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La resistencia del establishment a un proyecto económico de

desarrollo nacional.
La conducción política del poder económico

Por Alfredo Zaiat


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12 de julio de 2020

El presidente Alberto Fernández convocó a los empresarios reunidos en el G-6 para sumarlos a la
construcción de una nueva normalidad económica, que deje atrás el capitalismo neoliberal
hegemonizado por las finanzas globales. No es probable que quieran ser parte de esa tarea más
allá del gesto de acompañarlo en el acto del Día de la Independencia.
En el acto oficial de celebración del Día de la Independencia, el presidente Alberto
Fernández estuvo acompañado en forma presencial, en la Quinta de Olivos, por los empresarios
del G-6, que reúne a las titulares de las cámaras del establishment, y de un dirigente de la
conducción de la CGT.
Fue una apuesta oficial fuerte dirigida al mundo empresario concentrado, que desde hace más
de 40 años ha intensificado el combate contra el proyecto de desarrollo nacional que hoy aspira
a desplegar el frente político que gobierna.
El mensaje de Fernández es sencillo de entender aunque no es probable que haya sido aceptado
por los interlocutores elegidos. Es una renovada invitación a un sujeto social que resiste construir
un sistema económico que permita alejar la reiteración de crisis dramáticas, las cuales lo tienen
como protagonista estelar en cada una de ellas.

Grupos
Más allá de gestos personales de cada uno sus miembros hacia el poder político de turno, el poder
económico se ha transformando en estas últimas décadas. Ir a su búsqueda con la expectativa de
encontrar lo que alguna vez fue para sumarlo a un proyecto de desarrollo nacional, como si nada
hubiera pasado en este tiempo, sólo entregará otra decepción.
Casi todos los integrantes del bloque de poder concentrado están cada vez más alejados del
destino del mercado interno, operan en áreas monopólicas o con posiciones dominantes y están
subordinados a la valorización financiera de sus excedentes, los cuales en gran parte son
dolarizados y fugados.
Una de las pocas excepciones en ese bloque de poder local al que todavía le resulta relevante el
consumo interno y tiene su principal base productiva en el país es el grupo Arcor de la familia
Pagani.
Cuando gran parte de los patrimonios de ese núcleo de empresarios poderosos está en el
exterior, ya sea en propiedades, empresas, activos bursátiles o capitales líquidos, y su principal
actividad se encuentra en servicios monopólicos o producción de materias primas exportables, su
propio destino queda escindido del general.
Por eso son protagonistas principales de las grandes crisis pero no las padecen en toda su
dimensión; más bien se benefician porque aumentan la concentración y centralización del capital.
Es un poder económico conservador, ideologizado al extremo y contaminado de los lugares
comunes de la ortodoxia económica, además de ser conducido políticamente por los grupos
Techint y Clarín.

Trasnacional
El grupo Techint emprendió un proceso de trasnacionalización en las últimas décadas. Está
amenazado por la expansión de corporaciones de la nueva potencia mundial (China), y para tratar
de preservar privilegios y cuotas de mercado de su producción de tubos con y sin costura exige
protección para su actividad y, sin pudor, promueve apertura importadora para el resto. Opera en
sectores con cuasirrentas monopólicas y millonarios subsidios fiscales. Se alinea de ese modo con
la estrategia económica y global de la potencia declinante, Estados Unidos.
A lo largo de varias décadas, las fabulosas ganancias obtenidas en el mercado argentino,
conseguidas por medidas públicas específicas para supuestamente inducirlo a un aumento de la
inversión local y a entregar productos a precios competitivos al mercado doméstico, fueron
utilizadas en gran parte para financiar la expansión internacional.
Techint logró la diversificación territorial de su conglomerado: su casa matriz está en Luxemburgo
para pagar menos impuestos, tiene plantas también en Japón, Estados Unidos, México, Brasil e
Italia, y es socio en empresas sauditas, rusas, colombianas y canadienses.
Desde los últimos años del siglo pasado, las inversiones en Argentina han sido marginales
respecto a las destinadas al crecimiento de su negocio internacional.
El modelo desarrollista le fue favorable para la evolución inicial, pero ahora ya no le resulta útil.
Por eso despide trabajadores desafiando al presidente Fernández. Para Techint el salario es un
costo y no un factor dinámico del mercado interno. Por eso postula un modelo económico de tipo
de cambio elevado, puesto que por esa vía reduce el costo salarial al tiempo que beneficia su
salida exportadora.

