Está en la página 1de 148

MEDELLÍN: SER Y PARECER.

CONCEPTO Y VISIÓN DE CIUDAD A PARTIR DE LA LITERATURA, 1850-1940

ANDRÉS ALFONSO VERGARA MOLINA

Monografía de grado para optar al título de Historiador

Asesor:

Juan Guillermo Gómez García

Doctor en Historia cultural y literaria latinoamericana, Universität Bielefeld

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS

DEPARTAMENTO DE HISTORIA

MEDELLÍN

2018
Francisco Antonio Cano, Paisaje de Medellín, (s. f.), en Jorge Orlando Melo, (Editor) Historia de
Medellín. Tomo I. (Medellín: Suramericana de Seguros, 1996), 2

2
Le dedico este trabajo a mi madre Beatriz Helena Molina Molina, quien tal vez sin querer
me inició por este camino cuando me empezó a leer cuentos infantiles; a mi hermano Juan
David González Molina por estar en muchos momentos durante esta investigación, y una
especial dedicación de este trabajo para Franco Alejandro.

También una mención especial para aquellas personas que me acompañaron y me dieron
sus comentarios y aportes: mi asesor oficial Juan Guillermo Gómez García, y la asesora no
oficial Alba Inés David. Igualmente un agradecimiento para la profesora Diana Barrios por
ayudarme a aclarar varios conceptos.

En muchos momentos de fatiga y estrés siempre tuve la alegría de contar con el empuje y
los ánimos que, desde lejos, me brindó Érika Andrea Carvajal, a ella un agradecimiento y
una dedicatoria especial de este esfuerzo. Y no puedo dejar por fuera a los amigos de siem-
pre que, aunque solo fuera con su presencia para tomar un café o una cerveza o solo para
hablar, ayudaron en mucho para este trabajo, especialmente a Anita, Manuela, Juan Camilo,
Óscar, Luisa Arango, Paula Holguín, Sara Ospina, Kevin, Angie, Ricardo, Daniela España,
Natalia, Daysi, Paula Gaviria, Carolina Escobar, Stefa, Cristian y los demás. Y una men-
ción especial para los hinchas de River Plate en Medellín, con quienes viendo al equipo de
mis amores me desconecté del mundo.

A todos: Dios les pague.

3
Tabla de Contenido

MEDELLÍN: SER Y PARECER. ................................................................................... 1

I Introducción .................................................................................................................. 6

1.1 Planteamientos teóricos y conceptuales: una ciudad burguesa de imitación ............... 8

1.2 La literatura como materia historiográfica y teórica ................................................ 19

II Medellín: ciudad de letras y de ideas......................................................................... 29

2.1 Antecedentes: el paso de villa a ciudad. La capital de una provincia que aparece en el
concierto del Estado-nación .......................................................................................... 29

2.2 La consolidación de un proyecto político y el florecimiento de una idea de ciudad en


sus habitantes ............................................................................................................... 36

2.3 Una ciudad inserta en el contexto nacional.......................................................... 44

2.3.1 La literatura de ciudad entre un nuevo gobierno y la misma mentalidad: Los años de
Pedro Justo Berrío ........................................................................................................ 60

III La escritura sobre Medellín: entre la realidad y la ficción ..................................... 67

3.1 Los nuevos jóvenes de Medellín: el surgimiento de una literatura regional y sus
representaciones sobre Medellín ................................................................................... 67

3.2 La dicotomía campo-cuidad en la literatura antioqueña. .......................................... 75

3.3 Los Grupos artísticos y literarios de Medellín: su importancia en el desarrollo cultural


de la ciudad .................................................................................................................. 86

IV La historia de Medellín entre la ficción y la realidad. ............................................. 97

4.1 La literatura antioqueña y su representatividad historiográfica ................................ 97

4.2 La otra ciudad. Un análisis de la Medellín de arrabales en su literatura ................. 108

4.3 Medellín y la sociedad de la apariencia ................................................................. 116

4.4 De ‘La Ventanera’ al flâneur. Los tipos de narradores de lo urbano en Medellín. .. 125

V Conclusiones ............................................................................................................. 133

BIBLIOGRAFÍA ................................................................. Error! Bookmark not defined.

4
Será posible? Estamos en Medellín, la
mentada tierra de las maneras ásperas,
de los resabios provinciales, de la
gazmoñería y la pusilanimidad? ¿Por
qué esta cortesanía elegante, este
cumplimiento decoroso, esta fineza
con apariencia de halagadora senci-
llez, vienen á manifestarse en circuns-
tancias excepcionales y lucen toda su
grandeza en las de la vida ordinaria?

Camilo Botero Guerra, Gran baile del


Club la Varita, (1884).

5
I Introducción

Durante el gobierno colonial en el Nuevo Reino de Granada la provincia de Antioquia fue


vista como un territorio de poca trascendencia para los intereses del gobierno español en
América, debido a que sus poblaciones principales estaban muy alejadas entre sí y el co-
mercio entre ellas era básicamente nulo. Pese a los cambios políticos que suscitó el proceso
independentista, la provincia de Antioquia siguió en su encerramiento cultural, no obstante,
la destacada participación de algunos hombres tanto en las letras como en las armas. La
historiografía moderna plantea que Antioquia entró al concierto nacional luego de la década
de 1860, a partir de la constitución federal firmada en Rionegro en 1863. El gobierno del
Estado Soberano de Antioquia de Pedro Justo Berrío (1864-1873), la institucionalización
del Colegio Académico de Antioquia en Universidad (1871) y la guerra civil de 1876, entre
otros procesos, dieron pie a que esta región tomara más protagonismo en la vida política
nacional, lo cual se materializó en el siglo XX con la llegada de tres antioqueños a la Presi-
dencia de la República durante sus primeras tres décadas.

A la cabeza de todo esto estuvo Medellín, capital desde 1826 y por ende centro de reunión
de los círculos académicos y literarios, desde ellos se instauró una idea de literatura propia,
representativa de la región y descriptora de la misma. Tanto en los cuadros de costumbres
de mediados del siglo XIX como en las novelas, cuentos u ensayos escritos durante el siglo
XX, hay una importante descripción de los paisajes, así como de los rasgos culturales de sus
habitantes, siendo estos los más sobresalientes y por los cuales Antioquia se da a conocer a
nivel nacional. Es gracias a estos rasgos culturales representativos, descritos en los textos
literarios, que a hoy se ha construido una imagen del antioqueño bastante estereotipada,
siendo el rasgo característico más importante el del conservatismo, signado en la religiosi-
dad católica imperante en el siglo XIX, imagen descrita ampliamente en todas las clases
sociales habidas en Antioquia, y particularmente en Medellín.

Entre el periodo que va de 1850 a 1950, los sucesivos gobiernos que tuvo Colombia varia-
ron entre conservadores y liberales; sin embargo, en Antioquia solo se vio la llegada del
liberalismo al poder con la denominada República liberal (1930-1946). Aunque antes de

6
estos años hubo intentos de gobiernos liberales (el más reconocido es el de Pascual Bravo),
fue solo después de 1930 que el liberalismo se asentó con fuerza en el departamento de
Antioquia, estableciéndose así un contraste entre la identidad antioqueña y la política na-
cional. En estos años la imagen de Antioquia en la literatura y las artes, incluso en las he-
chas por liberales (las pinturas de Pedro Nel Gómez y los escritos de Fernando González),
se vio modificada, como forma de oposición a la influencia de un liberalismo de carácter
intervencionista que pretendía integrar en su política a la antigua provincia que durante más
de un siglo hizo una vida social, política y económica muy distinta a la de otras regiones
colombianas, a las que solo se integró en los últimos años, pero conservando su identidad
cultural característica.

Este trabajo pretende dar una visión cultural de Antioquia y Medellín a partir de la literatu-
ra, en el periodo 1850-1940, desde la llegada de las ideas liberales con las denominadas
Reformas de medio siglo hasta la República liberal, especialmente el primer gobierno de
Alfonso López Pumarejo (1934-1938) con su programa Revolución en marcha, el cual bus-
có implementar cambios culturales, políticos y económicos que entraron a reñir con el anti-
guo orden antioqueño. Esta época es también el momento de auge de una importante gene-
ración de escritores que en sus letras representaron a lo antioqueño y a la ciudad de Mede-
llín, por medio de los que se pueden entender muchos otros elementos del desarrollo antio-
queño, tales como la educación, las artes, la industria editorial, la minería, entre otros; pues
estos tenían en Medellín un epicentro y la capital antioqueña fue un constante sitio de refe-
rencia, especialmente en la literatura.

También es importante mencionar que Medellín para la segunda mitad del siglo XIX era una
ciudad que aún conservaba muchos rasgos de aldea campestre, por lo que este trabajo tam-
bién pretende aportar a la historiografía existente sobre la capital antioqueña desde una vi-
sión cultural, en la que además se exploran los cambios y distintos momentos que tuvo Me-
dellín en su paso de pequeña villa a ciudad, desde el punto de vista de quienes los vivieron
y documentaron: escritores y cronistas principalmente, los cuales se pueden tomar como
referentes para una descripción sociológica de las costumbres históricas de Medellín.

7
La historia de la literatura en Antioquia también permite observar que 1870-1940 son los
años del apogeo de las principales generaciones de literatos, los que desarrollaron una idea
de literatura propia de la región y con un carácter sociológico describieron la sociedad (tan-
to urbana como rural) en que se llevó a cabo su creación literaria. Es la generación en que
surgen Manuel Uribe Ángel, Emiro Kastos, Efe Gómez, Tomás Carrasquilla, Juan de Dios
Uribe, Alfonso Castro, León de Greiff, como los más representativos.

Son estos también los años en que surgieron gran cantidad de periódicos y revistas de di-
vulgación artística y literaria, en donde los escritores anteriormente mencionados plasma-
rían sus ideas, a la par que su creación artística. Entre estas publicaciones se pueden resaltar
las revistas: La miscelánea, La bohemia alegre, El repertorio ilustrado, El montañés, Alpha
y Sábado; y de los periódicos de aquella época se destacan dos que aún existen, El Espec-
tador y El Colombiano, el primero en sus inicios con un carácter mucho más literario que el
segundo. Así como otros que sentaron las bases del periodismo antioqueño como La Pales-
tra, El Cóndor y El Oásis.

1.1 Planteamientos teóricos y conceptuales: una ciudad burguesa de imitación

La historia de Medellín puede ser estudiada desde distintos puntos de vista, aunque la histo-
riografía sobre ella se ha ocupado en su mayoría de temas relativos al desarrollo económico
y urbanístico, en los que se da por sentado que Medellín siempre ha sido una ciudad en la
que el proceso industrial no hizo más que fortalecerla económicamente, y que además fue
impulsado por la élite, la misma que hizo posible su expansión urbana. 1 Son muy pocos los
trabajos que se ocupan de Medellín en su definición conceptual como ciudad, siempre te-
niendo en claro que la idea de ciudad, como concepto, debe estar sustentada en la justifica-
ción social, como lo ha planteado el historiador alemán Reinhard Koselleck, uno de los

1
Véase por ejemplo los trabajos de Fernando Botero Herrera: Medellín 1890-1950. Historia urbana y juego
de intereses (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1998); y La industrialización en Antioquia: géne-
sis y consolidación (Medellín: Hombre Nuevo Editores, 2003). También el trabajo de Fabio Zambrano y
Oliver Bernard, Ciudad y territorio. El proceso de poblamiento en Colombia (Bogotá: Academia de historia-
dores de Bogotá, 1994).

8
principales teóricos de la historia conceptual2. En este sentido, para el caso de Medellín,
una de las mejores formas de comprender de dónde surge su identidad de ciudad es en la
literatura y en las crónicas, tanto en las denominadas de ciudad como en las de viajeros
extranjeros y colombianos, pues este tipo de material describe qué tipo de lugar es Medellín
y qué tipo de personas lo habitaban.

Estudiar la historia de Medellín desde la perspectiva de la historia conceptual permite en-


tender el tipo de sociedad que habitaba la ciudad para este periodo, y al tener como elemen-
to principal para el análisis los estudios literarios, se está cuenta con una importante base
para comprender a fondo lo que significó para los medellinenses el periodo comprendido
entre 1870 y 1940, en el que se dio ese tránsito de villa a ciudad. Desde la perspectiva de la
historia conceptual es importante señalar que para Koselleck las transformaciones sociales
se sustentan en acciones lingüísticas, las que hacen posibles los cambios históricos 3. Estos
cambios son los que generan la aparición de los conceptos como elemento de análisis se-
mántico, que al ser aplicados en la historia de Colombia en el periodo del que se ocupa este
trabajo, evidenciaron como resultado la disputa conceptual entre modernidad y moderniza-
ción, existiendo este primer término desde fines de la Edad Media 4, pero que solo empieza
a tener un significante filosófico en el siglo XIX, debido a los movimientos vanguardistas
que aparecieron en Europa y que fueron imitados en el continente americano.

En la historiografía colombiana esto es definido por Consuelo Corredor Martínez como


“una modernización desde arriba”, en la que los cambios de pensamientos se sustentaron a
partir de los cambios estructurales que afrontó la nación colombiana en las primeras déca-
das del siglo XX, desde el gobierno a todos los habitantes; mientras que la modernidad va
llegando de manera paulatina y es aceptada solo por algunos colombianos (los pertenecien-
tes a las élites ilustradas), proceso que permeó la vida social y política de otras ciudades

2
Reinhard Koselleck, Pasado presente. Para una semántica de los tiempos históricos (Barcelona: Paidós,
1993), 287.
3
Kosselleck, Futuro pasado, 287.
4
Kosselleck, Futuro pasado, 290

9
latinoamericanas, las que vivieron un desarrollo histórico muy similar en distintos espa-
cios.5

La historiografía actual sobre temas medellinenses ha pensado la historia de la capital an-


tioqueña desde perspectivas muy alejadas a lo que la configura como ciudad, enfocándose
en hacer una historia de los barrios y de los cambios poblacionales que ha experimentado.
Muy poco se ha tratado sobre el surgimiento de la idea de ciudad en la mentalidad de los
medellinenses que experimentaron este cambio, especialmente en ese paso de villa colonial
a ciudad, un proceso lento y de largo alcance que solo se afianzará cuando ya estaba bien
entrado el siglo XX.

Si bien ya se ha planteado estudiar la historia de Medellín en torno a los significantes que


los cambios lingüísticos revelan, según la teoría de Koselleck, también se hace importante
revisar qué tipo de ciudad existe en las ideas manifestadas por sus habitantes, quienes fue-
ron partícipes de este cambio: dando pie a la pregunta ¿a partir de qué momento se empieza
a manifestar la idea de Medellín como ciudad?

Es necesario entender que la historia de Medellín está supeditada a los cambios que en el
mundo hispanoamericano experimentaron otras ciudades; temas que ha conceptualizado
ampliamente el historiador argentino José Luis Romero en su clásico libro Latinoamérica
las ciudades y las ideas, donde plantea que la historia de las poblaciones de América Latina
puede dividirse en cinco momentos distintos, según los procesos históricos, culturales y
académicos que en el continente se presentaron; teniendo entre ellos mucha similitud en los
distintos lugares donde estos se llevaron a cabo. En el siglo XIX, posterior al proceso de
independencia, Romero identifica tres estados epistemológicos bajo los cuales es posible
estudiar la conformación social, política y cultural de Medellín luego de 1830, teniendo en
cuenta los cambios que en otras ciudades latinoamericanas se dieron, en los que la capital
antioqueña no estuvo exenta.

5
Consuelo Corredor Martínez, Los límites de la modernización (Bogotá: CINEP, Universidad Nacional de
Colombia, 1992) 36-67.

10
El primero de ellos es el que se conoce como “Las ciudades patricias”, cuya temporalidad,
según la plantea Romero, se ubica entre 1830 y 1880; esta temporalidad, aunque en cierta
medida anterior al marco cronológico de la investigación, se hace necesario abordarla para
entender qué tipo de ciudad es Medellín en un momento en el que las ciudades americanas
y europeas estaban afrontando cambios importantes.

Estas ciudades patricias se caracterizan por el dominio de una nueva burguesía que es el
remplazo de la aristocracia colonial de antiguo régimen, lo que generó una importante lucha
ideológica entre las distintas concepciones de poder, especialmente en torno a la idea de
nación en la formación de las nuevas repúblicas, en donde el poder lo empieza a ocupar una
clase comerciante y no una clase cuyo poder político se derive de las dádivas coloniales,
aunque ambas tenían una relación estrecha6. Estos lineamientos planteados por Romero son
evidenciables dentro del gran abanico de posibilidades de una ciudad, y es la producción
literaria uno de los temas más notables; tema que en Medellín ha sido un importante refe-
rente sociológico desde la segunda mitad del siglo XIX.

Un rasgo muy importante de este periodo tiene que ver con el hecho de que las ciudades
latinoamericanas iniciaron un proceso de imitación de lo que acontecía en Europa, espe-
cialmente en París y Londres, generando un proceso de modernización estructural, lo que
implicaba modificar la estética colonial por una nueva, en la que se hiciera patente la voca-
ción comercial de la nueva clase dominante7.Esta nueva clase dominante es la que a partir
de la década de 1880 consolidó un nuevo estadio epistemológico conocido como “Las ciu-
dades burguesas”, en donde ya el cambio de mentalidad en sus habitantes, su vocación eco-
nómica y su fisonomía urbana y arquitectónica se modificó también. La realidad social que
imperaba en estas ciudades se componía por una clase dominante muy ligada al extranjero
(algunas veces proveniente de él), y una clase trabajadora de origen nacional, bien sea de
las propias ciudades o de los entornos rurales. Es en estos momentos donde se puede empe-
zar a hablar de una mentalidad de ciudad latinoamericana en la que el foco de desarrollo es

6
José Luis Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2005),
197-198.
7
Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 220.

11
la imitación de Europa y se consolida la inserción de nuevos actores sociales en las dinámi-
cas económicas:
A las antiguas familias que se sentían consustanciadas con las antiguas tradicio-
nes de la ciudad, se agregaron grupos heterogéneos que aquellas juzgaron adve-
nedizos; y el contacto trajo a la larga una renovación de las costumbres cotidia-
nas, en la que se notó la tendencia de imitar las formas de vida que prevalecían
en las grandes ciudades de Europa.8

Es en este contexto que, según Romero, surge una mentalidad burguesa, la cual se presen-
tará en las distintas esferas de la sociedad, sin necesidad de pertenecer a la clase dominan-
te. Además, este autor señala que incluso las clases medias participarán de los mismos es-
pacios que la burguesía genera, estando en amplia relación con las ideas liberales 9. La nu-
merosa creación de revistas y periódicos de carácter artístico y literario en Medellín duran-
te el periodo a estudiar es prueba de ello; además del carácter cosmopolita de muchos de
los habitantes de la ciudad, cuya forma de vida imitaba lo europeo en gran medida, pu-
diéndose afirmar así que la sociedad medellinense era una sociedad de la apariencia.

Esta idea de la apariencia, como tema cercano a la imitación, es uno de los temas más recu-
rrentes en la literatura antioqueña producida durante el periodo a estudiar, pues en distintas
obras (bien sean estas novelas, cuentos, poemas, obras dramáticas o ensayos) la idea de la
imitación es algo característico, bien sea que se mire con buenos ojos o se critique; enten-
diendo imitación como la adaptación de las estructuras sociales imperantes en el exterior, 10
especialmente en Europa, punto de referencia para hablar del desarrollo cultural en la An-
tioquia decimonónica. Un tercer momento epistemológico que plantea Romero son “Las
ciudades masificadas”, las cuales tienen como principal característica la aglomeración de
sus habitantes en las urbes latinoamericanas, las cuales ya empiezan a compartir muchas
características con sus pares de Europa y Estados Unidos11, las que Georg Simmel (1858-

8
Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 249.
9
Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 309.
10
Gilberto Díaz Aldana, “La imagen de ciudad en Camilo Botero Guerra, Tomás Carrasquilla y Alfonso Cas-
tro. Aproximaciones sociológicas” (Tesis de pregrado en sociología, Universidad de Antioquia, 2008), 47.
11
Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 366

12
1918), definió como grandes urbes, en las que la vida cotidiana (espiritual según el soció-
logo alemán), se ve supeditada a una simple rutina cotidiana 12.

Los años en los que se basará este estudio son los que la historiografía y la sociología sobre
temas europeos encasilla bajo el concepto de la modernidad, el cual no es posible aplicar
de manera profunda para el caso hispanoamericano, pues en este contexto no hubo reforma
ni revolución, dos procesos que sí vivió Europa y que posibilitaron la llegada a la moderni-
dad, que entre otros factores hizo posible la extensión del modo de vida urbano, con lo que
las ciudades se empezaron a desarrollar de manera importante en materia industrial y co-
mercial13. La modernidad en Colombia—y más aún en Antioquia—puede decirse que se
dio de manera tangencial, pues esta es tomada normalmente como un foco de imitación,
gracias a los antioqueños que viajaron a Europa y al regresar trajeron consigo los modos de
vida imperantes allí y trataron de reproducirlos en su vida cotidiana en Medellín.

Estudiar la historia de Medellín en relación con la de las ciudades europeas es también


plantearse la pregunta sobre cuáles elementos de ellas se ven representados en la capital
antioqueña, especialmente en relación con el tipo de pensamiento que se producía en di-
chos lugares y la repercusión que este tuvo, tanto en el contexto latinoamericano como en
el colombiano. El punto de partida más importante para un estudio de este tipo es el con-
cepto de modernidad, el cual se instaura en la mentalidad burguesa latinoamericana (la
colombiana en este caso), como una forma de entender lo que pasaba en Europa y aplicarlo
a la producción de pensamiento en las ciudades latinoamericanas.

Esta idea de modernidad, entendida como algo novedoso desde la sociología del alemán
Georg Simmel, se puede representar con el concepto de imitación, pues la modernidad en
Colombia y Antioquia solo llega de manera tangencial como una referencia de los modos
de vida de los habitantes de Europa, referencia traída por los antioqueños que viajaron allí
y quisieron imponerla e imitarla en Medellín.

12
Simmel, Georg. “Las grandes urbes y la vida del espíritu”, en: El individuo y la libertad: Ensayos de crítica
de la cultura (Barcelona: Ediciones Península, 2001), 375-398.
13
José Luis Romero, La ciudad occidental (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2009), 75.

13
Según plantea Simmel en su clásico estudio “Las grandes urbes y la vida del espíritu”, las
grandes ciudades tienen como contrapunto a las pequeñas y al campo. Para él la moderni-
dad hace que las primeras tengan un ritmo de vida rápido y una diversidad en la vida eco-
nómica, profesional y social; mientras que en las segundas estos procesos se dan con un
ritmo de vida más lento14. Al analizar la historia de Medellín es posible ver que existe una
dicotomía con relación a este tema, pues por el estilo de vida de la mayoría de sus habitan-
tes, la ciudad puede considerarse como una ciudad pequeña—que además por su extensión
territorial y por el número de sus habitantes lo es—, pero en la cual su élite dominante im-
pone un ritmo de vida muy cercano a la modernidad.

La ciudad de Medellín durante el último tercio del siglo XIX y el primero del XX vivió esta
dicotomía de ser una ciudad pequeña o un pueblo grande, lo que hace parte, dentro de los
postulados históricos de lo que plantea Koselleck, de la posibilidad de un análisis basado
en los presupuestos lingüísticos, para ello el historiador alemán plantea que cada historia
pasada tiene una reproducción lingüística 15, y para el caso de Medellín la mejor forma de
entender su pasado es desde los postulados de la literatura, reflejo de lo que se entendía por
ciudad y cómo esta se manifestaba, pues a partir de la creación literaria es posible com-
prender el discurso, la forma de vida y pensamiento de sus habitantes en el periodo estu-
diado.

En este periodo la ciudad se puede encuadrar en dos momentos históricos que socialmente
reflejan su desarrollo en materia económica y cultural, cuya mentalidad—debido a su élite
dominante—está en constante imitación de lo acontecido en Europa, por ello en la interpre-
tación de los símbolos lingüísticos que plantea Koselleck es importante definir qué se en-
tiende por ciudad y en qué se diferencia la forma en que ha sido descrita Medellín de la
forma en que la literatura o las crónicas de viaje han descrito otras ciudades, tanto de Co-
lombia como de América y Europa; así mismo, es importante analizar las similitudes exis-
tentes entre las descripciones sobre Medellín y las que se realizaron sobre las demás pobla-
ciones antioqueñas, según la dicotomía campo-ciudad, con lo que se pueden establecer los

14
Georg Simmel, “Las grandes urbes y la vida del espíritu,” 388
15
Koselleck, Futuro pasado, 288.

14
distintos paralelos entre la forma en que se entiende la ciudad y la forma en que esta se
relaciona con el campo. Para ello es importante pensar la historia de Medellín y Antioquia
desde las propuestas estéticas propias del pensamiento antioqueño.

La literatura antioqueña como insumo para entender la historia de la región o de la ciudad


ha sido una de las principales temáticas en torno al desarrollo urbano, económico, social y
educativo en los estudios sobre la región. En este estudio Medellín se representa en un ma-
pa de asociaciones literarias e intelectuales, que a su vez son las encargadas de dar a cono-
cer las novedades estéticas y literarias en boga otros lugares del mundo, principalmente en
Francia.

La idea de las asociaciones intelectuales del siglo XIX en Antioquia, generalmente ligadas a
la élite del momento, también es analizada por la socióloga e historiadora Patricia Londoño
Vega, quien destaca la importancia de las agrupaciones científicas, políticas, artísticas y
sociales, así como lo que estas produjeron para dar a entender qué influencia tuvieron en el
contexto antioqueño del siglo XIX, pues estuvieron muy ligadas a la religión y configuraron
el pensamiento y la producción artística y literaria de esta región, la cual fue una de las más
importantes de Colombia durante el último tercio del siglo XIX y el primero del XX16.

Estas asociaciones literarias son el principal elemento de estudio del sociólogo y crítico
literario Jorge Alberto Naranjo Mesa, quien le presta mucha atención a las revistas literarias
surgidas a partir de la década de 1860, extendiéndose a la primera década del siglo XX. Es-
tas producciones estudiadas por Naranjo son fuente para entender cómo se dio en Antioquia
una literatura, que aunque tiene influencias externas, es propia de esta región colombiana,
en la que participó también un mismo grupo generacional17 El objetivo de la literatura an-
tioqueña del siglo XIX es narrar y describir los espacios, siendo en muchas ocasiones la ciu-

16
Patricia Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad en Colombia. Medellín y Antioquia 1850-1930 (Bogo-
tá: Fondo de Cultura Económica, 2004)
17
Jorge Alberto Naranjo Mesa, Estudio de filosofía del arte. Volumen IV: La literatura temprana de Antio-
quia (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, 2012)
Jorge Alberto Naranjo Mesa, “Medellín en la literatura temprana”, Con-Textos. Revista de semiótica literaria
21, no. 42 (2009), 67-98.

15
dad uno de los escenarios de la narración, por lo tanto también son escenarios de estudio
para Naranjo.

Otro trabajo importante para mencionar en relación con las sociedades intelectuales y lite-
rarias existentes en Medellín en la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX es
el de Juan Camilo Escobar Villegas, titulado Progresar y civilizar. Imaginarios de identi-
dad y élites intelectuales de Antioquia en Euroamérica, 1830-1920; doonde se plantea lo
importante que fue la influencia del pensamiento europeo en Antioquia, así como los desa-
rrollos científicos y artísticos que se dieron en Europa y fueron implementados en Medellín
por personas que hacían parte de las sociedades intelectuales que tenían correspondencia
con europeos, y amplio reconocimiento en la sociedad antioqueña; como fue el caso de
Gregorio Gutiérrez González, Andrés Posada Arango, Manuel Uribe Ángel y Francisco
Antonio Cano18.

Las sociedades literarias e intelectuales, si bien puede decirse que existen desde 1850, es
solo hasta la última década del siglo XIX y la segunda del XX que tomaron fuerza y se con-
virtieron en las principales representantes de la élite intelectual antioqueña gracias a la
creación de revistas literarias que dieron concreción a una identidad literaria e intelectual
de la región. Esta es la idea principal del trabajo de Shirley Tatiana Pérez Robles en su
estudio sobre las revistas literarias de Medellín entre 1897 y 1912, mediante ellas se pre-
tendió dar a conocer el panorama intelectual de Antioquia, el cual estaba basado en lo rea-
lizado en Europa, con lo que queda claro la idea de imitación que de lo europeo existía en
la literatura producida en Medellín, al imitar el sistema de creación literario imperante en
Europa19.

Para el caso de Medellín una idea de su reconstrucción histórica a partir de la literatura son
los trabajos de Gilberto Díaz Aldana y Manuel Bernardo Rojas López. El primero de ellos
es un análisis sociológico de la Medellín que es escenario y personaje de las obras literarias

18
Juan Camilo Escobar Villegas, Progresar y civilizar. Imaginarios de identidad y élites intelectuales de
Antioquia en Euroamérica, 1830-1920 (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2009).
19
Shirley Tatiana Pérez Robles, Ideologías y canon en las revistas literarias y culturales de Medellín, 1897-
1912 (Medellín: IDEA, 2013), 11.

16
de Tomás Carrasquilla, Camilo Botero Guerra y Alfonso Castro, en cuyas novelas Díaz
identifica los postulados con que cada uno de los autores por él estudiados ve a la Medellín
de su momento, especialmente en relación con los cambios políticos que afrontó la capital
antioqueña entre 1895 y 1930 20. De otra parte, la propuesta de Rojas López es mostrar la
ciudad y los cambios que ésta tiene cuando ya ha entrado el siglo XX y la creación literaria
ya casi que se ha establecido en la ciudad; pero mostrándola en relación con la ciudad que
se ha expandido y una literatura que ya no es única y exclusiva de las élites, sino que tam-
bién es posible hacerla desde los barrios periféricos, como lo son los lugares donde habitan
los escritores en los que basa su estudio: Tartarín Moreira (seudónimo de Libardo Parra
Toro) y León Zafir (seudónimo de Pablo Emilio Restrepo López)21.

Caso aparte merecen los estudios que sobre Medellín se han realizado en las obras de To-
más Carrasquilla, entre los que se destacan el realizado por Ángela Rocío Rodríguez; así
como el de Juan David Parra Valencia y Beatriz Acosta Ríos; al igual que la biografía inte-
lectual que sobre este autor realizó Shirley Tatiana Pérez Robles 22;otra importante biogra-
fía intelectual sobre Carrasquilla es la de Álvaro Pineda Botero, quien hace un rastreo bio-
gráfico y bibliográfico de este autor, en el que destaca ampliamente los distintos contextos
sociales en que produjo sus obras, siendo Medellín uno de los más importantes escenarios
de sus narraciones23; análogas son las referencias y el diálogo hipertextual que Juan Gui-
llermo Gómez realiza sobre la obra de Carrasquilla en contraste con la de otros escritores
que de alguna forma intentaron continuar su labor literaria, como Jaime Sanín Echeverri.
Para entender la relación existente entre la obra de Carrasquilla y su contexto social y cul-
tural son importantes los estudios que Jorge Orlando Melo hizo sobre el autor dominicano.

20
Díaz Aldana, “La imagen de ciudad en las obras de Tomás Carrasquilla, Camilo Botero Guerra y Alfonso
Castro”.
21
Manuel Bernardo Rojas López, El rostro de los arlequines. Tartarín Moreira y León Zafir: dos mediadores
culturales (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1997)
22
Shirley Tatiana Pérez Robles, “Un hombre de muchos cuentos: Las nociones de tradición y modernización
en la obra de Tomás Carrasquilla. Estudio histórico (1890-1930)”, (Tesis de pregrado en historia, Universidad
de Antioquia, Medellín), 2004.
23
Álvaro Pineda Botero, Tomás Carrasquilla. Vida, creación e identidad antioqueña (Medellín: Editorial
Universidad de Antioquia, 2016)

17
El ciclo de novelas que Carrasquilla tiene sobre Medellín es el que Ángela Rocío Rodrí-
guez utiliza para su análisis histórico de la capital antioqueña en el periodo1890-1930, en
este establece la importancia de la riqueza material de los habitantes de la creciente ciudad
hacia finales del siglo XIX, demostrando la importancia que ejerce en la sociedad el “nuevo
rico”, el que se hace muy evidente en la novela Frutos de mi tierra (1896)24. En el mismo
ciclo de novelas sobre Medellín, Carrasquilla también muestra la importancia de la élite y
su idea de permanencia de las costumbres, tema central en la novela Grandeza (1910), un
retrato literario sobre la clase alta de Medellín. 25 Otra novela de la que se ocupa Rodríguez
para entender el momento de lo narrado por Carrasquilla es Del monte a la ciudad (1936),
tercera parte de la trilogía Hace tiempos (1934-1936) en donde muestra cómo es el tránsito
de la vida campesina a la vida en la ciudad y lo que esto significó para el contexto de Me-
dellín luego de 187026.

Por su parte, Juan David Parra y Beatriz Acosta plantean en la literatura de Carrasquilla
una forma de entender el cambio social, político y económico que empezó a vivir Medellín
luego de 1910, manifiestado con la llegada del cine y la inclusión de nuevas ideas políticas
como el socialismo; algo importante de lo expuesto por Parra y Acosta es la idea de una
sociedad medellinense cursi, cuya vida cotidiana se basa en la imitación de lo kitsch de
moda en Europa27, en un momento histórico en que la ciudad y el campo comenzaban a
separarse y Medellín a adquirir su fisonomía de urbe, donde el progreso material y el desa-
rrollo intelectual habían tomado distintos caminos28.

En la década de 1940 Medellín ya experimentaba varios cambios en su fisonomía urbana y


en su contexto cultural e intelectual; en este último se destaca la llegada a su fin de la gene-
ración que dinamizó la creación literaria en Medellín, encargada de mostrar cómo fue el
cambio de pueblo a ciudad. A esta generación la continuó una que se enfrentó a los proce-

24
Ángela Rocío Rodríguez P., Las novelas de don Tomás Carrasquilla. Un aporte a la historia de la novela
en Colombia, (Medellín: Colección de Autores Antioqueños, 1988), 21-47.
25
Rodríguez P., Las novelas de don Tomás Carrasquilla, 49-71
26
Rodríguez P., Las novelas de don Tomás Carrasquilla, 330-334.
27
Juan David Parra Valencia y Beatriz Acosta Ríos, ¿Hace tiempos Tomás Carrasquilla? (Medellín: Univer-
sidad Pontificia Bolivariana, 2008)
28
Marta Lucía Giraldo Lopera, “Tensión campo ciudad en la novela Ligia Cruz de Tomás Carrasquilla”,
Estudios de literatura colombiana, no. 23 (2008), 239-240.

18
sos de masificación producidos por la expansión del capitalismo y la implementación de
políticas de corte liberal que afrontó Colombia luego de 1930. Para este momento histórico
en la literatura antioqueña se presentaron novelas que mostraron ese cambio, tanto en la
fisonomía urbana como en el pensamiento; tema que es analizado desde la historia intelec-
tual por Juan Guillermo Gómez en el diálogo que establece entre las novelas Ligia Cruz
(1920 y Hace tiempos de Tomás Carrasquilla y Una mujer de cuatro en conducta de Jaime
Sanín Echeverri; así como los postulados de Fernando González sobre el prototipo de inte-
lectual que aparece en Medellín al finalizar la década de 1920, representado en el libro
Viaje a pie (1929)29.

1.2 La literatura como materia historiográfica y teórica

En el primer número de la revista La Miscelánea en 1886, el autor y crítico literario Fran-


cisco de Paula Muñoz, bajo el seudónimo de Mingrelio, enunciaba uno de los peligros más
importantes que acechaban a la creación literaria: la imitación de las formas, el lenguaje y
los escenarios extranjeros:
[…] una de las faltas capitales de los que aquí escriben, es el no buscar las ana-
logías ó las semejanzas que son el alma de las comparaciones, en la naturaleza y
en los hechos observados por ellos mismos. Todo lo sacan de libros europeos.
Da risa oír hablar en Bogotá ó en Medellín, del canto del ruiseñor ó de la alon-
dra que no han conocido ni oído nunca, de las hermosas mañanas de Abril, que
serán tan espléndidas como se quiera en Europa ó en las zonas templadas; pero
que aquí son las más tristes, las más nubladas, las más desapacibles y las más
húmedas. Frío e insensible queda el espíritu cuando se oye comparar por nues-
tros literatos una cosa cualquiera á la primavera, al otoño, o a cualquier otro fe-
nómeno de otros climas, de esos que apenas conocemos y que conocen ellos,
por los libros de geografía.30

De lo anterior se desprende que la literatura antioqueña de finales del siglo XIX tiene un
marcado acento europeo, bajo el cual no es posible retratar la sociedad antioqueña en su

29
Juan Guillermo Gómez, “Otro juicio sobre Carrasquilla, Fernando González y Sanín Echeverri. Ensayo
sobre el proceso de masificación de Medellín”, Colombia es una cosa impenetrable. Raíces de la intolerancia
y otros ensayos sobre historia política y vida intelectual (Bogotá: Diente de león, 2006), 183-215.
30
Francisco de Paula Muñoz (seud. Mingrelio), “Un crítico impertinente”. La Miscelánea 1 de febrero, 1885,
8.

19
conjunto. Según los investigadores Dora Helena Tamayo Ortiz y Hernán Botero Restrepo,
la madurez de la literatura antioqueña solo se dio luego de la Guerra de los Mil Días (1899-
1902); a este estado se llegó luego de la realización de una reflexión crítica en torno a la
problemática estética, especialmente en la literatura. Aunque Tamayo y Botero sostienen
que esta imitación surgió a partir de la lectura, observación, conocimiento y reflexión de
“las grandes obras de la literatura universal, acompañado por la discusión en torno a los
fundamentos estéticos de la creación literaria, de la Grecia homérica a las inquietudes gene-
radas por la lectura de Nietzsche”31.

Es famosa la polémica desatada en la década de 1890 entre los asistentes a la tertulia del
Casino literario donde se argumentaba, por muchos de sus miembros, que en Antioquia no
era posible encontrar material novelable de una buena calidad; a lo que Tomás Carrasquilla
(1858-1940) y Carlos E. Restrepo (1867-1937) respondieron que sí, lo que derivó en que el
primero probara su idea mediante la escritura de su novela Frutos de mi tierra. 32. Es esta la
temporalidad en la que se produjo un importante desarrollo en las publicaciones y revistas
de carácter literario, así como el aumento de las tertulias, tanto en Medellín como en el res-
to de municipios de Antioquia;33 fue en esta década que surgió lo que se ha denominado por
la historiografía literaria como ‘Quinquenio de oro de las letras antioqueñas’ (1895-1899)34.

Esta idea de la imitación de lo europeo no es algo que ocurre solo en la producción literaria
antioqueña de la segunda mitad del siglo XIX. Este último periodo, y sobre todo la última
década, fue también el momento en que en el orden nacional y desde lo político se importa-
ban de Europa las formas de gobierno, pensamiento, educación y administración religiosa. 35
Así las cosas, en una sociedad como la antioqueña, cuya producción literaria osciló entre la
imitación y la recepción, cabe destacar los textos que se pueden resaltar como identitarios
31
Dora Helena Tamayo Ortiz y Hernán Botero Restrepo (Compiladores), “Los inicios de una literatura regio-
nal”, en Inicios de una literatura regional. La narrativa antioqueña de la segunda mitad del siglo XIX (1855-
1899). (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2005), xxxiii, xxxiv.
32
Patricia Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad. Medellín y Antioquia, 1850-1930. (Bogotá: Fondo de
Cultura Económica, 2004), 261.
33
Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad, 379-380, 383-384.
34
Jorge Alberto Naranjo Mesa, “El relato y la poesía en Medellín, 1850-1930”, en Historia de Medellín, ed.
Jorge Orlando Melo (Medellín: Suramericana de Seguros, 1996), 459-461.
35
Frédéric Martínez, El nacionalismo cosmopolita. La referencia europea en la construcción nacional en
Colombia, 1845-1900. (Bogotá: Banco de la República, 2001), 469-474.

20
de un pensamiento estético que condujera a la creación de una literatura propia, que retrata-
se la ciudad y la región.

En su ensayo titulado La sencillez (1914), Tomás Carrasquilla expuso que la intención de


los habitantes de Medellín era ocultar lo que significaba ser antioqueño, pues el aceptar
pertenecer a la región podía considerarse como sinónimo de incultura36. En la estética an-
tioqueña se presentan muchos casos de imitación de lo europeo, tanto en las artes como en
la educación, o en la creación literaria, pero especialmente en la vida cotidiana. En este
último aspecto las élites medellinenses buscaban que sus residencias fueran imitación de los
museos y galerías artísticas de Europa, actitud harto criticada por Carrasquilla, para el es-
critor antioqueño a la sociedad medellinense le hacía falta saber reconocerse y aceptar lo
sencillo de su vida todavía pueblerina:
¿Habrá sencillez en Medellín? ¡Ojalá! Nos hemos metido a grandes y no alcan-
zamos a medianos; a ricos, y la pobreza nos corroe; a sabios, y en nuestra igno-
rancia acabaremos por sentirnos unos pozos de sabiduría. Nos falta el valor de
ser lo que somos: unos pobrecitos montañeros 37.

En este ensayo Carrasquilla argumenta que lo que no le es propio a los antioqueños conlle-
vaba una pérdida de identidad; pues para cada pueblo lo más viable era lo original. Desde
este punto de vista se analizará la literatura antioqueña en su forma de representar la ciudad
a partir de uno de sus principales exponentes, quien sometía a la crítica a la forma en que
sus contemporáneos veían el mundo, siguiendo la dicotomía que se presenta entre el campo
y la ciudad, así como los planteamientos de Simmel sobre las grandes y las pequeñas ciu-
dades.

Las revistas que surgieron en Medellín durante el denominado ‘Quinquenio de oro’, espe-
cialmente La Bohemia alegre, El Montañés y El Repertorio Ilustrado; así como La Misce-
lánea—que ya existía desde años antes—exponían en muchas de sus líneas editoriales la
importancia de dar difusión a las creaciones regionales, estableciendo—en un sentido críti-
co—una visión propia de la ciudad y la creación literaria que sobre ella existía, era una

36
Tomás Carrasquilla, “La sencillez”, en: Obra completa. Volumen III (Medellín: Editorial Universidad de
Antioquia, 2009), 314.
37
Carrasquilla, “La sencillez”, 320.

21
nueva generación la que se apoderaba de este tema. Es así como Jesús Ferrer proponía en la
presentación del primer número de La Bohemia Alegre, que “el espíritu sano y las ideas
nuevas deben ser cosmopolitas, no contentándose con los sollozos ahogados, que no podrán
escucharse más allá de esta cintura de montañas que nos aprisiona” 38. Estas palabras de
Ferrer son el ejemplo de lo que las generaciones que recibían el siglo XX con cerca de 40
años o menos, entendían por creación literaria, enfocados en una creación que imitaba las
formas de escritura en boga en Europa, así como el modernismo hispanoamericano impul-
sado por Rubén Darío.

