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LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA.
GÉNESIS Y EVOLUCIÓN DE SUS ESTRUCTURAS
ADMINISTRATIVAS
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cutivo” compuesto por “tres individuos”, que debía limitarse tan sólo a
“hacer ejecutar las leyes” que le comunique “el cuerpo legislativo”, sin
modificarlas ni interpretarlas” (artículo 4o). Este Ejecutivo colegiado y
acotado no contaba con facultades reglamentarias de las leyes aprobadas
por el Congreso. La propuesta de un Ejecutivo colegiado reflejaba el difícil
momento político que vivía el país en 1823, poco después del derrocamiento
del efímero imperio de Agustín de Iturbide, así como la gran desconfianza
que existía entre todos los actores políticos de la época, de que alguno de
ellos volviera a caer en la tentación de ejercer el poder de manera omnímoda
y dinástica.
Como antecedente de esta desconfianza en los regímenes de Ejecutivo
unipersonal fuerte o no acotado, cabe advertir que, ya en el Acta Constitu-
tiva de la Federación, aprobada el 31 de enero de 1824, meses antes de
promulgarse la Constitución cuya conmemoración hoy nos convoca, se
estipulaba que “el Supremo Poder Ejecutivo se depositaría por la Constitu-
ción en el individuo o individuos que ésta señale”, lo que claramente deja-
ba abierta la posibilidad que el nuevo Congreso Constituyente acordara la
creación de un órgano ejecutivo colegiado en vez de uno presidencial, como
finalmente quedó establecido en dicho texto.
Este tipo de propuesta no resultaba novedoso en nuestro país, ya que en
la Constitución promovida por Morelos y aprobada en Apatzingán en 1814,
y que no llegó a tener vigencia, se establecía: “El Supremo Gobierno” (el
órgano Ejecutivo) estaría “compuesto por tres individuos” que se alterna-
rían “por cuatrimestres en la Presidencia”. Se estipulaba igualmente que
uno de los tres sería sustituido cada año por el Congreso. Es interesante
destacar que se dejaba a “la suerte” determinar cuál de los tres integran-
tes de este órgano Ejecutivo debía abandonar el cargo cada año, asignán-
dose al Congreso la responsabilidad de realizar este “sorteo” o lotería, a la
manera que lo hacía la asamblea de ciudadanos en la Atenas clásica.
También en 1821, la “Junta Provisional de Gobierno”, establecida en
cumplimiento del Plan de Iguala, que finalmente condujo a la formaliza-
ción de nuestra independencia, quedó instruida de nombrar “una regen-
cia compuesta por tres personas, de su seno o fuera de él”, en la cual
“residiría el Poder Ejecutivo” y que gobernaría “en nombre de Fernando
VII hasta que éste empuñara el cetro del Imperio” o, llegado el caso, lo
hiciera “el que las Cortes del imperio designaran”, cargo que finalmente
recayó en Iturbide, quien fue coronado poco después como el primer
emperador de México.
dejar a una ley del Congreso la distribución de funciones entre las distin-
tas dependencias del Ejecutivo, era mucho más feliz y operativa que la
actualmente vigente, en donde la atribución de algunas funciones adminis-
trativas correspondientes a las secretarías de Estado se establece disfun-
cionalmente en el propio texto constitucional.
Regresando al tema de los nuevos Departamentos Administrativos esta-
blecidos por Venustiano Carranza en 1917, cabe decir que esta figura fue
ortodoxamente utilizada en el periodo de Álvaro Obregón para crear el
Departamento de Estadística Nacional en 1923, y por Plutarco Elías Calles
cuando, en 1928, promovió la creación del Departamento del Presupuesto,
desprendiendo estas funciones de la Secretaría de Hacienda y Crédito Pú-
blico, la cual se las ingenió para que, en la práctica, esta oficina dependien-
te directamente del presidente no funcionara nunca, a diferencia de lo que
ocurre en Estados Unidos, que había servido de modelo para este frustrado
intento de reforma administrativa.
