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Mg.

Percy Guzmán Grados

EVALUACIÓN E INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA

EN TRASTORNOS DEPRESIVOS

I. Trastornos depresivos: concepto y definición


Pocos temas captan un similar interés e inquietud en especialistas y público general
como el de la depresión. Pero quizá en la misma medida, también es fuente de
malentendidos, confusión y un manejo en la práctica clínica a veces alejado de la
eficacia que los conocimientos actuales harían dable esperar. Al presente, sabemos
bastante acerca de la depresión, pero también convivimos cotidianamente con mitos
y medias verdades sobre la misma.

Un primer punto significativo está referido a diferenciar lo que representa la tristeza


o un estado de ánimo depresivo, condición bastante frecuente y perfectamente
normal, de lo que significa una condición clínica de depresión, en la que aparecen,
como veremos, un conjunto especial de características que comprometen, en mayor
o menor medida, el nivel de adaptación de la persona.

Entendemos por depresión, en general, un estado de ánimo disminuido y de


aversión a la actividad, que puede afectar los sentimientos, pensamientos, conducta
y sensación de bienestar de quien la padece. Experimenta tristeza, una sensación
de vacío, desamparo y falta de energía; conforme el cuadro progresa en intensidad,
puede vivenciar culpabilidad, falta de valía personal, ansiedad, preocupación o
irritabilidad.

La ausencia de interés por las actividades que alguna vez fueron placenteras es más
manifiesta, al igual que la falta o exceso de apetito, dificultades para concentrarse,
recordar detalles o tomar decisiones, aparición de insomnio o hipersomnia, dolores,
problemas digestivos; y en casos extremos puede surgir ideación y conducta
suicida.

Depresión clínica
Se trata de una condición definida por las clasificaciones diagnósticas en uso: CIE-
10 y DSM-IV.

Trastorno depresivo mayor, episodio único o recidivante (Código CIE-10: F32,


F33)
Si el episodio es único, el diagnóstico es trastorno depresivo mayor de episodio único,
mientras si ha habido más de un episodio, se diagnostica trastorno depresivo mayor
recurrente. El término depresión unipolar se opone al de depresión bipolar (trastorno
maníaco-depresivo), e indica que el estado de ánimo se mantiene en un solo polo
emocional, sin períodos de manía.
Los criterios establecidos son:

Criterio A: La presencia de por lo menos 4 (DSM IV: 5) de los síntomas siguientes,


durante al menos dos semanas:

 Estado de ánimo triste, disfórico o irritable durante la mayor parte del día y
durante la mayor parte de los días.

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 Anhedonia o disminución de la capacidad para disfrutar o mostrar interés y/o
placer en las actividades habituales.
 Disminución o aumento del peso o del apetito.
 Insomnio o hipersomnio.
 Enlentecimiento o agitación psicomotriz.
 Astenia (sensación de debilidad física).
 Sentimientos recurrentes de inutilidad o culpa.
 Disminución de la capacidad intelectual.
 Pensamientos recurrentes de muerte o ideas suicidas.

Criterio B: No deben existir signos o criterios de trastornos afectivos mixtos


(síntomas maníacos y depresivos), trastornos esquizoafectivos o trastornos
esquizofrénicos.

Criterio C: El cuadro repercute negativamente en la esfera social, laboral o en otras


áreas vitales del paciente.

Criterio D: Los síntomas no se explican por el consumo de sustancias tóxicas o


medicamentos, ni tampoco por una patología orgánica.

Criterio E: No se explica por una reacción de duelo ante la pérdida de una persona
importante para el paciente.

Trastorno distímico (Código CIE-10: F34.1)

Criterio A: Situación anímica crónicamente depresiva o triste durante la mayor


parte del día y durante la mayor parte de los días, durante un mínimo de dos años.

Criterio B: Deben aparecer dos o más de estos síntomas:

 Variaciones del apetito (trastornos en la alimentación).


 Insomnio o hipersomnio.
 Astenia.
 Baja autoestima.
 Pérdida de la capacidad de concentración.
 Sentimiento recurrente de desánimo o desesperanza.