Esta generación se manifestó en términos críticos con la anterior en la polémica que se


desató en 1899 en la revista El montañés entre Efe Gómez (Francisco Gómez) y su antiguo
maestro José María Escovar. Este último publicó en la revista citada una crítica al tipo de
literatura tan alejada de los problemas morales hecha por la generación de Gómez y repli-
cada por revistas como El montañés; a lo que Gómez contestó que el tipo de literatura reali-
zada por escritores como él y demás contemporáneos, era una forma de hacer visible a las
personas que habían sido ocultadas por el sistema político, con lo que además insinuaba
una forma de entender el país y el territorio independiente a las visiones conservadoras o
liberales39.

Si se hace un contraste entre la postura filosófica y literaria de Efe Gómez, y los postulados
de Jesús Ferrer al iniciar la publicación de La Bohemia Alegre, con las críticas que Francis-
co de Paula Muñoz hacía de la imitación de lo extranjero, se puede ver que los escritos de
la década de 1890 no buscaban imitar las palabras de los autores europeos, sino que busca-
ban hacer parte del mundo literario, en otras palabras, querían insertar a Antioquia y Co-
lombia en el contexto literario mundial. Según el crítico literario uruguayo Ángel Rama, la
literatura que se produce a partir de la segunda mitad del siglo XIX en la ciudad latinoame-
ricana—la que él denomina como ‘Ciudad modernizada’—buscaba darle cabida a todos los
habitantes de un mismo territorio, teniendo el escritor la obligación de luchar contra los

38
Jesús Ferrer, “Inicial”, La bohemia alegre, octubre de 1895, 1.
39
José María Escovar, "Lo que salga", El Montañés. Revista de literatura artes y ciencias, diciembre de 1898,
2-11.

22
privilegios que solo un determinado sector había heredado de la ‘Ciudad letrada’—la cual
se remonta hasta el poder colonial—demostrando que la creación literaria tiene como obje-
to describir los escenarios sociales, y darle cabida a los distintos actores sociales. 40

Si bien en la literatura antioqueña la propuesta estética, filosófica y literaria es muy escasa


con respecto a las literaturas de otras partes del mundo, en ella sí es posible rastrear argu-
mentos que pueden ayudar a la construcción de una teoría propia sobre la forma de repre-
sentar los problemas del territorio. Es así como la creación literaria en la ‘ciudad moderni-
zada’, a la que se puede adscribir la Medellín de finales del siglo XIX y principios del XX,

recurre a conceptos y teorías que no son propias de la literatura, sino de la filosofía. Rama
explica que bajo esta denominación de las ciudades se hace importante la obra de pensado-
res como Spencer, Pestalozzi o Mann41, pero en la literatura antioqueña tiene más cabida la
obra de otros autores como Friedrich Nietzsche, en cuya filosofía Efe Gómez construye
muchos de sus relatos42. Así mismo, la literatura antioqueña se basa siguiendo la literatura
francesa, y es de esta de donde se extrajeron muchos modelos de creación, e incluso de es-
tética; es el reflejo de la figura del dandy, destacado, entre muchas obras, en Frutos de mi
tierra de Tomás Carrasquilla.

De este modo es posible proponer que la literatura hecha en Antioquia a partir de 1870 tie-
ne dos momentos, uno en que lo que importa es la exposición de temas morales, representa-
tivos de la sociedad dominante, inspirados en los paisajes, lugares y palabras de la literatura
europea, principalmente la francesa; mientras que en un segundo momento la influencia
propia de lo extranjero tiene como objetivo la ruptura con las formas tradicionales de ver el
mundo inspiradas por la literatura, costumbrista y romántica. Es en este momento cuando
obras como las de Baudelaire o Nietzsche adquieren resonancia entre los antioqueños, pues
a partir de ellas establecieron críticas a las instituciones y se mostró un nuevo modo de vi-
da, en el que la literatura adquirió una característica más social y se hizo posible que en ella
sea reflejaran los problemas cotidianos.

40
Ángel Rama, La ciudad letrada. (Hannover: Ediciones del Norte, 1984), 72-75.
41
Rama, La ciudad letrada, 72.
42
Sebastián Pérez Morales, “Tragedia y denuncia en tres cuentos de Efe Gómez”, (Monografía de pregrado en
filosofía, Universidad de Antioquia, 2015), 20.

23
El escritor español Benito Pérez Galdós, uno de los más leídos y admirados en Antioquia
durante el periodo estudiado, en su discurso ante la Academia Española de la Lengua, titu-
lado ‘La sociedad presente como materia novelable’, destacó la importancia de representar
en la literatura los fenómenos sociales, otorgándole a la literatura una característica testi-
monial como exponente de los cambios que se presentan, sobre todo en la vida acelerada
que se llevaba en las ciudades, tema en que se asemeja a Simmel. Para Pérez Galdós, el
principal protagonista de la literatura es la sociedad que cambia y se renueva, en la que ya
existe una clase media, producto del ascenso social de algunos individuos del pueblo, y de
la decadencia de la aristocracia 43.

Es este uno de los principales aspectos que la literatura de finales del siglo XIX toma en
Antioquia. La literatura se convierte en un documento histórico y sociológico para entender
la forma de vida de una sociedad. Es a partir de esta premisa que en la presente investiga-
ción se estudió de lo que se escribió en Antioquia, para así entender cómo era la ciudad de
Medellín y qué tipo de personas la habitaban durante el periodo en el que Antioquia se con-
solidó como una de las regiones más prósperas de Colombia, y Medellín un importante
centro industrial y económico, pero también un centro cultural propicio para el desarrollo
de ideas.

De esta forma, en la presente investigación se abordará también la historia de Medellín co-


mo una ciudad, y como un lugar en donde las clases sociales que la componen manifesta-
ban los distintos modos de vida bajo los cuales se desarrollaron escenarios urbanos; se recu-
rrirá entonces a la literatura como fuente de análisis histórico, pues esta es de gran ayuda
para comprender la vida cotidiana en el periodo a estudiar. En esta etapa, en la que Europa
entraba a la modernidad y América Latina quería imitarla, la literatura y la creación literaria
se hacen una fuente importante para llegar a una comprensión del momento, en el sentido
riguroso que la operación historiográfica plantea; pues la literatura es una de las principales
fuentes para entender, no solo la vida cotidiana, sino también las ideas que hicieron parte de
la mentalidad de una época en concreto; en este sentido es necesario recurrir a lo que plan-
tea Marshall Berman en su clásico estudio Todo lo sólido se desvanece en el aire, donde
43
Benito Pérez Galdós, Ensayos de crítica literaria (Barcelona: Península, 1999), 224-225.

24
expone que la modernidad a partir del siglo XIX es un estado espiritual y material, rodeado
de importantes cambios en el desarrollo del arte y del pensamiento, pero que este sólo está
inserto en la cabeza de quienes lo viven. De esta manera la literatura es una de las fuentes
que más ayudan a entender el desarrollo de esa modernidad, en la cual Berman destaca la
importancia de Baudelaire para París o de Gogol y Dostoievski para San Petersburgo 44.

La literatura en Antioquia no solo sirvió para contar o narrar una historia (verídica o ficcio-
nal); también buscó dar a conocer los pensamientos de distintos autores y con ello una for-
ma de entender la ciudad, los municipios y la región. El escenario político que tuvo que
afrontar Colombia durante el siglo XIX estuvo marcado por una constante lucha política
entre conservadores y liberales, lucha a la que no escapó ningún colombiano, y quienes se
dedicaban a la literatura querían hacer de esta práctica su tribuna política. Aparte del pen-
samiento político, también entró al debate literario la forma de narrar al país, la región y la
ciudad, buscando privilegiar los acentos regionales característicos; no es gratuito que la
idea de ciudad que se puede ver en la literatura antioqueña tenga en su mayoría de represen-
taciones una crítica a las concepciones morales impuestas desde el periodo colonial; mu-
chas de estas, al estar respaldadas por la Iglesia, ya hacían parte del sistema político y cultu-
ral de la época; curiosamente en este sentido hubo muchas críticas por parte de los escrito-
res antioqueños, incluso los afiliados al Partido Conservador45.

Distintos escritores antioqueños quisieron hacer de su literatura una forma de mostrar y


documentar la ciudad y la región, en muchos de ellos se nota la intención por dar a conocer
la historia del periodo colonial o del proceso de independencia, con lo cual se puede con-
cluir que se evidencia su pertinencia como fuente histórica. En la literatura que narró y des-
cribió el pensamiento antioqueño del momento también se evidencia una idea por dar a
conocer a las generaciones futuras la sociedad de su momento. La literatura antioqueña, en
especial la narrativa, se convirtió en el principal referente para entender a Antioquia y su

44
Marshal Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad (México: Siglo
XXI Editores, 2008), 3, 129-132, 199-218, 236-240.
45
Naranjo Mesa, Estudios de filosofía del arte Volumen IV, 52-54.

25
pensamiento. Los cuentos y cuadros de costumbres escritos antes de 1878 46 tenían por obje-
to dar a conocer cómo era el pensamiento antioqueño en la cotidianidad de los habitantes de
la región; en contraposición a esto se encontraba la poesía, que en su mayoría estaba imi-
tando formas líricas y metafóricas de otros lugares del mundo, como lo critica Francisco de
Paula Muñoz en el cuento antes mencionado.

El mismo Francisco de Paula Muñoz fue el personaje que sirvió de inspiración a Ricardo
Restrepo para personificar a don Sempronio, el protagonista de su cuento ¡Si yo fuera dic-
tador!, quien se opone a la forma en que la juventud está adoptando las ideas literarias pro-
venientes de Europa, especialmente en materia lírica y estética, de donde se adoptó el ro-
manticismo como algo propio para la creación literaria; de allí se tomó la costumbre de
adoptar sufrimientos para que sus creaciones figuraran en las publicaciones literarias, la
idea de don Sempronio hacer...
[...] que a cada poeta de los que lloran por gusto y por hacer bulla le metieran
cincuenta azotes a calzón quitado, para dar motivo a sus lágrimas. […] les haría
seguir causa como a vagos y los enviaría a las orillas del Magdalena, a inmedia-
ciones del camino carretero que el gobierno piensa abrir. Allí podrían admirar
las bellezas de la naturaleza y hacer con sus arpas y laudes toda la bulla que
quieran […] A todos esos escritores que nos dan una idea disuelta en cuatro pá-
ginas y en ochenta acápites, y que nos la propinan de a poquitos como si temie-
ran que nos indigestara, los haría poner a rigurosa dieta y solo permitiría que se
alimentaran con dosis homeopáticas, para que aprendieran a escribir de corrido
y no en ese estilo que podríamos llamar de pujos. 47

La literatura antioqueña posterior a la segunda mitad del siglo XIX, según lo anterior, se
puede tomar como una forma de conceptualizar la sociedad en la que fue realizada; sus
creadores se ocuparon, más que por escribir, por intentar plasmar una visión de su mundo;
visión que comienza en la esfera política pero que se extenderá hasta plantear cómo inter-

46
Se toma esta fecha como referente cronológico por ser el año en que se publica la compilación Antioquia
literaria de Juan José Molina, la cual se puede tomar como el primer intento por reunir la creación literaria
hecha en Antioquia desde el periodo de la Independencia hasta el momento en que se publica dicha antología.
En ella se destaca la presencia de muchos géneros literarios, así como la participación de muchos autores
pertenecientes a los dos partidos políticos.
47
Ricardo Restrepo, “¡Si yo fuera dictador!” en Antioquia literaria, compilador Juan José Molina, (Medellín:
Colección de Autores Antioqueños, 1998), 566, 569, 571.
La idea que don Sempronio corresponde en la vida real a Francisco de Paula Muñoz es tomada de la investi-
gación que hace Juan José Hoyos sobre Muñoz, a quien denomina el padre del periodismo en Colombia.
Juan José Hoyos, Un pionero del reportaje. Francisco de Paula Muñoz y “El crimen de Aguacatal” (Mede-
llín: Hombre Nuevo Editores, 2002), 81.

26
pretar la historia nacional y regional; así como la forma para mostrar la sociedad y, funda-
mental en la literatura, cómo escribir. Las polémicas políticas que se iniciaron desde el
periodo de la Independencia se transformaron durante todo el siglo XIX hasta llegar a la
década de 1920, momento en el que en Antioquia ya existían más medios para el debate y
las polémicas, tanto políticas, estéticas o literarias.

La presente investigación busca mostrar cómo es vista Medellín desde la literatura en los
distintos años que en ella se abarcan; al plantear pregunta sobre qué tipo de ciudad es y
cómo la vieron distintos escritores, que a su vez eran la voz y el reflejo de distintas clases
sociales o pensamientos políticos; bajo este punto será posible observar en qué momento
Medellín se convirtió en una ciudad según las distintas personas que la narran y cómo se da
el proceso de inserción de Medellín y Antioquia en el contexto político e intelectual co-
lombiano. Así mismo se busca hacer un acercamiento a la historia de la literatura antio-
queña y las formas que ésta ha tenido para representar los escenarios urbanos y las menta-
lidades de quienes los habitaron; al generar la pregunta sobre en qué momento la literatura
deja de ver a Medellín como un pueblo o un escenario con cercanía rural, pues la historia
de Medellín tiene esta dualidad: paralelo a la industrialización y al crecimiento urbano aún
persistía en sus habitantes la herencia colonial española ligada al campo y la ruralidad; de
este modo es posible encontrar en los distintos grupos artísticos y literarios que se confor-
man desde la década de 1860 la idea de mostrar en las creaciones literarias que de ellos
surgieron una forma de entender y narrar la ciudad; además del importante impacto socio-
lógico que tuvieron en la Medellín decimonónica.

De aquí surge la idea de ver una ciudad de contrastes, en la que se nota en la literatura la
diferenciación social existente; de este modo será posible entender que hay dos Medellín:
la de la élite burguesa y la de los arrabales, en la que es difícil encontrar rasgos culturales
comunes pese a residir en la misma ciudad, lo cual significaba compartir muchas veces los
mismos espacios; de estas dos ciudades distintas la que ha de prevalecer y ha de hacerse
más notoria es la de la élite, pues será de donde provienen la mayoría de los escritores que
buscaron documentar a Medellín, pero que a su vez serán críticos de su entorno económico
y al describir a la capital antioqueña lo harán enfatizando en la forma en que la sociedad

27
medellinense imita a la parisina, lo que se denominará como “La sociedad de la aparien-
cia”; esta Medellín será también una ciudad evocativa—sobre todo después de 1920—en la
que se van a destacar las denominadas “crónicas de ciudad”, las cuales, desde la memoria
de sus autores, serán una distinta forma de narrar la ciudad y su historia, pero que historio-
gráficamente merecen un amplio análisis; así como las descripciones que sobre Medellín
hicieron los viajeros extranjeros y colombianos que por ella pasaron. La idea de Medellín
como una sociedad de la apariencia se tomará también en la imitación de las formas cultu-
rales extranjeras, especialmente las modas, la arquitectura y el urbanismo, planteando la
pregunta sobre qué tipo de ciudad es Medellín para quienes la habitan, la escriben y en
muchas ocasiones fueron los protagonistas de estas escrituras.

28
II Medellín: ciudad de letras y de ideas

2.1 Antecedentes: el paso de villa a ciudad. La capital de una provincia que


aparece en el concierto del Estado-nación

Durante el periodo colonial la provincia de Antioquia, por motivos geográficos y adminis-


trativos de la Corona española, estuvo muy alejada de los distintos acontecimientos políti-
cos, sociales y económicos sucedidos en las demás provincias del Virreinato del Nuevo
Reino de Granada; esta actitud de Antioquia no se transformó hasta bien entrado el siglo
XIX, fue muy evidente su inclusión al contexto social, político y económico colombiano
durante el periodo del federalismo, especialmente durante el momento en que Antioquia
estuvo gobernada por Pedro Justo Berrío (1864-1873).

Antes del proceso de Independencia, las distintas administraciones que tuvo Antioquia se
preocuparon por expandir las fronteras agrícolas al interior de la provincia, más que por
insertarse a los medios de producción del régimen colonial48. Esta actitud prevaleció en la
mentalidad antioqueña, como ya se ha dicho, hasta las décadas de 1860 y 1870, momento
en el que la expansión de fronteras por parte del gobierno regional ya estaba casi concluida.
Es este el momento en el que surgen muchos de los elementos que, puede decirse, hacen de
Antioquia (con Medellín a la cabeza) un escenario de la modernidad, como lo son los pe-
riódicos, las vías de comunicación, así como la creación de grupos de discusión literaria
que convirtieron a Medellín en un punto de referencia para Antioquia, y a estos dos, en un
punto de referencia para el país 49.

Si se habla de Medellín como una ciudad de letras, es importante entender desde qué mo-
mento en la ciudad y en sus habitantes surge la importancia de destacarse como un lugar en

48
Beatriz Patiño Millán, Riqueza, pobreza y diferenciación social en la Provincia de Antioquia durante el
siglo XVIII (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2011), 5.
49
Jairo Morales Henao, La ciudad y sus escribas (Medellín: Instituto Tecnológico Metropolitano, 2009), 15.

29
el que se privilegia la producción de pensamiento. La educación y la instrucción pública
fueron un tema puntual para el desarrollo de lo que podría denominarse como ciudad de
letras y de ideas; según la escasa historiografía sobre la educación durante el periodo colo-
nial, la sociedad antioqueña y medellinense del siglo XIX poco se preocupó por temas rela-
tivos a la instrucción, siendo más alta la preocupación por el aumento de la riqueza econó-
mica50.

Es importante anotar que la capital antioqueña durante el periodo colonial y hasta 1826 fue
Santa Fe de Antioquia, ciudad importante para la economía regional por su cercanía a las
zonas mineras; al tanto que la villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín se con-
vierte en un espacio importante para el escenario económico gracias al comercio, aunque la
población de la futura capital antioqueña se hallaba muy dispersa en las distintas zonas ru-
rales que comprendían su jurisdicción51. Pese a esto la villa de Medellín ya se empezaba a
perfilar, desde finales del siglo XVIII, como un lugar importante para la administración co-
lonial, pues su élite comenzó a ser más importante que la de la ciudad de Antioquia. Esto
último puede entenderse en los elementos de carácter religioso y popular, y es Medellín en
los últimos años del dominio español la población antioqueña que más se destaca en estos
aspectos, especialmente en las festividades de la Virgen de la Candelaria (patrona de la
villa), y en la importancia que habría de adquirir su jerarquía religiosa 52.

Según plantea la investigadora Margarita Garrido en su estudio sobre las ciudades colom-
bianas durante el periodo colonial, la misión de éstas era mantener el orden social y escritu-
rario en ellas y su área circundante53. Esta idea de un orden escriturario remite directamente
a lo que plantea Ángel Rama, quien define la ciudad como un epicentro desde el cual ema-
na el poder, a partir de la palabra escrita y divulgada54. Si se estudia la historia de Medellín
como ciudad de letras e ideas, es importante entender que la concepción de ciudad letrada

50
Luis Javier Villegas B., “¡Si quiere ser alguien, estudie mijo!,” Historia y sociedad 1, no. 2 (1995): 29.
51
Patiño Millán, Riqueza, pobreza y diferenciación social en la Provincia de Antioquia durante el siglo XVIII,
137.
52
Margarita Garrido, “La vida cotidiana y pública en las ciudades coloniales,” en Historia de la vida cotidia-
na en Colombia, ed. Beatriz Castro Carvajal (Bogotá: Editorial Norma, 1996), 137, 157.
53
Garrido, “La vida cotidiana y pública en las ciudades coloniales”, 133.
54
Rama, La ciudad letrada, 72

30
se puede rastrear en la historia de la educación, pues es a partir de ella que en las ciudades
hispanoamericanas surgió la élite intelectual que se vinculará al proceso independentista y
al posterior discurso de consolidación del proyecto de nación.

La hipótesis de Medellín como una ciudad de letras comienza a esbozarse a partir de 1793,
cuando varios vecinos propusieron la erección de un convento de frailes franciscanos, que a
la vez fuera escuela de primeras letras55. Esta petición solo se materializó diez años después
cuando se creó el Convento de la Nueva Fundación de San Francisco, dirigido por fray Ra-
fael de la Serna56, y que fue la génesis de la actual Universidad de Antioquia. Esta institu-
ción fue ligada durante mucho tiempo fue durante mucho tiempo el principal referente para
entender a Medellín como una ciudad de letras e ideas, pues durante el siglo XIX fue el cen-
tro educativo más importante del actual departamento y muchas de las personas que confi-
guraron la élite intelectual de esa época pasaron por sus aulas.

La Medellín que se empieza a consolidar como centro de ideas a principios del siglo XIX,

tiene como objetivo, mediante la labor educativa, además de la formación académica de los
jóvenes de la villa, el prevenir los malos hábitos sociales, pues es muy destacado en la soli-
citud expresada por el Cabildo al Rey, la necesidad de controlar las personas dedicadas a la
vagancia, lo cual era considerado un grave delito según las normativas de la época; bajo
esta premisa el Rey Carlos IV concede el privilegio de la creación del convento franciscano
en Medellín57. Se puede entender entonces que la creación del Colegio-convento de fran-
ciscanos es el punto de inicio de la sociedad intelectual que habría de destacarse en Mede-
llín desde mediados del siglo XIX y hasta mediados del XX. Este análisis es importante to-
marlo desde aquí, pues en los frailes franciscanos se encuentran los primeros elementos
para entender y representar la ciudad; así como en la historia institucional de la Universidad

55
José Antonio Benítez, Carnero y miscelánea de varias noticias, antiguas y modernas de esta Villa de Me-
dellín (Medellín: Instituto Tecnológico Metropolitano, 2006), 111-112.
56
Andrés López Bermúdez, “Colegio de la Nueva Fundación de San Francisco”, en: Universidad de Antio-
quia: Historia y presencia, coordinadora académica: María Teresa Uribe de Hincapié (Medellín: Editorial
Universidad de Antioquia, 1998), 9.
57
Publio Restrepo González y María Resfa Arango Pérez, El castellano, el método y la pedagogía francisca-
na en el primer plan de estudios de la Universidad de Antioquia (Medellín: Universidad de San Buenaventu-
ra, 1993), 153.

31
de Antioquia se ven materializadas las distintas ideas que van a hacer parte del cambio que
afrontó la ciudad; especialmente a partir del proceso de Independencia.

Si bien desde mucho antes en Medellín ya existían escuelas y establecimientos de enseñan-


za, algunos dirigidos por los sacerdotes jesuitas, y otros por particulares, se puede concluir
que la institución que establecen los franciscanos en 1803 tenía un carácter más especial,
dada su intención de dar a los jóvenes de Medellín una formación que fuera más allá de la
gramática, enseñanza que se venía impartiendo desde 172658. La importancia que recae
sobre el Colegio de la Nueva Fundación de San Francisco se puede entender con lo que
vendría a ser la institución en los primeros años del proceso de Independencia, gracias a
que en el edificio que ocupara el colegio-convento durante los últimos años del periodo
colonial, empezaron a darse las primeras discusiones acerca de la floreciente independen-
cia, en estas se destacaron personajes como José Félix y José Manuel Restrepo, Miguel
Uribe Restrepo, Liborio Mejía, entre otros; quienes además dieron un cambio de dirección
a los estudios—pasando de los estudios teológicos a los estudios filosóficos—con lo cual se
remplaza la enseñanza teocéntrica por una antropocéntrica, haciendo evidente el influjo que
tuvo la Revolución francesa en los primeros próceres de la Independencia 59.

En 1811 el movimiento independentista comenzado en Santa Fe el año anterior ya había


tenido eco, tanto en la villa de Medellín como en la ciudad de Antioquia, capital de la pro-
vincia homónima; y es en este sentido que se empieza a observar en ambas poblaciones la
distribución y publicación de pasquines y papeles de carácter anónimo en contra del nuevo
ordenamiento, todavía bajo el gobierno de la Corona española; dichos papeles anónimos, al
decir de sus contradictores fueron hechos por
la mano oculta, alevosa y traidora de quatro reboltosos descontentos, [quienes]
han llegado á fixar, y hasta circular papeles anonimos en esta Prova, venidos de
imposturas propias del medio del que se valen, desacreditando con notoria injus-
ticia al recto imparcial Gobierno, imponiendo en estos pueblos libres y genero-
sos, la servil idea de someterse á extraña [y] remota capital60.

58
Benítez, Carnero y miscelánea, 258-259.
59
Benítez, Carnero y miscelánea, 257-258.
60
“Auto proveido por los señores de la junta superior de Antioquia contra las personas que dan papeles anó-
nimos y pasquines”, Antioquia, julio 22 de 1811 y Medellín julio 29 de 1811, en Archivo Histórico de Antio-

32
Esa “extraña y remota capital”, se desprende es París y lo que el gobierno de Antioquia
busca, recién expedida la nueva Constitución, es evitar la influencia de las ideas de la Re-
volución francesa y de Napoleón. De este documento es importante destacar que en 1811
ya existían en Antioquia algunas personas que a partir de la escritura buscan manifestar sus
ideas en cuanto a los cambios políticos y administrativos en la provincia, lo cual hacen de
manera crítica, de ahí el sentido de su anonimato. Esta idea de hacer una escritura que sea
crítica de la política, se puede entender como el inicio de una literatura que después de
1850 fue crítica también de la sociedad y las costumbres, pero que además es también una
fuente para entender la manera histórica por la cual los antioqueños en general, y los mede-
llinenses en particular, han entendido su región y su ciudad; de ahí la crítica que se hace a
los pasquineros que distribuyeron sus ideas al tener como influencia a la capital francesa,
referente importante durante el periodo estudiado.

Posterior al proceso de Independencia, la nueva nación buscará tener otros referentes dife-
rentes a España, y toma como tal a Inglaterra y Francia 61, naciones que representaban de
mejor manera los valores burgueses, además de ser los rivales históricos de España durante
el siglo XVIII (especialmente en los últimos años del periodo colonial). En materia política
la nueva nación quiso desligarse de la antigua metrópoli y desde muchos aspectos quiso
adoptar las prácticas culturales de Inglaterra y Francia; de la primera se destacan las prácti-
cas escolares, implementadas por orden directa del gobierno presidido por Simón Bolívar,
siendo la más famosa de ellas fue la escuela de Lancaster, cuya pedagogía se basaba en la
masificación de la enseñanza, además de la rigurosidad con la que se impartía ésta 62.

En Antioquia se destaca que desde la década de 1830 ya se tenía noticia de la existencia de


escuelas de este tipo; según el escritor Camilo Antonio Echeverri, conocido como “El Tuer-
to”, en 1832 existían tres escuelas en Medellín, aunque solo a la que él llama pública se le
denominaba de Lancaster, las otras dos (regentadas por mujeres que de manera particular

quia (en adelante Archivo Histórico de Antioquia, Medellín-Colombia), Fondo Independencia, tomo 819,
154r.
61
Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano del siglo XIX. (Bogotá: Planeta, 1996), 43
62
María Teresa Uribe de Hincapié, “Entre santo Tomás y Bentham, en: Historia y presencia, 30.

33
ejercían la docencia), también empleaban los mismos métodos de la anteriormente mencio-
nada:

Una escuela de las de ese tiempo no era ni prójima de una escuela de las de hoy.
// En esa edad y siglos de hierro se daba a las niñas veinticinco azotes, ad pedem
literae, y cuerera de vaqueta a los muchachos, y todo parecía muy natural, muy
bien hecho, muy necesario. El sistema de enseñanza estaba fundado en este afo-
rismo, de verdad reconocida como un dogma: // La letra con sangre entra. // Pe-
ro seré justo: en la escuela de la maestra Caballero, no había castigos crueles, re-
lativamente. Había dos cuartos para encerrarnos: el uno nada tenía de particular;
el otro era simplemente un gran cajón Leviatán, vuelto boca abajo, con una tabla
de quita y pon, que hacía de puerta. // En aquel cuarto, o dentro de ese cajón,
nos metían a los reos, según la gravedad del caso, nos metían a los reos, hom-
bres y mujeres, sin distinción63.

Una diferencia que se puede establecer entre lo que describe Echeverri sobre las escuelas de
primeras letras, como aquella a la que él asiste y la que se establece dos décadas antes por
los frailes franciscanos, es que luego del proceso de Independencia la formación de los ni-
ños y jóvenes ya es una obligación del Estado, y a juzgar por el carácter masificado de la
educación lancasteriana, se puede concluir que se buscaba que los jóvenes salieran del atra-
so cultural que simbolizaba España con respecto a Inglaterra y Francia.

Aparte de la descripción que da Camilo Antonio Echeverri, también se destaca la que sobre
sus primeros años realizó el escritor y actor teatral Eladio Gónima Chorem, publicada a
modo de memorias, bajo el seudónimo de Juan con el título de Vejeces. Aquí Gónima da
cuenta de la existencia de una escuela mixta regentada por las señoras Caballero: Tomasa,
Concepción, Dolores y Petrona; quienes según este autor “tenían una escuela mixta tan
concurrida que no me equivoco al decir que todo el Medellín viejo pasó por allí. 64”

Según se desprende de lo expuesto en las crónicas y memorias de Echeverri y Gónima,


además de las escuelas impulsadas por el gobierno hay otras que son de carácter particular,
como la ya mencionada de las señoras Caballero, y a juzgar por lo que plantea Gónima, se
hizo muy conocida en la pequeña Medellín de la década de 1830; de lo cual ademas se pue-

63
Camilo Antonio Echeverri, “Confesiones, confidencias y memorias de C. A. E.” en: Gente maicera. Mosai-
co de Antioquia la grande, comp. Benigno A. Gutiérrez (Medellín: Editorial Bedout 1950), 73-74
64
Eladio Gónima Chorem, Apuntes para la historia del teatro en Medellín y Vejeces. (Medellín: Tipografía
San Antonio, 1909), 118.

34
de concluir la intención de algunas personas, tal vez pertenecientes a la élite, de hacer de
Medellín una ciudad de letras, empezando por darle a los niños la educación e instrucciones
necesarias. Con esto se puede establecer que existe en Medellín desde esta época una idea
de consolidarse como una ciudad de letras.

La historiografía tradicional señala que el traslado de la capital desde la ciudad de Antio-


quia hacia Medellín en 1826 obedeció a que, políticamente, la segunda población se encon-
traba mucho más activa, en la que además muchos gobernantes desde finales del periodo
colonial habían fijado su residencia y durante el proceso de Independencia Medellín se
convirtió en un importante bastión militar, tanto para los españoles, como para los indepen-
dentistas65. Si se piensa a Medellín como una ciudad de letras e ideas se puede concluir que
esta fue la nueva capital al haber desarrollado y consolidado, para los años en que se trasla-
da la sede política de Antioquia, grupos artísticos y literarios que, aunque ligados con lo
político, le dan una característica distinta a la villa, convirtiéndola en un punto de referencia
para los jóvenes antioqueños que veían en Medellín la oportunidad de destacar más adelan-
te, bien fuera en la política, las letras, las artes o las ciencias. Estas características se empie-
zan a notar desde la década de 1830, como destaca Eladio Gónima en sus Apuntes para la
historia del teatro en Medellín, quien recuerda que desde estos años ya se había pensado
establecer una compañía dramática, idea que provenía de la élite y que fue respaldad por el
gobierno de la Provincia, quien facilitó el uso del Colegio Provincial (antiguo convento
franciscano y posterior Universidad de Antioquia); en relación al teatro, se puede destacar
que las obras que originalmente se representaban fueron escritas por Moliere y Voltaire,
escritores franceses que representan los inicios de la influencia francesa en territorio antio-
queño66.

La élite medellinense, como señala el sociólogo e historiador Fernando Botero Herrera,


tuvo una mentalidad que vivió entre dos mundos: el colonial y el independiente, con lo cual
la idea de ciudad o de Estado-Nación estuvo hasta luego de la mitad del siglo XX muy in-

65
Francisco Duque Betancur, Historia del Departamento de Antioquia. (Medellín: Albion Interprint, 1968),
603-606.
66
Gónima, Apuntes para la historia del teatro en Medellín y Vejeces, 3-6

35
fluenciada en lo que España habría implantado durante los tres siglos de dominio colonial
en territorio antioqueño. Esta ligazón con España se mantiene gracias a que las familias de
clase alta y media eran educadas bajo la estructura colonial, pero ya se inspiraban en las
consignas de la Revolución francesa, 67 es por esto que la historia política de Medellín tiene
características muy especiales, que se notan en el diario vivir de sus habitantes, dicotomías,
que la literatura describe de muy buena manera, pues si bien esta no es una fuente que apor-
te datos exactos y relaes, sí es una forma de entender las experiencias estéticas que confor-
man el día a día de una sociedad, que a falta de sociólogos que la conceptualizaran tuvo
escritores y literatos que la describieron.

2.2 La consolidación de un proyecto político y el florecimiento de una idea de


ciudad en sus habitantes

En 1893 el escritor Lucrecio Vélez, bajo su seudónimo de Gaspar Chaverra, plantea que es
en la década de 1870 cuando Medellín se empieza a transformar de villa a ciudad:

De uno á otro día fue desperezándose la villa, y tomando aspecto y humos de


ciudad. De una zancada echó abajo el puente de techo y palos de Junín y hasta
derribó la casa vecina, para hacer otro de fábrica y dar paso franco a la avenida
del Sur. De otra tiró lejos á Rafael Vélez y su fonda de chicha y empanadas, hi-
zo mesa gallega con un gordo que vivía de la coima allí a la espalda y vino a
ocupar los bazares desiertos y polvosos del garito un gran surtido de chucherías
alemanas y francesas. Como hasta cuatro cachacos empezaron á montar por la
tarde en galapaguitos ingleses con estribos de aro. Alboraban los primeros días
de la ópera, la Mazetti estaba en puertas y Medellín se limpiaba de sus grandes
tipos. Cosas del otro jueves que recuerde uno con agrado y pesadumbre ¡Siem-
pre es triste ver que la vida que se nos va! // […] La ciudad iba alzando los
hombros y dejando caer la ropa sucia, los trapos rotos sobre todo. Pasaron desde
entonces una porción de años y como treinta guerras entre grandes y pequeñas.
Juzgue el lector cuántas serían cuando la antigua villa, tropiezo aquí y caigo más
allá, había llegado á Obispo, telégrafo, plaza de mercado, teléfono, parque, esta-
ba en vísperas de estatua y con deseos, pero deseos de muchacha pobre y huér-
fana, de perpetrar un ferrocarril68.

67
Fernando Botero Herrera, Estado, nación y provincia de Antioquia. Guerras civiles e invención de la re-
gión, 1829-1863 (Medellín: Hombre Nuevo Editores, 2003), 35
68
Lucrecio Vélez (Seudónimo Gaspar Chaverra), “Veinte años después!”, en: El Repertorio. Revista men-
sual ilustrada, octubre de 1896, 154-155.

36
Esta idea de ciudad, que según Vélez se
presenta en la década de 1870, es parale-
la a los años del gobierno de Pedro Justo
Berrío (1864-1873), durante este tiempo
se impulsaron las transformaciones que
hicieron que Medellín fuera una ciudad
con un importante peso en materia políti-
ca, social, cultural y educativa a nivel

nacional. Elementos como los que men- Pastor, Restrepo, "Carrera Junín" (1870). Archivo
Fotográfico Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Todavía
ciona Vélez en su relato: ciudad con au- se nota en la fotografía el empedrado tradicional en las
calles coloniales, pero se evidencian en los edificiosde tres
toridad religiosa, con centro económico pisos la mentalidad de construcción urbana en boga en
y con infraestructura en materia de co- Europa.
municación y transporte, así como la misma transformación urbana, son los objetos claves
que pueden hacer de Medellín una de las ciudades que José Luis Romero definió como
burguesas; si bien este tipo de ciudades se relacionan más con las capitales de país que con
las de provincia, éstas últimas también se pueden catalogar como tales mediante el desarro-
llo de industrias y casas comerciales.

Para el caso de Medellín, Romero señala que


[…] un promotor industrial, Pedro Nel Ospina, inició una industria textil, a la
que se sumaron luego otras—cerveza, vidrio, chocolate, loza—que activaron in-
tensamente a la ciudad. De 37000 habitantes que tenía en 1880, llegó a tocar los
100000 en 1930, en una expansión que continuaría luego acentuándose.69

Estas características que señala Romero en el crecimiento de Medellín, también son visibles
en otras obras literarias, en las que también se puede leer cómo el desarrollo industrial y el
crecimiento poblacional hicieron de Medellín una de las ciudades más importantes del país.

En la escala cronológica de análisis que plantea Romero acerca de las ciudades, las que él
denomina burguesas están precedidas de las patricias, en las que uno de sus rasgos funda-

69
Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 255-256.

37
mentales es la estrecha relación entre lo rural y lo urbano 70. Este tipo de ciudades puede
ubicarse en la temporalidad comprendida entre 1820 y 1870, y durante estas cinco décadas,
e incluso en las siguientes, Medellín tendrá muchos de estos rasgos. La relación entre lo
rural y lo urbano en la literatura que narra y describe a Medellín es una de las característi-
cas más importantes de ella. Investigadores y estudiosos de la literatura antioqueña, como
Dora Helena Tamayo, Hernán Botero Restrepo y Jorge Alberto Naranjo Mesa, sostienen
que la literatura antioqueña tiene un crecimiento fuerte a partir de la década de 1850, cuan-
do en periódicos empiezan a publicarse distintos escritos (crónicas, cuadros y poemas prin-
cipalmente) que retratan la Medellín de la época, con sus entornos y sus costumbres, en
ellos se hace muy notoria una población pequeña y que desde la creación literaria se ve
muy bucólica, como lo destaca Epifanio Mejía en su poema Medellín visto desde el Pan de
azúcar (1857):
De aquí de este inmenso cerro/ yo contemplo tus llanuras: / miro tus frescas
verduras como esmeraldas lucir. / Y en cada flor que la tierra/ brota para darte
grano/ Mis ojos ven un arcano, / ¿sabes cuál? Tu porvenir. // De aquí miro tus
arroyos/ como lucientes diamantes, / como las aguas brillantes/ que Dios le
mandó al Jordán, / y ese río silencioso/que sin detenerse rueda,/ cual blanco fa-
jón de seda/ tendido en la inmensidad71

Dos décadas después Medellín conti-


nuaría con unos paisajes rurales do-
minantes en su mayoría; según cuenta
Lisandro Ochoa en Cosas viejas de la
Villa de la Candelaria (1948), al fina-
lizar el siglo XIX esta tenía pocos ha-
bitantes―aproximadamente treinta
mil según un censo reciente―muy

Escovar, Gonzalo. "Quebrada arriba" (sf), Testigo ocular. La pequeña, su área urbana se circunscri-
fotografía en Antioquia, 1848-1950 (Medellín: Biblioteca
Pública Piloto de Medellín-Editorial Universidad de bía solamente a las calles que en la
Antioquia, 2009), 79
actualidad conforman el centro de la

70
Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 255-256.
71
Epifanio Mejía. “Medellín visto desde el Pan de Azúcar” en: Poesías escogidas, (Medellín: Cámara de
Comercio de Medellín: 2000), 32.

38
ciudad; además de contar con seis templos, tres colegios para varones, entre ellos el semi-
nario; un colegio para señoritas; dos escuelas públicas para niños de ambos sexos; una es-
cuela normal para varones y otra para mujeres; dos escuelas privadas para niños y una para
niñas; al igual que un colegio privado para ambos sexos. Entre los establecimientos comer-
ciales se destacaban, entre otros, tres bancos, cuatro hoteles, seis boticas, catorce consulto-
rios médicos, un teatro, una casa de locos y un hospital de caridad. El resto de Medellín,
según Ochoa, eran mangas y solares.72.

En la novela Frutos de mi tierra de Tomás Carrasquilla se puede apreciar esto con más de-
talle, en uno de sus capítulos hace una descripción del paisaje medellinense, en el cual se
destaca la primacía de un ambiente rural, a pesar de notarse allí los primeros pasos hacia la
industrialización. Dicho paisaje es contemplado desde un cerro denominado El Cucaracho,
donde en la actualidad se ubican algunos barrios aledaños a Robledo, y que para finales del
siglo XIX fue el sitio preferido para asentar casas de recreo debido a sus buenas condiciones
climáticas y al hallarse libre de la influencia de la quebrada la Iguaná, que arrasó con dicha
fracción en 188073. Si se analiza desde una perspectiva geográfica, se puede notar la com-
pleta descripción que se hace del Valle de Aburrá, en el cual, “no muy lejos, hacia el sud-
oeste, imponente y magnífica como el sentimiento que la levantó, esbelta como la gente que
habita esa región, blanquea la torre de Envigado 74”; para que esta población antioqueña
pueda ser apreciada desde El Cucaracho se requería que tanto Medellín como Envigado se
diferenciaran el uno del otro, demostrándose el carácter rural de ambas poblaciones. En un
contraste con la actualidad se puede notar que las zonas urbanas de los municipios de Bello,
Medellín, Itagüí, Envigado, Sabaneta y La Estrella están comunicadas entre sí, y una ima-
gen satelital de estas poblaciones daría pie para que alguien que no conoce el contexto del
Valle de Aburrá infiriera que son la misma ciudad.

72
Lisandro Ochoa. Cosas viejas de la Villa de la Candelaria. (Medellín: Colección de Autores antioqueños,
1984), 7-8
73
Manuel Uribe Ángel. Geografía general del estado de Antioquia en Colombia. (Medellín: Ediciones auto-
res antioqueños, 1985), 133.
En su Geografía… Manuel Uribe Ángel se refiere a esta población con el nombre de Aná. El desbordamiento
de la quebrada La Iguaná también es tratado por Lisandro Ochoa en Cosas viejas…, 244.
74
Tomás Carrasquilla, “Frutos de mi tierra” en: Obra completa Volumen 1. (Medellín: Editorial Universidad
de Antioquia, 2009),148

39
El carácter industrial que caracteriza actualmente a Medellín, aunque se esboza en Frutos
de mi tierra, es en la novela Una mujer de cuatro en conducta (1948) de Jaime Sanín Eche-
verri—desarrollada en la década de 1930—en donde se puede apreciar mejor la llegada de
la industrialización, a la par con el desarrollo de diferentes campos educativos, principal-
mente la instalación de cátedras de mineralogía. Al apreciar la panorámica de Medellín
desde el alto de Santa Elena, se evidencian los cambios que la industrialización y el desa-
rrollo, tanto económico como educativo, trajeron a Medellín, ya que la mejor analogía que
se hace de Medellín es la comparación con la batea de un minero, siguiendo algo expuesto
por Efe Gómez. Su protagonista Helena Restrepo, quien al comienzo de la narración sólo
tiene quince años, mira a Medellín como su más grande aspiración;75 reflejando así el ca-
rácter centralizador que a lo largo de la historia ha tenido Medellín, tanto para antioqueños
como para personas provenientes de otras regiones de Colombia y del extranjero. Si bien en
esta novela ya Medellín ha comenzado su etapa industrial, en ella se puede leer que aún la
ciudad conserva una relación muy fuerte con el campo, del que apenas empieza a despren-
derse, como el mismo autor lo da a entender en distintos apartes de la novela.

