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una para mujeres y 16 son anexos femeninos. Pueden albergar a 20.438 personas, pero
la población carcelaria es hoy de 32.200 detenidos.
Penología
Origen del término
La idea de penología tiene su origen en penology, un vocablo de la lengua inglesa
acuñado por el jurista Francis Lieber en 1834, cuyo nombre de pila en Alemania era
Franz, también se dedicó a la filosofía, a la política y a la enseñanza. Cuando creó el
concepto de penología lo hizo entendiéndolo como una disciplina independiente y bien
definida, tal y como la conciben sus defensores al día de hoy.
Definición de penología
La penología es una disciplina científica orientada a los sistemas de castigo que
establece el derecho penal. Se trata de una ciencia auxiliar que se encarga de examinar
cómo se establecen, sistematizan, aplican y ejecutan las penas y las medidas cautelares
penales.
Castigo y rehabilitación
En un sentido amplio, la penología estudia los mecanismos de castigo y de
rehabilitación de los delincuentes. Muchas veces la penología es asociada al derecho
penitenciario, aunque este se limita a la pena de encarcelamiento mientras que la
penología considera también la aplicación de las penas que llevan al convicto a cumplir
su sanción fuera de un establecimiento penitenciario.
Semilibertad
Este concepto es clave para diferenciar la concepción que la penología ha tenido a lo
largo de la historia, en particular el contraste entre el final del siglo XIX y la actualidad.
Otra forma de llamar la semilibertad es tercer grado, una clasificación del régimen
abierto que se aplica a aquellas personas que pueden cumplir su pena fuera de un centro
penitenciario. En pocas palabras, se acerca más a la libertad porque no debe estar preso,
pero no la alcanza completamente porque existen ciertas obligaciones inamovibles.
Para algunos estudiosos como Francis Pierre y el Autor John Howard Wines la
Penología es la rama de la ciencia criminal que trata o debe tratar el castigo del
delincuente.
Contenido de la Penología
La Penología contiene toda clase de penas y medidas de seguridad, así como los medios
de ejecución y aplicación de las mismas. Dentro de ella ocupa un sector muy importante
la ciencia penitenciaria, concebida como rama de la penología que se ocupa de la pena
de prisión, de sus métodos de ejecución y aplicación, y de toda la problemática que la
vida en prisión plantea. Los modernos medios de tratamiento en libertad trascienden de
lo puramente penitenciario, pero quedan dentro de los límites de la penología.
I. Introducción
II. Metodología
III. Antecedentes del Sistema Penitenciario en Venezuela
IV. El Penitenciarismo en la Constitución de 1999
V. Realidad Carcelaria Actual
VI. Conclusiones
VII. Recomendaciones
Resumen
El propósito de este artículo es develar los principios, fundamentos y alcances del
Sistema Penitenciario Venezolano, en el marco del Estado Democrático y Social de
Derecho y de Justicia, sustentado en la vida, la libertad, la justicia, la igualdad y la
preeminencia de los derechos humanos, como valores superiores. En ese sentido, el
texto constitucional lega un modelo penitenciario humanista e inclusivo, que desluce de
la realidad de la prisión venezolana actual. Esta producción se realizó en la matriz
epistémica interpretativa, como una investigación documental de tipo monográfico,
desarrollada a través de la matriz de análisis de contenido. Se utilizaron como técnicas
la observación documental, la lectura evaluativa, las técnicas del resumen, del
subrayado y de asociación, concluyendo en la necesidad de motorizar cambios desde la
participación de los diversos actores sociales, como única vía para alcanzar la
transformación penitenciaria, centrada en la dignidad del hombre.
I. Introducción
La sociedad venezolana epocal es un reflejo de lo que no debe ser: ausencia de eticidad
y moral; costumbrismo, aletargamiento y falta de apropiación de las herramientas
legales, políticas y sociales para la solución de sus problemas; insensibilidad humana y
desprecio por el otro; suficientes aristas para lograr una descomposición inimaginable a
principios de siglo. Dentro de esta centrífuga de elementos, subyace la realidad de un
grupo social vulnerable, los olvidados de siempre, marginados de ayer, invisibilizados
hoy: las personas privadas de libertad. Ahí nuestra ocupación. Se trata de los colectivos
que vive en contextos prisionales, con caracteres y valores comunes, así como metas,
sueños, aspiraciones y objetivos.
