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HOMBRE
Es en definitiva el sujeto por el cual y para el cual existen las organizaciones políticas. La persona
humana es el origen y el fin de la sociedad y el Estado.
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Dignidad de la persona humana. Todo hombre es persona y, en consecuencia, es un fin en sí mismo
y no un simple medio utilizable para el logro de otros fines. Se le adjudica como cualidad el ser
titular de una dignidad especial que lo jerarquiza por sobre todos los otros seres de la naturaleza.
El concepto de dignidad de la persona humana, constituye la piedra angular en el proceso histórico
de construcción de lo que llamamos Estado Constitucional.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dicho “La dignidad de la persona humana constituye el
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centro sobre el que gira la organización de los derechos fundamentales del orden constitucional”.
Cuando hablamos de dignidad de la persona estamos diciendo que todo hombre, por el solo hecho
de ser tal, es merecedor de algo y ese algo no es otra cosa que los medios y condiciones que
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necesita para el cumplimiento de sus fines existenciales.
Aristóteles decía <<el hombre es por su naturaleza un animal político destinado a vivir en sociedad
y el que no forma parte de ninguna polis es una bestia o un dios>>.
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F. Martínez Paz señala que << la facultad única y exclusiva del hombre de comunicarse y expresar
sus ideas por medio del lenguaje es una prueba incontrovertible de su naturaleza social>>.
La sociabilidad natural del hombre trae implícita simultáneamente otra nota característica de la
humanidad que es su politicidad. La que nos explica Bidart <<…y ya sabemos que la convivencia
humana, dentro de un marco territorial, con el fin general y máximo de satisfacer todas las
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necesidades del grupo así individualizado y localizado, requiere organizarse, exige una coordinación,
un orden, una dirección, una jefatura. Es decir, que los hombres no pueden convivir si la
convivencia no se organiza.>>
La sociabilidad se nos muestra entonces como algo previo a la politicidad en un sentido lógico, pero
en el orden de la realidad ambas son simultaneas-, ya que la politicidad es la única forma de vida
humana.
LA CULTURA
Existe una relación natural y necesaria entre el hombre, la sociedad y la cultura, ninguno de estos
puede existir naturalmente sin los otros. Desde Aristóteles sabemos que el hombre no es tal sino en
la sociedad ya que <<no sólo vive sino principalmente convive>>.
Si una sociedad es algo más que una mera yuxtaposición de los individuos que la componen es
porque existe entre ellos un elemento unificador que los integra en un todo y esa función es
cumplida por la cultura. Ésta hace posible la interrelación al proporcionar los medios o
instrumentos necesarios, aporta un conjunto de soluciones comunes a los requerimientos y
necesidades individuales y colectivas y genera u conjunto de ppios, valores y creencias compartidos.
DERECHO
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Se propone configurar las relaciones entre los hombres en la sociedad y perfeccionar las formas de
convivencia mediante un orden jurídico que, confirmado por principios ético-jurídicos y normas
positivas, no es otra cosa que un producto de la cultura de cada pueblo. Por eso la CN, como
fundamento de ese orden jurídico, <<es fundamentalmente expresión y transmisión de cultura,
marco de producción y reproducción cultural, recepción y memorias de informaciones culturales,
de tradiciones, experiencias, vivencias, sabidurías>>.
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LAS ORGANIZACIONES POLITICAS.
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Siguiendo a Bidart decimos que la comunidad política no es algo dado, sino que debe ser
construido. <<… el instinto social exige que el hombre haga algo. Lo que el hombre hace no es crear
la sociedad y Estado, porque estos de son dados naturalmente como únicas formas posibles de la
vida humana. Pero como no le son dados hechos por la naturaleza, lo que el hombre hace es crear
una forma social y política determinada>>.
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Entonces podemos observar una multiplicidad de formas de organización política, que varía según
el lugar y el tiempo, ya que responden a las particularidades de cada sociedad y cada cultura en
cada momento.
