Está en la página 1de 14

Testimonio 1.

En primer lugar, las Escrituras sirven de testimonio. La Biblia se refiere a realidades más allá de sus
páginas, que tratan de describir el universo y seres personales, tanto materiales como espirituales. Nos
habla de Dios, sus propósitos y sus planes. Las Escrituras nos dicen mucho sobre lo que Él espera de
nosotros y como ha respondido y responderá a nuestras acciones. También nos hablan sobre el mundo
y los seres humanos en general y sobre algunas personas en especial. En muchos casos, los autores
dicen que esta información les fue revelada por Dios, de modo que lo que escribieron se consideraba un
registro de la revelación divina.

Como registro de la revelación, la Biblia no sólo da cuenta de eventos, o de los actos de Dios en la
historia, sino que además nos da interpretaciones de esos eventos, al decirnos cómo hacía Dios su obra
a través de ellos o al evaluar las acciones de las personas. Una simple descripción de eventos, incluso de
los milagrosos, no da respuesta a interrogantes tales como quién estaba tras esos eventos, por qué
sucedían, a qué conducían posteriormente, o qué lugar tienen en el plan de Dios (Vanhoozer 2002, 153-
54). Pero las Escrituras afirman dar la interpretación que Dios hace de los eventos descritos. A veces se
da dentro de la narración del evento. Por ejemplo, Jueces 2:20-21 dice:

Por eso el Señor se enfureció contra Israel y dijo: 'Puesto que esta nación ha violado el pacto que yo
establecí con sus antepasados y no me ha obedecido, tampoco yo echaré de su presencia a ninguna de
las naciones que Josué dejó al morir. . . ' (NVI)

No obstante, con frecuencia se describen los eventos sin interpretaciones explícitas porque el lector
comprendería su significado a partir del contexto. El mayor número de casos así se encuentra en los
libros desde Josué hasta 2 Reyes, llamados “la historia deuteronómica” porque claramente eran para ser
leídos a la luz del Deuteronomio. Como lo indica Gerhard von Rad, “…toman como normativa para
juzgar el pasado ciertos estándares establecidos exclusiva o principalmente en el Deuteronomio”
(Waltke 470-480). Los segmentos de enseñanza explicativa sobre el pacto de Dios incluidos ahí
constituyen un marco interpretativo que hace que el significado de eventos posteriores sea muy claro.
Las historias de Sansón, Gedeón y Débora, por ejemplo, son mucho más enigmáticas si no se leen con el
Deuteronomio en mente. Todo el desarrollo de la historia de la obra de Dios en el mundo que se
encuentra en la Biblia tiene imbricada una explicación.

Testimonio 1.2

El ejemplo supremo de interpretación son las explicaciones directas, y a veces indirectas, sobre la
identidad y la obra de Cristo. No sólo nos narra los hechos del nacimiento del niño (extraordinarias
como fueron las circunstancias), las enseñanzas de un predicador itinerante, su inmerecida crucifixión y
su milagrosa resurrección. Las Escrituras dicen que era el Cristo, nada menos que el Hijo de Dios. Esa es
una interpretación por excelencia de un evento, hecha muy explícitamente, en muchos pasajes. Pero se
necesita toda la historia bíblica desde Génesis hasta Apocalipsis para dar el contexto necesario para la
comprensión total del significado del evento cristológico.

Desde tiempos bíblicos, las Escrituras han sido consideradas un registro de la revelación divina, y todavía
lo son para muchos cristianos. ¿Pero es ese solo un registro humano de la revelación antecedente o es
un registro divino? Esta pregunta todavía se debate en la actualidad, por supuesto, pero el mismo Jesús
evidentemente creía que las Escrituras tenían la autoridad de Dios, como puede verse en textos como
Mateo 15:6-9 y Juan 10:35 (Wright 2011, 60). Más directamente, 2 Timoteo 3:16 dice: “Toda la Escritura
es inspirada por Dios…” En la tradición teológica, se asume que la inspiración se refiere a la acción del
Espíritu como supervisor de la escritura. También se refiere al producto de esa escritura, las Escrituras
en sí. De modo que según este punto de vista, y sin duda en el de Pablo, las Escrituras como proceso
fueron producto de inspiración divina, y en consecuencia constituyen un conjunto de escritos inspirados
(Grenz 396-397). En otras palabras, son la palabra de Dios para nosotros.

