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Rama Latinoamericana
13 a 18 de octubre de 2014
Música y territorialidades:
Dirección postal: Taninga 2725. Departamento “A”. B° Cabaña del Pilar. Córdoba.
CP 5014.
TÍTULO:
RESUMEN:
TÍTULO:
RESUMO:
- Maestro, Ud. afirma que las supervivencias —de bienes descartados por el
estrato superior— en el ambiente inferior constituyen el folklore, pero ¿qué sucede
si determinados bienes recorren el camino inverso, es decir, si siendo vivencias de
un grupo determinado son tomados por los grupos superiores?”
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Música superior
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Música de salón
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Música primitiva
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- Con todo respeto, me permito hacer una primera observación a este
cuadro: me parece que Ud. mezcla los criterios clasificatorios. “Música superior”,
hace referencia a una preeminencia respecto de otra; mientras que “primitiva”
puede entenderse como poco desarrollada o remitir a una cuestión temporal, a los
primeros tiempos. Finalmente, música de salón, alude a un espacio que no
excluye a la música superior ni a la música “primitiva”.
- Es probable que pueda parecerle que he unido criterios diferentes pero lo
que sucede en realidad, es que se trata de “Una misma música en todos los
lugares, pero en diferente tiempo: la música folklórica de hoy es, originariamente,
la música superior de ayer…” (Vega, 2010:78).
- De lo que Ud. acaba de afirmar infiero que para que —en América— una
música sea folklore tiene que dejar de ser música superior, descender y
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transformarse, y por ende, estar en el campo. Si esto es así, ¿no hay folklore en
las ciudades?
- (No encontré respuesta a esto en los escritos de Vega, por eso, aventuro lo
que podría haber contestado). Para una comunidad rural, la música que toma de
las ciudades y que acomoda a la música que estaba, es simplemente música. En
cambio, el individuo del ambiente superior, advierte el proceso por el cual una
música que abandonó la ciudad y que tomó el hombre rural se convirtió en un tipo
de música a la que llama folklore y que puede consumir y recrear.
- ¿Entonces, cómo explica que en las ciudades, los individuos escuchen y/o
interpreten música superior, música de salón y folklore?
- Cuando el hombre de ciudad consume, interpreta o compone música que
se inspira en la música que considera folklorizada, se trata de una recreación
mediada por la conciencia de que no es la música propia y actual, sino una ajena y
actualizada.
- Entonces, ¿llama música de salón a la que se vive como actual y propia en
las ciudades?
- Así le llamé en el Panorama…; en El origen de las danzas folklóricas
afirmé: “…popular es etapa entre culto y folklórico” (Vega, 1956:78)…, pero,
posteriormente, en la Segunda Conferencia Internacional de Musicología
celebrada en Bloomington, Indiana, en 1965, acuñé el concepto de “mesomúsica”
para referirme precisamente al
conjunto de creaciones funcionalmente consagradas al esparcimiento (melodías con o
sin texto) a la danza de salón, a los espectáculos, a las ceremonias, actos, clases,
juegos, etc. adoptadas o aceptadas por los oyentes de los países que participan de
las expresiones culturales modernas (Vega, 1979:4).
una especie1 folklórica dada la vigencia que todavía tiene en el ambiente urbano 2.
De la misma manera, “el Tango se movió de acuerdo con la ley general. Pero
aclaremos que esta danza todavía no es folklórica” (Vega, 1956:79).
- Sin embargo, en el caso del vals, Ud. avanza diciendo que luego de haber
sido una figura de la coreografía del cielito, el pericón y la mediacaña, “se adueñó
del nombre y de la música” (Vega, 1956:84). ¿Esto significa que volvió a ser una
especie independiente, tal como había llegado de Europa?
- Así es. Se escuchan valses en la ciudad y en el campo, por eso aún no es
una especie folklórica. 3
- Coincido en parte porque el vals que hoy se escucha e interpreta en el
campo y en la ciudad, folklorizado o no, ya no cumple la misma función del vals
europeo que Ud. documentó desde los albores del siglo XIX, ni es una figura
dentro de otra danza. Se trata actualmente más de una canción que de un baile.
-…
Mi conversación con Vega debe terminar aquí porque lo que sigue, tiene que
ver con sucesos y estudios posteriores a la vida del musicólogo.
1
Nota: el uso del término “especie” para nombrar a los géneros folklóricos, evidencia su adhesión a
la concepción biologicista de los bienes culturales, propia de la época.
2
Nota: la respuesta que pongo en boca de Vega, es, en realidad, una idea de Lauro Ayestarán
quien afirma que “se halla recién en los umbrales del folklore”... Es una especie que se ha
“folklorizado” pero aún le falta aún le falta quemar definitivamente esa etapa ciudadana como ya lo
han hecho la Mazurca, la Danza o Habanera, el Chotis o la Polca…” Ayestarán, Lauro. El folklore
musical uruguayo. 1967. Montevideo Arca editorial. p. 78.
3
Nota: esta es la respuesta que estimo podría haber dicho Vega.
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A pesar de la difusión que tienen las nuevas ideas acerca del folklore,
todavía se escuchan las voces de algunos fundamentalistas de las teorías de
Vega, quienes siguen buscando el origen de los géneros: tal es el caso de Juan
María Veniard quien el año pasado ha afirmado categóricamente que el origen del
vals criollo es el vals Boston. Según Veniard este tipo de vals adquirió tal
preponderancia en Buenos Aires que a partir de 1890 no sólo revitalizó el vals sino
que desalojó al vienés; y, uno de sus ejemplares, el vals Boston nº 3 de Hilarión
Moreno (seudónimo, H. D. Ramenti) compuesto entre 1890 y 1891(Veniard,
2013:238) y que tuvo gran difusión en Buenos Aires y en pueblos de la campaña
(Veniard, 2013:241) dio origen al vals campero pampeano, luego denominado
“criollo”.
