Está en la página 1de 13

Hipótesis de Duverger en el caso chileno:

Cambio en el sistema electoral (2015) y sus


efectos en el sistema de partidos

Pablo Cifuentes
Resumen

En un intento de poner a prueba la hipótesis de Duverger en el caso chileno, esta


investigación busca esclarecer los efectos que ha tenido el cambio del sistema electoral
en 2015 en el sistema de partidos. De esta manera, se buscará identificar la influencia
que ha tenido el cambio del sistema electoral en la fragmentación que ha sufrido el
sistema de partidos desde su implementación, dando por finalizada la dinámica electoral
anterior caracterizado por la otrora dominación de la Alianza y la Concertación.
Múltiples controversias se pueden encontrar en la literatura con respecto a la validez de
las proposiciones de Duverger que, si bien poseen una fuerte apelación desde las
perspectivas institucionalista, no son en ningún caso indiscutibles.
Esta experiencia política presenta una gran oportunidad para poner a prueba la hipótesis
de Duverger e incentivar la discusión con respecto a la relación sistema electoral-
sistema de partidos y las múltiples maneras en que ambos sistemas pueden determinar o
influir en la configuración del otro. Además, la comparación de esta experiencia con
otras similares nos puede ofrecer conclusiones más solidas de las que se pueden
encontrar dentro de la discusión académica actual sobre sistemas electorales y su
influencia en los sistemas de partidos.

Introducción

No es de extrañar la importancia que tienen los estudios de sistemas electorales en la


ciencia política, sobre todo cuando se tiene en cuenta cuán diferentes pueden ser los
resultados de una elección (en términos de los escaños asignados) dependiendo del tipo
de sistema electoral en vigencia. Tipo de sistema, tamaño de los distritos y tipo de lista
son todos elementos fundamentales en el proceso de convertir los votos en escaños,
afectando de esta manera la representatividad del sistema político de la heterogeneidad
de la población. Resulta aparente que, en tiempos modernos, donde el único tipo de
democracia practicable es la representativa, la representatividad del sistema sea de gran
importancia al momento de determinar qué tan democrático es un régimen político.
Desde 1989 hasta 2015, estuvo vigente en Chile el sistema binominal. Este sistema se
caracterizaba por ser de mayoría simple (para obtener un solo escaño), distritos
electorales de magnitud dos y lista abierta con voto preferencial. Además, poseía un
mecanismo por el cual, para obtener ambos escaños, era necesario doblar la votación de
la otra lista más votada, generando una sobrerrepresentación de la segunda mayoría
electoral. En la misma línea, se puede argumentar que la baja magnitud de los distritos y
el sistema de mayoría simple (y cualificada para obtener ambos escaños) generan
incentivos para la formación de coaliciones, haciendo la vigencia del sistema binominal
un elemento menester en la mantención del bipartidismo dominado por la Concertación
y la Alianza.
Los partidos, al ser las organizaciones por las cuales las distintas demandas sociales
encuentran su expresión dentro del proceso político y legislativo, son de vital
importancia para la democracia y la participación política. A medida que las sociedades
van evolucionando y nuevas demandas van apareciendo, se hacen necesarias nuevas
organizaciones partidistas que doten a estas nuevas demandas de expresión política. Sin
embargo, si es posible reconocer que determinados tipos de sistemas electoral
efectivamente reducen la cantidad de partidos con oportunidades realistas de entrar en el
sistema, se puede argüir que este tipo de sistemas electorales tienen un efecto negativo
en la representatividad del sistema político. Por lo tanto, en este tipo de situación se
podría esperar el surgimiento de presiones hacia el cambio del sistema electoral por uno
que permita la entrada de nuevas fuerzas políticas que reflejen las nuevas demandas
provenientes de la sociedad civil.
El cambio del sistema electoral binominal por uno de representación proporcional en
Chile en 2015 se presenta como un interesante caso de estudio para poner a prueba la
hipótesis de Duverger y sus implicancias, permitiendo ahondar en la complicada
relación entre el sistema electoral y el sistema de partidos. ¿Es el sistema electoral el
que determina la configuración del sistema de partidos, o es al revés? ¿ambos se
influencian mutuamente? ¿o son acaso otras las variables que realmente juegan un rol
decisivo en la materia?

