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TALLER “DECIDIÉNDONOS A VIVIR” - ENCUENTRO N° 5: “HONRAR PADRE Y MADRE”

1. Síntesis de lo visto hasta ahora.

2. Iluminación. Imágenes de Dios/Honrar padre y madre

Cuando creamos falsas imágenes de Dios caemos en idolatría, inventándonos un Dios a nuestra medida, para
poder manipularlo a nuestro antojo: consumo, poder, saber, etc.

¿Qué nos dice la Biblia de quién es Dios?


La Biblia nos dice que hay un solo Dios, creador del cielo y de la tierra. Este Dios se revela a Moisés, en la zarza
ardiente, como: “YO SOY”, “ESTOY con ustedes” y “los invito a una alianza de AMOR”.

La frase “Yo Soy el que Soy”, en hebreo, significa “yo soy aquel que estaba, que está y que estará”, es decir
“yo soy aquel que está siempre presente”, “yo estoy”. (Éxodo 3)

Dios se revela como un Dios personal (Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob), continuamente presente en la
historia junto al pueblo. El anhelo de conocer el verdadero rostro de Dios siempre estuvo en el corazón del
hombre.

Jesús vino a revelarnos el verdadero rostro de Dios: ¡DIOS ES AMOR!


Ese es su verdadero rostro, su nombre. Lo hemos aprendido en catequesis, lo repetimos hasta el cansancio, pero
nos cuesta creerlo… y mucho más vivirlo.

¿Por qué nos cuesta creer en un Dios que es Amor, que me ama y me invita a amar?
Desde niños nos enseñaron a dirigirnos a Dios como Padre y, seguramente, la primera oración que aprendimos
fue el Padrenuestro. Así, en nuestra imaginación fue surgiendo una imagen de Dios, pero condicionada por la
relación con nuestro padre terrenal. Ejemplo: es varón, es fuerte, tiene autoridad y nos da el ejemplo… Es
violento, es ausente, es amargado…

Como adultos, muchas veces seguimos relacionándonos con la imagen de dios de acuerdo a la experiencia que
hemos tenido con nuestro padre. Si queremos avanzar hacia el corazón para vivir desde el AMOR, debemos
purificar nuestra fe de esas imágenes de Dios que nos hemos construido, para quedarnos con el verdadero
rostro de Dios: DIOS ES AMOR y eligió poner la sede de su amor en nuestro corazón:
“¿No saben que ustedes son templo de Dios y el Espíritu Santo habita en ustedes? (1 Cor. 3, 16)
Por eso siempre tenemos un anhelo constante de amor, de amar, de ser amados. No podemos vivir sin amor,
nuestro corazón late anhelando la plenitud de ese amor.

En el amor hay un orden: “AMAR A DIOS Y AL PRÓJIMO COMO A NOSOTROS MISMOS”


En los mandamientos, los tres primeros se refieren a Dios y los 7 restantes a nuestros hermanos. De estos
últimos, el cuarto mandamiento: “Honrar padre y madre” encabeza la lista.
1. Amar a Dios sobre todas las cosas 4. Honrar al padre y a la madre
2. No tomar su nombre en vano 5. No matar
3. Santificar las fiestas 6. No cometer actos impuros
7. No robar
8. No levantar falso testimonio ni mentir
9. No tener pensamientos ni deseos
impuros
10. No codiciar los bienes ajenos
Desde toda la eternidad Dios nos pensó, nos amó y nos eligió:
“Antes de formarte en el seno de tu madre ya te conocía…” (Jeremías…)

Hemos recibido la vida de Dios a través de nuestros padres, vinimos al mundo a través de ellos.
La relación que tuvimos con ellos es “puerta y paso” para el encuentro con el amor de Dios. A veces, esa
puerta se hace “piedra” que obstruye el camino y no nos deja seguir avanzando.

Cuando estamos en el seno materno recibimos todo lo que necesitábamos, como en una experiencia oceánica
de amor. Al nacer seguimos necesitando lo mismo, que nos abracen, alimenten, cuiden, protejan, nos den la
seguridad que necesitamos para crecer sanos. Nuestros padres, o las personas que ocupan el lugar de padres,
son los que nos dan todo lo que necesitamos para vivir y desarrollarnos como personas.

