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La problemática obsesiva.

Por lo general sitúan al obsesivo como contrario al histérico, ahora bien, en el texto se plantea que esto es
ambiguo pero que si es cierto que; a la inversa del histérico, el obsesivo se habría sentido demasiado amado por su
madre. 

Un sujeto que fue particularmente investido como el objeto privilegiado del deseo materno, es decir, privilegiado
en su investidura fálica. 

Son sujetos nostálgicos del ser. Nostalgia apoyada en el recuerdo de un modo particular de relación que el
obsesivo mantuvo con su madre, más bien, que su madre mantuvo con él. 

Este privilegio despierta en el niño una investidura psíquica precoz y preponderante que consiste en constituirse
como objeto ante el cual la madre supuestamente encuentra lo que no logra encontrar en el padre. 

Dialéctica edípica à el pasaje del ser al tener. El desplazamiento del ser al tener se efectúa siempre en ese
desplazamiento del atributo fálico 
- Condición de dependencia: la madre aparece para el niño como dependiente del padre. El niño entonces le
hace la ley desde el punto de vista de su deseo. Solo la significación de esta dependencia puede movilizar
al niño en la dimensión del tener. 
- Si el padre le hace supuestamente la ley a la madre, es a condición de que la propia madre desee
supuestamente aquello que no tiene y el padre posee: la investidura simbólica (atribución fálica).  

El niño se instala imaginariamente en un dispositivo de suplencia para la satisfacción del deseo materno
- No se trata de la suplencia del objeto del deseo de la madre, sino de suplir la satisfacción del deseo de la
madre

Esta suplencia viene de que por un lado el niño percibe que la madre es dependiente del padre desde el punto de
vista de su deseo y por otro lado que no parece recibir completamente del padre lo que espera de él.
- Ante los ojos del niño la madre no aparece completamente insatisfecha, sino, se trata de una vacancia
parcial

Así pues, se confronta con la ley del padre, pero también queda subyugado por el mensaje de la insatisfacción
materna

El privilegio nunca es más que suplencia de la satisfacción desfalleciente del deseo materno y esta suplencia no
deja de constituir una incitación hacia la persistencia de la identificación fálica.

Los rasgos estructurales de la estructura obsesiva


Punto inductor de la neurosis obsesiva: el signo del deseo insatisfecho de la madre. La marca del desfallecimiento
en la satisfacción del deseo materno se afirma precozmente en el niño gracias a la relación dual privilegiada que
mantienen.
- Dicha relación se despliega prioritariamente en el terreno de la satisfacción de necesidades y de la
exigencia de cuidados, o sea, en el contexto de un acceso al cuerpo del niño que solo puede inducir el
goce y favorecerlo.

Debido a que tal goce (como displacentero) es inevitable en la relación de la madre con el niño, puede encontrar
cierta cantidad de indicios catalizadores motivados en la economía a libidinal de la madre.
- * Economía libidinal de la madre: distribución de la energía libidinal o libido en la relación entre la madre
y el niño. Una economía libidinal equilibrada y adecuada entre la madre y el bebé es crucial para el
desarrollo psicosexual y emocional saludable del individuo.
Freud aísla y ordena la patología obsesiva en la categoría de las psiconeurosis de la defensa, es decir, que, en este
terreno neurótico, los procesos de defensa ocupan un primer plano entre las manifestaciones sintomáticas.
Tema de la seducción. Las obsesiones aparecerían como reproches disfrazados, que el sujeto se dirigiría a sí
mismo, con relación a la actividad sexual infantil productora del placer.

Lo obsesivo de sus síntomas se debe al modo de inscripción psíquica de esa actividad libidinal infantil frente al
deseo de la madre. Se trataría de una agresión sexual que sucedió a una fase de seducción. Las mociones
pulsionales libidinales retornarían posteriormente en forma disfrazada, sobre todo con el carácter de
representaciones y afectos obsesivos.
- Tales elementos obsesivos jamás son otra cosa que síntomas primarios de defensa, donde encontramos
principalmente el aislamiento y a la anulación retroactiva (después).

Siempre es la madre la que despierta y mantiene al niño en el registro de su goce libidinal – fase de erotización –
que es mayor en este contexto de la satisfacción de necesidades y la exigencia de cuidados.

El niño es necesariamente el objeto de una seducción erótica pasiva por parte de la madre. Cuando el niño se ve
capturado en ese goce, la seducción pasiva aumentará y el goce será vivido en el modo de la agresión sexual.

Es en este momento que podemos presenciar este exceso de amor, que se origina en esta seducción erótica
materna por la suplencia de su insatisfacción.
- El Niño es intimado a diferir la imperfección del goce materno lo cual induce en él una incitación a la
pasividad sexual

Encontramos en los obsesivos los vestigios nostálgicos de esa seducción agresiva pasiva que se expresa a través
de fantasmas preponderantes

A través de esta actitud de disposición pasiva al goce es que el sujeto evoca nostálgicamente su identificación
fálica. El futuro niño obsesivo va a encarar el pasaje decisivo del ser al tener precisamente con este pasivo fálico,
además de vivirlo en la dimensión de la insatisfacción dado que su identificación fálica es recusada frente a la
intrusión paterna.

Donde normalmente se debería enfrentar la insatisfacción, precisamente es cautivo de la satisfacción relación con
la suplencia que mantiene con la madre, por lo que no se le permite su deseo por el mismo.

