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La Primera Gran Transformacion
La Primera Gran Transformacion
URBANIZACIÓN Y MIGRACIÓN
A comienzos de la década de 1950, el fútbol peruano se volvió profesional, al
menos en el papel. En 1969, el Perú clasificó por primera vez por méritos
propios a un mundial de fútbol. Lo volvió a hacer en 1977; ya antes en 1975,
había sido campeón sudamericano. En 1982 la blanquirroja se despidió de los
mundiales por el resto del siglo, y más. Tal vez los avatares del fútbol que se
convirtió en esas décadas en deporte nacional expresen de algún manera las
ilusiones y frustraciones de un proceso de cambios radicales ocurridos en la
sociedad peruana, que ha sido denominado procesos de modernización y que
aquí llamaremos «la primera gran transformación», haciendo explicita
referencia al clásico texto de Karl Polanyi.
Para las nuevas clases medias, entre 1950 y 1967 se generaron expectativas y
posibilidades de asenso social. Primero fue la bonanza en los precios de los
minerales como el cobre y el inicio de la explotación del yacimiento cuprífero de
Toquepala. Luego, la inversión extranjera, no solo en el sector minero sino
también en el manufacturero; el auge de la harina de pescado y el surgimiento
de un empresariado nacional pujante, y la expansión del gasto publico, que
posibilito la construcción de obras públicas como grandes unidades escolares y
hospitales públicos en las ciudades.
Fueron los años del reemplazo del indigenismo por el arte abstracto y la novela
urbana, de Fernando de Szyzslo, Mario Vargas Llosa y Julio Ramon Ribeyro;
de los nuevos poetas influidos por la poesía anglosajona; del rock y la nueva
ola. Pero también del auge mediático de la canción criolla –por esos años
alcanzó gran éxito el Festival Cristal de la Canción Criolla, que consagró
nuevos intérpretes y compositores– y de la revaloración o la invención pura y
simple de productos que, en esos años, se convertirían en símbolos de nuestra
identidad: el cebiche, el pisco sour, el pollo a la brasa, la Inca Kola, los helados
D'Onofrio y las cervezas Pilsen, Cristal, Cuzqueña, Arequipeña, San Juan, que
reflejaban el desarrollo de nuestra industria de alimentos y bebidas. A partir de
1956, y especialmente de 1963, se vivieron años de regocijo por una recién
estrenada democracia letrada, que incluía a los ciudadanos alfabetos y que
prometía seguir haciéndolo con quienes pasaron por la escuela. En el plano
político, el joven arquitecto Fernando Belaunde –líder de Acción Popular–
encarna ese periodo, ciertamente lleno de inquietudes y presagios, pero no
exento de optimismo y amabilidad. La “gente decente” gobernaba el país.
Pero el Perú vivía procesos de transformación más profundos que las elites
urbanas no pudieron detectar ni supieron encauzar. La democracia universal
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recién estrenada sufrió desde el dia mismo de su entronización, los embates de
la violencia fundamentalista de Sendero Luminoso: el 17 de mayo de, la noche
anterior las primeras elecciones presidenciales en diecisiete años, los
senderistas iniciaron lo que llamaron “guerra popular” contra el Estado peruano.
En abierto desafío a la voluntad de millones de peruanos, su primera acción
fue, simbólicamente, la quema de ánforas electorales en la localidad
ayacuchana de Chuschi. La Constitución había otorgado sufragio universal y
sancionado derechos fundamentales, pero la democracia restaurada no supo
adaptarse a los profundos cambios demográficos y socioculturales que había
atravesado en país en las décadas previas, ni advirtió el agotamiento del
modelo de industrialización por sustitución de importaciones. Se vivieron por
eso, años de “desborde popular y crisis del Estado” -la frase es el titulo de un
libro del antropólogo José Matos Mar-, de alucinante crisis económica y
violencia política. Pero también del “otro sendero” –título de otro conocido libro,
de Hernando de Soto, publicado en 1986–, de la vitalidad de los nuevos
actores que habían irrumpido en la escena publica en las décadas previas,
especialmente los migrantes, y entre ellos de los pequeños y medianos
empresarios –“muchos informales”–, que probaron que estaban allí para
quedarse y redefinir el rostro del Perú. Ellos convirtieron esa crisis en una
oportunidad, no solo para enfrentarse masivamente a Sendero Luminoso en las
zonas rurales, sino para irrumpir en el mercado, en el comercio legal e ilegal –
en la producción de textiles, pero también de coca–, convirtiendo esa primera
etapa de “la gran transformación” en una historia abierta, de final incierto.
