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NIÑOS Y TECNOLOGÍA DIGITAL, UNA ECUACIÓN IMPOSIBLE

La sociedad en la que vivimos está cada vez más digitalizada. Nuestros teléfonos móviles se han convertido
en apéndices de nuestros cuerpos, nos levantamos y acostamos con ellos y nos sentimos mancos cuando
nos faltan. Hacemos un sinfín de tareas con ellos, desde leer el menú del restaurante a encontrar la
dirección de un lugar, reservar un vuelo, llevar la oficina a cuestas, abrir la puerta de casa y contar las
calorías o los pasos.

Como un alud galopante que arrastra lo que toca, la tecnología digital ha invadido todas las esferas de
nuestra vida que antes estaban exentas de tecnología: el trabajo, las relaciones, la dieta, el deporte, la
salud, el hogar. Por supuesto, la educación no ha quedado indemne de tal sacudida. Los medios digitales ya
están presentes en los colegios de primaria de Europa y muchos preescolares coquetean con su
introducción. El advenimiento de la tecnología digital ha simplificado muchas tareas educativas y ha
facilitado en gran medida el acceso a la educación. Pero se sabe que no es oro todo lo que reluce. El fulgor
de los medios digitales ha ido acompañando de una creciente dependencia de ellos para realizar muchas
tareas que antes realizábamos de forma autónoma y ello significa una pérdida de facultades para el ser
humano. Sin darnos cuenta, hemos dejado que conquisten nuestras vidas y… nos suplanten. Y con la mejor
de las intenciones – porque el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones – estamos
dejando que penetren en las vidas de nuestros hijos. Pero, mientras yo, adulto que he adquirido facultades
durante mi infancia, puedo prescindir de ellas y delegarlas en un dispositivo, un niño que no las ha
adquirido aún, no podrá adquirirlas nunca si tiene un dispositivo que lo suplanta. Con los niños nos
asomamos a un abismo.

Los Estados están presionando para introducir los dispositivos digitales en la educación cada vez más
temprano. Se aduce, sin muchas disquisiciones, que son necesarios para el mundo de hoy. Así, cuanto antes
aprenda el niño a utilizarlos, mejor. A causa de dicha presión, a todos los padres les llega el momento de
plantearse si tienen que darle el tablet a su hijo de cuatro años para que se vaya familiarizando o darle el
móvil a su hijo de ocho, porque la mayoría de sus amigos lo tienen ya. No hay escapatoria, la presión no
arrecia y el momento llega antes o después. Para mí, madre de familia numerosa y profesora con décadas
de experiencia, también llegó el momento con mi hija mayor.

El objetivo de la charla que voy a darles hoy es, precisamente, orientarles para que, cuando llegue este
momento, ustedes tomen una decisión con conocimiento de causa y no por efecto de dicha presión.
Invitarles a valorar bien los elementos de una decisión que no carece de peso, pues, precisamente como un
alud, irrumpirá en la vida de sus hijos, llevándose por delante muchas facetas de su desarrollo.

Muchos padres creen que para sobrevivir en un mundo crecientemente digitalizado hay que comenzar a
dar a los niños instrumentos digitales a una edad temprana. Así estarán más preparados para el colegio y
para la vida en general. ¿Pero es eso lo que realmente necesitan los niños para estar bien preparados para
el colegio o la vida?

Muchos científicos y educadores discrepan de esta opinión y están asustados por la sobrecarga sensorial
que los medios digitales representan para el desarrollo del niño. La Dra. Gertraud-Teuchert Noort,
profesora de Neurología evolutiva y Biología humana en la Universidad de Bielefeld afirma: “Lo que
estamos observando ahora es preocupante. Llevamos cincuenta años investigando cómo afectan los
factores de estrés al desarrollo del niño y ahora, con la aceleración producida por la digitalización, la
afectación es aún mayor. Con los medios digitales el cerebro no puede desarrollarse de forma normal, ya
que no se alcanza un equilibrio de las funciones cerebrales y los niños se quedan a medio camino.
Disminuye el desarrollo de las habilidades cognitivas. Lo que está ocurriendo es una catástrofe”.

Los estudios modernos de Neurología señalan que para que una persona utilice sensatamente la tecnología
digital, debería haber conocido antes la analógica. La tecnología analógica no suplanta al ser humano en sus
funciones, la digital sí. A pesar de su enorme poder de seducción, la tecnología digital no está ayudando al
hombre a crecer, está inhibiendo su desarrollo. Veamos más en profundidad por qué.

Los seres humanos desarrollan su inteligencia de forma automática si se les da la oportunidad de llevar a
cabo el proceso de maduración psicológica del cerebro. Dicho proceso, para realizarse, precisa de tres
componentes:

- Movimiento
- Emoción
- Motivación

El movimiento es el ingrediente que hace madurar las conexiones inter-neuronales. Al moverse, el


niño está sentando las bases para su desarrollo cerebral, es como un artista que está creando, sin
saberlo, el boceto de lo que luego será su obra de arte: su cerebro. Al correr, saltar, construir
castillos de arena o chapotear, el niño se mueve, experimenta con los sentidos, vive emociones. En
sus primeros años, el niño aprende solamente a través de sus sentidos, no puede aprender de otra
manera (habréis visto a los niños tocándolo todo y metiéndose de todo en la boca, intentando
palpar y saborear el mundo…). El niño absorbe todas las impresiones sensoriales como una esponja
y las integra en esa maravillosa red nerviosa que está construyendo. El movimiento es un alimento
imprescindible para el sistema nervioso, tan importante como las proteínas o los hidratos de
carbono. Además, el movimiento es juego y lleva aparejadas emoción y motivación: los tres
ingredientes del desarrollo de la inteligencia. Por eso es tan importante darle al niño la oportunidad
de jugar y moverse a esta edad.

