había podido demostrar al mundo que se podía reducir la mortalidad por
enfermedades infectocontagiosas con simples medidas de saneamiento ambien-
tal. ¡Un enorme éxito en la historia de la medicina!
816 X Historia de la medicina en Panamá

Ya entre 1904 y 1906, la neumonía había desplazado a la malaria como pri-


mera causa de mortalidad, especialmente en trabajadores de raza negra. Le se-
guían en orden de importancia: la tuberculosis, la malaria, los accidentes, las
nefritis y las disenterías. El último caso de rabia transmitida a un ser humano
fue en 1910.
otros hechos históricos importantes de esta etapa, emprendidos por la ad-
ministración norteamericana, fueron la creación en 1905 del Hospital de Corozal
para los enfermos mentales, con 300 camas; la rehabilitación del sanatorio de
convalecientes de Taboga, el mismo año, que llegó a albergar a 4000 pacientes
en 1910. En 1907 se completó la construcción del Hospital de Palo Seco para los
leprosos, con 120 camas, en donde se distinguieron el doctor Ezra Hurwitz y su
esposa doña Aida de Castro Hurwitz, distinguida dama panameña, en el trato
humanitario a los enfermos acometidos por el mal de Hansen.
Especialmente importante fue la rehabilitación del hospital francés, rebau-
tizado como Hospital Ancón, al que se le denominaría «Gorgas» en 1928, en
honor al genial saneador del Istmo y que llegaría a contar con una capacidad
máxima de 1,350 camas durante la construcción del Canal. El hospital llegó a
tener una ocupación diaria de 375 a 730 pacientes, distribuidos en 23 salas de
medicina, 8 de cirugía, 3 para ojos y oídos, 1 para tuberculosos, 11 para dementes
y 1 para aislamiento.
Se implantaron programas de vacunación rígidos, al igual que visitas regu-
lares a las casas con el objeto de fumigar y regar aceite en aguas estancadas. Cada
distrito médico-sanitario estaba dotado de facilidades hospitalarias chicas (25 a
50 camas) y dispensarios de primera atención (5-10 camas) en poblaciones me-
nores, a lo largo de la ruta del Canal. El ferrocarril tenía también carros hospitales
para el transporte de heridos a estos puestos para la atención inmediata.
El Hospital Santo Tomás, cuya dirección era norteamericana, se reforzó con
nuevos equipos e instalaciones; médicos y enfermeras norteamericanas que subs-
tituyeron a las hermanas de la Caridad. El idioma inglés se usaba tanto en discu-
siones, como en las órdenes médicas. El nosocomio tenía 350 camas y la mater-
nidad tenía 50. De acuerdo con la patología de la época, había salas para cirugía
de hombres y mujeres, de medicina, para ambos sexos y para tuberculosos.
Para 1912, algunos de los médicos panameños que allí laboraban eran el
doctor Augusto Samuel Boyd (graduado en la Escuela de Medicina de la Uni-
versidad de Columbia en Nueva York y con posgrado en Cirugía General en
hospitales de Alemania), el doctor Alfonso Preciado, el doctor Ciro Urriola y, en
su dispensario, los doctores Nicolás y Enrique Solano.
La Sala de Maternidad se estableció en 1904, siendo su primer jefe el doctor
Raúl A. Amador, hijo del primer presidente de la república. La Escuela de Par-
teras se estableció en 1908 y su primer director lo fue el doctor Julio Icaza, al que
sucedería el doctor Ciró Luis Urriola en 1909.
Nueva historia general de Panamá X 817

La llegada de las enfermeras llevó a la fundación de la Escuela de Enferme-


ras del Hospital Santo Tomás, bajo la primera dirección de la alemana miss
Louise Brackamayer en 1908. La primera dama panameña en obtener el título
de enfermera fue Débora María Henríquez en 1909, en Bélgica; y en la escuela
recién inaugurada, fue Débora Jaén (después señora de Patiño).
En 1926, se estableció la Escuela de obstetricia; en 1929 la dirección recayó
sobre Enriqueta Morales, primera dama panameña que asumió el cargo. En 1965,
la Escuela de Enfermería entró a formar parte de la Facultad de Ciencias Natu-
rales y Farmacia de la Universidad de Panamá, hasta que finalmente, en 1985,
se estableció como facultad independiente.
El primer superintendente en el Hospital Santo Tomás fue el doctor Pedro
de obarrio, quien, aunque nacido en Panamá, era estadounidense y ejerció el
cargo de 1905 a 1911. A su administración le siguieron las de B. W. Catdwell, la
de W. B. Pierce y por último la del mayor Edgar A. Bocock, de 1919 a 1924.
Tanto el antiguo Hospital de Colón, como el Hospital Ancón, fueron rea-
biertos y reequipados por los norteamericanos; catalogándose en 1915, a este úl-
timo, como el mejor hospital fuera de los Estados Unidos.
otras consecuencias de esta influencia fueron el cambio de la farmacopea
francesa por la norteamericana, las medidas del sistema decimal por el apoteca-
rio y el descubrimiento del Histoplasma capsulatum, agente de la histoplasmosis,
en el Istmo en 1905, por el médico norteamericano Samuel Taylor Darlingeniero
De 3 al 6 de enero de 1905 se realizó en la ciudad capital un Congreso Pan-
americano de Medicina, que congregó a los profesionales de la época y tuvo
como organizadores a los doctores Emiliano Ponce, Mariano Gasteazoro, Pedro
obarrio y William Gorgas y que, entre otros, contó con la presencia del propio
Carlos Finlay, que había sido pionero en explicar la transmisión de la fiebre ama-
rilla por la picadura del mosquito en 1881.
En 1914, la fundación Rockefeller, que promovía el saneamiento ambiental
en Latinoamérica, llegó al país y desarrolló una campaña nacional contra la un-
cinariasis, promoviendo la creación de pozos artesianos, la letrinación, la ins-
pección sanitaria y la distribución gratuita de antiparasitarios en Panamá, Colón
y el Interior. En ese mismo año, las dos plantas de filtración de aguas, ubicadas
en Miraflores y Mount Hope, iniciaron operaciones, siendo los primeros filtros
rápidos que se construyeron en América Latina.
En esta época, en el interior del país, las mejores instalaciones hospitalarias
las tenía la compañía bananera United Fruit Company, que también se había
topado con la fiebre amarilla, la malaria y la viruela en sus esfuerzos por esta-
blecer grandes plantaciones de bananas, especialmente en Bocas del Toro. Es
así que para 1899 tenían una tasa de mortalidad de 5% entre su personal blanco
y seguramente mucho mayor entre sus trabajadores nativos. La incidencia de
las enfermedades y las consecuencias económicas convencieron a la compañía
818 X Historia de la medicina en Panamá

a construir el Hospital de la Punta en la isla Solarte, archipiélago de Bocas del


Toro en 1890. El hospital, una moderna instalación de dos pisos muy bien venti-
lados y varios edificios, prestó atención hasta 1920, cuando se abrieron nuevas
instalaciones médicas en Almirante y en la isla de Bocas. Su primer director mé-
dico fue el doctor Robert Earl Swigart, que se empeñó también en la salud am-
biental. El informe anual de 1915 enumeró las seis enfermedades principales entre
los trabajadores, en orden de importancia: malaria, enfermedades venéreas, pul-
monía, nefritis, uncinariasis y tuberculosis. En 1903 el hospital atendió 122 casos
de viruela, por epidemia en la provincia, y en el país, por lo que hubo campaña
de vacunación. Curiosamente, esta epidemia de viruela fue concomitante a la
ocurrida en Norteamérica, especialmente en Boston, en el mismo período.
Igualmente, se observó que entre el 40 al 100% de las poblaciones de las tie-
rras bajas tropicales se encontraban debilitadas por parasitosis intestinal y que
habían pérdidas laborales por enteritis y disentería amebiana. Los doctores
María Victoria Arosemena y Egberto Stanziola Pinzón señalan en su obra La salud
pública en Panamá, que en 1914: «Las enfermedades más frecuentes son el palu-
dismo, sarampión, varicela, escarlatina y pulmonía en los adultos, y en los niños:
gastroenteritis, tuberculosis, disentería, más uncinariasis en el 30% de la pobla-
ción, este informe pertenece a la región occidental de la provincia de Chiriquí».
El doctor Lisandro Porras, médico oficial de la provincia de Colón, señaló como
las enfermedades más frecuentes en su área la anemia tropical, la clorosis, el
beri-beri, paludismo y parálisis de variadas índole y la más completa ausencia
de higiene pública en el litoral Atlántico. El médico oficial de Los Santos, doctor
M. B. Moreno señaló a la caquexia paludosa, la viruela y las muertes violentas
de las personas en estado de embriaguez.
El médico de Coclé, doctor P. L. Reniglio, señaló a la pleuresía, neumonía,
fiebres eruptivas en los niños, paludismo y muchos casos de tuberculosis. El
médico oficial de Coclé, sección sur, doctor Manuel J. Rojas, señaló como «pa-
decimientos más frecuentes el mayo o diarrea estacional, corizas, bronquitis y
pulmonías».
A la ciudad de Panamá, mientras tanto, habían llegado en este período
buena cantidad de médicos norteamericanos para trabajar en los hospitales re-
cién habilitados. Como hemos dicho, el Hospital Ancón estaba muy bien reco-
nocido y era natural que aunque estaba reservado para los trabajadores del
Canal y del Ejército, siempre había formas para que se atendieran personas que
pudieran pagar por los servicios médicos, inclusive provenientes de países lati-
noamericanos. El doctor Alfred B. Herrick era el jefe de Cirugía y había llegado
a Panamá en 1904 junto con el doctor William Gorgas. Después de varios años
laborando en la Zona del Canal, se percató del campo abierto existente en la ciu-
dad de Panamá para el establecimiento de una práctica privada, iniciando una
consulta bajo el nombre de Clínica Herrick en la avenida Central, que se convir-
tió en un resonante éxito, desde sus comienzos en 1915. Esto alentó a Manuel
Nueva historia general de Panamá X 819

Espinosa Batista y otros, a asociarse para la construcción de lo que vendría a ser


el Hospital Panamá, que se ubicó en la avenida Justo Arosemena, en donde ac-
tualmente existe el edificio Hatillo. Este hospital, que se inauguró en 1917 y llegó
a tener 120 camas, fue considerada la mejor instalación hospitalaria de carácter
privado de su época y contó en sus inicios con la presencia profesional de los
doctores A. B. Herrick y Augusto S. Boyd (cirugía), Dennis W. Reeder, (ojos,
oídos, nariz y garganta), William James (medicina interna), Cornelius Briscoc
(pediatría), Alfonso Preciado, Marcos E. Velásquez, Harry Strunz y Nicolás So-
lano. Sus servicios de radiología y radioterapia eran atendidos por el doctor Jo-
aquín J. Vallarino.
otro hecho de esta etapa fue la fundación del Capítulo de Panamá de la
Cruz Roja Mundial, promovido por Matilde obarrio de Mallet, el 1 de marzo
de 1917, para ayudar a las víctimas de la guerra de los Mil Días y contribuir a la
educación sanitaria de la población. Estadísticas del Departamento de Salud de
la antigua Zona del Canal nos informan que las enfermedades más mortales en
1918 eran la tuberculosis pulmonar y la neumonía en adultos y la población pe-
diátrica tenía una muy elevada tasa de mortalidad (236-86, compárese con la del
año 2000: 16.7), siendo la primera causa de muerte la malnutrición. Para ese año
el Hospital Santo Tomás atendía cerca de 10,000 pacientes al año, siendo las ope-
raciones más frecuentes, las traumáticas, la adenectomía inguinal, la herniorrafia
y la uretrotomia externa. Las cinco principales causas de consulta externa eran
en primer lugar la gonorrea, seguida de malaria, anquilostomiasis, sífilis e in-
fluenza. Se tiene información que en ese año también ocurrió otra epidemia de
viruela, con 102 casos.
Con respecto a la epidemia mundial de influenza o la famosa «gripe espa-
ñola» de 1918, vemos que afectó muy poco a Panamá, ya que las autoridades de
salud norteamericanas establecieron cuarentenas eficaces y la epidemia solo se
manifestó en 1,530 soldados puertorriqueños procedentes de España, en tránsito
por Panamá, y que fueron aislados inmediatamente, no ocurriendo ninguna
muerte. En 1919, la misma epidemia afectó más al país con 645 casos, ocurriendo
solo 4 muertes.
Como conclusión de este período norteamericano, podríamos decir que el
hecho más sobresaliente fue la demostración de que simples medidas de sane-
amiento ambiental eran capaces de transformar radicalmente la epidemiología
de una zona geográfica tradicionalmente sujeta a diversas y mortales plagas que
habían hecho estremecer a generaciones enteras, transformando al Istmo de un
lugar con razón considerado como muy malsano, en uno saludable. La influen-
cia norteamericana fue benéfica y su gran aporte fue la transmisión de sus sis-
temas de formación, práctica y enseñanza de la medicina sobre los profesionales
de la nueva república. Tradiciones que incluían cualidades como el prestigio
profesional, la disciplina jerárquica, valores éticos, niveles de excelencia y for-
mación científica que influyeron e impactaron a la joven medicina panameña,
820 X Historia de la medicina en Panamá

transformando sus raíces colombianas en una medicina moderna, científica y


de elevado prestigio, con que contará a partir de entonces la nación panameña.

Etapa de nacionalización de la medicina


Este período se inicia con la fundación y a la vez nacionalización del tercer
Hospital Santo Tomás el 1 de septiembre de 1924, en los terrenos de su actual
ubicación en la avenida Balboa. Como antes mencionamos, desde el inicio de la
república y en aras de la modernización de la salud pública, se había confiado
su dirección a superintendentes norteamericanos. Fue el doctor Belisario Porras
quien, convencido de las crecientes necesidades de la demanda, propugnó por
la construcción del nuevo Hospital Santo Tomás, al que sus detractores llegarían
a llamar «el elefante blanco», con el cual demostraría su capacidad organizativa
y visión de estadista. Fue también su sentido patriótico el que lo hizo firmar el
decreto presidencial por el cual, con gran arrojo, coraje y valentía, ordenaba en
su artículo primero que:

La suprema dirección del Hospital Santo Tomás y de los hospitales provin-


ciales de la república, estará a cargo del Poder Ejecutivo, por medio de la Se-
cretaría de Fomento y obras Públicas.

Con este revolucionario decreto, quedaban derogados todos los decretos y


disposiciones anteriores y la joven república asumía su responsabilidad y sol-
vencia para la atención de la salud de los panameños.
El último superintendente norteamericano, el mayor Edgar A. Bocock,
viendo disminuido su poder por el decreto que especificaba que «los empleados
de los hospitales de la república, deben ser panameños» aunque igualmente in-
dicaba «excepción hecha de los técnicos o profesionales que no se puedan con-
seguir en el país, cuyos servicios puedan ser contratados por el Poder Ejecutivo»,
decidió embarcar hacia los Estados Unidos en viaje de 30 días, por lo que al dejar
en acefalia el puesto, el presidente de la república nombró al doctor Alfonso Pre-
ciado, como superintendente interno, elevado rápidamente a superintendente
en propiedad, después del recibimiento de una carta con la firma de un centenar
de prestantes figuras de Panamá y la renuncia del mayor Bocock enviada desde
los Estados Unidos. Preciado nombró a su vez al doctor Emiliano Ponce como
primer director médico del nosocomio.
El nuevo Hospital Santo Tomás, con sus amplias instalaciones, marcó un
nuevo hito en la medicina panameña. Con sus 225 camas para adultos, 60 camas
para niños y 4 camas obstétricas, era la instalación de salud de mayor capacidad
de la nación y competía con el Hospital Ancón. Igualmente contaba con laborato-
rio, sala de autopsia, dos salones de operaciones y equipo de radiología. Existían
tres categorías de enfermos: los de pensión, que pagaban una suma adecuada; los
de media pensión y los de caridad, que no aportaban dinero a la institución.
Nueva historia general de Panamá X 821

La atención que se brindaba a los pacientes era de primera calidad, según


el doctor Guillermo Chapman «los pisos brillaban por su limpieza, en los cuartos
privados los cubiertos eran de plata, la loza de primera y las camas tenían sába-
nas de hilo». Como pioneros de las décadas de 1920-1930, podríamos mencionar
al doctor Augusto Samuel Boyd, quien ocupaba la jefatura de Cirugía, departa-
mento que contó además, entre otros ,con el doctor Carlos Nicolás Brin, pionero
otorrinolaringología; y en oftalmología, al doctor Adolfo Arias. otros médicos
eran los doctores Daniel Chanis, Jaime de la Guardia, José Guillermo Lewis, Al-
fredo Melhado, Rafael Morales, Ernesto Zubieta, Rafael Estévez, Alfredo B. He-
rrick y Casco Díaz.
En medicina interna estaba el doctor Tomás Guardia, graduado en George-
town Medical School, que era además un médico muy humanitario y que fue el
primero en servirse de un electrocardiógrafo en la república. otros médicos en
el área de dicha especialidad fueron Américo Páez Rengifo, José María Núñez,
Nicolás Solano, tisiólogo, en cuyo honor lleva su nombre el Hospital de La Cho-
rrera. En ginecología y obstetricia, Luis Carlos Prieto, Guillermo García de Pa-
redes, Gaspar Arosemena y, en Colón, Henry Simons y Harry Eno. En patología
estaban el norteamericano Lawrence Gets y Ernesto Icaza Arosemena. En radio-
logía el doctor Joaquín J. Vallarino. En pediatría Rodolfo Arce, graduado en la
Universidad de la Sorbona de París, y Harry Strunz.
Es en este Hospital Santo Tomás, en el que se habla y se escribe en español
–otra novedad del cambio–, que numerosos colegas de todo el continente ame-
ricano vienen a cursos o pasantías de formación, ya que se consideraba como
uno de los centros hospitalarios de enseñanza más moderno, mejor equipado, y
con médicos de excelente formación profesional, la mayoría egresados de uni-
versidades norteamericanas o europeas, además de los médicos del Hospital Pa-
namá, merecidamente notables.
Las enfermedades prevalentes en estas décadas y las inmediatamente pos-
teriores, fueron especialmente la tuberculosis pulmonar, que se trataba con re-
poso o colapsando el pulmón, con elevada mortalidad; las disenterías infecciosas
y tifoidea, las enfermedades de transmisión sexual, la amebiasis, las parasitosis
(especialmente uncinariasis), el bocio, la malaria, las pulmonías, la difteria y el
tétano neonatal.
En 1926, graduado en Salud Pública, en John Hopkins, regresa el doctor
Guillermo García de Paredes, se crea el Departamento de Higiene Pública y se
le nombra primer director de salud pública en el país.
otros hechos importantes de esta década fueron la inauguración del Insti-
tuto Conmemorativo Gorgas de Enfermedades Tropicales en 1928 y la creación
de la Asociación Médica Nacional en 1929.
En 1921, un año después de la muerte del doctor Gorgas en Londres, un
grupo de admiradores se reunió en Washington con el propósito de erigir un
monumento en su honor, en donde recibieron un cablegrama del doctor Belisario
822 X Historia de la medicina en Panamá

Porras, presidente de la república en ese momento, proponiendo la creación de


un instituto de medicina tropical, en honor al que para muchos fue el verdadero
héroe de la construcción del Canal, iniciativa bien acogida al organizarse un co-
mité que encabezó el doctor Porras, como presidente y fundador, el cual se le-
galizó en los Estados Unidos y en Panamá con el nombre de Instituto Conme-
morativo Gorgas de Medicina Tropical y Preventiva.
Aunque más tarde el doctor Porras, como primer mandatario, adquirió los
terrenos para la colocación de la primera piedra del proyectado edificio, pero
no fue sino hasta 1928, bajo la presidencia de Rodolfo Chiari, que en Panamá se
traspasó a la institución el edificio construido al lado del Hospital Santo Tomás,
destinado en sus inicios a albergar la primera Facultad de Medicina, proyecto
que por diversas razones de índole político-económica no se pudo realizar. En
ese mismo año, con la importante ayuda del congresista Maurio Thacher, el Con-
greso de Estados Unidos sancionó la ley que apoyó financieramente la operación
del laboratorio hasta su transferencia a Panamá en 1990.
Durante sus 62 años, bajo administración norteamericana, el Instituto Con-
memorativo Gorgas se convirtió en un importante centro de referencia nacional
e internacional, especialmente bajo la dirección de personalidades tan notables
como Herbert C. Clark y Carl Johnson, entre otros.
El doctor Ceferino Sánchez, en su ensayo sobre el cincuentenario de esa ins-
titución, señala que entre numerosas realizaciones científicas, habría que citar
los trabajos de Trápido y de Galindo sobre la ecología de la fiebre amarilla sel-
vática en Panamá; de Kourany y Vásquez sobre las enfermedades entéricas; de
Johnson sobre la enfermedad de Chagas; de Reeves, Peralta y Justines sobre las
enfermedades virales; de Chistensen y Herrer sobre leishmaniasis, de Sousa
sobre la hidatidosis; y de Young, Baerg y Rossan sobre la malaria, que son con-
siderados clásicos en sus ramas de la ciencia.
Continua refiriéndonos el mismo autor el descubrimiento de numerosas en-
fermedades en el Istmo por cuenta del instituto: enfermedad de Chagas, leis-
hmaniasis, fiebre recurrente, fiebre de las montañas rocosas, fiebre Q, tifus
exantemático, encefalomielitis equina del este, encefalitis de San Luis; fiebres vi-
rales Mayaro, ossa, Madrid, Bussuquara y Wyeomyia; tripanosomiasis bovina
y equina.
Por su parte, la Asociación Médica Nacional tuvo como antecedentes histó-
ricos a la Isthmian Medical Association, que tenía como miembros a los médicos
del Hospital Ancón y la Asociación Médica del Hospital Santo Tomás, que pre-
sidía el doctor Luis C. Prieto. Sin embargo, se sentía la necesidad de una sociedad
gremial y académica que aglutinase al creciente número de médicos del país y
dirigiera los rumbos del quehacer facultativo. Es así que, bajo la organización
de los doctores José Guillermo Lewis y José Joaquín Vallarino, se pudo preparar
la sesión inaugural de la Asociación Médica Nacional para el 21 de septiembre
de 1929, que se llevó a cabo en el salón de actos del Hospital Santo Tomás, donde
Nueva historia general de Panamá X 823

se eligió al doctor Augusto S. Boyd y al doctor J. J. Vallarino como presidente y


primer vicepresidente, respectivamente, de esta asociación médica que tantos
honores y distinciones ha recibido a lo largo de muchas décadas de tradiciones
médicas que persisten hasta la actualidad.
Tal como apunta el doctor Harry Castro Stanziola: «Los postulados y objeti-
vos primordiales, lo minucioso de sus reglamentos y estatutos, dejaban ver cla-
ramente que sus fundadores, con visión de futuro y ansias de superación, estaban
firmemente convencidos de que tomaban una acción para la eternidad...».
Sobre el interior del país debemos señalar que la Chiriquí Land Company
había inaugurado el Hospital de Almirante, el 15 de agosto de 1920 y el Hospital
de Puerto Armuelles, en 1927. El Gobierno panameño, por su parte, inauguró el
Hospital de la Caridad de Chitré en 1925 y el Hospital Provincial de Santiago
en el mismo año.
A estos centros seguirían: el Hospital de Aguadulce el 28 de septiembre de
1928, con 67 camas; y el Hospital Ezequiel Abadía de Soná, en marzo del mismo
año.
Durante la década de 1930-1940, el Hospital Santo Tomás conoció su época
de oro y continuó teniendo el liderazgo en la atención médica de la población.
Ejercían en la república cirujanos como Augusto Samuel Boyd, Frank Raymond,
Sergio Gonzáles Ruiz, octavio Vallarino y Venancio Villarreal; internistas como
Tomás Guardia y José María Núñez; ortopedas como Alfredo Melhado; urólogos
como Daniel Chanis; ginecólogos como Ernesto Zubieta y Arnulfo Arias Madrid;
obstetras de la talla de Luiz Prieto, Gaspar Arosemena, Lidia Sogandares y Gui-
llermo García de Paredes; Rodolfo Arce, Edgardo Burgos, Pedro Vasco Núñez y
Leopoldo Benedetti en pediatría; Lawrence Getz y Juan Miguel Herrera en pa-
tología; Joaquín José Vallarino y Roberto Sandoval en radiología; y Amadeo Vi-
cente, Agustín Mastellari y Máximo Carrizo, pioneros en el tratamiento de la
tuberculosis pulmonar. La Clínica de Venerología incluía médicos como José En-
carnación Arjona, Rodolfo Peralta y el norteamericano Raymond Runyan. Cabe
destacar que la doctora Lidia Sogandares fue la primera médica panameña, gra-
duada en la Universidad de Arkansas en 1934. Ejerció la obstetricia, alcanzando
gran notoriedad en la profesión médica.
En Panamá, el Hospital Santo Tomás ya contaba con médicos internos y re-
sidentes, sala de operaciones, Departamento de Rayos X y Laboratorio.
Haciendo memoria, el doctor Guillermo Chapman Vallarino, nos recuerda
la práctica de entonces:

Se usaban mucho ruibarbo y soda para el hígado. El uso de los laxantes era
frecuente. Las píldoras de mamol se usaban para varios males. Aceite de hí-
gado de bacalao para el apetito y fortalecer el organismo y los huesos. No se
conocían los antibióticos ni todas las vitaminas. Los resfriados se trataban con
aspirina y antitusivos. No había antialérgicos. La anestesia era de éter abierto
824 X Historia de la medicina en Panamá

y raquídea. Panamá fue uno de los países precursores de esta anestesia. No se


conocía tratamiento adecuado para las depresiones y algunos de los esquizo-
frénicos, así como los maníacos depresivos, terminaban en el manicomio o se
suicidaban.
En las ectópicas se practicaba la transfusión de la sangre recogida del peri-
toneo, lo que no provocaba reacciones de ninguna naturaleza. Las recetas de
los pacientes se preparaban en la Farmacia, con excepción de las de patente o
ampollas. Por supuesto que había una gran cantidad de medicamentos, lo que
sería largo enumerar.
Para el tratamiento de las vías urinarias, se usaban chenopodio. La tubercu-
losis pulmonar se trataba con reposo y colapsando el pulmón con aire a presión.
La mortalidad era altísima. No se conocía la pneumonectomía, todavía. Los in-
fartos cardíacos recibían tratamiento de reposo y calmantes y otras drogas hasta
donde yo recuerde. La tifoidea se trataba con aislamiento, soporte circulatorio
y antidiarreico. La sífilis con un compuesto llamado 606 a base de arsénico y
mercurio o bismuto. Había algunas vacunas contra las enfermedades infeccio-
sas de la niñez –difteria y tétano–, pero no contra la fiebre amarilla.

Bajo la gestión del doctor Rolando A. Chanis, especialista en medicina in-


terna, el 23 de agosto de 1944 se fundó el primer banco de sangre en el hospital.
La iniciativa, marca el comienzo de la era de la medicina transfusional en el
Istmo, la que permitiría un mejor desarrollo de la cirugía, beneficiando a la po-
blación con los grandes descubrimientos de Karl Lardsteiner.
Entre otros acontecimientos de la época, debemos destacar la inauguración
del llamado Retiro Matías Hernández, el 26 de junio de 1933. Este centro inició
funciones con 609 pacientes trasladados desde el Hospital de Corozal, en la an-
tigua Zona del Canal, y comprendía dos edificios de madera, y fue llamado con
ese nombre debido a que los terrenos que ocupaba fueron donados por un señor
del mismo nombre. Desafortunadamente, la iniciativa no prosperó mucho; por
razones de orden presupuestario, las instalaciones fueron destinadas para la
atención de pacientes con enfermedades venéreas («hospital profiláctico») y pos-
teriormente para albergar «niños descarriados» (Hogar del Buen Pastor).
La gran incidencia de tuberculosis o «peste blanca» obliga a las autoridades
a inaugurar el Dispensario Antituberculoso «Amadeo V. Mastellari», en 1934.
El 1938 ven la luz las primeras publicaciones médicas: Boletín Sanitario y Re-
vista de Medicina y Cirugía (que solo tuvo dos apariciones) y el Boletín de la Aso-
ciación Médica Nacional. La publicación que ha tenido mayor continuidad ha sido
la Revista de Medicina y Cirugía de la Academia Panameña de Medicina, dirigida por
más de 20 años por el doctor Carlos Calero.
En 1935, bajo la administración del doctor Harmodio Arias Madrid, se creó
la Universidad de Panamá que estaría llamada a cumplir más adelante un papel
protagónico en la medicina nacional. Pero el hecho más significativo de la década
fue, sin lugar a dudas la promulgación de la ley de nacionalización de la profesión
Nueva historia general de Panamá X 825

médica, de 6 de octubre de 1938, promovida por los doctores Sergio Gonzáles


Ruiz y Alberto Navarro, que además reglamentó el sistema de internado.
Desde entonces, se limitó el ejercicio de la medicina a los panameños o a los
extranjeros que en aquella época ya estuviesen ejerciendo la medicina. Igual-
mente se fueron aplicando cada vez más estrictamente la obligatoriedad del
internado, el primer año en los hospitales de Panamá, Colón y Chiriquí, y más
tarde el segundo año en el interior de la república.
La promulgación de esta ley despejó nuevos horizontes a los médicos pana-
meños, promoviendo aún más a la medicina como una profesión liberal, de ele-
vado prestigio social en nuestro medio, lo que motivó la vocación médica en
muchos jóvenes, que viajarían en las próximas décadas al exterior para estudios
profesionales.
Para 1935, se inauguró el Hospital Gerardino de León en Las Tablas y, en
1936, se inauguró el Hospital Manuel Amador Guerrero de Colón.
Para esta época existen destacados profesionales de la medicina laborando
en el interior de la república. Además de los ya mencionados, debemos citar a
Rafael Estévez en Aguadulce.
Rafael Estévez, que era español nacionalizado panameño, no solamente con-
gregaba en sus dones sus grandes cualidades humanitarias, sino además una
permanente creatividad científica que lo llevó a innovaciones para la época,
como fueron la recuperación del principio de la ambulación posoperatoria (mé-
todo presentado en el Congreso Internacional de Cirugía de 1941 en Ciudad de
México), el uso de reductores externos de fracturas y la actualización en el uso
de medios físicos para disminución de las temperaturas elevadas.
La tendencia progresista de nuestra medicina será notable en la década de
los años cuarenta, que tendrá como marco de referencia la Segunda Guerra Mun-
dial, y sus efectos en nuestro país con la cada vez mayor preponderancia de la
medicina norteamericana sobre la europea.
El 18 de septiembre de 1940 se inauguró el denominado Instituto Radioló-
gico o Centro Cancerológico, que se había iniciado durante la administración de
Juan Demóstenes Arosemena. Este centro, que surge como una dependencia del
Hospital Santo Tomás, se origina por la necesidad de la atención de enfermos
de cáncer, enfermedad que aumentaría su incidencia en el devenir del siglo, pro-
porcionalmente al aumento de la expectativa de vida de los panameños. De 1936
a 1964 conformaron el equipo médico de este departamento los doctores: Ernesto
Zubrieta, jefe de departamento; doctor Ernesto Icaza, jefe de laboratorio; y el
doctor Roberto Sandoval, jefe de rayos X.
El 31 de marzo del mismo año, se creó la Caja de Seguro Social con la publi-
cación en la Gaceta oficial de la Ley 23, gracias a la gestión de Manuel María
Valdés y al apoyo que recibió del entonces presidente, doctor Arnulfo Arias Ma-
drid. El Seguro, por muchos años, pagó a los médicos directamente, como una
compañía de seguros por servicios prestados en sus clínicas y en los hospitales.
826 X Historia de la medicina en Panamá

La tendencia hacia la creciente especialización de la medicina se ve refor-


zada por la inauguración en 1947 del Instituto de Neurocirugía del Hospital
Santo Tomás, que tiene como su primer director al doctor Antonio Gonzáles Re-
villa, y el inicio de las primeras operaciones de cirugía del tórax, en ese mismo
hospital, que será primordialmente orientada al tratamiento de la tuberculosis
(lobectomía de Lowsan) y la cirugía del cáncer.
En 1942 se crea la primera dependencia especializada en medicina legal, cre-
ándose la Medicatura Forense bajo la autoridad del Ministerio de Gobierno y
Justicia. El primer médico forense nombrado fue el doctor Carlos Mendoza, en
ese mismo año. La medicatura se transformó en el Instituto Médico Legal en
1973. En ese mismo año, una epidemia de poliomielitis afectó a la población pe-
diátrica nacional.
En las áreas de la salud pública, debe mencionarse que desde antes de 1943
funcionaban ya unidades sanitarias en La Chorrera, Capira, Chame, Antón, Pesé,
Chitré, Santiago, David, Concepción y Boquete. Las mismas estaban a cargo de
médicos-directores. En 1946, igualmente, se inició la construcción de un hospital
para tuberculosos, que había sido planificado por el doctor Nicolás A. Solano
en la década anterior. A partir de 1947, en el Laboratorio Gorgas se agregó la clo-
roquina o aralén en la lucha contra la malaria.
En 1945 se creó el nuevo Ministerio de Trabajo, Previsión Social y Salud Pú-
blica. El Departamento de Salud Pública tenía en ese entonces, con carácter de
director, al doctor Guillermo García de Paredes.
Como hemos dicho, desde la independencia, el control sanitario en las ciu-
dades de Panamá y Colón era efectuado por las autoridades de la Zona del
Canal. Estas labores incluían el manejo de la potabilización del agua, de la red
de alcantarillado y de la recolección de la basura. Esta situación comenzó a cam-
biar con la expedición del Código Sanitario en 1947, que marcó un avance en el
papel del Estado panameño en la higiene ambiental y la salud pública.
Durante la Segunda Guerra Mundial nuestro país sirvió de zona de trán-
sito y punto estratégico, al diseminarse numerosas bases militares por todo el
territorio nacional. Esto trajo como consecuencia el aumento significativo de
la frecuencia de enfermedades sexualmente transmisibles. Refiere el doctor
osvaldo Velásquez que, durante esa época, la incidencia de gonorrea y sífilis
fue muy elevada, razón por la que tuvo que reglamentarse la Clínica de Hi-
giene Social, donde se registraban las meretrices y se les efectuaban exámenes
ginecológicos rutinarios, que incluían también una prueba serológica de Kahn,
serología desarrollada en Michigan en 1922, para la sífilis. Para la época, el
tratamiento para la gonorrea era el sulfatiazol (ya que la penicilina, descu-
bierta en 1929, aún no estaba disponible para la población civil del Istmo); y
para la sífilis, inyecciones de arsénico intravenoso (Mafarside), alternadas con
bismuto intramuscular. Es interesante anotar que cuando a una prostituta se le
hacía un diagnóstico de gonorrea o sífilis era puesta en cuarentena (virtualmente
Nueva historia general de Panamá X 827

detenida) en el Hospital Profiláctico (Retiro Matías Hernández) hasta que los


exámenes le salieran negativos.
La excelencia académica de los especialistas panameños se vio fortalecida
por la fundación, el 29 de julio de 1948, de la Academia Panameña de Medicina
y Cirugía, entidad que tiene como propósito: «Propender el adelanto de las cien-
cias médicas, quirúrgicas y otros afines, y a la práctica ética y competente del
arte de Hipócrates».
Su primer presidente fue el doctor Antonio Gonzáles Revilla, el vicepresi-
dente el doctor Luis Domingo Alfaro, y su secretario general el doctor Rolando
A. Chanis.
Para la década de 1940 a 1950, comienza el actual período de especializa-
ción médica con nuevos especialistas que habían llegado al país, entre los que
podemos mencionar a Félix Stanziola y Luis Alfaro en ortopedia; Aristóbulo y
Herminio Carrizo, Teodoro y Rogerio Arias, Rogelio Boyd y Timoteo Suescum
en obstetricia; Arturo Tapia en dermatología; Rolando Chanis, Mario Rognoni
y Eduardo de Alba en medicina interna; Manuel Preciado y Alonso Roy en oto-
rrinolaringología; Víctor Pareja, Bernardino González Ruiz, Luis Fábrega, Gus-
tavo Engler, Rolando de la Guardia, Ernesto Chu, Guillermo Chapman y
octavio Vallarino en cirugía; Ferruccio Bertolien patología; y Luis Arrieta Sán-
chez en radiología.
El desarrollo de las especialidades en el Hospital Santo Tomás también había
alcanzado a la creciente población infantil. Aunque inicialmente se había acon-
dicionado la Sala 14 del hospital para este menester, en febrero de 1947 el león
Enoch Adames, administrador del Hospital Santo Tomás, concibió la posibilidad
de crear un pabellón pediátrico, que resolviera los problemas de escasez de me-
dicamentos y camas. Para entonces, además de los primeros mencionados, ha-
bían llegado nuevos pediatras a Panamá, entre ellos: Hermelinda Cambra, Pedro
Moscoso, Ricaurte Crespo y Carlos Sousa Lennox. Junto con los doctores Arce,
Núñez y Benedetti, asistían a pacientes con diferentes patologías, entre las que
se destacaban las diarreas infecciosas y las afecciones respiratorias.
Benedetti y Núñez fueron los principales asesores del Club de Leones de
Panamá, que inició una campaña para la construcción de un hospital con 200
camas, obra que se inauguró el 28 de noviembre de 1950, a la que Melvin Jones,
fundador del leonismo, llamaría «la obra cumbre del Leonismo Internacional».
La autonomía del hospital solo se alcanzaría en 1958, nombrándose al doctor
Leopoldo Benedetti como su primer director.
Antes de finalizar con los logros de la década, no puede dejar de mencionarse
la fundación de la Clínica San Fernando, el 19 de abril de 1949. La clínica, inspi-
ración del doctor Jaime de la Guardia, sería el primer hospital privado y neta-
mente panameño de la capital, viniendo a convertirse, con el tiempo, en hospital
modelo en atención particular hasta 1962, desplazando al Hospital Panamá, que
era un círculo cerrado donde solo un selecto grupo de galenos podían operar.
828 X Historia de la medicina en Panamá

Igualmente, a fines de los 50 se creó en Colón el Hospital Samaritano y en


Chiriquí las clínicas Gonzáles Ruiz y Cattan.
Como conclusión, podríamos mencionar que es en este período que se forja
firmemente la columna principal de la medicina nacional, primeramente con la
nacionalización de la profesión, hecho que prosigue con un continuo desarrollo
tanto en la formación académica de los recursos humanos, como de los servicios
asistenciales públicos y particulares, a nivel de la capital y del Interior.

Período de la medicina institucional

Llamaremos a este período «institucional» por el predominio de la atención


médica patrocinada por el Gobierno nacional, por una parte; y las instituciones
particulares de salud, por otra.
Esta etapa se iniciaría con la fundación de la Facultad de Medicina, de la
Universidad de Panamá, el 21 de mayo de 1951.
El primero en proponer la creación en el Istmo de una Escuela de Medicina
fue el primer rector de la Universidad de Panamá, doctor octavio Méndez Pe-
reira, quien ya en la fundación de la Academia Panameña de Medicina y Cirugía,
en enero de 1949, comprometió a un selecto grupo de médicos que la integraban,
a colaborar con la Universidad de Panamá en la Comisión organizadora de la
Escuela de Medicina, la cual finalmente vio la luz en la fecha antes aludida, ini-
cialmente como dependencia de la Facultad de Ciencias y, a partir de 1953, como
facultad independiente.
Es imposible dejar de transcribir las palabras de nuestro primer rector des-
pués de las titánicas luchas emprendidas para materializar este anhelo:

… que vengan ahora los incrédulos, que vengan ahora los que todo critican,
porque nada saben construir; que vengan para que vean esa obra hecha reali-
dad, la utopía hecha realidad, la Escuela de Medicina de Panamá.

Su primer decano fue don Alejandro Méndez Pereira, que renunciaría en


junio de 1954, procediendo una Junta de Facultad a escoger al doctor Jaime de
la Guardia como decano, quien sin embargo, no pudo permanecer mucho en el
cargo, ya que en agosto del mismo año falleció de un infarto del miocardio; en-
tonces, el doctor octavio Méndez Pereira y el Consejo General Universitario
nombró al doctor Jaime de la Guardia como nuevo rector, eligiendo la Junta de
Facultad al doctor Antonio Gonzáles Revilla como nuevo decano de la facultad,
quien ejercería esta función por dos períodos completos (1954-1957 y 1958-1964)
y alcanzaría una tercera reelección en 1968, que se vio interrumpida por su re-
nuncia irrevocable en protesta ante la intervención de la Universidad de Panamá,
a consecuencia del golpe militar de ese año.
Nueva historia general de Panamá X 829

Los primeros profesores de ciencias básicas fueron: Anatomía Humana: doc-


tor Manuel Moreno; Anatomía Patológica, Histología y Neurohistología: doctor
Juan Miguel Herrera; Química Médica Fisiológica y Fisiología: doctor Santiago
Pi-Suñer; Parasitología y Microbiología: doctora Enid de Rodaniche; Psiquiatría:
doctor Mariano Górriz; Farmacología: doctor José Garreta Sabadel; Deontología
e Historia de la Medicina: doctor Julio A. Lavergne.
Los primeros maestros en ciencias clínicas fueron: en Medicina Interna: Gus-
tavo Méndez Pereira; en Cirugía General, doctor Jaime de la Guardia y Bernar-
dino Gonzáles Ruiz; Salud Pública y Bioestadística: doctor Alberto Calvo;
obstetricia y Ginecología: doctor Horacio Conte Mendoza; Pediatría: doctor Le-
opoldo Benedetti; Propedéutica y Conferencias Clínico-Fisiológicas: doctor Ro-
lando A. Chanis; oftalmología: doctor Benjamín Boyd; Tisiología: doctor
Amadeo Vicente Mastellari; Medicina Legal: doctor Rolando A. Chanis; orto-
pedia: doctor Luis D. Alfaro; Medicina Tropical y Hematología: doctor Carlos
Calero; Urología, doctor Alfredo Figueroa; Cardiología: doctor Mario Rognoni;
Radiología: doctor Luis Vallarino; otorrinolaringología: doctor Manuel Preciado;
Dermatología: doctor Arturo Tapia; Neurología y Neurocirugía: doctor Antonio
González-Revilla.
La Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá se convirtió desde
su creación en el alma mater de la medicina panameña, alcanzando un liderazgo
académico indiscutible, que hasta el año 2000 graduó 2,576 médicos, una pléyade
de profesionales que ha impactado tremendamente la salud y la calidad de vida
de los panameños, en la segunda mitad del siglo XX. El desarrollo de la Facultad
de Medicina se complementó con la inauguración de las Escuelas de Tecnología
Médica (1965) y de Salud Pública (1986); esta última fue creación del doctor Gas-
par García De Paredes. Fueron sus primeros directores los doctores Braulio Vir-
gilio Peralta y Enrique García, respectivamente.
Desde 1950 el Retiro Matías Hernández había sido rebautizado como Hos-
pital Psiquiátrico Nacional. Entre los años de 1940 a 1960 pocas fueron las adi-
ciones y mejoras físicas que se hicieron al antiguo recinto, que durante este
período siempre sería una institución de muy pocos recursos. Como en el caso
del Hospital Santo Tomás, el primer médico jefe del Retiro de Matías Hernández
lo fue un norteamericano, el doctor R. Hargraves, que era segundo jefe del Hos-
pital de Corozal. Junto con él se nombró el doctor Juan Feraud Peñafiel como
médico ayudante y a la señorita Evelia García como enfermera jefe. Con el trans-
currir de los años, se fueron incorporando otros profesionales nacionales y ex-
tranjeros que trajeron con ellos inestimables aportes al desarrollo de la psi-
quiatría, entre los que sobresale la figura del doctor Mariano Górriz, español de
nacimiento y reconocido como zapador de la psiquiatría panameña, no solo en
el Hospital Psiquiátrico, sino también en la Facultad de Medicina y en la Direc-
ción Nacional de Salud Mental, desde donde influyó poderosamente en el des-
arrollo de la psiquiatría nacional. otros psiquiatras de primera línea fueron el
830 X Historia de la medicina en Panamá

doctor Ludwig Strauss, alemán de nacimiento; el doctor Camilo Justiniani, el


doctor José Kaled, el doctor Rafael Cantón y el doctor Giovanni Cantagalli, este
último italiano de nacimiento. Todos estos profesionales se distinguieron por
tratar de humanizar el ambiente del Hospital Psiquiátrico, que continuaba en
condiciones de penuria y abandono.
El perfil del paciente con enfermedad mental no ha tenido muchas varia-
ciones a través de las décadas. En sus inicios se atendía una regular cantidad de
pacientes con neurosífilis y se utilizaron recursos terapéuticos como el psicoa-
nálisis y otros ya desaparecidos como malarioterapia, insulinoterapia, la elec-
troconvulsoterapia y el uso parenteral de trementina.
otras realizaciones de la época lo fueron la creación del Consejo Técnico de
Salud en 1953 y de organizaciones benéficas, como la organización Panameña
Antituberculosa (oPAT) y la Liga Panameña contra el Cáncer en 1952.
El 2 de mayo de 1953 el Gobierno panameño concluyó e inauguró un hos-
pital para la tuberculosis, con el digno y merecido nombre de Hospital Nicolás
Solano, con el cual se homenajeaba al insigne médico chorrerano que dedicó
toda su vida como profesional y salubrista, a la lucha contra dicha enfermedad.
El Hospital Nicolás Solano constaba de diferentes pabellones, bien aireados
y con buenos recursos para cirugía torácica, ya que la colapsoterapia temporal
del pulmón de Forlanini, era el tratamiento más extendido de la época, hasta el
descubrimiento y desarrollo de la isoniazida en 1954.
otros facultativos, que se distinguieron en la lucha contra esta enfermedad,
fueron los tisiólogos Amadeo Mastellari, Agustín Sosa, Máximo Carrizo, Vicente
Avendaño y Juan B. Flores y ya propiamente los neumólogos a partir de 1960:
Juan de Dios Echevers, Alberto Calvo, Iván Cumbertbatch, Augusto Gerbaud,
Jacinto Gonzales, Joseph Herbert, Mario Larrategui, Juan Massott, Francisco Mo-
reno Pascal y Rodolfo Young.
otros hospitales inaugurados en esta época fueron el «Aquilino Tejeira» de
Penonomé en 1950, el «Sergio Núñez» en ocú en 1953 y el Hospital de Bocas del
Toro en 1954. Además de los nuevos hospitales, hubo un lento, pero progresivo
aumento de centros de salud, cuya atención se vio fortalecida por la ley de in-
ternado, como vimos. Es así que para 1960 ya existían en el país 38 centros de
salud y 3 «brigadas móviles», que atendían a núcleos alejados de los centros ur-
banos del país.
Resulta oportuno mencionar aquí, que durante la primera mitad del siglo
no fueron pocos los médicos que incursionaron en el campo de la política parti-
dista, alcanzando seis de ellos la primera magistratura de la nación. Así, en orden
cronológico, tenemos al doctor Manuel Amador Guerrero, primer presidente de
la república (1904-1908), doctor Ciro Urriola (1918), doctor Arnulfo Arias Ma-
drid, tres veces presidente de la nación (1940-1941, 1949-1951 y 1968), doctor Au-
gusto Samuel Boyd (1939-1940), doctor Daniel Chanis Jr. (1949), doctor Sergio
Gonzáles Ruiz (1961) y doctor Bernardino Gonzáles Ruiz (1963).
Nueva historia general de Panamá X 831

Probablemente, el hecho que marca más a este período, al que hemos lla-
mado «institucional», sea la inauguración del Hospital General de la Caja del
Seguro Social, lo que vendría a transformar aún más la prestación de servicios
de salud en nuestro país, ocasionando la predominancia de una atención insti-
tucional sobre la particular o bien llamada «profesión liberal», una vez que en
el Panamá de la segunda mitad del siglo, la atención de salud va a estar concen-
trada especialmente en las instituciones públicas (Ministerio de Salud, Caja de
Seguro Social) y privadas (grandes clínicas-hospitales, compañías de seguros).
Los servicios médicos propios del Seguro Social comenzaron en 1947, como
ya hemos visto, constituyéndose su primera policlínica, la Policlínica Presidente
Remón, en calle 17 oeste, que inició operaciones en 1941.
Ante la creciente demanda, la junta directiva de la institución ordenó en
1955 la construcción del hospital en terreno cedido por la Universidad de Pa-
namá, al frente de la Escuela de Medicina. Mientras se construía el hospital,
en 1950, el Seguro Social arrendó el edificio que antiguamente servía para la
maternidad del Hospital Santo Tomás. Fue allí, en el «Pabellón de los Asegu-
rados», donde se inició la atención hospitalaria con especialistas de la talla de
Juan Nicosia, Guillermo González Barrientos y Rafael Sabonge, en medicina
interna; Rolando de la Guardia y Rogelio Arosemena en cirugía general; Fe-
rruccio Bertoli en patología; y Rogelio Boyd, Timoteo Suescum y Virgilio Pe-
ralta en ginecología.
El nuevo Hospital General de la Caja del Seguro Social (HGSS) fue finalmente
«inaugurado el 21 de mayo de 1962», con una capacidad de 261 camas y bajo la
dinámica gerencia del doctor Juan Luis Correa, como primer director médico, y
el licenciado Rodrigo A. Moreno como administrador.
Inicialmente la oferta de servicios sobrepasó bastante a la demanda y no
había muchos pacientes lo que, no obstante, fue cambiando rápidamente a me-
dida que se alcanzaba una gestión hospitalaria eficiente y con elevados están-
dares de atención. Aunque en esos comienzos el hospital del Seguro era enfocado
solamente para cuidados asistenciales, el interés constante de los primeros maes-
tros, antes citados, terminó también por transformarlo en centro de enseñanza e
investigación, incorporándose la formación de médicos internos y residentes.
El primer director de docencia del hospital fue el doctor Rafael Sabonge,
que conjuntamente con el doctor Correa iniciaron en 1962 las jornadas médicas
de la Caja de Seguro Social y en 1963 la biblioteca del nosocomio. En 1969, ambas
iniciativas docentes fueron reforzadas con la creación de la Revista Médica del Se-
guro Social.
La primera promoción de médicos especialistas incluiría, en medicina in-
terna, al doctor Demetrio Dutari y la doctora Nivia Espinosa; en cirugía general,
a los doctores Abdiel Marengo, Enero Avilés y Emilio Viggiano Yanis; y a los
obstetras, Tomás Barsallo, Adolfo Ramírez, Pablo Hernández y Jorge Lasso de
la Vega.
832 X Historia de la medicina en Panamá

El nuevo hospital trajo diferentes cambios en la práctica institucional, pro-


movidos inicialmente por el doctor Correa, como fueron la enseñanza a la cabe-
cera del paciente, el respeto a la opinión científicamente fundamentada y la junta
médica de consulta para problemas médicos de difícil solución.
Con los años el HGSS fue sobrepasado constantemente por la demanda, fue
así que en 1966 se construyó un nuevo cuarto de urgencia, una unidad psiquiá-
trica, un cuarto de cuidados intensivos y una sala para neurocirugía; y el 16 de
diciembre de 1975 se inauguró oficialmente la Policlínica Especializada y el Hos-
pital Especializado, convirtiéndose en el Complejo Hospitalario Metropolitano
«Doctor Arnulfo Arias Madrid», la mayor institución hospitalaria de nuestra na-
ción en el siglo XX, con 899 camas, 7 unidades de cuidados intensivos, 2 unida-
des de cuidados semiintensivos, 3 cuartos de urgencias y con 33,000 egresos
hospitalarios por año. Constituida la atención por 428 médicos especialistas, 45
médicos de atención primaria, 148 médicos residentes, 85 médicos internos, 571
enfermeras, 69 asistentes de clínica y 714 profesionales afines de la salud.
Durante sus 38 años, esta institución va también a marcar hitos en la historia
de la medicina en Panamá, en lo que se refiere a la promoción de una atención
especializada, siempre innovadora, con el surgimiento de nuevas especialidades:
cirugía cardiovascular, cirugía pediátrica, geriatría, hematología, neumología,
enfermedades infecciosas, nefrología, reumatología, medicina crítica, medicina
física y rehabilitación, medicina familiar, radiología, cardiología intervencionis-
tas, neurocirugía, urología, anestesiología, otorrinolaringología, anatomía pato-
lógica, gastroenterología, cardiología y el incremento progresivo de programas
de residencias con la consecuente formación anual de 45 a 50 profesionales de
las diferentes especialidades y subespecialidades.
Entre la segunda generación de forjadores de especialistas que transitaban
por el mayor hospital de la seguridad social panameña, no podrían dejar de
mencionarse a maestros como: Pablo Fletcher, Aníbal Tejada, en medicina in-
terna; Gaspar García de Paredes y Enero Avilés en cirugía; y Alonso Roy en
otorrinolaringología.
Para comienzos de la década de 1960, habían 338 médicos en el país y el Di-
rectorio médico nos da una idea de las múltiples influencias que recibía la medi-
cina panameña, por la formación de pregrado. Para esa época, la mayoría de los
profesionales (40%) eran graduados en América Latina (especialmente México
y Argentina), el 26% se habían graduado en Estados Unidos, el 17% en Europa
(especialmente España) y el 16% eran graduados en la Universidad de Panamá.
Aunque la creciente atención en salud de la Caja de Seguro Social vino a re-
presentar una mayor amplitud de la cobertura del sector gubernamental, la ver-
dad es que las grandes mayorías de la población panameña, especialmente los
sectores rurales y aquellos de la periferia urbana, al final de la década de los 60,
todavía se encontraban bastante marginadas del acceso a la gestión y oferta gu-
bernamental de atención.
Nueva historia general de Panamá X 833

En la capital existían dos hospitales públicos, el Hospital Psiquiátrico Na-


cional y el Hospital del Niño. En el resto de la república existían otros 13 hospi-
tales públicos. En lo que respecta a centros de salud, en la capital existían 3 y en
el resto del país 38 instalaciones.
En 1960, se inauguró el Hospital del Corazón de Jesús en el archipiélago de
San Blas, en 1962 El Real del Darién, en 1967 el «Francisco Javier» de Cañazas,
en 1968 el «Luis H. Moreno», y en 1968 el «Cecilio Castillero» de Chitré.
En 1963, se creó la Facultad de odontología en la Universidad de Panamá.
Su primer decano fue el doctor Juan R. Morales Jr. y la primera graduación se
realizó en marzo de 1972.
La política de salud vino a sufrir una gran transformación con el régimen
octubrino y la creación del primer Ministerio de Salud en enero de 1969. El pri-
mer médico que ocupó ese puesto fue el doctor José Renán Esquivel, pediatra
de gran renombre nacional e internacional, que fungía previamente como direc-
tor del Hospital del Niño.
El doctor Renán Esquivel adoptó las recomendaciones del estudio del doctor
Isidoro Falk de 1956, que indicaba la necesidad de la centralización normativa y
la descentralización gerencial y la creación de las Direcciones Regionales de
Salud Pública. Aparece así en la historia de nuestra medicina el organismo rector
de la salud pública de los panameños, con el lema que lo hizo famoso: «Salud
igual para todos los panameños». Dentro de la coyuntura política en que se in-
cluía el nuevo Ministerio de Salud, orientó su atención en salud dentro de una
perspectiva preventiva, integral y comunitaria, innovando con la creación de 5
programas médicos-sanitarios (materno infantil, medicina de adultos, sanea-
miento ambiental, administrativo y organización y educación en salud de la co-
munidad), la descentralización de la atención médica, los comités de salud, los
huertos comunitarios, la lucha contra la desnutrición, etc.
El doctor José Renán Esquivel, con el apoyo del general omar Torrijos, trans-
formó la gestión de salud del país, con la creación de proyectos comunitarios
para sistemas de agua potable, vacunación de todos los niños, producción de
alimentos, planeamiento familiar, farmacias comunitarias y desarrollo de la
salud pública.
El Hospital «Anita Moreno» de la Villa de Los Santos se inauguró en 1971.
En 1972 los de Puerto Armuelles y Changuinola. Para 1975, el «Manuel Iglesias»
de Aligandí, el de Tonosí en 1978, el Vigía en Chitré en 1979, La Palma en Darién
en 1988, y en 1982 el de Almirante.
Muchas de las acciones aludidas acabaron por modificar los indicadores de
salud de la nación, por lo que se pasó de 95 instalaciones de salud en 1969 a 376
en 1980; de una expectativa de vida al nacer de 60.8 años en 1960 a 72.2 años en
1990, y de una tasa de mortalidad infantil de 57.8 en 1960 a 21.7 en 1980.
El crecimiento progresivo de la Caja de Seguro Social y del Ministerio de
Salud se vio reglamentado por una integración de servicios de ambas instituciones
834 X Historia de la medicina en Panamá

en el interior del país entre 1970 y 1980, que además inició la regionalización
operativa del sector salud. Igualmente en 1975 se incorporó al Seguro Social la
atención de salud de los beneficiarios.
La consecuencia de todos estos cambios sería la creciente predominancia de
una atención institucional, por la que el Estado se convierte en el gran contrata-
dor y prestador de servicios de salud, con la creación de numerosos centros de
salud y policlínicas de la seguridad social a todo lo largo y ancho del Istmo, que
enfrentaron progresivamente una gran demanda asistencial (o de asistencia).
Todo este énfasis en la atención primaria y preventiva vendrá a rendir sus
frutos cuando en la segunda mitad del siglo se transforma el perfil epidemioló-
gico de Panamá, a consecuencia de la transición epidemiológica, al volverse más
prevalentes las enfermedades crónico degenerativas (como por ejemplo, la dia-
betes mellitus, la hipertensión arterial, la cardiopatía ateroesclerótica) al despla-
zar a las infectocontagiosas o parasitarias, que en forma general van quedando
relegadas en importancia.
Panamá fue el primer país centroamericano en erradicar la poliomielitis en
1972. Desde el mismo año no hay casos de rabia canina y, desde 1973, no se pre-
senta en humanos. A partir de 1974 no se han presentado casos de fiebre amarilla
selvática; el último caso de difteria fue notificado en 1981. Los dos primeros casos
de la pandemia de VIH/SIDA, se diagnosticaron en 1984, superando los 5,000 casos
reportados para el año 2000.
Panamá también contó con un período histórico de medicina militar. Carlos
Ramírez Blázquez narra que la primera etapa de salud militar se inició en 1946,
con oficiales con cargos honoríficos en la Policía Nacional como lo fueron: Mario
Rognoni, Ricaurte Crespo, Saturnino Denis, Víctor Pareja y otros. El doctor Pa-
reja fue el primer médico militar de carrera en Panamá.
A inicios de los años 60, se inicia una segunda etapa con la incorporación
de profesionales varios, entre los que destacan los médicos Alfredo Burgos, Se-
bastián Bruna, Álvaro Hassan, orlando Calzudes, Carlos Ramírez, Blázquez,
Carlos García Aguilera, y odontólogos como Luis Cornejo Sáenz y Juan B. Arias.
En 1969 se creó Sanidad Militar, que fundamentalmente se dedicó inicial-
mente a brindar cuidados asistenciales a los agentes y sus familiares en servicios
de consulta externa y hospitalización (Sala 28 del Hospital Santo Tomás). En esta
etapa se incorporaron nuevos médicos como Luis Eduardo Ruiz Valdés, Alonso
Velarde, Alfredo Hidrovo, Abelardo Bal, Federico Richa Humbert, German
López, Martín Sosa y otros.
De 1972 en adelante se habilitó el Hospital «Victoriano Lorenzo», en un edi-
ficio abandonado dentro del Hospital Santo Tomás, el cual contaba con aproxi-
madamente 100 camas. En esta última etapa, la institución militar contaba con
47 médicos de atención primaria, 67 especialistas, 17 odontólogos, 66 enfermeras
y atendía a 15,000 unidades militares y sus familiares, además de realizar giras
de «Acción Cívica» en lugares apartados. Sanidad Militar igualmente estuvo
Nueva historia general de Panamá X 835

presente en la asistencia a las fuerzas panameñas integradas a los «Cascos Azu-


les» de la oNU después de la guerra del Yonki-Pur en oriente Medio en 1973. La
institución militar desapareció en 1989 por el mandato constitucional que abolió
las fuerzas armadas.
El campo de la medicina particular, también evolucionó hacia la atención
institucional. En 1975, bajo la dirección del licenciado Rodrigo A. Moreno, se
fundó el Centro Médico Paitilla, para muchos un hospital modelo en calidad de
atención médica. La Clínica San Fernando también conoció un aumento y ex-
pansión de sus servicios y estructuras, y se inauguraron en la década de los
ochenta y noventa otras clínicas privadas en la capital y el Interior, como fueron
la Clínica Bella Vista, la Clínica Hospital Santa Fe, el Hospital América, el Hos-
pital San Judas Tadeo y el Centro Médico Mae Lewis en David.
Este auge se debió especialmente a que la práctica privada dejó progresiva-
mente de ser una atención particular de consultorio, para convertirse predomi-
nantemente en una práctica corporativa costeada por compañías de seguros,
especialmente después de 1977, cuando, en cumplimiento de los tratados cana-
leros, el Hospital Gorgas dejó de dar prestaciones de salud a los empleados del
Canal, como preámbulo a su cierre definitivo en 1997.
La mayor consecuencia de la institucionalización de la práctica médica ha
sido la tendencia de la pérdida de la relación médico-paciente y a la burocrati-
zación y masificación de los servicios, que afecta a la calidad de la atención que
va perdiendo progresivamente su valor cultural de «apostolado» humanitario.
A partir de 1970 se incrementa rápidamente el número de médicos y en tér-
minos de ciencias clínicas puede decirse que a partir del mismo año surgen todas
las especialidades médicas en el país, con sus respectivas sociedades académicas
y gremiales. Además de las nuevas especialidades, ocurre también el fracciona-
miento de las mismas, alcanzándose alto grado de sofisticación en la atención
de los nacionales. A diferencia de las primeras etapas, la mayoría de los médicos
serán graduados en el país. Esta tendencia se verá reforzada a final de siglo con
el surgimiento de escuelas de medicina de universidades privadas, Collumbus
University en 1992 y Universidad Latina en 1994.
De los 35 hospitales públicos en existencia en 1988, 8 eran especializados,
14 eran hospitales generales y 13 eran generales rurales.
Para 1998 existían 4,872 médicos idóneos registrados; de estos, 3,552 (73%)
eran varones, 2,476 (50%) eran especialistas y 2,187 (45%) eran graduados en la
Universidad de Panamá. El mayor centro extranjero formador era México (24%),
seguido de España (7%) y Costa Rica (5%). Para 1990, el 65% de los médicos se
concentraba en la ciudad capital.
El desarrollo de especialidades trajo también tratamientos clínicos innova-
dores, como la insulinoterapia, hemodiálisis, radioterapia, quimioterapia; y qui-
rúrgicos, como la implantación de marcapasos, la neurocirugía, cirugía cardiaca,
cirugía reconstructiva, cirugía laparoscópica, cirugía de trasplante renal (1990).
836 X Historia de la medicina en Panamá

Las innovaciones tecnológicas también permitieron la rápida implementa-


ción en el país de nuevos recursos diagnósticos y preventivos, como la fluoros-
copia, el ultrasonido, la tomografía axial computarizada, la endoscopía digestiva
y respiratoria, la medicina nuclear y la resonancia magnética, entre otras.
La psiquiatría panameña también aplicó e innovó sus tratamientos, bene-
ficiando a los enfermos mentales con una psicofarmacología moderna, fraccio-
nando su atención para la paidosiquiatría y alcanzando el justo reconocimiento
como la quinta especialidad básica.
Entre 1990 y 1996 el país enfrentó una epidemia de cólera, la reemergencia
del dengue y el primer caso de dengue hemorrágico. Según Arosemena y Pin-
zón, los últimos casos nuevos de la enfermedad de Hansen o lepra se presenta-
ron en 1999. Aún hay casos de enfermedad de Chagas y las tasas más altas
provienen de La Chorrera y Arraiján. En Panamá oeste y en Bocas del Toro con-
tinúan presentándose casos de leishmaniasis.
Durante el siglo pasado, la medicina panameña siempre contó con excelen-
tes maestros y recopiladores históricos, entre los que debemos destacar al doctor
Alonso Roy, al doctor Luis Picard-Ami, al doctor Harry Castro Stanziola y otros.
A este último, agradecemos por la revisión final de este texto.
Como conclusiones de este último período, podríamos considerar la conso-
lidación de un modelo estructural de atención médica netamente nacional, con
una tendencia continuada hacia la especialización médica, por una parte, y con
creciente influencia de la salud pública, por la otra. La progresiva globalización
del conocimiento médico y la demanda continua de servicios lleva al dominio
progresivo de las corporaciones de salud (Ministerio de Salud y Caja de Seguro
Social en el sector público y compañías de seguro en el sector privado) y de la
industria farmacéutica con sus pujantes intereses. Mientras que en hospitales
del Interior escasean los recursos, la progresiva tecnificación del hospital de
«cuarto nivel» y una tendencia hacia el cientificismo parecen convertirse en obs-
táculos en la relación médico-paciente.
Las megatendencias del Istmo a finales del siglo XX no eran muy diferentes
a las de otros países latinoamericanos:
1. Aunque en otros países latinoamericanos se ha deteriorado la medicina
como una profesión liberal independiente, lo cierto es que en Panamá esta
tendencia pudo mantenerse durante todo el siglo XX, sustentada en parte
por la estabilidad económica, el poco número de profesionales, la presencia
norteamericana y consiguiente poder adquisitivo, y en la última mitad del
siglo por el desarrollo del sector de las aseguradoras privadas y colectivi-
zación de la asistencia médica-corporativa.
2. Poder mantener a la medicina panameña como una profesión liberal es, a
mi juicio, uno de los grandes desafíos del siglo XXI, que tendrá mucho que
ver con la economía de la nación y el desarrollo nacional futuro.
Nueva historia general de Panamá X 837

3. Contrariamente a otras épocas, observamos también una tendencia cada


vez mayor a una formación médica cada vez más nacional, que de por sí ha
dado muestras de gran excelencia académica, como lo demuestran los pro-
gresivamente mejores indicadores de salud de nuestra población y la parti-
cipación de nuestros médicos en el mercado interno y aun en el externo. La
tendencia a la especialización y a los estudios de posgrado continuará
siendo fuerte y cada vez más competitiva. La mujer tendrá cada vez mayor
presencia en el acontecer profesional.
4. Como el resto de la América Latina y el mundo, Panamá se encuentra en la
transformación constante de su modelo de salud, orientándolo hacia un sis-
tema descentralizado, integral, preventivo y sectorizado, que seguramente
evolucionará a un solo sistema de salud, por los escasos recursos y los cre-
cientes costos económicos que la medicina moderna implica, tanto para las
plataformas diagnósticas como terapéuticas. La inclinación hacia la atención
hospitalaria (hospitalismo) se verá así reorganizada con base a la atención
primaria.
5. El desarrollo de la medicina científica panameña durante el siglo XX, tanto
en áreas quirúrgicas, como clínicas, proseguirá en el siglo XXI a pasos agi-
gantados, predominando el perfil epidemiológico de país desarrollado, sin
por eso alcanzarse aún la supresión de las enfermedades infectocontagiosas,
muy prevalentes aún en áreas postergadas o relacionadas a estilos de vida
(tuberculosis, sida). Los diferentes avances tecnológicos seguirán alcan-
zando a nuestro país y beneficiando a nuestra población en general.
6. Los continuos esfuerzos por la transmisión de los valores supremos de la
profesión médica continuarán para las futuras generaciones de profesiona-
les que deberán siempre comprender a la medicina dentro de una perspec-
tiva ética en el contexto de una práctica humanitaria y compasiva.
CAPíTULo XXVII

Historia de la arquitectura y
el urbanismo en el siglo XX
Samuel A. Gutiérrez

Introducción

La arquitectura y el urbanismo de Panamá, durante el siglo XX, ofrece ele-


mentos históricos, técnicos y artísticos de gran interés para un análisis de la im-
pronta urbana y edilicia durante esta centuria.
Desde el inicio del siglo XX, la ciudad confirma unas relaciones iniciales
entre el paisaje natural –el mar– y el paisaje cultural –el tajo de la vía interma-
rina– las cuales caracterizan posteriormente su crecimiento y funciones urbanas.
Por un lado, el océano Pacífico aparece como un factor condicionante de la forma
urbana; y, por el otro, los linderos de la extinta Zona del Canal, establecidos en
1904. Estos límites la estrechan en un ángulo aproximado de 30 grados, obligán-
dola a un incontrolable crecimiento longitudinal, de ciudad que se prolonga uni-
direccionalmente, sin un tejido coherente, lo que generó un proceso de auténtica
desurbanización, de urbe inconexa, de anticiudad.
Esquemáticamente, en el desarrollo de la arquitectura y el urbanismo de Pa-
namá durante el siglo XX, se advierten las siguientes etapas:
• La arquitectura y el urbanismo de las primeras décadas republicanas (1903-
1930).
• Época del Canal: ciudad jardín y arquitectura tropical (1904-1914).
• Transición arquitectónica (1930-1940).
• Arquitectura funcionalista (1940-1970).
• Inicio de un crecimiento urbano desmesurado (1930-1970).
• El urbanismo oficial (1940-1970).
840 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX

• La arquitectura posmodernista (1970-2000).


• Fin de siglo y caos urbano: la invasión del cielo urbano y el espejo empañado
de la bahía.

La arquitectura y el urbanismo de las


primeras décadas republicanas (1903-1930)

La arquitectura y el urbanismo de las primeras décadas republicanas (1903-


1930), correspondientes a una etapa formativa de la nacionalidad panameña, fue
la época histórica de la conformación de una fisonomía y una cultura arquitec-
tónica y urbanística en la ciudad capital.
Debemos ubicar la génesis de la modernidad de la ciudad de Panamá en
la época de ruptura de sus estructuras finiseculares; es decir, cuando se produce
la separación de Colombia en 1903 y se construye la vía intermarina, entre 1904-
1914. La ciudad varía su fisonomía de antigua cabecera departamental colom-
biana y crece con la llegada de miles de trabajadores para la construcción de la
vía de agua.
Con la separación se crea un nuevo orden jurídico y una infraestructura
acorde con la época. En 1903 comienza un proceso de modernización y rees-
tructuración, donde la naciente administración del Panamá republicano, em-
prende la tarea de construir edificios públicos para albergar las dependencias
oficiales, como escuelas y colegios, palacios de gobierno, teatros, hospitales y
otras obras. Era obvio que durante este período, el lenguaje arquitectónico ne-
oclásico1 era evidentemente el suyo. El Neoclasicismo, jugó un papel importante
en la transformación de la cultura edilicia, al impulsar las esferas oficiales, los
nuevos modelos europeizantes. En este período se destaca la participación del
arquitecto italiano Genaro Ruggieri, quien colaboró en las nuevas tipologías
edilicias arquitectónicas.
El auge del Neoclasicismo en Panamá comenzó en la primera década del siglo
XX, a raíz de la construcción del Teatro Nacional, el Palacio Nacional, el Palacio
Municipal, y el edificio para el Instituto Nacional. Ya hacia 1930, este movimiento
arquitectónico nos había legado, entre otros, los siguientes edificios: la Estación
del Ferrocarril, el Palacio de Bellas Artes para la Exposición Nacional de 1915, el
Palacio de Archivos Nacionales, el Hospital Santo Tomás y el Palacio de Justicia.
La historia política de Panamá, hacia la segunda década del siglo XX, propicia
la consolidación de la modernización del país y de la urbe capitalina durante los
períodos presidenciales del doctor Belisario Porras Barahona (1912-1924).
Porras enarboló el liberalismo de la época y transformó las estructuras so-
ciales al propiciar el desarrollo de la nación. Este estadista inició la construc-
ción de carreteras nacionales y dejó construido el ferrocarril de la provincia de
Chiriquí. Para la ciudad de Panamá estableció disposiciones sanitarias sobre
Nueva historia general de Panamá X 841

construcciones; levantó, hasta su conclusión, los edificios del Archivo Nacio-


nal, la Cárcel Modelo y el Hospital Santo Tomás; fundó la comunidad de San
Francisco y construyó el barrio de La Exposición.
En 1915, se celebró la gran Exposición Nacional de Panamá. El magno acon-
tecimiento era conmemorativo del IV Centenario del Descubrimiento del Mar
del Sur por el adelantado Vasco Núñez de Balboa.
La exposición se verificó en los terrenos de «El Hatillo», conocidos hoy como
urbanización La Exposición. De los edificios que quedaron de aquella experien-
cia, se conservan aún los que fueron el Palacio de Artes y el Palacio de Gobierno.
En estos dos edificios funcionan, actualmente, la Gobernación y la Procuraduría
de la Administración. Además de estas obras, también se construyó el Pabellón
Español y el Palacio de Cuba.
La Exposición Nacional de Panamá genera una dinámica urbana que se pro-
yecta hasta 1938: la misma define el surgimiento de nuevas urbanizaciones como
La Exposición, Bella Vista, Vista del Mar y Altos de Bella Vista, hoy La Cresta,
como asientos de familias adineradas. En estos barrios periféricos se levantan
residencias de una y dos plantas, rodeadas de amplios jardines.
Estas urbanizaciones resultaron de un amable urbanismo: amplias avenidas
y calles arboladas, las casas con techos de tejas, arcos en las puertas y ventanas,
discretos balcones, rejas decorativas de hierro, y una aplicación extensiva de de-
talles arquitectónicos a manera de una vestidura estilística, como era corriente
en esa época. Se trataba de lo que se conoció como español californiano, que le dio
a estas urbanizaciones un especial carácter, unidad e identidad, elementos que
definieron la arquitectura de un período conocido como el del estilo bellavistino.
Rara vez la historia del urbanismo y la arquitectura de Panamá tornará a regis-
trar aciertos tan gratos ambientalmente, si excluimos la arquitectura en madera
de la época del Canal o la acertada decisión de transformar la avenida Central
en una vía peatonal.
Durante esos años se ve también la floración de manifestaciones arquitec-
tónicas y artísticas diversas como el art-decó, el art-nouveau, y la persistencia de
«Revivals». De estos movimientos, el art-decó (1930-1950) dejó su impronta en
una gran cantidad de edificios del centro histórico y de otros sectores de la ciu-
dad como en La Estrella de Panamá, el Teatro Balboa, el edificio La Pollera, la re-
sidencia de las hermanas Duque en avenida A, entre las calles Cuarta y Quinta,
y otros. Esta corriente artística se expresa en términos de un decorativismo y
una simplificación geométrica y, en otros casos, con las esquinas redondeadas
como en el viejo edificio de la Lotería, ubicado en la avenida Central.
En estos años, también se fermentan problemas sociales que encuentran su
cauce en las huelgas inquilinarias de 1925 y 1932, y el surgimiento de la primera
barriada bruja o marginal en el sector de Boca de la Caja. Una de las respuestas
a este problema habitacional fue el inicio del Barrio obrero en el sector de El
Cangrejo, iniciativa que apenas dejó unas cuantas viviendas construidas.
842 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX

Época del Canal: ciudad jardín y


arquitectura tropical (1904-1914)

La franja de terreno de la antigua Zona del Canal puede verse, en su totali-


dad, como una gran ciudad-jardín, que se extiende desde el Pacífico hasta el
Atlántico, con una flora y fauna de extraordinario valor. También puede verse,
aisladamente, como una serie de comunidades o pueblos satélites, magnífica-
mente interrelacionados por el ferrocarril transístmico y la carretera que parte
de Ancón y que se desplaza en forma paralela a la vía de agua, hasta la altura
de Paraíso, para desviarse a Gamboa y a la represa de Alajuela2.
En ambas modalidades, los norteamericanos se enclaustraron en comuni-
dades donde las cuatro funciones urbanas: habitar, trabajar, recreación y circu-
lación, armonizaban con las áreas verdes y boscosas. Por otro lado, la selva
tropical, la vía de agua, el lago Gatún y el lago Miraflores, constituyen un cintu-
rón verde y acuático con valores paisajísticos y escenográficos de extraordinaria
belleza.
En el sector del Pacífico, en una de las laderas del cerro Ancón, se ubicaron
dos nuevas comunidades: Balboa y Ancón; con viviendas permanentes para eje-
cutivos y empleados norteamericanos. Próxima a Balboa se levantó «La Boca»,
para alojar a empleados de color y a sus familias.
Para estudiar los sitios de los edificios públicos permanentes del nuevo pue-
blo de Balboa, se nombró una comisión, integrada por el ingeniero H. H. Rous-
seau, capitán R. E. Wood, Frederick Mears, y el arquitecto paisajista William L.
Phillips3. Esta comisión acordó que el eje principal del pueblo pasaría a través
del centro del Edificio de Administración, en el norte, y tentativamente sobre la
nueva casa club en el viejo camino de Balboa, en el sur, recomendándose la adop-
ción del eje central a lo largo de «El Prado». También sugirió esta comisión ubicar
allí la escuela, la estación ferroviaria, el cuartel de bomberos, la Corte de Justicia,
la estación de Policía, el edificio para el departamento de sanidad, el dispensario,
el correo, viviendas y otros edificios.
La otra comunidad, Ancón, construida también en una de las laderas del
cerro Ancón, quedó a espaldas de la ciudad de Panamá. En 1912, el artista Joseph
Pennells captó exquisitos dibujos de este sector, al que consideró un «perfecto
pueblo japonés»4 con casas de interiores encantadores. En estas estribaciones del
cerro Ancón y en los Altos de Balboa, entre calles que serpentean y espacios ver-
des, surgen las viviendas levantadas sobre zancos de madera o pilotes de con-
creto a dos metros de la tierra. Estas cabañas zancudas y envueltas en tela
metálica, de las que disfrutaron en esta área los empleados norteamericanos del
Canal, parecen emerger del suelo entre jardines bien conservados. Una versión
local de una buena relación arquitectura-naturaleza, como en el Japón o en la
arquitectura Writhiana.
Nueva historia general de Panamá X 843

Además de estas comunidades de Balboa y Ancón, contiguo a la ciudad de


Colón, los norteamericanos vivieron en Cristóbal, lugar donde también edifica-
ron diques y oficinas. Pennels también encontró a Cristóbal como un pueblo «ab-
solutamente japonés». Lo vio rodeado de palmeras con casas de campo sobre
pilotes, construidas de madera y pintadas de blanco5.
Los norteamericanos también levantaron Gatún, Gamboa y Corozal, comu-
nidades que llenaron de plantas y árboles, iguales que Balboa; así como Los Ríos,
Cárdenas Village, Margarita, Las Cruces, Diablo Heights y otras. Para la pobla-
ción que no era norteamericana, construyeron los poblados de Paraíso, Pedro
Miguel, La Boca, Las Cruces (sector latinoamericano) y «Silver City».
Esta arquitectura se caracteriza también por la gran cantidad de balcones o
galerías. Algunos de estos espacios circundan completamente la casa o edificio.
Esto era necesario debido al clima y también para protegerlos de lluvias repen-
tinas. Para evitar los mosquitos y otros insectos, las terrazas fueron cerradas con
tela metálica6.
Entre los edificios de importancia, construidos por los norteamericanos, des-
tacan el Edificio de Administración y el Hotel Tívoli. El primero con funciones
administrativas, se levantó en un amplio terraplén rodeado de escalinatas, con
una impresionante vista de la entrada del Canal.
Por otro lado, el Hotel Tívoli fue un paradigmático edificio de arquitectura
en madera de este período. La construcción fue comenzada al final de 1905, un
año después de reiniciadas las obras del Canal por parte de los norteamericanos.
Fue diseñado por el arquitecto P. o. Wright Jr. Esta casa de hospedaje fue cerrada
el 15 de abril de 1971 y, posteriormente, demolida, alegándose gran deterioro en
su estructura y lo costoso de su mantenimiento.

Transición arquitectónica (1930-1940)

El itinerario de nuestra arquitectura, desde comienzos del siglo XX hasta


1940, constituye un movimiento artístico de extraordinario valor. En esta ruta po-
demos encontrar una doble transición: la primera, de la arquitectura neoclásica
a la moderna; y la segunda, de la arquitectura moderna a la contemporánea.
En el lapso de 1913 a 1930, la actividad de los arquitectos no solamente está
dirigida al ejercicio de la profesión, sino también a una labor docente, como la
de los arquitectos Leonardo Villanueva Meyer, Víctor Tejeira, Rogelio Navarro,
y Gustavo Schay. Los más caracterizados y definidos durante este período por
un amplio ejercicio profesional y, a la vez, por contribuir a la formación de pro-
fesionales y artesanos, son Leonardo Villanueva Meyer y Gustavo Schay. El pri-
mero nació en Huaraz, Perú, y el segundo en Hungría. Estos arquitectos dejaron,
en conjunto, importantes aportes a la historia de la arquitectura en el país.
844 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX

Trajeron una notable formación: una sólida cultura general y una actitud madura
para el diseño arquitectónico.
Entre las principales obras del arquitecto Villanueva, figuran la reconstruc-
ción del Palacio Presidencial, la plaza de Francia, y el edificio de apartamentos
La Pollera. Por su parte, el arquitecto Schay diseñó la residencia del señor Ben-
jamín Fidanque, posterior Embajada de Nicaragua, hoy demolida, y el Banco
Nacional de la avenida Central, entre otras obras.
El proceso de implantación de la arquitectura moderna se desarrolló en las
décadas de los treinta y cuarenta. Estos decenios aportaron avances extraordi-
narios en nuestra arquitectura. La primera década puede considerarse como la
etapa de transición, la de la arquitectura modernista, y la segunda abre el ciclo
de la nueva arquitectura bajo la influencia de la arquitectura racionalista, inter-
nacional o funcionalista.
El arquitecto Rogelio Navarro es el representante más caracterizado y un
genuino precursor de esta arquitectura y de este período en Panamá. Navarro
fue el primero en hacer críticas al academismo y a los obsoletos sistemas de cons-
trucción de la época. Algunas obras del arquitecto Rogelio Navarro, como la igle-
sia de Cristo Rey y, fundamentalmente, el Cuartel Central de Policía, hoy
demolido, y el pequeño mercado de la avenida A, cerca del antiguo Teatro His-
pano, constituyen los mejores testimonios de su labor renovadora en el campo
de la arquitectura. También debemos incluir como contribuciones del arquitecto
Navarro, el edificio de la Unilac, en la avenida Cuba, donde hay un juego plás-
tico de ángulos que se curvan y, a la vez, se interpenetran para crear un espacio
cóncavo en la fachada.
Por otro lado, Carlos Fábrega, Jesús María Sosa y P. Casselli, representan a
un grupo de arquitectos que también hicieron valiosas contribuciones y aportes
al desarrollo de la arquitectura en nuestro medio. Estos arquitectos trabajaron
en equipo o independientemente en el diseño de ejemplares de arquitectura mo-
derna en el Departamento de obras Públicas de la Secretaría de Agricultura y
obras Públicas. Entre estos edificios destacan el hospital Amador Guerrero de
la ciudad de Colón, y la piscina olímpica, en la ciudad de Panamá. otros arqui-
tectos que también coadyuvaron con sus diseños durante este período fueron:
Rafael Prado, con la Escuela República de Venezuela; Georgino Gorrichátegui,
el viejo estadio; y Arturo López, el Cuartel de Bomberos de calle 16 oeste, en
unión del arquitecto Urano González.
Como hemos visto, la arquitectura moderna se manifiesta en Panamá hacia
principios de la década del treinta. Los primeros atisbos los constituyeron el mer-
cado de la avenida A, el Cuartel Central de Policía, el Dispensario Antitubercu-
losos en la avenida A, la Escuela República de Venezuela, el Centro Escolar
Manuel Amador Guerrero, la piscina olímpica, el Estado Nacional, el Hospital
Amador Guerrero de la ciudad de Colón, el Cuartel Central del Cuerpo de Bom-
beros, y el Banco Nacional de la avenida Central.
Nueva historia general de Panamá X 845

Estas obras estaban influidas por el racionalismo arquitectónico de la época.


Era obvio que en esta década se desarrollaba, en la arquitectura panameña, una
clara sensibilidad lineal y una depuración de elementos decorativos. Los prime-
ros edificios de este período –que se define al iniciarse la década del treinta– acu-
san todos una gran similitud. Tal es el caso de la forma ovalada del mercado de
la avenida A, el Cuartel Central de Policía, el Hospital Amador Guerrero, el Club
Atlético de la piscina, y el Banco Nacional de la avenida Central.

Arquitectura funcionalista (1940-1970)

Sin duda alguna, uno de los problemas más delicados de la historia de la


arquitectura, lo constituye el poder definir exactamente la terminación, la tran-
sición o el punto de partida de los diferentes períodos. En Panamá, como lo
expresamos, la década del treinta constituye el cambio hacia la arquitectura
moderna.
Al iniciarse la década del cuarenta, nuevos arquitectos regresan a la patria,
después de culminar sus estudios, especialmente en universidades norteameri-
canas. Este grupo se ha formado dentro de los moldes de una clara sensibilidad
lineal. Llega, imbuido de un racionalismo arquitectónico, a levantar la bandera
de una nueva arquitectura, el estandarte de la arquitectura viva, heroica7.
Esta labor reformadora corresponde a los arquitectos Ricardo J. Bermúdez,
Guillermo De Roux y octavio Méndez Guardia, a los que se suma el arquitecto
René Brenes egresado de la Universidad de Chile. Con el arquitecto Guillermo
De Roux se dio en el panorama panameño la muy rara combinación de un gran
talento intelectual y una aptitud extraordinaria como diseñador. Ricardo J. Ber-
múdez fue arquitecto, literato, pensador, y maestro de la juventud panameña.
octavio Méndez Guardia, discípulo del arquitecto alemán Walter Gropius, es
temperamentalmente más afín a la disciplina racionalista, en su obra es palpable
una tranquila y madura eficacia funcional y visual; y René Brenes fue arquitecto,
músico y literato con una cultura de humanista contemporáneo. Los cuatro fue-
ron también egregios profesores de la Facultad de Arquitectura.
Este grupo de arquitectos empleó un concepto de planta libre en el diseño
de edificios y residencias. Introducen nuevos criterios en el empleo de texturas
y materiales de construcción y en el tratamiento de vanos y aberturas. Recurren
al techo plano en vez de los tradicionales techos de tejas; desplazan las terrazas
y las salas hacia las intimidades de los jardines posteriores.
Si el art-decó proclamó en unos casos la liberación del ángulo recto de las es-
quinas para emplear formas redondeadas, en este nuevo período se introducen
los volúmenes neoplasticistas y un cubismo desenfrenado, que vienen a ser
como un triunfo del racionalismo arquitectónico.
Además del diseño de una gran cantidad de viviendas y edificios como las
residencias de los señores Vernon Sasso y Antonio De Roux, y del edificio de
846 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX

apartamentos de la familia De la Guardia-obarrio, diseñados por los arquitectos


De Roux y Bermúdez; y las residencias de los señores Paul Durán, Leroy Watson
y de Roberto Eisenmann, diseñadas por el arquitecto octavio Méndez Guardia,
estos tres arquitectos dejaron las más importantes obras de las décadas de los
cuarenta y los cincuenta. Nos referimos al edificio de la Caja de Ahorros, ubicado
en la avenida Central, y a la Ciudad Universitaria. El edificio de la Caja de Aho-
rros fue diseñado por el arquitecto octavio Méndez Guardia y en el mismo so-
bresalen los quiebrasoles o protecciones antisolares de su fachada y una terraza-
jardín en la azotea.
El conjunto de la Ciudad Universitaria, cuyo concurso fue ganado por los
arquitectos De Roux, Bermúdez y Méndez Guardia, lo conforma el núcleo de
sus edificios, las calles, pasillos o andenes, veredas y otros. Este complejo fue
concebido como una unidad, dominando la acrópolis, donde se levanta el Edi-
ficio de Administración, que acusa una gran influencia lecorbusiana. La arqui-
tectura de la Ciudad Universitaria sería de volúmenes prismáticos simples,
superficies planas, siguiendo un modelo rigurosamente funcional.
Un edificio de este período, concebido también bajo la influencia del fun-
cionalismo arquitectónico, está representado por el Hotel El Panamá, diseñado
por el arquitecto norteamericano Edwart Stone. Desde el punto de vista plástico,
este hotel es un bloque donde predominan los vacíos de los balcones que están
orientados hacia la vía principal, efecto que fue desfigurado en una reforma
posterior.
Los arquitectos De Roux, Bermúdez, Méndez Guardia y René Brenes, tam-
bién ejercieron una gran influencia a favor de la arquitectura contemporánea,
desde la docencia universitaria. Paralelo a los primeros pasos por arraigar la
nueva arquitectura en nuestro medio, se produce otro acontecimiento de no
menor importancia para la arquitectura nacional: la creación de la Escuela de
Arquitectura como parte de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura. La creación
de esta última facultad permitió integrar la enseñanza de la arquitectura en nues-
tro medio, hasta la creación de la Facultad de Arquitectura en 1962.
Al establecerse los estudios de arquitectura, el desarrollo metódico y siste-
mático de su enseñanza ha estado íntimamente vinculada a la trayectoria aca-
démica de los arquitectos Ricardo J. Bermúdez, Guillermo De Roux, y octavio
Méndez Guardia. Posteriormente, ingresan al cuerpo de profesores los arquitec-
tos Rogelio Díaz, René Brenes y Rafael Pérez Molina, quienes hacen también
contribuciones al adelanto de la enseñanza de la arquitectura en Panamá.
A las experiencias funcionalistas de la Caja de Ahorros, la Ciudad Univer-
sitaria, y el Hotel El Panamá, siguió una serie de edificios de apartamentos di-
señados por De Roux, Bermúdez y Brenes, de unas ocho plantas, que represen-
taron una avanzada en la arquitectura panameña: el de I. L. Maduro Hermanos
en la urbanización El Cangrejo, 1949; el Urraca en el parque del mismo nombre,
1956; y el de los hermanos Motta en El Cangrejo en 1958.
Nueva historia general de Panamá X 847

Ya en la década de los 60 y 70, la arquitectura de edificios para bancos, ofi-


cinas, deportivos y condominios, hizo su aparición en obras como el edificio
Grobman en Campo Alegre, Banco Nacional de la plaza Porras, Palacio Legisla-
tivo, Hospital de la Caja de Seguro Social, el Pacific Atlantic Bank en la avenida
Federico Boyd, el Comosa en Campo Alegre, el condominio Tarpeya en Punta
Paitilla, edificio de la Lotería, el Banco Nacional en vía España, el condominio
Atalaya en la avenida Balboa, el edificio de apartamentos Arboix en la avenida
Cuba, el Hotel Continental en la vía España, el Hotel Ejecutivo, el edificio El Ha-
tillo en la avenida Justo Arosemena, el complejo de la Cervecería Panamá en la
Urbanización Industrial, la Policlínica del Seguro Social, y otros8.
Con motivo de la celebración en Panamá de los XI Juegos Deportivos Cen-
troamericanos y del Caribe en 1970, nuestro país se vio precisado a construir
nuevos coliseos deportivos, a fin de que se pudieran llevar a cabo las competen-
cias de las delegaciones que participarían en estos juegos regionales. Estas obras
fueron construidas en terrenos adyacentes al Hipódromo Presidente Remón en
Juan Díaz, lo que conformó un nuevo centro deportivo para la ciudad de Pa-
namá, donde domina la forma plástico-estructural de las mismas.

Inicio de un crecimiento urbano


desmesurado (1930-1970)

Desde 1904, cuando se establece la antigua Zona del Canal, la ciudad ha es-
tado constreñida por el oeste con esta área, y por el sur con el mar, lo que la ha
obligado a un crecimiento longitudinal hacia el noroeste. El viejo camino de «Las
Sabanas» facilitó este acelerado crecimiento lineal. A su turno, la carretera Transíst-
mica contribuiría como eje a la expansión hacia el este. Valorizados los terrenos
por la construcción de esta carretera, surgieron las urbanizaciones Los Ángeles
y El Cangrejo, para clases medias y altas; al norte de esta arteria se desarrollaron
asentamientos de clase media como Betania, Villa Cáceres y Miraflores. Por otro
lado, la avenida Ricardo J. Alfaro permitiría el uso de nuevas áreas entre la ca-
rretera Transístmica y la antigua Zona del Canal. A estas arterias habría que agre-
gar la calle Cincuenta que permitió el trazado de la urbanización obarrio, y la
avenida Balboa y su continuación, la vía Israel y la vía Cincuentenario.
Durante la construcción del Canal, la ciudad de Panamá se desborda hacia
los sectores insalubres de El Chorrillo, Calidonia, Granillo, Malambo y El Mara-
ñón, donde se construyen grandes casas de madera, conocidas como casas de
inquilinato, para alojar a los trabajadores de la vía intermarina. Este hecho de-
mográfico no encontró preparada a la ciudad, urbe que sintió desde ese mo-
mento, una gran presión en su estructura física y urbanística, al extremo de que
en 1915 apareció el Acuerdo Municipal 6 de 29 de abril, que dividió a la ciudad
en cuatro barrios: San Felipe, Santa Ana, El Chorrillo y Calidonia.
848 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX

También con la construcción del Canal y otras obras posteriores, la ciudad


atrae a otros núcleos humanos, quienes emigran en forma torrencial y anárquica
en busca de nuevos horizontes y mejores condiciones de vida. Esta migración
aluvional creó una estructura urbana de la marginalidad, donde solamente se
ha producido un trueque de la pobreza rural por la miseria urbana, ya que la
mayoría de los campesinos crean en estos sectores una especie de subcultura o
infrasociedad, que ahora no es ni ciudad ni campo. Tal es el caso de los grandes
cinturones de pobreza de San Miguelito, Alcalde Díaz, Tocumen, y últimamente
Veracruz, Arraiján y La Chorrera.
Esta acelerada suburbanización se expresó ecológicamente en sectores mar-
ginales o barriadas brujas que aparecen densas y desordenadas, con un tejido ur-
bano donde imperan condiciones infrahumanas de habitabilidad.
Entre 1938 y 1950 se perfila un extrarradio urbano9 que incluye a comuni-
dades como Pueblo Nuevo, Río Abajo, Vista Hermosa, Parque Lefevre, Matías
Hernández, Juan Díaz, Las Sabanas, Carrasquilla y otras. Nuevamente la ciudad
demanda nuevos límites, los cuales fueron fijados mediante el Acuerdo Muni-
cipal 32 de 12 de agosto de 1938.
En el período de 1930-1970, la ciudad de Panamá crece desmesuradamente,
acentuando y dramatizando la anarquía y el caos urbano; y, nuevamente, en
1953 y 1960, exigió la definición de nuevos linderos, cuando se alarga devorando
valles y cerros. Desde 1950, la ciudad se ha convertido en una verdadera pesa-
dilla de planificación urbana, cuando factores políticos, económicos, burocráticos
y ecológicos, han incidido para hacer de la misma un espacio urbano ingober-
nable, superpoblado, insalubre e inseguro. Interminables caravanas de automó-
viles fluyen en su sentido longitudinal, extendiéndose –por el noreste– hasta
Pacora y Chilibre y, por el oeste, hasta La Chorrera.
Por otro lado, en la década de 40 y 50, en medianías del siglo XX, se iniciaron
agresiones al Conjunto Monumental de Panamá la Vieja, lo que degradó al viejo
asiento, con la construcción de edificios militares, incluyendo una caballeriza,
locales para la venta de gasolina, talleres, y otras aberraciones edilicias y urba-
nísticas como la construcción de la vía Cincuentenario, la que dividió en dos a
la ciudad colonial y por donde transitan unos 60 mil autos, incluyendo autobuses
y camiones. Ya, al final de la década de 40, el Estado panameño había destinado
16 hectáreas al noroeste de las ruinas para que fueran ocupadas por familias pre-
caristas. Y, de inmediato, surgieron las comunidades de Panamá La Vieja, Puente
del Rey y Villa del Rey.
También el implacable paso de los siglos ha dejado su huella profunda y la
intemperie las ha surcado de grandes arrugas, porque el tiempo corroe, gasta,
disgrega y desmorona la piedra. Mientras se daba un vandalismo y saqueo de
estas ruinas. Pero, como en feliz antinomia, en 1995, se crea el Patronato de Pa-
namá la Vieja, el cual se encarga de la conservación y restauración del conjunto
monumental histórico, y en 1998 las Naciones Unidas declaran el viejo asiento
Nueva historia general de Panamá X 849

como Patrimonio Histórico de la Humanidad. Trabajos técnicos y científicos fue-


ron iniciados en 1996 para recuperar la identidad histórica y detener el deterioro
existente. Al finalizar el siglo, se elaboró el plan maestro, y entre las actividades
del patronato, se incluye el desvío del tráfico de la vía Cincuentenario hacia la
avenida Ernesto T. Lefevre y la avenida Santa Elena, a fin de integrar todo el
conjunto monumental, la demolición del mercado de artesanías, la conservación
de la Catedral, el convento de las monjas de la Concepción y la construcción de
un edificio que será el centro de visitantes de la antigua ciudad, obra que será
edificada por el Instituto Panameño de Turismo.
También, el centro histórico de San Felipe acentuó el proceso de deterioro
cuando las familias de adentro se trasladaron buscando las nuevas áreas abiertas
a la urbanización. Este éxodo contribuyó a que muchas casas del sector fueran
transformadas en viviendas de inquilinato, mientras empeoraban las condicio-
nes estructurales y de sanidad, y se empobrecía y degradaba la calidad arqui-
tectónica y ambiental del núcleo primitivo.
A este período de decadencia, siguió una especie de renacimiento. Desde
1990, muchas familias adineradas se instalaron en el viejo asiento colonial. En
1997 fue incluido por la organización de las Naciones Unidas como Patrimonio
Mundial, mientras que en 1998 por decreto ejecutivo se crea la Comisión de Alto
Nivel para la Restauración y Puesta en Valor del Conjunto Monumental Histó-
rico del Centro Histórico de San Felipe. Para estos años se inició la restauración
del viejo edificio de la Compañía Universal del Canal Interoceánico, para que
cumpliera las funciones de Museo del Canal Interoceánico, y se proyectaba la
recuperación de otros edificios de valor histórico como la catedral metropolitana,
la iglesia de San Felipe Neri, el Ministerio de Gobierno y Justicia, y el viejo Ins-
tituto Bolívar, que serviría de sede al Ministerio de Relaciones Exteriores.

El urbanismo oficial (1940-1973)

En la década del cuarenta surge el primer intento de un urbanismo oficial,


cuando el Gobierno nacional contrata al urbanista vienés Karl. H. Brunner para
que elaborara un plan regulador para la ciudad de Panamá. El arquitecto Brunner
revisó desde el trazado de la ciudad, las vías de circulación, el antiguo centro his-
tórico, una nueva arteria directa de la catedral-exposición, prolongación del relleno
del malecón de la avenida Balboa en su unión con la avenida Pablo Arosemena,
comunicaciones urbanas a través de la zona ferroviaria, el paso de Calidonia des-
tacando los inconvenientes que se presentan en el cruce de la avenida Central con
el ferrocarril y con la calle 23 este bis y la calle 3 de Noviembre, sitio donde reco-
mendó un túnel o paso subterráneo debajo del nivel del ferrocarril, las áreas del
ensanche urbano, plazas y parques, y otros aspectos del urbanismo moderno.
El arquitecto Karl Brunner tenía en su haber académico un doctorado en
ciencias técnicas, además de su título de arquitecto y de haber sido profesor de
850 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX

urbanismo de las facultades de Arquitectura de Viena, Santiago de Chile y Bo-


gotá. Durante la década de 1930, trabajó en el Departamento de Urbanismo de
Bogotá. El mérito de Brunner consistió en haber traído a América las más recien-
tes tendencias sobre el urbanismo contemporáneo. Cuando Brunner llegó a Pa-
namá, traía dos macizos tomos intitulados Manual de urbanismo. En el primer
tomo, Brunner realiza una síntesis y enfoca el tema de las viviendas urbanas y
el saneamiento. El segundo, trata sobre edificación urbana, rascacielos, urbani-
zaciones, vialidad y tránsito, y urbanismo subterráneo. Las recomendaciones de
Brunner quedaron plasmadas en el informe Desarrollo urbano y el plano regulador
de la ciudad de Panamá, de 194010.
También al promediar el siglo XX, las ideas planificadoras estaban en boga
y la planificación como disciplina daba sus primeros pasos en Panamá. Producto
de este período son, entre otros, «El plan de Panamá», elaborado por De Diego
y Fábrega, «El plan de Colón» del arquitecto Marcelo Narbona, «Vivienda y pla-
nificación en Panamá» del colombiano Pedro Pablo Morcillo, «Planificación ur-
bana y regional en Panamá» del chileno Luis Vera, «Estudio de transporte y
tránsito para la ciudad de Panamá» del norteamericano George C. Villegas, y el
«Plan maestro de la red vial ‘Estampa’: Estudio del transporte urbano del área
metropolitana de Panamá» y, más recientemente, en 1998, los «Planes metropo-
litanos de las ciudades de Panamá y Colón», estudios que más bien cumplieron
una función teórica o académica, ya que no tuvieron incidencias relevantes en
el campo de las realizaciones.
En el transcurso de las décadas 1940-1970, se crean el Banco de Urbanización
y Rehabilitación (Ley 54 de agosto de 1944); el Instituto de Fomento Económico
(Ley 3 de 30 de enero de 1953), institución que absorbió al Banco de Urbanización
y Rehabilitación; el Instituto de Vivienda y Urbanismo (Ley 17 de 29 de enero de
1958) y el Ministerio de Vivienda (Ley 9 de 1973). El Banco de Urbanización y Re-
habilitación construyó 13 edificios de apartamentos en diferentes sitios céntricos
de la ciudad, los cuales fueron conocidos como los «edificios de renta».
También construyó la urbanización Vista Hermosa, hoy Betania, un sector
de viviendas de bajo costo y en cuyo diseño el arquitecto Guillermo De Roux
aplicó la teoría de la unidad vecinal en boga para la década de 40. El Banco de
Urbanización y Rehabilitación, además de su obra, ejerció un mecenazgo sor-
prendente en el medio panameño, al escoger buenos profesionales como el ge-
ógrafo español Ángel Rubio y el arquitecto panameño Guillermo De Roux. Con
Rubio llegó a Panamá la geografía como disciplina científica; también dejó los
libros: La ciudad de Panamá, La vivienda rural panameña, Panamá: Monumentos his-
tóricos y arqueológicos y otras valiosas publicaciones.
El Instituto de Vivienda y Urbanismo desarrolló la urbanización Punta Pai-
tilla en una faja de terreno relativamente alta que penetra al mar, encontrándose
allí una de las mejores vistas de la ciudad de Panamá. La construcción de esta
obra tuvo como fin desarrollar tierras de un alto valor comercial para recaudar
Nueva historia general de Panamá X 851

fondos para el financiamiento de urbanizaciones de bajo costo que, con fines so-
ciales, desarrollaba esta institución. Concebida para fines residenciales y turís-
ticos, los terrenos se vendieron en forma rápida y dieron paso a la construcción
de residencias de alto costo, condominios y al Hotel Holiday Inn, los que con-
formaron la plástica urbana de lo que sería después un congestionado sector de
la ciudad.
San Miguelito, otra obra del antiguo Instituto de Vivienda y Urbanismo, es
una urbanización con características especiales, dedicada a los grupos de baja
capacidad económica, en terrenos de topografía accidentada que habían sido in-
vadidos. Este sector de la ciudad se transformó rápidamente en un área de ex-
traordinario crecimiento demográfico, ya que el volcamiento de la migración
campo-ciudad encuentra en este lugar un sitio propicio para nuevos asentamien-
tos humanos. Para afrontar la tensión social que generaba esta situación, la Junta
Directiva del Instituto de Vivienda y Urbanismo aprobó, en 1958, el proyecto de
desarrollo urbano de San Miguelito sobre 334 hectáreas de tierra, las cuales de-
bían albergar seis unidades vecinales.
La urbanización Villa Cáceres, con una capacidad de 1,500 personas, estuvo
dirigida para servir a la clase social media y baja, formada por empleados de co-
mercio, de la industria, y de la burocracia oficial. La urbanización La Locería fue
diseñada para familias de obreros especializados y calificados. Este asentamiento
humano fue emplazado en un sitio privilegiado en las goteras de la ciudad, con
una magnífica relación vivienda-trabajo.