Según la clasificación que esta-


blece Romero para las ciudades
latinoamericanas a la Medellín
de finales del siglo XIX es posi-
ble integrarla tanto en las ciu-
dades patricias como en las
burguesas, pues tiene rasgos de
ambas caracterizaciones. Si se
analiza la historia de las ciuda-
Gonzalo Gaviria, Desfile de Industria y Comercio (1893), en: Lon- des latinoamericanas, en este
doño Vélez, Testigo ocular, 71.

75
Jaime Sanín Echeverri, Una mujer de cuatro en conducta o la Quebrada Santa Helena. (Medellín: Editorial
Universidad de Antioquia/ Municipio de Medellín, 1995), 28.
Si bien la primera edición de la novela es posterior al año final del presente estudio histórico, me permito
agregarlo por ser un documento literario importante para comprender la historia de Medellín en su relación
con la literatura; además su narración está ambientada en la última década de la presente investigación, por lo
cual sirve como testimonio de la época descrita.

40
caso Medellín, bajo la óptica que plantea Ángel Rama en La ciudad letrada, se puede rela-
cionar a Medellín con la Ciudad modernizada en la cual la educación y la formación profe-
sional e intelectual tienen un importante lugar en su desarrollo social e intelectual. Esta
ciudad, la que según Rama introduce el “imperio de la letra,” introduce también nuevos
grupos sociales que son visibilizados en las artes, y la literatura una de las más reconocidas.
Entre estos nuevos grupos sociales de los que habla Rama se destacan aquellos cuyo ascen-
so social está mediado por los estudios, como el de los maestros, gremio que desde media-
dos del siglo XIX empieza a incluir tanto a hombres como a mujeres; o doctores, al ser estos
los que fijaron la ambición de muchos jóvenes pertenecientes a las distintas clases sociales.
Según Rama “la letra apareció como la palanca del ascenso social, de la respetabilidad pú-
blica y de la incorporación a los centros de poder”.76

En esta descripción de ciudad modernizada, en la que la educación es el motor de desarro-


llo y ascenso social, cabe analizar a Medellín desde la novela El señor doctor (1927) de
Alfonso Castro, escritor de fuertes tendencias liberales, quien plantea a la educación como
el método para que las clases menos favorecidas económicamente pueden salir adelante. En
el comienzo de su novela al maestro albañil Juan Ríos, mientras presencia una ceremonia
de graduación universitaria, le ocurre que
la imagen de su hijo chiquitín, que en esos momentos gimotea de hambre, le
cruza por la mente. Piensa en el diploma, ese cartón blanco garrapateado de fir-
mas, que da el título de Doctor a los hombres, les permite vestir bien y comer
bien, les proporciona alta posición y les evita las angustias de la falta de trabajo,
los rigores del sol o de la lluvia, los destrozos diarios de las manos o del cuerpo,
los peligros de andamios y escaleras que, a lo mejor se rompen o deslizan y el
obrero viene a tierra convertido en un pingajo sangriento [para Juan Ríos su pe-
queño hijo] cuando crezca será mandón como los que tiene delante y usará levi-
ta, y hará leyes, y tendrá las manos pulidas como de señora y su voz, fina y vi-
brante, pronunciará discursos que dominen el pueblo y lo venguen a él y a sus
compañeros de todas las injusticias soportadas […] Y desde ese momento, caó-
ticamente, en el cerebro del maestro Juan, sin él darse cuenta, surgió la idea de
hacer de su muchacho un doctor 77.

Su hijo Julio Ríos, después nombrado como Julio del Río, cumple a cabalidad con todos sus
deberes escolares hasta graduarse como médico, pero a diferencia de su padre el objetivo

76
Rama, La ciudad letrada, 72.
77
Alfonso Castro, El señor doctor. (Medellín: Tipografía Industrial, 1927), 7. El subrayado es propio.

41
del nuevo doctor no es vengar a su clase social sino vengarse a sí mismo 78, por lo que quie-
re insertarse a como dé lugar en la sociedad de la clase alta de Medellín, desprestigiando
sus orígenes y tratando con altivez a las familias proletarias que le toca asistir en sus prácti-
cas médicas79. Su deseo de venganza hacia la clase social alta es mediante un alejamiento
paulatino de sus compañeros de estudio y de la desacreditación profesional de sus colegas,
queriendo él acaparar todo el crédito; es por esto que el doctor del Río le quita los pacientes
a los otros médicos y cambia abruptamente los diagnósticos y tratamientos que éstos ya
habían comenzado; una de estas decisiones lo lleva a que una paciente fallezca debido a que
del Río se negó a operar, contradiciendo el dictamen de un colega 80.

La otra figura que destaca en la Ciudad modernizada es la maestra normalista y en Mede-


llín esta figura será una de las más representativas gracias al impulso que durante el go-
bierno de Pedro Justo Berrío recibe la educación y la formación de hombres y mujeres en la
enseñanza docente81. La literatura antioqueña también hará eco de este nuevo grupo social
y buscará mostrar cómo, mediante la educación, la ciudad comienza a tener un particular
desarrollo. Distintos autores muestran la importancia de la educación como un aspecto li-
gado al desarrollo social de una población que, como Medellín, estaba experimentando un
rápido crecimiento. Uno de estos autores es Camilo Botero Guerra; quien en su cuento Po-
bre Solita! (1893), narra la historia de una joven llamada Soledad Caicedo, quien
cuando únicamente tenía diez años de edad, quedó huérfana de madre; y como si
fuera una mujer hecha y derecha, tomó el gobierno de la casa por su cuenta y la
manejó y cuidó de sus dos hermanitas con la facilidad y la complacencia con
que una niña arregla su muñequero. Poco tiempo después don Luis [el padre de
Solita], por separar dos hombres que reñían, recibió una herida que le paralizó el
brazo izquierdo. Entonces empezó la escasez de recursos; y la industriosa arañi-
ta, que ya tenía 13 años, resolvió estudiar para Maestra. Se le consiguió una be-
ca, progresó como nadie lo esperaba, obtuvo al fin el diploma y fué nombrada
Directora de una Escuela elemental de niñas de la Provincia del Centro. // Aco-
metió el trabajo con empeño, se hizo adorar de todo el mundo, educó á sus her-
manitas, ganó con qué atender á su inválido padre, socorrió á varios parientes, y

78
Alfonso Castro, El señor doctor, 246-247.
79
Alfonso Castro, El señor doctor, 239.
80
Alfonso Castro, El señor doctor, 412.
81
Luis Javier Villegas. Aspectos de la educación en Antioquia durante el gobierno de Pedro Justo Berrío,
(Medellín,: Secretaría de educación y cultura de Antioquia. 1991), 21

42
hasta logró hacer algunos ahorros, porque en ese tiempo había más víveres que
revendedores. 82

La ciudad modernizada tiene en el costumbrismo, el realismo y el naturalismo unas de sus


más importantes formas de desarrollarse 83 y darse a conocer, pues esta ciudad que plantea
Rama, al igual que las ciudades patricias y burguesas de José Luis Romero son las que
encabezan los desarrollos de las distintas regiones a las que pertenecen 84, por lo que son
vistas por los habitantes del campo como una de sus máximas aspiraciones; es este el caso
de Medellín, vista en distintas novelas como el punto de referencia más importante para
quienes viven por fuera y lejos de la ciudad. Para ellos Medellín es el lugar en el que es
posible progresar económicamente debido al fortalecimiento que se les da a los nuevos
grupos sociales que aparecen en la villa, que se está transformando en ciudad, y como lo
platea Rama, es gracias a la posibilidad de educación que ofrece Medellín.

Así, Medellín es vista como principal referente de ciudad por distintas novelas, de las cua-
les se tomarán tres que exponen distintos momentos históricos de la historia de Medellín,
como lo son El zarco (1922) de Tomás Carrasquilla, Sol (1909) de Francisco de Paula Ren-
dón y la ya citada Una mujer de cuatro en conducta de Jaime Sanín Echeverri. La primera
de ellas, cuya acción se desarrolla en 1866 cuenta en uno de sus capítulos la visita que un
par de ancianos campesinos hacen con su nieto adoptivo de ocho años a Medellín, quien
por primera vez está en la ciudad y queda bastante maravillado con ella y uno de sus prin-
cipales anhelos al regresar a su pueblo es poder ir a estudiar a Medellín 85. La novela Sol,
también da cuenta de la visión de ciudad que se tiene en los pueblos antioqueños, en ella se
relata la historia de una familia que ha venido a menos tras la muerte del padre, por lo que
la madre, al encargarse de la familia, quiere enviar a sus hijas a estudiar en Medellín, pues
esta sería la única forma de sacarlas adelante y volver a la antigua posición social y econó-
mica que tenían. 86 Una mujer de cuatro en conducta presenta a una joven campesina que
reside en la ladera oriental del Valle de Aburrá, en el actual corregimiento de Santa Elena,
82
Camilo Botero Guerra, Brochazos (Medellín: Tipografía central, 1897), 24
83
Ángel Rama, La ciudad letrada, 85-86, 89.
84
José Luis Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 227, 264.
85
Tomás Carrasquilla, “El zarco”, en: Obra completa. Volumen 2. (Medellín: Editorial Universidad de Antio-
quia, 2009), 841.
86
Francisco de Paula Rendón, “Sol” Alpha, abril de 1909, 125

43
quien quiere vivir en Medellín por la fuerza con la que está creciendo la ciudad, manifesta-
da en el progreso económico, si bien en la novela la educación ya no es lo primero que bus-
ca esta joven sí está muy presente en lo que ella, de manera descriptiva, dice admirar de
Medellín:
A mí sí me encanta Medellín, doctor. Conozco todo el centro. Aquí me paso los
días y las noches viendo esa extensión de ciudad y pensando en todas las mara-
villas que hay en ella: la catedral y tantísimas iglesias, las fábricas tan admira-
das, los colegios y la universidad, los parques y las avenidas, esos edificios tan
altos y esas casas primorosas… ¡Qué dicha tener plata y poder vivir en Mede-
llín!87

Estas tres novelas, cuya acción transcurre en distintos momentos de la historia de Medellín
presenta a una ciudad que en medio de su progreso atrae a los habitantes de los distintos
pueblos antioqueños y el campo, debido a que en ese progreso es posible tener una mejoría
en la calidad de vida; también es de resaltar que en las obras literarias que se han tratado
para explicar esta idea de ciudad modernizada la mujer ya tenga un papel más protagónico,
pues este es otro de los grupos sociales que aparecen en este tipo de ciudades, según lo
plantea Ángel Rama.

2.3 Una ciudad inserta en el contexto nacional

Desde antes de la década de 1850 los habitantes de Medellín ya se habían hecho a la idea de
que hacen parte de una sociedad inserta en un nuevo orden político, pero aún en muchos de
sus habitantes se mantenían vigentes las tradiciones que el gobierno español impuso tras
tres siglos de dominio colonial; y que hasta mediados del siglo XX todavía estuvieron muy
latentes en la forma de entender el mundo por parte de los antioqueños, según se lee en las
representaciones que la literatura presenta; una de las más reconocidas es la novela corta
Abuela y nieta de Camilo Botero Guerra, desarrollada en la década de 1870 y en donde
doña Faustina (la abuela protagonista de la novela) todavía reconoce como gobierno legíti-
mo al de Fernando VII, aunque admite que ya son pocos los que piensan como ella:

87
Jaime Sanín Echeverri, Una mujer de cuatro en conducta, 28.

44
Siempre duele mucho saber que en vez de una generación que nos recuerde con
cariño y respeto, vamos á dejar los viejos una turba de profanadores que preten-
den mancillar hasta la vieja pero sagrada memoria del amado monarca Fernando
vii, que en eterna gloria de Dios descanse88.

Los distintos conflictos que durante el siglo XIX afrontó Colombia89, con los cambios polí-
ticos que generaron, hicieron que en Antioquia se arraigaran distintas formas de organiza-
ción política, pero sin que esto tuviera eco a nivel nacional. Antes de esto, en Antioquia se
consolida el poder de Medellín, mediante la creación y el fortalecimiento de distintas insti-
tuciones que hacen de la ciudad un foco de referencia para los habitantes del resto de la
región.

A pesar de que para esta época no hay una literatura muy consolidada en el territorio antio-
queño, es posible encontrar que en hubo muchos vaivenes en cuanto a su forma de entender
el contexto del cual se rodeaban, este fue reflejo de cómo era vista la situación política in-
cluso a nivel nacional. Por ello, no es gratuito que en Antioquia y Medellín la instrucción
pública durante la década de 1840 estuviera inspirada en los postulados de Jeremy Bent-
ham, siendo incluso por el gobierno nacional, que antes de la fundación de los partidos po-
líticos ya estaba bastante influido por las ideas liberales.

Esta influencia de las ideas liberales en la década de 1840 se nota en el diario vivir de los
habitantes de Medellín, pues estas ideas enfrentan a la religiosidad católica, máxima heren-
cia cultural de España, contra el materialismo que imponían estas ideas. La literatura que se
conserva de esta época, como señala el investigador Jorge Alberto Naranjo, todavía era
muy pobre y no tenía el carácter documental que sí tuvo la que se realizó luego de la década

88
Botero Guerra, Brochazos, 303
89
Durante el siglo XIX en territorio colombiano se presentaron 14 guerra civiles, muchas de las cuales al fina-
lizar hicieron que el país cambiara su constitución y con ella su forma de gobierno, así como su nombre. Du-
rante el periodo a estudiar el país tuvo los nombres de República de la Nueva Granada, Confederación Grana-
dina, Estados Unidos de Colombia y República de Colombia. Cada uno de estos nombres representa una for-
ma distinta de administración política (confederación, federación y república centralista), con lo que se impul-
só que las distintas regiones que conforman al país tuvieran un protagonismo distinto en cada periodo político.
Si bien estos cambios son importantes para entender los procesos políticos que afrontó Colombia, de manera
generalizada se empleará el nombre de Colombia para referirse al país, sea cual sea la época y el periodo
histórico que se está trabajando.

45
de 185090. Sin embargo, las crónicas de ciudad, las que podrían considerarse como un sub-
género de la literatura antioqueña 91, sí dan cuenta del curioso suceso que se ha denominado
como “La Revolución del Padre Botero” (1836), asunto muy poco trabajado por la historio-
grafía regional y sobre Medellín, que tomarse como el principio de la mentalidad conserva-
dora en Antioquia, tan imperante en la creación literaria durante la segunda mitad del siglo
XIX y a la que la literatura del denominado quinquenio de oro se enfrentó; por ello se puede
afirmar que esta mentalidad estuvo presente en muchos momentos y discursos propios de la
literatura antioqueña, que si bien no es fuente documental exacta, sí es una fuente que per-
mite conocer la sociedad que retrata, sirviendo como experiencia estética.

Este suceso, según lo documenta el cronista Luis Latorre Mendoza en su Historia e histo-
rias de Medellín fue uno de los hechos que alteraron el orden cotidiano de una población
pequeña, en la que los sucesos que en ella acontecían eran de conocimiento público 92. En
dicho texto Latorre aborda en la historia de Medellín las guerras civiles y los procesos polí-
ticos que convulsionan la ciudad, y como introducción a las guerras civiles presenta la re-
volución del Padre Botero. Si bien esto ocurre antes de la fecha inicial de periodo a estudiar
vale la pena detenerse en ello para entender mejor el panorama social e intelectual con el
que comienza la década de 1850, punto inicial de estudio.

José María Botero y Cadavid demoestró lo que fue en su momento (1836) la creación lite-
raria: una exposición de ideas políticas, que serán las que luego configuran la historia de
Medellín y su mentalidad; según expresa Latorre, Botero

90
Jorge Alberto Naranjo Mesa, Estudios de filosofía del arte, Volumen IV. La literatura temprana de Antio-
quia (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2012)
91
Las crónicas de ciudad hacen parte de una serie de escritos que se publicaron durante la primera mitad del
siglo XX en distintas revistas y periódicos de Medellín y cuyo objetivo era documentar la ciudad y los cam-
bios que esta estaba afrontando, de los cuales fueron testigos sus autores, pues algunos de estos fueron memo-
rias escritas durante la vejez de sus autores.
Este tipo de relatos puede considerarse ambiguo como fuente histórica, pues al ser memorias de sus mismos
autores cabe pensar que algunas de las cosas que documentan pudieron ser exageradas o invenciones, pero así
mismo documentan socialmente a una ciudad que estaba creciendo de manera acelerada y de la cual la memo-
ria de sus habitantes es una de las pocas fuentes históricas disponible para una ciudad que ha experimentado
un acelerado crecimiento urbano y ha afrontado muchos cambios sociales.
92
Luis Latorre Mendoza, Historia e historias de Medellín. Siglos XVII-XVIII-XIX (Medellín: Ediciones Tomás
Carrasquilla, 1972), 162-166

46
[…] empezó a hacer violentas publicaciones contra el jefe del Estado, general
Francisco de Paula Santander y contra los demás personajes del gobierno, va-
liéndose del pretexto de que la educación que por entonces se daba en los esta-
blecimientos oficiales en filosofía y jurisprudencia, tenía por base las enseñan-
zas y textos de Destutt de Tracy y Jeremías Bentham93.

Para esta época, como se ha visto anteriormente, la educación era en gran medida regulada
por el gobierno, que bajo la influencia del liberalismo desde 1825 se había acercado política
y culturalmente a Inglaterra, lo que significa que también lo había hecho al protestantismo,
con ello cual muchos católicos (tanto laicos como sacerdotes), habían mostrado su
desacuerdo; pero otros estuvieron a su favor. Este suceso es abordado de manera más com-
pleta y descriptiva por Eladio Gónima, que en sus Vejeces proporciona numerosos detalles
sobre cómo se dio inicio a este acontecimiento:

La enseñanza superior se hacía por los textos de Bentham y Tracy: y esto dió
lugar á un incidente imprevisto. Lo presenciamos como muchachos curiosos: no
hacíamos parte del Colegio, éramos aún escueleros. // Se examinaba un día a la
clase de Jurisprudencia, acto que tenía lugar en la nave central de la iglesia de
San Francisco. Presidía el doctor Francisco A. Obregón, Gobernador de la Pro-
vincia. // En cierto momento llegó a la puerta el Dr. José Ma. Botero C., Sacer-
dote ilustrado, y viendo de qué se trataba, entró y tomó asiento en los bancos de
los examinadores. Uno de éstos preguntó a Francisco J. Jaramillo […] algo so-
bre el programa, y principiando Jaramillo á contestar de acuerdo con lo que se le
enseñaba, lo interrumpió el Dr. Botero y dió principio a impugnar la doctrina de
Bentham, de la que era enemigo irreconciliable, pero en tono tan acre que no
había más que pedir. El Rector Dr. [Mariano] Ospina [Rodríguez] tomó la pala-
bra, y con la moderación que lo distinguía manifestó al Dr. Botero que no tenía
derecho alguno para injerir en ese acto y que le suplicaba oyese con compostura.
// El Dr. Botero más y más enardecido volvió a la réplica, y al fin tuvo el Go-
bernador que valerse de su autoridad para ponerlo en su puesto. El Dr. Botero se
retiró reventando cinchas.94

Tanto Gónima como Latorre expresan que los habitantes de Medellín se polarizan a favor o
en contra de Botero—quienes estaban en contra estaban a favor del gobierno—pero no dan
muchos detalles sobre el clima político que se empezó a vivir en Medellín y cómo fueron
las actuaciones de unos y otros. Sin embargo, en la temprana literatura antioqueña y colom-
biana, este hecho sí tiene varias referencias en la prensa de la época, tanto en Medellín co-
mo en Bogotá. En la capital antioqueña se publicó una hoja suelta de carácter anónimo en

93
Latorre, Historia e historia de Medellín, 162.
94
Gónima, Apuntes para la historia del teatro en Medellín y Vejeces, 115

47
la que se criticaba fuertemente la actitud del sacerdote Botero, según quien escribe fue “el
espectáculo mas repugnante que puede imaginarse” 95, debido a que todas las personas que
Gónima da cuenta estaban en dicho momento presenciando los exámenes fueron agredidas
verbalmente por Botero, entre ellas se cuentan, según el firmante anónimo, algunos perso-
najes “que son el objeto de respeto i veneracion de este pueblo por sus conocimientos en las
ciencias sagradas i por su austera virtud, [quienes] fueron tratados de ignorantes, ineptos i
fautores del crimen i de la impiedad” 96 Para el polemista anónimo, quien calificó a Botero
como ambicioso lo acusa que “pretende so capa de relijion gobernar el pueblo.” 97 Estos
hechos, ocurridos doce y trece años antes de la fundación del Partido Liberal y del Partido
Conservador, respectivamente, dan cuenta del estado de agitación política en que se encon-
traba Colombia previo a la institucionalización de las ideas políticas.

Este hecho no pasa desapercibido en el resto del territorio nacional, ese mismo año en el
periódico El Constitucional de Cundinamarca, impreso en Bogotá, se publicó un artículo
firmado por José María Samper en el que acusa a dos sacerdotes antioqueños, José Apoli-
nar Ardila y Francisco de Paula Benítez de fanáticos religiosos al inculparlos de contemplar
con agrado el incendio ocurrido en la casa del comerciante Juan Uribe Mondragón, afín a
las ideas liberales que Botero, Ardila y Benítez contradecían; en dicha noticia Samper hizo
un recuento del escándalo protagonizado por Botero, manifestando que el supuesto agrado
de Ardila y Benítez fue debido a la oposición que Uribe Mondragón tuvo hacia Botero 98.

Según opina el sacerdote Carlos E. Mesa, el padre Botero fue el primer sacerdote en territo-
rio antioqueño en oponerse directamente al modelo educativo de Santander y a las políticas

95
“Escándalo sacerdotal”, Medellín, febrero 12 de 1836, en Colección patrimoniales Biblioteca Carlos Gavi-
ria Díaz, Universidad de Antioquia (en adelante CP-UDEA. Medellín-Colombia), Colección de prensa, sec-
ción hojas sueltas, Rollo 443, Documento 76, Folio 108r.
96
“Escándalo sacerdotal,” 108r.
97
“Escándalo sacerdotal,” 108r.
98
Un granadino, “Ejemplo de fanatismo”, El Constitucional de Cundinamarca, 15 de mayo de 1836, 90.
De la contestación que realiza Francisco de Paula Benítez al autor del artículo citado se desprende que este
corresponde a José María Samper, joven escritor bogotano afiliado al pensamiento liberal.
Francisco de Paula Benítez, Respuesta que da el pro. Francisco de Paula Benitez, cura i vicario de la ciudad
de Medellin capital de la provincia de Antioquia al autor del remitido inserto en el num. 242 del Constitucio-
nal de Cundinamarca bajo el titulo "Ejemplo de fanatismo" (Medellín: Imprenta de Manuel Antonio Balcá-
zar, 1836).

48
educativas de éste; las cuales ya habían sido reprobadas también en Bogotá por algunos
otros miembros del clero secular. Para Mesa, la actitud de José María Botero, era revolu-
cionaria, pues oponía sus principios religiosos a los impulsados por el gobierno de Santan-
der, llegando a enfrentarse directamente con el gobernador Obregón, mediante la acusación
que Botero le hace al gobierno de abandonar al cristianismo; la guerra de panfletos sosteni-
da por el sacerdote alteró la tranquilidad de la villa de Medellín, la que no contaba con más
de ocho mil habitantes, y cuyo entorno intelectual era tan pequeño que el Colegio de Antio-
quia fue cerrado en varias ocasiones por falta de estudiantes. El agravio hecho por Botero a
la República fue tan grave que llegó incluso a ser condenado a muerte por el gobierno, sal-
vándose por influjo del Obispo Juan De La Cruz Gómez Plata99. Paradójicamente, el obispo
Gómez Plata ha sido reconocido históricamente como un obispo liberal mientras que Bote-
ro se puede catalogar históricamente como el mejor representante del radicalismo religioso
de la Iglesia católica en Antioquia—lo que se ha denominado como ultramontanismo—,
idea que no abandonaría el clero antioqueño, y que sería una de las principales ideas de la
mentalidad conservadora de la región durante el siglo XIX, tanto en la vida cotidiana como
en las guerras civiles100.

Es este el panorama de la literatura antioqueña para el año en que se inicia esta investiga-
ción. Según lo planteado por José María Vergara y Vergara en el segundo tomo de su clási-
ca Historia de la literatura en Nueva Granada (1867) los distintos artículos políticos publi-
cados luego de la Independencia fueron el resultado forzoso del proyecto de Estado-
Nación, y los que configuraron la identidad política y de pensamiento colombiano hacia la
segunda mitad del siglo XIX, quienes se manifestaron primero en la poesía, pero luego em-
pezaron a destacarse también en el campo descriptivo y narrativo (cuadros de costumbres,
cuentos y novelas) especialmente al momento de la llegada del romanticismo, de esto dice

99
Carlos E. Mesa. La Iglesia y Antioquia. Medellín: Colección de Autores antioqueños, 1989), 245-252
100
Jorge Orlando Melo, “Progreso y guerras civiles: la política en Antioquia entre 1829 y 1851” en: Colombia
es un tema. Disponible en: http://www.jorgeorlandomelo.com/progreso_guerras.htm#_ftnref11. Consultado el
13 de febrero de 2013 10:42.
Para conocer más acerca del contexto histórico, político jurídico y social de José María Botero Cadavid se
recomienda la lectura de la investigación que Diana Paola Herrera Arroyave realizó sobre este sacerdote an-
tioqueño.
Diana Paola Herrera Arroyave, “La revolución del cura Botero: Una disputa por las fuentes del derecho. An-
tioquia, 1835-1848.” (Tesis de doctorado en Derecho: Universidad del Rosario, 2014).

49
Vergara y Vergara que es la falta de historia propia la que tiene a la literatura de su momen-
to solo con posibilidad de escribir sobre la guerra de Independencia, pues aún no hay re-
cuerdos propios de todas las clases que conforman a la nueva República.101.

La década de 1840 fue el momento de consolidación intelectual con la primera generación


de intelectuales que tuvo Antioquia. Fue el momento en que escritores como Manuel Uribe
Ángel, Gregorio Gutiérrez González, Andrés Posada Arango o Juan de Dios Restrepo
(Emiro Kastos) empezaron a relacionarse con las élites ilustradas de Bogotá—lugar obliga-
torio para quien quisiera alcanzar un título profesional—entre quienes comienza una rela-
ción de diálogo cultural; la capital de la república fue el lugar a donde llegaron las obras
literarias que influenciaron los escritores antioqueños, y a partir de ella empezaron su labor
literaria102.

Es así como puede empezar a elaborarse una cronología de la literatura antioqueña que co-
mienza desde la crítica política, la cual utilizó a los periódicos como su principal tribuna
para la opinión y la manifestación de sus ideas. Este tipo de escritos fueron remplazados
años después por los artículos de costumbres, que tenían como objetivo hacer una denuncia
y una crítica a los momentos políticos que atravesaba el país, fue una suerte de inaugura-
ción que tuvo la literatura colombiana de la segunda mitad del siglo XIX. Entre los escrito-
res que surgieron se destacó en Antioquia, por ejemplo, Emiro Kastos, quien desde la litera-
tura realizó distintas descripciones de las costumbres antioqueñas y colombianas; en sus
cuadros de costumbres se hizo evidente la intención de documentar, de manera crítica, la
vida cotidiana.

En el tema de las ciudades se destaca la descripción que hace Emiro Kastos de la vida coti-
diana de Bogotá y sus habitantes jóvenes durante la década de 1850, los llamados pepitos, a
quienes describe como “señoritos llenos de colgandejos, perfumados, rizados, adamados,
descontando el porvenir, usando precozmente su organización, y perdiendo los mejores

101
José María Vergara y Vergara, Historia de la literatura en la Nueva Granada. Tomo II (1790-1820) (Bo-
gotá: Biblioteca Banco Popular, 1974), 147, 215.
102
Escobar Villegas, Progresar y civilizar, 113, 124-125, 139.

50
años de su vida en los vicios y el galanteo”103. Según los describe el autor, estos jóvenes
llevaban una vida en la que lo más evidente es su imitación de la cultura europea, princi-
palmente francesa. Los pepitos que describe Kastos en su cuadro publicado 1858 se pueden
asimilar con los urbanitas que conceptualiza Simmel, que para el sociólogo alemán son
individuos que viven una vida de abstracción en donde prima el individualismo, manifesta-
do en el deseo de hacerse notar104. Este es una de las principales características que Emiro
Kastos hace notar en Los pepitos, las ganas que los jóvenes tienen de sobresalir en los
círculos sociales de la élite bogotana, en el que cada uno de ellos quiere destacar entre sus
pares o contertulios lo qué hacen en sus ratos libres, lo que leen o cómo es su vida cotidia-
na105. Si bien esta descripción es para los jóvenes que habitaban Bogotá, también tuvo un
eco en Medellín, y durante lo que resta del siglo XIX esta idea de ciudadanos que plantea
Simmel es uno de los principales elementos de definición del carácter de quienes viven en
Medellín como habitantes de una ciudad, tema muy representado en los distintos cuadros de
costumbres, cuentos y novelas.

En las calles y en la vida cotidiana de Medellín los pepitos, en una definición cercana a lo
que plantea Kastos, fueron conocidos como cachacos, según un autor anónimo que firmaba
sus artículos bajo el seudónimo de Decio, estos son muchachos que se han metidos a hom-
bres,
[…] jovencitos imberbes que apenas cuentan trece o catorce años, cuando aún
no se han desarrollado en ellos las facultades físicas y morales, cuando aún son
incapaces de saborear los dulces transportes del amor, y los tiernos sentimientos
que inspira esta pasión dulce y encantadora; […] ‘jovencitos’ como éstos. De-
cimos, aspirando a ser ‘hombres grandes’, metidos a cachacos de moda106.

Una diferencia entre ‘los pepitos’ en Emiro Kastos y ‘los urbanitas’ en Simmel, con respec-
to a Decio, es que este autor define a los ‘cachacos’ como patanes y los compara con los
calaveras que plantea Mariano José de Larra, el padre del costumbrismo 107.

103
Emiro Kastos (seudónimo de Juan de Dios Restrepo), Mentiras y quimeras (Medellín: Universidad de
Antioquia, 2010), 95.
104
Simmel, “Las grandes urbes y la vida del espíritu,” 382.
105
Kastos, Mentiras y quimeras, 87-95.
106
Decio, “Los cachacos”, en Inicios de una literatura regional, 13-14.
107
Decio, “Los cachacos”, en Inicios de una literatura regional, 11-12.

51
Estos individuos fueron justo los que se destacaron en los distintos momentos de la literatu-
ra antioqueña, muchos personajes de las distintas obras literarias son pepitos, cachacos o
ciudadanos, que además eran los personajes que habitaban la cotidianidad de la ciudad,
como lo describió el viajero francés Charles Saffray en su paso por Medellín en 1869, quien
describió que los cachacos preferían quedarse en las esquinas cortejando a las jóvenes me-
dellinenses. 108 Este tipo de personajes demuestran que Medellín ya era una población que
estaba imitando los valores estéticos de otras ciudades, pero que estaban de moda en otras
ciudades colombianas, como fue el caso de Bogotá, población que a pesar de ser pequeña
para el momento, al ser el centro político del país, tiene un carácter más de ciudad que otras
como Medellín. En distintos textos que describen la cotidianidad de los habitantes de la
capital antioqueña de la segunda mitad del siglo XIX, se hace muy evidente imitar lo que se
lee en la literatura europea, se nota lo importante que era esta influencia en los estudios y
desarrollo del pensamiento político de los antioqueños, como lo destaca Manuel Uribe Án-
gel en su ensayo sobre Emiro Kastos:

Serias meditaciones sobre la historia general del mundo, y muy especialmente


sobre la historia de Grecia y Roma, ocupaban mucho tiempo del consagrado al
trabajo por mi amigo; pero sus autores favoritos eran Larra y Mesonero Roma-
nos, Byron y Shakespeare, Tácito y Plutarco, Víctor Hugo y, sobre todo, el gran
Balzac109.

Durante toda la segunda mitad del siglo XIX la vida cotidiana de los medellinenses que ac-
cedían a la literatura se convirtió en una añoranza constante de París, tal como lo dice An-
tonio José Montoya en su texto Decadencia, en donde muestra a un joven que le habla a un
contertulio de la enfermedad que sufre, denominada por él Nostalgia de París, consistente
en querer
[…] tomar parte en los cenáculos literarios de la ciudad maestra. Ser bohemio
parisiense y literato parnasiano, fueron mis más ardientes deseos y los colmé.
Visitaba la capital de Francia todos los días; gracias al vapor poderoso de los li-
bros. Viví muchos años en París, entre sus literatos, gozando de mil refinamien-
tos. De esas excursionistas en libro sólo me queda lo que tú ves ahí, en el apo-
sento inmediato: un depósito de literatura fin de siglo: naturalista, neo-romántica
y neo-clásica. […]. Obras y artículos, novelas y cuentos, papeles-diarios y revis-
tas, folletos, poemas y estrofas: montonera enloquecedora de ajena producción

108
Charles Saffray, Viaje a Nueva Granada (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1948), 96.
109
Manuel Uribe Ángel, “Emiro Kastos” La Miscelánea, 1 de abril, 1886, 115-116.

52
literaria. Todos los caprichos, sublimidades, contradicciones, refinamientos, au-
dacias, perversiones y vicios de la literatura francesa contemporánea—miles de
páginas y estrofas inimitables –los tengo ahí revueltos y confundidos. Ahí están:
Zolá, siempre aislado con su amargo pesimismo; los Goncourt, pareja simpática,
con su naturalismo ‘sensacionista’, para los refinados; Daudet, el de los cuentos
cándidos que producen el efecto de un Album de croquis; Teófilo Gautier, el
improvisador romántico, sin segundo, con sus Camafeos impecables; Carlos
Baudelaire el autor de Flores del Mal y Paraísos Artificiales, enamorado de lo
postizo, con ansias de paisajes tropicales, traductor insigne de los Cuentos Ma-
ravillosos de Edgardo Poe; Guy de Mauppasant el delicado poeta y cuentista;
François Copée, naturalista ingenuo , con El Relicario, Las Intimidades, y Los
Humildes; Sully Prudhome, el de la poesía filosófica, con las Vanas ternuras;
Leconte de Lisle, poeta parnasiano, que lanzó la frase’ el arte debe ser impasi-
ble’, forma que sirvió de enseña a la secta neo-clasica reunida en el pequeño cé-
naculo de Catullo Mendes 110

Lo que acontece en Antioquia no es ajeno a lo que ocurre en Colombia. En obras literarias


clásicas como María (1867) de Jorge Isaacs se puede notar el anhelo que los padres colom-
bianos pertenecientes a las familias importantes en determinada región ponían para que sus
hijos continuaran sus estudios en Europa y en vivir como europeo 111. Antioquia, al estar
dentro de Colombia, no escapa a esta categorización, pues los antioqueños, especialmente
los nuevos ricos112—quienes querían aparentar— construían sus casas imitando los mode-
los europeos y que sólo funcionaban para el clima de esos lugares. En la educación se pue-
de destacar la forma en la que los gobiernos antioqueños, después de Pedro Justo Berrío,
buscaron que se impartiese la enseñanza de las primeras letras por comunidades religiosas
provenientes de Europa, principalmente de España, Italia y Francia 113, no en vano Rodrigo,
personaje de Una mujer de cuatro en conducta estudia bajo la tutela de los sacerdotes de la

110
Antonio José Montoya, “Decadencia”, La bohemia alegre. Octubre de 1895, 5-6.
La gran cantidad de autores citados por Montoya es muestra del contexto literario, cultural e intelectual que
tenía Medellín hacia finales del siglo XIX; gracias a referencias como esta es posible realizar una historia de la
lectura en Antioquia, tema al que la historiografía sobre temas literarios se ha dedicado someramente.
111
Jorge Isaacs, María. (Bogotá: Editorial Norma, 2002), 37
112
El nuevo rico es, según lo destaca la historiadora Ángela Rocío Rodríguez, el individuo que ya no cifra su
poder en el apellido, Dios o el Rey, sino en el dinero; el nuevo rico, que no existía en la sociedad colonial, es
un venido a más que debe ser reconocido según el caudal económico que posea, para éstos los antiguos refe-
rentes de poder (Dios y el Rey) ya han perdido toda su validez, siendo reemplazados por el dinero.
Ángela Rocío Rodríguez P. Las novelas de don Tomás Carrasquilla. Un aporte a la historia de la novela en
Colombia. (Medellín: Ediciones de Autores antioqueños, 1998), 23.
113
Londoño Vega, Religión cultura y sociedad en Colombia. Medellín y Antioquia, 1850-1930, 79, 81.

53
Compañía de Jesús, religiosos de origen español a quienes se les atribuye haber hecho un
gran avance en la educación de los jóvenes medellinenses 114.

En materia política, desde mediados del siglo XIX Colombia estuvo ligada a una legitima-
ción por el exterior: lo aprendido en París por los colombianos que allí viajaron fue su mo-
do de legitimarse al volver a Colombia y ocupar cargos de poder, según Frédérick Martínez
“todos comparten la misma tendencia a buscar en los acontecimientos europeos y norte-
americanos argumentos políticos que pesen a su favor; todos elaboran un discurso que reve-
la la conciencia de estar comprometidos en una lucha universal que va mucho más allá de
las fronteras nacionales115. Mientras esto pasaba en gran parte del territorio colombiano,
desde la década de 1840116, Medellín y Antioquia solo comenzaron a integrarse al contexto
de Estado-Nación en una legitimación de lo europeo en gran medida luego de la década de
1870, tema muy detallado en la literatura, tratado más ampliamente en el tercer y cuarto
capítulo de esta investigación.

Eloy Gamboa, personaje autobiográfico y ficticio, de la novela Del monte a la ciudad de


Tomás Carrasquilla, último volumen de la trilogía Hace tiempos, entre los juegos de su
niñez tiene el conversar en francés con su hermano adoptivo, y este idioma lo conocen has-
ta las cocineras pues su labor económica es atender antioqueños que han cifrado su progre-
so económico en comerciar con los europeos, siendo educados generalmente por france-
ses117. El caso más importante y mejor detallado en la literatura antioqueña para mostrar la
relación entre Antioquia y Europa, principalmente Francia, es la novela Ligia Cruz, donde
Petrona, una joven que llega a Medellín procedente de uno de los distritos mineros del nor-
deste antioqueño queda tan impresionada con la cultura afrancesada de la ciudad que termi-
na adoptando un nuevo nombre (Ligia) y cifra como el objetivo de su vida el conocer París,
objetivo que no abandonará ni en su lecho de muerte.118 En esta joven se nota el influjo de

114
Ochoa, Cosas viejas de la Villa de la Candelaria, 37.
115
Martínez, El nacionalismo cosmopolita, 75-76.
116
Salvador Camacho Roldán cuenta que en Bogotá se vivió gran júbilo cuando se supo de la revolución
francesa de 1848.
Salvador Camacho Roldán, Memorias (Medellín: Bedout, s. f.), 9-11.
117
Carrasquilla, Tomás. “Hace tiempos. Del monte a la cuidad.” En: Obra completa volumen 2, 404.
118
Carrasquilla, Tomás. (2009). “Ligia Cruz.” En: Obra completa volumen 2, 791.

54
las novelas y el cine, ya que el nombre lo adopta siguiendo las modas de la sociedad que
para ese momento habitaba Medellín. 119

En la novela El señor doctor, que en gran medida desarrolla su argumento en relación con
la facultad de medicina, se puede apreciar cómo los jóvenes médicos antioqueños no se
quedaban al margen de las modas y los principales centros de cultura que se comenzaron a
instalar en Medellín, caso del Club Unión, en donde se desarrolla uno de los principales
episodios de la novela120. Este club, al igual que otros que se presentaron en Medellín desde
la década de 1890, representan la inserción de la cultura y las modas que se desarrollaban
en Europa, gracias a la creación de centros literarios, discusiones alrededor del arte y la
llegada de algunos deportes fútbol y tenis, principalmente121. La idea de la imitación es
planteada de manera burlesca por Tomás Carrasquilla en Frutos de mi tierra, donde el per-
sonaje Martín Gala es mostrado como una imitación del poeta inglés Lord Byron, sobre
quien más que obsesionarse con sus poemas se obsesiona con la biografía que sobre él es-
cribiera Castelar, con lo cual se acentúa la figura del dandi en el imaginario de la juventud
medellinense122.

Este tema y su relación con la imitación de lo europeo en Medellín, aunque se aleja un poco
de la intención principal del capítulo, se introduce porque es el punto de quiebre de la anti-
gua sociedad medellinense con aquella a la que llegará la modernidad; pues en esta se evi-
dencia una importante ruptura de la antigua familia con respecto a la que se empezará a
destacar después. Las familias que aparecen en novelas como Frutos de mi tierra (1896),
Grandeza (1910), Ligia Cruz (1920), Hace tiempos 1935-1936), Kundry (1905) o El señor
doctor (1927), por citar solo algunas; representan ese cambio, especialmente porque son
familias pertenecientes a la élite medellinense, en las cuales se puede evidenciar que se
presenta esa ruptura que ya se expuso antes: las niñas de cada una de estas familias dejan de

119
Juan Diego Parra Valencia y Beatriz Helena Acosta Ríos, ¿Hace tiempos Tomás Carrasquilla? (Medellín:
Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 2007), 267.
120
Alfonso Castro, El señor doctor, 374.
121
Patricia Londoño Vega, Religión cultura y sociedad, 324.
Entre estos se destaca el Medellín Football Club, antecedente del actual equipo de fútbol Deportivo Indepen-
diente Medellín.
122
Tomás Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 51

55
lado sus obligaciones culturales de buscar un marido y prefieren dedicarse a los pasatiem-
pos traídos de Europa; para ellas el marido no es tan importante como el novio, con lo que
se reproduce la idea aparecida en las novelas europeas en relación al romance. Esta influen-
cia, está ligada a otro de los principales elementos de la investigación: la educación. Esta se
abordará más adelante en relación a los comportamientos familiares, sin dejar de lado esa
extraña relación que se empezó a presentar en Medellín en torno a la tipología de las fami-
lias expuesta por la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda, quien plantea que, en la ciu-
dad, sobre todo en las clases altas, los individuos contraen matrimonio a una edad más
avanzada que en las clases sociales más pobres 123.

En relación a la idea de la imitación de lo europeo en la capital antioqueña, se pueden tomar


los lineamientos expuestos por José Luis Romero, quien plantea que en las principales ciu-
dades latinoamericanas existía, para finales del siglo XIX y principios del XX, una cotidiana
imitación de Europa—sobre todo en las ciudades definidas por este autor como Ciudades
burguesas—más presente en unas que en otras, pero parte de un proceso que se da en Lati-
noamérica casi de manera paralela, manifestado en la aparición de instituciones como los
clubes, formados por los nuevos ricos124, que para este caso en Medellín pueden ser tanto
los herederos de las antiguas familias coloniales, al igual que los ya enunciados pobres ve-
nidos a más.

