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GUIA

ORATORIA

MATERIAL DE APOYO N° 2
“GUIA DE EVALUACION PARA EL ORADOR”

Se presentan seguidamente identificados en 20 párrafos, los renglones o valores


mínimos imprescindibles que obligatoriamente deben ser tomadas en cuenta por el orador,
no solo para su desempeño en la tribuna sino desde el instante en el cual se apresta a
preparar su discurso, durante su estructuración y diseño. El presente material de apoyo
constituye una valiosa “ayuda memoria” y será de utilidad permanente cuando
necesitemos cumplir con el papel de oradores, durante el desarrollo del taller, en nuestro
desenvolvimiento diario y para apoyarnos en la actividad profesional a futuro.

1. PRIMERA IMPRESION. 2. INTRODUCCION. 3. IMPACTOS. 4. PUENTES. 5.


CONTACTO VISUAL. 6. CUERPO, CONTENIDO Y OBJETIVO. 7. ANECDOTAS,
CITAS Y EJEMPLOS. 8. DOMINIO DE LA VOZ. 9. PRECISION. 10.
PRONUNCIACION. 11. AUTORIDAD. 12. MICROFONO. 13. PERSONALIDAD EN LA
TRIBUNA. 14. MOTIVACION Y MENSAJE. 15. DOMINIO DE LOS NERVIOS. 16.
RECURSOS CONTRA MONOTONIA. 17. MEDIDA DEL TIEMPO. 18. MANEJO DE
LAS MANOS. 19. UNIDAD Y RITMO GENERAL. 20. CONCLUSION FINAL.

1. PRIMERA IMPRESIÓN.

El orador se acercará con naturalidad desde el lugar donde se


encuentre hasta el lugar donde dictará su charla. El contacto con el
micrófono deberá ser natural, sin manipuleos torpes innecesarios; ajustarlo
en alcance y altura para su mejor uso. El primer contacto visual con el
auditorio debe ser cálido y construir un puente con esa mirada general,
transmitiendo simpatía. Evitará mostrar ansiedad, temor, u otras
sensaciones desagradables.

Dejará ver los deseos de hablar con los presentes, de sentirse a gusto
en la reunión. Situarse frente al auditorio a una distancia adecuada y
solicitar de ser necesario, que se reúnan los grupos dispersos.

No incurrir en detalles como andar vacilante, arrastrar los pies,


aclararse públicamente la garganta, masticar algo o disolver una pastilla en
su boca; toser, secarse el sudor, acomodarse la ropa, apretarse el cinturón,
jugar demasiado con las manos, buscar postura, revisar papeles o buscar

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páginas de algún libro con aturdimiento, dialogar con la directiva u otros
oradores, mirar al techo o al suelo.

¿Su presencia en la tribuna fue recibida gratamente?


¿Su apariencia personal influyó favorablemente?
¿Ha adoptado una pose incómoda que a su vez incomoda al auditorio?
¿Impresionó gratamente con su serenidad, su naturalidad, su
comunicación de vitalidad, interés, nobleza, entusiasmo y dominio
mental?

La primera impresión que se recibe de un orador, independientemente


del contenido de su exposición, podría servir para condenarla o
aprobarla.

2. INTRODUCCIÓN.

Debe despertarse el interés de los oyentes con las primeras frases. No


cometer el error de titubear, pedir excusas sin motivos o presentarse
empequeñeciendo la personalidad con frases como “Soy indigno”, “Me siento
abrumado”, “No he venido preparado”, “Recientemente me avisaron de esta
charla”.

Lograr establecer rápidamente una corriente de simpatía con el


auditorio utilizando una “introducción” adecuada, proporcionada en estilo y
duración con la charla en general y suficientemente afinada para crear
motivación.

El texto y la idea contenida en la introducción deberán desarrollarse y


construirse con todo esmero, no olvidar que es previa al contenido central de
la charla y que servirá de preparación para el desarrollo de este.

¿Cómo fue el manejo por parte del orador de la “fórmula protocolar”?


¿Hizo adecuado uso de alguna cita o una frase de impacto?
¿Se identifica con claridad donde termina y se da paso al tema central?

El orador debe tomar en cuenta que su introducción debe ser


impecable. Con una buena introducción, se acrecentará la expectativa
la motivación y preparará un buen ambiente de atención al mensaje.