Testimonio 1.3

Los teólogos usualmente afirman que la revelación es más que el contenido de las Escrituras; es decir,
más que lo que nos revelan acerca de Dios. Que algunos académicos se enfoquen exclusivamente en el
contenido de las Escrituras como el locus o punto focal de la revelación ha causado mucho daño y
controversia. Volveremos a este punto más adelante. Pero la mayoría concuerda en que la revelación
incluye este contenido. En otras palabras, son un testimonio.

Esta función testimonial es esencial para que las Escrituras tengan poder. Las personas son criaturas
inteligentes. Su relación con Dios se basa en parte en el conocimiento de Dios y su historia. Si no fuera
así, muchos pasajes de las Escrituras no tendrían sentido. Llegan a la mente textos como estos: "¿Y
cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? "(Rom. 10:14
NVI) y "Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de
Cristo" (Romanos 10:17 NVI).

Testimonio 1.4

Los cristianos evangélicos enfatizan el papel testimonial. Pero muchos limitan las Escrituras solo a esta
función. Tal vez afirman que sí tienen poder de otras formas, pero en la práctica, esto no impacta sus
vidas. La Palabra de Dios la considera la base y la guía para el discipulado pero normalmente no se ve
como su causa. El resultado a menudo es un cristianismo poco profundo, aun en círculos donde se habla
mucho de la espiritualidad.

Mundo Proyectado 2.1


Un Mundo Proyectado 2.1

La Biblia puede también actuar en los lectores mediante su habilidad para proyectar otro
mundo. Las buenas historias transportan a los lectores a su mundo. ¿No es por eso por lo que a
la gente le gustan las películas? Podemos olvidarnos de nuestra vida real mientras dura la
película porque estamos en un mundo diferente. Los cineastas pueden evocar toda la gama de
emociones humanas al colocarnos en las circunstancias de otro conjunto de personajes. Nos
identificamos con ellos y nos hacemos parte de su lucha. Nos preocupamos por los obstáculos
que encuentran en el camino y nos enojamos con los que se les oponen o se niegan a
ayudarlos. Sus dificultades nos ponen ansiosos, pero aplaudimos cuando tienen éxito. Esta
identificación se da incluso cuando los personajes son muy diferentes a nosotros. A menudo
ponemos en pausa temporalmente nuestras propias creencias y valores por el bien de la
historia. Bruce Waltke resume así este efecto: “Una historia invita al lector a deponer su propio
sistema de pensamiento y entrar en el mundo de otros para ser llevado por el fluir de ese otro
mundo. Es así como el lector se convierte en un participante, parte del mundo de la narrativa”
(Waltke 104).

La narrativa también conlleva un sentido de persona que no puede lograr la descripción directa. La
literatura descriptiva puede categorizar a las personas en términos de sus rasgos. Pero la narrativa permite
que los espectadores o lectores lleguen a conocer a una persona mediante la descripción de sus
interacciones con el mundo a lo largo del tiempo” (Thiselton 1992, 567). La condición de persona se
revela en historias que muestran cómo actuaron en situaciones particulares. William Horden lo ilustra así:
“Un joven no se enamoran con un ejemplar de la categoría mujer, de veintidós años, hermosa, agradable,
ajustada socialmente, etc. Por el contrario, se enamora de Mary Jones y su amor se dirige precisamente a
aquellos aspectos de Mary que la hacen única” (Thiselton 1992, 568). Gracias a su dimensión temporal,
las historias nos permiten conocer a las personas, no simplemente saber acerca de ellas.