Como se ha dicho, las personas privadas de libertad son individuos, sujetos de derecho,
que transgredieron las leyes penales y en consecuencia, están sometidos a cumplir una
condena, en un espacio aislado denominado cárcel, establecimiento penitenciario u
organización penitenciaria. La persona privada de libertad sufre un cambio de hábitat,
del mundo social en libertad a una frontera a la que es limitada su libertad de
movimiento, donde poco puede decidir por sí mismo, mientras cumple su condena,
sometido a las normas del régimen penitenciario. En similar sentido, la privación de
libertad es una transición que padece la persona, en la búsqueda nuevamente de su
libertad, que comporta un proceso de transformación, conjugado con el ejercicio de sus
derechos como persona y el cumplimiento de actividades guiadas, en el marco del
nuevo paradigma de los derechos humanos.
Dicho de esta manera, las personas privadas de libertad son acreedoras de derechos,
pero también tienen obligaciones y deberes que cumplir, para transitar hacia la
integración social. Por lo tanto, la “rehabilitación” o “reeducación”, más que volver a
habilitar o desestructurar lo aprendido y estructurar nuevos saberes, es la construcción
de vivencias, prácticas y empoderamiento de valores a través del trabajo, la educación,
el deporte, la recreación, la cultura y la instrucción disciplinaria para la emancipación;
configurando principios nucleares que validan el paso a la reinserción social.
Por consiguiente, las organizaciones penitenciarias son entes para la transformación
individual y social de las personas privadas de libertad, proyectadas a la resocialización.
Más allá de las fronteras y barrotes, representan un cúmulo de aspiraciones, metas,
sueños y esperanzas de sus miembros. Dicho a través de otro ejemplo, al amparo del
paradigma de los derechos humanos, se desmitifica la concepción de la cárcel como un
espacio físico, depósito o almacén humano.
II. Metodología
Este artículo se desarrolló en el paradigma interpretativo (Leal, 2017: 127), que busca
interpretar y comprender al individuo para fijar su propio sentido. La naturaleza del
estudio es documental, de tipo monográfico. Como consecuencia de ello, se realizó una
recolección de datos en forma sistemática, ordenada, secuencial, acudiendo a fuentes
fidedignas sobre el Penitenciarismo constitucional venezolano, sus antecedentes,
fundamentos y realidad actual, a través de la observación documental, la lectura
evaluativa, las técnicas del resumen, del subrayado y de asociación, formando un
repositorio, acentuando en los aspectos críticos para extraer las aproximaciones teóricas
que consoliden el tejido neurálgico de la investigación, a través de la matriz de análisis
del contenido categorizado (Bardin, 2002: 32), complementado a través del método
analítico, lógico y crítico. La investigación es simétrica con el paradigma de los
derechos humanos como superación del paradigma etiológico o de la rehabilitación, a
pesar que el texto constitucional venezolano ubicó el término “rehabilitación” en la
norma matriz (artículo 272) 7.
Además, en el aspecto penológico general, fue el gobierno que hizo realidad el logro
progresista quizás más importante de toda nuestra historia sancionatoria, como lo es la
puesta en vigencia de la Ley de Sometimiento a Juicio y Suspensión Condicional de la
Pena, sancionada el 1º de abril de 1980, con la que Venezuela se coloca a la vanguardia
de la modernidad legislativa penal del mundo hispanoparlante, ya que se trata del
establecimiento del régimen probatorio. Se aprobó, además, la Ley de Registro de
Antecedentes Penales, dirigida hacia una finalidad loable de buena política criminal. Se
pusieron en funcionamiento las primeras cárceles abiertas o Centros de Tratamiento
Comunitario que conoció el país y se reformó la Ley de Régimen Penitenciario, con
algunas mejoras en cuanto a la regulación de determinados beneficios. Ese gobierno
instituyó, además, los muy exitosos Festivales de Teatro Penitenciario y aprobó la Ley
Tutelar del Menor.
