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Pegan a un niño. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales.

Este texto gira en torno a una serie de fantasías que surgían el análisis, que, según Freud, no
existen sólo en lo patológico sino también en lo normal.

Se basa en una fantasía con diferentes fases, pero que primordialmente, gira en torno a un
niño azotado. Es de origen temprano, anterior al período escolar (5-6 años).

La actividad fantaseadora del niño empezaba a inventar situaciones e instituciones en que


unos niños eran azotados o recibían otra clase de castigos y correctivos a causa de sus malas
conductas y costumbres.

Si bien la fantasía estaba investida con elevado placer y de naturaleza autoerótica, el


presenciar un niño siendo azotada estaba acompañada de una sensación de displacer
insoportable.

Primera conceptualización de Freud.

Una fantasía así, que emerge en la temprana infancia quizás a raíz de ocasiones casuales y que
se retiene para la satisfacción autoerótica (puntos de fijación), sólo admite ser concebida como
un rasgo primario de perversión. Uno de los componentes de la función sexual se habría
anticipado a los otros en el desarrollo, se habría vuelto autónomo de manera prematura,
fijándose luego y sustrayéndose por esta vía de los ulteriores procesos evolutivos; al propio
tiempo, atestiguaría una constitución particular anormal de la persona.

Si a esto no sigue la represión, la formación reactiva o sublimada, se da lugar a la perversión en


la madurez. Si ese componente sexual que se separó temprano es el sádico, nos formamos la
expectativa de que su ulterior represión genere una predisposición a la neurosis obsesiva.

Fases

Es en el período de la infancia que abarca de los 2 a los 4 o 5 años cuando por primera vez los
factores libidinosos congénitos son despertados por las vivencias y ligados a ciertos complejos.
Las fantasías de paliza sólo aparecen hacia el fin de ese período o después de él, y es posible
que tuvieran una prehistoria, recorrieran un desarrollo y correspondieran a un resultado final.

La fantasía de paliza cambia más de una vez: su vínculo con la persona fantaseadora, su objeto,
contenido y significado.

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I

A la representación-fantasía “pegan a un niño” se anudan sentimientos placenteros en virtud

de los cuales se la ha reproducido innumerables veces o se la sigue reproduciendo. Ante

ella regularmente se abre paso una satisfacción onanista, al comienzo por la propia

voluntad de la persona, pero luego también con carácter compulsivo y a pesar de su

empeño contrario.

No se recuerda su primera aparición, en el tratamiento se abre paso una inequívoca

resistencia y la vergüenza y el sentimiento de culpa se movilizan con mayor vigor.

Las primeras fantasías se cultivaron muy temprano, antes de la edad escolar. Cuando el

niño en la escuela presencia una situación de azote a un niño, ello vuelve a convocar

aquellas fantasías adormecidas, si aún persistían las refuerza y modifica su contenido.

En los cursos superiores el azotar fue sustituido por novelas. El niño comienza a fantasear

con situaciones e instituciones en las cuales se azotaba y se castigaba niños.

II

Freud considera como un rasgo primario de perversión a esta fantasía emergida en la

temprana infancia (quizás a raíz de ocasiones casuales) que es retenida para la satisfacción

autoerótica.

La perversión infantil más tarde puede ser reprimida, sustituida por una formación reactiva o

ser trasmudada por una sublimación. Pero si estos procesos faltan, se conserva la

perversión en la madurez.

III

Las fantasías de paliza aparecen al final o después del periodo de la infancia que abarca de

los dos a los cuatro o cinco años en el que por primera vez son despertados los factores

libidinosos congénitos por las vivencias y están ligados a ciertos complejos.

Estas fantasías tienen una historia evolutiva nada simple, en su transcurso su mayor parte

cambia más de una vez: su vínculo con la persona fantaseadora, su objeto, contenido y

significado.

La primera fase en las niñas corresponde a una época muy temprana de la infancia. En

ellas hay algo que permanece indeterminable, como indiferente. El niño azotado nunca es el

fantaseador; es otro niño, casi siempre un hermanito (si lo hay). Esta fase es sádica,

aunque el niño fantaseador no es el que pega. La persona que pega es un adulto, el cual

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más tarde se averigua, es el padre (de la niña).