Mundo Proyectado 2.2

Las historias también pueden subvertir nuestras creencias y actitudes y retar nuestras premisas. Piense
en la parábola de los trabajadores en Mateo 20. Un hacendado contrata un grupo tras otro de
trabajadores a lo largo del día. Contrata el primer grupo por una tarifa, luego otro por un salario que
promete será “correcto”, luego otros grupos a mediodía, a las tres y a las cinco. Según Ernst Fuchs, los
que oían la historia ya habitaban en un mundo donde el trabajo era duro y el desempleo era una
amenaza (Thiselton 1980, 345). Cuando el patrón paga al final del día, la audiencia se alegra al oír que
les da el salario de un día completo a los que sólo trabajaron unas cuantas horas. El patrón es generoso;
ellos esperan en suspenso para ver cuánto recibirán los que trabajaron todo el día. De súbito, se
decepcionan al oír que el resto de los trabajadores reciben el mismo monto. Los oyentes sienten el
impacto de lo que parece ser injusto. Y lo más sorprendente es que Jesús, al narrar la historia, se pone
del lado del patrón. Se habían dejado llevar felices por la historia pero al final los toma por sorpresa y
hace muy evidente la diferencia entre el punto de vista sobre la gracia de Jesús y el de ellos. El mundo
de Jesús chocaba con el de ellos en una forma que podían sentir de manera casi visceral (Thiselton 1992,
567). Muchas historias contadas por Jesús y por los que hablan de Él en la Biblia se centran en el revés
que sufren las expectativas de los lectores, y que a menudo se dan al final de la narración. La escritura
puramente descriptiva o propositiva no puede tener el mismo impacto. Esto se debe en parte a que una
historia puede llevar a los lectores a su mundo, sorteando sus defensas durante el tiempo necesario
para poner en evidencia sus verdaderos prejuicios tal como son (Waltke 99).

Mundo Proyectado 2.3

Además de cuestionar nuestros puntos de vista sobre el mundo, las narrativas también nos pueden dar
un mundo en el cual vivir. Al atrapar nuestras emociones, pueden cambiar nuestros deseos y
disponernos a absorber gustosamente nuevos puntos de vista. Pueden cautivar a los lectores a seguir el
modelo que presentan los personajes principales de la historia, a aceptar sus valores y formas de
pensar. Karl Barth trata la historia de Jesús como una plantilla o modelo para nuestra propia vida. Las
Escrituras presentan un mundo moldeado por Jesús que se nos hace habitable. Las historias son por eso
ideales para “identificar y caracterizar al Dios bíblico” (Lindbeck 34).

Por “mundo proyectado” no queremos decir un lugar diferente según lo describen los personajes de una
historia que lo habitan, como otro planeta en una novela de ciencia ficción o como la Tierra Intermedia
en El señor de los anillos. Es cierto que un lector “vive” mentalmente en dichos lugares mientras lee.
Más bien, un mundo proyectado incluye un sistema cultural y lingüístico particular, con su propio
conjunto de valores, sus formas de categorizar las cosas, las personas y la conducta, y con una forma de
organizar el tiempo y el espacio. Podemos llamarlo una visión de mundo más un sistema de creencias.
Es una forma de pensar y ver toda la realidad. Piense en una película que haya visto, cuyo guionista
tenga una filosofía de la vida diferente a la suya. Si usted puso en pausa su propia visión del mundo por
un rato mientras duraba la película, quizás haya empezado a ver el mundo a través de los ojos del
personaje y se haya dado cuenta que se veía muy diferente de lo que usualmente es para usted. En esa
nueva forma de ver, usted podría categorizar como personas malas a alguna gente que en su mundo
real serían buenas personas. Y de repente usted quiere que en la película las cosas resulten de una
manera que usted nunca querría en la vida real. Esta es una pequeña idea de cómo un mundo
proyectado no es tanto un lugar y un tiempo diferentes, sino una visión de mundo diferente, una
manera diferente de ver y evaluar la realidad.

Mundo Proyectado 2.4

Las historias tienen la capacidad de proyectar nuevos mundos. Estos mundos pueden cambiar la
identidad que los lectores tienen de sí mismos, conforme ellos adoptan nuevas categorizaciones
de las personas y nuevas definiciones de lo que son metas y papeles valiosos en el
mundo. Según George Stroup, la narrativa de la propia identidad de una persona se transforma
al “colisionar” con otras narrativas (Thiselton 1992 568).

