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Historia del Paraguay.

Siglo XVII. Expansión y retracción.

El siglo XVII fue de acontecimientos contradictorios, de graves consecuencias para


la provincia. expansión poblacional y colonizadora iniciada por Irala en la región del
Guairá, fue continuada por otros capitanes: Ruy Díaz Melgarejo, Alonso Riquelme
de Guzmán y su hijo, el mancebo asunceno Ruy Díaz de Guzmán, fundador de
Santiago de Jeréz, sobre el Monterey, muy al norte del Apa, en 1593. Luego, ya en
el siglo XVII, la incorporación de los jesuitas hizo posible el establecimiento de los
primeros pueblos misioneros jesuitas, sobre el Parapanema, arriba de los Saltos.
Antes de cumplirse la segunda década del siglo y por iniciativa de Hernandarias,
cuyo proyecto fue modificado por el Virrey del Perú, se produjo la decisión de la
Provincia; pocos años después, la irrupción bandeirante barrió con los
asentamientos laicos y religiosos, y España perdió inmensos territorios al oeste de
la línea de Tordesillas y hacia el sud entre el río Uruguay y el Atlántico. 

Gobiernos de Hernandarias.

El fallecimiento del gobernador Valdez y de la Banda, en diciembre de 1600,


produjo la vacancia en la titularidad de la gobernación del Paraguay y el Río de la
Plata. Para 1602, ya radicaban en la Provincia dos nombramientos a favor del
criollo asunceno: uno del Virrey de Perú y otro de la misma Corona, que
Hernandarias recibió de Santa Fe, estando ya en ejercicio del Gobierno.
Hernandarias, que posee grandes estancias en la mesopotamia argentina, reside
más en Santa Fe que en la capital de su gobernación, Asunción; y se ocupa más
de las cuestiones del estuario que de los problemas paraguayos. En la Asunción
gobierna en carácter de Teniendo de Gobernador, Antonio de Añasco, su cuñado.
El centro de interés que paulatinamente se desplaza hacia el estuario, se explica
por las posibilidades que ofrecía su condición de puerto marítimo. Frente a esas
posibilidades, la Provincia paraguaya no ofrecía sino la pobre rutina de la actividad
agropecuaria, de bienes en especies, sin dinero. 

Por el tiempo referido, Hernandarias ejerció la titularidad de la gobernación en dos


ocasiones: 102/04 y 161/21. Su actuación no siempre benefició a la provincia, que
ya entonces empezó a sufrir la sorda oposición de los intereses políticos y
económicos de las ciudades de costa abajo, Buenos Aires y Santa Fe. De su
preocupación por los problemas sociales y culturales hay múltiples testimonios, los
más importantes son; Ordenanzas de protección al indígena, de 1598 y 1608; la
reunión del Sínodo asunceno con el Obispo asunceno con el Obispo Martín
Ignacio de Loyola, cuya decisión de incuestionable trascendencia fue la de utilizar
el guaraní como idioma de evangelización, a cuyo efecto fue adoptado el
Catecismo en idioma nativo del franciscano fray Luis Bolaños, con agregados de P.
Roque González de Santa Cruz.

Creaciones educativas y culturales.


Historia del Paraguay.

En el orden educativo y cultural, fueron frutos de la preocupación de Hernandarias,


la Casa de Recogidas y Huérfanas, la Escuela-Colegio del P. Francisco de
Zaldívar, criollo paraguayo graduado en la Universidad de San Marcos, de Lima y
el Colegio Jesuítico en Asunción, que funcionó desde 1610.

Años más tarde, la Junta de doctos y peritos en idioma guaraní, en su mayoría


clérigos naturales de la Provincia y con grado universitario de licenciados, se
pronunció una vez más en favor del referido catecismo, cuestionado por el Obispo
Cárdenas.

La protección a los pueblos indígenas.