3. IMPACTOS.

No nos dejemos influenciar por el expresivo significado de la palabra


“impacto”. Incluiremos en este concepto, todos aquellos recursos que
contribuyan a despertar el interés y llamar la atención de los asistentes.

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Los impactos deben formar parte de la charla, estar muy relacionados
con lo que se está exponiendo y de ninguna manera deberá ser considerado
como trucos teatrales. Sin embargo, en nuestras primeras intervenciones
durante el desarrollo del presente taller, podemos exagerar algo este aspecto
y examinarlo al detalle para familiarizarnos con sus efectos. En los primeros
ejercicios nos concentremos a evaluar este renglón teniendo en cuenta el
número y la calidad de los impactos. Toda charla deberá iniciarse con un
acertado impacto.

¿Se logro impresionar a los oyentes con alguna frase efectista?


¿Fue utilizada una adecuada expresión corporal?
Debemos lograr impactos con frases originales, ingeniosas,
pronunciadas en un tono elevado de la voz. Pero debemos cuidar que
el impacto no sea de efecto negativo.

4. PUENTES.

Entre el orador y el auditorio hay un abismo. Debemos tender


rápidamente un “puente” que nos permita salvar este abismo y nos facilite el
tránsito entre los oyentes y el orador. Hay que establecer urgentemente
comunicación espiritual con el auditorio. Hablar con sinceridad, de corazón
a corazón. Unir a todos bajo un denominador común: las mismas
inquietudes, los mismos intereses. Resaltar la necesidad de asociación,
contribución y cooperación. La sencillez en la tribuna constituye de por si un
puente o por lo menos facilita enormemente tenderlo. Lo mismo puede
decirse de una voz cálida, de una mirada amistosa. Todo lo contrario es crear
con nuestras frases, nuestras ideas o nuestra actitud, sentimientos de
rechazo, de antagonismo. Esto nos separa, nos distancia de nuestro
auditorio y una vez originados estos sentimientos, se nos hace más difícil
neutralizarlos.

¿Al iniciar la charla el orador tocó la idea principal de su charla?


¿Dejó entrever el orador que estaba en posición de ventaja frente a sus
interlocutores o se trataba de terreno conquistado?

Al igual que en el caso de los impactos, procuremos en nuestras


primeras intervenciones destacar y exagerar los puentes, en cantidad
y calidad.

5. CONTACTO VISUAL.

Lo corriente en las primeras intervenciones “en público”, es mirar sin


ver. Y no sería tan grave, si por lo menos mirásemos al público, pero no
olvidemos que este, capta enseguida por nuestra manera de mirar, nuestra
timidez y por supuesto nuestra “novatada” y a veces puede interpretarla

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como falta de sinceridad o preparación. La mirada vaga, distraída o fija en
un punto nos resta autoridad y eficacia.

Serán inútiles nuestros esfuerzos por tender los puentes necesarios,


pues la mirada, puede decirse que constituye sus puntos de apoyo. Hay que
dirigir la mirada a varias personas situadas en diferentes lugares; así
daremos la impresión de mirar a todos y de dirigirnos a todos, sin dejar de
tomar en cuenta algún grupo. Recordemos aquí aquel “banquete” donde no
perdemos de vista, la “botella de vino”, la “jarra de agua” y “el florero”

Generalmente se mira al techo, al suelo ó al micrófono y de esta


manera, nunca lograremos comunicación con el auditorio.

¿Durante la charla el orador concentró su mirada a una sola persona,


que le sonreía permanentemente?
¿Para restablecer el valor perdido el orador buscó apoyo en aquellos que
le miraban con benevolencia?

Es importantísima la comunicación con el contacto visual. A la par de


la pronunciación, será el renglón que permanentemente debemos
prestar atención.

6. CUERPO, CONTENIDO Y OBJETIVO.

Es vital que el contenido se identifique con el objeto y que la exposición


sea coherente. Deberá destacarse la idea central y el objetivo de la charla de
una manera clara e interesante.

Es parte del objetivo orientar la atención del auditorio hacia la idea


principal, sin permitir que la pierda de vista durante la intervención por
intentar abarcar demasiado. Al preparar la charla y al conducirla, se debe
tener claridad en cuanto al propósito de esta.

¿Si se pidiera a los presentes que indicaran un titulo para la charla que
terminan de escuchar, coincidirían en su elección?

¿Se ha tenido claro el objetivo de la charla?.