Esta mentalidad que se expresa en la creación literaria de la segunde mitad del siglo XIX es
también el reflejo de un momento histórico. Antes de la década de 1860 la región antioque-
ña poco se había involucrado con el Estado-nación colombiano. En este año se produjo el
alzamiento del general caucano Tomás Cipriano de Mosquera, el cual desencadenó una
guerra civil de dos años; en dicho conflicto los liberales pretendían impulsar de nuevo las
políticas del también caucano José Hilario López, lo cual significaba un fuerte ataque en
contra del conservatismo y la institución que más fuertemente lo respaldaba: la Iglesia cató-
lica. Por ello, inmediatamente se conoció esta noticia en Antioquia, los sacerdotes de diver-

123
Virginia Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia. Tipologías, funciones y dinámicas de la
familia. Manifestaciones múltiples a través del mosaico cultural y sus estructuras sociales (Medellín: Edito-
rial Universidad de Antioquia, 2000), 454.
124
José Luis Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 283-286.

56
sas poblaciones antioqueñas sentaban su posición en contra de Mosquera en gran cantidad
de manifiestos, en ellos Mosquera era tildado de anticristo, hereje y masón. 125

Las políticas que impulsó López desde la década 1850, conocidas como las reformas libera-
les de medio siglo, se basaron principalmente en la expropiación de bienes de la Iglesia o de
manos muertas (desamortización); a esto Mosquera le agrega una fuerte lucha contra otros
privilegios dela clero, al proponer un Estado totalmente laico y una Iglesia sometida a
él126.Pese a esto también hubo antioqueños que apoyaron a Mosquera, aunque en menor
medida, en sus políticas contra el conservatismo, caso del joven Pascual Bravo (quien luego
sería presidente del Estado Soberano) y veía en el malestar que atravesaba Colombia el
desorden político impuesto por el presidente Mariano Ospina Rodríguez, respaldando así el
levantamiento de Mosquera y la intervención de Antioquia en favor suyo en la guerra de
1860 y en la posterior Convención llevada a cabo en Rionegro. Bravo, en uno de sus escri-
tos, sienta su voz de protesta en contra del gobierno de la Confederación Granadina, del
cual dijo en julio de 1860:

[…] vimos todas sus instituciones i en todas ellas hallamos el mal, consistiendo
este en el reinado licencioso y anárquico del materialismo. Familia, educación,
relijión, industria, gobierno, todo está minado por la anarquía, más deplorable.
[…] Desde el rico magnate a quien los pleitos, la codicia i miserables intrigas
devoran, hasta el pobre obrero que sufre las intrigas del hambre i de la prostitu-
ción, todos son desgraciados!127

La postura de Bravo, y su idea de reconstrucción del modelo político de Colombia son lo


que conllevó a muchos antioqueños a apoyar la revolución liberal contra el gobierno con-
servador de Ospina Rodríguez, el cual “no puede aunque agote todos sus recursos de jesuí-
ta, ocultar sus fines”. Además, Bravo recuerda las posturas que el liberalismo antioqueño
tuvo en contra de la elección de Ospina 128.

125
Gran cantidad de archivos ubicados en la sala de Prensa de la Biblioteca Central de la Universidad de An-
tioquia, Rollo 446 de Archivos microfilmados.
126
Fernando Díaz Diáz, “Estado, Iglesia y desamortización”, en: Jaime Jaramillo Uribe (Director académico),
Nueva Historia de Colombia, Volumen 2 (Bogotá: Planeta, 1989), 210-212.
127
Pascual Bravo. “La Revolución…” en: Jorge Ospina Londoño, Pascual Bravo: Los partidos políticos en
Colombia. Estudio histórico-político. (Medellín: Imprenta Universidad, 1938), 197.
128
Pascual Bravo, “El Estado de Antioquia y la situación.” En: Jorge Ospina Londoño, Pascual Bravo, 157.
Fechado el 26 de Septiembre de 1859.

57
Otro importante liberal del siglo XIX, Camilo Antonio Echeverri, a quien ya se ha hizo
mención anteriormente, sentaba su posición en contra de la intervención de Antioquia en la
guerra, debido a ser solamente una lucha de pasiones en la cual los antioqueños pocas op-
ciones tendrían de salir victoriosos como pueblo. Para Echeverri en la guerra sólo triunfa-
rían los mismos individuos que la alientan; además de parecerle loable la conducta neutral
del gobernador Marceliano Vélez Barreneche, Echeverri plantea que la intervención de
Antioquia en la Revolución, en cualquiera de los dos bandos en disputa sumiría al Estado
en fuerte crisis, debido a que:
El pueblo antioqueño peleará con ventaja indisputable dentro de su territorio;
fuera de él, peleará con no mayor probabilidad de triunfo que sus enemigos. […]
Pero el pueblo de Antioquia no se reunirá para resistir en masa sinó en el caso
de que lo ataquen sin derecho. Para semejante evento, parece que no habría un
solo hijo de este Estado que, por el hecho solo de ese ataque injusto, i sin pre-
guntar quien fuera el Jefe del ejército enemigo, no se presentara voluntariamente
a defender el territorio i se resolviera a dejarse sacrificar en su defensa. 129

En otros fragmentos de su artículo, Echeverri expone que Antioquia de atacar al general


Mosquera sufriría las consecuencias de ello, debido a las represalias que podía tomar el
caucano en contra de las actuaciones de los antioqueños, la principal de ella fue la guerra de
exterminio 130. Lo anterior no quiere decir que Echeverri se oposiera a las revoluciones, pues
para él el nacimiento de Colombia se cifró en la Revolución del 20 de Julio de 1810, y dos
años después de escribir este texto, en 1862, fue encarcelado por revolucionario, como se lo
expresa el General Marceliano Vélez, gobernador del Estado, en una carta que le dirige el
11 marzo de 1862 desde Manizales: “Las leyes del país lo consideran a usted como delin-
cuente, y sin juicio previo usted no puede salir de la prisión, a que ha sido sometido por
haberse sublevado contra el gobierno y las instituciones legítimas.” 131

129
Camilo Antonio Echeverri,. Otra vez Antioquia. Biblioteca Virtual de Antioquia, pp. 2, 21. Disponible en:
http://hdl.handle.net/10495/207. Consultado el 30 de mayo de 2013. 19:08. Texto fechado el 18 de mayo de
1860 en Medellín.
130
Echeverri, Otra vez Antioquia, 21.
131
Vélez, Marceliano. “Carta del General Marceliano Vélez” en: Camilo Antonio Echeverri, Obras Comple-
tas, (Medellín, Ediciones Académicas de Rafael Montoya y Montoya, 1961), 263. Fechada el 11 de marzo de
1862 en Manizales.

58
Además de mantener un ambiente estable en Antioquia, la neutralidad de muchos de sus
habitantes permitió su prosperidad económica, como es el caso de la familia Alzate en la
novela Frutos de mi tierra de Tomás Carrasquilla, a quienes

la Revolución del 60—‘la Guerra Grande’—, los cogió ya establecidos; y aque-


llo tan aciago para el país, fue la suerte, el río revuelto para los nuevos empresa-
rios: los patojos de la blusa y la caranga dejaban sus raciones en la pulpería, en
cambio de comestibles y bebestibles. Y como los Alzates eran el paño de lágri-
mas para todos con su abastecida tienda, y como jamás se metieron en honduras
de opinión política, ni güelfos ni gibelinos tuvieron que ver con ellos, como no
fuera para comprarles. // Con la tal guerra se pusieron las botas.132

En la revolución de 1860 se puso de manifiesto que muchos de los artículos promulgados


en la Constitución de 1858 eran inoperantes. Por ello muchos estados decidieron conformar
una liga y darle su apoyo al general Mosquera en su levantamiento. De este modo, la nueva
constitución firmada en la Convención de Rionegro (1863) continuaría con el régimen fede-
ral, pero llevándolo más lejos y dando más libertad a los estados en sus políticas internas;
en esta constitución el gobierno central no sería más que un árbitro en las negocios y dispu-
tas entre estados. Si la Constitución de 1858 comenzaba invocando a Dios como “autor y
supremo legislador del Universo 133”, la de 1863 lo hacía por medio de La Convención Na-
cional, la cual “en nombre i por autorización del Pueblo i de los Estados Unidos Colombia-
nos que representa” decretaba en el primer artículo de la Constitución que:

Los estados soberanos de Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca,


Magdalena, Panamá, Santander i Tolima […] se unen i confederan a perpetui-
dad, consultando su seguridad esterior i recíproco auxilio, i forman una Nación
libre, soberana e independiente, bajo el nombre de ‘Estados Unidos de Colom-
bia134’.

Entre los individuos que sancionaron esta Constitución se encontraba, como representante
por el Estado Soberano de Antioquia Camilo Antonio Echeverri, quien se separa de la Le-
gislatura debido a la negación que sus colegas realizan acerca de la existencia de los parti-

132
Tomás. Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 24.
133
Sin autor, Constitución política para la Confederación Granadina (Santa Fe de Bogotá: Imprenta de la
Nación, 1858), sp.
134
“Constitución de 1863. Art. 1”. En: Constitución i leyes de los Estados Unidos de Colombia, espedidas en
los años de 1863 a 1875 Vol. 1. Bogotá: (Imprenta de Medardo Rivas, 1875), 6.

59
dos tradicionales y de las diferentes ideas en disputa, pues en esta constitución no se toma
en cuenta al Partido Conservador por haber sido derrotado en la Revolución. 135

2.3.1 La literatura de ciudad entre un nuevo gobierno y la misma mentalidad:


Los años de Pedro Justo Berrío

En la carta conocida como A mis amigos, Camilo Antonio Echeverri pretende hacer una
crítica a la Revolución de Antioquia de 1864, la cual produjo que el partido de gobierno (el
Liberal), dejara el mando al partido Conservador, cuyos integrantes se alzaron en armas
buscando el reconocimiento que la Convención de Rionegro les había negado. Cabe resaltar
que a dicha convención sólo asistió el partido Liberal como vencedor de la Revolución y
éste llegó dividido entre los que apoyaban a Mosquera y los que no.

Aunque diversas fuentes de época quieran darle a la Revolución de Antioquia un carácter


casi épico, ésta no fue más que un pequeño levantamiento armado en el cual los conserva-
dores derrotaron, en dos batallas, a los liberales. La primera de estas ocurrió el dos de enero
de 1864 en la plaza principal de Yarumal, localidad ubicada en el norte de Antioquia, en
donde fue dado de baja el general José Antonio Plaza, comandante del ejército liberal en el
estado, mientras el ejército conservador estaba bajo el mando de Pedro Justo Berrío136; dos
días después, en el sitio conocido como Cascajo en las cercanías de Marinilla, se llevó a
cabo el segundo enfrentamiento, donde perdió la vida el joven Pascual Bravo, quien presi-
día el gobierno de Antioquia137.

Entre las fuentes de época que más ampliamente documentan el levantamiento armado en
Antioquia se encuentra el Boletín Oficial, periódico publicado por el gobierno del Estado en
el que a pocos días de haber concluido la Revolución se publicaron relatos de estos dos

135
Camilo Antonio. Echeverri, “A mis amigos”. En: Obras completas, 232-233.
136
Abraham García, Parte: acción que tuvo lugar en Yarumal el día 2 de enero de 1864. Medellín, Imprenta
del Estado, 1864. Hoja suelta, colección de Periódicos de la Biblioteca Central de la Universidad de Antio-
quia, rollo 0044, Documento 321, folio 337.
137
Alejandro Borrero Uribe, Parte de la Batalla de Cascajo. Medellín, Imprenta del Estado, 1864. Hoja suel-
ta, colección de Periódicos de la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, Rollo 0044. Documento
321, folio 337

60
enfrentamientos. Vale la pena resaltar que esta revolución inició el 7 de diciembre de 1863
en Abejorral, y un mes después, el 10 de enero de 1864, Pedro Justo Berrío expedía su pri-
mer decreto como jefe provisorio del Estado, en el que justificaba el porqué de su elección,
además de sus promesas de unidad del movimiento popular de Antioquia y la búsqueda del
reconocimiento del nuevo gobierno antioqueño por parte de Tomás Cipriano de Mosquera y
Manuel Murillo Toro, en dos momentos diferentes presidentes de la Unión. Poco tiempo
después Berrío dirigió un manifiesto a los gobernantes de los demás estados en el cual rati-
ficaba el pleno derecho del pueblo antioqueño para cambiar su gobierno interno; manifes-
tando además que

[…] el Estado Soberano de Antioquia continua, pues, sujeto al Gobierno Jeneral


de los Estados Unidos de Colombia, en los negocios de incumbencia de éste, i
en las mismas relaciones de fraternidad que lo ligan con los demás Estados de la
Unión138.

El triunfo del movimiento revolucionario trajo grandes preguntas para el momento histórico
que atravesaba Colombia, la más importante fue saber qué postura tomar ante Berrío y
quienes apoyaban su política conservadora. Los liberales eran los únicos sujetos políticos
que tenían acceso a la opinión, era de esperar entonces que éstos sentaran su rechazo a una
revolución conservadora cuando recién triunfaba una liberal que se había respaldado por
medio de una constitución en la cual al bando perdedor se le negaron las garantías de parti-
cipación política. Uno de los liberales que más fuertemente instigó a Mosquera para que
invadiera Antioquia fue el escritor antioqueño Emiro Kastos, quien desde Bogotá rechazaba
rotundamente este movimiento139. Camilo Antonio Echeverri también manifestó su postura
ante la Revolución de Antioquia y a los pocos días de la administración de Berrío, en una
carta circular a los jefes de los demás estados soberanos, les pedía—fiel a su postura paci-
fista—la no intervención en Antioquia y el respeto por el gobierno que la revolución creó,
el cual “ha sido tolerante y humano, ha olvidado su cuna después de la victoria”, gracias al
respeto con que había tratado a los liberales derrotados en ambos campos; el “Tuerto”

138
Pedro Justo Berrío, “Manifiesto que el Gobernador provisorio, Jefe civil i militar del Estado S. de Antio-
quia dirije a la nacion i a cada uno de los estados que la forman” Hoja Suelta. colección de Periódicos de la
Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia rollo 0044, Doc. 320ª, Folio 336.
139
Luis Javier Villegas Botero, Las vías de legitimación de un poder. La administración presidida por Pedro
Justo Berrío en el Estado Soberano de Antioquia 1864-1873 (Bogotá: Colcultura, 1995), 29

61
arremetió también contra la Convención y la exclusión que hizo de los partidarios de otras
ideas, llegando a achacarle esta temprana revolución al orden político excluyente. Para él,
“Esta revolución ha sido pura y positivamente un efecto de las leyes relativas al Clero y
especialmente de la ‘de Policía nacional en materia de cultos’140”. De lo dicho por Echeve-
rri se desprende el carácter nacionalista con que los antioqueños se han levantado: la defen-
sa de la religiosidad, teniendo en cuenta que este es un pueblo fuertemente católico. Por
esos días en el Diario Oficial se publicó una carta anónima, firmada por un Liberal en la
que respaldaba la búsqueda de la paz hecha por el nuevo gobierno de Antioquia 141.

El nuevo gobierno de Antioquia continuaba a la


espera de lo que se pudiera producir en Bogotá,
especialmente lo que tuviese que ver con el
reconocimiento de este nuevo gobierno. Mien-
tras tanto en Antioquia, principalmente en Me-
dellín, las disputas entre liberales y conserva-
dores no se hacían esperar, desde las páginas
del Diario Oficial—en su sección “No ofi-
cial”—se publicaban críticas que los conserva-
dores hacían a la corta administración liberal
que tuvo el estado. Esto duró hasta abril de
1864, cuando el presidente Murillo Toro reco-
noció formalmente al gobierno presidido por
Berrío. Este reconocimiento fue el hecho con
que se manifestó la cordialidad de las relacio-

nes entre el Estado Soberano de Antioquia y los Jorge Obando (Atribuida), "Antioquia cornonado
a Berrío" (tarjeta postal s. f), en: Londoño Vélez,
demás de la Unión. En este reconocimiento se Testigo ocular, 208.
ponía de manifiesto que la Unión respetaría el proceso revolucionario llevado a cabo por
los antioqueños y que se ratificaría con la Constitución del Estado Soberano de Antioquia

140
Camilo Antonio Echeverri, “Carta Circular a los S.S Jefes…” En: Obras Completas…, 225. Fechada en
Medellín el 13 de enero de 1864.
141
Un Liberal “La paz de Antioquia” en el Boletín Oficial, número 24. 27 de Abril de 1864, 171-172.

62
de ese mismo año. Esta en su segundo artículo manifestaba que: “El Estado Soberano de
Antioquia es parte integrante de la República de los Estados Unidos de Colombia, i se so-
mete a la autoridad del Gobierno jeneral de dicha República”142. Con lo que se sellaba el
pacto entre Berrío y Murillo Toro.

Durante los años del gobierno de Pedro Justo Berrío, el federalismo que se instauró en Co-
lombia, posibilitó que Antioquia desarrollara una mentalidad en la que se destacó el carác-
ter regional, impulsando el desarrollo en materia educativa, política, económica y en vías de
comunicación; estos son los temas que más se han estudiado por parte de la historiografía
regional. En materia de creación literaria, estudiada por la historia social y cultural en An-
tioquia, se destacan de las publicaciones de Gregorio Gutiérrez González, quien gracias a
su poema Memoria sobre el cultivo del maíz en Antioquia (1861) consolidó una identidad
literaria regional. Si bien este poema es escrito antes de la llegada de Berrío al gobierno, es
importante reseñarlo, más que por el poema, por el autor, debido a que Gutiérrez representa
la identidad literaria de los antioqueños en siglo XIX; su poema, al igual que su literatura
sobre temas rurales y urbanos, quiere dar a conocer la idiosincrasia regional, muy destaca-
143
do, entre otras cosas, por ser reconocido como el cantor de maíz , producto ícono de la
gastronomía antioqueña y una de las principales características de la identidad literaria re-
gional que se prolongó hasta mediados del siguiente siglo.

Estos años, los de la consolidación del régimen político, también fueron los de la consoli-
dación de la literatura regional, y en ellos se hizo evidente la fuerza que esta alcanzó. El
investigador Jorge Alberto Naranjo destaca que en estos años surgieron varias publicacio-
nes periódicas como El Iris, La Aurora, El Oasis, El Cóndor, La Palestra, La revista de
Antioquia y La Sociedad144; en ellas la creación literaria fue muy importante, pues en esta
década surgen nuevos autores que se destacarán en los años posteriores, y cuyas creaciones
literarias serán mucho más críticas. Entre estos nuevos escritores se destaca Camilo Botero

142
Sin autor, Constitución Política del Estado Soberano de Antioquia de 1864. (Medellín: Imprenta de Isidoro
Isaza, 1864), 2.
143
Rafal Pombo, “Introducción”, en: Gregorio Gutiérrez González, Obras completas (Medellín: Ediciones
Académicas del Colegio Académico de Antioquia, 1960), 32.
144
Jorge Alberto Naranjo Mesa, Estudios de filosofía del arte IV. La literatura temprana de Antioquia, 15-17.

63
Guerra, en su poema El destierro denuncia la costumbre de enviar mujeres condenadas o
sospechosas de vida licenciosa a las colonias penitenciales de Patiburrú, en las cercanías del
río Magdalena, lo que en las décadas de 1860 y 1870 significaba una muerte en vida. 145

Se puede afirmar que, tras la muerte de Berrío, la literatura antioqueña se consolidó defini-
tivamente con la publicación Antioquia literaria, compilación hecha por Juan José Molina,
reconocido como uno de los más importantes archivistas del siglo XIX; en ella se muestra el
alto grado educativo e intelectual que había antes de la llegada de Berrío al poder y la for-
ma en que se masifica durante este, pues Molina incluye en su antología a escritores de
distintos pueblos antioqueños, y según Naranjo, las listas de suscriptores de los distintos
periódicos y revistas incluían habitantes de distintos lugares del Estado 146.

La Medellín de la época de Berrío es una ciudad que representa a una región que está sa-
liendo de su encierro, esta Medellín, según la literatura de la época, es una población en la
que ya existen círculos de discusión literaria; pero además ya hay difusión de la literatura y
el pensamiento social europeo, como lo destaca Ricardo Restrepo en su cuento Un baile
con carrera (1870), en donde narra una fiesta en el barrio Guanteros; en ella aparece un
sastre (el maestro Hilario) quien

[…] deseando instruirse, ha buscado alimento para su espíritu en las novelas so-
cialistas de Eugenio Sue y compañía, y no pierde ocasión de leer cuanto se pu-
blica con tendencia a rebajar a los ricos, a quienes él llama ladrones sin excep-
ción, o a adular la clase obrera. De este modo el maestro Hilario se ha formado
en su cabeza un mundo imaginario para nosotros, aunque real para otras socie-
dades. Es hombre que habla muy serio del pauperismo y de protección a las in-
dustrias nacionales; que reniega contra la tiranía del capital, y no desespera de la
emancipación de los proletarios y del engrandecimiento de la oprimida clase de
los artesanos. En una palabra, el maestro Hilario es un socialista con sus pintas
de comunista 147

José Luis Romero plantea que una de las principales características de las ciudades burgue-
sas es la constante imitación de la vida europea, así como el surgimiento de nuevas clases y

145
Camilo Botero Guerra, “El destierro”, en Antioquia literaria, 257-259.
146
Jorge Alberto Naranjo Mesa, Estudios de filosofía del arte IV. La literatura temprana de Antioquia, 20.
147
Ricardo Restrepo, “Un baile con carrera”, en Antioquia literaria, 213.

64
multitudes políticas cuyas ideas están inspiradas en el socialismo y el anarquismo 148. Esta
Medellín de Berrío, además de ser una imitación constante de la vida europea, es también la
ciudad que se convierte en referente de la política regional, especialmente de los munici-
pios—llamados distritos durante la época de los Estados Unidos de Colombia—en los cua-
les predominaban los escenarios rurales; esta es una característica de las ciudades patricias,
que para Romero existen antes de las burguesas. La relación campo-ciudad en la historia de
las ciudades latinoamericanas se basa en la importancia del líder político y la forma en que
este es sustentado por los grandes hacendados, cuyo poderío proviene del campo 149. Las
condiciones económicas antioqueñas del siglo XIX no produjeron los grandes hacendados
que sí existieron en otros lugares del continente, pero la clase política antioqueña, como la
familia del expresidente Mariano Ospina Rodríguez, fue la que sustentó el poderío político
de Pedro Justo Berrío; lo que también tendrá eco en la literatura antioqueña, siendo una de
las representaciones más destacadas la que plantea Tomás Carrasquilla en su novela El zar-
co, en la que en medio del diálogo de un par de esposos campesinos que planean viajar a
Medellín—todavía denominada como La Villa, clara referencia a la vida rural—el hombre
le dice a la mujer:

[…] allá en La Villa vamos a conocer a ese dotor Berríos, tan valiente que ha re-
sultao, tan baquiano pal gobierno y que golvió a juntar, en el convento de la
Virgen, las monjitas que echaron ajuera esos urriageros, tentados del Enemigo
Malo150.

Estas palabras que Ño Higinio le dice a su esposa están basadas en un episodio de la histo-
ria de Colombia, sucedido durante el paso de Mosquera por Medellín en su camino a Rio-
negro para la convención, cuando ordenó la expulsión de las monjas del Convento de la
Caridad; pero además demuestra la importancia que tuvieron la Iglesia y religión católica
en el mandato de Berrío, los inicios de lo que la historiadora Patricia Londoño definió como
“cosecha de vocaciones religiosas 151”; tema muy recurrente en la literatura antioqueña.

148
José Luis Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 294-295.
149
José Luis Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 242.
150
Tomás Carrasquilla, “El zarco”, Obra completa. Volumen II, 817.
151
Patricia Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad, 144-162.

65
Medellín, después del gobierno de Berrío, ya se ha consolidado como una ciudad importan-
te para Colombia, aunque en la óptica de Romero se pueda ubicar en un limbo entre las
ciudades patricias y las burguesas. Esta ciudad, a partir de 1875, ya habrá dejado atrás en
parte su pasado de villa colonial, el cual fue una constante reminiscencia en la literatura
posterior a esta fecha; 1875 se puede tomar como la fecha de conclusión del proceso que
Medellín inicia a mediados del siglo XIX: convertirse en el lugar central para Antioquia;
anteriormente se mostró cómo la ciudad fue el principal punto de referencia para la región,
son logrados alcanzados desde un punto de vista que abarca lo político, lo económico lo
cultural y lo social. El historiador Fernando Botero Herrera señala que tras la guerra civil de
carácter religioso que estalló en 1876, en la que la élite política antioqueña (residenciada en
Medellín) tuvo un papel protagónico en su instigación, la ciudad ya no tenía un punto de
vista neutral sobre la situación política del país 152, el que también fue la significación del
resto del pensamiento antioqueño, y estuvo más involucrado en el acontecer nacional: des-
de esta fecha, hasta el final del periodo estudiado, Antioquia aportó tres presidentes a la
República153, ministros y distintos políticos, ello sumado al importante papel desarrollado
durante las siguientes guerras civiles. A falta de una sociología propia en la época, será la
literatura la que documente sobre estos aconteceres.

152
Fernando Botero Herrera, Estado, nación y provincia de Antioquia, 176.
153
Los antioqueños que ocuparon la presidencia de Colombia fueron Carlos Eugenio Restrepo Restrepo
(1910-1914), Marco Fidel Suárez (1918-1921) y Pedro Nel Ospina Vásquez (1922-1926). También se desta-
caron otros antioqueños en la vida política nacional como Rafael Uribe Uribe, Gerardo Molina y Antonio José
Restrepo, senadores liberales que alcanzaron un importante reconocimiento a nivel nacional.

66
III La escritura sobre Medellín: entre la realidad y la ficción

3.1 Los nuevos jóvenes de Medellín: el surgimiento de una literatura regional y


sus representaciones sobre Medellín

Si se analiza la historia de Medellín a partir de las producciones literarias realizadas en ella,


se debe comenzar hablando de las características propias de la literatura bajo la cual se es-
cribe. En los años que abarca esta investigación fueron varias las corrientes literarias que
sirvieron como inspiración para los distintos escritores. Muchos investigadores de la litera-
tura antioqueña decimonónica como Jorge Alberto Naranjo, Dora Helena Tamayo, Hernán
Botero Restrepo o Leticia Bernal, por mencionar solo algunos, coinciden en que la literatu-
ra regional surgió a partir de la segunda mitad del siglo XIX, gracias a la influencia de tres
escritores: Emiro Kastos (seudónimo de Juan de Dios Restrepo, Amagá 1823-Ibagué 1894);
Gregorio Gutiérrez González (La Ceja, 1832-Medellín, 1872) y Epifanio Mejía (Yarumal,
1839-Medellín, 1913). Estos tres escritores, cuyo principal rasgo común es su origen pue-
blerino, a partir de la década de 1850 fueron quienes sentaron las bases para el inicio de lo
que se ha denominado literatura regional. De los tres autores se destacan principalmente
Kastos y Gutiérrez en los propósitos de esta investigación, pues fueron ellos quienes desde
su creación literaria describieron a Medellín desde los cuadros de costumbres, primera co-
rriente literaria que desde la narrativa tendrá influencia en Antioquia. 154

El régimen federal que se había instaurado en Colombia desde 1858 y las posteriores re-
formas administrativas y políticas impulsadas por Pedro Justo Berrío en Antioquia, permi-
tieron una mayor unidad de la capital del Estado con los distritos (municipios durante el
federalismo). La reforma educativa que hizo Berrío en 1871 posibilitó la llegada de jóvenes
del interior de Antioquia a Medellín para realizar sus estudios universitarios, muchos de los
cuales se convirtieron en importantes escritores que aportaron al desarrollo de una literatura
regional que, inspirada primero en el costumbrismo y posteriormente en el romanticismo y

154
Jorge Alberto Naranjo Mesa, Estudios de filosofía del arte, volumen IV, 33.

67
en el realismo, se puede utilizar como un documento que acerque al lector al contexto histó-
rico de Medellín y Antioquia. En la novela Del monte a la ciudad, perteneciente a la trilo-
gía Hace tiempos de Tomás Carrasquilla, se narra cómo era el contexto universitario a me-
diados de la década de 1870. En dicha novela, su autor expone la ciudad a la que se despla-
za en calidad de estudiante y hace una descripción del entorno educativo al que llega; des-
taca entre otras cosas la importancia de la Universidad de Antioquia como centro de pen-
samiento académico, artístico y literario; lo cual también influyó en el resto del Estado so-
berano:

Más no vaya a creerse […] que esta Villa fuese completamente mercantil y filis-
tea, como tanta gente se lo ha supuesto. Tal vez en ninguna época de nuestra
historia regional se ha visto en la tierruca más entusiasmo por la instrucción y el
culto ideológico, con nuestras propias iniciativas. Los pedagogos alemanes que
había traído Berrío para las dos escuelas normales eran el único elemento ex-
tranjero de nuestra instrucción oficial. El resto lo componían maestros y maes-
tras del país, en establecimientos públicos y privados. Por lo mismo anhelaban
las gentes raizales aprender mucho para enseñar algo. 155

Esta novela se puede tomar como uno de los primeros testimonios del proceso de inserción
de Antioquia en la vida política de Colombia, pues se hace muy evidente la participación
que en el gobierno de Berrío tuvo Mariano Ospina Rodríguez, presidente de la República
(1857-1861), ex gobernador de Antioquia (1845-1847) y fundador del Partido Conservador
(1849); quien a pesar de haber nacido en Cundinamarca se insertó en la vida cotidiana an-
tioqueña. La influencia de Ospina Rodríguez se hizo notoria en el diálogo político que se
establece entre los dirigentes conservadores antioqueños y algunos políticos y escritores
afines a estas ideas radicados en Bogotá. La política nacional para estos años era de una
completa polarización entre liberales y conservadores, cada partido con su idea de país y su
idea de construirlo según sus los planteamientos propios; desde la educación se buscaba
crear un país que respondiera solo a una de estas iniciativas políticas, razón por la cual se
estableció una universidad liberal respaldada por el gobierno central (Universidad Nacional
de Colombia) y una conservadora respaldada por el gobierno antioqueño (Universidad de

155
Tomás Carrasquilla, “Hace Tiempos. Del monte a la ciudad”, 400-401

68
Antioquia) 156. La figura política de Ospina Rodríguez es descrita por Carrasquilla como la
de uno de los principales profesores de la Universidad, quien dictaba las clases de religión,
recuerda el novelista que

[…] la mayoría de los oyentes tenía que pasar la hora [de clase] de pies porque,
amén de la escuela supradicha [la de Artes y Oficios], asistían varios profesores,
sacerdotes y muchos señores de la burocracia y el comercio. Imponente figura la
de aquel patricio de esclarecida y romancesca historia, de barba bíblica y austero
traje. Aunque anciano emitía su voz de tal manera que no se le perdía sílaba en
ese salón tan espacioso. Bien es cierto que no lo interrumpía ni el vuelo de una
mosca. Por esa boca hablaba la sabiduría, con el método y la sencillez, la clari-
dad y la precisión que solo en la sabiduría caben.157

La generación de escritores que llegó a Medellín para estos años se concentra más en las
descripciones de la villa, por ser algo nuevo que rompía con la cotidianidad que se experi-
mentaba en el campo; esta era una forma de buscar insertarse en el contexto urbano y la
nueva mentalidad. Según José Luis Romero Latinoamérica durante el siglo XIX era

[…] un mundo de ciudades, y los hombres rurales que llegaban se azoraban


frente a sus misterios. Embestían, pero caían al tiempo seducidos por el poder de
los engranajes que funcionaban en las ciudades. Parecían odiarlas, pero en cuan-
to las descubrían y las conocían a fondo, pretendían dominarlas, someterlas a
sus dictados, transformar su vida para que fueran menos urbanas, un poco más
rurales, y para que se respetara en ella la ley de las sociedades formadas en los
campos.158

La literatura que describe a Medellín y su vida cotidiana luego de la segunda mitad del si-
glo XIX presenta esa dualidad que ya expuso Romero. En una descripción que hace Francis-
co de Paula Muñoz en 1870 de la ciudad plantea eso, al decir que “Medellín debe más a la
Naturaleza que al Arte, más a Dios que a los hombres”159. Esta importancia que Muñoz le
da a la naturaleza será capital para entender cómo era esa villa que se estaba transformando
en ciudad y que será descrita por muchos autores que vienen del campo; o que son origina-
rios de esa Medellín que aún no se había convertido en ciudad, caso de Muñoz. Esa ciudad
que intenta ser asimilada al campo como lo plantea Romero es la misma que Tomás Ca-

156
Luis Javier Villegas Botero, “La Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, un reto para
los conservadores antioqueños” en: Uribe de Hincapié, Universidad de Antioquia. Historia y presencia, 99.
157
Carrasquilla, “Hace tiempos. Del monte a la ciudad”, 397.
158
Romero, La ciudad occidental, 230.
159
Francisco de Paula Muñoz, “Descripción de Medellín en el año de 1870”, en: La ciudad y sus cronistas,
compilador: Miguel Escobar Calle (Medellín: Instituto Tecnológico Metropolitano, 2009), 12.

69
rrasquilla describe en sus novelas; que además son el ejemplo de cómo el reflejo del campo
en la ciudad se modificó con el pasar de los años. Aunque en sus novelas desarrolladas en
Medellín se puede leer esto entre líneas, el ejemplo de cómo se modifica la influencia del
campo en la ciudad se hace más latente en El zarco, Del monte a la ciudad, Grandeza y
Ligia Cruz; todas estas tienen en común que cuentan la vida de personas que llega del cam-
po a la ciudad y se deben adaptar a la vida en ella, la cual, además, los deja maravillados.

En El zarco, novela desarrollada en 1866, se hace notoria la desurbanización de los países


latinoamericanos planteada por Romero. En la descripción que Carrasquilla hace del mo-
mento en que la familia campesina llega a la capital del Estado; muestra cómo quieren im-
poner los aspectos de su vida cotidiana en el campo: saludar a todos los transeúntes con que
se encuentran y rezar padrenuestros al interior del cementerio 160; esto se puede entender
como una crítica por parte de Carrasquilla al modo de vida acelerado que está tomando la
ciudad para la década de 1920 en que se escribe la novela. En Del monte a la ciudad esto se
hace evidente en la descripción que hace de la ciudad y las impresiones que se generan en
Eloy al contemplar todo lo que tiene Medellín, que al ser comparadas con lo que ya conocía
del nordeste, lugar de origen del personaje. De ello se destaca contraste del río Medellín,
visto como una pequeña quebrada en la ciudad y que no puede creer sea el poderoso río del
que sacan minerales en su pueblo de origen: “no puedo persuadirme de que esta agua tan
mansa sea ese Porce que necesita de tapados para aplacarle la corriente y que tiene una ma-
dre tan malvada como poderosa”.161

En la novela Grandeza de 1910, uno de sus personajes, Juan de la Cruz Samudio, reivindi-
ca las tradiciones antioqueñas que ya se estaban perdiendo por aceptar las nuevas modas
provenientes de Europa; en esta reivindicación, se nota la persistencia del campo, debido a
la forma en que Juan de la Cruz defiende las tradiciones heredadas de su padre, como se
destaca en el argumente que le expone a su madre para no asistir a bailes de salón: “Soy
hijo de aquel viejo […] que no usó más que ruana; soy para que me escondas, no para que

160
Carrasquilla, “El zarco”, 819-820, 822.
161
Carrasquilla, “Hace tiempos. Del monte a la ciudad”, 397

70
me exhibas”162. Esta Medellín que ya se ha separado mucho más del campo es la que se
representa en Ligia Cruz (1920), una ciudad que transforma a los jóvenes habitantes del
campo que llegan a ella, caso de Petrona, cuya transformación se hace más palpable con el
cambio de su nombre por el de Ligia; en esta novela la referencia al campo por parte de
quienes recientemente llegan de él es de negación, mientras que quienes ya han llegado
hace varios años, como don Silvestre (padrino de Petrona y quien la trae desde Segovia),
nunca niegan su relación con los entornos rurales y adaptan su vida cotidiana en la ciudad a
las formas en que lo hacían en el campo163.

La forma de entender a Medellín por parte de sus habitantes en la creación literaria no solo
es posible percibirla en las novelas de Carrasquilla, la constante recurrencia a este autor por
ser la más completa y más vasta para entenderla como materia historiográfica. Desde que se
consolida una literatura regional a mediados del siglo XIX, son muchos los escritores que
llegaron a Medellín desde los distintos pueblos antioqueños, incrementándose en la década
de 1870. En un texto publicado en 1857 en la revista La miscelánea, ya se hablaba de Me-
dellín como un punto de referencia para el pensamiento político, literario y artístico de la
región; aunque para los habitantes del campo en este momento Medellín no era un referente
de progreso como sí lo sería dos décadas después 164.

La historiadora Sandra Patricia Ramírez señala que la migración hacia Medellín se hace
realmente fuerte a partir de 1905, año en que ya la capital antioqueña deja de ser un pueblo
chico para convertirse en una ciudad grande; según sostiene

[…] hasta 1920 Antioquia tenía muchos y muy diversos polos de desarrollo, Je-
ricó y Fredonia en el suroeste; Sonsón y Abejorral en el sur; Yarumal y Santa
Rosa en el norte, y Rionegro y Marinilla en el oriente. […] En muchos de esos
existían fábricas de tabaco, gaseosas, jabones, solo por mencionar algunas, lo
que quiere decir que estas localidades eran activas y ricas en lo económico. 165

162
Tomás Carrasquilla, “Grandeza”, en Obra completa. Volumen 2, 676.
163
Carrasquilla, “Ligia Cruz”, 733, 740, 749.
164
Bernardo, “Las fiestas de Julio. Carta de un joven que vive en el monte a otro que vive en la Capital” en:
Tamayo Ortiz y Botero Restrepo, Inicios de una literatura regional, 33-38.
165
Sandra Patricia Ramírez Patiño, “Cuando Antioquia se volvió Medellín 1905-1950. Los perfiles de la in-
migración pueblerina hacia Medellín,” Anuario colombiano de historia social y de la cultura 38, no. 2 (2011):
219.

71
De lo señalado por Ramírez se puede establecer que la economía antioqueña durante el si-
glo XIX estaba muy consolidada en los distintos pueblos, y Medellín solo era un punto de
referencia en lo político. La misma autora señala que la educación, si bien empieza a tomar
fuerza a partir de 1864, solo se consolida en la década 1880 166 . Lo expuesto por Ramírez es
también una crítica a lo que plantea Fernando Botero Herrera en su clásico texto sobre la
industrialización; en dicho texto Fernando Botero Herrera plantea a la industrialización
como uno de los principales elementos en el desarrollo urbano y demográfico de Medellín.
Un contraste con la literatura antioqueña en que se hace referencia a Medellín, se puede
concluir que la importancia de los pueblos se basaba en su desarrollo económico gracias a
la agricultura, mientras que la ciudad ha empezado a crecer en términos poblacionales gra-
cias a la política y la educación, como se ha indicado anteriormente. Un ejemplo de esto es
lo que muestra Juan José Molina en su cuento El final de un proceso; en el cual presenta a
un compañero suyo que llega a Medellín para estudiar derecho y un día lo invita a su pue-
blo natal, donde según describe Molina, conoce a Felipe:

Un rico campesino del tipo primitivo, franco, generoso, sumamente activo y


emprendedor, no descansaba en sus faenas, pero estaba pronto a cualquier em-
presa de utilidad general, a toda fiesta de amigos y a toda acción caritativa y no-
ble; la condescendencia era fondo y el marco de su carácter. […] La honradez y
la lealtad brillaban en su semblante y era imposible tratarlo sin que se le amase,
era una de esas naturalezas buenas que tiene una atmósfera nociva al mal 167.

Esta descripción que hace Molina del habitante de las montañas antioqueña refleja lo que
era el antioqueño en la década de 1860, un individuo que tenía en las labores propias del
campo su sustento y el desarrollo económico que requería, también tenía mucha humildad y
sencillez en sus actos cotidianos. En contraste a esto el habitante de Medellín, como el
mismo Molina describe en Los entreactos de Lucía a un amigo suyo a quien denomina
Emilio
[…] es bien conocido entre nosotros, está dotado de la poderosa facultad de vi-
bración y posee un espíritu infatigable, pronto siempre a la réplica, respondien-
do a cada incidente de la vida pública o a cada episodio de la vida literaria con
una página, una línea o una palabra; pero se entiende que es la palabra justa, la

166
Ramírez, “Cuando Antioquia se volvió Medellín”, 231.
167
Molina, “El final de un proceso”, en: Antioquia literaria, 592.

72
línea picante o la página verdadera, siendo su talento tanto más seductor cuanto
que se anima en su movilidad con todos los colores de la fantasía168.

Estas descripciones que el mismo autor hace de los individuos del campo y la ciudad en la
década de 1860 muestran una Antioquia y una Medellín que ya empiezan a diferenciarse;
quien habita el campo vive de él y de lo que allí se produce; mientras que el individuo que
habita la ciudad empezó a tener una inclinación más cercana a la vida académica, pues co-
mo se ha visto anteriormente, la ciudad se empieza a configurar como un espacio idóneo
para la creación literaria. Aunque esto no es una generalización, el desarrollo académico de
Medellín fue una de las causales en su crecimiento urbano.

A partir de la década de 1870 el poderío político de Medellín se hizo más fuerte al ser la
capital del Estado Federal, por lo cual se empieza a destacar la ciudad como un ente políti-
co distinto a las demás regiones antioqueñas. Juan Guillermo Gómez en su ensayo “Las tres
Antioquias de Tomás Carrasquilla. Notas para una lectura intrarregional y sociorracial de
Hace tiempos”, destaca la forma que en que este autor conceptualiza los distintos modos de
vida y los distintos paisajes que el joven Eloy Gamboa encuentra en la Antioquia de las
décadas de 1860 y 1870, y por último la modernidad a la que se enfrenta al llegar a Mede-
llín, con lo que puede plantearse que esta trilogía de novelas es una bildungsroman169 (no-
vela de formación que a través de la vida de un personaje, desde su niñez hasta su adultez,
muestra la historia de una región o sociedad).

