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Estructura y Función del Paraguay Colonial de Hipólito Sánchez Quell es un relato detallado,

ameno, y fácil de digerir de la historia del Paraguay en sus tiempos de colonia. Dividido en cuatro
partes, da un panorama comprensible sobre esta época de nuestra historia. En el siguiente ensayo, se
resumirán los primeros dos capítulos de cada parte del libro, para así dar una idea de qué trata cada
uno.

Los primeros dos capítulos de Estructura y Función del Paraguay Colonial hablan de los
inicios de la conquista– las exploraciones españoles y portuguesas– y las negociaciones que se
realizaron en torno a ellas.

El libro comienza su relato explicando lo que motivó la colonización: la búsqueda de especias.


Las rutas tomadas en ese momento eran sumamente peligrosas, y eso hacía que el precio de las
especias fuera inaccesible. Entonces, se dispusieron a tomar nuevos caminos.

Bartolomé Días fue quien, antes de Colón, realizó los mayores avances, llegando a lo que
estaba seguro era el punto meridional de África, que el rey de España nombró Cabo de Buena
Esperanza.

El descubridor intelectual de América fue el italiano Paolo dal Pozzo Toscanelli. En una carta
de 1474 explica cómo se puede llegar al país de las especias por una ruta occidental. Manda en 1479 a
Colón una copia de esta carta con un mapa. El rey de Portugal rehusó el ofrecimiento, así que Colón
fue a España. Su plan casi fracasa por ser pintado como demasiado ambicioso hasta que encuentra al
Fray Juan Pérez del Convento de Santa María de la Rábida, quien, bajo su protección, le ayuda a que
su plan llegue a la corte.

En 1492 propusieron el proyecto, que fue aceptado. Partieron sus 3 carabelas (La Pinta, La
Niña, y La Santa María) del puerto de Palos el 3 de agosto de 1492. Después de 2 meses de
navegación, el 12 de octubre, llegan a una isla que los indígenas llamaban Guanahaní y que él llamó
San Salvador (y es actualmente conocida como Watling, en las Bahamas). Siguió navegando y llegó
hasta lo que hoy es Cuba y Haití y volvió a España. Creyó que llegó a la costa oriental de Asia, no a
un mundo desconocido por los europeos. El continente fue bautizado América por Américo Vespucci,
un navegante que llega a las tierras 10 años más tarde.

A Portugal no le gustó escuchar la noticia de los viajes de Colón, pues desvirtuaba la ruta que
habían descubierto por el litoral africano. Entonces alzan la pregunta de si lo que Colón había
descubierto era en serio la India, o alguna tierra interpuesta. Para confirmar su teoría, mandan a
Francisco de Almeida en una expedición. Los reyes españoles se interesaron por adquirir la misma
confirmación, y negociando con los reyes portugueses, consiguieron que se anulara la expedición de
Almeida.

También estaban en proceso de conseguir legitimidad sobre sus descubrimientos, cosa que se
estaba tramitando en Roma. Ahí fue cuando el papa del momento, Alejandro VI, lanzó una bula que
dividía las tierras descubiertas entre las 2 coronas ibéricas. Sin embargo, no logró aplicarse pues
hubieron dudas sobre su alcance, si era solamente espiritual o también político.

Esto dejó en claro la necesidad de negociar los límites de legitimidad sobre los
descubrimientos. Las cortes de España y Portugal iniciaron sus negociaciones diplomáticas, que
concluyeron con la firma del Tratado de Tordesillas el 7 de junio de 1494, que trazaba una línea de
polo a polo, a 370 leguas de Cabo Verde.

El primer capítulo de la parte 2 explica la segunda desmembración del Paraguay durante el


coloniaje, que fue producto de la capitulación de Juan Ortiz de Zárate. Los límites fueron trazados
teniendo en cuenta las gobernaciones de Diego Hernández de Serpa (las Guayanas) y Pedro Malaver
de Silva (Venezuela), que hizo que Ortiz de Zárate segregue el Paraguay del Amazonas.
Posteriormente se crea la gobernación de Chile, a la que se dan cien leguas desde la costa del Pacífico
hacia el este. Así la región de Cuyo, que era del Paraguay, pasa a ser de Chile.

