Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
“As elites locais deixam de pensar com a própria cabeça, aceitamos conselhos e as pressões vindas do Norte, e
os países, sem estratégia nacional de desenvolvimento, vêem seu desenvolvimento estancar. A ortodoxia
convencional, que então substitui o nacional desenvolvimentismo, não havia sido elaborada no país, não
refletia as preocupações e os interesses nacionais, mas as visões e os objetivos dos países ricos” (Bresser
Pereira, 2007: 113).
Introducción
En los últimos años se ha insistido en señalar que “el desarrollo local esta de moda” en América
Latina (Gallicchio, 2004). Ciertamente esa “moda” existe, y es en gran medida resultado de la
acción de un no poco impresionante “pool de actores” regionales, nacionales y supranacionales
que sostienen su existencia e importancia. Si hacemos un repaso rápido de los últimos 20 años, se
verifica que no parece que haya habido organizaciones internacionales que no apelaran en sus
discursos, investigaciones y programas de acción al desarrollo regional-local como instrumento
para promover políticas de desarrollo, competitividad, reversión de desigualdades, etc.
Desde aquellos organismos que operan como bancos de financiamiento (como el Banco Mundial
-BM- y el Banco Interamericano de Desarrollo -BID-) hasta los fundados en la capacitación de la
fuerza de trabajo (como la Organización Internacional del Trabajo –OIT-), todos se han hecho
presentes en América latina (AL), y convergen en indicar que, en el nuevo contexto de
globalización, las regiones y las localidades –y sus actores económicos e institucionales-
devienen en actores estratégicos para dar respuestas flexibles, dinámicas y efectivas a un proceso
que al tiempo que estimula el re-escalonamiento supranacional, descentraliza y promueve el
desarrollo de las formas económicas e institucionales de orden subnacional.
*
Conferencia a presentarse Coloquio Internacional “El desarrollo hoy en América Latina”. Colegio de
Tlaxacala. México. 10 y 11 de julio, 2008.
1
Doctor en Ciencias Políticas Universidad Autónoma de Madrid. Director Instituto de Investigación Estado,
Territorio y Economía (IIETE)-Universidad Nacional del Litoral. Investigador del CONICET (Argentina).
rfernand@fcjs.unl.edu.ar
1
Nadie podría negar que esta “avanzada territorialista” del desarrollo ha contado con elementos
contextuales e, incluso, con una frondosa producción académica que la alienta. Un sinnúmero de
enfoques y categorías vinculado a los distritos industriales2, los clusters3, el desarrollo
endógeno4, los sistemas regionales de innovación5, etc. han brotado en los centros académicos y
se han difundido en los blueprints de cientos de emprendimientos institucionales, a la vez que un
importante cuerpo de instituciones académicas inaugura en la región posgrados orientados a
resaltar el desarrollo regional-local como herramienta de respuesta social en la globalización.
Fundado en ese contexto, y aun cuando las contribuciones vinculadas al discurso del desarrollo
regional-local (de ahora en más DDRL) han tenido variadas fuentes y móviles, lo cierto es que, a
partir de la implicación conjunta de actores supranacionales y programas nacionales y
subnacionales, se ha delineado una “plataforma común” que converge standarizadamente en
concebir y analizar a las regiones y localidades “…no a partir de las estrategias individuales de
los actores institucionales y económicos ni de las dimensiones estrictamente
comerciales/económicas de sus relaciones, sino a partir de la capacidad articuladora y
cooperativa de esos actores, así como de la fusión retroalimentaria de las dimensiones
socioeconómicas e institucionales que alientan la acción colectiva a nivel territorial”
(Fernández et al., 2008).
La conformación de esa “plataforma común” trasunta en los hechos, tanto en países centrales
como periféricos, la conformación de un verdadero “manual de las buenas prácticas del
desarrollo local”, que de una u otra manera sostienen los organismos difusores como
condicionante para que actores, regiones y localidades alcancen un posicionamiento exitoso.
En tal contexto, regiones como Latinoamérica, donde “la moda” del desarrollo regional-local
parece haber calado hondo en las últimas dos décadas, las desigualdades y las limitaciones para
“incluir” han convertido a esta macro-región, en especial en ese período, en la más desigual del
planeta (CEPAL, 2004). Desde el plano territorial, las indagaciones muestran que los
desequilibrios interregionales están lejos de resolverse (Markussen; Campolina Diniz, 2003).
Por lo tanto, mientras la idea de un “manual de buenas práctica del desarrollo local” se consolida
y la “plataforma común regionalista-localista” se difunde hegemónicamente entre instituciones,
programas y políticas, las desigualdades sociales y territoriales se disparan y la posibilidad de que
las regiones -países- periféricas alcancen a las centrales se torna quimérica. Ello precisamente da
2
Ver por ejemplo Bagnasco (1977); Becattini (1992); Brusco (1982), Pyke; Sengenberger (1990)
3
Ver al respecto Porter (1990)
4
Vázquez Barquero (1999; 2001)
5
Puede consultarse Braczick et al., (1998); Cooke, (2001); Asheim; Isaksen, (2002), entre otros.
2
legitimidad a expresiones como la de Coraggio cuando sostiene:“…el Desarrollo Local se ha (re)
instalado como tema en los medios académicos, en el discurso político y en el imaginario de los
actores sociales, pero rara vez se convierte en realidad. Se suceden las doctrinas y metodologías
del desarrollo local, pero su validez y su eficacia pocas veces es respaldada por el éxito.”
(Coraggio, 2003).
Igualmente esa realidad termina impugnando las respuestas positivas a todo un complejo de
interrogantes que acompañan o deberían acompañar a los teóricos del desarrollo regional y local:
¿En qué medida las teorías del desarrollo regional-local promovidas en AL son instrumentos
útiles para enfrentar y superar el desafíos de reducción de las desigualdades sociales y
territoriales que vivimos a nivel global y en particular en esa macro-región? ¿Son esas teorías y
prácticas instrumentos efectivos y genuinos para el desarrollo de la población local y la
cualificación de los pequeños e informales actores económicos? ¿En qué medida la población
local controla o puede controlar a partir de esas teorías y sus prácticas su propia agenda? ¿Hasta
qué punto es posible desde los discursos y prácticas del desarrollo regional-local garantizar un
desarrollo territorial y social integral, es decir, inclusivo e igualador? Si bien todos estos
cuestionamientos ameritan un tratamiento específico y suscitan consideraciones cuya
profundización impide una respuesta única, la persistente desigualdad y exclusión –especialmente
territorial- en el escenario donde el DDRL se extiende académica e institucionalmente, opera
como una respuesta –negativa- a todos esos interrogantes.
La situación entonces traslada los cuestionamientos hacia un nuevo campo: ¿No operan las
“buenas prácticas” en determinado sentido o a favor de ciertos actores o regiones? Esto es, ¿no es
posible que esas prácticas sean “buenas” selectivamente, al ser apropiadas o adecuadas para
algunos? Y en tal caso: ¿cuáles serían los contextos o condiciones en los cuales “las buenas
prácticas” podrían resultar tales para quienes protagonizan el desarrollo desde el territorio?
Un examen al interior de los discursos, representaciones e intereses bajo los que se reproduce
históricamente el capitalismo, y la manera en que AL se articula al mismo nos permite aventurar
una hipótesis, que ayuda en buena medida a responder a estos últimos interrogantes:
Para el análisis en general de esa hipótesis que acabamos de formular, y en particular de esas tres
formas de subordinación, apelamos aquí a dos perspectivas analíticas:
La primera de ellas, que contribuye a explicar las dos primeras formas de subordinación, se
funda en las críticas provenientes de los enfoques posmodernos/posdesarrollo, y hace epicentro
en las redes transnacionales que aglutinan ideas e instituciones y promueven el complejo de
discursos/prácticas que acompañan a los enfoques del desarrollo bajo la globalización. A través
de dichas redes se contribuye decididamente a conformar las “representaciones sociales y
culturales hegemónicas” sobre las que se comprende la constitución, funcionamiento y roles que
3
cumple o deben cumplir las regiones, las naciones y sus actores. Ello conlleva una doble
subordinación del DDRL:
A través de este examen intentamos mostrar que, en especial en AL, la asociación de la idea del
desarrollo a la dimensión “regional y local”, y sus contenidos organizacionales y funcionales, que
podrían constituir una importante herramienta para pensar en –y viabilizar la construcción de-
“otro desarrollo” o de “un desarrollo otro”, para decirlo en línea con los términos de Mignolo6,
finaliza formando parte, a través de esas redes transnacionales de ideas e instituciones, de un
“relato re-colonizador del desarrollo”, que responde a una larga tradición etno/euro-céntrica que
permea la historia latinoamericana.