La arquitectura posmodernista (1970-2000)

Por constituir la expresión más fiel de la época, el reflejo del tiempo que se
vive, la arquitectura tiene una gran fuerza de testimonio, a veces tan fidedigno
como irrecusable. Es como si fuera modelando a través del tiempo los perfiles
exactos de toda una época. Actúa como indicador o termómetro que señala las
oscilaciones y cambios de la humanidad. Tanto es así, que cuando las vestiduras
pétreas que el hombre se confecciona resultan demasiado estrechas para nuevos
módulos siempre en mutación, el raciocinio prevé otras vestimentas más am-
plias, a tono con el tiempo.
Los sellos de los siglos se han ido estampando, uno sobre otro, transfor-
mando los medios de comunicación –desde los jeroglíficos a la magia de la
televisión– hasta llegar a la era de la revolución informática, donde el espacio
está formado por millones de computadoras en todo el mundo, relacionadas
a través de líneas telefónicas, módems, satélites y otras conexiones que pare-
cieran liberar al tiempo de la mecánica del reloj. Cuando el tiempo se veía
como salido de un calendario de piedra, cuando parecía que el mundo estaba
por descubrir, de repente sentimos que cabe en el círculo que trazan nuestros
propios ojos.
852 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX

Proyectada en este medio de grandes cambios, la arquitectura de hoy expe-


rimenta un salto de calidad y con las posibilidades que ofrece la tecnología ac-
tual, ha evolucionado tanto respecto al diseño como a los métodos y a la elección
de materiales de construcción, lo que se refleja en una arquitectura de alta tec-
nología y refinamiento donde sobresale la forma llamativa, inusitada, plasmada
en edificios que parecen inimaginables, que dominan de un modo fulgurante,
arrebatador y totalizador. ¿Se trata de una Architettura Nova? ¿De una poderosa
corriente plasmada en este fin de siécle y del milenio que la seguirá? En cualquier
forma, la arquitectura parece hallarse en el umbral de una nueva era. En algunos
casos, como en el arquitecto Frank Gerhy, este movimiento se me antoja como
una postura más allá del Posmodernismo, y pareciera no tener parangón en la
historia de la arquitectura moderna, descartando el que siguió al hartazgo de
las cajas de vidrio de la primera modernidad y cuyos valores paradigmáticos
podrían ser la enorme caparazón de crustáceo de la Terminal de la T. W. A. en el
Aeropuerto Kennedy de Nueva York, de Eero Sarinen; las cáscaras dentales que
son de poesía pura de la Ópera de Sydney de Jorn Utzon, o las naves casi abs-
tractas a velas desplegadas de los gimnasios de Kenso Tange en Yoyogi, Tokio.
Y esto, sin olvidar a Le Corbusier, y el punto y contrapunto que va desde la Ville
Savoie a la capilla de Ronchamp.
En el Museo Guggenheim de Bilbao, España, Frank Gerhy congela el movi-
miento en su arquitectura, ha encontrado el punto de equilibrio entre quietud y
movimiento. Aquí Gerhy expresa una fuerza interior desconocida que lo empuja
hacia las soluciones que brotan y ha de adoptar; se trata de una fuerza que ha
nacido con él, que califica y caracteriza su arquitectura. El edificio del Museo
Guggenheim no se parece a ningún otro hasta ahora construido; evoca más una
escultura de gran tamaño que formas arquitectónicas. Gerhy ha podido diseñar
formas tan complejas, gracias a un programa informático muy desarrollado,
como el diseño del futuro Museo de la Biodiversidad que se levantará en el sec-
tor de Amador, en la ciudad de Panamá.
Al finalizar la década de los 70, hay indicios de un nuevo cambio en la ar-
quitectura panameña, resultando evidente que se estaba llegando al final del re-
pertorio de variantes que ofrecía la arquitectura racionalista o funcionalista. En
esa década se inicia un proceso ascendente en el diseño arquitectónico de edifi-
cios para condominios, centros comerciales, hoteles, edificios de oficinas, bancos,
hospitales, y otros que siguen los lineamientos de la arquitectura posmodernista.
Resulta evidente que las tres últimas décadas del siglo XX preanuncian cam-
bios en lo que será una confluencia de centurias y milenios. Siglo terrible este que
termina, y utópico y desafiante el que está por llegar. De allí que debemos estar
conscientes de que siempre arrastra dificultades, y ensayar juicios sobre novísi-
mas corrientes artísticas, cuya vigencia apenas está en plena floración. Es obvio
que quien pretenda ensayar tal propósito, encontrará grandes limitaciones, como
consecuencia de lo que pudiera constituir una deficiente perspectiva histórica.
Nueva historia general de Panamá X 853

Fin de siglo y caos urbano: la invasión del


cielo urbano y el espejo empañado de la bahía

En las últimas décadas, la ciudad de Panamá se transforma en una urbe hos-


til y carente de esos elementos gratificantes, como apacibles parques llenos de
árboles, bulevares de tiendas y cafés, conservados rincones donde palpita la his-
toria urbana y el disfrute pleno del trozo costero. Al contrario, la ciudad exhibe
la suciedad particularmente de ríos de podridas aguas negras, inundaciones, el
tráfico alucinante, la contaminación ambiental, la delincuencia y la violencia, la
explosión demográfica y la falta de asistencia adecuada en el área de la salud, la
educación cívica y moral, la vivienda insalubre, la insuficiencia de los servicios
de utilidad pública, la aberración ecológica, las más diversas formas de neurosis
y sicosis ciudadanas, el atroz desorden ambiental, visual o sensorial, la aparición
de centros comerciales cada vez más convencionalizados e indiferentes a las con-
diciones ambientales o de localización y la brutal afirmación de una pésimo ur-
banismo utilitarista que ha propiciado el destrozo del tejido urbano preexistente.
Durante las décadas del setenta, ochenta y noventa se produce una desen-
cadenada eclosión de la industria de la construcción, que tiene su expresión más
significativa en el desarrollo de Punta Paitilla, Marbella y obarrio, y en el surgi-
miento de un centro bancario, comercial y hotelero entre la vía España, calle 50
y la avenida Balboa. Estas son las décadas de las grandes torres de oficinas y
condominios, los centros bancarios y comerciales, los proyectos residenciales
para la clase alta y media y de algunos intentos de solución en las grandes áreas
de marginalidad como San Miguelito. Estas obras, así como la construcción de
algunas arterias tales como la avenida Ricardo J. Alfaro, Doce de octubre y vía
Israel, producen cambios significativos en la morfología y tipología edilicia de
la ciudad.
En estas décadas también la decadencia de la ciudad se agudiza al extremo
de que una urbanización de lujo como Paitilla, se ha transformado en un ghetto
de concreto armado. En este sector, descontadas las obras de gran calidad arqui-
tectónica, en muchos casos las colmenas de concreto se repiten como igualdades
al lado de igualdades.
Los años ochenta y noventa sugieren algunas reflexiones, por constituir una
etapa axial para la ciudad y su arquitectura, período en el que se llega al paro-
xismo de la llamada crisis urbana, la cual se repite en todas las ciudades de Amé-
rica Latina11.
En esos años aparecen en la forma más cruda y agresiva, patologías que no
eran habituales en la vida urbana. Me refiero a una arquitectura del amontona-
miento en los nuevos sectores, en los cuales la ciudad ha estallado hacia arriba, ba-
bélica, donde la invasión del cielo urbano con edificios de gran altura, parece
satisfacer únicamente la necesidad de simbolismo urbano de una ciudad moderna.
854 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX

Esta marea de nuevos edificios que se erigen en varios sectores de la ciudad,


con énfasis en los elementos verticales del diseño y sin tener en cuenta el en-
torno, solo producen una colección de torres-colmenas en medio de una gran
mezcolanza y congestión de vidrio y hormigón, las cuales carecen de identidad
estética y de carácter cultural y social.
La evaluación de un sector de congestión urbana como la nidada de altos
edificios de Punta Paitilla, revela deplorables resultados urbanísticos y estéticos.
Cuando un edificio alto es rodeado y agredido por otros similares, el mismo
pierde su identidad y su relación visual y plástica queda anulada, en medio de
una mezcolanza que nivela y hace mediocre las mejores y más originales solu-
ciones del diseño.
Al final de la década de 90 se construyeron los corredores Norte y el Sur,
ambos proyectados para aligerar las comunicaciones terrestres entre la urbe ca-
pital y el Aeropuerto Internacional de Tocumen. El primero debe también inter-
conectar la futura autopista Panamá-Colón. El Corredor Norte se inicia en el
puerto de Balboa y el Sur, más problemático, en la avenida Balboa y la urbani-
zación Punta Paitilla, donde crea un descomunal cuello de botella. También los
dos corredores se construyeron sin tener en cuenta los aspectos negativos que
tendrían sobre la ecología del entorno. A ello habrá que sumar los efectos que
producirán el Multicentro Paitilla que se levantará en los terrenos del viejo Co-
legio San Agustín y el uso que se le dará a los terrenos del antiguo aeropuerto
de Paitilla, los cuales fueron cedidos por el Estado panameño a la empresa me-
xicana Ingenieros Civiles Asociados (ICA), como compensación por la construc-
ción del Corredor Sur.
También en el umbral de un nuevo siglo, estaba en proyecto un segundo
puente sobre el Canal –el puente Centenario– que debe servir para desahogar el
tráfico vehicular del antiguo y congestionado puente de las Américas inaugu-
rado en 1962. Este viejo puente unió a la ciudad capital con el interior del país y
todo el continente americano, separados por la vía de agua desde 1914. El nuevo
puente Centenario estará ubicado próximo a la comunidad de Paraíso y hacia
el sector este se conectará con la avenida Gaillard y la vía de Cerro Patacón cerca
del nuevo Estadio Nacional. Por el lado oeste, iría unido a la red vial nacional
en la autopista Arraiján-La Chorrera. Consiste en una estructura atirantada de
420 metros de luz principal y 22 kilómetros de autopista.
Igualmente, al final del siglo XX, se inició la construcción de las nuevas y
modernas instalaciones del Hospital Santo Tomás, sobre las viejas estructuras
de este centro hospitalario construido durante la época del expresidente Belisario
Porras.
Desde los años de la progresista administración del doctor Belisario Porras,
la bahía de la ciudad de Panamá y su entorno ha merecido la admiración y tam-
bién la codicia de varios inversionistas. Correspondió al expresidente Porras ini-
ciar el relleno de las tierras bajas y pantanosas de El Javillo, las cuales fueron
Nueva historia general de Panamá X 855

delimitadas por un muro de retén, como se había hecho en el sector de Barraza


primero, y luego en Peña Prieta, en lo que sería el inicio del actual malecón de
la avenida Balboa.
Posteriormente, la primera ocupación de la orilla del mar de Balboa, se dio
con la construcción del Club Miramar, edificio de una planta alta, centro social
iniciado en la década de 20, especie de Club Unión ubicado en las goteras de la
ciudad, en sitio aledaño al que ocupa en la actualidad la imponente torre del
Hotel Miramar. En la década de 40, se construyó el muro de la avenida Balboa
en el tramo comprendido entre la calle 17 oeste y el relleno del sector de La Ex-
posición, frente al Hospital Santo Tomás. Este muro debía ser el primer paso del
proyecto de una importante arteria que sería conocida como la avenida Balboa
o boulevard Balboa, y que serviría para aligerar el tránsito entre el centro de la
ciudad y las urbanizaciones del perímetro urbano12.
Al Club Miramar seguirían, con décadas de distancia, el Club de Yates y
Pesca, el Mercado del Marisco y el Hotel Miramar. También debo enumerar los
proyectos que pudieron tener, de haberse realizados, una marcada influencia
sobre el litoral marino. Me refiero a un proyecto de empalme costanero de las
avenidas Balboa y de los Poetas propuesto en varias ocasiones desde 1951. Tam-
bién al proyecto «Calafate»13 preparado por la Sección Técnica de Caminos, Ae-
ropuertos y Muelles del Ministerio de obras Públicas, para usar áreas de relleno
adyacentes al centro histórico de San Felipe, con fines de desarrollo industrial,
comercial y marítimo. Igualmente, la «Ciudad Marina» de 1971, desarrollaría
sobre un área de 214 hectáreas de relleno, con uso residencial para 40 mil perso-
nas. El proyecto partiría de calle 27 en el corregimiento de El Chorrillo hasta
Punta Paitilla.
Para rescatar la ciudad que vive de espalda al mar de Balboa, y convertirla
en una urbe similar a San Juan, La Habana y Cartagena, ha sido propuesta una
cinta o relleno costanero que parta del Mercado de Mariscos hasta Punta Paitilla.
Por otro lado, durante los últimos cincuenta años del siglo XX, se aceleró el
desastre ecológico de la contaminación de la bahía, con lo cual la ciudad puede
perder su recurso recreativo más precioso, si no se toman las medidas más ade-
cuadas para su saneamiento. Cifras dramáticas revelan que diariamente este sec-
tor litoral recibe más de cien mil libras de materia fecal. En la parte alta de la
ciudad se ubica la mayor parte de las urbanizaciones, las industrias y hospitales,
por lo que esta carga contaminante deberá recibir un rápido tratamiento para
limpiar lo que, al finalizar el siglo, se ha transformado en el espejo empañado
de la bahía.

Notas
1
Samuel Gutiérrez, Arquitectura panameña.: Descripción e historia, Editorial Litográfica, Pa-
namá, 1967.
856 X Historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX

2
Samuel Gutiérrez, Ciudad-jardín y arquitectura tropical en el entorno del Canal: Preservación y
conservación de un patrimonio nacional y universal, Imprenta Grupo Jorsal, Panamá, 1993.
3
«Balboa Public Buildings», The Canal Record, volumen VII, número 29, Ancón, Zona del Canal,
11 de marzo de 1914, pp. 276-277.
4
Joseph Pennels, Picture of the Panama Canal, J. B. Lippincott Company, Philadelphia, 1913,
p. 85.
5
P. O. Wright, Jr., «Commission Building Screening of Houses», The Canal Record, volumen I,
número 18, Ancón, Zona del Canal, 1 de enero de 1908, p. 117.
6
Samuel Gutiérrez, Arquitectura de la época del Canal, Editorial Universitaria de Panamá, Pa-
namá, 1984.
7
Ricardo J. Bermúdez, «Apuntes sobre la arquitectura heroica», Ingeniería y Arquitectura, vo-
lumen 31, número 5, Panamá, octubre de 1944.
8
Samuel Gutiérrez, Arquitectura actual de Panamá, Litho-Impresora Panama, Panamá, 1980.
9
Ángel Rubio, La ciudad de Panamá, Banco de Urbanización y Rehabilitación, publicación nú-
mero 17, Imprenta El Independiente, Colón, República de Panamá, p. 101.
10
Karl H. Brunner, «Informe sobre el desarrollo urbano y el plano regulador en la ciudad de Pa-
namá». Revista Ingeniería y Arquitectura, volumen 5, número 27, Panamá, 1950, pp. 360-367.
11
Rafael López Rangel y Roberto Segre, Tendencias arquitectónicas y caos urbano en América
Latina, Editorial Gustavo Gili, México, 1986.
12
Francisco Morales, «El muro de Balboa», Revista Ingeniería y Arquitectura, volumen 2, nú-
mero 7, Panamá, 1945, pp. 16-18
13
Sección Técnica de Caminos, Aeropuertos y Muelles, Ministerio de Obras Públicas. «Proyecto
Calafate», Revista Ingeniería y Arquitectura, número 83, Panamá, 1959.
CAPíTULo XXVIII

Entre luces y sombras: la enseñanza


de la «Historia de Panamá» y la
historiografía republicana
Reymundo Gurdián Guerra

Introducción

El significado de la educación está íntimamente entrelazado con el signifi-


cado de la historia y viceversa; de ahí que es poco pensable investigar en una,
prescindiendo de la otra. Ambas –enseñanza e historia– tienen como una de sus
funciones principales la transmisión del acervo cultural de la humanidad en
todas sus manifestaciones, son modos de adquisición de la cultura, de repro-
ducción de lo social. Actúan como modeladores en la formación de ciudadanos
respetuosos y conscientes de la sociedad, al haber incorporado el capital cultural
que las clases que ostentan el poder consideran imprescindible para prolongar
su dominación; no se trata de reiterar un tópico, sino de reconocer el carácter
implícito de lo ideológico, que subyace en la ciencia de la educación y la ciencia
histórica.
La enseñanza de la historia y el desarrollo de la historiografía, aunque pa-
recen todas disímiles, guardan estrecha relación, en cuanto ambas han contri-
buido a estructurar la historia monumental, ese cúmulo de conocimiento
tendiente a estimular el culto cívico a los forjadores de la patria que con sus he-
roicas gestas construyeron el Estado-nación. En este contexto, nuestra historio-
grafía se ha abierto, desde los años sesenta del siglo XX, a nuevos campos
aunque sin dejar de lado viejas y tradicionales concepciones historicistas. Si la
historia contribuye a la estimulación de la identidad nacional, debe necesariamente
858 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

también contribuir a desmitificar personajes, falsos mitos y aproximarse a ser


más ciencia y menos ideología.
Un recorrido histórico sobre el desenvolvimiento de la enseñanza de la
Historia de Panamá, nos muestra no solo el itinerario accidentado sino también
lleno de omisiones, prejuicios, interpretaciones subjetivas y todo un cúmulo
de anquilosadas técnicas de enseñanza que han conducido a que gran parte
del educando considere a la disciplina histórica como una materia aburrida,
poco interesante e incluso sin sentido, por lo que es importante que tanto los
contenidos de los programas escolares como los métodos y técnicas de su en-
señanza deben ser permanentemente revisados, actualizados, renovados y
adaptados a la realidad en que vivimos; porque de no ser así, dificultaría la
cabal comprensión del proceso social panameño. En este sentido, compete a
los historiadores y a quienes se dedican a trasmitirla y difundirla no solamente
elaborar la historia escrita, sino contribuir a mejorar su enseñanza, hacer par-
tícipe a los estudiantes en el proceso, con lo cual estos percibirán que la historia
es la vida misma y no un recetario de datos, nombres y fechas sin sentido y
sin conexión alguna.
El presente capítulo está dividido en dos partes. En la primera, se aborda el
tema de la enseñanza de la Historia de Panamá, sus antecedentes, situación y
perspectivas; mientras que en la segunda parte se hace una aproximación al es-
tudio de la historiografía republicana, a través del examen de las tendencias do-
minantes que mayor impacto han tenido en los sujetos que han escrito sobre
historia panameña. Sin embargo, no se trata de hacer un inventario detallado de
nombres, autores y obras que han hecho aportes significativos a la historia na-
cional, sino que lo que se propone es identificar las tendencias dominantes que
han marcado el rumbo de la historiografía panameña en el siglo XX. Estas ten-
dencias han sido, en su orden, el positivismo (con sus variantes, el empirismo
historiográfico y el científico), el marxismo y la «nueva historia», representada
mayormente por la escuela francesa de los Annales. En estas corrientes de pen-
samiento se ubican, en términos generales, los más connotados historiadores na-
cionales y sus obras, los cuales han contribuido a estructurar la visión histórica
dominante en el país.
Si bien estas tendencias se presentan en el orden temporal en que fueron
apareciendo, en ocasiones coexisten, conviven, interactúan y también se contra-
ponen. No está de más advertir que como toda clasificación, las mismas implican
ciertos riesgos de carácter esquematizantes, pues hay obras y autores que perte-
necen a más de una de estas corrientes, lo que es lógico si tomamos en conside-
ración que es natural que en los seres humanos ocurren procesos de cambio, de
evolución y de madurez intelectual, mismos que se afianzan en la medida que
los historiadores como sujetos sociales adquieren nuevos conocimientos, habili-
dades, destrezas, influencias ideológicas y experiencias en su quehacer cotidiano
y en la praxis social.
Nueva historia general de Panamá X 859

Primera parte
La enseñanza de la Historia de Panamá:
antecedentes, situación y perspectivas

La Historia como materia escolar

Desde finales del siglo XIX, la enseñanza de la Historia ha jugado un papel


modelador en nuestras sociedades, de allí que las clases sociales dominantes, en
particular las burguesías que alcanzaron el poder en gran parte de los países la-
tinoamericanos, vieron en esta disciplina un excelente medio para crear concien-
cia y asentar la estabilidad social de los nuevos Estados liberales. De allí que en
los planes de estudio se generaron visiones, que luego trascendieron a los libros
de textos, donde el objetivo fundamental era la trasmisión de una idea de histo-
ria colectiva como nación: la historia al servicio del Estado y de las clases domi-
nantes que ejercían el poder. Desde entonces, la enseñanza de la Historia ha
estado unida a los procesos de construcción de las identidades nacionales, por-
que en definitiva, las sociedades construyen su identidad fundamentalmente
sobre su pasado común y el relato de ese pasado es uno de los factores más im-
portantes de lo que se trasmite a través de su enseñanza.
Con la consolidación de los regímenes liberales en el poder y con la amplia-
ción de la cobertura de los servicios de educación a un número cada vez mayor
de la población, se fortalece la ligazón entre proyecto político y enseñanza de la
historia. En consecuencia, «desde la aparición de la asignatura en los planes de
estudio de los sistemas educativos, los Estados han pretendido utilizar la historia
en la escuela, aprovechando su poder de ordenación e inspección del sistema,
para intentar configurar la conciencia de los ciudadanos, ofreciendo una visión
del pasado que sirviese para fortalecer sentimientos patrióticos, valorar con ex-
cesivo énfasis las glorias nacionales o, simplemente, crear adhesiones políticas»1.
En síntesis, desde finales del siglo XIX y principios del XX, la historia ha ju-
gado un papel importante como materia escolar, pues su enseñanza en los dife-
rentes niveles del sistema educativo ha servido para modelar la conciencia
ciudadana, despertar sentimientos nacionalistas y afirmar el sentido de identi-
dad nacional; y, en el caso panameño, es obvio que tanto la enseñanza de la His-
toria de Panamá como de la Geografía de Panamá, han cumplido estos
propósitos, pese a las inconsistencias e incongruencias de los planes y programas
oficiales de ambas asignaturas escolares2.
No obstante, con el paso del tiempo la tradicional función modeladora de
la enseñanza de la historia ha cedido espacio a propósitos más académicos y
científicos, aunque esto no significa que se haya descartado del todo aquellas
viejas pretensiones que originalmente se le asignaron a la enseñanza y aprendizaje
860 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

de esta disciplina3. La aparición de una nueva historia ligada fundamentalmente


a la evolución de las sociedades y la irrupción de las llamadas ciencias de la edu-
cación, a mediados del siglo XX, han debilitado ese discurso y la misión tradi-
cional de la historia. Ahora se considera –como dice el historiador Joaquim
Prats– que la disciplina histórica debe tener en el currículo escolar «una función
más científica y pedagógica que el antiguo propósito modelador de carácter po-
lítico o de adoctrinamiento al servicio de un gobierno o de una determinada ide-
ología. Las nuevas tendencias didácticas conciben la historia como un instru-
mento privilegiado para la formación de ciudadanos libres y con espíritu crítico
y no de entregados patriotas. La historia como materia educativa debe permitir
utilizar las posibilidades metodológicas del método histórico para enseñar a ana-
lizar críticamente el presente, y para acercarse al pasado desde una posición in-
telectual que busca la objetividad, independientemente de la relación que los
contemporáneos tengan de este. En consecuencia, se hace necesario dar un
nuevo sentido a la enseñanza de la historia, así como también es urgente recobrar
su gran poder formativo. La historia es un medio válido para aprender a realizar
análisis sociales (en el sentido amplio), porque junto a la geografía permite es-
tructurar todas las demás disciplinas sociales y también porque permite incor-
porar muchas posibilidades para trabajar las diversas habilidades intelectuales
y potenciar el desarrollo personal»4.
En la medida que la historia reflexiona sobre el conjunto de la sociedad en
tiempos pasados, y que pretende enseñar a comprender cuáles son las causas y
consecuencias que producen y ocasionan los fenómenos históricos y de los acon-
tecimientos, los temas que deban estudiarse han de ser aquellos que mejor per-
mitan visualizar estos fenómenos y su explicación. Lo relevante del aprendizaje
de la historia –sostiene en otro escrito el profesor Prats– «no es acumular noticias,
lo relevante es entender el funcionamiento de la sociedad en el pasado. Y es que
la historia tiene, por sí misma, un alto poder formativo para los futuros ciuda-
danos. Se trata de un inmejorable laboratorio escolar para el análisis social en el
que los estudiantes aprenderán a realizar un análisis crítico de la realidad, base
fundamental para ejercer plenamente la libertad. El aprendizaje de la historia
ayuda, además, a comprender la complejidad de cualquier acontecimiento, de
cualquier fenómeno social, político, económico, etc., y en definitiva de cualquier
proceso, lo que enriquece el pensamiento y relativiza lo conflictivo. Aquí radican
las mejores posibilidades educativas de la historia enseñada»5.
A pesar de estos planteamientos, instituciones educativas y culturales re-
gionales como el Convenio Andrés Bello (CAB), organización que ha estudiado a
fondo la situación y los problemas de la enseñanza de la historia en los países
que integran este organismo regional, resaltan no solo los propósitos tradicio-
nales de esta disciplina, sino que ponen énfasis en la necesidad de promover el
ideario integracionista y la construcción de una cultura de paz en la región; uti-
lizando para ello la historia, pues consideran que su enseñanza «es trasmisora
Nueva historia general de Panamá X 861

de valores e ideales que forman, en el corto y en el mediano plazo, la identidad


nacional e individual». Igualmente conciben esta asignatura como el «vehículo
apropiado para el desarrollo de ciertas actitudes hacia los demás aprendizajes,
como la formación de un espíritu crítico, la indagación, la investigación y el estu-
dio», e incluso, consideran que la enseñanza de la historia «es un instrumento vá-
lido para la formación de conceptos ciudadanos y la práctica de la democracia»6.
Siendo América Latina una región con un pasado histórico común y en vista
de que con anterioridad se han formulado diversas iniciativas a favor de la in-
tegración económica y cultural, nos parece oportuna la idea de insistir en estos
nobles propósitos. Por tal motivo, el CAB ha promoviendo varios proyectos y ac-
ciones, entre ellas reuniones y encuentros científicos e investigaciones regionales
sobre la enseñanza de la historia para la integración y la paz, a la par que ha pa-
trocinado diagnósticos sobre la situación de la enseñanza y el aprendizaje de la
historia en los países signatarios del convenio (en Bolivia, Chile, Colombia,
Cuba, España, Ecuador, Perú, Panamá y Venezuela)7. Estos trabajos han permi-
tido no solo elaborar una especie de radiografía sobre la clase de historia que se
enseña a los niños y jóvenes de los países miembros del convenio, dentro de cuál
contexto y con qué material, sino que también se ha pretendido, establecer el
tipo de formación que reciben los docentes de Historia en cada uno de los países
de la organización.
Sin duda, existen muchos otros factores, de carácter instrumental, teleoló-
gico y deontológico, que reafirman la importancia de la historia como materia
educativa. Aparte de los ya enunciados anteriormente, la enseñanza de esta dis-
ciplina puede servir, como en efecto lo hace, para forjar valores tales como la to-
lerancia, la solidaridad, el entendimiento mutuo, el respecto a las costumbres,
diversidad étnica y a la multiculturalidad. Incluso se ha corroborado, en países
de la región que han salido de largas dictaduras militares, que la enseñanza de
la historia ha sido un instrumento eficaz en la formación de una cultura para la
paz y la democracia; y en el plano académico, un medio eficaz para impulsar la
investigación y el conocimiento de las sociedades pretéritas.

Los vaivenes de la enseñanza de la «historia patria»

La enseñanza de las asignaturas de Historia de Panamá, Geografía de Pa-


namá y Educación Cívica ha tenido, en el sistema educativo republicano, un ca-
mino accidentado e inestable. Accidentado por los caprichosos cambios en la
denominación del curso (Estudios Sociales, Ciencias Sociales, Ambiente Natural
y Social); e inestabilidad, por las arbitrarias modificaciones en su contenido, or-
ganización curricular y enfoques conceptuales, lo que ha influido en el proceso
enseñanza-aprendizaje de dichas disciplinas.
En cuanto al papel de la clase política en el fomento y promoción de los es-
tudios históricos, decía el historiador Carlos Manuel Gasteazoro en 1949, que
862 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

nuestros gobernantes «tampoco se han preocupado de conceder la debida im-


portancia a la ‘historia patria’ dentro de los programas oficiales de educación.
Si se da una mirada retrospectiva, será fácil notar que el curso de Historia de
Panamá, se ha dictado en nuestras escuelas desde los albores de la república, no
ha tenido nunca la extensión y profundidad necesarias»8.
Esta situación, más de medio siglo después, no ha variado mucho, pues en
realidad a la enseñanza de la historia «patria» o nacional no se le da la impor-
tancia que la disciplina se merece, ni los programas curriculares ni los cursos vi-
gentes tienen la duración, extensión, profundidad y rigurosidad científica que
ellos requieren. Pero veamos el camino recorrido.

Un camino accidentado e inestable

En los programas que entraron en vigencia en 1904, para las escuelas supe-
riores se incluyó la asignatura Historia y Geografía del istmo de Panamá, en la
sección preparatoria. Luego en las innovaciones introducidas a los programas
de 1915, apareció en el plan de estudio de las escuelas rurales el curso de Histo-
ria, Geografía e Instrucción Cívica, el cual debía dictarse en segundo y tercer
grado. En 1927, se implementaron nuevos planes de estudio para las escuelas
primarias y secundarias del país. Para entonces, se dictaban cursos de Historia
del Istmo, aunque para la enseñanza primaria los programas eran desordenados,
al decir del maestro Gasteazoro. Los programas de enseñanza para el Instituto
Nacional, Escuela Profesional y Normal de Institutoras tenían un curso de his-
toria nacional en el tercer año. En el primer semestre se estudiaba el período his-
pano y en el segundo la época colombiana y republicana hasta el momento de
la reforma.
Diez años más tarde, en 1937, se puso en vigencia un nuevo plan de estudios
para la enseñanza secundaria en el cual la historia nacional pasó a ser enseñada
en el primer año. En la década de 1940, los principios de la filosofía pragmatista
norteamericana «se arraigan en la educación panameña y logran plasmar mu-
chos de sus postulados en los currículos oficiales, al punto que en 1944, el Ór-
gano Ejecutivo nombró una ‘Comisión de Planes y Programas Escolares’, la cual
aplicó, en el nivel primario, el principio pragmatista de la oferta de actividades
en reemplazo de asignaturas y el de la fusión de muchas de estas en todo el sis-
tema. La comisión recomendó integrar geografía, historia y cívica en la materia
de Estudios Sociales. Posteriormente mediante un decreto expedido en febrero
de 1946, se dictó el nuevo plan de estudios que contiene esta recomendación, la
cual se enseñaría en los tres años del primer ciclo de secundaria. Para adecuar
el área social y pedagógica del currículo universitario a esta reforma, se creó con
el apoyo de becas, la carrera corta de ‘Profesor de Estudios Sociales’ en la Uni-
versidad de Panamá, en 1947, la que estuvo en vigencia por tres años, pues fue
clausurada a finales de 1949, logrando graduar a 22 estudiantes»9.
Nueva historia general de Panamá X 863

Tanto la fusión de las asignaturas en la educación secundaria como la corta


carrera universitaria implementada, desataron fuertes críticas y diversas reaccio-
nes en su contra. Uno de los primeros que se opuso a esta medida fue el joven pro-
fesor Carlos Manuel Gasteazoro, quien consideraba que con estos nuevos
programas curriculares la enseñanza de la Historia de Panamá tendía a desapare-
cer. En 1949, escribió un artículo en el que señalaba: «La Historia de Panamá prác-
ticamente desaparece ahogada por un cúmulo de conocimientos generales que
están lejos de dar al estudiante una clara visión de nuestro pasado y nuestra tra-
dición cultural. En la escuela no se llega a conocer el mundo a través de Panamá,
sino a Panamá a través de la América, y a la América a través del mundo. Esta
concepción de nuestro pasado, involucrado dentro de una historia cultural exten-
sísima y de gran complejidad, peca por inadecuada, extemporánea e imprecisa»10.
En los programas del Cincuentenario de la República, que se empezaron a
implementar a partir de 1953, se consolidaron los principios pragmatistas de la
educación y, por lo tanto, se mantuvo la materia Estudios Sociales en la primaria
y, al año siguiente, esta misma asignatura se extendió a los primeros ciclos, y
mediante el Decreto 97 de 15 de abril de 1955, se hizo lo mismo en las escuelas
normales. En los bachilleratos, aunque el plan de estudios regulado por el De-
creto 100 de 16 de abril de 1955 contuvo los Estudios Sociales, los programas
desarrollaron Geografía General en cuarto, Historia Universal en quinto y Go-
bierno en sexto año. Igualmente, se incluyó en el último nivel la materia deno-
minada Interpretación de Problemas Socioeconómicos de Panamá, y en los
bachilleratos comerciales el Decreto 98 de 15 de abril de 1955, se abstuvo que co-
locar Estudios Sociales y en su reemplazo se enseñó Geografía Económica.
La década de 1960 significó grandes cambios en los campos políticos, socia-
les y económicos para el país. Una nueva mentalidad política asumió la dirección
de la administración pública y desde el Gobierno se promovieron importantes
reformas estatales. La educación fue una de ellas. En el plano curricular, subsis-
tieron a nivel de primaria los planes de estudios de 1953 y con ello la materia de
Estudios Sociales, aunque se redujeron las actividades prácticas de Manualida-
des. En 1961, se cambió el plan de estudios para los primeros ciclos y para los
bachilleratos. En el primer caso, se ordenó la enseñanza por separado de la ge-
ografía, la historia y la educación cívica. El plan de estudios del bachillerato fue
establecido por el Decreto 95 de 29 de mayo de 1961 y tendió a fortalecer la en-
señanza autónoma de las materias de Geografía, Historia y Gobierno. Incluso,
como sostiene el doctor Mckay:

La presión de los sectores nacionalistas hizo posible la inclusión, en 1961,


de materias políticas tales como Historia de Panamá y Geografía Política de
Panamá y Relaciones entre Panamá y Estados Unidos, esta última retirada al
año siguiente, pero reestablecida nuevamente a partir de 1963, mediante la Ley
31 de 29 de enero. Sin embargo, esta última asignatura no se va a consolidar
864 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

en el currículo oficial sino diez años después, a partir de la promulgación del


Decreto 6 de 8 de enero de 1973 y luego de la realización de un seminario na-
cional sobre esta materia, el cual se llevó a cabo en 1973, en los predios de la
Universidad de Panamá, evento académico que permitió la capacitación y ac-
tualización de un centenar de docentes de educación media de esta importante
disciplina11.

En la década de 1970 se sucedieron importantes transformaciones en la es-


tructura sociopolítica y cultural del Estado panameño. Los militares que ascen-
dieron al poder mediante un golpe de Estado, el 11 de octubre de 1968, pese a la
represión inicial y la ruptura del orden constitucional, dieron inicio a un proceso
de modernización capitalista del Estado, la sociedad y la economía panameña.
Esta modernización incluyó, entre otros aspectos una reforma a los sistemas de
tenencia de la tierra, se le asignó un nuevo rol al Estado en la actividad econó-
mica (el Estado empresario), se estructuró una nueva política internacional y se
definió una estrategia diferente para abordar el problema de las relaciones di-
plomáticas con Washington, en virtud de la existencia del Canal, así como tam-
bién se impulsó una reforma a la educación en todos sus niveles. En ese contexto,
surgió la Comisión Nacional de Reforma Educativa, creada el 30 de septiembre
de 1970.
En materia curricular, esta comisión consideró conveniente volver a los pro-
gramas integrados del área humanística, por lo que se adoptó nuevamente la
asignatura Ciencias Sociales, la cual se generalizó en el sistema a partir de 1976,
tanto en la Educación Básica General (EBG) como en la Educación Media, aunque
se mantuvo en el sexto año el curso de Historia de las Relaciones entre Panamá
y Estados Unidos. A fin de preparar docentes para el ciclo final de la EBG, el Mi-
nisterio de Educación en coordinación con la Universidad de Panamá abrieron
la carrera corta de «Profesor de ciclo final de EBG con mención en Ciencias So-
ciales», la que tuvo, como en años anteriores, una vida efímera.
Esta reforma al sistema educativo no fue bien vista por diversos sectores so-
ciales del país, al punto que recibió fuertes críticas, rechazo y oposición por parte
de los gremios docentes, la Iglesia católica, diversos gremios profesionales y cier-
tos sectores estudiantiles universitarios. El rechazo a las reformas en ciernes se
acrecentó a finales de la década de 70, cuando los educadores decretaron, en
1979, una prolongada huelga; y, para levantarla, exigieron derogación definitiva
de la Reforma Educativa, la cual se aseguró mediante la expedición de la Ley 46
de 20 de noviembre de 1979. La norma creó la Comisión Coordinadora de la
Educación Nacional, a la que se le asignó la función de establecer un nuevo sis-
tema de enseñanza para el país. Uno de los primeros acuerdos de la comisión
coordinadora fue sugerir la derogatoria de los planes y programas de estudios
vigentes hasta el momento y restaurar los que tenían base legal antes del inicio
Nueva historia general de Panamá X 865

de la reforma. En ese contexto, la administración del presidente Aristides Royo


(1978-1981), emitió el Decreto 64 de 20 de mayo de 1980, por el cual se reestable-
cen los viejos planes de estudio de 1953 en el nivel primario donde se enseñaban
los Estudios Sociales. Al año siguiente, mediante el Decreto 8 de 12 de enero de
1981, se eliminan las Ciencias Sociales y se vuelve a la enseñanza por separado
de Geografía, Historia y Educación Cívica. No obstante, y en contravención a
las disposiciones de los decretos derogatorios, la cátedra de Ciencias Sociales
continúo ofreciéndose en los primeros ciclos técnicos que se habían instituido
en el país. Asimismo y por medio de un decreto expedido en marzo de 1986,
esta asignatura se restableció en el plan de estudio de las escuelas normales,
hecho que fue denunciado y rechazado por los profesores del Departamento de
Geografía de la Universidad de Panamá12.
A pesar de la situación de inestabilidad de los planes de estudio en el nivel
secundario, los cursos de Geografía, Historia y Cívica se ofrecieron por separado
desde 1980 hasta 1998, obteniéndose resultados positivos en el rendimiento es-
colar. Sin embargo, las propuestas de modernización del sistema educativo ini-
ciadas a partir de 1994, por el Gobierno del presidente Ernesto Pérez Balladares
(1994-1999), dieron al traste con lo avanzado en este campo y las nuevas inicia-
tivas de transformación curricular incluían cambios tanto en los planes de estu-
dio como en los programas escolares. Estos cambios entraron en vigencia a partir
del año lectivo 1999. El nuevo plan de estudio que entró en vigencia en esa fecha,
fusionaba no solo las materias humanistas, sino que se le adicionó también la
asignatura de Ciencias Naturales para conformar un nuevo curso denominado
«Ambiente Natural y Social», el cual «se dará de forma integrada hasta el sexto
grado, y en premedia se divide en Ciencias Naturales y Ciencias Sociales con
una carga horaria de 4 horas en primer y segundo grado, 7 horas del tercero al
sexto grado, y 5 horas del séptimo al noveno grado»13.

Los cambios más recientes

Por suerte las autoridades del Ministerio Educación que asumieron sus
cargos a partir de septiembre de 1999, es decir, durante el Gobierno de la pre-
sidenta Mireya Moscoso, promovieron ciertas modificaciones al sistema edu-
cativo y, en ese contexto, optaron por separar esta malograda fusión regre-
sando a los anteriores cursos de Ciencias Naturales y Ciencias Sociales, mismos
que se ofrecerían en todos los niveles de la educación primaria. Cabe resaltar
que aunque se desagregó el contenido y título del curso Ambiente Natural y
Social, en la práctica la geografía, la historia y la cívica continuaron enseñán-
dose bajo la denominación de «Ciencias Sociales», hecho que no fue del agrado
de los gremios docentes, las asociaciones de autores de libros de textos y de
los profesores universitarios de los departamentos de Historia, Geografía y
866 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

Filosofía. En vista de esta situación, un número representativo de profesores


de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá iniciaron un
movimiento a fin de revertir esta situación y lograr que estas materias fueran
ofrecidas por separado y de manera autónoma en todos los niveles del sistema
educativo nacional.
En este proceso de lucha por mejores días para la educación nacional, el mo-
vimiento universitario, en compañía de miembros de la red panameña de auto-
res de textos escolares y con el respaldo de algunos legisladores de la república,
propusieron ante la Asamblea Legislativa un anteproyecto de ley con el objeto
de que se hiciera obligatorio la enseñanza y el aprendizaje de la geografía y la
historia de Panamá en todas las carreras a nivel superior en las universidades
públicas y particulares del país. Así se acogió el anteproyecto y se discutió y
aprobó en la Comisión de Educación, Cultura y Deportes, y el 5 de agosto de
2002 la presidenta Mireya Moscoso conjuntamente con la ministra de Educación,
Doris Rosas de Mata, sancionaron la Ley 42 «Sobre la enseñanza de la Historia
de Panamá, la Geografía de Panamá y la Cívica»14.
Pese a los vaivenes por la que han transitado las disciplinas humanísticas
en el currículo escolar, estas materias tienen un peso específico importante en
los planes de estudio del nivel medio y en los bachilleratos. Por ejemplo, a par-
tir del cuarto año, los planes vigentes contemplan un conjunto de asignaturas
sociales y humanistas que son servidas en su gran mayoría por egresados de
las carreras de Geografía e Historia, Filosofía e Historia e Historia, respectiva-
mente. En el área de Historia estas disciplinas son las siguientes: Historia Mo-
derna y Contemporánea en cuarto año; Problemas Políticos y Socioeconómicos
de Panamá e Historia de Panamá en el quinto año; y Gobierno, Historia de la
Cultura en América Latina e Historia de las Relaciones entre Panamá y los Es-
tados Unidos en sexto año. En el área de Geografía, se incluyen los cursos de
Geografía Física en el cuarto año; Geografía Humana, Económica y Política y
Geografía de Panamá en el quinto año. Y en el área de Filosofía, Moral y Estética
aparecen los cursos de Ética y Moral en cuarto año; Lógica y Apreciación de
las Bellas Artes en quinto año; e Introducción a la Filosofía en el último año
del bachillerato.
La inclusión de este conjunto de materias sociales en los bachilleratos, al
menos en los de Ciencias y Letras, nos indica que, pese a los problemas plante-
ados, se ha tenido en cuenta el valor formativo de las humanidades en la edu-
cación nacional. Sin embargo, el grado de aprovechamiento y/o aprendizaje de
estas disciplinas debe ser motivo de preocupación para todos, pues existe la sen-
sación que hay desinterés, indiferencia y apatía y un escaso conocimiento tanto
de la historia como de la geografía y la filosofía en general, por parte del ciuda-
dano común, de los estudiantes de los diferentes niveles del sistema educativo
y de un gran número de profesionales egresados de nuestras universidades es-
tatales y particulares15.
Nueva historia general de Panamá X 867

La enseñanza de la «Historia de Panamá»


en la Universidad de Panamá

Antecedentes históricos

Las carreras de Geografía e Historia y de Filosofía e Historia se vienen impar-


tiendo en la Universidad de Panamá desde 1939, cuando era rector de la institución
el doctor octavio Méndez Pereira. Estas carreras han tenido en nuestro medio un
doble propósito. Por un lado, han impulsado y fomentado el desarrollo científico
y la investigación humanista en el país y, por el otro, han contribuido a la formación
de docentes para enseñar Historia, Geografía, Cívica, Problemas Socioeconómicos
de Panamá, Historia de la Cultura, Gobierno, Filosofía, Lógica y Ética en las es-
cuelas secundarias de la nación. En tanto, el curso de Historia de Panamá ha sido
objeto de enseñanza universitaria en la antigua Facultad de Filosofía, Letras y Edu-
cación desde principios de la década de 1940. Posteriormente, el curso se ha ido
incorporando en los planes de estudio de las facultades de Medicina, odontología
y Administración Pública y Comercio, con el propósito de ofrecer una educación
humanista e integral a los profesionales que de allí egresaban16.
A partir de la década siguiente, la enseñanza de la «Historia de Panamá»
adquirió mayor relevancia, rigurosidad y una mejor sistematización científica,
gracias a los esfuerzos que le imprimió el joven profesor Carlos Manuel Gaste-
azoro, quien introduce novedosos enfoques en la enseñanza y en la investigación
histórica, así como también promovió la creación de nuevas cátedras como las
de Fuentes Históricas de Panamá y Panamá en el Mundo Americano. Todo esto
redunda de manera positiva en la enseñanza de la historia panameña. En los
años 60, se integran al cuerpo docente universitario un significativo número de
jóvenes profesores con una sólida formación profesional, lo que contribuye al
afianzamiento de las disciplinas humanistas y al desarrollo de la investigación
histórica en el país.
Aunque para la época estaba en vigencia un plan de estudios rígido, los es-
tudiantes y profesores de la carrera se preocuparon por estudiar los problemas
que aquejaban a la enseñanza y la investigación de la historia nacional en todos
los niveles escolares. Con ese propósito se organiza, conjuntamente con otras
instituciones, el Primer Seminario de Historia de Panamá (de 24 al 27 de enero
de 1966), el cual marcó un hito sin precedentes en nuestra educación. Este semi-
nario concluyó con sendas propuestas sobre la necesidad de lograr el mejora-
miento de la enseñanza de la Historia de Panamá en las escuelas primarias y
secundarias de la nación. Igualmente, recomendó que se estableciera un curso
anual obligatorio de esta asignatura en todas las facultades de la Universidad
de Panamá, adaptado a las necesidades específicas de las distintas especializa-
ciones. En opinión de los seminaristas, esta medida garantizaría que la Univer-
sidad de Panamá fuese la orientadora del destino cultural del país.
868 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

Cinco años más tarde y en el contexto de las reformas al sistema educativo


promovido por Gobierno del general omar Torrijos Herrera, se realizó el Se-
gundo Seminario de Historia de Panamá (de 11 al 16 de enero de 1971), evento
patrocinado por el Ministerio de Educación, la Universidad de Panamá y el Ins-
tituto Nacional de Cultura y Deportes. Los organizadores conformaron varias
comisiones de trabajo. A una de estas comisiones se le encomendó la misión de
estudiar «las tareas de la Universidad con relación a la Historia de Panamá y
América». Esta comisión hizo un análisis sereno y profundo acerca de la res-
ponsabilidad que le corresponde a esta alta casa de estudios con relación a la
enseñanza y la investigación de la historia nacional, pues como lo disponen sus
normas legales, a la Universidad oficial del Estado le compete la responsabili-
dad primaria de «asegurar la continuidad de la cultura nacional y universal,
así como generar, incrementar, difundir y divulgar el conocimiento científico».
Además, la institución tiene como fines primordiales «la formación de científi-
cos, profesionales y técnicos idóneos y dotados de conciencia social». Entonces
como ahora, estaba claro que la historia, como disciplina humanista, juega un
papel fundamental en la formación de esa conciencia social en los estudiantes
panameños.
Los miembros de esta comisión llegaron a la conclusión de que «indudable-
mente el conocimiento del devenir histórico nacional es materia importantísima
en la formación cultural y patriótica de los profesionales que forma la universi-
dad»; por lo que recomendaban «gestionar ante las autoridades de la universi-
dad para que la cátedra de Historia de Panamá en el Mundo Americano,
fundada por el profesor Gasteazoro, se estableciera como curso obligatorio con
dos semestres de duración y como materia cultural para todos los estudiantes
de esta institución educativa, incorporándose en los planes de estudios de todas
las facultades». En cuanto al enfoque de esta disciplina, se decía que la misma
«no ha de enseñarse con un criterio estrecho y localista, sino dentro de un marco
continental y dentro de sus vinculaciones con la historia universal».
Para cumplir con estos altos propósitos, la comisión recomendó «la rees-
tructuración de las asignaturas de Historia de Panamá, la creación de cursos de
posgrado con especialización en Historia de Panamá y América y la creación de
un Centro de Investigaciones Históricas de Panamá y América». Este centro
aglutinaría el conocimiento para «evitar la anarquía existente y profundizar los
temas objetos de la enseñanza de la historia». Además, el centro ofrecería «a los
estudiosos del pasado los materiales de trabajo imprescindibles en la responsa-
bilidad que le cabe con relación a la historia de Panamá y del continente»17. Sin
duda la propuesta de creación de este centro de investigaciones ocupó gran parte
de las deliberaciones de quienes participaron en dicha comisión e inclusive se
describieron las funciones y tareas que realizaría, así como sus objetivos a me-
diano y largo plazo. A pesar de los esfuerzos desplegados por los asistentes y
organizadores del seminario, sus recomendaciones cayeron en el olvido, pues
Nueva historia general de Panamá X 869

nunca llegaron a implementarse. Así las cosas, la Historia de Panamá, como dis-
ciplina científica y curricular, continúo enseñándose tal como se venía haciendo
con métodos tradicionales y con enfoques fragmentados.
Por otro lado, el plan de estudios de la carrera de Geografía e Historia se ha
mantenido sin modificaciones importantes, a excepción de que en los años 1976-
1977, se le incorporó al currículo el curso de Historia de las Relaciones entre Pa-
namá y Estados Unidos. Con la incorporación de esta asignatura, el pensum
académico de esta licenciatura quedó conformado así: sección de Historia. a)
Área de Panamá y América: Historia de Panamá: época hispana; Historia de Pa-
namá: unión a Colombia; Historia de Panamá: época republicana; Historia de
América e Historia de las Ideas en América; b) Área de Antropología: Prehistoria
de Panamá, Etnografía de Panamá y Antropología Cultural y Física; y c) Área de
Historia Universal: Historia Antigua (oriente, Grecia y Roma), Historia de la Edad
Media, Historia Moderna, Historia Contemporánea y Trabajo de Grado.
Por su parte, la sección de Geografía la integran los siguientes cursos: Geo-
grafía Matemática, Introducción a la Cartografía, Geografía Humana I y II, Ge-
ografía Física I y II, Geografía Regional de América y Geografía Regional de
Eurasia, África y oceanía. A finales de la década de 1980, el Departamento de
Geografía propuso la inclusión de dos cursos adicionales en dicha área. Así las
cosas, el plan de materias se ha mantenido sin mayores modificaciones de fondo,
por lo que se hace necesario una actualización cuanto antes, para adecuarlo a
los avances de la ciencia geográfica e histórica y a las necesidades del desarrollo
nacional y global.
Al hacer un balance de las materias de Historia en esta carrera conjunta, el
«Informe de la Comisión de Enseñanza de la Historia de Panamá en la Educa-
ción Superior», señala que los cursos de Historia de Panamá en la licenciatura
de Geografía e Historia «solo tienen una duración de un semestre cada uno y
del total de créditos, solamente 11 corresponden a historia nacional; es decir, que
estos representan el 9% de un total de 121 créditos que tiene la licenciatura». En
opinión de los comisionados, «las pocas horas dedicadas a la enseñanza de la
historia de Panamá implica tener programas demasiados genéricos y sintetiza-
dos, lo que impide una mayor profundización en los contenidos y dificultades
en el cumplimiento de los objetivos. A la postre tenemos una licenciatura en Ge-
ografía e Historia con muy poca formación en historia de Panamá. Esto es grave,
porque de seguro tiene repercusiones en la educación premedia y media, donde
se trasladan las deficiencias del egresado de esta carrera».
Al comparar los cursos de Historia de Panamá con los de Historia Antigua
(6 créditos), Historia de la Edad Media (6 créditos), Historia Moderna (6 créditos)
e Historia Contemporánea (6 créditos), observarnos que cada uno tiene una du-
ración de dos semestres y en total suman 24 créditos; es decir, más de dos veces
que el primero. Por otra parte, a la Historia de América solo se le dedican 9 cré-
ditos. En consecuencia, se le proporciona más énfasis a la historia universal que
870 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

a la propia historia nacional. El plan de estudio de la licenciatura en Geografía


e Historia contiene el enfoque de que primero es el conocimiento del mundo y
luego es Panamá y América, ocupando estos un lugar secundario en el currículo.
Y en el caso de la licenciatura en Filosofía e Historia, se observa –concluye el in-
forme– «las mismas características de la carrera de Geografía e Historia, con la
leve diferencia que el curso de Prehistoria de Panamá tiene 3 créditos. A ello
cabe agregar que en ambas licenciaturas la cantidad de créditos de todos los cur-
sos de historia es mucho menor que los de geografía y filosofía»18.

La creación de la carrera de Historia.


Problemas y perspectivas

A inicios de la década de 1990, cobró renovado impulso la vieja propuesta


de crear la carrera de Historia en la Universidad de Panamá, a fin de formar es-
pecialistas en esta disciplina, aunque era el criterio común de sus promotores
que esto no implicaba cerrar la licenciatura conjunta de Geografía e Historia,
sino que aquella venía a ser una carrera especializada para formar profesionales
en el campo de la enseñanza y la investigación de la historia. En este contexto,
las autoridades del Departamento de Historia nombraron, en 1991, una comisión
ad hoc para la creación de la carrera de Historia y le asigna como objetivos prin-
cipales «la elaboración de la propuesta curricular que sustente la creación tanto
de la carrera en sí, como de la Escuela de Historia»19.
Luego de dos años de trabajo, el Consejo Académico aprobó en 1993, la cre-
ación de la licenciatura en Humanidades con especialización en Historia. La
nueva oferta académica contagió a los colegas antropólogos, quienes por esos
años vieron también la oportunidad de abrir, dentro del Departamento de His-
toria, la licenciatura y Escuela de Antropología, proyecto que se hizo realidad
en septiembre de 1994. Desde sus inicios, ambas carrera se orientaron a la for-
mación de historiadores y antropólogos profesionales. Por esa razón, se elabo-
raron planes de estudios rígidos, extensos y cargados de muchos cursos y
créditos, lo que hacía extenso el programa y tomaba varios años concluir la ca-
rrera. El pensum académico de ambas carreras sobrepasaba, originalmente, los
200 créditos y su conclusión era de 5 años en el turno diurno y 7 el nocturno, si
el estudiante no tenía mayores atrasos. Esta concepción curricular demostró ser
inadecuada y poco práctica en nuestro medio y ha sido la causante, en gran
parte, de la baja matrícula que ha tenido la carrera durante algunos años. Sin
embargo, otras situaciones contribuyeron a mantener este estado de cosas tal
como lo expresa el Informe de la Comisión de Enseñanza de la Historia de Panamá en
la Educación Superior, elaborado en el año 2002 y publicado al año siguiente.
En cuanto a la conducción del Departamento de Historia, es obvio que esta
unidad académica ha tenido dificultades en el plano administrativo, organiza-
cional y de gestión, situación que ha obstaculizado un desempeño profesional
Nueva historia general de Panamá X 871

más dinámico y ha impedido una mejor proyección de la carrera de Historia.


Sobre el particular, el mencionado Informe elaborado por los colegas Denis Chá-
vez, Fernando Aparicio y orestes Arenas, señala que: «El Departamento de His-
toria no tiene la debida coordinación académica con los de Geografía y Filosofía,
lo que es indispensable para los ajustes periódicos que demandan las carreras
que comentamos. Las juntas de escuelas no funcionan como necesarios órganos
de gobierno al nivel de la unidad académica que administra las carreras. En el
propio Departamento de Historia no funcionan las áreas académicas como ins-
tancias de coordinación que permitan intercambiar experiencias, organizar ac-
tividades y proponer las reformas necesarias. Tampoco existe la coordinación
de asignaturas que posibilita programaciones homogéneas, acciones conjuntas,
contraste de metodologías, identificación de deficiencias en el desarrollo del pro-
grama, actualización del docente y reformas pertinentes. Todo ello con la parti-
cipación directa del docente que dicta la asignatura. Hace falta actualizar o
diseñar nuevos programas de las asignaturas que corresponden a las especiali-
dades como a las de servicio. Dada la velocidad de la renovación de los conoci-
mientos, innovadoras metodologías de enseñanza y aparición de nuevas inves-
tigaciones historiográficas, demandan que las reformas de los programas se
hagan, por lo menos, anualmente. Las carreras de Geografía e Historia, Filosofía
e Historia y la de Historia han venido disminuyendo su matrícula estudiantil.
No tenemos una estrategia de promoción de dichas licenciaturas. Esta realidad
debe convocarnos a una decidida renovación de dichas carreras y mejorar la
oferta académica. En la Facultad de Humanidades y en la Universidad de Pa-
namá han desaparecido licenciaturas por falta de matrícula estudiantil y por la
indiferencia o resistencia a los cambios»20.
Ante la difícil coyuntura por la que atravesaba la Escuela de Historia, era
evidente la necesidad de reestructurar la carrera, trabajo que se inició en el año
2001 y culminó en marzo 2003. La comisión encargada de esta tarea estaba inte-
grada por docentes del Departamento de Historia y estuvo liderada por el doctor
Gustavo García de Paredes como presidente, y por el profesor Reymundo Gur-
dián Guerra, como vicepresidente. La comisión no solo hizo un estudio de los
problemas que aquejaban a la carrera, sino que presentó una propuesta de ac-
tualización (reestructuración) más realista y flexible, acorde con las necesidades
del momento. Para ello recogió las aspiraciones e inquietudes de estudiantes y
profesores de la especialidad, así como también procuró incorporar las nuevas
tendencias de los estudios históricos de América Latina.
La propuesta curricular de reestructuración de la carrera señalaba que: «La
carrera de Historia, como muchas otras de las ciencias sociales y las humanida-
des, confronta en la actualidad muchas dificultades, producto tanto de las crisis
social y económica que padece el país como por la incapacidad de adecuarse a
los tiempos modernos y a las exigencias de la cultura, la educación y de la sociedad.
Todas estas transformaciones a escala global han tenido un impacto profundo en
872 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

las humanidades y de manera particular han dejado sentir sus efectos en la forma
de concebir, explicar y analizar los problemas actuales, pero a la vez han abierto
nuevas perspectivas para el análisis de los hechos y procesos sociales. En ese con-
texto, algunos paradigmas ideológicos, políticos y sociales han perdido vigencia
en tanto se cuestiona la validez de otros, mientras surgen nuevas propuestas te-
óricas, conceptuales y metodológicas para entender y explicar el complejo mundo
social que nos toca vivir en los albores del nuevo siglo y milenio»21.
El diagnóstico identificaba una serie de problemas y situaciones anómalas
que era preciso corregir a fin de flexibilizar la licenciatura y hacerla más atractiva
a los futuros estudiantes. Sobre el particular, el informe presentado expresaba
que esta carrera es «sumamente extensa, tiene un total de 204 créditos y un plan
de estudios donde el estudiante toma completarlo 5 años en el turno diurno y 7
o más en el nocturno y, en ocasiones demora más. En 1993 se creó una carrera
rígida e inflexible donde la mayoría (o casi todos) los cursos tienen una duración
de dos semestres, tres créditos y muchas horas prácticas que en ocasiones no tie-
nen justificación, lo cual se ha convertido en un engaño tanto para el estudiante
como para el profesor. Además, el plan de estudios vigente se inclina hacia la
especialización en un área determinada (Historia de Panamá y América) en des-
medro de las otras áreas académicas en que se divide el Departamento. Igual-
mente, se ha detectado que existen materias con nomenclaturas distintas que
repiten los mismos contenidos y más que formar al estudiante han servido para
satisfacer intereses particulares o académicos de algunos docentes»22.
Con relación al plan de estudios, el proyecto manifestaba que este era rígido
y, por lo tanto, «no permite incorporar nuevas asignaturas o seminarios para
profundizar un tema o para abordar una nueva situación o necesidad de cono-
cimiento e interés de estudiantes y profesores. Esta rigidez curricular impide,
por un lado, ofrecer alternativas de elección de cursos a los estudiantes, y por
otro lado, hace casi imposible la programación de giras educativas o trabajos de
campo. Igualmente, al ser extensa la carrera, incrementa el costo de la misma
tanto para la institución como para los estudiantes, pues estos deben permanecer
más tiempo dedicados a sus estudios. Además, los cursos básicos necesarios en
la formación de un investigador se sitúan al final de la carrera y poseen un mí-
nimo de horas, lo cual ha demostrado ser contraproducente. Todos estos factores
han provocado que la licenciatura en Historia se vuelva cada vez menos atrac-
tiva e interesante para los estudiantes, al punto que en los años lectivos 2000,
2001 y 2002 la matrícula ha bajado drásticamente e incluso la dirección de la Es-
cuela y el decanato han tenido que tomar la decisión de cerrar algunos cursos
por la baja concurrencia de alumnos matriculados»23.
Teniendo a la vista el diagnóstico, la comisión procedió a implementar los
cambios pertinentes, con la esperanza de que los mismos no solamente impliquen
una modificación del plan de estudios (fusión de cursos, reducción de horas-cré-
ditos para acortar el tiempo de duración de la carrera, reubicación e inclusión de
Nueva historia general de Panamá X 873

nuevas asignaturas y seminarios, etc.), sino con el propósito fundamental de lo-


grar la anhelada renovación en los enfoques, métodos y técnicas de enseñanza y
una mayor profundización de conocimientos. Es por esta razón que en la justifi-
cación de la propuesta, se deja bien claro que: «Los profundos cambios que ha
vivido la sociedad contemporánea durante el último tercio del siglo XX, afectan
las esferas del conocimiento, de la técnica, de los procesos productivos, la tecno-
logía, la cultura y la educación en todos los niveles. La disciplina histórica, como
cualquier otra área del conocimiento social, debe adecuar su quehacer a las nue-
vas realidades y asumir los desafíos que la nueva situación demanda. Hoy, más
que nunca, quienes ejercemos la profesión de docentes e historiadores, debemos
comprender que es necesario construir una historia que por sus características
sea social, integral, explicativa y sobre todo crítica, y que además sea capaz de
conocer y explicar cómo nace, evoluciona y se desarrolla el sistema social global
en que vivimos y que se esfuerce por entender analíticamente todas las culturas
y sociedades –presentes y pasadas– del mundo, incluida la nuestra. Porque la
historia es un proceso en construcción y, por lo tanto, requiere una renovación
continua y capacitación permanente de quienes se dedican a esta profesión».
En síntesis, el documento concluye que los profesionales que aspiramos for-
mar deben estar dotados de una adecuada «capacidad cognitiva y de una amplia
comprensión lectora y analítica producto de un intenso trabajo intelectual, uti-
lizando para ello diversas fuentes, rigurosos métodos de análisis científico y una
amplia y diversificada gama de recursos bibliográficos». Se advierte, además,
que la tendencia de las estructuras curriculares modernas indican que hoy en
día la preparación a nivel de licenciatura debe ser «lo más general posible, de-
jando el grado de especialización para los estudios de posgrado». En consecuen-
cia, se propone «una carrera más corta con una duración de 4 años en el turno
diurno y 5 años en el nocturno, y 164 créditos en total».
Bajo estos principios generales, la nueva propuesta curricular ofrece, a tra-
vés de los diversos cursos y seminarios, los conocimientos, habilidades, destre-
zas y competencias necesarias para un desempeño eficiente, así como también
refuerza el área de teoría y métodos con lo que se provee al estudiante las herra-
mientas necesarias para encarar de manera sistemática el estudio e investigación
de esta disciplina y para enfrentarse al cada vez más competitivo mundo laboral,
ya sea a través del ejercicio de la docencia, la investigación, la consultoría o las
tres al mismo tiempo.

Luces y sombras en la enseñanza e


investigación de la Historia de Panamá

La Universidad de Panamá ha venido impartiendo, desde 1939, las carreras


de Geografía e Historia y la de Filosofía e Historia. Por lo tanto, ha sido esta alta
casa de estudios la que ha diseñado, promovido y puesto en práctica de una
874 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

manera científica y sistemática tanto la enseñanza como la investigación de la


historia en el país. Sin embargo, no ha sido la única que ha impulsado la inda-
gación del pretérito panameño, pues han existido y existen, incluso antes de su
fundación en 1935, otras instituciones que, sin ser centros docentes, han contri-
buido positivamente a la generación y divulgación de conocimientos en el
campo historiográfico24.
De la misma manera, no se puede desconocer el significativo aporte indivi-
dual de los grandes maestros e historiadores nacionales y extranjeros al conoci-
miento, comprensión y difusión de la historia nacional en sus diferentes facetas,
gracias a la cual esta disciplina ha logrado avances significativos en las últimas
décadas. No obstante, sentimos que todavía existen muchas sombras y lagunas
tanto en el conocimiento e indagación del proceso histórico-social panameño,
como también grandes deficiencias pedagógicas y metodológicas en la ense-
ñanza de nuestra historia.
Somos conscientes de que no es una tarea fácil hacer un análisis sobre la si-
tuación actual de la enseñanza y la investigación de la Historia de Panamá, pues
ello conlleva considerar algunos elementos esenciales, como por ejemplo: 1) ana-
lizar el contenido de los programas curriculares de la disciplina; 2) evaluar los
textos, manuales y folletos escolares utilizados, su contenido y su presentación;
3) Hacen falta estudios sobre la actividad docente desarrollada por cada profesor
y profesora en su aula de clases, para lograr un aprendizaje efectivo; y 4) no se
cuenta con información veraz y confiable acerca de la disponibilidad y uso ade-
cuado de recursos didácticos y tecnológicos para la enseñanza y el aprendizaje
de la historia, etc.
Sin embargo, no cabe duda que las deficiencias de los programas o de los
libros de textos pueden ser mitigados por un buen docente, sobre todo si en él o
ella se dan, al menos, tres condiciones fundamentales: 1) capacidad y fluidez
para comunicarse con los alumnos; 2) una buena formación docente; y 3) un do-
minio aceptable de la materia enseñada. Pese a que no contamos con investiga-
ciones previas que tomen en cuenta los elementos señalados, es oportuna la
ocasión para dejar plasmado algunas consideraciones sobre el estado actual de
la enseñanza y la investigación de la historia en Panamá.
En primer lugar, constatamos que hoy, como ayer, persisten muchos pro-
blemas asociados a la enseñanza-aprendizaje de la historia, tanto en las escuelas
del nivel primario, medio y en la educación superior. Todavía se insiste en una
enseñanza tradicionalista, en ver el tiempo histórico de una forma lineal, crono-
lógico, lo cual no lleva a la reflexión; en consecuencia, se evita, en muchos casos,
el ejercicio de pensar y debatir sobre los acontecimientos y procesos históricos.
En nuestro medio y en todos los niveles escolares, la docencia tiende a privilegiar
la enseñanza rutinaria, repetitiva y memorística, ajena a la contrastación de los
hechos enseñados con la realidad y la formación de competencias orientadas
hacia la identificación y solución de problemas.
Nueva historia general de Panamá X 875

En segundo lugar, los aspectos conceptuales, teóricos y metodológicos de


las ciencias sociales no son, en la mayoría de los casos, aplicados a la historia y,
en consecuencia, los programas curriculares y los libros de textos están huérfa-
nos de estos elementos fundamentales que le dan sentido y coherencia a los es-
tudios históricos. Por lógica esto se traspasa al proceso enseñanza-aprendizaje
y es poco lo que los docentes discuten al respecto en las aulas de clases. Pero
sobre todo, la teoría, en términos generales, está ausente en el análisis histórico.
Esto ha traído como consecuencia, que la enseñanza de la historia no haya lo-
grado vincular el análisis con la explicación de los hechos y, por lo tanto, no se
percibe ninguna interconexión de los acontecimientos estudiados. Por esta razón
una gran mayoría de estudiantes, de todos los niveles, consideran la Historia
como una asignatura aburrida y poco interesante y, en el peor de los casos, no le
encuentran sentido ni utilidad a los estudios históricos.
En tercer lugar, no se puede pasar por alto el hecho de que la disciplina his-
tórica en nuestro país no ha estado al mismo nivel que el avance de la ciencia
histórica en otras latitudes, ni del interés que tienen los estudiantes por los co-
nocimientos orientados al cambio social. Aunque la Historia, como disciplina
científica, se ofrece en varias carreras de la Facultad de Humanidades de la Uni-
versidad de Panamá, todavía no se ha logrado un trabajo de completa integra-
ción; es decir, un esfuerzo interdisciplinario con otras ciencias sociales, lo cual
favorecería enormemente la labor de nuestros docentes e historiadores. Esta es
una tarea que está pendiente en la universidad.
En cuanto a los recursos existentes en nuestro medio para promover y esti-
mular el estudio y la producción de conocimiento histórico, en particular nues-
tras bibliotecas escolares –a excepción de la Biblioteca Nacional, la Biblioteca
Interamericana Simón Bolívar, la Biblioteca Presidente Roberto F. Chiari, la Bi-
blioteca del Instituto Smithsonian y unas cuantas de universidades particula-
res– son, en su mayoría, de una pobreza franciscana y sus textos por lo general
están desactualizados. Sin embargo, la tecnología de la información y la comu-
nicación y las bases de datos digitales están llegando, aunque tales procesos de
modernización requieren de recursos humanos y financieros importantes para
lograr estos objetivos. Y respecto a los acervos documentales, el Archivo Nacio-
nal ha entrado en un proceso de modernización que esperemos concluya satis-
factoriamente para bien de la comunidad académica y el público en general.
Con relación a los programas curriculares de Historia de Panamá, estos se
caracterizan, en su gran mayoría, por contener larguísimos listados de contenido
–el pretendido saber enciclopédico– que por falta de tiempo muchas veces no
se llegan a cumplir, lo que lleva al docente a reducir su tarea a la explicación de
algunos puntos del programa, por lo común a los temas que más le son afines,
dando como resultado una visión fragmentada e incompleta del proceso histó-
rico. En el caso de la educación secundaria, un problema que tiene larga data es
que los profesores «ante la cantidad interminable de unidades, temas o capítulos
876 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

que deben tratar y teniendo en cuenta el poco tiempo con que disponen por la es-
casa distribución horaria y porque los tiempos educativos no se cumplen debido
a las frecuentes paralizaciones del aparato escolar, tienen oportunidad de trabajar
bien las primeras unidades o módulos, mientras que los siguientes se estudian so-
meramente o no se llegan a estudiar, lo que produce un distorsión en los alumnos
quienes piensan que la historia se remonta solamente a los períodos arcaicos, pre-
históricos o coloniales y nunca a los fenómenos de la vida reciente»25.
A esto habría que agregar que, en términos generales, estos programas tien-
den a privilegiar los temas y actores tradicionales de la historia, con lo cual se
dejan por fuera importantes aspectos de las sociedades pretéritas. Sobra recordar
que la historia se interesa por conocer y comprender las sociedades humanas del
pasado, y más que los individuos en particular, al historiador de hoy le interesan
los sujetos colectivos: los pueblos, las clases y grupos sociales, las naciones, las
etnias y los sectores populares, así como otros asuntos sociales, económicos y cul-
turales, como los conflictos agrarios y las revueltas campesinas, los movimientos
urbanos, la vida cotidiana (familia, moda, alimentación, enfermedades, prostitu-
ción, vivienda, fiestas y entretenimientos, etc.), las ideologías, las mentalidades
y creencias religiosas y paganas, las mujeres y muchos otros aspectos de gran in-
terés para la comprensión integral de los grupos humanos del pasado. Sin em-
bargo, tampoco se concibe la historia «sin los grandes hombres y las grandes
mujeres, quienes fueron capaces de interpretar el momento histórico que les tocó
vivir y empujaron la rueda de la historia en la dirección conveniente». Por esta
razón, estamos de acuerdo en que la historia es, en esencia, «una explicación, un
intento por comprender el pasado. Empero, el conocimiento histórico es también
un medio para la comprensión del presente y la construcción del futuro. En con-
secuencia, cuando enseñamos historia, no podemos perder de vista esa relación
entre pasado, presente y futuro. La posibilidad de transformar la realidad y de
labrar un futuro de bienestar material y espiritual para las mayorías, está funda-
mentada en la comprensión del pasado y del presente»26.
En cuanto a la investigación social e histórica en la Universidad de Panamá,
valga señalar que esta no se ha logrado institucionalizar adecuadamente, pues
no existen ni centros ni institutos especializados, ni se han destinado los recursos
económicos y tecnológicos necesarios para que investigadores calificados y com-
petentes puedan desarrollar proyectos, programas o líneas de investigación de-
bidamente concertados de acuerdo a un plan científico que responda a los
requerimientos de la disciplina, a las necesidades de la institución y del país, y
a las demandas de la sociedad. Al no estar debidamente institucionalizada esta
función esencial universitaria, la mayoría de sus docentes no le prestan la debida
atención y dedicación, pues el sistema tiende a privilegiar la docencia y las tareas
administrativas vinculadas a la docencia en detrimento de las demás funciones
académicas, lo que ha dado como consecuencia que la investigación, en términos
generales, tenga un débil desarrollo, presencia e impacto en la institución y en
Nueva historia general de Panamá X 877

la sociedad panameña27. Y en el caso específico de los profesores-investigadores


del área de Historia, al no contar con una unidad de investigación especializada
y un programa definido de trabajo en este campo, los proyectos que se adelantan
responden a los intereses particulares de los profesores y no, necesariamente, a
las necesidades de la disciplina, de la institución, del país y del entorno social.
De allí pues, que la investigación social en términos generales y la histórica
en particular, no hayan alcanzado el nivel de desarrollo y el impacto social y cul-
tural que todos deseamos y anhelamos. Sin embargo, estamos a tiempo para co-
rregir estas deficiencias. En este sentido, sería pertinente, por un lado, diseñar
estrategias institucionales que logren promover, incentivar y apoyar la investi-
gación humanista en general y, por otro lado, se requiere la creación de un ins-
tituto de investigaciones históricas, tal como lo consigna la Ley 42 de 5 de agosto
de 200228. Adicionalmente, la institución debería promover acciones permanen-
tes y sostenidas de formación, capacitación y actualización de los profesores al
más alto nivel, actividad donde participen jóvenes con talento y vocación junto
a investigadores experimentados, a fin de que exista ese intercambio de ideas,
experiencias y conocimientos tan necesarios para fortalecer esta importante fun-
ción que da vida y sentido a las instituciones universitarias.
La acumulación de estos factores obstaculiza, en gran medida, alcanzar ma-
yores niveles de desarrollo intelectual en nuestra disciplina, tanto desde el punto
de vista del proceso enseñanza-aprendizaje como desde el campo de la investi-
gación, la difusión y la extensión. Se requiere, por lo tanto, imprimirle un nuevo
sentido a la enseñanza de la disciplina y, al mismo tiempo, renovar los métodos,
enfoques y técnicas de la escritura de la historia, a fin de que logre adaptar e in-
tegrar las nuevas tendencias de la historiografía contemporánea.
Algo parecido sucede con la enseñanza de la historia en las escuelas y cole-
gios secundarios del país. Al ser una enseñanza tradicional y memorística, la
misma carece de significado para muchos niños y jóvenes y, en consecuencia,
no se alcanza la intención educativa de facilitar la construcción racional y siste-
mática de explicaciones de la realidad histórico-social, ni una comprensión que
propicie la participación del educando en la vida social. Esto, unido a la carencia
de recursos didácticos y tecnológicos apropiados y a las deficiencias pedagógicas
que puedan tener los docentes y los propios textos escolares, hacen que los alum-
nos sientan poco o ningún interés por el conocimiento del pasado y mucho
menos por la propia disciplina histórica. Por lo anterior, consideramos que la
enseñanza-aprendizaje de la historia requiere ser fortalecida desde la escuela
primaria y desde ese nivel es necesario crear las condiciones psicopedagógicas
que faciliten la búsqueda y exploración reflexiva del saber histórico.
En resumen y a pesar que la Historia, como disciplina escolar se enseña en
todos los niveles de la educación nacional y en algunas carreras universitarias,
todavía esta materia no ha logrado despertar en la juventud un verdadero y pla-
centero interés por el estudio, conocimiento y comprensión del pasado y, en el
878 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

nivel superior, una vocación por los estudios históricos. Esta falta de interés y
vocación, unido a otros factores ajenos al proceso enseñanza-aprendizaje, hacen
que en la actualidad sea reducido el número de estudiantes que siguen esta es-
pecialidad en la Universidad de Panamá, siendo en cambio mayor el interés por
otras disciplinas afines.

La ley sobre la enseñanza de Historia y


la renovación de la práctica docente

Aspectos generales de la Ley 42 de 2002

En agosto de 2002, se divulgó el texto de la Ley 42, «sobre la enseñanza de


la Historia de Panamá, la Geografía de Panamá y la Cívica». Esta norma es clara
al señalar que «para asegurar el cumplimiento de los fines constitucionales de
la educación panameña, la enseñanza de la Historia de Panamá se llevará a cabo
en la educación básica general, media y superior tanto oficial como particular».
Asimismo, el artículo 3, expresa que la enseñanza de estas disciplinas deberá
«ser impartida de manera intensiva, individualizada y autónoma a fin de ga-
rantizar su papel primario en la formación integral del educando y en la madu-
ración de la conciencia e identidad nacional»29.
Por su lado, el artículo 4 manifiesta que «los planes y programas del primer
y segundo nivel incluirán el estudio de la Geografía de Panamá, de la Historia
de Panamá y la Cívica o Gobierno, las cuales se impartirán, por separado, a partir
del séptimo grado». Al redactar este artículo en la forma en que quedó, los le-
gisladores aceptaron el punto de vista de las autoridades del Ministerio de Edu-
cación en el sentido de que era necesario mantener la integración de estas
asignaturas a nivel primario para no abultar el pensum escolar; no obstante, a
partir del séptimo grado desaparecería la materia denominada «Ciencias Socia-
les» y en su lugar se ubicarían los cursos de Geografía de Panamá, Historia de
Panamá y Cívica. Precisa recordar, en este punto, que nunca estuvo en la mente
de los proponentes del proyecto de ley eliminar los cursos de Historia de Amé-
rica y Geografía de América en el octavo grado ni el de Historia de la Edad An-
tigua y Media ni de Geografía de Eurasia, África y oceanía en el noveno grado
de la Educación Básica General. Lo que se pretendía lograr, como en efecto se
logró, era la obligatoriedad de la enseñanza, por separado, de estas disciplinas
humanistas en los distintos niveles de la educación nacional incluyendo el tercer
nivel.
Para el tercer nivel o superior se establece, en el artículo 5, como obligatoria
la inclusión de cursos de Historia de Panamá y de Geografía de Panamá, en
todas las carreras que ofrezcan las universidades, oficiales y particulares, esta-
blecidas en la república. Esta medida intenta llenar un vacío pedagógico y cul-
tural importante, pues se ha comprobado que la mayoría de las carreras que
Nueva historia general de Panamá X 879

ofertan nuestras instituciones de educación superior están huérfanas de la en-


señanza y aprendizaje de estas disciplinas, las cuales son fundamentales para
fortalecer el razonamiento reflexivo y crítico y, en general, para la formación in-
tegral de los futuros profesionales panameños.
La ley faculta, a través del artículo 6, a los consejos académicos de las uni-
versidades oficiales para reglamentar y garantizar la «inclusión de estas dos asig-
naturas, como requisito, en todos los planes y programas de estudios de las
carreras dictadas en las respectivas universidades». El siguiente artículo hace lo
mismo en las universidades particulares, salvo que autoriza al Consejo Acadé-
mico de la Universidad de Panamá, para reglamentar y garantizar la inclusión
de estas asignaturas en los respectivos planes de estudios que se ofrezcan.
No se trata solamente de hacer obligatoria la enseñanza de estas dos disci-
plinas sociales, sino que la ley se preocupa también de mejorar los procesos de
enseñanza-aprendizajes de las mismas, mediante la exhortación a la renovación
y actualización constante de los docentes, las currículas, los textos y los mate-
riales didácticos. En ese sentido, el artículo 8 señala: «Para concretar los fines
constitucionales de la enseñanza de la Historia y la Geografía de Panamá, los
planes y programas de estudios de esas dos asignaturas deberán basarse en los
enfoques modernos de estas disciplinas, sus métodos y técnicas científicas de
investigación y la actualización de sus contenidos y metodologías didácticas».
Y con el objeto de promover la investigación y elaborar una «Historia general
de Panamá», el artículo 9 faculta al Órgano Ejecutivo a «destinar los recursos
adecuados para la creación de un Instituto de Investigaciones Históricas», el cual
quedará adscrito académicamente a la Universidad de Panamá.
Fue una preocupación permanente de los propulsores de esta iniciativa con-
tribuir a crear una cultura histórica y sensibilizar a la población panameña con
los problemas y valores nacionales, utilizando para ello el poder que ejercen los
medios de comunicación colectivos. Por esa razón, la ley estipula en el artículo
10 que: «Los medios de comunicación social deberán resaltar y divulgar aspectos
de la historia y la geografía de Panamá y de los valores cívicos y morales, en los
programas semanales de televisión y radio, así como en las publicaciones sema-
nales de la prensa escrita».
La ampliación del radio de acción de estos cursos conlleva una gran respon-
sabilidad para las instituciones formadoras de los recursos humanos en estas
áreas, pues serán estos docentes los encargados de enseñar tales materias en los
distintos centros educativos del país. Por consiguiente, creemos que ha llegado
el momento de hacer las transformaciones curriculares necesarias en los planes
de estudios y en los programas curriculares de la Universidad de Panamá y en
otras instituciones de educación superior que ofertan estas carreras, a fin de ade-
cuar, renovar y modernizar los enfoques, contenidos y metodologías a los avan-
ces más recientes que estas disciplinas científicas han alcanzado en otras lati-
tudes. Por lo tanto, es una tarea impostergable hacer los esfuerzos necesarios
880 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

para superar la visión y enseñanza tradicionales de estas disciplinas. Esta ley


implica un compromiso de renovación y cambio, tanto en la práctica docente y
de investigación como en su modo de enseñanza.

Sugerencias para el diseño de los


nuevos programas curriculares

Con el propósito de contribuir a la implementación correcta de la Ley 42 de


2002, y teniendo en cuenta que esta norma conlleva la elaboración de nuevos
programas curriculares que substituyan a los de Ciencias Sociales, sugerimos
algunos elementos y criterios de orden teóricos, metodológicos y pedagógicos
sobre la enseñanza de la historia, que se deberán tomar en cuenta a la hora de
diseñar y redactar los programas de Historia de Panamá y América en los dis-
tintos niveles de la educación nacional30.
Estos elementos son los siguientes:
1.Desde el punto de vista legal y pedagógico, es necesario orientar la organi-
zación del currículo escolar de acuerdo a los preceptos del artículo 238 de
la Ley orgánica de Educación que señala: «La organización del currículo
debe tener criterios de flexibilidad, para que permitan adaptarse a la diná-
mica de los cambios humanísticos, científicos y tecnológicos que se dan en
la sociedad en general. La planificación de los planes y programas de estu-
dios deberán incluir los principios de continuidad, secuencia, integración y
pertinencia en el orden del conocimiento lógico, psicológico y sistemático.
Además, amplitud y profundidad en sus contenidos».
2.En cuanto a los equipos humanos que elaborarán los programas, estos
deben estar integrados por profesionales del más alto nivel académico, con
experiencia en la materia y ejecutorias en el campo de la investigación hu-
manista. Se sugiere la conformación de comisiones de trabajo multidiscipli-
narias, donde concurran especialistas y profesionales de áreas afines,
apoyados por expertos en pedagogía y currículo, pero quienes redacten los
objetivos, contenidos y actividades deben ser los mismos especialistas que
trabajaron en la concepción y discusión de los respectivos programas.
3.La enseñanza de Historia, como una disciplina específica, permite organizar
el estudio continuo y ordenado de las grandes épocas del desarrollo de la
humanidad, los procesos de cambio en la vida material, las manifestaciones
culturales y científicas y la organización social y política, de tal forma que
los estudiantes comprendan que las formas de vida actual, sus ventajas y
problemas son producto de largos y variados procesos transcurridos desde
la aparición de la especie humana. Lo que se busca es una nueva concepción
de la historia. Para lograr este fin es necesario elaborar programas renova-
dos con una nueva visión y perspectiva que supere los tradicionales enfo-
ques curriculares (listados de temas sin ningún criterio de selección y
Nueva historia general de Panamá X 881

organización). Se aconseja agrupar y sintetizar determinados temas –vía


unidades didácticas, módulos o ejes temáticos–, introducir temáticas que
han sido obviadas anteriormente o han pasado invisibles a los ojos de los
historiadores tradicionales.
4.Quienes redacten los programas de estudio deben tener en cuenta que la
historia, como disciplina social que es, proporciona a los alumnos conceptos,
conocimientos y métodos para comprender la evolución y los cambios de
las sociedades, las culturas y las instituciones a través del tiempo. En este
sentido, tanto la historia como la geografía cumplen la finalidad de formar
a los alumnos, ofreciéndole un conjunto de valores y principios imprescin-
dibles para que adopten una actitud crítica, ética y comprometida en la so-
ciedad donde conviven.
5.Las nuevas corrientes historiográficas proponen enfoques integrales de la
disciplina, que incluya temáticas no tradicionales y, que a la vez, resalten
nuevos actores y procesos sociales en el estudio del pasado, como son los
sujetos colectivos: los pueblos, las clases, las naciones, las etnias y los con-
flictos sociales así como las revoluciones y los movimientos sociales, los sec-
tores marginados, la vida cotidiana, las ideologías, las mentalidades, las
mujeres, entre otros temas y no solo los héroes o los gobernantes y las gran-
des personalidades políticas y militares como se hace en la mayoría de los
casos.
6.La historiografía contemporánea ha alcanzado grandes e impresionantes
avances en el último tercio del siglo XX; por lo tanto, en los albores del
nuevo siglo y milenio es necesario superar aquellas perspectivas de análisis
y periodizaciones de la historia nacional o regional de tipo europeizante o
eurocéntricas. Para ello sería prudente tomar en cuenta otros factores histó-
ricos; así como también se sugiere revisar los enfoques tradicionales al es-
tudiar períodos complejos de nuestra historia, como son los de la conquista,
la colonización, la época de la dominación hispana, la formación de los es-
tados nacionales latinoamericanos, etc., a fin de ofrecer una visión más com-
pleta e integradora de los fenómenos del pasado.
7.La organización temática de los contenidos debe orientar la enseñanza y el
aprendizaje de la historia hacia el desarrollo de habilidades intelectuales y
nociones que permitan a los estudiantes ordenar la información y formarse
juicios críticos y propios sobre los fenómenos sociales actuales. En conse-
cuencia, la prioridad de la enseñanza será lograr que los alumnos formulen
explicaciones e hipótesis en las que utilicen datos en forma congruente y or-
denada para explicar situaciones concretas, más que enfatizar en la memo-
rización de fechas y acontecimientos pasados que por lo general tiende a
volver pesado y aburrido la enseñanza de esta disciplina en particular.
8.Siguiendo una tendencia reciente que muchos países iberoamericanos
han incorporado en la enseñanza de la historia, se debería procurar que el
882 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

carácter de los contenidos no se limite al conocimiento de los hechos, de los


personajes y de los procesos históricos singulares, sino que se recomienda que
se amplíe a las habilidades y valores que los sistemas educativos y las cons-
tituciones de los Estados encomiendan a la disciplina histórica. Bajo esta pers-
pectiva, se entiende que conceptos, hechos, procedimientos y actitudes
forman un todo indisoluble, y que de este modo deben ser presentados a los
alumnos en cada bloque de contenidos. Las actitudes y valores, a los que se
ha hecho referencia, no se asignan a los distintos bloques temáticos, ya que
los mismos deben estar presentes en todas las unidades del programa31.
9.Al seleccionar y ordenar los contenidos educativos en los programas curri-
culares, se debería tener en cuenta la duración de los cursos y las horas de
clases disponibles para tal fin (horas por semana, mes, bimestre, trimestre,
cuatrimestre y semestre, según sea el caso). Por lo que los contenidos míni-
mos deben concretarse a los aspectos más significativos de la materia tra-
tada. En consecuencia, hay que evitar hasta donde sea posible elaborar
programas excesivamente pretenciosos y cargados de temas (programas en-
ciclopédicos), que luego se tornan difíciles de cumplir por el poco tiempo de
que disponen los docentes para dar sus lecciones y por las constantes pér-
didas de clases por diversos motivos: protestas, marchas, cierre de calles,
paros, días festivos, etc.
10.Es saludable presentar en los programas escolares una distribución porcen-
tual lo más equilibrada posible de temas entre los distintos períodos o épo-
cas históricas. Esto significa evitar cargar el grueso de los contenidos de los
programas en una determinada época en detrimento de otras, como ocurre
muchas veces en que el período colonial absorbe la mayoría de los temas y
del tiempo dedicado a la enseñanza de la historia de Panamá y América.
Asimismo es pertinente procurar que la distribución temática de los conte-
nidos sea equitativa. Por ejemplo, balancear lo más posible la presentación
de los temas, ya sean estos de índole político-institucionales, económicos,
demográficos, sociales, culturales, ecológicos, etc.

A manera de epílogo

En conclusión, invitamos a los docentes y funcionarios responsables del


diseño, elaboración y redacción de los nuevos programas educativos a imple-
mentar una nueva expresión de la enseñanza y aprendizaje de la historia que
tenga presente, como sugiere el Convenio Andrés Bello, la creación de un
nuevo paradigma de enseñanza de la historia que considere «el desarrollo de
una historia integral, basada en los aspectos económicos, sociales, culturales,
políticos y ecológicos. Que tome en cuenta los diferentes actores de los acon-
tecimientos; es decir, los líderes y los diferentes participantes anónimos de la
sociedad, que, en definitiva son los protagonistas de los cambios. Que integre
Nueva historia general de Panamá X 883

lo local con lo nacional y lo internacional, especialmente lo latinoamericano,


tanto para explicar los fenómenos de la geopolítica continental, cuanto para
abrir amplios horizontes de significación en los educandos»32.
Este organismo integracionista está interesado en «impulsar la enseñanza de
una historia social, explicativa, crítica, que supere las fronteras culturales ances-
trales y busque nuevas relaciones, plantee problemas y encuentre soluciones ima-
ginativas». Aboga por la enseñanza de una historia que «tome en cuenta el valor
de los demás, que respete las diferencias y tenga presente el pensamiento del otro,
como requisito indispensable para entendemos a nosotros mismos. Quiere la en-
señanza de una historia que supere los viejos conflictos y la cultura del enfrenta-
miento, que no sea indiferente a las realidades de la mayor parte de habitantes
del continente, que propicie el desarrollo de valores, como: la integración, la so-
lidaridad, la convivencia, la tolerancia, el respeto mutuo, la paz y el entendi-
miento, como ejes fundamentales de una acción concertada y permanente».
Igualmente sugiere enseñar una historia «renovada, que tome en cuenta la socie-
dad del conocimiento y la información, que ponga al servicio del hombre las úl-
timas teorías científicas, los importantes descubrimientos arqueológicos, las
nuevas corrientes historiográficas y sociológicas, que utilice los modernos medios
de la enseñanza, como son el cine, la televisión, el video, los satélites, las compu-
tadoras y todo lo que nos ofrezca la comunicación actual y la tecnología»33.
En fin, la historia no puede ser entendida solamente como un estudio del
pasado, con una visión del pasado y con métodos del pasado. Es necesario que
los estudios históricos continúen siendo «un análisis del pasado, con una visión
del presente y para construir el provenir, con el uso de tecnologías de última ge-
neración, para lograr una mejor interpretación de los acontecimientos y fortale-
cer el proceso de indagación de los hechos históricos».

Segunda parte
Aproximación al estudio de la historiografía republicana

Historia, conocimiento histórico y


condicionamientos sociales

La historia es una de las disciplinas sociales más antiguas que ha cultivado


el ser humano, y su objeto de estudio es analizar los cambios que afectan a la
sociedad a través del tiempo. Su misión consiste en proponer explicaciones a
esas oscilaciones en la que ella misma está inmersa; por eso hay también una
historia de la historia, en la que se imbrican el devenir de los hombres –la realidad
histórica– y el desarrollo teórico de la disciplina.
884 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

El término historia tiene diversos significados y lleva en sí la huella de las


transformaciones en el tiempo desde su significado inicial de investigación o
pesquisa. Siguiendo a Goranov, nos adscribimos a estos postulados: 1) un pro-
ceso objetivo e irreversible que, aunque resultante de la acción humana, es in-
dependiente de la voluntad y de la arbitrariedad de la conciencia individual y
colectiva; 2) una noción elemental, espontánea (objetivada en la mitología, fol-
clore, creencias religiosas, supersticiones, conciencia común, psicología de
masas, etc.); y 3) una ciencia con estructura y metodología definida como un
principio básico de pensamiento científico34.
Son significados íntimamente relacionados que impiden efectuar una disec-
ción entre ellos, pues se empobrecerían las categorías para el análisis de lo que
constituye la realidad histórica, el conocimiento histórico y la ciencia histórica.
Por realidad histórica hacemos referencia a la historian su vida social y sus múl-
tiples desarrollos –el material con que trabaja el historiador– en su instalación y
temporalidad. Por conocimiento histórico aludimos a la reflexión, pretendida-
mente científica, de analizar y estudiar lo acontecido a los hombres y mujeres
en sus diversas actividades. Esta reflexión, para cumplir su cometido, es decir,
alcanzar grados de cientificidad, debe contrastar aspectos de la realidad histórica
problematizándola, integrándola en una red de significaciones.
La historia, una ciencia en construcción –al decir del historiador Pierre Vilar–
ha transitado por diversas etapas que llevan la impronta de la sociedad y el
tiempo en que vivieron los historiadores, de los intereses y la concepción del
mundo que los anima; es, ella misma, un producto histórico, pues como sostiene
un cientista social: «Toda investigación historiográfica se articula en una esfera
de producción socioeconómica, política y cultural. Implica un ámbito de elabo-
ración que las determinaciones que le son propias circunscriben: una profesión
liberal, un puesto de observación o de enseñanza, una categoría de gente de le-
tras, etc.»35. Convergen, en la investigación historiográfica –entendida como cons-
tructo o reconstrucción social– elementos sociales y subjetivos que reflejan los
postulados de la época en que vivió el historiador o historiadora y el nivel teórico
y las oscilaciones de las ideas. Así, toda interpretación histórica resulta ininteli-
gible si hacemos abstracción del marco de referencia en que surgió.
De la pluralidad de interpretaciones que realizan los historiadores, de los
fundamentos teóricos, metodológicos e ideológicos implícitos en el trabajo del
historiador trata la historiografía. Esta se puede entender como «el estudio de
las distintas interpretaciones de la historia en su conjunto o de un período his-
tórico concreto y de los autores que se han dedicado a estudiar el pasado de los
pueblos, agrupados según la ideología, corrientes o escuelas»36.
El estudio de la historiografía es un asunto complejo; no se trata solamente
de ubicar autores en tendencias historiográficas o escuelas, sino también de elu-
cidar el tramado social subyacente en su discurso, pues lo expresado en un
Nueva historia general de Panamá X 885

discurso no necesariamente coincide con la ideología que profesa el historiador;


no olvidemos que la historia es una disciplina ideológica por excelencia, pues
como se ha dicho:

La eficacia del discurso histórico (como en general de las distintas formas del
discurso científico) no se reduce a su función de conocimiento; posee también
una función social cuyas modalidades no son exclusivas ni primordialmente de
carácter teórico... No hay discurso histórico cuya eficacia sea puramente cognos-
citiva; todo discurso histórico interviene (se inscribe) en una determinada reali-
dad social donde es más o menos útil para las distintas fuerzas en pugna37.

En la actualidad, no se pone en duda el papel que juega la ideología y los


condicionamientos sociales en el trabajo del historiador. En el ámbito historio-
gráfico panameño, la discusión y el debate sobre el tema está aún pendiente,
pues todavía predomina entre nosotros la concepción de que la historia debe ser
una ciencia aséptica e imparcial. En este sentido, los historiadores vendrían a ser
como una especie de funcionarios de una entidad metafísica denominada «his-
toria» y no expresión –en determinadas circunstancias– de fuerzas sociales en-
frentadas; todo ello sin pretender pragmáticamente, confundir la función social
de la historia (su legitimidad teórica) con su función ideológica.

Tendencias dominantes en la
historiografía republicana

El panorama de nuestra historiografía en el siglo XX es complejo. Sin em-


bargo, al analizar el pretérito panameño se pueden identificar las distintas ten-
dencias dominantes que han marcado el rumbo de la historiografía republicana.
Estas tendencias son, en su orden: el positivismo con sus variantes: el empirismo
historiográfico y el científico; el marxismo y la «nueva historia», representada
por la Escuela de los Annales. En estas corrientes de pensamiento se ubican los
más connotados historiadores panameños y sus obras, los cuales han contribuido
a estructurar la visión histórica dominante en el país en la última centuria.

El positivismo

El positivismo, como corriente historiográfica, fue influyente en América


Latina desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX. No obstante, en nuestro
país su influencia decisiva no se hizo sentir sino hasta la segunda mitad del siglo
XX. Por esa razón hemos adoptado la categoría de empirismo historiográfico
para referirnos a los estudios históricos efectuados en los primeros cincuenta
años de vida republicana.
886 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

El empirismo historiográfico

Cuando hacemos alusión al concepto «empirismo historiográfico», nos re-


mitidos a aquel estadio inicial de la investigación historiográfica que se caracte-
riza por la ausencia de teorías, conceptos y metodologías de análisis de la
realidad histórica que ya en otras latitudes, principalmente en Europa, eran in-
herentes al oficio de historiar. En la primera mitad del siglo XX, el empirismo
historiográfico enriqueció grandemente nuestra comprensión del pasado con
valiosos aportes realizados por una gran cantidad de intelectuales y letrados que
desde diversas disciplinas y profesiones (por lo general abogados), incursiona-
ron en el campo de la historia nacional; era una historia de acontecimientos, sin
la menor utilización de cifras y datos estadísticos, consistente en investigar los
hechos «tal como ocurrieron» –en su mayoría acontecimientos de naturaleza po-
líticos– a través del estudio minucioso de documentos, los cuales eran expuestos
en forma objetiva y coherente y, por lo general, se presentaban de manera orde-
nados y en forma cronológica.
Somos deudores del trabajo pionero que realizaron los fundadores de la his-
toriografía republicana, pues ellos definieron los grandes temas de estudio de
nuestra historia, algunos de los cuales están pendientes de análisis, pero también
hay que reconocer que la concepción del trabajo del historiador de entonces era
empírica y limitada, pues no hay que olvidar que ellos no eran historiadores de
formación, ni tampoco estaban consagrados al oficio. De esta etapa es válido
hacer excepción de algunos ensayos escritos por Diógenes de la Rosa, quien
desde la perspectiva marxista, analizó diversos aspectos de la historia nacional.
El empirismo historiográfico es una variante de la historiografía tradicional,
que hace énfasis en el dato cronológico, la forma y circunstancia particular, en
los grandes personajes históricos y en el hecho de que su depurada especificidad
y erudición hace perder de vista el contexto social. En este sentido podemos citar
como ejemplo, los trabajos de Ricardo J. Alfaro, Vida del general Tomás Herrera
(1908), octavio Méndez Pereira y su obra Justo Arosemena (1919) y La vida ejemplar
de Justo Arosemena de José Dolores Moscote y Enrique Arce, texto que no llegó a
publicarse hasta 1956.
Por lo general, es una historiografía centrada en dos aspectos principales:
la época colonial y la gesta independentista; donde por lo general, los hechos
históricos giran en torno a acontecimientos de carácter políticos a los cuales dan
su razón de ser; es una historia descriptiva y narrativa que, pese a sus limitacio-
nes, sentó las bases fundacionales de lo que constituye la historiografía republi-
cana. Esta nace con el surgimiento del Estado nacional y se presenta como una
historiografía de combate, que intenta contrarrestar los embates de la llamada
leyenda negra «obstinada tradición historiográfica que tachó al nuevo Estado
(panameño) como una pequeña ‘republiquita de traidores’, una creación artificial
de mezquinos vende-patrias»38.
Nueva historia general de Panamá X 887

Inaugura esta historiografía cívica y de culto a los próceres un folleto del doctor
Ramón Maximiliano Valdés titulado La independencia del istmo de Panamá, sus ante-
cedentes, sus causas y su justificación, obra impresa en 1903 por el Star and Herald. La
intención publicitaria de este opúsculo era tal que, del mismo, se hizo una traduc-
ción al inglés en la misma fecha y otra al francés en 1904. El opúsculo de Valdés
constituye una apología de la gesta independentista y su finalidad fue el rechazo
de los errores o prejuicios en torno a la interpretación de la independencia. Peter
A. Szok, en el artículo titulado «La Patria es el recuerdo... Ensayo historiográfico
de un país naciente», señala al respecto que «Entre la numerosa producción histo-
riográfica de los primeros treinta años de la república se percibe el gran anhelo de
confrontar los ataques extranjeros (a la independencia de 1903) y refutar la supuesta
separación de Latinoamérica»39. El folleto de Valdés es un documento célebre, a
partir del cual se elabora toda una historiografía de la independencia –similar a la
del resto de Latinoamérica– que sustentaba y legitimaba el proyecto cívico-repu-
blicano. Así se pueden citar como obras representativas las de Pablo Arosemena,
La secesión de Panamá y sus causas (1915), Las memorias del general Esteban Huertas
(1921); El legado de los próceres (1930) de Juan Felipe Escobar; La independencia de Pa-
namá en 1903 (1930) y La jornada de 3 de noviembre de 1903 y sus antecedentes (1931) de
Ismael Brandao; Los documentos históricos sobre la independencia del istmo de Panamá
(1930) de Ernesto Castillero Reyes; e Historia de la independencia de Panamá y sus an-
tecedentes 1821-1903 (1933) de Catalino Arrocha Graell, entre otros.
Paralelo al desarrollo de la historiografía ligada al estímulo del sentimiento
nacional y la emoción patriótica, se va forjando otra pródiga en aportes sobre el
pretérito panameño en sus diversas etapas y temáticas. Varios de sus represen-
tantes han de estar vinculados, desde su fundación en 1921, a la Academia Pa-
nameña de la Historia. Entre ellos están Ricardo J. Alfaro, oscar Terán, octavio
Méndez Pereira, José de la Cruz Herrera, José Dolores Moscote, Héctor Conte
Bermúdez, Ernesto Castillero Reyes, Juan Antonio Susto Lara, Manuel María
Alba, Bonifacio Pereira Jiménez, Catalino Arrocha Graell, Benito Reyes Testa,
Víctor Florencio Goytía, Juan Rivera Reyes, Ernesto J. Nicolau, Rubén Darío Car-
les oberto y Armando Fortune, entre los más destacados.
En 1911 aparece el más importante de los trabajos destinados al aludido fo-
mento de la conciencia nacional, el libro titulado Compendio de historia de Panamá
de Enrique J. Arce y Juan B. Sosa, nítida expresión de cómo la historia contribuye
a fomentar la cohesión nacional y la formación de ciudadanos, tal como intuye-
ron nuestros primeros gobernantes al encomendar la elaboración por contrato
de este manual de historia patria. Era la expresión ideológica de las elites que
participaron del movimiento independentista, los conservadores y los liberales,
embarcados en un proyecto político-institucional común. De esta manera se es-
tructuraba una memoria nacional y republicana que instrumentalizaba la histo-
ria para homogenizar la memoria colectiva. Sobre el particular, el doctor Carlos
Manuel Gasteazoro escribió:
888 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

En medio del entusiasmo patriótico de los primeros años republicanos, una


de las tareas de mayor significación y responsabilidad fue la de dar a la nueva
entidad –el Estado panameño–, el fundamento histórico que justificara la in-
dependencia y creara, en la juventud estudiosa, el orgullo de poseer una na-
cionalidad que no surgía en virtud de circunstancias foráneas, sino como la
culminación de un ideal largamente sentido a lo largo del tiempo, y la espe-
ranza de proyectar las experiencias del pretérito en un destino común40.

El contrato para elaborar el Compendio de historia de Panamá fue sancionado


el 10 de septiembre de 1909, un año después que el Gobierno nacional dictami-
nara la necesidad de contar con un manual para la enseñanza de la historia patria
en las escuelas de la joven república. Hasta ese momento, Panamá no contaba
con un texto histórico que presentara una visión de conjunto de su pasado. En
ese contexto, surgió el Compendio de los señores Arce y Sosa, libro que aspiraba
–como dice Jorge Conte Porras– a «resaltar nuestros valores espirituales con un
criterio nacionalista».
Sin duda este manual tiene, como toda obra humana, sus virtudes y defec-
tos. Para algunos, su gran mérito consiste en ser el primer texto panameño en
presentar un esquema general de la historia de Panamá desde la llegada de los
conquistadores europeos hasta la independencia de 1903, y en la labor didascá-
lica e ideológica que se le atribuye como libro de texto oficial para la enseñanza
de la historia patria en las escuelas y colegios de la nación a partir de la segunda
década del siglo XX. Para otros, es un libro aburrido y lleno de datos disparejos
y fechas históricas que cansan al lector. Sobre este texto dice el historiador esta-
dounidense, Peter A. Szok:

Publicaciones como el Compendio se pueden describir como poco más que


la acumulación cronológica de disparejos hechos históricos. Igual que el pe-
sado aire tropical, el detalle soporífero del libro agota la energía de su lector y
lo acomoda entre bostezos y sueños en la hamaca más cercana. El Compendio
de Arce y Sosa es un excelente libro para leer antes de acostarse41.

No obstante sus múltiples limitaciones de enfoque, estructura y método, y


su visión particular del proceso histórico, este texto cumplió el cometido para el
cual fue concebido originalmente y ha sido base para el desarrollo de otros pro-
yectos de historia general de Panamá.

El positivismo historiográfico

Si los primeros cincuenta años de la historiografía panameña pueden ser


caracterizados de empíricos, la situación empieza a revertirse a partir de la
segunda mitad del siglo XX. En efecto, a partir de los años cincuenta, nuestra histo-
riografía se hace más «académica»; es decir, que sus expositores más acreditados
Nueva historia general de Panamá X 889

van a ser sujetos de formación universitaria que ven en la historia una ciencia
social con una metodología rigurosa y con métodos de investigación propios.
Es en este sentido que se encamina la labor académica e historiográfica de Carlos
Manuel Gasteazoro, maestro de un número plural de historiadores, el cual con
su labor docente y de investigación va a renovar los estudios históricos en nues-
tro medio.
En su trabajo historiográfico se observa «una orientación positivista-ecléc-
tica bajo la influencia de la historiografía alemana del siglo XIX, la fenomenolo-
gía, Spengler y el positivismo francés»42. Se trata de una nueva generación de
historiadores que, formados en universidades extranjeras y otros en la Univer-
sidad de Panamá, fomentan la «historia científica», la aplicación del método crí-
tico basado en la búsqueda, verificación y cotejo de fuentes originales y la inves-
tigación en archivos. En el plano epistemológico asumen que la ciencia histórica
debe estar desprovista de juicios de valor. De allí se deduce que hay de manera
intrínseca una verdad que reposa sobre los hechos y solamente hay que expo-
nerlos para que la verdad sea perceptible.
Cabe anotar que aunque el método crítico es parte constituyente e insosla-
yable del trabajo del historiador, no es más que una técnica, y no convierte, por
sí misma, a la historia en una disciplina científica; consigna también que la pre-
tendida anulación de la subjetividad del historiador –la neutralidad axiológica
o valorativa– es casi imposible en la ciencia histórica, como se ha demostrado
reiteradamente. El historiador, al desplegar los esfuerzos y medios, puede con-
seguir disimular su actitud valorativa y, por tanto, su compromiso y su espíritu
de partido bajo una máscara de fórmulas aparentemente «neutras» con relación
a los valores. Ranke es una prueba de ello. En efecto, «la valoración no se mani-
fiesta necesariamente en forma de proposiciones judicativas desarrolladas co-
rrectamente, en forma de juicios de valor explícitos, En la mayoría de los casos,
la valoración es implícita: se realiza a través de la comprensión y selección de
los hechos, a través y sobre todo, de los diversos modos de ilustrar los aconteci-
mientos ‘relatados’ sin que los juicios de valor se formulen explícitamente»43.
Fueron estos los supuestos en que se sustentaba la historiografía positivista
y científica, que tuvo en el profesor Carlos Manuel Gasteazoro su más acreditado
expositor. Gasteazoro funda, dirige e imparte, a partir de la década de 1950, el
curso de Fuentes Históricas de Panamá en la Facultad de Filosofía, Letras y Edu-
cación, cátedra que fue aprovechada para impartir sus conocimientos y, a la vez,
sirvió para enseñar el método crítico y las concepciones historicistas y positivis-
tas a una gran cantidad de estudiantes de las carreras de Filosofía e Historia y
de Geografía e Historia, con lo que contribuyó a consolidar una tendencia his-
toriográfica que creo «escuela» y que ha sido la que más arraigo ha tenido entre
nuestros historiadores. Fue, pues, una nueva forma de practicar y hacer historia
«científica», con lo que se dejó atrás el empirismo que caracterizó los primeros
años de la historiografía nacional.
890 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

En cuanto a la influencia que ejerció el magisterio del profesor Gasteazoro


en sus alumnos universitarios, valga señalar lo que en su momento expresaron
algunos de sus estudiantes más distinguidos:

Julio César Moreno Davis manifiesta que, fiel al lema pedagógico de que
el maestro debe hacer haciendo, enseñar enseñando, actuar actuando, brinda
a sus estudiantes esta obra –Introducción al estudio de la historia de Panamá– que,
como él lo indica en la introducción: «Surgió como una respuesta inmediata a
la preocupación –de alumnos y profesores distinguidos– por el desconoci-
miento de nuestro pasado histórico». Sus preocupaciones iniciales fueron,
pues, las fuentes; es decir, el material documental de primera mano con que
todo investigador serio y responsable debe armarse en primera instancia; y el
problema del conocimiento de las fuentes. Paralelamente enseñó a utilizarlas,
comprenderlas sobre la base de métodos científicos de historiar. No enseñó un
método determinado, sino los métodos más seguros para el esclarecimiento
del pasado histórico. Su cátedra se convirtió pronto no en una insulsa exposi-
ción de clases magistrales, sino en un vivero de preocupaciones, interrogantes
y discusiones en tomo a la legitimidad de nuestro pasado44.

Por su lado, Ricaurte Soler diría del maestro «… y es que las generaciones
de profesionales de la historia formadas a partir de 1951 –un año antes, el joven
profesor Gasteazoro se encargó de la cátedra de Historia de Panamá en la Uni-
versidad de Panamá– han discutido en la cátedra premisas y conclusiones de
las diferentes tesis y antitesis. Por ello ningún discípulo ha negado la calidad
científica y magisterial del maestro».
Sin duda el maestro Gasteazoro contribuyó de manera permanente y soste-
nida a la formación de una generación de historiadores panameños que, con el
correr del tiempo, han hecho importantes aportes al mejor conocimiento, com-
prensión y difusión de la historia nacional. Sobre el particular decía don Rodrigo
Miró Grimaldo:

Si sus investigaciones en España lo afianzaron en su interés por la historia


patria, y su posterior experiencia diplomática tampoco pudo apartarlo de ese
propósito; ambas cosas enriquecieron en cambio su conocimiento del mundo y
consolidaron su cultura artística e intelectual, una de las facetas atractivas de su
personalidad, circunstancias que coadyuvarían a facilitar las relaciones con sus
alumnos universitarios interesados en nuestro ayer, a quienes inculcó el entu-
siasmo y la pasión por el cultivo de la historia, con los resultados que hoy nos
permiten hablar de una historiografía panameña a tono con los tiempos. Lo re-
alizado por sus alumnos Ricaurte Soler, Alfredo Castillero Calvo, Julio César
Moreno Davis, Celestino Andrés Araúz, Armando Muñoz Pinzón, Argelia Tello
Burgos, y otros jóvenes que él ayudó a formar, aunque con menos obra publi-
cada, que yo sepa más la obra de omar Jaén Suárez, Alfredo Figueroa Navarro,
Nueva historia general de Panamá X 891

todos de formación europea, quienes no fueron sus alumnos, pero que no estu-
vieron distanciados ni ignorantes de su quehacer, ofrecen al mundo de la histo-
riografía hispanoamericana un capítulo de mucha enjundia, que nos honra...45.

