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¿Por qué importa el legado?

Un legado malo limitará la habilidad de nuestros hijos y nietos de responder


asertivamente ante la vida. Un buen legado los preparará para los retos y les dará
las herramientas necesarias para afrontar los días malos.   

Si no vivimos pensando generacionalmente, no daremos la ventaja a nuestros hijos


de empezar su vida en un mejor lugar; en un escalón más alto. Un mal legado, en el
mejor de los casos, requerirá de mucho esfuerzo de parte de nuestros hijos
para remontar lo vivido.  

Un mal legado heredará un dominó de consecuencias negativas. Si no tomamos


decisiones con sentido generacional, es posible que algunas consecuencias de estas
decisiones afecten negativamente a nuestros hijos y nietos.  

Sin un buen legado, no hay un camino que guíe a las nuevas generaciones. Quienes
marcan un legado en el corazón de sus hijos, definen un camino, una visión,
un grupo de valores, una identidad que los ayudará a estar menos propensos a
perderse en medio de un mundo lleno de tantas distracciones. 

Piense sobre su siguiente generación. Imagine sus rostros. ¿Quiénes son los
herederos de su legado? Piense en aquellos que gritarán desde la puerta “estás aquí
abriendo camino para mí”, y pregúntese… “¿a dónde quiere dejarlos?”  

En esta etapa de mi vida, Dios me da la oportunidad diaria de cruzar caminos con gente de
todas partes (literalmente) y de ayudar a responder muchas preguntas sobre la
vida.  Diariamente hablo con muchos padres de familia, especialmente papás, que se
preguntan constantemente cuál es el aporte que podemos hacer a la vida de nuestros hijos
e hijas. Yo mismo me pregunto todo el tiempo, ¿cuál es el mejor legado que puedo
darles o la mejor lección que puedo enseñarles mientras están creciendo a mi
lado?

Al ver crecer a mis dos hijos varones, he podido llegar a algunas conclusiones que me han
ayudado a guiar mis esfuerzos y a fortalecer mi relación diaria con ellos. Acá comparto con
todo respeto, esperando que lo que he recibido de otros, y lo que yo he podido descubrir,
talvez pueda ayudarle a usted también. 

1. Un legado de amor incondicional 


Primero, me he establecido la meta clara de que mis hijos sepan y entiendan que mi amor
de padre por ellos es real e incondicional. Esto significa que ellos no deben hacer
nada para ganar o merecer mi amor, y que mi amor no cambia aun cuando
mis hijos decidan vivir una vida alejada de nuestros valores familiares. Esto es
algo que no es fácil de balancear, ya que nuestro rol demanda justicia y disciplina como un
aspecto clave de nuestro deber como padres responsables, y como una muestra del amor
que sentimos por nuestros hijos. 

Mis hijos, por ejemplo, saben que los amo entrañablemente sin importar lo que pase entre
nosotros, pero también saben que en nuestra familia hay normas y valores que deben
respetarse, y que el no cumplir con estas normas, traerá consecuencias. Amar
incondicionalmente, no solo es demostrar afecto en palabra y acción, es
también solicitar que rindan cuentas y cumplan con sus responsabilidades. 
Vivimos en una esta época de “diversidad y tolerancia”, en la que se nos vende la idea de
que debemos “vivir y dejar vivir”. Sin embargo, el amor incondicional se manifiesta
por medio de una relación honesta, en la que nuestros seres amados tienen
claro cuáles son nuestros valores y qué está permitido en el hogar. Al mismo
tiempo, hay aceptación y respeto mutuo por las decisiones que nuestros hijos toman
conforme ganan independencia, y demostración de afecto y apoyo con límites bien
establecidos en el hogar paterno. 

Lograr la meta del amor incondicional me permitirá establecer el fundamento para un


legado perdurable y sólido, y para una relación balanceada con mis hijos, que algún día
serán adultos. Cuando ese momento llegue, yo seré una más de las voces que ellos
escucharán, y la autoridad que tengo ahora, se convertirá en influencia. Esta influencia los
acompañará por medio de mi legado en sus mentes y sus corazones.