En 1928 Plutarco Elías Calles promovió la reforma constitucional que
sustituyó la figura del gobernador del Distrito Federal por la de un Jefe de
Departamento, nombrado y removido libremente por el presidente de la
República, a cuyo cargo estaba el gobierno del Distrito Federal desde 1824,
para garantizar el asiento y la seguridad de los poderes federales. Se busca-
ba con ello evitar la duplicación de mandos en dicho ámbito territorial, por
una parte del titular del Ejecutivo federal y, por la otra, de los titulares de
las municipalidades existentes en dicho ámbito territorial que eran elegi-
dos directamente por los ciudadanos de dichas municipalidades. De ahí
surgió la costumbre de referirse al Jefe del Departamento del Distrito Fe-
deral como el “Regente” de la ciudad capital. Como se sabe, la reforma
constitucional promovida por el presidente Ernesto Zedillo en 1996 per-
mitió que el actual jefe del gobierno del Distrito Federal fuese también
electo directamente por los ciudadanos residentes en la circunscripción
territorial en donde se encuentran asentados los llamados Poderes de la
Unión desde 1824.
Como resultado de los problemas de coordinación surgidos de entonces
acá entre los titulares del gobierno del Distrito Federal y del Ejecutivo
federal, algunos estudiosos de la administración pública han planteado desde
hace varios años la conveniencia de reformar la Constitución para circuns-
cribir el ámbito territorial del Distrito Federal a las tres delegaciones en
que actualmente se encuentran asentados los poderes federales (Cuauh-
témoc, Venustiano Carranza y Miguel Hidalgo), y regresar al presidente
ba, que “no habrá preeminencia alguna entre las distintas secretarías y de-
partamentos de Estado”. Con base en esta disposición fueron creados, en
1935, tres nuevos departamentos administrativos sin prestar mucha aten-
ción a la tipología propuesta por Carranza en 1917, y que fueron el Fores-
tal, de Caza y Pesca, el de Educación Física y el de Asuntos Indígenas.
Seguramente para evitar las críticas de una hipertrofia burocrática del nue-
vo gobierno, la Secretaría de Hacienda y Crédito Públicos reabsorbió las
atribuciones del Departamento de Abastecimientos Generales, y la de Guerra
y Marina, ahora con el nuevo nombre de Defensa Nacional, recuperó las
funciones del Departamento de Establecimientos Fabriles y Militares, ambos
departamentos creados al inicio de la administración de Venustiano
Carranza.
Dos años después, en 1937, el propio presidente Cárdenas promovió la
creación de otros tres departamentos administrativos, el de Publicidad y
Propaganda (que un año después cambió su nombre por el de Prensa
y Publicidad), el de Asistencia Social Infantil y el de Ferrocarriles, este
último para encargarse de la administración de la recientemente expropia-
da empresa “Ferrocarriles Nacionales de México”. Meses después este
nuevo Departamento Administrativo fue sustituido por un organismo des-
centralizado denominado Ferrocarriles Nacionales de México.
A finales de 1937 se determinó cambiar la naturaleza administrativa del
Departamento de Asistencia Social Infantil por el de una Secretaría de
Estado con el nombre de Secretaría de Asistencia Pública, práctica que
después se generalizó con respecto a muchos otros departamentos admi-
nistrativos en gobiernos subsecuentes. Con esta medida se inició la incon-
veniente tradición de considerar a los departamentos administrativos como
una especie de secretarías de Estado “subdesarrolladas” o “de segunda”, lo
que obligó a muchos presidentes posteriores a transformar en secretarías
de Estado a dependencias que originalmente fueron creadas como departa-
mentos administrativos, sólo por atender presiones de tipo político o polí-
tico-electoral de quienes eran sus titulares o aspiraban a serlo, como a mi
juicio fueron los casos de los departamentos del Trabajo, Agrario, Marina,
de Turismo, de Programación y Presupuesto y de la Contraloría, por sólo
mencionar unos cuantos ejemplos de esta, para mí, nociva práctica admi-
nistrativa de muchos presidentes posteriores a Lázaro Cárdenas.
En 1939 el presidente Cárdenas llevó al cabo una tercera reforma de su
estructura administrativa de apoyo directo. Desapareció tres de los depar-
tamentos administrativos creados al inicio de su sexenio, el de Prensa y