Criterio C: Si hay periodos libres de los síntomas señalados en A y B durante los


dos años requeridos, no constituyen más de dos meses seguidos.

Criterio D: No existen antecedentes de episodios depresivos mayores durante los


dos primeros años de la enfermedad.

Criterio E: No existen antecedentes de episodios maníacos, hipomaniacos o mixtos,


ni se presentan tampoco los criterios para un trastorno bipolar.

 Criterio F: No hay criterios de esquizofrenia, de trastorno delirante o consumo de


sustancias tóxicas.

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 Criterio G: No hay criterios de enfermedades orgánicas.

 Criterio H: Los síntomas originan malestar y deterioro de las capacidades


sociales, laborales o en otras áreas del funcionamiento del paciente.

Trastorno adaptativo con estado de ánimo depresivo o mixto (ansiedad y


ánimo depresivo).Código CIE-10: F43.20, F43.22
También llamada depresión reactiva, donde la aparición de síntomas ocurre en
respuesta a un acontecimiento vital estresante, y no más allá de los tres meses
siguientes a su aparición. El cuadro es más grave de lo esperable o tiene mayor
repercusión funcional de la que cabría suponer para ese factor estresante. Debe
existir, entonces, un criterio de "desproporción" para su diagnóstico.

Otros términos comunes en uso:


 Depresión menor (no se cumplen los criterios mínimos).
 Depresión endógena (no hay “causa” aparente).
 Depresión estacional (ligada a los cambios estacionales).
 Depresión post parto.

Breve Historia
Durante muchos siglos se le denominó melancolía (del griego clásico μέλας, 'negro' y
χολή, 'bilis') y aparece descrita en numerosos escritos y tratados médicos muy
antiguos. Probablemente fue Hipócrates quien le dio tal denominación, y fue sólo
en 1725 que el británico Sir Richard Blackmore utilizó el término actual de
depresión. Durante siglos su origen y tratamiento convocaba aspectos mágicos y de
corte ambientalista de tipo empírico (ceremonias, paseos, dietas, música, etc.), y
sólo a fines del siglo XIX, con el advenimiento de la psicología y de la psiquiatría
modernas, se inician tanto estudios como enfoques de tratamientos más eficaces.

Epidemiología e impacto de la depresión


La OMS considera que en el mundo hay no menos de 350 millones de personas con
trastornos depresivos.
Las cifras de prevalencia varían entre estudios, ya que pueden asumir distintos
criterios en su definición, pero se calcula que van del 4 al 10%, para la depresión
mayor, y del 2.5 al 5% para la distimia, en la población general del hemisferio
occidental.
En la atención primaria se estima que el 14% de los pacientes cumplen los criterios
de depresión mayor.
La prevalencia de vida es de 16.5% para las mujeres y de 8.9% para los varones
(España).
En nuestra patria (Lima y Callao; IESM, 2002), se encontró una prevalencia de vida
de 22.6% para las mujeres y de 13.5% para los varones. La prevalencia actual fue
de 10.1% y de 3.0%, respectivamente.
Hay una amplia coincidencia en señalar que la prevalencia en las mujeres es casi el
doble que la de los varones.

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La presencia de un pariente en primer grado con un trastorno depresivo mayor
aumenta entre 1.5 y 3 veces el riesgo de padecerla en algún momento.
La depresión post parto afectaría entre un 5 y un 25% de las puérperas.
La prevalencia aumenta con la edad y con las condiciones de pobreza; así, la
prevalencia actual es de 17.5% en los pobres extremos y de 5.5% en los no pobres
(Lima y Callao; IESM, 2002).

II. Evaluación
El diagnóstico es fundamentalmente clínico, de ahí que una apropiada entrevista
siempre será el mejor instrumento. Deberán indagarse antecedentes personales y
familiares pertinentes, al igual que considerar la influencia de condiciones
orgánicas (por ej. hipotiroidismo) y de la medicación que se pudiera estar
consumiendo.