Sostenemos que, al quedar insertarse dentro de ese “relato” y terminar posicionándose como
productos germinados no “desde abajo”, es decir desde las prácticas y representaciones de actores
involucrados, sino desde instituciones y actores exógenos, el DDRL instalado en AL queda
sujeto a una doble subordinación: a las formas de imaginar el desarrollo “desde” el centro y a los
lineamientos super-estructurales de ideas macro económico-sociales de matriz neoliberal,
impulsados por los organismos supranacionales y los think tanks neoliberales que procuran
desmantelar los patrones redistributivos keynesianos y dependentistas de la posguerra.
La segunda perspectiva, adoptada para sostener nuestra provocativa hipótesis, permite avanzar
sobre la tercera y complementaria forma de subordinación. Tomando ahora distancia de la
anterior perspectiva, ésta reapela a una “modernidad critica” o, si se quiere, a argumentos críticos
desde la modernidad, para contribuir a identificar los intereses (y mecanismos) que acompañan al
DDRL y estimulan tanto su subordinación como los dispositivos que permiten utilizar las formas
de involucramiento local en modalidades que muchas veces operan contra los intereses de los
mismos actores (regionales y locales) convocados.
6
Mignolo presenta la idea de “paradigma otro” refiriéndose: “a la diversidad y diversalidad de formas críticas de pensamiento
analítico y de proyectos futuros asentados sobre las historias y experiencias marcadas por la colonialidad más que por aquellas,
dominantes hasta ahora, asentadas sobre las historias y experiencias de la modernidad” (Mignolo, 2003: 20).
4
discursos/prácticas que integran la “plataforma común” del desarrollo regional-local a un
“dispositivo” más amplio. Éste está orientado a garantizar el desmantelamiento –y a la vez una
recreación- de las viejas formas de reproducción económicas e institucionales, lo cual es
necesario para consolidar la hegemonía del capital global, y ampliar las modalidades de
dominación económica y territorial que afectan a los actores locales que quedan excluidos o
subordinados de las redes económicas y discursivas transnacionales.
Sostenemos que mientras los enfoques que arrancan desde la crítica posmoderna y el
posdesarrollo invitan a observar las dos primeras formas de subordinación a través de la
constitución, circulación e institucionalización de las “ideas” del desarrollo regional-local
(afirmando la presencia de una perspectiva colonial/no endógena y “arriba-abajo” del desarrollo)
que acompañan la globalización, la reapelación a una “modernidad crítica” permite avanzar en la
tercera subordinación, calando en el examen del modo en que las debilidades o inconsistencias
del DDRL se vinculan a las reformulaciones sociales y espaciales del capitalismo, así como a los
intereses comprometidos y los dispositivos forjados para funcionalizar la re-jerarquización de lo
regional-local a las lógicas expansivas del capital global y legitimar prácticas de exclusión y
desigualación generadas por esas lógicas .
Sobre ese escenario y con la hipótesis formulada, tratamos finalmente de dar cuenta de la utilidad
de volver a capitalizar la perspectiva de la modernidad crítica para reinsertar el DDRL y muchos
de los elementos de su “plataforma común” en una estrategia posicionada desde la periferia. Para
la consistencia de esta última se plantea una recaptura idiosincrásica de elementos estratégicos (y
modernos) que, no obstante haber sido valiosamente utilizados en el desarrollo de los países
centrales –y aquellos que excepcionalmente escaparon de la periferia-, han sido desconsiderados
en el discurso “recolonizador” donde se inserta el enfoque regionalista/localista. Mediante esa
recaptura, sostenemos la posibilidad de operar de manera alternativa, dando lugar a procesos de
desarrollo que admitan que las formas “de abajo-arriba” compatibilicen pero también
condicionen aquellas “de arriba-abajo”.
El trabajo se organiza en tres partes. En las dos primeras procuramos analizar separadamente
ambos enfoques y sus complementarias contribuciones a nuestra hipótesis, en el tercero y
conclusivo apartado, junto a resumirse las contribuciones de las dos primeros puntos, tratamos de
abonar lineamientos fundamentales para colocar el desarrollo regional-local en un escenario más
consistente, pensado desde y para gente que habita la periferia latinoamericana.
7
Siendo internamente muy heterogéneo, como otros tanto enfoques, ese grupo de contribuciones convergen en una perspectiva
crítica acerca de la impronta euro-céntrica que ha impuesto sus representaciones desde el silenciamiento de aquellas que no
5
Dichas contribuciones, aun en su innegable heterogeneidad, reconocen una convergencia en la
posibilidad de comprender las perspectivas del desarrollo difundidas en AL como tributarias de
una larga tradición constituida entorno al autoposicionamiento de Europa como área central de la
humanidad, imaginada como la experimentadora exclusiva de la modernidad y la racionalidad
(Quijano, 2000). La autoadjudicación de esa exclusividad le ha permitido arrogarse a ese
territorio -y sus actores- la titularidad en la formulación de una “verdad lógica” (Escobar, 2003)
que opera como “arbitro del conocimiento” al interpretar y dar significación al resto del escenario
global.
Esta capacidad de posicionarse como una verdad arbitral no sólo para entenderse y entender
calificativamente a los otros, sino también para fijar la forma cómo “esos otros” deben verse a sí
mismos (Ribeiro, 1968); (Quijano, 2000), conlleva el dominio y la transferencia de los
instrumentos y conceptos apropiados para condicionar –a través de discursos/prácticas- el modo
en que “esos otros” pueden pasar hacia formas civilizatorias superiores, mas avanzadas8.
Inscriptas en esa lógica, las perspectivas del desarrollo que ganaron peso histórico
fundamentalmente desde la posguerra, formaron parte de una tradición elaborada durante la
modernidad, en la cual se fue conformando una sofisticada “geopolítica de conocimiento”. La
misma instaló, como verdad poco cuestionable dentro del capitalismo, la existencia de un centro
del sistema mundo (Europa occidental), representante en exclusividad –debido a una larga
trayectoria- de lo moderno y, a partir de ello, de las formas más avanzadas de la civilización.
Como bien indica Quijano “…el capitalismo mundial fue, desde la partida, colonial/moderno y
eurocentrado. Sin relación clara con esas específicas características históricas del capitalismo,
el propio concepto de “moderno sistema-mundo” desarrollado, principalmente, por Immanuel
Wallerstein a partir de Prebisch y del concepto marxiano de capitalismo mundial, no podría ser
apropiado y plenamente entendido” (Quijano, 2000).
responden a su imaginario, relato e instrumental. Dentro de este enfoque y desde su abordaje latinoamericano deben reconocerse,
entre muchos, aportes de (Quijano, 1988; 1992); (Dussel, 1993; 1998); (Mignolo, 2003).
8
Indicó en tal sentido en su momento Darcy Ribeiro “…del mismo modo que Europa trajo consigo una variedad de técnicas e
inventos a los pueblos incluidos en su red de dominación (…) también introdujo su equipamiento de conceptos, preconceptos e
idiosincrasia que se refería simultáneamente a la propia Europa y a los pueblos colonizados” (Ribeiro, 1968: 63).
6
así como de lo que ellas deberían ser. El desarrollo puede ser visto, entonces, como una extensión
colonial a través de imágenes, relatos, representaciones, ideologías, postulados, que conlleva
necesariamente como contracara un necesario oscurecimiento sobre cómo las sociedades
“periféricas” (regiones, países, sus trabajadores, mujeres, intelectuales, empresarios, etc.) piensan
y actúan “por sí mismas”.
Ahora bien, la instalación de estas formas no tiene como epicentro la violencia física, (aunque
esta se volvió imprescindible y conviviente en determinados contextos), sino que, como también
marca claramente Escobar, supone la conformación de un combinado arsenal de
instituciones/organizaciones productoras de expertos, conocimientos especializados,
asesoramiento y financiamiento (Escobar, 2005).
La “dialéctica invertida” sobre la que se ha dado esa pervivencia de esta doble lógica tuvo lugar
en: un primer momento a partir de la TM y su impulso a instalar en la periferia una perspectiva
del desarrollo impuesta desde el centro como parte de un proceso necesario y evolutivo –no
revolucionario-; un segundo momento, sedimentado desde la TD, constituido no sólo sobre el
desafío a la viabilidad del enfoque de la TM, sino por la necesidad de apelar a una formulación
del desarrollo para y desde la periferia, cuestionando al menos la primera de las lógicas o
binomios (centro-periferia); un tercer y último momento, representado por la RGN, que operó
reactiva y sofocadoramente sobre la TD, reinstalando en un nuevo contexto y re-
cualificadoramente la doble lógica que cristaliza el discurso colonial del desarrollo y su sistema
de representaciones con el cual penetra en la periferia.