La primera fase sería: “El padre pega al niño”

Entre esta fase y la siguiente ocurren grandes trasmudaciones. La persona que golpea es la

misma pero el niño azotado es ahora el niño fantaseador mismo. La fantasía se ha teñido

altamente de placer y se llenó con un contenido sustantivo. Su texto sería “Yo soy azotado

por el padre”. Tiene un carácter masoquista.

Esta 2da fase es la más importante. Nunca pasó realmente, por tanto nunca es recordada.

Se construye en análisis.

En la tercera fase ya no es el padre la persona que pega. Esta queda indeterminada o es

investida por un subrogante del padre (maestro). Tampoco el niño golpeado es el

fantaseador, sino que ahora son muchos niños los golpeados (en el caso de las niñas). El

carácter esencial de esta fase es que la fantasía es ahora la portadora de una excitación

intensa, inequívocamente sexual, y procura una satisfacción onanista.

IV

Ser azotado significa una destitución del amor y una humillación. Por eso es una

representación agradable que el padre azote a ese niño odiado. Ello quiere decir “El padre

no ama a ese otro niño, me ama sólo a mí”.

Los enamoramientos incestuosos del CDE sucumben a la represión a raíz de ocasiones

externas que provocan desengaños, o bien desde adentro, quizás a consecuencia de la

falta de un cumplimiento demasiado tiempo anhelado. Más allá de estos ocasionamientos,

dichos vínculos están destinados a sepultarse. Simultáneamente a ese proceso represivo

aparece una conciencia de culpa anudada a aquellos deseos incestuosos y justificada por

su perduración en lo icc.

-La fantasía de la época de amor incestuoso era: “El padre me ama solo a mí, no al otro

niño, pues a este le pega”. Ahora la conciencia de culpa invierte este triunfo: “No, no te ama a
ti,

pues también te pega”. La 2da fase, es la expresión de la conciencia de culpa y deviene

masoquista. Es la conciencia de culpa el factor que trasmuda sadismo en masoquismo.

Hay un retroceso a la organización sádico-anal.

La organización genital experimenta un rebajamiento regresivo. “El padre me ama” se

entendía en el sentido genital; por medio de la REGRESIÓN se muda en “El padre me

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pega (soy azotado por el padre)”. Este ser azotado es una conjunción de concinecia de culpa y

erotismo; no es sólo el castigo por la referencia genital prohibida, sino también su sustituto

regresivo. A partir de esta última fuente recibe la excitación libidinosa que se le adherirá y

hallará descarga en el onanismo.

-La fantasía de la 2da fase es inconsciente y masoquista. A raíz de la mudanza de la

fantasía incestuosa del varón en su correspondiente masoquista se produce una inversión

más que en el caso de la niña: la sustitución de la actividad por pasividad.

-En la 3ra fase la fantasía, semejante a la de la 1ra, parece haberse vuelto de nuevo hacia

el sadismo. Solo la forma de la fantasía es sádica, la satisfacción es masoquista. Su

intencionalidad reside en que ha tomado sobre sí la investidura libidinosa de la parte

reprimida y, con esta, la conciencia de culpa que adhiere al contenido. Los muchos niños

indeterminados a quienes el maestro azota son solo sustituciones de la persona propia.

Los niños azotados son casi siempre varones, tanto en niños como en niñas. Este rasgo

apunta a un complicado proceso que sobreviene en las niñas. Cuando se extrañan del amor

incestuoso hacia el padre, entendido genitalmente, es fácil que rompan por completo con su

papel femenino, reanimen su “complejo de masculinidad”.

La perversión es referida al amor incestuoso de objeto, al CDE del niño; surge 1ro sobre el

terreno de este complejo, y luego de ser quebrantado permanece como secuela de él, como

heredera de su carga libidinosa y grabada con la conciencia de culpa que lleva adherida.

La perversión infantil puede convertirse en el fundamento para el despliegue de una

perversión de igual sentido. Que subsista toda la vida y consuma toda la sexualidad de la

persona, o puede ser interrumpida y conservarse en el trasfondo de un desarrollo sexual

normal al que en lo sucesivo sustraerá siempre cierto monto de energía.