 Historia personal
 Antecedentes familiares de depresión
 Características sociales y culturales
 Calidad de las relaciones interpersonales
 Grado de deterioro funcional
 Gravedad y persistencia de los síntomas
 Respuesta a cualquier intervención previa

Sin embargo, existen pruebas psicológicas diversas que pueden contribuir a facilitar
la evaluación y sobre todo controlar (monitorizar) la evolución del cuadro.

Entre las más conocidas y útiles están:


 Inventario de depresión de Beck (Beck et al. 1961, 1979, 1996; de 21 items)
 Escala de depresión de Zung (1965, 1976; de 20 items)
 CES-D: Escala del Centro de Estudios de Epidemiología de la Depresión
(Radloff, 1977; de 20 items)

III. Intervención psicológica


Las intervenciones psicológicas que han demostrado eficacia comprobada se
circunscriben a las terapias cognitivo conductuales (principalmente la terapia
cognitiva de Aarón Beck, y la terapia racional emotiva conductual de Albert Ellis),
la terapia de activación conductual y, en menor medida, la terapia interpersonal.

La Terapia Cognitiva de Beck (Roca, 2012)

El modelo cognitivo de Beck para la depresión considera que la principal


alteración reside en el procesamiento de la información previo a la emisión de una
respuesta. Permanentemente captamos estímulos, los clasificamos, evaluamos y
les asignamos un significado de acuerdo con nuestras experiencias pasadas y
según nuestras expectativas.

En todos los trastornos emocionales y de conducta se produce una distorsión


sistemática en dicho procesamiento; aparecen, en consecuencia, ideas irracionales
o distorsionadas, que son las principales responsables de la desadaptación de
quien las padece. En los trastornos depresivos, tal perturbación está en conexión
con la tendencia para percibir negativamente el ambiente, sus posibilidades y su
propio comportamiento.

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Se activarían diversos esquemas (formas de percibir la realidad que incluyen
creencias e imágenes) que la alimentan; estos esquemas suelen aprenderse en la
infancia, y pueden mantenerse latentes durante mucho tiempo hasta que un
acontecimiento (estresor) o una circunstancia de vulnerabilidad los dispara.

Los esquemas depresógenos dan fundamento a la “triada cognitiva” postulada por


Beck: Visión negativa de sí mismo, del mundo y del futuro. Filtran los
estímulos sesgando la percepción y los recuerdos, tornándolos congruentes con
dicha visión que así tiende a perpetuarse, y se refleja en la convicción de la
persona de que las cosas son tan negativas como las ve.

Las distorsiones sistemáticas señaladas surgen de los siguientes procesos:


1. Sobregeneralización
2. Pensamiento dicotómico
3. Inferencias arbitrarias
4. Magnificación y minimización
5. Abstracción selectiva
6. Personalización

Las vivencias, emociones y conductas típicas de las personas deprimidas aparecen


y se mantienen por la forma en que perciben la realidad. Equivale a un paradigma
personal que sólo cambiará si surgen evidencias en su contra que lo desafíen y lo
hagan tambalear: esa es la tarea de la terapia. De esta manera, se considerarán
las ideas desadaptativas como hipótesis cuya validez intentaremos verificar en
forma sistemática.

Objetivos:

1. Eliminar los síntomas depresivos


2. Prevenir las recaídas (tratando los esquemas básicos)

Mecanismos de superación en base a técnicas cognitivas y conductuales:

1. Identificar las cogniciones desadaptativas y modificarlas contrastándolas


con la realidad empírica.
2. Evaluar racionalmente las situaciones relevantes atendiendo a todos los
datos pertinentes.
3. Formular atribuciones e interpretaciones adaptativas acerca de la realidad
y de su interacción con ella.

Estructura básica de las sesiones

1. Revisión de las tareas encomendadas en la sesión previa; analizar


cualquier problema al respecto y sus implicancias.
2. Enumerar los temas de la sesión y las técnicas que se usarán en su
manejo.
3. Al finalizar se hará un resumen de los puntos relevantes y se propondrán
nuevas tareas para casa.

Tareas usuales asignadas por consenso con el paciente, de quien se espera que
asuma crecientemente un rol más activo: autorregistro de actividades y
pensamientos, experimentos para comprobar hipótesis, etc.

