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Mariana Zapata - Hands Down
Mariana Zapata - Hands Down
2
CRÉDITOS
MODERADORA
Mimi
TRADUCTORAS
Mona
Mimi
AnaVelaM
Guadalupe_hyuga
VanillaSoft
3
CORRECCIÓN
Maria_Clio88
Mimi
REVISIÓN FINAL
Mimi
DISEÑO
Dabria Rose
ÍNDICE
Sinopsis ..................................................................................................................................... 5
Uno ............................................................................................................................................ 7
Dos .......................................................................................................................................... 16
Tres.......................................................................................................................................... 24
Cuatro ..................................................................................................................................... 54
Cinco........................................................................................................................................ 73
Seis .......................................................................................................................................... 90
Siete ...................................................................................................................................... 117
Ocho ...................................................................................................................................... 141
Nueve .................................................................................................................................... 151
Diez........................................................................................................................................ 166
Once ...................................................................................................................................... 180
4
Doce ...................................................................................................................................... 201
Trece ..................................................................................................................................... 217
Catorce .................................................................................................................................. 251
Quince ................................................................................................................................... 269
Dieciséis ................................................................................................................................ 283
Diecisiete ............................................................................................................................... 315
Dieciocho............................................................................................................................... 330
Diecinueve............................................................................................................................. 341
Veinte .................................................................................................................................... 354
Veintiuno............................................................................................................................... 367
Veintidós ............................................................................................................................... 375
Veintitrés............................................................................................................................... 389
Veinticuatro .......................................................................................................................... 418
Veinticinco ............................................................................................................................ 438
Epílogo .................................................................................................................................. 439
Sobre la autora...................................................................................................................... 444
SINOPSIS
Antes de que fuese Big Texas, era Zac el Snack Pack.
Bianca Brannen sabe que el tiempo, en su mayor parte, sana todas
las heridas. Incluyendo esas que tus una vez seres queridos podrían
haberte dado sin querer. (Esas simplemente toman más tiempo).
Piensa que está lista cuando una llamada la lleva de nuevo a la vida
de su viejo amigo. O, al menos, tan lista como es posible para ver al
quarterback titular de la NFO. Antes de las luces, los fans y los millones, él
había sido un niño flaco con un corazón de oro.
Salir de la vida de Zac Travis debería ser fácil. Tan fácil como fue para
él salir de su vida.
5
Para mi mejor amigo
y profesor.
El absoluto amor de mi vida.
Dorian,
este libro y toda mi vida,
están dedicados a tu memoria.
6
UNO
—¡Se corrió la voz! Los Oklahoma Thunderbirds han firmado con el
quarterback Damarcus Williams un acuerdo de dos años por valor de 25
millones de dólares. Este acuerdo se produce semanas después de que la
organización anunciara que Zac Travis quedaría libre en la agencia después
de cinco temporadas en Oklahoma City. Michael B., ¿se ha acabado para
Travis el puesto de quarterback titular en la NFO?
El hombre guapo con un traje gris oscuro en la televisión se enojó
visiblemente antes de inclinarse hacia la cámara.
—¿Lo has visto jugar estas dos últimas temporadas? ¡No sé por qué los
Thunderbirds esperaron tanto tiempo para quitarlo de la lista! Quiero decir,
¿estás bromeando? A lo largo de su carrera, ¡solo ha logrado llevar a un
equipo a los playoffs dos veces! ¿Qué...?
—Blanca, ¿qué estás haciendo?
Mierda.
Apartando la mirada al instante de los subtítulos que parpadeaban en 7
la parte inferior de la pantalla de la televisión a la que había mirado desde
unos cinco metros de distancia, apenas pude pensar en lo que estaba
haciendo antes de que la imagen de un hombre de aspecto familiar con un
uniforme de fútbol gris, blanco y naranja me llamara la atención.
Como él siempre lo había hecho.
—Cambiando de canal —contesté al hombre del otro lado del
mostrador tras el que estaba parada. Levanté el mando en la palma de mi
mano como prueba.
¿Acaba de llamarme Blanca otra vez?
Sabía sin duda alguna que mi nuevo jefe estaba tratando de
atraparme por no trabajar. Siempre merodeando a mi alrededor,
apareciendo de la nada cuando menos lo esperabas. Por suerte,
probablemente solo había estado viendo la televisión durante un minuto.
Lo suficiente para reconocer al hombre del que hablaban los comentaristas
de The Sports Network y ver el comienzo de su discusión.
Mi jefe, uno de mis tres nuevos jefes, si era precisa, me miró fijamente
desde donde estaba al otro lado del mostrador, pensando que mentía o
tratando de averiguar cómo darle la vuelta a lo que había estado haciendo
para tener una excusa para quejarse.
Porque eso era lo que él hacía… muy bien, desafortunadamente.
Tan bien que la mayoría de mis compañeros de trabajo habían
renunciado en el último mes desde que el gimnasio había sido oficialmente
tomado por sus nuevos propietarios. Imbécil 1, Imbécil 2, y el tipo decente
que desafortunadamente nunca estaba cerca y que también podría ser un
imbécil si alguna vez pasara más de cinco minutos en Maio House. Así es
como nos referíamos a ellos, al menos a los que quedábamos.
Está bien, quizá solo éramos Deepa y yo, pero lo dudaba mucho.
—Uno de los miembros me preguntó si podía cambiarlo. —Tampoco
me iba a sentir mal por ello, sobre todo cuando él seguía masacrando mi
nombre después de tanto tiempo de conocernos. Lo corregí al menos diez
veces y se lo deletreé dos veces, tal vez más. Bianca Maria Brannen.
Bianca porque mi hermana me había puesto el nombre, Maria por la
abuela de mi madre, su abuela y Brannen porque... era el apellido de mi
padre—. Y es Bianca. Con una I. No con una L —corregí al hombre que
ahora se encargaba de firmar mis cheques de pago, tocando en vano la
etiqueta con el nombre en el lado izquierdo de mi pecho con una sonrisa
forzada al doscientos por ciento. Respecto a esto último, necesitaba sacarlo
de aquí y llevarlo a su oficina antes de que realmente encontrara algo de
qué quejarse.
Por otra parte, como había aprendido, podía encontrar algo malo en...
bueno, en todo.
8
—¿Necesitabas algo?
Además de una vida y un cambio de personalidad. Tal vez también
múltiples enemas, para sacar lo que había alojado en su culo.
Mi jefe me miró durante un segundo más mientras se apoyaba en el
mostrador detrás del cual me habían contratado hace casi tres años para
trabajar. La recepción de un gimnasio era un lugar en el que había
disfrutado trabajar hasta hace exactamente un mes.
No necesité mirar el frente del mostrador para saber que las palabras
MAIO HOUSE estaban pintadas delante. El mundialmente famoso
gimnasio no había cambiado de nombre cuando se vendió oficialmente
hace unas semanas. Los tres inversores, uno de los cuales era Gunner, el
hombre que no podía recordar mi nombre para salvar su vida, compraron
la marca y el legado detrás de un gimnasio. Maio House había estado en la
familia DeMaio durante setenta y tantos años y había formado docenas de
atletas de clase mundial, empezando con boxeadores cuando abrió, y
ahora atletas de artes marciales mixtas.
La atmósfera había sido genial antes. Los miembros eran casi todos
agradables y me habían gustado mis compañeros de trabajo. Los DeMaio
también habían sido los mejores propietarios y gerentes.
Un día, de repente, el señor DeMaio nos dijo que iba a venderlo.
Había sido el principio del fin. Para el primer viernes después de que
se hiciera oficial la venta, uno de los otros empleados de la recepción, dos
personas que atendían el bar de jugos, y el asistente del gerente habían
renunciado. En la semana siguiente, otros dos empleados de recepción, el
conserje y el gerente del gimnasio de dos años también habían renunciado.
Principalmente por este encantador ser humano.
Él apestaba.
A propósito hice que mi sonrisa fuera aún más grande mientras
esperaba que el jefe más malo que jamás hubiera tenido me dijera si
realmente necesitaba algo.
Porque ambos sabíamos muy bien que no lo hacía. Solo estaba siendo
un micro administrador que amaba acosar a sus empleados, y hoy fue mi
día de suerte. Hurra.
—No —respondió Gunner, el luchador retirado de la United Fighting
League, con esa molesta mirada en blanco que me hizo preguntarme si
había intentado usarla en la jaula en su mejor momento. Lo había
buscado el primer día que me había molestado por beber un batido detrás
de la recepción. “No sé cómo hacían las cosas aquí antes”, había tratado de
decirme la pesadilla dos días después de que había empezado a trabajar
aquí, “pero no se permite comida detrás del mostrador, aunque sea un
batido del bar de jugos. Y tampoco hay descuentos. Pagas el precio que está 9
en la pizarra como todos los demás”.
En primer lugar, ni siquiera me habían hecho un descuento cuando
mi compañero de trabajo me hizo el batido. Lo había comprado por el
precio completo. La única vez que tuve descuentos fue cuando uno de los
gerentes o dueños me lo ofreció en el momento. En segundo lugar, no
había sido como si me lo hubiera bebido delante de los clientes. Había
bebido entre la gente que iba y venía, mientras me agachaba detrás del
mostrador porque tuve que saltarme el almuerzo. ¿Y por qué tuve que
saltarme mi almuerzo? Porque mi compañera de trabajo lo había dejado el
día anterior después de que Gunner se quejara por pedirle llegar tarde
para poder llevar a su hijo al médico.
—No te pago para que estés viendo la televisión, recuérdalo —dijo el
hombre en ese tono que me hizo pelear para no poner los ojos en blanco.
Recuérdalo.
Imbécil.
Sintiendo que mis dedos se curvaban instantáneamente en puños por
sí solos, me costó mantener mi expresión neutra y mis ojos del ancho
normal antes de que lograra decirle a mi jefe tan dulcemente como fuera
humanamente posible, sonriendo sarcásticamente:
—Lo sé. No te preocupes.
De lo que tenía que preocuparse era que le metieran un pie en el culo.
No entendía cómo diablos pasé de disfrutar de trabajar aquí, de mis
compañeros y de la mayoría de los miembros, a sentarme en mi auto,
esperar hasta el último minuto y tener las llaves en la mano un minuto
antes de terminar mi turno. En su mayoría. Incluso había empezado a
revisar el horario para ver qué días se suponía que Gunner iba a venir
para poder prepararme mentalmente.
El molesto imbécil de Gunner golpeó sus nudillos contra el mostrador
una última vez antes de irse. Lo vi rodear el escritorio hacia la puerta que
llevaba al camino que conectaba la parte del gimnasio del edificio en el que
trabajaba con el otro edificio de al lado que albergaba lo que llamábamos
la sección de MMA, ya que la mayoría de las personas que entrenaban allí
eran luchadores.
Necesitaba salir de aquí.
Y un día, pronto, lo haría.
Primero, necesitaba que Deepa encontrara otro trabajo para no
sentirme mal dejándola sola con este imbécil. Había estado hablando de
ello al menos una vez al día, pero aún no se había comprometido a dejarlo
por mucho que odiara soportar a Gunner también. Con suerte, más pronto
que tarde, ella realmente lo haría porque no estaba segura de cuánto
tiempo más iba a durar aquí, incluso ahora que solo trabajaba a tiempo 10
parcial.
Necesitaba hablar con ella de nuevo lo antes posible. Tal vez mañana
por la mañana, cuando se suponía que iba a venir a mi apartamento a
ayudarme. Podríamos mirar las listas de trabajos durante nuestro
descanso. Sí, ese era un buen plan.
¿En qué estaba pensando antes de distraerme?
Una receta. Había estado tratando de elaborar una nueva receta en
mi cabeza. En eso pensaba cuando TSN, The Sports Network, mostró a ese
hombre familiar en la pantalla e inmediatamente fui a buscar el control
remoto para cambiar el canal. Me llevó un segundo volver a donde había
estado por última vez en el tren de las recetas. Los plátanos y el chocolate
eran lo más lejos que había llegado antes de que me distrajera y fuera
absorbida por lo que decían los comentaristas, a pesar de que no era así.
No era como si alguna vez dijeran algo bueno.
Pero en fin.
Todo el tiempo que pasaba pensando había sido mi parte favorita en
este trabajo antes. Era hora de que pudiera trabajar con ideas de recetas
en mi cabeza, sopesando sus pros y contras mientras me pagaban. Me
gustaba salir de casa y había hecho amigos aquí. Había sido una situación
en la que todos salían ganando.
Y entonces llegó Gunner.
Mi teléfono vibró contra mi nalga y miré a mi alrededor para
asegurarme de que el Imbécil 1 no había vuelto a entrar y no estaba
escondido a la vuelta de la esquina, esperando.
No lo estaba. Al menos estaba bastante segura de que no lo estaba.
Al sacarlo, eché un vistazo a la pantalla, esperando un mensaje de mi
hermana, ya que no había sabido nada de ella en todo el día.
No me decepcionó.
CONNIE AMA LA POLLA: ¿Necesito ayudarte a encontrar una cita
para la fiesta de los quince de Lola?
¿No estaba eso… a meses de distancia? ¿Y necesitabas una cita para
la fiesta de cumpleaños de una quinceañera? Claro, esa parte de la familia
se iba a gastar algo así como veinte mil dólares en la fiesta de mi prima
segunda; mi hermana me había llamado para decirme lo tontos que eran
por tirar el dinero de esa manera cuando todos sabíamos que no se lo
podían permitir. Para el quinceavo cumpleaños de Connie, nuestros padres
le habían comprado un auto antiguo que no funcionaba; ella todavía se
quejaba de ello. Para mi decimoquinto cumpleaños, mamá Lupe, mi
abuelita, me había dado dinero para ir a un parque de atracciones en San
Antonio, y mi primo Boogie me había llevado a pasar el día. Yo quería ir a
Disney, pero no había dinero en ese entonces. Mis padres me habían dicho
que me llevarían algún día, pero tenía veintisiete años y seguía esperando 11
que cumplieran esa promesa.
Pero finalmente iba a ir a Disney World este año, y estaba
emocionada. Era mi regalo para mí por haber sobrevivido a Kenny y su
mierda. Iba a celebrar mi futuro con orejas de ratón puestas.
Eché un vistazo para asegurarme de que el espeluznante imbécil de
Gunner no había aparecido aún por arte de magia y envié a mi hermana
una respuesta muy rápida.
Yo: ¿Necesito una cita?
Apenas había metido mi teléfono en el bolsillo cuando vibró con otro
mensaje entrante. Un segundo mensaje llegó antes de que pudiera sacarlo
de nuevo. Pero no eran de mi hermana.
Ambos eran de Boogie.
BOOGIE ES MI FAVORITO: Llámame en cuanto tengas
oportunidad.
BOOGIE ES MI FAVORITO: Por favor, B.
Podía contar con cero dedos el número de veces que mi primo, mi
primo favorito que era básicamente mi hermano y definitivamente uno de
mis mejores amigos, empatado con mi hermana, me había pedido que lo
llamara. Era alérgico a las llamadas telefónicas. Y rara vez me enviaba
mensajes los fines de semana, especialmente ahora que volvía a tener
novia.
Gunner podía aguantarse si me atrapaba; mi primo me necesitaba.
Pulsé el icono del teléfono en el mensaje y me lo puse en la oreja.
Boogie respondió al segundo tono, asustándome aún más. También podía
contar con una mano el número de veces que había respondido a
cualquier llamada de alguien al primer tono. Lo sabía. Había estado con él
mil veces cuando había mirado quién llamaba y luego había pasado veinte
segundos debatiendo si debía o no contestar.
—Bianca —susurró Boogie antes de que pudiera saludar o preguntar
qué pasaba—. Paw-Paw Travis está en el hospital.
—Oh. —Fue lo primero que salió de mi boca, sobre todo porque mi
cerebro todavía estaba obsesionado con necesitar una cita, la receta que
había estado tratando de descubrir, cuánto necesitaba salir de aquí y cuán
imbécil era Gunner. Pero lo entendí rápido. Fui directo al nombre que
había dicho. ¿Paw-Paw Travis? ¿Qué posibilidades había de...?—. Oh,
mierda. ¿Está bien?
Volví a mirar alrededor. La costa aún estaba despejada, por suerte. A
mi lado, la chica nueva que trabajaba en el bar de jugos me miró antes de
apartar los ojos igual de rápido. Nadie quería ser atrapado. No podía
culparla. 12
—No lo sé. —Mi primo mayor se puso a hablar rápidamente,
devolviéndome a la llamada mientras sonaba jodidamente distraído y como
si estuviera silenciando su voz—. La ambulancia se lo llevó hace un par de
horas y dicen que le están haciendo pruebas.
—Lo siento mucho, Boogie. ¿Qué puedo hacer? —pregunté, pensando
que si Paw-Paw había sido una especie de figura de abuelo para mí, había
sido casi como un padre para mi primo, un segundo padre, pero un padre
de todos modos. Por lo que sabía, Boogie seguía yendo a su casa una vez a
la semana para ver cómo estaba, y así había sido desde que se había
mudado a la zona de Austin hace un tiempo.
—Necesito que me hagas un favor —respondió.
Observé la puerta principal mientras un par de miembros regulares
entraban y se dirigían directamente a la mesa de trabajo. Les sonreí a
ambos, sosteniendo el teléfono en mi oreja con mi hombro, y examiné sus
pases.
—Lo que necesites. —No había una sola cosa que no haría por él, o
por cualquiera de mis seres queridos, y tenía muchos.
Paw-Paw incluido.
Nunca olvidaría la amabilidad con la que me había tratado cuando
era más joven. Hacía tiempo que no lo veía, pero la última vez que lo vi, me
había dado un gran abrazo y me había hecho mil preguntas sobre cómo
me había ido desde la última vez que nos vimos, un año antes de eso.
Cuando era pequeña, sacaba monedas de detrás de mis orejas. Para uno
de mis cumpleaños, me había dado un colgante de un flamenco que había
pertenecido a su difunta esposa. Todavía lo tenía en mi joyero.
La culpa llenó mi estómago mientras rezaba en silencio para que
estuviera bien. Si lo estaba, me portaría mejor. Podría visitarlo un poco
más, tal vez cada vez que fuera a ver a Boogie. Podría llamar al menos para
ver cómo se encontraba. Podría enviarle algunos regalos. Boogie se había
quejado no hace mucho de que Paw-Paw seguía intentando hacer
demasiado para su edad.
—… decírselo.
—Que tengan un buen entrenamiento —susurré a los miembros
mientras apartaba el teléfono de mi boca—. Lo siento, Boog. ¿Qué dijiste?
Todavía estoy en el trabajo por otros veinte minutos.
Mi primo repitió:
—Zac no contesta el teléfono. He intentado llamarlo y su madre
también, pero no contesta. ¿Puedes ir a su casa y decírselo?
¿Qué demonios acaba de decir?
¿Quería que le dijera a Zac que su abuelo estaba en el hospital? 13
¿Zac Travis, que había sido el quarterback titular de los Oklahoma
Thunderbirds de la NFO? ¿Del que los presentadores de televisión habían
estado hablando literalmente? ¿El hombre cuya vida salvé cuando éramos
niños?
En serio, ¿qué posibilidades había?
—Por favor, B. No te lo pediría si no tuviera que hacerlo.
Por supuesto, sabía eso. Boogie raramente pedía algo. Así que, por
supuesto, por supuesto, cuando lo hacía sería algo como esto.
—Pero no contesta, y lo he estado llamando sin parar durante la
última hora. Su madre ha estado tratando de llamarlo también y nada. —
Mi primo se habló sin parar, el estrés y la preocupación colgando de cada
sílaba.
Había usado la misma voz cuando mamá Lupe estuvo enferma. Pero
esto era diferente.
Mi primo quería que le dijera a su mejor amigo que su abuelo estaba
en el hospital porque dicho mejor amigo no contestaba al teléfono.
Era así de simple, y tenía mucho sentido.
En cierto modo, no era nada.
Mi primo quería que fuera a decirle a su mejor amigo, a quien había
conocido casi toda mi vida, que me había querido y tratado como una
hermana pequeña hace tiempo, que algo le había pasado a su abuelo, ya
que no contestaba al teléfono. Porque necesitaba saberlo. Por supuesto
que sí. Por supuesto que debería.
No había razón para que dijera que no. No había ninguna razón real
para que dudara. Así que no nos habíamos visto o hablado en casi diez
años; no era como si hubiera pasado porque nos hubiéramos peleado o
porque hubiera hecho algo tonto para hacer las cosas raras.
No. No había ninguna razón real.
Solo yo siendo una cobarde.
Y él… bueno, ya no importaba.
—¿Bianca?
—Estoy aquí —respondí, mirándome en el reflejo del gran espejo que
ocupaba la mayor parte de la pared justo delante de la recepción y el bar
de jugos donde me paraba todo el día. Incluso con el cabello suelto, podía
ver las bolsas bajo mis ojos desde aquí. Me quedé despierta hasta muy
tarde viendo este romance turco en línea anoche, y valió la pena. No era
como si los miembros del gimnasio no me hubieran visto en el trabajo con
tres o cuatro horas de sueño regularmente.
Pero...
¿Por qué tenía que pedir esto de entre todas las cosas? Por otra parte, 14
era un milagro navideño que me hubiera llevado tanto tiempo ponerme en
esta posición en primer lugar: tener que ir a ver a Zac. No era como si
pensara que nunca lo volvería a ver. Solo que no en un futuro cercano. Tal
vez en la próxima década. Desde el momento en que supe que vivía en
Houston, me preparé para el hecho de que mi tiempo estaba llegando a su
fin, y había sido un milagro por sí mismo que mi primo hubiera estado
trabajando fuera del país durante las últimas dos semanas y no hubiera
tenido la oportunidad de venir a visitarlo.
Pero ahora Boogie lo estaba pidiendo.
Yo había tomado mis decisiones, y él también. No había resentimientos.
Ahora, aquí estábamos.
Todo lo que tenía que hacer era transmitirle la noticia. Eso era todo.
No era para tanto.
Contuve un suspiro y le di a mi primo la única respuesta real que
pude.
—Sí, por supuesto que lo haré.
Me encantaría ver a Zac en mejores circunstancias. No es que no lo
hubiera intentado en los últimos diez años. Es que nunca… había
funcionado.
Está bien, tal vez podría haberme esforzado más pero no lo hice. De
acuerdo, quizás no lo había intentado, punto. Porque en mi interior, la
cobarde seguía siendo fuerte en algunas situaciones, pero extra, extra
especialmente cuando se relacionaba con Zac Travis. El tiempo había
curado muchas heridas pero no todas. No las pequeñas con fracturas muy
finas que realmente tocaban la fibra sensible.
Pero el mejor amigo de mi primo necesitaba saber que su abuelo
estaba en el hospital. ¿Y si no respondía al teléfono y yo vivía en la misma
ciudad en la que él entrenaba durante su temporada baja? Probablemente
era el destino.
Una imagen de lo que los comentaristas de The Sports Network
acababan de hablar me pasó por la cabeza.
Oh, bueno.
Haría cualquier cosa por la gente que amaba, y amaba a Paw-Paw
Travis. Y había amado a Zac. A pesar de todo, todavía lo hacía de alguna
manera y, más que probablemente, siempre lo haría.
Pero aunque no lo hiciera, no podía decirle que no a Boogie.
—Salgo pronto del trabajo. ¿Dónde crees que está? —Me las arreglé
para preguntar, ignorando ese bulto de miedo y nervios en mi vientre ante
la idea de volver a verlo después de tanto tiempo, especialmente hoy de
15
todos los días. Pero tal vez él ya sabía qué estaba sucediendo. Que los
Thunderbirds estaban contratando a un nuevo quarterback.
Sí, podría ser eso.
Y, en serio, esto podría ser peor. Ir a verlo, quería decir. Al menos Zac
nunca supo que estaba enamorada de él.
Gracias a Dios.
Simplemente había olvidado todo sobre mí.
DOS
Debería haber ido a casa y haber cenado frente a la televisión.
Me metí en la boca la última uva del vaso de fruta que había
comprado en la gasolinera y me quedé mirando la enorme casa por mi
ventana.
Esta era la casa en la que vivía Zac, según la dirección que Boogie me
había enviado justo después de colgar el teléfono. Revisé dos veces los
números para asegurarme de que eran correctos, y sí, lo eran. Quiero
decir, el código de la verja para entrar en el vecindario también era
correcto… por desgracia.
¿Dónde más esperaría que viviera un millonario? Estaba noventa y
nueve por ciento segura de que no era el dueño de la casa, ya que no se
iba a quedar en Houston por mucho tiempo, pero eso no cambiaba el
hecho de que la renta tenía que astronómica para un lugar como este.
Había visto fotos de la casa de Zac en Oklahoma. Boogie me había enviado
una foto de sí mismo tendido sobre suelos de mármol entre una gran
escalera de hierro y madera, con la cabeza apoyada en su puño, con Zac 16
tumbado en el suelo a su lado en la misma posición. Me había hecho
sonreír.
Cuando había conocido a Zac de verdad, cuando había sido mi amigo,
había ido por ahí en un auto sin aire acondicionado y un parachoques con
tantas abolladuras que las llamaba pecas. ¿Y ahora? La última vez que
Boogie me envió una foto de ellos juntos, estaban en un BMW que
probablemente costaba más que la casa en la que crecí.
Pero había trabajado duro por todo lo que tenía y más. La casa
grande, un buen auto, o tal vez autos, y una atención positiva. Y según mi
opinión actual, también tenía mucha gente a su alrededor.
Por supuesto que sí.
Había estado ocupado todas esas veces que le envié un mensaje y no
había recibido una respuesta, lo sabía. Ese conocimiento tenía que
consolarme como lo hizo hace una década cuando… perdimos el contacto.
Perdimos el contacto. Así es como iba a llamarlo.
Por su aspecto, la casa en la que estaba ahora era tan grande y
probablemente tan lujosa como en la que había estado viviendo en
Oklahoma, de dos pisos, amplia y con una entrada circular. Me sorprendió
un poco ver que estaba llena de autos. También lo estaba la calle de
enfrente.
Tres personas estaban caminando por el sendero frente a la que era
una de las casas más grandes que había visto, y estaban muy bien
vestidos. Detuve mi auto a dos casas gigantes de distancia y esperé que
nadie llamara para que lo remolcaran.
¿Y por qué demonios tenía que hacer una fiesta hoy?
Cerré mi auto y crucé la calle corriendo con mis zapatillas negras,
mirando cada mansión por un segundo.
Tomé mi teléfono y miré la pantalla, comprobando tres veces la
dirección que Boogie me había enviado por mensaje, por si acaso.
Sí, todavía era correcta.
Abrí mi aplicación de mensajes antes de que me olvidara y le envié
uno nuevo a mi hermana. Todavía no me había respondido sobre la
necesidad de una cita para la quinceañera.
Yo: Voy a entrar en una casa en la que nunca he estado. Si no te
envío un mensaje en una hora, llama a la policía. La dirección es 555
Rose Hill Lane.
Me detuve, lo pensé y le envié otro mensaje.
Yo: No invites a nadie que no me guste a mi funeral.
Entonces le envié otro.
17
Yo: Y no te olvides de dejar mi portátil en un pantano si pasa
algo.
Lo pensé por un segundo.
Yo: Y no olvides que eres la única que quiero que limpie mi
mesita de noche. Usa guantes y no me juzgues.
Volví a meter el teléfono en mi bolso cuando me detuve frente a lo que
debía ser una casa de al menos setecientos cincuenta metros cuadrados y
miré la combinación de paredes de ladrillo y piedra, diciéndome que tenía
que hacer esto. Boogie lo había pedido.
Y cuanto antes lo hiciera, antes podría irme a casa.
Por la gran puerta de cristal y hierro, pude ver a un montón de gente
dentro, pero aun así llamé. Y, por supuesto, nadie escuchó, o al menos
fingió no escuchar o mirar.
Toqué el timbre, viendo a la gente pasar el rato un poco más en el
interior, y aun así nada. No entendía por qué había tanta gente. No era su
cumpleaños. Ya llevaba en Houston casi dos semanas. Tal vez era una
fiesta solo por puro gusto. ¿Para celebrar el comienzo de un nuevo capítulo
de su vida sin los Thunderbirds? Si fuera yo, probablemente estaría en mi
sofá comiendo malvaviscos y llorando. Pero, ¿qué sabía yo?
Esperé un poco más, con la esperanza de que alguien mirara… pero
aun así, nadie lo hizo. Un par de los chicos que pude ver dentro eran
enormes, y mi instinto me dijo que tenían que ser jugadores de fútbol
también. Como Zac. Por eso estaba en Houston ahora, porque iba a
entrenar con gente especial o algo así antes de que empezara la
pretemporada. Por los comentarios de mi primo, había estado en unas
largas vacaciones antes de venir aquí.
Me preguntaba qué iba a hacer ahora que ya no estaba con los
Thunderbirds.
Rebotando en las plantas de mis pies por un segundo, miré mi
camiseta de Maio House y decidí que no me importaba una mierda. Llamé
una vez más, y cuando todavía nadie me miró parada allí con
incomodidad, fui por el maldito pomo de la puerta. Tenía que hacer esto.
Lo giré.
Se abrió.
De acuerdo.
Entré, cerrándola detrás de mí y mirando a toda la gente bien vestida
que había dentro. Ninguno de ellos llevaba esmoquin o traje, pero seguro
que no llevaban uniformes de trabajo. De repente deseé haberme puesto
un poco más de lápiz labial antes de salir del auto.
Lo que sea.
La casa se abría en un bonito pero básico comedor formal por un lado 18
y una oficina por el otro. La oficina solo tenía un escritorio, una silla y una
impresora. No había nada colgado en las paredes mientras continuaba
adentrándome en la casa, mirando lo que tenía que ser quién diablos sabe
cuánta gente dispersa por la siguiente parte de la casa de planta abierta
con sus techos abovedados.
Todo el mundo hablaba y había una película en una gran televisión
que estaba montada sobre la chimenea de la sala de estar. Espié a un par
de tipos más que tenían que ser algún tipo de atletas por su estructura
muscular y sus posturas, y uno de ellos me miró a los ojos y me sonrió.
Pero no era el jugador de fútbol que yo buscaba… aunque no me
importaría mirarlo bajo otras circunstancias.
Agarrando mi bolso un poco más fuerte, crucé lentamente la sala,
buscando esa cabeza de cabello claro en un mar de jodidos gigantes.
Traté de mirar cada rostro pero no pude encontrar el que necesitaba.
El que solía conocer.
Aún más nervios se instalaron en mi estómago con cada minuto que
pasaba. Iba a encontrar a Zac, hacer lo que tenía que hacer, y todo iba a
estar bien. Y sí, tenía malas noticias que darle, pero al menos no eran
peores. Sería educado. Quizás nos sonreiríamos el uno al otro, y en su
mayoría la mía sería real.
No tenía nada contra él.
Vería al hombre que conocí, le daría su mensaje y luego volvería a mi
vida. Tal vez lo vería de nuevo en otra década, y tal vez no. Sería más fácil
aceptar y pensar en este momento, al menos.
Me dirigí hacia una puerta corrediza cerca de un rincón para el
desayuno que daba al exterior, notando que se abría y cerraba mientras
los fiesteros entraban y salían. No iba a preguntar si Zac estaba en una
habitación o no a menos que tuviera que hacerlo. Mientras rodeaba a dos
personas que volvían a entrar al mismo tiempo que yo salía, el sonido de
una risa me hizo girar. Lo vi.
Casi hice una toma doble.
En una tumbona, flanqueado entre dos mujeres, había un hombre
que había visto en la televisión hace una hora cuando los comentaristas
habían estado discutiendo su carrera. De quarterback titular de una
pequeña franquicia a… bueno, quién diablos sabía qué ahora. El mejor
amigo de mi primo. Mi viejo amigo.
Visualmente absorbí al hombre que no había visto en persona en
mucho tiempo mientras caminaba, pasando entre y alrededor de grupos de
personas que no me prestaron atención. Siempre hubo… algo en Zac. Algo
para lo que no había exactamente una palabra, era en parte su buena
apariencia, pero sobre todo algo dentro de él que atraía a una persona, que
atraía a la gente. Algo casi magnético, y podía decir que estaba vivo y bien 19
incluso desde la distancia.
Esa era una de las cosas que lo convirtió en un quarterback ideal.
Eso y su enorme corazón.
Por lo menos, había pensado eso en el pasado.
El sombrero de vaquero característico de Zac escondía lo que sabía
que era cabello rubio oscuro con mechones de color caoba y un poco de
castaño. Una de las últimas veces que lo vi en la televisión, había estado
bastante largo. Capté un destello de una brillante sonrisa blanca, una
sonrisa que sabía que constantemente permanecía en su rostro, mientras
hablaba con una de las mujeres sentadas a su lado. Sus largas piernas
estaban estiradas delante de él, cubiertas de vaqueros como siempre.
Incluso cuando éramos niños, no recordaba que llevara shorts a menos
que hubiera estado en la piscina con un largo y holgado bañador que
Boogie siempre había intentado bajar.
Sonreí a un par de personas que me llamaron la atención mientras
me movía entre la multitud que se agolpaba en el patio, y por suerte nadie
me agarró y me preguntó si me había perdido o estaba en el lugar
equivocado.
Los nervios hicieron que mi estómago se sintiera un poco raro, pero
los ignoré. Este era Zac. Lo conocía, lo conocía desde hace más de la mitad
de mi vida. Me había enviado regalos de Navidad durante un tiempo. Lo
amaba, y él me había amado por mucho tiempo. Era el mejor amigo del
hombre que había sido mejor que un hermano para mí.
¿Y qué si Zac era un famoso jugador de fútbol?
¿Y qué si había estado en la portada de las revistas?
¿O había sido el rostro de una franquicia de fútbol?
¿Y qué si una de las últimas veces que lo vi en persona, su novia en
ese momento había aplastado mi preciosa y frágil autoestima en pequeños
pedazos con su sonrisa falsa y palabras duras? Ya no tenía diecisiete años.
Mi autoestima no dependía de las opiniones de otras personas.
Y en realidad, más que cualquier otra pregunta, ¿y qué si no había
respondido a ninguna de mis llamadas o mensajes durante años? Ya lo
había superado, y lo había hecho hace mucho tiempo. No le guardaba
resentimiento por estar ocupado.
Froté mis dedos sudorosos entre sí y apreté mis labios mientras
seguía adelante.
La rubia bonita sentada a su derecha fue la primera en mirarme, y
por suerte, sonrió. La morena a su izquierda no lo hizo. No hizo ningún
tipo de expresión facial, pero había algo en sus ojos que no necesitaba ser
una lectora de mentes para saber que era más como: ¿qué estás mirando,
perra? Pssh. Como si eso fuera intimidante. No conocías el miedo hasta 20
que leías lo que la gente pensaba de ti en Internet.
No fue hasta que mis pies se detuvieron frente a los tres que el
sombrero de vaquero se inclinó y unos ojos azul claro, un azul tan suave y
puro que casi se podría haber llamado azul bebé, se posaron sobre mí,
dirigiéndose hasta mi rostro y quedándose allí.
Me miró, todavía esbozando esa sonrisa que había visto un millón de
veces y era total travesura y buen humor. Al menos no estaba devastado
por lo que había pasado con su antiguo equipo, ¿verdad? Eso era bueno.
Por otra parte, lo había visto sonreír cuando supe que estaba devastado.
Eso era justo lo que hacía.
Me llevó un segundo, pero le devolví la sonrisa, solo una pequeña,
moviendo cuatro dedos hacia él que estaba bastante segura de que no notó
porque su mirada no se movió por debajo de mi cuello.
Y lo primero que le dije a un hombre que me había llevado en sus
hombros, que me había dado paseos por el vecindario de mi abuela en el
manillar de su bicicleta, fue:
—Hola, Zac.
Y no, no, eso no era jodida amargura subiendo por mi garganta.
Parpadeó de nuevo y siguió sonriendo mientras alargaba las palabras
con una voz que se había vuelto más profunda a lo largo de los años.
—¿Cómo te va? —Casual y amigable como siempre. Como el jodido
Zac.
Me puse de puntillas, manteniendo mi mirada en un rostro que, en
persona, podía ver cuánto había madurado. La suavidad que había estado
ahí antes, que había sido toda infantil y linda, había desaparecido en su
mayor parte, dejando una estructura más delgada con pómulos altos y
una mandíbula afilada. Pequeñas líneas finas en las comisuras y a lo largo
de su boca. Tenía treinta y cuatro años, después de todo.
Y era aún más guapo de lo que había sido en su adolescencia o en
sus veinte años, especialmente cuando sonreía como lo hacía entonces.
Torcido. Aun así relajado y amistoso. Big Texas personificado.
Era acogedor.
—Hola —dije con cuidado, todavía observando su impactante rostro
bronceado—. Soy yo.
Yo. Veintisiete, no diecisiete. Mi cabello era largo y suelto. Cuando era
más joven, siempre lo tenía recogido porque no sabía qué hacer con mis
rizos aparte de alisarlos. Ahora también usaba maquillaje. Me depilaba las
cejas. Perdí algo de peso. Pero seguía siendo yo.
Su sonrisa se ensanchó un poco más, pero podía decir, sabía…
—Bianca —dije, alzando mis talones otra vez. 21
Zac parpadeó y aun así…
Miré de uno de sus ojos al otro, tomando el color que aún era tan rico,
y me di cuenta de que… no me reconoció. No… ¿se acordaba? O si lo
hacía, entonces no le importaba una mierda.
No hubo ningún abrazo. Ningún “Bianca. ¡Mierda! ¡Ha pasado tanto
tiempo! ¡Estoy tan feliz de verte! ¿Qué haces aquí?”.
No dejaba de mirarme, sin decir nada pero de forma educada.
Y...
Mi corazón se hundió. No pretendía que lo hiciera. No había pensado
que podría o que lo haría. No quería que lo hiciera, pero se hundió. Al
menos hasta mi estómago. Probablemente hasta los dedos de mis pies.
Porque había sido una de las personas más importantes de mi vida
durante catorce años, y no…
No importaba.
Me encontraba aquí por una razón, y sin importar si me recordaba o
no, eso no cambió nada. No me recordaba, pero yo sí lo recordaba a él.
Nunca había olvidado a Zac. A diferencia de él.
Los dedos de mis pies se curvaron en mis zapatillas y forcé una
sonrisa en mi rostro por pura voluntad, enterrando la decepción
profundamente mientras la esbozaba… Luego enterrándola aún más
profundamente. Dentro y fuera. Hagamos esto.
—¿Puedo hablar contigo en privado?
Una de sus mejillas se levantó un poco más antes de que el hombre
que había estado en mis fiestas de cumpleaños hasta que se fue a la
universidad a los dieciocho años dijera:
—Aww, corazón, podemos hablar aquí mismo, ¿no?
Seguía diciendo corazón. Por supuesto que sí.
Los dedos de mis pies se curvaron un poco más en mis zapatillas
mientras me aferraba a ese “corazón” y me recordaba de nuevo que no
estaba siendo molesta o un inconveniente en ese momento. Estaba aquí
por una razón. Una importante.
—Creo que sería mejor que habláramos en privado. —Traté de
explicarle mientras parte de mi cerebro intentaba aceptar que o bien no me
recordaba o no le importaba si lo hacía. Intenté decirme que no importaba
cuál fuera el caso. Pero iba a optar por la opción A porque la opción B
dolía demasiado, aunque no debería haberlo hecho—. Zac, soy yo. Bianca
Brannen. —Lo intenté de nuevo, por si acaso—. Tu madre ha estado
tratando de llamarte... —Me callé, esperando que lo entendiera. Esperando
que no me forzara a aceptar que sabía quién era yo y que no le importaba,
22
incluso si mi cerebro era consciente de que no se sentía así desde hace
tiempo.
Sin embargo, captó algo, porque su siguiente parpadeo fue lento. Su
mirada se agudizó de repente. Su frente se arrugó.
Era hermoso.
Se sentó derecho y me miró con esos ojos azul claro. Durante mucho
tiempo, pensé que eran los ojos más amables del mundo, y eso decía algo
porque conocía a mucha gente buena. Pero ninguno de ellos tenía los ojos
de Zac, y no tenía ninguna razón para creer que no era esa misma persona
todavía, a pesar de que me dejara como un mal hábito. Boogie no seguiría
siendo amigo suyo si hubiera cambiado demasiado, lo sabía. Mamá Lupe
solía llamarlo mi cielo por una razón. Mi cielo. Porque ella veía las mismas
cosas en él, esa bondad innata. Lo había amado tanto como a sus nietos
biológicos.
Así que me dije dos cosas.
Uno: No estaría triste si no se acordaba de mí.
Dos: No estaría triste si no me quería cerca. Salí de la nada y solicité
su tiempo cuando estaba ocupado. No era como si estuviera siendo malo o
grosero.
Y no podías fingir esos ojos.
Tragué y levanté mis talones otra vez como si me hiciera más alta. Las
palabras se sentían gruesas en mi garganta. Estoy aquí por una razón.
—No estoy tratando de molestarte. Boogie me pidió que viniera.
También te ha estado llamando y...
Este hermoso hombre que había aparecido desnudo en la portada de
una revista hace un par de años se puso de pie en medio segundo. Su
boca se abrió de repente cuando esos ojos azules se movieron por todo mi
rostro rápido, rápido, rápido, y apenas pude oírlo mientras jadeaba,
literalmente jadeaba.
—Espera. ¿Bianca?
Oh.
23
TRES
No podía recordar conocer a Zac. Tampoco recordaba conocer a Mamá
Lupe o a Boogie por primera vez. Mis recuerdos más borrosos y
distorsionados los incluían a todos, como si hubieran existido siempre.
Como si la vida antes de ellos no hubiera sido lo suficientemente
memorable.
En mi cabeza y en mi corazón, siempre habían estado presentes.
Desde el principio. Como mis brazos y mis ojos, estaban… ahí.
Sabía que los había conocido cuando tenía tres años, cuando mis
padres se mudaron a Liberty Hill con Connie de quince años y yo, su, ups,
bebé sorpresa. En algún momento del camino, por lo que sabía el mismo
día que llegamos a casa de mamá Lupe, Boogie y Zac habían estado allí,
junto con algunos tíos y tías que nunca había conocido y que vivían en la
misma calle.
Había sido un mundo completamente nuevo, supongo, pasando de
vivir solo con mis padres y Connie a estar rodeada de todos estos extraños
que eran familia. Según mamá Lupe, yo había encajado de inmediato. 24
Decían que no había sido tímida, pero ahora sabía lo agradables que eran
casi todos los miembros de la familia de mi madre, así que debió ser fácil
acostumbrarme a mi nuevo entorno gracias a ellos.
Se convirtió en un hogar. La casa. La gente.
Mis padres tampoco se quedaron mucho tiempo. Cuando tenía cuatro
años, se habían ido, como si fueran a estar de vez en cuando el resto de mi
vida, salvando el mundo, y nos dejaron a Connie y a mí con mamá Lupe y
el resto de la familia.
Lo que sí recordaba era al chico mandón y moreno que les decía a
nuestros otros primos que se callaran cuando me llamaban “la güera”, la
chica blanca, a pesar de que solo lo era de una parte, imbéciles, y el chico
casi rubio y flaco que siempre estaba en casa de mi abuela. Los dos
siempre fueron amables conmigo. Los recordaba sentados en su sala de
estar, ayudándome a construir mierda con grandes bloques, pero eso era
hasta donde alcanzaba mi memoria cuando pensaba en ellos estando
presentes y allí.
Lo que no recordaba era el día en que supuestamente empujé a Zac
fuera del camino de una víbora cobriza en el patio y aparentemente le
salvé la vida. Todos los demás me lo contaron. Lo que sabía con seguridad
era que el chico rubio y flaco fue siempre, siempre amable conmigo
después de eso.
Ambos eran… mi Boogie y Zac.
Y con el tiempo, pude hacer muchos más recuerdos con ellos después
de eso. Que me enseñaron a montar bicicleta. Que me dejaban ir en sus
bicicletas con ellos, al menos hasta que nos atraparon y mamá Lupe gritó
desde el porche que me bajara antes de que me mataran, aunque no
estaba asustada.
Si no me invitaban y yo lo pedía, siempre me dejaban acompañarlos.
Recordaba eso… nunca me sentí excluida, siempre fui bienvenida por
ellos.
Esos dos, junto con Connie y mi abuela, me hicieron sentir amada y
querida.
A pesar de la brecha en nuestras edades, crecimos juntos. Ellos y yo.
Crecieron más y más y pasaban menos el rato, pero nunca se olvidaron de
mí. No en ese entonces. Ni siquiera el que había pasado de ser un rubio
pálido y flaco a un rubio oscuro y todavía flaco.
Consiguieron licencias y yo conseguí transporte. Cuando había un
partido de fútbol en la escuela, era la chica que salía con su genial primo
mayor. Era la chica a la que saludaba el tipo al que todos los estudiantes y
padres en las gradas animaban.
Y cuando se fueron a la universidad, lloré. Pero aun así volvieron a
25
visitarme, y pude verlos algunos fines de semana y todas las vacaciones.
Y entonces cumplí dieciséis años y me enamoré del chico rubio que
todavía era flaco, pero no tanto, y me trataba como a una hermana
pequeña.
Y… la vida nunca fue la misma después de eso.
2 Lazy Baker: Un término acuñado por los comediantes Jimmy Pardo y Mike Schmidt,
que se usa para reemplazar o describir cualquier cosa que sea 11. La lógica detrás de esto
es que una frase común usada por los panaderos para describir 13 productos de
panadería es Bakers Dozen "Docena más Uno", y el término "Panadero perezoso" implica
que el panadero era perezoso hasta el punto de que solo hizo 11 piezas de productos.
Además, sabía con seguridad que Gunner iba a su oficina y jugaba al
Tetris. Entré allí dos veces antes, mientras se encontraba en el baño y vi la
pantalla de su ordenador. Hipócrita.
—Vuelvan al trabajo. —Tuvo el descaro de gritar sobre su hombro
mientras se alejaba como si no acabara de pasar cinco minutos intentando
patearnos el culo con sus palabras.
—Dios, lo odio, joder —murmuró Deepa cuando desapareció entre las
filas de las máquinas.
Seguí observando para asegurarme de que no volviera a estar a la
vista.
—Espero que pise un Lego.
Resopló y le sonreí a la chica unos años más joven que yo.
—Empecé a trabajar en mi currículum como dijiste. Voy a enviar por
correo electrónico a un par más de esos negocios que encontramos. Cruza
los dedos.
—Bien. Antes de renunciar, podemos esparcir un montón de Legos
por toda su oficina y rezar por lo mejor —dije en voz baja.
Las dos nos reímos y volvió al trabajo un segundo después cuando un
miembro del gimnasio se acercó al mostrador y pidió una bebida.
77
Irritada, pasé mi mano por debajo de mi teclado y saqué mi celular.