¿Desde el principio el orador supo cual era la finalidad de su charla:


informar o distraer; convencer o persuadir?

Si se nos preguntara: “De qué nos ha hablado el orador? Debemos


estar en capacidad de contestar rápidamente y sin ninguna duda. De

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ser así queda claro que la extensión de la charla estuvo en sintonía
con el contenido y que el mensaje llegó al auditorio.

7. ANECDOTAS, CITAS Y EJEMPLOS.

Es pertinente narrar alguna anécdota amena, que encaje bien en la


charla, a fin de liberar de tensiones al auditorio o ilustrar las ideas que se
están exponiendo. Debemos recordar, que la anécdota personal, original u
“originalizada”, referente a algo que nos haya ocurrido o de lo cual hayamos
sido testigos, es de incalculable valor, si efectivamente se adapta al
contenido, tono de la exposición y al ambiente general en el cual se
desarrolla la actuación.

Por lo que se refiere a la utilización de la “cita”, a veces se abusa,


causando la impresión de que el orador se siente incapaz de razonar y
convencer por su cuenta, o que no confía en su poder de persuasión, en su
personalidad o en su competencia para exponer sus propias ideas con
claridad.

Por otra parte se dice que “la exactitud en las citas es una virtud” y su
uso no es tan fácil como podría creerse. Por tanto para su uso con éxito,
debe escogerse aquella que guarda relación directa con el concepto, al tema
o a la idea que se quiere presentar. El orador debe superar la tentación de
ajustar el tema a la cita de que dispone. El asunto es presentar la cita para
ilustrar el tema o la idea principal, esto es para fijarlo o resaltarlo.

Las citas, ejemplos y anécdotas, son recursos valiosísimos para fundar


sobe ellos el comienzo de los discursos. Su adecuado empleo y acertada
selección por la concordancia con el tema principal a tratar le imprimirán
fortaleza a la concepción y elaboración del exordio.

¿Han sido satisfechas las expectativas de los oyentes, evitando el


aturdimiento y la confusión, aclarando a tiempo con el uso de
ejemplos claros y precisos aquellos conceptos que se hayan presentado
dudosos ó complicados?

Tengamos presentes, que contar una anécdota demasiado conocida,


tiene un negativo efecto demoledor. Este mismo efecto desagradable
causara en los oyentes, la utilización recurrente de la misma
anécdota, pronunciar la misma cita y traer el mismo ejemplo aunque
las charlas sean de distintos objetivos y en diferentes oportunidades.

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8. DOMINIO DE LA VOZ.

La voz es fundamental para tender un “puente” cordial y motivador


entre el orador y el auditorio y para “llenar” el local donde se realiza el acto.
Con su adecuada entonación, volumen, ritmo y la correcta pronunciación de
palabras se logra mantener el nivel de motivación y se garantiza que el
mensaje llegue a los oyentes. Es importante esmerarse en presentar una
dicción clara, de tal manera evitaremos que el oyente tenga que forzar su
atención para lograr captar todo lo que se dice.

Al hablar se debe hacer pausado, sin carreras en la emisión de las


palabras. De esta manera se permite escuchar las palabras completas.
Cuando se esta hablando, y no se tenga a la mano las palabras para pasar
de una idea a otra o para completar la narración, es preferible valerse de una
pausa “silencio” para luego continuar. Se llega al vicio del balbuceo
incoherente de un ruido monosílabo, como el de ehhhh…. ummmm
…estee….en el afán de no interrumpir la emisión del sonido, pero el efecto es
contrario, puesto que esto distrae al oyente y resta calidad a la expresión.

¿El volumen, ha guardado la debida proporción con el número de


personas presentes?

¿Ha sido una voz sincera, natural, noble, la que ha servido de vehículo
para la expresión de las ideas?

¿Ha estado exenta de defectos graves, como la nasalidad exagerada, el


jadeo, la aspereza?

¿Se ha empleado más la garganta, que el aire bien administrado?

¿Ha habido variedad en los tonos, en el volumen, en las inflexiones, en


la métrica de los párrafos?

¿Se ha tenido en cuenta el valor de las pausas?

¿Ha sido apropiado el ritmo al momento de expresarse .Se ha manejado


la voz con flexibilidad?

¿Ha sido expresivo el fraseo. Fueron suprimidas las palabras


“morbosas”?

