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TEXTO Nº 1

LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

“LA SOPA DE PIEDRA”


No, no quería volver al viejo
sistema…Verdad es que lo hubiera
conseguido todo de estos indios,
pero había que echarles encima el
caballo, sujetar las riendas con la
mano izquierda, y, con la derecha,
empuñando el látigo, ensangrentar
los hombros morenos, gritando al
mismo tiempo las mejores
interjecciones de la lengua
española, que tiene tantas. Gracias
a lo cual, el mismo indio que os ha
negado en esas soledades toda
bebida y comida , encuentra
instantáneamente debajo de tierra
una gallina y una linda calabaza espumante sedientos…No; Pedro Leal no
acudiría al viejo sistema.
Allí estaba en la placida de la aldea, atontado, plantado encima de su
caballo, mientras su criado, un mestizo avispado, se impacientaba, aconsejandole
en voz baja:
-¡Pégueles no más, patroncito! Le darán todo, se lo juro.
Pero es pernicioso haber estudiado las layes romanas y los códigos
franceses en una Universidad de Lima cuando tiene uno que vérselas con los
indios de pura cepa. Pedro Leal corría grave peligro de quedarse sin comer al
filo de mediodía, en esta pascana de los Andes, donde hacia frío de repente,
después de unas horas de cabalgada bajo un sol agobiador por las morenas
montañas peladas.

Un círculo de indios en cuclillas le miraba apenas, solapadamente. Uno de


ellos, el más viejo, cuyos piojos ostentosos danzaban en un pelambre una
zarabamba luminosa, había tomado su flauta de caña y se quedaba uno
estupefacto al ver fluir música tan tierna de los labios de aquel “virtuoso”
harapiento. Hermosísima, vestida como la Virgen María de los grabados, una mujer
joven hacia sacado sin miramientos un seno límpido, veteado de un celeste azul
peruano, para responder a las exigencias de una criatura que, colgaba a su
espalda, prorrumpía en reivindicaciones, envuelta en un poncho escarlata. Viendo

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lo cual. Natalicio, el criado, dijo a su patrón, con una sonrisa triste que ocultaba
sin duda un reproche:
-¡Si al menos nos hiciera mamar un poquito…!
Bien comprendía Pedro Leal que su peón le despreciaba un poco por no
haber obtenido inmediatamten una buena comida, látigo en mano. Gimoteando
como de costumbre, los indios habían repetido hacia un momento su habitual
manan taita (no hay nada, padre o señor). Pero “de seguro que mentían como
chinos”. La prueba, ese gran fuego de estiércol de llama, sobre el cual hervían ya
el agua y las hierbas para la sopa. Pedro Leal y su peón Natalicio habían
llegado, sin duda, cuando los indios iban a añadir a ella el buen chuño, la gallina
con maíz, un poco de charqui de llama. Los hermanos vivos de la llama
sacrificada se encontraban allí, de rodillas, en la plaza, mirando a la nieve de las
cimas con indolencias.
Súbitamente recordó Pedro Leal que partencia a la raza sutil de la que han
salido, para el mundo asombrado, las más hermosas mentiras. Apeóse
pausadamente del caballo, y ordenó a Natalicio, su peón, que le siguiera; se
aproximó al fuego, y añadido a él unas cuantas boñigas de llama, que estallaron
con un hedor nauseabundo. En el centro mismo de la placita se alzaba uno de
esos adoratorios indios testimonio de una antigua batalla o tumba de un jefe
de tiempos pretéritos –al que todos los pastores que pasan echa
respetuosamente una piedra para conjurar a los espíritus. Pedro Leal había
tomado en la mano algunas piedras negras, pulidas Dios sabe por qué río lejano,
y las echó en la gran olla de tierra cocida, diciendo sencillamente, pero con voz
fuerte:
-¡Ya verás cómo hacemos con esto una sopa exquisita!
El flautista piojoso había interrumpido, a pesar suyo, su canción de amor
y de tedio; la hermosa india cubrió su vía láctea con su manto violeta, como con
una nube crepuscular, y hasta las bestias parecieron comprender. La cosa
empezaba a ser apasionante. Este hombre blanco era, sin duda, un mágico
prodigioso.
Hay que tener paciencia con la raza más paciente del mundo. Pedro Leal la
tuvo. A veces, cuando una llama se arrodilla, es inútil querer levantarla a
puntapiés; antes se dejaría matar. Pero el indio fraternal y sensato se tumba
cerca de ella, con un montón de piedras que lanza blandamente de cuando en
cuando, hasta que la bestia, nerviosa, se yergue en vilo. El sistema de Pedro Leal
era, poco más o menos, semejante. Sentado en tierra, disparaba su revólver
contra los cóndores, como si quisiera hacerlos caer en su sancochado. Otras
veces, yendo a buscar una nueva piedra a a apacheta (adoratorio), la echaba al
agua hirviente.
En fin: una mujer impaciente, como toda la raza de cabellos largos, una Eva
morena y friolera, no pudo soportar más aquel suplicio silencioso y vino a decir
al taita, con una sonrisa zalamera y en un español deplorable:
-Tú comiendo piedras, pues!.
Con la mayor seriedad, Pedro Leal juntó las yemas de los dedos, se las
llevó a los labios y expresó con un beso de satisfacción la delicia que le
esperaba.
Desconfiados aún, pero preparados desde hace siglos para todos los
milagros, los indios se apasionaban por esta historia. ¿Cómo? ¿Había aquí tantas
piedras que se podían transformar en comestibles y nadie había pensado en
ello hasta ahora? Cuchichearon algo al oído de la joven india, que, más simpática
que los otros, debía agradar al hombre blanco. Se acercó a él, medio temerosa,
medio burlona:

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-No, taita; mejor con una gallina, chuñitos.
Evidentemente, quizá estuviera mejor hacer un caldo con pollo y con papas;
pero Pedro Leal dio a entender, con perfecta indiferencia, que todo ello le traía
sin cuidado. Tal como estaba su sopa seria exquisita dentro de una hora, dos
horas a lo sumo, cuando las piedras hubieran tenido tiempo de derretirse. Por lo
demás, como las piedras eran sagradas, podía esperarse cualquier cosa.
¡Caraspita!, había que mimar bien a aquel brujo blanco para que
enseñase a lo pobre gente de la sierra la manera de servirse de las piedras.
Dejando a su crío bregar en el suelo con una minúscula llama de lana parda, la
bella india desapareció un momento en su cabaña y volvió en seguida con
una magnifica gallina cebada, maíz tierno y morado como el que se entierra con
los muertos, y esas patatas heladas, el chuño del país, que hace tan sabrosa la
olla de la sierra. Rápida, antes de que Pedro Leal tuviese tiempo de impedírselo,
echo todas aquellas ricas cosas en la extraña comida del taita, excusándose
humilde:
-¡Más mejor, padrecito!
El taita se encogió de hombros para hacer ver cumplidamente que aquello
no añadida nada al saco, y, dos horas, más tarde, se hacia preparar en la choza,
por todos los indios entusiasmados. Sobre su poncho extendido por tierra como
un mantel, el mejor almuerzo que había probado desde hacia mucho tiempo. Allí
se saboreó un queso de cabra fresquísimo, guardado por los indios en las
grandes hojas de plátano; una chicha sublime, apenas fermentada; pero él, sobre
todo, hizo admirar a todos su sopa de piedras……
¿Las piedras? No se encontraron en el fondo de la olla. Más tarde, hacia las
siete, cuando los cóndores emprendían ya, sobre las nubes navegables, la ruta
de los glaciares rojos, Pedro Leal se alejó, colmado de dones, con su fiel
Natalicio.
Entonces, el mestizo insolente y chancero, orgulloso de su amo, quiso
mostrar su estupidez a aquellos chanchos que se habían dejado engañar “como
chinos”. Para abrumarlos, sacó triunfalmente de su poncho, caliente aún, las
piedras que había retirado de la sopa antes de servirla.
Pero los indios nunca creen en las mejores tretas, y desde ese día, en
aquella inocente aldea de mi tierra, se añaden piedras santas para hacer más
sabroso el caldo de gallina.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

Vocabulario: Con ayuda del diccionario anota el significado de las


siguientes palabras:

a) Pascana: …………………………………………………………………………………

b) Zarabanda: …………………………………………………………………………………

c) Veteado: …………………………………………………………………………………

d) Estiércol: …………………………………………………………………………………

e) Boñiga: …………………………………………………………………………………

f) Zalamera: …………………………………………………………………………………

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Preguntas de Comprensión: Responde a las siguientes preguntas:

1. ¿Quién es el protagonista de este cuento y qué problema tiene? ¿Qué


otros personajes importantes intervienen?
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2. ¿Qué palabras emplearías para decir cómo son Pedro Leal y los indios
que le ayudan a preparar la sopa de piedras? Escribe en cada caso una
sola palabra para definirlos.
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3. ¿Cómo podrías demostrar que los hechos narrados transcurren en el


Perú?
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4. ¿Cuánto tiempo real calculas que debe durar esta historia?


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5. En el trato con los indios, ¿Por qué Pedro Leal no quería volver al viejo
sistema? ¿En qué consistía ese viejo sistema?
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6. ¿Qué es lo que súbitamente recordó Pedro Leal y qué hizo inmediato?
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7. ¿Qué pensaron los indios de lo que estaba haciendo este hombre


blanco?
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8. Afirma el autor que hay que tener paciencia con la raza más paciente
del mundo. ¿Pedro Leal la tuvo? Explica tu respuesta.
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9. ¿Quién interrumpe la angustia espera que prevalece mientras dura la
preparación de la maravillosa sopa de piedras? ¿De qué modo dialoga
esta persona con Pedro Leal?
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10. ¿Qué decide por fin la joven india al ver que el misterioso personaje
escucha indiferente su ofrecimiento de entregar pollo y chuños para la
sopa?
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11. ¿Que ocurrió dos horas más tarde?


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12. ¿Que pasó con las piedras?


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13. ¿Creyeron los indios en la treta del hombre blanco? Explica tu respuesta.
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Razonamiento Verbal: Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes


palabras:

Sinónimo Antónimo

a) Empuñar …………………………………. ………………………………….

b) Sediento …………………………………. ………………………………….

c) Nervioso …………………………………. ………………………………….

d) Zalamera …………………………………. ………………………………….

e) Agrado …………………………………. ………………………………….

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TEXTO Nº 2

LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

“EL VUELO DE LOS CÓNDORES”


Aquel día demoré en la calle y no sabía qué decir al volver a casa. A las
cuatro salí de la Escuela, deteniéndome en el muelle, donde un grupo de curiosos
rodeaba a unas cuantas personas. Metido entre ellos supe
que había desembarcado un rico,
-Ese es el barrista –decían unos, señalando a un
hombre de mediana estatura, cara angulosa y grave, que
discutía con los empleados de la aduana.
-Aquel es el donador.
Y señalaban a un sujeto hosco, de cónica patilla,
con gorrita, polainas, foete y cierto desenfado en el
andar.
Le acompañaba una bella mujer con flotante velo
lila en el sombrero; llevaba un perrillo atado a una cadena
y una maleta.
-Este es el payaso –dijo alguien.
El buen hombre volvió la cara vivamente:
-¡Qué rico!
-Así son en la calle.
Era éste un joven alto, de movibles ojos, respingada nariz y ágiles
manos. Pasaron luego algunos artistas más; y cogida de la mano de un hombre
viejo y muy grave, una niña blanca, muy blanca, sonriente, de rubios cabellos,
lindos y morenos ojos. Pasaron todos. Seguí entre la multitud aquel desfile y los
acompañé hasta que tomaron el cochecito, partiendo entre la curiosidad
bullanguera de las gentes.
Yo estaba dichoso por haberlos visto. Al día siguiente
contaría en la Escuela quiénes eran, cómo eran, y qué
decían. Pero encaminándome a casa me di cuenta de que
ya estaba obscureciendo. Era muy tarde. Ya habrían comido.
¿Qué decir? Sacóme de mis cavilaciones una mano
posándose en mí hombro.
-¡Cómo! ¿Dónde has estado?
Era mi hermano Anfiloquio. Yo no sabía qué
responder.
-Nada –apunté con despreocupación forzada –que salimos tarde del
colegio.
-No puede ser, porque Alfredito llegó a su casa a las cuatro y cuarto….
Me perdí. Alfredito era hijo de don Enrique, el vecino; le habían preguntado
por mi y había respondido que salimos juntos de la Escuela. No había más.

