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PASCO-2023
La nueva retórica de Perelman, como estudio de las herramientas necesarias para tomar
decisiones en torno a los valores, y no para se emplea elegir entre lo verdadero y lo falso,
como si se tratase de una hipótesis científica que se pretende corroborar, es decir, en
aquellas tesis generalmente aceptadas por todos en un contexto pero que sirven
solamente como punto de partida para tomar decisiones y para provocar la acción del
otro.
La forma como se asume el uso del lenguaje tanto en lógica formal como en la nueva
retórica. Podríamos sostener que entre más se sistematizó la lógica más se descuidaron
los problemas concernientes al manejo del lenguaje ordinario. Así, en lógica formal el
lenguaje tiene que ser siempre unívoco y explícito. Pero el lenguaje ordinario, propio de la
argumentación, nunca es explícito; en él, el sentido de una noción siempre lleva implícito
un sinnúmero de concepciones que la hacen más bien confusa, y siempre se hace
necesaria la argumentación retórica para la escogencia y decisión de un de ellas (esto es,
de las concepciones que se asocian a dicha noción) como la más razonable en una
situación dada.
Por otra parte, el ejercicio de “justificación externa”, al que según hemos dicho se acude
frente a casos difíciles, estaría en función, no de la corrección o fundamentación de la
norma, con el propósito de mantener la univocidad y coherencia lógica una decisión
tomada (McCormick), sino para determinar en qué casos es indispensable ampliar el
sentido literal o formal de una norma y a veces limitarlo, en función del espíritu que le dio
el legislador
Concluimos, refiere al que el juez desempeña en el marco de los casos difíciles, es decir,
de quien, además de tomar una decisión, debe motivarla frente al auditorio. si limitamos la
labor del juez al ejercicio de la justificación lógico-formal de una decisión, estaría más
cerca de ser un lógico o autómata que un juez. Esto teniendo en cuenta dos elementos:
primero, una decisión judicial no se toma en el vacío o el solo marco de estructuras
formales, sino en un contexto y en función de un auditorio, por lo tanto, las decisiones
tomadas deben ser justificadas y, como hemos dicho, motivadas; segundo, a juicio de
Perelman, la labor del juez no es, en estricto sentido, imparcial, y mucho menos
ahistórica: pues este está llamado a representar y defender precisamente los valores de
una comunidad concreta que lo ha “legitimado” para tales propósitos, por lo es que
determinante su responsabilidad e integridad. Al respecto las razones que da para
justificar su decisión y para rechazar las objeciones reales o eventuales que se le podrían
oponer, suministran una muestra de razonamiento práctico, mostrando que su decisión es
justa y conforme al derecho, es decir, que la misma toma en cuenta todas las directivas
que le ha dado el sistema de derecho que él está encargado de aplicar sistema del cual
ha recibido su autoridad y su competencia, sin faltar a las obligaciones que le impone su
conciencia de hombre honesto.
La estructura del argumentación jurídico, la cual tiene una apariencia lógica, aun cuando
no se trata de una inferencia deductiva. En realidad, solamente reproduce de manera
sintetizada el proceso que se conoce como subsunción de los hechos en la norma para
producir una norma individualizada aplicable al caso concreto. Esta forma de
razonamiento constituye un procedimiento de comparación, que tiene una estructura
parecida a la del silogismo, por lo que tradicionalmente es denominado “silogismo
jurídico”. La conclusión sobre la aplicación de la norma se sigue de las premisas de
conformidad con las reglas de inferencia aceptadas por el sistema jurídico. La
reconstrucción silogística de la justificación tiene por objeto demostrar la correspondencia
entre la norma y el caso que justifica la subsunción de los hechos, así como el deber de
aplicar la norma. Más que la interpretación, representa la forma del razonamiento jurídico.
Para nuestro Tribunal “La sentencia exterioriza una decisión jurisdiccional del Estado,
consta en un instrumento público, y es la materialización de la tutela jurisdiccional que
llena su función al consagrar un derecho mediante una declaración afirmada de que la
relación sustancial discutida se encuentra en los presupuestos legales abstractos, y como
consecuencia de lo cual, establece, en la sentencia una norma concreta para las partes,
de obligatorio cumplimiento.
Objeto de la prueba.
Lo que debe probarse son los hechos, no el Derecho. Deben acreditarse los
hechos jurídicos en general y los actos jurídicos en particular. El Derecho, de
acuerdo a lo dispuesto en el artículo 8 del Código Civil, no necesita probarse.
Lo anterior tiene dos excepciones:
a) Cuando la norma de Derecho emana de la costumbre: deberá probarse
mediante cualquier medio de prueba, en el ámbito civil; y a través de los dos
medios de prueba que establece el Código de Comercio, en el ámbito mercantil
(algunos afirman, sin embargo, que se trata de una excepción aparente, pues lo
que debe probarse son los hechos que sirven de supuesto para la existencia de la
costumbre).
b) Cuando la norma de Derecho está contenida en la ley extranjera.
