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El presente trabajo describe sintéticamente las etapas de la educación en nuestro país hasta el
advenimiento del proyecto neoliberal haciéndose hincapié en la incidencia del Estado, las
políticas públicas y la visión del "otro" educable.
El trabajo se focaliza en los procesos de fragmentación social de los últimos treinta años
especialmente caracterizados por la multiplicidad de actores sociales, la emergencia de sus
encuentros y desencuentros siendo hoy la escuela un escenario más de los conflictos iden-
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titarios de niños y adolescentes, muchas veces "invisibilizados" como sujetos a partir de la
aplicación de políticas educativas que perseguían eficiencia y eficacia como sinónimos de
calidad educativa pero que terminaron construyendo escuelas y aulas cada vez más
fragmentadas.
El proyecto homogeneizador de la segunda mitad del siglo XIX pretendia incorporar a los
hijos de los inmigrantes y a los provincianos a la construcción de la Nación bajo el ideario de
la escuela pública, gratuita y laica de la Ley 1420. Enmarcada por la influencia del positivismo
europeo que asociaba el Progreso Indefinido al orden y al avance del conocimiento, los
precursores del sistema educativo en la etapa del Estado Oligárquico liberal buscaban asociar
a las masas al proyecto de Nación única e indivisa.
El Estado, tanto en nuestro país como en el resto de América Latina, ejerció fuerte influencia
como agente modernizador, garante de un orden represivo tan cercano a la sociedad mas
como elemento interventor sobre ella que como transformador de un orden dado.
Esta fuerte relación subordinada de la sociedad con respecto al Estado caracteriza a las
diversas etapas en torno a los modelos educativos cuyas prioridades fueron definidas desde los
sectores políticos dominantes .
Durante el período de apogeo del Estado Oligárquico Liberal , la educación se constituyó en
la vía privilegiada para integrar y modernizar dentro de un contexto de exclusión política y
económica de vastos sectores sociales.
La díada Civilización-Barbarie ( la primera representada por la cultura europea y la segunda
por los restos de una sociedad considerada "retrógrada") estaba en la base de la concepción del
"Otro": la educación garantizaba el acceso al universo de una cultura legitimada por un orden
político social conservador y elitista. No olvidemos que la Argentina era "el granero del
mundo", incorporada a la División Internacional del Trabajo, donde la mano de obra
mayormente de origen europeo debia identificarse ideológicamente con el nuevo Estado.
El "Otro" era el "bárbaro" culturalmente hablando, dueño de realidades históricas e
identidades diversas: comunidades indígenas excluídas, inmigrantes, provincianos...
3.
La nacionalización era el objetivo de las diversas disciplinas escolares, especialmente lengua e
historia. Las producciones escolares buscaban unificar alrededor de una lengua común y una
historia nacional conformada por "prohombres" y que debia ser compartida por sectores
sociales diversos bajo un mismo discurso.
Sin embargo, esta aparente inclusión de todos en una visión común del pasado, del presente y
del futuro encerraba fuertes contradicciones al excluir a grupos subalternos (migrantes,
obreros, mujeres, negros, indios, sectores populares, pobres). El colectivo social presentado en
las páginas de los textos escolares y del discurso quedaba reducido a una faja de población
blanca, de descendencia europea, homogeneizadora, borrándose las diferencias o viéndoselas
como amenazantes al orden social armonioso que se pretendia implantar.
Al compás de los conflictos políticos, económicos y sociales de fines del siglo XIX, esta
matriz escolar variará levemente: la escuela integró a vastos sectores sociales con la ilusión de
la "Argentina crisol de razas" y con el ideal de ascenso social de "M'hijo el dotor".
El sistema escolar argentino integró pero también implicó el abandono de prácticas culturales
identitarias que no fueron aceptadas dentro del ámbito escolar... Aún hoy, la escuela impone
usos correctos de lenguaje, siguen perviviendo visiones positivistas en el abordaje de la historia
y la geografía, entre otros aspectos, al igual que en la pervivencia del discurso nacionalista y de
las prácticas de las efemérides edulcoradas y fuera del contexto conflictivo que les dieron
origen.
En la perspectiva de nación ahistórica, indivisa y única, en esta matriz el conflicto social no
aparece: las diferencias de género, clase, cultura o etnia se diluian en una pretendida
neutralidad escolar donde todos eran depositarios de conocimientos, borrándose historias
familiares, memorias colectivas, posibilidades y potencialidades culturales.
El Estado de Bienestar ( cuyo apogeo en Latinoamérica se ubica en los décadas del '40 y el
'50) amplió la participación de la ciudadanía a aquellos sectores marginados e impuso una
fuerte intervención estatal en todos los ámbitos de la vida social. Las escuelas de formación
sindical, la Universidad obrera, la ley Lainez, las escuelas domiciliarias, ampliaron la inclusión
de sectores obreros, peones, mujeres solteras, niños, ancianos, etc. El conflicto con la Iglesia
Católico marcaría otro hito en las tensiones entre enseñanza laica y enseñanza religiosa.
La escuela, junto con el movimiento obrero, fue una de las instituciones que permitió la 4
socialización e incorporación de los sectores migrantes provincianos de mitad del siglo XX,
permitiéndoles la adquisición de normas, valores y estándares de comportamientos urbanos. En
este sentido, por un lado la escuela ejerció funciones homogeneizadoras borrando
particularidades regionales de los hijos de los migrantes del interior pero sin llegar a cumplir
en su totalidad sus fines integradores: en la década del '60 la escuela como espacio de lo
público, formadora de ciudadanía y ámbito de educación para la democracia se encontraba en
grave cuestionamiento. Tanto la repitencia, como la deserción y las desigualdades regionales
planteaban el fracaso de un modelo educativo sólido e inclusivo. Las profundas
transformaciones socio-económicas y políticas de la época no encontraron en la escuela una
respuesta desde la integración.
