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El pecado que mora en el creyente, una paradoja con un fin glorioso

David Efraín Ortega Cortes

Antropología Bíblica

Dr. James Bearss

Seminario Reformado Latinoamericano

Bogotá, mayo de 2023


El pecado que mora en el creyente, una paradoja con un fin glorioso

INTRODUCCIÓN

I. El estado original del hombre

A. La inocencia del hombre

B. La pérdida de la inocencia del hombre

C. La transferencia del pecado

II. El estado actual del hombre

A. La esperanza del hombre

B. La perseverancia del nuevo creyente

III. La paradoja del pecado

A. El creyente y el pecado

B. El fin glorioso

C. La aplicación de la paradoja

CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA

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Introducción

Muchas personas han dejado de creer en la existencia del pecado y de sus

consecuencias, a tal punto ha llegado este pensamiento que los mismos que dicen ser

creyentes afirman que un creyente no puede pecar o en su defecto que no importa si pecan,

debido a esta disyuntiva se hace necesario el poder estudiar bíblicamente cual es el estado

tanto original como actual del hombre, para lo cual se hará una descripción de este, desde

su creación hasta como se ha transmitido el pecado. Se analizará cómo el pecado influye en

el creyente, para poder explicar la paradoja que hay entre el pecado y cómo este perdura a

pesar de haber sido regenerado.

También se deberá confrontar al joven lector, para que entienda su responsabilidad

al ser llamado como hijo de Dios y cuál es su papel dentro del cuerpo de Cristo, teniendo

como base que el pecado siempre estará en él, pero que no por eso deberá dar rienda suelta

a sus deseos y pasiones, ya que tienen propósito glorioso para el cual fue llamado.

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I. El estado original del hombre

A. La inocencia del hombre

La palabra de Dios dice que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de

Dios (Gén 1:26) y que esto lo hace totalmente diferente a cualquier otro ser de la creación,

dándole una distinción única e inigualable; se le dio una capacidad de razonar, discernir,

pensar, elegir, amar, entre otras, siendo también una criatura moral, capaz de tener una

relación íntima con su Creador. Entendiendo lo anterior, se comprende que el hombre no

conocía el pecado pues no lo había experimentado, pero si tenía la capacidad de escoger

entre lo que era correcto y lo que no, por lo cual fue dotado con lo que se denomina el libre

albedrío, siendo libre en elección. Esto fue así en un principio debido a que el hombre se

encontraba en un estado de inocencia al no haber experimentado el pecado, ni sus

consecuencias, pero se tiene que decir que el hombre pudo caer en pecado precisamente

porque era una persona, capaz de escoger, incluso de escoger algo que sería contrario a la

voluntad de Dios.1

B. La pérdida de la inocencia del hombre

Debido al engaño de Satanás a Eva y el que el hombre sin ningún reparo y

libremente decidiera desobedecer a Dios, este conoció y vivió las consecuencias del

pecado; teniendo en cuenta el hecho de que ya no estaba en comunión con Dios y que ahora

estaba muerto espiritualmente, mientras llegaba la de su muerte terrenal, tendría que llevar

una vida de dificultades debido a su pecado. Esa doble muerte muestra las grandes

consecuencias cuando una persona peca contra Dios, y que así como Adán y Eva, los cuales

se pensaría que al ser inocentes en su origen en la creación y por tener pocos momentos de
1
Anthony Hoekema, Creados a imagen de Dios (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2005), 22.

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ser creados (jóvenes en tiempo), Dios pasaría por alto su transgresión y que esto no

afectaría en nada sus vidas; esto al final no fue así, lo cual evidencia que los seres humanos

necesitan del ser regenerados por la pérdida de su inocencia y que los que no son

regenerados continuarán oponiéndose, a través de toda la historia de la redención, a Dios.2

C. La transferencia del pecado

Debido al pecado cometido por Adán, la humanidad ha tenido que vivir con la

herencia que él dejó, que no es otra que la que nos dice Pablo: debido al pecado de un

hombre, la muerte entró al mundo y está paso a todos los hombres, por cuanto todos

pecaron (Rom 5:12). Esto claramente dice que, sin excepción alguna, todos los seres

humanos son pecadores por naturaleza y que por ende están condenados a muerte tanto

física, como espiritual. Por lo cual ningún ser humano por sí mismo es capaz de buscar a

Dios y llegar a la salvación, sino que necesita de un intermediario que restituya la relación

entre el hombre y Dios, entendiendo entonces que la salvación debe venir de Dios mismo y

no por algún acto del hombre, pues está impedido para poder hacerlo (Rom 3:9-11).