Teoría

Dentro de la literatura de sistemas electorales se pueden encontrar distintas posturas con


respecto a la importancia de éstos para la configuración del sistema de partidos. Dentro
de este marco encontramos la ley y la hipótesis de Duverger. La primera se refiere a los
sistemas mayoritarios y su tendencia a generar esquemas bipartidistas, mientras que la
segunda a la tendencia de los sistemas de mayoría simple con segunda vuelta y de los
sistemas de representación proporcional a favorecer el multipartidismo (Duverger,
1954).
En el caso de la ley de Duverger, esta opera de la manera siguiente: los sistemas
electorales mayoritarios, al ser sistemas donde “el ganador se lo lleva todo”, favorecen a
los partidos grandes, no dando cabida para la representación de grupos minoritarios por
ser opciones sin perspectivas realistas de poder competir. Para entender esto último, es
necesario entender los cálculos estratégicos tanto de los electores como de las elites que
podrían estar interesadas en formar nuevas agrupaciones partidarias (Cox, 1997), y
como estos terminan por reducir las opciones viables en las papeletas. Electores con
preferencias por partidos/candidatos pequeños, podrían desistir de votar por estas
opciones para no “perder” el voto apoyando una candidatura sin oportunidades realistas
de obtener representación. Así, en vez de votar por su primera preferencia, bajo esta
línea de razonamiento, deciden apoyar la candidatura “viable” más cercana a su primera
preferencia, desincentivando el lanzamiento de candidaturas pequeñas. En contraste con
sistemas proporcionales o mayoritarios con segunda vuelta, en los sistemas electorales
mayoritarios se crea un fuerte incentivo para el voto estratégico (Cox, 1997), agrupando
a los votantes con preferencias por candidaturas sin oportunidades de ganar alrededor de
dos grandes bloques.
Al mismo tiempo, y bajo la misma dinámica de cálculo estratégico, los posibles
candidatos y aquellos que se pueden ver inclinados a promover y auspiciar dichas
candidaturas, al identificar a éstas como opciones inviables electoralmente, decidirían
no malgastar sus recursos apoyándolas y, en cambio, concentrar estos mismos en
impulsar candidaturas con reales oportunidades de ganar, reforzando la tendencia
centrípeta del voto estratégico (Cox, 1997). Por estas razones, los sistemas mayoritarios
tienen una tendencia a reducir el número de candidaturas que finalmente se presentan a
las elecciones, infrarrepresentando a las minorías electorales y generando sistemas de
partidos bipartidistas.
Con respecto a la hipótesis de Duverger, la cual será puesta a prueba en el presente
estudio, opera bajo la misma lógica que ya se ha venido describiendo: los sistemas
mayoritarios de segunda vuelta y los sistemas de representación proporcional, al ofrecer
dos instancias de votación los primeros, y no operar bajo la lógica de “el ganador se lo
lleva todo” los segundos, generan incentivos para el lanzamiento de candidaturas más
pequeñas (Duverger, 1954). En primer lugar, los sistemas mayoritarios con segunda
vuelta (sistema electoral en vigencia actual en chile para las elecciones presidenciales)
no poseen incentivos tan fuertes hacia el voto estratégico, puesto que los electores de
partidos/candidatos pequeños pueden optar por votar por éstos en primera vuelta,
reservando el voto estratégico para la segunda (para votar por la segunda preferencia
electoral o evitar la elección de una candidatura indeseable, por ejemplo). De esta
manera, la modalidad de segunda vuelta es más permisiva con las candidaturas
pequeñas, abriendo la oportunidad de que compitan en las elecciones sin necesidad de
ser parte de un gran partido o coalición; incluso se puede sostener que esta modalidad
ofrece a las candidaturas pequeñas la oportunidad de instrumentalizar la votación
obtenida en primera vuelta para negociar el apoyo que darán a los candidatos en disputa
en la segunda. En segundo lugar, los sistemas de representación proporcional se
caracterizan por poseer distritos grandes, donde los escaños se asignan de acuerdo con
una cuota de sufragios emitidos, permitiendo la viabilidad de candidaturas pequeñas (ya
que no se requiere tener una mayoría para ganar escaños). Así, bajo esta modalidad, el
voto estratégico pierde importancia, y las minorías que se podrían haber sentido
inclinadas a esta practica bajo un sistema mayoritario de una sola vuelta, puede
permitirse votar por su primera preferencia puesto que el umbral de exclusión es mucho
más bajo en este tipo de sistema electoral comparado con los sistemas mayoritarios
(Colomer, 2004).
Sin embargo, por más intuitivas que puedan ser tanto la ley como la hipótesis, múltiples
controversias han surgido a través de los años con respecto a su validez. Esta son las
discusiones entre las perspectivas institucionalista y las corrientes del determinismo
social (Cox, 1997), donde las primeras sostienen la importancia del sistema electoral en
la configuración del sistema de partidos, mientras que las segundas desestiman esta idea
otorgándole mayor importancia a los clivajes sociales al momento de explicar las
cantidad y tipos de partidos presentes en un determinado régimen político.
Desde la postura del determinismo social se puede criticar la hipótesis de Duverger
afirmando que el número de partidos estará en función de los determinados clivajes
sociales prestes en una sociedad, y que éste no aumentará porque el sistema electoral
sea más permisivo. De esta manera el sistema electoral se nos muestra nada más que
como un habilitador, es decir, propiciará la fragmentación del sistema de partidos en
tanto en cuanto aparezcan nuevos clivajes sociales que exijan su correlato político;
dándoles a estos clivajes el rol causal determinante. Por otro lado, desde una perspectiva
institucionalista podemos argumentar que los sistemas electorales crean incentivos y