Recordemos que la voz, no debe destacar demasiado. Que no sea tan


admirada, que haga perder interés en las ideas que se expongan.
Estamos criticando a un orador, no a un cantante ni a un recitador.
La voz, debe estar al servicio del contenido intelectual de la charla.
Debe servir para transmitir y reforzar las ideas.
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9. PRECISIÓN.

Se deberán exponer claramente las ideas, sin redundancias, sin


“maraña”, con nitidez, empleando las frases rigurosamente necesarias para
destacarlas esas ideas. El lenguaje debe ser claro, evitando párrafos
“extraviados” en la búsqueda de “un punto y aparte” y evitar caer en
circunloquios y digresiones que enmarañan lo que se quiere expresar

Las ideas a ser expuestas, deberán ser pocas, claramente definidas y


ordenadas apropiadamente para lograr el objetivo de la charla dentro del
esquema de unidad, claridad y coherencia.

¿Se ha logrado fuerza en la expresión omitiendo palabras y frases


innecesarias?

¿Se ha notado unidad, claridad y coherencia en la expresión o se pudo


observar recurrencia al volverse sobre una idea anteriormente
desarrollada?

¿Se apreció contradicción en la presentación de la idea principal’

Ante todo claridad y coherencia entre “la idea” que se quiere


transmitir y la estructura precisa del mensaje, para que esta “idea”
elaborada, llegue a nuestro interlocutor.

10. PRONUNCIACIÓN.

La pronunciación deberá ser pura, clara, precisa y nítida. Cada orador


debe conocer el registro de su voz y saber en qué tono emite sus palabras. De
esta manera estará en mejor disposición de modular, puesto que si tiene una
voz aguda hará esfuerzos para hacerla grave o baja cuando así lo requiera la
oración que va a pronunciar.

La forma idónea de lograr una adecuada pronunciación es dando el


exacto uso a los puntos de articulación que forman el aparato fonador:
lengua, dientes, paladar duro, paladar blando, laringe, carrillos, glotis y
lograr las posiciones optimas o modos de articulación de cada uno de ellos,
con una adecuada administración del aire expulsado desde los pulmones.

Apoyándonos en una constante ejercitación dominaremos el


posicionamiento de las consonantes y por tanto el correcto uso del idioma.
Hablar con los movimientos y la apertura de la boca correctamente. Separar
una palabra de otra al ser pronunciada y darle correcto empleo a las pausas,
al ritmo y a la entonación.

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¿Ha sido correcta la pronunciación de cada una de las palabras, durante
toda la intervención contribuyendo a reforzar la autoridad del charlista?

¿Se han omitido algunas letras o sílabas?

¿Se ha notado la aspiración de sílabas finales en las palabras?

¿Se ha notado jadeo o cansancio en el orador?

¿El oyente escucho con nitidez cada oración pronunciada?

Este es un renglón, al que dedicaremos preferente atención. Todas las


letras tienen que ser bien percibidas. Fijémonos especialmente en el
principio y el final de las frases. Es preferible hablar despacio
permitiendo el correcto uso de los puntos de articulación

11. AUTORIDAD.

El orador que durante su charla trasmite seguridad al expresarse y con


ello, que está totalmente convencido de los conceptos emitidos, no solo
logrará captar la atención de los presentes, irradiando dignidad, sinceridad y
vehemencia, sino que le imprime un carácter de autenticidad a los
conceptos y a las ideas que presenta.

Dentro de los elementos que al ser apreciados denotan la autoridad del


orador, se deben mencionar: el énfasis en sus afirmaciones, el adecuado uso
de las pausas, el empleo de los acentos, variedad en los tonos, volumen de
la voz, manejo de los gestos, la correcta pronunciación al hablar, la
serenidad, precisión en la idea, acertado uso de los ejemplos ilustrativos,
contacto permanente con el auditorio, poder de persuasión, dignidad en su
postura, relatos personales discretos, variedad en el ritmo de la charla para
evitar monotonía, conocimiento de los sentimientos humanos y de sus
reacciones. Todo esto le permitirá imprimirle “alma” a sus frases y de el
podremos decir que cuanto ha dicho es legítimo, genuino y por tanto ha
logrado trasmitir emoción.

¿Ha sido capaz de contestar sin titubeos cualquier pregunta que le fue
formulada en relación con los conceptos expresados?

¿El orador logró con su charla alcanzar su meta?