EL MITO DE LA ESCUELA
El acceso a la escuela creció en el Perú desde inicios del siglo XX, pero se
aceleró explosivamente desde 1950. Primero se masifico el acceso a la
escuela primaria, lo que dio lugar a la reducción del analfabetismo y la
generación de nuevas expectativas en las zonas rurales: un camino viable
hacia el progreso parecía hacerse realidad para amplios sectores a partir de la
expansión de la cobertura educativa.
TASA DE ANALFABETISMO
Tasa de analfabetismo de la población peruana de
15 años y mas (1940-1993)
Años Total Urbana Rural
1940 57,2 - -
1961 38,9 17,7 59,4
1972 27,5 12,5 51,9
1981 18,1 8,1 39,6
1993 12,8 4,2 28,1
Fuente: INEI.
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partir de las décadas de 1950 y 1960, el auge escolar comenzó a tocar las
puertas de la educación secundaria. En un principio encontró respuesta a
través de la construcción de las llamadas grandes unidades escolares y la
asignación de un porcentaje creciente del presupuesto nacional al sector
educación.
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Dos procesos convergieron en las décadas de 1980 y 1990. Por un lado, el
incremento de universidades, principalmente en provincias. Por otro, el proceso
de privatización de la educación superior, que tuvo su auge en la década de
1990, conjuntamente con el incremento desmesurado de academias
preuniversitarias e institutos superiores. Ese proceso de expansión no estuvo
acompañado de mecanismos que aseguraran la calidad académica ni la
viabilidad financiera, ni la gestión institucional de los nuevos centros
educativos. En otras palabras, no hubo un proyecto de universidad acorde con
las expectativas de la población y las necesidades y posibilidades del país.
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circuitos, y redefinieron sus identidades en medio de la vorágine migratoria.
Fue un proceso que termino modificando irreversiblemente la realidad
económica y socio-cultural del país.
La profundidad de los cambios fue tal, que a partir de la década de 1980 los
analistas hablan del “nuevo rostro del Perú”. Un Perú no solo urbano y joven,
sino también más costeño, pues la relación entre las regiones se transformó.
Entre 1940 y 1993 la población de la costa creció de 24% a 52,2% con relación
a la población total, mientras la de la sierra cayó del 63% al 35,8% y la de la
selva se mantuvo alrededor del 12%.
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Comas, más recientemente, en San Juan de Lurigancho. Lugares como la
Pampa de Amancaes, donde años atrás se paseaba el mítico José Antonio con
fino poncho de lino, sombrero de paja y caballo de paso, fueron sembrados de
esteras y después cemento.
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LOS MEDIOS DE COMUNICACIÖN
El gobierno del general Velasco Alvarado obligó a los medios a difundir música y programas
peruanos. Si bien al finalizar su período, en 1975, muchos medios abandonaron esa
imposición, la demanda por este tipo de música había crecido tanto que emisoras como San
Isidro, Excelsior y Oriente comenzaron a dedicar más del 75% de su transmisión diaria a la
población rural y migrante. También surgieron emisoras provincianas con alcance regional,
como Tawantinsuyu, en el Cusco, Huanta 2000 en Ayacucho o radio Cutivalú en Piura.