Cantidad y frecuencia de las sesiones

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Generalmente la terapia consta de 15-20 sesiones una vez a la semana. En casos
más graves, pueden darse dos sesiones semanales durante 4-5 semanas y
después, una semanal durante 10-15 semanas.

Fases de la terapia cognitiva

1. Establecer la relación terapéutica.


2. Comprender sus quejas y transformarlas en síntomas-objetivo.
3. Explicarle el modelo cognitivo de la depresión.
4. Las técnicas conductuales.
5. Las técnicas cognitivas.

1. Establecer la relación terapéutica.

Actitudes deseables del terapeuta


1.1 Inspirar confianza
 Aceptación incondicional positiva, empatía y congruencia; y que así lo
perciba el paciente (Rogers, 1951).
 Estar debidamente preparado.
 No mostrarse demasiado interesado, reforzante o afectado.
 Conjugar la honestidad con la diplomacia.

1.2 Actitud positiva y de trabajo en equipo

1.3 Hacer resúmenes


 De lo que él ha dicho, y pedirle que él lo haga de lo dicho por el terapeuta.

1.4 Preguntas apropiadas


 Para asegurarte que te ha comprendido, saber cómo te percibe, comprender
su marco de referencia (¿…es esto lo que quieres decir?, ¿puedes resumir lo
que te he dicho?).
 Para dirigir su atención al examen de sus cogniciones, a que se haga
preguntas a sí mismo, a qué busque alternativas (¿no es posible otra
interpretación?).
 Para examinar las consecuencias de su conducta (¿qué consigues
quedándote en la cama?, ¿durante cuánto tiempo te sientes mejor?, ¿y qué
ocurre después?).
 Para evaluar la importancia de una conducta más adaptativa (¿qué puedes
perder?, ¿qué ventajas obtendrías si…?, ¿cuáles son los inconvenientes?).
 Para inducirlo a examinar los criterios que definen su autoestima negativa
(“soy un inútil”: ¿cómo definirías la inutilidad…?,¿en qué te basarías para
considerar a alguien inútil?).
 Para demostrar la abstracción selectiva (“no tengo autocontrol”: ¿en qué te
basas para decir eso?, ¿lo haces siempre?, ¿qué porcentaje de veces fallaste?).
 Para crear curiosidad, convertir en hipótesis de trabajo sus puntos de vista
aparentemente rígidos, corregir si es posible sus cogniciones.
 Para ayudarle a que exprese lo que el piensa en vez de decirle lo que creemos
que piensa.

1.5 Usar el humor con prudencia y sensatez


 Exagerando y creando disonancia cognitiva para buscar alternativas.

2. Comprender sus quejas y transformarlas en síntomas-objetivo.

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2.1 Clarificar sus expresiones y quejas confusas, enseñarle cómo se relacionan
con su depresión:
 La mujer que quiere divorciarse en el fondo su pensamiento dicotómico
le lleva a ver a su esposo peor de lo que es.
 El varón que cree estar iniciando una demencia cuando nota su falta
de concentración.
 La mujer que se considera una mala persona cuando nota la pérdida
de afecto por su familia.
 El varón que se considera un inútil por su lentitud y dificultad en
concentrarse.
2.2 Se indagará cuáles son los síntomas particulares que le aquejan, su grado de
intensidad, el deterioro funcional que presenta, y la existencia de ideación
suicida. Todo lo cual se tomará en cuenta para planificar la terapia, donde lo
usual será comenzar por las técnicas conductuales, en particular si la
depresión es severa, con la finalidad de acercarse al nivel de desempeño
funcional previo a la depresión.

3. Explicarle el modelo cognitivo de la depresión.

3.1 Describimos la relación entre pensamientos y emociones, usando ejemplos


tomados de las dificultades del paciente y otros que fueren pertinentes.
3.2 Se reforzará la comprensión que demuestre del modelo ante nuestras
preguntas concretas, lo que le dará la sensación inicial de “éxito” para iniciar
con buen pie la terapia.
3.3 Se le dará una tarea sencilla para casa para seguir en esa línea (por ej. una
lectura y que anote sus impresiones).
3.4 Crecientemente se le inducirá a buscar pruebas para ver cuál creencia es la
verdadera (la “suya” o una alternativa).

