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Politica Integral de Apuntes 2020 facultad de ciencias sociales

Historia Social y Politica 3


(Argentina )

Tinkunaco La Bisagra

Tinkunaco.labisagra
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA Y EN CIENCIA POLÍTICA - CIC

ASIGNATURA: HISTORIA SOCIAL Y POLÍTICA ARGENTINA (III)

AÑO DE LA CARRERA: 2° AÑO


CICLO: CICLO INICIAL COMUN
DURACIÓN: 1° CUATRIMESTRE
PROFESORA ADJUNTA a cargo: Dra. Alicia Servetto
PROFESORES ADJUNTOS: Enrique Shaw, Gabriela Closa y Pablo Requena.
PROFESORES ASISTENTES: Ana Noguera, Carolina Musso y Leandro Inchauspe.

PROPUESTA DE PROGRAMA AÑO 2020

FUNDAMENTACION
Esta materia se propone analizar y discutir los principales problemas de la historia argentina en el
período que abarca desde 1880 hasta la crisis del 2001. A la luz de los estudios teóricos e
históricos de los últimos años, se examinará la articulación de los diferentes procesos que
conformaron la sociedad argentina (política, social, económica y cultural) como así también las
modalidades de inserción de la Argentina en el contexto internacional.
Desde una clave analítica que intenta dilucidar los cambios y continuidades de la historia
argentina, la materia se estructura sobre cuatro ejes principales: a) La conformación de los actores
sociales, económicos y políticos, b) Las transformaciones del Estado y su relación con la sociedad
civil; c) Las políticas económicas y su inserción en el mercado mundial; d) El funcionamiento del
sistema político, modalidades de participación y representación. Estos ejes cruzan todo el
programa que se divide en cinco unidades, cuyo recorte temporal está definido en torno a nudos
problemáticos que resultan claves en los períodos históricos establecidos.
La selección y organización de los contenidos se abordan desde la misma lógica de temas-
problemas y que tienen como objetivo plantear a los alumnos de las Licenciaturas en Sociología y
Ciencia Política una serie de interrogantes que les permita pensar la historia como una ciencia
interdisciplinaria, que se construye y reconstruye permanentemente en diálogo con las otras
ciencias sociales. Desde este nivel analítico, la materia pretende brindar a los alumnos, futuros
docentes e investigadores, las herramientas conceptuales necesarias para desarrollar una actitud
crítica y reflexiva frente a las diferentes interpretaciones teóricas y políticas de la producción
historiográfica argentina.
De todo lo anterior pueden desprenderse los siguientes

OBJETIVOS GENERALES

- Promover la mirada interdisciplinaria entre la Historia, la Sociología y la Ciencia Política


para el estudio de la Historia Argentina a partir del diálogo entre saberes.
- Reconocer los procesos generales que incidieron en la conformación del espacio
económico, social y político nacional actual y las diferencias y resistencias regionales que
se pusieron de manifiesto frente a ellos.
- Analizar los principales nudos conflictivos de la sociedad argentina desde la
perspectiva de análisis de las rupturas y continuidades.
- Relacionar los procesos sociales, económicos y políticos que tuvieron lugar en el país con
los ocurridos en el contexto mundial.
- Distinguir las etapas y características particulares del proceso de conformación del
mercado de trabajo y de las relaciones obrero-patronales según los diferentes procesos
económico-sociales y las distintas políticas aplicadas desde el Estado.
- Analizar la incidencia de los distintos discursos, representaciones e identificaciones
colectivas en los comportamientos socio- políticos.
- Promover el desarrollo de una actitud crítica y reflexiva frente a las diferentes
interpretaciones teóricas y políticas de la historiografía argentina en diálogo con las otras
disciplinas de las Ciencias Sociales.
- Desarrollar una actitud crítico-reflexiva frente a los diferentes discursos ensayados para
explicar la realidad.
- Valorar los aportes de la Historia y del rescate de la memoria colectiva para la
comprensión de los fenómenos sociales y políticos.

CONTENIDOS A DESARROLLAR

UNIDAD DE APERTURA

Objetivos específicos:

- Reconocer los aportes de la Historia para la comprensión de los fenómenos sociales y


políticos en diálogo con la Sociología y Ciencia Política.
- Efectuar una síntesis introductoria de los principales procesos vividos entre 1810-1880.
- Reflexionar sobre los procesos de transformación del espacio sociocultural argentino,
en clave latinoamericana, durante el siglo XX.
- Historizar los conceptos de dinámica social, cultura e identidad nacional.

Contenidos:

- Problemas planteados tras la disolución del orden colonial y el proceso de construcción


de la nación. Conceptos de Estado, Nación y Estado nacional. Principales líneas que
pueden observarse desde 1810: construcción del Estado, del mercado y las clases sociales
dominantes.
- La Comunidad Política y la Comunidad Cultural. Origen y evolución. Conceptos y
características de los sistemas de dominación política. Los aparatos ideológicos del
Estado. La Ideología y lo Ideológico. Ciudadanía y Nación. Las nuevas bases políticas de
la construcción identitaria.

UNIDAD I:
EL DESARROLLO DEL MODELO AGRO-EXPORTADOR Y LA CONSTRUCCIÓN DEL ORDEN
OLIGARQUICO. LAS CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA MODERNIZACION (1880-1930).

Objetivos Específicos:

- Analizar el régimen político y el pacto de dominación oligárquico.


- Señalar las características y etapas en el proceso de incorporación de la Argentina al
mercado mundial, reconociendo las desigualdades regionales.
- Analizar el impacto de los procesos de modernización en la estructura social .
- Reconocer el papel del Estado en la regulación de las relaciones sociales.
- Distinguir los diferentes ámbitos para la construcción de las identidades colectivas.

Contenidos:
- La conflictiva construcción de un orden y la organización del Estado nacional. El
funcionamiento del sistema político antes de la ley Sáenz Peña: orden y dominación
oligárquica. La revolución del ´90 y el surgimiento de los partidos políticos. Las formas
de mediación entre sociedad civil y Estado. La construcción de la ciudadanía. Los
objetivos de la reforma electoral de 1912. El radicalismo en el poder: prácticas
políticas y conflictos institucionales. El sistema de partidos hasta 1930.
- Las características del desarrollo agro-exportador y las condiciones de la
infraestructura para la expansión: tierra, capitales y mano de obra. La inversión de
capitales extranjeros en los sectores dinámicos de la economía. Las regiones extra
pampeanas y sus condiciones de crecimiento. La expansión del mercado interno. El
crecimiento industrial ligado a la producción agro-exportadora.
- El mercado de trabajo urbano y rural. Los cambios en la estructura social y la
emergencia de nuevos actores. El Estado y la “emergencia” de la cuestión social. Las
organizaciones sindicales. El Estado, entre la coerción y la mediación. Cambios y
continuidades con las presidencias radicales.

UNIDAD II:
LA CRISIS DEL LIBERALISMO Y LA CONFORMACION DE LA MATRIZ ESTADO CENTRICA. EL
PERONISMO Y EL ESTADO DE COMPROMISO SOCIAL (1930-1955).

Objetivos específicos:

- Reconocer los principales elementos de la matriz estatal intervencionista, su evolución y


las alianzas de clases que los sustentaron
- Precisar la política económica adoptada frente a la crisis de 1929 y sus consecuencias en
la estructura ocupacional.
- Reconocer los componentes de la alianza populista que sostuvo al peronismo y las
características de la política económica-social aplicada en la etapa fundacional.
- Analizar el papel del Estado en la organización del movimiento obrero y el modelo de
relaciones laborales establecido
- Reconocer los principales imaginarios y representaciones que circularon en el período.

Contenidos:

- La política después del golpe. La crisis del consenso liberal. La restauración socio-política
conservadora. El “fraude patriótico”, la abstención radical y las nuevas formas de la
dominación oligárquica. El golpe del GOU y la llegada de Perón al poder: el 17 de octubre
de 1945. Los debates en torno a los orígenes del peronismo. Estructura y dinámica del
régimen político peronista. Las configuraciones de la oposición peronista. El conflicto con
la Iglesia y con las FFAA.
- El impacto de la Gran Depresión (1929-1933). La dinámica económica entre 1930-1943:
crisis del modelo agroexportador y el comienzo del proceso de industrialización por
sustitución de importaciones. El intervencionismo estatal y de regulación de la
producción. El Pacto de Londres (Roca-Runciman). La política económica del peronismo:
economía mercado internista y redistribución de ingresos. Expansión del rol
empresarial del Estado. Las limitaciones del modelo de sustitución de importaciones .
- Cambios y continuidades en la estructura social en los años treinta. La extensión del
bienestar social durante el peronismo. La regulación de las relaciones laborales:
estructura organizativa de los trabajadores, convenios colectivos y Ley de Asociaciones
Profesionales.
- Los imaginarios presentes en el discurso y simbología peronista. El conflicto cultural. El
desarrollo de los medios masivos de comunicación y su incidencia en las representaciones
colectivas.

UNIDAD III:
INESTABILIDAD INSTITUCIONAL, DESARROLLISMO Y EL PROYECTO DEL ESTADO
BUROCRATICO-AUTORITARIO. MOVILIZACIÓN SOCIAL Y RADICALIZACIÓN POLITICA.
1955-1973.

Objetivos específicos:

- Analizar el funcionamiento del sistema político en el contexto de la inestabilidad


institucional.
- Caracterizar los principales rasgos de la política económica desarrollista y de los planes de
estabilización.
- Identificar los cambios operados en el mercado laboral y su impacto en el ámbito
sindical.
- Distinguir las principales vertientes ideológicas y representaciones colectivas que
nutrieron la cultura política revolucionaria de la década del sesenta y comienzos de los
setenta.

Contenidos:

- El golpe militar de 1955. La proscripción del peronismo y su influencia en el


funcionamiento del sistema político. La alternancia entre gobiernos militares y
gobiernos semidemocráticos. El golpe de 1966 y la implantación del Estado
“burocrático-autoritario”.
- El “modelo desarrollista” y la segunda etapa de la industrialización por sustitución de
importaciones. Los sectores dinámicos de la economía. Su impacto en el interior del
país. La influencia en el mercado de trabajo. El Plan de estabilización/acumulación de
Krieger Vasena y la alianza con la Gran Burguesía transnacional.
- La resistencia obrera peronista. Las grandes huelgas y la recomposición sindical. El
surgimiento de las 62 Organizaciones Peronistas y la burocracia vandorista. El
movimiento obrero durante la dictadura de la Revolución Argentina. El surgimiento del
sindicalismo disidente: el caso de Córdoba. Movilización popular y conflictividad social.
- Modernización cultural y radicalización política en los primeros sesenta. La ideología
revolucionaria y el surgimiento de las organizaciones guerrilleras. La opción por la
lucha armada.

UNIDAD IV
EL TERCER GOBIERNO PERONISTA. 1973-1976
VIOLENCIA POLITICA, CONFLICTOS SOCIALES Y CRISIS DEL PROGRAMA REFORMISTA

Objetivos específicos:

- Explicar la configuración de las fuerzas políticas en la apertura política del gobierno de


la Revolución Argentina.
- Analizar las dimensiones políticos-institucionales del gobierno peronista.
- Identificar los principales aspectos de la política económica-social del tercer gobierno
peronista.
- Indagar los argumentos que legitimaron la violencia política y la represión estatal y
paraestatal.

Contenidos:

- La apertura política y la configuración de las fuerzas políticas. El GAN y el FREJULI. El


triunfo del peronismo y el retorno de Perón: alianzas políticas y relaciones con la
oposición. El concepto de “democracia integrada”. El gobierno de Isabel Martínez de
Perón y el viraje hacia la ortodoxia peronista.
- El programa económico reformista: redistribución de ingresos e inversión pública y
privada. La política de concertación y la firma del Pacto Social. Los actores económicos
y sociales frente al Plan. El fracaso del programa y su desmantelamiento: el
“rodrigazo”.
- Movilización popular y conflictividad social. El sindicalismo y la relación con Perón. Los
conflictos laborales y las demandas de la dirigencia sindical: Ley de Asociaciones
Profesionales y Convenios Colectivos. El gobierno de Isabel y la presión corporativa.
- El enfrentamiento de Perón con la Juventud Peronista y Montoneros. La ofensiva
oficial contra la oposición sindical y el desplazamiento de los sectores radicalizados. Las
intervenciones federales: El “Navarrazo” y la intervención a la provincia de Córdoba. La
legislación represiva, la agudización de la violencia y los comienzos de la represión
estatal y paraestatal.

UNIDAD V
EL TERRORISMO DE ESTADO Y LA IMPLANTACION
DEL MODELO ECONOMICO NEO-LIBERAL. 1976-1983

Objetivos específicos:

- Analizar el golpe de estado de 1976 como resultado de una lógica de funcionamiento del
sistema político.
- Caracterizar el “Terrorismo de Estado” y sus efectos sobre la sociedad.
- Identificar las principales características del proyecto de reestructuración económica
basado en la valorización financiera.
- Visualizar las transformaciones en la estructura social, fundamentalmente las vinculadas
a la relación capital- trabajo.
- Reconocer el papel de los actores opositores, en especial, el surgimiento del movimiento
por los Derechos Humanos.

Contenidos:

- El régimen autoritario de 1976. Fundamentos ideológicos y objetivos políticos.


Características de la dictadura. Conflictos y coincidencias entre la dirigencia política y las
Fuerzas Armadas. Los actores económicos y sociales frente al golpe. La Guerra de
Malvinas y la crisis del régimen militar.
- El papel de la Argentina en la redefinición de la división internacional del trabajo. La
desindustrialización y los cambios en el perfil del comercio exterior. La reinserción en el
mercado mundial como país importador de manufacturas. El endeudamiento externo y la
reforma financiera. La crisis de 1982.
- La transformación del mercado laboral y el quiebre de las organizaciones obreras.
Medidas represivas y leyes prohibitivas contra las actividades gremiales. Resistencia
defensiva y reorganización a fines de 1980.
- El terrorismo de Estado y la desarticulación de la sociedad civil. Represión y
cercenamiento de los derechos y garantías constitucionales. Las acciones de resistencia y
el surgimiento de actores opositores. Los Organismos Defensores de los Derechos
Humanos. La creación de la Multipartidaria.

UNIDAD VI
LA RECONSTRUCCION DE LA DEMOCRACIA EN EL MARCO DE LA HEGEMONIA NEOLIBERAL
1983-2001

Objetivos específicos:

- Reconocer los logros y limitaciones de la primera etapa de la reconstrucción de la


democracia
- Analizar las características del plan económico-social del gobierno de Alfonsín.
- Señalar las principales características del funcionamiento del sistema de partidos.
- Identificar los cambios estructurales de la sociedad y la economía que generaron las
reformas neoliberales impulsadas por el gobierno de Carlos S. Menem.
- Explicar las causas que condujeron a la crisis del 2001.

Contenidos:

- La transición y la consolidación democrática. Desafíos y limitaciones. Los cambios en el


sistema político: el bipartidismo. Las bases de apoyo y las oposiciones corporativas al
gobierno radical. La renovación peronista y el gobierno de Menem: La rearticulación
del campo político. El gobierno de la Alianza: Crisis de gobernabilidad y deslegitimación
de la dirigencia política.
- La lucha política por los derechos humanos y la cuestión militar. El juicio a las juntas
militares. Las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida. Las rebeliones militares. El
indulto y la subordinación definitiva.
- Los proyectos de reactivación económica y sus limitaciones. Las crisis hiperinflacionarias.
La reforma neoliberal: apertura de la economía y reforma del Estado. El Plan de
Convertibilidad. El desmantelamiento del aparato productivo. La crisis del 2001 y el
agotamiento de un modelo de acumulación.
- La recomposición organizativa de los sindicatos. Conflictos laborales y demandas
sectoriales. Los efectos sociales de la hiperinflación. El menemismo y el quiebre del
modelo sindical. Flexibilización laboral y desempleo estructural. El surgimiento de
nuevos actores y de nuevos repertorios de protesta.

METODOLOGIA:

La materia se dictará a través de clases teóricas y de clases prácticas. Las primeras estarán a cargo
de lxs Profesorxs Adjuntxs, y las segundas de las Profesorxs Asistentes. Las clases teóricas tienen
una duración de 4 (cuatro) horas semanales y las clases prácticas de 2 (dos) horas semanales. Las
responsabilidades de los integrantes de la cátedra se distribuyen de la siguiente manera:

- En las clases teóricas se trabajará sobre los ejes principales del programa, esto es, la constitución
de actores sociales y sus formas de articulación en el espacio público, las transformaciones de las
identidades colectivas, el funcionamiento del sistema político y las particularidades de las políticas
estatales en los diferentes momentos. Se intentará también aproximarse a las condiciones
"materiales" de producción de los fenómenos sociales, a las representaciones que de las mismas
se hicieron los actores, y los discursos sobre la realidad que emergieron en las de distintas zonas
de la cultura.

- En las clases prácticas el interés se centrará en analizar cuatros acontecimientos históricos que
irrumpieron en la vida política y social de la argentina y tuvieron efectos en la redefinición de las
relaciones de poder, en tanto implicaron realineamientos de grupos políticos, surgimiento de
nuevos actores sociales y significaron la irrupción de nuevos discursos, demandas y repertorios de
confrontación. Con el propósito de analizar estos acontecimientos en clave interdisciplinaria,
cruzando la sociología, la ciencia política y la historia, los casos a revisar son: 1) La Cuestión Social
a principios del Siglo XX, 2) el 17 de Octubre de 1945, 3) el 29 de mayo de 1969 y el Cordobazo;
4) los sucesos del 20 y 21 de diciembre del 2001. Se pretende analizar en profundidad las
condiciones que habilitaron tales acontecimientos, el significado que los mismos tuvieron en la
política y la sociedad argentina, y los efectos en el corto y largo plazo. La idea que subyace en esta
selección es pensar estos hechos como parte de un proceso histórico que marcaron hiatos o
bisagras y a partir de los cuales analizar las rupturas y las continuidades.

EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE: CONDICION DE LOS ALUMNOS

Las condiciones para cursar la materia se regirá por el Régimen de Enseñanza de la FCS Resolución
del HCS Nº 1748/2017.

Será condición para la promoción directa:

- Aprobar DOS PARCIALES con un mínimo de 8 (ocho) puntos. No habrá recuperatorios.


- Aprobar UN TRABAJO PRÁCTICO sobre un total de tres prácticos evaluables con un
mínimo de 8 (ocho) puntos.

Será condición para la promoción indirecta:

- Aprobar 2 (dos) parciales con un promedio mínimo de 7 (siete) puntos, siempre y cuando
se hubiera obtenido nota mínima de 6 (seis). Podrá recuperar un parcial cuando habiendo
aprobado uno de los dos parciales no haya alcanzado la nota de 7 puntos.
- Aprobar 1 (uno) de un mínimo de 3 (tres) trabajos prácticos evaluables con un mínimo de
7 (siete) puntos.
- Aprobación de un coloquio integrador oral con, por lo menos, 7 puntos ( El Coloquio se
realizará en la fecha programada por la cátedra y/o en el primer turno de examen
posterior a la finalización de la asignatura. Si el/la estudiante no se presentase a la
instancia integradora o no alcanzara el puntaje mínimo de 7 –siete- puntos, pasará a la
condición de regular).

Será condición para la regularidad:

- Aprobar DOS PARCIALES con, por lo menos, 4 puntos, pudiendo recuperar sólo uno de
ellos El recuperatorio será tomado después del segundo parcial y se evaluarán los temas
correspondientes al examen reprobado o en el que hubieren estado ausentes.
- Aprobar con 4 puntos UN TRABAJO PRÁCTICO sobre un total de tres prácticos
evaluables.

Evaluación exámenes
Para el Coloquio Promoción Indirecta: El coloquio para los que obtuvieron la Promoción
Indirecta se rinde de forma oral. Les estudiantes deberán preparar y desarrollar un tema del
programa. Como requisito: deberán abordarlo desde el análisis de, al menos, 2 autores y
relacionarlo con algunas de las dimensiones analíticas trabajadas en la materia: económicas,
sociales o políticas.

Regulares: Los exámenes para estudiantes regulares se rinden en forma oral. Los estudiantes
deberán preparar y desarrollar un tema del programa. Como requisito: deberán abordarlo
desde el análisis de, al menos, 2 autores y relacionarlo con algunas de las dimensiones
analíticas trabajadas en la materia: económicas, sociales o políticas. Se harán preguntas
generales sobre el programa.

Libres: El examen para la condición de libres está estipulado en el Régimen de Enseñanza de la FCS
(Resol. HCS N° 1748/2017). Se rinde escrito y oral sobre la base del último programa vigente con
su bibliografía obligatoria (No incluye la bibliografía de los prácticos). Son tres preguntas de
desarrollo y si el escrito es aprobado, se pasa a la instancia del oral.

PARA COMUNICARSE CON LA CATEDRA:


AULA VIRTUAL: Historia Social y Política III
BLOG: https://historiaargentinafcs.blogspot.com.ar/
INSTAGRAM: historia.arg.fcs

BIBLIOGRAFIA OBLIGATORIA
(Se recomienda la lectura en el orden en que están enumerados los textos)

UNIDAD DE APERTURA

- BERGER, Peter L. y LUCKMANN, Thomas. La construcción social de la realidad. Buenos


Aires: Amorrortu/editores, 2015 (1967). Pp.34-63.
- CERVERA, Felipe. Identidad Nacional en el siglo XXI. Rosario, Prohistoria Ediciones, 2014.
Cap. III, págs. 131-164.

UNIDAD I
- LOBATO, Mirta “Estado, gobierno y política en el régimen conservador” en Lobato Mirta,
El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916) Colección Nueva Historia
Argentina T. V., Buenos Aires, Sudamericana 2000, pp.179-208.
- GERCHUNOFF, Pablo y LLACH, Lucas. El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de
políticas económicas argentinas. Buenos Aires, Editorial Planeta, 2.000. Cap. I.
- DEL CAMPO, Hugo. "Sindicatos, partidos obreros y Estado en Argentina". En: Ansaldi, W y
Moreno, J.L. Estado y sociedad en el pensamiento nacional. Buenos Aires, Cántaro,
1989.pp. 235-262.
- ANSALDI Waldo “La trunca transición del régimen oligárquico al régimen
democrático”, en Falcón, Ricardo (dirección de tomo), Democracia, conflicto social y
renovación de ideas, Colección Nueva historia argentina, Tomo VI, Buenos Aires,
Editorial Sudamericana, 2000, pp. 15-57.
UNIDAD II

- DE PRIVITELLIO Luciano “La vida política” En: CATARUZZA Alejandro Argentina mirando
hacia adentro. Colección América Latina en la historia contemporánea. T. IV. Madrid,
Fundación MAPFRE, 2012 pp 39-90.
- BELLINI, Claudio y KOROL, Juan Carlos. Historia económica de la Argentina en el siglo XX,
Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, 2012. Cap.2 y Cap. 3, págs. 67-154.
- DOYON Louise “La formación del sindicalismo peronista”, en TORRE, Juan Carlos (comp.)
Los años peronistas (1943-1955), Colección Nueva Historia Argentina T. VIII, Buenos Aires,
Sudamericana 2002.
- TORRE Juan Carlos y PASTORIZA, Elisa “La democratización del bienestar”, en TORRE, Juan
Carlos (Comp.) Los años peronistas (1943-1955), Colección Nueva Historia Argentina T.
VIII, Buenos Aires, Sudamericana 2002. pp. 259-312.

UNIDAD III

- CAVAROZZI Marcelo. Autoritarismo y democracia, (1955-1983). Buenos Aires, CEAL,


1987. Cap. I y II.
- GERCHUNOFF, Pablo y LLACH, Lucas: El ciclo de la ilusión y el desencanto, Op. Cit., cap.
VI, pp. 249-273.
- JAMES Daniel “Sindicatos, burócratas y movilización”, en JAMES Daniel (comp.). Violencia,
proscripción y autoritarismo, 1955-1976. Nueva Historia Argentina Tomo IX, Buenos Aires,
Sudamericana, 2003. pp. 119-158.
- O´DONNELL, Guillermo: 1966-1973. El Estado Burocrático-Autoritario, Buenos Aires,
Editorial Belgrano, 1982. Caps. 2 y 3.
- TORTTI, María Cristina: “La Nueva Izquierda argentina. La cuestión del peronismo y el
tema de la revolución”, en TORTTI, Ma. Cristina (directora) La nueva izquierda
argentina (1955-1976). Socialismo, peronismo y revolución. Rosario: Prohistoria
Ediciones, pp.15-33.

Unidad IV
- DE RIZ, Liliana La política en suspenso 1966/1976. Buenos Aires, Paidós, Cap- II, desde
pág. 108-126 y Cap. III, págs.127-181.
- CALVEIRO, Pilar: Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años 70,
Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2005, pp. 97-142
- FRANCO, Marina, Un enemigo para la nación. Orden interno, violencia y “subversión”,
1973-1976, Buenos Aires, FCE, 2012, Primera Parte, pp.59-63 y 129--167.

UNIDAD V

- QUIROGA Hugo “El tiempo del proceso”. En SURIANO, Juan Dictadura y democracia
(1976-2001). Colección Nueva Historia Argentina, T. X. Buenos Aires, Sudamericana, 2005
pp. 33-86.
- AGUILA, Gabriela: “La represión en la historia reciente argentina: fases, dispositivos y
dinámicas regionales” en Águila, Gabriela y Alonso, Luciano (Coord.) (2013): Procesos
represivos y actitudes sociales. Entre la España franquista y las dictaduras del Cono Sur,
Buenos Aires, Editorial Prometeo, Págs.97-121.
- AZPIAZU, Daniel y SCHORR, Martín, Hecho en Argentina. Industria y economía, 1976-
2007, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, pp. 19-38 y 71-78.
- CRENZEL, Emilio: “Enfrentando el retroceso. Justicia, verdad y memoria en la Argentina
reciente”, en AGUILA, Gabriela, LUCIANI, Laura, SEMINARA, Luciana y VIANO, Cristina
(comps), La Historia reciente en argentina. Balances de una historiografía pionera en
América Latina, Buenos Aires, Editorial Imago Mundi, 2018, pp.129-150.

UNIDAD VI

- ORTIZ, Ricardo y SCHORR, Martín. "La economía política del gobierno de Alfonsín:
creciente subordinación al poder económico durante la 'década perdida'". En
PUCCIARELLI, Alfredo (Coord.), Los años de Alfonsín. ¿El poder de la democracia o la
democracia del poder?, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006. Pp.291-333.
- SIDICARO, Ricardo. Los tres peronismos. Buenos Aires: Editorial Siglo XXI, 2003. Cap.4,
desde pág.161-189.
- SCHNEIDER, Alejandro: “Del alfonsinismo al kirchnerismo: el movimiento obrero bajo
la democracia (1983-2012), en AAVV: Observatorio Latinoamericano 12, Dossier
Argentina: 30 años de democracia, Universidad de Buenos Aires, Instituto de Estudios
de América Latina y el Caribe, Buenos Aires, 2013. Pp.222-233.
- CRENZEL, Emilio: “Enfrentando el retroceso. Justicia, verdad y memoria en la Argentina
reciente”, en AGUILA, Gabriela, LUCIANI, Laura, SEMINARA, Luciana y VIANO, Cristina
(comps), La Historia reciente en argentina. Balances de una historiografía pionera en
América Latina, Buenos Aires, Editorial Imago Mundi, 2018, pp.129-150.
- PUCCIARELLI, Alfredo y CASTELLANI, Ana (coord.) Los años de la Alianza. La crisis del
orden neoliberal, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, 2014. Introducción, pp.13-30.

BIBLIOGRAFIA TRABAJOS PRÁCTICOS

TRABAJO PRÁCTICO Nº 1. La cuestión social a principios del Siglo XX. (NO EVALUABLE)

- SURIANO, Juan (2001). "La cuestión social y el complejo proceso de construcción inicial de
las políticas sociales en la Argentina moderna" en Ciclos, Año XI, Vol. XI, N° 21, 1er
semestre de 2001, pp. 123-147.
- LOBATO, Mirta (2000). "Entre la protección y la exclusión. Discurso maternal y protección
de la mujer obrera, Argentina, 1890-1934" en SURIANO, Juan (comp.), La cuestión social
en argentina, 1870-1943, Buenos Aires: La Colmena, pp. 245-275.

TRABAJO PRÁCTICO Nº 2. El 17 de octubre de 1945. (EVALUABLE, escrito, en grupo, no más de


dos estudiantes)

- JAMES, Daniel: Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora


argentina, 1946 – 1976. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1990. Capítulo –
- GRIMSON, Alejandro (2017) "La homogeneización de la heterogeneidad obrera en los
orígenes del peronismo" en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr.
Emilio Ravignani”, Tercera serie, núm. 47, segundo semestre de 2017, pp. 166-189.

TRABAJO PRÁCTICO N° 3. El 29 de mayo de 1969: El Cordobazo. (EVALUABLE, escrito,


individual)

- BRENNAN, James y GORDILLO, Mónica: “Protesta obrera, rebelión popular e


insurrección urbana en la Argentina: el cordobazo”, Estudios Nº 4, 1994. Págs. 51-74.
- Documental “El Cordobazo”, History Channel. Producción de Garabato Producciones,
Córdoba 2009. https://www.youtube.com/watch?v=Q2qt8THhP2I//
Lectura optativa
- GRISENDI, Exequiel (2013) “¿Cómo interpretar el Cordobazo? Dos Lecturas
Sociológicas”, Revista Intersticios de la política y la cultura, 3: 65-80.

TRABAJO PRÁCTICO N° 4. La crisis del 2001. (EVALUABLE, escrito y oral, en grupo, no más de
cinco estudiantes.)

- GORDILLO, Mónica (2011), "Las temporalidades del 2001", Estudios. Revista del Centro
de Estudios Avanzados, Nº 26, julio- diciembre 2011, págs. 25 - 41.
- SVAMPA, Maristella (2005). La sociedad excluyente. Buenos Aires, Taurus. Capítulo 7
“Crisis estructural y nuevas formas de resistencia”.
- Trabajo y análisis de fuentes orales: entrevista a testigos del acontecimiento de
diciembre del 2001. Consigna: ¿Qué me podes contar?¿De qué te acordás?

Lectura optativa
- SVAMPA, Maristella (2013), "Tras las lecturas y las huellas de diciembre de 2001", en:
Pereyra, Sebastián, Gabriel Vommaro y Germán J. Pérez (Editores), La Grieta. Política,
economía y cultura después de 2001, Buenos Aires, Ed. Biblos, págs. 21 - 32.

BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

UNIDAD N°1
BONAUDO Marta Liberalismo, Estado y orden burgués (1852- 1880) Colección Nueva Historia
Argentina T. IV. Buenos Aires, Sudamericana, 1999.
BOTANA Natalio El orden conservador. Buenos Aires, Hyspamérica, 1977.
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CRONOGRAMA DE CLASES TEORICAS, PARCIALES, RECUPERATORIOS Y COLOQUIOS.
2020
PARCIALES /
FECHAS TEORICOS RECUPERAT. / Prof. a cargo
COLOQUIOS Teóricos.
25/3 Apertura Alicia Servetto
31/3 Clase Introd. Enrique Shaw

1/4 Unidad I Alicia Servetto

7/4 Unidad I Alicia Servetto


8/4 Unidad I Alicia Servetto
14/4 Unidad II Gabriela Closa
15/4 Unidad II Gabriela Closa
21/4 Unidad II Gabriela Closa
22/4 Unidad II Gabriela Closa
28/4 Unidad III Pablo Requena
29/4 Unidad III Pablo Requena
5/5 Unidad III Pablo Requena
6/5 Unidad III Pablo Requena
12/5 1° parcial
13/5 Unidad IV Pablo Requena
19/5 Unidad IV Pablo Requena
20/5 Unidad V Alicia Servetto

26/5
Semana de Mayo - exámenes
27/5

2/6 Unidad V Alicia Servetto


3/6 Unidad V Alicia Servetto
9/6 Unidad VI Gabriela Closa
10/6 Unidad VI Gabriela Closa
16/6 Unidad VI Gabriela Closa
17/6 2° parcial
23/6 Cierre Alicia Servetto
Recuperatorio 1er y
24/6 2do parcial-
Reg. Trabaj.
30/6
Coloquios y
1/7
Recup. RT
Unidad de Apertura
Unidad 1
DE PRIVITELLIO Luciano “La vida
política” En: CATARUZZA Alejandro
Argentina mirando hacia adentro.
Colección América Latina en la historia
contemporánea. T. IV. Madrid, Fundación
MAPFRE, 2012 pp 39-90.
*103*
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*127*
*128*
Unidad 3

condiciones sodo-históricas explica~. el surgimiento de las
experiencias de violencia política más intensas de la historia moder~
de la Arge~~~ina? ¿Cuál es differentia specifica de los sistema'>
dominación autoril:;¡;¡ria que se fueron imponiendo en el Conol
partir de mediados de los '601 ¿Cómo entender -en contra d~
principales previsiones de las ciencias sociales- la aparición de
TICO
TRIUNFOS,
tongados ciclos de exclusión política y económica en las regiones DERROTAS!I!
más industrializadas de América del Sur? ¿Qué sectores sociale¡¡; 'CRISIS
ganaron cuáles perdieron con estos ciclos?

En El Estado Burocrático entre 1974


Y publicado en ofrece la re!ip~U!l!¡ta
iluminadora Su eXlpn'cal~ibn
FRS
engarza aootamiento historlco de la
industrializadón sustitu1i'¡;¡¡l,
y la emergencia de un
represiva del sector ¡:)opular

Lo que enbre 1970~y 1~76 era


que las el destino la dem(~í'ací.
pudieran entender una socieda<ii desga:n'a(~a por la vic)lenc~l¡J,
décadas después sin lugar a dudas. un texto clásico.
porque labró el conteptualcon que las inv~tigaciones
posteriores se a17jproblema del autoritarismo
noamericano, sino porqile resl~l'ta difícil soslayarloro~d()
se trata de hacer inteligibles 10$ problemas y alcances de nuestro
presente democrático.
GUILLERMO O'DONNELL

EL ESTADO BUROCRATICO
AUTORITARIO
Triunfos, derrotas y crisis

Editorial de Belgrano
PREFACIO A LA NUEVA EDICIÓN

En la Introducción cuento la accidentada historia de este libro. Esta


sería una curiosa historia si no fuera porque el proceso de investigar y
escribir este libro (y, por cierto, el no poder publicarlo por varios años)
Primera edición: 1982 fue parte, claro que infinitesimal, de las tormentas que arrasaron nuestro
Segunda edición: 1996 país en la década del '7p y comienzos del' 80.
[)espu~sdelAnªirLt[Qdl{(CiQn teórica, ellib.rocomienza con el golpe
© 1996 by Fundación Editorial de Belgrano, Avda. Federico Lacroze 1959, (1426) Bue- de Estad()dejuniod(;j266 y terl11Ú1Cl COn los prolegómenos de la im-
nos Aires, República Argentina, Teléfonos: 772-4014118 775-8788.
p{antación. clf?. un. Estacl()!zllrgc.ráti co-auto ritario,
Printed and made in Argentina. Hecho e impreso en la República Argentina golpe de marzo de 1976, mucho más cruel socialmente destructivo
el de 1966. Pero las raíces directas de reD resión v des-
LS.B.N.: 950 - 577 - 174 - 6

Todos los derechos de esta edición reservados parla Fundación Editorial de Belgrano,
qq!lÍ: .
Bucnos Aires, Argentina.
Como cuento en lq,;Introducción, empecé este libro en 1974 y lo
terminé afines de 1976, pocos meses después del golpe de ese mio. Es
La Fundación editorial de Belgrano es una entidad que se rige conforme a las disposi- un libr,g nacido de la desesperación y la rabia que, un poco para mi
ciones del decreto ley 19.836172, que reglamenta la creación y funcionamiento de las sorpresa, he revivido intensamente al escribir este Prefacio. No es fá-
Fundaciones, y cuyo artículo ¡o dispone lo siguiente: "Las Fundaciones a que se refiere cil narrar, ni recordar, los pasos que conducen al despeñadero de su
el artículo 33 del Código Civil son personas jurídicas que se constituyen con un objeto
de bien común sin propósito de lucro ".
propio país, ni detectar un encadenamiento de hechos y decisiones que,
hacia el final de la historia narrada en este libro, pareció conducir a
Prohibida la reproducción total o parcial de este libro, osu almacenamicnto en un siste- todos, casi como en una tragedia griega, al amargo final con que, en el
ma informático, o su transrvisión por cualquier forma o medio electrónico, mecánico, Capítulo X, termino el libro.
fotocopia, registro u otros medios sin el permiso previo por escrito de los titulares del Independientemente de mis aciertos y desaciertos en narrarla, ésta
copyright.
es una historia importante: está fresca en la memoria de muchos, ha
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. producido víctimas que no deben ser olvidadas y dolores que no han
© 1996 by Fundación Editorial de Belgrano.
GUILLERMO Ü'DONNELL PREFACIO A LA NUEVA EDICIÓN

cicatrizado, y contiehe algunas lecciones que tienen valor permanente. libro. en desacuerdo con
Una de estas lecCiones, a la cual dedico buena parte de los cápí- sos hicimos demasiado poco para rebatirlos y para iJnped(r
tulos finales, es el terrible error de endiosar la violencia. ¡Esto trans- a que conducían -que en su momento esos intentos hubieran sido
formó a algunos en asesinos convencidos de matar eor una buena cau- o no efectivos no alcanza á excusar esos silencios.
sa, a muchos en espectadores pasivos pero no ,siempre críticos de esos Una segunda lección importante, que se conecta cercanamente con
hechos y también a muchos en víctimas de un miedo que nos dejó iner-. es la del horror absoluto, la profunda deshumanización
mes contra todas las violencias, especialrneáte frente al terrorismo de resultante de ser abarcado y penetrado por la violencia,
Estado comenzado en 1974 Y llevado,!!: su paroxístico perfeccionamiento ejecutor, como víctima, cOlno espectador (hubo meses, como comento
después del golpe de marzo de I976.ilunto con el endiosamiento de la en el libro, en los cuales cada día la televisión y los diarios inform.aban
violencia y como inevitable corolariO, ocurrió la desvalorización de la de hechos horribles) o, simple pero también
democracia, tanto por los que en algunos momentos la vieron como consecuencia.del temol~ más o
una trampa insidiosa tendida por el "sistema" para perpetrarse, como atenazador, de quien se siente una posible víctima
por los que, en otros momentos, la consideraron un obstáculo para La violencia sistemática por razones políticas ha sido, felizmente,
lograr la necesaria y justificable eliminación de los adversarios. terminada entre nosotros -éste es un logro inmensamente importante,
Es cierto, eran otros tiempos, que invito a los jóvenes lectores de que los que vivimos en los años del terror debemos recordar y ayudar a
este libro a tratar de captar y entender. Pero éste no es un pedido de reconocer a quienes no los han vivido. Haber pasado por estas violen-
just~ficación. Ni siquiera hoyes popular decir que hubo responsabili- cias y estos miedos, y entender lo que en y por ellas se siente, es para
dades amplia y solidariamente compartidas por todos los que partici- personas de mi origen social un privilegio que no nos es habitualmente
paron en ese frenesí de violencia -aunque me parece claro que aque- conferido. Esto nos crea responsabilidades importantes.
llos que la ejercieron desde el Estado y, por si fuera poco, Digo esto porque me parece fundamental recordar que otras vio-
son los monstruos más condenables. lencias, no menos sistemáticas y aterro rizado ras, persisten hasta
Creo importante, como intelectual que soy, insistir en las respon- contra los más pobres y diversas minorías. Esto es un escándalo no
sabilidades que los intelectuales hemos compartido. El mar de menor las carencias materiales de aquéllos. Este escándalo desa-
res de este período de nuestra historia no hubiera /JC)d¡dc a un país en el muchos tal
eficaz y persistente endiosamiento de la violencia perpetrado por intec empatizarcon el hambre, vero en el
lectuales de las más diversas corrientes -cuando digo intelectuales miedo y con
me refiero a todos los que de alguna manera dedican parte de su tiem- momento a
po a la creación y difusión de ideas, incluyendo a los que por nuestra menudo de agentes estatales) más poderosos que nQsgtros. Me
identidad profesional somos públicamente reconocidos como tales y parece qye otra de las lecciones de las páginas que siguen es que debe-
que por cierto no fuimos los menos culpables. El ruidd de esos discur-
sos fue acompañado -también debemos reconocerlo- por el silencio
'" Cuando era tarde para hacerlo porque ya nadie se hubiera atrevido a difundir tes·
'a~ó(fós Tritelettuales, los que por una mezcla de miedos y escasez de
timonios contra la violencia, descubrí lo que, con la amarga ironía con que a veces uno
oportunidades no tuvimos el coraje de dar público e insistente testimo- trata de defenderse de! miedo, llamé "el primero y principal derecho humano: saber quién
nio, personal y colectivo, de lo que hacía falta: una condena incondi- va a matarlo a uno". Hacia fines de 1976, cuando nuestras casas y en el CEDES vivíamos
el temor de ser "desaparecidos" por [os agentes de la represión, pidió hablar conmigo al·
cional de todos y de cada uno de esos actos y discursos de violencia. guien que invocó ser representante de Montoneros y me informó que. como era claro que
Sabemos que el resultado de esos discursos de violencia -de los que en el CEDES éramos agentes del imperialismo (por entonces recibíamos financiación de la
Fundación Ford y del SAREC sueco), debíamos pagar a su "organización" un "impuesto"
muy pocos se han hecho cargo- fue llevar a la muerte a miles de jóve- que excedía varias veces el ingreso anual del CEDES. Cuando me negué me amenazó con
nes, a los que rememoro en la Introducción yen las últimas páginas del cosas no menos terribles de las que temíamos ele los represores estatales.
GUILLERMO O'DONNELL

ríamos esforzarnos junto con esas persistentes víctimas para que ellas
se conviertan en auténticos sujetos del derecho de una polis democrá-
tica.
Si las páginas que siguen muestran contundentemente, a contrario
y ad absurdum, los males de la violencia y de la dominación autorita-
ria y, por lo tanto, las ventajas de la democracia, ellas también seña-
lan el horizonte hacia el que deberían orientarse nuestros actuales es-
fuerzos. Una forma de leer las páginas que siguen es, primero, como la
historia de una escalada en la que diversos actores fueron producien- ADVERTENCIA PRELIMINAR
con creciente crueldad y decreciente conciencia, una abrumadora
cantidad de violaciones de derechos humanos y, segundo, como una
serie de lecciones escrita por las víctimas -no sólo
que murieron- tan numerosas que ni siquiera hemos podido contarlas
con exqctitud.Me parece que esta triste historia debe ser resignificada Este libro es producto de trabajo académico, incluso de una detalla-
no sólo seilalando la impunidad jurídica lograda por perpetradores da investigación. Los datos emergentes de ella sólo pueden ser inter-
que ni siquiera muestran ~;n atisbo de arrepentimiento; a ellos pode- pretados mediante conceptos que tienen un cierto status teórico.
mos, y debemos, mostrarles nuestro desprecio y, con ello, hacerlos un Pero mi esperanza es que este libro pueda ser leído, sin dificulta-
poco menos impunes. Se trata también, más positivamente, de hacer des, por cualquier persona que tenga un razonable interés en la
que la validez de elementales derechos humanos sea efectiva para to- política. Por eso me permito una sugerencia. El lector del mundo
dos los habitantes de este no siempre bendito territorio. académico seguramente querrá comenzar por los conceptos que
A pesar de sus numerosos defectos, sin la democracia que tene- utilizo, sus definiciones e interrelaciones. Los mismos están pre-
sentados en el capítulo I. Pero ese capítulo es de ardua lectura.
mos no podríamos siquiera plantearnos esta responsabilidad. Pero sin
Por ello, cualquier otro lector podría comenzar directamente por
plantearnos esta responsabilidad no llegaremos a tener el tipo de de- el capítulo II, a partir del cual el texto es mucho menos abstruso.
mocracia que implicaría, finalmente, la superadora negación de los A lo largo de su lectura, cuando se encuentre con términos cuyo
terribles años sobre los cuales, ciudadano o intelectual sumergido en significado quiera precisar, puede recurrir a las respectivas sec-
esas tormentas, escribí este libro. ciones y acápites del capítulo 1 (cuyos títulos intentan facilitar
esa búsqueda) o bien1eer ese capítulo después de haber termina-
GUILLERMO Ü'DONNELL do los restantes.
NOVIEMBRE DE 1996 CGn la misma intención he hecho un desdoblamiento de las
referencias en el texto para facilitar su lectura. Aquellas que agre-
gan detalles o matices a 10 aIlí dicho van como notas al pie de las
respectivas páginas. Otras que se limitan a identificar las fuentes
de afirmaciones o datos, de interés para el lector que pueda querer
verificarlos, están transcriptas al final del libro.
La ilusión no es sólo que este libro contribuya al conocimien-
to sino también que ingrese a la discusión política de quienes
comparten valores realmente opuestos a toda forma autoritaria
de dominación.
CAPÍTULO Ir

" IMPLANTACIÓN DEL EA

1) Antecedentes del golpe de 1966

El golpe de junio de 1966 venia siendo abiertamente discutido y


propiciado desde por lo menos un año antes *. Cuando el 28 de
junio de 1966, los comandantes en jefe de Ejército, Marina y
Aeronáutica decidieron actuar, bastó con que elgeneralAhogaray,
acompañado de una pequeña escolta, obligara al Dr. IUia a aban-
donar la Casa Rosada. En las Fuerzas Armadas casi no hubo
oposición al golpe. Tampoco, salvo la actitud del Dr. Illia y sus
colaboradores, hubo intento civil por impedirlo. En los días si-
guientes fue claro que -salvo el Partido Radical expulsado del
\ gobierno, algunos pequeños partidos y buena parte de los medios
universitarios- el golpe contaba con la aceptación de gran parte
de la población ** y, por cierto, de casi todas las organizaciones
'., de la sociedad.

* Como bien lo expresara La Nación, 5 de junio de 1966, p. 6, "se habla


del <,golpe» familiarmente, corno de algo inevitable y sujeto a discusión sólo
en cuanto a las fechas probables, de las que hay una variada gama a elegir".
Pa!'a la abierta discusión (y promoción) del golpe, vale la pena consultar,
desde aproximadamente un año antes de junio de 1966, los semanarios P'r-i_
mera Plana, Confirmado, Panorama y Análisis, entre otros. En un tono sólo
un poco más velado, los grandes diarios La Nacwn, La Prensa, Clarín y
La Razón. El gobierno radical no tuvo siquiera un órgano de prensa de
mediana difusión que ]0 sostuviera. Para un detallado relato de la conspi-
ración v de la jornada del golpe, Extra, "Lo que nunca se contó", junio 1979.
Una encuesta tomada en el Gran Buenos Aires poco después del
h-<dpe mostró que GG '7(" de los encuestados 10 aprobaban explícitamente, y
66 GUILLERMO O'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL EA 67

Hay, de entrada, un hecho que marca una fundamental dife- dones y sus expresiones políticas. He intentado explicar el golpe
rencia con Erasil y Chile: el golpe argentino de 1966 tuvo la de 1966 en otros trabajos *. Aqui me limitaré a algunas referen-
aquiescencia de buena parte del sector popular y, además, contó cias, necesarias para introducirnos a un problema diferente: el
con el apoyo de la mayor parte de los dirigentes sindicales a nivel de los factores precedentes a ese golpe que continuaron teniendo
nacional. El golpe también fue aprobado por el peronismo, y por incidencia una vez implantado aquel BA. En especial, nos ocu-
Perón *. Aparentemente, el golpe de 1966 era sólo contra un go- parán en esta sección los factores que permiten entender este
bierno ineficaz e irrepresentativoJ cómplice pasivo del aducido caso como el EA implantado desde un nivel comparativamente
desorden imperante -no contra el sector popular, sus organiza- más hajo de crisis (y su consiguiente amenaza).
No impidió esto -como veremos- que a partir de la implan-
sólo 6 % se oponía al mismo; Encuesta de "A y e Investigación", mimeo, tación de ese Estado surgieran políticas públicas, impactos socia-
4 de julio de 1966; en la misma encuesta el 73 % expresó que creía que la les y oposiciones típicas de los BA. Pero, por otra parte, en este
situación mejoraría, 17 % que seguiría igual y sólo el 9 % que empeoraría. caso la menor profundidad de la crisis previa permitió que se
Pero el pequeño número de encuestados y la imprecisa infonnación sobre generaran tempranamente tensiones y confIictos~ así como cier-
el método seguido exige tomar estos datos con cautela. Según otra encuesta,
en el Gran Buenos Aires, 77 % de los entrevistados respondió afirmativa-
tos ¡¡éxitos" económicos, que suelen quedar postergados en HAs
mente a la pregunta "¿Cree usted que la revolución del 28 de junio fUe nece- implantados en condiciones más extremas que el argentino de
saria'?"; Correo de la Tarde, 6-12 de junio de 1967 (1.000 entrevistados en 1966 -estos temas los iremos viendo en los siguientes capitulas.
la ciudad de Buenos Aires, metodología no informada). Por su lado, todos Los dos años completos, 1964 y 1965, de gobierno radical
los órganos de difusión masiva aplaudieron el golpe y los principales perio-
distas políticos llegaron a tonos líricos en su entusiasmo; por ejemplo, "La fueron de fuerte crecimiento del producto: 10,3 ro
y 9,1 %, res-
nación y el caudillo se buscan entre mil crisis, hasta que, para bien o para pectivamente; el consumo pe,· cápita aumentó 10,0 % en 1964 y
mal, celebran su misterioso matrimonio" (Mariano Grandona, Primera Plana, 7,4 70 en 1965. Estas tasas surgieron de niveles deprimidos por
30 de junio de 1966, p. 3) Y UDetrás de Onganía, queda la nada. El vacío,
el abismo último ... Onganía hace rato que probó su eficiencia. La de su
la recesión de 1962 y 1963 ( - 3,1 ro
y - 3,9 ro
del producto,
autoridad. La del mando. Si organizó un ejército desteñido de orden, ¿por respectivamente) y, por otro lado, en el primer semestre de 1966
qué no puede encauzar al país'? Puede y debe. Lo hará" (Bernardo Neustadt, el crecimiento se habia desacelerado casi por completo. A pesar de
Extra, agosto de 1966, p. 4.) Para un buen relato de la trama y circuns- que no es por este lado que puede hallarse una explicación de la
tancias inmediatas al golpe, Extra, junio 1969, pp. 1-16. caída del gobierno radical **, había otros factores económicos que
* Ver las declaraciones de apOYo al golpe hechas, entre otros, por
Francisco Prado (secretario general de la CGT) y los principales dirigentes
sindicales (entre ellos José Alonso, Augusto Vandor y sus respectivos ali- * Para un enfoque general de ese período, mi Modernizaci6n y auto-
neamientos, sobre los que volveré), en La Nación del 30 de junio (p. 8), ritarismo, Paidós, Buenos Aires, 1972; un estudio más detallado de las FUer~
1 Q de julio (p. 7), 2 de julio de 1966 (p. 14), Y Rubén Rotondaro, Realidad zas Armadas dUrante ese lapso es "Modernización y golpes militares. Teoría,
y cambios en el 8indicalismo, Pleamar, Buenos Aires, 1971, pp. 318 pass"im. comparación y el caso argentino", Desa,rrollo Económico, nQ 47, octubre-
Algunas de esas declaraciones, como la de la CGT ya citada del 30 de junio diciembre 1972. La obra fundamental sobre las Fuerzas Armadas en la
(texto completo de la misma en Santiago Senén González, El sindicalismo Argentina es Alain Rouquié, P01L1Joir Militaireet Société Politiquc en Repu-
después de Perón, Editorial Galerna, pp. 95-99, Buenos Aires, 1971), adqui- bUque Argentine, Presses de la Fondation Nationale des Sciences Politiques,
rieron tonos, de los que pronto debieron arrepentirse, tah truculentos en su Paris, 1978; cf. también Carlos A. Fayt, El político armado: dinámica del
condena del gobierno anterior como exuberantemente optimistas respecto proceso político argentino (1960/1971), Pannedille, Buenos Aires, 1971. De~
del recién implantado: " ... la caótíca situación en lo social, político y eco- masiado tarde como para publicarla aquí, se ha publicado otra obra impor~
nómico, €ngendraban día a día la falencia del poder constituido, la falta de tante para el estudio -de las intervenciones militares en la Argentina de la
autoridad (sic) y la falencia total de representatividad [del gobierno] .. ' posguerra, Robert Potash, El ejército y la política en la Argentina, 1945-
Una vez más el caos fagocitaba a sus responsables. Una vez más un gobierno 1962. De Perón a F'f'ondizi, Editorial Sudamericana~ Buenos Aires, 1981.
fue víctima de sus propios aetas," Ciertamente, el nuevo gobierno quería ** La tasa de inflación' se mantuvo a un alto nivel (1963 = 24,0 0/0;
implantar "orden", abolir "el caos" y restablecer el "principio de autoridad" 1964 = 22,1 %; 1965 = 28,6 % y 1966 = 31,9 0/0, pero esto no implicaba un
_.. contra el sector popular y la clase obrera que esos dirigentes de la CGT cambio sustancial respecto de los anteriores años de la década 1960 = 27,1 %;
decían representar. Para las primeras reacciones de Perón aplaudiendo 1961 = 13,7 % y 1962 = 28,1 % -incluso 1959 había registrado un pico muy
-aunque menos incautamente- el golpe, La Nación, 29 de junio de 19lJü, superior, 113,9 %; Minil'lterio de Economía o de Hacienda (varias denomi-
p. 11. naciones), Boletín Trimestral de Estadística-, varios números. Por otra parte,
IMPLANTACIÓN DEL EA 69
GUILLERMO O'DONNELL
68
1964: - 39 millones de dólares EE. UU.: 1965: - 177; Y 19G6:
sugieren una situación que tendía a hacerse bastante más negati- -76'.
va. Según puede apreciarse en la columna 1 del cuadro U-l, la En 10 que respecta al aparato estatal, aunque luego de la agu-
inversión bruta interna como porcentaje del producto bruto in- da caída de 1964 se recuperaron sus ingl~esos córfiéfites:y tribu-
terno decreció bastante. tarios (columnas 1 y 2 del euadro Ir -2), puede vers~ellJacolumna
;~ del mismo cuadro el alto nivel elel déficit fiscal. A pesar de la
caída en las inversiones públicas ya señalada, ese déficit implicó
Cuadro II-1 que muy poco de su financiación pudiera hacerse con recursos
más o menos genuinos (ver columna 4 del cuadro II-2).
INVERSIÓN INTERNA, HASTA 1966

(2) (3 ) Cuadro II-Z


(1)
Coeficiente de inversión: Invenioncs públicas en
ALGUNOS DATOS DE FINANZAS PÜBLlCAS, HASTA 1!l66
Inversión bruta interna Inversiones públicas "sectores econÓlnicos",
como % del Producto en pesos constantes, pesos constantes
Bruto Interno fndice1966 = 100,0 fndice 1966 =100,0 (4) •
(1 ) (2) (3)
100,0 100,0 Recaudación Ingresos Déficit del JUarro del
1960 19,6 Gobierno na,cimlC!l,
93,1 impositiva corno corrientes del GobienlO nacional,
1961 19,1 96,5 porcentaje del Gobierno na- en millones e'll millones
18,1 85,3 82,7
1962 Producto Bruto cional, a pre- de pe,'ws de veR'l,~
13,1 84,9 85,3 Interno a precios cios con¡lfantes de .l9(j() de Úleo
1963
15,2 75,5 75,4 de mercado (%) .1960 = 100,0
1964
16,1 82,1 80,4
1965 1%0 9,1 JOO,O J 47,0 235,8
63,0 59,7
1966 * 14,1 :961 9,4 121,2 54.5 :.125,5
lf!G2 7,5 1.31,8 227,2 -.lH4,6
*Incluyo el año 1966, aunque es de difícil interpretación porque casi JDG3 7,8 88,7 258,3 1.0,3
exactamente al final de su primer semestre se produjo el golpe que derrocó 1%4 5.7 89,4 575,0 --79,0
al gobierno radical. 1%5 7,2 :'06,5 247,3 G3,ol
FUENTES: Columna 1: BCRA, Sistema ..., op. cit., p. 187; Columna 2 y 3: 1!Hjf¡ 9,1 1:t8,9 :JD4,9 -7,0
Calculado de Consejo Nacional de Desarrollo, Plan Nacional de
Desarrollo y Seguridad, Vol. 2, p. 26. "A-.horro" es ]a difeTenóa entre ingt'!\'30S y erogaóülles snnientes,
FllENT]",c;: Cohmma 1: DLr'ección Gener1:'J ImpoCliti"va, BnenosAil'PS, U)7B:
columnas 2 y -3: BCHA, Gobierno GenernL eHa/a (le h>9Tl;'iW.<t
y GaBfrJ8 C(lrrh~nt{)8, VD!. IV, Bnrmor, )\h:es, HPD, y cü\urnna 4:
Las inversiones públicas también descendieron (columna 2 FTE:L, Indir:lIdorr;s tip r;op't!tvT'.l, Tnfios nlm1c"os.Lns ebtos de ro-
del cuadro II -1) Y lo hicieron más marcadamente las inversiones 111mnas 2, 3 Y 4 denndonnd.os por f!l indir:e ¡ls p!,pcíos mn;'(1tÍstas
productivas destinadas a "sectores económicos" (columna 3 del no <lgTOpBCl!~riOS.