desincentivos para el comportamiento estratégico tanto de electores como de posibles
candidatos (Cox, 1997). De esta manera, podemos caracterizar los sistemas electorales
mayoritarios de una sola vuelta como tendientes a incentivar el voto estratégico
(influyendo así en la cantidad de partidos con oportunidades reales de obtener
representación), mientras que los sistemas proporcionales disminuirían la tendencia a
este comportamiento por parte de los electores (bajando considerablemente el umbral de
exclusión). Al mismo tiempo, y por estas mismas razones, bajo un sistema mayoritario
los candidatos preferirían agruparse en grandes bloques para evitar convertirse en
candidaturas inviables.
Si bien ambas posturas pueden mantener una enconada discusión la una con la otra, no
son por ningún motivo incompatibles. Se puede mencionar la importancia de los
clivajes sociales en el proceso de creación de nuevos partidos, mientras que al mismo
tiempo se resalta el rol del sistema electoral en determinar la cantidad de potenciales
partidos que pueden llegar a ser opciones electorales viables (Cox, 1997). Al mismo
tiempo, y como refuerzo a la postura institucionalista, Cox (1997) desarrolla una
comparación de las elecciones tanto de la cámara baja como de la cámara alta, en países
que poseen un sistema electoral distinto para distribuir los escaños de cada cámara. De
esta manera, se plantea observar si existe una diferencia en la cantidad de partidos que
obtienen escaños en función del sistema electoral ocupado para la distribución de éstos.
De acuerdo con las expectativas del autor, las cámaras con un sistema más permisivo
(representación proporcional y/o distritos grandes) en su mayoría presentan una mayor
cantidad de partidos con escaños que en las cámaras con un sistema más restrictivo
(sistemas mayoritarios y/o distritos pequeños). Además, no solo se observa una
diferencia en la cantidad de partidos que obtienen escaños, sino que también hay una
disparidad en la cantidad de partidos que se presentan a dichas elecciones. Así, se
encuentra una mayor cantidad de partidos en elecciones para la cámara con un sistema
más permisivo en comparación con la cantidad de los que se presenta a la elección de la
cámara con sistema más restrictivo, lo cual da pie para argüir que dichas organizaciones
calculan sus oportunidades de ser una opción viable para el electorado en función del
sistema electoral que se ocupa, lo cual determina su decisión de presentarse o no a las
elecciones.
Si bien es importante tener en cuenta los clivajes sociales al momento de explicar el
surgimiento o desaparición de partidos, la evidencia recolectada por Cox (1997) hace
muy complicado defender una postura que sostenga que los sistemas electorales no
tienen influencia (o poseen una influencia mínima) en la configuración del sistema de
partidos. Pero, si los sistemas electorales poseen tal importancia en el proceso político,
no resulta extraño que los partidos tengan particular interés en el tipo de sistema
electoral a elegir. Si aceptamos que el sistema electoral juega un papel capital al
momento de discernir entre candidaturas viables y aquellas que no lo son, cabe
preguntarse ¿son los sistemas electorales los que configuran el sistema de partidos o,
más bien, es el sistema de partidos el que determina el sistema electoral? Colomer
(2004) argumenta que son los partidos, bajo el cálculo de sus respectivas expectativas
electorales, los que deciden mantener o cambiar los sistemas electorales a su
conveniencia. De esta manera, partidos grandes y con expectativas de seguir siéndolo,
favorecería sistemas electorales más restrictivos (sistemas mayoritarios por sobre
sistemas proporcionales, por ejemplo) mientras que partidos pequeños preferirían
impulsar fórmulas más inclusivas que sean capaces de incorporarlos dentro del sistema
de partidos. Así, el autor menciona que es la configuración del sistema de partidos la
que determinará la elección de un sistema electoral determinado, y no al revés.
De acuerdo con lo anterior, podemos afirmar que la vigencia de los sistemas electorales
a través del tiempo depende de qué tan bien son capaces de servir los intereses de los
partidos ya existentes. Así, en situaciones donde existen grandes partidos que no
presentan incertidumbre con respecto al apoyo que poseen de parte de la ciudadanía,
podemos esperar la mantención de sistemas electorales mayoritarios, puesto que de esta
manera dichos partidos pueden mantener la máxima cuota de poder posible. Sin
embargo, toda vez que estas organizaciones se sienten amenazados por el surgimiento
de nuevos grupos, o cuando presentan incertidumbre acerca del apoyo que tienen y, por
lo tanto, de sus futuros desempeños electorales, es de esperar que busquen el cambio del
sistema electoral por configuraciones más inclusivas que no los pongan en riesgo de ser
desplazados del sistema de partidos (Colomer, 2004).
Por lo tanto, según Colomer (2004), a medida que las sociedades van avanzando, es
esperable que los cambios en el sistema electoral vayan en la dirección de formulas cada
vez más inclusivas, a medida que la cantidad de partidos efectivos va aumentando,
generando una demanda cada vez mayor por sistemas electorales que sean capaces de
incluir a estos últimos. Siguiendo esta idea, el autor recolecta datos de múltiples países
desde el siglo XIX para observar en que dirección han ido los cambios en el sistema
electoral que estos regímenes han sufrido a través del tiempo. Y de acuerdo con lo
esperado, la gran mayoría de los países estudiados ha ido pasando de sistemas
restrictivos a formulas cada vez más inclusivas, lo cual refuerza la idea de que los
cambios en el sistema electoral no son al azar, sino más bien siguen una dirección
determinada trazada por los intereses de los partidos.