Una narrativa también invita a los lectores a fusionar su propio mundo con el mundo
proyectado. Nos hacen querer ayudar en la lucha del personaje. Piense en el evangelio de
Mateo, estructurado por cinco bloques de
enseñanzas de Jesús, separados por secciones de narrativas. La sección de la sexta
narrativa termina en 28:20, no con un último bloque de enseñanzas, sino con un llamado a que los
discípulos lleven ellos mismos las enseñanzas: ". . . enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado
a ustedes" (NVI. Carson 57). Gran parte de la Biblia nos insta, abiertamente o no, a adoptar su visión del
mundo y unirnos a su lucha.

No toda la Biblia está escrita en forma narrativa, por supuesto, pero ese género domina más que
cualquier otro (Waltke 93), y una historia subyace a las demás. Hasta hace pocas décadas, los
efectos de la narrativa bíblica como proyectora de un mundo no habían sido apreciados por la
mayoría de los biblistas conservadores. Eso se debe en gran parte a que tendían a pensar en los
libros históricos como si no fueran literarios. Los novelistas le prestan atención cuidadosa al
desarrollo de la trama, los personajes, el tono, el punto de vista, el manejo del tiempo y el
espacio, etc. Estos elementos del diseño literario son importantes para escribir historias
absorbentes y para evocar la respuesta deseada. En el mundo moderno, se acostumbra dividir las
obras escritas en las categorías de ficción y no-ficción y asociar cada una con ciertas
características. En mi país, si entra en una biblioteca ve de inmediato que se divide en esas dos
secciones, con sistemas de clasificación totalmente diferentes. Hasta muy entrado el siglo XX,
los biblistas consideraban que los libros bíblicos narrativos eran o historia o literatura. Para los
conservadores, su tarea era defender la historicidad de la Biblia e identificar las realidades
históricas exactas a las que se hacía referencia en los libros. Los rasgos literarios recibían poca
atención. Ahora, sin embargo, se reconoce ampliamente que los libros históricos son tanto
históricos como literarios. Son “representaciones creativas” de la historia, hermosamente
elaborados, con muchos de los mismos rasgos de la literatura de ficción. Solo difieren de la
ficción en el sentido de que son verídicos. Bruce Waltke dice que la historia y la ficción en la
Biblia no siempre se pueden distinguir entre sí por la forma (Waltke 99). La historia bíblica
tiene un enorme poder transformador porque está elaborada literariamente para hacer justamente
eso y porque es verídica.

Felicmente, los lectores no tienen que estar conscientes de la forma literaria de las narrativas que
leen para ser transformados por ellas. Pero ciertas formas de leer las historias pueden bloquear
sus efectos. Por ejemplo, si su forma de leer es analizar los componentes

gramaticales cláusula por cláusula sin volver a


leer toda la historia, puede que la historia no le impacte. O si realiza las operaciones de
observación, interpretación y aplicación, eso tampoco tendrá ningún impacto. Leer bien una
historia es como ir río abajo en una balsa: tiene que meterse en el asunto y en algún momento
dejarse llevar por la corriente. Pero si tan solo examina el río sistemáticamente (hace un mapa
del curso que lleva, mide profundidad, volumen y velocidad en muchos puntos, examina el agua
en el microscopio), nunca le va a cambiar.

Mundo Proyectado 2.5

En segundo lugar, un lector puede resistirse ante una historia. Puede ver una película escrita y
dirigida por ateos e incluso puede disfrutarla. Puede estar consciente de la visión de mundo que
proyecta, pero se resiste a que eche raíces en su propia vida. Esto es algo riesgosos, hasta cierto
punto. Es difícil imaginar que no tenga ningún efecto en nuestras percepciones o valores. Pero
puede haber una gran diferencia entre los efectos de una historia ante la que nos podemos resistir
y de una que aceptemos.