Había un mensaje. Pero no era el nombre de Connie el que aparecía en mi
pantalla.
Había un mensaje de un número que no reconocí. De hace media
hora al parecer. Me aseguré de que Gunner no estuviera cerca y luego
desbloqueé la pantalla y lo leí.
512-555-0199: Hola
De acuerdo.
No respondí. Pero cuando mi teléfono vibró cinco minutos después,
cuando todavía no estaba ocupada, eché otro vistazo. Había otro mensaje
del mismo número.
512-555-0199: ¿Me estás ignorando?
¿Ignorando? Respondí.
Yo: Nuevo teléfono, ¿quién eres?
Treinta segundos después llegó una respuesta.
512-555-0199: Snack pack
¿Snack pack?
¿Zac?
Habían pasado tres días desde que Boogie me había recogido y
habíamos salido a comer. Tres días desde que vivía con el pesar de no
haber sido más amable con mi viejo amigo cuando intentó preguntarme
sobre mi vida. Y dos días enteros desde que hojeé su cuenta de
Picturegram mientras estaba sentada en el baño.
No era que no siguiera a Zac en línea y no lo hubiera seguido por
años. Vi todos sus post. Pero aun así me había desplazado y detenido en
algunas de sus fotos, especialmente en las que había recortado
cuidadosamente a la mujer que estaba sentada a su lado. Siempre era
obvio. No era asunto mío, y el noventa y nueve por ciento de las veces no
me retorcía el estómago como cuando era una chica que se había
enamorado de la última persona en el mundo con la que podía tener una
oportunidad por un millón de razones diferentes.
Luego había salido de la aplicación, recordándome que me alegraba
de haberlo visto y que estaba muy feliz por el éxito que había tenido. A
pesar de los contratiempos, pero todo el mundo pasaba por ellos.
Se lo merecía todo. Me había motivado a seguir mi propio corazón,
aunque mi sueño fuera una centésima parte del suyo. Pero si cada
persona comparara su sueño con el de otra persona, nadie soñaría nunca.
De todos modos, aparte de un mensaje de Boogie sobre la posibilidad
de que viniera a visitarme cuando mi hermana estuviera aquí, no había 78
pensado mucho en ello, está bien, en Zac, desde entonces.
Así que lo último que esperaba era que me enviara un mensaje.
Y fue exactamente cuando llegó otro mensaje.
512-555-0199: Zac, enana.
¿Creía que había olvidado quién era Snack Pack? La cosa era que no
tenía su número en mi teléfono desde hace cinco años, si no más. Se me
había caído el celular en el retrete y tuve que empezar de nuevo con mis
contactos. Estaba segura de que no había estado a punto de pedirle su
número a mi primo. No lo había necesitado.
Me aseguré de que nadie me prestara atención y le envié un mensaje.
Podría no recibir una respuesta pero… no sería la primera vez, y al menos
sabría que lo había intentado. Era mi elección, y sabía lo peor que podría
pasar: No volver a saber nada de él.
Había estado allí, había hecho eso, y tenía la pegatina en el
parachoques.
Además, todavía me sentía como una imbécil, y odiaba saber que
había actuado de esa manera. Pensaba que era mejor que eso. Y solo
quería saber que siempre lo había intentado. A diferencia de él.
Yo: Hola, Zac
Ya está. Eso no fue necesitado ni inconveniente ni demasiado
familiar.
Mi teléfono vibró un minuto después, y si mi corazón se saltó un
pequeño latido, bueno, era tonto, y no necesitaba prestarle atención de
todos modos.
512-555-0199: Hola, cari.
512-555-0199: ¿Estás libre después del trabajo?
No sabía qué decía de mí que notara que había usado “cari” lo
suficiente como para que se grabara en su teléfono en lugar de “cariño”.
Pero lo más importante, ¿cómo supo que yo estaba en el trabajo? Y
ahora que lo pensaba, ¿había tenido mi número o se lo había pedido a
Boogie?
¿Sabes qué? No necesitaba respuesta a ninguna de esas preguntas.
Porque de todos modos le había llevado diez años recordar que yo
existía.
Pero al menos esta vez, estaba preparada para lo que podría pasar a
continuación. No sería una conmoción para mi sistema otra vez. Sabía
dónde estaba parada, y esa sería la diferencia entre el ahora y el antes.
Pero sobre todo, no quería ser una imbécil.
79
Yo: Sí. [emoticón sonriente] ¿Necesitas algo?
Eso estaba bien, ¿verdad? Eso me parecía. Eso esperaba. Tal vez un
poco frío y blablablá, pero bueno.
Respondió cinco minutos más tarde, pero me tomó veinte minutos
más después de eso leerlo porque alguien vino y se inscribió en una
membresía de mes a mes.
512-555-0199: Solo quiero verte si tienes tiempo para mí.
De acuerdo. ¿Así que quería ponerse al día? Todo bien. No había sido
muy amable con él, pero todavía lo estaba intentando, lo que era muy
propio de él, o al menos de como solía ser. Y eso me hizo sentir un poco
peor.
Pero…
Se lo buscó, no yo. El hecho era: no lloré hasta dormirme por la noche
porque había dejado de preocuparse por mí. ¿Y si quería volver a mi vida,
aunque fuera solo por un par de horas?
Eso también estaba bien.
Expectativas.
Y él quería a mi primo. Y tal vez lo vería de nuevo durante la boda de
Boogie. Sería mejor que me acostumbrara a la idea.
Me asomé de nuevo para asegurarme de que no había moros en la
costa y respondí.
Yo: Salgo a las 4. Avísame cuando estés libre. [emoticón
sonriente] Sin presión.
Sin presión. Una cara sonriente. ¿Muy pasivo-agresivo?
Tardé tres minutos en obtener una respuesta.
512-555-0199: Ven cuando salgas del trabajo.
¿Qué?
Yo: ¿Hoy?
512-555-0199: Sí
Sí.
Por un breve segundo, pensé en todas las cosas que necesitaba hacer
en casa. Lavar la ropa, seguro. Preparar la comida para un par de días.
Responder algunos correos electrónicos. Y pensar en algunas ideas más
para las próximas recetas. Ver otro episodio o dos de la serie turca a la que
estaba enganchada...
Pero una imagen de mamá Lupe se instaló en mi cerebro en ese
momento, específicamente una imagen de Zac junto a ella en su vigésimo
primer cumpleaños con su brazo sobre sus hombros, tan encorvado que 80
su mejilla descansaba sobre su cabeza. Ella lo había amado muchísimo.
Y sabía lo que ella querría que hiciera.
También sabía lo que me mantendría despierta por la noche y lo que
no.
Mierda.
Cuatro horas más tarde, estaba llegando a una casa que parecía aún
más grande sin trescientos autos estacionados en la entrada y frente a la
calle. Había autos en la entrada pero solo dos, un Mercedes nuevo y un
Jeep rojo.
Estacioné en la calle después de hacer un giro en U, me dirigí al
camino y le envié un mensaje a Zac para que supiera que estaba allí. No
estaba nerviosa. Tampoco me dolía el estómago. Había tenido horas para
aceptar el hecho de que iba a pasar el rato con él, como conducir
físicamente hasta su casa y pasar un rato con él en persona. Porque me lo
había pedido.
Y planeaba disculparme por cómo había actuado.
Bien, quizás estaba un poco nerviosa, pero solo un poco.
Y en realidad, mis nervios venían de que no quería hablar de ciertas
cosas. Pero eso era todo.
En la puerta, toqué el timbre y esperé, bajando la mirada para ver si
había respondido; no lo hizo. Sin embargo, ni siquiera treinta segundos
después, alguien se acercó a la puerta de vidrio y hierro. Alguien que no
podía ser Zac por lo bajo y fornido que parecía ser.
Recordé que durante sus días en Dallas, había vivido con un jugador
de renombre durante un par de años. Hacia el final de esa situación fue
cuando fue liberado de ese equipo, los Three Hundreds. Boogie me había
dicho que había tenido problemas durante ese tiempo; eso había sido
cuando él había estado trabajando en Londres durante mucho tiempo.
Había sido antes de que Zac fuera seleccionado para jugar en Oklahoma.
La puerta se abrió y el tipo que había llamado al teléfono de Zac, el de
las rastas rubias platinadas, se quedó allí, con las cejas oscuras ya
levantadas y apuntadas hacia mí.
Levanté mi mano y le ofrecí una sonrisa, una verdadera sonrisa.
—Hola de nuevo. —Extendí mi mano—. Soy Bianca.
El tipo musculoso miró mi mano. La miró durante tanto tiempo que
esperaba que simplemente siguiera mirándola, pero finalmente la tomó,
estrechándola despacio, mientras decía, con la voz más profunda que
81
probablemente hubiera oído, aparte de la de esos anuncios de seguros:
—CJ.
CJ, claro.
—¿Está Zac aquí?
—Está arriba.
Mi teléfono sonó en ese momento exacto y bajé la mirada para ver que
era un mensaje.
512-555-0199: Dame 5. Lo siento.
Le mostré la pantalla, lamentándome por un segundo por no haber
guardado su número de teléfono y porque probablemente no lo haría,
cuando lo miré de nuevo y lo encontré todavía observándome extrañado.
—Dijo que terminará en cinco minutos. ¿Puedo esperarlo dentro? A
los mosquitos les gusto mucho.
CJ asintió, con una expresión todavía cuidadosa y casi cautelosa,
pero se hizo a un lado.
Entré, notando lo limpio que estaba el lugar, y esperé que quien
estaba segura de que también era jugador de fútbol se dirigiera a la parte
principal de la casa antes de seguirlo, contemplándolo todo ahora que no
estaba buscando a través de una masa de gente a Zac para darle malas
noticias.
Por supuesto, la casa estaba tan vacía como la recordaba.
Solo había los muebles más básicos. Nada en las paredes. Todo era
tan… vainilla. Y tan diferente de Zac y su actitud acaparadora por lo que
podía recordar. Su auto había sido un desastre. Por otra parte, esto era
probablemente solo un alquiler que compartía fuera de temporada, así
que, ¿por qué tendría toques personales?
Tal vez algún día le preguntaría a Boogie sobre la situación.
Iba a hacer esto bien. Era una mujer madura, y podía manejar esta…
amistad. Sabía en lo que me estaba metiendo. Me había hecho preguntas.
Se había alegrado de verme. Estaba lista y dispuesta a ser la clase de
amiga para él que era para todos los demás, por el tiempo que él estuviera
cerca.
Bueno, hasta cierto punto.
El pasado había sucedido, y estaba en donde pertenecía: en el
pasado. Vives y aprendes, y cosas por el estilo. Una vez terminara aquí, iba
a volver a casa y vivir mi mejor vida.
Como había hecho.
Una respiración fortificante más tarde, agarré la bolsa en mi mano
cuando llegamos a la muy blanca cocina. No dudé en preguntarle al
hombre que conocí brevemente hace semanas: 82
—CJ, ¿quieres un bollo?
El hombre se detuvo en el proceso de sentarse en un taburete que ya
había sido colocado alrededor de la isla de la cocina, y no me perdí la
forma en que sus ojos se dirigieron a la bolsa en mi mano.
La sostuve un poco más alto.
—Prometo que no están drogados, y tienen arándanos. Aceite de coco
también. Son de tamaño mini. —Este no era mi primer rodeo con el
escepticismo. Mi sobrino actuó como si hubiera tratado de darle arsénico
la única vez que le ofrecí bollos con romero… y terminó comiendo cuatro
una vez les dio la oportunidad y dejó de tener arcadas antes de meterse
algo en la boca. Nunca volvió a dudar de mí después de eso.
Sí, la mirada de CJ todavía se estrechó de todos modos.
Así que seguí adelante.
—Se los doy a mis compañeros de trabajo, pero lo olvidé, y para
cuando me acordé… —Mis compañeros de trabajo favoritos ya se habían
ido, y ya no tenía ganas de compartir, sobre todo porque no quería que
Gunner tuviera ninguno, así que todos se los iban a perder. Pero dejé de
hablar porque este tipo CJ no necesitaba oír todo eso.
Entrecerró sus ojos aún más e hice que los míos se ampliaran más
para no sonreír. Jesús, me estaba haciendo trabajar por ello. De acuerdo.
Bueno, por suerte, era una cobarde, pero no era una desertora. Los
bollos estaban buenos. Solo tenían seis ingredientes y tardaron unos diez
minutos en hacerse, que eran dos de los requisitos más importantes de las
recetas que probaba. Y era una que había hecho hace años y que acababa
de perfeccionar un poco más, así que eran incluso mejores que la versión
original. Los bollos de arándanos estarían en el libro que quería publicar
algún día en un futuro próximo, también conocido como plan C.
—Son mini bollos. Casi galletas. Bgalletas, supongo. Me comeré uno
si tú...
La forma en que la hermosa cabeza del hombre se echó hacia atrás,
con sus ojos abiertos, fue lo que me hizo callar.
Entonces, sus siguientes palabras me mantuvieron en silencio.
Chasqueó los dedos.
—Sé por qué me resultas familiar —comentó CJ, con la mirada aguda.
Uh…
—Nos conocimos hace unas semanas por un segundo —le recordé. No
era la primera vez que alguien se olvidaba de conocerme, pero...
Negó al instante y dijo con esa voz profunda que parecía estar en
desacuerdo con el hecho de que no medía ni un metro ochenta:
83
—Eres la Lazy Baker, ¿no?
La Lazy Baker.
No sé quién demonios se sorprendió más, él o yo, porque estaba
bastante segura de que chillé:
—¿Has visto mis videos? —Al mismo tiempo que la expresión
entrecerrada de sus ojos desaparecía de su rostro y me señaló con el dedo.
—Eres tú.
Asentí porque, sí, era yo. Era la Lazy Baker, o al menos ese era mi
canal de WatchTube. Y Picturegram. Y el sitio web, que estaba bien por
ahora pero pronto sería aún mejor.
Puse las manos sobre mi corazón mientras lo miraba boquiabierta,
porque era así de elegante.
¡Conocía mi canal!
CONOCÍA MI CANAL.
—La otra noche me pareciste familiar. —Sonrió de repente, con todos
sus dientes blancos y brillantes y una sonrisa que convirtió su rostro en lo
contrario del hombre serio que me había dejado entrar.
—¿Lo hiciste? —Solo me habían reconocido en persona tal vez como…
cinco veces. Cinco veces en más de seis años.
Era mi cabello. Siempre lo llevaba recogido y lo alisaba cuando hacía
videos en vez de rizado y suelto como en la “vida real”, y usaba mucho más
maquillaje en ellos. Eso, y como dijo un espectador, no tenía exactamente
un rostro memorable. “Es sexy, ¿¿¿pero no entiendo por qué???” otro
espectador había escrito después de ese primer comentario.
Y eso era genial. Un verdadero estímulo para el ego que era internet.
Pero en fin.
—Acabo de ver ese en el que tu hermana y tú intentaban hacer la
copia de los camarones con miel y nuez hace un par de días —admitió este
jugador de fútbol, sonriendo de una manera que me desconcertó cuando
sus manos se dirigieron a sus caderas y negó en lo que parecía ser
incredulidad otra vez. ¡Incredulidad! ¡Hacia mí!—. Intenté hacer tu receta
de pan de plátano hace una semana.
¿Había hecho mi pan de plátano?
Me cagaba encima cada vez que alguien me decía que lo hicieron,
¿pero ahora?
Mi rostro ya me dolía por sonreír, e iba a ignorar las lágrimas
tratando de burbujear en mis ojos como reacción. Me había reconocido.
Había hecho mis recetas.
Este podría ser uno de los mejores momentos de toda mi vida.
84
—Acabas de hacer todo mi mes —dije, bastante segura de que había
pronunciado las palabras, todavía sosteniendo mis manos contra mi pecho
mientras trataba de mantenerme serena. Quise darle un abrazo, pero ya
sabes, tal vez la próxima vez.
Si alguna vez nos volvíamos a ver.
—¿Quieres un bollo entonces? —susurré, todavía emocionada por él
habiendo hecho mi pan de plátano.
Esta vez, el buen hombre no dudó en asentir mientras me miraba
fijamente.
Le disparé otra sonrisa que probablemente me hizo lucir como una
loca y caminé hacia la isla, destapando la tapa del recipiente de vidrio y
sosteniéndola hacia él.
Había literalmente regocijo en sus ojos. Casi me desmayé.
Observé su rostro como una psicópata mientras masticaba
pensativamente. ¡Sabía quién era yo! Le extendí el recipiente, sintiéndome
ligera como una pluma de repente. No podía creerlo.
—Toma más. Los traje para Zac, pero puedes comer la mitad.
No esperó. Mi nuevo mejor amigo, que no sabía que era mi mejor
amigo, agarró tres bollos/galletas de arándanos más y los sostuvo en una
mano mientras se alimentaba con la otra en pequeños bocados prolijos
que me hicieron sonreír como una idiota por dentro y por fuera. Pero era
adecuado, y no me avergonzaba.
Podía sentirme levantando mis talones de nuevo. Todavía feliz. Tan
jodidamente feliz que iba a ser feliz por el resto del mes, al menos. Tal vez
toda mi vida.
—¿También juegas al fútbol?
CJ asintió mientras masticaba su bollo.
—Para los White Oaks. Receptor. Maldición, estos son buenos.
¿Realmente hay romero en ellos?
Los White Oaks eran el equipo de fútbol profesional de Houston. No
eran los mejores, y la mayoría de las veces tampoco eran los peores. La
mayoría de lo que sabía era que se trataba de un equipo nuevo y su
quarterback era joven. No podía decir cuántos años tenía CJ; tenía un
rostro que podía pasar por veintidós o treinta y cuatro años. Lo que sí
sabía era que me gustaba.
—Sí. Gracias. ¿De dónde eres?
—Filadelfia, originalmente. Luego pasé cuatro años en Austin.
Eso me hizo reaccionar. ¿Así fue como conoció a Zac? ¿Algún tipo de
ex-alumno algo?
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Aunque no tuve la oportunidad de preguntar.
—¿Puedo preguntarte algo? —dijo el otro hombre, todavía mirando
mis pequeños bollos.
Le ofrecí el recipiente otra vez.
—Claro.
Tomó dos más mientras parecía pensar en ello por un segundo antes
de lanzarse.
—¿De verdad inventas las recetas en el momento?
Recibía esa pregunta un montón, y me refería a un montón. Había
construido a mis espectadores con la idea de que iba mayormente a ciegas
en cada episodio, específicamente para que me vieran fallar. Se me ocurría
algo que quería hacer y lo intentaba con la cámara grabando todo el
tiempo. Algunos días, eran recetas originales. Algunos días trataba de
hacer versiones más saludables de comida rápida y platos de restaurante,
con menos ingredientes, y seguía mi instinto. Algunos días, hacía cosas
que no eran exactamente saludables pero que eran caseras. Había probado
casi todo. Cuando Guillermo, mi sobrino, venía a visitarme, hacíamos
episodios de cocina para niños, y funcionaba. Hacer las cosas sin un plan,
usando menos de diez ingredientes, y tratando de hacerlo lo más fácil
posible era lo mío. “Si no está roto, no lo arregles”, era mi lema la mayor
parte del tiempo.
—Tengo muchas ideas en mi cabeza, pero al final improviso. A los
suscriptores les gusta cuando fallo en algo. Esos videos suelen ser los
mejores, especialmente si tengo a alguien en ellos conmigo.
No tenía un montón de “estrellas invitadas”. Casi todas las personas
que se unían durante mis episodios eran miembros de la familia. El
pequeño porcentaje que no lo era consistía en otros video-bloggers que me
contactaron, y el resto eran amigos y familiares que lo pedían. Habría
invitado a más gente, pero la idea de dejar entrar a extraños a mi
apartamento iba en contra de todas las lecciones que había aprendido
viendo Law and Order. Era otra razón por la que quería alquilar un estudio
donde pudiera filmar por separado. Ese era el plan E. Un plan para un
futuro lejano.
CJ gruñó alrededor del pequeño bollo que se había metido en la boca.
—Estos son mis favoritos. —Me miró con una sonrisa mientras comía
otra galleta—. Zac no habla mucho de nadie más que de su mamá o de su
Paw-Paw, pero nunca dijo nada de ti.
Por supuesto que no.
—Estoy bastante segura de que no sabe nada de… eso. El otro día fue
la primera vez que lo vi en diez años —admití.
CJ puso expresión pensativa, pero retiró el taburete entre el que
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había planeado sentarse y el que yo tenía al lado. Le hizo un gesto.
Tuve que usar la barra de soporte en la parte inferior para sentarme,
de frente a él. Iba a tener que preguntarle a Connie si sabía quién era CJ y
restregarle que lo había conocido, si lo sabía.
—Crecimos juntos. Éramos de la misma ciudad. Es el mejor amigo de
mi primo —expliqué para que no pensara que yo era BIANCA
CABELLONEGROGIMHOU. Prefería no ser nada en su teléfono, lo que era
más que probable, basado en cómo había ido la última década. No era que
estuviera molesta por ello.
Y ahora quería cambiar de tema.
—¿Cuánto tiempo llevas jugando aquí en Houston? —Rara vez veía el
fútbol, y cuando lo hacía, era solo cuando Zac jugaba. Pero nunca iba a
admitirlo en voz alta.
—Desde que los White Oaks se unieron a la organización. Me
reclutaron. —CJ se rascó la nuca, los bíceps se flexionaron bajo su
camiseta y todo—. Eres más pequeña en persona de lo que pareces.
Resoplé mientras ponía la palma de mi mano sobre el granito blanco
salpicado con remolinos de gris y marrón. Era una bonita encimera.
Duradera. Si alguna vez tuviera un estudio solo para filmar, querría algo
así. El de mi apartamento era solo blanco, pero aun así me encantaba.
—Al principio, cuando empecé a publicar cosas en internet, la gente
decía que parecía una enana. Que apenas podían verme, así que ahora uso
tacones. Grandes y viejos de plataforma, para que no parezca que todavía
estoy en la secundaria. —Honestamente, me había acostumbrado a los
chistes sobre mi altura desde que tenía como… ocho años. No eran nada
nuevo. Ya ni siquiera eran molestos. No era tan baja.
CJ levantó una ceja impresionada al mismo tiempo que se llevaba
otro bollo a la boca.
—¿Cuánto mides?
—¿Cuánto mides?
Su gran e inesperada risa me hizo sonreír un segundo antes de que el
sonido de la voz de Zac se oyera en la cocina. Estirándome a un lado, miré
a mi alrededor y lo encontré parado en la puerta que había aprendido la
semana anterior que conducía a una escalera. La misma escalera que
conducía al piso de arriba.
Estaba al teléfono, mirando en nuestra dirección. Pude ver eso. Y
estaba discutiendo. Podía oírlo todo.
—¿… es el problema? Estoy haciendo lo que tengo que hacer —espetó
en voz baja, la irritación obvia en su tono. En vaqueros y camiseta marrón
claro, Zac se paraba con una mano en el marco de la puerta y la otra a su
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lado en un puño.
Cuando hicimos contacto visual, lo saludé.
Me hizo un pequeño asentimiento antes de alzar el puño y levantar el
dedo índice.
Alguien estaba en una llamada importante. Bien. No hay problema.
—No, lo acordamos. No. —Volvió a agachar la cabeza para refunfuñar
en el receptor. Lo tenía prácticamente presionado contra su boca. Así fue
como supe que estaba enojado. Había tenido conversaciones como esa con
mi ex. Le vi meter una mano en su largo cabello rubio oscuro mientras se
quejaba—: ¡No es culpa mía!
Vaya.
Volviéndome para enfrentar a CJ, le sonreí. Me devolvió la sonrisa.
—Por qué debería tener que… —La voz de Zac se escuchó por un
segundo, pero cuando volví a mirar en la dirección en la que estaba, había
desaparecido. Pero todavía podía oírlo.
—Trevor sigue enojado con él por la fiesta —dijo CJ de la nada.
¿Qué fiesta? ¿La de hace semanas?
—Espero que alguien lo contrate. Le queda mucho por hacer.
Levanté la vista para encontrar a mi nuevo mejor amigo mirando el
recipiente de bollos frente a mí. Los empujé hacia él de nuevo y lo vi quitar
la tapa y sacar dos más. Quería preguntarle si sabía algo que yo no, pero
cuando no sabías nada, que era exactamente la cantidad de conocimiento
en mi cerebro sobre Zac y su carrera, todo era información; aun así
mantuve la boca cerrada.
Si Zac quería que lo supiera, me lo diría él mismo, ¿verdad? No es que
estuviera esperando nada. ¿Y no acababa de decirme a mí misma
literalmente que me metiera en mis propios asuntos hace como quince
minutos?
Por suerte y por desgracia, no tuve que reflexionar acerca de ello
demasiado porque el teléfono de CJ empezó a sonar. El tono de llamada
debía significar algo, porque lo siguiente que supe fue que estaba echando
su taburete hacia atrás, diciendo:
—Gracias por los bollos, Bianca.
Todo lo que conseguí fue decir:
—De nada, CJ. —Antes de que saliera por la puerta y subiera las
escaleras.
Bueno, eso fue interesante.
Me había alegrado todo el día.
Me giré de nuevo para mirar hacia donde Zac había desaparecido. Ya
no podía oírlo. Tal vez solo quería algo de privacidad para terminar una 88
conversación que no sonaba muy agradable. Tenía sentido. Podía esperar.
Mientras estaba sentada, saqué mi teléfono y abrí mi aplicación de
correo electrónico, pensando que podría trabajar mientras esperaba.
Personas al azar me enviaban mensajes todo el tiempo con varias
preguntas de cocina, especialmente cuando trataban de modificar una de
mis recetas, y me esforzaba por responder a todos. La mayoría de las veces
lo hacía mientras estaba en el baño, pero no tenía sentido quedarme
sentada sin hacer nada, ¿verdad?
Respondí un correo electrónico. Dos. Tres. Cuatro. Cinco, seis, siete,
ocho, nueve, diez, y después del decimoquinto, de hace dos días, que había
contestado, miré el reloj del microondas que estaba frente a mí… había
pasado casi una hora.
La decepción me golpeó como un mazo justo en el centro del pecho.
¿Olvidó que me encontraba aquí?
Algo caliente e incómodo cubrió mi esternón, y me volví de nuevo para
ver si había vuelto y solo hubo… silencio. Una jodida ilusión, sabía que lo
era. Lo sabía.
En silencio, tan en silencio como pude, me levanté del taburete al que
se había amoldado mi culo y fui hacia la escalera.
A menos que tuviera una capa de invisibilidad, no estaba allí. Algo
que podría haber sido su voz flotó por las escaleras. Me había hecho una
señal con el dedo para pedirme que lo esperara…
Pero eso fue hace una hora.
¿Quién diablos hablaba por teléfono tanto tiempo? Bien, quizá mi
hermana y yo, pero colgaría si tuviera algo que hacer o alguien estuviera
de visita.
Probablemente es algo muy importante, mi cerebro trató de razonar.
Pero…
Tenía cosas que hacer. Y al parecer también Zac.
Cosas que no me incluían después de todo.
89
SEIS
Pasé todo el viaje hasta la tienda haciendo todo lo posible para no
sentirme decepcionada por lo que había sucedido en la casa de Zac.
Más bien… lo que no había sucedido.
Pero como la mayoría de las cosas, era más fácil decirlo que hacerlo,
como cuando mi resolución de Año Nuevo fue despertarme a las cinco de
la mañana todos los días para hacer ejercicio antes de mi turno. No había
tomado en consideración que rara vez me acostaba antes de las dos de la
mañana.
La verdad era que me decepcionaba cuán decepcionada estaba.
Era más lista.
Había ido allí con la intención de disculparme y no lo había hecho.
Porque me habían olvidado. No era la primera vez en mi vida.
Me dolía el estómago sin importar cuánto “entendiera” que Zac era
“famoso” y probablemente tenía un montón de cosas que hacer. Estaba 90
ocupado con su propia vida. Estaba ocupada con mi vida y, por supuesto,
él estaba incluso más ocupado que yo. Me había invitado cuando pensó
que tenía un momento, ¿y no sabía yo que surgían cosas? Por supuesto
que sí. Hubo muchas ocasiones en las que tuve que parar o irme
directamente a casa del trabajo porque algo le había sucedido a mi sitio
web, o si recibía un correo electrónico sobre un error que alguien había
encontrado en un video o una publicación y tenía que hacerlo control de
daños.
Me dije que Zac me había pedido que fuera porque quería verme.
Y me sentía decepcionada porque literalmente lo había visto durante
unos cinco segundos y a distancia.
Si no hubiera estado sucediendo algo, habría bajado. Pero conocí a CJ
y me reconoció, e incluso había preparado una de mis recetas. Eso debería
haber sido suficiente. Habría sido más que suficiente en cualquier otra
situación.
Pero a mi estómago, y a mi corazón, no les importaba una mierda.
Porque esa capa parecida a la melaza de “mi amigo me había
abandonado” realmente no desapareció en la carretera o durante mi visita
a la tienda de comestibles.
Decirse algo y creerlo eran dos cosas totalmente distintas.
Pero la llamada que llegó a mi teléfono mientras estaba en la fila de la
caja había ayudado. Un poco.
Me había sorprendido muchísimo cuando mi teléfono empezó a sonar
mientras cargaba mis compras en la cinta transportadora y eché un
vistazo para ver 512-555-0199 parpadeando en la pantalla.
Miré el número por un segundo y pensé en no contestar. Pero lo hice
de todos modos, porque no era una idiota. Porque había querido
intentarlo.
Simplemente no iba a poner mucho peso en ninguna de mis
interacciones con Zac, sobre todo porque no iba a esperar nada.
Si no tenías expectativas, no te decepcionaban.
Antes de que pudiera cuestionarme, contesté al teléfono… y seguí
cargando mis compras.
—¿Hola? —No era como si no supiera que era él, pero mis
sentimientos estaban un poco heridos a pesar de ser más lista.
—Aww, cariño, lo siento mucho. —La voz que todavía era familiar
porque la había oído en la televisión sonó por la línea justo cuando dejé mi
crema de vainilla en la cinta transportadora.
Hice una mueca y alcé la mirada para ver al cajero observándome.
Forcé una sonrisa. 91
—¿Estás cerca? ¿Puedes volver?
¿Volver a su casa?
Una parte de mí estuvo tentada a decir que sí. Me hubiera gustado
hablar con él. Escuchar esa voz que se había sentido como un cálido
abrazo en su día. Mirar un rostro que me había sonreído lo que se sentía
como cien mil veces. Quizás oír una risa que había oído casi tanto. Y decir
lo siento por estar tan rara en la cena.
Pero, ¿de qué tendrías que hablar realmente? ¿Cuál es el punto? Mi
cerebro trató de susurrar… y no podía ignorarlo exactamente.
Mi corazón dio este pequeño y doloroso giro que traté de ignorar, pero
no lo logré.
Me había dejado sola en el piso de abajo durante casi una hora.
Después de invitarme. Yo tenía mierda que hacer.
Le sonreí al empleado detrás de la caja registradora una vez más
mientras terminaba de cargar el resto de mis cosas pesadas: leche y una
bolsa de patatas.
—Ya no estoy por allí. —No estaba amargada porque apenas se
estuviera dando cuenta ahora de que me había ido—. Y ahora voy a pagar
en la tienda de comestibles. ¿Puedo llamarte cuando termine? —Tuve que
parpadear cuando otra oleada de decepción atravesó mi pecho por haber
sido olvidada. De nuevo.
Era mi culpa por sentirme de esta manera, y dependía de mí buscar
la forma de superarlo. Había ido allí con las mejores intenciones,
queriendo compensar cómo me había comportado, y maldita sea, iba a
hacerlo. Hasta un punto.
—Por cierto —comenté—, te dejé unos bollos en la encimera. No son
de tamaño completo, pero… si no te gustan, dáselos a CJ.
Ahí, sin presión sobre él. Si no le gustaban, al menos a su compañero
de casa sí. No tendría que sentirse mal por no disfrutarlos. Además, se los
mencioné en lugar de dejar que se pudrieran en la encimera. Mírame
intentando ser madura.
Hubo un instante de silencio, y luego otro, y fruncí el ceño mientras le
entregaba mis bolsas de la compra al empacador y preguntaba:
—¿Estás ahí?
—Sí —respondió mi viejo amigo después de un segundo—. Lo siento
mucho, cariño. ¿Seguro que no puedes regresar? Puedes poner tus cosas
en el refrigerador…
No quería ser esta persona, ¿verdad? La que se enojaba mucho
cuando era más lista, cuando él no me debía una jodida cosa. Podía ser 92
educada y aun así cuidarme. Hacer lo que fuera mejor para mí. Lo había
intentado, y eso tenía que ser suficiente. En todo caso, esto era solo otra
señal de cómo esta amistad entre nosotros no estaba destinada a ser.
Podía leer las señales. Les había cerrado los ojos un montón de veces
en mi vida, pero ya había aprendido la lección. Solo porque cierras los ojos
y finges que algo no está ahí, no hace que desaparezca.
—Gracias, pero tengo algo que hacer. —Preparar la cena y ver
televisión. Dudé por un segundo—. Cuídate, ¿de acuerdo?
Hubo otra pausa, luego:
—Pensé que me ibas a llamar cuando llegaras a casa.
Sí, había estado mintiendo cuando me ofrecí. Pero era lo mejor. Para
mí, y probablemente para él también. No necesitaba perder el tiempo. Por
lo que parecía, tenía suficiente mierda con la que lidiar.
Así que aunque no quería, aunque dolió un poco, lo dije porque iba a
ser amable, porque ya no guardaba resentimiento por el pasado.
—Hablaré contigo más tarde, Zac.
Más tarde. Correcto. Quizás ambos sabíamos lo que de verdad quería
decir.
Hubo una suave exhalación que apenas pude oír antes de:
—Lo siento, enana.
Enana.
Ahí estaba de nuevo ese apretón, y esa vez, dolió. Solo un poco, pero
más que suficiente.
—Lo sé. Todo está bien. Nos vemos.
Hubo un sonido de fondo con el que no supe qué hacer antes de oír:
—Adiós, Bianca. —Y luego colgué.
No había mucho más que decirnos, ¿verdad?
Ambos lo habíamos intentado. Algunas cosas simplemente no estaban
destinadas a ser.
—¿Hiciste qué?
En la pantalla de mi teléfono, pude ver a mi hermana inclinarse hacia
su cámara y mostrarme sus dientes.
—Conseguí algunas de esas tiras blanqueadoras. ¿Qué piensas?
Lo que de verdad pensaba era que la boca de Connie ahora podría
iluminar un campo de minigolf luminiscente.
—Con, creo que esas cosas desgastan tu esmalte, pero tus dientes se
ven bien —dije mientras terminaba de cortar la cebolla blanca que había 93
comprado hace una hora—. No van a ser tan bonitas como las dentaduras
postizas que vas a terminar teniendo si sigues usando esas cosas.
—¡Eso es lo que dije! —intervino mi cuñado, que había estado sentado
a su lado en el sofá, justo en el borde de la pantalla. Apenas podía ver su
rodilla en ese momento, pero antes se había inclinado hacia la cámara y
me preguntó cuándo estaba planeando ir de visita.
Vi la cabeza de mi hermana girar lentamente hacia la derecha, hacia
donde él estaba. Lo miró fijamente.
—Cielo, solo te estamos cuidando. —El hombre que se había casado
con mi hermana hace catorce años, el padre de sus dos hijos, intentó dar
marcha atrás. Ya sabía exactamente qué expresión apaciguadora le estaba
dando; lo había visto en persona demasiadas veces—. Te amaría con tres
dientes, pero, por favor, no me lo pidas. Podría reírme si empiezas a silbar
entre ellos.
Resoplé. Mi hermana siguió mirándolo.
Doce años mayor que yo, Connie había sido más una figura materna
para mí que una hermana durante la mayor parte de mi vida. Empatada
con Boogie, era mi mejor amiga.
A pesar de la diferencia de edad entre nosotras, habíamos consolidado
nuestro vínculo durante las docenas de veces que ella había golpeado mi
ventana en medio de la noche para poder entrar a hurtadillas. Me había
ganado su lealtad al no delatarla nunca, principalmente porque siempre
había pensado que era el ser humano más genial, pero también porque, de
acuerdo con lo que nuestra mamá había dicho un par de veces cuando
había estado cerca, cuando salí del útero nos habíamos enamorado.
Habíamos seguido enamoradas. No hace mucho, Connie había dicho
algo sobre cómo había criado a tres hijos y no planeaba tener más. Había
dado a luz a dos de ellos y sabía que yo era la tercera. La primera. Su bebé
de práctica. Desde que tengo memoria, ella siempre había sido mi roca.
Incluso más baja que yo y, en serio, básicamente un hobbit digamos,
porque me hallaba por debajo del promedio, pero ella lo llevaba a un nivel
completamente nuevo, también era una fuente regular de entretenimiento.
Y era muy adorable, loca o no.
En la pantalla, parpadeó hacia su marido.
Él hizo algo que pareció como si se retorciera.
Ella parpadeó de nuevo.
Y él de nuevo pareció retorcerse.
La extrañaba. Y a su esposo. Y a sus hijos.
—¿Escuchan eso? —dijo mi cuñado de repente, poniéndose de pie—.
Creo que mi teléfono está sonando. Déjenme ir a buscarlo. 94
Solté un bufido.
—¡Mentiroso!
Al mismo tiempo, mi hermana murmuró:
—Cobarde.
Y luego las dos nos reímos y nos levantamos el pulgar a través de
nuestras cámaras cuando el micrófono captó de parte de mi cuñado:
—¡No estoy mintiendo! ¡Estoy bastante seguro de que lo escuché!
Estaba mintiendo totalmente.
Y nos hizo reír más.
Richard hacía algunas tonterías de vez en cuando, pero era increíble.
Después de mi hermana y mi primo, probablemente era mi tercera persona
favorita. Cobarde o no.
Me había ganado desde el principio. No todos los hombres estarían
locos por su cuñada mudándose con ellos durante años, pero él fue el
primero en mencionarlo después de la muerte de mamá Lupe. Ni una sola
vez en los años que viví con ellos me hizo sentir mal o extraña o no
deseada.
Había una razón por la que mi hermana se quedó con él y todas sus
mudanzas a lo largo de los años mientras estaba activo en el ejército.
Sin embargo, en la pantalla, Connie casi instantáneamente se puso
seria cuando volvió a mirar a la cámara y preguntó:
—Ahora que el entrometido se ha ido, ¿me vas a decir qué te molesta
o tendré que adivinar?
Maldición. Sabía que debería haber esperado para conversar por video
con ella. ¿Qué más esperaba?
Afortunadamente, terminé de cortar las cebollas al mismo tiempo que
me lanzó su pregunta, así que tuve una excusa para dejar mi cuchillo en
la tabla de cortar. Sabía que era mejor no intentar mentirle. Pero tampoco
quería que tuviera la historia completa. Zac Travis me invitó y luego me
plantó. ¡Pero no es para tanto porque parecía que tenía una llamada
importante! Sí, eso la haría volar directa desde Killeen en plan psicópata, a
horas de distancia. Dios no permitiera que nadie me lastimara, mental,
emocional o físicamente.
Mi hermana nunca me había dado una razón para dudar de que
vendría inmediatamente a ayudarme si alguna vez la necesitaba. E incluso
cuando no la necesitaba. Niños a cuestas a las tres de la mañana y todo.
Era mi heroína.
Y tal vez Zac sin querer había herido mis sentimientos, pero no estaba
dispuesta a delatarlo cuando una parte de mí entendía que se había
95
disculpado y que lo que había sucedido no había sido planeado.
Lo había visto varias veces a lo largo de los años y no quería hacer las
cosas incómodas. Ella nunca había estado tan unida a él o a Boogie como
yo, pero no eran extraños totales. Había vivido con nuestra abuela durante
algunos años antes de mudarse una vez terminó sus estudios básicos en
la universidad comunitaria local.
—Se suponía que debía salir con un amigo, pero me dejó plantada. No
es para tanto, pero reaccioné exageradamente y me molesté.
Ojos más claros que los míos me miraron desde el otro lado de mi
tablet mientras los entrecerraba. No nos parecíamos del todo. Su cabello
era lacio; el mío era tan rizado como era humanamente posible. El suyo
era claro como el de nuestro padre, y el mío era oscuro como el de nuestra
madre. Ella siempre había sido linda y pequeña, y yo ganaba peso con solo
mirar una galleta Chips Ahoy. Connie siempre había sido guapa y popular
y gustado a los chicos. ¿Yo? No tanto. Al menos no hasta principios de mis
veinte.
Pero no me estaba creyendo completamente; podía decirlo por su
expresión facial.
—No es para tanto —insistí. Eso hizo que me pusiera los ojos en
blanco, lo que me hizo cambiar de tema de inmediato—. Dime, ¿has
hablado con tus padres últimamente? No me han enviado correos
electrónicos o mensajes de video en más de una semana.
Eso hizo que mi hermana me lanzara una mirada antes de gruñir.
Afortunadamente, dejó pasar lo de “tus padres”.
—Sí. Mamá me envió un correo electrónico ayer…
—¡Mamá! ¡Mami! ¡Creo que me pegué los dedos! —gritó una voz desde
algún lugar en el fondo—. ¡Ayy! ¡Mamá! ¡Ayúdame!
Mi hermana suspiró instantáneamente, levantó una mano y se
pellizcó el puente de la nariz por un segundo antes de lanzarme una
mirada plana.
—Quiero que pienses en este momento si alguna vez decides tener
hijos, enana. Piénsalo larga y duramente. —Un lado de su boca se levantó
en una media sonrisa que significaba que nada bueno estaba a punto de
salir de su boca—. Largo y duro es lo que me metió en esta situación.
Arrugué la nariz y me tapé las orejas con las palmas.
—Nop. Estás cruzando la línea. Ya te lo dije antes, Richard está en la
categoría de “Nunca quiero oír hablar de eso”.
Se rió.
—Déjame ocuparme de esto. Te quiero. Adiós —dijo Connie antes de
terminar la llamada solo después de que también me despidiera.
Todavía estaba tratando de deshacerme de su “demasiada
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información” cuando abrí mi despensa y saqué las latas de frijoles que iba
a necesitar para la sopa que estaba preparando para la cena, porque
podría comer sopa para el almuerzo y la cena y ser feliz por el resto de mi
vida, cuando sonó el timbre.
Ah, diablos.
A pesar de que el complejo en el que vivía tenía una verja que requería
un código de acceso para entrar, y aunque la solicitud estaba prohibida de
acuerdo con los letreros colocados en cada entrada, de vez en cuando la
gente aún lograba entrar. La semana pasada, alguien que sostenía
panfletos y se ofrecía a hablar con cualquiera que quisiera escuchar acerca
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo había llamado a mi puerta. La
única razón por la que revisé la mirilla por adelantado fue porque había
escuchado voces fuera de la puerta, específicamente la voz de mi vecino
Santiago, y había sentido curiosidad. Y ni siquiera me avergonzaba admitir
que me había tumbado en el suelo durante cinco minutos después.
Por otra parte, fingía que no estaba en casa cada vez que alguien que
no conocía llamaba a la puerta. Incluso cuando eran las Girl Scouts
intentando vender galletas. No tenía fuerza de voluntad.
Así que podías decir que sabía que era mejor no gritar a quien
estuviera tocando el timbre.
Dejé mi lata junto al horno holandés que estaba a punto de usar y me
moví lo más silenciosamente posible hacia la puerta. Boogie había
intentado decirme una vez que podías ver sombras moverse a través de la
mirilla desde el exterior cuando se usaban, pero no le creí del todo. Dejé de
creer en todo lo que decía cuando tenía trece años y trató de decirme que
besar a los chicos hacía bebés.
Sí, había encontrado los condones de Connie dos años antes y tuve
esa conversación con ella. Mi hermana me había enseñado sobre los
pájaros y las abejas usando una zanahoria y una rosquilla de canela.
Había una razón por la que éramos tan cercanas. Me lo decía todo.
Cualquier cosa que no estuviera relacionada con su esposo, porque lo
veía demasiado y simplemente no quería imaginarme cosas.
En fin, una rápida mirada a través de la mirilla me llevó de estar de
puntillas a caer sobre mis talones, luego volví a ponerme de puntillas para
asegurarme de que no me había imaginado el rostro al otro lado inclinado
hacia el techo.
No estaba viendo cosas.
Era Zac.
¿Cómo diablos había…?
Esa era una pregunta estúpida. Obviamente, solo había una persona
que podía o le habría dado mi dirección. Pero, ¿por qué la había pedido? ¿Y
qué estaba haciendo aquí? 97
A través de la mirilla lo vi inclinarse hacia adelante, y ni siquiera un
segundo después, el timbre sonó de nuevo.
De acuerdo.
—¡Un segundo! —exclamé, frunciendo el ceño antes de quitar el
pestillo y luego la cerradura inferior y abrir la puerta con cuidado para
enfrentar al hombre que había sido mi amigo hace mucho tiempo. Un
hombre que estaba muy, muy ocupado. Y eso me alegraba mucho.
No me voy a tomar nada personalmente. No voy a estar herida. No voy
a estar más decepcionada de lo que ya he estado, me recordé mientras
forzaba un poco una sonrisa casual en mi rostro.
—Hola —dije a Zac, haciendo una mueca de dolor por dentro por lo
mediocre que sonaba mi saludo.
El hombre de cabello rubio sucio con su rostro recién afeitado me
lanzó una sonrisa que parecía cautelosa mientras sus ojos, de un azul
celeste casi perfecto, se clavaban en los míos. No pude evitar notar su
ropa: vaqueros, una camiseta y botas de cowboy gastadas.
—Hola, cariño —dijo, arrastrando las palabras.
¿Qué diablos estaba haciendo aquí?
Debió haber notado que estaba sorprendida por su presencia, porque
siguió adelante, observándome con esos ojos. Una comisura de esa boca
rosada se curvó, no tenía la boca más llena, pero estaba bien formada y
era bonita, y también levantó uno de esos hombros anchos y preguntó:
—¿Tienes un minuto para mí, cariño? —Intentó adularme, le
reconocería eso—. ¿Porfa?
Un flashback repentino de mi abuela quejándose de dejar que Zac se
saliera con la suya surgió de la nada.
Y la entendí completamente. Ahora. Tantos jodidos años después. Era
esa sonrisa y la seriedad en su rostro, pero sobre todo esa maldita sonrisa,
lo que me atraía a pesar de todo.
Se encontraba aquí, y era Zac, y tal vez hubiera herido mis
sentimientos por olvidarme, pero…
Estaba aquí. Siendo todo… él mismo, o al menos mostrándome las
partes que habían formado a la persona que conocía.
Las partes importantes.
Maldición.
Iba a estar bien. No iba a mostrarle que me había lastimado, porque
sabía… de alguna manera… que no había tenido la intención de hacerlo.