Además de la cátedra, la investigación científica y la extensión universitaria,


el profesor Gasteazoro contribuyó con notable éxito a la promoción y difusión
de la cultura nacional, pues desde la dirección de la Editorial Universitaria, fun-
dada por él en 1969, impulsó la publicación de importantes libros y folletos ex-
tranjeros y nacionales que han enriquecido no solo el patrimonio bibliográfico
del país, sino también permitir el acceso a obras valiosas de autores norteame-
ricanos. Desde 1969 hasta 1986, período en que fue su director, la editorial uni-
versitaria –que hoy con justa razón lleva su nombre– publicó más de 150 títulos
en diferentes disciplinas. Especial atención merecen las traducciones del inglés
al español de obras como La tierra dividida: Historia del canal de Panamá y otros
proyectos del canal ístmico de Gerstle Mack, Cádiz a Catay: Historia de la larga lucha
diplomática del canal de Panamá de Miles P. Duval, y La miseria del progreso de E.
Brandford Burns, todas, con excelentes prólogos del propio Gasteazoro. Resal-
tan, asimismo, Cinco años en Panamá de Wolfred Nelson, El istmo de Panamá y lo
que vi en él de Chauncey D. Griswold, Los Estados Unidos y la República de Panamá
de William D. McCain, Influencias humanas en la zoogeografía de Panamá de Charles
F. Bennett, Cantos y oraciones del ceremonial cuna de James Howe, La defensa de Por-
tobelo de Edwin C. Webster; América Latina: Una concisa historia interpretativa de
E. Bradford Burns, etc. Algunas de estas obras están precedidas de estudios pre-
liminares y prólogos de integrantes de la escuela de jóvenes historiadores orien-
tados y formados por el insigne maestro46.
Con relación a su producción intelectual, Carlos Manuel Gasteazoro escribió
varias obras históricas importantes y es autor de un sinnúmero de sesudos artí-
culos, ensayos, prólogos y estudios preliminares de libros de diversa naturaleza,
que hoy constituyen verdaderas piezas de erudición, lo que pone de manifiesto
su sólida formación cultural y el profundo conocimiento que poseía de la historia
nacional y americana. Entre sus principales publicaciones podemos mencionar
Introducción al estudio de la historia de Panamá: Fuentes de la época hispana (1956),
La historia de Panamá en sus textos (en colaboración, 2 tomos, 1980); El ciclo de Pe-
drarias (1982), El pensamiento de Ricardo J. Alfaro: Estudio introductorio y antología
(1984), etc.
otros destacados historiadores nacionales, forjados algunos de ellos al calor
de la cátedra universitaria, que se adscriben a esta tendencia historiográfica son
Rafael E. Moscote, Manuel octavio Sisnett Cano, Miguel Ángel Martín (aunque
estos profesionales descollaron más bien en el ámbito de la historia universal),
Rodrigo Miró Grimaldo, Jorge Conte Porras, Moisés Chong Marín, Alberto oso-
rio, Argelia Tello Burgos, Celestino Andrés Araúz y Armando Muñoz Pinzón.
Adicional a estos, se agregan autores más recientes y de gran valía que han
892 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

producido importantes obras históricas. Entre estos mencionamos a: Patricia


Pizzurno de Araúz, Juan Antonio Tack, Ricardo A. Ríos Torres, Arturo Guzmán
Navarro y Mario José Molina Castillo.
En vista de las limitaciones de espacio y tiempo, nos es imposible presentar
aquí un inventario de los autores, sus obras y tendencias historiográficas a la
que se adscriben. Este inventario exhaustivo ha sido realizado en forma brillante
por Alfredo Figueroa Navarro en su libro Las ciencias sociales en Panamá en vísperas
del tercer milenio (Panamá, 1998).

La historiografía marxista

El historiador británico, Geoffrey Barraclough señala que la historiografía


latinoamericana –incluso cuando trataba de establecer una auténtica tradición
latinoamericana–, ha seguido muy de cerca las pautas impuestas por el pensa-
miento europeo: primero, y la más influyente de todas, el positivismo europeo
del siglo XIX, después, tras la Primera Guerra Mundial, el historicismo alemán.
El historicismo se presentó en América Latina como una alternativa al positi-
vismo, y se implanta con la recepción, en la intelectualidad latinoamericana, de
pensadores como José ortega y Gasset, Américo Castro y la generación de tras-
terrados españoles (refugiados de la guerra civil española) que llegan a nuestro
continente a partir de la década del treinta del siglo XX. En América Latina los
trabajos de José Gaos y Leopoldo Zea, ejemplifican las posibilidades –y limita-
ciones– que ofrece el historicismo como corriente historiográfica.
Bajo estas premisas están fundadas las primeras obras de Ricaurte Soler,
Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad durante el siglo XIX (1954) y
El positivismo argentino: Pensamiento filosófico y sociológico (1959). En la primera
de las obras citadas, Soler analiza las variables que se hicieron presentes en la
fundación de la nacionalidad panameña, el papel egregio de Justo Arosemena
y la evolución de las ideas políticas y filosóficas en el Istmo. En la segunda obra,
estudia la influencia que ejerció la filosofía positiva de Augusto Comte en todas
las actividades del intelecto en el país sudamericano. Tan valiosa ha sido esta
investigación, que aún esta obra es considerada como uno de los trabajos más
rigurosos que se hayan realizado en ese país sobre este tema.
En ambos textos Soler trata de evadir intenciones «historiográficas»; es decir,
eximirse de la reflexión teórica, y atenerse a los hechos centrándose en la atomi-
zación de los mismos; intenta así el historicismo ser una reacción contra el posi-
tivismo, pero realmente no va mucho más lejos en el campo historiográfico47.
Sobre el particular, Barraclough ha expresado que: «Al insistir en que el objeto
de estudio de la historia es la singularidad de toda actividad humana, la escuela
historicista excluyó la posibilidad de cualquier contribución real por parte de
los historiadores a una aproximación científica a las cuestiones de la naturaleza
humana o del sentido de la dirección de la historia»48.
Nueva historia general de Panamá X 893

La etapa historicista en la producción intelectual de este filósofo e historia-


dor panameño, concluye a inicios de los años sesenta, cuando debido a insufi-
ciencias teóricas y metodológicas de esta corriente de pensamiento, el joven Soler
deriva hacia posiciones marxistas. Esta nueva etapa de su evolución intelectual
la inaugura con la publicación del libro Formas ideológicas de la nación panameña
(Panamá, 1963), en el que usando el aparato teórico-conceptual del marxismo
analiza la creación de una conciencia nacional por parte de la burguesía liberal
del siglo XIX. otros títulos importantes, publicados por Soler, en los que deja
plasmado su visión del pasado de las sociedades latinoamericanas y panameñas
son: Estudios sobre historia de las ideas en América (Panamá, 196l), Panamá: Depen-
dencia y liberación (1974), Panamá: Nación y oligarquía, 1925-1975 (1976), Clase y na-
ción: Problemática latinoamericana (Panamá, 1981), Cuatro ensayos de historia sobre
Panamá y nuestra América (Premio Miró, 1983), Pensamiento político en los siglos
XIX y XX: Introducción y antología (Panamá, 1988), Idea y cuestión nacional latino-
americanas: De la independencia a la emergencia del imperialismo (México, 1980). En
este último texto, el autor se remonta a la génesis y emergencia de los diversos
proyectos nacionales latinoamericanos, y a la ideología de los autores que los
sustentaron; también analiza la injerencia del imperialismo norteamericano en
la formación de nuestras identidades nacionales.
Ricaurte Soler fue –como pocos intelectuales panameños– un hombre com-
prometido, plenamente consciente del papel que juega la historia en la lucha
ideológica, y siempre fue, como marxista, explícito al respecto. Sin embargo,
como todo historiador y ser humano, fue hijo de su tiempo y en su extensa pro-
ducción historiográfica se percibe el reflejo de los vaivenes, oscilaciones y con-
tradicciones que han caracterizado a la nación panameña. Así lo demostró una
vez más en sus dos últimas obras: Panamá: Historia de una crisis (México, 1989) e
Invasión de Estados Unidos a Panamá: Neocolonialismo en la posguerra fría (México,
1991), en las que muestra no solo sus dotes de historiador, sino también su com-
promiso con un proyecto sociopolítico en el que creía firmemente.
Aunque no existe una sostenida historiografía de tradición marxista en
nuestro país, además de Ricaurte Soler otros académicos e intelectuales han
abordado aspectos importantes de la historia patria desde esta perspectiva de
análisis. Fue bajo su influencia, ya que era cercano discípulo suyo, el joven
Alfredo Castillero Calvo escribió su tesis de licenciatura titulada Luchas socia-
les de Panamá a principios del decimonono, cuyo primer capítulo, dedicado a la
independencia de Panamá de España, y basado en fuentes de primera mano
desconocidas, fue publicado en el número inaugural de la revista Tareas, di-
rigida por Soler. Debido al éxito que tuvieron, dos capítulos se publicaron en
la Revista Lotería y el último también en Tareas. En el segundo número de Ta-
reas, su primer capítulo fue saludado con entusiasmo por el militante marxista
y conocido abogado y profesor de Derecho, Humberto Ricord, en los siguien-
tes términos:
894 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

Hay que convenir en que ningún historiador panameño, hasta Castillero


Calvo, había adoptado la tesis materialista como método de investigación his-
tórica. Y este mérito señalado, como lo hemos dicho, no se le puede regatear,
porque no existe estudio sobre la historia panameña en que esta hubiera sido
plenamente redescubierta como resultante de la problemática económica de
determinados grupos sociales, fondo sobre el cual el documentado investiga-
dor que hay en Castillero Calvo ha revivido auténticamente la verdad de nues-
tro pasado de 1821. (Tareas, número 2, Panamá, enero-febrero de 1961).

Castillero no era, sin embargo, militante marxista y solo se interesó por apli-
car el método del materialismo histórico y con el paso de los años fue evolucio-
nando rápidamente hacia otras metodologías y enfoques, como se analizará más
adelante. Entre los que sí mantuvieron la tradición marxista podemos mencionar
a Víctor Ávila Ducasa, Concepción marxista del hombre y de la historia (Santiago de
Chile, 1973) y Panamá: Luchas sociales y afirmación nacional (Panamá, 1998); ornel
E. Urriola, Dialéctica de la nación panameña: Período republicano (1972); Miguel
Montiel Guevara, Fundamentos filosóficos científicos de la historia (Premio Miró,
1980) y El Canal: Contradicción dialéctica de la nación panameña (1999); Filiberto
Morales y Edilcia Agudo, Apuntes para el estudio del desenvolvimiento del capitalismo
en Panamá (1987); y César González Herrera, Aproximación historiográfica al pen-
samiento ideológico-político del conservadurismo en Panamá (Premio Miró, 2002),
entre otros. Asimismo han sido importantes, los aportes intelectuales de Virgilio
Araúz, quien posee una vasta producción de artículos y ensayos referentes al
tema de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos y, en particular sobre la
problemática social y educativa, trabajos que han sido abordados desde esta
perspectiva intelectual.
Desde esta perspectiva teórica, el Partido del Pueblo (comunista) elaboró el
panfleto titulado Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile, 1970), síntesis del desa-
rrollo económico, social y político del Panamá republicano, en el que se hace én-
fasis en las luchas sociales nacionales por afirmar la nación a la vez que resalta
el enfrentamiento del país con el imperialismo norteamericano. En este trabajo
colectivo participaron los distinguidos intelectuales y dirigentes de esa agrupa-
ción política Rubén Darío Souza, César de León, Hugo A. Víctor y Carlos Fran-
cisco Chang Marín.
Aparte de los autores mencionados, encontramos un grupo de sociólogos,
economistas, politólogos y juristas que han incursionado en el campo del análisis
histórico desde la perspectiva marxista. Sin ánimo de ser exhaustivos, podemos
mencionar, entre otros, a: Marco Gandásegui, Iván Quintero, Alejandro Saavedra
y Andrés Achong, Las luchas obreras en Panamá, 1850-1978 (1980); Marco Gandá-
segui, La concentración del poder económico en Panamá (1965), Las empresas públicas
en Panamá (1982), La fuerza de trabajo en el agro: Experiencia del desarrollo capitalista
en Panamá (1985); Historia política de las luchas campesinas en Panamá (1985); Iván
Nueva historia general de Panamá X 895

Quintero, Pasado y presente en las luchas campesinas en Panamá (1997); olmedo Be-
luche, Diez años de luchas políticas y sociales en Panamá, 1980-1990 (1994), Estado,
nación y clases sociales en Panamá (1999), La verdadera historia de la separación de
1903 (2003) e Historia agraria y luchas sociales en el campo panameño (2017). Entre
los economistas sobresalen Jorge A. Castillo, Formación social panameña: Un aná-
lisis económico del período 1850-1960 (1986); José Eulogio Torres Ábrego, Contribu-
ción al estudio del subdesarrollo, de la monoproducción a la oligarquía moderna,
(México, 1981) y Población, economía y sociedad en Panamá: Contribución a la crítica
de la historiografía panameña, (Panamá, 2 tomos, 2001); Roberto N. Méndez, Desa-
rrollo del capitalismo en Panamá (1903-1925), Panamá, 20 de diciembre de 1989, ¿libe-
ración... o crimen de guerra? (1994) y Panamá, 9 de enero de 1964: ¿Qué pasó y por
qué? (1999); William R. Hughes, ¿Quiénes son los dueños de Panamá? (1987) y Canal
y desarrollo (1999), etc. Del mismo modo, valga resaltar el papel que han jugado
otros cientistas sociales que han hecho aportes desde esta perspectiva metodo-
lógica a la historiografía social panameña. Entre estos podemos mencionar a
Néstor Porcell Gómez, Simeón Emilio González, Jorge Turner, Hernando Franco
Muñoz, Luis Navas Pájaro y Humberto Ricord, para citar solo algunos nombres.
Las investigaciones de estos intelectuales han ido conformando lo que se podría
llamar una historiografía marxista en ciernes.

Los propulsores de la «nueva historia» en Panamá

Los esfuerzos de Lucién Febvre y Marc Bloch por superar la vieja historia
episódica y de acontecimientos no prosperaron realmente hasta después de con-
cluida la Segunda Guerra Mundial. La historia-batalla de los grandes personajes
históricos va a ser suplantada en Francia por una nueva forma de hacer historia
que no se sirve únicamente de los documentos, sino que aboga por el intercambio
y la colaboración con otras ciencias sociales (economía, demografía, geografía,
sociología, antropología); de su lugar de origen irradia hacia el resto del mundo,
renovando la historiografía y convirtiendo a la Escuela de los Annales en una de
las corrientes historiográficas más importantes e influyentes del siglo XX.
A partir de los años sesenta, la Escuela de los Annales –llamada así por el
nombre de la revista que difundió sus concepciones acerca de la tarea del histo-
riador– produjo una renovación de la historiografía académica, un racimo de
obras maestras y una reconsideración de la escritura de la historia. Bajo la in-
fluencia de las ciencias sociales, la historia comenzó a cambiar de rostro y de
vestido. Súbitamente, la investigación histórica se apropió de conceptos tales
como crisis, ciclos, coyunturas, fluctuaciones y transformaciones económicas,
demográficas, sociales y políticas. Los historiadores hicieron uso de las técnicas
cuantitativas y con esos utensilios reconstruyeron impresionantes series de pro-
ducción, precios, salarios y flujos comerciales y demográficos que iluminaron
las estructuras sobre las que reposaban las sociedades preindustriales y las líneas
896 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

de fuerza que impulsaban su dinámica. Lo que antes era un campo no explorado


se tornó una lectura persuasiva de la estructura económica y social, de las fluc-
tuaciones económicas y de las desigualdades entre las clases sociales. Sin duda,
a partir de esta escuela historiográfica, el pasado adquirió una dinámica y una
complejidad insospechadas.
La influencia metodológica y temática de esta escuela historiográfica se hace
sentir en Panamá desde finales de la década de 1960, aunque la misma no ad-
quiere fuerza sino en la década siguiente. Sin ser exclusivos de esta corriente,
como es el caso de Alfredo Castillero Calvo, quien se considera ecléctico, los que
con mayor rigor académico han seguido los pasos de esta corriente son omar
Jaén Suárez, Alfredo Figueroa Navarro y el propio Castillero Calvo.
En cuanto a Jaén Suárez, dice doña Carmen A. Miró que este historiador es:

… uno de esos pocos intelectuales panameño que desde muy temprano


mostró un gran afán, que aún no cesa, de contribuir a despejar... nuestros orí-
genes como pueblo y nuestro desarrollo hacia una efectiva identidad nacional.
Cuando apenas contaba con 27 años ya publicaba en París, en los Cuadernos de
América Latina, serie Ciencias del Hombre, su trabajo «Evolución de estructuras
agrarias en la sabana de Coclé». Desde entonces, se reveló como persistente
investigador, particularmente de nuestro ambiente rural, observando bajo una
óptica que tiene como base la historia en un marco de análisis geográfico49.

omar Jaén Suárez es geógrafo, historiador y diplomático, por lo que su obra


abarca estas tres áreas principalmente. Renombrados profesores franceses ejer-
cieron influencia en este compatriota. Entre ellos están Roger Dion, Higounet,
Maximilian Sorre, Hildebert Isnard y Pierre George por el área de la geografía y
Fernand Braudel, Pierre Vilar, Michel Vovelle, Georges Duby, Philippe Aries,
Emmanuel Leroy Ladurie y Jacques LeGoff, en el campo de la historia. En la
producción intelectual de omar Jaén asistimos, dice Figueroa Navarro «a un in-
tento de fundir la geografía, la historia, la economía, la demografía y la ecología,
para desembocar en una síntesis de historia total. En este experimento radica la
originalidad de nuestro geógrafo. osadía bien poco comprendida en un medio
como el nuestro, tan inclinado a las arcaicas insinuaciones de sirena de la historia
anecdótica y laudatoria, de vena épica o política, pero carente de sesgos totali-
zantes, de más ardua factura»50.
Como dijimos, la producción científica de este intelectual se ubica en tres
áreas específicas, aunque estas están íntimamente interrelacionadas entre sí. En
el campo de la historia es autor de los siguiente trabajos: El hombre y la tierra en
Natá de 1700 a 1850 (1971), Economía panameña en el siglo XIX: La contabilidad de
hacienda pública de 1849 a 1903 (1972), Las fuentes y los estudios de historia económica
en Panamá (1973), Presencias imperialistas y dependencia ístmica en el siglo XIX
(1974), La formación de estructuras económicas y sociales en el istmo de Panamá: El
Nueva historia general de Panamá X 897

siglo XVIII colonial (1740-1850) (1977), La población del istmo de Panamá del siglo
XVI al siglo XX (1978) y Un estudio de historia rural panameña: La región de los llanos
del Chirú (1991). En el área de la geografía, la ecología y su relación con la ocu-
pación del medio natural, Jaén Suárez es autor de los siguientes títulos: Análisis
regional y canal de Panamá (1981), Hombres y ecología en Panamá (1981) y Geografía
de Panamá: Introducción y antología (1985). En el campo de la historia diplomática,
es autor de varias monografías, ensayos y artículos sobre diversas facetas de la
historia de las relaciones contractuales con los Estados Unidos de América, y úl-
timamente ha escrito Las negociaciones sobre el canal de Panamá, 1964-1970 (Bogotá,
Grupo Editorial Norma, 2002) y la Autoridad del Canal de Panamá le publicó
Las negociaciones de los Tratados Torrijos-Carter, 1970-1979 (dos tomos, 2005) y
2000-2010: Diez años de administración panameña del Canal (2011).
A pesar de la meritoria producción intelectual, su obra capital continúa
siendo La población del istmo de Panamá (corregida y aumentada para una tercera
edición, Madrid, 1998), prolija investigación que le sirvió para obtener el título
de doctor en Letras y Ciencias Humanas en la Universidad de París I,
Panteón-Sorbona. En este estudio sobre la población de Panamá y los modos de
organización del espacio desde la Colonia hasta las dos primeras décadas del
siglo XX, se apoya Jaén Suárez «en un planteamiento geohistórico del Istmo que
no se ocupa del hombre singular ni del hecho aislado, sino de los grupos anó-
nimos y de la suma de los hechos rutinarios integrados en movimientos de larga
duración, de alguna manera vinculados a lo estructural. Le preocupa a omar
hacer en el período cubierto por su obra –principios del siglo XVI a principios
del XX– un análisis comparativo de dos estructuras del paso transístmico: en
primer lugar, la arcaica, lenta, la del barco de vela y la recua de mulas, y el ca-
pitalismo primitivo, en la que el río Chagres desempeña papel crucial; en se-
gundo lugar, la moderna, la veloz, la del ferrocarril y el barco a vapor, la del
capitalismo industrial, en la que el mismo río desempeña papel importante,
pero ahora en la operación de un canal a esclusas»51.
Si bien este distinguido compatriota ha sido un genuino representante de
la escuela historiográfica francesa, recientemente se ha enfocado en escudriñar
la historia genealógica, aquella rama de la ciencia histórica dedicada a rastrear
los antecedentes familiares con el propósito de resaltar o afirmar linajes de cier-
tos apellidos o familias de la sociedad. En esta línea de pensamiento se publicó
el libro Españoles en América: 300 años de los De la Guardia de Panamá y Costa Rica
(dos tomos, 2017).
Alfredo Figueroa Navarro, sociólogo, historiador, poeta, promotor y difusor
cultural de gran valía, es también un seguidor de esta corriente historiográfica.
Posee un doctorado en Sociología de la Universidad de París y una licenciatura
en la misma especialidad por la Universidad de Lovaina, Bélgica. Además de
sus investigaciones en el campo de la sociología, ha incursionado con éxito en
el área de la historia social y de las mentalidades colectivas, donde ha dado a la
898 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

luz pública obras que constituyen referencia obligada dentro de nuestra produc-
ción historiográfica. A nuestro juicio, su trabajo más denso y abarcador sigue
siendo Dominio y sociedad en el Panamá colombiano, 1821-1903 (1978), obra cuyo
objetivo es rastrear los orígenes de la llamada clase dirigente panameña. A partir
de los instrumentos conceptuales que brindan la sociología y la historia, este tra-
bajo se adentra en el estudio de los grupos dominantes tanto urbanos como ru-
rales del Panamá decimonono, así como también de los sectores subordinados
del arrabal santanero. Analiza las formas y los mecanismos del poder local, re-
gional y nacional de la oligarquía panameña, el papel que en él juega la buro-
cracia y las transformaciones de mentalidades de este poderoso grupo urbano,
así como el impacto de las coyunturas económicas (el ferrocarril y el Canal Fran-
cés) en los grupos sociales en pugna hasta finalizar con un examen de las causas
que provocaron la independencia de 190352.
La obra intelectual de Figueroa es amplia y variada. Entre esta subrayamos
los siguientes títulos: Sociología del arrabal de Santa Ana en Panamá (1750-1850)
(1978), El desarrollo de las ciencias sociales en Panamá: Introducción y antología (1983),
Los grupos populares de la ciudad de Panamá a fines del siglo diecinueve (1987), Seis
aproximaciones a la historia social y demográfica de la ciudad de Panamá, siglos XVIII
y XIX (1994), Testamento y sociedad en el istmo de Panamá (siglos XVIII y XIX) (199l),
Las ciencias sociales en Panamá en vísperas del tercer milenio (1998), Nueva luz sobre
Carlos Antonio Mendoza (2000) y Vida y obra de Gaspar Octavio Hernández, el cisne
negro (2002), entre otros.
De Testamento y sociedad en el istmo de Panamá, investigación novedosa en
nuestro medio, ha dicho omar Jaén Suárez que «es el resultado de un largo y
arduo trabajo, de la compulsa, durante varios años, de más de dos mil piezas
de archivos, de testamentos y juicios de sucesión, sobre todo de fondos pana-
meños, relativos, esencialmente, al siglo XIX; analizados, clasificados y ponde-
rados con rigor científico por un verdadero historiador que conoce bien su
métier, aprendido allí donde se encuentran a cabeza de la reflexión metodoló-
gica, en Bélgica y singularmente en Francia. ofrece al lector una introducción,
profusamente documentada, a la actitud del hombre ante la muerte, visión del
anverso de su actitud ante la vida. Revela este rico fondo documental exhu-
mado por la paciencia de Alfredo Figueroa, que cubre todo el país ecuménico
salvo la provincia de Coclé, ciertas constantes y singularidades, fenómenos di-
versos y complejos, geográficos, económicos, sociales y culturales, en fin, de los
cuales teníamos, antes, datos dispersos, algunas intuiciones y, en general, ig-
norancia y oscuridad total»53.
Como señalamos anteriormente, Alfredo Castillero Calvo también ha se-
guido las huellas de esta corriente historiográfica, aunque como él mismo ha
dicho: «No me considero matriculado en los Annales. De hecho soy ecléctico,
pues he reivindicado implícita y explícitamente la historia narrativa, la historia
política, la historia cuantitativa, la historia de las mentalidades, así como también
Nueva historia general de Panamá X 899

he trabajado la prosopografía y me he caracterizado por abordar el análisis his-


tórico de manera plurivalente». Lejos de ser un seguidor a ciegas de los Annales,
lo que cabe decir es más bien que se ha inspirado en aquellas de sus propuestas
que le han parecido atractivas, practicando el oficio sin ataduras conceptuales,
y siendo muy consciente, como se hace evidente en su obra y lo ha expresado
explícitamente, de que sería un error ignorar la histoire événementielle, dado lo
mucho que aún queda por descubrir de numerosos evénéments importantes sin
los cuales nuestro conocimiento del pasado quedaría incompleto.
En su larga hoja de vida como docente e investigador, Castillero Calvo ha
exhibido una marcada evolución intelectual, que arranca desde sus años de es-
tudiante en la Universidad de Panamá, donde tuvo su primer contacto con el
materialismo histórico, como ya se mencionó, pasando luego por la escuela his-
tórica sevillana y madrileña, la influencia metodológica y temática de la «nueva
historia» francesa, hasta llegar al momento actual en el que vemos a un hombre
maduro intelectualmente con amplio dominio de las técnicas modernas de la in-
vestigación historiográfica sustentados sobre supuestos epistemológicos muy
propios suyos. Durante sus largos años de estudios doctorales en Madrid y Se-
villa, se observa en él la huella metodológica de la escuela americanista de Sevi-
lla, Madrid y Barcelona. Su tesis doctoral y trabajos posteriores así lo confirman.
Entre estos están: Estructuras sociales y económicas de Veraguas desde sus orígenes
históricos, siglos XVI y XVII (1967), La fundación de La Villa de Los Santos y los orí-
genes históricos de Azuero (1971), Políticas de poblamiento en Castilla del Oro y Vera-
guas en los orígenes de la colonización (1972), Fundación y orígenes de Natá (1972), y
un conjunto de estudios monográficos sobre plazas y monumentos coloniales,
todos ellos caracterizado por el uso de abundantes fuentes documentales, testi-
monian esta etapa primigenia y juvenil del autor.
A nuestro juicio, con la publicación del ensayo Economía terciaria y sociedad:
Panamá, siglos XVI y XVII (1978), empieza una nueva etapa en la vida intelectual
de Castillero Calvo. Sobre este innovador trabajo, sólidamente fundamentado
en documentación de archivo y apoyado en un sofisticado análisis, la catedrá-
tica de la Universidad de Sevilla, doctora Enriqueta Vila Vilar comentó: «Me di
cuenta que estaba ante un hombre que hacía una historia distinta y moderna;
que hacía comprensible la complejidad, usando fuentes hasta entonces poco
utilizadas»54.
Con este escrito, Castillero Calvo deja atrás ciertas concepciones de la es-
cuela histórica española y entra a explorar otras posibilidades en el quehacer
historiográfico, incluyendo la metodología histórica francesa de Annales. A par-
tir de entonces, se percibe en él una nueva visión de la historia panameña y ame-
ricana, a la par que va a exhibir una sólida formación en el campo de la
metodología y de la teoría de la historia, lo que le permite concebir y producir
trabajos novedosos e inéditos en muestro medio. Sus pesquisas amplían el aba-
nico temático de investigación, como también conllevan la introducción de nuevos
900 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

tratamientos de las fuentes y el uso de enfoques plurivalentes, lo que le ha per-


mitido producir trabajos mejor elaborados y novedosos en el ámbito de la his-
toriografía panameña y americana. En ese contexto produce, a partir de los años
ochenta, un sinnúmero de ensayos y monografías cuyo eje central ha sido la his-
toria social y económica del Panamá colonial, en el que aborda temas y proble-
mas tan diversos como los medios de transporte y comunicaciones, el comercio
regional americano y panameño, las elites locales y la lucha por el poder, la dieta
y los patrones alimenticios, la evangelización y las formas de resistencia indí-
gena, la vivienda colonial, las morfologías de los centros urbanos coloniales, la
vida cotidiana, las mentalidades colectivas y las formas de vida de las sociedades
que habitaron el Istmo durante el período de dominación hispana.
Por otro lado, es importante resaltar que este autor es uno de los pocos in-
telectuales del patio que ha dedicado tiempo a la reflexión filosófica sobre el ofi-
cio concreto del historiador. En 1986 publicó un extenso ensayo titulado «De
métodos, historiadores y fuentes», trabajo casi olvidado por las actuales gene-
raciones de historiadores, en que expone un abanico de posibilidades y formas
de hacer historia. Este escrito aún conserva plena vigencia por los sugerentes
temas y problemas que plantea55. De igual forma, en 1996, en el acto de funda-
ción del Colegio Panameño de Historiadores, el distinguido catedrático disertó
sobre su concepción de la historia, su posición frente a las teorías tradicionales
de la investigación histórica y las posibilidades de la historiografía panameña y
los retos de los nuevos historiadores nacionales. Su conferencia «Mitos, realida-
des y conciencia histórica: Nuevos retos del historiador panameño», constituye
un manifiesto contra la historia tal como se ha practicado en nuestro país. En
esa ceremonia, el profesor Castillero expresó: «En muchos países, en efecto, la
historia ha recuperado gran parte del prestigio que había gozado en el decimo-
nono y algunos autores académicos y rigurosos se han hecho populares en la
masa no universitaria, como es el caso del medievalista Georges Duby. En Pa-
namá jamás ha sido así, y no lo es ahora, aunque bien podemos aspirar a que lo
sea. Los intentos por introducir la última metodología o los conceptos y enfoques
historiográficos más innovadores, nunca han encontrado aquí tierra abonada.
Nuestra historiografía, al igual que la enseñanza de la historia, han permanecido
por generaciones, presas tanto de un soporífero e improductivo tradicionalismo
como de su aliado vergonzante, igualmente anquilosado y estéril, el marxismo
vulgar. Historia tradicional y marxismo dogmático, han sido los dos mayores
obstáculos para el desarrollo de nuestros estudios históricos y su alianza incons-
ciente se ha convertido en un muro que nos ha impedido avanzar más»56.
En esta disertación abogó por «la actualización de las más recientes concep-
ciones historiográficas, las cuales permitirán aumentar el conocimiento de teo-
rías y metodologías de la historia que posibilitan la ruptura con la historiografía
tradicional», y acto seguido agregó que «la colaboración con otras disciplinas es
consustancial al trabajo del historiador y, a su vez, es condición necesaria para
Nueva historia general de Panamá X 901

la construcción de las nuevas formas de hacer historia»; y con relación a los pro-
blemas de la escritura y la difusión de la historia en Panamá, señaló:

Un tema recurrente de los intelectuales panameños es el de la identidad


nacional. Mas, ¿sobre qué se sustenta la identidad de los pueblos sino es sobre
la conciencia de su pasado? Mientras más fuerte es esa identidad, más sólido
es el sentido de historicidad, de pertenencia a un pasado común. Pero esa acu-
mulación de experiencias colectivas a lo largo de los siglos solo adquiere sig-
nificado y trascendencia cuando se convierte en memoria escrita, ya que es así
como la memoria se hace permanente y durable. Todos los países avanzados
lo comprenden así, y de ahí la enorme importancia que le conceden a su his-
toria. Es decir, a la labor de sus historiadores, a la publicación de obras espe-
cializadas y de textos, y a la promoción de los valores nacionales basados en
el conocimiento del pasado. Incluso algunos países han reconocido que el co-
nocimiento de su historia es asunto de Estado. En Panamá no ha sucedido así,
y la gran oportunidad que nos ha deparado el primer centenario como repú-
blica independiente la estamos perdiendo. El Estado no ha asumido, con la ne-
cesaria seriedad, promover el conocimiento y divulgación de nuestra historia.
Y la historia que circula en la boca de algunos historiadores y en la mayor parte
de los textos, solo refleja una fracción de nuestro rico pasado. Como resultado,
la mayoría de los panameños comparten una visión de la historia dominada
por lugares comunes, falsificaciones, ambigüedades, omisiones y mitos. A esa
visión subyace una concepción de la historia profundamente tradicionalista,
conservadora y hasta cierto punto estática. Tradicionalista porque prefiere la
anécdota al análisis y confunde historia con meras cronologías. Conservadora,
porque rehúyen los posibles enfoques revisionistas que cuestionen los supues-
tos de una alegada identidad nacional en la que no hay sombras ni dudas. Es-
tática, porque pareciera que el pasado se nos da como un hecho acabado, que
no puede descubrimos nada nuevo57.

En cuanto a los objetivos que han guiado su producción intelectual, Casti-


llero Calvo ha dicho:

En todos mis escritos he tratado de habituar a los lectores a un tipo de his-


toria diferente a la tradicional, a descubrir que hay maneras de hacer historia
distinta a la que conocen, y que el pasado panameño es de una extraordinaria
riqueza, mucho mayor de lo que se cree. Que ningún historiador tiene la última
palabra, porque la historia se enriquece constantemente con nuevos conoci-
mientos. Que toda historia escrita es también una construcción cultural que
refleja su propia época, lo que significa que cada generación reivindica parcelas
de pasado que antes se desconocían, y que enfoca las historias ya conocidas
de manera distinta a como se había hecho antes, y con arreglo a sus propios
valores, intereses y motivaciones. Por lo tanto, la que hoy escribimos será
902 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

reescrita por la próxima generación, porque la historia escrita es como la propia


historia de la que se ocupa, cambiante y dinámica, a la vez que lastrada de
permanencias de épocas lejanas. En consecuencia, he tratado de descubrirles
a mis lectores que los hombres y mujeres de épocas pasadas pensaban y se
comportaban de manera muy distinta a nosotros, pero que también lo hacían
a menudo como lo hacemos hoy58.

Demás está señalar que nuestro compatriota goza de un bien merecido pres-
tigio nacional e internacional, el cual ha sido reconocido por prestigiosas insti-
tuciones nacionales e internacionales, así como por universidades extranjeras.
En su amplia y larga producción científica podemos citar algunos de sus trabajos
que han sentado precedentes en la historiografía panameña contemporánea.
Entre ellos podemos mencionar los siguientes títulos: Los negros y mulatos libres
en la historia social panameña (1969), Economía terciaria y sociedad: Panamá, siglos
XVI y XVII (1978), América hispana: Aproximaciones a la historia económica (1983),
La ruta transístmica y las comunicaciones marítimas hispanas (1984), Niveles de vida
y cambios de dieta a fines del período colonial en América (1987), Subsistencias y eco-
nomías en la sociedad colonial: El caso del istmo de Panamá (1991), Arquitectura, ur-
banismo y sociedad: La vivienda colonial en Panamá. Historia de un sueño (1994),
Conquista, evangelización y resistencia (1995), La ciudad imaginada: El Casco Viejo de
Panamá (1999), y Consolidación del orden colonial (volumen tercero, en dos tomos,
de la Historia general de América Latina, UNESCo, 2001).
He mencionado hasta aquí los trabajos que sintetizan la extensa producción
historiográfica de Castillero Calvo publicados hasta finales del siglo XX. En cada
uno de los trabajos anteriormente mencionados, se percibe un gran esfuerzo in-
telectual, rigurosidad científica, actitud de explorar nuevas avenidas para el aná-
lisis histórico, empleo de novedosas metodologías, uso de nuevas fuentes o
relecturas de las mismas, pero sobre todo denota los enfoques renovados con que
aborda cada nueva empresa que emprende, pues como él mismo señala la historia
escrita es «como la propia historia de la que se ocupa, cambiante y dinámica». Es
una historia que más que ofrecer conclusiones acabadas sugiere hipótesis y pro-
blemas. Ese es el caso, por ejemplo, del libro Arquitectura, urbanismo y sociedad: La
vivienda colonial en Panamá (1994), donde encontramos una elaboración más pre-
cisa y afinada de los métodos de análisis, un abordaje distinto de las fuentes do-
cumentales e incorporación de nuevos campos temáticos, como es el caso de las
peculiaridades de la vida cotidiana y las mentalidades de la sociedad colonial.
Al comentar este trabajo, el autor advierte: «Solamente abordaré algunos as-
pectos del problema de la vivienda. Mi estrategia será la de acometer los distintos
enigmas de la vivienda desde una perspectiva plurivalente; de esa manera, la tra-
taré a tres niveles distintos, a saber, como fenómeno urbanístico, como hecho ar-
quitectónico, y como problema social. Creo que es el mejor camino para descubrir
sus secretos y develar sus aspectos cognitativos, asunto este que debe esclarecerse
Nueva historia general de Panamá X 903

para poder comprender algo tan esencial como es el significado que tenía la vi-
vienda para sus usuarios del período colonial». Y al resaltar el propósito de esta
obra, Castillero Calvo nos dice «descubrir nuevos y desconocidos aspectos de la
sociedad colonial, y que el presente estudio de la vivienda es solo un medio más,
entre otros muchos posibles, para descubrir los secretos de la realidad social»59.
La metodología, enfoques y perspectivas de análisis que Castillero Calvo
utiliza en La vivienda colonial la aplica también a La ciudad imaginada: El Casco
Viejo de Panamá (1999), obra que trata sobre el traslado y fundación de la ciudad
de Panamá, el contexto ideológico-emblemático y funcionalidad de la nueva ciu-
dad, los edificios de gobierno, el agua, los incendios y las casas de las elites.
Sobre este volumen dice el propio autor: «Para comprender el Casco Viejo de
Panamá, es preciso estudiar los conceptos que inspiraron a sus fundadores, las
funciones que estos pretendían que cumpliera la ciudad y los valores arquitec-
tónicos y urbanos, ya sean estos políticos, estéticos o emblemáticos que aspira-
ban a materializar en ella, cómo evolucionó urbanística y arquitectónicamente
la ciudad, preservando o abandonando sus propósitos fundacionales. En otras
palabras, los factores que han configurado su realidad urbana»60.
Nuestro autor arranca en el nuevo siglo con nuevos bríos, produciendo, una
tras otra, obras monumentales. Primero asume la enorme empresa de dirigir la
Historia general de Panamá, en cinco tomos, proyecto editorial que no tenía pre-
cedentes y en la que además de dirigir y editar contribuye con 35 artículos de
su autoría que el profesor emérito de la Texas Tech University, Allan J. Kuethe
califica en estos términos: «Culminación de una vida de trabajo, soberbiamente
elaborados, todos ellos basados en exhaustivas investigaciones en archivos es-
pañoles y colombianos. Están repletos de dimensiones hasta ahora desconocidas
de la historia panameña y debe servir como obra de referencia básica para cual-
quier referencia a la historia de América Latina. Esta es una única y masiva con-
tribución, sin precedentes en la historiografía panameña en razón de su amplitud
temática, la profundidad de su análisis y la calidad de sus investigaciones»61.
En el 2006 publica Sociedad, economía y cultura material: Historia urbana de Pa-
namá la Vieja, libro que cubre una variedad de aspectos de la vida urbana de
nuestra ciudad primada y de hecho de todo el período colonial desde el siglo
XVI a fines del XVII. En su reseña a esta obra, escribió el profesor sevillano, Jaime
Lacueva Muñoz, del Centro de Estudios Andaluces: «En sus más de mil páginas
de clara redacción y amena lectura, combina las descripciones más precisas con
el análisis estructural y se mueve con naturalidad de una dimensión a otra. Aun-
que en la introducción anuncia que no pretende agotar los temas, difícilmente
el lector encontrará algún espacio en blanco en esta exhaustiva y pormenorizada
descripción, que integra anteriores aportaciones de Alfredo Castillero a la histo-
ria colonial e incorpora jugosas novedades, que se acerca al pasado desde una
perspectiva integral y comprehensiva, y que aspira con éxito a construir una his-
toria total»62.
904 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

Posteriormente se lanza a la ambiciosa empresa de la historia global con obras


originales, profundas y eruditas entre las cuales están Los metales preciosos y la
primera globalización (2008); Cultura alimentaria y la primera globalización: Panamá,
siglos XVI-XXI (2010) y El descubrimiento del Pacífico y los orígenes de la globalización
(2013), todas ellas de gran volumen y lujoso formato. Las dos primeras con co-
mentarios muy elogiosos en revistas internacionales de prestigio. En 2014 dirigió
la Historia contemporánea de Panamá, de más de 700 páginas, publicada por la
Fundación Mapfre, de España, en la que aporta una valiosa contribución sobre
la economía panameña del siglo XIX, basada en fuentes de primera mano. Ese
mismo año y con el auspicio de la misma fundación publica La Historia de Panamá
a través de la fotografía, 1860-2013, acompañada de una fascinante exposición mu-
seográfica en el Museo del Canal Interoceánico de Panamá, y al año siguiente
publica Biografía de una manzana histórica, donde estudia la historia social e in-
mobiliaria del espacio urbano que ocupaba el convento hospital de San Juan de
Dios desde sus orígenes, tras la fundación de la Nueva Panamá, hasta sus ac-
tuales ocupantes.
En 2016 sale a la luz Portobelo y el San Lorenzo del Chagres: Perspectivas impe-
riales, siglos XVI-XIX, obra en dos tomos con la cual completa uno de sus grandes
sueños, cual era estudiar en profundidad nuestras tres principales ciudades del
período colonial. En ella nos descubre el mundo de la guerra en Panamá de una
manera hasta ahora insospechada. Además de analizar aspectos fundamentales
de la historia de Portobelo, como las ferias o la vida urbana, le dedica extensos
capítulos a las fortificaciones, que hace acompañar de una cantidad impresio-
nante de material cartográfico hasta ahora desconocido en nuestro medio.
Considerado como «cumbre historiográfica de América Latina» por el gran
historiador cubano Manuel Moreno Fraginals en su libro La historia como arma,
o «el principal historiador panameño» y el «más universal de nuestros histo-
riadores»63, nadie como Castillero Calvo se ha acercado tanto a la historia total,
como así lo han reconocido varios de sus colegas. Por ejemplo, Alfredo Morales
Martínez, catedrático de la Universidad de Sevilla escribió: «Es el rigor una de
las características básicas de toda su producción científica, una virtud a la que
se deben sumar el profundo conocimiento de la HISToRIA, con mayúsculas. La
contemplación de los fenómenos que analiza, la perspectiva desde la que los
trabaja, la metodología que para ello sigue, le hacen superar lo local o nacional,
para ofrecer amplias visiones globales. Pocos historiadores han estado más
cerca de alcanzar esa historia total que proponía el gran Braudel, si es que no
lo ha conseguido ya»64. o como lo expresaban sus exdiscípulos y hoy destaca-
dos catedráticos en universidades extranjeras, Marixa Lasso de Paulis y Aims
Ch. McGuinness: «Pocos historiadores han hecho más para cuestionar la opo-
sición entre la historia global y la historia nacional. Su trabajo no solo ha mos-
trado cómo la historia nacional y la historia global pueden iluminarse
mutuamente, sino también cómo estas historias pueden ser interdependientes.
Nueva historia general de Panamá X 905

Nadie ha defendido el estudio de la historia de Panamá con mayor fervor que


Castillero Calvo, quien ha escrito con elocuencia sobre la importancia de la his-
toria para las prácticas ciudadanas»65.
La producción intelectual de este consagrado académico le ha merecido am-
plios reconocimientos internacionales, como el haber sido incorporado a título
personal como correspondiente de las reales academias españolas de la Historia
y de las Buenas Letras de Sevilla, y propuesto para el Premio Príncipe de Astu-
rias en Ciencias Sociales 2018, mientras que en el plano nacional se le ha otor-
gado el Premio Universidad, máximo galardón concedido por la Universidad
de Panamá, así como la categoría de Investigador Emérito del Sistema Nacional
de Investigación de la SENACYT, distinción que se concede por primera vez, y que
estuvo acompañado por la publicación de la obra Alfredo Castillero Calvo: Anto-
logía histórica. Artículos, ensayos, conferencias (2017), donde se recogen trece tra-
bajos representativos de su producción historiográfica. Su más reciente publi-
cación es la Obra selecta de Justo Arosemena, en siete tomos, cuya edición le fue
encomendada por el comité presidencial para la conmemoración del bicentena-
rio del nacimiento de nuestro gran patricio.
Para concluir esta sección, reiteramos que, junto a Castillero, los historiado-
res Jaén Suárez y Figueroa Navarro representan las últimas innovaciones en el
campo historiográfico, sin que ello signifique ignorar el trabajo de quienes les
precedieron e incluso de los fundadores de la historiografía panameña republi-
cana; no se trata de una discontinuidad sino de un continium, pues el conoci-
miento histórico, al igual que el conocimiento en general, es un proceso cognos-
citivo y de superación que exige constantes revisiones de los discursos históricos,
tal como señala Adam Schaff en su ya citada obra Historia y verdad. Sobre el par-
ticular, nos dice este autor: «cuando se comprende el conocimiento histórico
como proceso y superación, y las verdades históricas como verdades aditivas,
acumulativas, se comprende la razón de esta constante reinterpretación de la
historia, de la variabilidad de la imagen histórica, variabilidad que en vez de
negar la objetividad de la verdad histórica, por el contrario, la confirma»66.

Algunos temas pendientes y las nuevas


contribuciones a la historia nacional

A pesar de los avances recientes de la historiografía panameña, esta disci-


plina aún se encuentra en su etapa de juventud y son muchos los desafíos pen-
dientes. Hace falta expandir el universo de análisis y la visión que nuestros
investigadores tienen sobre el pretérito panameño nacional, regional y universal.
En otras latitudes –incluso países vecinos– la historiografía ha logrado en años
recientes desarrollos teóricos, conceptuales, temáticos y metodológicos sorpren-
dentes, lo que ha hecho posible replanteamientos en los métodos de investigación
906 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

y análisis y ha posibilitado relecturas de las fuentes, dando como resultado que


los historiadores de esos países hayan abierto camino en campos hasta entonces
ignorados o pocos tratados, así como también han logrado expandir el abanico
temático de la investigación histórica.
En Panamá estamos en mora en el estudio de diversos aspectos de la historia
económica, social y cultural del país, en particular de los siglos XIX y XX. No
contamos aún con investigaciones de alto nivel sobre la evolución y el impacto
social, político y cultural de los medios de comunicación social y de las teleco-
municaciones o de actividades culturales como el teatro, las fiestas cívicas, reli-
giosas y populares; el papel social de la educación y los procesos de cambio
social; asimismo, es necesario profundizar en el análisis de los mecanismos de
expresión de la cultura popular, la moda y los patrones de consumo en los dis-
tintas grupos sociales. En otro orden, se requieren mayores esfuerzos a fin de
comprender mejor nuestra evolución económica en el siglo XX, vista con criterio
de totalidad y considerando los diversos sectores productivos. Adicionalmente,
se deben replantear los estudios de historia política, el papel del Estado y el desa-
rrollo institucional, el sistema democrático, los procesos electorales y la corrup-
ción, temas que deben ser analizados desde la óptica del poder y de los intereses
de los distintos sectores sociopolíticos que conforman la sociedad panameña.
Un área que requiere mayor atención es el de la historia social y de los movi-
mientos sociales, al igual que el universo marginal y el control social de las clases
subalternas, la criminalidad y los factores asociados al «bajo mundo»: la prosti-
tución, la drogadicción y el alcoholismo, etc.
Asimismo, la historia social de la medicina, la enfermedad y la salud pú-
blica, a pesar de varios trabajos recientes, todavía es una materia pendiente de
ser abordada por nuestros historiadores, así como las políticas públicas secto-
riales y su impacto en el desarrollo de las distintas regiones geográficas del país,
en particular en el último siglo. El tema de la pobreza, la desigualdad, la margi-
nalización y la pauperización de amplios sectores sociales son, a mi criterio, al-
gunos de los temas que esperan pacientemente ser abordados desde perspec-
tivas novedosas de análisis, para así configurar un proyecto de historia general
de Panamá que permita, en primer lugar, conocernos mejor a nosotros mismos
y, en segundo lugar, fortalecer nuestro acervo historiográfico.
A la par de los historiadores consagrados al oficio, existe una nueva gene-
ración de profesionales –sociólogos, politólogos, economistas, abogados, antro-
pólogos, literatos– jóvenes unos y no tan jóvenes otros, pero con vocación de
escudriñar el pretérito panameño desde nuevas perspectivas de análisis y me-
todologías. Esta nueva generación se abre camino en medio de las limitaciones
existentes y en un ambiente no muy grato a las tareas del espíritu. Entre las ge-
neraciones más recientes de historiadores que han hecho aportes importantes al
conocimiento y divulgación de la historia nacional se encuentran: Marcela Ca-
margo, Yolanda Marco, Patricia Pizzurno de Araúz, Eyra Marcela Reyes, Jorge
Nueva historia general de Panamá X 907

Kam Ríos, Luis Navas Pájaro, Dalva Acuña de Molina, Max Salabarrría Patiño,
Jorge Luis Macías, Pantaleón García, Fernando Aparicio, Denis Javier Chávez,
oscar A. Velarde, María Rosa de Muñoz, Miriam Miranda, Josefina Zurita, Sara
Jordán de Troetsch, Myrna Icela ortiz, Vilma Chiriboga, Patricia Guerrero, Ma-
rixa Lasso de Paulis, César González Herrera, José Aparicio Bernal, Rommel Es-
carreola Palacios, José Daniel Santamaría, Reymundo Gurdián Guerra,
Robespierre Vilar, César del Vasto, Félix Chirú, José Ismael Quirós Saavedra, Gil-
berto Marulanda, Amilcar Briceño Alvarado, Miguel González Miralles, Mila-
gros Sánchez Pinzón y Jorge Roqueber León, entre otros.
Adicional a estos profesionales, es oportuna la ocasión para consignar la
obra académica de aquellos científicos sociales que, desde el campo de la antro-
pología, la arqueología y otras disciplinas afines, han hecho importantes aportes
al conocimiento de los orígenes del hombre y mujer panameños y sus manifes-
taciones culturales en sus distintas etapas históricas. En este grupo se ubican:
Hernán Porras, Reina Torres de Araúz, olga Linares, Roberto de la Guardia,
Gladys Casimir de Brizuela, Richard Cooke, Luis A. Sánchez Herrera, Francoise
G. de Sinclair, Beatriz Rovira, Carlos Fiztgerald, Aníbal Pastor, Stanley Heckadon
Moreno, Francisco Herrera, Ana Elena Porras y Guillermina Degracia; así como
también importa destacar la importante contribución de un selecto grupo de an-
tropólogos y arqueólogos estadounidenses que desde hace muchos años han
contribuido al estudio de las formas de vida, organización social y cultural, ma-
nifestaciones artísticas y tradiciones de nuestros ancestros. Entre estos mencio-
namos, a manera de ejemplo, Samuel Lothrop, Henry Wassen, Philip Young,
Mary Helms, Anthony Coates y Gloria Rudolf, entre otros.
De igual forma subrayamos los aportes de otros cientistas sociales que tam-
bién han puesto su grano de arena en el camino de esclarecer aspectos específicos
de la historia nacional. En este grupo se destacan sociólogos como Gerardo Malo-
ney, Marco A. Gandásegui, Guillermo Castro Herrera, Enoch Adames, Raúl Leis,
Néstor Porcell Gómez, Carlos Castro, octavio Tapia Lu, Iván Quintero, Briseida
Allard, olmedo Beluche y Milciades Pinzón Rodríguez; demógrafas como Carmen
Miró y Ligia Herrera; psicólogos como Ramón A. Mon y Jorge Cisneros; juristas y
politólogos destacados como Ernesto Castillero Pimentel, Julio E. Linares, Juan
Materno Vásquez, César A. Quintero, Humberto Ricord, Carlos Iván Zúñiga, Jorge
Fábrega Ponce, Carlos A. Mendoza, Jorge Turner, Renato Pereira, Armando Muñoz
Pinzón, Carlos Cuestas Gómez, oscar Velarde, oydén ortega Durán, Hernando
Franco Muñoz, Anayansi Turner y Carlos Guevara Mann, entre otros.
El tema del negro, la discriminación racial y sus luchas reivindicativas y so-
ciopolíticas, vistas en perspectiva histórica, han sido objeto de atención por hom-
bres y mujeres de letras, entre ellos: Armando Fortune, George Priestley, Gerardo
Maloney Francis, Aminta Núñez, Agatha Williams, Luis A. Diez Castillo, Arturo
Guzmán Navarro, Mario José Molina Castillo, Melva Lowe de Goodin y Gersán
Josephn Garzón, para citar solo algunos de los más destacados.
908 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

En el campo de la medicina y la salud pública sobresalen los aportes de José


María Núñez, Antonio González Revilla, Alonso Roy, Thomas P. owens, Harry
Castro Stanziola, Guillermo Ros-Zanet, Alberto E. Calvo Sucre, Plinio F. Valdés,
Luis A. Picard-Ami, Luis A. Cornejo, María Victoria Arosemena, Egberto Stan-
ziola, Julio Vicente Suárez, Dennis Cardoze, Irina del Carmen Caballero y Jorge
A. Motta. Ernesto Cordobés y Carlos A. Guardia han hecho contribuciones va-
liosas en el campo de la historia del saneamiento ambiental y el desarrollo de la
ingeniería sanitaria en el país; así como Paúl Sutter y Novencido Escobar. El pri-
mero ha escrito importantes trabajos sobre la relación ambiente-enfermedad en
los trópicos como es el caso de «El control de los zancudos en Panamá: Los en-
tomólogos y el cambio ambiental durante la construcción del canal de Panamá»
y «Arráncale los dientes al trópico: Ambiente, enfermedad y el programa sani-
tario de los Estados Unidos en Panamá, 1904-1914»; y el segundo fue el respon-
sable de presentar el panorama histórico y la antología del volumen El desarrollo
de las ciencias naturales y la medicina en Panamá (tomo 13 de la Biblioteca de la Cul-
tura Panameña, Panamá, 1987).
De igual valor son las contribuciones de carácter históricas que han hecho
geógrafos, filósofos y arquitectos panameños. En el primer grupo están: Ángel
Rubio, Alberto Mckay, Acela Pujol, Ana Hernández de Pittí y Consuelo Tem-
pone; en el segundo, Isaías García Aponte, Ricaurte Soler, Julio César Moreno
Davis, Miguel Montiel Guevara, Miguel Ángel Candanedo, Víctor Manuel Ro-
dríguez y Abdiel Rodríguez Reyes; y entre los arquitectos, sobresalen Samuel
A. Gutiérrez, Eduardo Tejeira Davis, David Samudio Jr. y Álvaro Uribe.
En esta apretada reseña no se puede dejar por fuera un grupo cada vez más
creciente de historiadores extranjeros, en particular norteamericanos y españoles,
cuyo eje de interés intelectual ha sido la historia panameña. Ellos y ellas, desde
diversas perspectivas teóricas y metodológicas, han realizado valiosas e impor-
tantes contribuciones a nuestra historiografía. Entre los primeros sobresalen los
célebres historiadores Gerstle Mack, William D. McCain, Miles Percy Duval,
David McCullough y, más recientemente, Walter LaFeber, Michael Conniff, John
Major, John Lindsay-Poland, Thomas L. Pearcy, Peter A. Szock, Aims McGuin-
nes; entre los segundos, se encuentran personajes que han estudiado la historia
colonial panameña, entre ellos María del Carmen Mena García, Enriqueta Vila
Vilar, Alfredo Morín Couture y Joaquín García Casares.
No quisiera concluir sin mencionar brevemente el significativo aporte que
ha hecho la novela histórica a la bibliografía nacional. Aunque el género «novela
histórica» cae dentro del campo de la literatura, y por lo tanto el escritor o na-
rrador se apoya en la mayoría de las veces en figuras ficticias para armar y des-
cribir su trama, no hay que pasar por alto el valor y significado que este género
literario ofrece a la investigación histórica y social, en especial cuando sus auto-
res han hecho rigurosas lecturas e investigaciones preliminares sobre hechos,
acontecimientos, procesos y personajes que serán el objeto principal de su obra.
Nueva historia general de Panamá X 909

En este sentido, es oportuno resaltar algunos de los escritores panameños que


han contribuido con éxito al desarrollo de este género en el país. Entre los más
destacados podemos nombrar a: Juan B. Sosa, Ramón H. Jurado, César Canda-
nedo, Joaquín Beleño, Diógenes Cedeño Cenci, Gil Blas Tejeira, Carlos Francisco
Chang Marín, Dimas Lidio Pitty, Rafael Ruiloba, Justo Arroyo, Jorge Thomas
(Juan David Morgan), Gloria Guardia de Alfaro, Rosa María Crespo de Britton
y Rogelio Guerra Ávila, entre otros.

Notas
1
Joaquim Prats, «La enseñanza de la historia», La Vanguardia, viernes 7 de julio de 2000,
5 páginas.
2
Sin duda, la enseñanza de la «historia patria» ha jugado un papel ideológico importante en
el logro de los objetivos señalados anteriormente. No es mera casualidad que el primer texto
oficial de historia –el Compendio de historia de Panamá (1911) de Juan B. Sosa y Enrique J.
Arce–, haya sido patrocinado por el Gobierno de la joven república. Adicionalmente, tanto
la Constitución política como la Ley Orgánica de Educación han hecho énfasis en la ense-
ñanza de la historia, la geografía y la cívica como parte del proceso enseñanza-aprendizaje
de los estudiantes panameños. Sin embargo, no es hasta 1946, cuando la Constitución pro-
mulgada ese año elevó la enseñanza de estas asignaturas al rango constitucional y las defi-
nió como disciplinas patrióticas. Por ejemplo, el artículo 81 de dicha carta, establecía que
«la enseñanza de la historia patria y de la educación cívica estarían a cargo de profesores
panameños». Desde entonces, esta norma se ha mantenido en el texto constitucional. Más
precisa aún es la Constitución política de 1972, cuando en el capítulo 5 (Educación, artículos
87, 89 y 99), se consagra la importancia de la enseñanza de estas disciplinas. En efecto, el
artículo 87 señala: «La educación se basa en la ciencia, utiliza sus métodos, fomenta su cre-
cimiento y difusión y aplica sus resultados para asegurar el desarrollo de la persona humana
y de la familia, al igual que la afirmación y fortalecimiento de la nación panameña como co-
munidad cultural y política». En tanto, el artículo 89 manifiesta: «Se reconoce que es finalidad
de la educación panameña fomentar en el estudiante una conciencia nacional basada en el
conocimiento de la historia y de los problemas de la patria»; y mediante el artículo 99, se le
faculta a la universidad oficial de la república (en aquel tiempo, 1972, se refería a la Univer-
sidad de Panamá, pues era la única institución de educación superior existente en el país) a
incluir «entre sus actividades, el estudio de los problemas nacionales, así como la difusión
de la cultura nacional». En concordancia con estos postulados, la Ley Orgánica de Educación
va mucho más allá al señalar, en su artículo 255A: lo siguiente «Los contenidos programáti-
cos deben promover una educación patriótica que profundice la enseñanza y conocimientos
sobre nuestra historia, nuestra geografía y las luchas sociales que han contribuido a la confor-
mación de la panameñidad; deben exaltar los valores individuales y sociales, así como desa-
rrollar en el educando conductas, habilidades y un espíritu creativo dirigido al engrande-
cimiento y consideración de la patria» (las cursivas son nuestras). Ver: Constitución política
de la República de Panamá de 1946 y de 1972; y también, Rosa Aguina, «Informe de la sub-
comisión de textos», en Memoria del Primer Congreso Nacional sobre la enseñanza de la Ge-
ografía de Panamá y de la Historia de Panamá: Diagnóstico y propuestas, Editora Sibauste, S.A.,
Panamá, 2003, pp. 140-143.
3
Consideramos que en sociedades frágiles y débiles estructuralmente, como es el caso de
los países en vías de desarrollo, y la sociedad panameña es parte de este conglomerado de
910 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

naciones, la enseñanza de la historia y de la geografía nacionales deben ser un componente


fundamental del currículo, puesto que la misma «actúa como un elemento articulador del
sentido de pertenencia y en la formación de la conciencia e identidad nacionales. Esto es
cierto, pues nos encontramos en un mundo caracterizado por la globalización, por los pro-
cesos de transnacionalización de la economía, la cultura y los valores y, además somos parte
de una sociedad bombardeada constantemente por imágenes, mensajes, anuncios comer-
ciales y propaganda extranjerizante que propicia y estimula el consumismo desenfrenado,
lo cual trastoca y contribuye a opacar la cultura y los valores nacionales. En ese sentido, la
educación es un instrumento idóneo para, al menos, tratar de revertir o en todo caso mitigar
esta tendencia mundial que cada día cobra mayor fuerza. En ese contexto, el aprendizaje
de la historia es fundamental». Ver: Reymundo Gurdián Guerra, «Consideraciones sobre los
programas de Ciencias Sociales de la educación premedia», Revista Lotería, número 442, Pa-
namá, mayo-junio de 2002, pp. 61-78.
4
J. Prats, La enseñanza de la historia: Un debate mal planteado, Barcelona, 2000.
5
Ibidem.
6
Véase: Eduardo Fabara Garzón. «Una mirada a la enseñanza de la historia en los países del
Convenio Andrés Bello», Revista Tablero, año 23, número 60, Santafé de Bogotá, marzo de
1999, pp. 14-24; y Luis Miguel Saravia, «La enseñanza de la historia, una estrategia impor-
tante para la integración regional», Revista Tablero, año 19, número 50, Santafé de Bogotá,
agosto de 1995, pp. 46-52.
7
Sobre el particular, recomendamos los siguientes estudios, C. J. Díaz y Ospina, La enseñanza
de la historia como estrategia de integración, SECAB-CODECAL, Santafé de Bogotá, 1995; Conve-
nio Andrés Bello-UNESCO, La enseñanza de la historia para la integración y la cultura de la paz,
dos tomos, Quito, 1997, documento que recoge las ponencias de la Primera Conferencia In-
ternacional sobre la Enseñanza de la Historia para la Integración y la Cultura de la Paz, reunida
en Cartagena de Indias, de 23 al 26 de noviembre de 1996; CAB, La enseñanza de la historia
para la integración y la cultura de la paz, Editorial Carrera, Santafé de Bogotá, 1999; y CAB, Así
se enseña la historia para la integración y la cultura de la paz, Editorial Carrera, Santafé de Bo-
gotá, 1999.
8
Carlos Manuel Gasteazoro. «Sobre la crisis actual de la historia patria», Revista Nacional de
Cultura, número especial dedicado a C. M. Gasteazoro, número 23, Nueva Época, Panamá,
enero-marzo de 1991 (este artículo fue publicado originalmente en 1949).
9
Para un recorrido histórico sobre el desenvolvimiento de la enseñanza de la historia, la ge-
ografía y la cívica en los planes de estudios oficiales de la educación secundaria, recomen-
damos el interesante trabajo del doctor Alberto Arturo Mckay, Ensayo sobre los problemas
curriculares de la enseñanza de la geografía, la historia y la educación cívica, Comisión del Cen-
tenario de la República de Panamá, Alcaldía de Panamá, Panamá, febrero de 2002.
10
Desde que arribó a suelo patrio, en los últimos años de la década de 1940, luego de concluir
estudios superiores en Historia, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima,
Perú, Carlos Manuel Gasteazoro se opuso a las reformas curriculares de la educación de
1946. Así lo dejó plasmado en varios artículos de opinión como el citado anteriormente. En
1951, en compañía de sus colegas universitarios Ángel Rubio y César de León, le remitieron
una extensa nota al ministro de Educación, arquitecto Ricardo J. Bermúdez, donde cuestio-
naron la medida tomada de integrar la geografía, la historia y la cívica en la materia de Es-
tudios Sociales. Ver al respecto «Al señor ministro, sobre la enseñanza de la geografía, de la
historia y de la educación cívica en vez de los llamados Estudios Sociales», Revista Universi-
dad, números 29-30, Panamá, 1951, pp. 13-20.
11
Alberto McKay, op. cit.
12
Ibidem.
Nueva historia general de Panamá X 911

13
Ministerio de Educación, Dirección Nacional de Currículo y Tecnología Educativa, Programa
de Educación Básica General para las escuelas de la república, Programa de ambiente natural
y social, Panamá, marzo de 1999.
14
Ver Celestino Araúz, Denis Chávez, Acela Pujol y Ana Hernández de Pittí, «Antecedentes in-
mediatos» de la promulgación de la Ley 42 de 5 de agosto de 2002, «Sobre la enseñanza de
la Historia de Panamá, la Geografía de Panamá y la Cívica», Panamá, 2002 (Publicada en la
Gaceta Oficial 24,613 de 8 de agosto de 2002).
15
El desconocimiento generalizado de la historia panameña ha sido desde hace tiempo una
cuestión preocupante. Sin embargo, esta situación se ha agravado en las últimas décadas
por la indiferencia tanto de las autoridades escolares como de los propios docentes, padres
de familia y de los educandos, quienes no le prestan la debida atención a la enseñanza-
aprendizaje de las materias humanistas y, en particular, a la historia. Esa indiferencia y apatía
de parte de los educandos a los cursos de historia tiene muchas aristas, por lo que es un
tema al que debe prestársele mayor consideración de parte de los especialistas en la materia,
de los pedagogos y de las autoridades educativas. Una aproximación somera a este tema
en Reymundo Gurdián Guerra, «Quinto centenario: La historia de Panamá entre la tradición
y la innovación», La Prensa, martes, 8 de octubre de 1991; y «Reflexiones en torno a la ense-
ñanza e investigación de la historia de Panamá», Temas de Nuestra América, número 97, Pa-
namá, julio de 1998. Los profesores Consuelo Tempone y Valentín Corrales abordan esta
cuestión en «La enseñanza de la Geografía de Panamá a nivel superior», en: Memoria del Pri-
mer Congreso Nacional sobre la Enseñanza de la Geografía de Panamá y de la Historia de Pa-
namá: Diagnóstico y propuestas, 18 al 22 de febrero de 2002, Editora Sibauste, Panamá, 2003,
pp. 125-132.
16
Ver con provecho Denis Chávez, Fernando Aparicio y Orestes Arenas, «Informe de la Comi-
sión de Enseñanza de la Historia de Panamá en la Educación Superior», en: Memoria del Pri-
mer Congreso…, op. cit., pp. 105-116.
17
Sobre el particular, ver con provecho, Memoria del Segundo Seminario de Historia de Panamá,
Panamá, 11 al 16 de enero de 1971 (el doctor Carlos Manuel Gasteazoro fue el presidente
de la Comisión organizadora del evento).
18
Chávez, Aparicio y Arenas, Informe…, op. cit., p. 106.
19
Es oportuno establecer la diferencia entre lo que es una escuela y un departamento acadé-
mico. En primer lugar, las escuelas son unidades académicas que, dentro de las respectivas
facultades programan, coordinan y administran la enseñanza de una carrera o especialidad
de estudios que culminan en un título profesional. Una escuela tiene como función general
coordinar y administrar solo una carrera o especialidad de estudios que termine con el grado
de licenciatura. En tanto, los departamentos académicos son las subdivisiones básicas en las
que se agrupa el personal docente de cada facultad, de acuerdo con la afinidad de las dis-
ciplinas académicas a su cargo, para participar en las tareas docentes, de investigación y ex-
tensión. Desempeñan funciones científicas y pedagógicas, y ofrecen directamente o a través
de las escuelas, los servicios docentes que requieran para la enseñanza de las carreras de la
facultad. Ver: Universidad de Panamá, Vicerrectoría Académica, Dirección General de Plani-
ficación y Evaluación Universitaria, Manual de organización y funciones, Panamá, marzo de
2003.
20
Chávez, Aparicio y Arenas, op. cit., p. 107.
21
La Comisión de Reestructuración de la Licenciatura en Historia presentó a las autoridades
universitarias, en octubre de 2002, el informe final denominado Proyecto de actualización
de la licenciatura en Humanidades con especialización en Historia. Esta comisión estuvo inte-
grada por los siguientes profesores: Gustavo García de Paredes (presidente), Reymundo Gur-
dián Guerra (vicepresidente), Fernando Aparicio, Guillermo Bermúdez, Enilsa de Cedeño,
912 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

Josefina Zurita, Ana Elena Porras, Tahía Rivera, Fermina Santana, Porfirio De Cruz, Yolanda
Marco y Miriam Miranda. Esta propuesta de actualización fue aprobada finalmente por el
Consejo Académico, el 6 de marzo de 2003 y el nuevo plan de estudio se empezó a poner
en práctica a partir del primer semestre del año 2003.
22
Ver Proyecto de actualización de la licenciatura en Humanidades con especialización en Historia,
Departamento de Historia, Universidad de Panamá, octubre de 2002 (documento inédito).
23
Ibidem.
24
Entre estas instituciones culturales podemos mencionar a la Academia Panameña de la His-
toria (1921), que fue la pionera en este tipo de estudios, el Centro de Investigaciones Sociales
y Económicas, el Instituto Panameño de Investigaciones Históricas, el Colegio Panameño
de Historiadores y la Academia Eclesiástica de Panamá, entre otras. Cabe destacar que la
vida académica y la producción historiográfica de estas instituciones ha sido variada y desi-
gual, algunas incluso ya han desaparecido por causa natural, por no contar con mecanismos
flexibles de relevo generacional, por conflictos internos entre algunos de sus miembros y
por falta de recursos económicos; mientras otras, aunque vigentes, padecen los mismos
problemas y, por lo tanto, es poco lo que han podido hacer en bien de la producción, difu-
sión y divulgación del conocimiento histórico.
25
Eduardo Fabara Garzón, op. cit., p. 18.
26
Francisco Enríquez, Víctor Hugo Acuña, et al., «Enfoque de la asignatura», en: Estudios Socia-
les, guía didáctica, Editorial de la Universidad de Costa Rica, PROMECE-Ministerio de Educación
Pública, San José, Costa Rica, 1996, p. 5.
27
En la propuesta electoral para la rectoría del doctor Gustavo García de Paredes, se hace una
radiografía de la situación de la investigación en la Universidad de Panamá en los siguientes
términos: «La investigación científica, tecnológica y humanista ha tenido un débil desarrollo
en el país, concentrándose, principalmente, en la Universidad de Panamá. El Estado y el sec-
tor productivo, en general, le han asignado escasos recursos a la dimensión investigación y
desarrollo (I+D) […] Después de 1995, la tendencia decreciente de la inversión pública en
investigación se acentúo. En lo que a la Universidad de Panamá respecta, los recursos des-
tinados a investigación representan alrededor de 0.23% del presupuesto anual. La situación
anotada explica, en cierta medida, el precario desarrollo de la investigación, como función
esencial de la universidad. A esto habría que agregar la indefinición de políticas y líneas de
investigación a nivel institucional, que aporten direccionalidad y sentido a las acciones sis-
temáticas de la universidad en este campo estratégico, con base en las prioridades de la
propia universidad y las necesidades de los sectores social y productivo del país. Se carece,
en efecto, de un plan estratégico que marque finalidades y trayectorias a la formulación de
planes a corto y mediano plazo; predomina el perfil del investigador individualista, encla-
vado en estrechas parcelas unidisciplinarias; no existen vínculos directos y explícitos entre
investigación y programas de formación a nivel de maestrías y doctorados que, al mismo
tiempo que generen conocimiento, preparen el personal científico de alto nivel que requiere
el sistema de investigación; son escasas las vinculaciones y alianzas en esta materia con
otras instituciones y organismos de investigación del país y del extranjero, con el Estado y
con empresas privadas». Ver: Gustavo García de Paredes, candidato a rector 2003-2006, Pro-
puesta Universitaria III: Rescate y transformación de la Universidad de Panamá, Panamá, marzo
de 2003, pp. 22-23.
28
El artículo 9 de la Ley 42 de 5 de agosto de 2002, señala: «El Órgano Ejecutivo deberá destinar
los recursos necesarios para que, la Universidad de Panamá, mediante el nombramiento de
investigadores acreditados, recupere u obtenga copias de todos los documentos sobre la
historia de Panamá que reposan en países extranjeros. El Órgano Ejecutivo deberá destinar
los recursos adecuados para la creación de un Instituto de Investigaciones Históricas,
Nueva historia general de Panamá X 913

adscrito académicamente a la Universidad de Panamá y dotado de presupuesto, el cual ten-


drá entre sus funciones la elaboración y publicación de la Historia general de Panamá».
29
Gaceta Oficial 24,613, 8 de agosto de 2002.
30
Estas ideas fueron expuestas originalmente en la mesa redonda titulada: La Ley 42 de 2002
y la enseñanza de la Geografía y la Historia de Panamá, actividad organizada por el Centro
de Investigaciones de la Facultad de Humanidades (CIFHU), en el marco del «IV Congreso de
Humanidades», celebrado en la Ciudad Universitaria Octavio Méndez Pereira, de 21 al 25
de octubre de 2002.
31
Cfr. Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, En-
señanza de la historia de Iberoamérica (Currículo-tipo, guía para el profesor), Madrid, 1999.
32
Eduardo Fabara Garzón, «Introducción», en: Así se enseña la historia para la integración y
la cultura de la paz, Convenio Andrés Bello, Editorial Carrera, Santafé de Bogotá, 1999,
pp. 21-22.
33
Ibidem.
34
Krastio Goranov, «La historia», Revista Internacional de Ciencias Sociales, Presse Universitaire
de France, UNESCO, 1981, p. 668.
35
Michel de Certau, citado en Para comprender la historia, Editorial Verbo Divino, Navarra, Es-
paña, 1993.
36
Ver Diccionario de Ciencias Sociales, Editorial Escuela Española, Madrid, 1992, p. 112.
37
Carlos Pereira et al., Historia, ¿para qué?, Editorial Siglo XXI, México, 1990, pp. 12-13.
38
Ver Peter Andrew Szok, «La patria es el recuerdo… Ensayo historiográfico de un país na-
ciente», Revista Nacional de Cultura, número 26, Nueva Época, Panamá, junio de 1994,
pp. 83-97.
39
Ibidem.
40
Carlos Manuel Gasteazoro, «Estudio preliminar», en: Compendio de historia de Panamá de
Juan B. Sosa y Enrique J. Arce, Editorial Universitaria, Panamá, 1970, p. XLI.
41
Peter Szok, op. cit., p. 86.
42
José Ismael Quirós, Introducción al pensamiento historiográfico en Ricaurte Soler, trabajo de
graduación, Facultad de Humanidades, Universidad de Panamá, Panamá, 1998, p. 70.
43
Adam Schaff, Historia y verdad, Editorial Grijalbo, México, 1974, p. 318.
44
Julio César Moreno Davis, «Carlos Manuel Gasteazoro (1922) y la historia científica», Revista
Nacional de Cultura, número 23, Nueva Época, Panamá, 1991, pp. 39-44.
45
Rodrigo Miró, «Carlos Manuel Gasteazoro, maestro y guía de historiadores», en: Sentido y
misión de la historia en Panamá, Biblioteca Cultural Shell, Santafé de Bogotá, 1995, pp. 213-
214.
46
Celestino A. Araúz, «Aproximación a Carlos Manuel Gasteazoro y su obra histórica», en: Carlos
Manuel Gasteazoro, Introducción al estudio de la historia de Panamá: Fuentes de la época his-
pana, segunda edición, Manfer, Panamá, 1990, pp. 22-23.
47
José Ismael Quirós, op. cit.
48
Geoffrey Barraclough, Corrientes de la investigación en las ciencias sociales, Editorial Tecnos-
UNESCO, Madrid, 1981.
49
Carmen A. Miró, «Presentación del libro La población del istmo de Panamá: Estudio de geo-
historia, del doctor Omar Jaén Suárez», Épocas, Segunda Era, Panamá, diciembre de 1999,
pp. 6-7.
50
Alfredo Figueroa Navarro, Las ciencias sociales en Panamá en vísperas del tercer milenio, Edi-
torial Portobelo, Colección Pequeño Formato, número 86, Panamá, 1998, pp. 12-13.
51
Carmen Miró, op. cit., p. 6.
52
Alfredo Figueroa Navarro, Dominio y sociedad en el Panamá colombiano, 1821-1903: Escrutinio
sociológico, Editorial Universitaria, Panamá, 1978.
914 X La enseñanza de la «Historia de Panamá» y la histografía republicana

53
Omar Jaén Suárez. «Presentación del libro de Figueroa Navarro, Testamento y sociedad en el
istmo de Panamá», La Prensa, 20 de septiembre de 1991, p. 43.
54
Discurso leído en el acto de presentación del doctor Castillero Calvo como académico co-
rrespondiente de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, el 17 de octubre de 2014.
Publicado en Minervae Baeticae, boletín de dicha academia, Segunda Época, volumen 43,
Sevilla, 2015.
55
En suplemento cultural «Conoce tus provincias», La Prensa, 30 de octubre de 1986.
56
Publicado luego en separatas y recientemente incluido en Historia y globalización: Ensa-
yos en homenaje a Alfredo Castillero Calvo, Editora Novo Art, S.A., Panamá-Bogotá, 2017,
pp. 215ss.
57
Alfredo Castillero Calvo, Reflexión sobre el centenario y Panamá la Vieja como patrimonio mun-
dial de Unesco. Discurso pronunciado en la catedral de Panamá la Vieja en la sesión solemne
del Consejo Municipal de Panamá, el 15 de agosto de 2003; publicado en Tareas, número115,
septiembre-diciembre de 2003.
58
Ibidem, pp. 2-3.
59
Alfredo Castillero Calvo, Arquitectura, urbanismo y sociedad: La vivienda colonial en Panamá.
Historia de un sueño, Editorial Presencia, Santafé de Bogotá, 1994, pp. 28 y 30.
60
Alfredo Castillero Calvo, La ciudad imaginada: El Casco Viejo de Panamá, edición del Ministerio
de la Presidencia de la República de Panamá-Editorial Presencia, Bogotá, 1999, p. 15. Ha sido
reeditada y muy ampliada en lujoso formato con el título La ciudad imaginada: Historia social
y urbana del Casco Viejo de Panamá, Editora Novo Art, S.A., Panamá, 2016.
61
Tareas, número 123, Panamá, mayo-agosto de 2006. Traducción del original publicado en
la Hispanic American Review.
62
Anuario de Estudios Hispanoamericanos, volumen 66, número 1, Sevilla, enero-junio de 2009.
63
La primera frase es del doctor Carlos Guevara Mann, profesor de la Florida State University-
Panamá, en su artículo «El historiador de la patria», La Prensa, 22.XI.2017; mientras, la se-
gunda, es una expresión doctor Guillermo Castro Herrera en «El privilegio Castillero»,
palabras pronunciadas en el acto de reconocimiento en el que se le otorgó al doctor Casti-
llero Calvo la categoría de «Investigador Emérito» del Sistema Nacional de Investigación de
la SENACYT, publicado en: Alfredo Castillero Calvo: Antología histórica. Artículos, ensayos, con-
ferencias, Editora Novo Art, S.A., Panamá-Bogotá, 2018.
64
Palabras del doctor Morales en ocasión del lanzamiento del libro de Castillero Calvo, Porto-
belo y el San Lorenzo del Chagres... ya citado.
65
«Alfredo Castillero en la historia global: la perspectiva de dos discípulos», en: Historia y glo-
balización…, op. cit. Esta obra incluye, además de dos artículos suyos, e insertados entre los
distintos capítulos, diversos textos epistemológicos del doctor Castillero Calvo sobre el oficio
del historiador.
66
A. Schaff, op. cit., p. 333.
CAPíTULo XXIX

Un siglo de periodismo en Panamá

Hermes Sucre Serrano

Introducción

Hablar de la historia del periodismo durante la era republicana (3 de no-


viembre de 1903 al presente) es como intentar medir la profundidad y dimensión
de un océano de conocimientos. Tan grande es la cantidad de datos dispersos,
como lo son los que se han omitido por olvido, el impedimento del tiempo o la
falta de planificación de parte de los cronistas, lo que no es una limitante del pa-
sado, sino que perdura en el presente.
Esta recolección de datos se sustenta en otras historias que por lo regular
han sido escritas por diferentes cronistas, con diferentes puntos de vista e inte-
reses particulares. Si bien es cierto en muchos detalles hay coincidencias, en otros
hay diferencias por razones técnicas, o por los errores muy propios de los seres
humanos.
Si bien es cierto es muy difícil recoger todos los acontecimientos periodísti-
cos de la prensa escrita, radio, televisión, cine informativo y periodismo por in-
ternet, ocurridos durante los últimos 100 años, todo esfuerzo que se haga para
contribuye a nutrir la bibliografía nacional en este campo de la comunicación
social, principalmente en estos momentos que se celebra el Centenario de la Re-
pública, es importante.
Este trabajo recopila, de una manera sucinta, parte de la historia del perio-
dismo colonial, que sirvió de inspiración y base al periodismo republicano; des-
cribe la valentía de los pioneros de la radio para lograr la soberanía radiofónica
en todo el territorio nacional, del impacto que produjo la llegada de la televisión,
las primeras experiencias en el campo del cine informativo y la revolución y
transformación del proceso de la comunicación social que provocó la globaliza-
ción del internet.
916 X Un siglo de periodismo en Panamá

Todavía hay mucho que investigar sobre el periodismo del centenario, cien
años de lucha por mantener a la opinión pública informada de los acontecimien-
tos nacionales y de los hechos que interesan a una sociedad exigente y en cons-
tante evolución como la panameña.

Antecedentes coloniales

A pesar de que la imprenta llegó muy tarde a Panamá (en 1821, procedente
de Kingston, Jamaica), en comparación con México (1539) y Perú (1584), el pe-
riodismo tuvo un marcado desarrollo durante la época en que la antigua colonia
española permaneció unida a Colombia; principalmente, porque desde un prin-
cipio el periodismo se constituyó en un valioso instrumento para la difusión de
las ideas liberales, para la promoción de la cultura, el adoctrinamiento religioso
y la orientación de la actividad mercantil.
No se puede hablar de periodismo del Centenario de la República si se ig-
noran los antecedentes de la prensa panameña. La imprenta colonial sentó las
bases de lo que sería el periodismo moderno. Las primeras informaciones pu-
blicadas estaban cargadas de las formas ideológicas imperantes, tales como la
profusión de catecismos, sermones, novenas, triduos, responsos, decretos, leyes.
La primera imprenta que funcionó en el Istmo fue importada de Jamaica
por el patriota José María Goytía, un dirigente de la logia de los masones. Goytía
fue propietario de la Imprenta Libre de Panamá y publicó el primer periódico
de la historia de Panamá: La Miscelánea del Istmo, que salió a la luz pública en
marzo 1821, el mismo año en que se proclamó la independencia de Panamá de
España (28 de noviembre de 1821).
El sociólogo e historiador Alfredo Figueroa Navarro indica que la imprenta
nació «como un órgano de ruptura con un pasado de tinieblas y como vocera
de las consignas de la Revolución francesa de 14 de julio de 1789, a saber, liber-
tad, igualdad y fraternidad».
La Miscelánea del Istmo nació como un instrumento de propaganda. Era un
semanario de cuatro páginas en formato pequeño. Estaba respaldado por los in-
telectuales de la época. Una de las primeras campañas del periódico fue impulsar
la independencia de Panamá de España y apoyar la adhesión del Istmo a la Co-
lombia, regida por Simón Bolívar, quien facilitó la consecución de la imprenta
en Jamaica para contar con medios de comunicación a favor de su causa contra
los colonizadores ibéricos.
En su investigación titulada Periodismo sin tembladera, Rafael Candanedo,
profesor de Periodismo de la Universidad de Panamá, señala que aunque Es-
paña era el adversario, los editores del semanario usaron para protegerse un ar-
tículo, el 371, de la Constitución que regía el reino: «Todos los españoles tienen
la libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de
licencia».
Nueva historia general de Panamá X 917

Entre los pioneros del periodismo colonial panameño sobresalen José María
Goytía, Mariano Arosemena, Juan José Calvo, Juan José Argote, José Ángel San-
tos, José Vallarino, José de obaldía, Blas y Gaspar Arosemena. En el elenco de
estos zapadores de la imprenta, también aparecen los nombres de José Ángel San-
tos (desde 1824), Diego Santiago González (a partir de 1826), ambos nativos de
Cartagena, Colombia; Jaime Bousquet (dese 1834) y José María Bermúdez (a par-
tir de 1843).
En 1822 se inició en Panamá la publicación de folletos, libelos y opúsculos.
Abundan los de contenido gubernamental y político. Proliferan las leyes y regla-
mentos; florecen unas célebres memorias de comercio y agricultura elaboradas
por la «Sociedad Amigos del País». Hay que recordar que la susodicha folletería
iba dirigida a un 5% de la población que sabía leer y escribir.
Figueroa Navarro recuerda que en Panamá el primer periodismo fue alta-
mente ideológico. «Sus artículos difundirán unos postulados caros a sus autores
que citaban continuamente a Rosseau, Voltaire, Diderot, D’Alembert, Montes-
quieu y Bentham», afirma el sociólogo.
Entre los grandes periódicos del siglo XIX en Panamá es digno mencionar
a La Miscelánea del Istmo (1821), El Comercio Libre (1833), Los Amigos del País (1835),
El Mono Político (1836), La Raposa Ladina (1836), La Bruja del Correo (1848), El Cen-
cerro (1848), El Panameño (1849), El Primer Loco (1850), La Tarántula (1851), El
Arriero (1852), El Hablador (1853), El Pueblo (1857), El Duende (1858), La Matraca
(1858), La Muerte (1860), El Bombero (1889), El Quijote (1889), El Loro (1891), El
Deber (1892), El Guante (1895), El Progreso (1895), La Verdad (1895), El istmo de Pa-
namá (1895), El Ciudadano (1896), La Juventud Liberal (1896), El Institutor (1896),
El Entremés (1896), El Nacional (1896), La República (1896), La Asociación (1897), La
Campaña (1897), La Regeneración (1897), La Situación (1897), El Lápiz (1897), El Na-
cionalista (1897), El Liberal (1898), El Tío Sam (1898), El Criterio (1899), y El Istmeño
(1899). La mayoría de estos periódicos costaban 3 centésimos de balboa.
El periodismo de la época colonial nació con ideas autonomistas, con altos
ideales independentistas. En sus páginas se reflejó siempre un nacionalismo
embrionario y un velado deseo de defender las causas locales. Por esa razón, el
periodismo republicano, que siguió a la separación de Panamá de Colombia,
nació con renovados bríos, con un objetivo claro: consolidar la incipiente nueva
república.

Periodismo en la era republicana

Durante la llamada era colombiana, comprendida de 1821 a 1903, las reglas


sobre las publicaciones en los periódicos fueron dictadas desde Bogotá. La
Constitución de 1886, denominada Constitución de Rionegro, estableció restric-
ciones a la libertad de expresión y sometió la labor de la imprenta y el perio-
dismo a la regulación y control previo del Ejecutivo. Además, se establecieron
918 X Un siglo de periodismo en Panamá

otras restricciones para garantizar el respeto de las autoridades oficiales y ecle-


siásticas. Es oportuno recordar que entre las principales características del pe-
riodismo colonial se contaba el pobre nivel técnico y el sometimiento a los
dictámenes de los gobernantes de turno y a los jerarcas de la Iglesia católica.
Esto contribuyó a que la evolución del periodismo fuera muy lenta.

Periodismo escrito

Con el reconocimiento de Panamá como república, luego de su separación


de Colombia el 3 de noviembre de 1903, se aprobó la Constitución de 1904 en
la que se garantiza la libertad de expresión y se promulgan las primeras nor-
mativas sobre la responsabilidad legal que cabe a quien «atente contra la honra
de las personas». En 1904 también se aprueba una norma que castiga los delitos
de calumnia e injuria. La Ley 59 de 1926 definió todo lo referente al derecho a
réplica.
Rafael Candanedo relata que en los albores de la república el periodismo
fue ejercido por hombres (no se conoce de mujeres en el oficio), apasionados por
el periodismo, la literatura y la política. Los primeros periodistas de la era repu-
blicana se comunicaban por medio de un castellano de corte colombiano. «Esos
medios básicamente presentaban información política y de interés general. Las
publicaciones lucían frente al estado calamitoso en que se encontraba el país,
después de la guerra de los Mil Días, en el que sobresalía la postración econó-
mica, política y moral, así como la insalubridad y los frecuentes incendios»,
apunta Candanedo.
Prevalecía el sarcasmo, la diatriba y las disputas entre adversarios políticos.
Las dificultades económicas por las que atravesaba el país no impedían que exis-
tiera un alto grado de tolerancia y de caballerosidad entre los habitantes de la
naciente república. Tanto así, que Panamá era el lugar ideal para aquellos pros-
critos que buscaban asilo político y una nueva patria en donde ordenar su vida.
Se ejercía la libertad de expresión a plenitud, y no se restringía ni siquiera du-
rante aquellos sucesos en los que se presionaba a las autoridades, como sucedió
durante el movimiento inquilinario de Santa Ana y el levantamiento de la co-
marca indígena de Tule, en San Blas (hoy Guna Yala), ambos episodios ocurridos
en 1925.
Los primeros periodistas de la nueva república eran personas educadas y
cultas, promotores de la cultura y de reconocido liderazgo político. En su libro
Breve historia del periodismo en Panamá, María T. Recuero menciona algunos de
los principales periódicos de inicios del siglo XX.
Así se refiere a La República, el cual salió a la luz pública por primera vez en el
mes de diciembre de 1903. Este era un periódico de intereses generales; su director
era don Antonio Papi Aizpuru. Después se constituyó en el órgano informativo del
Nueva historia general de Panamá X 919

Partido Constitucional, que fue el nombre que asumió la coalición política de con-
servadores y liberales que respaldaban el Gobierno de don Manuel Amador Gue-
rrero y el movimiento secesionista. La República se publicó a raíz de la separación
de Panamá de Colombia. En este medio se publicaron las adhesiones de los pueblos
del Interior al movimiento independentista. Sus planas publicaron aspectos rela-
cionados a la negociación y aprobación del Tratado Hay-Bunau Varilla y la inmi-
nente construcción del canal interoceánico por el Istmo. Salía los domingos y se
publicaron varios números en inglés. Este fue el primer periódico que se fundó
bajo el régimen de la república. Aún no se había firmado la Constitución de Pa-
namá, por lo tanto, seguían vigentes las leyes de imprenta del Gobierno colom-
biano. El periódico se publicó por dos años.

Otros periódicos

El primer número del Diario de Panamá salió el 5 de diciembre de 1904, fun-


dado por el periodista venezolano, doctor odoardo León Ponte, propietario y
fundador de El Pregonero de Caracas. La muerte de León Ponte, ocurrida en 1905,
dejó en manos de los liberales las riendas del periódico, quienes emprendieron
una campaña contra el presidente Manuel Amador Guerrero, que terminó con
el ascenso al poder del presidente Domingo de obaldía.
En 1904 nació El Heraldo del Istmo. Era una revista de literatura, artes y
ciencias, fundada por don Guillermo Andreve. En sus páginas publicó don
José Agustín Arango la historia de la independencia proclamada el 3 de no-
viembre de 1903. El Heraldo del Istmo fue la primera revista literaria que tuvo
la república, con una duración de tres años. Al cerrar El Heraldo, don Ricardo
Miró fundó la revista literaria Nuevos Ritos, la revista de más larga duración
de la república, con 10 años de publicación continua. Durante la primera época,
los nuevos directores de Nuevos Ritos fueron don José oller y don Gaspar oc-
tavio Hernández.
La Nueva Era vio la luz pública en 1906. Era un quincenario político y de
variedades. Fue el órgano informativo del Partido Constitucional, alianza po-
lítica que se formó con elementos de los viejos partidos políticos, después de
la separación de Colombia, sustituyendo en este sentido al ya desaparecido La
República. El director y redactor eran Aizpurú Aizpurú y Sebastián Villalaz,
respectivamente.
En 1906 salió La Vanguardia, un semanario político y literario dirigido por
don Everardo Velarde. Entre sus colaboradores se menciona a Pedro A. May-
tín, Antonio A. Valdés y Ernesto Arosemena. El periódico, que le hizo honor
a su nombre por ser muy combativo, era el órgano de la juventud liberal del
Istmo. Se caracterizó por atacar las ideas del nuevo periódico constitucional
La Nueva Era.
920 X Un siglo de periodismo en Panamá

Una gran producción periodística

En su libro Breve historia del periodismo en Panamá, María T. Recuero testimo-


nia que los primeros años de la república fueron ricos en la impresión de nuevos
periódicos. La nueva república estuvo acompañada de un gran ejercicio de la li-
bertad de expresión. A continuación, describimos esa nueva generación de pe-
riódicos de las tres primeras décadas del siglo XX:
La Unión, salió en mayo de 1906 en Bocas del Toro. Semanario político y de
variedades, dirigido por Víctor E. López.
El Combate, semanario político que fue publicado en julio de 1906. Estaba
dirigido por Nicolás Victoria Jaén y sus baterías estaban dirigidas a combatir al
Gobierno que presidía el doctor Manuel Amador Guerrero.
En 1907 salió El Duende, un semanario crítico de costumbristas. Recuero lo
describe como «inocentón y medio travieso». Lo dirigió Dámaso Botello.
En septiembre del mismo año se publicó, en Mount Hope (Monte Espe-
ranza), Colón, el periódico Canal Record, un semanario oficial del Gobierno de
los Estados Unidos en la Zona del Canal. Ese mismo año también se publicaron
los periódicos La República, un quincenario; El Tiempo, órgano informativo del
Partido Constitucional, administrado por don Enrique Arrázola; y La Fraternidad,
órgano de los intereses de la sociedad «La Cooperativa». Estaba dirigido por
don olegario Henríquez.
En 1908 salió El Baluarte, dirigido por don Antonio Burgos. Fue un periódico
liberal y de variedades; fundado para respaldar la candidatura de don Ricardo
Arias para la presidencia de la república (1908-1912). En las elecciones triunfó
don Domingo de obaldía, candidato de la oposición.
La Prensa se publicó en 1908 como un diario de filiación liberal. Fue fundado
por don Guillermo Andreve y se mantuvo en circulación por nueve años. La
Prensa defendió la administración de Domingo de obaldía. Entre sus colabora-
dores, contó con don Nicolás Victoria Jaén.
otros periódicos que fueron fundados en 1908 fueron El Constitucional, pro-
hijado por don Alejandro Dutary; La Opinión, semanario político dirigido por
Luis E. Alfaro y tenía como redactor a don Ricardo Miró; The Independence, se-
manario político publicado en inglés en la ciudad de Colón, bajo la dirección de
Clifford Bynoe; El Centinela, se publicaba en Colón, bajo la responsabilidad de
su director, Efraín Tejada; El País, dirigido por Lisandro Espino.
En 1909 salieron a la luz pública El Diablo, editado en Panamá por los redac-
tores, José Simón Rucabado, Miguel C. Avilés y José Recuero; El Nacional, dirigido
por Alejandro Cordones. Recuero narra que las autoridades de la Iglesia católica
en el Istmo prohibieron a sus feligreses la lectura de este periódico, debido al con-
tenido ofensivo de algunos de sus artículos, que, según su criterio, atentaban con-
tra Dios y los santos. En 1909 se publicó El Porvenir, periódico editado en David,
provincia de Chiriquí, dirigido por don José María Jované y don Pedro A. Silvera.
Nueva historia general de Panamá X 921

La producción periodística continuó en 1910 con la publicación de La Pala-


bra, dirigido por Ricardo J. Alfaro y posteriormente por Eduardo Chiari; El Agri-
cultor, publicado en David, Chiriquí, editado por Antonio José Martínez; El
Taredo, publicado en el Instituto Nacional, bajo la responsabilidad de don Luis
Sánchez y don José del Carmen Ramos; Los Hechos, periódico político y de in-
tereses generales, dirigido por don Manuel Patiño, que defendía los principios
liberales.
En 1911 nacieron Alma Bohemia, órgano informativo de la Juventud Literaria
del Istmo; estaba a cargo de Adriano de la Guardia, Miguel Avilés y Adolfo Es-
quivel de la Guardia; El Garrote, periódico jocoso y de intereses generales; El
Oposicionista, órgano informativo político y de intereses generales, dirigido por
Miguel Avilés; era un abierto opositor a la reelección del presidente Pablo Aro-
semena y defendía la candidatura del doctor Belisario Porras. El Mosquito, pu-
blicado en David, provincia de Chiriquí, bajo la dirección de don Rafael Silvera;
El Artista, semanario de literatura, ciencias e intereses varios, dirigido por Elías
Alaín. El Artista tenía un lema en inglés: «In God we trust» (Confiamos en Dios).
En 1911 también se publicó La Información, periódico doctrinario (liberal), mer-
cantil y noticioso; estaba dirigido por el liberal colombiano don Ramón R.
Lamus.
Al calor de las campañas políticas y el advenimiento de un nuevo período
presidencial, en 1912 se publicaron muchos periódicos y revistas, entre ellos, El
Boletín, órgano de propaganda comercial de Benedetti Hermanos. Se publicaba
mensualmente y recogía en sus planas buena literatura, anuncios de medicinas
y el movimiento de la librería. Está dirigida por don Enrique Benedetti y es la
más antigua de las revistas comerciales de la república. Tenía un tiraje de 5 mil
ejemplares, lo que significaba todo un récord para la época.
«Si no sabéis censurar a los amigos y elogiar a los contrarios cuando lo me-
recen, romped la pluma y no lo escribáis», era el lema del periódico El Atleta,
publicado el 11 de abril de 1912, bajo la dirección de Arnulfo Cano.
otros periódicos que salieron en 1912 fueron La Nueva Era, a cargo de don
Domingo H. Turner; The Workman, periódico independiente, publicado en inglés,
circulaba entre la comunidad antillana y su propietario era H. N. Walrond; El
Pregonero, publicación mensual a cargo de C. L. Segundo; Noventa y Tres, perió-
dico político que defendía al Partido Liberal y la candidatura del doctor Belisario
Porras para el período 1912-1916.
otros periódicos editados en 1912 fueron: La Organización, que se oponía a
la candidatura del doctor Belisario Porras; El Liberal, reemplazó a El Atleta des-
pués de su séptimo número; estuvo dirigido por Arnoldo Cano. La Defensa Social,
órgano de la Sociedad de la Prensa Católica, establecido para defender los inte-
reses de la Iglesia católica. La Defensa Social tenía una sección inglesa. Durante
su primera época, en 1911, el periódico estuvo a cargo del reverendo padre Va-
leriano Tanco.
922 X Un siglo de periodismo en Panamá

En 1913 se fundó El Panamá Morning Journal, dirigido por el ciudadano es-


tadounidense W. C. Haskings, propietario y gerente de la agencia de noticias
Haskings News Service. En 1913 también se fundaron los periódicos La Patria, di-
rigido por Nicolás Victoria Jaén; La Prensa Libre, a cargo de Gaspar octavio Her-
nández; La Idea, de Tomás Abell; y El Adelantado, editado por Pedemonte
Mortorel.
En 1914 surgieron El Rayo X, El Liberal, El Atlántico, Revista Eclesiástica, órgano
oficial de la Diócesis de Panamá; El Sol, dirigido por Guerrero Tascón; La Sanción
y El Tango, cuyo director era Santiago Benuzzi; Padre Cobo, dirigido por Rodolfo
Aguilera; La Razón, a cargo de Héctor Valdés; Esto y Aquello, dirigido por Enrique
Geenzier; y La Hojita Católica. En 1915 surgieron El Pabellón, Palo Loco, El Conser-
vador, dirigido por Julio Fábrega y Fernando Guardia; El Porrazo, semanario di-
rigido por Juan Tinker; y Para Todos, revista cómica ilustrada. En 1916 salieron a
la luz pública La Exhibición, dirigido por Balan Hatillo; El Ciclón; Memphis, revista
nacional editada por Jorge Tulio Royo, El Combate, semanario político literario di-
rigido por Ignacio Molina; El Agricultor, editado por José Martínez; y Revista
Nueva, editada por José Dolores Moscote y octavio Méndez Pereira.
La segunda década de la república fue prolífica para el periodismo. En 1917
salieron El Verbo Rojo, dirigido por Manuel Garrido; El Diablo, de Ángelo Ángel;
La Escoba y El Duende, fundados por Edmundo Botello; La Crónica, semanario,
dirigido por Melchor Lasso de la Vega; Revista Escolar, editado por Cristóbal
Martínez; Panamá Weekly News, dirigido por W. C. Haskins; La Bruja, dirigido
por Alonso Quijano; The Witch, editado por I. C. Haull. En 1918 se fundaron El
Heraldo de Herrera, dirigido por Justo Quirós; El Centinela y El Correo de Las Tablas,
dirigidos por Demetrio Porras; El Economista, oscar Terán; La Acción y El Setenta,
dirigidos por Edmundo Molino; El Panameño, editado por Antonio Valdés. En
1919 salieron Patria, El Valle de la Luna, quincenario editado por César Saavedra
Zárate; Ecos del Valle, semanario dirigido por César Saavedra Zárate; La Reorga-
nización, El Precursor, La Opinión, El Niño y El Comerciante, este último, periódico
comercial dirigido por Luciano Sánchez; The Isthmus, editado por Donaldo Grau;
El Sonaeño y El Maestro, dirigidos por Gil Tapia; y Revista Comercial, dirigida por
Guillermo Andreve.
En 1920 se fundó el Diario Nacional, El Anunciador, La Reacción, dirigidos por
Santiago Ludovico Benuzzi; El Globo, dirigido por Vianor Bellido; La República,
órgano de la Liga Nacionalista China; El Ají, dirigido por Juan Polo; Revista de
Derecho y Jurisprudencia, dirigida por Daniel Ballén, Eusebio a Morales, Eduardo
Chiari, Harmodio Arias y José Dolores Moscote. En 1921 se publicaron Panamá
Nocturno, dirigido por Buenaventura Garcerán; revista La Salle, dirigida por Justo
Carrasquilla; Don Sancho dirigido por Santiago Benuzzi; Juventud, de Justo Es-
pino; El Obrero, de Narciso Navas; El Eco Herrerano, dirigido por Juan Rodríguez;
El Comerciante de Colón, El Machete y La Avispa, editados por José de la Cruz
Herrera; Revista Panamá, El Látigo, El Apache, dirigidos por Alfredo de Junet.
Nueva historia general de Panamá X 923

En 1922, surgieron Vida de Sport, Revista Nacional y El Garrote, este último se pu-
blicó en Pedasí, provincia de Los Santos; La Voz de Coclé, editado por J. M. Quirós
y Quirós y G. G. Guardia Jaén.
Hay periódicos que merecen una especial mención como son La Estrella de
Panamá, fundado en febrero de 1853, que pertenecía a la familia Duque; El Pa-
namá América, fundado el 5 de diciembre de 1928 por el entonces prominente ju-
rista y futuro presidente de la república, doctor Harmodio Arias Madrid; El
Mundo, fundado por el dirigente liberal, ingeniero David Samudio y el diario La
Prensa, fundado el 4 de agosto de 1980 por Roberto Eisenmann y un grupo de
ciudadanos dispuestos a combatir la dictadura militar que gobernó en Panamá
desde el 11 de octubre de 1968 hasta el 20 de diciembre de 1989.
A raíz del golpe militar que derrocó, el 11 de octubre de 1968, al presidente
constitucional Arnulfo Arias Madrid, los militares se apoderaron de la Editora
El Panamá América, S.A. (EPASA) de la familia Arias , que publicaba los periódi-
cos La Hora, Crítica y El Panamá América. El 22 de julio de 1971 la dictadura militar
sustituye a EPASA por la nueva Editora Renovación S.A. (ERSA), cuyos directivos
eran Rodrigo González Jurado, Franklin Arosemena Zambrano y Alberto Luis
Tuñón Núñez. ERSA publicaba tres periódicos: La República, Crítica y El Matutino.
El 26 de diciembre de 1989, Rosario Arias de Galindo y Gilberto Arias, presidenta
y vicepresidente de Editora El Panamá América, S.A., respectivamente, se pre-
sentan con un grupo de amigos, lo mismo que periodistas nacionales y extran-
jeros, a las instalaciones y edificios de su propiedad en vía Fernández de
Córdoba y recuperan el emporio periodístico de su propiedad.
Los militares también la emprendieron contra el diario La Prensa, periódico
que fue cerrado en tres ocasiones (1982, 1987 y 1988). La Prensa nació bajo la mira
de los militares el 4 de agosto de 1980. Desde sus primeros días, fue sometida a
censura, amenazas, agresión y cierre. A pesar de todas intimidaciones, el perió-
dico mantuvo «garras» y coraje para enfrentarse al totalitarismo y luchar por la
recuperación de la democracia en Panamá. El 30 de julio de 1982 efectivos de la
Guardia Nacional irrumpen violentamente en el edificio de la 12 de octubre. El
29 de abril de 1984 el autor de la columna «En pocas palabras», Guillermo Sán-
chez Borbón, fue golpeado por agentes de la dictadura. La represión también se
ejerció por el lado laboral. El 25 de septiembre de 1984, por una demanda de
26 huelguistas de los 106 trabajadores de la empresa, La Prensa fue cerrada por
tres días por orden del Ministerio de Trabajo. La censura se estableció el 11 de junio
de 1987, al mando de Miguel Ángel Picard-Ami. La infamante censura externa se
mantuvo por 20 días. Y posteriormente, el 27 de julio de ese año, se ordenó el cierre
que se extendió (con una breve excepción en febrero de 1988) hasta la primera se-
mana de 1990, después de la invasión de los Estados Unidos de América (20 de di-
ciembre de 1989) que derrocó la dictadura de Manuel Antonio Noriega.
Y por supuesto que no se puede hablar de la historia del periodismo en Pa-
namá sin mencionar a la decana de la prensa nacional, La Estrella de Panamá.
924 X Un siglo de periodismo en Panamá

En sus 150 años de publicación interrumpida, ha recibido varios motes como


«La Celestina» y «La Cotorra Centenaria». El periódico salió a la luz pública el
2 de febrero de 1883, bajo la dirección de Bartolomé Calvo. Sus orígenes se re-
montan a 1849, cuando un ciudadano estadounidense comenzó a publicar el Pa-
namá Star, medio en el que se informaba sobre el itinerario de los vapores y las
actividades mercantiles. La Estrella de Panamá es uno de los periódicos más anti-
guos del continente americano. Es un diario que por muchos años estuvo diri-
gido por la familia Duque. Tuvo reporteros, como Luis Carlos Noli y Marco
Gandásegui, que alcanzaron fama internacional. Actualmente, su director es
James Aparicio y su principal directivo es Augusto onassis García. Su línea edi-
torial es progubernamental, pero continúa siendo un medio de mucha acepta-
ción y credibilidad entre el público.
otros periódicos que han jugado un importante papel en la historia de la
primera centuria republicana fueron La Hora y Crítica (fundados por la familia
Arias). La Hora fue un tabloide vespertino que salió a la luz pública el 3 de fe-
brero de 1947. Tuvo una duración de 21 años. Su primer propietario fue Manuel
María «Nen» Valdés, quien posteriormente lo vendió a la familia Arias. Fue ce-
rrado por el golpe militar de 1968. La publicación de la hora, un periódico de
mucha circulación, le dio vitalidad al diarismo nacional. El Panamá América, otro
de los periódicos de la familia Arias, nació el 15 de septiembre de 1938, cuando
el doctor Harmodio Arias Madrid adquirió de Nelson Rounsevell la mayoría de
las acciones de The Panama American Publishing Company, Inc. Arias nombró al
doctor octavio Fábrega como el director del diario. La empresa funcionaba en
calle H, a un costado del Instituto Nacional. Durante la Segunda Guerra Mun-
dial, El Panamá América se constituyó en un baluarte de la lucha contra el na-
zismo, antisemitismo y el totalitarismo a todo nivel.
Durante la era republicana también se publicaron periódicos de gran im-
pacto popular como: Mundo Gráfico, El País, Voz Republicana, La Calle, El Sol, El
Día, El Expreso, La República, El Matutino y El Universal. Actualmente se publican
los periódicos La Prensa, El Panamá América, Crítica, Día a Día, El Siglo, Mi Diario,
La Estrella de Panamá, El Capital y Tiempos del Mundo.
La historia de la prensa en Panamá también recoge un gran número de pe-
riódicos escritos en inglés, tales como: Panama Star (1849), Panama Herald (1851),
The Star & Herald (1854), The Daily Star (1852), Panama Morning Journal (1904),
Panama Journal (1905) The Central American Express (1906), Canal Record (1907),
The Citizen (1907), The Independent (1908), The Press (1908), Panama American Ma-
gazine (1910), The Workman (1912), The Isthmian Organ (1912), Free Press (1913),
The Colón Scarlet (1913), The Witch (1917), Panama Weekly News (1917), The Isthmus
(1919), The Time (1921), Evening Times, The News (1923), The Pulse of Panama
(1923), The Panama Times (1923), The Panama American (1925), The Colon Telegram
(1926), The Sunday Sun (1926), The Weekly American, Panama Daily Press (1926),
Panama Life (1926), Color Starlet (1926) The Panama Tribune (1928), Panama Free
Nueva historia general de Panamá X 925

Press (1940), The Runway (1943), The Fledgling (1944), The Howard Field (1946), The
Messenger (1950), The Republic (1970), The Panama News (1997).
En Panamá también circularon periódicos escritos en idioma chino. El 10 de
octubre de 1930 se creó La República, un tabloide (formato pequeño) que ofrecía
información sobre China, Taiwán, Hong Kong, Macao y divulgaba informacio-
nes sobre lo que sucedía en Panamá con la comunidad china. En 1943 nació La
Justicia, bajo la dirección de Kon Chin Cheng y todavía circula el Chun Pa-pao y
El Expresso.
El periodismo económico también ha tenido mucho auge en Panamá. El 9
de mayo de 1983 apareció el semanario económico, mercantil y financiero La Ga-
ceta Financiera, dirigida por Roberto Brenes. En 1987 surgió Panorama Económico,
dirigido por Juan Carlos Duque. En 1990 se publicó Correo Económico, bajo la di-
rección de Franklin Bósquez D’Giovanni. El 19 de agosto de 2000 nació el sema-
nario Capital, dirigido por Alina Guerrero.
Rafael Candanedo revela que entre las publicaciones universitarias más con-
sistentes se encuentran los periódicos Campus, El Búho y La Universidad. Durante
el régimen militar circuló el periódico La Gaceta, editado por estudiantes de co-
municación social de la Universidad Santa María La Antigua (USMA). Era un pe-
riódico combativo, que causó mucho malestar entre la cúpula castrista.
Impulsados por el Sindicato de Periodistas de Panamá, el 27 de julio de 1961 se
abrió la Escuela de Periodismo de la Universidad de Panamá. Tenía 62 estudian-
tes y su primer director fue Gil Blas Tejeira, escritor y periodista de Penonomé,
Coclé, quien también perteneció a la Academia Panameña de Lengua. Uno de
los primeros egresados de la escuela fue Milciades ortíz, profesor de Periodismo
de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Panamá.

