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Para que todo ese enorme arsenal que el desarrollo científico técnico ha puesto
a disposición del médico sea utilizado racionalmente, éste debe, ante todo,
enfrentarse con el enfermo, llevar a cabo el interrogatorio y el examen físico,
formarse una idea de su padecimiento y formular una hipótesis clínica cuando
estos procedimientos iniciales no sean suficientes para orientar
inequívocamente el diagnóstico. Como consecuencia inmediata de los datos
así recogidos y de esta orientación diagnóstica presuntiva, debe indicar de
modo claro al analista cuales son las investigaciones requeridas para el caso.
Pedir al Laboratorio, antes de examinar clínicamente al enfermo, los datos
orientadores del diagnóstico, es la prueba de una pereza mental, es la renuncia
a una de las funciones esenciales del médico, que consiste en un contacto
inmediato con el enfermo, no exento de un sentido humano, en virtud del cual
el enfermo se siente en verdad “asistido” desde el primer momento por el
médico. Remitir al enfermo de primera intención al Laboratorio, es tratarlo como
un ser viviente del reino animal, pero no como un ser humano.
Cuando apela al Laboratorio- y esto acontece cada día- el médico debe tener
presente siempre tres conceptos fundamentales; de su aplicación adecuada
depende la eficacia diagnóstica de los datos que le proporcionará el
Laboratorio. Es preciso, en primer término, que sepa a que atenerse acerca de
lo que es válido y lo que es dudoso, como resultado de la investigación en
relación con su enfermo. Es preciso, en segundo lugar, que sepa interpretar
con acierto los resultados, que el Laboratorio le transmite como dato concreto,
pero no siempre relacionado por el Laboratorio con el caso clínico que se trata
de diagnosticar. Es preciso además que a estos datos concretos de Laboratorio
no atribuya un valor diagnóstico absoluto y decisivo, para el diagnóstico clínico,
puesto que casi siempre se refieren a un fenómeno determinado, que es parte
del proceso morboso; y por tanto deben ser cotejados con otros elementos de
juicio proporcionados por la semiología general y por el estudio minucioso del
enfermo. Veamos un ejemplo.