mismo cuadro). Por otro lado, lQS movimientos de capital inter-


nacional fueron negativos : el saldo neto de capitales de lai·go plazo ",-\('nn7.1:\1' montes hnpm'tf',ntcs en los
fue: 1964: 2 millones de dólares EE. UU.; 1965: 4; Y 1966: denlr's (1959: 209 ll¡¡lIo¡~es de dólares EE.UU.; 1flf¡0: 112;
19(;2.: 8S) durante el gDhierno radical las Hl.dicndones de
-105, a la vez que el saldo neto de capitales de corto plazo fue: declinuron hasta {:Hsi CB!:(}: UH;3; 35; 19f)4: 34; 1;)65: 6 y
de dólaEes EE.UU. Para C:1los datos y los¡nencionaaos 1m el t0~:tO priul'Ipal,
Mini,;t.erio de Econmnía, Informe ec(mómiJ)O _1970, IV l;rime:;!;:re, nlle\VJS Aires,
durante el gobierno radical aumentaron los jornales y sueldos reales medios L;)71, '/ FIEL. TndiCitdoYcs de ;;oyun[v,ra, vanos nÚme'os.
y mínimos.
70 GUILLERMO O'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL EA 71

No es éste un líbro sobre el periodo 1963-1966 sino sobre el en el peronis:rno *. Sólo cabe mencionar aquí que, a pesar de los
inmediatamente posterior. Baste, entonces, 10 ya señalado para intentos de 1955-1957 por debíJítarlos, el pacto electoral con Perón
puntualizar una situación que combinó, durante 1964 y 1965, un por el cual Frondizi llegó a la presidencia en 1958, marcó el punto
fuerte crecimiento del producto con signos inequívocos de crisis, en el que fue evidente que los sindicatos habían logrado un res-
y que en el primer semestre de 1966 había entrado en un camino petable margen de autonomia frente al aparato estatal. Luego de
francamente recesivo *. Pero la perspectiva adecuada para enten- una gran ola de hnelgas en 1959, y la consiguiente represión, el
der las condiciones de emergencia del EA argentino en 1966 se debíJítamiento del gobierno de Frondizi fue parte de un agitado
coloca más sobre el conjunto del periodo iniciado con el derro- período que llegó a los enfrentamientos mílítares de 1962-1963.
camiento del general Perón en 1955 y, dentro de él, con una con, Los sindicatos y la CGT habian pasado, por derecho propio, a ser
tinuada crisis política signada por una alta activación del sector actores importantes en la arena politica. Por nn lado, en condi-
popular. Sobre esto me he ocupado en los trabajos ya citados, por ciones sumamente críticas y de casi nulo crecimiento de la ecO-
]0 que aquí sólo mencionaré brevemente algunos puntos funda- nomía * *, combinadas con la fragilidad de gobiernos siempre ame-
mentales. nazados de ser volteados por un golpe, los sindicatos impulsaron
El gobierno radical fue elegido con un magro 22 ro
de los agresivamente las demandas económicas de su clase. Huelgas y
votos emitidos, en medio de la masiva abstención del peronismo, manifestaciones callejeras y estentóreas declaraciones fueron los
poco después del derrocamiento del gobierno constitucional del Dr. principales instrumentos de nna lucha que, al nivel de sus diri-
Frondizi y de los enfrentamientos entre facciones de las Fuetzas gentes, no exclui« una notable capacidad para negociar pragmá-
Armadas a los que me referiré en la siguiente sección. Ese gobier- ticamente ventajas económicas para sus representados y para sus
no pronto se vio atacado duramente por prácticamente todas las sindicatos ***. Espectaculares conflictos ocurrieron atrás de de-
organizaciones de la burguesía urbana y pampeana. Por otro lado, mandas fundamentalmente económicas, contribnyendo a impnlsar
con no menor rapidez se encontró en un arduo enfrentamiento los péndulos y espirales económicos y políticos del periodo " " .
con los sindicatos y el peronismo.
Desde 1955 el régimen político argentino no había logrado * Los sindicatos de empleados y con ellos, buena parte de los respec-
tivos sectores medios, sólo ingresarían o se reincorporarían al peronismo
digerir la fuerza electoral del peronismo. La posibilidad de que en los últimos años del período que estudiamos aquí. Los cambios a lo largo
este movimiento ganara elecciones, aunque no fueran presidencia- del tiempo en la base social del peronismo son indispensables para entender
les, conducía a un golpe, como lo había mostrado la caída de Fron- a este multifacético fenómeno. Por supuesto, lo indicado en el texto acerca
dizi en 1962. Por otro lado, la proscripción electoral del peronisrno, del peso decisivo adquirido por la clase obrera a partir de 1955 se refiere
a los grandes centros urbanos.
con su enorme arrastre en el sector popular, corroía la legitima-
ción de las instituciones estatales y de su vacilante dominación. ** Incluso con años (19'59, 1962 Y 1963), de fuertes caídas del pro~
ducto bruto interno.
Pero la incapacidad de digerir al peronismo derivaba de un plano *** Un primer pro-ducto de un importante estudio de estos patrones
más profundo. Después de 1955 la proscripción del movimiento de comportamiento y temas cercanamente vinculados, es Marcelo Cavarozzi,
peronista desplazó hacia los sindicatos el peso principal -y, por "Sindicatos y política en Argentina, 19551958", Estudios CEDES, nv 1,
lejos, el principal sU~i_:ento organizacional- en ese movimiento. 1979; ver también Rubén Zorrilla, E8tructura- y dinámica del sindicalismo
argentino, Editorial La Pléyade, Buenos Aires, 1974.
Esto a su vez implicó que la clase obrera adquiriera peso decisivo
**** Un dirigente sindical ligado a un alineamiento del que nos ocupa-
remos más adelante, el vandorismo, recapitulaba esta táctica años más tarde:
* Además, en el mes anterior al golpe las reservas del Banco Central "En realidad no podía h.aber órgano más indicado [que el sindicato] para
llegaban a 209 millones de dólares EE.UU., equivalentes a menos de dos una clase obrera orientada por su conciencia defensiva, ya que la finalidad
meses de importaciones. Las reservas internadonales a fin de cada año [del sindicato] es la negociación. Es eierto que en la situación de crisis e
fueron: 1961: 558 millones de -dólares EE.UU.; 1962: 222; 1963: 375; 1964: inestabilidad política en que se encontraba el país esta negociación no tenía
272 y 1965: 3ú1; pera durante el gobierno radical esta relativa estabilidad por qué ser institucional: el sindicato tanto recurre a la huelga, como a la
fue lograda mediante una fnerte caida (del orden del 50 % respecto de los financiación de partidos, como a la ocupación de fábricas. Este pasaje [desde]
restantes años de la década) en la impo,rtul.:ióll de bienes de capital; datos sus instrumentos propios -la huelga- por otros que le son -ajenos -la lu-
de BCRA, Bolet'tn Estrulístico, varios números. cha política-, hasta otros que, como las ocupaciones de fábricas, suponen
72 GUILLERMO Ü'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL BA 73

Por otro lado, al convertirse en lo que Perón llamaba "la co- Pero esta es sólo una <;ara de la moneda. Mirando por el otro
lumna vertebral del movimiento" l los sindicatos compusieron un&- lado, vemos que la situación contenía elementos que preOcüpahan
compleja relación con aquél, signada tanto por la dificultad de gravemente a la burguesía y sus aliados. En primer lugar, la con-
prescindir de lo que uno y otros aportaban a la notable vitalidad centración de los sindicatos en el logro de deriúiiidas económicas
y peso popular del peronismo, como por toda una historia de y de ventajas organizacionales fue, en sus propios términos, su-
mutuos intentos de subordinar -e incluso eliminar- el papel que mamente eficiente. La historia del período 1955-1963 es la de ún
jugaba la contraparte. Pero el hecho fue que, al insertarse los lento crecimiento económico a los saltos, gracias a las erráticas
sindicatos en un movimiento en el que Perón * y la adhesión po- variaciones de todas las variables pertinentes. Los intentos por
pular que despertaba el recuerdo de su gobierno también eran "normalizar" la economía (tema sohre el que volveremos), cho-
decisivos, se consolidó una tendencia que ya venía puesta por la caron una y otra vez con la capacidad defensiva del sector popular
orientación fundamentalmente economicista de aquéllos y por las -articulada sobre todo a través de los sindicatos-, en alianza
recurrentes alianzas con fracciones burguesas a que esa orienta- con fracciones burguesas y regiones a las que esos intentos tam-
ción conducía. Esto es, a encerrar a los sindicatos en una ideología bién castigaban duramente. Aquellos intentos, estas defensivas Y
que proponía una versión "más justa" y socialmente equilibradora las fuerzas sociales que se alineaban atrás de unos y otras, deter-
de desarrollo capitalista. Perón, el movimiento peronista en su minaron un pobre crecimiento que era la evidencia de que -sin
discontinua existencia y los sindicatos con su fortaleza organi- perjuicio de los cambios estructurales que se produjeron, sobre
zaeional, se colocaban tan explícitamente en contra de lasco- todo mediante la ola de inversiones directas de capital internacio-
rrientes "liberales" y "apátridas" como del '¡comunismo". Nin- nal ocurrida durante el gobierno de Frondizi-, los circuitos de
guno de ellos, ni gran parte de las cIases y sectores que a través acumulación de capital no lograban engancharse con mínima flui-
de ellos se expresaban corporativa y políticamente, articulaba me- dez *. Cierto, las demandas de 108 sindicatos eran economicistas,
tas no capitalistas. Este es un punto crucial para entender ei pero su capaCidad para articularlas aparecía como fundamental
menor nivel de amenaza que precedió al EA argentino de 1966 obstáculo para la Hestabilidad" ec.onÓmica -y el udesáfrollo". N () es
respecto de los otros casos **. zorprendente, entonces, que la burguesía y prácticamente todas
sus organizaciones exigieran, con un tono cada vez más p_er~Iltorio
a partir de 1958/1959, que el gobierno doblegara a los sindicatos,
una subversión del orden capitalista, no debe confundir. Es la correlación por una parte anulando su significativa autonomía y por la otra
de fuerzas, la coyuntura, la que fija la táctica aplicada dentro de una línea 'ldespolitizándolos" -es decir, escindiéndolos del adicional apoyo
de objetivos invariantes: la defensa de las mejoras conseguidas durante el popular quc les daba su papel dentro del peronismo. Estaba en
perúnismo. Si hay pues un atributo que caracteriza este movimiento zigza-
gueante es el realismo, un realismo estrecho si se quiere, al servicio de una juego el fundamental interés de clase de garantizar condiciones
politicJ.- (le grupo de presión, pero -de ninguna manera una perspectiva {(uto- medianamente estables para la acumulación del capital, cuya sa-
pista» que rompiera los vínculos -con las instituciones y las fuerzas sodales tisfacci6n parecía pasar por la "domesticación" de los sindicatos.
y estuviere comandada por una voluntad de oposición sin concesiones". (De~
c1uniCiones de Miguel GaZzera, transcriptas en Loa libros, nI,' 9, julio 1970, Pero - y éste es el segundo factor del reverso de la moneda-
4; ver también Miguel Gazzera y Norberto Ceresole, PCTo.nis-mo, autocrí- esas exigencias eran planteadas a gobiernos extraordinariamente
1 y perspecti-vos, Editorial Descartes, Buenos Aires,· 1970.). Volveremos
vaTias veces sobre este tema.
* Y, a partir de Perón, el personal de lo que quedaba de la maqui- parámetros capitalistas de esa socíedad. Obviamente, en Chile el control de
naria partidaria <lel pCTonismo, sobre todo en los r1l0melltos que Perón de" parte del aparato estatal por la Unidad Popular y sus mdas 8"cplidLamente
cídía "contrapesar" a los sindicatos o anular los recurrentes intentos de $oclalistas acentuaron aún más esos temores.
"traicionarlo".
r He analizado estos desplazamientos de alianzas sociopoliHeas en
** A lo cual debe agregarse que ni el peronismo ni los sindicatos con- otro trabajo al que debo remitir al lector interesado en detalles que, en lo
trolahan alt.u.s posiciones en el aparato estatal. En el caso que sigue de mé~
que respecta al período lD55-19GG, no puedo introducir aquí; Cf. "Estado
tlOl' a mayor en el nivel de amenaza --Brasil 1964~-, la presencia de grupos y alianzas en la Argentina, 1956.1976", Desn1"1'ollo económico, n" 64, enero-
y discursos radicalizados en algunas de aquellas posiciones fue dec':sivo par~ uw 1'7.0. 1n77.
agudizar los temores de que estaba por ocurrir una drástica ruptura de los
74 GUILLERMO O'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL BA 75

débiles. Las ofensivas contra los sindicatos y los paralelos intentos Un tercer factor es que los gobiernos del periodo 1955/1966,
de normalización económica (con sus consecuencias de fuertes nacidos con el pecado original de la proscripción. del peronismo
regresiones en la distribución del ingreso) fueron contestados con y obligados a intentar la normalización de la economía, no podían
olas de huelgas y movilizaciones populares. Esto hacia aparecer dejar de antagonizar al sector popular. Pero, cuando se acercaban
a los gobiernos desbordados por el ¡'desorden" y por la subversión elecciones en las que no podían ignorar el peso electoral del pero-
que asomaba por debajo de aquél, y los ponia al borde de un golpe. nisroo, y cuando debían hacer concesiones para amortiguar el "de-
En el corto plazo -y la posibilidad del golpe determinaba que sólo sorden" y alej ar el riesgo de un golpe, lograban ponerse en contra
el· corto plazo fuera relevante--, la única manera de amortiguar a una burguesía que cada vez clamaba más insistentemente por
el "desorden" era satisfacer buena parte de las demandas popula- un gobierno "fuerte" y no dependiente de mecanismos electorales
que planteaban el enigma irresuelto del peronismo. En realidad,
res que lo generaban -pero esto implicaba eancelar "demag6gi-
hacia 1962-1963 casi todas las cartas estaban echadas para que
camente" los intentos de normalización de la economía y estaba
ello ocurriera, salvo la de que -por razones que examinaremos
destinado, por lo tanto, a reproducir no mucho después similares en la próxima sección-, el intento nevado a
cabo en esos años
procesos. El punto principal es que esto ocurría mediante rápidas para superar la fraccionalización de las Fuerzas Armadas, con-
incorporaciones del sector popular a movimientos huelguísticos y dujo a una reacción profesionalista que permitió que se llevaran
movilizaciones callejeras, casi siempre atrás de las demandas de a cabo las elecciones en las que el radicalismo logró la presiden-
los sindicatos y del peronismo. Esta presencia popular, activa y cia. Pero cuando no mucho después los líderes militares sintieron
recurrente, tendía a realirnentarse por las mismas características que sus metas de recohesionamiento institucional estaban logra-
del proceso. En efecto, era exitosa en términos de la satisfacción das, quedó abierto el camino para el derrocamiento del gobierno
inmediata de buena parte de sus demandas' y, además, la repre- radical.
sión -por parte de gobiernos débiles y, en el mejor de los casos, Vn cuarto factor, ya más cercano al golpe de 1966, derivó de
ambiguamente apoyados por la facción de turno en las Fuerzas /111'! ~n parte apuntando a dividir al peronismo y tener asi pro-
Armadas-, se quebraba rápidamente. Los liderazgos políticos y babilidades de enfrentarlo electoralmente·, en parte para lograr
corporativos del sector popular eran explícitos en mantenerse alguna base de apoyo organizado en la sociedad- !'! gobierno hos-
adentro del capitalísmo, pero no es menos cierto que estaba ahi tilizó a los sindicatos. Poco alegraron a sus dirigentes los intentos
-potencialmente amenazante de los lldesbordes" contra los que la. gubernamentales por supervisar (yen algún caso manipular) ¡os
burguesía clamó tantas veces- un sector popular capaz de movi- mecanismos de elección interna y -sobre todo--, 1?9r ~{)Ilt:rºlªr
lizarse rápida y masivamente, y enhebrado por una densa red el uso de los fondos sindical~q. Por añadidura, era evidente para
organizacional. Para colmo, era claro el peso decisivo que la clase todos que el epiléptico crecimiento económico del período impli-
obrera tenía dentro del peronismo. Hace un momento señalé el eaba costos crecienternente pesados y -para sindicatos y pero-
obstáculo que todo esto presentaba para el fundamental interés nistas- que 'no; se habría de admitir el acceso al gobierno del
de garantizar una acumulación de capital medianamente estable. peronismo por la vía electoral. Ante·· esta evidencia. resucitaban
lfay 'lne q,grf.'g-nr ,!Pf> PR:3 presencia popular, activa y significati- viej as ilusiones populistas de "unión del pueblo y las Fuerzas Ar-
vamente autónoma respecto del aparato estatal y de las clases do- madas" que, impulsadas por corrIentes nacionalistas del Ejército
nünantes, aparecía también como una traba fundamental para y la Aeronáutica, lanzarían un estilo de desarrollo consonante con
consolidar algún tipo de dominación política y -por lo tanto-·
como un campo minado que podía explotar en cualquier dirección. * Sobre todo si se considera que el gobierno radical estaba enfrentado
al típico dilema del periodo. Si proscribía al peronismo perdía toda base de
legitimación, quedaba en manos de Fuerzas Armadas de cuyas motivaciones
* Aunque las mismas características del proceso determinaban que tenía buenas razones para no confiar y entraba así en el tobogán de su
esto condujera a nuevos estrangulamientos económicos e intentos de norma- propio derrocamiento, Pero si no proscribía al peronismo, entonces era al-
lización. Lo cual a su vez generaba una nueva vuelta de estos ciclos político- tamente probable que éste ganara las elecciones y -como había ocurrido
económicos. con Frondizi- que los radicales fueran depuestos pOr: esta razón.
GUILLERMO O'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL EA 77
76
el postulado por el peronismo y abrirían ancho espacio a los sin- Cierto, las demandas formuladas por la CGT tenían las ca-
dIcatos y al "empresariado nacional". Vistas desde hoy estas ilu- racterísticas economicistas ya señaladas y era claro que los má-
siones parecen poco fundadas, pero en aquel período parecían una ximos d,irigentes sindicales no apuntaban a metas revolucionarias
de las direcciones hacia las que podían canalizarse los militares sino a crear el clima de "desorden" que promovería la intervención
que habian triunfado en los enfrentamientos de 1962/3'. En militar *. Pero, por otro lado, esto parecía mostrar varias cosas
consecuencia, los dirigentes sindicales no sólo se colocaron en fron- que fueron acusadas como una grave amenaza por iabui~guesía
tal oposición al gobierno radical sino también participaron en y la gran prensa. Primero, la extraordinaria capacidad de acción
conversaciones con diversos altos jefes de las Fuerzas Armadas de la clase obrera, que se había apoderado, en un movimiento si-
multáneo y masivo, de prácticamente todo el parque industrial
para promover el golp,e *" *".
argentino. Segundo, la lección que podía sacarse de esto como
En parte por lo recién señalado, en parte porque la debilidad "gimnasia revolucionaria", que podía movilizarse mañana hacia
del gobierno radical Y su búsqueda de apoyos en el sector popular metas diferentes de las declaradas por la CGT. Tercero, la no
ofrecía una coyuntura favorable para presionar *' *' *, los sindicato8 menos preocupante espontaneidad con que algunas bases habían
aumentaron la actividad huelguistica durante ese período. Las tendido a rebalsar -sobre todo mediante la toma de rehenes y
manifestaciones callejeras de protesta también aumentaron. Pero algunos casos de gestión obrera de las fábricas ocupadas-, .las
el punto más amenazante fue un "Plan de Lucha" que la CGT consignas de aquellos dirigentes. En síntesis, ya no se trataba
lanzó en 1964, mediante una gran ola de ocupaciones de fábricas. sólo de una clase obrera cuya capacidad de articulación de deman-
Durante ellos los periódicos registran un total de 1.436 ocupacio- das trababa la acumulación y que, a través de su apoyo al pero-
nes **'~*. Por añadidura, en numerosos casOS los trabajadores nismo, no podía ser digerida por el régimen político vigente. Apa-
tornaron como rehenes a ejecutivos de las empresas. recía entonces, además, una clase que, más allá de las intenciones
de sus dirigentes, podía movilizarse coordinadamente en dIrec-
* Conviene tener presente que la facción militar derrotada en 1962/3 ciones objetivamenle antagónicas con elementales intereses de
era declaradamente antiperonista, punto que los "profeslonalístas" recal- clase de la burguesía y que insinuaba fisuras en la dominación
caron en su favor. Pronto se mostró qUe el antipei'onismo no era atributo
social. Ante el clamor para que se i},pIicara de inmediato ta i;c-
exclusivo de la facción derrotada y que, como veremOS, los ganadores es-
taban lejos de ser homogéneos respecto de ésta y otras cuestiones. Pero esta
misma heterogeneidad fue la que dio pie a las alusiones cornentaJas en el
tfH'c/e para utili::mdos aqul, !legmt a mi cOTwcimienl;o los rn'in1'-)¡:'us [r',;u!tn··
texto.
H Para lloü(Cias periodísticas sobre estos encuentros y sn inequívoca dos d0 una intcrcJ3D.ntc .in vel1!;ignción :::obTe est.€ "Pbn de Lucha", de J{aúl
intención, d. PiiJllJotl1 Pluiw del 22 de marzo de 1966 }', justo antes del H. Bisio y Héi.:tor CutdÚ1H', "La Segunda Etapa dd Plan de Lneha de la
golpe,ibid., 28 de junio de lDGG, artículo titulado "¿Quiénes si/no están CGT. Un episudio :o;illgubr en la rcbción sin(lknV,s."8stado en la Argell"
con el golpe?" Esta parLicipaciún de buena parte de los pl"ineipales dirigen- tina", dnc1:i]ografifHlo, CEIL, Bueno!.! Aires, 1980. Lo:". nutorcsdi,;cuten allí
tes sindieales en la promoción del golpe era, !-'ur otra parte, ampliamente las muy prohables conexiones de ese ''I'lm1 de Lucha", en las intenciones de
comentada en circulo::> H18dianumcnLe informados y :fue -corTohol":'hla en mis sus rn:.incipales dirigenr,es, con un golpe milItar. A su vez, ilus!,rnnr!fl la Hm-·
big-üedad de la situD-ci(,n, t:nm!Ji6n ret:;sLrall los i;r;llloJ:'('S de la lmrguesí:-l, y
entrevistas. sus aitados p~dam(ls al gobierno para que reprimiern. Las lJiversas ob_s de
*** No ~'ie apuntaba sólo a denu:tndas inmediatamente económicas, que
fueron futHlamenlulmenLe ::ml.¡síechas mediante aumentos en el nivel de suelo ocupadones, que tu'rieron lugur entre_ !ú ;U de mayo y el 24 de julio de J964.
jornales y mediante la sap.óón de UI.la h~y- que aseguraba un salario diel"On lugar a esLinweiones muy diversas del gobierno y de h CGT, pun-
bastante Dlevado y rúpichl.l1wnLe aju::Jta13lc a la inflación. Otra cnes- en arnbos casos las dfrns no dejaron de ser impTc:;ionantcs. Según la
CllYO conflictivo tratamienLo ayudó a precipitar la caída del
, durante f;se lajJ,~() fueron realizu-t1as 11.0UO O{'UfiU{'iuIH'ii por un tokJ.l
discusión de una nueva ley so132'0 despidos favorables a de 3.913.000 Cn.l.18.jD.dores. Según el g()l'\I.~l.'no, que no dio ud;1macjl)(lPéi del
obreros Y empleados, qtle de"IwrLó a¡nargas quejas de la burguesía por ht número de tralmjaol):res pal'Licipnnl'{>8, 'fuenm realiznclas ~J..~¡6J DCUp'-l,·.iiQI';;S.
"ine"ponsabilidad" con que la cuestión fuE' tratacla parlamentariamente; En ambos casos se computó cada ocuptu:ión; es (jpdr, e::;bu; eif.n!.3 no COC"(),Cf-
ponden :;,J total de establecimientos ocupados. ya qtlB en un núrnero indeter_
ver, llor -ejemplo, E·(;())l.umic Survl!Y, 25 de enero de 19tH;, p, 22.
minado d¡~ casos algunos :fueron tontados nl8.S de PTlB. "/('Z.
"",,-t- Ver en ABex\} l\1etutlolúgico sobre estos dat0s. Con ,wgurirlad ellos
"' Esto fUe llwh'ría de nutn\,.t'osos cO!Hentnr.ins en h {'fl!l'_'a y lo ,'on-
sl~best¡rnan el total de 0cupÜe\unes ol'urridusya q11l" simplemente, ]0",; dia-
rios no podí,\rt registl'rtT la gran ('antidad de eventos IH'aecida.
n nB'" ['JI mis entrevistas.
78 GUILLERMO O'DONNELL
IMPLANTACIÓN DEL EA 79
preSIón necesaria para desocupar las fábricas y restablecer la
"disciplina", el gobierno optó por el procedimiento, lento y engo-
rroso, de presentarse a los tribunales pidiendo órdenes judiciales
de desocupación de las plantas. Para esto influyó la firme creencia Cuadro TI-S
del presidente IIlia en el debido proceso legal. Pero también era
evidente que si ordenaba directamente la desocupación militar de RELACIONES ENTRE EL DÓLAR EE. UU. y EL PESO,
las plantes hubiera precipitedo el golpe o, por lo menos, hubiera HASTA 1966
quedado prisionero de Fuerzas Armadas mucho más preocupadas
por encontrar el momento adecuado para el golpe que por soste-
ner al gobierno. Pero el costo de este actitud del gobierno radical (1) (2)
Diferencia porcentual entrQ la cotización Tasa de recargo del dólar
fue dar aún más pábulo a los argumentos de que no había un promedio mensual del dólar EE. VU. del EE.UU. por compras a término
estado capaz de garantizar lo más elementel del orden. mercado oficial y del mercado negro a so días
(%) (%)
El susto de la burguesía se expresó de Ilumerosas maneras.
La sensibilidad con que diversos comportamientos especulativos 1964 Enero 1,4 1965 Junio 3,6
reflejaron las negativas expectativas resultantes y la incierta es- Febrero 0,0 Julio 14,0
pera del momento y de la orientación que tendría el golpe, puede Marzo 0,0 Agosto
Abril 6,9
verse en los datos del cuadro Ir-3, en los que el salto en la cotiza- 3,8 Setiembre
Mayo 6,8
2,2 Octubre
ción del dólar en el mercado negro y en su tasa a futuro' -ade- Junio 11,6
13,2 Noviembre
más de los datos anuales ya presentados de movimiento interna- Julio 31,8
25,4 Diciembre
Agosto 10,8
cioual de capiteles- sólo pueden entenderse desde esta perspec- 17,0
Setiembre 11,6 1966 Enero
tiva**. Octubre 14,1
5,9
Febrero 4,7
Noviembre 18,8 Marzo
Diciembre 15,4
27,3 Abril 30,2
Mayo 47,9
1965 Enero 41,4
Febrero 52,9
*" En los extraordinarios aumentos de esta tasa en los meses inme- Marzo 42,8
diatamente precedentes al golpe de junio de 1966 tenemos, además, una in- Abrí! 32,4
directa pero elocuente indicación de lo notorio que era ~al menos para las Mayo 42,5
fracciones de gran burguesía y de capital financiero que suelen monopolizar Junio 58,7
el acceso a este mercado-, la aproximación del desenlace. Para comentarios Julio 28,3
sobre anticipacione!'l del golpe y su relación con aquellos aumentos, Econo- Agosto 30,3
mic Surt>e-y 7, 14 Y 21 de junio de 1966. Setiembre 36,3
** Tal vez convenga insistir en que no e5 éste un estudio sobre el Octubre 40,0
Noviembre 48,2
periodo del gobierno Radical ni, por lo tanto, puede ser u~a evaluación global
de su política económica. Tomando en cuenta el contexto de hostilidad con Diciembre .."
.... "",'"
,;

que desde el comienzo se desenvolvió por parte de las Fuerzas Armadas y


los sindicatos, junto con la no menor hostilidad y creciente pliegue al golpis- 1966 Enero 29,7
roo de importantes fuerzas políticas, como el "desarrollismo" inspirado por Febrero 26,0
el ex presidente Arturo Frondizi y buena parte del peronismo (comenzado Marzo 21,1
por el mismo Perón), es claro que ese gobierno se anotó éxitos notables, Abril 17,9
tanto en su esfuerzo por restituir el funcionamiento de los mecanismos de Mayo 16,0
derechos y garantias de la democracia, como en no P~Og aspectos de política Junio 17,1
económica. Pero su capacidad de, avanzar en una y otra dirección fue siendo
desbordada por la enorme constelación de fUerzas que convergió en la pro-
FUENTE:
moción del golpe de 1966. Fundación de' In'vestigacioncs Económicas Latinoamericanas
(FIEL), Indicadores de coyuntura, varios n1Í.meros.
so GUILLERMO Ü'DONNELL IMPLANTACIóN DEL EA 81

Por otra parte, las organizaciones de la burguesía y prácti- promovía el gobierno y discutía el parlamento, teatro de inciden-
camente toda la prensa repitieron incansablemente que, si bien tes que poco aumentaron el ya escaso prestigio de aquella institu-
no podían imputarse al gobierno intenciones subversivas, su "pa- ción y de "los políticos". Además, los intentos de establecer con-
~ividad", "falta de autoridad" e "ineficiencia" lo hacía cómplice troles de precios bajo una resurgente inflación y salarios en aumen-
de algo que ya era bastante más que el "desorden" que se había to, antagonizaban a una burguesía que encontraba en este plano al
padecido en los años anteriores. Ese gobierno -y, más en general. "intervencionismo estatal" que se esfumaba cuando se trataba de
un Estado que no podía "poner en su lugar" a los sindicatos y a aplicar la represión por la que clamaba. Por añadidura, diversas
la clase obrera, y un régimen que no podía absorber el peso elec- medidas nacionalistas *, de control de cambios y de restricción al
toral del peronismo-- aparecían condenados a fomentar la sub- flujo externo de capitales habían generado la hostilidad del capital
versión, incluso a pesar de las intenciones de los liderazgos sin- transnacioriaJ y de los sectores internos ligados a éste y a la ex-
dicales y peronistas *. portación.,Por si fuera poco, las elecciones provinciales de 1965
En 1965 y 1966 na volvieron a registrarse acciones tan ma- demostraron que el radicalismo seguía sin posibilidades de com-
,ivas y coordinadas como las de 1964. Pero siguieron ocurriendo petir electoralmente con el peronismo, incluso si éste -como en
numerosos incidentes, algunos de los cuales terminaban espontá- Mendoza- se presentaba dividido entre listas apoyadas por los
neamente en ocupaciones de plantas que el gobierno seguía sin dirigentes sindicales y por Perón. Ante ello, el futuro del radica-
reprimir **. A ello se agregaron disturbios regionales, sobre todo lismo, si no proscribía a aquel movimiento, parecía abrirle
en la provincia de Tucumán, donde ocurrieron diversos hechos de camino al gobierno, precisamente cuando su principal base social
violencia ***. A ello se agregaba la legislación' "demagógica" que no sólo seguía apareciendo como el principal agente de una crisis
de acumulación sino también, a partir del Plan de Lucha y sus
* Incluso el papel que parte de los primeros cumplía en la promoción derivaciones, insinuaba una crisis de dominación social. Además r
del golpe era considerado, por ,parte de los empresarios con los que con- ello se produciría en condiciones que parecían asegurar un gravi-
versé en el período y/o entrevisté más tarde, como una indicación del dis-
loque a que se había llegado. Parecía indispensable derrocar al gobierno tante papel al mismo Perón, todavia absolutamente inaceptable
radical y -más aún- terminar con el estado "débil" y "demagógico" que
13e venía sufriendo, por lo menos, desde 1958. Pero esto requería un golpe,
y el que grupos de ]l~S Fuerzas Armadas mantuvieran intensos contactos Llar del "general desorden", afirma que "prácticamente no hay autoridad
con los dirigentes sindicales alrededor de ello, provocaba en aquellos entre- Ifonstituida que ejerza funciones en l'esguardo <.le la tranquilidad pública y
vistados agudas inquietud{;B acerca del rumbo que se tomaría ~ya fuera que de la seguridad individual; impera la amenaza, que se convierte sin dificul-
aquellos contactos se hió€ran por trasnochadas ilusiones populistas o por- tad en violencia ... Establecimientos industriales, locales de comercio, es-
tJ.ue tomaran pasivamente como un dato el "poder sindical" que, por el con- cuelas y oficinas públieas se convierten a cada rato en especie de cuarteles
trario, habría que comenzar pOr destruir. Veremos que todo esto tuvo im- {) iortalezasde grupos amotinados, un dia como protesta pOr el atraso en
lJortantes Co1l.sN'uencias. los pagos de sueldos y saIari08, otro por discünfü,midad con una resolución
** E:n el primer semestre de 19GB, las organizaciones de la gran bur- administrativa o manifestación de solidaridad con autores de desmanes an-
f,;'uesía arreciaron sus críticas a la ¡{cDl,sctivizadón totalitaria" y al "de- teriores" (La- Prenso, G de junio de 1966, p, 8). Sobre las presuntas im-
8enfTenado estatismo" que la política_ económica promovía, así como a la plieaciones subversivas de todo esto ver La Nación del 13 de enero, 17 de
"llt\sividad" gubernamental frente a la "ola subversiva". Ver las dec1al'aeio- marzo, 24 de marzo, 21 de abril, 2 de junio, 11 de junio, 19 de junio y 26
:mes .:1e ACIlDL, UTA, SRA, CAe y Bolsa de Comercio de Buenos Aires en de junio de 196G; d. también -~-entre muehas otras citas posibles de un
La Nac'ión, 16 {le abril, 23 de abril, 6 de mayo, 10 de mayo, 11 de mayo, coro casi unánime- Pálncra. Plana, 10 de enero, 17 de enero, 31 de marzo
1:) de mayo, 14 de mayo y 5 de junio de 1966. Por su parte la CGT tanlbién y 17 de junio de 1966; Confirmadu del {; de enero, 10 de marzo, 24 de mar-
contribuyó con duras críticas al gobierno (declaración en La Nación del Iv ~o, 26 de mayo, 2de junio y 23 de junio de 1966, y Economil' 8nr'l'üy del
<\le abril de lflGG) y con un paro nacional el 6 de junio, que se agregó a 1'1 {le febrero, IG dn :rehrel'o, 22 de marzo y 7 de junio de 1966. Estas y otras
huelgas que dUl'Rute los meses -previos al golpe sostuvieron trabajadores publicaciones propídaban inequívocamente la pronta perpetrací6n del golpe.
tan ,crl.ldale" y cuyo. paralización se hada tan notoria~ como los em"
picados judiciales, de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, de "' Sobre todo la anulación de los contratos ~on compaüías petroleras
transportes públicos, <.le aeronavegación, de correos y telecomunicaciones, de 'Ostadounidenses celebrados durante la presidencia de .Frondizi que puso en
ferrocarriles, 'ji maestros y proÍesores, además de diversos conflictos obreros, movimiento diversas sanciones pOr parte de organismos financieros trans-
H* De las innumerables expl'esione:i atemorizadas y hostiles de la bur-
ro2.cionales V del gobierJlo estadom:dd(onse. atlí como fomentó la lleta <1e8in-
guesía y la prenga, UIla que sintetiza bien Su tono eS la que, luego de ha- versión ext~rna ya cOHlenlade.. .
82 GUILLERMO Ü'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL EA 83

para buena parte de las clases dominantes y para las Fuerzas Ar- todo ello implicaba *. Incluso, la hostilidad de peronistas, sindi-
catos y buena parte del sector popular hacia el gobierno radical
madas.
y hacia un régimen que se proclamaba democrático pero les cerra-
Conviene una recapitulación. Sin duda. la percepción de la ba acceso electoral, realimentaba una activación política que el
amenaza exageró lo que ella implicaba objetivamente. Sin duda, aparato estatal no podía controlar. Esto a su vez concurría al
también, sobre esa percepción se montó una sistemática campaña fenómeno más general de la erosión de la escasa legitimación
apuntada a promover el golpe. Por añadidura, y como ya he in- del régimen, así como a los comportamientos especulativos lanza-
sistido, en contraste con otros EA, ni los liderazgos del sector dos por los temores de la burguesia y por hostílídad hacia el go-
popular proponian metas anticapitalistas, ni la activación de aquél bierno radical.
era impulsada desde el aparato estatal, ni se habia !legado a una para quienes más tarde descubririan amargamente -sobre
extendida impugnación de la dominación celular en la sociedad. todo los dirigentes sindicales- que la irnplantaCí6ridel EA de
Además, el grado de crisis y amenaza contenido en aque!la situa- 1966 conducía a su derrota, el apoyo al golpe fue, fundamental-
ción parece nimio comparado con el que habría de alcanzarse en mente, el apoyo a la destrucción de un régimen que les negaba
la Argentina a partir de 1969. Pero debemos tratar de reconstruir sistemáticamente acceso al gobierno, así como laesperal1za de
el sentido de los acontecimientos tal como los actores los vivieron. forjar alianzas alrededor de lln nuevo Estado que dier" m"yor
En este sentido no cabe duda de que lo sintetizado en esta sec- y más estable lugar a sus intereses económicos y corporativos,
ción fue vivido por buena parte de la sociedad argentina como Para gran parte de la burguesía, la promoción de ese golpe apun-
una profunda crisis que, entre otras cosas, contenía -de manera taba a resolver el magno problema de encontrar un Estado que
que el "Plan de Lucha" y sus derivaciones parecían mostrar que organizara condidones más estables para la acumulación y garan;.
operaban activa y generalizadamente- potencialidades intolera- tizara más firmemente su dominación de clase, aparte de que
blemente subversivas. El problema no era, como en otros BA, la también quería destruir un régimen que no había logrado digerir
articulación del sector popular con liderazgos politicos socialistas al peronismo y " través del cual se habian filtrado gobernantes
o con segmentos radicalizados del aparato estatal. En el caso aqui "débÜes" que, al -menos por la pasiva, parecían promover el res-
estudiado la cuestión se colocaba directamente al nivel de clase, quebrajamiento de la dominación social.
pero con dos particularidades. La primera es que los enfrenta- El sector popular y, en especial, la clase obrera, venian ju-
mientos se daban en términos fundamentalmente económicos, siIl gando un papel mu)' importante desde por lo menos 1945. Después
cuestionar la dominación misma, planteando una clara crisis de del derrocamiento de Perón en 1955 y la proscripción del peronis-
acumulación. La segunda, que tampoco se formulaban esos cues- mo, la combinación del peso propio de esa claBe con la red orga-
tionarnientos desde los sindicatos nacionales ni el peronisma, y nizacional de los sir dicatos y el arrastre ·electoral del perollismo,
que tampoco había partidos con un mínimo caudal electoral que dio al periodo 1955-1966 las caracteristicas que he delineado. Ya
lo hicieran.
En estas condiciones el corte de clase aparecía claramente * Esta sensaclOn, junto con la ambigüedad resultant.e de q\1B esa ncti-
vación no se dirigía a una alternativa anticapitalista, es bien resumida por
dibuj ado ante una burguesía que no se sentía -como habría de el Economic Survey (19 de febrero de 1966, p. 67): "(los conflictos) de-
ocurrir en la década del· 70- directamente amenazada en su su- muestran el trastrocamiento de los conceptos a que, en materia laboral, se
pervivencia como clase, pero que por otra parte resentía los ha llegado en la Argentina, gracias a la inercia del gobierno y su incalificable
lenidad en la defensa de los intereses del {mis, Los sindicatos, luego de
obstáculos interpuestos a su acumulación y temía que, aunque no haberse dado el gusto de usurpar impunemente propiedades ajenas, duran-
lo quisieran asi los liderazgos del sector popular, la situación se te el desarrollo del así Hamado Plan de Lucha, y de privar de su libertad
fuera deslizando hacia una crisis de dominación social. Por aña- a centenares de hombres de empresa, sin que el Poder Ejecutivo mueva un
dedo para evitar la comisión de esos delitos, ya han perdido evidentemente
didura, esa burguesía sentía encontrarse, cada vez más, ante un noción de la desproporción que existe entre los fines que persiguen y los
aparato estatal incapaz de resolver los crecientes problemas que medios que emplean:'
84 GUILLERMO Ü'DONNFLL
IMPLANTACIÓN DEL EA 85
señalé que debido a esto muchas cartas estaban echadas hacía
1962-1963, y que la continuidad de un gobierno civil hasta 1966
se debió en gran medida a la introversión profesionalista con que 2) }rfodrilidades de -i-nte?·vención, ,1j corrientes internas
las Fuerzas Armadas buscaron reconstituir su cohesión luego de
en las Fuerzas Armadas
los enfrentamientos de aquellos años. Entretanto, el ya viejo pro-
blema que subyacía a la incapacidad de absorber a un movimiento
político y sindicatos que tenían su centro (le gravedad -sobre to~ Las modalidades con que las Fuerzas Armadas Argentinas inter-
do después de 1955-- en una clase obrera que parecía pronta a vinieron el 28 de junio de 1966 no fueron ajenas a su historia
desbordar los límites en que sus dirigentes querían encerrarla, posterior al derrocamiento del general Perón en 1955. Hasta 1963
generaron una crisis política menos intensa pero más prolongada su fr<:+ccionalización facilitó la realización de varios golpes, nume-
que en los períodos precedentes a los otros BA. Esta amenaza má3 rOsos 'putschs internos y un marcado relajamiento de la disciplina
difusa (en tanto no se corporizaba en partidos ni en grupos ope- y de las líneas de comando. Hacia 1962 se produjo una reacción
rantes en el aparato estatal), y menos inminente (porque, a pesar l<profesionalista", apuntada a lograr cohesión interna, aumentar
de histéricas exageraciones que no faltaron, no ponía inmediata-
la capacidad operativa de las Fuerzas Armadas y capacitarlas pa-
mente en juego a la sociedad en tanto capitalista) marca, junto ra la comprensión de problemas sociales desde la óptica de las
con una crisis económica correspondientemente menos aguda, 1& doctrinas de seguridad nacional que comenzaban a prevalecer en
diferencia originaria de este EA con los otros. el continente. Este intento se conectaba con el diagnóstico de que
Otra diferencia fue que, por sus propias razones, tanto el el fraccionamiento interno se debía a la constante intervención
peronismo como los dirigentes sindicales apoyaron el golpe de en la política nacional en alianza con, y en función de las metas
1966, y que muy buena parte de la opinión pública por lo menos de, partidos politicos y grupos civiles. En contraste, lo que los
no se opuso al mismo. Dada esa amenaza menos intensa e inmi- profesionalistas propmlían eran unas Fuerzas Armadas "por en- .
nente, el golpe de 1966 no sólo tuvo un carácter Inás preventivo cima de la política", dispuestas a intervenir sólo en situaciones
que los de otros BA. También pudo apareeer inicialment.e como el -que se reservaban definir- de inminente amenaza a la seguridad
punto de partida de una reconciliación nacional que sólo requería nacional. Superar la fraccionalización y ampliar la capacidad
retirar piadosamente del escenario los despojos de una rnalhadada operativa de las Fuerzas Armadas entrañaba entonces "volver a
scmi-duDocracia. Pt~rdedorcs y ga_uadores creyeron haber ga.nado los cuarteles". Esto a su vez implicaba, en el agitado período que
j, aunque el error de los primeros no tardaría en quedl:o\r despeo. sucedió al derrocamiento del presidente Arturo Frondizi en 1962,
ve_remos CÓUlO el menor nivel de crisis previa, junto con. permitir la subsistencia del sistema electoral, aunque restringido
la eclosi6n de conflictos internos nI por la proscripción del peronismo. La reacción profesionalista
xmcvo sí.i:.',tcrna ;1,8domInnción que, en EAs implantados en. condi- contra los oficiales más politizados y antiperonistas culminó en
dones rnás extrernas, qucchn¡ arnol'Ugnadü3 pUl' más Pero, los enfrentamientos armados de 1962 y 1963. Ellos dieron un de-
por otro lado, In erisis y HU UILlcnaza también estaban en cisivo triunfo a los profesionalistas, a los que -sin perjuicio de
el caso argeuLlrw de 1966 como datos básicos de la situación y cD- la ironía que ello implicaría pocos años después~ se llamaba
mo grandes -orientadoras de lo que (especialmente) la gran bur- "legalistas", debido a que su posición implicaba negarse al recu-
guesía ha!Jr1a de exigir al nuevo gobierno; esto 10 VCrCI:t10S en !o8 rrente golpismo que había terminado por querer arrasar con el
conflictos internos .al nuevo sÜJtemade dorninacÍón y en la tri_unCIa sistema de partidos y elecciones. Esto permitió la realización de
-en que ellos terminaron por engarzarse con las clases y sectores las elecciones de 1963 en las que, con el peronisrno abstenido, se
en eUJiu exclusión se basa todo BA. impuso el Partido RadicaL El Ejército surgió como netamente
dominante sobre las otras cios armas y el teniente general Juan
Carlos Onganía, su Comandante en Jefe y conductor de las ()pe-
raciones contra la facción derrotada, como su líder indiscutido.
Con su dirección las Fuerzas Armadas lograron básicamente las
86 GUILLERMO O'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL EA 87

metas organizacionales que se habían proclamado en los enfren- tarías de Estado, y a ese personal, junto con militares retirados,
tamientos de 1962 y 1963. Igualmente, el anterior patrón de fre- en las intervenciones a las provincias y empresas estatales. La
cuentes intervenciones y planteas contra el gobierno civil terminó. idea ~ra que las Fuerzas Armadas eran el "respaldo' de' la Revo-
Pero si con ello las Fuerzas Armadas quedaron por Hencima de lución" pero "no gobiernan ni cogobiernan" 2. Su participación que-
la política", no quedaron afuera de ella. La continuación de la daba formalmente limitada a ciertos organismos no ejecutivos, a
crisis política bajo el gobierno Radical y su evidente falta de apo- los que sólo tenían acceso los comandantes en jefe y algunos ofi-
yos sociales mantuvieron viva la posibilidad de un golpe. La dife- ciales especialmente designados *. Pero no se ex.tendía a 'la desig-
rencia era que, con las Fuerzas Armadas recohesionadas e iin- nación de oficiales en actividad en funciones ejecutivas de gobier-
pregnadas de la doctrina de seguridad nacional, ese golpe seria no ** ni a inmiscuirse personalmente en su marcha diaria ***.
resuelto y ejecutado por sus lineas formales de comando, no ya en Para Ongania esto tuvo el deseable efecto de aumentar sus gra-
apoyo de tal o cual sector civil sino invocando metas de "trans- dos de libertad respecto de las Fuerzas Armadas, pero la razón
formación estructural" estrechamente vinculadas a dicha doctri- principal de este régimen militar formalmente tan poco militari-
na 1. Las Fuerzas Armadas conservaron un vivo recuerdo de los zado debe hallarse en la interpretación que Ongania y no pocos
costos e incertidumbres que habia traido aparejada su anteríor de sus camaradas hacian de la an1;~rior fraccionalízación de las
fraccionalización. Esto convirtió en una preocupación dominante Fuerzas Armadas. Veremos que el 'resultante aislamiento del ge-
el no volver a incurrir en situaciones que disolvieran las líneas neral Onganía respecto de éstas generó' una insatisfacción que se
jerárquicas de comando y pudieran nevar a nuevos enfrentamien- agudizó cuando en 1969 tuvieron que actuar,_pªJ:'ª_}."~pl;'iD:1jrlºªal-
tos internos. Una de las personas para las que esta preocupación zamientos populares de Rosario y Córdoba. A partir de entonces
fue tan viva como notoria fue Onganía. La cohesión y disciplina la pérdida de apoyos civiles por parte del gobierno, y la evidencia
logradas por las Fuerzas Armadas no debian ser puestas en juego; para las Fuerzas Armadas que nopodian sustraerse a algunas de
si asi fuera se pondria al horde de la destrucción a la única insti- las más costosas responsabilidades de la situación, se conjugaron
tución que había logrado {'organizarse" en medio del faccionalismo, para precipitar el derrocamiento de Ongania.
la conflictualidad y la "desjerarquización" -más tarde oiremos Una segunda consecuencía del pasado reciente de las Fuerzas
ecos de estos temas-, de las organizaciones sociales y del aparato Armadas fue que lo que se consideró como su exitosa reconstruc-
civil del Estado '. cíón tendió a ser transpuesto analógicamente para orientar las
La historia reciente de las Fuerzas Armadas tuvo varias con- metas y criterios de acción del nuevo gobierno. Esto a su vez re-
3ecuencias de importancia a partir de junio de 1966. En primer forzó predisposiciones más generales impresas en la socialización
lugar, si su fraccionalización había sido producida por la partici- militar y en las doctrinas de seguridad nacional. Supuestamente,
pación directa en política partidaria y en la conducción diaria del las Fuerzas Armadas habían salido de su fraccionalizacián debido
gobierno, parecía que estas Fuerzas Armadas que volvían a inter- a que, primero, se había implantado Un orden interno basado en
venir, arrasando el sistema constitucional y postergando sine die líneas de autoridad jerárquicamente definidas y ep el que el papel
3U restauración, quedaban expuestas a riesgos similares. ¿ Cómo de los rangos inferiores se limitaba a obedecer y a transmitir in-
se las podia resguardar de ello? Esta pregunta fue contestada
mediante la designación de civiles, "técnicos" y "apolíticos", en los * Estos organismos fUeron el Consejo Nacional de Desarrollo (CO-
altos niveles decisorios del gobierno, incluso ministerios y secre- NADE), el Consejo Nacional de Seguridad (CONASE), el Consejo Nacional
de Ciencia y Técnica (CONACYT), el Estado Mayor Conjunto de las FUer~
* La preocupaclOn por evitar una nueva fraccionalización también zas Armadas, la Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE) y la Junta
fue importante para la decisión de intervenir y ~particularmente- para la Militar. Ninguno de ellos tenía formalmente atribuciones ejecutivas.
fecha en que así se hizo. En 1967 debían realizarse elecdones que volvian ** Con excepción de los ferrocarriles, cuyo catastrófico déficit se pen-
a plantear el dilema de proscribir o no al peronismo; la intervención en só podía ser solucionado por un equipo de oficiales en servicío activo.
junio de 1966 buscó anticiparse a la eclosión de este dilema y de sus consi- n* Según me 10 manifestaron los ministros y secretarios de Estado
guientes efectos -divisorios en las Fuerzas Armadas; cí. Guillermo O'Don- qne entrevisté, tenían órdenes de Ongania de informarle de presiones o pe-
nell, "Modernización ...", op. cit. did0s personales provenientes de miembros de las Fuerzas Armadas.
88 GUILLERMO O'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL EA 85