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Llegamos a casa. Todos estaban serios. Mis hermanos no se atrevían a decir
palabra. Felizmente, mi padre no estaba y cuando fui a dar el beso a mamá,
ésta sin darle la importancia de otros días, me dijo fríamente:
-Cómo, jovencito, ¿éstas son horas de venir?...
Yo no respondí nada. Mi madre agregó:
-¡Está bien!...
Metíme en mi cuarto y me senté en la cama con la cabeza inclinada. Nunca
había llegado tarde a mi casa. Oí un manso ruido: levanté los ojos. Era mi
hermanita. Se acercó a mí tímidamente.
-Oye –me dijo tirándome del brazo y sin mirarme de frente-, anda a
comer…
Su gesto me alentó un poco. Era mi buena confidencia, mi abnegada
compañera, la que se ocupaba de mí con tanto interés como de ella misma.
-¿Ya comieron todos? Le interrogué.
-Hace mucho tiempo. ¡Si ya vamos a acostarnos! Ya van a bajar el farol.
-Oye -le dije -¿y qué han dicho?...
-Nada; mamá no ha querido comer…
Yo no quise ir a la mesa. Mi hermana salió y volvió al punto trayéndome a
escondidas un pan, un plátano y unas galletas que le habían regalado en la
tarde.
-Anda, come, no seas zonzo. No te van a hacer nada…Pero eso sí, no lo
vuelvas a hacer…
-No, no quiero.
-Pero oye, ¿Dónde fuiste?...
Me acordé del circo. Entusiasmado pensé en aquel admirable circo que
había llegado, olvidé a medias mi preocupación, empecé a contarle las maravillas
que había visto. ¡Eso era un circo!.
-Cuantos volatineros hay le decía, un barrista con unos brazos muy
fuertes; un domador muy feo, debe ser muy valiente porque estaba muy serio. ¡Y
el oso! ¡En su jaula de barrotes, husmeando entre las rendijas! ¡Y el
payaso!....!Pero qué serio es el payaso! Y unos hombres, un montón de
volantineros, el caballo blanco, el mono, con su saquito rojo, atado a aun
cadena. ¡Ah, es un rico esplendido!
-¿Y cuándo dan función?
-El sábado. ..
E iba a continuar, cuando apareció la criada:
-Niñita. ¡A acostarse!
Salió mi hermana. Oí en la otra habitación la voz de mi madre que la
llamaba y volví a quedarme solo, pensando en el circo, en lo que había visto y
en el castigo que me esperaba.
Todos se habían acostado ya.
Apareció mi madre, sentóse a mi lado y me dijo que había hecho muy mal.
Me riñó blandamente, y entonces tuve claro concepto de mi falta. Me acordé de
que mi madre no había comido por mí; me dijo que no se lo diría a papá, porque
no se molestase conmigo. Que yo la hacia sufrir, que yo no la quería…
¡Cuán dulces eran las palabras de mi pobrecita madre! ¡Qué mirada tan
pesarosa con sus benditas manos cruzadas en el regazo! Dos lagrimas cayeron
juntas de sus ojos, y yo, que hasta ese instante me había contenido, no pude
más y , sollozando, le besé las manos. Ella me dio un beso en la frente. ¡Ah,
cuán feliz era, qué buena era mi madre, que sin castigarme me había
perdonado!.

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Me dio después muchos consejos, me hizo rezar “el bendito”, me ofreció la
mejilla, que besé, y me dejó acostado.
Sentí ruido al poco rato. Era mi hermanita. Se había escapado de su cama
descalza; echó algo sobre la mía, y me dijo volviéndose a la carrera y de puntitas
como había entrado:
-Oye, los dos centavos para ti, y el trompo también te lo regalo.

II
Soñé con el circo. Claramente aparecieron en mi sueño todos los
personajes. Vi desfilar a todos los animales. El payaso, el oso, el mono, el
caballo, y, en medio de ellos, la niña rubia, delgada, de ojos negros, que me
miraba sonriente. ¡Qué buena debía ser esa criatura tan callada y delgaducha!
Todos los artistas se agrupaban, bailaba el oso, pirueteaba el payaso, giraba en la
barra el hombre fuerte, en su caballo blanco daba vueltas al circo una bella
mujer, y todo se iba borrando en mi sueño, quedando sólo la imagen de la
desconocida niña con su tristeza y dulce mirada lánguida.
Llegó el sábado. Durante el almuerzo, en mi casa, mis hermanos hablaron
del circo. Exaltaban la agilidad del barrista, el mono era un prodigio, jamás había
llegado un payaso más gracioso que “Confitito”, qué oso tan inteligente; y
luego…todos los jóvenes de Pisco iban a ir aquella noche al circo…
Papá sonreía aparentando seriedad. Al concluir el almuerzo sacó
pausadamente un sobre.
-¡Entradas! –cuchichearon mis hermanos.
-¡Sí, entradas! ¡Espera!...
-¡Entradas! –insistía el otro.
El sobre fue a poder de mi madre.
Levantándose papá y con él la solemnidad de la mesa; y todos saltando de
nuestros asientos, rodeamos a mi madre.
-¿Qué es? ¿Qué es?...
-Estarse quietos o….!no hay nada!
Volvimos a nuestros puestos. Abrióse el sobre y ¡oh, papelillos morados!.
Eran las entradas para el circo; venia dentro de un programa. ¡Qué
programa! ¡Con letras enormes y con los artistas pintados! Mi hermano mayor
leyó. ¡Qué admirable maravilla!.
El afamado barrista Kendall, el hombre de goma; el célebre domador
Mister Glandys; la bellísima amazona.
Miss Blutner con su caballo blanco, el caballo matemático; el graciosísimo
payaso “Confitito”, rey de los payasos del Pacifico, y su mono; y el extraordinario
y emocionante espectáculo “El vuelo de los cóndores”, ejecutado por la
pequeñísima artista Miss Orquídea.
Me dio una corazonada. La niña no podía ser otra…Miss Orquídea. ¿Y esa
niña frágil y delicada iba a realizar aquel prodigio? Celebraron alborozados mis
hermanos el circo, y yo, pensando, me fui al jardín, después a la Escuela, y
aquella tarde no atrevesé palabra con ninguno de mis camaradas.

III
A las cuatro salí del colegio, y me encaminé a casa. Dejaba los libros cuando
sentí ruido y las carreras atropelladas de mis hermanos.
-¡El “convite”! ¡El “convite”! …
-¡Abraham, Abraham! –gritaba mi hermanita -¡Los volatineros!.

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Salimos todos a la puerta. Por el fondo de la calle venia un grupo enorme
de gente que unos cuantos músicos precedían. Avanzaron. Vimos pasar la
banda de músicos con sus bronces ensortijados y sonoros, el bombo iba
delante dando atronadores compases, después en un caballo blanco, la artista
Miss Blutner, con su ceñido talle, sus rosadas piernas, sus brazos desnudos y
redondos. Precioso atavío llevaba el caballo, que un hombre con casaca roja y
un penacho en la cabeza, lleno de cordones, portaba de la brida; después iba
Mister Kendall, en traje de oficio, mostrando sus musculosos brazos, en otro
caballo. Montaba el tercero Miss Orquídea, la bellísima criatura, que sonreía
tristemente; en seguida el mono, muy engalanado, caballero en un asno
pequeño, y luego “Confitito”, rodeado de muchedumbre de chiquillos que
palmoteaban a su lado llevando el compás de la música.
En la esquina se detuvieron y “Confitito entonó al son de la música esta
copla:
Los jóvenes de este tiempo
usan flor en el ojal
y dentro de los bolsillos
no se les encuentra un real.

Una algazara estruendosa coreó las últimas palabras del payaso. Agitó éste
su cónico gorro, dejando al descubierto su pelada cabeza. Rompió el bombo la
marcha y todos se perdieron por el fin de la plazoleta hacia los rieles del
ferrocarril para encaminarse al pueblo. Una nube de polvo los seguía y
nosotros entramos a casa nuevamente, en tanto que la caravana multicolor y
sonora se esfumaba detrás de los toñuces, en el salitroso camino.

IV
Mis hermanos apenas comieron. No veíamos la hora de llegar al circo.
Vestiamonos todos, y listos, nos despedimos de mamá . mi padre llevaba su
“Carlos Alberto”. Salimos, atravesamos la plazuela, subimos la calle del tren, que
tenía al final una baranda de hierro, y llegamos al cochecito, que agitaba su
campana. Subimos al carro, sonó el pitear de partida; una trepidación; soltése
el breque, chasqueó el látigo, y las mulas halaron.
Llegamos por fin al pueblo y poco después al circo. Estaba en una
estrecha calle. Un grupo de gentes se estacionaban en la puerta que iluminaban
dos grandes aparatos de bencina de cinco luces. A la entrada, en la acera,
había mesitas, con pequeños toldos, donde en floreados vasos con las armas
de la patria estaba al espumosa blanca chicha de maní, la amarilla de garbanzos
y la dulce de “bonito”, las butifarras, que eran panes en cuya boca abierta el ají
y la lechuga ocultaban la carne; los platos con cebollas picadas en vinagre, la
fuente de “escabeche” con sus yacentes pescados, “la causa”, sobre cuya
blanda masa reposaba graciosamente el rojo de los camarones, el morado de
las aceitunas, los pedazos de queso, los repollos verdes y el “pisco” oloroso,
alabado por las vendedoras…
Entramos por un estrecho callejoncito de adobes, pasamos un espacio
pequeño donde charlaban gentes, y al fondo, en un inmenso corralón,
levantabase la carpa. Una gran carpa, de la que salían gritos, llamadas, piteos,
risas. Nos instalamos. Sonó una campanada.
-¡Segunda! –gritaron todos, aplaudiendo.
El circo estaba rebosante. La escalonada muchedumbre formaba un gran
círculo, y delante de los bajos escalones, separada por un zócalo de lona, la

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platea, y entre ésta y los palcos que ocupábamos nosotros, un pasadizo. Ante
los palcos estaba la pista, la arena donde iban a realizarse las maravillas de
aquella noche.
Sonó largamente otro campanillazo.
-¡Tercera! ¡bravo, bravo!
La música con el programa: “Obertura por la banda”. Presentación de la
compañía. Salieron los artistas en doble fila. Llegaron al centro de la pista y
saludaron a todas las partes con una actitud uniforme, graciosa y peculiar; en el
centro, Miss Orquídea con su admirable cuerpecito, vestido de punto, con
zapatillas rojas, sonreía.
Salió el barrista, gallardo, musculoso, con sus negros, espesos y retorcidos
bigotes. ¡Que bien peinado! Saludó. Ya estaba lista la barra. Sacó un pañuelo de
un bolsillo secreto en el pecho, colgase, giró retorcido vertiginosamente, paróse
en la barra, pendió de corvas, de brazos, de vientre; hizo rehiletes y, por fin, dio
un gran salto mortal y cayó en la alfombra, en el centro del circo. Gran
aclamación. Agradecido. Después todos los números del programa. Pasó Miss
Blutner corriendo en su caballo; contó éste con la pata desde uno hasta diez; a
una pregunta que le hizo su ama de si dos y dos eran cinco, contestó
negativamente con la cabeza, en convencido ademán.
Salió Mister Glandys con su oso; bailó éste acompañado
y socarrón, pirueteo el mono, se golpeó varias veces
el payaso y, por fin, el público exclamó al terminar el
segundo entreacto:
-¡El vuelo de los cóndores!.