En décadas más recientes, la televisión llegó a adquirir un peso todavía mayor. Las
transmisiones se iniciaron en el Perú en enero de 1958, a través de la actualmente llamada
Radio Televisión Peruana (RTP). En diciembre de 1958, se inició la era de la televisión
comercial, cuando dos antiguas radios incursionaron en el nuevo medio: América y
Panamericana, A inicios de la década de 1960 existían en el Perú 33.200 aparatos de TV, que
se incrementaron a cerca de 200 mil a fines de 1963, solo en Lima. A principios de la década
de 1980, el 70% de las viviendas en el país tenía un aparato de radio, y el 30% un televisor. A
mediados de la década de 1980 se calculaban en 8 millones los televidentes que veían TV a
diario en los 2 millones de aparatos existentes.
También la prensa escrita sufrió grandes transformaciones. La década de 1950 estuvo signada
por la aparición del semanario Caretas y la modernización del diario La Prensa. Vinculada de
este diario surgió en la misma década Última Hora, precursora de la prensa popular, que
introdujo la replana en sus titulares y crónicas rojas. En la década de 1960 aparecieron nuevos
diarios en formato tabloide, como Expreso (1961), Correo (1963) y Ojo (1968). En la década de
1970, el gobierno militar expropió los diarios y la televisión e impuso la censura, que quebró la
dinámica renovadora que se reinició, sin embargo, en la siguiente década, con la aparición de
nuevos tabloides como La República (1981) y El Observador (1981) y la renovación de El
Comercio –decano de la prensa nacional–, fundado en 1839. También la prensa popular
retomó su dinámica de crecimiento con la aparición de El Popular y otros diarios especializados
en deportes o espectáculos.
EL SIGNO DE LA “CHOLEDAD”
El desequilibrio expresado entre un crecimiento urbano caótico y un Estado que
no fue capaz de proveer servicios básicos a la nueva población, llevó a los
migrantes a confiar en sus propias fuerzas; más precisamente, en el capital
social que traían consigo. Sus redes de parentesco y paisanaje les sirvieron
para establecer cabeceras de playa en las ciudades. La tradicional
reciprocidad, basada en la confianza de las relaciones cara a cara entre
parientes y paisanos, fue recreada para construir los nuevos barrios urbanos y,
junto a una ética del trabajo originada en las antiguas comunidades andinas,
sirvió para que muchos migrantes lograran hacerse un lugar en el mercado.
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regionales. En 1957 se calculaba que existían 200 “clubes provincianos”. Para
1970, su número se elevaba a 1.050. En 1977 eran 4 mil, y en 1980, 6 mil. De
todos ellos, los de origen urbano eran unos 120, conformados por migrantes de
las capitales de provincias, y diecisiete eran de naturaleza departamental, que
representaban a migrantes del mismo número de capitales departamentales.
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Las élites procedieron entonces a levantar una muralla imaginaria que
separaba a “los de adentro” de “los de afuera”, a “criollos” de “andinos”. En
realidad, esa muralla no tenía correspondencia con la realidad, pues desde
inicios del siglo XX la cultura peruana, particularmente en Lima, era un mosaico
de diversas manifestaciones difíciles de concebir en términos homogéneos.
Esa diversidad se incrementó entre las décadas de 1950 y 1980.
LAS ARTESANÍAS
Hasta antes de la “primera gran transformación”, en los pueblos medianos y pequeños del Perú
se producían artesanías diversas con fines utilitarios (ceramios tejidos), festivos (máscaras) o
rituales (cajones de San Marcos). En la décadas de 1920 y 1930 las artesanías fueron
revaloradas gracias al indigenismo. Pero hacia la segunda mitad del siglo XX los procesos de
migración y urbanización, así como la expansión del mercado y la producción industrial,
produjeron profundas transformaciones. Algunas artesanías, como la talabartería o la
hojalatería, fueron arrinconadas por la producción industrial, por ejemplo, de zapatos de
plástico a bajo costo. Pero, por lo general, las artesanías lograron adaptarse a nuevas
funciones y a otro tipo de mercado: turistas, coleccionistas y familias urbanas que comenzaron
a valorar la producción artesanal como objeto de decoración.
