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Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires


CUADERNOS DE EPISTEMOLOGÍA Nº 22 (1960)

LA LEY FÍSICA
Pierre Duhem

Parte II, Capítulo V de La Théorie Physique. Son objet. Sa Structure. 2ª. ed.
Marcel Rivière. Paris (1914)

I. Las leyes de la Física son relaciones simbólicas.

De la misma manera que las leyes del sentido común se fundan en la


observación de los hechos por los medios naturales al hombre, las leyes de la Física se
fundan en los resultados de las experiencias de la Física. De más está decir que las
profundas diferencias que separan la constatación no científica de un hecho del
resultado de una experiencia de la Física separan igualmente las leyes del sentido
común de las leyes de la Física; por eso, todo lo que hemos dicho de las experiencias
en Física podrá extenderse a las leyes enunciadas por esta ciencia.

Tomemos una ley del sentido común, una de las más simples como también de
las más ciertas: "Todo hombre es mortal". Esta ley liga entre si con seguridad,
términos abstractos: la idea abstracta de hombre en general y no la idea concreta de
tal o cual hombre en particular; la idea abstracta de la muerte y no la idea concreta
de tal forma o tal otra de muerte; en efecto, sólo puede ser general bajo esa
condición de relacionar términos abstractos. Pero esas abstracciones no son de
ninguna manera símbolos teóricos; simplemente extraen lo que hay de universal en
cada uno de los casos particulares a los que la ley se aplica; por eso, en cada uno de
los casos particulares en que aplicamos la ley, encontraremos objetos concretos
donde estarán realizadas esas ideas abstractas; cada vez que tengamos que constatar
que todo hombre es mortal nos encontraremos en presencia de algún hombre
particular que encarna la idea general de hombre, de alguna muerte particular
implicada por la idea general de muerte.

Tomemos todavía otra ley, citada como ejemplo por G. Milhaud1, cuando
expresó esas ideas emitidas por nosotros un poco antes; es una ley cuyo objeto
pertenece al dominio de la Física; pero conserva la forma que tenían las leyes de la
Física cuando esta rama del conocimiento no era todavía más que una dependencia
del sentido común y no había adquirido aun la dignidad de ciencia racional.

He aquí la ley: "Antes de oír el trueno se ve brillar el relámpago". Las ideas de


trueno y de relámpago que este enunciado relaciona son ciertamente ideas abstractas
y generales; pero esas abstracciones son concluidas tan instintivamente, tan
naturalmente de los datos particulares que en cada rayo percibimos un
deslumbramiento y un retumbar donde reconocemos inmediatamente la forma
concreta de nuestras ideas de relámpago y de trueno.

1
G. Mihaud; “La Science rationnelle” Revue de Métaphysique es de Morale. 4º Année.
1896, p. 280. Reproducido en Rationnel. París, 1898. p. 44.
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No ocurre lo mismo en las leyes de la Física. Tomemos una de es tas leyes; la


ley de Mariotte, y examinemos el enunciado; sin preocuparnos, por ahora, de la
exactitud de esa ley. "A igual temperatura, los, volúmenes ocupados por una masa de
gas están en razón inversa a las presiones que soporta"; tal es el enunciado de la ley
de Mariotte. Los términos que, hace intervenir, las ideas de masa, de temperatura, de
presión, son también ideas abstractas; pero esas ideas no son sólo abstractas; son,
además, simbólicas y los símbolos que las constituyen sólo adquieren sentido gracias
a las teorías físicas, coloquémonos frente a un caso real; concreto, al que queremos
aplicar la ley de Mariotte; no nos encontraremos con una cierta temperatura concreta
que realiza la idea general de temperatura, sino con un gas más o menos calienta; no
tendremos delante una cierta presión particular que realiza la idea general de presión
sino una cierta bomba sobre la que se ha presionado de un modo determinado. Sin
duda a ese gas más menos caliente le corresponde una cierta temperatura, a ese
esfuerzo ejercido sobre la bomba corresponde una cierta presión; pero esta
correspondencia es la de una cosa significada al signo que la reemplaza, de una
realidad al símbolo que la representa. Esta correspondencia no es de ningún modo
inmediata; se establece por medio de instrumentos, por el intermediario a menudo
muy largo y muy complicado de las medidas. Para atribuir una temperatura
determinada a esa gas más o menos caliente, hay que recurrir al termómetro; para
valorar en forma de presión el esfuerzo ejercido por la bomba, hay que usar, un
manómetro; y el uso del termómetro, el uso del manómetro, implican ya lo hemos
visto en el capítulo precedente, el uso de teorías físicas.

