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El rito ancestral y pagano que se conoce como la "corpachada", que es el acto de dar de
comer a la "Pachamama" o "Madre Tierra", está muy ligado a cuanta celebración se realice en
esta región, y se complementa con otras actividades, como la "señalada" del ganado menor.
Para esta celebración, heredada de los Incas, cuya civilización se extendió por esta
región, se acostumbra a agradecer al astro sol con una gran fiesta que comienza la noche
anterior con el encendido de grandes luminarias armadas con ramas y troncos de árboles,
aguardando el amanecer.
Como complemento de los festejos, se acostumbra “señalar” o marcar con tintura a los
nuevos animalitos que se incorporan al rebaño, también se los enflora y se realizan parodias de
casamientos entre parejitas, implorando que el ganado se reproduzca.
En un alto al mediodía en los festejos, que se prolongan durante toda la jornada, se
preparan suculentos platos con productos regionales, tales como cordero y cabrito asado,
acompañado con papas hervidas y salsas picantes, todo bien asentado con abundante chicha
de maíz.
Previamente se cava un hoyo en la tierra, se separa un plato muy bien servido, se
introducen allí los alimentos, como un modo de homenajear también a la madre tierra,
considerada una deidad generosa que todo lo da y todo lo produce, que junto al astro sol hacen
germinar las semillas y preproducir el ganado.
En estas dos ceremonias se sintetizan el sentimiento de una cultura que todos los años
reúne a sus descendientes para agradecer los rayos bienhechores del sol y la generosa
contribución de la tierra, que permite la continuidad de la vida en los eslabones que se suman
continuamente.
Para esta ocasión no faltan las coplas, la algarabía se expande por los bellos pasajes
quebradeños al son de erques, charangos, cajas, sikuris, tamboriles y se desarrolla una gran
fiesta donde finalmente todos agradecen al sol cuando se despide para dar lugar al ocaso.
Extraído de: www.pais-global.com.ar
Comprensión de textos
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La Luz Mala es uno de los mitos más famosos del folclore argentino y uruguayo. Consiste
en la aparición nocturna de una luz brillante que flota a poca altura del suelo. Esta puede
permanecer inmóvil, desplazarse, o en algunos relatos, perseguir a gran velocidad al
aterrorizado observador.
Estas manifestaciones eran muy temidas, ya que se identificaba a la luz mala como un
“alma en pena”’, el espíritu de un difunto que no recibió sepultura cristiana o que no pudo
entrar al cielo por sus pecados. Ante un encuentro, se recomendaba decir una oración y luego
morder la vaina del cuchillo; como último recurso, se las debía enfrentar con un arma blanca,
ya que las armas de fuego resultaban inefectivas.
En el noroeste argentino también se le da el nombre de luz mala al “Farol de Mandinga”’,
fosforescencia que suele verse en cerros y quebradas durante los meses más secos, luego de
caer el sol. Se asegura que el Farol de Mandinga aparece en lugares en los que hay enterrados
tesoros de oro y plata, y que la luz es el espíritu del antiguo dueño tratando de alejar del lugar
a los extraños. La tradición dice que el 24 de agosto (día de San Bartolomé) estas luces son
más brillantes por influencia del diablo, ya es el único día del año en que Satán se libra de la
vigilancia de los ángeles, y aprovecha para atraer las almas ingenuas que codician los tesoros.
En la actualidad se acepta que el mito tiene su origen en el fenómeno real de los fuegos
fatuos, fosforescencias producidas por la descomposición de materias orgánicas sobre el suelo o
enterradas a poca profundidad. También se sugiere que muchos casos pueden explicarse como
avistamientos de rayos globulares.
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