Posesiones
El Grupo Clarín se ha consolidado como un conglomerado de telecomunicaciones luego de
conseguir desembarcar en Telecom gracias a la flexibilidad regulatoria dispuesta por el gobierno
de Macri.
Desde la última dictadura militar y con cada uno de los posteriores gobiernos democráticos, con la
excepción de los dos mandatos de Cristina Fernández de Kirchner, Clarín consiguió capturar
eslabones de su negocio para construir un gigante del sector de las telecomunicaciones.
Las manos vacías en esos ocho años es una de las posibles respuestas a los motivos de los
persistentes embates contra CFK y su familia que diariamente lanza desde su extenso dispositivo
de medios.
El grupo Clarín opera en un mercado de servicios de fuertes rasgos monopólicos y busca frenar el
ingreso de la competencia, ya sea la que puede constituir el grupo mexicano liderado por el
millonario mexicano Carlos Slim o la de compañías chinas (Huawei, empresa combatida por
Estados Unidos).
Utiliza su amplia red de medios (diarios, radios y televisión) para expandir y defender cada una
de sus posesiones, siendo Telecom la última que sumó al conglomerado y posterior fusión con
Cablevisión. Resiste el congelamiento de tarifas de los servicios que prestan esas compañías, está
en controversias con el Estado por pagos millonarios por la frecuencia de Nextel y pretende
mantener un espectro radioeléctrico mayor al que le corresponde por regulaciones del sector.

Cuadrante
Ambos grupos ya no tienen como base de su propia expansión la necesidad de un modelo
económico desarrollista.
El caso de Clarín es más evidente y el brusco giro de la línea editorial tuvo su bisagra en el
conflicto con un sector del campo por las retenciones móviles en 2008.
El análisis económico de sus canales de difusión fue mudando del desarrollismo hacia un modelo
aperturista, de privilegio a la producción de materias primas agropecuarias y de predominio de las
finanzas.
Ese viraje conceptual explica su actual posicionamiento en el cuadrante de la derecha del
espectro ideológico de medios de comunicación.
La campaña anticuarentena, el fomento de la grieta política, social y cultural utilizando a
comunicadores y animadores de shows periodísticos, y el impulso de un modelo económico de
exclusión es la política de superficie para fortalecer la estrategia estructural para la
consolidación de los negocios del conglomerado de telecomunicaciones, pero también para los
de los principales socios que están vinculados a la producción agropecuaria.

Derecha
Los grupos Techint y Clarín no son sólo la expresión de la derecha empresaria por ser
antiperonista o por la obsesión patológica con CFK y la letra K. Son más que canales de esa
manifestación política a través de cámaras empresarias o de una red de medios. Ambos se han
convertido en la conducción política de ese espacio ideológico, fundamentalmente, porque les
resulta funcional para la defensa y la aspiración de continuar expandiendo su base material.
Como se sabe desde hace bastante, los intereses materiales van moldeando la conciencia y la
acción.
Podrían haber elegido otra opción ideológica conservadora, alejada del fanatismo y de la
promoción de la hostilidad de clases medias y altas a quienes piensan diferente. Pero no hubieran
estado en línea con el actual comportamiento de las fuerzas de derecha en el mundo, que en
América latina son guiadas por el Departamento de Estado y el Comando Sur de Estados Unidos.
Los ejes de acción son la exacerbación de las tensiones políticas, el odio a las fuerzas políticas
populares y la intolerancia al disenso. El trumpismo es la expresión de esas conductas.
La perversidad del discurso y la acción de la derecha política y mediática es que esas
características, con elevada violencia simbólica, son atribuidas a las víctimas de ese
comportamiento antisocial.
La pandemia, como en varios otros campos, exhibió sin maquillaje la brutalidad del capitalismo
neoliberal dominado por las finanzas globales. En el escenario argentino, los grupos Techint y
Clarín, con sus respectivos satélites (en el ámbito empresario los miembros del G-6, la AEA y el
Foro de Convergencia, y en el mundo mediático, La Nación y el portal Infobae), actúan como
ordenadores del bloque de poder económico para preservar los privilegios que tienen en la
presente fase del capitalismo global.