¿Ha actuado el orador dejando entrever un dejo de pedantería?

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Ha dejado en la opinión de los presentes, la idea de que predica lo que
practica y por tanto, tiene un significativo dominio del tema.

12. MICRÓFONO.

El uso del micrófono requiere de no poca atención. Como se ha dicho


es un valioso auxilio técnico para dar amplificación a la voz, es decir, no es
para darle mayor volumen a la voz, puesto que el volumen es relativo al nivel
de expresión.

Por tanto cuando el sentido de la expresión nos demanda proyectar la


voz adecuadamente, no descuidemos que esta deberá pasar a través del
micrófono. Por ello, para hacer un correcto uso del aparato, debemos
servirnos de él a la distancia conveniente.

Por otra parte, nos proporciona mayor facilidad en el manejo de las


tonalidades, inflexiones de la expresión y demás recursos de la voz, sin
olvidar que el volumen que imprimimos a nuestra expresión, debe ser
controlado con atención para que no sea estridente al oído del auditorio.

Las siguientes consideraciones constituyen las observaciones que


tendremos presentes al evaluar al charlista por lo que se refiere al uso del
micrófono:

¿Se ha cometido el error de “novato” de hablar del micrófono durante


la introducción?

¿Llegó el orador a preguntarle al auditorio si le están oyendo con


claridad?

¿Ha sido correcta en todo momento la distancia entre el orador y el


aparato?

¿Se ha distraído la atención del auditorio, con manipuleos nerviosos del


micrófono?

¿Ha sacudido el aparato para ver si existen “insectos” en su interior?


.
¿En el caso de haber existido durante la charla imperfecciones en el
sistema de sonido, ha sido correcta la actitud del orador?

¿Utilizó silbidos o algún soplido para “refrescar” al micrófono?

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El micrófono debe pasar desapercibido durante toda la intervención.
Es un auxilio técnico para amplificar el volumen de la voz. Por lo tanto
cualquier irregularidad o defecto al hablar, también será amplificado
y conocido por todo el auditorio.

13. PERSONALIDAD EN LA TRIBUNA.

Aparte de una presencia cálida en la tribuna, se debe destacar el


adecuado porte y la pulcritud en el vestir. Es de ser notado que para
oportunidades protocolares y académicas el traje debe ser formal en oscuro,
con corbata unicolor en los hombres y traje taller para la mujer calzada con
zapatillas protocolares cerradas y de medio tacón.

Es importante la adecuada expresión corporal, en correspondencia con


la palabra. Esto es que el gesto sigue a la palabra y acompaña a la expresión
oral. El desempeño del orador en la tribuna es observado y el conveniente
dominio de la escena será un valioso apoyo para establecer puentes con el
auditorio. No deberá descuidar los ademanes, los gestos del rostro, los
movimientos del cuerpo, especialmente el torso y la cabeza.

Los siguientes puntos se presentan a consideración para que sirvan de


guía correctiva y son producto de la observación de distintos oradores al
momento de desempeñarse en la tribuna:

¿La presencia en general del orador, ha sido noble y cálida, produciendo


una impresión grata tanto a la vista como al oído de los asistentes?

¿Sus movimientos, ademanes, gestos y postura, han sido naturales,


espontáneos, correspondiendo a las ideas y emociones expresadas?

¿Han constituido “puentes” las expresiones del rostro y ha existido


variedad en sus actitudes?

¿La personalidad del orador ha contribuido al éxito de su exposición?

¿Ha distraído la atención de los oyentes con movimientos nerviosos,


jugando con el anillo, la corbata, el cinturón, la ropa o el micrófono o
algún otro objeto?

¿Terminada su intervención, el orador se ha retirado de la tribuna con


naturalidad, sin brusquedad, ni aturdimiento?

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El orador debe “llenar” el escenario con su presencia, dejar una grata
idea de ella y la sensación en el oyente, que valió la pena escucharle.

14. MOTIVACIÓN Y MENSAJE.

Para cumplir el objetivo, el orador aparte de preparar y ordenar las


ideas que expondrá en su intervención, debe influir sobre el auditorio para
que este sienta interés en escucharlo.

Las posiciones del charlista y oyentes, si bien al principio se


caracterizan, por la curiosidad del primero en percibir las reacciones de los
segundos y de estos en la inicial atención ante la expectativa de oír cosas que
esperan escuchar en aquel momento. Esta actitud y disposición inicial,
variará independientemente de la voluntad y tenderán a hacerse menos
atractivas a medida que se desarrolla el discurso.

