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Glory Darbellay

2 julio, 2023

Lectura Crítica de algunas Teorías de la Personalidad

En el estudio de la psicología hay que valorar lo que cada teoría contribuye, y también

saber dónde llega a sus límites o puede caer en errores. Este ensayo ofrece una lectura crítica

de varias teorías de la personalidad presentadas en el libro de Nicholas S Dicaprio desde la

visión cristiana de la persona humana (Dicaprio, 1984). Seguiré el esquema del libro de Dicaprio

que agrupa las teorías en: Teorías de la personalidad basadas en el aprendizaje (Skinner, Dollard

y Miller, Bandura y Walter, Rotter), teorías de la personalidad basadas en el conflicto:

Intrapsíquico y psicosocial (Freud), y teorías de la personalidad sobre la buena vida: Modelos

ideales de vida humana (Allport, Rogers, Maslow, Fromm y Jung) (1984). Hay tres recursos que

voy a citar para explicar la visión cristiana de la personal humana; el Catecismo de la Iglesia

Católica (La Iglesia Catolica, 1993), el artículo ‘Teorías de la personalidad y antropología

cristiana en el marco de los ejercicios’ (Galindo, 1991), y el libro Un meta-modelo cristiana

católico de la persona: Integración con la psicología y la práctica de la salud mental (Vitz,

Nordling, & Titus, 2021). El enfoque de la lectura crítica de cada modelo sería sobre el horizonte

de valores que presentan, qué dicen sobre las motivaciones humanas, sobre la libertad de la

persona, sobre la plenitud humana, y sobre el papel de la sociedad.

Teorías de la personalidad basadas en el aprendizaje


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La visión antropológica de las teorías basadas en el aprendizaje es reducida y

materialista. El horizonte de valores que presenta queda muy corto porque no hay un

reconocimiento del alma ni de las facultades espirituales de la persona, “capaz de conocerse, de

poseerse, y de darse libremente, y de entrar en comunión con otras personas” (Catecismo de la

Iglesia Catolica, p. 75). De hecho, “caen en un conductismo donde sólo reconocen la

importancia de la conducta sin reconocer sus orígenes mentales internos y su vocación

trascendente” (Vitz, Nordling, & Titus, 2021). El valor principal de estas teorías es la

modificación de la conducta para “fomentar en los miembros de la sociedad una conducta

social, responsable y productiva” (Dicaprio, p. 122).

Parece que la libertad de la persona no es un factor para considerar porque su conducta

no es el resultado de un proceso de razonamiento, buscando la bondad verdadera, y por medio

de la virtud, eligiendo esta conducta. Si no, que es el resultado de reforzadores variados en el

medio ambiente. Estos reforzadores variados son inevitables y parte esencial de la vida

humana. Entonces, los psicólogos de estas teorías proponen un uso inteligente y constructivo

de los mismos para reforzar las conductas que llevan a una vida sana y productiva.

La plenitud humana según los psicólogos de aprendizaje es una vida saludable, libre de

problemas personales, que son el resultado de aprendizajes erróneos. No hablan del desarrollo

libre de la persona humana en búsqueda de sus deseos más profundos de entrar en comunión

con Dios y con los demás. No hay un planteamiento sobre la sanación e integración de la

persona, que ha perdido la armonía interior de sus facultades y el dominio de las facultades

superiores sobre las inferiores por el pecado original. El progreso y la salud es consecuencia de

la evolución cultural donde la conducta de la persona humana es condicionada o reforzada


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apropiadamente. Aún el autocontrol se construye y modifica por reforzantes para lograr el

cambio deseado.

El papel de la sociedad es de reforzar conductas que llevan a “un grado máximo los

logros que el organismo humano es capaz” (Dicaprio, p. 123). Como ya hemos visto, la sociedad

es el lugar donde la persona humana aprende sobre las relaciones, sus capacidades, y límites,

donde encuentra modelos, y donde hay expectativas, compensaciones y consecuencias. Los

psicólogos de aprendizaje reconocen la importancia del medio ambiente para el aprendizaje en

la socialización y la salud mental. Experiencias de refuerzo negativo como el abuso o la

negligencia pueden llevar una persona a tener reacciones a estímulos, que no son adecuadas, ni

son apropiadas a la realidad. Este tipo de trastornos llevan a dificultades personales y luego a

problemas en la sociedad. La terapia que ofrecen los psicólogos conductivos ayuda a la persona

a experimentar un refuerzo diferente y en cierto sentido, reprogramar su reacción a un estímulo

para que sea adecuada. Esto mejora no solamente a la vida personal de esta persona, sino

también a su capacidad de pertenecer y construir una sociedad más justa y buena.