Nombres en la historia

Es de justicia mencionar a algunos periodistas que se han destacado, cada


uno en su época, a lo largo de los 100 años de vida republicana. Entre ellos tene-
mos a Abdiel Zárate, Abilio Bellido, Adán Castillo Galástica, Adolfo Pérez, Agus-
tín del Rosario, Agustín Jurado, Alberto «Beto» Tejada, Alberto González,
Alberto MacGeachy, Alejandro Borbúa, Alejandro Duque, Alejandro Juárez
Amador, Alfonso Castillo, Alfredo Hoyte, Alfredo Jiménez Vélez, Álvaro Alva-
rado, Ángel Sierra Ayarza, Aníbal Ríos, Anona Kirkland, Antonia Gutiérrez, An-
tonio Díaz, Arquímedes Fernández, Balbino Macías, Baltazar Aizpurúa,
Bienvenido Brown, Boris Moreno, Carlos Arosemena, Carlos Barragán, Carlos
Cabeza Luna, Carlos Cordero, Carlos J. Núñez, Carlos Santanach, Carlos Solé
Bosh, César García Luna, César Gómez Marín, César Iván Castillo, César Villa-
lobos, Claudio Herrera, Cristóbal Chen, Cristóbal Sarmiento, Cristóbal Segundo,
Daniel Domínguez, Daniel Rodríguez, David Lindo, David Samudio, Deme-
trio olaciregui, Diógenes de la Rosa, Domingo H. Turner, Dora de Reyna,
926 X Un siglo de periodismo en Panamá

Doris Hubbard, Edmundo Dolphy, Eduardo Martínez, Eduardo Soto, Elvia Al-
varado de Amador, Emilio Sinclair,, Enrique Ruíz Bernacci, Eric Rodríguez Auer-
bach, Ernesto Morales, Escolástico Calvo, Estela Villa Real, Euclides Corro,
Euclides Fuentes Arroyo, Eulogia de Arias, Eusebio A. Morales, Eva Montilla,
Fernán Molinos, Fernando Fernández, Florencio Gálvez, Franklin Bósquez
D’Giovanni, Franklin Castrellón, Gabino Gutiérrez, Garritt Geneteau, Gaspar
octavio Hernández, George Thomas, Gil Blas Tejeira, Gil Colunje, Gionela Jor-
dán, Gonzalo Castro Domínguez, Griselda Bósquez, Griselda López, Guido Po-
sada, Guillermo Andreve, Guillermo Méndez Pereira, Guillermo Rodolfo Valdés,
Hadulfo Vásquez, Harmodio Arias, Héctor Conte Bermúdez, Héctor Donadío
Carrillo, Herasto Reyes, Hermes Sucre Serrano, Hermógenes de la Rosa, Hernán
Botello, Hipólito Donoso, Hollis Robinson, Humberto Castillo, Ignacio «Nacho»
Valdés, Ileana Gólcher, Irene Hernández, Iván Zurita, Jackeline Clark, Jaime Bei-
tía, Jaime Padilla Béliz, James Aparicio, Jenia Nenzen, Jeptha B. Duncan, Joaquín
Beleño, Joaquín Maizón, Joe Maganini, Johnny Manzzo, Jorge Calvo, Jorge Do-
nado Barahona, Jorge Prosperi, José Barragán Maylín, José de la Cruz Herrera,
José Dolores Moscote, José Franco, José Hernández, José Isaac Fábrega, José Iván
Ramos, José otero, José Quintero de León, Juan Barrera Salamanca, Juan Carlos
Duque, Juan Carlos Tapia, Juan Demóstenes Arosemena, Juan Gómez, Juan Luis
Batista, Juan Pritsiolas, Julia Elena Alvear, Julián Pérez, Julio Aizprúa, Julio Mi-
ller, Julio ortega, Justo Quirós, Leonidas Escobar, Leroy Husband, Leslie Wi-
lliams, Lester Burton, Liz Camazón, Liz Carrasco, Lorenzo Abrego, Lorenzo
Sánchez Galán, Lucy Molinar, Luis Alberto Díaz, Luis Botello, Luis Boutin, Luis
Carlos Pérez, Luis Carrizo, Luis González, Luis Harris, Luis Lamboglia, Luis
Melo, Luis Pimentel, Luis Romero Villalobos, Luz María Noli, Manuel Álvarez
Cedeño, Manuel Barragán, Manuel de Jesús Torres, Manuel Domínguez, Manuel
Jiménez Sánchez, Manuel María Alba, Manuel Tejada López, Marco Gandásegui,
Mariano Torrero, Mario Augusto Rodríguez, Mario Velásquez, Mayín Correa,
Migdalia Fuentes de Pineda, Milciades Amores, Milciades ortiz, Mileika Bernal,
Mireya Hernández, Nicolás Victoria Jaén, Norma Núñez Montoto, Nubia Apa-
ricio, octavio Méndez Pereira, orlando Kivers, orlando Mendieta, Pablo Cas-
trellón, Pantaleón Henríquez Bernal, Pedro Solís Villalaz, Rafael Antonio Ruíz,
Rafael B. Ayala, Rafael Candanedo, Rafael Harris, Rafael Núñez Zarzavilla, Ra-
fael Pérez, Rafael Samudio, Ramón Arosemena, Ramón Cano, Ramón García,
Ramón Guerra, Ramón Jiménez Vélez, René Hernández, Ricardo A. Pardo, Ri-
cardo J. Alfaro, Ricardo Lince, Ricardo Miró, Roberto López Dubois, Roberto
Núñez Escobar, Rodulfo Pardo, Rogelio Díaz, Rolando Rodríguez, Rómulo Gon-
zález, Ronaldo Gálvez, Roque Javier Laurenza, Rosa Guizado, Rosalina orocú
Mojica, Rubén Darío Murgas, Ruth Rodríguez, Salustiano Chacón, Samuel
Lewis, Simón de la Rosa, Simón Elliet, Tomás Gabriel Duque, Víctor Florencio
Goytía, Víctor Martínez Blanco Víctor Raúl Vásquez, Víctor Torres, Wilfredo Jordán,
Winston Robles, Yali Pittí y Yasmina Reyes, entre otros que escapan de mi mente,
Nueva historia general de Panamá X 927

de una interminable lista de personalidades que han dado su valioso aporte al


periodismo nacional.

La radio esparce sus ondas

Antes que se desarrollara la radio en Panamá, las frecuencias radioeléctri-


cas estaban bajo el control de los Estados Unidos. El profesor Héctor Staff, en
su libro Historia y testimonio de la radiodifusión en Panamá, relata que en 1934 un
grupo de panameños, integrado por Emérito Núñez, Fernando Jolly, Félix Ál-
varez y Enrique Paniza, logró construir y operar un pequeño equipo inestable
de radio con el que se lanzaron al aire. Era una radio clandestina que adoptó
el pintoresco nombre de Radio Templeque o La Voz del Tembleque. Las emisiones
de esta radio experimental se hacían desde diferentes lugares y a distintas
horas.
La radio surgió como un medio novedoso, para aquellas personas que no
podían comprar los periódicos y para los analfabetos. Un buen número de pe-
riodistas de prensa y de revistas incursionaron en el campo de la radiodifusión,
ya como directores o colaboradores.
Staff indica que uno de los principales antecedentes de los medios de co-
municación social radiofónicos en Panamá lo constituyó el hecho de que ya en
1911 operaba en la compañía bananera United Fruit Company, de Bocas del Toro,
un equipo de radio y cable de uso privado y comercial de la empresa.
Panamá había cedido a Estados Unidos la soberanía de su espacio aéreo.
Primero, en 1904, a la empresa norteamericana Chiriquí Land Company, le fue-
ron cedidas las frecuencias radioeléctricas. Después, en cumplimiento del Tra-
tado Hay-Bunau Varilla, el presidente Belisario Porras firmó el Decreto 130 de
29 de agosto de 1914, en el que se especificaba que todas las emisiones del es-
pectro radioeléctrico y el espacio aéreo de Panamá estarían bajo el control de los
Estados Unidos. El Departamento de Marina de Estados Unidos se encargaba
del control absoluto, por razones de seguridad de la vía interoceánica y su ope-
ración de las telecomunicaciones. Fue entonces que surgió Radio Tembleque, una
emisora clandestina que trasmitía emisiones musicales.
«Trascurridos tres días de fiesta (apoyados por intelectuales, artistas y polí-
ticos) llegó la orden de cierre», expresa Rafael Candanedo en su libro Periodismo
sin tembladera: Cien años de periodismo en Panamá. Por solicitud del oficial de la
Marina de Estados Unidos, coronel Richard Prescott, inspector en jefe de Tele-
comunicaciones de la Zona del Canal de Panamá, el secretario de Gobierno, Ga-
lileo Solís, autorizó la cancelación de las emisiones. Los aparatos clandestinos
«dejaron de temblar» momentáneamente, pero escribieron una página de oro en
la historia de la radiodifusión panameña. La emisora continuó sus trasmisiones
por 15 días más, sin embargo, una petición del secretario de Estado de los Esta-
dos Unidos, Cordell Hull, motivó el cierre definitivo.
928 X Un siglo de periodismo en Panamá

En 1933 el presidente Harmodio Arias viajó a Washington para negociar con


los Estados Unidos lo referente a las frecuencias de radio.
En 1926 llegó al Istmo el ciudadano inglés George Williams, quien se inicia
en La Voz de Panamá en la década de 30 en la ciudad de Panamá.
Estas primeras experiencias de trasmisiones radiofónicas operaban clandes-
tinamente, porque operaban sin supervisión ni el correspondiente permiso del
Gobierno nacional. Desde un principio, agrega Staff, con la primera legislación
de radio (Ley 12 de 3 de octubre de 1934) se reguló sobre los fines y el control
del medio, cuando se estableció que para fomentar el desarrollo cultural y eco-
nómico del país, el Gobierno nacional debía licenciar (acreditar, conceder dere-
cho para operar, darle la idoneidad) a todas las estaciones radiodifusoras que
desearan establecerse en el país. Pero esa idoneidad, más que legal, era de in-
fraestructuras, de funcionamiento técnico-administrativo y no tanto de carácter
profesional.
En 1952 surge el Decreto 1056 de 8 de abril, que regulaba la actividad de lo-
cutores y comentaristas radiales. Dicha norma establecía que para ser locutor o
comentarista radial, se requería, entre otros requisitos, aprobar exámenes escritos
y orales, a cargo del Ministerio de Gobierno y Justicia; además de poseer una
voz apropiada, dicción perfecta, capacidad de improvisación, cultura general,
pronunciación correcta de nombres, apellidos y rectitud comprobada. En 1962
se dictó el Decreto 155 de 28 de mayo, mediante el cual se regulan dos servicios
diferentes de comunicación social: el de radiodifusión y el de radioaficionados.
Desde los inicios de la radiodifusión en Panamá, el principal recurso econó-
mico para la subsistencia de las emisoras eran los anuncios publicitarios. En 1932
se trasmitían de tres a cuatro menciones diarias por la suma de 10 balboas men-
suales. Entre los anuncios más populares se recuerda los de la Central de Leche-
rías, S.A., la Compañía Panameña de Autobuses, la Casa Paramount, la Lotería
Nacional de Beneficencia, la Pan Am, orange Crush, Trott el limpiador, el doctor
Arosemena, Alowack Am Whisky Co., el oratorio Festivo, el Ancon Inn.
Las primeras emisoras de radio que se instalaron en Panamá fueron Radio
Miramar (de Guillermo Endara Paniza, Enrique Linares y Eduardo Vallarino), «La
Voz de Panamá» (del español José Díaz Doce), la CPR, RPC, Red Panamericana, Radio
Mía, Radio Centroamericana, Radio Teatro Estrella, La Voz del Barú (Radioperiódico La
Prensa), Radioperiódico La Voz de Aguadulce y Ondas Chiricanas. En períodos más
recientes, ingresaron al dial la cadena radial La Exitosa, Radio Continente, la radio
estatal, que en sus inicios se llamó Radio Libertad, y Radio Caracol (procedente de
Colombia). En Panamá operan más de 100 estaciones de radio (AM y FM); algunas
de ellas con una cobertura limitada al área metropolitana.
El investigador Rafael Candanedo indica que la Red Panamericana fue parte
de lo que se denominó El Imperio de Calle H, un grupo multimedios controlado
por el expresidente de la república, Harmodio Arias Madrid, mientras que Radio
Teatro Estrella integraba el grupo de La Estrella de Panamá, de la familia Duque.
Nueva historia general de Panamá X 929

Candanedo señala que el Radioperiódico La Prensa sobrevivió a La Voz del


Barú (pionero de la radio chiricana) y es aún emitido por su fundador, Ramón
Guerra, a través de su emisora Radio Chiriquí, desde 1947, cuando debutó La Voz
del Barú, hasta 1964; fue durante este período que la radiodifusión chiricana vivió
su momento de esplendor. Fueron notorios, agregó Candanedo, los espacios «El
Chiricano», del periodista y poeta Santiago Anguizola; «El Davideño», de
Ramón «Ñato» Contreras y «La Finca» de Guillermo Naranjo.
La Voz de Panamá inició con potencia en el campo informativo, pues produ-
cía noticieros internacionales de categoría durante la época que antecedió a la
Segunda Guerra Mundial. La Radio Teatro Estrella se afilió a la cadena estadou-
nidense CBS. Trasmitía noticieros en cadena y producía otros de cobertura nacio-
nal. Además, creó el primer cuadro escénico e incorporó información deportiva.
En sus inicios operaba en el edificio La Pollera, aún en pie y localizado en el área
de Salsipuedes, Santa Ana, entre la avenida Central y la calle 13 oeste. En la emi-
sora laboraban periodistas de la talla de Guillermo Colunje, Ignacio «Nacho»
Valdés, Pantaleón Henríquez Bernal y Alberto «Torpedo» González.

La pantalla chica

En 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, el Gobierno de los Estados Uni-


dos el South Comand Network (SCN) comenzó a trasmitir emisiones radiofóni-
cas. Las primeras trasmisiones se hicieron desde Clayton, después desde
Albrook y posteriormente desde el edificio 209 de Clayton. SNC comenzó a tras-
mitir en una frecuencia de televisión en 1954, seis años antes que RPC Televisión,
canal 4, el primer canal de televisión de Panamá. Candanedo señala que SNN
ofrecía sus servicios a los militares estadounidenses establecidos en las riberas
del canal de Panamá, en la ciudad de Panamá y a todo angloparlante (audiencia
en la sombra, como la llamaban los responsables de las trasmisiones) que pu-
dieran captar la señal.
SCN, que dejó de operar en septiembre de 1999, según lo establecido por los
Tratados Torrijos-Carter, fue la primera estación de radio de la armada de Esta-
dos Unidos en bases militares alrededor del mundo. La televisión fue la primera
en blanco y negro, y después en colores, que funcionó en Panamá. En diciembre
de 1989, durante la invasión estadounidense que derrocó la dictadura del general
Manuel Antonio Noriega, la planta televisora jugó un papel clave.
En 1954 se inauguró el canal 8, con alcance en el litoral Pacífico, y seguida-
mente inició operaciones el canal 10, con cobertura en el Atlántico. Candanedo,
en su libro Periodismo sin tembladera: Cien años de periodismo en Panamá, reseña
que esta emisora canalera, además de ofrecer noticias de carácter político y pro-
gramas relativos a las prioridades, programas, metas e iniciativas de defensa de
los aliados, «proporcionaba información sobre distintos tópicos y retransmitía
noticieros de las cadenas privadas de televisión de Estados Unidos».
930 X Un siglo de periodismo en Panamá

Sostiene este autor que SCN se convirtió en un laboratorio de investigación


para lo que es hoy AFRTS, que utiliza satélites de tecnología digital para propor-
cionar televisión múltiple y servicios de audio en más de 175 países y en embar-
caciones de los Estados Unidos. A partir de 1979, se convirtió en un experimento
al servicio del proyecto del Departamento de Defensa para el establecimiento
de una red basada en satélites de defensa (SATNET), que hoy se ha convertido en
una red mundial que alcanza 141 países alrededor del mundo. Desde 1990, por
conducto de la AFRTS se ofreció a las bases cantonadas en las riberas del Canal
televisión por cable de canales independientes. SCN siempre mantuvo una tras-
misión continúa, incluso relacionada con la crisis política entre Estados Unidos
y Panamá. Su poderosa señal nunca pudo ser interferida por el régimen militar,
comandado entonces por el general Manuel Antonio Noriega.

La televisión criolla

En 1956, bajo la administración del presidente Ricardo Arias Espinosa, el


Gobierno de Panamá dictó un decreto regulando y permitiendo el estableci-
miento de emisoras de televisión en el país. Muchas compañías habían solicitado
licencia para operar estaciones de este tipo, sin embargo, no había una regla-
mentación que regulara el otorgamiento de frecuencias.
Después de «subir y bajar escaleras», por fin el 14 de marzo de 1960 RPC Te-
levisión, canal 4, realiza su primera trasmisión en blanco y negro. La figura de
Víctor Martínez Blanco engalanó la pantalla chica y provocó un movimiento en
todo el territorio nacional por el impacto de este gran invento de la comunicación
moderna. Los cubanos, Alberto Arbezú y Rafael Duany, habían entrenado al per-
sonal escénico. Los primeros aparatos de televisión eran más bien pequeños y
trasmitían programas pregrabados y películas procedentes de México. Los pro-
pietarios de RPC Televisión eran los hermanos Carlos y Fernando Eleta Almarán.
Mario Velásquez, periodista de renombre internacional, explica que sus ini-
cios en el periodismo coincidieron con la época pionera de la televisión pana-
meña, ya que en 1960 solo existía el canal 4, que presentaba programas musi-
cales, películas, premios al público y noticieros.
Con el ánimo de orientar a la opinión pública, Velásquez inició el primer
programa de comentarios políticos nocturno, con 15 minutos de duración. Pos-
teriormente, organizó el «Foro de opinión pública» en el que actuaba como mo-
derador. La metodología consistía en confrontar a dos personas sobre un mismo
tema. Posteriormente fue contratado por Televisora Nacional (canal 2) para que
dirigiera el Departamento de Noticias.
En 1972 inició el programa «Análisis de la noticia», con una gran influencia
en la opinión pública. Según Velásquez, la radio tuvo una gran influencia para
el desarrollo de la televisión, porque muchos radioperiodistas pasaban al campo
de la pantalla chica. Actualmente, las emisoras están inundadas de programas
Nueva historia general de Panamá X 931

informativos y de comentarios de diferente nivel. «Independientemente de las


valoraciones que cada quien haga de los programas, la gente busca la radio, de-
bido a que la televisión ha renunciado a hacer periodismo de orientación, de
opinión, que interprete la realidad nacional», afirmó Velásquez.
Velásquez, quien no tiene estudios universitarios de periodismo, impactó a
la opinión pública cuando inició reportajes internacionales para televisión; en
1972 viajó a Israel y el Medio oriente. En ese tiempo no había televisión vía sa-
télite ni cadenas noticiosas. En 1973 fue comisionado de Información Nacional
y Extranjera durante la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Uni-
das en Panamá.
Entre sus múltiples reportajes, uno de los emocionantes e históricos resultó
el lanzamiento del Apolo II, desde Cabo Kennedy, en julio de 1969, con motivo
del descenso del primer hombre en la Luna. Recordó, igualmente, sus viajes
acompañando al general omar Torrijos Herrera y a Aristides Royo.
En 1961 entró a la competencia Televisora Nacional (canal 2). La planta, que
estaba bajo la dirección de la familia Chiari, fue la primera en implantar el color
en las pantallas. Canal 2 hizo una alianza con la ABC de Estados Unidos para in-
crementar sus estándares de calidad, especialmente en el sector informativo.
En 1972, en pleno régimen militar, fue fundado el Canal 11, hoy Radio y Te-
levisión Educativa (RTVE), bajo el control del Ministerio de Educación. Esta tele-
visión está subsidiada por el 7.5% de la recaudación del Seguro Educativo, un
descuento que se les hace a los contribuyentes. Actualmente, este canal presenta
una programación variada, que incluye programas de orientación educativa y
noticieros.
En 1980, durante una reasignación de frecuencias, surgen Telemetro (canal 13)
y Panavisión del Istmo (canal 5); el primero liderado por el exministro de Relacio-
nes Exteriores, Nicolás González Revilla, y el segundo por el entonces vicepresi-
dente de la república, Ricardo de la Espriella. Telemetro, canal 13, comienza sus
emisiones el 13 de octubre de 1981 y establece su noticiero «Telemetro reporta» en
1984. A finales de la década de los 90, Telemetro y RPC Televisión se fusionaron y
se creó la poderosa Corporación MEDCoM (canal 4, Telemetro y RPC Radio).
El 26 de abril de 1990, FTTV obtuvo su personería jurídica. Parte de los equi-
pos fueron comprados a los extrabajadores de Panavisión del Istmo. Las dos pri-
meras trasmisiones salieron al aire en diciembre de 1992: primero el espectáculo
de la Teletón 20-30, una maratón musical para recoger fondos para los niños con
discapacidad, y segundo, la «Misa del Gallo», trasmitida desde El Vaticano a
cargo del papa Juan Pablo II.
El 6 de agosto de 2000 nació RCM Televisión (canal 21), canal, con fines pri-
mordialmente informativos, bajo la dirección del periodista Julio Miller. El canal,
que se trasmite en la señal UHF, ofrece información instantánea, comentarios,
opiniones y noticieros los fines de semana. También se trasmiten noticias en di-
recto a cualquier hora del día.
932 X Un siglo de periodismo en Panamá

Periodismo en línea (on-line)

El periodismo moderno fue objeto de una vertiginosa transformación a raíz


del desarrollo de la informática. Es incuestionable que las redacciones sufrieron
un cambio drástico a lo largo de los 100 años de vida republicana. Primero, se
pasó del rudimentario sistema del linotipo (conocido como el sistema de plomo)
al offset; posteriormente, en forma paulatina y con una comprensible reticencia,
se introdujo el uso de las computadoras. Después se popularizó el uso del inter-
net como un auxiliar del periodismo. Hoy, casi todas las redacciones en Panamá
utilizan el sistema computarizado. Las noticias de los periódicos, de la radio y
la televisión recorren el mundo a través de la web. Además, con el internet, los
periódicos han recuperado terreno, no a plenitud, en torno a las ventajas, como
la trasmisión simultánea de los hechos, que tienen la radio y la televisión.
Los medios de comunicación se valen del internet para perfeccionar sus in-
vestigaciones, buscar antecedentes en los archivos, librerías y bibliotecas; obtener
fotografías, recabar información histórica de toda índole, analizar otros medios
de comunicación social del mundo, entrar en bibliotecas de los países industria-
lizados y de las naciones en vías de desarrollo. A medida que van ocurriendo
los hechos, en el transcurso del día, los encargados de las páginas web de los
distintos periódicos van actualizando el contenido de las páginas, de manera
que el internet permite que la opinión pública se mantenga actualizada en
cuando a la información noticiosa puntual.
Además de la utilización académica, institucional y noticiosa, el internet se
emplea con fines comerciales. Las distintas empresas no solo la utilizan como
escaparate en el que se dan a conocer ellas mismas y sus productos, sino que, a
través de internet, se realizan múltiples operaciones comerciales.
Es posible que las actuales trasmisiones de televisión generales se vean sus-
tituidas por trasmisiones específicas en las que cada hogar reciba una señal es-
pecialmente diseñada para los gustos de sus miembros, para que puedan ver lo
que puedan, en el momento que deseen.
El crecimiento explosivo del internet ha hecho que se planteen importantes
cuestiones relativas a la censura. El aumento de las páginas web que contenían
textos y gráficos en los que se denigraba a una minoría, se fomentaba el racismo
o se exponía material pornográfico, llevó a pedir que los suministradores de in-
ternet cumplieran voluntariamente con algunos criterios.
Sara Saavedra, autora de la investigación titulada Historia del periodismo an-
tiguo y moderno, señala que consciente de la necesidad de evolucionar a redes
académicas y de investigación de mayor cobertura y tecnología, en febrero
de1994 se consolidan las bases para el establecimiento de la Red PANNet (pro-
yecto internet-Panamá). La Universidad Tecnológica de Panamá se constituyó
en la administradora de esta red nacional.
Nueva historia general de Panamá X 933

Posteriormente, en junio de 1994, se conecta PANNet a la Red Internet y se


le otorga a la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP) la asignación del nivel
superior del país (.pa). Dicha asignación es hecha por la Network Information
Center (NIC) en su calidad de administrador mundial de internet. Para la ad-
ministración financiera y legal de la Red PANNet, la UTP ha designado a la Fun-
dación Tecnológica de Panamá (FTP), organismo con personería jurídica que
impulsa los diversos proyectos que ejecuta la UTP en beneficio del desarrollo
nacional.
Los principales objetivos de PANNet son los de proveer y difundir herramien-
tas y medios de comunicación electrónica para que el sector académico y de in-
vestigación del país, incluyendo a los medios de comunicación social, puedan
aprovechar de manera óptima todos los beneficios que ofrece la Red Mundial
Internet, coadyuvando así a la transferencia de tecnología en el país y en la re-
gión en general. También se concentró en la dotación de contenidos nacionales
en internet para mejorar la calidad y el servicio de suministro de información
de toda índole.
El trascendental logro de conectar la Red PANNet a internet fue posible gra-
cias al aporte de las siguientes instituciones:
1. La organización de Estados Americanos (oEA), organismo que influyó con
su proyecto de Red Hemisférica Inter Universitaria de Información Cientí-
fica y Tecnológica (REDHUCYT), donó los equipos básicos para la intercone-
xión de Panamá al internet.
2. La Red de Investigación Costarricense, la cual colaboró con personal técnico
para la instalación de la red y entrenamiento de personal panameño y
aportó el uso gratuito del canal satelital Costa Rica-Estados Unidos para el
trasiego de información de nuestra red.
3. La Universidad Tecnológica de Panamá (UTP), entidad que aportó el costo
del canal dedicado de comunicaciones Panamá-Costa Rica y aportó el costo
del enlace satelital a 64 kbps. Adicionalmente, aportó el recurso humano
para el soporte de la red.

Cine informativo

El cine informativo siempre ha sido un importante medio de comunicación


social para trasmitir mensajes al público. Sara Saavedra relata que el cine en Pa-
namá se inicia desde el año 1915, un año después de la inauguración del canal
de Panamá. La primera era estuvo muy influenciada por cineastas extranjeros.
Para entonces, Robert Wicox, radicado en la ciudad de Colón, era el encargado
de exhibir y distribuir películas compradas a las casas productoras. Es en la pro-
vincia de Colón donde aparece la primera sala de proyección cinematográfica;
se llamaba Teatro América y era de propiedad de Wicox.
934 X Un siglo de periodismo en Panamá

Algo curioso, en la forma de operar de los cines, era que no se establecían


diferencias en las taquillas, pero si en la sala de proyección. No todos tenían el
derecho a ocupar como quisieran el asiento, sino que era necesario atender a la
división del cine de la siguiente manera: la parte central era exclusiva para los
norteamericanos, mientras que las laterales estaban destinadas para las demás
personas.
En sus primeras etapas, el cine informativo se concentró en las ciudades
terminales de Panamá y Colón, mientras que en las provincias (interior del
país) se hacían proyecciones públicas en las paredes de las iglesias, unidades
sanitarias y en demás estructuras adecuadas para este fin. Los temas que se
exhibían tenían mucho que ver con la orientación hacia temas de la salud, pre-
vención de enfermedades, proyectos comunitarios y programas internaciona-
les de nutrición y salud. La gente acudía a presenciar como la unidad móvil
proyectaba las películas y documentales. Lo cierto es que era un medio muy
efectivo de informar el público, ya que en esos momentos no había llegado la
televisión a Panamá.
El primer cine de la ciudad de Panamá fue La Aurora, ubicado frente al par-
que de Santa Ana, en el mismo sitio que opera actualmente el Billar Aurora. Esta
sala fue destruida por un incendio en 1928.
Barrios y Molinos eran empresas que administraban algunas salas de exhi-
bición de películas en las ciudades de Panamá y Colón. En 1928, la Universal
Pictures, que tenía su sede en Guatemala, trasladó su red distribuidora a Pa-
namá; después siguieron la Paramount, Columbia Pictures, Fox y Warner Bros.
La Metro Goldwyn Mayer fue la última empresa peliculera que se radicó en Pa-
namá. Estas empresas llegaron a Panamá por las facilidades que ofrecían el canal
de Panamá y la ventajosa posición del Istmo, lo que les permitía mantener un
enlace hacia Centro y Suramérica y regiones de Asia y África, así como facilida-
des de recibo de material con rapidez.
Con la Segunda Guerra Mundial, en 1940, se produjo un auge en la industria
cinematográfica. En Panamá aparecen más salas de proyección destinadas a sa-
tisfacer a los centenares de soldados estadounidenses que estaban de paso por el
Istmo, para luego seguir a los campos de batalla. De esta forma, aparecieron los
cines de primera, segunda y tercera modalidad que no existían anteriormente.
Comenzaron a aparecer salas populares como los teatros Cecilia, Ancón, Va-
riedades, Amador, Roxy, Roosevelt, Presidente, Bella Vista, Lux, Savoy, Univer-
sal, Encanto, Capitolio, Apolo, Metro, Dorado, Edison, Fox, Trixie, Astoria,
Tropical, Tívoli, Hispano, Ópera, México, Vista Hermosa, Río, Panamá, Iris,
Rialto, Cinema Arte, Universitario, Los Cines Gemelos, Astoria, Rex, Aguadulce,
Fresco, Moderno, Aro, Imperial, Fénix, olímpico, Atlántico, Amalia y Cumbre.
En los últimos 10 años, han proliferado los multicines (con varias salas de pro-
yección en un solo local) como la cadena Alhambra, Cinemark, Cineplex, Ex-
treme Planet, Espinar, Kinomax y Moderno.
Nueva historia general de Panamá X 935

Producción de cine nacional

En cuanto a la producción nacional, es muy poco lo que se ha escrito al res-


pecto, sin embargo, se puede establecer una cronología extraída de investiga-
ciones hechas por universitarios de la Escuela de Comunicación Social de la
Universidad Santa María La Antigua (USMA).
Al calor de mi bohío fue la primera película realizada en territorio panameño.
Este filme fue dirigido por Carlos Luis Nieto, costarricense radicado en Santiago
de Veraguas y casado con una santiagueña. La película, filmada en 1946, era en
colores y la primera recreada en escenarios nacionales. Según Sara Saavedra, los
periódicos no dieron mucha cobertura al estreno de la película, principalmente
por la ausencia de críticos de cine e informadores de actividades culturales en
los medios de comunicación social.
La segunda producción cinematográfica se llamó Cuando muere la ilusión. La
obra estuvo a cargo de Julio César Espino, quien tuvo una destacada participa-
ción en programas radiales con su personaje «Pedro Tuco», que imitaba la idio-
sincrasia del campesino panameño. La producción de Cuando muere la ilusión
estaba en manos de Sono Films, empresa de los hermanos Rosendo y Carlos
ochoa. La primera noticia que tenemos de la Panamá Sono Films se remonta a
una información publicada en el periódico La Estrella de Panamá el viernes, 20 de
diciembre de 1949. La decana de la prensa nacional anunció en primera plana la
proyección de un documental filmado por dicha empresa en la Exposición de
Industrias Nacionales y Muestras Extranjeras, celebrada en Panamá los días 3,
4 y 5 de noviembre de ese mismo año.
Los artistas de estas películas no ganaban ningún dinero, solo cooperaban
en la filmación y obtenían un porcentaje de las entradas a los teatros y cines.
Estas películas se quedaron en la fase experimental. El cine moderno registra al-
gunos filmes como El sastre de Panamá y La noche, de Joaquín Carrasquilla. En el
2003, con motivo de la celebración del centenario, se hicieron muchos cortome-
trajes históricos por televisión. El Grupo Experimental de Cine Universitario
(GECU), que surgió en 1972 en la Universidad de Panamá, ha jugado un valioso
papel en el impulso del cine en Panamá y en la filmación de documentales de
interés noticioso, cultural, costumbrista y ecológicos, que dan a conocer los lu-
gares y la gente que hacen de Panamá un país cosmopolita, acogedor y con una
gran potencial de futuro.
Hay que destacar algunos trabajos interesantes de John H. Herman como:
La revista nacional, una serie de documentales sobre la realidad nacional, que se
presentaban en los teatros de Panamá y el interior de la república.
El cine de Panamá tiene también sus críticos en los medios de comunica-
ción social. Estos expertos se concretan a dar opiniones sobre las producciones
que se exhiben en los cines de la localidad, con argumentos que se apoyan en
argumentos técnicos, temáticos, de interpretación y valores generales sobre el
936 X Un siglo de periodismo en Panamá

producto cinematográfico. Entre estos críticos, podemos mencionar a Agustín


del Rosario, Bertalicia Peralta, Jaime García Saucedo, Edgar Soberón Torchía
y Daniel Domínguez.
Aunque Panamá no tiene una tradición de cine reconocida internacional-
mente, las universidades han intensificado sus planes de estudio para formar a
comunicadores con la suficiente capacidad para entrar al fascinante mundo de
la cinematografía. Muchos panameños han incursionado en el campo de la no-
vela de televisión y en cortometrajes. En Panamá hay mucho talento, pero no
hay suficientes recursos económicos para aventurarse en este campo.
Esta ha sido una muestra de lo que ha sido el periodismo durante los 100
años de República. Por naturaleza, la historia deja muchas lagunas, que poco a
poco deben ser llenadas por las generaciones venideras. No hay trabajo, por
completo que sea, que no requiera de complementos. La historia continúa su
curso y el periodismo también.
CAPíTULo XXX

Breve historia del deporte en Panamá

Ricardo Turner

Raíces

Escudriñar en el origen del deporte panameño implica sumergirse en un


océano oscuro. No existe un texto compendiador de los acontecimientos depor-
tivos desarrollados en el istmo panameño. Las notas que aparecen en los diarios
y las entrevistas a personas resultan las fuentes más próximas para recabar in-
formación. Algunas revistas, tales como Lotería, y artículos dispersos son otra
fuente de información sobre el deporte. El propósito de este capítulo será reunir
algunos elementos de juicio para clarificar el proceso de inicio, crecimiento y
desarrollo de las actividades deportivas en Panamá. Empecemos por aclarar que
el proceso deportivo no se dio de manera integral. Las disciplinas deportivas
fueron apareciendo una a una y el mecanismo interactivo entre ellas es un fenó-
meno que todavía se está construyendo en nuestros días. Cada deporte tiene sus
propias reglas y sus directivos, atletas y aficionados. El mecanismo de integra-
ción de todas las disciplinas, al igual que en otras latitudes, se da con posterio-
ridad a la aparición de los deportes.
El fenómeno deportivo integral responde o debe responder al ideal olím-
pico; es decir, al ideario propuesto por Pierre de Fredy, barón de Coubertin. Esta
propuesta aparece en días recientes cuando se funda en Panamá el Comité
olímpico de Panamá. Con posterioridad, para afianzar ese espíritu, se crea, fi-
nalizando el siglo XX, la Academia olímpica de Panamá. Este organismo, de-
pendencia del Comité olímpico de Panamá y afiliado al Comité olímpico
Internacional y a la Academia olímpica Internacional que tiene su sede en
olimpia, Grecia, tiene la responsabilidad de difundir y hacer crecer el espíritu
olímpico y velar porque se impregne a todas las formas de práctica deportiva
con sus propuestas humanitarias.
938 X Breve historia del deporte en Panamá

La realización de juegos deportivos es responsabilidad de los Comités olím-


picos; ya sea en su forma de Juegos olímpicos o de Juegos Regionales. Entién-
dase que existe una agrupación para oficiar una serie de eventos en la que se
practican múltiples disciplinas deportivas. otra situación es la puesta en escena
de una sola actividad deportiva, en cuyo caso, se encarga de todo lo que tenga
que ver con ello a la Federación Internacional.
Aclarado este punto inicial, procederemos a presentar las actividades de-
portivas en Panamá y cómo fueron tomando forma. Trataremos, hasta donde
nos sea posible, de respetar la cronología de la aparición de las actividades de-
portivas; de tal suerte, que el lector se forme una visión gradual de la forma
cómo se dio este proceso en el tiempo.
En el Panamá precolombino se realizaron algunas actividades que implican
un considerable esfuerzo físico, más no existen evidencias suficientes para cata-
logar estas actividades como deporte. Por ejemplo, la conocida balsería que prac-
tica la etnia gnäbe-buglé no posee una reglamentación escrita; otra modalidad
competitiva practicada por esta etnia es una lucha parecida a la lucha grecorro-
mana. Adicionalmente, también practican el «lagarto», forma de actividad que
«consiste en acostarse, levantar el cuerpo del oponente y pasarlo al otro lado»1.
Con todo, no puede señalarse esta actividad como deporte en sí.
Aunque no existe una fecha precisa, podemos afirmar que el críquet apare-
ció en Panamá, introducido por los antillanos, a finales del siglo XIX. Lamenta-
blemente no recibió una gran acogida y se practicó de modo cada vez más
reducido, nos comentó en alguna ocasión Guillermo Sánchez Bourbon, quien en
su niñez practicó el críquet en su nativa Bocas del Toro2. En los momentos ac-
tuales, este deporte es practicado casi exclusivamente por grupos indostanes de
reciente arribo a nuestro país.

Béisbol

De las páginas del Star & Herald y La Estrella de Panamá, que se publicaban
de manera conjunta, obtenemos referencias a la actividad deportiva, concreta-
mente de béisbol, desde fechas precisas como el sábado, 21 de octubre de 1882,
en el que se da noticia de los resultados de un encuentro de ese deporte. A guisa
de referencia, señalemos que el Star & Herald ve la luz primera el 6 de febrero de
1848, mientras que La Estrella de Panamá se inicia el 3 de febrero de 1853; o sea,
que resultan muy anteriores a la fecha del encuentro deportivo citado. Posterior
a esa fecha, estos periódicos cubrieron esporádicamente partidos de béisbol que
fueron escenificados entre miembros de la Compañía del Ferrocarril, principal-
mente de origen norteamericano, durante la década correspondiente a 1880. No
se ha podido establecer la participación de miembros de la comunidad pana-
meña en el béisbol por esas fechas.
Nueva historia general de Panamá X 939

En 1895, en jubilosa jornada se agruparon con sus atuendos deportivos los


contendientes de equipos formados, principalmente por personas de origen
norteamericano y antillano que trabajaban en la Compañía del Ferrocarril
transístmico, y un equipo formado por panameños. Los equipos respondían a
los nombres genéricos de Panama Athletic Club y Panama Railroad Company
Club. Podemos considerar así el año 1895, como el inicio formal del deporte
de competencia con participación de panameños. Los equipos mencionados
disputaron la supremacía beisbolística en nuestro territorio, a partir de esta
fecha por varios años.
Desafortunadamente, no encontramos señas de los miembros fundadores
ni de la fundación del primer equipo panameño. De lo que sí hay constancia es
que los miembros realizaron una serie de gestiones tendientes a formar una or-
ganización que se conoció como Panama Athletic Park Association, que gestionó
la obtención de los terrenos de Cocoa Grove, contiguos al barrio de tolerancia
que se localizaba en los límites de la ciudad. Concretamente, el lugar correspon-
día a un terreno baldío en avenida A. Se ubicaría en el lugar que corresponde el
día de hoy al espacio comprendido entre las calles Mateo Iturralde, Pedro oba-
rrio y 21 oeste.
La Panama Athletic Association hizo mejoras en el terreno, que incluyeron una
gradería y se aprovechó la existencia de un palo de mango para marcar el área de
«home run» y, de esta forma, advino al mundo el primer estadio panameño.
Para 1892 se reporta la existencia de un club de la costa atlántica: el Aspin-
wall Beisball Club. Este equipo, junto a sus seguidores, atravesaba el Istmo por
tren para enfrentarse a sus homólogos de la capital. En la conformación del
equipo colonense, aparecen apellidos panameños, tales como Bermúdez, quien
ocupaba la posición de lanzador y de Rivera, que destacaba en los jardines.
En 1905 surge otro equipo, el de Cristóbal, que estaba compuesto exclusi-
vamente por jugadores norteamericanos. Todo apunta a que, en Colón, el pro-
ceso de inicio del béisbol siguió un proceso similar al presentado en la ciudad
capital.
Poco a poco, pero cada vez más y con mayor celeridad, los panameños se
fueron incorporando a la práctica de este deporte hasta que consiguieron formar
novenas propias y disputar torneos entre los propios lugareños.
otro detalle que nos parece importante destacar, es el hecho de que los ape-
llidos ligados al proceso de inicio del béisbol estaban ligados a una especial capa
social de la época, ya que nos encontramos con ejemplos tales como Enrique Le-
fevre, Domingo Díaz, Francisco Arias Paredes, Ernesto de la Guardia, Carlos
Muller y Gustavo Eissenman, todos ellos ligados al Panama Athletic Club.
Con estos personajes en los partidos y con el auge que fue adquiriendo el
béisbol en nuestro medio, la prensa fue ocupándose en forma más contundente
y sostenida de estos eventos. Inicialmente, la descripción de los partidos y el
940 X Breve historia del deporte en Panamá

registro de los resultados se dieron de modo rudimentario; paulatinamente, fue-


ron logrando mayor especialización. Cabe subrayar que la difusión noticiosa de
los partidos es su complemento natural. Nace la prensa deportiva.
Por los resultados que se consignan, en los albores de este deporte, la can-
tidad de carreras anotadas y los errores cometidos resultaban en elevado nú-
mero. Ello evidencia algunas deficiencias en el sistema técnico táctico y el
dominio de los fundamentos del deporte; situación que nos resulta muy normal
y era lo que debía esperarse. El proceso de perfeccionamiento no se hizo esperar
y nos trae al lugar preponderante que, a nivel mundial, ocupa nuestro país den-
tro de la esfera beisbolística.
De todo lo anterior, se desprende que la presencia norteamericana en el
Istmo marca el inicio del deporte organizado. Esta presencia se dio en diferentes
vías: las incursiones del Ejército norteamericano para contener el clima de tur-
bulencia social que imperaba, los viajeros que pasaban de un extremo a otro del
Istmo y que debían pasar varios días o, a veces, jornadas más largas esperando
barcos para trasladarse a la apetecida California, los trabajadores de la Compañía
del Ferrocarril y la presencia de funcionarios norteamericanos de todos los ofi-
cios que tenían que ver con la construcción del Canal Francés. Estos grupos, en
sus ratos de ocio, se dedicaron a jugar béisbol como diversión; posteriormente,
fueron incrementando el cumplimiento de reglas y elevando los niveles de exi-
gencia deportiva. Las personas que los observaban o interactuaban con ellos,
fueron interesándose en el juego y participaron en ellos, como individuos inte-
resados para, posteriormente, como se ha descrito, organizar equipos. Como
hemos expuesto, esta realidad no responde a un origen humilde o de personas
de escasos recursos como se ha propuesto en algunos escritos.

Otras formas deportivas iniciales

Es discutible, y es un debate en el tapete actual, la inclusión de las carreras


de caballo en la categoría de deporte. Para efectos del presente escrito, y por el
desarrollo de esta actividad, reseñamos su práctica que se da desde inicios de
la república. Estas carreras «se hacían en las calles de la capital y del Interior.
En la capital, se realizaron en la avenida A (desde la plaza del Triunfo, llamada
después plaza Herrera, hasta el comienzo del paseo Esteban Huertas o de Las
Bóvedas)»3.
Estas carreras se mantuvieron por un prolongado período de tiempo, hasta
que la fanaticada hípica reunió el capital suficiente para construir el hipódromo
de Juan Franco. «También existieron carreras de perros (galgos) en el llamado
canódromo, situado en la vía España, cerca del sitio que ocupa hoy el Banco
Nacional»4.
Deporte o no, las carreras de caballos mantuvieron una presencia firme en
el desarrollo de eventos, llamando a gestión a numerosos fanáticos y activistas.
Nueva historia general de Panamá X 941

Ha alcanzado un crecimiento tal, que en los diarios se incluye una sección espe-
cializada en hípica; hay comentaristas en las radios y televisoras que ejercen sus
labores en esta área.
Como una anécdota, ejemplificante, baste recordar que el asesinato del pre-
sidente José A. Remón acaeció en el Hipódromo de Juan Franco. Luego de ello,
se construyó un nuevo hipódromo en los predios de Juan Díaz y fue bautizado
con el nombre del finado presidente Remón.
Los jinetes panameños han logrado una merecida fama en esta disciplina y
son reconocidos mundialmente. A modo de lema, los istmeños, refiriéndose al
hipódromo, señalan la frase: «Cuna de los mejores jinetes del mundo».
otra actividad, a la cual no puede catalogarse como deporte, pero que se prac-
ticó desde los tiempos coloniales, responde a las peleas de gallos. Esta modalidad
se practica en la mayoría de las poblaciones del Interior. Para ofrecer una imagen
que nos dé una visual de lo señalado, indicamos, a guisa de ejemplo, que en Pocrí
de Aguadulce, una comunidad con poca población contaba con tres galleras.
otro espectáculo que no cuenta con el reconocimiento de deporte, pero que
gestó una amplia acogida, fue la lidia de toros. Inicialmente, se habilitó un coso
taurino en los terrenos de La Exposición para, posteriormente, construirse una
plaza en San Francisco de la Caleta. Esta plaza, que recibió el nombre de La Ma-
carena, estaba ubicada entre las avenidas Tercera y Cuarta que hacen esquina
con la vía Porras. Figuras de gran renombre y fama se presentaron en esa plaza.
Nos referimos a Luis Miguel Domínguez «Dominguín», Manuel Benítez «el Cor-
dobés» y Mario Moreno «Cantinflas», entre otros.
Adicionalmente a su objetivo fundamental, La Macarena fue escenario pro-
picio para eventos de otra naturaleza. Fue de alguna frecuencia observar carte-
leras anunciando eventos boxísticos en esa plaza.
A finales de los años 50, esta actividad decayó y la plaza fue demolida para
dar paso a la construcción de un complejo centro comercial. Pese a ello, las co-
rridas y las actividades de lidia se continúan celebrando en las fiestas patronales
de nuestro Interior.

Baloncesto

El origen del baloncesto en Panamá también responde a la iniciativa de otro


extranjero. Un docente de Costa Rica, de ascendencia francesa, que había estu-
diado en Norteamérica y fue contratado para dictar clases de Educación Física
en el Instituto Nacional, se trata del profesor Michaud. Estos hechos acaecen en
1909. Dos años más tarde, es contratado de modo similar el coronel Gabriel Ba-
rrios, de origen guatemalteco, quien junto a Michaud, se interesa en el baloncesto
y se dedicaron a difundirlo.
Paralelamente, Michaud se incorpora a las tareas desplegadas por la Aso-
ciación de Jóvenes Cristianos de la Zona del Canal (YMCA) para aumentar la
942 X Breve historia del deporte en Panamá

práctica de este deporte. Como es lógico suponer, empezaron los encuentros


amistosos entre los grupos estudiantiles panameños y los miembros del YMCA.
El interés por propagar este deporte no se limitó al juego, hubo prácticas
frecuentes, demostraciones del deporte de modo intenso, artículos de prensa y
numerosas charlas en las que se exponía los beneficios de este nuevo deporte.
Los juegos y demostraciones se realizaban en el pequeño gimnasio de la Escuela
Manuel José Hurtado, en calle 14 oeste, sede del Instituto Nacional.
Derivado de este interés, surgieron ligas internas de baloncesto en la sección
normal del Liceo de Señoritas y luego en la sección comercial del Instituto Na-
cional; estas son las primeras manifestaciones de torneos organizados en nuestro
territorio.
El entusiasmo por este deporte y las rivalidades entre los residentes de
ambos lados de la cerca que se conoció como quinta frontera, logró que para los
años de 1916 y 1917 se realizara encuentros entre los quintetos del Instituto Na-
cional y la Escuela Superior de Balboa. Realmente se trataba de un encuentro
anual que, más tarde, se extendió a tres. Estos torneos resultaron en fracaso, dado
que los institutores asistían a la Escuela de Balboa para realizar los partidos, pero
los canaleros no eran recíprocos.
Como consecuencia de este fracaso, algunos egresados del Instituto Nacio-
nal y otros estudiantes panameños que estudiaban en los Estados Unidos, en su
período de vacaciones, formaron un equipo que fue bautizado como «Los Pechi
Amarillos», para mantener vigente el baloncesto. Algunos nombres de los opo-
sitores a los equipos del Instituto Nacional responden a «Chicha» Diez, el doctor
Zubieta, el doctor Alemán, «Picolino» Arias y «Chicha» Sosa. Estas confronta-
ciones revivieron la pasión por este deporte; para satisfacerla, se construyó la
cancha «Puma» en la avenida Central como sede del equipo del mismo nombre.
La construcción de otras canchas no se hizo esperar; se construyó una en la calle
Juan B. Sosa, en la residencia de una de las grandes glorias baloncestistas de la
época, Rafael «Chombo». otra cancha se erigió en tierras de Santa Rita.
El interés por el baloncesto no nació aparejado con una organización que lo
regentara, por lo que hubo necesidad de crearla. Es así como nace la primera or-
ganización directiva de una liga de baloncesto. Correspondió al coronel Barrios
la presidencia de ese organismo deportivo. Esta primera liga agrupó cuatro equi-
pos: El Instituto Nacional, La Estrella de Panamá, Fuerza y Luz, y Hudson Esex.
La aparición de esta liga y el interés del coronel Barrios fueron piezas im-
portantes para que se produjera un acelerado revuelo en el interés por este de-
porte. La liga se organizó anualmente y trajo consigo un progreso que se traducía
en la elevación técnica del deporte y el crecimiento numérico de sus adeptos.
La primera aparición de un elenco de baloncesto panameño fue el escenificado
por un combinado nacional que se enfrentó al equipo de la Universidad de La Ha-
bana en 1924. Este inicio se vio coronado con el éxito en los dos primeros partidos
que realizamos en el nivel internacional. A partir de ese momento, la incursión
Nueva historia general de Panamá X 943

internacional de Panamá en el campo del baloncesto ha producido grandes mo-


mentos de gloria y ha dado numerosos canasteros de gran valía. Cabe dejar cons-
tancia de que también hemos experimentado altibajos en la práctica de este deporte
y que no todos los momentos dejan un sabor agradable para nuestro deleite.

Fútbol

En la cronología de la aparición de los deportes, posterior al baloncesto, sin


una fecha precisa, aparece el fútbol. En las entrevistas logradas a diferentes per-
sonas, principalmente, Ricardo A. Pardo, nos señala la década que se inicia en
1910, como la hora de arrancada del fútbol. Similar a los deportes señalados pre-
viamente, la introducción de este deporte en nuestro medio es de naturaleza ex-
tranjera. En 1919 se forman tres oncenos de fútbol: Standard oval, integrado por
inmigrantes de Barbados; Cables Hight, conformado por residentes de la Zona
del Canal y Rangers, con jugadores oriundos de Jamaica. La Standard oval po-
seía, ya para entonces un campo de juego; el otro escenario para los partidos lo
constituyó el campo de la Isthmian Park. Ambos campos presentaban como pro-
pietarios a los barbadienses. Inicialmente, estos campos fueron utilizados para
desarrollar el críquet y fueron habilitados para realizar la liga precitada.
La primera liga de fútbol de la que tenemos conocimiento, desarrollada con
participación panameña, fue organizada bajo la presidencia de Johnn Fige y se
denominó Isthmian Foot League. Como resulta fácilmente observable, la mayo-
ría de los participantes seguían siendo extranjeros. Este torneo tuvo vigencia
hasta 1923. Dos años después, en 1925 se fundó la Liga Nacional de Football,
bajo la presidencia del coronel Barrios, personaje con el cual el deporte pana-
meño no ha cubierto un merecido reconocimiento de su entrega. «Participaron
en esta primera camada de fútbol jugadores de diferentes nacionalidades, tales
como el tico Wilson, el alemán Kophe, los ecuatorianos nacionalizados paname-
ños R. Tom y Charlie Pescod, los norteamericanos Bobby Casas y James Booth.
De los nacionales, podemos citar Nimbley, Carlos Fajardo, Edmundo Molino,
Guillermo Cowes, Rafael Samudio, etc.»5.
Paralela a la liga nacional de 1925, el padre Turcios iniciaba el fútbol en el
oratorio Festivo, jornada que se desarrolló por más de cuarenta años y que
aportó una enorme cantidad de jugadores para el deporte del balón pateado. Un
año después, 1926, marca el inicio del campeonato de fútbol de la categoría
menor, celebrándose todos los partidos en el Instituto Nacional.
El oratorio Festivo constituyó una importante cantera en la producción de
figuras del deporte del fútbol. A través de muchísimos años, esta plaza fue sede
de espectáculos futbolísticos de renombre y fama.
Algunos nombres de este período no se conocen con la propiedad que re-
quiere la dedicación y el esfuerzo que ellos dieron a nuestro fútbol. De ellos pu-
dimos rescatar el listado siguiente:
944 X Breve historia del deporte en Panamá

Figuras destacadas que han dado prestigio a nuestro fútbol dentro y fuera
del país son: Pedro «Empanada» Arosemena, José «Manteca» Alzamora, Pablo
Prado, Everardo «Colón» Núñez, Rogelio Pérez, Óscar Sogandares, Alfredo
«Gallo» Tapia, Humberto Chera, Emel ospino, Carlos Romolton, Santiago
«Piepa» Anderson, Rubén «Siky» Clark, Antonio Nevil, George Pinok, José
«Naci» De Bello y Gastón De León6.

Aunque existen antecedentes históricos, como las presentaciones que tuvie-


ron efecto entre 1924 y 1935, en que los elencos futbolísticos fueron integrados
por combinados de figuras importantes, no es, sino hasta 1937, cuando aparece
in seleccionado nacional.
La primera aparición de un onceno nacional se dio el 23 de julio de 1937. Con
motivo de la celebración del aniversario número cuatrocientos de la fundación de
la ciudad de Cali, Colombia, fuimos invitados, como nación, a los encuentros fut-
bolísticos preparados con ese objeto. En esa primera aparición fuimos derrotados
por el equipo representativo de Argentina, con un marcador de cinco a uno.
En otro evento formal, Panamá aparece como vencedor, dentro del marco
de los IV Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe, al vencer, con un
marcador de dos a uno, en su primera cita, ante el equipo de Venezuela. Este
hecho ocurrió, específicamente, el 12 de febrero de 1938.

Levantamiento de pesas

El origen de levantamiento de pesas en Panamá es un hecho poco conocido.


En realidad, los elementos que componen su génesis están consignados en la
tradición oral; ha venido pasando de unos a otros de manera sucesiva, sin que,
a la fecha haya aparecido a la luz pública. De un trabajo de graduación para
optar por el grado de licenciado en Humanidades, con especialización en Edu-
cación Física, elaborado por Diomedes Lucero, en el que consigna los logros y
méritos de nuestro atleta de las pesas Henry Phillips, extraemos noticias sobre
el origen de las pesas en Panamá.

Las pesas vinieron a Panamá a través de Johnn Chesterfield, que provenía


de Santa Lucía en las Antillas; tal parece que en Panamá no había ni barras ni
discos antes de eso. El señor Chesterfield, por allá por 1915 arribó al Istmo y,
como dije, trajo sus pesas. En la playa de Santo Domingo instaló un lugar para
las prácticas. Uno de sus primeros discípulos fue Chacón Plata, quien es el que
me contó este relato7.

La halterofilia, como es el nombre real de esta disciplina deportiva, ha dado


numerosos atletas que han llevado el pendón nacional a representarnos en
numerosos eventos. El desarrollo logrado en el deporte de los discos y barras
Nueva historia general de Panamá X 945

nos ha representado con gloria en juegos deportivos regionales importantes, en


los que hemos logrado medallas, tales como los Juegos Centroamericanos y del
Caribe, Los Juegos Bolivarianos y los Juegos Panamericanos.

Tenis

En entrevista concedida por don Felipe Motta a Juan Suñé, podemos poner
de manifiesto que el tenis tiene como punto de partida, en nuestro país, una can-
cha que se habilitó expresamente para esas prácticas en calle 44 del barrio de La
Exposición, hoy Bella Vista. Inicialmente, la cancha era muy rudimentaria y no
permitía el desarrollo de las prácticas a satisfacción.

Quienes participaban, en ese entonces en el tenis, eran Jakie Pereira, Piqui


Garrido, Freddy Maduro, Max del Valle, Marcel Penso, los hermanos Herrera
y Franco, Luis Bernachi y una gran cantidad de personas que jugaban en la
cancha de los Toledano, una de las primeras en construirse en Panamá8.

A la cancha de los Toledano, prontamente le sucedió la construcción de


otras; por ejemplo la de los Van Der Hans, ubicada casi frente a la entrada de
Vista Hermosa. «Este court fue construido por Juan Antonio Carbone. En adición,
se construyó una cancha de baloncesto. En las noches de verano, sobre todo, se
improvisaban bailes que muchas veces eran amenizados por Lucho Azcárraga»9.
Con posterioridad a estos acontecimientos, carecemos de la fecha exacta en
que se construyó la cancha de los omphroy, en San Francisco de la Caleta. Con
miras a la celebración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe que debían
efectuarse en La Habana, Cuba, se organizó el Primer Campeonato Nacional de
Tenis; hecho acaecido en 1930. Con las mismas características, en esta ocasión
para los Juegos de 1938, se construyó en el área de la «piscina olímpica», en calle 31,
el primer court público.
Para el evento, los panameños fueron entrenados por Ray Staff, un gran ju-
gador proveniente de la Zona del Canal. A este notable jugador lo acompañaba,
usualmente en los dobles, el doctor Earh; lamentablemente, una fulminante pe-
ritonitis cegó la vida de Staff dos meses antes de la competencia.
otros nombres ligados a la práctica del tenis responden a los hermanos Eleta
Almarán, Carlos y Fernando. De acuerdo a las palabras de don Felipe Motta,
Fernando Eleta constituye una de las figuras cimeras del tenis nacional. Aten-
diendo a la misma fuente de origen, esta vez en el orden internacional, tenemos
a Julio Pinilla Chiari.
Al igual que en las disciplinas indicadas con anterioridad, la influencia de
la Zona del Canal tuvo mucho que ver con el desarrollo del tenis en nuestro
medio. En el área canalera hubo una elevada cantidad de canchas y facilidades
para la práctica del deporte de la raqueta y el predominio norteamericano se
946 X Breve historia del deporte en Panamá

sostuvo hasta 1975, año en que el Instituto Nacional de Deportes organizó el Pri-
mer Campeonato Nacional.
En la costa atlántica, concretamente en Colón, se construyeron canchas para
la práctica del deporte blanco. Estas estuvieron ubicadas en las comunidades de
Margarita y Rainbow City. Por muchas décadas fueron el escenario de partidos
tenísticos.
Con alguna frecuencia se dieron encuentros entre los tenistas de ambas cos-
tas y, adicionalmente, también se dieron «segunda mitad de camino» en las can-
chas de Paraíso.
El año 1996 marca un importante hito en la historia de este deporte. Para
esa fecha, nos representa una delegación en la reconocida Copa Davis. Fuimos
clasificados en la zona III y actuaron en representación de Panamá los atletas
Juan Pablo Herrera, Jan Gelabert, Gustavo Garibaldi, los hermanos Juan y Carlos
Silva y Carlos Vargas. Este grupo de atletas estuvo capitaneado por León Varela.
Panamá siguió asistiendo a los eventos de la Copa Davis hasta que, en 1999,
fue seleccionada sede para ese evento.

Atletismo

La ejecución de carreras es un acto frecuente entre niños y jóvenes, otra cosa


es realizarlo de manera organizada. Al acto de correr en calles, lotes baldíos y
patios desocupados en las distintas comunidades es un medio natural en que se
desarrollan destrezas como la velocidad y la resistencia. La rivalidad entre ba-
rrios impelió al cotejo por la supremacía de la velocidad. Esta rivalidad, elemento
frecuente en nuestra historia, con la Zona del Canal, nos abocó a la práctica de-
portiva. Los jóvenes panameños veían o tenían noticias de eventos atléticos desa-
rrollados en comunidades que le eran próximas, tales como La Boca, Red Tank,
Gamboa, Gatún y Silver City y se interesaron en estas prácticas.
Desde las escuelas primarias fueron efectuándose lides de confrontación
que culminaron con la organización formal de competencias. En la década de
1920, se llevaron a cabo competencias colegiales en el antiguo Hipódromo de
Juan Franco. «Estas competencias fueron organizadas por el Club Rotario de Pa-
namá, cuyo presidente, a la sazón era don ‘Neco’ de La Guardia, a quien, con
justicia, se le reconoce como «padre del deporte panameño»10.
En sus primeras versiones, las carreras se efectuaban en días de fiesta y se
denominaban Competencias de la Semana del Niño. Un dato interesante reside
en el hecho de que las categorías que se establecieron respondieron al peso cor-
poral: categoría A, más de 105 libras; categoría B, menos de 105 libras.
Algunos nombres vinculados a estos eventos son: «Ernesto De La Guardia,
Carlos M. Pretelt, Mancho Ferro, ‘Gallo’ Tapia, Carlos Del Valle, ‘Papa’ Francis,
Ramón Gamboa, Nary Stewart, Valentín Guerrero, Ulises Gerchow y Abel Pe-
reira, entre otros»11.
Nueva historia general de Panamá X 947

La primera competencia de corte internacional de la que tenemos noticia


ocurrió en 1924, en el estadio de Balboa, Zona del Canal. En ese cotejo partici-
paron atletas provenientes del equipo de atletismo de la Universidad de La Ha-
bana, quienes arribaron al Istmo por ese entonces, junto con el equipo de
baloncesto en que páginas atrás hicimos referencia. A diferencia del baloncesto,
los caribeños dominaron la mayoría de las pruebas, con excepción de la carrera
de 400 metros que fue lograda para los istmeños en las piernas de Ulises Ger-
chow. otros logros relevantes de esa competencia fue un honroso segundo lugar
que obtuvo «Gallo» Tapia en los 800 metros. En la clásica centuria, podemos
citar, participaron por Panamá, Ernesto de la Guardia, Steiner Albarracín y Ro-
gelio Ponce, todos ellos pioneros y promotores de los logros y avances desarro-
llados en las pistas atléticas por los panameños que les sucedieron.
También es menester destacar que, con motivo de las fiestas patrias, se rea-
lizaba una carrera que se conocía como «Maratón Pedestre». La versión de 1927
tuvo un recorrido desde Panamá Viejo hasta la plaza Catedral. El ganador de esta
prueba fue Juan de Dios Poveda, con un tiempo de 48 minutos. Este atleta, pos-
teriormente, en 1942, se convirtió en el presidente de la Federación de Atletismo
de Panamá. Un incidente de lamentable consideración, acaecido en esa faena, lo
constituye el sensible fallecimiento de Vicente ortega, el cual iba al frente de la
competencia y tras caer frente al Teatro El Dorado, falleció en el hospital.
Panamá fue invitada a participar en los primeros Juegos Deportivos Cen-
troamericanos y del Caribe que se celebraron en México de 12 de octubre al 2 de
noviembre de 1926. Sin embargo, por razones que se desconocen, aunque nos
habíamos comprometido oficialmente a participar junto a México, Guatemala y
Cuba, no asistimos al evento.
En los segundos juegos, Panamá no solo participó, sino que lo hizo con un
rotundo éxito. El lugar fue La Habana, en el año 1930.
Producto de un largo trabajo que se gestó a lo largo de un recorrido que
comprendió justas barriales, escolares, colegiales e interprovinciales, se agrupó
a doce atletas bajo la dirección del entrenador norteamericano Edward Tatelman;
quien tuvo como asistente, al profesor panameño Ricardo de la Espriella.
Entre otros, los atletas convocados para esos segundos juegos fueron: Carlos
Alemán, Abraham Alvarado, Rafael Arana, Reginald Becford, Fernando Nava-
rro, Juan de Dios Poveda y Carlos Pretelt.
De ellos, podemos recordar que Fernando Navarro obtuvo preseas doradas
en los eventos del salto largo y los 110 metros con vallas; adicionalmente, obtuvo
un segundo puesto en el pentatlón y un tercer puesto en salto alto. En el salto
largo impuso una nueva marca con registro de 6.725 metros. Por su parte, Regi-
nald Beckford ganó oro en 200 y 400 metros planos y una medalla de bronce en
los 100 metros planos.
El atletismo continuó ofreciendo oportunidades de triunfos a las figuras pa-
nameñas de este deporte en los juegos regionales más antiguos del mundo.
948 X Breve historia del deporte en Panamá

Ciclismo

Aunque no exista una fecha exacta para detectar la introducción de bicicle-


tas en Panamá, se estima que fue en el último decenio del siglo XIX. Para el año
de 1898, el diario El Mercurio de Panamá presenta un anuncio comercial promo-
cionando las bicicletas «Eagle». Este hecho nos conduce a colegir que la intro-
ducción de la bicicleta es anterior al inicio de la obra canalera por parte de los
Estados Unidos. Sin embargo, son los trabajadores de esta portentosa obra los
que en los alrededores de los años 20, en las celebraciones de las fiestas de
campo, realizaban demostraciones ciclistas.
En la medida que no existían federaciones deportivas, los aficionados al de-
porte del pedal se agruparon en clubes y promocionaron torneos. Los clubes que
se presentan como practicantes de este deporte son el Club de Leones, el Club
Balboa y el Club Dimensión. El más reconocido de ese período es Ieah Schloss,
quien en 1921 se convierte en campeón.
No existe mucha información de la actividad en los años siguientes y no es
hasta el 22 de febrero de 1935, en que se anuncia un evento ciclístico. Este evento
ciclístico se desarrolló en una vuelta Panamá-Pacora, y el triunfador en aquella
ocasión fue oscar Layne.
Con miras a la preparación de los juegos de 38 en Panamá, se tomaron pro-
videncias, por parte del Gobierno nacional, para reconocer al ciclismo como de-
porte de competición en 1937. La figura que mayor ímpetu ofreció para la
aprobación del ciclismo como deporte de competencia fue Clifford A. Bolt; de
modo paralelo se nombró a Ieah Schloss como entrenador. Ellos promovieron
las eliminatorias de 1937 para lograr el seleccionado nacional que nos represen-
taría en 1938. Como escenario para el desarrollo de este evento, se escogió el Hi-
pódromo de Juan Franco. La primera prueba internacional fue la de 4,000 metros
por equipo. Como anécdota de triste recordación, exponemos que los ciclistas
panameños, William y McIntosh, llevaban la ventaja en la prueba y faltando
aproximadamente unos 100 metros para la meta, por el mal estado de la pista
resbalaron, acción esta que los jueces estimaron merecedora para descalificar a
los istmeños. Sin embargo, oscar Layne obtuvo triunfos en las pruebas de 1,000
y 1,000 contra reloj. Layne vuelve a brillar en los juegos de 38 y es declarado
campeón. Por aquella época fue considerado el mejor velocista del área y no se
le conoció rival en las repúblicas del área.
Luego de la proeza de 38, a instancias del director del Departamento de
Educación Física, se organizó la Federación de Ciclismo, resultando Clifford A.
Bolt electo como su primer presidente. En los albores de la década de 40, la figura
más representativa del ciclismo panameño recae en Harry Mendoza McIntosh,
quien se reconoce por sus brillantes y honrosas actuaciones, que dieron lustre y
mérito a nuestro país.
Nueva historia general de Panamá X 949

Posteriormente, la actividad ciclista se mantiene en un nivel de actuación


de altibajos hasta que, en 1969, con la mira puesta en la celebración de los XI Jue-
gos Centroamericanos y del Caribe que debían realizarse en Panamá, se nombra
presidente de la federación a José Manuel Padilla y se le imprime un nuevo es-
píritu a este deporte. Lastimosamente, la actividad de los pedales vuelve a caer.
Se hacen algunos intentos por elevar las prácticas y para ello se organizan algu-
nos torneos. Con todo ello, la imprevisión y la falta de mantenimiento hacen que
el velódromo que se construyó especialmente para la celebración de los juegos
de 70 sea considerado como un monumento a la desidia.
El único evento internacional que se mantiene en este deporte, y que cuenta
con mérito y prestigio, es la vuelta ciclista a Chiriquí. Este evento se viene cele-
brando de manera sostenida desde 1981.

Esgrima

El registro de esta actividad en el Istmo está consignada en un artículo de la


Revista Lotería y está suscrita por los esposos Manuel F. Zárate y Dora P. de Zá-
rate. El artículo posee como título «La esgrima en las tierras santeñas».
Los esposos Zárate afirman que durante la época colonial, en la región de He-
rrera y Los Santos se practicaron combates con armas blancas, como si los conten-
dores estuviesen en un circo, a la manera de gallos y otros animales de pelea.
Los encuentros poseían origen en variadas temáticas, como viejas rencillas
o un viejo asunto de interés, pero, primordialmente, se debieron a dejar cons-
tancia de quién era más hábil, más diestro en el uso del arma. Se intentaba poner
de manifiesto a la persona con mayor capacidad y largueza para enfrentar un
contrario y llegar a los confines del umbral de la muerte.
En su artículo, la pareja Zárate consigna, y todo parece apuntar a ello, que
esta práctica, de origen francés, fue introducida por los españoles en la región
central de nuestro Istmo.
Los habitantes de esta región, según señalan los precitados autores, herede-
ros de nociones de esgrima, pusieron entusiasmo en la práctica de esta modali-
dad. Establecieron algunas reglamentaciones, de manera que los encuentros se
ajustaran a normas de equidad y pudiera dejarse demostrado quién era el de
mayor valía, coraje y destreza.
Aunque, inicialmente, se manejaron diferentes estilos, prontamente se co-
dificaron las acciones de ataque y defensa, en las que se dejaba una jerarquía en
la categoría de los duelos y pasó, el dominio del arte de la esgrima, a ser un co-
diciado bien de prestigio en la definición de un hombre de saber.
La práctica de esta actividad signó en la región santeña la consigna de que
se trataba de una escuela y un arte. Fue tal esta acepción, que los Zárate declaran:
«De aquí que nosotros le hayamos dado el título de esgrima campesina santeña».
950 X Breve historia del deporte en Panamá

Con las señas presentadas, podemos dar por sentado que la esgrima se prac-
ticó desde los tiempos coloniales; sin embargo, y aunque haya tenido reglamen-
tación para su práctica, no atreveríamos a calificarla de un deporte en sí.
El inicio de la esgrima como un deporte competitivo tiene su génesis en las
tareas aportadas por dos valerosos hombres que dieron un relieve espectacular
a la ejercitación muscular, en pos de un logro para vencer a un contrario dentro
de una reglamentación establecida: el coronel Gabriel Barrios y, el nunca bien
reconocido, John de Pool.
Como ya habíamos consignado, el coronel Barrios arribó al istmo panameño
en 1911 para cumplir tareas de docencia en el Instituto Nacional, este gentil hom-
bre se constituyó en un activista de varias modalidades deportivas, entre las cua-
les, por supuesto, por su formación militar, se encontraba la esgrima. Aunque
otras tareas lo mantuvieron ocupado de estos quehaceres, no los dejó de lado.
Los cultivó en la medida de sus posibilidades y trató de generalizar esta práctica
deportiva. En consecuencia, cabe a John de Pool ser considerado el «padre de la
esgrima panameña». Este reconocimiento se deriva de la gestión realizada por
este insigne compatriota al reunir damas y caballeros de «elevada alcurnia» para
la práctica de actividades deportivas. La disciplina que les impregnó a las prác-
ticas y dedicación a este deporte a las personas que estuvieron bajo su influencia,
fue decidida y exigente; los logros que se derivaron de esta condición testimo-
nian y dan fe de ello.
Iniciada la década de 30, se dan cita en la finca de la familia Molino un se-
lecto grupo de la capa superior social de nuestra capital, para iniciar las prácticas
de la esgrima. En ese grupo se reconocen los nombres de Nicolás Ardito Barletta,
Bill Fidanque y Eduardo Maduro. A su vez, las damas que se incorporan a estas
prácticas responden a Rosa Palacio, Julia Villanueva, Aurora Ponce Ema, Dora
Alvarado, Gloria Shelton y olga de Ríos.
Cupo a John de Pool preparar y dirigir el equipo que nos representó en los
Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1938, y el alto honor de elevarse con
conquistas meritorias. En lo que se conoció como el Club Miramar, ubicado en
las calles 40 y 6 de Bella Vista, se escenificaron los eventos conducentes a las vic-
torias de las panameñas Gloria Shelton y Aurora Ponce como medallistas de oro
y de plata, respectivamente, en ese certamen.
Los logros obtenidos en los Juegos Centroamericanos y del Caribe sirvieron
de credenciales para que se enviara una delegación de esta disciplina deportiva
a los Juegos Bolivarianos que se celebraron ese mismo año, 1938, en la ciudad
de Bogotá, Colombia; y, al igual que en la justa anterior, la delegación nacional
obtiene triunfos en los que se destacan la labor de Virginio De León, Antonio
Racines y Félix Calvino.
Con estos antecedentes de brillantez, John de Pool abre una escuela de es-
grima a la que se suman numerosas personas que se mantienen en la práctica
de este elegante deporte hasta pasados los años 40. Para 1942, De Pool sufre un
Nueva historia general de Panamá X 951

colapso en plena actividad, teniendo que ser auxiliado por sus estudiantes para
mantener las clases que se extendieron más allá de la muerte de De Pool, hecho
acaecido en 1947.

Voleibol

Esta modalidad deportiva es introducida en Panamá, por los norteamerica-


nos, iniciada la década de 1930. En su forma primitiva, fue utilizado mayormente
como elemento de recreación. Al ser un deporte que no demanda contacto físico
entre sus protagonistas, rápidamente caló en el ámbito escolar. El desarrollo del
nivel técnico no fue de mayores exigencias. Por ello, al adquirir nuestro país el
compromiso de celebrar los IV Juegos Centroamericanos y del Caribe para 1938,
fue menester preparar a los equipos que nos representarían en esa justa depor-
tiva. Hasta el momento, Panamá había tenido un nivel de competitividad de re-
conocimiento en los II y III juegos regionales señalados. Al no existir en nuestro
suelo personas con un gran conocimiento en esta disciplina, se encargó a Ricardo
de la Espriella para que fuera a Cuba a realizar las actividades necesarias para
elevar nuestro nivel técnico y táctico. Estas gestiones finalmente resultaron in-
fructuosas, ya que Panamá fue abatido en la rama masculina por los seis países
participantes, quedando rezagada al último lugar; en la rama femenina no tuvi-
mos mejor suerte y, también, ocupamos el último peldaño.
En la década de 40 al 50, este deporte, mayormente, fue practicado por los
norteamericanos de la Zona del Canal y en los colegios secundarios de Panamá
sin grandes logros. Paulatinamente fue creciendo y se difundió su práctica a
otros contornos, tales como el Cuerpo de Bomberos que habilitó una cancha al
aire libre en el cuartel situado en calle 15 oeste de Santa Ana. También en el Casco
Viejo de la ciudad tuvo acogida, y en el Club Santo Domingo se improvisó una
cancha que fue semillero de grandes figuras de este deporte.

Comité Olímpico de Panamá

Luego de la participación panameña en los II Juegos Deportivos Centroa-


mericanos y del Caribe, justa regional más antigua de juegos regionales, Pa-
namá debió prepararse para seleccionar los deportes y los atletas que nos
representarían en la tercera versión de estos eventos; mismos que estaban pro-
gramados para celebrarse en El Salvador. Así nace el Comité olímpico de Pa-
namá, en 1934.
La función principal de este organismo es preparar la participación integral
del deporte panameño en los juegos regionales y olímpicos, de acuerdo con lo es-
tablecido por los organismos internacionales correspondientes. De igual modo,
debe «hacer cumplir en la República de Panamá, todas las normas y reglamentos
de los organismos internacionales a los que esté afiliado, y sus propios estatutos»12.
952 X Breve historia del deporte en Panamá

Su primera directiva estuvo conformada por Roberto F. Chiari en la presi-


dencia, la vicepresidencia la ocupó Enrique J. Sossa, el secretario fue Carlos M.
Pretelt, y los vocales fueron Guillermo L. Díaz, Temístocles R. Céspedes y el in-
geniero Enrique Linares hijo.

IV Juegos Centroamericanos y del Caribe

Con la creación del Comité olímpico de Panamá se consolida el deporte como


fenómeno integral y se empieza a funcionar de manera coordinada. Hasta el mo-
mento, nuestro país había logrado participación sobresaliente en este tipo de jue-
gos regionales, razón que pesó para solicitar ser sede de la realización de los
IV juegos. Nunca antes y, creo, ni después, se ha tenido un papel tan elevado.
Como nación ocupamos el cuarto lugar con resonantes logros; llegando incluso a
obtener registros como el efectuado por Jenning Blackett, quien empata la marca
mundial: 10.3 segundos en los 100 metros planos. La cantidad y prestancia de los
atletas panameños que tuvieron rol protagónico en los IV Juegos es motivo de
charla frecuente en nuestros días. Prueba de ello, es la noticia en un diario de la
localidad que destaca: «Las 24 medallas de oro, 22 de plata y 20 de bronce para un
total de 66, con las que este país ocupó el segundo lugar, detrás de México»13.
Un elemento relevante de la heredad que nos legaron esos juegos, fue la
construcción del Estadio olímpico, como se llamó originariamente, para pasar
luego a denominarse el Estadio Juan Demóstenes Arosemena, y la Piscina olím-
pica, que en un modo similar pasó a llamarse Piscina Adán Gordón.
Solo un acto deportivo puede compararse con lo logrado en los IV Juegos
Centroamericanos y del Caribe de 1938: las preseas olímpicas de bronce con-
quistadas por Lloyd La Beach en los Juegos olímpicos de Londres en 1948. De
este tema nos ocuparemos en la segunda parte de este trabajo.

Gimnasia

La gimnasia es una actividad de múltiples aplicaciones. De hecho, se dieron


tantas modalidades gimnásticas que hubo la necesidad de realizar un Congreso
Mundial en la Europa del Este en donde se le clasificó por corrientes. La primera
corriente responde a la denominada gimnasia de base. Esta forma gimnástica ha
respondido a diferentes puntos de vista y, a partir de 1850, se crean en Europa las
Escuelas Nacionales de Gimnasia. A inicios de la república hubo de ajustarse el
sistema educativo en Panamá. Con la llegada del coronel Barrios, aparece la prác-
tica de la gimnasia en aparatos. Esta forma gimnástica ocasionó grandes y enar-
decidos debates, ya que se presumía que podían acarrear lesiones a los estudiantes.
Los IV Juegos Centroamericanos y del Caribe, realizados en Panamá en
1938, tuvieron repercusiones posteriores de significativa relevancia. Dos de esas
repercusiones resultaron en la creación de los cursos para formar educadores
Nueva historia general de Panamá X 953

físicos en la Universidad de Panamá y la creación del Departamento de Educa-


ción Física. Ambas acciones llevaron a la cabeza el nombramiento del profesor
Leoncio Veloso, procedente de Chile.
En su condición de director del Departamento de Educación Física, impulsó
la práctica de tablas gimnásticas masivas que se presentaban en ocasiones espe-
ciales; en ellas, se recurría al uso de balones, pañuelos y otros elementos para
dar vistosidad y colorido al espectáculo. Muchas presentaciones salieron de las
escuelas y colegios para trasladarse al Estadio Juan D. Arosemena con el objeto
de saludar a presidentes, ministros de Estado y otras personalidades relevantes
de la época.
Paralelamente, aparece en Europa la corriente gimnástica impulsada por
Niels Bukh que reemplazaba a la Escuela Sueca, que comandaban Pedro Enrique
y H’Jalmar Ling; había sido acusada de excesiva angulosidad en los movimien-
tos y en enfatizar las posiciones finales más que en los propios movimientos. La
gimnasia apoyada por Bukh, contrarrestaba a la de los Ling; pero, a su vez, se le
señaló de abusar de las paradas de manos. Esa discusión se revivió en el seno
de la escolaridad panameña y nuestros educadores físicos eligieron las opciones
que estimaron más ventajosas y, con ello, se perdió la visión de integralidad que
debe revestir el acto educativo. Un intento por unificar criterios tiene su base en
la oportunidad que nos brindó el paso, por nuestra tierra, de la profesora chilena
María Marino de Graff, quien regresaba a su tierra después de realizar estudios
en la Universidad de Colonia, en Alemania. En 1960, la Asociación de Profesores
y Maestros de Educación Física promovió un curso con miras a ese objetivo. El
curso tuvo una duración de una semana y a él asistieron tanto educadores en
ejercicio, como estudiantes de la carrera en la universidad.
Por esta época se desarrollaron festivales gimnásticos bianuales, que se vie-
ron suspendidos de manera definitiva en 1965. La razón de esta suspensión tuvo
su origen en una polémica, suscitada entre los educadores físicos, por el fallo de
un concurso para optar por la Dirección del Departamento de Educación Física
del Ministerio de Educación en el año de 1965.
Esta suspensión fue aprovechada para el fortalecimiento de los clubes de
gimnasia que funcionaban en las escuelas no solo de la capital, sino también en
el Interior. Al respecto consignamos el hecho de que los profesores Reynaldo A.
Lay y Marcos Herrera habían fundado en 1961 el club de gimnasia del Colegio
Abel Bravo en Colón. El propio profesor Lay funda, con posterioridad a esa
fecha, un club similar en el Instituto Nacional. otros educadores participaron
de esa iniciativa; Manuel A. Vásquez organiza el club de gimnasia del Instituto
Fermín Naudeau y el profesor Wigberto S. Ramos lo hace en el Instituto Bolívar.
Para aquellos años, la Escuela de Educación Física no contaba con instala-
ciones propias y las clases de gimnasia se dictaban, en horario nocturno, en el
gimnasio del Liceo de Señoritas. Para 1966, se aprovechó la llegada de algunos
aparatos gimnásticos y se organizó una competencia de gimnasia artística con
954 X Breve historia del deporte en Panamá

la participación, por nivel, de los estudiantes de la carrera. El equipo vencedor


de esa justa fue el compuesto por estudiantes del primer y segundo año, que lo
integraban Tomás Tejada, Heriberto Villarreal, Hugo Lloyd, José Maldonado y
los hermanos Jaime y Ricardo Turner; los tres últimos provenientes del club de
gimnasia del Instituto Fermín Naudeau.
En 1967 se organiza un campeonato intercolegial en el que participan las
provincias de Chiriquí, Colón y Panamá. En ese torneo sale como airoso vence-
dor Carlos Fernández, seguido por Elías ortega. Al año siguiente, se organiza
un nuevo certamen en el que obtiene el mejor logro Carlos Cabrera, de Colón.
Siendo fieles a la verdad, debemos subrayar que los panameños descono-
cían la reglamentación internacional que rige este deporte y las notas que se otor-
gaban a los atletas eran de apreciación por parte de los jueces. Para subsanar
estas fallas, se aprovechó la presencia de la recién creada Federación Panameña
de Gimnasia, que tenía como presidente al profesor Elías Arrocha, para organi-
zar los primeros cursos para la formación de jueces.
El compromiso de celebrar en Panamá los XI Juegos Centroamericanos y
del Caribe incluía la disciplina de la gimnasia. El comité organizador aprovechó
el viaje a Japón del judoca Aurelio Chiu Yi y le encomendó la tarea de contratar
entrenadores japoneses de gimnasia. Esa contratación resultó en dos excelentes
entrenadores que habían sido parte del seleccionado japonés que había partici-
pado en el certamen olímpico de México. Sus nombres son Takeshige Matsumoto
y Yoshida Kioko; la dedicación y entrega de estos entrenadores les es reconocida
aún en nuestros días y se mantiene el criterio de que han sido los mejores con
los que hemos contado.
Previendo la falta de preparación de jueces con idoneidad para participar
como tales en los juegos deportivos que se avecinaban, se organizaron cursos
de formación que culminaron con la asistencia a Cuba para participar de un
curso internacional que les ofreciera la oportunidad de acceder al carnet de juez
internacional, reconocido por la Federación Internacional de Gimnasia. Por la
rama masculina logran el carnet Reynaldo Lay, Manuel Vásquez, Víctor Galeano,
Ernesto Wong, Liley Morales, Manuel Sandoval y Ricardo Turner. Por las damas,
obtienen esa certificación Francisca Segura, María o. Carrión, María Correa e
Isolda de Paz.
Como dato aledaño, se reseña que esta delegación fue la primera gira de un
país americano a la isla de Cuba, luego del bloqueo decretado por la oEA. En adi-
ción a los cursillistas, se envió a los atletas tanto de la rama masculina como fe-
menina, para que realizaran prácticas con miras a prepararse para los juegos
deportivos del área. Los integrantes de esos equipos fueron, por la rama mascu-
lina: Fernando Campos, Carlos Cabrera, Alberto D’Angello, Rafael Sanders,
Jaime Turner y Carlos Fernández; por la rama femenina: Xenia Moreno, Petra
Checa, Rosa Robles, Daneris Archibold, Nereida Tolato, Shirley Chen y Yolanda
Mendoza.
Nueva historia general de Panamá X 955

Contando con jueces de corte internacional y entrenadores de primera línea,


la gimnasia adquiere un ritmo de desarrollo admirable y se participa con decoro
y reconocimiento en Juegos Centroamericanos y del Caribe, Bolivarianos y Pan-
americanos. Con la salida de los entrenadores japoneses, la actividad se ha ve-
nido a menos y ya no posee el lustre que adquirió durante los años 70.

Otras modalidades deportivas posteriores

El nacimiento de otros deportes se fue dando en Panamá con el transcurrir


del tiempo. Por ejemplo, y por razones similares a las de 1938, para la celebración
de los XI Juegos Centroamericanos y del Caribe efectuados en Panamá en 1970,
se fundaron nuevas federaciones deportivas, como fue el caso de la gimnasia en
1969.
Un deporte de reciente data de fundación es el balonmano. Es introducido
en Panamá en forma definitiva por el profesor Ibaldo D’Lisser y el señor Alberto
Bósquez en el año 1990. Por aquellos momentos, el deporte nacional vivía una
de las peores crisis de su historia. Las diferencias entre el Comité olímpico de
Panamá y el Instituto Nacional de Deportes llegaron a tales niveles que cada or-
ganismo reconocía directivas de federaciones diferentes. Ello alcanzó la increíble
suma de once federaciones. En el caso del balonmano, medió la federación in-
ternacional de ese deporte, para que se unificaran criterios y se eligiera una di-
rectiva única. Los esfuerzos por lograr tal unificación, llevaron a elegir como
presidente de la federación a Ricardo Turner.
A pesar de las deficiencias y problemas, este deporte logra un auge im-
portante y se inician las competencias tanto nacionales como internaciona-
les, y Panamá es considerada como una de las potencias balonmanistas en
Centroamérica.
La federación internacional, con la intención de desarrollar este deporte en
el área centroamericana, acordó apoyar económicamente a los países que acce-
dieran a ser sedes del torneo centroamericano. Este torneo, que se conoce como
el Challenger Trophy, debió desarrollarse en Panamá en el 2003. Sin embargo, a
pesar de lo prometido, la tesorería de la federación internacional no transfirió los
fondos y el torneo no pudo realizarse como se tenía previsto. otro de los escollos
para la realización del Challenger Trophy es que no se cuenta con un campo de
juegos con las medidas reglamentarias. Para salvar esta condición, se había soli-
citado el uso del gimnasio de la Universidad Santa María Antigua, que posee un
campo de fútbol-sala y que podía habilitarse para los efectos deseados.
Ya adentrados en pleno siglo XXI, han visto luz nuevos deportes en nuestro
suelo. Nos referimos al patinaje artístico y al tiro con arco. Al igual que otros de-
portes, estas disciplinas cuentan con poco apoyo por parte de las autoridades
deportivas nacionales, de modo que no cuentan con los campos ni los equipos
necesarios para su práctica y desarrollo.
956 X Breve historia del deporte en Panamá

otra situación que nos obliga a dejar constancia escrita, radica en el hecho
de que, luego de ingentes esfuerzos y más de un año de reuniones semanales
entre funcionarios del Ministerio de Educación, el Instituto Nacional de Cultura,
el Instituto Nacional de Deportes, la Facultad de Bellas Artes, la Escuela de Edu-
cación Física, no se ha realizado el congreso del que deben emanar, en forma es-
crita, las políticas nacionales en materia de cultura y deportes.
Esta deuda con la juventud, al igual que las otras que hemos apuntado, deben
salvarse con alguna urgencia por parte de las autoridades quienes, con indolencia,
o no saben o no quieren hacerles frente. No compartimos el criterio de que poner
nombre a los estadios o instalaciones deportivas de personas vivas o muertas es
al camino para resolver los duros momentos que vive el deporte nacional.

Figuras panameñas del deporte

Este escrito no estaría completo si no hiciéramos referencia a las destacadas


personas que han dedicado tiempo y esfuerzo valiosos en elevar sus cualidades
físicas y anímicas para lograr portentos en el campo deportivo, dando lustre a
nuestro país y para constituirse en ejemplos para los connacionales. Ser depor-
tista en Panamá es casi una maldición. El nulo apoyo que presta el Estado y los
organismos especializados para el desarrollo del deporte, son la moneda de
curso frecuente en este ámbito.
El deporte ha venido a convertirse en una fuerza al servicio de la política
criolla y de los políticos. No hay que realizar ningún esfuerzo para divisar fra-
nelas deportivas que lucen niños y jóvenes con las siglas HL o HR, en clara alusión
a que responden a un objetivo de la propaganda política. Esos dineros deberían
estar mejor canalizados y darles un uso más racional y provechoso.
No existe en Panamá un lugar físico, un salón de la fama o un museo de-
portivo que ponga de relieve lo actuado por nuestros atletas. La mar de las veces
que un atleta es condecorado, responde a momentos de la política y es utilizado
este reconocimiento más que para el atleta, para el político que lo ofrece.
Antes de exponer a los atletas y su desempeño, me parece oportuno con-
signar un hecho que debe tener cabida en el corazón y en el alma de todos los
panameños. Cuarenta años después de los sucesos de 9 de enero de 1964, no
hemos caído en cuanta que, al momento de su muerte, en el instante en que las
balas asesinas de quienes nos trajeron el deporte y la ignominia, en la hora en
que asistía a Ricardo Hurtado, primer herido en esos sucesos, Ascanio Arose-
mena vestía la franela del equipo de fútbol al que pertenecía en la Escuela Pro-
fesional Isabel Herrera obaldía y que lucía con orgullo y su carácter modesto.
Resultaría imposible presentar a todos los que tienen mérito, ni responde a
nuestra intención, por lo que expondremos algunas figuras destacadas. Al igual
que la primera parte de este trabajo, nos proponemos seguir una línea cronoló-
gica que nos permita seguir un poco de cerca la evolución histórica.
Nueva historia general de Panamá X 957

Adán Gordón

La primera presencia de un atleta en una justa olímpica estuvo en manos


de Adán Gordón. Nacido en la isla de Taboga, el 21 de enero de 1906, ligó su
vida a la natación. A edad muy joven, para proseguir estudios se trasladó a la
capital y lograr el título de mecánico en el Artes y oficios. Alternó sus estudios
con la práctica de la natación: «junto a otros nadadores de la década de 20, par-
ticipa en las competencias que se realizaban en las playas de Bella Vista y la fa-
mosa Noria de San José, en el barrio de San Felipe»14.
Gordón participó como atleta, delegado, entrenador y abanderado de la de-
legación panameña que participó en los IX Juegos olímpicos que se celebraron
en Ámsterdam en 1928. Esta participación le valió el apodo del olímpico solita-
rio. Un hecho remarcable consiste en que la contienda alternó con figuras de la
talla de Johnny Weismuller. Luego de una extensa jornada dentro de la natación,
fue designado como administrador de la Piscina olímpica, cargo que sostuvo
durante décadas. Luego de su muerte, acaecida el 8 de marzo de 1966, la piscina
a la que por tanto tiempo sirvió, fue designada con su nombre.

Teófilo (Al) Alfonso Brown

Hijo de un exesclavo negro de Tennessee, Horacio Brown, y una oriunda de


Colón, Esther Lashley, nació el 5 de julio de 1902. Inicia su campaña boxística
bajo el nombre de Kid Teófilo en 1922. Luego de una trayectoria meritoria en
nuestro medio, en la que viaja a Nueva York en 1925, la carrera boxística lo lleva,
en 1929, a lograr el campeonato mundial gallo, triunfo que logra al vencer al es-
pañol Vidal Gregorio.
Brown era un espigado boxeador de elevada estatura. Era poseedor de rá-
pidas manos, que blandía con contundencia para golpear a sus contendores.
Luego de controvertidas experiencias por las que atraviesa con su maneja-
dor y apoderado, regresa al Istmo para dedicarse a las labores de entrenador de
boxeo. Finalmente, vuelve a emigrar a los Estados Unidos donde muere en la
más extrema pobreza.

Medallistas de 38

El primero en obtener una presea, de plata, en los juegos regionales de 1938


fue Arturo Baker, esta proeza se dio en la prueba del salto alto, evento que ganó
al sortear una altura de 1.73 metros. Los velocistas Jenning Blacket y Nola Thorne
obtuvieron medallas de oro en los 100 metros planos.
En esa justa regional, Panamá obtuvo 24 medallas de oro, 22 de plata y 20
de bronce, lo que arroja un gran total de 66 medallas. Esta instancia nos ubicó
en el segundo lugar detrás de México. Estos juegos de 1938 constituyen el primer
958 X Breve historia del deporte en Panamá

evento deportivo de gran magnitud. Baste con rememorar que aún hoy se reco-
noce ese evento como las olimpiadas de 38, nombre mal utilizado debido a que,
en primer lugar fueron juegos deportivos regionales y, en segundo lugar, olim-
piadas es un concepto que señala una forma de contar el tiempo que utilizaron
los antiguos griegos; el concepto correcto sería «Juegos olímpicos», pero ese no
era el caso. Si consideramos el hecho de que en ese momento nuestro país con-
taba solo con 35 años de vida republicana, significa que el nivel deportivo del
Istmo, esgrimido por sus atletas, fue una carta de presentación honrosa.
Este acontecimiento generó numerosas expectativas entre la población e, in-
cluso, entre las autoridades. Para ese día, el Gobierno aprobó el cierre de todas
las oficinas públicas y el cierre de los comercios por decreto del alcalde de Pa-
namá, Carlos M. de la ossa. Por su parte el presidente de la República, Juan De-
móstenes Arosemena, declaró públicamente que deseaba que todos los
panameños asistieran al evento. Con estas facilidades, los panameños abarrota-
ron las graderías del Estado Nacional y contemplaron con estupor la primera li-
beración de palomas en la inauguración de una justa deportiva. Esta práctica se
ha generalizado en la realización de los juegos. Las más de 2,000 palomas que
se soltaron en aquella ocasión, significaron un mensaje del deseo de paz que
puede lograrse con el espíritu olímpico.
Una de las figuras más prestantes de los juegos de 38 y de todas las épocas,
reside en la persona de Delmira Pierce de Racines. Esta noble dama es la mejor
canastera que ha dado Panamá. Por su desempeño valeroso y su decisión férrea
de llevar adelante la contienda, fue admirada por propios y extraños. Con justicia
se asegura que ella fue el factor decisivo en las victorias del equipo panameño.
Fue tan fulgurante su participación que el periodista cubano, Manuel Rigueira,
la apodó con el mote con el que todavía se le conoce: «El ciclón del Caribe».

Lloyd la Beach

Nació en el hogar de inmigrantes jamaiquinos en la ciudad de Panamá, en


1922. Más tarde viajó, junto a sus padres, a Jamaica. En esa isla caribeña inicia
su destacada labor, al conseguir magníficas marcas. Regresa nuevamente a Pa-
namá donde conoce a Carlos Belisario, quien se convierte en su amigo y conse-
jero. Belisario gestiona para él una beca para la Universidad de Wisconsin.
Cambia toldas para la Universidad de Los Ángeles (UCLA) donde eleva su po-
tencial atlético de manera extraordinaria. En esa nueva localidad, se destaca con
méritos especiales; en los Relevos de Fresno, corre muy cercano a un legendario
corredor velocista, Mel Patton.
La Comisión Nacional de Atletismo, bajo la presidencia de Francisco «Pan-
cho» Hurtado, le da un aval para que nos representara en los Juegos olímpicos
por celebrarse en Londres Inglaterra en 1948. En esa aprobación se incluyó al
entrenador norteamericano de la Universidad de Los Ángeles, Duke Drake, para
Nueva historia general de Panamá X 959

que acompañara a La Beach a la cita en Londres. Esa decisión se debió funda-


mentalmente a las hazañas logradas por La Beach en lo ocurrido en los Relevos
de Fresno y al hecho de que en un lapso de 24 horas logró romper una marca
mundial y empatar otros tres registros mundiales. En esos juegos obtuvo sendas
medallas de bronce en los eventos de 100 y 200 metros planos, hazaña no supe-
rada por ningún panameño. Debemos recalcar el hecho de que La Beach es el
único panameño en lograr preseas olímpicas de manera oficial. Fuera de las exi-
gencias propias de los eventos de los juegos, en ciudad de México, en la disci-
plina del baloncesto, se efectuó un campeonato de tiro libre, competencia que
fue ganada por el canastero istmeño Davis Peralta Jr. A quien le fue otorgada
una medalla de oro no oficial.
La Beach se mantiene dentro de las pistas atléticas para hacer brillar nuestro
emblema nacional y obtiene triunfos en varios países e, incluso, continentes, ya
que nos representó dignamente en lugares tan distantes como Dinamarca y Aus-
tralia. Un dato adicional de relieve consiste en que en los Juegos Bolivarianos
escenificados en Guayaquil, Ecuador, en 1951, además de lograr la medalla de
oro, lo hace con un registro de 10.1 segundos «convirtiéndose en el primer hom-
bre en el mundo en hacer ese registro, aunque las autoridades del atletismo mun-
dial nunca avalaron la marca»15.
Luego de su retiro, en 1957, emigra a la ciudad de Lagos, Nigeria, junto con
su esposa y sus hijos, para dedicarse al negocio de la importación y exportación
de productos agrícolas.
Posteriormente, a inicios de la década de 90, Lloyd La Beach emigra a los Es-
tados Unidos y, al conocerse en Panamá de que padecía quebrantos de salud serios,
es llamado para otorgarle la Condecoración Vasco Núñez de Balboa. Este recono-
cimiento se hizo con un auténtico espíritu de reconocer mérito a quien mérito po-
seía. Para unirse a los reconocimientos de este noble hijo de la patria, la Escuela de
Educación Física de la Universidad de Panamá bautizó la pista de atletismo, en el
Campus Harmodio Arias Madrid ubicados en Curundú, con su nombre. La cere-
monia que se realizó con ese propósito contó con la participación de numerosos
atletas del deporte de base, como ha sido llamado el atletismo. De igual manera se
aprovechó ese acto para ofrecer una condecoración especial a Jenning Blacket.
El deceso de Lloyd La Beach tuvo efecto «el 17 febrero de 1999, a la edad de
77 años, en un hospital de Nueva York donde estaba recluido por un derrame.
Casi un mes después y cumpliendo con uno de sus últimos deseos, sus cenizas
fueron traídas a Panamá»16.

La gesta de los años 50

Esta década estuvo impregnada de noticias importantes en el deporte.


Una de las noticias más resonantes y de mayor revuelo fue la incursión de los
panameños en las Grandes Ligas en los Estados Unidos. Nos referimos a los
960 X Breve historia del deporte en Panamá

compatriotas, en su orden, Humberto Robinson (55), Héctor López (55), Vibert


Clark (55), Pat Scantelburry (56).
otra noticia poco conocida en su momento, fue rescatada por el diario La
Prensa, que en sus ediciones extracentenario recoge el triunfo del Campeonato
Mundial Juvenil logrado por un equipo compuesto por panameños y de la Zona
del Canal en 1957.

Héroes de la década de 60

Una de las figuras más sobresalientes de este período se prenda en la figura


de Luis Ernesto «Cascarita» Tapia. Este extraordinario y sencillo ser humano se
consagró como uno de los magos del fútbol panameño, al lograr conducir a su
equipo a la obtención del banderín en tres años sucesivos en la República de El
Salvador en los años 1964, 1965 y 1966.
Dos elementos dignos de mencionar en la hoja de vida de Luis Ernesto Tapia
se centran, uno, en el reconocimiento multitudinario y grandioso que le brinda-
ron los salvadoreños en el estadio de Cuscatlán con motivo de cumplirse los
30 años de aniversario de la gesta tricampeona en la que, con ascenso en el nú-
mero de goles, condujo a su equipo; el otro, en el emocionante partido entre los
equipos el Marte de San Salvador que alineó a Tapia como refuerzo y el Santos
del Brasil, con la figura más legendaria del fútbol mundial: el rey Pelé. En esa
ocasión, más de 25 mil panameños se conmovieron al ver, al final del encuentro,
el intercambio de camisetas entre estos dos ídolos.
otras figuras prestantes dentro de estos años responden a personajes tales
como Mamavila osorio y Andy Alonso en el béisbol, y el nunca olvidado «Tigre
de Colón» Ismael Laguna en el boxeo; el baloncesto también consigna personajes
importantes, como fue el caso de «Fifi» Tom.

Las figuras deportivas de los 70

El gobierno militar que se hace del poder en 1969, decide mantener la deci-
sión de celebrar los XI Juegos Centroamericanos y del Caribe y para ello adopta
una serie de medidas tendientes a cumplir con ese propósito. Se organizan cur-
sos y competencias, se contratan entrenadores especializados y se inicia la cons-
trucción de complejos deportivos que sirvan de escenario de las competencias.
Esta iniciativa se convirtió en caldo de cultivo para que una multitud de atletas
asomara al horizonte deportivo de la república, incursionando con éxito. El atle-
tismo fue uno de los deportes que mayor cantidad de galardones obtuvo. La
lucha y el levantamiento de pesas se coronaron con éxitos rotundos.
Una vez pasados los juegos, entramos en una espiral ascendente de partici-
pación en juegos regionales tales como los Panamericanos, Bolivarianos y los
Centroamericanos. Hubo gloria en todos los atletas y todos los deportes. Un caso
Nueva historia general de Panamá X 961

sobresaliente es el de la gimnasia artística femenina que logra, en dos versiones


de Juegos Bolivarianos, una impresionante cantidad de medallas. Las atletas
más sobresalientes en este apartado fueron Xenia Moreno y Petra Checa.
El baloncesto panameño escribe páginas de oro para este período. La mayoría
de nuestros baloncetistas que militaron en el quinteto, vistiendo la camiseta nacio-
nal, son dignos de nuestro respeto y reconocimiento. Hay, sin embargo, dos figuras
cuyos nombres no podemos pasar por alto: Pedro «Mago» Rivas y Davis Peralta Jr.

