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Club de lectura Las Clarices

Vida y obra de Clarice Lispector


A 100 años de su nacimiento

Coordinan: Marisa Negri y Alejandra Correa

Módulo 4: Fragmento de ¿Cómo nacieron las estrellas?


Autora: Clarice Lispector. Traducción: Alicia Salvi
Enero
¿Cómo nacieron las estrellas?

Todos piensan que siempre hubo estrellas titilando en el cielo. Pero es un error. Antes,
los indios sólo veían un oscuro - muy oscuro- cielo nocturno, y ese era su cielo. Una
oscuridad total. Les contaré ahora la simple historia del nacimiento de las estrellas.

Una vez, en el mes de enero, había muchos indios que desarrollaban sus actividades
habituales: cazaban, pescaban, combatían. Pero no hacían nada en las tabas 1: solo
tumbarse en las redes, dormir y roncar.

¿Y la comida? Solo las mujeres se encargaban de prepararla y de tener todo para comer.
Un día, ellas se dieron cuenta de que faltaba maíz para moler.¿Qué hicieron entonces las
valientes mujeres? Se aventuraron sin miedo entre la vegetación bajo un hermoso sol
amarillo.

Los árboles brillaban, verdes, y debajo había sombra y agua fresca. Cuando salían de
debajo de las copas frondosas sentían mucho calor, y bebían en el reino de las aguas de
los riachuelos bulliciosos.

Pero siempre seguían en busca de maíz porque el hambre era tan grande que ya estaban
comiéndose las hojas de los árboles. Solo encontraban mazorcas marchitas y sin gracia
alguna.

1
Taba: aldea aborigen.
- Volveremos y traeremos a los curumins -así es como los indios llamaban a los niños-. Los
curumins dan suerte.

Y así fue.

Los chicos parecían adivinar cosas: se adelantaron y en un claro del bosque apareció un
exuberante maizal.

Las indias asombradas, dijeron:

-Hay tantas mazorcas para recolectar…

Los niños pequeños también se pusieron a cosechar y recogieron muchas y huyeron de


vuelta hacia la taba y le pidieron a la abuela un pastel de maíz. La abuela lo hizo y los
curumins se comieron todo el pastel que enseguida se terminó. En ese momento tuvieron
miedo de las madres, que se quejarían de que habían comido mucho. Era necesario
esconder en una cueva a la abuela y al papagayo porque ambos les contarían todo.

Pero ¿si las madres se daban cuenta de la falta del papagayo hablador y de la abuela?

Entonces llamaron a los colibríes para que ataran una liana en lo más alto del cielo.

Cuando las indias regresaron se asustaron porque les pareció que sus hijos subían hacia el
cielo por los aires. Decidieron subir también ellas atrás de los chicos para, luego, cortar
la liana por debajo de ellos.
Sucedió entonces algo que solo ocurre cuando creemos: las madres se cayeron al suelo
transformándose en onzas2.

En cuanto a los curumins, ya que no podían volver a la tierra, se quedaron en el cielo,


transformados en brillantes y redondas estrellas.

En cuanto a mí, quiero decirles que las estrellas son algo más que los curumins. Las
estrellas son los ojos de Dios para vigilar que todo vaya bien. Para siempre.

Y como ustedes ya lo saben, “siempre” quiere decir que no termina nunca.

2
Onza o yaguarundi: felino de Sudamérica.
Abril
Las aventuras de Pedro Malasartes

¡Ah, en el mes de abril, qué deleite es existir! Eso pensaba también un día Pedro
Malasartes. Te voy a contar qué le estaba pasando: como el padre había muerto, la madre
había dividido la casa en pedazos y los había repartido entre sus hijos.

A Pedro Malasartes le tocó una puerta. Y él pensó: “Con esta puerta conquistaré el
mundo”.

De hecho, en seguida vio un buitre posado en un burro muerto.

Muy rápidamente les tiró la puerta encima y, como el buitre quedó rengo, le fue fácil
agarrarlo. ¿Para qué quería Pedro un buitre? Eso, solo él lo sabía. Siguió su camino. Y,
cuando sintió en el aire los olores de una magnífica cena, golpeó a la puerta de la casa de
una señora golosa y astuta que se estaba preparando un banquete a espaldas de su esposo,
que había viajado. Pero Malasartes fue expulsado violentamente por la señora y su criada.