Para los primeros conquistadores los indios fueron esclavos, opinión que fue
contrarrestada por connotados juristas como Fray Francisco de Vitoria, quien
escribió varios libros en los que señalaba la igualdad entre españoles e indios,
obteniendo con ello que el rey los declarase libres. Estos, en su condición de libres
y vasallos de la corona debían, al igual que los demás españoles, pagar un tribuyo,
que en los hechos era impracticable, debido a que los nativos carecían de los
medios económicos para cumplir con dicha carga.

Así surgió una de las instituciones más discutibles del régimen colonial: la
encomienda.

La encomienda no fue un instrumento nuevo ideado para las Indias, pues durante
la Edad Media las personas debían “encomendarse a un señor” para que éste los
protegiera, así nació el sistema feudal. Con algunas modificaciones, este régimen
de origen feudal fue implantado en América.

Ante la imposibilidad de pagar tributos en moneda y la necesidad de explotar las


ricas tierras, los indios debían trabajar bajo las órdenes de los conquistadores. Este
sistema fue utilizado por primera vez en La Española y se difundió por todo el
continente. El encomendero debía cristianizar al indio, es decir enseñarle la fe
católica, vestirlo, educarlo y alimentarlo. El indio, por su parte debía obedecer al
español y no podía mudarse de su casa.

El Protector de Naturales.

Como fruto de la obra lascasiana la corona Española amplió en sus colonias el


aparato administrativo general y local, específicamente en lo concerniente a la
Rama Jurídica, con el ánimo de implementar una política de defensa del indígena
siempre y cuando esto no interfiriera de manera sustantiva en los principios
económicos de la Metrópoli.

Por eso, desde la primera mitad del siglo XVI se instituyeron en las diversas áreas
coloniales los protectores de naturales, que tenían como tarea primordial la
representación legal de la población indígena en los distintos juicios y litigios que
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se presentaban; se constituyeron en jueces de paz y velaron desde la misma base


del Poder Judicial por la suerte de la sociedad nativa.

Una de las razones de la Protectoría de Naturales en las colonias españolas en


América estuvo cifrada en la concepción paternalista que el rey tenía sobre sus
súbditos. En Castilla, el soberano velaba por la suerte de los indigentes, se
consideraba como tales a ancianos, huérfanos y viudas. Este concepto se amplió a
otros grupos sociales posteriormente, estimados de igual manera como miserables.
La tradición se trasladó a las colonias, a partir del poblamiento y se incluyó a los
indios en esta categoría.

Las ordenanzas de Alfaro.

En 1612 el oidor don Francisco de Alfaro dictó las ordenanzas que disponían la
creación de pueblos de indios en las remotas fronteras del Río de la Plata,
Paraguay y Tucumán. Para ser considerados tales, las antiguas aldeas indígenas -
o las escasas familias dispersas que a menudo las habían reemplazado- debían
ser fijadas en tierras propias e inalienables y contar con un sistema de autoridades
que sumaba a los caciques tradicionales un número variable de alcaldes y
regidores. La reducción, asimismo, apuntaba a facilitar el adoctrinamiento religioso
y la recaudación de un tributo, de cinco o diez pesos de acuerdo a la antigüedad de
la encomienda, que reemplazaría al generalizado y oprobioso servicio personal.

La división de 1617.

Una iniciativa planteada con serios fundamentos; la erección del territorio del
Guaira en una Gobernación independiente, para atender mejor su desarrollo y
seguridad, fue malograda a causa de un dictamen del Virrey del Perú, marqués de
Montesclaros, que desvirtuó el proyecto original. De ellos resultó, en virtud de la
Real Cédula del 16 de diciembre de 1617, la división lisa y llana del extenso
territorio en 2 Gobernaciones o Provincias: 1) del Río de la Plata, con capital
Buenos Aires; y las ciudades de Santa Fe, Corrientes y Concepción del Bermejo, 2)
del Guaira o Paraguay, con capital Asunción; y las ciudades de Villa Rica, Ciudad
Real y Santiago de Jeréz. Obviamente, las ciudades del Guairá siguieron tan
lejanas y desprotegidas, y a breve plazo fueron arrasadas por los bandeirantes.
Sólo se salvó Villa Rica mediante un sacrificado proceso de sucesivas traslaciones.