Por lo tanto, los conceptos, argumentos y en general las ideas, deben


ser presentadas por el orador desde un ángulo que suscite interés. Siempre
habrá una forma novedosa y grata de hacerlo. Por otra parte, debemos
centrar esfuerzos en hacerles ver a los oyentes, las ventajas y beneficios que
en orden intelectual, profesional y de desempeño encontrarán en el mensaje
que se está entregando.

Una forma de despertar ese interés, es dejando evidencia emotiva del


convencimiento que se tiene de la importancia del tema, del convencimiento
que se tiene sobre los conceptos que está exponiendo y de los que presentara
subsiguientemente.

Una manera de constatar el acertado empleo de este renglón, la


encontraremos al dar respuesta a estas interrogantes:

¿Ha demostrado el orador en su charla, estar plenamente convencido de


la importancia de sus razones y de la necesidad de comunicarlas?

¿Ha hablado para cada uno de los presentes, logrando controlar algún
ambiente hostil y ganando la confianza del auditorio?

¿Ha conmovido con sus ideas y logrado destacar la trascendencia de sus


argumentos?

¿Ha constituido la charla un mensaje claramente transmitido, capaz de


motivar a los presentes para incitarlos a la acción?

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Orientar a los interlocutores, para que descubran por si mismos la
verdad que se ha querido mostrar y encontrar en el mensaje el objetivo
de la charla, dependen de la habilidad del orador.

15. DOMINIO DE LOS NERVIOS.

El orador tiene la ventaja de conocer al detalle la estructura de su


discurso, el es el único que conoce cuales son las ideas a desarrollar y el
porqué las incorporó a su discurso. Todo esto contribuye a proporcionarle
entera seguridad, calma y confianza al momento de recitarlo.

El control de la respiración permitirá calmar cualquier situación de


nervios, comenzar su charla despacio en un tono bajo para soltar los puntos
de articulación al pronunciar las frases. Poco a poco tomar el ritmo del
discurso. Hacer contacto con el atril si fuere el caso siguiendo el truco de la
“tierra” y seguidamente irradiar sensación de seguridad.

En la medida que fuese presentándose las ideas a desarrollar, vendrán


las palabras para expresarlas y poco a poco se irá abarcando el tema central
y se tomara la confianza

Algunas actitudes que en el charlista nos permitirán apreciar el correcto


aprovechamiento del presente asunto, serán observadas al contestarnos:

¿Se han notado tensiones en su rostro?

¿Ha demostrado dominio de sí mismo, sin las características y


perceptibles manifestaciones de la falta o pérdida de control?

¿El dominio de los nervios, ha contribuido a destacar su personalidad


en la tribuna y la correcta exposición de sus ideas y emociones?

Una pequeña dosis de nerviosismo no es negativa. Deberá controlarse


con una respiración adecuada, con el conocimiento del escenario y la
posibilidad de “hacer tierra”. Así se restablecerá y se mantendrá la
confianza.

16. RECURSOS CONTRA MONOTONÍA.

El ser repetitivo en la tonalidad al pronunciar las palabras, utilizar con


alta frecuencia palabras intercaladas de poca o ninguna incidencia en la
estructura de la oración y emplear un ritmo predecible en los sonidos
producidos por las palabras, son causas directas para que nuestra charla se
aprecie monótona, o si mejor se quiere decir en expresión coloquial,
“fastidiosa”.
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Con nuestras actitudes en la escena, trasmitiendo voluntad, energía y
ánimo, logrando que el auditorio siga con atención el desarrollo de la charla,
desplazaremos aquella impresión; para cerciorarnos, hay que estar pendiente
de las reacciones de los asistentes y mantener un clima de actividad, de
seguimiento, sin permitir lagunas de indiferencia ó de aburrimiento.

La exposición debe ser clara, las explicaciones reforzadas con el


ejemplo y con ayuda de figuras retóricas acertadas contribuyen
efectivamente a ese propósito. Es un hecho cierto que siempre que el oyente,
lleve la secuencia de las ideas que le trasmite el orador, le facilitará
establecer sus intimas conjeturas y le mantendrá en permanente atención.