7
Al quedar inserto en este tercer momento y cuerpo de ideas, el DDRL impuesto en AL quedó
sujeto a una doble subordinación:
a. a ese patrón de construcción y transferencias de representaciones (del desarrollo) impuesto
bajo la doble lógica (“centro periferia” y “arriba hacia abajo”);
b. a las condiciones de reproducción macroeconómicas y sociales neoliberales propuestas en la
síntesis discursiva de la “dialéctica inversa” del discurso colonial del desarrollo.
Bajo esa “gibarización” del concepto, teniendo a la industrialización como vector y a una
perspectiva “funcionalista” del cambio sustentada en la modificación progresiva de valores (y no
en la colectividad revolucionaria difundida por el socialismo), la TM fue divulgadora de una
representación del desarrollo que considera a éste como un proceso universal, evolutivo,
irreversible y dicotómico (Peemans, 1996). El mismo habilita el paso desde las formas
“tradicionales” (menos racionales, más estáticas y tradicionales) que dominan lo que desde el
propio “centro” se denominó “tercer mundo”, hacia aquellas “modernas” (más dinámicas y
cualificadas) representadas por los valores occidentales, contenidos en dicho centro
(Hinkelammert, 1992). Sobre esa base, la TM fue un insumo fundamental en la década del ’50,
e incluso la primera parte de los’60, para fortalecer un enfoque etnocéntrico –más bien desde la
consolidada hegemonía estadounidense– fundado en la idea de un proceso de “convergencia
universal”, con ideas, impulsos y formas de organización económicas e institucionales que se
trasladan desde el pináculo central (donde se concentraban las formas más avanzadas de
realización social) hacia la periferia. La ecuación de organización institucional, ideas y expertos
aseguradores de la transferencia de las “representaciones” apropiadas que los países periféricos
deberían tener de sí mismos, aun cuando estuvo materializada en una multiplicidad de
instituciones, encontró indudablemente su máxima expresión político-institucional en AL con el
Programa de Ayuda Económica y Social lanzado por EEUU entre 1960 y 1970, denominado
“Alianza para el Progreso”, y su canalización en buena medida a través de la OEA (Organización
9
La perspectiva económica de la TM encontró complemento en otras contribuciones de matriz sociológica como la
de Einsestadt (1987) o politológica como las de Apter (1972) en el escenario de los países desarrollados, y la de
Gino Germani (1969) y José Medina Echavarría (1964) en AL.
8
de Estados Americanos), así como de diversos organismos resultantes de Breton Woods (como el
BM).
No obstante la eficacia con que operó este doble mecanismo de construcción y transferencia del
relato colonial del desarrollo a través de la TM, los aspectos últimamente señalados evidenciaron,
hacia fines de los ’60, las limitaciones de la TM para dar cumplimiento a los resultados
anunciados desde sus discursos/prácticas. Tales limitaciones jugaron un papel relevante para la
erección de un segundo cuerpo teórico de marcada significancia en la década del ’70: la Teoría
de la Dependencia (TD).
Bajo esas influencias, y pese al origen innegablemente eurocéntrico de ese instrumental, los
aportes dependentistas convergieron en representar una respuesta en gran medida endógena, es
decir, desde un cuerpo de producción de ideas que, aun con esos “insumos” analíticos
etnocéntricos, fue pensado desde –o, en su defecto, para– la periferia, con un dominante
protagonismo de AL, procurando tanto un diagnóstico como una estrategia diferenciadora
respecto de la representación del desarrollo alentada por la TM.
9
espacios nacionales10. Igualmente, en todos los casos, las estrategias resultantes de los diferentes
enfoques de la TD representaciones conllevaban la consolidación de determinadas bases sociales
de apoyo y formas de intervención estatal que, en los hechos, terminaron impulsando
modalidades de intervención y organización diferentes a la TM. Destacaron en esas modalidades
el proceso sustitutivo de importaciones, con el que se procuró alcanzar la industrialización que
los países centrales generaron a expensas de los periféricos, así como el impulso de formas de
intercambio internacional compatibles con ese proceso.
Por esta razón, aun cuando en esos años muchas instituciones –esencialmente académicas– como,
por ejemplo, la Escuela CESO, el Centro de Estudios de la Realidad Nacional de la Universidad
Católica de Chile o el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM –por citar sólo
algunas– ayudaron a la profundización y difusión de la TD en las elites decisionales, la CEPAL
fue incuestionablemente el más importante y supranacional soporte en la institucionalización y
difusión de las representaciones dependentistas del desarrollo latinoamericano (bajo su impronta
estructuralista). Su contribución fue esencial a la amplitud y verificabilidad de muchas de las
hipótesis de este cuerpo de ideas que desafiaban –desde sus contenidos, pero también desde su
ubicación– las representaciones etnocéntricas del desarrollo alentadas desde la TM.
Al ver en conjunto las instituciones de apoyo y los circuitos la expansión de las ideas del
desarrollo en AL, la CEPAL finalmente resultó una instancia institucional que nunca logró
trascender su posicionamiento relativamente lateral dentro de la ONU; posicionamiento que,
además de estar condicionada por su circunscripción al ámbito latinoamericano, se vio agravado
por su inexistente capacidad de financiamiento, con la que sí contaron otros organismos ligados a
la ONU, como el BM y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
10
Es conocido que, dentro de la TD existieron variables enfoques y énfasis acerca del papel incidental de los actores internos e
internacionales en la (re)producción de la condiciones de dependencia, y por tanto en las responsabilidades que a los mismos les
cabe en la transformación de los procesos de dependencia (Cardoso; Faletto, 1969); (Frank, 1991).
10
A ello se sumó que su “filtrado de arriba abajo” (manteniendo el segundo elemento de la doble
lógica) hacia los gobiernos nacionales fue altamente heterogéneo y matizado según las distintas
realidades nacionales, compartiendo finalmente con la TM muchas de las estructuras
decisorias/estatales desde las cuales pensaban la planificación y el desarrollo.
Por otro lado, las ideas –y actores– forjadoras de una representación del desarrollo como “un
proceso de acumulación para adentro” defendida por la TD encontró límites materiales internos y
externos para desarrollar completamente. En lo interno resaltan las limitadas escalas de los
mercados locales, la transnacionalidad y heterogeneidad de la estructura económica; y en lo
externo, las tendencias internacionalizadoras del sistema de producción e intercambio que
acompañaba al combinado proceso de globalización y revolución tecnológica que daba contenido
espacial e informacional al capitalismo (Castells, 1999).
El final abrupto del proceso socialmente convulsivo generado en el marco de esas limitaciones,
traducido en la perdida de la institucionalidad democrática en la mayor parte del escenario
latinoamericano, y la introducción de los países de la región dentro de los procesos de
endeudamiento dependiente, fijó un escenario de alta vulnerabilidad a los intentos de formular
respuestas endógenas tanto teóricas como prácticas y una alta predisposición para la receptividad
de las representaciones discursivas del desarrollo restauradoras de la “doble lógica” y las formas
euro/etno-céntricas.
11
obstaculizan la modernización que ofrece la integración global (a los mercados)11 y agravan las
crisis.
La posibilidad de alcanzar esa modernización fue puesta ahora en manos de una representación
neoliberal del desarrollo sustentada en una “revitalización de la ideología centrada en una mayor
libertad para las fuerzas del mercado, menor intervención estatal, desreglamentación,
privatización del patrimonio público, preferencia por la propiedad privada, apertura al exterior,
énfasis en la competitividad internacional y menor compromiso con la protección social”
(Gonçalvez, 2002).
Ahora bien: ¿cómo pudo ganar lugar tan hegemónicamente esta nueva representación que caló en
las prácticas estatales y sociales latinoamericanas en los últimos 20 años?; ¿cómo pudo
imponerse tan consistentemente en el escenario latinoamericano el cuadro de simbologías,
prácticas inducidas, diseños institucionales, etc., centrados en un mensaje que reza en formas
tales como: “no construyas tus ideas con tu realidad (periférica), acóplate a las que fueron
generadas desde las fuerzas civilizatorias y modernizadoras –ubicadas en el centro- para
desembarazarte del atraso”?
Un elemento clave para entender ello es comprender el estratégico papel de las “redes
transnacionales de actores” que, muy superadoramente respecto de la TM y la TD, estuvieron a
cargo –junto a los actores de las redes materiales– del papel de la generación, transferencia y
asimilación de las ideas (Mato, 2004; 2005) hasta conformar una representación que permea los
imaginarios, cala en el sentido común de la gente y los gobiernos y se transforma incluso en una
condición ya no sólo del éxito individual, sino de la propia subsistencia de los intelectuales,
expertos e instituciones posicionados en la periferia.