Presentación del caso

En el año 2015 se promulgó la ley 20.840, a través de la cuál se cambió el sistema


electoral binominal por un sistema proporcional. El nuevo sistema, a diferencia del
anterior, posee distritos más grades (entre 3 a 8 para los distritos para escoger diputados
y entre 2 a 5 en los distritos para escoger senadores) que el sistema anterior (M=2),
distribuye los escaños de forma proporcional de acuerdo con la formula D’Hondt, y
amplía la cantidad de tanto diputados como de senadores en sus respectivas cámaras.
Así, con el cambio de sistema, se esperaba abrir las puertas a nuevas fuerzas políticas
para que se integraran al congreso, dando fin al tan controvertido sistema binominal.
De acuerdo con la hipótesis de Duverger, un cambio de fórmula electoral de este tipo
debería tener por consecuencia una fragmentación en el sistema de partidos. Con una
asamblea más grande (Tanto en la cámara alta como en la cámara baja), distritos de
mayor magnitud y una formula proporcional para la selección de los escaños, el cambio
de sistema marca un antes y un después en la dinámica electoral otrora dominada por
los dos grandes bloques representados por la Concertación y la Alianza.
Además, es necesario resaltar la importancia del método D’Hondt para distribuir los
escaños. Según Colomer (2004) las cuotas electorales bajo un sistema proporcional (es
decir, la cantidad de votos que una candidatura necesita para recibir un escaño) pueden
afectar de manera distintas a partidos grandes y pequeños. Así, bajas cuotas electoral
beneficiarían a partidos grandes, puesto que su alto apoyo electoral les daría una
cantidad considerable de escaños en comparación con partidos con un apoyo
minoritario. Esto es demostrable con un simple ejemplo aritmético: digamos que el
partido A compite con el partido B, donde el primero obtiene 430.000 votos mientras
que el segundo sólo obtiene 65.000. Si la cuota electoral es de 10.000 votos, el partido A
obtendría 43 escaños y el partido B recibiría 6. Ahora bien, si la cuota electoral fuera de
30.000 votos, el partido A obtendría 14 escaños y el partido B obtendría 2. Con este
aumento de la cuota electoral, el partido A perdería 29 escaños con respecto a la
situación anterior, mientras que el partido B sólo perdería 4. Con este ejemplo, se puede
demostrar como bajo sistemas proporcionales, altas cuotas electorales benefician la
representación de los partidos pequeños. Por esta razón, el sistema de distribución
D’Hondt es beneficioso con los partidos minoritarios, ya que sus altas cuotas impiden
que los partidos grades obtengas cantidades desproporcionadas de escaños. Esto es así
debido a que este sistema funciona de la siguiente manera: una vez contados los
sufragios, se divide la votación de las listas de forma sucesiva hasta que el divisor sea la
cantidad de escaños a distribuir en el distritito (se divide por 1, 2, 3 y así
sucesivamente). Una vez hecho este cálculo, se toman los resultados y las cifras más
grandes determinan los escaños a ser asignados a cada lista. De esta manera, esta
división sucesiva, genera altas cuotas electorales para obtener más de un escaño,
favoreciendo la representación de los partidos pequeños.
El nuevo sistema hizo su debut en las elecciones parlamentarias el 2017 y, de acuerdo
con las expectativas provenientes de la hipótesis de Duverger, se observa una gran
fragmentación en la cantidad de partidos con representación con respecto a las
elecciones anteriores. Cuando se observan los resultados de las elecciones
parlamentarias de 2013, éstos estuvieron caracterizados por la preponderancia casi
absoluta de la Concertación (que cambió su nombre a Nueva Mayoría una vez que se
incluyó al partido comunista) y la Alianza, mientras que otras candidaturas obtuvieron 4
diputados y solamente un senador (repartidos entre independientes y el pacto Si tú
quieres, Chile cambia), siguiendo la tendencia del bipartidismo de coalición que
caracterizó al sistema de partidos chileno desde la vuelta a la democracia. En contraste,
en 2017 podemos observar 6 coaliciones con representación parlamentaria (Chile
Vamos, La fuerza de la Mayoría, Frente Amplio, Convergencia Democrática, Coalición
Regionalista Verde y Por Todo Chile) más una candidatura independiente que obtuvo un
