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Hay mucha información diseminada sobre este tema del 4k, que no siempre se muestra de forma
comprensible y fácil de entender para el consumidor.
—Hola buenas, quisiera un televisor de —al dependiente.
El dependiente lo lleva a la zona de televisores
—¿De qué tamaño y resolución lo busca? — le inquiere el tendero.
—De 40 pulgadas y al ser posible que se vea en 4k — contesta.
—¿A qué distancia de la pantalla está su sofá?
—A dos metros
—Entiendo, bueno a esa distancia usted no diferenciaría el detalle.
—Ya, pero lo cuanto más grande y más píxeles tenga la pantalla mejor.
Ande o no ande caballo grande. Por desgracia situaciones así son más frecuentes de las que cabría
esperar. Y se llega a la conclusión errónea de que una cantidad grande de píxeles hace de una
imagen una mejor.
Se mezclan indistintamente dos conceptos que los profesionales de los efectos visuales
diferenciamos con meridiana claridad: resolución y definición. Parecen iguales, incluso tontean casi
describiendo la misma cualidad de una imagen, pero en realidad, aunque sí están relacionados no se
refieren a lo mismo. La resolución nos da cuenta de la cantidad de píxeles que forman la malla
donde se proyecta la imagen visionada. La pantalla. La definición, nos habla de la nitidez de esa
imagen. Pero de la nitidez entre los bordes de los elementos que hay en ella, y la capacidad de
diferenciarlos al registrarlos en una fotografía. Eso se conoce como gradiente de borde, y se mide a
través una magnitud llamada acutancia, que nos lleva a hablar del poder de resolución.