La obra de Carrasquilla, como novela de formación plantea ese inicio de la ruptura entre
Medellín y Antioquia, una ruptura en la cual la literatura posterior a ella ya diferenciará
mucho mejor los espacios rurales de los espacios urbanos; a pesar de ello, hasta bien entra-
do el siglo XX aún se conservaron rezagos de ruralidad en Medellín. Se puede afirmar que
la historia de Medellín entendida desde la creación literaria se manifiesta a partir de la dé-
cada de 1920, cuando en distintas revistas como Sábado, El bateo o Letras y encajes, por
mencionar solo algunas, los escenarios de los cuentos y novelas que en ellas se recrean co-
rresponden en mayor medida a Medellín; así como la aparición en ellos de nuevos elemen-

168
Molina, “Los entreactos de Lucía”, en: Antioquia literaria, 444.
169
Juan Guillermo Gómez García, “Las tres Antioquias de Tomás Carrasquilla. Notas para una lectura intra-
rregional y sociorracial de Hace tiempos”, Colombia es una cosa impenetrable, 169, 171.

73
tos como la radio, los vehículos o los espectáculos públicos, entre ellos actividades como
las carreras de caballos, las peleas de boxeo o los partidos de fútbol; sin embargo lo que
más se destaca es que a partir de la década de 1920 las mujeres tomaron un mayor protago-
nismo en la creación literaria, muchas incursionan en la escritura de cuentos en la revista
Sábado e incluso con publicaciones dedicadas exclusivamente al género femenino, como
por ejemplo Letras y encajes.170

En un ensayo sobre Hace tiempos de Tomás Carrasquilla, Fernando González da entender


el valor que en el desarrollo de Medellín tuvieron los pueblos y los que de allí provenían,
resalta la importancia que los ambientes rurales tuvieron en el desarrollo artístico de mu-
chos de los artistas y escritores—principalmente Carrasquilla—:

El niño de pueblo, nacido y criado en pueblo, adquiere nociones de que carece el


ciudadano. Entiendo por pueblo a Florencia antigua, a Santodomingo, a Envi-
gado, Atenas de Sócrates, y aquel Abejorral de Clodomiro y don Dionisio. En-
tiendo por ciudad a la Bogotá del Congreso, cafés y periódicos, y a Medellín. Y
digo: En ciudades no nacen hombres históricos, son de pueblo, los buenos estu-
diantes son de pueblo. La vida humana viene de los pueblos a lucir en las ciuda-
des. // El puebleño viene a la ciudad con el alma vertebrada; vértebras que son
las impresiones, sentimientos, nociones indelebles recibidas en la aldea. Porque
esta se compone de tipos: La iglesia y sus torres quedan como patrón; patrones
son el bobo, el loco, el muchacho, el cura, la puta, la sobrina del cura, el maestro
y el boticario. // El artista, sobre todo el artista, tiene que ser de Santodomingo,
Abejorral o Envigado. ¿Cómo nó, si tiene que haber pasado los años en que el
alma es de cera blanda, hundido en el silencio de la plaza, viendo muy despacio
a los personajes-mitos, oyendo comentar durante años los acontecimientos, en
una palabra, for-mán-do-se? El ciudadano no sabe los enredos que hay para que
nazca un niño; no lo envían lejos, donde mano Juan, cuando la Virgen va a traer
la criatura; no sabe de los cuchicheos, de los tapados, de los paladeos. Casi pue-
de afirmarse que el hombre ciudadano nace sabio, o sea, perdida la inocencia.
Ya, ya lo sabe todo. En las ciudades no comentan, no critican, no se escandali-
zan con el loco, la ramera, el homicidio, el noviazgo… 171

Estas impresiones que González plantea sobre los sucesos de pueblo como elemento de la
creación literaria fueron los mismos en los que se basaron muchas obras literarias del siglo
XIX sobre Medellín, las cuales también se basan en la construcción narrativa a partir de ti-
pologías sociales, pero que a su vez muchas veces los representaban como personajes con

170
Naranjo Mesa, “La poesía y el relato en Medellín, 1850-1930”, 671.
171
Fernando González, “Juicio sobre Carrasquilla” en: Gente maicera, 109

74
unas características sociales y psicológicas propias; así como también muchos de los suce-
sos acontecidos en la Villa fueron motivo para la creación literaria desde mediados del siglo
XIX y hasta bien entrado el XX.

3.2 La dicotomía campo-cuidad en la literatura antioqueña.

Es que no estamos en Segovia: ¡estamos en Medellín!


Tomas Carrasquilla, Ligia Cruz.1920.

Se puede ubicar en 1902 el momento histórico en que la literatura antioqueña comienza a


diferenciar los entornos rurales de los urbanos. En la que tiene como objeto de sus narra-
ciones a Medellín se destaca este año por ser el del final de la Guerra de los Mil Días, even-
to histórico que la historiografía señala como el acontecimiento final del siglo XIX colom-
biano. Este conflicto significó en la literatura antioqueña la desaparición de El repertorio
ilustrado y El montañés, dos importantes revistas que tenían como objetivo dar a conocer
por medio de las letras los entornos rurales y urbanos172.

Antes de esta guerra se presentó El quinquenio de oro de las letras, nombre que la historio-
grafía literaria antioqueña le ha dado al periodo comprendido entre 1894 y 1899, debido a
la gran cantidad de revistas que surgieron en esos años, en las que se realizan distintas pu-
blicaciones que desde la ciudad mostraban el campo o los pueblos antioqueños; así como
también se presentaban corresponsales para ellas desde los distintos escenarios rurales de
Antioquia. En los años posteriores a la guerra se crearon distintas publicaciones en las que
el influjo de los espacios rurales aún perduraba, pero Medellín se ratificaba como el centro
intelectual del departamento. Esta ratificación se hace notoria, incluso, en relación con la
guerra, pues en personajes como Rafael Uribe Uribe y Pedro Nel Ospina Vásquez, princi-
pales caudillos antioqueños del liberalismo y el conservatismo se evidencia que su pensa-

172
Naranjo, Estudios de filosofía del arte. Volumen IV, 24-25.

75
miento fue forjado en Medellín, como se afirma en la correspondencia que ambos sostuvie-
ron en medio de la guerra173.

Las distintas guerras civiles, especialmente la que se denominó ‘de los mil días’, significa-
ron en la literatura antioqueña la aparición de un subgénero de literatura, que fue el que
Naranjo denominó como Cuadros de la guerra, estos ofrecen retratos “vivos y animados de
esas escenas de muerte, lucha, fuga, despojo y heroísmo, cobardía, crueldad, etcétera.” 174 Si
bien la guerra se desarrolló en escenarios rurales, fue en las crecientes ciudades donde re-
percutieron sus consecuencias, al ser los centros de poder regional y, sobre todo, de discu-
sión política; además fue en las capitales colombianas del siglo XIX desde donde se realiza-
ron las principales descripciones de la guerra, allí se encontraban las imprentas y periódicos
desde los cuales se lanzarían los manifiestos más importantes; y fueron el lugar de produc-
ción de los distintos relatos literarios que existen sobre las guerras en la literatura antioque-
ña.

La idea de lugar de producción es tomada de lo que el historiador francés Michel de Cer-


teau definió como uno de los principales elementos de la operación historiográfica: el lugar
social, concepto necesario para conocer y entender la sociedad que se describe, este es el
que permite y prohíbe, según el análisis de las conveniencias sociales del lugar en que se
escribe.175 Esta idea de lugar en relación a la literatura antioqueña como fuente para la his-
toria de Medellín es importante tenerla en cuenta en correspondencia con las guerras, por-
que cada uno de estos conflictos pretendía cambiar la sociedad y la forma en que esta se
percibe, siendo la creación literaria uno de los principales elementos para entenderla, debi-
do a que cada escritor y cada una de sus obras son el reflejo de su pensamiento. En este
sentido es posible ubicar el lugar de producción de novelas como las de Tomás Carrasquilla

173
Álvaro Tirado Mejía, Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia (Medellín: Colección de auto-
res antioqueños, 1995), 352-353.
174
Naranjo, Estudios de filosofía del arte. Volumen IV, 34
175
Michel de Certeau, La escritura de la historia (México: Universidad Iberoamericana, 1999), 81

76
y los demás autores de su generación en un escenario que políticamente es formador, pero
que lo hace a partir de la imitación de lo extranjero176.

En la politizada sociedad antioqueña del siglo XIX es posible entender que cada obra litera-
ria que describe a Medellín fuese también el reflejo de la sociedad, así como una propuesta
de la misma. El final de la guerra de los Mil Días marcó un punto de quiebre en la forma de
entender la creación literaria, debido a que posterior a esta fecha no hubo otra guerra civil
hasta el periodo que se conoce como La Violencia de mediados del siglo XX; en Antioquia
las sociabilidades literarias se hicieron mucho más fuertes y la nueva generación que co-
mienza a escribir posterior a 1902 lo hace, más que con base en una crítica política, en una
crítica social.

A partir de 1902 la literatura que se produce en Medellín comenzó a retratar mucho más a
los individuos que la habitaban, y paso a lo que puede llamarse novelas sobre la élite, temá-
tica que se hizo mucho más reconocida luego de 1920 con la revista Sábado, pero cuyos
orígenes se pueden rastrear hasta los primeros años del siglo XX. Entre 1902 y 1910 se pu-
blicaron en Medellín las dos principales novelas que al divulgar la clase social más podero-
sa le empiezan a dar una característica que asemeja a los habitantes de Medellín con los de
Londres o París. Estas novelas son Kundry de Gabriel Latorre (1904) y Grandeza de Tomás
Carrasquilla. En la introducción a esta novela su autor se refiere a la intención de escribirla
diciendo que “de tiempo atrás se me viene solicitando, ya de un modo, ya de otro, una no-
vela, o varias, sobre cierta clase social de nuestra ilustre Villa de la Candelaria.” 177 Esta
clase social es la élite de Medellín, la que se apropió, en gran parte, del discurso literario
sobre la capital antioqueña. Si se mira esto desde lo planteado por Michel de Certeau se
puede entender que quienes escriben sobre la ciudad lo hacen ya estando en ella, con lo que
se generó una mayor división entre lo que se producía en el campo y lo que se hacía en la

176
Jorge Orlando Melo, “Apariencia y simulación en las novelas de Tomás Carrasquilla” en Colombia es un
tema. Disponible en: http://www.jorgeorlandomelo.com/carrasquilla.htm. Consultado el 20 de julio de 2017.
177
Carrasquilla, “Grandeza” en Obra completa. Volumen 2, 581.

77
ciudad. Los escritores que relatan el campo o los pueblos, como Francisco de Paula Rendón
y Efe Gómez, lo hacen desde los mismos lugares que están narrando178.

Si bien en los cuadros, cuentos y novelas escritos antes de 1902 y de la guerra de los Mil
Días ya aparecen las élites de Medellín, es solo posterior a estos años cuando se establece
una diferencia entre los entornos urbanos y rurales. En las novelas ya mencionadas, Kundry
y Grandeza, las élites de Medellín se presentan como si fueran habitantes de ciudades eu-
ropeas; a diferencia de las élites que aparecen en los relatos literarios anteriores al conflicto,
quienes no niegan la cercanía de Medellín con los espacios rurales, como se muestra en
Frutos de mi tierra. En esta novela se observa el concepto de nuevo rico en la familia Alza-
te, que ha alcanzado su progreso económico gracias a oficios que se relacionados, en gran
medida, con la ruralidad: el mantenimiento de una pulpería frecuentada por campesinos y
gente humilde de Medellín, cuyo oficio se relacionaba con labores agrícolas, propias del
campo179. Esta misma familia, cuando ya ha alcanzado su poderío económico, siguió vincu-
lada con el campo y las labores agrícolas; durante un tiempo residieron en una finca que la
familia alquila en Robledo, sector de El Cucaracho, lugar en donde establecieron una granja
y un hato lechero 180.

Frutos de mi tierra es una novela desarrollada entre finales de la década de 1880 e inicios
de 1890, durante la Regeneración. En este mismo periodo es posible ubicar algunos capítu-
los de la novela El señor doctor de Alfonso Castro, otra novela de formación o bildungs-
roman. Esta novela, igual que la de Carrasquilla, representa la forma en que se relaciona el
campo con la vida urbana, al realizar la descripción de la casa de Roberto Cortés (álter ego
del autor), donde también aparecen elementos que son muy cercanos a las descripciones del
campo y los pueblos; entre ellos la existencia de

[…] un huerto sombreado y fresco, con varios árboles frutales y toda clase de
gallináceas. Allí el pollo pelón y desgarbado, de músculos jugosos, listo para un
caldo suculento. La gallina, con aires de matrona y ojillos vigilantes, escarba y
más escarba, asistida por la inquieta nidada de plumones como de suave algodón

178
Magda Moreno, Dos novelistas y un pueblo (Medellín: Editorial Bedout, 1960), 143
Pérez Morales, “Tragedia y denuncia”, 66.
179
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, Obra completa. Volumen 1, 20-21.
180
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, Obra completa. Volumen 1, 150.

78
diversamente coloreado. El pavo pavoneándose repelentemente, el cuello repe-
chado, el cuello repechado contra el cuerpo, con su congestionado adefesio a un
lado del pico y que arrastra las alas contra el suelo, en tanto que esponja la cola
gastándose humos de altísimo y vacuo personaje. El gallo sensual y espledente,
de marcial apostura, listo a la defensa como noble y celoso caballero, ante la
más leve agresión a cualquiera de sus amadas de un momento. Habitan las pa-
lomas en cuatro o cinco cajones de pino, colocados contra la pared a vara y me-
dia del suelo, y con el vano de un rectángulo que les sirve de entrada. Un palo-
mo azul, de penacho y plumosas calzas, preferido de Roberto, arrulla en poemas
de ternura sobre uno de los cajones, a una palomita blanca, de pico y patitas ro-
jos y ojillos negros y movibles. Hasta diez curíes de todos tamaños se andan por
los rincones, tímidos y acesantes, luciendo el fulgor extraño de sus ojos, puras
gemas vivas, y el raso pulcrísimo de sus pelambreras multicolores.”181

En Kundry, por ejemplo, se puede notar que esa relación campo-ciudad ya se ha superado;
la única relación que los protagonistas de la novela—habitantes de ciudad—establecen con
el campo es en sus visitas a las casas quintas de recreo ubicadas en El Poblado 182. En esta
novela la producción económica de sus protagonistas se basa en el comercio, con lo que se
establece una importante diferencia de las que se escriben en el siglo anterior, en donde la
relación campo-ciudad es muy latente. La sociedad descrita en Kundry está muy europeiza-
da, especialmente en relación a la imitación de las formas de vida de Europa antes de la
Primera Guerra Mundial, cuando la sociabilidad se daba en torno a las reuniones sociales,
principalmente las fiestas y bailes, los cuales eran ofrecidos en Medellín por las personas
más adineradas, llevándose a cabo generalmente en los clubes, como lo narra Bernardo
Jaramillo en su texto Para un príncipe, donde describe, de manera satírica, a la juventud
medellinense perteneciente a la clase alta de la ciudad en sus imitaciones de la vida cotidia-
na de Europa:

Ya está, por fin, reunida la crême medellinense, esquiva, llena en gran parte de
prejuicios nobiliarios fabulosos; altiva por orgullos de leyendas ancestrales; ca-
prichosa, huraña por ignorancias invencibles; inabordable en apariencia, en el
fondo buena, inocentona, pueril; mezclada con toda clase de elementos hasta sus
raíces, de un infantilismo gracioso como sus fingidos desdenes, como sus altive-
ces teatrales que solo son anhelos de fingida aristocracia, como sus ignorancias,
como la ampulosidad de sus hipérboles, trama sobre la cual está tejido, íntegro,
el carácter de esta raza183.

181
Castro, El señor doctor, 39-40.
182
Gabriel Latorre, Kundry y otras obras (Medellín: Ediciones del Fondo Cultural Cafetero, 1971), 66.
183
Bernardo Jaramillo, “Para un príncipe……..!, Alpha, Mayo de 1910, 9

79
En 1910, como se lee en el texto de Jaramillo, la ciudad de Medellín se ve representada en
su vida social por la juventud, la nueva generación que se ha insertado en los círculos aca-
démicos, artísticos y culturales de la ciudad, demostrando que estos ahora son para los
miembros de la nueva generación, que a diferencia de la de sus padres, está compuesta por
muchas personas nacidas en Medellín.

La mentalidad de ciudad que tienen los habitantes de Medellín en los primeros años del
siglo XX estuvo muy inspirada en movimientos artísticos y literarios como el decadentismo
francés, de donde los autores medellinenses adoptaron la forma de vida de los escritores
franceses más destacados, como Baudelaire, Rimbaud y Verlaine, entre otros; la literatura
de estos últimos se imitó en Medellín paralela a la forma de vida, en ella el abuso de licor y
drogas, a la vez que la visión pesimista de la vida, fue una constante en la forma de vida de
los jóvenes escritores que iniciaron su carrera literaria en el denominado ‘quinquenio de oro
de las letras antioqueñas’. En este periodo se destacan autores de la talla de Alfonso Castro,
Abel Farina (seudónimo de Antonio María Restrepo), Antonio José Montoya; quienes ma-
nifestaron en sus escritos la forma en la que se imita en la creación literaria la vida cotidia-
na de los escritores y pensadores europeos, principalmente franceses; como lo destacó An-
tonio José Montoya en su texto decadencia, al presentar a un joven cuyo mayor deseo es
“tomar parte en los cenáculos literarios de la ciudad maestra. Ser bohemio parisiense y lite-
rato parnasiano184”.

En la novela Tierra virgen (1897) de Eduardo Zuleta, desarrollada en su gran mayoría en la


zona minera de Remedios, se presenta en uno de sus capítulos finales una de las mejores
explicaciones de esta relación entre Antioquia y Europa. Dicho capítulo, publicado incluso
como relato aparte de la novela en la revista La Miscelánea con el título “Fin de siglo (en
Londres)” se cuenta la historia del diálogo de dos remedianos radicados en Europa, uno de
ellos en Londres y otro en París; el que se encuentra radicado en Londres es Pedro Jácome,
uno de los miembros de la familia protagonista de la novela y se prepara para su regreso a
Antioquia; mientras que su interlocutor, debido al tiempo vivido en Europa, ya no tiene
deseos de regresar a su tierra natal. En este capítulo, Zuleta pone en boca del personaje que
184
Montoya, “Decadencia”, 5.

80
no desea regresar varias críticas a los antioqueños y sus aspiraciones por parecer europeos,
al relatar su último viaje a Antioquia:

Mis paisanos me parecieron vulgares; las poblaciones sucias y tristes; las muje-
res, unas desgraciadas; las comidas, insoportables. Cosas de indígenas. Al em-
barcarme de nuevo para acá sentí tristeza por esas gentes que ni siquiera tienen
el placer de la comida. Enseñado uno aquí a las delicadezas de la ostra fresca, de
la sopa aperitiva, de los variadísimos platos, a la elegancia de los restaurantes,
no es posible cambiar fácilmente por las yerbas y legumbres de esa tierra. Sin
teatros, sin luz eléctrica, sin ferrocarriles, sin libros, sin agua limpia siquiera, no
puede uno explicarse la vida. […] Allá viven todos de la rutina, de la regla fija
[…]. No hay revoluciones intelectuales ni puntos de vista. Los hombres princi-
pales, unos tercos, de células cerebrales grandes, opacas, toscas, inmóviles, pe-
gadas con cimento romano. Gamonales ridículos que el día que los sorprende
una idea, caen muertos de congestión cerebral. Todos gravitan necesariamente
hacia las zarazas y viven una vida miserable para acumular reales, haciendo
economías de granos de arroz. Y los más curioso es que se creen grandes perso-
najes y se dan ínfulas de gallos de corral. Y no son otra cosa que un conglome-
rado de adefesios. Vieras tú a esos hispanoamericanos que llegan a París a com-
prar mercancías o a pasear, como ellos dicen. Sin saber el idioma y víctimas de
los dependientes de las casas comerciales que los llevan a los teatros para reírse
de ellos. Pasan mil vergüenzas en la mesa, sin conocer las comidas, sin saber la
hora en que deben tomarse el vino, lo mismo que esos infelices de pueblo que
cuando van a una ciudad le echan sal al café. No entienden de cambiar de cami-
sa diariamente, ni peinarse para ir a la mesa. Se encantan con las funciones de
prestidigitación y acaban por vivir en los cafés-conciertos, hechos unos bobos.
Hay unos que vienen dándose ínfulas de letrados y no han leído sino ‘Los Tres
Mosqueteros’ o ‘El Judío Errante’. Y en los pedidos que hacen de allá vienen
partidas como esta: ‘Una caja de libros’. ¿Crees que esos pobres diablos que lle-
gan a París, sin una idea de arte, sin una educación siquiera mediana, pueden
apreciar en lo que vale la catedral de Nuestra Señora, un cuadro de Meissonier,
una poesía de Sully Prodhome, un palacio del barrio de Sanit-Germán o una
conferencia de Brunétiere? Gastan $20 ó $30.000 y se vuelven impresionados
con los faroles de las esquinas, con las lámparas eléctricas, con las montañas ru-
sas. […]// Otros se dan el tono de viajar por Italia. ¡Viajar por Italia! ¿Qué pro-
vecho podrán sacar de ese viaje estos paisanos que no entienden ni un ápice de
pintura ni de escultura, ni de música, ni de nada? ¿Qué sensación de arte pueden
experimentar estos bárbaros que vienen a gastar dinero y a pasar vergüenzas por
el placer ridículo de volver a sus pueblos a contar que estuvieron en Roma? Y lo
peor de todo es que se vuelven sin poder ver al Papa siquiera.185

Aunque Zuleta pretendía en su novela reivindicar las costumbres y formas de vida tradicio-
nales de los antioqueños, hace que su personaje, que ya se ha europeizado casi en su totali-
dad, tenga estas críticas. Pero también es posible ver que en este fragmento existe una críti-

185
Eduardo Zuleta, Tierra virgen (Bogotá: Carlos Valencia editores, 1996), 267-269.

81
ca del autor a quienes, como el sujeto europeizado, reniegan de sus orígenes; la crítica de
Zuleta subsiste en hacer que este personaje sea un consumidor de morfina 186, con ello se
puede establecer que se hace una crítica a quienes han adoptado como propia la filosofía
europea, que a la par que con las ideas también era adoptada con sus vicios.

Es posible establecer que en este fragmento de la novela de Zuleta la droga es una analogía
de la influencia europea, idea retomada de otros relatos de la época, como el ya menciona-
do Decadencia y La jeringuilla de Pravaz (1897), ambos de Antonio José Montoya, en que
se nota cómo, paralelo al conocimiento artístico, científico y literario de Europa, empiezan
a llegar los vicios.187 Es así como se puede entender que en Antioquia la referencia a Euro-
pa es una constante de las clases altas, las que antes se han denominado como ‘sociedad de
la apariencia’—tema que se sustentará más adelante—; mientras que los sectores socioeco-
nómicos más pobres solo tienen presente una realidad: la que habitan. Según lo anterior, es
posible concluir que la realidad de Medellín en los primeros años del siglo XX es la de una
población a la que sus élites quisieron imponerle una forma de vida muy ligada a lo euro-
peo, y de esta forma hicieron que paulatinamente se estableciera una diferencia con el cam-
po, en lo que Juan Camilo Escobar Villegas denominó un proyecto civilizador que estuvo
por encima de las disputas bipartidistas 188, por lo que es posible establecer otra importante
diferencia en que la confrontación política queda relegada a los pueblos y entornos rurales.

En las novelas Ligia Cruz, El zarco y Del monte a la ciudad, todas ellas de Carrasquilla, la
diferencia entre el campo y la ciudad es bastante notable; especialmente porque Medellín se
ve retratado en dos distintas épocas: las décadas de 1860 y 1870 (los años de Berrío) en El
zarco y Del monte a la ciudad; y la década de 1920 en Ligia Cruz. Las primeras novelas,
narradas desde la óptica de un niño que llega por primera vez a Medellín desde un pueblo
antioqueño, muestran una ciudad que políticamente se está consolidando y que representa a
una región (la antioqueña), que se está integrando a las dinámicas del Estado-Nación.

186
Eduardo Zuleta, Tierra Virgen, 275, 302.
187
Antonio José Montoya, “La jeringuilla de Pravaz”, El montañés. Revista de literatura, artes y ciencias.
Octubre de 1897, 75-90.
Montoya, “Decadencia”, La bohemia alegre, 5-6.
188
Escobar Villegas, Progresar y civilizar, 327.

82
Carrasquilla muestra en El zarco la forma en la que dos campesinos pobres logran contras-
tar su origen rural con la ciudad en crecimiento, en aspectos puntuales de la vida cotidiana.
Uno de ellos es la impresión que causa en mana Rumalda la forma en que se realizan los
oficios funerarios de los ricos de Medellín: “Hasta para los entierros son confiscados estos
ricos de la Villa”189, expresa la campesina en la entrada del Cementerio San Pedro. Otro de
los contrastes que se exponen en esta novela es que la campesina no deja de saludar a todos
los transeúntes que se encuentra en Medellín, costumbre muy arraigada en su pueblo de
proveniencia pero que en Medellín no está en boga, según el diálogo que sostiene con su
yerno:

—Aquí no si-usa saludar, comadre—advierte el yerno—. Se van a reír de vusté.


—¿No si-usa? Imposible que sian tan faltos de crianza. 190

A esto se suma la sorpresa y el estado de incredulidad en el que se encontró el niño Juan de


la Rosa Mora, protagonista de la novela, al ver los monumentos de la ciudad, los parques y
sobre todo al conocer elementos que están marcando el carácter burgués de la ciudad, por
ejemplo, el piano y los demás instrumentos musicales que configuraron la identidad cultu-
ral de la élite de Medellín 191.

En Del monte a la ciudad, Carrasquilla retoma la visión del niño que se maravilla con la
ciudad. Eloy Gamboa y su hermano adoptivo Teodoro, llegaron a Medellín a estudiar en la
Universidad de Antioquia y los domingos—días libres de los estudiantes—cuenta el autor
dominicano “nos ponemos ruana y alpargatas, cual lo hace entonces más conspicuo, para
irnos de excursión por estas granjas labradoras y esas quintas de recreo que se ha tragado el
ensanche urbano.”192 En la misma novela Carrasquilla, en su forma de ver la ciudad que ha
soportado el ensanche urbano, señala a Envigado y Hato Viejo (Bello) como poblaciones
que se encuentran distantes de Medellín, pues el que los niños vayan a ellas equivalen a
paseos193; otra relación importante que Carrasquilla plantea entre campo y ciudad en esta
novela son las actividades de origen campesino y rural que eran cotidianas en el entorno

189
Carrasquilla, “El zarco”, 820.
190
Carrasquilla, “El zarco”, 820.
191
Carrasquilla, “El zarco”, 821.
192
Carrasquilla, “Hace tiempos. Del monte a la ciudad”, 403.
193
Carrasquilla, “Hace tiempos. Del monte a la ciudad”, 403.

83
urbano de Medellín en las décadas de 1860 y 1870, por ejemplo la cacería de patos o los
cultivos es las huertas y solares de las casas en la capital antioqueña 194.

La Medellín que describe Carrasquilla, si bien todavía conserva aspectos de su vida rural,
ya ha comenzado a imitar los aspectos de la vida cotidiana de las ciudades europeas, como
son los paseos a caballo en el campo, las casas quintas y las modas de las clases altas euro-
peas:
Algunas tardes salíamos a caminar por la Quebrada arriba, no tanto por hacer
ejercicio cuanto por admirar los coches, los jinetes y las amazonas que desem-
pedraban estas calles con sus corceles de rumbo. Cuán hermosas se nos hacían
esas señoritas con sus sombreros de copa, las corbatas y los cuellos masculinos,
y ese sentado tan gallardo y recogido! Las caminatas vespertinas eran como un
rito, y en ellas se conocían los personajes notables de la ciudad 195.

La Medellín que expone Carrasquilla en estas dos novelas ya ha iniciado su cambio de ciu-
dad patricia a burguesa, según la óptica de José Luis Romero, sigue conservando muchos
de los rasgos del campo, pero ha empezado a convertirse en una importante población co-
lombiana.

Todos estos aspectos de la modernización de Medellín en su relación entre campo y ciudad


serán los que son el telón de fondo en la novela Ligia Cruz. En esta novela, publicada en El
Espectador de Bogotá en 1920 y en formato libro cinco años después, se ve a una Medellín
en donde la vida cotidiana se ha desligado de la de los pueblos y los campos. Ernestina Vi-
lladaza de Jácome—una descendiente de españoles y proveniente de la ciudad de Antio-
quia—quien representa a la élite medellinense, y en la que está tan inserta que es “contado
era el cristiano a quien no tuviese por ‘jalapa’, ‘mañé’ o ‘fatalidad’” 196; según la mentalidad
que Carrasquilla le otorga a doña Ernestina todas las personas que no conformen su mundo
económico tienen para ella las connotaciones anteriormente mencionadas.

En Frutos de mi tierra la diferencia entre los nuevos y los viejos ricos es el momento histó-
rico en que cada uno de ellos adquieren su fortuna, simbolizado en un cambio de mentali-
dad y de percepción social: el viejo rico basa su poder y representatividad en el pasado de
194
Carrasquilla, “Hace tiempos. Del monte a la ciudad”, 405, 406.
195
Carrasquilla, “Hace tiempos. Del monte a la ciudad”, 405.
196
Carrasquilla, “Ligia Cruz”, 734.

84
dominación española (Dios y el Rey); mientras que el nuevo rico basa todo su poder solo en
el dinero. Si esto es lo que sucede en Frutos de mi tierra, en Ligia Cruz la diferencia que
establece entre los pertenecientes a la élite y los que no es la referencia a la cultura euro-
pea—al igual que en Grandeza—de esto doña Ernestina es un claro ejemplo. Esta mujer,
casada con Silvestre Jácome (procedente de Remedios), en muchas ocasiones llega a en-
frentarse a él y a su forma de ver el mundo; para ella “¡A Silvestre no le habían valido ni
Parises ni Romas! ¡Por fortuna que nadie, engendrado en las entrañas de una Villadaza,
podía heredar esas atrocidades [en referencia a los gustos de su marido] por más que fuera
Jácome!”197. La constante referencia a Europa y los viajes a este continente fue durante
mucho tiempo una de las principales distinciones de las élites colombianas, incluida la an-
tioqueña, esto fue una forma de reivindicar el patriotismo y aumentar el prestigio. 198

197
Carrasquilla, “Ligia Cruz”, 735.
En la novela Ligia Cruz aparece una curiosa referencia a la novela Tierra virgen de Eduardo Zuleta, lo que
hace posible establecer un diálogo entre ambas. En Tierra virgen la mayor parte del relato se desarrolla en
Remedios, mismo lugar de donde es originario Silvestre Jácome; además la novela de Zuleta tiene por prota-
gonistas a varias generaciones de la familia Jácome, que entre sus actividades económicas cuenta con la ex-
tracción minera. Esta última actividad es la misma en la que se cifra el poder económico de don Silvestre,
quien además tiene el mismo apellido de los protagonistas de Tierra virgen. Los tiempos en que se desarrollan
ambas novelas son cercanos, aunque no exactos, Tierra virgen lleva su narración hasta finalizar el siglo XIX;
mientras que Ligia Cruz lo realiza en la década de 1920, con lo cual es posible establecer que Silvestre Jáco-
me puede ser un descendiente de la familia Jácome de Tierra virgen. Es importante destacar que una de las
ramas de la familia Jácome de Tierra virgen tiene por apellidos a Jácome Silvestre; por lo que se puede con-
cluir que la idea de Tomás Carrasquilla al nombrar así a su personaje es rendir un homenaje a Zuleta y su
novela, que cuando fue publicada (1897) tuvo un fuerte rechazo por parte de la crítica literaria; pocos escrito-
res defendieron la obra de Zuleta, y de ellos el que más se destacó fue Carrasquilla. La defensa que Carrasqui-
lla hace de Tierra virgen fue publicada en la revista La Miscelánea en 1897 con el título de Herejías y en ella
entra en polémica con otros autores muy destacados dentro de la crítica literaria como Tulio Ospina. En su
defensa Carrasquilla plantea la importancia de Tierra virgen como un documento que muestra a los campesi-
nos antioqueños y remedianos tal cual son.
Tomas Carrasquilla, “Crítica. Herejías”, en Obra completa. Volumen 3, 199-210.
198
Martínez, El nacionalismo cosmopolita, 326, 334-334.
La idea del viaje es también una constante en la literatura antioqueña sobre las clases altas. En distintas obras
se encuentra que la idea de viajar a Europa era una forma de demostrar la superioridad económica y un mayor
crecimiento cultural. El viaje es una constante en la forma de imitar a Europa, pues los antioqueños que allí
viajaban al regresar a Medellín reproducían la forma de vida de los europeos de clase altas. También es im-
portante resaltar que el viaje es un anhelo de los jóvenes de la élite, lo que en la literatura antioqueña se hace
evidente en novelas como Frutos de mi tierra con su protagonista Martín Gala, cuya aspiración es que su
madre lo envíe a estudiar a Europa; y en Kundry de Gabriel Latorre, en donde el personaje Pedro se imagina
la idea de viajar a Europa como el sinónimo de ser libre. Esto ha sido explicado por Frédérick Martínez como
el viaje civilizador.
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 49.
Latorre, Kundry y otras obras, 67.
Martínez, El nacionalismo cosmopolita,

85
La forma de representar la dicotomía entre campo y ciudad en la literatura antioqueña tiene
una importante referencia en otras novelas, en ellas se destaca El oropel, novela corta de
Camilo Botero Guerra que lleva por subtítulo Aventuras de dos montañeses en la capital y
que expone cómo la ciudad es ajena para Rosalía y Tobías, quienes a su vez deben soportar
distintas vicisitudes en la ciudad, llegando incluso al secuestro de Rosalía. La fábula que
propone Botero Guerra al final de su novela es que el campo y la ciudad son entornos com-
pletamente diferentes y quien pertenezca a uno de ellos no debe dejar su entorno, pues el
otro le es ajeno199.

Para concluir este acápite es importante referenciar Una mujer de cuatro en conducta, no-
vela significativa en la dicotomía campo-ciudad, esta lleva por subtítulo O la quebrada de
Santa Helena. Este es una metáfora de lo que acontece con Helena Restrepo, su protagonis-
ta, quien al igual que la quebrada Santa Helena se contamina mientras más ingresa en Me-
dellín; pues tanto la joven como la corriente acuífera provienen de Santa Helena en la lade-
ra oriental del Valle de Aburrá y de allí descienden a la ciudad en estado de pureza, sin po-
der regresar ya al campo 200.

3.3 Los grupos artísticos y literarios de Medellín: su importancia en el desarro-


llo cultural de la ciudad

Los círculos literarios y académicos de Medellín desde mediados del siglo XIX fueron el
principal escenario para la creación literaria, desde ellos surgieron distintas tertulias que
posteriormente generaron a su vez revistas y periódicos, que se convirtieron en el principal
medio de difusión de la literatura realizada en Medellín, y que establecieron un vínculo
entre lo antioqueño y Europa.

En los años que abarca esta investigación, la influencia de los grupos artísticos y literarios
se hizo fundamental, para la difusión de la literatura, y para la creación de esta misma, so-

199
Botero Guerra, Brochazos, 144-212.
200
Sanín Echeverri, Una mujer de cuatro en conducta, 184.

86
bre todo porque estos grupos eran compuestos por personas provenientes de distintas co-
rrientes artísticas, como lo muestra León de Greiff en su famoso poema Balada trivial de
los trece Panidas (1916):

Músicos, rapsodas, prosistas// poetas, poetas, poetas// pintores, caricaturistas//


eruditos, nimios estetas// románticos o clasicistas// y decadentes,—si os pare-
ce—// pero, eso sí, locos y artistas// los Panidas éramos trece. 201

Según lo ha destacado Juan Camilo Escobar Villegas, los centros educativos, tanto en los
pertenecientes al orden estatal como los pertenecientes a alguna comunidad religiosa, con-
tribuyeron a hacer parte de la sociabilidad de los jóvenes escritores, es en estos estableci-
mientos que se forjó el “carácter heterogéneo y complejo del intelectual del siglo XIX.”202

Esta idea de sociabilidad cultural era solo para un reducido grupo de personas en Medellín
y aunque existe desde comienzos del siglo XIX, solo se arraiga luego de la década de 1860,
según lo ha destacado Patricia Londoño, quien afirma que el gusto general por la literatura
en Antioquia y su capital es paralelo a la aparición de sus varios escritores de reconoci-
miento regional como Juan José Botero, Camilo Botero Guerra, Gregorio Gutiérrez Gonzá-
lez y Epifanio Mejía, entre otros203.

La Medellín anterior a 1860 era como lo describió el médico y viajero francés Charles Saf-
fray, una población en la que hay mucho desconocimiento de arte, música y literatura, en
ella la “conversación carece de alimento en todos los puntos que pudiera tratar una persona
instruída.”204. Otro viajero que visitó Medellín antes de 1860, el bogotano José María To-
rres Caicedo, dijo que “los medellinenses son laboriosos. Se dan en general al comercio, a
la industria y a la minería; pero poco a las ciencias y a la literatura.205”. Esta característica
de Medellín es una de las que mejor reflejó la literatura y, curiosamente, una de las que más
fomentó su desarrollo. Tal vez una de las primeras personas en cuestionar la predilección
antioqueña por el dinero, por encima de las artes y las letras, fue Emiro Kastos, quien en su

201
León de Greiff, Obra poética 1. Tergiversaciones y poesía escrita entre 1913 y 1924. Libro de signos y
poesía escrita entre 1925 y 1930 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2004), 32.
202
Escobar Villegas, Progresar y civilizar, 117.
203
Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad, 259.
204
Saffray, Viaje a Nueva Granada, 95.
205
Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad, 259.

87
Carta tercera (1852) describe a Medellín como una oligarquía de dinero, compuesta por
personas que

[…] desprecian la educación porque no saben para qué sirve, desdeñan el talento
y todo mérito que no esté fundado sobre bases metálicas, y oponen fuerza de
inercia, cuando no obstáculos decididos, a la difusión de las luces por motivos
que ellos se saben muy bien206.

Estos obstáculos, como lo afirmó el mismo Kastos, eran el mantenimiento del statu quo
conservador, especialmente por parte de los jesuitas y Mariano Ospina Rodríguez (fundador
del Partido Conservador)207, quien desestimaba la literatura como algo a lo que pudieran
dedicarse sus hijos, y por ende la juventud antioqueña 208.

Otra referencia literaria a la poca atención que se prestaba en Antioquia a la literatura y las
artes es la que planteó Gregorio Gutiérrez González en su cuento Felipe, en el que presenta
a un joven abogado bogotano que viaja muy ilusionado a Medellín por un asunto laboral,
pero al poco tiempo expresa: “¡qué diferente es Medellín de como yo me lo figuraba! ¿Qué
les ha sucedido a los habitantes de esta tierra? ¿son siempre así? ¡ni teatro, ni bailes, ni pa-
seos, ni nada que indique que estamos entre gente civilizada!” 209 Si bien en este fragmento
no se hace referencia directa a la literatura y la creación literaria, estas se ven implícitas en
la poca atención que, según el protagonista, tiene la sociabilidad en relación con las artes.
En 1856 el periódico El Tiempo de Bogotá publicó una opinión sobre Antioquia que quizá
muestre cómo era vista esta región en la capital de la República, según los redactores de
dicho periódico en Antioquia “nadie se muere, nadie habla, ni un periódico, ni una hoja
suelta, nada que revele un poco de vida política, ni la más simple manifestación de espíritu
público210”.

La ciudad que añoraba Felipe en el cuento homónimo de Gutiérrez González y en la que


para el momento hay bailes, teatros y paseos es Bogotá. Esta ciudad hacia la década de

206
Emiro Kastos, Artículos escogidos (Bogotá: Banco de la República, 1972), 102.
207
Kastos, Artículos escogidos, 102.
208
Londoño y Botero, “Los inicios de una literatura regional” en Inicios de una literatura regional, xx.
209
Gregorio Gutiérrez González, “Felipe” en: Molina, Antioquia literaria, 252
210
María Teresa Uribe de Hincapié y Jesús María Álvarez Gaviria, Cien años de prensa en Colombia, 1840-
1940. Catálogo indizado de la prensa existente en la Sala de Periódicos de la Biblioteca Central de la Uni-
versidad de Antioquia (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2002), 52.

88
1890 es representada por Tomás Carrasquilla en Frutos de mi tierra bajo el personaje de
César Pinto, un joven bogotano que llega a Medellín y luego de un mes en la capital antio-
queña esta
[…] le parece el más concentrado emporio de gente sosa. ¡Hombres más paca-
tos, más patanes y erizos que los de Antioquia!... Las mujeres no las conoce sino
de vista; pero, por encima, bien comprende que si acaso tienen alma es de vaca.
Ha visto algunas bellas, pero con la belleza de los santos de papel. Sus conoci-
dos desde Bogotá los ha hallado fríos, egoístas y antipáticos; ha desplegado con
ellos toda su amabilidad… y como si arara en el mar. // Se pasma pensando có-
mo pueden vivir por acá sin morirse de tedio: ni un baile, ni una tertulia, ni un
paseo, ni una visita de sociedad, ni la más mínima invitación… ¡Probablemente
tendrá que lajiarse sin haber lucido los guantes y el frac!211

Un rasgo común en los dos personajes bogotanos que visitan a Medellín en los relatos de
Gutiérrez González y Carrasquilla es su forma de añorar la ciudad de origen, porque en ella
tienen la posibilidad de vivir una vida mucho más liberal y bohemia; con un dejo de sar-
casmo Carrasquilla pone en boca de César Pinto esta impresión sobre los antioqueños en
comparación con los habitantes de la capital de la República:

[…] al más travieso de los cachaquitos de aquí se le podían rezar salves como a
San Luis Gonzaga. […] Con eso de pasarse todos en las iglesias, lamiendo ladri-
llo como beatas solteronas, antes eran muy vivos. ¡Los chapetones de Bogotá
cuando Bogotá era Santa Fé, no podían ser más chapetones que estos maice-
ros!212

Por su parte, Camilo Botero Guerra en su cuento Gran baile del ‘Club de la Varita’ (1884),
muestra a una juventud que de a poco se fue apropiando de los espacios de sociabilidad, y
que igualmente entra en conflicto con su generación predecesora, pues empezó a darle a
Medellín una nueva identidad cultural y social. En dicho cuento Botero Guerra, luego de
notar la forma en que los jóvenes—tanto hombres como mujeres—se desenvuelven en so-
ciedad mediante charlas y coqueteos se pregunta:
Será posible? Estamos en Medellín, la mentada tierra de las maneras ásperas de
los resabios provinciales, de la gazmoñería y la pusilanimidad? ¿Por qué esta
cortesanía elegante, este cumplimiento decoroso, esta fineza con apariencia de
halagadora sencillez, vienen á manifestarse en circunstancias excepcionales y
lucen toda su grandeza en las de la vida ordinaria? ¿Será porque la juventud po-
ne los cinco sentidos para exhibir estos finos y honrosos modales en fiestas co-

211
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 137-138.
212
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 138.