El siguiente capítulo cuenta sobre el rol de Asunción como un centro expedicionario. En sus
inicios, la ciudad atrajo a todos los pequeños núcleos del Río de la Plata. Sin embargo, en ese proceso,
la pequeña ciudad pasó a sobrepoblarse, lo que motivó el inicio de las expediciones.

La primera fue en 1554, cuando Irala mandó a García Rodríguez de Vergara a fundar Ontiveros.
Nufrio de Chávez parte hacia el Chaco y funda Nueva Asunción en 1559 y Santa Cruz de la Sierra en
1561. En 1570, Ruy Diaz de Melgarejo fundó Villa Rica del Espíritu Santo. En 1573, sale una
expedición encabezada por Juan de Garay a fundar Santa Fe.

Los fundadores de la segunda Buenos Aires salieron de Asunción. Juan de Garay, el


gobernador, quería establecer un puerto que una Asunción y el Perú con España. La ciudad se fundó el
11 de junio de 1580.

Los sucesores de Garay siguieron con la colonización. Juan Torres Navarrete envió, en 1585, a
Alonso de Vera a fundar Concepción del Bermejo. Juan Torres de Vera y Aragón mandó al mismo
explorador a fundar San Juan de Vera de las Siete Corrientes (actualmente solo Corrientes) en 1587.
Así fue como Asunción se convirtió en uno de los epicentros de la actividad colonizadora. Sin
embargo, en el proceso, la ciudad quedó poco poblada y casi vacía.

Los capítulos 1 y 2 de la parte 3 nos hablan de la fundación de la Provincia de Santa Cruz de la


Sierra, que constituyó la primera desmembración de la Provincia del Paraguay. Fue fundada por
Nufrio de Chávez. Chávez salió en 1558 con la meta de fundar un puerto en los Xarayes. Al llegar,
encontró un lugar pobre, pero los indios del lugar le explicaron que hacia el oeste había oro.

La certeza de la existencia de oro motivó a Chávez, quien tenía el impulso de fundar una
gobernación independiente en el Chaco. Abandonó entonces el proyecto del puerto en Xarayes y
partió en búsqueda de la anhelada tierra. En 1559 llegó a pesar de adversidades, y fundó Nueva
Asunción.
En 1560, la gente de Chávez se encontró con la exploración de Andrés Manso. Se produjo una
tensión entre Chávez y Manso, pues ambos decían tener mejores derechos a la conquista de la Sierra
del Plata. Al final llegaron a un acuerdo de que la provincia estaría bajo el virreinato del Perú.

En 1561 Nufrio de Chávez fundó la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, que se volvió la capital
de la provincia, conocida como Provincia de Santa Cruz. Así se constituyó la primera desmembración
de la Provincia del Paraguay.

El límite de esta provincia y la del Paraguay, como nos dice el siguiente capítulo, era el río
Parapití. La primera persona que demarca ese río como límite entre ambas provincias es su primer
gobernador, Don García Hurtado de Mendoza. Lo hizo en 1592, cuando llegó al cargo de virrey del
Perú.

El límite seguía igual dos siglos más tarde, así lo confirma el gobernador intendente de la
provincia, Francisco de Viedma, en un informe presentado al Virrey Arredondo, que fue confirmado
por él y por el rey. La última confirmación histórica que hay del Parapití como límite es de 1803, ya
en la época de emancipaciones, y fue hecha por Diego de la Vega cuando armó su “Guía de Forasteros
del Virreinato de Buenos Aires.”

Así vamos a la cuarta parte de Estructura y Función del Paraguay Colonial, y sus primeros dos
capítulos, que resumen la obra de los virreyes del Río de la Plata y los intendentes del Paraguay
respectivamente. Los virreyes, explica el libro, eran los representantes directos del rey en las colonias
y tenían un poder similar. Sus facultades se pueden resumir en: políticas, administrativas,
eclesiásticas, legislativas, y judiciales.

En total, el Río de la Plata tuvo 11 virreyes. El primero de ellos fue el Virrey Cevallos, quien se
destacó por su política económica, enfocada en hacer a Buenos Aires económicamente independiente
del Perú.

El Virrey Vértiz fue su sucesor, y se enfocó en mejorar el aspecto de Buenos Aires y la calidad
de vida de sus habitantes. Empedró las calles, estableció el alumbrado público, fundó asilos,
hospitales, el Colegio San Carlos, el primer teatro (Teatro de la Ranchería), la primera imprenta, y la
Casa de los Niños Expósitos.