Santiago nos advierte del peligro de escuchar la palabra pero no hacer lo que dice. Tenemos que
dejarnos ser formados por la historia bíblica, escuchándola en sus propios términos y
comprometiéndonos a vivirla. Este es el punto central del discipulado. Vivir en la historia y
darle la bienvenida a su poder transformador es esencial.

Finalmente, debemos ser partícipes y permitir que el mundo proyectado en la Biblia nos forme a
través de la reflexión en torno a cómo debería ajustarse a él nuestro propio mundo
moderno. Esto incluye razonamiento analógico que requiere la obra del Espíritu pero ante el
cual debemos dirigir nuestros esfuerzos. Lindbeck lo explica así: “Como la voluntad de Dios
para con Jesús que se presenta en las narrativas canónicas (y comentada en las epístolas y otros)
es la voluntad de Dios para con nosotros, saber lo primero le da entendimiento a lo segundo en el
tanto hagamos las conexiones analógicas adecuadas entre Jesús en su entorno simbólico y de
mundo en el cual vivía y nosotros en que estamos en una situación sumamente diferente”
(Lindbeck 37). Esta es otra forma de decir que debemos contextualizar la historia bíblica. La
reflexión en torno a la forma en que nuestra vida, nuestras iglesias y nuestro mundo deberían
“ajustarse” a la historia constituye una tarea fundamental para los creyentes cristianos en todas
partes. Deben también, por supuesto, vivir esa historia juntos, luego leer más la historia de Dios
y reflexionar sobre ella y vivirla.

La contextualización, sin embargo, no siempre es una tarea complicada. La Biblia algunas veces
le atrapa si se deja. Recientemente, en mi clase para adultos en la iglesia, estudiamos la historia
de Zaqueo. Quería que aprendieran a contársela a personas que conocen y que no son cristianos
porque contiene la mayoría de los elementos del Evangelio resumidos en una historia corta e
interesante. Así conté la historia:

Cuando Jesucristo andaba las calles a veces mucha gente lo rodeaba. No siempre era fácil
acercarse a él.

Una vez había un hombre, llamado Zaqueo, que quería verlo. Tenía muy mala reputación. Era cobrador
de impuestos para el imperio romano y su ejército de ocupación. Traicionó a su pueblo judío al colaborar
con los enemigos. Cobró demasiado a la gente para hacerse más rico. Nadie quería relacionarse con un
hombre tan despreciable. Sus contactos con los romanos lo hicieron religiosamente impuro, por lo tanto
los judíos no querrían tocarlo, mucho menos comer con él o acercarse a su casa.

Pero ese día Zaqueo quería ver a Jesús. No lo podía por la multitud y porque era bajito.

Corrió a un lugar por donde Jesús tenía que pasar y subió a un árbol. Cuando Jesús con la multitud pasó
por allí, miró hacia arriba y le dijo, “Zaqueo, bájate porque tengo que hospedarme en tu casa.” Él bajó de
prisa y lo recibió con gusto. Pero la gente estaba muy consternada de que Jesús quisiera ir a la casa de un
hombre tan pecador.

Después de la comida, Zaqueo se levantó y le dijo a Jesús, “Voy a dar la mitad de mis riquezas a los
pobres y a devolver lo robado”.

Jesús le dijo, "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es descendiente de
Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido." (Lucas 19:9
DHH)

Entonces, Jesús estaba buscando a Zaqueo, mientras Zaqueo buscaba a Jesús!

Si buscas a Jesucristo, vas a saber que él está buscándote a ti. Así lo puedes conocer.

Si quieres conocerlo, Él entraría tu “casa” y cambiaría tu vida de adentro hacia afuera.


Tienes que confiar en él y dejarlo cambiar tus deseos y estilo de vida.

