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Los Cinco Puntos del Calvinismo

1- Depravación total El estado natural del hombre es de depravación total y, por consiguiente, una inhabilidad
total de parte del hombre para ganar, o contribuir a su salvación.
Lo que sí se quiere decir, es que cuando el hombre cayó en el Jardín de Edén, cayó en su ‘totalidad’. La
personalidad completa del hombre ha sido afectada por la caída, y el pecado se extiende a la totalidad de las
facultades, la voluntad, el entendimiento, el afecto y todo lo demás.

2- Elección incondicional. Si el hombre en verdad está muerto, prisionero y ciego, etc., entonces el remedio
para todas estas condiciones debe descansar fuera del hombre mismo (esto es, en Dios). Si el hombre es
incapaz de salvarse a sí mismo, siendo la caída de Adán una caída total, y si solo Dios puede salvar, y si no todos
son salvos, entonces la conclusión debe ser que Dios no ha escogido salvar a todos.

3- Expiación limitada. Este punto de vista dice que Cristo murió positiva y efectivamente para salvar a cierto
número de pecadores que merecían el infierno, en quienes el Padre había puesto su libre elegible amor. El Hijo
paga la deuda por estos elegidos, hace satisfacción por ellos a la justicia del Padre, e imputa Su propia justicia a
ellos, para que sean completos en Él.

4- Gracia irresistible." Gracia irresistible ", también llamada "gracia eficaz", afirma que la gracia salvadora de
Dios se aplica eficazmente a aquellos a quienes él ha determinado salvar (es decir, los elegidos) y supera la
resistencia de ellos a obedecer la llamada del evangelio, trayéndolos a una fe salvadora. Esto significa que
cuando Dios se propone soberanamente salvar a alguien, ese individuo ciertamente será salvo. La doctrina
sostiene que esta influencia intencionada del Espíritu Santo de Dios no se puede resistir, sino que el Espíritu
Santo, "hace que el pecador elegido crea, se arrepienta y venga libre y voluntariamente a Cristo".

5- Perseverancia de los santos. Si el hombre no se puede salvar a sí mismo, entonces, Dios tiene que salvarlo.
Si todos no son salvos, entonces Dios no ha salvado a todos. Si Cristo ha hecho satisfacción por los pecados,
entonces es a través de Él que somos salvos. Si Dios intenta revelar la salvación en Cristo a los corazones de
esos a quien él escogió salvar, entonces, Dios proveerá el medio de hacerlo efectivamente. Si, por consiguiente,
habiendo ordenado para salvar, murió para salvar, y llamó a la salvación a esos quienes nunca podrían salvarse a
sí mismos, él también preservará a los salvos para la vida eterna para la Gloria de Su Nombre.

