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“La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está
sano”
(San Agustín)
La verdadera espiritualidad implica inclusión y amor por todos, por lo tanto ninguna
persona es más espiritual que otra porque pertenezca o no a una disciplina. Más
bien cada quien sigue un camino y procura hacerlo lo mejor que sabe y cada uno
de sus actos no son más que las consecuencia de su sistema de pensamiento.
La soberbia espiritual es una de las mayores trampas del ego, porque nos sitúa en
un lugar superior y nos desvía de nuestra esencia porque nos aleja del
amor, porque este incluye a todos y en ningún momento deja a nadie afuera.
Desde el mismo momento que nos situamos en un nivel superior, nos colocamos
una máscara y colgamos un gran candado sobre nuestro sistema de creencias,
imposibilitando el ser capaces de agradecer las perlas de sabiduría de los que se
cruzan en nuestro camino, por la falsa creencia de pensar que ya sabemos todos
y que esa sabiduría es la correcta.
Se siente tanto apego a las creencias que nos volvemos fanáticos de ellas,
cerrando nuestra mente porque está llena, no dejando espacio para el vacío
existencial de “la nada” y la paz que conlleva. La soberbia nos lleva a no saber
reconocer nuestros errores, dejando de exigirnos a nosotros mismos por
considerarse perfectos y por otra parte midiendo a los demás con un juicio
discriminatorio y altivo.
El orgullo que nace de la soberbia, nos aparta de la Verdad, que es Dios mismo,
pues nos hace creer, que todo gira a nuestro alrededor, que nosotros somos el
centro del centro y por lo tanto, lo que nosotros pensamos y deseamos, es la
verdad. Salvador Canals, escribe diciendo: “El incrédulo es un ciego que atraviesa
el mundo y ve las cosas creadas, sin descubrir a Dios. El soberbio descubre y ve
a Dios en la naturaleza pero no logra descubrirlo y verlo en sí mismo”.
Esta es nuestra gran tragedia que no tenemos noción del pecado de soberbia.
Nunca buscamos ni deseamos la humillación, que es gran remedio para irnos
curando de nuestra soberbia, porque repito en mayor o menor grado, la soberbia
nos tiene cogidos. Nadie en este tema podemos tirar la primera piedra.
Desde luego como siempre ocurre cuando se ocupa uno de un vicio o una virtud,
siempre varias clases de ellos y de ellas. En el caso de la soberbia tenemos una
clase muy especial que Dios la tiene una especial repugnancia, es el orgullo
espiritual fruto de la soberbia espiritual. San Agustín nos dice: “Cuanto más
convencidos están de su propia rectitud, tanto más atienden a los pecados y faltas
de los demás, de todos los que les rodean”. De la creencia en nuestra propia
rectitud y santidad de vida, nos nace la soberbia y de esta el orgullo espiritual.
Recuerda que el Gran Amor de Dios ha puesto Dones en Ti y se crees que eres el
Único o el Mejor, Nunca olvides la respuesta de Dios a Elías “NO CREAS QUE
ERES EL ÚNICO. HAY SIETE MIL MEJORES QUE TU, QUE ME HE
RESERVADO PARA HACER TU TRABAJO”