formación hacia la cúspide; segundo, porque los componentes de sus jerarquías, pero no j3aben intereses contrapuestos entre sus
las F'uerzas Armadas se habían ceüido a un alto grado de espe- componentes. La carrera de intendencia puede tener poco presti-
cialización; y, tercero, porque todo había quedado englobado por gio pero -lo mismo que los soldados- es indispensable para que
concepciones y metas comunes, cuyo logro satisfacía el interés de el Ejército pueda funcionar. Así, también, la "estructuración de
todos sus miembros. No es ésta una descripción de lo realmente comunidad" es su integración mediante organizaciones funcional-
ocurrido, pero fue la visión que buena parte de los jefes militares mente especializadas y jerárquicamente articuladas, que se rela-
tenía de cómo habían logrado mejorar la situación de las Fuerzas cionan desigual pero armónicamente para el logro de un interés
Armadas. Un esquema similar generalizado a la sociedad global común a cada organización y a cada uno de sus miembros. Ade-
-sobre el que volveremos varias veces- es el que puede advertirse más, la integración de aquéllos no puede ser una mera adición de
en los discursos y declaraciones de Onganía, así como en diversos las parcialidades de que cada una se ocupa, sino su "ensambla-
documentos militares del período. Era ahora la nación la que tenía miento" con una autoridad superior cuya misión es formular crea-
que ser salvada de la fraccionalización y los conflictos, de su po- tivamente el interés de un cuerpo social que sólo puede ser detec-
litización y de su "crisis de autoridad", so pena de que sufriera tado "por encima" de cualquiera de aquellas "partes".
el colapso al que se habían acercado las Fuerzas Armadas. La sa- Lo que acabo de delinear es la visión arquitectónica del Es-
ciedad tenía que ser Uestructurada" según patrones que concreta- tado y la sociedad de la ideo1ogii\ corporatiy!sta '. Las implicacio-
rían en todos sus niveles una integradora arquitectura social. Y nes del corporativismo quedan lejos de ser agotadas con 10 dicho.
esto en un doble sentido: por una parte, llledíante la representa- Pero lo que importa señalar es que una i:qstitll~i9n Ipilitarme-
ción de clases y sectores sociales a través de organizaciones ajus- dianamente profesionalizada en mucho se parece, en su perfil for-
tadas a criterios "técnicos" y "apolíticos" de especialización fun- mal y en sus patrones de ftln~i()_l'la1pie~to, 3:. lln sistem~eo_l:'p()rft­
cional y, por la otra, mediante la infusión de un propósito común tívo. Es probable que en el caso argentino, el reciente proceso de
que presuponía que toda visión discrepante se debía a egoísmos reorganización militar según estas pautas haya ejercido despro-
sectoriales que esa integración ayudaría a eliminar. Haciendo la porcionada influencia sobre la concepción de la manera en que la
analogía aún más cercana, en el encadenamiento jerárquico de la sociedad debía ser "reorganizada" a partir de 1966. Es claro, al
30eiedad los rangos inferiores también debían "participar", pero menos, que impregnó a Onganía y era coincidente con la de sus
limitándose a informar y asesorar a la instancia superior sobre colaboradores más cercanos.
108 temas, técnicos y específicos, para los que iba a capacitarlos
su especialización funcionaL Lo mismo que el Comando en Jefe Una tercera consecuencia de la historia reciente de las Fuer-
traza la estrategia en base a los aportes de sus diversos servicios zas Armadas exige matizar lo dicho acerca de la cohesión lograda.
y departamentos, en la cúspide de esta jerarquía social aparecía Los militares triunfantes en 1963 podían coincidir en un "retorno
un gobierno que, resumen de los niveles en que se articularía la a Jos cuarteles" orientado a preservar y potenciar su institución,
sociedad, debía detectar el interés general y convertirlo en órdenes pero esto no implicaba que estuvieran de acuerdo sobre cuestio-
y disuasiones. Obviamente, una autoridad impuesta sobre una so- nes qne habrían de convertirse en ineludibles a partir del golpe
ciedad así "organizada", no puede ser sU representante sino en el de 1966. Esto hace necesario delinear ahora los principales trazos
particular sentido que un comandante en jefe lo es de su arma: de sus corrientes internas en 1966 -'o
como detector y agente de un interés general sólo perceptible por En primer lugar, la corriente que cabe denominar "paterna-
encima de los sectores en que ella se compartimentaliza. En esta J)~4l", cuyo representante más destacado fue Onganía, y que tuvo
concepción el Comando en Jefe -y el gobierno- encarnan una gran peso entre sus colaboradores en la presidencia,· en ell\tIinis-
racionalidad superior, única que puede abarcar el conjunto de su ter¡o de! Interior y en una proporción indeterminable pero sin
sistema social. Por esto tienen no tanto el derecho sino la obliga- (it:da gravitante de los miembros de las Fuerzas Armadas. A ella
ción de imponerla por sobre la visión inevitablemente parcializada es la que mejor corresponde la transposición anaIÓ!;lea de lo mi-
de sus subordinados. En este sistema hay asignaciones de respon- li~,-;r a lo social recién deline~da. Entroncados con las corrientes
sabilidades y beneficios marcadamente desiguales a lo largo de tl'~;(.1i('ionalistas de la Iglesia) con un origen de pequeüa clase media
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provinciana, admiradores de Francisco Franco, corresponden cer- tivo económicamente que el de los paternalistas, y mejor preparado
canamente a la "mentalidad autoritaria" delineada por Juan Linz 5. para reprimir con buena conciencia. Hostil al . big business, por
Su visión corporativista está surcada por imágenes organicistas, grande y por extranjero, quiere descubrir en el "empresariado na-
pero queda lejos de una ideología fascista gracias a un conserva- cional" la base de sustento política y económica de un capitalismo
dorismo impregnado de paternalismo, hostil a toda movilización nacionalista y, en definitiva, estatista. Flor tardía y marcada-
política e ilusionado en recuperar la "integración social" de un mente autoritaria del populismo, este nacionalismo se encuentra
mítico pasado patriarcal. Conservadores o, mejor, tradicionalistas, con que ni el pueblo se presta a movilizarse dentro de los límites
la sociedad que querrían construír es tan ajena a la polítíca de que pretende imponerle ni su "empresariado nacional" puede ni
masas como al big business; antes bien, es evidente su reticencia quiere, demasiado penetrado por el capital transnacional, ser co-
frente al capitalismo, el lucro y la gran empresa, rodeada por la impulsor de la "revolución nacional" a que lo invita. Rechazado
ilusión de que, a la lllrga, serán superlldos medíante un sístemll por el sector popular, hostil a (y bostilízado por) el capital trans-
menos crematístico y más justo para el pueblo --que míentras tan- nacional, buscando el fantasma de una burguesía local que no fue
to debe esperar, confíada y disciplinadamente, que sus benefacto- ni es 10 que "debería ser", sus fobias y sus ilusiones de moviliza-
res creen las condiciones para que así ocurra., Partidarios del ción de masas, no tienen, sin embargo, bases estructurales para ge-
"orden", la Hautoridad" y la despolitización, tienen una veta nerar un estado fascista. A,'y~ce,g esta.corrie I1 te,se superpone con
moderna en su fascinación con los "técnicos", que parecen porta- los paternalistas, pero en momentos cruciales -como la caída de
dores de una racionalidad que les permite negar -y aquí está el Onganía y, sobre todo, el breve gobierno de su sucesor, el general
origen de esa fascinación- la politicidad y eonflíctualidad intrín· Roberto Levingston-, muestra claramente sus diferencias. El pa-
secas a cualquier cuestión social. Son portadores de una ilusión. de trón ideal de organizac'16n social también es, para esta corriente,
integración social, que esperan lograr mediante un corporativis- corporativista. Pero, en contraste con el corporativismo despo-
mo englobante no sólo del sector popular sino también de una litizante de-los paternalistas,·el··de-lOs riaCionalistuEI-querfía ·cOm~
burguesía cuya orientación internacionalista y secularizada les es binarIo de alguna manera --que apunta a la formación de un
extraña. "movimiento" controlado desde el gobierno-, con su ilusión de
movilización autoritaria del pueblo.
Una segunda corriente tiene bastante en cOmún con la prime-
ra pero es importante no confundirlas. Es también autoritaria y Una tercera corriente es la de los "liberales autoritarios", o,
corporativista pero, en contraste con la orientación desmovilizan- simplemente, "lib~rales" *. Aunque ignoro-el· orig€!n sódaJ '·de sus
te y Hapolítica" de la anterior, t~ene la ilusión de generar y mani- seguidores, .sus-lj(¡eres del período aquí estudiado, los generales
pular movimientos de masas que apoyen sus consignas. Esta co- Julio Alsogaray y Alejandro Lanusse y varíos de suscóJaborado-
rriente puede denominarse r.~:nacionalista'\*. Alienta la ilusión de res inmediatos, provenían de la alta clase urbana y eran los menos
una unión entre "pueblo y' Fuerzas Armadas" en la que aquél provincianos por origen y por mentalidad. Sus amístades y cone-
aparece como una masa atomizada, incapaz de generar sus propios xiones están, por familia y por elección,mucho más orientadas
liderazgos y movilizable atrás de una ideología que afirma 10 na- que las de paternalistas y nacionalistas hacia el mundo de la gran
cional en la negación conjunta del ¡¡comunismo'" y de los patrones burguesía y el circuito de abogados, economistas, publicistas e
-"liberales", "individualistas" e internacionalizados- de creci- intelectuales que lo circunda. Se consideran verdaderos demócra-
miento capitalista. ~a nación que querría construir, obediente a las tas, en contraste con las sospechosas profesiones de lIfe democrá-
"jerarquías" y dispuesta a movilizarse atrás de consignas emana-
das desde la cumbre, apunta a un aparato estatal fuerte, más ac- * A pesar de sus inconvenientes, este término sirve para distinguir
a esta corriente del corporativismo y el autoritarismo que, aun en su so-
ciedad ideal, mantendrían paternalistas y nacionalistas; los liberales, aun-
* Uso este término y el siguiente ~"liberales"~ con no pocas dud<lS, que estén dispuestos a postergado por largo tiempo, optarían idealmente
dado que están cargados de connotaciones que no coinciden con las que aquí por una sociedad que funcionaría de acuerdo con los moldes clásicos del
estipulo para definirlos. Pero como no encuentro otros mejores, debo confiClT constitucionalismo liberal. Veremos que estas diferencias no dejan de tener
que el lector se atenga a mis definiciones. consecuencias prácticas.
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nal del Es'k1.do el representante más importante de la corriente
tica" que sus camaradas antes perfilados pueden verse obligados paternalista, 10 que despejó el camino para un importante grado
a hacer. La imposición de un sistema autoritario es una lamenta- de control del Ejército por parte de los liberales. Entre éstos, in-
ble necesidad que, aunque deba durar largo tiempo, no obsta para cumbió al general Julio Alsogaray -y a su hermano, Álvaro *-,
que en su punto de terminación quieran hallar nuevamente llna un activo papel en la preparación del golpe, incluso la conducción
democracia política -aunque, eso sÍ, acotada y garantizada con- del "operativo" que desalojó al Dr. Illia de la presidencia. Tam-
tra las "demagógicas" irrupciones del período previo al BA. SOl1, bién se expresó en la redacción de los capítulos sobre "Política eco-
en otro contraste con sus camaradas, pro-capitalistas sin reser- nómica" y I<Política laboral" -contenidos en el "Anexo III" de las
vas mentales y entienden mucho mejor el funcionamiento de una "Actas de la Revolución Argentina", que se suponía debían orien-
economía capitalista. El big business no les choca; es parte de su tar la acción del nuevo gobierno. A pesar de algunas ambigüeda-
medio de interlocutores civiles, con el único apoyo militar seguro des, esos textos son expresión de la corriente de la que emanó, con
para quienes se hacen cargo de la política económica del BA. su contenido y terminología libreempresistas y privatistas, y su
Queda en el trasfondo un cuarto grupo, probablemente mÚ3 reafirmación de la democracia constitucional como punto de lle-
numeroso que los anteriores, los Hprofesionales", escasamente pro·- gada de lo que aparecía como un interludio, aunque prolongado,
cIiv€,s a los liberales pero siempre alertas a detectar y seguir la de dominación autoritaria. El contraste de este documento con los
distribución de fuerzas dentro de sus armas. emanados del presidente Onganía es una indicación de un tema
sobre el que deberemos volver: la distancia existente entre estas
Este es un primer esbozo de ideologías y tendencias que vere-
dos corrientes.
mos irse perfilando más nítidamente, en su interacción con otros
En el momento del golpe el comandante en jefe del Ejército
factores, a 10 largo de los procesos a estudiar. Una particularidad
era el general Pascual Pistarini, un profesional de escaso peso.
del caso argentino es que entre 1966 y 1973 ocuparon la presiden-
En dicíembre de 1966 fue reemplazado por el general Alsogaray,
cia representantes de cada una de las tres primeras tendencias,
con quien Onganía mantuvo una serie de conflictos que culmina-
en el orden que las he presentado aquí -Onganía, 1966-1970;
ron con el relevo del primero; después de aquél el comandante en
Levingston, 1970-1971, y Lanusse, 1971-1973-. Cada una de ellas
jefe natural en términos de su prestigio militar y de sus apoyos
se enfrentó con, y generó, problemas muy diferentes, que fueron
sociales era otro liberal, el general Alejandro Lanusse. Este jugó
desde la triunfal instalación del EA en 1966 hasta el incierto re-
un papel protagónico en el derrocamiento de Onganía, en la de-
pliegue íniciado en 1971. signación como presidente del general Levingston y en su derroca-
Estas corrientes internas a las Fuerzas Armadas pudieron míento, y a partir de entonces fue el presidente del último periodo
coincidir en dar por terminada la semi-democracia vigente en el de la Revolución Argentina, signado por la búsqueda de una so-
período 1955-1966. También coincidieron en inaugurar un nuevo lución negociada con los sectores y las organizaciones políticas
sistema de dominación política que se proponía, sin plazo pre- que el golpe de 1966 había buscado excluir. El Ejército, bilsica-
determinado, el logro de metas tan amplias como recuperar la "dig- mente no liberal, encontró en los general~s Ongal1ía y LevAIlgston,
nidad internacional" y "modernizar" la Argentina, "asegurar la sucesivamente, auténticas expresiones en la cumbre del aparato
unión nacional", "posibilitar el bienestar general", y "reencauzar estatal. Pero, al mismo tiempo, qlJedó con gran peso en las jerar-
al país por el camino de sU grandeza" 6. Estas corrientes no podían quías superiores de las Fuerzas Armadas su corriente liberal
sino coincidir en que el líder natural era Onganía, quien tenía -única que estaba estrechamente conectada con las fracciones
gran prestigio en las tres armas y proyectaba una imagen de auto- más poderosas y dinámicas de las clases dominantes.
ridad y sobríedad que parecia especialmente adecuada para el pe-
ríodo que se abría. El ejercicio de la presidencia por Onganía * Alvaro Alsogaray había sido dos veces ministro de Economía du-
expresó sU liderazgo-militar pero a la vez lo distanció del ejercicio rante las presidencias de Frondizi y Guido (1958-1963), oportunidades en
del mismo, 10 cual se acentuó debido a la decisión de apartar a las las que puso de manifiesto una ortodoxia liberal que poco ayudó a su po-
pularidad, al tiempo que los programas antiinflacionarios que intentó tu-
Fuerzas Armadas de participar directau1ente en "su" gobierno. vieron corta vigencia y escaso éxito.
Con su designación se trasladó a la cumbre del sistema instit.ucio-
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Esta ambigüedad contribuyó a marcar el ritmo de los pro-
blemas internos del EA argentino y señalaría ya inicialmente, en sirve para mostrarnos los límites de la autonomía que, sobre el
el contraste entre el paternalismo de Onganía y el liberalismo de proceso politico general y los avatares del EA, pueden adquirir
Castelo Branco 7, algunas especificidades de este caso respecto estos factores internos a las Fuerzas Armadas.
del brasileño. Pero 10 que importa destacar -para i1'lo desarro-
llando en futuros capítulos- es que el bajo nivel de amenaza en
el caso argentino de 1966, permitió un alto grado de explicitación 3) j'aternalÚitas y liberales
de las diferencias entre las corrientes paternalistas, nacionalis-
ta, y liberal. Los casos de mayor amenaza previa tienden a pro-
vocar una mayor cohesión en las Fuerzas Armadas, al menos La Revolución Argentina se inició cOn el anuncio de que habría
mientras pueda hacerse un argumento verosímil de que aquélla no de durar por tiempo indeterminado, el necesario para que el
ha sido extirpada. Además, la mayor profundidad de la crisis im- país fuera "modernizado" y Hreencontrado con su destino" y para
plicada por un más alto grado de amenaza tiene un doble efecto: que los males del periodo 1955-1966 -inflación, escaso crecimien-
por una parte liquidar las ilusiones de pronta "integración social" to económico, agudos 'Conflictos sociales, corrupción, egoísmos sec-
de los paternalistas y, por la otra, dificultar las ilusiones de los toriales, subversión, "descreimiento de los argentinos", <¡falta de
nacionalistas de promover Una movilización que pudieran contro- cohesión espiritual", "inorganicidad" y "falta de representativi-
lar verticalmente. El efecto combinado de esto tiende a fundir dad" de las organizaciones civiles, entre otros- fueran definiti
aparentemente a paternalistas y nacionalistas en una misma co- vamente erradicados. :La sociedad tenía que ser integrada y ¡¡en-
rriente, más dispuesta que en casos de baja amenaza a coaccionar samblada" Con un Esfado que sería transformado en un "eficien..;
que los primeros y menos tentada a movilizar que los segundos. te" conjuIlto de instituciones. Para ello era iIldispérisáble realizar
Por añadidura, la mayor gravedad de la crisis económica tam- una vasta tarea de Hordenamiento" que, junto con los frutos del
bién implicada -como vimos en el capítulo antedor-, por un crecimiento económico, permitiría, primero, distribuir más equi~
más alto grado de amenaza, entraña que es más estrecho el des- tativamente bienes y oportunidades y, más tarde -preparando
filadero de ortodoxia a través del cual el EA debe intentar la nor- su desemboque en un sistema estable y legitimadó-, la reapari-
malización de la economía. Esto a su vez implica que, cualquiera ción de Hl a actividad política" y, de la,"~~!llO~~i:l.~i_a !epresentati-
que fuere su peso al interior de las Fuerzas Armadas, entonces ya". Se seguirían entonces pautas orientadas exClusivamente al
los liberales -militares y civiles- determinan más decisivamen- bien común, nutridas de la "auténtíca representatividad" de las
te que en los casos de m.enor amenaza el rumbo de las políticas Horganizaciones básicas de la comunidad" que articularían la par-
económicas y sociales del BA. De manera que. además del efecto ticipación y los valores de °solidaridad" que entonces prevalece-
de fusión entre paternalistas y nacionalistas, un alto grado de rían 8. Habría así tres tramos, Htres tiempos", uno en el que el
amenaza previa tiende a subordinar a ambos más completamente énfasis recaería s'obre 10 "eCónornico" y el-Hordenamiento", otro
a las políticas que derivan de los intereses y orientaciones de las posterior en el que el tema principal sería lo ¡¡social", apuntado
principales bases sociales del EA. a la justicia distributiva y en el que se daría impulso a "trans-
formaciones estructurales" po~ibilitada8porel ordenamiento pre-
Las diferencias entre aquellas corrientes, sin embargo, no de- vio y otro, final, en el que el énfasis recaería sobre 10 "político",
jan de existir y vuelven a manifestarse después de la primera eta- articulado por un nUevo Estado y por "las organizaCiolleS álitén
pa de "ordenamiento" y "normalización", ya sea que ella haya ticamente representativas de la comunidad *. Estos tres "tiempos"
desembocado en un colapso del EA o que, según las premisas de
sus actores, haya logrado "éxitos" importantes. La ventaja del * Cf. declaraciones de Origanía en La Nación, 30 de octubre de 1966,
caso argentino de 1966, con su nivel relativamente bajo de crisis p. 1, sobre la intención de promover la "participación" por medio de "las
previa y amenaza, es que nos permite examinar más nítidamente organizaciones básicas de la comunidad" a las que primero hahía también
que "ordenar" y "hacer auténticamente l'epresentativas". En el mismo sen-
esas tres líneas, a la vez que el cotejo con casos de alta amenaza tido el ministro del Interior, Enrique Martínez Paz, en La Nación, 9 de no-
viembre (p. 8), 11 de noviembre (p. 1) Y 27 del mismo mes, 1%6 (p, 1).
GUILLERMO Q'DONNELL
IMPLANTACIÓN DEL EA 97
96
corresponden a.}ajdeología de Onganía y su corriente, que con- se trata de remover los obstáculos para llegar a la ¡Iintegración".
viene explicitar un poco más. En ella se expresa un prejuicio fun- Las manifestaciones de Ildesorden" y 'Ifalta de cohesión", así co-
damental : ¡¡política" es sinónimo de intereses parcializados, de mo elecciones, partidos políticos, huelgas y diversas formas de
desorden, de promesas demagógicas que alientan aspiraciones pre- "indisciplina" y Ilegoísmos sectoriales", tienen que ser suprimidos
rnaturas; es, también, campo de manipulaciones y oportunismos para lograr lo principal, la "cohesión espiritual" que surge de la
que hieren el sentido moralista de esta corriente. Además, la po- búsqueda del bien común y de la aceptación de cada uno del lugar
lítica implica el sacrificio de las soluciones de largo plazo, cuando que ·Ie toca. Además, porque se parte de una sociedad tan lejana
una de las metas era asegurar la estabilidad necesaria para enca- a esto, ei paternalista no puede ser su representante, porque ello
rar I'profundas transformaciones". Política es, además, "división lo haría eco reproductor de los males que debe extirpar; al con-
de los argentinos" y, consiguientemente, fomento del desorden y trario, tiene que emerger por sobre la fraccionalización de la "co-
subversión -todo lo cual conduce a la fraccionalizaeión de la so~ munidad" para imponerle la integración y solidaridad que ella no
ciedad y a la eclosión de egoismos sectoriales que ofenden tanto puede darse a sí misma. Para esto es necesario. controlar un .apa~
a la visión organicista subyacente como a las lecciones que sus rato estatal fuerte y eficaz. Éste es, corno necesaria consecuencia
de esta visión jerárquica, integracionista y polarizada -corpora-
portadores ereían extraer de la experiencia reciente de las Fuer~
tivista-, el único ámbito desde el que puede detectarse el bien
zas Armadas *. común. Por eso esta ideología reclama un aparato estatal capaz
En contraste, el orden a instaurar era integración social, uni- de imponer decisiones y de organizarse de manera que lo con-
dad espiritual y supresión de toda causa auténtica de conflicto. viertan en instrumento apto para la magna tarea a realizar. Pro-
Estado y sociedad son una comunidad orgánica, en la que cada blema difícil, porque la crisis ante la que se reacciona ha dismi-
miembro, y los sectores en los que se integra, debe cumplir ftiii~ nuido la capacidad ejecutoria de ese aparato, lo ha parcelado y ha
ciones que concurren armónicamente al bien del todo, incJ¡.lso de impedido reclutar los devotos funcionarios que pueden ir "ensam-
aquellos que, menos favorecidos, merecen la preocupación de la blando" a la comunidad entre si y con el Estado. Igualmente, el
Hélite" para, cuando haya recursos suficientes, hacerlesjiistieia. aparato estatal ha ido disminuyendo su capacidad de extracción
Nada podría oponerse a esto, salvo un injustificable egoísmo afe- de Jos recursos que deberia controlar para llevar a cabo la estruc-
rrado a intereses sectoriales. Esta visión puede ser dura cuando turación corporativista de la sociedad y, paralelamente, ha ido
perdiendo el control sobre cuestiones tan elementales coma la in-
* Así, junto con las fulminaciones a la fraccionalización o "desinte- flación, la tasa de inversión, el desempeño de sus propias institu-
gración" sodal que pueden hallarse en los documentos y declaraciones ya ciones y las expresiones de protesta. Es por esto que, junto con el
citados, Onganía agregaba (La Nación, 31 de diciembre de 1966, p. 8) "Los inicial "ordenamiento" de la sociedad, esta corriente ·se propone,
partidos políticos algún día tendrán que ser reemplazados por otras orga-
nizaciones, igualmente politicas, basadas en una comunidad revitalizada,
en realidad privilegiándola, la uracionalización" del aparato es-
basadas en el ideal antes que en el prejuicio, con lealtad primaria y viva a tatal para controlar a la "comunidad", imponerle decisiones y
la Nación, antes que al grupo". por su parte, Martínez Paz agregaba en obtener de ella información para la solución -técnica, por supues-
tono altisonante que "la vieja política ha terminado definitivamente", de- tú- de problemas que ésta no puede encarar porque sus orga~
bido a que "los partidos políticos fomentaron la división del pueblo y, aro
parados en la falacia de una legalidad puramente formal y estéril, esta~
nizaciones se han ido destruyendo en una desenfrenada lucha_ de
blecieron la opción como sistema", agravado por "su falta de representll~ -intereses sectoriales *. El "tiempo económico", la primera tanda
tividad real, su inautenticidad, el egoísmo ..." y, prosigue, eran "expresión
de intereses parcializados que no coincidían con el interés nacional ... y
constituía (n) una pugna entre fracciones artificialmente cristalizadas en "' Este es otro de los temas sobre los que Onganía insistió una y otra
vez. Para ceñirnos al año 1966, d. sus declaraciones (Da Nación, 30 de oc-
torno. a banderías ideológicas ..." (La Prensa, 27 de noviembre de 1966,
pp. 1-7.) Según ambos funcionarios la "participación" debía canalizarse t.ubre de 1966, p. 1) en el sentido de que "hay que organizar preferentemen-
pOr medio de las organizaciones básicas (o "grupos intermedios" funcio-
te al Estado ... Hay que organizar el Estado para que ... tenga incidencia
efectiva sobre el otro (sic) que también tiene que organizarse, que es la
nalmente especializados) y del municipio ("célula de la comunidad"), al
tiempo que negaban con tanto énfasis como escasa convicción las primeras t:ornunidad ..." ef. también discurso en La Nación, 8 de noviembre de 1966,
y Plancam-icnto ...• ops. cíts.
expresiones de preocupación de que fueran "corporativistas".
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de políticas de "ordenamiento" es, en realidad, el período de emer- reniega de la "democracia formal" y <.llle,a4~?1á~,su Estado~u­
gencia de un Estado autoritario que se expande conquistadora- telar y corporativiza!lte se propone acotar lª,¡,'Jiºi,l;:,,~p:1presa",en
mente sobre la sociedad, revirtiendo así el avasallamiento a que lo que ésta lleva a un ¡¡lucro desmedido"yaun, ~,¡ego~smo social"
había quedado sujeto su predecesor, el Estado pretoriano. que afectan el "justo equilibrio" de las clases. Esto separa a esta
Incluso cuando se haya logrado la utopía de la ¡lcomunidad ideología tanto de la fuertemente privatista de los sectores agro-
organizada" sigue vigente el sesgo antipolítico y autoritario de exportadores, como de la visión más compleja del big busín,Bss
esta ideologia. Entonces podrá o no haber partidos políticos, pero urbano, local e internacional. Por otro lado, el Estado tutelar de
ellos ya no representarán intereses sectoriales sino visiones integra- los paternalistas no es el Estado empresario de los náCiOnalistas;
doras del bien común. Además, el10s serán parte, y no la más im- por aplicación del "principio de subsidiariedad", debe reinar"la
portante, de la "participación", que se daría en consejos y comi- "iniciativa de la comunidad", aunque -elaro está- siempre con-
siones, integrados por las Horganizaciones básicas de la comuni- trolada para impedir excesos 10. Pocas cosas COmo esta concepción
dad", fnncionalmente especializadas y englobantes de todos los de un aparato estatal económicamente a la vez antilíberal y no
miembros de la sociedad: grandes cuerpos de "trabajadores", ¡¡em- empresarial muestran tan claramente el arcaísmo de los paterna-
presarios" y "profesionales" que se "ensamblan" con - y se hacen listas, en una estructura productiva compleja y en una sociedad
parte de-- los más altos niveles decisorios del gobierno. Pero esa altamente modernizada y transnacionalizada, cuyas clases domi-
participación, por lo mismo que no deja de venir de los sectores nantes no se reconocen ni se ligan orgánicamente -con sus porta-
parcializados que la misma corporativizac.ién genera, no va más dores. Éstos, a su vez, con respetable congruencia, intentan tomar
allá de transmitir información (presuntamente dotada de un alto distancia respecto de aquéJ1a~*, porque piensan 'qUe; aunque
contenido técnico y preocupada, gracias a los valores de solidari- tengan que apoyarse en ellas, su tarea es también la de contro-
dad que la impregnan, por trascender los intereses del sector), larlas en beneficio de una sociedad más l/equilibrada", y más
de asesorar al gobierno para la toma de decisiones y también preocupada por hacet justicia distributiva, de lo que las clases
-aunque no sea este el lenguaje--, para actuar como correa de dominantes están dispuestas a tolerar.
transmisión hacia la sociedad para facilitar la implementación de
Me he detenido en delinear esta ideologia -de la que antes
las politicas estatales. Más allá de la cohesión espiritual que se
evoqué sus consonancias con concepciones típicamente militares-
haya logrado y de que cada clase haya aceptado su lugar y fun-
porque fue importante envari()13sC:Iltid08, por más distancia que
ción, para esta ideología, el cemento que sigue uniendo a la "co-
mediara entre ella y la realidad. Primero, porque, según lo dicen
munidad organizada" es un Estado que la trasciende soberana-
mente'9. clara e insistentemente los textos citados,· era la de Ongania, de
su corriente militar y de buena parte de los funciOnarios civiles
Esta visión jerárquica, integradora y arquitectónica corres- de la Presidencia de la Nación, del M:inisterio del}nterior y va-
ponde a la de no pocos miembros de las Fuerzas Armadas y de rias gobernaciones. Segundo, porque inspiró decisiones, que 'estu-
parte -los estratos superiores, sobre todo- de la Iglesia Católi- diaremos más adelante, que contribuyeron para aislar a los,)?a-
ca. Aunque sus implicaciones de "ley y orden" podrían atraer a ternalistas de sus aliados originarios sin ganarles ninguno nuevo.
la pequeña burguesia, su fidelidad a aquella tradición la lleva a y tercero, porque. a pesar de Slls,puntos de contacto, los DO pocos
un rnoralismo y a una insistencia en su catolicidad que aleja a uml que tenia de conflicto con los liberales estuvieron en el origen de
pequeña burguesía urbana altamente secularizada, sin contar que episodios que, junto con la oposición externa al BA, fúeron decisi-
su estilo acartonado contrasta con el cinismo político de ésta >1'. vos para su colaps.o.,
Es, además, declaradamente antiliberal, en el doble sentido que
* De mis entrevistas con los pat.el'nnJistns surg"ió marcadament.e su
'" Poco ayudaron a las nuevas autoridades sus "campañas de mora- 'oOensación -de "no pertenecer" al mundo del big business y 1r. de que, en de-
Hdad", la censura de publicaciones y espectáculos por sus implicadonc'ó fir,itiva, su utopía social implicaba someterlo a controles ene la gran bur-
sexuales, el barroco protocolo con que rodearon sus apariciones públicas y guesía no aceptaría de buen grado. Estas sensaciones enm simétricamente
la clausura de alguna publicación que intentó ironizar esas característic<.l'i_ l'ct)pl'oeadas.
UNlH.RSlDAD DE JlUk:!\OS A
~CUIJ:~D 1Ji: FILOSOFÍA YLETRAS
Dir~' ," loa B'b" GUILLERMO O'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL BA 101
~CUVJ, IU I IllOt~Cl\S
Conviene que continúe perfilando la ideología liberal --en el lugar" y despolitizar a sus clases y sectores más ~'co_nflictivos.",
sentido que he estipulado este término-, luego de la primera r.enía también que inducir el aumento de inversiones y que apa-
caracterización hecha al referirme a sus portadores en las Fuer- recer -y ser creído- proyectando su dominación por un largo
zas Armadas. Ella suele corresponder a los sectores más moder- período. Esta es la coincidencia inicial, súfiCiente .pára-aliátló's
nos, más dinámicos y en definitiva más poderosos de la sociedad. en el golpe que implanta el BA. Pero estas corrientes contenían,
Si los paternalistas tienen que hallar, enquistándose en el apara- además de las ya señaladas, otras diferencias que generaron con-
to del Estado, alguna compensación para sus endebles bases so- flictos que fueron rodeados, exasperados y en definitiva transfor-
ciales, los liberales de las Fuerzas Annadas se prolongan en las mados por otras luchas, las de las clases y sectores excluidos por
cIases dominantes y en las más poderosas organizaciones de la el BA, Pero aquellos conflictos -y su modalidad de resolución-,
sociedad. Las organizaciones de la gran burguesía, las fracciones son un importante factor explicativo de la suerte corrida por estos
oligopólicas del capital urbano, el capital transnacional Y la gran sistemas de dominacíón, Brevemente -para fundamentarlo des-
prensa se entienden, Hhablando el mismo idioma", con los milita- pués-, ni los paternalistas ni los nacionalistas pueden ganar la
res liberales y proveen el punto de origen y de retorno para los lucba por el control del aparato económico del BA sin contribuir
"técnicos" civiles que no tardan en controlar, nwlgré las preven- a destrozarlo. Todo EA "exitoso" es un BA que se entiende con
ciones de paternalistas Y nacionalistas, los principales resortes de el gran capital local y transnacional en términos que sólo los li-
la conducción económica del EA. ¿ Qué es este liberalismo? Es la berales entienden y comparten, El BA no puede realizar por de-
ideología de los sectores más avanzados y dinámicos de la socie- masiado tiempo la proeza de agarrarse a su. propro pe~()_~omo
dad de la que emerge el EA, de sus partes más modernas y trans- sistema institucional; para sostenerse necesita estrechos lazos con
nacionalizadas. las clases dominantes de la sociedad nacional e interp.acional.
Este liberalismo, tal como se expresó en 1966, no era anti- Esos lazos sólo pueden ser proporcionados por los militares
estatista ni proponia un retorno al laissez-jaire, En una sociedad y los "técnicos" liberales que participan de la implaIltación del
como la Argentina de 1966, sujeta a una alta activación popular, BA, Ellos son, por su ideología y por la constelación de intereses
marcada por conflictos en los que la clase obrera y las capas sin- que los rodea, pseudopodios con que el gran capital abraza al sis,
dicalizadas de los sectores medios actuaban con alta -y crecien- tema institucional del BA. Claro está, esto no bace al BA un merO
te- autonomía frente al Estado y la burguesía, sujeta a recu- agente de la gran burguesía; este Estado COnserva autonomía
rrentes crisis económicas, abandonada, por esto mismo, de nue- respecto de aquélla -€ntre otras razones- porque tiene que aj us-
vas inversiones de capital transnacional, Y abierta a promesas tal' sus intereses a los de nacionalistas y paternalistas (siempre
"demagógicas", ese liberalismo promovió activamente la implan- fuertes en las Fuerzas Annadas) y, por supuesto, a los requisitos
tación del BA. Aunque quisiera un desemboque democrático, es políticos de viabilizar la dominación que ayuda a imponer,sobre
desembozadamente autoritario por todo el tiempo necesario para el resto de la sociedad, Pero lo que importa por ahora señalar es
que las condiciones de esa democracia estén, a su criterio, plena- que no hay BA sin el control de los liberales sobre la politica eco-
mente garantizadas. Además, no es hostil per se a una expansión nómica, Los minístros Otávio Bulh6es y Roberto Campos (Brasil),
del aparato estatal, ni siquiera de sus actividades económicas -lo Adalbert Krieger Vasena (Argentina), Jorge Cauas (Cbile) y
que 10 aleja del la'l$sez-jaire de algunos de sus aliados más tradicio- Alejandro Vegb Villegas (Uruguay), son claras corroboraciones
nales-, siempre que sirva a la expansión de la estructura produc- de esto -sólo hay ministros de Economía nacionalistas cuando
tiva oligopólica de la que surgen sus principales portavoces (10 el EA se ha desmoronado y, tal vez, aunque no hay experiencia
cual a su vez lo aleja tanto del Estado "equilíbrador" de los pa- de esto, cuando y si el BA ha avanzado mucbo más que lo hecho
ternalistas como del estatismo empresarial al que apuntan los na- hasta ahora, aun en sus versiones exitosas. En particular, es tan
cionalistas) . evidente la simílitud de antecedentes personales y de ideología en-
Lo dicho no excluía que existieran importantes coincidencia,:, tre Roberto Campos y Adalbert Kríeger Vasena, como lo es la di-
entre paternalistas y liberales, Para ambos el BA tenía que em- ferencia entre la ideología de Onganía con la internacionalista
pezar por ordenar a la sociedad; es decir, había que "poner en su y liberal de Castelo Branco y su grupo militar, La similitud de
102 GUILLERMO ü'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL EA 103

éste es con el comandante en jefe Julio AIsogaray y con el pre- sector popular y como no. tienen -no pueden tener- unl1..política
sidente Alejandro Lanusse (1971-1973); pero el primero jaqueó económica propia, aunque controlen la cumbre del aparato estatal
mas no logró derrocar al gobierno Onganía y el segundo fue pre- tienen que abrir sus áreas económicas a lóS"teciikós"·1iberales.
sidente cuando ya se trataba de negociar alguna salida para el Pero no dejan de entorpecerlos y, sobre todo, de suscitar graves
colapso del EA. conflictos cuando las opciones parecen bifúrcarse entre un H pre_
Estas no son, por el momento, más que diferencias sugeren- rnaturo distribueionismo" y seguir obedeciendo a la lógica d~ la
tes. Pueden empezar a hacer notoria su importancia si considera- acumulación de esa gran burguesía. Por eso es claro para los li-
moS otras disidencias entre los paternalistas (y también, en gran berales -lo fue en la Argentina-, ya desde los comienzos del
medida, los nacionalistas) por una parte, y los liberales y el gran EA, que uno de sus frentes de batalla es contra nacionalistas y
capital, por la otra. En primer lugar, todos ellos coincidian en paternalistas. Después de todo, los primeros expresan, y lo saben,
"domesticar" a los sindicatos, sometiéndolos al control del gobier- a sociedades que han hecho arcaica la visión paternalista pero
no. Pero los primeros son corporativistas plenos que pretenden que siguen lejos de la opulencia que en las centrales les permite
encapsular a toda la sociedad, no sólo al sector popular. Nada vestirse, nuevamente, de un ropaje benévolo y "social".
tienen que ver los liberales con este corporativismo de "equilibrio" Finalmente, los paternalistas quieren tanto Corno los libera-
de clases. Para ellos se trata, al contrario, de debilitar al sector les "orden" en la sociedad y "fortaleza" en el aparato estatal,pero
popular y de fomentar la expansión de la gran burguesia. Esto es para acotar la victoria de clase que el EA implica y que la gran
conflictivo con los paternalistas, quienes quieren, para Ucontra- é burguesia y los liberales no pueden sino querer consolidar. Esta
pesar" a aquélla, un sindicalismo subordinado pero unificado. Ade- victoria no es sólo sobre el sector popular sino también sobre bue-
más, nada podría ser más lej ano a los liberales que el intento de na parte de la burguesia local, a la que el EA tiende, en su período
los paternalistas de replicar con la burguesía la corporativización inicial, a dejar inerme frente al gran capital. La burguesía tiene
del sector popular. El gran capital no tiene por qué subordinarse entonces los brazos libres para devorarse a sí misma en beneficio
de esta manera al aparato estatal; menos cuando, en momentos de su vanguardia más dinámica y transnacionalizada. También
de triunfal ofensiva, se está "domesticando" al sector popular y, sufren la "racionalización" vastos segmentos de clase media --em-
dentro de él, a la clase obrera. Por eso, aun en su apoyo al EA, pleados de servicios tradicionales, del Estado y pequeños comer-
el lenguaje de la gran burguesía y sus voceros se viste de un ro- ciantes, sobre todo--, quienes también deben oblar su libra de
paje libertario: "libertad de agremiación", "libertad para la ini- carne. Veremos que esto produce tensiones que repercuten al in-
ciativa privada" y, allá lejos, una "democracia" que contrasta, terior del aparato e,,+aÜll, en especial de las Fuerzas Armadas,
rasgándose las vestiduras, con el "corporativismo" y el "autori- desatando las ambigüedades de los paternalistas entre su imposi-
tarismo" de sus aliados. bilidad de prescindir de los liberales y sus símpatias por muchos
Un segundo punto de fricción entre estas corrientes se co~ de los que se están perjudicando, y abriendo la puerta por la que
necta estrechamente con el anterior. La visión de equilibrio de cla:- irrumpe otro problema: la exasperada versión pequeño-burguesa
ses amenaza en. el largo plazo la acumulación de capital que, des- de los nacionalistas, que claman conj untamente contra 108 libera-
- pués de todo, es principal misión del EA garantizar. Paternalistas les (por "entreguismo") y contra lospate~!lalistas (por Hcompli~
y nacionalistas son proclives al "sentimentalismo" de defender cidad" o "indiferencia") y pretenden que el EA se "nacionalice",
un nivel "razonable" de salarios, de lanzarse prematuramente aIl arrinconando al gran capital y apoyándose en el ¡¡pequeño y me-
"bienestar social" y, sobre todo, de proponerse "distribuir", Hha_ diano empresariado".
(2er justicia", antes -siempre antes ...- del "desarrollo", En
Estos temas los veremos desplegarse y entrelazarse con otros
cambio, los liberales expresan mejor la lógica brutal de una acu-
en el resto de este libro. Podernos entrar ahora al estudio de los
mulación que en nuestros paises requiere, es cierto, un aparato procesos origínados en el golpe de junio de 1966.
estatal fuerte y expansivo, pero no para trabarla y desviarla ha-
cia el óldistribucionismo" sino para garantizarla y promoverla.
Los paternalistas intentan junto con los liberales subordinar al
104 GUILLERMO O'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL EA 105

Con la burguesía entusiasmada * 14, los dirigentes sindicales


manifestando su apoyo, Perón bendiciendo el golpe, diversos "ex"
partidos políticos ofreciendo sus elencos al nuevo gobierno y los
4) Indecisión y confusiones
.. Se hace necesaria aquí una aclaración metodológica: a lo largo
de este libro presumiré que es razonablemente correcto atribuir a diversas
organizadones de la burguesía una real representación, en términos de las
Ya señalé que el golpe de junio de 1966 conté con amplia aquies- opiniones y demandas que fueron presentando en el período, de las opinio~
nes y ·demandas predominantes entre los segmentos empresariales por los
cencia. Lo mismo parece haber ocurrido con la designación, por
cuales decían hablar. Esto --que en el fondo es el siempre difícil problema.
la Junta de Comandantes en Jefe, de Onganía como presidente. de cómo y en qué grado es válido atribuir a ciertas colectividades, desde un
Las palabras iniciales de la junta y de Onganía, de orden, recon- pequeño grupo hasta una nación, las opiniones expresadas por quienes
ciliación, y manejo serio y eficiente de los asuntos públicos 11 des- proclaman ser sus portavoces-, en el caso argentino, durante el período
estudiado en este libro, se alivia considerablemente por las razones que ex-
pertaron favorable eco *. En Onganía parecía haber un jefe in-
pongo a continuación. La Confederación General Económica (CGE) fue
trovertido y poco amigo de actos espectaculares, que evocaba un fundada en 1953, durante la segunda presidencia de Perón, como parte de
futuro de orden y paz. Sólo parecía natural, entonces, que las pri- un esquema dásicamente corporativista de "completar" la Confederación
meras medidas de la Revolución Argentina, aparte de autóbauti- General de Trabajadores (CGT) con aquélla y con la "Confederación Ge-
zarse así, consistieran en suprimir instituciones notoriamente vin- neral de Profesionales". Dicho intento, que na logró real efectividad, im-
plicó también la esperanza de absorber en la CGE las organizaciones de la
cnladas con el pasado de desorden y frustraciones: el parlamento gran burguesía, tenaces opositoras de Perón. El diseño de la CGE entra-
y los partidos políticos fueron disueltos, la "actividad polítíca" ñaba la federación de -otras entidades representativas de diversas fracciones
prohibida y, en tren de darles destino útil, los bienes de los parti- del capital --comercial, financiero, industrial-o A este último correspondía
dos fueron afectados a la enseñanza pública 12. Todavía no se plan- la CGI (Confederación General de Industria), pero como en realidad la
CGE, especialmente después de la caída de Perón, sólo logró agrupar cier-
teaba si en el futuro tendría o no que haber partidos políticos, tas franjas de la industria, en el lenguaje habitual de la política y el pe~
pero incluso los liberales aplaudieron la eliminación de "esos" riodismo, así como <le los dirigentes de esa agrupación, CGE y CGI se
partidos **. Si los problemas que se venía a erradicar eran el de~ confundieron en beneficio de la primera. Las asociaciones de la gran bUr~
sorden y la subversión, también era apropiado que se instituyera guesía triunfantes después de la caída de Perón, formaron la asociación
de asociaciones (es decir, del mismo nivel que el proyectado para la CGI),
el "Sistema Nacional de Planeamiento y Acción para la Seguridad conocida como ACIEL (Asociación Coordinadora de Entidades Empresarias
Nacional" 13, mediante el cual se creó el Consejo Nacional de se- Libres). Ésta, junto con las organizaciones de la gran burguesía que la
guridad (CONASE), que se ocuparía del planeamiento de todo lo integraban (especialmente, UIA CAC y SRA), desplegó activa hostilidad
relacionado con la seguridad nacional, en estrecha ligazón con su contra la CGE-CGI. Además, como en esta última su componente predomi-
nante era industrial, muchos de los resultantes enfrentamientos se dieron
gemelo dedicado a una tarea tan íntimamente ligada con aquélla entre la CGE y la UIA. Así se fue consolidando una mutua percepción, en
como lo es el desarrollo --el Consejo' Nacional de Desarrollo, la que coincidieron tanto los dirigentes de esas asociaciones como, que yo
CONADE. sepa sin excepción, los actores políticos, los medios periodísticos y muy
buena parte de los mismos empresarios. Esto es, que, por un lado, a pesar
de un discurso en el que proclamaba representar al conjunto de la industria
* Una buena indicación de la euforia inicial de sectores intelectuales (basado en que sus empresas afiliadas generaban buena parte del valor
que apoyaron la implantación del BA es el volumen colectivo, La "Revo- agregado industrial) la UIA estaba integrada por, y voceaba los intereses
lución Argentina", Análisis y prospectiva, Ediciones DepaIma, Buenos Aires, de, las franjas mono u oligopólicas, y más transnacionalizadas, de la in-
1966. Una indicación más concreta fue que en la semana posterior al golpe dustria --esto es, la gran burguesía, según el término que ya he propuesto.
las cotizaciones en la Bolsa de Buenos Aires registraron un alza que el Y, por otro lado, que a pesar del mismo discurso de representatividad
Economic Survey (5 -de julio de 1966, p. 580). consideró la más alta de su general (basado en que las empresas a ella afiliarlas excedían largamente
historia. el número de las asociadas a la UIA) la CGE-CGI estaba integrada por,
** Véanse, por ejemplo, los entusiastas comentarios de la gran prensa y voceaba los intereses de, el -capital industrial nacional medio y pequeño,
en la semana del 3 al 10 de julio ;por la "definitiva" eliminación de esos buena parte del cual estaba emplazado en el interior del país -la burgue-
agentes ·de "demagogia" e "ineficiencia", cuando no también de "totalita- sía local según el término ya propuesto. Las mayorías que respectivamente
rismo". invocaban la UIA y la CGE (que, dicho sea de paso, son un interesante
10G GUILLERMO Ü'DONNELL Il\lPLANTACIÓN DEL EA 107

radicales sin capacidad de oposición, el "desorden" del período en imprimir a sus actos. Sólo quedaba como reducto conflictivo
anterior parecía haber desaparecido por la magia de la "imagen la 1]niversidad, "politizada y plagad~~~~_i~(llli~~·~i~_~<:ls_"_. Muchos
de autoridad" que militares y nuevos gobernantes se empeñaban aprobaron la intervención de las universidades, ocurridas el 29 de
jlllio, aunque no dejó de haber algún púdico comentario por las
brutalidades cometidas al hacerlo. Pero los que esperaba'.ll el to-
comentario acerca de la estructura económka de esta sociedad dependiente rrente de decisiones que inauguraría una "tónica ~evolucionaria"
y extensamente industrializada) no pueden ser rigurosamente verificadas
ya que ambas asociaciones tenían obvio interés en exagerar sus bases de
se vieron defraudados. El primer gabinete estaba formado por
representación. Pero no me cabe duda ~ni la cupo a actores y observadores Quienes se llamaban a sí mismos "naeionalistas moderados", de
políticos, ni a los mismos dirigentes de aquéllas~, que el c1ivaje implicado, orientación paternalista congruente con la del presidente, en tan-
y los divergentes intereses que en no pocos temas surgían del mismo, co- to algún liberal que había participado prominentemente en el gol-
rrespondían básicamente a la realidad. Además, este c1ivaje tenía sus co-
rrelatos. Por parte de la DIA y, en general, de las organizaciones de la
pe, como el general Julio Alsogaray, volvía a su comando de di-
gran burguesía y de la gran prensa, la CGE-CGI eran un residuo de las visión y algunos civiles, como el hermano de aquél, Alvaro, reci-
inclinaciones "totalitarias" de Perón, sus dirigentes seguían sospechosamen- bían cargos importantes pero alejados de las decisiones diarias
te cer<ca de esos origenes (incluso, el principal líder de la CGE durante el de gobierno, eomo la embajada en Estados Unidos. En especía1,
período aquí estudiado, José B. Gelbard, 10 era desde la creación de aquélla),
habían tendido a apoyar cuanta política "demagógica" se había intentado
el ministro del Interior, Enrique Martínez Paz, además de des-
desde entonces y, en cuanto a sus empresas, ellas eran el malvado resultado pertar resquemores por la manera en que había manejado la in-
del "artificial .proteccionismo" que se había practicado desde el peronismo. tervención de las universidades *, se sintió obligado a proclamar
En lo que hace a la DIA, la pereepción de los dirigentes de la CGE-CGl el fin de la política y sus condenas a los infinitos males que ha-
era que en la UlA concurrían los intereses "monopólicos" y "extranjeri-
zantes"que atentaban contra la expansión del mercado interno y .contra un
bían causado los partidos políticos, a lo que agregaba una inequí-
desarrollo económico basado en una industrialización controlada _por el "em- voca condena de la democracia y una paralela insistencia sobre el
presariado nacional". Díchas percepciones mutuas de las respectivas bases papel que tendrían que cumplir "las organizaciones básicas de la
sociales y ~descontando 10 que tenían de hostil estereotipo elaborado en comunidad" 15. Estas expresiones llevaron a la gran prensa a des-
numerOSOS enfrentamientos-- de las respectivas orientaciones políticas, sur-
cubrir que en el gobierno no sólo había "nacionalistas" sino tam-
gieron daramente en mis entrevistas, así como de una investigación que
tiene el particular interés de haber sido llevada a cabo, mediante entrevis- bién que tal vez fueron estos "corporativistas" 16. Aunque algo
tas a dirigentes de la CGE-CGI y UIA durante 1968 y 1969; John Freels, más cauto en sus fulminaciones de la Hdemocracia formal", el se-
El sector industrial en la política nacional, EUDEBA, Buenos Aires, 1970, cretario de gobíerno, Mario Díaz Colodrero, otro paternalista,
e "Industrialist and politice in Argentina. An opinion Survey of Trade AssO"' agregó similares expresiones 17. Tampoco faltaron referencias de
cíation Leaders", Journal o{ Inter.American World A//airs, vol. 12, n" 3,
julio 1970. Ver también Jorge Niosi, Los empresarios y el Estado argentino este tipo en los discursos ya citados de Onganía, en los que agre--
(1955-1969), Siglo XXI, Buenos Aires, 1974, y Dardo Cúneo, Crisis y com- gaba, j unto con Díaz Colodrero y contra los impacientes que es-
portamiento de la clase empresaria, Pleamar, Buenos Aires, 1967. Las ca- peraban una dinámica diferente, que "la Revolución no tiene pla-
rencias de investigaciones surgidas de muestras representativas de la base zos ni términos", por lo que no terminaría sino después de "mu-
social de ambas organizaciones hace imposible determinar con precisión el
grado en que esas mutuas opiniones de sus lideres, así como el consenso
existente entre otros actores y observadores acerca de que dichas percep-
ciones se ajustaban a la realidad, correspondieron a las opiniones efectiva- y de alta tecnologia, eslabonadas a filiales de ETs recientemente implan-
mente sostenidas por aquellas bases. Pero lo que he señalado, unido a que tadas -sobre todo automotores--- y/o surgidas corno contratistas del Estado j
tampoco se alzaron voces empresarias que, tanto en una como en otra aso- nO se trataba entonces, corno era el caso de buena parte de sus representa-
ciación, podrían haber disentido con el discurso de sus líderes acerca de a das, de empresas actuantes en sectores menos dinámicos y/o en mercados
quiénes, y en base a qué intereses, decian representar, me hacen pensar altamente competitivos, donde sobrevivían en los márgenes que dejaba la
que es válida, con, razonable aproximación, la atribución de real represen- gran burguesía.
tatividad que realizo en este texto. Una cuestión diferente, a la que me * Entre los numerosos relatos y análisis a que dieron lugar, en la
refiero más adelante, es que, si bien los dírigentes de la CGE-CGI repre- Argentina y en el extranjero, esa intervención y la violencia con que se
sentaban a quienes decían representar, buena parte de ellos no surgia del forzó la desocupa.ción de algunos edifiCÍos universitarios, tal vez el más
tipo de empresa predominante en su propia base social. Esos dirigentes sistemático sea R(nJistt} Latinoamérica de Sociología, "Crónica de un con-
más bien provinieron de empresas, generalmente medianas pero modernas flicto", n9 2/3, 1966.
108 GUILLERMO O'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL BA 109

eho tiempo", cuando se hubieran cumplido los objetivos de gran- derogación de la Ley de Asociaciones Pre;tfesionales y la instaura-
deza y unión nacionales enunciados por la junta. En ese período ción de la "libertad sindical". Por elcontrari()~y: éste es uno de
inicial el énfasis debía recaer en dos puntos: la implantación de los problemas que va a recorrer todo el período- era evidente
"orden" en la sociedad y la "reorganización del Estado". A éste que las autoridades trataban que el control de la CGT pasara a
había que hacerlo más "eficiente": disminuir el personal, ra- sectores que les respondieran *'; para los pat~riúiHstas no se
cionalizar la administración central y las empresas públicas, lÍle~ trataba de atomizar los sindicatos sino de unificarlos subordina-
joral' su capacidad de recaudación y realizar numerosas obras de damente baj o su control. Si estassituaciories· gériéfaróhévidéiltés
infraestructura física. La ejecución de obras públicas llevaría su ambigüedades en una CGT cuyos miembros estaban siendo trata-
tiempo y la "racionalización" dio lugar a una orgía de organigra- dos de maneras tan diferentes **, otros episodios fortificaron el
mas y reglamentaciones, de manera que 10 que más rápidamente ánimo de la burguesía y comenzaron a mostrar que ]a clase obrera
se pudo hacer fue despedir empleados. El movimiento hacia un y diversos sectores medios eran, más allá de las intenciones "equi-
aparato estatal que parecía dirigido a encogerse en general y sólo librantes" de los paternalistas, netos perdedores en el BA. Uno
a expandirse para proveerle economías externas, contó con el be:. de ellos fue un discurso de Onganía, en el que repitió los lugares
neplácito de la gran burguesia ", pero chocó frontalmente eon los comunes más caros a la ortodoxia económica ** *. Otro, más impor-
sindicatos de empleados estatales 19. Lo mismo ocurrió con los
obreros portuarios, ni bieti-cOméfizá la "modernización" del puerto
de Buenos Aires mediante despidOB- y modificaciones del régimen que ésta constituía el principal sustento organizacional del peronismo-.
Además, como la legislación vigente impedía la "libertad" de crear una
laboral que dieron origen a una prolongada huelga '"o Simultá- pluralidad de sindicatos y de aportar o no a los mismos, era obviamente
neamente, el otro gran intento inicial de "modernización" (supe- un residuo "totalitario" que debía Ser eliminado en el muy libertario perío_
rar el monocultivo azucarero de la provincia de Tucumán) empe- do que había comenzado. Cf. ibid., 25 de agosto, p. 6; 15 de diciembre de
zó con un cierre de ingenios que agudizó los problemas de esa 1966, p. 6, y 16 de debrero de 1967; La Prensa, 18 de diciembre de 1966,
p. 6; 25 de enero de 1967, p. 6, Y Economic Survey, 19 de julio de 1966,
provincia. Esto generó huelgas y protestas n. Pero algo diferente
p.605, entre otras.
a esta mano dura -que era aplaudida por la burguesía y la gran * El problema no era sólo, por lo tanto, que los paternalistas no
prensa- estaba ocurriendo con los sindicatos de actividades que reimplantaran la "libertad" en el plano sindical sino que impulsaban la
se hallaban en manos privadas. Dos importantes gremios, meta- unificación de una CGT, surcada por divisiones entre los sectores dirigidos
lúrgicos y textiles, entraron en agosto de 1966 en una ardua ne- por Alonso, Van dar, los "independientes" y el Partido Comunista; d. La
Nación, 3 de octubre, p. 6 Y 20 de octubre, p. 6 de 1966, entre otras.
gociación de sus convenciones colectivas de trabajo, marcadas por
*" En octubre de 1966 se eligieron nuevas autoridades de la CGT, de
denuncias contra los empleadores y amenazas de huelga". Aquí las que fueron excluidos los sindicatos alineados en el sector de Alonso y
el gobierno intervino en busca de "soluciones justas", arbitrando del Partido Comunista (cf. ibid., 24 de octubre de 1966, p. 6); Prado fue
acuerdos que dejaron a la burguesía el sabor amargo de haberse reelecto secretario general. A pesar d~ las tendencias que ya eran mani-
favorecido fundamentalmente a los obreros *. Por otra parte, los fiestas y de la resistencia a que estaban siendo arrojados no pocos de sus
propios sindicatos, las máximas autoridades de la CGT anunciaron su deseo
gobernantes no aceptaban el clamor de la burguesía * * para la de "dialogar con el gobierno y los empresarios" (declaraciones de Prado
en ib'Íd., 27 de octubre de 1966, p. 20), Y solicitando participación "en la
*- El Convenio Colectivo de Trabajo para los obreros metalúrgicos fue Ilevolución Argentina" (cf. ibid., 26 de agosto, p, 11; 2 de noivembre, p. 1,
Buscripto con gran boato en presencia dE; Onganía, al tiempo que la asocia- e incluso el 9 de, ·diciembre de 1966, p. 1, ya en pleno enfrentamiento con
ción de empresarios textiles y la UIA Se quejaban amargamente por las el gobierno).
"presiones" que habían recibido desde la Secretaría de Trabajo en la tra- *** Cf. el discurso ya citado en ibid., 8 de noviembre de 1966, p. 1.
mita-ción de un convenio que coronó a satisfacción del sindicato de obreros Además de anunciar un frontal ataque a la inflación y al déficit fiscal,
textiles y de los paternalistas pero costó Su cargo al subsecretario de aqué- anunció que "es propósito del gobierno que la industria esté en manos de
lla cartera; cí. ibid., 5 de octubre de 1966, p. 1, Y UIA, M emoTial anual, los industriales y no del Estado", cuya actividad se limitaría a energía,
1966-1967, Bs. As., 1967, p. 59. siderurgia y a "resolver los problemas de infraestructura". Por otra parte,
** La gran prel1sa tomó la delantera en el planteo de esta cuestión, p.njuició severamente las "diferencias de cambio constituidas en perjuicio
argumentando que "razones de equidad" exigían que, si se habían disuelto dE' la exportación" y "un sistema impositivo que rquita] seguridad al pro-
los partidos políticos, igual criterio debía adoptarse con la CGT -máxime ductor [agropecuario]", palabras que despertaron una alegría de la bur-
UD GUILLERMO Ü'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL EA UI