2. Un legado de responsabilidad e independencia


Segundo, en la construcción de ese legado, me he propuesto heredar a mis hijos la
capacidad de desarrollar responsabilidad e independencia. Quiero enseñar a mis hijos
a vivir de forma exitosa y útil, a amar y servir a otros, a tomar decisiones, a
asumir las consecuencias, a saber que pueden contar conmigo y que, al mismo
tiempo, no me necesitan. Quiero guiar a mis hijos para que sean hombres que aman a
Dios y a su familia, que ponen a sus esposas e hijos delante de mí, que son capaces de
reconocer sus errores y pedir perdón, ofrecer disculpas, restaurar relaciones y seguir
adelante.

Aquí y ahora, hago mi mayor esfuerzo para demostrar a mis hijos con mi
ejemplo, cómo tratar a sus esposas y honrar a sus familias en el futuro.  Hago
mi trabajo delante de ellos con responsabilidad y empeño, vivo mi fe de forma práctica y
aplicable al día a día, tengo conversaciones con ellos, pasamos tiempo juntos jugando,
limpiando, haciendo tarea, practicando deporte, sirviendo a otros, leyendo, viendo
televisión, aprendiendo, soñando, cantando, viviendo. 

Jamás me atrevería a decir que lo logro todo el tiempo, o que soy el mejor ejemplo. A veces
me cuesta encontrar la armonía entre mis obligaciones y mi familia. A veces me enojo, me
estreso y grito, digo lo que no es correcto, hago lo que no está bien. Cuando eso sucede,
trato de reparar el daño y ofrecer disculpas a ellos, y delante de ellos. Explico
mis malas acciones, aclaro dónde estuvo el error y cómo pude haberlo hecho
mejor. Soy honesto delante de mis hijos, ellos saben que no soy perfecto, pero tienen claro
que los amo con todo, y que cada acción tiene el propósito de dar una lección. 

Ver a mis hijos crecer es una gran aventura. Ayudarles a ser independientes y a


asumir la responsabilidad de sus acciones, así como asumir compromisos y
encontrar su llamado en la vida, es muy emocionante.  Al mismo tiempo, es un
esfuerzo que requiere paciencia y fortaleza. Todo inicia con cosas pequeñas como:
amarrarse los zapatos, recoger sus cosas, arreglar su cama. Las primeras veces no lo harán
bien, y nos veremos tentados por la prisa o el afán de perfección a hacer las cosas por ellos,
pero eso nos roba la oportunidad de enseñar la importancia de ser capaz e independiente,
de aprender con paciencia hasta lograr el éxito.

Tareas escolares, escoger cómo vestirse, practicar un deporte, la lectura, la música, son
todas cosas importantes para fomentar y acompañar, guiar decisiones y dejar espacio para
el aprendizaje. Incluir a nuestros hijos en la toma de decisiones al informarles primero,
luego escuchar su parecer y, finalmente, sentarnos a discutir y a decidir lo que también les
afecta.

Amor incondicional, responsabilidad e independencia, son una inversión en la vida de


nuestros hijos que requiere tiempo, talento y tesoro. Sin embargo, no puedo pensar en una
inversión más perdurable y que dé mejor retorno para mí y para la humanidad. Mejores
personas, hacen mejores familias. Mejores familias hacen mejores comunidades,
ciudades, países, una mejor sociedad para todos.

Por la familia TODO

En Enfoque a la Familia creemos que la familia es la base fundamental de la


sociedad. La familia es la que proporciona la socialización temprana de los
individuos, en ella se transmiten los valores a las nuevas generaciones y se fijan las
formas de comportamiento para la sana convivencia.

Creemos que el diseño divino del matrimonio, es la unión para toda la vida de un
hombre y una mujer; y que es bajo esta estructura familiar en la que mejor se
cumplen los objetivos fundamentales de la familia, es decir, lograr el bienestar
integral de sus miembros, la procreación y el desarrollo y educación de los hijos.