La violencia social, el aumento de la conflictividad a todo nivel (familiar, político,
económico), la desconfianza hacia la educación y sus posibilidades, el mismo contexto
deslegitimador hacia el viejo orden colocaron en tensión permanente la relación Estado-
sociedad-educación.
Por otro lado, la escuela fue acentuando su carácter burocrático jerarquizador y disciplinador
a lo largo del siglo XX, contemplando en los contenidos curriculares tanto aspectos
ideológicos-partidarios como en el rol que se esperaba de la escuela: influir decididamente
sobre la formación del otro (no sólo en la lectura obligatoria de fragmentos de "La razón de mi
vida" sino también en la visión de sujeto pasivo receptor de las políticas educativas desde la
Revolución Libertadora en adelante).
Pero el último golpe militar de 1976, con la aplicación del terrorismo de Estado , impuso
una planificación sistemática de concentración de capital, desmantelamiento del aparato
productivo, nueva integración al mercado mundial abandonando la política de sustitución de
importaciones, determinando transformaciones profundas en las relaciones entre capital y
trabajo, disciplinamiento social e ideológico,. En otro plano, pero en estrecha relación con
todo lo anterior , este período implicó para el ámbito educativo la ruptura del contrato
pedagógico implícito de asociación a un proyecto nacionalizador y en tanto el "otro" será
sujeto obligado a ser sometido a un modelo de control total dentro de una nueva lógica de
relación entre el Estado y la sociedad civil, caracterizado por la coerción y la restricción a las
libertades .
La educación para el orden concentró el eje de la dinámica educativa en el disciplinamiento
en tanto aquella se constituyó en garante del orden social necesario para implantar
transformaciones dentro de una modalidad controladora , coercitiva, con la clausura de todo
mecanismo participativo, con el disciplinamiento autoritario de todos los actores del sistema,
vaciamiento de contenidos socialmente significativos, el control ideológico permanente , la
distribución de pautas de socialización individualistas y meritocráticas. El militante será visto
como enemigo de la misma Nación, marcado, eliminado, síntesis de todos los diferentes,
enemigo interno que cerraba el círculo de la violencia institucionalizada en todos los niveles
del tejido social.
Las transformaciones vertiginosas de los últimos treinta años inciden en una nueva
configuración social , nuevas representaciones y de aquello que llamamos escuela.
El conflicto social emerge como un rasgo sobresaliente desde el fin del mundo bipolar, con la
incertidumbre y la pérdida de certezas en todas las manifestaciones socio-culturales, la
emergencia de formaciones supranacionales, la crisis de los Estados Nacionales, el avance
tecnológico sin precedentes manifestándose, por lo tanto, un cambio profundo en todos los
niveles del entramado social.
El escenario de la llamada Postmodernidad presenta multiplicidad de actores, con conflictos
diferentes: hoy, la excepcionalidad es la regla. El Estado a partir de las consecuencias de la
etapa dictatorial en nuestro país , de la transición democrática y de las transformaciones
mundiales, ha sido cuestionado. Las crisis planteada entre las necesidades de acumulación y
las de legitimación se van resolviendo a favor de las primeras: ni el desarrollo económico ni la
búsqueda de la justicia social son ya creencias legitimadoras para ciertas acciones que el
Estado asumió en etapas anteriores (Campione, 2002)
Las políticas neoliberales de los '90 han implicado el paso de un estado social a un Estado
post-social, gerenciador, patrimonialista, despreocupado de su rol mediador entre capital y
trabajo, hasta convertirse en el estado minimalista, donde la educación y la escuela caen en la
lógica economicista del gasto, donde la educación no es vista como un proyecto hacia el logro
del bien común.
Todo el proceso de Reforma del Estado que se dio en los '90 se halla enmarcado en las 7
condiciones dadas por la coyuntura nacional e internacional, las consecuencias de la crisis de la
deuda, el pensamiento del discurso único y la acción de grupos de "expertos" que gerenciaron
cuestiones vitales como las políticas públicas en materia social, incluida la educación. Todo
esto sumado a la claudicación del Estado y su imagen deslegitimada desde los sectores
dominantes y desde los formadores de opinión de la época en cuanto a las relaciones entre
sociedad y estado.
La fragmentación social profunda es el telón de fondo de las consecuencias de la aplicación
de un neoliberalismo salvaje, con la ruptura del tejido social, del nosotros al otro invisibilizado
por la pobreza, la exclusión de todo sistema de atención en salud, educación, seguridad... y
donde la lógica del mercado ha entronizado a los ganadores, la nueva elite y borrado a los
perdedores del sistema...
La desigualdad social, la pobreza material y simbólica, el individualismo exacerbado, la
licuación de valores sociales, la competencia están presentes en el contexto socio-económico
actual ...La escuela no es ajena a todo esto...
Campione, Daniel. Crisis, cambio de paradigma y abandono del área social. Bs.As. 2002
Denkberg, Ariel. La discriminación en el currículum de las ciencias sociales: diversidad
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Documento para el debate. Ley de Educación Nacional. Hacia una educación de calidad
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