El mundo era un lugar pesado y yo tenía una espalda delicada.
Además, si alguien tenía que sentirse mal, era yo por cómo me había 98
comportado en primer lugar.
Sus cejas se arquearon.
—Así que… ¿sí?
Así que… ¿sí?
Me hice a un lado e indiqué a Zac que entrara.
—Claro. Adelante.
Su sonrisa se amplió.
Sí, había una razón por la que mamá Lupe lo había amado y por la
que estuve tan enamorada de él, como amiga y más, en el pasado.
—Estaba en medio de preparar la cena —expliqué, haciendo señas a
Zac para que me siguiera hacia la isla que separaba la cocina de la sala de
estar. Tenía dos taburetes alineados a lo largo—. ¿Quieres algo de beber?
Tengo agua, Pepsi y limonada rosa en polvo.
Cuando me mudé por primera vez hace un año y medio, no había
comprado demasiadas cosas para la sala de estar porque el depósito en
este lugar había sido muy caro. Había un sofá cama, una silla que solo
estaba ahí porque pensaba que era linda, porque seguro que no era
cómoda, y una televisión que mi hermana y su familia me habían
comprado, diciendo que era mi regalo de cumpleaños y Navidad durante
los próximos dos años. No había estado bromeando. Para Navidad, me
había regalado una tarjeta con una imagen de la televisión. Lloré por lo
mucho que me reí. Tenía viejos posters de películas de Mulan y El Rey León
enmarcados en mi pared que un amigo me había regalado.
La cocina era la razón por la que me mudé a este costoso complejo en
primer lugar. Hice un recorrido y supe que esto era lo que quería. Con
armarios blancos, cajones extraíbles, encimeras de granito blanco, azulejos
subway azul claro para salpicaduras, electrodomésticos de acero
inoxidable y una linda isla en el medio, inmediatamente imaginé filmar
video-blogs en la cocina pequeña pero perfecta. Había sido amor a primera
vista.
Un día, tal vez podría comprar una casa con una hermosa y gran
cocina. Pero me conformaría con alquilar un estudio para filmar. Algún
día.
—Tomaré un poco de agua —respondió Zac, devolviéndome al
presente y haciendo que dejara de admirar mi cocina.
Asentí mientras agarraba un vaso limpio y lo llenaba con el filtro de
agua en la mesa en el que había gastado mucho dinero, cuando el sonido
de él retirando un taburete me indicó lo que estaba haciendo. Ponerse
cómodo. Efectivamente, estaba sentado al otro lado de la encimera,
dándome otra sonrisa con los labios apretados cuando puse el vaso frente
a él y lo empujé un poco más cerca. 99
Zac se veía… raro. Sus cejas de color marrón claro estaban tensas, su
frente estaba arrugada y las líneas a lo largo de su boca eran profundas, y
no me gustó. Solo me desagradó parcialmente que no me gustara.
—¿Estás bien? —pregunté directamente, mirando su rostro fuerte y
bronceado.
Realmente todavía parecía una especie de príncipe de cuento de
hadas.
Un príncipe de cuento de hadas al que muchas mujeres querían hacer
cosas muy sucias, según algunos de los comentarios en sus publicaciones
de Picturegram. Había leído algunos después de que saliera su número en
TSN Anatomy, el que contenía sus nalgas desnudas… y su cosa. Pensé que
me gustaba la mierda sucia. No comparado con algunas personas.
—Aparte de sentirme como una mierda por lo que hice, claro, cariño
—respondió, devolviéndome al momento, esos ojos azul bebé se clavaron
en mí mientras levantaba el vaso y tomaba un sorbo.
Quiero decir… si quería sentirse terrible….
No me perdí la forma en que lo miró antes de tomar otro sorbo y
lamer esos labios rosas de algodón de azúcar.
—¿Esta agua es deliciosa o me lo estoy imaginando?
Por supuesto que iba a hacer esto difícil.
Solté un bufido, y eso me valió la mitad de una sonrisa de un rostro
guapo.
—Sí. Es una máquina de ósmosis inversa. Filtra todo.
Esa mirada azul bajó rápidamente al cristal.
—Tienes que escribirme el nombre —dijo después de tomar otro
sorbo, y juro por mi vida que pegó sus labios un poco—. Esto es bueno,
enana.
Hablar de filtros de agua estaba bien y era seguro. Eso funcionaba
para mí.
—Lo haré. Vale cada centavo.
—¿Cuánto costó?
Había mentido a todos los demás sobre el precio, pero… había visto
fotos de su último auto. Qué auto conducía ahora, no tenía ni idea.
Pensarías que el mismo, pero algunos de los chicos de MMA en el gimnasio
compraban un auto nuevo como cada tres meses para las mierdas y las
risitas. Nunca se sabía. Además, solo podía imaginar la cantidad de dinero
que probablemente gastaba en alimentarse, o más bien, en que otras
personas lo alimentaran.
—Trescientos dólares, pero puedo conseguirte un código de
descuento. —No necesitaba saber que tenía un código de descuento que 100
promocionaba todo el tiempo que la compañía me había dado. Dejaba el
filtro de agua en la encimera para que se pudiera ver en casi todos los
videos que grababa. La publicidad no era gratuita. Durante mucho tiempo,
dejé de incluir patrocinadores, personas que me pagaban para anunciar
sus productos, en mis videos. Estaba tratando de compensarlo ahora.
—¿Dijiste trescientos dólares? —El maldito millonario tacaño se
atragantó con su sorbo.
Le di la espalda cuando me di la vuelta con un resoplido que no había
esperado hace diez minutos, ni hace una hora, ni hace cinco años.
Este hombre había sido mi amigo a pesar de nuestra diferencia de
edad. Se había preocupado por mí. Sabía que, durante mucho tiempo, me
había querido.
Y era por eso que su distancia me había herido tanto.
Pero incluso después de todo este tiempo y… todo, seguía siendo el
mismo tacaño que esperó seis meses para reemplazar la ventana de su
auto porque “la cinta adhesiva funciona bien”.
Así que me sorprendí al murmurar:
—Puedes pagarlo. —Como lo haría si hubiéramos seguido siendo
amigos.
Si hubiéramos seguido siendo amigos.
Necesitaba detenerme y simplemente… tomar esto por lo que era.
Realmente lo hacía. Una visita rápida y amistosa como se suponía que
hubiera sido la mía. Estábamos reconectando.
—Jesucristo —farfulló Zac, llamando mi atención—. Por trescientos
dólares, beberé de la manguera —afirmó, incluso cuando lo escuché tomar
otro sorbo.
Agarré mi abrelatas, negando mientras lo enganchaba en una de las
latas que necesitaba. Podía hacer esto. Podía hablar con él como lo haría
con cualquier persona amigable que entrara al gimnasio. No era tímida.
Nunca lo había sido.
Podía hacer esto por las personas que amaba.
—¿Vives aquí sola? —cuestionó Zac.
—Sí. —No necesitaba saber toda la historia. Abrí una de las latas de
frijoles, la palabra aquí rebotando en mi cabeza un poco más—. Me gustó
mucho la cocina —expliqué, como si eso significara algo para él. Por una
fracción de segundo, me pregunté si CJ le había mencionado mi canal de
WatchTube, pero no era como si importara. No iba a mencionarlo.
A menos que preguntara, supuse.
—Seguro que es una buena cocina.
—Por lo que estoy pagando, debería serlo. —Mirando por encima de 101
mi hombro, no tuve que obligarme a sonreírle a mi viejo amigo que estaba
sentado allí con los codos sobre la encimera y la barbilla apoyada en una
palma, esos ojos azul claro en mí, resaltando contra su guapo rostro, y
ahora que realmente lo veía bien, cansado.
¿No había estado durmiendo? ¿O simplemente estaba cansado y
estresado? No había escuchado una palabra sobre lo que estaba pasando
con su carrera desde ese primer día.
Una esquina de esa linda boca se elevó, recordándome nuevamente al
chico que había conocido y amado que siempre había sido nada más que
amable y bueno conmigo… hasta que básicamente desapareció.
—¿Sin compañero de cuarto?
—No —expliqué mientras vertía los frijoles en un colador y me movía
hacia el fregadero para enjuagarlos—. Esta es la primera vez que vivo sola,
pero me gusta. —Aclaré mi garganta, queriendo cambiar de tema—. Tu
compañero de casa, CJ, parecía agradable.
—Sí, es un buen tipo. —Fue el turno de Zac de soltar un suspiro que
ni siquiera intentó sofocar a pesar de que estaba de espaldas a él—. Lo
siento mucho por haberte dejado plantada, enana —dijo mi viejo amigo
inesperadamente, directo y al grano, con una voz clara que logró sonar
genuinamente arrepentida.
Podía hacer esto.
—Está bien —comencé a decir, volviéndome hacia él. Estaba negando.
Las líneas de sus ojos se arrugaron profundamente mientras fruncía el
ceño.
—No, no lo está. Fue una auténtica mierda, cariño, y lo siento
muchísimo. Mamá me hubiera dado una paliza por hacerle eso a
cualquiera, pero especialmente a ti. Estaba hablando por teléfono con mi
agente. Me metí en un lío por ignorar sus llamadas durante un tiempo,
cuando estaba en Liberty Hill, y se molestó mucho. No es una excusa, pero
lamento no haber podido colgar el teléfono con él antes —explicó Zac en
un torrente de palabras, como si tuviera que sacarlo—. Ya tenía a Trevor
respirando en mi cuello y no podía posponer a mi agente por mucho más
tiempo.
¿Se había metido en problemas? ¿Porque su agente estaba tratando
de ponerlo en un nuevo equipo o algo así y no había estado respondiendo
sus llamadas? ¿O qué?
Continuó, mostrando más y más piezas del chico-hombre que se
había ganado mi lealtad y amor hace tanto tiempo.
—¿Perdonarás a tu viejo Snack Pack? —preguntó de esa forma tan
Zac que era todo azúcar y honestidad y esa sonrisa que podría matar a un
dragón mientras me miraba desde debajo de sus pestañas.
Mi viejo Snack Pack. 102
Ah, mierda.
No había terminado.
—La próxima vez, puedes escuchar mientras soy regañado, si quieres.
Mi agente es un profesional y Trev también lo hace muy bien. Podría dar
algunas clases sobre cómo destrozar a la gente cuando uno ya está
deprimido.
Parpadeé de nuevo.
Nunca había sido el tipo de persona que guardaba mucho rencor.
Incluso Connie dejaba ir las cosas bastante rápido. Probablemente era
culpa de nuestros padres, honestamente. Su corazón blando era la razón
por la que eran buenos médicos. Nuestra abuela, en cambio, se había
acordado de todo y no te permitía olvidarlo.
Pero todo sobre ese cuerpo largo aquí en mi apartamento, porque era
muy alto y todos sus músculos eran tan interminables y marcados como
sus huesos, parecía arrepentido y honesto. Sincero. Esos ojos suyos eran
amables y reales.
Nunca escuchaba lo que esos presentadores de televisión decían
sobre él, que era inmaduro y poco confiable, que nunca había alcanzado
su máximo potencial.
La cosa era que mi primo no seguiría siendo el mejor amigo de un
imbécil.
Y Zac no estaría aquí si no le hubiera importado una mierda dejarme
plantada.
Todo eso me decía algo.
Esta era mi elección, perdonar o no. No había vivido mi vida
esperando que me recordara. Y las razones que hubiera tenido… bueno,
las había tenido.
Así que dependía de mí y sabía lo que me decía mi corazón. Un
corazón que podía escuchar el susurro silencioso de mi abuela. Un
corazón que reconoció lo que mis ojos podían ver.
—Sí, te perdono. —Exhalé, diciéndolo totalmente en serio, hasta mis
pies descalzos—. Gracias por explicarlo.
Era la verdad y me hizo sentir mucho mejor; era un poco molesto
cuánto mejor. Lo miré de nuevo por encima del hombro y vi que había
dejado caer las manos y estaba sentado recto en el taburete, con el rostro
serio.
Su mirada también vagó lentamente por mi rostro.
Me volví hacia la encimera. También podría hacer mi parte.
103
—Oye, hablando de cosas por las que pedir disculpas, lamento no
haber sido muy amable cuando salimos a comer. Estaba… sorprendida de
verte. —Y siendo mezquina. Sobre todo eso. Aunque eso no salió de mi
boca—. Lo siento.
—No hay nada en el mundo por lo que disculparte, chica.
Eso me hizo sentir más como una mierda. Pero como no quería hablar
de ello más de lo necesario, lo aceptaría. Así que cambié de tema, porque
lo estaba intentando, maldita sea.
—Entonces… ¿resolviste las cosas con tu agente al menos?
—Un poco —respondió—. Todavía está enojado, pero lo estamos
arreglando. Ya no puedo marcharme inesperadamente.
Antes de que pudiera detenerme, antes de que el resto de mi cuerpo
pudiera alcanzar la distancia, no, la expectativa de no esperar nada, mi
boca actuó primero como siempre lo hacía con personas que conocía, o al
menos con las que me sentía cómoda.
—Tienes que decirle a Paw-Paw que deje de hacer tonterías y
asegurarte de que no se caiga de nuevo, ¿eh? ¿Para que no tengas que irte
de repente? —cuestioné, mirándolo por encima del hombro.
Eso lo hizo esbozar una sonrisa que hizo que sus codos volvieran a la
encimera de la isla. Su barbilla de forma cuadrada también aterrizó en la
base de su amplia palma. Pero fueron esos ojos furtivos, sutiles y
calmantes los que se iluminaron. Familiar y viejo y natural. Como si no
hubiera ido a ninguna parte en una eternidad.
Señor, ¿cómo se suponía que iba a guardar rencor cuando me miraba
así? No lo hacía. Así que era bueno que no hubiera sido el plan.
Luego me dirigió otra sonrisa que podría haber debilitado las rodillas
de cualquier otro.
—Lo sé, cariño. Tiene que dejar de actuar como si fuera un anciano
frágil.
Sonreí, y Zac me dio una gran sonrisa, una sonrisa completa que hizo
que el resto de su rostro se iluminara aún más cuando se rió.
Sí, había una razón por la que lo había extrañado. Siempre había sido
tan amable, y siempre nos habíamos llevado tan bien.
Y si ese hubiera sido el caso porque había sentido que me debía algo
por algo que no recordaba haber hecho… lo que sea. No iba a pensarlo
demasiado. Estaba perdonando, y me sentía… bien al respecto. Bien por
eso. Por el tiempo que durara esto, ¿verdad? Me volví hacia la comida que
había preparado y dije:
—Boogie me dijo que ahora está en casa y que está bien.
—Se encuentra bien. Lo retuvieron durante la noche como medida de
precaución —explicó Zac—. Estuvo muy feliz de verte. 104
Abrí la bolsa de col rizada que había comprado y eché un poco en el
colador para enjuagarla bajo el grifo.
—Espero que sepa que me encanta verlo. Y a tu madre. Te juro que se
ve igual que cuando éramos niños. —Contuve la broma sobre nuestra
diferencia de edad justo cuando estaba a punto de salir. Después de todo,
había pasado mucho tiempo.
Hubo un momento de silencio mientras me concentraba en las
verduras de hoja verde, pero Zac se aclaró la garganta y habló de nuevo,
sonando un poco diferente cuando lo hizo.
—¿Vas a hacer algo el resto del día? Pensé que habías dicho que
tenías planes o algo así.
Bueno, eso volvió a morderme el culo muy rápido.
—Planes para hacer cosas aquí. Mañana tengo que trabajar. ¿Tú?
Por suerte, o era demasiado educado o se sentía muy mal por dejarme
plantada como para señalar que mentí.
—No. Mi único plan era ponerme al día contigo, cariño —dijo
arrastrando las palabras—. Todavía no puedo creer que vivas aquí. Nadie
me dijo una palabra. —Hubo una pausa y luego—: No puedo superar que
no te reconociera. ¿Cuántos años tienes ahora? ¿Veintisiete?
Sabía por qué nadie lo había hecho. Porque en diez años, obviamente
nunca se había esforzado lo suficiente para ver cómo estaba, porque
podría haber preguntado y no lo había hecho. Si le hubiera importado. Y
eso era lo incorrecto en lo que pensar.
Estaba dejando ir esa mierda.
Se encontraba aquí ahora. Intenté no aferrarme a cosas así,
especialmente cuando era obvio que lo estaba intentando ahora.
Y si él podía intentarlo, yo también.
Expectativas.
Este hombre me había recogido de la escuela una o diez veces.
—Bueno, si quieres sopa para cenar, puedes quedarte. Sin embargo,
no sé si encaja en tu plan de alimentación. Lleva salchicha —dije,
principalmente esperando que se negara porque tenía planes, como una
cita o algo… tal vez con esa linda rubia.
Así que me sorprendió muchísimo por centésima vez desde que nos
vimos hace semanas cuando Zac dijo:
—Me encanta la sopa.
Le había encantado todo en el pasado.
—¿Salchicha, frijoles y col rizada? 105
Este tonto dijo:
—Mm-hmm. —Y no pude evitar mirarlo de nuevo. Estaba tomando
otro sorbo de agua, mirando el vaso como si se viera extraño o estuviera
tratando de averiguar si había magia en él.
Ser lindo era algo natural para algunas personas.
—Pensé que tendrías planes —comenté, solo parcialmente
arrepintiéndome mientras encendía la hornilla debajo de mi horno
holandés.
Pero Zac no dudó en responder.
—Te lo dije. Pasar un tiempo contigo era mi único plan, enana.
Ahí estaba otra vez.
Y tal vez eso me hizo sentir lo suficientemente bien para poder seguir
bromeando con él, intentando volver a ese terreno en el que habíamos
construido una amistad de la infancia de catorce años. Se elevó dentro de
mí como una ola contra la que no tenía ninguna posibilidad. Era
demasiado natural, y ya lo había reprimido lo suficiente durante el día en
el trabajo y las últimas veces que nos habíamos visto.
—Bueno, genial, soy una suertuda entonces —repliqué con sarcasmo,
como lo habría hecho si él fuera Boogie o Connie.
Zac se echó a reír, el sonido ronco, intenso, brillante y familiar.
—Solías estar tan emocionada de pasar tiempo conmigo.
Sí, eso fue agradable. Así que lo tomé y continué.
—Bueno, sí, porque todos mis amigos vivían lejos, y solo estaban
Boogie, Connie y tú cerca —expliqué inexpresiva mientras esperaba a que
la olla se calentara. Iba a tardar unos minutos—. Entonces Connie se fue y
solo quedaron ustedes dos.
Eso me ganó otra de esas risas roncas y brillantes que se sentían
como vieja ropa interior cómoda.
—¿Estás intentando decirme que algunos de mis mejores recuerdos
fueron una mentira?
Realmente me había encantado pasar tiempo con él y Boogie en ese
entonces, y él lo sabía. No necesitaba confirmar nada. Lo miré.
—No quieres que conteste a eso. No voy a romper tu corazón hoy, pero
si fuera tú probablemente no le haría ninguna pregunta a tu madre sobre
el hada de los dientes o Santa pronto, ¿de acuerdo?
Fue el turno de este tonto de parpadear. E incluso fue tan lejos como
para levantar una mano y colocarla en el centro de su pecho.
—¿Estás tratando de decir…?
Era tan jodidamente difícil evitar resoplar, pero si quería bromear…
106
bueno, eso también era algo natural para mí. Mantuve mi rostro tranquilo.
—Creo que esta es una conversación que necesitas tener con ella. Lo
siento.
Mi amigo de hace tanto tiempo jodidamente se rió a carcajadas. Movió
la cabeza como… si estuviera muy feliz. Por estar a mi alrededor.
Y me gustó. Me gustó mucho más de lo que debería.
—Ah, cariño, te extrañé muchísimo y yo… —Zac se interrumpió.
Pero sabía lo que estaba a punto de decir. Al menos mi instinto lo
hacía.
Te extrañé muchísimo y ni siquiera lo sabía. Eso era lo que había
estado a punto de decir. Ya sabes, porque se había olvidado de mí. De lo
contrario, habría preguntado o vuelto a ponerse en contacto en algún
momento a lo largo de los años. Todo lo que hubiera necesitado era una
llamada telefónica. Un “hola” por mensaje.
Enfrenté la estufa y eché un poco de aceite en el horno holandés,
mordiéndome el interior de la mejilla mientras lo hacía.
Había estado ocupado.
Y estaba bien. Yo también había estado ocupada. Tenía una vida.
Pero nada de eso cambió el extraño silencio que llenó esa fracción de
un segundo antes de que Zac comenzara a decir:
—Bianca…
No quería escucharlo. Me iba a centrar en lo bueno. En el aquí.
—Así que, ¿le recetaron medicamentos a Paw-Paw? Boogie no me lo
dijo —interrumpí.
—Así que… ¿qué has estado haciendo? —inquirió Zac media hora
más tarde después de hablar sobre la salud de Paw-Paw y contar un par
de historias más sobre él que nunca antes había escuchado que me
hicieron reír.
Y lo más importante, eludir nuestro pasado.
¿Qué he estado haciendo? ¿En lugar de, cómo ha sido la vida en los
últimos diez años? No era la única en terreno extraño, y eso estaba bien.
No quería que las cosas se pusieran incómodas después de su último
comentario sobre no darse cuenta de que me había extrañado.
Sabía que no estaba intentando lastimarme recordándome de nuevo
que no nos habíamos visto en tanto tiempo —y definitivamente no por qué
era eso—, pero… estaba eligiendo no dejar que eso me molestara.
Y si todavía era un tema un poco doloroso, esa mierda era mi culpa.
Pero honestamente, en serio, era lo más fácil del mundo perdonar a 107
Zac por casi cualquier cosa cuando hablar con él era como ponerse unos
calcetines favoritos a juego que habían sido separados por una secadora
mágica durante meses. Si quería ser menos técnica, como andar en
bicicleta. Era tan simpático y tonto y hablar con él era demasiado…
Natural. Pasar el rato con él, hablar con él, era simplemente… fácil.
De alguna manera, eso era molesto y agradable al mismo tiempo.
—¿Trabajas en un gimnasio? Creo que ese es el último lugar donde
Boogie me dijo que estabas. —Había continuado con las preguntas
después de contarme que Paw-Paw Travis lo llamó a las seis de la mañana
para preguntarle cómo comprar unas gafas de sol que había visto en la
televisión y que lo ayudarían a conducir de noche.
Habían pasado seis años desde que debería haber dejado de conducir,
pero eso no lo había detenido, al parecer. Paw-Paw declaró que solo quería
conducir por el rancho.
Espera.
Me tomó un segundo procesar su pregunta. ¿Boogie le había dicho
dónde trabajaba? No recordaba haber mencionado nada al respecto en el
auto cuando fuimos a cenar.
¿Le había preguntado a Boogie?
¿Sabía del gimnasio pero no de mi canal de WatchTube?
—Sí. Trabajo unas horas a la semana en la recepción de Maio House
—respondí mientras recogía un montón de salchichas y verduras de mi
plato y reflexionaba sobre eso. Era suficiente información sin ser
demasiada—. Es un gimnasio en un edificio y el edificio de al lado es para
MMA y esas cosas.
Por el rabillo del ojo, pude ver que me miraba mientras tragaba su
comida. Nos habíamos trasladado al sofá de la sala de estar, pero la
televisión no estaba encendida. Tenía un vaso de limonada rosa a mi lado
en la pequeña mesa auxiliar.
—¿Haces MMA? ¿Cuánto tiempo llevas allí?
Me moví, inclinando mi culo hacia esa esquina para enfrentarlo un
poco mejor. Su perfil era nítido bajo la iluminación del ventilador del
techo, pero parecía relajado, encorvado y hundido en el sofá marrón café
que había heredado de un amigo de mi primo, con sus miembros largos y
piel que se había bronceado más y más cada año. Tenía un codo apoyado
en el brazo del sofá y sostenía su propio bol en el aire en su palma.
—No. De ningún modo. Llevo allí unos tres años, pero los propietarios
originales lo vendieron no hace mucho y no me agrada mucho la gente
nueva. —O en absoluto—. Con suerte no estaré allí por mucho más
tiempo.
¿Por qué había dicho eso en voz alta? 108
Desafortunadamente, estaba prestando atención.
—¿Cuál es el plan después de eso?
Comí otra cucharada de salchicha y esperé hasta que me la tragué
para decir vagamente:
—No lo sé. Estaba jugando con la idea de mudarme, pero solo he
empezado a pensar en ello. Ya veremos. —No se lo había mencionado a
nadie, pero si él se lo mencionaba a Boogie, no sería para tanto.
Probablemente hablaría con él más temprano que tarde de todos modos.
Los ojos de Zac se movieron rápidamente hacia mí cuando la palabra
con “m” salió de mi boca, y todavía estaban allí cuando terminé. Esas cejas
de color marrón claro se fruncieron; no eran realmente gruesas, pero
tampoco finas. Eran perfectas para su rostro. Honestamente, todo en él
funcionaba en conjunto en un chico bonito pero de alguna manera todavía
varonil.
—¿Mudarte a otro apartamento o a otro lugar?
—Lejos —respondí, subiendo mis piernas al sofá para que mis pies
también estuvieran plantados sobre él y pudiera equilibrar mi plato sobre
mis rodillas. ¿Cuánto debería decirle?—. Me gusta Houston, pero
realmente no tengo a nadie aquí más que a algunos amigos. Y antes me
gustaba mi trabajo, pero ahora no. Connie vive en Killeen. Boogie está en
Austin… —Me detuve—. En fin, ya veremos. Todavía me quedan algunos
meses más en mi contrato de arrendamiento para decidir. ¿Estás… bien en
Houston por ahora? ¿Estás pensando en ir a otro lugar? ¿De vuelta a
casa?
Tal vez debería haberme callado y no preguntar nada sobre su futuro.
Su sonrisa era tensa y me hizo sentir mal.
—Todo está bien hasta ahora. Todavía estoy trabajando con un
entrenador aquí. —Sin embargo, el hombro que encogió dijo todo lo demás,
pensé—. ¿Supongo que lo has oído?
¿Sobre no continuar con los Thunderbirds? ¿Sobre qué demonios
estaría preguntando si no? Asentí, dejando eso en su campo.
Ladeó la cabeza en silencio. El tiempo suficiente para que entendiera
que no quería hablar más de su carrera, y no podía culparlo. Yo no lo
haría. Apostaba a que todos querían hablar con él al respecto. Tenía que
ser molesto.
—Estamos arreglando las cosas —dijo después de un rato, la cuchara
todavía raspando los lados del bol blanco.
Ah. No era asunto mío preguntar.
—No lo sé, cariño. Entre nosotros, tal vez me retire.
109
Casi escupí mi comida. Sabía con certeza que me atraganté porque la
salchicha se fue por el conducto equivocado y tuve que tomar un sorbo de
mi limonada antes de farfullar:
—¿Retirarte? —De la misma manera que solía decir piojos.
Zac se inclinó, su mano fue hacia el cojín entre nosotros, una
expresión de preocupación en su perfecto rostro.
—¿Estás bien?
Asentí, tosiendo un poco incluso después de un gran trago de
limonada ácida, que él había rechazado.
Siguió frunciendo el ceño y estaba bastante segura de que se inclinó
un poco más.
—¿Estás segura, cariño? Tu rostro está todo rojo. ¿Quieres un poco
de mi agua?
Le di un pulgar hacia arriba incluso mientras tosía un poco más.
No parecía convencido, pero se acomodó en el sofá y tomó su plato,
poniéndolo en su regazo, pero no empezó a comer de nuevo. Solo me miró
preocupado.
Así que, aunque no era asunto mío, volví a preguntar, sin ahogarme
con un poco de salchicha esa vez:
—¿Dijiste que estás pensando en retirarte? —No me lo había
imaginado, ¿verdad?
Sus ojos azules se posaron en mí.
—Escuchaste esa parte, ¿eh?
—Sí. —¿Quería retirarse? Solo pensar en la palabra en mi cabeza se
sentía repugnante.
Su respuesta fue levantar sus hombros anchos y bajar la mirada a su
cena.
—Estoy pensando en eso.
Esto no es asunto tuyo, Bianca. No te incumbe.
—¿Por qué? —cuestioné antes de poder detenerme.
—Las cosas no están yendo exactamente como las planeé, cariño —
declaró con calma, de manera uniforme. Casi con… ¿resignación?—. Es
julio, y no tengo exactamente un equipo esperándome, ¿sabes?
Un recuerdo de ese maldito segmento en el programa deportivo hace
un mes pasó por mi cabeza. ¿Se acabó para Zac Travis como quarterback
titular de la NFO?
Perras.
Tenía una opción y sabía que lo hacía. Mantener la boca cerrada y 110
compadecerme de él. Decirle que tenía toda la vida por delante para hacer
lo que quisiera. Decirle que el fútbol no lo era todo.
O… no.
Porque, ¿cómo diablos podía estar considerando abandonar su sueño
ahora? ¿Después de tanto tiempo? ¿Cómo?
No es asunto tuyo, Bianca, mi cerebro intentó decirme por
millonésima vez.
Y claro, tal vez no lo era, definitivamente no lo era, pero, ¿cómo podía
considerar seriamente retirarse?
¿Estaba loco?
¿Se lo había dicho a alguien más? Esa era una pregunta estúpida, por
supuesto que probablemente lo había hecho. ¿Por qué me lo diría Boogie si
lo hubiera hecho? No había ninguna razón. Podía ver a Boog diciéndole
que todo saldría bien.
Pero no estaba bien.
Y antes de que pudiera detenerme de nuevo, pregunté:
—¿Es eso lo que quieres?
Esos anchos hombros suyos se levantaron.
Podía tomar eso como un no, ¿verdad?
—¿Qué piensan tu agente y tu mánager? —Seguí con las preguntas
como si tuviera algún derecho a conocer las respuestas.
Esa mirada de ojos azules se movió hacia mí mientras tomaba más
frijoles y col rizada de una manera que parecía bastante distraída.
—Están… preocupados.
Señor, me estaba haciendo trabajar por ello.
—¿Acerca de…?
No es asunto tuyo. No es asunto tuyo. No es…
Vi su vacilación, vi la forma en que sus ojos se movieron hacia un
lado por una fracción de segundo, y vi cómo esa mandíbula salpicada de
rubio y marrón ceniza hacía este pequeño y extraño movimiento, pero me
respondió de todos modos.
—Les preocupa que sea demasiado mayor.
¿Demasiado mayor?
Hizo un sonido del que no supe qué pensar.
—No he terminado aún. Al menos no siento que lo haya hecho. Hay
otras cosas… Ha sido otra mierda con el primer entrenador en Oklahoma.
Acabamos en malos términos. No nos entendíamos.
Ohhh. 111
—Pero no todo el mundo lo entiende o lo ve de esa manera. No era el
lugar adecuado para mí. —Metió esos largos dedos en su cabello, echando
esos mechones multicolores hacia atrás, lejos de su frente—. Ahora…
estoy aquí. Trevor y mi agente piensan que otros equipos preferirían
contratar a alguien joven —finalizó Zac—. Alguien para construir un
equipo y todo eso.
Parpadeé, golpeé el mango de la cuchara contra mi nariz y lo miré. A
esa nariz de príncipe de Disney y la silueta de su boca y el resto de su
hermoso rostro…
¿Qué diablos le pasaba?
—¿Están preocupados porque ya no eres “joven”? ¿Creen que otros
equipos no te querrían porque eres mayor? ¿Y decrépito? —Quiero decir…
lo estaba pidiendo, ¿no?
Parpadeó. Se quedó boquiabierto y se sentó derecho en mi sofá.
Ofendido. ¿O tal vez estaba herido? ¿Conmocionado?
Jesús, ayúdame. Quizás los tres.
—Solo tengo treinta y cuatro —dijo básicamente en un tono que
podría haber herido mis sentimientos hace una década. Ojos más abiertos
de lo habitual, o al menos lo que yo consideraba “habitual” basado en las
expresiones que normalmente lo veía hacer ante la cámara. Sí, se sentía
insultado—. ¿Por qué estás haciendo que suene como si llevara un
andador?
Parpadeé de nuevo, luchando como un maldito infierno para evitar
reírme, porque realmente lo estaba haciendo demasiado fácil. Demasiado
fácil. Y demasiado divertido, a pesar de que se había vuelto loco con su
charla sobre retirarse.
—Solo estoy interpretando lo que dijiste.
Su boca todavía estaba un poco abierta mientras sus cejas se
juntaban, cien por ciento ofendido/sorprendido/herido.
Pero no triste al menos.
Así que no pude evitarlo. Resoplé.
—Oye, tú eres el que está celebrando una fiesta de autocompasión. Se
sintió como una invitación. Eres el que insinúa que eres un anciano y todo
eso. —Muy bien. Y allí estábamos volviendo a la joven Bianca que había
tratado a Zac como a Boogie, bromeando y tomándole el pelo y normal.
Pero se lo merecía. Lo estaba pidiendo.
No había planeado exactamente meterme en eso, pero los viejos
hábitos tardan en morir. Y había cosas peores en el mundo que hacer que
meterse con Zac Travis cuando estaba siendo dramático. Podría tomar
drogas. 112
Zac parpadeó de nuevo, pensando. Me di cuenta de que estaba
jodidamente pensando.
Y luego, luego, lo miré con una expresión que decía eres un idiota.
Porque esa Bianca era la Bianca más joven también. De acuerdo, y la
Bianca adolescente y adulta, especialmente cuando estaba con gente en la
que confiaba y me sentía extra cómoda.
Mi corazón estaba en una página diferente a mi cerebro, y eso estaba
bien.
Entonces, y solo entonces, su boca se curvó. Luego negó con una risa
que sonó como si lo sorprendiera.
—De acuerdo, bien. Hiciste tu punto, chica. No soy viejo. Sé que no lo
soy. Otros equipos pueden sentirse así, pero yo no. Eso es lo que estaba
intentando decir. No he terminado aún.
—No eres tan viejo —aclaré, intentando provocarlo para salir de su
pequeño mundo, poco a poco.
—No. No soy viejo, punto. —Me dio una mirada de soslayo que hizo
que sus mejillas se crisparan—. No realmente.
Pero era demasiado tarde. También estábamos en esto ahora, y esto
era demasiado familiar. Demasiado fácil.
—¿Estás seguro de que todavía puedes manejar lanzar una pelota
unos pocos metros?
Se rió, y fue ligero y asombroso, y no podía haber esperado lo feliz que
me hizo eso.
—¿Unos metros?
Mi respuesta fue encogerme de hombros.
Esa sonrisa torcida suya apareció.
—No recuerdo que fueras tan molesta.
—No recuerdo que fueras tan quejica y negativo. —Recogí un poco
más de frijoles y verduras en mi cuchara antes de agregar—: El Zac de
diecisiete años le estaría diciendo a Vejestorio Zac ahora mismo que
debería dejar de llorar porque algunas personas podrían no creer en él.
¿Recuerdas cuántos problemas te dio la gente en la universidad? ¿Cómo te
dijeron que estabas demasiado delgado en ese entonces? El joven Zac te
diría que lo aguantes y aproveches cada oportunidad que se te brinde,
incluso si eso significa volver a ser suplente. O sustituto. Quién sabe, tal
vez uno de estos jóvenes se lastime y te llamen y te pidan que te hagas
cargo. Solo digo. Si los equipos piensan que ni siquiera quieren
considerarte en primer lugar porque ahora estás en la treintena, no les des
más opción que fijarse en ti. Publica tus entrenamientos en las redes
113
sociales. Aprovecha tu plataforma en Picturegram. Muestra a todos que
todavía lo tienes, e incluso si no sucede nada, al menos sabrás que lo
intentaste. El Zac de diecisiete años te estaría chasqueando los dedos para
que fueras por ello y lo sabes —dije con una sonrisa.
No se rió ni sonrió ante mi comentario como esperaba.
Tal vez había presionado demasiado dada la expresión que había
comenzado a dirigirme antes de girar lentamente la cabeza hacia la
pantalla de televisión apagada. No dijo nada durante mucho tiempo, solo
me preocupé un poco de que se enojara ahora.
Quiero decir, no éramos realmente amigos. Ya no. Lo habíamos sido.
Y no era la misma persona que solía ser capaz de bromear y decirle
mierda porque estaba muy segura de nuestra amistad, o al menos del
afecto que él sentía por mí por lo que había hecho por él.
Pero le había dicho la verdad y no me retractaría. Si no lo volvía a ver
después de esta noche, al menos tendría el recuerdo de mí desafiándolo
sobre el futuro si empezaba a sentir pena por sí mismo. Mamá Lupe había
pensado que había caminado sobre el agua y, a los ojos de Paw-Paw, Zac
no podía equivocarse.
También pensé que él era bastante genial, pero eso no significaba que
iba a sentarme y darle la razón o hacerle pensar que retirarse estaba bien.
Y si querías algo, no abandonabas cuando te encontrabas con un
obstáculo, no si realmente significaba algo para ti. Insistías y lo saltabas.
No me importaba lo que dijeran. No tenía la mayor audiencia en
WatchTube, y eso no significaba que no me esforzara al máximo con cada
video que publicaba. No era menos que otra persona porque tuviesen más
que yo, y no era mejor porque tuviera más que otras personas. Tenía
ambición por mí misma. Por mi futuro.
Y justo cuando abrió la boca para decirme que me ocupara de mis
propios asuntos, o quién diablos sabe qué, sonó su teléfono.
Mi viejo amigo, que había venido para ponerse al día conmigo, me
lanzó una mirada rápida que no supe cómo interpretar, antes de sacarlo
del bolsillo en el que lo había metido y hacer una mueca a la pantalla.
¿Es una chica?, preguntó mi cerebro, sabiendo que no tenía por qué
preguntarme eso, plenamente consciente de que no necesitaba esa
pregunta respondida.
—Es mi agente otra vez —informó Zac en el tiempo que tardó en
volver a sonar el tono de llamada, aunque no tenía que explicar nada—.
Espero que esto no sea embarazoso —murmuró, sonando distraído.
—¿Recuerdas esa vez que vomitaste buñuelo sobre ti mismo porque te
subiste a una montaña rusa justo después de comerlo? Eso fue
embarazoso. No ser reprendido.
114
Su mirada se posó en la mía, y esa boca suya se inclinó hacia un
lado.
—¿Recuerdas eso?
Asentí. ¿Cómo podría olvidarlo? Boogie y yo nos habíamos reído un
par de años atrás cuando fuimos a un carnaval con Connie y los niños y
vimos un puesto de buñuelos. Ni siquiera habíamos necesitado decirnos
nada. Ambos nos echamos a reír de la nada.
—Olvida que sucedió —dijo con una pequeña sonrisa disimulada que
me hizo sentir mejor acerca de su reacción a mi maldita charla antes de
tocar la pantalla y acercarse el teléfono a la oreja—. ¿Sí, señor?
Enfrentando mi televisión apagada para darle un poco de privacidad,
di un par de bocados más mientras él no decía nada. Recoger, masticar,
repetir. Esta sopa estaba buena.
Compartí la receta hace un par de años en uno de mis vlogs. Los
frijoles, las salchichas y las verduras eran una receta de la abuela
Brannen que adapté y modifiqué hace un tiempo de memoria. Nunca
conocí a la abuela Brannen, la mamá de mi papá, pero él me dio sus
tarjetas de recetas para mi cumpleaños cuando tenía dieciséis años.
También tenía muchas propias que modificaba cuando no tenía todos los
ingredientes para otras recetas que me gustaban. También tenía un
montón de mamá Lupe, pero la mayoría siempre se sentían demasiado
personales para compartirlas.
¿Tal vez podría modificarlo un poco con un par de ingredientes y
publicar una receta actualizada? ¿Como una variación, si tenías cosas
diferentes en tu refrigerador?
—No lo digas —respondió Zac de una manera que me hizo mirar hacia
él. Estaba mirando la pantalla de mi televisión. Corrección: a través de la
pantalla de mi televisión. Su barbilla cubierta de barba incipiente estaba
tensa y se parecía a algo en una estatua—. ¿Es eso cierto?
Oh-oh. Podría pensar en mis cosas más tarde.
Siguió mirando hacia adelante, y seguí mirándolo, al perfecto
contorno de su rostro, tratando de captar cualquier pista que pudiera
dejar porque quería saber qué estaba diciendo su agente. ¿Malas noticias?
¿Buenas noticias?
—Sí — continuó Zac, sin darme nada.
Eché un vistazo a una de sus grandes manos y vi que sus dedos
golpeaban su muslo.
Eran malas noticias, ¿no?
Luego respiró hondo, asintió a nadie y dijo con voz tensa:
—Por supuesto que sí. Estaré allí. —Respiró hondo de una manera que
me hizo querer respirar hondo también—. Entendido. Sí. Gracias.
115
Colgó.
¿Estaré allí?
Miré a mi viejo amigo y canté “Dímelo, dímelo, dímelo” en mi cabeza,
con la esperanza de proyectar el mensaje en su mente sin tener que
solicitarlo verbalmente. Porque de hecho no iba a preguntarle. Si quería
decírmelo, genial. Si no lo hacía, también estaba bien. Estaba pisando la
línea con cuidado.
Esa hermosa mandíbula esculpida se giró hasta que sus ojos celestes
se clavaron en los míos. Sin embargo, el aliento gigante que inhaló me
preocupó.
Pero sus palabras no lo hicieron cuando preguntó con una voz
extraña, casi distorsionada:
—¿Enana?
Dejé mi plato en la mesa lateral para darle toda mi atención, lista
para darle un abrazo si lo necesitaba. Y lo quería. Y no dolería si él no.
—¿Sí?
Su nuez de Adán se balanceó cuando tomó otra respiración profunda
por la boca antes de soltarla por la nariz. Aún apretaba sus manos en
puños.
—O alguien no cree que soy demasiado mayor o eres mi amuleto de la
suerte. Conseguí una sesión de entrenamiento con los Miami Sharks.
116
SIETE
—¿Te has enterado?
—¿Enterarme de qué? —cuestioné mientras me desplazaba por la
hoja de cálculo que Gunner prácticamente me había arrojado cinco
minutos antes. Estaba lleno de nombres de miembros anteriores que
habían cancelado sus membresías por una razón u otra. Quería que los
llamara cuando tuviera la oportunidad.
Ya sabes, porque me pasaba todo el día sin hacer nada.
Estaba bastante segura de que si Deandre, el último gerente del
gimnasio, o Lenny o el señor DeMaio, los dueños anteriores, me hubieran
pedido que hiciera llamadas telefónicas al azar, lo habría hecho incluso si
me sentía incómoda, pero como era este idiota el que lo pedía, mi cerebro
quería odiarlo por principio. Había sido aún más idiota desde el día en que
no había aceptado su solicitud de ir y cerrar en mi día libre. Hace apenas
dos días, había revisado el cajón debajo del ordenador en el que trabajaba
y había tirado todos los bolígrafos de colores que me encantaba usar
porque “no eran profesionales”. 117
Me había costado mucho no tirar su almuerzo ese día.
—Están filmando un anuncio al lado hoy. —Por al lado, Deepa se
refería al edificio de MMA junto al que trabajábamos—. El equipo de
cámara llegó mientras estabas en tu hora de almuerzo —explicó en un
susurro. No necesité mirarla al rostro para saber que estaba tratando de
no mover los labios.
Ya sabes, para no meternos en problemas. Porque a eso había llegado
la vida por aquí. Tu jefe tirándote papeles y no atreverte a hablar porque
no querías ser atrapada.
Apenas logré contenerme en frotarme la ceja y suspirar.
—¿Bianca? ¿Me has oído?
—Lo siento. ¿Qué dijiste? ¿Están filmando un anuncio?
—Sí, en el edificio de al lado. Vi al equipo de cámara y escuché a
Gunner por teléfono. Quizás no sea un anuncio de televisión, sino que
podría serlo para alguna promoción en línea. Pensé que querrías ir a ver,
pero ya sabes quién está allí.
—Eso es genial. —Me pregunté qué tipo de equipo estaban usando.
Tal vez podría encontrar una razón para escabullirme allí muy rápido y
echarle un vistazo. No es que necesitara ningún equipo nuevo ya que
acababa de comprar una nueva cámara 4k no hace mucho, pero sería
interesante ver qué estaban usando. Algo muy caro, apostaría.
—¿Estás bien?
Me aseguré de no mirarla cuando respondí:
—Sí. Simplemente no quiero llamar a estas personas. Si quisieran
unirse al gimnasio de nuevo, lo harían. Se van a molestar, ¿sabes?
Por el rabillo del ojo, la vi asentir, y estaba bastante segura de que
también me miró antes de decir en voz baja:
—Bianca, no necesitas quedarte aquí, si solo lo estás haciendo por
mí. Sé que no necesitas este trabajo.
La miré e hice una mueca. Me había dicho lo mismo la semana
pasada en mi apartamento.
—No empieces de nuevo…
El sonido de la puerta principal abriéndose me hizo erguirme, lista
para escanear el llavero de alguien, así tendría una excusa para no
comenzar a revisar la estúpida lista.
Pero tan pronto como la sonrisa apareció en mi rostro, se desvaneció.
Y permaneció apagada cuando los cuatro hombres se acercaron al
escritorio detrás del cual estaba trabajando. El de la izquierda era un 118
hombre corpulento y musculoso con un diminuto mohawk. El tipo del
medio se elevaba sobre el que estaba a su lado, en altura y tamaño. Tenía
el cabello rapado y los dientes más blancos que jamás había visto mientras
se reía de lo que fuera que acababa de decir el grandote. Pero no fue
ninguno de los dos hombres musculosos los que borraron la sonrisa de mi
rostro. O el hombre mayor con el cabello salpimentado y con un traje que
gritaba caro.
Fue el hombre a la derecha quien me hizo mirar en blanco mientras el
grupo se detenía frente a mi escritorio.
Ese cabello rubio oscuro.
Esos ojos que podrían describirse como azul celeste.
Un rostro tan delgado que resaltaba los pómulos altos, la mandíbula
definida y un mentón que solo se había vuelto más lindo con el tiempo.
Una boca que tenía una sonrisa increíble.
Una sonrisa que actualmente se estaba apoderando del resto de esos
rasgos que conformaban un rostro que era impresionante.
Inolvidable.
Pero sobre todo, era familiar.
Y no pude jodidamente evitar ponerme de puntillas, inclinarme hacia
delante y decir un nombre que había pronunciado no hace siquiera ni una
semana cuando había salido de mi apartamento.
—¿Zac?
Maldito Zac, con pantalón de chándal y una camiseta blanca, y sobre
todo, una expresión de sorpresa, pero feliz, en su rostro.
—¿Cariño?
Desde su lugar en el mostrador, Deepa jadeó, y estaba bastante
segura de que susurró:
—¿Ese es…?
Pero no podía procesar el hecho de que sabía que ella era una
fanática del fútbol, y que no le había hablado de Zac, porque estaba
demasiado ocupada sorprendiéndome de que estuviera aquí.