Figuras de múltiples décadas

Hay atletas cuyo recorrido en el panorama deportivo han evidenciado una


trayectoria larga, productiva y generosa. Las estrellas del boxeo son el ejemplo
más vívido de esta aseveración. Los campeones mundiales panameños, unos de
corta duración, otros con una mayor trayectoria, han impreso en la fanaticada
mundial un sello de especial reconocimiento. Un país pequeño, con una pobla-
ción reducida, no debería resultar el prototipo de nación que produzca la canti-
dad de campeones mundiales que ha producido Panamá. Entre todos los
campeones, es obligante mencionar y dar especial reconocimiento a Roberto
«mano de piedra» Durán. «El Cholo» como también se le conoce, ha llevado el
nombre de Panamá a todos los confines de la tierra y en todos esos sitios ha ha-
bido palabras de admiración, de respeto y consideración para este popular co-
terráneo que ha llenado de gloria y júbilo a nuestra nación.
Roberto Durán nació el 16 de junio de 1951 en la conocida «casa de piedra»
de El Chorrillo. A edad temprana abandona la escuela para ayudar a criar a sus
hermanos. Se dedicó a la venta de periódicos, lustrar zapatos, vender empanadas
en los espectáculos de lucha que se ofrecían en el «Neco» De La Guardia y a bai-
lar para recoger monedas junto a un recordado personaje de la época que recibía
el mote de «Chaflán», y cuyo verdadero nombre es Cándido Natalio Díaz. Estas
actividades no significaron los ingresos necesarios para la manutención familiar,
por lo que su ingresó al boxeo no se hizo esperar.
A partir de entonces, «EL Cholo» Durán generó en la fanaticada panameña
un deseo ferviente de estar al tanto de sus encuentros y prácticamente el país se
paralizaba cuando Durán subía a un entarimado. Testigo fiel de ello lo constitu-
yen los largos silencios que se rompían en loca algarabía cuando el «manos de
piedra» lograba conectar con contundencia a sus adversarios.

Los Juegos Panamericanos

A la justa deportiva de mayor elevado nivel de exigencia en la que hemos


incursionado con expectativas de lograr medallas son los Juegos Panamericanos.
Desde su primera versión en 1951, los panameños no han eludido nunca la par-
ticipación en este evento, que es el más importante del continente.
962 X Breve historia del deporte en Panamá

Para cerrar este aporte, queremos citar los nombres de los galardonados en
Juegos Panamericanos. En los primeros juegos, las medallas obtenidas fueron:
Lorenzo Holder de las pesas, Luis Friedman de la lucha y Judith Caballero de
atletismo. En los segundos juegos, fueron señalados para levantarse con éxito
los pesistas Ángel Famiglieti y Carlos Chávez. Hacemos mención de que en estos
segundos juegos solo nos representó la delegación de ese deporte, con esos dos
atletas. En los terceros juegos, se alzaron con medallas el equipo femenino de
relevo, compuesto por Carlota Gooden, Lorraine Dunn, Jean Holmes y Marcela
Daniels; los pesistas Ángel Famiglieti y Alberto Gums, la esgrimista Estela Es-
pino de Fowler y también el luchador Eduardo Campbell. En la cuarta versión,
Eduardo Campbell repitió en lucha, junto a Sión Cohen Cattán; en boxeo apare-
ció Marcial Gutiérrez, y el atletismo representado en Lorreine Dunn. En los
quintos juegos, se logró la primera medalla para un deporte de conjunto: el ba-
loncesto; en pesas brilló Idelfonso Lee, por la lucha se distinguieron Wanalge
Castillo y Severino Aguilar. En la siguiente justa, la sexta, Idelfonso Lee volvió
a lograr triunfo; las restantes medallas fueron para los luchadores Wanalge Cas-
tillo y olmedo Segundo, y el boxeador Enrique Alfonso. En los séptimos juegos
se distinguieron, en pesas, Narciso orán y Pablo Justiniani, y el luchador ol-
medo Segundo. Al arribar a los octavos juegos, nos encontramos con las faenas
exitosas, en pesas de José Díaz y José Pinto. En los novenos, les correspondió
gloria a Rolando Villamil y José Pinto en pesas, el equipo masculino de softbol
logró la segunda medalla en deportes de conjunto con que se galardona a nues-
tro país. En la edición número diez, el boxeador Daniel Cueto, el pesista José
Díaz y los luchadores Ramón Mena y Herminio Hidalgo ascendieron al podio
de ganadores para orgullo de los panameños. La undécima versión ve acción
premiada el luchador Ramón Mena. En la siguiente, la duodécima, Martín Al-
fredo Peterson nos representó con gloria. La nadadora y gran gloria deportiva
nacional «la sirenita de oro», Eileen Coparropa, consigue la primera presea para
su modalidad deportiva.

Juegos Olímpicos

La primera participación de Panamá en los juegos deportivos más impor-


tantes de la humanidad, los Juegos olímpicos modernos, se dio en Ámsterdam,
en 1924, como ya se señaló antes, la representación panameña estuvo a cargo de
Adán Gordón.
La segunda aparición de nuestro país en este tipo de justas se dio en 1948,
en Londres, Inglaterra. Lograda la paz que dejó atrás el conflicto bélico de la Se-
gunda Guerra Mundial, la humanidad se preparó para reanudar los Juegos
olímpicos, que contrario a lo que esperaba el barón de Coubertin, detener las
Nueva historia general de Panamá X 963

guerras por la ejecución de los juegos, la guerra detuvo los juegos. En esa opor-
tunidad contamos con la gesta de Lloyd La Beach.
En los juegos de Helsinski, 1952, Panamá contó únicamente con la repre-
sentación de un delegado, el pesista Carlos Chávez.
Para la siguiente cita, Roma 1960, tuvimos la oportunidad de enviar dele-
gaciones deportivas de varias disciplinas: lucha, pesas, atletismo y esgrima.
Para la celebración de los siguientes juegos en Tokio 1964, Panamá envió
atletas de las disciplinas deportivas lucha, pesas, atletismo y boxeo. Varios atle-
tas que habían participado en los juegos anteriores tuvieron la oportunidad de
volver a representarnos, tal es el caso del luchador Eduardo Campbell y de los
atletas Jean Holless y Lorraine Dunn. Esa fecha también marcó el inicio de par-
ticipación de ese nivel para el atleta Idelfonso Lee, quien hasta el momento es
el atleta que más veces ha representado a Panamá en estas justas, totalizando
tres oportunidades.
Para México 1968, nuestro país mantiene una representación en las disci-
plinas de la lucha, las pesas y el baloncesto. Consignamos aquí el hecho de que
un día antes del inicio de los juegos de México, que también se vieron asociados
a actos funestos como la tragedia de Tlatelolco, en nuestro suelo se da el golpe
militar.
Para 1972, en Munich, las delegaciones deportivas panameñas están en
manos de las pesas, la lucha, el atletismo y el boxeo. Esos juegos son recordados
con amargura, toda vez que se da el asesinato de los atletas israelíes a manos de
los activistas del grupo terrorista Septiembre Negro.
La cita de Montreal 1976, mantiene en la mente y los corazones del mundo
los dolorosos momentos vividos en la justa anterior y enviamos a nuestros atletas
de la lucha, el judo, las pesas, el atletismo y la natación, en medio de un temor
espantoso.
Panamá, acudiendo a un llamado que hicieran los Estados Unidos de Amé-
rica, no asiste a los juegos de Moscú 1980. En respuesta a ello, los países del lla-
mado bloque socialista desisten de participar y los juegos de Los Ángeles 1984
se ven deslucidos. En la siguiente jornada olímpica, Seúl 1988, estuvimos repre-
sentados por atletas de las pesas, la lucha y la natación.
Los siguientes eventos olímpicos están signados por hechos históricos re-
levantes. Barcelona 92, está asociado a los 500 años de lo que recibió nuevo
nombre, como encuentro de dos mundos; en esta oportunidad, Panamá se ve
representada por el atletismo, las pesas, la natación y la lucha. Atlanta 96 es el
cumpleaños número 100 de los Juegos olímpicos; para ese evento, Panamá de-
signa delegaciones de pesas, atletismo y natación. Sydney 2000 tiene un sabor
especial para los panameños que esperaban la total integración del territorio
nacional y que para ese momento es un hecho consolidado. En esta justa par-
ticipa la atleta, Eileen Coparropa, por segunda ocasión en Juegos olímpicos.
964 X Breve historia del deporte en Panamá

Notas
1
Harry Castro Stanziola, «Orígenes del deporte en Panamá», La Prensa, 15 de junio de 2005,
p. 21.
2
Guillermo Sánchez Borbón, entrevista personal, Panamá, 2001.
3
Castro Stanziola, Harry, op. cit.
4
Ibidem.
5
Wilfredo Bustamante, «Breve historia del fútbol nacional», artículo preparado para la Cátedra
de Historia y Organización de la Educación Física, Universidad de Panamá, 2003.
6
Ibidem.
7
Henry Phillips, citado por Lucero Diomedes, Henry Phillips un atleta de honra, trabajo de gra-
duación, Universidad de Panamá, 2004.
8
Felipe Motta, citado por Félix Suñé, «El tenis en Panamá», artículo para la cátedra de Historia
y Organización de la Educación Física, Universidad de Panamá, 2003.
9
Ibidem.
10
C. Álvarez, L. Estribí y A. Arosemena, «El origen del atletismo en Panamá», documento ela-
borado para la cátedra de Historia y Organización de la Educación Física, Universidad de Pa-
namá, 2003.
11
Ibidem.
12
Manuel Salazar, «Fundación del Comité Olímpico de Panamá», presentación para difusión
de la Academia Olímpica de Panamá, Panamá, 2001.
13
Reinaldo Weeks, «Los medallistas de oro de 38», La Prensa, Panamá, 15 de junio de 2003.
14
Reinaldo Weeks, «Adán Gordón, el atleta y el hombre». La Prensa, 22 de junio de 2003.
15
Reinaldo Weeks, «El mejor olímpico panameño», La Prensa, 22 de junio de 2003.
16
Ibidem.
CAPíTULo XXXI

Los Tratados del Canal de Panamá


y su transferencia: 1967-1999
Reymundo Gurdián Guerra

Introducción

Nuestro país posee una gran experiencia en el campo de las negociaciones


internacionales. Los múltiples problemas derivados de la Convención del Canal
ístmico de 1903, acuerdo que hizo posible la construcción, mantenimiento, fun-
cionamiento, saneamiento y protección de la vía interoceánica por el territorio
panameño, llevó a la dirigencia del país a ensayar diversas fórmulas diplomáti-
cas, a fin de lograr el replanteamiento de los puntos conflictivos que esa con-
vención implicaba. Ese esfuerzo fue sostenido, largo, difícil y en no pocas
ocasiones traumático para la nación panameña. Por casi ocho décadas el Go-
bierno de Estados Unidos exhibió una actitud prepotente, dura e inflexible con
relación a las reclamaciones panameñas en torno a los asuntos del canal intero-
ceánico. No obstante, Panamá no desmayó ni renunció jamás a sus pretensiones
históricas de lograr un acuerdo justo y equitativo a sus intereses nacionales.
En estas jornadas históricas por la reivindicación de la soberanía e inde-
pendencia nacionales participaron, a lo largo del siglo XX, diferentes genera-
ciones de hombres y mujeres panameños, quienes actuaron de acuerdo a sus
posibilidades y circunstancias en que les tocó vivir y actuar. Como se recor-
dará, algunos de esos empeños no tuvieron éxito; en tanto, otros culminaron
en avances importantes para la nación, como fueron los casos de las negocia-
ciones que culminaron con la firma de los tratados de 1936 y 1955. Pero quizás
las negociaciones más duras, difíciles y complejas llevadas a cabo con el pro-
pósito de concertar un nuevo acuerdo con Estados Unidos, que eliminara las
causas de conflicto –surgidas a partir del tratado de 18 de noviembre de 1903–
966 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

prevalecientes en las relaciones bilaterales, se dieron en las décadas del sesenta


y setenta del siglo XX.
En ambos casos, las partes llegaron a acuerdos preliminares, aunque en el
Tratado Robles-Johnson de 1967 los términos de los acuerdos pactados eran tan
duros para Panamá que, una vez conocido el texto de esos documento, los mis-
mos recibieron el rechazo generalizado por parte de amplios e importantes sec-
tores sociales, económicos y políticos del país, al punto que dichos instrumentos
no llegaron siquiera a discutirse en la Asamblea Nacional. Para muchos compa-
triotas y medios de comunicación de la época, los acuerdos suscritos no recogían
las principales aspiraciones nacionales ni eran cónsonas con el espíritu de la de-
claración conjunta de 1964, la que posibilitó el reinicio de las relaciones diplo-
máticas entre los dos países, rotas a partir de la brutal agresión del Ejército
estadounidense a la población panameña en enero de ese mismo año.
En tanto, las negociaciones llevadas a cabo durante la década de 1970, pese
a las dificultades que se presentaron en el curso de las mismas, concluyeron sa-
tisfactoriamente con la firma y posterior ratificación de los Tratados del Canal
de Panamá de 1977 o Torrijos-Carter. Dichos acuerdos, vistos en perspectiva his-
tórica y pese a sus limitaciones intrínsecas, significaron avances significativos
en el proceso de afirmación nacional y en el logro de nuestros derechos sobera-
nos en todo el territorio nacional. Esos acuerdos pusieron fin a varias décadas
de conflictos, tensiones y resentimientos en las relaciones bilaterales con Estados
Unidos y constituyeron, al mismo tiempo, el instrumento idóneo para el reinicio
de una nueva era en los vínculos diplomáticos con aquella nación, basado en el
respeto mutuo y la cooperación recíproca. Al estudio de esos acuerdos, está de-
dicada la primera parte de este capítulo.
En la segunda parte, se analizan los esfuerzos conjuntos que los gobiernos de
Panamá y Estados Unidos emprendieron con el propósito de facilitar el proceso de
transferencia del Canal y las tierras y aguas adyacentes a la República de Panamá,
en el período comprendido de 1979 a 1999. Estos esfuerzos se realizaron, en oca-
siones, de manera coordinada y en otras de forma aislada, en tres frentes simultá-
neos. Por un lado, se encuentran las iniciativas que en materia civil, organizativa e
institucional llevaron a cabo las administraciones panameñas con el objetivo de lo-
grar la implementación adecuada de los Tratados del Canal. En segundo lugar, se
analizan las iniciativas tanto legislativas como ejecutivas que promovió el Gobierno
estadounidense, con el fin de flexibilizar la legislación relacionada con el canal de
Panamá y facilitar de este modo el proceso de transferencia de la vía acuática y, por
último, se describen las diversas acciones, actividades y programas que imple-
mentó la Comisión del Canal de Panamá para apoyar el esfuerzo que en esta ma-
teria hacían ambos gobiernos. Como epílogo, se presentan algunas consideraciones
sobre el significado histórico de los actos de transferencia del Canal, realizados en
la ciudad de Panamá en el mes de diciembre de 1999, eventos que por su naturaleza
representan un hito importante para la nación panameña.
Nueva historia general de Panamá X 967

Primera parte
En busca de unos tratados justos y razonables

Las gestiones diplomáticas del


presidente Roberto F. Chiari

Uno de los mandatarios que mayor energía y dinamismo le imprimió al


asunto de las relaciones diplomáticas panameñas-estadounidenses fue, sin duda,
el presidente Roberto F. Chiari (1960-1964). El hizo ingentes esfuerzos a nivel
personal y en función de gobierno, a fin de revertir y mejorar los vínculos con
Washington con relación al problema histórico del Canal. Estos esfuerzos son
claros y evidentes a lo largo de su administración. Sin embargo, hasta ese mo-
mento predominaba en el discurso oficial la concepción de revisión integral del
Tratado Hay-Bunau Varilla y sus enmiendas, en lugar del concepto de abroga-
ción definitiva de los tratados anteriores. Esto se puede comprobar al analizar
el texto de los discursos, correspondencias diplomáticas y comunicados oficiales
de la administración Chiari en sus primeros años de gobierno.
Sin embargo, no queda duda de que durante el Gobierno del presidente
Chiari, las relaciones con Estados Unidos, en virtud del problema del Canal, to-
maron un renovado impulso y las mismas se enfocaron de una manera más co-
herente y organizada, si las comparamos con lo que se había hecho hasta ese
momento. Además, siempre estuvo presente en el discurso oficial de la época el
planteamiento de la necesidad del país de llegar a un acuerdo de entendimiento
con Estados Unidos sobre esta materia. Por ejemplo, el canciller Galileo Solís
planteaba, en 1962, este asunto en los siguientes términos:

Solo hay una solución que conduzca a entendimientos permanentes entre


Panamá y los Estados Unidos y a ella habrá que llegar tarde o temprano: la re-
visión integral de las relaciones entre ambos países, por razón del Canal, para
la celebración de un nuevo tratado que reemplace totalmente el tratado de
1903; el cual, por las razones ya explicadas, no tiene justificación a la luz del
derecho internacional y que, en consecuencia, sustituya también los tratados
de 1936 y 1955 que tienen su base en el de 1903. Debe entenderse que aquellas
estipulaciones de los tratados de 1936 y 1955 que sí satisfacen aspiraciones pa-
nameñas, serían incorporadas en el nuevo tratado. –Y acto seguido agrega–:
La administración no vaciló en iniciar las gestiones tendientes a lograr esa in-
dispensable y anhelada revisión de los tratados anteriores1.

Por lo tanto, el concepto de abrogación, como tal, cobra sentido y valor solo
a partir de los trágicos sucesos de 9 y 10 de enero de 1964. En estos aconteci-
mientos los estudiantes, los sectores populares y el propio mandatario jugaron
968 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

un papel fundamental y patriótico en la defensa de los intereses nacionales y la


soberanía panameña en la Zona del Canal. En consecuencia, el período histórico
que se conoce como abrogacionista, en las relaciones con Estados Unidos, em-
pieza a partir de dichos acontecimientos.
Por su parte, el Gobierno de Washington, a pesar de las cordiales y amisto-
sas relaciones personales que mantuvo y que expresó el presidente John F. Ken-
nedy al presidente Chiari, asumió en la práctica una posición dura y hasta
inflexible con Panamá con relación al tema de la negociación de un nuevo
acuerdo sobre el canal interoceánico que implicara la sustitución del tratado de
1903, tal como lo reveló en 1964 un alto exfuncionario del Gobierno estadouni-
dense, al señalar que «el presidente Kennedy había dado instrucciones a los fun-
cionarios de su Gobierno de que no se hiciera nada que afectara los tratados
existentes entre ambos países»2.

Las jornadas de enero de 1964


y sus consecuencias

Los trágicos sucesos ocurridos a principios de 1964, marcaron una ruptura


histórica en el proceso de reivindicación nacional panameño. El movimiento es-
tudiantil, que salió a las calles a defender nuestros derechos soberanos y el honor
nacional, habló alto y claro. En su opinión ya no era necesario continuar con la
tradicional política de revisiones y enmiendas al tratado de 1903. A partir de estos
trágicos acontecimientos, los estudiantes reiteraron la necesidad de abrogar los
tratados anteriores y establecer una nueva relación con Estados Unidos que eli-
minara, de una vez por todas, las causas de conflicto en las relaciones bilaterales.
Los hechos de violencia ocurridos el 9 y 10 de enero de 1964, se originan a
raíz de la negativa de algunas autoridades, funcionarios y residentes estadou-
nidenses de la Zona del Canal de hacer cumplir los compromisos adquiridos
por Estados Unidos con relación al uso del pabellón nacional de Panamá en al-
gunos lugares públicos en dicho territorio. Recordemos que en enero de 1963,
ambos gobiernos suscriben un acuerdo por medio del cual la bandera panameña
debía ser izada en algunos sitios públicos de la Zona del Canal, previamente de-
terminados, entre los cuales estaba la Escuela Superior de Balboa, el Edificio de
Administración del Canal, el triángulo de Shaler y el puente de las Américas,
entre otros. El acuerdo contenía los siguientes puntos: que la bandera de Panamá
sería izada junto con la de Estados Unidos en todos aquellos sitios del territorio
de la Zona en que la norteamericana fuera izada por las autoridades civiles; y
que en las bases militares, solo sería enarbolada la enseña norteamericana, al
igual que en las naves que se encontrasen en aguas del canal de Panamá.
No obstante, a comienzos del mes de enero de 1964, civiles y policías norte-
americanos de la Zona del Canal impidieron el cumplimiento de ese acuerdo bi-
lateral. Allí donde se izaba la bandera panameña junto a la norteamericana, la
Nueva historia general de Panamá X 969

nuestra era arrancada, destruida y pisoteada. Pero lo que colmó la paciencia de


nuestra juventud estudiosa, fue la actitud de las autoridades de las escuelas y
particularmente los estudiantes del Colegio Superior de Balboa –hoy Centro de
Capacitación Ascanio Arosemena de la Autoridad del Canal–, los cuales, si-
guiendo el ejemplo de otras instituciones y personas, se opusieron a que fuera
enarbolado el pabellón panameño. Estos hechos de insubordinación de la Policía
y la actitud hostil de los «zonians», publicados en la prensa panameña, fueron
las causas directas de que un grupo de estudiantes del Instituto Nacional, le pi-
dieran al rector les suministrara la enseña patria del colegio con el fin de dirigirse
a la Escuela Superior de Balboa para izarla frente a dicho colegio3. Los aconteci-
mientos posteriores son historia patria.
Las actitudes negativas y las acciones hostiles de los «zonians» contra nues-
tra juventud, desembocaron en enfrentamientos de graves consecuencias, donde
la peor parte la llevaron los estudiantes panameños. Esta cruenta agresión por
parte del Ejército estadounidense a la población panameña, dejó un saldo de
21 muertos y más de 450 heridos, así como innumerables daños materiales y fí-
sicos a la nación. Ante tales circunstancias, los estudiantes agrupados en la
Federación de Estudiantes de Panamá (FEP), convocaron a una reunión en la Uni-
versidad de Panamá, en la mañana de 10 de enero, donde se propusieron elabo-
rar un documento que expresara los anhelos fundamentales de la nación, porque
consideraban que hasta ese momento la lucha directa y heroica no estaba acom-
pañada de un planteamiento integral que recogiera las aspiraciones nacionales.
En ese histórico encuentro en el paraninfo universitario, se definieron cinco pun-
tos, los cuales serían entregados al presidente Chiari. Víctor Ávila Ducasa, diri-
gente estudiantil universitario que presidió aquel memorable acontecimiento,
los describe en este orden:

1. Solicitar al presidente de la república la ruptura de relaciones diplomáticas


con Estados Unidos.
2. Acusar a Estados Unidos ante las Naciones Unidas de agredir a la república.
3. Solicitar a Estados Unidos negociaciones diplomáticas para la abrogación
total y absoluta del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903, y la devolución de
la vía acuática y las tierras adyacentes, en un plazo determinado.
4. Demandar la salida de las bases militares norteamericanas del territorio
nacional.
5. Declarar la neutralidad de la república y del canal interoceánico, a fin de
que el mismo fuera utilizado para el comercio por todos los países del
mundo4.

Ante la urgencia de la situación, el mismo 9 de enero, en horas de la noche,


en una sesión conjunta del gabinete y el Consejo Nacional de Relaciones Exte-
riores, se aprobó autorizar al presidente Chiari a romper relaciones diplomáticas
970 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

con el Gobierno de Estados Unidos. Además, el mandatario había decidido con-


dicionar la reanudación de las relaciones diplomáticas a la derogatoria de los
Tratados del Canal. No obstante, transcurrieron tres meses antes de llegar a un
acuerdo que superara el «impasse» provocado por la brutal agresión del Ejército
estadounidense contra la indefensa población panameña.
Finalmente, las relaciones diplomáticas entre ambos países se lograron re-
establecer el 3 de abril de 1964, luego de intensas conversaciones, mediante la
suscripción de la Declaración Conjunta Moreno-Bunker, firmada en la sede de
la oEA en Washington. En esa declaración se establecieron los principios básicos
bajo los cuales debía sustentarse, de ahora en adelante, las relaciones entre Es-
tados Unidos y Panamá. Esos principios fueron los siguientes: restablecer rela-
ciones diplomáticas; designar sin demora embajadores especiales con poderes
suficientes para procurar la pronta eliminación de las causas de conflicto entre
los dos países, sin limitaciones ni precondiciones de ninguna clase; y, por último,
se establecía que los embajadores designados, iniciarán de inmediato los proce-
dimientos necesarios con el objeto de llegar a un convenio justo y equitativo que
estaría sujeto a los procedimientos constitucionales de cada país.
Posterior a esta declaración, sobrevendrían en Panamá un conjunto de acon-
tecimientos políticos, como las elecciones de mayo de 1964, el período de tran-
sición y el posterior ascenso al poder del Gobierno de Marco A. Robles, todo lo
cual hizo bajar el perfil y la intensidad de los contactos diplomáticos entre ambos
países. No será, pues, hasta el 4 de diciembre de 1964, cuando se reanudan las
negociaciones en Washington. Para entonces, el nuevo canciller panameño, Fer-
nando Eleta Almarán, había requerido del presidente Robles «su exclusivo de-
recho» a escoger los miembros integrantes del nuevo equipo negociador, a saber:
Roberto Alemán Zubieta, jefe del equipo; Guillermo Chapman, asesor econó-
mico; Ricardo Arias Espinosa, embajador ante la Casa Blanca y Diógenes de la
Rosa. Fecha importante en este calendario de eventos fue el pronunciamiento
del presidente Lyndon B. Johnson, quien el 18 de diciembre dijo que su Gobierno
había decidido negociar un nuevo tratado con Panamá que «abrogue la conven-
ción de 1903, tome en consideración los intereses de ambas naciones y facilite,
de ser viable, la construcción de un canal a nivel del mar por Panamá».
Sin embargo, y a pesar de este anuncio presidencial, las negociaciones avan-
zaron lentamente, situación que se debió a múltiples factores. Un punto impor-
tante en el proceso negociador, lo constituye la Declaración Conjunta
Robles-Johnson, de 24 de septiembre de 1965, en la que se decía que: «Los dos
países están negociando separadamente un nuevo y moderno tratado que re-
emplace el tratado de 1903 y sus modificaciones; un acuerdo concerniente a
bases militares y a estatus de fuerzas armadas; y un tratado conforme al cual
pueda construirse en Panamá un nuevo canal al nivel del mar». El propósito es
«asegurar que Panamá compartirá con los Estados Unidos la responsabilidad
de la administración, manejo y funcionamiento del Canal, según lo determinen
Nueva historia general de Panamá X 971

los tratados. Panamá también compartirá con los Estados Unidos los beneficios
directos e indirectos provenientes de la existencia del Canal en su territorio».
Los acuerdos generales alcanzados eran los siguientes:

1. El tratado de 1903 será abrogado.


2. El nuevo tratado reconocerá de manera efectiva la soberanía de Panamá
sobre el territorio de la actual Zona del Canal.
3. El nuevo tratado expirará en una fecha determinada o en la fecha de aper-
tura del canal a nivel, cualquiera que sea la que ocurra antes.
4. Será objetivo del nuevo tratado, el proveer una apropiada integración polí-
tica, económica y social del territorio que se usa para el funcionamiento del
Canal con el resto de la república. Los dos países reconocen que es necesaria
una transición ordenada que evite dislocaciones abruptas y posiblemente
perjudiciales.
5. Los dos países reconocen la importante responsabilidad que tienen de ser
justos con y dar ayuda a los empleados de toda nacionalidad que sirven tan
bien y eficientemente en el funcionamiento del Canal. Se harán arreglos
apropiados para garantizar la protección de los derechos e intereses de esos
empleados.
6. Los nuevos tratados proveerán las medidas para la defensa del canal exis-
tente y de cualquier canal a nivel que pueda ser construido en Panamá. Las
fuerzas e instalaciones militares de los Estados Unidos se mantendrán con-
forme a un acuerdo sobre bases militares y estatus de fuerzas armadas.
7. Con relación al Canal, los Estados Unidos harán estudios y exploraciones
sobre el terreno de posibles rutas en Panamá. Se continúan las negociaciones
con respecto a métodos y condiciones de financiamiento, construcción y ad-
ministración de un canal a nivel. Panamá y los Estados Unidos buscarán las
soluciones necesarias a los problemas económicos que causaría la construc-
ción de un canal a nivel.
8. El canal actual y cualquier canal que se construya en el futuro estarán abier-
tos, en todo tiempo, a las naves de todas las nacionalidades, sin discrimina-
ción y con peajes que sean razonables a la luz de la contribución de Panamá
y los Estados Unidos y del interés del comercio mundial5.

Aunque se concertaron puntos importantes en esta declaración, la misma


fue recibida en Panamá de diferentes maneras. Así, por ejemplo, los sectores alle-
gados al Gobierno la percibieron con simpatía, mientras los grupos nacionalistas
identificados con los sucesos de 9 de enero y los sectores vinculados a la oposi-
ción al presidente Robles, la vieron con recelo y escepticismo, e incluso estos úl-
timos «se lanzan a una verdadera batalla campal que durará más de tres
semanas, aprovechando la apertura del segundo período de sesiones ordinarias
de la Asamblea Nacional el 1 de octubre»6. Posterior a esta declaración, se ini-
ciaron en un ambiente de completo hermetismo, las negociaciones formales para
972 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

concertar unos nuevos acuerdos que eliminaran las causas de conflicto entre los
dos países. Luego de múltiples vicisitudes y al cabo de más de 20 meses de ne-
gociaciones, las partes suscriben, el 22 de junio de 1967, en la ciudad de Nueva
York, un acta formal en la cual adoptan los tres anteproyectos de tratados, a
saber: primero, el Tratado sobre el Canal de Panamá que consta de cuarenta y
un artículos, dos anexos, un acuerdo y ocho notas para su canje; segundo, el Tra-
tado de Defensa del Canal de Panamá y su Neutralidad, el cual consta de pre-
ámbulo, veinte artículos y dos anexos y, finalmente, el Tratado sobre el Canal a
Nivel del Mar que une los océanos Atlántico y Pacífico, que consta de preám-
bulo, diecisiete artículos y dos anexos. Los tres son pactos ad referéndum7.
Una vez conocido el contenido de los tratados, popularmente llamados
«Tres en Uno», estos despertaron preocupación, intranquilidad y rechazo por
parte de diversos sectores sociales y políticos, gremios profesionales y medios
de comunicación social; pues, en su opinión, lo concertado en dichos documen-
tos no llenaban las expectativas de la nación, planteadas en la declaración de 3
de abril de 1964, ni en la declaración conjunta de 24 de septiembre de 1965. Sin
embargo, a estas alturas vale preguntar, ¿cuáles eran los principales logros y
ventajas obtenidas por Panamá en esos acuerdos? Para no tergiversar la infor-
mación, nos remitimos a la «conclusión final» de un documento posterior, ela-
borado por los negociadores de dichos tratados. En dicho texto, sus autores dicen
que los proyectos de tratados de 1967 representan lo siguiente:

1. Abrogación del tratado de 1903.


2. Eliminación de la cláusula de la perpetuidad y señalamiento de plazos pre-
cisos para la terminación de los nuevos tratados.
3. La bandera panameña, exclusivamente, ondeará en la actual Zona del
Canal, en las bases militares y en los barcos que transitan por el Canal.
4. Panamá tendrá participación efectiva en el manejo y administración del
Canal.
5. Como norma general, las leyes panameñas –tanto civiles, como fiscales y
penales– se aplicarán en el área del Canal, dejando de tener vigencia allí
las leyes norteamericanas. (En los casos excepcionales en que no se aplica-
rán las leyes panameñas, se aplicarán los estatutos promulgados por la ad-
ministración conjunta).
6. Los tribunales de justicia panameños –civiles y penales– tendrán jurisdic-
ción en el área del Canal, dejando de tenerla en los tribunales de justicia
norteamericanos. Se exceptúan los pocos casos específicos que se han se-
ñalado en este escrito.
7. Reversión a la República de Panamá del actual canal a esclusas y de todas las
obras auxiliares, edificios y tierras comprendidas dentro de la Zona del Canal.
8. Establecimiento de una cláusula de arbitraje para dirimir las diferencias
que surjan entre Panamá y Estados Unidos respecto de la interpretación o
Nueva historia general de Panamá X 973

aplicación de los tratados y de la validez de los actos de la administración


conjunta.
9. Protección efectiva para los empleados panameños que laboran en la Zona
del Canal.
10. Incremento sustancial en los beneficios económicos, tanto directos como in-
directos, que Panamá percibirá como consecuencia del funcionamiento del
Canal.
11. Concertación de un acuerdo sobre el futuro canal a nivel en el que se deja la
puerta abierta para que los panameños, a quienes corresponda defender en-
tonces la posición de Panamá, puedan demandar una compensación justa a
cambio de la concesión que se otorgaría para la construcción de dicho canal8.

Como se dijo, los textos de estos tratados fueron duramente criticados por
los sectores nacionalistas, los partidos de oposición al Gobierno y por importan-
tes medios de comunicación social del país. Entre estos últimos, cabe destacar
los diarios El Panamá América y La Hora, quienes cuestionaron en duros términos
el contenido y la forma de estos acuerdos. Por ejemplo, La Hora en uno de sus
primeros editoriales sobre esta materia, señalaba:

Al primer contacto con estos borradores siniestros, era obligante pensar que
de inmediato serían rechazados y devueltos a alguna escuela de hacer tratados
donde pareciera haberse originado. En efecto, el hecho de que estuvieran con-
feccionados con tantas complejidades, con tantas referencias cruzadas, que a
veces escapan a las mentes sin entrenamiento especializado, esto ya bastaba para
que fueran un peligro, ya que a la hora de las interpretaciones siempre prevalece
la interpretación del más poderoso, y nosotros sabemos, a lo largo de más de se-
senta años, cuan amargo puede ser el sabor de estas interpretaciones9.

Con referencia al significado de los trágicos sucesos de enero de 1964, el edi-


torial señala: «Pasando por alto el sacrificio de enero de 1964, haciendo mofa de
la fuerza diplomática que esos muertos daban a Panamá, viene un tratado que
son tres tratados, todos entrelazados e interrelacionados, con una red compleja
y bochornosa que legaliza todo lo que Estados Unidos ha venido haciendo en
nuestro territorio desde 1903; concede a Estados Unidos derechos para un canal
a nivel, sin que siquiera Estados Unidos se comprometa a construirlo aquí y, por
último, convierte, gracias al Tratado de Defensa, ¡al territorio de Panamá en un
gran campamento militar extranjero para siempre!».
En relación a las reclamaciones panameñas de soberanía, el diario apunta
que: «El reconocimiento que se hacía de la soberanía panameña era el de una
soberanía de papel y no el de una soberanía efectiva, como fue el clamor de enero
y como había quedado plasmado, ya como conquista no negociada, mediante
la Declaración Conjunta Robles-Johnson».
974 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

En cuanto a la defensa y protección de la vía interoceánica, se advierte que


el concepto de defensa «había sido sustituido por un andamiaje que abierta-
mente corresponde a los intereses militares estratégicos nacionales que Estados
Unidos ha estado llevando a cabo en la Zona del Canal, sin que medie convenio
alguno que los autorice para hacerlo, sino que también se ampliaba la autoridad
de sus fuerzas armadas sobre el territorio panameño, de modo tal que nos con-
vertiría en un país virtualmente ocupado para siempre».
Con relación al territorio que ocupaba el enclave, se decía que la desapari-
ción del concepto de Zona del Canal «tan solo era un cambio de nombre, y que
dentro de dicha nueva Área del Canal se legalizarían también innumerables ac-
tividades que han sido objeto de reclamaciones por parte de Panamá durante
más de medio siglo, y se creaban además tres zonas nuevas bajo jurisdicción de
Estados Unidos».
El editorialista terminaba sus apreciaciones sobre estos textos afirmando
que: «Lo que más nos alarma, lo que nos llena de sobrecogimiento, son aquellas
cláusulas de los tres anteproyectos sobre el canal actual, sobre defensa y sobre
un canal a nivel que, entrelazadas e interrelacionadas, legalizan para siempre
la ocupación militar extranjera de nuestro territorio indefinidamente. Las aspi-
raciones de generaciones de panameños que han luchado por la abolición de
cláusulas del tratado de 1903, que limitaban la vigencia plena de nuestra na-
cionalidad, las arduas batallas diplomáticas y la sangre derramada en nuestras
calles con esos ideales en mira, así como la aspiración de todo panameño en el
presente, quedan envueltas en una densa y complicada madeja que desvirtúa
las conquistas pasadas y pone en entredicho nuestra condición de nación en el
concierto de naciones del mundo»10.
Fue evidente que algunos diarios de la época, así como los partidos de opo-
sición al Gobierno del presidente Robles, diversos gremios profesionales del país
y en especial los docentes y estudiantes de la Universidad de Panamá, jugaron
un importante papel como orientadores de la opinión pública y centro de deba-
tes de los Tratados Robles-Johnson de 1967. Todas estas acciones y jornadas de
discusión y reflexión se encaminaron, de una u otra forma, a crear una opinión
pública y un ambiente desfavorable para la ratificación de los acuerdos en men-
ción, e incluso, las mismas contribuyeron a que estos documentos se volvieran
cada vez más impopulares en un amplio sector de la sociedad panameña, al
punto que hasta los dos principales contendientes del torneo electoral de 1968,
Arnulfo Arias Madrid y David Samudio, rechazaron los acuerdos por conside-
rarlos negativos a los intereses nacionales.
Como dice el internacionalista Julio Yao11: «... las negociaciones y sus obje-
tivos se habían convertido en un auténtico factor de crisis dentro del aparato do-
minante de la vida política nacional».
En efecto, los proyectos de Tratados Robles-Johnson no llegaron siquiera a
ser considerados por la Asamblea Nacional de Panamá ni por el Congreso de
Nueva historia general de Panamá X 975

Estados Unidos. En Panamá, el 14 de diciembre de 1967, el Parlamento aprobó,


por unanimidad, una resolución propuesta por el diputado Carlos Iván Zúñiga
en la que se decía: «La Asamblea Nacional [...] reitera sus propósitos históricos
de lograr la abrogación cierta y total de los tratados existentes entre Panamá y
Estados Unidos y formula sus deseos de que el Gobierno próximo logre negociar
un nuevo tratado fundado en los principios y aspiraciones del pueblo pana-
meño, expresados en enero de 1964»12.
En los últimos meses de 1967, y en particular durante 1968, se sucedieron
una serie de eventos de naturaleza políticos que generaron un clima de desaso-
siego, intranquilidad e inestabilidad en la sociedad panameña y crearon una si-
tuación confusa y crítica en el país. Entre los principales acontecimientos se
pueden mencionar, a manera de ejemplos, el juicio político seguido en la Asam-
blea Legislativa al presidente de la república, Marcos Robles; el agitado y viru-
lento proceso electoral de mayo de 1968; el triunfo y ascenso al poder del doctor
Arnulfo Arias Madrid y su posterior derrocamiento por la Guardia Nacional, el
11 de octubre de 1968; y los brotes guerrilleros iniciados por los seguidores del
doctor Arias, entre otros acontecimientos.
En suma, la acumulación de esos factores y la delicada situación creada por
la caída del líder histórico del panameñismo, degeneró en un ambiente de per-
secución, represión y encarcelamiento a los opositores al régimen de facto; se
conculcaron las libertades ciudadanas, se cerraron y confiscaron medios de co-
municación social e incluso se ordenó el cierre temporal de la Universidad de
Panamá en 1969. En ese contexto, se entiende que la preocupación fundamental
del gobierno militar fue, en el plano inmediato, controlar la situación, consolidar
el poder e imponer el orden y no, precisamente, resucitar unos proyectos de tra-
tados impopulares a la luz de la opinión pública.

La cúpula militar y el dictamen


de la comisión asesora

Como ha escrito Juan Antonio Tack, ministro de Relaciones Exteriores de


1970 a 1976, en sus inicios los jefes militares panameños –la cúpula de la Guardia
Nacional– sabían relativamente poco sobre las relaciones de Panamá con los Es-
tados Unidos y no estaban muy claros con respecto a lo que se debía hacer con
los pendientes proyectos de tratados de 1967. Una de las primeras acciones en
esta materia, tomadas por la cancillería, en 1969, fue eliminar el Consejo de Re-
laciones Exteriores y reemplazarlo por una Comisión Asesora de la Cancillería
para las Negociaciones del Tratado del Canal13, a la cual se le encomendó como
tarea principal: «El análisis, línea por línea, párrafo por párrafo, página por pá-
gina, de cada uno de los tres proyectos de tratados de 1967, al igual que el con-
tenido de la extensa Memoria de Relaciones Exteriores elaborada por el ministro
Fernando Eleta, que constaba de unos diez volúmenes. La comisión se dedicó a
976 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

esta labor durante gran parte del año 1969 y comienzos de 1970 y, como resul-
tado del cuidadoso y profundo análisis que realizó, elaboró el documento titu-
lado Fundamentos de la posición de la Cancillería panameña en relación con el rechazo
por parte de Panamá de los tres proyectos de tratados de 1967»14.
En la sección IV de este histórico documento, se hace un recuento de los
principales planteamientos del mismo, así como también aparecen las conclu-
siones a que llegaron los comisionados, contratados por la Cancillería, con rela-
ción a los Tratados Robles-Johnson de 1967. Dice así el informe preliminar,
fechado en Panamá el 30 de marzo de 1970:

En la sección I de este informe, explicamos que las negociaciones que se


iniciaron entre Panamá y Estados Unidos en cumplimiento de la declaración
conjunta de 3 de abril de 1964, tenían por objetivo «procurar la pronta elimi-
nación de las causas de conflicto entre los dos países, mediante los procedi-
mientos necesarios, con el objetivo de llegar a un convenio justo y equitativo».
Terminamos esta sección I con la afirmación de que «el camino más expedito
y obvio a seguir para formarse un juicio crítico sobre la aceptabilidad por parte
de Panamá de los tres proyectos mencionados, es el de determinar si ellos res-
ponden o no a los objetivos o finalidades que tanto Panamá como Estados Uni-
dos pactaron en la declaración conjunta de 3 de abril de 1964», es decir, si ellos
han logrado «procurar la pronta eliminación de los causas de conflicto entre
los dos países».
En la sección II de este informe: «Explicamos las siete principales causas de
conflictos surgidos entre Panamá y Estados Unidos y derivados de los tratados
hoy vigentes». En la sección III de este informe preliminar: «Analizamos las
citadas siete causas de conflicto en relación con los tres proyectos de tratados
presentados por los negociadores panameños y norteamericanos, y llegamos
a la conclusión de que dichos proyectos, si llegaran a celebrarse, no resolverán
ni eliminarán ninguna de las siete principales causas de conflictos analizadas».
El silogismo que anunciamos al iniciar la sección II de este informe preli-
minar, puede, pues, formularse así:
Premisa mayor: Las negociaciones iniciadas con la declaración conjunta de
3 de abril de 1964 tenía por finalidad expresa: «procurar la pronta eliminación
de las causas de conflicto entre los dos países».
Premisa menor: Los tres proyectos de nuevos tratados sometidos en 1967 a
la consideración del Órgano Ejecutivo, no eliminan ninguna de las siete prin-
cipales causas de conflictos15.

En resumen, los fundamentos terminan con la siguiente conclusión: los tres


proyectos de tratados no cumplen con la finalidad de «procurar la pronta elimi-
nación de las causas de conflicto entre los dos países. Por todas estas razones,
Panamá estima que los proyectos de tratados en cuestión no son utilizables ni
siquiera como base de futuras negociaciones».
Nueva historia general de Panamá X 977

Como se ha dicho, la Cancillería acogió en todas sus partes las opiniones y


conclusiones del informe preliminar de la comisión asesora y lo hizo suyo. Así,
pues, el 5 de agosto de 1970, en nota enviada por J. A. Tack al secretario de Es-
tado, William P. Rogers, el diplomático panameño le hizo saber que: «El Go-
bierno de Panamá considera que los tres proyectos de tratados que fueron
recomendados por los negociadores de ambos países, según acta firmada por
ellos el 22 de junio de 1967, en la ciudad de Nueva York, no satisfacen la finalidad
expresada en la declaración conjunta expedida por los presidentes de la Repú-
blica de Panamá y de los Estados Unidos de América con fecha 3 de abril de
1964, de ‘procurar la pronta eliminación de las causas de conflicto entre los dos
países’».
Esa misma misiva fue aprovechada por el canciller Tack para informar, ade-
más, al jefe de la diplomacia estadounidense, que por instrucciones del presi-
dente de la república, el Gobierno panameño «está anuente a que continúen las
negociaciones para tratar de encontrar soluciones justas a los conflictos que han
surgido entre Panamá y los Estados Unidos, a la cual se refiere la mencionada
declaración conjunta»16.
Esta respuesta del Gobierno nacional fue contundente y sirvió para cerrar
un ciclo de negociaciones y empezar uno nuevo, pero ahora bajo diferentes con-
diciones y con nuevos actores, quienes replantearían la estrategia negociadora
vigente hasta ese momento, a fin de lograr un acuerdo satisfactorio para ambas
partes.

Los nuevos actores y la estrategia negociadora


durante la década del setenta

En la medida que el régimen militar se consolidaba en el poder, se fue per-


filando también una mayor coherencia en la dirección de la política exterior, in-
cluyendo claro está, el manejo de las relaciones con Estados Unidos en virtud
del problema del Canal. Juan Antonio Tack, jefe de la diplomacia panameña du-
rante el primer sexenio del régimen militar, describe las principales característi-
cas de la nueva política exterior en los siguientes términos: «Ruptura con los
moldes tradicionales de la diplomacia; abandono total del formalismo excesivo
y de las ambigüedades; el empleo de un lenguaje claro; la acción directa y el
planteamiento abierto y sincero de los problemas; la utilización de las líneas de
comunicación directa al más alto nivel, pasando por encima de los intermedia-
rios burocráticos. Además se trató de elaborar un método y una estrategia de
acción internacional propios de la República de Panamá, en función de la nueva
toma de conciencia sobre el derecho que tenía a ejercer su soberanía e indepen-
dencia en todo el territorio nacional. Esto se reflejó, por ejemplo, en el endureci-
miento de las posiciones panameñas hacia la política tradicional de los organismos
internacionales, especialmente de la organización de Estados Americanos»17.
978 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

A esto habría que agregar, en el caso específico de las pláticas sobre el Canal, el
hecho de que el Gobierno panameño planteó al estadounidense la necesidad de
que las rondas de negociaciones se efectuaran tanto en Washington como en Pa-
namá, con lo cual se pretendía acabar con la tradición de que estas reuniones
solo se efectuaban en ciudades de aquel país.
No obstante los ingentes esfuerzos de ambos gobiernos por acelerar los con-
tactos para una eventual negociación de un nuevo tratado sobre el canal intero-
ceánico, que estuviera en concordancia con la declaración de abril de 1964, hasta
principios de 1974 no se habían logrado progresos significativos entre las partes,
y no porque no hubiesen propuestas aceptables, sino por la falta de aproxima-
ción entre las posiciones manifestadas, de una parte de Panamá, y de otra, por
los Estados Unidos. Incluso, como denunció la Cancillería panameña, hasta ese
momento no se ha podido avanzar más, pues a pesar de las buenas intenciones
expresadas en público por el Gobierno de Estados Unidos de querer llegar a un
acuerdo justo con Panamá, en la mesa de negociaciones asumían una posición
dura e intransigente.
En el ínterin, tres acontecimientos influyeron positivamente a favor de la
causa panameña. El primero, fue la realización de la reunión del Consejo de Se-
guridad de las Naciones Unidas en la ciudad de Panamá de 15 al 20 de marzo
de 1973, aprovechando la coyuntura de que Panamá era miembro temporal de
ese organismo superior; el segundo factor fue la oportuna misiva que el canciller
Juan Antonio Tack, le envió al secretario de Estado, William P. Rogers, el 21 de
mayo de 1973, en el que le enumeraba los principios básicos que, en opinión del
Gobierno panameño, deben servir como fundamento a las negociaciones para
la suscripción de un nuevo tratado del Canal justo y equitativo entre los dos pa-
íses; y el último evento, lo constituyó la suscripción de la Declaración Conjunta
Tack-Kissinger, firmada en la ciudad de Panamá el 7 de febrero de 1974, la cual
contenía un «conjunto de principios fundamentales que servirían de guía a los
negociadores en el esfuerzo por concertar un tratado justo y equitativo, que eli-
mine, de una vez por todas, las causas de conflicto entre los dos países»18. Los
principios básicos de dicha declaración eran los siguientes:

1. El tratado de 1903 y sus enmiendas serán abrogados al concertarse un tra-


tado enteramente nuevo sobre el canal interoceánico.
2. Se eliminará el concepto de perpetuidad. El nuevo tratado relativo al canal
de esclusas tendrá una fecha de terminación fija.
3. La terminación de la jurisdicción de los Estados Unidos en territorio pana-
meño se realizará prontamente, de acuerdo con los términos especificados
en el nuevo tratado.
4. El territorio panameño en el cual se halla situado el Canal será devuelto a la
jurisdicción de Panamá. La República de Panamá, en su condición de sobe-
rano territorial, conferirá a los Estados Unidos de América, por la duración
Nueva historia general de Panamá X 979

del nuevo tratado sobre el canal interoceánico, y conforme se establezca el


mismo, el derecho de uso sobre las tierras, aguas y espacio aéreo que sean
necesarios para el funcionamiento, mantenimiento, protección y defensa del
Canal y el tránsito de las naves.
5. La República de Panamá tendrá una participación justa y equitativa de los
beneficios derivados de la operación del Canal en su territorio. Se reconoce
que la posición geográfica de su territorio constituye el principal recurso de
la República de Panamá.
6. La República de Panamá participará en la administración del Canal, de con-
formidad con un procedimiento que habrá de ser acordado en el tratado.
También se estipulará en el tratado que la República de Panamá asumirá la
total responsabilidad por el funcionamiento del Canal a la terminación del
tratado.
7. La República de Panamá participará con Estados Unidos de América en la
protección y defensa del Canal, de conformidad con lo que se acuerde en el
nuevo tratado.
8. Estados Unidos de América y la República de Panamá, reconociendo los im-
portantes servicios que el canal interoceánico brinda al tráfico marítimo in-
ternacional, y teniendo en cuenta la posibilidad de que el presente canal
podrá llegar a ser insuficiente para dicho tráfico, convendrá bilateralmente
en provisiones sobre obras nuevas que amplíen la capacidad del Canal. Esas
provisiones se incorporarán en el nuevo tratado, de acuerdo con los concep-
tos establecidos en el principio 2.

Aunque estos principios y acuerdos no eran nuevos, pues alguno de ellos


se habían planteado en negociaciones anteriores, es evidente que en la redacción
de este texto se percibe una mayor elaboración conceptual, aunque también se
hace público reconocimiento a ciertas situaciones de hecho que ejercía Estados
Unidos en la Zona el Canal y que hasta ese momento no habían sido reconocidos
oficialmente por tratado alguno. Sin embargo, hay un punto que merece desta-
carse en esta declaración, cual es la confirmación que hace Estados Unidos a una
pregunta clave formulada por el canciller Tack, en su aludida nota al secretario
de Estado, el 21 de mayo de 1973. Preguntaba entonces el canciller panameño
en esa ocasión:

El Gobierno panameño considera, señor secretario, que la raíz del problema


para que las negociaciones puedan avanzar, consiste en aclarar, previamente,
un punto que es fundamental y determinante: ¿Es que el canal interoceánico,
operado, mantenido y protegido por el Gobierno de los Estados Unidos, fun-
ciona en territorio que es parte integral de la República de Panamá, o es que
los Estados Unidos considera que el territorio donde se encuentra el Canal
debe estar cercenado de la soberanía efectiva y de la plena jurisdicción de la
República de Panamá?19.
980 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

Sin embargo, y pese a la existencia de esta declaración, las negociaciones


posteriores a 1974 avanzaron a un ritmo lento, pues todavía quedaban muchos
temas que resolver; además, se acercaban elecciones presidenciales en Estados
Unidos durante el año 1976, pero sobre todo caminaron a esa velocidad porque
las partes habían acordado «concertar primero acuerdos de principios sobre los
temas fundamentales antes que documentos en forma de tratados»20. Entre junio
de 1976 y agosto de 1977 se desarrolla la última etapa de las negociaciones sobre
el canal interoceánico, pero no será hasta después de la toma de posesión del
presidente Jimmy Carter, en enero de 1977, que el proceso negociador adquiere
mayor dinamismo, pues la nueva administración estadounidense había tomado
conciencia de la necesidad de procurar una pronta solución al diferendo con Pa-
namá. Para entonces, nuevas figuras pasaron a conformar los equipos negocia-
dores en ambos países21.

El contexto y las circunstancias de las


negociaciones de los tratados de 1977

El contexto internacional de la década del setenta fue más favorable al pro-


ceso negociador entre Estados Unidos y Panamá. Para entonces, se vivía la eu-
foria de los recién concluidos procesos de descolonización en el África y en el
sudeste asiático, avanzaba un clima de distensión internacional promovido por
los encuentros de los líderes políticos de las superpotencias, se fortalecía la pre-
sencia e imagen del Movimiento de los Países no Alineados, en cuyos foros in-
ternacionales se reiteraba con mayor fuerza e insistencia los principios del
derecho internacional promovidos por la carta constitutiva de las Naciones Uni-
das (oNU), como eran los principios de no intervención, el derecho a la autode-
terminación de los pueblos, el respeto a la soberanía y la independencia de los
Estados, el fortalecimiento de la paz y la seguridad internacionales, y la promo-
ción de la cooperación internacional, entre otros principios.
La situación interna de Estados Unidos, en la década del setenta, fue un fac-
tor importante para empujar una negociación con Panamá, pues varios hechos
y circunstancias habían debilitado la posición de ese país ante el resto del
mundo. Entre estos hechos podemos mencionar, a manera de ejemplo, que desde
la década anterior habían surgido en distintas ciudades del país, numerosas or-
ganizaciones y movimientos pacifistas y antibelicistas que exigían al Gobierno
estadounidense el fin a la guerra en Vietnam e, inclusive, luego de 1975, cuando
se suscribe el tratado de paz que puso fin a este largo, sangriento y costoso con-
flicto armado; la moral y el prestigio de esa nación se había desmoronado, pues
a los ojos de muchos ciudadanos de ese país parecía incierto que el Ejército más
poderoso del mundo había sido derrotado y humillado en Vietnam, lo que obligó
a los líderes de Washington a buscar fórmulas negociadas para salir del país asiá-
tico, situación que fue muy dolorosa para Estados Unidos.
Nueva historia general de Panamá X 981

A todo esto habría que agregar que pocos años antes, los escándalos políti-
cos estaban a la orden del día en los altos círculos políticos de la capital de la
nación, al punto que el propio presidente Richard Nixon se vio obligado a re-
nunciar a su alta investidura y, por lo tanto, tuvo que abandonar la Casa Blanca,
lo que contribuyó a deteriorar aún más la imagen del país. La acumulación de
estos y otros problemas, unido al despertar del tercer mundo y, en especial, a la
beligerancia de los Estados integrantes del Movimiento de Países No Alineados
llevó a un cambio de actitud en la clase dirigente de aquel país, lo que influyó
en cierta medida en el triunfo de un candidato demócrata en las elecciones pre-
sidenciales de noviembre de 1976, Gobierno que por lo demás no fue sordo a las
reclamaciones de los países latinoamericanos y en particular a las reivindicacio-
nes panameñas.
En ese contexto se entienden los planteamientos de Adolfo Ahumada
–exnegociador de los Tratados del Canal de Panamá de 1977– cuando manifiesta
que para entonces:

... dentro de Estados Unidos un cierto recato mundial por parte de la diri-
gencia del país le permitía admitir que la relación con Panamá, por razones
del Canal, no se habían fundado en bases de justicia, que la Zona del Canal
era un atavismo sin justificación, que el Canal tenía que someterse a un proceso
gradual de entrega a Panamá como dueña de la posición geográfica y que su
protección podía resolverse por medios distintos a la presencia militar humi-
llante, ostensible y abrumadora22.

En tanto, la solidaridad de los gobiernos de América Latina a la causa pa-


nameña no se hizo esperar. Los regímenes militares que gobernaban en la ma-
yoría de los países del continente, se pronunciaron a favor de que Panamá
recuperara su soberanía sobre todo su territorio nacional y, a la vez, abogaron
por la concertación de un nuevo tratado sobre el Canal que eliminara la situación
colonial que existía en la Zona del Canal de Panamá, pues esta era una situación
insostenible a estas alturas del siglo XX, que atentaba contra la paz y la seguridad
internacionales de la región.
Para mediados de la década de 1970, el contexto económico del país no era
el mejor, pues la economía mostraba signos de agotamiento, en tanto que la si-
tuación política se caracterizaba por limitaciones a las libertades democráticas,
se habían suprimidos los partidos políticos, la mayoría de los medios de comu-
nicación escritos estaban controlados por el gobierno militar, algunos miembros
de la oposición al régimen fueron forzados a salir del país e, inclusive algunas
estaciones de radio fueron clausurada por orden de los militares, como fue el
caso de Radio Impacto.
Sin embargo, no se puede pasar por alto el hecho de que, a pesar de esas li-
mitaciones a las libertades públicas y restricciones a la prensa, para esas fechas
982 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

ya el general omar Torrijos Herrera había logrado consolidar el poder, ejercía


un indiscutible liderazgo político en el país y a nivel regional y, consecuente-
mente, había hecho de la lucha por la recuperación de la soberanía nacional y la
abrogación del tratado de 1903, los ejes centrales de su política gubernamental,
estrategia que le dio muy buenos resultados. Todas estas acciones fueron cana-
lizadas hábilmente por el general Torrijos para ampliar la base social de apoyo
a su gestión, lo que le permitió cooptar y aglutinar a su alrededor a importantes
sectores sociales del país, en particular a los grupos populares y medios, sectores
estudiantiles y campesinos, empleados públicos, fracciones representativas de
la pequeña y mediana burguesía y otras fuerzas vivas del país. Estas fuerzas so-
ciales fueron movilizadas por el Gobierno a favor de la causa panameña, lo que
fue un factor clave que facilitó la beligerancia política y diplomática del régimen
militar.
En ese contexto y circunstancias se desarrollaron las negociaciones para un
nuevo Tratado del Canal. En verdad, antes de la firma de los acuerdos de Was-
hington, era poco lo que se conocía sobre el avance de las negociaciones, pues
las mismas se desarrollaron en una atmósfera de hermetismo. Los Tratados del
Canal de Panamá, suscritos el 7 de septiembre de 1977, por el presidente Jimmy
Carter y el general omar Torrijos, solo se conocieron al día siguiente de la firma
de los mismos, cuando fueron divulgados en una edición masiva que fue distri-
buida por los diarios gobiernistas.
Ese día se estableció, que los dos acuerdos pactados serían llevados a un
plebiscito el 23 de octubre de 1977, es decir, en un plazo de 46 días, tiempo según
los opositores de los mismos, relativamente corto para generar un amplio y com-
prensivo proceso de discusión y debate de estos extensos documentos. Frente a
estos hechos y gracias a la presión local e internacional, el jefe de Gobierno pa-
nameño se vio obligado a permitir a los opositores al tratado el uso de algunas
páginas en los periódicos del régimen y de algunos espacios en los canales de
televisión para que difundieran las razones de su oposición a los tratados23.
De esta forma los grupos políticos universitarios, algunos gremios profesio-
nales y ciertos dirigentes cívicos, académicos y políticos expusieron sus puntos
de vista y sus críticas a los acuerdos suscritos, aunque el plazo acordado para la
consulta popular no sufrió modificación alguna, pues el Gobierno mantuvo la
fecha establecida para el escrutinio popular.

El texto de unos tratados polémicos

Los Tratados del Canal de Panamá o Torrijos-Carter, lo integran dos instru-


mentos: el Tratado del Canal de Panamá y el Tratado Concerniente a la Neutra-
lidad Permanente del Canal y al Funcionamiento del Canal de Panamá, en
adelante Tratado de Neutralidad, los cuales entraron en vigencia simultánea-
mente el 1 de octubre de 1979.
Nueva historia general de Panamá X 983

El Tratado del Canal lo conformaban 14 artículos más varias actas, acuerdos,


anexos y protocolos. Estuvo en vigencia desde el 1 de octubre de 1979 hasta el
31 de diciembre de 1999, cuando expiró. Con su entrada en vigor se abrogaron
los tratados anteriores incluyendo la Convención del Canal ístmico de 1903 y
sus enmiendas posteriores, desapareció el enclave colonial conocido como Zona
del Canal, cesaron las actividades y funciones gubernamentales desempeñadas
por la Compañía del Canal de Panamá y el gobierno de la Zona del Canal, Pa-
namá reasumió el ejercicio irrestricto de la soberanía y la plena jurisdicción en
todo su territorio nacional y de paso se incorporaron más de 60% de las tierras
y aguas de la Zona que no eran necesarias para el funcionamiento, operación y
funcionamiento de la vía interoceánica.
Entre las funciones gubernamentales ejercidas por el gobierno de la Zona
del Canal que desaparecieron, a partir de 1 de octubre de 1979 y en los subsi-
guientes treinta meses, se encuentran la figura y autoridad política y adminis-
trativa del gobernador, los servicios de correos, bomberos y aduanas, el servicio
de policía, la administración de justicia y el sistema carcelario. El acuerdo esta-
blecía que las leyes de la República de Panamá regirán el ejercicio de las activi-
dades económicas privadas, dentro de las áreas cuyo uso Panamá pone a
disposición de Estados Unidos para los fines del presente tratado. Igualmente
estipulaba que la Comisión del Canal, entidad que tendría la dirección y admi-
nistración de la empresa del Canal, no ejecutaría funciones gubernamentales ni
comerciales, siempre que no limiten las funciones que puedan ser necesarias
para el manejo, funcionamiento y mantenimiento eficientes del canal.
El problema de la perpetuidad, vigente desde 1903, va a ser sustituido por
un período de transición de 23 años, tiempo en el cual el país debía prepararse
para asumir las responsabilidades que el tratado implicaba; se estipulaba tam-
bién que el 31 de diciembre de 1999, el Canal, su infraestructura y sus obras au-
xiliares pasarían a control del Gobierno panameño; igualmente se pactó el retiro
gradual de las fuerzas armadas norteamericanas acantonadas en las riberas de
la vía interoceánica, las cuales debían abandonar el territorio nacional en la
misma fecha en que se transfiriera el Canal a la república. También se estableció
que Panamá tendrá una participación inmediata y creciente en la dirección, ad-
ministración y operación del Canal, así como en la protección y defensa del
mismo.
También se contempló la eliminación de una serie de privilegios laborales
para los empleados estadounidenses, incluyendo la cláusula de la doble escala
salarial; se concertó que no habría discriminación en materias de salarios, pres-
taciones o beneficios laborales por razones de nacionalidad, sexo o raza.
Igualmente, se consagró el principio de no intervención, en el sentido de
que los empleados de la Comisión del Canal de nacionalidad estadounidense y
sus dependientes, así como los contratistas al servicio de la comisión, respetarían
las leyes de Panamá y, por lo tanto, se abstendrían de cualquier actividad política
984 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

en la República de Panamá, así como de cualquier intervención en los asuntos


internos del país.
Con la implementación del Tratado del Canal, el país obtuvo beneficios eco-
nómicos mucho mayores que los recibidos en todos los acuerdos anteriores sus-
critos sobre esta materia. Estos beneficios se encuentran detallados en el artículo
XIII, titulado «Transferencia de bienes y participación económica de la República
de Panamá».
Entre los ingresos directos percibidos por la operación del Canal, se encuen-
tran un porcentaje por cada tonelada neta cobrada a cada nave sujeta al pago de
peajes que transite el Canal, una anualidad fija de 10 millones de dólares, una
suma anual de hasta 10 millones en la medida en que dichas entradas excedan
los gastos de la Comisión del Canal y una suma de 10 millones de dólares anua-
les pagados por la comisión por el uso de los siguientes servicios públicos: po-
licía, protección contra incendios, alumbrado público, control de tránsito, reco-
lección de basura y limpieza de calles (artículo 3, acápite 5).

Ingresos directos de Panamá provenientes de la Comisión del Canal


de Panamá, años 1980-1999 (en miles de dólares)

Año Total Servicios Anualidad Tonelaje Artículo


públicos fija XIII 4c

1980 76,071 10,000 10,000 56,071 -


1981 80,224 10,000 10,000 57,525 2,699
1982 80,779 10,000 10,000 60,779 -
1983 69,953 10,000 10,000 49,574 379
1984 70,061 10,000 10,000 50,061 -
1985 76,194 10,000 10,000 54,119 2,075
1986 78,747 10,000 10,000 57,628 1,119
1987 80,222 10,000 10,000 58,209 2,013
1988 79,881 10,000 10,000 59,881 -
1989 78,656 10,000 10,000 58,656 -
1990 80,182 10,000 10,000 60,182 -
1991 86,957 10,000 10,000 66,957 -
1992 87,344 10,000 10,000 66,469 875
1993 88,256 10,000 10,000 68,256 -
1994 91,232 10,000 10,000 71,232 -
1995 103,009 10,000 10,000 81,910 1,099
1996 104,582 10,000 10,000 84,582 -
1997 106,200 10,000 10,000 86,200 -
1998 120,949 10,000 10,000 88,379 12,570
1999 138,127 10,000 10,000 88,891 29,23

Fuente: Departamento de Planificación Corporativa y Mercadeo de la Autoridad del Canal de Panamá, abril de 2000.
Nueva historia general de Panamá X 985

En conclusión, con la entrada en vigencia del Tratado del Canal, la economía


panameña se vio beneficiada con nuevos ingresos –directos e indirectos– pro-
venientes de las actividades de la vía interoceánica. Para tener una idea de los
beneficios económicos obtenidos por la nación, vemos que entre 1904 y 1979, el
Tesoro nacional recibió 70 millones de dólares como aporte directo por las ope-
raciones el Canal. En cambio, en el año fiscal de 1980, las arcas estatales recibie-
ron como pagos directos de la Comisión del Canal sumas por el orden de 76.1
millones de dólares, producto de lo estipulado en el artículo XIII. En total Pa-
namá recibió, de 1979 a 1999, más de 1,776 millones de dólares como pagos di-
rectos de la Comisión del Canal de Panamá sin incluir otros beneficios derivados
de la presencia de la vía acuática en su territorio.
A estos ingresos directos habría que añadir los beneficios indirectos que ge-
nera el Canal para la economía panameña, en particular con la transferencia de
dos de las operaciones comerciales más visibles de la antigua Compañía del
Canal de Panamá, los puertos de Balboa y Cristóbal y el Ferrocarril de Panamá.
otro tanto se reporta con la reversión al patrimonio nacional de bienes mue-
bles e inmuebles de la antigua Zona del Canal, los cuales son tan importantes
como la entrega del propio Canal24, pues estas tierras, aguas e infraestructuras
permiten la integración física y política del territorio nacional, son una base para
la expansión geográfica de las ciudades terminales de la zona de tránsito y si-
multáneamente posibilitan el desarrollo de innumerables actividades económi-
cas y sociales en las mismas.
A pesar de las ventajas políticas, económicas, sociales, laborales y de otras
naturalezas obtenidas por Panamá mediante el Tratado del Canal, el mismo im-
plicó también ciertas limitaciones transitorias al ejercicio soberano de la repú-
blica. Sin embargo, no se debe olvidar el hecho de que se negoció un asunto
espinoso y complejo, como es la descolonización de un territorio estratégico y
un bien importante en la comunicación global, con la mayor potencia política,
militar y económica del mundo, quienes por lo demás ejercían realmente el
poder, la autoridad, el control, administración y usufructo del Canal y sus áreas
circunvecinas.
Entre esas limitaciones podemos mencionar la facultad de Estados Unidos
de izar su bandera en ciertas áreas especificadas en el tratado, la aceptación legal
de la presencia militar estadounidense en el Istmo y su responsabilidad primaria
en la protección y defensa de la vía interoceánica, la participación conjunta con
Estados Unidos en Comisión del Canal, la aceptación de que las leyes civiles y
penales de Estados Unidos serían aplicables en forma concurrente con las de Pa-
namá en ciertas áreas e instalaciones puestas por Panamá a disposición de aquel
país en virtud del tratado. Igualmente, se especificó que Estados Unidos reten-
drían, durante el período de transición, autoridad policial y mantendrán una
fuerza de policía en las áreas e instalaciones antes mencionadas; asimismo se
986 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

estableció que Estados Unidos podrán, durante este período, seguir encarce-
lando personas en las áreas e instalaciones puestas a disposición de ese país por
Panamá para su uso, de conformidad con este tratado y acuerdos conexos. Todas
estas concesiones constituyeron un trago amargo y difícil que Panamá tuvo que
soportar en aras de lograr su real autonomía en su territorio y avanzar en el pro-
ceso de descolonización.
En cuanto al Tratado de Neutralidad, es obvio que este instrumento des-
pertó mayor preocupación y malestar en la opinión pública e incluso fue conde-
nado y rechazado por importantes sectores académicos, sociales y políticos del
país. Esta situación se agravó mucho más luego de que el Senado de Estados
Unidos le introdujera una serie de enmiendas, reservas, entendimientos y con-
diciones como paso previo para su ratificación, lo cual le asestó un duro golpe a
la letra y espíritu de los tratados en su conjunto. Para algunos especialistas del
derecho, estas modificaciones unilaterales constituyen en sí mismo un nuevo
tratado, el cual Panamá no negoció.
Los términos de este acuerdo eran tan duros que incluso en la ceremonia de
firma de los Tratados del Canal, el 7 de septiembre de 1977, tanto el presidente
Carter como el general Torrijos hicieron alusión al mismo en palabras que no
dejan dudas con respecto a las «derechos» que retendrá Estados Unidos en la
defensa del Canal, con posterioridad al año 2000. En ese sentido, el mandatario
estadounidense se expresó en los siguientes términos:

Según estos acuerdos, Panamá desempeñará un papel cada vez más im-
portante en la operación y defensa del Canal en los próximos años. Después,
Estados Unidos continuará teniendo el derecho de repeler cualquier amenaza
a la neutralidad del Canal25.

Por su lado, el general Torrijos era consciente de las graves limitaciones que
nos imponía el Tratado de Neutralidad, pues en dicha ceremonia protocolar
afirmó categóricamente:

Estimado señor presidente Carter: Hay dos clases de verdades, la verdad


lógica y la verdad agradable. En nombre de la verdad lógica, quiero manifes-
tarle que este tratado que firmaremos dentro de poco y que deroga el tratado
que ningún panameño firmó, no cuenta con un total consenso en nuestro pue-
blo; y no cuenta con un total consenso, porque 23 años acordados como perí-
odo de transición son 8,395 días. Porque permanecen en ese tiempo bases
militares que convierten a mi país en un posible objetivo estratégico de repre-
salia. Y porque estamos pactando un Tratado de Neutralidad que nos coloca
bajo el paraguas defensivo del Pentágono, pacto este que de no ser adminis-
trado juiciosamente por las futuras generaciones, puede convertirse en un ins-
trumento de permanente intervención26.
Nueva historia general de Panamá X 987

Como dijimos, el Tratado de Neutralidad fue en su momento y sigue siendo


aún objeto de controversia en los círculos académicos y políticos del país. Por
ejemplo, los miembros del Centro de Estudio de los Problemas Nacionales, en
un documento hecho público el 22 de marzo de 1978, indicaba que era oportuno
reiterar su posición histórica frente a los Tratados Torrijos-Carter. En primer tér-
mino, el centro insiste en que los referidos tratados:

… tal como fueron presentados al ejercicio plebiscitario de octubre de


1977, no consultaban los intereses vitales del Estado panameño, eran viola-
torio de la soberanía nacional, constituían un instrumento colonialista que
convertía a Panamá en un protectorado norteamericano y eran contrarios a
los objetivos históricos señalados por las luchas reivindicadoras del pueblo
panameño. Ello explica que esos nuevos pactos permitan, entre otros extre-
mos, la intervención norteamericana en la república, acuñen una nueva ver-
sión de la odiosa perpetuidad, echen las bases estructurales del nuevo
protectorado, legalicen la existencia de bases y ejércitos militares norteame-
ricanos en el Istmo y sienten los fundamentos para la existencia futura de
una alianza militar entre Panamá y los Estados Unidos y para la explotación
por parte de estos de nuestro recurso natural más significativo, al propiciar
la celebración de acuerdos para la construcción de un canal norteamericano
a nivel del mar por territorio panameño27.

Al analizar el texto y el significado de algunas reservas introducidas al Tra-


tado de Neutralidad, el Centro de Estudio de los Problemas Nacionales, sostenía
que, independientemente de las otras fallas que contenían los textos de los Tra-
tados Torrijos-Carter, las cuales iban «desde la orfandad técnica de su articulado
hasta las distorsiones académicas que se advierten en lo relativo a la institución
de la neutralidad», el Senado norteamericano había sometido a estos a un defi-
nitivo «proceso de empeoramiento de su contenido y alcance» en perjuicio de
los intereses vitales de la República de Panamá. Esto era así, entre otras razones,
porque «toda reserva tiene como finalidad mejorar y proteger los intereses en
juego del Estado que la propone».
En síntesis, los miembros de esta institución advirtieron a la nación que
estas reservas del Senado estadounidense eran total y absolutamente contrarias
a «los sagrados intereses soberanos de la República de Panamá». En su opinión,
el texto del tratado firmado el 7 de septiembre de 1977 en la organización de
los Estados Americanos, había sido modificado «sustancialmente» por el senado
estadounidense en perjuicio directo de los intereses vitales del Estado pana-
meño; en consecuencia, ya no se estaba frente al mismo documento que fue ra-
tificado por el pueblo panameña en el plebiscito de 23 de octubre de 1977. Por
ello, consideraban que este nuevo documento debía ser rechazado por «antina-
cional y humillante».
988 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

Los Tratados Torrijos-Carter como


acumulación de fuerzas históricas

Los Tratados del Canal de Panamá son el producto de la acumulación de


fuerzas de varias generaciones de hombres y mujeres panameñas que lucharon
contra la presencia estadounidense en el territorio nacional. Con su cumpli-
miento se cerró una etapa y se inauguró otra en las relaciones diplomáticas con
Washington, pero ahora basadas en el respeto mutuo y la cooperación sincera.
En la actualidad el país administra la vía interoceánica con igual o mejor
eficiencia que cuando el Gobierno de Estados Unidos tenía el control y dirección
del Canal. Estos tratados permitieron no solo la transferencia del Canal y sus
obras auxiliares, sino también la incorporación de cientos de miles de hectáreas
de tierras y de tierra cubierta por aguas al desarrollo nacional, y hoy día cual-
quier ciudadano panameño o extranjero que se encuentre en Panamá puede cir-
cular libremente por el territorio que en un tiempo se llamó Zona del Canal,
espacio físico que estuvo restringido y en muchos casos hasta vedado al libre
tránsito de los panameños.
Hoy día la planificación y la promoción del desarrollo del Canal y sus áreas
contiguas es competencia exclusiva de la sociedad y el Estado panameño. Sin
embargo, tanto esta como el Gobierno deben unir esfuerzos, energías e inteli-
gencia para definir y consensuar una visión compartida del país que queremos
para los próximos años. En la definición de esa visión, tanto el Canal como las
áreas revertidas deben jugar un papel fundamental para el desarrollo económico,
social, cultural y ambiental del país. La vía interoceánica y la región circundante
deben integrarse plena y armónicamente al desarrollo nacional; por lo tanto, es
preciso superar aquella vieja concepción que ha estado vigente por muchos años,
de que el país se debe integrar al Canal, cuando es todo lo contrario.
Para concluir esta primera parte, exponemos algunas reflexiones del doctor
Jorge E. Illueca, sobre el significado de los Tratados Torrijos-Carter. Para el des-
tacado jurista y diplomático panameño, estos acuerdos señalan «el término de
un tramo en el largo camino del pueblo panameño hacia la meta del Estado mo-
derno, integrado e independiente». En su opinión, estos acuerdos «ponen de re-
lieve que el sacrificio de los mártires de enero no fue estéril. Los tratados fijaron
un calendario de la descolonización. Esos tratados nos liberaron del yugo colo-
nial y fueron, por eso, un indudable instrumento de fortalecimiento de la frater-
nidad panameña. Esa fraternidad nos impulsa a dedicarle un recuerdo y una
reflexión profunda a los que cayeron en esta lucha de generaciones, a los que
cayeron en el camino, luchando por nuestras reivindicaciones».
En síntesis, reitera Illueca, el 7 de septiembre es «una fecha en la cual la fra-
ternización entre los panameños encuentra sus argamasa, su fuerza, su consis-
tencia en el reconocimiento de que los Tratados Torrijos-Carter le ofrecen a
Nueva historia general de Panamá X 989

nuestro pueblo los atributos para juntar esfuerzos dirigidos a elevar el honor, la
dignidad y el prestigio de la nación panameña. El 7 de septiembre es, además,
una fecha auspiciosa para que hagamos una reflexión profunda sobre la condi-
ción histórica y política del destino de nuestro país frente a los problemas de
nuestro tiempo»28.

Segunda parte
El proceso de transferencia del
canal de Panamá, 1979-1999

Los vaivenes políticos y la institucionalización


de los Tratados Torrijos-Carter

Luego de la firma de los Tratados del Canal de 1977, los esfuerzos empren-
didos por las administraciones panameñas para lograr una ejecución ordenada
de dichos acuerdos fueron inconsistentes, si lo comparamos con la tradición ad-
ministrativa norteamericana que prevaleció en la empresa del Canal desde sus
inicios. Esa inconsistencia en la toma de decisiones llevó al Gobierno nacional a
implementar una política canalera de tipo pendular, en el sentido de que los cri-
terios y normas para la administración del Canal y los bienes que iban revir-
tiendo en cumplimiento de dichos acuerdos, giró de un enfoque centralizador
al principio, una política atomizada después, para volver nuevamente al enfoque
centralizador en la década de los noventa.
Tal como lo señala el jurista Víctor Vega Reyes, «los gobiernos panameños
han tenido dos opciones en lo que respecta al manejo de los asuntos del Canal
en materia civil: una centralizadora o una descentralizadora»29. Fue en base a la
primera opción, que el Gobierno de la república propuso la aprobación de la Ley
66 de 19 de septiembre de 1978, por la cual se crea y organiza la Autoridad del
Canal de Panamá (ACP). Según esta ley, la Autoridad del Canal sería una entidad
autónoma del Estado, con personería jurídica, patrimonio propio y autonomía
en su régimen interno, sujeta únicamente a las políticas, orientación e inspección
del Órgano Ejecutivo y a la fiscalización de la Contraloría General de la Repú-
blica. Además de las tareas de recibir, custodiar, mantener, mejorar y asignar el
uso de las tierras y propiedades revertidas, con sujeción a la legislación corres-
pondiente, tenía asignadas las siguientes funciones:
1. Velar por la conservación y protección de las condiciones privilegiadas de
la fauna, de la flora y del medio ambiente en las áreas comprendidas en la
Zona del Canal y en las áreas de la cuenca hidrográfica del Canal.
990 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

2. otorgar licencias, permisos y concesiones para usos de tierras, aguas, ins-


talaciones y el ejercicio de actividades económicas, mercantiles, de servicios
públicos o de cualquier otra naturaleza en las áreas comprendidas en la
Zona del Canal y en la cuenca hidrográfica.
3. Custodiar, participar en la administración o manejar directamente las tierras
y aguas, actividades, instalaciones y bienes muebles o inmuebles en las áreas
que reviertan a la nación según el Tratado del Canal y acuerdos conexos y
en la cuenca hidrográfica del Canal.

A la Autoridad del Canal de Panamá le correspondió recibir y administrar


una gran cantidad de bienes e instalaciones que incluían: viviendas, edificios
públicos, áreas verdes de uso público, instalaciones de servicios comerciales, ac-
tividades lucrativas y no lucrativas, los puertos de Balboa y Cristóbal y el Fe-
rrocarril de Panamá. Además asumió la responsabilidad de prestar servicios
públicos y gubernamentales en el área canalera, de salud, saneamiento, hospi-
tales, cementerios, escuelas bibliotecas, correos, aduanas, cuarentena, policía, li-
cencias de uso de suelos, etc. Igualmente le correspondió establecer políticas
laborales, fiscales, régimen de reclamaciones, régimen de garantías procesales,
régimen de almirantazgo en el área mencionada, así como solucionar los pro-
blemas de miles de trabajadores que quedaron cesantes, resolver problemas de
viviendas a los 3,600 residentes de Paraíso, Pedro Miguel y Rainbow City y pro-
poner solución adecuada al problema de la subdivisión político-administrativa
del área en cuestión. Para cumplir estas responsabilidades, organizó y dirigió
45 subcomisiones de trabajo y 31 subcomisiones binacionales y 40 grupos ase-
sores para la puesta en vigor del Tratado del Canal30.
No obstante, poco tiempo después de la entrada en vigencia del Tratado del
Canal este criterio centralizador de administración y gestión de los bienes rever-
tidos fue enfrentando diversos intereses personales e institucionales, al punto
que la administración del presidente Aristides Royo (1978-1981) la fue dejando
sin las partidas presupuestarias necesarias para su funcionamiento, al mismo
tiempo que distribuía sus funciones entre los diversos ministerios y entidades
descentralizadas con funciones afines. El golpe de gracia para la entidad ocurrió
cuando el Gobierno sancionó la Ley 19 de 29 de septiembre de 1983, por medio
de la cual se derogó la Ley 66 de 1978, que organizó la ACP. En esta norma se es-
tableció que mediante legislación que se adoptaría posteriormente, la adminis-
tración de los bienes revertidos correspondería a una oficina del Ministerio de
Hacienda y Tesoro.
Con la clausura de la primera ACP, sus funciones y atribuciones se repartie-
ron a otras dependencias estatales, con lo que se fue creando una atomización
de responsabilidades en torno a los bienes e instalaciones que habían revertido
o que estaban en proceso de revertir. Víctor Vega describe esta anómala situación
en los siguientes términos: «En craso error se incurrió al adoptarse el método
Nueva historia general de Panamá X 991

descentralizador, ya que viéndolo de una manera gráfica, el Gobierno tuvo la


veleidad de lograr una sinfonía sobre el tema canalero, al tiempo que distribuía
los músicos en distintas salas de música, los dejaba sin partitura musical y les
negaba un director de orquestra, con ese método de trabajo se consiguió lo que
era previsible, es decir, anarquía y parálisis»31.
En 1985, el entonces presidente Nicolás Ardito Barletta (1984-1985), trató de
corregir esta situación, proponiendo a la Asamblea Legislativa un anteproyecto
de ley mediante el cual se concentraba en una sola entidad gubernamental, la
Dirección de Administración de Bienes del Área del Canal del Ministerio de Ha-
cienda y Tesoro y la Dirección de Planificación de las Áreas Revertidas del Mi-
nisterio de Planificación y Política Económica. No obstante, el anteproyecto de
ley fue rechazado por los legisladores bajo la recriminación de que «era un nuevo
intento de crear una republiquita dentro de la república y que por tanto iba a
duplicar las funciones de otras dependencias del Gobierno»32.
El fracaso de esta iniciativa centralizadora reforzó la política incoherente se-
guida en los años precedentes, la cual se mantuvo así hasta finales de la década
del ochenta, con el agravante de que para entonces las relaciones con el Gobierno
de Estados Unidos se habían deteriorado a raíz de la profundización de la crisis
política surgida en 1987, la cual concluyó con la cruenta intervención militar es-
tadounidense de 1989. Con esta acción militar, Estados Unidos no solo derrocó
el régimen dictatorial del general Manuel Antonio Noriega, sino que simultáne-
amente acabó con el proyecto político-estratégico que tenían las Fuerzas de De-
fensas de Panamá en torno al uso que debería dársele a las áreas revertidas, pues
la institución castrense fue una de las que más presionó al gobierno civil para
que en dicho territorio se impusiera la opción descentralizadora en el manejo y
administración de los bienes que Estados Unidos estaba devolviendo a la nación,
pues la cúpula militar tenían bien claros sus intereses personales y corporativos
en el área del Canal y en la misión que le correspondía según el capítulo IV de
los Tratados del Canal de Panamá de 197733.
Una vez superada la crisis sociopolítica, las relaciones diplomáticas con
Washington mejoraron notablemente, al punto de que en poco tiempo se res-
tauró el nivel de confianza y cooperación mutua entre ambas naciones, en par-
ticular las vinculadas al manejo binacional de la vía acuática, lo que permitió
emprender un esfuerzo mayor por parte de la administración del presidente
Guillermo Endara G. (1989-1994) para dotar al país de los mecanismos legales e
institucionales correspondientes que hiciesen viable la futura administración de
la vía acuática y un uso óptimo de los bienes revertidos y los que estaban en pro-
ceso de revertir. En ese sentido, la administración Endara promulgó el Decreto
Ejecutivo 180 de 14 de mayo de 1991, por medio del cual creó la «Comisión pre-
sidencial ad-hoc para las áreas revertidas y para la futura administración del canal
de Panamá», la cual fue integrada por líderes del sector público y privado. Su
dirección fue asignada al dirigente empresarial J. J. Vallarino, entonces miembro
992 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

de la Junta Directiva de la Comisión del Canal de Panamá. Luego de presentar


un informe, esta comisión ad hoc recomendó la creación de dos entidades distin-
tas: una que quedaría encargada de planificar y administrar el uso de los bienes
revertidos y por revertir, y otra cuya misión sería administrar el Canal a partir
de 31 de diciembre de 1999. Posteriormente y en cumplimiento de estas reco-
mendaciones, la Asamblea Legislativa aprobó la Ley 5 de 25 de febrero de 1993,
por la cual se creó la «Autoridad de la Región Interoceánica de Panamá (ARI) y
se adoptan medidas sobre los bienes revertidos»34.
Según esta ley, la ARI es una entidad autónoma del Estado, con personería
jurídica, patrimonio propio y régimen interno propio. La norma expresa en el
artículo tercero, que la ARI tendrá como objetivo primordial ejercer en forma pri-
vativa la custodia, aprovechamiento y administración de los bienes revertidos,
con arreglo al plan general y a los planes parciales que se aprueben en el futuro
para la mejor utilización de los mismos, en coordinación con los organismos
competentes del Estado, a fin de que los bienes revertidos sean incorporados
gradualmente al desarrollo integral de la nación. El precitado artículo especifica
que para lograr este objetivo, la Autoridad deberá:

1. Promover el desarrollo económico de la región interoceánica de modo tal


que se obtenga el óptimo aprovechamiento de sus recursos, el incremento
de la inversión y el máximo beneficio de toda la república.
2. Atender las recomendaciones de las instituciones públicas y privadas y co-
adyuvar con estas en la producción y generación de empleos, en la protec-
ción ecológica, en la prevención de contaminaciones y en el desarrollo
humano y social, integral y sostenido.
3. Conocer el programa de transferencia de bienes al Gobierno de Panamá por
parte del Gobierno de Estados Unidos y vigilar que estos bienes sean trans-
feridos en buen estado de funcionamiento, a fin de asignarles oportuna-
mente el uso que corresponda para su óptimo aprovechamiento.
4. Custodiar, conservar y administrar aquellos bienes revertidos que por su
condición particular, así lo requieran.
5. Coordinar sus actividades con el organismo administrador del Canal y cual-
quier otra entidad, a fin de que se establezca en el futuro, para armonizar el
desarrollo de la región interoceánica con el funcionamiento del canal.
6. Coordinar y colaborar con las entidades estatales y con los municipios que
tengan jurisdicción en el área canalera para que, en el ejercicio de sus atri-
buciones, se adecuen al plan general de usos de suelo para el área y cuenca
hidrográfica del canal de Panamá, o a los planes generales o parciales que
se adopten en el futuro.
7. Promover y fortalecer el sector marítimo y el sector de servicios internacionales.
8. Coordinar con el Instituto Nacional de Recursos Naturales Renovables, hoy
Autoridad Nacional del Ambiente (anam), las actividades relacionadas con
el manejo integral y desarrollo sustentable de los recursos de la cuenca.
Nueva historia general de Panamá X 993

Siguiendo los lineamientos de la comisión ad hoc, el presidente Endara pro-


mulgó el 20 de febrero de 1992, una declaración de principios acerca de la futura
administración, operación y mantenimiento de la vía interoceánica. Con esta ac-
ción, el Gobierno nacional pretendía reforzar la intención de Panamá de esta-
blecer una organización administrativa y financiera autónoma e independiente,
la cual se responsabilizara por la operación del Canal una vez bajo control pa-
nameño. Al año siguiente el primer mandatario promulgó el Decreto Ejecutivo
32 de 5 de abril de 1993, que subroga el anterior Decreto180, por la cual se nom-
bra la Comisión Presidencial para Asuntos del Canal, cuyo propósito fue definir
la organización panameña que conducirá el Canal después de 31 de diciembre
de 1999 y recomendar un plan para la transición de la vía acuática. Esta comisión
estuvo conformada por distinguidos ciudadanos, la mayoría de los cuales habían
participado en la anterior comisión presidencial. J. J. Vallarino fue ratificado para
presidir esta nueva comisión. originalmente se conformó con diez miembros y
se conformaron ocho subcomisiones a las que se integraron posteriormente no-
venta y dos voluntarios en las diferentes áreas de trabajo.
Esta segunda comisión presidencial recomendó, en junio de 1993, la adición
a la Constitución Política de un nuevo título sobre el canal de Panamá y posterior-
mente entregó un informe en el que señalaba la necesidad de crear una comisión
de transición y los elementos que debe incluir un plan de transición para la trans-
ferencia del canal de Panamá. Como se recordará, la primera propuesta fue incor-
porada a la Constitución mediante el Acto Legislativo 1 de 27 de diciembre de
1993, por parte de la Asamblea Legislativa, entonces con mayoría de legisladores
del Partido Arnulfista y Demócrata Cristiano en el poder y su aprobación posterior
ocurrió el 25 de noviembre de 1994, por parte de la nueva Asamblea Legislativa,
ahora con mayoría de legisladores del oficialista Partido Revolucionario Demo-
crático y sus aliados, quienes asumieron sus cargos a partir de 1 de septiembre de
1994. De esta forma se dio cumplimiento al procedimiento de reforma constitu-
cional que establece nuestra Constitución en su artículo 308, numeral 1.
Además de la responsabilidad de ayudar a preparar una enmienda consti-
tucional, el presidente Endara había encargado a la comisión presidencial tres
aspectos adicionales:

1. Delinear las legislaciones pertinentes para la administración del Canal.


2. Considerar la viabilidad de incluir bajo el Canal, las responsabilidades por
los puertos de Balboa y Cristóbal, el ferrocarril transístmico y otros medios
de transporte que pudieran ser elementos integrales del Canal.
3. Considerar la viabilidad de incluir bajo la administración del Canal, la
cuenca hidrográfica que provee de agua al mismo35.

Es importante subrayar que esta adicción a la carta fundamental le otorga


rango constitucional y le da, por primera vez, piso jurídico a lo que es la nueva
994 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

entidad panameña que tiene la responsabilidad de administrar y operar el canal


de Panamá después de su transferencia en 1999. Tal como lo señaló en su momento
el presidente Ernesto Pérez Balladares (1994-1999), el nuevo modelo constitucional
de manejo del Canal establece las guías, los principios y las orientaciones básicas
para la administración panameña. Contiene, desde luego, un verdadero criterio,
desarrollado posteriormente en la Ley de la Autoridad del Canal de Panamá, sobre
la manera cómo los panameños entendemos que el Canal debe manejarse y el con-
tenido de su finalidad y su papel en el desarrollo nacional36.
Según este modelo, el Canal continuará siendo una empresa pública. No
obstante, el Canal debía diferenciarse del resto de las institucionales públicas.
Por ejemplo, al mismo se le aplicaría el control previo que ejerce la Contraloría
General de la República sobre los actos de manejo de las entidades públicas. De-
bido a las particularidades de servicio que presta como una empresa nacional
con alcances internacionales, es «absolutamente indispensable que el sistema
aplicable al Canal sea lo suficientemente flexible como para poder responder sin
complicaciones innecesarias a los requerimientos de cualquier urgencia», en es-
pecial aquellas que afecten o puedan afectar la navegabilidad por sus aguas.
Desde luego –decía el jefe de Estado– «habrá mecanismos de control para evitar
actos de corrupción», pero se debía evitar que los mismos fueran tan poco prag-
máticos como para que trasmitieran la imagen de un «Canal burocratizado» o
sujeto a tantos requisitos, «que tendrían sentido en el caso de otras instituciones,
pero no en el Canal, una empresa obligada a competir con otros medios inter-
nacionales de transporte».
La segunda recomendación de la comisión presidencial tuvo que esperar hasta
que pasaran las elecciones de mayo de 1994. En efecto, la creación de la Comisión
de Transición para la Transferencia del Canal de Panamá, mediante el Decreto Eje-
cutivo 95 de 25 de enero de 199537, fue otro de los positivos esfuerzos realizados
por el Gobierno panameño con el propósito de garantizar un proceso de transfe-
rencia de la vía acuática sin traumas ni sobresaltos. Esta comisión tuvo como obje-
tivos generales: a) asegurar la organización y ejecución de un plan de transición
ordenado y eficiente que garantice que el Canal sea transferido en perfecto estado;
b) asegurar una efectiva coordinación entre los representantes panameños en los
organismos binacionales creados por los Tratados del Canal de Panamá; y c) redac-
tar la Ley orgánica de la Autoridad del Canal de Panamá, consultando para ello a
todos los sectores de la sociedad panameña. Este último objetivo se cumplió
cuando, luego de varios borradores y después de intensas consultas con la admi-
nistración del Canal, con representantes de los sindicatos de la Comisión del Canal
así como con diferentes gremios y agrupaciones de la sociedad civil y política pa-
nameña, se logró la aprobación, por consenso, de la Ley 19 de 11 de junio de 1997,
por la cual se organiza la Autoridad del Canal de Panamá (ACP).
Según el preámbulo de la ley, el propósito de la misma es «proporcionar a la
Autoridad del Canal de Panamá las normas para su organización, funcionamiento
Nueva historia general de Panamá X 995

y modernización, con el objeto de hacer del Canal una empresa eficiente y ren-
table, pilar del desarrollo humano y socioeconómico del país, abierta, sin discri-
minación alguna, a la participación de hombres y mujeres, e integrada a la
estrategia marítima nacional».
La legislación que crea la ACP consta de 10 capítulos38 y 135 artículos; expresa
que la Autoridad del Canal es una persona jurídica autónoma de derecho pú-
blico; que el Canal constituye un patrimonio inalienable de la nación panameña;
que a la misma le corresponde privativamente la operación, administración, fun-
cionamiento, conservación, mantenimiento, mejoramiento y modernización del
Canal, así como sus actividades y servicios conexos. Además, la ley establece los
mecanismos que hacen posible la autonomía administrativa y financiera de la
entidad; dice que el presupuesto de la Autoridad del Canal no formará parte del
Presupuesto General del Estado; lo cual es importante, pues le permite mayor
margen de autonomía y flexibilidad a la agencia que maneja esta infraestructura
del transporte marítimo internacional.
En cuanto a la organización administrativa, esta disposición señala que co-
rresponde a la junta directiva fijar las políticas para el funcionamiento, mejora-
miento y modernización del Canal, así como supervisar su administración de
acuerdo con la Constitución política, esta ley y los reglamentos. La junta directiva
está compuesta por 11 directores. El presidente de la república designa el director
que preside la junta, quien además ostenta la condición de ministro de Estado
para Asuntos del Canal. El Órgano Legislativo designa a otro director, en tanto
que los nueve restantes son nombrados por el presidente de la república y rati-
ficados por la Asamblea Legislativa por períodos de nueve años cada uno.
Uno de los desafíos más complejos que representó la Ley orgánica de la
ACP, fue la preparación de los múltiples reglamentos internos que rigen la ope-
ración, dirección y administración del Canal. Este fue quizás el trabajo más di-
fícil, pues a la Autoridad del Canal –conjuntamente con la antigua Comisión del
Canal– le correspondió traducir, adecuar, mejorar y redactar la reglamentación
necesaria para hacer del Canal una empresa mucho más segura, confiable y efi-
ciente en el siglo XXI.
Aparte de las iniciativas aquí enunciadas, el Gobierno nacional llevó a cabo
otras acciones encaminadas a lograr el fiel cumplimiento del Tratado del Canal,
cuyo propósito fue orientar el proceso de transición de la vía interoceánica; ga-
rantizar su ampliación y competitividad así como proveer y potenciar las pers-
pectivas de desarrollo económico, social, urbano y ambiental en sus áreas ale-
dañas. Todo ello con el objetivo de consolidar la imagen de Panamá como un
país marítimo.
Entre estas acciones adicionales se puede mencionar las siguientes:
1. La instalación el 15 de diciembre de 1982, de la Comisión Preparatoria Tri-
partita para el Estudio de las Alternativas al Canal de Panamá. Esta comi-
sión recomendó, en junio de 1985, la creación de una Comisión de Estudio
996 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

de las Alternativas al Canal de Panamá, integrada por los gobiernos de Pa-


namá, Estados Unidos y Japón. La comisión tripartita entregó su informe
final en septiembre de 1993, en el que recomendó –dentro de las dos alter-
nativas seleccionadas– que la mejor opción para el Canal es la construcción
de un tercer juego de esclusas.
2. La convocatoria y celebración del Congreso Universal del Canal de Panamá,
de 7 a 10 de septiembre de 1997, cuyo objetivo fue ofrecer a todas aquellas
empresas y gobiernos que utilizan la vía acuática una clara evidencia de
cómo Panamá se propone operar el Canal después de la transferencia del
mismo y mostrar los esfuerzos que el país está haciendo para lograr una
transición fluida y ordenada.
3. La promulgación de la Ley 21 de 2 de julio de 1997, por medio de la cual se
aprobó el Plan regional para el desarrollo de la región interoceánica y el Plan ge-
neral de uso, conservación y desarrollo del área del Canal, mediante el cual se
pretende conservar y revalorar los recursos de la áreas aledañas al Canal y
ordenar científicamente el uso del suelo y del espacio en el territorio de lo
que constituyó la Zona del Canal y potenciar los terrenos que rodean la vía
interoceánica.
4. La expedición del Decreto 7 de 10 de febrero de 1998, por medio del cual
sea crea la Autoridad Marítima de Panamá y se unifican las distintas com-
petencias marítimas de la administración pública panameña, cuya función
principal es la de proponer, coordinar y ejecutar la estrategia marítima na-
cional y recomendar políticas y acciones, ejercer actos de administración y
hacer cumplir las normas legales y reglamentarias al sector marítimo.
5. El Gobierno panameño dictó en este período una copiosa legislación desti-
nada a establecer los mecanismos legales e institucionales de ejecución del
Tratado del Canal de Panamá, la cual está compuesta de leyes, decretos re-
glamentarios y ejecutivos, resoluciones, etc., que han regulado aspectos ad-
ministrativos, laborales, migratorios, políticos, ambientales y de propiedad
en el área del Canal39.

Acciones de Estados Unidos para promover la


transferencia de la vía interoceánica a Panamá

Poco antes de la entrada en vigencia de los tratados de 1977, el Congreso


estadounidense aprobó la Ley Pública 96-70 o Ley del Canal de Panamá de 1979,
como una norma especial para regular la conducta del Gobierno norteamericano
en la ejecución de los Tratados Torrijos-Carter. Esta ley, que algunos panameños
la tildaron de antijurídica, pues consideraban que lesionaba nuestros intereses
nacionales, prácticamente hacía de la Comisión del Canal de Panamá un depar-
tamento del Ejecutivo americano, pues su dirección quedaba en manos del
Nueva historia general de Panamá X 997

secretario de Defensa y, además, convirtió su junta directiva en un mero cuerpo


supervisor, presidida por un delegado del secretario de Defensa. Asimismo es-
tablecía un «código de conducta», según el cual todos los empleados de la Co-
misión del Canal, incluyendo los miembros de la junta directiva, estarían sujetos
a las leyes de Estados Unidos concernientes a las funciones y responsabilidades
de los empleados federales (sección 1112a).
Para la República de Panamá esta legislación se convirtió, incluso desde
mucho antes de su promulgación, en motivo de discordia y generadora de cierto
malestar y tensión en las relaciones con Washington, pues los líderes políticos y
diversos sectores de la sociedad panameña sentían que la Ley 96-70 violaba
abiertamente el espíritu y la letra de los Tratados Torrijos-Carter. Esta situación
se mantuvo así a lo largo de la década del ochenta y fueron varias y constantes
las protestas oficiales panameñas, a diferentes niveles de decisión, que reclama-
ban una reforma general a dicha legislación para adecuarla al contenido de los
acuerdos suscritos por ambas naciones en 197740.
Como ya dijimos, la crisis sociopolítica de finales de los ochenta no vino
sino a profundizar las tensiones en las relaciones entre Panamá y Washington,
al punto que el Gobierno del presidente Ronald Reagan impuso una serie de
medidas y sanciones coercitivas de diversa naturaleza e intensidad, que golpe-
aron duramente al pueblo y economía panameña. Estas sanciones incluyeron el
congelamiento de fondos públicos panameños depositados en bancos de Estados
Unidos, retención de pagos derivados de las obligaciones del tratado, así como
el no reconocimiento del gobierno de facto que reemplazó al presidente Eric Ar-
turo del Valle y el desconocimiento de la nominación de un ciudadano pana-
meño para que fuese nombrado administrador del Canal a partir de 1 de enero
de 1990, tal como lo estipulaban los tratados firmados en 1977.
Una vez superada la crisis política-diplomática con Estados Unidos, luego
de la intervención militar de 20 de diciembre de 1989, y posterior a la asunción
al poder del Gobierno de Guillermo Endara, los niveles de cooperación entre
ambos países se normalizaron progresivamente, lo que trajo como consecuencia
la regularización de las actividades dentro de la junta directiva binacional de la
Comisión del Canal. Como resultado de este renovado impulso y siguiendo re-
comendaciones hechas por la administración y junta directiva de la Comisión
del Canal, en los últimos cuatro años de vigencia de los tratados se propusieron
una serie de cambios a la legislación y a los reglamentos estadounidenses con-
cernientes al canal de Panamá. El propósito fundamental de estos cambios fue
el de permitir que la agencia del Canal funcione más como una empresa y menos
como una típica entidad gubernamental y al mismo tiempo ayudar con el pro-
ceso de transición41.
¿En qué consistió este cambio de la legislación para convertir a la Comisión
del Canal de Panamá de una «agencia federal» del Gobierno de Estados Unidos
en una «corporación gubernamental?».
998 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

El 10 de febrero de 1996, el presidente Bill Clinton sancionó la «Ley de Au-


torización del Departamento de Defensa» para ese año. En uno de los muchos
títulos de esta legislación se incluyen estipulaciones para reconstituir la Comi-
sión del Canal en una corporación propiedad del Gobierno de Estados Unidos.
Según manifestó en su momento el ingeniero Gilberto Guardia Fábrega, admi-
nistrador del canal de Panamá, esta acción tiene la finalidad de facilitar el tras-
paso del Canal a Panamá en 1999. Asimismo, dijo que la nueva estructura «daría
más responsabilidades» a la junta directiva y haría que el Canal sea manejado
«más como una empresa comercial y menos como una burocracia». Entre esas
nuevas responsabilidades que se le asignan a la junta directiva, se encuentran la
facultad para contratar firmas independientes para realizar auditos e informar
sobre su funcionamiento y otorga a la directiva la autoridad final para hacer
cambios en los peajes y en los sistemas de arqueo para las naves que usan el
Canal42. Anterior a estos cambios, los procedimientos establecidos para la Co-
misión del Canal requerían que el presidente de Estados Unidos diera la apro-
bación final a cualquier modificación de los peajes o del sistema de arqueo para
las naves que transitan la vía acuática. A partir de febrero de 1996, esta respon-
sabilidad recae sobre la Junta Directiva de la Comisión del Canal. Esta acción
constituye un proceso menos engorroso y burocrático y más eficiente y expedito,
pues a partir de ese momento los miembros de la junta directiva pueden actuar
con mayor libertad en un proceso que requiere cambios constantes de acuerdo
a la evolución de la tecnología del transporte marítimo.
El 18 de noviembre de 1997, el Congreso aprobó y el presidente Clinton san-
cionó la Ley de Autorización de la Defensa Nacional correspondiente al año fis-
cal 1998 (1 de octubre de 1997 a 30 de septiembre de 1998). Por tercera vez, el
título 25 de esta legislación presentaba enmiendas a la Ley del Canal de Panamá,
la mayoría de ellas diseñadas para facilitar las tareas del proceso de transición
de la vía interoceánica a Panamá. Según esta propuesta, muchas de las disposi-
ciones aprobadas, buscaban ofrecer a la Comisión del Canal la flexibilidad que
requiere para actuar como una empresa comercial.
Entre las disposiciones más importantes aprobadas por el Congreso esta-
dounidense en esta materia, se encuentran: primero, permitir a la comisión bi-
nacional establecer su propio sistema de compras independientes a partir de 1
de enero de 1999; el objetivo era crear un sistema libre de ataduras y que a la vez
cumpla con la ley estadounidense, la cual podría ser adoptada por la Autoridad
del Canal de Panamá. En segundo lugar, la ley autorizaba la instalación de una
Junta de Apelaciones de Contratos del Canal de Panamá, con poder para resolver
todas las quejas por licitaciones y apelaciones de contratos. En tercer lugar, daba
autorización para que una persona sirva simultáneamente en la posición de ad-
ministrador de la Comisión del Canal (CCP) y a la vez como administrador de la
Autoridad del Canal de Panamá (ACP). Sin este visto bueno del Congreso, servir
a los gobiernos de Estados Unidos y Panamá al mismo tiempo sería prohibido
Nueva historia general de Panamá X 999

por la Constitución de aquel país. En cuarto lugar, la reforma incluyó una ex-
cepción a las restricciones existentes posempleo para empleados que continúan
sirviendo en el Canal con la ACP. También el Congreso consintió en permitir que
los jubilados militares de Estados Unidos y miembros de los componentes de la
reserva de las Fuerzas Armadas continúen como empleados del Canal con la
ACP, sin tener que obtener una aprobación específica. En quinto lugar, se incluye
la autoridad específica a la Comisión para ofrecer asistencia, así como personal,
espacio de oficina y materiales a la ACP sin costo alguno y autoridad a otras agen-
cias gubernamentales estadounidenses para brindar servicios y materiales a la
Autoridad del Canal de Panamá de forma reembolsable.
En el campo de los recursos humanos, la legislación de 1997 adoptó dos dis-
posiciones que sin duda tuvieron un impacto positivo en el proceso de transición
del Canal. En primer lugar, se autorizó a la Comisión del Canal a ofrecer un
«pago de incentivo por separación» para facilitar la transferencia exitosa de este
bien y, en segundo lugar, se permitió a la agencia del Canal a transferir fondos
a la ACP al final de la vigencia del tratado para cubrir el servicio con la Comisión
para los empleados que sean separados involuntariamente de la ACP, luego de
31 de diciembre de 1999. otra modificación importante de la ley del Congreso
de 1997, y pese a las limitaciones impuestas por el tratado a la Comisión del
Canal de realizar ciertas actividades comerciales, fue darle luz verde a la CCP
para «realizar y promover actividades comerciales relacionadas con la adminis-
tración, operación y mantenimiento del canal, que sea consistente con el conte-
nido de los Tratados Torrijos-Carter suscrito en 1977».
En síntesis, las modificaciones introducidas por el Senado de Estados Uni-
dos a la Ley de Autorización de la Defensa Nacional fueron positivas y sirvieron
para allanar el camino y lograr una transferencia del Canal ordenada, impercep-
tible y sin traumas para ambos países.