La división de 1617 significó una pérdida imponderable que marcó el destino


geopolítico del Paraguay. La Asunción perdió su capitalidad rioplatense; la
Provincia fue privada de extensos y valiosos territorios y de su litoral marítimo.
Convertida en unidad política mediterránea, sufrió abusos y expoliaciones de
ciudades que controlaban la navegación fluvial; Santa Fe y Buenos Aires, que
habían surgido, irónicamente, como frutos del esfuerzo fundacional de la colonia
asuncena. Y una cuestión de insospechada producción y con no menos graves
consecuencias: la disposición divisoria no fijó línea limítrofe, aplicándose en la
práctica los límites jurisdiccionales fijados por Hernandarias en 1598. Como
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consecuencia de esa imprecisión en la definición de límites, ya en la época


independiente, surgiría la disputa por el territorio de Misiones allende al Paraná y
por el Chaco entre el Pilcomayo y el Bermejo.

La obra jesuítica.

Las órdenes religiosas cumplieron una destacadísima labor en la Provincia; puede


afirmarse que en toda la gran empresa de integración de la cultura paraguaya,
nunca estuvo ausente el elemento religioso. Desde la fundación de la Asunción, los
religiosos trabajaron a hombro con los conquistadores en la tarea de incorporación
de la población nativa a la civilización de los conquistadores. Fundación de
reducciones y pueblos, evangelización, educación, organización de la familia de
acuerdo a los principios de la religión católica, constituyen apenas un esquema de
una sacrificada labor, en los arduos días de la conquista y colonización.

Hernandarias, su hermano el Obispo Trejo y Sanabria y el Cabildo asunceno,


fueron los principales responsables de la presencia jesuítica en la Provincia, con 2
objetivos fundamentales; a) la obra misional y b) la habilitación de una institución
de estudios superiores, en la Asunción. A este efecto, el Cabildo asunceno proveyó
al predio necesario y el Gobernador de Hernandarias y algunos vecinos, los medios
económicos indispensables.

Desprendida de la Córdoba y Tucumán, la Provincia Jesuítica del Paraguay, fue


organizada por el P. Diego de Torres, su primer Provincial, quien llegó a 1607 y
congenió admirablemente con el ya notable Hernandarias. Los jesuitas integraron
un valioso contingente de varias nacionalidades, se abocaron con total dedicación
a la obra misional y muchos de ellos ganaron la palma del martirio en el
cumplimiento de su apostolado. Entre ellos el asunceno Roque González de
Santacruz.
Organización y territorio

Desde temprano los jesuitas fijaron su atención en el Paraguay. Ya en 1556 San


Ignacio de Loyola habló en una carta de que se solicitaban misioneros del
Paraguay. Los primeros trabajos estuvieron a cargo de los padres Tomás Field y
José Ortega. En 1604 el padre Diego de Torres fundó la Provincia Jesuítica
del Paraguay. En 1610 se fundó la reducción de San Ignacio Guazú, a los pocos
años surgían Itapúa, Concepción, San Nicolás, San Javier, Yapeyú, se fundaban
las reducciones del Guairá que fueron atacadas por los bandeiras paulistas que
asolaron los pueblos en flor y cautivaron más de 60mil indios para venderlos como
esclavos. También fueron fundadas las reducciones de San Estanislao, San
Joaquín y Belén. Los jesuitas tenían establecimientos ganaderos en Paraguarí,
Tacuary y Ca’añave y tierras en San Lorenzo, Barsequillo.

Estructura social y política de las misiones jesuíticas.