V
Un estremecimiento recorrió todos mis nervios.
Dos hombres de casaca roja pusieron en el circo, uno
frente a otro, unos estrados altos, altísimos, que
llegaban hasta tocar la carpa. Dos trapecios colgados
del centro mismo de ésta oscilaban. Sonó la tercera
campanada y apareció entre los artistas Miss Orquídea,
con su apacible sonrisa; llegó al centro, saludó
graciosamente, colgase de una cuerda y la ascendieron
al estrado. Paróse en él delicadamente, como una
golondrina en un alero breve. La prueba consistía en
que la niña tomase el trapecio, que pendiendo del centro,
le acercaban con sus cuerdas a la mano, y, colgada de él,
atravesara el espacio, donde otro la esperaba, debiendo
en la gran altura cambiar de trapecio y detenerse
nuevamente en el estrado opuesto.
Se dieron las voces, se soltó el trapecio opuesto, y
en el suyo la niña se lanzó mientras el bombo detenía
la música –producía un ruido siniestro y monótono.
¡Qué miedo, qué dolorosa ansiedad! ¡Cuánto habría dado
yo porque aquella niña rubia y triste no volase!
Serenamente realizó la peligrosa hazaña. El público
silencioso y casi inmóvil la contemplaba, y cuándo la niña se instaló
nuevamente en el estrado y saludó segura de su triunfo, el público la aclamó
con vehemencia. La aclamó mucho. La niña bajo, el público seguía aplaudiendo.
Ella, para agradecer, hizo unas pruebas difíciles en la alfombra, se curvó, su

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cuerpecito se retorcía como un aro, y enroscada, giraba, giraba como un extraño
monstruo, el cabello despeinado, el color encendido. El público aplaudía más,
más. El hombre que la traía en la muelle de la mano habló algunas palabras con
lo otros.
La prueba iba a repetirse.
Nuevas aclamaciones. La pobre niña obedeció al hombre adusto caso
inconscientemente. Subió. Se dieron las voces. El público enmudeció, el silencio
se hizo en el circo y yo hacia votos, con los ojos fijos en ella, porque saliese
bien de la prueba. Sonó una palmada y Miss Orquídea se lanzó… ¿Qué le pasó a
la pobre niña? Nadie lo sabía. Cogió mal el trapecio, se soltó a destiempo,
titubeo un poco, dio un grito profundo, horrible , pavoroso y cayó como una
avecilla herida en el vuelo, sobre la red del circo, que la salvó de la muerte.
Rebotó en ella varias veces. El golpe fue sordo. La recogieron, escupió y vi
mancharse de sangre su pañuelo, perdida en brazos de esos hombres y en medio
del clamor de la multitud.
Papá nos hizo salir, cruzamos las calles, tomando el cochecito, y yo, mudo y
triste, oyendo los comentarios, no sé qué cosas pensaba contra esa gente. Por
primera vez comprendí entonces que había hombres muy malos…

VI
Pasaron algunos días. Yo recordaba siempre con tristeza a la pobre niña; la
veía entrar al circo, vestida de punto, sonriente, pálida; la veía después caída,
escupiendo sangre en el pañuelo, ¿Dónde estaría? El circo seguía funcionando.
Mi padre no quiso que fuéramos más. Pero ya no daban “El vuelo de los
cóndores”. Los artistas habían querido explotar la piedad del público haciendo
palpable la ausencia de Miss Orquídea.
El sábado siguiente, cuando había vuelto de la Escuela, y jugaba en el
jardín con mi hermana, oímos música.
-¡El convite! ¡Los volatineros!..
¡Con qué ansia vi acercarse el desfile! Pasó el bombo sordo con sus
golpes definitivos, los músicos con sus bronces ensortijados, los platillos
estridentes, los acróbatas, y después el caballo de Miss Orquídea, solo, con un
resto de la farándula, el mono impasible haciendo sus eternas muecas sin
sentido..
¿Dónde estaba Mis Orquídea?...
No quise ver más; entré a mi cuarto y por primera vez, sin saber por qué,
lloré a escondidas la ausencia de la pobrecita artista.

VII
Algunos días más tardes, al ir, después del almuerzo, a la Escuela, por la
orilla del mar, al pie de las casitas que llegan hasta la ribera y cuyas escalas
mojan las olas a ratos, salpicando las terrazas de madera, sentéme a descansar,
contemplando el mar tranquilo y el muelle, que a la izquierda quedaba. Volví la
cara al oír unas palabras en la terraza que tenía a mi espalda y vi algo que me
inmovilizó. Vi una niña muy pálida, muy delgada, sentada, mirando desde allí el
mar. No me equivocaba: era Miss Orquídea, en un gran sillón de brazos, envuelta
en una manta verde, inmóvil.
Me quedé mirándola largo rato. La niña levantó hacia mí los ojos y me
miró dulcemente. ¡Cuán enferma debía estar! Seguí a la Escuela y por la tarde
volví a pasar por la casa. Allí estaba la enfermita, sola. La miré cariñosamente
desde la orilla; esta vez la enfermera sonrió, sonrió. ¡Ah, quién pudiera ir a su

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lado a consolarla! Volví al otro día, y al otro, y así durante ocho días. Éramos
como amigos. Yo me acercaba a la baranda de la terraza, pero no hablábamos.
Siempre nos sonreíamos mudos y yo estaba mucho tiempo a su lado.
Al noveno día me acerqué ala casa. Miss Orquídea no estaba. Entonces tuve
una sospecha; había oído decir que el circo se iba pronto. Aquel día salía vapor.
Eran las once, crucé la calle y atravesé el jirón de Aduana. En el muelle vi a
algunos de los artistas con maletas y líos, pero la niña no estaba. Me encaminé
a la punta del muelle y éspere en el embarcadero. Pronto llegaron los artistas en
medio de gran cantidad de pueblo y de granujas que rodeaban al mono y al
payaso. Y entre Miss Blutner , cogida y Kendall, cogida de los brazos, caminando
despacio tosiendo, tosiendo, la bella criatura. Me tíme entre las gentes para
verla bajar al bote desde el embarcadero. La niña buscó algo con los ojos, me
vio, sonrió muy dulcemente conmigo y me dijo al pasar junto a mí:
-Adiós…..
-Adiós…
Mis ojos la vieron bajar en brazos de Kendall al botecillo inestable; la
vieron alejarse de los mohosos barrotes del muelle; y ella me miraba triste con
los ojos húmedos; sacó su pañuelo y lo agitó mirándome; yo la saludaba con la
mano, y así se fue esfumando, hasta que sólo se distinguía el pañuelo como
una ala rota, como una paloma agonizante, y por fin, no se vio más que el bote
pequeño que se perdía tras el vapor…
Volví a mi casa y a las cinco salí de la Escuela, sentado en la terraza de la
casa vacía, en el mismo sitio que ocupara la dulce amiga, vi perderse a lo lejos
en la extensión marina el vapor, que manchaba con su cabellera de humo el
cielo sangriento del crepúsculo.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

Vocabulario: Con ayuda del diccionario anota el significado de las


siguientes palabras:

a) Husmear: …………………………………………………………………………………

b) Volatinero: …………………………………………………………………………………

c) Regazo: …………………………………………………………………………………

d) Lánguida: …………………………………………………………………………………

e) Exaltar: …………………………………………………………………………………

f) Afamado: …………………………………………………………………………………

Preguntas de Comprensión: Responde a las siguientes preguntas:

13
1. ¿Qué palabras emplearías para decir cómo son Abraham y Miss
Orquídea? Escribe una sola palabra para definir a cada personaje.
________________________________________________________________

________________________________________________________________
2. ¿En qué lugar ocurren los hechos? ¿Cómo es ese lugar?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

3. ¿Qué día de la semana empieza el relato? ¿Qué día trajo el padre las
entradas para el circo? ¿Cómo lo sabes?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

4. ¿Por qué demoró Abraham al volver del colegio?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

5. ¿De qué hablan Abraham y su hermanita cuando quedan solos?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

6. Apenas sale la hermana, ¿Quién ingresa al cuarto del niño? ¿Qué hace
esta persona? ¿Cómo reacciona Abraham?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

7. ¿Qué es lo que ve Abraham en su sueño?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

8. ¿Qué sorpresa da el padre a toda la familia cuando llega el sábado?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

9. ¿Qué números anunciaba el programa? ¿Qué corazonada tuvo


Abraham?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

10. ¿Dónde estaba ubicado el circo? ¿Qué había a la entrada?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

14
11. ¿En qué consistía el acto denominado “el vuelo de los cóndores”? ¿Qué
ocurre con Miss Orquídea cuando la prueba se repite?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

12. ¿Cómo fue el “convite” que se realizó después de algunos días?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

13. ¿Cómo pudo ver Abraham a Miss Orquídea? ¿Qué es lo que tenía la
niña?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

Razonamiento Verbal: Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes


palabras:

Sinónimo Antónimo

a) Pavoroso …………………………………. ………………………………….

b) Alabado …………………………………. ………………………………….

c) Inmenso …………………………………. ………………………………….

d) Traicionar …………………………………. ………………………………….

e) Descalza …………………………………. ………………………………….

TEXTO Nº 3
15
LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

“EL PUMA AZUL”

El puma vuelve a la noche siguiente. Y otra más. Y otra todavía. Los cholos
comentan sus perjuicios maldiciendo a la vez los garrotes y machetes inútiles,
las escopetas que se atracan y los revólveres que no aciertan.
-¡Ta endañinada la fiera!
-¡Sia de cayer!
Entró al redil de doña Mariana, vez tras vez. El Encarna estuvo con copeta
al pie de un cedro, esperando toda la noche, y cuando llegó e iba a dispararle, el
arma falló, escuchándose únicamente el risible golpecito del gatillo. El Arturo, que
se hallaba acurrucado al filo de la empalizada, le hizo dos disparos, pero sólo
consiguió matar dos cabras.
Entonces hay que almorzar las cabras y se va al bohío de doña Mariana,
quien se ha esmerado en guisarlas a ver si los cazadores se sienten agradecidos
y dan una batida en regla.
-Esta noche no escapa –asegura el Arturo.
-Homs….-dice el Encarna al círculo voraz de cholos que rodea una gran
lapa llena del guiso y yucas como una bandada de cóndores a la presa –
homs….homs…(se atraganta con un gran bocado)….homs…les advertiré quila
puma como que lo vide azuliar….yera un azul que parecía como añil….!Quién
sabe puma encantao!.