89
mo la presente, y los descuida en los demás actos, por falta de confianza y de
costumbre y por escasez de tertulias familiares?213

Juan Camilo Escobar Villegas reconoce en los escenarios estudiantiles la creación de espa-
cios destinados a la sociabilidad entre los jóvenes que componían las instituciones educati-
vas214. Los colegios en los últimos años del siglo XIX se convirtieron en sitios de sociabili-
dad y producción de literatura y pensamiento, los cuales se consolidaron como elementos
defensores de alguna de las ideas políticas en pugna; un ejemplo de ellos es la Sociedad de
San Luis Gonzaga, que desde su periódico El amigo de los niños manifestaba que “la so-
ciedad se descompone; […]. El siglo de las luces puede llamarse muy bien el siglo de la
putrefacción moral. Los lazos más sagrados, los de la familia se han roto”215. Para evitar
esto los jóvenes conservadores recurrieron a la creación de sociedades mediante las cuales
combatían la influencia del liberalismo—y el decadentismo—en la juventud y la niñez.
Esta influencia, aunque no se dice concretamente, es la que se manifestó en jóvenes aliados
a las ideas liberales, quienes son retratados de manera autobiográfica por Alfonso Castro en
El señor doctor cuando menciona el grupo conocido como Los caballeros del ensueño,
jóvenes estudiantes de la Universidad de Antioquia, que llevaban una vida bohemia, que
incluso, relata Castro, les acarreaba problemas con la autoridad.216

Estos Caballeros del ensueño, a los que pertenece el personaje Roberto Cuéllar—alter ego
de Castro—puede asimilarse al grupo que se denominó La bohemia alegre, quines según el
poeta Julio Vives Guerra (seudónimo de José Velásquez García)—uno de sus principales
integrantes—estaba conformado por autores como Castro, Saturnino Restrepo, Pedro Lon-
doño y Antonio José Montoya, entre otros217.

Estas asociaciones desempeñaron un importante papel en el desarrollo de Medellín como


una ciudad de letras e ideas. A partir de ellas surgieron muchas tertulias de donde se deriva-

213
Botero Guerra, Brochazos, 71
214
Escobar Villegas, Progresar y civilizar, 117
215
T. Isaza, “El amigo de los niños.” El amigo de los niños. Órgano del Liceo de San Luis, 18 de abril de
1882, 1.
216
Castro, El señor doctor, 165-167.
217
Julio Vives Guerra (seudónimo de José Velásquez García), Crónicas (Medellín: Colección de autores
antioqueños, 1994), 14.

90
ron las revistas literarias que ayudan a dar una mejor imagen de cómo era la asimilación de
la cultura europea en Antioquia. Una tertulia muy famosa fue el Casino Literario, en la que
se destacó la polémica sobre si en Antioquia había o no materia novelable; en ella, la mayo-
ría de los miembros, a diferencia de Carlos E. Restrepo y Tomás Carrasquilla, opinaban que
no; mientras que éstos decían que sí, lo cual se demostró con la escritura de la novela Fru-
tos de mi tierra218. Es de destacar que las tertulias literarias y sus revistas dieron a conocer
diversas obras narrativas y críticas que demostraban mucho de la identidad antioqueña de
su momento; que se puede establecer a partir de la década de 1880 y que se extiende hasta
1930, donde se ubica el nacimiento de la revista La miscelánea hasta el fin de la revista
Sábado. En este periodo, como dijo Gaspar Chaverra, “la moda de escribir cuadros de cos-
tumbres hizo años pasados furor en el país, no hubo perro ni gato que no nos diera noticia
más ó menos ciertas relativas á nuestro modo de vivir"219.

La labor literaria en Medellín se convirtió en un divertimento para sus habitantes, especial-


mente para los más jóvenes, quienes en distintos momentos crearon revistas literarias, algu-
nas de ellas con un interés especial en determinados grupos poblacionales, como fue el caso
de la revista La golondrina: hoja literaria y de variedades, que anunciaba en su primer
número que “las producciones de mujer antioqueñas tendrán publicación preferente” 220; en
su segundo número la misma revista publicó una carta que una lectora de la revista envió al
director de ella (el escritor Juan José Botero), manifestándole sentirse encantada por “la
feliz idea que ustedes han tenido en publicar una hoja literaria, porque nos hacia mucha
falta. Es un modo muy grato de cultivar nuestro espíritu y elevarle.” 221 Esta idea planteada
de anónima lectora de cultivar el espíritu se ve reflejada en la poca participación que las
mujeres tenían en la creación literaria, que solo se hizo notoria en la década de 1920 con la
revista Sábado222. Para la década de 1880 se pretendió integrar a las mujeres en la vida inte-

218
Carrasquilla, “Autobiografía”, en Obras completas. Volumen 1, 8.
219
Gaspar Chaverra, “El deshollinador,” La miscelánea, febrero de 1887, 480.
220
La golondrina: Hoja literaria y de variedades. 22 de mayo de 1881, 1.
221
Not, “Carta al director de la revista”, en La Golondrina: hoja literaria y de variedades, 5 de junio de 1881,
10.
222
Naranjo, “La poesía y el relato en Medellín, 1850-1930”, 469.

91
lectual de la ciudad creciente, aunque era una misión compleja, como lo afirma la lectora
anónima:
cuando era más joven y no tenía aún familia, fui muy aficionada á la literatura;
leía mucho y me gustaba escribir mis impresiones. […] Luego que vino la fami-
lia quise algunas veces entregarme á esta distracción; pero lo hacía luchando con
tantas dificultades, que me persuadí de que madre de familia no puede ser litera-
ta sin menoscabar mucho sus deberes, y que, aun cuando una resolviera atrope-
llarlos de vez en cuando, no es tampoco posible. 223

Pese a lo que ella plantea, es importante resaltar que muchas de las publicaciones que había
en la prensa de Medellín después de 1870 eran dirigidas a las mujeres, pues se entendían
ellas como las guardianas de la buena moral. La literatura tenia una intención formativa,
como lo destacó Mariano Ospina Vásquez en una carta que le envió a Carlos E. Restrepo en
1897 con motivo de la llegada a Medellín de los restos de Jorge Isaacs, en cuyo motivo la
Comisión encargada de colectar los fondos para el monumento fúnebre del escritor valle-
caucano tenía la intención de hacer “conferencias sobre asuntos literarios y científicos, de-
dicados especialmente a las damas” 224.

La masificación de la literatura fue gracias al impulso que las nuevas generaciones le dieron
a la creación literaria, y cómo cada uno de los jóvenes escritores intentó ver—mediante su
óptica personal—a esa ciudad que estaba en un constante cambio. Esto se puede analizar
mediante la forma en que era vista la creación literaria hacia la década de 1870 y su con-
traste con lo que era a finales del siglo. En la primera década mencionada el periódico La
Palestra decía:

La literatura nos es desconocida; pero comprendemos sus bellezas, i los mil en-
cantos que encierra nos arroban i estimulan. Apénas vislumbramos las grande-
zas del tiempo de las Musas, apenas sabemos que allí se rinde adoracion a todo
lo grande i a todo lo bello i que para ser miembro de tan bella comunion se ne-
cesita un soplo delicado que nos empuje i eleve a ese punto: si la constancia in-
quebrantable es la fuerza principal que ha de elevarnos, tendremos mucho de
ella225.

223
Not, “Carta al director de la revista”, 10.
224
Mariano Ospina Vásquez, "Carta recibida por Carlos E. Restrepo”, Medellín, 4 de agosto de 1897, Archivo
Personal Carlos E. Restrepo, Medellín-Colombia, Correspondencia Recibida, 4-2, doc. 141, f 200r.
225
Enrique Ramírez, “La Palestra” en La Palestra. Periódico puramente literario i científico. Organo de la
juventud, 2 de junio de 1872, 49.

92
En contraste a esto en 1895 en la revista La Bohemia Alegre Antonio José Montoya propu-
so la existencia de una nueva generación de escritores, los cuales buscaron estéticamente
una ruptura con la generación anterior; la generación de Montoya, según él, estaba com-
puesta por “jóvenes que hoy nos mostramos al público, no hemos recibido la mano de na-
die; y creemos que ningún anciano nos la ofrecerá. Más no importa, somos jóvenes—ya lo
hemos dicho—sufrimos del ‘mal de pensar’ y lucharemos226”

La generación de Montoya y los demás colaboradores de La Bohemia Alegre es la misma


de quienes conformaron las revistas contemporáneas principalmente El Repertorio y El
Montañés, las cuales hacen parte del ‘Quinquenio de oro de las letras antioqueñas’, el mo-
mento de mayor esplendor en la creación literaria en Medellín. Estos años, según Jorge
Alberto Naranjo, son los del cambio en la literatura antioqueña, la cual empezó a acoger
como propia la crítica literaria, presente en las páginas de las revistas existentes para ese
momento como La Miscelánea, La Bohemia Alegre, El Repertorio y El Montañés, entre
otras227. Diez años después de iniciado el ‘Quinquenio de oro’, y superado el bache de la
guerra de los Mil Días surgieron otras dos importantes publicaciones que recogeron el le-
gado dejado por las revistas de la última década del siglo XIX: Lectura y arte y Alpha, que
en sus páginas también dieron cabida a las distintas manifestaciones de la literatura, donde
la crítica fue una de las más importantes. En este aspecto se destacan las críticas que algu-
nos escritores hicieron al decadentismo y al modernismo, así como la defensa que de estos
postulados hacen otros escritores.

La lucha política entre conservadores y liberales durante la segunda mitad del siglo XIX

dividió a los antioqueños políticamente, pero no en su ámbito cultural; en este último espa-
cio las divergencias políticas fueron dejadas de lado; y es así que los distintos grupos litera-
rios, artísticos, científicos y culturales de Medellín y Antioquia fueron conformados por
personas pertenecientes a ambas líneas políticas, dejando en claro que la intención de mu-
chos de estos escenarios era eliminar los odios políticos, como es el caso de la Biblioteca

226
Antonio José Montoya, “Los que nacen” en: La Bohemia Alegre, octubre de 1895, 22
227
Naranjo, Estudio de filosofía del arte, 79-81,

93
del Tercer Piso en el municipio de Santo Domingo 228, de la cual algunos fundadores y
miembros suyos como Tomás Carrasquilla, Francisco de Paula Rendón y Ricardo Olano;
hicieron parte de la tertulia del Casino literario en Medellín, dirigido por Carlos E. Restre-
po, en donde el único requisito para hacer parte de ella era la presentación de un texto lite-
rario de carácter propio y original229.

Las tertulias literarias en Medellín no fueron el único espacio que permitió la sociabilidad
entre sus habitantes, esta se presentó también en escenarios fuera de los habituales espacios
académicos y domésticos; según cuenta el cronista Lisandro Ochoa las cantinas, chicherías
y pulperías también fueron sitios de reunión de este tipo de población, siendo el café La
Bastilla el lugar más reconocido donde se reunían “grupos de intelectuales y entre copa y
copa y tinto y tinto, saltaba el comentario saleroso, la crítica mordaz, el chisme político”230.
Estos sitios fueron los preferidos por los jóvenes intelectuales más bohemios para sus
reuniones. Los integrantes de la tertulia La bohemia alegre en 1895 se reunían en el café El
Nevado, en donde generaron una importante amistad con Jerónimo, su administrador231. De
manera análoga ocurre hacia 1910, con los jóvenes que conformaron la revista Panida,
quienes tuvieron como su centro de reunión el café El Globo, lugar de discusión literaria,
en donde esta era mezclada con el licor232. Hacia la década de 1920 el joven escritor Tulio
González Vélez recordaba a La Bastilla como el sitio de reunión de los intelectuales, allí
Tomás Carrasquilla solía sostener conversaciones literarias con otros escritores, sin impor-
tar la generación a la que pertenecían233.

Una descripción de la bohemia intelectual medellinense la ofrece Alfonso Castro en El se-


ñor doctor, el médico y escritor cuenta que los jóvenes estudiantes medellinenses en las
noches se reunían en el café El Blúmen o recorrían las cantinas y prostíbulos de las calles
228
Andrea Osorio Vélez, “Historia de la Biblioteca de ‘El Tercer Piso’”, (Tesis de pregrado en Historia, Uni-
versidad de Antioquia, 2012), 39-40.
229
“Acta No. 3 del Casino Literario”, Medellín 2 de noviembre de 1887, ACER, Actas del Casino Literario,
3r.
230
Ochoa, Cosas viejas, 176.
231
Antonio José Montoya, “Jerónimo”, La Bohemia Alegre, octubre de 1897, 20.
232
Carolina Montoya, “Los Panidas. Esbozo de una generación luciérnaga” (Ponencia presentada en el XIV
Encuentro de Estudiantes de Historia, Medellín, 30 de septiembre, 2015).
233
Tulio González Vélez, “Cuando conocí a Tomás Carrasquilla,” en Escobar Calle, La ciudad y sus cronis-
tas, 67.

94
de barrios como Guayaquil y Quebradarriba 234. Con relación a la prostitución Camilo Bote-
ro Guerra, en su novela corta El oropel, muestra a los jóvenes de la Sociedad del Gran Tur-
co, que se reunían en la casa de una prostituta y allí sostenían económicamente a otras235;
esto último se puede entender como una crítica que el autor hace a la juventud liberal, cu-
yas reuniones eran consideradas como algo malo por parte de los conservadores.

La bohemia y la creación literaria, si bien estuvieron muy ligadas en Antioquia, solo fue
hasta después de 1930 que empezaron a tener una relación más estrecha. Después de 1930
muchos de los intelectuales antioqueños que se hicieron famosos antes de comenzar el siglo
XX habían muerto o empezaban a hacerlo; mientras que la mayoría de aquellos que se diron
a conocer como literatos entre 1900 y 1915 se habían traslado a vivir a Bogotá o fuera del
país. Los pocos escritores antioqueños que se quedaron en Medellín luego de 1930 adapta-
ron a su creación literaria las nuevas artes que llegaron a Medellín, como el tango, que tiene
en Tartarín Moreira uno de sus máximos exponentes. Fue del tango de donde Moreira
adaptó el mundo y escenario para sus escritos literarios, tanto en narrativa como en poesía;
esto se detalla en su crónica Por las calles del hampa, publicada bajo el seudónimo de Doc-
tor Barrabás en el periódico El Bateo.

Tabernucho de arrabal. Una empolvada estantería muestra enfiladas militarmen-


te algunas botellas. Desde un rincón la grafonola avienta hasta la calle su gruñi-
do, son de tango asesinado, para regocijo de los parroquianos de sombrero obli-
cuo y cuchillo atrás. Olor a tabaco que se fuma, batiéndose por dominar el tufo
del talco barato y claveles cuyo aroma claudica en la alcoba vecina. Piezuca
[sic] empegotada de laminones y de cursis litografías, postales de besos furibun-
dos, retratos al desnudo de mujeres, recortados de revistas. Valentino, como
siempre, luce sus ojos sesgados y su vanidad de artista gomoso. Cortinas de cre-
tona impunemente florecida. Chocar de vasos. Mujeres espantosamente pinta-
das. Hombres con cara de tragedia. Y como figura central, la otoñal busca la vi-
da que ahora padece de gorduras tardas e intenta andares de frágil quinceañera.
Muestra, al reír, dientes forrados en oro. Muelas. Y no se explica uno como
aquellos tacones que parecen cabos de martillo pueden acarrear las tres tonela-
das de grasa que llevan encima 236.

234
Castro, El señor doctor, 166-167.
235
Botero Guerra, Brochazos, 186-189
236
Doctor Barrabas, “Por las calles del hampa”, El bateo, 1 de mayo de 1929. Citado por Rojas, El rostro de
los arlequines, 40.

95
En este fragmento Manuel Berbardo Rojas encuentra un tono bonaerense, hecho que evi-
dencia cómo la mentalidad de imitación de los antioqueños pasaba de Francia a Argentina
gracias a la llegada del tango, género que se popularizó en Medellín desde los últimos años
de la década de 1920 y se extendió hasta la década de 1970. El tango y su lenguaje de arra-
bal hicieron de la bohemia antioqueña que se vinculó con él, una nueva forma de represen-
tar la ciudad en la literatura; la cual, como se ha visto anteriormente, adapta el lenguaje del
tango y el arrabal de Buenos Aires. Son los años en los que la prensa se masifica y adquiere
un carácter más informativo, por lo cual sus noticias judiciales y policiales (las relacionadas
con el crimen), adquieren más importancia, con lo que los barrios de arrabales—en los que
el tango se afianzó más rápido—se hicieron más notorios. Este aspecto no fue único de
Medellín, para los mismos años en Bogotá ocurrió un fenómeno similar, en el que se desta-
caron los escritores José Antonio Osorio Lizarazo y José Joaquín Jiménez (quien firmaba
sus crónicas como Ximénez)237.

Para concluir este capítulo es importante resaltar que los grupos artísticos y literarios que
fomentaron el desarrollo cultural de Medellín generaron mediante sus producciones una
forma de ver y percibir la ciudad, pues fue de ella de donde surgieron muchos de los temas
que la literatura antioqueña inmortalizó, siendo adaptada por las distintas esferas de la so-
ciedad, desde las élites hasta las clases populares.

237
Andrés Vergara Aguirre, Historia del arrabal. Los bajos fondos bogotanos en los cronistas Ximénez y
Osorio Lizarazo, 1924-1946 (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2014), 86-88.

96
IV La historia de Medellín entre la ficción y la realidad.

4.1 La literatura antioqueña y su representatividad historiográfica

Uno de los rasgos más característicos de la historiografía antioqueña del siglo XIX fueron
las guerras civiles, y a ellas fue que se dedicaron parte de las referencias históricas que hay
en la literatura antioqueña. El crítico literario Jorge Alberto Naranjo Mesa establece un
subgénero de la literatura antioqueña al que denomina “relatos de la guerra”, definido como
un bloque compacto de relatos e intereses de los escritores de la región238. La guerra fue
una constante en la vida cotidiana de los antioqueños del siglo XIX, ello tuvo un importante
reflejo en su literatura; esta tomó en muchos casos los acontecimientos bélicos como fuente
y escenarios para las narraciones. Es así como muchas obras literarias tenían a las guerras
civiles por trasfondo; en muchas ocasiones los relatos sobre la guerra presentan una visión
partidista en la que su autor defendía su ideología política. Las guerras civiles del siglo XIX

colombiano en la literatura tuvieron un eco importante, se debe resaltar que, si bien las ba-
tallas se produjeron en escenarios rurales, fue en las ciudades donde en materia de creación
literaria tomaron forma como tema, especialmente en la narrativa. La narrativa antioqueña
en torno a las guerras es muy abundante; en sus referencias directas sobre los combates se
destacan narraciones como la que Juan de Dios (El Indio) Uribe hizo de la batalla de Los
Chancos en la guerra civil de 1876239.

También en temas bélicos se destacan las narraciones que Tomás Carrasquilla hace de la
misma guerra en su novela Luterito, donde destacó el estado intelectual de los pueblos an-
tioqueños, cuando narra que en el pueblo de San Juan de Piedragorda las lecturas de los
conservadores son libros piadosos como Cartas de un sacerdote católico y Las sirenas,
además del periódico La Caridad; mientras que los liberales eran asiduos lectores de El
diario de Cundinamarca y autores como Ezequiel Rojas, José María Rojas Garrido, Bent-

238
Naranjo Mesa, “Esbozo histórico”, en Antología del temprano relato antioqueño, sp.
239
Juan de Dios Uribe, “Los Chancos” en Tamayo Ortiz y Botero Restrepo, Inicios de una literatura regional,
104-108.

97
ham, Tracy y Víctor Hugo240. Las guerras civiles, como elemento propio de la actualidad
colombiana y antioqueña del siglo XIX, tuvieron un eco importante en la escritura, la litera-
tura de estos años buscaba consolidarse como reflejo de la sociedad; es así como muchos
autores representaron en sus textos las guerras como una forma de documentar el momento
histórico del que hicieron parte, entre estos se destacan textos como Una vela a San Miguel
y dos al diablo de Camilo Botero Guerra, quien muestra en este relato cómo la guerra civil
llega a interrumpir la vida cotidiana de un grupo de jóvenes artesanos que dedicaban sus
vidas, en los barrios periféricos de Medellín, al oficio de la zapatería 241.

Como se ha dicho, la ciudad es el lugar de producción del pensamiento, y es por ello que
Medellín fue desde donde se divulgaron muchas de las narraciones que tienen como tras-
fondo los conflictos sociales colombianos; vale la pena destacar El Recluta, compilación de
relatos que con motivo de la Guerra de los Mil Días se realizó en Medellín bajo la dirección
de Henrique Gaviria; dicha publicación planteó la escritura
[…] de un cuento corto que no traspase los límites de tres columnas de El Cas-
cabel: Un pobre recluta que ha hecho campaña en la presente contienda civil y
que á su regreso encuentra en su hogar... lo que quieran que encuentre los Sres.
Tomás Carrasquilla, Efe Gómez, Dr. Eusebio Robledo, Julio Vives Guerra, Al-
fonso Castro, Armando Carrera y K. Ombre, á quienes suplicamos encarecida-
mente tengan la fineza de desarrollar dicho argumento. 242.

La acción bélica de las guerras del siglo XIX, según lo sugerido por el historiador Álvaro
Tirado Mejía, se pueden dividir en dos aspectos: La gesta caballeresca y La guerra de ver-
dad. La primera de ellas corresponde solo al papel de los oficiales, mientras que la segunda
se refiere a los soldados y batallones. La gesta caballeresca se puede entender como un
pacto tácito entre los oficiales de ambos ejércitos, es por ello que a ninguno de ellos se les
podía poner en ultrajes por parte de quienes los llegaran a aprehender 243. Estos mismo ofi-

240
Tomás Carrasquilla, “Luterito”, Obra completa. Volumen 2, 432-433.
241
Botero Guerra, Brochazos, 345-357
242
H. Gaviria (Editor), El recluta (Medellín: Tipografía Central, 1901), 7.
Originalmente la idea de la publicación surgió en el periódico El Cascabel, el cual era dirigido por Henrique
Gaviria y quizá quiso ser una imitación del libro Las veladas de Medán, el cual es una compilación francesa
de relatos sobre la guerra franco-prusiana.
Jair Alexis Trujillo Mosquera, “El recluta. Testimonio literario del impacto de la Guerra de los Mil Días en la
familia antioqueña”, Ciencias sociales y educación 3, no 5 (2014), 126.
243
Tirado Mejía, Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia, 57.

98
ciales, dice Tirado, alcanzaron el cargo militar gracias a un nombramiento burocrático por
parte del gobierno o se lo atribuían ellos mismos; pero para tal efecto debían hacer parte de
la élite de las distintas regiones o ciudades del país244; es posible suponer que los antioque-
ños que tomaron parte de las guerras civiles del siglo XIX colombiano hacían parte de la
misma élite que empezó a configurar la idea de Medellín como una ciudad de letras e ideas.

Como ya se mencionó con anterioridad, la mayoría de enfrentamientos y desenlaces de las


guerras civiles colombianas se dieron en escenarios rurales, pero muchos de los que toma-
ron parte en ellas provenían de las ciudades y su incursión a la guerra era como oficiales
(Gesta caballeresca) o como apoyo médico y sanitario para atender los heridos245. La lite-
ratura antioqueña, aunque no es muy explícita en este tema, también presenta en algunos
relatos sobre la guerra la participación de los hombres de la ciudad, especialmente los que
tenían alguna ocupación burguesa (médicos, ingenieros, maestros y los mismos oficiales),
quienes muchas veces, más que combatir. tenían un apoyo en los combates. Es esta la temá-
tica del cuento Un ramo de violetas de Saturnino Restrepo—publicado bajo el seudónimo
de Emile Dravick—muestra cómo un par de primos hermanos (más hermanos que primos),
uno ingeniero militar y otro médico, deben ir a la guerra y cumplir en ella sus funciones
laborales, que no eran directamente las de estar en el combate, a pesar de que el ingeniero
sufre graves heridas durante un enfrentamiento246.

Las guerras civiles del siglo XIX tuvieron una importante motivación política; reflejada en
el discurso y las críticas que los distintos escritores tuvieron hacia al gobierno de turno en el
país o en la región. Estas críticas fueron más abiertas en los artículos y ensayos que en la
narrativa. El escenario político mostrado en la literatura antioqueña decimonónica eviden-
cia que, para ser reconocido como escritor, orador u hombre público, se necesitaba estar
afiliado a algún partido político y desempeñarse como ideólogo del mismo pensamiento.
Tomás Carrasquilla en su novela El zarco presenta a la Medellín de 1868 como un lugar en
donde la configuración del pensamiento político se basaba en ideal del triunfo en las gue-

244
Tirado Mejía, Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia, 36.
245
Tirado Mejía, Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia, 417-420.
246
Emile Dravick (seudónimo de Saturnino Restrepo), “Un ramo de violetas” La bohemia alegre, diciembre,
1895, 55-61.

99
rras libradas hasta el momento—comenzando por la de Independencia—como una forma
de instrucción a la población que no tenía acceso a los libros de historia y en muchos casos
era analfabeta.

¿Discursos a la plebe sobre guerras y heroísmos? ¿Cuándo tuvo ella mejores


fruiciones? En aquella época ignara, en que no se enseñaba historia ni en escue-
las ni en colegios, en que la obra de José Manuel Restrepo y las memorias de
López y las de Posada eran privilegios de unos cuantos, fue verdadera cátedra
docente, para niños y adultos, para nobles y plebeyos, la anual tribuna del Vein-
te de julio. De aquí, más que todo, el significado y trascendencia de tales fiestas
en aquellos tiempos venturosos247

La literatura antioqueña fue el principal medio de difusión de la lucha política entre libera-
les y conservadores durante el siglo XIX, que tuvo entre sus principales escenarios la prensa,
aunque esta también sirvió como elemento de neutralidad política entre algunos miembros
de la sociedad intelectual medellinense del momento. Desde mediados de ese siglo hubo en
Antioquia muchas publicaciones cuyo interés era netamente político, en ellos se hacía
abierta campaña a los candidatos a la presidencia de uno u otro partido y se atacaban o se
defendían los gobiernos de turno. La intención de la prensa decimonónica era popularizar la
información, como lo muestra el primer editorial del periódico conservador El federal en
1851, el cual
[…] no es un periódico nacional, de academias, ni de aulas; es simplemente un
periodiquín popular i doctrinario. EL FEDERAL, no es un cortesano fino y ga-
lán, adornado con cintas honoríficas, que reclaman con voz de trueno un asiento
en el mundo civilizado, por lo noble de su linaje, por su cuantiosa fortuna, por
su inmensa fama248.

Por su parte, la prensa de carácter liberal tenía entre su interés el que sus ideas fuesen di-
vulgadas en los sectores populares, principalmente entre las sociedades de artesanos y so-
ciedades democráticas, siendo estos periódicos en muchas ocasiones los órganos de divul-
gación de ellas mismas, como lo fueron—para la segunda mitad del siglo XIX—El Liberal
(1851), El Tiempo (1853-1854) y El Pueblo (1855-1859)249.

247
Carrasquilla, “El zarco”, 839.
248
María Cristina Arango de Tobón, Publicaciones periódicas en Antioquia 1814-1960. Del chibalete a la
rotativa (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2006), 40.
249
Arango de Tobón, Publicaciones periódicas en Antioquia, 40, 43-44, 45-48.

100
En la investigación que hace María Cristina Arango de Tobón sobre la creación de distintos
periódicos y revistas en Antioquia se puede ver mejor la forma en que la prensa tomó un
carácter estético que reflejara, más allá de la crítica política, una propuesta artística y litera-
ria, en ella fue posible percibir la forma de entender políticamente lo que sucedía en la re-
gión. Según Arango, el primer periódico eminentemente literario fue El Oasis (1868-1869,
1873)250, que tuvo la participación de distintos escritores reconocidos, pertenecientes a los
dos partidos; con lo que se puede entender que esta publicación tuvo la intención de ser
neutral en sus artículos, como lo expresa el editorial de su primer número:
después de las matanzas i depredaciones ejercidas por los dos partidos que desde
el nacimiento de la República vienen disputándose el poder; i ahora que los
hombres que defienden opuestas banderas parece que han convenido en dar al-
guna tregua á sus sangrientas justas, es preciso que nosotros pensemos en asun-
tos de interés positivo, dándo á nuestro espíritu algún descanso i predisponién-
dolo así para más grandes concepciones 251

Posterior a El Oásis en Medellín surgen otros periódicos cuya orientación se inclinó a deba-
tir en las páginas sobre las distintas ideas políticas, especialmente durante el periodo de
gobierno de Pedro Justo Berrío, cuando—salvo la crisis diplomática de 1866—Antioquia
tuvo una relativa calma en torno a las guerras civiles. En la prensa surgida en la década de
1870, especialmente antes de la guerra civil de 1875, se pueden destacar periódicos como
El Cóndor (1871), La Palestra (1873), La lechuza (1875), La Mañana (1872), La Aurora
(1868-1869), o La Revista de Antioquia (1876); también es importante destacar los periódi-
cos políticos como La Restauración (1864-1868) y El Álbum (1872-1873), que junto a su
línea política evidenciaron la importancia de incluir en sus páginas literatura—
generalmente poesía o traducciones—para ampliar su esfera comercial. 252

250
Arango de Tobón, Publicaciones periódicas en Antioquia, 62.
251
“El Oásis”, El Oásis, 11 de enero, 1868, 1
252
Es importante resaltar que algunos de estos periódicos tienen en muchos casos un grupo focal determinado.
Periódicos como La Palestra y La Lechuza fueron creados por jóvenes estudiantes de la Universidad de An-
tioquia; La Aurora fue un periódico dedicado al público femenino; y La Restauración estaba dirigido a los
seguidores de Pedro Justo Berrío y El Álbum a los seguidores de Marceliano Vélez Barreneche.
Londoño Vega, Religión cultura y sociedad, 377.
Uribe de Hincapié y Álvarez Gaviria, Cien años de prensa en Colombia, 9, 89, 26, 208, 20, 170, 31, 246, 4,
56, 31, 245, 1, 44.
Arango de Tobón, Publicaciones periódicas en Antioquia, 71, 73, 83-84, 88, 65, 58, 78-79.

101
Las polémicas en torno a la política en la literatura antioqueña en muchos casos tuvieron
como eje principal el tema de la educación. En este punto los conservadores apoyaron una
educación de carácter religioso, mientras que los liberales hicieron lo propio con la instruc-
ción laica. Los gobiernos conservadores que tuvo Antioquia facilitaron la llegada de comu-
nidades religiosas extranjeras, que posteriormente serían las que, mediante la creación de
escuelas e institutos dedicados a la enseñanza—así como las obras sociales por ellas reali-
zadas—alcanzaron un lugar importante en la mentalidad y sociedad antioqueña; este es uno
de los temas más frecuentes en la literatura sobre el crecimiento y consolidación de la ciu-
dad, como se puede notar en la novela Del monte a la ciudad, especialmente en las descrip-
ciones que hace Tomás Carrasquilla—bajo el personaje de Eloy Gamboa—de sus días de
estudiante universitario, en donde se puede apreciar la directa influencia de los religiosos en
la educación253.

Otro caso importante en la educación referenciado en la literatura antioqueña es el del ya


mencionado Martín Gala de Frutos de mi tierra, este joven de origen caucano es enviado a
Medellín por su madre antioqueña, luego de que se estableciera la Constitución política de
1886, que le dio un importante papel a la Iglesia en la educación. Según lo relata Carrasqui-
lla, Gala llega a Medellín porque su madre no quiso enviarlo a Bogotá, pues los colegios de
allí,
[…] estaban contagiados de la herejía roja que por tanto años cundió en ellos
[…] Por esto y por amor patrio, pues la señora era antioqueña, prefirió, por la de
Popayán, la Universidad de Medellín, donde, según sus cuentas, no podía ser
mucho el contagio, habiendo sido de pocos años el dominio herético 254.

En este fragmento se pueden ver otros de los puntos explicados por Virginia Gutiérrez: el
arraigo que la madre antioqueña siente por sus montañas de origen, pues son estas las que le
ayudan a conformar su complejo cultural; es importante resaltar que para el momento en que
Gutiérrez escribe su obra (1968) la migración campo ciudad, ella misma lo enuncia, no esta-

253
Carrasquilla, “Hace Tiempos. Del monte a la ciudad”, 401.
254
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 49

102
ba muy acentuada255; al igual que se destaca en este mismo fragmento el don de mando que
tiene la madre antioqueña, a pesar de vivir en un lugar alejado de su lugar cultural de origen.

Helena Restrepo, protagonista de Una mujer de 4 en conducta, en uno de los momentos en


que es despedida de un trabajo, una importante familia de Medellín la deja al cuidado de las
hermanas de El Buen Pastor, las mismas que para el momento en que es recluida en la cár-
cel, le prestan su ayuda, a ella y a las demás reclusas256. Las hermanas de El Buen Pastor,
religiosas de origen francés establecidas en Medellín desde 1899, tenían como objetivo la
colaboración con los centros de reclusión y la administración de las escuelas tutelares para
menores que desobedecieran las leyes; tanto en las cárceles como en las escuelas se les en-
señaba alguna ocupación que les fuese útil en la vida, combatiendo así la vagancia en las
jóvenes257. Las comunidades religiosas establecidas en Antioquia, al brindarle educación a
los habitantes de esta región lo que buscaban era apropiarse de una comunidad, que a su vez
las defendiera en caso de la llegada de liberales o protestantes.

Las comunidades religiosas en Antioquia no sólo se dedicaban a la educación como medio


de reformar las malas conductas en las clases sociales más necesitadas; también algunas
órdenes prestaban sus servicios a las clases altas de Medellín, como los jesuitas y las herma-
nas de La Presentación. La socióloga e historiadora Patricia Londoño Vega expone el con-
cepto de “cosecha de vocaciones religiosas”, con el que da entender la importancia que tu-
vieron las iniciativas de los religiosos y religiosas provenientes de Europa en impulsar sus
obras en Antioquia. En este sentido se destacaron también algunas personas propias de la
región, quienes igualmente se dedicaron a la instrucción de las clases altas de Medellín, caso
de la religiosa Laura Montoya (1874-1949), quien se dio a conocer principalmente por sus
labores evangelizadoras con los indígenas emberá en la zona de Urabá, lo que le ha valido el
reconocimiento de los fieles católicos en Colombia258. A esta vocación llegó después de un
incidente ocurrido gracias a una polémica de carácter literario en la que se vio envuelta.

255
Virginia Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, 438.
256
Sanín Echeverri, Una mujer de 4 en conducta, 225-231.
257
Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad, 201.
En la actualidad esta misma orden religiosa adelanta obras de asistencia social en la cárcel de mujeres.
258
Londoño Vega, Religión cultura y sociedad, 105-107

103
En 1906, cuando Laura Montoya sólo era reconocida por ser una importante maestra de un
colegio femenino para señoritas de la clase alta medellinense y aún no había llegado al nivel
religioso al que llegó décadas más tarde, estalló una polémica que la involucraba directa-
mente. Alfonso Castro, quien para la época sólo era un joven recién egresado de la Facultad
de Medicina que daba sus primeros pasos como médico y literato, publicó uno de sus cuen-
tos más famosos: La hija espiritual, famoso no por su estilo narrativo sino por la polémica
que desató en la pequeña Medellín. El cuento narra la historia de la señorita Sofía del Río,
joven alumna del colegio de monjas dispuesta a casarse, pero a último momento se ve con-
vencida por la Señorita Adela—religiosa directora del plantel—de que no hacerlo y seguir
sus pasos; la religiosa expone a una de sus alumnas que debe vivir con
[…] mucho juicio, mucha formalidad. Sin dejarte arrastrar por el mundo, sin di-
siparte; pensando siempre que Dios te tiene destinada para que seas su sierva, y
que debes, por lo tanto, ir desprendiéndote de la tierra, de los lazos que te unen á
ella, de sus engañosas seducciones de sus placeres mezquinos. 259

En la polémica desatada por la publicación de Hija espiritual y las fuertes críticas que esta
hizo al catolicismo, se puede observar cómo se cumple el objeto por el cual llegan las órde-
nes religiosas a Antioquia, ya que la religiosa es fielmente defendida por la comunidad ca-
tólica de Medellín, especialmente las clases altas—de donde también provenía Castro—y
por Tomás Carrasquilla, fiel representante de la intelectualidad de la ciudad; quien le ayuda
a Laura Montoya a redactar una carta en la que le manifiesta a Castro que no le guarda ren-
cor por ser éste una grave falta contra la ley divina, pero sí le manifiesta el gran daño que le
ha ocasionado con su injuria y calumnia, pero dejando en claro la labor docente que desem-
peñan las comunidades religiosas llegadas a Antioquia, así como los mismos religiosos
formados en la región260.

Aquí se destaca otro aspecto fundamental de la sociedad antioqueña, y es que esta polémica
pone en tela de juicio dos aspectos muy importantes del complejo cultural antioqueño defi-

259
Alfonso Castro, “Hija espiritual”, en Tomás Carrasquilla autobiográfico y polémico, compilación de Vi-
cente Pérez Silva (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1991), 76.
Según Laura Montoya, los protagonistas de Hija espiritual están inspirados en ella y el círculo familiar de
Castro, la señorita Adela corresponde a la religiosa, mientras que Sofía del Río a Eva Castro, la hermana del
autor de la novela corta
Laura Montoya, “Crítica. Carta Abierta”. En: Tomás Carrasquilla, Obra Completa. Volumen 3, 212
260
Montoya, “Crítica. Carta Abierta”, 211-239.

104
nido por Gutiérrez: el matrimonio y la figura de la mujer religiosa; especialmente nevesario
destacar esta última porque es una religiosa la que se opone a la realización del séptimo
sacramento, aunque es paradójico que sea un escritor liberal el que sale a defenderlo. El
matrimonio es en Antioquia, según lo define Gutiérrez de Pineda, un elemento típico carac-
terizador de la identidad antioqueña, además de ser sustentado por la identidad religiosa 261,
por ello ir contra él es ir contra uno de los preceptos más tradicionales de la sociedad antio-
queña y su complejo cultural. Si se toma como cierta la denuncia de Castro, se verá que la
persona que se opone a él es la religiosa, quien según Virginia Gutiérrez cumple con otro
importante rol matrimonial: ser esposa del señor262. Más allá de lo paradójico que resulte lo
acontecido en la polémica entre Castro y Montoya, se destaca en La hija espiritual la rele-
vancia que la palabra de las religiosas, muchas de ellas maestras, tenía sobre sus alumnas.
De esta forma se destaca en la sociedad antioqueña la figura de la mujer como representan-
te de la familia y de sus intenciones; tanto así que es ella quien toma las riendas de la fami-
lia y el cuidado de los hijos al interior de la casa, mientras que por fuera son encargados a la
tutela de una maestra, especialmente si se trata de niñas.

Esta confrontación literaria entre Castro y Montoya simboliza el poder de la literatura y las
discusiones de carácter político que a través de ella se dieron; con ellas se señalan las dis-
tintas representaciones de tipologías sociales y psicológicas que existían en Medellín y có-
mo era su desenvoltura social; en este sentido la literatura es una forma de entender cómo
se dieron los distintos cambios sociales que se vieron en Medellín y cómo estos influyeron
en su consolidación como una de las principales poblaciones de Colombia, estado al que
llegó de manera lenta y que se puede entender como de larga duración.

Como señala Koselleck, los cambios sociales deben tener un soporte en la significación
lingüística263, en la literatura antioqueña se hace muy notorio en la forma en la que son
mostradas las distintas formas de hablar de las diferentes generaciones, lo que ejemplifica
cómo se produjo el cambio de pensamiento y mentalidad.

261
Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, 446
262
Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, 420-423
263
Koselleck, Futuro pasado, 287-288.

105
Horacio Longas. “Leyendo a Carrasquilla”, en Naranjo, Estudios de filosofía del arte., 64

La novela corta Abuela y nieta de Camilo Botero Guerra es una evidencia, mediante las
distintas formas de hablar de una anciana y un joven, de cómo fue cambiando lentamente la
mentalidad de quienes habitaban Medellín a finales del siglo XIX. La abuela de esta novela,
doña Faustina Quintana, quien nace hacia la década de 1780, para la década de 1860—
cuando se desarrolla la novela—recuerda con nostalgia los años del dominio colonial y se
expresa en términos críticos a la Independencia y a la República, que según manifiesta
arruinó todo un sistema de vida construido, basado en elementos de la vida cotidiana como
la alimentación:
No me miente las tales Repúblicas por el amor del Señor, que bien sancochada
tengo el alma desde que con el Virrey Sámano y con ese cachaco Tolrá se nos
fueron del Reino y de la Provincia todas las grandezas de España. Hacerle la
guerra más negra y tirarle barro á la cara á una monarca, á un ungido del Señor,
[…] para luego abrirles las puertas a tantas cosas feas que llaman libertades! No
escaparse de ese zafarrancho ni el chocolate, aquel chocolate que fué la mayor
delicia de los nobles de antaño y que hoy han cambiado por una tinta que llaman

106
café, y por un remedio de botica que llaman té! Vea Ud. qué hazañas las de los
tales republicanos! Estamos perdidos, hijo, estamos perdidos!264.

En un sentido similar al de doña Faustina se expresan muchas mujeres en las obras de Ca-
rrasquilla; en La Marquesa de Yolombó y Por cumbres y cañadas la filiación política de las
mujeres—especialmente de las campesinas y antiguas esclavas—todavía es favorable a
Fernando VII y la monarquía española, pese a tratarse de historias narradas entre las décadas
de 1850 y 1860265; especialmente en Por aguas y pedrejones (primera parte de Hace tiem-
pos) se le adjudica a Simón Bolívar el desorden que existía en el país, gracias a las guerras
que se produjeron tras la Independencia, resaltando por muchas mujeres del campo el ase-
sinato de los antioqueños José María y Salvador Córdova, a quienes igualmente tratan de
traicioneros al rey266. Las novelas de la trilogía Hace tiempos en gran parte están compues-
tas por las memorias de su autor, con ello es posible inferir que muchas de las críticas que
los personajes hacían fueron reales hacia el proceso independentista, testimonios que fueron
escuchadas por Carrasquilla en su niñez y juventud267.