Al no ser los dos términos abstractos a los que se refiere una ley del sentido
común nada más que lo que hay de general en los objetos sometidos a nuestros
sentidos, el pasaje de lo concreto a lo abstracto se hace por una operación tan
necesaria y tan espontánea que permanece inconsciente. Ubicado en presencia de un
hombre determinado, de un cierto caso de muerte, los relaciono inmediatamente con
la idea general de hombre, con la idea general de muerte. Esta operación instintiva,
irreflexiva, provee de ideas generales no analizadas, abstracciones tomadas, por así
decir, en bloque. Sin duda el pensador puede analizar esas ideas generales y
abstractas, puede preguntarse qué es el hombre, qué es la muerte, tratar de penetrar
en el sentido profundo y completo de esas palabras. Este trabajo lo llevará a captar
mejor la razón de ser de la ley pero no es necesario para comprender la ley; para lo
cual basta con tomar en su sentido obvio los términos que relaciona; por eso dicha ley
es clara para todos, filósofos o no.

Los términos simbólicos que relaciona una ley de la Física no son ya de esas
abstracciones que brotan espontáneamente de la realidad concreta; son abstracciones
producidas por un trabajo tanto, complicado, consciente, por el trabajo secular que ha
elaborado las teorías físicas, Es imposible comprender una ley, es imposible aplicarla
si no se ha hecho ese trabajo, si no se conocen las teorías físicas.

Según se adopte una u otra teoría las palabras que figuran en el enunciado de
una ley de la Física cambiarán de sentido, de suerte que la ley puede ser aceptada por
un físico que admite determinada teoría y rechazada por otro que admite una teoría
diferente.

Tome usted un campesino que no ha analizado jamás la noción de hombre ni la


noción de muerte y un metafísico que pasó la vida analizándolas o tome dos filósofos
que las han analizado y que han adoptado definiciones diferentes, inconciliables; para
todos, la ley: "todo hombre es mortal", será igualmente clara y verdadera. Del mismo
modo, la ley: "antes de oír el trueno se ve brillar el relámpago", tiene, para el físico
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que conoce a fondo las leyes de la descarga explosiva, la misma claridad y la misma
certeza que para el hombre de la plebe romana que veía en el rayo un efecto de la
cólera de Júpiter capitolino.

Consideremos, por el contrario, esta ley física: "Todos los gases se comprimen
y dilatan del mismo modo", y preguntemos a diversos físicos si el vapor de yodo
transgrede o no esta ley, un primer físico profesa teorías según las cuales el vapor de
yodo es un gas único; extrae entonces de la ley precedente esta consecuencias "la
densidad del vapor de yodo respecto del aire es una constante"; ahora bien, la
experiencia muestra que la densidad del vapor de yo do respecto del aire depende de
la temperatura y de la presión; nuestro físico concluye entonces que el vapor de yodo
no se somete a la ley enunciada, Al parecer de un segundo físico, el vapor de yodo no
es un gas único, sino una mezcla de dos gases polímeros entre si y susceptibles de
transformarse uno en otro; en consecuencia, la ley precitada exige sólo que la
densidad del vapor de yodo respecto del aire sea una constante; reclama que esta
densidad varíe con la temperatura y la presión de acuerdo con una cierta fórmula
establecida por J. Willard Gibbs; esta fórmula representa, en efecto, los resultados de
las determinaciones experimentales; nuestro segundo físico concluye de ahí que el
vapor de yodo no es una excepción a la regla según la cual todos los gases se
comprimen y se dilatan del mismo modo. Por consiguiente, nuestros dos físicos
difieren completamente respecto de una ley que ambos enuncian de igual modo; uno
sostiene que esta ley falla en un cierto hecho, el otro que es confirmada por el mismo
hecho. Lo que ocurre es que las teorías que sustentan no fijan de la misma manera el
sentido que conviene a estas palabras: 'un gas único'; de tal modo que al pronunciar
los dos la misma frase, entienden dos proposiciones, diferentes; para comparar este
enunciado con la realidad, hacen cálculos diferentes, de suerte que uno puede
encontrar que esta ley es verificada por hechos que para el otro la contradicen;
prueba bien manifiesta de esta verdad: Una ley de la Física es una relación simbólica
cuya aplicación a la realidad concreta exige que se conozca y se acepte todo un
conjunto de teorías.

