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PREFACIO
¿No sería el encanto de un “no sé qué” que capta nuestra atención, cuando posamos
una mirada inocente sobre estos trazados frágiles, proporcionados con la ayuda de
casi nada, durmiendo a menudo con un ojo abierto, allí donde no se les espera?
Son islas dispersas bañadas de soledad y de gaya ciencia que en sus repliegues
esconden la felicidad de los comienzos, cuando algo está ahí, pero nada ha sido
todavía revelado.
Nos fascinan los universos ínfimos e infinitos, silenciosos y palpitantes, dotados del
poder de sustraernos por un momento del flujo de las imágenes y de los sonidos que
sin cesar nos asaltan. Con gran placer nos aproximamos a estas composiciones
barrocas y escuchamos palpitar nuestro corazón.
A estos bosquejos fugitivos, a estos lineamientos a veces más elaborados, de una idea,
de un sueño, de una utopía, de una obra potencial o futura, los denominamos
gramas. Del griego gramma/grammè, “trazo”, “trazado”, “línea”, “dibujo”,
“escritura”, el “grama” -que permite componer tantas palabras como “programa”,
“diagrama”, “anagrama”, etc- nombra al esquema originario según el cual toma
forma y se organiza una brusca inspiración, un pensamiento naciente, una teoría en
gestación, una obra en curso de elaboración. . .
1/ ¿En qué sentido los materiales aquí reunidos pueden ser considerados imágenes?
¿Podemos estar satisfechos con esta palabra “imagen”, por el uso general que
hacemos de ella, dentro de una gran vaguedad, para referirnos en su variedad, a
la ,.00,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,naturaleza y al tipo de documentos comprometidos?
2/ ¿En qué sentido estas “imágenes” pueden ser dichas “de pensamiento”? ¿Qué es lo
que se traza y se escribe aquí, que denominamos, a falta de una palabra mejor,
1
Marie-Haude Caraës y Nicole Marchand-Zañartu, “Images de pensée”, Paris, RMN, 2011.
2
W. Benjamin, “Images de pensé”, “Le soleil”, Paris, Christian Bougois, 1998.
“pensamiento”? ¿Cuál es el tipo de pensamiento que se despliega? ¿El pensamiento
no sabría darse a entender de modos múltiples? Toda “representación”, en efecto, no
es necesariamente pensamiento, en el entendido que se debe hacer la diferencia
entre el pensamiento y toda actividad noética cuya forma puede tener relación con el
espíritu, el intelecto, la eidética, el mundo mental, y la representación entendida
como cogitación, meditación, actividad psíquica, el imaginario, el sueño diurno y
nocturno .
El gran pensamiento, ontológico o poético, tiene que ver siempre con el sentido del
ser, que lo compromete a tener que abrirse de manera novedosa a la comprensión del
mundo, a la construcción de sus fundaciones, al dibujo de su constitución. En este
sentido, la mayor parte de los documentos aquí presentados no tienen que ver con el
pensamiento tal cual la filosofía y la poesía han podido desplegar: es decir, nada que
sería del orden del Eidos de Platón, ni de la energeia de Aristóteles, del cogito de
Descartes o del Dasein de Heidegger. . . Incluso, no tendría nada que ver con el
alcance poético de la “Mnémosine” de Hölderlin, del “Spleen” de Baudelaire o del
“Ángel” de Rilke; nada parecido tampoco a lo que el pensamiento plástico ha podido
elaborar cuando Miguel-Ángel dice terribilitá, Cézanne realización, Matisse
simplificación, o Malevitch cero de las formas y de los colores. Así entendida, el
pensamiento podría explicitarse a partir de una palabra que emplea Platón en Fedra:
a propósito de lo bello, en aquello que se manifiesta con el mayor de los brillos,
Sócrates dice que es aschèmatiston, “sin esquema”3. El pensamiento mismo sería
“sin esquema” al momento que se abre a la manifestación del ser: siendo, entonces,
sin esquema, sin figura ni configuración.
Sin lugar a dudas, es en este directo hilo de la invención kantiana que Goethe y
Schiller, fervientes y atentos lectores de la “Crítica de la razón pura”, conciben el rol
del esquema, recién llegado en su lengua, para decir la forma que evocan a propósito
del esquema de la Rosa de los temperamentos. Goethe: “Para dar a ver el mundo
mundo mental, hemos elaborado juntos algunos esquemas simbólicos (symbolische
Schemata). De este modo hemos dibujado una Rosa de los temperamentos, del
mismo modo como existe una Rosa de los vientos”.
