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Cuando existe una disfunción en la persona que habla, se produce una alteración
cuyo origen puede estar en uno o varios de los siguientes sistemas: a) respiratorio,
que proporciona el aire que transmite los sonidos; b) fonador (la laringe), que
proporciona el sonido; c) articulatorio, formado por los órganos bucales que
posibilitan la articulación (activos: labios, lengua, paladar blando; pasivo: dientes,
alveolos y paladar duro).
Cuando los órganos del sistema articulatorio presentan una lesión o malformación,
se aprecia una alteración en la producción de los fonemas (dislalia orgánica). De
igual forma, cuando existe una afectación del sistema nervioso, mengua la
capacidad articulatoria del hablante, ante la imposibilidad para producir
correctamente los sonidos de su lengua (disartria). En ambos casos, para
conseguir una adecuada articulación de los fonemas, el órgano activo se ha de
mover hacia el órgano pasivo correspondiente creando un espacio en el que, al
pasar el aire, se consigue el sonido que determina cada fonema. Es así como la
actividad de los músculos implicados en el habla regula y, por tanto, acomoda la
corriente de aire espitada para producir los distintos sonidos de un idioma. De ahí
la importancia de poseer una buena estructura de los órganos bucofonatorios y de
la cavidad oral, así como de sus funciones: respiración, fonación, succión,
masticación y deglución.
CUADRO COMPARATIVO
DISGLOSIAS DISARTRIAS