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Antes de entrar en consideraciones doctrinales, demos la palabra a los defensores del estatus
jurídico propuesto por Roma a la FSSPX. Les responderemos retomando a ciertas personas,
religiosos religiosas o laicos, algunas reflexiones con buen juicio.
Respuesta: no lo dudo ni un segundo. Pero esa no es la cuestión. Por un lado, podemos afirmar
sin equivocarnos que el papa Pío XI tenía la gracia de estado para no condenar a la Acción
Francesa como lo hizo, o para no abandonar a los cristeros. Que Pablo VI tenía la gracia de
estado para no promulgar la nueva misa. Que el papa Juan Pablo II tenía la gracia de estado
para no convocar a Asís, que Benedicto XVI tenía la gracia de estado para no hacer Asís III.
Toda autoridad legítima, es decir establecida por Dios, tiene la gracia de estado para conducir
a la sociedad que dirige según los caminos de Dios.
Objetaremos que Mons. Fellay es piadoso, está entonces llevado a seguir la gracia. A decir
verdad, nadie me ha encargado juzgar la piedad de Mons. Fellay. Pero para no salirnos del
tema, ¿esta objeción no sobreentiende que los obispos de la Tradición que han rechazado
firmemente cualquier acuerdo no son piadosos? ¡Vaya usted a decírselos!
Anotemos también que los religiosos que se han sometido a la autoridad de Mons. De
Galarreta le deben en primer lugar confianza, respeto y obediencia.
4. “Los religiosos de la Tradición quedarán bajo la autoridad del prelado de esta prelatura
personal que tendrá sobre ellos una autoridad directa y ordinaria”.
Respuesta: se permite ver aquí una astucia de los modernistas consistente en formar una
estructura que contenga a todos los fieles adheridos al combate de Mons. Lefebvre, una
especie de “reserva de bisontes”. Esta táctica había sido utilizada en los años 60 con las
congregaciones religiosas. El padre Calmel les había informado muy bien de esto a los
dominicos del Santo Nombre de Jesús, para que evitaran esta trampa. Tal federación de
tradicionalistas en un cuerpo jurídico único es un medio fácil de controlarlos y transformarlos
poco a poco.
Hoy, un buen número de comunidades religiosas de la tradición han rechazado entrar en esta
vía peligrosa.
5. “El papa y la comisión Ecclesia Dei quieren nuestro bien, están con nosotros”.
Respuesta: nos quieren tanto que si rechazamos su propuesta a muy corto plazo, nos
amenazan con excomulgarnos, o al menos con declararnos cismáticos. Es un poco el caso de
un hombre prendado de una joven, quien duda en casarse con él. Él le diría, poniéndole una
pistola en la sien: “o te casas conmigo de aquí a un mes, o te mato”
¡Bonito amor!
Respuesta: he aquí una buena noticia, pero que no destaca cuando se leen documentos
oficiales provenientes de Roma. Pero suponiendo que los romanos se hubieran “convertido”
de sus errores modernistas, hay que decirles como San Remigio a Clodoveo: “Adora lo que
quemaste, quema lo que adoraste” En otros términos, no hay conversión sin abjuración de los
propios errores y faltas. En este sentido, el padre Calmel dice: “Sólo se volverá a la misa de San
Pio V si se convierten”.
Antes de adentrarse en un estudio más teológico de estos “progresos” de los actores y de los
hijos del Vaticano II, retomaremos una comparación dada por Mons. Fellay hace algunos
meses: “Aunque una sopera contuviera una sopa muy buena, bastaría con saber que contiene
un solo grano de cianuro para rechazarla completamente. “El mismo bien ha sido colonizado”,
decía el padre Calmel. Las verdades enseñadas por los semi modernistas están al servicio del
pensamiento modernista y son inspiradas por falsos principios. El caso más típico es el del
nuevo catecismo que las autoridades romanas querrían imponernos.
7. “La iglesia, según el Vaticano II, es como un navío lanzado a toda velocidad No puede
detenerse ni cambiar de dirección de golpe. Necesita tiempo. Así es como deben
comprenderse las reformas y la reforma de la reforma preconizada por el papa”
Respuesta: esta figura ya aparece en el libro del padre Celier: Benedicto XVI y los
tradicionalistas. Me paree que no aplica aquí por 2 razones: Por un lado, si no cambiamos el
equipaje de la embarcación, lo que significa su conversión, continuará indefinidamente su
trayectoria. No sirve de nada subirse al barco para ayudarlo a andar a la deriva. Por otro lado,
la imagen supone que este barco es la iglesia católica, Pero, este barco a la deriva no es la
iglesia de Cristo, pero más bien la Iglesia del demonio. Releeremos con provecho la declaración
de Mons. Lefebvre del 21 de noviembre de 1974.
Tal confusión se encuentra en expresiones pronunciadas por autoridades que promueven este
acuerdo jurídico: “la tradición vuelve de su exilio” “estamos reintegrados en la Iglesia”.
8. “Si ustedes niegan la propuesta actual de Roma, ustedes son cismáticos, son
sedevacantistas.”