Las iniciativas de la Comisión del Canal de Panamá

Uno de los mayores esfuerzos llevados a cabo, con el propósito de lograr


una transferencia ordenada del Canal a la República de Panamá, lo llevó cabo
la propia Comisión del Canal. Esta entidad binacional colaboró estrechamente
con el Gobierno panameño en todo lo que tiene que ver con este proceso e in-
cluso asignó personal especializado para que trabajara conjuntamente con los
equipos nacionales que adelantaban la elaboración y redacción de los reglamen-
tos internos que debían regir las operaciones de la vía acuática después de 1 de
enero del año 2000.
Entre las iniciativas que realizó la Comisión del Canal de Panamá para ase-
gurar una transferencia ordenada, vale destacar las principales. En primer lugar,
se redactó el documento «Cronograma de metas de la transición». Este crono-
grama, aprobado en 1995, fue un detallado plan de transición que incluyó más
1000 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

de 200 acciones y actividades específicas que debía completarse dentro de esta


corporación como preparación para la transferencia de la vía acuática. El plan
abarcaba en su totalidad a las distintas oficinas administrativas y unidades ope-
rativas de la Comisión del Canal.
En segundo lugar, la Comisión promovió el programa de identificar y pre-
parar aquellos reglamentos que serían necesarios adoptar como resultado del
mandato establecido en la Ley orgánica de la Autoridad del Canal. Se identifica-
ron inicialmente más de 80 diferentes temas que deberían ser reglamentados antes
del traspaso del Canal, muchos de los cuales eran conocidos pero otros eran no-
vedosos. Entre los primeros, se reglamentaron funciones relacionadas con la na-
vegación, sistemas de arqueo, seguridad marítima, finanzas, administración y
compras, relaciones laborales, procedimientos para dirimir conflictos y para so-
lucionar reclamos de contratistas y suplidores, etc. Pero también se desarrollaron
reglamentos, manuales y procedimientos para cumplir con las responsabilidades
que antes no se tenían, como fue el caso de la elaboración de una extensa regla-
mentación sobre el tema del medio ambiente, la conservación del recurso hídrico
y la cuenca hidrográfica del Canal, entre otros temas fundamentales.
En tercer lugar, sobresalen las iniciativas que en materia de información y
relaciones públicas emprendió la agencia canalera. Este esfuerzo se realizó a tra-
vés de campañas en los diferentes medios de comunicación social del país, a fin
de facilitar el acceso de los panameños y panameñas y de los usuarios y clientes
a un gran número de noticias e información relacionadas con las actividades dia-
rias, el proceso de transferencia y el tráfico de naves y carga por la vía interoce-
ánica. En ese sentido es oportuno mencionar, a manera de ejemplo, la serie de
documentales cortos intitulados Panamá, un Canal en transición, y el segmento
diario –de un minuto de duración– denominado Entrando al Canal. En el campo
de la promoción y difusión, la Comisión respaldó la publicación del álbum de
figuritas Conozcamos nuestro Canal, que puso en circulación la empresa Nestlé-
Panamá, la cual presentaba información histórica útil y noticias actualizadas
sobre el manejo, operación y funcionamiento de la vía acuática, acompañada de
fotografías y dibujos muy pertinentes, con el fin de educar e informar a la niñez
y juventud panameña, sector de la población a quien iba dirigido este material.
Por último, la Comisión del Canal de Panamá promovió una serie de pro-
yectos educativos y programas de orientación y concienciación que incluyó con-
ferencias, charlas, panfletos, presentación de videos y videocasetes dirigidos a
miles de jóvenes y estudiantes panameños en diversos lugares de la república.
Simultáneamente, la Comisión se hizo presente, como siempre lo ha hecho –con
sus módulos, su personal especializado y su moderna tecnología audiovisual–
en las diferentes ferias nacionales y exposiciones que se celebran a lo largo del
año en Panamá, a fin de divulgar lo que es y se hace en el Canal, la importancia
de conservar y proteger los recursos de la cuenca hidrográfica y, sobre todo,
Nueva historia general de Panamá X 1001

ampliar el conocimiento general sobre el valioso servicio que presta esta impor-
tante vía de comunicación al comercio y la navegación marítima internacionales.

Sentimiento y simbolismo en los actos


de transferencia del Canal

Con los actos de transferencia de la vía interoceánica, el 14 y 31 de diciembre


de 1999, se puso fin a la vigencia del Tratado del Canal de Panamá, luego de 20
años de ejecución. Estas ceremonias protocolares y simbólicas tuvieron un gran
significado para la nación panameña. El acto en sí constituyó un hito histórico
en la evolución sociopolítica de Panamá y vino a ser el elemento más importante
en el largo proceso de perfeccionamiento del Estado nacional panameño en la
época republicana.
Por razones que se explicaron en su momento, los actos de transferencia del
Canal se dieron en fechas diferidas. El acto protocolar y simbólico ocurrió el
14 de diciembre de 1999, en las esclusas de Miraflores, donde el expresidente
Jimmy Carter, en representación del Gobierno de Estados Unidos, firmó junto a
la presidenta de Panamá, Mireya Moscoso, el canje de notas por medio del cual
se oficializaba y sellaba el traspaso definitivo del Canal y todas sus obras auxi-
liares del Gobierno estadounidense al Gobierno panameño. Posteriormente, el
31 de diciembre del mismo año, se realizó el acto formal de entrega del Canal a
sus legítimos dueños, con lo cual se dio cumplimiento a lo establecido en los
Tratados Torrijos-Carter. Fue sin duda, una ceremonia cargada de sentimiento,
de alegría y de simbolismo, además de que estuvo revestida de un gran conte-
nido emocional y patriótico, pues ese día miles de hombres, mujeres y niños, de
Gobierno y oposición, acudieron a las escalinatas del Edificio de Administración
del Canal, para ver cumplir un sueño que costó sangre, dolor y luto en muchas
familias panameñas. A partir de entonces, el Canal sería de los panameños.
En la ceremonia de canje de notas, por medio del cual se oficializó el traspaso
de la vía interoceánica a la República de Panamá, se selló una etapa histórica en
las relaciones bilaterales con Estados Unidos. El acto de 14 de diciembre de 1999
estuvo lleno de recuerdos y, en particular, constituyó una ocasión oportuna para
reflexionar sobre lo que representó la ocupación de nuestro territorio por parte de
la nación más poderosa del mundo y que llegaba a su fin en esos momentos. En
ese sentido, compartimos los planteamientos y consideraciones de la nota editorial
del diario La Prensa, publicada en esa fecha, cuando sostiene que:

Hoy se hace realidad un sueño que desde los comienzos de la república


hemos compartido muchas generaciones de panameños. El Canal, aunque en
Panamá y de Panamá, siempre nos fue ajeno. Era un Estado dentro de otro Es-
tado, con leyes, instituciones y autoridades por completo distintas a las nuestras.
1002 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

Ya quedaron atrás los sitios vedados a los panameños, las matrículas de circu-
lación necesarias para que pudiésemos atravesar la Zona del Canal para ir de
la capital al interior y viceversa, las odiosas aduanas, las bases militares a las
cuales no se podía entrar, los comisariatos y las escuelas dedicados exclusiva-
mente a un pequeño grupo de privilegiados, las exoneraciones especiales de
impuestos de importación y todos los símbolos de dominación extranjera que
ultrajaban la conciencia nacional.
Importantes jefes de Estado y de Gobierno, así como delegaciones de alto
nivel, nos honran con su presencia para asistir a los actos con los cuales se ce-
lebra simbólicamente la transferencia del canal a Panamá. Es un acto de justicia
para nuestro país, y la ocasión merece esa distinguida concurrencia que com-
promete la gratitud ciudadana. También hay notorias ausencias que no han
podido explicarse satisfactoriamente43.

En ese acto protocolar la presidenta Mireya Moscoso, señaló que: «Nuestra


historia ha estado plagada de eventos que de una manera u otra, y atendiendo
a las diversas condiciones propias de su momento, demostraron cabalmente la
vocación nacionalista y orgullosa de los habitantes del Istmo». Asimismo men-
cionó a los hombres y mujeres que en sus distintos momentos contribuyeron a
consolidar nuestra independencia, así como también recordó a quienes denun-
ciaron las injusticias del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 y también describió
los principales eventos históricos de la lucha por la recuperación de la soberanía
nacional. Del mismo modo la señora presidenta hizo un homenaje a los prota-
gonistas principales de los Tratados del Canal de Panamá: el general omar To-
rrijos y el expresidente Jimmy Carter. En ese sentido, la jefa del Ejecutivo expresó
el reconocimiento que «el pueblo panameño siente por estos dos hombres es un
hecho que no puede ser desconocido. Por ello hemos querido distinguir como
invitados de honor de esta ceremonia, al expresidente Carter y a la señora Raquel
Pauzner viuda de Torrijos».
Igualmente, la presidenta de la república enumeró los reiterados esfuerzos
del Gobierno nacional para crear la nueva base legal para el funcionamiento del
Canal. Habló también del título constitucional, de la Ley orgánica de la Autori-
dad del Canal de Panamá, de los programas de modernización de la vía y de la
importancia de los estudios que se adelantan para lograr la ampliación de esta
ruta de transporte marítimo, la que consideró como el reto principal de la pri-
mera década de la administración panameña del Canal. Con relación a este úl-
timo punto, la señora presidenta aseveró: «Cada uno de los proyectos que realiza
el Canal va encaminado a convertir a la vía en una empresa líder, de clase mun-
dial, que le permita continuar ofreciendo un servicio seguro, eficiente y compe-
titivo a la comunidad marítima internacional».
En cuanto al Canal y al desarrollo nacional, la jefa del Ejecutivo manifestó
que desde el punto de vista nacional, el Canal «está destinado a ser el motor que
Nueva historia general de Panamá X 1003

permite el cabal desarrollo del país como un centro de comercio, vocación esta
que hemos practicado por más de 400 años. El desarrollo portuario, el transporte
transístmico, el tonelaje registrado bajo nuestra bandera y el crecimiento en el
movimiento de carga por nuestro país, son evidencias palpables de que Panamá
se encuentra caminando hacia el perfeccionamiento del uso de su mayor riqueza:
su posición geográfica».
La presidenta de la república finalizó su discurso, agradeciendo el apoyo re-
cibido de la comunidad internacional a la causa panameña. Al mundo entero, dijo:
«Les expreso que el cumplimiento de los Tratados del Canal de Panamá, es prueba
de que el mutuo entendimiento entre los pueblos y la negociación diplomática
son las vías correctas para la resolución de los conflictos entre las naciones».

Notas
1
Ver la correspondencia diplomática sostenida entre el presidente Chiari y el presidente J. F.
Kennedy en los años 1961 y 1962 y los mensajes del mandatario panameño en esa época.
Esta correspondencia se encuentra en Galileo Solís, Memoria que presenta el ministro de Re-
laciones Exteriores a la Asamblea Nacional, el 1 de octubre de 1962, (parte expositiva). Sobre
las relaciones entre Panamá y Estados Unidos durante la década del sesenta, ver el intere-
sante y bien documentado trabajo de Omar Jaén Suárez, Las negociaciones sobre el canal de
Panamá, 1964-1970, Editorial Norma, Bogotá, 2002.
2
Declaraciones del exfuncionario del Departamento de Estado, Thomas Mann, citadas por
Omar Jaén S., op. cit., pp. 109-110.
3
Sobre los incidentes, repercusiones y consecuencias nacionales e internacionales de los su-
cesos de enero de 1964, ver con provecho la edición especial de la Revista Lotería, nú-
mero 191, Panamá, octubre de 1971. Ver también el testimonio personal de uno de los
protagonistas oficiales de estos acontecimientos en: Eloy Benedetti, «La noche de 9 de enero
en la Presidencia», La Prensa, jueves 9 de enero de 1997, pp. 4-5.
4
Víctor Ávila, «Del tratado colonialista de 1903 a la insurrección patriótica de 1964», en: Pa-
namá: luchas sociales y afirmación nacional, CELA, Panamá, 1998, pp. 67-68.
5
Omar Jaén Suárez, op. cit., pp. 224-225. Ver también: Julio Yau, El canal de Panamá, calvario
de un pueblo, Editorial Mediterráneo, Madrid, 1974, pp. 333-335.
6
Ibidem, p. 225.
7
Ibidem, pp. 316-317. El texto completo de estos tratados fueron publicados originalmente
en 1967, en los diarios El Panamá América y La Hora, así como también se reproducen en
Diógenes Arosemena, Historia documental del canal de Panamá, tres tomos, Editorial Mariano
Arosemena, Panamá, 1997.
8
Ver: «Comentarios del excanciller Fernando Eleta Almarán y los exnegociadores Diógenes
de la Rosa, Ricardo Manuel Arias, Roberto Alemán y Guillermo Chapman con relación al co-
municado de la Comisión Evaluadora de los Proyectos de Tratados (de 1967) publicados el
día 5 de septiembre de 1970», Revista Lotería, números 266-267, Panamá, abril- mayo de
1978, pp. 57-85.
9
Ver: «La terrible alternativa que hoy confrontamos», editorial del diario La Hora, Panamá, 12
de agosto de 1967.
10
El mismo editorial, de 12 de agosto de 1967, anunciaba que a partir de la edición del lunes 14,
el periódico «comenzará a presentar al pueblo los textos de lo inaceptable y los conceptos
1004 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

explicativos y aclaratorios que hemos recabado de expertos jurisconsultos y diplomáticos,


aunque muchas de las cosas más graves, extrañamente, están en un lenguaje que cualquier
escolar puede comprender».
11
Julio Yao, «1964-1968. Inicio de una nueva fase de las relaciones: Los Tratados Tres en Uno»,
en: 75 años de relaciones entre Panamá y Estados Unidos, Panamá, 1989, pp. 67-80. Del mismo
autor, El canal de Panamá, calvario de un pueblo, op. cit.
12
Patricia Pizzurno y Celestino Araúz, Estudio sobre el Panamá republicano (1903-1989), Manfer,
Panamá, 1996, p. 504.
13
La comisión asesora estuvo integrada inicialmente por Galileo Solís, Ignacio Molino, Hernán
Porras y Diógenes de la Rosa. Después se le agregaron otros miembros, entre ellos, Carlos
López Guevara, Jorge E. Illueca, Edwin Fábrega, Julio Yao, Omar Jaén Suárez, Ricardo Arose-
mena, Flavio Velásquez, Julio Noriega y Juan Antonio Stagg. Esta comisión trabajó a tiempo
completo y sus miembros devengaban los salarios mensuales correspondientes. Ver: Juan
Antonio Tack (coordinador), El canal de Panamá, Editorial Universitaria, Biblioteca de la Cul-
tura Panameña, Panamá, tomo 16, 1999, pp. 50-51.
14
Este documento del Ministerio de Relaciones Exteriores fue publicado originalmente el 5 de
septiembre de 1970. Posteriormente, se ha publicado en varias revistas nacionales, entre
las cuales se encuentra la Revista Lotería, números 266-267, Panamá, abril-mayo de 1978,
pp. 35-55.
15
Según el documento de la Cancillería las «causas de conflicto» en las relaciones entre Pa-
namá y Estados Unidos que arrancan de la convención de 1903, son las siguientes: 1) la per-
petuidad; 2) el ejercicio irrestricto de jurisdicción política y autoridad administrativa de
Estados Unidos en la Zona del Canal, con exclusión y menosprecio de los derechos que se
reservó el soberano territorial (la República de Panamá); 3) ejecución de obras civiles no au-
torizadas en los tratados; 4) protección del canal de Panamá; 5) insuficiencia de beneficios
directos para Panamá; 6) insuficiencia de beneficios indirectos para Panamá; y 7) diferencia
de interpretación de los tratados vigentes; Juan Antonio Tack, op. cit., pp. 52-53.
16
Revista Lotería, números 266-267, abril-mayo de 1978, pp. 86-87.
17
Ibidem, p. 55.
18
Revista Lotería, números 266-267, abril-mayo de 1978, pp. 197-198.
19
Revista Lotería, números 266-267, abril- mayo de 1978, pp. 187-193.
20
Hacia finales de 1975, se habían logrado concertar tres acuerdos de principios sobre el
asunto del canal de Panamá, los cuales eran: 1) acuerdo conceptual sobre la participación
panameña creciente en la administración del Canal; 2) acuerdo conceptual sobre jurisdicción
y derecho de uso; y 3) acuerdo conceptual sobre la protección y defensa del Canal (Juan A.
Tack, op. cit., p. 75). Los textos íntegros de estos acuerdos se reproducen en la Revista Lotería,
números 266-267, abril-mayo de 1978, pp. 200-208.
21
En las últimas rondas negociadoras participaron por Panamá: Rómulo Escobar Bethancourt,
Arístides Royo, Edwin Fábrega, Rodrigo González, Carlos López Guevara, Diógenes de la
Rosa y en calidad de asesores Omar Jaén Suárez, Arnoldo Cano, Armando Contreras, Fer-
nando Manfredo, Nicolás Ardito Barletta, y Gabriel Lewis Galindo; y por la parte norteame-
ricana, los principales negociadores eran el veterano diplomático Ellsworth Bunker y Sol
Linowitz. Ministerio de Relaciones Exteriores, Memoria presentada por el ministro Nicolás
González Revilla a la Honorable Asamblea Nacional de Representantes de Corregimientos, Pa-
namá, octubre de 1977, reproducida en la Revista Lotería, números 266-267, abril-mayo de
1978.
22
Adolfo Ahumada, «El aniversario de los tratados», La Prensa, 6 de septiembre de 2001,
p. 13a. Ver también «Los Tratados Torrijos-Carter», La Prensa, edición Extracentenario, nú-
mero 27, 7 de septiembre de 2003, pp. 20-22.
Nueva historia general de Panamá X 1005

23
Herasto Reyes, «22 años después: Cuando se firmaron los tratados», La Prensa, 7 de septiem-
bre de 1999, p. 6a.
24
Las memorias anuales de la Autoridad de la Región Interoceánica (ARI) presentan las cifras
del aporte de los bienes revertidos a la economía nacional. Ver también el informe de la ARI,
Dirección de Planificación Técnica, Impacto económico y financiero de las áreas revertidas al
desarrollo nacional, Panamá, septiembre de 2001. Aparte de estos documentos oficiales, re-
comendamos revisar también los trabajos de Marco Fernández y José Galán Ponce, Evalua-
ción económica de las bases militares, Panamá, marzo de 1996; Humberto Moreno, El canal
de Panamá y su participación en la actividad económica panameña a partir de 1904, Instituto
del Canal y Estudios Internacionales, Panamá, 1999.
25
Discurso del presidente Carter en la sede de la OEA, en Washington, el 7 de septiembre de
1977, Revista Lotería números 258, 259 y 260, Panamá, agosto, septiembre y octubre de 1977,
pp. 333-334.
26
Discurso el general Torrijos en la sede de la OEA, en Washington, el 7 de septiembre de 1977,
ibidem, pp. 335-336.
27
Centro de Estudio de los Problemas Nacionales. «Los tratados Torrijos-Carter y las reservas
del Senado norteamericano», 22 de marzo de 1978, reproducido en: Reymundo Gurdian
Guerra (compilador), Los Tratados Torrijos-Carter frente a los desafíos del año 2000, Impresora
de la Nación, INAC, Panamá, 1993, pp. 27-36. Sobre el mismo tema, diversas personalidades
opinaron sobre el controversial Tratado de Neutralidad; uno de ellos fue el doctor Julio E.
Linares, quien incluso publicó un libro donde cuestiona la validez de este acuerdo. Una lec-
tura sencilla y esquemática donde habla de los aspectos ocultos de este tratado, es su artí-
culo titulado «Soberanía y canal de Panamá hoy», Tareas, número 59, Panamá,
julio-diciembre de 1984, pp. 38-49.
28
Jorge E Illueca. «El XXV aniversario de los Tratados Torrijos-Carter», El Panamá América, 9 de
septiembre de 2002.
29
Víctor Vega R. «El título constitucional sobre el Canal», en: Juan Antonio Tack, op. cit.,
pp. 236-261.
30
Ver Intercarib S.A./Nathan Associates, Inc., Planes, estudios y leyes de planificación del área
del Canal, informe de tarea PG 2.0. Panamá, abril de 1996.
31
Víctor Vega, op. cit., p. 238.
32
Ibidem.
33
Sobre las diferentes visiones para la región interoceánica, Jesús Alemancia y Raúl Leis, Re-
versión canalera: Informe de un desafío, CEASPA, Panamá, 1995.
34
Dos años después, esta norma fue modificada mediante la Ley 7 de 7 de marzo de 1995, en
la cual se precisó, entre otras cosas, que la ARI «deberá ajustar su actuación a las políticas de
desarrollo económico y social del Estado», con lo que se le dio mayor injerencia al Órgano
Ejecutivo en los asuntos de esta institución. También se separaron las funciones de la junta
directiva de las funciones del administrador general. Se amplió de 9 a 11 los miembros de
la junta directiva y se procuró una mayor representatividad de la sociedad en el máximo or-
ganismo de decisión de la entidad. Igualmente importante fue la adición de un numeral
por medio del cual se faculta a la Autoridad a coadyuvar con los directores panameños para
que el Gobierno de Estados Unidos cumpla con su obligación de que en todas aquellas áreas
que revierten o que hayan revertido a Panamá, «se adopten las medidas que se requieran
para erradicar los explosivos y desechos bélicos existentes, así como proceder a su debida
limpieza y saneamiento, especialmente de aquellas áreas que se encuentren afectadas con
la presencia de desechos inflamables, reactivos tóxicos, corrosivos y de otras sustancias con-
taminantes, evitando así toda amenaza a la vida, a la salud y a la seguridad humana». Ver
Gaceta Oficial 22,233, 1 de marzo de 1993 y Gaceta Oficial 22,738 de 9 de marzo de 1995.
1006 X Los Tratados del Canal de Panamá y su transferencia: 1967-1999

35
Con relación a los aspectos adicionales, la comisión preparó un documento sobre las ven-
tajas y desventajas de incluir los puertos. Aun cuando la comisión recomendó originalmente
incluirlos, el Consejo de Gabinete decidió lo contrario. Con respecto al ferrocarril, se reco-
mendó que la nueva Autoridad del Canal no debería tener ninguna responsabilidad, a
menos que la función de este bien cambie en el futuro. Ver el informe presentado por J. J.
Vallarino, Plan de transición para la transferencia del canal de Panamá, Panamá, abril de 1994,
pp. 114ss.
36
Ernesto Pérez Balladares, «La reversión del Canal: La culminación de un proceso histórico y
el inicio de una nueva era», conferencia dictada por el presidente de la república en el Ins-
tituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Monterrey, México, 21 de sep-
tiembre de 1998.
37
En realidad este nuevo decreto ejecutivo no vino sino a subrogar los anteriores decretos 32
y 33 de 5 de abril y de 14 de abril de 1993, respectivamente, y a recoger la sugerencia hecha
por la segunda comisión presidencial de crear la citada comisión. Cfr. Autoridad del Canal
de Panamá, Síntesis institucional, Panamá, enero de 1995-agosto de 1999.
38
Los títulos de los capítulos de esta ley son los siguientes: 1. Carácter, definiciones y normas
generales; 2. Organización administrativa; 3. Patrimonio, finanzas y fiscalización; 4. Naves y
navegación; 5. Administración de personal; 6. Mantenimiento del Canal; 7. Medio ambiente
y la cuenca hidrográfica del Canal; 8. Disposiciones finales; 9. Disposiciones transitorias; y
10. Vigencia de la ley. Gaceta Oficial 23,309 de 13 de junio de 1997.
39
Ver anexo F «Lista de referencias legales...», en: Intercarib, S.A./Nathan Associates, Inc., Planes,
estudios, y leyes de planificación del área del Canal, Panamá, abril de 1996.
40
Sobre el particular, ver las notas de protesta que envió el presidente Arístides Royo al presi-
dente Jimmy Carter, en 1979 y 1980, respectivamente. También es común encontrar diversas
correspondencias diplomáticas de esta naturaleza en las Memorias del Ministerio de Relacio-
nes Exteriores durante la década del ochenta.
41
Jaime A. Bocanegra, Charla sobre el proceso de transición del Canal, Oficina de Administración
de la Transición, Comisión del Canal de Panamá, documento fotocopiado, 1998.
42
Betty Brannan Jaén, «Las reformas a la Comisión del Canal», La Prensa, 2 de agosto de 1995,
p. 25A; ver también el suplemento Mundo Naviero y del Transporte, La Prensa, Panamá, 27 de
febrero de 1996.
43
Ver el «Hoy por hoy» del diario La Prensa, 14 de diciembre de 1999.
CAPíTULo XXXII

La transición a la democracia
en Panamá
Salvador Sánchez González

Ideas preliminares

La democracia ha sido definida de muchas formas. Frecuentemente, se ha


subrayado el vínculo entre democracia y voluntad popular. otras veces, el én-
fasis ha estado en el producto de un régimen democrático, lo que denominaría-
mos «bien común». Sin embargo, desde finales de la Segunda Guerra Mundial
se ha difundido una concepción de democracia que la identifica con los proce-
dimientos para la toma de decisiones colectivas, caracterizada por competencia
entre programas y liderazgos políticos en el terreno electoral1. Para el propósito
de las reflexiones siguientes, adopto este punto de vista, de forma que la demo-
cracia será el régimen político en el que la «mayoría de los que toman las deci-
siones colectivas del poder sean seleccionados a través de limpias, honestas y
periódicas elecciones, en las que los candidatos compiten libremente por los
votos y en las que virtualmente toda la población adulta tiene derecho a votar»2.
Como puede observarse, se trata de una definición mínima, que engloba tanto
a las democracias parlamentarias como a las presidenciales o semipresidenciales,
a las democracias de Estados organizados de forma centralista como federativa,
o que estructuran sus sistemas electorales sobre el principio mayoritario o pro-
porcional, para poner algunos ejemplos de las formas que presenta la institucio-
nalización del método democrático3. El paso de un régimen político autoritario
a un régimen democrático, en cualquiera de sus manifestaciones, es lo que se
conoce como «transición a la democracia».
La transición a la democracia, como objeto de estudio de las ciencias políti-
cas, vino a convertirse en un tema de interés generalizado a partir del seminal
1008 X La transición a la democracia en Panamá

artículo de Dankwart A. Rustow4. Dicho artículo difundió la idea, entonces nove-


dosa, de que los estudios sobre la democracia confundían las condiciones para es-
tablecer la democracia con las condiciones para mantener la democracia. Abrió
así el espacio para que los estudios sobre la democratización adquirieran autono-
mía respecto a los estudios sobre el funcionamiento ordinario de las democracias,
justo en la víspera del inicio de la tercera gran ola democratizadora de la historia5.
También subrayó el hecho de que a los factores culturales o económicos que po-
dían estar favoreciendo la aparición de la democracia, les acompañaba como un
elemento central la decisión de optar por la democracia, tomada por los actores
políticos. Una perspectiva que enfatizara el papel de la decisión en la instauración
de la democracia, por extraño que parezca hoy, resultaba a principios de los setenta
algo osada. Si se examinaba con cuidado, parte del riesgo de valorar la importancia
del factor voluntad en la implantación de la democracia radica en tener que reco-
nocer que hay sectores e individuos que no la desean. Sin embargo, reconocer esa
realidad se ha convertido en un elemento indispensable para afrontar cualquier
proceso de democratización con la esperanza de concluirlo exitosamente. Al libe-
rar la reflexión sobre la democratización de un excesivo énfasis, casi determinista,
en los elementos culturales y económicos, hizo surgir un optimismo comprensible
en las posibilidades de establecer regímenes democráticos en prácticamente cual-
quier sitio. Empero, los factores culturales y económicos siguieron y siguen siendo
importantes. Weffort ha identificado, por ejemplo, que muchas de las transiciones
que corresponden con la denominada tercera ola se han producido coincidiendo
con graves crisis económicas y procesos de profundización de la desigualdad, que
les ha impedido alcanzar la consolidación6.
Rustow señaló además que la unidad nacional, la idea de comunidad com-
partida por los principales actores políticos, aparecía como una precondición de
todo proceso de democratización. En las últimas décadas, sin embargo, algunas
de las tesis de Rustow han sido revisadas para ajustarlas a la experiencia de las
transiciones democráticas que efectivamente se dieron en los años posteriores a
la publicación de su artículo. Se ha estimado, por ejemplo, que a diferencia de
las ideas originales de Rustow, se ha hecho fundamental considerar al aparato
del Estado como un sujeto importante en las transiciones democráticas, al tiempo
que se da menos importancia a la unidad nacional, que en ocasiones puede ser
ella misma un producto de los procesos de democratización (y por tanto, no una
precondición de los mismos). A este último respecto, Rustow había señalado que
la condición de unidad nacional se refería a que la vasta mayoría de las personas
no tuvieran reservas sobre a qué comunidad política pertenecían. En sus pala-
bras, para «que los gobernantes y las políticas puedan cambiar libremente, las
fronteras deben perdurar, debe ser continua la composición de la ciudadanía»7.
Aunque en principio esto no parece ser un problema para el Panamá actual, si
admite una seria discusión. De hecho, resulta interesante reconocer un cierto
predicamento en la literatura política panameña de la idea de que la instauración
Nueva historia general de Panamá X 1009

de la democracia estaba condicionada a la culminación del proceso de «cons-


trucción del Estado nacional», que lleva aparejado una independencia auténtica
de los agentes externos. Así se ha dicho «Sin una nación libre, soberana y auto-
determinada no hay democracia posible»8. Difícilmente puede afirmarse algo
tan contundente con términos tan polisémicos, pero explicita un parecer que dis-
taba de ser infrecuente.
Más aún, la presencia de grandes grupos de población excluidos del mercado
interno (económico y político) por razones geográficas y de pura marginalidad
social o diferencias culturales (como ocurre en parte con la población indígena),
así como el gigantesco monumento a la falta de plenitud de la jurisdicción terri-
torial del Estado que era hasta hace muy poco la Zona del Canal de Panamá,
muestran la importancia del reclamo del Estado nacional como precondición para
la democracia. Sin embargo, era absurdo sostener que hasta tanto no se ejerciera
plenamente la soberanía territorial en la Zona del Canal no podía la población
del resto del país regular el tratamiento de los asuntos comunes por el método
democrático. En este punto las formas democráticas presidieron esfuerzos pre-
cedentes de integración de la Zona del Canal a la república, antes de la firma de
los tratados por omar Torrijos, y han presidido también parte importante de la
etapa de eliminación del enclave canalero y de las bases militares estadouniden-
ses. La situación del Canal, incluso hasta nuestros días, admite un paralelo con
la tesis de Valenzuela sobre la consolidación democrática. Según Valenzuela, una
democracia estaría consolidada, entre otras condiciones, cuando los gobiernos
no «… son sujetos a supervisión tutelar o a limitaciones por la presencia de do-
minios reservados a la formulación de la política estatal»9. Así, efectivamente, la
lucha por la integración del territorio nacional, y de los panameños a la comuni-
dad política nacional, ha sido necesaria para consolidar la democracia.
En otro sentido, una de las falencias más notorias de la reflexión inicial de
Rustow fue la total ausencia de la consideración de los factores extranacionales en
los procesos de democratización. Se trata de un factor que tenía importancia para
comprender importantes casos de democratización acaecidos como consecuencia
de la Segunda Guerra Mundial, y que tuvo importancia clave en varios procesos
de democratización posteriores, incluyendo el de la República de Panamá.
otros autores posteriores han utilizado perspectivas más o menos alejadas
de las reflexiones de Rustow, para estudiar las transiciones a la democracia. Al-
gunos han optado por abordar el tema desde el examen de períodos extensos,
transiciones de larga duración que solo pueden ser apropiadamente compren-
didos a partir de categorías de gran amplitud relacionados con los cambios es-
tructurales en las sociedades examinadas. otros han concentrado su atención en
las semanas y días decisivos de los procesos de tránsito a la democracia, lo que
inevitablemente conduce a visibilizar el rol de los actores individuales y la toma
de decisiones que permite la instauración democrática10. Es probable que un aná-
lisis completo de la transición democrática panameña requiera integrar esas dos
1010 X La transición a la democracia en Panamá

perspectivas11. Las reflexiones que hago en este documento ofrecen ante todo al-
gunos puntos de partida para el estudio de la transición democrática panameña,
que de antemano reconozco que serán insuficientes. Confío en que al menos es-
timularán un debate renovado sobre el tema, ante las nubes que se ciernen sobre
la democracia panameña en este año del Centenario de la República.
Precisamente, debo anticipar una convicción sobre la ausencia de consoli-
dación de la democracia en Panamá, que en otro lugar será objeto de atención
detallada. En no poca medida puede encontrarse en los relatos sobre la transición
democrática, la identificación de lo que no funciona en nuestra democracia hoy.
De todos modos, en lo que respecta a Panamá, el problema de la transición a la
democracia adquiere rasgos de indudable interés teórico y práctico, que señalo
a continuación:
En Panamá se suceden varias transiciones a la democracia, que son aban-
donadas una tras otra en la medida que se demuestran fallidas12. Cuando cul-
mina finalmente la instauración democrática, surgen indudablemente una
variedad de interrogantes relacionadas con la idoneidad de las invasiones ex-
ternas para viabilizar regímenes democráticos, sobre los efectos deslegitimadores
que tiene la toma del poder de la mano de potencias invasoras, de la responsa-
bilidad sobre las consecuencias materiales de la invasión, y del momento en que
podemos asegurar que hemos alcanzado finalmente el «régimen democrático».
En todos estos aspectos, el caso panameño proporciona elementos que, aún en-
marcados por la ciencia política en un marco global de democratización, resultan
claramente distintivos y excepcionales.
En el caso de Panamá, por ejemplo, la valoración de determinadas políticas
del régimen autoritario ha conectado con los argumentos tradicionales de quie-
nes identificaban la democracia no como un método para la toma de decisiones,
sino como un orden social en el que se promueve la igualdad económica. Aun
admitiendo la premisa, de que las políticas de la etapa torrijista del régimen au-
toritario hasta 1978 estuvieron orientadas a promover un orden social equitativo
dentro de la continuidad del sistema capitalista (no pueden pretenderse esos
efectos en las políticas posteriores), los mecanismos institucionalizados de de-
signación de autoridades y decisión política que definieron al régimen al menos
hasta 1983 son, bajo el estándar del método democrático, mecanismos autorita-
rios13. Si esas políticas sociales y económicas, al margen del autoritarismo polí-
tico, permitieron establecer una alianza de fuerzas sociales bajo el liderazgo de
Torrijos, tampoco menoscaba la necesidad de distinguir entre método de toma
de decisiones y políticas económicas y sociales14. No puede admitirse, por ejem-
plo, que se diga que un régimen autoritario es más democrático que una demo-
cracia electoral, si los gobernantes exhiben un estilo sensible e inclusivo en la
toma de decisiones1. Las decisiones deben ser tomadas por los propios ciudadanos
o la democracia es una farsa. En particular, son fundamentales la decisión de
determinar las reglas del juego –la decisión constituyente del sistema político–
Nueva historia general de Panamá X 1011

y la decisión de quiénes serán los representantes populares. Luego los gober-


nantes tendrán actitudes y programas diversos, tendentes a valorar más la au-
toridad o la participación dentro del marco constitucionalmente acotado de la
democracia política. Pero no deben confundirse estos conceptos, y mucho menos
debe ocultarse el autoritarismo propio bajo una denominación engañosa16. En
ese sentido, Juan Materno Vásquez, probablemente el más destacado exegeta de
la Constitución de 1972 en sus versiones primeras, ha sido más transparente. Ya
incluso antes de la expedición de esa Constitución había producido Una intro-
ducción a la teoría de la Constitución17, y posteriormente produjo La Constitución
de 197218, donde hace un exhaustivo examen de la carta constitucional del régi-
men militar. Él mismo se sintió responsable de varias de las normas constitucio-
nales aprobadas, y especialmente, «en cuanto a las teorizaciones sobre la nueva
organización política del Estado panameño»19 que esa Constitución implicó. Ve-
lásquez presenta una valoración francamente exagerada del orden, indicando
que el principio de autoridad era central a todo intento de reformar exitosamente
la Constitución de 1946, descrita esta como el resultado de una «confusión con-
ceptual entre los constituyentes», que había dado lugar a una «peligrosa dilución
del principio de autoridad»20. Varios son los ejemplos que da Materno Vásquez
para describir el debilitamiento del principio de autoridad, incluido el debilita-
miento de la autoridad de los agentes de policía por las interferencias de factores
extraños y el «padrinazgo» de las autoridades civiles. Destaco, sin embargo, el
que señala que no es compatible con el sistema presidencial el someter al Ejecu-
tivo «a las presiones de una Asamblea Legislativa, por la vía de la discusión y
aprobación, con o sin modificaciones, del Presupuesto Nacional y el Plan de
obras Públicas»21. Estas reflexiones iniciales tendrán poco después expresión
práctica en la Constitución de 1972, que Materno Vásquez glosa diciendo que
«… se orienta hacia la concentración del mayor poder de autoridad en el Órgano
Ejecutivo. En ese sentido hace traslación de facultades que antes se les tenía atri-
buida al Órgano Legislativo, cuyo ejercicio significaba un recio freno a la acción
ejecutiva, como es la de expedir el Presupuesto Nacional»22. La institucionaliza-
ción de una autoridad restaurada se hace pues sobre la premisa de privar de
poder real a los representantes elegidos popularmente, y de concentrarlo en el
Ejecutivo, que no se integra mediante elecciones libres, sin mencionar el nuevo
papel de la Guardia Nacional.
El desprecio por las formas de la democracia es pues, en parte, una reacción
a la caótica situación política vivida en 1968, pero va más allá. La reacción auto-
ritaria no fue solo un asunto de poner orden. En ese sentido hubiera bastado de-
volver el poder a los civiles aprovechando que en 1972 debían celebrarse
elecciones generales. Reviste interés por tanto la caracterización del régimen
político previo a la instauración autoritaria de 1968, y que hace (por contraste)
preferible para algunos, los frutos del régimen militar a la experiencia inmedia-
tamente previa de la democracia panameña.
1012 X La transición a la democracia en Panamá

Existe consenso sobre que el papel de la Guardia Nacional en la política na-


cional era fundamental, al menos desde finales de la Segunda Guerra Mundial,
expresándose en múltiples formas: imposición de candidatos, derrocamiento de
presidentes de la república, intervención directa en la política electoral, etc. Pa-
ralelamente los partidos políticos se encontraban en una situación de desarrollo
muy elemental, siendo con dificultad reuniones de notables, y frecuentemente,
solo alianzas en torno a los candidatos a las periódicas elecciones. De igual
forma, las irregularidades electorales eran constantes, e incluían el robo de urnas,
la compra de votos, disturbios, tiroteos, y la utilización de grupos de choque
para amedrentar a los adversarios. Una situación particularmente cuestionable
lo fue, en 1968, el juicio parlamentario al presidente Robles, y la resolución de la
adjudicación de curules legislativas al margen de los resultados electorales. La
escasa participación electoral de los panameños era también síntoma de lo que
se ha llamado «competencia oligárquica» como distorsión de la ideal «compe-
tencia democrática». Un escenario como ese exige reconocer que un proceso de
transición a la democracia no podía significar un retorno a los desarreglos insti-
tucionales de 1968 ni a ejercicios democráticos puramente nominales.
En otro sentido, una valoración integral del proceso que llevó a instaurar la
democracia en Panamá permite afirmar que solo se alcanzó un nivel de norma-
lización de la vida política en 1994. La transición a la democracia se completa en
1994 con la aceptación de la victoria electoral de la oposición política (algo bas-
tante infrecuente en la historia de la república), y en general, con la selección de
las autoridades municipales, parlamentarias y ejecutivas por el mecanismo de
las elecciones populares, bajo un régimen de libertad de expresión y amplia par-
ticipación. Es decir, que si bien es decisiva la intervención militar estadounidense
para la liquidación del régimen autoritario en 1989, solo hasta las elecciones de
1994 podemos decir que la transición democrática se ha completado, abriendo
la discusión pública y académica a otro debate, en el que estamos hoy sumidos:
el de la consolidación y profundización de la democracia.
Esto me lleva a la última reflexión preliminar. La democracia que se instaura
definitivamente en 1994 es la democracia de partidos pactada en 1983 y traicio-
nada por los militares en el fraude electoral de 1984 y en la anulación de las elec-
ciones de 1989. Se trata por lo tanto no solo de la democracia, sino de una
modalidad de democracia, que contemporáneamente resulta insuficiente e in-
satisfactoria, para un grupo significativo de ciudadanos. Pero no debe confun-
dirse con la ausencia de democracia.

La transición a la democracia

Existen diversas tipologías de transiciones a la democracia. Huntington


identifica, como parte de la tercera ola de democracias, a la que pertenece la tran-
sición panameña, los siguientes tipos: «transformaciones», en las que las mismas
Nueva historia general de Panamá X 1013

fuerzas autoritarias impulsan el proceso de cambios dirigido a convertir el régi-


men autoritario en un régimen democrático, como ocurrió en España; «reem-
plazos», cuando las fuerzas autoritarias son desplazadas del poder por las
fuerzas de oposición, y en general no participan en el diseño de las nuevas ins-
tituciones ni en la distribución del poder, como ocurrió en Argentina después
de la guerra de las Malvinas; «traspasos», en los que las fuerzas autoritarias y la
oposición política colaboran activamente en la realización de los cambios insti-
tucionales necesarios, como en Checoslovaquia; y por último, «intervenciones»,
como en Granada o Panamá.
Sin embargo, es la de Stepan23 la que sirve mejor para desglosar el caso
panameño de transición. Sus ocho «caminos hacia la redemocratización»24
pueden reordenarse atendiendo al grado de violencia que media en el proceso
de transición, algo que tiene particular interés en el examen de la transición
panameña. Podríamos decir, según este nuevo criterio de ordenación, que las
transiciones son de dos clases: pacíficas o violentas. Pacíficas resultarían las
transiciones encaminadas a través de transacciones con la oposición al régi-
men, o el simple colapso de la coalición autoritaria y su reemplazo por los gru-
pos opositores. Serían violentos los caminos que involucraran invasiones
militares externas o la toma del poder por las armas por los opositores al ré-
gimen autoritario.

Las transiciones fallidas

En Panamá se ensayaron diversas formas de transición a la democracia, en


distintos momentos. Si el régimen había construido su legitimidad sobre la as-
piración de establecer una nueva relación convencional con los Estados Unidos
en el tema del canal de Panamá, ese objetivo se había satisfecho a finales de 1977.
En el aspecto social y económico, los importantes cambios realizados al ordena-
miento jurídico y social, no podían seguir profundizándose ni expandiéndose.
omar Torrijos comprendió la conveniencia de buscar un distanciamiento del
ejercicio del poder público directo, lo que parecía viable por la fortaleza aparente
de la coalición que había podido integrar con los sectores no militares beneficia-
dos por las políticas ejecutadas. Es en ese clima en el que la democratización del
régimen panameño se hace simultáneamente una exigencia de la diplomacia es-
tadounidense como resultado de la firma del Tratado del Canal, y de la comu-
nidad internacional en general, en concreto por el Gobierno de James Carter y
la misión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que denunció
la violación de los derechos humanos.
La sucesión de los eventos que conducen a la democracia en Panamá invo-
lucran una primera transición iniciada en 1978, y caracterizable como «transfor-
mación» en la tipología de Huntington, o una «redemocratización iniciada en el
seno del régimen autoritario» en la tipología de Stepan25.
1014 X La transición a la democracia en Panamá

Primera transición

La primera transición se inició desde arriba, con un las reformas constitu-


cionales de 1978. La denominada «apertura democrática» consistió en tres ele-
mentos fundamentales:
1. Reforma a la Constitución de 1972.
2. Legalización de los partidos políticos en 1978.
3. Elección popular de legisladores para el período 1980-1984.

En efecto, en 1978 se vuelven a legalizar los partidos políticos y se reforma


la Constitución de 1972 para permitir la elección directa del presidente de la re-
pública y el ingreso al Consejo Nacional de Legislación (CNL) de una minoría de
legisladores electos directamente y por postulación partidaria, algunos de los
cuales serán de oposición. Se trata de un primer intento de cambio controlado
desde arriba, que cuenta con la posibilidad real de extender el predominio de la
coalición gobernante mediante elecciones.
El resultado de este proceso no fue una democracia, sino un régimen par-
cialmente liberalizado, en el que se toleraban más las expresiones políticas disi-
dentes, se permite el regreso del exilio de connotados opositores, y se permite la
existencia y participación electoral limitada de los partidos políticos contrarios
al régimen. La suposición de que sería políticamente viable convocar a elecciones
presidenciales directas en ese estrecho marco demostró estar infundada, en parte
gracias a los fenómenos que desencadenó la ejecución de las reformas de 1978.
El hecho de que el régimen autoritario hubiera optado por la creación de al
menos un partido político propio (el Partido Revolucionario Democrático) y op-
tara por autorizar la inscripción de organizaciones políticas opositoras, modificó
por completo el escenario, visibilizándose la necesidad de implantar cambios
más profundos.
Uno de los factores que determinan la quiebra del régimen autoritario, se ha
indicado, es la incapacidad de conciliar las divisiones internas dentro de la coa-
lición autoritaria. Este elemento no puede decirse que estuvo presente al iniciarse
la primera transición democrática promovida desde la Guardia Nacional, y que
tuvo su expresión jurídica en las reformas constitucionales de 1978 ya menciona-
das. Sin embargo, un dato que hace comprensible el fracaso de esta primera tran-
sición es la muerte de omar Torrijos, acaecida en 1981, y que debilitó gravemente
la coalición, desatando reformulaciones profundas en el sistema político. Los
cambios son de tal magnitud, que un observador ha señalado que el régimen mi-
litar (1968-1989) puede en la práctica entenderse como una sucesión de regímenes
militares, siendo la muerte de Torrijos entendida como la frontera al menos entre
dos proyectos militares diferentes: el de Torrijos, definido como de «desarrollo
nacional» (inclusivo de los sectores sociales hasta entonces excluidos: sindicatos
obreros y organizaciones campesinas, entre otros) y el de la «militarización»26. La
Nueva historia general de Panamá X 1015

inestabilidad de la coalición autoritaria tendrá episodios visibles en la salida de


Aristides Royo y de Ricardo de la Espriella como presidentes de la república,
antes de concluir el mandato.
Así, los cambios introducidos a la Constitución en 1978, resultan no solo in-
suficientes para caracterizar al nuevo régimen como democrático, pero política-
mente abren la posibilidad de edificar un escenario alterno al supuesto en la
primera «hoja de ruta». La imprevista muerte del general Torrijos en 1981, en
medio de la ejecución del proceso que conducía a las elecciones de 1984, deter-
minó también la suerte de este primer ensayo de transición democrática. Según
se ha reseñado, los miembros de la coalición reunida en torno a Torrijos empezó
a dispersarse, y aquellos que habían sido excluidos o marginados de ella empe-
zaron a socavarla27.

Segunda transición

Una segunda transición corresponde a lo que Stepan ha denominado «pacto


partidario», y Huntington una proceso de «traspaso». Tras la muerte de Torrijos
en 1981 y la consolidación del poder del general Rubén Darío Paredes en 1982,
se designa una nueva Comisión de Reformas Constitucionales, compuesta por
representantes de la casi totalidad de los partidos políticos existentes en el mo-
mento, y por personalidades independientes. La comisión terminó su trabajo en
cuatro meses, y en abril de 1983 las reformas fueron sometidas a la consideración
pública y aprobadas en un referéndum popular no previsto como mecanismo
de reforma en aquella fecha. Como resultado de la reforma, tanto el presidente
de la república como los legisladores serán electos por el voto popular. Parale-
lamente, se consolida un sistema de garantías electorales, entre las que destacan
la existencia de un Tribunal Electoral y una Fiscalía Electoral permanentes. Así,
esos actores políticos, recuperados como interlocutores legítimos del régimen,
participan de un nuevo proceso de democratización, expresado en el acto de re-
formar (ahora profundamente) la Constitución política de 1972, y la convocatoria
a elecciones generales en 1984.
El responsable militar de esta transición fue sin duda el general Rubén Darío
Paredes, que aspiraba también a ser el candidato de la coalición autoritaria al
cargo de presidente de la república. Se trataba en no poca medida de un pacto
entre los partidos políticos y con el general Paredes. Para la fecha de las elecciones,
sin embargo, el general Rubén Darío Paredes había sido reemplazado como jefe
de la institución armada, y en su lugar encabezaba el régimen el general Manuel
Antonio Noriega, quien dispuso imponer, primero como candidato oficial y luego
como presidente, y a pesar de la derrota electoral, a Nicolás Ardito Barletta.
Solo puede especularse sobre el resultado que una postulación oficial del
general Paredes pudo producir. Sin embargo, a la par de señalar la importancia
que el ascenso al poder militar del general Noriega tiene en sí mismo, me parece
1016 X La transición a la democracia en Panamá

relevante destacar lo que Stepan ha señalado en torno a la importancia del ele-


mento institucional. En este sentido, la principal fuente de presiones internacio-
nales orientadas hacia la democratización era el gobierno demócrata estado-
unidense de James Carter. Esa administración fue reemplazada por la de Ronald
Reagan, quien encabezó un gobierno republicano empeñado en librar las batallas
finales de la Guerra Fría en los escenarios activamente subversivos de Centroa-
mérica. Así, mientras que la acción contra la Nicaragua sandinista y contra el
FMLN de El Salvador adquiría importancia en la agenda estadounidense, el sos-
tenimiento de una alianza con los militares panameños permitía ignorar el pro-
fundo déficit democrático del país. En ausencia de presiones externas
significativas, los militares panameños no reconocieron necesidad de cumplir la
promesa implícita en el pacto partidario de 1983, y se negaron a reconocer el
triunfo de Arnulfo Arias Madrid en las elecciones de 1984.
El fraude electoral de 1984 significó el fracaso inicial de la transición demo-
crática basada en el pacto partidario, y la deslegitimación de las reformas consti-
tucionales de 1983, que demostraban no tener eficacia. La imposición de Ardito
Barletta demostró, además, que los intentos para reformar el régimen se habían
convertido solo en mecanismos para preservar el dominio de los militares en vir-
tud de nuevos esquemas de legitimación, en concreto, en elecciones populares.

Tercera transición

Un tercer intento fallido de transición a la democracia se realizará en los


años siguientes. Se trata del período de la movilización popular contra la dicta-
dura del general Manuel Antonio Noriega, movilización que fracasó en el em-
peño de que el régimen se desplomara y entregara el poder a la oposición.
Las grandes movilizaciones, aunque de distinta naturaleza, se sucederán a
todo lo largo del período comprendido entre la toma de posesión de Barletta y
el final del régimen autoritario. Primero serán las protestas contra el fraude elec-
toral, convocadas por los partidos políticos de oposición. Luego seguirán las
protestas ante la introducción de nuevos impuestos, que dan origen a la Coor-
dinadora Civilista Nacional (CoCINA), las protestas en exigencia de justicia por
el asesinato de Hugo Spadafora Franco, las protestas obreras ante la modifica-
ción de la legislación laboral, para desembocar en la formación de la Cruzada
Civilista Nacional, tras las denuncias contra el general Noriega, hechas por el
coronel Díaz Herrera 28. Las masivas protestas organizadas por la Cruzada Civi-
lista Nacional tendrán apogeo durante todo el año 1987, pero decaerán nota-
blemente cuando Estados Unidos eleva su enfrentamiento con los militares
panameños durante 1988. Una nueva etapa de movilizaciones estará organizada
fundamentalmente en torno a las elecciones de 1989, por los partidos políticos.
Como es sabido, la protesta popular no fue determinante para el derrocamiento
del régimen autoritario29.
Nueva historia general de Panamá X 1017

Sin embargo, partes importantes de la coalición autoritaria se desprendieron


de su seno para engrosar las filas de la oposición política, a lo largo de los dis-
turbios civiles que sacudieron el país entre 1985 y 1989. Nuevamente, un rasgo
visible de la descomposición de la coalición autoritaria lo será la expulsión de
un presidente actuante, en este caso, de Ardito Barletta, en 1985. Posteriormente
le seguirán Del Valle y su vicepresidente Esquivel, en 1988. Pero el instituto ar-
mado persistió en el empeño de aferrarse al poder político, incluso tras la abru-
madora derrota electoral que sufrió la coalición autoritaria en las elecciones de
198930.
El papel de los Estados Unidos en las fórmulas y desenlace de la «supresión
del régimen autoritario conducida por la sociedad», en la tipología de Stepan,
no deja de ser importante, como lo han reseñado numerosos observadores. Al-
gunos han destacado el carácter obstructivo de la persecución judicial por nar-
cotráfico seguida contra Noriega en los tribunales estadounidenses, respecto a
la voluntad de este de salir de abandonar el poder y el territorio nacional. otros
han destacado que estas acciones se ejecutaron ante el debilitamiento progresivo
de la Cruzada Civilista Nacional31. A este respecto es correcto afirmar que el
conflicto con los Estados Unidos adquiere un nuevo nivel en 1988, cuando se
acumularon rápidamente la pretendida destitución de Noriega por el presi-
dente Del Valle (que desembocó en la caída de Del Valle), las graves sanciones
económicas decretadas contra Panamá, y un frustrado alzamiento militar contra
el dictador.

El régimen militar en los días previos


a la invasión estadounidense

Las opciones jurídicas tomadas por el régimen militar entre el 31 de agosto


y el 19 de diciembre (víspera de la invasión estadounidense) fueron expresa-
mente regresivas, restableciendo al margen de toda normalidad la instituciona-
lidad de 1972. El 31 de agosto de 1989 se reunió el Consejo General de Estado32,
el cual, mediante «acuerdos» procedió a nombrar un presidente provisional
(Francisco Rodríguez) y a traspasar las funciones legislativas de la Asamblea
(que veía extinto su mandato ese día) al Órgano Ejecutivo, supuestamente mien-
tras se nombraban los miembros de una Comisión de Legislación. Posterior-
mente, mediante el Acuerdo 6 de 9 de noviembre de 1989, la función legislativa
se volvió a traspasar, esta vez a la Asamblea Nacional de Representantes de
Corregimiento33.
La Asamblea Nacional de Representantes de Corregimiento expidió la Re-
solución 10 de 15 de diciembre de 1989. En su parte resolutiva, la mencionada
disposición señala que se declaraba a la república en estado de guerra, y que
para hacer frente a este estado de guerra se creaba el cargo de jefe de Gobierno,
1018 X La transición a la democracia en Panamá

designándose al general Noriega en dicho cargo34. Como puede verse, a cinco


días escasos de la invasión estadounidense no quedaba ya rastro de las forma-
lidades democráticas de la Constitución.

Invasiones y transición democrática

Una pregunta obvia respecto a la posibilidad de contemplar las invasiones


extranjeras como mecanismo idóneo para producir cambios en los regímenes
políticos. En la Alemania bajo control de Estados Unidos, el Reino Unido y Fran-
cia, se constituyó un Estado nuevo, la República Federal Alemana, cuya legisla-
ción fue autorizada por las naciones vencedoras en la guerra. El primero de julio
de 1948, tres años después del fin de la guerra, los tres comandantes aliados con-
vocaron a los ministros presidentes de los Länder bajo su jurisdicción para que
se dotaran de una Constitución democrática. Una opinión autorizada, es la de
Juan Linz, que dice al respecto que «... la derrota total del Estado alemán dio a
los aliados el control total del desarrollo político. Así, los aliados occidentales
crearon una democracia política eficaz y la Unión Soviética creó un falso sistema
multipartidista paralelo al occidental pero en el cual estaba asegurada la hege-
monía indiscutible del Partido Comunista. Es útil notar que un proceso de de-
mocratización externamente controlado no fue incompatible con la creación de
instituciones democráticas estables, no contribuyó a su deslegitimación y pudo
haber influido en el desarrollo social y político de modo que contribuyó a la fu-
tura estabilidad de la República Federal de Alemania»35. En un caso como este
es evidente que puede hablarse con propiedad de una «instauración dirigida
desde el exterior», según la clasificación de Stepan, pero no en el caso panameño,
donde la invasión permite el acceso al poder a políticos panameños que previa-
mente habían ganado unas elecciones, las mismas que habían sido anuladas por
el régimen autoritario. No hay en Panamá un diseño institucional dirigido desde
el extranjero ni la selección por parte de la nación invasora de unos dirigentes
políticos sin legitimidad democrática.
otro caso verdaderamente ilustrativo es el mencionado de Japón. Karl Loe-
wenstein dice de la Constitución japonesa: «La nueva Constitución ha sido inspi-
rada por el CSPA, dictada por el CSPA y puesta en vigor por el CSPA, actuando a guisa
de coro mixto la dieta elegida democráticamente. En el vacío político de la ocupa-
ción extranjera, con un general extranjero de seudo-Mikado y con la dinámica de
los partidos estrictamente controlada por él, apenas puede hablarse de una Cons-
titución real, incluso en una nación tan adaptable como la japonesa»36. Nada de
esto sucedió en Panamá. En común con esta y otras transiciones a la democracia,
sin embargo, tiene el hecho de haber sido viabilizada por una invasión extranjera.
La experiencia panameña no es original en este aspecto. Así, los estudios
sobre la transición han podido concluir, que en el período previo a la democra-
tización de Europa del Este, «… el marco más frecuente dentro del cual ha tenido
Nueva historia general de Panamá X 1019

lugar, en las últimas décadas, una transición desde la dominación autoritaria ha


sido la derrota militar en un conflicto internacional. Por otra parte, el factor que
tuvo más probabilidades de asegurar un desenlace democrático de la transición
fue la ocupación del país por una potencia extranjera que era, a su vez, una de-
mocracia política»37. Estos datos hacen concluir a Robert Dahl, que «es una fal-
sedad manifiesta la afirmación de que la poliarquía se produce únicamente a
través de un proceso autónomo dentro de países ya independientes»38. Las re-
flexiones de Dahl son de gran utilidad para comprender el fenómeno de la in-
vasión, en especial cuando examinan experiencias históricas análogas. Dahl
señala que aun «… si las condiciones que siguieron a la Segunda Guerra Mun-
dial no hubieran favorecido en nada la instauración de la poliarquía en Alema-
nia, Austria, Italia y Japón, comparativamente cada uno de estos países era un
candidato inmejorable a la poliarquía que, en definitiva, no resultó muy difícil
–siempre comparativamente– restablecer. Quizá fuera esta ductilidad lo que
alentara a los gobernantes norteamericanos a creer en la presunción un tanto
simple y excesivamente optimista de que era sencillo implantar poliarquías por
doquier...»39. Una presunción nuevamente puesta a prueba en Afganistán y en
Irak, recientemente, con más bien pesimistas perspectivas.
Respecto a los experimentos de intervención extranjera «democratizadora»
posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el mismo autor nos dice: «Si bien sería
insensato predecir que estos regímenes van a tener una estabilidad ilimitada, el
mero hecho de su existencia plantea la cuestión de las circunstancias bajo las
cuales la intervención extranjera favorece el desarrollo de la poliarquía en los
países donde muchas de las condiciones le son desfavorables». Entre esas cir-
cunstancias, plantea la disposición de una gran proporción de los activistas po-
líticos de los países invadidos a favor de la democracia, y que las potencias
extranjeras no emplearon la coacción masiva y prolongada contra la población
que dominaban evitando una reacción negativa contra las nuevas instituciones.
Dahl llega a decir que estas circunstancias fueron tan insólitas que no se vislum-
braba que pudieran instaurarse la democracia mediante la invasión en ningún
país donde las condiciones fueran desfavorables40.
En un sentido semejante se ha expresado Morlino, para quien las objeciones
a las transiciones a la democracia viabilizadas por invasiones no son pocas y se
basan en apreciaciones relativas a sus consecuencias. Dice Morlino que de ellas
pueden surgir «un régimen solo formalmente independiente, como los llamados
regímenes-fantoche, o un régimen en situación de semisoberanía o, por último,
un régimen realmente independiente. Ni que tiene que también en este último
caso, el nuevo régimen sentirá el condicionamiento internacional, sobre todo en
los primeros años después de su instauración»41. La incertidumbre sobre el re-
sultado, sin embargo, hace pensar que la invasión extranjera como tal, probada
la existencia de un régimen autoritario previo, confirma los riesgos que conlle-
van estos mecanismos, pero impide también desestimarlas como medios para
1020 X La transición a la democracia en Panamá

viabilizar el cambio de régimen político. Habría que examinar, siguiendo a Dahl,


las condiciones subyacentes en Panamá al momento de la invasión, para ver si
era sensato pensar que la democracia era viable.
En lo relativo al primer aspecto mencionado por Dahl, uno de los reclamos
ciudadanos que se habían hecho generalizados eran los de respeto a la voluntad
popular, traicionada en 1984 y 1989. Si bien como expectativa puede parecer hoy
una aspiración bastante modesta, ciertamente no lo era en esos años. Todo el
aparato político de los partidos políticos de oposición estaba orientado clara-
mente hacia la promoción de un régimen de competencia electoral en el que se
respetara el triunfo de los más votados. Desde entonces las rupturas entre las
fuerzas que en el período 1984-1990 compartieron la lucha contra la dictadura
se hicieron visibles, numerosas y graves, pero no se ha dejado de compartir la
aspiración mínima básica de respeto a los resultados electorales, que es ahora el
común denominador de todas las fuerzas políticas. De hecho, es un lugar común
afirmar que desde la desaparición de las Fuerzas de Defensa el Partido Revolu-
cionario Democrático llevó adelante una progresiva transformación, ciertamente
estimulada por su inclusión en la Asamblea Legislativa en 1990, y sus victorias
electorales de 1991 (elecciones parciales) y 1994, pero que tiene como punto de
partida la posibilidad real de elaborar sus políticas de forma autónoma, y sin in-
tromisión de decisores externos, como eran en efecto los responsables militares.
En este punto, por lo tanto, la reorganización del PRD en 1990 implicó una acep-
tación de las reglas del juego democrático que es parte de lo que hizo posible
una exitosa transición a la democracia.
En lo que respecta al segundo punto, la invasión produjo miles de muertos42,
y graves secuelas físicas y psicológicas en su etapa propiamente militar. Esa
etapa, sin embargo, fue breve. Además, los combates no se extendieron a todo
el país, y la ocupación no se prolongó indefinidamente, así como tampoco se
prolongó indefinidamente la búsqueda, captura y detención de los responsables
de la administración autoritaria. Todos estos elementos contribuyeron induda-
blemente a que el rechazo natural a la invasión no se alimentara con numerosos
y generalizados abusos en los años siguientes.
A diferencia de lo que ha ocurrido en otras invasiones, los estadounidenses
contaron con la ventaja de tener grandes emplazamientos militares en Panamá,
a los que podían retirarse progresivamente, disminuyendo el impacto político
de una ocupación permanente del país, pero manteniendo plena capacidad de
intervención en caso de considerarlo necesario (como en efecto ocurrió en di-
ciembre de 1990, cuando se intervino para reprimir el supuesto «alzamiento po-
licial» del coronel Herrera Hassán). Así, la coacción a cargo directamente de las
fuerzas extranjeras se hizo menos y menos evidente, al tiempo que los integran-
tes de las antiguas Fuerzas de Defensa se reagrupaban como «Fuerza Pública».
En ese sentido, las tareas de orden público fueron, progresivamente asumidas
por recurso humano panameño43.
Nueva historia general de Panamá X 1021

El uso masivo y sostenido de la coacción por parte de las tropas invasoras,


debe decirse, suele estar relacionado con la duración y naturaleza de la resisten-
cia militar a la misma. Antes de una invasión, y pese a las fuentes de inteligencia
con que se cuente, la resistencia de los invadidos es tan solo un cálculo de pro-
babilidades, pudiendo hacer de las invasiones una apuesta desproporcionada
en favor de la instauración de democracias por esta vía.
otras variables para la democratización señaladas por Dahl (las restantes
cinco de las siete que componen el centro de la argumentación en La poliarquía)
son las secuencias históricas, el orden socioeconómico (tipo de economía), el de-
sarrollo socioeconómico (nivel de rentas), situación de igualdades-desigualda-
des, y el pluralismo subcultural. Las condiciones de Panamá al momento de la
invasión, fuera de la coyuntura crítica, eran favorables al sostenimiento de dicho
tipo de régimen. El problema giraba no tanto en torno a la capacidad de sostener
un régimen democrático (considerada al menos según esas categorías), sino de
los mecanismos para instaurarlo.

Caracterización de la transición a
la democracia en Panamá

Una de las premisas de las que parto, es que la democracia panameña actual
no es el régimen restablecido de 1968, ni es un régimen diseñado por la potencia
que invadió Panamá en 1989. La democracia que empezará a funcionar con nor-
malidad desde 1994 es básicamente la democracia negociada por los partidos
políticos en las reformas constitucionales de 1983, y que no había sido posible
ejecutar a plenitud por la intervención –especialmente en la determinación de
los resultados electorales, pero no solo en ellos– de las Fuerzas de Defensa.
El régimen político protagonizado por los partidos, a quienes se les atribuye
constitucionalmente el monopolio de la representación política en la Asamblea
Legislativa, y legalmente el monopolio de la postulación de candidatos a presi-
dente de la república, así como la posibilidad de ser financiados con recursos
públicos, es el régimen originado en los pactos de 1983 y el que se llevará hasta
las últimas consecuencias en el período 1990-1994.
Sin embargo, esa democracia hecha por y para panameños, se hizo posible
a partir de la desaparición del régimen autoritario militar, hecho este último del
cual fue agente indiscutible las fuerzas armadas de los Estados Unidos. La acción
de los Estados Unidos, con su trágico saldo, es la consecuencia de una política
estadounidense formada a través, pero no solamente, de textos como el híper
citado «Documento Santa Fe II», expedido en agosto de 1988 por un «think tank»
conservador44. Si ese documento planteó para Panamá, en 1988, la necesidad de
remover al general Noriega, reorganizar las Fuerzas de Defensa, establecer una
administración de justicia independiente, convocar a elecciones democráticas,
reformar la Constitución, reestablecer la economía nacional, regular el centro
1022 X La transición a la democracia en Panamá

bancario y garantizar la correcta administración del canal de Panamá, solo re-


sume las ideas compartidas por la mayoría de los panameños, al menos desde
las primeras elecciones generales realizadas en Panamá durante la vigencia del
régimen autoritario. Más que suponer que esas aspiraciones comunes entre los
panameños eran consecuencia de un plan estadounidense45, lo que es evidente
es que lo que para los panameños era ya una situación insostenible en 1984
(fecha aún en la que el régimen militar contaba con el respaldo estadounidense)
empieza a ser también una situación crítica para los Estados Unidos, por sus
propias razones e intereses46.
En ese orden, lo que nos planteamos ahora es determinar si la invasión es-
tadounidense a Panamá viabilizó, dentro de los caminos violentos de democra-
tización, una «restauración», una «reformulación interna» o una «instauración
dirigida desde el exterior», siguiendo como contrapunto los tipos propuestos
por Stepan, pero sin asumirlos íntegramente.
Una primera intuición nos permite ensayar que lo sucedido en Panamá no
se corresponde a ninguna de las descripciones que Stepan hace de procesos si-
milares en apariencia. Al menos dos de las tres opciones que nos presenta, la
restauración y la reformulación interna, requieren para perfeccionarse de una
invasión autoritaria previa. Es decir, el caso de Panamá no es similar a algunos
de la Segunda Guerra Mundial, en el sentido que la invasión a Panamá no des-
plazó a las fuerzas ocupantes de otra nación invasora, de signo autoritario. Muy
por el contrario, nuestro régimen autoritario era «autóctono».
En el modelo de la restauración, además, se parte de la idea de que los actores
desbancados por las fuerzas autoritarias son los mismos que protagonizan la ins-
tauración democrática luego de la invasión por naciones democráticas. Un primer
vistazo al caso de Panamá parece indicar que ese es el caso. Sin embargo, un exa-
men más cuidadoso permite señalar que si bien los partidos que conformaron la
coalición que se instala en el poder tras la invasión estadounidense es en gran me-
dida la misma que fue derrocada por los militares en 1968, sus símbolos y orga-
nizaciones han cambiado con el paso del tiempo, lo mismo que su peso electoral
e influencia. Los cambios estructurales han favorecido el nacimiento de organi-
zaciones económicas y políticas diferentes a las preexistentes, lo que limita la ca-
pacidad de los viejos actores para reproducirse sin más, y condiciona su acción
en el sistema político. Pensemos por un momento en la desaparición de la Guardia
Nacional y la aparición del PRD, y la ubicuidad del sindicalismo. Estos cambios
profundos parecen no estar previstos en la tipología de Stepan, pues los ejemplos
que utiliza son históricos, y corresponden a ocupaciones extranjeras de poca du-
ración comparados con el período autoritario panameño. Entre los cambios des-
taco la convivencia política, junto a los partidos que impulsaron la transición
enfrentados al régimen autoritario, de las fuerzas partidarias representativas de
la antigua coalición autoritaria. En ese aspecto fundamental la democracia que se
instaura posinvasión no es la democracia pregolpe de Estado.
Nueva historia general de Panamá X 1023

El segundo modelo es el de la reformulación interna. Más allá de la diver-


gencia ya señalada de la inexistencia de una previa invasión autoritaria, se
suman otros elementos que no coinciden con el tipo. Stepan señala como factores
que inciden en la aparición de este camino hacia la democracia que el gobierno
democrático anterior a la instauración autoritaria sea percibido como culpable
de colaboracionismo, o de debilidad, y que haya emergido un movimiento de
resistencia al autoritarismo independiente o antagónico a los representantes de
ese anterior régimen democrático. Estos factores aparecen en el caso panameño
de forma muy particular. Por una parte al caer la dictadura habían transcurrido
veintiún años desde la instauración autoritaria, y la percepción negativas sobre
el régimen imperante en 1968, no era determinante de la acción política en 1989.
Por otra parte, las estrategias de la oposición al régimen autoritario variaron en
el tiempo, como consecuencia de las diferentes coyunturas. En un primer mo-
mento la oposición fue tanto cívica como armada, esta última tanto de los par-
tidos políticos desplazados del poder como de grupos de izquierda revolu-
cionaria. otras estrategias involucraron la participación en los espacios que el
régimen iba abriendo, aun cuando no se valoraran como suficientes. La estrate-
gia definitiva de la oposición panameña fue sumar a todas las fuerzas políticas
posibles para reducir la coalición autoritaria a su mínima expresión, estrategia
que dicho sea de paso hacía converger entre las tradicionales fuerzas opositoras
a elementos que evidentemente podían ser acusados de «colaboracionismo». En
última instancia, la aparición de la Cruzada Civilista Nacional, así como de otros
grupos menores, y la reorganización del abanico partidario opositor desde la
apertura de 1978, componen un panorama plural que, sin embargo, no consti-
tuye una resistencia antagónica a la oposición tradicional (representante de los
derrocados en 1968), sino que la refuerza y completa. En otro sentido, la transi-
ción democrática panameña es una «reformulación interna» en los discursivo y
organizativo. Endara toma el poder a raíz de la invasión, y pocos meses más
tarde se reúne la Asamblea Legislativa que había sido electa en la misma fecha
que el presidente. Componen la Asamblea tanto las fuerzas democráticas como
los legisladores elegidos bajo las banderas de los partidos autoritarios. Elecciones
complementarias posteriores incluirían nuevos miembros de ambos bandos. Así,
la instauración democrática sí ha sido de hecho una reformulación interna, ba-
sada en los resultados electorales de 1989 y en la discusión pública de las refor-
mas institucionales, posible en virtud de una invasión extranjera que destruyó
el régimen autoritario. El régimen democrático que se va haciendo eficaz se di-
ferencia en la práctica del régimen previo a la instauración autoritaria, pues la
normatividad a la que se ciñe es la constitucional de 1984. En el aspecto electoral
específicamente, la reformulación queda consagrada incluso respecto al pacto
partidario de 1983, pues se refuerza en las reformas al Código Electoral la pri-
macía de los partidos políticos predominantes con la manipulación de la cláusula
de adjudicación de residuos en los circuitos electorales plurinominales.
1024 X La transición a la democracia en Panamá

La tercera de las posibilidades que señala Stepan es la de una instauración


democrática dirigida desde el exterior. Esta opción salva la objeción relativa al
requerimiento de una invasión autoritaria previa a la instauración democrática,
pero contempla otras dificultades. Aunque es cierto que la instauración demo-
crática en Panamá involucra una enorme dependencia de los Estados Unidos,
especialmente durante el primer año de gobierno democrático, y sobre todo en
materia de seguridad pública y ayuda económica de emergencia (fenómeno que
se reproduce en todos los casos de invasión), no hay una reforma institucional
dirigida por Estados Unidos. La presencia de fuerzas democráticas autóctonas
permite a Panamá diseñar sus propias soluciones al problema de la consolida-
ción democrática.

La administración Endara,
un Gobierno de transición

¿Cuándo acabó el régimen autoritario? La respuesta es sencilla: el 20 de di-


ciembre de 1989. Una respuesta mucho más compleja es la que plantea, ¿cuándo
quedó instaurada la democracia? Está claro que no fue el día de la invasión. Si
aceptamos como premisa que toda fecha tiene más un significado simbólico, e
ilustrativo, útil para el análisis de períodos históricos y la evolución de las ins-
tituciones, podríamos plantearnos varias fechas que podrían servir para esos
propósitos.
Por un lado, pareciera en un primer momento razonable señalar el 1 de
marzo de 1990 como la fecha en que quedó instaurada la democracia en Panamá.
Ese día se integró la Asamblea Legislativa elegida en mayo de 1989, y debió
tomar posesión el 1 de septiembre de ese año. En ese momento, además, se aban-
donaba el esquema provisional del triunvirato, que quedó expresado en el Es-
tatuto para el Retorno Inmediato al orden Constitucional, y se reestableció la
separación de los poderes y el ejercicio de las competencias correspondientes a
los distintos órganos superiores del Estado47. Por otro lado, podía decirse que
hasta que no se realizaran elecciones populares generales y regulares, el tránsito
a la democracia no estaba completo.
El tránsito a la democracia en Panamá ha pretendido ser examinado en el
país por muy pocos autores. En el caso de Simeón González, este ha señalado
un sendero hacia la democracia que habría transcurrido a través de varias fases48.
Sobresale, sin embargo, la presentación de eventos que integran la coyuntura
política, pero que no corresponden a una periodización de la transición.
Sin embargo, las «fases» de González nos advierten de una serie de proble-
mas que confrontó el Gobierno de Endara, algunos inclusive que provocó el pro-
pio Gobierno, en el camino de la instauración democrática. Así, González resalta
las tareas de organizar elecciones libres, y reformar la Constitución política he-
redada del régimen autoritario. También se menciona la denominada segunda
Nueva historia general de Panamá X 1025

invasión (de diciembre de 1990), que sofocó una sublevación policial y reprimió
un sector especialmente contestatario de la dirigencia obrera panameña. Este
evento forma parte de la que aún un año después de la invasión de 1989 era una
tarea inconclusa: la producción de una Fuerza Pública sometida al poder civil.
Estos tres asuntos eran centrales para establecer un régimen democrático, y pue-
den servir de ejes para juzgar en ese apartado a la administración 1990-1994.
otros eventos importantes también son mencionados por González, eventos
que contribuirán a obstaculizar el sendero hacia la democracia, pero que no son
en sí mismos determinantes para caracterizar el régimen: tal es el caso de la
adopción de la Estrategia Nacional de Desarrollo y Modernización Económica,
conocida como Plan Ford, en mayo de 1991. Ese elemento nos introduce al pro-
blema de la economía política de la transición democrática, y al impacto desle-
gitimador que tienen determinadas políticas económicas, o el fracaso económico,
sobre la estabilidad del régimen político. De igual forma puede mencionarse la
pugna entre las fuerzas políticas en el gobierno, que estallan con la expulsión
del Partido Demócrata Cristiano el 8 de abril de 1991, y la consiguiente pérdida
de la mayoría legislativa del Gobierno de Endara.
Así, el período 1990-1994 fue un período de reconstrucción del aparato es-
tatal, de reorganización, pero al mismo tiempo uno de búsqueda de arreglos ins-
titucionales que pudieran adquirir algún grado de estabilidad.

Los ejercicios electorales

Durante este período, fueron especialmente relevantes las elecciones par-


ciales a la Asamblea Legislativa, realizadas en 1991, y mediante las cuales se
completó su integración, que no había sido plena debido a la pérdida de la do-
cumentación electoral en algunas circunscripciones. En ese torneo se disputaron
siete curules adicionales, de las que cuatro fueron obtenidas por el partido de la
coalición autoritaria desplazada en 1989. La importancia para los desarrollos
posteriores que tuvo la tolerada reorganización del PRD y su exitosa participación
en la Asamblea Legislativa, que inició sus sesiones en marzo de 1990, y en las
elecciones parciales de 1991, no puede desestimarse.
El 15 de noviembre de 1992 se realizó un referéndum para la consideración
de un proyecto de reformas integrales a la Constitución política, proyecto que
fue rechazado por los electores. Este suceso, aunado al ejercicio electoral de 1991,
habituaron a la clase política al respeto al voto popular, y sirvieron igualmente
para preparar a un nuevo Tribunal Electoral que enfrentaría su principal reto en
las elecciones generales de 1994.
Sin embargo, hasta que no se entregó el poder al partido ganador, el 1 de sep-
tiembre de 1994, el proceso electoral no pudo considerarse eficaz. Esto hace razo-
nable concluir que el fin del período de transición a la democracia se da en ese
momento. Es difícil olvidar que en aquellos momentos significaba una absoluta
1026 X La transición a la democracia en Panamá

novedad que un Gobierno reconociera su derrota electoral y entregara pacífica-


mente el poder a su sucesor. Rasgo llamativo de la coyuntura lo fueron los equipos
humanos asignados a hacer el traspaso de responsabilidades un proceso ágil y
transparente, situación que cinco años después no se repitió.

La reforma de la Constitución y
la consulta popular de 1992

Algunos autores han subrayado la expectativa que la población tenía de que


se convocara una Asamblea Nacional Constituyente para reemplazar la Consti-
tución política de 1972, identificada como la «Constitución de la dictadura»49.
La decisión de no convocar la constituyente se debió a que los nuevos líderes
«prefirieron continuar en el poder bajo las viejas reglas antes que arriesgarse a
perder el poder por completo a favor de un gobierno de transición y nuevas elec-
ciones. Muchos miembros del Legislativo pensaban de igual forma»50. La alter-
nativa que siguió el nuevo Gobierno, reconociendo la importancia de realizar
cambios constitucionales, fue la de las reformas constitucionales mediante los
procedimientos establecidos en la propia Constitución vigente. El debate cons-
titucional se prolongó a todo lo largo del Gobierno de Endara, sin encontrar una
satisfacción permanente hasta la reunión de la Asamblea Legislativa en el man-
dato 1994-1999.
De todo el proceso de discusión de reformas constitucionales, uno de los
hitos destacables fue el rechazo de las numerosas y complejas propuestas some-
tidas a la consideración de los ciudadanos en noviembre de 1992. Casi tres años
después de la invasión, la ciudadanía había rechazado las transformaciones más
amplias al ordenamiento constitucional propuestas desde la aprobación de la
Constitución de 1972. Pero, ¿eran realmente relevantes para la democracia?, ¿o
expresaban un deseo de renovar el Estado más allá de lo necesario para darle
sólidas bases constitucionales al régimen democrático?, ¿no era acaso el pro-
blema de la «Constitución de la dictadura», como lo es más aún hoy día, un
asunto predominantemente de legitimación, más que un asunto de reglas del
juego?
El referéndum de 1992 ha sido leído tanto como evento legitimador del ré-
gimen democrático, por la aceptación gubernamental de la derrota, y como fra-
caso en el intento de legitimar el nuevo orden, por el masivo rechazo popular y
la numerosa abstención51. En la práctica, al menos, significó posponer la prohi-
bición constitucional del ejército permanente, hasta que otras iniciativas de re-
forma se aprobaron mediante el otro de los mecanismos establecidos en la
Constitución, que exigía acuerdo entre la voluntad de la Asamblea Legislativa
del período 1990-1994 y la del período 1994-1999. Así fueron aprobados los
«Actos Legislativos» relativos a la desmilitarización y a otras reformas destinadas
Nueva historia general de Panamá X 1027

a perfeccionar el régimen político y la administración del canal de Panamá52. La


tardía propuesta de incorporar un tercer mecanismo de reforma constitucional,
fue rechazada por la Asamblea que tomó posesión en septiembre de 1994, y ha
seguido siendo una aspiración constantemente pospuesta.

La desmilitarización

El planteamiento del «problema militar» exige al menos precisar que la pre-


sencia o ausencia de fuerzas militares no determina, en general, la existencia o
no de democracia. En el caso panameño, la opinión generalizada es, sin embargo,
que las fuerzas policiales y militares habían tenido un rol destacado en la vida
política del país durante gran parte de su existencia como tal, y no solo durante
el paréntesis de régimen autoritario. Ese elemento distorsionador del orden po-
lítico y del régimen democrático en particular, por lo tanto, fue objeto de una de
las políticas centrales del gobierno de transición: la desmilitarización. Se trató
de una política que contó con la ventaja de la desarticulación de las Fuerzas de
Defensa por efecto directo de la invasión estadounidense, y con la desventaja
de enfrentar una grave situación de inseguridad ciudadana, producida por el
vacío de orden público como consecuencia también de la invasión. Enfrentar la
inseguridad sin reconstruir el aparato militar era (y sigue siendo en no poca me-
dida) uno de los retos permanentes de los políticos panameños.

Los esfuerzos a favor de la distensión

La institucionalización de la democracia conlleva un largo proceso de habi-


tuación, como diría Rustow, al final del cual podríamos hablar de democracia.
Esta última perspectiva requeriría identificar al ejercicio 1990-1994 como el pe-
ríodo de auténtica transición a la democracia. Ahora bien, un panorama centrado
en los arreglos institucionales puede dejar de lado a los actores no estatales. Esto
supondría ignorar el rol que durante la administración Endara, jugaron tanto la
comunidad internacional como la Iglesia católica, para dar respaldo a las inicia-
tivas de democratización. En Panamá, destacan los encuentros denominados
Bambito I y Bambito II, que contaron con representantes del sector laboral y em-
presarial, a la par de dos rectores de Universidad de Panamá, como represen-
tantes nacionales de los sectores no partidarios53.
En el marco estrictamente del torneo electoral, debe destacarse la novedad
y el impacto que significó el primer Pacto Ético Electoral, subscrito por las prin-
cipales fuerzas partidarias y auspiciado por la Comisión de Justicia y Paz de la
Iglesia católica, para propiciar una voluntaria y consiente contención de los ac-
tores políticos en lo que respecta al lenguaje político y a la naturaleza de los ata-
ques que se considerarían legítimos en el marco de la campaña electoral de 1994.
1028 X La transición a la democracia en Panamá

La sanción a los violadores


de los derechos humanos

En el aspecto de la persecución judicial a los partidarios del régimen auto-


ritario, rápidamente se inician las denuncias y las investigaciones penales. Una
de las primeras leyes aprobada por la Asamblea Legislativa, inclusive, crea la
Fiscalía Especial para investigar el asesinato de Hugo Spadafora, y otras graves
violaciones a los derechos humanos. En esos primeros años, efectivamente, son
condenados algunos de los individuos relacionados con el crimen de Spadafora
(1985) y la desaparición del sacerdote Héctor Gallego (1971). Muchos otros crí-
menes, sin embargo, quedaron sin ser sancionados, bajo argumentos diversos,
que incluyen la prescripción de la acción penal, sentencias previas que declara-
ban la inocencia de los presuntos responsables y la falta de tipificación de ciertas
conductas criminales, entre otras54.
Algunos observadores han sido más críticos. Así, Furlong indicaba en 1993
que el procurador general de la nación, Rogelio Cruz, «… no ha estado activo
en la búsqueda de órdenes de enjuiciamiento contra los socios de Noriega que
estuvieron involucrados en crímenes contra individuos o en muchos casos de
detenciones ilegales, torturas, asesinatos que ocurrieron durante su régimen.
Tampoco ha promovido el enjuiciamiento de quienes, junto a Noriega, fueron
responsables de robar cientos de millones de dólares durante el régimen mili-
tar»55. Endara no solo no estimuló la persecución de estos criminales, sino que
al final de la su administración, además, se empieza a poner en práctica la polí-
tica de los indultos por delitos políticos56. Esta práctica continuará durante el
período del nuevo presidente elegido en mayo de 199457, y significará una de
las decepciones más importantes de la transición58.
No debe dejarse de lado, sin embargo, que la situación absolutamente pe-
nosa de las prisiones (de origen y el régimen militar y por efecto de la invasión),
y la lentitud de la reforma a la legislación penal y a los tribunales de justicia (mu-
chos de ellos destruidos o desvalijados durante la invasión), sirvió a los efectos
tanto de frustrar la aplicación de la justicia a los responsables de graves viola-
ciones a los derechos humanos durante el régimen militar, como para producir
nuevas violaciones a los derechos humanos, en especial, a quienes esperaban la
realización de sus juicios sometidos a largos períodos de detención preventiva.
En ese punto la aspiración de justicia que había impulsado la movilización pro
democracia quedó atascada en una administración de justicia que no pudo evi-
denciar una elevación de la calidad del servicio que brindaba a los ciudadanos.
Desde esos primeros años la administración de justicia ha modernizado
sus instalaciones, sus recursos humanos y materiales, ha aumentado su dota-
ción presupuestaria, reformado en múltiples y profundas formas la legislación
procesal y sustantiva. En materia de persecución de las graves violaciones a los
Nueva historia general de Panamá X 1029

derechos humanos cometidos durante el régimen autoritario; sin embargo, solo


recientemente se han visto avances, expresados en la aceptación de la tesis de
la imprescriptibilidad de la acción penal en esos casos.

Conclusiones

En la literatura sobre las transiciones democráticas ha destacado en los úl-


timos años un artículo de Thomas Carothers, que presenta una crítica inteligente
a los presupuestos admitidos comúnmente59. El primero de esos presupuestos
es que todo país que se aleja de un régimen autoritario puede ser considerado
un país que se acerca a la democracia. Carothers piensa que la evidencia de la
última década deja en claro que hay muchos países que han abandonado el au-
toritarismo pero han dejado de acercarse a la democracia, quedando estancados
en una zona gris que no ha sido adecuadamente estudiada por unos académicos
atrapados ese conocimiento establecido por los padres de la teoría de la transi-
ción democrática.
Las investigaciones realizadas, me permiten concluir que la democracia
quedó instaurada en Panamá, con sus contenidos mínimos, a finales de 1994, al
aprobarse definitivamente las reformas constitucionales que consagraban en
gran medida la desmilitarización del Estado. Para ese momento ya se habían re-
alizado exitosas elecciones generales, que habían dado el triunfo a la oposición
política, triunfo que a su vez había sido respetado. No se trató de una democracia
cualquiera, sino una democracia centrada en los partidos políticos. Como toda
democracia, no produce por sí sola las soluciones que le parecen mejores a todos
y cada uno de los ciudadanos, para los problemas del país. Como toda demo-
cracia centrada en los partidos políticos, excluye formas de participación que
cada vez más parecen necesarias a la población. Como todo régimen político,
esta democracia ha estado expuesta a la corrupción, y como todo régimen polí-
tico en países pequeños, a la presión de otros países e intereses internacionales.
Comprender estas cosas es comprender las posibilidades de la democracia y del
poder del Estado y de la sociedad.
Por esas mismas razones, y otras muchas que han quedado fuera del tintero,
era y es posible profundizar en la democracia que tenemos. Ampliar el alcance
de la participación electoral a más ciudadanos, permitir que el debate político
sea más libre, garantizando información a los electores, y posibilidades para eva-
luar la conducta de las autoridades electas. Podemos mejorar el diseño de nues-
tras instituciones, incluyendo los órganos superiores del Estado. Garantizar que
las minorías políticas y étnicas, entre otras, hagan llegar sus voces y participen
en la toma de decisiones públicas. Acabar con el abismo económico entre unos
panameños y otros, que sabemos imposibilita en la práctica el ejercicio de la
igualdad política de los ciudadanos.
1030 X La transición a la democracia en Panamá

Pero el programa de la profundización de la democracia no solo no parece


enfrentar problemas en su ejecución, sino que parece estar gestándose una franca
regresión en algunos aspectos que parecían haber sido superados. En este punto
las elecciones de 2004 puede que sean, a corto plazo, una medida dramática del
grado de consolidación de la democracia que tenemos, más que la oportunidad
de relanzar un proyecto de profundización democrática para los próximos cinco
años.

Notas
1
Joseph Schumpeter, Capitalismo, socialismo y democracia, Ediciones Orbis, 1988. Original-
mente publicado en 1942.
2
Samuel P. Huntington, La tercera ola, Paidós, Barcelona, 1994.
3
Que la democracia así entendida, como método de gobierno, tiene limitaciones y resulta
insatisfactoria, es algo que se reconoce hoy sin demasiado esfuerzo. Pero no es esta la oca-
sión para profundizar en esos aspectos.
4
Dankwart A. Rustow, «Transitions to democracy: Toward a dynamic model», Comparative Po-
litics, número 2, abril de 1970. Originalmente, fue presentado en la reunión anual de la Ame-
rican Political Science Association, en Nueva York, en septiembre de 1969.
5
Según Huntington ha habido tres períodos en los que se han concentrado las transiciones
a la democracia: un período largo comprendido entre 1828 y 1926, otro más corto, entre
1943 y 1962, y el comprendido entre 1974 y 1990. Samuel P. Huntington, op. cit., pp. 25ss.
6
Francisco C. Weffort, ¿Cuál democracia?, FLACSO, San José, Costa Rica, 1993. pp. 133ss.
7
Dankwart A. Rustow, op. cit., p. 26, traducción mía; en: Anderson, Lisa (editor), Transitions to
democracy, Columbia University Press, Nueva York, 1999, pp. 14-41.
8
Cristóbal Arboleda, «Posibilidades de la Democracia en Panamá», Tareas, número 75, mayo-
agosto de 1990, p. 26.
9
J. Samuel Valenzuela, «Democratic consolidation in post-transitional settings: Notion, pro-
cess and facilitating conditions», informe titulado originalmente «Some thoughts on the
consolidation of democracies», presentado como pieza de debate para un taller sobre pro-
cesos de consolidación democrática en Europa Occidental y América Latina en el Kellogg
Institute, en abril de 1987. La presente versión aparece en Scully and Weffort, Latin America:
Crisis and democratization, Course Packet, University of Notre Dame, GOVT 656, spring 1991,
pp. 585-586. Traducción mía.
10
Esta observación es tomada de la introducción de Lisa Anderson en: Lisa Anderson (editora),
Transitions to Democracy, Columbia University Press, Nueva York, 1999, p. 10.
11
Uno de esos elementos, en orden de valorar el peso que la actuación de ciertos individuos
en el desenlace de un proceso de democratización, lo constituye la prematura muerte de
Omar Torrijos Herrera, la decisión de Rubén Darío Paredes de separarse de la estructura for-
mal de la Guardia Nacional, y el ascenso al poder efectivo de Manuel Antonio Noriega. El
fracaso de la primera transición a la democracia puede fácilmente relacionarse con esos tres
momentos clave, si bien la continuidad de la Guardia Nacional, en un escenario hipotético
de reconocimiento de la victoria electoral opositora de 1984, permite más que un ligero es-
cepticismo sobre su viabilidad.
12
Salvador Sánchez G., «Transición a la democracia y el ocaso de los militares», en: Jorge Mario
García La Guardia (compilador). Transiciones a la democracia en Centroamérica, FUNPADEM, San
José, Costa Rica, 1999, pp. 184-190.
Nueva historia general de Panamá X 1031

13
Simeón González ha indicado que el torrijismo «no ha sido un proceso de liberación nacio-
nal, a pesar de su discurso ideológico, sino más bien un proceso de maduración objetiva de
óptimas condiciones para el desarrollo del capitalismo y para la reinserción de nuestra eco-
nomía en el mercado mundial». Simeón González H., «Sociología del torrijismo: Mito y rea-
lidad de un proceso», en: Panamá 1970-1990: Ensayos de Sociología Política, Panamá, 1994,
p. 115.
14
En el proceso de implantar sus políticas distributivas, constituyó a los beneficiarios de esas
políticas, o los consolidó si eran preexistentes, en el escenario social y político. Es decir, creó
sus propias clientelas electorales que alimentaron un apoyo político importante. En ese sen-
tido, Guillermo Castro H., «Panamá: 1970-1990. Transitismo, nación y democracia», en: Pablo
González Casanova y Marcos Roitman Rosenmann (coordinadores), «La democracia en Amé-
rica Latina: Actualidad y perspectivas», Universidad Complutense de Madrid, 15-20 de abril
de 1991.
15
Como parece decir Arboleda, por ejemplo. Ver Cristóbal Arboleda, op. cit., p. 43.
16
Soler, por ejemplo, contrapone las instituciones «democrático-participativas» del torrijismo
a las instituciones «democrático-electoreras», siendo las primeras, en el caso panameño, los
Comités de Salud, las Juntas Locales, las Juntas Comunales y la Asamblea Nacional de Re-
presentantes de Corregimiento. Ver al respecto: Ricaurte Soler, La invasión de Estados Unidos
a Panamá, segunda edición, Editorial Siglo XXI, Panamá, 1992, p. 52.
17
Juan Materno Vásquez, Una introducción a la teoría de la Constitución, Talleres de Impresora
Panamá, Panamá, 1971.
18
Juan Materno Vásquez, La Constitución de 1972, Ediciones Olga Elena, INAC, 1982.
19
Ibidem, p. 7.
20
Ibidem, p. 76.
21
Ibidem, p. 77.
22
Juan Materno Vásquez, La Constitución de 1972, op. cit., p. 5.
23
Alfred Stepan, «Caminos hacia la redemocratización: Consideraciones teóricas y análisis
comparativos», en: Guillermo O`Donnell, Philippe C. Schmitter y Lawrence Whitehead
(compiladores), Transiciones desde un gobierno autoritario, tomo 3, Paidós, Buenos Aires,
1988, pp. 107-108.
24
Restauración democrática luego de reconquista externa, reformulación interna luego de re-
conquista externa, instauración democrática dirigida desde el exterior, redemocratización
iniciada en el seno del régimen autoritario, supresión del régimen autoritario conducida por
la sociedad, pacto partidario, rebelión violenta organizada coordinada por partidos refor-
mistas, y guerra revolucionaria conducida por marxistas.
25
Simeón González H. ha dicho a estos respectos, que en principio «los ritmos y plazos im-
puestos al proceso de redemocratización fueron determinados por el propio régimen. Un
ritmo ordenado y controlado desde arriba, a fin de evitar alteraciones bruscas en el proceso
redemocratizador. Pero también pactado, o por lo menos aceptado por todas las fuerzas
sociales y políticas del país, y por el propio imperialismo». Simeón González H., op. cit.,
p. 123.
26
Marco A. Gandásegui Jr., «The military regimes of Panama», Journal of Interamerican Studies
and World Affairs, volumen 35, número 3, 1993, pp. 1-17. Se tratará de un giro sustentado ade-
más por las diferentes condiciones internacionales, en particular por el predominio de doce
años de las fuerzas conservadoras en la política estadounidense, que se inician con la elección
de Reagan seis meses antes de la muerte de Omar Torrijos, y la guerra en Centroamérica.
27
Ibidem, p. 8.
28
Para un análisis de la Cruzada Civilista Nacional, ver: Salvador Sánchez González, La desobe-
diencia civil en Panamá, EDILIBER, Panamá, 1995, especialmente pp. 82-105.
1032 X La transición a la democracia en Panamá

29
Algunos analistas han señalado, según mi criterio de forma equivocada, que existía la posi-
bilidad de derrocar mediante la movilización popular posterior a las elecciones de 1989, al
régimen autoritario, y que la invasión lo impidió. En ese mismo párrafo se afirma que la opo-
sición al régimen autoritario desmovilizó la protesta «a la espera que el actor externo haga
presencia y los instale en el poder», p. 269 y nota 12 en esa misma página. Simeón González
H., «Democracia o crisis de autoritarismo: El caso de Panamá». Ponencia presentada en el
evento sobre Democratización en Centroamérica y Panamá, organizado por CEMCA en Costa
Rica en 1993. En: Simeón González H., op. cit., pp. 259-275. Ambas afirmaciones, por otro
lado, son contradictorias.
30
Un posible cuarto intento de transición pacífica a la democracia puede ser identificado en
la mediación de la Organización de Estados Americanos (OEA) realizada en Panamá entre
junio y agosto de 1989. La intervención de la OEA colocó a los candidatos de oposición y de
Gobierno en las anuladas elecciones, en una situación de diálogo forzado que no prosperó.
La OEA tampoco estaba en capacidad de auspiciar un diálogo prolongado entre las fuerzas
en conflicto, y se contaba con una fecha fatal que terminaría por agudizar la polarización: la
fecha en que debían tomar posesión las autoridades electas (primero de septiembre). Ade-
más, la propuesta de prorrogar el mandato de la Misión de la OEA fue rechazada por los Es-
tados Unidos. El rotundo fracaso de la OEA en este caso admite un análisis independiente,
como antecedente de los mecanismos regionales de promoción de la democracia. Ver al
respecto: Christian L. Freres, «La defensa hemisférica de la democracia latinoamericana», Es-
tudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, volumen 4, número 2, julio-diciembre
de 1993.
31
Marco A. Gandásegui Jr., op. cit., p. 12.
32
Según la Constitución vigente, el Consejo General de Estado era un ente consultivo com-
puesto por el presidente, los vicepresidentes, los ministros, los directores de entidades au-
tónomas y semiautónomas, el jefe de la Guardia Nacional (Fuerzas de Defensa), el contralor,
los procuradores de la nación y de la administración, el presidente de la Asamblea Legislativa
y los presidentes de los Consejos Provinciales (artículo 196, de la Constitución política).
33
La Asamblea fue integrada por nombramiento directo.
34
Resolución 10 de 15 de diciembre de 1989 de la Asamblea Nacional de Representantes de
Corregimiento, publicada ese mismo día en la Gaceta Oficial 21,436. Se ha señalado que la
intención de Noriega era formalizar su estatus como jefe de Estado, para impedir su secues-
tro por los Estados Unidos, y que ese obstáculo en sí mismo hizo ya inevitable ejecutar la
invasión para derrocarlo. Ver en este sentido: Jorge Eduardo Ritter, Los secretos de la Nuncia-
tura, Planeta, 1990, p. 167.
35
Juan J. Linz, op. cit., pp. 15-16.
36
Loewenstein, K. «La Constitución en vivo: Teoría y práctica», en: J. Blondel y otros, Gobierno:
Estudios comparados, Alianza, 1981, p. 197. El CSPA era el Comando Supremo de las Potencias
Aliadas. El texto original de Loewenstein proviene de Constitutions and constitutional trends
since World War II, Nueva York University Press, 1951.
37
Guillermo O’Donnell y Philippe C. Schimitter. «Apertura (y socavamiento) de los regímenes
autoritarios», en: Guillermo O`Donnell y otros (compiladores), Transiciones desde un gobierno
autoritario, tomo 4, p. 35.
38
Roberto Dahl, op. cit., p. 175. El siguiente dato es ilustrador al respecto: de los veintiséis países
que en 1969 Dahl consideraba poliarquías, cuatro eran producto directo de la imposición
externa de Estados Unidos, y por lo menos otras siete habían sido modeladas bajo la in-
fluencia militar de ese país. Ver también: Laurene Whitehead, «Aspectos internacionales de
la democratización», en: Guillermo O’Donnell y otros, op. cit., tomo 3, p. 16.
39
Roberto Dahl, op. cit., pp. 177-178.
Nueva historia general de Panamá X 1033

40
Ibidem, p. 178. Hay que decir, sin embargo, que la mayoría de los casos contemplados por
Dahl como ejemplos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, no evolucionaron favorable-
mente como democracias sin solución de continuidad. Por otro lado, esos ejemplos, entre
los que incluye las naciones surgidas del fin del colonialismo, no parecen equiparables al
caso panameño.
41
Leonardo Morlino, Cómo cambian los regímenes políticos, CEC, Madrid, 1985, p. 109.
42
Las pérdidas humanas y materiales nunca han sido adecuadamente estudiadas y definidas.
Un cálculo que considero razonable estima la pérdida de vidas panameñas, entre civiles y
militares, en cerca de cuatro mil personas. Que en las operaciones militares hubo violación
del derecho internacional, incluyendo el derecho internacional humanitario, y una negli-
gencia grave a la hora de garantizar el orden público del territorio panameño invadido y
ocupado, está ya suficientemente documentado como para que ningún panameño afirme
lo contrario. Ver al respecto fuentes tales como El uso de la fuerza armada en las relaciones
internacionales: el caso de Panamá, Informe Conjunto del Comité sobre Control Internacional
de Armas y Asuntos de Seguridad y del Comité de Derecho Internacional de la barra de
abogados de la ciudad de Nueva York, fechado en 1992. En este informe, que difícilmente
se puede atacar como antiestadounidense, se desmantela el argumento en favor de la le-
gítima defensa de los Estados Unidos y de la invasión unilateral de un país con el objeto de
exportar la democracia, a la luz del derecho internacional vigente en el momento. En un
sentido de denuncia de la invasión: Olmedo Beluche, La verdad sobre la invasión, CELA, Pa-
namá, 1990; José de Jesús Martínez, La invasión de Panamá, segunda edición, Causadías
Editores, Santa Fe de Bogotá, 1992; Ricaurte Soler, La invasión de Estados Unidos a Panamá,
op. cit.; Pedro Rivera y Fernando Martínez, El libro de la invasión, Fondo de Cultura Econó-
mica, México, 1998. Recientemente, Edita Matilde Saval, Panamá 1989: Invasión y democra-
cia, IEPI, Panamá, 2003.
43
Un relato pormenorizado del restablecimiento de las instituciones de orden público en Pa-
namá tras la invasión, lo ofrece el responsable directo de ese proceso, Ricardo Arias Calderón.
Al respecto, ver: Ricardo Arias Calderón, Democracia sin Ejército: La experiencia de Panamá,
Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano, San José, Costa Rica, 2001.
44
Sus autores son L. Francis Bouchey, Roger W. Fontaine, David C. Jordan y Gordon Summer
hijo.
45
Una afirmación que se repite con no poca frecuencia, pero que aparece insinuado, en: Oscar
Ceville, «Invasión ‘just cause’ o la profecía Santa Fe», Tareas, número 75, mayo-agosto de
1990, pp. 3-10.
46
Precisamente, lo que en el Documento de Santa Fe II deja de ser relevante para la democra-
cia en Panamá, dejó también de ser de interés para los panameños. Así puede explicarse
cómo la negociación del Centro Multilateral Antidrogas (CMA), durante la presidencia de Er-
nesto Pérez Balladares, mediante la que se pretendía conservar bases militares estadouni-
denses en Panamá más allá del año 2000, recibió el rechazo de la población en general y se
vio frustrada.
47
El Estatuto de Retorno Inmediato a la Plenitud del Orden Constitucional (GO 21,440 de 21
de diciembre de 1989) contemplaba la convocatoria de la Asamblea tan pronto se pudiera
hacer el recuento de las actas electorales (en poder de la Iglesia católica) y se proclamaran
los vencedores. Este mismo Estatuto garantizó a los legisladores –como implícitamente a
sus promulgadores– que su mandato sería el mismo para el cual fueron elegidos en mayo
de 1989; es decir, que duraría hasta el 31 de agosto de 1994.
48
Simeón González H., «Democracia o crisis de autoritarismo: El caso de Panamá», ponencia
presentada en el evento sobre Democratización en Centroamérica y Panamá, organizado
por CEMCA en Costa Rica en 1993. En Simeón González H., op. cit., pp. 259-275.
1034 X La transición a la democracia en Panamá

49
William L Furlong, «Panama: The difficult transition toward democracy», Journal of Interame-
rican Studies and World Affaires, volumen 35, número 33, 1993, pp. 19-64. También: Margaret
E. Scranton, «Consolidation after imposition: Panama´s 1992 referendum», Journal of Inter-
american Studies and World Affaires, volumen 35, número 33, 1993, pp. 65-102.
50
William L. Furlong, op. cit., p. 24. Traducción mía.
51
La derrota, sin embargo, recayó principalmente sobre el Partido Demócrata Cristiano, que
estando en la oposición fue el promotor principal de las reformas. Incluso un sector impor-
tante de los más importantes portavoces del Gobierno de Endara hicieron campaña por el
«No» a las reformas. En definitiva, la «aceptación de la derrota» no fue dramática en esos
términos, y tanto el arnulfismo como el torrijismo pudieron contemplar el desplome del
centro político y la consolidación de una dinámica partidaria articulada predominantemente
sobre esos polos, a partir de las elecciones de 1994.
52
La inclusión del denominado «Título del Canal de Panamá» a la Constitución política fue ya
una primera muestra de involución de la regulación constitucional, pues se decide excluir
una actividad central de la economía del país de la administración democrática del Estado.
Como durante todo el siglo XX, al parecer, el Canal seguirá siendo un recurso y un problema
para el funcionamiento del Estado y la sociedad panameños.
53
Tras el triunfo electoral de Pérez Balladares, en las elecciones de 1994, fracasó el encuentro
Bambito III, que era el primero que intentaría concertar las políticas del Estado con la socie-
dad civil organizada. Ver al respecto: Mario Solórzano Martínez, Cuando los políticos cumplen,
PNUD, Panamá, 1997.
54
Un estudio detallado de estas causas puede encontrarse en el Informe de la Comisión de la
Verdad de Panamá, 2002, pp. 34-40.
55
William L. Furlong, op. cit., p. 37. Traducción mía.
56
Decreto Ejecutivo 318 (de 24 de junio de 1994), publicado en la GO 22,567 de 28 de junio
de 1994. También publicado en la GO 22,585 de 22 de julio de 1994; Decreto Ejecutivo 319
(de 26 de junio de 1994), publicado en la GO 22,567 de 28 de junio de 1994; Decreto Ejecu-
tivo 422 (de 23 de agosto de 1994) «Por el cual se da indulto por delito político», publicado
en la GO 22,607 de 24 de agosto de 1994; Decreto Ejecutivo 423 (de 23 de agosto de 1994)
«Por el cual se da indulto por delito político», publicado en la GO 22,607 de 24 de agosto de
1994.
57
Decreto Ejecutivo 469 (de 23 de septiembre de 1994), publicado en la GO 22,632 de 28 de
septiembre de 1994; Decreto Ejecutivo 310 (de 28 de junio de 1995) «Por el cual se corrige
el Decreto Ejecutivo 469 (de 23 de septiembre de 1994)», publicado en la GO 22,817 de 3
de julio de 1995; Decreto Ejecutivo 476 (de 7 de septiembre de 1995), publicado en la GO
22,865 de 8 de septiembre de 1995. Corregido por el Decreto Ejecutivo 478 (de 19 de sep-
tiembre de 1995) «Se corrige y se aclara el Decreto Ejecutivo 476 de 7 de septiembre de
1995», publicado en la GO 22,877 de 26 de septiembre de 1995.
58
El conflicto entre las visiones de «dejar el pasado en el pasado para hacer posible el futuro»
y la de «no puede haber paz sin justicia» ha sido común a otras transiciones democráticas.
La persistencia del reclamo de las víctimas de los regímenes autoritarios, sin embargo, puede
darse por descontado, y sigue teniendo un significado para la estabilidad (y la legitimidad)
de la democracia.
59
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número 1, 2002.
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Capítulo VI
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Capítulo XV
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Cien años de labor legislativa

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Ley 81 de 1904.
Ley 93 de 1904.
Ley 60 de 1925.
Ley 89 de 1904.
Ley 28 de 1930.
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Ley 39 de 1946.
Ley 98 de 1941.
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Decreto de Gabinete 214, de 11 de octubre de 1971.
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1064 X Bibliografía del volumen III

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Acuerdo 9 de 1926.
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El municipio o cien años de espera

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Capítulos XIX Y XXII


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Capítulo XX
Estudiantes y militares: 1936-1989

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Capítulo XXX
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Capítulo XXXII
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Legislación

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Acto Reformatorio de la Constitución, 1978.
Acto Constitucional de Reforma de la Constitución, 1983.
Resolución 10 de 15 de diciembre de 1989 de la Asamblea Nacional de Repre-
sentantes de Corregimiento, publicada ese mismo día en la Gaceta oficial
21,436. También se mencionaban los poderes extraordinarios del jefe de Go-
bierno, los que convertían al general Noriega, ya no solo material, sino for-
malmente, en dictador.
El Estatuto de Retorno Inmediato a la Plenitud del orden Constitucional (Gaceta
oficial 21,440 de 21 de diciembre de 1989).
Nueva historia general de Panamá X 1087

Decreto Ejecutivo 318 (de 24 de junio de 1994), publicado en la Go 22,567 de 28


de junio de 1994. También publicado en la Go 22,585 de 22 de julio de 1994;
Decreto Ejecutivo 319 (de 26 de junio de 1994), publicado en la Go 22,567 de
28 de junio de 1994; Decreto Ejecutivo 422 (de 23 de agosto de 1994) «Por el
cual se da indulto por delito político», publicado en la Go 22,607 de 24 de
agosto de 1994; Decreto Ejecutivo 423 (de 23 de agosto de 1994) «Por el cual
se da indulto por delito político», publicado en la Go 22,607 de 24 de agosto
de 1994.
Decreto Ejecutivo 469 (de 23 de septiembre de 1994), publicado en la Go 22,632
de 28 de septiembre de 1994; Decreto Ejecutivo 310 (de 28 de junio de 1995)
«Por el cual se corrige el Decreto Ejecutivo 469 (de 23 de septiembre de 1994),
publicado en la Go 22,817 de 3 de julio de 1995»; Decreto Ejecutivo 476 (de 7
de septiembre de 1995), publicado en la Go 22,865 de 8 de septiembre de
1995. Corregido por el Decreto Ejecutivo 478 (de 19 de septiembre de 1995)
«Se corrige y se aclara el Decreto Ejecutivo 476 de 7 de septiembre de 1995»,
publicado en la Go 22,877 de 26 de septiembre de 1995.
Cronología
CoNTEXTUALIZADA
CRoNoLoGíA CoNTEXTUALIZADA
PARA LA

Nueva historia general de Panamá

Alfredo Castillero Calvo


Con la colaboración del politólogo doctor Alfredo Castillero Hoyos
para los siglos XIX y XX

Período colonial

Siglo XVI

Año 1500. 5 de junio. Rodrigo de Bastidas, escribano y comerciante nacido


hacia 1475 en Triana, Sevilla, hijo de Catalina Gutiérrez y de Alonso Sánchez,
firma licencia o asiento con la Corona para descubrir tierras no visitadas ante-
riormente, por Cristóbal Colón, u otro navegante. Se le instruía para que buscara
sobre todo oro, plata, cobre, plomo, perlas, piedras preciosas, así como animales
exóticos. Zarpó de Cádiz en la primera mitad del año 1502 y con él viajaban
Vasco Núñez de Balboa y el cartógrafo Juan de la Cosa.