A partir de la idea de osatura, el esquema goetheano per mite hacer “visible” el plano
del espíritu, haciendo el vínculo entre mundo mental y mundo sensible,
correspondiendo muy bien a la definición del esquema kantiano, ya que es portador
de la impronta imaginativa y productiva. Sin embargo, ¿de qué lado se inclñinará la
imaginación goetheana? ¿Del lado de lo visible o del lado del intelecto? El debate
parece abierto entre Goethe y Schiller a propósito de la famosa “planta originaria”
(Urpflanze), de la que Goethe, apasionado por la idea de metamorfosis, buscaba
obstinadamente el esquema sin haber podido dibujar el mismo un esbozo (realizado
por Turpin en 1827). A propósito de esta planta originaria, Schiller le dice a Goethe:
“No es una experiencia, es una idea”. Respuesta de Goethe: “Me es muy apreciado
tener ideas sin saberlo, incluso, de verlas con mis propios ojos”. La planta originaria
sería para Goethe tan real como ideal, y tendría el inmenso mérito de dar a ver la
realidad de la metamorfosis: y esta sería una manera de concebir lo imaginal. Si
Schiller tiene sin duda razón, Goethe tampoco se equivoca, ya que tanto el uno como
el otro se remiten a las dos versiones de la “Crítica”, por lo que es posible decir que
pueden ilustrar dos modos diferentes del ejercicio del pensamiento, el uno en un
estilo más imaginal, el otro más intelectual.
Si los esquemas aquí reunidos son una prueba de cómo la imaginación es la relación
que se establece entre lo sensible y el concepto, sobre todo dan testimonio del vínculo
necesario entre la imaginación y su dimensión gráfica. ¿En qué sentido la
imaginación puede ser calificada de “gráfica”, si es cierto que el verbo griego
graphein significa al mismo tiempo “trazar”, “dibujar”, “escribir”, incluso “pintar”?
Lo cierto es que ninguno de los esquemas aquí propuestos proviene del dibujo, tal
como puede implicar, por ejemplo, el juego de la sombra y de la luz, o el del blanco y
negro; ni tampoco se trata del tipo de dibujo tal como Van Gogh afirma que éste debe
ser capaz de “atravesar el muro”. . . Si bien ninguno de los esquemas aquí
propuestos es una obra gráfica en el sentido señalado, tampoco ninguno de ellos
compromete un simple grafismo en el sentido que se hace actualmente del uso del
término. El grafo que aquí está planteado sería más bien del orden inicial de aquello
que denominamos “grama”, que proviene de los dos sustantivos griegos gramma y
grammè. El primero remite al “dibujo”, al “trazo grabado”, a la “letra”, la “escritura”,
mientras que el segundo hace referencia al “lo trazado”, a la “línea”, como en una
carrera, el trazado de la línea de partida y el de la línea de llegada. El grama es, por
así decir, anterior a todas las categorizaciones ulteriores en las que entra en
composición; siendo la fuente del anagrama, del caligrama, del criptograma, del
diagrama, del ideograma, del monograma, del engrama (traza mnésica). . . En tanto
garama primnero, es el núcleo originario del trabajo de la imaginación desde el
momento en que esta inventa, esquematiza, traza, luego simboliza, alegoriza. . . Es la
“e-moción” de un trazado en el momento de surgir o todavía en emanación de una
escritura primordial, como en Ampère, cuyo pensamiento se hace directamente
dibujo.
Apareciendo como una clavija entre mundo sensible y el mundo mental, el grama es
un cierto tipo de “injerto”4, ya que él mismo procede de la raíz del verbo graphein. La
palabra “greffe” ( “injerto” en francés) se refiere inicialmente al trazo que saja,
implicando desde la partida una forma de escritura. El grama es el trazo por el que la
imaginación marca su injerto, absolutamente necesario, porque sin él, nada de lo que
emana del mundo de la idea puede ser aprehendido. Este suplemento gráfico del
grama es originario: no reemplaza nada, y tiene lugar en el momento mismo de la
imaginación productiva, cuyo autor es de alguna manera quien realiza el injerto.
Pero el grama es también, por cierto, el peso ínfimo de lo que apenas tiene peso 5.
Mientras el pensamiento es asunto del pensum; es decir, de “peso”, según la
etimología latina, el grama, por su parte, se inclina más bien hacia la levedad. Lo que
hay aquí son simples “gramos de pensamiento”, que nombran un pensamiento que
pesa a penas algo, y que el grama clarifica haciéndolo más ligero todavía. En la
misma medida que Goethe subrayaba que la calidad del dibujo reside en “aligerar” la
mirada así como el peso de las cosas, el grama aligera al pensador del peso del
pensamiento, como lo confirman algunos de los autores aquí retenidos, tales como
Feran Adria y Acosta, que precisa incluso que su dibujo exige el lápiz y no la pluma; o
4
Las palabras francesas “graphe” (grafo) y “greffe” (injertos) gozan los efectos de la homofonía parcial; se
pronuncian casi de la misma forma, y se escriben de modo parecido. (N. del T.).
5
Notemos que este sentido usual es paradojalmente derivado y secundario. ¿De qué modo la palabra “grama”
entró en la lengua en el sentido que la entendemos hoy día como liviandad de peso? Cuando durante la
Revolución Francesa la Convención decide definir las medidas del nuevo sistema métrico, Lavoisi 3er, en
cargado de determinar los pesos, escoge en 1793 la palabra “gravet” para nombrar el peso de 1cm cúbico de
agua a la temperatura de 4 grados centígrados. Luego, este tñermino “gravet” fue reemplazado por el de
“gramme”, cuando la ley de 1795 decidió oficialmente el cambio de los pesos y medidas. Ahora bien: esta
palabra “gramme” (grama) proviene de un extraño malentendido etimológico, ya que en sus pesos y medidas,
los Romanos usaban la palabra scrupulum para designar el pequeño peso de 1,125 g (24 ava parte de la onza).