Como bien indica el citado Mato, el desarrollo de esa “red de actores transnacionales” encargados
de reconvertir la representación del desarrollo con el formato de la RGN no ha conllevado una
des-territorialización en la formación de las mismas, sino una re-territorialización desde
conexiones distantes, desde las cuales se reproduce la doble y complementaria lógica –centro-
periferia y de arriba-abajo–, para realinear dicha representación a la “nueva geopolítica colonial
del conocimiento”. A través de ello, determinadas territorialidades –periféricas- ven configuradas
su imagen del desarrollo y sus prácticas con los instrumentos conceptuales y metodológicos
configurados en otros escenarios –centrales-. En tal sentido, y con relación a estos últimos, las
“nuevas tecnologías de la conectividad global” no sólo facilitan la continuidad, sino también la
cualificación y sofisticación de la –permanente– asociación de los centros de reproducción del
capital económico y financiero con aquellos donde se concentra el capital intelectual indicado
(Mignolo, 2003), permitiendo esto último contar la trayectoria de las periferias desde la
perspectiva requerida por esos centros.
11
Importantes representantes, primero en lo académico y luego en los organismos internacionales (esencialmente el FMI, el BM,
la OCDE), marcaron una crítica a estas perspectivas a partir de su observación negativa de las formas intervencionistas
implementadas en la periferia. Justamente, para la concreción de esta crítica desde una perspectiva comparada, estos autores
forjaron su particular y liberal interpretación del fenómeno del Este asiático para denunciar las debilidades de esta representación
sobre aquellas que optaron por la integración al mercado global y la apertura (Balassa, 1981).
12
institucionalización de su representación del desarrollo (sustentada en la modernizacion y el
crecimiento) a partir de una interconexión entre organismos supranacionales y nodos generadores
de conocimiento, dentro de los que se mueven que comparten un “personal experto”, portador de
un conocimiento y “modalidad de hacer” racional, universal, científicamente comprensible y
transferible, que alcanzar conjunta y no conflictivamente un mismo objetivo: la modernización y
el desarrollo.
Las redes se han fortalecido ha partir de que los vinculos entre los organismos supranacionales de
investigación y financiamiento y los centros productores de ideas (think tanks) –aquellos
ubicados en el centro con alta influencia en la periferia y los posicionados (subalternamente) en la
periferia– se fueron extendido hacia áreas decisionales estatales con los que comparten los
contenidos vertidos por “personal experto” que circula –muchas veces compartidamente- en
todos esos ámbitos, e influye igualmente en los nodos comunicacionales difusores de ideas e
imágenes en la sociedad civil.
Ahora bien, no obstante su interconexión, cada uno de esos elementos cumplen específicos
perfiles que ameritan observaciones particularizadas para explicar el papel de estas redes en el
posicionamiento hegemónico de la representación del desarrollo sostenida por la RGN:
13
germinar una profusa red internacional de instituciones que se cuentan por centenares en más
de 80 países. Siendo “locales” en su origen, se transforman en globales a partir de su operatoria
en red, contribuyendo a instalar en las periferias las representaciones del desarrollo neoliberal
germinadas en el centro. Para ello han trabajado coordinadamente en la edición de trabajos, el
financiamiento de investigaciones, el otorgamiento de premios, etc., que consideran una
diversidad de temáticas que alcanzan las áreas ambientales, de los recursos naturales, salud,
educación. etc. Crecientemente fortalecidas en su desarrollo organizacional y financiero y con
ese complejo de actividades, logran una amplia red de desembarco local, sea mediante filiales o
instancias asociadas, aglutinando el apoyo de académicos, hombres de negocios, periodistas,
propietarios de medios de comunicación, dirigentes políticos, cámaras empresariales,
fundaciones privadas.
1.2 El discurso del desarrollo local bajo la “dialéctica invertida”: captura y “subalternidad”
respecto de la RGN
12
Por nombrar algunos de los relevantes en AL tenemos instituciones como: en Argentina, el Centro de Estudios
Macroeconómicos (CEMA), La Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL); la Fundación Libertad en
Argentina; en Venezuela el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (CEDICE), en Colombia la Fundación
Desarrollo y Libertad y la Fundación Instituto de Ciencias Política; en Ecuador el Instituto Ecuatoriano de Economía Política; en
México el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
13
Mato recuerda que, según se sabe, Hayek recomendó a Fisher, creador del Institute of Economic Affairs (IEA), una de los más
destacados think tanks neoliberales, que evitara la política y que incidiera en los intelectuales con argumentos sólidos, que éstos a
su vez influirían en la opinión pública, y en consecuencia los políticos seguirían a ésta (Mato, 2005: 142).
14
Como dijimos, el “desarrollo regional-local ha venido estando de moda” y ello ha sido posible
por un discurso que, de la mano de una “plataforma común”, ha logrado calar en un amplio
espectro de instituciones académicas y políticas de AL. Ahora bien, no es un dato menor que
esta “plataforma” y la “moda” regionalista-localista del desarrollo han cobrado fuerza en el
escenario latinoamericano en la década del ’90, en el mismo período que la “dialéctica invertida”
llegó a su punto culminante y la RGN logró su hegemónico posicionamiento, alcanzando el
DDRL, que paradojalmente pregona las formas “de abajo-arriba”, una inserción también
dominada por la “doble lógica” que impone la desendogeneización y la verticalidad.
Lo indicado obliga a interrogarse: ¿cómo es posible esta convivencia temporal del discurso
localista regionalista del desarrollo con esa dominante presencia de la RGN? ¿Representó acaso
la misma la emergencia de una alternativa a la “dialéctica invertida”, reinstalando la
(re)generación de una modalidad endógena, no colonial, y plenamente reversora a la “doble
lógica”, al sumar a esa endogeneización en las ideas y las acciones la forma “abajo-arriba”,
ausente en el enfoque dependentista y en la lógica histórico-cultural de construcción económico
institucional de AL (Véliz, 1984)? ¿O, por el contrario, estamos ante una representación
discursiva subalternizada/complementaria a la RGN?
Podremos considerar ello más consistentemente al analizar luego la relación de estos aspectos y
representaciones discursivas con los intereses que acompañan la reestructuración global del
capitalismo, pero por ahora podemos decir que, puestos en esa opción de alternatividad o
subalternatividad, el DDRL puede leerse como parte de esa primera opción, atento a que el
mismo: a) apela a los territorios como autorresponables de su desarrollo, inspirando una forma
“abajo-arriba” que desafía las formas verticales que tanto componen la “doble lógica” como
perviven con el enfoque dependentista; b) propone un patrón de organización social basado en la
cooperación público-privada como condición para el éxito de la competencia; c) se ha
conformado en buena parte en centros académicos que no han trabajado bajo las representaciones
neoliberales que hemos indicado; d) porque –desde ese origen– ha pasado a ser parte de
organizaciones que procuran actuar sobre los efectos de los programas de acción inspirados en la
RGN.
Sin embargo, esa percepción es sólo aparente, pues un análisis en profundidad muestra que
dominan en realidad las subalternidades, por las siguientes razones:
15
los neoliberales (e incluso algunos que se posicionan como portadores de una lectura
diferenciadora), su institucionalización en organismos que operan en y/o desde el centro y que
dan entrenamiento a un “ejército de expertos” (internacionales y vernáculos) que los llevan a la
periferia.
En un trabajo reciente nos hemos esforzado por mostrar que los conceptos de distritos
industriales y luego sobre clusters, medios innovadores, sistemas regionales de innovación, así
como los contenidos argumentales en los que se insertan, han sido todos claramente germinados
en los países centrales, fundamentalmente en el escenario Europeo, por medio de un conjunto
importante de centro académicos y think tanks, a partir de cuyas contribuciones se han
incorporado luego instituciones supranacionales (como el BM y el BID) y programas nacionales
y subnacionales, que dan continuidad al traslado de dispositivos conceptuales y representaciones
del desarrollo que “viajan” desde el centro hacia la periferia (Fernández et al., 2008).
Acompañando este “viaje” -en su momento sólo desafiado por la TD-, el DDRL también a
operado a través del “filtrado arriba-abajo” que sella la “doble lógica”, apelando para ello a una
asociación de trabajos académicos (sobre)difundidos, programas institucionales de
financiamiento e investigaciones a cargo de agencias internacionales e instancias estatales
nacionales y regionales adheridas a ellas. Ello, claramente, ha venido a contradecir el ímpetu
“basista” y democratizador que yace en sus contenidos y a relativizar en los hechos la relevancia
de las “restistencias”, “iniciativas” o “respuestas” locales, que parecen formar parte central del
DDRL desde el pionero impulso del “desarrollo desde abajo” difundido a inicios de la década del
’80 (Stohr et al., 1981).