Proceso histórico de construcción de las organizaciones políticas en el mundo jurídico de Occidente:
1- La polis griega (s. X a.C. al IV a.C.) 2- Roma-. De la civitas romana al imperium (s. VII a.C. al V d.C.)
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3- la organización medieval: poliarquía o atomización del poder (s. V al XV) 4- EL Estado Moderno (a
partir del siglo XVI).
EL ESTADO.
El Estado es la forma de organización política adoptada por el mundo jurídico occidental en general
Las teorías afirmativas o sustancialista: Son aquellas que asignan al Estado una naturaleza o esencia
propia: Organicistas: Conciben al Estado como un organismo vivo, como un ser que tiene vida
propia (Darwin y Spencer). Personalistas: atribuyen al Estado una personalidad semejante a la del
hombre (Savigny).
Las teorías negativistas: niegan que el Estado tenga un carácter, una esencia, o una naturaleza
propia y sostiene que no es más que una creación del hombre (Duguit, Maritain, Kelsen, Heller,
Martínez Paz). Martínez Paz considera que el Estado no es otra cosa que una forma de convivencia,
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es decir un modo de vivir en común, que constituye a la vez un sistema de servicios entre los
hombres que conviven.
Para que exista la organización política que llamamos Estado se requiere que concurran tres
supuestos o condiciones de hecho: una población, un territorio y poder.
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La población: es el elemento esencial para la existencia del Estado. La población tiene como base al
hombre, destinatario final de toda acción política. Pero no es suficiente caracterizar a la población
como suma de personas que formar un conjunto, porque es necesario que entre esas personas
exista alguna clase de factor de unión, una cierta homogeneidad social, que determine los objetivos
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comunes del grupo que convive. El factor de unión no está dado por una raza ni por una Nación;
Enríquez Paz señala que son vínculos históricos, políticos, intereses comunes, etc., los que
contribuyen a formar una unidad.
Decimos entonces que el factor de unión de una población del Estado está dado por cierto grado de
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homogeneidad social. Como señala Bidart <<los h que conviven no pueden estar de acuerdo en
todo, pero tampoco pueden estar en desacuerdo e todo>>. La homogeneidad no requiere de una
unidad religiosa, racial, lingüística, de clase, sino solo de lealtad a determinados principios de
convivencia. En definitiva, una cultura compartida.
Territorio: el Estado es una sociedad de base territorial. Por ello el territorio es un elemento
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indispensable: sin territorio no hay Estado. Entre territorio y poder del Estado media una relación
de limitación espacial o territorial del poder del Estado, esta relación recibe el nombre de
jurisdicción que significa el espacio territorial sobre el cual es Estado tiene potestad jurídica.
Podemos concluir afirmando que el territorio es el ámbito geográfico sobre el cual el Estado ejerce
su jurisdicción soberanamente y que comprende: suelo, subsuelo, espacio aéreo y el mar territorial.
Poder: la noción de poder supone una relación de mando y obediencia porque <<el gobernante es
poder o tiene poder solo en la medida en que es obedecido>>. La existencia del poder es necesaria
en el Estado como instrumento para el logro de su fin que es el logro del bien común. Para
caracterizar el poder es necesario algo más, porque <<no es posible ningún grupo humano
organizado sin poder>> y aquí es donde llegamos a la noción de soberanía, como atributo de
caracterizar al poder del Estado.
Soberanía:
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Bodin: define soberanía como <<el poder supremo sobre los ciudadanos y los súbditos, no
sometido a las leyes>>. La soberanía tiene las siguientes características: es absoluta, perpetua,
indivisible e inalienable.
Heller: la define como <<la capacidad tanto jurídica como real, de decidir de manera definitiva y
eficaz en todo conflicto que altere la unidad de cooperación social territorial, en caso necesario
incluso contra el derecho positivo.
Carre de Malberg: la palabra soberanía designa no ya una potestad sino una cualidad. La soberanía
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es el carácter supremo de un poder; supremo en el sentido de que dicho poder no admite a ningún
otro por encima de él, ni en concurrencia con él. Cuando se dice que el Estado es soberano, en la
esfera en que su autoridad es llamada a ejercer, posee una potestad que no depende de ningún
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otro poder y que no puede ser igualada por ningún otro poder.
