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Sin un buen legado, no hay un camino que guíe a las nuevas generaciones. Quienes
marcan un legado en el corazón de sus hijos, definen un camino, una visión,
un grupo de valores, una identidad que los ayudará a estar menos propensos a
perderse en medio de un mundo lleno de tantas distracciones.
Piense sobre su siguiente generación. Imagine sus rostros. ¿Quiénes son los
herederos de su legado? Piense en aquellos que gritarán desde la puerta “estás aquí
abriendo camino para mí”, y pregúntese… “¿a dónde quiere dejarlos?”
En esta etapa de mi vida, Dios me da la oportunidad diaria de cruzar caminos con gente de
todas partes (literalmente) y de ayudar a responder muchas preguntas sobre la
vida. Diariamente hablo con muchos padres de familia, especialmente papás, que se
preguntan constantemente cuál es el aporte que podemos hacer a la vida de nuestros hijos
e hijas. Yo mismo me pregunto todo el tiempo, ¿cuál es el mejor legado que puedo
darles o la mejor lección que puedo enseñarles mientras están creciendo a mi
lado?
Al ver crecer a mis dos hijos varones, he podido llegar a algunas conclusiones que me han
ayudado a guiar mis esfuerzos y a fortalecer mi relación diaria con ellos. Acá comparto con
todo respeto, esperando que lo que he recibido de otros, y lo que yo he podido descubrir,
talvez pueda ayudarle a usted también.
Mis hijos, por ejemplo, saben que los amo entrañablemente sin importar lo que pase entre
nosotros, pero también saben que en nuestra familia hay normas y valores que deben
respetarse, y que el no cumplir con estas normas, traerá consecuencias. Amar
incondicionalmente, no solo es demostrar afecto en palabra y acción, es
también solicitar que rindan cuentas y cumplan con sus responsabilidades.
Vivimos en una esta época de “diversidad y tolerancia”, en la que se nos vende la idea de
que debemos “vivir y dejar vivir”. Sin embargo, el amor incondicional se manifiesta
por medio de una relación honesta, en la que nuestros seres amados tienen
claro cuáles son nuestros valores y qué está permitido en el hogar. Al mismo
tiempo, hay aceptación y respeto mutuo por las decisiones que nuestros hijos toman
conforme ganan independencia, y demostración de afecto y apoyo con límites bien
establecidos en el hogar paterno.
Aquí y ahora, hago mi mayor esfuerzo para demostrar a mis hijos con mi
ejemplo, cómo tratar a sus esposas y honrar a sus familias en el futuro. Hago
mi trabajo delante de ellos con responsabilidad y empeño, vivo mi fe de forma práctica y
aplicable al día a día, tengo conversaciones con ellos, pasamos tiempo juntos jugando,
limpiando, haciendo tarea, practicando deporte, sirviendo a otros, leyendo, viendo
televisión, aprendiendo, soñando, cantando, viviendo.
Jamás me atrevería a decir que lo logro todo el tiempo, o que soy el mejor ejemplo. A veces
me cuesta encontrar la armonía entre mis obligaciones y mi familia. A veces me enojo, me
estreso y grito, digo lo que no es correcto, hago lo que no está bien. Cuando eso sucede,
trato de reparar el daño y ofrecer disculpas a ellos, y delante de ellos. Explico
mis malas acciones, aclaro dónde estuvo el error y cómo pude haberlo hecho
mejor. Soy honesto delante de mis hijos, ellos saben que no soy perfecto, pero tienen claro
que los amo con todo, y que cada acción tiene el propósito de dar una lección.
Tareas escolares, escoger cómo vestirse, practicar un deporte, la lectura, la música, son
todas cosas importantes para fomentar y acompañar, guiar decisiones y dejar espacio para
el aprendizaje. Incluir a nuestros hijos en la toma de decisiones al informarles primero,
luego escuchar su parecer y, finalmente, sentarnos a discutir y a decidir lo que también les
afecta.