Aún con las limitaciones significativas de estas teorías en cuanto su visión reductiva de la

persona humana, podemos apreciar su importante aportación en explicar el funcionamiento del

aprendizaje condicionado que influye la conducta de la persona y los tratamientos para la

sanación. Hay muchas aplicaciones de este modelo en diversos ámbitos con resultados

comprobados en la práctica clínica.

II

Teorías de la personalidad basadas en el conflicto


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Sigmund Freud presenta el gran dilema que tiene la persona humana en la

resolución del conflicto intrapsíquico y psicosocial que la vida presenta. La tensión interior es

resultado de la estructura psíquica del “id”, el “ego, y el “superego”. El “id” instintivo busca la

satisfacción en el placer, el “superego” le enseña lo que es aceptable en la sociedad, y el “ego”

trata de manejar estas dos fuerzas opuestas.

El horizonte de valores se queda en el progreso de la evolución biológica que puede

mejorar la situación del individuo y de la sociedad. El método del psicoanálisis es muy

importante para la resolución del conflicto interior y la salud mental. Los valores propuestos se

quedan en el nivel del bien estar, enfocándose fuertemente en la sexualidad y el trabajo. Freud

reconoció valores que actualmente están puestos en cuestión: El valor de una relación

heterosexual estable entre una mujer y un hombre, la diferencia de los sexos, y la necesidad de

la sublimación para ordenar las pasiones desordenadas. Freud reconoce la importancia de estos

valores, que canalizan el uso de nuestra sexualidad y la energía de nuestro “id” instintiva, para

tener cierta paz en el interior de la persona y en la sociedad.

Freud descubrió la importancia del inconsciente y propuso que en los primeros años de

vida la estructura de la personalidad quedo bastante hecha. “Es un esquema defensivo donde el

hombre se considera rígidamente condicionado por su infancia, la libertad humana y la acción

de la gracia no tienen cabida” (Galindo, p. 238). A nivel teórico, negó la voluntad en la

formación de la personalidad. Aunque Freud postuló que el “ego” tenía un papel importante

para la integración de la realidad, de hecho, según él, la personalidad es principalmente movida

por impulsos no racionales e inconscientes. El psicoanálisis era la solución, y hoy en día, el

nuevo salvador de la humanidad para restaurar el equilibrio, la paz, y rescatar la persona de la


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ansiedad. (Vitz, Nordling, & Titus, p. 136). El prospecto de redención y restauración de una

persona con una infancia muy difícil y conflictivo no dependía mucho de la libre elección para

construir una vida buena y virtuosa en el presente. El enfoque está casi enteramente en liberar

la persona del dominio del inconsciente, del “id” y el superego, que son causa de ansiedad y

sufrimiento.

La plenitud humana no transciende más allá de esta vida terrena y material. Parece que

en la vida se sobrevive, se busca tener una vida bastante buena y sana, y no hay nada más. En el

planteamiento de Freud sobre la persona y la vida, no hay un reconocimiento de que somos

capaces de relación con un Dios amoroso y cercano, y tampoco hay un reconocimiento del

deseo profundo de comunión con Dios. Ambos aspectos son expresiones de nuestra naturaleza

humana y en la historia de la humanidad están siempre presentes. Su explicación del

“superego” como el elemento cultural y moral de la personalidad, con una influencia fuerte y

casi del todo inconsciente, contrasta con la descripción bella de la conciencia como “el núcleo

más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más

íntimo de ella” (Catecismo de la Iglesia Catolica, p. 404). Parece, que, aunque basaba sus

investigaciones yendo a fondo con casos particulares, o no observó estas dimensiones de la

persona, o encontró otras maneras de explicarlas. Pero, definitivamente, el horizonte de la

plenitud humana quedó muy reducido.

El papel de la sociedad, según Freud, es de mantener viva la raza humana. La sociedad

tiene exigencias de orden y moralidad que son esenciales para el bien común y para respetar los

derechos de los demás. Si la persona tiende a ser egoísta y lucha para entender y dominar sus

instintos y tendencias inconscientes del “id”, la sociedad ofrece límites externos que llegan a ser
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contenidos del “superego”, y que son importantes para la seguridad. La visión cristiana de la

persona como un ser social, que llega a su plenitud en las relaciones humanas, y su relación con

un Dios Trinitario, no se toca en el método psicoanalítico.

Pero, no cabe duda de que las aportaciones de Freud sobre el inconsciente, los

mecanismos de defensa, la sublimación, y otros aspectos de la psique de la persona humana,

han enriquecido mucho nuestro entendimiento de la persona humana. Podemos tener grandes

deseos de santidad, y sin contribuciones como estas sobre el funcionamiento de la psique y del

mundo interior de la persona humana, nuestra capacidad de conversión quedaría empobrecida.