4. Las técnicas conductuales.

4.1 Lista de actividades agradables o potencialmente agradables (basarse en


antecedentes).
4.2 Lista de actividades de dominio (que hace o que le gustaría hacer pero que no
las realiza por su estado depresivo).
4.3 Programa semanal de actividades
 Incluyendo actividades de las listas 1 y 2.
 Evaluarlas cotidianamente entre 0 y 5 en “agrado” o “dominio”.
4.4 Asignación de tareas graduales
 Dividiendo una tarea compleja (“imposible”) en pequeños pasos, que se
pueden practicar en la consulta o en la imaginación.
4.5 Práctica imaginada
 El paciente imagina cada uno de los pasos que componen la tarea y los
describe verbalmente (mejora la atención y facilita su realización).
4.6 Entrenamiento asertivo/habilidades sociales
4.7 Solución de problemas
4.8 Los cambios cognitivos aparecen y se asientan durante la realización de las
tareas.
 Se comentan al analizar los registros, buscando pruebas a favor y en
contra de sus creencias (“soy incapaz de hacer algo bien”, “no puedo
disfrutar nada”).
 Se puede apreciar la relación entre la actividad realizada y el estado de
ánimo.

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 Se destacan las sensaciones agradables que experimenta, superando el
pensamiento dicotómico.

5. Las técnicas cognitivas.

5.1 Detectar pensamientos automáticos (p.a.).


5.2 Comprobar como los p.a. influyen en las emociones.
5.3 Entrenamiento en observación y registro de cogniciones (diario).
 A una hora o situación fija.
 En los momentos más difíciles.
 Análisis de autorregistros.
 Imágenes inducidas.
 Preguntas apropiadas (¿qué pensaba en ese momento?).
5.4 Traducir o reducir el pensamiento a su esencia.
5.5 Clasificar las cogniciones
 Contenido o tema (triada cognitiva).
 Distorsiones: sobregeneralización, pensamiento dicotómico, etc.
5.6 Someter los p.a. a prueba de realidad.
 Buscar evidencias a favor y en contra.
 Examinar su validez o su tipo de distorsión.
5.7 Técnicas de reatribución (interna, estable y global para lo negativo).
 Fijar su atención en la responsabilidad de otras personas o de las
circunstancias.
 Aplicar leyes lógicas a los acontecimientos.
5.8 Búsqueda de interpretaciones alternativas.
 Expresar todas las alternativas posibles, manejar varias hipótesis.
 Asignar porcentajes de verosimilitud.
 Buscar pruebas (argumentos o experimentos) que las apoyen o
invaliden.
5.9 Identificación de esquemas subyacentes.
 De lo específico-explícito a lo general-inferido:

Pensamientos automáticos

Contenidos más comunes

Supuestos básicos de los que emanan

 Están inmersos en los rasgos de personalidad.


 Generalmente propician y exageran las pérdidas percibidas, las
derrotas, frustraciones y la indefensión.
 Los deberías (Ellis): Yo/el mundo/los otros deberían (o no deberían)…
 Derivados: “terribilismo” (“es terrible que…”), escasa tolerancia a la
frustración (“no puedo soportarlo…”) y la condena sobre los otros o
sobre uno mismo (“soy un bueno para nada…”, “son unos…”).
 Profecías autocumplidas, relacionadas con exigencias o
pseudonecesidades:
- “Para ser feliz necesito…” (la aprobación de…, tener éxito en…).
- “Mi valía depende de…” (logros, aceptación).
- “No puedo vivir sin…”
- “Si me rechaza me sentiré fatal…”

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 Contratos personales no adaptativos: “si hago…, entonces ocurrirá…”,
generalmente llevan a la frustración repetida y a concluir que la gente,
la vida, Dios, etc., son terriblemente injustos, que eso no debería ser
así...
 Estilo atribucional del depresivo:

Para los sucesos negativos, a causas:


 Internas : “es por mi ineptitud”
 Estables : “fui y seré siempre un inepto”
 Globales : “soy un inepto en todo”

Para los sucesos positivos, a causas:


 Externas : “el mérito fue de…”
 Transitorias : “sólo por esta vez”
 Específicas : “únicamente en esto”

La Terapia de Activación Conductual (García, 2010)

En 1996 Jacobson y otros realizaron un estudio para determinar cuáles de los


componentes de la terapia cognitivo conductual eran los que más influían en la
mejora, llegando a la conclusión que la activación conductual era el factor
fundamental.

