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Pensando el país con Arturo Jauretche, por Felipe Pigna

Autor: Felipe Pigna

Los argentinos tenemos muchas deudas, se sabe. Entre las fáciles e imprescindibles de pagar está el
honrar a la gente que nos hizo bien, que nos ayudó a pensar, a defendernos de la “lógica” del enemigo,
los esclarecidos que quisieron compartir sus luces con todos porque, si no, sentían que se apagaban.
Entre ellos está, sin dudas, don Arturo Jauretche, uno de los más originales e importantes pensadores
de la Argentina, mal que les pese a los seudo-académicos que no olvidan cada año hacer su trabajito de
intentar borrarlo de la historia y emparentarlo en el mejor de los casos con el viejo Vizcacha. Aquel
hombre, de pensamiento claro y contundente, a diferencia de sus ninguneadores, ostentaba una
irreprochable coherencia, en el pensamiento y en la acción.

El hombre nació en Lincoln casi con el siglo, el 13 de noviembre de 1901. Era el mayor de diez hermanos
de una familia de trabajadores. Su mamá era maestra y su papá un empleado. Su vida política comenzó
en el conservadurismo de la provincia de Buenos Aires y ya a los 18 años se destacaba por su militancia,
y no faltaban los pronósticos de caudillo que fallaron porque el mundo y el país se filtraron por esa piel
sensible. En Rusia, por primera vez en la historia los obreros y los campesinos tomaban el poder y
llenaban de ilusión a sus hermanos del mundo, y en la Argentina gobernada por el primer presidente
electo sin fraude, Hipólito Yrigoyen, la juventud de Córdoba lanzaba su célebre manifiesto reformista.
Poco después comenzaría su militancia en la Unión Cívica Radical en el sector yrigoyenista, llamado
personalista por la derecha partidaria dirigida por el “patricio” Marcelo Torcuato de Alvear. Cuando se
produce el golpe cívico militar de 1930 y comienza la “Década Infame” de la mano de los generales José
Félix Uriburu y Agustín P. Justo, don Arturo y otros valientes se alzarán en armas contra ese cóctel mortal
entre lo más rancio de la oligarquía ganadera, la ultraderecha y el llamado injustamente “liberalismo”
argentino con sus diarios, su Corte Suprema de Justicia, su Sociedad Rural y el respeto aspiracional de
un sector importante de la clase media.

Participó en el alzamiento armado encabezado por el general Gregorio Pomar junto con militantes
yrigoyenistas el 28 de diciembre de 1933. La traición permitió al régimen fraudulento en el poder
desarticular rápidamente la insurrección y don Arturo y sus compañeros fueron a parar a la cárcel. Tuvo
suerte, porque los enfrentamientos y la represión dejaron varias víctimas, algunas de ellas, “degolladas
sobre el campo”. Desde la prisión, donde conocería a otros rebeldes con los que formaría en poco tiempo
el grupo FORJA, tendría oportunidad de escribir un largo poema dedicado a la rebelión que se publicaría
con un prólogo de Jorge Luis Borges, bajo el título “Paso de los Libres”, donde decía: “Así anda el pueblo
de pobre / como milico en derrota / le dicen que sea patriota / que no se baje del pingo / pero ellos con
oro gringo / se están poniendo las botas (…) Esos negocios los hacen / con capital extranjero / ellos son
los aparceros / y aunque administran la estancia / casi toda la ganancia / la llevan los forasteros (…) A la
Patria se la llevan /con yanquis y con ingleses / al pueblo mal le parece / pero se hacen los que no oyen /
desde que falta Yrigoyen / la han sacado de sus trece…”

Por aquel entonces se había hecho un censo de desocupados, que indicaba que había 393.997
desempleados. Scalabrini Ortiz puso en duda la seriedad de esas cifras recogidas“por la policía, que fue
de puerta en puerta indagando la existencia de haraganes obligados, que todos negaban por temor a
que quisieran encarcelarlos. (…) Hay en Argentina más de tres millones de hombres inactivos, que
vegetan perseguidos por la policía, la crítica de los diarios y la más indigna miseria”. 1