De esta forma, se reprodujo en el Perú la polémica sobre las fronteras entre la alta cultura y la
cultura popular o “cultura de masas”. La tensión no se dio entre arte de vanguardia y diseño
industrial en serie, como en otros países donde corrientes artísticas como el pop art se
rebelaron contra el arte de vanguardia, sino entre arte y artesanía, entre la producción artística
de los estratos más urbanos y occidentalizados del país y la producción artesanal mestiza,
vinculada principalmente a la cultura andina. “Los artesanos repiten el mismo diseño, los
artistas crean”, era el argumento de quienes querían mantener las fronteras.
Sin embargo, las artesanías cambiantes de esos días aludían a una realidad más compleja. El
Premio Nacional de Cultura otorgado en 1975 por el Instituto Nacional de Cultura al retablista
ayacuchano Joaquín López Antay –pionero de la transformación del antiguo “cajón de San
Marcos en el actual retablo– dio carta de ciudadanía artística a las artesanías y redefinió –si no
abolió– las fronteras entre arte culto y popular.
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Nuevas formas de culto
CAMBIOS EN LA RELIGIOSIDAD
La “primera gran transformación” afectó también de manera profunda las
formas en que los peruanos vivieron y expresaron su experiencia religiosa. En
la religión institucional, los cambios más importantes fueron el crecimiento de
las iglesias evangélicas y las grandes transformaciones producidas por el
Concilio Vaticano II (1962-1965) en la Iglesia peruana y latinoamericana. Al
influjo de la Iglesia postconciliar, el Perú produjo por primera vez una reflexión
teológica de repercusiones mundiales a través de la obra del sacerdote
Gustavo Gutiérrez, autor de la Teología de la Liberación. La “opción
preferencial por los pobres” que Gutiérrez encontraba en los evangelios
sintonizaba con una época signada por las grandes transformaciones y
movilizaciones de las mayorías pobres del país y encontró eco en la formación
de las denominadas “comunidades cristianas de base”, muchas de las cuales
fueron muros de contención contra la violencia terrorista en la década de 1980.
También fueron con frecuencia las comunidades evangélicas que en esos años
crecieron sobre todo en las zonas rurales y urbanas más pobres y afectadas
por la violencia.
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era el nuevo Mesías. Fallecido Ezequiel Ataucusi en el año 2000, y al no
resucitar al tercer día como creían sus seguidores, el culto entró en reflujo.
En la música, las décadas de 1950 a 1980 fueron el tiempo de los grandes intérpretes y
compositores. Los clubes provincianos, los coliseos y una incipiente industria discográfica
propiciaron la irrupción de la música andina –denominada folclórica– en las ciudades.
Surgieron artistas de gran popularidad, como Flor Pucarina y Picaflor de los Andes, así como
grandes intérpretes y compositores andinos, como el guitarrista Raúl García Zárate, los arpistas
Florencio Coronado y Soncco Sua, los violinistas Zenobio Daga y Máximo Damián y el
charanguista Jaime Guardia, entre otros.
También fue una época de auge y transformación de la música criolla. Entre los grandes
compositores destacan Chabuca Granda, Alicia Maguiña, Manuel Acosta Ojeda, Luis Abelardo
Núñez, el poeta Juan Gonzalo Rose, Augusto Polo Campos y Jorge Pérez “El Carreta”. Entre
los intérpretes, Jesús Vásquez, Los Embajadores Criollos, Los Morochucos, Óscar Avilés y
Lucha Reyes.
Los inicios de la renovación y difusión nacional de la música afroperuana, que alcanzó también
altas cotas de calidad con la popularización del cajón peruano, se encuentran ligados a los
hermanos Santa Cruz (Nicomedes y la bailarina Victoria). Artistas como Arturo Cavero, Lucila
Campos, Eva Ayllón, y más recientemente, Susana Baca, destacan en esta vertiente.