Año 1501. Mes de diciembre. Una expedición comandada por Rodrigo de


Bastidas llega en dos naves al golfo de Urabá, avanza hacia las islas Mulatas en
San Blas, y llega a Puerto Retrete (luego rebautizado Escribanos, 20 millas al este
de Nombre de Dios), en el litoral Caribe de Panamá. Fueron las primeras tierras
que contemplaron los europeos en el Istmo. En julio anterior, Bastidas había re-
corrido el litoral Caribe de la actual Colombia, reconocido la punta Goajira y la
boca del río Magdalena, que así bautizó.

Año 1502. 9 de mayo. Cristóbal Colón partió de Cádiz con cuatro navíos de
gavia de 50 a 70 toneladas y 140 hombres, entre adultos y muchachos. Era su
cuarto y último viaje hacia el Nuevo Mundo. Su propósito era encontrar un
«paso» hacia oriente. Arribó a Honduras el 30 de julio de 1502; luego se dirigió
por el litoral Caribe hacia Panamá, y llega a Bocas del Toro el 5 de octubre de 1502.
1092 X Cronología contextualizada

No descubrió el «paso», pero, sobre la base de informaciones dadas por los in-
dios, se percató de que Panamá era un istmo, y que este era muy rico en oro. El
26 de noviembre de 1502 llegó a Retrete, adonde ya había estado Rodrigo de
Bastidas, y posiblemente avanzó por la costa más al este, tal vez cerca del golfo
de Urabá.

Año 1503. 6 de enero. Cristóbal Colón funda Santa María de Belén, en Vera-
guas, la primera ciudad establecida por los españoles en Panamá y la primera
ciudad fundada en territorio continental americano. Belén fue repetidas veces
atacada por el cacique Quibián, y tuvo que ser abandonada del todo el 16 de
abril de 1503. Tras el fracaso de este proyecto de población, Colón regresar a Es-
paña vía Jamaica y La Española.

Año 1508. 9 de junio. La Corona de Castilla firma capitulaciones con Alonso


de ojeda y Diego de Nicuesa, para que se dirijan, el primero, al este del golfo de
Urabá y, el otro, a Veraguas, al oeste del Istmo, a fin de confirmar los descubri-
mientos de Colón, continuar buscando el «paso» hacia oriente, y verificar si Ve-
raguas era un istmo. Además, debían fundar poblados y buscar oro, plata, perlas
y otros metales. Ambos fracasaron.

Año 1510. Mes de septiembre. Los supervivientes de la expedición de ojeda,


encabezados por su socio, el geógrafo bachiller Martín Fernández de Enciso, y
por Vasco Núñez de Balboa, fundan Santa María La Antigua, junto al río Darién,
donde existía un poblado indígena. Allí se constituye el primer Cabildo muni-
cipal en tierra continental americana y se inicia la conquista de Panamá. Santa
María La Antigua adquirió título de ciudad y fue sede de obispado. Se mantiene
en pie hasta 1526, cuando fue trasladada a la ciudad Panamá, que la reemplaza
como capital de Castilla del oro. Santa María fue el primer asentamiento dura-
dero de la Conquista en territorio continental americano.

Año 1513. 25 de septiembre. Vasco Núñez de Balboa (Jerez de los Caballeros,


1475), cruzó el istmo de Panamá y, con el grupo que lideraba, fue el primer europeo
en llegar al Pacífico. Salió en canoa desde Santa María La Antigua el 1 de septiem-
bre, con 190 españoles, 800 indios auxiliares y una jauría de perros combatientes
(alanos y mastines, incluyendo a Leoncico), para dirigirse por la costa al pueblo de
su aliado Careta (actual Acla), y desde allí atravesar el Istmo. Luego de reducir por
la fuerza a varias tribus indígenas hostiles, llegó hasta una montaña que dominaba
el golfo de San Miguel, desde donde divisó el Mar del Sur. Cuatro días después
llegó a la costa, donde entró al agua con la espada en alto, portando un estandarte
de la Virgen María para tomar posesión, en nombre de los reyes de Castilla, del
mar que bautizó Mar del Sur. Con este descubrimiento se confirmaba la intuición
de Colón de que Panamá era un istmo y se despejaba el camino hacia oriente.
Nueva historia general de Panamá X 1093

Año 1514. 11 de abril. Sale de San Lucar de Barrameda una armada de 19


naves encabezada por Pedrarias Dávila, con más de 2,000 hombres y numerosas
mujeres, con destino a Darién, rebautizado por la Corona como Castilla del oro,
por la fama de su riqueza aurífera, y por la importancia que adquiere el territorio
tras el descubrimiento del Pacífico por Balboa.
30 de junio. La gran armada de Pedrarias llega a Darién. Pedrarias, quien via-
jaba con plenos poderes reales, llevaba el cargo de lugarteniente general del rey y
gobernador de Castilla del oro, e instrucciones de fundar poblados en ambos lito-
rales, con objeto de organizar nuevos descubrimientos por el Mar del Sur y hacia
oriente. Reemplazaría a Balboa, a quien la Corona nombraba adelantado de la Mar
del Sur y gobernador de Panamá y Coiba. Era un título vago, ya que estos territorios
aún no se habían conquistado y no se sabía con precisión adónde quedaban.
Esta armada traía los primeros instrumentos musicales que arribaron a Tie-
rra Firme y, ya sea que lo hicieran músicos profesionales o simples cortesanos,
las piezas que se tocaron a poco de desembarcar embelesaron al cacique Careta.

Año 1519. 15 de enero. Balboa es condenado por traición y usurpación te-


rritorial en un juicio amañado por el licenciado Gaspar de Espinosa, que seguía
instrucciones de Pedrarias, y es decapitado en el poblado de Acla. También fue-
ron ajusticiados cuatro de sus seguidores, que fueron calificados de cómplices.
Las cabezas de los ajusticiados permanecieron expuestas en picas en señal de
escarmiento.
19 de agosto. El día de la Asunción de María, Pedrarias Dávila funda la ciu-
dad de Panamá como nueva capital de Tierra Firme en reemplazo de Santa
María La Antigua y como terminal en el Pacífico, para desde allí lanzar la ofen-
siva hacia nuevos descubrimientos. El lugar se escogió precipitadamente y con
protesta de la tropa, que temía pasar hambre, por lo que Pedrarias tuvo que ame-
nazarla. El sitio era malsano, pero en su torno abundaban los peces y mariscos,
lo que determinó la permanencia del sitio. Se encontraban presentes 400 pobla-
dores. Pedrarias repartió entre 100 pobladores las primeras encomiendas, por
un total de 8,729 indígenas.

Año 1520. Siguiendo órdenes de Pedrarias, el capitán Diego de Albitez


funda Nombre de Dios, como terminal caribeña de Castilla del oro. Con esta
fundación y la de Panamá, como terminal en el Pacífico, quedaba prefigurada
la función geográfica del Istmo, primero como ruta para oriente, y luego, como
pasaje para los tesoros del Perú. Fue el primer proyecto efectivo de organización
territorial del continente, y su vigencia se ha mantenido hasta nuestros días.

Año 1521. Se expide una Real Cédula ordenando un impuesto para la cons-
trucción de un camino de Panamá a Nombre de Dios. Es el primer antecedente
del Camino Real, hasta que se hace un desvío en 1597 cuando se funda Portobelo
1094 X Cronología contextualizada

en reemplazo de Nombre de Dios. El recorrido entre ambas terminales a lomo


de mula era de 4 días y fue este camino el preferido para el transporte de los te-
soros, y de funcionarios y personas con prisa.

Año 1522. 20 de mayo. Pedrarias funda Natá, al occidente de Panamá, con


funciones de granero del Istmo y como punta de lanza para la conquista de Ve-
raguas, de gran atractivo por su riqueza aurífera. El acta de fundación es la más
antigua que se conserva de todas las ciudades que fundaron los españoles en el
Nuevo Mundo. Con esta población se consolidaba la organización espacial del
istmo panameño, iniciada en 1519, cuando se fundó la ciudad de Panamá.
15 de agosto. Pedrarias redistribuye las encomiendas en la ciudad de Pa-
namá para repartir 7,042 indígenas entre 102 pobladores. Esto se hizo necesario
por haber disminuido dramáticamente la población indígena originalmente re-
partida entre los vecinos.

Año 1527. 10 de abril. El capitán Fernando de la Serna y el piloto Pedro Corzo


exploran el río Chagres siguiendo instrucciones del alcalde mayor Juan de Salme-
rón, con fecha de 11 de marzo anterior, y descubren su condición de río navegable
al recorrerlo desde su curso medio hasta llegar a su boca. Gaspar de Espinosa, en
carta al rey de 10.X.1533, expresó: «El Chagre... puede llegar a ser la mayor y más
útil vía acuática del mundo». Este río fue la clave para el desarrollo de la función
geográfica del istmo panameño, de su temprano ingreso a la primera globalización,
y el que hizo posible el canal de Panamá, ya que es el Chagres canalizado.

Año 1531. A mediados de este año, un navío de Nicaragua llevó a Panamá


una peste que arrasó con dos tercios de la población aborigen y gran cantidad
de esclavos negros y europeos. Según el Cabildo, «ya quedan muy pocos indios».
Según Gaspar de Espinosa, hasta 10,000 indios varones se habían llevado de Pa-
namá para la campaña del Perú y el país se despoblaba rápidamente.

Año 1535. 22 de febrero. Fray Tomás de Berlanga, obispo de Tierra Firme


(antigua Castilla del oro), escribe a Carlos V sobre la importancia de la ruta del
istmo de Panamá, y le propone un plan para hacerla más efectiva. «Este paso
imagino yo que es la cumbre del Mundo», le dice, y le sugiere trasladar la ciudad
terminal de Nombre de Dios, en el Caribe, hacia la boca del río Chagres, situada
al oeste. El tránsito de océano a océano, ya entonces creciente, se reduciría a un
día y no haría falta seguir buscando, como hasta entonces, «otro estrecho». Esta
carta ha sido considerada un hito que prefigura el futuro canal de Panamá.

Año 1537. A principios de este año, el obispo dominico fray Tomás de Ber-
langa realiza la primera visita diocesana al interior de Panamá. En la ciudad de
Natá encontró que los vecinos vivían amancebados con indias y con numerosa
Nueva historia general de Panamá X 1095

prole mestiza. Para cambiar la situación, realizó los primeros matrimonios entre
los colonos y españolas peninsulares, ejemplo que pronto fue imitado por los
demás colonos.

Año 1538. Llega a Panamá Juan Fernández de Rebolledo, nacido en Sevilla


hacia 1513, hijo de Martín Fernández de Enciso (cofundador de Santa María La
Antigua del Darién, quien publica en Sevilla en 1519 la primera Geografía des-
criptiva del Nuevo Mundo) y hermano de Rodrigo de Rebolledo, quien arriba a
Panamá en tiempos de Pedrarias y fue fiscal y alguacil mayor de Tierra Firme
hasta 1544. Juan fue encomendero, alguacil mayor del reino, capitular del Ca-
bildo de Panamá, armador y comerciante con negocios importantes entre Sevilla,
Panamá y Perú.
Frente a una camarilla de andaluces, se convirtió en el hombre fuerte de Pa-
namá hasta principios de la década de 1560, cuando regresó a Sevilla, donde
muere hacia 1570.
26 de febrero. Una Real Cédula ordena la creación de la Audiencia de Panamá.
Era la tercera que se establecía en América después de la de Santo Domingo y Mé-
xico, y su jurisdicción se extendía hacia el sur del continente, aunque de manera
indefinida. Hasta entonces el gobierno había estado en manos de gobernadores.
El primer oidor fue Francisco Pérez de Robles, quien toma posesión el 10 de junio
de 1538, y ejerció como presidente cuando llegaron los demás oidores.
Se produjo un incendio de grandes proporciones en la ciudad de Panamá,
originado en la herrería del platero y ensayador Tomé García, y la ciudad quedó
reducida a cenizas. «Dicen que Panamá se quemó toda. Solo quedó un monas-
terio de La Merced y dos o tres casas». Las autoridades y el vecindario descar-
garon su ira contra el platero.

Año 1540. 15 de febrero. Tuvo lugar otro gran incendio en la ciudad de Pa-
namá, que se inició en la casa de contador Peinado de Aguirre. Se quemaron las
casas del Cabildo, aún en proceso de construcción, el hospital de San Sebastián,
la catedral, la vivienda del obispo y muchas casas de vecinos. Se quemaron
100,000 pesos de oro enviados de Perú, con merma de 3,000 pesos, además de
500 pesos en perlas.

Año 1543. Se suprime la Audiencia de Panamá. Esta medida se tomó a causa


de los escándalos ocasionados por los miembros de la propia Audiencia, sobre
todo por el oidor presidente Francisco Pérez de Robles. También por las presiones
de fray Bartolomé de las Casas, que trataba de mitigar los abusos que habían em-
pujado a los indios al borde de la extinción. La sede de la Audiencia se traslada a
Honduras, primero a Gracias, y luego a Comayagua, con el nombre de Audiencia
de los Confines. De esa manera, los panameños quedaron sujetos a esta jurisdic-
ción. Pero esta nueva sede resultaba inaccesible para los vecinos panameños,
1096 X Cronología contextualizada

quienes protestaron por los inconvenientes de la distancia, sugiriendo que se les


dejara elevar sus apelaciones a Lima, donde se acababa de crear otra Audiencia.

Año 1544. Se establece el sistema de ferias anuales en Nombre de Dios, en


Tierra Firme, para recibir la plata procedente del Alto Perú a cambio de mercancías
que llevaba la flota española desde Sevilla. Se establecieron dos rutas para el trans-
porte a través del Istmo. Una mixta, de Panamá al puerto fluvial de Cruces, a ori-
llas del río Chagres, a lomo de mulas y de allí por el río y luego por mar en bongos,
fragatillas o chatas, hasta Nombre de Dios. La otra era por tierra, a lomo de mula
de Panamá a Nombre de Dios y viceversa. Cada año se transportaban mercancías
por 20 a 40 millones de pesos y unas 100 a 250 toneladas de plata.
Mes de abril. Con una pequeña escuadra, el capitán Hernando de Bachicao
viajó de Perú a Tierra Firme por órdenes de Gonzalo Pizarro, con objeto de cap-
turar la ruta transístmica y extender la rebelión que se había iniciado en Perú
contra la Corona en reacción a la Real Cédula de 1542 que abolía las encomien-
das. Se apoderó de Panamá sin mayor resistencia, ya que pudo contar con el
apoyo de varios comerciantes que simpatizaban la causa pizarrista. Durante esta
ocupación se cometieron numerosos abusos y actos de violencia que crearon un
ambiente de zozobra en la comunidad.

Año 1545. A principios de este año, Hernando de Bachicao abandona Pa-


namá para dirigirse a Perú con el propósito de socorrer a Gonzalo Pizarro, que
había reclamado su presencia para enfrentar las tropas leales a la Corona. Partió
en 26 naves y con más de 500 soldados que reclutó en Panamá.

Año 1546. Tras vencer Gonzalo Pizarro al virrey Núñez Vela en la batalla
de Añaquito, envió una fuerte escuadra a Panamá al mando de Pedro de Hino-
josa. Su objetivo era ocupar el Istmo para asegurar este frente estratégico e im-
pedir que la Corona sofocase la rebelión. Los vecinos le hicieron resistencia, pero
fueron desbordados por las fuerzas invasoras. Tres días más tarde, Hinojosa
ocupó pacíficamente la ciudad de Panamá, donde se ganó el apoyo de los veci-
nos y la colaboración de las autoridades para restablecer la tranquilidad.
Llega a Panamá el licenciado Pedro de la Gasca, enviado por la Corona para
sofocar el movimiento pizarrista. Logra atraer a Pedro de Hinosoja a la obedien-
cia real; se apropia de su escuadra y con ella se dirige al Perú para someter a
Gonzalo Pizarro, al que vence en la batalla de Jaquijaguana el año 1548. Resta-
blece el orden en Perú, y regresa a Panamá con un considerable tesoro, para de
allí dirigirse a España.

Año 1550. 20 de abril. Los hermanos Hernando y Pedro de Contreras, nietos


de Pedrarias Dávila, desembarcan en Panamá procedentes de Nicaragua, luego
Nueva historia general de Panamá X 1097

de haber asesinado al obispo de aquella diócesis. También se habían sumado al


movimiento general contra la abolición de las encomiendas, y se dirigían a Pa-
namá con 200 hombres para apoderarse del tesoro que llevaba del Perú el licen-
ciado Pedro de la Gasca. Tras someter al vecindario, cometieron toda suerte de
atrocidades. Al obispo fray Pablo de Torres lo ataron a un poste en la plaza
Mayor de la ciudad, donde le azotaron. Al tratar los Contreras de alcanzar a De
la Gasca, que se encontraba en Nombre de Dios, los vecinos se reorganizaron y
batieron a los invasores, que fueron desbandados. Ambos hermanos murieron
poco después, uno de ellos se ahogó al cruzar un río; del otro nunca se supo
más, tras haber huido hacia el interior del país.
2 de mayo. Por Real Cédula de Valladolid, se ordenaba que «la provincia de
Tierra Firme» estuviese sujeta a la Audiencia del Perú, con lo cual quedaba sus-
traída de la jurisdicción de la de los Confines. La Corona accedía de esta manera
a las peticiones de los vecinos y autoridades panameñas, que preferían pertene-
cer a la primera, por ser esta mucho más accesible por mar.
Este año se hizo un censo de la población indígena de la provincia de Pa-
namá que reveló la catástrofe demográfica causada por la Conquista. Apenas
pudieron censarse 822 indígenas y solo el 27.4% era nativos del país. Los demás
habían sido llevados de otras partes.

Año 1551. 2 de marzo. La Real Provisión de Cigales ordena la abolición de


la encomienda en Panamá, debido a la dramática disminución de la población
indígena. Dentro de la jurisdicción propiamente española, la población indígena
había quedado reducida a un millar de almas.

Año 1552. 12 de mayo. Una Real Cédula fechada en Madrid confirma la de-
cisión de abolir las encomiendas en Panamá, y en 1553 el gobernador Sancho
Clavijo inicia el proceso de liberación, distribuyendo a los indios de la jurisdic-
ción de la capital en tres pueblos, Taboga, Cerro de Cabra y otoque. Más tarde,
en 1569, el virrey Francisco de Toledo, a su paso por Panamá, ordena la funda-
ción de Chepo, al este de la capital, para refundir a los supervivientes de Taboga,
Cerro de Cabra y Río Grande.

Año 1553. Naufragan en las costas de San Blas (Guna Yala hoy) 300 esclavos
africanos de la etnia vai, grupo germinal que se convertiría en un peligroso brote
cimarrón bajo el liderazgo de Bayano, que mantuvo en jaque a las autoridades
locales hasta 1555. Pocos años antes se había producido la rebelión del esclavo
Felipillo en el golfo de Panamá. La resistencia cimarrona fue cantada para la pos-
teridad por poetas celebrados, como Juan de Castellanos y Juan de Miramontes
y Zuázola; y cronistas, como fray Pedro de Aguado, relataron su lucha para man-
tenerse libres.
1098 X Cronología contextualizada

Año 1558. El gobernador Álvaro de Sosa concluye el proceso de eliminación


de las encomiendas en Tierra Firme. Quedan liberados los indios de la región
de Natá, y se fundan los pueblos de indios libres de Parita, Cubita y olá. Hacia
1573 o 1576, mientras realiza una visita al reino, el fiscal Diego de Villanueva
Zapata reubica estos mismos pueblos y funda Penonomé.
Se inicia la conquista de Veraguas, capitaneada por Francisco Vásquez, en-
comendero de Natá, nacido en Badajoz, a quien acompañan entre 150 y 180 sol-
dados y labriegos locales. Funda la ciudad de Santa Fe, en la cordillera Central
de Panamá, y luego desciende a la vertiente del Caribe donde funda el pueblo
minero de Concepción, rico en oro.

Año 1559. 4 de abril. A orillas del río Gatú, límite de la jurisdicción de Pa-
namá y Veraguas, se produjo un choque armado entre las huestes del conquis-
tador de Veraguas Francisco Vásquez y del gobernador interino de Panamá, Juan
Ruiz de Monjaraz, quien, pese a la oposición de los conquistadores de Veraguas,
pretendía introducir a la fuerza esclavos negros para explotar las minas recién
descubiertas. Ruiz de Monjaraz fue derrotado en los hoy llamados Llanos de
Monjaraz y fue hecho prisionero con sus hombres. Luego fue liberado y el pro-
ceso de conquista continuó.
A partir de la conquista de Veraguas, la Corona autoriza al gobernador de
Veraguas a establecer el régimen de encomienda en esta provincia, con objeto
de estimular a los colonos, aunque el número de indígenas que se distribuyó
entre los encomenderos fue siempre muy pequeño, por lo que los colonos orga-
nizaban frecuentes partidas a las montañas para «ranchear indios», una práctica
que continuó hasta muy avanzado el siglo XVII.

Año 1560. 4 de julio. El conquistador de Veraguas, Francisco Vásquez,


muere inesperadamente en Panamá. Su fallecimiento generó una cadena de
eventos sangrientos, pues el gobernador de Panamá, Rafael de Figuerola, se re-
husó a entregarle el mando de Veraguas a su hijo Alonso Vásquez, a quien le co-
rrespondía la gobernación por Real Cédula. Apresó a este y sus seguidores se
rebelaron, aunque fueron sometidos. Figuerola se dirigió a Veraguas con gran
cantidad de reses a fin de extender la colonización, pero se vio obligado a regre-
sar repentinamente a Panamá al recibir noticias de que el «loco» Lope de Aguirre
amenazaba desde «El Marañón» (o Amazonas) con invadir el Istmo. Años más
tarde, luego de haber dejado el cargo de gobernador, Figuerola fue apuñaleado
en su cama, al parecer, por simpatizantes de los Vásquez.

Año 1562. Rodrigo Méndez, antiguo escribano real, encabezó un movi-


miento para apoderarse de la ciudad de Panamá. Aprovechaba la ausencia del
gobernador Luis de Guzmán, que se encontraba en Nombre de Dios atendiendo
Nueva historia general de Panamá X 1099

la feria y el trasiego de mercancías y tesoros. A Méndez le seguían 300 hombres.


Pero otro sector del vecindario se reorganizó para hacerle frente y lo derrotó. Se
le siguió juicio y se le condenó a muerte, mientras que a sus seguidores se les
azotó en la plaza Mayor y condenó a servir en galeras. Esta fue la última de la
larga serie de rebeliones y actos violentos que habían tenido lugar en Panamá
entre los propios españoles desde la década de 1540.

Año 1563. A principios de este año se produjo un gran incendio en la ciudad


de Panamá que duró más de cuatro horas. Se quemaron 40 casas y mucha mer-
cancía. Los edificios de la ciudad eran en su gran mayoría de madera, por lo que
estaban muy expuestos a estos siniestros, que ocurrían con bastante frecuencia.
Se restablece la Audiencia y Chancillería Real de Panamá, esta vez con ca-
rácter permanente, aunque la misma no empieza a funcionar hasta mayo de
1565, cuando llega el primer oidor, doctor Manuel Barros de San Millán, quien
gobernó «solo esta Audiencia y reino desde el mes de mayo del año pasado de
1565 hasta el de febrero de 1566», cuando llegó un segundo oidor.
A partir de la década de 1563 se inicia la venta de cargos públicos en Pa-
namá, ventas que se extienden a nuevos oficios en las décadas siguientes, dando
inicio a la formación de la primera oligarquía panameña.

Año 1564. Mes de septiembre. Muere en Natá Alonso Vásquez, hijo mayor
del conquistador de Veraguas Francisco Vázquez. Había nacido en el mismo
pueblo en 1540. Fue capitán en la campaña veragüense y nombrado gobernador
y capitán general de la provincia al morir su padre, aunque al llegar este nom-
bramiento le fue retenido por el gobernador de Panamá Rafael de Figuerola,
quien confiaba apropiarse el derecho a continuar la conquista por sí mismo, le
privó del cargo y le mantuvo prisionero durante meses. Al ser liberado y reco-
nocidos sus títulos, Alonso continuó la conquista y fundó la ciudad de Carlos o
San Lucar de la Nueva Extremadura, al oeste de Panamá.

Año 1569. Se produjo una grave epidemia en Panamá, que causó numerosas
muertes. Sucedió a consecuencia de la construcción de un baluarte de tierra y
fajina y la acumulación de «inmundicias» que agravó la endémica insalubridad
de la ciudad. Se enterraban a diario más de catorce muertos y cuando empezó a
sanearse «se enterraban cinco o seis».
1 de noviembre. El día de Todos los Santos se funda el pueblo de españoles
de Los Santos, al que la Audiencia otorga el privilegio de villa, luego de una con-
frontación armada con los pobladores de Natá, que acusaron a los santeños de
«apropiarse de jurisdicción ajena» y de proceder sin respeto por las normativas
correspondientes. Los Santos es uno de los pueblos panameños con más orgullo
de su prosapia hispana.
1100 X Cronología contextualizada

Año 1570. Se hizo una «Memoria» o censo de la riqueza en Panamá y Nom-


bre de Dios. Reveló que el comercio había generado grandes fortunas y que una
gran cantidad de vecinos eran ricos o acomodados. De 400 vecinos que se regis-
traban en las dos ciudades, había 99 que eran ricos o muy ricos; es decir, uno de
cada cuatro. El oidor y presidente de la Audiencia, Alonso Criado de Castilla,
escribió en esa época que la población blanca de Panamá «la mayor parte [es]
rica».

Año 1571. A comienzos de este año, el corsario Francis Drake realizó su pri-
mer asalto al istmo de Panamá. Remontó en galeotas y chalupas el río Chagres
hasta el puerto fluvial de San Francisco de Cruces, en el centro del Istmo, donde
robó mercancías, esclavos y plata ensayada.

Año 1572. Mes de julio. Francis Drake regresó al Istmo en los barcos Swan
y Pasha, con una dotación de 73 hombres, a los que se sumó otra treintena al
mando del pirata inglés James Ranse. Desde isla de Pinos, que se convirtió desde
entonces en el lugar de encuentro preferido de los piratas, Drake se dirigió a
Nombre de Dios, adonde desembarca a las tres de la madrugada, con cuatro pi-
nazas y 150 hombres. Capturó un cuantioso cargamento de barras de plata, pero
en la refriega fue herido en la pierna y los invasores tuvieron que retirarse, lle-
vándose un escaso botín.

Año 1573. Mes de febrero. Mientras acechaba por los tesoros que llegaban
al istmo de Panamá procedentes del Perú, Francis Drake volvió a atravesar el
país llegando hasta Cruces, y a fines de marzo, cerca del camino a Nombre de
Dios, capturó 190 mulas cargadas con unas 30 toneladas de plata. Pero solo pude
llevar a Inglaterra la mitad del botín, pues tuvo que enterrar el resto. Se afirma
que en esa ocasión Drake ascendió a la cordillera, desde donde divisó el Pacífico
y prometió regresar para atacar la ciudad de Panamá.

Año 1574. En años recientes se habían formado dos grupos distintos de ci-
marrones, uno en las cercanías del futuro Portobelo, al mando de Luis de Mo-
zambique, y otro, el más temido, al este de la ciudad de Panamá, al mando de
Antón Mandinga, cuya influencia se extendía desde Chepo hasta tal vez el Chu-
cunaque. Luego de años de lucha las autoridades decidieron darles perdón en
lugar de seguirles haciendo la guerra, pero bajo ciertas condiciones. En conse-
cuencia se expidió la real cédula de Madrid, 2.VI.1574 que declaraba libres a los
que se entregaban pacíficamente.

Año 1575. El oidor de la Audiencia de Panamá, Alonso Criado de Castilla,


redacta la Sumaria Descripción, donde revela que los cimarrones eran ya 2,500,
cuya peligrosidad era alarmante, ya que se habían aliado a piratas como oxheam
Nueva historia general de Panamá X 1101

y Drake. Como consecuencia se prohibió durante algunos años la introducción


de esclavos a Panamá.

Año 1576. Mes de abril. Se rebelaron los indios de Trota (cerca de Soná, entre
la península de Las Palmas y Santiago), y mantuvieron en jaque hasta agosto, a
40 soldados que fueron enviados para reducirlos. En este alzamiento mataron
8 vecinos y un cura. También para entonces se produjeron ataques a los reales
de minas por los indios coclé, en la vertiente caribeña de la actual provincia de
ese nombre. Veraguas fue entonces la nueva frontera occidental de Tierra Firme,
con dos flancos constantemente bajo amenaza, el de la zona de Coclé, hacia el
este, y el de La Filipina, hacia el sudoeste.
En la década de 1570 empezaron a aparecer piratas en pequeñas fragatas
que merodeaban por las costas de Bocas del Toro y el norte de Veraguas atraídos
por el real de minas de Concepción. Varias veces atacaron y saquearon. Pero al
mudarse el real con el oro recaudado hacia el interior de las montañas, los piratas
cambiaron de táctica, y optaron por retener las vituallas que llegaban de Carta-
gena, Tolú o Nicaragua a cambio de rescates. Esta circunstancia encareció los
costos de producción aurífera y fue uno de los factores que determinó el aban-
dono de los minerales en 1589.

Año 1577. A principios de este año desembarca en Acla una partida de cor-
sarios al mando de John oxenham, antiguo lugarteniente de Francis Drake. Cru-
zan el Istmo con ayuda de negros cimarrones capitaneados por Luis de
Mozambique, y en febrero siguiente llegan al Golfo de San Miguel donde cap-
turan algunas embarcaciones. Pero fueron acosados, de un lado, por el general
Pedro de ortega Valencia, que en un enfrentamiento hirió a oxenham y, de otra
parte, por Diego de Frías Trejos, que llegó desde Callao. Finalmente, Trejos lo
aprehendió junto con 17 de sus hombres y 40 cimarrones. Trece ingleses fueron
ahorcados y oxenham fue enviado al Perú, donde fue ejecutado junto a cuatro
de sus lugartenientes el 2.X.1581.

Año 1578. 8 de julio. Mediante Real Cédula, Felipe II aprobó el estableci-


miento de una Casa de Moneda en la ciudad de Panamá. Las primeras monedas
fueron acuñadas en 1580. Panamá era la sexta ceca fundada en América y la pri-
mera en Centroamérica. Se acuñaron monedas de plata de medio real, un real,
dos y cuatro reales, pero en 1583 la ceca dejó de existir. A principios del siglo
XVIII, al estímulo de la producción de oro del Darién, las autoridades paname-
ñas trataron de restablecer una nueva ceca en Panamá, pero sin resultados.

Año 1579. 20 de noviembre. Los cimarrones al mando de Luis de Mozambi-


que aceptan las capitulaciones de paz de la Real Cédula de 1574. Se comprome-
ten a servir como «mogollones», o soldados para defender la Colonia contra sus
1102 X Cronología contextualizada

enemigos (sea indios cunas o piratas) y se establecen en el pueblo de Santiago


del Príncipe a orillas del río Falcón en Nombre de Dios, donde reciben ganado,
maíz, ropa y otros bienes para su subsistencia y seguridad. Desempeñaron un
papel decisivo durante la invasión de Drake a Nombre de Dios en 1596, causán-
dole severas pérdidas. Cuando se funda Portobelo en 1597, se mudan con su
pueblo conservando el mismo nombre.

Año 1581. A fines de ese año el líder cimarrón Antón Mandinga decide en-
tregarse a las autoridades, firmando capitulaciones de paz en los mismos térmi-
nos que Luis de Mozambique. Para entonces su grupo había quedado reducido
a 700 temerosos supervivientes, de los cuales 188 eran nativos de África, y otros
500 eran negros criollos, indios, zambos y mulatos: apenas poco más de un
cuarto del total eran propiamente africanos. Con este grupo se fundó el poblado
de Santa Cruz, al oeste de la capital a orillas del cerro Ancón. Pero hacia 1597,
una vez se fundó Portobelo, se les trasladó a Santiago del Príncipe, donde se su-
maron al grupo de Mozambique.

Año 1584. Se produjo en la ciudad de Panamá una epidemia o «enfermedad


con dolor de costado, algo nunca visto. En poco tiempo mueren mucho blancos
y negros». Se atribuyó al vino cocido «que de poco tiempo acá se ha venido be-
biendo», y al consumo de tabaco, que entonces era consumido casi exclusiva-
mente por los negros. Se prohibió vender tabaco y vino cocido en las pulperías
y se ordenó que el tabaco «públicamente sea quemado como yerba prohibida».
Al negro «sea horro o cautivo» que se les sorprendiera fumando, se le castigaría
con 200 azotes.
En la década de 1580 arrecian los ataques a los reales de minas de Veraguas
por los indios coclé, capitaneados por el cacique Cocobe. Este fue otro de los fac-
tores que, junto con los ataques piráticos, decidieron el abandono de las minas
en 1589.

Año 1589. Se abandonan las minas de Concepción, que habían contado con
cien vecinos blancos y 2,000 esclavos. Durante los treinta años que estuvieron
activas, Concepción fue el principal motor de la economía del interior del país,
ya que era el principal mercado para la producción de alimentos como maíz y
carne vacuna, que producían ciudades de españoles como Natá, Los Santos y
La Filipina y la media docena de reducciones indígenas cercanas.
Se inicia un proceso de migración y poblamiento en la vertiente del Pacífico
de Veraguas como consecuencia del abandono de las minas de Concepción, si-
tuadas en la vertiente del Caribe. Este mismo año, 1589, como parte de este mo-
vimiento migratorio, se funda la ciudad de españoles de Montijo; en 1590 se
funda Remedios, y en 1591, Alanje, cuyas jurisdicciones capitulares se distribu-
yen de manera equitativa la vertiente sur de Veraguas. A partir de entonces se
Nueva historia general de Panamá X 1103

reconvierte la economía de la región, y la minería cede en favor del desarrollo


agrícola y ganadero.

Año 1591. Se produce una gran matanza deliberada de ganado vacuno


como resultado de la sobrepoblación y la pérdida del mercado minero de Con-
cepción. El ganado vacuno se había reproducido prodigiosamente en el istmo
de Panamá. Se calculaba una población de 150,000 cabezas, y los precios de la
carne eran irrisorios, sobre todo después de abandonarse la minería en Veraguas
y perderse este mercado. A fin de mejorar los precios, los ganaderos optaron por
sacrificaran en masa gran parte del ganado, «desjarretándolo», como se estaba
haciendo para la misma época en otras partes de América. Dada la abundancia
de carne de re, esta se convierte en la principal fuente de alimento de Panamá
durante el período colonial.

Año 1594. 29 de noviembre. La Audiencia y el Cabildo de Panamá acordaron


fundar en la capital el convento de mujeres de La Concepción, y al día siguiente
se protocolizó la fundación. Su primer mayordomo fue el acaudalado vecino
Francisco Terrín, que junto con otros vecinos costearon la construcción del edi-
ficio y establecieron sus bases financieras. El convento contribuyó a la estabilidad
de la élite, y fue un alivio para las familias blancas de limitados recursos que no
podían entregar en matrimonio a sus hijas mujeres con dotes adecuadas, pero
que podían ingresarlas al cenobio a cambio de una dote modesta. Llegó a tener
entre 40 y 50 monjas, que ingresaban con una o dos esclavas de servicio. El con-
vento funcionó hasta mediados del siglo XIX, cuando se abolieron las órdenes
religiosas y se desamortizaron los bienes eclesiásticos o «de manos muertas».

Año 1596. El pirata sir Francis Drake llega a Nombre de Dios con una flota
poderosa como jamás se había visto en el Caribe, con decenas de grandes barcos
fuertemente artillados y cerca de 5,000 tropas. Pero cuando envió 900 de sus
hombres para cruzar el Istmo y avanzar hacia Panamá, sufrió una severa derrota.
Fueron emboscados en la sierra de Capirilla, por el capitán Conabut, gracias a
una hábil estratagema del gobernador, capitán general y presidente de Panamá
(a.i.), Alonso de Sotomayor y del ingeniero toscano Bautista Antonelli. Los ata-
cantes se replegaron a Nombre de Dios, donde fueron hostigados por los negros
mogollones de Santiago del Príncipe, que les impidieron o dificultaban de acce-
der al agua del río Factor. Atrapados y privados de agua potable y alimentos,
los ingleses enfermaron de disentería y Drake, también enfermo, se vio forzado
a retirarse, dirigiéndose primero a la isla Escudo de Veraguas y luego a Porto-
belo, que aún estaba en construcción, y allí fue nuevamente detenido. Encon-
trándose frente a la bahía, a las 4 de la mañana de 28 de enero, fallece víctima de
la disentería. Las exequias se celebraron en una de sus naves y fue arrojado al
mar en un ataúd de plomo que aún sigue perdido. De sus fuerzas solo regresaron
1104 X Cronología contextualizada

2,000 tropas. En contraste solo murieron 4 españoles, un mulato y dos negros.


Fue el primer gran éxito militar contra el inglés que tuvo lugar en Panamá du-
rante el período colonial.

Año 1597. 11 de septiembre. Según el proyecto del ingeniero Bautista Anto-


nelli, se colocó la primera piedra del castillo de San Felipe de Todo Fierro, en la
bahía de Portobelo y frente al islote de Drake. Luego de continuos ataques de
potencias enemigas, la Corona había decidido fortificar en firme la costa Caribe
de Panamá, y mudar Nombre de Dios a Portobelo, donde se celebrarían las ferias
anuales en lo sucesivo por ser este un puerto mucho más abrigado y defendible.
Poco después se construiría el primer fuerte: San Lorenzo el Real de Chagres.
Pero las obras militares nunca cesaron. A principios del siglo XVII se construiría
el castillo de Santiago de la Gloria, y en 1663 el reducto de San Jerónimo. Todos
se mantuvieron en pie hasta su destrucción por el vicealmirante inglés Edward
Vernon en 1739. Solo el San Jerónimo fue reconstruido en 1758, aunque radical-
mente modificado.
20 de febrero. El gobernador, presidente de la Audiencia y capitán general
de Tierra Firme, Francisco de Valverdi y Mercado, funda la ciudad de Portobelo,
que reemplazaría a Nombre de Dios como ciudad soporte de las ferias y que,
gracias a su sistema de fortificaciones, se convierte en el principal bastión militar
del Istmo.
Gracias al triunfo de armas que obtuvo Alonso de Sotomayor contra Drake
en 1597, se le nombró gobernador, capitán general y presidente de la Audiencia
de Panamá, siendo la primera vez que los tres cargos recaían en un mismo indivi-
duo y con ello se reconocía la importancia estratégico-militar del Istmo. Viaja a Es-
paña y a su regreso trae el primer cuerpo de tropas regulares pagadas y da los
primeros pasos para crear las milicias ordinarias, compuestas por el paisanaje.

Siglo XVII

Año 1601. 16 de febrero. El pirata inglés William Parker se aproximó en la


medianoche a la bahía de Portobelo con dos fragatas y 160 hombres. En dos lan-
chas con dos chalupas amarradas que transportaban 40 hombres y pasó casi pe-
gado a la orilla occidental de la bahía, donde burló la centinela de una pequeña
fortaleza. El ataque fue totalmente sorpresivo y el Santiago de la Gloria estaba
aún en construcción, por lo que la tropa dormía en una casa privada que servía
de cuartel. Al escuchar los primeros clarines, salió a la defensa el castellano del
Santiago, capitán Pedro Meléndez Blasón, quien le hizo frente a los atacantes
con su espada y su tambor, un joven esclavo, que mientras Meléndez se batía
tocaba a redobles para convocar a la tropa, aunque solo un puñado se le sumó.
Nueva historia general de Panamá X 1105

El resto se retiró junto con los vecinos a las afueras del pueblo, donde se reagru-
paron para contraatacar y construyeron varias trincheras. Al iniciarse el contraa-
taque, Parker quedó herido en un brazo, y temeroso de represalias desde la
capital optó por retirarse, no sin antes llevarse un botín de 20,000 pesos. Escapó
en dirección al río Chagres con su botín de plata, oro, ropa y otros bienes de los
portobeleños, llevándose además un barco del rey y varios rehenes.

Año1606. Mes de febrero. El oidor Cristóbal Cacho de Santillana realiza la


primera Visita oficial ordenada por la Audiencia a la periférica provincia de Chi-
riquí. Informa escandalizado del maltrato que reciben los indios y, con la ayuda
del fraile mercedario Melchor Hernández, crea las primeras reducciones indí-
genas de la provincia de Veraguas: San Félix y Santiago de Guabalá, San Pablo
del Platanar y San Pedro de Espatará.
En 1606 se redacta la Descripción de Portobelo, atribuida a Bernardo de Var-
gas Machuca, a la sazón alcalde mayor de la ciudad y mayordomo de fábrica
de las fortificaciones. Es un extenso y pormenorizado documento manuscrito
sobre Portobelo y su jurisdicción, que cubre los más diversos aspectos. Fue en-
viado al Consejo de Indias, al igual que otras muchas Descripciones que se so-
licitaron a las colonias siguiendo las llamadas ordenanzas ovandinas. Vargas
Machucas era un experimentado soldado y autor de obras importantes, como
su famosa Milicia y descripción de las Indias, publicada en 1598. Dejó descenden-
cia en Portobelo.
Según la Descripción de Portobelo, en 1606 solo sobrevivían en Santiago del
Príncipe 152 personas; 22 eran esclavos de aquellos. Luis de Mozambique aún
vivía; contaba 110 años de edad, y con su mujer era propietario de seis esclavos.
Para entonces el cimarronaje era cosa del pasado. Poco después, sin embargo,
volvería a resurgir, aunque sin la anterior virulencia. De hecho, durante todo el
período colonial siempre hubo esclavos fugitivos, así como cimarrones organi-
zados que ocasionalmente alarmaban a la colonia. Pero eran grupos por lo ge-
neral minúsculos, y los casos más alarmantes fueron de corta duración y
mayormente controlados por las cuadrillas de los alcaldes de la Santa Herman-
dad, encargados de mantener el orden en las zonas rurales. La mayoría solo de-
seaba escapar de la esclavitud y buscar su libertad. Nunca más el cimarronaje
tendría la gravedad que en el siglo XVI. Tal vez el caso más importante fue el de
los esclavos fugitivos que se agruparon en un lugar conocido como Palenque,
en la costa oriental de la jurisdicción de Portobelo. Pero a fines del siglo XVII se
cogieron a capitulaciones de paz a cambio de cumplir también como mogollones
para defender la frontera contra los cunas, sus inveterados enemigos.

Año 1607. Se realiza en Panamá el primer censo urbano de la capital, según


el cual había 484 casas, 548 vecinos y 5,708 habitantes.
1106 X Cronología contextualizada

Año 1609. Para este año ya se había recuperado el rebaño ganadero, luego
de la matanza de 1591, y se realiza el primer censo ganadero de Tierra Firme,
actual Panamá. La provincia de Veraguas, que antes de la crisis de 1590 prácti-
camente no contaba en el mercado, tenía en conjunto 23,100 cabezas de vacunos,
y todo el país un total de 111,600 cabezas.

Año 1611. Se produce en las cercanías de Panamá el primer ataque docu-


mentado de los indios cunas, cuando irrumpen en las vecindades de Chepo, ma-
tando negros y ganado. Desde los tiempos de la Conquista se habían mantenido
en el golfo de Urabá, pero tras la desaparición de los cuevas (sus viejos rivales),
y la disminución del cimarronaje negro, aprovecharon el espacio que desocupa-
ron para empezar a incursionar primero por Darién y finalmente el este de la
capital. Con ese hecho sangriento se inaugura un estado de guerra endémico en
la frontera oriental de Panamá, que durante el resto del período colonial solo co-
nocería transitorios momentos de paz para luego volver a recrudecer.

Año 1615. El holandés Joris Spielbergen entró por el estrecho de Magallanes


«con cinco naves gruesas» y una lancha, derrotó a la Armadilla de la Mar del
Sur frente a Cañete y hundió a la almiranta. Al anunciarse que atacaría a Pa-
namá, allí se organizó una férrea defensa, armando siete fragatas o bergantines
con 140 mosqueteros, se pidieron soldados a Portobelo y se hizo leva en el Inte-
rior, hasta formarse un ejército de 1,500 hombres: 700 soldados de infantería, 300
de caballería, más de 200 indios flecheros. El ataque nunca se llevó a cabo, pero
demostró la capacidad de reacción de la colonia ante amenazas externas que,
como esta, eran cada vez más frecuentes.

Año 1616. Grupos indígenas de Chiriquí atacan el pueblo español de Alanje


y matan a 60 vecinos. La escasez de mano de obra había forzado a los colonos a
organizar frecuentes incursiones a las montañas para capturar indios con objeto
de hacerlos trabajar en sus fincas y haciendas. Los indígenas, cada vez más de-
bilitados y huidos en los montes, no toleraban ser reducidos en pueblos de doc-
trina, ni mucho menos trabajar como esclavos en las tierras de los colonos. Se
resistían a someterse a las reducciones, rechazaban la evangelización y, cada vez
que podían, reaccionaban violentamente, asaltando los poblados de colonos.

Año 1620. Mes de junio. Se traspasan los bienes del hospital de pobres de
San Sebastián, en la ciudad de Panamá, a la orden de San Juan de Dios, que
desde entonces asumirán las tareas hospitalarias en toda la colonia, creando más
tarde hospitales en Portobelo, Natá, Santiago y Alanje. Desde entonces la mor-
talidad de los enfermos disminuyó en la capital dramáticamente. Estos hospita-
les estuvieron activos hasta la clausura de los conventos y la supresión de las
órdenes religiosas a mediados del siglo XIX.
Nueva historia general de Panamá X 1107

Año 1621. 2 de mayo. Se produjo un terremoto que afectó seriamente la ciu-


dad de Panamá. Fue el peor terremoto sufrido por Panamá en su historia. Que-
daron destruidos, sobre todo, los edificios de piedra, y murió aplastado en su
casa el oidor Santa Cruz Ribadeneira, junto con su madre.

Año 1622. Fracasa la colonización del Darién a cargo del vecino de Santa
Marta, Francisco Maldonado de Saavedra. Por real provisión de Madrid, de
15.VII.1620, se le otorga título de gobernador y capitán general de Darién, para
que conquiste la provincia y frene las agresiones constantes de los indios cunas.
Al año siguiente llega a Darién con 800 colonos: 400 varones, algunos casados
con sus mujeres, niños, esclavos negros e indios de servicio. Era la expedición
más ambiciosa que se había organizado para conquistar Darién desde la que
llevó Pedrarias en 1514. Pero resultó un desastre. Los colonos fueron víctimas
del hambre, las enfermedades y del cruel e incesante hostigamiento de los cunas.
Solo sobrevivieron 65 personas. La expedición duró pocos meses y ya en 1622
Maldonado había abandonado Darién.
A fines de este año, se intensifica la evangelización de los indígenas guai-
míes de Veraguas, gracias al apoyo del gobernador Lorenzo del Salto, y sobre
todo a la labor del dominico de origen flamenco formado en Lima, fray Adrián
de Ufeldre o Adrián de Santo Tomás, al que luego se le sumarían sus compañeros
de orden Antonio de la Rocha y Martín de Valencia. Fray Adrián fue el primero
en poner en práctica el bautismo masivo de indios. Su labor fue notable y se le
considera el misionero más exitoso de la historia colonial de Panamá. Años des-
pués, sin embargo, gran parte de su obra se había perdido.

Año 1629. 8 de junio. Por Real Cédula de Madrid se había ordenado a la


Audiencia de Panamá hacer «el reconocimiento de los puertos, calas, fondos, se-
ñalando ríos y arroyos» de las costas del Pacífico panameño por un «práctico».
La tarea recayó en el piloto mayor Diego Ruiz de Campos, nacido en Santa olalla
de Lasagra, Toledo, en 1576. El resultado fue una Relación que escribió en 1631 y
conserva la Biblioteca Nacional, en Madrid, donde describe las características
físicas, huertas, platanares, actividades agrícolas, ganadería, población, produc-
ción de maíz y mieles de la vertiente del Pacífico panameño, y constituye el do-
cumento más completo de su tipo para el Panamá hispano. Poco antes Ruiz
había participado en los esfuerzos de rescate del tesoro de la almiranta San José
y dejó un trazado cartográfico del lugar del siniestro.

Año 1631. 17 de junio. Al sur de la isla del Rey, en el golfo de Panamá, y


frente a punta Garachiné, naufragó la almiranta San José, de la Armadilla de la
Mar del Sur, que llevaba todo el tesoro que se transportaba de Perú. Fue la pér-
dida más grande de naufragio alguno ocurrido en las costas panameñas durante
la Colonia. Debido a las circunstancias del accidente, fue muy poco lo que logró
1108 X Cronología contextualizada

rescatarse, pese a los esfuerzos que se hicieron de inmediato y que continuaron du-
rante los meses siguientes. Nunca se llegó a saber el monto de la pérdida, debido
a la gran cantidad de dinero y barras de plata que fue embarcado sin registro.

Año 1638. Luego de tres lustros de exitosa campaña evangelizadora en Ve-


raguas, fray Adrián de Santo Tomas es enviado al Darién por el presidente de
Panamá Enrique Enríquez, para que iniciara la evangelización de los indios
cunas, aprovechando el apoyo que ofrecía Julián Carrisoli, un español criado
entre ellos y casado con la hija de un cacique. Fray Adrián, junto con Carrisoli,
desarrolló una labor evangelizadora muy exitosa en Darién del Sur, donde fundó
varias reducciones indígenas. Al regresar fray Adrián a Panamá para encargarse
del convento dominico, se inició la decadencia de las misiones darienitas.

Año 1640. El maestrescuela de la catedral de Panamá, Juan de Requejo Sal-


cedo, concluyó la Relación histórica y geográfica de la provincia de Panamá, cuyo ori-
ginal se encuentra en la Biblioteca Nacional, en Madrid, y fue publicada por
Manuel Serrano y Sanz en 1908. El texto fue elaborado para la historia eclesiás-
tica de Indias, encargada al cronista mayor Tomás Tamayo Vargas, y se originó
en la Real Cédula de 31/XII/1635. Aunque el énfasis de la Relación es lo ecle-
siástico, trata en general de la historia de Panamá desde la Conquista hasta 1640,
y se ocupa de casi cualquier tema, como la descripción de las viviendas, la ali-
mentación, la fundación de iglesias y conventos, es la fuente principal para el
conocimiento del terremoto de 2/V/1621. Incluye además un apéndice donde
trata de la metodología misional de los dominicos en Panamá y Veraguas. La
Relación es uno de los testimonios de su tipo más completo y consultado del pe-
ríodo colonial panameño. Según la Relación, el número de casas que había en el
censo de 1607 solo había aumentado para 1640 en 20, «de mampostería, cal y la-
drillo». En treinta y tres años solo se habían construido doce nuevas casas de cal
y canto. También «la mayor parte de los conventos» era de mampostería.

Año 1640. Panamá daba claras señales de estar padeciendo una severa crisis
económica, y empiezan a acumularse numerosos expedientes que describen la
situación, con interrogatorios con testigos, donde todos, de manera consistente,
afirman que el número de vecinos españoles se había reducido de 500 o 600 a
solo 300. La ciudad se despoblaba, se producían frecuentes crisis de carestías, y
empiezan a escasear esclavos tras la independencia de Portugal, que desde sus
colonias africanas era la tradicional fuente de mano de obra esclava de las colo-
nias. Esta situación de crisis continuó empeorando a lo largo del siglo.

Año 1642. El chantre de la catedral Mateo de Ribera, nacido entre 1604 y


1605 en Panamá, publica en Madrid en la imprenta de Pedro Taso, un poemario
barroco con 42 poemas donde escriben numerosos poetas locales, dedicado a la
Nueva historia general de Panamá X 1109

memoria del presidente Enrique Enríquez de Sotomayor, fallecido en 1638, co-


nocido como Llanto de Panamá a la muerte de don Enrique Enríquez. En 1984 el em-
bajador de España, Antonio Serrano de Haro, publicó en Madrid una edición
crítica del libro.

Año 1644. 21 de febrero. Se desató un gran incendio en la ciudad de Panamá.


Se inició en calle de Calafates y se extendió hasta la catedral, donde se detuvo
tras incendiarla. Se quemaron 83 casas importantes, «un tercio de la ciudad», y
se perdieron más de 2 millones de pesos.

Año 1645. Se produjo el naufragio, frente a Morro de Puercos en la vertiente


del Pacífico, de la nave Nuestra Señora de Illescas, propiedad de los hermanos To-
rres, procedente de Guatemala. Perecieron 113 personas, incluyendo al marqués
de Lorenzana, que había sido presidente de la Audiencia de Panamá y de Gua-
temala, su mujer y sus cuatro hijos pequeños.
Los galeones que llegaron para la feria trajeron una peste que ocasionó mu-
chas muertes, tanto en Portobelo como en la capital. Este año también se produjo
una severa carestía de mano de obra esclava.

Año 1651. Según una fuente, en la ciudad de Panamá, fue «año de peste
donde todo eran clamores y llantos por la multitud de muertos [...] gran temor
con que todos andaban huyendo unos de otros con que terriblemente se afligían
[...] unos morían y enfermaban [...]. Murieron 1,200 personas».

Año 1652. Mes de marzo. Estalló una nueva peste en la ciudad de Panamá,
con muchas pérdidas de vidas humanas, aunque fue menos violenta que la de 1651.

Año 1654. Este año es señalado, tanto por las evidencias fiscales, como la
observación de los contemporáneos enterados, como el comienzo de la decaden-
cia irremisible de la ferias de Portobelo, que desde entonces se celebran de ma-
nera cada vez más espaciada.
El empresario de origen genovés Juan Vicencio Justiniano Chavarri, que era
comisario y capitán de la caballería de Tierra Firme, firmó un asiento con el pre-
sidente de la Audiencia de Quito para abrir una ruta desde la costa del actual
Ecuador hasta Quito, a fin de que pudieran bajar alimentos a Panamá, que pa-
decía frecuentes carestías y hambrunas. Había descubierto la ruta en dos galeo-
nes suyos. El recorrido se podía hacer por esta ruta en solo doce días, mientras
que se tardaba un mes o más llegar por mar a Panamá con vituallas de los valles
peruanos, hasta entonces su principal fuente de abastos. Pero esta ruta alterna
para las crisis de subsistencias que sufría Panamá solo tuvo un efecto transitorio
y el camino no se construyó hasta el siglo XVIII, aunque entonces solo funcionó
de manera precaria.
1110 X Cronología contextualizada

Año 1662. La crisis que venía padeciendo Panamá desde las décadas de 1630
y 1640 continuaba, y ese año una súplica del Cabildo capitalino aseguraba que
la población de vecinos blancos era ya inferior a 300.
5 de junio. Se firma en Madrid el asiento a favor de los genoveses Domingo
Grillo y Ambrosio y Agustín Lomelín, para abastecer de esclavos a sus colonias,
luego de una prolongada interrupción debido a la separación de Portugal en 1640.
Durante la década siguiente, la compañía genovesa estableció su casa en Panamá,
por donde introdujo el 60% de los esclavos. De esa manera, Panamá se convierte
en el principal centro de redistribución de esclavos durante ese período.

Año 1663. La encomienda indígena en Panamá se encontraba reducida a


solo seis indios, que pertenecían al capitán Francisco Morales, vecino de Alanje,
en Chiriquí. Cuando murió Morales los indios fueron liberados y desapareció
para siempre la encomienda de la Audiencia de Tierra Firme.

Año 1664. 28 de enero. Debido a que habían disminuido drásticamente el


impuesto de almojarifazgo al decaer las ferias de Portobelo, y que las necesida-
des militares aumentaban, se crea el situado de Panamá, un subsidio en dinero
que las Cajas de Lima debía enviar cada año para sustentar los crecientes gastos
defensa del Istmo. La suma originalmente establecida era por 105,150 pesos, pero
luego fue aumentada varias veces, hasta fijarse en un cuarto de millón de pesos,
a fin de cubrir también los gastos de la administración. Gran parte de la econo-
mía panameña quedará en lo sucesivo, hasta 1810, ya en el umbral de la inde-
pendencia de 1821, subsidiada por el situado.

Año 1668. 11 de julio. Henry Morgan, acompañado por mil piratas, asalta
sorpresivamente a Portobelo. Entra por el lado occidental de la bahía y ataca el
Santiago de la Gloria, que sometió luego de una breve refriega. Debido a la sor-
presa, pocos vecinos pudieron salir a la defensa y el castellano del San Felipe,
luego de corta defensa, se rindió ignominosamente, y de la vergüenza se suicidó
bebiendo aceite de vitriolo. Su propósito de cruzar el Istmo y atacar Panamá
quedó frustrado al organizarse las defensas en la zona del río Cascajal a las afue-
ras de Portobelo, al mando del gobernador y capitán general Agustín de Braca-
monte. Morgan encerró a toda la población en la iglesia parroquial, donde
muchas perecieron de hambre, enfermedades y maltratos. Y para obligarles a
confesar dónde tenían sus supuestos tesoros, los sometió a terribles torturas,
sobre todo a las mujeres. Entretanto, desde el Cascajal, los soldados de Braca-
monte no dejaban de hacer daño a las tropas de Morgan, incursionando en el
pueblo y causando muertes y heridos, además de mantener en estado de alerta
a Morgan. Este pidió un rescate de un millón de pesos a cambio de no destruir
los fuertes e incendiar la ciudad. Se inició la negociación y Bracamonte se man-
tuvo firme, hasta que Morgan aceptó conformarse con 100,000 pesos en vista de
Nueva historia general de Panamá X 1111

que sus hombres morían por las heridas en combate y de enfermedades. Así se
salvó Portobelo de la destrucción, y el pirata se retiró a medias satisfecho sin
poder cruzar el Istmo.

Año 1671. El 28 de enero. El pirata Henry Morgan ataca la ciudad de Panamá


con 1,200 hombres, luego de atravesar el Istmo por el río Chagres. La resistencia
a lo largo del río fue errática y débil. Pero en los llanos de Matasnillos los vecinos
le hicieron frente, comandados por el gobernador y presidente Juan Pérez de
Guzmán. Sin embargo, eran una fuerza inexperta e insuficiente, y fueron fácil-
mente derrotados. La invasión causó la muerte de más de 500 defensores, entre
blancos, negros, indios, mulatos y mestizos, y dejó un gran número de heridos
y prisioneros. Como resultado de la refriega, pues los combates continuaron den-
tro de la ciudad y aun en la playa, Panamá se incendió completamente, y solo
quedaron en pie las iglesias de San José y de La Merced, ambas situadas en las
afueras. Las naves que aguardaban el desenlace, ocultas en las islas cercanas a
la ciudad, al observar el incendio y las señales de la derrota, levaron anclas y es-
caparon al Perú. En ellas iban las familias más acomodadas, gran número de re-
ligiosos y las monjas de La Concepción.
Mes de octubre. Tras el ataque de Morgan, los supervivientes de la desolada
ciudad de Panamá estuvieron sometidos a terribles condiciones de escasez y pri-
vaciones, viviendo en caballerizas y en bohíos de los esclavos. La situación era
tan extrema que una epidemia causó una terrible mortandad.
Según el presidente encargado de la Audiencia, Miguel Francisco de Mari-
chalar, murieron 3,000 personas. Antes de la invasión pirática la ciudad contaba
con alrededor de 7,000 habitantes, de manera que la población debió quedar re-
ducida a cerca de la mitad.

Año 1673. 21 de enero. Se traslada Panamá la Vieja a la Nueva Panamá,


donde quedaría la sede de la nueva capital de Tierra Firme. El nuevo sitio era
más sano y se podía defender mucho mejor. Además, a diferencia de la vieja ciu-
dad, la nueva se podía amurallar completamente, cerrándose con una «obra co-
ronada». Se levantó un acta de fundación, encontrándose presentes el presidente,
capitán general y gobernador Antonio Fernández de Córdoba; el obispo Antonio
de León; el licenciado Sebastián Alfonso de Velasco, fiscal de la Audiencia; fray
Martín de Prado, predicador franciscano; el capitán Nicolás Navarro; el alférez
del Cabildo Juan de Isasi, y otras «muchas personas». Ejerció como escribano el
vecino Juan de Aranda Grimaldo, nativo de osuna. La ciudad tendría solo 20 hec-
táreas de superficie, encerrada en un recinto amurallado donde solo cabían
300 solares para las 300 familias blancas de la capital. El resto de la población,
compuesta por mulatos, mestizos, blancos menesterosos o esclavos, se alojó
como pudo en el arrabal de Santa Ana, situado extramuros. Fue un caso extremo
de ciudad elitista.
1112 X Cronología contextualizada

Año 1675. El capitán La Sound, acompañado de 120 filibusteros y apoyado


por indios cunas, ataca el poblado de Chepo, situado al este de Panamá. Fue re-
chazado por el sargento mayor Alonso de Alcaudete, quien se había destacado
en la defensa de Panamá en 1671 y en varias campañas contra los cunas.

Año 1678. El capitán Bournano saquea Chepo. Durante esos años, cientos
de piratas confederados estuvieron asediando Panamá. Entraron por el Caribe
oriental, atacaron Portobelo, cruzaron el Istmo, sitiaron durante meses la ciudad
de Panamá, aunque sin poder tomarla. Tras este fracaso, y escasos de alimentos,
se dedicaron a saquear varios pueblos situados en las riberas occidentales del
Pacífico panameño.
7 de noviembre. Se funda formalmente el pueblo de Gorgona, en el curso
medio del río Chagres, entre el pueblo de Cruces y el fuerte de San Lorenzo, con
indios gorgonas de las islas Gorgona y Gorgonilla, situadas entre Tumaco y Bue-
naventura, en el lado Pacífico de la actual Colombia. Meses antes habían sido
trasladados por mar a este sitio por el capitán vizcaíno Gabriel de Urriola Eche-
varría y el andaluz Antonio Bravo de Lagunas, que para ello hicieron «compa-
ñía». El propósito de esta población era establecer una barrera humana en el
Chagres a fin de evitar o dificultar que se repitieran invasiones como la de Henry
Morgan a Panamá en 1671.

Año 1680. El pirata inglés John Springer desembarcó con 200 hombres en
puerto Escribanos, y de allí se dirigió a Portobelo, donde los vecinos le ofrecieron
una breve resistencia. Durante dos o tres días, los piratas estuvieron saqueando
impunemente el poblado, sin que los 800 hombres de armas que había allí apos-
tados les hiciesen frente. Se retiraron al tener noticias de que venían de Panamá
fuerzas de auxilio compuestas por 700 hombres, no sin llevarse varios prisione-
ros y un botín calculado en 100,000 pesos.
Mes de abril. Seiscientos piratas ingleses confederados desembarcan en isla
de oro, que se convierte en el punto de encuentro preferido por los piratas hasta
el siglo XVIII. Desde allí invaden Darién para saquear las recién descubiertas
minas de oro, capitaneados por John Coxon, Peter Harris, Edmond Cook, Robert
Alleston, Richard Sawkins, Bartholomew Sharp, y un tal Mackett. Entre los pi-
ratas se encontraban hombres que luego serían célebres por los libros que escri-
bieron donde narraban sus aventuras, como William Dampier, Basil Ringrose,
Exquemeling y Lionel Wafer. Cruzaron el Istmo con el apoyo de los cunas y el
14 de abril asaltaron el Real de Santa María. Ya en el Pacífico, se apoderaron de
algunas piraguas y canoas para dirigirse a Panamá con ánimo de saquearla.
23 de abril. Doscientos piratas confederados se encontraban a la vista de la
ciudad de Panamá, que para esas fechas ya estaba protegida por una sólida mu-
ralla perimetral recién construida. Los vecinos y la tropa estaban bien prevenidos
y se preparan para la defensa. Se fletaron tres pequeños bajeles para hacer frente
Nueva historia general de Panamá X 1113

a los invasores, con 86 vascos, 77 negros y 65 mulatos. Luego del choque, donde
la defensa llevó la peor parte, los piratas desistieron de atacar la ciudad de Pa-
namá, se dividieron en distintos grupos por disputas internas y se dedicaron a
asaltar embarcaciones, islas y pueblos de la costa occidental del Istmo.

Año 1680. Se descubre el rico mineral aurífero de Espíritu Santo de Cana,


en Darién del Sur, que estuvo en producción hasta 1724. Hasta ese año, la pro-
ducción media anual era de cerca de un millón de pesos y alrededor de 430 ki-
logramos de oro. En su mejor momento, su producción correspondía al 13 por
ciento de la producción aurífera mundial.

Año 1684. Nuevamente la piratería internacional llevó el terror a las costas


panameñas, tanto por el Caribe como el Pacífico, aunque causando más pánico
que daños materiales. La facilidad con que los piratas lograron realizar sus asal-
tos en Panamá entre 1679 y 1680, gracias al apoyo de los indios cunas, y a la fa-
miliaridad que fueron adquiriendo con la geografía darienita, estimuló a otros
a imitar sus hazañas, y el Darién se convirtió en el pasaje natural de la piratería
para cruzar el continente y llegar al Pacífico, desde donde, con canoas hechas
con la colaboración de los cunas, podían asaltar las desprevenidas embarcacio-
nes que se acercaban al golfo de Panamá.

Año 1685. 15 de agosto. El presidente y gobernador de Panamá, Pedro de


Ponte Franca y Llerena, primer conde del Palmar, ante la amenaza de que una
escuadra francesa enemiga de tres naves atacaría Panamá, convocó al vecindario
a Cabildo General en la catedral, para advertir del riesgo que se corría por el pé-
simo estado de las murallas. El vecindario acudió con un donativo consistente
en dinero, esclavos y jornales por un valor de más de 16,000 pesos, para las re-
paraciones más urgentes. La amenaza pirática continuó por las costas cercanas
a la capital hasta 1686.

Año 1693. El Tratado Internacional de Ryswick, firmado este año, que con-
denaba la piratería, dejó a los piratas desprovistos de la seguridad de sus san-
tuarios y refugios que tenían en el Caribe. Como resultado, varios grupos de
hugonotes franceses se instalaron en dos zonas escogidas del Caribe panameño.
Unos se establecieron en Bocas del Toro, hacia el oeste, donde se mezclaron con
los indios, aunque fueron expulsados en la década de 1720. Los otros se instala-
ron en las costas de San Blas, al este, donde convivieron con los cunas durante
medio siglo y se mezclaron con ellos.

Año 1697. Concluye su gran poema épico el jesuita Juan Francisco de Pá-
ramo y Cepeda, titulado Alteraciones del Dariel, cuyo original se encuentra en la
Biblioteca Nacional, Madrid, y donde canta las feroces confrontaciones entre
1114 X Cronología contextualizada

cunas, criollos y españoles en Darién durante los años recientes. En 1994, Héctor
H. orjuela publicó en Bogotá una edición crítica de la obra.

Año 1698. 2 de noviembre. Llegó a punta Escocés, en el Caribe oriental de


Panamá, una expedición colonizadora inspirada en el liderazgo de William Pa-
terson, que había salido del puerto de Lieth y que estaba financiada con dinero
del pueblo escocés. Su propósito era fundar la colonia de Nueva Caledonia como
punto de apoyo para la expansión comercial de la Company of Scotland Trading
to Africa and the Indies, creada en 1695, y basada en el modelo de otras compa-
ñías europeas para el comercio con América y oriente, en especial de Inglaterra
y Holanda, como la VoC. En 1699 llegó una segunda expedición. Pero el proyecto
fracasó dramáticamente. Estaba mal concebido, el puerto era inadecuado y el
sitio inhóspito, apenas apto para la vida humana, y sin posibilidades para la
agricultura. Además tuvo la fuerte oposición del Gobierno inglés, que quería
evitar que compitiera con la British East India Company. Las tropas enviadas
desde Cartagena y Panamá para destruir la colonia casi no encontraron resis-
tencia, y un puñado de escoceses al borde de la inanición que se entregaron pa-
cíficamente. Al tomar posesión del sitio, y en un gesto humanitario, se les envió
de regreso a su tierra. Como resultado de este proyecto, murieron centenares de
escoceses y Escocia perdió el 50 por ciento del capital nacional, lo que desenca-
denó la pérdida de su independencia y su incorporación a Inglaterra para crear
la Unión en 1707. Fue una experiencia negra para Escocia, que hasta hace poco
era recordada con vergüenza, al punto que no se enseñaba en las escuelas.

Siglo XVIII

Año 1702. 10 de septiembre. Setecientos ingleses, con el apoyo de 300 cunas


rebeldes, asaltaron el asiento minero de Cana, al sur de Darién, lo quemaron y
saquearon. Fue el inicio de una serie de alzamientos cunas en alianza con ingle-
ses, franceses hugonotes y otros extranjeros establecidos en las costas de San
Blas desde fines del siglo XVII.

Año 1709. Se sublevan los indios de Talamanca, en la frontera costarricense,


encabezados por el sukia Pablo Présbere. Asesinan al padre Pablo Rebullida y a
otros franciscanos. La violencia de este episodio, antes inédito en la región, pro-
dujo la inmediata reacción de las fuerzas militares, concentrándose la actividad
en Alanje, de donde salieron las operaciones de limpieza para capturar a los in-
dios rebeldes y repoblarlos en Chiriquí. El cráneo de Rebullida fue a parar a
manos de los indios tójares de Bocas del Toro, en el que bebían chicha para ce-
lebrar su muerte y adquirir simbólicamente sus virtudes. Como un eco, al pare-
cer, de la rebelión de indios talamanqueños, se sucedieron numerosas muertes
Nueva historia general de Panamá X 1115

y desapariciones misteriosas en la región de La Mesa, en Veraguas, atribuidas a


actos brujeriles de indios «neófitos» o recién conversos. El propio obispo Juan
de Argüelles se trasladó al lugar acompañado de dos jesuitas predicadores y tras
convocar a una gran romería a la que acudieron cientos de indios y campesinos,
exorcizó el cerro, o «peñol», donde los indios celebraban sus ritos ancestrales.
Lo bautizó con el nombre de San Pablo, tal vez en homenaje al mártir Rebullida.
Luego de esto, las autoridades civiles apresaron a los supuestos cabecillas y los
quemaron en la hoguera.

Año 1710. A principios de este año, con ocasión de las elecciones del Cabildo
de Panamá, se produjo un enfrentamiento entre la mayoría de sus capitulares y
el teniente general de Portobelo, interinamente a cargo del Gobierno central, y
quien pretendía imponer sus propios candidatos. Como reacción, la casi totali-
dad de los capitulares buscó refugio en sagrado, y la capital quedó virtualmente
paralizada por este conflicto, uno de los más graves de su tipo durante la Colonia
y donde típicamente se ponía a prueba el poder de la élite local y la representa-
ción metropolitana.

Año 1712. Los ingleses, acompañados por indios cunas, atacan nuevamente
el real de minas de Cana, en Darién.

Año 1713. 26 de marzo. Se firma en Madrid el tratado que cedía a la South


Sea Company británica el monopolio de la trata de esclavos en América. Según
este tratado, Panamá sería sede de una de sus factorías. Además, la compañía
tenía el derecho a introducir un galeón en las ferias de Portobelo, lo que abrió
de par en par las puertas al contrabando, y asestó un golpe mortal al alegado
monopolio comercial español.

Año 1719. Mes de abril. Los zambos mosquitos de Nicaragua atacan la isla
Tójar (actual Bocas del Toro), cuyos pobladores, los teribe, apresaron para ven-
derlos como esclavos a sus aliados ingleses. Era la primera invasión de los mos-
quitos documentada a las costas caribes de Panamá. La isla quedó pronto vacía
de habitantes. Los indios doraces, vecinos de Tójar, aterrorizados por este ataque,
se desplazaron hacia las montañas del sur.

Año 1721. Los zambos mosquitos de Nicaragua planean cruzar el istmo de


Panamá y atacar Penonomé. No lo lograron, pero desde entonces empiezan a
familiarizarse cada vez más con las costas caribes de Panamá, que frecuentaban
para robar indios, venderlos a los ingleses como esclavos, y pescar tortugas de
carey. Los doraces, róbalos y otras tribus temerosas de los mosquitos se interna-
ban cada vez más hacia las montañas de la cordillera Central, desde donde,
según los misioneros, pedían auxilio y refugio en las misiones franciscanas.
1116 X Cronología contextualizada

Año 1722. 21 de julio. Por Real Cédula se restablece la Audiencia de Pa-


namá, extinguida desde 1718.

Año 1724. El francés Carlos Tibón y un grupo de indios cunas asaltan el real
de minas de Cana, al sur del Darién, y hacen volar los socavones y galerías, de-
jando inutilizado el mineral, que deja de producir. La destrucción del mineral
arrastró a la provincia a la postración económica. En su momento de mayor es-
plendor de la minería, su población llegó a 20,000 habitantes, casi tres veces la
de la capital para la misma época. Los que permanecieron, en su gran mayoría
descendientes de esclavos negros que habían laborado en las minas, se dedicaron
a la agricultura o a exportar plátanos a Panamá.
Desde Alanje y David, en Chiriquí, salen frecuentes partidas milicianas para
reducir a los piratas (la mayoría franceses hugonotes) que se habían establecido
en Bocas del Toro, donde se habían aliado con los indios y mestizado con estos,
hasta que para esa misma década fueron expulsados.

Año 1726. Se produjo en Chiriquí un motín de zambos milicianos acaudi-


llados por el capitán Cristóbal de Contreras, con asesinatos y ajusticiamientos
brutales. Varios cabecillas fueron ahorcados y, para escarmiento, sus cuerpos
fueron descuartizados, colocándose sus cabezas y extremidades en diversas en-
crucijadas. Es un episodio que todavía se recuerda localmente, aunque envuelto
en la leyenda. Esta rebelión se produce al mismo tiempo que el país se encon-
traba seriamente amenazado en el Caribe por el al almirante Hosier y por el Da-
rién, donde atacaban los indios cunas equipados con armas de fuego y apoyados
por ingleses y franceses.
Este mismo año, pretextando dar protección al navío de permiso inglés Real
Jorge, que participaba en la feria que se celebraba en Portobelo, el almirante in-
glés Hosier ancló en puerto Escribanos una poderosa flota con 17 velas fuerte-
mente artilladas. Aunque hubo momentos de gran tensión entre las fuerzas
enemigas, el combate no se produjo y la flota inglesa se vio forzada a elevar an-
clas al empezar a caer sus hombres diezmados por la disentería.

Año 1726. 26 de marzo. Nace en la ciudad de Panamá Manuel Joseph de


Ayala. Había iniciado estudios de gramática y retórica en Panamá en 1738.
Continuó su formación en Artes en la Universidad de San Francisco Javier de
Panamá, donde se graduó de maestro, e inició en esta ciudad estudios de juris-
prudencia. Viajó luego a Sevilla, donde se graduó, el 29/XI/1753, de bachiller
en Cánones en su universidad. El 18/VIII/1763 es nombrado archivero de la Se-
cretaría de Estado y del Despacho Universal de Indias, donde obtuvo varios as-
censos hasta el de ministro de capa y espada del Consejo de Indias. En 1785
recibió título de caballero de la orden de Carlos III. Durante su larga carrera de
funcionario realizó una ingente labor recopiladora, tanto en el campo historio-
Nueva historia general de Panamá X 1117

gráfico como jurídico. También usó su influencia en la Corte para ayudar en la


carrera de sus parientes panameños.

Año 1727. El mestizo Luis García atacó Darién creando una gran alarma en
todo Panamá. Con 200 indios cunas, bien armados con armas de fuego, incendió
El Real, Yaviza, Chapigana y otros pueblos. Asesinó a 28 españoles, varias mu-
jeres, niños y esclavos, y al fraile dominico Ambrosio Gómez. La iglesia de El
Real fue incendiada y los ornamentos saqueados y destruidos «con irrisión y
burla». García se proclamó Libertador del Darién y planeó atacar Portobelo, Pa-
namá y Cartagena. Pero la rebelión fue reprimida. García fue capturado y con-
denado a la horca, aunque luego se le desterró de por vida al Perú. Este episodio
estremeció profundamente a la colonia panameña. Tras los ataques de Tibón y
García, las minas auríferas de Cana, las más ricas de Panamá y una de las más
productivas del continente, no volvieron a explotarse durante el resto del perío-
do colonial.

Año 1731. Los zambos mosquitos de Nicaragua atraviesan el istmo de Pa-


namá y atacan Alanje, donde el pirata John Cockburn (que había escapado de
un naufragio en el Pacífico y llegó a Alanje caminando por la costa desde Nica-
ragua) dice haber presenciado el suplicio de un padre franciscano, al que raparon
la cabeza, arrancaron la piel del cráneo dejándolo al descubierto, lo empalaron
y quemaron estando aún vivo, mientras danzaban alrededor de su víctima.

Año 1737. 2 de febrero. A las dos y media de la madrugada, la ciudad de


Panamá fue devorada por un voraz incendio que en solo cinco horas y media
consumió 360 viviendas, el 95 por ciento del total. Quedaron solo 20 casas en
pie. Fue tan devastador «que muchos de sus habitadores salieron con sola la
ropa con que estaban en la cama y quemándose algunos, y saliendo otros
chamuscados».
Solo se libraron el hospital de San Juan de Dios y la iglesia y convento de
La Merced. Sería recordado como el «Fuego Grande». Los efectos fueron dra-
máticos: la ciudad empezó a perder su carácter «elitista», y algunos privilegios
que tenía reservados, como el de las pulperías y otras actividades comerciales,
empezaron a desarrollarse en el arrabal de extramuros, o de Santa Ana, donde
empezaron a hacerse casas de calidad y hacia este «arrabal» fue gravitando cada
vez más la vida urbana.

Año 1739. 20 de agosto. Por Real Cédula, se restablece el virreinato de la


Nueva Granada y la Audiencia de Panamá pasó a formar parte del mismo. Con
anterioridad, Panamá pertenecía al virreinato del Perú.
21 de noviembre. El vicealmirante inglés Edward Vernon arribó a Portobelo
al frente de los barcos de guerra Burford, Hampton Court, Strafford, Worcester, Princess
1118 X Cronología contextualizada

Louise, Norwich y Seernes. Con este episodio, Inglaterra rompe hostilidades con
España, y se inicia la guerra conocida con el nombre de la oreja de Jenkins, o
guerra del Asiento, que se extendería hasta 1748. Portobelo tenía una defensa
muy débil: los soldados no recibían paga desde hacía meses, los cañones estaban
en el suelo por falta de cureñas y escaseaba la pólvora. Y el San Felipe, que era
la principal defensa de la ciudad, tenía solo 20 soldados, todos milicianos de
color y ninguno soldado regular, aunque pronto recibieron refuerzos de los guar-
dacostas, dotados, estos sí, de buena experiencia en el manejo de la artillería.
Gracias a ellos se produjo un intenso cruce de fuego entre el San Felipe y los bar-
cos de Vernon, donde causaron bastantes muertes. Pero, por lo demás, casi no
hubo resistencia. El gobernador de Portobelo demostró una total ineptitud mi-
litar y desde Panamá el gobernador y capitán general, su tío, Dionisio Martínez
de la Vega, fue incapaz de reaccionar dejando abandonado la plaza a su suerte.
Un día después la plaza se rindió. Vernon destruyó completamente las fortifica-
ciones, dejando a Portobelo indefenso y, conforme a las humillantes capitulacio-
nes de rendición, la plaza debía permanecer desarmada mientras duraba la
guerra. Este mismo año se habían hecho preparativos para la celebración de la
feria de Portobelo, pero el ataque de Vernon la frustró y nunca más volvió a ce-
lebrarse, ya que el puerto había quedado desprovisto de defensas para el en-
cuentro ferial. Se inició un período de progresiva postración económica de
Panamá, que se extendería hasta principios del siglo siguiente. Las fortificaciones
no volvieron a restablecerse hasta mediados del siglo, aunque bajo conceptos
defensivos muy distintos.

Año 1740. Mes de marzo. Vernon regresa a Portobelo para iniciar una nueva
campaña en el Istmo, esta vez aún más agresiva. Con seis navíos de línea de
70 cañones, 3 fragatas, 2 buques bombarderos, brulotes y balandras, se dirige al
San Lorenzo del Chagres, y el 2 de abril lo somete a un implacable bombardeo, que
lo deja totalmente destruido. Quedando de esa manera indefensa la boca del río,
podría, cuando quisiera, cruzar el Istmo navegando por el río Chagres y avanzar
hasta Panamá. Después del ataque, regresa a Portobelo y de allí viaja a Jamaica en
busca de mayores refuerzos, dejando la amenaza de regresar pronto al Istmo.

Año 1741. Luego de los numerosos enfrentamientos con los indios cunas,
se firmaron paces generales entre el Gobierno, representado por el presidente
Dionisio Martínez de la Vega, y los caciques cunas Felipe de Uniñaquiche y
Atunchile, alias Juan Sanni, quien era mestizo de cuna y francés. Pero estas paces
fueron engañosas, siguiendo su vieja costumbre, y una década más tarde los
cunas volvían a romper hostilidades.

Año 1742. Mes de abril. Vernon regresa a Portobelo, esta vez con un formi-
dable ejército: 104 velas de guerra, algunas de hasta 90 cañones, 3,000 tropas, y
Nueva historia general de Panamá X 1119

más de 1,000 cargueros indios y esclavos negros. Su plan era navegar el río Cha-
gres y atacar Panamá en combinación con el comodoro George Anson, que había
salido de Inglaterra rumbo al cabo de Hornos para entrar por el Pacífico y unir
fuerzas con Vernon. Pero esta vez encontró a Panamá muy preparado para la
defensa. Portobelo tenía un nuevo gobernador, un competente militar de nombre
Juan Joseph Colomo, y el gobernador y capitán general Martínez de la Vega ela-
boró una estrategia efectiva que Colomo siguió al pie de la letra. Además, Co-
lomo había recibido de España 50 tropas regulares de refuerzo para Portobelo y
el virrey del Perú había enviado a Panamá 1,400 tropas y barcos. Desde el prin-
cipio Vernon tuvo serios desencuentros con su general de tierra y el gobernador
de Jamaica, cada uno con sus propias tropas y enfoque del plan, y en abril se
adelantó la temporada de lluvias, lloviendo a cántaros, lo que constituía una
seria desventaja para avanzar por las selvas panameñas. Vernon descubrió ade-
más que el Chagres tenía dos fuertes bien artillados y nunca tuvo noticias de
Anson, que desde diciembre ya había tomado rumbo a México para robar la
«nao de China», habiéndose olvidado del plan para ocupar Panamá, desde que
se enteró de que Vernon había sido derrotado en Cartagena de Indias a mediados
de 1741. Además, Colomo desplazó fuerzas por todo el istmo central, ocupando
los sitios más estratégicos donde podía rechazar a los británicos. Por su parte, el
gobernador de Jamaica, disgustado con la situación, retiró sus tropas y Vernon
estaba peleado con su general de tierra. Como resultado, optó por retirarse prác-
ticamente sin disparar un tiro. De esta manera, la famosa campaña británica re-
sultó un humillante fracaso, y fue otro triunfo memorable para las defensas
locales.

Año 1743. A causa de las incursiones de los mosquitos, para esta fecha ha-
bían desaparecido del todo los indios teribes de la isla Tójar, y los changuinas
del río Tararia, al que los mosquitos rebautizaron Changuinola, lo que fue apro-
vechado por algunos ingleses para afincarse en Tójar.

Año 1744. 2 de diciembre. En plena guerra del Asiento (1739-1748), el co-


mandante William Kinghills, de la flota del almirante inglés ogle, entró a la
bahía de Portobelo para reclamar una nave contrabandista de Jamaica del co-
merciante Diego Christie, a quien las autoridades de Portobelo habían hecho
prisionero y decomisado sus mercancías y dinero. Kinghills amenazó con bom-
bardear la ciudad si no se le entregaba la presa. Las negociaciones para evitar el
bombardeo demoraron un mes, mientras que Portobelo se preparaba para lo
peor. Las tropas regulares se retiraron al Cascajal, en previsión de que Kinghills
pretendiera cruzar el Istmo, mientras que las fuerzas milicianas permanecieron
para la defensa en Portobelo. Al demorarse las negociaciones y rehusarse las au-
toridades a entregar el comiso, Kinhgills inició el bombardeo. Durante once
horas arrojó sobre Portobelo 5,000 disparos, mientras que las milicias devolvían
1120 X Cronología contextualizada

los tiros, que no obstante su modesta artillería le causaron bastante daño a varios
de sus barcos. Como resultado, Kinhgills desistió de desembarcar, si esa era su
plan, y mucho menos de cruzar el Istmo, y se tuvo que retirar sin el rescate pero
dejando a Portobelo severamente dañado. Quedaron en ruinas sus mejores edi-
ficios, incluyendo la imponente Aduana y la Negrería, además de las casas más
costosas y que solían usarse para alquiler durante las ferias.

Año 1745. Alonso Fernández de Heredia es nombrado gobernador de Ni-


caragua y comandante general de la costa, con jurisdicción desde el cabo de Gra-
cias a Dios, en Honduras, hasta el río Chagres, en Panamá. Se trataba de un cargo
de carácter militar cuyo propósito era proteger las costas del peligro anglo-mos-
quito. Pero esta iniciativa no produjo resultado alguno y el peligro incluso se
acrecentó. Desde mediados del siglo XVIII las incursiones de los indios mosqui-
tos, apoyados por los ingleses, fueron cada vez más audaces. Se atreven a avan-
zar cada vez más hacia oriente, penetrando al interior de Veraguas y Coclé por
los ríos Calovébora, Veraguas, Coclé, Indio, e incluso por el Chagres.

Año 1747. Por órdenes del presidente Dionisio de Alcedo y Herrera, se or-
ganizó una ofensiva militar para acabar con las distintas compañías de contra-
bandistas que se habían organizado desde 1716 en Coclé, al oeste de Panamá.
Recibían mercancías de barcos ingleses y holandeses por el Caribe y las trasla-
daban a puestos estratégicos, verdaderos fortines, en la ruta transístmica, hasta
llevarlos a Penonomé y Natá para reembarcarlos a Panamá o a Sudamérica.
Luego de varios choques armados, finalmente los contrabandistas fueron derro-
tados, siendo capturados y ajusticiados los cabecillas. Fue un duro golpe para el
contrabando en esta región, que nunca más se recuperó.

Año 1748. 20 de julio. El misionero jesuita austríaco Jacobo Walburger con-


cluye un informe desolador sobre el fracaso misional entre los cunas, titulado
«Breve noticia de la provincia del Darién, de la ley y costumbres de los indios,
de la poca esperanza de plantar nuestra fe y del número de sus naturales», del
que hay una copia en el Archivo General de la Nación, en Bogotá, y otra en la
Miscelánea Manuel Joseph de Ayala, en la Biblioteca del Palacio Real, de Madrid.
Este texto contiene descripciones etnográficas de gran utilidad. Walburger muere
en 1750 y la misión darienita fue abandonada.

Año 1749. 3 de junio. Por Real Cédula, el rey autorizaba la creación de la


Universidad de San Francisco Javier, que funcionaría en el Colegio de La Com-
pañía. Fue la primera universidad que tuvo Panamá. Su principal promotor y
patrocinador fue el rico colector del obispado panameño Francisco Javier de
Luna Victoria y Castro (1695-1777), quien fuera nombrado en 1751 obispo de
Panamá, casi seguramente debido a sus obras filantrópicas, pues su carrera
Nueva historia general de Panamá X 1121

capitular apenas había comenzado. Para respaldar esta iniciativa universitaria,


ofrecía como garantía dos casas en la capital, que compró por 30,000 pesos. Con
el alquiler de estas casas se sufragarían las cátedras de Latinidad, Retórica y Te-
ología Moral. Esta universidad estuvo activa hasta 1767, cuando La Compañía
fue expulsada de América.

Año 1751. Los indios cunas atacan el fuerte de Terable, que defendía la fron-
tera occidental de Panamá, entre Chepo y el Darién, y que estaba bajo control
indígena.
17 de julio. Por Real Cédula, el Consejo de Indias ordena suprimir con ca-
rácter definitivo la Audiencia de Panamá, por considerar inútil su tribunal, ce-
lebrarse en ella pocos pleitos, ser reducida su población, y por la pobreza en que
quedó sumida después de haberse suspendido las ferias de Portobelo desde
1739. Aconsejando la supresión, el virrey Sebastián Eslava escribía el 11/XI/1750,
«que en toda su jurisdicción no hay un solo mayorazgo, ni mercader alguno que
se repute por de 50,000 pesos de caudal. Los hombres de distinción capaces de
obtener empleos honoríficos en la república dudo lleguen a 40 y todo el resto de
su vecindario se compone de un corto número de mercaderes, poco acaudalados,
de gente de baja esfera y oficios mecánicos». Agregaba que se ahorrarían al Fisco
más de 25,000 pesos anuales. Apoyaban la supresión, la poderosa familia Urriola
Echeverz a fin de disfrutar de mayor libertad para sus actividades.

Año 1755. Se inició el gran proyecto de reconstrucción de las fortalezas de


Portobelo por el ingeniero Manuel Hernández, basadas en nuevos conceptos de
ingeniería militar del marqués de Vauban. Los fuertes del complejo San Fer-
nando, del Santiago y del San Jerónimo, reemplazarían los castillos ya obsoletos
que había dejado en ruinas el ataque de Vernon. Al terminar estas obras, Her-
nández pasó a reconstruir el fuerte de San Lorenzo del Chagre, que transformó
totalmente, y más tarde se trasladó a Panamá, donde remozó sus murallas, inició
el complejo de Las Bóvedas y construyó La Contaduría.
23 de febrero. Se amotinan cien esclavos del rey en Portobelo y asesinan a va-
rios vecinos y soldados. Habían sido comprados en Cartagena para trabajar a las
órdenes del ingeniero Manuel Hernández en el gran proyecto de reconstrucción
de las fortificaciones de Portobelo. Quejosos del mal trato, de los azotes, del exce-
sivo trabajo bajo el sol y la lluvia, y del hambre que pasaban porque se les daba
de comer solo plátanos y carne en tasajo, decidieron rebelarse para huir a los mon-
tes con la vana ilusión de regresarse a su tierra si tenían éxito. Confiaban que los
españoles se acobardarían a los primeros disparos, pero la reacción de las autori-
dades fue fulminante y quedaron pronto reducidos. A los cabecillas se le siguió
juicio y a la mayoría de los esclavos del rey se les envió de vuelta a Cartagena.
Algunos zambos y mulatos, acaudillados por el joven zambo Casimiro
Mena, trataron de apoderarse de la ciudad de Panamá y saquearla, al parecer
1122 X Cronología contextualizada

como reacción a la prolongada carestía y las malas cosechas. La intentona fue


abortada y Mena encarcelado y torturado, aunque se resistió a confesar su culpa.
En un ardid muy propio de la época, trató de evadir el castigo atribuyendo el
plan al Demonio, quien, según Mena, había adquirido su forma corporal enga-
ñando a sus seguidores. Mena carecía de liderazgo y no representaba un serio
peligro, por lo que la Iglesia (no obstante las alusiones al Diablo) trató de prote-
gerle. Pero la reacción de las autoridades civiles fue distinta. El incidente tenía
alarmado al gobernador Manuel Montiano ya que, casi simultáneamente, en
Portobelo se amotinaron los esclavos que trabajaban en las fortificaciones y en
Panamá los mulatos formulaban airadas reivindicaciones laborales, que final-
mente conquistaron.

Año 1755. Se funda en Veraguas el pueblo de Cañazas, situado cerca de mi-


nerales auríferos. Con esta fundación se inicia un programa de poblamientos
para crear barreras humanas contra las invasiones de los indios mosquitos, que
acostumbraban invadir cada verano las costas de Veraguas entrando por los ríos
Calovébora y Coclé.

Año 1756. 31 de marzo. Se produjo otro voraz incendio en la ciudad de Pa-


namá conocido como «Fuego Chico», que consumió gran parte de las casas re-
construidas después del incendio de 1737, así como los conventos de Santo
Domingo, La Concepción, San Francisco y San Felipe Neri. Después del incendio
de 1737, solo se había podido reconstruir el 30 por ciento de la ciudad, de manera
que al producirse el incendio de 1756 solo había 134 casas en pie, de las que se
quemaron 50, incluyendo las mejores de la ciudad. Solo sobrevivieron 84 casas,
quedando el 65% del área urbana despoblada.

Año 1757. A principios de este año, los indios cunas masacraron a los colonos
franceses hugonotes que habían convivido con ellos desde fines del siglo XVII. Lo
hicieron instigados por los ingleses, que les convencieron de que los franceses les
traicionarían. De hecho, los franceses hugonotes habían iniciado negociaciones
con las autoridades panameñas para jurar lealtad a España, a cambio de que se
les permitiera vivir en paz y como colaboradores para hacer frente al peligro cuna
e inglés. Como resultado, la influencia de Inglaterra se hizo cada vez mayor en la
zona.

Año 1758. Mes de junio. Los indios cunas «incendiaron el pueblo de Yaviza,
y en julio siguiente atacaron el de Tichichí, matando al cacique y seis indios».

Año 1759. Se funda en Veraguas el pueblo de Calobre, como parte de la es-


trategia de control territorial para frenar el avance de los indios mosquitos de
Nicaragua.
Nueva historia general de Panamá X 1123

Año 1760. Se acrecienta el peligro de perder Darién, tras la masacre de los


colonos franceses hugonotes y la alianza entre cunas e ingleses. Fue un período
de frecuentes escaramuzas con numerosas muertes, seguidas de treguas y paces
rápidamente burladas por los cunas. De modo que, para cortar de raíz el mal, a
partir de ese año, la colonia empieza a cerrarles el cerco con una serie de acciones
militares que culminarán en la década de 1780, cuando se decide extirpar para
siempre el peligro cuna, arrasando sus poblados y declarándoles la guerra a
muerte. Primero se inició a partir de 1760 una ofensiva militar cada vez más efec-
tiva, cuando se construye el fuerte de Yaviza, en una confluencia ribereña estra-
tégica que desarticularía totalmente las líneas tradicionales de comunicación
indígena. A partir de entonces se aseguró, por primera vez de manera perma-
nente, la presencia hispánica en la provincia, aunque el control hispánico quedó
limitado al Sur del Darién, mientras que en la vertiente Caribe los cunas perma-
necían confiados, recibiendo apoyo inglés.

Año 1763. 1 de mayo. El gobernador de Panamá le escribía al rey para in-


formarle que se padecía una grave carestías de alimentos que databa de 1759.
Esto era así, debido a que se habían interrumpido las comunicaciones con el ex-
terior, sobre todo entre Panamá y Perú, de donde recibía gran parte de sus ali-
mentos, y a causa de la guerra de Siete Años (1759-1763). Los precios de los
productos locales se elevaron al 300 y 400 por ciento y hubo muertes por inani-
ción, incluso entre los soldados de Portobelo. Cuando Mateo de Izaguirre, fu-
turo conde de Santana y entonces agente de la compañía negrera establecida
en Panamá, fue autorizado a viajar a Jamaica para comprar harinas y otros ali-
mentos, fue detenido en Cartagena por órdenes del virrey. El virrey también
pretendía prohibir los viajes para comprar vituallas al puerto de Caldera, en
Costa Rica, bajo pretexto de que la plata se escaparía hacia Guatemala y Las Fi-
lipinas y finalmente a China, que entonces inundaba de sedas y otros productos
a Centroamérica.

Año 1769. 1 de febrero. Don Félix Fernández de Soto, establece el monopolio


o estanco del tabaco en Panamá siguiendo órdenes reales. En 1775 se creó el
cargo de Administrador General de la Renta del Tabaco y Soto ocupó esta posi-
ción hasta su muerte en marzo de 1794. Desde su establecimiento, la renta del
tabaco se convirtió en el principal ingreso fiscal del país. Entre 1772 y 1790 los
ingresos por el monopolio del tabaco representaban el 45 por ciento del total de
los ingresos fiscales, excluyendo el situado enviado de Lima para los gastos mi-
litares que no era un impuesto local.

Año 1773. Las antiguas milicias ordinarias, creadas por Alonso de Sotomayor
hacia 1600, son transformadas en milicias disciplinadas, dotadas con vistoso uni-
forme propio, calzado y nuevas ordenanzas. Se las proveía de un sueldo regular
1124 X Cronología contextualizada

y podían gozar de fuero militar. Para la población de «pardos» fue una gran opor-
tunidad de ascenso social que aprovecharon para ingresar al cuerpo y aumentar
su número. Aunque las ordinarias tuvieron desde su creación un papel importante
en la defensa, se tardó mucho tiempo en reconocerse sus méritos, aunque esto
había cambiado para principios del siglo XVIII, cuando ya se aceptaba que eran
la principal defensa del reino. De hecho, para mediados del siglo XVIII la gran
mayoría de las fuerzas armadas de Panamá eran milicianas, ocupando, según en
qué lugar, entre el 72 y el 84% del total de la tropa. El resto eran tropas españolas
regulares pagadas. Las milicias disciplinadas desempeñaron un papel clave en la
campaña contra los cunas de esa década y la siguiente, sufriendo muchas bajas.

Año 1775. 19 de abril. Los indios cunas asaltan el centro minero de Pásiga
en la región del alto Bayano, donde trabajaban 450 personas; solo escaparon con
vida 50 personas, entre ellas el cura doctrinero. Como resultado, el gobernador
de Panamá, Pedro Carbonell y Pinto hizo construir el fuerte de San Carlos de
Bocachica en la desembocadura del Tuira. Detrás de este ataque estaba la mano
británica, en guerra no declarada, aunque abierta, con España.
Corrían rumores de que cientos de colonos ingleses se habían establecido
en Bocas del Toro, y que los indios mosquitos amenazaban con intensificar sus
invasiones periódicas en las costas de Coclé y Veraguas.

Año 1776. 8 de junio. El Consejo de Indias registraba mediante minuta, no-


ticias de la primera crisis grave de las misiones franciscanas de Propaganda Fide,
cuando los indígenas doraces, chánguinas y cotos invadieron, incendiaron y
abandonaron la misión de Dolega (en Chiriquí, al oeste de Panamá). Esta infor-
mación la recibió por carta del gobernador de Veraguas Francisco de Bejarano.

Año 1777. En vista de la agresiva política española, los indios cunas, enca-
bezados por el cacique Bartolomé Estrada, deciden hacer las paces. otros caci-
ques se le unieron con sus familias, pero al año siguiente volvieron a atacar.

Año 1778. El cacique cuna, Bernardo Estola, alentado por el apoyo inglés
de armas y municiones, se proclama jefe supremo de Darién y aliado de Ingla-
terra. Con cientos de indios bien armados y la asesoría militar de oficiales ingle-
ses, se enfrentó a los españoles en varios combates y los expulsó del territorio.
El gobernador de Jamaica le concedió la patente de capitán general de estos te-
rritorios y le envió una felicitación entusiasta por sus victorias. Nunca los cunas
habían representado una amenaza tan seria para la integridad de la colonia.

Año 1780. Se funda en la provincia de Coclé, en la región central de Panamá,


el pueblo de San Carlos de Chirú, como parte de la estrategia de integración te-
rritorial para frenar el avance de los indios mosquitos.
Nueva historia general de Panamá X 1125

Año 1781. 26 de abril. Se produjo otro voraz incendio en la ciudad de Pa-


namá que consumió más de 40 viviendas, la mayoría de ellas pertenecientes a
las familias más acomodadas. Las pérdidas fueron irrecuperables y sumaron
cerca de medio millón de pesos. Después de los incendios de 1756 y 1781, la ciu-
dad de Panamá se había convertido en un enorme baldío con edificios y vivien-
das dispersos y lotes cubiertos de matorrales y alimañas. A partir del incendio
de 1737 la gravitación urbana empezó a abandonar intramuros en favor del arra-
bal, lo que se fue acentuando con los siguientes incendios.

Año 1782. Los indios cunas «asesinaron inhumanamente a cerca de 140


hombres del regimiento de la Corona que [...] fueron arrojados por un temporal
a aquellas costas [...]». Esta masacre aceleró la decisión largo tiempo madurada
por las autoridades civiles y militares del virreinato, y encabezada por el arzo-
bispo y virrey Antonio Caballero y Góngora, para desarrollar un plan de acción
a fin de extirpar la amenaza inglesa en el Darién y exterminar a los cunas a san-
gre y fuego.

Año 1783. 15 de agosto. La Corona, alarmada por la noticias del Darién, y en


vista de la guerra de Independencia de Norteamérica, envió órdenes para que la
costa darienita fuese pacificada, bien sea reduciendo a los cunas o exterminán-
dolos. Ajustándose a estas órdenes, el arzobispo y virrey Antonio Caballero y
Góngora convocó a una Junta de Guerra para establecer un plan de acción.
18 de junio. El predicador apostólico franciscano Lucas Gallegos Pérez, que
había evangelizado a los indios en Panamá entre 1769 y 1781, informa al rey
desde Madrid, que el Colegio de Cristo Crucificado renunciaba a las misiones
panameñas, debido a la inseguridad que padecían los misioneros. Poco después,
sin embargo, se reanudó la actividad misionera de Propaganda Fide, aunque no
por mucho tiempo, pues el peligro de alzamientos y ataques de los indios de
doctrina iba en aumento.

Año 1784. 8 de enero. El arzobispo y virrey Antonio Caballero y Góngora,


tomó la decisión de apoyar el plan más radical propuesto por los militares para
acabar con los ingleses y los cunas en Darién y ordenó una invasión a fondo. Se
construyeron tres fuertes en el arco de San Blas, y uno en las costas actuales de
Colombia, que se poblaron con colonos asturianos, canarios y gallegos y algunos
campesinos del interior de Panamá. La campaña se inició en firme y se reclutaron
indios de Veraguas y Chiriquí. Tras librarse algunos combates exitosos con los
cunas, estos aceptaron someterse.

Año 1787. 23 de marzo. Los indios changuinas (originarios de La Talamanca


en la actual Costa Rica), de la misión franciscana de Bugaba (en Chiriquí, al oeste
de Panamá) se sublevan por primera vez, al grito de «matar blanco, matar cura,
1126 X Cronología contextualizada

quemar pueblo», luego de un plan largamente premeditado. Según uno de los


misioneros, su plan consistía en incendiar la misión, invadir la vecina ciudad es-
pañola de Alanje y dar muerte a sus vecinos «y a los mismos padres».
A mediados de este año, el agotamiento venció a los cunas y, con la media-
ción de Enrique Hooper, un mercader inglés que residía en la región desde hacía
una veintena de años, anunciaron su voluntad de llegar a términos. Varios caci-
ques encabezados por Bernardo Estola, representando la mayoría de los cunas,
viajaron a Cartagena para negociar la paz con el virrey y se encontraron en Tur-
baco. Allí, el 21 de julio de 1787, se firmó la paz. En este tratado, a los cunas se
les concedía un perdón general; por su parte, debían reconocer la soberanía de
España, comprometiéndose a vivir como fieles vasallos de la Corona y abando-
nar su relaciones con los extranjeros. Sin embargo, la situación volvió a estan-
carse al cambiar de política la Corona, tras la muerte del ministro José de Gálvez
en 1787, la de Carlos III en 1788, y estallar la Revolución francesa, lo que impuso
otras prioridades a España. El nuevo virrey, que se oponía al proyecto darienita,
ordenó abandonar los campamentos y los cunas volvieron a burlar las paces. De
esa manera, quedaron una vez más libres del dominio español.

Año 1788. 21 de junio. Los indios changuinas se sublevan por segunda vez,
incendiando la misión de Bugaba, destruyendo la iglesia, robando los ornamen-
tos sagrados y matando «cinco indios mansos». Huyeron a los montes, constru-
yeron un palenque donde hicieron fuerte resistencia a los milicianos que fueron
a perseguirles y amenazaron con atacar el poblado de Alanje para liberar a sus
mujeres e hijos prisioneros.
Alentados por la sublevación de los changuinas de Bugaba, y al parecer tam-
bién por el ejemplo de resistencia que dieron los cunas en Darién, se alzaron los
indios guaimíes, sabaneros y norteños de la reducción de San Josef de Tolé, re-
cién fundado en 1780. (otra posible causa de esta sublevación sería el rechazo
al recién establecido impuesto del tributo indígena, como ocurrió en otras partes
de América, pero es un tema pendiente de estudio). Destruyeron la reducción,
asesinaron al padre Antonio Galíndez, presidente de las misiones franciscanas
de Propaganda Fide, e hirieron gravemente al padre fray Ramón Rábago. Solo
logró escapar el padre fray Maximiliano Lorca. Luego atacan Cañazas. A partir
de entonces, fue necesario colocar una tropa de 51 hombres para vigilar cada
misión. La frecuencia de estos sangrientos ataques indígenas convenció a las au-
toridades civiles y militares de Panamá, y aun a los propios frailes, del fracaso
de las misiones y de la necesidad de cerrarlas para siempre, como en efecto lo
hicieron.

Año 1795. 29 de enero. Por Real orden comunicada por el príncipe de la


Paz, Manuel Godoy, a Francisco de Matos, teniente coronel vivo de infantería,
caballero de Santiago y gobernador de Veraguas, se le autorizaba a fundar La
Nueva historia general de Panamá X 1127

Nueva Alcudia «con gente no india», y que él ya ha había fundado en 1794. Su


propósito era servir de «antemural» o «barrera contra los indios barbaros llama-
dos mosquitos norteños». Además, el poblado quedaba muy cerca de ricos ya-
cimientos de oro, que había que proteger y que cada año producían «39 arrobas
de oro», o unos 440 kilogramos. En la visita que hizo al poblado el 10/IV/1798
su sucesor interino, Juan de Dios Ayala, ya estaban «bien construidas 33 casas»
y una iglesia.