Esa forma de construirse e instalarse por parte de las representaciones discursivas del desarrollo
regional-local, y los aspectos que hemos considerado, las inscriben como continuadoras de la
doble lógica y, desde allí, configuran su ya adelantada /y también doble/ subordinación:
Con relación a ello es importante señalar que tanto los expertos encargados de introducir en los
‘90 los enfoques del desarrollo regional-local –transformados en “proveedores” de ideas de los
organismos supranacionales-, como la promoción y financiamiento de estos últimos, no pusieron
los contenidos de dicho enfoque en contraposición a los lineamientos neoliberales que citáramos,
sino como complementos de éstos, operando como “atendedores” de aspectos no comprendidos
por los enfoques macroeconómicos centrados en los ajustes macroeconómicos y las estrategias
mercantilizadotas-privatizadoras de esos lineamiento (Esser et al., 1996); (Alburquerque,1996).
16
Ese espíritu compatibilizador fue esencial para que esos enfoques regionalistas-localistas del
desarrollo pasaran a convivir al interior de los organismos supranacionales, como el BM y el
BID14, ocupando un papel de soporte cualificador de la representación del desarrollo de matriz
neoliberal que hegemonizó el discurso y acción de esos organismos.
Esa hegemonía de la representación neoliberal del desarrollo tuvo lugar a través de dos vías, una
institucional estatal: en las instancias de formulación macro-estratégicas de los mencionados
organismos supranacionales y luego en las cúpulas de las instancias estatales nacionales y
subnacionales. Otra vía social: a partir de las redes transnacionales de actores que, como
expresamos, ganaron peso en los “sentidos comunes” de la sociedad civil, a partir de las
complejas interacciones de think tanks, grupos de interés, medios de comunicación, etc.
Ahora bien, esa subalternización del DDRL se vio facilitada por un conjunto de “debilidades
congénitas”, es decir generadas en los escenarios centrales donde fue engendrado y transferido
bajo la continuidad de la modalidad colonial (y acrítica) con que las representaciones discursivas
del desarrollo (en este caso regional-local) fueron asimiladas en los escenarios periféricos. Esas
debilidades, que examinamos detenidamente en otros trabajos, tienen como notas distintivas: la
selección arbitrariamente de experiencias (fragmentarias); la apelación a conceptos confusos
para examinar esas experiencias; el desconocimiento de la presencia y rol del poder en las
relaciones económicas y no económicas locales y extra-locales; la consideración del Estado
como una actor político y diferenciado que opera y podría operar en direcciones variables en el
marco de esas relaciones de poder desconsideradas (Fernández et al., 2008); (Fernández;
Vigil, 2007).
14
Para el BM véase:www.worldbank.org/urban/led/cluster.htm; para el BID obsérvese Pietrobelli; Rabellotti (2004)
17
Ahora bien, la compresión de esa funcionalidad/compromiso/implicación del DDRL, así como el
rol de esas –como veremos, no inocentes- debilidades, no es posible dentro de los marcos
analíticos de las representaciones del desarrollo. Esa comprensión demanda la vinculación de la
constitución e institucionalización de esas representaciones del desarrollo y la “dialéctica
invertida” con la emergencia de lógicas/intereses diferenciados que derivan de los contradictorios
reacomodamientos del capitalismo (global). En otros términos, la dimensión cultural que
acompaña la perspectiva crítica de la modernidad euro-céntrica y sus representaciones del
desarrollo requiere complementarse de un entendimiento de los procesos materiales de
reproducción de la modernidad, en especial del capitalismo como un sistema totalizador en el que
se reproducen contradictoriamente la economía, las instituciones y el espacio.
Los enfoques del sistema-mundial (Braudel, 1984); (Wallerstein, 1979) han invitado a entender
al capitalismo como un sistema fundado en relaciones sociales (económicas y espaciales)
contradictorias que se han desenvuelto históricamente a través de un largo proceso que tiene a la
continuidad y ampliación de los procesos de acumulación como su vector principal (Harvey,
2004). En dicho proceso, determinados actores y territorios asumen posiciones
centrales/hegemónicas, mientras otros lo hacen subalterna y periféricamente (Wallerstein, 1979);
(Arrighi, 1999), alcanzando en el escenario contradictorio creado por esos posicionamientos no
sólo las relaciones entre el capital y al trabajo, sino también entre países y regiones (Massey,
1984).
Analizado desde un punto de vista más cualitativo, esta expansión territorial no se realiza en una
forma lineal, como parte de una forma inalterada de producir, sino bajo condiciones variables
para el capital, el Estado, el trabajo y sus interrelaciones institucionales y espaciales, emergentes
de las fuertes transformaciones operadas cíclicamente al interior del capitalismo. Frente a esas
condiciones se producen variaciones importantes en las formas como el capital y la implicación
del Estado –y otras instituciones- se organizan y entrelazan. Bajo esas alteraciones, el capital
demanda el desmantelamiento/reemplazo de las anteriores formas de regulación (modo de
regulación) y la implantación de nuevas formas, compatibles con nuevas condiciones de
producción y realización (lo que los regulacionistas denominan régimen de acumulación), que le
permiten superar las situaciones conflictivas y obstaculizadoras emergentes de las –siempre
contradictorias- relaciones sociales/económicas del capitalismo.
18
Las últimas seis décadas (después de la posguerra) –cuando emerge precisamente el concepto de
desarrollo y sus representaciones- y la crisis desatada en las últimas cuatro, son esenciales para
analizar esas alteraciones que tienen un impacto fundamental para los escenarios periféricos y en
particular para AL, y a partir de allí para comprender cómo las representaciones del desarrollo y
el DDRL se vinculan -en el marco de la doble lógica y la dialéctica invertida- a ciertos intereses.
La crisis de los ´70, significó en los países centrales el agotamiento de la forma de organización
productiva fordista y de los acuerdos nacionalmente forjados bajo una activa intervención estatal,
conllevando entonces transformaciones tanto en el régimen de acumulación, fundado en la
producción y consumo estandarizados, como en el modo de regulación, sustentado en un
complejo acuerdos negociados entre un capital concentrado, pero enclaustrado nacionalmente, y
una fuerza de trabajo formal y altamente sindicalizada (Harvey, 1992).
Ciertamente esa capacidad no abarcó al conjunto de los actores, ni incluyó centralmente al de los
espacios, sino que fue protagonizada por una fracción altamente concentrada y transnacionalizada
del capital (productivo y financiero) que da forma al proceso de globalización y redefine su
lógica de reproducción. Las formas productivas experimentan una transformación estructural,
pasando a operar desde patrones (de producción y consumo) centrados esencialmente en el
interior de las unidades nacionales, hacia formas de redes multi-localizadas y ensambladas que
encadenan actividades diversas, atravesando múltiples fronteras en tiempo real (Dicken, 2007).
Entorno a las actividades encadenadas, portadoras cada una de distintas porciones de valor, se
despliegan diferentes funciones –de producción y, esencialmente, de diseño y marketing- así
como procesos de innovación, siendo aquellas funciones y procesos estratégicos y de mayor
valorización centralizadamente controladas por empresas/marcas líderes transnacionales
(Kaplisnky, 2005); (Gereffi, 1996), emplazadas a su vez en un conjunto selectivo de nodos
espaciales (ciudades globales) en los países centrales (Sassen, 2002).
Esta nueva lógica de reproducción liderada por las fracciones globales del capital demanda una
remoción de las formas de regulación vigentes –instaladas desde la posguerra fordista- y la
instalación de otras nuevas, compatibles con esas fracciones de capital y su posicionamiento
hegemónico. Ello permite comprender en las últimas tres décadas dos etapas/procesos altamente
interconectadas (donde a su vez se insertan la RGN y su representación del desarrollo y los
propios DDRL):
19
nacional, conformaron el Welfare State y los patrones redistributivos acordados por el capital
monopólico con el pequeño y mediano capital y primordialmente con la fuerza de trabajo
sindicalizada al interior de las fronteras nacionales (Brenner, 2004). Luego de conformar un
círculo virtuoso que originó un ininterrumpido crecimiento al capitalismo por más de dos
décadas, hacia el final de los ‘60 e inicios de los ‘70 esa estructura “nacionalmente encapsulada”
de regulación de las relaciones entre el capital, el Estado y el trabajo se volvió afuncional a los
intereses y capacidades de esas fracciones globales del capital y su lógica multi-localizada de
producción y realización. Iniciado en los propios países centrales, y más radicalmente en
experiencias conservadoras de Reagan y Tatcher, ese proceso de desmantelamiento, acompañado
de la apologética re-equilibradora y modernizadora del mercado e instrumentado a través de los
procesos de desregulación y privatización, se transformó en el primer fundamento de la RGN
transferida como vimos –por la doble lógica- al escenario periférico y latinoamericano en
particular.