El hablar pausado, con firmeza y sin flojera, pronunciando las


palabras correctamente, dejándose oír sin interferencias, absteniéndose de
rebuscados giros para presentar la idea es un extraordinario ejemplo de
cómo combatir la monotonía.

¿Se observó “maraña” en la presentación de sus ideas?


¿Logró “sacudir la pereza mental” propia y la de su auditorio?
¿Tuvo “vida” su actuación?
¿Incurrió en bajadas de tono, favoreciendo la “pereza” o el “fastidio”?
¿Presentó los conceptos con emoción, valiéndose de la voz y de los
ademanes?
¿Terminó su discurso con su vitalidad entera?
¿Pudo contagiar su entusiasmo, sin demostrar cansancio o apatía?
¿Logro convencer hábilmente a los oyentes para seguirle y ser sus
aliados?
¿El discurso se mostró “colorido”?.
¿Evidenció en algún momento indiferencia, fatiga, languidez o letargo?
¿Después de la charla logró su “magnética” en la atmósfera del local?

El auditorio es la justificación para que el orador haya estado


presente. Establecer la existencia del interés mutuo como elemento de
convocatoria garantiza la mejor disposición del oyente y al final
probablemente quedará con deseos de seguir oyendo al orador.

17.MEDIDA DEL TIEMPO.

No dejemos nunca la impresión de haber agotado todas nuestras


energías, nuestros recursos y de haber dicho todo cuanto queríamos decir, a
despecho de lo que era absolutamente necesario en correspondencia con el
objetivo.
Recordar que el auditorio al igual que el orador, deben tener
dispuesto, un tiempo adecuado y prudencial para atender la actividad.
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El orador debe tener cuidado de no extenderse más allá del tiempo
establecido, llegando a evidenciar que su charla ha entrado en un círculo
temático, perdiendo la dirección lineal de las ideas.

¿El tiempo de duración de la exposición oral, estuvo ajustado al


necesario para exponer las ideas por parte del orador?

¿La relación entre el tiempo de duración de la charla y la motivación


fue acertada?

Es muy importante calcular el tiempo. Todos hemos visto esos


oradores que interrumpen o “cortan” sus charlas para mirar el reloj,
restándole categoría a su intervención.

18.MANEJO DE LAS MANOS.

Los movimientos de las manos, deben ser espontáneas y naturales,


salvo ocasiones en las que corresponderá a un uso artificial entrenado para
lograr algún efecto específico.

Las manos deben seguir de manera natural a la expresión y a estas se


sumará la emoción, en correcta sincronización.

Las siguientes son las observaciones más frecuentes con las que nos
encontramos al comentar la actuación de un orador:

¿Nos emocionó ver al orador jugar con el puntero o con un lápiz?


¿Maneja las manos con variedad?
¿Actuó con naturalidad al extraer algún objeto del bolsillo de su traje?
¿Tuvo la oportunidad de “hacerse las uñas” durante la charla?
¿Ha tropezado o dejado caer algún objeto desde la tribuna?
¿Pareciera no saber qué hacer con las manos durante su exposición?
¿Las manos han acompañado monótonamente el sonido de las palabras?

El orador debe poseer manos animadas y moverse en armonía con la


expresión verbal. Las manos servirán en el momento necesario para
dar énfasis al significado, e intencionalidad al uso que deseamos
obtener de la palabra.

19.UNIDAD Y RITMO GENERAL.

Se deberá cuidar que quede destacado el tema central, una idea


fundamental uniendo, armonizando y justificando todos los conceptos

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expresados en la charla, de esta manera se apreciara como un todo
encaminado a un claro objetivo.

Deben suprimirse las palabras huecas, que no tengan sentido y cuya


finalidad pareciera ser apoyar el sinsabor de lo que se quiere explicar. Estas
palabras se hacen recurrentes, deforman la idea principal y causan una
desagradable impresión que llega a producir en el oyente, una feroz
persecución durante el resto de la charla para contabilizarlas, hacer un
inventario de ellas y establecer la “frecuencia” de uso.

La apreciación del conjunto que constituye la charla, nos obliga a


incorporar con acierto en su estructura los recursos retóricos. Conocer con
propiedad y dominar el empleo de las figuras que embellecen el lenguaje, es
una de las cualidades que definen al buen orador. La mejor manera de
lograrlo, es aproximándonos por medio de la lectura selectiva, a aquellos
autores que han dejado en el permanente recuerdo de sus expresiones,
obligatorias referencias inmortales.