II. Que una ley de la Física no es, propiamente hablando, ni verdadera falsa,
sino aproximada.

Una ley del sentido común es un simple juicio general; este juicio es verdadero
o falso. Tomemos, por ejemplo, esta ley que revela observación vulgar: "en Paris el
Sol se levanta todos los días en el oriente, se eleva en el cielo y luego baja y se
acuesta en el occidente". He aquí una ley verdadera, sin condición, sin restricción.
Tomemos por el contrario, este enunciado: "La luna está siempre llena". He aquí una
ley falsa. Si la verdad de una ley del sentido común se pone en cuestión, se podrá
siempre responder por si o por no a esta pregunta.

No ocurre lo mismo con las leyes que la ciencia física, llegada a su pleno
desarrollo, enuncia en forma de proposiciones matemáticas. Una ley semejante es
siempre simbólica; ahora bien, un símbolo no es, propiamente hablando, ni verdadero
ni falso; está mejor o peor elegido para significar la realidad que representa; la figura
de un modo más o menos preciso, más o menos detallado; por eso, aplicadas a un
símbolo, las palabras 'verdad', 'error', ya no tienen sentido. A aquél que pregunta si
tal ley de la Física es verdadera o falsa, el lógico que tiene la preocupación del sentido
estricto de las palabras se verá obligado a responder: "No entiendo su pregunta".
Comentemos esta respuesta, que puede parecer paradójica, pero cuya intelección es
necesaria para quien pretende saber lo que es la Física.
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A un hecho dado, el método experimental, tal como lo practica la Física, no


hace corresponder sólo un juicio simbólico, sino una infinidad de juicios simbólicos
diferentes; el grado de indeterminación del símbolo es el grado de aproximación de "la
experiencia en cuestión: Tomemos ana serie de hechos análogos; para el físico,
encontrar la ley de estos hechos será encontrar la fórmula que contiene la
representación simbólica de cada uno de estos hechos; la indeterminación del símbolo
que corresponde a cada hecho trae, por consiguiente, la indeterminación de la fórmula
que debe reunir todos esos símbolos; a un mismo conjunto de hechos, se puede hacer
corresponder una infinidad de fórmulas distintas; para ser aceptadas, cada una de
estas leyes debe hacer corresponder a cada hecho no ya el símbolo de ese hecho sino
uno cualquiera de los símbolos en número infinito que puede representar ese hecho;
he aquí lo que se quiere decir cuando se declara que las leyes de la Física no son más
que aproximadas.

Imaginemos, por ejemplo, que no podamos contentarnos con las informaciones


provistas por esta ley del sentido común: "en París, el Sol se levanta cada día en ei
oriente, se eleva por el cielo, luego desciende y se pone en el Occidente": Nos
dirigimos a las ciencias físicas para tener una ley precisa del movimiento del Sol visto
desde Paris, una ley que indique al observador parisino qué situación ocupa en cada
instante el Sol en el cielo. Para resolver el problema, las ciencias físicas no utilizarán
realidades sensibles - el Sol tal como lo vemos brillar en el cielo - sino símbolos
mediante los cuales las teorías representan esas realidades reemplazarán al Sol, a
pesar de las irregularidades de su superficie, a pesar de las inmensas protuberancias
que tiene, por una esfera geométricamente perfecta, y tratarán de determinar la
posición del centro de esta esfera ideal; o, mejor, tratarán de determinar la posición
que ocuparía ese punto si la refracción astronómica no desviara los rayos del Sol, si la
aberración anual no modificará la posición aparente de los astros. Es, pues,
verdaderamente, un símbolo aquello con lo que reemplazan la única realidad sensible
que se ofrece a nuestras constataciones: el disco brillante que nuestro lente puede
enfocar; para hacer corresponder el símbolo a la realidad, hay que efectuar medidas
complicadas, hay que hacer coincidir los bordes del Sol con los hilos de un retículo
provisto de un micrómetro, hay que hacer múltiples lecturas en círculos divididos, hay
que hacer sufrir diversas correcciones a esas lecturas; hay que desarrollar también
cálculos largos y complejos cuya legitimidad resulta de las teorías admitidas, de la
teoría de la aberración, de la teoría de la refracción atmosférica.