16
El Simón Chancahuana, que fue armado de garrote que le resultó inútil, pues
el puma pasó por otro lado –y cómo no, ¡con la astucia y la vista que tiene!-, se
rie:
-¡Qué encantao niencantao!...
Es la escuridá que luace ver así…Yo digo ques puma como cualesquiera
otro destos laos..
El Arturo no se explica, en realidad, como es que ha fallado.
-Siempre hei acertao con mi mogosito y la verdá que miace pensar en
algo malo cuando no le logrado…
Luego relata ostentosamente que, una vez, bajó un águila en vuelo de un
tiro en el pecho y que, otra, le reventó la cabeza a una garza y que, cuantas
quiere, a quince pasos tumba las paltas dándoles en el guato. Finalmente
asegura:
-Si es puma comotro, desta noche no pasa…
Y llega la noche. El valle duerme bajo la sombra y la lluvia, pero en los
predios de doña Mariana la angustia vigila. La Hormecinda, oyendo ladrar al
Matarrayo, gime como un cabrito tierno sintiendo una honda pena por el ganado
tras el cual está día a día, con los chivitos recién paridos a la espalda,
prodigándole los cuidados necesario, llevándolo y trayéndolo por esas laderas
llenas de monte y chamiza. Y ahora ¡venir un ruin puma a destruirlo! Doña
Mariana escucha en silencio, conjurando a los santos y santas del cielo para que
no permitan que sea un puma encantando. En el redil, las cabras corren de un
lado a otro a menor ruido y, en un rincón, agazapado bajo lo pellejos de las que
él mismo mató, el Arturo aguarda con revolver en la mano.
Rendido por la postura, calado por la lluvia, siente que las horas se
prolongan indefinidamente. La oscuridad es intensa y apenas se puede ver una
mancha gris, difusa, en el lugar de las cabras. El viento silba y, ¿llora alguien
débilmente? El Arturo comienza a sentir una suerte de desasosiego, de raro y
extraño temor. Sí, ahora se escucha un gemido agudo que viene y se va, se pierde
y renace. ¿Es acaso el sollozo del alma en pena? Recuerda al utoso y las
incidencias del velorio. Ese lamento ululante sólo puede ser de un alma en pena.
¡No cabe duda! ¿Y el puma? Misteriosamente le falló su puntería. ¿Acaso anda
en ello metido el encantamiento? Y si así fuera, ¿no le sobrevendría algún mal?
Casos ha sabido de hombres que enflaquecieron sin saber por qué, a pesar de
que comían mucho, pues tenían un hambre de buitre. Y después murieron…Y
esos hombres contaban siempre de encantamientos de lagunas, de cerros, de
ríos, de pumas…Y todo les había pasado en el atardecer o en la noche. ¿Y por
qué no le podía suceder lo mismo?...
Y de pronto, sorprendido en sus lúgubres pensamientos, una mancha
fugaz salta la cerca y las cabras se apiñan al otro lado, balando
desesperadamente. El Arturo, tembloroso ante la súbita aparición, dispara y ve
azul la noche, el rebaño y al puma mismo. Es un resplandor azul el que rodia a la
fiera. El revolver sigue disparando, pero, ¿hacia dónde? La noche retumba con
los tiros y los ladridos que corean las peñas, mientras el puma se aleja con un
cabrito balante entre las fauces.
Cuando doña Mariana se asoma a la puerta, el Arturo ya está allí,
acezante, ronco, y le habla con una voz que parece que le saliera de la barriga
contraria de espanto:
-¡Azul…, azul es…puma encantao!
Calemar no duerme. El puma encantado recorre el valle en todas direcciones y
pasa frente a todos las casas azulenado entre las sombras. Y cada día comete
mayores fechorías.

17
Asaltó la majada de los Cárpenas, matando cuatro cabras por puro gusto.
En un gramalotal amaneció tendido un asno al que había abierto el cuello de
una feroz tarascada y devorado el pecho. Un perrillo que fue más osado que
los otros murió también, pero a éste de una dentellada le destrozó el gañote. El
puma azul siembre el terror y la muerte.
Los caballos y asnos duermen ahora a la puerta de las casas y los perros
son galopeados para que se queden en los rediles, pero apenas sienten a la
fiera, huyen a ladrar temerosamente, restregándose contra las piernas de los
dueños.
Los escopetazos brillan como relámpagos en la noche, pero no hacen sino
brillar. Ye el revolver del Arturo ha pasado de mano en mano, para probar no
más, inútilmente. Pocos son los que han visto refulgir los ojos del puma en la
sombra, como sucede siempre, pero todos están seguros de que es azul, más
azul que el cielo. Tiene un oscuro azul de río, pero brillante, encendido, mágico.
Y ya no son solamente relinchos, balidos, gritos y estampidos los que
denuncian la presencia de la fiera. Hasta el rumor de la lluvia, el
estremecimiento de las hojas, el silbo del viento y el bramido del río hablan
ahora del puma azul.
Y los varones velan con las armas en las manos, cabe el refugio ahora
muy feble de los bohíos, al lado de las mujeres que le piden a Dios por
intermedio de la Virgen del Perpetuo Socorro, San Antonio y especialmente
Santa Rita de Casia, abogada de imposibles, que destruya o aleje a la fiera.
Pero azulea la floresta al paso del puma encantado que va de un lado a
otro, invulnerable y fatídico, destruyendo la vida. Ahora asalta a los animales que
se le antoja y, ahíto, se contenta con romperles el cuello y sorberles la sangre.
¿No atacará a los cristianos de repente? ¡Todo es posible puesto que está
encantado! Y la conjetura hace palpitar dolorosamente el corazón de los
vallinos, en tanto que sus bocas profieren feroces juramentos.
A todo esto. El Arturo se encuentra mal. Dice que desde la noche en que
vio por segunda vez al puma y cayó bajo el influjo de su resplandor, se siente
débil y sueña siempre que una gran mancha azul se le acerca, y lo cubre, y lo
ahoga.
Doña Mariana, abajo, en el último rincón del valle, sabe Dios lo que hará.
Ya nadie va en pos de ella para prestarle ayuda, pues, a raíz del fracaso del
Arturo, cuando una tropa de cholos se apostó, al mando del Teniente Florencio,
rodeando el redil, el puma asaltó tranquilamente otro. Y eso, sin duda, porque
no quiso encantarlos a todos. Amplió su acción desde esa vez y hoy todos
guardan, en la medida que pueden, lo suyo.
Más doña Mariana ha hecho mucho. No ha estado con las manos caídas o
simplemente juntas y orando. Ella aguitó, noche tras noche, hasta darse cuenta
del sitio bajo de la empalizada por el cual entraba la fiera dando un ágil y
elástico salto. Entonces pensó en dos bastones de chonta que eran recuerdo
del celendino Abdón y estuvo aguzándolos durante tres días sobre una piedra,
pues su machete se abolló a los primeros golpes contra los maderos duros
como rocas.
Y han quedado los bastones de chonta estacados en el lugar donde la fiera
debe caer después del salto.
Es una noche lóbrega en que llueve y blasfema el río tumultoso. Los
hombres, metidos en la oscuridad de sus chozas, hacen sonar de rato e n rato
garrotes y machetes. Los perros ladran, pero las manadas están tranquilas. No
hay ese balar angustiado que denota la cercanía de la fiera. Los caballos y

18
asnos, amarrados con cuerda floja a los pilares y horcones de las casas,
ramonean tranquilamente el pasto que ha sido amontonado ante ellos.
Doña Mariana, acuchillada tras la puerta de su bohío, vela teniendo a su
lado a la Hormecinda, que no puede pegar los ojos desde que la fiera merma el
rebaño bienamado. El Matarrayo está con ellas, pero su hocico no prefiere el
más leve ladrido, por el bozal ceñido que lo aprieta.
Y las transcurren lentas, silenciosas, porque el rumor de la lluvia y el
rugido del río, tan monótonos, son considerados como silencio, “No sioye nada!,
secretea doña Mariana al oído de la Hormecinda, ¿El maldito puma habrá oteado
el peligro?
La espera se prolonga y debe ser muy tarde algunos gallos cantan ya,
cuando las cabras comienzan a balar y agitarse torpedeándose contra los
maderos de la empalizada. Ladran medrosa y coléricamente los perros y he aquí
que, de pronto, se escucha un rabioso rugido. Las cabras del corral dan balidos
en los que trema el terror, en tanto que el Matarrayo lucha por abrir las fauces
y tiembla.
Y si, si: ¡Ahora la fiera sigue rugiendo, ahora ha caído!
Doña Mariana siente como si un peso enorme se le fuera del pecho y la
Hormecinda gime con sollozos entrecortados, agudos, ahogándose en el
desahogo. Y en el redil continua el balar de las cabras y rugidos espaciados
que se van debilitando para crecer de pronto y hacerse furiosos, y finalmente
volver a amenguarse.
¡Ha caído! Pero quién sabe no; puede ser que la fiera ruja únicamente
porque se ha herido y, furiosa, se encuentre acabando con el rebaño.
Apretándolo y confundiéndolo todo entre sus sombras, está la noche pesada,
negra, violenta, una noche de encantamiento y brujería. No, no sirve ir al redil
y será mejor esperar la mañana para que la luz revele el bien o el mal.
-¡Umaaaáa….!uaaaaáa!..
La noche entera aúlla.
Y la mañana tiene un tinte tenue todavía cuando doña Mariana sale con
muchas precauciones y atisba por las rendijas de la empalizada. Allí está el
puma y ha caído. ¡Dios de los cielos!.
La fiera se ha engarzado en una estaca por la panza y, rugiendo, se retuerce
inútilmente tratando de zafarse al advertir la presencia de la mujer. El suelo está
hecho un charco de sangre y doña Mariana, con un furor que se le vuelve
candela en los ojos, coge un garrote y penetra en el redil mientras la
Hormecinda grita con todas sus fuerzas:
-¡Cayoooó!....!cayoooóo!.. ¡vengaaáa!
Los cholos, seguidos de sus mujeres, abandonan los bohíos y cuando
llegan al redil de doña Mariana, ella estaba todavía golpeando el cráneo de la
fiera, al que ha convertido en un bollo sanguinolento. Una gran piedra que
levantan y dejan caer sus manos temblorosas lo hace reventar y los sesos
saltan por todos lados. Pero acaso no sea suficiente: doña Mariana se arma de
nuevo del garrote y golpea el hocico, el espinazo, las patas, la panza.
-Toma, dañino; toma, prejuicioso; toma, toma…
Y cuando al fin se percata de que el puma no se levantará más y de que
hay mucha gente en torno suyo, se yergue blandiendo el garrote y riendo a
carcajadas: -¡El puma azul….dizqué puma azul!
Sigue riendo y moviendo el garrote a pique de abrirle la cabeza a algún
cristiano, y agrega:
-¡Sies como todos…medio pardo, medio amarillo….el puma azul!

