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Como ha planteado reiteradamente el Presidente, la inseguridad debe ser

atendida desde sus causas. La política de prevención social de la violencia y


la delincuencia implementada en el sexenio pasado albergó este enfoque; no
obstante, las estrategias del nuevo gobierno no incluyen un seguimiento de
esta política pública. Esto resulta preocupante, pues la política de prevención
social de la violencia y la delincuencia es justamente eso, una política de
PREVENCIÓN; o sea, que sus resultados no pueden ser visibles en el corto
plazo (5 años), sino acaso en el mediano (10 años) o largo plazos (20 años).
El PRONAPRED y el PNPSVD
El Programa Nacional de Prevención del Delito (PRONAPRED) creado en
2013, figuró como uno de los principales instrumentos para atender factores
de riesgo en poblaciones en situación de vulnerabilidad durante el gobierno de
Enrique Peña Nieto y dio vida, tal como dice su nombre, a la política pública
de prevención social del delito. Dicho Programa, que en realidad era un
subsidio, era coordinado por la (entonces) Subsecretaría de Prevención y
Participación Ciudadana (SPPC) y operaba bajo los lineamientos del
Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la
Delincuencia (PNPSVD), el cual fue lanzado desde 2013. Todo esto estaba
sustentado en el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 (PND), en del eje
«México en Paz» (1), y también en la Ley General para la Prevención Social
de la Violencia y la Delincuencia promulgada a finales del sexenio del
presidente Calderón (2).
A través del PRONAPRED y el PNPSVD, la prevención social del delito se
planteó como una alternativa para reducir los índices de violencia,
entendiendo que no todo se combate con el uso de la fuerza o medidas
punitivas, sino apostando a la atención de las raíces del problema. Estas raíces
fueron entendidas por el PNPSVD como factores de riesgo, los cuales son
aquellas situaciones de tipo individual, familiar, escolar o social que
incrementan las posibilidades de que las personas desarrollen conductas
violentas o delictivas. Específicamente, el Programa establecía los siguientes
factores: embarazo temprano; consumo y abuso de drogas legales e ilegales;
ambientes familiares deteriorados o problemáticos; deserción escolar; falta de
oportunidades laborales, informalidad y desocupación; capital social
debilitado y participación ciudadana incipiente; entornos de ilegalidad;
espacios públicos para la convivencia insuficientes y deteriorados;
marginación y exclusión social (3).
Asimismo, bajo el enfoque del PNPSVD la participación ciudadana se volvió
un elemento central para la construcción de los ambientes seguros.
Implementación del PRONAPRED
Para dar cumplimiento a los objetivos del PRONAPRED, las acciones debían
ser implementadas de manera focalizada, atendiendo poblaciones prioritarias
en los municipios con mayor índice de violencia y delincuencia. A través de
este Programa, las entidades y municipios adquirieron recursos económicos
para implementar estrategias de intervención diseñadas por la SPPC, entre las
cuales estaban: emprendimientos socio-productivos para mujeres,
adolescentes y jóvenes; el fortalecimiento de ambientes familiares a través de
la crianza positiva; la recuperación de espacios públicos; la reducción de las
manifestaciones de violencia en las escuelas de educación básica; la
disminución del consumo problemático de drogas en adolescentes; la
prevención social de violencia en personas migrantes, entre otras.
En un inicio, el presupuesto destinado al Programa fue importante, pero fue
disminuyendo hasta llegar a su punto más bajo en 2017, año en el que ni
siquiera se le asignó presupuesto para su operación. En 2018, el presupuesto
se reactivó, pero sufrió una reducción notable en comparación con los otros
años, tal como se puede apreciar en la siguiente gráfica:
Gráfica 1. Presupuesto PRONAPRED