El CDE es el núcleo de las neurosis y la sexualidad infantil, que culmina en él, es la

condición efectiva de la disposición del adulto a contraer una neurosis. Entonces, la fantasía

de paliza y otras fijaciones perversas análogas sólo serían unos precipitados del CDE, por

así decir las cicatrices que el proceso deja tras su expiración.

La trasmudación del sadismo en masoquismo acontece por el influjo de la conciencia de culpa


que

participa en el acto de represión. La represión se exterioriza aquí en tres clases de efectos:

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vuelve inconsciente el resultado de la organización genital, constriñe a esta última a la

regresión hasta el estadio sádico-anal y muda su sadismo en el masoquismo pasivo, en

cierto sentido de nuevo narcisista.

VI

La fantasía de paliza en la niña recorre tres fases; la 1ra y la última son conscientes, la 2da

permanece inconsciente. Las dos conscientes parecen sádicas; la 2da (icc) es de

naturaleza masoquista; ser azotado y a ella adhieren la carga libidinosa y la ccia de culpa.

En la 1ra y la 3ra el niño azotado es siempre un otro; en la 2da, la persona propia. En el

caso de la 3ra son varios niños varones los azotados. La persona que pega es desde el

comienzo el padre; luego, alguien que hace sus veces, tomado de la serie paterna. La

fantasía inconsciente de la 2da fase tuvo originariamente un significado genital; surgió, por

REPRESIÓN y REGRESIÓN, del deseo incestuoso de ser amado por el padre.

En el caso del niño, la fantasía tenía por contenido ser azotado por la madre (luego por

una persona sustitutiva). Sin embargo, esa fantasía en la que él mismo era el azotado (en la

2da fase), al contrario que en la niña, puede devenir consciente. En la 3ra fase, surge otra

diferencia con la niña, la propia persona del niño no era sustituida por muchas niñas.

El material masculino presentado por Freud incluía un gran número de personas que debían

calificarse de masoquistas genuinos en el sentido de la perversión sexual. Algunos se

satisfacían exclusivamente en el onanismo tras fantasías masoquistas; otros acoplaban

masoquismo y quehacer genital por medio de escenificaciones masoquistas y bajo

condiciones de esa misma índole conseguían la erección y eyaculación o se habituaban

para ejecutar un coito normal. Otro caso es el del masoquista perturbado en su obrar

perverso por unas representaciones obsesivas que emergen con intensidad insoportable.

En estos hombres masoquistas se observa que, tanto en las fantasías masoquistas como

en las escenificaciones que las realizan, ellos se sitúan por lo común en el papel de

mujeres, coincidiendo así su masoquismo con una actitud femenina. Las personas que

aplican el correctivo son siempre mujeres, tanto en las fantasías y escenificaciones.

En las fantasías de paliza infantiles la fantasía consciente o susceptible de ccia, cuyo

contenido es ser azotado por la madre, no es primaria. Tiene un estadio previo icc de este

contenido: “Yo soy azotado por el padre”. Este corresponde a la 2da fase en el caso de la

niña. La fantasía consciente “Yo soy azotado por la madre” se sitúa en la 3ra fase de la niña.

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El “ser azotado” de la fantasía masculina, es también un “ser-amado” en sentido genital,

pero al cual se degrada por vía de regresión. Por ende, la fantasía masculina inconsciente

no rezaba su origen “Yo soy azotado por el padre”, sino más bien “Yo soy amado por el

padre”. Ha sido trasmudada en la fantasía consciente “Yo soy azotado por la madre”. La

fantasía de paliza del varón es desde el comienzo mismo pasiva, nacida efectivamente de la

actitud femenina hacia el padre. Como en el caso de la niña, corresponde también al CDE.

En ambos casos la fantasía de paliza deriva de la ligazón incestuosa con el padre.

En la niña la fantasía masoquista inconsciente parte de la postura edípica normal; en el

varón de la trastornada, que toma al padre como objeto de amor. En la niña, la fantasía

tiene un grado previo (1ra fase) en que la acción de pegar aparece en su significado

indiferente y recae sobre una persona a quien se odia por celos. En el paso a la fantasía

consciente que sustituye a la anterior (la 3ra), la niña retiene la persona del padre y, con

ella, el sexo de la persona que pega; pero cambia a la persona azotada y su sexo. Por lo

contrario, el varón cambia persona y sexo del que pega, sustituyendo al padre por la

madre, y conserva su propia persona, al final el que pega y el que es azotado son de

distinto sexo. En la niña, la situación originariamente masoquista (pasiva) se trasmuda (por

la represión) en una sádica; en el varón sigue siendo masoquista. El varón se sustrae de su

homosexualidad reprimiendo y refundiendo la fantasía inconsciente, su posterior fantasía

consciente tiene por contenido una actitud femenina sin elección homosexual de objeto. En

cambio, mediante ese mismo proceso la niña se escapa al reclamo de la vida amorosa, se

fantasea varón sin volverse varonilmente activa y ahora solo presencia como espectadora el

acto que sustituye a un acto sexual.