Luego apoyó la puerta en la pared y se subió al techo: desde allí vio una muy buena
comida. Había un cochinillo asado, pavo y todo lo que te puedas imaginar que hace las
delicias de un hombre. Fue entonces cuando el marido llegó a su casa inesperadamente.

La astuta mujer se lamentó:

-Si hubiera sabido que ibas a venir te preparaba algo rico para comer- le dijo-,pero como
no te esperaba solo tengo carne seca, garbanzos, harina en dudoso estado…

En ese preciso momento Malasartes apareció de nuevo con su buitre, intuyendo que el
hombre no le negaría un poco de la escasa cena.

Apenas comenzaron a comer cuando Malasartes disimuladamente le dio un codazo al


buitre, que se quejó.

-¿Por qué se lamenta?- preguntó el dueño de casa.

-Me está contando las novedades- respondió Malasartes-.

Mi buitre no es como los otros, él habla y me contó que su esposa le guardó un lechoncito
asado de sorpresa…

La mujer tuvo miedo de Malasartes, y dijo:


-¡Oh, maldito buitre, arruinó la sorpresa! Sí, esposo, realmente tengo ese lechoncito
guardado…
Un poco después, el buitre gimió de nuevo, lo que sirvió para que Malasartes dijera:

-¡Oh, buitre entrometido!¡Deja de contarme cosas!

-¿Qué te está contando?

-Que hay pavo relleno.

-Maridito mío, ¡esa es otra sorpresa que el buitre insolente estropeó! Come un poco de
este pavo. Y tengo dulces, frutas, bebidas…

Como era el 1ero de abril, día para engañar a los demás, Malasartes vendió el preciado
buitre al dueño de casa para que le sirviera como espía.

Y así, bien alimentado, siguió su camino con la puerta bajo el brazo.

Moraleja: más vale una puerta desvencijada y la viveza de Malasartes que una casa entera
para quien no tiene el arte de engañar.

Mayo
La peligrosa Yara

Todas las tardes, al caer el sol, Yara, que vive en las profundidades de las aguas, surge de
lo hondo, magnífica. Adorna su pelo negro con flores acuáticas y juega con los pececitos
a perseguirse y huir. Pero ahora, en el mes de mayo, aparece cuando se oculta el sol para
conseguir novio.

Las madres se preocupan por sus hijos varones; sabedoras de que Yara está buscando
novios. Pero, para los hijos, Yara representa la tentación de la aventura, ya que es sabido
que hay jóvenes que gustan del peligro.

A medida que Yara va cantando, más inquietos y atraídos por su voz están los muchachos,
que, sin embargo, no se atreven a arriesgarse.

Pero hubo un día un tapuia3 soñador y audaz.

Estaba pescando, pensativo, y se olvidó de que el día estaba llegando a su fin y que las
aguas ya se ponían mansas.

Entonces pensó: “Creo que estoy viendo una ilusión”. Porque Yara, morena y de negros y
brillantes ojos, se levantó de las aguas.

Y tuvo miedo como tiene todo el mundo de las sirenas atrevidas.

Dejó la canoa y corrió a refugiarse en su choza.

Pero ¿de qué servía querer escapar si la Flor de las Aguas ya lo tenía enredado en su
hechizo? Recordaba la fascinación de su canturrear, sufría de nostalgia.

La madre del tapuia adivinó lo que le pasaba a su hijo; lo examinaba y veía en sus ojos la
marca de la fingida sirena.

Mientras tanto, Yara, confiada en sus encantos, esperaba que el indio tuviera el valor de
casarse con ella.

Pero, a pesar de ser mayo florido y perfumado, el indio huyó de su choza y de su gente y
se fue por el río en su canoa. Se quedó esperando con su corazón trémulo, entonces, de a
poco, vino Yara lentamente, lentamente, abrió sus labios húmedos y cantó suavemente su
victoria, porque ya sabía que arrastraría al tapuia hasta el fondo del mar.