Somos apasionados defendiendo a la familia, porque la historia ha demostrado que


si nuestros hogares son débiles y no procuramos su bienestar, tendremos
consecuencias desfavorables: desatendemos a los hijos, permitimos que los jóvenes
abandonen los estudios, facilitamos que nuestros adolescentes caigan en adicciones
y pasamos por alto la violencia intrafamiliar. En cambio, si luchamos para que
nuestras familias sean familias sanas, tendremos como resultado sociedades
fuertes, saludables y sostenibles.

Es obvio que numerosas familias, independientemente de su estructura, enfrentan


serias dificultades y carencias. Cada vez con mayor frecuencia se observa el
deterioro de los vínculos familiares, la disfuncionalidad en los hogares y su
eventual desintegración. Dentro de los flagelos que aquejan a las familias se
reconocen diversas problemáticas: violencia intrafamiliar, abuso de alcohol u otras
sustancias, divorcio, embarazo adolescente y deserción escolar, por mencionar
algunas.

De la misma manera, y vinculados a estos problemas al interior de la familia,


numerosos factores de carácter exógeno golpean los hogares, tales como:
desempleo, desigualdad social, pobreza, violencia social y deterioro de servicios
básicos de educación y salud, etc.

Claramente es posible deducir que de acuerdo al tipo de estructura familiar se


tenderá a enfrentar retos particulares inherentes a cada estructura, sin embargo,
más que la estructura, será la capacidad que tenga cada familia como unidad, lo
que definirá si, en medio de esas dificultades, se desarrollará o no una familia
funcional y saludable.

Por ejemplo, se ha comprobado que el rendimiento escolar es superior cuando el


grado de apoyo, estímulo y la salud general de la base familiar es fuerte, lo que
previene la deserción de las aulas.
Por otro lado, estudios en diferentes países indican que el índice de delincuencia,
consumo de drogas y embarazo adolescente disminuye cuando se dan esas
condiciones familiares ventajosas.

Sin embargo, cuando la familia enfrenta problemas y dificultades, estos se reflejan


rápidamente en la conducta de sus miembros. Así que de manera paralela, la
criminalidad aumenta en familias desarticuladas y con resentimientos profundos.
El índice de suicidio se incrementa cuando la familia enfrenta conflictos que la
desintegran. Lo que no sucede cuando la familia es fuerte emocionalmente.

Familias saludables

No existe la familia perfecta, pero sí la familia saludable, y es aquella que ha sido


capaz de adaptarse a los cambios que vive, incluso en consecuencia al mismo ciclo
de la vida: no es igual un matrimonio sin hijos que con hijos, o un matrimonio que
ha invertido todas sus fuerzas, recursos y tiempo en educar a los hijos y, de repente,
todos se marchan de casa dejando el nido vacío.

Como no existe la familia perfecta, debemos amar la que tenemos, y amar significa
hacer algo importante por alguien a quien consideramos valioso. Luchar hasta el
final por los nuestros y disculpar los errores del camino.

Si demostramos que amamos y aceptamos a todos en casa, generamos un ambiente


que nos hace desear estar cerca. Tal y como lo instruye el apóstol Pedro: “No
devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto
fueron llamados, para heredar una bendición. En efecto, el que quiera amar la
vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de
proferir engaños.” (1 Pedro 3:9-10, NVI)

Todos debemos procurar tener una familia en donde el ambiente sea agradable. Un
lugar que nos haga sentir seguros y confiados. Pero la ira, la crítica constante, el
egoísmo, el rechazo y la agresión lastiman cualquier relación. Tenemos que decidir
eliminar lo que nos distancia, porque nos amamos y seguiremos siendo familia el
resto de la vida. La pregunta que debemos hacernos es; ¿estamos dispuestos a darlo
TODO por nuestra familia y las futuras generaciones?. Si es así, ¿por dónde
empezamos?