tante, fue la sanción de la "Ley de Arbitraje Obligatorio" 23, que pital transnacional, "empresario católico", tanto por su pública
prohibió todo conflicto laboral hasta que no hubiera sido some- ·posición como por el, trato típicamente paternalista que dispensa-
tido a procedimiento arbitral por el gobierno. Esta ley parecía ba en sus empresas. \Salimei se encontró dirigiendo un heterogé-
a los paternalistas el medio para poner coto a las huelgas que ca" neo equipo que incluí'a a otros "empresarios católicos", a liberales
menzaban a crecer luego de la idílica paz de los primeros días de y a "técnicos" demócrata cristianos que sonaban hallarse bastante
la revolución y, más a largo plazo, para eliminar comportamien- a la izquierda de unos y de otros. Cuando el embaj ador Alsogaray
tos incompatibles con la "comunidad organizada". La gran bur- opinó públicamente que la Argentina debía firmar un Convenio
guesía y sus voceros, así como parte de los dirigentes sindicales, de Garantia de Inversiones con el gobierno de los Estados Unidos
entendieron *, mucho mejor, que esto implicaba despojar al sector si queria obtener el necesario influjo de capitales de ese pais, fue
popular del único medio institucionalizado de formulación de de- evidente la posición del gobierno de que, si bien esos capitales
mandas que le quedaba luego de la supresión del sistema electoral, eran indispensables, no era cuestión de llegar a la abdicación de
y que esto implicaba además debilitarlo no sólo frente al aparato soberanía que su embajador trataba de impulsar 21. Si esta posi-
estatal sino también en las relaciones directas entre una y otra ción poco entusiasmó a la gran burguesía, tampoco ayudaron a
clase* * . - Salimei los conflictos internos a su equipo *, ni su evidente de-
sorientación acerca de qué hacer con la economía. Mil novecientos
Los intentos de manipular la CGT, las decisiones en los con-
venios metalúrgico y textil, las sanciones a los sindicatos estatales sesenta y- seis cerró con un nulo crecimiento del producto ** y
y la ley de arbitraje obligatorio eran ostensible responsabilidad con una caída en la tasa de inversión ***, en tanto alguna deva-
del ministro de Economia y Trabajo, Jorge Salimei, un self made luación no mejoraba la exigua posición de balanza de pagos ****
man de la industria alimenticia sin conexiones directas con el ca- ni la inflación heredada del período anterior *****. Para peor,
luego que los sindicatos y el gobierno 25 expresaran varias veces su
preocupación por el alza de precios, se reactualizaron disposicio-
gllesfa pampeana que la política economlca de 1967-1969 habría de rectificar.
nes que permitían a aquel fijar precios máximos y sancionar a
Todo elIo englobado en un panegirico a la "iniciativa privada" que no de-
jaba, sin embargo, de mostrar sus componentes paternalistas; por ejemplo, * Antes de fin de año Salimei, criticado por los liberales y la gran
en sus referencias a Hla capacidad técnica y la responsabilidad del obrero burguesia, forzó la renuncia de los "técnicos" demócrata cristianos -incluso
argentino, sobradamente demostradas cuando se mueve en el ámbito de una el presidente del Banco Central y el ya mencionado subsecretario de 'l'raba~
empresa organizada y con una funcionalidad asegurada por el ajustado sen- jQ-----., en un intento de soltar lastre que sólo sirvió para poner más en evi-
tido de autoridad y de lealtad recíproca". La gran prensa comentó con dencia las insuficiencias de su "equipo".
entusiasmo este discurso; d., por ejemplo, Economic SUTiJey, 9 de noviem- ** La variación del producto bruto interno a costo de factores en
bre de 1966, p. 1003. 1966 respecto de 1965 fue del 0,7 %, equivalente al - 0,4 % per cápítu;
* A pesar de lo cual la conducción de la CGT, empeñada en "dialogar", Banco Central de la República Argentina (en adelante "BCRA"), Sistema.
se limitó a un comentario extraordinariamente sllave y ambiguo de esta ley. de cuentas del producto e ingreso de la Argentina, voL n, Cuadros estadís-
Ver el comunicado de prensa transcripto en Santiago Senén González, El ticos, Buenos Aires, 1975.
sindicalismo despué8 de Perón, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1971, pp. *** La variación en 1966 respecto de 1965 en la inversión bruta fija
101/2. A nivel de diversos sindicatos y de agrupaciones excluidas de la di- interna fue de -7,1 %. Las inversiones directas del exterior y los préstamos
rección de la CGT la reacción fue mucho más firme. a corto y largo plazo alcanzaron un saldo de 2,5 -105 Y -76 millones
** Cf. VIA, Memoria ... , op. cit., p. 57, en la que se felicita por los de dólares EE. UU. respectivamente. Para estos datos y sus fuentes cf.
,avances logrados en el "saneamiento de las normas y costumbres" en las Cuadros.
relaciones laborales y sindicales. Más tarde (UIA, Memoria anual 1967-1968, **** A fin de 1966 la posición neta de reservas del BCRA era de
Buenos Aires, 1968, pp. 33/34), comentando estas medidas y la posterior 176,9 millones de dólares, menor aún que los ya mencionados 208,9 del mes
congelación de salarios comentó públicamente que si bien siempre había anterior al golpe; Cf. cuadro.
defendido la libertad "sin intervención del Estado", incluso en las relaciones ***** El promedio mensual de alza del costo de la vida en el Gran
con trabajadores y sindicatos, " ... cabe reconocer que en situaciones espe- Buenos Aires en el segundo semestre de 1966 fue del 3,5 %" nulo progreso
ciales y de emergencia es lícito que se arbitren medidas de orden público ... respecto de los dos últimos semestres de 1!Hi4 y 1965 (no tomo en cuenta
de tal manera que forme(n) un todo armónico con las finalidades perse~ estos años completos debido a la estacionalidad de las series de costo de
guidas [por la política económica]". yida), en los que la tasa promedio mensual de numento fue de il,O; cf. cuadro.
112 GUILLERMO O'DONNELL IMPLANTACIÓN DEL BA 113

los Hempresarios inescrupulosos" que los infrigieran *. El "in- neral Pistarini y el nombramiento en su lugar del general AIso-
tervencionismo estatal" del período anterior, que castigaba a garay.
las empresas ignorando que la causa de la inflación se encontraba Entretanto, los intentos de los paternalistas por manipular
en el déficit estatal y en los aumentos de salarios 26, volvía a aso- la emergencia de una conducción de la CGT que les fuera favora-
mar ·1a cabeza.
ble habian fracasado. Las incongruencias de la política económi~
Por otra parte, la agitación estudiantil renaCÍa, en especial ca habían tenído la virtud de dejar descontentos a todos. Y, ade-
despüesque -con gran impacto en un país todavía no acostum- -mas~'la evidencia que los planes de "raciónaJizáCióri" seguirían
brado a esos episodios- fue muerto en Córdoba un estudiante du- adelante, agregada a la ley de arbitraje obligatorio, 'hicieron-pa-
rante una manifestación callejera 21. sar a la oposición al sector "62 ÚrganiZáéiOries-dePié",- diri-
Para la burguesía algunas cosas estaban bien pero había gido por José Alonso, en el que SaÍirnei y suScoJaboradores ha-
otras, demasiadas, que estaban mal. Sobre todo, era claro que ese bían confiado en encontrar su prindpár---aliádO'süidical *: Se
gobíerno no entendía realmente de qué se trataba. Y la oportuni- suponía además que este sector era "leal" a perón, quien no'tardó
dad brindada por el golpe de junio no debia ser desaprovechada. en enviar instrucciones que revertían su anterior actitud yexhór-
Después de todo, si bien Onganía no era fácilmente prescindible, *.
taban a oponerse al gobierno * Por otra parte, 'lasaproxi:rriaeió-
no ocurría 10 mismo con sus colaboradores. Pronto estaba ocu- nes de los paternalistas a aquel sector sindical ayudaron a empu-
rriendo 10 que en junio era inimaginable: rumores de una "inquie- jar a la oposición a sus competidores de ese momento, las "62
tud" militar que no era descartable terminara en un nuevo golpe**. Organizaciones" dirigidas por Augusto Vandor. De esta manera,
1Iartínez Paz y Salimei eran el principal blanco de lascríticas***. Jos principales agrupamientos sindicales no tardarOn en mariiíes-
En parte como consecuencia de estas presiones, en parte para _társé desilusionadoS con el contenido "liberal;' y "fUltipopular';'
soltar lastre, únganía solicitó sus renuncias y designó, el 30 de de las medidas adoptadas, no ya por la Revolución Argentina, sino
diciembre de 1966, a Guillermo Borda como ministro del Interior "por el gobierno surgido del golpe de Estado de junio".Elvando-
y a Adalbert Kríeger Vasena como ministro de Economía. Poco rismo, las "62 de Pie" y el otro gran alineamiento del momento,
antes -6 de diciembre-- la situación había repercutido en el Ejér- los Independientes, se pronunciaron contra el ya mencionado dis-
cito mediante el desplazamíento como comandante en jefe del ge- curso del general Onganía del 7 de noviembre. De esta.hüt.hefa,
la hasta hace poco dividida conducción sindiCal paréCíaühificarse
~ Ver en La Nación, 4 de agosto de 1966, p. 1, los anuncios de en contra de un gobierno que, por otra parte, aparecia ante la
qlle se aplicar1a la legislación (sandonada con anterioridad al golpe) de burguesía cometiendo el desatino, no sólo de haber desaprovecha-
eontrol de precios. Como para ratificar estas preocupaciones el 18 de no~ do la ocasión para completar aquella división sino también de ha-
víembre de 1966 se editó la ley 17,017 de "Control de Abastecimiento" que
aumentaba la capaddad de control estatal de los precios y las sanciones
ber fomentado su unificación -con tanta torpeza que se hacia
aplicables a los infractores. en su contra. Empujada por los sindicatos de trabajadores esta-
** Entre otros, La Nac-¡:ón, 9 de octubre, p. 6 ("Crisis en gran escala tales que sentían los efectos de la "racionalización", por alinea-
en el gabinete nacionnl" y "trascendencia insólita" de nerviosas reuniones mientos como las "62 de Pie", por las instrucciones de Perón y
militares que tenían lugar), 8 de diciembre, p. 6; 11 de diciembre, p. 8 por las crecientes dificultades que el vandorismo encontraba para
(título "Detrás de la crisis", dando cuenta del "descontento militar"), y
Primera Plana, 6 y 13 de diciembre de 1966. imponer sus preferencias negociadoras a buena parte de. los sin-
*** eL las ya citadas críticas al "corporativismo" del ministro del In-
terior y su equipo, en La Nación, 6 de octubre, p. 6 Y 13 de noviembre de "* Los que por otra parte quedaron desplazados de la nueva eonduc-
1:J6(i, p. 6 (subtítulo "¿Corporativismo?"), Primera Plana, 25 de octubre ción de la CGT en octubre de 1966.
de IDGG, p. 12, Economú: SU1'vey. 10 de enero de 1D67, p. 1, entre otros. No .;,* Sobre su cambio de posición luego de su aprobación inicia] al golpe,
se tardó en propiciar abiertamente la "candidatura" a ministro de Econo- Prin/C1"U Plana, 11 de abril de 1967, p. 17. Para la gran fecha conmemora-
rnía y Trabajo de liberales como Roberto Alemann, José A. Martínez de tiva del peronismo -el 17 de odubre- díspuso la realización de un acto
Hoz, Alvaro Alsogaray y Adalbert Krieger Vasena; cf. p. ej., La Nación público que fue prohibido y dio lugar a incidentes callejeros que pusieron
tan pront.o ('01110 el 14 de agosto de l'JGG, p. 6, Y Primera Plana, 22 de otra nota de déjú un sobre la "Revolución" inaugurada con tanta fanfarria
noviembre de '1%G, p. 18. en junio; cL La NaciÓN, 18 de octubre de 1066, p. 4.
114 GUILLERMO O'DONNELL
IMPLANTACIÓN DEL BA 115
dicatos que agrupaba, el 19
de diciembre de 1966, la CGT declaró
un paro nacional -aunque sin dejar de insistir sobre su deseo nivel y de la temperatura de las luchas sociales implieados por el
de "dialogar" *. concepto de amenaza: la ideología no es condición suficiente para
eSa gran ilusión, como lo muestra el caso de otros paternalistas
Finalmente, ya a esa altura los sectores civiles más militantes --el general Pinochet en Chile- que, ante un nivel de amenaza
del nacionalismo también tomaban distancias respecto de lo que mayor no han podido ignorar algo que en la Argentina la gran
les aparecía corno un gobierno puramente "administrador" que, burguesía también había visto claramente: que el advenimiento
lejos de tomar el camino de la "Revolución Nacional" adoptaba del EA es un episodio decisivo en la reimposición de una domina-
una política económica "liberal" y mantenía en su seno a persona- ción de clase que es sacudida, pero no eliminada, durante la crisis
jes tan notorios de esta tendencia como el embajador Alsogaray que precede su implantación.
--quien tampoco perdía ocasión para expedirse sobre la marcha
de los acontecimientos, de manera que .eran una clara crítica a Sus inclinaciones y una situación objetiva derivada de que
la gestión económica y laboral de su gobierno 2D, Menos de seis el EA es en gran medida una reacción a la crisis precedente, llevó
meses después del golpe, el gobierno aparecia extrañado de la a los paternalistas a medidas -apuntadas a la reimposición del
sociedad y sólo sostenido por un poder militar que daba signos "orden", a la despolitización, y a la "racionalización" del aparato
inequívocos de intranquilidad * *. estatal- que Se hallaban en linea con los intereses objetivos y las
demandas de la gran burguesía. Esto, agregado a su carencia de
Con el cambio de gabinete de fin de diciembre, el gobierno una política económica alternativa, los condujo a un enfrenta·';;
de Onganía, en el sentido de que sus posiciones superiores fueran llliento con el sector popular, al que pretendían Hintegrar}' y "or-
ocupadas por personas cercanas a su persona y orientaciones, ha-
ganizar". Por otra parte, y aunque mediante esto rindieran impor-
bia terminado. Junio a diciembre de 1966 fue un periodo de tantes servicios a la burguesía, la ambigüedad de sus medidas
demora en la iniciación de las tareas del BA, fomentada por la económicas y su negativa a atomizar el sindicalismo -así cornO
confusión sufrida por no pocos de los aetores relevantes acerca sus evidentes intenciones de llegar a una comprensiva corpora-
de quién en realidad habia perdido y ganado. He señalado que tivización de todas las clases-, marcaron nítidamente la distancia
esto marca una importante diferencia con los BA de Brasil y Chile. que separaba a los paternalistas de los intereses, las demandas y
En la Argentina, la amenaza previa relativamente baja, y el apoyo
la ideología de la gran burguesía y sus Voceros.
inicial Prestado al golpe por el sindicalismo y el peronismo, favo-
recieron una confusión de la que fueron víctimas, especialmente, ¿ Por qué no podía conducir la Revolución Argentina alguien
los dirigentes sindicales y los paternalistas. Éstos, en su gran ilu- que no padeciera las confusiones, las tendencias corporativistas Y
sión de equilibrio social, creyeron que era posible emerger de inme- la "falta de comunicación con la comunidad empresaria" de Onga-
diato COmo árbitros ecuánimes entre las clases. Pero la posibilidad nía? ¿ Por qué no alguien que compartiera y diera pleno respaldo
de creerlo no depende sólo de la ideología- sino que es función del a la conducción económica y social de los ¡'técnicos" liberales?
¿Por qué mantener un presidente cuya popularidad habia caido
* Para esta combinación de críticas a la política económica -----en las verticalmente y que carecía de apoyo organizado en la sociedad
que la desocupación, el costo de vida, los salarios y las lTminorías librecam- aunque contaba, es cierto, con un importante pero difícilmente
bistas" eran los temas prindpales~ y ofrecimientos de "diálogo" y "parti~ determinable apoyo militar? Estos interrogantes contribuyeron
dpación" por parte de la CGT, cf. ibid, 9 de diciembre, p. 1; 18 de diciembre, a aislar a Ongania y su sector, y jaquearon a partir de entonces
pp. 1-18 Y 29 de diciembre, p. 9, 1966.
su supervivencia en la presidencia. Quedó sostenido por unas
** Además de la ya citada información periodística acerca de tensiones
Fuerzas Armadas cuyo escalón superior en el arma de más peso
en las Fuerzas Armadas, mis entrevistas con oficiales militares --afectos
y desafectos a Onganía~ las confirman plenamente. El cambio de Coman- --el Ejército- no controló a partir del acceso al Comando en
dante en Jefe del Ejercito y, poco despues, del gabinete nacional, fue consi~ Jefe del general Alsogaray y a las que, con su preocupación por
derado por los paternalistas como el precio que habia que pagar para evitar no "politizarlas", apartó de intervención directa en el gobierno.
un golpe (entrevistas con funcionarios de la Presidencia y del Ministerio
del Interior). A partir de entonces,. los recurrentes temas de organizar la comu-
nidad y de lograr la emergencia de organizaciones auténticamente
116 GUILLERMO O'DONNELL
IMPLANTACIÓN DEL EA 117

cumento CEDES n'.> 2, Buenos Aires, ag-osto de 1975, donde discute el


representativas y funcionalmente especializadas para ensamblarlas tema y las principales corrientes que lo han abordado.
con el Estado, fueron expresión de la ideología corporativista de
4. En rigor, la información que aquí utilizaré se limita con escasas exeep·
los paternalistas. Pero también fueron expresión de su conciencia ciones a oficiales ubicados en altos rangos; mis opiniones sobre la dis-
de la soledad en que flotaban respecto de la sociedad. Esta inútil tribución de corrientes en rangos más bajos son más especulativas, pero
insistencia agraviaría y preocuparía a la gran burguesía, que no durante el período estudiado la influencia que éstos pudieron haber
perdería ocasión de blandir su "liberalismo" y su "vocación demo- ejercido parece haber operado indirectamente, a través de los jefes de
alto rango. Otra fuente de información que utilizo son los discursos y
crática", escandalizada ante un "corporativismo" que entorpecía declaraciones públicas de los ostensibles dirigentes de dichas corrientes.
la consolidación del Estado autoritario que ella también reclamaba.
5. Juan Linz, "An authoritarian regime: Spain", en Eric Allardt y Stein
Los militares liberales compartían la preocupación por no po- Rokkan, comp., Mass Politics, Free Press, New York, 1970, pp. 251-283.
ner nuevamente en riesgo la cohesión de las Fuerzas Armadas y
6. Cf. Mensaje de la Junta Revolucionaria al pueblo argentino y Acta de
era claro que un golpe contra Onganía, aunque rondara una y la Rc-volución A1'gentina, anexo S. Políticas del Gobierno Nacional, Se"
otra vez, podía conducir a un serio quiebre interno. Esta también creta ría de Prensa de la Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 28 de
fue la opinión de algunos sectores de la gran burguesía, que temían junio de 19,66.
la desintegración del brazo armado sin el cual su propia versión 7. Sobre la ideología liberal, internacionalista y decididamente capitalista
del EA tampoco hubiera sido viable. Ongania presidente y dotado de Castelo Branco y su grupo militar, ef. Alfred Stepan, The MilitarN
de un difuso pero importante apoyo militar fue, entonces, un dato in PoliUcs. Changing Patterns 1:n Brazil, Prineeton University Press,
Princeton, 1971, y Luis Viana Filho, O Governo Castelo Branco, Livraria
con el que más valía contar, al menos mientras pudieran hallarse José Olympo Editora, Rio de Janeiro, 1975.
ciertas bases de acomodamiento. Ellas consistieron fundamental-
mente en que los liberales adquirieran control del aparato econó- 8. Pronunciamientos iniciales en estos y análogos sentidos pueden encon-
trarse, además de los documentos oficiales ya citados en Planeamiento
mico del Estado -lo cual ocurrió cuando Adalbert Krieger Vasena y desarrollo de la acción de gobierno"directiva, Secretaría de Prensa de
,asumió el cargo de ministro de Economía y Trabajo. la Presidencia de la Nación, 4 de agosto, conferencia de prensa de
Onganía y documentación oficial transcriptas en La Nac'¡ón" 5 de agosto,
pp. 1-4 Y el discurso ,de Onganía publicado en La Prensa, 15 de setiembre
de 1966, p. 1.
9. Cí. las citas ya efectuadas y las que, para no repetirme innecesaria-
mente, haré en los capítulos siguientes de otros documentos y decla-
raciones de Onganía y su sector.
NOTAS 10. eL por ejemplo, Plancamiento ..., op. cit., esp. p. 13.
11. Ver esp., llIensaje de la Junta Rwvolueionaria 0.1 pueblo argent-ino y
Mensaje del teniente general Onganía al pueblo de la República, con
motivo de asumit' la presidencia de la Nación, ambas Secretaría de
1. La expresión más acabada de esta posición es el discurso pronunciado Prensa de la Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 28 de junio y 30
por el teniente general Juan Carlos Onganía, cuyo texto puede verse en de junio de 1966, respectivamente.
La Prensa, 6 de agosto de 1964, pp. 1-14. 12. Ley 16.894 dada a publicidad el 3 de julio de 1966.
2. Más adelante citaré diversos discursos y de<:laraciones de Onganía en 13. Ley 16.970 dada a publicidad el 8 de octubre de 1966; d. algo más
los que insiste sobre este punto. tarde, la ley 17.401 (1967) sobre "represión del comunismo". Para un
3. El tema del corporativismo viene generando una abundante y variada comentario de esta legislación desde la óptica de las doctrinas de segu-
literatura; ver, esp. Philippe Schmitter, "Still the Century oí Corpo- ridad nacional cí. el libro del general Osiris Villegas, primer secretario
-ratism"?, TILe Reviewof Politics, 36, nI' 1 (enero 1974) ; Alfred Stepan, del CONASE, Políticas y estrategias para el desarrollo y la seguridad
State and Society in Latin America, Princeton University Press, Prin- nacional, Editorial Pleamar, Buenos Aires, 1969.
ceton, 1978, y los trabajos contenidos en James Malloy, comp., Authori-
14. Sobre las declaraciones iniciales de apoyo de organizaciones de la gran
ta1··ianis1n and Corporatism in Latin America, Universíty of Píttsburgh
burguesía ver La Nación, 14 de julio de 1966. La CGE tampoco desen-
Press, Pittsburgh, 1976. Allí se publica la versión inglesa de Guillermo
tonó (l~bid, 24 de agosto de 1966, p. 5).
O'Donnell, "Acerca del «corporativismo» y la cuestión del Estado", Do-
118 GUILLERMO Ü'DONNELL
IMPLANTACIÓN DEL EA I19
15. CL sus declaraciones citadas en la sección prcecdente. 27. Sobre huelgas y manifestaciones estudiantiles, ibid, 20 de agosto, p. 16
lG. Algunas de las primeras expresiones de "preocupación" en este sentido (Córdoba); 23 de agosto, p. 4 (Buenos Aires); 24 de agosto, p, 18
pueden verse en ibid, aunque todavía oblicuamente, en un editorial del (Córdoba); .8 de setiembre, p. 4 (para nacional de universitarios); 10
7 de agosto (p. 6), Y ya daramente enfocadas {'outra Martinez Paz y de setiembre, p. 18 (Córdoba); 12 de setiembre, p. 1; 2 de octuhre, p. 16
sus -colaboradores el 22 de setiembre (p. 7) Y el 4 de dicieml1r€ (p. 6) (Tucumán); 6 de octubre, p. 4 (Córdoba); 6 de octubre, p. 20 (Rosario),
de 1966. Ver también P1"imera Plana, 4 de octubre (p. 15) Y 29 de todo ello en 1966.
noviembre (p. 11).
28. Como expresión de esta posición Cí. esp., A.zul y Blanco, agosto de 1966;
17. Cí. La Nación, 26 de octubre de 1966, p. 1. este semanario fUe prontamente clausurado por el gobierno.

18. Cí. los favorables comentarios de estas organizaciones al discurso de 29. Cí. entre otras sus declaraciones en La Razón, 17 de octubre de 1966,
Onganía del 7 de noviembre de 1966 en ibid, 9 de noviembre, p. 8, Y la p. 3.
importante suba de las cotizaciones de la Bolsa -de Comercio de Buenos
Aires que siguió inmediatamente a ese discurso. Ver también las entu·
siastas declaraciones del presidente de la UIA en ibid, 19 de agosto de
1966, p. 1, Y del de la CAC, ibid, 23 de agosto de 1966, p. 7.

19. Sobre los primeros despidos masivos en la administración central, ibid,


1 Q de setiembre de 1966, p. 1; sobre el "Plan de Reestructuración Fe-
rroviaria", ibid, 3 de diciembre de 1966, p, 1.

20. Sobre la "racionalización" del puerto ----que logró mejorar notablemente


sus operadones-, ibid, 8 de octubre de 1966, p. 1. Sobre la huelga,
ibid, 19 de octubre, p. 1.
21. Ver el anuncio del "Plan Tucumán" y las primeras respuestas de paros
e incendios de cañaverales en ibid, 22 Y 28 de agosto de 1966 respecti-
vamente, ambos p, 1. Sobre sus características y consecuencias, Centro
de Investigadones en Administración Pública, Instituto Di Tella, "Aná-
lisis y evaluación del plan de transformación agroindustrial de la Prov.
de Tucumán", Consejo Federal de Inversiones, Buenos Aires, 1972, y
CarIos Hamil Cepeda, Crisis de una burguesía dependiente. Balance
económico de la Revolución Argentina, 1966-1971, La Rosa Blindada,
Buenos Aires, 1971.

22. La Nación, 27 de agosto de 1966, p. 1.


23. Ley 16.936 del 27 de agosto de 1966. El laudo arbitral obligaría a todos
los trabajadores y empresarios como si fuera una convención colectiva
de trabajo.

24. Cf. las declaraciones Alsogaray en ibid, 26 de julio de 1966, p. 1, en


las que incluso anuncia la suscripción de dicho convenía. En contraste,
cf. el discurso citado de Onganía, ibid, 8 de noviembre de 1966, p. 1;
~] capital extranjero sería ampliamente "bienvenido", pero era inne-
cesario el acuerdo -de garantía de inversiones.
25. Cf. de-cIaracíones de la CGT en ibid, 13 de agosto p. 16, 4 de octubre,
p. 4; 14 de noviembre y 9 de diciembre de 1966, p. 1, entre otras.
26. Cf. las protestas por los controles de precios y el resurgente "estatismo"
por parte de la UIA (ibid, 3 de setiembre de 1966, p. 1, y 26 de noviem-
bre de 1966, p. 1), ACIEL (ibid, 5 de noviembre de 1966, p. 1-18) Y
CAe (ibid, 10 de diciembre de 1966, p. 1).
CAPíTULO III

PATERNA LISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIóN


ECONóMICA

1) Nuevos acomodamientos entre paternalistas y liberales

Pocas personas podían presentar antecedentes tan indiscutibles


como Krieger Vasena, de pertenencia al establishment del gran
capital'. Alto funcionario durante la presidencia del general
Pedro Aramburu (1955-1958), asesor y miembro del directorio de
grandes empresas, incluso filiales de ETs, activo propulsor de
ADELA, íntimamente conectado con organismos y financistas in-
ternacionales *, respetado por la gran burguesía como un liberal
suficientemente pragmático como para evitar estridencias y dog-
matismos **, su designación fue el resultado de un verdadero ple-

* Tanto el personal gubernamental como los empresarios que entrevisté


coincidieron en señalar el excelente trato personal existente entre Krieger
Vasena y numerosos banqueros extranjeros y altos directivos de organismos
financieros internacionales. Años después aquel funcionario fue designado
vicepresidente para América Latina del Banco Mundial.
** Según se me informó en entrevistas con funcionarios de la Presi-
dencia de la Nación y del Ministerio del Interior, así fue también respecto
de los paternalistas, incluso Onganía, y los dirigentes sindicales, quienes
creyeron ver en el "pragmatismo" de Krieger Vasena un camino de enten-
dimiento y menores costos políticos que los que hubiera implicado el libe-
ralismo más dogmático -y la mayor visibílidad que habían ganado en ante-
riores funciones gubernamentales- de los otros "candidatos", ya mencio-
nados, para el cargo.
122 GUILLERMO O'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 123

biscito de la gran burguesía y sus voceros 2. La reforma de los Quedaban en control de los paternalistas el Ministerio del
ministerios los hahía reducido a cinco 3. El que ocupaba Krieger Interior y el staff de Ongania en la Secretaria General de la Pre-
Vasena era un verdadero imperio que, además de incluir los depar~ sidencia. El primero fue confiado a Gui1lerrno Borda, quien no
tamentos económicos y financieros, absorbfa el anterior I\1inisterio tardó en evidenciar, aunque en términos más sofisticados que el
de Trabajo. Fue designado como secretario de esta área Rubens anterior ministro, que implicaba plena continuidad con las posi-
San Sebastián, antiguo funcionario que ya había revelado habili- ciones sostenidas desde ese ministerio a partir del golpe. En su
dad para manipular las situaciones sindicales. El resto de los jurisdicción la Secretaría de Educación y Cultura quedaba bajo
altos cargos en Economía fue confiado a personas de antecedentes similar orientación y otro elemento de continuidad estaba dado
similares a los del ministro; salvo cuatro posibles excepciones que por la permanencia, como secretario de Gobierno, de Díaz Colo-
no he podido verificar, todos ellos eran, y volvieron a ser, asesores drero. Este y Borda no tardaron en repetir las condenas al "de-
y miembros del directorio de grandes compañías, buena parte de sorden", la "falta de autoridad" y la "sectorización" que había
ellas filiales de empresas transnacionales, o de organismos finan- padecido el período fenecido en 1966 4 ; insistieron también en la
cieros internacionales. En el nivel de asesores y subsecretarios necesidad de construir un aparato estatal fuerte que eliminara
preponderaban jóvenes "técnicos". muchos de ellos con anteceden- definitivamente estos problemas *. Si alguna duda quedaba que
tes en el asesoramiento de grandes empresas. Con Krieger Vasena éste era también el pensamiento de Ongania, quedó despejada
y sus colaboradores, las fracciones más dinámicas y transnacio- mediante nuevos discursos y declaraciones en los que insistió sobre
nalizadas de las clases dominantes ocnpaban buena parte del apa- estos temas, asi como sobre los que habian dado lugar a las "preo-
rato civil del Estado. Este impcrio se extendia hacia el Ministerio cupaciones" de la gran prensa sobre su Hcorporativismo" **.
de Relaciones Exteriores, cuyo titular, Nicanor Costa Méndez, a Aquellos funcionarios y el mismo Ongania agregaban ahora un
pesar de su pasado nacionalista, era parte -por ideología, por matiz importante, que abría campo para un entendimiento con los
contactos personales y por las empresas a las que estaba vincu- liberales que ocupaban el Ministerio de Economía y Trabajo, ba-
lado- del mismo grupo *; también se extendía al Ministerio de
Obras y Servicios Públicos, cuyo personal no sólo correspondía .. Cí. ibid. y la insistencia de Diaz Colodrero (La- Razón, 16 de mayo
de Hl68,p. 1) sobre "[un] supuesto fundamental del proceso revolucionario
cercanamente a los antecedentes del equipo de Economía y Trabajo es el orden asentado en la autorídad" y que "cabe una soln actitud cons-
sino que también -por medio del control por parte de éste de los tructiva. Responder con la eficiencia de un Estado puesto a punto para
fondos para el programa de obras públicas- jugó un papel subor- cumplir con las funciones que le corresponden y con la eficiencia de la
dinado a este último. Afuera de esto quedaba el Ministerio de aetividad privada estimulada y orientada adecuadamente por el Estado.
Bienestar Social, un conglomerado de departamentos -seguridad Pocos objetivos tan urgentes como el de ordenar el Estado, dimensionándolo
y racionalizándolo con criterios modernos para que cumpla eficazmente con
social, salud, vivienda- al que se agregó una nebulosa Secretaría su cometido".
de Promoción y Asistencia de la Comunidad. A lo largo de los ** Cí. esp., Discurso del prcHúientc de la Nación en la comida de
cambios que ocurrieron en este ministerio, esta secretaría fue CUlIwHlderia de las Fuerzas Armadas, G de julio de 1967 y IIIcf1saje al puir;
confiada a personas cercanas a Onganía, quienes aparentemente del presidente de la Nación teniente general Juan Carlos Onganín, 29 de
dicíembre de 1967, ambos Secretaría de Difusión y Turismo, Buenos Aires,
no lograron descubrir para qué debía ser utilizada; en el cargo de 1967. Véase de este último: "La Revolución disolvió a los partídos Ilolíticos,
ministro de Bienestar Social las sucesivas designaciones fueron pero se abstuvo de intervenir los otros órganos de la comunidad, en la con-
hechas con el evidente criterio de que fueran equidistantes entre fianza de que encontrarían en sí mismos las fuerzas para l'eencauzarse al
liberales y paternalístas, lo que no contribuyó a aumentar su escaso servicio del país. Tanto los organismos de los empresarios como los del
peso sobre la dirección general y el contenido de las políticas sedor laboral, deberán superarse para que podamos cumlllit, con nuestro
objetivo, que es acercar al gobierno a la comunidad y gohernm< con ella.
estatales. A.spiramos a que los órganos de la comunidad se reestrueturen ... con honL
brl'S representativos de los tiempos nuevos que el Dais quiere vivir, los órga-
.. Este funcionario, que había sido designado en julio de 1966, según nos fundamentales de la comunidad adquirirán un peso y una fuerza que
mis entrevistas jugó un papel decisivo en la designación de Krieger Vasena, hoy faltan ... Ningún grupo o sector puede abusar del conjunto." Sobre las
sobre todo al proponerla a Ongania y al asegurar a otros influyentes pater~ ,lwncionadas preocupaciones de la gran prensa, cf, entre otras ya citadas,
nalistas que aquél no era Un "liberal dogmático". Ll Í'rcusu, 2 de julio, p. 1, D de ngosto, p. 8 Y 11 de octubre, p. 5, 1967.
124 GUILLERMO ü'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 125
sado en acotar qué es lo que se debía hacer desde el "área política" el "tiempo político", a cuyo término culminaría la revolución me-
del gobierno. Ya he comentado el sesgo de los paternalistas: la diante la transferencia de un poder que sería muy diferente del
política es conflicto de facciones, expresión de intereses parciali- existente porque surgiría del "orgánico ensamblamiento del Es-
zadas, confusión, desorden y, en definitiva, un atentado contra la tado con la comunidad organizada" *. Hasta entonces, el tiempo
integración y armonía sociales tan caras a esta ideología. Por eso, económico sería de las "realizaciones concretas" que, en tanto im-
la Revolución Argentina no hacía política ni podía plantearse una plican sacrificios por parte de una sociedad que no está espontá-
"salida política" que sólo ocurriría mucho más tarde y una vez que, neamente dispuesta a hacerlos porque aún no rige la Hsolidaridad"
si es que iba a haber partidos, ellos fueran parte solidaria de utla -que será fruto del "tiempo social"-, no pueden ser supeditados
comunidad estructurada alrededor de los "Consejos y Comisiones a la búsqueda de una popularidad fácil **; ceder a esta tentación
de las organizaciones básicas de la comunidad". Por eso "la política sería recaer en un típico vicio de la vieja política e impedir el
de la Revolucíón" consistía en seguir el consejo de Ortega y trabajo que permitirá desembocar en los futuros "tiempos". Final-
Gasset, "argentinos, a las cosas, a las cosas" *. Esta política sería, mente, esas realizaciones son materia de competencia técnica, des-
en la primera etapa, ordenamiento y comienzo de la "transforma- politizada y neutra ~ no importa quién las haga sino que se ha-
ción": lograr paz social, estabilidad económica, realizar grandes gan ***; de la misma forma, la participación no puede sino con-
obras de infraestructura para "la modernización y la integración sistir en el "asesoramiento técnico" a prestar por organizaciones
física del país", racionalizar la administración pública,_ mejorar la de la comunidad cuyo principal deber es, por lo tanto, capacitarse
situación presupuestaria de las provincias y sentar bases de con- para cumplir esa función. Un obstáculo central para esto es la
cordancia y respeto a la autoridad **. Esa primera etapa es el
"tiempo económico" que más tarde dará lugar al "tiempo social",
en el que se podrán producir los "verdaderos cambios estructura- tivo"; Discurso del presidente de la Nación en la comida de camaradería
les" y distribuir, con justicia imposible en la primera etapa, los de las Fuerzas Armadas, 5 de julio de 1968, Secretaría de Difusión y Tu-
beneficios de un desarrollo hecho posible por el ordenamiento que rismo, Buenos Aires, 1968, -p. 15, donde típicamente esa definición es prece~
se lograría ***. Más tarde aún, en un nebuloso futuro, se hallaba di da por una -condena al "capitalismo sin cortapisa" y a las concepciones
de "lucha de clases" (p, 14).
* Según Díaz Colodrero, discurso en La Razón, 16 de mayo de 1968. * Por eso, "Nada puede estar más lejos del pensamiento de la Revo-
Borda: "Se le reprocha a este gobierno carecer de un plan político y no se lución que la búsqueda de salidas políticas"; ibid, p. 20. "Este tema de las
advierte que ese plan, en su IJrimera faz, existe y ha dado buenos frutos. actividades políticas electorales tiene que ser inevitablemente postergado en
Ha consistido hasta hoy en algo muy simple y al mismo tiempo muy su análisis. Si el gobierno procediese de otra manera en estos momentos,
complejo y ,¡jifícil -de lograr: hacer la unidad y la pacificación nacional y atentaría contra las aspiraciones ya concretadas y pondría en peligro el
restablecer el orden y la autoridad del gobierno ... La nuestra es llna polí- futuro de la Nación, por cuanto perturbaría nuevamente, como ha sucedido
tica de hechos" (La Razón, 27 de junio de 1967, p. 1), Onganía: "Sabemos en el pasado inmediato, la necesaria estabilidad espiritual y material de la
en qué consisten los planes políticos: en un estatuto de los partidos y en República"; Onganía, conferencia de prensa, La Nación, pp. 1-4. Antes había
un calendario electoral, cumplido el cual todo seguirá como antes, y la Repú- que lograr "una participación funcionalmente orgánica" que tenía "su área
blica con la mentira de una democracia que hace mucho no practica.,. La inicial más adecuada en los municipios" y culmínaría en el "ensambla-
democracia no se confunde con el acto mecánico y obligado de la votación míento" de las "organizaciones básícas de la comunidad con el estado".
ni con los partidos políticos hoy disueltos" (Discurso .del pres'idente . .., 01J. (Onganía, La Nación, 19 de abril de 1968, p. 1.)
C1:t,) p. 9). Todo lo cual implicaba que "esa política" destruiría lo principal, ** Lo cual, por otra parte, se facilitaba porque "El pueblo argentino
"[el] proceso espiritual de reconstrucción de la unidad de la Nación, lque estaba ansioso de autoridad ... [y se estaba estableciendo un) "orden que
exige] subordinar al ideal común, al ideal que compartimos todos, la pugna da relación a las partes, coherencia a la comunídad y armonía al conjunto
de intereses y sectores" ('{bid.) p. 11). social ..." (Onganía, Discurso del pres-idente ..., op. cit., 1967, pp. 11/12).
** Cf. entre otros ibid; eri los documentos citados en esta secóón puro Cf. también las palabras de Díaz Colodrero (La Razón, 8 de mayo de 1968,
den hallarse diversos enunciados sobre los "tres tiempos" sucesivos de la p. 1) sobre el "orden asentado en la autoridad". Ya veremos cómo éstas y
Revolución Argentina, así como la reiteración de los temas mencionados en otras expresiones de los paternalistas que analizaremos en el capítulo si·
el capítulo anterior. guiente, se convirtieron en un formidable boomerang cuando el "orden" S~
*** El "tiempo social" sería el de creación de "una cOlllunidád espi- evaporó.
ritual y físicamente integrada en la que cada ciudadano participe de los *** Prácticamente todos los paternalistas que entrevisté afirmaron
beneficios mediante la justa distribución de los frutos del esfuerzo ('ole('- rotundamente esta neutralidad de la técnica y los "técnicos".
126 GUILLERMO O'DONNELL
PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIóN ECONÓMICA 127
politización de organizaciones que, corno los sindicatos, se obstinan
en no reconocer la naturaleza intrínsecamente "técnica" de los donado, con la salida de Salimei, toda capacidad de iniciativa en
problemas. Sólo cuando éstos y otras organizaciones (incluidas las las decisiones económicas hacia las cuales se desplazó el centro de
empresarias) lleguen a ello serán, además, "auténticamente repre- gravedad de la Revolución Argentina.
sentativas" ; entre tanto, no se trata de destruirlas sino de contro- ¿ Fueron solamente los sesgos ideológicos y la escasa habilidad
larlas para que no obstaculicen un tiempo económico después del de los paternalistas los que los llevaron a rendír tanto de su poder,
cual la vigencia de valores de solidaridad abrirá nuevas posibi- a la vez que quedaban corno cadeudores de los costos políticos del
lidades. "tiempo económico"? Así es, pero esto es sólo parte de la respuesta.
En otras palabras, al tiempo que los liberales conquistaban Subyaciendo a esto hay razones más importantes. Lo fundament..'11
el aparato económico del Estado, los paternalistas reducían su pa- es que!1º hayBA viable sin normalización de la economía (tema
pel a conservar el "orden" que permitiría cumplir un "tiempo eco- que comenzaremos a examinar al final de este capítulo), y que
nómico" a cargo de los liberales que habian logrado el control de ésta requiere un papel protagónico -importante y sostenido-
la politica económica y social. Quedaba en manos de los paterna- del gran capital local y transnacional. En casos de alta amenaza
listas reprimir y cargar con los costos consiguientes, hacer l/autén- previa y, consiguientemente, de una crisis económica mucho más
ticamente representativos" a los sindicatos, sanear presupuestos profunda, esto es evidente. En un caso de amenaza relativamente
provinciales, "jerarquizar" la educación y seguir incurriendo en baja, la confusión puede durar más tiempo, pero los paternalistas
una oratoria que reavivaba las preocupaciones "democráticas" de
tienen escaso sustento en las clases dominantes, al tiempo que la
los liberales. Los "técnicos" del Ministerio de Economía y Trabajo
imposición del Horden" priva a aquéllos de apoyo en el sector po-
podían llevar a cabo lo principal del "primer tiempo" aunque,
pular. T"odo 10 que esto les permite, si conservan peso en las Fuer-
como "liberales", ya no servirían cuando llegara el tiempo social"'.
zas Armadas, es sobrevivir enquistados en el aparato estatal previa
Entretanto, quedaba vigilar que no se filtraran motivaciones anti-
rendición a los liberales de los más importantes resortes de deci-
nacionales o que sirvieran innecesariamente al egoísmo de ciertos
sión de la política económica. En Brasil 1964 este problema no se
intereses. Para que esto no ocurriera se montó un elenco en la
planteó tan agudamente con un liberal como Castelo Branco en la
Secretaría General de la Presidencia de la N ación, encargado de
presidencia; más tarde, las insinuaciones nacionalistas de Costa e
supervisar las decisiones enviadas para la firma del general
Silva y de Garraztazu Medici coexistieron con una gestión econó-
Onganía **. ASÍ, quedó a éste y a su sector un poder de veto que
mica, la de Delfim Neto, tan transnacionalizada y conectada con el
produjo abundantes roces ***, pero que presuponía haber aban-
gran capital (pero bastante menos ortodoxa) COmo la de BulhOes
* De mis entrevistas con paternalistas, liberales y empresarios surge y Campos. En Chile los paternalistas han sido acompañados, sobre
claramente que nadie ignoraba la intención de los primeros de prescindir de todo desde 1975, por superortodoxos ejemplares de liberalismo en
los segundos cuando, una vez logradas las metas del "tiempo económico", la conducción económica 5. Pero en Argentina 1966 los paterna-
se pudiera entrar en una etapa de mayor "sensibilidad social". Volveré sobre
este tema.
listas ocuparon inicialmente mucho más espacio en el sistema ins-
*'/' Este staf! fue creciendo y ampliando sus atribuciones. Su poder de titucional del Estado y, aún después de ser desplazados de buena
veto de las decisiones sometidas a Onganía por los liberales, y sus no insig~ parte de él, mantuvieron una ambigua relación, con capacidad de
nificantes disidencias con éstos, dieron lugar a numerosos conflictos y a veto, Con la gran burguesía y sus "técnicos".
una mutua animosidad ampliamente confirmada por mis entrevistas. Para
j comentarios periodísticos sobre esta situación, y quejas por el bloqueo de Debido a su arcaica ideología y a que flotan enquistados en
decisiones que se argumentaba producía la Secretaría General, cf. entre el aparato estatal sin verdaderos soportes en la sociedad, los pa-
¡~ ot:!:os, Primera Plana, 11 de julio de 1967, p. 13. Esto y lo señalado en la
terna listas no tienen otra posibilidad que hacer -mal ydesper-
l1üta anterior era expresión de la distancia que seguía separando a patel'-
nalistas y liberales, y a los que aludía La Nación al referirse a los "pro-
blC-'las de comunicación" existentes entre Onganía y Krieger Vasena (27 de
,
julio de 1967, p. 6). Los mIos de Ongan{u, Ediciones La Campana, Buenos Aires, 1980. En el
,,*'" Demasiado tarde para utilizarlo aquí, se publicó el interesante mismo el autor da un fascinante panorama de los conflictos a que hago
liLro de Hoherto Hoth, líder de ese equipo en la presidencia de la Nación, referencia en el texto. Igualmente da una detallada versión, similar a la
1
que veremos más adelante, del proceso que nevó a la caída de Onganía.
I1
il
128 GUlLLERM(l O'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 129

tundo recelos- la política económica del gran capital. Por su- capitalista.. Claro está, quedan también las afirmaciones sobre el
puesto, no estoy hablando de posibilidades abstractas sino de las "contenido' espiritual" del desarrollo, que el capital transnacional
objetivamente existentes en el capitalismo extensamente industria- será bienvenido siempre que coincida con las "políticas y priori-
lizado, dependiente, desequilibrado y profundamnte penetrado por dades nacionales", que la propiedad privada es "sagrada" pero
el capital transnacional que corresponde a la emergencia del BA. debe usarse en "función social", y que en definitiva todo debe ir
Previamente a los golpes que han inaugurado este tipo de estado hacia una "justa retribución" del capital y el trabajo *. Pero, en
se había alcanzado una crisis que hacIa inviables las políticas po- términos de sus políticas, lo que realmente producen son retazos de
pulistas, económicamente expansionistas, parcíalmente redistribll- las medidas que aplican -mejor y con más apoyo- los liberales.
tivas e ideológicamente nacionalistas que fueron posibles antes de A esto se agrega una concepción del papel del aparato estatal que
la ola de inversiones extranjeras, y de la transnacionalización y combina intenciones de controlar el "lucro excesivo" y los llegoís-
concentración de la estructura productiva que precedió al surgi- mas" sectoriales -testimonio de su imposibilidad de aceptar la
miento de los BA '. Conflictos que desnudaban cada vez más su lógica de acumulación capitalista-, con un "sentido nacional"
contenido de clase,lá imposibilidad de continuar sustituyendo in- demasiado estrecho para no preocupar al gran capital. El discurso
discriminadamente importaciones, la caída de inversiones internas sobre el contenido espiritual del desarrollo y los cuidadosos. inven-
y externas, la necesidad de aliviar con créditos externos y con el tarios de quienes serán sus beneficiarios últimos luego que la era
crecimiento de las exportaciones las cada vez más severas restric- de "sacrificios" haya terminado, son escuchados por la gran bur-
ciones de balanza de pagos y la creciente incapacidad guberna- guesía en ratificación de sus recelos, sin que la nación a la que
mental para implementar políticas y controlar comportamientos apelan les escuche más allá de corto tiempo y luego empIece a
de aliados y adversarios; estas fueron algunas de las razones que actuar según su percepción de realidades mucho más tangíbles.
determinaron que la penalidad que aguardaba a ¡¡soluciones" am- Paternalistas y nacionalistas sólo pueden -en ciertas condlcíones
biguas era volver a los mismos problemas que se quiso eliminar que el caso argentino durante la presIdencía de Levingston nos
con la implantación del BA. Claro, en este contexto politicas no permitirá examinar- ímponer desde el aparato estatal sus ambi-
ambiguas son políticas congruentemente capItalistas, en el doble güedades sobre la economía, al precio pírrico de naufragar con el
sentido de adecuarse suficientemente a la lógica de acumulación BA. Pero para sobrevivIr enquistados en un BA, su política econó-
y reproducción de estos capitalismos y de apoyarse, imbricándose mica sólo puede ser dejar que la hagan los liberales. Para paterna-
profundamente, en las capas más dinámicas - y por las·caracte~ listas y naclonalístas puede quedar espacio no InsignIficante en el
rístiCas del capItalismo del que nace el BA- más concentradas y sistema institucíonal del estado: ciertas empresas públicas, gobier-
transnacionalizadas de la g:raI1burguesía., nos provinciales, embajadas y los mil vericuetos que ofrecen las
Los paternalistas (y los nacionalistas) son en varios sentidos cristalizaciones institucionales de un estado que a lo largo del
más "antiizquierdistas'; que la gran burguesía y sus técnicos. Pero
sus afirmaciones de que quieren superar tanto el "comunismo ma- * En el momento que los paternalistas dejaban el control de la eco-
nomía a los liberales y sin poder todavía entrever el comienzo del "tiempo
terialista" como el "capitalismo apátrida", al tiempo quena los social", los primeros no dejaron de manifestar -para evidente preocupación
u:,/udan demasiado con una gran burguesía de la que, les guste o- de sus aliados--- su ideología apuntada a un estado tutelar equilibrante de
lIO, dependen, no les evitan producir en los hechos una versi6n las clases. Cf. los discursos de Onganía y Borda ya citados y "El objetivo
desleída, y, realmente, ineficiente, de política económica y social final, en materia eC(lnómica y social, €s sobr€ todo promover el bíenestar
popular. Si de este ordenamiento que hemos emprendido, de esta moderni-
zación de la economía nacional, resulta como sin duda resultará, una mayor
.~ Un detallado estudio de esta dinámica y sus dificultades en el caso riqueza, ella ha de revertir sobre todo en beneficio de sus clases más nece-
argentino es Adolfo Canitrot, "La experiencia populista de redistribución sitadas. Sin este objetivo final, la política económica emprendida, que im-
de ingresos", Dcsanollo Económico, n'l 59, octubre-diciembre 1975, pp. 331- porta sin duda algunos sacrificios, carecería de sustento moral y no res-
:.\52; allí pueden encontrarse referencias a la abundante literatura que se ponderíaa la filosofía cristiana de la Revolución". (Borda en La Razón,
ha generado sobre este tema. Sobre la problemática más sociológica- y de 16 de marzo de 1967, p. 1.) Por supuesto, los liberales, la gran prensa y
largo plazo lígada a este tema, Guillermo O'Donnell, "Estado y alianzas .. .", las organizaciones de la gran burguesía mantuvieron un conspicuo silencio
op. cit. sobre estos temas.
130 GUILLERMO Q'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 131

tiempo ha navegado tantas aguas. Pero los nudos decisorios de la En febrero de 1967 la CGT se lanzó a un curso de acción que ha-
acumulación de capital -de la "política de ingresos", de las polí- bría de precipitar la derrota sindical que ya estaba en el aire.
ticas monetarias y crediticias, de las vinculaciones con el sistema Con altisonantes declaraciones que sin embargo concluían en de~
capitalista mundial-, son controlados por los liberales y por lo mandas tan moderadas cOmo la de un inespecificado cambio de
que ellos contribuyen como ligazón orgánica con el gran capital política económica -salvo en el aumento des'a1ados y en el logro
local y transnaciona1. Lo otro, lo que queda en manos de paterna- de "participación" en las decisiones gubernamentales- y.~in d~jar
listas y nacionalistas, es un tributo que aquéllos deben pagar a una de insinuar que estaba pronta a negociar,la eG.! ~~:tl!11~i.9.~I)ªnza~
relación de fuerzas interiorizada en el aparato estatal, sobre todo miento de un "Plan de acción" 6. Este se concl'et~rí~en paros na-
a través del peso que sus aliados tienen en las instituciones espe- cionaJes, con un escalonamiento de "campafía.sge eªcJar~GirpÜ~l1J9"
cializadas en la coacción, sin la cual tampoco habría BA. Por eso y "movilizaciones", pasibles de coronar en ocupaciones de fábrica
el período de Salimei era "demasiado" paternalista. Pero, por otra similares a las de 1964. Este era el estilo vigente durante el preto-
parte, después del ingreso de Krieger Vasena quedó pendiente el rianismo, que había servido para colocar a los sindicatos más
interrogante derivado de una presidencia que parecía tener real fuertes en situación de hacer atender sus demandas económicas
sustento militar y que, aunque dejaba hacer a los "técnicos" y y corporativas. Esto había sido efectivo - y más tarde volveria a
ocasionalmente vetaba, mantuvo tozudamente (y, para peor, osten- serlo-- sobre gobiernos débiles y jaqueados por la posibilidad de
siblemente) la intención de recuperar pleno control del aparato un golpe basado en su incapacidad para controlar el "desorden"
del BA. Esta ilusión tuvo importantes consecuencias, en tanto ali- y las implicaciones subversivas que parecían contener huelgas,
mentó conflictos internos al BA y, más sutilmente, porque impidió manifestaciones y ocupaciones de fábricas. Esta fue la constante
despejar la duda que pendia sobre la viabilidad a largo plazo de táctica del sindicalismo, en especía1 del sector que a lo largo del
ese BA y de sus éxitos económicos iniciales. periodo tuvo, con las alternativas que examinaremos, el control de
los principales sindicatos: . eJ. Ymldºrü~m9. Nacido en un medio en
el que todos los contendientes usaban de amenazas para el logro
de las que no dejaban de ser modestas metas de corto plazo, usó
2) La gran derrota sindical a su manera el mismo método: presionar, incluso mediante la
amenaza de disrupciones como las que implicaba el Plan de Acción
de 1967, pero moviéndose dentro de estrictos limites en sus de-
Vimos que, ª~~pués de iniciales ilusiones, los sindicatos se vieron
mandas en cuanto a no ir más allá de los parámetros capitalistas
~mpujados hacia la oposición. Hacia fin de año las críticas de la del sistema del que era parte. La meta era fortalecer sus propias
CGT recalcaban la situación creada por los despidos en la admi-
organizaciones y penetrar el aparato estatal para influir las posi-
nistración pública y las negativas consecuencias sobre el salario
ciQ.!les 11l ás determinantes de la política económica y social,· basado
que tenían las politicas estatales y la continuación de la inflación *.
en una pragmática estrategia de alianzas con otras fuerzas socía-
les ---:-sin excluir a la gran burguesía, en cuyas ramas tendían a
* Cf. declaraciones de la CGT en La Nación, 9 de diciembre de 1966,
pp. 1-14, que luego de criticar a los "monopolios internacionales" y el nivel ~star insertados los sindicatos del vandorismo- 7. Este si:hdica~
del costo de vida, la desocupación y el salario real, acusa a "minorías libre- lismo estaba habituado a presionar, a veces con violencia, para
cambistas ... [que] introducen la división entre los argentinos, excitan a negociar pragmáticamente, y a producir condenas altisonantes
los núcleos sociales unos contra otros, ocultan 10 que nos une y exaltan contra políticas económicas, pero rodeándolas con una vaga ver-
intereses contrapuestos", aunque, como ya he señalado, agregaba su "inten-
ción de dialogar" con gobierno y empresarios. Cf. también CGT, La Nación, sión de capitalismo Hnacionalista" en el que se al~ticulariari cOn
29 de diciembre de 1966, p. 9. Las 62 de Pie (Alonso), excluidas de la con- "justicia" el capital y el trabajo, Combativo en sus tácticas y tibia~
ducción de la CGT, y los sindicatos de trabajadores estatales reunidos en mente reformista en ,sus metas, arriesgaba encontrarse ante dos
una "Comisión Coordinadora de Gremios Estatales" -víctimas directas' de alas que reconciliaran más lógicamente medios v metas: una que
la "racionalización" y antagonizados por los intentos de "privatizar" algunas
empresas públicas, adoptaron un lenguaje más combativo; c.f. declaraciones negara a cuestionamientos anticapitalistas y otr; que buscara una
en Crónica, 30 de noviembre de 1966, p. 17, y 28 de febrero de 1967, p. 15. vía de influencia subordinándose a una táctica estrictamente ne-
132 GUILLERMO O'DONNELL PATERNALI8TAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 133
gociadora. Ambas posibilidades, insinuadas en el período anterior, cado a las asociaciones de la burguesía para "analizar la situa-
habrían de eclosionar después que la CGT se lanzó, en el verano ción", pero con la excepción de la CGE -que informó cautamente
de 1967, a un enfrentamiento con un gobierno que, si bien a fines que había concurrido para "dialogar" y exhortar a la CGT a en-
de 1966 habia aparecido jaqueado y sujeto a la posibilidad de un contrar "soluciones constructivas" 1'2_ el resto se negó tajante-
golpe, podía y quería imponerle una fuerza que el Estado preto- mente a reunirse con una asociación que se había puesto "fuera
riano llunca pudo tener. de la ley". Antes bien, aprovecharon la ocasión para insistir sobre
~_il_r.espuesta al anuncio del Plan de Acción fue severa. Acu- un tema sobre el que venian repicando desde el golpe: que la CGT
sada la CGT de incurrir en "técnicas subversivas" 8, se reunió el era una asociación 'jtotalitaria n , ya que era el brazo político de
Consejo Nacional de Seguridad (CONASE), que advirtió que la un movimiento político de ese carácter --el peronismo-- y que,
decisión de la CGT "afecta a la seguridad nacional al pretender por medio del sindicato único, la agremiación obligatoria y las
subvertir el orden interno y amenazar la paz social" y estaba retenciones compulsivas sobre los salarios, era un atentado contra
influida por "grupos comunistas", por 10 que las instituciones la "libertad de asociación", de la que las organizaciones burguesas
y militares, ¡'interrumpida toda clase de diálogo", se eran, por supuesto, un saludable ejemplo 1.7. Por fin, luego de años
aprestaban {1. "iniciar la adopción de las medidas propuestas con de gobierno demasiado débiles para imponerse a la CGT, parecía
el escalonamiento y orden de prioridad previstos" 9. Al mismo posible lograr una central aspiración de la gran burguesía: los
tiempo se congelaron los fondos de varios sindicatos, y se anunció sindicatos podían ser subordinados al aparato estatal y, además,
que todo trabajador estatal que adhiriera a los paros sería des- podían ser atomizados mediante la imposición de la "libertad" de
pedido sin indemnización 10. También se advirtió a los sindicatos formar varios sindicatos y confederaciones sindicales, de afiliarse
que la persistencia en su actitud llevaría a la cancelación o retiro y de contribuir a cualquiera de ellos -sin esto el ¡¡poder sindical"
de su personería gremial 11 -lo cual implicaba, entre otras cosas, dificultaría siempre la "paz social" y el prolongado periodo de
la remoción de sus dirigentes y la privación del principal recurso acumulación de capital sin los que no habría "verdaderas solu-
económico de los sindicatos, los fondos provenientes de las reten- ciones" para la Argentina.
ciones que los empleadores debían efectuar sobre el salario de los Con un sector popular recalcitrante a su Plan de Acción, ata-
trabaj adores. cada por quienes explicitaban sus antagónicos intereses de clase,
El Plan de Acción ya estaba lanzado y, a pesar de agónicas y amenazada por un gobierno que contaba con amplio apoyo para
dudas y discusiones *'. los dirigentes sindicales decidieron mantener "domesticarla", la CGT se encontró ante el dilem? de continuar
los paros de febrero y marzo. En ellos el ausentismo fue bajo y un camino en el que sólo encontraría una represión cada vez más
no hubo movilizaciones callejeras. La CGT había confundido la severa, o someterse a lo que no era menos que una rendición
rápida pérdida de popularidad del gobierno con disposición a opo- incondicional. Mientras tanto se sancionaban nuevas disposiciones
nerse activamente a él -por el momento la población no estaba represivas"', se producían masivas cesantías de trabajadores estií.-
dispuesta a participar en la agitación política cuya aparente ter- tales H y se lanzaban trascendidos periodísticos de que .ser.fá inmi-
minación había aplaudido en junio de 1966. La CGT había convo- nente la intervención o incluso la disolución de la CGT "~o Asi-
mismo, el gobierno suspendió o retiró la personería gremial de los
" Cf. La Nación, 26 de febrero de 1967, p. 2, donde se agrega que el sindicatos de trabajadores textiles, azucareros, químicos, ll1et:1~
vandorismo quiso cancelar al "Plan de Acción" pero fue superado por la lúrgicos y de teléfonos. Si a estas sanciones se agregan las inter-
conjunción del resto de los agrupamientos sindicales. Confirmado por mis
entrevistas, de las que surge además la realización de angustiadas gestiones
venciones que se habían dispuesto en 1966 contra otros sindicatos
por dirigentes sindicales -no sólo vundoristas.-- ante el gobierno, para (portuarios, prensa, tabaco, pescado, forestales, vendedores de dEl-
obtener términos que les permitieran una "retirada elegante". No deja de
ser interesante que. enfrentada con el gobierno y cuando las organizaciones * En especial la "ley de defensa civil", ll9 17.192 del 4 de marzo de
de la gran burguesía reclamaban que éste acentuara la represión, la CGT 1967, que "para satisfacer los fines de seguridad nacional" .pennitía al go-
declarara "clara y terminantemente que las medidas de lucha correspondien- bierno poner bajo jurisdicción militar a civiles -incluso por supuesto hueL
tes al Plan de Acción no están dirigidas al sector empresarial"; La Razón, guistas-, que quedaban entonces sujetos a la disciplina y penalidades del
28 de febrero de 1967, p. 9. fuero militar por desobediencia o deserción (del lugar de trabajo).
134 GUILLERMO Ü'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 135