escaño en la cámara baja, observándose una notada fragmentación en el sistema de
partidos en relación con elecciones anteriores. Esta tendencia se repite en las elecciones
de 2021, donde encontramos 8 pactos con representación parlamentaria (Chile Podemos
Más, Nuevo Pacto Social, Apruebo Dignidad, Frente Social Cristiano, Partido de la
Gente, Dignidad Ahora, Partido Ecologista Verde y Independientes Unidos) más las
candidaturas independientes que obtuvieron 2 senadores y 1 diputado.
Así, cuando observamos los resultados electorales anteriores y posteriores a la
instauración del sistema de representación proporcional, éstos parecer reforzar la
hipótesis de Duverger, la cual nos indica que los sistemas de representación
proporcional favorecen sistemas de partidos multipartidistas. Sin embargo, por más
convincentes que sean estas observaciones, éstas no cuentan la historia completa. Como
ya se ha mencionado, la relación sistema electoral-sistema de partidos es una relación
compleja que no va en una sola dirección. Como menciona Colomer (2004), una de las
principales razones por las que aumenta la probabilidad de que un sistema electoral sea
cambiado es el aumento de partidos efectivos, por lo cual, si podemos identificar una
fragmentación (no apreciada en los resultados electorales parlamentarios producto de
los constreñimientos impuestos por el sistema binominal) previa a la instauración del
nuevo sistema, podríamos apuntar a ésta como una de las causantes de la demanda por
el cambio de la fórmula electoral. Además, el autor identifica que otra de las causas del
aumento de probabilidades de cambio del sistema es la incertidumbre con respecto a los
resultados electorales futuros de parte de los incumbentes.
En primer lugar, con respecto a la idea de una fragmentación previa como causante de la
demanda por un cambio de sistema electoral, es posible observar otro tipo de elecciones
que no estuvieron bajo la influencia del binominal y determinar si existe (o no) una
mayor cantidad de agrupaciones políticas que la que son capaces de cristalizar su apoyo
en escaños en el congreso. Descarto las elecciones municipales puesto que los
candidatos que se presentan a éstas usualmente cuentan con un apoyo significativo de
los grandes partidos (partidos cuya predominancia estaba asegurada por el sistema
binominal). Por lo tanto, si bien este sistema no es (ni fue) el ocupado para definir los
resultados de este tipo de elecciones, es posible argüir que dichas candidaturas emanan
de la estructura de poder posibilitada por el mismo. Al mismo tiempo, se deja fuera del
análisis las elecciones de gobernadores regionales, puesto que las primeras elecciones
de este tipo se celebraron el año 2017 (posterior al cambio del sistema binominal), por
lo que la observación de estos resultados no cumple con el propósito de diagnosticar una
fragmentación en el sistema de partidos previa la instauración del sistema electoral en
actual vigencia.
Ahora bien, las elecciones para consejeros regionales (celebradas por primera vez el año
2013), si nos ofrecen una oportunidad de observar si la fragmentación del sistema de
partidos observada con posterioridad a las elecciones parlamentarias de 2017 es un
producto del cambio en el sistema electoral o, por el contrario, es una fragmentación
previa a su instauración la que ayudó a generar la demanda por el cambio de éste.
En las elecciones para consejeros regionales de 2013, podemos observar 7 pactos que
obtuvieron representación (más un consejero regional elegido como independiente), lo
cual entra en agudo contraste con los resultados del mismo año en las elecciones
parlamentarias (con una preponderancia casi absoluta de parte de la Nueva Mayoría y la
Alianza). Si bien la proporción entre los consejeros regionales elegido provenientes de
los dos grandes pactos es considerable cuando se los compara con el resto de las
candidaturas, es innegable la disparidad entre la heterogeneidad de los resultados de
estos comicios puestos en parangón con los resultados de las elecciones parlamentarias
del mismo año. Esto refuerza la idea de que la fragmentación del sistema de partidos es
previa al cambio del sistema binominal y, que es este último el que vendría a ocupar el
rol de barrera para la cristalización de esta fragmentación dentro del congreso.