Lo saludé con la mano y luego sonreí a los hombres que lo
acompañaban. Inclinándome contra el mostrador, levanté la barbilla.
¿Cuáles eran las posibilidades?
—¿Qué estás haciendo aquí? —inquirí.
Había dejado mi apartamento hace una semana en una especie de
trance. Distraído. ¿Quizás sorprendido? Terminó su comida, se ofreció a
119
ayudarme a lavar los platos, le dije que no, y entonces se fue después de
darme un abrazo rápido, diciendo que necesitaba hacer algunos planes y
llamadas. Me aseguré de decirle otra vez que se cuidara y de desearle
buena suerte con el entrenamiento que tenía programado en Miami.
Quiero decir, me había sorprendido y alegrado por él. Por supuesto, pensé
que se sentiría de la misma manera ya que literalmente habíamos estado
hablando de eso, de sus posibilidades y su futuro.
Esa noche me había acostado pensando que me alegraba que hubiera
venido y me hubiera mostrado esas partes de él que esperaba que todavía
estuvieran allí. Había sido fácil resignarme a la idea de volver a verlo en el
futuro. Quizás para la boda de Boogie. No solo unos días después.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con una gran sonrisa en su
rostro radiante.
—Trabajo aquí.
Esas cejas de color castaño claro se elevaron, su expresión de
satisfacción y sorpresa se hizo aún más brillante mientras su mirada se
desviaba hacia el mostrador frente a mí, deteniéndose en el logo pintado
en el frente. Tenía que estar leyendo MAIO HOUSE escrito a lo largo.
—Claro que trabajas aquí, ¿eh? Me olvidé del nombre hasta ahora.
¿Qué estaba haciendo todavía aquí en Houston? ¿Había hecho ya su
entrenamiento en Miami?
Antes de que pudiera pensarlo demasiado, mi viejo amigo bajó la
barbilla y extendió los brazos a los lados en un gesto universal.
—¿No quieres que te vean conmigo en público?
Ehh… ¿no realmente?
Pero, ¿cuán malo sería para mí no recibir un abrazo de él?
Pensé en Gunner por un segundo. Pero... a la mierda.
Rodeando el mostrador, caminé directamente hacia el hombre con el
rostro familiar y envolví mis brazos alrededor de su cuello mientras me
abrazaba, todo cálido y recién duchado por su olor. Me abrazó con fuerza,
básicamente atrayéndome hacia la extensión de un pecho que se sentía
tan duro como había imaginado.
Olía bastante bien también.
Pero aun así me alejé rápidamente y volví a preguntar:
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Estamos haciendo un video para una organización benéfica. —Eso
no me dio noticias de lo que había sucedido con los Miami Sharks, y eso
estaba bien.
—Zac —suspiró exasperado el hombre mayor que había entrado con
él. Lo miré con su traje gris a medida, camisa blanca y corbata rosa claro. 120
Ni siquiera estaba mirando a Zac, sino al teléfono en el que estaba
ocupado escribiendo.
Zac me hizo una mueca que no pude descifrar antes de darnos la
vuelta para mirar a los otros hombres. Me guiñó un ojo.
—Bianca, este es Dwight y este es Kevin —dijo, refiriéndose a los dos
chicos más grandes—. Y este es Trevor, mi mánager. Puedes llamarlo Trev.
Todos ustedes, esta es Bianca. —Su atención volvió a mí al mismo tiempo
que su mano aterrizó en la parte superior de mi cabeza de una manera que
me recordó a como lo había hecho a menudo mientras crecía—. Nos
conocemos desde hace veintitantos años.
Veinticuatro, pero está bien, no hay necesidad de ser técnico.
Estaba bastante segura de que Deepa soltó un grito ahogado, pero no
la miré. Iba a tener que dar algunas explicaciones después de esto.
Llegaría allí.
Le tendí la mano al tipo más grande porque era el único que me
sonreía.
—Encantada de conocerte.
—¿Cómo te va? —respondió el hombre, tomando mi mano en una que
era tres veces más grande que la mía. Y eso decía algo, porque yo no era
una persona enorme, pero tenía manos bastante grandes.
—Bien, gracias. —Me volví hacia el otro chico y estreché la suya
también. Era grande, pero no tanto como el otro—. Hola.
—Hola.
Luego me volví hacia el hombre mayor, Trevor, y le tendí la mano
también porque dudaba mucho que recordara haberme conocido hace
años.
Miró mi palma extendida, y luego yo también. ¿Había algo mal en
ella?
Y fue entonces cuando Zac se acercó, agarró la mano de su mánager
de donde había estado colgando libremente a su costado y la extendió
hacia mí.
Tomó todo lo que había en mi alma mantener expresión seria cuando
deslicé mi mano en la suya casi flácida, solo alzada por Zac, que todavía la
sostenía y la movía hacia arriba y hacia abajo con brusquedad mientras
sacudía la mía. Lo miré y pude ver lo delgada que era su boca… porque
también estaba tratando de no reír. Lo había visto hacer la misma
expresión un millón de veces en el pasado.
Sacudimos un poco más, mucho más de lo necesario o normal, hasta
que el otro hombre finalmente me dio un apretón suave en la mano y
aparté la mía de la suya con una mirada a Zac con ojos risueños.
121
Y pensó que yo era una pesada.
Supongo que había tenido razón acerca de que Trevor no era
agradable por los recuerdos que tenía.
—Hola —dije, luchando por mi maldita vida para no sonreír—. Mucho
gusto. —Excepto que no realmente.
—¿Necesitas que mueva tu boca también o…? —Mi amigo se calló, y
no supe hasta entonces cuán difícil iba a ser no reírme de lo grosero que
estaba siendo este hombre y que no era inaudito por la forma en que Zac
estaba actuando. Esa era la única razón por la que no hirió mis
sentimientos.
Algo me dijo que esto era normal para él. Eso, y Zac ya me había
dicho que este hombre era capaz de no ser muy amable. ¿Por qué diablos
estaba todavía con él? Tal vez algún día podría introducir la pregunta en
una conversación con Boogie. Probablemente lo sabría.
El hombre mayor le dirigió a Zac una mirada de disgusto que me
habría resultado insultante si no hubiera sentido que era así con todos.
—Hola —dijo Trevor con todo el entusiasmo de alguien a punto de
hacerse una colonoscopia sin el uso de drogas—. Ya nos conocimos. Eras
la que le salvó la vida.
¿Recordaba eso?
Zac se volvió para mirarme entonces, con los ojos azules brillantes y
esa maldita boca torcida hacia un lado como si también estuviera
sorprendido de que Trevor me recordara. ¿Quizás no recordaba que nos
habíamos conocido? No estaba segura y no tuve la oportunidad de
pensarlo mucho porque la expresión divertida que le estaba lanzando a su
mánager me borró la memoria.
—Zac, esta es mi amiga Deepa —dije, haciendo un gesto detrás de mí.
Ella chilló y saludó.
Zac esbozó su sonrisa educada y la saludó brevemente antes de
volverse hacia mí.
—¿A qué hora sales, enana?
—Cuatro. —Casi le pregunté a qué hora terminaría, pero decidí no
hacerlo. No quería que asumiera que estaba preguntando porque quería
pasar el rato.
Sin embargo, antes de que ninguno de los dos pudiera decir otra
palabra, la puerta lateral que conducía al exterior se abrió. Mi corazón dio
un vuelco porque no quería que me atraparan y me regañaran.
Afortunadamente, apareció un rostro que no reconocí. La mujer se detuvo
al ver a los cuatro hombres parados allí y dijo:
—Oh. Están aquí. Genial, vamos. Empezaremos. 122
Le sonreí a Zac y me alejé un paso de él cuando Trevor le dijo algo a la
mujer que no pude oír del todo.
—Bueno, diviértanse. Fue un placer conocerlos a todos.
Zac sonrió y, maldita sea, no pude evitar sonreír.
—Te enviaré un mensaje más tarde, chica —me dijo.
Me encogí de hombros, no quería que se sintiera obligado a hacerlo si
se olvidaba o tenía otros planes. No había manera en el infierno de que él
pensara que asumí que nos veríamos con regularidad. Ya estaba
sorprendida de que nos hubiéramos visto tanto como nos habíamos visto.
¿Tres veces en menos de dos meses? Ni siquiera podía ver a los miembros
de mi propia familia con tanta frecuencia.
Además, no tenía ni idea de lo que estaba pasando con él y el fútbol.
Pero esa debía haber sido la forma incorrecta de responder porque no
me perdí la forma en que sus ojos se entrecerraron, solo un poco, pero lo
suficiente. Fui salvada de cualquier pensamiento que tuviera en la cabeza
cuando su mánager gritó:
—¡Zac!
Esos ojos azules se posaron en mí, todavía pensativos, mientras daba
un paso atrás.
—Te escribiré luego.
Seguro que lo haría, pero aun así le di una sonrisa esa vez.
—Si tienes tiempo y quieres. Ten un buen día.
La expresión pensativa que estaba haciendo no fue a ninguna parte
cuando se dio la vuelta y se dirigió hacia sus amigos y mánager, dándole
una palmada en la espalda a Trevor. Todos siguieron a la mujer por la
puerta y entraron al edificio adyacente al que yo trabajaba. Pensé que Zac
podría haber echado un vistazo por encima del hombro por última vez,
pero no estaba segura ya que terminó en medio de sus amigos, o
quienquiera que fueran.
Dándome la vuelta, diciéndome que no debería esperar una mierda,
encontré a Deepa parada en el mismo lugar en el que había estado ante la
barra de jugos, con los labios entreabiertos.
Y frente a ella, había un miembro regular que reconocí haciendo lo
mismo.
Fue él quien preguntó:
—¿Conoces a Zac Travis?
Y fue Deepa quien preguntó:
—¿Cómo conoces a Zac Travis?
Bueno, me había metido directamente en esa mierda. Regresé a la
123
recepción antes de que mi suerte se acabara y Gunner reapareciera.
—Crecimos juntos. —O al menos tan juntos como dos personas con
una diferencia de edad de siete años podrían.
Afortunadamente, más o menos, la misma puerta por la que Zac
había entrado se abrió, y ambas intentamos instantáneamente parecer
ocupadas. Tomé el teléfono del trabajo y miré la lista que me había dado
Gunner, y por el rabillo del ojo vi a Deepa ponerse en cuclillas y hacer
como si estuviera revisando un estante. Por qué, no tenía ni idea, pero
parecía ocupada y tuve que esforzarme por no hacer una mueca.
Sabía que me iba a llenar de preguntas más tarde.
—Entiendo —comencé a decir en el receptor a pesar de que no había
nadie en el otro extremo—. Muchísimas gracias por su tiempo. Espero que
tenga en cuenta Maio House si alguna vez regresa.
Hombre, era buena.
Y afortunada, porque justo cuando terminé mi perorata de mierda, vi
a Gunner en mi visión periférica, deteniéndose justo frente al escritorio en
el momento en que volví a colocar el teléfono en la base.
El idiota golpeó el mostrador y me tomó mucha paciencia no poner los
ojos en blanco y mirarlo impasiblemente.
—¿Cómo van las llamadas?
—Bien. —Mantuve mi rostro estoico—. ¿Necesitas algo?
—¿Puedes quedarte hasta tarde hoy?
—No, no puedo.
Su mandíbula se movió un poco hacia un lado.
—¿No hay ninguna forma?
—No. —Me ofreció un puesto de tiempo completo justo después de
que la gente empezara a renunciar, y le dije que era un gran no. Porque lo
era.
Su mandíbula se movió un poco más.
—Sabes, es muy desafortunado que parezca que nunca puedes
quedarte cuando se te necesita —dijo el idiota, notando mi estado de
ánimo e ignorando descaradamente el hecho de que me había quedado
hasta tarde recientemente.
Excepto en los días que lo pidió.
—Me quedé una hora más ayer y hace tres días… —Me detuve,
llamándolo imbécil con mis ojos.
—¿De qué me sirve eso hoy?
Y la gente se preguntaba qué llevaba a las personas normales y
agradables al asesinato en primer grado. 124
Siempre había sido una jugadora de equipo, pero él era un dolor en el
culo, simplemente no podía encontrar en mí hacerle un favor. Los dos días
que me quedé hasta tarde habían sido después de que ya se hubiera ido,
de lo contrario también habría dicho que no. El nuevo subdirector, que
había sido contratado después de que todos los demás renunciaran,
estaba bien, pero ninguno de nosotros tenía ninguna confianza en que nos
protegiera contra la ira de Gunner.
Por otra parte, no era mi problema que no hubieran contratado a
suficiente gente nueva. Había visto a algunos venir a la entrevista y no
estaba segura de por qué casi ninguno regresó. O tal vez habían sentido la
maldad en él y no habían aceptado las posiciones para las que habían
optado.
—Estoy seguro de que puedo encontrar a alguien que esté dispuesto a
hacer horas extras si tú no lo estás.
Aquí íbamos de nuevo.
Mantuve el rostro impasible y dije:
—Estoy segura de que puedes.
Imbécil.
Eso jodidamente lo selló. Contra viento y marea, iba a salir de este
lugar.
Iba a buscarle otro trabajo a Deepa en otro lugar. Si me aburría en
casa, podría aprender un pasatiempo. Quizás podría aprender un idioma.
Ser voluntaria.
Gunner hizo una mueca, claramente irritado, y señaló las hojas que
tenía frente a mí.
—Asegúrate de completar esa lista antes de irte.
Ni siquiera me molesté en darle una falsa sonrisa dulce, en lugar de
eso, me conformé con asentir. Solo una vez. No se merecía más que eso.
Y, por suerte, unos tres segundos después de terminar de quejarse a
Deepa sobre mantenerse ocupada, mi teléfono vibró con un mensaje
entrante.
Lo miré en el segundo en que se alejó lo suficiente.
Era Zac. Otra vez.
512-555-0199: ¿Estás libre esta noche?
¿Esta noche?
Yo: Sí.
¿Por qué?
Respondió a mi pregunta con su siguiente mensaje.
125
512-555-0199: ¿Puedo pagarte para que me lleves a un
concesionario?
Frunciendo el ceño, alcé la mirada para asegurarme de que nadie me
prestaba atención y luego le envié un mensaje.
Yo: ¿¿Pagarme??
¿Y por qué me preguntaría a mí y no a Trevor o CJ o alguna de las
otras trescientas personas que aparentemente conocía?
512-555-0199: Con dinero.
Hice una mueca hacia mi pantalla y lo pensé por un minuto.
Yo: Despierta. No vas a pagarme. Puedo llevarte. Avísame cuando
quieras ir.
512-555-0199: ¿Estás segura?
Quiero decir, no lo estaba, pero… lo estaba.
Podía hacerlo, así que lo haría. Si podía hacer algo por los demás, al
menos seres humanos decentes, sin contar a Gunner porque era un idiota,
entonces lo hacía. Así de sencillo.
Yo: Sí.
El chasquido de dedos me hizo alzar la mirada.
Deepa me estaba fulminando con la mirada.
—Creo que tienes que dar algunas explicaciones.
Mierda.
—Hola, CJ.
CJ me sonrió mientras abría la puerta.
—Hola, Bianca. —Su mirada fue directamente a mis manos.
Mis manos vacías.
—No traje ningún aperitivo. No he filmado todavía —expliqué—. Estoy
planeando hacerlo al final de la semana.
Porque era verdad.
Después de esa última conversación con Gunner, supe que tenía que
salir del gimnasio. Necesitaba sacar a Deepa de allí. Tenía buen corazón,
era inteligente y detallista, pero había un par de personas en las que no
confiaba o con las que era demasiado amigable. Se había mudado a
Houston para ir a la escuela, pero sabía que no se había inscrito para el
próximo semestre de otoño. Estaba pendiente de ella porque no conocía a
nadie más que lo hiciera además de su madre, pero…
Tenía que elegir mis batallas, como estaba segura de que Connie tuvo 126
que hacer conmigo montones de veces.
Sabía lo afortunada que había sido porque, a pesar de que mis padres
no habían estado muy activos en mi vida, había tenido otras personas que
dieron un paso al frente y me hicieron responsable. Eso me afianzó.
Cuanto mayor era, más me daba cuenta de lo importantes que eran cosas
como esa.
Por eso en parte no la dejaba, sabiendo que el único miembro de su
familia estaba a unos cientos de kilómetros de distancia.
En todo caso, estaba mucho más agradecida de tener algo
esperándome fuera del gimnasio.
Odiar a mi jefe era agotador. Había partes buenas y malas en
concentrar todo mi tiempo en The Lazy Baker, como en todos los trabajos.
La gente hablaba muchas mierdas en la sección de comentarios y en las
redes sociales, era mucho trabajo ya que yo lo hacía casi todo, y ahora era
muchísimo más estresante. No lo había sido hace años. Pero eso fue antes
de que empezara a verlo más como mi futuro y menos como un
pasatiempo divertido que hacía aparte.
“No existía el trabajo perfecto”, me dijo Boogie un día cuando recibí
uno de los primeros comentarios desagradables en mis videos y me
encontró llorando.
Pero si me iba a enojar, al menos sería en mis propios términos.
Y aunque nunca había empezado a hacer vlogs con expectativas
reales, no significaba que no fuera a llevarlo al siguiente nivel si podía. No
desperdiciabas oportunidades en la vida… al menos yo no lo haría.
Así que iba a hacer esta mierda y hacerlo bien.
Parte de eso era terminar de armar mis recetas y finalmente contratar
a un fotógrafo para mi libro de cocina. También necesitaba ver la
posibilidad de renovar mi sitio para poder tener más espacio para los
ingresos publicitarios en él. Por último, también necesitaba dar pasos más
conscientes sobre el negocio, porque no había aprovechado mi alcance
hasta casi demasiado tarde. No me lo había tomado lo suficientemente en
serio durante mucho tiempo.
Pero eso era mierda para pensar en el trabajo o en casa. Mi plan B, C,
D y todos los posteriores. Mi futuro.
En fin.
Estaba bastante segura de que el hombre, que ahora que lo volvía a
ver sin nervios tenía que tener mi edad, grandes ojos marrones y un par de
cicatrices de acné quístico en las mejillas, asintió una vez.
—¿Qué vas a hacer?
Entré y esperé a que cerrara la puerta detrás de mí.
—Estoy modificando una vieja receta de sopa y estaba pensando en 127
intentar hacer brownies.
—¿Brownies? —preguntó el compañero de casa de Zac mientras nos
dirigíamos hacia la cocina. Tenía que medir uno setenta y ocho, uno
ochenta como máximo.
Vi una figura masculina que salía disparada de la cocina en dirección
a la esquina donde estaban las escaleras. ¿Quién diablos había sido eso?
Estaba bastante segura de haber visto un pantalón gris y una camisa
blanca. ¿No era eso lo que Trevor llevaba antes? Me pregunté, pero volví a
centrarme en la pregunta de CJ.
—Sí, pero no quiero usar huevos.
CJ genuinamente hizo un sonido de “hmm” a mi lado.
—¿Qué vas a usar en su lugar? ¿Un huevo de linaza?
¿Un huevo de linaza? ¿Cuántos de mis videos había visto? No los
usaba tan a menudo. Lo miré.
—Nah. Estaba pensando que los plátanos podrían funcionar para
integrarlo todo. ¿Qué piensas? —cuestioné cuando nos detuvimos en la
sala de estar y en el área de la cocina. Zac no estaba cerca. Le había
enviado un mensaje en el camino, pensando que era mejor avisarle en caso
de que estuviera ocupado y necesitara dejarme plantada antes de que
llegara. Pero me había respondido y no había dicho nada sobre estar
ocupado.
Estaba bien. Estaba genial. Tal vez estaba en el baño.
El jugador de fútbol —había olvidado buscarlo o preguntarle a Connie
sobre él— apoyó el culo en el respaldo del sofá color paja y me miró con
sus ojos castaños oscuros.
—Tampoco usaste huevos en tu receta de pan de plátano, y al menos
quedó bien en el video. No funcionó para mí, pero apuesto a que integraría
todos tus ingredientes.
—¿No funcionó para ti?
—No soy bueno en la cocina —dijo con seriedad—. Deberías probar
con los plátanos.
¿Cuántas cosas había arruinado antes?
—Creo que lo haré. Y quiero intentar no usar harina tampoco.
—¿No hay harina para los brownies?
Le sonreí.
—Todo el mundo usa harina para los brownies. Tengo que intentar
hacerlos diferentes de alguna manera.
—Por una razón —dijo el compañero de casa de Zac, sonando muy 128
escéptico.
—Sí, pero no quiero… Aww, no pongas esa expresión. Estaba
pensando en usar mantequilla de cacahuete o tal vez mantequilla de
almendras por algunas grasas saludables… pero probablemente
mantequilla de cacahuete porque más personas la tienen en sus
despensas.
—Me gusta la mantequilla de cacahuete. —Algo de escepticismo
desapareció de su rostro y sus ojos dejaron de estar tan entrecerrados—.
¿Entonces no vas a usar chispas de chocolate?
Negué.
—No. Quiero reducirlo a menos de cuatro o cinco ingredientes. —
Todas mis recetas eran lo más sencillas posible. Eso era parte de mi “cosa”
con mis recetas.
Arrugó la nariz y eso me hizo sonreír de nuevo.
—El cacao en polvo será demasiado amargo si está pensando en
usarlo.
Cacao en polvo. Mira a este tipo. Iba a hacer que me desmayara.
—Sí, lo sé. Sin embargo, el cacao en polvo podría estar bien y es más
fácil de encontrar.
CJ me dirigió una expresión pensativa e incrédula, pero asintió
después de un momento.
—Si son decentes, los traeré —ofrecí.
—¿Qué vas a traer?
Me volví para encontrar a Zac cruzando la sala de estar, recién
duchado y sonriéndome. Llevaba su atuendo habitual, su rostro recién
afeitado.
—Brownies sin harina, pero solo si son decentes. —Le di una mirada
a su compañero de casa.
CJ gruñó, enderezándose del sofá en el que estaba apoyado.
—Con plátanos y sin chispas de chocolate —me recordó, haciendo
que pareciera casi una acusación.
Zac se detuvo frente a mí, y solo me congelé por un segundo antes de
levantar la mano y poner mis brazos alrededor de su cuello, los suyos
envolviendo mi cintura mientras nos abrazábamos con fuerza. Dando un
paso atrás después de un segundo, sonreí a Zac incluso mientras le decía
a CJ:
—Tal vez estarán muy buenos. ¿Quién sabe?
Eso hizo que CJ hiciera ruido con la nariz.
129
—¿Como la primera vez que trataste de hacer Funyuns3?
Dejé de reírme.
El otro hombre esbozó una sonrisa.
—Llenaste de humo tu cocina la primera vez, y la segunda vez
escupiste lo que hiciste.
Podía sentir la mirada de Zac en mi rostro mientras murmuraba:
—Hay algunas cosas que debes dejar a los profesionales. —Me había
olvidado por completo de llenar de humo la maldita cocina. Ese fracaso de
Funyuns caseros había sido mi primer error en mi apartamento. Para ser
justos, incluso la segunda vez habían sido bastante repugnantes, como
papel de lija espolvoreado con ajo y cebolla en polvo. Me rendí después de
eso. Cualquier magia que pusieran en los aperitivos era un secreto y
debería mantenerse así.
CJ se rió disimuladamente al mismo tiempo que Zac preguntó en un
tono confuso, esos ojos azul claro moviéndose entre su compañero de casa
y yo:
—¿Ustedes dos ya se conocían?
Fue CJ quien respondió.
136
Zac actuó un poco raro durante todo el viaje hasta el concesionario de
automóviles. No podía señalar exactamente lo que estaba haciendo que
fuera extraño, especialmente porque no conocía totalmente esta versión
adulta de él, pero había una tensión que era similar a la última vez que
nos vimos en mi apartamento. Y era demasiado cobarde para preguntarle
qué estaba pensando.
En cambio, me había conformado con preguntarle qué iba a hacer en
el concesionario… pero me había guardado la cuestión sobre por qué me
llevaba a mí en lugar de a otro.
—Lo dejé hace un par de semanas para que lo revisen. Hubo un
problema con el sistema eléctrico —respondió—. Necesito recuperarlo en
caso de que tenga que mudarme en el último minuto.
Mudarse en el último minuto. Porque firmó con otro equipo, supuse.
—Oh —dije, intentando hacer que pareciera que no era muy
entrometida sobre los detalles—. ¿No te dieron uno de alquiler?
Por el rabillo del ojo, lo vi encogerse de hombros.
—Me ofrecieron uno, pero Trev nunca está, así que uso su auto
cuando lo necesito.
Eso todavía no explicaba por qué no pidió un auto para llevarlo, o por
qué no le preguntó a CJ ni a nadie más, pero… ¿tal vez era porque mi vida
parecía la menos ocupada o importante? Ese era un pensamiento
malicioso.
—Así que… —Me detuve, diciéndome por milésima vez que su carrera
no era asunto mío, pero iba a preguntar de todos modos—. ¿Puedo
preguntar cómo fue tu prueba en Miami?
Estaba mirando por la ventana cuando respondió:
—Bien.
Bien.
Eso fue lo que jodidamente obtuve. Debería haberme callado y sumar
dos y dos.
Zac suspiró y se frotó la frente.
—No me iban a fichar. Lo supe en el momento en que llegué.
Simplemente me estaban usando como una amenaza para que su actual
quarterback aceptara menos dinero. Fue una maldita pérdida de tiempo.
Hice una mueca, arrepintiéndome de haberlo mencionado.
—Lo siento.
El hombro más cercano a mí se elevó.
—Todo está bien. Al menos pagaron mis gastos de viaje y pude ver a
algunas personas que conozco. 137
—Bueno, espero que apesten este año por hacerte eso.
Estaba bastante segura de que lo oí resoplar un poco, pero eso fue
todo lo que me dio.
Así que durante el resto del viaje, me guardé mis preguntas y bromas
y en su lugar encendí la radio. El concesionario no estaba lo
suficientemente cerca para molestarme en iniciar un podcast. No fue hasta
que me detuve y lo miré expectante, pensando que iba a salir y que podría
continuar con mi día, que me dijo:
—¿Quieres entrar conmigo en caso de que no esté listo?
Bueno… está bien. Asentí.
Estacionamos y entramos. Zac ni siquiera había dado tres pasos
dentro del edificio cuando un hombre se dirigió directamente hacia él.
—Hola, señor Travis, gracias por venir. Como le dije por teléfono,
hubiéramos estado más que dispuestos a llevarle el auto.
Entonces, ¿por qué…?
Mi viejo amigo estrechó la mano extendida del hombre.
—Eso no es necesario, pero se lo agradezco. ¿Está listo?
—Sí, señor, solo necesitamos que firme las reparaciones. Si no le
importa, nuestro director general va a estar presente mientras reviso la
documentación con usted… con el propósito de satisfacer al cliente.
Con el propósito de satisfacer al cliente. Claaaro. Apostaba a que eso
era normal.
El hombre le presentó al director general a Zac y comenzaron a
dirigirlo a una de las oficinas más cercanas antes de que Zac se detuviera.
—Vamos, enana.
¿Quería que fuera con él?
—Necesito orinar, pero te esperaré aquí afuera. —Tenía correos
electrónicos que responder.
—¿Estás segura?
Asentí y le devolví la sonrisa cuando me dirigió una mientras se
dirigía a la oficina, y no pasé por alto que el piso de la sala de exposición
se había llenado de repente de empleados cuando hace un minuto no
había nadie. Y todos miraban casualmente en la dirección en la que
habían desaparecido los tres hombres.
Problemas de los ricos y famosos.
Tras una visita al baño, vi un puesto de refrigerios y me dirigí hacia
138
allí, agarrando una de las botellas de agua de cortesía justo cuando oí:
—Hola.
Había un hombre y una mujer detrás de mí.
—Hola.
Fue la mujer la que sonrió y fue directa al asunto.
—¿Crees que a Zac Travis le importaría tomarse una foto con
nosotros?
El hecho de que lo llamaran por su —en su mayoría— nombre
completo hizo que fuera muy difícil para mí no sonreír. Era raro.
—No lo creo.
Asintieron y les sonreí, esperando que dijeran algo más, pero no lo
hicieron. Y se puso incómodo. Así que saqué mi teléfono y abrí mi
aplicación de correo electrónico, totalmente consciente de que ambos me
estaban mirando y susurrándose entre ellos.
Probablemente pensaron que era su asistente, considerando las
mujeres con las que había sido visto en el pasado.
Rubias bonitas.
Pelirrojas bonitas.
Morenas bonitas.
Sí, no tenía un tipo mientras fueran bonitas. Todavía llevaba mi
uniforme, mi maquillaje se había corrido por lo mucho que me irritaba
Gunner y solo había dormido cuatro horas la noche anterior.
No era exactamente su tipo.
Este pequeño dolor atravesó mi corazón, pero lo ignoré.
Sin embargo, las chicas bajas con cabello negro eran el tipo de
algunos hombres. Cinco chicos me pidieron que me casara con ellos a lo
largo de los años. A cuatro de ellos nunca los había conocido, y de hecho
había considerado casarme con uno de ellos.
Y fue en ese momento que el alto texano salió de la oficina, se inclinó
hacia un lado como si me hubiera visto al otro lado del edificio y gritó:
—¡Enana!
Sí, enana. Esa era yo. La chica de los sueños de los hombres.
Fruncí el ceño mientras me dirigía hacia él, los dos empleados
entrometidos siguiéndome, susurrándose el uno al otro.
—Eso fue rápido.
Su sonrisa fue cómplice.
—Lo hicieron muy fácil.
Le levanté las cejas y sus dos cejas castaño claro se alzaron hacia mí. 139
—Apuesto a que sí, señor Especial. Disculpa —bromeé, sintiéndome
bastante poco entusiasta al respecto.
—Estás disculpada.
Nos sonreímos el uno al otro y fue agradable. Familiar. Bueno.
Más que bueno.
—¿Hola, señor Travis? —exclamó la mujer con la que había estado
hablando antes.
Zac se volvió hacia ella y le ofreció una sonrisa educada, la misma
que me había dado antes de descubrir quién era hace semanas.
—¿Sí, señora?
La mujer se sonrojó ante la palabra con “s”.
—¿Le importaría tomarse una foto con nosotros, por favor?
—Claro —respondió mi amigo—. ¿Los dos o solo uno?
—Para nosotros —dijo el hombre cuando la mujer respondió con:
—Ambos. —Se miraron el uno al otro antes de que el hombre dijera:
—Ambos.
—Puedo tomarla —ofrecí.
Para cuando les devolví sus teléfonos a las dos personas, había más
empleados que querían una también, así que tomé más por ellos. Fue una
sesión de fotos sin parar por un segundo. Podría haber echado un vistazo
al culo de Zac una o dos veces mientras lo hacía, preguntándome…
Sin embargo, en el instante en que terminó, después de despedirse de
casi todos los que había conocido con saludos, apretones de manos y
algunos guiños, se acercó, sonriendo firmemente.
Le devolví la sonrisa.
—Me gusta lo amable que todavía eres con la gente.
Se detuvo justo delante de mí.
—¿Por qué no lo sería, cariño? Todos son buena gente. Lo menos que
puedo hacer es tomar algunas fotografías. No me cuesta nada.
—Bueno, estoy segura de que hay gente que no sería tan amable al
respecto. —Incliné la cabeza hacia atrás para contemplar ese rostro
extremadamente hermoso que me dio una pequeña sonrisa torcida
mientras sus ojos se movían sobre los míos por segunda vez ese día, como
si estuviera tratando de recordarlo o algo—. ¿Puedo preguntarte algo
personal?
—Claro que sí.
—Es bastante personal —advertí. 140
Zac ladeó la cabeza.
—Dudo que me preguntes algo que no me hayan preguntado ya un
millón de veces, chica.
Bien entonces.
—¿Tuvieron que pegar con cinta tus bolas cuando hiciste esa
publicación de anatomía?
La boca de Zac se abrió, y juraría que incluso sus mejillas se
sonrojaron instantáneamente, y por un momento o dos, literalmente no
dijo ni hizo nada más que mirarme.
Y luego soltó una carcajada que también me hizo reír.
—Bianca Brannen, Dios mío…
Me estaba riendo tanto que no estaba segura de que me entendiera.
—¡Te pregunté! ¡Te lo advertí!
Zac balbuceó durante todo el camino fuera del concesionario, dividido
entre reír y mirarme con incredulidad antes de reír un poco más.
Nunca respondió a mi pregunta.
OCHO
—Amigos, ¡es oficial! ¡Bryce Castro está FUERA! Los Houston White
Oaks emitieron un comunicado anoche. Según los informes, Castro sufrió
una lesión en el codo en un accidente en el interior de su casa. Se espera
que esté fuera al menos seis meses. Esta es una noticia devastadora para
un equipo tan joven…
—Jodido infierno, estamos malditos —le murmuró a su amigo el
hombre apoyado en el mostrador un poco a mi izquierda mientras todos
leíamos los subtítulos en la pantalla de televisión más cercana a nosotros.
Supuse que el empleado del bar de jugos había cambiado de canal
mientras yo estaba en el baño.
—¿Cómo alguien se lastima el codo en su casa? —replicó el amigo del
miembro con un movimiento de cabeza.
Los observé con atención mientras alcanzaba el control remoto, que
había sido puesto en su lugar, listo para cambiar de canal si los
comentaristas comenzaban a hablar de Zac. No estaba segura de que
fueran a hacerlo en primer lugar, pero estaba preparada. Ayer mismo, 141
entré al trabajo después del almuerzo para ver que los comentaristas de
TSN estaban hablando de él probando para un equipo en San Diego.
Me alegré mucho por él y por su siguiente oportunidad.
Y todavía me sentía muy, muy culpable por no haberle hablado de mi
negocio de Lazy Baker. No había dicho una palabra más al respecto
mientras caminábamos hacia donde había estacionado mi auto. En
cambio, todo lo que hizo fue seguir riéndose de mi pregunta sobre la cinta
y sus bolas, y luego me dio un gran abrazo y me invitó a volver a su casa.
Sin embargo, tenía cosas que necesitaba hacer y lo rechacé.
Me había enviado dos mensajes desde entonces, lo que honestamente
todavía me había sorprendido muchísimo. Pero no había mencionado nada
sobre otro entrenamiento.
El primer mensaje había sido:
512-555-0199: Vi tu video de pastel de almendras. ¿Es tan bueno
como parecía? ¿Y era ese el flamenco de Maw-Maw?
Me hizo sonreír… y me dio un poco de náuseas. Que viera mis videos
era agradable, pero me hacía sentir cohibida. Muy cohibida.
Le respondí que el pastel era realmente bueno, la receta iba en mi
libro, y que si tenía tiempo, tal vez le haría un poco la próxima vez que nos
viéramos. También confirmé que el colgante de flamenco que había
prendido en mi delantal había pertenecido a su abuela.
No me había enviado un mensaje después de eso.
Dos días después, recibí otro mensaje.
512-555-0199: Paw-Paw me dijo que te diera las gracias por el
rompecabezas y la tarjeta. Dijo que lo llames cuando tengas
oportunidad.
El mensaje había llegado mientras me encontraba ocupada en el
trabajo y me había olvidado de responder. Pero había llamado a Paw-Paw
de camino a casa desde el trabajo al día siguiente, y oí a Zac de fondo
diciéndole que me saludara. Al parecer, había regresado a Liberty Hill.
Y eso fue lo último que supe de él. Al menos hasta ayer cuando se dio
a conocer la noticia de su entrenamiento.
Así que ahora todo lo que sabía era que estaba en San Diego, con
suerte consiguiendo otra oportunidad. Lo más probable era que no volviera
a Houston si las cosas funcionaban. Y eso estaba bien. Era genial. La
pretemporada estaba programada para comenzar en aproximadamente
una semana. Era un momento crucial para todos. Necesitaba firmar con
alguien y tenía que hacerlo pronto. Quería eso para él, incluso si
significaba… bueno, lo que fuera que significara. Que no volveríamos a
142
vernos por un tiempo.
Sin presión sobre él ni nada. Toda su vida colgaba de la balanza de
un entrenamiento… prueba, como fuera que se llamara.
—¿Qué mierda van a hacer ahora? —La voz de uno de los miembros
me sacó del recuerdo del día anterior.
Miré al chico de espaldas a mí antes de plasmar una sonrisa en mi
rostro cuando un miembro totalmente diferente entró por las puertas,
escaneando su pase con un rápido “Hola, Bianca”, que logré devolver
distraídamente.
Después de eso, miré el reloj digital en la pared. No sabía a qué hora
se suponía que iba a empezar su entrenamiento, pero…
Dudé por un segundo… pensando en eso… luego decidí ir por ello.
Eché un vistazo alrededor del gimnasio, asegurándome de que Gunner no
estuviera a la vista, y luego saqué mi teléfono de debajo del teclado. Solo
tomó un segundo escribir un mensaje.
Luego lo borré y escribí otro.
Él había venido. Se había disculpado. Había hecho suficientes
preguntas sobre mi pasado para parecer genuino. Por alguna extraña
razón, me había pedido que lo llevara al concesionario en lugar de a su
mánager, a su compañero de casa o a uno de sus cientos de amigos en
Houston.
Los amigos se apoyaban y de verdad quería intentar hacerlo mejor, al
menos esta última vez.
Sobre todo porque, por la forma en que habían ido las cosas el día
que lo llevé al concesionario, no era la única que pensaba que nuestra
amistad era como andar en bicicleta. Algunas cosas eran fáciles. Y había
algunas personas en la vida con las que simplemente… hacías clic si
tenías la oportunidad. Daba la casualidad de que Zac era una de las
personas más agradables que jamás había conocido. Simplemente no
olvidaría que se llevaba bien con todos.
Y yo también, en su mayor parte, menos con Gunner, pero a nadie le
gustaba.
Así que iba a seguir animando a mi amigo, decidí, y le envié el
mensaje.
Yo: Aún lo tienes, viejo.
¿Ves? No estaba redactado para que se sintiera obligado a responder,
y si no lo hacía, no me decepcionaría. No lo hice la penúltima vez que no
me respondió. Era lo suficientemente bueno y estaba complacida. Lo había
intentado.
Por suerte, me las arreglé para guardar mi teléfono debajo de mi
teclado unos tres segundos antes de que la puerta lateral se abriera y
143
Gunner, el imbécil controlador, entrara con uno de los otros nuevos
propietarios siguiéndolo.
Agarré una pila de folletos que estaban encima del mostrador y
comencé a enderezarlos para que no pareciera que solo estaba parada allí.
Ya sabes, porque organizar y volver a apilar las cosas consumía mucho
tiempo. Correcto.
Iba a salir de aquí. Un día pronto, maldita sea.
Justo cuando comencé a enderezar la siguiente pila, panfletos para
entrenamiento personal, por el rabillo del ojo vi a Gunner y al otro dueño
imbécil dirigirse directamente hacia el escritorio. Por algún milagro, los dos
miembros que habían estado ocupados hablando sobre los White Oaks
dijeron algo sobre el equipo que llamó la atención de Gunner en el segundo
exacto en que él e Imbécil #2 se detuvieron frente al mostrador.
Ni siquiera miró en mi dirección antes de darse la vuelta para mirar la
televisión que los miembros estaban viendo; Imbécil #2 hizo lo mismo.
—De ninguna maldita manera —murmuró Gunner, con los ojos
pegados a la pantalla.
—¿Está fuera? —preguntó Imbécil #2, como si no pudiera leer el
titular en la pantalla donde decía Castro sufre una lesión en el codo, 6
meses fuera.
—¿Qué demonios? Fisher está bien, pero no es Castro —murmuró
Roy, refiriéndose a alguien que se llamaba Fisher. ¿El quarterback
suplente? Hace años, Houston tenía un equipo llamado Fire, pero se
cambiaron a Carolina del Norte. Afortunadamente, antes de que alguien
pudiera extrañarlos demasiado, habían nacido los White Oaks.
Mantuve la mirada hacia adelante, oyendo la leve vibración de mi
teléfono e intentando desconectar de los dos idiotas que esperaba que no
estuvieran presentes en caso de que los comentaristas comenzaran a
hablar de Zac. Y así fue como pasé los siguientes quince minutos: tratando
de mantener mi rostro neutral mientras hablaban de quarterbacks y los
White Oaks.
En todo caso, me iba a considerar afortunada de que el quarterback
lesionado fuera una distracción suficiente para que los imbéciles 1 y 2
olvidaran lo que fuera por lo que habían venido, y se fueran cuando uno de
los chicos de MMA entró y llamó su atención. Lo siguieron hasta el edificio
de al lado. Gracias a Dios.
Fue entonces cuando volví a sacar mi teléfono, entre llegadas de
miembros, y vi un mensaje.
512-555-0199: Ese voto de confianza…
512-555-0199: Gracias, cariño
144
Pensé en qué más quería decirle por un segundo antes de enviarlo.
Yo: Diría buena suerte, pero no la necesitas. XOX.
Ahí. Más mensajes que no ejercían presión en absoluto. Y llevaría ese
XOX sobre mis hombros con orgullo. Hablaba en serio. Una parte de mí
pensó que tampoco sería desagradable en base a la cantidad de abrazos
que me había dado la semana anterior. Si esta era la última vez que
intercambiábamos mensajes por un tiempo, al menos pondría mi amor y
apoyo.
En un mundo donde la gente vivía para criticarse unos a otros, al
menos esperaba que supiera que había algunas personas que siempre
estarían orgullosas de él. Que siempre lo apoyarían. Quizás no éramos
personas perfectas, pero nadie lo era. Ambos lo habíamos intentado,
ahora, y eso era algo.
Mi trabajo como su amiga estaba hecho.
Esperaba de verdad que lo ficharan.
216
TRECE
Estábamos en el lugar del evento cuando Boogie se detuvo frente a las
puertas dobles que conducían al salón de baile y levantó los brazos para
impedir que siguiéramos avanzando.
Me encontraba al final de nuestro pequeño grupo: los niños, Connie,
Zac, mi primo y yo… intentando no cojear por mi estupidez. Había
decidido usar zapatos nuevos sin amoldarlos, como una novata, e iba a
necesitar una tirita lo antes posible. En el segundo en que nos
sentáramos, iba a quitarme estas perras y robarle una o dos a Connie.
Siempre tenía un montón en su bolso. Más temprano en el día, antes de la
misa de los quince de Lola, habíamos ido al centro comercial y Guillermo
se había caído de culo en el estacionamiento, requiriendo dos.
—¿Qué estás haciendo, Boog? Necesito quitarme estos zapatos antes
de que mis dedos empiecen a sangrar —me quejé en cuanto vi lo que
estaba haciendo.
—Sí, Boog, ¿qué estás haciendo? —repitió Connie mientras sostenía
su teléfono contra su rostro—. No, mamá, estoy hablando con Boogie — 217
dijo en el auricular.
La había estado mirando de reojo y escuchando a escondidas su
conversación durante todo el viaje al lugar del evento. Había intentado
llamar a mi madre mientras estábamos en el centro comercial, pero no
había respondido. Todo lo que había querido era ver cómo estaba. No me
había devuelto la llamada, pero había llamado inesperadamente a Connie.
Había gritado un “hola” en el auto y recibí un “hola, mi amor” a cambio.
No había puesto los ojos en blanco. Había dejado de hacer eso hace
mucho tiempo.
—¿Pensé que pronto empezarían a servir comida? —intervino Zac
mientras se detenía a mi lado, llevándome de vuelta a lo que estaba
haciendo Boogie.
Hice todo lo posible por no mirar a Zac, especialmente después de la
conversación que había tenido con mi hermana la noche anterior.
Y, especialmente, no cuando estaba vestido con un elegante traje azul
oscuro que se ajustaba a su cuerpo como si hubiera sido hecho a su
medida, lo que probablemente había sido, y una camisa blanca. La peor
parte era que se había cepillado el cabello en algún momento desde que
habíamos desayunado esa mañana; después había ido a casa de Boogie y
había pasado horas jugando Call of Duty o algo así. Cuando mi sobrina
había abierto la puerta después de que él hubiera tocado y había entrado
en nuestra pequeña y desordenada habitación, había sentido que algo en
mí tartamudeaba por un segundo. Pero había reprimido esa mierda a
pesar de que había silbado y le había preguntado si su mamá le había
preparado la ropa.
La verdad era que se veía muy bien, como un príncipe pero mejor.
Y, desafortunadamente, tenía un grupo de parientes lejanos sin
vergüenza que me estaba preparando mentalmente para tener que
aguantar, acercándose y adulándolo. Quiero decir, podían hacer lo que
quisieran, y él también.
—Un segundo —dijo Boogie antes de dejar caer los brazos—. Necesito
que me prometan algo.
Después de mirar a su alrededor como si hubiera alguien más con
quien pudiera estar hablando, Connie preguntó:
—¿Quién?
Nuestro primo nos señaló con el dedo… a Con y a mí.
Parpadeé.
—¿Qué? ¿Por qué yo?
—El baile… —comenzó a decir antes de que Connie resoplara.
—No vas a hacer eso de nuevo. Vamos a sentarnos —murmuró ella, 218
empujándolo a un lado y luego diciéndole algo a nuestra madre por
teléfono.
Señalé a Boogie y saqué la lengua cuando pasamos junto a él,
dirigiéndonos hacia una mesa cerca de una de las cuatro hermosas
paredes cubiertas de cortinas, justo en el borde del salón.
Afortunadamente, llegamos temprano y no había tanta gente en el salón.
La mayoría de nuestra familia era impuntual, pero todos queríamos
aprovechar la comida gratis. Bueno, al menos algunos de nosotros lo
hacíamos. No podía hablar por Zac, pero estaba bastante segura de haber
visto un paquete de cecina en el bolsillo de su chaqueta.
Nos sentamos a la mesa, Zac se sentó al otro lado de Boogie, justo a
mi lado. Mi sobrino estaba a mi otro lado.
—No, escúchenme —comenzó de nuevo nuestro primo mientras se
acomodaba en su silla—. Hay ciertas cosas que nadie quiere ver,
especialmente yo. Así que ustedes dos deben controlarse.
—No sé de qué estás hablando. Bianca, ¿sabes de lo que está
hablando? —cuestionó Connie mientras acercaba su silla y cruzaba las
manos sobre el mantel lavanda con lentejuelas. Ya había terminado de
hablar, supongo. Eso había sido rápido.
Negué mientras movía mi silla hacia adelante también y agarré la
servilleta que había sido doblada en forma de cisne, lista para usar esa
mierda en el segundo en que la comida comenzara a ser servida, pronto,
pensé.
—Nop, no tengo ni idea de lo que está hablando.
En realidad, estaba bastante segura de que sí, sobre todo porque
recordaba lo que había sucedido la última vez que Connie y yo habíamos
estado en una fiesta familiar que tenía alcohol y una pista de baile. No me
arrepentía de nada.
