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LECTIO DIVINA DEL 8 AL 12 DE NOVIEMBRE 2021

33° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

PRIMERA LECTURA

Lectura del Profeta Daniel 12, 1-3

Por aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que se ocupa de los hijos de tu pueblo;
serán tiempos difíciles como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces
se salvará tu pueblo: todos los que se encuentran inscritos en el libro.

Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros
para vergüenza e ignominia perpetua.

Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia,
como las estrellas, por toda la eternidad.

SALMO

Sal. 15, 5 y 8. 9-10. 11

R: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;


mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,


se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,


me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 11-14. 18

Todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios,
porque de ningún modo pueden borrar los pecados.

Pero Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para
siempre jamás a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean
puestos como estrado de sus pies.

Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados.
Ahora bien, donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.

EVANGELIO

“Y cuando salía del templo le dijo uno de sus discípulos: «Maestro, mira qué piedras y qué
edificaciones». Jesús le respondió: «¿Ves esos grandes edificios?; pues serán destruidos, sin que
quede piedra sobre piedra». Y sentado en el monte de los Olivos, enfrente del templo, le
preguntaron Pedro, Santiago, Juan y Andrés en privado: «Dinos, ¿cuándo sucederán estas
cosas?, ¿y cuál será el signo de que todo esto está para cumplirse?»”. (Mc 13, 1-4)

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 13, 24-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:


«En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su
resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán.
Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los
ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el
extremo del cielo (cfr. Isaías 1, Jeremías 13, Daniel 8).

Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas,
deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él
está cerca, a la puerta (las puertas de Templo de Jerusalén). En verdad os digo que no pasará
esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre».

REFLEXIÓN

“Esta alma humana que el Hijo de Dios asumió está dotada de un verdadero conocimiento
humano. Como tal, éste no podía ser de por sí ilimitado: se desenvolvía en las condiciones
históricas de su existencia en el espacio y en el tiempo. Por eso el Hijo de Dios, al hacerse
hombre, quiso progresar "en sabiduría, en estatura y en gracia" (Lc 2, 52) e igualmente
adquirir aquello que en la condición humana se adquiere de manera experimental (cf. Mc
6, 38; 8, 27; Jn 11, 34; etc.). Eso correspondía a la realidad de su anonadamiento voluntario
en "la condición de esclavo" (Flp 2, 7).

Pero, al mismo tiempo, este conocimiento verdaderamente humano del Hijo de Dios
expresaba la vida divina de su persona (cf. san Gregorio Magno, carta Sicut aqua: DS,
475). "El Hijo de Dios conocía todas las cosas; y esto por sí mismo, que se había revestido
de la condición humana; no por su naturaleza, sino en cuanto estaba unida al Verbo [...].
La naturaleza humana, en cuanto estaba unida al Verbo, conocida todas las cosas, incluso
las divinas, y manifestaba en sí todo lo que conviene a Dios" (san Máximo el Confesor,
Quaestiones et dubia, 66: PG 90, 840). Esto sucede ante todo en lo que se refiere al
conocimiento íntimo e inmediato que el Hijo de Dios hecho hombre tiene de su Padre (cf.
Mc 14, 36; Mt 11, 27; Jn 1, 18; 8, 55; etc.). El Hijo, en su conocimiento humano, mostraba
también la penetración divina que tenía de los pensamientos secretos del corazón de los
hombres (cf Mc 2, 8; Jn 2, 25; 6, 61; etc.).

Debido a su unión con la Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el


conocimiento humano de Cristo gozaba en plenitud de la ciencia de los designios eternos
que había venido a revelar (cf. Mc 8,31; 9,31; 10, 33-34; 14,18-20. 26-30). Lo que reconoce
ignorar en este campo (cf. Mc 13,32), declara en otro lugar no tener misión de revelarlo
(cf. Hch 1, 7)”.

Catecismo de la Iglesia Católica 472-474

NOTA

Para poder entender este evangelio es importante saber que el capitulo 13 de San Marcos trata
sobre la destrucción del Templo de Jerusalén y sobre el final de los tiempos. La narración del
evangelio entrelaza los dos eventos que son dos hechos históricos distintos, pero que tiene una
relación muy estrecha. Para cualquier judío en el tiempo de Jesús, presenciar la destrucción del
Templo significaba presenciar el final de los tiempos de manera simbólica. El Templo estaba
construido a imagen del universo, representaba en si mismo un pequeño microcosmos. Por lo
tanto, su destrucción fue considerado como un evento con implicaciones cósmicas. Un símbolo
de la destrucción del universo. Jesús al estar narrando a sus apóstoles lo que va a suceder, cita
las palabras y las imágenes que utilizan profetas Isaías, Daniel, Jeremías y Ezequiel para describir
la destrucción del Templo. Es por esto que muchos de los estudiosos concuerdan en que Cristo
narra al mismo tiempo la forma en cómo será destruido en Templo (dentro de una generación)
y cómo será el final de los tiempos. Del cual nadie sabe el día ni la hora, solo el Padre.