La terapia psicoanalista de Freud puede ayudarnos a tener un conocimiento más profundo de

nuestros motivos inconscientes o nuestras defensas. Este conocimiento personal es un aspecto

clave en la vida cristiana para poder mejor “amarnos los unos a los otros” (Jn 15:12).

III

Teorías de la personalidad sobre la buena vida: Modelos ideales de vida humana

Los fundadores de los modelos ideales de vida humana incluyen a psicólogos como

Gordon Allport, Carl Rogers, Abraham Maslow, Erich Fromm, y Carl Jung. Entre estos

fundadores, hay un enfoque común de tratar de describir a la persona que vive ‘la vida buena’, y

un desde de ayudar a las personas a llegar a su plenitud. Entre ellos hay mucha variedad de en

qué consiste la descripción esta plenitud, y los aspectos o características que consideran

importantes para llegar a esta plenitud.

El horizonte de valores que presentan, en general, carece de trascendencia. Ellos se

enfocan en la autorrealización de la persona humana, donde la persona misma vuelve a ser su

propio fin y puede elegir los medios según su parecer de cara a su camino de realización
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personal. Esto está en contraste con la visión cristiana donde Dios es nuestro fin último, y el

camino hacia la vida eterna está marcado por la ley natural, inscrita en nuestros corazones, y la

revelación en Jesucristo. Algunos de sus sistemas de valores incluyen la religión como algo que

puede dar sentido y orientación en la vida, pero no es central ni esencial. Rogers, por ejemplo,

se basa en la creencia de que la persona humana es fundamentalmente buena, y los trastornos

de la personalidad son causados por el rechazo de uno mismo, reforzado por el medio

ambiente. Entonces, su propuesta de valores es sumamente subjetiva, sin verdades objetivas

basadas en la naturaleza humana. Él ignora completamente la realidad del pecado original, la

naturaleza caída de la persona humana, y el fin del hombre de conocer, amar, y estar en

comunión con Dios. (Catecismo de la Iglesia Catolica, p. 147). Maslow también propone la

autorrealización como camino dinámico hacia la plenitud, y en su propuesta de valores, añade

la importancia de reconocer e integrar las necesidades básicas de la persona. Fromm habla de la

ética humanista y de valores que llevan a una orientación productiva. El reconoce la ley natural,

pero cae en el mismo error de subjetividad, porque el fin de la persona no llega más allá que a

ella misma.

Los modelos ideales de vida humana ven las estructuras sociales y la autoridad como

impedimentos a la libertad, y hacen una distinción importante entre lo que es impuesto y lo que

se internaliza. Para Allport la persona necesita dar orientación y sentido a sus decisiones no por

mandatos impuestos desde fuera, sino por sus propios valores internalizados (Dicaprio, p. 280).

Rogers habla de la libertad como auto determinación donde la persona no es tan influida por las

expectativas de los demás. Fromm dice que “existe una diferencia significativa entre estar libre

de controles y estar libre para utilizar nuestras capacidades, facultades y recursos” (Dicaprio, p.
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358). En la terapia de Jung, la persona hace un proceso de individuación para hacer conscientes

los arquetipos primarios, integrarlos, y desarrollarlos. Así, ejerce su libertad para su propia

realización. En todas estas teorías hay un reconocimiento de la importancia de la libertad

interior, que la visión cristiana de la persona también apoya. Pero, sin un base en las leyes

naturales, esta libertad no tiene suficiente orientación. El role de la autoridad y la sociedad de

educar en estas verdades no es apreciado como parte esencial en la internalización porque el

sentido de la vida es algo que cada persona construye para sí misma.

En estos modelos no hay ninguna referencia a la verdad objetiva o a una dimensión

trascendente de la vida humana. No hay respuestas a las realidades del pecado, del mal, del

sufrimiento, ni a la muerte, que son inevitables. La explicación ofrecida del mal en el mundo del

cual hay que liberarse es la liberación de las estructuras de la sociedad. La solución está en

sobrepasar el condicionamiento interno de lo impuesto para realizarse en su potencialidad, y así

alcanzar la vida buena. Todo ello se queda corto en contraste con la propuesta de la vida

cristiana de las bienaventuranzas y la llamada a un proceso de conversión profunda y

transformadora en Cristo, por medio de la cual se construye su Reino y que también transforma

la sociedad (Catecismo de la Iglesia Catolica, p. 396).