—Y una mierda —murmuró Boogie antes de encogerse—. Lo siento,
niños.
Connie y yo resoplamos. Como si no hubieran oído cosas peores cada
dos horas de sus vidas. Oh, Boogie.
—Y una M —se corrigió y prosiguió—. Tienen que comportarse esta
noche. Hay niños presentes; esto no es una boda. Nada de tootsie roll…
No sé qué decía de mi hermana y de mí que ambas jadeáramos.
Zac intervino, volviendo esa suave mirada azul hacia mí con una
expresión divertida en su rostro.
—Eres demasiado joven para saber cómo hacer el tootsie roll —
comentó con una sonrisa.
Le di una sonrisa inocente.
219
—¿Lo soy?
Boogie nos ignoró y continuó.
—Todavía estoy marcado desde la boda de Chato. Nada de eso esta
noche.
Zac no había dejado de mirarme con expresión curiosa, como si no
creyera lo que decía mi primo, así que me encogí de hombros.
—¿Por qué siento que no me están escuchando? —inquirió Boog.
—Yo sí. —Palmeé mi servilleta de cisne—. ¿Fue el baile Hammer?
¿Fue eso lo que te marcó? Porque le dije a Connie que era demasiado.
Connie se echó a reír justo cuando Boogie puso los ojos en blanco y
Zac preguntó:
—¿Me las perdí haciendo el baile Hammer?
Mi sobrina suspiró de la nada.
—Tío Zac, en la fiesta del tío Rico y la tía Maria, hicieron esta canción
sobre…
—¿Qué te he dicho sobre contarle a todo el mundo nuestros asuntos?
—le preguntó Connie a su hija, negando como si no pudiera creer que su
propia hija revelara sus secretos.
—Y mamá intentó enseñarle a la tía B cómo hacer el baile del
aspersor —intervino Guillermo mientras tomaba una pequeña menta que
había sido colocada junto al plato frente a él.
Boogie gimió.
Estaba demasiado ocupada riendo al recordar esa noche y a Boogie
intentando arrastrarnos a ambas de la pista, especialmente después de
que hubiéramos tratado de mover nuestros culos hacia atrás una contra la
otra, luego contra él mientras intentaba apartarnos.
—Te uniste, así que ni siquiera empieces —resoplé, señalando a mi
primo.
—Es menos vergonzoso si estoy involucrado. —Fue su intento de
defensa, pero también comenzó a reírse porque estaba lleno de mierda. Se
había quedado en la pista de baile tanto tiempo como nosotras después de
eso. Habíamos formado un pequeño círculo del que miembros de la familia
entraron y salieron durante toda la noche.
—Mamá, ¿qué fue lo que hizo el tío Boogie? ¿Te acuerdas? ¿Se lastimó
la espalda? —preguntó mi sobrino—. ¿El delfín?
Zac se sentó con la espalda recta, esos ojos azul bebé se movieron
hacia mí.
—¿Fue el…? 220
—Sí. —Me carcajeé, sabiendo exactamente a qué se refería—. Intentó
hacer el gusano.
—¡Hice el gusano!
Zac se llevó ambas manos a la cabeza.
—¿No aprendiste tu lección la primera vez, imbécil?
—¡Tengo problemas de espalda!
Vocalicé “jodida mierda” hacia Zac.
Tenía la boca abierta y enseñaba sus dientes blancos mientras
asentía en acuerdo.
—¿Saben qué? Los odio. No a ustedes, Yermo y Luisa, sino a ustedes
tres…
Connie resopló mientras tomaba su propia servilleta de cisne.
—Los que odian van a odiar.
Estaba demasiado ocupada resoplando cuando los camareros
empezaron a salir de la nada con carritos llenos de comida, y estaba
bastante segura de que mi sobrina aplaudió de emoción.
—Tía B, deberían haberte pedido que hagas la comida y el pastel —
anunció mi sobrino.
Dejando caer mi palma sobre mi pecho, le dije que lo amaba. Luego le
pregunté cuándo iba a venir a hacer otro video conmigo.
No pasó mucho tiempo para que se sirviera la comida, con cestas de
pan en el centro de cada mesa, y todos estábamos demasiado ocupados
comiendo para hacer algo más que hacer muecas el uno al otro. En un
momento me encontré con los ojos de Zac y nos sonreímos el uno al otro.
Justo cuando estábamos terminando, las luces en el salón de baile se
apagaron, y luces rosadas y blancas a los alrededores del salón iluminaron
las paredes mientras nuestra prima entraba con una música bastante
majestuosa que parecía totalmente exagerada. Aplaudimos y Connie silbó.
Lola bailó con su papá, luego con sus hermanos mientras los camareros se
acercaban y recogían todos los platos.
Entonces empezó la música.
Solo luché con Connie durante unos tres segundos cuando se levantó,
agarró a su hijo con una mano, le hizo un gesto a su hija con la barbilla y
luego fue por mi mano.
—Acabo de comer. Dame un segundo —gemí mientras tiraba de mi
brazo.
—Necesitas quemar esas calorías —replicó, realmente poniendo algo
de peso en ello—. Deja de ser una vaca. Sabes que quieres.
221
Quería.
Ah, a la mierda.
Hice un gesto a Boogie mientras me levantaba.
—Ven a salvarme si no vuelvo en treinta.
Tenía un palito de pan en la boca que parecía un puro.
—De acuerdo. Ajá.
Era inútil. Lo sabía.
—Sálvame, Zac —le grité a mi amigo mientras seguía a mi hermana y
sus hijos.
—Te tengo, cariño —exclamó detrás de mí incluso mientras alcanzaba
un palito de pan también.
Estaba bastante segura de que lo vi golpearlo contra el de Boogie
como si fueran espadas antes de darme la vuelta.
Pero… no me tenía. No me tenía en absoluto.
Perdí la cuenta de cuántas canciones tocaron mientras bailábamos en
círculo, mi hermana, sus dos hijos y yo, con un par de primos más que se
unieron en el camino. Unas cuantas veces, agarré a mi sobrina o sobrino
para un uno a uno, y al menos dos veces Connie movió su culo hacia atrás
contra mí, y estaba bastante segura de que oí la voz de Boogie sobre la
música… probablemente diciéndonos que nos detuviéramos.
Finalmente, en algún momento, huí y volví a nuestra mesa,
encontrándome a Zac allí… rodeado de cuatro mujeres diferentes.
Reconocí a una de ellas. Solo podía ver su perfil y parecía que les estaba
sonriendo.
Y eso estaba bien. Bueno. Al menos no estaba aburrido ni se sentía
miserable.
¿Dónde diablos estaba Boogie?
De alguna manera, Zac debió haber sentido mi aproximación porque
sus ojos instantáneamente se volvieron hacia mí en el segundo en que me
acerqué lo suficiente, y vi la verdad. Sonreía, pero era su sonrisa educada,
no la real, que era tan brillante que lo iluminaba de dentro afuera.
Sonreí.
Una comisura de su boca se curvó más alta que la otra.
Sus nuevas compañeras debieron haberlo visto dejar de prestarles
atención porque cuando me vieron acercándome, dos de ellas retiraron sus
sillas y se levantaron, lo cual fue extraño, pero de acuerdo.
—Ahí está —gritó Zac cuando me detuve detrás de la silla en la que
había estado sentada y sorbí la limonada aguada que me quedaba.
Me tendió su propio vaso, y lo tomé y me lo bebí todo también. Estaba
sedienta. 222
—Lo siento, señoritas —dijo mi amigo mientras se ponía de pie y yo
ponía su vaso sobre la mesa—. Le debo un baile a alguien.
¿Lo hacía?
—Está tan ocupada que tuve que programarlo —mintió mientras
empujaba su silla debajo de la mesa.
Me estaba usando como excusa para escapar. Muy bien. Me dolían los
pies y quería sentarme, pero no iba a dejarlo colgado.
Hice contacto visual con mi prima segunda, que había sido una de las
personas que lo rodeaban, y la única que reconocí, y saludé.
No me gustó la expresión de curiosidad que puso, pero como fuera,
aun así me devolvió el saludo. Volví a mirar a Zac cuando se acercó a mi
lado, me agarró de la mano y me llevó a la pista mientras, como si hubiera
sido malditamente planeado, una canción country sonaba por los
altavoces.
Zac sonrió mientras tomaba mi mano libre una vez que estuvimos en
el borde de la pista de baile y la puso sobre su hombro.
—¿Todavía recuerdas cómo dar dos pasos?
Un recuerdo borroso de él enseñándonos a Boogie y a mí a bailar hace
toda una vida, llenó mi cabeza y me hizo sonreír.
—Mierda.
Me sonrió, sus cálidas manos y las mías probablemente aún más
cálidas, mientras me guiaba directamente en ello, moviéndome por la
pista, haciéndome girar de vez en cuando y, afortunadamente, sin pisarme
los dedos de los pies ni una sola vez.
—Chica, eres mejor en esto que yo —exclamó, su boca rosa amplia
con risa.
—Soy mejor en muchas cosas que tú —bromeé—. Estás oxidado.
—¿Oxidado? —Tuvo el descaro de preguntar—. He estado haciendo
esto desde que estabas en pañales, enana.
—Eh.
No estaba segura si específicamente me atrajo o si simplemente
sucedió mientras nos movíamos, pero estábamos ahí juntos, nuestros
muslos rozándose constantemente. Zac me hizo girar justo al final unas
cuantas veces, e hizo una mueca para advertirme cuando me inclinó hacia
atrás justo al final, con una risa que me hizo ahogar una también cuando
la sangre se precipitó hacia mi nariz.
Cuando empezó otra canción country justo después de eso, me hizo
girar un poco más por la pista, dándolo todo como si lo hubiera ofendido o
algo así durante la primera canción. 223
Si había esperado que tropezara con mis propios pies o le pisara los
dedos de los pies… se habría llevado una verdadera sorpresa.
Sabía que estaba impresionado cuando su mirada se cruzó con la
mía, frunciendo el ceño cuando preguntó con una voz que apenas capté:
—¿Con quién has estado bailando así?
Pude vislumbrar el rostro de mi hermana mientras me hacía girar, y
esperé hasta que estuviéramos frente a frente otra vez, bueno, estaba
frente a su pecho más que a su rostro, hasta que levanté la cabeza y le
respondí lo suficientemente fuerte para que con suerte lo oyera:
—Con gente.
Había pasado un sábado al mes yendo a clubes de country con uno
de mis antiguos compañeros de trabajo. Mi ex solía odiar que fuera, pero
como no le gustaba bailar, no lo escuché. Mis compañeros favoritos
siempre habían sido los hombres mayores cuyas esposas estaban tan
ocupadas bailando con otras personas que entregaban a sus maridos a
extraños. Esos hombres sabían bailar.
Al igual que Zac.
Fluido y casi sinuoso, un deportista de toda la vida que conocía cada
movimiento de su cuerpo. Fuerte y seguro.
Me pregunté por un segundo cuántas compañeras había tenido para
volverse tan bueno.
Lo que sea.
Al parecer, mi respuesta no había sido suficiente para él porque en el
segundo en que estuvimos frente a frente otra vez, agachó la cabeza para
hablarme al oído, su respiración provocando un cosquilleo a lo largo de la
piel sensible allí.
—¿Qué gente?
Mi boca estaba a centímetros de su pecho. Podía oler el aroma dulce y
limpio de su colonia.
—La gente del club, amigo. Buenos maestros, ¿eh?
Su aliento todavía estaba en mi oreja.
—¿Qué club?
Le dije el nombre, imaginándolo allí por un momento, imaginándolo
bailando con cualquiera de los cientos de mujeres que asistían, y luego me
obligué a detener esa imagen mental.
Esperó tanto tiempo para decir algo más que sus siguientes palabras
me sorprendieron más de lo que deberían.
—Bailaré contigo cuando quieras. 224
—¿Ah, sí? —cuestioné, levantando mi rostro.
Estaba concentrado en mí, en mi rostro… mis ojos, lo que fuera.
—Sí. —Fue su simple respuesta.
—¿No te importa la diferencia de altura? —Me había quitado los
zapatos y puesto tiritas después de comer.
—No-oh, enana —replicó con una sonrisa que me iluminó por
completo, todo afecto, amor y consuelo—. Te mueves muy bien conmigo.
Esperé hasta que me dio la vuelta de nuevo para decir:
—Esa es la señorita Enana para ti, y todavía se te da bien, viejo.
Sentí su risa en la forma en que su pecho se infló contra el mío más
que oírla.
Nos movimos hacia la derecha y luego hacia la izquierda, la mano que
en algún momento se había movido para abarcar el centro de mi espalda
se deslizó un poco más abajo sobre mi vestido cruzado dorado. Podía
sentir la presión y el peso de cada uno de sus dedos sobre mí. Fue
entonces cuando miré y vi a Connie y Boogie moviéndose por la pista…
discutiendo.
—Mira a estos imbéciles —murmuré, haciendo un gesto hacia ellos
con la barbilla.
La risa de Zac volvió a rozarme la oreja, y me hizo sonreír cuando
levantó la cabeza y los miró. La mano que tenía en mi espalda se flexionó
por un segundo antes de movernos.
—¿Te dije cuán linda que te ves hoy?
—Nop.
Su aliento volvió a hacerme cosquillas en la oreja.
—Bueno, te ves muy linda, chica. Me gusta tu cabello así.
Apreté su mano y le sonreí. Solo lo había dejado rizado y recogido
flojamente con un par de mechones sueltos porque a mi cabello no le
gustaba ser sujetado a menos que lo hubiese alisado.
—Gracias, Snack Pack. También te ves muy lindo.
Me guiñó un ojo, su sonrisa esa torcida que era mi favorita.
Bailamos otra canción, esta cosa lenta que nos hizo movernos juntos
en un círculo con mis brazos sobre sus hombros y esas grandes, grandes
manos ligeras sobre mi cintura. Podría haber sido romántico y dulce… si
fuéramos otras personas. En cambio, bromeamos todo el tiempo.
Y fue entonces cuando el DJ llamó a todos a la pista… para hacer el
hokey pokey.
Las manos de Zac se aflojaron y dio un paso atrás. 225
Agarré su antebrazo.
—¿A dónde vas?
Su rostro estaba un poco rosado bajo las luces, pero estaba
sonriendo.
—A sentarme.
—¿Qué? ¿Por qué?
Una comisura de su boca se elevó y miró de reojo la mesa en la que
habíamos estado.
—Porque sí. Es el hokey pokey. —Se pasó el antebrazo por la frente
antes de lanzarme otra sonrisa blanca y brillante.
Parpadeé hacia él.
—¿Vas a obligarme a hacerlo sola?
Seguía sonriendo incluso cuando ladeó la cabeza.
—De acuerdo. Vamos, haré el hokey pokey contigo entonces.
Y lo hizo, su expresión casi dolida, pero se rió todo el tiempo que se
dio la vuelta junto con las otras doscientas personas en el lugar.
Después, Boogie se acercó y me pidió que bailara, mi hermana
haciéndole un gesto a Zac para que se acercara a ella.
Un baile en línea y otra canción después, mi tía se acercó y se robó a
mi primo, y aproveché para ponerme los zapatos de nuevo con un gemido,
e ir a buscar algo para beber y hacer pipí. Zac estaba girando a Luisa, mi
sobrina, y mi hermana estaba hablando con el padre de Boogie.
Fue entonces cuando me arrinconó la única persona de la familia que
todos intentaban evitar. La única persona a la que había vigilado a
propósito para asegurarme de que no nos acercáramos lo suficiente para
que sintiera la necesidad de saludar. Habíamos elegido nuestra mesa junto
a la pared a propósito.
¡Mierda!
—Hola, Bianca —dijo la mujer mayor mientras bloqueaba
deliberadamente la salida del baño.
Puse casi la sonrisa más falsa del universo en mi rostro, una que
rivalizaba con todas las expresiones que le había dado a Gunner, mientras
terminaba de secarme las manos.
—Hola, tía Licha —saludé, tomándome mi tiempo para darme la
vuelta y darle un abrazo, el abrazo más mediocre en la historia de los
abrazos, pero no era como si ella mereciera más. Siempre había sido mala,
especialmente con mi mamá, Connie y conmigo.
La prima de mi madre recorrió con la mirada mi cuerpo de arriba
226
abajo mientras se quedaba exactamente donde estaba.
—Me gusta tu vestido.
Espera por ello.
—¿Subiste de peso?
Ella había subido de peso, pero de acuerdo. Traté de sonreírle, pero
intenta formar una sonrisa cuando tu maldito rostro está hecho de
granito. Fue una mueca. Definitivamente fue una mueca lo que hice,
haciendo todo lo posible por disfrazarla de sonrisa y fallando a lo grande.
Porque sabía todo sobre el respeto a mis mayores. Podía recordar la única
vez que mi abuelita me llamó y respondí con “¿qué?” en lugar de
“¿mande?”.
No creo haber retrocedido tan rápido en mi vida.
Pero incluso mi madre había perdido la paciencia con su prima hace
mucho tiempo. No estaba segura de lo que dijeron, pero sí sabía que mi
padre tuvo que agarrar a mamá por la parte de atrás de su pantalón y
sacarla de la habitación como si fuera una bola de bolos. Eso fue tras años
de pequeños comentarios cortantes que era conocida por hacer a todo el
mundo.
Así que sabía que iba a ser educada, pero ni un poco más de lo
necesario.
Era tan mala que honestamente me sorprendía que todavía recibiera
invitaciones y que todos no hubieran tenido una reunión en la que
acordaran mantener en secreto las reuniones familiares para que ella no
fuera.
Me conformé con encogerme de hombros. Si no decía nada, tal vez se
aburriera y dejara de hablarme más rápido.
No funcionó.
—¿Dónde están tus padres?
Ahí era donde quería llegar desde el principio. Debería haberlo
esperado.
—Están en Nicaragua en este momento.
Su “Hmmph” lo dijo todo.
—¿Dónde está tu novio?
Y también llegó a eso.
Parpadeé hacia ella; luego parpadeé un poco más. No podía
exactamente llamar a mi tía vaca entrometida, ¿verdad? Por mucho que
jodidamente deseara hacerlo. Sabiendo que no tenía tiempo, le sonreí.
—¿Cuál?
Parpadeó. 227
Esperaba que tuviera un juanete.
—Fue agradable verte, adióssss —grité por encima del hombro
mientras me apresuraba hacia la puerta y salía de allí.
Dándome la vuelta, mostré a la puerta mis dos dedos medios. Puto
infierno, iba a tener que contarle a Connie todo sobre esa mierda. Esa
mujer era otra cosa.
—¿Qué estás haciendo?
Me sobresalté y encontré una figura apoyada contra el pilar frente a la
puerta del baño con una gran sonrisa en su rostro.
Era Zac, y su rostro estaba sonrojado.
—Escapar de mi tía y enseñarle el dedo medio —respondí mientras
me detenía frente a él, curvando mis dedos en puños, lista para pelear otro
día—. ¿Qué estás haciendo, rarito?
Se rió entre dientes e ignoró mi pregunta, lanzando una de las suyas.
—¿Cuál?
Extendí la mano y la deslicé en el hueco de su codo, intentando
alejarlo. Lo último que quería era que ella saliera y nos viera hablando e
hiciera algún otro comentario o pregunta tonta. Por suerte, me dejó.
—Licha. Solo logró preguntar si había subido de peso y luego por mi
ex, así que de alguna manera fue mi día.
Me siguió hacia las puertas del salón, la parte interior de su codo
ahuecada en mi palma.
—¿Tu ex? —cuestionó.
—Ajá. Hizo que pareciera que no sabía que nos habíamos separado
cuando sé que lo sabía muy bien —expliqué.
Por el rabillo del ojo, vi que me observaba, pero no levanté la mirada.
—¿Qué ex?
Bueno, no era como si fuera un secreto y, de acuerdo, tal vez había
evitado a propósito mencionarlo, pero era solo porque me gustaba fingir
que esa etapa de mi vida no había sucedido. Cinco años completos.
—Kenny. No me gusta hablar de eso. Nos separamos hace casi dos
años. —No quería contarle el resto, pero conociéndolo, iba a preguntar—.
Estuvimos juntos durante cinco años. Es la razón por la que me mudé
aquí. Nos conocimos cuando vivía en Carolina del Norte con Connie. Su
trabajo lo transfirió aquí, y con el tiempo Richard, que es el esposo de
Connie, fue transferido a Texas y también regresaron.
—¿Cinco años? —cuestionó lentamente.
228
—Sí, estuvimos comprometidos por un minuto y todo.
Bajo mi mano, su brazo se tensó.
—No sabía eso. ¿Qué pasó?
Por supuesto que iba a preguntar.
—Al principio, era la misma mierda de siempre. Me dijo que se iba de
la ciudad por trabajo, pero sorpresa, mis compañeros de trabajo me
invitaron a ir al cine y dije que sí, y él estaba allí con su ex novia, quien
supongo que había volado para verlo. La rodeaba con el brazo y todo. ¿Qué
tal eso, eh?
Ahí. Hecho. Lo miré e instantáneamente encontré sus ojos.
Estaba frunciendo el ceño.
—¿Qué hiciste?
Nos detuvimos justo afuera de las puertas del salón de eventos y solté
su brazo.
—Fui a su apartamento, dejé el anillo y la llave en la encimera de la
cocina, luego pasé las siguientes dos horas enviando mensajes a todos
diciéndoles que ambos sabíamos lo que había hecho y que, por favor, no le
dijeran nada sobre mí, y bloqueé su número. Connie condujo esa noche
con los niños y se quedó conmigo. Dio la casualidad de que mi contrato de
arrendamiento casi había terminado con mi compañero de apartamento en
ese momento, y me mudé dos semanas después al nuevo. —Originalmente
se suponía que me mudaría con él, pero…
Las arrugas en su frente se profundizaron.
Le sonreí.
—Fue a mi trabajo un par de veces y fingí no conocerlo. Puso excusas,
intentó decir que no pasó nada y luego dijo que era la primera vez. Lo que
sea. Debería haber sabido que era un imbécil cuando dijo que prefería
hacerse una vasectomía antes que ir a Disney World conmigo. —
Encogiéndome de hombros, añadí—: Entonces intentó demandarme. Así
que eso es todo. La próxima vez escucharé a Boogie cuando me diga que
no le gusta alguien.
—¿A Boog no le gustaba?
—Nooo. Pero ya estaba saliendo con Lauren y las cosas ya eran
incómodas entre nosotros, así que simplemente no hablábamos de ellos. —
Pensé en las mujeres con las que supuestamente Zac había estado y decidí
no preguntar sobre su vida amorosa.
No quería saberlo.
Se detuvo de repente y se volvió.
—Espera, cariño. ¿Dijiste que intentó demandarte?
229
Había estado esperando eso. No era aquí donde quería hablar de eso,
pero sabía que no me dejaría posponerlo más.
—Sí. Afirmó que tenía derecho a parte de mi negocio de Lazy Baker.
Que me ayudó a crearlo. Que me ayudó a ejecutarlo, aunque todo lo que
hizo fue editar mis videos y ayudarme con la filmación. Cabrón. Terminé
teniendo que llegar a un acuerdo con él para que finalmente lo dejara.
Zac echó hacia atrás la cabeza y su frente se arrugó.
—¿Llegaste a un acuerdo con él? ¿Por cuánto?
Me mordí el labio.
—Nunca le he dicho a nadie la cantidad correcta. —Y entonces se la
dije.
Y Zac parpadeó lentamente.
—¿Dólares estadounidenses?
—Desafortunadamente.
Incluso bajo la escasa luz, noté su rostro palidecer.
—¿De dónde diablos sacaste esa cantidad de dinero?
Lo pellizqué.
—De mi cerdito, ¿dónde más? —Le sonreí, complacida conmigo
misma por haberlo hecho tan bien que incluso él no podía creerlo. Me hizo
sentir más orgullosa de mí misma. Solo por un momento, antes de
recordar lo idiota que había sido—. Él sabía todo. Cuánto dinero ganaba,
cuánto tenía ahorrado. Todo. Así que fue por todo. —La ira agitó mi pecho
y forcé una sonrisa tensa e incómoda en mi rostro—. Por eso no dejé mi
trabajo en el gimnasio. Solo llegamos a un acuerdo hace seis meses.
Apenas me estoy recuperando. Dejé de aceptar patrocinadores mientras
todo eso sucedía porque estaba muy preocupada de que cuanto más
dinero ganara, más tendría que darle, y no quería que terminara con más
de lo que tanto trabajo me costó ganar. Pero aun así recibió mucho. Me
siento como una idiota.
Su boca se separó y su mirada fue intensa sobre la mía.
—¿Por eso nunca dijiste nada?
—Sí. ¿Cuán estúpida fui, Zac? Consideré casarme con ese imbécil. No
vi que fuera capaz de algo así. Perdí tanto tiempo y energía. Y se quedó con
casi todo mi dinero. Honestamente, entre nosotros, me jodió mucho por un
tiempo. Todavía tengo problemas de confianza. Tardé casi un año después
de separarnos en finalmente colapsar y contratar a alguien para ayudarme
a filmar porque no quería dejar entrar a nadie.
—No puedo creer que le pagaras.
—Su familia tenía dinero y sé que hubiera peleado para siempre. Tuve
que decirme que no me merecía la pena, entorpecer mi negocio durante 230
tanto tiempo. Y al menos no tendré que volver a verlo ni a saber nada de
él. Eso fue lo que agregué a nuestro acuerdo cuando le pagué. Que más le
valía no volver a contactarme nunca. Me arrepiento de todo, pero aprendí
una valiosa lección.
—¿Cuál? —inquirió con voz plana y la frente aún arrugada.
—Nunca salgas con nadie que Boogie odie. —Forcé una sonrisa e
intenté deshacerme de lo que habíamos estado hablando—. En fin, estoy
pensando en escaparme muy pronto. Estoy cansada.
Me observó con bastante atención mientras respondía:
—También me siento un poco cansado, cariño. Creo que voy a pedir
un auto para regresar al hotel. ¿Quieres volver conmigo?
Me dolían los pies, y dentro, podía ver a Connie todavía bailando
como una loca. Iba a hacerlo durante horas. Lo sabía.
—¿Sabes qué? Sí. Me aseguraré de que nadie te secuestre, y podría
trabajar un poco para no sentirme culpable por tomarme todo el día libre.
Sonrió, pero siempre estaba jodidamente sonriendo.
—Eres tan considerada.
—Lo sé. Qué suerte tienes, ¿verdad?
Eso lo hizo sonreír aún más y me dio un golpecito en la nariz.
De vuelta en el salón, nos despedimos de todos, con Connie gritando:
—¿Estás segura de que no quieres quedarte? ¡Después hay fiesta en
casa del tío Chato! —Solo había una respuesta para eso: diablos, no. Me
dio un pellizco en el culo que sabía que iba a dejar un moretón antes de
que Zac y yo saliéramos de allí, justo a tiempo para que el auto que había
pedido se detuviera en el camino de entrada, dado que viajamos en el auto
de Connie.
El Ford se detuvo junto a la acera, y Zac saludó al conductor antes de
rodearme para abrir la puerta trasera, moviendo la cabeza hacia un lado.
Entré y me siguió justo después. Dije “Hola” un segundo antes de que él
interviniera con un “Buenas noches. ¿Qué tal?”.
El conductor, un hombre de unos cincuenta años, se desabrochó el
cinturón de seguridad y se dio la vuelta en su maldito asiento. Los dedos
de su mano derecha fueron directamente al reposacabezas, sus dedos
aferrándose al cuero. Su boca se abrió.
Zac ya le estaba sonriendo como si fuera una segunda naturaleza.
El conductor se sobresaltó.
—Disculpen mi francés, pero jódeme…
Resoplé y me puse el cinturón de seguridad.
Zac extendió la mano y el conductor no dudó en estrecharla antes de 231
señalarme.
—Mohamed, Bianca, mi jefe. Bianca, Mohamed.
Le lancé a Zac una mirada y tomé la mano del hombre en el segundo
en que estuvo libre, aunque estoy bastante segura de que solo la dejó
extendida por la conmoción.
—Hola —dije, dándole un apretón rápido que no registró porque
estaba muy ocupado mirando a Zac con la boca abierta.
Él y Mohamed, un hombre muy agradable con tres hijos —dos hijas y
un hijo de veinte años al que Zac firmó un autógrafo— hablaron
prácticamente todo el viaje hasta el hotel.
—¿Podemos hacernos una foto? —cuestionó Mohamed mientras se
detenía frente al hotel.
—Sí, claro. —Zac asintió mientras el hombre mayor sacaba su
teléfono del soporte y lo ponía en modo selfie. Zac se desabrochó el
cinturón de seguridad y se inclinó hacia adelante. Intenté moverme hacia
un lado para darle espacio para acercarse, pero una mano grande y
familiar se posó en medio de mi espalda.
Me sonrió mientras me guiaba hacia adelante también hasta que
estuvimos junto al reposacabezas de Mohamed. Se aseguró de que mi
barbilla estuviera allí y la mejilla de Zac también junto a la mía. Los
pequeños vellos me hicieron cosquillas en el rostro e hice todo lo posible
por ignorar el calor de su piel.
—¡Patata! —gritó Mohamed antes de tomar una, luego dos fotos que
hicieron que el flash me cegara.
Después de decir adiós, caminamos por el vestíbulo, y no fue hasta
que entré en el ascensor que me di cuenta de lo que había hecho.
—Dejé mi billetera en el auto de Connie.
Zac sostenía su chaqueta en una mano y tenía su cadera contra la
pared mientras el ascensor subía. Su camisa blanca estaba desabrochada
en el cuello y húmeda en algunos lugares.
—¿Necesitas dinero? —preguntó.
—No, la llave de mi habitación está ahí —respondí, incluso mientras
desbloqueaba mi teléfono y le enviaba un mensaje a Connie.
—Oh. Espera en mi habitación hasta que regrese Connie. ¿O quieres
regresar a buscarla?
¿Regresar? Ya había sido bastante difícil volver a meter los pies en las
trampas mortales llamadas mis zapatos para no tener que caminar
descalza por el hotel.
—Esperaré, si te parece bien —dije—. Le acabo de enviar un mensaje.
232
Cuando estábamos allí, dijo que iba a casa de mi tío, pero apuesto a que
puede venir primero y luego ir allí.
Me estaba mirando.
—No me importa, chica. Pero si me duermo, no me saques fotos
horribles.
La puerta se abrió con un pitido.
—Sin promesas.
Sonrió, y yo también.
—¿Te divertiste? —cuestioné mientras nos dirigíamos a su habitación.
—Toca mi espalda.
Pegué mi brazo contra mi costado, sin confiar en él ni en esta
petición.
—¿Por qué? ¿Porque estás sudado?
—Sí, de todo el baile. Toca mi camisa.
Negué, arrugando la nariz.
—Gracias, pero no, gracias. Te creo. —Porque lo hacía. Su cabello
estaba oscuro y enmarañado, y su cuello todavía estaba sonrojado. Y sabía
que yo también estaba sudorosa. Había estado extendiendo mis brazos a
los lados para que se airearan y se secaran.
—¿Estás segura?
—Segurísima.
Me guiñó un ojo mientras deslizaba su tarjeta en la ranura de la
puerta y encendía las luces antes de indicarme que entrara. Entré en la
habitación que era más o menos un reflejo de la que compartía con Connie
y los niños, excepto que en lugar de dos camas dobles, solo había una
grande. No lo pensé dos veces antes de quitarme los zapatos justo en la
puerta mientras Zac la bloqueaba y echaba el cerrojo. Me senté en el borde
de la cama mientras él tiraba su chaqueta a un lado y comenzaba a
desabotonar su camisa.
Entonces miré mi teléfono, a pesar de que no había sonado ni vibrado
con una respuesta de Connie… o de nadie.
¿Me darían la llave de la habitación si no tenía mi identificación?
Probablemente no. Y definitivamente no quería hacer que Zac fuera a
preguntar en caso de que pudiera salirse con la suya con cosas que el
resto de nosotros no podíamos.
—Voy a tomar una ducha —anunció mi amigo mientras sus dedos
tiraban del botón inferior de su camisa. Se la quitó. La fina camiseta
interior blanca que llevaba se le pegaba, y me refiero a que se aferraba a
cada punto de su pecho y abdomen, haciéndola casi transparente.
233
Estaba construido como un sueño húmedo que no tenía derecho a
tener. Su torso era largo y tenía una forma perfecta. Su cintura esbelta y
sus hombros anchos…
Y fue entonces cuando hicimos contacto visual.
Le sonreí y me devolvió la sonrisa.
Solo lo miré de arriba abajo. No era para tanto. Probablemente estaba
acostumbrado.
—Me aseguraré de que nadie entre e intente tomarte fotos desnudo.
Me arrojó su sudorosa camisa de vestir y cuando la aparté, cerró la
puerta del baño detrás de él. Colgué su camisa en la silla frente a la cama
para que se secara y tomé mi teléfono de nuevo, yendo a la mesita de
noche más alejada de la puerta para conectar mi teléfono al cargador de
Zac. Le envié a Connie otro mensaje.
Yo: Dejé mi billetera en tu auto. ¿Puedes venir a dármela, por
favor?
Si estaba bailando… joder. Iba a tardar una eternidad. Un vistazo al
reloj de la mesita de noche indicaba las 11:15. La fiesta estaba
programada para continuar hasta las dos y luego… ¿luego tal vez miraría
su teléfono antes de que fueran a casa de mi tío? No había pensado esto
bien.
También le envié un mensaje a mi sobrino. Richard y Connie aún no
le habían dado a Luisa un teléfono celular.
El sonido del agua abriéndose en la ducha me hizo mirar hacia la
puerta cerrada.
Y me hizo suspirar.
Lo siguiente que me hizo fue darme palmadas en la frente.
Era muy divertido. Nos llevábamos muy bien y era una de mis
personas favoritas incluso después de tanto tiempo. Honestamente, el
episodio que habíamos grabado del bizcocho de naranja y arándano había
sido el más divertido que probablemente tenía haciendo cosas de Lazy
Baker. Nos habíamos reído a carcajadas desde el momento en que se paró
a mi lado hasta que terminamos de filmar. Siempre estábamos riendo.
Y daba la casualidad de que era fácil de mirar.
Tenía mucha suerte de tenerlo cerca, punto.
No iba a joder esto. No esta vez. No importaba que su cuerpo hubiera
sido bendecido por dioses griegos o que fuera una persona maravillosa con
un corazón enorme.
Era mi amigo y eso era todo.
Llevando la mano hacia atrás, agarré el control remoto de la mesita de
234
noche y encendí la televisión, esperando recibir noticias de Connie o
Guillermo. Flexioné los dedos de los pies, rodando los tobillos después de
tanto jodido baile. Todo me dolía y, maldición, estaba sudada.
Me tomé mi tiempo hojeando los canales, dejándolo en una repetición
de The Fresh Prince of Bel-Air mientras levantaba los brazos por encima de
la cabeza y trataba de estirar la zona lumbar sin manchar el resto de la
cama de Zac.
—Necesitaba eso —comentó mi viejo amigo con un largo bostezo,
asustándome porque ni siquiera me había dado cuenta de que había
abierto la puerta del baño—. Me siento como nuevo ahora.
Estaba en el marco de la puerta con otra fina camiseta blanca y…
calzoncillo bóxer.
Sí, esos no eran shorts. Eso era un calzoncillo bóxer. Azul marino.
Bueno, si no iba a darle importancia, yo tampoco.
Se quedó allí frotándose la cabeza con una toalla, con las piernas
largas y desnudas. Los músculos en sus brazos se tensaron mientras se
secaba el cabello. Esa habitual sonrisa suya estaba fija en su boca.
Tragué.
—Lo apuesto. También me vendría bien uno —dije. A su rostro. No a
su bóxer.
—Adelante. Traje una camisa extra y un bóxer que puedes tomar
prestados —ofreció, con su mirada azul en mí mientras apartaba la toalla
de su cabeza.
Eché un vistazo a mi teléfono conectado a su cargador. Podría pasar
un tiempo.
—¿Estás seguro? —pregunté.
—Siempre y cuando no te tires un pedo.
Me reí.
—No marcaré tu territorio.
Zac se echó a reír mientras entraba más en la habitación, yendo
directamente a su bolsa y sacando una camiseta azul oscuro y, sí, también
un bóxer. Me puse de pie y le quité la ropa, pasando mi dedo a lo largo del
punto sensible en sus costillas que lo hizo esquivarme con una carcajada.
Me tomé mi tiempo para ducharme, aprovechando el champú y
acondicionador gratuitos que estaban montados en la pared.
Afortunadamente, me había depilado antes de vestirme y nada había
vuelto a crecer agresivamente en unas pocas horas. Mi cabello iba a ser un
desastre sin mis productos para el cabello habituales, pero prefería que
estuviera limpio y encrespado a sudoroso.
Además, Zac me había conocido cuando no había hecho nada más 235
que ponerme un montón de gel en el cabello y todavía había sido un
desastre.
Miré su tubo de pasta de dientes y puse un poco en mi dedo,
extendiéndolo sobre mis dientes y lengua antes de enjuagar. Me sentía
mucho mejor una vez que abrí la puerta. Zac estaba recostado contra el
cabecero, con su teléfono en una mano. Lo dejó a un lado casi al instante
antes de mirar.
No me permití sentirme cohibida por estar parada allí en su ropa
interior y camiseta. Mis bragas y mi sujetador también estaban húmedos
por el sudor, así que los había doblado en mi vestido e imaginado que
estaba bien. Quiero decir, si miraba lo suficiente, se daría cuenta de que
no llevaba sujetador, pero no podía verlo haciendo eso. Entre el fútbol y las
citas, probablemente había visto más pezones en su vida que la mayoría de
la gente en varias vidas.
Le sonreí.
Su mirada se posó en mi ropa por un segundo, sus labios se curvaron
un poco.
—A veces pienso que no puedes ser más linda, y luego vas y te pones
mi ropa interior.
Parpadeé y me aferré a su broma.
—Estoy un poco decepcionada de que no tenga un Spiderman
gigante, honestamente.
—¿Spiderman gigante? Me vas a hacer sonrojar, chica.
Gemí y rodeé la cama, esperando que mis pechos no estuvieran
rebotando por todo el lugar. Dio unas palmaditas en la cama a su lado con
otra de sus grandes sonrisas mientras pasaba por delante de él, viendo
sus pies descalzos que había cruzado por los tobillos. Eran unos pies
bonitos. No eran de color blanco como la leche como había esperado.
Me senté al otro lado de la cama y revisé mi teléfono. Luego saqué la
almohada de debajo del edredón y la puse en mi regazo y frente a mi
pecho, porque la habitación se sentía mucho más fría de lo que había
pensado originalmente, mientras presionaba mi columna contra el
cabecero, con las rodillas juntas y de lado hacia Zac.
—¿Buena ducha? —inquirió, luciendo tan lindo, su piel aún suave,
rosada y húmeda. Por alguna razón, me recordó al joven Zac en ese
momento.
—Mucho —suspiré antes de bostezar—. Con todavía no me ha
devuelto la llamada. También probé con Yermo, pero tampoco me ha
respondido al mensaje. —Curvé los dedos de los pies cuando el aire
acondicionado se encendió—. Puedo ir a ver si me dejan entrar en mi
habitación para que puedas dormir. 236
Su cabeza rodó hacia un lado.
—Quédate aquí hasta que llame, Bibi. No te voy a echar.
¿Bibi? Nunca me había llamado así antes, pero podía aceptarlo.
Levanté un hombro.
—Quizás querías ir a dormir o a hacer otra cosa…
Zac rodó sobre su costado para mirarme.
Realmente era demasiado lindo. Se había afeitado y eso solo hacía
que su rostro pareciera aún más bronceado.
—¿Ir a hacer qué? —preguntó suavemente, sonando serio—. Cariño,
me duermo a las diez todas las noches. ¿Y con quién más me gustaría
salir?
Sabía eso.
—Conoces a mucha gente aquí, y no quiero…
—Lo juro por mi vida, si usas la palabra “molestar” o “interrumpir” o
“inconveniencia”, haré algo que no te va a gustar. —Trató de parecer
amenazante—. Pondré Titanic.
Me tomó un segundo, pero me reí.
—¿Recuerdas eso?
También se rió.
—¿Cómo diablos podría olvidarlo? La odiabas y no dejabas de hablar
de cuánto la odiabas. Me hiciste odiarla.
Dejé mi cabeza caer contra el cabecero de nuevo.
—La odiaba mucho. Todavía lo hago. Ella podría haberse movido a un
lado totalmente. Yo lo habría hecho.
Todos esos rasgos brillantes y arrugados se retorcieron aún más,
espléndidos y brillantes y todo.
—Lo habrías hecho. Lo sé.
Le sonreí encogiéndome de hombros.
—Y hablo en serio. No hay otro lugar en el que prefiera estar, enana.
Solo porque conozco a mucha gente no significa que quiera verlos todo el
tiempo. Porque no lo hago.
Mis dedos pellizcaron el dobladillo de su camiseta.
—Te gustaba salir y siempre hacer cosas con otras personas. Solo lo
asumí.
—Todavía lo hago, pero menos que antes, y solo cuando quiero. Lo
cual, como dije, es mucho menos ahora de lo que solía ser. Mamá dijo que
finalmente estoy creciendo y apreciando la calidad sobre la cantidad, y 237
supongo que tiene razón. —Sus párpados cayeron sobre sus ojos azules
por un momento—. He tenido muchos altibajos, aprendí quién importa y a
quién tomar con reservas, y eso es la mayoría de la gente.
—Sí —dije en acuerdo con cuidado—. Hay muy pocas personas que
realmente importan, y puedes elegirlas, así que bien podrías ser exigente.
No fui lo suficientemente exigente… y mira lo que me pasó. Simplemente
no quiero que pienses que estoy tratando de monopolizar tu tiempo ni
nada.
—No lo haces. —Los músculos largos y fuertes de sus muslos se
flexionaron mientras deslizaba las plantas de sus pies a lo largo de la
superficie del colchón—. Si te cuento algo, ¿prometes no decírselo a nadie?
—Promesa de meñique —contesté al instante.
Su rostro estaba sereno y serio cuando dijo:
—Mi contrato con los White Oaks acaba de llegar. Es oficial.
¿Su contrato?
—Cállate.
Zac asintió con seriedad, entrelazando los dedos y colocándolos en su
regazo, su rostro apuntado hacia la televisión. Sus hombros se levantaron
y lo vi rodarlos hacia atrás con un profundo suspiro.
—Sí. Mi agente me envió un mensaje mientras aún estábamos en la
fiesta diciéndome que iba a llegar. Lo acabo de recibir ahora mismo
mientras te duchabas. Un año. Una parte de mí no esperaba que se hiciera
realidad. Ya no puedo trasnochar.
—No, no puedes —dije en acuerdo antes de tomar su brazo, llevar su
mano hacia mi rostro y presionar el dorso contra mi mejilla—. ¡Estoy tan
feliz por ti! —animé, sujetando su mano ya que un abrazo estaba fuera de
discusión debido a mis tetas.
Y si se preguntaba por qué no lo abracé en lugar de poner su mano en
mi rostro y luego darle un beso, no dijo una palabra. Sin embargo, su
mirada se deslizó hacia la mía, un poco aprensiva, conocía sus rasgos
demasiado bien como para no reconocer qué demonios estaba mirando,
pero estaba bastante segura de que había más emoción allí que no.
—Sí, estoy emocionado, pero… veremos qué pasa. No voy a ser titular,
pero lo aceptaré.
¿Veremos qué pasa?
—Es mucha presión para ponerse a uno mismo, pero si alguien puede
hacerlo, eres tú —aseguré, todavía agarrando su mano con las mías—.
Estoy tan feliz por ti. No le diré nada a nadie. Pero estoy tan, tan, tan feliz.
Vas a ser increíble. Con suerte, el otro juega como una mierda y serás
titular, pero incluso si no es así, vas a estar ahí, esperando, y eso es todo 238
lo que importa. ¿Sabes cuántos tipos matarían por tener esa oportunidad?
Una comisura de su boca se elevó, y era dulce y reacio.
—Voy a esperar a decírselo a mamá y a Paw-Paw mañana. Lo
anunciarán el lunes. —Hizo una pausa—. Odio guardar secretos.
—Guardar secretos apesta, pero está bien. Creo que todos lo
entenderán. Yo lo hago. —Y no podía creer que de verdad me lo hubiera
contado.
¿Podía?
Sus ojos azules se movieron hacia mí.
—¿Qué tipo de secretos tienes, chica?
Tragué y aparté su mano de mi rostro.
—Algunos de ellos.
Giró su palma y sus largos dedos envolvieron los míos suavemente,
dándoles un ligero apretón.
—¿Como cuáles?
—Bueno, no es un secreto si te lo digo, ¿verdad? —resoplé y retiré la
mano para rascarme la mejilla, aunque no era necesario.
Sonrió.
—Pero solo me lo cuentas a mí.
—¿Por lo que no es un secreto si te lo digo?
—Le cuentas secretos a Connie, ¿no?
Asentí.
—Le cuento casi todo.
—Dime algo entonces.
—Dime algo primero.
Su boca se quedó plana, pero tenía una mirada pensativa y
entrecerrada en su rostro.
—Casi fui a la escuela en Oklahoma en lugar de Austin. Nunca le he
dicho a nadie eso.
—No —dije con un jadeo.
Asintió y mantuvo el pulgar y el índice separados unos dos
centímetros.
—Me quedé muy cerca. Ya no recuerdo por qué casi fui allí, pero casi
sucedió.
—¿Quién eres? —susurré, imaginando la devastación que Paw-Paw
podría haber sentido si hubiera hecho eso. Podría haber llorado. 239
Pero Zac se rió profundamente.
—Está bien, es tu turno.
Me rasqué la nariz.
—¿Un secreto mío?
Bajó la barbilla.
Tuve que pensarlo.
—Realmente no tengo secretos que sean míos. Más bien, sé otras
cosas sobre otras personas. —Eso era en parte mentira, pero también una
especie de verdad.
—No, quiero uno de los tuyos.
—Dios mío, eres un hijo de puta entrometido.
Eso me consiguió otra risa profunda y gutural que me hizo sonreír.
—Piensa en algo. Uno bueno.
¿Qué…?
Tuve que pensarlo.
—No es realmente un secreto, pero… ¿creo que tus nalgas son muy
lindas? —ofrecí—. Es como un culito de melocotón perfecto. Fue el mejor
de la revista.
Su sonrisa era juguetona y arrogante.
—Eso no es un secreto, pero gracias. Por eso lo pusieron en la
portada.
Me reí.
—¿Muy engreído?
Zac sonrió.
—Solo un poco. Dime un verdadero secreto, porque no lo voy a
olvidar.