COMENTARIO BÍBLICO DE FR. GERARDO SÁNCHEZ MIELGO - CONVENTO DE SANTO


DOMINGO. TORRENT (VALENCIA)

Tema general: Los dos últimos domingos del año litúrgico se orientan hacia el futuro y hacia el
final de la humanidad. Al final de la historia volverá el Señor glorioso. En la fe y en la celebración
del misterio cristiano el presente, el pasado y el futuro se entrelazan armónicamente. El presente
se cimienta en un pasado que le da consistencia y que a la vez la impele a abrirse a un futuro
glorioso que le proporciona la dinamicidad necesaria para recorrer el camino. También los dos
primeros del año litúrgico insisten en la misma idea y preocupación: dirigir la mirada de todos
hacia la consumación, hacia el final glorioso que espera a la humanidad apoyada en el
acontecimiento de la Muerte y Resurrección-Exaltación de Jesús que abre los caminos de la vida,
de la comunión con Dios y de la felicidad de los hombres. Es necesario insistir en este mensaje
central: que la Iglesia cree en la comunión de los santos, en la resurrección de los muertos y en
la vida eterna, destino final de toda la humanidad.

Primera lectura: (Daniel 12,1-3)


Marco: El contexto del fragmento que hoy proclamamos se encuadra en un amplio tema que
podría titularse: tiempos de angustia y promesa de resurrección. Los autores de la apocalíptica
tienen predilección por el contraste entre el presente humilde y decepcionante y la esperanza en
un futuro glorioso y brillante.

Reflexiones:

¡Dificultades del camino que conduce a la salvación final!

Serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces
se salvará tu pueblo. El libro de Daniel pertenece a la literatura así llama apocalíptica. Esta
literatura surge hacia el s. III a. C. Se caracteriza por un talante y un estilo de interpretar la
historia del pueblo de Dios y de la humanidad. En cierto modo sucede a los profetas que
interpretaban la historia a la luz de la alianza de Dios con su pueblo anunciando, a modo todavía
de atisbos, el futuro preparado por Dios. Los apocalípticos centran en esta última característica
su propia actuación. El futuro glorioso sucederá a los sufrimientos de los hombres durante el
peregrinar en la historia. Pero esta literatura es además consoladora en medio de las
persecuciones y sufrimientos. Abre un camino de esperanza segura porque la historia la dirige
Dios. Pero el futuro tendrá lugar después de la destrucción del mundo presente y de la
ejecución de un juicio severo por parte de Dios. Por eso la Iglesia proclama estos testimonios
cuando llega al final el año litúrgico. Sabemos que el año litúrgico actualiza y realiza el misterio
global de salvación. Es necesario dirigir la mirada al futuro, movidos por la esperanza, mientras
vivimos la experiencia del presente con fortaleza, la constancia, la longanimidad y la paciencia.
Es importante realizar el camino que conduce al final glorioso. En medio de nuestro mundo, tan
ajeno a las esperanzas apocalípticas, los creyentes tienen la misión de ser testigos de esperanza
mientras comparten con sus hermanos los hombres sus sufrimientos y sus proyectos. La
interpretación de la apocalíptica conlleva las dos versiones: esperanza para el futuro y testimonio
consolador para el presente. Tarea nada fácil para el creyente acosado por tantas dificultades
que le rodean.

Segunda lectura: (Hebreos 10,11-14.18)

Marco: Este pasaje subraya la misión de Jesús como nuevo Sacerdote que aporta a los hombres
la nueva y definitiva alianza. En este pasaje se alude al salmo 110 para manifestar que Cristo está
definitivamente junto al Padre y ya no repetirá su sacrificio. Invita a la humanidad a fijar los ojos
en la meta a que él llego y que será la meta de todos los hombres. En la celebración de la Cena
del Señor, la Iglesia actualiza simultáneamente el pasado, el presente y el futuro glorioso.
Reflexiones:

¡Sentado a la derecha del Padre espera y acompaña a la Iglesia!

Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha
de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus
pies. El autor de la Carta piensa, sin duda alguna, en dos realidades entrelazadas: el sacrificio
liberador de la Cruz y la coronación de Jesús como Señor a la derecha de su Padre. Ambos
acontecimientos son la roca viva sobre la que se asienta la esperanza de los hombres. Con su
muerte liberadora en la cruz, Jesús rehace el camino equivocado de los hombres. En ella nos
libera de la ley, del pecado y de la muerte y abre el camino que conduce a la libertad de los
hijos de Dios, a la comunión amistosa y confiada con Él y a la vida como una realidad
permanente y real para los hombres. Tres anhelos escondidos en la hondura profunda del
corazón humano. Y lo hizo de una vez para siempre. Ahora la Iglesia actualiza todo esto cuando
celebra la Cena del Señor. Y este fue el camino para entrar en su gloria: ¿No era necesario que el
Mesías padeciese todo esto para entrar en su gloria? (Lc 24,26) Y se ha convertido en el que
corre delante para abrir el camino para los hombres, que precede, que va delante como Buen
Pastor. Él ha llegado ya a la meta final, a la Exaltación gloriosa y allí espera a la humanidad. Es
posible la verdadera esperanza, porque el Libertador y Salvador se ha ido a preparar un lugar y,
como él nos prometió, cuando haya preparado el lugar volverá y llevará a los hombres para que
contemplen la gloria que ha recibido de su Padre antes de la creación del mundo. Y para el
camino de la historia es el único Mediador entre Dios y los hombres, compasivo, solícito y
misericordioso. Es necesario que los creyentes en Jesús vivamos y anunciemos estas importantes
realidades y esta importante respuesta para los anhelos de los hombres de nuestro tiempo.
Tenemos mucho que decir a nuestros hermanos los hombres y esperan que se lo digamos con
el testimonio y con la palabra. Y para estas tareas todos los creyentes estamos capacitados.
Nadie queda excluido de esta noble e imprescindible tarea. Cada uno con la gracia recibida,
pero toda la Iglesia.

Evangelio: (Marcos 13,24-32)

Marco: Un fragmento del discurso escatológico.

Reflexiones:

1ª) ¡A la Parusía del Hijo del hombre le precede una gran tribulación!
Después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas... Es necesario leer e interpretar estas las
imágenes típicas del pensamiento apocalíptico. La localización de todos estos recursos literarios
no debe ser nuestra preocupación principal sino más su significación. Estamos ante un género
literario muy característico y bien conocido. Jesús, asumiendo la esperanza apocalíptica e
inyectándole su original interpretación, advierte a la Iglesia que está destinada a un futuro
glorioso y seguro. La novedad de Jesús es que ofrece a los hombres la roca viva en que apoyar
esta esperanza: su Muerte y Resurrección-Exaltación que ya son obras que desbordan la historia
y abren el camino verdadero de la historia de los hombres. Las imágenes utilizadas significan
que para posibilitar la aparición definitiva de la nueva creación es necesario que desaparezca la
vieja creación. El sentido correcto de estas palabras apocalípticas sobre la creación lo
encontramos en la Carta a los Romanos: Porque la creación misma espera anhelante que se
manifieste lo que serán los hijos de Dios. Condenada al fracaso, no por propia voluntad, sino por
aquel que así lo dispuso, la creación vive en la esperanza de ser ella también liberada de la
servidumbre de la corrupción y participar así en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Sabemos, en efecto, que la creación entera está gimiendo con dolores de parto hasta el
presente (Rm 8,19-22). Estas palabras cortan radicalmente todo intento de entender las palabras
de Jesús desde el fatalismo maniqueo ante la creación. La creación salió de las manos de su
Creador buena, es buena y será buena. Quien debe corregir el modo de contemplarla y utilizarla
es el hombre sujeto al pecado que produjo una ruptura con Dios, consigo mismo y con la
creación. La esperanza final se apoya en la restauración profunda del hombre para participar en
la nueva y definitiva creación en la gloria. Pero esta dinámica desaparición-aparición se realiza
en otro mundo que desborda el actual y visible. La salvación definitiva consistirá en la
trasformación del hombre para que encuentre su primer destino delineado por Dios cuando lo
creó: comunión, vida, libertad, felicidad. La predicación de la Iglesia no debe insistir en la
destrucción sino en la transformación y en la oferta de nueva creación, si quiere que su mensaje
sea creíble y aceptado por los hombres de nuestro tiempo. Ciertamente no han faltado ni faltan
personas atraídas por una visión maniquea de la creación. La Iglesia, en la Gaudium et Spes, ha
propuesto otras claves de interpretación y de visión del mundo más optimistas y
esperanzadoras.

2ª) ¡El Hijo del hombre aparecerá glorioso!

Verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad; enviará a
los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos. El evangelista Marcos asume el
lenguaje de Daniel y de la literatura apocalíptica para describir la venida del Hijo del hombre. El
humillado Hijo del hombre- Siervo de Yahvé volverá glorioso y rodeado de esplendor y de
majestad. Estas palabras de Jesús están dirigidas a sus contemporáneos y a los miembros de la
Iglesia del propio tiempo del evangelista. Los acontecimientos externos (destrucción de
Jerusalén) y los acontecimientos internos en la comunidad cristiana (aparición de predicadores
que insistían en la próxima desaparición del mundo y la vuelta de Señor) obligaron al evangelista
a recoger este mensaje de Jesús en su evangelio. La Vuelta del Hijo del hombre culminará la
historia manifestando a los hombres su destino glorioso; y también será el momento de la
reunión de todos los creyentes y de todos los hombres ante él que aparece como juez universal.
Eso significa la imagen de las nubes del cielo. En la tradición bíblica, las nubes representan el
escabel del trono de Dios y sugieren, como imagen, la actividad judicial de Dios soberano. Esta
actividad la ejercerá también el Hijo del hombre.

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