El gobierno mostraba orgulloso los “logros” en la materia. Así se expresaba el ministro de Hacienda,
Enrique Uriburu, en una conferencia ofrecida en la Bolsa de Comercio: “Alrededor de 20.000 personas
han sido separadas de sus puestos por razones de economía en los distintos ministerios, sin contar las
reparticiones autónomas en las que las cesantías fueron también apreciables, como en los Ferrocarriles
del Estado, con 3.500 personas y el Consejo Nacional de Educación con 14.000. Había sido posible llevar
mucho más lejos esta cifra. Pero es evidente que en los momentos actuales la aplicación de esta idea
hubiese traído consigo serias perturbaciones sociales que deben evitarse a toda costa”.2

La desocupación, es decir la excesiva oferta de mano de obra y la escasa demanda, conllevó una rebaja
muy fuerte en los salarios y al empeoramiento de las condiciones de trabajo. A los “privilegiados” que
conseguían o mantenían sus trabajos, se les redujeron los sueldos y se les aumentaron las horas de
trabajo, y, como suele ocurrir, se incumplieron las pocas leyes laborales vigentes en aquel momento.
Creció la incorporación al mercado de trabajo de niños que eran explotados salvajemente.

Los conservadores en el poder abusaron tanto como su criticado Yrigoyen del recurso de las
intervenciones federales. En 1934, fueron intervenidas las provincias de San Juan y Tucumán, en 1935,
Catamarca, Santa Fe y Buenos Aires, lo que dio lugar a la elección como gobernador de Manuel Fresco.

El vicepresidente Roca firmaba en Londres el vergonzoso Pacto Roca Runciman, que a cambio de
mantener en plena crisis la tasa de ganancia de la burguesía terrateniente, entregó porciones enteras
de nuestra soberanía. Jauretche no dudó de calificar el acuerdo como el “estatuto legal del coloniaje”.
Indiferente a todo esto, en 1935 el radicalismo liderado por Alvear, que decía que no había que dejar
pasar el tren de la historia, decidió levantar la abstención decretada por Yrigoyen y volver, a pesar del
fraude, a la lucha electoral.

No todos los radicales estuvieron de acuerdo con la política alvearista de integración al sistema político
fraudulento. Un grupo de jóvenes radicales yrigoyenistas, de orientación nacionalista, fundó, en 1935, la
Fuerza de Orientación Radical de la Juventud Argentina (FORJA). Sus más destacados impulsores fueron
Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz y Gabriel del Mazo. Su lema: “somos una Argentina colonial,
queremos ser una Argentina libre”. Sus dardos estaban dirigidos contra una democracia liberal
fraudulenta sin contenido nacional ni social.

Cuenta Jauretche que: “FORJA surgió después de la revolución radical fracasada de Paso de los Libres,
comandada por el coronel Roberto Bosch, que contaba con la adhesión de diversos efectivos militares.
Marcelo T. de Alvear, coartó el crecimiento de la conspiración en nombre de la pacificación nacional. Esta
posición de Alvear coincidía con el plan británico que exigía la legalidad del radicalismo y su conversión en
“Partido de orden”.3

En un volante FORJA denunció la distorsión del pasado nacional por parte de la historia oficial. “La
historia es un arma para manejar los pueblos, para someterlos a los designios de los vencedores, para
impedir toda acción libertadora, para dividir y confundir las corrientes de opinión. Por eso la diplomacia
inglesa ha impuesto una historia oficial argentina, según la cual le somos deudores de la ‘libertad’, del
‘progreso’ y de los capitales que nos prestaron para consolidar el ‘orden’ y el ‘bienestar’”. 4

FORJA era en sí misma una denuncia a las autoridades partidarias de la UCR que se sumaban a un
régimen antipopular, antinacional y corrupto, y así lo denunciaba sin pelos en la lengua: “FORJA, al
denunciar el carácter de la gestión del actual gobierno y la ineficacia de sus oposiciones parlamentarias,
acusa a las autoridades de la Unión Cívica Radical, por mantener silencio ante la gravedad de los
siguientes problemas: Creación del Banco Central de la República y del Instituto Movilizador de
Inversiones Bancarias. Preparativos para la Coordinación de Transportes. Creación de Juntas
reguladoras de distintas ramas de industria y comercio. Unificación de Impuestos Internos. Tratado de
Londres. Sacrificios económicos impuestos en beneficio del capitalismo extranjero. Régimen de cambios.
Política petrolífera. Intervenciones militares arbitrarias. Restricciones a la libertad de opinión. Arbitrios
discrecionales en el manejo de las rentas públicas. Sujeción de la enseñanza a organizaciones
extranjeras. Incorporación a la Liga de las Naciones. Supresión de las relaciones con Rusia.
Investigaciones parlamentarias sobre armamentos y comercio de carnes. El crimen del Senado. Aplicación
de censuras previas a la expresión de las ideas. Desviaciones de la justicia contra la libertad
individual”.5