Ahora, cuando observamos los resultados de las elecciones para COREs en el año 2017,
de igual manera que las elecciones anteriores, se identifican 7 pactos con candidatos
elegidos (más un consejero regional escogido como independiente), lo cual se asemeja
bastante a la cantidad de pactos que obtuvieron representación en las elecciones
parlamentarias de ese mismo año (6 coaliciones con candidatos elegidos). De esta
manera, al comprar las elecciones de consejeros regionales con las elecciones
parlamentarias en los periodos con el sistema binominal y post binominal, se identifica
una clara continuidad en la heterogeneidad de los resultados de las primeras, mientras se
observa una clara diferencia en la concentración de los resultados de las segundas. Así,
este análisis refuerza la postura de que el sistema de partidos chilenos ya presentaba una
mayor heterogeneidad de la que se podía identificar en los resultados electorales
parlamentarios. Por lo tanto, siguiendo la terminología brindada por Colomer (2004) se
puede sostener que Chile ya presentaba una alta cantidad de partidos efectivos previo al
cambio del sistema, restando solidez a la hipótesis de Duverger que plantea que los
sistemas proporcionales son los que favorecen el multipartidismo.
En segundo lugar, Colomer (2004) identifica la incertidumbre con respecto a los
resultados electorales futuros por parte de los incumbentes como una de las variables
que aumenta las probabilidades de un cambio en el sistema electoral. La década 2010-
2020 en Chile se caracterizó por un sinnúmero de movimientos sociales que los partidos
políticos tradicionales no siempre supieron interpretar. Ejemplo de éstos son la llamada
“revolución pingüina”, que a principios de década tuvo como protagonistas a los
estudiantes secundarios, que salieron a las calles a pedir gratuidad en la educación
superior (entre otras demandas). Este movimiento trascendió a los estudiantes
secundarios, alcanzando una magnitud de nivel nacional y dando tribuna a figuras que
hoy en día forman parte importante de la política nacional (Gabriel Boric, Camila
Vallejo, Giorgio Jackson, por mencionar sólo algunos). No sería extraño que los
partidos políticos miraran el desarrollo de este movimiento con cierto temor, puesto que
dio voz a figuras que en el momento fueron más capaces de familiarizarse con las
demandas de la ciudadanía que los políticos del establishment. Otros ejemplos son el
movimiento no más AFP, Patagonia sin represas y las crecientes demandas por una
nueva constitución, que encontraron a los grandes partidos con la guardia baja, dando
pie para que agrupaciones políticas como el Frente Amplio ganaran apoyo ciudadano.
En esta situación, se sugiere que los partidos políticos tradicionales, al sentirse
amenazados por el surgimiento de estas nuevas fuerzas políticas (sentimiento de
amenaza que con posterioridad se vería justificado una vez que tras las elecciones de
2017 el Frente amplio se convirtiera en la tercera fuerza política del país), vieran dentro
de su conveniencia un cambio en el sistema electoral que los ayudara a mantener cierta
cuota de poder, y no los pusiera en la situación de convertirse en perdedores absolutos al
ser desplazados por fuerzas como el Frente Amplio “under conditions of uncertainty or
threat, self-interested, risk-averse actors will prefer and tend to choose electoral rules
and voting procedures creating less opportunities for them to become absolute losers”
(Colomer, 2004, p. 7).
De esta manera es posible darse cuenta de que la relación entre el sistema electoral y el
sistema de partidos es una dotada de bastante complejidad, donde múltiples variables
juegan un rol y donde no es posible contar la historia completa sin antes tener en cuenta
el contexto político-social donde se desarrollan estos cambios. En esta investigación, se
plantea ahondar más en esta relación, desde una postura que tenga en cuenta esta
complejidad y que pueda arrojar luz sobre el efecto que tienen los sistemas electorales
sobre los sistemas de partidos y viceversa, en contextos actuales donde las sociedades
cambian a un ritmo vertiginoso y donde la información (y la desinformación) viajan a
ritmos no conocidos en los tiempos en los que Duverger planteó su famosa hipótesis.