Al realizar nuestra apreciación cualitativa de los oradores y sus


discursos no debemos dejar de observar los siguientes aspectos:

¿Se ha logrado variedad de enfoques, sin perder el sentido de la unidad


en la charla?
¿Se han evitado las agrupaciones monótonas y malsonantes de los
vocablos?
¿Se ha observado el “humo” verbal?
¿Se llegó al empleo de palabras sin sentido a manera de “apoyo” del
desastre?

¿Se ha percibido cierta musicalidad en la expresión, lograda por la


acertada distribución de las frases, de las palabras, de los acentos y
pausas y del adecuado manejo de los recursos de la voz?

¿Se han manejado las frases con sentido de proporción, movimiento y


armonía?

¿Se ha apreciado corrección, claridad, belleza en la expresión?

¿Existe la debida adecuación de la forma de hablar con los conceptos


expresados?

Orador que tiene estilo, es aquel que llega a conocer sus fortalezas
expresivas, para adecuarlas a la dicción en el momento de transmitir
las ideas y al hacerlo, logrará comunicarlas con abundante calidad
descriptiva, naturalidad y belleza.

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20. CONCLUSIÓN FINAL.

La conclusión o epílogo, tiene una importancia extrema. Tiene como


fin, fijar en el oyente el mensaje principal del discurso. Es mediante la
conclusión, que el orador se asegurará que el objetivo de la charla sea
alcanzado. Debemos entender que en ese párrafo, concebido y pensado para
cerrar la charla; se deben incluir, con toques breves referentes hacia las
ideas que conformaron el cuerpo general del discurso.

Esta parte del discurso, tiene la semejanza al gran finale de una obra
musical. La escogencia del tono, el volumen, el gesto y la construcción de la
frase seleccionada para cerrar el discurso, deben servir para afianzar y dejar
en el auditorio la grata sensación de haberlo escuchado y aceptación de las
ideas que le han presentado.

Se trata de realizar, por parte del orador el impacto final que llame la
atención de los oyentes y lo más importante es que el momento de
producirse, tiene que estar perfectamente planeado, no adelantarse y
sorprender al auditorio, quienes se preguntarán ¿ya terminó, eso es todo?.
También, igualmente será gravísimo, posponer indefinidamente el
momento de cerrar, puesto que esto crea angustia y desespero en los
oyentes, quienes en sus mentes se formularan interrogantes como: ¿Vas a
seguir, hasta cuándo? …¿Todavía falta algo?

Cometer estos errores, arruinaran todo lo que haya podido hacer bien
el orador. La última impresión quedará en el ambiente. Por lo tanto así como
valoramos al inicio la “Primera Impresión”; al terminar la charla debemos
tener la responsabilidad de dejar fijada de manera indeleble el mensaje
gratificante de un impecable y acertado cierre.

Recreemos con las siguientes interrogantes, algunos escenarios que en


nuestra experiencia, nos ha tocado presenciar:

¿Ha conseguido el charlista con “su conclusión” la impresión de


“que ha colocado el marco al cuadro’?” ¿Que ha “bajado el telón? ¿Que
ha cerrado la puerta?

¿Ha utilizado las consabidas frases de cierre: “Buenas noches”,


“Muchas Gracias”.

¿Coincidió el “final “ de su charla, con el momento esperado por


el auditorio.

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¿Preparó la conclusión con arte y al pronunciarla dejó grata
impresión en el auditorio?

¿Al “aterrizar” o cerrar su discurso logró hacerlo de acuerdo a lo


planificado?

¿Con la conclusión final quedó la sensación en el auditorio, de no


haber perdido el tiempo y para afianzar y recopilar el contenido de la
charla?

¿Han quedado los asistentes con deseos de seguir oyendo al


orador?

El orador debe abordar la finalización de su discurso y llegar a


un final impactante, en el preciso momento en que el auditorio así lo
espera. Deben descartarse las arcaicas y disparatadas frases: ...”He
dicho”...” …“Esto ha sido todo”… Y la peor de todas ellas:
…”Ahora para terminar”… ….”Finalmente”…..” …“Y por último…

….”Ahora sí he terminando”……

Nota:
Esta Guía debe ser incorporada en la carpeta de manila y llevarla a nuestras reuniones, para ser utilizada
como herramienta en las sesiones del “Taller de Oratoria”

¡ADELANTE!

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