Después de contar la historia, leí el pasaje y luego hablé sobre cómo compartirlo, dividí la clase
en parejas para que practicaran contándose la historia entre sí. Pero antes de que comenzaran, un
hombre que rara vez habla interrumpió la clase y dijo “¿No vamos a hablar ahora sobre lo que
esto significa para nosotros? No soy recaudador de impuestos ni soy rico, pero yo era igual a
él”. Después, durante diez minutes y con lágrimas en los ojos, habló sobre cómo había sido
transformado de manera parecida. Me sorprendió mucho esta

manifestación y a la vez me di cuenta de que mi sorpresa


traicionaba mi actitud de que la historia era tan solo un pasaje de la Biblia que podría ser una
herramienta útil para evangelizar. Las historias son potentes; son como explosivos que, si no se
es cuidadoso, nos pueden estallar en las manos.

El lector que entra en esta historia se sorprende. Zaqueo, el hombre más despreciado en Jericó,
ni siquiera puede acercarse para ver a Jesús, pero el Señor detiene la procesión para llamarlo por
su nombre y luego, frente a todas las personas más fieles y creídas de la ciudad, Jesús dice que es
en su casa donde quiere alojarse. Es una colisión frontal de mundos, incluso en nuestros
días. Entonces, al final de la historia, ¿quién no quiere ser Zaqueo? ¿No quisiera usted que Jesús
escogiera su casa entre todas las casas de la ciudad, y que luego dijera sentado a su mesa: "Hoy
ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es descendiente de Abraham"?
Así es que mi amigo en la escuela dominical se vio atrapado por esta historia y esta se convirtió
en el argumento con el que explica su propia vida. Viva en las historias y ayude a los demás
para que también lo hagan, pero tenga cuidado, pueden estallar.
El poder de Dios 3.1

Además de funcionar como testimonio y como un mundo proyectado, la historia bíblica es la


acción de Dios mismo en su mundo.

Tradicionalmente, las teologías sistemáticas trataban la Palabra de Dios de manera separada de la obra y
la providencia de Dios (Vanhoozer 2010, 68). Luego, los teólogos neo ortodoxos definían la Palabra de
Dios como autorrevelación divina, que ocurría existencialmente conforme los lectores encontraban a Dios
en el texto. Esto parecía juntar la Palabra y la obra de Dios, pero los significados de las palabras de la
Biblia ya no era divinos sino humanos (Baillie 47). Los conservadores de mediados a finales del siglo
XX reaccionaron defendiendo de forma vigorosa la Palabra de Dios como un conjunto de verdades
proposicionales con autoridad ubicadas en la Biblia. Según esta enseñanza, la autoridad de la Biblia
parecía ser una propiedad formal del texto escrito en sí. Para los neo ortodoxos, la revelación era algo
que Dios hizo, mientras que para los conservadores, la revelación era algo que Dios dijo.

Poder de Dios 3.2


En décadas recientes, se ha utilizado la teoría de los hechos del habla para cuestionar la
dicotomía entre hacer y decir. El habla, según Kevin Vanhoozer, es una especie de acción. La
teoría de los actos del habla intenta describir lo que hacemos con las palabras al hablar. Dice que
un aspecto del significado del habla es lo que el hablante o escritor hace con sus palabras.

Se distingue entre el acto locucionario, el cual es la mera emisión de palabras como sonidos de la
boca, el acto ilocucionario, que es llevar a cabo un acto al decir algo, y el acto perlocucionario,
que es el efecto producido en el oyente. Se puede decir que lo segundo, el acto ilocucionario,
trata sobre la orientación o dirección de las palabras en la comunicación interpersonal.

Cuando alguien habla, está actuando sobre otra persona o grupo de personas. La comunicación es
un juego entre participantes. J. L. Austin explica que utilizamos palabras para hacer una gran
variedad de cosas:

Para determinar qué acto ilocucionario estamos realizando, tenemos que determinar de qué manera
estamos usando la locución:

• Preguntando o respondiendo a una pregunta


• Dando alguna información, afirmando o formulando una advertencia.
• Anunciando un veredicto o un propósito
• Dictando sentencia
• Concertando una entrevista, o haciendo una exhortación o una crítica
• Haciendo una identificación o una descripción

Y muchos otros semejantes. (Austin, 1971, 142-43)