rios, radiotelegrafistas y prensa, así como varios estatales) 1", los su "regularización" y por la crecida influencia de los que habían
sindicatos sancionados tenían unos 930<000 afiliados y compren- adoptado las actitudes más tibias y por eso mismo habían sido
dían aproximadamente un 45 % de los obreros y empleados sindi- eximidos de las sanciones ya mencionadas. Con escaso apoyo de
calizados en la Argentina *, y a muy buena parte de los sindicatos su base, sin ánimos para volver a lanzarse a huelgas, atomizados
más ricos, más grandes y de mayor peso en la conducción de la internamente y gestionando ante el gobierno --de manera que no
CGT. Las sanciones privaban a los dirigentes sindicales del manejo contribuyeron a aumentar su prestigio-, su supervivencia al fren-
de sus organizaciones; además, la suspensión de la recepción de te de sus organizaciones, la derrota de estos dirigentes sindicales
los fondos retenidos por las empresas implicaba, junto con la evi- era también la del conjunto del sector popular - y muy en espe-
dente disposición gubernamental de aplicar sanciones contra diri- cial, de su centro de gravedad, la clase obrera-, que quedaba
gentes Hdíscolos", que cualquier acción tendría que haber seguido sin capacidad organizada de oposición ant.e el EA y los que, ahora
por canales clandestinos y sin contar con los recursos institucio- era claro, eran rea~mente sus aliados y vencedores. La derrota de
nales de los sindicatos. Muy pocos de sus dirigentes estaban dis- la CGT y los sindicatos arrastraba a sus representados y parecía
puestos a esto ni a la radicalización a que seguramente hubiera abrir camino para la ofensiva de la gran burguesía implicada por
conducido. Así fue como el secretario de la CGT suspendió las las políticas que mientras tanto elaboraba el nuevo equipo econó-
medidas subsiguientes del Plan de Acción y citó a la máxima auto- mico.
ridad del organismo, el Comité Central Confederal, "parª r~ªliz;ªr Para Onganía y su corriente era un grande y muy necesario
un profundo análisis del problema" 17. Nuevas sanciones a emplea- triunfo. Se había demostrado, primero, que el sector popular no
dos públicos, incluso a más de 100.000 trabajadores ferroviarios estaba dispuesto a acompañar las tácticas de los dirigentes sin"
que, como las anteriores, eran una bienvenida ocasión para la . dicales y, segundo y sobre todo, que ahora había una ~iautoridad
"racionalización -administrativa", llevaron a una pronta reunión en disposición y capaCidad de imponer orden. Luego de las Íncer-
de aquel comité. En él, y a pesar de la oposición de algunos de los tidumbres de fin de año esto lo congració con la gran burguesía
sindicatos sancionados y de los gráficos -que no tardarían en que, por otra parte, ahora tenía a Krieger Vasena y su equino en
desempeñar un importante papel contestatario-, y con la abs- la conducción económica. Esta victoria terminaba por hacer
tención de la mayor parte de los vandoristas, fueron levantados con unos ocho meses de retraso, quién había ganado y quién había
los paros anunciados para el 21 y 22 de marzo y las restantes perdido con la implantación del BA. Con esto y con el nombra-
medidas del Plan de Acción '"o La derrota de la CGT era completa, miento del nuevo equipo económico, los paternalistas habían he-
no sólo por la rendición incondicional que estas decisiones entra- cho suficientes méritos para conservar --sus
posicioncúpei'"o,'"iSor lás'
ñaba. Lo era también por las agrias acusaciones entre quienes se mismas razones, habían cortado sus puentes con el sector
quejaban de haber sido irresponsablemente llevados a una táctica Un requisito para la normalización -la imposición del "orden" y
perdedora (reproche extensivo a Perón, quien venía ordenando la verosimilitud de la capacidad y voluntad de mantenerlo en el
actitudes "combativas" lU) y los que acusaban de traición a quienes futuro--, acababa de dar un importante paso para ser satisfecho.
habian apoyado tibiamente el Plan de Acción. Las divisiones in- Las consecuencias de que esto terminara de alienar al sector po-
ternas también explotaban debido al "sálvese quien .pueda" al que pular de los paternalistas y dejara a éstos en manos de la gran
se lanzó buena parte de los sindicatos sancionados para obtener burguesía sólo se harían evidentes más tarde.
Pero, tambíén, pronto se manifestarían las divergencias entre
paternalistas y liberªles -sobre las que deberemos volver varias
* Calculado en base a los datos de afiliación sindical para 1963 en veces- acerca de la "cuestión sindical". A lo largo de 1967 el
DIL, Nucleamientos ..., op. dt. Este eálculo debe eonsiderarse una gruesa
aproximación, ya que tanto los datos gubernamentales como los sindicales
secretario de Trabajo y el mismo Onganía hicieron saber varias
de afiliación gremial son poco confiables, cf. Juan Carlos Torre, "La tasa veces que estaba Ha estudio" la ,Ley de AsocüL~i(rI1e¡;Prof~,gi-º-DªJP;_S,
de sindiealización en la Argentina", Desarrollo Económico, D.Q 48, eneto- al tíempo que enviaban auditorías sobre uno de los arcanos de los
marzo 1973. De lo que no puede caber duda es que estas sanciones desca- sindicatos -su manejo de fondos- y se anunciaba que en el fu-
bezaron a la CGT al alcanzar a casi todos los sindicatos capaces de rnov-ilizar turo la elección de sus dirigentes se haría con padrones depnra-
importantes recursos.
136 GUILLERMO Ü'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 137

dos, sobre la base del voto directo y secreto de sus afiliados 2(J. clase en términos de beneficios aportados por su "participación";
Pero por parte de Onganía y su corriente esto apuntaba a un sin- la política económica de los liberales y su acatamiento por los pa-
dicalismo "auténticamente representativo" que se insertara, en ternalistas no dejaba campo para más. A pesar de su incongruen-
cumplimiento de sus "funciones específicas" y previa despoliti- cia con el sonsonete de la "auténtica representatividad", los pa-
zación, en el comprensivo sistema corporativo al que apuntaban. ternalistas creían haber encontrado en estos dirigentes a quienes
Esto implicaba un sindicalismo unificado, aunque bajo la conduc- debian reunificar la CGT y, desde allí, concretar la "participación
ción de dirigentes "apolíticos" y respetuosos de la especificidad orgánica y técnica de los trabajadores" *. Pero corno 10 acotaba
de la contribución del trabajo a la integración de la sociedad *. con &atisiaccián La Nación, la CGT era entonces una "entidad
Ya he señalado que esto era muy diferente de 10 que quería la gran fantasmal", alrededor de la cual giraban sindicatos participacio-
burguesía. Si una de las dimensiones definitorias del corporativis- nistas -cuyo oportunísmo no llegaba a confonnar una táctica
mo es la conquista y estricto control de los sindicatos por parte congruente--; vandoristas -lamiéndose las heridas de la derro-
del aparato estatal 21 , los liberales no lo eran menos que los p~ter­ ta, ofreciendo "dialogar" y haciendo "buena letra" para obtener
nalistas, aunque, en contraste con éstos, querían que ese- control el levantamiento de sanciones, pero conscientes del abrazo mor-
se ejerciera sobre un sindicalismo atomizado. En medio de los tal que se les ofrecía con la '¡participación" **-; sindicatos inter-
éxitos-de la gestión de Krieger Vasena estas disidencias volverían venidos -cuyas autoridades, caducadas legalmente pero insisten-
a asumir importancia; en 1967 -año al que me limito en esta tes en su derecho a seguir siendo miembros de los cuerpos direc-
sección- apareció la "Nueva Corriente de Opinión", formada tivos de la CGT, no facilitaban ni el colaboracionismo de los pri-
por sindicatos "dialoguistas" o "participacionistas". Ellos volvie- meros ni las negociaciones más acotadas a las que estaban dis-
ron a hablar de la "Revolución Argentina" y postularon un re- puestos los segundos***- Yt finalmente, algunas agrupaciones
chazo de toda politización que les abriría paso a la "participación" que comenzaban a tener eco en su propuesta de luchas oríentadas
según las pautas definidas por los paternalistas **. Pelegos perci-
bidos como tales, poco podian ofrecer, aparte de algunas ventajas
trabajadores -además de beneficiarse del aumento de ocupación generado
para sus propios gremios***, al conjunto de los sindicatos y de la por el auge de esta actividad durante 1968-1970- fueron premiados por el
liderazgo de sus dirigentes en la corriente participacionista COn mejoras en
* La sinceridad de los paternalistas en sus aspiraciones de lograr un su régimen de trabajo y con la creación de un fondo de desempleo.
"justo equilibrio" social sólo era comparable a su escaso tino. El ministro * Los intentos conciliadores del vandorismo y de 10 que quedaba de
Borda (La Razón, 16 de marzo de 1967, p. 1), hablando del Plan de Acción las 62 de Pie tropezaron con la cerrada negativa de los paternalistas a
se sintió obligado a declarar: "En este episodio el gobierno ha puesto de entenderse con ellos, en la errónea creencia que con ello apresuraban el
relieve una decisión firme de mantener el principio de autoridad. No asume control de la CGT por los participacionistas. Cf. La Nación, 10 de julio de
postura de triunfador ni es su propósito hacer sentir sobre ningún sector 1967, p. 6, Y 28 de agosto de 1967, p. 6, confirmado por mis entrevistas.
el peso de su eondición de taL Insiste, simplemente, en cumplir sus planes En mayo de 1967 renunciaron las autoridades de la CGT y designaron una
políticos o económicos, sin admitir presiones, por medio de las cuales un "Comisión delegada" con predominio vandorista encargada de convOcar un
sector social, cualquiera que sea, pretenda dificultar la adopción de medidas Congreso 'General de la CGT -lo que ocurrirí~ recién en 1968, con conse-
que el bien común exige." En el mismo acto en que los paternalistas ganaban cuencias de las que nos ocuparemos más adelante. Entre otras cosas, las
una gran victoria de clase para la burguesía, tras los ditirambos sobre el tradicionales celebraciones del 1 \l de mayo y del 17 de octubre pasaron prác-
"orden" y el "principio de autoridad" pretendían negarla. La gran prensa ticamente inadvertidas y hacia fines de año la gran prensa (cf. por ejemplo
no ocultó su disgusto por estas actitudes; como lo expresara el Econornic La Nación, 26 de diciembre de 1967, p 6). comentaba triunfalmente la virtual
5'ur-vey (2 de marzo de 1967, p. 3), las mismas "constituyen un síntoma hibernación de la CGT.
inequívoco del deseo de renovar el contacto con los dirigentes gremiales, que ** Esta pretensión de negociar, pero poniendo ante el gobierno distan-
puede echarlo todo por tierra, No se advierte ahora por qué hay que renovar cias que no preocupaba guardar a los participaciol1istas, continuó separando
diálogo ni monólogo alguno con eSOS dirigentes." a los vandoristas de éstos y alimentando la decisión de Onganía de marginar
** Los primeros sindicatos alineados en esta corriente fueron los de a la CGT hasta que no fuera controlada por los participacionistas.
la construcción, electricidad (Luz y Fuerza), petroleros, vitivinícolas y parte *** Cf. por ejemplo, la negativa del ministro de Bienestar Social a reci-
de los ferroviarios (Fraternidad); cL La Nación, 29 de mayo de 1967, p. G. bir una delegación de la CGT porque ella incluía a dirigentes de sindicatos
intervenidos (cuyos mandatos se consideraban en consecuencia legalmente
*** Especialmente en tenninos de ventajas derivadas de ingresos no caducados), en La Nación, 19 de abril de 1967, p. 4.
dircetamentc monetarios; sobre todo, el sindicato de la construcción, cuyos
138 GUILLERMO Q'DONNELL
PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 139

por metas anticapitalistas. En medio de esta atomización no eran cia" y de la Heficiencia", así como de las "inversiones foráneas"
los participacionistas quienes podian lograr la unificación de la se sentarían las bases de un desarrollo COn estabilidad 2:',. En rá-
CGT por medios que no fueron groseramente incongruentes con la pida sucesión se adoptaron otras medidas: f) la suspensión de las
"auténtíca representatividad" que se pretendía de los sectores de convenciones colectivas de trabajo y el otorgamiento a los traba-
la "comunidad organizada". Veremos que el sindicalismo partid-· jadores del sector privado (poco después se decidió lo mismo pa-
pacionista podía tener otras consecuencias, pero no la de "ensam- ra los estatales) de un aumento promedio del 15 jo, que debía
blar al Estado con los trabajadores organizados"; su impotencia mantenerse congelado por casi dos años, hasta diciembre de
y la de los paternalistas para ello, si bien en un primer momento 1968 24 ; g) la terminación del régimen de prórroga automática y
alivió los agravios de la burguesía por haber dejado pasar congelación de los arrendamientos rurales 25; h) la celebración de
una dorada oportunidad para atomizar al sector popular, impidió un "acuerdo voluntario de precios" con 85 "empresas industriales
advertir que incubaba metas y modalidades de lucha más radica- líderes", por el que se comprometían a congelar sus precios por
les que los que la últimamente moderada y negociadora CGT ha- seis meses y a su vez se hacían acreedores de ventajas especiales
bia desarrollado. para el acceso al crédito bancario y a las compras estatales 26; i)
la desgravación impositiva para la compra de maquinaria agraria
e índustrial"; j) el revalúo contable e impositivo de hs empre-
3) El progTamade normalización
sas 28; k) la desgravación impositiva del 50 ro
de las inversiones
en vivienda 29; Y 1) el establecimiento de líneas especiales de cré-
dito para la financiación del consumo y reparaciones de vivien-
das 30. Otras medidas tuvieron menos impacto directo pero sirvie-
No bien desígnado Krieger Vasena viajó a los Estados Unidos. ron como demostraci6n al capital transnacional que se estaba dis-
Poco después el Comité Interamericano para la Alianza para el puesto a actuar ortodoxamente *.
Progreso (CIAP) comunícó su aprobación de los planes --que no
Estas medidas fueron recibidas con beneplácito por la gran
eran todavía públicamente conocidos en la Argentina- expues-
burguesía y sus organizaciones, que concertaron una polifonía
tos por aquél :<2. La atención estaba entonces acaparada por el en-
de expresiones de apoyo**. Esto se sumaba a similares mensajes
frentamiento con la CGT, durante el cual hubo pocas noticias so-
bre las actividades del nuevo equipo económico. Pero muy poco * Especialmente la ley de hidrocarburos, n<;> 17.318 del 24 de junio de
después de la rendición de la CGT, Krieger Vasena tomó la pala- 1967 y la pronta terminación, a plena satisfacción de la contraparte, de los
bra. En un discurso pronunciado el 13 de marzo de 1967 anunció diferendos con empresas petroleras originados durante el gobierno radical;
que se había adoptado un conjunto de medidas de gran trascen- cf. La Nación, 7 de abril de 1967, p. 1-
dencia. Ellas consistieron de: a) una devaluación de casi 40 ro ** De la- UIA, cf. La Nación, 15 de marzo de 1967, p. 1 (aunque no
pudo dejar de protestar por la reducción de los gravámenes a la importa-
del valor del peso, llevándolo a $ 350 por dólar; b) la "compen- ción); 7 de abril de 1974, p. 1, Y 2 de setiembre de 1967. De la CAe cí.
sación" de esa devaluación mediante un impuesto a los tenedores ibid., 15 de marzo de 1967, p. 1; 23 de marzo de 1967, p. 7, Y 3 de mayo de
de divisas Y retenciones a los precios de exportaciones de produc- 1967, p. 16 (telegrama a Krieger Vasena felicitándolo por el "apoyo externo"
logrado) e ibid., 2 de agosto de 1967, p. 1. De ACIEL, 18 de marzo de
tos agropecuarios, que implicaba que el valor del dólar para unos
1967, p. 3 (aunque pidiendo apretar aún más clavijas en materia de déficit
y otros continuaba a su precio anteríor de $ 245; e) la dísminu- fiscal y de "política laboral"), y 6 de marzo de 1967. De la Bolsa de Comercio
ción de gravámenes para la importación; d) la ¡¡liberalización" de Buenos Aires, ibid., 20 de abril de 1967, p. 6, De la gran prensa cf.
del mercado de cambios; y e) el anuncio de diversas medidas entre otros editoriales de La Nación, 16 de marzo, p. 6, 1967; 2 de mayo,
orientadas al "saneamiento" del gasto público. Tanto o más im- p. 6, Y 15 de julio, p. 6, 1967, Y Economic SUT1JCY, marzo y abril 1967, Incluso
la CGE y su afiliada, la CGI, a pesar de que no se sumaron a este entu~
portante que las medidas fue el tono del discurso en el que fueron siasmo, adoptaron una actitud muy cauta, limitándose a expresar "preocu-
anunciadas: ellas eran las primeras decisiones de una acción des- pación" por e) aumento de costos que suponían traería aparejada la deva-
tinada a reducir la inflación, rápidamente pero sin efectos recesi- luación y a criticar la "inexplicable falta de consulta" (con ellos) previa a
YC"':, al tiempo que, mediante "la activa promoción de la competen- la adopción de estas medidas; cf. La Nación, 18 de marzo de 1967, p. 3.
En cuanto a las organizaciones de la burguesía pampeana (SRA y CARBAP,
140 GUILLERMO Ü'DONNELL LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓI\IICA 141
desde el exterior; inmediatamente después del discurso del 13 de bks) ; p8ro debido al encarecimiento de aquéllas y del precio in-
marzo los cables informaban de la confianza que habían desper- i:~~rno de éCótos que traía aparejada la devaluación, y a la elevación
tado en Europa y Estados Unidos las medidas adoptadas 31, con- de la tasa de interés a que llevaba la restricción crediticia y mo-
firmada porque ya en marzo se anunciaba que el FMI había acor- netaria, alimentaron la inflación que supuestamente iban a eli-
dado a la Argentina un stand by de 125 millones de dólares 32; en rni nar ;;1;.
los meses subsiguientes esta aprobación sería ratificada por nue-
La gran novedacl de la politica inaugurada en marzo de 1967
vos créditos de un consorcio de bancos europeos (100 millones),
fue que partió de la base que las principales causas de la inpación
de bancos estadounidenses (la misma cantidad) y de la Tesorería
debían hallarse por el lado de los costos y de factores psicológicos
del gobierno de los Estados Unidos (75 míllones)". Por si fuera
de aj uste de las decisiones microeconámicas a la predicción de una
poco, el Departamento de Estado de ese país -que había desa-
elevada tasa de inflación 37. La solución, por 10 tanto, no estribaba
probado públicamente el golpe de 1966.,- hacia saber su apoyo a
en el manejo restrictivo de variables monetarias sino en estabi-
este programa, que "habia modificado la política [estadounidense]
lizar los costos de factores y hacerlos tender relativamente a la
en cuanto a la concesión de ayuda a la Argentina" 34:.
baja en el mediano plazo. Si, además de lograr este éxito objetivo,
¿ Qué estaba ocurriendo para despertar estas respuestas? Era se lograba que fuera percibido como tal por los agentes económi-
el comienzo de la ofensiva de la gran burguesía, basada en la de- cos -quienes entonces ajustarían sus comportamientos a una pre-
rrota del sindicalismo y en el control del aparato económico del dicción de baja inflación-, entonces la. estabilidad. estaría log.ra-
Estado por un equipo que notoriamente se proponía nevar a cabo, da. Este diagnóstico permite comprender el ataque simultáneo a
y comenzaba a hacerlo con precisión y ejecutívidad, las tareas de diversos precios: a) el de los salarios, compulsivamente congela-
normalización de este capitalismo. La principal meta de corto plazo dos por casi dos años; b) el de los productos industriales, que
era erradicar la inflación y lograr una desahogada posición de ba- quedaban controlados a nivel mayorista mediante el "acuerdo vO-
lanza de pagos; sobre esta base, y con el refuerzo de las medidas luntario de preCios" al que fueron adhiriendo otras empresas. in-
de inducción de la inversión interna y externa, junto con el clima dustriales; c) eIdel precio interno de los principales eXPOrtables
de confianza que todo ello generaría, no se tardaria en retomar (alimentos), cuyo valor de exportación en pesos se mantuvo es-
un crecimiento estable 3\ Hasta Krieger Vasena los "planes de table gracias a la mencionada retenCión ;···d)hiégó di;L<il.liiiéiifos
estabilización" convenidos con el Fondo habían partido de atri- iniciales, el de las tarifas de servicios públicos ycoIllº.uªtiJ:~l~s,
buir la causa principal de la inflación y los déficit en las cuentas hecho posible por la masa de recursos que generaba pa:r;,:.l,elapa-
externas del país a un exceso de demanda. La receta era recesio- rato estatal aquella retención *; y e) el delpreeio dl:; . Jªs__ giyi.sªs.
narla, por vía tanto del impacto en el consumo interno de la ele- respecto de las cuales se insistió que la del 13 de marzo sería Hl a
vación de precios resultante de las devaluaciones, como de las última devaluación". Daba alguna credibilidad a esta-aÍii;riiáCi6li
restricciones de emisión monetaria, de créditos y de erogaciones el que su monto excedía significativamente el que hubiera sido
estatales que seb:ruía de ese diagnóstico. Estos intentos lograron necesario para una real paridad peso~dólar; esto, unido a la pre-
mejorar transitoriamente la situación de balanza de pagos (por
medio -aunque no fuera este el mecanismo previsto-, de la re~ * Anuncio de Krieger Vasena del 7 de marzo, ratificado el 11 de
ducción del nivel de actividad económica interna, que disminuía marzo de H)G7, en ocasión de celebrar el "acuerdo de precios"; Ministerio
la demanda de importaciones y aumentaba los excedentes exporta- de Economía y Trabajo, Política cconÓ1nica ...., op. cit., p. 50, donde vale
la pena advertir la puntualización de los factores de estabilidad de costos
que contribuía el gobierno: la firme paridad cambiaria del peso, la conge-
lación de salarios (eufemísticamente mencionada como "está definida clara~
esp.) expresaron su oposición n. las retenciones de manera extraordinaria- mente la política d'e salarios"), la "contención de la emisión monetaria" y
mente tibia, al tiempo que apoyaban con entusiasmo el resto de las medidas la reducción del déficit fiscal, así como la importancia que allí se adjudica
y en especial, algo que les i.~~eresaba tan directamente como la ley sobre
j
a "eliminación de las expectativas inflacionarias" (ibid, p. 50). Veremos
arrendamientos rurales (cí. 701d., 4 de mayo de 1967, p. 18). Respecto de que no todo ocurrió como se anunciaba, pero' lo importante por el momento
todas las organizaciones mencionadas, cí. también, las respectívas iUemoria~ es señalar el esfuerzO hecho en el sentido de revertir las expectativas infla-
correSl)ondie~tes al periodo que estamos analizando. cionarias de los principales aetores económícos.
142 GUILLERMO O'DONNELL
PA.TERNALISTAS, LIBERALES Y NOH,ivTALlZAClÓN ECONÓMICA H3

dicción dl~ reducción de la inflación, permitía pensar que se con- ,l.!t"t'SOS fueron íntegramente por el estatal;
taba con suficiente margen como para que no fueran necesarias Kricger Vasena, su, equipo y apoyos no
nuevas devaluaciones formales * en el futuro previsible. Esto era Eran ni "oUi;arcas", ni "anti~estatistas
importante desde el punto de vista de los factores psicológicos de Se plantea aquí un problema de exposición, Prefiero suspen-
la inflación. Para actores acostumbrados a abruptas devaluacio- der el análisis de este programa en e1punto a que hemos
nes, y a sus impactos sobre los precios internos, la creencia de -la enunciación de sus principales 11ledidas en 1967, el primer
que no volvetían a ocurrir parecía fundamental para lograr el año de su aplicación. Conviene ahora que, aun a costa de la fluidez
deseado ajuste de sus expectativas 3S. Respecto de los salarios, el de la exposición, examinemos algunas características generales
propósito anuneiado era mantenerlos al nivel promedio anual de de los programas de normalización económica durante los BA.
1966. Como veremos más adelante, esto no se cumplió respecto Luego de ello, y con la penmeetiva quo nos dará esa visión mús
de los jornales industriales y menos aún con otros ingresos sala- amplia, estaremos en mejores condiciones para analizar las espe-
riales, sobre todo de diversas categorías de empleados. los impactos socioeconómicos .y las luchas
El año 1966 había registrado un nulo crecimiento del produc- que se tejieron alrededor del programa lanzado en marzo de 19G7.
to, pero este estancamiento se había producido al nivel más eleva-
do de actividad registrado hasta entonces, luego del crecimiento
registrado en 1964 y 1965. Por otra parte, en febrero de 1967 la
posición de balanza de pagos era aún más estrecha que en junio 4) El EA Y la normalización
de 1966. A pesar de ello existia un importante grado de subutili-
zación de la capacidad productiva'" -típíco de la deseqnilibrada
estructura productiva de estos capitalismos, que suelen encontrar Las medidas adoptadas por el equipo Krieger Vasena
su techo de expansión en la balanza de pagos bastante antes de a 10 que he llamado la "normalización" de la economía. En esta
hacerlo en su capacidad instalada 40. Estas situaciones, bajo el sección examinaremos este concepto desde un ángulo abarcante
diagnóstico de inflación de demanda, habían sido tratadas con po- de diversos casos de Estado BA. En el capítulo siguiente volve-
Hticas recesivas aún más restrictivas del crecimiento. Por el con- remos al caso argentino, para considerar los principales datos y
trario, una de las originalidades -y aciertos- de la política eco- algunas importantes especificidades del intento de normalización
nómica de 1967 fue que, partiendo de atribuir la causa principal iniciado en marzo de 1967.
de la inflación por el lado de los costos y las expectativas, en lugar En el lapso que signe inmediatamentc_a_su,imvJªn.tflcjÓn, el
de restringirla, aumentó la circulación monetaria y el crédito EA enfrenta dos problemas fundamentales¡ que se hallan estre-
bancario. chamente interrelacionados, Uno de ellos es la imposición del "or-
Otra novedad --que, como las ya mencionadas, examinare- den", ~)(presaqQ ~n la qpUcRción de coerción apu!'!tadaa,suprimir
mos en el próximo capítulo- fue el carácter "compensado" de la la amenaza planteada por los procesos previos a la emergencia
devaluación. Hasta e¡llonces éstas habian implicado un correlativo d~ ese Estado, Esto se concreta, fundamentalmente, en los inten-
aumento de ingresos para el sector agrario-exportador, con la cOn- tos de desactivar al sector popular, controlar sus organizaciones
siguiente redistribución en perjuicio del sector urbano, por medio de clase, prohibir sus expresiones en el plano de partidos o movi-
del aumento de los precios relativos de los productos agropecua- mientos políticos, y cerrar 108 canales de aCceso al gobierno ante-
rios en el mercado interno. En cambio, al establecer una reten- riormente provistos por un régimen en el que esos partidos o mo-
ció.n equivalente al monto de la devaluación, en este caso esos in- vimientos tenían gravitación. El éxito en estos intentos implica
.exdl.l$ión. PQHticfl del sector popl}lar, cuya. coutrafªz eS la flparien-
* La salvedad implicada pOr el término "formales" surge de que a cia de "paz social". Esto es, a su vez, requisito para la recupera-
lo largo de la gestión de este ministro se fueron reduciendo -aunque sin ción de la confianza interna y externa en el futuro de la economía,
compensar el alza interna de precios_ las retenciones originariamente esta- expresada en la reversión de las pesimistas expectativas genera-
blecidas sobre el valor dólar de las exportaciones pampeanas.
144 GUILLERMO O'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERAIJES y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 145
das por la crisis que la implantación del EA se propone extirpar. E;:(:Qnámicas, aunque siga siendo alta,qlledaEluj~ta a fluctuaciones
Pero la importancia de la imposición de ese orden no es sólo que implican incertidumbre agravadas por la "Indisciplina" labo-
la que deriva de su logro; también es fundamental que su con- ral y por las políticas -desde el punto de vista de aquellos acto-
tinuidad aparezca verosímilmente garantizada hacia un futuro res- "demagógicas" típicas de aquellos perí(),d,?s. Además, las
bastante prolongado. Para revertir e:'\P~~ta,tivas y lograr confian- políticas de expansión del consumo popular ocurridas en Chile,
za, el EA tiene que parecer capaz de"{~ontim.iar garantizando en Brasil, Uruguay y Argentina antes de los respectivos EA implican
el futuro la "paz social" que impone. Esto se conecta con la se- que, mientras ese impulso no termina chocando contra la balanza
-'gurida'tarea--c1eiB.A-~-I~_j19rIl).a1ización
económica. de pagos, el dinamismo de la economía no es pautado tanto por
La normalización consiste fundamentalmente de: 1) reduc- las principales unidades económicas como por el -aparato estatal,
ción de las fuertes fluctuaciones que, en el período anterior al por el consumo masivo y por las variadas oportunidades que esto
EA, ocurrían en casi todas las variables económicas; 2) reversión ofrece a las franjas más débiles de la burguesia. Estos booms
de la tendencia negativa alrededor de la cual solían producirse previos a la plena eclosión de la crisis de la que emerge el EA son
esas fluctuaciones; 3) modificación de las expectativas de, al me- la anormalidad * de una economía en la que la expansión de las
nos, los actores --oligopólicos- dotados de mayor capacidad para unidades oligopólicas y transnacionalizadas no juega su habitual
determinarla situación de la economía, en un sentido congruente papel de estrecha subordinación del comportamiento de las res-
con los cambios de los puntos anteriores; 4) más en general, ter- tantes unidades. Más tarde, el crecimiento de la amenaza, la infla-
minación de la economía de saqueo del período anterior, como re- clón, la fuga de capitales y la extinción de aquellos impulsos di-
quisito para retomar en el futuro los patrones de crecimiento nanlizadores provocan dos hechos centrales: por un lado, el dis-
"normal" (desigual y transnacionalizante) de estas economías; loque de la estructura productiva generado por las estrategias
5)~~reconversión de la estructura económica (y de clases, aunque defensivas adoptadas por las principales unidades económicas (des-
no se plantee asi por los ejecutores de la normalízación). en el de la retracción de inversiones y su lanzamiento a la más voraz
sentido de subordinar aquéllas a los patrones de expansión de sus especulación financiera, hasta su expulsión o fuga de esos merca-
unidades oligopólicas; y 6) implicado parcialmente' por ,lo ante- dos) ; por la otra, que estas estructuras productivas quedan de-
rior, la reconexión de esa estructura económica con el capital senchufadas del sistema capitalista mundial ....,.......con excepción, cla-
transnacionalluego de la crisis previa al BA, durante la cual aquel TO está, de conexiones que canalizan una acelerada extracción de
suspendió sus préstamos e inversiones desde el exterior, y se re- capital y las que en algunos casos permiten continuar participan-
trajo considerablemente -salvo como participantes del saqueo- do en las rondas del saqueo. En otras palabras, los oJigOpoJios y
en sus actividades en el mercado local. el capital transnacional siguen teniendo su lugar estructuralmen-
te determinado por la transnacionalización y oligopolización de
¿ Qué e..9 normalizar?, ¿cómo se logra?, ¿ cómo se reconoce estas economías. Sin embargo, las crisis precedentes al BA, sin
cuando se ha logrado?, ¿quién importa que lo reconozca? Comen- cancelar ese lugar estructural, tienden a vaciarlo de las unidades
cemos por algunas observaciones generales. La normalidad en es- económicas que, por una parte, desde allí lideran el crecimiento
tas economías consiste fundamentalmente en que la acumulación interno y que, por la otra, son la principal bisagra que conecta
de capital se realice eu principal y sistemático beneficio de sus a estos mercados con el sistema capitalista mundial. La crisis pre-
unidades oligopólicas y más transnacionalizadas, en condiciones via al EA entraña, entonces, un reflujo en el proceso de concen-
que les aseguran una tasa alta de acumulación. Esto implica que tración y transnacionalización del capital, que no llega, sin em-
los patrones de expansión de aquellas unidades tienden a subor- bargo, a anular las características estructurales de alta oligopoli-
dinar el del resto de la economía en un grado aún mayor que en zación y transnacionalización de estas economías **. La pérdida
las economías -más diversificadas y flexibles- de los países
centrales. Es precisamente esa supremacía de las unidades oligo-
pólicas y transnacionalizadas lo que interrumpe la crisis previa * Debo esta observación a Roberto Frenkel.
al BA. Durante ella la acumulación de las principales unidades ** Nuevamente, la necesidad de no extender aún más este texto me
fUerza a remitir, al lec-oor interesado en un desarrollo más completo de
146 GUILLERMO Ü'DüNNELL
PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 147
de confianza, las expectativas pesimistas y el miedo ante la ame- mar para reingresar a una sociedad que hace poco ha mostrado
naza desligan del sistema capitalista mundial a estructuras pro- sus explosivas potencialidades. ~{ayor ha sido también el grado
ductivas para las que no se ha logrado plasmar un modelo alter- y el. tiempo en el que se ha praeticado el saqueo. Mayor ha sido
nativo. también el papel que ha ido tomando la especulación financiera,
M᪠ªlJá de las políticas antiinflacionarias y de balanza de a la que se lanzan casi todos como la mejor defensa contra los
pagos, la particular "normalización" de estos capitalismos entra- riesgos cada vez más impredecibles de una economía tan errática
ñá;'pór lo tanto, dos aspectos fundamentales. Primero, la restitu':' e inflacionaria. Claro está, aunque casi todo el que pueda espe-
cióú de la supremacía de sus unidades oligopólicas y transnaeio"- cula, la parte del león se la llevan las grandes empresas y las en-
nalizadas *, cuya acumulación vuelve a gobernar el dinamismo de tidades financieras que tienen acceso a las oportunidades y a la
la" economía y a subordinar marcadamente la acumulación de otras información necesarias como para hacer de la especulación finan-
unidades económicas. Segundo, la reconexión de esta estructura ciera el ámbito en el que pasan a lograr sus mayores y menos ries-
productiva con el sistema capitalista mundial, en formas que, sin" gasas ganancias. p~~l)ta:tnan~r_a-, cuanto,Il'l,á~ ~allegado a ahon-
dejar de extraer una pesada cuota de dependencia, implican mo- darse la crisis qúe- precede al BA, más decisivf<_p~s~n a serIas
vimientos de capitales no sólo desde sino tambiép hacia estas eco- op~!3:e~()pes finaIlcier3:s ~iT1.d_llY~:r1q() ()peI'_a~icmes can:biarias non
nomías. Por supuesto, f:llgraqoy la modalidad concreta en que se sanctas- para empresas (y tanto más así, cuanto más grande
producen estos resultados varían de caso a caso, dependiendo son) industriales o comerciales. Finalmente,Eomo fue evidente en
-fundamentalmente-- de características específicas de la estruc- Chile hacia 1973 y en Argentina háCia 1976, esas actividades
tura económica previa a cada BA, de' la profundidad de la crisis industriales o comerciales pasan a ser, más que propiamente ta':'
de que éste surgió y de la coyuntura económica internacional. les, la ocasión o el soporte operativo de un capital quc, tratando
En el período siguiente a la implantación del BA el gran de no ser tragado en el saqueo y de optimizar ganancias, seva
problema para los ganadores -aparte de la imposición del "or- transformando en un capital financiero altamente especulativo.
den"- es revertir la situación de manera que la gran burguesía Por añadidura -y a mcdiano plazo, con toda probabilidad, cen
vuelva a cumplir su papel «normal" en estas economías. Pero esta mayor importancía-, el acentuado trasvasamiento de capital ha-
meta no es sencilla; su grado de dificultad es función directa de cia los circuitos financieros, engorda velozmente a las compañías
la hondura de la -crisis política y económica que precede a cada financieras, los bancos y las diversas invenciones institucionales
BA. Cuanto mayor ha sido esa crisis -y, por consiguiente, cuan- que -por parte de quienes tienen el complejo de recursos necesa-
to mayor ha sido la amenaza-, mayor el disloque de una econo- rio, en general grandes grupos económicos-, aparecen en esos
circuitos~' Visto desde esta perspectiva, el saqllco se[tp~()ximaa
mia que no ha dejado de ser capitalista ni ha podido sustituir
a su franja oligopólica y transnaeionalizada. Mayores han sido ªº limite: la metamorfosis de buena parte del capital productivo
también la crisis de balanza de pagos, la desinversión, la infla- en capital financiero. Esto es la faz complementaria - y activo
ción y el grado en el que el aparato estatal se ha ido alejando de agente de aceleración- del disloque de la estructura productiva
su papel de apoyo y promoción de un funcionamiento de la eco- que se agudiza paralelamente con la profundidad de la crisis a la
nomía subordinado a esa gran burguesía. Mayor ha sido también que se llega previamente a cada BA.
el grado en que el capital transnaeional y el gran capital local han Todo esto implica que, cuanto más honda ha sido la crisis
huido de ese mercado, y mayores los resguardos que querrán to- económica y política previa -cuanto más se ha planteado como
una crisis de dominación social o, equivalentemente según vimos
en el capítulo J, cuanto más profunda, como en los golpes de la
estas reflexiones, a un trabajo anteriormente pul)Jicado; Guillermo O'Don- década del 70, ha sido la amenaza-, por exitoso que sea el EA
ncH, "Notas para el estudio de la burguesía local", Documento de Trabajo en su otra gran tarea de imponer el "orden", más empinada y
CEDES N9 12, Buenos Aires, julio 1978. larga será la cuesta que tendrá que remontar hasta que se haya
'* Veremos que esto entraña también importantes novedades en el papc1 logrado algo parecido a un funcionamiento normal -en el sentido
cumplido por ciertas instituciones y actividades estatales. ya especificado- de estas economías.
148 GUILLERMO Ü'DONNELL PATERNA~JISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 149
Típicamente, la implantación del EA ocurre en momentos de rnediante abruptas devaluaciones, con agudo impacto sobre la es-
agudas carencias de balanza de pagos. Además, la inflación suele tructura general de precios. En otras palabras, Ulla alta, creciente
haber a1canzado tasas macro y microeconómicamente inmaneja- y fluctuante tasa de inflación suele resultar de grandes y erráticos
bles. Finalmente, poco o nada queda de impulsos dinamizadores cambios en los precios relativos. Además, en cualquier momento
de la economía que no agudicen uno ti otro, o ambos, de esos pro- sería posible encontrar a cualquiera de diversos sectores -incluso
blemas. ;, Cómo afrontar esto, y sobre todo, cómo cambiar expec- capas del sector popular- como ganador transitorio en la carrera
tativas de manera que ya no alimenten el saqueo sino que comien- de sucesivos reajustes de los precios relativos. Si las fluctuaciones
cen a orientarse hacia reingreso de capital desde el exterior y ha- del nivel general de precios obstaculizan el cálculo económico, es-
cia actividades e inversiones más "sanas"? No es esta tarea fácil. tas fluctuaciones son aún l11ás antagónicas con un funcionamiento
Comencemos por el gran símbolo y resumen de la crisis previa normal de estas economías. Esto no sólo porque las primeras re-
al BA, la inflación. La reducción de. la inflación a tasas "razo- sultan de la agregación de las segundas, sino tanlbién porque sue-
nables" y la predicción de que en el futuro seguirá disminuyendo len ser más violentas, al nivel más directamente relevante para
o al menos se mantendrá estable, es condición necesaria para el determinar el desempeño microeconómico de cada uno de los ac-
cálculo económico a mediano y largo plazo. Un componente crucial tores. Esto, entre otras cosas, determina que la tasa de ganancias
de la normalización es la inflación ¡¡controlada". La inflación es baile al compás de los desplazamientos de precios relativos, inclu-
sólo superficialmente un aumento del nivel general de precios; es so - y esta es una diferencia sustancial entre la inflación del Es-
en realidad la agregación de numerosas fluctuaciones en la estruc- tado pretoriano y del BA- de los salarios. Esto no impide realizar,
tura de precios relativos. En tales condiciones las ganancias sec- en la suma a lo largo del tiempo de esas fluctuaciones, importan-
toriales suelen ser temporarias, ya que generan reacciones de otros tes ganancias. No es este el problema. Lo es la incertidumbre que
sectores que, mediante sus intentos de recuperar o mejorar sus provoca en lo que se refiere a su quant'mn. También es crucial
posiciones, repiten continuamente un doble efecto: nuevos cam- problema -como he insistido en las reflexiones del capítulo 1 que
bios en la estructura de precios relativos y nuevos empujones en estamos retomando- las especiales complicaciones que esto crea
la tendencia general de la inflación'. para las grandes organizaciones de la franja superior de estos
Mientras tanto se rezagan los precios de sectores que no tie- capitalismos *.
nen recursos de poder como para imponer un reajuste favorable; Afirmé que el funcionamiento normal de estas economías es
así ocurre con las capas peor organizadas del sector popular, con incompatible con una tasa alta y fluctuante de inflación. Lo dicho
jubilados y rentistas, con regiones enteras y, también con el debi- hace un momento implica precisar un poco más: es incompatible
litado aparato del Estado pretoriano **. Algún otro precio, como con una inflación cuya tasa agregada resulta de empujones pro-
el de las divisas, puede también quedar rezagado, pero suele saltar venientes de -para retomar un lenguaje más sociológico- diver-
sas clases y fracciones. En otras palabras, la reproducción de es-
'" En el caso argentino la inflación no sólo ha sido alta y errática tos capitalismos no requiere una tasa nula o siquiera baja de in-
en las variaciones de período a período en su tasa agregada, sino también flación; sólo que sea básicamente estable y predecible, y que resul-
muy errática en los cambios a lo largo del tiempo de los precios relativos. te de un tipo de impulso que no afecte Una tasa alta, establé y pre:e
Cí. las observaciones de Juan C. de Pablo ("Precios relativos ... H, op.' cit.)
sobre el carácter nada "neutral" de la inflación argentina. Ver asimismo decible de acumulación de capitaL Esto entraña" qúe se "lógreYi ,dos
Wchard Mallan y Juan Sourrouille, Política económica ..., op. cit. condiciones básicas: 1) que ía tasa de variación dei preCio del
"'* Para datos y análisis del aparato estatal argentino como uno de los trabajo no se adelante a la de la tasa de ganancias; eúelRA se
grandes perdedores de la inflación en términos de sus precios relativos, d. logra en un primer momento mediante la congeh'ición de salados
Carlos IHaz Alejandro, Ensayos, .. ; Richard Mallan y Juan Sourrouille, La y, más tarde, mediante aumentos acordados por decisiones guber:e
política económica_ ..., ops. cits.,. Alieto Guadagni, "Aspectos económicos del
saneamiento urbano en Argentina", Desarrollo económico, 52, vol. 1;3, enero- n~:Illentalcs sujetas a pautas predecibles; y 2) que el precio de
marzo, 1974, y Osear Oszlak, "Inflación y política fiscal en Argentina: el
impuesto a los réditos en el período 1956-1965", Centro de Investigaciones l\'lás aún lo es la amen878, en cS]1C'cial el temor acerca de la conti-
en Administración Pública, Instituto Torcuato Di Tella, Buenos Aires, 1970. nuidad misma de la organización capitalista de la sociedad.
150 GUILLERMO Q'DONNELL
PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 151
otros factores también se congele o acompañe, pasivamente la in- allá de cuanto ingreso pierda-~!! qYI:l.Yt:tno puede coimpulsar la
flación sin constítuirse en un factor de modificación de la estruc- inflación. La inflación, s'us fluctuaciones y los factores que la Ím-
türaex ante de precios relativos. Este es el caso de los servicios pulsan están lejos de sersglo un problema ecánornTcó;·'Soú expre-
públicos y de las divisas, con lo que el gobierno modera los facto- sión de alianzas, victorias y derrotas entre un cambiante haz de
res autónomos de inflación sobre los que ejerce algún control di- fuerzas sociales. Por supuesto, esto deja espacio para conflictos
recto'. El logro de ambas condiciones tiende no sólo a amorti- alrededor de qué fracciones de la burguesía y qué actividades es-
guar las tendencias inflacionarias sino también a una reducción tatales seguirán impulsando la inflación remanente -pero esto
en los factores que pueden impulsarlas autónomamente. Aparte por el momento no nos interesa.
de variables que, EA o no, son exógenas a estas economías -como
El segun<l() granpr()p~erpª,~90nórnil3Q,,~:I'lj9~ªLq~~ BA es la ba-
el precio relativo de importaciones y exportaciones-, con el EA
lanz" de pagos. En todos los casos previos al BA,aunque con di-
los impulsos inflacionarios endógeno~ quedan fllndall1erltahnente
ferente inteTIBidad, diversas medidas nacionalistas o socializantes
reducidos a dos campos: 1) la burguesia, especialmente sus frac- dejaron una larga lista de agravios y reclamos econOri1.1eOS'del
ciones superiores, cuyo poder de mercado se concreta, entre otras
capital transnacional -desde ufilidades declaradas que se prohibió
cosas, en su eufemístico "liderazgo de precios"; y 2) ull aparato
remesar hasta montos indemnizatorios por expropiaciones-, que
estatal que tiende a sujetar sus acciones y omisiones a una H ra_
ejercen fuerte presión sobre las exangües divisas co~ Q'l1e se iriu ll-
cionalidad" codificada en relación a la estructura fuertemente
gura al BA. Por otro lado, el mantenimiento de algún nivel de
oligopolizada de estos capitalismos.
actividad económica, así como el pago de la deuda externa, exi-
Insistimos: la normalización no entraña llegar a inflación gen disponibilidades de divisas a una economía cuyo crédito in-
cero ni a lasas consideradas normales en las economías centrales. ternacional se ha acercado" cero. j, Cómo obterrer, eón la urgen-
Se·'trata,es cierto, de reducirla a tasas no explosivas, pero den- cia del caso, los préstamos' y moratorias que permitan evitar la
tro de ellas basta con que sea estable y predecible, y que los fac- cesación internacional de pagos y mantener la actividad econó-
tores que la impulsan autónomamente desde estos mercados sean mica interna, aunque sólo fuese al recesivo nivel impuesto por las
controlados por la gran burguesía y por un aparato estatal que políticas antiinflacionarias? Éste es un crucial test para una po-
ésta ha penetrado profundamente. Esta es una inflación "razona· lítica económica que apunta tan centralmente a reengarzar estas
bIe", que no sólo no es incompatible con la reconstitución y am~ economías con el sistema capitalista mundial *. La respuesta a
pliación de los canales de acumulación de capital de aquélla; es esta pregunta depende fundamentalmente del capital financiero
también un eficaz instrumento para ello. Una tasa anual de, di- transnaciona1. Veremos que esto entraña imponer condiciones a
gamos, el SO % puede ser intolerable para la gran burguesía si ha las políticas internas del EA en beneficio de un alivio de la balan-
sido imprevista y si, además, en parte significativa es impul- za de pagos que se espera sirva, a través de la restitución de)l1
sada por aumentos salariales, o por erogaciones o decisiones es- '.l.li.bertad" a los .movimientos internacionale~.d.e"cap~~a}~.~
... y.. d~i~
tatales que aquella percibe como demagógicas. En cambio, la mis~ nerosos ajustes de las cuentas que dejó pendientes el período· an-
ma tasa puede ser perfectamente aceptable -encuadrada dentro terior, para que comience a llnormaliúirse" la m6d'aH'dacf depen-
de la peculiar "normalidad" de estos capitalismos- si fue previsi- diente de inserción de estos capitalismos en el sistema mundial.
ble e impulsada fundamentalmente por la misma burguesía. En Pero lo importante es que tanto por clla.d(;de poHUca.
otras palabras, ni económica ni políticamente es lo mismo la mis- antiinflacionaria corno por el de la bali\IlZa de pagos, la"mUrreras
ma tasa de inflación si es impulsada por diferentes actores socia- de lograr la norrnalizaciónestán... 90dAfi<;a~ªs,."y,.gy?_,,~!h~~LJ,º:r}!lP~J';l
les. En este plano la exclusión del sector popular se expreEla -más
* En muy buena medida porque es la recuperaClOn de la capacidad
internacional de pagos (y de endeudamiento) 10 que más interesa al capital
.. Salvo en el primer período del EA, en el que tanto las tarifas de
financiero transnacional, máxime en una coyuntura, como la actual, en la
servicios públicos como el valor de las divisas suelen ser aumentados fuer-
que se superponen una crisis económica internacional y el creciente endeu-
temente -~,pOr encima de la tasa de inflación- para compensar los depri-
damiento de los países "en desarrollo"; sobre estos aspectos d . .Roberto
midos precÍos "políticos" vigentes durarJte el estado pretoriano.
I<'renkel y Guillermo O'Donnel1, "Los programas ...", op. cit.
152 GUILLERMO O'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 153
un importante CaplrUlO de los criterios de racionalidad de la con- también. Luego de la crisis que precede al EA, todo lo que puede
ducción de una economía capitalista. La normalización no se lo- obtener de inmediato la entronizaci6n-de--liberaleS--enSü-áparato
gra sin recuperar la confianza del capital financiero transnacio- económico, es esa actitud de expectativa. La gran burguesía y el
nal *; los criterios que rigen su aprobación y, en definitiva, su
capital transnacional cautamente suspenden juicio:· recortan el sa-
confianza, marcan el desfiladero por el que tienen que pasar las
queo pero todavía no arriesgan a mediano y iargo plazü---en una
de normalización del BA.
ecoriomía que -gran carnbio~ ahora creen que puede mejorar,
En el capítulo I argumenté que el juicio sobre estas econo- pero cuya probabilidad de hacerlo es todavía indetermiñáble.
mías que por lejos más importa es el de sus principales unidades
económicas. En particular, un programa de normalización tiene ¿ Qué es ser "ortodoxo:'? Esto es lo que está codific:ado. Dada
escasas posibilidades de éxito si no es considerado l'racional" y una situación de aguda inflación y crisis de balanza de pagos,
"adecuado" por aquéllas, y -como acabarnos de ver a través del todo ortodoxo debe: 1) reducir drásticamente el déficit fiscal; 2)
acuciante problema inicial de ]a balanza de pagos- por el capital controlar los salarios, ajustándolos. cuantó má.slpasiY~IIl~~t~_a
financiero transnacional. Es imaginable que hayan políticas que las tasas de inflación ya ocurridas; 3) mantener cuidadoso con-
puedan conducir a la normalización, pero bajo el EA, dada la re- trol de la oferta monetaria y del crédito; 4) eliminar subsidios
lación de fuerzas sociales que éste cristaliza, solo es viable el sub-
eonjunto que es aprobado por aquellos actores. Si así no ocurre
al consu:mo masivo; 5) elevar el nivel de ,Heficienci3."~e la_,'_~,~_?~o-
mía, fomentando de hecho la expansión de .las unidades. olígoP91i,
ellos se seguirán comportando de maneras fundadas en pesimistas cas y "abriendo" la economía mediante fuertes rebajas de la ¡;>ro-
expectativas, que influirán decisivamente para que se confirmen lección efectiva con que cuenta la producción local 6) ¡;>ermitir
esas predicciones. Sostendré ahora que ese subconjunto de polí- el "libre" movimiento de capitales desde y hacia su mercado;· y
ticas viables es sumamente reducido, que esto se relaciona estre- 7) evitar abruptas e imprevistas devaluaciones de la moneda-lo-
chamente con uno de los capítulos más rígida y explícitamente cal. Estas prescripciones no ¡;>rovienen de alguna verdad onfóló-
codificados de la "racionalidad" en una economía capitalista, y glca. Son criteríos que a¡;>lican éxplícitamente el capital transna-
qU(~ el Iogrode la normalización pasa por la hipertrofia interna donal, la gran burguesía y la "ciencia económica" contenida en
del cat)ital financiero y, asimismo, por la consolidación y expan- una compleja red de foros, instituciones, pontífices y divulgado-
sión de las fracciones oligopólicas :Y' transnacionalizadas de estas res. Además, basta leer las "recomendaciones" del Fondo Mone-
economías. tario Internacional y conocer los criterios con que func).amentan
No hay normalización posible sin aplicación, respetuosa y sus decisiones ésta y otras grandes organizaciones públicas del
reconocida como tal, de lo que los principales actores económicos capitalismo mundial, para advertir hasta qué punto sus evalua-
consideran racional y caw'íalmente eficiente para ello. ~J EA sólo ciones dependen de que crean que se quiere y se puede aplicar ese
ser el EA conducido, ~_Tl_,s~~_~princip~les resor_t(;se~on6l-rlicos, código. Por otra parte, el Fondo es el gran dispensador de certi-
ortodoxos en la aplícación de ficados de racionalidad de las políticas de normalización; como re-
si no son reconocidos, como conocido custodio de-esa racionalidad, su evaluaci?~e~ ª_~,_ª_~J~~ya
para la normalización: que la importancia para la~ decisiones de otras instituciones fin~1?:cier~s
TIlOdifiquen transnacionales, públicas y p'rivaª_a~,_y, en general, paralas."]±~Ts.
adopten una actitud Las decisiones de esta -institución no -son tan Importantes por su
cOnvencerse más ade- monto como porque suelen ser requisito para que otros segmentos
modificar clicha.s -públicos y privados- del capital finan clero transnaclonal acuer-
andando y la ortodoxia den sus créditos o m<,)ratorias. Además, los compromisos asumi-
dos por los gobiernos para un stand by y el periódico seguimiento
* Como veremos, las condiciones Lajo las c\.;aJes el capital industri;:::} de su cumplimiento por el Fondo son el "certificado de racionali-
y cOll1etTial t¡'ansnacJonal decide volver a arriesgar a mediano y largo plazo dad" de las políticas económicas y.sociales, que se extiende por ese
en estas economías son aún mús rlgul"osas.
gran guardián del código ante la "comunidad internacional de n.e-
PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 155
154 GUILLERMO Ü'DONNELL

inicial no es sólo que los "técnicos" liberales ganen el control de,


gocios" *. Esa certificación es la que abre la posibilidad de recibir armenos, el aparato .económico delBA, Tampoco lo es que tengan
al menoS préstamos de corto plazo por parte del capital trans- antecedentes irreprochables para sus interlocutores jnternos y ex-
nacional. ternos, ni que se extremen en profesiones de ortodoxia; ni siquiera
Esto no sería tan decisivo si no fuera por dQS circunstancias, es suficiente que las medidas que adoptan sigan claramente la
ya señaladas. Una, que es necesario mejorar rápidamente la críti- orientación codificada. Después de todo, durante el Estado preto-
ca situación de balanza de pagos que el EA bereda del periodo pre- riano, y sus recurrentes y siempre fracasados "programas de es-
vio a su implantación. Otra, que su estructura productiva no sólo tabilización", también se dieron estas condiciones. Pero sólo por
ya está profundamente transnacionalizada sino también que así el breve lapso requerido para que se formara una amplia alianza
es, sobre todo, en sus capas oligopólicas. ¿ Qué quiere decir esto?: afectada por esos programas y expulsara a los "técnicos libera-
que lapgUti~~.ci~.Tlº:I'mªJi:¡mción12S evaluada por actores -externos les", y para que estos desplazamientos de personal y de políticas
e int:€rnos- que tienen capacidad decisiva para aliviar o no la escasamente implementadas se constituyeran en una importante
balanza de pagos y para, con sus comportamientos, hacerla fraca- contribución a las fluctuaciones que caracterizaron aquel periodo.
sar. Sus pautas de lo que es racional y aceptable vienen codificadas Para que la reaparición de aquellos "técnicos" pueda cambiar las
a partir del funcionamiento del centro del sistema capitalista expectativas tienen que darse además otros requisitos, en los que
mundiaL Esas mismas pautas -aquí el lenguaje debe ser cuida- descubrimos que el problema está lejos de ser puramente econó-
doso porque no es esta una visión instrumental de la ideología- mico. Ellos son: 1) tiene que ser verosímil que las políticas de
facilitan ya su vez expresan, traduciéndolas como versión obje- normalización se irán decidiendo e implementando, y se manten-
tiva de la "realidad" y de las conexiones causales que las gobier- drán, por todo el tiempo necesario para que rindan fruto. No se
nan, la posición dominante de buena parte de esos actores, no sólo pasa inmediatamente de la crisis que precede al EA a un mundo
localmente sino también en el sistema capitalista mundial. "Li- estable y predecible. Hay un tránsito, que cubre un lapso más o
hertad de iniciativa" y de movimiento de capitales; <¡eficiencia" li1cnos prolongado, durante el cual es necesario que se prediga
que no se detiene ante el "sentimentalismo" de proteger a pro- que se mantendrá la ortodoxia; de otra manera, las aprobacíones
ductores Hmarginales"; "disciplina" fiscal y salariaL Estos son necesarias quedarían en suspenso y, sobre todo, las predicciones
algunos de los preceptos de ortodoxia en base a los cuales estos (y consiguientes comportamientos) seguirían siendo negativos
actores evalúan la situación, resumiéndola eventualmente en su ~con 10 que la normalización sería inviable por carencia de una
confianza y en la consiguiente existencia de un "clima favorable" de sus condiciones necesarias-; y 2) como la decisión de man-
para sus actividades. t~ner la ortodoxia no flota en un vacío social, para revertir aque-
Si la aprobación del capital transnacional y de la gran bur- Has expectativas es necesario también que, en contraste con lo
guesía es condición necesaria para la normalización y si los cri- q~le enseña la fresca memoria del Estado pretoria.no, existá ca:
terios que determinan esa aprobación se hallan rigurosamente pacidad y voluntad de prevenir, y llegado el caso derrotar,las
codificados, es bastante poco lo que el gobierno del EA puede in- alianzas y oposiciones que pueden surgir contra las políticas or-
ventar en cuant-ü a los criterios con que emprende esa tarea. Ere.;. todoxas. Esto equivale a decir que tiene que haberse prod\1cido,
vemente, la ortodoxia -según árriba definida- es condición ne- efectiva y reconocidamente, un cambio en el tipo de Estado; no,
cesaria para la aprobación de aquellos actores y para modificar simplemente, el tránsito de una "democracia" a una "dictadura",
sus predicciones; y esto a su vez es condición necesaria para la sino una radical modificación en las bases sociales de un Estado
normalización. que ahora parece capaz de extender una garantía verosímil de re.-
cuperación de las condiciones generales de funcionamiento "nor-
Considerándolo con un poco de atención, este encadenamiento mal" de estos capitalismos y de garantía de su sistema de do-
está formado por algunos eslabones frágiles. ~J gran problema minación. El Estado pretoriano era un Estado arrasado por alian-
zas de todos los sectores medianamente organizados de la socie-
* Para un desarrollo de este punto debo remitirme nuevamente a Ro" dad, y sus cambiantes políticas son el termómetro de esas alianzas.
daIfa Frenkel y Guillermo O'Donnell, "Los programas ...", op. cito
156 GUILLERMO ü'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 157