La segunda etapa/proceso, dentro de lo que los citados Peck y Tickell denominan el roll
out, emergió a partir de los brutales efectos sociales y económicos generados por roll back de las
instituciones del modo de desarrollo fordista. Gestada esencialmente a lo largo de los ‘90, esta
etapa/proceso conllevó ya no las acciones de desmantelamiento sino, dentro de las profundas
transformaciones en la organización del capital y el trabajo, el deseo de nuevos arreglos
institucionales, donde la recreación de formas de bienestar y protagonismo social se volvieran
compatibles con la reproducción del capital global y su liderazgo de las redes globales multi-
localizadas.
Mientras los think tanks y sus representaciones del desarrollo vinculados al pensamiento
neoliberal que consideramos anteriormente quedaron alineados /y sirvieron de fundamento/ a la
primera etapa/proceso, comprometiéndose argumentalmente en el barrido de los obstáculos
institucionales de alcance nacional que afectaban al capital global; aquellos vinculados al DDRL
se convirtieron en un elemento esencial en el sostenimiento de la segunda etapa/proceso de
“creación” después de la “destrucción/desmantelamiento”.
En tal sentido, en el marco de un profundo re-escalonamiento (espacial) dentro del que la RGN
ensaya su fase de consolidación/expansión argumentando el agotamiento y afuncionalidad del
Estado nacional (Brenner, 2004), las formas regionales y locales de cooperación público-privada
que forman la “plataforma común” del DDRL, al tiempo que son exaltadas como los nuevos
espacios de acompañamiento estratégico a la globalización (Peck, 2002), adquieren plena
funcionalidad y subordinación con la lógica reproductiva del capital global. Esa funcionalidad se
sustenta en propiciar mecanismos/lógicas descentralizadas y micro-territorializadas de
organización económico y social que dan lugar a formas de reproducción fragmentarias y auto-
gestivas. Estas últimas permiten descomprimir las demandas y condicionamientos centralizados
que imperaron bajo el fordismo previo al roll back en la escala nacional y desde la implicación
del Estado-nación, presionando sobre las fracciones concentradas –y ahora globalizadas- del
capital.
20
(múltiples workfare states) en los términos de Peck (2002). En los hechos, sin embargo, ello se
traduce en una cristalización de variadas estructuras económico-sociales de orden local y
regional, emergentes de diferentes trayectorias históricas, stock de capital social y densidad de los
entramados productivos e institucionales. Las heterogeneidades regionales y locales derivadas de
esos activos implican desde aquellas formas de aglomeración sustentadas en la informalidad e
intensidad en el uso de la fuerza de trabajo, hasta aquellas donde destacan por su capacidad
innovativa y una mayor comprensión estratégica de funciones con alta valorización.
Bajo tal contexto, las cuatro debilidades que hemos señalado, vinculadas al fragmentalismo, la
imprecisión conceptual, la desconsideración del poder y el desconocimiento del Estado, no
parecen ser un resultado de un “inocente descuido” de los formuladores y difusores
institucionales del DDRL, sino aspectos necesarios para el cumplimiento de esa subordinada
integración, tanto respecto de la RGN como de la lógica-interés del capital global.
En primer lugar, la apelación al localismo fragmentario, así como también las fragmentarias
indagaciones de casos que dominan en el DDRL, resultan necesarios para evitar una
comprensión holística de los procesos generales de acumulación, en los que es posible visualizar
la desconsideración de la dinámica multi-escalarmente compleja e interpenetrada en el que se
mueven el capital global y se conforman las heterogéneas y asimétricas formas regionales y
locales de vincularse con el mismo. En segundo término, la imprecisión conceptual y el carácter
difuso de los conceptos permite poner a esas heterogeneidades en un mismo paquete de
experiencias, en el que múltiples y asimétricas realidades regionales y locales se intentan
presentar con similares potencialidades para incorporarse y cualificar su posición a las redes
globales. En tercer término, la desconsideración del poder resulta esencial para la presentación
de un “mundo posible para todos”, que enfatiza las relaciones cooperativas como constructoras
exclusivas de horizontalidades, sin reconocer las formas de inclusión selectiva y subordinación
21
que obtienen tanto en el control de los encadenamientos productivos como de las instituciones.
Finalmente, la evacuación del Estado (nacional) del escenario analítico resulta fundamental para
la desactivación de los elementos político institucionales esenciales para el desarrollo de formas
de intervención que actúen en la limitación o reversión de las situaciones del poder que asume el
capital en el control de las redes globales, así como en el desarrollo de formas redistributivas que
compensen los desequilibrios regionales a los que nos hemos referido.
Ahora bien, lo indicado nos invita retomar al análisis realizado en la primera parte sobre la
génesis de las ideas que alimentan la RGN como el DDRL y su conjunto “viaje desde el centro a
la periferia”, a partir de los think tanks y la activa difusión en políticas y programas de
organismos internacionales, inscribiendo esas representaciones y discursos interrelacionadamente
con el proceso de re-expansión y redefinición del capital global, partiendo de que el
funcionamiento de éste también tiene enclave en los países centrales para expandirse a partir de
allí hacia los escenarios periféricos.
22
d. Los entramados económicos y sociales –particularmente en las regiones más rezagadas de la
periferia- son altamente más vulnerables, dominados por la desarticulación económica e
institucional.
e. A partir de lo anterior, los más marginales posicionamientos asignados a estos entramados en
las redes globales y las selecciones de las fracciones globalizadas del capital son más selectivas.
f. El Estado se presenta más vulnerable y técnicamente insuficiente para operar en las resistencias
a los acoplamientos marginales o a la exclusión de esas redes globales, así como en la
construcción de ensambles más cualificados a las redes globales.
En este trabajo hemos cuestionando la capacidad del discurso dominante del desarrollo regional-
local, instalado como “moda” en el escenario latinoamericano, para alcanzar una integralidad
capaz de revertir los desequilibrios territoriales crecientes en ese escenario. Permítasenos repasar
resumidamente los contenidos esenciales vertidos para dar cuenta de lo indicado y para formular
algunos lineamientos fundamentales al momento de resituar la perspectiva del desarrollo
regional-local en AL.
Hemos argumentado que las limitaciones del DDRL, lejos de presentarse como una herramienta
conceptual –y política- alternativa para entender procesos y formular políticas, representa una
continuidad de la forma colonial que ha dominado las representaciones del desarrollo en el
escenario latinoamericano antes y después de la TD, y a partir de ello, o en el marco de ello, a las
lógicas reproductivas de las fracciones globalizadas del capital y su penetración en estos
escenarios mediante el control de las funciones estratégicas de las redes globales.
Para llegar a esas conclusiones hemos dado cuenta de la “triple subordinación” en el enfoque del
desarrollo regional-local en su presencia periférica, a las que arribamos, en el caso de las dos
primeras, a partir de una recuperación de las “criticas a la modernidad” y a su impronta
eurocéntrica, y en el caso de la última a partir de una recuperación de las críticas formuladas
desde la modernidad, las que permiten identificar los intereses envueltos en el impulso de
determinados discursos y representaciones del desarrollo bajo la dinámica globalizadora y
contradictoria del sistema capitalista.
Las dos primeras subordinaciones del DDRL se vinculan a la sujeción acrítica a las
representaciones/imaginarios del desarrollo producidos en el “centro” así como al dispositivo
hegemónico de la RGN. Hemos resaltado como éstas subordinaciones se constituyen a partir de
su replicación de la trayectoria fundada en la “doble lógica” (centro-periferia y arriba-abajo) que
han tenido las representaciones discursivas del desarrollo, así como en su integración funcional a
la “dialéctica invertida” a través de las cuales se han conformado tales representaciones en AL.
El DDRL se ha integrado funcional y no alternativamente en la última etapa de ese
comportamiento dialéctico, en el que se niega la perspectiva endógena y liberadora de la TD y se
instalan hegemónicamente los mecanismos homogeneizadores y mercadistas de la RGN.
23
advertidas redes globales y también se expanden desde el centro a la periferia, capitalizando esa
trayectoria e inserción funcional –no alternativa- a la RGN.
Como afirmamos, las tres formas de subordinación dan una base explicativa bastante consistente
para comprender –esencial pero no exclusivamente en AL- las limitaciones en las capacidades
transformadoras del DDRL y su paradojal convivencia con la perpetuación y ampliación de los
desequilibrios territoriales y sus efectos negativos para la mayor parte de las regiones.
Ello supone quebrar con el tradicional acoplamiento a las representaciones del desarrollo
producidas en el centro (y sus congénitas debilidades) y su acrítica asimilación a la periferia, así
como superar su contradictoria pretensión de imponer “desde arriba” las formas de desarrollo
“desde abajo”.
24
En un contexto como el formulado, es necesario enfrentar las otras tres debilidades comentadas.