¿Uno verdadero? Eso era difícil. Había uno en el que podía pensar que
definitivamente no quería compartir, pero, ¿qué más había?
Lo sabía.
Antes de que mi cerebro pudiera alcanzar mi maldita bocaza, le dije lo
único que pensé que podría hacerlo jadear de sorpresa. Porque, y me lo
diría a mí misma más tarde para no avergonzarme, no era para tanto. Era
un recordatorio de una vida de hace mucho tiempo, cuando había sido
una niña.
—Solía tener el mayor enamoramiento contigo cuando era
adolescente.
Bueno, lo había hecho. No había vuelta atrás ahora. 240
Obtuve la reacción que esperaba. Un poco.
Puso expresión confusa.
—¿En serio?
Asentí, asegurándome de mirarlo a los ojos para que no fuera algo tan
malo en realidad. Nada podía ser muy malo si no tenías que esconderte de
ello.
—Sí. Enorme. Solo por como un año… —Dudé—. O dos, pero sí.
Pensaba que eras prácticamente perfecto. Me alegro de que no lo supieras.
Hubieras sido todo dulce y comprensivo al respecto, y eso habría sido peor.
—Era hora de cambiar de tema—. ¿Qué otros secretos tienes?
Ignoró mi pregunta.
—¿Cuándo?
Maldición.
—¿Me gustaste? Cuando era adolescente, te lo dije. Ahora, ¿qué otros
secretos tienes?
Continuó ignorándome.
—¿Pero cuándo? Nunca me di cuenta.
—Oh, no tan atrás. Cálmate. Cuando tenía dieciséis años. —Observé
su rostro serio y sonreí—. ¿Diecisiete y dieciocho también, tal vez? —Me
encogí de hombros—. Me diste un gran abrazo y un beso, y todo fue cuesta
abajo desde allí por un tiempo después de eso. Supongo que era un secreto
bien guardado.
Bueno, hasta que me di cuenta de que soñar con alguien como Zac
nunca iba a significar nada porque yo era yo y él era él, y no estaba ni
cerca de ser su tipo. Podría haber pedido un deseo a una estrella y a cada
vela de cumpleaños que había tenido durante esos dos años, esperando y
deseando y soñando con la posibilidad de que algún día me mirara y me
viera. Viera que lo amaba y que no me importaba que fuera un jugador de
fútbol importante. Que me gustaba él. Su humor, su amabilidad, su amor.
Obviamente, eso nunca había sucedido y, finalmente, después de
años de suspirar desde la distancia, lo había aceptado. Viviría el resto de
mi vida amando a alguien que también me amaba pero como una hermana
pequeña.
Al menos me amaba, me dije un día después de haberlo visto con una
chica con la que había estado saliendo. No las amaba, pero a mí sí. Eso me
hacía especial.
Con los años, se volvió más fácil, especialmente después de que
perdiéramos el contacto.
Y aquí estábamos.
241
En su cama de hotel, ambos en pijamas que eran realmente ropa
interior, con él siendo un mejor amigo para mí que nunca antes.
Y ese amigo, mi amigo al que le acababa de decir que me había
gustado, giró su cuerpo para mirarme con una expresión que no era
exactamente disgustada sino completamente sorprendida.
—¿Lo hice?
Eso era lo poco que había significado para él, un pequeño beso en la
mejilla, pero me obligué a desecharlo, a no tomarlo de esa manera. Levanté
un hombro y mantuve la sonrisa en mi rostro.
—Sí. Aquí mismo. —Señalé justo al lado de mi boca donde estaba mi
lunar, deliberadamente sin pensar en cómo me había quedado embobada
con cómo sus labios justo, justo, justo habían tocado la esquina de los
míos—. Pensé en ello como mi primer beso por un momento. —Le enseñé
los dientes, intentando transmitirle que sabía que era una tontería, pero
que no lo sentía mucho.
Esos grandes ojos azules parpadearon un poco más, y vi que sus ojos
se movían hacia donde yo señalaba, su rostro aún confundido.
Extendí la mano y le di unas palmaditas en la rodilla desnuda.
—Pero eso fue hace mucho tiempo. Te prometo que no he pensado en
ti así en muchos años.
Simplemente siguió mirándome, sin alejarse, solo… allí. En la cama.
Observándome.
Mierda.
—¿Qué? —De repente y al instante lamenté haber abierto mi bocaza.
Debería haberme quedado callada y dejarlo ir a la tumba conmigo—. Lo
siento por decir algo. No pensé que te importaría. Pensé que te reirías.
Tomó un segundo, pero en el siguiente, me di cuenta, me di cuenta,
de que forzó la sonrisa tensa en su rostro.
Y mi maldito estómago se hundió hasta los dedos de mis pies.
Más allá de mis dedos de los pies. Directamente a través de la corteza
terrestre.
—Zac… —comencé a decir. Dios, ¿por qué diablos había abierto la
boca? Tonta, Bianca. Instantáneamente miré hacia adelante y pensé que
bien podría intentar bajar para conseguir una llave.
La mano de Zac fue a mi pierna, esos dedos largos se envolvieron
alrededor de la rótula y se la tragaron entera.
—Oye. —Sus ojos se encontraron con los míos, y no había una pizca
de pánico o disgusto en su rostro. Pero tampoco había alegría ni esa
expresión despreocupada que le resultaba tan natural. Tenía el ceño
fruncido y los labios un poco tensos, pero no sabía qué hacer con eso—. 242
¿Por qué te tensas?
Estaba tensa. Exhalando, intenté relajarme.
Mientras lo hacía, supe que no me lo estaba imaginando acercándose.
Su muslo casi desnudo se alineó con el mío, su mano todavía estaba en mi
rodilla, las puntas de sus dedos ancladas alrededor del hueso.
Me tomó un segundo, pero finalmente lo miré, sintiendo mis labios
apretados.
—Lo siento, Zac. No pensé que te importaría.
—Oye. —Lo que tenía que ser la punta de su dedo alzó mi barbilla,
elevando mi rostro. No fruncía el ceño, pero tampoco sonreía.
Lo miré a los ojos, notando cuán largas y bonitas eran sus pestañas
casi doradas, cómo el área alrededor de la pupila era de un tono azul
brillante que se aclaraba cuanto más se alejaba. Y cuando su dedo se
deslizó a lo largo de mi mandíbula y dio un golpecito suavemente a un
punto a medio camino de mi oreja, contuve la respiración. ¿Qué iba a
hacer? ¿Decirme que ya no quería ser mi amigo? Ese no era Zac. Ese
nunca sería él.
No era como si lo culpara por no corresponder a mis sentimientos.
Nunca lo hice y nunca se lo reprocharía.
Siguió sin sonreír. Simplemente… miró.
Miró y miró y miró.
Directo a mis malditos ojos. Un poco a mi rostro. Permaneciendo en la
esquina de mi boca donde había señalado.
Y no dijo nada.
Pasó un minuto, tal vez dos, pero se sintió como media hora.
Esto dependía de mí. Este era solo Zac. No había nada que temer.
Esta persona era mi amigo.
Acerqué mi mano y estaba a punto de ponerla en su muslo, pero la
desvié para aterrizar en su antebrazo, e iba a ignorar lo musculoso y
apretado que era.
—Oye, lo siento. Te prometo que fue hace mucho tiempo. Eres uno de
mis mejores amigos y nunca querría arruinar esto entre nosotros.
Honestamente pensé que te reirías. Lamento haberte hecho sentir
incómodo.
—No me hiciste sentir incómodo —respondió al instante, sin
pestañear—. No hay nada por lo que disculparte.
—Pero lo hay. No quise hacerte sentir raro.
Esa yema del dedo se deslizó de regreso a mi barbilla, y estaba
bastante segura de que otro dedo aterrizó justo al lado. Las líneas en su
243
frente se hicieron más profundas.
—Bianca, no creo que haya nada que puedas hacer para hacerme
sentir raro.
No estaba tan segura de eso.
La mano en mi rodilla dio un apretón.
—Me atrapaste desprevenido, eso es todo. No lo sabía. No tenía ni
idea. Boog nunca dijo nada. Nadie lo hizo.
—Porque no habría cambiado nada. Connie lo sabía. Boogie se dio
cuenta solo, pero sabes que no se habría burlado de mí por eso. Es
demasiado amable con ese tipo de cosas. —Solté su antebrazo y puse mi
mano sobre la que tenía en mi pierna—. Era una niña. No significó nada.
Su mandíbula hizo esta cosa extraña, y pude ver sus fosas nasales
ensancharse por un segundo antes de que bajara la barbilla.
—Eras una niña.
Una niña que se había aferrado a él como un mono araña. Como una
hermana pequeña. Era demasiado amable para decirme eso alguna vez,
pero era la verdad, y ambos lo sabíamos.
—¿Estamos bien? ¿Me perdonas?
—No hay nada que perdonar —dijo después de un segundo, sus
palabras lentas.
Lo miré por lo que pareció un largo tiempo. Esos rasgos no estaban
tensos exactamente. Tampoco estaban ni de cerca afligidos. Estaban
simplemente… pensativos.
Demasiado pensativos.
Sin embargo, cualquier tipo de pensativo era demasiado pensativo.
Todo lo que había querido y esperado era una risa, y ahora aquí
estábamos.
Cuando todavía no había dicho nada después de lo que se sintió como
media hora, pero probablemente solo fue un minuto, me moví de una
nalga a la otra, ignorando la mano que aún permanecía en mi rodilla, y
dije:
—No vas a estar todo incómodo ahora, ¿verdad?
Eso lo hizo.
Esos ojos azul claro que eran una mezcla perfecta de azul bebé
brillante y leche, parpadearon, y en cuestión de dos segundos, sus labios
se abrieron lentamente en una sonrisa suave y familiar.
—¿Yo, incómodo?
Moví mi cabeza hacia el lado y no pude evitar sonreírle.
Sus labios se curvaron. 244
—¿A quién llamas incómodo?
—Eres el que está sentado ahí, callado y raro, Snack Pack. —Ahí, eso
nos devolvió a nuestra amistad, al menos eso era lo que esperaba—. Solo
quiero asegurarme de no tener que golpearte para devolverte a la
normalidad.
Se rió.
—¿Crees que me vas a golpear?
Bueno. Esto era bueno.
—Si es necesario, señor White Oaks.
Una ceja casi rubia se alzó y lo sentí moverse sobre su nalga para
mirarme un poco mejor.
Levanté las cejas hacia él, aferrándome a esto, deseando esta
familiaridad.
—¿Vamos a fingir que esto no sucedió o…?
—Oh, no voy a fingir una mierda, cariño.
Fue mi turno de parpadear.
Y este idiota sonrió aún más.
—¿Qué? No voy a hacerlo. ¿Quieres que te mienta?
Asentí.
Se rió.
—Nunca lo olvidaré, así que…
—Entonces, ¿lo que estás diciendo es que vamos a hacerlo?
—Sí, porque no me voy a olvidar de que solía gustarte…
—Oh, diablos, no. —Rodé sobre mi cadera y jodidamente fui por él.
No por su cabeza sino por sus costillas. Su punto débil.
—¡Qué mierda, Bianca! —gritó Zac literalmente mientras lanzaba su
cuerpo y su cabeza hacia atrás contra el cabecero, sus brazos golpeando
sus costillas… y mis dedos.
Me carcajeé, hundiendo mis dedos aún más profundamente en sus
costados.
—¿Te acuerdas ahora? ¿Quién es tu papi, eh?
Esos brazos grandes y fuertes se sacudieron arriba y abajo a lo largo
de sus costados, intentando apartarme mientras él trataba de fundirse en
el cabecero para alejarse de mí.
—¡Dijiste que me ibas a golpear! ¿Qué demonios estás haciendo?
¡Para!
245
—Duh. ¡Ay!
Al instante dejó de moverse, y también yo, sorprendida de que de
verdad se hubiera detenido después de que su codo golpeara uno de los
huesos de mi muñeca.
El rostro de Zac estaba enrojecido, sus ojos brillantes, y decidí
compadecerme de él. Así que sonreí, manteniendo mis dedos donde
estaban, pero sin hundirlos más.
—¿Pensaste que no lo recordaba? —cuestioné antes de acercar más
mi rostro. Luego susurré, como una psicópata—: Lo recuerdo todo. —Di
golpecitos con mis dedos ligeramente a lo largo de sus costados,
sintiéndolo estremecerse—. Especialmente a ti siendo cosquilloso.
Esos ojos azules se clavaron en los míos y su boca se quedó casi
plana. La voz de Zac fue casi un susurro también cuando dijo:
—¿Me preguntaste quién es mi papi?
Asentí con gravedad.
Su voz todavía era un susurro cuando continuó:
—Ahora eres mi papi, supongo.
Retirando mis dedos, me senté de rodillas y me reí.
—Hecho. Prometo no usar eso en tu contra a menos que tenga que
hacerlo.
Sus fosas nasales se ensancharon y me miró directamente a los ojos
mientras decía, todavía en voz baja:
—Bianca.
—¿Sí?
—También me acuerdo de cosas.
¿Qué?
Antes de que pudiera procesar quién era este hombre, qué hacía para
ganarse la vida y qué talentos había pulido a lo largo de los años, vino por
mí con una de esas manos que eran rápidas y precisas. Zac lamió la punta
de su dedo índice y empujó esa mierda en mi oído justo cuando comencé a
gritar:
—¡No te atrevas!
Se atrevió.
Para cuando lo aparté, los dos estábamos respirando con dificultad y
riéndonos, y tuve que convencerme de mirar mi teléfono para ver si tenía
una respuesta en lugar de esperar sin prisas.
Me estaba mirando con cuidado, probablemente asegurándose de que
no fuera a atacar de nuevo, mientras levantaba mi celular y lo miraba. No
había una sola respuesta de ella o de Guillermo. Y se lo dije.
246
—Quédate aquí hasta que Connie se comunique contigo en ese caso.
¿Sí?
—Si no te importa.
Tomó el control remoto y me miró directamente a los ojos.
—¡Bromeo! Sí. De acuerdo. Sí.
Las comisuras de su boca se curvaron aún más. Así que no me lo
esperaba del todo cuando retiró el edredón y las sábanas de la cama y se
deslizó debajo de ellas. Y no esperaba que se inclinara hacia adelante de
modo que su espalda estuviera curvada y meneara sus hombros.
—Puedes pagarme rascándome la espalda como solía hacer mamá
Lupe.
¿Quería que yo…?
¿Era una idea tonta?
Nah.
Éramos adultos y me lo pedía porque éramos amigos, y solo le estaría
tocando la espalda. Quiero decir, tenía masajistas y entrenadores que
siempre lo estaban tocando. Con sus compañeros de equipo, estaba
acostumbrado a ser muy táctil. No significaba nada para él.
Me parecía bien.
—Lo haré por ti, si lo haces por mí. —Traté de negociar.
Un ojo azul apuntó a mí.
—Hecho.
Antes incluso de que me moviera, se había subido la camiseta hasta
los omóplatos y volvió a menearse. Sonreí para mí antes de ponerme de
rodillas, justo a la altura de su cadera, y rascar su espalda, comenzando
alrededor de sus músculos trapecios y bajando por un lado, intentando
ignorar las pecas a lo largo de su espalda… y qué suave y libre de defectos
era su piel.
Sin embargo, lo que no pude ignorar fueron sus jodidos gemidos.
Y su “Por favor, ahí mismo. Justo ahí”. Luego su “Eso es increíble”. Y
un par de “Te pagaría por hacer esto todos los días”.
Negué mientras hacía una pasada más desde la parte superior de su
espalda hasta la parte inferior, justo donde comenzaba el elástico de su
bóxer. Y antes de que pudiera convencerme de no hacerlo, me senté sobre
mi culo, tan cerca de él que mi muslo estaba presionado contra el suyo a
través de la colcha, y puse la almohada de nuevo contra mí antes de
menear mis propios hombros.
—Mi turno. Estoy lista, viejo.
Hizo una pausa mientras se sentaba. Contuve la respiración por un 247
segundo, esperando que me rascara sobre mi camiseta. Pero eso no fue lo
que pasó. En cambio, la subió, tomándose su tiempo para rodarla sobre
mis hombros, y en el siguiente suspiro, sus uñas desafiladas estaban allí,
ligeras y asombrosas sobre mi piel. Moviéndose de mis omóplatos hacia
abajo. Tomándose su tiempo.
Apreté los brazos a los costados para contener mis tetas. Era
demasiado bueno. Demasiado bueno.
Solo lo dejé dar una pasada antes de sentarme recta, todavía a su
lado.
—Perfecto, gracias.
Lo miré por encima del hombro. Ya tenía sus manos en su regazo,
esos ojos azul claro en mi rostro. Me desplacé un poco hasta que no nos
estuvimos tocando.
De acuerdo entonces.
Bostezó, y entonces yo también.
—Voy a dejar mi teléfono aquí por si me duermo y Con llama, ¿de
acuerdo? —comenté, palmeando el teléfono que puse en mi pecho
mientras me recostaba contra el cabecero.
Tal vez fue solo un segundo después que preguntó:
—¿Bianca?
—¿Eh?
—¿De verdad pensabas que era perfecto?
Hice una mueca para mí.
—Dije prácticamente perfecto. Y eso fue hace mucho tiempo, cuando
era joven e inocente.
—¿Qué me pasaba en ese entonces?
Resoplé y le lancé una mirada. Estaba sonriendo.
—¿De verdad quieres hacer esto? ¿Sí? Primero de todo…
Ya estaba intentando no reírse.
—Estaban las chicas. Saliste con casi todas y rompiste todos sus
corazones por lo que recuerdo que hablabas con Boogie.
Gimió.
—No importa. Estoy bien. Olvida que pregunté.
Fue mi turno de reír.
—¿Estás seguro?
—Segurísimo.
Resoplé.
248
Entonces, después de un momento, volvió a decir:
—¿Bianca?
—¿Sí?
—¿De verdad casi te casaste con ese idiota?
Mi ex.
—Síp.
—¿Por qué?
Hice una mueca pero no lo miré.
—No lo sé. Porque me gustaba. Me prestó mucha atención durante un
tiempo, al menos hasta el final cuando perdió interés, y supongo que me
sentía sola. Era lindo. No lo sé, Snack Pack. No me importa estar sola,
pero odio sentirme sola. ¿Sabes lo que quiero decir? Supongo que solo
quería a alguien cerca. O al menos, alguien que volvería. Eso suena
realmente ingrato ahora que lo escucho en voz alta, porque sé cuántas
personas me quieren pero tienen sus propias vidas, y no puedo esperar
que me conviertan en el centro del mundo. Espero que entiendas lo que
quiero decir.
Si me miraba, no tenía ni idea, porque solo se quedó callado un
momento antes de decir:
—Entiendo lo que quieres decir. Odiaba lo mucho que tus padres no
estaban. Todavía no entiendo cómo pudieron mantenerse alejados tanto. Y
recuerdo lo triste que estabas cuando Connie se mudó para ir a la escuela
después de la universidad comunitaria.
—Tampoco entendí cómo podían irse tanto, no durante mucho
tiempo. Intenté hablar con ellos al respecto, pero lo único que dijeron fue
que pensaron que estaría mejor instalada en algún lugar. Que estaba a
salvo y en buenas manos. Que podía preguntarle a Connie cuánto
apestaba mudarse cada año. Honestamente, a pesar de que estaba
perfectamente bien sin ellos, todavía les guardo un poco de rencor por
dejarnos con mamá Lupe, aunque sé cuánto ayudan a otras personas con
su trabajo. Me hace sentir culpable. Egoísta. Pero ya sabes, todo el mundo
tiene que ir a vivir su vida y cumplir su destino, así que… trato de
centrarme en mí también. Y ahora sé que no puedo esperar demasiado de
nadie.
Le eché un vistazo y ya me estaba mirando.
—¿Qué hay de ti? ¿Nunca has conocido a nadie que te gustara lo
suficiente para pensar en establecerte? —cuestioné.
Sus fosas nasales se ensancharon un poco, pero negó.
—Nah. Hay muchas mujeres encantadoras por ahí, pero en palabras
de Paw-Paw, ninguna me ha hecho sentir más que cariño por ellas. Y ya 249
sabes, con la forma en que mi padre trató a mi madre, desapareciendo tan
pronto como se enteró de que estaba embarazada, no quiero que nadie
pierda demasiado tiempo conmigo si no planeo pasar mucho tiempo con
ellos. —Se encogió de hombros—. Y, enana, no sé si podría confiar en
alguien lo suficiente para sentir algo así por ellos.
Me reí, pero entendí su punto.
—Bueno, tal vez algún día conozcas a alguien que quieres que pase
todo su tiempo contigo. Tal vez sea como los equipos de fútbol; solo tienes
que encontrar a las personas adecuadas, a la persona adecuada. Alguien
digno de tu confianza. Pero si no lo haces, tal vez algún día podamos ser
vecinos en una residencia de ancianos. Podemos hacer que el futuro Baby
Boogie venga a visitarnos.
Se rió entre dientes.
—Ya puedo imaginarte acosando a los empleados masculinos en la
residencia, preguntándoles sobre sus bolas.
Me eché a reír.
—Solo hago preguntas como esa a las personas en las que confío.
—Ajá.
—Pero en serio… al menos dime, te pusieron maquillaje en las nalgas,
porque…
Todo su cuerpo tembló de risa.
—Necesitas dormir.
Lo último que recordaba antes de quedarme dormida era que los dos
nos reímos sobre sus nalgas y por qué no solo me daba una respuesta. Me
habían empezado a doler las mejillas, hasta ahí llegué.
Lo que también sabía era que algún tiempo después, oí a Zac
susurrar:
—Aquí conmigo. Déjala dormir… Sí, está bien.
Estaba bastante segura de que sentí que algo me rozaba la cabeza, la
oreja y me tocaba la mejilla.
Debí haber vuelto a quedarme dormida, porque lo siguiente que supe
fue que me desperté en una habitación oscura… con mi rostro en una
axila con olor a limpio.
Mi brazo estaba sobre algo duro y blando al mismo tiempo. Mis pies
colgaban del borde de la cama. Y estaba bastante segura de que había
babeado por toda mi mejilla.
Zac estaba de espaldas, con un brazo sobre los ojos. Su cabeza estaba
de lado e inclinada, respirando constantemente en mi cabello. Tranquilo y
maravilloso.
250
Sonreía incluso en sueños.
Fue entonces cuando me di cuenta de dónde estaba su otro brazo.
Metido entre nosotros. Estaba sosteniendo mi mano.
Fue entonces cuando supe que estaba en problemas.
CATORCE
—Hoy está de mal humor —me susurró Deepa dos semanas después,
tras regresar de almorzar.
Los músculos de mis hombros se tensaron. No necesitaba preguntar
de quién estaba hablando. Lo sabía. Igual que había sabido que iba a
aparecer al mediodía y que pasaría la mañana sin la presencia autoritaria
de Gunner.
Ya sabes, porque miraba el horario todos los días.
—¿Por qué? —susurré en respuesta, poniendo mi bolso debajo del
teclado.
—Richie —uno de los entrenadores personales del gimnasio—, dijo
que lo escuchó al teléfono. Piensa que estaba discutiendo con uno de los
otros dueños.
—¿Sobre qué? —musité, enderezándome.
No necesitaba mirar directamente a su rostro para adivinar que
estaba mirando a su alrededor para asegurarse de que no apareciera 251
mágicamente de la nada.
—Algo sobre la retención de empleados.
Me reí y oí a Deepa reírse también.
—Gran sorpresa.
—¿Verdad?
La puerta lateral se abrió y ambas comenzamos a tratar de parecer
ocupadas. Pero no era Gunner. Era uno de los tipos de MMA pasando.
Casi me hundí de alivio y saludé al tipo mientras mostraba su
identificación y seguía avanzando con un “Hola”.
En el momento en que se fue, nos giramos discretamente hacia la
otra, listas para movernos y cambiar de posición de ser necesario.
—¿Te han llamado de la residencia de ancianos?
—No, todavía no. Iba a llamar mañana por la mañana. Parecían muy
interesados durante mi entrevista, pero aún no han llamado. —Agarró una
botella de debajo del mostrador y roció la superficie—. Mi madre llamó
ayer y dijo que no se sentía bien. Estoy preocupada por ella. Va a ir al
médico mañana.
—Lo siento, Dee. Hazme saber lo que dice el doctor —dije.
Asintió mientras limpiaba el mostrador.
—¿Sigue en pie lo del domingo?
Le eché un vistazo. Estaba hablando de filmar.
—Sí.
—¿Va a venir alguno de tus amigos? —susurró.
—No, están ocupados. —Lo estaban.
—¿Por qué no...? —empezó a preguntar, y fue un milagro que
estuviera mirando hacia adelante de nuevo cuando la puerta lateral se
abrió y entró el imbécil.
Levanté el teléfono tan rápido como pude y fingí estar en una llamada.
Justo a tiempo.
Pude notar por la forma en que caminaba que estaba de mal humor.
Podía leer sus señales, así de malo era.
Desafortunadamente, vino directamente hacia mí. A la mierda mi
vida.
Sosteniendo el teléfono contra mi oreja, pensé que bien podría
terminar con esto y dije a nadie, literalmente a nadie, porque solo el tono
de llamada me escuchaba:
—No hay ningún problema. Que tenga un buen día.
Gunner había comenzado a observarme desde el momento en que 252
entró, y estaba bastante segura de que pensaba que estaba llena de
mierda y que fingía estar al teléfono, pero nunca podría saberlo con
seguridad. Imbécil.
—Hola, Gunner.
Sí, no le importó una mierda. Solo me miró con su expresión gruñona.
—¿Tienes un segundo?
Nop.
—Claro —respondí, como si él no supiera que tenía un segundo.
Obviamente, podía ver que no había una fila de gente tratando de entrar.
Hizo esa cosa rara con la boca mientras me miraba fijamente. Lo vi
respirar por la nariz antes de decir:
—Oí un rumor.
Mierda.
—¿Es cierto que eres amiga de Zac Travis?
Por el rabillo del ojo, vi a Deepa girando en la dirección opuesta. No
por culpa, lo sabía, sino más bien para alejarse y no ser arrastrada a la
conversación.
Ahora, podía manejar esto de diferentes maneras. En realidad, solo
había dos maneras. Podía decir que sí, o podía decir que no.
Sí. Éramos amigos.
No. No éramos amigos.
Métete en tus asuntos no era exactamente el ángulo que quería tomar.
Era grosero, y no iba a ser totalmente grosera. Eso no cambiaba el hecho
de que no era asunto suyo.
Miré a los ojos de ese imbécil y dije:
—Sí.
No iba a preguntar por qué. No iba a introducir o dar pie a prolongar
esta conversación. Si había algo que quería preguntar, podía hacerlo.
No se sorprendió por mi respuesta.
—¿Buenos amigos? —Tuvo el valor de preguntar.
De acuerdo, en este caso, había tres maneras diferentes de manejar
esto.
Una persona inteligente diría, “Sí, señor”. Entonces preguntarse cómo
podrían usarlo a su favor.
Una persona decente respondería, “Sí” y lo dejaría así.
Una persona que quisiera dar una respuesta suficiente para no
meterse en problemas respondería con un “No”.
253
Un idiota diría… bueno, responderían como yo lo hice.
—No estoy segura de que mi respuesta tenga algo que ver con mi
trabajo.
Porque no era asunto suyo. Lo sabía. Él también lo sabía.
Estaba bastante segura de que legalmente no podía preguntarme eso.
Al igual que no podía preguntarme si estaba embarazada o si tenía hijos o
planeaba tenerlos.
Pero al final del día, ¿qué iba a hacer? ¿Despedirme por decirle que no
era asunto suyo? No era como si pudiera atraparme por cualquier otra
cosa. Nunca llegaba tarde, nunca llamaba para avisar de que no iba a ir a
trabajar porque estaba enferma, nunca me iba temprano. Cuando el nuevo
subdirector me preguntaba si podía quedarme, normalmente lo hacía. La
única vez que decía que no era cuando él hacía la petición. Había pruebas
de todo ello.
Y no iba a usar a Zac, no para nada, pero especialmente no por esta
persona.
No cuando estaba tan ocupado con su nueva oportunidad. Su nueva
posibilidad. Su futuro.
Desde el fin de semana de la fiesta de quince años de Lola, solo lo
había visto dos veces. Había venido a mi apartamento el día siguiente de
su primer entrenamiento con los White Oaks y se había comido las sobras
en el sofá a mi lado, contándome todo lo que el equipo hacía de forma
diferente a lo que él había hecho en Oklahoma. Estaba tranquilo, centrado
y bastante seguro. Me besó en la cabeza cuando se fue esa noche y me
llamó justo después de cerrar la puerta para preguntarme, “¿Cerraste la
puerta?”, y me reí y le dije, “Sí”.
Entonces lo había visto otra vez el día siguiente a su primer partido
con el equipo —que no había jugado—, y me había invitado a su casa.
Trevor había estado allí, y también CJ, y habíamos pasado el rato. Zac
había hecho sus espaguetis “mundialmente famosos” y me había obligado
a reproducir las dos versiones de los videos que habíamos hecho juntos
para mi canal de Lazy Baker.
Bueno, tanto él como CJ me habían hecho reproducir sus videos tres
veces cada uno para aumentar las visitas. Fue muy lindo lo emocionados
que estaban con la forma en que salieron. Las visitas estaban siendo
increíbles, como sabía que pasaría. La gente disfrutaba tener a estos tipos
grandes en mi cocina con delantales brillantes en los que apenas cabían.
Desde entonces, Zac me enviaba mensajes casi todos los días,
normalmente por la noche, para ver cómo estaba o decirme que había visto
uno de mis videos. A veces le enviaba mensajes durante el día, pero no tan
a menudo, ya que sabía lo ocupado que estaba. Estaba ocupado con el
entrenamiento, con un masaje, haciendo un hueco para filmar, con la
siesta, con la fisioterapia o con las otras muchas cosas que necesitaba 254
hacer. Lo entendía y me alegraba mucho por él. Quería que aprovechara la
oportunidad que se le había dado.
Así que podía mantener la cabeza en alto por eso, por él y por su vida
y su privacidad. Lo haría. Sin importar qué.
Por lo que no miré hacia otro lado mientras la mirada de Gunner se
estrechaba, y juraría que incluso sus orejas se movieron un poco. Sí,
estaba enfadado. Eso era obvio como el infierno.
Sus pequeñas muecas tampoco iban a influir en mí.
Había mucha gente a la que vendería, pero Zac no era y nunca sería
uno de ellos.
Y esperaba que mi rostro expresara eso.
Gunner pareció pensar en algo, y lo vi arrugar la nariz. Nos miramos
fijamente por un minuto o dos antes de que dijera:
—No tiene nada que ver con tu trabajo.
Lo miré.
Me miró.
Y si pensaba que iba a ganar este enfrentamiento fulminándome con
la mirada, bueno, tenía otra cosa en mente.
Sus labios se retorcieron, y lo oí claro como el día, incluso Deepa tuvo
que oírlo, decir:
—Voy a publicar el calendario de octubre muy pronto. Ya no estoy
seguro si podré realizar tu petición después de todo, por cierto.
Considerando que estamos cortos de personal.
Nunca jamás había querido lastimar a nadie más de lo que lo hacía
en ese momento.
Ni a mi ex infiel.
Ni a la antigua novia de Zac.
A nadie.
Estaba amenazando mis vacaciones. ¿Por qué? ¿Porque no iba a
dejarle usar mi amistad?
Fue nada menos que un milagro que su teléfono comenzara a sonar
en su bolsillo o donde demonios lo tuviera. Entre sus nalgas, metido
debajo de sus bolas, donde fuera. Pero aun así se centró en mí con esos
ojos odiosos mientras acercaba el teléfono a su rostro y respondía con un:
—Gunner al habla.
La segunda cosa por la que estar agradecida era que fuera un imbécil
paranoico, porque se alejó, cruzando de nuevo la puerta lateral para que
255
no pudiéramos oírlo.
En el momento en que la puerta se cerró de golpe, curvé mis jodidas
manos en puños en el mismo instante que Deepa decía:
—Oh, diablos, Bianca.
Porque sabía exactamente con qué me había amenazado, qué me
estaba quitando. Mis jodidas vacaciones en Disney World que había estado
esperando.
Este puto imbécil.
314
DIECISIETE
Yo: Voy a llegar tarde a casa. Cena sin mí. Perdón, pero te
prepararé pastel de almendra para compensártelo. Besos.
Envié el mensaje con mi mano derecha, me recosté contra el asiento
en el que estaba y suspiré.
No podía jodidamente creerlo.
Una parte de mí quería mirar al hombre en el asiento junto al mío,
pero no pude convencerme para hacerlo. Sabía que esta era mi realidad.
De lo contrario, no estaría sentada donde estaba, con él a mi lado.
Teniendo uno de los peores días de mi vida.
El único lado positivo de todo esto era que él estaba fingiendo que no
me encontraba a su lado también.
Afortunadamente, todavía estaba haciéndolo cuando mi teléfono sonó
tal vez un minuto y medio después de enviar mi mensaje.
AMO A ZAC LLAMANDO apareció en la pantalla —no estaba segura 315
de cuándo diablos se había metido en mi teléfono y había cambiado su
información de contacto, pero me había hecho sonreír cuando lo había
visto por primera vez—, y respondí.
—Hola —dije.
—Hola. ¿Te quedas hasta tarde en el trabajo? ¿Quieres que te lleve
algo de comer antes de que te dé hambre? —cuestionó mi amigo en un
suspiro rápido, casi en un susurro que me hizo preguntarme qué
demonios estaba haciendo exactamente. Me había dicho que tenía una
reunión en la sede de los White Oaks con el cuerpo técnico. Solo habíamos
hecho planes para la cena porque… bueno, creo que ambos estábamos
conmocionados después de lo que había sucedido con Jessica y el cambio
de números, y probablemente ambos nos sentíamos mal por eso. Tal vez.
Al menos yo lo hacía. Últimamente había tenido mucho en qué pensar y
eso estaba en la parte superior de mi lista.
Me froté la frente con la mano derecha y miré al hombre a mi lado
para asegurarme de que todavía estaba ocupado con su teléfono.
—No, no trabajo hasta tarde. —Desafortunadamente.
Pero Zac habló antes de que tuviera la oportunidad de explicar.
—¿Vas a salir esta noche o… tienes, eh, una cita o algo, por eso me
dejas plantado?
Resoplé en el teléfono y miré a mi derecha una vez más para
asegurarme de que no estuviera prestando atención.
—Pssh. Nunca te abandonaría por un chico. Estoy en la clínica de
emergencias…
—¿Dónde? —preguntó.
—Clínica de emergencias…
Hubo un sonido de fondo una fracción de segundo antes de que su
voz se volviera baja pero brusca.
—¿Estás en el hospital?
—Estoy bien —repliqué rápidamente, mirando mi teléfono para
asegurarme de que la persona que me gruñía a través de la línea era
realmente Zac. Sí—. Me caí en el trabajo y me corté el codo…
Hubo algunos ruidos de fondo, y estaba bastante segura de que oí a
alguien decir su nombre antes de que básicamente exigiera con un largo
suspiro:
—¿Estás bien? ¿Cuándo sucedió?
—¿Hace aproximadamente una hora? Acabamos de llegar. Estoy en la
sala de espera. No me voy a desangrar ni nada, pero duele.
Hubo más sonidos de fondo, algunos susurros antes de que Zac 316
preguntara:
—¿Cuál?
—Solo necesito algunos puntos quizás.
Soltó un suspiro que llenó la línea y su voz fue más tranquila durante
su siguiente pregunta.
—Bianca. ¿Dónde estás? —Juraría que podía oírlo moverse. Caminar.
Algo.
—De verdad que no tienes que…
No me dejó terminar.
—Sí lo hago. ¿En qué clínica de emergencias estás? —Antes de que
pudiera decir otra palabra, agregó—: Voy a ir. Será mejor que ni siquiera
empieces con tus tonterías de nuevo.
Suspiré, sosteniendo mi codo palpitante un poco más fuerte contra mi
estómago. Recité el nombre de la clínica de emergencias a la que Gunner
me había llevado, y fue entonces cuando mi jefe finalmente se volvió para
mirarme en lugar de a su teléfono por primera vez desde que llegamos
aquí. Había tenido el descaro de poner los ojos en blanco cuando me caí de
culo delante de él y Deepa había gritado que alguien llamara a una
ambulancia.
No hubo ambulancia. Me había llevado él mismo. Después de
haberles recordado a todos que él había sufrido cosas peores cuando era
luchador. Imbécil.
—Llegaré en poco tiempo —anunció Zac—. Avísame si te llevan a la
parte de atrás para saber dónde estás, ¿de acuerdo?
Iba a venir. Dios, realmente era el mejor.
—Está bien, lo haré, pero si no puedes venir, te prometo que estaré
bien. Simplemente no quería que esperaras para comer conmigo.
—Estaré allí tan pronto como pueda —replicó mi amigo antes de
terminar la llamada sin despedirse.
Suspiré y dejé mi teléfono en mi muslo, mirando la pantalla negra.
—¿Novio? —inquirió Gunner de la nada.
Me deslicé un poco más recta en la silla apenas acolchada de la sala
de espera de la clínica a la que me había traído.
—No, mi amigo. Está en camino, por si quieres irte. Debería llegar
aquí pronto.
Y de hecho, preferiría que se fuera. Le había preguntado si Deepa
podía llevarme en lugar de él, pero me había dicho que alguien tenía que
quedarse y trabajar en el bar de jugos ya que íbamos a tener que dejar la
317
recepción vacía, así que no, Deepa no podía llevarme. Este hombre
necesitaba a Jesús. Y tal vez un exorcismo.
Y al parecer, iba a ignorar mi solicitud otra vez.
—Esperaré —dijo Gunner, sonando como si prefiriera estar en
cualquier otro lugar.
Estaba haciendo esto para fastidiarme.
—Sin embargo, todo está bien. Sé que fue un accidente. Puedo darte
la factura cuando la reciba. Estoy segura de que no me la darán esta
noche —dije al hombre al que de hecho responsabilizaba de toda esta
mierda.
Todo porque no había escuchado.
Y sabía muy bien que era culpa suya también.
—No, esperaré —repitió Gunner, sonando molesto. Como si yo
quisiera estar aquí. Como si hubiera querido cortarme el codo.
Como si hubiera querido que pasara algo de la mierda que había
pasado hoy.
Solo quería volver a meterme en la cama y empezar el día de nuevo.
Había comenzado con una llamada telefónica de Deepa mientras me
vestía para ir al trabajo. Su madre estaba enferma, tenía cáncer de mama
en etapa tres e iba a volver a casa para ayudarla. Se había disculpado una
y otra vez por decidir irse, y por mudarse de la casa que estaba
compartiendo con dos compañeras, una casa en la que me había ofrecido
dejarme vivir mientras yo decidía lo que iba a hacer. Se había ofrecido a
dejarme ocupar de la habitación que alquilaba, pero no quería vivir con
gente que apenas conocía. Mi asistente, mi amiga, se iba, y no tenía ni
idea de qué diablos iba a hacer o quién me iba a ayudar de ahora en
adelante. La iba a extrañar mucho, pero al final del día, lo que realmente
importaba era que Deepa estuviera ahí para su madre y que la otra mujer
luchara por su salud.
Así que estaba eso.
Y luego estaba la segunda cosa. El correo electrónico que lo inició
todo. Otra cosa estúpida, estúpida que había hecho.
Solo me había mantenido en control porque estaba en el trabajo
cuando los correos electrónicos de mis espectadores habían empezado a
llegar. Había leído sus mensajes y revisado mi canal de WatchTube por mi
cuenta para confirmar lo que habían estado intentando decirme durante
mis breves descansos entre llegadas de miembros y las vueltas del terror
de Gunner por el edificio.
Mis espectadores no habían estado mintiendo. El perfil de mi canal
había sido cambiado a una persona falsa.
Y tal vez había estado bastante distraída por eso cuando me había 318
caído de culo e ido a la clínica de emergencias, esperando ver a un doctor
que me cosiera o pegara de nuevo o lo que fuera que tuvieran que hacer.
Estaba bastante segura de que finalmente había dejado de sangrar, pero
mi codo palpitaba como loco al mismo ritmo que mi pulso.
Cerrando los ojos con fuerza, intenté decirme que —todo hoy— no era
el fin del mundo. Que en realidad no había perdido nada. Que podría
recuperarlo todo. La mayor parte. No a Deepa. Necesitaba hacer algunas
llamadas telefónicas, llenar uno o dos formularios, y luego todo volvería a
la normalidad, lo que había sido mi plan en el instante en que me di
cuenta de lo que había sucedido.
Acababa de formular un plan para empezar a fingir náuseas para
intentar salir temprano del trabajo cuando sucedió esta mierda.
¿Cómo demonios dejé que esto sucediera?, me pregunté mientras me
movía en la incómoda silla y hacía contacto visual con una mujer al otro
lado de la sala que estaba apoyando la cabeza contra la pared y luciendo
genuinamente como una mierda.
Pero… lo sabía. Sabía cómo había sucedido. Solo había rezado para
que no fuera así. Pero había tenido que irme al trabajo, y la llamada de
Deepa me había distraído y me dije que lo que había hecho era suficiente.
Y ahora…
Cerré los ojos con fuerza para no llorar. No estaba indefensa. Todo
saldría bien. Tenía todo lo que WatchTube podría necesitar o desear para
confirmar mi identidad.
Pero este pequeño hilo de miedo todavía pulsaba a través de mi
cuerpo ante el “y si”.
¿Y si no me devolvían mi canal?
Respirando profundamente por la nariz, le dije a Gunner:
—Realmente no tienes que quedarte. Estaré bien.
—Esperaré —repitió. Desafortunadamente.
El antiguo dueño del gimnasio en el que trabajaba, el señor DeMaio,
una vez me dijo que no había nadie más terco que un atleta profesional.
“No importa si están jubilados o en medio de su mejor momento, Bianca, son
unos imbéciles tercos. Solo mira a mi nieta”. Y recordé entonces cómo había
dicho eso justo cuando ella había estado pasando porque lo había
señalado en su camino a la oficina del gerente y respondido con,
“Mieeerda. Mírate en el espejo, abuelo”. Y los tres nos habíamos reído, y
hombre, los extrañaba.
Uno de ellos habría venido conmigo si esto hubiera sucedido mientras
aún eran dueños de Maio House.
La diferencia era que no me habría quejado si uno de ellos hubiera 319
estado presente, tomando el lugar de Gunner. No me hubiera importado en
absoluto. No eran imbéciles.
Supongo que esa terquedad explicaba por qué venía Zac, a pesar de
que le había dicho que no lo hiciera.
Suspiré e intenté buscar en mi corazón y ser más paciente. Ser una
mejor persona y no estar irritada por Gunner solo porque me irritara que
fuera el que estuviera aquí.
Tenía mierda más grande de la que preocuparme.
Claro, era molesto. Y quisquilloso. Y un imbécil. Y no lo
suficientemente carismático o simpático para salirse con la suya con las
cosas pasivo-agresivas que escapaban de su boca.
—Voy por algo de beber —dijo de repente mi jefe actual, poniéndose
de pie. Hizo una pausa por un segundo, y estaba bastante segura de que
no era mi imaginación que le doliera preguntar—: ¿Quieres algo?
—No, gracias. —¿Ves? Lo estaba intentando. Porque al fin sabía que
no estaría en Maio House por mucho más tiempo. Ese era el único lado
positivo de hoy, a pesar de que era una alegría de doble filo. Perder a mi
amiga pero ganar mi libertad.
Gunner se encogió de hombros y se dirigió hacia una esquina
mientras me sentaba allí, acunando el codo contra mi costado y
respirando por la nariz.
Si solo hubiera caminado por el otro lado hacia los baños…
Saqué mi teléfono de nuevo y comencé a enviarle un mensaje a mi
hermana antes de decidir que debería esperar hasta que estuviera todo
cosido. No quería que se volviera loca, porque lo haría, o que explotara mi
teléfono, porque también haría eso. Le enviaría una foto cuando terminara
y me fuera de aquí. Eso sería perfecto.
Recostándome en la silla, cerré los ojos e intenté pensar en qué podría
trabajar en mi próximo video. Tendría que ser algo fácil debido a los
puntos, eso seguro. Al menos era mi brazo izquierdo.
Hmm. Había pasado un tiempo desde que hice algo frío. Todavía hacía
bastante calor, al menos en Houston, como para ser un éxito.
¿Más yogur helado?
Algo tocando mi rodilla hizo que retirara la pierna y abriera los ojos
con un estremecimiento.
Pero en el segundo en que me concentré, encontré un familiar par de
ojos azul claro a centímetros de mí.
De verdad había venido. 320
El rostro de Zac era cuidadoso mientras su mirada se deslizaba desde
mi cabeza hasta el codo que sostenía en mi regazo, envuelto en una toalla.
La mano con la que me había tocado se flexionó sobre mi rodilla y ladeó la
cabeza antes de preguntar suavemente:
—¿Estás bien, cariño?
—Sí —respondí—. Solo duele.
Frunció el ceño, y una de esas grandes manos aterrizó en la parte
interior de mi antebrazo, su calloso pulgar formando un pequeño círculo
allí. Llevaba pantalón deportivo y una camiseta, una gorra bajada que le
cubría el cabello y la mayor parte del rostro. Y nunca había lucido mejor
para mí que cuando me miró el brazo con el ceño fruncido.
—Lo apuesto. ¿Qué pasó?
—Alguien había roto un vaso antes y no lo barrieron todo. Tropecé y
caí sobre él como una idiota. Solo me caí de culo. Le pedimos al gerente
una aspiradora para recoger todos los trozos, pero nunca la trajo —
expliqué mientras me miraba—. ¿Por qué me miras así?
—¿Por qué no me llamaste? —respondió levantando la cabeza. Tenía
las cejas fruncidas y las comisuras de su boca tensas.
—Porque es solo un pequeño corte y tienes cosas más importantes
que hacer.
Eso lo hizo parpadear.
—¿Sí? ¿Por ejemplo?
Apreté mis labios.
—No lo sé. Hacer lo tuyo con tu cuerpo técnico. Cosas de fútbol. No
quiero que te metas en problemas por mi culpa.
—Bianca. —Todavía me miraba con atención—. ¿Por qué siempre
dices cosas así?
Sonreí parcialmente cuando el pulgar en mi antebrazo hizo un
pequeño círculo que se sintió muy bien en la piel sensible allí.
Y sentí ese pulgar, y toda su palma, deslizarse hacia la parte superior
de mi brazo y apretarlo suavemente, con la mirada aún intensa.
—¿No te dije ya que nunca estaré demasiado ocupado para ti?
¿Tenemos claro eso ahora? ¿De una vez por todas?
Tragué saliva y solo arqueó las cejas. Podría haberme desmayado si
no estuviera ya sentada. Y será mejor que no tomes sus palabras así porque
no las dice de esa manera, me recordé. En vano.