El niño permanece prisionero del deseo insatisfecho de su madre.


- Es el deseo del niño por ella o que se rebote va a despertar su propio deseo insatisfecho

Generalmente, el deseo se separa de la necesitad para entrar luego en la demanda. Pero en este caso la madre no
deja tiempo que se convierta en demanda ya que encuentra en esto un objeto de suplencia para ella. Sentado esto
menciona dos rasgos de estructura esenciales
- El deseo obsesivo implica siempre la marca imperiosa de la necesidad
- El obsesivo padece de menoscabo en la expresión de su demanda (deterioro de su demanda).

La pasividad antes mencionada resulta en su imposibilidad para demandar, así que adivina y articula por el otro lo
que el desea.
- Participa de una servidumbre voluntaria. Esta incapacidad de demandar lo conduce a tener que aceptarlo
todo, padecerlo todo, principalmente, ocupando el lugar del objeto del goce del otro.
Dor sostiene que el obsesivo puede asumir este goce ya que, esta posición constituye una resurgencia de su
estatuto fálico infantil, donde era el hijo privilegiado de la madre. El indicio de este goce se actualiza a través de
las manifestaciones reactivas (interminables rumias contra la adversidad, interminables reflexiones sobre esta
posición).

En virtud de esta fijación erótica con la madre, el obsesivo se ve continuamente apresado en el agudo temor a la
castración – castración simbólica – cuyas manifestaciones van a expresarse en torno a la problemática de la
perdida y la ley del padre.

El obsesivo, la perdida y la ley del padre.


El obsesivo no puede perder, por lo que se constituye como un todo para el otro y debe controlar y dominarlo
todo.
- La pérdida de algo lo remite a su castración, para el obsesivo un desfallecimiento de su imagen narcisista.

A la inversa, superar la castración es siempre intentar conquistar y mantener un estatus fálico, junto a las madres y
en general junto a las mujeres.

La ley del padre siempre sigue omnipresente por lo que llama a la rivalidad y competencia característica de los
obsesivos. No dejan de desplegar una actividad incesante para reemplazar al padre y toda figura que lo represente,
por lo que siempre se quiere tener el sitio del otro.
- Todo el sentido de competencia y rivalidad está orientado hacia este objetivo, que el amo siga siendo tal y
hasta el final, el padre no puede ser suplantado.

Por un lado, existe la ley del padre por la cual hay que sacrificar todo, y hasta sacrificarse. Por otro lado, esta ley
debe ser dominada por cuenta propia  la perseverancia y la obstinación como los dos vehículos privilegiados de
las investiduras obsesivas.
- Los obsesivos son grandes conquistadores, nada es suficiente nunca. Incluso lo conquistado no es
suficiente ya que nada vale más que una nueva cosa por conquistar, cueste lo que cueste
- Asegurarse el control omnipotente

Otra manifestación es la trasgresión. El control omnipotente del goce del objeto no puede confrontarse sino con
trasgresión.
- La mayoría de las veces se desarrolla en la escena fantasmática, donde puede darle libre curso.
- Por lo general el obsesivo parece todo lo contrario, como con un enorme rigor moral. Esta posición
legalista debe tomarse sino en medida de la inversa del deseo inconsciente de transgredirla.
- La trasgresión real puede ganarle al fantasma principalmente en el terreno sexual y de las relaciones
amorosas

Otra gran manifestación de defensa es el aislamiento, cuya misión es desconectar un pensamiento, actitud un
comportamiento de una serie lógica a la que se inscriben. De esta manera el elemento psíquico es aislado y
neutralizado, con el objetivo de mantenerse dueños de sí.

Anulación retroactiva. Recusa pensamientos o actos e intenta hacer como no hubieran sucedido.
- Constante afán de minimización
- Es un proceso compulsivo puesto que consiste en instalar o actuar un comportamiento directamente
opuesto a aquel que el sujeto acaba de afirmar.
- Escapar de su deseo y anularlo tanto como sea posible, cada vez que se encuentra auténticamente
comprometido.

El obsesivo y sus objetos amorosos.


Da lo mejor de sí mismo, paradójicamente, todo y nada de nada.
- Todo en el sentido de sacrificarlo todo
- Nada en el sentido de no aceptar perder

Esta estrategia gira entorno al goce del otro, frente al cual conviene controlar todo, es decir, neutralizar todos los
signos exteriores. Para que nada se mueva, el deseo debe estar muerto
- Al menor signo exterior de goce observado en el otro, está dispuesto a sacrificar todo para volver al
estado inicial

Esta problemática de la perdida remite directamente a la falta, lo cual remite a neutralizar el deseo. De esta
manera, el deseo no se someterá a la menor demanda.
- El otro entonces no debe demandar nada, ya que si demanda es porque desea

Es por esto por lo que se hacen enormes sacrificios para que al otro no le haga falta nada, se le otorga una “prisión
de primera clase”.
- “no solo el otro debe aceptar su muerte, sino que sería poco oportuno que no se mostrara contento con
todo lo que se hizo por el”

1. Ennoblecer su objeto amoroso afeándolo, es decir, transformándolo en indeseado. Además, consolida la


posición imaginaria del objeto frente a un rival siempre potencial
2. Otra estrategia es la erotización del cuerpo del otro, pero siempre y cuando este cuerpo sea un objeto
suyo por lo cual el brillo de este recaería en el

Con ocasión de tales estrategias de recuperación el obsesivo puede parecer más histérico que el propio histérico

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