En el año 2000, se dicta una nueva la Ley del Régimen Penitenciario que, según Áñez
(2015: 23) “ratifica en su artículo 2, el mandato constitucional que afirma como objetivo
fundamental de la pena, la reinserción social del penado, en estricto respeto a todos los
derechos inherentes a la persona humana”. Luego, en el año 2011 se crea el Ministerio
del Poder Popular para el Servicio Penitenciario (conforme a la Gaceta Oficial Nº
39.721, con fecha 26 de julio de 2011, vía decreto N° 8.266). Posteriormente, en el año
2013, es aprobado el Código Orgánico Penitenciario, publicado en Gaceta Oficial en
2015, como norma regulatoria y compilatoria de toda la materia penitenciaria, vigente,
hasta el momento.
Derivado de esta norma rectora, Gómez Grillo (2001: 99) visiona siete principios
esenciales 12 para la acción en el campo penitenciario. Dichos pilares serán descritos
aquí en nueve aspectos teóricos: primero) “Institucionalización de las Personas
sometidas al Sistema Penitenciario”, que se sustenta en dos bastiones: a) la
rehabilitación del interno o interna y b) el respeto a sus derechos humanos, en búsqueda
de la reinserción social, que depende de las siguientes condiciones previas (intra-
muros):
La adherencia institucional del individuo a la organización penitenciaria.
la no asimilación de las normas de la subcultura delincuencial.
Apoyo socio familiar constante durante la privación de libertad.
Promoción de la educación como eje impulsor de la libertad pensamiento y
expresión.
Facilitar los medios laborales, deportivos, artísticos y recreativos.
Participación en actividades comunitarias.
Fortalecimiento de la libertad de religión y de cultos.
Prohibición del uso de drogas y alcohol.
Disminución de la violencia mediante el uso de los mecanismos alternativos para
la resolución de conflictos.
Tolerancia al resto de las personas con las que convive forzadamente.
El Ministerio del Poder Popular para los Servicios Penitenciarios, las autoridades
penitenciarias locales, funcionarios de custodia, familiares, amigos, consejos
comunales, deben promover el respeto de los derechos humanos. De hecho, son pocos
los compromisos de la sociedad con las personas privadas de libertad; regularmente son
etiquetados al salir de la cárcel, se le cercenan oportunidades laborales y de estudio.
Para evitar esto, hay que empoderar a todas los privados de libertad de estrategias
comunicacionales sobre sus derechos y obligaciones.
Como otro aspecto teórico podemos destacar la creación de las UTSO Unidades
Técnicas de Supervisión y Orientación17, como ente penitenciario con carácter
autónomo y con personal exclusivamente técnico, el cual tendrá como misión el
seguimiento y acompañamiento de los sujetos penitenciarios. Respecto al
funcionamiento de este ente, Payares y Boueri (2011) han asegurado que:
La ley creará mecanismos abiertos y flexibles para que los Estados y los Municipios
descentralicen y transfieran a las comunidades y grupos vecinales organizados los
servicios que éstos gestionen previa demostración de su capacidad para prestarlos,
promoviendo: 7. La participación de las comunidades en actividades de acercamiento a
los establecimientos penales y de vinculación de éstos con la población.
Esto quiere decir que la población libre entrará a las cárceles para participar con la
población reclusa en actividades comunitarias -folklóricas, culturales, pedagógicas,
artísticas, deportivas, laborales-, y la población reclusa saldrá a la calle para unirse a la
población libre participando en manifestaciones de su vida colectiva. Esto es lo que se
está haciendo desde hace mucho tiempo, en los países de mejor Penitenciarismo del
mundo: la desaparición de las fronteras entre la cárcel y la comunidad. La cárcel
incorporada a la comunidad y la comunidad incorporada a la cárcel.