Tanto en el varón como en la niña, la fantasía de paliza corresponde a una actitud

femenina.

Perversiones

Freud hace un análisis de esta fantasía con el fin de abordar la génesis de las perversiones y
para apreciar el papel que cumple la diferencia entre los sexos dentro de la dinámica de la
neurosis.

La perversión ya no se encuentra más aislada en la vida sexual del niño, sino que es acogida
dentro de la trama de los procesos de desarrollos familiares. Es referida al amor incestuoso de
objeto, al complejo de Edipo del niño; surge primero en el terreno del complejo y ante la

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represión, permanece como secuela heredera de su carga libidinosa y gravada con la
conciencia de culpa que lleva adherida.

La perversión infantil puede convertirse en el fundamento para el despliegue de una


perversión de igual sentido que subsista toda la vida, o ser interrumpida y conservada en el
trasfondo de un desarrollo sexual normal pero que siempre necesitará un cierto monto de
energía para mantenerla ahí.

El complejo de Edipo es el genuino núcleo de la neurosis, y la sexualidad infantil que culmina


en él, es la condición efectiva de la neurosis. Lo que resta de él como secuela constituye la
predisposición a la neurosis adulta. La fantasía de paliza y otras fijaciones perversas sólo serían
precipitados del complejo de Edipo, las cicatrices que el proceso deja tras su expiración.

La transmudación del sadismo en masoquismo parece acontecer por el influjo de la conciencia


de culpa que participa en el acto de la represión. Entonces, la represión se exterioriza en 3
clases de efectos:

1.Vuelve inconsciente el resultado de la organización genital: se refiere al deseo incestuoso del


padre

2.Obliga la regresión al estadio sádico-anal: se refiere a ese punto de fijación donde se


experimentó una satisfacción desmedida y una especie de autonomía satisfactoria.

3.Muda su sadismo en el masoquismo pasivo, en cierto sentido de nuevo narcisista: el sadismo


que tenía la primera fase (pega a otro niño, pero me ama a mí) se invierte en masoquismo por
la conciencia de culpa que reprime el deseo incestuoso (pero me ama a mí).

Similitudes y diferencias entre las fantasías de paliza de ambos sexos.

 En la niña, la fantasía masoquista inconsciente parte de la postura edípica normal; en


el varón, de la trastornada que toma como objeto de amor al padre.
 En la niña, la fantasía tiene un grado previo (la primera fase) en que la acción de pegar
aparece en su significado indiferente y recae sobre una persona a quien se odia por
celos; ambos elementos faltan en el varón.
 En el paso a la fantasía consciente que sustituye la anterior (tercera fase), la niña
retiene la persona del padre y, con ella, el sexo de la persona que pega; pero cambia la
persona azotada y su sexo, así terminan siendo todos varones. En cambio, el varón
cambia persona y sexo del que pega, sustituyendo al padre por la madre, y conserva su
propia persona, siendo el azotador y azotado de distintos sexos.
 En la niña, la situación originariamente masoquista es trasmudada por la represión en
una sádica; en el varón sigue siendo masoquista y a consecuencia de la diferencia de
sexo entre el azotado y azotador conserva más semejanza con la fantasía originaria, de
intención genital.
 El varón se sustrae de su homosexualidad reprimiendo y refundiendo la fantasía
inconsciente; lo curioso de su posterior fantasía consciente es que tiene por contenido
una actitud femenina sin elección homosexual de objeto. En cambio, mediante el
mismo proceso, la niña escapa al reclamo de la vida amorosa, se fantasea varón sin
volverse varonilmente activa y ahora sólo presencia como espectadora el acto que
sustituye a un acto sexual.

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