La visión cristiana de la persona incluye el aspecto social. Estamos llamados a vivir la

comunión con un Dios que nos redime y nos ofrece el don de ser hijos adoptivos en Cristo, y así

hermanos de todas las personas creadas a su imagen y semejanza. La persona humana necesita

la vida social para desarrollarse plenamente en conformidad a su naturaleza humana, y se

expresa con sumo respeto del prójimo como “otro yo” (Catecismo de la Iglesia Catolica, p. 433).

El modelo de la vida ideal no ve la vida social así.


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La plenitud humana se entiende en todos los modelos ideales de vida buena como

autorrealización. Esto implica un proceso de conocimiento y aceptación personal que libera a la

persona de las expectativas de la sociedad y de la autoridad para descubrir su “yo” real y

potenciarlo a su máximo grado. Allport, Rogers, Maslow y Fromm enfatizaron la importancia de

la productividad, la comunidad, y el respeto a los demás. Jung explica el proceso terapéutico

que lleva a esta plenitud como proceso por el cual el “yo” llega a controlar la personalidad,

conociendo e integrando la sombra, los arquetipos, y la anima/animus. La madurez personal,

resultado de este proceso terapéutico, es equivalente a la plenitud. Casi todas las teoristas de

estos modelos están de acuerdo, con que muy pocas personas alcanzan esta madurez. Una

persona así vive en paz consigo misma, tiene relaciones sanas, aporta y participa en la

comunidad, y sigue creciendo progresivamente con el tiempo.

La visión cristiana da un énfasis mucho más importante a las relaciones interpersonales

en el crecimiento, la madurez, y la plenitud humana. En contraste a los modelos de vida buena,

otorga un papel central a las relaciones sanas e interdependientes en la formación de la

personalidad. La interdependencia, en contraste a la independencia o la dependencia, que en

los adultos puede ser una necesidad inapropiada del otro, es un vínculo libremente elegido

(Vitz, Nordling, & Titus, p. 134). El ideal de autorrealización así propuesto por este modelo pone

a la persona misma en el centro de su mundo, enfatiza la necesidad de independencia para

encontrarse a sí misma, y fácilmente puede caer en un egoísmo o un individualismo que no es

sano ni lleva a la persona a un crecimiento y plenitud.

Después de hacer esta revisión breve de tres teorías distintas de la personalidad

desde la visión cristiana de la persona humana, quiero destacar otro punto clave sobre la visión
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cristiana de la persona humana, que es la unión sustantiva del cuerpo y del alma. “Casi ninguna

teoría de la personalidad identifica nuestro cuerpo como importante en la comprensión de la

personalidad… y dado este descuido, algunos conciben que un yo podía crear su propio

significado sin referencia a la realidad externa y objetiva” (Vitz, Nordling, & Titus, pp. 131, 132).

Las implicaciones de una terapia para el crecimiento o la sanación de la personalidad que no

toma en cuente el cuerpo de esta persona como realidad externa y objetiva son muchas y muy

serias. Pero, el hecho que las teorías de la personalidad no lo toman en cuenta no es

sorprendente, dado que la gran mayoría no toman en cuenta las realidades e implicaciones de

la ley natural inscrita en el corazón humano tampoco. Estas omisiones de reconocer la realidad,

en su visión de la persona humana, tienen implicaciones terapéuticas significativas y limitan el

bien que estas terapias pueden hacer en ayudar a las personas a llegar a su plenitud.

No cabe duda de que el trabajo de estos psicólogos ha contribuido a nuestra

comprensión de la persona humana, y ha dado una aportación significativa para la sanación de

la persona. Al mismo tiempo, la teología y filosofía cristiana nos ofrecen sabiduría para poder

integrar cada una de estas aportaciones en una visión más completa de la persona humana.

Debemos acoger y apreciar lo que la ciencia aporta, pero saber encajarlo dentro de una visión

integrada para que ninguna dimensión de la persona humana sea omitida. Así, seguimos

buscando servir al bien de las personas, para que tengan “ vida en abundancia” (Jn 10:10) ahora

en le tierra, y para toda la eternidad en el cielo.


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Textos Citados

Dicaprio, S. N. (1984). Teorias de la personalidad. Mexico, DF: Nueva Editorial Interamericana.

Galindo, A. L. (1991). Teorias de la personalidad y antropologia cristiana en el marco de los

ejercicios. Psicologia y ejercicios. Ed. Mensajero-Sal Terrae, Bilboa, 231-252.

La Iglesia Catolica. (1993). Catecismo de la Iglesia Catolica. GETAFE Madrid: Libreria Editrice

Vaticano.

Vitz, D. P., Nordling, J. W., & Titus, C. S. (2021). Un meta-modelo cristiano catolico de la persona:

Integracion con la psigologia y la practica de al salud mental. Madrid: Universidad

Francisco de Vitoria.
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