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Lo soberano como resistencia

En este ensayo hare un rápido pasaje por la “teoría económica” de Bataille y cómo ella
proporciona un nuevo concepto de Soberanía. Lo que estudia Bataille es al sujeto en su
punto de ebullición, esto quiere decir, que estudia al sujeto en el proceso o medio por el
cuál a través de una presión el sujeto se consolida como tal. Para comprender esta
concepción del sujeto como en su ebullición es necesario desplegar los conceptos claves
que fundamentan esta teoría económica que no se rige por los mecanismos clásicos de los
economistas pero postula que las crisis económicas tienen un carácter acontecimental
decisivo y hay que entender el consumo y la producción como dos caras de la misma
moneda y, toma, sin embargo, se sostiene en varios conceptos económicos como lo son la
noción de gasto, consumo, utilidad, lujo, soberanía además de ligarla con conceptos no
considerados como económicos como lo son la presión, lo divino, lo sagrado, la energía y
veremos que implican la relación y el funcionamiento de su economía religiosa.

Partamos por aquello que Bataille entiende por energía como todo el movimiento que se
ejerce en la tierra, digamos, de manera “natural, pareciera que nos está hablando, o por
debajo de nuestra percepción, refiriendo a una especie de movimiento tectónico en tanto a
ocupar además se puede entender como el movimiento de los cuerpos sobre la superficie de
la tierra, considerando como cuerpos a todo sujeto u objeto que habite en ella y la relación
constante que se produce en ellas. El gasto sería de dos tipos y consiste en el consumo de la
energía, es decir, tiene relación directa e inmediata con el objeto que se consume. El primer
tipo de gasto, el productivo, es la consumación de la energía en la tierra para hacer crecer el
sistema, es decir consumir en aras del sistema. El gasto improductivo, guarda relación con
el consumo de energía de la tierra sin proyección a el crecimiento del sistema, es decir, un
gasto inmediato. Sin embargo, apunta a que esta diferenciación de gasto no se considera en
la vida real, en tanto que no se es consiente de ellos. Ahora bien, cuando la energía de la
tierra es tomada y manipulada por la humanidad, esta le asigna de manera ficcional una
finalidad a esas fuerzas, es decir, se le otorgan características a las fuerzas, energías que no
son propias de ellas. Lo que esto produce, más allá de nuestros fines inmediato es la
producción y el cumplimiento inútil e infinito del universo, es decir, a partir de la
consideración que se le da al gasto de energía, en tanto que, consumo de ellas, se tiene en
consecuencia la consideración del gasto productivo. Como aquel que atiende a un futuro en
el que prosperen estas economías y consumo improductivo. Así se consagra el juego de
energía establecido por los hombres en un primer momento: más energía que la utilizada en
el crecimiento del sistema. Si este excedente no puede ser absorbido es necesaria la pérdida
sin beneficio, lo denomina como gasto catastróficamente glorioso.

Así la actividad económica re compone por un conjunto de operaciones particulares cuyo


fin es limitado. Es el espíritu quien generaliza estas operaciones componiendo el conjunto
de operaciones. El hombre económico no toma en consideración este juego de la energía
que no se limita a ningún fin particular. En el juego de la materia en general siempre hay
exceso, por ello la cuestión está siempre planteada. El verdadero excedente sólo ha de
comenzar cuando es planteado el límite de crecimiento de un individuo o grupo de sujetos.
Así se entiende que el consumo es algo distinto a la acumulación. El consumo es el aspecto
fundamental de la economía más la acumulación es un aspecto secundario y transitorio ya
que su modificación cualitativa y transitoria con vistas económicas hacia el instante. En
este sentido, hay una presión constante en la tierra que, o más bien la vida en la tierra tiene
está siempre al límite de su ebullición.