Hicieron tres tratamientos a grupos equivalentes. En el primero solamente


emplearon la activación conductual. En el segundo la activación conductual y la
discusión de los pensamientos, y en el tercero la terapia cognitivo conductual
completa para la depresión. En todos consiguieron los mismos resultados positivos.
Estos estudios se han replicado varias veces (se pueden ver referencias en
Mazzucchelli, Kane y Rees, 2009 y Manos, Kanter y Busch, 2010).

La idea de la depresión de la que parte la activación conductual es que la persona


ha dejado de recibir refuerzos de su entorno y es esa falta de refuerzos lo que le
produce la depresión. Por eso, la activación conductual consiste en un proceso
terapéutico que propone al paciente realizar conductas observables que
probablemente le llevarán a un entorno que le refuerce y, de esta forma, produzca
las mejoras correspondientes en pensamientos, estado de ánimo y sobre todo en
calidad de vida (Mazzucchelli, Kane y Rees, 2009).

Jacobson, en su propuesta inicial de la activación conductual, considera que uno de


los elementos que llevan a las personas a dejar de recibir refuerzos en la vida
cotidiana son los miedos, por ejemplo, miedo al rechazo, miedo al fracaso, etc. De
esta forma se explica la frecuencia en la que aparecen la depresión y la ansiedad
conjuntamente. La relación entre la depresión y el estrés ha sido ampliamente
documentada (Liu y Alloy, 2010).

La Terapia Interpersonal

Trata la depresión como un trastorno asociado a una disfunción en las relaciones


personales significativas. Particularmente, destaca la importancia que tendrían las
siguientes cuatro áreas disfuncionales:

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1. Un duelo no resuelto. La asunción de una pérdida es un proceso difícil y
doloroso y no siempre se realiza de forma adecuada.

2. Cuando en el hogar los papeles en la relación no están bien establecidos, se


dan disputas en los roles. Por ejemplo, las discusiones en la pareja sobre los
papeles de cada cual, las discusiones entre padres e hijos, etc. Este problema
persiste por falta de habilidades para conseguir lo que se quiere y también
porque se tienen expectativas que están lejos de la realidad de lo que se puede
conseguir.

3. Los problemas que surgen en las transiciones de un rol social a otro pueden
estar en el origen de la depresión. Por ejemplo, cuando se cambia de situación
en el trabajo tanto por una promoción como por pasar al desempleo o a la
jubilación.

4. Otra disfunción que considera esta terapia es el déficit interpersonal de


habilidades necesarias de comunicación e interacción que pueden llevar al
aislamiento social.

Guías de Práctica Clínica (Guzmán, 2013)

La Guía de Práctica Clínica Tratamiento de la depresión en Atención Primaria (García-


Herrera et al., 2011) recoge en sus indicaciones y conceptos el resultado de
numerosas investigaciones sobre el tema, incluyendo las contenidas en otras guías
reconocidas internacionalmente, principalmente la del National Institute for Clinical
Excellence (NICE 2010) del Reino Unido.

Resumen de recomendaciones de la guía de práctica clínica en el tratamiento


de la depresión

1. En todos los casos de depresión que examina (menor, mayor, perinatal y en


adultos mayores) se considera valiosa una intervención psicológica o psicosocial.

2. No es apropiado prescribir antidepresivos para la depresión menor, salvo


excepciones.

3. No es apropiado prescribir antidepresivos para la depresión mayor con deterioro


funcional leve, salvo excepciones.

4. En la depresión mayor con deterioro funcional moderado o grave, debe combinarse


la medicación antidepresiva con una intervención psicológica estructurada,
siendo la terapia cognitivo conductual la primera elección.