Ese punto, llamado simbólicamente centro del Sol no es, todavía, lo que
captarán nuestras fórmulas; lo que captarán serán las coordenadas de ese punto, por
ejemplo su longitud y su latitud, coordenadas cuyo sentido no puede ser sólo
comprendido si no se conocen las leyes de la cosmografía, cuyos valores no designan
en el cielo, un punto que se pueda señalar con el dedo o enfocar con un lente sino en
virtud de un conjunto de determinaciones previas: determinación del meridiano del
lugar, de sus coordenadas geográficas, etcétera.

Ahora bien, a una posición determinada del disco solar ¿se puede hacer
corresponder sólo un valor para la longitud y sólo un valor para la latitud del centro
del Sol, si las correcciones de aberración y de refracción se suponen realizadas? No. El
poder óptico del instrumento que nos sirve para enfocar el Sol es limitado, las
diversas operaciones que comporta nuestra experiencia, las diversas lecturas que
exige son de una sensibilidad limitada. Si el disco solar está en tal posición o en tal
otra y la variación es bastante pequeña no podremos advertirlo. Supongamos que no
podamos conocer las coordenadas de un punto determinado de la esfera celeste con
una precisión mayor que uno. Nos bastará, para de terminar la posición del Sol en un
instante dado, conocer la longitud y la latitud del centro del Sol con una aproximación
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de uno, Por consiguiente, para representar la marcha del Sol aunque el astro no
ocupe en cada instante más que una posición, podremos dar en cada instante, no sólo
un valor de longitud y un valor de latitud sino una infinidad de valores de longitud y
una infinidad de valores de latitud; pero, para un mismo instante, dos valores
aceptables de longitud o dos valores aceptables de latitud no podrán diferir entre si en
más de 1'.

Busquemos ahora la ley del movimiento del Sol, es decir, dos fórmulas que nos
permitan calcular, en cada instante de la duración, el valor de la longitud del centro
del Sol y el valor de la latitud del mismo punto. ¿No es acaso evidente que, para
representar la marcha de la longitud en función del tiempo, podremos adoptar, no ya
una fórmula única, sino una infinidad de fórmulas diferentes, siempre que en un
mismo instante todas esas fórmulas nos den valores de la longitud que difieran entre
si en menos de 1'? ¿No es acaso evidente que ocurrirá lo mismo con la latitud?
Podremos, en consecuencia, representar igualmente bien nuestras observaciones
sobre la marcha del Sol por medio de una infinidad de leyes diferentes; estas diversas
leyes se expresarán por ecuaciones que el álgebra mira como incompatibles, por
ecuaciones tales que si una de ellas es verificada ninguna de las demás lo será;
trazarán en1a esfera celeste curvas distintas. Y pese a que sería absurdo decir que un
mismo punto describe al mismo tiempo dos de esas curvas; sin embargo, para el
físico, todas esas leyes son igualmente aceptables, puesto que todas determinan la
posición del Sol con una aproximación superior a la que comporta la observación. El
físico no tiene derecho a decir que una de esas leyes es verdadera con exclusión de
las demás, sin duda, entre esas leyes, el físico tiene derecho a elegir y, en general,
elegirá; pero los motivos que guiarán su elección no serán de igual naturaleza, no se
impondrán con la misma necesidad imperiosas como aquellos que obligan a preferir la
verdad al error.

Elegirá cierta fórmula porque es más simple que otra, ya que la debilidad de
nuestro espíritu nos constriñe a dar gran importancia a consideraciones de este orden.
Hubo un tiempo en que los físicos suponían que la inteligencia del Creador estaba
atacada por la misma debilidad; tiempo en el que la multiplicidad de las leyes de la
naturaleza se imponía como un dogma indiscutible, en nombre del cual se rechazaba
toda ley que expresaba una ecuación algebraica muy complicada; en que la
multiplicidad, por el contrarío, parecía conferir a una ley una certidumbre y un alcance
trascendentes al método experimental que la había proveído. Fue entonces cuando
Laplace, hablando de la ley de la doble refracción descubierta por Huygens, decía2:
"Hasta ahora esta ley no era más que el resultado de la observación, acercándose a la
verdad dentro de los limites de los errores a los que las experiencias más precisas
están todavía sujetas. Ahora, la simplicidad de la ley de acción de la que depende
debe hacer que se la considere como una ley rigurosa". Ese tiempo ya no existe. Ya
no nos engaña más la atracción que tienen para nosotros las fórmulas simples; no
tomamos ya esta atracción como la manifestación de una certidumbre mayor.