Disciplina
Por miedo o por convencimiento, el resto del establishment se disciplina detrás de ellos, algunos
para engancharse en ese tren con sus propios negocios, otros para no ser marginados de ese
grupo social, y no pocos por temor a la persecución judicial y la amenaza de la cárcel, como les
pasó a varios durante el macrismo.
La guerra interempresaria con grupos económicos indicados como kirchneristas (Lázaro Báez,
Cristóbal López, Gerardo Ferreyra y otros encuadernados) no tiene que ver con el cuestionamiento
a la evasión fiscal, fuga de capitales, lavado de dinero, operaciones offshore y relaciones
privilegiadas con el Estado, porque cada uno de los miembros del establishment (Rocca, Pérez
Companc, Magnetto y el resto de la lista de "grandes empresarios" aceptados socialmente)
tuvieron y tienen ese mismo comportamiento reprochable, aunque sin la observación crítica de la
legión de almas bellas que construyen sentido.
Con la expectativa de que no existan impedimentos en la comprensión lectora, en el sentido de
que unos y otros tiene la misma forma de hacer negocios, antes y ahora, el acoso a empresarios
con la marca en la frente con la letra K que alimenta la indignación colectiva selectiva es el paño
de la superficie de una disputa de fondo, siendo ésta lo relevante para comprender esa cruzada.
El conflicto al interior del poder económico se originó, por un lado, en la puja por ver quién se
queda o domina el manejo de ciertos negocios en sectores de elevada rentabilidad. Por otro,
refleja el mecanismo habitual del poder económico para obturar el crecimiento de nuevos
conglomerados que pueden poner en cuestionamiento el espacio que ocupan en el esquema de
poder.
Esa misma tensión y disputa, en otro contexto histórico y métodos diferentes, se desplegó en los
primeros años de la última dictadura militar sobre algunos grupos económicos vinculados al
peronismo o promotores de un proyecto con cierta autonomía de desarrollo de la industria
nacional.

Grieta
La crisis económica global provocada por la pandemia abre una pequeña fisura para cuestionar
con evidencias imposibles de ocultar y, fundamentalmente, para replantear el funcionamiento de
la actual fase del capitalismo neoliberal hegemonizado por las finanzas globales.
El presidente Alberto Fernández propone la reconstrucción de la economía a partir de un
capitalismo con otras bases. Para esa tarea está convocando a un sujeto económico que hoy es
otro; no es el que imagina para construir otro capitalismo dentro de un modelo de desarrollo
nacional.
La debacle económica y social por la covid-19 brinda una oportunidad excepcional para fortalecer
el rol central del Estado en relación al mundo empresario y para el ordenamiento del
funcionamiento de la economía.
La pospademia en la economía y, en especial, la reconstrucción de una nueva normalidad
económica, porque la anterior dominada por el bloque de poder tradicional probó ser un fiasco en
términos de bienestar general, requerirá ampliar la base social de la alianza con el sector privado,
incluyendo a pymes, cooperativas, emprendedores, firmas recuperadas, empresas de la economía
popular.
Para que los costos devastadores de la actual crisis no sean en vano, la política económica de la
recuperación no puede quedar depositado en ganar la confianza de los empresarios del G-6.
Puede ser que esa invitación sirva en términos políticos, pero está probado que sus integrantes no
tienen la vocación de ser un sujeto social activo en el objetivo de fortalecer un proyecto de
desarrollo nacional.

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