El tercer virrey, el Virrey Loreto, se encargó de moralizar la administración, vigilando


estrictamente a los funcionarios. El Virrey Arredondo, tomó medidas que beneficiarían
económicamente al virreinato. Su sucesor, el Virrey Melo de Portugal, continuó su labor durante los
dos años que gobernó. Le siguió el Virrey Olaguer, quien concedió franquicias comerciales para
mejorar la calidad de vida en Buenos Aires. El Virrey Avilés mejoró las condiciones de vida en el
virreinato y apoyó las fundaciones de pueblos. El octavo, el Virrey del Pino, fomentó la educación y
labores intelectuales.
El Virrey Sobremonte se ocupó de solucionar los problemas económicos del virreinato y trató
de mejorar la situación de los indios. Le sucedió el Virrey Liniers, quien fue designado por la corona
gracias a su gloriosa actuación ante las invasiones inglesas. El último Virrey del Río de la Plata fue el
Virrey Cisneros. Poco después de su llegada, el 25 de mayo de 1810, estalló la Revolución de la
Independencia en Buenos Aires.

El siguiente capítulo se ocupa de las obras de los intendentes del Paraguay. El sistema de
intendencias, cuenta Sanchez Quell, tuvo origen en Francia. Fue implantado por Richelieu para
disminuir el poder de la nobleza y consolidar el absolutismo del monarca, y fue implantado en España
en 1718. El 28 de enero de 1782, Carlos III introdujo el sistema en las colonias.

Los virreinatos se subdividieron en provincias llamadas Intendencias, gobernadas por un


Gobernador Intendente que era nombrado por el rey. Duraban cinco años en el cargo, y su mando
incluía las atribuciones de Justicia, Hacienda, Guerra, y Policía.

Sanchez Quell nos cuenta que fueron cinco los intendentes que tuvo el Paraguay. El primero fue
Agustín Fernando de Pinedo, quien se encargó principalmente de levantar a la provincia del periodo
de decadencia en la que se encontraba. En un informe mandado al rey el 29 de enero de 1777, detalla
las causas de esta decadencia y propone soluciones. Su documento cayó en manos vacías. Aún así, su
desempeño es destacable por su defensa de la provincia contra los Bandeirantes y su esfuerzo de
fundación de pueblos, de los que nacieron Concepción y Pilar.

El segundo Intendente fue Pedro Melo de Portugal. Su gobierno duró ocho años y se dedicó a
aumentar la prosperidad del país, resistiendo a las invasiones a la provincia e impulsando la
agricultura y comercio. También fundó una decena de pueblos en la región oriental, reducciones en el
Chaco, y el Real Colegio Seminario San Carlos. Le siguió Joaquín Alós. Bajo su gobierno se fundó el
fuerte Borbón para contener las invasiones hacia el norte. Alós compartía las preocupaciones de
Pinedo de reactivar el país, y quería poblar el Chaco para facilitar el comercio con Perú. Su gobierno
duró 10 años.

Después vino Lázaro de Ribera, quien también gobernó 10 años. Su gobierno se caracterizó por
la propulsión de la cultura y la economía, y sus impulsos para colonizar el Chaco. Creó normas para
mejorar la calidad de vida en la provincia, abrió una fábrica de cables que tuvo bastante éxito
exportando a España, y dirigió una expedición para desalojar a los portugueses de Coimbra. Bajo su
gobierno también se realizó la primera puesta teatral en Paraguay.

El último intendente fue Bernardo de Velasco. Su mandato fue corto y colmado de errores que
adelantaron la Revolución de la Independencia, como su actuación frente a la invasión de Belgrano y
su reconocimiento a Carlota Joaquina de Borbón como la soberana. Así concluye el relato de Sanchez
Quell sobre los intendentes del Paraguay.
Hay varios factores que hacen a este libro una buena lectura: el primero es la forma en la que
está escrita, simple, sin mucho preámbulo, directo al grano de la información, con detalles aleatorios e
interesantes esparcidos. El segundo es la forma en la que están divididos los capítulos y el libro en sí,
cada uno tocando un solo tema sin desviarse de él. Da suficiente contexto sobre cada tema como para
que sea posible leer el libro en fragmentos sin perder el hilo. No es necesario tener conocimientos
extensivos de la historia paraguaya o colonial americana para poder comprender su relato. Para una
introducción que despierte el interés, está más que perfecto.

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