Nada. casualmente el EA es un claro contraste a todo esto. La apoyo de aquéllos. Esto implica agregar a la exclusión del sector
exclusión del sector popular, el control de los sindicatos y la su- popular una sistemática falta de atención a las quejas y demandas
presión de las organizaciopcs políticas y de los canales de repre- de, incluso, parte de una burguesía local que querría que el apara-
sentaCión desde los que se invocaban sus intereses, eliminan ti to estatal, víolando el código, la ampare de los costos de la nor-
varios contendientes y reducen las combinaciones de alianzas po- malización y de su agudizada debilidad frente a la gran burguesía
sibles, al tiempo qüela'imposición del "orden" reduce sus moda- y el capital transnacional. La negativa a hacerlo -sin perjuicio
lidades posibles de acción, de l/favores" parciales y altamente desagregados-, entraña un
BA. también erige barreras defensivas contra otras clases alto precio político, que el EA tiene que demostrar su dísposición
v sectores enbcncficio ~e las políticas que estarnos _cOI1sic1~raI1??' a pagar, La capacidad de excluir al sector popular y de mantener
;unque no lo haga con los medios que aplica contra el sector po':' su sordera ante buena parte de la sociedad es el gran test del pe-
pular y sus portavoces, La adhesión del EA al código de la ortodo- ríodo inicial del EA frente al' grancajJital lOcal)' transnacionaL
xia es la prenda fundamental del apoyo de la gran burguesía El EA sólo puede extender a la gran burguesía esas garan-
y del capital transnacio!Jal *, Para ello, el EA tiene que ofrecer la tías con su propia gente; es decir, si y cuando abre sus institucio-
garantía verosímil de s"u adhesión a la ortodoxia, de no caer en el nes a los «técnicos" que encarnan ante el gran capital una visión
futuro en tentaciones de 'isentimentalismo" y "caminos fáciles". de racionalidad económica suficientemente cercana a la de éste.
Esta garantía no es sólo ni tanto contra el sector popular, sino Esta es la base de una aceptación que se sustenta en la pertenen-
contra diversos see~ºr~ªrp~clíos y de 'burguesía local,quienes tie- cia a un mundo común de relaciones, de experiencias y de inter-
nen que aportar importantes "sacrificios" para la recuperación de cambios personales en los que cierta visión del mundo y de lo que
la peculiar normalidad de estos capitalismos, Empleados estata- es en él I<racional" se expresa en común. Esos. Htécnicos" son, por
les, pequeños comerciantes, regiones enteras y no pocos empresa- eso, el punto de imbricación del EA con la gran burguesía y el
rios, entre otros, no tardan en descubrir que la implantación del capítal transnacional. Ellos creen sinceramente servir a un abs-
EA les impone una lógina "eficíentistal> que --en términos de sus tracto interés general cuando ajustan su comportamíento a la ló-
intereses económicos inmediatos- no es menos temible que las goca de funcionamíento de estos capítalismOll. Por eso pueden
fluctuaciones e incertidumbres del periodo anterior, Aquí se juega transar en el EA con paternalístas y nacionalistas en la medida
la credibilidad de la ortodoxia proclamada: ¿ es verosímil que, con- en que no acoten demasiado su control de la política económica
tra los crujidos, no ya del sector popular, sino de partes no insig- y social. Por lo mismo pueden también sacrificar sus "conviccio-
nificantes de las clases dominantes locales, se la mantendrá? Que nes d~rnocráticas" al autoritarismo que, les_re8~1~ claro, es un
el sector popular debe continuar excluido y severamente contro- requísito para que su tarea sea posible, Son, por eJlo, los Interlo-
lado es "obvio", pero de la respuesta que se dé a aquella pregunta cutores de los organismos transna'cionales y de los financistas que
también depende la confianza de la gran burguesía y del capital brindan apoyo al EA; en realidad, ese apoyo se da, si no directa-
transnacionaL Una actitud" firme" y "sin concesiones" de adhe- mente a ellos, al EA en tanto ellos tienen y parece probable que
sión al código es la prenda que desde el EA se entrega para el conserven una decisiva cuota de poder. Pero, aun con esta cons-
telación de factores favorables, la tarea de quíenes toman á sU
.. Por cierto, esta alianza no excluye fricciones entre segmentos de cargo la normalízación no es fácil, Este tema lo seguiremos exa-
la gran burguesía y del capital transnacional con los liberales a cargo de la minando desde diversos ángulos; aquí, en línea con el nivel de
normalización. No pocas veces --como tendremos ocasión de ver incluso
en el caso relativamente menos ortodoxo de estos BA, el de la gestión de
análisis en el que se ha colocado esta sección, me limitaré a algu-
Krieger Vasena- esas fricciones se deben a lo que, para algunos de aque- nas consideraciones generales., Afirmé que cuanto más profunda
llos segmentos, aparece como excesiva ortodoxia de los gobernantes. Una ha sido la crísis previa, mayor es el tiempo con que cuenta él BA
importante cuestión en este sentido es el de las protestas del capital local- para recuperar la confíanza de la burguesía y Iograrlano1'1l1"~
mente radicado (incluso filiales de ETs) frente a las consecuencias prác- lización. Pero por otra parte, en .el capít,ulo 1 vimos que la _pro~
ticas de la aplicación del sacrosanto principio de "abrir" la economía y
hacerla "eficiente" a nivel internacional en términos de sus ventajas compa- fundidad de la crísis social y política se víncula ,_estrechamente
rativaS. con la gravedad de la crisis económica que también precede al BA.
158 GUILLERMO Ü'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 159
Esto a su vez entraña que cuanto mayor ha sido la cnSlS econó- tinuidad futura. Mientqs ello no ocurra aquellos arriesgan poco,
mica menos probable es que se recupere la confianza y se llegue por más que apoyen políticamente a los ortodoxos que quieren y
a la normalización; o, por lo menos, es significativamente mayor tal vez puedan extender esa garantia. Además, mientras dura el
el tiempo necesario para ello. Brevemente, cuanto más profunda lapso requerido, y como parte de la garantía misma, el aparato es-
la crisis previa, mayor el lapso con que se cuenta para recuperar tatal tiene que "racionalizarse", aumenUJ.:r:lQ() ...D9 SQ}() su, eapaci
ü

confianza y normalizar, pero menor la probabilidad y mayor el dad de control sobre los excluidos sino también de manejo de los
lapso en que ello es eventualmente posible. Aquí veremos rápida- instrumentos de política económica que deben disminuir las fluc-
mente la fundamentación de estas afirmaciones, que más adelan- tuaciones preexistentes. También tendria que realizar las obras
te retomaremos en base a los datos del caso aquí estudiado. de infraestructura física y comunicaciones que _ permitirán sopor-
El programa de Krieger Vasena fue menoS ortodoxo que el de tar y brindar economías externas a las eventuales inversiones
Campos-Bulh6es en Brasil y, por cierto, menoS aún que el de Chi- futuras. Sin un. esfuerzo exitoso en estos sentidos las inversiones
le post-1973 H. ¿Se debe esto a idiosincrasias personales o a ¡¡es- privadas internas y externas no se producen en la cantidad y re-
cuelas" económicas que influyen más o menos en uno u otro caso? gularidad necesarias o, simplemente, la incipiente confianza se
Tal vez, pero sólo en parte y secundariamente respecto de otros evª,pora. Cortado abruptamente el amenazante período previo y
dos factores. El primero, la diferente gama de oportunidades de enfrentado a una profunda crisis económica, el gobierno del EA
políticas económicas que, aún dentro de la ortodoxia, ofrecen la inicia, con evidentes intenCÍones nupciales, su cortejo del gran ca-
dimensión del mercado interno de cada uno de estos casos y varia- pital -local y transnaciona1. Estentóreas adhesiones al código,
ciones en la coyuntura económica internaciona1. El segundo, el rechazo de toda Hdemagogia" o "sensiblería", espectaculares de-
que cuanto mayor es la profundidad de la crisis (incluso econó- mostraciones de la capacidad y volnntad que abora existen para
mica) previa al EA, mayor la dependencia frente al capital finan- imponer "orden", son características iniciales que sólo pueden ser
ciero y, por lo tanto, mayor la necesidad de ajustarse a la ortodo- entendidas en función de ese anhelante cortejo. Pero la espera no
xia -aunque ella entorpezca con toda evidencia la normalización es fácil ni breve. Por lo tanto, para atraer grandes y continuadas
a la que se apunta. inversiones internas y externas sería necesario que. la economía
retomara una tasa razonable de crecimiento -para ]0 cual a su
Los liberales en la conducción económica del BA hacen su par- vez haria falta que la gran burguesia y el capital transnacional
te, ajustándose al código. Antes del EA poco o nada quedaba de ya estuvieran jugando el papel impulsor que no desempeñan de-
la confianza del gran capital interno y externo. La crisis desliga bido a la cautela con que todavia evalúan la situación. Pero la or-
a estos capitalismos del sistema mundial del que son parte. En todoxia impone la contención de sueldos y salarios, la drástica re-
mayor grado que en el caso de economías menoS complejas y trans- ducción del déficit estatal y la eliminación de subsidios a activi-
nacionalizadas, ese desenchufe de los capitalismos del que emerge dades "ineficientes" y al consumo masivo, COIDQffiapeXa de fÜU5-
el EA es la medida de la profundidad de su crisis. Ante ello una tar el nivel de actividad de la economía a sus «verdaderas" posi-
tarea central del EA es recomponer la alianza con la gran burgue- hilidades. Por 10 tanto, el impacto recesivo de estas recetas aumen-
sia y el capital transnacional. Pero parte del gran capital que ta la sub-utilización de la capacidad productiva instalada, lo que
deberia liderar la nueva etapa no está abi. La crisis previa al EA hace irracional invertir en su ampliación. Dado todo esto, ¿ de dón-
lo ha ahuyentado y, aunque la estructura que tanto ayudaron a de pueden provenir los impulsos que en corto plazo mantengan
conformar les ofrece ancho espacio, para que la gran burguesía el nivel de actividad global y eventualmente generen algún creci-
y el capital transnacional jueguen ese papel impulsor -invirtien- miento? Natural, pero poco ortodoxamente, del aparato estatal.
da en actividades menos especulativas y reingresando desde el ex- Esto es otro de los originales aspectos de estos caS08. Por una
terior-, el EA tiene que hacer méritos, compitiendo con coloca- parte el código exige que también el aparato estat.:'ll se 'Iracionali-
ciones alternativas a escala mundiaL Esos méritos son, como ya ce", entre otras cosas, eliminando personal "sobrante", reducien-
he señalado, no sólo la adopción de politicas social y económica- do su déficit y devolviendo a la '1iniciativa privada" actividades
mente <lracionales" sino también la verosímil garantía de su con- productivas de las que se fue apropiando en períodos anteriores.
160 GUILLERMO O'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 161

Por cierto, en su período inicial, el BA se sujeta a estos requeri- rniten -único éxito indiscutible de la ortodoxia- mejorar la po-
mientos. Pero, al mismo tiempo, el impacto recesivo de las po1í~ siciq:r¡ de divisas y el. accesoa¡;J:'~.ªit9i:rlte:.t:"n8:cia.nal. .d~c{)r.tQ ..pla-
ticas de. normalización y la persistente retracción de inversiones zo *'. En parte también mediante un aum·entó-de la capacidad
privadas internas y externas hacen del aparato estatal, casi por administrativa de recaudación tributaria. Pero eso no basta. El
descarte, la única Íllente a corto plazo de dinamización econó- aparato estatal tiene que aumentar fuertemente sus ingresos si
mica, o por lo menos de mantenimiento de cierto nivel de activi- es que se va a mantener algún impulso de dil}a.111izaciÓn de la eco-
dad. Pero esto entraña el crecimiento del gasto de inversión pú- nomía en el duro período de la ortodoxia, sin violar el sagrado
blica, al tiempo que el código exige que se reduzca el déficit fiscal. precepto de disminuir drásticamente el déficit fiscal. Aqui lils
El impacto de las políticas que derivan del código es netamente variaciones de uno a otro caso son importantes pero, por supues-
recesivo, pero si el gobierno no encuentra maneras de aliviar ese to, el código exige que el consiguiente aumento de la capacidad
impacto, difícilmente atraiga inversio:n.es productivas ni los prés~ extraetiva del aparato estatal no se haga a expensas de la gran
tamos a largo plazo de un capital transnacional que mantiene su burguesía, cuya confianza interesa especialmente lograr; es decir,
reticencia ante una economía que no sale de su postración, s~n esas reformas fiscales acentúan aún más, con su claro impacto
contar a-Igo que, al menos por el momento, poco preocupa a los redistributivo, las penurias del resto de la sociedad. Por esas ra-
gobernantes -como lo es agudizar el ya serio empeoramiento de zones, el tránsito "desde una economía de especulación a una eco-
las condiciones de vida del sector popular. Esa reticencia, por su nomía de producción" -corno lo llamaron las. autoridades argen-
parte, se manifiesta en que si bien las clases dominantes, inter- tinas después de 1976- encuentra enormes dificultades. A estas
nas y externas, prefieren la supervivencia de este Estado - y subyacen no sólo los impactos recesivos y socialmente regresivos
en consecuencia, políticamente le brindan apoyo-- no están seria- de la política económica sino también que, como se vio claro en los
mente dispuestas a arriesgar capital a mediano o largo plazo en golpes de la década del 70, cuanto más profunda fue la crisis (y
una economía que no sale del marasmo impuesto por la combina- consiguiente amenaza) precedente, mayor es la tendencia de la
ción de la crisis previa y de los impactos recesivos de la ortodoxia. burguesía a volcarse hacia una desenfrenada especulación. En
estos casos, aqueIIa continúa desviando hacia los circuitos finan-
En otras palabras, el código exige cirugía macroeconómica
cieros buena parte de sus recursos, incluso después de implantado
como testimonio de la uracionalidad" que el BA debe acatar, pero
el BA. De esta manera el mismo sujeto social que es el principal
los impactos de esa cirugía, combinados con las reverberaciones
bE'neficiario de la normalización económica, la dificulta grande-
de la crisis que precede al EA, orientan las orientaciones micro-
mente.
económicas de la gran burguesía y del capital transnacional hacia
el mantenimiento de una cauta expectativa y de comportamient08 Los casos de la década del 70, donde la crisis se centró al
especulativos que quedan cortos del impulso dinamizador que ha- nivel de la dominación social, necesitan de detalladas investiga-
ria falta para que adopten una evaluación optimista de las pers- ciones. Todo indica que, a partir de una crisis más profunda que
pectivas de la economía. la que precedió al EA aquí estudiado, se desatan procesos bastan-
te más complejos y destructivos que los que forman el campo em-
Este enigma sólo puede ser resuelto por un gobierno que no pírico del presente caso. Una diferencia importante es que, a pesar
puede"·,riolar el código··sin arruinar sus posibilidades de vencer (le que, como veremos, el capital financiero creció velozmente du-
la cautela de la gran burguesia y el capital internacional. Con una rante el período de Krieger Vasena -en lo que, dicho en tales tér-
base tributaria congelada por el escaso o nulo creciníiento al que
contribuyen las políticas antiíriflacionarias, ¿ de dónde pueden sa- * Otro factor que puede adquirir peso es el aumento del saldo positivo
lir losféeursos,rgénuinos" necesarios? (si no lo fueran aumenta- de la balanza comercial, generalmente debido al efecto combinado de un
rían el déficit fiscal, lo que violaría uno de los sagrados íterns del ,lLlnll'nto de las exportaciones y de la caída de importaciones resultante de
código) .En parte de la reducción del personal estatal y de sus la recesión interna, Pero este factor varía de caso a caso, de acuerdo con
las especificidades de los principales productos de exportación y coyunturas
sueldos, lo que hostiliza a sectores medios que suelen apoyar la de la eCOl1ornía internacional, por lo que aquí sólo puedo dejado mencionado,
la implantación del EA. En parte de diversos mecanismos que per- L"('ll cargo dl;~ relomarlo en relación al caso aquí estudiado.
GUILLERMO O'DONNELL
PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 163
162
Universidad Federal de Rio de J aneiro, 1978; y el comprensivo estudio
minos de generalidad, todo período de normalización durante un de José Serra, "O crecimerlto económico Braaileiro (1967-1980) e seua
EA se parece-, no llegó a subordinar el ritmo y dirección de la principais problemas", mimeo, CEPAL-CEBRAP, Sio PauIo, 1981.
economia en el grado en que Jo hR hecho en los EA contemporá- Sobre Chile, Tomás Moulián y Pilar Vergars, "PoHticRS de estabiliza-
neos. Diferencias como estas sólo pueden ser debidamente resal- ción y comportamientos sociales, 1973-1978". mímeo, CIEPLAN, San.
tiago de Chile, 1979; Alejandro Foxley, I'Hacia una economía de libre
tadas una vez que hemos detectado, a mayor nivel de generalidad, mercado: Chile, 1974-1979", mimeo, CTEPLAN, Santiago de Chile, 1980;
un tipo, el Estado BA, junto con algunas características que Joseph Ramos, "Inflación persistente, inflación reprimida e hiperinfla~
comparten todos los programas de normalización intentados a par- ción = lecciones de inflación y estabilización en Chile H , Cuadernos de
tir de su implantación. Podemos ahora emprender el estudio del Economía, n9 43, diciembre 1977. Interesantes aportes comparativos pue-
programa de Kríeger Vasena. Luego de ello, podremos volver a den hallarse en Carlos Díaz Alejandro, "Southern Cone Stabilization
Plan s", mimeo, PUC·IRI, Rio de Janeiro, 1980; Alejandro Foxley, "In·
algunas comparaciones. flación, Brasil y Chile", Estudio8 CIEPLAN, n\' 1, 1979, y, desde una
perspectiva más larga, Thomas Skidmore, "Toward a Comparative
Analysis of the link between politics and economic development in -Ar-
gentina and Brazil", mimeo, Universidad de Wiscou&in, Madison, 1980.
6. Cf. declaraciones adoptando el ¡'Plan de Acción" - y el endurecimiento
del lenguaje, aunque no de las demandas formuladas-- en La Razón,
19 de febrero de 1967, p. 15.
NOTAS
7. Cf. Documentación e Información Laboral (DIL), Nucleamiento8 8in-
d1'cales, Serie Documentos, Buenos Aires, julio 1972, y los datos de con-
centración-extranjerización de la industria argentina que, resumiendo
1. Cf" p. ej" Primera Plana, 22 de noviembre de 1966, p. 18. Para datos
los estudios alli citados, se presentan en Guillermo O'Donnell y Delfina
sobre las numerosas vinculaciones de Krieger Vasena con grandes em- Linck, Dependencia y autonomía, Amorrortu Editores, Buenos Aires,
presas nacionales y transnacionales, así como con ADELA y otros or· 1973, cap. lII.
ganismos del capital transnacional, d. Rogelio García Lupa, 1'tlercenarios 8. Como primer paso el gobierno querelló judicialmente a la CGT por in-
y rnonopolios en la Argentina, de Onganía a Lanusse: 1966-1973, pp. currir en "técnicas subversivas"; La Nación, 10 de febrero de 1967, p. 2.
116-121, Editora Achával Solo, Buenos Aires, 1973, y Gregario Selser, Poco después (14 de febrero), sancionó el decreto 738/67, reglamen.
El onganiato " la espada y el hisopo, vol. l, pp. 283-291, Carlos Samanta tario de la ley de Defensa Nacional.
Editor, Buenos Aires, 1973. 9. Comunicado del CONA SE en La· Nación, 15 de febrero de 1967, p. 1.
2. Cf., p. ej., Primera Plana, 22 de noviembre de 1966, p. 18. 10. Cf. ibid., 11 de febrero, p. 1; 23 de febrero, p. 1, y 25 de febrero de
3. Ley 16.956 del 24 de setiembre de 1966. 1967, p. 1.
'1. CL, p. ej., discurso de Borda en La Razón, 16 de marzo, p. 1, Y 27 de 11. Comunicado en ibid., 19 de febrero de 1967.
junio de 1967, p. 1, Y Diaz Colodrero en La Nación, 24 de junio de 1967,
12. Ibid., 21 de febrero de 1967, y CGE, Memoria anual, Buenos Aires, 1967.
p. 1. Ver también la compilación Cinco discursos y 'Una re-volución, Mo-
vimiento Humanista de Derecho, Buenos Aires, 1968. 13. Cf. las "Memorias anuales" (Buenos Aires, 1967), de SRA, CAe y UIA.
La misma posición fue adoptada por la gran prensa, que desde junio
G. Para las referencias que iré haciendo sobre la política e.conómica en
1966 vino planteando este tema; cf., por ej., La Nación, 16 de febrero de
Brasil y Chile después de los respectivos golpes, las principales fuentes
son: sobre Brasil, Thomas Skidmore, l'The years between the harvcst:;:;: 1067, p. G; La P1'cnsa, 18 de diciembre de 1966, p. 6, y 25 de enero de
1967, p. 6, y Economic Survey.
the economics of the Castelo Branco Presidency, 1964-1967", Luso-Era·
~ilian Review, vol. 15, nQ 2, Invierno, 1978; Edmar Bacha, Os mitos de 1,1. Cí., La Nación, 6 de marzo, 7 de marzo, 9 -de marzo y 10 de marzo de
tema década, Paz e Terra, Rio de Janeiro, 1976; Albert FishJow, "Some 1967, p. l.
refleetions on Post-1964"; "Brazilian Economic Policy", en Alfred Ste- liJ. Cf., p. ej., Confirmado, 14 de marzo de 1967, p, 14.
pan ed., Authoritarian Brazil; Origine, PoUcies and Futu1'e, pp. (lfJ·
Hi. Cf.,Crónica, 16 de junio de 1967, p. 6.
113, Yale University Press, New Huven, 1973; Paulo Singer, A c'l"ise do
]l,Jilagre, Paz e Tena, Riode Janeiro, 1976; André Lara Rescnde, "A 17. La Naóóll, 8 de marzo de 1967, p. 1.
politica Bra"ileira de estabiliza¡;ao = 1%7-1968", PU-IRI, nio de .la- 18. ¡bid.,11 de marzo de 1967, p. 1.
neiro, 1980; Franeisco de OUveira, A cC0110mia da (/c}umdellóaiJlljll'l"_
'-U. Cf., Primera Plana, 11 de abril de 1967, p. 17; comentando instrucciones
(dta, Graal, Hio de Janeiro, 1977; Maria da Concei~ao Ta\'arcs, A,!!-
de Perón para que los sindicatos adoptaran actitudes "combativas".
'lIIu!ar¡¡o de ('upi!a[ (' r)l(lllstri(l!i_z(l~'ÜO no }]nlsil, Tesis de Libre Docencj".
164 GUILLERMO O'DONNELL PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACIÓN ECONÓMICA 165

20. CL, por ej., La Nación, 15 de marzo de 1967, p. 18; declaraciones de 37. Cí. esp., Juan C. de Pablo, "Precios relativos -_ distribución de ingreso
Kriegcr Vasena en ibid., 23 de marzo de 1967, p. 6; Comunicación de la y planes de estabilización: la experiencia argentina durante 196-7·1970",
Secretaría de Trnbajo en ibid" 4 de marzo, p. 1, }' 14 de junio, p. 1, Desarrollo Económico, nQ 57, abril~junio de 1975.
e ibid., 21 de agosto de 1967.
38. Cf. Juan e, de Pablo, Política ant'iinflaciona?'ia en la Argentina, 1967-
21. Sobre este punto, Guillermo O'Donnell, «El <tcorporativismo» ...", ap. 1970, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1972, y Richard Mallan y Juan
c-it. Para una actualización teórica y empírica del tema, Ruth Berins Sourrouille, Política económica en una sociedad conflictiva. El caso aJ'~
Colliel' y David Collier, "Inducements vs. Constraínts; disaggregating gentino, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1976.
t:Corporatlsm)", American Political Scicnce Revicw, vol. 73, nQ 4,
39. El grado de sub utilización de la capacidad industrial, hacia fines de
diciembre, 1979. 1966, había sido estimado por el Consejo Nacional de Desarrollo
22. La Nación, 18 de enero de 1967, p. 1. (CONADE), en aproximadamente el 30%; cL Juan C. de Pablo, Polí-
tica . . " OJ). cit.
23. Texto del discurso en política econó~nica argentina - DisCIU'SOS del mi-
nú'ira de Economía ¡¡ Tyubajo, t. 1, Ministerio de Economía y Trabajo, 40. Para análisis de este fenómeno, esp. Osear Braun, "El desarrollo del
Buenos Aires, 1%8, pp. 25~36. ('apital monopolista en la Argentina", en Osear Braun, comp., El capi H

talisnto argentino en crisis, Siglo XXI, Buenos Aires, 1972; Mario


24. Ley 17.224 del 31 de marzo de 1967. Brodersohn, "Política económica de corto plazo, crecimiento e inflación
25. Ley 17.253 del 27 de abril de 1967. en la Argentina", en Jornadas de Economía, Problemas económ¡:cos
argentinos. Diagnóstico y politicu, Ediciones Macchi, pp. 3-64, Buenos
2G. Ver su celebración en La Nación, 16 de mayo de 1967, p. 1. Para los Aires, 1974, y Marcelo Diamand, DoctTinas económicas, dcsaTTol[o e in~
términos del "acuerdo", Ministerio de Economía y Trabajo, Polít'ica dependencia, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1973, op. cit. Para un
económica .. . , op. cit., pp. 49·50. análisis general en economías dependientes pero extensamente indus·
27. Ley 17.330 del 5 de julio de 1967. Poco antes se acordaron facilidades trializadas y una cuidadosa fundamentación empírica referida al caso
para importar bienes de capital (eí. La Nación, 11 de junio de 1967, mexicano, el importante libro de Fernando Fajnzlber y Trinidad Mar-
pp. 1-18); tínez Tarragó, Las empresas transnacionales: expansión a. nivel ¡¡¡'lO/-
dial y proyección de laindll.stria "lfw::dc(ma, Fondo de Cultura Econó-
28. Ley 17.3;)[; del 10 de julio de 1967. mica, México DF, 1975.
29. La Nación, 28 de julio dc 1867, p. 1. 41. Cf., esp., las ops. cite. en nota 6.
:10. l/)-id., 5 de agosto de 1967. 42. Sobre el caso argentino post.1976 cí., esp., Roberto Frenkel, "Deci-
;51. CL cables de AssociaLed Press y United Press en La Nació1!, 21 d<::
cisiones de precios en alta inflación", Estudios CEDES, n') 3, 1979, Y
¡narzo de 19G7, p. 1. "El mercado de capitales en la Argentina", daetilografiado, CEDES,
1980, de próxima publicación. Una importante interpretación general
;>2. ¡bid., 23 de marzo de 10G7, p. 1. Parte del documento del FMI aproo de este período es Adolfo Canitrot, "La disciplina como objetivo de la
bando el programa presentado por Krieger Vasena se encuentra en política económica. Un ensayo sobre el programa económico del gobier-
ECO)1omic SUf'-Ul'lI, 3 de mayo de 1967, pp. 9~18; en el mismo puede no argentino desde 1976"; un intento de relacionar los golpes de la
advertirse la insistemja del Fondo en la "[importancia] que la polític<l. década del 70 (de amenaza y crisis significativamente más profunda
salarial sea aplicada con firmeza y no se deje corrocr por ajustes cs- que los de Brasil 1964 y Argentina 1966), con los avatares de sus
pedales o excepciones", así como que se continúe con la rebaja de los políticas económicas, es Guillermo O'Donnell, "Las Fuerzas Armadas
derechos de importación (p, 17). Por supuesto, y como veremos, am- y el estado autoritario en el Cono Sur de América Latina", de próxi-
hos puntos iban a convertirse en nudos de conflictos nada insignificantes. ma publicación en un libro compilado por Norbert Lechner, Siglo XXI,
Móxico DI".
~.13. La Nación, 18 de abril, p. :1; 2 de mayo, p. 1, Y 3 de mayo, p. 1, 1r1f;-.
:34. ¡bid., 10 de abril de 196'¡, p. L
~3Ci. Sobre el énfasis inicial en la reducción de la tasa. de inflación y en el
logro de "confianza" interna y externa, cf. los discursos de Krieg-el"
Vasena en T\Iinisterio de Economía y Trabajo, Política económica.
OJl. cit.
;W. Sobre estos temas Roberto FrenkeI y Guillermo O'Donnell {'Los pro-
.Iuamns de estabilización convenidos con el FMI Y sus impactos inter-
nos", Estachos CEDES', N' 1, Ruenos Aires, 1979, y la lJilJllogl'afí,\
allí citada.
Universidad Nacional de
Facultad de Ciencias
Córdoba
Lic. enSociales
Sociología y en Ciencia -CI
Política C

Historia Social y Política Argentina


(III)
TEÓRICO
Unidades
S
4-5-6
AÑO
Unidad 4
3
4
13
14
15
16
17
18
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109
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Unidad
5
QUIROGA Hugo “El tiempo del proceso”. En SURIANO, Juan Dictadura y democracia
(1976-2001). Colección Nueva Historia Argentina, T. X. Buenos Aires, Sudamericana,
2005
pp. 33-86.

El Tiempo del "Vwceso"

por HUGO QUIROGA


EL AUSPICIO INICIAL
AL GOLPE

El golpe militar que de-


rrocó al gobierno constitu-
cional de Isabel Perón tuvo
l u g a r el 24 de m a r z o de
1976. U n a v e z m á s , las
Fuerzas Armadas se consti-
tuían en actores políticos di-
rectos de la vida nacional.
Los pronunciamientos, los
golpes de Estado y las jun-
tas militares caracterizaron
la historia política argentina
del siglo XX. Con el golpe
de 1930 los militares pasa-
ron a ocupar un lugar pre-
p o n d e r a n t e en el e s c e n a -
rio nacional, por lo que se
constituyeron en un compo-
nente esencial del sistema
político, que se había refor-
mado en 1912 mediante la
Ley S á e n z P e ñ a . En esa
época nació el militarismo
en la Argentina al iniciarse
la tercera década del siglo
en medio de una crisis que
sacudía al mundo; surgía,
entonces, el poder militar
con sus múltiples formas de
i n t e r v e n c i ó n en la escena
política.

En 1976, las Fuerzas Ar-


madas desplazaron del po-
der al partido mayoritario
de ese momento, el justicia-
lismo, elegido democrática-
mente en 1973 con el apoyo
masivo del 49,5 por ciento de los votos. N o obstante, la mayo-
ría de los argentinos no ofreció resistencia. Los ciudadanos
parecían no sentir al gobierno y a la democracia como propios.
En efecto, el Estado democrático no pudo contener en su inte-
rior, y mucho menos resolver, las tensiones sociales acumula-
das durante décadas. Quizá se encuentre allí la causa principal
por la que fue rápidamente desbordado por el juego incontrola-
ble de las arraigadas corporaciones, la estancada economía y la
violencia generalizada de los diversos grupos privados que hi-
cieron perder al poder público el control monopólico de la
"violencia física legítima".
Los meses previos al golpe pusieron en evidencia la crisis
de autoridad que paralizaba al gobierno nacional, trasluciendo
descarnadamente la trágica tendencia a la disolución institu-
cional: un movimiento obrero replegado desde fines de 1975,
los partidos políticos enredados en su debilidad y la mayoría
social expectante ante el juego alternativo del poder militar. El
estado de derecho y la sociedad se agitaban en un proceso de
desgarramiento, en el que la falta de credibilidad de las institu-
ciones democráticas y el deterioro de la autoridad presidencial
estimulaban el ascenso del "orden" que prometía el poder mi-
litar. Con las palabras que siguen Ricardo Balbín sintetizaba
(por la cadena de radio y televisión, a sólo ocho días del golpe)
la crisis de dos realidades íntimamente compenetradas: "Cuan-
do se descompone el Estado, se descompone la sociedad. N o
hay términos medios. Descompuesto arriba, como una verti-
cal, se van destruyendo las estructuras de una sociedad".
Las condiciones políticas y sociales desfavorables al gobier-
no justicialista fueron, en definitiva, las que abrieron paso a la
intervención castrense. Frente al desprestigio creciente del go-
bierno nacional los militares supieron trazar una táctica eficaz.
Sabían que la descomposición del régimen peronista (por la
severa crisis económica, la represión oficial, la violencia gene-
ralizada, la inseguridad para las inversiones, la visible incapa-
cidad de la presidenta) era el camino más corto al poder. Había
que esperar solamente el momento oportuno. Los partidos po-
líticos no supieron encontrar una salida institucional a la crisis
y la dirigencia sindical no podía movilizar (en el caso de que lo
hubiera querido) a la retraída clase obrera detrás de la defensa
de Isabel Perón. El golpe tenía las puertas abiertas. Una parte
de la opinión pública esperó deseosa la intervención y la otra,
mayoritaria, resignada.
Los editoriales de la gran prensa del país ponían de mani-
fiesto la indiferencia de la población ante el golpe militar. La
notable ausencia de reacciones era explicada por la mala repu-
tación y el descrédito del gobierno constitucional. Pero los co-
mentarios se extendían más allá de esta simple constatación
para arribar a un apoyo franco y abierto al advenimiento del
nuevo régimen. "Un buen punto de partida" fue el título de la
nota editorial del diario Clarín del 26 de marzo, en donde se
afirma que "el reemplazo del elenco gubernamental y la susti-
tución de un régimen agotado abren perspectivas en las que es
dable depositar la hasta ahora defraudada confianza de los ar-
gentinos". Por su parte, el editorialista de La Prensa titulaba el
27 de marzo: "Orden, seguridad y confianza" y no sólo reivin-
dicaba el pronunciamiento militar sino que también felicitaba
a las Fuerzas Armadas por la "prolijidad" del golpe cometido
en el lapso de dos horas. C o n un tono elogioso se e x p r e s a
igualmente el diario La Nación.
A pocos días del golpe, los funcionarios castrenses se jacta-
ban de la buena aceptación que había tenido en la sociedad el
Proceso de Reorganización Nacional, según la d e n o m i n a c i ó n
dada por las Fuerzas A r m a d a s a la intervención. Esta aproba-
ción general había colmado sus expectativas de éxito. U n a lí-
nea de consenso pareció organizarse en torno al p r o n u n c i a -
miento autoritario, aunque el futuro argentino se mostraba to-
davía incierto y las intenciones de los militares aparecían, en
la m i r a d a de la mayoría, c o m o confusas. U n a sociedad sin pro-
yecto había acordado, en la b ú s q u e d a de una alternativa, un
nuevo crédito al retorno militar. El interés despertado no tar-
daría en desaparecer ante un gobierno que no pudo resolver
— s i n o que m á s bien a c e n t u ó — las tensiones de una sociedad
que no cesaba en su declinación.
La estrategia discursiva de las Fuerzas Armadas estuvo desti-
nada en un primera época a legitimar su intervención en el esce-
nario político. El consenso al golpe pretendió organizarse alre-
dedor de la constatación de las crisis sucesivas por las que había
atravesado el país, en particular aquella que había llevado al po-
der al último gobierno peronista. El golpe de 1976 buscaba su
legitimación mediante la conocida teoría del "vacío de poder",
el argumento del "caos económico y social" y el peligro de la
"subversión terrorista", que conducían a la "disolución de la
N a c i ó n " y a la "anarquía", tal como lo estableció la Proclama de
la Junta de Comandantes conocida el 24 de marzo.

Primer mensaje presidencial de Jorge Rafael Videla

Pero debe quedar claro que los hechos acaecidos el 24 de marzo no


materializan solamente la caída de un gobierno. Significan, por el con-
trario, el cierre definitivo de un ciclo histórico y la apertura de uno
nuevo, cuya característica estará dada por la tarea de reoganizar la
Nación...

Fuente: La Prensa, 30 de junio de 1976.


Como se dijo, el ciclo militar en la Argentina comenzó en
1930. Desde entonces y hasta 1976 se produjeron seis golpes
de Estado, que dieron por tierra con la legalidad constitucional
en los 46 años de vida institucional que separa a una fecha de
la otra. En esa historia política entrecortada se sucedieron los
diferentes regímenes militares alternados con regímenes civi-
les nacidos de la proscripción del radicalismo primero y del
peronismo después y de actos electorales fraudulentos. Los
comportamientos pretorianos de la sociedad a lo largo del si-
glo XX revelan la poca creencia de ciudadanos y dirigentes en
los valores de la democracia. El "pretorianismo" es la acepta-
ción de la participación de los militares en la esfera política.
Cuando el orden constitucional pierde legitimidad, la solución
de fuerza adquiere una vitalidad progresiva, y se asienta en la
crisis de confianza en el Estado democrático. Sin apoyo civil
los golpes militares no hubieran tenido lugar. Los militares ar-
gentinos sólo vuelven las armas contra los gobiernos civiles
cuando comprueban la falta de fe de la sociedad en el orden
democrático, y el ejemplo de Isabel Perón así lo demostró.
Entre 1930 y 1983, los partidos políticos compartieron con los
militares el protagonismo reservado solamente a las estructuras
partidarias dentro de un orden democrático. Unos y otros se han
proclamado fuente de autoridad y han ejercido el poder. La parti-
cular relación de civiles y militares fue sedimentando una cultu-
ra que aceptó, en mayor o menor medida, la politización de las
Fuerzas Armadas y su participación en el sistema político. El
golpe de 1976, que se inscribe como los otros en los comporta-
mientos pretorianos de la sociedad, se sintió auspiciado por un
encadenamiento de hechos ya mencionados (descontrol de la si-
tuación económica y social, descrédito de la autoridad presiden-
cial, impotencia de los partidos, debilidad del Parlamento, vio-
lencia generalizada) que cuestionaba la base de legitimidad del
gobierno de Isabel Perón. De ahí el auspicio inicial que recibió el
autotitulado Proceso de Reorganización Nacional.

LOS OBJETIVOS DEL NUEVO ORDEN

La producción de un nuevo orden fue la aspiración mayor


que tuvo la corporación militar en 1976. El Estado autoritario
estaba llamado a llevar a cabo aquellas transformaciones que
tendieran a la construcción de otro orden político, en el que las
Fuerzas Armadas tuvieran una participación orgánica y estable
en el sistema de decisión. La misión originaria era fundar un
sistema político "estable", fiscalizado por el poder militar, ca-
paz de liquidar el ciclo indefinido de gobiernos civiles y mili-
tares sobre el cual se había asentado la alternancia en el poder
desde 1930. En un discurso pronunciado el 20 de diciembre de
1977 el presidente Videla se refería a la participación de las
Fuerzas Armadas en el futuro orden político:
"Reorganizar institucional y políticamente el país, con la fi-
nalidad de concluir con los ciclos pendulares de gobiernos
civiles y militares, instaurando una democracia estable.
"Asegurar la inserción de las FF.AA. en el sistema político
con el objetivo de posibilitar su participación en la toma de
decisiones."
Éste era el objetivo de largo plazo, pero en lo inmediato el
autoritarismo militar pretendía poner en marcha un plan de re-
forma económica y de disciplinamiento social. Los dos prin-
cipios básicos del programa anunciado por el ministro de Eco-
nomía, José Alfredo Martínez de Hoz, el 2 de abril de 1976
fueron la función subsidiaria del Estado y la apertura de la eco-
nomía. Al mismo tiempo, se organizó un plan altamente repre-
sivo para eliminar las organizaciones guerrilleras y las voces
de protesta y modificar el comportamiento de los actores polí-
ticos y gremiales. En un reportaje del mes de mayo de 1977
Videla sostenía que "se van a producir modificaciones sustan-
ciales en los agrupamientos políticos argentinos, es muy pro-
bable que ya no se pueda o no se tenga que hablar de peronis-
mo y antiperonismo. Otras serán las agrupaciones". Según esta
opinión, la tradición populista que informaba a los partidos
mayoritarios (peronismo y radicalismo) debía desaparecer.
El régimen militar pretendía, por tanto, fundar una nueva
etapa en la vida argentina sobre la base de afianzar otra hege-
monía en la sociedad. Para ello era necesario modificar la es-
tructura de los partidos políticos mayoritarios y reforzar el li-
derazgo de los sectores más concentrados de la economía, es-
pecialmente los del sector financiero. En la visión liberal y
monetarista del ministro de Economía, José Martínez de Hoz,
el populismo — q u e se nutre de un Estado d i s t r i b u c i o n i s t a , un
mercado protegido y una industria subvencionada—- no debía
continuar gobernando, si se aspiraba a abandonar una econo-
mía cerrada y aislada del mundo desarrollado. Desde este pun-
to de vista, la intervención militar de 1976 se propuso superar
el rol de simple instancia "ordenadora", tan característico de
los golpes anteriores, a excepción del régimen de 1966, que
manifestó claras pretensiones estratégicas. Las intervenciones
de 1930, 1945, 1955 y 1962 son consideradas "clásicas" por-
que interrumpen con un interinato castrense la vida institucio-
nal del país con la intención de "poner orden en la cosa públi-
ca". En cambio, los golpes de 1966 y 1976 son de "nuevo
tipo", puesto que las Fuerzas Armadas juegan un rol protagó-
nico en la reestructuración del Estado y la sociedad, buscando
configurar un nuevo sistema de dominación autoritaria.
¿Cuál es la armazón juridíco-institucional articulada por las
Fuerzas Armadas para realizar cambios tan profundos? En pri-
mer lugar, las atribuciones del gobierno de facto se desprenden
de las propias normas jurídicas sancionadas por la interven-
ción militar, el "Acta" y el "Estatuto" del Proceso de Reorga-
nización Nacional. Esas normas establecían un cuerpo colegia-
do, la Junta Militar, como órgano supremo del Estado, y un
órgano unipersonal, el presidente de la Nación, como ejecutor
de las grandes políticas trazadas por el poder supremo. De tal
forma, se puede calificar a este gobierno militar como una dic-
tadura institucional, impersonal, del conjunto de las Fuerzas
Armadas, que procuró evitar la personalización del poder al
estilo de las clásicas dictaduras personales. Por eso, los triun-
viros de la Junta Militar permanecían en el cuerpo colegiado
en tanto no fueran relevados como comandantes en j e f e de su
fuerza y el presidente de la Nación era elegido por la junta por
un mandato de tres años. La realidad demostró más tarde que
las sucesiones en el poder fueron siempre conflictivas.
En segundo lugar, la Junta Militar se arrogó el poder consti-
tuyente, porque sus actos y normas tienen prioridad y están por
encima de la Constitución Nacional. En el mismo día de la in-
tervención, la Junta Militar se autoinvistió en un suprapoder,
en el órgano supremo de la Nación, de donde emanaba una vo-
luntad fundacional, que asumía poderes ilimitados. La organi-
zación jurídica del régimen militar puso fin, como se ha visto,
al estado de derecho. En el Acta para el Proceso de Reorgani-
zación Nacional del 24 de marzo, la flamante Junta Militar,
integrada por el general Jorge Videla, el almirante Eduardo
Massera y el brigadier Orlando Agosti, resolvió declarar cadu-
cos los mandatos constitucionales del presidente y de los go-
bernadores, disolver el Congreso Nacional, las Legislaturas
provinciales, remover a los miembros de la Corte Suprema,
suspender la actividad política de los partidos y la actividad
gremial de los trabajadores, empresarios y profesionales.
El formato de una dictadura institucional implicaba la co-
participación de las tres fuerzas en las responsabilidades direc-
tas de gobierno. Observando tanto la composición del gabinete
como la designación de los gobernadores, se advierte en el
nuevo régimen una distribución de poderes que expresa, por
un lado, la relación de fuerza existente entre las tres armas y,
por otro, el compromiso de cada una frente al golpe. Se trataba
de una división tripartita del poder, que respetaba — e n princi-
pio— un criterio igualitario: el treinta y tres por ciento del po-
der para cada uno de los cuerpos. En efecto, se dividió el poder
por igual en la Junta Militar nombrando un vocal por cada
arma. También en el gabinete se convocaron dos ministros por
a r m a y otros dos civiles, lo cual c o n f o r m ó una d i v i s i ó n
cuatripartita que no afectaba la mencionada igualdad. Respe-
tando la idea de poder compartido, la Comisión de Asesora-
miento Legislativo (CAL) fue integrada equitativamente por
representantes de las tres armas. En la designación de goberna-
dores, el poder se repartió según el peso propio de cada una de
las fuerzas y no sobre la base del criterio del treinta y tres por
ciento, por lo que al Ejército se le confió el mayor número de
provincias. Tampoco funcionó el principio tripartito en rela-
ción con la Presidencia de la Nación y la presidencia de la Jun-
ta Militar, que recayeron en el Ejército y, como se verá, en una
misma persona: el general Videla.
Aun en este esquema, es evidente el ejercicio compartido del
poder. El Ejército retenía su histórica supremacía frente a las
otras dos fuerzas en una estructura de poder claramente delimi-
tada y aparentemente monolítica, que la historia inmediata se
encargará de contradecir. En verdad, era la dictadura de todo el
cuerpo institucional (de las Fuerzas Armadas en su conjunto),
cuya intervención no puede ser separada de una a c t i v i d a d
extramilitar que le confiere el carácter de actor político.
El mesianismo de las Fuerzas Armadas y su procurado rol de
garantes de los principios y valores constitutivos de la Nación
quedaban igualmente consagrados en el "Acta fijando el pro-
pósito y los objetivos básicos para el Proceso de Reorganiza-
ción Nacional" del 24 de marzo, de la que extraemos sus prin-
cipales objetivos: 1) restitución de los valores esenciales del
Estado; 2) erradicación de la subversión; 3) promoción del de-
sarrollo económico; 4) posterior instauración de una democra-
cia republicana. El desafío político que se impuso el gobierno
militar con sus objetivos de cambio exhuma una tarea de gran
envergadura que colocaba a las Fuerzas Armadas en la eviden-
cia de lo que no pudo construir y en la demostración de lo que
finalmente destruyó. El resultado fue el abismo que separó el
hacer, lo acontecido en la realidad, del discurso y las intencio-
nes de los gobernantes.
A pesar de la figura de dictadura institucional con la que se
ha caracterizado al golpe de 1976, se puede hablar de diversas
etapas en el interior del Estado autoritario. Ellas fueron cuatro,
con su desigual extensión, y coincidieron con la sucesión de
las presidencias militares: Videla (1976-1981); Viola (1981);
Galtieri (1981-1982); Bignone (1982-1983). Hablar de etapas
no significa solamente delimitar tiempos históricos, a pesar de
su brevedad y coincidencia con las sucesiones presidenciales,
sino también señalar políticas, diseños diferentes y rumbos
discrepantes. Fueron etapas de un mismo proceso que guarda-
ba cierta unidad y organicidad, aunque expresaban realinea-
mientos diversos en las relaciones de fuerza que operaban en
el seno del Estado autoritario.

EL GOBIERNO DE VIDELA

El primer presidente del Proceso de Reorganización Nacio-


nal fue el general Jorge Rafael Videla, comandante en j e f e del
Ejército e integrante de la Junta Militar. Asumió esas funcio-
nes el 29 de marzo de 1976 y las ejerció durante cinco años,
convirtiéndose en el presidente militar que más tiempo perma-
neció en su cargo en la breve historia del último régimen de
facto. De esta manera se ponía fin al pequeño lapso de cinco
días en el cual la Junta Militar actuó como Poder Ejecutivo
Nacional. Con la designación de Videla, se resolvió en una pri-
mera etapa la distribución del poder compartido que caracteri-
zó a este gobierno aunque más tarde se abriría la discusión en
la corporación militar sobre la estructura de poder, que fue co-
nocida periodísticamente con la d e n o m i n a c i ó n del "cuarto
hombre". Los defensores del "cuarto hombre" proponían que
la persona que se eligiera como presidente de la Nación no
fuera al mismo tiempo integrante de la Junta Militar. El cuerpo
normativo del gobierno de facto de 1976 establecía la separa-
ción de funciones entre el presidente y la Junta Militar, bus-
cando así resguardar la división tripartita de poderes.
En el imaginario del régimen militar se fijó un punto de par-
tida: "la apertura de un nuevo ciclo histórico", pero también un
supuesto punto de llegada: la formación de una "convergencia
cívico-militar" heredera legítima del Proceso de Reorganiza-
ción Nacional. Este punto de vista fue regularmente e x p u e s t o
en el curso de los dos primeros años. Sin embargo, este orden
autoritario no pudo contar con Fuerzas Armadas férreamente
alineadas en torno a un verdadero plan político. En su lugar se
agitaron diversas líneas de acción que redujeron su horizonte
histórico. Más allá de estas diferencias, lo que se pretendía era
la prolongación en el tiempo de formas autoritarias de gobier-
no. Los militares "procesistas" de 1976 no hablaban, como los
militares "revolucionarios argentinos" de 1966, de tiempos si-
no de objetivos. Idealmente ni los tiempos ni los objetivos es-
taban ceñidos por plazos. En este sentido, la "convergencia cí-
vico-militar" parecía una propuesta de descendencia adecuada
para ese universo autoritario, que no reclamaba ningún plazo.

LOS PLANES POLÍTICOS

Las proposiciones y definiciones de los golpistas del 76 per-


miten hoy a la distancia no sólo mostrar la incompletud de sus
enunciados sino también señalar las intenciones confusas y
contradictorias de sus sostenedores. Las Fuerzas Armadas per-
manecieron unidas sin fisuras, durante todo el tiempo, por el
único objetivo de la lucha contra la subversión. En cambio, en
la discusión de las metas a corto y largo plazo vieron agrava-
dos sus antagonismos. Una interpretación global de la estrate-
gia militar nos empuja a creer que antes que planes políticos
diseñados por los diversos protagonistas hay que pensar en tér-
minos de lógicas de acción diferenciadas.
En algunos casos, y el ejemplo del general Díaz Bessone es
el más elocuente, las propuestas políticas no pasaron del pla-
no de la enunciación. Por encima de todos los avatares, la fi-
nitud de los planes políticos y las diferencias interarmas, que-
da el apoyo incondicional del presidente Videla al plan econó-
mico de Martínez de Hoz, que no se ubica cómodamente junto
al proclamado postulado de promoción del desarrollo. Con an-
ticipación, se podría concluir que el de Martínez de Hoz fue el
único plan político que las Fuerzas Armadas, o un sector de
ellas, impulsaron con cierta coherencia y continuidad.
En el período de Videla encontramos tres propuestas políti-
cas; dos de ellas pertenecen al campo estrictamente militar y la
tercera p r o c e d í a de un sector de las fuerzas civiles que acom-
pañaba el proceso militar. La propuesta política de la unidad
nacional promovida por el sector mayoritario del Ejército,
liderado por Videla y Viola, fue explicitada en 1979 después
de cuatro años de gobierno militar. En ese momento, la corpo-
ración militar dio a conocer un documento denominado "Bases
políticas de las Fuerzas Armadas para el Proceso de Reorgani-
zación Nacional", que resumía tardíamente las pretensiones
unificadas del golpe de 1976. La propuesta aunada llegaba en
un momento de relativa vitalidad del Estado autoritario y de
pérdida paulatina de legitimidad.
El proyecto nacional fue ideado desde el Ministerio de Pla-
neamiento por el general Díaz Bessone, apoyado por el sector
más corporativista del Ejército. La creación de ese ministerio
en octubre de 1976 fue interpretada por algunos como la inau-
guración de una nueva etapa en el Proceso y, quizá, fue el in-
tento más serio de un sector de las Fuerzas Armadas por orga-
nizar desde el Estado un proyecto de corte corporativista que
se proponía alumbrar una "nueva república". En verdad, la
propuesta nunca salió del plano de la enunciación y j a m á s fue
implementada. Se habló del proyecto mientras duró la perma-
nencia de Díaz Bessone al frente del ministerio hasta que pre-
sentó su renuncia en diciembre de 1977, concluyendo catorce
meses de actividad gubernamental y clausurando las posibili-
dades del proyecto nacional, del que nunca más se volvería a
hablar. Los motivos de la dimisión comentados por los medios
de comunicación echan luces sobre las diferencias políticas
existentes en el régimen militar. Por un lado, las divergencias
con Martínez de Hoz y, por el otro, la "superposición" con la
propia política propuesta por el presidente Videla. En definiti-
va, el alejamiento de Díaz Bessone —y, por ende, el fracaso
del proyecto nacional— se ubica en el cuadro de las divisiones
y vaguedades políticas incrustadas en el seno de las Fuerzas
Armadas. Hubo, ciertamente, una colisión entre dos proyectos:
uno liberal y el otro nacionalista. Mientras Martínez de Hoz,
con todo el apoyo oficial, transformaba la economía desde una
perspectiva liberal-monetarista, Díaz Bessone intentaba con
escasa gravitación en el interior del gobierno desarrollar ideas
de factura corporativista.
El Movimiento de Opinión Nacional, o la idea de formar un
"partido oficial", estuvo siempre presente en los distintos tra-
mos del régimen militar, con Videla, Viola y Galtieri. El surgi-
miento de un nuevo partido, con apoyo popular, capaz de dis-
putar el poder en las contiendas electorales, había sido la gran
ambición de las f u e r z a s conservadoras desde que f u e r o n derro-
tadas en las urnas por Hipólito Yrigoyen. Del conjunto de civi-
les que a p o y ó activa y públicamente en sus inicios al golpe mi-
litar, posiblemente haya sido Jorge A g u a d o - p r e s i d e n t e de la
C o n f e d e r a c i ó n de Asociaciones Rurales de B u e n o s Aires y La
P a m p a ( C A R B A P ) — el que aceptó el desafío de la hora con
m a y o r convicción. A pesar de su adhesión política, A g u a d o
criticó duramente el programa e c o n ó m i c o de Martínez de Hoz,
con el que m a n t u v o tensiones permanentes. La propuesta de
Jorge A g u a d o , quien sería gobernador de la provincia de Bue-
nos Aires durante la presidencia del general Galtieri, se resu-
mía en la intención de generar un m o v i m i e n t o de opinión de
apoyo cívico al Proceso, que lo a c o m p a ñ a r a en su gestión de
gobierno y, a la vez, f u e r a su heredero legítimo. La iniciativa,
sin grandes repercusiones, gozó de la adhesión de algunas en-
tidades patronales del agro vinculadas con CARBAP.
Por encima de las diferencias en el gobierno de facto preva-
lecía una m í n i m a voluntad concordante en relación con tres
condiciones necesarias para el retorno a la democracia, que

Adhesión de la Sociedad Rural a la dictadura militar

El estado de guerra civil interna que existió hasta el 24 de marzo de


1976, producido por el ataque artero y cruel de la subversión argentina
y sus aliados políticos, fue felizmente superado por la acción de las
Fuerzas Armadas. Toda guerra es dolorosa, y también lo fue ésta, pero
no por ello dejó de ser una necesidad absoluta, ya que la Nación misma
estaba amenazada de muerte. El país les debe eterno agradecimiento a
sus Fuerzas Armadas por la victoria obtenida contra la subversión apa-
trida.