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Una gran plaza constituía el centro de cada reducción. En uno de los lados se
elevaba la iglesia que tenía sus costados de casa de los padres, la morada de las
viudas, escuelas, etc. Al frente de cada misión actuaba un cura como único párroco
quien era el director de la misión de todas las reducciones. Cuatro sacerdotes
dirigían una misión: el Rector que tenía la máxima autoridad, el Doctrinero que
propagaba la doctrina cristiana, Despensero que atendía el aprovisionamiento del
pueblo, y el Auxiliar o Coadjutor que estaba a las órdenes del Rector para tratar
directamente con los indios. Las autoridades se elegían entre los indios, el alcalde
formaba parte del cabildo y administraba justicia, capitán tenía a su cargo la
formación, instrucción y comando del ejército. El protector de los indios vigilaba el
cumplimiento de las leyes que amparaban a los indios. El visitador informaba los
abusos.

El sistema económico
Era colectivista. Desarrollaron todos los valores de la agricultura, alcanzaron su
desarrollo pleno y se habilitaron telares para la confección de tejidos, se sumaron
los aportes europeos como la caña de azúcar, cereales, la yerba mate producida y
exportada, también la ganadería dejó ganancias. El régimen de producción y
consumo en las reducciones era un estricto cooperativismo. El producido de esas
labores integraba el Tupa mba’e cosa o propiedad de Dios y el trabajo y la
producción privada integraba el Aba mba’e
Cultura y arte de las misiones.
Excepcional por su número y perfección fue la escultura y la imaginería misionera,
los trabajos fueron realizados indígenas bajo la dirección de instructores religiosos,
objetos trabajados: púlpitos, altares, retablos, columnatas, imágenes, etc. Artesanía
en cuero repujado, tejidos de algodón y lana. También están las ruinas y otros
miles obras de arte que ahora se encuentran en los museos y colecciones
particulares de América y Europa. Muchos indios se hicieron músicos, escultores,
pintores. Se creó la imprenta. El primer libro que salió de la imprenta fue
Martirologio Romano, y el segundo el de Nierember Diferencia entre lo Temporal y
lo Eterno traducido al guaraní.
La lucha con los bandeirantes.
En San Pablo se había organizado la famosas bandeiras: grupos de
conquistadores portugueses que penetraban hacia el oeste en busca de oro y
recogían indios para esclavizarlos y venderlos en las fazendas de la costa y del
Norte. Las bandeiras destruyeron recientes reducciones. Los portugueses cayeron
sobre los pueblos de la guaira llevándose miles de guaraníes. Luego de una
invasión de mamelucos en 1666 Villarrica tuvo que dejar su asentamiento. El
cabildo de asunción organizo una expedición que derroco a los bandeirantes, pero
no pudo rescatar a miles de guaraníes que habían sido despachados hacia la
costa.
La defensa del dominio español la realizaron los padres de la compañía con sus
indios y los vecinos de Asunción sin ningún apoyo de la corona.
Expulsión de los jesuitas
La relación entre los jesuitas y las autoridades provinciales fueron siempre
empañadas por incidentes.
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La orden de San Francisco fomentaba este desacuerdo todas las veces que le era
posible. El Gobernador General Martin de Ledesma y Valderrama visito las
Misiones del Paraná para someterlos a su dominio, esto no agrado a los jesuitas
que admiraban a una cierta independencia política. Bernardino de Cárdenas,
persiguió a los jesuitas, los que fueron amparados por el gobernador Gregoria de
Hinestroza. El obispo excomulgo al Gobernador y encabezo un alzamiento armado
contra la autoridad civil y política. En 1649 Cárdenas se nombró Gobernador y
regreso al Paraguay para echar a los jesuitas de Asunción. El rey de España
Carlos III decreto en 1767 la expulsión de los jesuitas de su reino, el rey de
Portugal decreto lo mismo un tiempo antes. Los indios reducidos pasaron a
depender de las Órdenes de Santo Domingo, San Francisco y la Merced.

Bibliografía.
Manual de historia del Paraguay, Luis G. Benitez.
Historia del Paraguay, Mary Monte de López Moreira.
Santiago del Estero y sus pueblos de indios. De las ordenanzas de Alfaro
(1612) a las guerras de independencia, Judith Farberman.
Los protectores de naturales en la Audiencia de Quito: siglos XVII y XVIII,
Diana Bonnett Vélez.

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