Consejos prácticos para lograr establecer una familia saludable

 Escuche antes de hablar. El poner atención cuando algún miembro de la familia


habla propicia un ambiente de respeto y comprensión. Todas las personas
necesitan sentirse escuchadas y valoradas.
 No se enoje, pregunte para aclarar y asegúrese de que comprendió correctamente.
Quien se enoja pierde.
 Exprese de buena manera sus desacuerdos o disgustos, no acumule. Lo que duele y
se guarda produce resentimiento y dolor.
 Cuando discutan en casa, recuerden que continuarán juntos, por lo que hay que
evitar decir algo que lamentemos por mucho tiempo. Enfóquese en la situación con
el propósito de resolverla, sin atacar a la persona.
 Negocie, no sea inflexible, y aprenda a reconocer cuándo debe ceder.
 Las diferencias nos permiten ser un equipo, no rivales. Cuando se aceptan las
diferencias individuales entre los miembros de la familia, se genera un  ambiente
de respeto. El pretender cambiar a la persona que se ama provoca frustración y
decepción. La riqueza de una familia estriba en la capacidad de reconocernos los
unos a los otros sin reproches ni reclamos.
 Cumpla las promesas y compromisos que asume con los miembros de la familia:
con su pareja, con sus hijos, con sus hermanos, con sus padres; esto brinda un
sentimiento de seguridad y la persona se sabe importante y se siente amada.
 No absorba a los miembros de la familia: ofrezca el espacio necesario para que cada
uno se sienta libre y respetado.
 El buen sentido del humor es la mejor medicina para aliviar tensiones y hacer más
agradable la convivencia familiar.
 Exprese cariño física y verbalmente; con un abrazo, un beso, un “te amo” y un “te
necesito”. Una expresión de cariño sana enfermedades, aliviana las tensiones y
eleva el ánimo.
 Hable bien de los suyos, en presencia de ellos y cuando no lo están. Hablar bien de
los que se ama fortalece la confianza y eleva la autoestima.
 Decida, que toda palabra que salga de su boca será para dignificar, animar,
fortalecer y consolar.

Tesoros Familiares: Lo que tomamos


prestado de quienes amamos
 Laura Schupp
 mayo 13, 2022

En mi juventud, muchas mujeres fueron mis mentoras a través de los dones y los
talentos que Dios les había dado. Y ahora, yo siento que mi llamado es transmitir
estas fortalezas a las futuras novias en todas partes. Después de todo, para tomar
prestado algo, ¡alguien tiene que estar dispuesto a compartirlo!

“Algo viejo, algo nuevo, algo prestado, algo azul y unas monedas en el zapato”. En
este viejo refrán inglés escrito para la prosperidad de las parejas recién casadas,
“algo prestado” simboliza la felicidad prestada. 

¿Cuál sería ese matrimonio o familia a quienes usted admira? ¿Quién le ha


transmitido tradiciones divertidas? En mi juventud, muchas mujeres fueron mis
mentoras a través de los dones y los talentos que Dios les había dado. Y ahora, yo
siento que mi llamado es transmitir estas fortalezas a las futuras novias en todas
partes. Después de todo, para poder tomar prestado algo, ¡alguien tiene que estar
dispuesto a compartirlo!

Las siguientes cosas son tesoros familiares que he tomado prestados y aplicado a


mi matrimonio a través de los años. Ojalá ellos le animen a hacer lo mismo.

Tesoro familiar: el don de la crianza


Mi abuela paterna, Grace Aline, era alta, esbelta y siempre llevaba puesto un
delantal. Ella tenía una risa tímida que decía que podía tolerar un poco de bromas
juguetonas. Le llamábamos Nana, incluso los adultos.

Ella era bondadosa y generosa, y ponía mucha atención a los detalles. Su


característica especial era tener en cuenta cuáles eran las preferencias de comida de
cada uno de nosotros. No sé cómo lo lograba en una familia tan numerosa como la
nuestra, pero todavía puedo recordarla exclamar mientras se servía la comida: “¡A
Laura no le gusta eso!”.

Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que Nana siempre me hizo sentir que
pertenecía a la familia. El cariño de Nana me hizo sentir conectada y especial, y
ahora sobresale como uno de los tesoros familiares que pretendo transmitir. Ella se
interesó mucho en mis gustos y disgustos, y eso significaba que yo era importante. 