Vanhoozer se pregunta, “¿Cómo es que los sonidos físicos y las marcas visibles (como la tinta en el
papel) llegan a ser un mensaje verbal, por ejemplo, una promesa? ¿Cómo podemos movernos de las
moléculas . . . en movimiento al significado?” (Vanhoozer 1998, 202). Para ellos, la diferencia principal
es que el significado viene de un acto comunicativo de un agente personal. Piense en la diferencia entre
un parpadeo y un guiño. El primero es nada más una reacción física mientras el otro tiene sentido. La
diferencia es precisamente que en el caso del guiño, la persona hace un acto comunicativo. Vanhoozer
dice que para ser un guiño, el acto necesita la intención por parte del actor, o sea, el acto tiene que ser
dirigido. Así tiene fuerza ilocucionaria que se dirige hacia una otra persona. Él afirma que en un texto
hay más que la comunicación de la intención del autor. Hay datos históricos, por ejemplo, que pueden ser
usados para un mejor entendimiento del pasado. Hay datos lingüísticos por los cuales podemos entender
mejor el idioma original. Sin embargo, dice que la mayoría de los textos, incluyendo la mayoría de los de
la Biblia, fueron escritos como actos de comunicación, a veces dirigidos a individuos, a veces a iglesias y
algunas veces a naciones enteras. Estos actos de comunicación son los que hacen que los textos tengan
sentido en vez de ser solo colecciones de letras.

Poder de Dios 3.3


Visto así, hablar es una forma de actuar en los demás. La acción está encadenada al significado
de las palabras, y no se da separada de él. Por ende, dice Vanhoozer, la revelación como habla
no debe establecerse en oposición a la revelación como actuación. Esto resuelve el impase entre
los neo ortodoxos, quienes sostenían que la revelación no era el habla de Dios, sino el hacer –
revelarse a sí mismo—y los conservadores, que afirmaban que Dios no estaba haciendo,
actuando, sino hablando. Ambas partes habían asumido una dicotomía falsa. Ya que la
intención del hablante (o la acción dirigida, incluyendo el revelarse a sí mismo) y el significado
de sus palabras coinciden entre sí, Dios logra ambas cosas en las Escrituras (Vanhoozer 2010,
68).

Sin embargo, antes de ampliar lo que significa este enfoque para entender el poder de la palabra
de Dios, nos tomaremos un momento para pensar en la objeción planteada por Paul Ricoeur y
sus seguidores. Ricoeur consideraba que el discurso era “algo dicho por alguien a alguien sobre
algo”, lo cual tiene fuerza ilocucionaria (Vanhoozer 2002, 189). No obstante, para él esto era
cierto sólo en el discurso oral. Una vez escrito, un texto se convertía en “discurso fijado por la
escritura”, un “producto” separado de ese alguien que lo escribió. José

Severino Croatto lo explica así: "En el texto desaparece el


emisor original. El autor . . . 'muere' en el acto mismo de codificar su mensaje" (Croatto
32). Esto significa que los textos escritos no tienen fuerza ilocucionaria y, por lo tanto, no
tienen significados estables que fueron determinados por sus autores. Pero ni Ricoeur ni Croatto
no explican cómo es que un texto sigue siendo discurso sin esta fuerza; es decir, sin ser el acto
del habla de “alguien” (Vanhoozer 2002, 190). El peso de la prueba está en Ricoeur, dada su
definición de discurso, y dado que en las prácticas diarias de lectura normalmente suponemos
que el significado de los textos está unido con lo que el escritor quiso decir, incluyendo su fuerza
ilocucionaria. A lo largo de toda la Biblia misma, se cree que los textos retendrían su
fuerza. Deuteronomio 31:26 da un ejemplo claro: "Tomad este libro de la Ley y ponedlo al lado
del Arca del pacto de Jehová, vuestro Dios; que esté allí como testigo contra ti"
(RVR. Vanhoozer 2002, 190).