Peter Häberle afirma que en realidad <<la Constitución es, si no ya el primer elemento de Estado,
en todo caso un elemento esencial>> y, como parte de la cultura que es <<forma si se quiere (en
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realidad tiene que formar) un cuarto elemento>>. Según este autor la teoría de los elementos del
Estado tiene que ser <<conjugada>> a través del concepto de cultura, de manera que la población,
el territorio y el poder sean <<llenados>> por ésta. La población porque la homogeneidad que le da
unidad surge de una cultura compartida. El territorio porque <<es un terreno culturalmente
perfilado, un espacio cultural no un factor bruto>>. Y el poder porque culturalmente determinado
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A causa de su insuficiencia para alcanzar por si solos y aisladamente sus fines, hay en el h una
tendencia natural que lo lleva espontáneamente a unirse a otros h para lograr objetivos que
superan la capacidad y los medios de que cada uno dispone aisladamente.
Entonces, la existencia misma del Estado justifica por su fin que es procurar el bien común. Para
eso existe y ese fin es el que legitima el poder que el gobierno ejerce sobre los gobernados.
Pero el bien común no es el bien del Estado, es común porque pertenece a todos los miembros de
la comunidad (personas individuales y grupos) y porque se busca en común. Podemos definirlo
como <<el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada
uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección>>.
Bidart enseña que si éste es el fin del Estado <<a) el E debe hacer todo lo que conduce al bien
común; b) el E no debe hacer lo que daña al bien común; c) el E debe abstenerse de actuar cuando
el bien común no está comprometido>>.
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La forma de organización de la comunidad política que llamamos Estado, entro en crisis a partir de
la segunda mitad del s. XX, entendida la palabra crisis no como momento final o extinción, sino en
su verdadero sentido de mutación o cambio profundo.
El fuerte impacto que han provocado los formidables avances tecnológicos habidos en el siglo
pasado, sobre todo en materia de comunicaciones, ha producido profundos cambios en la sociedad
al relativizar la importancia del territorio como continente de las relaciones humanas. Las relaciones
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humanas han logrado romper con las limitaciones que antes le imponía el espacio y el territorio ha
dejado de ser su continente necesario. Como el poder se ejerce sobre las relaciones humanas, la
denominación que el E ejerce sobre territorio ha dejado de ser garantía de la exclusividad de su
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poder sobre esas relaciones.
Tanto en el orden externo e interno, las transformaciones habidas en la sociedad hacen inaplicable
la concepción tradicional de soberanía y exigen repensarla renovando <<los sistemas de reparto de
competencias del poder en nuevos ámbitos institucionales, basándonos en el principio rector de
subsidiariedad…>>.
El atributo de la soberanía tal como lo concibieron Bodin y los pensadores que lo siguieron hoy no
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tienen cabida. Actualmente hay condicionamientos externos e internos que limitan y recortan el
poder del Estado. En el orden externo el fenómeno de globalización nos muestra la formación de
<<franjas de poder económico y financiero>> trasnacionales que operan en dimensiones
independientes del territorio estatal. También vemos la conformación de estructuras
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Martínez Paz dice <<la característica es, entonces, la pérdida de peso relativo del Estado-nación,
cuyos nuevos papeles parecen definidos por la necesidad de afianzar y legitimar sus
responsabilidades en los mecanismos supranacionales o subnacionales en lo que interactúa>>.
La novedosa dimensión de convivencia en la aldea global nos llama la atención sobre el concepto de
humanidad como agrupación de personas que poseen una misma dignidad natural que trae
implícita la noción de bien común universal que trasciende al bien común del E y tiene primacía
sobre éste. Es esta noción de bien común universal la que justifica que se limite el concepto de
soberanía, por ejemplo, por la existencia de sistemas supranacionales de protección de los
derechos humanos o por los procesos de integración supranacional.