H1: El cambio en el sistema electoral en el año 2015 (del sistema binominal al sistema
proporcional) fue el causante de la fragmentación del sistema de partidos chileno
observado con posterioridad a las elecciones parlamentarias de 2017.
H2: El aumento de los partidos efectivos y la sensación de amenaza de lo partidos del
establishment frente a éste, resultó en un aumento de las presiones que decantaron en el
cambio del sistema electoral en el año 2015

Desafíos

Este estudio se plantea identificar los mecanismos causales por lo cuales se mantienen o
cambian los sistemas electorales, y que efectos tienen estos mismos sobre los sistemas
de partidos. Dentro de los aspectos más desafiantes de los que se abordará, se
encuentran la dificultad que presenta el medir la sensación de amenaza por parte de los
partidos del establishment. Al ser un variable cualitativa, su medición no se presenta con
la misma facilidad que la que respecta a los partidos efectivos, la cual se puede limitar
al análisis de resultados electorales controlando por sistema electoral (comparando
distintos tipos de elecciones que se desarrollan de forma simultánea, pero bajo formulas
electorales distintas, por ejemplo). De esta manera, existen múltiples métodos por lo
cuales se puede sugerir una sensación de amenaza, pero el desafío recae precisamente
en salir del terreno de la mera sugerencia.
Al mismo tiempo, debido que las elecciones para consejeros regionales se celebraron
por primera vez en 2013, existen pocos datos para establecer patrones de largo plazo
que nos eviten caer en relaciones espurias (dotar variables institucionales con poder
causal confundiendo o desestimando la importancia de las variables contextuales).
Además, otras elecciones como las de gobernadores regionales, al haberse celebrado en
el periodo post binominal, disminuyen las opciones disponibles para comparación
dentro del mismo tiempo y espacio. De esta manera, se plantea el desafío de encontrar
otras mediciones con las cuales se puedan establecer comparaciones más sólidas, de
manera que se pueda aseverar con exactitud las influencia que posee el sistema electoral
sobre el sistema de partidos en este caso de estudio.