264
Botero Guerra, Brochazos, 309.
Un argumento similar a este es planteado por José María Vergara y Vergara en su clásico cuadro de costum-
bres Las tres tazas, donde describe la historia de Bogotá a partir de los mismos elementos alimenticios. Cada
una de esas tres tazas está llena de un elemento distinto: chocolate, café y té; y representa un momento histó-
rico diferente para la capital de la República y por ende para el país. La taza de chocolate representa el pasado
colonial de la ciudad y narra una invitación a tomar esta bebida en 1813—últimos años del período colonial—
cuando Bogotá llevaba por nombre Santafé y todavía era la capital virreinal; en estos años el consumo de
chocolate era uno de los principales rasgos de la identidad santafereña, era la bebida más importante de la
élite colonial, y se consumía en taza de plata; la segunda taza, la de café, representa una invitación en 1848,
cuando la ciudad lleva por nombre Santafé de Bogotá para tomar café en una taza de loza, momento en el cual
estas bebidas se consumen en un ambiente de juventud marcado por la influencia de la nueva generación
nacida con posterioridad a la Independencia y que representa la llegada a las ciudades de una nueva aristocra-
cia proveniente del campo; y la última taza, la de té, representa la influencia que la cultura y mentalidad ingle-
sas tuvieron en Bogotá hacia 1866. Las dos últimas tazas son consideradas por Vergara y Vergara como un
medicamento, por lo que cierra su cuadro diciendo que 1880 lo invitarán a tomar quinina entre amigos, pues
si ya “están de moda los sudoríficos y antiespasmódicos; ¿por qué no les ha de llegar su sanmartín a los febrí-
fugos y antihepáticos?”
José María Vergara y Vergara, Las tres tazas y otros cuadros de costumbres (Bogotá: Editorial Minerva,
1936), 12-45
265
Tomás Carrasquilla, “La Marquesa de Yolombó”, en: Obra completa. Volumen 1, 421
Tomás Carrasquilla, “Por aguas y pedrejones”, en Obra completa. Volumen 2, 99
Si bien La Marquesa de Yolombó es una novela desarrollada en tiempos de la colonia, su epílogo se ambienta
a mediados del siglo XIX.
266
Carrasquilla, “Por aguas y pedrejones”, 99
267
Rodríguez, P., Las novelas de don Tomás Carrasquilla, 267-268

107
Los cambios sociales que se presentaron en Colombia durante el siglo XIX tuvieron en la
literatura una de sus principales referencias; siendo mediados estos por la posición política
de los distintos autores, en sus representaciones es posible entender una idea de país, si al
interpretarlos según el concepto lugar de producción de Michel de Certeau, es posible en-
tender que el pensamiento político del autor—escritor de literatura en este caso—representa
su obra.

4.2 La otra ciudad. Un análisis de la Medellín de arrabales en su literatura

Durante los años del periodo investigado la literatura que se produjo en Medellín sirvió
como elemento de denuncia de las injusticias sociales, como ya se ha mostrado anterior-
mente con el poema El destierro de Camilo Botero Guerra.

En Medellín la diferenciación entre clases sociales se hizo muy evidente en la literatura;


desde los cuadros de costumbres surgió la necesidad de describir a la ciudad en su diferen-
ciación social, resaltando sobre todo a las clases menos favorecidas, lo mismo que ocurrió
en los cuadros de costumbres sobre la vida rural; en ellos la vida de los campesinos comen-
zó a tener mucha más importancia, tema que José Luis Romero dice que se da como una
constante en América Latina268.

La consolidación de Medellín como ciudad y referente para Antioquia a partir de la década


de 1870 posibilitó que la llegada de muchos pobladores—como ya se explicó anteriormen-
te—aumentara la población de la ciudad, especialmente en los barrios periféricos; en toda
América Latina estos sitios fueron el escenario para que la vida artística y cultural empeza-
ra, tomara más fuerza gracias a la interacción de quienes ya habitaban la ciudad con los
pobladores que llegaron del campo, que generó una apropiación
[…] de lo que contenía su espíritu: la sabiduría de sus dichos, la maestría de sus
manos, la música que habían aprendido de sus abuelos, las virtudes de las hier-
bas; y no solo eso, sino también su sentimiento del honor y su experiencia en la

268
Romero, La ciudad occidental, 230

108
vida. En cambio recibían nuevas ideas y cierto gusto por las formas más suaves
de la vida que conocían y elaboraban269.

Los barrios periféricos de Medellín desde la década de 1870 fueron aquellos donde se lle-
vaban a cabo la mayoría de fiestas bulliciosas; y fueron estos lugares los que la élite solía
frecuentar en busca de diversión, deducido por la forma en que los describen a ellos y a sus
fiestas. Uno de estos barrios fue El Llano, ubicado en las cercanías del cementerio San Pe-
dro, famoso por sus fiestas desde las primeras décadas del siglo XIX. En 1877 El Llano era
[…] un barrio sobremodo, una vez que muchas de las niñas que lo habitaban te-
nían palmito seductor, que atraían a sus admiradores persistentemente, a lo que
agregamos que se vendía allí el aguardiente verde muy estimado por los catado-
res, sacado de contrabando, el cual alegraba el ánimo y lo exaltaba extraordina-
riamente, hasta el punto de darse quien se lo tomaba a insólitas aventuras, diver-
tidas unas, trágicas otras270.

Distintos cronistas de ciudad señalan a los barrios periféricos como lugares en los que el
alcohol era frecuente, produciendo riñas y delitos como el lenocinio y el contrabando; sobre
el mismo barrio dice Lisandro Ochoa que
[…] había varias familias dedicadas a sacar contrabando: destilaban el llamado
“Anisado Sabanero”, que tenía gran demanda […]. En dicho lugar se formaban
unas terribles “guachafitas” entre los miembros del resguardo y las familias, re-
sultando heridos y tomando parte activa hombres y mujeres 271;

En el mismo sentido de Ochoa se expresaba Eladio Gónima, cuando afirma que los bailes
en Guanteros, otro barrio periférico—tal vez uno de los más conocidos durante el siglo
XIX—, fueron algo muy recurrente, al igual que las riñas; en dichos bailes “se bebía algo y
pasaban otras cosillas que mejor no cuento272.”

269
Romero, La ciudad occidental, 238.
270
Timalquín (seudónimo de Juio Restrepo Laverde), “Visión macabra”, Sábado, 13 de mayo de 1922, 539.
271
Ochoa, Cosas viejas de la Villa de la Candelaria, 31.
Sobre la intensa vida bohemia que se llevaba a cabo en El Llano y sus alrededores, hoy adyacentes al Cemen-
terio Museo San Pedro y el sector conocido como Lovaina en la Comuna 4 (Aranjuez), se puede consultar los
primeros capítulos de la monografía del historiador Carlos Andrés Orozco, quien reconstruye la vida nocturna
de este sector para explicar cómo se convirtió este sector en uno de los lugares de tolerancia para la prostitu-
ción durante la primera mitad del siglo XX, aunque siguió hasta la actualidad.
Carlos Andrés Orozco Guarín “Poblamiento de la zona aledaña al Cementerio San Pedro (Capítulo 3. Parte II:
Montaje del escenario” en: “Inicio, esplendor y ocaso de la prostitución en Lovaina (Medellín), 1925-1955”
(Tesis de pregrado en Historia: Universidad de Antioquia, 2005), 1-21
272
Gónima, Apuntes para la historia del teatro en Medellín y Vejeces, 94.

109
La literatura, como elemen-
to de creación artística, es
una fuente descriptiva del
entorno social de estos sec-
tores; muchos autores—al
igual que los cronistas—en
sus narraciones tienden a
reprochar lo que pasa en
estos sectores de la ciudad.
Uno de estos autores es

Melitón Rodríguez, "Los zapateros", en: Londoño Vélez, Testigo ocular, 120. Ricardo Restrepo, en su
Los zapateros, al igual que otros gremios de artesanos, eran habitantes de
los sectores periféricos de Medellín, entre ellos Guanteros o El Llano. cuento Un baile con carrera
describe un baile en una casa “situada en una de las calles más desiertas e ignoradas del
barrio de Guanteros”273 en 1870; a dicho baile asisten gran cantidad de artesanos, política-
mente descritos como socialistas con pinta de comunistas 274, tema en que son bastante
opuestos al pensamiento político imperante en el momento: el del conservador Pedro Justo
Berrío. En la descripción que Restrepo hace del barrio se hace muy visible la idea de este
sector como algo peligroso para quienes no son propios a él; en este relato—narrado en
primera persona—el narrador-protagonista es una persona perteneciente a la élite medelli-
nense, invitado al baile por su cocinera, residente en el sector275.

En El señor doctor, Alfonso Castro hace una descripción de este mismo barrio aproxima-
damente para la misma época; a diferencia de Restrepo, Castro no se concentra en las pro-
blemáticas políticas del sector, sino que lo describe más desde las problemáticas sociales y
salubres:
Una calle sin empedrar y por donde no podían pasar los coches, llena de huecos
y baches y con casuchas inmundas a lado y lado, […] de donde constantemente,
como de cuevas, salían muchachos pringosos, con las barrigas llenas de batra-
cios, de ombligos deformes expuestos al aire, que berreaban y gritaban sin des-

273
Restrepo, “Un baile con carrera”, 210.
274
Restrepo, “Un baile con carrera”, 213.
275
Restrepo, “Un baile con carrera”, 210.

110
canso, y no tenían el menor inconveniente, ni nadie se los impedía, de cumplir
sus necesiades en público, como perros sin amos276

La intención de Castro, entendible desde


su profesión médica, es llamar la aten-
ción sobre los precarios estados de salud
pública en los barrios periféricos de Me-
dellín; pero así mismo dar a entender el
tipo de gente que habitaba estos secto-
res, personas que no tuvieron las oportu-
nidades que los habitantes de los barrios
más pudientes sí. Por lo tanto, los habi-
tantes de los arrabales están obligados a
trabajar para los de los barrios ricos 277.

Esto mismo es lo que Efe Gómez recrea


en su cuento ¡Evohé!, donde aparece un
individuo habitante de un sector pobre
de Medellín, cuyo trabajo “es limpiar
albañales secos por esos barrios altos
donde ni siquiera hay alcantarillas”, y el
Gonzalo Gaviria, "Arrabales de Medellín", en: Medellín
el 20 de julio de 1910 (Medellín: Sociedad de Mejores
único divertimento y consuelo para su
Públicas, s. f.) oficio es ingerir licor278. En el desarrollo
económico de Medellín el licor jugó un papel antagónico; en la novela Frutos de mi tierra
Tomás Carrasquilla muestra cómo gracias al licor un joven pierde su vida y queda al mar-
gen del progreso económico de su familia:

Onofre, tan ñoño y poquita cosa, dio en la flor de beber aguardiente; y hoy con
la madre, mañana con los clientes, por un quítame allá esas pajas, armaba unos
belenes que no hubo más remedio que ponerlo de patitas en la calle279.

276
Castro, El señor doctor, 50
277
Castro, El señor doctor, 7.
278
Efe Gómez, Retorno (Medellín: Editorial Bedout, 1973), 54.
279
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 25.

111
El licor como desgracia de los más pobres es una de las constantes del cuento Obras son
amores de Gaspar Chaverra, en esta narración se presenta el asesinato de la empleada do-
méstica de Julia Campillo (señora de la alta sociedad) por parte de su novio y prometido
Desiderio Pajón, quien comete el crimen llevado por el alcohol en medio de los festejos del
2 de febrero, día de la Virgen de la Candelaria, patrona espiritual de Medellín 280. En este
cuento la alta sociedad se ve representada en doña Julia, quien hace fuertes críticas a todas
las festividades y con ello al alcohol; ella le manifiesta al narrador del cuento que si “fuera
Papa, no dejaba un solo día de fiesta”281 debido a que las fiestas religiosas se convierten en
un motivo para tomar licor y ello disminuye el trabajo; pero para doña Julia el licor también
es algo malo en la juventud, porque le quita los ánimos de trabajo a los jóvenes282.

Las palabras de doña Julia son las que representan a la élite de Medellín hacia los primeros
años del siglo XX—el cuento se desarrolla en 1902—momento de creación de muchas so-
ciedades de temperancia (antialcohólicas), cuyo objeto era luchar contra el alcoholismo y
en favor de la educación283.

En la literatura antioqueña y en las crónicas de ciudad es posible establecer que la forma en


que son percibidos y descritos los escenarios de los barrios periféricos es mediante lo nega-
tivo de los usos y costumbres de quienes allí habitan, principalmente el licor. Las clases
sociales más humildes de Medellín en la literatura no solo son descritas por sus vicios, en
muchas ocasiones también se destacan por la sencillez de su vida y la tranquilidad de sus
costumbres, como es el caso de un par de ancianas que aparecen en la novela Frutos de mi
tierra, a quienes Carrasquilla se refiere como ‘las viejas’, y destaca en ellas su sentido ma-
ternal284, el mismo que destaca Alfonso Castro en Froilana, la madre de Julio del Río, el
protagonista El señor doctor285.

280
Gaspar Chaverra (seudónimo de Lucrecio Vélez), “Obras son amores”, Alpha octubres, 1908, 381-385.
Si bien en el cuento los nombres de los lugares son ficticios se presume que se refiere a sucesos que pasan en
Medellín y sus alrededores, en la narración de Chaverra la ciudad de Medellín lleva por nombre Medina.
281
Chaverra, “Obras son amores”, 384.
282
Chaverra, “Obras son amores”, 384.
283
Londoño Vega, Religión cultura y sociedad, 315.
284
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 90.
285
Castro, El señor doctor, 250-251.

112
Este también es el tema del cuento Los asfaltadores de Roberto Vidal, donde una joven
madre soltera, habitante de un barrio pobre, sufre las iniquidades del mundo que la rodea,
así como la pérdida de su pequeño hijo; el telón de fondo de este cuento es la lucha política
en medio de lo bueno y lo malo del socialismo 286; este cuento, desarrollado en 1922 presen-
ta a un barrio periférico en el que los cambios de infraestructura ya se hacen mucho más
visibles y se vivía con más comodidades que en 1870 cuando lo describe Ricardo Restrepo
en Un baile con carrera, pero que al igual que ese momento la identidad política sigue
siendo una constante, pues lo obreros que trabajan en la adecuación de las calles discuten
ampliamente con el viejo maestro de escuela sobre la implantación del socialismo; esto da a
entender que los habitantes de estos barrios siguen teniendo las mismas identidades casi
cincuenta años después, aunque en 1922 el socialismo era ya más real debido al triunfo de
los bolcheviques en Rusia cinco años antes.

Los escritores conservadores recrearon en su forma describir la sociedad más humilde la


idea una redención social si se siguen buenos preceptos. El ejemplo más famoso es el de
Camilo Botero Guerra, quien en textos como Un héroe de los de la dura cerviz, El oropel y
Una vela a San Miguel y dos al diablo expone moralejas sobre la importancia del trabajo
honrado, la importancia de la vida sencilla y el amor a Antioquia como tierra natal, la tierra
de los principios conservadores.

En Un héroe de los de la dura cerviz Botero Guerra muestra al mulato Manuel, al cual pre-
senta como el arquetipo del trabajador:
[…] un obrero de estos maizales, mozo de genio vivo con un poquito de soca-
rronería, de figura arrogante y gruesa musculatura, sin pereza para el trabajo y
con bríos suficientes para acometer las empresas más duras de su oficio, y una
serenidad increíble para afrontar toda clase de peligros 287.

Además, Botero presenta en su descripción de la vida diaria de Manuel la importancia de la


religiosidad, pues gracias a que estar encomendado a la Virgen del Carmen es que logra
salvarse de un accidente causado por un pedrejón que cae cuando él trabajaba como minero

286
Roberto Vidal, “Los asfaltadores”, Sábado, 3 de junio, 1922, 574-575, 577.
287
Botero Guerra, Brochazos, 365.

113
en la quebrada Santa Elena288. La importancia de la religiosidad en la vida diaria del obrero
se entiende debido a la lucha que la Iglesia católica y su mentalidad religiosa contra la in-
fluencia del liberalismo y el socialismo en los obreros, como lo fueron las sociedades bené-
ficas, siendo la más famosa de ellas la San Vicente de Paúl. 289 Los obreros que, como Ma-
nuel, siguen los preceptos del catolicismo son algo cercano a arquetipos de personas humil-
des,
[…] constituyen, á no dudarlo, el más sólido cimiento de las instituciones socia-
les, son la sal que impide la corrupción de estas, y merecen, por lo mismo, algu-
nas consideraciones de lo que están arriba, y ejemplo bueno y saludable que, en
vez de la perversión, comunique nobles estímulo. 290

Las palabras de Botero Guerra son la propuesta de la élite por atender socialmente a los
obreros que se identifican con la idea obrero trabajador y fervoroso; y así mimo ayudaron a
alimentar la idea de un obrero apegado a su labor; tema que durante mucho tiempo fue un
mito dentro de la clase trabajadora antioqueña entre finales del siglo XIX y principios del
XX, como lo señaló la historiadora Catalina Reyes Cárdenas291.

Al igual que en los otros relatos expuestos anteriormente, la literatura sobre los arrabales
medellinenses hecha por Botero Guerra presenta la labor de la madre como alguien sobre
quien recae el peso de la responsabilidad de sacar adelante a sus hijos (la nueva generación)
y alejarlos de los peligros que representa el mundo moderno, ente ellos vicios como el al-
cohol, la vagancia o ideologías políticas como el socialismo o el liberalismo; sobre las ma-
dres concluye Botero Guerra Un héroe de los de la dura cerviz, con unas palabras puestas
en boca de Manuel sobre su esposa Agustina: “Hijue la mujercita pa saber criar hijos! 292”;
con ellas destaca el valor de la mujer trabajadora que saca adelante a su familia ante la falta
de un esposo; tema al que también recurre este autor en El oropel, en donde Laura, una
campesina viuda del sector de Otrabanda en Medellín, hace gran cantidad de esfuerzos para
sacar adelante a su hija Matilde; a quien pierde por la maldad de un joven liberal muy cer-

288
Botero Guerra, Brochazos, 368.
289
Londoño Vega, Religión cultura y sociedad, 204-205.
290
Botero Guerra, Brochazos, 371.
291
Catalina Reyes Cárdenas, Aspectos de la vida social y cotidiana de Medellín, 1890-1930 (Bogotá: Colcul-
tura, 1996), 97.
292
Botero Guerra, Brochazos, 371

114
cano al radicalismo político 293. Esta misma mujer, que en otro momento de la novela habita
en Guanteros (calle Carúpano con Maturín), es quien logra salvar y proteger a Rosalía lue-
go de que se fuga del lugar donde estaba secuestrada; lo anterior permite interpretar a Ca-
milo Botero Guerra como una persona que ve en los habitantes de los sectores más humil-
des un deseo de redención294.

De esta forma es posible entender que la literatura que narra los barrios periféricos de la
ciudad los ve como espacios prohibidos por ser estos escenarios de los vicios como el al-
cohol y pensamientos políticos en los que sus habitantes quieren que se implante la utopía
socialista. Por esto se hizo necesario que estos lugares estuvieran en la mira de las socieda-
des benéficas para que no cayeran en esta ideología, pues pese a todo en estos barrios se
destaca la existencia de personas que se esfuerzan por salir adelante, principalmente las
madres con sus hijos. Según ha destacado Patricia Londoño en los barrios periféricos de
Medellín desde finales del siglo XIX hubo intentos por generar en sus habitantes una cultura
lectora con la creación de bibliotecas públicas para obreros, instituciones que se incremen-
taron a partir de la década de 1920295; pero en temas de creación literaria fueron muy pocos
los obreros o habitantes de estos barrios que se destacaron como escritores y que represen-
ten a estos espacios.

En estos espacios habitaron personas que pueden ser descritas como pertenecientes a “la
montonera”, según la descripción de Carrasquilla del grueso de los habitantes de Medellín
hacia 1914, entre los cuales quien se llega a educar es un salvado de ella. 296 Según esto, la
idea del progreso intelectual de alguien de estos sectores es el alejamiento de su lugar de
origen, pues los sectores dispuestos para la creación literaria no son estos. En la literatura
estos espacios son solo para reuniones bohemias donde prima el alcohol; y los personajes
que de ella se extraen solo son personajes, más no escritores—estos ven a los barrios perifé-

293
Botero Guerra, Brochazos, 192-209.
294
Botero Guerra, Brochazos, 189-190.
La calle Carúpano es la hoy denominada Carrera Sucre, que a finales del siglo xix sólo tenía esta denomina-
ción al sur de la quebrada Santa Helena (avenida la Playa).
Pedro Rodríguez Mira, Significado histórico del nombre de algunas calles y carreras de la ciudad de Mede-
llín (Medellín: Instituto Tecnológico Metropolitano, 2004), 24
295
Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad, 334.
296
Carrasquilla, “La sencillez”, 320.

115
ricos desde afuera—; solo fue hasta la década de 1920 que empieza a darse una literatura
más proletaria y callejera, en la que la crítica social—desde el socialismo—si está presente,
principalmente en escritores como Luis Tejada Cano, o en las descripciones de la vida pro-
letaria y con influencia en lo criminal que realiza Tartarín Moreira. En ambos autores es
posible encontrar una referencia a la construcción de una nueva cultura, en donde tenían
cabida las distintas personas que constituían la sociedad, como lo destaca Tejada, quien
criticó el mundo económico que tuvo que vivir hacia 1920: un mundo inmerso en una crisis
intelectual, en la que se hacía más importante el lucro económico que la creación artística o
académica.297 Por su parte en la obra de Moreira, compuesta en su mayoría por crónicas y
poemas—algunos de ellos musicalizados luego como tangos— se recrea la vida de los ha-
bitantes de los ‘barrios de abajo’, como Guayaquil; es por ello que los protagonistas de la
obra de Moreira son los ladrones (guapos en el lenguaje tanguero del autor) y las prostitu-
tas298; personajes que hasta esta época estuvieron invisibilizados en la parte central de la
creación literaria sobre Medellín.

4.3 Medellín y la sociedad de la apariencia

—No conoce el recao de sacar candela, niño Julio?


—No conozco, dijo el joven con el petulante des-
dén de los que han ido á Europa y sólo han traído la
ropa arrugada, como dijo Emiro Kastos.

Camilo Botero Guerra, El oropel (1893)

Por burla o por descripción estética las clases altas de Medellín fueron un importante prota-
gonista de la literatura del periodo estudiado. Muchos de los individuos protagonistas de la

297
Luis Tejada, “La crisis de la vida intelectual” en Nueva antología de Luis Tejada, editor: Gilberto Loaiza
Cano (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2007), 419. Crónica publicada originalmente el 30 de
septiembre de 1923 en El Espectador de Bogotá.
En el mismo sentido se destaca la crónica La censura, en donde plantea que los espectáculos artísticos deben
ser permitidos, pues la moralización de los ciudadanos no tiene que ser compatible con tener a un pueblo
sumido en la ignorancia. Esta crónica fue publicada originalmente el 19 de noviembre de 1920 en El Especta-
dor de Medellín. Luis Tejada, “La censura” en Nueva antología de Luis Tejada, 185.
Para tener un acercamiento mayor a la vida y la obra de Luis Tejada véase: Gilberto Loaiza Cano, Luis Tejada
y la lucha por una nueva cultura. (Colombia, 1898-1924) (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1995).
298
Rojas, El rostro de los arlequines, 39.

116
narrativa sobre Medellín son pertenecientes a las clases altas de la ciudad; en parte porque
fue desde los espacios generados por la élite que surgió la literatura que significó las princi-
pales representaciones de Medellín como una ciudad de letras y de ideas. Los años transcu-
rridos entre 1880 y 1930 son los años que José Luis Romero definió como los años del
‘apogeo de la mentalidad burguesa’, en la que el ascenso económico significó la creación
de una nueva moralidad y unas nuevas formas de desenvolvimiento social, además estos
años fueron los del ascenso y consolidación de una nueva clase económica299; la forma de
representación de las élites también varió, y en el caso medellinense esta se dio a partir de
la literatura y las artes.

Para finales del siglo XIX y principios del XX Antioquia, a pesar de no tener verdaderos so-
ciólogos e historiadores, sí tenía escritores que fuesen capaces de suplir estas funciones, y
basándose en ellos es que los actuales historiadores han logrado analizar la historia social y
cultural de dichos períodos. Es así como la historiadora Ángela Rocío Rodríguez ha ras-
treado en Frutos de mi tierra el concepto de “nuevos ricos”: el individuo que no cifra su
poder en el apellido, Dios o el Rey, sino en el dinero; el nuevo rico, que no existía en la
sociedad colonial, es un venido a más que debe ser reconocido según el caudal económico
que posea, para ellos los antiguos referentes de poder (Dios y el Rey) ya han perdido toda
su validez, y fueron reemplazados por el dinero; en dicha novela serían representados por la
familia Alzate300. Así mismo se identifican los “viejos ricos”, quienes aún tienen una men-
talidad basada en los preceptos imperantes al momento de la Colonia, como es el caso—en
esta novela—de la familia Escandón, especialmente de don Pacho Escandón al elegir por
esposa a Bárbara Campero quien
[…] allá por sus verdes años, era dama muy de pro, no sólo por los caudales que
iba a heredar, sino también por lo empingorotado de su prosapia; pues era nada
menos que Campero de la Calle, apellido que, aún en época en que tanto había
bajado el pergamino, a causa del deslinde con España, todavía se cotizaba muy
alto y olía a leguas a cosa de Castilla, no tanto por lo de Campero cuanto por el
añadidijo.301

299
Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 312.
300
Rodríguez P. Las novelas de don Tomás Carrasquilla, 23.
301
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 126.

117
La familia Escandón, una familia cuasi patricia que busca mostrarse como instruida y culta,
dispuesta a brindarle una buena educación a sus hijos, con el fin de progresar económica,
moral e intelectualmente; no dejando por fuera de ella el momento histórico y político que
atravesaba Colombia, ya que una constante en las conversaciones entre los mayores era la
política, especialmente en Antioquia donde la gran mayoría de sus habitantes se identifican
con la ideología conservadora; de este modo en Medellín se hizo muy común exaltar al
período de la Regeneración: “el doctor Núñez por arriba, el doctor Núñez por más arriba;
pues a la sazón corrían los tiempos en que el Espíritu Santo soplaba por los lados de Co-
lombia.”302 Contrario a esto, la familia Alzate sólo busca ser reconocida por su dinero, ya
que la obtención de éste es lo que para ellos simboliza en el progreso; estos nuevos ricos
valoran el dinero más que otras cosas, y ponen el progreso económico por encima de su
propia familia; cifrado en los bienes que sólo mediante el dinero se pueden obtener, con el
fin de más que ser ricos, demostrar que lo son, como es el hecho de que Agustín Álzate
cuente en su cuarto con una efigie suya de medio cuerpo, además de una pintura en la que
ostenta sus diversas joyas;303 la importancia del momento actual para los Álzate se basa en
saber defender a cabalidad sus intereses económicos y que éstos no se vean afectados en
caso de una nueva guerra civil o una crisis económica; además de no buscar—como sí lo
hace la familia Escandón—un progreso moral o intelectual, pues en la casa de los Álzate no
hay “nada que huela a libro, ni a impreso, ni a recado de escribir.” 304 Ambas familias se
pueden describir desde una perspectiva sociológica en base al poema Villa de la Candelaria
de León de Greiff, en el se hace una descripción de un tema diario en la Medellín de 1914:

Gente necia/ local y chata y roma. Gran tráfico/ en el marco de la plaza. / Chis-
mes. / Catolicismo. / una total inopia en los cerebros… / Cual / si todo / se finca-
ra en la riqueza, / en menjurjes bursátiles / y en un mayor volumen de la pan-
za305.

En el caso de la familia Escandón, con un pasado de herencia hispánica por parte de la ma-
dre, es posible encontrar uno de los conceptos claves definidos por Virginia Gutiérrez: la
importancia meramente económica del hombre como núcleo de la familia, pues en este caso

302
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 131.
303
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 19
304
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 15
305
de Greiff, Obra poética 1, 29

118
don Pacho es quien lleva las riendas de ella; el personaje de Frutos de mi tierra es quien
representa y dirige los intereses familiares de los Escandón, sobre todo hacia afuera de la
casa, mientras que de puertas para adentro es doña Bárbara quien dirige la familia, pues sin
ella y sus apellidos no serían nada y no tendrían el prestigio que los caracteriza. Según Gu-
tiérrez el derecho de decisión en una familia heredera de los preceptos hispánicos lo tiene la
esposa, al ser encargada de la administración doméstica, dejando en segundo lugar al espo-
so, pero además siendo secundada por las hijas, con lo que demuestra lo imperante que es la
figura femenina al interior del hogar, siendo la figura masculina un respaldo de ella. 306 En
esta novela de Carrasquilla se puede entender esto como la idea de que sin la figura materna
de doña Bárbara, la familia Escandón no tendría la fortaleza que tiene, y es ella quien la
sostiene, tanto interior como exteriormente.

Si la familia Escandón tiene una posición social ganada desde antaño, la familia Álzate
busca imponer un nuevo modelo económico, destacado además en los sitios preferidos para
que habiten estos y aquellos. Para Jaime Sanín Echeverri, Medellín es una ciudad española,
lo que le da la razón a Carrasquilla en cuanto a la buena posición social de don Pacho Es-
candón al casarse con doña Bárbara Campero de La Calle. Para el autor de Una mujer de
cuatro en conducta:
‘La quebrada arriba’ fue el orgullo de Medellín y lo más digno de verse en cuan-
to a barrios residenciales hasta muy entrado el siglo. Espaciosas casa-quinta de
jardines umbríos y tupidas enredaderas dábanle un sabor españolísimo en cuanto
a la arquitectura, pero incontrastablemente tropical en cuanto a la flora abundo-
sa. Más tarde […] construyóse el barrio de El Prado, petulante y lleno de sno-
bismo. Era el nuevo-rico que venía a introducir inadecuados estilos ingleses,
suizos, nórdicos, en una ciudad española y tropical. Hacían furor los tejados de
gran pendiente hechos en otros climas para que ruede la nieve. […] Se abolió en
el suntuoso barrio de El Prado las casonas españolas, que es la luz, el aire y la
alegría. […] Y pasó de moda la ventana arrodillada, única creación de nuestra
arquitectura. Y estas casonas de claustro, y estas extensas casas-quintas, fueron
relegadas a la condición de casas viejas, que era cosa tan despreciable en 1932,
como el hierro viejo307.

Según documenta Lisandro Ochoa, para mediados del siglo XX, muchas de las casas viejas
de Medellín pedían su demolición, especialmente las adyacentes al Parque Berrío, siendo

306
Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, 458, 466-467.
307
Sanín Echeverri, Una mujer de 4 en conducta, 61.

119
éstas las más importantes representantes de estilo arquitectónico heredado de los españoles,
ya que aún no se imponía el estilo republicano que se hizo famoso a principios del siglo
XX. Con respecto a una de estas construcciones se puede tomar uno de los ejemplos que
ofrece Lisandro Ochoa, quien recuerda que
al frente de la Gobernación estaba un caserón tan antiguo como Medellín, el
cual tenía una parte de dos pisos. Los señores Fidel y Gabriel Lalinde la adqui-
rieron y la dividieron en viviendas para sus respectivas familias. Hoy está de-
rruida para el Parque del Hotel Nutibara308.

Este hotel fue para mediados del siglo XX una de las construcciones insignes de Medellín,
y su construcción el principal elemento del afán modernizante de los habitantes y gober-
nantes de la ciudad309.

Doña Juana Barrameda de Samu-


dio, matrona en la novela Grande-
za de Tomás Carrasquilla, se la-
menta porque su hijo no desea
continuar sus estudios en la Uni-
versidad, a pesar de que sus otras
dos hijas la convencen de que es
un joven inteligente, muy dado a la
lectura, y que además en la admi- Gonzalo Escovar, Calle Palacé (s. f), Archivo fotográfico Biblio-
teca Pública Piloto. En la fotografía se nota el contraste arquitec-
nistración de la hacienda en Envi- tónico entre la arquitectura colonial (izquierda) y la influencia de
gado hace una muy buena labor la arquitectura en boga en Europa.
para el sostenimiento de la familia, que ya entra en una crisis económica y se está ganando
las murmuraciones de las demás personas pertenecientes, al igual que la familia Samudio
Barrameda, a las clases altas de la ciudad. Ante la exposición que hacen sus hijas (Margari-
ta y María de la Cruz, ‘Tutu’) de la inteligencia de su hijo (José Joaquín, ‘Chichi’) doña
Juana contesta “¿Qué se gana con eso, si nadie lo sabe, sino lo muestra ni lo luce en nada?
Es como tener dinero para enterrarlo.”310 Los ‘nuevos ricos’ de Frutos de mi tierra se pue-

308
Ochoa, Cosas viejas, 25,
309
Botero, Medellín 1890-1950, 68-79.
310
Carrasquilla, “Grandeza”, 590.

120
den interpretar como pobres venidos a más que centran su actividad de ricos en oponerse a
quienes son menores en fortuna que ellos, como la familia Álzate; por lo cual es posible
interpretar que en la novela existe una lucha de clases entre los viejos y los nuevos ricos. En
Grandeza puede apreciarse mejor otro tipo de lucha de clases, ya que representa una familia
de ricos que vienen a menos y luchan por no demostrarlo, mediante la realización de sun-
tuosas fiestas, las cuales exponen la cursilería de la Medellín de principios del siglo XX,

siendo esta un relato de escenarios y pasarelas sociales, de fingimientos y maquillajes, de


luchas interiores y penas silenciosas. 311 La mejor forma de demostrar a los habitantes de
Medellín como una sociedad que valora más el parecer que el ser es lo expuesto en esta
misma novela cuando doña Juana, después de escuchar un poema de Gabriele D’Anunnzio
recitado por su sobrino exclama:

—¡Qué lindo es el francés […] está tan de moda!


—Es italiano misiá Juanita—apunta el bobalicón de Santiago.
—Cómo no doctor! Es que se me confunden—repone con el tonito tristón que
toma cuando se jumentiza.312

Esta actitud revela mejor que ninguna otra que con tal de aparentar, el antioqueño tradicio-
nal, es capaz de cometer varios errores por el solo hecho de demostrar que sabe algo. Pero
también de aquí se desprende una nueva característica propia de la región antioqueña para
1910, año de publicación de la novela de Carrasquilla: José Joaquín, el hijo de la señora
Barrameda de Samudio, viuda además, es quien debe ocupar el puesto dejado por su padre
fallecido, un puesto de mando en el hogar, pero al que su madre quiere mezclarle las demás
actividades realizadas por jóvenes de su edad y de su clase, en lo que ella, al verse contra-
riada, se siente bastante decepcionada; desde lo propuesto por Gutiérrez de Pineda se puede
establecer que esto es saltar la jerarquización de familia, pues el hijo debe obediencia com-
pleta a su madre, lo cual está sustentado además en la moral y las prácticas religiosas 313.

La literatura que surge en Medellín entre 1880 y 1930 pretende tener en los jóvenes de Me-
dellín los nuevos protagonistas, y que sean ellos los representantes de la nueva identidad
social, artística y cultural de la ciudad. A partir del periodo 1895-1899, con el denominado
311
Parra Valencia y Acosta Ríos. ¿Hace tiempos Tomás Carrasquilla?, 218.
312
Carrasquilla, “Grandeza”, 672.
313
Virginia Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, 469.

121
Quinquenio de oro de las letras antioqueñas comienzan los jóvenes a destacarse mucho
más como ‘tipos sociales’ en las distintas narraciones; estos ‘tipos sociales’ también es po-
sible interpretarlos como la apuesta de las nuevas generaciones por darse a conocer. Revis-
tas como El Repertorio Mensual Ilustrado, La Bohemia Alegre y El Montañés, fueron las
plataformas para que las nuevas generaciones literarias hicieran su debut, donde además
iniciaron polémicas con las generaciones literarias que los precedieron. Estas revistas tenían
por objetivo, mediante la difusión de literatura extranjera, culturizar a los habitantes de
Medellín; pero no por ello estuvieron exentas las polémicas 314.

Las polémicas por la adopción de lo extranjero como forma de culturizar al pueblo tuvieron
un importante eco en la crítica literaria que se hace en La Bohemia Alegre; en dicha revista
se presenta la influencia literaria europea—francesa principalmente—con la influencia de
movimientos literarios como el decadentismo y el modernismo. Estos fueron en las páginas
de La Bohemia Alegre representados en cuentos como Decadencia de Antonio José Monto-
ya (octubre de 1895) y El presuntuoso, de autor anónimo (diciembre de 1895). La juventud
de la clase alta de Medellín, como tipología social que recurre a la constante imitación de lo
europeo, es la que mejor se sintetiza en El presuntuoso, donde un joven medellinense quie-
re vivir a la manera parisina y para ello recurre a hacer todo lo que se haga y esté de moda
en la capital francesa; dice el autor anónimo:
El presuntuoso es, por desgracia, uno de los seres que más abundan en nuestra
sociedad. Se conoce á la legua: en su modo de vestir, de hablar, de caminar; en
fin en todos sus actos. Además lleva un inseparable compañero: el ridículo 315

La idea del joven medellinense de la élite como presuntuoso y compañero inseparable del
ridículo es lo que José Luis Romero define en los habitantes de las ciudades burguesas co-
mo uno de sus principales rasgos: el individualismo y la tendencia a la oligarquía, ligada
esta a una constante imitación de lo europeo316. El tema de lo oligárquico, que si bien está
más ligado a lo económico, es posible relacionarlo con la representación literaria debido a
la pertenencia de muchos de estos jóvenes a una élite—bien sea económica o intelectual—o
su intención de serlo.
314
Pérez Robles, Ideologías y canon, 46.
315
Sin autor, “El presuntuoso”, La Bohemia Alegre, diciembre de 1895, 80.
316
Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 312-313, 289.

122
La idea de las élites económicas de Medellín por imitar los modos de vida europeos fue una
constante siempre en sus representaciones artísticas. Es en este momento que surge la idea
del intelectual medellinense como un dandy, que quiere representar a Medellín de la misma
forma en que Baudelaire representa a París, un tema que es propio de la modernidad artísti-
ca, como lo afirma Marshall Berman317. En la literatura colombiana es famosa la importa-
ción del sistema literario francés para la construcción estética de la literatura colombiana 318,
lo que Antonio José Montoya en su cuento Decadencia denominó como ‘la nostalgia de
París’319. Este fue uno de los principales temas de la literatura antioqueña, como lo destacan
Juan David Parra Valencia y Beatriz Elena Acosta Ríos para la obra de Tomás Carrasquilla
sobre Medellín, en la cual encuentran mucha referencia a la cultura kitsch y a lo cursi como
elementos típicos de la élite medellinense en su constante afán de imitar a París 320.

La crítica a la influencia extranjera también fue motivo de discusión en la realización esté-


tica. En las revistas del Quinquenio fue posible encontrar las críticas de distintos autores al
hecho de escribir imitando los postulados de moda en Francia. Dos autores importantes
para la crítica literaria de finales del siglo XIX y comienzos del XX: Saturnino Restrepo y
Efe Gómez sugirieron a la imitación de la literatura francesa como una enfermedad del
momento; para Gómez la creación literaria de por sí es un virus que se acrecienta con la
imitación de los modos franceses, resaltando que la literatura antiqueña es poco original:
“Pero lo curioso es que la enfermedad de por aquí no brota. Los intoxicados de por allá
producen bellas cosas. El virus—como todo aquí—ha degenerado. Sin duda se ha atenuado
circulando en nuestros organismos inferiores” 321; la idea de la imitación en la creación lite-
raria como una enfermedad es relacionada por Saturnino Restrepo con la degeneración de
los valores estéticos antioqueños, en 1895 el joven filólogo denominó al decadentismo co-
mo la

317
Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, 141.
318
Gustavo Adolfo Bedoya Sánchez “Destino París. El sistema literario francés en la prensa literaria colom-
biana. El caso de Revista Gris (1892-1896), Revista Contemporánea (1904- 1905) y Trofeos (1906-1908),
Anales de literatura hispanoamericana, 43 (2014), 65
319
Montoya, “Decadencia”, 5.
320
Parra Valencia y Acosta Ríos, ¿Hace tiempos Tomás Carrasquilla?, 171-182.
321
Efe Gómez “Domingo P:M” El Repertorio: Revista mensual ilustrada, agosto de 1896, 85

123
[…] escuela literaria [que] ha dado en el clavo tomando tal nombre; otro mejor
solo habría sido la “degeneración” que en verdad solo ese fenómeno de retroce-
so, de corrupción y debilitamiento de los organismos individuales, sociales, po-
líticos, religiosos etc., que se dicen degenerados, ha podido al extenderse, abar-
cando el campo de las letras, dar esos resultados. Las familias que degeneran
por cualquier causa, producen idiotas, suicidas, locos, alcohólicos por tendencia,
ó seres deformes en todo sentido; los decadentes son quizá los deformes mania-
cos de la familia literaria.322

La referencia a los maniacos y suicidas es fundamental en la crítica literaria de Restrepo;


pues la influencia del decadentismo francés llevó a muchos escritores y lectores a imitar la
forma de vida francesa en sus vicios; para el caso colombiano se hizo muy notorio esto con
el suicidio de José Asunción Silva, el cual también recibió fuertes críticas por parte de Jesús
Ferrer, otro joven miembro de La Bohemia Alegre323.

La crítica a la influencia del modernismo continuó luego en las páginas de la revista Alpha,
con las famosas Homilías de Tomás Carrasquilla y las polémicas que sostuvo con Maximi-
liano Grillo y Abel Farina.

La influencia europea fue una constante en la literatura y en la vida diaria de Medellín du-
rante el periodo estudiado; la influencia francesa fue la más notoria y la que más críticas
desató; sin embargo, no se puede desconocer que la primera influencia literaria, y a partir
de la cual se empezó a escribir, fue la española, de la que se heredaron las métricas poéticas
y el costumbrismo.

322
Emile Dravick (seudónimo de Saturnino Restrepo), “Decadencia-Degeneración” La bohemia alegre, di-
ciembre de 1895, 73.
323
Jesús Ferrer, “El triunfo de la muerte”, La bohemia alegre, julio, 1896, 161-163.

124
Benjamín de la Calle, "Barrio El Prado (1928)", Archivo fotográfico Biblioteca Pública Piloto de Medellín.
El barrio Prado, uno de los más elitistas de Medellín en la primera mitad del siglo XX fue uno de los barrios en
los que más notoria se hizo la influencia de la arquitectura europea.

4.4 De ‘La Ventanera’ al flâneur. Los tipos de narradores de lo urbano en Me-


dellín.

Para finales del siglo XIX y comienzos del XX las ciudades de occidente, según lo detalló
Simmel, podían dividirse en dos: las grandes y las pequeñas. En las primeras la vida coti-
diana—lo que el sociólogo alemán denomina espíritu—es acelerada y cada individuo se
hace extraño para quienes viven cerca de él; mientras que en las ciudades pequeñas—al
igual que en el campo—la vida intelectual y sensitiva es más tranquila, lo mismo ocurre en

125
las relaciones que se tejen entre quienes las habitan: estas son más constantes y positivas, lo
que genera más conocimiento entre sí de los que en ellas residen324.

Durante los años que comprende esta investigación Medellín apenas empezaba a transfor-
mar su mentalidad, pasaba de sentirse como pequeña a gran ciudad; por lo cual en su litera-
tura es posible encontrar referencias a lo pequeña que era. En 1861 Charles Saffray dice
que en Medellín apenas empezaba a verse el núcleo de una verdadera sociedad en la que las
artes comenzaban su florecimiento; y en la cual los individuos que se reconocen como la
sociedad medellinense fueron quienes más se destacaron325.