Los Cinco Puntos del Arminianismo


1.- Libre albedrío o habilidad humana. Aunque la naturaleza humana fue totalmente afectada por la caída, sin
embargo, Dios en su gracia capacita la voluntad del pecador para que libremente se arrepienta y crea, o rehúse
hacerlo. Cada pecador, capacitado por la gracia de Dios, tiene libertad para creer o rehusar creer, y su destino
eterno depende de cómo use dicha libertad. La libertad con la que Dios capacita al hombre caído, consiste en
poder escoger libremente entre el bien y el mal en la esfera de lo espiritual. El pecador puede cooperar con el
Espíritu de Dios y ser regenerado o resistir la gracia de Dios y perderse para siempre. El pecador necesita la
asistencia del Espíritu Santo, pero no tiene que ser regenerado por el Espíritu antes de que pueda creer, ya que la
fe es un don de Dios que el hombre puede recibir o rechazar libremente, y precede al nuevo nacimiento. La fe es
un don de Dios; y el hombre lo puede recibir y ejercer para vida eterna, o rechazarlo para condenación.
2.- Elección condicional. Dios escogió para salvación, antes de la fundación del mundo, a todas aquellas
personas que, asistidas por su gracia habilitadora, creen en Cristo. Esto se debe al hecho de que Dios vio de
antemano que dichos individuos habrían de responder positivamente a su llamado, arrepintiéndose y creyendo en
Cristo. Dios escogió solo a aquellos que él vio de antemano que voluntariamente creerían en el evangelio,
asistidos por su gracia resistible.
3.- Redención universal o expiación general. La obra redentora de Cristo brinda a todos los hombres la
oportunidad de ser salvos, y garantizó la salvación de todos los que habían creído y preservado hasta la muerte
de Cristo, y también garantizó la salvación de todos los que habrían de creer y perseverar después de la muerte
de Cristo. A pesar de que Cristo murió por todos los hombres, solo los que creen en él son salvados. Su muerte
es suficiente para la salvación de todos los hombres, pero solo eficaz en los que creen.
4.- El Espíritu Santo puede ser resistido eficazmente. Él Espíritu Santo convence de pecado al mundo, y hace
todo lo que se ha determinado para traer a cada pecador a la salvación. El llamado del Espíritu, sin embargo,
puede ser resistido, ya que el hombre es hecho libre por la gracia de Dios. El Espíritu no regenera al pecador
hasta que éste cree; la fe (que es un don de Dios que el hombre puede recibir o rechazar libremente) precede al
nuevo nacimiento. Dios ha determinado que su llamado, a través del Espíritu Santo, pueda ser libre y
voluntariamente aceptado o resistido. El Espíritu Santo obra eficazmente trayendo a Cristo solo a aquellos que no
le resisten. El Espíritu no imparte vida hasta que el pecador responde, arrepintiéndose y creyendo
voluntariamente en Cristo. Dios, por tanto, ha determinado que Su gracia no actúe de forma irresistible; sino que
la misma puede ser resistida por el hombre.
5.- El caer de la gracia o el perder la salvación. Algunos arminianos creen que el ser humano, una vez salvo,
no perderá su salvación y otros piensan que la salvación pueda perderse por no perseverar en la fe.

¿QUÉ PIENSAS TÚ; SERÁ POSIBLE PERDER LA SALVACIÓN?


Unos creen que sí se puede perder, otros dicen que no. En realidad, lo que digan los hombres no
cambia la verdad. Lo que sí importa es lo que dice la Biblia.
Así que, veamos qué nos dice la Biblia: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y
yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me
las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre» (Juan 10.27 29).
Es imposible que alguien quite de la mano de Dios a una oveja (cristiano) suya. Estamos seguros
en las manos de Dios. Pero ¿qué si la oveja, por su propia voluntad y descuido, decide salir de la
mano de Dios? ¿Podrá hacerlo?.
«El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles» (Apocalipsis 3.5).
Eran cristianos, pues sus nombres ya estaban escritos en el libro de la vida. ¿Por qué pues, dice
Cristo «El que venciere será vestido … y no borraré su nombre«? él habla como que fuera posible
que el cristiano que no vence perderá el privilegio de tener su nombre escrito en el libro de la vida.
¡Y así es! Oye lo que dice Cristo en Juan 15.5,7: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El
que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los
echan en el fuego, y arden«. Antes que una rama pueda ser cortada de un árbol, tiene que estar
conectada. De la misma manera, uno tiene que primeramente ser conectado a Cristo (ser cristiano)
para poder ser cortado de Cristo. Nota que los que no permanecen en Cristo serán cortados, serán
echados fuera, se secarán, y los echarán en el fuego
Dios dice así: «Cuando yo dijere al justo: De cierto vivirás, y él confiado en su justicia hiciere
iniquidad, todas sus justicias no serán recordadas, sino que morirá por su iniquidad que hizo….
Cuando el justo se apartare de su justicia, e hiciere iniquidad, morirá por ello» (Ezequiel 33.13,
18).«Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el
conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en
ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera
sido no haber conocido el camino de la justicia, que después
de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha
acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito,
y la puerca lavada a revolcarse en el cieno» (2 Pedro 2.20,22).

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