Mi mirada sobre la apropiación y difusión del vals en Argentina se opone
radicalmente a los enunciados de Veniard. La presencia del vals en los salones
como pieza de baile o de concierto está suficientemente documentada desde
comienzos del siglo XIX; también lo está, su inserción como figura coreográfica en
el cielito, en el pericón y en la media caña, danzas que estaban prácticamente
extintas hacia fines del siglo XIX, con la excepción de la inclusión del pericón en
las representaciones de Juan Moreira en el circo de José Podestá (1890). Hacia
fines del siglo XIX y comienzos del XX, tuvo gran difusión, aunque no en toda
Latinoamérica,4 un tipo de vals lento llamado “Boston” que estructuralmente no
difiere de manera sustancial con los valses vieneses decimonónicos. Estos
antecedentes, entre otros, se conectan con el vals criollo argentino (rioplatense).
Solo que, como tal, los documentos permiten fecharlo después de la primera
década del siglo XX, cuando aparece desempeñando la función de una canción
que puede bailarse o no y que es interpretada por canto y guitarra, acordeón,
orquestas típicas, piano y guitarra y hacia 1940 por la orquesta característica,
especialmente la de Feliciano Brunelli. Más allá de las constantes observadas, no
me ha sido posible dar cuenta paso a paso de las transformaciones y
adaptaciones que los músicos argentinos hicieron al vals europeo durante el
Juan Francisco Sans afirma que el vals Boston no fue muy popular en Venezuela (conversación
4
período de apropiación y cristalización del vals criollo (ca. 1810 a 1940). Adjudico
esta imposibilidad, a varias y variadas razones (dejando de lado mis limitaciones):
- La falta de documentación que caracteriza a la circulación de la música
popular sobre todo en la etapa anterior a la posibilidad de difusión mediatizada
(grabaciones, radio, etc.).
- La complejidad propia de la dinámica de los bienes culturales — que no es
lineal sino que simultáneamente se va produciendo en distintos mecanismos de
apropiación, transformación, fusión, creación y recreación.
- La activa y muchas veces consciente participación de los sujetos en la
selección, fusión y creación de los bienes de la cultura.
- La constante adecuación de dichos bienes a distintas necesidades, y
modas.
En síntesis: el vals criollo no es el resultado del proceso de folklorización que
explica Vega ni proviene de un ejemplar de vals Boston en particular como afirma
Veniard. El vals en general y el vals criollo en particular son los primeros géneros
en los que se verifican las características de lo que Vega llamaba “Mesomúsica”—
y que hoy abarca los estudios de música popular, campo en el cual, como en otros
de transmisión oral, es muy difícil rastrear e hilvanar los procesos de cambio. Al
no haber podido seguir paso a paso las transformaciones que sufrió el vals, no
podemos probar que esta danza se incorporó como figura al Cielito, Pericón y
Media caña y que luego se independizó de ellas para convertirse en un género
independiente. Considero que lo más probable sea que el vals se haya
desarrollado simultáneamente como danza y como canción.
2- CONCLUSIONES
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Me resisto a llamarles “saberes tradicionales” porque no considero que la tradición sea exclusiva
de lo que se llamó “folklore”. Hay tradiciones en todos los tipos de música: culta y popular (rock,
tango, “folklore”,etc)
6
Citado por Mendívil, Julio. “Huaynos híbridos: Estrategias para entrar y salir de la tradición”. 2004.
Lienzo N° 25. Revista de la Universidad de Lima. p. 28.
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3- Bibliografía
Ayestarán, Lauro. El folklore musical uruguayo. 1967. Montevideo: Arca
Editorial.
Calvino, Italo. Por qué leer los clásicos. 1992. Tusquets.
Díaz, Claudio F. Variaciones sobre el “ser nacional”. Una aproximación
sociodiscursiva al “folklore” argentino. 2009. Córdoba: Recovecos.
Foucault, Michel. “¿Qué es un autor?”.1998. Litoral, La función secretario,
25/26.
Kaliman, Ricardo J. Alhajita es tu canto: el capital simbólico de Atahualpa
Yupanqui.2004. Córdoba: Comunicarte.
Mendívil, Julio. “Huaynos híbridos: Estrategias para entrar y salir de la
tradición. 2004. Lienzo N° 25. Revista de la Universidad de Lima. pp. 27-64.
Ruiz, Irma. “Repensando la etnomusicología: homenaje al etnomusicólogo
argentino Carlos Vega en el centenario de su nacimiento”. Cuadernos de música
iberoamericana.1998. Madrid: Instituto Complutense de Ciencias Musicales. pp. 7-
15.
Sánchez, Octavio. La cueca cuyana contemporánea. Identidades sonora y
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Nacional de Cuyo.
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Revista del Instituto de Investigación musicológica Carlos Vega. Año 3. N° 3.
Vega, Carlos. El Origen de las danzas folklóricas. Segunda edición. 1956.
Buenos Aires: Ricordi.
Vega, Carlos. Panorama sonoro de la música popular argentina.2da. edición.
2010. Buenos Aires: Instituto Nacional de Musicología “Carlos Vega”.
Veniard, Juan María. “El origen del vals campero pampeano y del “vals
criollo” nacional. Revista del Instituto de Investigación Musicológica “Carlos Vega”.
Año XXVII. Nº 27. 2013. Buenos Aires: Pontificia Universidad Católica Argentina.
Facultad de Artes y Ciencias musicales. pp. 233 a 251.
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