Los dos se zambulleron y podemos adivinar que hubo fiesta en las aguas profundas.
Después, las aguas siguieron tranquilas en la superficie, como si nada hubiera sucedido.
A la tardecita, la morena siguió apareciendo, siempre adornada con rosas y jazmines.

Porque un solo novio, al parecer, no era suficiente para ella.

3
tapuia: nombre con que se conocía en Brasil a los aborígenes que no hablaban la lengua tupí y que
habitaban en las regiones interiores del territorio.
Esta historia no es para tomarla en broma. Que se cuiden ciertos hombres.

Junio
Fiesta en la selva

Estamos en el mes de junio, se encienden las hogueras de San Juan. Suben los globos al
cielo, ya hace fresco y deseamos un buen abrigo.

Está lindo para comer batatas con café caliente a medianoche.

Pero me dijeron que la fiesta no es sólo nuestra.

Pues ¿no era una fiesta para los animales de la selva?

Calculé que fue en el mes de nuestro propio descanso. Al menos eso es lo que dicen los
indios de la tribu Tembé.

Todo sucedió así: los animales de la selva estaban ocupados y en calma en relación a sus
obligaciones, pues el deber del animal es existir.

Pero cruzó el aire un rumor prometedor que se extendió rápidamente.

Venía este rumor en el canto que sale del pico del sabiá.4

Y el sabiá, como se sabe, canta por el puro placer de cantar. Los bichos estaban en la
duda de si era cierto o no.

De pronto, empezaron a llover invitaciones a esa fiesta. Quien invitaba no se dio a


conocer, pero todos sospechaban que la idea surgió de la reina de las selvas de Brasil, la
onza, que era muy mandona.

Todos los animales fueron invitados y se garantizó que en esta ocasión sería abolida la
ferocidad. Hasta la madre lechuza, que de tan seria y sabia usaba anteojos, fue invitada
con sus hijos. En cuanto a las hijas del mono, que estaban locas por coquetear, enamorarse
y casarse, se adornaron tanto y con tantas chucherías que parecían unas…-sí, lo adivinaste-
unas verdaderas monas.

Y si alguien cree que la serpiente faltó por ser tan asquerosa, se engaña; apareció haciendo
reverencias con su cuerpo escurridizo. Todo para llamar la atención.

4
sabiá: ave sudamericana, similar al zorzal colorado.
La noche estaba iluminada por miles de luciérnagas, por la silenciosa luna y por las
húmedas estrellas.

En cuanto a la orquesta, pueden estar seguros de que era de la mejor calidad: un grupo
de tucanes se encargó de tocar al ritmo del vals los más bellos sonidos de la espesura.

Los bichos se iluminaron de alegría. El loro fue muy aplaudido cuando cantó a los gritos
una canción alegre y las monas casaderas se colgaban por la cola de los árboles y se sentían
seguras de ser grandes bailarinas.

Bueno, aquello estaba en el máximo de la animación.

Pero la onza estaba muy inquieta, deseosa de atacar. Y como no estaba permitida la
matanza, empezó a ser feroz con su lengua viperina. Entonces cantó así: “Doña Anita es
gorda y rolliza como una chancha y tiene el color del ratón”.

Doña Anita, la esposa del tapir, se sintió herida y se retiró.

La onza, viendo que su agresión había sido un éxito, cantó e hizo una ofensa terrible a la
tortuga Jabuti, diciendo que estaba cubierta de moscardones. Tanto se ofendió la tortuga
que se fue enseguida. Después la onza dijo: “Vean los escotes indecentes de las hijas del
mono”. Las monas se pusieron como locas y no se fueron porque la esperanza de conseguir
novio es lo último que se pierde.

Pero entre los animales estaba el dios de los venados, Arapuá-Tupana, quien decidió poner
fin a la arrogancia de la onza, y para vencerla, se puso a cantar.

Los animales sabían que iban a morir cuando lo escucharan, así que se taparon los oídos.

Por fortuna, Arapuá-Tupana finalmente desapareció y no murieron.

Sí, así fue. Pero los animales habían perdido el don del habla, nadie entendía a nadie. Y
así sigue siendo hasta el día de hoy. Porque al cantar o al gruñir no dicen nada.

Y todo por culpa de la onza lengua larga.

¿Cómo nacieron las estrellas? Bs As : V&R, 2014.

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