En este mismo periodo surgió la denominada “chicha”, cumbia peruana o “música tropical
andina”, en la que el huaino se fusiona con la cumbia, la toada o la música tex-mex. Surgió en
la década de 1960 con la aparición de conjuntos como Los Ecos, Los Mirlos y Juaneco y su
Combo, entre otros. En la década de 1980, un grupo originario de la sierra central, Los Shapis,
se convirtió no solo en el más popular sino en el precursor de la internacionalización del
género.
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Por último, se incorporan la música tropical y el rock. En el primero los peruanos fueron más
consumidores que creadores, salvo el caso del bolero, género en el que surgieron exponentes
locales como Lucho Barrios, Pedro Otiniano, Iván Cruz, Fetiche y Anamelba. Sin embargo, fue
la salsa la que desplazó a la música criolla a partir de la década de 1970 como la nueva marca
de identidad de los viejos barrios criollos populares y medios de Lima y del Callao. El rock
estuvo en un principio confinado a adolescentes de clase media urbana. En ese contexto surgió
el fenómeno denominado “la nueva ola”, cuyo exponente más importante fue el conjunto Los
Doltons. Por esos mismos años apareció fugazmente el precursor en el Perú de las vertientes
más contestarias del rock, el grupo Los Saicos. Pero recién en la década de 1980 se consolidó
un movimiento rockero nacional y, dentro de él, una vertiente más contestataria, llamada en su
momento “la movida subte”.
LA INVENCIÓN DE LA TRADICIÓN
“La tradición es viva y móvil, la matan los que la quieren fija”, escribió José
Carlos Mariátegui. En efecto, en medio de los procesos de modernización y
urbanización, muchas tradiciones decidieron no irse sino transformarse para
quedarse, y los peruanos de los nuevos tiempos rescataron algunas que
estaban por extinguirse, las recrearon, inventaron otras, les construyeron
genealogías y reinterpretaron su pasado para poder vivir un presente
vertiginoso y construir un futuro sin perder sus raíces.
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En general, la movilidad geográfica producida por las grandes migraciones hizo
que, así como ocurrió con la música, también las comidas regionales salieran
de sus lugares de origen para ser conocidas en todo el país, mientras, en
tiempo de viajes y viajeros, se consolidaba una suerte de comida de carreteras
y malas noches: el caldo de gallina, el caldo de cabeza. En Lima, donde la
culinaria había recibido ya fuertes aportes españoles e italianos, se sumó el
aporte oriental, especialmente nikkei, que influyó, por ejemplo, en dar al
cebiche los contornos y sabores con los que ahora se conoce, o en la creación
del “tiradito”. En tiempos recientes, e incluyendo la denominada cocina
“novoandina”, Lima se convierte en uno de los centros más importantes de la
gastronomía latinoamericana.
ACTIVIDADES SUGERIDAS
1. El título del presente artículo: “La primera gran transformación”, alude al proceso
de modernización que vivió el país entre las décadas de 1950 y 1980. Respecto de
esta modernización, elabore un listado de 10 cambios culturales relativos a esta
época.
2. ¿A qué se refiere el autor con la expresión “el mito de la escuela”? ¿Cómo se
expresó concretamente este mito en el caso del Perú?
3. ¿Qué relación encuentra entre el fenómeno de la explosión demográfica
experimentada por el país en estos años y el surgimiento de “los nuevos limeños” y
sus características?
4. De acuerdo con la lectura, durante este periodo se desarrollaron “nuevas maneras
de ser y sentirse peruano”. Al respecto, señale y explique brevemente 3 maneras.
5. Luego de ver los documentales cuyos enlaces se colocan a continuación,
responda a la siguiente pregunta: ¿Qué es una “barriada” y cómo surgieron en
Lima?
http://www.youtube.com/watch?v=5GKbWGjdFOU
http://www.youtube.com/watch?v=aCi1nupjKJo
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