Al producirse el golpe del 4 de junio de 1943, muchos de los integrantes de FORJA, entre ellos Jauretche,
vieron con simpatía al nuevo gobierno y en particular a aquel Coronel que asomaba con su impronta
innovadora y cercana al movimiento obrero. Jauretche fue uno de los que advirtió a Perón que se alejara
de esas ideas fascistoides de algunos de sus compañeros del gobierno que llegaron a prohibir el
lunfardo en los tangos en defensa de la hispanidad y el latinismo. Decía entonces don Arturo: “Que la
cultura greco-romana salve a Europa y vengan después sus portavoces a proclamar su vigencia y
excelencia […]. Y aquí, terreno más familiar para nosotros y menos conocido para los intelectuales greco-
romanos, ¿no es la inteligencia la que ha brillado en el régimen con sus católicos cultísimos, en sus judíos
cultísimos, en sus ateos cultísimos, sus mercaderes y gobernantes cultísimos? ¿Y qué han significado?
Por sus frutos los conoceréis. En la acción del Estado, ahí están sus leyes, decretos, sentencias,
tratados, en que toda justicia fue subordinada a los intereses más abyectos. Nadie que no sea
meramente un greco-romano podrá dejar de comprender que el general San Martín, al conciliar a los
pueblos, para organizar sus libertades, formar sus ejércitos, conducirlos a la victoria, proclamar y
establecer sucesivamente la independencia de repúblicas hermanas, realice un proceso histórico que no
cabe en tradiciones ajenas a la nuestra, argentina, americana”.6

Ya con Perón electo democráticamente se incorporaría a la gestión pública en la presidencia del Banco de
la Provincia de Buenos Aires, donde realizó una notable gestión a favor de los pequeños y medianos
productores rurales y urbanos.

Sobre aquellos años recordaba don Arturo: “En la Argentina, hubo un proceso revolucionario que
transcurrió desde que, de nuevo, tuvimos – a partir de 1945 – la presencia del pueblo en el poder. Ese
hecho, es cierto, no fue comprendido entonces por razones ideológicas. Es el caso del fubismo. La
juventud se escindió en aquella época en dos fracciones: la letrada y la iletrada. La de quienes preferían
el libro y la de quienes preferían la alpargata para emplear una imagen grata al culterano adversario.
Recuerdo haber comentado un artículo de David Viñas. Él decía que ‘la generación del 45’ se había
equivocado. Y yo preguntaba: ‘¿desde cuándo los estudiantes son la generación del 45?’ También eran
generación del 45 los jóvenes peones, los jóvenes empleados, los jóvenes seminaristas y los jóvenes
cadetes. Y esa generación del 45 no se equivocó; estuvo en su posición. El que estuvo en la posición
equivocada fue el fubismo de los universitarios. La del 45 fue una revolución de jóvenes, a pesar de esa
ausencia. Recuerdo que el día de la proclamación de la fórmula Perón-Quijano, frente al obelisco, en
medio de la multitud me encontré con un viejo camarada de lucha, el teniente coronel Gregorio Pomar.
Veía la multitud y se afligía: ‘¿Será posible que éstos triunfen?’. ‘No tengo ninguna duda. Estate seguro
de que van a triunfar’, le dije. ‘Lo que caracteriza a esa multitud es la edad. ¿No ves que son todos
jóvenes?’, le pregunté. Pocos días después, era la proclamación de la fórmula Tamborini-Mosca, en una
esquina homóloga: Avenida de Mayo y 9 de Julio. Fui a ‘mosquetear’ y lo encontré a Pomar, que ahora
estaba en lo suyo. Estaba eufórico. Y empezó a hacer la consabida cuenta: son tantos metros
cuadrados, tantas personas por metro cuadrado…para llegar a la conclusión de que había más gente
que en el acto de programación de la fórmula Perón-Quijano. Le recalqué: ‘Lo que da la sensación de la
fuerza de un movimiento, como te dije el otro día, ‘Goyo’, es la presencia de la juventud. ¿No ves que
éste es un mitin de ‘viudos tristes’?’”7

