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S15 Cuatro Clases o Tipos de Desalojo
S15 Cuatro Clases o Tipos de Desalojo
El proceso de desalojo tuvo cabida en el actual código adjetivo (Código Procesal Civil
de 1993) bajo el amparo del proceso sumarísimo.
[…] en el proceso sobre desalojo por ocupación precaria, la pretensión procesal está
dirigida a que el emplazado desocupe el inmueble materia de litis; consecuentemente,
la esencia de dicho proceso no consiste en determinar o resolver en definitiva el
derecho de propiedad, sino la validez de la restitución o la entrega de la posesión en
base a un título válido y suficiente que la justifique, frente a la ausencia de título o
fenecimiento del que tuvo la parte ocupante; la misma que, por su naturaleza, debe
ser de elemental probanza y dilucidación; de allí que el ordenamiento jurídico ha
dispuesto que dicha pretensión sea tramitada en la vía sumarísima de conformidad
con el artículo 585 y siguientes del Código Procesal Civil, la cual resulta más breve y
expedita, siendo improcedente el ofrecimiento de medios probatorios en segunda
instancia, entre otros, de acuerdo al artículo 559 del texto normativo acotado.[19] [Las
cursivas son nuestras].
Se trata, por tanto, de un proceso —teóricamente— simple, por cuanto las partes solo
deben acreditar su derecho a disfrutar de la posesión del bien materia de controversia,
lo que eventualmente les permitirá verse restituidas con el mismo o, por el contrario,
verse en la obligación de restituirlo.
Con lo retratado por Ledesma, nos queda sumamente claro que el desalojo, en teoría,
debería ser sumarísimo, celerísimo, «[…] en cuanto la materia controvertida es simple
y sencilla; máxime, cuando este tipo de procesos no genera cosa juzgada»[22]. Sin
embargo, la verdad es que dichas referencias quedan plasmadas solamente en una
hoja de papel, sin poder ser aplicadas a la realidad, puesto que lo cierto es que un
proceso de desalojo bajo la vía ordinaria (sumarísimo) alcanza los dos, cuatro y hasta
seis años de duración.
En síntesis, bajo estos fundamentos y en atención a lo establecido normativamente,
el proceso de desalojo materializa un trámite aparentemente simple y sin mayor
contrariedad, puesto que en él solo se debe discutir el derecho a ejercer posesión, con
el propósito de lograr la restitución de un bien mueble o inmueble.
Ahora bien, dando paso a la evolución del desalojo como institución procesal y, sobre
todo, abriendo camino al abanico de procesos que con él se instituyeron,
procederemos a comentar, desde un punto de vista general, el entorno y las
circunstancias que propiciaron este recorrido.
Dicho ello, es innegable que los cuatro procesos de desalojo vigentes hayan surgido
de clamores incesantes como resultado de las graves deficiencias que hasta el
momento se presentan. Sin embargo, dentro de esas causas, fue una la que tomó
especial consideración, debido al agravio que representaba y representa para el
justiciable accionante. Con estas afirmaciones nos referimos al arrendamiento[24] y
sus dos causas de desalojo, vencimiento de contrato y falta de pago.
Siempre he tenido claro que es el arrendador el más débil del binomio en el marco de
un arrendamiento. Así, es él quien ofrece el bien de su propiedad o de su cargo, es él
quien permite la posesión al arrendatario y es él quien finalmente se ve gravemente
lesionado al no cobrar la renta pactada o, en su defecto, al no verse restituido con el
bien puesto en arrendamiento; y como última alternativa le queda un tedioso proceso
de desalojo a fin de ver amparado su derecho. Por su parte, el arrendatario,
aprovechando dichas cuestiones normativas a su favor, se aferra al bien en cuestión,
sin derecho alguno, valiéndose de este mientras se decide judicialmente su
destino[25]. En consecuencia, vemos que la balanza de la desigualdad se inclina por
mucho al lado del arrendador, pues el agravio no es solo en el sentido de llevar un
proceso, ni los gastos que genera, sino que, durante todo ese tiempo, el arrendador
se ve impedido de celebrar un nuevo arrendamiento que le procure un ingreso
económico tan necesario como legítimo.
Por ello, nuestra consideración particular es la siguiente: si no hay pago, la restitución
del bien debe ser inmediata; si el contrato ha perdido vigencia, la restitución también
debe ser inmediata. ¡El mensaje debe ser claro y directo!
Con este escenario, el legislador se encargó de promover cada uno de los procesos de
desalojo venideros, ello a raíz de las falencias que se iban presentando, año tras año,
sobre todo en los arrendamientos; no obstante, en el último periodo, las nuevas
exigencias de la comunidad, la era tecnológica de la globalización y sobre todo las
nuevas situaciones emergentes producto de la crisis mundial inimaginable que nos ha
tocado vivir a causa de la COVID-19 han desnudado una verdad evidente: aún nos falta
mucho por recorrer.
En 2014 entra en vigencia la Ley 30201, que modifica el artículo 594 del CPC. Esta ley
confiere al ordenamiento jurídico un segundo proceso de desalojo destinado a reducir
considerablemente el periodo que demandaba el ya tan trillado proceso sumarísimo
de desalojo del CPC. Esta novedad legislativa propuso la introducción de la popular
cláusula de allanamiento futuro, además de otras formalidades (contrato escrito,
legalización de firmas) en los contratos de arrendamiento. Así, el arrendatario
quedaba allanado, previamente, a alguna causa futura devenida de la falta de pago de
merced conductiva o vencimiento del contrato de arrendamiento, pudiendo, en
atención a ello, optar por una vía más célere.
