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Diarios de ajedrez
Mucho más que un juego y poco menos que una ciencia

Miguel Najdorf y la jugada que desafió al tiempo y eludió el


infierno
Publicado el 25.01.17

Acaso se trató de un grito de auxilio que se dispara con los silencios; un día como hoy, hace 70 años, Miguel
Najdorf pergeñaba una de sus magistrales jugadas para la memoria: establecía el récord mundial de partidas
simultáneas a la ciegas -esto es sin ver a sus rivales, ni el tablero ni las piezas-, con la esperanza de que la hazaña
se convirtiera en noticia, y cruzara su nombre por mares y montañas hasta alcanzar los oídos de alguno de sus
familiares desaparecidos tras el holocausto de la Segunda Guerra Mundial. La muda réplica sepultó el barrunto
entre lágrimas de espantos y dolor.

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Esta es una historia de otro siglo, la de un hombre que desafió al tiempo y eludió el infierno; el que nació dos
veces y al que la muerte jamás sepultó eternamente.

“Nací dos veces sin haber pasado por el requisito de la muerte; la primera, al igual que todo el mundo, y la segunda, a
los 29 años, cuando llegué a la Argentina”, repetía don Miguel, con su particular voz estridente y aguardentosa,
cuando su egocentrismo se les disparaba en actos y reuniones de premiación o reconocimientos.

Tenía 29 años, US$ 300 y un


pasaporte en sus bolsillos cuando
llegó a la Argentina en 1939 como
capitán del equipo polaco de
ajedrez para participar en el Torneo
de las Naciones (hoy llamado,
Olimpíadas de ajedrez) horas antes
del estallido de la Segunda Guerra
Mundial. Sin imaginárselo, el cruel
llanto del adiós le nubló las últimas
imágenes de sus seres más
queridos: de su esposa (Genia), su
hija (Lusia, de 3 años), sus
hermanos (Jozek, Salek, Merik e
Iacha), sus padres (Gdalik y
Raissa), y de otras casi 300
personas más entre familiares y
amigos que pocas semanas después
padecieron los horrores y espantos
del gueto de Varsovia hasta el traslado final a un campo de concentración.

El mismo general nazi Hans Frank, gobernador de Polonia y que tres años atrás lo había condecorado
con la medalla de oro por su desempeño en el 1er tablero polaco en la olimpíada de ajedrez (Münich
1936), fue el responsable del exterminio de toda su familia; le arrancó sus mayores afectos.

Por eso, cuando el corazón se hizo cicatriz se casó, tuvo


dos hijas (Mirta y Liliana), que más tarde extendieron la
prosapia judía con la llegada de cinco nietos, Facundo,
Ezequiel, Alan, Yanina y Gastón.

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— Con Eta, la mamá de Mirta y Liliana Najdorf

Y se replanteó la siguiente jugada. “El ajedrez


me enseñó a ganar y a perder, pero mi mejor
jugada fue quedarme en Buenos Aires”, fue
la frase que utilizó para señalar como se
escapó de los infiernos de Auschwitz y
Treblinka. Y enseguida la enlazaba con otra
historia. “Un día un amigo me dijo: acá con lo
que trabajas ganas para el puchero. En Polonia
decíamos el pan. Así que pensé, puchero es
más grande que pan, entonces me quedo a vivir
en la Argentina”, y con una nueva sonrisa
socarrona festejaba la ocurrencia.

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Con el ajedrez como vínculo publicitario


intentó comunicarse con algún familiar sobreviviente. Dar y recibir una señal de vida.

Para ello, el 25 de enero de 1947, en una sala de la Galería Prestes Maia, en pleno centro de San Pablo, Brasil,
el maestro polaco, ya por entonces ciudadano argentino, Miguel Najdorf, de 36 años, desafió a 45 rivales en
una exhibición simultánea a ciegas. La jugada, un dibujo mítico en la mente del ajedrecista bisoño o aficionado,
intentaba batir el récord que ostentaba el belga George Koltanowsky, que bajo la misma modalidad se había
enfrentado a 34 adversarios en Irlanda, en 1937.

Preparado para la ocasión, Najdorf, que ya había dado muestra de su virtuosa memoria, en 1943, cuando en el
Círculo de Obreros de Rosario se enfrentó con 40 rivales bajo el mismo sistema, pero la falta de un veedor oficial le
quitó validez a la prueba, con la que esperaba dar noticia de vida a sus familiares arrancados del gueto de Varsovia
y trasladados al horror de Auschwitz.

Esa tarde de lluvia en Brasil, El


Viejo Najdorf, sentado sobre un
mullido sillón de cuero, vestido
de traje blanco y en la soledad
de un cuarto desprovisto de
tableros y piezas, solamente
acompañado por los doctores Luiz
Tavares da Silva, Orpheu Gilberto
D Agostini y Sergio Blumer Bastos,
que lo asistieron con controles
permanentes, llevó a cabo la
exhibición que se extendió desde
las 20 del 24 de enero hasta las
19.25 del día siguiente. Durante
las 23 horas y 25 minutos de la
prueba, en los que su presión
varió de 13/8 con 70 pulsaciones
a 12/8 con 80, su privilegiada mente memorizó la ubicación exacta de las 1440 piezas desparramadas entre las
2880 casillas de las 45 mesas, y ejecutó -mediante un micrófono y un parlante, con el que dictaba y recibía
cada una de las jugadas o respuestas de los rivales-, sin errores, las 1166 jugadas necesarias hasta doblegar
al último oponente.