A continuación, se presenta el Mapa Conceptual Número. 1“Sustentos Teóricos del
Penitenciarismo Constitucional Venezolano”.18
En una mirada a las realidades de las prisiones venezolanas, en primer orden, “la
rehabilitación del interno o interna”, no es medible ni verificable en Venezuela, ya que
no se efectúan estudios que validen el proceso “rehabilitador”. El Ministerio del Poder
Popular para el Servicio Penitenciario ha centrado sus esfuerzos en deshacinar, lo cual
no ha sido logrado, ante la desbordante criminalidad y la inoperatividad de los
tribunales de justicia, caracterizado por excesivos volúmenes de causas y retardo
procesal injustificado.
Como agregado, hay que desnudar la labor de los Jueces de Ejecución, quienes tienen
encomendado vigilar el cumplimiento de las penas, además de inspeccionar los
establecimientos de reclusión, de acuerdo al artículo 471 del Código Orgánico Procesal
Penal, lo cual no se materializa en la práctica, al igual que la exigua participación de los
Fiscales del Ministerio Público en fase de ejecución de sentencias, en resguardo de los
derechos humanos de las cárceles según los artículos 16 y 39 de la Ley Orgánica del
Ministerio Público29.
Por otra parte, las personas privadas de libertad se esfuerzan por tomar las medidas de
higiene que les permitan salir en libertad sanos, frente al cúmulo de enfermedades que
se han acrecentado en los últimos años en las organizaciones penitenciarias,
especialmente, la tuberculosis. Ahora bien, una deuda grande del Estado Venezolano es
“la no descentralización” de las prisiones, lo cual sería una salida a tantos problemas
que aquejan las prisiones. Por un extremo, para que los estados y municipios asuman
responsabilidades naturales, además que, habiendo 24 gobernaciones y 333 alcaldías,
difícilmente todas puedan hacerlo mal.
VI. Conclusiones
Acobijados en el paradigma constitucional de los Derechos Humanos y en los valores
del Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia apostamos por la
humanización de las organizaciones penitenciarias y el resguardo de los derechos de las
personas privadas de libertad, con ánimo de procrear una íntegra conciencia social y
subsecuente reinserción.
Por supuesto, que todo ello deviene de la ineludible obligación de toda persona post
penitenciaria de no reincidir y vivir bajo las máximas del respeto como columna
vertebral de las relaciones interpersonales. Por ello, los sistemas penitenciarios de
avanzada creen y apuestan por las segundas oportunidades, y nosotros debemos
comenzar a navegar esas aguas, para garantizar el Sistema Nacional de Protección de
los Derechos Humanos que enarbola la Constitución. En definitiva:
QUINTO: El objeto de las organizaciones penitenciarias debe ser egresar una persona
con nueva conciencia, transformada y emancipada a través de la educación y el trabajo,
con competencias generales y específicas para un área determinada en el mercado
laboral, en donde se le brinden nuevas oportunidades, contribuyendo al desarrollo
productivo del país, abandonando la reincidencia.
Este es el penitenciarismo constitucional de esta centuria: rehabilitación y reinserción de
la mano de la educación. Esto no se ha cumplido. Pese a ello, creemos que solo el
trabajo mancomunado de los actores sociales (Estado, Empresas, Universidad, Iglesia,
Sociedad Civil, Medios de Comunicación, Familia y Privados de Libertad) podría
provocar un verdadero cambio.
VII. Recomendaciones
Algunas recomendaciones han quedado al final de este trayecto, sea para quienes les
competa la gestión pública penitenciaria, para los docentes, para otros investigadores o
la sociedad en general.
CUARTO: crear mesas de trabajo con todos los actores sociales para articular las
políticas de segunda oportunidad de las personas post penitenciarias.
QUINTO: educar desde la infancia a todas las personas para precaver el uso de
estereotipos cargados de resentimiento en contra de las personas privadas de libertad,
pulverizando la pena de banquillo con tanto importe para el país.
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