Cuando somos niños, nuestros padres son “como Dios” para nosotros. Pero, cuando no recibimos de ellos lo
que necesitamos, nos hiere, nos duele, nos lastima. Y, como aún no tenemos herramientas para poder elaborar
esas carencias, heridas de amor, quedan guardadas en nuestro inconsciente (además, vamos generando
mecanismos de defensa para no volver a ser lastimados); y así, nos vamos llenando de capas y máscaras, y
vamos enterrando nuestra verdadera esencia que es el amor. Nuestro modo de amar está herido, por eso
también lastimamos a otros.

Al pensar en nuestros padres y en nuestra historia, llegan a nuestro corazón muchas emociones y
sentimientos, muchas veces esas emociones y sensaciones no son agradables. Quizá no recordemos el
acontecimiento, pero sí conservamos el sentimiento y, además, la emoción queda grabada en nuestro cuerpo…
y nos lleva a obrar de determinada manera… ¿Por qué yo, que quiero ser bueno con mis padres, me encuentro
con tanto enojo y rabia? ¿por qué esta resistencia a flor de piel? ¿Si miro mi infancia, veo un niño/a feliz,
triste…?

3. Dinámica de escritura MPEC 5

4. Compartida de corazón a corazón

5. Reflexión final. Se entregará a cada uno un corazón de papel, allí escribirán el nombre de sus padres.
Luego, se hará la reflexión final.

En el orden del amor, el Señor nos invita a honrar a nuestros padres por ser las personas que nos dieron la
vida. No sabemos si son los mejores, si hubieran podido serlo… pero son nuestros padres… y para aprender a
amar tenemos que reconciliarnos con nuestra historia. Hay ciertas realidades de la vida que no podemos
cambiar, y que tenemos que aprender a abrazar si queremos seguir creciendo en el camino del amor. Muchas
veces pensamos: “me hubiese gustado que sea diferente, que mis padres fueran distintos, crecer en otra familia,
tal vez ser hijo único, o tener muchos hermanos, me hubiese gustado tener otra infancia, arrancar de mi historia
cosas que pasaron, hubiera querido ser más alegre, más feliz… “

Tal vez mi historia fue muy dura… tal vez aún tengo mucho dolor en el corazón… tal vez me cuesta o me es
imposible perdonar…

Pero, aunque no lo comprendamos humanamente con la razón, sabemos por la fe que el AMOR DE DIOS es
más fuerte que todas las fatalidades y males que nos puedan ocurrir… “Aunque tu padre y tu madre te
abandonen, yo, tu Dios, no te abandonaré”. (Sal. 27, 10).
En nuestra vida hay un “ANTES”, y en ese antes estaba, está y estará Dios… por eso nada es un obstáculo a
nuestra capacidad de amar. Jesús transforma y da un sentido nuevo a nuestra historia si la asumimos y se la
entregamos a Él.

Es necesario que nos animemos a ver la verdad acerca de nosotros mismos, volver a nuestra infancia con
amor. Conectarnos con mi niño/a herido/a. Todo lo que nos pasó, así como nos pasó es puerta para el
encuentro con Dios Padre, que es la plenitud del amor.

Para poder avanzar en el camino al corazón, hacia el encuentro con Dios, tenemos que dejar de reclamar a
nuestros padres por lo que me hicieron y dejaron de hacer; por lo que me dieron y lo que me faltó. Tenemos
que DECIDIRNOS a vivir el cuarto mandamiento, y honrarlos por quiénes son: los padres que me dieron la
vida.

Como a Zaqueo, Jesús nos llama por nuestro nombre… quiere alojarse en nuestra casa… nosotros queremos
decidirnos a “dejar” todo para seguirlo y recibir la salvación que quiere darnos “HOY”:
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”

Para eso, tal vez tendremos que soltar los reclamos, las quejas, los viejos rencores y resentimientos hacia
nuestros padres. Dejar todo lo que nos tiene atados al pasado y no nos deja caminar hacia adelante…

¡DEJAR, SOLTAR!... PARA SEGUIR CAMINANDO HACIA EL CORAZÓN.

6. Gesto de entrega del corazón. Se los invitará a colocar el corazón con los nombres de sus padres en el
corazón grande, que representa el corazón de Jesús. Escuchamos la canción: “Te conozco” de Athena.

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