Tesoro familiar: el don de reunir


La única hija de Nana y mi abuelo, era mi tía, a quien llamaban “Ouie” (que se
pronuncia ou-i). Fue bautizada con ese nombre porque cuando era un niño, mi
papá no podía pronunciar su verdadero nombre: Dolores. Como una maestra de
segundo grado, tenía un don especial para cuidar a los niños. Pero lo que en verdad
necesita saber acerca de Ouie y la cualidad de la que todos nos beneficiamos es
esta: Ella era el pegamento de la familia.

Fue evidente para mí desde una edad temprana que, si nos reuníamos, era porque
Ouie nos juntaba. Tanto su risa como su hogar eran cálidos y acogedores. Los
domingos después de la iglesia, la sala de estar era una guarida alborotada y
ruidosa para los hombres, llena de clamor por el fútbol de la tarde. Las mujeres
usualmente se relajaban alrededor de la mesa del comedor después de la comida
del mediodía. Nosotros los niños nos escabullíamos para construir fuertes y casas
de muñecas de tres pisos, y así evitar los quehaceres de limpieza.

En ese entonces, daba por sentadas esas reuniones casuales y felices. Incluso
después de que me casé y me mudé, pensar en casa significaba reunirnos donde
Ouie y pertenecer a algo más grande. Cuando ella murió inesperadamente, sentí
que algo se movía en lo profundo dentro de mí. ¿Quién llevaría sus tradiciones y
tesoros familiares a la próxima generación?

Siempre he estado asombrada de la forma en que Ouie reunía a la gente con tanta
facilidad, gracia y calidez. De hecho, quería crecer para ser como ella. Yo quería
tener la certeza de que podría formar una familia que se sintiera amada y
apreciada, una familia que anhelara volver a casa. Sobre todo, en su ausencia, yo
deseaba que nuestras reuniones familiares continuaran con los lazos de unidad que
ella había construido. Aunque nadie podría llenar sus zapatos, yo sentí que
necesitaba honrar su memoria y al menos tratar de convertirme en aquella que
reunía a nuestra familia.

Tesoro familiar: el don de la mayordomía


Mi madre, Diana, era una administradora sabia. Nosotros crecimos muy
humildemente durante mi niñez, así que mi mamá necesitaba estirar el dinero para
las compras del diario.

Después de mirar los anuncios y calcular sus cupones de descuentos, a menudo


sabía el saldo de la cuenta, hasta el último centavo, antes de llegar a la tienda. Lo
tenía que hacer. Las tarjetas de crédito no eran la norma y nosotros definitivamente
no teníamos una. 

Recuerdo en particular uno de esos viajes que hicimos para las compras del diario.
Después de que papá recibía su pago, visitamos Webb’s City cada dos semanas
porque era la tienda menos cara de la ciudad. A mí me encomendaron la tarea de
escoger diez paquetes de bebida en polvo de una gran variedad de sabores de
frutas. Ese día, cuando llegamos a la caja, la cuenta total más grande de lo
esperado.

A mamá no le alcanzaba el efectivo, estaba avergonzada, pero de alguna manera


determinada. Ella sabía lo que tenía que hacer. Me miró con una expresión de
decepción y luego asintió con la cabeza. Yo sabía que debía renunciar a la bebida en
polvo meticulosamente seleccionada e, incluso, a las papas tostadas. 

Aunque estaba triste de ver a mi mamá avergonzada ese día, no me importó


devolver nuestras golosinas. Estaba orgullosa de ella. Ella estaba viviendo dentro
de sus posibilidades y enseñándonos a hacer lo mismo. Nos estaba cuidando y
haciendo lo mejor que podía con lo que Dios le había dado. Aprendí bastante de
esos viajes de compras para el diario: respeto por mi madre, y tal vez una
comprensión más profunda de los sacrificios que ella estaba haciendo por nosotros.
Transmitiendo los tesoros familiares
Estas mujeres eran mi mundo. Ellas definieron nuestro clan a través de sus
habilidades y dones únicos. Me abrazaron con su amor, bondad y conocimiento y, a
cambio, yo los absorbí como una esponja. Extraño esos primeros años de
reunirnos, pero me quedo con las lecciones que tomé prestadas de cada miembro
de la familia: el amor de Nana por cocinar, el sentido de reunión de Ouie y el buen
ojo de mi mamá en el presupuesto.                                             