19
Los vallinos no acaban de salir de su asombro. Si no fuera por doña
Mariana, que es capaz de darle un garrotazo a cualquiera de puro gusto, la
atención seria más intensa. Con todo, son sólo ojos para contemplar ese
montón de carne herida que pasar tantas malas noches les hizo. El Arturo, al
ver que no hay tal azul, se mofa del encantamiento y se siente sano de golpe.
-Jajajá….jijijí….jajajá…já…já…-continúa riéndose doña Mariana, la
melancólica doña Mariana de otros días. Luego de saltos. Cualquiera diría que se
ha vuelto loca.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

Vocabulario: Con ayuda del diccionario anota el significado de las


siguientes palabras:

a) Redil: …………………………………………………………………………………

b) Bohío: …………………………………………………………………………………

c) Lapa: …………………………………………………………………………………

d) Ahíto: …………………………………………………………………………………

e) Utoso: …………………………………………………………………………………

f) Majada: …………………………………………………………………………………

Preguntas de Comprensión: Responde a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuál te parece que es la característica que sintetiza la personalidad de


doña Mariana?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

2. ¿Cómo es el lugar donde viven y actúan los personajes de esta


historia?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

3. Aproximadamente, ¿a qué hora del día suele aparecer el puma azul?


________________________________________________________________
________________________________________________________________
4. ¿Qué sentido tiene la expresión “¡Ta endañinada la fiera!”, que aparece
casi al empezar el cuento?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

20
5. ¿Con qué armas intenta la gente matar al puma?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

6. La gente atribuye al puma un color azul y piensa que está encantado:


¿Es esta creencia una superstición? ¿Qué es para ti la superstición?
¿Son supersticiosos los personajes de esta historia?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

7. ¿Qué hacia doña Mariana aquella primera noche mientras aguardaban


el ataque del puma? ¿Qué sentía y que pensaba Arturo?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

8. ¿Qué idea cunde en el valle ante las nuevas incursiones del puma que
siembra el terror y la muerte? ¿Cuál es el ánimo de la gente?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

9. ¿Qué trampa prepara doña Mariana para defenderse del puma?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

10. ¿Por qué sospecha doña Mariana que el puma ha caído en la trampa?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

11. ¿Qué espectáculo ofrece el puma atrapado en la estaca? ¿Qué hace


entonces enfurecida doña Mariana?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

12. ¿Era azul el puma? Explica tu respuesta.


________________________________________________________________

________________________________________________________________

13. ¿Cómo reacciona finalmente los cholos vallinos?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

Razonamiento Verbal:

21
Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes palabras:

Sinónimo Antónimo

a) Rugir …………………………………. ………………………………….

b) Ahogarse …………………………………. ………………………………….

c) Fugaz …………………………………. ………………………………….

d) Agradecer …………………………………. ………………………………….

e) Temor …………………………………. ………………………………….

TEXTO Nº 4

LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

“LA BOTELLA DE CHICHA”

En una ocasión tuve necesidad de una pequeña suma de dinero y como me


era imposible procurármela por las vías ordinarias, decidí hacer una pesquisa
por la despensa de mi casa, con la esperanza de encontrar algún objeto
vendible o pignorable. Luego de remover una serie de trastos viejos, divisé,
acostada en un almohadón, como una criatura en su cuna, una vieja botella de
chicha. Se trataba de una chicha que hacia más de quince años recibiéramos de
una hacienda del norte y que mis padres guardaban celosamente para utilizarla
en un importante suceso familiar. Mi padre me había dicho que la abriría cundo
yo “me recibiera de bachiller!. Mi madre,, por otra parte, había hecho la misma
promesa a mi hermana, para el día “que se casara!.
Pero ni mi hermana se había casado ni yo había elegido aún qué profesión
iba a estudiar, por lo cual la chicha continuaba durmiendo el sueño de los justos
y cobrando aquel inapreciable valor que dan a este género de bebidas los
descansos prolongados.

22
Sin vacilar, cogí la botella del pico y la conduje a mi habitación. Luego de
un paciente trabajo logré cortar el alambre y extraer el corcho, que salió
despedido como por el anima de una
escopeta. Bebí un dedito para probar su
sabor y me hubiera acabado toda la botella
si se que no la necesitara para un negocio
mejor. Luego de verter su contenido en una
pequeña pipa de barro, me dirigí a la calle
con la pipa bajo el brazo. Pero a mitad del
camino un escrúpulo me asaltó. Había
dejado la botella vacía abandonada sobre la
mesa y lo menos que podía hacer era
restituirla a su antiguo lugar para disimular
en parte las trazas de mi delito. Regresé a
casa y para tranquilizar aún más mi
conciencia, llené la botella vacía con una
buena medida de vinagre, la alambré, la
encorché y la acosté en su almohadón.
Con la pipa de barro, me dirigí a la
chichería de don Eduardo.
-Fíjate lo que tengo –dije mostrándole
el recipiente-. Una chicha de jora de veinte
años. Sélo quiero por ella treinta soles. Está
regalada.
Don Eduardo se echó a reír.
-¡A mí!, ¡a mí! –exclamó señalándose el
pecho- ¡A mí con ese cuento! Todos los días
vienen a ofrecerme chicha y no sólo de
veinte años atrás. ¡No me fío de esas
historias! ¡Como si las fuera a creer!.
-Pero yo no te voy a engañar. Pruébala
y verás.
-¿Probarla? ¿Para qué? Si probara
todo lo que traen a vender terminaría el día
borracho, y lo que es peor, mal
emborrachado. ¡Anda, vete de aquí! Puede
ser que en otro lado tengas más suerte.
Durante media hora recorrí todas las
chicherias y bares de la cuadra. En muchos
de ellos ni siquiera me dejaron hablar. Mi
ultima decisión fue ofrecer mi producto en
las casas particulares pero mis ofertas, por
lo general, no pasaron de la servidumbre. El único señor que se avino a
recibirme, me preguntó si yo era el mismo que el mes pasado le vendiera un
viejo Burdeos y como yo, cándidamente, le replicara que sí, fui cubierto de
insultos y de amenazas e invitado a desaparecer en la forma menos cordial.
Humillado por este incidente, resolví regresar a mi casa. En el camino
pensé que la única recompensa, luego de empresa tan vana, seria beberme la
botella de chicha. Pero luego consideré que mi conducta seria egoísta, que
podía privar a mi familia de su pequeño tesoro solamente por satisfacer un
capricho pasajero, y que lo más cuerdo seria verter la chicha en su botella y

23
esperar, para beberla, a que mi hermana se casara o que a mi pudieran
llamarme bachiller.
Cuando llegué a casa había oscurecido y me sorprendió ver algunos
carros en la puerta y muchas luces en las ventanas. No bien había ingresado a
la cocina cundo sentí una voz que me interpelaba en la penumbra. Apenas tuve
tiempo de ocultar la pipa de barro tras una pila de periódicos.
-¿Eres tú el que anda por allí? -preguntó mi madre, encendiendo la luz-
¡Esperándote como locos! ¡Ha llegado Raúl! ¿Te das cuenta? ¡Anda a saludarlo!
¡Tantos años que no ves a tu hermano! ¡Corre! Que ha preguntado por ti.
Cuando ingresé a la sala quedé horrorizado. Sobre la mesa central estaba
la botella de chicha aun sin descorchar. Apenas pude abrazar a mi hermano y
observar que le había brotado un ridículo mostacho. “Cuando tu hermano
regrese!, era otra de las circunstancias esperadas. Y mi hermano estaba allí y
estaban también otras personas y la botella y minúsculas copas pues una
bebida tan valiosa necesitaba administrarse como una medicina.
-Ahora que todos estamos reunidos-habló mi padre –vamos al fin a poder
brindar con la vieja chicha –y agració a los invitados con una larga historia
acerca de la botella, exagerando, como era de esperar, su antigüedad. A mitad de
su discurso, los circunstantes se relamían los labios.
La botella se descorchó, las copas se llenaron, se lanzó una que otra
improvisación y llegado el momento del brindis observé que las copas se
dirigian a los labios rectamente, inocentemente, y regresaban vacías a la mesa,
entre grandes exclamaciones de placer.
-¡Excelente bebida!
-¡Nunca he tomado algo semejante!
-¿Cómo me dijo? ¿Treinta años guardada?
-¡Es digna de un cardenal!
-¡Yo que soy experto en bebidas, le aseguro, don Bonifacio, que como ésta
ninguna!
Y mi hermano, conmovido por tan grande homenaje, añadió:
-Yo les agradezco, mis queridos padres, por haberme reservado esta
sorpresa con ocasión de mi llegada.
El único que, naturalmente, no bebió una gota, fui yo. Luego de
acercármela a las narices y aspirar su nauseabundo olor a vinagre, la arrojé con
disimulo en un florero.
Pero los concurrentes estaban extasiados. Muchos de ellos dijeron que se
habían quedado con la miel en los labios y no faltó uno más osado que
insinuara a mi padre si no tenía por allí otra botella escondida.
-¡oh no! –replicó- ¡De estas cosas sólo una! Es mucho pedir.
Noté, entonces, una consternación tan sincera en los invitados, que me
creí en la obligación de intervenir.
-Yo tengo por allí una pipa con chicha.
-¿Tú? -preguntó mi padre, sorprendido.
-Sí, una pipa pequeña. Un hombre vino a vendérmela…Dijo que era
muy antigua.
-¡Bah! ¡Cuentos!
-Y yo se la compré por cinco soles.
-¿Por cinco soles? ¡No has debido pagar un una peseta!
-A ver, la probaremos –dijo mi hermano-. Así veremos la diferencia.
-Si, ¡que la traiga! Pidieron los invitados.

24
Mi padre, al ver la expectativa, no tuvo más remedio que aceptar y yo me
precipité hacia la cocina. Luego de extraer la pipa bajo el montón de periódicos,
regresé a la sala con mi trofeo entre las manos.
-¡Aquí está! –exclamé, entregándosela a mi padre.
-¡Hum! Dijo él, observando la pipa con desconfianza. Estas pipas son de
ultima fabricación. Si no me equivoco, yo compré una parecida hace poco, y
acercó la nariz al recipiente. ¡Qué olor! ¡No! ¡Esto es una broma! ¿Dónde has
comprado esto, muchacho? ¡Te han engañado –y para justificar su actitud hizo
circular la botija entre los concurrentes, quienes ordenadamente la olían y
después de hacer una mueca de repugnancia, la pasaban a su vecino.
-¡Vinagre!
-¡Me descompone el estómago!
-Pero ¿es que esto se puede tomar?
-¡Es para morirse!
Y como las expresiones aumentaban de tono, mi padre sintió renacer en si
su función moralizadora de jefe de familia y, tomando la pipa con una mano y a
mi de una oreja con la otra, de dirigió a la puerta de calle.
-Ya te lo decía. ¡Te has dejado engañar como un bellaco! ¡Verás lo que se
hace con esto!.
Abrió la puerta y, con gran impulso, arrojó la pipa a la calle, por encima
del muro. Un ruido de botija rota estalló en un segundo. Recibiendo un coscorrón
en la cabeza, fui enviado a dar una vuelta por el jardín y mientras mi padre se
frotaba las manos, satisfecho de su proceder, observé que en la acera pública,
nuestra chicha, nuestra magnifica chicha norteña. Guardaba con tanto esmero
durante quince años, respetada en tantos pequeños y tentadores compromisos,
yacía extendida en una roja y dolorosa mancha. Un automóvil la pisó alargándola
en dos huellas; una hoja de otoño naufragó en su superficie; un perro se acercó,
la olió y la meó.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

Vocabulario: Con ayuda del diccionario anota el significado de las


siguientes palabras:

a) Pesquisa: …………………………………………………………………………………

b) Despensa: …………………………………………………………………………………

c) Interpelar: …………………………………………………………………………………

d) Mostacho: …………………………………………………………………………………

e) Bachiller: …………………………………………………………………………………

f) Relamían: …………………………………………………………………………………

Preguntas de Comprensión: Responde a las siguientes preguntas:

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1. ¿Qué papel juega en el relato la botella de chicha?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

2. ¿en qué lugar ocurren los hechos? ¿Cómo es ese lugar?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

3. ¿En qué circunstancias descubre el protagonista la botella de chicha?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

4. ¿Cuál es la historia de esta botella? ¿Por qué la habían reservado?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

5. ¿Qué hizo el joven la primera vez con la botella y con la chicha que ella
contenía?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

6. ¿Por qué tuvo que regresar a casa cuando ya estaba a mitad del
camino?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

7. ¿Qué hizo finalmente con la botella para disimular su delito?