En este sentido es que opera la racionalidad, bajo estos fundamentos, actuar


razonablemente es actuar en consideración de la utilidad de nuestros actos, la utilidad
implica proyección de crecimiento del sistema si esto no ocurre no queda más que perder
pura y simple energía, sin vistas al futuro. La muerte es aquella que distribuye en el tiempo
de las generaciones, injustamente, dice Bataille, maldecimos a aquella sin al cuál no
existiríamos. La vida sexuada es también una forma lujosa que asegura el consumo interno
de energía. Por ello son lujosas, pues consumen la energía en exceso sin consideración de la
utilidad. Veremos cómo esta negación de sí mismo se transforma en una disolución del
sujeto que da paso a la experiencia interior soberana. Esta dilapidación va más allá del
crecimiento de la especie, parece la dilapidación más grande que el individuo haya tenido la
fuerza de realizar. En las condiciones actuales, todo confluye a oscurecer el movimiento
fundamental que tiende a devolver la riqueza a su función, al don, al derroche sin
contrapartida. El momento en que el excedente de las riquezas es el más grande que haya
existido, termina por tomar el sentido que siempre tuvo para nosotros, la parte maldita.
Desde el punto de vista particular los problemas se plantean en primer lugar, por la
insuficiencia de recursos. En cambio, desde el punto de vista general, se plantean por un
exceso cualitativo o cuantitativo. El mundo actual se define por la presión desigual ejercida
por la vida humana. La economía general decide el carácter explosivo el mundo llevándolo
al extremo de la tensión explosiva en el tiempo presente. Una maldición recae en la vida
humana en la medida en que ella no tiene fuerza para frenar el movimiento vertiginoso.
Maldición hecha por el hombre, pero la cual se sustenta en la consciencia para subsistir,
como deseo de no ver su verdad. El espíritu del hombre rechazaría de todas formas las
soluciones y se une, por el contrario, al rigor ejemplar de la consciencia, que sólo pone en
riesgo de poner la vida humana a la altura de la verdad. Lo que intenta ordenar es la
consciencia de sí que el hombre realizaría, finalmente, en una mirada lúcida del
encadenamiento de sus formas históricas.

Ahora bien, el concepto de soberanía que nos presenta Bataille, consiste en uno que no
tiene relación con los poderes de estado o gobernabilidad, sino que se considera como algo
posiblemente perteneciente “a todos los hombres”. Sin embargo, nos dice que un burgués,
lejos de ser soberano en relación a su consumación de objeto en el momento inmediato, lo
que hace es, de forma solapada, encubierto, a la que se esfuerza por darle apariencia servil.
Lo que distingue a la soberanía del acto servil es el consumo en contraposición al trabajo y
la servidumbre que producen las riquezas sin consumirlas. El soberano no es imaginario, es
el que efectivamente consume el excedente de la producción y goza los productos de este
mundo más allá de la necesidad. Es soberano el goce de posibilidades que la utilidad no
justifica.

Entonces en este momento de soberanía es el momento en que el sujeto se desubjetiviza, se