—Dices cosas así y hieres sentimientos, cariño, pero hablaremos de
eso más tarde, cuando no estés sangrando. Pensaré en perdonarte una vez
que sepa que vas a vivir.
321
—Aww, Zac…
—No empieces con “aww, Zac”. Tus sentimientos también estarían
heridos si me lastimara y no te lo dijera porque pensé que estarías
demasiado ocupada.
Odiaba cuando tenía razón. Pero era diferente. Gemí y negó solo un
poco mientras se ponía en cuclillas frente a mí.
—No. No te atrevas a decir una tontería. Puedo verlo en tus ojos,
quieres decir algo inútil. Conociéndote, algo como “oh, pero no soy tú”,
¿verdad?
Bien, eso podría haber sido casi palabra por palabra lo que hubiera
dicho.
El pulgar en mi brazo hizo otro pequeño círculo, y todo lo que pude
hacer fue asentir.
No le divirtió el hecho de que lo hubiera adivinado correctamente.
—No soy más importante que tú. Eres más importante que yo…
Resoplé, y eso me ganó una elevación de una de esas cejas rubias
oscuras.
—Ahora, cariño, dime qué puedo hacer. ¿Quieres que vaya a hablar
con ellos y ver si puedo conseguir que te llamen más rápido? ¿Darte un
analgésico? —Frotó mis brazos arriba y abajo un poco más, fuerte y
cálido—. Estoy seguro de que duele muchísimo, ¿eh? —cuestionó
gentilmente con una pequeña sonrisa compasiva que me comí con una
cuchara imaginaria.
Asentí.
—Te lo mostraría, pero probablemente no quieras verlo. —De hecho,
estaba segura de que no querría verlo. Esa era parte de la razón por la que
no quería decirle dónde estaba.
—¿Bianca?
Miré a Zac y deseé, de repente, que llevara unas gafas de sol o algo
más que ocultara sus rasgos en lugar de solo su cabello. Giré la cabeza al
mismo tiempo que la mano que Zac tenía sobre mí se sacudía un poco y
me encontré con los ojos de Gunner cuando se paró a un lado. Había un
ceño fruncido en su rostro.
—Mi amigo está aquí. Creo que se quedará conmigo, así que puedes
irte.
Podía sentir la mirada de Zac en mi rostro, dura y caliente.
Me volví hacia él.
—Te quedarás conmigo, ¿verdad?
Ladeó la cabeza.
322
—Toda la noche si es necesario, cariño.
Le sonreí antes de volver a mirar a Gunner.
—Se queda —confirmé.
El ceño fruncido en el rostro de mi jefe se hizo un poco más profundo.
—Te dije que me quedaría. Necesito ver tu factura.
Zac apretó la parte superior de mi brazo antes de levantarse. Giró ese
cuerpo largo hacia el último hombre con el que hubiera querido que
interactuara y dijo:
—Pagaré su factura. No necesitas preocuparte por eso.
¿Era este el momento adecuado para decirle que no tenía seguro y
que no me importaría ordeñar a Gunner por ello?
—Es mi responsabilidad. Soy su jefe.
—Sé quién eres —replicó Zac con un tono engañosamente lento que
hizo hormiguear la base de mi cuello. Deseé poder verle el rostro, pero
estaba demasiado alejado. Lo que pude ver fue la forma en que sus
hombros bajaron y su barbilla se inclinó hacia arriba—. Has hecho
suficiente, amigo. Yo me encargo a partir de ahora.
—¿Bianca Brannen?
Me puse de pie y le envié a mi jefe una expresión en blanco.
—Gracias por traerme, pero de verdad que estaré bien. —Resolvería lo
de la factura más tarde.
Zac todavía no me miraba cuando dijo en voz baja:
—Yo me encargo.
Gunner me miró, su rostro severo sin emociones.
—Entonces tómate tres semanas libres, baja por enfermedad pagada.
Vuelve luego. —Después de otra mirada a Zac, se volvió y se alejó.
—¿Bianca Brannen? —llamó otra vez la enfermera y, esa vez, Zac
levantó la mano en un gesto de saludo.
Pinché su costado.
—¿Quieres esperar aquí? —Me pregunté si sabía que recordaba su
no-fobia. No quería presionarlo.
Esa mirada se deslizó hacia mí y sus fosas nasales se ensancharon.
Su nuez de Adán se balanceó con fuerza una vez antes de sorprenderme y
negar.
—Te acompaño.
¿Él qué?
Quiero decir…
323
—Puedes esperar aquí.
Su respuesta fue pasar la punta de su dedo contra la comisura de mi
boca.
Y respondí a eso conteniendo la respiración.
Estaba tocando mi lunar.
—¿Estás seguro?
Su nuez de Adán se balanceó.
Correcto.
—Puedes simplemente… mirarme todo el tiempo si quieres entrar. No
al doctor ni a nada en la habitación —sugerí en un susurro.
Estaba mirando en la dirección de mi boca cuando las comisuras de
la suya se levantaron y bajó la barbilla en señal de acuerdo.
Estaba hablando en serio. Quería entrar conmigo.
No lo podía creer. Tenía que amarme. Lo supe entonces.
Pero no dije una palabra más porque no sabía qué decir. O pensar.
Una enfermera de aspecto cansado empezó a decir:
—Necesita… oh. —Parpadeó y abrió mucho los ojos—. Oh. Uh, no
importa. Síganme.
Por encima del hombro, le sonreí a Zac, haciendo una pequeña mueca
cuando me golpeé el codo por accidente.
La enfermera tomó mis signos vitales, siendo en realidad muy
educada todo el tiempo mientras Zac se paraba junto a la silla en la que
me hallaba sentada, con una mano en la parte superior de mi cabeza.
Podía sentirlo acariciando mis rizos, tirando de uno y luego de otro. Podría
haberme hecho dormirme si lo hubiera hecho por más tiempo, y permanecí
callada, simplemente disfrutando su toque.
Sin embargo, en el segundo en que salió, me volví hacia Zac, lista
para distraerlo.
—Entonces, ¿estás listo para mañana?
—Mueve tus manos.
Las moví a un lado y lo vi darse la vuelta y posarse en mi regazo, sin
dejar caer todo su peso sobre mí, sino la mayor parte. Bajé los brazos, lo
pensé por un momento y los puse a su alrededor, poniendo una mano en
su muslo y sosteniendo mi codo con la otra.
—Mira, encajas.
Su sonrisa no fue del todo brillante, pero fue mayormente cálida
cuando puso sus manos sobre la mía libre.
—Ha pasado mucho tiempo desde que me senté en el regazo de 324
alguien.
—Suerte la mía. —Sus muslos eran como una piedra—. Tienes suerte
de que no tenga piernas huesudas; de lo contrario, sería bastante
incómodo.
Flexionó los largos músculos de sus cuádriceps mientras pasaba un
brazo por mis hombros.
—¿Tienes mucha experiencia sentándote en el regazo de la gente? —
cuestionó en voz baja.
—Solo de algunas personas.
—¿Quiénes?
Le sonreí, jodiendo.
—Gente —respondí—. Entonces, ¿estás listo para mañana? —Hasta
ahora, los White Oaks habían jugado tres partidos en casa y yo había
podido ir a todos. Boogie había venido y lo habíamos disfrutado. Incluso
me había aguantado cuando Lauren nos había acompañado una vez y
había hecho todo lo posible por ser agradable con ella y preguntarle sobre
la boda. Habían decidido celebrar una pequeña y no iban a tener padrinos
ni damas de honor ni nada. Me parecía bien.
Zac todavía estaba frunciendo el ceño y parecía que realmente quería
decir algo más que no estuviera relacionado con el fútbol, pero finalmente
dijo:
—Sí. Tan listo como puedo estar. Vas a venir, ¿no?
Presioné mi mejilla contra sus bíceps y sonreí.
—Viniste rápidamente cuando probablemente estabas en una
reunión, y estás sentado en mi regazo cuando ambos sabemos que
probablemente voy a necesitar puntos de sutura. Sí, voy a ir, Snack Pack.
—Y luego recordé lo que pasó con mi canal y el dolor en mí se volvió
feroz—. Necesito contarte lo que pasó antes.
Sus dedos rozaron ligeramente el dorso de mi mano.
—¿Qué pasó?
Y fue en ese momento que la doctora llamó y asomó la cabeza por la
puerta.
329
DIECIOCHO
Dos días después, estaba conduciendo a casa y VEJESTORIO ZAC
apareció en la pantalla de mi celular en una llamada entrante.
No pensé nada de ello. Lo había visto la noche anterior después de su
juego, la segunda derrota para él, y parecía estar bien. Incluso había
meneado los hombros de la nada mientras se sentaba en el sofá de Trevor,
y le había rascado la espalda. Había emitido sonidos de satisfacción todo el
tiempo. Supuse que estaba bien y no totalmente menospreciándose. Así
que respondí a su llamada con:
—Hola, viejo.
—Enana, ¿has sabido algo sobre tu canal?
Sonreí, aunque no era necesariamente una sonrisa totalmente feliz.
—Hoy no. Al parecer, están muy ocupados. Pero dijeron que están
trabajando en eso.
—Lo siento —dijo con sinceridad—. ¿Qué estás haciendo entonces?
330
—Voy de camino a casa desde la tienda de comestibles. ¿Tú?
Gimió ante el recordatorio de que estaba conduciendo con una mano,
como si no hubiera estado conduciendo con una mano durante los últimos
diez años. Me había regañado al respecto después de haberme llevado de
regreso a Maio House tras mi colapso en el estacionamiento de la clínica
de emergencias y después de ir a su casa a tomar una sopa —que había
hecho en casa solo para mí, con albóndigas, espinacas, arroz y frijoles—, y
varias llamadas telefónicas a la sede de WatchTube de mí, él, e incluso CJ.
Uno de mis espectadores me había enviado un correo electrónico ayer
para decirme que vieron mi canal a la venta en un sitio web que vendía
canales de WatchTube pirateados, y todos mis videos habían sido
eliminados. Lo que resultó en que explotara y volviera a llamar a
WatchTube. Y, sinceramente, en más llanto.
Después de todo por lo que había pasado, el miedo a perderlo, a tener
que quedarme en Maio House, me aterrorizaba.
Cuarenta y ocho horas después, todavía no había recuperado mi
canal. Sabían lo que estaba pasando y afirmaban estar haciendo algo.
Personalmente, no entendía qué diablos había que “hacer” más que
quitárselo y devolvérmelo, pero…
Intentaba ser optimista. Tenía toda la esperanza de recuperarlo, y si
lloraba un poco entre ahora y entonces, bueno, eso era parte de ello.
Estaba preocupada.
Y mi dolor en el codo tampoco ayudaba. No ayudaba en absoluto.
En fin.
Por teléfono, Zac dijo:
—Nada. —De una manera que sonó… sospechosa.
Así que le pregunté:
—¿Querías venir? ¿Había algo que querías que hiciera por ti?
Entonces su:
—Mmm. Algo así. Te veré en tu casa, chica. Conduce con cuidado. —
Activó las alarmas en mi cabeza.
Ya era cautelosa cuando estacioné mi auto y vi una pequeña multitud
merodeando por la escalera que compartía con otros tres vecinos. El caso
era que Santiago rara vez tenía compañía y mis otros dos vecinos solo
estaban en casa los fines de semana. Y hoy no era fin de semana.
Miré alrededor. No había ambulancia ni camión de bomberos. ¿Qué
diablos estaban…?
Aceleré, sosteniendo mi bolso y mi bolsa con fuerza en mi mano
derecha, observando al grupo de ocho o nueve moverse como si estuvieran
intentando ver mejor lo que había en el segundo piso. Algunos sostenían
sus teléfonos en alto, ya fuera tratando de tomar fotografías o grabar algo. 331
Me deslicé entre el grupo de personas para llegar a la escalera.
Efectivamente, todavía estaba a medio camino cuando oí de Zac:
—De nada, cariño.
Pero lo que no esperaba era el “No hay problema” con el que había
pasado suficiente tiempo para reconocer como la voz de CJ.
Y había una tercera voz que sonaba familiar.
Era Amari, confirmé un segundo después. Porque los tres estaban en
el rellano con mi vecino Santiago y otras tres personas a las que no
reconocí en absoluto. Dos hombres y una mujer.
La mujer sostenía el antebrazo de Zac entre sus dos manos,
mirándolo como si fuera un diamante de diez quilates.
Él sostenía una pequeña bolsa de plástico en la misma mano.
Pero en el momento en que llegué al escalón superior, la cabeza de
Zac se giró hacia mí y me dirigió una gran sonrisa y un:
—Te tomó bastante tiempo, cariño.
Le sonreí, mirando a la mujer que todavía se aferraba a él por un
momento, y luego sonreí a CJ y Amari; fue Amari quien se volvió y me dio
un abrazo primero, con cuidado de no golpearme el brazo izquierdo. CJ y
yo chocamos codos, bueno, golpeó mi brazo y golpeé su cadera con el
brazo bueno, pero lo suficientemente cerca. Le dirigí a Zac una mirada,
bastante segura de que pude vislumbrar un pequeño ceño fruncido que
rápidamente deshizo antes de preguntar:
—¿Qué? ¿Nada para mí?
Intenté no mirar a la mujer que apartó las manos de él. ¿Era una
vecina? No estaba segura. No era como si importara.
Dando un paso hacia él, extendí la mano y envolví un brazo alrededor
de su espalda, sintiendo una pesada palma en mi nuca, su mejilla
presionando la parte superior de mi cabeza, mientras su otra mano
aterrizaba en mi brazo izquierdo y lo frotaba con su palma cálida y seca
con su bolsa balanceándose contra mí.
—Hola, Bianca.
Bajé el brazo para soltar a Zac y volví la cabeza para ver a mi vecino.
—Hola, Santiago.
La mano en mi nuca se retorció.
Levanté la mano y puse mis dedos en su antebrazo, hundiendo las
yemas de mis dedos, y articulé:
—¿Espasmo muscular?
Esa nariz de príncipe de Disney se arrugó por un momento antes de
levantar la mirada, alzar una mano sobre mi cabeza y decir: 332
—Seguro que fue un placer conocerlos. Muchas gracias por todo el
apoyo. Esperamos verlos a todos en un juego en el futuro. Que tengan un
buen día.
Y si esa no era mi señal para abrir la puerta y entrar al apartamento,
no tenía ni idea de lo que podría ser.
Así que eso fue exactamente lo que hice, captando otro vistazo de la
gente allí reunida, luciendo decepcionados de que Zac hubiese cortado su
breve visita.
Una visita para la que iba a querer una explicación más pronto que
tarde.
Y llegó en el instante en que abrí la puerta e invité a pasar a los tres
jugadores de fútbol profesional.
Zac entró directamente, dirigiéndose a la cocina, y abrió un armario
mientras yo cerraba la puerta.
—¿Quieren un poco de agua? Bianca, estamos aquí para recoger tus
cosas. ¿Cuánto tiempo te llevará terminar de empacar?
Justo cuando me preguntaba de qué estaba hablando, Amari dijo:
—Sí.
Y CJ dijo:
—Estoy bien.
Ya estaba llenando el tercer vaso de agua, la bolsa colgando de su
muñeca, cuando logré cuestionar:
—¿De qué estás hablando?
Zac le estaba dando a Amari su vaso cuando respondió:
—Tus cosas. Las que aún no tienes empacadas. —Me tendió uno
también, y lo tomé, mirándolo con atención, todavía confundida—. Ropa.
Cosas de cocina. Tenemos cajas en mi maletero. Entre los cuatro, apuesto
a que podemos tener todo listo en una hora o dos como máximo.
Contuve la respiración.
—¿Y a dónde vamos a llevar mis cosas?
Estaba de espaldas a mí mientras alzaba su propio vaso de agua para
dar un sorbo.
—A casa de Trev, cariño.
¿Me zumbaban los oídos?
—¿Y por qué iban a ir a casa de Trevor?
—Porque ahí es donde podemos hacer que te mudes ahora mismo
hasta que encuentre una mejor opción.
333
Repetí las palabras en voz alta como si no las hubiera oído
correctamente.
Pero al parecer eran correctas antes de que asintiera hacia mí como
sí. Como no es problema. Como si lo hubiera pensado y tuviera perfecto
sentido para él.
—Zac… —Me detuve, intentando pensar en qué diablos decir.
Pero fue entonces cuando CJ habló desde su lugar junto a mis
ventanas. Estaba mirando el papel que las cubría.
—A Trevor no le importa.
Dudaba mucho eso, y debió haber sido evidente en mi rostro porque
Zac añadió:
—Le pregunté. Se encogió de hombros mientras se iba y dijo que
volvería en dos semanas.
¿Qué diablos estaba pasando?
Zac continuó.
—Por un tiempo, Bibi, mientras lo resuelvo.
—Zac… —Le sonreí a CJ, que me miró por un segundo antes de volver
su atención a las ventanas cubiertas con papel de difusión. Me concentré
en mi amigo de nuevo—. ¿Podemos hablar en mi habitación?
Negó.
—Zac —insistí, rascándome la mejilla—. Mi amigo… mi amigo favorito
que sé que solo está intentando ayudarme y a quien quiero mucho,
mucho… ¿podemos hablar en mi habitación? ¿Por favor?
Su sonrisa se torció y, aun así, negó.
—Déjanos hacer esto. Tienes que irte pronto. Esto te dará tiempo para
limpiar el lugar y poder recuperar tu depósito, y si quieres filmar más
videos, te he visto revisando la cocina de Trev. Puedes hacerlo allí. Mucho
espacio.
Parpadeé.
Y continuó:
—Trev no volverá por un tiempo y somos buenos compañeros de casa.
¿No es así, Ceej?
CJ asintió.
Amari… Amari estaba apoyado contra la encimera, observando y
bebiendo agua.
Zac ladeó la cabeza y se acercó a mí, parada allí, mirándome con esos
ojos azul claro. Su mano libre buscó la mía, las puntas de sus dedos
haciéndome cosquillas.
—Cariño, vamos. No estamos en casa la mayor parte del tiempo, así
334
que puedes hacer lo que quieras. Trev tiene casi las mismas cosas que tú
en su casa. Puedes filmar allí, sin pagar alquiler. Y esta es la única vez que
estaremos libres durante al menos dos semanas. Con tu pobre brazo, no
podrás cargar cosas por tu cuenta, y lo sabes. Bien podrías aprovecharte
de nosotros. —Sus fosas nasales se ensancharon por un momento, y fue
solo porque lo conocía tan bien que escuché la vacilación en su voz—. A
menos que ya hayas decidido que te mudas para estar más cerca de
Connie. —Las yemas de sus dedos subieron, rozando mi palma—. O
puedes vivir cerca de tu mejor amigo en todo el mundo. Ya estás allí todo
el tiempo de todos modos.
Lo había pensado desde la última vez que lo discutimos. Pero todavía
no estaba segura de qué quería hacer o a dónde quería ir. Y... una
pequeña parte de mí se aferraba a Houston por Zac. No porque pensara
que lo necesitaba, sino sobre todo porque todavía me buscaba mucho en
lugar del millón de personas que tenía que conocer. No entendía
totalmente por qué.
Pero, por otro lado, era una buena amiga y sabía que tenía que
extrañar su hogar hasta cierto punto, así que tal vez no fuera un gran
misterio.
Yo era como su viejo pantalón de deporte favorito.
Y tal vez… tal vez no sería tan terrible quedarme un poco más, al
menos hasta que tomara una decisión real que no estuviera forzada por un
millón de cosas más. Y Trev tenía una cocina genial, y los chicos no
estaban en casa…
Una vez terminara la temporada, tal vez se iría, volvería a sus viajes y
a vivir su vida como lo había hecho antes. Expectativas. Sabía lo que eran.
Ladeó la cabeza como si supiera lo que estaba pensando.
—¿Bibi?
Sabía lo que iba a decir antes de que las palabras llegaran a mucho
más que a mi corazón.
—Puedo conseguir que más personas hagan videos para ti en casa de
Trevor —continuó Zac—. Pero incluso si no quieres quedarte, todavía te lo
iba a ofrecer. —Me mató con otra sonrisa mientras levantaba su bolsa—.
Sin embargo, te conseguí un regalo de bienvenida. ¿Qué piensas de eso?
Y ahí, justo ahí, estaba el mayor problema que tenía con Zac.
Que era maravilloso.
Era un buen nieto, hijo, mejor amigo, y amigo normal.
Era una gran persona.
Y se había hecho un lugar de su tamaño en mi pobre y pequeño
corazón indefenso a lo largo de los años.
Amaba a este tonto. Muchísimo. 335
Y en ese momento, decidí que no dolería quedarme un poco más. Zac
había pensado en esta opción por mí, y estaba aquí.
Me costó muchísimo no carraspear mientras lo miraba, sus dos
compañeros de equipo en el fondo, y preguntaba:
—¿Qué hay ahí?
—Echa un vistazo.
Tomé la bolsa y la abrí. Parecía una camisa o algo doblado.
—Sácalo —instó.
Lo miré y saqué el regalo, sabiendo casi al instante que era un
delantal. Lo sacudí y no pude evitar sonreír y negar. Era amarillo, tenía
imágenes de especias y decía: “DEJANDO UNA NUEVA RECETA EN TU
CULO”. Miré a Zac y dije:
—Gracias. Me encanta. Los delantales Blue Q son mis favoritos.
Me guiñó.
Este hombre fantástico y asombroso. Bueno, solo había una
respuesta que podía darle. Así que lo hice.
—De acuerdo. Tienes razón. Siempre y cuando a Trevor le parezca
bien.
—Lo hace.
—Entonces de acuerdo. —Le sonreí a Zac y articulé “Gracias” de
nuevo.
Respondió en voz alta, con esa sonrisa torcida todavía en su rostro.
—De nada, cariño.
340
DIECINUEVE
No había muchas cosas más incómodas que despertarse en un lugar
que no era el tuyo.
Me había preparado mentalmente para eso la noche anterior mientras
me instalaba en una habitación de invitados en la casa de Trevor, una
puerta más allá de CJ y dos de Zac. La casa era hermosa y todo estaba
limpio, gracias al servicio que venía dos veces por semana, y la habitación
en la que me hospedaba incluso tenía su propio baño. Cuando había
estado viviendo con Connie, e incluso con mi compañera de cuarto, había
tenido que compartir el baño.
A pesar de que CJ y Zac me habían asegurado que a Trevor le parecía
“bien” que me quedara en su casa por un tiempo, todavía era raro.
No era la primera vez que me quedaba con gente por lástima. Así era
como había terminado en la casa de mis tíos después de que mamá Lupe
falleciera y mis padres decidieran que tenían que regresar a República
Dominicana lo antes posible, para que yo pudiera terminar mi último año
de secundaria. Nadie había querido que viviera sola y nadie podía pagar su 341
hipoteca, así que pusieron su casa en venta. Si mi relación con Connie
hubiera sido diferente, habría pensado que su invitación habría sido por
compasión cuando me habían dicho que me fuera con ellos, pero los
conocía a ella y a Richard, su esposo, demasiado bien para confundir lo
que me habían ofrecido.
En fin.
La casa estaba vacía cuando bajé las escaleras. Me aseguré de limpiar
después de desayunar y me mantuve ocupada duchándome y luego
sentándome ante la isla de la cocina, trabajando en mi ordenador durante
unas horas. No fue hasta después de hacer el almuerzo y estar
comiéndomelo que mi teléfono sonó.
Eché un vistazo a la pantalla y maldije.
—¿Hola? —respondí, sabiendo que iba a lamentar esta conversación.
—Blanca, soy Gunner.
No jodas. Me estaba llamando desde el trabajo, que ahora estaba en
mi teléfono bajo MAIOHOUSEAPESTA. ¿Y me volvió a llamar Blanca? Mi
estómago se revolvió con molestia y apoyé mi tenedor contra el plato.
—¿Sí? —respondí con firmeza.
Fue directo al grano.
—Estaba pensando, mientras estás de vacaciones pagadas…
¿Vacaciones? ¿Así era como lo llamaba?
—… ¿podrías pedirle a tu amigo Zac que venga y publique una foto o
dos de él haciendo ejercicio aquí?
Este imbécil. Hice una mueca, negando con incredulidad. ¿De verdad
esperaba que dijera que sí?
—No, no tiene tiempo —repliqué sin rodeos. ¿Qué era lo peor que
haría? ¿Despedirme?
Hubo un sonido agudo.
—¿No?
—No. —Debería haber sabido que iba a haber una trampa en su
oferta. En todo caso, debería ser sorprendente que hubiera tardado tanto
en llamar con su plan. Lo más probable era que se le hubiera ocurrido
desde el momento en que hizo la oferta en primer lugar—. ¿Eso es todo lo
que necesitabas?
—¿No? —repitió, sonando aturdido.
Esperaba que lo estuviera.
—No —confirmé—. No puede. Como te dije la última vez que
preguntaste. Tengo que irme, adiós. —Antes de que tuviera la oportunidad
de decir algo más, colgué. Estaba resoplando por su descaro cuando la
342
puerta principal se abrió y escuché un familiar:
—¿Chica?
—Estoy aquí —grité mientras dejaba mi teléfono y guardaba la
grabación que había estado en medio de editar y me giraba en el taburete
para encontrarme con Zac entrando, sosteniendo una pequeña bolsa de
lona en una mano y una botella de cristal de agua en la otra.
Lo único raro en él era la extraña sonrisa en su rostro.
—¿Qué te pasa? —pregunté al instante.
Se congeló por un segundo mientras dejaba caer su bolsa contra la
pared y luego se dirigía hacia donde me encontraba sentada. Zac envolvió
su antebrazo alrededor de mi cuello desde atrás y me besó dos veces en el
pómulo, justo al lado de mi ojo. Olía como si acabara de salir de la ducha y
me gustó. Mucho.
Demasiado.
—Cariño, ¿cómo puedes saber siempre cuando algo anda mal? —
cuestionó, su mejilla se posó en la parte superior de mi cabeza. Eso
también me gustó demasiado.
Bueno, si quería ser cariñoso… Bajé la barbilla y presioné mis labios
contra su antebrazo brevemente.
—Porque te conozco demasiado bien. Has puesto casi cada expresión
posible frente a mí en un momento u otro. Y te ves extra pálido. ¿Estás
enfermo?
No se movió de su posición, con la mejilla aún en mi cabeza, y podía
sentir su pecho justo detrás de mí, subiendo y bajando.
—¿Zac? —Tomé su antebrazo e intenté inclinar mi cabeza hacia
arriba para mirarlo—. Si no quieres hablar de eso…
—Creo que podría tener fiebre.
Su brazo se sentía agradable y frío bajo mi mano… y no se había visto
sonrojado al entrar en la casa. Mis sentidos de Zac estaban sonando.
—¿Quieres que lo revise? —inquirí con sospecha.
Hizo una pausa y luego asintió.
—Inclínate entonces —dije y sentí su brazo flexionarse.
—¿Qué?
—Lo comprobaré por vía rectal. —Me reí—. Es lo más preciso,
mentiroso. ¿Qué pasa realmente?
Retrocedió un poco. Ese hermoso rostro seguía luciendo totalmente
raro incluso cuando me miró con los ojos entrecerrados y dijo:
—Estoy intentando decirme que no me siento bien —admitió con 343
cuidado, sonando avergonzado. Lo cual era raro porque no pensé que
tuviera un hueso de vergüenza en su increíble cuerpo. Quiero decir,
cuerpo—. Tengo que hacerme PRP en la rodilla en una hora.
—¿Qué es PRP?
Zac retiró el taburete a mi lado, acercó mi plato de pasta hacia él y
comenzó a comerlo mientras me explicaba el tratamiento que requería que
le volvieran a inyectar sus plaquetas de sangre en su cuerpo para reducir
la inflamación que tenía y que hacía doler su rodilla. La cosa era… se veía
enfermo todo el tiempo mientras me lo contaba, y no me sorprendió una
vez que entendí por qué.
Tenían que sacarle sangre, lo cual ya era bastante malo. Luego volver
a inyectarla, varias veces en varios lugares. Para la mayoría de la gente,
eso no sería un gran problema, y una parte de mí estaba sorprendida de
que todavía fuera un gran problema para él, considerando el hecho de que
estaba por cumplir los treinta y cinco años y era más que probable que
hubiera pasado por quién sabía cuántas inyecciones de cortisona en su
vida.
Pero al parecer, Zac todavía le tenía miedo a las agujas.
O no miedo, ya que estaba bastante segura de que insistiría si fuera
necesario.
No necesitaba decir las palabras reales, pero lo entendí.
Era su sucio secreto.
Me levanté, eché el resto de la pasta que había dejado a un lado en el
mismo bol que él todavía estaba devorando y agarré otro tenedor. Pinché
un par de trozos más de pasta y pollo y observé su rostro mientras
intentaba cambiar de tema a una llamada telefónica que había tenido con
Paw-Paw de camino a casa.
Pero no me estaba engañando.
—¿Zac? —pregunté después de haberme tragado un trozo de pollo.
—¿Hmm? —respondió mientras comía más pasta.
—No es que necesites que vaya ni nada… pero, ¿te gustaría que te
acompañara hasta terminar tu tratamiento? ¿Así puedo llevarte a casa si…
no te sientes bien después?
Si no se sentía bien después. Pssh.
Recordé las historias de él desmayándose al tener que recibir
inyecciones por la alergia cada mes por un tiempo cuando había sido más
joven.
Sus ojos azules me miraron mientras pinchaba un trozo de coliflor y
lo masticaba lentamente.
—¿Tienes tiempo? —cuestionó con cuidado—. Iba a tomar un auto
344
para ir y otro para regresar.
No podía reír ni sonreír. No quería herir sus sentimientos. Porque
Dios sabía que si llegaba el día en que hubiera una cucaracha voladora,
iba a gritar a todo pulmón para que él viniera a matarla.
—Si quieres pedir un auto, hazlo. Pero te llevaré si quieres.
Miró el bol entre nosotros y lo empujó hacia mí para comerme el
último bocado.
—Sí. —Se aclaró la garganta y se pasó el nudillo del dedo índice por la
ceja—. Muy bien. Sí.
353
VEINTE
Estaba abajo lavando mis platos unas dos semanas después, oyendo
a Zac hablar por teléfono con su agente —CJ se había ido para hacer
recados—, cuando sonó el timbre.
Me miró y me encogí de hombros. No era como si fuera a invitar a
alguien.
Bueno, a nadie más que la fotógrafa que había venido. Todavía no
podía creer que hubiera sucedido, mucho menos entender lo asombrosas
que eran las fotos que había tomado. Se habían necesitado cinco días para
hacer todas las tomas.
Cinco días de Zac asombrándose conmigo mientras pasaba su
semana de descanso, una especie de semana de vacaciones que todos los
equipos tenían durante la temporada, en el sofá y alrededor de la cocina,
mirando a la mujer en acción. Me había ayudado a cocinar y limpiar y
había sido mi apoyo moral todo el tiempo.
Una parte de mí había esperado que se despidiera y se fuera de
354
vacaciones como CJ, que se había ido a las Islas Vírgenes con Amari y otro
jugador cuyo nombre no recordaba. Pero no había ido a ningún lado, ni
siquiera a visitar a su amada mamá o Paw-Paw. Había estado conmigo.
Habíamos ido de compras, al cine, a la playa a pesar de que hacía mucho
viento, y habíamos ido a dar un par de largos paseos.
Y si no hubiera sido por el hecho de que todavía no había recuperado
mi canal, hubiera sido una gran semana que habíamos pasado juntos.
Pero la pérdida se cernía sobre mi cabeza y mi corazón a pesar de que
hacía todo lo posible para no pensar en ello, ya que no podía hacer mucho
más que llamar y enviar correos electrónicos repetidamente.
En fin.
Cuando me enjuagué el jabón de las manos y me las sequé, el timbre
volvió a sonar. Zac puso su mano sobre el auricular.
—Dame un segundo, cariño, e iré.
Murmuré:
—Entendido.
Necesitaba concentrarse en su conversación sobre la próxima
temporada. Había estado escuchando todo el tiempo que estuvo hablando
por teléfono y sabía exactamente qué tipo de plan estaban formulando.
Firmaría otro año con los White Oaks si lo aceptaban, o se iría a
cualquier otro lugar si no lo hacían.
Pero todo dependía de una cosa importante: los partidos restantes de
la temporada.
Si lograba llevar al equipo a los playoffs, lo cual esperaba más que
nada, entonces había una oportunidad. Los White Oaks eran los tapados
de la temporada. Sobre todo por Zac y la forma en que había jugado y
dirigido al equipo. Había estado al borde de mi asiento hace días cuando
había estado en Arizona y tuvieron una victoria sorpresiva en el último
tiempo. Me alegré de que Trevor no hubiera estado en su casa, porque yo
había estado gritando a todo pulmón y saltando arriba y abajo cuando Zac
lanzó un pase que CJ atrapó y les dio la victoria.
Me había quedado despierta esa noche haciéndoles donuts que
podrían comerse a la mañana siguiente cuando llegaran a casa como
sorpresa. Incluso Deepa me había enviado un mensaje con emoticonos de
fuegos artificiales al final. Nos habíamos despedido hace un par de días
cuando había ido a su casa y la había ayudado a empacar antes de que se
fuera a casa para estar con su madre. La iba a extrañar mucho, pero sabía
que tenía que irse. Nos mantendríamos en contacto, me aseguraría de ello.
Todavía no tenía ni idea de lo que iba a hacer sin ella o en general.
Zac me había ayudado la última vez que filmé, pero sabía que no podía
depender de él siempre. Todavía estaba grabando videos, preparándome
para el día en que recuperara mi canal. Zac estaba intentando
mantenerme optimista. 355
En fin.
Claro, la temporada actual aún no había terminado, pero tenían que
ganar los próximos dos juegos para llegar a los playoffs. Si llegaban a los
playoffs, eso era una cosa. Si no lo hacían… bueno, iba a ser una historia
totalmente diferente para Zac.
La presión bajo la que se encontraba me mantenía despierta por la
noche.
Bueno, eso y el hecho de que WatchTube todavía no había quitado el
acceso a mi canal a los putos hackers imbéciles que me lo habían robado.
Había levantado un infierno por esto la semana pasada y algunos de mis
espectadores también llamaron y enviaron correos electrónicos. Incluso un
par de otros amigos blogueros publicaron al respecto.
Y todavía no me dieron una actualización o simplemente me lo
devolvieron.
Pero cuanto más tiempo tardaba, más convencida estaba que iba a
recuperarlo y apuntar mucho más alto con él. No iba a perderlo,
especialmente por culpa de algunos imbéciles. Si tenía que demandar a
WatchTube, lo haría.
Vendería un riñón para conseguir un abogado.
O se lo pediría a una de las dos personas que me amaban que me
daría el dinero sin un parpadeo, si dejaba de ser terca.
Si no me sintiera tan estresada por el futuro de Zac en la línea, yo sin
saber qué diablos iba a hacer y dónde iba a vivir, y todo el drama de que
me piratearan mi canal, hubiera estado muy feliz de que algunas cosas
estuvieran progresando.
Sin embargo, las cosas iban a mejorar; podía sentirlo. Solo tenía que
mantenerme fuerte y no perder de vista el premio.
Y renunciar a mi trabajo.
Iba a hacer esa mierda en el segundo que recuperara mi canal, decidí.
Mis tres semanas de descanso estaban llegando a su fin y estaba lista para
irme ahora que no sentía la obligación de quedarme en Maio House. Mi
aviso de dos semanas ya estaba mecanografiado y guardado como
borrador.
Ahora solo necesitaba recuperar mi canal.
Me dirigí hacia la puerta después de avisarle con un gesto de que iba
a responder, y al instante vi a una mujer parada frente a la puerta de
cristal, sosteniendo a un bebé sobre una cadera y su celular en la mano.
Era bonita. Hermosa en realidad. Mucho más alta que yo. Y el bebé
en sus brazos, retorciéndose para bajar al suelo, no podía tener más de 356
tres años. Una niña.
¿Una vecina?
¿Una… amiga de Zac?
La mujer tenía el cabello rubio oscuro con las puntas de un verde
oscuro. El bebé tenía cabello oscuro y piel morena. Saludé a través del
cristal y la mujer tardó un segundo en verme antes de levantar su mano
casi vacilante en respuesta.
Oh, Dios. Por favor, Dios, no permitas que esta sea una mujer con la
que Zac sale. No quería tener que irme en ese momento. Pero lo haría. Lo
haría, lo haría.
Había planeado esto, había pensado en ello durante los espacios
vacíos en mis días desde que me mudé. Me había preparado mentalmente,
o al menos me gustaba pensar que lo había hecho. Pero acepté en ese
momento que no estaba preparada para una mierda.
Y eso me aterrorizó.
Abriendo la puerta, intenté sonreír mientras me paraba en la entrada,
manteniendo la puerta lo más cerca posible de mi lado mientras decía:
—Hola.
La mujer parecía un poco mayor que yo y tenía una expresión
cautelosa en su rostro.
—Hola —respondió con una voz igualmente cuidadosa con la que no
estaba segura de qué hacer.
—¿Puedo ayudarte?
Sí, su sonrisa fue tensa.
—¿Zac está aquí?
Esto era lo que había estado preparada para temer. Apreté mis labios,
sin saber si asentir o no porque… ¿y si era una fan? ¿Y si en realidad no lo
conocía y había tenido la suerte de haber encontrado su dirección de
alguna manera?
—¿Zac? —pregunté lentamente, todavía con la esperanza de que esto
no fuera lo que pensaba.
—Sí. Zac —replicó con cautela, su mirada yendo de mí a la pequeña y
viceversa. Parecía incómoda—. Intenté llamarlo, pero no responde.
Nada de eso significó nada para mí. Podría estar inventándolo.
—Soy Vanessa —dijo, extendiendo su mano hacia mí—. ¿Eres…?
Vanessa.
¿Por qué ese nombre me resultaba familiar?
Oh. La Vanessa que había visto que no necesitaba una descripción en
su teléfono. Había visto sus mensajes un puñado de veces. Y había visto a 357
Zac sonreír mientras respondía. Había mencionado una vez el gran apoyo
que había sido para él años atrás, pero eso era todo lo que sabía.
Mi estómago se hundió un poco cuando estreché su mano.
—Hola. Bianca.
La sonrisa que esbozó ante eso me tomó totalmente desprevenida.
—¿La enana?
No estaba segura si el que supiera de mí era algo bueno o no.
¿También había pasado el rato con Zac? ¿Estaba aquí para hacerlo
un poco más? No era que me sorprendiera que saliera con una mamá. No
me sorprendería que lo hubiera hecho muchas veces antes.
Y, Dios mío, cómo odiaba ese jodido pensamiento.
Necesitaba acostumbrarme y lo sabía.
Pero todavía me quitó el aire de los pulmones.
—Sí —contesté e intenté no sentirme mal por sonar como si me
estuvieran haciendo una sonda anal sin lubricante.
Todavía me estaba sonriendo, y yo todavía estaba tratando de
imaginarme su bonito rostro frente al de Zac, amado y apreciado y solo
Vanessa.
Y estaba revolcándome en ese pensamiento cuando una profunda voz
masculina gritó:
—¿Está aquí?
Una figura enorme se acercó por el camino, proveniente de lo que me
di cuenta era una camioneta que no reconocí estacionada en la entrada.
Pero no fue su enorme cuerpo lo que llamó mi atención. Lo que más me
interesó fueron los dos niños pequeños tomándolo de cada una de sus
manos. Ambos llevaban camisetas. Uno vestía una camiseta de los
Oklahoma Thunderbirds. El otro con camiseta de San Diego.
Y aunque por sus rostros parecían ser niños pequeños, eran enormes.
Cuanto más se acercaba el hombre, más familiar me empezaba a
resultar. ¿Era un antiguo compañero de equipo de Zac? Cabello oscuro
con barba corta, grande y musculoso, y atractivo de una manera que no
era tipo príncipe de Disney como Zac sino más bien un guerrero medieval.
Era más grande que Zac, CJ y Amari.
—No lo sé… —La mujer se calló, lanzándome una mirada rápida
porque… bueno, no lo sabía. No había dicho que sí o no.
—¿Sigue sin contestar su teléfono? —cuestionó el grandote mientras
levantaba a cada uno de los niños por los brazos, ganándose gritos
infantiles felices… y el hombre les sonrió.
358
Sabía que lo conocía de alguna parte. Simplemente no estaba segura
si era por sus días con los Three Hundreds o los Thunderbirds.
—No…
—Bibi, nadie está intentando secuestrarte, ¿verdad? —gritó la voz
familiar de Zac desde el pasillo.
Todo lo que logré decir fue “uh” antes de que el grandote, que estaba
bastante segura de que era un ex compañero de equipo de Zac, exclamara:
—¿Tienes tiempo para contestar tu teléfono ahora?
Oí los pasos de Zac vacilar detrás de mí.
Luego dijo:
—¿Aiden?
El mayor de los dos niños soltó la mano del grandote y se lanzó hacia
adelante, gritando:
—¡Tío Zac! —A todo pulmón.
¿Tío Zac?
—¿Sammy? —Escuché a Zac decir. El otro niño seguía aferrado a la
mano de su padre, pero la niña intentó mirar hacia el pasillo también, sus
ojos brillantes e interesados cuando preguntó:
—¿Tío Zac?
—Sí, tu tío Zac, Fi. ¿Te acuerdas de él? —confirmó la mujer, solo
Vanessa.
La niña asintió.
Un momento después, Zac tocó mi cadera, balanceando a un niño
sobre sus hombros. Me guiñó un ojo antes de ir directamente hacia la
mujer con la niña, ignorando descaradamente al grandote, que puso los
ojos en blanco con exasperación.
—¿Cómo está mi corazón y cómo está mi mini corazón? —inquirió
antes de abrazar a la mujer, Vanessa, y extender los brazos hacia la niña—
. ¿Te acuerdas de mí, Fiona? Soy tu tío Zac.
La niña vaciló por un segundo antes de asentir y extender sus propios
bracitos para que él también pudiera tomarla.
Y en menos de un minuto, Zac tenía dos niños encima, uno en los
hombros y el otro en los brazos, dándole un beso en la mejilla. Por si eso
no fuera lo suficientemente lindo, estaba sonriendo ampliamente.
Dios necesitaba tener misericordia de mi alma.
Necesitaba alejarme de él. Recargar. Volver a encaminar mi mente y
recordar mis expectativas.
Recordar que no quería estar herida en el futuro si permitía que mi
corazón se volviera demasiado loco. 359
—No creo que llegue a entender nunca lo que hiciste para convertirte
en el susurrador de niños —murmuró la mujer llamada Vanessa con leve
sorpresa pero mayormente exasperación cuando Zac le dio otro abrazo—.
Pero estamos todos bien. Sería mejor si contestaras tu teléfono por una vez,
Zac.
Se rió mientras le hacía cosquillas a la niña.
—Estaba a punto de devolverte la llamada, cariño. Estaba hablando
por teléfono con mi agente, Bibi no había vuelto y me preocupaba que
alguien intentara robármela.
Como si alguien fuera a secuestrarme.
Zac se enderezó, se volvió en mi dirección y dijo:
—Un segundo, cariño. Perdona mis modales. Tengo una persona más
muy importante a la que saludar y luego los presentaré a todos. —Me
guiñó un ojo un segundo antes de caer sobre una rodilla, todavía
balanceando a ambos niños en sus brazos y hombros, y sonreír al otro
chico—. ¿Cómo estás, amigo? ¿Tienes un abrazo o un choque de manos
para mí?
El niño más pequeño, que tenía que ser… no tenía ni idea, ya que era
tan grande que podría haber tenido tres o quince años, se encogió de
hombros y extendió la mano. Zac la chocó. Luego se puso de pie e inclinó
la barbilla un poco más alto para mirar al hombre tal vez tres o cuatro
centímetros más alto que él. Se miraron a los ojos, y luego Zac se rió entre
dientes y se inclinó para darle una palmada en la espalda.
—¿Cómo te va, grandote?
El grandote de hecho le dio un solo golpe fuerte en la columna que
estaba bastante segura de que me habría roto la espalda.
Entonces, por fin, mi amigo se volvió.
—¿Por dónde iba? Bianca, esta es Vanny y este es Aiden. Y estos
angelitos son Fiona, Grayson y Sammy. —Rebotó a la chica—. Mi sobrina y
mis sobrinos.
El grandote volvió a poner los ojos en blanco, pero la mujer bonita,
Vanessa, sonrió.
—Son algunos de mis mejores amigos, a pesar de que solo me visitan
una vez al año.
—Sabes, estoy bastante segura de que solo vienes de visita una o dos
veces al año, así que… —La mujer se calló, avanzando poco a poco hacia el
tipo grande, quien la atrajo a su lado y puso su mano en la cadera más
alejada de él.
Eran muy lindos juntos.
360
—¿Pensé que no llegarían aquí hasta mañana ? —preguntó Zac antes
de susurrar quién sabía qué a la pequeña.
Vanessa se encogió de hombros.
—Estábamos en Austin visitando a Diana. Mi hermano está aquí por
negocios, así que vinimos a verlo también. Te llamamos para ver si querías
venir a comer con nosotros, pero no respondiste, así que decidimos venir y
asegurarnos de que aún estabas vivo.
Aiden le lanzó a la mujer, que tenía una enorme roca de colores en el
dedo anular, así que supuse que era su esposa, una mirada.
—¿Y?
Ella lo miró antes de suspirar.
—Y quería ver la casa de Trevor —admitió Vanessa—. Una parte de mí
todavía no puede creer que no solo tenga un ataúd en un castillo en
alguna parte.
Zac se rió, y también el hombre grande, el sonido de su risa un poco
oxidado, a diferencia de la de Zac, que era clara, feliz y bien utilizada.
—No entro en su habitación, así que nunca se sabe en qué duerme. —
Zac chocó mi codo con el que tenía libre, sus ojos azules atrapando los
míos—. ¿Lo has visto?
—No, todavía no —respondí, insegura de qué decir.
La mano de Zac se posó en mi nuca, dándole un apretón antes de que
se deslizara hacia abajo y se frotara entre mis omóplatos.
—Entren entonces. Los dejaré husmear. ¿Dónde van a comer?
La mujer recitó un lugar que no era un restaurante sino más bien un
centro de diversión familiar a una media hora de distancia con fichas y
juegos al que había llevado a Guillermo y Luisa antes.
Su respuesta también resultó ser mi señal para hacer algo.
—Bueno, tengo algunas cosas que hacer, pero fue un placer
conocerlos…
—Ven con nosotros —interrumpió Zac.
¿Se había perdido la parte en la que él había sido invitado y no los
dos? Intenté comunicarle con mis ojos lo que estaba pensando, pero
cuando su sonrisa no vaciló ni hizo nada, susurré:
—Eh, vinieron a verte.