En tercer término, aparece el proceso único de desalojo, establecido en el Decreto
Legislativo 1177. Este proceso, a diferencia de sus predecesores, se muestra de
manera más formal —más parametrada, apuntaría yo—, pues ofrece los singulares
contrato/formularios de arrendamiento que terminan convirtiéndose en un título
ejecutivo, por lo que, de presentarse eventualmente alguna controversia,
corresponde un proceso de ejecución con todas las ventajas que aquello conlleva.
Lamentablemente, debido a las formalidades que supone, esta vía es muy poco
utilizada por el justiciable, a pesar de ser un proceso, aparentemente, mucho más
seguro para la parte perjudicada.
Finalmente, hace ya dos años, se expidió la Ley 30933, que materializa un cuarto y
más novedoso proceso de desalojo, esta vez, con intervención notarial. De antemano,
debemos aclarar que la función del notario en este proceso no está destinada a
reemplazar la actividad jurisdiccional en ninguna medida: el papel de dirimir
pretensiones litigiosas lo sigue teniendo el juzgador, mientras que el notariado actúa
solo como certificador de la causa (vencimiento de contrato o falta de pago de
arrendamiento), por lo que debe derivarla al juzgado de paz letrado para su pronta
ejecución (lanzamiento en caso se verifiquen las causales, o apelación si procede).
_____________________
[13] Ledesma Narváez, Marianella. Comentarios al Código Procesal Civil. Tomo II. Lima:
Gaceta Jurídica, 2008, p. 961.
[14] Ninamancco Córdova, Fort. «Comentario al artículo 585 del Código Procesal
Civil». En Cavani, Renzo (coord.). Código Procesal Civil comentado por los mejores
especialistas. Análisis y comentarios artículo por
artículo/Concordancias/Jurisprudencia/Referencias bibliográficas Tomo IV. Lima:
Gaceta Jurídica, 2016, p. 546.
[15] Gonzales Barrón, Gunther. Tratado de derechos reales. Tomo I. Tercera edición.
Lima: Jurista Editores, 2013, p. 519.
[16] Ninamancco Córdova, Fort. La nulidad de actos jurídicos en los procesos de
desalojo (Efaja). YouTube (17 de setiembre, 2017). 65.30 min. [Video en línea].
Disponible en: <https://bit.ly/3ii3flG>
[17] Gonzales Barrón, Gunther. Proceso de desalojo (y posesión precaria). Tercera
edición. Lima: Jurista Editores, 2016, p. 215.
[18] Casación 1009-2014, Lima Norte, del 29 de mayo de 2015, ff. jj. 3 y 7. Sala Civil
Transitoria.
[19] Casación 1389-2014, Lima, del 25 de mayo de 2015, f. j. 5.3. Sala Civil Transitoria.
[20] El desalojo no solo es amparable en bienes inmuebles, sino que su protección
alcanza también bienes muebles. Así lo expone Fort Ninamancco, quien afirma lo
siguiente: «[…] Entonces, parece claro que el “proceso de desalojo” se puede utilizar
para recuperar maquinaria y un establecimiento industrial, siendo este último un
inmueble distinto a un predio. Piénsese en el caso en el que las instalaciones de una
fábrica de zapatos en Trujillo están bajo el control de un ocupante precario. Este puede
ser desalojado mediante el proceso en cuestión. Piénsese también en el caso de una
nave o una bolichera, indebidamente poseída por un usurpador. Este bien también
puede ser recuperado mediante un proceso de desalojo. No se piense, pues, que
estamos ante un mecanismo que solo protege a titulares de derechos sobre predios».
En Ninamancco Córdova, Fort. «Comentario al artículo 585 del Código Procesal Civil».
Op. cit., p. 546.
[21] Ledesma Narváez, Marianella. Op. cit., p. 961.
[22] Gonzales Barrón, Gunther. Tratado de derechos reales. Op. cit., p. 513.
[23] «La tutela judicial efectiva es un derecho constitucional de naturaleza procesal en
virtud del cual toda persona o sujeto justiciable puede acceder a los órganos
jurisdiccionales, independientemente del tipo de pretensión formulada y de la
eventual legimidad [sic] que pueda, o no, acompañarle a su petitorio. En un sentido
extensivo, la tutela judicial efectiva permite también que lo que ha sido decidido
judicialmente mediante una sentencia resulte eficazmente cumplido. En otras
palabras, con la tutela judicial efectiva no solo se persigue asegurar la participación o
acceso del justiciable a los diversos mecanismos (procesos) que habilita el
ordenamiento dentro de los supuestos establecidos para cada tipo de pretensión, sino
que se busca garantizar que, tras el resultado obtenido, pueda verse este último
materializado con una mínima y sensata dosis de eficacia» [las cursivas son nuestras].
En Expediente 763-2005-PA/TC, Lima, del 13 de abril de 2005. Tribunal Constitucional.
[24] Código Civil. Artículo 1666. Definición.
Por el arrendamiento el arrendador se obliga a ceder temporalmente al arrendatario
el uso de un bien por cierta renta convenida.
[25] Son todas estas cuestiones las que suscitaron que la acción en vía sumarísima,
cuando versaba sobre desalojo, se convierta en uno de los procesos más tediosos y
largos para el justiciable, lo cual no debería ser. Así lo expresa también la magistrada
Marianela Ledesma, quien considera que «[…] las vivencias de los litigantes
(arrendadores) es una lucha no solo contra el inquilino moroso, resistente a entregar
el inmueble, sino con el propio sistema judicial, que se limita a trasmitir la esperanza
de tan pronta sentencia para recuperar el disfrute del predio. Si bien, a través de la
sentencia, se decide el derecho en conflicto, también es cierto que se hace necesario
recurrir a una tutela rápida ante la afectación del actor». En Ledesma Narváez,
Marianella. Op. cit., p. 318.