Un dato para la estadística, dado lo extenso de la sesión, varios jugadores fueron


reemplazados por otros con mayor ímpetu, por lo que el total de participantes llegó a 83.
Un dato más, Najdorf se impuso en 39 partidas, igualó cuatro y perdió sólo dos.
Increíble, una hazaña casi inhumana.

Como una nueva muestra de asombro, 24 horas después de la exhibición, Najdorf sorprendió a propios y extraños
cuando reprodujo sin trepidar cada una de las 45 partidas.

Sin perder su ironía y humor habitual, el maestro, tras ser consultado por su capacidad mental, señaló entonces:
“Tengo una memoria privilegiada según para qué. Si me prestan dinero trato de olvidarme en el acto”.

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Aunque la proeza fue comentada en los principales diarios y radios de la época, el silencio cómplice del paso de los
años le labró su rostro de impotencia y desesperación; Najdorf comprendió el desenlace de su familia y depositó
su energía en el trabajo y el ajedrez.

En 2011, el alemán Marc Lang -desafiando a 46 rivales- y recientemente, en diciembre de 2016, el uzbeco Timur
Gareyev -ante 48 adversarios- superaron la marca del viejo Najdorf en esta modalidad a la ciega. Pero vale una
aclaración. Tanto Lang como Gareyev tuvieron ese número limitado de contrincantes (46 y 48 respectivamente), en el
caso de Najdorf, y dado que la exhibición se extendió casi 24 horas, él se enfrentó en 45 tableros ante 83 jugadores,
porque en muchos casos, dado el avance de las horas los ajedrecistas se levantaban de sus sillas y eran
reemplazados por otros recién llegados. Sin dudas un desgaste muy diferente entre ambas competencias.

Por todo ello, y a setenta años de la hazaña, la jugada de vida de Miguel Najdorf aún sigue despertando admiración,
respeto y emociona. La acción como su figura, se enaltece con el tiempo.

Una modalidad que acumula tres siglos de práctica El francés Francois André Danican, conocido como Philidor,
brindó la primera exhibición a ciegas, en 1744, ante dos rivales en los históricos salones del Café La Régence (París),
lugar de encuentro de Rousseau, Robespierre, Voltaire, Napoleón, Diderot y Benjamín Franklin, entre otros.

1. Un privilegiado. “Tal vez fui un privilegiado de aquella hazaña en Brasil porque algunos años antes, en Rosario,
trabajé junto al maestro Roberto Grau en la fiscalización de las simultáneas que Najdorf brindó a ciegas ante 40
jugadores. El se entrenó en la ciudad de 9 de Julio con dos maestros, cada uno atendía 20 tableros y le dictaban las
jugadas. Era fantástico observarlo y ver con qué facilidad se lucía; sin duda tenía una mente privilegiada. Con Najdorf
también dimos simultáneas juntos aquí en Buenos Aires; un día fuimos a una institución de la colectividad judía y
brindamos una exhibición que incluía, además, una partida a ciegas, cada uno. Parece mentira, yo gané esa partida y
él empató con su rival. En verdad, Najdorf fue un grande, un monstruo del tablero, aunque a nosotros, a los maestros
argentinos, a veces nos retaba. El nos decía que le daba más trabajo ganarnos a nosotros que a los extranjeros. Su
hazaña en Brasil es uno de los grandes hitos del historial de este juego.” Del Gran Maestro Héctor Decio Rossetto
(fallecido en 2009, a los 86 años), cinco veces campeón argentino y subcampeón olímpico junto a Najdorf en tres
oportunidades.

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2.Eran otros tiempos. “Fue un gran gesto lo que hizo Najdorf. El no soñaba con ninguna gloria deportiva, quería
recibir una señal de vida de su familia atrapada en Polonia. No tengo muy claro el recuerdo. Eran otros tiempos. La
noticia llegó al país varios días después de haber jugado en Brasil. Las cosas no son como ahora, que uno con
Internet desde la casa puede seguir una partida que se juega en Holanda. Qué me pareció? Y… qué puedo agregar.
Fue fantástico. Por algo enseguida lo tildaron como récord mundial. Es muy difícil hasta de imaginar lo que significa
jugar contra 45 personas, todas juntas a la misma vez y encima sin ver lo que uno está haciendo. ¡Hay que tener una
mente enorme! Recuerdo que un día en la Comisión Nacional de Energía Atómica, donde trabajé 25 años y me jubilé,
di una simultánea a ciegas ante tres personas. En un descuido el maestro Raúl Sanguineti, que fue siete veces
campeón argentino y trabajaba en esa institución, se aprovechó de mi posición de espaldas a los tableros y comenzó a
darles indicaciones a mis rivales ¡Perdí las tres partidas”! De Francisco Benkö, falllecido en 2010, a las 99 años.

Esta entrada fue publicada en Noticias por Carlos Ilardo, y etiquetada como Benko, Gareyev, Lang, Najdorf,
Rossetto, Torneo de las Naciones.

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