Metodología

En este estudio se trabajará con los conceptos de partidos efectivos, incertidumbre


electoral y sensación de amenaza (Colomer, 2004) para medir, el primero, la cantidad de
partidos o agrupaciones que se presentan al menos a un tipo de elección (independiente
de si poseen representación parlamentaria), el segundo, la incertidumbre por parte de los
incumbentes con respecto a sus futuros resultados electorales y, el tercero, la sensación
de amenaza percibida por estos últimos frente al surgimiento de nuevas fuerzas
políticas.
En primero lugar, se tomará como referencia el estudio de Cox (1997), donde se
observan los resultados electorales de países cuyos sistemas electorales para escoger los
representantes de la cámara alta y la cámara baja son distintos. Esta metodología posee
la virtud de controlar por sistema electoral. Esto es así puesto que comparar elecciones
en un mismo país durante un mismo periodo, ofrece una gran tribuna para analizar los
efectos específicos del sistema electorales en el sistema de partidos. Así, se tomarán
como casos otros países que hallan pasado por un cambio de sistema electoral para las
elecciones parlamentarias parecido al que ha transcurrido en Chile (de sistema
mayoritario a sistema proporcional) y se compararán distintos tipos de elecciones dentro
de esos países, proveído que estas sean definidas por sistemas electorales distintos
(mayoritarios en el caso de las parlamentarias y con fórmulas más proporcionales en el
caso de las otras elecciones escogidas para la comparación). Posteriormente, se
compararán estos resultados con el mismo tipo de comparación hecha en el periodo post
cambio en el sistema electoral. Finalmente, se buscará si existe una tendencia como la
que podemos observar en el caso chileno, donde se presenta una acentuada
heterogeneidad en las elecciones parlamentarias en el periodo post sustitución del
binominal en comparación con el periodo anterior, mientras que en las elecciones de
consejeros regionales la fragmentación de los resultados se mantiene prácticamente
igual en ambos periodos. De existir esta tendencia, se argumentará que, en estos casos,
la existencia previa de un alto número de partidos efectivos cumple un rol causal en la
generación de presiones para el cambio del sistema electoral. Sin embargo, de no existir
esta tendencia, se aceptará la validez de la hipótesis de Duverger en los contextos
actuales tomando a Chile como un outlier.
En segundo lugar, el concepto de incertidumbre electoral se medirá a través de
encuestas de opinión y de preferencias electorales. Se tomarán múltiples encuestas de
este tipo desde el periodo de 2010 a 2017, para observar si existe una diferencia a través
del tiempo con respecto al apoyo de la ciudadanía hacia los partidos tradicionales
(Concertación y Alianza). En la medida de qué tan dispares sean estos resultados a
través de este horizonte temporal, se determinará qué tan aguda es la incertidumbre de
los partidos con respecto a sus perspectivas electorales. De observarse una alta
incertidumbre, se sostendrá que ésta posee un rol causal en el aumento de la demanda
por un cambio en el sistema electoral, bajo el cálculo interesado de los dos grandes
bloques de evitar caer en una situación en la que se conviertan en perdedores absolutos.
Por último, el concepto de sensación de amenaza se medirá a través de una metodología
hermenéutica de interpretación de texto. Tomando en cuenta el contenido de los trámites
legislativos de la ley 20.840, se buscará observar si las afirmaciones y argumentos de
los congresistas de partidos pertenecientes a las dos grandes coaliciones (Concertación y
Alianza) denotan una sensación de amenaza con respecto a su cuota de poder frente al
surgimiento de nuevas agrupaciones políticas como el Frente Amplio. En base a un
análisis detallado de estos textos se determinará qué tan amenazadas se sientes las
grandes coaliciones frente a la perspectiva de ser desplazadas como fuerzas políticas
predominantes. De observarse un alto nivel de sensación de amenaza, de usará esta
evidencia para reforzar la idea de que el sistema de partidos (y los cálculos estratégicos
de las agrupaciones presentes dentro de éste) es el que posee mayor influencia sobre la
determinación del sistema electoral (y no al revés).
Así, a través de los conceptos de partidos efectivos, incertidumbre electoral y sensación
de amenaza se determinará en que dirección se dirige la relación sistema electoral-
sistema de partidos, y qué tan bien se adapta la hipótesis de Duverger en el caso chileno
y en las democracias actuales.
Bibliografía

-Duverger, M. (1954). Los partidos políticos

-Colomer, J. (2004) Handbook of Electoral System Choice

-Cox, G. (1997) Making Votes Count

También podría gustarte