Fuente: "Memoria de la Sociedad Rural", 1980, en Mirta L. De Palomino,


Tradición y poder: la Sociedad Rural Argentina (1955-1983),
CISEA-Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1988, p. 207.
fueron resumidas por el general Viola, en noviembre de 1977:
1) la conclusión de la lucha antisubversiva; 2) la consolidación
de un orden económico adecuado; 3) la renovación de los par-
tidos para que pudieran retomar el papel rector que les corres-
ponde. Podría añadirse una cuarta condición presente en el
pensamiento militar vinculada con la pretensión de contar con
fuerzas sindicales disciplinadas, sin identificación partidaria,
circunscritas a su actividad gremial.

LAS BASES POLÍTICAS

Antes de la tardía sanción de las Bases Políticas, Videla


imaginó un punto de llegada para el orden autoritario: la con-
vergencia cívico-militar o el Movimiento de Opinión Nacio-
nal. Con una simple ecuación política ambicionaba cumplir
con el propósito de alumbrar la descendencia, previendo su
posible desarrollo en cuatro etapas: comprensión, adhesión,
participación y transferencia (convergencia cívico-militar). No
obstante, las mismas nunca fueron enteramente explicitadas.
El punto de partida de la propuesta era una noción amplia de
" u n i d a d n a c i o n a l " , c o n c e b i d a — s e g ú n los a u t o r e s — sin
sectarismos ni antinomias, que diera cuenta de la instituciona-
lización del Proceso y estableciera las bases para su sucesión.
El núcleo central de la propuesta se constituyó alrededor de
dos puntos: por un lado, el diálogo como forma de organizar el
consenso del orden autoritario (diálogo que se llevará a cabo
recién en 1980); por otro, la renovación de la clase dirigente.
Entre otros déficit, la propuesta no definía los cursos de ac-
ción, los pasos concretos de implementación, ni una política
de alianzas.
Entonces, en el mes de diciembre de 1979, las Fuerzas Ar-
madas dieron a conocer las Bases Políticas del Proceso fijando
las reglas de juego con las que debían operar el régimen mili-
tar. Después de cuatro años de gobierno, las pretensiones cas-
trenses no podían ser las mismas. Hay una línea triunfante en
el seno del Estado autoritario reflejada en la propuesta del
Ejército, representado por los generales Videla y Viola. En re-
lación con la transferencia del poder, ésta no comenzaría gra-
dualmente —como pretendía la Aeronáutica— por las munici-
palidades, con un sistema de elecciones escalonadas de donde
surgiría la nueva clase política, sino a través de un acuerdo o
una convergencia entre el poder militar y las fuerzas políticas
existentes tras el objetivo de una "solución política". N o se
mencionaba, pues, en el documento militar la idea de una par-
tido oficial o de un movimiento de opinión nacional, más allá
de que el tema fue nuevamente planteado durante los gobier-
nos de los generales Viola y Galtieri. Se propugnaba, por el
contrario, un sistema político pluripartidista, en el que se de-
bería promover, tanto en el orden nacional como provincial, la
formación de grandes partidos ampliamente representativos.
Se encuentra aquí un primer nivel de definiciones: frente a
la imposible renovación de la clase dirigente, el nuevo orden
político se fundaría en una solución pactada, consensual, con
las fuerzas políticas existentes para confluir en una convergen-
cia cívico-militar. Además, las Bases Políticas establecían las
áreas de competencia de las Fuerzas Armadas para la toma de
decisiones en el futuro orden institucional: la conducción es-
tratégica nacional, la seguridad nacional y la defensa de la
Constitución Nacional. Por su universalidad e imprecisión,
esas competencias comprendían la totalidad de los aspectos y
esferas en los que podía escindirse la vida colectiva. Esta
reubicación institucional del poder militar no era materia de
negociación en la constitución de una convergencia cívico-mi-
litar. La voluntad arbitraria del poder militar señalaba con anti-
cipación las fronteras de lo infranqueable.
En el capítulo de las exclusiones el documento militar no
descuida los detalles y no tendrían cabida en el nuevo orden
político las ideologías totalitarias, las que fomentaran la lucha
de clases y la propiedad colectiva de los medios de produc-
ción, la exaltación desmedida de la persona de los dirigentes,
la politización partidaria de las grandes instituciones del Esta-
do y de las organizaciones intermedias y la utilización de posi-
ciones públicas en beneficio personal, las personas inhabi-
litadas políticamente por el Poder Judicial o por la Junta Mili-
tar, así c o m o t a m p o c o las e x p r e s i o n e s del " p o p u l i s m o
demogógico y anárquico", que la autoridad del Estado debía
impedir.
En su parte instrumental el documento establecía las normas
destinadas a "completar la normalización político-institucio-
nal de la Nación y contribuir a materializar la finalidad históri-
ca del Proceso de Reorganización Nacional". Con ello se hacía
referencia al diálogo, al estatuto de los partidos, a la normali-
zación partidaria, a las inhabilitaciones políticas, al sistema
pluripartidista, al Preámbulo y los derechos y garantías de la
Constitución Nacional como fuente de inspiración del Proce-
so. El régimen militar colocaba tardíamente las bases políticas
para su pretendida proyección histórica. Reestructurar auto-
ritariamente la sociedad cuando se iniciaba el cuarto año de
ejercicio del poder era una tarea que se perfilaba cuando me-
nos difícil y compleja.
Algunos analistas quisieron ver en la propuesta de la con-
v e r g e n c i a c í v i c o - m i l i t a r s e m e j a n z a s con la C o n c o r d a n c i a
(alianza entre el general Justo y los conservadores, radicales
independientes y socialistas independientes) de los años '30.
En esta imagen, la persona del general Viola constituiría el eje
de la nueva concordancia. Las interpretaciones se enunciaron y
fueron válidas en un proceso político que no se caracterizaba
precisamente por la claridad de sus definiciones. Rápidamen-
te, el paso del tiempo indicaría el destino final de la propuesta
autoritaria en una sociedad que ya comenzaba a apurar su rit-
mo político.

LA CRÍTICA A LOS PARTIDOS

La iniciativa del diálogo oficial no implicaba en absoluto


apertura política, aunque algunos quisieron verlo con esos
ojos. El gobierno lo proponía como un elemento forjador de
consenso social, como un sustento para evitar el aislamiento
pero, en definitiva, el objetivo central era fundar la descenden-
cia del régimen para permitir la continuidad del nuevo orden
político en gestación. En el plano del discurso la convocatoria
pretendía ser amplia para dar cabida a todos los sectores de la
comunidad aunque en los hechos se excluía a los partidos polí-
ticos, además de a los "subversivos" y "corruptos". Reiterada-
mente se anunció que el intercambio de opinión se mantendría
con los hombres y no con las agrupaciones políticas, pero no
con todos los hombres políticos sino con aquellos que además
de acreditar idoneidad, honestidad y representatividad, com-
partieran los objetivos del Proceso y estuvieran dispuestos a
gestar una auténtica democracia.
De esta manera, las condiciones para el diálogo estaban im-
puestas y sólo participarían aquellos que compartieran la filo-
sofía política del gobierno militar. El espacio se redujo cuando
se fijaron los límites de la convocatoria. Entre la necesidad del
diálogo para evitar el aislamiento y los temores que el riesgo
de la apertura podría ocasionar a los objetivos del Proceso,
transcurrió el primer año del gobierno militar. Lo cierto es que
entre marchas y contramarchas, promesas y desmentidas, la
política coloquial no pudo ser implementada hasta bien entra-
da la etapa final del período videlista, en marzo de 1980. El
tiempo transcurrido entre el anuncio y su materialización da
cuenta tanto de las carencias como de las posibilidades per-
didas.
Desde la proclama del golpe y hasta muy avanzado el proce-
so militar, las formaciones políticas y la clase dirigente inspi-
raron las más ásperas críticas de los funcionarios de gobierno,
que no cesaban de reiterar la pronunciada d e f o r m a c i ó n del sis-
t e m a político y el vacío de poder m a n i f e s t a d o en el último go-
bierno peronista. El discurso militar exigía un sistema de parti-
dos actualizado con dirigentes capaces de gobernar, para lo
cual había que renovar a la clase política. Se buscaba abierta-
mente sustituir el discurso populista de los partidos mayorita-
rios, que respondía — s e g ú n la opinión militar— a una fase del
desarrollo e c o n ó m i c o argentino ya superada. El p e n s a m i e n t o
presidencial subrayaba la crisis de dirección política de la so-
ciedad argentina cuando insistía en la ausencia de un grupo di-
rigente con aptitud para brindar al país una alternativa válida.
En esa idea, hasta ahora se habían p r o m o v i d o caudillos electo-
rales pero no se habían f o r m a d o estadistas.
Sin dejar de enfatizar — a lo largo de toda su g e s t i ó n — la
necesidad de revitalizar las instituciones del país y reestructu-
rar las organizaciones partidarias, el general Videla no pudo
proyectar su discurso a la realidad. Históricamente las Fuerzas
A r m a d a s han tenido una relación ambivalente con la clase po-
lítica, al m e n o s entre 1930 y 1983, que las integraba en una
lógica de a l i a d o s - a d v e r s a r i o s , c o m o muy bien ha s e ñ a l a d o
Alain Rouquié, y, en esa dinámica conflictiva, los comporta-
mientos pretorianos de la sociedad situaban a los militares en
el c a m p o de la política. Precisamente, el golpe de 1976 quiso
poner fin a esa dinámica para edificar un sistema de dominio
estable, inscrito en otro contexto institucional, sobre el cual el

La concepción de Videla sobre los partidos políticos

La mayoría de los partidos no han tenido la necesaria dedicación en


el estudio de las doctrinas. Se ha observado una gran infecundidad ideo-
lógica que se pretendió disimular con slogans que fueron conceptos
vacíos para una posibilidad inmediata.
Otra falencia fundamental fue la omisión generalizada de formar
dirigentes. Se promovieron caudillos electorales, pero no formaron es-
tadistas.

Fuente: Clarín, 7 de agosto de 1977.


poder militar ejercería su tutoría política, sin necesidad de re-
currir a las consabidas intervenciones.

LAS TRANSFORMACIONES EN LA ECONOMÍA

El cambio radical en el funcionamiento de la economía fue


llevado a cabo en los primeros cuatro años del régimen militar.
Nuevos grupos de poder se beneficiaron de un proceso de acu-
mulación centrado en un mercado financiero que operaba sin
restricciones y abierto al exterior. La apertura de la economía,
la paridad cambiaría y la política arancelaria produjeron un
daño irreparable en la industria nacional y en otros sectores
productivos. Así, importantes sectores de la vida nacional se
vieron perjudicados por una caída notable en el poder adquisi-
tivo salarial, el aumento de la especulación financiera y la caí-
da global de la demanda, que comprimió al mercado interno.
El resultado más tangible fue la quiebra de fábricas, la irrup-
ción de artículos importados y la invasión de nuevos bancos y
organismos financieros con los plazos fijos a "siete días".
Obreros, industriales y propietarios rurales se vieron afectados
por igual con esta política de reestructuración de la economía
argentina.
Los economistas que estudian este período coinciden en se-
ñalar que la política de transformación económica del proceso
militar se apoyó en dos grandes columnas: la apertura econó-
mica y la reforma financiera de junio de 1977. A partir de esta
reforma el equipo económico acomodó un mercado libre de
capitales, en el que la liberalización de las tasas de interés
constituía uno de sus elementos preponderantes. Con la orga-
nización de un mercado financiero liberado de los controles
ejercidos por el Banco Central se puso fin a un sistema con
más de tres décadas de vigencia.
Durante la gestión de Martínez de Hoz las tasas de interés
fueron superiores al ritmo de la evolución del tipo de cambio,
por lo que se conformó un mercado atractivo para los operado-
res internacionales. En este sentido, la política de cambios
atravesó por diferentes etapas. Hasta el mes de diciembre de
1978, la tasa de cambio nominal se reajustaba diariamente en
función de la estimación de la inflación interna y externa. A
partir de esa fecha se inició la nueva etapa en la que se fijaba
anticipadamente el valor del dólar. El Ministerio de Economía
anunció el 20 de diciembre de 1978 el cronograma de devalua-
ción gradual del tipo de cambio (hasta agosto de 1979), convir-
tiéndolo en adelante en el instrumento principal de ajuste del
sistema. Nacía así la época de la "tablita cambiaría" y, sin
duda, la nueva estrategia buscaba controlar el movimiento de
la economía mediante el manejo del tipo de cambio. Por consi-
guiente, el atraso cambiado desalentó las exportaciones y pro-
movió las importaciones. El modelo presuponía el grave ries-
go de la inestabilidad y, precisamente, la crisis financiera de
1980 puso en evidencia la vulnerabilidad del nuevo sistema.
La decisión del cierre del Banco Interamericano Regional
(BIR), conocida el 28 de marzo, marcó el comienzo de la crisis
financiera. Los efectos de esta situación (pérdida de confianza,
fuga de depósitos, presiones sobre el tipo de cambio, especula-
ción de divisas) obligaron a los funcionarios económicos a
modificar el sistema de garantía de depósitos para tranquilizar
a los mercados, retrocediendo en lo que había sido una con-
quista de su política en materia de garantía bancaria.
La deuda externa ocupó un capítulo especial en la estrategia
económica de Martínez de Hoz. El fenómeno se expandió a
partir de 1978, cuando, en poco más de un año, la deuda exter-
na se triplicó al aumentar de 8.500 millones de dólares en di-
ciembre de 1979 a 25.300 millones en marzo de 1981. El volu-
men total creció en casi 20.000 millones entre 1975 y 1981.
Ciertamente, el endeudamiento creciente de los argentinos no
se debió a los requisitos de desarrollo del país, sino a la espe-
culación financiera provocada por la instrumentalización del
tipo de cambio y al aumento de los créditos externos.

EL PLAN ECONÓMICO UNIFICA LAS CRÍTICAS

El plan de Martínez de Hoz concentró las primeras críticas


al gobierno militar y unificó los reproches de amplios sectores
vinculados con las distintas esferas de la vida nacional. En la
medida en que el programa se implementaba, las disconformi-
dades aumentaban con el paso del tiempo. Sin embargo, el mi-
nistro de Economía de Videla emergió como una figura políti-
ca fuerte en el seno del Estado autoritario que —sobreviviente
de la reestructuración ministerial de los últimos m e s e s de
1978— logró imponerse sobre su oponente de planeamiento,
Díaz Bessone. Con el apoyo total del presidente, Martínez de
H o z p u d o t r a n s f o r m a r al M i n i s t e r i o de E c o n o m í a en un
"superministerio".
Las críticas públicas y generalizadas incluían las condenas
de los sectores que apoyaban abiertamente la gestión autorita-
ria. Por ejemplo, partidos políticos como el Movimiento de In-
tegración y Desarrollo (MID) u organizaciones corporativas
como C A R B A P reprobaron enfáticamente la administración
económica, mientras sostenían la gestión política. Las críticas
aumentaron después de la reforma financiera de junio de 1977.
La irrupción de estas tensiones se observaba igualmente en el
interior de las Fuerzas Armadas. En efecto, surgió un foco de
conflicto con un sector del Ejército ligado a la Dirección Ge-
neral de Fabricaciones Militares (FM) a raíz de la política de
privatizaciones de Martínez de Hoz, que pretendió transferir al
ámbito privado algunas empresas dependientes de esa direc-
ción general. Las divisiones se ahondaban en la medida en que
la crisis económica no encontraba un camino de resolución:
oficiales de la Aeronáutica y de la Marina hicieron oír su voz,
en especial el almirante Emilio Massera, que llevaba adelante
su propio juego político. Pero las preocupaciones alcanzaban
también al aliado principal del presidente Videla. El general
Viola, comandante en j e f e del Ejército, tuvo que reconocer en
el mes de octubre de 1978 que el gobierno no había podido
contener la inflación y que persistían la recesión industrial y el
deterioro salarial. Por su parte, la Iglesia Católica, en el docu-
mento titulado "La paz es obra de todos", expresó su inquietud
por la afligente situación de numerosas familias argentinas. Al
mismo tiempo, dos obispos identificados con el proceso mili-
tar y sus métodos represivos, Antonio Plaza, arzobispo de La
Plata, y Victorio Bonamín, provicario castrense, censuraron a
la conducción económica.

Las desaprobaciones partieron igualmente desde el campo


de la oposición sindical y política en numerosas ocasiones. Un
documento sindical de la "Comisión de los 25", conocido en
diciembre de 1978, calificaba como "francamente suicida" a la
política económica del gobierno. Por su parte, la oposición po-
lítica, conformada por radicales, peronistas, intransigentes,
democristianos y socialistas, se pronunció abiertamente contra
las distorsiones del sistema económico y alertó sobre sus efec-
tos perniciosos.
No cabe duda, la recuperación económica de la Argentina se
había convertido en un elemento clave para el futuro de la dic-
tadura militar. Naturalmente, el plan de Martínez de Hoz no
contribuyó a juntar adhesiones, además de ser un obstáculo se-
rio para el diálogo previsto con los civiles. Por eso, resultaron
muy elocuentes las palabras del general Viola cuando advertía
a fines de 1978: "Hace falta consenso para realizar lo que resta
del Proceso". Aquí se halla la clave de una de las debilidades
sobresalientes del gobierno militar para continuar con éxito su
gestión.
Pocas veces en la historia argentina una política económica
logró dibujar un arco tan amplio de descontento y oposición y
sin embargo subsistir. Empero, Martínez de Hoz logró perma-
necer en el cargo, a pesar de las crecientes embestidas, por la
firmeza de dos respaldos fundamentales: el del presidente
Videla y el de los círculos financieros del exterior. El respaldo
internacional fue brindado sin reservas por el financista norte-
americano David Rockefeller y por los grupos económicos na-
cionales e internacionales beneficiarios del nuevo modelo de
acumulación. El destacable poder político que adquirió el mi-
nistro de Economía de Videla, quien permaneció cinco años
ininterrumpidos en su función, no puede atribuírsele al éxito
de su administración —lo que contrastaría con la amplitud de
los intereses afectados por su programa—, sino a la hipótesis
según la cual el gobierno de Videla no tuvo otro proyecto polí-
tico, global y coherente, que no fuera el de sostener decidi-
damente el plan de reestructuración capitalista de Martínez
de Hoz.

LA VIOLACIÓN ORGANIZADA
DE LOS DERECHOS HUMANOS

La dominación autoritaria puso en marcha un sistema repre-


sivo, nunca antes conocido en la Argentina, basado en la inti-
midación, la tortura, la muerte y la desaparición de personas,
que encerraba la violación organizada de los derechos funda-
mentales del hombre. Tanto la Cámara Federal, que j u z g ó a los
comandantes, como la Corte Suprema establecieron la existen-
cia de un plan criminal que estaba en la base de las denuncias
de los hechos atroces y aberrantes que se cometieron. El Esta-
do autoritario, que clausuró el Parlamento y desplazó el centro
del poder político hacia las Fuerzas Armadas, organizó una es-
tructura represiva, paralela y oculta que controlaba "centros
clandestinos de detención" y "grupos operacionales secretos"
como una exigencia para desarrollar una eficaz acción antisub-
versiva. El sistema de detención-desaparición respondió al si-
niestro objetivo de someter al individuo al mayor aislamiento
y soledad, con la intención de desconectarlo de la vida pública
y la vida privada, para facilitar la rapidez de las investigacio-
nes. En su desamparo, el detenido-desaparecido, privado de
toda protección legal y de defensa, fue sometido al dominio
total de sus captores (siendo torturado, forzado a colaborar,
asesinado), sin que se recabaran noticias de su persona.
La violación sistemática de los derechos humanos durante el
régimen militar, con su secuela de dolor y sentimiento de in-
justicia para tantas familias argentinas que aún reclaman por
30.000 desaparecidos, degradó el ejercicio del poder político,
al mismo tiempo que humilló a una sociedad en la cual ciertos
miembros se transformaron en perseguidores de otros. De tal
manera, la transgresión de esos derechos excedió la esfera in-
dividual de cada ciudadano para implicar también una agre-
sión a la sociedad, una violación, además, de los principios
constitutivos de la política. Por eso, la proclamación de los de-
rechos del hombre emerge históricamente como una limitación
a las arbitrariedades del poder.
La posición de las Fuerzas Armadas en el tema de derechos
humanos fue unívoca, aunque reconozca matices, desde el ini-
cio de la denominada "guerra sucia" hasta la autocrítica del
general Martín Balza del mes de abril de 1995. Según esta pos-
tura, hubo una guerra no convencional, que no fue provocada,
pero sí enfrentada con decisión y ganada por las Fuerzas Ar-
madas al responder a la convocatoria efectuada en 1975 por el
gobierno constitucional de Isabel Perón "para aniquilar a las
El general Viola justifica la violación de
los derechos humanos

Esta guerra, como todas, deja una secuela, tremendas heridas que el
tiempo y solamente el tiempo puede restañar. Ellas están dadas por las
bajas producidas; los muertos, los heridos, los detenidos, los ausentes
para siempre [...] lo peor no es perder la vida. Lo peor hubiera sido
perder la guerra [...] Hemos cumplido nuestra misión.

Fuente: La Nación, 30 de mayo de 1979.

bandas a r m a d a s que pretendían arrastrar el país a su disolu-


ción". Aquí se halla el argumento principal utilizado por la de-
fensa de los integrantes de las j u n t a s militares en el juicio por
violación de los derechos humanos. ¿ C ó m o eludir — e n el ra-
z o n a m i e n t o m i l i t a r — una responsabilidad semejante cuando
estaba en j u e g o la integridad del Estado nacional? Ésta es la
razón militar que no admite ni reconoce discrepancias, aunque
ésta no sea la " r a z ó n " del golpe.
C o n v e n c i d o de la razón militar, el general Viola — c o n s i d e -
rado una " p a l o m a " entre los m i l i t a r e s — j u s t i f i c a b a en un dis-
curso en el Día del Ejército, en m a y o de 1979, lo actuado por
las Fuerzas A r m a d a s . En 1980, el m i s m o general Viola definió
el principio de "no revisión de lo actuado en la lucha contra la
subversión", llamado a convertirse en el eje de cohesión de las
Fuerzas A r m a d a s , sobre el que no se admitirán discrepancias,
aunque una sociedad en lucha por sus libertades y deseosa por
conocer la verdad se resistió a aceptarlo tan c ó m o d a m e n t e .
Un silencio casi generalizado f u e la respuesta de la sociedad
argentina al m o m e n t o m á s duro de la represión militar que
transcurrió entre 1976 y 1978. Los dirigentes m o d e r a d o s de la
oposición habían aceptado por un tiempo, que suponían no se-
ría m u y prolongado, el silencio y la exclusión política. Con la
adopción de esta conducta, los partidos no buscaban el fracaso
del régimen militar, ni siquiera su aislamiento. U n a actitud si-
milar f u e a s u m i d a por la cúpula de la Iglesia Católica y por la
dirigencia sindical tradicional. N o fueron, entonces, los parti-
dos políticos, los sindicatos, la Iglesia Católica ni los m e d i o s
de comunicación los que comenzaron a poner l í m i t e s a los
abusos del poder. El rol opositor fue asumido fundamental-
mente por los organismos de derechos humanos, quienes se
constituyeron en la cara viviente de las transgresiones al si-
lencio impuesto por la dictadura militar. La lucha por la defen-
sa de los derechos h u m a n o s interpeló los f u n d a m e n t o s del
orden autoritario y permitió montar un nuevo escenario que or-
ganizó una relación diferente entre derechos humanos y polí-
tica. La defensa de la vida y el respeto por la libertad propor-
cionaron el marco dentro del cual se desenvolvió la acción
política. La afirmación de los derechos humanos acarreó la ne-
gación absoluta del autoritarismo puesto que ambos términos
resultaban y resultan irreconciliables en cualquier ecuación
política.
En un contexto desolado nació el movimiento por los dere-
chos humanos, encarnado en la figura de sus militantes. La
consigna "aparición con vida" voceada por las Madres de Pla-
za de Mayo, junto a los otros organismos, creó un espacio polí-
tico delimitado por el campo de los derechos humanos. En
adelante, el lugar de los derechos humanos coincidirá con el
espacio público político, el que podrá después —al afirmar-
se— sobrevivir al movimiento que lo hizo nacer.
En una segunda etapa, situada entre 1978 y 1981, la oposi-
ción política rompió su aislamiento al emerger con pronuncia-
mientos y manifestaciones públicas para comenzar a disputar
al Estado autoritario el campo de la política. El primer docu-
mento multipartidario en el que se solicitó al gobierno militar
una respuesta a los familiares de desaparecidos fue conocido a
fines de 1978. Sin embargo, los textos y las alocuciones que le
sucedieron no dejaban de reconocer el papel positivo de las
Fuerzas Armadas en la lucha contra la subversión. Hubo una
especie de transición discursiva en el tema de los derechos hu-
manos entre el silencio y los pronunciamientos abiertos, que
pasó por su tímida defensa junto con un expreso reconoci-
miento de la labor antisubversiva.
En verdad, la sociedad comenzaba a despertar por efecto de
los críticos discursos de la clase política, a la vez que por la
irresolución de los graves problemas económico-sociales que
la afectaban. Mientras la insatisfacción popular i n t e r p e l a b a ,
aún con languidez, los principios de legitimidad que invocaba
el autoritarismo militar, una despejada indiferencia se percibía
todavía en la opinión pública ante el problema de los derechos
humanos. Es lo que pudo comprobarse durante la visita al país,
fruto de una larga presión externa, de la Comisión Interameri-
cana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, en el mes de
septiembre de 1979. A la vez que el presidente Videla saludaba
desde los balcones de la Casa Rosada a una manifestación que
festejaba el triunfo logrado en Japón en fútbol juvenil, familia-
res de desaparecidos hacían largas filas ante la sede de la
CIDH para formular sus denuncias.
Tal vez nuestra sociedad — e n ese m o m e n t o — quiso negar
una realidad que no podía afrontar y que le generaba senti-
mientos contradictorios. Lo que resulta más difícil de sostener
es el argumento del desconocimiento absoluto de lo que estaba
pasando, cuando por testimonios personales, comentarios, las
denuncias de los familiares de las víctimas y la a t m ó s f e r a
irrespirable de la época, se podía llegar a conocer o percibir el
modo de actuación del Estado autoritario. De tal manera, du-
rante un buen tiempo la conciencia ética de la sociedad argen-
tina estuvo especialmente representada por los organismos de
derechos humanos.
El informe condenatorio de la CIDH, conocido en 1980, ce-
rraba un importante capítulo de tan lacerante tema, que obvia-
mente no satisfacía — m á s allá del valor de una condena mo-
ral— las expectativas de los familiares, que exigían "aparición
con vida" y "castigo a los culpables". En un clima ya desfavo-
rable, la Junta Militar recibió una nueva condena cuando se le
otorgó el Premio Nobel de la Paz al argentino Adolfo Pérez
Esquivel, decisión que fue interpretada como un claro recono-
cimiento al movimiento por los derechos humanos, del cual el
propio Pérez Esquivel formaba parte. Desde entonces ese mo-
vimiento quedó legitimado frente a la sociedad, se constituyó
en un referente válido y creció su protagonismo.

EL COMPORTAMIENTO DE LOS PARTIDOS

Se podría definir 1978 como el momento en que los partidos


políticos abandonaron decididamente el letargo que los mantu-
vo, durante los dos primeros años del Proceso, privados del
ejercicio de una de sus funciones principales: ser "conductos
de expresión". En la medida en que el régimen militar perdía
vitalidad a través del paso del tiempo, los partidos políticos
fueron emergiendo como interlocutores válidos, sin que hubie-
ra necesidad de esperar la apertura institucional para su retor-
no. A raíz de la suspensión de la vida política, la única activi-
dad permitida era la relacionada con la gestión de las estructu-
ras partidarias. Las transgresiones de algunos dirigentes políti-
cos resultaron formalmente "castigadas", con breves detencio-
nes y sentencias de sobreseimiento, por un gobierno militar
que no lograba el estricto acatamiento de las medidas de sus-
pensión ni hallaba los dispositivos ni la fuerza adecuada para
aplicar sanciones ejemplares.
Durante los dos primeros años, los partidos de la oposición
abrieron un compás de espera con la tesis de que el gobierno
no podía culminar con una salida exclusivamente militar. Nin-
guno de ellos pensaba en una salida independiente, ni reclama-
ba una salida electoral inmediata. Al mismo tiempo que recha-
zaban la antinomia sociedad civil-fuerzas armadas, impugna-
ban la idea de constituir un partido nacional con el apoyo del
poder militar.
Recién a fines de 1978 se generalizaron los pronunciamien-
tos públicos cuando el Estado autoritario empezó a tener difi-
cultades para contener las disconformidades crecientes. Preva-
lecía en los pronunciamientos un reclamo coincidente que fue
perfilando la forma en que la oposición comenzaba a disputar
al Estado autoritario el monopolio de la política y a cuestionar
su exclusión del sistema decisional. Entre 1978 y 1981 las co-
incidencias civiles se estructuraron — a medida que elevaban
la voz y endurecían las posiciones— en torno a los puntos si-
guientes: 1. participación política; 2. restablecimiento del es-
tado de derecho; 3. libertades políticas; 4. vigencia de los dere-
chos humanos; 5. modificación de la política económica. Con-
viene aclarar que el reclamo del restablecimiento del estado de
derecho no estuvo acompañado, en esa etapa, de fechas preci-
sas ni se buscó realmente —ni había espacio para ello— discu-
tir un calendario electoral.
Sin embargo, no puede dejar de señalarse que en todos los
documentos públicos se reconocía igualmente el papel de las
Fuerzas Armadas en la lucha contra la subversión y en ninguno
de ellos aparecía la idea de conformar un polo cívico de oposi-
ción antidictatorial. La tensión entre democracia y dictadura
no estaba aún planteada en esa época, y la relación entre civi-
les y militares no escapaba el marco tradicional que los conte-
nía como aliados-adversarios, por lo que la oposición política
no podía transformarse en una figura inclaudicable de lucha
contra el Estado autoritario.
Con los proyectos dados a conocer a fines de 1979 (la Ley
de Asociaciones Profesionales y las Bases Políticas) el gobier-
no militar parecía haber salido de una situación defensiva y del
inmovilismo político. El tiempo de la política había llegado, y
el plan de los militares apuntaba, sin duda, a la institucionali-
zación del régimen actual. La actividad política continuaba
prohibida aunque era tolerada y había promesas de desblo-
queamiento —sostenida en las Bases Políticas— para el se-
gundo semestre de 1980. Un conjunto de hechos internos,
como el aislamiento del régimen, la falta de legitimación eco-
nómica, el descontento social, y de presiones internacionales
(que posibilitaron, por ejemplo, la visita de la CIDH) contribu-
yó al mejoramiento del clima político. Comenzaba a hablarse
de "salida" o "solución" como opciones de una desembocadu-
ra del gobierno militar, a pesar de que no tenía cabida ninguna
propuesta de poder que pretendiera excluir a la corporación
militar.

LA CRISIS DEL PROYECTO FUNDACIONAL

Durante el período de Videla, que finalizó en marzo de 1981,


se consumieron las pretensiones de producir un nuevo orden así
como de iniciar un nuevo ciclo histórico. La idea de un proyecto
estratégico había llegado a su fin y se cerraban las posibilidades
fundacionales del régimen militar, lo que significaba el final de
su misión original. El Estado autoritario quedaba inhabilitado
para producir aquellas reformas que tendieran a la construcción
de otro sistema político, donde el poder militar afirmara una
participación orgánica a nivel de las decisiones políticas. Las di-
ficultades de un gobierno militar —que se apoderó del poder
mediante un acto violento— para encontrar consenso social y
para mejorar la conflictiva relación con los partidos políticos y
otros sectores de la sociedad constituyeron, pues, las constantes
que pusieron en peligro el porvenir del Estado autoritario. Des-
pués de cinco años de gobierno quedaba en claro que continui-
dad económica y apertura política eran términos irreconcilia-
bles, y, además, no habían culminado las tensiones militares.
Por un lado, la discusión sobre la estructura del poder militar o
la polémica del "cuarto hombre". Desde los primeros meses de
1976 hasta el I o de agosto de 1978 —cuando se clausuró la dis-
cusión al ser elegido Videla para un segundo mandato presiden-
cial luego de haber pasado a situación de retiro— se mantuvo
como un punto neurálgico de la interna militar. Por el otro, esta-
ba la discusión sobre la sucesión del poder o, mejor, el reempla-
zante de Videla. Lo que en un primer momento se pensó que
podía ser una designación apacible de una candidatura presiden-
cial en un régimen que había reglamentado la forma de sucesión

Roberto Viola pone en funciones a Oscar Camilión.


del poder, se transformó con el correr del tiempo en la manifes-
tación de una crisis interna.
A medida que pasaba el tiempo se tornó evidente en el uni-
verso militar que solamente dos fueron los proyectos definidos
e implementados en la realidad, con éxito diferente: 1) el ani-
quilamiento de la subversión y 2) el programa de reestructura-
ción de la economía de Martínez de Hoz. Los demás objetivos
se desfiguraron en la complejidad de un panorama incierto. Ni
Viola ni Galtieri, sucesores de Videla, lograron, con ensayos
diferentes, renovar el empuje creador de un régimen que pese a
su debilidad "fundacional" se empeñaba con tenacidad en sub-
sistir. Ninguno de ellos halló, por tanto, en su gobierno las
mismas condiciones históricas y posibilidades políticas que
tuvo Videla para intentar fundar un nuevo sistema institucio-
nal. La crisis del régimen autoritario, que desembocó en su
descomposición tras la derrota de la guerra de Malvinas, co-
menzó en realidad en el último año de la administración de
Videla. Las expectativas estaban puestas ahora en la contin-
gencia de una apertura que se descubría corporizada en la ima-
gen del general Viola.

EL GOBIERNO DE VIOLA

A fines de 1979 todo hacía pensar que el general Viola era el


candidato presidencial aceptado unánimemente por las Fuer-
zas Armadas para ocupar el centro del poder durante el período
1981-1984. Con paciencia y habilidad, Viola trabajó con esa
intención desde la jefatura de su fuerza. Con la designación del
general Galtieri, en diciembre de 1979, como comandante en
jefe del arma se presumía garantizada la línea Videla-Viola en
el liderazgo del Ejército, pero las señales de la realidad fueron
rápidamente otras. En dos años, Galtieri clausuró aquella línea
de conducción en las filas del Ejército, con los oficiales que
pasó a retiro y con la destitución del presidente Viola en di-
ciembre de 1981. Los puntos de referencia pasaron a ser otros
y ya en marzo de 1980 los indicios provenientes de la corpora-
ción militar y de los sectores económicos vinculados a Martí-
nez de Hoz daban cuenta de la disconformidad que generaba el
candidato presidencial. El resultado fue la crisis interna del
Estado autoritario. Como se dijo, la lucha por la sucesión pre-
sidencial abrió profundas fisuras, que quedaron abiertas en el
llamado frente militar.
El 29 de marzo de 1981, cinco años después de la interven-
ción militar, el general Roberto Viola asumió la presidencia de
la Nación. Su gobierno adquirió un carácter polémico, cuestio-
nado desde las propias filas de la institución militar. El "gol-
pe" contra Viola comenzó, en realidad, antes de que asumiera
el cargo presidencial, cuando los sectore? opositores buscaban
condicionar la autoridad y el margen de maniobra del futuro
gobernante, a través de una serie de medidas económicas que
se tomaron al final del ministerio de Martínez de Hoz y me-
diante la presión de los segmentos duros de las Fuerzas Arma-
das, que rechazaban cualquier posibilidad de una apertura po-
lítica. Con estas referencias la administración Viola ingresó en
el escenario nacional con cierto desgaste, sin la plenitud de
poderes, con una Junta Militar vigilante y con un "período de
gracia" reducido. El paso del segundo presidente militar por
los recintos del poder fue fugaz: ocho meses y doce días, de los
cuales los últimos veintiuno fueron ejercidos por el ministro
del Interior a cargo del Poder Ejecutivo.

APERTURA LIMITADA

La designación del nuevo presidente confirmó —y prolon-


gó— un debate que ya se había instalado en la sociedad argen-
tina a fines de 1980: Viola, ¿cambio o continuidad? La quere-
lla movilizó a los altos jefes militares a aclarar que las correc-
ciones posibles nunca serían de fondo, preservando así la filo-
sofía del Proceso como presupuesto básico inmodificable del
régimen militar. Las sospechas pesaban rígidamente sobre la
administración Viola, pero se desconocía el alcance real que
podría tener la línea aperturista, en virtud de las relaciones de
fuerza.
Si bien Viola estaba obligado a manifestar en su primer dis-
curso presidencial que no había sido designado por la Junta
Militar para presidir la liquidación del Proceso, admitió que
los partidos políticos eran los instrumentos válidos para cana-
lizar las inquietudes ciudadanas. Y su ministro del Interior, el
general Horacio Liendo, puntualizó a principios de mayo que
"el peronismo es un interlocutor válido". El general Viola era
acusado — p o r la ortodoxia procesista— de encarar una políti-
ca que se mostraba demasiado inclinada hacia un entendimien-
to con los partidos tradicionales. La perspectiva de una "aper-
tura" política fue acompañada de un notable giro en política
económica. Se señaló lo que el nuevo gobierno entendía que
eran los cuatro grandes problemas de la economía argentina:
1) la alta inflación; 2) el atraso cambiarlo; 3) la falta de renta-
bilidad empresarial; 4) el mínimo crecimiento. La apertura de
Viola implicó un marcado distanciamiento del plan de Martí-
nez de Hoz, que al poco tiempo se detendría, como consecuen-
cia de las presiones nacionales e internacionales que recibió el
ministro de Economía, Lorenzo Sigaut.

Cada paso de Viola encaminado hacia una posibilidad de


apertura merecía la réplica de los sectores militares más or-
todoxos. La Junta Militar —recordaba en el mes de abril el ge-
neral Cristino Nicolaides, comandante del III Cuerpo de Ejér-
cito— tiene el poder total y delega en el Poder Ejecutivo las
responsabilidades constitucionales que corresponden al presi-
dente de la Nación, con las excepciones fijadas por el Estatuto
del Proceso de Reorganización Nacional. Como se puede apre-
ciar, todos los espacios de poder eran disputados.
En el nuevo paisaje, cuando soplaban vientos de liberaliza-
ción para las actividades políticas y gremiales, se perfilaba
también una apertura en la esfera de la cultura por la gravita-
ción de los mismos hechos. Había un evidente clima de disten-
sión de la sociedad civil, y los medios de comunicación de ma-
sas, los escritores, los artistas, los intelectuales, comenzaban a
hacer oír sus reclamos a favor de la libertad de opinión y de
expresión. La Argentina de principios de 1981 había empezado
a movilizarse. Una sociedad que había sido empequeñecida y
atropellada culturalmente comenzaba a recomponer un espacio
democrático y a reconquistar el respeto de sí misma, luego de
varios años de autoritarismo militar.
El acceso de Viola al gobierno, con la imagen predibujada
de una apertura política, hizo pensar a la clase dirigente que se
había iniciado en el país el proceso de discusión sobre la tran-
sición democrática. Al observar el desgaste del poder militar
en los cinco años del gobierno de Videla, los políticos aposta-
ban — c o m o ya era tradicional en el juego entre civiles y mili-
tares— al retiro de las Fuerzas Armadas cuando finalizara el
período de Viola en 1984. Apresuradamente los dirigentes par-
tidarios concluyeron que había llegado la hora de la política.
Sin embargo, la Junta Militar, centro real del poder, se pronun-
ció por la continuidad del Proceso por un período superior a
1984. Unos y otros fueron sorprendidos por los efectos y las
consecuencias de la derrota en la guerra de Malvinas. Nadie
podía imaginar en 1981, cuando se reclamaba la urgente nor-
malización institucional, el desenlace fatal de la dictadura mi-
litar, pues la derrota militar frente a los ingleses iba a herir de
muerte al gobierno militar.
La apertura que podía ofrecer el gobierno de Viola no dejaba
de ser frágil y contradictoria en tanto era limitada. No obstan-
te, durante ese gobierno se conocieron nueve meses de "des-
compresión" en el plano político, dentro del régimen militar
más déspota y cruento que hubiera conocido la historia argen-
tina. Se puede resumir de la manera siguiente el alcance de la
apertura: 1) se creó un clima de distensión política y cultural,
con mayor libertad de expresión. El límite estaba dado por el
hecho de que las organizaciones partidarias no podían reorga-
nizar sus filas hasta la sanción del estatuto de los partidos, ni
podían preparar actos públicos en lugares abiertos; 2) la libera-
ción de la ex presidenta Isabel Perón en el mes de julio, cuyo
propósito fue abrir una negociación con el peronismo; 3) la
consulta con los partidos y no con las personalidades políticas;
4) la mayor participación de civiles en el gabinete nacional,
principalmente en el área económica, a la que arribaron los re-
presentantes de las corporaciones empresariales, que en su
momento impugnaron la política de Martínez de Hoz.

LA MULTIPARTIDARJA Y LA RECOMPOSICIÓN
DE LA OPOSICIÓN

La propuesta de creación de la Multipartidaria nació del ra-


dicalismo, precisamente de la agrupación política que durante
todos estos años había sido refractaria a un acuerdo interparti-
dario. La idea original del radicalismo era lanzar una amplia
convocatoria que comprendiera tanto a la totalidad de los par-
tidos como a las entidades empresariales y organismos sindi-
cales. La coyuntura política resultaba propicia para formular
un programa amplio de coincidencia civil que permitiese abrir
un espacio de negociación con un sector de las Fuerzas Ar-
madas.
La iniciativa fue bien recibida y generó gran repercusión en
el universo político. Más allá de cierta dureza del primer docu-
mento, la Multipartidaria no pretendía conformar una alianza
antiautoritaria. Su objetivo era la creación del escenario de
transacción en el cual se sentaran las bases de la transición de-
mocrática; claro que la tarea no era simple, sobre todo ante un
régimen que en modo alguno se consideraba en retirada. Aun-
que deteriorado, el Estado militar no se percibía agotado,
como para dejar lugar a un sistema de partidos que hasta ese
momento no había sabido superar su situación de debilidad. La
convocatoria, entonces, no puede dejar de ser percibida como
una respuesta a la apertura política del presidente Viola y
como el intento más serio de recomposición política de las
fuerzas partidarias.
El hecho político más signicativo de las formaciones parti-
darias durante esos años tuvo una repercusión favorable en la
sociedad. En cambio, la corporación militar se situó entre la
desconfianza y el rechazo. Para su núcleo "duro", refractario a
los esquemas aperturistas, la convocatoria de la Multipartida-
ria tenía el propósito deliberado de constituirse en un frente
electoral, semejante al que existió en 1973 con el Frente Justi-
cialista de Liberación (FREJULI), aunque en esa oportunidad
no lo integraba el radicalismo. Los temores a una alianza
antidictatorial se agitaban como un fantasma entre los compo-
nentes de las Fuerzas Armadas. Con más mesura y realismo
político, las posiciones dialoguistas del gobierno nacional
contemplaban cómo la propuesta interpartidaria las despojaba
de la iniciativa política. El equipo de Liendo vio oscurecer el
llamado al "diálogo político" que pensaba implementar desde
el Ministerio del Interior. N o obstante, estos sectores guberna-
mentales no dejaban de apreciar positivamente la circunstan-
cia de que fuera la oposición moderada quien congregara el
encuentro multipartidario. La figura convocante fue Ricardo
Balbín y no Cámpora o Perón, como en 1972 y 1973, y con
otra realidad como telón de fondo.
"Convocatoria al país", documento de la Multipartidaria del
28 de julio de 1981

1) Retorno al estado de derecho mediante la plena vigencia de Ja


Constitución Nacional. Remoción de todas las restricciones que afecten
el libre ejercicio de los derechos humanos y de las garantías constitu-
cionales.
2) Normalización inmediata y efectiva de la actividad política, gre-
mial, empresario, estudiantil y cultural...
3) Formulación de un plan político que contenga un cronograma de
plazos inmediatos y precisos que deberá cumplirse inexorablemente para
la definitiva institucionalización del país, en el cual el sufragio es ins-
trumento insustituible.
4) Elaboración de un programa para la emergencia que permita su-
perar la crisis e iniciar la reconstrucción de la economía nacional.
5) Recuperación del salario real mediante el libre funcionamiento de
las convenciones colectivas de trabajo...
6) Mejoramiento de la educación en sus distintos niveles...
7) Posibilitar el libre acceso a los medios de comunicación en poder
del Estado... Supresión de toda forma de censura.

Fuente: La propuesta de la Multipartidaria, El Cid Editor,


Buenos Aires, 1982.

LA CRISIS INSTITUCIONAL

Entre el gobierno y la cúpula militar se entabló una relación


rispida que tuvo efectos desestabilizantes y en el cual Viola no
logró ser la e x p r e s i ó n del p e n s a m i e n t o m a y o r i t a r i o de las
Fuerzas Armadas. Allí radicaba una de las grandes diferencias
con su antecesor, pues el nuevo presidente de facto no disfruta-
ba de un poder comparable al que había tenido Videla, por lo
que aumentó el poder tutelar de la Junta Militar. Los e s f u e r z o s
de la derecha autoritaria, dispuesta a impedir que en la Argen-
tina se materializara una apertura política, no sólo cuestiona-
ban al gobierno por su alejamiento de la filosofía e c o n ó m i c a
de Martínez de H o z y por la flexibilización de la veda política,
sino que también censuraban al conjunto de la dirigencia parti-
daria.
La sorpresiva dolencia del presidente Viola, conocida en los
primeros días de noviembre, adquirió en el país una repercu-
sión espectacular, que conmocionó no sólo al sistema político
sino también al económico afectando, por ejemplo, la cotiza-
ción del dólar. La incertidumbre dio lugar a una ola de rumores
que se desplazaba precipitadamente de un extremo al otro: se
hablaba de una "enfermedad política" y también de serios pro-
blemas cardíacos. La enfermedad del presidente se produjo en
un ambiente sobrecargado de suposiciones y cálculos políticos
que llevaron al general Viola a ceder interinamente el mando
al ministro del Interior, general Liendo.
Entre la delegación del mando y el momento del relevo defi-
nitivo no fueron pocos los acontecimientos que se sucedieron:
las idas y vueltas o la manifiesta lucha por el poder desgasta-
ron a un régimen que soportaba la crisis institucional más gra-
ve desde 1976. Con la delegación del poder había concluido
virtualmente el gobierno del presidente Viola, no sólo por el
hecho de que no volvió a reasumir sus funciones, sino porque
al día siguiente de su licencia los "duros" de las Fuerzas Arma-
das activaban una campaña —y ahora en mejores condicio-
nes— en beneficio de la candidatura del general Leopoldo
Fortunato Galtieri. La única certeza que aparecía en un clima
de inestabilidad y confusión era que las Fuerzas Armadas no
tenían otro candidato que el general Galtieri. El j e f e del Ejérci-
to no resultaba finalmente una figura irritante para los políti-
cos argentinos en tanto había mantenido buenas relaciones en
los círculos políticos y, además, contaba con el apoyo de la Ar-
mada y el respaldo del gobierno de Estados Unidos.
Una sociedad con pocas esperanzas en el futuro tenía la sen-
sación, en los primeros días de diciembre, de que se aproxima-
ba el desenlace. La Junta Militar, por su parte, había emplaza-
do al general Viola a presentar su renuncia antes del 11 de di-
ciembre. Pocas dudas quedaban ahora en la opinión pública de
que la enfermedad del presidente no había sido más que el de-
tonante de una crisis que tenía un origen político: no se trataba
de otra cosa que de una lucha por el poder. Durante diez días se
abrió una larga etapa de negociación en torno a la permanencia
de Viola en el gobierno. Finalmente no fue el diagnóstico mé-
dico lo que resolvió la crisis institucional del Estado autorita-
rio, como hubiera deseado la Junta Militar, sino una resolución
de ese órgano supremo que removió de su cargo al segundo
presidente del Proceso. A través de esa misma resolución, la
Junta Militar designó al frente del Ejecutivo al general Leopol-
do Galtieri para el período 22 de diciembre de 1981-29 de mar-
zo de 1984. A la vez le permitió, con carácter excepcional de
acuerdo con el Estatuto para el Proceso de Reorganización Na-
cional, retener el cargo de comandante en jefe del Ejército.
Nuevamente desapareció la idea del "cuarto hombre", porque
Galtieri sería presidente de la Nación e integrante de la Junta
Militar.
Es cierto que el gobierno de Viola había despertado expecta-
tivas en la sociedad, pero en las horas más difíciles de su ges-
tión las mismas no se tradujeron en un apoyo explícito. Más
bien la sociedad civil miró con indiferencia la lucha por el po-
der en el interior del Estado autoritario. Los ciudadanos obser-
vaban como meros espectadores la trágica ejecución de una
comedia que veían inevitable, cuyas consecuencias recaerían
indudablemente en el entramado de una sociedad que no logra-
ba aún recuperarse, poniéndose de pie para enfrentar a una dic-
tadura militar que mostraba signos elocuentes de resquebraja-
miento. La clase política, por su parte, se mostró inquieta ante
una crisis institucional que no podía influenciar y mucho me-
nos controlar. La indefinida relación que mantuvo con el presi-
dente Viola —que impidió diseñar una meta en común— no le
ofreció las garantías ni el espacio suficiente como para salir en
defensa del ensayo aperturista.

EL GOBIERNO DE GALTIERI

Con el retorno de la ortodoxia económica liberal, el gobier-


no de Galtieri retrotrajo las cosas a la situación anterior a la
asunción del ex presidente Viola. El tercer presidente militar
no sólo proponía retornar a las "fuentes del Proceso" con un
gabinete ideológicamente homogéneo, sino que además pre-
tendía recuperar la autoridad de la figura presidencial y del
gobierno militar, erosionada por el desgaste de seis años de ad-
ministración malogrados y de enfrentamientos internos. En
todo caso, las dudas sobre el futuro rumbo del régimen nacían
en el campo de la sociedad civil frente a un equipo guberna-
mental dispuesto a llevar adelante las ortodoxas promesas
procesistas largamente postergadas. En este sentido, no era un
gobierno que fuera a organizar la transición hacia la democra-
cia sino que, por el contrario, parecía llegar con la esperanza
de poder recomponer el proyecto autoritario resquebrajado y
en crisis. Los militares sabían —y Galtieri no lo negaba— que
estaban frente a la última carta del régimen militar.
El general Galtieri asumió la presidencia de la Nación el 22
de diciembre de 1981. En medio de un balance negativo se
produjo la nueva transfe-
rencia de poder. En el cur-
so de los seis años de go-
bierno militar, dos facto-
res concomitantes f u e r o n
agravando las diferencias
internas y restando mar-
gen de maniobra al Estado
autoritario: el fracaso eco-
nómico y el desprestigio
político de las Fuerzas Ar-
madas. ¿Cómo refundar
las bases de legitimación
de un sistema de dominio
autoritario? Ésa fue la ta-
rea propuesta por el nuevo
g o b i e r n o . Un h e c h o mi-
litar, c o m o la g u e r r a de
Malvinas, que despertó el
apoyo masivo de la socie-
dad, resultó finalmente el
medio ideado para confe-
rir legitimidad a la crisis
del régimen.
Galtieri intentó, vol-
v i e n d o a las f u e n t e s del
Proceso, recuperar la vo-
luntad fundacional del ré- El general Leopoldo Fortunato Galtieri,
gimen autoritario y su es- presidente de facto.
trategia política se asentó en cuatro puntos principales, que
implicaban un giro notable en relación con la administración
saliente: 1) la elección de Roberto Alemann en el Ministerio
de Economía, para impulsar un plan de ajuste estructural, apo-
yado en severas políticas monetarias y fiscales; 2) el desarrollo
de una línea de acercamiento con Estados Unidos. El canciller
Nicanor Costa Méndez —personalidad convencida de que la
realidad del país no se identifica con los postulados del Movi-
miento de N o Alineados— era el encargado de definir los pun-
tos de contacto, desde una visión exageradamente occidenta-
lista, con el país del norte; 3) el aliento presidencial a la forma-
ción de un nuevo partido que ocupara un lugar destacado,
como tercera fuerza, en el futuro mapa partidario; 4) la ocupa-
ción de las islas Malvinas como un modo de organizar el con-
senso social y de proporcionar legitimidad a un régimen caren-
te de otras alternativas, utilizando una reivindicación histórica
muy sentida por los argentinos.
La elección del orden autoritario fue clara en tanto trató de
recomponer la filosofía política y económica del Proceso ante
la posibilidad de una apertura política, buscando desvanecer
cualquier intento de valorización de la democracia frente a la
dictadura. De tal forma, con un gabinete h o m o g é n e a m e n t e
conservador, Galtieri encaró la gestión de gobierno. Con Ro-
berto Alemann se aseguraba la aplicación de recetas neolibera-
les, reforzada por sus colaboradores Manuel Solanet y Jorge E.
Bustamente, calificados por Martínez de Hoz como "mis me-
jores muchachos" en la ceremonia de asunción de los nuevos
funcionarios del Ministerio de Economía.
La mayoría de la clase política mostró reparos en la composi-
ción del nuevo gabinete, girando las objeciones principales en
torno al peligro de reeditar la política de Martínez de Hoz, y de
ahí el señalamiento de los límites de la tolerancia de la sociedad
argentina. Los dirigentes de la Multipartidaria, luego del rápido
agotamiento del gobierno de Viola, expusieron su preocupación
por la línea que se insinuaba, corporizada en los hombres del
gobierno. Mientras discutían la nueva coyuntura, delineando
una estrategia para el futuro, se mantuvieron aferrados a las de-
mandas y aspiraciones de sus documentos públicos. Si bien en
su mayoría se manifestaron partidarios del diálogo con el go-
bierno, no tomaron la iniciativa de concertar una reunión.
Mientras regresaba a las fuentes, Galtieri creó expectativas
en relación con una próxima transición democrática, mante-
niendo un puente de conexión con los partidos políticos para
impedir que el régimen cayera en un profundo aislamiento.
Dado que comenzaba a hablarse de una etapa de reorganiza-
ción partidaria, los funcionarios explicaban la urgencia y la
importancia de poder estructurar una tercera fuerza allegada al
régimen militar. En los cien días transcurridos entre el 22 de
diciembre de 1981 y el 2 de abril de 1982 el proyecto político
de Galtieri se asentó en un trípode basado, en primer lugar, en
la promesa de confección de un estatuto que regiría el funcio-
namiento de las agrupaciones políticas y la preparación de un
cronograma político; en segundo término, trató de crear un
partido político oficial y, por último, intentó restaurar la eco-
nomía liberal.
Los militares percibieron que la suerte del Proceso, como
cualquier otra transición política, estaba indisolublemente vin-
culada con los éxitos de la economía. Precisamente, el dominio
de la economía sobre la política signó el destino del régimen
autoritario. Con una visión diferente, el ministro del Interior,
general Alfredo Saint-Jean, señalaba en enero de 1982 que el
plan económico no afectaría los objetivos políticos. Otro era, sin
embargo, el punto de vista del ministro de Economía, quien su-
bordinaba los objetivos políticos a los resultados económicos.
En esta encrucijada, Galtieri no tardaría demasiado en dar una
resolución política a la crisis del país con la invasión de las islas
Malvinas. Alemann pensaba, como Martínez de Hoz, que la so-
lución económica debía preceder a la apertura política. Más allá
de las coincidencias entre ambos ministros, los espacios de
Alemann y de Martínez de Hoz eran diferentes. El poder de este
último, en un momento de fortaleza del orden autoritario, le per-
mitió extender el tiempo de dominio de la economía sobre la
política. Alemann, que no contaba con ese poder y, además, su-
fría los desgastes del régimen militar, no pudo en otras circuns-
tancias históricas subordinar la política a la economía.
MALVINAS: LA GUERRA
COMO FORMA DE
LEGITIMACIÓN

El fracaso del proyecto eco-


n ó m i c o , el d e s p r e s t i g i o del
gobierno, la débil unidad de
las Fuerzas Armadas y el des-
pertar de la sociedad civil son
los elementos principales que
rodean la aventura de Malvi-,
ñas. Esta cambió f a v o r a b l e -
m e n t e el e s c e n a r i o p o l í t i c o
aunque no por mucho tiempo.
El desembarco argentino del 2
de abril c o n m o v i ó al país y
u n i f i c ó a todos los sectores
detrás de la reivindicación his-
tórica
Revista Gente, 6 de mayo de 1982. - E 1 régimen se lanzó en
una operación audaz e irres-
p o n s a b l e a la c o n q u i s t a de
consenso y al fortalecimiento de la unidad militar.
La adhesión de la sociedad fue total y se produjo un cambio
notable en la relación con los actores primordiales de la socie-
dad civil. Dos hechos son reveladores de esta mutación: por un
lado, el gobierno pasó de ser objeto de una reprobación masiva
durante el acto de la CGT el 30 de marzo a recibir el apoyo
público en la Plaza de Mayo setenta y dos horas más tarde y,
por otro, la opositora clase política, tanto su ala moderada
como la dura, acortó las distancias que la separaban del régi-
men militar, cuando ingresó el viernes 2 de abril a la Casa de
Gobierno para exteriorizar su conformidad por la recuperación
de las Malvinas.
Con las esperanzas renovadas, sectores del gobierno y de las
Fuerzas Armadas discutieron la posibilidad de una "concerta-
ción" entre civiles y militares o un "gabinete de coalición" que
consolidara tanto en el plano interno como en el internacional
la arriesgada operación emprendida. Hoy no caben dudas, la
expedición fue lanzada sin ninguna preparación militar y con
una apreciación errónea sobre las posibilidades de apoyo que
brindarían los Estados Unidos. El análisis perdió de vista que
el país del Norte tenía que optar entre un buen aliado en A m é -
rica del Sur y el principal aliado europeo en la OTAN (Organi-
zación del Tratado del Atlántico Norte). La opción no desper-
taba dudas: Estados Unidos tomó partido por Inglaterra contra
la Argentina, eligió un aliado en lugar de otro, o una alianza
— l a O T A N — en lugar de otra — e l T I A R — (Tratado Intera-
mericano de Asistencia Recíproca).
El conflicto austral acabó con las intenciones de Galtieri de
eliminar, según su primer discurso presidencial, las " z o n a s gri-
ses" de la política exterior. N u n c a imaginó, y su canciller m u -
cho menos, el " a b r a z o " entre Fidel Castro y Costa M é n d e z , ni
el discurso tercermundista de éste en La Habana, en oportuni-
dad de la reunión de los N o Alineados, como t a m p o c o su parti-
cipación en una c u m b r e similar en N u e v a Delhi.
El día del desembarco, una multitud calculada en diez mil
personas se concentró en la Plaza de M a y o para celebrar la
"exitosa hazaña". La oportunidad f u e más que propicia para
que el presidente Galtieri saliera a los balcones de la Casa de

Declaración del Consejo Nacional Justicialista en ocasión de


la guerra de Malvinas. Río Gallegos, 21 de mayo de 1982

Las Fuerzas Armadas han cumplido con su deber y el país en conjun-


to ha sido solidario con su acción. Frente a la agresión de un agónico
poder imperial el pueblo entero —como siempre en las grandes cau-
sas— ha estrechado filas, ha silenciado antagonismos, ha postergado
legítimas reivindicaciones, y expresado unido la voluntad nacional.
[...]
Nos sentimos representantes de miles de compañeros que acompa-
ñan a las Fuerzas Armadas en tanto brazo armado de la Nación en
lucha; y desde nuestro sur donde los hijos del pueblo ofrecen su pecho
al enemigo exhortamos a todos los compatriotas y especialmente a los
compañeros peronistas a movilizarse y a organizarse en defensa de la
soberanía, con todos sus recursos materiales y espirituales.

