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Todo comenzó con los Muiscas, años antes de que los colonizadores españoles llegaran a
América. Los Muiscas son una tribu nativa colombiana que habitaba, entre otros
departamentos, el que ahora se conoce como Cundinamarca - donde se encuentra la laguna
de Guatavita. Los Muiscas consideraban la laguna como el centro del universo, un lugar de
conexión entre el inframundo y el mundo exterior, ocupado por sus dioses.
Leyendas de El Dorado
El Dorado cuenta la leyenda de una laguna, que estaba llena de oro en sus profundidades.
Hay dos historias relacionadas con cómo todo ese oro llegó al fondo de la laguna de
Guatavita. Una de ellas es una historia de amor y desgarradora: El jefe de los Muiscas tenía
una esposa y una hija, pero aparentemente no sabía cómo amar bien a su esposa, así que
ella se encontró con un amante. El jefe se enteró y ordenó a algunos de sus sirvientes que la
siguieran día y noche, y supuestamente hizo que mataran a su amante también. Su esposa
no pudo soportar más la situación, y una noche saltó a la laguna con su pequeña hija. Esto
trajo una extrema tristeza al jefe, que envió gente a la laguna para traerlos de vuelta.
Encontraron el cuerpo de la hija sin ojos y le dijeron que su esposa vivía felizmente en las
profundidades de la laguna. Para honrar a su esposa muerta, arrojó oro y esmeraldas en la
laguna para ella y continuó haciendo este ritual a menudo.
Otra historia habla de una ceremonia de inversión que se celebraba cada vez que la tribu
Muisca tenía que nombrar un nuevo jefe (cacique). Según la tradición, el nuevo jefe solía ir a
la laguna en una balsa de caña ricamente decorada. Su cuerpo estaba completamente
cubierto de polvo de oro, y en sus pies tenía una gran pila de oro y esmeraldas para ofrecer
a los dioses. Una vez que la balsa llegaba al centro de la laguna, los que estaban en la orilla
arrojaban piezas de oro y piedras preciosas al agua. Una balsa hecha de oro, un símbolo de
tal ceremonia, se guarda hoy en día en el Museo del Oro en Bogotá. Se estima que la cifra
fue hecha entre el 600 y el 1600 A.C.
La ciudad de Guatavita
Irlanda es un país que atesora numerosas leyendas, historias en las que los protagonistas
son seres mágicos y misteriosos que lo pueden todo. Hoy vamos a hablaros de uno de esos
peculiares personajes, muy conocido en la Isla Esmeralda, pero con un nombre difícil de
pronunciar. Se trata de los leprechauns. Son uno de los seres de los que se tiene más
temprana constancia en la antigüedad Irlanda.
Según recogen las leyendas, que han pasado durante siglos y siglos de padres a hijos
gracias a la tradición oral, los leprechauns habitaban la isla y su aspecto era el de
un duende, de los que aparecen en numerosos carteles y souvenirs irlandeses que
conmemoran la celebración del día de San Patricio. Son pequeños seres vestidos de verde,
con un gran sombrero que deja a la vista un pelo pelirrojo, así como una prominente barba
del mismo color.
Los leprechauns fabrican o arreglan zapatos, y se dice que son muy ricos, pero también
avariciosos. Su fortuna proviene de que custodian muchas vasijas de barro llenas de
tesoros, que fueron enterradas en periodos de guerra y que nadie, salvo ellos, volvió a
recuperar. Según la leyenda, si alguien logra fijar la mirada sobre un leprechaun, éste no
puede escapar y le tiene que dar sus tesoros, pero en el momento en que se retira la mirada
desaparece. En esencia son similares a otras series de la mitología asturiana o gallega,
como son los trasgus o los trasnos, respectivamente.
Los leprechauns son poco sociables, sobre todo cuando creen que sus tesoros corren
peligro. Viven en los bosques, por lo que es habitual que se encuentren con viajeros
perdidos, que llegan a ellos después de escuchar el sonido de un martillo cuando trabajan.
Al verse descubiertos los leprechauns primero se muestran amables, pero en cuanto les
preguntan por el oro cambian completamente de actitud. Pueden agarrar un berrinche
tremendo, negar poseer tesoros, señalar un imaginario enjambre de abejas o un árbol a
punto de desplomarse; todo lo que sea para distraerle.
Realmente es un hombrecito vestido de verde, pero según la tradición es posible verlos con
chaqueta roja y brillantes con botones plateados, medias o calcetines azules o marrones y
unos zapatos grandes con hebillas de sombrero de copa alta.
Su estatura se encuentra entre los quince centímetros y algo más de medio metro, y pueden
tener cara traviesa y digna a la vez. Muchos tienen barba y fuman en pipa. Suelen usar un
pequeño martillo con el que fabrican sus pequeños zapatitos con talla de hada. Y se dice
que los leprechaun no tratan a sus compañeras hadas mucho mejor que a los humanos, ya
que sólo les hacen un zapato, nunca el par completo.
Los Inuit viven en las tundras del norte de Canadá, Alaska y Groenlandia, llegaron desde
Siberia a través del estrecho de Bering, milenios después de los primeros americanos. El
nombre con el que se denominan a sí mismos es Inuit (en siberiano y en algunas lenguas de
Alaska, yuit), que significa «la gente». El término «esquimal», se considera despectivo, así
los llamaban los pueblos del sur, significa «devoradores de carne cruda».
En la dieta de los inuit juegan un papel muy importante el pescado, las focas, las morsas, las
ballenas y otros animales marinos, cuya carne ingieren tanto cruda como cocida. También
cazan osos polares, zorros, caribús y liebres.
Leyenda de Ijiraq
En la mitología inuit, el Ijiraq es el monstruo que rapta a los niños y los esconde para
siempre. Su nombre significa "el que se esconde". El inukshuk de piedra les permite a los
niños encontrar su camino si logran persuadir el ijiraq a dejarles irse. La luna de Saturno se
llama Ijiraq en referencia a esta criatura.
Historia
Rasgos Distintivos