5. Reconoce que no está bien definida la gravedad de la depresión en la que los


antidepresivos muestran beneficios consistentes sobre el placebo.

6. La medicación antidepresiva deberá mantenerse un mínimo de 6 a 9-12 meses;


en casos de alto riesgo de recaída se extenderá al menos 2 años.

7. Para la depresión perinatal se recomiendan intervenciones psicológicas y


psicosociales; se deberá evaluar con mucho cuidado la relación riesgo/beneficio
antes de prescribir antidepresivos.

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8. Para la depresión en personas de edad avanzada se recomienda ofrecerles la
misma gama de terapias psicológicas que a las personas más jóvenes. Se debe
evaluar cuidadosamente su condición física, medicación para otros males y el
riesgo/beneficio del uso de antidepresivos antes de prescribirlos.

9. En pacientes con demencia, reconoce que la evidencia que apoya el uso de


antidepresivos para tratar la depresión es débil.

El panorama que se desprende es mucho más moderado y cauteloso sobre la


prescripción de antidepresivos, que la imagen que suelen presentar los defensores
de su uso casi indiscriminado (“es una enfermedad que debe ser medicada”).

Es claro que la presencia de rasgos depresivos en una persona, o la existencia de un


cuadro depresivo leve o moderado, no tiene que conllevar como medida principal de
tratamiento el uso de antidepresivos; que sí estarán indicados en los casos graves,
resistentes a otras intervenciones, cuando hay riesgo de suicidio, o en las distimias.

Es de resaltar la valoración significativa que se le otorga a las intervenciones


psicológicas, a las que siempre les corresponderá un papel en el tratamiento de la
depresión, proponiendo psicoterapias de distinta índole (resaltando la terapia
cognitivo conductual), consejería y modalidades de autoayuda; y también a las
intervenciones psicosociales (compañía familiar y amical, ejercicio, seguimiento a
distancia y otros).

IV. Referencias bibliográficas


1. Beck, A., Rush, J., Shaw, B. & Emery, G. (1979). Terapia cognitiva de la
depresión. Bilbao: Desclee de Brouwer, 1983.
2. Ellis, A. (1962). Razón y emoción en psicoterapia. Bilbao: Desclee de Brouwer,
1980.
3. Ellis, A. & Dryden, W. (1987). The Practice of Rational Emotive Therapy. New
York: Springer Publishing Company.
4. Ellis, A. & Grieger, R. (1977). Manual de Terapia Racional Emotiva. Bilbao:
Desclee de Brouwer, 1981.
5. Ellis, A. & Harper, R. (1975). A New Guide to Rational Living. Hollywood:
Wilshire Book Company.
6. García, J. (2010). La depresión. Extraído el 19 de Diciembre del 2013 desde
http://www.cop.es/colegiados/m-00451/depre.htm
7. García-Herrera J., Nogueras, E., Muñoz, F., Morales, J. (2011). Guía de Práctica
Clínica para el tratamiento de la depresión en Atención Primaria. Distrito
Sanitario Málaga-UGC Salud Mental Hospital Regional Universitario “Carlos
Haya”. Málaga.
8. Guzmán, P. (2013). Eficacia de los antidepresivos y de la psicoterapia en el
tratamiento de la depresión. Manuscrito no publicado.
9. Instituto Especializado de Salud Mental “Honorio Delgado-Hideyo Noguchi”
(2002). Estudio Epidemiológico Metropolitano de Salud Mental 2002. Informe
General. Anales de Salud Mental 2002; XVIII (1-2). Lima.
10. McKay, M.; Davis, M. y Fanning, P. (1981). Técnicas cognitivas para el
tratamiento del estrés. Barcelona: Martínez Roca, 1985.
11. Roca, E. (2012). Terapia Cognitiva para la depresión según Beck. Extraído el 20
de Diciembre del 2013 desde http://www.cop.es/colegiados/PV00520/
12. Rogers, C. (1951). Psicoterapia centrada en el cliente. Buenos Aires: Paidos,
1977.

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