Creemos que el diseño divino del matrimonio, es la unión para toda la vida de un
hombre y una mujer; y que es bajo esta estructura familiar en la que mejor se
cumplen los objetivos fundamentales de la familia, es decir, lograr el bienestar
integral de sus miembros, la procreación y el desarrollo y educación de los hijos.
Familias saludables
Como no existe la familia perfecta, debemos amar la que tenemos, y amar significa
hacer algo importante por alguien a quien consideramos valioso. Luchar hasta el
final por los nuestros y disculpar los errores del camino.
Todos debemos procurar tener una familia en donde el ambiente sea agradable. Un
lugar que nos haga sentir seguros y confiados. Pero la ira, la crítica constante, el
egoísmo, el rechazo y la agresión lastiman cualquier relación. Tenemos que decidir
eliminar lo que nos distancia, porque nos amamos y seguiremos siendo familia el
resto de la vida. La pregunta que debemos hacernos es; ¿estamos dispuestos a darlo
TODO por nuestra familia y las futuras generaciones?. Si es así, ¿por dónde
empezamos?
En mi juventud, muchas mujeres fueron mis mentoras a través de los dones y los
talentos que Dios les había dado. Y ahora, yo siento que mi llamado es transmitir
estas fortalezas a las futuras novias en todas partes. Después de todo, para tomar
prestado algo, ¡alguien tiene que estar dispuesto a compartirlo!
“Algo viejo, algo nuevo, algo prestado, algo azul y unas monedas en el zapato”. En
este viejo refrán inglés escrito para la prosperidad de las parejas recién casadas,
“algo prestado” simboliza la felicidad prestada.
Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que Nana siempre me hizo sentir que
pertenecía a la familia. El cariño de Nana me hizo sentir conectada y especial, y
ahora sobresale como uno de los tesoros familiares que pretendo transmitir. Ella se
interesó mucho en mis gustos y disgustos, y eso significaba que yo era importante.
Fue evidente para mí desde una edad temprana que, si nos reuníamos, era porque
Ouie nos juntaba. Tanto su risa como su hogar eran cálidos y acogedores. Los
domingos después de la iglesia, la sala de estar era una guarida alborotada y
ruidosa para los hombres, llena de clamor por el fútbol de la tarde. Las mujeres
usualmente se relajaban alrededor de la mesa del comedor después de la comida
del mediodía. Nosotros los niños nos escabullíamos para construir fuertes y casas
de muñecas de tres pisos, y así evitar los quehaceres de limpieza.
En ese entonces, daba por sentadas esas reuniones casuales y felices. Incluso
después de que me casé y me mudé, pensar en casa significaba reunirnos donde
Ouie y pertenecer a algo más grande. Cuando ella murió inesperadamente, sentí
que algo se movía en lo profundo dentro de mí. ¿Quién llevaría sus tradiciones y
tesoros familiares a la próxima generación?
Siempre he estado asombrada de la forma en que Ouie reunía a la gente con tanta
facilidad, gracia y calidez. De hecho, quería crecer para ser como ella. Yo quería
tener la certeza de que podría formar una familia que se sintiera amada y
apreciada, una familia que anhelara volver a casa. Sobre todo, en su ausencia, yo
deseaba que nuestras reuniones familiares continuaran con los lazos de unidad que
ella había construido. Aunque nadie podría llenar sus zapatos, yo sentí que
necesitaba honrar su memoria y al menos tratar de convertirme en aquella que
reunía a nuestra familia.
Recuerdo en particular uno de esos viajes que hicimos para las compras del diario.
Después de que papá recibía su pago, visitamos Webb’s City cada dos semanas
porque era la tienda menos cara de la ciudad. A mí me encomendaron la tarea de
escoger diez paquetes de bebida en polvo de una gran variedad de sabores de
frutas. Ese día, cuando llegamos a la caja, la cuenta total más grande de lo
esperado.