II. El estado actual del hombre

A. La esperanza del pecador

Se ha explicado que, debido al pecado de Adán, él como representante de toda la

raza humana, le heredó a toda la humanidad, las terribles consecuencias del pecado, por lo

cual, desde ese momento fue enemigo de Dios, haciendo todo lo que ofendía a Dios por

culpa de su naturaleza pecadora, y toda su descendencia continúo haciendo lo mismo

después de él.3

2
Jack B. Scott, El Plan de Dios en el Antiguo Testamento (Miami: Unilit, 2002), 14.
3
Jack B. Scott, El Plan de Dios en el Nuevo Testamento (Miami: Unilit, 1982), 76-77.

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Pero esto no concluyo en que el hombre fuese a estar separado de Dios por la

eternidad, sino todo lo contrario, Dios usó el pecado de Adán como fuente de manifestación

de infinita gracia, pues en su grandiosa benevolencia y misericordia planeó entregar a su

Santo Hijo, quien por medio de su Justicia en la cruz justificaría a sus elegidos (Rom 5:18).

Es aquí donde se puede apreciar la esperanza del hombre, en donde de una manera

sobrenatural, sin que él haga nada, Dios le ha dado la oportunidad de que, por medio de la

obra de la cruz, todo aquel que crea en su Hijo, tendrá vida eterna (Jn 3:16), lo que se

traduce en salvación.

B. La perseverancia del nuevo creyente

Al creer en la obra de Cristo en la cruz, dice Pablo: “nueva criatura es; las cosas

viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor 5:17), lo que nos dice el apóstol es

que la persona adquiere una nueva identidad, quien ahora ha pasado de muerte a vida, y

tiene su entrada asegurada en el reino celestial. Pero es muy importante entender que esto

no es, como algunos, mal lo han entendido, tener una vía libre para seguir pecando, pues

por eso la Escritura dice: ¿Qué pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la

gracia abunde? y responde el Espíritu Santo “En ninguna manera” (Rom 6:1-2). Por lo cual

el creyente ya no vive para el pecado, pues a él ha muerto, ahora vive para su Señor y

Salvador, quien dio su vida en la cruz por él.

Entonces el creyente ahora prosigue a ser obediente a su Señor, a complacerlo en

todo lo que le pida, por eso el creyente muere así mismo, pues ya no sigue las

concupiscencias y deseos de su corazón como si fuese adolescente, sino que va creciendo

en madurez espiritual para que Dios sea quien gobierne sus acciones y pensamientos.

III. La paradoja del pecado

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Cuando se es joven en edad y madurez, suele que no se escuche las

recomendaciones de ancianos ni de los padres, debido a que no entienden que estos han

sido puestos por mandato divino para ser quienes guíen a los jóvenes e hijos, pero Dios en

su amor dice en Su palabra que se debe escuchar la instrucción del padre y no menospreciar

la dirección de la madre (Pro 1:8). Lo que está plasmado en la Biblia es el consejo Santo de

Dios, y lo ha dejado para que cada persona tome las mejores decisiones, pero muchos

haciendo caso omiso a esta instrucción han hecho oídos sordos, llevando consigo las

consecuencias del pecado, ocasionando que algunos piensen que se puede ser cristiano y a

la vez un pecador mundano sin ningún problema, pues al ser ya salvos y como esta no se

pierde, no hay ningún problema, y lo que no ven es la paradoja que hay entre ser un

verdadero cristiano y que el pecado aún sigue morando en el ser regenerado.

A. El creyente y el pecado

Aunque el nuevo creyente al nacer de nuevo ahora está revestido del poder del

Espíritu Santo, esto no quiere decir que el creyente no siga pecando contra Dios. Esto lo

entendió muy bien Pablo en su carta a los Romanos, ya que él describe como vivía en una

terrible paradoja donde su espíritu estaba deseoso por complacer al Señor, pero su carne no,

más lo que la carne lo impulsaba era a pecar, al ser una ley que se encontraba en sus

miembros, ósea en su cuerpo, de ahí que manifestara este gran sufrimiento: “Miserable de

mí” (Rom 7:24) que “queriendo hacer el bien hallo esta ley: que el mal está en mí” (Rom

7:21). Como ya se indicó no es que se tenga licencia para pecar, sino que se debe llevar a

servidumbre la carne para que esta no domine al hombre y esté no siga pecando como

cuando se encontraba en el mundo.