Zac no respondió en un susurro.
—Vanny, dile que puede venir.
—Por supuesto que estás invitada. No sabía que eras la enana.
Solo había pensado que yo era BIANCA CABELLONEGROGIM HOU.
361
Zac guiñó un ojo, lo que tampoco ayudó.
—Paga Aiden —declaró.
El tipo Aiden se limitó a mirarlo, pero Zac no se dio cuenta.
—¿Vienes? —Hizo uso de las armas grandes cuando esbozó su
sonrisa Zac—. ¿Por favor?
Quería decirle que realmente debería ponerme a trabajar, pero…
¿cómo podía decirle que no a ese “por favor”?
Estaba bastante segura de que él sabía que la respuesta era que no
podía decirle que no a él ni a sus “por favor”.
Así fue como, una hora más tarde, después de que los tres niños
hicieran pis, me di cuenta de que tenía que ser la única persona que no
sabía quién era Aiden. Había jugado en Dallas, lo que había pensado. Y
aunque no tenía ninguna duda de que había jugado una posición
defensiva en función de su tamaño, debía haber sido muy querido y
admirado, ya que los fans de Houston no eran exactamente fanáticos de
los Three Hundreds. Porque en el momento en que entramos en el centro
de entretenimiento familiar, que sabía de memoria que tenía pizza,
hamburguesas y nuggets de pollo, pareció que todos los ojos se volvían
hacia el grandote y el quarterback príncipe de Disney que me lanzaba
pedos.
Si alguien me preguntara, Aiden no era para nada difícil de mirar,
pero Zac… bueno, Zac era Zac. Si iba a mirar a alguien, sería a él. Y no
solo por la manera en que se habían formado sus huesos y piel, sino
también por el resto de él. Las cosas que no podías ver en el exterior tan
fácilmente.
Todo en lo que tenía que pensar era en la forma en que se había
metido con los niños y les había prestado atención desde el momento en
que los había visto.
No debería haber sido sorprendente; siempre le habían gustado los
niños, incluso cuando él mismo no era más que uno. Yo era prueba
viviente de eso. Dios prohibiera que hubiera un bebé en alguna parte; iba a
intentar besarlo y luego robarlo. Honestamente, deseaba que hubiera
habido un bebé. Pero era muy lindo con la pequeña y el niño, que había
aprendido que tenía casi siete años, y el tranquilo, que pensé que podría
haber tenido trece con un certificado de nacimiento falso que decía cinco.
—¿Puedo ayudarte con algo? —pregunté a Vanessa después de llegar
a las enormes instalaciones con un patio de juegos interior, una bolera y
cientos de juegos. Aiden nos había comprado pulseras y a los niños
“fichas” digitales para usar. Para darle crédito a Zac, lo había visto
moverse a su lado en la caja registradora, habían discutido, peleado con
las tarjetas de crédito, y entonces Zac había puesto los ojos en blanco y
metido la suya en su billetera. 362
374
VEINTIDÓS
—¿Qué te pasa?
Saliendo de la ensoñación en la que había estado mientras me paraba
frente al refrigerador en la casa de Trevor, miré por encima del hombro
para ver al mánager de Zac sentado ante la isla de la cocina con su
ordenador abierto frente a él. No me estaba mirando. Estaba concentrado
en la pantalla, pero no era como si hubiera alguien más a quien le hubiera
hablado.
Ni siquiera sabía que había regresado hasta que salió de su
habitación antes, habló por teléfono y dejó su ordenador portátil en la
encimera. Por los fragmentos de su conversación que había captado, había
regresado al amanecer y había tomado una siesta. Quizás Zac sabía que
vendría, pero no me había transmitido el mensaje.
Quería pensar que era porque apenas había hablado con él, pero
sabía que era solo porque yo lo había causado.
Ayer mismo, Boogie había venido a ver el partido de Zac conmigo.
375
Después habíamos salido a comer, y había ido principalmente porque no
quería alarmar a ninguno de los dos al intentar escapar con alguna excusa
estúpida. Y también porque sabía que esos dos podían hablar entre ellos
durante horas, así que ni siquiera necesitaría hablar más de lo que
quisiera, y eso no había sido mucho. Se habían dado cuenta, pero habían
aceptado la excusa de lo mucho que estaba pasando en mi vida.
Había muchas cosas en mi mente, incluida, entre otras, la llamada
que había llegado el mismo día que la de Trevor, confirmando que había
recuperado mi canal. Era la única luz brillante en mi vida en este
momento.
Y eso era negativo y patético y no cierto.
Tenía muchas luces brillantes en mi vida. El hecho de que mis
sentimientos fueran heridos era mi maldita culpa, y Zac seguía siendo una
de las luces brillantes que había. No iba a reprocharle que no se sintiera
por mí de la forma en que yo quería. No era culpa suya. Quería pensar que
tampoco era mía. Intenta no enamorarte de Zac.
En fin.
Era la única en la casa, o eso creía. CJ y Zac estaban en la práctica
hasta tarde, y estaría mintiendo si dijera que no estaba un poco aliviada
porque se hubiera ido.
Ya sabes, mi amigo de quien estaba enamorada.
Pero Zac, afortunadamente, no tenía nada que ver con lo que me
había distraído en medio de la reluciente cocina blanca en la que había
terminado de filmar justo antes de que Trevor hubiera aparecido, de
regreso de Nueva York o Los Ángeles o donde fuera que hubiera estado.
Dándome la vuelta para mirarlo y a su brillante ordenador portátil,
crucé las manos sobre la encimera y le dije la verdad.
—Se supone que debo empezar a trabajar mañana y estoy debatiendo
si debo dejar mi trabajo inmediatamente o si debo avisar con dos semanas
de antelación. No puedo decidir. —Le había pedido a Connie su opinión y
no había sido de ninguna ayuda.
Trevor murmuró:
—Hmph. —Así que no estaba totalmente segura de que estuviera
prestando atención.
Pero él era más neutral que cualquier otra persona que conociera, así
que dado que había preguntado y estaba aquí…
—¿Puedes decirme lo que piensas? Mi preocupación al intentar avisar
con dos semanas de antelación es que mi jefe va a ser aún más imbécil y
me hará más miserable de lo habitual, pero me siento culpable por
renunciar de repente, así que…
Eso hizo que sus ojos se posaran en mí desde la parte superior de su 376
ordenador por un momento antes de volver a escribir.
—Vas a renunciar, Bianca. No necesita ser amable contigo. —Sus
dedos se detuvieron sobre su teclado por un momento, su mirada
moviéndose a mí antes de añadir—: Espera. ¿Cómo es que vas a
renunciar? ¿Recuperaste tu canal o de repente obtuviste un trato para el
libro?
¿Cómo demonios había sabido que quería publicar un libro en primer
lugar? Lo pensaría más tarde.
—Recuperé mi canal. Me llamaron anteayer y me lo dijeron. Estoy
muy feliz. —Porque lo estaba.
Entonces sucedió lo más ridículo e inesperado.
Trevor me sonrió. Tal vez no pude verlo del todo, pero vi la mayor
parte desde la parte superior de su ordenador. Y era una sonrisa. Una
sonrisa real y viva.
Y ni siquiera estaba siendo sarcástico cuando dijo:
—Eso es genial.
—Gracias. Saltaría y chocaría mis talones, pero probablemente
aterrizaría mal y me torcería un tobillo, así que puedes imaginarlo.
A pesar de que mi pecho ardía, le había enviado un mensaje a Zac esa
tarde después de haberme enterado, y envió una respuesta con un montón
de emoticonos sonrientes.
Respondí con un solo emoticón sonriente que me hizo sentir mal de
nuevo por no ser tan amable con él como se merecía.
Y solo así, la sonrisa desapareció del rostro de Trevor como si no
hubiera existido en primer lugar. Quizás no lo había hecho. Quizás lo
había imaginado.
Asentí.
—¿Qué piensas? ¿Dos semanas de antelación o no? Me decanto por el
aviso. No dolerá ser profesional. —Mi hermana había dicho que no debería
molestarme en decir nada. De fondo, Richard, su esposo, había negado,
diciéndome que no la escuchara, como decía mi instinto. ¿Y si volvía a
perder mi canal y no lo recuperaba? Había tardado demasiado. O, ¿y si
mis espectadores no regresaban? ¿Y si tenía que solicitar otro trabajo en el
futuro y me pedían referencias? No estaba segura de que fuera inteligente
irme en malos términos.
Y ya había tomado suficientes decisiones tontas.
—Estoy de acuerdo —admitió, pensativo—. Cuanto antes mejor.
Oh, tenía razón en eso. 377
—¿Mañana?
—U hoy.
Admitiría que eso hizo que me doliera el estómago.
—¿Y volver al trabajo cuando no estoy en mi turno?
Volvió a poner los ojos en blanco antes de volver a concentrarse en su
ordenador.
—Hazlo hoy. Deja que tu jefe lo consulte con la almohada ya que te
preocupa tanto que sea malo o lo que sea que eso signifique, y lo habrá
superado por la mañana.
Estaba bastante segura de que no era así como funcionaba Gunner,
pero ojalá. Aunque también entendía el punto de Trev. Pero…
Todavía lo estaba pensando unos minutos más tarde cuando dijo casi
enojado:
—Iré contigo si quieres. Zac me ha hablado de tu jefe y tengo
curiosidad.
Solo había una respuesta para eso.
—Sí, claro. Tal vez sea menos imbécil con público. Intentó hacer que
Zac fuera y publicara una foto de sí mismo allí, y le dije que no. Estoy
segura de que todavía estará molesto por eso. Seré rápida. He tenido mi
carta escrita desde hace un tiempo.
Asintió y esperó hasta que estuve en la sala de estar para preguntar
por encima del hombro:
—¿Cuál era el nombre de este jefe?
388
VEINTITRÉS
—Enana, ¿nos vas a contar qué está pasando o vamos a tener que
molestarte hasta que lo hagas? —preguntó mi hermana desde el otro lado
de la cocina mientras yo sacaba una bandeja de galletas con chispas de
chocolate del horno y las colocaba encima de su estufa.
Las había hecho por pedido de mi sobrino. Lo había pedido súper
furtivo y extra dulce, al venir a tumbarse en la cama conmigo esa mañana
y señalando una cana que había encontrado en tres minutos. Luego me lo
había compensado, en cierto modo, ofreciéndose a depilarme las cejas…
luego diciéndome que podía confiar en él con unas pinzas porque su
madre siempre le pedía que le depilara el labio superior. Y a veces su
barbilla.
Y esta vaca me había estado mintiendo durante años —
presumiendo— acerca de cómo era “naturalmente” sin vello.
Hacer galletas para Guillermo fue una obviedad después de eso. Esa
iba a ser munición que podría usar contra ella por el resto de mi vida. La
vaca mentirosa. 389
No hacía falta decir que ese pequeño chisme había sido el punto
culminante de mis últimas dos semanas. En circunstancias normales, me
habría alegrado mucho poder molestar a mi hermana. Pero al parecer, no
estaba siendo muy buena ocultando que algo me estaba molestando, a
pesar de que había hecho todo lo posible por parecer indiferente.
Porque no importa cuánto lo hubiera intentado, Connie me estaba
llamando la atención por mi mierda. Una mirada rápida a Boogie me dijo
que él también estaba involucrado, a pesar de que solo había llegado a su
casa esa mañana. Era el cumpleaños de Richard y lo íbamos a celebrar
durante el fin de semana. Mayormente iba a ser un día y medio de hacer
sus dos cosas favoritas: jugar a los bolos hoy, y mañana ir a Houston para
ver el partido de los White Oaks contra los Three Hundreds. El antiguo
equipo de Zac. Todavía estaba resentida con ellos incluso tantos años
después por dejarlo ir.
Pensando en Zac…
Me dolía un poco el pecho. Más que un poco. Un montón.
—Realmente no hay mucho que contar —repliqué, intentando
mantener mi voz lo más indiferente posible, sonriendo y haciendo que
pareciera que todo estaba bien. Que era lo que había estado intentando
hacer desde que llegué a la casa de Connie.
Después de haberme escapado de casa de Trev mientras Zac no
estaba, había conducido hasta Killeen y llamado a la puerta de mi
hermana a las once de la noche. Incluso me había asegurado de no llorar
para que no sospechara. Había esperado para soltarlo, solo un poco, hasta
que había estado en la habitación de Guillermo, y había tapado mi rostro
con mi chaqueta para no hacer ni un sonido.
Zac había comenzado a enviarme mensajes aproximadamente a las
tres horas de camino, cuando imaginé que había llegado a casa y me había
encontrado… no allí.
ZAC EL VIEJO: ¿Dónde estás?
ZAC EL VIEJO: ¿Enana?
Le envié un mensaje en el primer semáforo en rojo en el que me
detuve con el corazón en la garganta. No quería que se preocupara.
Yo: De camino a Killeen. Lo siento, Zac. Entiendo si estás
enojado, pero realmente quiero ver a mi hermana y ver algunos
lugares. Quitarme de en medio también un tiempo para que puedas
concentrarte. Te prometo que estoy bien. Te enviaré un mensaje
cuando llegue allí si quieres.
Sus respuestas llegaron casi al instante, pero esperé hasta que llegué
a otro semáforo en rojo, justo antes de llegar a su casa, para leerlas.
390
ZAC EL VIEJO: Bianca.
ZAC EL VIEJO: Por favor, avísame cuando llegues.
ZAC EL VIEJO: O vuelve. Dijiste que íbamos a hablar.
Yo: Lo haré. Y podemos hablar cuando sea. [emoticón sonriente]
Esperé hasta estacionar para enviarle otro mensaje y luego puse mi
teléfono en silencio para no hacer nada frente a Connie que le diera una
pista de que las cosas no iban bien. Así que no fue hasta que estuve en la
habitación de mi sobrino que leí su siguiente respuesta.
ZAC EL VIEJO: Me alegro de que hayas llegado a salvo. No me
alegro de que te hayas ido en primer lugar. Vuelve.
ZAC EL VIEJO: ¿Podemos hablar mañana?
ZAC EL VIEJO: Comiendo ese pan de calabacín con chocolate que
dejaste. Deberías ponerlo en tu próximo libro.
Eso había sido lo que me hizo llorar en la habitación de mi sobrino.
Porque, ¿cuánto deseaba que de verdad quisiera que volviera?
Finalmente, cuando fui capaz, le respondí al mensaje una vez más,
limpiándome los ojos con el dorso de la mano una vez que me había
calmado.
Yo: Mañana estás ocupado, ¿recuerdas? Te escribiré un mensaje.
Además: sí, si hay un próximo libro, lo añadiré. Quizás con más
nueces.
Me respondió de inmediato, a pesar de que habían pasado horas
antes de su hora de dormir.
ZAC EL VIEJO: Va a haber otro libro.
ZAC EL VIEJO: Ya te extraño, chica. Vuelve. Podemos hablar y
arreglar las cosas.
No le había respondido después de eso. No había sabido que decir. No
iba a volver hasta que tuviera un plan real. Después de todo, había dejado
la mayoría de mis cosas en el dormitorio de la casa de Trevor.
Pero eso no detuvo a Zac. Envió más mensajes al día siguiente. Y el de
después. Y lo había hecho todos los días desde entonces.
Mensajes que decían lo que estaba haciendo (practicando, comiendo),
cosas que Trevor dijo o hizo, pero sobre todo, me pedía que regresara y
decía que me extrañaba.
Le respondía siempre, a pesar de que me dolía el corazón.
Cada mensaje casi me hacía llorar, pero en su lugar sonreía porque
Connie no necesitaba meterse en mis asuntos más de lo que ya lo hacía.
391
Y pensé que había hecho un trabajo bastante decente guardándome
las cosas para mí, pero al parecer ese no era el caso.
Especialmente no cuando Boogie, que estaba sentado a la mesa de
Connie, también habló.
—Pensé que lo estaba imaginando.
—Ambos están imaginando mierda —dije, centrándome en las galletas
que estaban haciendo mi boca agua.
Mi cuñado, que también estaba sentado a la mesa, abrió una lata de
refresco de naranja antes de decir:
—Yo también, Bianca. Porque te juro que te escuché llorar en la cama
hace un par de noches, pero a veces tu hermana llora sin razón cuando
está en su período, así que no estaba seguro si eso te estaba pasando o no.
Giré sobre mis talones lentamente para mirar al hombre que tomaba
un sorbo de su refresco sin ninguna preocupación en el mundo.
Tampoco era la única que lo miraba porque mi hermana estaba
haciendo lo mismo pero con la boca ligeramente abierta.
—¿Qué? —cuestionó su esposo, como si estuviera confundido por el
silencio—. Dime que estoy mintiendo. Ni siquiera intentas ocultarlo.
—¿Qué pasó? —inquirió Boogie, reaccionando—. ¿Tienes problemas
con WatchTube otra vez?
Quería mentir, de verdad lo hacía. Quería culpar al robo de mi canal,
porque eso hubiera sido una buena excusa. Pero no lo haría.
—No. Todo va bien con ellos ahora.
—¿Kenny está intentando hablar contigo de nuevo?
Kenny. Ugh. Mi ex podía comer mierda.
—Nop. No he sabido nada de él desde que se llevó todo mi dinero.
—Entonces, ¿qué pasa?
Por el rabillo del ojo, vi a mi cuñado moverse un poco, llevándose la
lata a la boca para tomar un pequeño sorbo.
—¿Es Zac ? ¿Te engañó? Porque si lo hizo, les diré a todos que toma
esteroides. Pruébame.
Silencio.
Un silencio total y completo llenó la cocina y el rincón del desayuno.
Sin embargo, nuestras expresiones eran todas diferentes.
Estoy bastante segura de que la mía era horrorizada.
Connie lucía como si no supiera quién diablos estaba sentado a su
lado.
Boogie lucía como si alguien le acabara de decir que su madre era 392
una extraterrestre.
Y mi cuñado, de estatura promedio y delgado y adorable, nos miraba
como si no tuviera ni idea de por qué todos lo estábamos mirando.
—¿Qué? ¿Quieren que lo mate o algo así? Porque una vez fui a cazar
con mi padre, y no es broma, me desmayé cuando él…
Querido Dios.
—B, ¿hay algo que deba saber sobre ti y… y…? —tartamudeó Boogie,
pareciendo en algún lugar entre estar alucinado y empezar a enojarse.
—Cariño —empezó a decir mi hermana, su voz casi… ¿un susurro?
¿Y por qué parecía cachonda? ¿Y por qué sabía cómo era su rostro cuando
estaba cachonda?—. ¿Qué te haría pensar que pasa algo con B y Zac?
—¿Pasa algo contigo y Zac? —repitió Boogie.
¿Qué diablos estaba pasando?
Mi cuñado se encogió de hombros casualmente, todavía bebiendo su
refresco sin una preocupación en el mundo… como si no acabara de dejar
caer una bomba en nuestros culos.
Sobre todos nosotros. En serio.
Sobre Boogie en la forma de que posiblemente hubiera algo entre su
mejor amigo y yo.
Sobre Connie, que estaba mirando a su hombre con el que había
estado por casi dos décadas como si no lo conociera… pero al pequeño
bicho raro le gustara lo que veía.
Y sobre mí, por no ser tan reservada como había pensado.
O tal vez, en realidad, era mucho más perceptivo de lo que cualquiera
de nosotros le habíamos dado crédito.
Entonces siguió adelante, levantando un dedo índice.
—Bueno, la enana no quiso hablar de él durante años. Ahora son
amigos de nuevo y me da la impresión de que pasan todo su tiempo
juntos, y entonces se mudó con él. Hola, y ya saben, siempre pensé que él
era un jugador, pero no va a pasar el rato con una chica que no le gusta.
—Se conocen desde que éramos niños —murmuró mi primo, todavía
viéndose y sonando confundido.
Mierda.
Mi cuñado resopló.
—¿Y? No vio a Bianca durante diez años. ¿Qué? ¿Crees que la
considerará una hermana pequeña? Eres más inteligente que eso, Boogie.
Y Yermo me lo contó todo sobre ellos en los quince de Lola, ¿de acuerdo?
Existe “Te amo como a una hermana” y existe “Te amo como persona”. Sé
que tampoco puedo haber sido el único que sintió la química en ese video 393
que hicieron juntos… pero bueno, tal vez lo fui. Hombre, ustedes dos
deben prestar más atención.
Ninguno de nosotros podía decir una sola jodida cosa.
Y al parecer, mi cuñado tomó eso como una señal para seguir, así que
lo hizo.
—Pero, B, ¿te engañó? ¿Mintió? Porque parecía un buen tipo, pero
nunca he sido fan de los White Oaks, así que lo haré. La próxima vez que
me ponga una inyección de B-12, voy a guardar la aguja y la usaré como
prueba —afirmó Richard, todo en su rostro delgado totalmente serio.
—¿Qué más sabes que no me hayas dicho? —susurró mi hermana.
—No sé nada con seguridad; solo tengo mis conjeturas.
Sus conjeturas. Este hombre estaba desperdiciando su vida en el
ejército cuando probablemente podría ganar una fortuna siendo un
maldito psíquico, o al menos engañar a la gente haciéndoles creer que era
un psíquico.
Me quedé atónita.
—¿Qué está pasando? ¿Pasa algo contigo y Zac? —inquirió Boogie de
nuevo, apuntándome con sus ojos casi negros.
Mierda.
Rascándome la punta de la nariz, contuve la respiración por un
segundo y decidí que me había metido directamente en esto, realmente lo
pedí, porque, ¿por qué había pensado que no notarían que algo andaba
mal conmigo? Me conocían mejor que nadie. Incluido Richard.
Pero una cosa a la vez, empezando por mi primo.
—No, no pasa nada entre Zac y yo —respondí.
Se hundió, pero fue Connie quien se enderezó antes de señalarme.
—Estás mintiendo.
—No uses tu voz de mamá conmigo, vaca. No estoy mintiendo. No ha
pasado nada entre nosotros más que abrazos y algunos besos en las
mejillas, que les doy a todos en primer lugar.
Mi primo todavía parecía relajado, cauteloso pero relajado. Sabía que
no le mentiría y eso me hizo sentir mejor. Simplemente no le iba a gustar
lo que iba a decir a continuación. Eso era seguro.
Pero ahora no había forma de evitarlo.
—Pero fui tonta y empezó a… gustarme mucho, como más que un
amigo. No es como si tuviera intención de que sucediera, pero lo hizo. Otra
vez. Me dije que no debía dejar que sucediera, pero de nuevo, sucedió. Y
sabía que no tenía ninguna posibilidad de que él estuviera interesado en
mí de esa manera, pero… —Me encogí de hombros, resignada a estar en la 394
misma maldita posición una y otra vez: la idiota que se enamoró del mejor
amigo de su primo. Y no cualquier hombre normal. Sino Zac Travis. El
culo de Texas—. Solo he estado un poco molesta porque bajé la guardia y
él hizo algo inocente que me recordó que era más sensata.
Las miradas en sus rostros eran inquisitivas, así que suspiré.
—Una chica publicó una foto de ellos juntos, ¿de acuerdo,
entrometidos? Estaba sentada en su regazo. Hirió mis sentimientos, pero
no estamos juntos. En absoluto. Ni siquiera le gusto así. Se lo dije, y
comenzó a decir algo sobre que deseaba que no fuera tu prima, Boog. Por
lo tanto, ahí lo tienen. No hizo nada malo. No quiero dejar de ser su amiga.
En todo caso, solo necesito recordar qué tipo de amigos somos, platónicos,
y estaré bien en poco tiempo. No planeo pasar el resto de mi vida pintando
con spray “Bianca ama a Zac” en los vagones de ferrocarril o en los pasos
elevados. Encontraré a alguien con quien salir, tal vez casarme, y tal vez
tener un par de hijos, pero quizás tenga un par de perros o gatos y algún
día sea una puma. No lo sé. Soy bastante abierta. De todos modos, estoy
bien, no pasó nada. No estoy traumatizada de por vida ni nada por el
estilo, así que, ¿podemos nunca volver a hablar de esto?
Boogie no se veía exactamente atónito, pero parecía… ¿sorprendido?
¿Pensativo? Quizás incluso… ¿incómodo?
—¿Entonces no pasó nada entre ustedes dos? —preguntó lentamente.
Le lancé una mirada.
—Es tu mejor amigo, Boog. No. Ambos somos cariñosos y cómodos el
uno con el otro. Nunca he visto su salchicha, aunque podría haberlo
intentado.
Se echó hacia atrás y sus ojos casi sobresalieron.
—¡Bianca!
—¿Qué? Eso es lo que estabas preguntando, pude notarlo.
Connie asintió, con parte de su atención todavía en su marido.
—Eso es lo que estabas preguntando, y yo lo habría preguntado si no
te me hubieras adelantado.
Totalmente lo habría hecho.
—También es mi mejor amigo, Boog. Eres mi mejor amigo. Los tres,
cuatro, son mis mejores amigos.
Y afortunadamente, mi primo tenía que saberlo con certeza absoluta
porque no esperó a asentir a pesar de que su expresión incómoda no
desapareció.
—Pero, ¿te gusta más que eso?
Levanté un hombro.
395
—No quise que sucediera, pero sí. Lo amo, pero puedo aprender a
amarlo como a un amigo. Ahí es donde va más de la mitad de todos
modos. Así que, ¿estamos bien, o alguien más tiene más preguntas tontas?
—Tengo una pregunta, y no es tonta —dijo mi hermana, levantando
una mano como si todavía estuviera en la escuela—. ¿Es por eso que estás
buscando apartamentos?
—Solo como un diez por ciento —respondí, mintiendo en parte pero
no del todo. En realidad, era más como un sesenta por ciento… setenta
por ciento.
Sin embargo, aún sería bueno verlos a ella, a los niños y a mi cuñado
demasiado perspicaz todo el tiempo.
—Tengo otra pregunta, todavía no una tonta —dijo, y como era de
esperar, alzó la mano de nuevo.
—Sí, Connie.
—¿Te ha contactado para asegurarse de que estás bien desde que te
fuiste?
Asentí.
Y mi astuta hermana asintió lentamente.
Me volví hacia Boogie, que era la persona que más me preocupaba.
—¿Estás bien, o todavía estás a punto de tener un ataque a pesar de
que no pasó nada y que mis sentimientos salieron heridos por mi culpa? Y
no puedes enojarte con él, porque nunca intentó nada conmigo, a pesar de
que desearía que lo hubiera hecho.
—No tengo ataques. —Fue lo que dijo primero.
Incluso Richard miró a Boogie.
Sin embargo, nos ignoró.
—Estoy bien. De verdad. En realidad no. Podrías habérmelo dicho,
enana —dijo, volviendo sus ojos oscuros hacia mí con el comienzo de lo
que parecía una expresión de dolor. Quizás porque no se lo había dicho
antes. Normalmente se lo contaba todo.
Por otra parte, no me había dicho que estaba pensando en pedirle a
su novia que se casara con él, así que no era quien para hablar.
Todavía estaba un poco molesta por eso, aunque diría que estábamos
empatados en este punto. Pero no necesitábamos entrar en eso. Lo que
teníamos que hacer era suavizar esto, porque lo último que quería hacer
era joder mi amistad con él, o la amistad de Zac con él.
—¿Qué te iba a decir, Boog? ¿Oye, he estado saliendo mucho con Zac,
y creo que estoy enamorada de él, otra vez? —Le di una mirada—. Lamento
no haber dicho nada y acabar de soltarlo, pero sé que era una tontería. 396
Sabía que era una tontería cuando era adolescente. Sé ahora que es una
tontería sin sentido. Es como si ese tipo de amor fuera lo único que mi
corazón conoce, pero lo voy a tener bajo control. Eso suena patético como
la mierda, pero es verdad. Es tu mejor amigo, y lo último que quiero es
hacer las cosas raras entre ustedes dos, cuando él no ha hecho nada.
—No es una tontería —murmuró mi primo pensativamente después
de unos momentos, después de un profundo suspiro que lo hizo frotarse la
frente mientras miraba su regazo.
—Lo siento. Solo lo mantuve en secreto porque me da vergüenza y soy
más lista que eso —dije—. Te quiero, y significas el mundo para mí. No
quiero estropear nada.
Por el rabillo del ojo, pude ver la mirada de Connie yendo y viniendo
entre Boogie y yo. Richard estaba haciendo lo mismo, todavía bebiendo ese
refresco de naranja. Ninguno de nosotros dijo una palabra durante mucho
tiempo.
Hasta que Boogie rompió el silencio con otro suspiro antes de levantar
la cabeza y mirarme con una pequeña y cautelosa sonrisa en su rostro que
me dijo que todo iba a estar bien.
—No puedes evitar a quien amas a veces, incluso si sabes que tal vez
no deberías o que va a doler.
Bueno, mierda. Supongo que de alguna manera nunca lo había
pensado así con él. Todavía no me gustaba su futura esposa, pero…
—Es mi mejor amigo, pero tú también, B. Es un poco jodidamente
extraño, es muy jodidamente extraño, pero… —Suspiró una vez más—.
¿De verdad estás bien?
—Me lastimé a mí misma, lo prometo.
Porque eso era exactamente lo que había sucedido. Me había
lastimado. Podía admitirlo.
Pero lo iba a arreglar. Iba a estar bien.
417
VEINTICUATRO
—¿Qué diablos tienes en el rostro?
Me di la vuelta por completo y le sonreí a Trev en las gradas detrás de
nosotros, sentado al final de la fila en la que estaban la señora Travis y
Paw-Paw.
Ya les había dado un abrazo a Paw-Paw y a la señora Travis. Boogie
me había enviado un mensaje cuando estaba de camino con ellos, y me
había dirigido arriba para esperar su llegada, antes de liderar el camino
por los escalones frontales para intentar detener la caída de Paw-Paw en
caso de perder el equilibrio.
El hombre mayor se había reído agradable y profundamente cuando
se había dado cuenta de que era yo quien estaba allí para recibirlos.
Levantando mis manos, hice girar el falso bigote azul que Connie
había pegado a mi labio superior justo antes de que saliéramos de su casa.
—No lo sé, pero me gusta —le dije a Trevor.
El hombre suspiró y observó a mi hermana cuando se dio la vuelta. 418
Todo su rostro estaba cubierto de pintura azul, en lugar de rojo como el
mío, y tenía un bigote blanco que se curvaba en los extremos hasta la
mitad de sus mejillas. Lo había llamado viejo bigote de buscador. Su
esposo, Richard, por otro lado, tenía el rostro blanco con un bigote rojo.
Éramos trillizos. Solo Boogie, que estaba sentado en nuestra fila, no tenía
nada en el rostro. Sin embargo, vestía una camiseta de TRAVIS, remetida
en sus vaqueros perfectamente planchados. Connie y yo nos habíamos
reído de él y nos había enseñado el dedo medio.
Trevor negó e incluso podría haber puesto los ojos en blanco, pero eso
me hizo sonreír. Para entonces sabía que no era un gesto feo. Eran sus
ojos en blanco de “supongo que puedo tolerarte”.
Básicamente, le gustó mucho, mucho.
Connie me golpeó en el brazo entonces, y me volví para mirar a
Boogie, con quien no había tenido la oportunidad de hablar desde la noche
anterior, cuando nos habíamos visto por última vez. Solo nos habíamos
abrazado cuando me había encontrado con él en el puesto de comida
porque había estado muy ocupada hablando con Paw-Paw. Ahora estaba
mirando hacia delante y le di un codazo.
—¿Boog?
¿Estaba pensando en Zac y en mí?
Mi primo me devolvió el codazo.
—Estoy bien —respondió, todavía mirando hacia delante, como si
supiera exactamente lo que estaba preguntando.
—¿Estás seguro? —susurré para que mi hermana, con suerte, no
pudiera oír. No estaba segura de qué haría si decía que no estaba bien,
pero… solo podía esperar que no hubiera estado mintiendo anoche.
Había repasado las partes de la conversación que él y Zac habían
tenido, al menos las partes que logré asimilar, y me había mantenido
despierta durante unas horas una vez regresamos a casa de Connie.
Boogie había parecido estar bien cuando había regresado a la bolera
después de irse Zac, pero no había querido presionarlo más de lo que
potencialmente podríamos haberlo hecho ya. Mi boca había hormigueado
durante un rato después de su beso de despedida. Zac y yo nos habíamos
sentado en su auto durante al menos media hora mientras me hablaba de
CJ (había hecho un pastel medio decente mientras yo estaba fuera) y
algún otro chisme sobre un par de jugadores que había conocido la noche
de la fiesta de Halloween. Admitió que Trevor fue quien compró la parte de
Gunner del gimnasio después de que le mencionara las noticias de Deepa.
Al parecer, el gimnasio era una buena inversión.
Incluso dijo que el chico Enzo, el hombre que había estado en la fiesta
de Halloween con Jessica, se había puesto en contacto con él y disculpado
por sus acciones. Estaban casados, pero al parecer no por mucho más
tiempo. Tenía que haber más en esa historia, pero Zac no había 419
preguntado. No lo culpaba.
En todo caso, sentarme en su auto y hablar con él no solo había
cimentado el hecho de que no solo era mi mejor amigo, sino que lo amaba
con todo mi corazón.
Y si él también me amaba, lo cual parecía absolutamente como si lo
hiciera, entonces necesitaba aferrarme a eso con ambas manos y nunca
dejarlo ir. Tal vez todo era nuevo, reciente y maravilloso, y tal vez debería
haber estado totalmente conmocionada —lo estaba a medias—, pero la
verdad era que lo veía. Podía sentirlo. Así que, ¿qué iba a hacer? ¿No
aceptarlo?
Diablos, no.
Pero, más que nada, quería a Boogie y Boogie me quería. No quería
elegir, y esperaba que nunca me lo pidiera, especialmente cuando quería a
la misma persona que yo.
Mi primo me miró por encima del hombro, y me dio una sonrisa que
era un poco reacia, pero solo un poquito.
—Me preparé mentalmente para la posibilidad de esto cuando tenías
diecisiete años —admitió—. Entonces ustedes dos dejaron de hablar y se
me olvidó, y he estado tan ocupado que lo olvidé. No presté atención.
Parpadeé.
—¿Lo hiciste?
—Sí. —Me dio un codazo de nuevo—. Siempre te ha amado y se ha
preocupado por ti, B. Igual que tú. —Se encogió de hombros y puso los
ojos en blanco antes de deslizarme otra mirada y otro codazo—. No estaba
seguro de que fuera a suceder, sabes, pero incluso Laurie lo mencionó.
Mamá Lupe dijo algo justo antes de morir también. No recuerdo lo que
estaban haciendo ustedes dos, estaban pintando su habitación o algo, y él
estaba allí, y podíamos oírlos reír, creo, y ella me dijo que no estuviera
celoso; no estaba celoso, B. Nunca estuve celoso de ustedes dos. Nunca. Y
ella dijo que algunas cosas están destinadas a ser o algo así.
»Lo pensé en ese entonces. Los veía juntos, y sí, se llevaban muy bien.
Pensé que si algo sucedía, pasaría en mucho tiempo desde entonces, y que
tal vez nunca pasaría nada de todos modos. No te miraba así en ese
entonces, pero sabía cómo te sentías. Y supongo que lo he pensado un
poco desde ayer cuando me dijiste cómo te sentías y… supongo que mamá
Lupe tenía razón. Algunas cosas están destinadas a ser. ¿Cuáles eran las
posibilidades de que él resultara estar en Houston? Casi se había ido a
Dallas a entrenar. Ese había sido el plan hasta el día anterior a su partida,
y luego cambió de opinión.
La oscura mirada de Boogie se movió hacia mí y soltó una pequeña
carcajada.
420
—Nunca quisiste que hablara de eso, pero él preguntaba por ti todo el
tiempo, enana. Incluso cuando pensó que ya no querías ser su amiga,
preguntaba cómo te iba. Nunca se olvidó de ti. Recuerdo que, por un
tiempo, sus sentimientos estuvieron heridos cuando perdieron el contacto,
pero luego los dos se fueron e hicieron lo suyo y pareció estar bien. —Sus
hombros se levantaron—. Quizás él no llegó a mi vida por mí. Empiezo a
pensar que tal vez fue por ti.
Iba a necesitar tumbarme, pronto. Pero no había ningún lugar limpio,
así que iba a tener que mantenerme bajo control incluso cuando mi
mundo se estaba sacudiendo un poco en ese momento.
—O tal vez se suponía que debía estar en las vidas de los dos.
Boogie sonrió.
—¿Pero te parece bien? —pregunté en voz baja—. Porque si no… —
¿Qué diablos haría? ¿Rogar? ¿Implorar?
—Basta. —Boogie me dio otra mirada larga como si pensara que
estaba siendo una molestia—. Sé lo que ha hecho. Lo conozco. Y también
te conozco. Y supongo que si hubiera podido elegir a alguien para ti, no
sería Zac.
—¿Quién sería?
—Jesús.
Me apoyé contra él mientras resoplaba.
Le di otro codazo, pero la parte de su boca que podía ver se curvó en
una sonrisa.
—Pero supongo que sería mi segunda opción. Sé que te ama. Lo vi
con mis propios ojos las últimas veces que salimos. No quería verlo, pero lo
hice. Lo hago. Entonces se puso esa camiseta antes, y si hubiera tenido
alguna duda, hubiera desaparecido en ese momento.
¿Lo vio?
Pero espera…
—¿Qué camiseta llevaba?
Mi primo soltó un suspiro mientras sacaba el teléfono de su bolsillo.
Un momento después, tenía abierta la aplicación TSN y se estaba
reproduciendo un anuncio.
—Dale un segundo —advirtió cuando lo miré. Era un video breve
previo al juego y, un segundo después, las imágenes se movieron a los
jugadores entrando en el estadio.
En el segundo en que aparecieron, fue el único que importaba.
Y cuando vi de lo que estaba hablando Boog, mis rodillas se
debilitaron.
421
Llevaba una camiseta que nunca había visto antes, una azul con
enormes letras blancas que decían: “THE LAZY BAKER”.
Yo. Me estaba llevando.
—¿Ves? —cuestionó antes de chocar su cadera contra la mía—. Pero
de verdad, hablaba en serio sobre esa regla básica, así que ustedes dos
deben resolverlo.
—Gracias por aceptarlo —murmuré mientras seguía mirando la
pantalla de su celular hasta que se enfocaron en la llegada de otro jugador.
¿Había hecho la camiseta? ¿La había ordenado? No era como si
importara, pero no pude evitar sentir esta increíble y abrumadora descarga
de amor puro llenando mis venas por lo que había hecho.
Y no había dicho nada.
—¿Qué voy a hacer? ¿Decirles a los dos que no sean felices? Amarte,
B, es lo más fácil del mundo. Nunca tuvo una oportunidad —dijo Boogie,
haciendo que alzara el rostro para mirar el suyo que tanto amaba. Dejé a
un lado a Zac y su camiseta por un minuto—. Algunas cosas funcionan
bien por sí solas, pero otras funcionan mejor juntas, como el queso y las
hamburguesas.
Asentí, manteniendo los ojos muy abiertos para no llorar todavía.
—Las hamburguesas con queso son increíbles.
Mi primo sonrió. Empujé un poco su hombro y me devolvió el
empujón.
—Le dije a Liz esa noche después de que lo dejaras en el hospital que
iba a ser una cuestión de tiempo.
Boogie y yo nos volvimos hacia la fila de arriba para encontrar a Paw-
Paw con una sonrisa en su rostro. Fue él quien hizo el comentario. Liz era
el nombre de pila de la madre de Zac.
—Paw-Paw —gimió la señora Travis desde su lugar junto a él. Tenía
un tatuaje temporal en la mejilla con el número 4 de Zac y su camiseta
debajo de la chaqueta.
El hombre mayor puso sus palmas sobre su pecho, cubriendo el logo
de los White Oaks de la chaqueta gruesa que tenía puesta.
—Lo dije. No estoy mintiendo. La última vez que Zac vino y nos contó
todo sobre Bianca, ¿no lo dije de nuevo?
Ella dejó escapar un suspiro y me miró con una leve sonrisa.
—Lo hiciste.
Oh, hombre. Ni siquiera había pensado en quedarme callada o decirle
a Paw-Paw o a la señora Travis sobre… nosotros, no cuando fue solo ayer
que Zac dijo algo.
422
¿Quizás Zac había querido decirles? Tal vez… ¿no quería que lo
supieran?
Nah.
Bueno, ahora era demasiado tarde.
Juntando mis manos, miré a ambos con esperanza en mi corazón.
—¿Les parece bien que Zac y yo nos veamos?
—Van a estar haciendo más que verse —se burló mi jodida hermana
en voz baja mientras fingía mirar hacia el campo, pero no aparté mis ojos
de los dos miembros de la familia Travis. En su lugar, le di una patada en
la pierna.
—Sí —confirmó la señora Travis, esa leve sonrisa convirtiéndose en
una feroz—. Necesito ayuda para mantener a ese chico a raya. Espero que
estés preparada para ello.
Estaba dispuesta a hacerlo, y se lo dije con una carcajada.
Un segundo después, mi teléfono vibró desde el interior de mi bolsillo,
y lo saqué, preguntándome quién me estaría enviando un mensaje.
¿Deepa?
El nombre en la pantalla me dejó helada.
ZAC EL SNACK PACK: ¿Están aquí?
Sonreí a mi pantalla.
Yo: Sí. Paw-Paw y tu mamá están detrás de nosotros.
Yo: Por cierto, Connie me pegó un bigote en el rostro.
Recibí una respuesta casi de inmediato.
ZAC EL SNACK PACK: ¿¿Bigote??
Yo: Uno azul. Creo que Trevor pudo haber hecho la señal de la
cruz cuando lo vio.
Estaba escribiendo una respuesta antes de que yo presionara Enviar
en mi segundo mensaje.
ZAC EL SNACK PACK: Siempre me gustaron los bigotes
Me reí.
Yo: Entonces te espera un regalo. Es uno bueno.
Yo: Además, hoy te va a ir muy bien. Estoy tan orgullosa de ti, al
igual que todos los demás.
Casi esperaba no recibir una respuesta de él, pero mi teléfono vibró
después de aproximadamente un minuto con un nuevo mensaje.
ZAC EL SNACK PACK: En ese caso, voy a esforzarme incluso más
para no decepcionarlos.
Mi corazón se apretó. 423
Yo: Nunca podrías decepcionarnos. E incluso si no ganas y el
equipo no va a los playoffs, estás invitado a ir a Disney World conmigo
una vez que reprograme mi viaje.
ZAC EL SNACK PACK: Se supone que solo vayas allí si lo ganas
todo.
Yo: Estás ganando solo por estar donde estás ahora.
El icono de escritura permaneció en la pantalla durante casi un
minuto antes de que recibiera otro mensaje.
ZAC EL SNACK PACK: Tienes razón.
ZAC EL SNACK PACK: Sigue a Trev después del juego, ¿de
acuerdo?
ZAC EL SNACK PACK: Te amo, chica.
“Te amo, chica”, dijo él, como lo había dicho cientos de veces antes.
Lo que hacía.
Pero entonces lo leí en su mensaje. La diferencia. No estaba segura de
cómo podía explicar el matiz, pero estaba allí, tan diferente como el día y la
noche.
Me amaba. A mí. Y lo decía en serio.
Pensé en eso hasta que salió corriendo al campo con sus compañeros
de equipo, algunos de los cuales ahora también eran amigos míos, para
jugar otro gran e importante partido en el que la mayoría de los
comentaristas apostaban por los Three Hundreds porque habían tenido
una temporada un poco mejor.
Zac era demasiado amable para restregar algo por el rostro de
alguien, bueno, la mayor parte del tiempo, pero yo esperaba que lloraran
lágrimas silenciosas cuando ganaran los White Oaks.
Me paré en las gradas con mi primo a un lado y mi hermana y
Richard al otro, y Paw-Paw, la mamá y el mánager de Zac directamente
detrás de mí, vitoreando tan fuerte como todos en el estadio mientras el
juego se preparaba para empezar. Y estuvimos así durante mucho tiempo.
Durante todo el juego.
Porque fue estresante como el infierno. Los Three Hundreds estaban
decididos a demostrar algo. Desafortunadamente para ellos, también lo
hacían los White Oaks.
Durante tres cuartos, los equipos estuvieron casi a la par. Los Three
Hundreds marcarían y luego los White Oaks harían lo mismo. Todos los
fanáticos en el estadio gritaban hacia el campo por derribos, balones
sueltos e intercepciones.
424
Y entonces, cuando quedaban menos de cincuenta y cinco segundos
en el reloj, Zac y Amari lo hicieron.
Anotaron.
Habían ganado.
GANARON.
Y casi todo el mundo se volvió loco.
Boogie y yo nos abrazamos, y estoy segura de que Connie y yo nos
abrazamos mientras saltábamos. Richard y yo nos agarramos por los
hombros y nos gritamos al rostro tan fuerte que los tapones para los oídos
que me había puesto al comienzo del juego no hicieron mucho. Abracé a
Paw-Paw y a la señora Travis también. Él tenía lágrimas en los ojos y ella
estaba llorando, así que los abracé de nuevo.
Fue entonces cuando Trevor me agarró de la muñeca e hizo un gesto
para decirme que lo siguiera. Señalé a la familia Travis, pero Paw-Paw me
indicó que fuera sola. Trev me condujo a través de un laberinto de
personas, alrededor de una barricada, por unas escaleras y por un puesto
de control mientras los fanáticos de los White Oaks se volvían locos con su
victoria.
Era un paso más hacia los playoffs.
—¡Bianca! —gritó una voz alrededor del guardia de seguridad.
Era Zac, sosteniendo su casco en una mano mientras un jugador tras
otro pasaba junto a él, dándole palmadas en el hombro, aullando y
gritando mientras avanzaban por el túnel oscuro al que nos habíamos
acercado. Su rostro estaba rosado y su cabello estaba enmarañado, pero
se veía feliz, vivo y asombroso.
Lo que recordaría por el resto de mi vida sería encontrarme con él a
mitad de camino y cómo me sostuvo con sus brazos bajo mi culo después
de atraerme, sonriendo muy ampliamente mientras lo abrazaba y besaba
sus mejillas, su boca y sus mejillas un poco más.
—¡Sabía que lo ibas a hacer! ¡Jodidamente sabía que lo ibas a hacer!
—exclamé, presionando mi boca contra su oreja húmeda para no tener que
gritarle en el rostro por el ruido ensordecedor de los fans aún volviéndose
locos.
Se apartó un poco y me sonrió, la sonrisa más grande hasta la fecha,
probablemente en la existencia. Su mano se movió y palmeó mi mejilla
mientras su mirada recorría mi rostro pintado, esa perfecta sonrisa todavía
estaba ahí. Toda para mí.
—¿Cómo me veo?
Pasó la yema de su dedo por mi bigote falso.
—Como lo mejor que he visto en mi vida.
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Y luego me besó de nuevo.
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