Este mundo en el que nos corresponde vivir, impulsa a las personas a adoptar
comportamientos ajenos a su propia naturaleza. El ser humano está dotado para el
bien, para hacer lo bueno, para actuar a partir de principios y valores de
solidaridad, afecto y amor al prójimo. Está definitivamente equipado de manera
natural para el disfrute. Pero el postmodernismo le tergiversa esa realidad y lo
lanza a pensamientos y comportamientos establecidos en vinculaciones
transitorias, sin certidumbre y solidez, sin profundidad, estabilidad y proyección.
Se debe tener cuidado con el mensaje del “modernismo líquido” del que nos habla
Bauman, porque “pasarla bien” no significa (como algunas propuestas edonistas
pretenden) disfrutar el momento, recurrir al placer inmediato y efímero, sin
establecer vinculaciones permanentes y estables.
Pasarla bien tiene que ver en realidad con una decisión, con un estilo de vida que
debe partir de la adopción de prácticas que permitan vivir bien y hacer el bien; es
decir, de incorporar una ética adecuada como estilo de vida.
Pasarla bien es disfrutar la vida a partir de un adecuado equilibrio de las
dimensiones física, psicológica y espiritual de la persona. Es una decisión porque,
de alguna manera, es definir que no se está dispuesto a seguir la tendencia fácil del
no involucramiento, del egoísmo, de los intereses individualistas, asumiendo en su
lugar un estilo de vida de compromiso, de solidaridad y de servicio.
Lo maravilloso del ser humano es que no hay personas iguales. Nadie puede decir
que es igual a otro, y esta característica única y diferenciada de cada ser humano, es
a su vez, la riqueza más sorprendente y especial.
En la vida de las parejas hay que disfrutar asumiendo que somos diferentes, de esta
forma la convivencia se verá enriquecida. Cuando en los matrimonios se enfrascan
en actitudes hostiles, pretendiendo que una de las perspectivas prevalezca sobre la
de su pareja, la convivencia se convierte en un campo de batalla sin sentido, se
pierde la paz del hogar y la armonía, cediendo su lugar al conflicto. De esta
situación no se puede esperar nada provechoso ni productivo.
Entre las personas en general, pero entre los matrimonios y familias en particular,
se debe poner mucha atención al tiempo que se dispone para compartir. En la
actualidad, las muchas ocupaciones, el estrés cotidiano, el ruidoso y exigente
mundo en el que vivimos, tiende a separar a las personas y familias, a que cuenten
con poco tiempo para compartir y para disfrutar.
Los miembros del hogar llegan agotados al final de la jornada, queriendo solo
tumbarse a descansar. El trajín de todos los días es agotador y los horarios de los
miembros del hogar y de las parejas especialmente no coinciden, haciendo cada vez
más difícil el pasar y disfrutar juntos. De igual forma, la conversación necesaria, el
intercambio de inquietudes y preocupaciones familiares y la cercanía tan
fundamental en el hogar, cada vez son más escasas.
Las personas con una actitud negativa, cerrada y hostil, que suelen mirar los
obstáculos como amenazas insuperables, tienden a deprimirse, indisponerse,
enojarse, sintiendo autoconmiseración por lo que le ocurre, con gran dificultad
para enfrentar y superar los problemas que le acontecen.
El buen vivir es algo más que solo procurar el bienestar familiar y de cada uno de
los miembros del hogar. Supone una constante búsqueda de creatividad,
innovación y remozamiento en lo que se hace, en los proyectos que se emprenden,
en las actitudes familiares y en los propósitos de pareja. Significa nutrir
periódicamente la mente con información y pensamientos positivos; el corazón con
sentimientos de amor, solidaridad y alegría; el cuerpo con ejercicio, alimentación
saludable y atención constante; y el espíritu con oración y comunicación con el
Creador, afianzando y proyectando su vida con apego a los valores y principios de
la ética y la consciencia.