Respuesta: con mucho respeto hacia las autoridades que sostienen tales posturas, es fácil
reconocer en ellas al espantapájaros que agitan desde hace 35 años en la cara de los
tradicionalistas. No somos más sedevacantistas o cismáticos que lo que era Mons. Lefebvre en
1976 o en 1988 o lo que era Mons. Fellay en 2006 y el 1 de enero de 2011. Es cierto que el
papado atraviesa un eclipse, según la imagen del padre Calmel , es decir, que el sol del papa)
está tapado por la luna (el pensamiento neo modernista), el cual le impide tener el brillo que
debería tener. Podemos entonces rechazar fuertemente estas iniciativas doctrinales o
prácticas en razón de su orientación modernizante, sin declarar no obstante caído al papado.
Haremos bien en recordar que el miedo (en este caso el del sedevacantismo o el del cisma) es
un arma privilegiada del demonio. Paraliza y enceguece como el ratón ante el gato.
9. “Las discusiones doctrinales en Roma no han llegado a nada a causa de los teólogos de la
Tradición. Pero a partir de ahora, si Roma nos concede un estatus jurídico, no habrá que ser
tan duros. Habrá que redondear nuestras críticas. Ya no podremos dar nombres (tal papa dijo
tal error, tal obispo hizo tal escándalo)”.
Respuesta: este juicio varias veces repetido en ocasión de las discusiones doctrinales es
injurioso hacia Monseñor de Galarreta y hacia los teólogos que para la ocasión,
proporcionaron trabajos de muy buena calidad, a juicio incluso de Mons. Fellay finalizando
octubre de 2011. Además, este juicio es infundado, en opinión de los mismos participantes.
En cuanto a nuestras críticas contra el modernismo, depende de cada cual de ponerles la
forma y el respeto que conviene. Es verdad que fulano de tal o este otro alguna vez se pasaron
de la raya, pero el árbol no debe ocultar el bosque.
Sobretodo, es esencial para la predicación de la Fe, el condenar no solamente las herejías,
sino también denunciar a los herejes. En La Salette, la Virgen no se contentó con decir “hay
que guardar la Fe” sino que dijo “Roma perderá la Fe”. Que se consulte igualmente a los
Padres de la Iglesia. La mayoría de las obras de San Agustín se dirigen contra personas: “Contra
Faustus” etc…El manso San Buenaventura trata a un tal Gerardo de “insolente, calumniador,
triple loco, envenenador…” y santa Catalina de Siena le dirige a cardenales de su época
embestidas fulminantes. Qué decir igualmente de Mons. Lefebvre predicando en Ecône: “¿el
anticristo está en Roma?”
Ahí está la técnica habitual de la subversión modernista: obligarnos al silencio, a no denunciar
a los culpables. Predicar contra el robo pero sin gritar “¡cojan al ladrón!”. Podemos llenar las
bibliotecas de tesis sabias contra los errores, con tal de que nos callemos sobre sus
propagadores. Luego de la aceptación de este estatus jurídico, los pastores ya no tendrán de
derecho de decir quién es el lobo.
Una predicación así mutilada ya no es católica.
10. “Hay que hacer apostolado” “La Tradición debe salir del ghetto”.
Respuesta: los antiguos reconocen en esto eslogans que ya habían dicho los “retornados” de
1988 y sus sucesores (Mons. Rifan en Brasil, el padre Aulagnier en Francia…) Primero que todo,
hay que destacar que no son de ninguna manera para gloria de aquellos que los pronuncian, ya
que sobre entienden que ellos mismos no han hecho ningún apostolado desde hace 30 años y
que vivían en un ghetto. Les dejo la responsabilidad de sus decires, pero no me reconozco a mí
mismo para nada en esta forma de ver la tradición. Constato además que los que hoy tienen
más contacto con el mundo en su triste realidad son aquellos que más se han opuesto a este
estatus jurídico.
Añadamos que el término “apóstol” significa etimológicamente “enviado”. Es Dios quien
envía. Es Él quien determina las condiciones en las cuales se realiza la misión en su Iglesia. Es
desde la prisión que San Pablo envía sus grandes epístolas. Es desde el exilio que San Atanasio
salvó a la Iglesia del Arrianismo.
11. “Nos propusieron una universidad en Roma, una radio, habitar incluso en Roma, ya que
faltan obispos.”
1. El punto de partida del razonamiento de la prudencia (el mayor, dirá el filósofo) expone los
principios generales involucrados. Aquí se trata de la doctrina católica relacionada con la
Iglesia, el papa, el magisterio, el sacerdocio, etc. El punto de esta doctrina que nos interesa
especialmente es el de la naturaleza del poder de jurisdicción y del magisterio. Conviene
acordarse de que el magisterio es un modo de enseñanza por autoridad. El papa y los obispos
no se contentan con proponer una doctrina para nuestra reflexión, como lo haría un profesor o
un predicador, sino que nos imponen una verdad para creer. El magisterio es un acto de la
voluntad de la autoridad eclesiástica que se dirige a nuestra voluntad.