Jauretche apoyó decididamente el proyecto nacional y su revolucionaria modificación de la distribución de


la riqueza y dignificación del trabajador. Quizás por eso, por valorar ese proyecto con el que tanto había
soñado, intentó, a través de una sonora metáfora, llamar la atención del líder sobre el personalismo que
hacía que todo se llamara Perón o Eva Perón, que en las radios sólo se escuchara lo que el gobierno
quería. Dijo entonces, con su histórica claridad: “Cuidado, que cuando todo suena a Perón, es que suena
Perón”.8

Y sonó Perón y sonaron los trabajadores con aquel golpe cívico-militar-eclesiástico llamado
absurdamente “Revolución Libertadora”.

Apenas dos años después de producido el golpe y desde la clandestinidad, escribía: “El 17 de
septiembre de 1955 se nos planteó el mismo problema a los que salimos a combatir. El día anterior
teníamos las armas, teníamos el poder. Entonces no estábamos desarmados. Y empezamos la
resistencia civil. Cada uno de estos millones de ciudadanos actuó por propia decisión y sin consultarlo
con nadie, sin esperar consignas. Por eso yo hablo con mi decisión personal; que cada uno hable con la
suya. No se trataba entonces de combatir por un gobierno ni por un partido. Se trataba de combatir por
la nación misma. Combatir contra la restauración de la oligarquía y el coloniaje. Por la defensa de los
trabajadores y sus organizaciones gremiales. Por el pan de los argentinos. Por el gobierno del pueblo.
Por la soberanía nacional. La caída del gobierno era un hecho político, pero detrás de eso había mucho
más, que muchos revolucionarios no veían y que nosotros veíamos con claridad. Lo que todos los
verdaderamente argentinos, revolucionarios o antirrevolucionarios, han visto después. La caída del
programa nacional que nos había unificado en 1945 contra la oligarquía y el colonialismo, a hombres
procedentes de todos los sectores y clases del país. La caída de la SOBERANÍA POLÍTICA, la JUSTICIA
SOCIAL y la LIBERACIÓN NACIONAL. La vuelta a la sumisión internacional, al coloniaje económico y a la
miseria popular”.9

Don Arturo fue un duro crítico de la política económica regresiva y entreguista de la Libertadora y su Plan
Prebisch al que le dedicó un recordado ensayo. Pudo sintetizar perfectamente en el título de un libro el
carácter de aquel conglomerado que se había reunido para derrocar a Perón a los que llamó sabiamente
“Los profetas del odio”. El texto, de una enorme actualidad, recorre los ribetes del pensamiento
antinacional y antipopular, desarrollando el concepto de “inteligentzia” como la intelectualidad fascinada
por la cultura europea y ajena al sentir y sufrir de las clases postergadas.

Siguiendo a Perón, apoyó tácticamente al Frondizismo en las elecciones de 1958 pero a medida de que
el otro Arturo se alejaba de sus promesas, se convirtió en un duro crítico del desarrollismo en el poder y
sus funcionarios como Álvaro Alsogaray.

A partir de 1959 continúa con la publicación de artículos y libros clave como Política Nacional y
Revisionismo Histórico, Forja y la Década Infame, Filo, contrafilo y punta, y El medio pelo en la sociedad
argentina. Sin abandonar su militancia peronista acercándose en 1968 a la flamante y combativa CGT de
los argentinos y participando de la Comisión de Afirmación Nacional de la Central, mientras escribía su
imprescindible Manuel de zonceras argentinas, del que vale la pena a modo de muestra, leer lo que sigue:
“La imagen del niñito Domingo Faustino Sarmiento que usted lleva metida adentro, es la de una especie
de Pulgarcito con cara de hombre, calzado con grandes botas y cubierto con un enorme paraguas,
marchando cargado de libros bajo una lluvia torrencial. (Los niños sanjuaninos son los únicos a quienes
esta imagen no impresiona, pues saben que jamás llueve en San Juan durante “el período lectivo” como
dice la prestigiosa “docente” doña Italia Migliavacca. Más bien a San Juan le da por los temblores y los
terremotos). (…) Es indiscutible que una asistencia escolar perfecta de seis años a la escuela de
primeras letras es una dosis excesiva hasta para un niñito un poco tarado. Mucho más si se trata de
nueve. Y Sarmiento era un niño precoz. También lo dice en Recuerdos de Provincia cuando relata que
ingresó a la escuela a los cinco años “sabiendo leer de corrido, en voz alta, con las entonaciones que
sólo la completa inteligencia del asunto puede dar”. Con esto se derrumba la leyenda de los nueve años
de asistencia perfecta, pero también la pretensión vengativa de los niños malos (revisionistas) que
sostienen que era un burro. Ni un burro ni asistencia perfecta. Un niño cualunque; pero más bien
aventajado, pues siempre fue el primero de la clase”.