Primeramente aquella vinculada a la utilización de conceptos difusos/confusos (Markussen,
1999), que ha dominado en el DDRL casi como un requisito para concretar su indefinida
extensión, su indiferenciada viabilidad en todos los escenarios y su idealizada composición y
funcionamiento interno. La persistencia de conceptos difusos no sólo no permite comprender las
especificidades y las formas efectivamente asumidas por las realidades regionales –especialmente
las periféricas-, sino que contribuye a presentar como similares o comparables realidades y
procesos claramente diferenciados. Por lo tanto, es necesario realizar dicho reconocimiento
operando con conceptos precisos y, al mismo tiempo, exigentes, que permitan determinar
empíricamente al alcance de las distintas configuraciones económicas e institucionales regionales
y locales.
Ahora bien, dentro de esa precisión es fundamental avanzar sobre la tercera debilidad indicada,
vinculada a cómo reinsertar el problema del poder y la desigualdad en los análisis de las redes
regionales y sus vínculos nacionales y globales (Fernández et al., 2008); (Hudson;
Hadjamichalis, 2008). Se trata no sólo de analizar el poder y las desigualdades dentro de los
ámbitos locales y regionales –algo por cierto relevante- sino también fuera de los mismos, en sus
conexiones internacionales y en sus vínculos efectivos o potenciales con las redes globales. Ello
implica determinar quiénes y como conducen las iniciativas y lideran las “resistencias desde
abajo”, quiénes y cómo quedan finalmente incorporados a las redes globales y quienes controlan
estas última a nivel global.
De esta forma, dominada por los reclamos por el fortalecimiento del governance y las redes
sociales y económicas, que provienen de los “imaginarios centrales”, la periferia ha terminado
aceptando la desaparición del Estado como actor político estratégico.
La recuperación de este actor no sólo resulta esencial para ver como el RGN y las fracciones
globales operan territorialmente para ampliar tanto el control de las redes como la exclusión y
subordinación, sino para encarar con eficacia la construcción de una estrategia multiescalar como
la demandada, en las que las formas de “abajo-arriba” no sean sofocadas, sino sinergizadas y
ampliadas por modalidades de intervención que incluyen instancias y procesos supra-regionales.
25
semi-periferia al centro (Japón) (Arrighi; Drangel, 1986). Por su parte, al plegarse a la
sugerencia de las representaciones del desarrollo difundidas desde la RGN en el abandono de una
construcción estatal sólida y enraizada y una implicación estratégica del Estado, el DDRL ha
contribuido a desactivar un elemento que, habiendo sido fundamental en la conformación del
centro y las excepcionales trayectorias del desarrollo de la periferia, le ha sido negado al
escenario latinoamericano y a sus - mayoritariamente periféricas- regiones y localidades.
En síntesis, el “mapa de acción” propuesto estimula la idea sobre la necesidad de romper con la
colonialidad que dominan los discursos y prácticas del desarrollo, y en particular los del
desarrollo regional-local en AL. A partir de ello sostiene la necesidad de forjar una estrategia
endógena, no subordinada ni a las representaciones del desarrollo ni a los intereses materiales que
las propician desde el “centro”, como lo pretendió la TD, pero en los que las formas de “arriba-
abajo” y “abajo-arriba” se complementen para garantizar un proyecto democrático que, evitando
tanto el verticalismo como el fragmentalismo, resulta capaz de insertarse globalmente sin aceptar
nuevas sub-alternidades.
Para ello resulta imprescindible revertir el camino donde la transferencia acrítica de ideas
funcionales al capital global -que agudizan la exclusión y la subordinación- se vale de
“debilidades intencionadas” y el permanente intento desde el “centro” de “patear la escalera”
(Chang, 2002) para que países, regiones y localidades periféricas no puedan –
idionsincráticamente- generar los instrumentos y desplegar las acciones que anteriormente
forjaron su desarrollo y conformaron el poder de sus actores globales.
Bibliografía
Alburquerque, F. (1996) Desarrollo económico local y distribución del progreso técnico. Una
respuesta a las exigencias del ajuste estructural. Santiago de Chile: ILPES.
Apter, D. (1972) La política de la modernización. Paidós, Buenos Aires.
Arrighi, G. (1999) El largo siglo XX. Editorial Akal. Madrid.
Arrighi, G.; Drangel, J. (1986) “The Stratification of the World-Economy: An Exploration of
the Semiperipheral Zone”. Review X (1): 9-74.
Arrighi, G.; Silver, B.; Brewer, B. (1991) Industrial Convergence, Globalization, and the
Persistence of the North-South Divide. Studies in Comparative International Development,
Spring 2003, Vol. 38, No. 1: 3-31.
Asheim, B.; Ikasen, A. (2002) “Regional, innovation system: the integration of local sticky and
global ubiquitous knowledge”. Journal of Technology Transfer 27: 77-86.
Babb, S. (2005) Del nacionalismo al neoliberalismo: El ascenso de los nuevos Money Doctors en
México. En Daniel Mato (coord.), Políticas de economía, ambiente y sociedad en tiempos de
globalización. Caracas: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de
Venezuela: 155-172.
Bagnasco, A. (1977) Tre Italie. La problemática territoriale dello sviluppo italiano, Bolonia, Il
Mulino.
Balassa, B. (1981) The Newly Industrialising Countries in The World Economy, Pergamon
Press, Oxford.
Becattini, G. (1992) “El distrito industrial marshalliano como concepto socioeconómico”, en
Pyke, Becattini y Sengenberger (comps.), Los distritos industriales y las pequeñas empresa,
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
26
Blomström, M.; Hettne, B. (1990) La teoría del desarrollo en transición. F.C.E, México.
Braczyk, Hans-Joachim; Cooke, Philip, Heidenreich, Martin (eds.) (1998) Regional
Innovation Systems, UCL Press, London.
Braudel, F. (1984) The perspective of the world. Berkeley: University of California Press.
Brenner, N. (2004) New State Spaces. Urban Governance and the Rescaling of Stateshood,
Oxford University Press.
Bresser-Pereira, L.C. (2007) Estado y mercado en el nuevo desarrollismo. Revista Nueva
Sociedad Nº 210: 110-125.
Brusco, S. (1982) “The Emilian Model: Decentralization and Social Integration”, Journal of
Economics, 6: 167-184.
Cardoso, F.; Falleto, E. (1969) Dependencia y desarrollo en América Latina: Ensayo de
interpretación sociológica, México.
Castells, M. (1999) La Era de la Información. Economía, sociedad y cultura. Siglo XXI. México.
CEPAL (2004) Panorama social de América Latina 2004. Santiago de Chile.
Chang, H. (2002) Kicking Away the Ladder: Policies and Institutions for Economic
Development in Historical Perspective. Wimbledon Publishing Company Limited.
Cooke, P. (2001) “Regional innovation systems, clusters and the knowledge economy”.
Industrial & Corporate Change, 10: 945-974.
Coraggio (2003) El papel de la teoría en la promoción del desarrollo local. (Hacia el desarrollo
de una economía centrada en el trabajo), Documento preparado para el módulo “Teoría y Práctica
del desarrollo local” organizado por la Universidad Andina y CIUDAD, Quito, Junio.
Dicken, P. (2007) The global shift. Londres: Sage. 5a edición.
Dos Santos, T. (2003) La teoría de la dependencia. Balance y perspectivas. Paza&Janes.
Dussel, E. (1993) “Eurocentrism and Modernity”, Boundary 2: 20-23
Dussel, E. (1998) “Beyond Eurocentrism: The World-System and the Limits of Modernity”. En.
Jameson; M. Miyoshi, The Cultures of Globalization, Durham, Duke University Press: 3-30.
Eisenstadt, S.N. (1987) «Introduction: Historical Traditions, Modernization and Development».
En Eisenstadt, S.N. (editor) Patterns of Modernity. Vol. II: Beyond the West.
Escobar, A. (1995) Encountering Development: The Making and Unmaking of the Third World,
Princeton, Princeton University Press.
Escobar, A. (2003) “Mundos y conocimientos de otro modo. El programa de investigación de
modernidad/colonialidad latinoamericano. Tabula Rasa. Revista de Humanidades, Universidad
Colegio Mayor de Cundinamarca. (1): 51-86.
Escobar, A. (2005) El “postdesarrollo” como concepto y practica social. En Mato, D. (coord.)
Políticas de economía, ambiente y sociedad en tiempos de globalización. Caracas: FACES/UCV.
Esser, K.; Hillerbrand, W.; Messner, D. (1996) “Competitividad sistémica: nuevos desafíos
para las empresas y la política”. Revista Cepal, Vol. 59.