sale de sí y se vuelve al instante, es considerado como divino, como sagrado y milagroso
pues gurda relación con las subjetividades, está en el objeto del deseo erótico. No obstante,
en lo servil existen sensaciones milagrosas de disponer libremente el consumo del mundo.
Existen situaciones milagrosas con la esperanza de escapar de la necesidad, porque más allá
de la necesidad, el objeto milagroso es el deseo. Del instante no sabemos nada, solo
tenemos consciencia del instante, pero ella al mismo tiempo es huida de él, pues el
conocimiento se da en un tiempo venidero descuidando el presente. Nunca entonces
tenemos el conocimiento es soberano pues el implica un trabajo desplegado en el tiempo, lo
que es soberano es un no-saber. Lo milagroso guarda relación con aquello que
suspendiendo el pensamiento nos hace estar y tener en cuenta el instante. El instante
milagroso es donde la espera se resuelve en nada, separándonos de los procesos de
encadenamientos de la actividad útil. Cuando el objeto deja de ser útil aparece el soberano.
Lo milagroso es aquello que imposible se nos presenta de todas formas en un instante. El
milagro de la muerte se sitúa en la prolongación de esta exigencia soberana que quiere lo
imposible llegando a ser verdadero en el instante. El hombre soberano es el que muere,
distinto al objeto servil que no muere; este es el hombre útil en relación a la concepción del
mundo y así se convierte a sí mismo en cosa útil, que nunca muera en tanto que nunca deja
de identificarse con sí misma. La muerte desalienta este orden por especie de milagro, la
muerte transforma a nada al individuo que era visto por los demás como una cosa idéntica a
sí misma, la muerte destruye lo que fue futuro que se ha convertido en presente y lo deja de
ser. El hombre está siempre más o menos en la angustia porque siempre está a la espera de
sí pues debe captarse a sí mismo en el tiempo futuro. Vivir soberanamente es escapar si no
de la muerte. La afirmación soberana está basada en el juego de sentimientos irreflexivos.
El impulso de un hombre soberano es la muerte, es el rechazo a los límites del temor a la
muerte. Atendiendo a todas estas concepciones y características de la soberanía, queda por
recalcar que el mundo soberano del que nos habla Bataille no se corresponde con el mundo
de la práctica, pues en el mundo soberano, pues en el mundo soberano la muerte y el temor
a ella están suprimidas. En este sentido, el soberano opera o0 más bien, el juego del
soberano opera como siendo Dios, sin embargo, la diferencia sustancial que podríamos
encontrar en este juego soberano de humanos es que en los últimos el cuerpo juega un rol
importante en: nuestra subjetivación, nuestra relación con otros y nuestra desubjetivación (o
muerte del yo que es a lo que apunta Bataille). Este cuerpo es lo que sustenta o entrega la
posibilidad de experiencia interior. Son las fuerzas en su multiplicadad corporal la que
hacen posible la disolución del sujeto (yo). Una posible experiencia soberana es el
erotismo, como el misticismo. Si podemos incorporar el erotismo en la relación sexual es
porque somo humanos, y con ello tenemos la capacidad de sublimar la experiencia, así
llega la experiencia interior. Para ser soberano sí o sí se debe vivir el instante o alcanzar la
experiencia interior, eso quiere decir, no tener la presencia consciente y constante de la
muerte, no tener una consciencia del después, sino solo la del instante. La muerte del
pensamiento no es un saber, sino más una antípoda del saber, un no-saber en tanto no
conoce nada, una consciencia que se resuelve en la nada, no se prepara como un
conocimiento. Esta aquí y ahora. En este sentido se entiende que el soberno en un sentido
se diferencia al animal en tanto que el sujeto soberano puede ser capaz de sustraer su
consciente racional, de manera tal que se sustrae a sí mismo, en comparación a la no
consciencia animal.

La experiencia interior, directamente relacionada con el cuerpo lo que hace es lanzar al


sujeto a un estado de vértigo en relación a su subjetividad y en tanto a su cuerpo. El sujeto
se desgarra así mismo en la experiencia lo que conlleva una sensación o situación
inhumana, en el sentido de que se sustrae a la consciencia. Este acto ejercería, entonces una
especie de violencia radican en las fuerzas o energías que se consolidan en los cuerpos. Esta
experiencia soberana se sitúe entre, un lugar impensable ubicado entre yo y el otro
asistiendo a la perdida de mí mismo, en donde no soy más yo ni el otro, sino que deviene
oscuridad e indeterminación. El cuerpo sería como el escape del sujeto en un movimiento
de disolución completa e irreversible, el único modo que se produce la comunicación o
relación. En este sentido se puede pensar que el ser humano, a partir de una especie de
dialéctica corporal.

Ahora bien, pensemos cómo esta soberanía pudo estar presente en la revuelta del 2019 en
Chile. Lejos de las exigencias que se tenía en la efervescencia de la calle por esos días,
nunca estuvo presente, en la boca de los manifestantes el hecho de reconstituir la
constitución, con ello no quiero negar la importancia que se tiene cuando un país, en
términos simples, es una constitución, lo que quiero esclarecer, es que en ese momento lo
que se pedía no era precisamente el cambio de la constitución, proceso que deber ser
paulatino, y como ya sabemos, el resultado no fue aprobado sino por un 38%
aproximadamente es decir, el resto de la población votante 62% rechazo aquella propuesta.
Lejos de hacer un análisis profundo acerca de esto, lo que una podría ver en las calles en
esos momentos era que, personas de cualquier bancada política estaban más por el apruebo,
o eso es lo que quise ver, sin embargo, fue todo lo contrario. O, la teoría a la que me
sostengo con más fuerza, es que el proyecto político siempre ha estado en manos de la
derecha o de las clases sociales más altas. Lo que realmente importaba en esas calles era el
instante soberano, no se pensaba más que en la lucha, el enfrentamiento, la resistencia a
todo el poder y eso incluye a la constitución, por ello se establece que la constitución fue
otra traducción desde la bancada del poderío para poder sostenerse y reafirmarse como lo
ha hecho hasta hoy.

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