En 1972 comenzó a escribir sus memorias bajo el título De memoria. Pantalones cortos, un exquisito relato
en el que su vida es una excusa para hablar de nosotros, los argentinos. No llegaría a completar el
segundo tomo. Pudo disfrutar el triunfo peronista del 1973 y advertirle a los “ortodoxos” de su
movimiento preocupados por el protagonismo juvenil: “No darse cuenta de que este fenómeno universal
tiene su connotación lógica en la Argentina es no darse cuenta de que el enfrentamiento de las
generaciones es una cosa necesaria. Porque si los jóvenes carecen de la madurez que le reclamamos,
nosotros carecemos de la adecuación a la realidad que ellos nos reclaman. Somos hijos de nuestro
tiempo, aunque no querramos serlo; aunque querramos ser revolucionarios. Quien no entiende esto se
halla imposibilitado de entender al general Perón cuando habla del trasvasamiento generacional”.10

Murió el día de la patria de 1974, unos días antes que Perón, dejándonos su ejemplo de vida y obra.
Aquí algunos de sus pensamientos.

Sobre la Economía:
En economía no hay nada misterioso ni inaccesible al entendimiento del hombre de la calle. Si hay un
misterio, reside él en el oculto propósito que puede perseguir el economista y que no es otro que la
disimulación del interés concreto a que se sirve.

La economía moderna es dirigida. O la dirige el Estado o la dirigen los poderes económicos. Estamos en
un mundo económicamente organizado por medidas políticas, y el que no organiza su economía
políticamente es una víctima. El cuento de la división internacional del trabajo, con el de la libertad de
comercio, que es su ejecución, es pues una de las tantas formulaciones doctrinarias, destinadas a
impedir que organicemos sobre los hechos nuestra propia doctrina económica.

Asesorarse con los técnicos del Fondo Monetario Internacional es lo mismo que ir al almacén con el
manual del comprador, escrito por el almacenero.11
Sobre los medios de comunicación
Mientras los totalitarios reprimen toda formación y toda manifestación de la conciencia popular, los
cabecillas de la plutocracia impiden, por el manejo organizado de los medios de formación de las ideas,
que los pueblos tengan conciencia de sus propios problemas y los resuelvan en función de sus propios
intereses.

Grupos capitalistas tienen en sus manos la Universidad, la escuela, el libro, el periodismo y la


radiotelefonía. No necesitan recurrir a la violencia para reprimir los estados de conciencia que les son
inconvenientes. Les basta con impedir que ellos se formen. Dar a los pueblos la oportunidad de
pronunciarse por una u otra organización política, pero previamente imposibilitan materialmente la
formación de fuerzas políticas que respondan a las necesidades populares (…) Monopolizados los
grandes medios de formación de la opinión pública, medidas policiales administrativas, como las
limitaciones al derecho de reunión y a la circulación postal entre nosotros, perfeccionan la sutil tiranía de
los financieros.12

Sobre el liberalismo
El liberalismo económico supone una planificación –valga la paradoja- que es la de la división
internacional del trabajo. Es que la estructura propuesta para la Argentina supone una reducida clase
terrateniente, una mínima clase media, necesaria para la intermediación, la burocracia del Estado y la
escasa técnica que demanda esta economía primaria y simplista. En una palabra, el típico país productor
de materias primas del mundo colonial, con una clase señorial poderosa y con una población de “pata al
suelo”, lo más cercana posible al infraconsumo.13

Sobre la historia
No es pues un problema de historiografía, sino de política: lo que se nos ha presentado como historia es
una política de la historia, en que ésta es sólo un instrumento de planes más vastos destinados
precisamente a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la formación de una conciencia
histórica nacional que es la base necesaria de toda política de la Nación.