Siglo XIX

Año 1805. 8 de marzo. Muere en Madrid el jurista y compilador panameño


Manuel Joseph de Ayala, luego de una larga carrera como alto funcionario en la
Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Indias. Entre sus obras desta-
can la Colección de cédulas y consultas, el Diccionario de gobierno y legislación de Indias
y la Miscelánea, que lleva su nombre y se conserva en la Biblioteca del Palacio
Real, de Madrid.
1 de noviembre. La Nueva Alcudia (actual Santa Fe) es atacada salvajemente
por guaimíes norteños, para entonces aliados con los indios mosquitos, y arma-
dos por los ingleses con fusiles de boca ancha. Los invasores entraron por el río
Calovébora y llevaron el botín y 31 cautivos para entregarlos a los ingleses. Ase-
sinaron al cura Mateo Gálvez, a su padre, y a otras 17 personas incluyendo cua-
tro niños y dos esclavos. Incendiaron la iglesia y destruyeron las imágenes
religiosas, así como el retrato del duque de la Alcudia, Manuel Godoy.

Año 1809. Tras haberse interrumpido los vínculos comerciales con España
debido a la ocupación napoleónica, el gobernador Juan Antonio de la Mata de-
clara libres los puertos de Panamá para comerciar con naciones amigas. Esta
apertura dio origen a una intensa actividad económica que duraría hasta 1818 o
1819, y permitió la creación de varias fortunas. Durante esa década, tanto la plata
del Alto Perú, que dejó de bajar por Argentina, como la de México, que empezó
salir por Guadalajara, era enviada a Panamá, para desde allí ser embarcaba hacia
Jamaica. En esta isla se compraban manufacturas inglesas que se llevaban de re-
greso al continente, vía Panamá.
Este año se produjo en Panamá una seria crisis en el estanco de tabaco, como
consecuencia de las guerras revolucionarias que ocasionaron el cese de las im-
portaciones procedentes de Cuba, principal fuente de abastecimiento de tabacos
de Panamá y Sudamérica. Como resultado, se produjeron encendidos pronun-
ciamientos en contra el estanco, considerado «arbitrario y despótico». Algunos
pronunciamientos de los abogados (en especial Blas Arosemena de la Barrera)
fueron considerados sediciosos, y ciertamente contenían el germen de ideas que
luego se harían comunes entre los revolucionarios de años posteriores.
1128 X Cronología contextualizada

Año 1810. Panamá deja de recibir el situado de Lima y de Nueva Granada,


pero debido a su prosperidad, gracias a la apertura inicial iniciada el año ante-
rior, mantuvo durante varios años un holgado superávit fiscal, que le permitió
enviar ayuda en metálico y bienes a regiones que se mantenían leales a España,
incluyendo uniformes para los soldados realistas. En consecuencia, las autori-
dades españolas decidieron continuaron favoreciendo a Panamá con ventajas
fiscales, pese a las protestas del comercio mexicano y, mientras eso fue así, Pa-
namá se mantuvo leal a la madre patria ya que, verosímilmente, sus élites no re-
conocían la ventaja de la separación.
17 de agosto. El Ayuntamiento de la ciudad de Panamá celebra elecciones
para escoger el diputado a las Cortes Generales y Extraordinarias, que en 1812
suscribiría la Constitución de Cádiz. En votación secreta fueron votados quince
miembros de la élite local, siendo elegido el abogado doctor José Joaquín ortiz
y Gálvez con 14 votos y el 29.3% del total, con amplia ventaja sobre el siguiente
más votado, que había alcanzado cuatro votos. ortiz era panameño, hijo de un
próspero comerciante peninsular radicado en el Istmo. Se había doctorado en
Derecho en Madrid, donde casó con una madrileña. Cuando fue elegido era fis-
cal del crimen en la Audiencia de Cataluña, cargo que ocupaba desde el
8.VI.1806. No quiso jurar a José Bonaparte en 1808, por lo que fue enviado a pri-
sión en el castillo-prisión de Montjuic, de Barcelona, experiencia que recogió en
un panfleto titulado Apuntamiento de lo ocurrido con los ministros de la Audiencia
de Barcelona el día 9 de abril de 1809. En las deliberaciones constitucionales tuvo
una participación activa y decorosa. ortiz conservó la representación panameña
hasta la disolución de las Cortes en mayo de 1814, de manera que también par-
ticipó en la segunda legislatura de las Cortes, siendo durante este período de-
signado como parte de la Comisión Especial para el Arreglo del Código Civil.

Año 1810. Panamá rechaza las incitaciones de Cartagena y Bogotá para que
se sume a la independencia, manifestando su fidelidad a Fernando VII a la vez
que su voluntad de autogobierno. Lo hace sumándose al movimiento «juntista»
que se produjo por toda España y sus dominios coloniales al considerarse acéfalo
el Gobierno una vez que Napoleón puso preso al rey Fernando VII.

Año 1812. Mes de febrero. La Audiencia del virreinato neogranadino es ju-


ramentada en Panamá por el recién llegado virrey Benito Pérez. Este muere el
4.VIII.1813 en Chagres, cuando se disponía a abandonar el Istmo, luego de 14
meses de mandato. Le sucede Francisco Montalvo el 30.V.1813, cuyo título era
de gobernador y capitán general de la Nueva Granada.
10 de julio. El maestrescuela de la catedral Juan José Cabarcas (1774-1847)
es elegido en Panamá para representarla en las Cortes de Cádiz. Lo apoya la élite
de orientación liberal y lleva la misión de favorecer los intereses comerciales del
Istmo. Aunque su participación en las Cortes fue escasa, por haber llegado tarde
Nueva historia general de Panamá X 1129

a las sesiones, defiende estos intereses ante el gobierno superior. Cabarcas abo-
gaba por medidas reformistas, pero no apoyaba la independencia. En 1820 fue
elegido nuevamente para las Cortes en el trienio liberal, por lo que nuevamente
viajó a España, donde se encontraba cuando se independiza Panamá, adonde
regresa poco después, siendo nombrado obispo años más tarde.
Mes de agosto. Tras la promulgación en Cádiz de la Constitución política
de la monarquía española el 19 de marzo, se enviaron ejemplares a los confines
de la monarquía para que se juramentara en las ciudades y parroquias con las
solemnidades y celebraciones consiguientes. El virrey Benito Pérez recibió en
Panamá, el 1.VIII.1812, doscientos ejemplares de la Constitución. El 23 y el 24 de
agosto de1812 se celebraron en la capital los actos de juramentación, primero en
intramuros, luego en el arrabal de Santa Ana. Más tarde se hizo lo mismo en los
pueblos y parroquias del Interior.

Año 1815. Eduardo de la Guardia, miembro de una poderosa familia rural


de Coclé, funda a sus expensas el poblado de La Pintada. Con esta población se
completaba el ciclo de fundaciones para frenar la amenaza de los indios mos-
quitos. De la Guardia pretendía que su hermano Miguel fuese nombrado cura
del pueblo y que se nombrase a otro hermano suyo como teniente de justicia
para la nueva población. Era parte de una estrategia para manejar la región como
un feudo familiar. El pueblo permaneció, pero las demás pretensiones de De la
Guardia fueron rechazadas por las autoridades. .

Año 1816. 27 de febrero. Alejandro Hore toma posesión como gobernador y


comandante general de Panamá, luego de permanecer seis meses prisionero de
los insurgentes en Cartagena, tras haber ido por una cañonera al mando de José
Prudencio Padilla.

Año 1817. 8 de agosto. Nace Justo Arosemena Quesada, en el barrio de San


Felipe de la ciudad de Panamá, hijo de Mariano Arosemena de la Barrera y Do-
lores Quesada y Velarde. Fue bautizado el 11 de agosto con el nombre de José
Justo del Carmen, por sus padrinos, Blas Arosemena de la Barrera y Manuela
Quesada.

Año 1819. 19 de abril. Gregor MacGregor, con apoyo de capital británico,


toma por asalto a Portobelo con la excusa de liberarlo del dominio español. Días
más tarde, un contingente de tropas regulares y milicianas procedente de Pa-
namá recupera la ciudad y captura a la totalidad de las cerca de 400 tropas in-
vasoras, aunque MacGregor escapa arrojándose del balcón de la Aduana,
protegido por un colchón y nadando hasta una de las naves anclada en la bahía.
17 de septiembre. Asoma en la bahía de Panamá la corbeta de guerra corsaria
Rosa de los Andes al mando del capitán John Illingworth Hunt y enfila sus cañones
1130 X Cronología contextualizada

contra la isla de Taboga. Leva anclas el 28.X.1819, luego de causar zozobra en


Panamá y de fracasar en el intento de rescatar los prisioneros de la expedición
MacGregor. Mientras permaneció en la bahía de Panama, se produjeron conatos
de rebelión en la ciudad.

Año 1820. Fallece repentinamente Alejandro Hore, según el médico Wea-


therhead, de «fiebre biliar». Tenía 43 años y dejaba una viuda y dos hijas.
Mes de marzo. José María Goytía, un masón grado 33, introdujo de Jamaica
la primera imprenta en Panamá, y en febrero siguiente empezó a publicarse La
Miscelánea del Istmo de Panamá, un semanario que imprimía el propio Goytía, y
del que eran sus redactores Juan José Argote, Manuel María Ayala, Juan José
Calvo y Mariano Arosemena. Su orientación republicana y liberal contribuyó a
concientizar a la población en favor de la separación de España.
28 de diciembre. Llegó a Panamá el virrey Juan de Sámano, que había esca-
pado de Santa Fe de Bogotá expulsado por los revolucionarios tras la batalla de
Boyacá. Tenía fama de cruel y sanguinario, era enemigo declarado de la Consti-
tución, y había sido implacable persiguiendo la insurgencia neogranadina. Su
presencia en Panamá produjo un clima de gran tensión, sobre todo entre los que
alentaban la independencia, cuyo número era creciente. A este clima de tensión
contribuyó la conducta de la oficialidad española del Batallón Cataluña, también
opuesto a la Constitución.

Año 1821. 3 de agosto. Muere el virrey Sámano, demente y enfermo, y las


tensiones se aquietaron en Panamá, donde el clima en favor de la independencia
iba en aumento. Llega en su reemplazo, con el cargo de capitán general Juan de
la Cruz Mourgeon, de talante conciliador y enviado por la Corona para sofocar
la insurgencia en Ecuador.
10 de noviembre. La población de La Villa de Los Santos, encabezada por el
capitán Segundo Villarreal y Julián Chávez, pronuncia el primer grito de inde-
pendencia de Panamá. Verosímilmente, este pronunciamiento se produjo como
reacción a los desmanes que había cometido la tropa enviada por Mourgeon
para buscar granos y ganado en los campos, lo que hizo atropellando con vio-
lencia a los campesinos.

PERÍODO DE UNIÓN A COLOMBIA

Siglo XIX

Año 1821. 28 de noviembre. Panamá proclama su independencia de España


mediante un Acta formal aprobada en Cabildo Abierto. Este movimiento fue
liderado por la élite blanca; se realizó sin derramamiento de sangre, luego de
Nueva historia general de Panamá X 1131

comprarse la voluntad de los soldados con dinero, y se evitó la participación po-


pular. Aunque el pueblo apoyaba la independencia, la élite prefería mantenerla
alejada para no tener que compartir con ella la organización del nuevo gobierno.
En el Cabildo Abierto se discutieron las fórmulas para la independencia y, consi-
derando la debilidad militar de Panamá, se propuso su alianza bien con Perú, con
México o con la futura Colombia. Se aprobó esta última opción, gracias al prestigio
de Bolívar y a que tenía tropas en Cartagena dispuestas a partir para Panamá a la
primera orden. Desde entonces, hasta su independencia de Colombia en 1903,
salvo varios intentos independentistas, Panamá formó parte del vecino país.
9 de febrero. Se crea por decreto el departamento del Istmo. El coronel José
de Fábrega es nombrado gobernador de Veraguas y el coronel venezolano José
María Carrreño, intendente general de Panamá. Este año se organiza el cuerpo
de infantería Batallón del Istmo, bajo las órdenes del coronel irlandés Francisco
Burdett o’Connor, que pelearía en varias batallas por la independencia en Perú.

Año 1826. 20 de junio. Con la presencia de representantes de México, Cen-


troamérica, Colombia y Perú se inicia el Congreso Anfictiónico en la ciudad de
Panamá, promovido por Bolívar e inspirado en las ligas aqueas de la Grecia clá-
sica. Participan delegados de Colombia, México, Perú y Guatemala. Los Países
Bajos y Gran Bretaña envían observadores. Las sesiones se interrumpen el 15 de
julio para trasladarse a Tacubaya, México, donde continuó. El congreso fracasó
en sus propósitos, pero sentó las bases del futuro panamericanismo y de la or-
ganización de Estados Americanos.
13 de septiembre. Es rechazada en Panamá la iniciativa de Simón Bolívar,
de establecer la «vitalicia» Constitución boliviana, de acentuado perfil autocrá-
tico. Al rechazarla, una Asamblea de panameños notables propone que «el te-
rritorio del Istmo sea un país hanseático», siendo esta la primera vez que Panamá
expresa su voluntad autonomista respecto de la unión grancolombiana. Se
funda, para combatir la Constitución y defender el hanseatismo, el periódico El
Gran Círculo Istmeño.

Año 1828. Entre fines de este año y principios de 1829, los ingenieros John
Lloyd, de la Marina británica, y el sueco Maurice Falmark, realizan, por orden
de Simón Bolívar, el primer estudio científico moderno para construir un canal
por Panamá. Fue un estudio somero y muy preliminar, cuyos resultados presen-
taron a la Royal Society of Londres, acompañado por un plano, donde señalan
la mejor ruta posible, la misma que más tarde seguirían los franceses y luego los
Estados Unidos para la construcción del Canal.

Año 1830. 10 de septiembre. El general José Domingo Espinar, ingeniero,


médico y militar, que durante las guerras de Independencia en distintos mo-
mentos fue secretario personal de Bolívar, San Martín y Antonio José de Sucre,
1132 X Cronología contextualizada

y con el apoyo del pueblo del Arrabal, proclama abiertamente y por primera vez
la separación de Panamá de Colombia. El 11 de diciembre, Espinar reintegra el
Istmo a la Nueva Granada y es exiliado. En los siguientes 73 años se producirán
cuando menos nueve conatos independentistas más: en 1831, 1832, 1840, 1850,
1852, 1856, 1860 y 1861.
Se promulga en Bogotá una Constitución centralista que ignora los reclamos
autonomistas de Panamá.

Año 1831. Se produce un nuevo movimiento secesionista en Panamá. El 9 de


julio, un grupo al mando del general venezolano Juan Eligio Alzuru se adueña
del poder y proclama la independencia. Mediante Acta de la Junta de Notables
ese día se formaliza la separación hasta tanto se formase una confederación entre
Nueva Granada, Venezuela, Ecuador y Panamá en la que se consagrara la auto-
nomía panameña. En el Acta se anuncia que «el Istmo vendrá a ser el emporio
de América». Respaldado al principio por las élites urbanas, durante el siguiente
mes y medio Alzuru y sus secuaces cometen abusos y crímenes y el Gobierno
de Colombia envía al general panameño Tomás Herrera para que sofoque el
movimiento. El 29 de agosto siguiente, al día siguiente de su derrota, Alzuru
es fusilado.
Ese año empiezan a salir la Gaceta de Panamá y el Constitucional del Istmo,
que publicó unos 160 números.

Año 1832. Surge un fallido intento para separar a Panamá de Colombia y


unir el Istmo a Ecuador. Es respaldado por el presidente ecuatoriano Juan José
Florez, y termina con el fusilamiento de dos oficiales del noveno batallón. Ma-
riano Arosemena de la Barrera, quien siempre se inclinó por la unión con Ecua-
dor, se ve implicado.

Año 1833. Mariano Arosemena de la Barrera funda el periódico Comercio


Libre.

Año 1834. Mariano Arosemena y José de obaldía fundan el periódico El


Vigía, de tendencia liberal.

Año 1835. 15 de febrero. Se inicia la publicación del periódico Los Amigos del
País, que continuó publicándose hasta 1841.
20 de septiembre. Se funda la Sociedad de Amigos del País, que por más de un
lustro se dedicará a la propagación de un embrionario pensamiento liberal. El
15 de enero siguiente es elegida la directiva, que queda constituida por Tomás
Herrera como presidente, José Agustín Arango como vicepresidente, José Remón
como primer secretario y José Ángel Santos como segundo secretario.
Nueva historia general de Panamá X 1133

Año 1835. Por primera vez el Gobierno de EE. UU. muestra vivo interés en
la construcción de un canal transístmico. El presidente Andrew Jackson comi-
siona al coronel Charles Biddle para estudiar la factibilidad del proyecto. Biddle
solicitó la concesión al Senado colombiano, que la concedió a un consorcio co-
lombo-estadounidense al que Biddle se asoció. El consorcio no logró el capital
requerido, el Gobierno de EE. UU. no respaldó a Biddle y este murió tres años
después en un naufragio.
27 de mayo. Colombia acuerda el primer contrato para la construcción de
un canal a través del Istmo con Charles Philippe Hippolyte, barón de Thierry.
En los próximos 68 años celebrará nueve contratos más con el mismo fin,
sin resultados tangibles: con un grupo privado de franceses y colombianos (en
1838); con Manuel Cárdenas, Florentino González, Ricardo de la Parra y Benja-
mín Baggle (en 1851); con Patricio Wilson, Juan Anderson y otros (en 1852); con
José Gooding y Ricardo Vanegas (en 1855); con Henry Duestbury (en 1869; con
EE. UU. (en 1869 y 1870); con la Compañía Universal del Canal Interoceánico
(en 1878, prorrogado en 1890 y 1900); y finalmente con EE. UU. (en 1903).
Justo Arosemena Quesada se gradúa de bachiller en Jurisprudencia en la
Universidad Central de Bogotá y regresa a Panamá para ejercer la abogacía en
el consultorio del doctor Esteban Febres Cordero.

Año 1838. Justo Arosemena contrae matrimonio con la panameña Francisca


de la Barrera. Ese año participa en certamen de Legislación Penal con un discurso
donde rechaza el dogmatismo y los organismos arcaizantes y defiende el dere-
cho positivo y racionalista.

Año 1840. Se establece la compañía Pacific Steam Navigation Co., que rea-
lizaría servicios regulares entre Valparaíso y Panamá.
Justo Arosemena publica Apuntamientos para la introducción a las ciencias mo-
rales y políticas. Es uno de los primeros estudios realizados en América Latina
sobre la epistemología de las ciencias sociales, con marcado sesgo positivista.
También ese año viaja a los Estados Unidos. A su regreso se incorpora al Go-
bierno del Estado soberano de Panamá como secretario general interino.
18 de noviembre. A fin de sustraerlo de una guerra civil en el territorio neo-
granadino, el general Tomás Herrera encabeza una nueva independencia de Pa-
namá de la Nueva Granada, y lo declara Estado libre del Istmo.

Año 1841. 7 de junio. Es promulgada la nueva Constitución del Estado libre


del Istmo. Tomás Herrera, que asume como presidente, afirma: «Este país, de
una naturaleza singular en el globo, inútilmente ha esperado y esperaría pros-
perar, sometido a ser un apéndice irregular de la Nueva Granada». Después de
13 meses de vida independiente, el Estado soberano de Panamá se reintegra a
1134 X Cronología contextualizada

la Nueva Granada con la condición de que los separatistas no sufrieran represa-


lias, lo que no fue honrado. Herrera es despojado de su rango y junto con su vi-
cepresidente, doctor Carlos de Icaza, es desterrado.

Año 1843. La población del istmo de Panamá registra menos de 120,000 habi-
tantes. Ese año se publica La Cartilla Popular, periódico de propósitos educativos.

Año 1844. Fondea por primera vez en el puerto de Chagres el vapor de la


empresa marítima inglesa Royal West India Mail Steam Packet Co.

Año 1845. 3 de noviembre. Justo Arosemena concluye la redacción del polé-


mico folleto de 14 páginas, de gran actualidad entonces, titulado Examen de la
franca comunicación entre los dos océanos. Este escrito provocó infundadas acusa-
ciones de plagio por parte del comerciante judío de origen jamaicano radicado
en Panamá, Louis Lewis, quien también escribía sobre el tema pero con un en-
foque totalmente distinto. Se citaron a duelo y Arosemena, que era un experto
tirador (y de hecho certificado como tal), hirió a Lewis en una pierna, dejándole
parcialmente tullido. El folleto de Arosemena se publicó en Bogotá en 1846.

Año 1846. Por iniciativa del presidente de Nueva Granada, Tomás Cipriano
de Mosquera (y de lo que se vanagloriaría luego y seguramente temeroso de que
continuaran repitiéndose las aspiraciones separatistas de Panamá), se firma el
Tratado Mallarino-Bidlack, cuya cláusula 35 autorizaba la intervención militar
estadounidense para garantizar la soberanía neogranadina en el Istmo y la se-
guridad del tránsito transístmico. Esta cláusula impedía cualquier posibilidad
de que Panamá pudiese separarse de Colombia y daría pie a las numerosas in-
tervenciones armadas de Estados Unidos en el Istmo durante el siglo XIX.

Año 1847. Se publica el periódico El Noticioso del Istmo Americano.

Año 1848. Llega a Panamá procedente de Nueva orleans un primer grupo


de 365 buscadores de oro con destino a California. Antes de que se hayan cum-
plido dos semanas, la ciudad recibe más de 500 norteamericanos. Tras numero-
sos contratiempos, el primer grupo de pasajeros norteamericanos partirá a
California 24 días después de su arribo, el 30 de enero.

Año 1849. Empiezan a llegar a Panamá oleadas de aventureros para realizar


el viaje más corto y seguro posible para llegar a California en busca del oro recién
descubierto.
Este año Justo Arosemena publica en Bogotá, pero redactado en Lima en
1842, el Catecismo de moral política. Empieza a publicarse el periódico El Panameño.
Nueva historia general de Panamá X 1135

La demanda de noticias por parte de los inmigrantes de habla inglesa im-


puso la necesidad de fundar los primeros periódicos en ese idioma. El primero
fue The Panama Star (origen de la futura La Estrella de Panamá), que empezó a
aparecer el 24 de febrero.
Gil Colunje publica en forma de folletín la novela La virtud triunfante.

Año 1850. Se firma el Contrato Stephens-Paredes que le concede a la Pa-


nama Railroad Company la autorización para construir y operar un ferrocarril
transístmico en Panamá y se inicia la construcción de esta vía férrea.
19 de abril. Se firma el Tratado Clayton-Bulwer entre Estados Unidos y el
Reino Unido, mediante el cual se comprometen a no construir un canal unila-
teralmente sin la aquiescencia de ambos países. En la misma fecha se discute
en la Cámara de Representantes de Bogotá la posibilidad de vender Panamá a
EE. UU., propuesta que es rechazada tras las vehementes intervenciones de
Tomás Herrera.
29 de septiembre. El gobernador José de obaldía impide un alzamiento in-
dependentista liderado por José Domingo Espinar y por el editor del Panama
Echo, doctor E. A. Tellez. Infantes de marina norteamericanos desembarcan en
octubre para impedir cuarto intento de separación.

Año 1851. A mediados de año Justo Arosemena, viaja a Nueva York con su
familia para establecerse allí e internar a sus hijos en colegios para que hicieran
sus estudios. El 24 de agosto del año anterior había fallecido su esposa Francisca
de la Barrera.

Año 1852. Se promulga la ley que declara libres a los esclavos y reconoce la
libertad de expresión y pensamiento.
Es develado una nueva (la séptima) tentativa independentista.

Año 1853. Mes de septiembre. Los obreros de la Pacific Mail Steam Ship Co.,
dedicada al trasiego de pasajeros y mercancías, declaran la primera huelga en
la historia de Panamá de que se tenga noticia.
1 de febrero. En el Panama Daily Star (antiguo The Panama Star, que era tri-
semanario) empieza a aparecer una sección en castellano, titulada La Estrella de
Panamá.

Año 1854. Tomás Herrera y José de obaldía orejuela, liberales ambos, son
elegidos primer y segundo designados a la presidencia de Colombia. Al ser
derrocado José María obando, De obaldía asume la defensa de la constitucio-
nalidad como legítimo jefe de Estado y Herrera dirige la campaña militar en
la lucha contra los golpistas. Coincidiendo con el período de hegemonía liberal
1136 X Cronología contextualizada

en Colombia, además de Herrera y obaldía, Joaquín Riascos será presidente


(en 1867), Buenaventura Correoso, tercer designado (en 1872), y Pablo Arose-
mena será segundo designado (en1880), todos panameños. Ningún panameño
sería elegido para cargo alguno tan alto en Colombia ni antes ni después.

Año 1855. 28 de enero. Transita el primer tren de océano a océano y se inau-


gura el ferrocarril transístmico con terminales en Colón y Panamá.
Justo Arosemena publica el gran estudio histórico-político El Estado federal
de Panamá, con objeto de fundamentar las razones que legitiman la voluntad au-
tonomista de Panamá y la conveniencia de que se convierta en Estado federal.
El Congreso de la Nueva Granada aprueba el acto legislativo adicional a la
Constitución de 1853, por el cual se reconoce el carácter particular del istmo de
Panamá dentro de Colombia, estableciendo el Estado federal de Panamá y se
proclama la primera Constitución del Estado de Panamá. Tendría gobierno local
propio y Justo Arosemena, ideólogo del Estado federal, es elegido como su pri-
mer presidente. Las regiones de Panamá, Azuero y Veraguas se dotan de Cons-
tituciones propias. La región de Panamá tendrá en 20 años cuatro Constituciones
(1863, 1865, 1868 y 1875).
Este año se produce la segunda huelga de los obreros de la Panama Mail
Steam Ship Co.

Año 1856. 16 de abril. Se produjo el sangriento incidente de la «Tajada de San-


día», en el que las masas populares de Santa Ana atacaron a pasajeros estadouni-
denses en un ambiente de malestar provocado por la terminación del ferrocarril
y la afluencia de las primeras líneas de vapores, con la consecuente pérdida de
plazas de trabajo en el transporte mular y de navegación por el Chagres y la bahía.
Fue el primer gran estallido de xenofobia popular antiyanquis conocido en Pa-
namá, aunque ya antes se habían producido varios choques entre nativos y nor-
teamericanos con saldo de muertes y heridos (el más grave había ocurrido en
mayo de 1850). De hecho, en febrero de 1856 varios norteamericanos habían asal-
tado violentamente la cárcel pública para liberar a un compatriota suyo. Como re-
sultado de las muertes ocasionadas a ciudadanos norteamericanos, el Gobierno
de ese país hizo desembarcar por primera vez tropas en Panamá y exigió el pago
de una cuantiosa indemnización en metálico al Gobierno colombiano.
Se introduce una nueva ley que establece la contribución directa, afectando
mucho más a los minifundistas que a los latifundistas, y es el detonante que da
inicio a sangrientos enfrentamientos entre campesinos y minifundistas en la pe-
nínsula de Azuero y latifundistas de Veraguas, que compiten por controlar el
mercado de granos y carne de la zona de tránsito. El conflicto se extiende por
largo tiempo y Azuero se convierte en tierra de nadie ya que el control policíaco
es inexistente.
Nueva historia general de Panamá X 1137

Mes de diciembre. Se produce una nueva tentativa separatista –la octava–,


y desembarca por séptima vez la Infantería de Mariana de EE. UU.

Año 1858. Justo Arosemena viaja a Nueva York, donde contrae nupcias con
Louise Livingston, hija de un antiguo alto funcionario diplomático estadouni-
dense en Quito.

Año 1860. El gobernador José de obaldía inicia un movimiento autonomista


e independentista, en medio de la guerra civil colombiana. Santiago de la Guar-
dia fue electo como gobernador y continuó con la política de De obaldía.

Año 1861. Durante la llamada guerra de los Supremos, conflagración civil que
tuvo lugar en el interior de Colombia, el Istmo logra separarse por cuarta vez en
un movimiento liderado por el gobernador de la provincia de Panamá, José de
obaldía. Panamá se reintegra a Colombia luego de recibir, mediante el Convenio
de Colón, de 6 de septiembre, una expansión considerable de sus prerrogativas au-
tonomistas y algunas concesiones comerciales. Pero en desconocimiento de esta
convención, tropas colombianas someten por la fuerza a Panamá y las prerrogativas
concedidas serían desconocidas por la administración central colombiana.
8 de septiembre. Se desamortizan los «bienes de manos muertas», mediante
la cual el Estado confiscó las propiedades de la Iglesia, así llamadas por ser pre-
suntamente de los santos, lo que rindió aproximadamente 800,000 pesos.

Año 1862. Tropas enviadas desde Colombia por Tomás Cipriano de Mos-
quera fueron recibidas por el pueblo de la ciudad de Panamá que, encabezado
por el líder local, Buenaventura Correoso, se une a la lucha contra Santiago de
la Guardia, quien murió en la batalla de Río Chico en Natá.

Año 1863. 8 de mayo. Se promulga la Constitución de Rionegro que creaba los


Estados Unidos de Colombia y concedía amplia autonomía a los Estados que la in-
tegran, incluyendo a Panamá como Estado soberano dentro de la federación co-
lombiana. Ha sido considerada la más radical de todas, debido a que sometía a
votación popular directa todos los cargos de importancia de las tres ramas de la
administración pública. El nuevo sistema, cuyos rasgos sobresalientes son un fe-
deralismo extremo y un Poder Ejecutivo debilitado, genera gran inestabilidad tanto
e Colombia como en Panamá. Durante su vigencia, Panamá tuvo 26 presidentes,
de los cuales solo cuatro completan su período y se da la particularidad de que Ra-
fael Núñez fue elegido para el período 1882-1884 para ejercer de presidente del Es-
tado de Panamá a la par que presidía Colombia. En 1884 Benjamín Ruíz y Dámaso
Cervera se proclaman presidentes simultáneamente, lo que desemboca en una con-
frontación civil. La Constitución fue derogada el 5 de agosto de 1886.
1138 X Cronología contextualizada

Año 1864. Justo Arosemena es nombrado representante por Colombia al


Congreso Hispanoamericano de Lima, para el que publica un enjundioso Estudio
sobre la idea de una Liga Americana, que serviría de importante referente para las
deliberaciones.

Año 1865. Gil Colunje, destacado dirigente de los liberales istmeños de in-
tramuros, dio el primer golpe de Estado del período federal contra la facción
mosquerista –depuso a José Leonardo Calancha y encarceló a Buenaventura Co-
rreoso– y promulgó una nueva Constitución para el Estado de Panamá, que le
otorgó al presidente la potestad de designar a los prefectos y a estos la de nom-
brar a los alcaldes de sus respectivos departamentos. Durante esta crisis, la In-
fantería de Marina de EE. UU. desembarca en Colón y en Panamá para proteger
los intereses estadounidenses.

Año 1866. Waldo Field funda el Exchange Bank de Colón, que al año si-
guiente emite billetes de banco con la denominación de dólares.

Año 1867. El panameño Joaquín Riascos es proclamado presidente de Co-


lombia. Su hermana sería primera dama cuando fue presidente de Colombia
José María Campo Serrano (1.IV.1886-5.I.1887).

Año 1868. Buenaventura Correoso dio un golpe de Estado y por primera


vez los líderes del arrabal asumen el control político del Istmo. Se promulgó una
nueva Constitución que extendió el período de mandato de los presidentes del
Estado de dos a cuatro años.
Este año se produce la primera huelga de la Compañía del Ferrocarril de
Panamá. En lo sucesivo las huelgas se suceden con frecuencia en esta empresa.
Fallece Mariano Arosemena de la Barrera.
En el mes de abril, durante una conflagración civil, y sin el consentimien-
to de las autoridades colombianas un destacamento de la Marina de EE. UU.
desembarca en Panamá para proteger las propiedades y la vida de ciudadanos
estadounidenses.

Año 1870. 26 de enero. Se firman en Panamá los protocolos del Tratado Arose-
mena Sánchez-Hurbult, que autoriza a EE. UU. a excavar un canal interoceánico
por la ruta de Panamá, pero no es ratificado por el Senado de los Estados Unidos.
Bajo a administración de Buenaventura Correoso se aprobó una nueva
Constitución en la cual se extendió también a cuatro años el período de duración
de las funciones de los diputados y se establecieron las sesiones de la Asamblea
cada dos años.
Justo Arosemena publica en Francia en dos volúmenes Constituciones políti-
cas de América Meridional.
Nueva historia general de Panamá X 1139

Año 1871. El censo arroja una población para el Istmo de 224,032 habitantes.

Año 1872. 5 de febrero. Al ser elegido presidente de Colombia el liberal ra-


dical doctor Manuel Murillo Toro, el caudillo popular panameño general Bue-
naventura Correoso, líder del llamado Partido Negro, es elegido tercer
designado a la presidencia y el también panameño Gil Colunje ministro de Re-
laciones Exteriores.

Año 1873. Se aprobó una nueva Constitución, tan solo con el propósito de
llamar a elección a todos los cargos de elección popular.
Entre mayo 21 y el 5 de junio, 200 infantes de marina del barco US Tuscarora
desembarcan en Panamá para impedir que una conflagración civil afecte el trán-
sito por la ruta. En el mismo año volverán a intervenir una segunda vez.

Año 1875. Se aprobó la última Constitución del Panamá federal, la cual cam-
biaba el voto electoral del Istmo, que era favorable al candidato independiente,
Rafael Núñez.
18 de mayo. Desembarcan en Colón Lucien Bonaparte Wise y Armando Re-
clus, para iniciar trabajos de exploración y estudios tendientes a construir un
canal interoceánico.

Año 1878. La Compañía Universal del Canal Interoceánico, de capital fran-


cés, adquiere derechos exclusivos para construir un canal a través de Panamá.
Es el primero de los acuerdos firmados para la construcción de un canal por Pa-
namá que dará por resultado el inicio de las obras. El contrato será prorrogado
en 1890, 1892 y 1900.
Buenaventura Correoso es electo presidente del Estado por última vez.

Año 1879. Congreso Internacional realizado en París escoge a Panamá como


la mejor ruta para la construcción de un canal.

Año 1880. Se creó la Compañía Universal del Canal, presidida por Ferdinand
De Lesseps, con el propósito de construir un canal interoceánico por Panamá.
El liberal Pablo Arosemena es elegido segundo designado a la presidencia
de Colombia.

Año 1881. Llega a Panamá el primer contingente de técnicos e ingenieros


franceses para iniciar las obras de construcción para un canal a nivel.
Mes de abril. A poco de iniciarse las labores de construcción del canal, los
trabajadores se van a la huelga.

Año 1884. En la última fase de predominio del federalismo liberal en


Colombia y Panamá, la inestabilidad alcanza nuevas cotas al proclamarse
1140 X Cronología contextualizada

simultáneamente presidentes de Panamá el general Benjamín Ruiz y el doctor


Dámaso Cervera, llegando a gobernar ambos simultáneamente. Ruiz se alzó, de-
rrotó a Dámaso Cervera y fue a su vez sometido por el jefe militar del Istmo ge-
neral Carlos A. Gónima.

Año 1885. En medio de la guerra civil entre federalistas y antifederalistas en


territorio colombiano, se produce el pronunciamiento revolucionario de Pedro Pres-
tán en Colón y el levantamiento de Rafael Aizpuru en Panamá. Ante la negativa
de la compañía de vapores de entregarle armas que había comprado en los Estados
Unidos, Prestán tomó prisioneros a agentes de esta empresa, al cónsul estadouni-
dense en Colón y a dos oficiales del USS Galena. Cuando los conservadores inten-
taron recuperar la ciudad, Colón se incendió en medio del combate. Prestán fue
responsabilizado por el incendio y luego fue ahorcado en la terminal del ferrocarril
en esta ciudad. En la ciudad capital, mil marinos estadounidenses desembarcaron
en el Istmo, arrestaron a Aizpuru y expulsaron a las tropas liberales, en lo que fue
la mayor intervención militar estadounidense en Panamá hasta 1989.

Año 1886. 4 de agosto. Se expide la nueva Constitución política de la Repú-


blica de Colombia, de talante conservador, centralista y proteccionista.

Año 1889. Febrero. La Compañía Universal del Canal se declaró en quiebra,


produciendo un escándalo político en Francia y una profunda crisis económica
en Panamá.

Año 1892. Estalla en Francia el affair du Panamá, descubriéndose los escan-


dalosos peculados que minaron las finanzas de la empresa canalera, conducién-
dola al fracaso.

Año 1894. El liquidador de la Compañía del Canal constituye la Nueva


Compañía del Canal, que reanuda labores.
Ese año un devastador incendio destruye 125 casas en la ciudad de Panamá,
con pérdidas por más de 4 millones de pesos.

Año 1895. Se produce una revolución liberal. Liberales colombianos atacan


Bocas del Toro, sin coordinar con los liberales panameños. La revuelta fracasa.
Estalla la huelga más prolongada del siglo, cuando trabajadores de la Com-
pañía del Ferrocarril cesan de trabajar por dos semanas.

Año 1896. 24 de febrero. Fallece en Colón Justo Arosemena.


Este año Guillermo Andreve inicia la publicación de la revista Cosmos, como
órgano de expresión a poetas y narradores modernistas.
Nueva historia general de Panamá X 1141

Año 1899. Estalla la guerra de los Mil Días en Colombia (en realidad de
1,320 días). Se producen los primeros movimientos revolucionarios en Panamá.
Los EE. UU., invocando el Tratado Mallarino-Bidlack y la necesidad de proteger
los intereses a lo largo de la línea férrea, frustran reiteradamente los intentos li-
berales por tomar el poder en las ciudades terminales de Panamá y Colón.
La economía sufre un grave impacto negativo y la ganadería, base de la eco-
nomía rural y fuente principal de la cultura alimentaria, sufre grandes pérdidas.

Año 1900. Llegó a Chiriquí la expedición liberal organizada por Belisario


Porras y Emiliano Herrera. Los liberales obtienen algunos triunfos importantes,
como en la batalla de la Negra Vieja y Corozal, pero son masacrados en la batalla
del Puente de Calidonia.

Año 1901. El liberal panameño Domingo Díaz llegó a San Carlos a bordo
del vapor Momotombo para continuar la revolución, pero sus fuerzas fueron de-
rrotadas en Emperador y Barbacoa.
Este año se firma el Tratado Hay-Pauncefote entre Inglaterra y EE. UU., que
permite a este último construir un canal en cualquier punto de Centroamérica y
Panamá sin intervención de Inglaterra.
15 de octubre. A petición del gobernador conservador de Panamá, general
Carlos Albán, fuerzas de EE. UU. y francesas ocupan la ciudad de Panamá para
impedir la toma de la capital por fuerzas insurgentes liberales.

Año 1902. Se produjo la segunda campaña de Belisario Porras, junto al ge-


neral colombiano Benjamín Herrera y el caudillo de los cholos coclesanos Victo-
riano Lorenzo. Luego de importantes triunfos navales y la sonada victoria en el
sitio de Aguadulce llegan a dominar las costas del Pacífico istmeño. Pero como
la guerra civil ya había culminado en el resto de Colombia, el 22 de enero se
firma la Paz de Wisconsin, que formaliza la derrota liberal y se da por terminada
la guerra.
El Congreso de EE. UU. autoriza al presidente Teodoro Roosevelt a empren-
der negociaciones con Colombia para adquirir una zona en Panamá para cons-
truir un canal interoceánico.

Siglo XX

Año 1903. 22 de enero. Se suscribe en Washington D.C., el Tratado Herrán-


Hay, que autoriza a EE. UU. a construir el Canal por Panamá y le concede dere-
chos sobre el mismo por un plazo de 100 años. El convenio es rechazado por el
Congreso colombiano por considerarlo lesivo a la soberanía nacional.
1142 X Cronología contextualizada

3 de noviembre. Panamá declaró su independencia de Colombia y el 18 de


ese mes firmó la Convención del Canal ístmico por la cual se autoriza a Estados
Unidos la construcción, mantenimiento, funcionamiento, saneamiento y protec-
ción de un canal interoceánico a través del territorio panameño; además, se le
cede derechos jurisdiccionales a perpetuidad sobre una franja de terreno que se
denominaría Zona del Canal de Panamá, en la cual se levantaría una sociedad
al estilo estadounidense, con leyes, autoridades, instituciones y costumbres pro-
pias de los Estados Unidos.

Año 1904. 16 de febrero. La Convención Nacional Constituyente promulgó


la Constitución política de la República de Panamá y eligió a Manuel Amador
Guerrero como primer presidente para el período 1904-1908.
Se promulga de la Ley 11, orgánica de Instrucción Pública, que le asignaba
al Estado la obligación de ofrecer instrucción primaria pública, gratuita y obli-
gatoria. Se inició la construcción del canal de Panamá.
21 de marzo. El Decreto 23 elimina el Batallón Segundo del Istmo, «por con-
siderarse innecesario». Tomás Arias informa al general Esteban Huertas que «la
convención nacional [constituyente] ha expedido la Ley 8 de este año, por la cual
se reduce el pie de fuerzas permanentes, para el trienio 1904-1906, a solo 250
unidades, inclusive los respectivos jefes y oficiales del Estado Mayor».
28 de abril. Una Ley orgánica de EE. UU. otorga al presidente de ese país
la facultad de ejercer funciones militares, civiles y judiciales a través de personas
en quienes el delegue estas funciones en Panamá. Este es el origen de la figura
del gobernador de la Zona del Canal.
15 de junio. Se delimita la Zona del Canal.
20 de junio. Convenio monetario entre Panamá y EE. UU. para el uso del
dólar norteamericano como moneda de curso corriente.
18 de noviembre. La intervención del embajador de EE. UU. y el acanto-
namiento de tropas de ese país en el cerro Ancón de la ciudad de Panamá
frustran el complot del general Esteban Huertas con apoyo del Partido Liberal
para dar un golpe de Estado. El Decreto 171 acepta la renuncia de Huertas y
al día siguiente se licencia a toda la tropa. La disolución del Ejército se instru-
menta con el traslado de las piezas de artillería a los cuadros de las tropas de
EE. UU. ya acantonada en la Zona del Canal. El Cuerpo de Policía reemplaza
al Ejército.
6 de diciembre. Se firma el Convenio Taft, por el cual se resuelve temporal-
mente la controversia sobre la interpretación del tratado de 1903 en lo relativo
al comercio y el servicio postal.
El gobernador de la Zona del Canal, siguiendo instrucciones del presidente
Theodore Roosevelt abre la Zona al comercio internacional y establece tasas a
los productos importados, aun los producidos en el propio Panamá.
Nueva historia general de Panamá X 1143

El Congreso de EE. UU. aprueba la propuesta del ingeniero John Stephens


para la construcción de un canal de esclusas en lugar de proseguir con el pro-
yecto de canal a nivel de los franceses.
Pese a la supervisión estadounidense se producen los primeros fraudes elec-
torales en el Panamá independiente, en las elecciones municipales primero y en
las legislativas después. Los conservadores obtienen 25 de las 28 curules.
La Ley 54 autoriza la construcción del Teatro Nacional en el solar que ocupó
durante la colonia el convento de monjas de La Concepción.

Año 1908. Mes de mayo. Se celebra el proceso electoral bajo supervisión es-
tadounidense a solicitud de conservadores y liberales.
1 de octubre. Se inaugura el Teatro Nacional, cuyo diseño estuvo a cargo del
arquitecto italiano Genaro N. Ruggieri. También se encargó a Ruggieri del diseño
del Palacio Nacional situado en la misma manzana. La construcción estuvo a
cargo de la empresa Duque y Arias y la supervisión fue realizada por el inge-
niero Florencio Harmodio Arosemena. El panameño Roberto Lewis realizó las
pinturas en el Teatro Nacional.

Año 1909. Fundación del Instituto Nacional, la primera institución de ense-


ñanza secundaria en el país, que sería el embrión de la enseñanza superior y de
la Universidad de Panamá.
Ricardo Miró compone la poesía Patria, en la ciudad de Barcelona, que se
convirtió rápidamente en un símbolo patrio.

Año 1910. Tropas de EE. UU. supervisan el proceso electoral y vetan la can-
didatura al liberal encargado de la presidencia de Carlos Antonio Mendoza por
ser mulato.
Se inaugura la primera sala de proyección cinematográfica en Colón, en la
que se daban a conocer informaciones de carácter sanitario y otras de interés
comunitario.

Año 1912. Belisario Porras es electo presidente de la república por primera


vez con un triunfo apabullante. Gracias a su control del aparato estatal se pasa,
de hecho, de un sistema bipartidista a un sistema monopartidista pues el con-
servatismo se disuelve. Con Porras se inicia la estructuración del moderno Es-
tado panameño.

Año 1914. 7 de enero. La Alexandre Lavalley, una vieja nave, es la primera


embarcación en cruzar el canal de Panamá en un recorrido desde la bahía de
Limón en el Caribe, hasta la bahía de Panamá en el Pacífico.
1144 X Cronología contextualizada

15 de enero. En cumplimiento del plazo de diez años acordado en el Tratado


Hay-Bunau Varilla, se inaugura formalmente el canal de Panamá con el cruce
de un océano a otro del vapor Ancón. Durante los próximos cinco años conti-
nuarán los trabajos de dragado y ampliación de la vía, así como para evitar los
deslizamientos de tierra en el cerro Culebra.

Año 1915. Mes de enero. Se produce un choque entre policías panameños y


militares estadounidenses.
Las autoridades estadounidenses rechazan una nueva solicitud de políticos
panameños para supervisar un proceso electoral.

Año 1916. Mes de febrero. Se produjo otra confrontación entre policías pa-
nameños y tropas de EE. UU.
Mes de marzo. Segunda confrontación en menos de dos meses entre policías
de Panamá y militares de EE. UU. Alegando que la frecuencia de estos choques
demostraban el carácter incontrolable de los policías panameños, el represen-
tante diplomático de EE. UU. ordena el desarme de la Policía Nacional y la dis-
minución de la Guardia Presidencial de 75 a 25 efectivos, lo que disminuye
simultáneamente las posibilidades de golpismo y torna a Panamá aún más de-
pendiente de EE. UU.
Se instituyó la coeducación, lo que le permitió a las mujeres estudiar en las
dependencias del Instituto Nacional, único lugar donde se accedía a estudios
superiores.
Primera elección presidencial en la que no intervienen los EE. UU. desde
1904 ya que este se nieva a intervenir.

Año 1918. 25 de enero. El presidente Ramón Maximiliano Valdés inaugura


el primer centro de estudios superiores en el Panamá independiente: la Facultad
de Derecho y Ciencias Políticas.
Mes de junio. Se produce la intervención militar estadounidense a solicitud
de los contenientes para supervisar el proceso electoral. ocupan Veraguas, Chi-
riquí, y las ciudades de Panamá y Colón. Permanecerán en Chiriquí hasta 1920,
protegiendo intereses privados estadounidenses e inspeccionando tierras ideales
para cultivo de banano que después comprará la United Fruit Co.

Año 1920. En las primeras elecciones directas por votación popular mascu-
lina directas para presidente de la república se eligió a Belisario Porras, quien
había sido elegido de forma indirecta en dos ocasiones anteriores (1912 y 1918).
Jeptha B. Duncan, secretario de Instrucción, publica La educación pública en
Panamá, texto fundamental para conocer la situación educativa del país y las for-
mas de administrar del Gobierno.
Nueva historia general de Panamá X 1145

Año 1921. Conflicto limítrofe con Costa Rica en la región de Coto. Interven-
ción militar estadounidense solicitada por el Gobierno panameño.
La policía reprime a miembros de la etnia cuna que rechazan la «Ley sobre
civilización de indígenas».

Año 1924. Se inaugura el Hospital Santo Tomás y la estatua de Vasco Núñez


de Balboa. Se inaugura el edificio de los Archivos Nacionales, obra del arquitecto
Villanueva Meyer y una de las obras más significativas de la arquitectura neo-
clásica del momento.

Año 1925. Disturbios por alto costo de los alquileres (conocido como «mo-
vimiento inquilinario»). Intervención militar estadounidense solicitada por el
Gobierno panameño para sofocar la protesta popular. Alzamiento de los indí-
genas de San Blas (hoy Guna Yala) y proclama de la República Tule.

Año 1926. Rechazo del tratado con los Estados Unidos que obligaba a Pa-
namá a ser aliado en los conflictos bélicos en que se viese envuelto la nación
norteamericana.

Año 1929. 16 de enero. Aterriza por primera vez un avión comercial de la


Pan American Airways en el aeropuerto de France Field, en el Atlántico.

Año 1931. Golpe de Estado contra el presidente Florencio Harmodio Aro-


semena por parte de Acción Comunal. El doctor Ricardo J. Alfaro se encarga de
la presidencia.

Año 1932. Harmodio Arias Madrid es electo presidente de la república.

Año 1935. Fundación de la Universidad de Panamá, con lo que el sistema


educativo nacional culmina el proceso de institucionalización.
Construcción de la iglesia de Cristo Rey por el arquitecto Rogelio Navarro,
precursor del estilo racionalista en el país.

Año 1936. Firma del Tratado de Amistad y Cooperación entre Panamá y Es-
tados Unidos, conocido como Tratado Arias-Roosevelt, con lo cual los Estados
Unidos aumenta la anualidad del Canal y renuncia al derecho de garantizar la
independencia de Panamá y el orden interno.

Año 1940. Arnulfo Arias Madrid gana las elecciones, luego que el doctor
Ricardo J. Alfaro retirara su candidatura, debido a la amenazas contra sus se-
guidores. En su discurso inaugural, Arias expone su «doctrina panameñista»
1146 X Cronología contextualizada

que orientaría su trayectoria reformista y nacionalista. Promueve la adopción


de una nueva Constitución nacional, que fue aprobada en referéndum popular.

Año 1941. Entrada en vigencia de la Constitución. Golpe de Estado contra


el presidente Arnulfo Arias M. y sus sucesores constitucionales.
Instauración del gobierno de facto de Ricardo Adolfo de la Guardia.
21 de marzo. La Ley 22 crea la Caja del Seguro Social.
Fundación de la revista Lotería, en la primera presidencia de Arnulfo Arias
Madrid, que ha sido desde entonces vehículo de expresión de generaciones de
ensayistas y literatos de toda clase.

Año 1942. Estados Unidos y Panamá firman el Acuerdo de Bases por el cual
se permitió establecer la base de Río Hato y otros 134 sitios militares estadouni-
denses fuera de la Zona del Canal hasta un año después de culminada la Se-
gunda Guerra Mundial. Se crea el Concurso Nacional de Literatura «Ricardo
Miró», que desde entonces ha promovido la producción literaria y ensayística
del país.

Año 1944. Luego de una huelga prolongada, la Universidad de Panamá ad-


quiere autonomía administrativa.

Año 1945. Elección de la Asamblea Constituyente y reunión de la segunda


Convención Nacional Constituyente. Elección de Enrique A. Jiménez como pre-
sidente provisional.

Año 1946. Entrada en vigencia de la nueva Constitución política.

Año 1947. Protestas nacionalistas y rechazo del Convenio Filós-Hines, que


permitía la permanencia de algunas bases militares estadounidenses fuera de la
Zona del Canal.

Año 1948. Domingo Díaz triunfó en unos comicios electorales caracteriza-


dos por la violencia y las acusaciones de fraude por parte de Arnulfo Arias M.,
candidato derrotado. Inicia la construcción de la Ciudad Universitaria por
los arquitectos Guillermo de Roux, Ricardo J. Bermúdez y octavio Méndez
Guardia.

Año 1949. Golpe de Estado contra el presidente Daniel Chanis, sucesor del
fallecido Domingo Díaz. Recuento de votos de los comicios de 1948 y ascenso al
poder de Arnulfo Arias Madrid. Se realizó el primer Festival de la Mejorana en
Guararé, dirigido por Manuel F. Zárate.
Nueva historia general de Panamá X 1147

Año 1951. 10 de mayo. Arnulfo Arias Madrid intentó reemplazar la Consti-


tución de 1946 por la de 1941. En un ambiente de crispación por esta medida y
en respuesta a manifestaciones populares contra el creciente autoritarismo del
régimen, la Asamblea Nacional suspende al presidente y la Policía Nacional lo
expulsa violentamente de la Presidencia de la república.
Arnulfo Arias es juzgado y condenado al ostracismo político.

Año 1952. El hasta entonces comandante de la Policía Nacional, coronel José


Antonio Remón Cantera, es electo presidente de la república.

Año 1953. Creación de la Guardia Nacional (en reemplazo de la Policía


Nacional).

Año 1955. Asesinato del presidente Remón Cantera. Se desconoce a su su-


cesor constitucional, José Ramón Guizado, acusándolo de estar involucrado
en el asesinato de Remón. Asumió el segundo vicepresidente, Ricardo Arias
Espinosa.
Firma del Tratado de Entendimiento y Cooperación Mutua entre Panamá y
Estados Unidos, conocido como Tratado Remón-Eisenhower.

Año 1958. 2 de mayo. Integrantes de la Unión de Estudiantes Universitarios


(UEU) de la Universidad de Panamá realizan la «operación Soberanía», colo-
cando 75 banderas panameñas dentro de la Zona del Canal, como expresión sim-
bólica de la soberanía panameña sobre este territorio.
19 al 22 de mayo. Se producen protestas estudiantiles, reclamando una re-
forma educativa y exigiendo la remoción de los comandantes de la Policía Na-
cional, que culminan en un enfrentamiento en el cual mueren decenas de
estudiantes. La Universidad de Panamá es sitiada hasta que se firma el «Pacto
de la Colina» que pone fin al conflicto.

Año 1959. Estudiantes panameños se alzan en armas en cerro Tute, Vera-


guas, pero son reducidos, muriendo algunos de los dirigentes.
3 de noviembre. Ciudadanos y estudiantes panameños intentan pasear la
bandera panameña en la Zona del Canal, pero son reprimidos por la policía y
el Ejército estadounidense. En el subsiguiente levantamiento popular, la Em-
bajada de EE. UU. y locales comerciales estadounidenses fueron atacados por
los manifestantes.

Año 1960. El presidente Roberto F. Chiari le restituye a Arnulfo Arias Ma-


drid sus derechos políticos y le permite constituir su partido.
1148 X Cronología contextualizada

Año 1962. Se funda la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Pa-


namá, donde se formarán artistas nacionales, pintores, escultores y ceramistas,
además de arquitectos.

Año 1964. 9 de enero. Estudiantes del Instituto Nacional intentan izar la ban-
dera panameña en la Escuela Superior de Balboa, Zona del Canal, en cumpli-
miento del acuerdo Chiari-Kennedy suscrito un año antes. Son recibidos con
violencia por los estudiantes estadounidenses y sus padres, y la policía zoneíta
los obliga a retirarse. Como consecuencia se produce un levantamiento popular
contra los Estados Unidos, con saldo de 22 panameños muertos. Panamá rompe
relaciones diplomáticas con Estados Unidos.
En abril, se restablecen las relaciones bajo las condiciones de renegociar el
status quo canalero, por medio de la Declaración Conjunta Moreno-Bunker.

Año 1967. El Gobierno nacional firma el Tratado Robles-Johnson, mejor co-


nocido como «Tres en Uno», el cual pretendía pactar la culminación del Tratado
Hay-Bunau Varilla en 1999, pero autorizaba también la construcción de un canal
a nivel que los Estados Unidos administraría por otros cien años y les otorgaba
el derecho de garantizar la defensa y neutralidad del Canal. Este documento fue
rechazado por la opinión pública.

Año 1968. Tras una violenta campaña electoral, Arnulfo Arias Madrid
asume el solio presidencial por tercera vez. Tras once días de gobierno, es de-
rrocado por un golpe de Estado dirigido por la Guardia Nacional.

Año 1970. El Gobierno panameño propone iniciar nuevas negociaciones del


Tratado del Canal, pero desechando considerar al Tratado Robles-Johnson como
documento base.

Año 1972. Se eligen sus miembros y se reúne por primera vez la Asamblea
Nacional de Representantes de Corregimiento, en reemplazo de la Asamblea
Nacional. Se aprobó la Constitución política, con la cual el Gobierno busca
legitimar su gestión, y en donde se reconoce al general omar Torrijos Herrera
como «líder máximo de la Revolución» y Jefe de Gobierno.

Año 1976. Se realiza en Panamá la reunión del Consejo de Seguridad de la


organización de las Naciones Unidas para apoyar la causa panameña en su bús-
queda por concluir un nuevo tratado con Estados Unidos. Se firma la Declara-
ción Tack-Kissinger con la cual se aprueban los puntos básicos para la
negociación de un nuevo tratado sobre el canal de Panamá entre Panamá y los
Estados Unidos.
Nueva historia general de Panamá X 1149

Año 1977. Firma del Tratado del Canal de Panamá y el Tratado Concerniente
a la Neutralidad Permanente y al Funcionamiento del Canal de Panamá, cono-
cidos ambos como los Tratados Torrijos-Carter.

Año 1979. Entrada en vigencia del Tratado del Canal de Panamá.

Año 1980. 4 de agosto. Se funda el diario La Prensa, que se constituye en el


único medio de difusión independiente del país contra la dictadura.

Año 1981. Fallecimiento del general omar Torrijos en un accidente aéreo.

Año 1982. Aristides Royo renuncia como presidente bajo presión de la Guar-
dia Nacional y es sustituido por el vicepresidente Ricardo de la Espriella.

Año 1983. El coronel Manuel Antonio Noriega asume el mando del orga-
nismo armado. Creación de las Fuerzas de Defensa de Panamá (en reemplazo
de la Guardia Nacional).
Se crea el Grupo de Contadora como foro de consulta y negociación diplo-
mática orientado hacia la búsqueda de la paz en Centroamérica.

Año 1984. Derrocamiento del presidente titular Ricardo de la Espriella al


tratar de mantener un curso independiente ante las inminentes elecciones. Le
sucede en el cargo Jorge Illueca Sibauste.
6 de mayo. Se celebran las primeras elecciones presidenciales directas en
diez años. Es elegido Nicolás Ardito Barletta, quien competía para el cargo con
Arnulfo Arias M.
Mes de septiembre. La Escuela de las Américas, del Gobierno de EE. UU.,
abandona Panamá y se muda a Fuerte Benning, Georgia, luego de haber entre-
nado a 45,000 oficiales latinoamericanos en técnicas de contrainsurgencia.

Año 1985. El doctor Hugo Spadafora, exviceministro de Salud, veterano de


luchas guerrilleras en Guinea-Bissau y Nicaragua con los sandinistas primero y
con los contra después, es torturado y decapitado por agentes de las Fuerzas de
Defensa panameña, siguiendo órdenes de Manuel Antonio Noriega. El presi-
dente Ardito Barletta es depuesto, al proponer una comisión investigadora in-
dependiente de este asesinato. Es reemplazado por el vicepresidente Eric Arturo
del Valle.

Año 1986. El periodista y premio Pulitzer, Seymour Hersch, denuncia en el


diario New York Times que Manuel Antonio Noriega trafica en drogas y sumi-
nistra armas a la guerrilla colombiana.
1150 X Cronología contextualizada

Año 1987. 7 de junio. El coronel Roberto Díaz Herrera, jubilado anticipada-


mente de las Fuerzas de Defensa, acusa a través del diario La Prensa, a Manuel
Antonio Noriega, de fraude en las elecciones de 1984, contrabando de visas y
pasaportes panameños, narcotráfico, lavado de dinero y el asesinato de Hugo
Spadafora.
Como reacción a estas acusaciones, sectores de la sociedad civil, la empresa
privada y la Iglesia católica crean, el 10 de junio, la Cruzada Civilista Nacional,
organismo que coordinará los movimientos sociales de rechazo a la dictadura.
Comienzan jornadas de protesta de multitudes vestidas de blanco contra el ré-
gimen militar, lo que genera una violenta represión por las Fuerzas de Defensa.
10 de julio. Durante el llamado «Viernes Negro», los militares reprimen vio-
lentamente una manifestación de la Cruzada. Los militares cometen numerosos
actos de tortura y violaciones.
27 de julio. Los diarios La Prensa y El Siglo son clausurados por órdenes de
Noriega.

Año 1988. 5 de febrero. La Fiscalía de Florida anuncia la apertura de un pro-


ceso contra Noriega y sus asociados por el delito de tráfico internacional de es-
tupefacientes.
El presidente titular Eric Aturo Delvalle intenta despedir a Noriega y es a
su vez destituido por la Asamblea Nacional, que nombra en su lugar a Manuel
Solís Palma.
29 de febrero. Ante la posibilidad de que EE. UU. prohíja la importación de
dólares nuevos a Panamá y congele los fondos del Banco Nacional, numerosos
bancos privados cierran al público.
2 de marzo. El Gobierno estadounidense congela los fondos del Banco Na-
cional de Panamá en EE. UU. e impide la importación de nuevos dólares y de
los fondos externos.
3 de marzo. EE. UU. impone sanciones económicas a Panamá.
4 de marzo. Bancos privados cierran ante falta de circulante. El cierre se ex-
tiende por nueve semanas. El Gobierno de EE. UU. suspende los pagos de la Co-
misión del Canal al Gobierno panameño.
9 de marzo. Noriega es acusado en un Tribunal de Miami de trasiego de
armas y drogas y de complicidad en el lavado de dinero.
16 de marzo. El coronel Leonidas Macías fracasa en su intento de derrocar
a Noriega. Doce oficiales son arrestados y asilados en una base del Comando
Sur situado en la Zona del Canal.

Año 1989. 7 de mayo. Se celebran elecciones generales, que dan el triunfo a


la oposición en proporción de 3 a 1, con la más amplia participación electoral en
la historia de la república.
Nueva historia general de Panamá X 1151

9 de mayo. Los candidatos de la terna presidencial de la oposición al régi-


men, Guillermo Endara y Guillermo Ford, son brutalmente atacados y heridos
por los llamados Batallones de la Dignidad, un cuerpo paramilitar compuesto
por matones al servicio de Noriega.
10 de mayo. El Tribunal Electoral, siguiendo órdenes de Noriega, por pri-
mera vez en la historia nacional declara nulos los comicios para presidentes y
legisladores celebrados el 7 de mayo anterior.
3 de octubre. Cerca de 100 oficiales de las Fuerzas de Defensa participan en
un segundo golpe fallido contra Noriega. once de los alzados son ejecutados.
15 de diciembre. La Asamblea Nacional designa a Noriega jefe de Estado
con poderes ilimitados y este declara a Panamá en «estado de guerra» ante las
amenazas de EE. UU.
20 de diciembre. Veintiséis mil tropas norteamericanas invaden Panamá. Se
ha estimado que seiscientos panameños mueren durante la invasión. Cálculos
confiables sugieren que entre los fallecidos 300 son civiles y 300 militares. El Ejér-
cito norteamericano sufrió 23 bajas fatales. El Ejército panameño se desintegra.
21 de diciembre. Guillermo Endara Galimany, ganador de las elecciones de
mayo, asume la presidencia en una base militar de la Zona del Canal.
24 de diciembre. Luego de varios días de estar huyendo y escondido en dis-
tintos lugares de la capital, y sin ningún control sobre las Fuerzas de Defensa,
Noriega se asila en la Nunciatura Apostólica, legación diplomática del Vaticano.

Año 1990. 4 de enero. Noriega se entrega voluntariamente a las autoridades


de EE. UU., al parecer temeroso por la suerte que correría de permanecer en Pa-
namá. Agentes de la DEA lo conducen a Miami para que encare cargos por tráfico
de drogas.
EE. UU. reconoce haber causado 500 muertes durante la invasión.
13 de febrero. La Fuerza de Defensa de Panamá es abolida y reemplazada
por la Fuerza Pública, un cuerpo policial sin función militar alguna, pero con
Servicio Aéreo Nacional, un servicio de guardacostas y una policía de frontera.
25 de mayo. El Congreso de EE. UU. aprueba 420 millones de dólares ame-
ricanos de ayuda a Panamá.

Año 1992. Un referéndum, con baja participación popular, rechaza por am-
plísimo margen la reforma a la Constitución.

Año 1993. Se celebran los primeros pactos políticos promovidos por el Pro-
grama de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para establecer el marco
institucional y legal de la operación del canal de Panamá posterior a su reversión
en 1999.
1152 X Cronología contextualizada

Año 1994. La economía crece a un 4.6% anual y el servicio de la deuda pú-


blica asciende a cerca de 900 millones de dólares.
Mes de mayo. Ernesto Pérez Balladares, candidato del Partido Revolucio-
nario Democrático (fundado por Torrijos), gana las elecciones presidenciales.
Mes de junio. Un primer grupo de tropas del Comando Sur abandona el
país en preparación para el retiro total del Ejército estadounidense el 31.XII.1999,
según lo estipulado en los Tratados Torrijos-Carter.

Año 1995. Alegando que la presencia militar norteamericana en Panamá


contribuye con 400 millones de dólares americanos a la economía del país y crea
18,000 empleos, el Gobierno inicia conversaciones exploratorias con los EE. UU.
sobre la permanencia de algunas bases militares luego del año 2000, fecha en
que según lo estipulado en los Tratados Torrijos-Carter, el último soldado esta-
dounidense debe abandonar Panamá.

Año 1997. Se inaugura el Museo del Canal Interoceánico, que conserva, in-
vestiga y difunde los testimonios de la historia del canal de Panamá, así como
toda la historia de Panamá desde sus orígenes. Tiene su sede en el edificio res-
taurado de la antigua Compañía del Canal Francés, en el barrio de San Felipe
de la ciudad de Panamá.

Año 1998. Fracasa el último intento de negociación entre Panamá y Estados


Unidos para la permanencia militar de Estados Unidos posterior a 1999, en la
figura del Centro Multilateral Antidrogas (CMA).

Año 1999. 2 de mayo. Mireya Moscoso, viuda del expresidente Arnulfo


Arias M., fue elegida como primera mujer presidenta de Panamá con el 42% de
los votos. Toma posesión del cargo el 1 de septiembre.
1 de noviembre. La última base militar estadounidense retira sus tropas de
la Zona del Canal en cumplimiento de los Tratados Torrijos-Carter.
31 de diciembre. Se celebra la ceremonia de entrega del Canal a Panamá en
conformidad con el Tratado del Canal de Panamá de 1977.

Siglo XXI

Año 2004. Se publica en cinco tomos la Historia general de Panamá, que cons-
tituye un hito historiográfico en el país.
Mes de mayo. Martín Torrijos Espino, hijo del general omar Torrijos, gana
las elecciones presidenciales. Toma posesión el 1 de septiembre.
Nueva historia general de Panamá X 1153

A partir de este año y durante los cinco lustros siguientes, Panamá alcanza
las cotas más altas de crecimiento económico de América Latina: 7.5% en 2004,
8.5% en 2006; más de dos dígitos en 2007, 2008, 2011 y 2012; 8.4% en 2013; 6.5%
en 2014 y arriba de 5.5% hasta el 2018, con perspectivas de crecimiento continuo
en los años siguientes aún con tasas mayores. Los principales factores que han
impulsado este crecimiento han sido, el Canal expandido (a partir de 2016), los
puertos, la logística, el transporte aéreo, las telecomunicaciones y la construcción.
Todo ello en el marco de una baja inflación, bajos niveles de desempleo y buen
desempeño fiscal, aunque persiste una marcada desigualdad social, así como
bolsones de pobreza, sobre todo entre los grupos indígenas.

Año 2006. Con más de 75% de los votos, se aprobó el referéndum para la
ampliación del canal de Panamá con la construcción de un tercer juego de es-
clusas que podrá ser utilizado por barcos pospanamax, mucho más grandes que
los panamax (estos son barcos diseñados para ajustarse a las dimensiones má-
ximas permitidas para el tránsito por el canal de Panamá, es decir: 33.53 metros
de ancho por 320 metros de largo).

Año 2007. 3 de septiembre. Se iniciaron formalmente las obras para la am-


pliación del canal interoceánico con un tercer juego de esclusas.

Año 2009. Ricardo Martinelli Berrocal, candidato por su propio partido,


Cambio Democrático, en alianza con el Partido Panameñista, gana las elecciones
presidenciales por un amplio margen (60.3% de los votos), poniéndole fin a la
alternancia de las fuerzas políticas tradicionales –Revolucionario Democrático
(PRD) y el Panameñista– que mantenían el poder desde la caída del régimen del
general Manuel Antonio Noriega en 1989.

Año 2014. 5 de abril. Se inaugura la primera línea del Metro en la ciudad de


Panamá. Tiene 14 estaciones, recorre 14 kilómetros y se desplaza a una velocidad
media de 60 km/h. Fue construido por el consorcio odebretch y la española FCC.
4 de mayo. El ingeniero y político del Partido Panameñista Juan Carlos Va-
rela es elegido presidente de Panamá, imponiéndose al candidato oficialista
José Domingo Arias, del Partido Cambio Democrático, con un 39% de los votos
emitidos.
1 de julio. Juan Carlos Varela asume el cargo de presidente, sucediendo a
Ricardo Martinelli, quien dejó un legado de corrupción de proporciones escan-
dalosas, sin precedentes en la historia del país.

Año 2016. 26 de junio. A un costo de 5,450 millones de dólares americanos


se inaugura el canal de Panamá ampliado con su tercer juego de esclusas, lo que
1154 X Cronología contextualizada

permite el tránsito de un océano a otro de gigantescas embarcaciones conocidas


como neopanamax. El primer tránsito lo realizó el Cosco Shipping Panama, que
había zarpado el 11 de junio del puerto griego del Pireo con una carga de 9,472
TEU. Sus medidas: 48.25 metros de manga (ancho) y 299.98 metros de eslora
(largo). originalmente llamado Andronikos, el buque fue renombrado para rendir
homenaje a Panamá y al Canal.

Año 2017. 12 de junio. El presidente Juan Carlos Varela anuncia el inicio de


relaciones diplomáticas con la República Popular China, con la cual Panamá
había mantenido hasta entonces solo relaciones comerciales. Se rompen relacio-
nes diplomáticas con Taiwán. La República Popular China es el segundo usuario
del canal de Panamá y el principal proveedor de la Zona Libre de Colón.
26 de septiembre. Para esta fecha ya se habían realizado 2,000 tránsitos ne-
opanamax por el canal ampliado, marcando récords y superando constante-
mente las expectativas previas a su construcción. Con la ampliación, las
autoridades esperan de manera progresiva triplicar en 10 años los 1,000 millones
de balboas que el Canal entrega anualmente al Tesoro Nacional.
17 de noviembre. Los gobiernos de China y Panamá firman, en Pekín, 19
memorandos de cooperación que crean grandes expectativas para el desarrollo
nacional.

Año 2018. Se estima que la población de la República de Panamá excede los


4.1 millón de habitantes.
11 de junio. El expresidente de Panamá, Ricardo Martinelli, es internado en
el centro penitenciario El Renacer, tras ser extraditado por Estados Unidos a Pa-
namá, donde la justicia lo acusa de espionaje contra opositores durante su go-
bierno, señalamiento que lo podría llevar a cumplir hasta 21 años de cárcel.
Según un comunicado del Departamento de Justicia de Estados Unidos, donde
permaneció encarcelado durante un año, Martinelli es acusado en Panamá de
«monitorear ilegalmente las comunicaciones de más de 150 personas entre 2012
y 2014 mediante un amplio sistema de vigilancia, así como de desviar más de
10 millones de dólares de fondos públicos».
Sobre los autores

Fernando Aparicio

Catedrático de Historia de Panamá y América en la Universidad de Panamá.


Ha sido presidente del IV Congreso Universitario de Historia y Antropología y
miembro del Comité organizador del VI Congreso Centroamericano de Historia.
Fue el secretario de la Historia general de Panamá (2004), en donde colaboró con
varios capítulos sobre el siglo XIX panameño. En el año 2014 fue asistente en
dos obras dirigidas por el doctor Alfredo Castillero Calvo, Panamá a través de la
fotografía, 1860-2013 y Panamá en la historia contemporánea (ambas publicadas en
Madrid por la Fundación MAPRE/Colección América Latina Contemporánea), en
donde aportó dos artículos sobre «La vida política en el siglo XIX» y la «Pobla-
ción y sociedad en el siglo XIX». Entre los años 2017 y 2018 ha sido miembro del
Comité organizador del Bicentenario del Nacimiento de Don Justo Arosemena.
Ha publicado numerosos artículos sobre la historia de Panamá y sus relaciones
con los Estados Unidos en revistas nacionales y extranjeras.

Nicolás Ardito Barletta

Fue presidente electo de la República de Panamá, vicepresidente para Amé-


rica Latina del Banco Mundial, ministro de Planificación y Política Económica,
presidente de la Comisión Bancaria Nacional, creador del Banco Latinoameri-
cano de Exportaciones (BLADEX), negociador de los aspectos económicos de los
Tratados Torrijos-Carter, administrador general de la Autoridad de la Región In-
teroceánica. Ha publicado ampliamente sobre temas de desarrollo económico y
democracia en Panamá y la América Latina. obtuvo su doctorado en economía
de la Universidad de Chicago.
1156 X Sobre los autores

Isabel Barragán de Turner

Es titulada de licenciada y profesora de Español por la Universidad de Pa-


namá y de doctora en Filología Románica por la Universidad Complutense de
Madrid. Hasta su jubilación, ha servido las cátedras de Gramática y Literatura
Hispanoamericana en la Universidad de Panamá. Es académica numeraria de
la Academia Panameña de la Lengua y correspondiente de la Real Academia
Española.

Miguel Antonio Bernal Villalaz

Nace en 1949. Licenciado en Ciencias Políticas, licenciado en Derecho y doc-


tor en Ciencias Políticas por la Universidad de Bordeaux (Francia). Doctor hono-
ris causa por la Universidad de Lehigh, Bethlehem, Pennsylvania. orden de las
Palmas Académicas en grado de Comendador (Francia). Catedrático titular de
Derecho Constitucional, de Ciencias Políticas y de Derecho Internacional Público
en la Universidad de Panamá. Académico y miembro de número de la Academia
Interamericana de Derecho Internacional y Comparado, y presidente del Insti-
tuto de Estudios Políticos e Internacionales (IEPI).

Everardo Bósquez De León†

Nace en Panamá en 1942. Egresado de la Universidad Libre de Bruselas con


el título de licenciado en Ciencias Políticas y Diplomáticas. Realizó estudios de
posgrado en la Universidad de Montreal, más doctorado de la Universidad de
Ciencias Económicas de Budapest, Hungría, ambos en Relaciones Internaciona-
les. Autor de artículos en antologías y revistas de la especialidad, además de pe-
riódicos nacionales, especialmente la obra, El Tratado de Neutralidad Permanente;
interpretación y análisis de la realidad fáctica y jurídica del convenio; publicado por
Editorial Portobelo en el año 2000. Fue embajador de la República de Panamá
ante el Gobierno venezolano en 1984-85. Fue profesor titular de la Escuela de
Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá.

Marcela Camargo

Nace en Penonomé, Panamá. Título de maestra de educación primaria, de


licenciada y profesora de Filosofía e Historia, y es magíster en Historia de Pa-
namá y América, obtenidos los dos últimos en la Universidad de Panamá. Tam-
bién tiene estudios de posgrado en museografía, en México. Su tesis de maestría
titulada Producción y comercio en la sociedad rural de Penonomé, durante los primeros
cincuenta años de la república, fue publicada como parte de las actividades de la
Agenda del Centenario de la Universidad de Panamá, donde es profesora. Se
Nueva historia general de Panamá X 1157

especializa en el área rural, destacando la parte social. También trabaja con la


historia cultural. Privilegia el uso de la historia oral.

Alfredo Castillero Calvo

Nace en Aguadulce, Panamá, en 1937. Licenciado en Filosofía y Letras con


especialización en Filosofía e Historia por la Universidad de Panamá en 1962,
con la tesis de graduación «Luchas sociales del Istmo a principios del decimo-
nono». Realizó estudios doctorales en las universidades de Sevilla y de Madrid,
doctorándose en esta última en Filosofía y Letras, Sección Historia de América,
en 1967 con la tesis «orígenes históricos de Veragua» (parcialmente publicada).
Profesor en la Universidad de Panamá desde 1967 hasta su jubilación en 2007, y
profesor visitante en las universidades de Yale (1973-1975), Stanford (Tinker
Chair, 1983), Notre Dame de Maryland (Fulbright Professor, 1990-1991). Ha ob-
tenido becas del Instituto de Cultura Hispánica, la UNESCo, la oEA, Social Science
Research Council, Tinker, Ministerio de Relaciones Exteriores de España, Banco
de España, Fulbright y Fundación Carolina. Es miembro correspondiente, a tí-
tulo personal, de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y de la Real Aca-
demia de la Historia. En 2011-2016 fue investigador distinguido del Sistema
Nacional de Investigación de la SENACYT y en 2017 se le otorga la categoría de
Investigador Emérito del mismo, siendo la primera vez que esta se concede.
En 1994 obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Ricardo Miró. En 1999 la Uni-
versidad de Panamá le otorgó el Premio Universidad en Ciencia y Tecnología. En
2009 el Smithsonian Latino Center, de Washington, le premió con el Legacy Award
en Humanidades. Además, ha recibido numerosos reconocimientos públicos por
su obra como historiador de la gastronomía y defensor del patrimonio cultural. Fue
nominado al Premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales 2018. Ha sido comi-
sario o curador jefe de varias exposiciones museográficas de carácter histórico.
Fue miembro del Comité Científico Internacional de la UNESCo para la His-
toria general de América Latina y director del volumen III. Es autor de numerosos
libros y artículos. Entre sus libros destacan, Arquitectura, urbanismo y sociedad: La
vivienda colonial en Panamá (1994); Conquista, evangelización y resistencia (1995, re-
editada y actualizada en 2017)); La ciudad imaginada: el Casco Viejo de Panamá
(1999, reeditada y actualizada en 2014); Guía UNESCO del Patrimonio Mundial, Pa-
namá (2004); Historia general de Panamá (director, 2004); Sociedad, economía y cultura
material: Historia urbana de Panamá la Vieja (2006); Los metales preciosos y la primera
globalización (2008); Cultura alimentaria y globalización: Panamá siglos XVI-XXI
(2008); El Descubrimiento del Pacífico y los orígenes de la globalización (2013); Panamá,
historia contemporánea (director, 2014); Panamá a través de la fotografía, 1860-2013
(2014); Biografía de una manzana histórica (2015); Portobelo y el San Lorenzo del Cha-
gres (2 tomos, 2016); Alfredo Castillero: Antología histórica, artículos ensayos, confe-
rencias (2018). Editor de la Obra selecta de Justo Arosemena en 7 tomos (2018).
1158 X Sobre los autores

Guillermo Castro H.

Panamá, 1950. Es doctor en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de


Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México (1995); maestro en
la misma especialidad por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (1979), y
licenciado en Letras por la Universidad de oriente, Santiago de Cuba, (1973).
Su campo de trabajo es la historia ambiental. Sus principales publicaciones in-
cluyen El agua entre los mares: La historia ambiental en la gestión del desarrollo soste-
nible, Editorial Ciudad del Saber, Panamá, 2008; y Naturaleza y sociedad en la
historia de América Latina, CELA, Panamá, 1996, que obtuvo en 1994 el Premio
de Ensayo de la Casa de Las Américas, en La Habana, Cuba. Es miembro fun-
dador de la Sociedad Latinoamericana y Caribeña de Historia Ambiental (2003).
Desde el año 2000 trabaja para la Fundación Ciudad del Saber, en Panamá.

Denis Javier Chávez

Licenciado en Geografía e Historia y en Derechos y Ciencias Políticas por


la Universidad de Panamá y egresado del programa de maestría en Historia de
Panamá y América de la Universidad de Panamá. Ha participado en seminarios
y congresos de Historia con conferencias y ponencias relativas a la historia po-
lítica y constitucional de Panamá. Es catedrático del Departamento de Historia
de la Universidad de Panamá, en donde ha dictado el curso de Historia de las
Constituciones Panameñas. Actualmente es vicerrector de Extensión de la Uni-
versidad de Panamá.

Michael Conniff

Profesor emérito de San José State University, ejerció varios puestos admi-
nistrativos, donde también ha sido catedrático en historia latinoamericana, en
Nuevo México, Alabama, y Florida. obtuvo el doctorado en Stanford University.
Ha disfrutado de tres becas Fulbright. Se especializa en Panamá y Brasil en los
siglos XX y XXI, además de estudios sobre populismo en la región. Es autor de
Black labor on a white Canal, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1985; Pa-
nama and the United States, tercera edición, Athens, University of Georgia Press,
2012; y Panamá moderno: De la ocupación al cruce de las Américas, Panamá, Editora
Novo Art, S.A., 2019.

Richard Cooke

Nacido en Guildford, Inglaterra, el 28 de octubre de 1946. Cursó estudios


de licenciatura en la Universidad de Bristol (1965-1968). Doctorado, Universidad
de Londres, 1972 con tesis sobre arqueología del Coclé occidental. Se radica en
Nueva historia general de Panamá X 1159

Panamá desde 1969. Desde 1983, investigador científico (arqueología, paleoeco-


logía) del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, Panamá. Desde
1992 hasta 2001 dirigió el «Proyecto Arqueológico Cerro Juan Díaz», y ha estado
a cargo de la supervisión de excavaciones en la Cueva de los Vampiros, Coclé. Es
investigador distinguido del Sistema Nacional de Investigación de la SENCYT. En
reconocimiento a su labor en el campo arqueológico, ha sido objeto de distincio-
nes como la Excelentísima orden del Imperio Británico, la de Investigador Ex-
tranjero Distinguido por la Academia Americana de Humanidades y Ciencias, el
Premio Nacional de Ciencias por la Asociación Panameña para el Avance de las
Ciencias (APANAC), y la orden Vasco Núñez de Balboa por el Estado panameño.

Luis Manuel Cornejo Alemán

Médico especialista en geriatría y gerontología. Especialista en docencia su-


perior, profesor de Historia de la Medicina y Geriatría de la Facultad de Medi-
cina de la Universidad de Panamá. Académico de la Academia Panamericana
de Historia de la Medicina y miembro de la Sociedad Internacional de Historia
de la Medicina.

Vilma Chiriboga

Panameña. Candidata a doctora en Humanidades y Ciencias Sociales con


énfasis en historia social y cultural de Panamá. Magíster en Historia de Panamá
y América por la Universidad de Panamá. Ha publicado un libro, Relatos de via-
jeros: Visión extranjera de la ciudad de Panamá en la segunda mitad del siglo X1X
(Editorial Portobelo, 2007, Panamá) y un capítulo de libro denominado «Trans-
formación de la mentalidad urbana: 1880-1890» en Historia general de Panamá,
sección «El siglo XIX» (Panamá: Comité Nacional del Centenario de la República,
2004). Además, de artículos científicos en la revista Tareas con los títulos de «La
batalla de las banderas: Género y deportes en la Zona del Canal entre 1904-1914»
y «Construcción discursiva del negro en la ciudad de Panamá (1904-1914; y en
Societas (revista de ciencias sociales y humanística), el artículo «La ciudad de Pa-
namá y la transferencia cultural zoneíta (1904-1914)».
Ha publicado artículos de prensa como: «El controversial incidente de la Ta-
jada de Sandía», «El vestuario de la mujer en el siglo X1X», «Grupos humanos
en Panamá y la construcción del Canal», «Panamá Fiesta de Pascua y Año
Nuevo», «Contra el separatismo de 1903», «Sistema vial y transporte en la ciu-
dad de Panamá», «Victoriano Lorenzo y el líder guerrillero», «Panamá y la acti-
vidad periodística en el siglo X1X». Actualmente, es miembro del comité
editorial de la revista académica Convivencia (América Latina, el Caribe y el
Mundo) y profesora titular de Historia de Panamá y América en la Universidad
de Panamá.
1160 X Sobre los autores

Carlos H. Cuestas G.

Nació en David en 1953. Doctor en Jurisprudencia por la Universidad de


Padua, Italia. Profesor titular de Derecho Romano de la Universidad Santa María
La Antigua. Ha ocupado posiciones destacadas en el Ministerio Público y en el
Órgano Judicial. Autor de numerosos artículos y ensayos jurídicos, también ha
incursionado con éxito en la historia. Entre sus obras se destacan: El histórico
combate de San Pablo; Soldados americanos en Chiriquí (la ocupación militar de 1918);
Cotito crónica de un crimen olvidado, Panamá y Costa entre la diplomacia y la guerra.
En la actualidad es secretario general de la Corte Suprema de Justicia.

Marco A. Gandásegui, hijo

Profesor de Sociología en la Universidad de Panamá e investigador asociado


en el Centro de Estudios Latinoamericanos «Justo Arosemena» (CELA). Es direc-
tor de la revista Tareas. Realizó estudios de doctorado en la Universidad del Es-
tado de Nueva York (Suny at Binghamton), EE. UU. Es autor de múltiples libros
y artículos de revistas especializadas. Recientemente ha publicado La antología
del pensamiento crítico panameño contemporáneo (2018) y Estados Unidos y la nueva
correlación de fuerzas internacional (2017). Además, tiene otros libros, entre los que
se destacan: Las clases sociales en Panamá, La democracia en Panamá y El mito de la
comunicación social. Sus artículos aparecen regularmente en publicaciones espe-
cializadas de Panamá y de otros países.

Pantaleón García

Licenciado y profesor de Filosofía e Historia, Universidad de Panamá. Maes-


tría en Historia de América, Universidad de Miami. obtuvo beca Fulbright-Las-
pau para estudiar en Estados Unidos. Ganador cinco veces del premio Juan
Antonio Susto de la Revista Lotería, donde ha publicado 22 artículos. Tiene 5 li-
bros publicados. Ha ocupado varios cargos administrativos en la Universidad
de Panamá. Es investigador, articulista y conferenciante. Ha recibido numerosos
homenajes y reconocimientos por su labor historiográfica. Es profesor titular de
la Universidad de Panamá, en el Centro Regional de Coclé.

Carlos Guevara Mann

Doctor en Filosofía (PhD) con especialidad en Gobierno y Relaciones Inter-


nacionales por la Universidad de Notre Dame, Indiana, Estados Unidos de Amé-
rica (2001). Posee además una maestría en Asuntos Internacionales por ohio
University, Estados Unidos de América (1993). Autor de Ilegitimidad y hegemonía:
Una interpretación histórica del militarismo panameño (Editorial La Prensa, 1994;
Nueva historia general de Panamá X 1161

versión en inglés por ohio University Press, 1996). Su trabajo de doctorado, sobre
el comportamiento político de los legisladores panameños, está bajo revisión para
su publicación. Columnista de diarios panameños y conferencista en Panamá y
el extranjero, ha sido director general de Política Exterior, secretario del Consejo
Nacional de Relaciones Exteriores, asesor del ministro de Relaciones Exteriores
y director-vocal del Comité Nacional del Centenario, donde tuvo a su cargo la
organización de los Foros Académicos del Centenario de la República.

Reymundo Gurdián Guerra

Licenciado y profesor en Geografía e Historia por la Universidad de Panamá


y egresado del posgrado en Historia de la Universidad de Costa Rica, en Rela-
ciones Internacionales en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSo) y en Formación de Agente para el Desarrollo Cultural en el Centro La-
tinoamericano y del Caribe para el Desarrollo Cultural (CLACDEC, Caracas). Entre
sus principales publicaciones destacan Concurso Ricardo Miró: Historia, obras y
autores premiados, 1942-1993 (1994), La presencia militar de los Estados Unidos en Pa-
namá (1998) y Visión nacional sobre el Canal y las áreas revertidas (1999). Actual-
mente es catedrático del Departamento de Historia de la Universidad de Panamá
y director de la oficina de Relaciones con las Universidades y Centros de Edu-
cación Superior Particulares de la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad
de Panamá.

Samuel Gutiérrez

Arquitecto graduado en la Universidad de Panamá. Estudios de posgrado


en la Universidad Nacional, Bogotá, Colombia, y en la Universidad de Tokio,
Japón. Expresidente de la Academia de la Historia de Panamá. Exdecano de la
Facultad de Arquitectura de la Universidad de Panamá. Autor de dos docenas
de ensayos y libros sobre historia de la arquitectura, entre los que destacan los
siguientes: Arquitectura panameña, Panamá, 1967; Arquitectura actual de Panamá,
Panamá, 1980; Arquitectura de la época del Canal, Panamá, 1984; Arquitectura cari-
beña, Panamá, 1992. Desde hace años se ha retirado de la vida pública.

Humberto Jirón Soto

Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad de Panamá,


cursó estudios doctorales en las universidades de Salamanca y Complutense de
Madrid, donde obtuvo el título de doctor en Derecho con énfasis en Derecho In-
ternacional y Derecho Marítimo. Es egresado de la prestigiosa Escuela Diplo-
mática Española donde luego de dos años de estudios especializados en todas
las ramas del derecho internacional, recibió con honores su título equivalente al
1162 X Sobre los autores

otorgado a los diplomáticos españoles. Becado por la oNU, realiza estudios de


Derecho Internacional en la Academia de Derecho Internacional de la Haya ubi-
cada en el Palacio de la Paz, sede de la Corte Internacional de Justicia; becado
por la oEA, realiza estudios de Derecho Internacional y Marítimo en la sede del
Comité Jurídico Interamericano en Río de Janeiro, Brasil. Ha sido director gene-
ral de la Marina Mercante de Panamá y miembro fundador de la Asociación de
Derecho Marítimo de Panamá, y embajador extraordinario y plenipotenciario
ante los Reinos de Bélgica y de los Países Bajos, el Reino Unido de la Gran Bre-
taña e Irlanda del Norte y el Gran Ducado de Luxemburgo. Fue el primer em-
bajador de Panamá ante la organización Marítima Internacional, y luego ante
la Unión Europea. Como embajador ante algunos organismos especializado de
la oNU en Ginebra, logró que la Comisión de Transporte Marítimo de la UNCTAD
en particular y la oNU en general no utilizaran nunca más el término «Bandera
de Conveniencia» al referirse a lo que hoy se conoce como «Registros Abiertos».
Con su padre como jefe de la delegación de Panamá ante la tercera Conferencia
del Mar celebrada en Venezuela, donde fungía como embajador, participó en las
reuniones iniciales y años después fue el jefe de la delegación de Panamá ante
las reuniones estivales de la Convención del Derecho del Mar en Ginebra hasta
el término de la misma. Fue decano de la Facultad de Administración Pública.
Crea la Academia Diplomática de Panamá «Ernesto Castillero Pimentel» y fue
el último director de la extinta Escuela de Diplomacia, fundada por el doctor Er-
nesto Castillero Pimentel.

Jaime Ingram Jaén

Pianista-concertista y profesor, con presentaciones en las principales ca-


pitales de Europa y América, tanto en recitales como en conciertos con orquesta
y a dos pianos con su esposa, la pianista brasileña, Nelly Hirsch. Ha realizado
varias grabaciones, ha sido jurado en importantes concursos internacionales
de piano: Tchaikovsky de Moscú, Vianna da Motta de Lisboa, José Iturbi de
Valencia, Ignacio Cervantes de La Habana, Concurso de Toledo y Concurso de
Macao. Profesor del Conservatorio Nacional de Música, de la Universidad de
Panamá y de la Academia de Música de Sao Paulo, Brasil. Estudios superiores
en Nueva York, París y Viena con: olga Samarof, Yves Nat y Bruno Seidhofer.
Creador y primer director de la Asociación Nacional de Conciertos, del Insti-
tuto Nacional de Cultura (INAC) y del Concurso Internacional de Piano, ciudad
de Panamá. Autor de dos ediciones de Historia, compositores y repertorio del
piano, Compendio de una historia general de la música, Orientación musical, La mú-
sica en Panamá y Breve manual de teoría musical. Premio Universidad de Panamá
2003, doctor honoris causa de la Universidad de Panamá y actualmente profesor
emérito de la misma.
Nueva historia general de Panamá X 1163

Marixa A. Lasso

Licenciada en Historia y Geografía por la Universidad de Panamá; doctora


en Historia por la Universidad de Florida, y Master of Arts en Historia por la
Universidad de Pittsburgh. Es profesora del Departamento de Historia de la
Universidad Nacional de Colombia. Sus investigaciones se han enfocado en la
historia de las relaciones raciales, situándolas dentro de la historia atlántica y
global. Uno de sus intereses es entender el lugar de Colombia, Panamá y Amé-
rica Latina en la historia global. Es la autora del libro Myths of harmony race and
republicanism during the Age of Revolution, Colombia 1795-1831 (Pittsburgh Uni-
versity Press, 2007). También ha escrito capítulos para varios libros y ha publi-
cado en revistas como la American Historical Review, Environmental History y
Citizenship Studies. Acaba de enviar a la imprenta la versión final del libro: Erased:
The untold story of the Panama Canal, que será publicado con Harvard University
Press a inicios de 2019. Este último proyecto de investigación recibió el apoyo
del American Council of Learned Societies y del National Humanities Center.
También ha recibido becas del Social Science Research Council, de la Fulbright
y de la Wenner Green Foundation. Y durante el segundo semestre de 2016, fue
la Sheila Biddle Fellow en el Hutchins Center de la Universidad de Harvard.

Gerardo Maloney

Nacido en Panamá. Destacado dirigente del Movimiento Afropanameño.


Ha publicado numerosos artículos y ensayos sobre la realidad del negro en las
revistas nacionales más importantes como: Tareas, Revista Panameña de Sociología,
Formato 16 y Revista Imagen; sus trabajos han sido publicados en Ecuador, Mé-
xico, Estados Unidos, Brasil, Costa Rica y en Panamá. Presidente del II Congreso
de Cultura Negra de las Américas (Panamá, 1980), vicepresidente del I Congreso
del Negro Panameño, director del Centro de Estudios Afro Panameños (cedeap),
director político de Acción Reivindicadora del Negro Panameño (ARENEP). Ha
publicado los poemarios, Juega vivo, Latidos y En tiempos de crisis. Realizador de
los documentales: Calipso, Tambo Jazz, Voces de mujeres y Culpables o inocentes; y
de los videos: Amo a mi raza y Mandela. Ha sido merecedor del premio «Panamá
sí tiene valores». Fue director de la Escuela de Sociología de la Universidad Santa
María La Antigua, y del Departamento y Escuela de Sociología de la Universidad
de Panamá. Actualmente es profesor titular de Sociología de la Universidad de
Panamá y director general de la Radio y Televisión Educativa, canal once. In-
vestigador del Centro de Estudios Latinoamericanos CELA, coordinador de la
Unidad de Investigación del GECU (Grupo Experimental de Cine Universitario).
Director fundador de la Revista Panameña de Sociología, y creador del Premio Na-
cional de Sociología.
1164 X Sobre los autores

Yolanda Marco Serra

Licenciada en Filosofía y Letras, sección Historia Contemporánea, en la Uni-


versidad Central de Barcelona. Hizo estudios de doctorado en Historia en esta
misma Universidad, y una maestría en Género y Desarrollo en la Universidad
de Panamá. Autora de varios estudios sobre historia de las mujeres e historia so-
cial, ha publicado, entre otros, los siguientes trabajos: «Mujeres que cambiaron
nuestra historia» (coautora, 1996), «Mujeres parlamentarias en Panamá, 1945-
1995 (1999)», «El movimiento sufragista en Panamá y la creación de la mujer
moderna» en Historia de los movimientos de mujeres en Panamá en el siglo XX (2002),
y «Los trabajadores españoles en la construcción del canal de Panamá» (1997).

Aims Chamberlain McGuinness

Nace en 1968. Es graduado en Bachelor of Arts en Historia en la Universidad


de Princeton, en donde presentó su tesis de graduación titulada «The education
of women in eighteenth-century England». Posteriormente, obtuvo su título de
doctor en Historia en la Universidad de Michigan con su disertación doctoral
titulada «In the path of empire: Land, labor, and liberty in Panamá during the
California Gold Rush, 1848-1860». En la actualidad es profesor asistente del De-
partamento de Historia de la Universidad de Wisconsin en Milwaukee. Ha reci-
bido varios reconocimientos académicos como el premio «Lawrence Stone»,
Departamento de Historia, Universidad de Princeton (1990) y el premio de la
Pedagogía, Departamento de Historia de la Universidad de Michigan. Entre sus
publicaciones se cuentan «Popular politics, race, and nation in Panamá during
the California Gold Rush, 1848-1860», en la obra de Nancy Appelbaum, Anne S.
Macpherson y Karin Alejandra Rosemblatt (editores) titulada Race and nation in
modern Latin America (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2003).
Junto a Rebecca J. Scott, Thomas C. Holt y Frederick Cooper, es redactor de So-
cieties after slavery: A select annotated bibliography of printed sources on the British
West Indies, South Africa, British Colonial Africa, Cuba, and Brazil (Pittsburgh, Uni-
versity of Pittsburgh Press, 2002). Es autor de Path of empire: Panama and the Ca-
lifornia Gold Rush (Cornell University Press, 2008). Ha visitado Panamá
numerosas veces para realizar investigaciones, participar en conversatorios aca-
démicos y dictar conferencias.

Alberto Arturo Mckay †

Hasta su lamentable fallecimiento, se desempeñó como profesor de Geo-


grafía de Panamá en la Escuela de Geografía e Historia de la Universidad de Pa-
namá. Fue vicepresidente primero del Instituto Panamericano de Geografía e
Historia. obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras con especialización en
Nueva historia general de Panamá X 1165

Geografía e Historia por la Universidad de Panamá y el grado de doctor en Ge-


ografía por la Universidad de Estrasburgo, Francia.

Ramón A. Mon

Es egresado del programa de maestría en Estudios orientales del Centro de


Estudios de Asia y África de El Colegio de México. Su área de investigación en
este campo se ha centrado en los movimientos migratorios de los chinos a Amé-
rica Latina, especialmente a Panamá. Es representante regional de ISSCo (Inter-
national Society for the Study of Chinese overseas) con sede en la Universidad
de California en Berkeley y es miembro de ALADAA (Asociación Latinoamericana
de Estudios de Asia y Africa). Además, obtuvo su doctorado y maestría en Psi-
cología Clínica en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Armando Muñoz Pinzón

Es licenciado en Filosofía e Historia, en Derecho y Ciencias Políticas, y en Re-


laciones Internacionales, por la Universidad de Panamá. Estudios de posgrado en
Derecho Político en la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado: La
huelga inquilinaria de 1932; Un estudio de historia de lucha social panameña: Las suble-
vaciones campesinas de Azuero en 1856; José M. Goytía, un prócer olvidado; La historia
de Panamá en sus textos, en conjunto con C. Gasteazoro y C. Araúz; La reunión del
Consejo de Seguridad en Panamá en 1973: Aproximación a la bibliografía sobre la invasión
a Panamá de 1989, El 3 de noviembre de 1903: Legado, infortunio y destino nacional. Co-
laborador de las revistas Lotería, Tareas y Anuario de Derecho.

Thomas L. Pearcy

obtuvo su título de Bachelor of Arts en Ciencias Políticas en la Universidad


de Purdue y su doctorado en Historia de América Latina en la Universidad de
Miami, Florida. Ha publicado diversas obras relacionadas a la historia de Amé-
rica Latina y los Estados Unidos. Así publicó, en Panamá, La generación de 31:
Patriotas y pretorianos, y en Estados Unidos We answer only to God: Politics and the
military in Panama, 1903-1947, essential America. En la actualidad, está trabajando
en una obra sobre la historia de Centroamérica para la colección de la Green-
wood Histories, Historias de las naciones modernas. Además, ha publicado nume-
rosos artículos en revistas en Panamá y los Estados Unidos; entre los más
recientes podemos mencionar los siguientes «Economía, emigración y la inde-
pendencia Cubana, 1868-1898», Revista Lotería (1998); «¿Un precedente para in-
terpretar los Tratados Torrijos-Carter?: El Convenio Filós-Hines, debacle
diplomático de diciembre de 1947», Revista Humanidades (1999); y «Luchando
por un lugar en el emergente Estado panameño, 1903-1931» (2001).
1166 X Sobre los autores

Carlos Bolívar Pedreschi

Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Panamá


(cum laude) y de doctor en Derecho en la Universidad de Madrid (sobresaliente
cum laude). Ha sido miembro de la Comisión Nacional que produjo las refor-
mas constitucionales de 1983 y de la Corte Permanente de Arbitraje de La
Haya (1990-2000). Miembro de número de la Academia Panameña de la Len-
gua y correspondiente de la española. Por muchos años ejerció la cátedra de
Derecho Constitucional en las universidades de Panamá y Santa María La An-
tigua. Es autor de más de 20 libros y 40 ensayos, conferencias y artículos de
interés político, jurídico y social. Ha sido invitado a numerosos congresos in-
ternacionales. Miembro de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya
(1990-2000). Doctor honoris causa por la Universidad de Panamá. Ha recibido
muchos reconocimientos y honores, tales como el de la Comisión Nacional
Pro Valores Cívicos y Morales. Miembro de la firma forense Pedreschi y Pe-
dreschi. Reconocido como uno de los más destacados constitucionalistas de
Panamá. Presidente del Comité para la Celebración del Bicentenario del Na-
cimiento de Don Justo Arosemena.

Angeles Ramos Baquero

Graduada en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, en la


especialidad de Historia del Arte. Continuó estudios de Historia del Arte en Es-
paña, obteniendo su maestría en la Universidad de Navarra, con tesis sobre
«Arte religioso popular en Puerto Rico» (1983), y su doctorado en 1966, también
en Historia del Arte, en la Universidad de Sevilla, con tesis titulada «Historia de
la platería virreinal en Panamá» (inédita). Entre 1983 y 1988 fue profesora de
Historia del Arte en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, y en
la Universidad Interamericana, también de Puerto Rico. Entre 1991 y 1993, y
nuevamente entre 1996 y 1997, fue profesora de Historia del Arte en la Univer-
sidad de Panamá. Curadora jefe del Museo del Canal Interoceánico de Panamá
desde su fundación en 1997, y desde 1998, es además su directora ejecutiva. Fue
presidenta del Comité Nacional del Consejo International de Museos (ICoM) de
la UNESCo, miembro del Comité Asesor de la UNESCo para Museos. Es miembro
de la American Association of Museums, de los Estados Unidos. Ha publicado
varios artículos de su especialidad en revistas locales y del extranjero. Es miem-
bro correspondiente de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Dada su
larga y exitosa trayectoria en la actividad museística, goza de renombrado pres-
tigio internacional.
Nueva historia general de Panamá X 1167

Humberto Ricord †

El abogado Humberto Emilio Ricord Donado nace en 1922 y fallece en oc-


tubre de 2009 a los 87 años. Realizó estudios de Derecho en la Universidad de
Panamá y de posgrado en Derecho Social en la Universidad Nacional Autónoma
de México. Fue profesor y decano de la Facultad de Derecho de la Universidad
de Panamá. Además, fue director de Investigaciones Jurídicas de la Defensoría
del Pueblo. En 1986 obtuvo el premio Ricardo Miró, con su ensayo Panamá en la
guerra de los Mil Días (1989). Es autor de varias monografías y ensayos tales como:
La cuestión del canal de Panamá (1964); Cómo fue escrito y publicado «El Capital»
(1968); Los derechos humanos y la Organización de los Estados Americanos (1990),
Noriega y Panamá: Orgía y aplastamiento de la narcodictadura (1991); Ensayo sobre la
nacionalidad panameña en el siglo XX (1991); Justo Arosemena: Cumbre intelectual de
Panamá (1996); El nacionalismo panameño y la presencia militar norteamericana en
Panamá: La oligarquía y Norteamérica al desnudo (1996); La coyuntura panameña de
fin de siglo (1997); De La Rosa y el ensayo (1999). El plan estratégico de seguridad na-
cional (2000); El 3 de noviembre de 1903 visto desde el centenario: La separación pana-
meña de Colombia (2003).

Edgar Rojas

Nacido en la ciudad de Panamá el 26 de marzo de 1949. Licenciado por la


Universidad del Estado de Nueva York, donde obtuvo también su maestría y
doctorado en Economía. Ha sido consultor de organismos internacionales como
el BID y el PNUD, y nacionales como la Fundación para el Desarrollo de la Libertad
Ciudadana. Es investigador en áreas económicas, sociales y en mercadeo. Se de-
sarrolló igualmente en la banca por más de veinte años, en bancos internaciona-
les, comerciales, de inversiones, hipotecarios y de banca privada. Tiene más de
treinta años de experiencia docente en temas económicos e internacionales, de
administración de empresas y recursos humanos.

Salvador Sánchez González

Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Santa María


La Antigua. Especialista en Derecho Constitucional y Ciencias Políticas por el
Centro de Estudios Constitucionales de Madrid, España. Ha sido profesor de
Derecho Constitucional, Ciencias Política y Derechos Humanos, en la USMA.
Entre sus obras se encuentran La desobediencia civil en Panamá (1995) e Introducción
a la Defensoría del Pueblo (en colaboración con Gisela De León, 2001). Ha publi-
cado también artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras sobre
1168 X Sobre los autores

derecho constitucional, derecho parlamentario y derechos humanos. Actual-


mente es viceministro de la Presidencia de la república, y ministro encargado
de dicho ministerio.

Hermes Sucre Serrano

Licenciado en Periodismo, graduado en la Universidad de Panamá. Repor-


tero y editor del diario La Prensa; profesor de Periodismo de la Universidad Santa
María La Antigua. Trabajó en La Estrella de Panamá y ha sido corresponsal de la
agencia de noticias Reuters y del diario ABC de España.

Peter Szok

obtuvo su doctorado en Historia Latinoamericana en 1998 de Tulane Uni-


versity. Actualmente es profesor de Historia Latinoamericana en Texas Christian
University en Fort Worth, Texas. Ha realizado estudios sobre el nacionalismo
panameño, y es autor del libro La última gaviota: Liberalism and nostalgia in early
twentieth-century Panama.

Ricardo Turner

Es licenciado y profesor de Educación Física por la Universidad de Panamá,


obtuvo su maestría en Administración de la Educación por el Instituto Centro-
americano de Educación Superior (ICASE). Es catedrático titular de la Universidad
de Panamá desde 1976. Actualmente es miembro de la Academia olímpica In-
ternacional y del Comité olímpico de Panamá.

Lina Vega Abad

Presidenta de la Fundación para el Desarrollo de la Libertad Ciudadana, ca-


pítulo panameño de Transparencia Internacional, de la que fue directora ejecutiva
entre 1995-99. Abogada por formación y periodista por vocación, oficio que ha
ejercido por 20 años en prensa escrita (La Prensa) y más tarde en radio, televisión
y las plataformas multimedia (Telemetro, RPC Radio, Ecotv, Telemetro.com). En la
actualidad, es articulista del diario La Prensa. Profesora de Derecho Constitucional
en la Universidad Santa María La Antigua. Miembro de la Junta Directiva del Cen-
tro de Incidencia Ambiental (CIAM) y miembro del Centro de Iniciativas Demo-
cráticas (CIDEM). Doctora en Derecho Público por la Universidad Complutense
de Madrid, y licenciada en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad de
Panamá.
NUEV
UEV
VA
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IS ORIA
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DE P
PANAMÁ
ANAMÁ

VOLUMEN
UM N I
OLUMEN
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TOMO
T OM 1
OMO
Primera
Pri
Prim
mera
era parte
arte
Las socieda
sociedades
ocie ades originarias
orig aria
Segunda parte
Ell ord
orden
or en colonial
c oni

TO
TOMO
T OM 2
OMO
El orden colonial

TOMO 3
Ell orde
orden
or en colonial
c oni

VOLUMEN II

El ssiglo
g XIX

VOLU
O UM N III
OLUMEN
UMEN I

TO
TOMO
T OM 1
OMO
Los sigl
siglos
los XX y XXI

TOMO 2
L s sigl
Los siglos
si los
os XX y XXI

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