Fuente: Deolindo Felipe Bittel, Peronismo y dictadura. 1976-1982,


Ed. del Movimiento, Buenos Aires, 1983, pp. 64 y 65.
Gobierno y, ante el júbilo del público, pronunciara un discur-
so. En este clima de concordia la dirigencia argentina fue invi-
tada, junto con la comitiva oficial, a participar del acto de to-
ma de posesión del gobernador militar de las islas, general
Mario Benjamín Menéndez. Los dirigentes partidarios com-
prendían que la hora de la transición democrática se adelanta-
ba en la Argentina. N o obstante, el ritmo del proceso político
era interpretado por el subsecretario del Interior de manera di-
ferente pues descartaba cualquier proyecto de gobierno de
transición.
En medio del conflicto, y cuando se presumía una derrota,
las Fuerzas Armadas buscaron —mediante diferentes propues-
tas de participación— compartir la responsabilidad de la ac-
ción militar emprendida. La rendición de las fuerzas argenti-
nas el 14 de junio daba por terminada la aventura del Atlántico
Sur. Concluía, de esta manera, el intento de otorgar legitimi-

El general Galtieri frente a la multitud congregada en Plaza de Mayo,


2 de abril de 1982.
dad al régimen militar a través de la guerra. El fracaso, que en
buena medida arrastró a los partidos que se cohesionaron de-
trás del "objetivo patriótico", desprestigió aún más a los mili-
tares y apresuró la descomposición del orden autoritario. Las
Fuerzas Armadas adicionaban la derrota militar al fracaso po-
lítico y económico de seis años de gobierno.

LA RENUNCIA DE GALTIERI Y LA DISOLUCIÓN DE


LA JUNTA MILITAR

El presidente Galtieri, en un mensaje dirigido al país el 15


de junio, anunció la rendición poniendo énfasis en la superio-
ridad material de Gran Bretaña y al apoyo logístico de Estados
Unidos para explicar las causas de la derrota. Dos días más
tarde era desalojado del poder. El fin de la confrontación mili-
tar impactaba directamente en la suerte institucional de la Ar-
gentina y se percibía que después de la derrota de Malvinas era
inevitable la llegada de la democracia. La conclusión no es
otra cosa que la consecuencia del desenlace del conflicto, que
se descargó como efecto de un boomerang sobre el Estado au-
toritario.
La crisis de posguerra se desató luego de la derrota militar.
El país, por primera vez, había perdido una guerra y se encon-
traba, pese a la solidaridad demostrada por Latinoamérica, ais-
lado internacionalmente. La sociedad no ocultó su frustración
y el descontento por el fracaso militar; así, el tercer gobierno
del proceso militar terminaba seis meses después de su co-
mienzo agitado, dando lugar a la crisis institucional más grave
del Estado autoritario. Se inauguraba, de tal forma, una situa-
ción de acefalía institucional que derivaría en la disolución del
triunvirato gobernante. Como en la primera crisis institucional
(producida por el recambio de Viola) y por encima de sus dife-
rencias, el centro de gravedad estaba igualmente puesto en la
sucesión presidencial.
La disolución de la Junta Militar, con la partida de la Fuerza
Aérea y la Armada, es el punto más alto de la crisis del régi-
men autoritario. Los cinco días transcurridos entre la renuncia
de Galtieri y la designación de Bignone fueron reveladores de
la desintegración del órgano máximo de poder militar. El con-
flicto interno había quebrado la unidad de las Fuerzas Arma-
das, pues ya no se gobernaba con la totalidad de los cuarteles y
el Ejército asumiría la responsabilidad exclusiva de la conduc-
ción política del gobierno nacional.
Antes de su disolución, la Junta Militar pudo convenir dos
importantes acuerdos para el proceso político. El primero defi-
nía al próximo gobierno como de transición que concluiría con
la "plena institucionalización del país en los primeros meses
de 1984". El segundo anunciaba algunos cambios en política
económica para transitar la etapa final del Proceso. Como se
aprecia, la Junta Militar avisaba en su última decisión acerca
de la finalización del Proceso de Reorganización Nacionaf, y
fijaba una fecha límite de duración: marzo de 1984.
El Ejército, por su parte, comunicó la decisión unilateral de
designar al general Reynaldo Bignone como presidente de la
Nación, quien asumió el cargo a partir del I o de julio de 1982.
Sin aludir directamente al plazo de duración del mandato pre-
sidencial, se mencionaba que debería cumplir "con un período
de gobierno de transición limitado" que no podría superar los
primeros meses de 1984 y que la institucionalización sería
acordada con los dirigentes políticos.

EL GOBIERNO DE BIGNONE

Con el último tramo del régimen castrense comenzó, tras la


derrota de Malvinas, el proceso de transición democrática en
la Argentina y los militares iniciaron una retirada desordenada,
sin poder negociar la transferencia del poder. Conscientes, al
menos en su franja mayoritaria, de que era imposible retornar a
la situación anterior al 2 de abril, se propusieron concertar el
manejo del futuro gobierno constitucional para obtener la se-
guridad de no ser juzgados. El desenlace se produjo en la for-
ma menos esperada y en las peores condiciones para unas
Fuerzas Armadas doblegadas por la derrota militar, despres-
tigiadas políticamente, degradadas por la violación de los de-
rechos humanos y con un alto nivel de enfrentamiento entre sí.
No obstante, la transición fue compleja e incierta, cargada
de rumores y de riesgos. Entre las versiones golpistas y una
sociedad que sospechaba de las intenciones gubernamentales,
los partidos políticos ganaban
el centro del escenario nacio-
nal y se p r e p a r a b a n para las
prometidas elecciones libres y
competitivas. Las agrupacio-
nes, guardando cierta distancia
del poder militar pero sin lle-
gar a constituir una verdadera
alianza antiautoritaria, supie-
ron cerrar el espacio a los mi-
noritarios sectores golpistas.
Sin embargo, los militares, que
se mostraban dispuestos a ce-
der el p o d e r , e x i g í a n , c o m o
mínimo, un acuerdo sobre dos
temas f u n d a m e n t a l e s : la res-
ponsabilidad por las secuelas
de la guerra sucia y la inser-
ción en el futuro gobierno ci-
vil. Como se verá, la negativa
a un pacto de esta naturaleza
fue posible ante el inevitable
derrumbe del soberano militar.
Finalmente, los j e f e s de las
tres f u e r z a s decidieron resta-
b l e c e r el e s q u e m a d e p o d e r i n - Presidente defacto
augurado en marzo de 1976, general Reynaldo Bignone.
por el que se reconstituyó la
Junta Militar como órgano su-
premo del Estado autoritario, con las atribuciones señaladas en
los documentos básicos del Proceso. Superadas las desavenen-
cias internas, se puso fin a los tres meses de gobierno militar
del Ejército. La reunificación del poder fragmentado fue la
consecuencia de la certeza que existía en las tres fuerzas acer-
ca del d e s o r d e n militar. De esta m a n e r a , el g o b i e r n o de
Bignone, apoyado por la totalidad de los cuarteles, se encon-
traba ahora en otra situación para imponer ciertas condiciones
en la transición democrática.
E n u n t r á n s i t o d e s o r d e n a d o h a c i a la d e m o c r a c i a , el i n t e r é s
p r i n c i p a l d e la J u n t a M i l i t a r e r a la d e f i n i c i ó n d e l a s c o n d i c i o -
nes de traspaso del poder y a m e d i a d o s de noviembre de 1982
se establecieron los temas de la concertación. En dos textos, la
Junta Militar explicaba el sentido del c o m p r o m i s o entre civi-
les y militares y se fijaban los puntos básicos de la transacción
que debía allanar el camino a la salida constitucional. Se seña-
laban, con torpeza política y sin prejuicios, los t e m a s en torno
a los cuales giraría la negociación: "Vigencia del estado de si-
tio, m e c á n i c a y secuencia para el acto eleccionario y para la
entrega del poder (ley y c r o n o g r a m a electoral); lucha contra el
t e r r o r i s m o ; d e s a p a r e c i d o s ; plan e c o n ó m i c o ; d e u d a e x t e r n a ;

Documento final de la Junta Militar


por el cual asumía sus actos

Por todo ¡o expuesto la Junta Militar declara:


1) Que la información y las explicaciones proporcionadas en este
documento es todo cuanto las Fuerzas Armadas disponen para dar a
conocer a la Nación, sobre los resultados y consecuencias de la guerra
contra la subversión y el terrorismo.
2) Que en este marco de referencia, no deseado por las Fuerzas Ar-
madas, y al que fueron impelidas para defender el sistema de vida na-
cional, únicamente eljuicio histórico podrá determinar con exactitud a
quién corresponde la responsabilidad directa de métodos injustos o
muertes inocentes.
3j Que el accionar de los integrantes de las Fuerzas Armadas rela-
cionadas con la guerra librada, constituyeron actos de servicio.
4) Que las Fuerzas Armadas actuaron y lo harán toda vez que sea
necesario en cumplimiento de un mandato emergente del gobierno na-
cional, aprovechando toda experiencia recogida en esta circunstancia
dolor osa de la vida nacional.
5) Que las Fuerzas Armadas someten ante el pueblo y el juicio de la
historia estas decisiones, que traducen una actitud que tuvo por meta
defender el bien común, identificado en esa instancia con la supervi-
vencia de la comunidad, y cuyo contenido asumen con el dolor autén-
tico de cristianos que reconocen errores que pudieron haberse cometi-
do en cumplimiento de la misión asignada.

Fuente: La Nación, 29 de abril de 1983.


Yacyretá; presupuesto 1984; ley 22.105 (asociaciones gremia-
les de trabajadores); conflicto Malvinas; d i f e r e n d o austral
(Beagle); investigación de ilícitos; estabilidad de la Justicia;
presencia constitucional de las Fuerzas Armadas en el próximo
gobierno nacional".
De los temas que hemos subrayado como los más importan-
tes, hay uno que quizás aparecía como el más difícil en la ne-
gociación: la no revisión de lo actuado por las Fuerzas Arma-
das en la lucha contra la subversión. De la negativa de la clase
política a acordar sobre este tema nacería unos meses más tar-
de la "Ley de Autoamnistía", proclamada por el propio gobier-
no militar.
Apenas se conocieron los temas de la concertación, numero-
sos dirigentes políticos expresaron su d i s c o n f o r m i d a d . La
Multipartidaria, por su parte, formuló un público rechazo por
considerar la propuesta extraña a la Constitución Nacional y
condicionante del futuro gobierno civil. Las Fuerzas Armadas
no ocultaron la decepción y el desagrado que les produjo la
negativa a aceptar aquella concertación, razón por la cual mo-
dificaron su estrategia. Cuando en marzo de 1983 definieron el
cronograma electoral, dejaron un tiempo más que prudencial
entre la fecha de las elecciones y la entrega del poder, lo que
fue interpretado como la apertura de una nueva fase de nego-
ciación que se entablaría con el candidato que resultase elegi-
do. Ese período fue conocido como "la negociación de los no-
venta días", que no se logró por dos motivos fundamentales:
en primer lugar, porque el presidente electo, Raúl Alfonsín, no
estuvo dispuesto a concertar y, en segundo lugar, porque si una
negociación ya era difícil antes de las elecciones, luego del
enorme caudal electoral del 52% que dio el triunfo a la Unión
Cívica Radical era prácticamente innecesaria. El reducido es-
pacio de negociación de las Fuerzas Armadas fue literalmente
barrido con la victoria incuestionable de Alfonsín.
Por último, el 6 de diciembre se conoció el acta de disolu-
ción de la Junta Militar firmada por los tres comandantes por
!a que se transfirió al presidente Bignone las facultades que el
Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional acordaba al
órgano supremo del Estado, hasta el día en que asumiera el pri-
mer mandatario electo. En esa fecha cesaría igualmente la vi-
gencia del mencionado Estatuto y su reglamentación.
Con la autodisolución de la Junta Militar, cuatro días antes
de la instalación de las autoridades democráticas, se ponía fin
al Proceso. La noticia de la formal desaparición del organismo
máximo que durante casi ocho años había dirigido el Estado
autoritario y, por ende, la vida y el destino de los argentinos,
fue recibida con beneplácito generalizado aunque sin verdade-
ro entusiasmo. Tal vez porque en realidad el régimen de facto
había fenecido en la conciencia de la sociedad tiempo atrás. El
fracaso autoritario en la gestión de gobierno y la derrota mili-
tar en la aventura del Atlántico Sur no fueron ajenos a la de-
cepción y al repudio manifestado por la ciudadanía al final de
un proceso que en sus inicios suscitó importantes apoyos.
El triunfo electoral del radicalismo planteaba la posibilidad
de una vuelta de página en la entrecortada historia política ar-
gentina, así como también el inicio de un nuevo liderazgo so-
cial. El acto electoral del 30 de octubre tuvo un doble signifi-
cado: por un lado, clausuró el régimen autoritario de 1976 y
cerró el sistema de alternancia de poder entre civiles y milita-
res y, por otro, quebró la hegemonía electoral de cuatro déca-
das del peronismo. Un nuevo ciclo histórico se abría en la so-
ciedad argentina: la reconstrucción de la democracia y la con-
solidación de un sistema político civil.
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Aclaración: Este texto corresponde a las Unidad 5 y 6.
Unidad
6
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DEL ALFONSINISMO AL KIRCHNERISMO: EL
MOVIMIENTO OBRERO BAJO LA DEMOCRACIA (1983-2012)

ALEJANDRO M. SCHNEIDER*

La sociedad argentina y, en particular, la clase obrera han atravesado una significativa


transformación en las últimas tres décadas. Durante ese período se produjeron importantes cambios
materiales y subjetivos que impactaron en el accionar del movimiento obrero. En el transcurso de
esos años, la relación entre las distintas administraciones gubernamentales con la dirigencia sindical
no fue homogénea. Si bien este vínculo presentó diversas aristas, una de las formas en las que se
puede apreciar esta manifestación fue, por una parte, en el constante ir y venir que atravesó la
Confederación General del Trabajo (CGT) con las diferentes gestiones presidenciales. Por otra parte,
en el permanente vaivén de unidad y quiebre que experimentó la central sindical.

Por otro lado, no menos trascendente fueron las alteraciones que soportó el mercado laboral.
Aunque en términos de ocupación, las cifras de la población económicamente activa fueron
variando, continuaron estando vigentes determinadas características que se incorporaron en la década
del noventa como la precarización del empleo.

En este sentido, por la amplitud de su trama, estas problemáticas necesitan ser estudiadas en
forma pormenorizada; sin embargo, frente a la brevedad que impone el presente artículo, aquí sólo se
esbozarán algunas cuestiones.

De la primavera alfonsinista al Plan Primavera

Las elecciones democráticas de 1983 permitieron el acceso de Raúl Alfonsín, el candidato de la


Unión Cívica Radical (UCR), a la primera magistratura de la Nación. Por ese entonces, la política
socioeconómica de la dictadura había provocado profundas modificaciones en la sociedad; sobre
todo, el peso numérico de los trabajadores industriales en la población económicamente activa había
descendido mientras se había incrementado la cantidad de asalariados en el área de servicios.

A pocos días de asumir el gobierno, el presidente envió al Congreso su Proyecto de Reordenamiento


Sindical diseñado por el Ministro de Trabajo, Antonio Mucci. El mismo se esbozó en consonancia con la
denuncia, efectuada durante la campaña electoral, sobre la existencia de un pacto militar-sindical.26 Además, se
hizo con el argumento de que las entidades gremiales eran uno de los principales poderes corporativos que
había que democratizar. De esta manera, la propuesta de ley aspiró a facilitar el acceso a diferentes corrientes
políticas a la conducción laboral, posibilitando la incorporación de representantes por mayoría y minoría en la
totalidad de las instancias organizativas.

El proyecto fue acompañado por un conjunto de agrupaciones que habían conformado la Mesa de
Enlace Gremial, entidad sindical compuesta principalmente por el Encuentro Nacional de Trabajadores

* Doctor en Historia. Profesor e investigador en la Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad de


Buenos Aires.
26
El abril de 1983, Raúl Alfonsín (candidato electoral por el radicalismo) denunció la existencia de un acuerdo
entre sectores de la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas con algunos dirigentes sindicales. Dicho pacto
establecía la devolución de los gremios a sus antiguas conducciones a cambio del compromiso de no investigar
ciertos actos perpetrados durante el régimen de facto.
222
(ENTRA) y el Movimiento Nacional de Renovación Sindical (MNRS). Sin embargo, la mayoría de la
dirigencia sindical, orientada por el peronismo, consideró que la norma era un serio intento de injerencia del
Estado en las cuestiones laborales. En esa coyuntura, los principales referentes gremiales del justicialismo
decidieron reunificar la CGT en torno a una dirección colegiada integrada provisoriamente por cuatro
secretarios generales: Saúl Ubaldini (Cervecero), Osvaldo Borda (Caucho), Ramón Baldassini (Correos) y Jorge
Triaca (Plásticos).27 A pesar de las diversas reuniones mantenidas entre los distintos bloques partidarios del
Poder Legislativo para poder dar sanción a la ley, la propuesta fue rechazada en la Cámara de Senadores
(Senén González y Bosoer, 2009).

En ese contexto, la derrota condujo a una drástica modificación de la política laboral de Alfonsín: esta
pasó de la confrontación a la negociación. Entre otros temas, nombró como su delegado personal ante la
cúpula gremial al líder fideero Hugo Barrionuevo; por otra parte, reemplazó al ministro del área: en lugar de
Mucci designó a Juan Manual Casella. De este modo, la principal tarea que encaró fue la de coordinar, con la
hasta entonces denostada dirigencia laboral, el proceso de normalización sindical en las entidades de primer y
segundo grado. Si bien el proceso electoral fue restrictivo, puesto que no permitió la participación de nuevos
activistas, en algunas entidades fueron derrotados ciertos personajes que habían tenido un comportamiento
cómplice con la dictadura. Asimismo, se lograron cambios a nivel de las seccionales, entre otras, en el gremio
de la construcción de Neuquén y en Sanidad de Capital Federal. Aunque, en términos generales, el control de
la denominada burocracia sindical continuó estando presente en la mayoría de los gremios.

En cuanto a los conflictos laborales es notable el incremento de los mismos a partir de 1983.
Es evidente que, ante el inicio de la democracia, los trabajadores aprovecharon la ocasión para
plantear sus reivindicaciones en torno al pedido de mejoras salariales como las demandas a favor de
la reincorporación de aquellos obreros que se encontraron cesanteados por la dictadura.

Por otro lado, durante este período, en reiteradas circunstancias, el gobierno intentó crear,
mediante diversas negociaciones con representantes empresarios y laborales, un mecanismo de
concertación para acordar distintos temas económicos. En lo que respecta a la dirigencia gremial, se
intentó consensuar cuestiones referentes a salarios, condiciones de trabajo, leyes de convenios
colectivos, de asociaciones profesionales y de obras sociales; sin embargo, en la mayoría de las
ocasiones, terminaron en rotundos fracasos. Por entonces, la CGT comenzó a tomar conciencia de la
fuerza que poseía a la hora de negociar. Esto lo demostró por medio de la realización de trece paros
generales; el primero de ellos, en septiembre de 1984, condujo a que el presidente reemplace a
Casella por Barrionuevo (Gaudio y Thompson, 1990).

El anterior, no fue el único cambio en el gabinete presidencial. A fines de febrero de 1985, en


la cartera de Economía, Bernardo Grinspun fue sucedido por Juan Vital Sourrouille. Este último,
meses más tarde, anunció una serie de medidas antiinflacionarias (el Plan Austral) sobre la base de la
creación una nueva moneda, el congelamiento de precios y salarios, el incremento en las tarifas de los
servicios públicos, entre otras disposiciones. Si bien, en un primer momento la reacción de la cúpula
sindical fue de cautela, poco a poco, esta postura fue cambiando al calor de las consecuencias
negativas del programa económico y de las ríspidas discusiones entre Alfonsín y Ubaldini.

De manera simultánea, uno de los efectos inmediatos del Plan Austral fue que algunas empresas
redujeron sus costos laborales mediante suspensiones, despidos, argumentando el congelamiento de precios.
En ese marco, por ejemplo, el 26 de junio los operarios de la Ford -al margen de la conducción del sindicato-
ocuparon la planta del General Pacheco. Durante varias semanas se desató un conflicto en el marco de
asambleas internas conducidas por una Comisión Interna que intentó reincorporar a los trabajadores

27 Si bien la CGT permaneció formalmente unificada, la presencia de distintas corrientes de pensamiento

implicó la existencia de diferentes posiciones políticas frente al gobierno radical.


223
cesanteados. No obstante, pese a la solidaridad recibida, a mediados de julio, las fuerzas de seguridad
ingresaron al establecimiento desalojando brutalmente a sus operarios (Molinaro, 2013).

A pesar de esta derrota, en los siguientes años se produjo un incremento en las medidas de fuerza; en
particular, aumentaron las demandas por salarios y por mejoras en las condiciones de trabajo, sobre todo, en el
sector público. Por su parte, al compás del deterioro de la situación económica, la CGT expuso su “Programa
de 26 puntos”, que pretendió ser una alternativa a la propuesta gubernamental. En su declaración figuraba una
moratoria para el pago de los intereses de la deuda externa, un incremento de salarios, medidas para garantizar
pleno empleo, créditos para la industria y suba de haberes para los jubilados, entre otros reclamos. Como parte
de ello, la cúpula sindical dispuso el 29 de agosto de 1985 un tercer paro general con movilización a Plaza de
Mayo, en donde se reunieron unas 120.000 personas. Asimismo, el Consejo Directivo de la central obrera
ratificó como único secretario general, hasta la normalización de la entidad, al dirigente cervecero.28

En este escenario, con la figura de Ubaldini en su cenit, la CGT convocó a la realización de


cuatro huelgas generales durante 1986. Sin embargo, esto no alcanzó a contener las fuertes críticas
que recibió la dirigencia por parte de los gremios estatales y las delegaciones regionales, por la tibieza
de las medidas de fuerza adoptadas en esos años. Las discrepancias reflejaron, en cierta manera, la
heterogeneidad reinante en la conducción de la central obrera; por entonces, en la cúpula
convivieron (en forma no poco tensa) el ubaldinismo, el Movimiento Sindical Peronista Renovador
(MSPR) -identificado con el ala renovadora del justicialismo- y las 62 Organizaciones -encabezada
por el metalúrgico Lorenzo Miguel-. Lejos de conformar un bloque único de ideas, cada sector tuvo
su particular mirada y aspiración tanto frente al gobierno como a la interna existente en el peronismo.
Asimismo, corresponde observar que los posicionamientos no eran rígidos; constantemente se
produjeron, por motivos políticos y personales, deslizamientos entre los diferentes grupos.

De este modo, a comienzos de 1987, en el marco de la octava huelga general dirigida por la
CGT, algunos dirigentes, identificados como el grupo de los “15” (electricistas, municipales, textiles,
bancarios, portuarios, gráficos, comercio, sanidad, mecánicos, etc.) establecieron un diálogo fluido
con el Poder Ejecutivo. Como consecuencia, en marzo, Alfonsín incorporó como ministro del área al
dirigente de Luz y Fuerza, Carlos Alderete; su ingreso representó beneficios en ambos sentidos. Por
un lado, bajo su gestión no se realizaron paros generales; por el otro, la dirigencia sindical avanzó en
diversos temas que les preocupaban, y que no se habían resuelto desde el inicio de la democracia.
Entre estos se destacaron las leyes sobre asociaciones profesionales, los convenios colectivos y las
obras sociales. Sin embargo, el panorama para el gobierno radical tuvo un nuevo giro negativo con la
derrota electoral en los comicios de septiembre de 1987. Frente al escenario abierto, el presidente
nombró a Ideler Tonelli como Ministro de Trabajo en reemplazo de Alderete. Por su parte, la
recuperación del justicialismo –de la mano de los renovadores- hizo que el aparato partidario
sustituyese lentamente el protagonismo del sindicalismo en el papel de oposición (Belardinelli, 1994).

En esa coyuntura, si bien la CGT exhortó a nuevas huelgas generales, éstas carecieron de la
fuerza y del poder de movilización de los que habían gozado en tiempos pretéritos (Iñigo Carrera,
2001). Pese a este escaso nivel de convocatoria, los últimos años de la administración radical se
caracterizaron por tener un incremento en el nivel de protesta en comparación con los anteriores.
Entre los conflictos más importantes se destaca el paro docente que tuvo una amplia repercusión en
el conjunto de la sociedad, con una masiva participación en los tres niveles de enseñanza. La activa

28 Finalmente el congreso normalizador de la CGT del 7 de noviembre de 1986 designó en forma oficial a

Ubaldini como Secretario General. Cabe indicar que el encuentro, además de reconocer el papel del líder
cervecero, implicó un reparto explícito de cargos en la conducción de la central laboral de acuerdo con el peso
gremial de cada una de las corrientes existentes dentro del sindicalismo.
224
adhesión se logró por medio de plebiscitos, la coordinación de escuelas y colegios, cortes de calles y
marchas multitudinarias, etc.

Corresponde observar que el aumento en la cantidad de conflictos estuvo en consonancia con


el regreso de las discusiones paritarias libres; tras más de una década de suspensión, los asalariados
volvieron a sentirse amparados bajo las leyes de Convenciones Colectivas de Trabajo y de
Asociaciones Profesionales. El rápido fracaso del Plan Primavera, nacido en agosto de 1988, con la
consiguiente hiperinflación, condujo a una situación de descontento generalizado entre los sectores
más empobrecidos de la población. A la importante cantidad de medidas de fuerza en demanda de
incrementos de haberes y en defensa de las fuentes de trabajo se sumaron, en los primeros meses de
1989, la realización de saqueos a supermercados en búsqueda de alimentos en algunas ciudades.
Frente a ese escenario, Alfonsín adelantó la entrega del gobierno al presidente Carlos Menem (Pozzi
y Schneider, 1994).

La década de las reformas laborales

A escasas semanas de asumir su mandato, el nuevo gobierno justicialista aplicó en forma


sistemática las pautas aconsejadas por el Consenso de Washington. En poco tiempo, Menem
implementó un conjunto de medidas económicas que apuntaron a una mayor apertura externa
comercial junto con una amplia gama de privatizaciones de una importante cantidad de empresas
públicas. Los efectos de estas disposiciones fueron rápidamente sentidos: hubo una drástica
mutación del mercado de trabajo que tuvo su correlato en el incremento de los índices de
desocupación, subempleo y sobreocupación. Este proceso socioeconómico, a su vez, fue seguido por
un aumento de la actividad industrial, con una menor ocupación laboral.

En consonancia con lo anterior, se modificaron diversos instrumentos legales; así, en el marco


de Ley de Emergencia del Estado, se alteraron las normas que garantizaban la permanencia de los
empleados estatales, a la vez que se aplicaron ciertos límites al derecho de huelga en los servicios
públicos. Por otro lado, se cambió la normativa sobre los contratos de empleo; en ese sentido, se
generalizó su duración por tiempo determinado, se instituyeron períodos de prueba de entre tres y
seis meses (se convalidó el despido sin motivo y sin indemnización) y se redujeron los montos en
concepto de indemnización, etc. En cuanto a las negociaciones colectivas, se autorizó a que las partes
intervinientes eligieran el nivel de negociación, se concedieron subas salariales sujetas al incremento
de los niveles de productividad, se habilitó el pago del salario en vales de comida, se realizaron
modificaciones en lo referente a las obligaciones empresariales frente a los accidentes de trabajo,
entre otras cuestiones.

La década del noventa fue testigo del desvanecimiento del sistema centralizado de
negociaciones colectivas, pieza característica de las relaciones industriales en Argentina desde los
años cuarenta. En concordancia con el aumento de los índices de desocupación y subempleo, los
empleadores aprovecharon la descentralización laboral para flexibilizar las condiciones contractuales
y de trabajo. En ese lúgubre escenario, se modificó la base estructural de los acuerdos: un notable
número de convenios fueron firmados a nivel de las empresas. No obstante, hubo casos donde las
entidades preservaron las disposiciones de los convenios firmados en forma previa al ajuste
económico de Menem; para eso aplicaron las cláusulas de ultraactividad por medio de las cuales los
convenios mantuvieron su validez, hasta la firma de un nuevo pacto.

En este escenario se fue cambiando el tradicional modelo fordista de organización de la


producción mediante la implementación de la polifuncionalidad de tareas, el trabajo en equipo y la

225
rotación interna laboral en diferentes puestos y oficios. Este fenómeno se acompañó con un proceso
de terciarización de actividades dentro de las empresas a través de un uso extensivo de contratos
precarios por medio de agencias de empleo.29 En general, estas modalidades de empleo apuntaron a
desgastar el poder de organización de los asalariados en los propios lugares de trabajo. Más aún, en
determinados ámbitos se produjo un quiebre entre los trabajadores de una misma empresa,
propiciando distinciones en torno al monto de los salarios percibidos y las condiciones de labor.

La precariedad laboral se manifestó no sólo con la contratación de las tareas sino también en la
forma en que se generalizó el pago de haberes en “negro”. En íntima vinculación con estas prácticas,
el uso de subcontratos de personal derivó en que estos empleados debieran hacerse cargo por sí
mismos de la seguridad social y de la salud, eximiendo a los empresarios de asumir esa
responsabilidad. La generalización de esta modalidad incidió en la conformación de una importante
camada de trabajadores que, juntos con sus familias, pasaron a carecer de algún tipo de protección en
materia de estos servicios. En un contexto signado por la privatización del sistema de salud y del
régimen previsional de jubilaciones, esto se tornó más grave.

De esta manera, la modificación del mercado de trabajo impactó negativamente en la capacidad


de presión y de negociación de los sindicatos. Además, la precarización facilitó la imposición de la
disciplina patronal sobre los trabajadores, desalentando la organización y la lucha en los lugares de
trabajo. En idéntico sentido, este panorama se expresó en una importante caída en el nivel de
afiliación de las entidades laborales.

No fue ajeno a este proceso el comportamiento de la mayoría de la cúpula sindical. La


flexibilización del mercado laboral junto con la ofensiva generalizada del capital sobre los asalariados
fue acompañada con una estrategia de negociación y de cooptación hacia la dirigencia. De este modo,
no pocos líderes gremiales acentuaron su compromiso con el modelo reinante erigiéndose como
sindicalistas empresarios, participando en las privatizaciones de las empresas públicas, en la
desregulación de las obras sociales, en la creación de fondos de pensión y aseguradoras de accidentes
de trabajo y en la contratación precaria de trabajadores. En forma clara, estos dirigentes se fueron
consolidando como burócratas: conformando una capa social con una orientación capitalista en el
seno del movimiento obrero, con intereses de clase cada vez más alejados de sus representados
(Gighliani, Grigera y Schneider, 2012).

A pocos meses de iniciada la presidencia de Menem, la CGT terminó fraccionándose en dos


sectores frente a las medidas implementadas.30 La tendencia predominante fue la de adaptarse a la
nueva situación política, priorizando la preservación de los beneficios corporativos; en particular, con
el control de los recursos financieros de las obras sociales. Con la aceptación de las medidas
neoliberales, el gobierno peronista obtuvo una cierta legitimidad, en el campo sindical, para la
aplicación de su política económica (Murillo, 1997).

Frente a esta postura de adaptación, en el transcurso de esos años nacieron nuevos


agrupamientos gremiales que cuestionaron las políticas neoliberales. Por una parte, un conjunto de
agrupamientos de sindicatos públicos encabezados por la Asociación de Trabajadores del Estado
(ATE), junto con los docentes de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República

29 En este marco, el asalariado por locación pasó a no formar parte de la planta efectiva de la compañía; por lo
tanto, no se lo acogió a los beneficios y protecciones legales que otorgaban los convenios por industria.
30 La primera partición se produjo en octubre de 1989, cuando emergió la CGT de Azopardo, encabezada por

Ubaldini, y la CGT San Martín, liderada por el mercantil Güerino Andreoni. En 1992 estos sectores se
reunieron; pero poco tiempo después hubo nuevos desprendimientos sindicales.
226
Argentina (CTERA), crearon en 1992 el Congreso de los Trabajadores Argentinos, que en 1996
desembocó en la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA). Por otra parte, entidades lideradas
por la Unión Tranviaria Automotor (UTA) y por el sindicato de los camioneros conformaron, en
1994, un grupo autónomo dentro de la CGT: el Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA).
Finalmente, con un menor peso gremial pero con un elevado impacto político, también en 1994,
nació la Corriente Clasista y Combativa (CCC).

Desde su origen, la CTA se planteó construir un sindicalismo autónomo respecto del Estado,
los partidos políticos y los grupos empresariales. Además, incorporó a desocupados, empleados
temporarios y cuentapropistas y acogió a agrupaciones de base territorial. En idéntico sentido,
permitió la afiliación de comisiones internas y de trabajadores en forma individual.31 Durante esos
años convocó a una serie de actividades opositoras: la campaña del millón de firmas contra la
jubilación privada en 1993, la marcha federal en 1994, el apagón multisectorial en 1997, entre otras
acciones. Por otro lado, el antagonismo respecto a la gestión gubernamental de Menem condujo a
varios dirigentes de esta central a adherir a los postulados del gobierno aliancista de Fernando de la
Rúa. Sin embargo, frente a la visualización de las continuidades con las políticas económicas
neoliberales, la CTA regresó al campo opositor (Palomino, 2000).

El MTA agrupó a cerca de treinta entidades laborales, prevaleciendo, sobre todo, los sindicatos
del transporte, siendo sus principales referentes Hugo Moyano (camioneros), Juan M. Palacios
(colectiveros) y Alicia Castro (aeronavegantes). Ante el acercamiento de la mayoría de la cúpula
cegetista al gobierno, este agrupamiento se propuso desplazar a dicha conducción con el objetivo de
retomar los lineamientos del tradicional sindicalismo peronista. De esta manera, retomaron tanto las
clásicas formas de intervención gremial (el “golpear para negociar”) como los postulados ideológicos
próximos a una concepción intervencionista en la economía que asumiera medidas redistributivas de
ingreso en beneficio a los asalariados. Cabe observar que, en determinadas circunstancias, la postura
de este sector terminó acercándose momentáneamente a la dirección de la CGT, como sucedió
durante el congreso de la Central en 1996 cuando se eligió a Rodolfo Daer (alimentación) como
Secretario General, acompañado por Palacios como Adjunto. Así, la postura del MTA alternó entre
convivir con la dirigencia aliada a Menem o alejarse de ella para terminar conformando la “Mesa de
Enlace” con la CTA, la CCC y la regional San Lorenzo de la CGT en 1995 (Ferrer, 2005).

Por último, la CCC surgió en el norte del país en torno a la figura de Carlos Santillán del
gremio de los municipales de Jujuy. Si bien no hubo numerosas entidades sindicales en su redil, su
presencia se hizo sentir (sobre todo en las provincias) por la metodología disruptiva de sus luchas a
través de ocupaciones de edificios públicos y por los enfrentamientos con la policía. Asimismo, la
organización articuló algunas de sus protestas con otros grupos como la Federación de Tierra y
Vivienda (FTV). En lo que respecta a sus posturas políticas, en todas las presidencias de la década del
noventa, fue consecuente su enfoque antagónico con el poder.

A partir de la década de 1990 la cantidad de conflictos gremiales tendieron a una disminución


en su número. Primero, al compás de la crisis hiperinflacionaria y, luego del abrupto proceso
desregulador de la economía, se produjo un reordenamiento de la acumulación de capital a favor de
los sectores dominantes más concentrados, lo que repercutió en una fuerte ofensiva sobre el
conjunto de los asalariados. Todo esto en un escenario donde el primer mandatario se autoproclamó

31 El problema de la desocupación se canalizó en gran medida con la creación de la Federación de Tierra,

Vivienda y Hábitat (FTV). Esta se destacó por efectuar numerosos cortes de rutas y calles como forma de
protesta para hacer oír sus reclamos.
227
justicialista, mientras un sector de la dirigencia sindical avaló y participó en esta transferencia de
ingresos.

Como consecuencia, durante los primeros años del gobierno de Menem, las principales
protestas estuvieron dirigidas a detener la caída salarial en términos reales y a la defensa de las
empresas públicas; algunos de los conflictos más resonantes fueron protagonizaron por los
ferroviarios, los obreros telefónicos y los metalúrgicos de Somisa. Posteriormente, las medidas de
fuerza giraron alrededor de las cesantías y suspensiones, los atrasos en los pagos de haberes, entre
otros reclamos. Cabe indicar que el crecimiento de los despidos se produjo tanto en el sector público
como en el privado. En el primero de los casos, la drástica expulsión de mano de obra se debió a las
desregulaciones de las empresas estatales, mientras que en el ámbito privado, la pérdida de empleos
se generó tanto por la reconversión productiva (sobre todo, en la industria) como por la apertura de
la economía. Por entonces, además, se produjo una importante cantidad de protestas con un alto
nivel de enfrentamiento; una proporción notable de ellas se desplegaron por fuera y -en varias
oportunidades en contra- de las conducciones gremiales.

Por otro lado, desde 1993, los enfrentamientos sociales se agudizaron en el ámbito regional y
provincial: la protesta en Santiago del Estero, con el incendio de la sede de gobierno, los tribunales,
la legislatura, las residencias de políticos locales, entre otros sitios, fue una de sus máximas
expresiones de descontento. A partir de 1995, como resultado de la recesión provocada por el
“efecto tequila”, los conflictos, que tendieron a disminuir en términos numéricos, giraron en torno a
la defensa de la fuente de empleo. El aumento de la desocupación y el subempleo, las
transformaciones en la estructura de calificaciones, el incremento de productividad laboral, la
precarización de los contratos y la tercerización de actividades en las empresas actuaron como
factores que incidieron en el accionar defensivo y atomizado que adoptó la clase trabajadora. A pesar
de ello, los empleados estatales (nacionales y provinciales) protagonizaron una notable cantidad de
protestas ante los recortes salariales, por demoras en el pago de haberes y por la mejora en las
condiciones de trabajo. Dentro de este sector, la mayor cantidad de medidas de fuerza la llevaron a
cabo los docentes; entre otras acciones, una de las más impactantes en la población, fue la instalación
de la “Carpa Blanca” frente al Congreso de la Nación, entre abril de 1997 y diciembre de 1999, en
reclamo de una ley nacional que garantizase un fondo para la educación pública (Vázquez, 2005).

En medio de este panorama, las centrales obreras acordaron, en diferentes circunstancias,


efectuar medidas en común; entre otras, en 1994, se desarrolló la Marcha Federal sobre todo el
territorio nacional. O bien, en 1996, se convocaron a tres huelgas generales contra la política laboral
del gobierno.32 Asimismo, la crisis económica en las provincias derivó en puebladas de localidades
que vivían de la actividad petrolera como Cutral-Co, Plaza Huincul, Tartagal y General Mosconi. Al
calor de estas protestas nacieron los fogoneros y los piqueteros que, a la metodología de los paros y
huelgas, sumaron sus cortes de calles y rutas. De este modo, la protesta territorial de los
desempleados condujo a la conformación de nuevas organizaciones denominadas en forma genérica
como “Movimientos de Trabajadores Desocupados” (Svampa y Pereyra, 2003). Por otra parte, entre
las renovadas formas de respuestas a la crisis económica y social, a fines de los noventa comenzaron
a conformarse las empresas recuperadas. Así, cerca de un centenar de establecimientos administrados
en manos de sus propios trabajadores buscaron dar solución al cierre de sus fuentes de empleo. Si
bien estas compañías carecieron de un fuerte impacto significativo en términos de producción y de
cantidad de obreros ocupados, en cambio sí repercutieron en cuanto a su papel político y simbólico.

32 Corresponde indicar que en el transcurso de la década del noventa se desarrollaron nueve huelgas generales

convocadas por las diferentes central obreras.


228
Durante la presidencia de Fernando de la Rúa (1999-2001) se continuó con el esquema
económico del menemismo. En ese sentido, se profundizó ese camino con la sanción de la polémica
reforma laboral propiciada por la denominada “Ley Banelco”.33 En tanto, la política de deterioro
salarial prosiguió con la gestiones de José L. Machinea, Ricardo López Murphy y Domingo Cavallo.
Frente a ello, las principales medidas de fuerza se desarrollaron en los gremios estatales y en los
diferentes movimientos de desocupados.

En esa coyuntura, en el año 2000, la central obrera se dividió en dos sectores: uno oficial,
dirigido por Daer, y el otro, la CGT disidente, liderado por Moyano.34 A pesar de ese
fraccionamiento, en el transcurso del gobierno de la Alianza se efectuaron nueve huelgas generales
convocadas por una o ambas entidades laborales. Por su parte, entre otras actividades, la CTA junto
con diversas organizaciones sociales, organizó la Marcha del Frente Nacional contra la Pobreza, cuyo
objetivo fue realizar una consulta popular para la implementación de un seguro de empleo y
formación para los jefes de hogar desocupados junto con una asignación universal para cada hijo
menor que cubriera a todos los trabajadores. En un escenario de creciente conflictividad social y de
carencia de legitimidad popular, con elevados niveles de represión, el presidente de la Rúa renunció
en diciembre de 2001.35

Tras la caída del mandatario radical, se sucedieron cuatro presidentes que intentaron
recomponer la crisis institucional. El último de ellos, Eduardo Duhalde, logró en cierta forma
apaciguar la situación tras una serie de acuerdos con la dirigencia sindical. Sin embargo, no consiguió
lo mismo con los trabajadores desocupados quienes continuaron protestando, e incluso, sufrieron
una brutal represión policial que costó la vida de Maximiliano Kosteki y de Darío Santillán en junio
de 2002.

Rupturas y continuidades en el modelo laboral durante la denominada “década ganada”

A partir del 2003, durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández se produjo,
en términos globales, una reactivación de los conflictos protagonizados por la clase obrera. Este
resurgir no sólo se manifestó en la relevancia que adquirió la principal central laboral sino también en
el papel destacado que cumplieron diferentes organizaciones de base en este proceso; sobre todo, los
delegados y las comisiones internas que sostuvieron los conflictos más impactantes del período.

Uno de los principales elementos para entender la situación laboral fue que coincidió con una
fase de incremento de la actividad económica la cual permitió una importante incorporación de
asalariados a la producción. No obstante, en esos años siguió siendo muy elevado el número de
trabajadores del sector informal que convivió con aquellos que tenían empleo registrado. De esta
forma, a pesar del incremento del empleo en la década, una de las principales características del
mercado de trabajo en la Argentina fue que, para el año 2012, el 53,6% de la fuerza laboral se
encontraba precarizada (Lozano, 2012).

33 Se conoce popularmente como Ley Banelco a la norma que surgió tras un supuesto soborno pagado por el

gobierno de la Alianza a un grupo de Senadores peronistas para que voten a favor de la mencionada reforma
legislativa.
34 Durante la presidencia de Fernando de la Rúa, el MTA se articuló con otros gremios conformando la CGT

disidente. La misma coexistió con la central dirigida por Daer hasta que ambas se unificaron bajo el gobierno
de Néstor Kirchner.
35 Es necesario recordar que comenzó su mandato con una fuerte represión en Corrientes, a lo que siguió el

asesinato de Aníbal Verón en General Mosconi en noviembre del 2000. A esto deben sumarse las más
conocidas muertes de diciembre de 2001.
229
Por otro lado, la situación debe ser enmarcada dentro del propio armado político efectuado por
Kirchner. La búsqueda de un acuerdo estable con la CGT fue uno de sus pilares centrales a la hora
de comenzar a construir su legitimidad y su proyecto de gobierno sostenido -en parte- en tratar de
incrementar la capacidad del consumo mientras estimulaba el aparato productivo. Por su parte, la
central obrera también obtuvo numerosas ventajas tanto frente a otros actores políticos como las
organizaciones piqueteras, como frente a la CTA. Al respecto, corresponde observar que esta última
desempeñó un escaso papel con el renacimiento de la protesta laboral; más aún, en el transcurso de
esos años, sus líderes comenzaron a pelearse en torno a la postura a adoptar frente a la política
oficial. En el 2004, con la anuencia del ex mandatario se reunificó la CGT, primero conformando
una conducción tripartita y luego con un secretariado unificado tras la figura de Moyano. El acuerdo
logrado en el seno de la central laboral fue un hecho político significativo, ya que casi la totalidad de
los trabajadores sindicalizados se encontraban enrolados en sus filas (Etchemendy y Collier, 2007).

En cuanto a los conflictos gremiales, la mayoría fueron en demanda de una mejora en la


recomposición salarial. Con el fin del régimen de convertibilidad se produjo una apertura de la puja
distributiva a través de negociaciones colectivas. Los convenios revitalizaron el papel de las entidades
sindicales, la Ley de Ordenamiento Laboral otorgó preeminencia a la negociación de nivel superior
por sobre los grados inferiores. A partir de entonces, subió el número de convenios que tendieron a
renovarse anualmente; las paritarias se extendieron hacia todos los sectores y ramas de actividad. Sin
embargo, no todos los asalariados percibieron idénticas mejoras en sus ingresos. Así, hubo
diferencias en cuanto si se hallaban registrados o no; de este modo, continuó existiendo un conjunto
significativo de trabajadores informales que estuvieron por fuera de lo dispuesto por las paritarias.

A las conducciones sindicales la negociación colectiva les permitió recuperar cierta credibilidad
frente a los afiliados; asimismo, gracias a su acercamiento a Kirchner, varios representantes laborales
se incorporaron en los consejos directivos de empresas de servicios que regresaron a manos del
Estado, como en el caso de las compañías de correo y la de provisión de agua.36 Es evidente que la
dirigencia logró estos acuerdos como parte del intercambio de favores que mantuvo con el gobierno:
era necesario controlar la protesta y la movilización de las bases, aceptando las pautas salariales
fijadas por la cartera económica, aceptando explícitamente cláusulas de paz social. Algunos de los
convenios firmados con las entidades más importantes tuvieron una amplia expresión política, ya que
fueron rubricados en la Casa Rosada con la participación del extinto mandatario.

En relación con la conflictividad laboral, un segundo tipo de protesta que se desplegó fue en
demanda de efectivizar a aquellos asalariados que se encontraban precariamente contratados. Este
fue un reclamo que cruzó todo el período, comprendiendo tanto a empleados estatales como a
privados. Algunas de las medidas de fuerza más impactantes la protagonizaron los trabajadores de
subterráneos, ferroviarios, telefónicos, neumáticos, entre otros. Por otro lado, hubo medidas de
fuerza por mejorar las condiciones de trabajo (Astilleros Río Santiago), por reducción del impuesto a
las ganancias (petroleros), por la participación en los beneficios de las empresas (neumáticos), etc.
Ante esto, uno de los elementos característicos que se observó es que, por lo general, las peticiones
salariales se canalizaron a nivel de las entidades por rama, mientras que las restantes demandas
nacieron y se desenvolvieron en los lugares de empleo (Schneider, 2013).

36 También la cúpula gremial se benefició por la participación en la Superintendencia del Sistema de Salud,

organismo que controla el funcionamiento del sistema de obras sociales. En idéntico sentido, algunas
entidades lograron ventajas particulares como el gremio camionero que se hizo acreedor de acciones en la
reprivatización del ramal de transporte de cargas de la línea ferroviaria Belgrano.
230
Por otra parte, cabe observar que en el transcurso de estos diez años no fue homogéneo el
número de conflictos desplegados; así, durante el primer mandato presidencial de Fernández hubo
una disminución en la cantidad de enfrentamientos, entre otros motivos, por las distintas crisis
(nacionales e internacionales) que sostuvo su gestión.

En este escenario emergieron nuevas organizaciones de base que se caracterizaron por


enfrentar y desafiar el liderazgo a los antiguos dirigentes sindicales. Al calor de las protestas de esos
años, surgieron tanto nuevas entidades (como la asociación gremial que enrola a los trabajadores del
subterráneo y del premetro) como el recambio en la conducción de algunas seccionales (por ejemplo,
dentro del sindicato del neumático). Asimismo, se produjo una importante recomposición de
cuerpos de delegados y comisiones internas en distintas empresas fabriles: The Value Brand
Company, Tango Meat, Crónica, Kraft, Pepsico Snacks, etc.37 Por otro lado, entre sus principales
características se encuentra que estos organismos de base fabril son conformados por activistas
jóvenes con escasas experiencias laborales en la década del noventa y que, además, carecen de una
clara identificación política e ideológica (Varela, 2013).

En otro orden de cuestiones, cabe observar que durante esta última década la relación del
gobierno con la dirigencia sindical no fue homogénea. Desde los inicios del mandato de Kirchner
hasta mediados del primer gobierno de Fernández la relación con Moyano, el principal referente
sindical, se mantuvo en forma estable sobre la base de mutuos acuerdos.38 Sin embargo, a raíz de una
serie de problemas como la incorporación de dirigentes sindicales en las listas de candidatos en el
justicialismo junto con críticas al modelo económico, se produjeron un conjunto de desavenencias
entre la presidenta y distintos sectores de la cúpula gremial. Este panorama, entre otros asuntos,
derivó en que la CGT disidente, encabezada por el dirigente camionero junto con un sector de la
CTA que responde a Pablo Micheli, realizase el primer paro general contra la administración
kirchnerista en noviembre de 2012.39

Por último, también se fue modificando el comportamiento del gobierno frente al descontento
social. Si bien en los primeros años fueron tolerados un número importante de enfrentamientos, a
partir del segundo trimestre del 2005 no pocos reclamos comenzaron a ser reprimidos. En este
sentido, la postura inicial se expresó en que las demandas salariales, en gran parte, fueron
incorporadas en las negociaciones. Sin embargo, esta actitud fue cambiando al compás tanto de un
conjunto de restricciones en la gestión económica como con la emergencia de una serie de
organizaciones de base que cuestionaron los límites que se querían imponer a las protestas. De este
modo, en numerosas ocasiones, las disputas fueron reprimidas por las fuerzas de seguridad
(trabajadores de la carne, Mafissa, LAFSA, Casino, petroleros de Santa Cruz) o bien, por matones a
sueldo enviados por la cúpula sindical del sector involucrado (Hospital Garrahan, trabajadores del
subterráneo, ferroviarios).40

37 Si bien esto último sigue siendo un proceso minoritario en términos numéricos, su impacto social es muy
notable cuando estos nuevos organismos protagonizan una medida de fuerza.
38 Esto se reflejó en el hecho que la CGT, en una sola ocasión, convocó a un cese general de actividades de

una hora, el mismo se hizo en repudio al asesinato del maestro Carlos Fuentealba por parte del gobierno
neuquino en abril de 2007.
39 En los últimos años se han producido una serie de divisiones en las diferentes centrales obreras. De este

modo, para fines de 2012, el gremialismo se hallaba divido en cinco confederales; por un lado, la CGT oficial,
la CGT disidente y la CGT Azul y Blanca; por el otro, la CTA oficial y la CTA opositora.
40 El hecho más representativo de estos acontecimientos fue el asesinato de Mariano Ferreyra, a manos de un

grupo de hombres que respondían al dirigente ferroviario José Pedraza, durante una protesta sindical de los
trabajadores terciarizados del ferrocarril Roca en octubre de 2010.
231
A modo de breve conclusión

Si bien durante las últimas tres décadas el movimiento obrero ha transitado por distintas
experiencias, su protagonismo en la historia reciente continua vigente. A pesar de los embates
sufridos por los diferentes gobiernos, los trabajadores han defendido sus conquistas sociales y han
mantenido sus entidades nacionales, seccionales y de base. Sin embargo, este panorama no ha sido
sencillo.

No cabe duda que el movimiento obrero en el nuevo milenio ha recobrado parte de su


protagonismo histórico, más aún, si se lo compara con la ofensiva neoliberal de la década del
noventa. A pesar de la mejora en los índices de ocupación, la clase obrera argentina continúa
arrastrando varios problemas como la flexibilización laboral y la precarización del empleo. A eso se
suma la presencia de una dirigencia sindical con fuertes rasgos burocráticos, alejadas de los intereses
de sus representados y muy comprometida con el mundo de los negocios. Aunque existen hoy en día
graves problemas en varias entidades laborales, el presente siglo encuentra en la Argentina una clase
obrera con una fuerte presencia e inserción dentro de la sociedad.

232
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Nota: El texto CRENZEL, Emilio: “Enfrentando el retroceso. Justicia, verdad y memoria en la Argentina reciente”, en
AGUILA, Gabriela, LUCIANI, Laura, SEMINARA, Luciana y VIANO, Cristina (comps), La Historia reciente en argentina.
Balances de una historiografía pionera en América Latina, Buenos Aires, Editorial Imago Mundi, 2018, pp.129-150. está
disponible en la Unidad 5 de este Apunte, ya que el mismo corresponde a Unidades las Unidades 5 y 6.Ver Programa General de la
Materia.
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