B. El fin glorioso

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Ningún creyente debe pensar que, por el hecho de serlo, no hay nada que hacer,

puesto que como ya indicó la salvación no se pierde, es necesario dar evidencia de que se es

salvo. Por tal motivo Jesús manifestó: “por sus frutos los conoceréis” (Mt 7:20), pues un

verdadero cristiano da evidencia de su conversión, dando testimonio de aquel que dio Su

vida por él en una cruz, llevando una vida santa apartada del pecado; no pone excusas por

su juventud o falta de experiencia, sino que se esmera por exaltar a su Señor, no se deja

llevar por sus anteriores amistades que lo incitaban a pecar, sino que ahora muestra su

nuevo carácter en Cristo, mostrando el fruto del Espíritu Santo que ahora mora en él y no

desea contristarlo porque entiende la importancia de la gloria de Dios que como lo define

James Hamilton:

Es el peso de la majestuosa bondad de quien es Dios, y el nombre o la reputación


resultante que él obtiene de su revelación de sí mismo como Creador, Sustentador,
Juez y Redentor, perfecto en justicia y misericordia, bondad amorosa y verdad.4
El creyente ahora no puede pisotear la sangre del Señor Jesús, con lo cual podrá

mostrar el fin más glorioso para cualquier cristiano que es dar la vida por el nombre de

Dios.

C. La aplicación de la paradoja

Ningún ser humano es perfecto, pero su vida si debe estar encaminada a ser como el

Señor, santo porque Él es Santo, entendiendo esto, desde la misma juventud se debe aplicar

lo que Pablo instaba a Timoteo: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los

creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Tim 4:12). Muchas personas

menosprecian el valor de los jóvenes por su supuesta inmadurez, pero el verdadero cristiano

aun desde su juventud es ejemplo de vida tanto para los que son del cuerpo de Cristo como

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James M. Hamilton Jr., La Gloria de Dios en la Salvación a través del Juicio: Antiguo testamento, vol. 1
(Wheaton, IL: Monte Alto, 2021), 51.

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para los que no, por lo cual deben ser muy bien instruidos en el aprendizaje de la palabra,

su conducta debe reflejar lo que dicen, deben amar a su prójimo por medio de una vida en

el espíritu, llena de fe en Cristo y pureza en su corazón.

Todo lo anterior termina por evidenciar quién es y quién no, un verdadero hijo de

Dios, ya que hoy en día la mundanalidad ha tomado el control de varias iglesias, y desde

los más jóvenes Satanás se ha encargado de distraerlos de su propósito, llevándolos a

mezclar la fe con pasiones vergonzosas, por lo cual se hace estrictamente necesario que se

vuelva a recordar a esos primeros creyentes de la iglesia primitiva, que con obediencia,

koinonía, amor y disciplina entregaron su vida sin temor por la persona de Cristo Jesús.

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Conclusión

Como se pudo observar en el desarrollo del escrito, se puede concluir que el hombre

fue creado a imagen y semejanza de Dios por su estrecha relación con su Creador y las

capacidades que le fueron dadas, pero que, debido a la caída, este recibió y le heredó a su

descendencia una naturaleza pecaminosa de la cual toda la humanidad es participante. El

hombre perdió su inocencia y ahora todo lo que hace está totalmente inclinado hacia el mal,

por lo cual le es necesario que una persona ajena a él, la cual es Dios, hiciera una obra

milagrosa y restableciera la relación que se rompió en el Edén.

Ahora esa obra se vuelve en su esperanza y espera su redención completa cuando

esté en el reino celestial, pero al ser hasta el momento incompleta se hace necesario que

persevere por medio de la fe en Cristo y que no crea que por ser nueva criatura tiene vía

libre para pecar, sino que esa posición que adquirió en Cristo se vea reflejada desde su

misma juventud llevando una vida santa, apartada del pecado y dándole gloria y honra a

aquel que lo salvó del infierno.

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BIBLIOGRAFÍA

Hamilton Jr, James M. La Gloria de Dios en la Salvación a través del Juicio: Antiguo

testamento. Vol. 1. Wheaton, IL: Monte Alto, 2021.

Hoekema, Anthony. Creados a imagen de Dios. Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2005.

Scott, Jack B. El Plan de Dios en el Antiguo Testamento. Miami: Unilit, 2002.

Scott, Jack B. El Plan de Dios en el Nuevo Testamento. Miami: Unilit, 1982.

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