El físico preferirá sobre todo una ley a otra cuando la primera se desprenda de
las teorías que admite; pedirá, por ejemplo, a la teoría de la atracción universal las
fórmulas que debe preferir entre todas las que podrían representar ei movimiento del
Sol Pero las teorías físicas no son más que un medio de clasificar y relacionar entre si
las leyes aproximadas a las que son sometidas las experiencias; no pueden, en
consecuencia, modificar la naturaleza de esas leyes experimentales, ni conferirles la
verdad absoluta.

2
Laplace, P.S. de; “Expositions du Système du Monde. I, IV c. XVIII : « de l’attraction
moléculaire »
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Así pues, toda ley física es una ley aproximada; en consecuencia, para el lógico
estricto no puede ser ni verdadera ni falsa; cualquier otra ley que represente las
mismas experiencias con la misma aproximación puede pretender, tan justamente
como la primera, el titulo de ley verdadera o, para hablar más exactamente, de ley
aceptable.

III, Que toda ley física es provisoria y relativa porque es aproximada.

Lo que caracteriza a una ley es que es fija y absoluta. Una proposición es una
ley sólo porque siendo hoy una ley lo será también mañana; verdadera para éste lo
será también para aquél. ¿Decir de una ley que es provisoria, que puede ser aceptada
por uno y rechazada por otro, no será enunciar una contradicción? SÍ, ciertamente, si
se entienden por leyes las que nos revela el sentido común, aquéllas de las que se
puede decir, en el sentido propio de la palabra, que son verdaderas. Una ley
semejante no puede ser verdadera hoy y falsa mañana, no puede ser verdadera para
usted y falsa para mi. No, si se entiende por ley las leyes que la Física enuncia bajo
forma matemática. Una ley semejante es siempre provisoria; no hay que entender por
esto que una ley de la Física es, verdadera durante un cierto tiempo y falsa luego,
puesto que no es en ningún momento ni verdadera ni falsa; es provisoria porque
representa los hechos a los que se aplica con una aproximación qué los físicos juzgan
acertadamente, suficiente, pero que algún día dejará de satisfacerlos. Una ley
semejante es siempre relativa; no es que sea verdadera para un físico y falsa para
otro sino que 1a aproximación que comporta basta para el uso que de ella quiera
hacer el primer físico y de ninguna manera para el uso que de ella quiera hacer el
segundo.

El grado de aproximación de una experiencia no es, ya lo hemos hecho notar,


algo fijo; crece a medida que los instrumentos se perfeccionan, que se evitan más
estrictamente las causas de error o que correcciones más precisas permiten valuarlas
mejor, A medida que progresan los métodos experimentales va disminuyendo la
indeterminación del símbolo abstracto que la experiencia física hace corresponder con
el hecho concreto; muchos juicios simbólicos que, en una época, hubieran sido
aceptados como representando bien un hecho concreto determinado, no serán más
aceptados en otra época como significando ese hecho con una precisión suficiente. Los
astrónomos de tal siglo aceptarán, por ejemplo, para representar la posición del
centro del Sol en un instante dado, todos los valores de la longitud que no difieran
entre si en más de 1', todos los valores de la latitud que se ubiquen dentro de un
intervalo semejante. Los astrónomos del siglo siguiente tendrán telescopios cuyo
poder óptico será más grande, cálculos divididos más perfectos, procedimientos de
observación más minuciosos y más precisos; exigirán, entonces, que las diversas
determinaciones de la longitud del centro del Sol en un instante dado, que las
diversas determinaciones de la latitud del mismo punto en el mismo instante estén en
un acuerdo aproximado de 10"; una infinidad de determinaciones que hubieran
contentado a sus antecesores serán rechazadas por ellos.

