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Entre los aspectos de más importancia para la vida de las personas que
se encuentran en la adultez intermedia están su carrera profesional, el
cuidado y educación de sus hijos y la preparación de su futura jubilación.
Características físicas
A lo largo del periodo entre los 40 y 65 años de edad, aparecen algunos
signos de envejecimiento. La mayoría de personas alcanzan la mediana
edad con algún rasgo que evidencia que están cada vez más cerca de
la tercera edad, aunque no son necesariamente síntomas de
enfermedad o problemática de salud, sino más bien muestras de que
van pasando los años.
Es en torno a los 40 años cuando los órganos sensoriales empiezan a
perder agudeza y será necesario usar ayudas para la visión y el oído,
como gafas para la vista cansada o audífonos para aumentar el volumen
de los sonidos. La apariencia externa también cambia, apareciendo
ciertos signos de envejecimiento como, por ejemplo, una piel menos
tersa, arrugas o manchas asociadas a la edad. El cabello habrá
encanecido y, en muchos varones y algunas mujeres, aparece la
alopecia.
Por otro lado, cabe mencionar que también pueden darse otras
problemáticas más de tipo fisiológico que impiden disfrutar de una vida
sexual plena. Entre ellas podemos encontrar la falta de erecciones,
dificultades para lubricar de manera natural o, incluso, pérdida de libido
prematura. Afortunadamente, todas estas dificultades fisiológicas, y
también las de tipo más relacional y psicológico, se pueden solventar
acudiendo a un profesional especializado, como un psicólogo de pareja
o un médico.
Los adultos intermedios se relacionan con sus padres a través del tipo
de vínculo que establecen con ellos. En esta etapa muchas personas
pueden considerar a sus padres por primera vez con objetividad, sin
idealizarlos ni culpar por sus errores y actitudes inadecuadas. La ayuda
a los padres toma muchas formas: ofrecer apoyo económico, apoyarlos
en la toma de decisiones y desempeñar tareas diarias, como las
compras y labores domésticas; y si los padres se enferman, asumir la
responsabilidad de manejar sus vidas.
Puesto que ambas generaciones dan más servicios y dinero a sus hijos
a lo largo de su vida, y los hijos dan más apoyo emocional, ayuda
familiar y cuidado durante la enfermedad. Los ancianos tienden a
centrar la atención y la ayuda en el hijo que más lo necesita. Pueden
abrir su hogar al hijo cuyo matrimonio ha terminado; y aquéllos con hijos
incapacitados generalmente mantienen su rol protector mientras viven.
Los adultos con matrimonios infelices, divorciados y viudos, por lo
general se vuelven más cercanos a sus padres y obtienen de ellos el
apoyo que no consiguen de su cónyuge.