Una muestra de lo pequeña que era Medellín hacia la década de 1880, momento en que los
sucesos cotidianos eran sabidos por todos los habitantes de la ciudad se presenta en Frutos
de mi tierra, cuando las personas que habitan la ciudad dicen conocer al personaje Pacho
Escandón haciendo referencia a las palabras soeces que emplea; así como a un famoso y
reciente crimen perpetrado por Daniel Escovar 326. En la misma novela Carrasquilla cuenta
que el matrimonio de los protagonistas (Pepa Escandón y Martín Gala) es un espectáculo
que convoca tanta gente como si fuera algo religioso, político o militar:

Por los afanes y carreras de tanta gente bien se comprende que es mucha cosa.
¿Se moriría el Obispo? Eso sí no: no hay señal de luto en la Catedral. Serán los
rojos? Sí parece cosa de pronunciamiento; pero los rojos que corren por ahí no
están asustados, y, además, los rostros burocráticos más parecen de pascual que
de ál; y si fuera cosa de pronunciamiento no andurreara por esas calles de Dios
ese mundo de mujeres. ¿Si será alguna comunión de jubileo? A buen seguro que
anduvieran más en calma. ¡Si es cuestión de llevar la lengua afuera de puro co-
rrer! //Sonar de faldas y taconeo femenil se oyen por todas partes, con lo que
queda dicho que el mujerío alborotador no es de la plebe. Aunque este se entre-
vera también en el concurso, está en minoría, o en empate, cuando más 327.

324
Simmel, “Las grandes urbes y la vida del espíritu”, 390.-391
325
Saffray, Viaje a la Nueva Granada, 95.
326
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 129.
Daniel Escovar, también conocido como El Hachero fue el responsable del asesinato de varios miembros de
una misma familia el 23 de diciembre de 1873, en el sector conocido como El Aguacatal en el camino que de
Medellín conducía a Envigado. Este crimen fue el episodio de investigación judicial y de policía más impor-
tante de su momento. Sobre la investigación del crimen, la judicialización y la condena de Escovar véase:
Francisco de Paula Muñoz Fernández, El crimen del Aguacatal Medellín: Imprenta del Estado, 1874); y la ya
citada obra de Juan José Hoyos sobre Muñoz: Un pionero del reportaje en Colombia.
327
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 174.

126
Lo que acontecía en Medellín era algo sabido por todos sus habitantes, durante mucho
tiempo las descripciones sobre la capital antioqueña se basaban en el conocer a las personas
de algunas familias, como lo destacan Gabriel Latorre en Kundry y Ramón Pérez (seudó-
nimo de Lisandro Restrepo) en su cuento Colás. En la primera toda la ciudad conoce el
romance de Pedro y Carolina, mientras que en la segunda la familia Ruíz de El Aguacatal
es conocida por todo Medellín 328.

En la literatura antioqueña la vida cotidiana fue un elemento característico en sus descrip-


ciones. La ciudad pequeña sobre la que conceptualizó Simmel permitió la existencia de dos
tipos de habitantes en las tres últimas décadas del siglo XIX: Las ventaneras y ‘las biatas’.
Las primeras las describió el escritor costumbrista Alejandro Hoyos Madrid de manera satí-
rica como una creación diabólica, compañera inseparable la ventana “para que desde allí,
como una reina sobre su trono, vigile todo lo que pase por sus dominios y se informe hasta
del más mínimo pensamiento de todo ser viviente”329. La ventanera, como tipo social de la
literatura antioqueña, se convirtió en personaje recurrente para sus narraciones, es ella la
que informa la realidad de lo que acontece en las poblaciones antioqueñas, en muchos casos
tergiversando la vida de quienes componen la sociedad:
No están libres de su envenenada lengua, que todo lo inventa y lo supone, ni la
respetable matrona que en su casa observa cierta forma de gobierno doméstico
que cree útil para la conservación de su caudal; ni la sencilla e inocente joven
cuyo candoroso y sensible corazón hace salir a su rostro el sentimiento que la
contrista por la ausencia del objeto amado; ni la esposa que lamenta, en sentidos
ayes y dolor sincero, la pérdida del que fue su amor, su apoyo y su sostén; ni el
hijo que se muestra afectuoso con su padre; ni el padre que contempla al hijo; ni
la madre que ve en este su orgullo, su contento y su esperanza.330

La literatura antioqueña sobre Medellín presenta muchos de estos personajes; uno de los
más destacados es Doña Chepa Miranda, personaje de la novela Frutos de mi tierra, quien
en la novela tiene por oficio visitar distintas casas, y es la única persona que visita la casa
de los Alzate331, además es el único personaje en común en las dos historias que sirven co-

328
Latorre, Kundry, 53.
Ramón Pérez (Seudónimo de Lisandro Restrepo), “Colás” en: Inicios de una literatura regional, 712.
329
Alejandro Hoyos Madrid, “La ventanera” en: Antioquia literaria, 270.
330
Hoyos Madrid, “La ventanera”, 274.
331
Álvaro Pineda Botero, La fábula y el desastre. Estudios críticos sobre la novela colombiana 1650-1931
(Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 1999), 304.

127
mo elemento narrativo en dicha obra, develado solo al final cuando doña Chepa—a modo
de chisme—revela qué había sucedido con la familia Alzate332.

La otra tipología social es la de ‘la biata’, a quien Gaspar Chaverra¸ definió como…

[..] una muchacha cuarentona, […] de esas que se desquitan de la fuga de algún
novio probable llevando el diario de la crónica de la ciudad. [Daba] cuenta y ra-
zón de cuanto pasaba en veinte leguas a la redonda y algunas veces salvaba la
frontera. Siempre tenía entre manos alguna infeliz mujer á quien le pegaba su
marido; algún enfermo desahuciado que había tenido la desdicha de caer en jun-
ta médica, que, según ella, era como caer en manos del enterrador. Los matri-
monios en proyecto y los arreglados y los idos á pique los tenía en la punta de la
lengua. Sabía la historia local del espiritismo desde los tiempos del Obispo Isaza
y todas las noticias falsas de la guerra. Lo único que no sabía, ni llevaba trazas
de aprender, aunque tenía un ejemplar de la Imitación de Cristo, era que nada le
iba ni de lo uno ni de lo otro y que así como ella miraba a los demás, los demás
la miraban a ella. La pobre humanidad es como el pescado: muere por la bo-
ca!333

La figura de ‘la biata’ la definió Virginia Gutiérrez como la mujer soltera que no siguió el
camino religioso, y que tampoco tuvo hijos; su condición la convirtió en un elemento pasi-
vo al no cumplir el rol fundamental que la cultura antioqueña tenía destinado para las muje-
res en el periodo estudiado: ser esposa y, sobre todo, madre334.

Tanto las ventaneras como ‘las biatas’ son uno de los principales rasgos para comprender
cómo es el escenario antioqueño en materia de tipología social, y sobre todo en lo que ex-
pone Simmel en relación con la información: su, circulación rápida en las ciudades peque-
ñas, porque en ellas hay un ritmo de vida más tranquilo que así lo permite 335.

Medellín en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX empieza a desarrollar una
constante imitación de lo parisino. El debut en la literatura de muchos jóvenes que habían
iniciado su carrera de escritores en el ‘Quinquenio de oro de las letras antioqueñas’ imita-
ban con frecuencia las formas de vida de los escritores franceses. París se convirtió en un
destino cultural de referencia estética para los jóvenes escritores colombianos, como lo se-

332
Carrasquilla, “Frutos de mi tierra”, 178-180.
333
Gaspar Chaverra (seudónimo de Lucrecio Vélez), “El que se casa quiere casa”, La Bohemia Alegre No-
viembre, 1895, 33.
334
Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, 428-429.
335
Simmel, “Las grandes urbes y la vida del espíritu”, 389.

128
ñaló Gustavo Adolfo Bedoya 336; y en el caso de Medellín se vivió lo que Antonio José
Montoya llamó la ‘nostalgia de París’337.

Autores como José Luis Romero, Frédérick Martínez y Juan Camilo Escobar han expuesto
ampliamente lo que significó la adopción del sistema cultural europeo en la creación inte-
lectual de Latinoamérica, Colombia y Antioquia338. La influencia de la imitación de lo
francés en la cotidianidad de los escritores antioqueños solo ha sido analizada—de una ma-
nera biográfica—por Juan David Parra Valencia y Beatriz Elena Acosta Ríos en relación a
la obra de Tomás Carrasquilla, pero faltan muchos autores por ser analizados.

Sobre la literatura como elemento descriptivo de una sociedad moderna Walter Benjamin
tomó como referente lo que significó la figura de Charles Baudelaire y los flâneurs (pasean-
tes) en la construcción estética de la identidad literaria a partir de la segunda mitad del siglo
XIX; aunque en Colombia y Antioquia estas figuras solo vienen a existir en la literatura ha-
cia 1900. El flâneur, según lo describió Walter Benjamin, es el individuo
cuya forma de vida todavía baña la futura y desconsolada vida del hombre de la
gran ciudad con una pátina de reconciliación. El flâneur está tanto en el umbral
de la gran ciudad como de la clase burguesa. Ninguna de las dos lo ha sometido
aún. En ninguna de las dos está el flâneur en casa, sino que busca su asilo en la
multitud339.

El flâneur es también el individuo que basa su creación literaria en los acontecimientos


diarios de las ciudades; optando por apartarse de los monopolios económicos, pero vivien-
do de ellos. “El flânuer se dirige al mercado. Según dice, para observarlo, pero en verdad lo
hace para encontrar un comprador. Es esta fase intermedia, en que todavía tiene mecenas
pero ya comienza a familiarizarse con el mercado, aparece como bohème”340. En el contex-
to medellinense es posible relacionar al flâneur con el intelectual que para el momento hace
su aparición en la capital antioqueña.

336
Bedoya, “Destino París”, 67-70
337
Montoya, “Decadencia”, 5.
338
Romero, Latinoamérica las ciudades y las ideas, 283-299.
Martínez, El nacionalismo cosmopolita, 233-244.
Escobar Villegas, Progresar y civilizar, 180-190.
339
Walter Banjamin, El París de Baudelaire (Buenos Aires: La Eterna Cadencia, 2012), 56.
340
Benjamin, El París de Baudelaire, 57.

129
Sobre este tipo de personajes, Alfonso Castro presenta en El señor doctor a uno de ellos:
Jacobo Tamayo, conocido como El duque Ramiro en la bohemia medellinense de finales
del siglo XIX:
Un mozo rubio de alborotada melena, de ojos azules demasiado claros, muy in-
quieto, finchadamente inquieto, que usaba anteojos enmarcados en carey y que
andaba por la calle silvando siempre, con dos o tres libros, las últimas noveda-
des, debajo del brazo. // Poco pulcro en el vestir y con su pellejo, se escapaba de
toda su persona un olor muy desagradable, y vivía torturado, según él mismo
afirmaba, diz que por su ‘ingénita rebeldía’. Esta consistía en hablar mal de todo
bicho viviente y en desacreditar las obras de los otros, juzgadas simpre como un
tejido de estupideces e incompetencia. Hasta el pobre don Miguel de Cervantes
salía mal parado de sus críticas acervas con ese engendro mediocre de El Quijo-
te, donde abundaban las incorrecciones gramaticales…. En Colombia no existía
nadie capaz de esgrimir una pluma. Todos los que a la tarea de dedicaban, una
partida de mediocridades sin talento ni gusto. El, y cinco o seis amigos más, que
formaban un hermético cenáculo, con unos cuantos que en Bogotá residían y
con los cuales sostenían una nutrida correspondencia y canje de revistas, eran
los únicos aptos para iniciar un movimiento artístico e iconoclasta y dotar al arte
caduco de los viejos, de vigor y de juventud. […] Amaba los poetas ‘raros y
malditos’ y después de impregnarse es sus biografías de todas sus degeneracio-
nes y poses dolientes, juzgadas como la más alta proyección de una existencia
artística, las copiaba de modo estrafalario y personalísimo. Por eso, en ocasio-
nes, se le veía en las cantinas con una pipa y un sombrero disformes, abstraído
ante papeles y revistas, con las ropas en lamentable descuido de hombre que só-
lo atiende al pensamiento, o en la calle, con la vista fija en la comba de los cie-
los, atiborrado de libros los bolsillos, andando a prisa sin reparar en nadie y sol-
tando a intervalos palabras entrecortadas que causaban asombro en los chicos y
las sirvientas341.

Este tipo de individuos fueron el paisaje constante de los círculos literarios entre 1890 y
1930 aproximadamente. Los sitios de reunión en Medellín se consolidan en los cafés y las
cantinas. De estos fue muy famoso el café La Bastilla, al que Lisandro Ochoa dice que fue
el centro de reunión de los intelectuales de Medellín durante muchos años “y entre copa y
copa y tinto y tinto saltaba el comentario saleroso, la crítica mordaz, el chisme político” 342.
Sobre el mismo café hay muchas referencias en la literatura como punto de reunión de la
sociedad intelectual. El escritor quindiano Adel López Gómez recordaba que hacia 1923 La
Bastilla era “el refugio de intelectuales y de poetas”; y era visitado por muchos jóvenes
intelectuales con la intención de tener en él amenas tertulias literarias; allí fue muy cotidia-

341
Castro, El señor doctor, 311-312.
342
Ochoa, Cosas viejas, 176.

130
na la presencia de escritores ya consagrados como Tomás Carrasquilla, Efe Gómez, Alfon-
so Castro y Ciro Mendía, por enunciar solo algunos; así como la presencia también de jó-
venes que apenas iniciaban su carrera literaria, entre ellos Tulio y Ernesto (El Vate) Gonzá-
lez, José Restrepo Jaramillo, Samuel Escobar, Emilio Montoya Gaviria y el mismo Adel
López Gómez343.

Los cafés durante el primer tercio


del siglo xx se convirtieron en los
principales centros de socialización
literaria y artística para las nuevas
generaciones. En La Bastilla se
reunían Carrasquilla y sus amigos,
acompañados por los admiradores
del primero344; pero los escritores
más jóvenes, los que estaban a la

vanguardia también impusieron a Horacio Longas, "Lugares Conocidos: La Bastilla", El Colom-


biano, 22 de agosto de 1930.
los cafés como nuevos espacios de
sociabilidad. Los Panidas, por ejemplo, establecieron al El Globo como su centro de
reuniones, donde se polemizaba sobre literatura, poesía y política; pero también los jóvenes
estudiantes, una clase media en ciernes, frecuentaba estos lugares en busca de música, tertu-
lias, juegos y muchachas345. Es importante destacar también que las sociabilidades en los
cafés, y en torno al café tinto, fueron uno de los elementos más significativos en el desarro-
llo económico e industrial de Medellín y Antioquia. El auge cafetero experimentado en la
región en la década de 1880 produjo que las grandes fortunas antioqueñas fueran producto
de la exportación y manejo del grano: trilladoras o plantas procesadoras de café fueron las
primeras grandes industrias en la ciudad. En materia económica el café significó un nuevo
desarrollo económico al ser empezado a vender en pequeños paquetes y expendido—en
343
Adel López Gómez, “‘La Bastilla’, refugio de novelistas y poetas”, en: La ciudad y sus cronistas, 181-186.
344
Tulio González, “Cuando conocí a Tomás Carrasquilla” en: Anecdotario de Tomás Carrasquilla, Ernesto
González (Compilador), (Medellín: Ediciones Martel Ibero, 1952), 5-12
345
Any Carolina Cuervo Ramírez, “Los Panidas: Una historia de la lectura en Medellín (1913-1915)” (Tesis
de pregrado en Historia, Universidad de Antioquia, 2015), 54.

131
forma de café tinto—por muchos jóvenes de escasos recursos que lo vieron como una opor-
tunidad laboral, que conllevó a hacer de esta bebida algo muy común en todas las clases
sociales (originalmente solo lo consumían las clases altas); de ser un producto de venta am-
bulante pasó a ser muy popular su consumo en bares y cantinas, donde era servido de ma-
nera más higiénica346.

Hacia la década de 1930 la sociedad intelectual de Medellín había empezado a frecuentar


otros lugares; la vida bohemia de los flâneurs parisinos se había remplazado por una más
inspirada en los arrabales de Buenos Aires y en la estética del tango. Los nuevos escritores
de Medellín para 1930 vivían su vida bohemia en las cantinas de los barrios periféricos,
casos de Tartarín Moreira y León Zafir347.

En una ciudad pequeña como Medellín, que paulatinamente se estaba convirtiendo en una
importante población gracias a la industrialización, la tipología de persona que documenta
lo que acontece en ella se hizo muy variable. La pequeña ciudad que describe Simmel, la de
la vida tranquila y fácil comunicación, tiene en los personajes que la describen a las venta-
neras y ‘las biatas’; con el crecimiento urbano de la ciudad—producto de la industrializa-
ción—los individuos que empiezan a describir la ciudad están emulando los modos de vida
parisinos, entendiendo que la ciudad está para ser narrada y descrita, por lo que el escritor
se convierte en un elemento más del paisaje urbano que busca qué hechos de la ciudad pue-
de llevar a su creación literaria.

346
Constantine Alexandre Payne, “Crecimiento y cambio social en Medellín 1900-1930)”, Estudios sociales
1, no. 1 (1986), 120.
347
Rojas, El rostro de los arlequines, 3.

132
V Conclusiones

La literatura, como producto estético y social de una región, es una buena fuente para en-
tender el desarrollo que esta tuvo; para el caso antioqueño es posible encontrar que en sus
descripciones literarias se hace evidente la forma en que se muestra el cambio de mentali-
dad que experimentaron los antioqueños—especialmente los habitantes de Medellín—
gracias a los distintos procesos políticos, sociales y culturales que afrontó la región.

Desde mucho antes de iniciar su proceso de industrialización la capital antioqueña ya había


comenzado a destacarse como una ciudad de letras y de ideas, aunque solo en el marco re-
gional. El gobierno federal que se instauró en Colombia desde mediados del siglo XIX per-
mitió que cada uno de los estados soberanos se desarrollara de forma autónoma en un sen-
tido cultural, político y económico; esto significó en Antioquia la concreción de Medellín
como ciudad capital y un constante referente para los habitantes de la región.

Medellín se convirtió en un punto de referencia importante para Antioquia; las reformas


educativas que llevó a cabo Pedro Justo Berrío posibilitaron que a la capital antioqueña, a
partir de 1870, llegaran muchos jóvenes con el objetivo de realizar estudios académicos,
esto además permitió que hicieran parte de la vida cultural de la creciente ciudad en una
relación recíproca de influencia: la ciudad crecía en habitantes y ellos a su vez recibían un
conocimiento con el que nutrían su pensamiento; lo que simbolizó que en el contexto co-
lombiano la región antioqueña llegara a tener mucha más participación ya entrado el siglo
XX.

La élite intelectual de Medellín, bien fuera que sus integrantes provinieran de la ciudad o de
los pueblos, empezó desde mediados del siglo XIX a conformar una identidad propia para la
región; en ella se hizo notoria la constante referencia al sistema cultural europeo, especial-
mente a la idea de narrar la ciudad como si fuera un paisaje francés; teniendo por elemento
descriptible las formas de vida y socialización de los habitantes de Medellín.

La literatura antioqueña fue, durante muchos años, el único descriptor de la realidad social
y los procesos históricos que afrontó Antioquia. Las guerras civiles, las luchas entre libera-

133
les y conservadores, la modernización de la ciudad, la llegada de distintos pensamientos e
ideales fueron hechos de los que la literatura dejó testimonio, y en muchos momentos sur-
gido de manera paralela a los acontecimientos, por lo cual es susceptible de ser tomada co-
mo una fuente primaria. La facilidad de difusión de la literatura permitió que, desde los
cuadros de costumbres, se diera una difusión de lo que pasaba en la región. Los procesos
estéticos de adopción y asimilación de corrientes literarias extranjeras tuvieron su significa-
ción social en la vida diaria de Medellín; los personajes que aparecen en las obras literarias
cuyo escenario es la capital antioqueña representan esos cambios o la perdurabilidad de
ciertas mentalidades.

La figura del escritor es una figura que representa esos cambios que ocurren en Medellín,
una Medellín que a cada momento está recibiendo mucha más influencia de la cultura euro-
pea—sobre todo francesa—y que la adopta como modo de vida propio, y a partir de ella
quiere realizar sus obras y dar a conocer a sus personajes, quienes al igual que el autor tam-
bién hacen parte de la cotidianidad que se transforma.

La década de 1920 significó para Medellín uno de sus mayores momentos de desarrollo a
nivel industrial; la ciudad empezó a crecer y la forma de vida se modificó en muchos aspec-
tos: llegaron avances tecnológicos y nuevos espectáculos, pero la sociedad intelectual ya no
se desarrolló de manera tan amplia como sí lo hizo tres décadas antes en el denominado
‘Quinquenio de oro de las letras antioqueñas’; el cambio político que significó la Constitu-
ción política de 1886, el cambio de modelo federal a modelo centralista hizo que las anti-
guas capitales de los Estados Soberanos—entre ellas Medellín—dejaran de ser el centro
cultural, político e intelectual que fueron durante los años de los Estados Unidos de Colom-
bia; las generaciones que comienzan la vida literaria a partir de 1900 notaron que el rol que
desempeñaron las antiguas capitales de Estado para ese momento lo tiene Bogotá, razón por
la que muchos escritores antioqueños dejaron a Medellín y viajan a la capital de la Repúbli-
ca, donde la vida intelectual posibilitó muchas más oportunidades de creación literaria. Al-
fonso Castro, León de Greiff, Roberto Botero Saldarriaga, Julio Vives Guerra, Tomás Que-
vedo Álvarez, entre otros, fueron autores que tomaron a Antioquia como su principal esce-
nario, al iniciar su carrera literaria, pero que con el paso del tiempo tuvieron mejores opor-

134
tunidades en Bogotá. Este cambio en el lugar de producción puede ser tema para una futura
investigación en relación a la historia intelectual de ambas ciudades, y el momento en el
cual la capital de la república supera en materia intelectual a las demás ciudades colombia-
nas.

En el transcurso del siglo XX las referencias literarias sobre Medellín no se pierden, pero sí
se ven disminuidas; Medellín no dejó de ser una ciudad importante para Colombia, pero su
vida intelectual sí se vio muy afectada. Las generaciones de escritores brillantes que tuvie-
ron como epicentro a Medellín ya habían muerto o habían emigrado a Bogotá. Escritores
posteriores a 1940, como Manuel Mejía Vallejo, Gonzalo Arango, Arturo Echeverri Mejía
o Jorge Franco Vélez en sus descripciones sobre Medellín plasman a una ciudad que solo es
el epicentro político de una región, ya no es la ciudad que durante gran parte del siglo XIX

concibió en su literatura una estética propia de la región y de sus tipologías sociales.

Francisco Mejía, "Panorámica de Medellín" (ca. 1926), en: Londoño Vélez, Testi-
go ocular, 217.

135
FUENTES CONSULTADAS

FUENTES PRIMARIAS

Archivos

Archivo Fotográfico Biblioteca Pública Piloto (AFBPP), Medellín.

Archivo Histórico de Antioquia (AHA), Medellín-Colombia. Sección Independencia.

Archivo Personal Carlos E. Restrepo, Medellín-Colombia. Universidad de Antioquia, Bi-


blioteca Carlos Gaviria Díaz, sección Colecciones patrimoniales.

Universidad de Antioquia, Biblioteca Carlos Gaviria Díaz, Colección de prensa, Hojas suel-
tas, rollos: 044, 443

Libros

Benítez, Francisco Antonio. Carnero y miscelánea de varias noticias, antiguas, y moder-


nas, de esta Villa de Medellín. Medellín: Instituto Tecnológico Metropolitano, 2006.

Benítez, Francisco de Paula. Respuesta que da el pro. Francisco de Paula Benitez, cura i
vicario de la ciudad de Medellin capital de la provincia de Antioquia al autor del remitido
inserto en el num. 242 del Constitucional de Cundinamarca bajo el titulo "Ejemplo de fa-
natismo". Medellín: Imprenta de Manuel Antonio Balcázar, 1836.

Botero Guerra, Camilo. Brochazos. Medellín: Tipografía central, 1897.

Camacho Roldán, Salvador. Memorias. Medellín: Editorial Bedout, s. f.

Carrasquilla, Tomás. Obra completa. Volumen 1. Medellín: Editorial Universidad de An-


tioquia, 2009.

136
Carrasquilla, Tomás. Obra completa. Volumen 2. Medellín: Editorial Universidad de An-
tioquia, 2009.

Carrasquilla, Tomás. Obra completa. Volumen 3. Medellín: Editorial Universidad de An-


tioquia, 2009.

Castro, Alfonso. El señor doctor. Medellín: Tipografía Industrial, 1927.

Echeverri, Camilo Antonio. Obras Completas. Medellín: Ediciones Académicas de Rafael


Montoya y Montoya, 1961.

Escobar G., Carlos J. Medellín hace 60 años. Medellín: Instituto Tecnológico Metropoli-
tano, 2003.

Escobar Calle, Miguel (Compilador). La ciudad y sus escribas. Medellín: Instituto Tecno-
lógico Metropolitano, 2009.

Gaviria, Henrique. El recluta. Medellín: Tipografía Central, 1901.

Gómez, Efe. Retorno Medellín: Editorial Bedout, 1973

Gónima Chorem, Eladio. Apuntes para la historia del teatro en Medellín y Vejeces. Mede-
llín: Tipografía San Antonio, 1909.

González, Ernesto (Compilador), Anecdotario de Tomás Carrasquilla. Medellín: Editorial


Martel Ibero, 1952.

Greiff, León de. Obra poética 1. Tergiversaciones y poesía escrita entre 1913 y 1924. Li-
bro de signos y poesía escrita entre 1925 y 1930. Bogotá: Universidad Nacional de Colom-
bia, 2004.

Gutiérrez González, Gregorio. Obras completas. Medellín: Ediciones Académicas del Co-
legio Académico de Antioquia, 1960.

137
Gutiérrez, Benigno A. (Comp.) Gente maicera. Mosaico de Antioquia la grande. Medellín:
Editorial Bedout, 1950.

Isaacs, Jorge. María. Bogotá: Norma, 2002.

Kastos, Emiro (Seudónimo de Juan de Dios Restrepo). Artículos escogidos. Bogotá: Banco
Popular, 1974

Kastos, Emiro (Seudónimo de Juan de Dios Restrepo). Mentiras y quimeras. Medellín: Edi-
torial Universidad de Antioquia, 2010.

Latorre Mendoza, Luis. Historia e historias de Medellín. Siglos XVII-XVIII-XIX. Medellín:


Ediciones Tomás Carrasquilla, 1972.

Latorre, Gabriel. Kundry y otras obras. Medellín: Ediciones del Fondo Cultural Cafetero,
1971.

Loaiza Cano, Gilberto (Editor). Nueva antología de Luis Tejada. Medellín: Editorial Uni-
versidad de Antioquia, 2007.

Mejía, Epifanio. Poesías escogidas. Medellín: Cámara de comercio de Medellín, 2000.

Molina, Juan José (Compilador). Antioquia literaria. Medellín: Colección de autores antio-
queños, 1998.

Muñoz, Francisco de Paula. El crimen de Aguacatal. Medellín: Imprenta del Estado, 1874.

Ochoa, Lisandro. Cosas viejas de la Villa de la Candelaria. Medellín: Colección de Auto-


res antioqueños, 1984.

Ospina Londoño, Jorge. Pascual Bravo: Los partidos políticos en Colombia. Estudio histó-
rico-político. Medellín: Imprenta Universidad, 1938.

Pérez Silva, Vicente (Compilador). Tomás Carrasquilla autobiográfico y polémico. Bogo-


tá: Instituto Caro y Cuervo, 1991.

138
Rodríguez Mira, Pedro. Significado del nombre de algunas calles y carreras de la ciudad
de Medellín. Medellín: Instituto Tecnológico Metropolitano, 2004.

Sanín Echeverri, Jaime. Una mujer de cuatro en conducta o la Quebrada Santa Helena.
Medellín: Editorial Universidad de Antioquia/ Municipio de Medellín, 1995.

Saffray, Charles. Viaje a Nueva Granada. Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colom-
biana, 1948.

Sin autor, Constitución i leyes de los Estados Unidos de Colombia, espedidas en los años
de 1863 a 1875 Vol. 1. Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas, 1875.

Sin autor, Constitución Política del Estado Soberano de Antioquia de 1864. Medellín: Im-
prenta de Isidoro Isaza, 1864.

Sin autor. Constitución política para la Confederación Granadina. Santa Fe de Bogotá:


Imprenta de la Nación, 1858.

Sin autor. Medellín el 20 de julio de 1910. Medellín: Sociedad de Mejoras Públicas, s. f.

Tirado Mejía, Álvaro (Compilador). Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia.
Medellín: Colección de autores antioqueños, 1995.

Uribe Ángel, Manuel. Geografía general del estado de Antioquia en Colombia. Medellín:
Ediciones autores antioqueños, 1985.

Vergara y Vergara, José María. Historia de la literatura en Nueva Granada. Tomo II


(1790-1820). Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1974.

Vergara y Vergara, José María. Las tres tazas y otros cuadros de costumbres. Bogotá: Edi-
torial Minerva, 1936.

Vives Guerra, Julio (seudónimo de Velásquez García, José). Crónicas. Medellín: Colección
de autores antioqueños, 1994.

139
Zuleta, Eduardo. Tierra virgen. Bogotá: Carlos Valencia editores, 1996.

Publicaciones periódicas y revistas

Escovar, José María, "Lo que salga", El Montañés. Revista de literatura, artes y ciencias,
diciembre, 1898, 2-11.

Ferrer, Jesús. “El triunfo de la muerte”, La bohemia alegre, julio, 1896, 161-163.

Ferrer, Jesús. “Inicial”, La bohemia alegre, octubre de 1895, 1-3

Gómez, Efe. “Domingo P.M”, El Repertorio. Revista Mensual Ilustrada, agosto,1896, 83-
86.

Jaramillo, Bernardo. “Para un príncipe……..!”, Alpha, Mayo de 1910, 8-28.

Montoya, Antonio José. “Los que nacen” La Bohemia Alegre, octubre de 1895, 22-24

Montoya, Antonio José “La jeringuilla de Pravaz”, El Montañés. Revista de literatura, ar-
tes y ciencias. Octubre de 1897, 75-90.

Montoya, Antonio José. “Decadencia”, La bohemia alegre. Octubre de 1895, 3-7

Muñoz, Francisco de Paula (seudónimo Mingrelio). “Un crítico impertinente”, La Miscelá-


nea 1 de febrero, 1885, 5-23

Not, “Carta al director de la revista”, en La Golondrina: hoja literaria y de variedades, 5 de


junio de 1881, 9-10

Ramírez, Enrique. “La Palestra” en La Palestra. Periódico puramente literario i científico.


Organo de la juventud, 2 de junio de 1872, 49-50

Rendón, Francisco de Paula. “Sol” en Alpha, abril de 1909, 125-177.

Restrepo Laverde, Julio (seudónimo Timalquín). “Visión macabra”. Sábado, 13 de mayo de


1922, 539-540

140
Restrepo, Saturnino (seudónimo Emile Dravick), “Decadencia-Degeneración” La bohemia
alegre, diciembre,1895, 73-78.

Restrepo, Saturnino (seudónimo Emile Drávick). “Un ramo de violetas”. La bohemia ale-
gre, diciembre, 1895, 55-61

Sin autor. “El Oásis”. El Oásis, 11 de enero, 1868, 1

Sin autor. “El presuntuoso” en La Bohemia Alegre, diciembre de 1895, 80-83.

Un granadino. “Ejemplo de fanatismo”, El Constitucional de Cundinamarca, 15 de mayo


de 1836, 90.

Un Liberal, “La paz de Antioquia” en el Boletín Oficial, número 24. 27 de Abril de 1864,
171-172

Uribe Ángel, Manuel. “Emiro Kastos” La Miscelánea, 1 de abril, 1886, 112-122.

Velásquez García, José (seudónimo Julio Vives Guerra). “Jerónimo”, La Bohemia Alegre,
octubre de 1897, 20-22

Vélez, Lucrecio (seudónimo Gaspar Chaverra), “Veinte años después!”, en: El Repertorio.
Revista mensual ilustrada, octubre de 1896, 154-156

Vélez, Lucrecio (seudónimo Gaspar Chaverra). “El deshollinador,” La miscelánea, febrero


de 1887, 480-484

Vélez, Lucrecio (seudónimo Gaspar Chaverra). “El que se casa quiere casa”, La Bohemia
Alegre Noviembre, 1895, 32-39

Vélez, Lucrecio (seudónimo Gaspar Chaverra). “Obras son amores”, Alpha, octubre de
1908, 381-385

Vidal, Roberto. “Los asfaltadores”, Sábado, 3 de junio, 1922, 574-575, 577.

141
FUENTES SECUNDARIAS

Artículos de Internet

Melo, Jorge Orlando “Apariencia y simulación en las novelas de Tomás Carrasquilla” en


Colombia es un tema. Disponible en: http://www.jorgeorlandomelo.com/carrasquilla.htm.
Consultado el 20 de julio de 2017.

Melo, Jorge Orlando “Progreso y guerras civiles: la política en Antioquia entre 1829 y
1851” en: Colombia es un tema. Disponible en:
http://www.jorgeorlandomelo.com/progreso_guerras.htm#_ftnref11 Consultado el 13 de
febrero de 2013 10:42.

Artículos de revista

Bedoya Sánchez, Gustavo Adolfo. “Destino París. El sistema literario francés en la prensa
literaria colombiana. El caso de Revista Gris (1892-1896), Revista Contemporánea (1904-
1905) y Trofeos (1906-1908)”. Anales de literatura hispanoamericana, no. 43 (2014), 63-
84.

Giraldo Lopera, Marta Lucía. “Tensión campo ciudad en la novela Ligia Cruz de Tomás
Carrasquilla.” Estudios de literatura colombiana, no. 23 (2008), 239-247.

Naranjo Mesa, Jorge Alberto. “Medellín en la literatura temprana.” Con-Textos: Revista de


semiótica literaria 21, no. 42 (2009): 67-98.

Payne, Constantine Alexandre. “Crecimiento y cambio social en Medellín 1900-1930."


Estudios sociales 1, no 1. (1986): 111-194.

142
Ramírez Patiño, Sandra Patricia. “Cuando Antioquia se volvió Medellín, 1905-1950. Los
perfiles de la inmigración antioqueña hacia Medellín.” Anuario colombiano de historia
social y de la cultura 38, no. 2 (2011): 217-251.

Trujillo Mosquera, Jair Alexis. “El recluta. Testimonio literario del impacto de la Guerra de
los Mil Días en la familia antioqueña”, Ciencias sociales y educación 3, no 5 (2014), 123-
146.

Villegas B., Luis Javier. “¡Si quiere llegar a ser alguien, estudie mijo!.” Historia y sociedad
1, no. 2 (1995): 25-38.

Libros

Arango de Tobón, María Cristina. Publicaciones periódicas en Antioquia 1814-1960. Del


chibalete a la rotativa. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2006

Benjamin, Walter. El París de Baudelaire. Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2012.

Berman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la moderni-


dad. México: Siglo XXI Editores, 2008.

Botero Herrera, Fernando. Estado, nación y provincia de Antioquia. Guerras civiles e in-
vención de la región, 1829-1863 Medellín: Hombre Nuevo Editores, 2003.

Botero Herrera, Fernando. La industrialización en Antioquia: Génesis y consolidación:


1900-1930. Medellín: Hombre Nuevo Editores, 2003.

Botero Herrera, Fernando. Medellín 1890-1950. Historia urbana y juego de intereses. Me-
dellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1998

Castro Carvajal, Beatriz (Editora). Historia de la vida cotidiana en Colombia. Bogotá: Edi-
torial Norma, 1996.

143
De Certeau, Michel. La escritura de la historia. México: Universidad Iberoamericana,
1999.

Duque Betancur, Francisco. Historia del Departamento de Antioquia. Medellín: Editorial


Albion Interprint, 1968.

Escobar Villegas, Juan Camilo. Progresar y civilizar. Imaginarios de identidad y élites


intelectuales de Antioquia en Euroamérica, 1830-1920. Medellín: Fondo Editorial Univer-
sidad EAFIT, 2009.

Gómez García, Juan Guillermo. Colombia es una cosa impenetrable. Raíces de la intole-
rancia y otros ensayos sobre historia política y vida intelectual. Bogotá: Diente de león,
2006.

Gutiérrez de Pineda, Virginia. Familia y cultura en Colombia. Tipologías, funciones y di-


námicas de la familia. Manifestaciones múltiples a través del mosaico cultural y sus estruc-
turas sociales. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2000

Jaramillo Uribe, Jaime. El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Bogotá: Planeta, 1996

Jaramillo Uribe, Jaime (Director académico). Nueva Historia de Colombia. Volumen 2.


Bogotá: Planeta, 1989.

Koselleck, Reinhard. Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Barce-
lona: Paidós, 1993.

Loaiza Cano, Gilberto. Luis Tejada y la lucha por una nueva cultura. (Colombia, 1898-
1924). Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1995)

Londoño Vega, Patricia. Religión cultura y sociedad en Colombia. Medellín y Antioquia,


1850-1930, Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2004.

Londoño Vélez, Santiago. Testigo ocular. La fotografía en Antioquia, 1848-1950. Mede-


llín: Biblioteca Pública Piloto de Medellín-Editorial Universidad de Antioquia, 2009.

144
Martínez, Frédéric. El nacionalismo cosmopolita. La referencia europea en la construcción
nacional en Colombia, 1845-1900. Bogotá: Banco de la República, 2001.

Melo, Jorge Orlando (Editor). Historia de Medellín. Medellín: Suramericana de Seguros,


1996.

Mesa, Carlos E., La iglesia en Antioquia. Medellín: Colección de autores antioqueños,


1991.

Morales Henao, Jairo. La Ciudad y sus escribas. Medellín: Instituto Tecnológico Metropo-
litano, 2009.

Moreno, Magda. Dos novelistas y un pueblo. Medellín: Editorial Bedout, 1950.

Parra Valencia, Juan Diego y Acosta Ríos, Beatriz Elena. ¿Hace tiempos Tomás Carrasqui-
lla? Medellín: Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 2007.

Patiño Millán, Beatriz. Riqueza, pobreza y diferenciación social en la Provincia de Antio-


quia durante el siglo XVIII. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2011.

Pérez Galdós, Benito. Ensayos de crítica literaria. Barcelona: Ediciones Península, 1999.

Pérez Robles, Shirley Tatiana. Ideologías y canon en las revistas literarias y culturales de
Medellín, 1897-1912. Medellín: IDEA, 2013

Pineda Botero, Álvaro. La fábula y el desastre. Estudios críticos sobre la novela colombia-
na 1650-1931. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 1999.

Pineda Botero, Álvaro. Tomás Carrasquilla. Vida, creación e identidad antioqueña. Mede-
llín: Editorial Universidad de Antioquia, 2016.

Rama, Ángel. La ciudad letrada. Hannover: Ediciones del Norte, 1984.

Reyes Cárdenas, Catalina, Aspectos de la vida social y cotidiana de Medellín 1890-1930.


Bogotá: Colcultura, 1996.

145
Restrepo González, Publio y Arango Pérez, María Resfa. El castellano, el método y la pe-
dagogía franciscana en el primer plan de estudios de la Universidad de Antioquia. Mede-
llín: Editorial Universidad de San Buenaventura, 1993.

Rodríguez P, Ángela Rocío. Las novelas de don Tomás Carrasquilla. Un aporte a la histo-
ria de la novela en Colombia. Medellín: Ediciones de Autores antioqueños, 1998.

Romero, José Luis. La ciudad occidental. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2009

Romero, José Luis. Latinoamérica las ciudades y las ideas. Buenos Aires: Siglo Veintiuno
Editores, 2005.

Rojas, Manuel Bernardo. El rostro de los arlequines. Tartarín Moreira y León Zafir, dos
mediadores culturales. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1995.

Simmel, Georg. El individuo y la libertad: Ensayos de crítica de la cultura. Barcelona:


Ediciones Península, 2001.

Tamayo Ortiz, Dora Helena y Botero Restrepo, Hernán. Inicios de una literatura regional.
La narrativa antioqueña de la segunda mitad del siglo XIX (1855-1899). Medellín: Edito-
rial Universidad de Antioquia, 2000

Uribe de Hincapié, María Teresa (Coordinadora académica). Universidad de Antioquia:


Historia y presencia. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1998.

Uribe de Hincapié, María Teresa y Álvarez Gaviria, Jesús María. Cien años de prensa en
Colombia, 1840-1940. Catálogo indizado de la prensa existente en la Sala de Periódicos
de la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia. Medellín: Editorial Universidad
de Antioquia, 2002.

Vergara Aguirre, Andrés. Historia del arrabal. Los bajos fondos bogotanos en los cronistas
Ximénez y Osorio Lizarazo, 1924-1946. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia,
2014.

146
Villegas, Luis Javier. Aspectos de la educación en Antioquia durante el gobierno de Pedro
Justo Berrío. Medellín: Secretaría de educación y cultura de Antioquia. 1991.

Zambrano, Fabio y Olivier Bernard. Ciudad y territorio. El proceso de poblamiento en Co-


lombia. Bogotá: Academia de Historia de Bogotá, 1993.

Tesis de grado

Cuervo Ramírez, Any Carolina. “Los Panidas: Una historia de la lectura en Medellín
(1913-1915).” Tesis de pregrado en Historia, Universidad de Antioquia, 2015.

Díaz Aldana, Gilberto. “La idea de ciudad en Camilo Botero Guerra, Tomás Carrasquilla y
Alfonso Castro. Aproximaciones sociológicas.” Tesis de pregrado en sociología, Universi-
dad de Antioquia, 2008.

Herrera Arroyave, Diana Paola. “La revolución del cura Botero. Una disputa por las fuentes
del derecho. Antioquia, 1835-1848.” Tesis de doctorado en Derecho, Universidad del Rosa-
rio.

Orozco Guarín, Carlos Andrés, “Inicio, esplendor y ocaso de la prostitución en Lovaina


(Medellín), 1925-1955”. Tesis de pregrado en Historia, Universidad de Antioquia, 2005.

Osorio Vélez, Andrea. “Historia de la Biblioteca de ‘El Tercer Piso’”. Tesis de pregrado en
Historia, Universidad de Antioquia, 2012.

Pérez Morales, Sebastián. "Tragedia y denuncia en tres cuentos de Efe Gómez". Tesis de
pregrado en Filosofía, Universidad de Antioquia, 2015.

Pérez Robles, Shirley Tatiana. “Un hombre de muchos cuentos: Las nociones de tradición y
modernización en la obra de Tomás Carrasquilla. Estudio histórico (1890-1930).” Tesis de
pregrado en Historia, Universidad de Antioquia, 2012.

147
Ponencias

Montoya, Carolina. “Los Panidas. Esbozo de una generación luciérnaga”. Ponencia presen-
tada en el XIV Encuentro de Estudiantes de Historia, Medellín, 30 de septiembre, 2015.

148

También podría gustarte