A medida que se estudia la indeterminación de los resultados de experiencia, la


indeterminación de las fórmulas que sirven para condensar esos resultados va
reduciéndose, Un siglo aceptaba como ley del movimiento del Sol, cualquier grupo de
fórmulas que diera, en cada instante, las coordenadas del centro de este astro con un
minuto de aproximación; el siglo siguiente impondrá a cualquier ley del movimiento
del Sol la condición de hacerle conocer las coordenadas del centro del Sol con una
aproximación de 10"; una infinidad de leyes, aceptadas por el primer siglo, serán
rechazadas por el segundo.
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Este carácter provisorio de las leyes de la Física se manifiesta a cada instante


cuando se sigue la historia de esta ciencia. Para Dulong y Arago y para sus
contemporáneos la ley de Mariotte era una, fórmula aceptable de la ley de
compresibilidad de los gases, porque representaba los hechos de experiencia con
variaciones que seguían siendo inferiores a los errores posibles de los procedimientos
de observación de que disponían. Cuando Regnault perfeccionó los aparatos y los
métodos experimentales, la ley de Mariotte debió ser rechazada; las distancias que
separaban sus indicaciones de los resultados de la observación eran mucho más
grandes que las incertidumbres que seguían afectando a los nuevos aparatos.

Ahora bien, de dos físicos contemporáneos, el primero puede encontrarse en las


condiciones en que se encontraba Regnault mientras el segundo se encuentra en las
condiciones en que se encontraban Dulong y Arago; el primero posee aparatos muy
precisos, se propone efectuar observaciones muy exactas; el segundo no posee más
que instrumentos groseros y, por otra parte, las búsquedas que realiza no reclaman
una gran aproximación; la ley de Mariotte será aceptada por éste y rechazada por el
otro.

Hay más; se puede ver incluso que una misma ley de la Física es
simultáneamente aceptada y rechazada por el mismo físico en el curso del mismo
trabajo; que una ley de la Física pudiera ser llamada verdadera o falsa, seria un
extraño paralogismo; una misma proposición seria afirmada y negada al mismo
tiempo, lo que constituye una contradicción formal.

Regnault, por ejemplo efectúa con respecto a la compresibilidad de los gases,


investigaciones que tienen por objeto sustituir la ley de Mariotte por una fórmula más
aproximada. En el curso de sus experiencias tiene necesidad de conocer la presión
atmosférica en el nivel donde aflora el mercurio de su manómetro; esta presión se la
pide a la fórmula de Laplace; y el establecimiento de la fórmula de Laplace descansa
en el empleo de la ley de Mariotte No hay aquí ningún paralogismo, ninguna
contradicción. Regnault sabe que el error introducido por este empleo particular de la
ley de Mariotte es, en mucho, inferior a la incertidumbre del método experimental que
está usando.

Toda ley física, al ser una ley aproximada, está a merced de un progreso que,
al aumentar la precisión de las experiencias, ha ce insuficiente el grado de
aproximación que comporta esa ley: es esencialmente provisoria. La apreciación de su
valor varía de un físico a otro según los medios de observación de que dispone y de la
exactitud que reclaman sus investigaciones; es esencialmente relativa.

IV. Que toda ley física es provisoria porque es simbólica

No sólo por ser aproximada una ley física es provisoria; sino también porque es
simbólica; hay siempre casos en los cuales los símbolos a los cuales se refiere no son
capaces de representar la realidad de una manera satisfactoria.
Para estudiar un gas determinado, el oxigeno, por ejemplo, el físico creó una
representación esquemática de él que el razonamiento matemático y el cálculo
algebraico pueden captar: ha representado este gas como uno de los fiuídos perfectos
que estudia la mecánica que tiene una determinada densidad, que ha sido llevado a
una determinada temperatura y. sometido a una determinada presión; entre esos tres
elementos, densidad, temperatura, presión, ha establecido una determinada. relación;
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que expresa una determinada ecuación; es la ley de la compresibilidad y de la


dilatación del oxígeno. Esta ley, ¿es definitiva? .