Poder de Dios 3.4

Con la fuerza ilocucionaria del texto bíblico, Dios actúa en los lectores. El se revela mediante el
significado del texto y no en forma separada de él. Cuando leemos el texto y lo entendemos,
Dios está actuando en nosotros con su habla escrita. Pero alguna de la fuerza del texto requiere
que veamos porciones extensas del mismo como un todo. Por ejemplo, el libro de Jonás sobre
todo satiriza las actitudes etnocéntricas y egocéntricas que evidentemente estaban presentes en
Judea e Israel. Ridiculiza los celos de Jonás ante la bendición de Dios sobre Nínive y finaliza
con él abrasándose en el sol, más preocupado más por una enredadera que por el pueblo que Dios
quiere salvar. Pero el libro no va a actuar en nosotros como una sátira a menos que lo leamos
hasta el final. Si nos detenemos antes del último capítulo, nos perderemos el punto clave así
como la intención de la fuerza. Vanhoozer dice que lo mismo es cierto a nivel canónico. Gran
parte de lo que Dios quiere hacer para nosotros a través del significado de la Biblia
se pierde si no leemos los pasajes con la totalidad de la historia en mente
(Vanhoozer 2002, 193).
La autoridad de la Biblia no es una propiedad formal del texto en sí sino que se deriva de la persona de
Dios mismo. La autoridad de la Biblia es realmente la autoridad de Dios haciendo su obra a través de la
palabra escrita. La escritura es una función de la obra del Espíritu en la inspiración. Muchos textos
bíblicos reflejan este enfoque de la palabra de Dios como sus actos de poder. N. T. Wright cita los
siguientes:

Por la palabra del Señor fueron creados los cielos,

y por el soplo de su boca, las estrellas. Salmos 33:6 NVI


______________

¿No es mi palabra como un fuego, dice Jehová,

y como un martillo que quebranta la piedra? Jeremías 23:29 RVR

_______________

Así como la lluvia y la nieve

descienden del cielo. . .

así es también la palabra que sale de mi boca:

No volverá a mí vacía,

sino que hará lo que yo deseo

y cumplirá con mis propósitos. Isaías 55:10-11 NVI

La obra de Dios a través de su palabra es una forma principal en la que El lleva a cabo su
proyecto en el mundo. Su reino, su dominio, es extendido mediante la palabra. Ella
cumple con Su mission.
Poder de Dios 3.5

Esto significa también que la palabra de Dios es personal. No es tanto un conjunto de reglas que
hay que obedecer como un mensaje de nuestro Señor. Alan Jacobs dice: “Las palabras importan
porque fluyen de boca de las personas” (McKnight 96). Como súbditos de Dios leemos la Biblia
cuidadosamente, escuchándola con atención de modo que a través de su significado (no aparte de
él) Dios nos hable y obre en nosotros. La naturaleza personal de la palabra de Dios es la única
explicación en torno al amor que vemos en las Escrituras hacía ella (McKnight 85). Lea estos
versículos del Salmo 119, NVI, y pregúntese por qué el salmista ama la palabra.

Me deleitaré en tus estatutos, y no olvidaré tu palabra. v.16

Quebrantada está mi alma anhelando tus ordenanzas en todo tiempo. v.20

También tus testimonios son mi deleite; ellos son mis consejeros. v. 24

Hazme andar por la senda de tus mandamientos, porque en ella me deleito. v. 35

Y me deleitaré en tus mandamientos, los cuales amo. v.47

Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos.68

Mejor es para mí la ley de tu boca que millares de piezas de oro y de plata. 72

¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca v.103

El Salmista delieta en la Ley precisamente porque es el habla de Dios. O mejor aún, como Alan
Jacob diría, la Palabra importa porque fluye de la boca de Dios. En eso está el poder y autoridad
de las Escrituras.

En resumen, la Palabra es un medio indispensable por el cual Dios actúa sobre nosotros. Esto ocurre por
medio de nuestra comprensión del texto y no aparte de ella. Su significado (incluyendo su fuerza
illocucionaria) está acarreada por las grandes unidades literarias de la biblia, de tal modo que entenderlo
bien exige conocer los argumentos de los libros enteros y la gran historia contada por el canon en
conjunto. También se exige morar en el mundo proyectado por esta historia, dejando que uno sea
transformado y vivirla en formas contextualizadas en el mundo presente.

También podría gustarte