Estas mujeres me arraigaron en una comprensión de lo que significa la familia, la


comida, la crianza y la pertenencia. Ellas vivieron Tito 2:3-5. Ahora es su turno,
¿Qué tesoros familiares y lecciones ha “tomado prestados” de sus seres queridos?

isfrutar la vida, y en familia


 Jesús Rosales
 diciembre 28, 2015
En esta época es importante hablar de cómo podemos disfrutar la vida, y hacerlo en
familia. En efecto, vivimos tiempos difíciles, la crisis económica ha generado
mucha incertidumbre en los países occidentales, el desempleo que afecta a una
importante cantidad de hogares y que ensombrece el panorama de las nuevas
generaciones, hace que se incrementen las congojas y las inestabilidades
emocionales, económicas y hasta físicas de todos.

Son tiempos donde se ha adoptado un sistema ideológico con valores que


privilegian el consumismo, el individualismo y el materialismo, lo cual eleva las
presiones sobre las personas y las familias, alejándolos de lo verdaderamente
relevante y trascendente.

Pasarlo bien es una decisión

Este mundo en el que nos corresponde vivir, impulsa a las personas a adoptar
comportamientos ajenos a su propia naturaleza. El ser humano está dotado para el
bien, para hacer lo bueno, para actuar a partir de principios y valores de
solidaridad, afecto y amor al prójimo. Está definitivamente equipado de manera
natural para el disfrute. Pero el postmodernismo le tergiversa esa realidad y lo
lanza a pensamientos y comportamientos establecidos en vinculaciones
transitorias, sin certidumbre y solidez, sin profundidad, estabilidad y proyección.

Se debe tener cuidado con el mensaje del “modernismo líquido” del que nos habla
Bauman, porque “pasarla bien” no significa (como algunas propuestas edonistas
pretenden) disfrutar el momento, recurrir al placer inmediato y efímero, sin
establecer vinculaciones permanentes y estables.

Pasarla bien tiene que ver en realidad con una decisión, con un estilo de vida que
debe partir de la adopción de prácticas que permitan vivir bien y hacer el bien; es
decir, de incorporar una ética adecuada como estilo de vida.
Pasarla bien es disfrutar la vida a partir de un adecuado equilibrio de las
dimensiones física, psicológica y espiritual de la persona. Es una decisión porque,
de alguna manera, es definir que no se está dispuesto a seguir la tendencia fácil del
no involucramiento, del egoísmo, de los intereses individualistas, asumiendo en su
lugar un estilo de vida de compromiso, de solidaridad y de servicio.

Pasarla bien también significa la decisión de disfrutar, de ser positivos, de ver el


lado agradable, hermoso y bueno de la vida y, aunque existan dificultades, mirar las
adversidades como oportunidades para crecer y mejorar.

Aprender a vivir con personas diferentes

Lo maravilloso del ser humano es que no hay personas iguales. Nadie puede decir
que es igual a otro, y esta característica única y diferenciada de cada ser humano, es
a su vez, la riqueza más sorprendente y especial.

La convivencia con personas distintas exigirá eso sí mucha paciencia, tolerancia,


deseo de aprender de los demás, apertura de criterio, respeto y muy buena
disposición y voluntad. Vernos no como contradictorios y adversarios sino como
complementarios en un mundo que se enriquece y se fortalece a partir de los
pensamientos diferentes, los puntos de vista distintos y las perspectivas diversas.

Una de las más grandes dificultades de las familias y de la vida en sociedad en


general, se encuentra en el manejo de esas diferencias y de la toma de decisiones a
partir de esas perspectivas distintas de las personas. Por esta razón es muy
importante aprender a convivir con personas disímiles, a compartir opiniones, a
escuchar y expresar los puntos de vista diversos y decidir con disposición de
respeto y de inclusión.

En la vida de las parejas hay que disfrutar asumiendo que somos diferentes, de esta
forma la convivencia se verá enriquecida. Cuando en los matrimonios se enfrascan
en actitudes hostiles, pretendiendo que una de las perspectivas prevalezca sobre la
de su pareja, la convivencia se convierte en un campo de batalla sin sentido, se
pierde la paz del hogar y la armonía, cediendo su lugar al conflicto. De esta
situación no se puede esperar nada provechoso ni productivo.