________________________________________________________________

________________________________________________________________

8. ¿Tuvo éxito al ofrecer la chicha en los bares, chicherías y casas


particulares? ¿Cómo lo sabes?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

9. ¿porque se sorprende el joven al retornar a casa? ¿Qué noticia


importante le comunica su madre?
________________________________________________________________

________________________________________________________________
10. ¿Por qué al ingresar a la sala se queda horrirazado?
________________________________________________________________

26
11. ¿Qué dijo el padre al brindar con la “vieja chicha”? ¿Qué opinaron los
invitados al probar la bebida? ¿Cómo agradeció el hermano este
homenaje?
________________________________________________________________

12. ¿Qué hizo el protagonista cuando se acabó el licor y vio que los
concurrentes estaban entusiasmados?
________________________________________________________________

13. ¿Qué pensaron el padre y los invitados de la chicha legítima?


________________________________________________________________

Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes


Razonamiento Verbal:
palabras:

Sinónimo Antónimo

a) Necesidad …………………………………. ………………………………….

b) Promesa …………………………………. ………………………………….

c) Valiosa …………………………………. ………………………………….

d) Insultos …………………………………. ………………………………….

e) Antigüedad …………………………………. ………………………………….

TEXTO Nº 5

LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

“MAS ALLA DE LA VIDA Y LA


MUERTE”
Cesar Vallejo
Jarales estadizo de julio; viento amarrando a cada pecíolo manco del
muchacho grano que en él gavita. Lujuria muerta sobre lomas onfaloideas de la
sierra estival. Espera. No ha de ser. Otra vez cantemos. ¡Oh qué dulce sueño!
Por allí mi caballo avanzaba. A los once años de ausencia, acercabame
por fin a aquel día a Santiago, mi aldea natal. El pobre irracional avanzaba, y
yo, desde lo más entero de mi ser hasta mis dedos trabajados, pasando quizá
por las mismas riendas asidas, por las orejas atentas del cuadrúpedo y
volviendo por el golpeteo de los cascos que fingían danzar en el mismo sitio, en
misterioso escarceo tanteador de la ruta y los desconocido, lloraba por mi

27
madre que muerta dos años antes, ya no habría de aguardar ahora el retorno del
hijo descarriado y andariego. La comarca, toda, el tiempo bueno, el color de
cosechas de la tarde de limón, y también alguna masada que por aquí reconocía
mi alma, todo comenzaba a agitarme en nostálgicos éxtasis filiales, y casi podían
ajárseme los labios para hozar el pezón eviterno, siempre lácteo, hasta más
allá de la muerte.
Con ella había pasado seguramente por allí de niño. Sí. En efecto. Pero no.
No fue conmigo que ella viajó por esos campos. Yo era entonces muy pequeño.
Fue con mi padre. ¡cuántos años hará de ello! Ufff…También fue en julio, cerca
de la fiesta de Santiago. Padre y madre iban en sus cabalgaduras; él adelante. El
camino real. De repente mi padre que acababa de esquivar un choque con
repentino maguey de un meandro:
-Señora….!Cuidado!..
Y mi pobre madre ya no tuvo tiempo, y fue lanzada ¡ay! del arzón a las
piedras del sendero. Tornárosla en camilla al pueblo. Yo lo lloraba mucho por mi
madre, y no me decían qué la había pasado. Sanó. La noche del alba de la fiesta,
ella estaba ya alegre y reía. No estaba ya en cama, y todo era muy bonito. Yo
tampoco lloraba ya por mi madre.
Pero ahora lloraba más recordándola así, enferma, postrada, cuando me
quería más y me hacia más cariño y también me daba más bizcochos de bajo de
sus almohadones y del cajón del velador. Ahora lloraba más, acercándome a
Santiago, donde ya sólo la hallaría muerta, sepulta bajo las mostazas maduras y
rumorosas de un pobre cementerio.
Mi madre había fallecido hacia dos años a la sazón. La primera noticia de
su muerte recibíla en Lima, donde supe también que papá y mis hermanos
habían emprendido viaje a una hacienda lejana de propiedad de un tío nuestro, a
efecto de atenuar en lo posible el dolor por tan horrible pérdida. El fundo se
hallaba en remotísima región de la montaña, al otro lado del río Marañón. De
Santiago pasaría yo hacia allá, devorando inacabables senderos de escarpadas
punas y de selvas ardientes y desconocidas.
Mi animal resopló de pronto. Cabillo molido vino en abundancia sobre
ligero vientecillo, cegándome casi. Una parva de cebada. Y después
perspectivóse Santiago, en su escabrosa meseta, con sus tejados, retintos al sol
ya horizontal. Y todavía, hacia el lado de oriente, sobre la linde un promotorio
amarillo brasil, se veía el panteón retallado a esa hora por la sexta tintura
postmeridiana; y yo no podía más, y atroz congoja arrecióme sin consuelo.
A la aldea llegué con la noche. Doblé la ultima esquina y, al entrar a la calle
en que estaba mi casa, alcancé a ver a una persona sentada a solas en el poyo
de la puerta. Estaba sola. Muy sola. Tanto que, ahogando el duelo místico de mi
alma, me dio miedo. También seria por la paz casi inerte con que, engomada por
la media fuerza de la penumbra, adosábase su silueta al encalado paramento del
muro. Particular revuelo de nervios secó mis lagrimales. Avancé. Saltó del poyo
mi hermano mayor, Ángel, y recibióme desvalido entre sus brazos. Pocos días
hacia que había venido de la hacienda por causa de negocios.
Aquella noche, luego de una mesa frugal, hicimos vela hasta el alba. Visité
las habitaciones, corredores y cuadras de la casa; y Ángel, aun cuando hacia
visibles esfuerzos para desviar este afán mío por recorrer el amado y viejo
caserón, parecía también gustar de semejante suplico de quien va por los
dominios alucinantes del pasado más mero de la vida.
Por sus pocos días de tránsito en Santiago, Ángel habitaba ahora solo
en casa, donde, según él todo yacía tal como quedara a la muerte de mamá.
Referíame también cómo fueron los días de salud que precedieron a la mortal

28
dolencia, y cómo su agonía. ¡Cuántas veces entonces el abrazo fraterno escarbó
nuestras entrañas y removió nuevas gotas de ternura congelada y de lloro!.
-¡Ah, esta despensa, donde le pedía pan a mamá, lloriqueando de engaños! Y
abrí una pequeña puerta de sencillos paneles desvencijados.
Como en todas las rusticas construcciones de la sierra peruana, en las
que a cada puerta únese casi siempre un poyo, cabe el umbral de la que acababa
yo de franquear, Hallábase recostado uno, el mismo inmemorial de mi niñez, sin
duda, rellenado y enlucido incontables veces. Abierta la humilde portezuela, en
él nos sentamos, y allí también pusimos la linterna ojitriste que portábamos. La
lumbre de ésta fue a golpear de lleno el rostro de Ángel, que extenuábase de
momento en momento, conforme transcurría la noche y reverdecíamos más la
herida, hasta parecerme a veces casi transparente. Al advertirle así en tal
instante, le acaricié y colmé de ósculos sus barbadas y severas mejillas que
volvieron a empaparse de lágrimas.
Una centella, de ésas que vienen de lejos, ya sin trueno, en época de
verano en la sierra, le vació las entrañas a la noche. Volví restregándome los
párpados a Ángel. Y ni él ni la linterna, ni el poyo, ni nada estaba allí. Tampoco
oí ya nada. Sentíme como en una tumba.
Después volví a ver a mi hermano, la linterna, el poyo. Pero creí notarle
ahora a Ángel el semblante como refrescado, apacible y quizás me equivocaba
diríase restablecido de su aflicción y flaqueza anteriores. Tal vez, repito, esto
era error de visión de mi parte, ya que tal cambio no es puede ni siquiera
concebir.
Me parece verla todavía continué sollozando no sabiendo la pobrecita qué
hacer para la dádiva y arguyéndome: ¡Ya te cogí, mentiroso; quieres decir que
lloras cuando estás riendo a escondidas! ¡Y me besaba a mí más que a todos
ustedes, como que yo era el último también!
El término de la velada de dolor, Ángel parecióme de nuevo muy
quebrantado, y, como antes de la centella, asombrosamente descarnado. Sin
duda, pues había yo sufrido una desviación en la vista, motivada por el
golpetazo de luz del meteoro, al encontrar antes en su fisonomía un alivio y
una lozanía que, naturalmente, no podía haber ocurrido.
Aún no asomaba la aurora del día siguiente, cuando monté y partí para la
hacienda, despidiéndome de Ángel que quedaba todavía unos días más. Por los
asuntos que habían motivado su arribo a Santiago.
Finada la primera jornada del camino, acontecióme algo inaudito. En la
posada hallábame reclinado en un poyo descansando, y he aquí que una
anciana del bohío, de pronto mirándome asustada, preguntóme lastimera;
-¿Qué le ha pasado, señor, en la cara? ¡Parece que la tiene usted
ensangrentada, Dios mío!...
Salté del asiento. Y al espejo advertirme en efecto el rostro encharcado de
pequeñas manchas de sangre reseca. Tuve un fuerte escalofrío, y quise correr
de mi mismo. ¿Sangre? ¿De dónde? Yo había juntado el rostro al de Ángel que
lloraba…Pero…. No. No. ¿De dónde era esa sangre? Comprenderáse el terror y
la alarma que anudaron en mi pecho mil presentimientos. Nada es comparable con
aquella sacudida de mi corazón. No habrán palabras tampoco para expresarla
ahora ni nunca. Y hoy mismo, en el cuarto solitario donde escribo está la sangre
añeja aquella y mi cara en ella untada y la vieja del tambo y la jornada y mi
hermano que llora y a quien no besó mi madre muerta y….
Al trazar las líneas anteriores he huido disparado a mi balcón, jadeante
y sudando frío. Tal es de espanto y apabullante el recuerdo de esa escarlata
misteriosa….

