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Capítulo 11 “Administración”
Hasta ahora nos hemos ocupado de las figuras que personificaban los vértices del poder en
Ebla, desde el soberano y la reina, los lugal, gobernadores y a la vez jefes de clan de las
distintas entidades.
Los lugal hacían de recaudadores de los productos agrícolas y los metales preciosos que se
llevaban a la capital para su almacenamiento y redistribución según las diversas exigencias.
Al Saza de Ebla llegaban todos los bienes que se ingresaban, y del Saza partían sobre todo las
enormes cantidades de plata-moneda para las distintas transacciones comerciales que
enriquecieron a Ebla. La importancia del papel de este centro administrativo podemos
deducirla del hecho de que a la cabeza de todos los funcionarios del Estado había uno
denominado “gobernador de la Tesorería”, que supervisaba todas las operaciones económicas
del reino, con cargos y poderes si no superiores, al menos iguales a los del soberano.
Con la intención de profundizar en el papel y las competencias de los lugal en Ebla, señalaré
ante todo que a estos, por lo general, se les menciona por su nombre, excepción hecha de dos
ellos, designados con otro titula que expresa la función específica que desempeñaban.
El primero es llamado simplemente Abu, que quiere decir “anciano”, el miembro más anciano
de la comunidad de los lugal. Sobre sus funciones, seguramente debía de dirigir las reuniones
de los Ancianos. El otro anciano es llamado Tir, y a él están subordinados todos los agentes
comerciales de Estado.
CENTRO Y PERIFERIA
Del núcleo de la ciudad de Ebla dependen también todos los suburbios como “el cinturón de
Ebla”, cuya extensión nos es desconocida, también porque no sabemos dónde empezaba el
territorio de las provincias regidas por los gobernadores del reino.
La presencia de un lugal en una ciudad nos autoriza a suponerla, de algún modo, capital de
provincia, mientras que la de un ugula denota una cierta importancia en el tejido
administrativo del reino.
Entre las sedes de los gobernadores sin duda debió de tener un papel importante la ciudad de
Hamah, a 80km al sur de Ebla. En esta ciudad residían, además de un gobernador, diversos
ugula, quienes dirigían las colonias comerciales que tenían allí su capital.
Otro importante centro del núcleo del reino, además de Ebla y Hamah, debió de haber sido la
pequeña ciudad de Ma-NE. Sobre su localización tenemos un indicio gracias al “Boletín militar
contra Mari”, por el que sabemos que el soberano de Mari estaba obligado a pagar el tributo al
soberano de Ebla precisamente en esa ciudad, que por tanto hay que situar en las
proximidades del Éufrates.
GIOVANNI PETTINATO: EBLA, UNA CIUDAD OLVIDADA
Capítulo 11 “Administración”
Ebla no era una pequeña ciudad-estado sumerio o un pequeño reino como los sirios del II
milenio; Ebla se mueve en dimensiones que, aunque seamos proclives a esquivar la idea, son
incluso imperiales, a la altura de Kis en Mesopotamia.
Se señalan en los documentos de raciones alimentarias tanto al amplio grupo familia referido
al soberano, como a la unidad administrativa que reúne a su personal dependiente. Que no
hay que entender única ni principalmente la “casa del soberano” como el lugar físico de la
Residencia Real lo sugieren esos balances contables que incluyen, entre las raciones que a ella
se destinan, a grupos que constan de hombres trabajadores. No sabemos cuáles y cuántos
eran los miembros de la familia real que pertenecían a la “casa del soberano”, pues las
raciones destinadas al en conciernen de hecho a un elevado número de personas.
La dotación alimentaria de pan y cerveza asignada al en es tan grande que hay que entender
que estaba destinada a un grupo muy amplio de personas, de no menos de doscientos
individuos.
La reina de Ebla forma parte de un grupo definido como “mujeres del soberano” que se
consideran administrativamente como una entidad en sí misma. En los balances contables de
raciones alimentarias encontramos, al lado de las dam-en, al subgrupo de las dam-en-tur
“mujeres “pequeñas” del soberano”, en el sentido de damas de segundo rango respecto a las
otras.
Pasando ahora al personal trabajador, señalemos ante todo que este se empleaba en
actividades de producción y transformación. La valoración del trabajo masculino es compleja
debido a que prácticamente nunca se nos proporciona la especialización de los hombres,
denominados gurus, ni tampoco el sector en el que estaban empleados, aunque puede
suponerse que se ocupaban en actividades de producción primaria. También en lo que
respecta a los trabajadores que desempeñaban actividades especializadas, como los
“cantores” y los “escribas”, los textos son poco elocuentes.
Pasando ahora a los sistemas redistributivos, advertimos que la mayor parte de las
asignaciones alimentarias documentadas en los textos del Archivo son raciones de tipo se-ba,
es decir, entregas de cereales con periodicidad preferentemente de tipo mensual. La
distribución de raciones de cereales y sus derivados representa el principal canal de consumo
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Capítulo 11 “Administración”
alimentario en el interior del Palacio de Ebla. El mecanismo de las raciones se extiende a los
miembros de la familia real, de la corte y al amplio sector de los funcionarios palatinos con sus
grupos de dependientes. Se trata, por tanto, de un mecanismo que implica a todo el personal
de un modo u otro sujeto a un control administrativo centralizado.