Cabe mencionar que la prevención social de la violencia se apoya en otros


recursos, como son el Fondo de Aportaciones para la Seguridad Pública
(FASP) y Subsidio para el Fortalecimiento del Desempeño en Materia de
Seguridad Pública (FORTASEG).
Eliminación del PRONAPRED
Si algo ha dejado claro el presidente López Obrador es que su gobierno
ofrecería un cambio de paradigma para atender el tema de la inseguridad.
Como parte de esta disrupción “sistémica”, el gobierno en turno eliminó el
PRONAPRED. No obstante, de alguna u otra forma, la política de prevención
social de la violencia y delincuencia, aún tiene eco en el discurso presidencial
cuando el Presidente habla de “atender las causas que originaron la violencia”.
Empero, los meses pasan y no se ve una ruta clara para atender dichas causas,
ni en el Plan Nacional de Desarrollo ni en la Estrategia Nacional de Seguridad
Pública. Por el contrario, tales documentos dejan más preguntas que
respuestas.
Hasta el momento, lo que se conoce es que la Subsecretaría de Prevención y
Participación Ciudadana se convirtió en la Subsecretaría de Desarrollo
Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos, de la Secretaría de
Gobernación, que de cierto modo absorbió algunas funciones de prevención
social de la violencia de la SPPC (4). Por ejemplo, la nueva Subsecretaría
tiene como facultad “coordinar la implementación de las estrategias y líneas
de acción contenidos en los programas que derivan del Plan Nacional de
Desarrollo que tengan como propósito la inclusión y cohesión social, la
prevención social del delito y los asuntos religiosos, la reconstrucción del
tejido social, y la cultura de paz y legalidad”. Sin embargo, el Plan Nacional
de Desarrollo (PND) 2019-2024 no menciona en ningún momento a la
prevención social de la violencia o del delito (5).
No obstante, algunas estrategias plasmadas en el PND podrían analizarse
desde la óptica de los niveles de prevención planteados por el PNPSVD
(universal, selectiva e indicada). En este aspecto, el PND plantea acciones que
podrían empatarse con lo que planteaba el PNPSVD, como prevención
selectiva o secundaria, la cual abarca acciones dirigidas a grupos con mayor
riesgo de convertirse en generadores de violencia o delincuencia, o ser
víctimas de ellas. Esta prevención específicamente podría relacionarse con
Jóvenes Construyendo el Futuro, las Becas Benito Juárez y demás programas,
si éstos formaran parte de una política integral que realmente abordara los
factores de riesgo mencionados al inicio. En este sentido, se están dejando a
un lado varias causas de la violencia y a poblaciones en situación de
vulnerabilidad que deberían incluirse para atender el tema de la inseguridad.
Por mencionar un ejemplo, de acuerdo con el Censo Nacional de Gobierno,
Seguridad Pública y Sistema Penitenciario Estatales 2018, el internamiento
por rangos de edad a los centros penitenciarios a nivel nacional se dio de la
siguiente forma:
Gráfica 2. Porcentaje de ingresos a centros penitenciarios por edad
Es decir, 41 % de las personas que ingresaron a los centros penitenciarios
fueron jóvenes entre 18 a 29 años, población objetivo del programa Jóvenes
Construyendo el Futuro, empatando así con la política de inclusión laboral de
jóvenes en dicho rango de edad. Sin embargo, el 42% de las personas que
ingresaron a los centros penitenciarios se encuentran entre los 30 a los 44
años. ¿Qué pasa con aquellas personas mayores de 29 años que también están
cayendo en conductas antisociales por diversos motivos, entre ellas, las
escasas oportunidades laborales?
Queda esperar que la Subsecretaría de Desarrollo Democrático, Participación
Social y Asuntos Religiosos detalle próximamente lo que será la nueva ruta
del gobierno federal para atender las causas de la violencia. No obstante, vale
la pena cuestionarse cómo esta Subsecretaría lograría sus objetivos con apenas
41 millones de pesos que están planteados en el proyecto de Presupuesto de
Egreso de la Federación para el Ejercicio Fiscal 2020 (6).
Ni el PND 2019-2024 ni la Estrategia Nacional de Seguridad Pública plantean
la consolidación de una política pública de prevención social de la violencia.
Esto es preocupante pues ninguna estrategia de seguridad, incluyendo el
despliegue de la Guardia Nacional, será exitosa si no se acompaña de una
política de prevención efectiva que atienda las causas del problema. Si bien es
cierto que el PRONAPRED tuvo muchas deficiencias, existe la oportunidad
de mejorar una política que ya tenía un camino recorrido, sin echar en saco
roto los aprendizajes de al menos cinco años de esfuerzos. Mientras tanto,
seguimos en la espera de una política de prevención seria, sistemática, bien
fundada, y a la altura de la crisis social y de violencia que sufre nuestro país

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