Así, pues, de la necesidad de un pensamiento político nacional ha surgido la necesidad del revisionismo
histórico. De tal manera el revisionismo se ve obligado a superar sus fines exclusivamente históricos,
como correspondería si el problema fuera sólo de técnica e investigación, y apareja necesariamente
consecuencias y finalidades políticas.

La política de la historia falsificada es y fue la política de la antinación, de la negación del ser y las
posibilidades propias, y la revisión de esa historia no puede prescindir del contenido político que esas
circunstancias le imponen.

Pero entonces ya la falsa historia comienza a funcionar no sólo por la desvirtuación del pasado, que
sería como hemos dicho explicable, sino como un sistema destinado a mantener esa desvirtuación y
prolongarla en lo sucesivo imponiéndola para el futuro por la organización de la prensa y la enseñanza,
de la escuela a la universidad, con una dictadura del pensamiento, esa que señala Alberdi, que hiciera
imposible esclarecer la verdad y encontrar en el pasado los rumbos de una política nacional. Comienza
una política de la historia.14

El medio pelo
En principio decir que un individuo o un grupo es de medio pelo implica señalar una posición equívoca en
la sociedad; la situación forzada de quien trata de aparentar un status superior al que en realidad
posee. Con lo dicho está claro que la expresión tiene un valor históricamente variable según la
composición de la sociedad donde se aplica. Cuando en la Argentina cambia la estructura de la sociedad
tradicional por una configuración moderna que redistribuye las clases, el medio pelo está constituido por
aquella que intente fugar de su situación real en el remedo de un sector que no es el suyo y que
considera superior. Esta situación por razones obvias no se da en la alta clase porteña que es el objeto
de la imitación; tampoco en los trabajadores ni en el grueso de la clase media. El equívoco se produce a
un nivel intermedio entre la clase media y la clase alta, en el ambiguo perfil de una burguesía en ascenso
y sectores ya desclasados de la alta sociedad.15

Bibliografía:
Jauretche Arturo, Política nacional y Revisionismo histórico. Apéndice de Norberto D’atri Obras Completas,
Volumen 7, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2006.
Jauretche Arturo, El retorno al coloniaje: de Prebish a Krieger Vasena, Ediciones del Mar Dulce, 1969.
Jauretche Arturo, Política y economía, Editorial Peña Lillo, Buenos Aires, 1994.
Jauretche Arturo, Escritos inéditos, Buenos Aires, Editorial Corregidor, 2002.

Referencias:

1 Raúl Scalabrini Ortiz, Política británica en el Río de la Plata, Buenos Aires, Editorial Reconquista, 1940.

2 En Anales de la Unión Industrial Argentina, número 755, noviembre de 1931.

3 Jauretche, Arturo, FORJA y la década infame.

4 Miguel Ángel Scenna, FORJA: la lucha en la “década infame”, Revista Todo es  Historia, Nº 38.

5 Juaretche, op. cit.

6 Arturo Jauretche, “La falsa opción nacionalista”, en FORJA, Buenos Aires, A. Peña Lillo, 1973.

7 Revista Cuestionario – Año I, N° 3,  Julio de 1973.

8 Arturo Jauretche, en Norberto Galasso, Vida de Scalabrini Ortiz, Buenos Aires, Ediciones del Mar Dulce, 1970.

9 Revista Qué, Nº 138, 9 de julio de 1957, pág. 14 y 15:

10 Revista Cuestionario – Año I, N° 3 – Julio de 1973

11 Jauretche Arturo, El retorno al coloniaje: de Prebish a Krieger Vasena, Ediciones del Mar Dulce, 1969, pág. 20.

12 Jauretche Arturo, Escritos inéditos, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2002, pág. 211.

13 Jauretche Arturo, Política nacional y Revisionismo histórico. Apéndice de Norberto D’atri Obras Completas,Volumen
7, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2006, pág. 18-19.

14 Jauretche Arturo, Política nacional y Revisionismo histórico, Op. cit., pág. 16.

15 Jauretche Arturo, El medio pelo en la Sociedad Argentina (Apuntes para una sociología nacional), Editorial Peña
Lillo, Buenos Aires, 1967, pág. 9.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

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