Tanto para este grupo como para el de los “jefes de agencia comerciales” la ración representa,
en realidad, una verificación administrativa de los desembolsos, entendidos como asignaciones
globales por el evidente desinterés de las oficinas contables en hacer, en el ámbito de esos
mismos grupos, distinciones de carácter censuario o redistributivo.
Sobre las mujeres es sin duda interesante señalar que a ellas no se les asignan nunca
cantidades de cerveza. Esta circunstancia no pueden deberse únicamente a las mayores
necesidades calóricas previstas para el trabajo masculino, sino que ha tener razones de
carácter sociocultural.
La multiplicidad de las categorías sociales y de los ámbitos de actividad femenina hace que los
datos relativos a las raciones para las dam sean mucho más ricos y estén más diferenciados
que los de los gurus. Las mayores oscilaciones en las cantidades se advierten entre los grupos
de mujeres empleadas en trabajos productivos, pero existe también una diversificación
significativa en las 3 categorías en las que pueden agruparse las mujeres del rey.
Para la primera categoría (dam-en) las raciones más frecuentemente atestiguadas son las de
un gubar al mes de cereales por persona, cantidades muy superiores a las de los gurus que
podrían encontrar una explicación en el rango de los destinatarios y en el hecho de tener que
cubrir, además de las necesidades del beneficiario, también las de una posible servidumbre.
Para las mujeres del soberano de segundo rango las cantidades oscilan entre un parísu y medio
y dos nisagsu.
Para las mujeres “jefes de agencias comerciales” los valores atestiguados son de un gubar, de
un parisu y de medio parisu de cereales al mes, es decir, la mitad de la cuota generalmente
asignada al grupo más numeroso de las dam-en.
Un discurso más articulado merecen las categorías del personal trabajador femenino: los datos
recogidos evidencian una amplia gama de valores para raciones comprendidas entre un gubar
y un sexto de gubar. Los mayores contingentes de mujeres reciben raciones de un o de medio
parisu al mes por persona. Pero para una misma función se atestiguan hasta seis cantidades
diferentes de raciones mensuales.
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En las listas de raciones mensuales no se olvida a las divinidades, representadas por Kura, el
dios de la soberbia, y por mul-uru-bar “las divinidades de los suburbios”. El culto a las
divinidades de la ciudad y del reino está atestiguado mediante otro grupo de documentos que
registran ofrendas cruentas mensuales para cada una de las divinidades presentadas por los
más altos estamentos del poder y por los funcionarios más importantes del Estado.
Las retribuciones para funcionarios y dependientes no terminaba con las raciones alimentarias
lo sabemos por los propios textos del culto, cuya segunda parte enumera cantidades de ovinos
destinados a los diversos agrupamientos de la administración.
Un texto enumera entregas de ovinos con distintos fines ofrendas a los templos, alimento para
dependientes, tasas, etc. -nos informa del número de cabezas de ganado menor destinadas a
“alimento del soberano”, y obviamente a su familia, en diez meses, concretamente 1382
ovinos. De todas formas, la cuota de ovinos para la casa real no es fija.
Pero Ebla no se mostraba desagradecida con los servidores eficientes del Estado, y así, además
de las raciones de cereales, carnes y tejidos, lo funcionarios y los trabajadores recibían
regulares e importantes donativos de plata en bruto o trabajada en plaquitas, brazaletes,
pendientes y otros colgantes preciosos.
PESOS Y MEDIDAS
Del mismo modo que los pueblos mesopotámicos exportaron el sistema cuneiforme de
escritura y su lenguaje técnico-administrativo, también transmitieron a los pueblos del
Creciente Fértil las medidas de capacidad y de peso. Los eblaítas tienen sistemas de medición
totalmente inéditos que también hubo que descifrar, y me refiero sobre todo a las unidades de
medida para áridos, líquidos y superficies, mientras que las de peso parecen más próximas al
sistema mesopotámico.
La comparación con la Mari presargónica y con Tell Beydar es que mientras estas dos giran en
torno a Mesopotamia y adoptan un sistema de medición, Ebla se separa de él, introduciendo
parámetros propios que una vez más señalan su autonomía con respecto a los otros países.
Las medidas para áridos, empezando por la más alta, que es el gubar (1 gubar equivale
aproximadamente a 20 kilos).
El sistema numeral es sexagesimal. Este era conocido por los semitas en general y los eblaítas
en particular, quienes incluso parecen haberlo inventado.
Las medidas para los líquidos son el sila, conocido por la tradición mesopotámica, y el laku,
totalmente nuevo en este uso.
Medidas de superficie
Medidas de peso
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Si bien es cierto que la mina, la mayor unidad de peso, es muy similar a la mina mesopotámica,
no hay que olvidar que la unidad de base es el siclo.
CALENDARIOS
Ebla no podía dejar de tener sistemas de medición del tiempo igualmente sofisticados: y he
aquí que nos muestra no uno, sino dos calendarios mensuales.
En Ebla estaba vigente un calendario particular no atestiguado con anterioridad, y era lícito,
sacar la conclusión de que los habitantes de la ciudad siria inventaron su propio calendario.
El calendario es del tipo lunisolar, donde los meses se miden por el movimiento lunar con una
adecuación al del sol añadiendo un mes establecido por la administración. De este modo se
obtiene el mes de 30 días, junto a un mes intercalar que tenía una función correctora respecto
al movimiento del sol.
La mayor sorpresa la tuve cuando me di cuenta de que los documentos mostraban otro
sistema de cómputo del tiempo, un segundo calendario aún más antiguo.