El disfrute del tiempo compartido

Entre las personas en general, pero entre los matrimonios y familias en particular,
se debe poner mucha atención al tiempo que se dispone para compartir. En la
actualidad, las muchas ocupaciones, el estrés cotidiano, el ruidoso y exigente
mundo en el que vivimos, tiende a separar a las personas y familias, a que cuenten
con poco tiempo para compartir y para disfrutar.

Los miembros del hogar llegan agotados al final de la jornada, queriendo solo
tumbarse a descansar. El trajín de todos los días es agotador y los horarios de los
miembros del hogar y de las parejas especialmente no coinciden, haciendo cada vez
más difícil el pasar y disfrutar juntos. De igual forma, la conversación necesaria, el
intercambio de inquietudes y preocupaciones familiares y la cercanía tan
fundamental en el hogar, cada vez son más escasas.

El respeto y el diálogo permanente

En la convivencia humana la comunicación respetuosa en fundamental. A nivel


familiar ese diálogo periódico y respetuoso es indispensable, porque no hay otra
forma de conocer lo que ocurre en la mente y el corazón del cónyuge sino es
pasando tiempo con él o ella, sintiendo lo que le ilusiona, preocupa o necesita,
escuchando, aclarando dudas, preguntando y, a su vez, expresando el criterio sobre
cada aspecto que se comparte. Aún cuando existan diferencias de perspectiva y de
opinión, solo es por medio del diálogo y del respeto como se pueden acercar las
posiciones, como se pueden tomar decisiones que sean satisfactorias. El diálogo
debe ser abundante, positivo, permanente, cercano, respetuoso y afectivo.

Disponerse, una buena actitud


Disponerse a disfrutar la vida requiere de una buena actitud. La vida ya trae sus
propias dificultades y desafíos, los tiempos actuales exigen esfuerzo y trabajo. Por
encima de las circunstancias, hay que tener una buena actitud. Entre mejor se
encuentre la persona equipada emocional y mentalmente para enfrentar las
dificultades y adversidades, mejor podrá asumirlas y superarlas. Siempre hay que
procurar que lo que existe externamente no afecte desproporcionadamente ni
controle ni domine; al contrario, cada persona debe tomar control de sus
pensamientos y emociones para incidir de mejor forma sobre los aspectos externos
que se experimentarán en la vida. Una buena disposición producirá una actitud
positiva ante la vida, para la convivencia familiar y para compartir en comunidad y
asumir compromiso y responsabilidad social.

Las personas con una actitud negativa, cerrada y hostil, que suelen mirar los
obstáculos como amenazas insuperables, tienden a deprimirse, indisponerse,
enojarse, sintiendo autoconmiseración por lo que le ocurre, con gran dificultad
para enfrentar y superar los problemas que le acontecen.

La clave del buen vivir

El buen vivir es algo más que solo procurar el bienestar familiar y de cada uno de
los miembros del hogar. Supone una constante búsqueda de creatividad,
innovación y remozamiento en lo que se hace, en los proyectos que se emprenden,
en las actitudes familiares y en los propósitos de pareja. Significa nutrir
periódicamente la mente con información y pensamientos positivos; el corazón con
sentimientos de amor, solidaridad y alegría; el cuerpo con ejercicio, alimentación
saludable y atención constante; y el espíritu con oración y comunicación con el
Creador, afianzando y proyectando su vida con apego a los valores y principios de
la ética y la consciencia.

Se puede disfrutar la vida enfocándose en el buen vivir, en hacer el bien y crear


ambientes familiares saludables y funcionales, en donde los proyectos personales
encuentren su espacio en armonía con los propósitos familiares. La vida terrenal es
corta, intensa y llena de distractores. Corresponde a cada uno encontrar los
balances adecuados para tener paz, libertad, felicidad y amor. De eso se trata la
vida y cada uno en lo personal y en el ámbito de sus familias debemos aprender a
vivir con ilusión, esperanza y disfrute

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