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El hombre del momento era José Miguel Infante, obsesionado ahora con la idea del
federalismo. Bajo su influencia, el Congreso Constituyente de 1826 creó en las
provincias asambleas elegidas y debatió el borrador de una Constitución federal. El
momento no era precisamente el más ideal para tales cambios radicales. Intermitentes
desórdenes locales y una creciente falta de disciplina en el ejército se habían
combinado para entonces, creando una atmósfera de incertidumbre. La hostilidad del
congreso hacia el poder ejecutivo se encontraba en su punto álgido. Ninguno de los dos
sucesores de Frei como Presidente (el título de director supremo ya no se usaba) pudo
soportar la presión.
Para entonces, ya estaba claro que se necesitaba otro Congreso Constituyente -el
cuarto en cinco años-. Con la ayuda de un distinguido liberal español, José Joaquín de
Mora, vio la luz una nueva Constitución (agosto de 1828), un elegante documento
admirado durante mucho tiempo después por los liberales chilenos. Esta mantenía las
asambleas provinciales inspiradas en el federalismo, pocas de las cual realmente
estaban en funcionamiento. El General Francisco Antonio Pinto, el nuevo presidente,
deseoso de consolidar un régimen liberal estable. Junto con un prominente
conservador, Francisco Ruiz Tagle, como ministro de hacienda, y con el apoyo del
general Joaquín Prieto. Desgraciadamente para Pinto, los mismos liberales (los pipiolos,
como se les apodó) seguían siendo presos de su propio fanatismo, mientras que el
fiasco federalista había endurecido la oposición conservadora (pelucones).
¿A qué se refiere el autor cuando habla de “experimento político” por parte de la elite
dirigente del periodo?, ¿Cuáles son esos “experimentos” ?, describa una característica
de cada uno.