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LA REVOLUCIÓN DE LOS BOGAVANTES

En un puerto muy transitado había un restaurante especializado en marisco, dentro tenían un


gran acuario de donde sacaban sus alimentos frescos y luego cocinarlos. Entre moluscos y
cefalópodos había unos pocos bogavantes los cuales eran la especialidad de la casa… y los más
caros.

De vez en cuando uno de sus congéneres desaparecía sin ni siquiera poder despedirse y luego
sustituirlo por otro pobre desgraciado que tarde o temprano sufriría el mismo destino.

Un día todos los bogavantes se reunieron bajo una roca para discutir cómo solucionar tal
problema y poder escapar.

Si tan solo pudiéramos quitarnos estas cintas para poder defendernos – Dijo un bogavante de
edad adulta que llevaba tiempo allí – O podríamos romper el cristal.

Pero si rompiéramos el cristal nos cogerían en seguida, en tierra firme somos muy lentos – Dijo
una bogante que llevaba menos de dos semanas – Eso si no morimos por falta de agua.

Podríamos escapar por una ventana que hay en la cocina, da justo al mar – Propuso el más
viejo de todos – Cuando me iban a cocinar me llevaron allá, pero al final se arrepintió mi
comprador…

Podríamos pedirles ayuda a los mejillones – Dijo el primer bogavante en hablar – Ellos podrían
quitarnos las cintas de un mordisco.

Imposible – Contesto el viejo – Estamos en guerra con ellos desde la inauguración del
restaurante, por culpa de un accidente con el filtrador de la pecera.

¿Qué fue lo que ocurrió? – Pregunto la bogavante

Uno de nosotros no me acuerdo quien, empujo accidentalmente a un mejillón al filtrador –


Explico el viejo – Así se estropeo con la muerte del pobre mejillón, nos tuvieron que llevar al
fregadero de la cocina en unas bolsas de plástico.

¡Tengo un plan perfecto! – Exclamo un joven bogavante que aún no había hablado en toda la
reunión – Pero para realizarlo necesitaríamos la ayuda de los mejillones.

Todos se acercaron al corro y el joven les susurro cual seria el plan que les devolviera la
libertad.

Tras haber escuchado el plan a todos les encanto la idea y se pusieron en seguida a llevarla a
cabo. Recogieron todos los corales caídos que había en el acuario para hacer un gran racimo
de ellos y fueron al territorio de los mejillones donde les explicarían sus intenciones y su plan.

Decirme a que habéis venido – Dijo el parecía ser el líder y el más viejo – ¿No tendréis
intenciones de atacar?

Todo lo contrario, sino a hacer las paces por los errores cometidos en el pasado – Dijo el joven
bogavante – Y a unir fuerzas para escapar y conseguir la libertad que tanto ansiamos ambas
especies.

Todos los mejillones empezaron a murmurar, algunos iban a favor de unir fuerzas y otros en
contra.
¿Cómo podemos saber que no nos traicionaran? – Dijo alguien entre la multitud – Iros
malditos bergantes.

Tras un largo rato de meditación del líder, este les pregunto cuál era dicho plan que los
salvaría. El bogavante subió a lo alto de una roca donde todos pudieran verlo y este les explicó
su plan visualizando en la mente de cada mejillón.

Me parece que… - Paro el viejo mejillón para dar una bocanada de agua - ¡Por fin seremos
libres!

Todos los mejillones saltaron de alegría, rieron y cerraban la concha y la abrían a modo de
aplausos. Esa noche hicieron una fiesta y propusieron que el plan lo harían al día siguiente para
que ninguno más cayera en vano.

Al día siguiente, poco antes de que cerrara el restaurante un bogavante empujo una piedra al
filtrador que hizo que se estropeara. Los cocineros tuvieron que cogerlos y meterlos en bolsas
de plástico para que no se quedaran sin agua y los llevaron a la cocina. A cada bogavante lo
metieron en una bolsa distinta, pues no cabían ni siquiera dos en una. Sin embargo, a todos los
mejillones los metieron en una como sardinas en lata.

Cuando el restaurante cerro y los cocineros se fueron prosiguió el plan. Debajo de cada
bogavante donde no se podía ver desde arriba se escondía un mejillón los cuales les cortaron
fácilmente las cintas que los apresaban dejándolos libres.

Acto seguido todos los bogavantes rompieron sus bolsas y salieron de ellas, cuando ya todos
estaban fuera se pusieron uno encima de otro en forma de torre hasta que uno de ellos
consiguió salir.

Este fue al grifo y lo abrió, lo que hizo que el lavabo se inundara y todos pudieran salir. Entre
dos bogavantes llevaban a cuesta a todos los mejillones y se dirigieron a la ventana.

Pero al llegar se llevaron la decepción de que estaba cerrada.

¡Maldita sea! – Exclamo el líder mejillón - ¿Y ahora qué?

No se… - Contesto el joven bogavante – Esto no entraba en el plan.

En ese momento una cuchara cayo al suelo haciendo que el bogavante se sobresaltara.

¿Hay alguien ahí? – Pregunto una voz desconocida, pero más bien infantil – ¡Sacarme de
aquí!¡Auxilio!

Reconocieron que la voz provenía de una olla tapada por un gran vaso de arena encima, el
joven bogavante cogió la cuchara y la uso para hacer caer el vaso abajo y con ella la tapadera.

Muchísimas gracias – Dijo el eco de la olla – Creo que ahora le tengo pánico a la oscuridad…

De la olla surgió un tentáculo blanco, uno tras otro hasta que la pegajosa criatura por fin dió a
conocer su rostro.

Soy Euprepia, la sepia. – Dijo la pequeña sepia – Me parece que no nos conocemos.

Creo que tenemos un nuevo plan – Contesto el joven bogavante – Euprepia, ¿Querrías
ayudarnos a escaparnos de aquí?

Tras contarle el plan a la reciente llegada esta se presto a ayudarles y devolverles el favor.
Con sus largos tentáculos pudo abrir la ventana y tambien arrastró una tabla de cortar en
forma de rampa para que todos pudieran salir sin dificultad.

Los bogavantes salieron junto a sus antiguos enemigos con quien habían unido fuerza para
escapar.

Y así termino la historia de estos seres marinos consiguiendo la libertad que tanto ansiaban…
y banca rota al restaurante al desaparecerle mas de medio acuario.

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