29
¡Oh noche de pesadilla en esa inolvidable choza, en que la imagen de mi
mare muerta alternó, entre forcejeos de extraños hilos, sin punta, que se
rompían luego de sólo ser vistos, con la de Ángel, que lloraba rubíes vivos, por
siempre jamás!
Seguí ruta. Y por fin, tras de una semana de trote por la cordillera y
por tierras calientes de montaña, luego de atravesar el Marañón, una mañana
entré en parajes de la hacienda. El nublado espacio reverberaba a saltos con
lontanos truenos y solanas fugaces.
Desmonté junto al bramadero del portón de la casa que da al camino.
Algunos perros ladraron en la calma apacible y triste de la fuliginosa montaña.
¡Después de cuánto tiempo tornaba yo ahora a esa mansión solitaria,
enclavada en las quiebras más profundas de la selva!
Una voz que llamaba y contenía desde adentro a los mastines, entre el
alerta gárrulo de las aves domesticas alborotadas, pareció ser olfateada
extrañamente por el fatigado y tembloroso solípedo que estornudó repetidas
veces, enristró casi horizontalmente las orejas hacia adelante, y, encabritandose
, probó a quitarme los frenos de la mano en son de escape. La enorme portada
estaba cerrada. Diríase que tóquela de manera casi maquinal. Luego aquella
misma voz siguió vibrando muros adentro, y llegó instante en que, al
desplegarse, con medroso restallido, las gigantescas hojas del portón, ese
timbre bucal vino a pararse en mis propios veintiséis años totales y me dejó
de punta a la Eternidad. Las puertas hiciéronse a ambos lados.
¡Meditad brevemente sobre suceso increíble, rompedor, de las leyes de la
increíble, rompedor de las leyes de las vida y la muerte, superador de toda
posibilidad; palabra de esperanza y de fe entre el absurdo y el infinito,
innegable desconexión de lugar y de tiempo; nebulosa que hace llorar de
inarmónicas armonías incognoscibles!
¡Mi madre apareció a recibirme!
-¡Hijo mío! –exclamó estupefacta. ¿Tú vivo? ¿Has resucitado? ¿Qué es lo
que veo Señor de los cielos?
¡Mi madre! ¡Mi Madre en alma y cuerpo viva! Y con tanta vida, que hoy
pienso que sentí ante tu presencia entonces, asomar por las ventanillas de mi
nariz, de súbito, dos desolados granizos de decrepitud que luego fueron a caer
y pesar en mi corazón hasta curvarme senilmente, como si, a fuerza de un
fantástico trueque de destino, acabase mi madre de nacer y yo viniese, en
cambio desde tiempos tan viejos, que me daban una emoción paternal respecto
de ella.
Sí, Mi madre estaba allí. Vestida de negro unánime. Viva. Ya no muerta. ¿era
posible? No, no era posible, esa señora. No podía serlo. Y luego ¿Qué había
dicho al verme? ¿Me creía pues, muerto?
-¡Hijo de mi alma! Rompió a llorar mi madre y corrió a estrecharme contra
su seno, con ese frenesí y ese llanto de dicha con que siempre me amparó en
todas mis llegadas y mis despedidas.
Yo habíame puesto como piedra. La vi echarme sus brazos adorados al
cuello, besarme ávidamente y como queriendo devorarme y sollozar sus mimos
y sus caricias que ya nunca volverían a llover en mis entrañas. Tomóme luego
bruscamente el impasible rostro a dos manos. Miróme así, cara a cara,
acabándome a preguntas. Yo después de algunos segundos, me puse también a
llorar, pero sin cambiar de expresión ni de actitud: mis lágrimas parecían agua
pura que vertían dos pupilas de estatua.

30
Por fin enfoqué todas las dispersadas luces de mi espíritu. Retiréme
algunos pasos atrás. E hice entonces comparecer ¡oh Dios mío! A esa
maternidad a la que no quería recibir mi corazón y la desconocía y le tenía
miedo; la hice comparecer ante no sé qué cuando sacratísimo, desconocido
para mí hasta ese momento, y di un grito mudo y de dos filos en toda su
presencia, con el mismo compás del martillo que se acerca y aleja del yunque,
con que lanza el hijo su primer quejido, al ser arrancado del vientre de la madre,
y con el que parece indicarle que ahí va vivo por el mundo y darle al mismo
tiempo, una guía y una señal para reconocerse entrambos por los siglos de los
siglos. Y gemí fuera de mi mismo:
-¡Nunca! ¡Nunca! Mi madre murió hace tiempo. No puede ser..

Ella incorporóse espantada ante mis palabras y como dudando de si yo


era yo. Volvió a estrecharme entre sus brazos, y ambos seguimos llorando
llanto que jamás lloró ni llorará ser vivo alguno.

Y aquí las manchas de sangre que advirtiera en mi rostro, pasaron por


mente como signos de otro mundo.

-¡Pero hijo de mi corazón! Susurraba casi sin fuerzas ella- ¿Tú eres mi hijo
muerto y al que yo misma vi en su ataúd? Sí, ¡Eres tú, tú mismo! ¡Creo en
Dios! ¡Ven a mis brazos! Pero ¿Qué? …?No ves que soy tu madre? ¡Mírame!
¡Mírame! ¡Pálpame, hijo mío! ¿Acaso no lo crees?
Contempléla otra vez. Palpé su adorable cabecita encanecida. Y nada. Yo
no creía nada. -Sí, te veo – le respondí, te palpa. Pero no creo. No puede suceder
tanto imposible.
¡Y me reí con todas mis fuerzas!

COMPRENSIÓN DE LECTURA

Vocabulario: Con ayuda del diccionario anota el significado de las


siguientes palabras:

a) Estadizo: …………………………………………………………………………………

b) Onfaloideo: …………………………………………………………………………………

c) Escarceo: …………………………………………………………………………………

d) Hozar: …………………………………………………………………………………

e) Eviterno: …………………………………………………………………………………

f) Solípedo: …………………………………………………………………………………

Preguntas de Comprensión:

Responde a las siguientes preguntas:

31
1. ¿Qué estación del año es cuando el protagonista retorna a Santiago?
¿Cómo los sabes?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

2. ¿Qué recuerdo le asalta al viajero cuando por fin se acerca a Santiago?


________________________________________________________________

________________________________________________________________
3. ¿Cuándo tiempo hacia que su madre había fallecido? ¿Dónde recibió la
noticia de su muerte?
________________________________________________________________

________________________________________________________________
4. ¿Adónde había emprendido viaje la familia para atenuar el dolor por tan
horrible pérdida?
________________________________________________________________

________________________________________________________________
5. ¿Qué hicieron aquella noche los dos hermanos, luego de una cena
frugal?
________________________________________________________________

________________________________________________________________
6. ¿Qué hecho inaudito acontece a Vallejo cuando deja la casa y parte
para la hacienda?
________________________________________________________________

________________________________________________________________
7. ¿Qué parajes debe atravesar para llegar a la hacienda?
________________________________________________________________

________________________________________________________________
8. ¿porque resulta para el autor un suceso increíble, rompedor de las leyes
de la vida y la muerte, el hecho de que su madre salga a recibirlo?
________________________________________________________________

________________________________________________________________
9. ¿Qué diálogo se entabla entre la madre y el hijo? ¿Qué hace la madre
para convencer al hijo que su presencia es real? ¿Cómo reacciona el
hijo ante este hecho increíble?
________________________________________________________________

________________________________________________________________

Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes


Razonamiento Verbal: palabras:

Sinónimo Antónimo

32
a) Espanto …………………………………. ………………………………….

b) Adorable …………………………………. ………………………………….

c) Mansión …………………………………. ………………………………….

d) Esperanza …………………………………. ………………………………….

e) Llorar …………………………………. ………………………………….

TEXTO Nº 6

LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

“EL BAGRECICO”
Francisco Izquierdo Ríos

Un viejo bagre, de barbas muy largas,


decía con su voz ronca en el penumbroso remanso del riachuelito: “Yo conozco
el mar. Cuando joven he viajado a él, y he vuelto”.
Y en el fondo de las aguas movía de un lado a otro contoneándose
orgullosamente. Los peces niños y jóvenes le miraban y escuchaban con
admiración. “¡Ese viejo conoce el mar!”
Tanto oírlo, un bagrecito se le acercó una noche de luna y le dijo:
“Abuelo, yo también quiero conocer el mar”.
-¿Tú?
-Sí, abuelo.
-Bien, muchacho. Yo tenía tu edad cuando realicé la gran proeza.

33
Vivían en ese remanso de un riachuelito de la Selva Alta del Perú, un riíto
con lecho de piedras menudas y delgado rumor. Palmeras y otros árboles,
desde las márgenes del remanso, oscurecían las aguas. Esa noche, en un rincón
de la pozuela iluminada tenuemente por la luna, el viejo bagre enseñó al
bagrecico cómo debía llevar a cabo su viaje al lejano mar.
Y cuando el riachuelito se estremecía con el amanecer, el bagrecico partió
aguas abajo. “Tienes que volver”, le dijo, despidiéndolo, el viejo bagre, quien
era el único que sabía de aquella aventura.
El bagrecico sentía pena por su madre. Ella, preocupada porque no lo
había visto todo el día, anduvo buscándolo. “¿Qué te sucede?”, le preguntó el
anciano bagre con la cabeza afuera de un hueco de la orilla, una de sus tantas
casas.
-¿Usted sabe dónde está mi hijo?
-No, pero lo que te puedo decir es que no te aflijas. El muchacho ha de
volver. Seguramente ha salido a conocer el mundo.
-¿Y si alguien lo pesca?
-No creo. Es muy sagaz. Y tú comprendes que los hijos no deben vivir
todo el tiempo en la falda de la madre. Torna a tu casa….El muchacho ha de
volver.
La madre del bagrecico, más o menos tranquilizada con las palabras del
viejo filosofo, regresó a su casa.
El bagrecico, mientras tanto, continuaba su viaje. Después de dos días y
medio entró por la desembocadura del riachuelo en un riachuelo más grande.

El nuevo riachuelo corría por entre el bosque haciendo tantos zigzags, que
el bagrecico se desconcertó. “Este es el río de las mil vueltas que me indicó el
abuelo”, recordó…Su cauce era de piedras y, partes, de arena, salpicado de
pedrones, sobresaliendo de las aguas con plantas florecidas en el légamo de sus
superficies; hondas pozas se abrían en los codos con multitud de peces de toda
clase y tamaño; sonoras corrientes…El bagrecico seguía, seguía ora nadando
con vigor, ora dejándose llevar por las corrientes, con las aletas y barbitas
extendidas, ora descansando o durmiendo bajo el amparo de las verdes cortinas
de limo….
Se alimentaba lamiendo las piedras, con los gusanillos que había debajo
de ellas o embocando los que flotaban en los remansos.
-¡De lo que me escapé! Se dijo, temblando. En una poza casi muerde un
anzuelo con carnada de lombriz…iba a engullirlo, pero se acordó del consejo
del abuelo: “antes de comer, fíjate bien en lo que vas a comer”; así, descubrió
el sedal que atravesando las aguas terminaba en la orilla, en las manos del
pescador, un hombre con aludo sombrero de paja….
Los riachuelos de la Selva Alta del Perú son transparentes; de ahí que los
peces pueden ver el exterior.
El incidente que acababa de sucederle, hizo reflexionar al viajero con
mayor seriedad sobre los peligros que le amenazaban en su larga ruta; además
de los pescadores con anzuelo, las pescas con el barbasco venenoso, con
dinamita y con red; la voracidad de los martín pescadores y de las
garzas…también de los peces grandes….Aunque él sabía que los bagres no