Evans, P. (1996) “El Estado como problema y solución”. Desarrollo Económico. Vol 35. Nº 140
Fernández V. R. (1998) “Globalización, Flexibilización y Revolución Tecnológica. Repensando
Estrategias desde la Asimetría de los Impactos. Revista Realidad Económica. Instituto Argentino
de Desarrollo Económico 159: 94-118.
Fernández V.R.; Vigil, J.I. (2007) “Cluster y Desarrollo Territorial. Revisión teórica y desafíos
metodológicos para América Latina”. Revista Economía, Sociedad y Territorio, Vol. VI Nº 24:
859- 912. Colegio Mexiquense/Consejo Nacional de Cinética y Tecnología. Mayo-agosto.
Fernández, V.R. (2007) “Explorando las limitaciones del nuevo regionalismo en las políticas de
la Unión Europea: Una perspectiva latinoamericana”. Revista EURE, Santiago de Chile, Vol. 33
(98): 97-118.
27
Fernández, V.R.; Amin, A.; Vigil, J.I. (comp.) (2008) Repesando el desarrollo regional.
Contribuciones globales para una estrategia latinoamericana. Ed. Miño y Dávila, Buenos Aires.
Frank, G. (1991) El desarrollo del subdesarrollo. Un ensayo autobiográfico. Nueva Sociedad.
Caracas.
Gallicchio, E. (2004) El desarrollo local en América Latina. Estrategia política basada en la
construcción de capital social. Ponencia presentada en el Seminario "Desarrollo con inclusión y
equidad: sus implicancias desde lo Local", realizado por SEHAS en la ciudad de Córdoba
(Argentina), mayo.
Gereffi, G. (1996) Global Commodity Chains: New Forms of Coordination and Control among
Nations and Firms in International Industries”. Competition & Change, vol. 1 núm, 4.
Germani, G. (1969) Sociología de la modernización. Buenos aires. Paidós.
Gonçalves, R. (2002) O vagão descarrilhado. O Brasil e o futuro da economia global, Ed.
Record, Río de Janeiro.
Harvey, D. (1992) The Condition of Posmodernity: an enquiry into the origins of cultural
change. Oxford, Blackwell.
Harvey, D. (2004) El Nuevo imperialismo. Editorial Akal. Madrid.
Heredia, M. (2004) "El proceso como bisagra. Emergencia y consolidación del liberalismo
tecnocrático: FIEL, FM y CEMA.". En Pucciarelli, A. (coord), Empresarios, tecnócratas y
militares. La trama corporativa de la última dictadura militar, Ed. Siglo XXI.
Hettne, B. (1982) Development Theory and the Third World. Sarec Report No. 2, SAREC,
Hinkelammert, F. (1992) “La lógica de la expulsión del mercado capitalista mundial y el
proyecto de liberación”; Revista PASOS Nº 3 Especial, DEI, San José, Costa Rica.
Hudson; R. Hadjamichalis, C. (2008) Redes, desarrollo regional y control democrático. En
Fernández, V.R. et al. (comp.) Repensando el desarrollo regional. Contribuciones globales para
una estrategia latinoamericana. Ed. Miño y Dávila, Buenos Aires.
Kaplinsky, (2005) Globalization, Poverty and Inequality. Cambridge, Polity Press.
Mann, M. (2004) “La crisis del Estado-nación en América Latina”. Desarrollo Económico, Nro.
174, julio-septiembre.
Mann, M. (1986) The Sources of Social Power:Volume 2, The Rise of Classes and Nation States
1760-1914. Cambridge University Press.
Markussen, A. (1999) “Fuzzy concepts, Scanty Evidence Policy Distance: The case for Rigor
and Policy Relevance in Critical Regional Studies”. Regional Studies Vol. 33 (9).
Markusen, A.; Campolina Diniz, C. (2003) “La disparidad en la competencia de las regiones
latinoamericanas: oportunidades y limitaciones”. Documento preparado para el seminario
“Global y Local: El Desafío del Desarrollo Regional en América Latina y el Caribe” 22 de
Marzo, Milán, Italia.
Martins, C. (2003), Globalização, dependência e neoliberalismo na AméricaLlatina, Tese de
Doutor em Sociologia apresentada ao Programa de Pós-graduação em Sociologia, do
Departamento de Sociologia da Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas da
Universidade de São Paulo, Universidade de São Paulo São Paulo..
Massey, D. (1984) Spatial divisions of labor: Social structures and the geography of production.
New York: Methuen.
Mato, D. (2004) “Redes transnacionales de actores globales y locales en la producción de
representaciones de ideas de sociedad civil”. En Mato, D. (coord.) Políticas de ciudadanía y
sociedad civil. Caracas: FACES/UCV.
Mato, D. (2005) “Redes de think tanks, fundaciones privadas, empresarios, dirigentes políticos,
economistas, periodistas y otros profesionales en la promoción de ideas (neo)liberales a escala
28
mundial”. En Mato, D. (coord.) Políticas de economía, ambiente y sociedad en tiempos de
globalización. Caracas: FACES/UCV.
Medina Echavarría, J. (1964) Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económica de
América Latina. Buenos Aires, Solar / Hachette.
Mignolo, W. (2003) Historias locales/diseños globales. Colonialidad, conocimientos subalternos
y pensamiento fronterizo. Ed. Akal. Madrid. España.
O’Connor, J. (1973) La crisis fiscal del Estado. Barcelona, Península, 2º edición.
Peck, J (2002) ‘Political Economies of Scale: Fast Policy, Interscalar Relations and Neoliberal
Workfare’, Economic Geography, Vol. 78, Nº 3: 352-53.
Peck, J.; Tickell, A. (2002) Neoliberalizing Space. Antipode 34 (3): 380–404
Peemans J.P. (1992) Revoluciones industriales, modernización y desarrollo. Revista Historia
Crítica. Revista Nº 06 Enero-Junio: 15-33
Peemans, J.P. (1996) Globalización y desarrollo: algunas perspectivas, reflexiones y preguntas.
En: El nuevo orden global dimensiones y perspectivas. Colombia,
Petrella, R. (2000). “The Future of Regions: Why the Competitiveness Imperative Should Not
Prevail Over Solidarity, Sustainability and Democracy”. Geogr. Ann, 82 B:2, 67-72.
Pietrobelli, C.; Rabellotti, R. (2004) Upgrading in Clusters and Value Chains in Latin America.
The Role of Policies, Washington, D.C., Inter-American Development Bank, Sustainable
Development Department, Best Practices Series.
Piore, M.; Sabel, C. (1984) The Second Industrial Divide, New York, Basic Books.
Porter, M. (1990) La ventaja competitiva de las naciones. Buenos Aires, Vergara.
Pyke, F.; Sengenberger, W. (1990). “Industrial districts and inter-firm cooperation in Italy”.
Ginebra, International Institute for Labor Studies.
Quijano, A. (1988) Modernidad, identidad y utopía en América Latina, Ediciones Sociedad y
Política, Lima.
Quijano, A. (1992) “Colonialidad y modernidad/racionalidad”, Perú Indígena, vol. 13, Nº 29,
Lima.
Quijano, A. (2000) “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”. En: Edgardo
Lander (ed.), La Colonialidad del Saber: Eurocentrismo y Ciencias Sociales. Perspectivas
Latinoamericanas: 201-245. Buenos Aires: Clacso.
Ribeiro, D. (1968) Las Américas y la civilización. Proceso de formación y causas del desarrollo
desigual de los pueblos americanos, Caracas, Biblioteca Ayacucho.
Rostow, W. (1962) The stage of economic growth. A non communist manifest. USA.
Sassen, S. (2002) (ed.). Global networks, linked cities. Routledge.
Stiglitz, J. (2000) That I learnt at the world economic crisis: the insider. The New Republic
Online. April 17.
Stohr, W.; F. Taylor (eds.) (1981). Development from above or below? The dialectics of
regional planning in developing countries. Chichester: Wiley & Sons Ltd.
Vázquez Barquero, A. (1999) Desarrollo, redes e innovación. Lecciones sobre el desarrollo
endógeno. Pirámide, Madrid.
Vázquez Barquero, A. (2001) “Desarrollo endógeno y globalización”. En Vazquez Barquero,
A.; Madoery, O. (comp.) Transformaciones globales, instituciones y políticas de desarrollo
local. Homo Sapiens, Rosario, Argentina.
Véliz, C. (1984) “La tradición centralista en América Latina”. Ed. Ariel. Barcelona.
Wade. R (1997) "Japón, el Banco Mundial y el arte del mantenimiento del paradigma: El
milagro del Este asiático en perspectiva política”. Desarrollo Económico - Revista De Ciencias
Sociales IDES, Buenos Aires, vol. 37, Nº 147, octubre-diciembre: 351-387.
29
Wallerstein, I. (1979) El moderno sistema mundial I. La agricultura capitalista y los orígenes de
la economía-mundo europea. México, Siglo XXI.
30