¡Al final de la época imperial romana, scrupulum fue confundido con scripulum y los Griegos de ese entonces,
pendsando que scripulum venía del verbo scribere (escribir), lo retradujeron por el termino griego grammè
para decir a su vez en su lengua este peso de 1,125g! GFramè devino entonces, como por malentendido, una
unidad de pèso en la lengua griega tardía, y es este error que el término científico de “gramme” nació en la
lengua francesa.
Rössler, compañero de Mandelbrot, que declara que “dibujando se obtiene lo que es
esencial”, ya que el esquema posee valor de reducción; o incluso Douady, otro
matemático de los fractales, que observa: “De súbito, después de haber hecho el
dibujo, comprendemos lo que estaba teniendo lugar”. Subrayemos: “de súbito”,
“estar teniendo lugar”. . . La levedad permite tomar en cuenta la dimensión del
tiempo; el grama de pensamiento depende de la potencia de un kairos, como
instante revelador que es preciso capturar y recoger porque aclara un proceso en
curso.
Si bien, la mayor parte de los gramas propuestos tiene en común responder primero
a una idea; como eidos de un mundo mental, de un mundo del intelecto, estos
gramas de pensamiento son en estricto rigor “eidogramas”. Si es inicial, el
eidograma corresponde al surgimiento ideal o mental de un partidor conceptual que
traza el descubrimiento, lo acomoda, lo espacializa, lo despliega. El esquema gráfico
puede adquirir un valor singular y único, o bien, tomar un valor general; en ambos
casos se convierte en una especie de gramática que establece códigos y leyes,
procesos, hasta montar un sistema posible. Puede también encarnar el despliegue de
la idea, según un código, un espacio, un sistema analógico o genealógico, que
inventa, o retoma, o acomoda, de manera que el esquema se vuelve un vector de
organización de tipo enciclopédico, genealógico, e incluso histórico, permitiendo una
clasificación, una tipología, un dispositivo estratégico. Al convertirse en vista de
conjunto, el grama es una herramienta de exploración del pensamiento y de su
funcionamiento. Es, como sostiene Doderer, un modo de hacer aminorar el caos y el
azar, porque ofrece una racionalidad constructiva, por parcial o global que fuera.
. El grama puro, imaginal, sería del orden del psicodrama, como en “el
Sueño, la Esfinge y la Muerte de T”. Buscando orientarse en el laberinto de sueños
angustiosos y de extraños acontecimientos, titubeando en la profundidad del tiempo,
Giacometti traza después de varios esbozos el esquema decisivo que sitúa el
momento mayor en el que voltean al mismo tiempo su vida y su obra. Lo que se juega
en el espacio de la psiqué es la metamorfosis cuasi trágica de la relación entre la vida
y la muerte, que va a transformar radicalmente el sentido del trabajo de Giacometti,
abriéndolo hacia una comprensión icónica del hombre.
. Si es elaborado por una mano más larga, el grama puede ser el lineamiento
matricial de una obra por venir, cuya organización se monta en sus principios, sus
datos y sus direcciones principales, como es el caso de Konrad Bayer, Heimito von
Doderer, Luigi Nono, Dylan Thomas.
El grama no es, entonces, una obra: es su clavija, su injerto inicial. Ya sea que este
injerto (greffe) de lugar a un estallido, sabiendo que éste no produce necesariamente
un pensamiento, y que no es, a lo más, más que un poco de pensamiento; es decir,
un pensamiento en instancia de espera de su hora y de su desarrollo. Ya sea que el
injerto (greffe) se presente como un sistema que pone orden en el caos, del que éste
permite escapar.
6
Paul Valéry, “Oeuvres”, “L´Idée fixe”, Plédiade tome II, Gallimard, 1974, p. 237.
Dicho esto, en cada uno de los casos, el grama podría ser el portador de la alegría de
un bricolage, que reúniría el espíritu y la mano. Parecería ser testigo de la alegría de
una belleza poética, en que la riqueza sería a la vez emoción y sorpresa, marcado por
la exaltación íntima del descubrimiento, de la apertura de una terra incognita, que
se ofrece como un relé hacia lo imaginal posible de la obra de la que el grama dibuja
sintéticamente la figura. El grama es siempre clarividencia en lo minúsculo, arte del
detalle y de la complejidad a la espera de una encarnación próxima. Como el talo de
un girasol dibujado por Stefan Bertalan, en la búsqueda de la unidad vibratoria de lo
viviente, el grama es una vida en devenir. . . Valéry tiene mucha razón cuando solicita
a sus lectores conminándolos a inventar por sí mismos sus esquemas y trazados de
todo tipo. . . Ya que todos tenemos necesidad de la imaginación gráfica, al menos un
gramo.
Jean Lauxerrois.