En cambio, el niño que, sentado y cabizbajo delante de su tableta, desliza el dedo por la pantalla,
no compensa esta gran actividad. El teléfono se convierte en un juguete digital, fascina, pero quita
las ganas de moverse. Se dejan de ejercitar la curiosidad, la exploración a través de los sentidos, el
juego y la inventiva, hasta el punto de que corren el riesgo de atrofiarse.
De ser así, la red nerviosa ya no puede crecer gracias al estímulo del movimiento.

Otro hándicap es que las pantallas son bidimensionales. No proporcionan experiencias sensoriales:
no puedes tocar o abrazar lo que ves, no puedes olerlo, sentir su peso. Sin embargo, la
investigación neuronal nos enseña que las experiencias sensoriales de la primera infancia
constituyen la base del razonamiento lógico posterior. Al niño que no ha desarrollado bien su
experiencia sensorial luego le costará más aprender a leer y escribir. Las pantallas no ofrecen una
experiencia sensorial completa y por ello, entorpecen el desarrollo de la inteligencia

Para entender esto el concepto clave es la neuroplasticidad. Como las huellas que dejamos en la
arena, las actividades que realiza el niño dejan una huella en las redes neuronales de la corteza
cerebral. La actividad digital también deja huella, pero más superficial y a nivel comportamental
conduce al niño a un callejón sin salida.

Los estudios realizados por la Dra. Treucher en Bielefeld durante 25 años demuestran que el lóbulo
frontal y el sistema límbico controlan las funciones cerebrales superiores como el pensar, el
comportamiento, la formación de la memoria y la voluntad. Lo sorprendente es que la corteza
cerebral frontal se activa con el juego. ¡Qué hermoso que el niño nazca con un instinto innato para
el juego! El juego abona el terreno para el posterior aprendizaje de la escritura y la lectura. Facilita
los ritmos cerebrales. Pero esto no sucede cuando el niño ve vídeos en un tablet. Las conexiones
nerviosas no se estimulan, las neuronas sufren malnutrición, los ritmos se alteran y esto acarrea
trastornos como insomnio y falta de concentración. ¿No les suena a algo muy corriente? Según el
Instituto Superior de Sanidad italiano, el 5% de los niños de la UE menores de 14 años sufren déficit
de atención.

Por no hablar de la comunicación social. Si un niño lleva en el bolsillo un teléfono móvil como
compañero, pronto se cansará de buscar compañeros de juego reales. El teléfono móvil puede
favorecer las conductas autistas y el aislamiento.

El equipo alemán de psicólogos dirigido por Angelika Scholtman ha demostrado en estudios que los
niños que consumen mucha la pantalla tienen más problemas para ajustar la caligrafía al espacio
disponible en un folio, una competencia propia del lóbulo frontal, cuyo desarrollo se ve afectado
por el consumo de las pantallas. ¿Por qué no se tiene en cuenta todo esto en los programas
educativos?

El bombardeo de animación de los vídeos sobreexcita el metabolismo neuronal dañando las redes
nerviosas. Además, esta sobrecarga de estímulos genera adicción. Sí, adicción como en el adulto.
¿Quién no ha sentido alguna vez el mono del móvil tras pasar varias horas sin él?
Psicólogos infantiles de la Universidad de Oviedo han comprobado que el uso excesivo de medios
puede producir comportamiento agresivo y distorsión de la propia imagen corporal, con
consiguientes trastornos de la conducta alimentaria. (Ya hay ríos de tinta sobre los efectos nocivos
de comer delante de una pantalla). Los terapeutas afirman que estos niños necesitan seguridad en
la actividad, confianza y relaciones intensas para restaurar los circuitos neuronales incompletos del
lóbulo frontal.

De todos estos datos se desprende que lo que mejor preparará a nuestro hijo para la vida no es
darle un aparato digital sino pasar tiempo él, realizar actividades juntos, sacarle al aire libre, a jugar
con sus amigos, a montar en bicicleta, a pescar y a todo aquello que conlleve juego y movimiento.
Esto estimulará su inteligencia, no la entorpecerá.

En definitiva, las soluciones para el niño de hoy son las mismas con las que educaron a nuestra
generación: juego al aire libre y en compañía, lo máximo posible. Sin pantallas, abrazos y
momentos de actividad compartida. La receta es fácil y está al alcance de todos.

En diversos países europeos existen colectivos de padres que abogan para que la educación sobre
el uso de los medios digitales se convierta en asignatura obligatoria. Los grupos más avanzados de
Alemania (Eltern für eine gute Bildung) están exigiendo ya que los jóvenes de 14 años superen una
prueba para aprender a utilizar smartphones, una especie de licencia, tal como se hace con la
educación vial.
Una licencia para permitir al joven manejarse con seguridad y firmeza en esa gran autopista de la
información que es Internet, donde un niño solo puede ser atropellado en cualquier momento.
¿Ustedes dejarían jamás a su hijo solo en una autopista?

Queridos padres y madres, si se acerca el momento de tomar esa difícil decisión, recuerden que lo
que aparenta ser una herramienta que prepara a la vida es en realidad una herramienta que
entorpece para la vida. Las Neurociencias ya aportan mucha evidencia. Todo año que logren
retrasar la llegada del móvil, será un regalo para el desarrollo de su hijo. No dejen que el alud de las
tecnologías arrolle a sus hijos. Los niños y la tecnología digital son una ecuación imposible, porque
lo que necesitan los niños es crecer en el mundo real.

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