34
eran presas apetecibles para dichas aves, por sus aletas enconosas; ellas
prefieren los peces blancos, con escamas…
Con más cautela y los ojos más abiertos prosiguió el bagrecico su viaje
al mar.
En una corriente, colmada de la luz de la mañana límpida, una vieja magra,
toda arrugas, metida en las aguas hasta las rodillas, pescaba con las manos,
volteando las piedras. El bagrecico se libró de las garras de la pescadora,
pasando a toda velocidad... “¡La misma muerte!”, se dijo volviendo a mirar, en su
carrera, a la huesuda anciana, y está le increpó con el puño en alto: “¡Bagrecico
bandido!”
Dentro del follaje de un árbol añoso, que cubría la mitad del riachuelo,
cantaban un montón de pájaros. El bagrecico, con las antenas de sus barbas,
percibió las melodías de esos músicos y poetas de los bosques, y se detuvo a
escucharlos.
Después de una tormenta, que perturbó la selva y el riachuelo,
oscureciéndolos, el viajero ingresó en un inmenso claro lleno del sol; a través
de las aguas ligeramente turbias distinguió un puente de madera, por donde
pasaban hombres y mujeres con paraguas. Pensó: “Estoy en la ciudad que el
riachuelo de las mil vueltas divide en dos partes, como me indicó el abuelo….”
“¡Ah, mucho cuidado!!, se dijo luego ante numerosos muchachos que,
desde las orillas, se afanaban en coger con anzuelos y fisgas los peces, que, en
apretadas manchas, se deslizaban por sobre la arena o lamían las piedras,
agitando las colas.
El bagrecico salvó el peligroso sector de la ciudad con bastante sigilo. En
la ancha desembocadura del riachuelo de las mil vueltas, tuvo miedo; las aguas
del riachuelo desaparecían, encrespadas, en un río quizá cien, doscientas veces
más grande que su humildad riachuelito natal. Permaneció indeciso un
rato…luego se metió con coraje en las fauces del río
Las aguas eran turbia y corrían impetuosas….Peces gigantes, con los ojos
encendidos, pasaban junto al bagrecico, asustándolo . “No tengo otro camino que
seguir adelante”, se dijo, resueltamente.
El río turbio, después de un curso por centenares de kilómetros de tupida
selva, entregaba bruscamente sus aguas a otro mucho más grande. El bagrecico
penetró en él ya casi sin miedo.
Se extrañó de escuchar un vasto y constante runrún musical. Débese a la
fina arena y partículas de oro que arrastran las violentas aguas del río.
En las extensas curvas de este río caudaloso hierven terribles remolinos
que son prisioneros no sólo para las balsas y canoas que, por descuido de los
bogas, entran en ellos, sino también para los propios peces. Sin embargo, nuestro
vivaz bagrecico los sorteaba manteniéndose firme a lo largo de las corrientes
que pasan bordeándolos.
Cerros de sal piedra marginan también, en ciertos techos, este río bravo.
Blancas montañas resplandecientes. La bagrecico se le ocurrió lamer una de
esas minas durante una media hora, luego reanudó su viaje con mayor impulso.
Un espantoso fragor que venia de aguas abajo, le aterrorizó sobremanera.
Pero él juzgó que, seguramente, procedía de los “malos pasos”, debidos al
impresionante saldo del río por sobre una montaña, grave riesgo del cual le
habló mucho el abuelo….A medida que avanzaba el estruendo era más
pavoroso…. ¡Los malos pasos al vista!...Nuestro viajero temerario se preparó
para vencer el peligro,,,,se sacudió el cuerpo, estiró las aletas y las barbitas,
cerró los ojos y se lanzó al torbellino rugiente…..Quince kilómetros de cascadas,
peñas, aguas revueltas y espumantes, pedrones, torrentes, rocas….El bagrecico

35
iba a merced de la furia de las aguas…..aquí, chocó contra una roca, pero
reaccionó en seguida; allá, un tremendo oleaje le varó sobre un pedrón, pero,
con felicidad, otra ola le devolvió a las aguas.
Al término del infierno de los “malos pasos”, el bagrecico, todo maltrecho,
buscó refugio debajo de una piedra y se quedó dormido un día y una noche.
Se consideraba ya baquiano. Además había crecido, su pecho era recio,
sus barbas más largas, su color, blanco oscuro con reflejos metálico….No podía
ser de otro modo, ya que muchos soles y muchas lunas alumbraron desde que
salió de su riachuelito natal, ya que había cruzado tantos ríos, sobre todo
vencido los terroríficos “malos pasos”., los “malos pasos” en que mueren o
encanecen muchos hombres…
Así, convencido de su fuerza y sabiduría, prosiguió el viaje…Sin embargo,
no muy lejos, por poco concluye sin pena ni gloria. A la altura de un pueblo
cayó en la atarraya de un pescador, entre sábados, boquichicos, corvinas,
palometas, lisas; empero, el hijo del pescador, un alegre muchacho, lo cogió de
las barbas y le arrojó desde la canoa a las aguas, estimándolo sin importancia en
comparación con los otros pescados.
Cerrado rumor especial, que conmovía el río, llamó un caluroso anochecer
la atención del viajero. Era una mijanada, avalancha de peces en migración hacia
arriba, para el desove. Todo el río vibraba con los millones de peces en marcha.
Algunos brincaban sobre las aguas, relampagueando como trozos de plata en la
oscuridad de la noche. El bagrecico se arrimó a una orilla fuertemente, contra el
lodo, hasta que pasó el último pez.
En plena jungla, el voluminoso río desaparecía en otro más voluminoso. Así es el
destino de los ríos: nacen recorren kilómetros de kilómetros de la tierra,
entregan sus aguas a otros ríos, y éstos a otros, hasta que todo acaba en el
mar.
El nuevo río, un coloso, se uno con otro igual, formando el Amazonas, el
río más grande de la Tierra. Nuestro bagrecico entró en ese prodigio de la
Naturaleza a las primeras luces de un día, cuando los bosques de las márgenes
eran una sinfonía de cantos y gritos de animales salvajes….Allá, en el remoto
riachuelo natal, el abuelo le había hablado también mucho del Rey de los Ríos.
Por él tenía que llegar al mar, ya él no daba sus aguas a otro río…No se
veía el fondo ni las orillas…Era, pues, el río…No se veía el fondo ni las
orillas…Era, pues, el río más grande del mundo.
“Debes tener mucho cuidado con los buques”, le había advertido el
abuelo. Y el bagrecico pasaba distante de esos monstruos que circulaban por las
aguas, con estrépito…
Una madrugada subió a la superficie para mirar el lucro del alba, digamos
mejor para admirarlo, ya a la superficie para mirar el lucero del alba, digamos,
mejor para admirarlo, ya que nuestro bagrecico era sensible a la belleza; el lucero
del alba, casi sobre el río, parecía una victoria regia de lágrimas…después de
bañares en su luz, el bagrecico se hundió en las aguas, produciendo un leve y
leve oleaje.
Durante varias horas de una tarde lluviosa lo persiguió un pez de mayor
tamaño que un hombre, para devorarlo. El pobre bagrecico corría a toda
velocidad de sus fuerzas…corría…corría,,,,de pronto alumbró un hueco en la
orilla, y se ocultó en él…. De donde miraba a su terrible enemigo, que iba y venia
y, finalmente, desapareció.
Mucho tiempo viajó por el río más grande del planeta, pasando frente a
puertos, pueblos, haciendas, ciudades, hasta que una noche, con la luna llena

36
enorme, redonda, llegó a la desembocadura…El río era allí extraordinariamente
ancho y penetraba retumbando más de cien leguas en el mar…
“¡El Mar!”, se dijo el bagrecico, profundamente emocionado. “¡El Mar!”. Lo
vio esa noche de luna llena como una transparente abismo verde..
El retorno a su riachuelito natal fue difícil..Se encontraba tan lejos…..Ahora
tenía que surcar los ríos, lo cual exige mayor esfuerzo….
Con su heroica voluntad dominaba el desaliento…Vencía todos los
peligros…Cruzó los “malos pasos” el río aprovechando una creciente y, a
veces, a saltos por sobre las rocas y pedrones que no estaban tapados por las
aguas…En el riachuelo de las mil vueltas salvó de morir, por suerte. Un hombre,
en la orilla pedregosa, encendía c on un cigarro la mecha de un cartucho de
dinamita, para arrojarlo a una poza, donde muchísimos peces, entre ellos nuestro
viajero, embocaban en la superficie, con ruidos característicos, los millares de
comejenes que, anticipadamente, desparramó como cebo el pescador…!No
escapatoria!....Empero, ocurrió algo inesperado…El pescador, creyendo que el
cartucho de dinamita iba a estallar en su mano, lo soltó desesperadamente y a
todo correr se internó en el bosque…Las piedras saltaron hasta muy arriba con
la horrenda explosión…algunos pájaros también cayeron muertos de los
ramajes.
La alegría del viajero se dilató como el cielo cuando, al fin, entró en su
riachuelito natal, cuando sintió sus caricias…Besó, con unción, las piedras de su
cauce…Llovía menudamente…Los árboles de las riberas, sobre todo los
almendros, estaban florecidos…Había luz solar por entre la lluvia suave y dentro
del riachuelo…. El bagre, loco de contento, nadaba en zigzags, de espaldas, de
costado, se hundía hasta el fondo, sacaba sus barbas de las aguas,
moviéndolas en el aire.
Sin embargo en su pecho ya no
encontró a su madre ni al abuelo. Nadie lo
conocía. Todo era nuevo en el remanso
del riachuelito, ensombrecido por las
palmeras y otros árboles de las márgenes.
Se dio cuenta, entonces, de que era
anciano…En el fondo de la pozuela, con
su voz ronca solía decir contoneándose
orgullosamente: “Yo conozco el mar.
Cuando joven he viajado a él, y he
vuelto”.
Los peces niños y jóvenes le
miraban y escuchaban con admiración.
Un bagrecico, tanto oírlo, se le
acercó una noche de luna y le dijo:
“Abuelo, yo también quiero conocer el
mar”.
-¿Tú?
-¿Sí, abuelo.
-Bien, muchacho. Yo tenía tu edad cuando realicé la gran proeza.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

Vocabulario: Con ayuda del diccionario anota el significado de las

37
siguientes palabras:

a) Columbrar: …………………………………………………………………………………

b) Engullir: …………………………………………………………………………………

c) Sedal: …………………………………………………………………………………

d) Baquiano: …………………………………………………………………………………

e) Atarraya: …………………………………………………………………………………

f) Fisga: …………………………………………………………………………………

Preguntas de Comprensión: Responde a las siguientes preguntas:

1. Los bagres en el relato parecen realmente personas. ¿Qué rasgos


humanos atribuye el autor a estos animales?
________________________________________________________________
_______________________________________________________________
2. ¿En qué lugar del Perú transcurren los hechos narrados? ¿Cómo lo
sabes?
________________________________________________________________
________________________________________________________________
3. ¿Cuánto tiempo real calculas que debe durar esta historia?
________________________________________________________________

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4. ¿Qué hacia el viejo bagre en el fondo de las aguas? ¿De qué se


ufanaba delante de los peces niños y jóvenes?
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5. ¿Qué hizo el bagrecico al amanecer? ¿Por qué sentía pena?


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6. ¿Cómo era el río de las mil vueltas?


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7. ¿Qué percances sufre el bagrecico mientras continúa su viaje por este


río?
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8. ¿Qué otros ríos debe surcar antes de llegar al Amazonas?
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9. ¿Qué nuevos percances tiene que afrontar?


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10. ¿Qué características tiene el Rey de los ríos? ¿Cómo es cuando penetra
en el Perú?
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11. ¿Cómo fue el retorno al riachuelito natal?


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12. Después de tantos años de ausencia, ¿Qué había ocurrido en su


pueblo? ¿Qué había pasado con su madre y su abuelo?
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13. ¿Qué hechos que él vivió en su niñez se repiten exactamente ahora?
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