El artículo 411 número 2 del Código de Procedimiento Civil establece que podrá
oírse informe de peritos sobre puntos de derecho relativos a una legislación
extranjera.
.
El “Onus probandi” o carga o peso de la prueba.
“Onus” viene del latín, y significa la carga que portaban las mulas. De ahí que se
hable de “la carga de la prueba”. La necesidad de probar no es jurídicamente una
obligación, sino una carga. La obligación consiste en un vínculo jurídico que
implica la subordinación de un interés del obligado al interés de otra persona, so
pena de sanción si la subordinación se infringe; la carga, en cambio, supone la
subordinación de uno o más intereses del titular de ellos a otro interés del mismo.
Por lo tanto, el litigante no está obligado a probar, la ley no lo obliga a ello; pero si
no proporciona la prueba, sus pretensiones no serán acogidas por el juez.
5.Criterios del análisis del texto jurídico, criterios para redactar textos jurídicos
El profesional del derecho debe tener en cuenta que los estudios generales de lenguaje
son la base de su carrera para poder emprender adecuadamente el estudio del derecho.
El primer criterio es que conozcan los aspectos generales de la gramática castellana para
poder aplicar de manera correcta el uso de los signos de puntuación y la coherencia en la
sintaxis de sus escritos.
El tercer criterio recae en el abogado, pues debe saber escribir bien. Es aquí donde un
curso de redacción general ayudaría mucho. Pero si uno, no llegó a realizarlo mientras
cursaba la carrera de Derecho, entonces debería empezar por hacerlo. Algo que olvidan
la gran mayoría de abogados, es que tienen a su alcance la predisposición para poder
escribir, ya sean poemas, cuentos, pensamientos, etc. Si el profesional del derecho
comienza a hacer de la escritura un hábito, la misma práctica le ayudará a relacionarse
mejor con la terminología y a la hora de redactar un documento, verá sus progresos
cuando empiece a darse cuenta por sí mismo, que su redacción es entendible y
coherente. Uno de los secretos para obtener una buena redacción, es la práctica; de este
modo, al redactar sus demandas, denuncias, minutas, etc., dejará no solo una buena
impresión en sus documentos, sino una calidad legible que lo diferenciará de los otros
profesionales.
La redacción debe ser clara y precisa, debe abstenerse de emplear una imperiosa
y elegante gama de metáforas. Lo que se plasme y exprese en el escrito, deben
ser enunciados de fácil comprensión para quien los lee.
Queda por demás recordar que los escritos y documentos jurídicos de mejor
trayectoria y reconocimiento, fueron redactados por profesionales del derecho que
constantemente llegaron a explorar las cavilaciones más profundas de lo que
concierne al estudio de la sintaxis y la gramática, logrando desarrollar una correcta
función. Empero, esta función para el profesional del derecho, no es nada fácil,
sobre todo porque el abogado debe comenzar a interesarse en el lenguaje y poder
enriquecerse de todo lo que le ofrece, no en vano Nietzsche decía “el que
encuentra el lenguaje interesante, por sí mismo se distingue de quien no lo admite
más que como medio de pensamientos interesantes.”
El derecho debe y tiene que expresarse a través del uso del lenguaje común,
reconociendo sus reglas y captando sus pautas. No se trata aquí, que el abogado
requiera de “otra lengua” para poder expresarse, pero si requiere de un amplio
vocabulario común y jurídico. El derecho como una ciencia social, necesariamente
ha de expresarse en el lenguaje que la sociedad emplea.
La finalidad del estilo dentro del lenguaje jurídico, no es otra más que convencer o
persuadir a los destinatarios del derecho que se pretende obtener. Para esto,
notamos que Olivecrona Karl, considera que el lenguaje jurídico siempre emplea
un estilo persuasivo, al indicar: “ El propósito de todas las disposiciones jurídicas,
pronunciamientos judiciales, contratos y otros actos jurídicos, es influir en la
conducta de los hombres y dirigirla de ciertas maneras. El lenguaje jurídico tiene
que ser considerado como un medio para este fin, es un instrumento de control
social y de comunicación social. Podemos llamarlo lenguaje directorio, por
oposición al lenguaje informativo.”
Antiguamente las leyes empleaban un lenguaje que estaba dirigido a conmover los
sentimientos de las personas para crearles una consciencia colectiva en
determinados casos. Se trataba de un lenguaje legal, que consistía en una oratoria
sentimentalista. Un ejemplo claro se daba en la legislación penal, cuando se
utilizaba fuertes epítetos sobre la atrocidad en ciertos delitos (los de lesa majestad
y los perpetrados contra la religión y la moral). De este modo, el estilo persuasivo
que empleaban en los documentos de la antigua legislación penal, buscaba
hacerse respetar recurriendo a la pompa de un lenguaje mayestático.