Lo que significa que la gran cuestión que se nos presenta hoy es aquella de saber cual es la
voluntad expresa del papa y de los obispos. Cuando se dice “no hay acuerdo político sin
acuerdo doctrinal”, hay que entender no solamente la doctrina enseñada aquí o allá por el
papa, sino también la doctrina que pretende imponernos por modo de autoridad. Es por eso
que la cuestión del magisterio fue la cuestión más delicada de las discusiones doctrinales.
Cuando hablamos de un estatus jurídico, hablamos entonces de obediencia concreta y eficaz
al papa reinante (tanto el de hoy como el de mañana). Aceptar este estatus es prometerle en
la cara a la iglesia y a l mundo que queremos a partir de ahora obedecerle hic et nunc al papa,
que ponemos en sus manos el futuro de la tradición. No tenemos por qué buscar con las
autoridades de la Iglesia una relación de buena vecindad sino una dependencia efectiva, una
colaboración subordinada. Es precisamente porque no somos sedevacantistas que debemos
mirar de cerca la intención concreta del papa y de las autoridades romanas.
La segunda etapa del razonamiento de la prudencia (la menor) considera las circunstancias
concretas, Para ser fieles a las leyes de la lógica, esta segunda afirmación debe considerar un
punto de la primera proposición (de la mayor) aplicándolo a la situación presente (el término
medio).
Este es por supuesto, la voluntad o la intención concreta del papa y de la comisión Ecclesia
Dei.
Aquí nuevamente, hay que distinguir. No se trata de la intención personal y secreta del tal o
cual prelado, sino de la voluntad claramente expresada, de la dirección impresa en tal o cual
decisión, el tal o cual texto. La cuestión no es subjetiva sino objetiva. En moral, se hace
distinción entre finis operi (el fin mismo de la obra) y entre finis operantis (el fin del que actúa).
-En su discurso a los cardenales de diciembre de 2005, el papa benedicto XVI explica su
pensamiento y su programa de gobierno: condena la famosa hermenéutica de la ruptura (la
cual tenemos en común con los modernistas) para imponernos su hermenéutica de la reforma,
llamada hermenéutica de la continuidad.
-El famoso motu propio de 2007 tiene algo de bueno. Declara que la misa tradicional nunca
fue prohibida. Incluso si las condiciones para celebrarla en público son todavía restrictivas, esta
decisión da más libertad y audacia a los padres para celebrarla. Pero la intención profunda del
papa está claramente expresada: por un lado, la nueva misa es llamada “liturgia ordinaria”, es
de cir, la norma universal de la iglesia (modernista), mientras que la misa tradicional es
llamada “extraordinaria”, es decir, una excepción prevista por la ley. Por otro lado se dice
explícitamente que los dos ritos tenderán a partir de ahora a enriquecerse mutuamente,
volviéndose la misa de Pablo VI más conservadora y la misa tradicional más moderna. El finis
operis de este motu propio es un acercamiento de los ritos, un intercambio entre las dos
liturgias. Conviene entender el espiritu real de este motu propio, ya que manifiestamente, las
autoridades romanas quieren hacer hoy con la FSSPX en el plano jurídico, lo que hicieron en el
2007 en el plano litúrgico.
-A cada una de las discusiones teológicas en Roma, Mons. Pozzo presentaba a los teólogos un
texto para firmar, en el cual reconocían la autoridad del Vaticano II y del magisterio actual. Una
veintena de fórmulas les fueron propuestas. La intención real de los romanos no era entonces
una verdadera justa doctrinal (disputatio), sino más bien llegar a un texto de compromiso que
todos pudieran firmar. El fin no era la verdad sino la práctica.
-El 14 de septiembre de 2001, el preámbulo doctrinal presentado a mons. Fellay para su firma
implicaba la aceptación de la hermenéutica de la continuidad, de los textos del vaticano II , de
todos los cánones del nuevo derecho canónico, de la legitimidad de la nueva misa. La prelatura
personal propuesta por Roma estaba, conforme al código, bajo la dependencia de los obispos
diocesanos. El finis operis aparecía allí muy claramente.
-El 22 o 23 de septiembre, el papa es interrogado en Alemania por judíos indignados al ver
que Roma acepta tradicionalistas que rechazan el vaticano II y en particular la constitución
Nostra Aetate, que afirma que los judíos son nuestros hermanos mayores en la Fe. El papa
responde: “todo católico debe adherirse a Nostra Aetate en su sustancia”.
-En marzo de 2012, Mons. Pozzo anuncia a los superiores del Instituto del buen Pastor que
deben renunciar a una “crítica positiva del concilio” para adoptar la hermenéutica de la
continuidad, utilizar el nuevo catecismo en su pastoral, renunciar a la exclusividad de la misa
de San Pío V.
Estas declaraciones y decisiones del papa y de las autoridades romanas son suficientemente
numerosas para permitir una inducción adecuada: Roma quiere alinear a los tradicionalistas
con el Concilio comprendido al estilo de Benedicto XVI.