Si este físico coloca oxígeno entre los dos platillos de un condensador eléctrico
fuertemente cargado; si determina la densidad, la temperatura y la presión del gas;
los valores de estos tres elementos no verificarán más la ley de compresibilidad y de
dilatación del oxigeno. ¿se extrañará el físico al encontrar que su ley falla ¿Pondrá en
duda la fijeza de las leyes de la naturaleza? De ningún modo. Se dirá, simplemente,
que la relación defectuosa era una relación simbólica, que no se refería al gas real y
concreto que manipula sino a un determinado ente de razón, a un determinado gas
esquemático al que caracterizan su densidad, su temperatura y su presión; que sin
duda este esquema era demasiado simple, demasiado incompleto para representar las
propiedades del gas real que se halla en las condiciones en que se encuentra
actualmente. Trata de completar, entonces, ese esquema, de hacerlo más apto para
representar la realidad. No se contenta ya, con representar el oxigeno simbólico por
medio de su densidad de su temperatura de la presión que soporta. Le atribuye
además un poder dieléctrico e introduce en la construcción del nuevo esquema la
intensidad del campo eléctrico en el que se halla el gas; somete este símbolo más
completo a nuevos estudios, y obtiene la ley de compresibilidad del oxigeno dotado de
polarización dieléctrica. Se trata de una ley más complicada que aquella que había
obtenido en un principio, a la que incluye como caso particular; pero al ser más
comprenhensiva se verificará en casos en los cuales falla ría la ley primitiva.

Sin embargo, esta nueva ley ¿es definitiva?

Tome el gas al que se aplica; colóquelo entre los polos de un electroimán; he


aquí la nueva ley desmentida a su vez por la experiencia. No crea que este nuevo
desmentido extraña al físico; sabe que está frente a una relación simbólica y que el
símbolo que ha creado, en ciertos casos imagen fiel de la realidad, no podría
semejársele en todas las circunstancias. Retoma pues, sin desanimarse el esquema
con el que representa al gas sobre el que experimenta; para permitir a este diseño
representar los hechos, lo carga de nuevos rasgos. No es ya bastante que el gas
tenga una cierta densidad, una determinada temperatura, un cierto poder dieléctrico,
que soporte una determinada presión, que esté ubicado en un campo eléctrico de
intensidad dada; le atribuye, además, un cierto coeficiente de imantación; tiene en
cuenta el campo magnético en que se encuentra el gas y, uniendo todos estos
elementos por un conjunto de fórmulas, obtiene la ley de compresibilidad y de
dilatación del gas polarizado e imantado; ley más complicada pero más
comprehensiva que las que había obtenido en un principio ley que será verificada en
una infinidad de casos en las que éstas hubieran recibido un desmentido; y sin
embargo, ley provisoria. El físico prevé que un día se darán condiciones en las que
esta ley a su vez, fallará; ese día será necesario primero retomar la representación
simbólica del gas estudiado y agregarle nuevos elementos, luego enunciar una ley
más comprehensiva, El símbolo matemático forjado por la teoría se aplica a la
realidad como la armadura de hierro al cuerpo de un caballero; cuanto más
complicada es la armadura, tanto más flexibilidad parece adquirir el rígido metal; la
multitud de piezas que se imbrican como escamas aseguran un contacto más perfecto
entre el acero y los miembros que protege; pero, por numerosos que sean los
fragmentos que la componen, nunca llegará a tomar exactamente el modelado del
cuerpo humano.

0igo, ya lo que se me objetará. Se me dirá que la ley de compresibilidad y


dilatación formulada en un principio no ha sido de ninguna manera derribada por las
experiencias ulteriores; que sigue siendo la ley según la cual el oxigeno se comprime
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y se dilata cuando está sustraído de toda acción eléctrica o magnética; las


investigaciones del físico nos han enseñado solamente que a esta ley, cuyo valor se
mantenía, convenla adjuntar la ley de compresibilidad del gas electrizado y la ley de
compresibilidad del gas imantado.

Aquéllos que toman las cosas dando un rodeo deben reconocer que la ley
primitiva podría conducirnos a graves equívocos si la enunciáramos sin precaución;
que el dominio en el cual reina debe ser delimitado por esta doble restricción: el gas
estudiado está sustraído de toda acción eléctrica y de toda acción magnética; ahora
bien, la necesidad de esta restricción no aparecía para nada en un principio; ha sido
impuesta por las experiencias que hemos relatado.

Estas restricciones ¿son las únicas que deben ser hechas a su enunciado? Las
experiencias que serán hechas en el futuro ¿no indicarán otras, tan esenciales como
las primeras? ¿qué físico osaría pronunciarse a esto respecto y afirmar que ei
enunciado actual no es de ningún modo provisorio, sino definitivo?

Las leyes de la Física son, pues, provisorias en el sentido de que los símbolos a
los que se refiere son demasiado simples para representar completamente la realidad:
hay siempre circunstancias en las cuales el símbolo cesa de, representar las cosas
concretas, en las que la ley cesa de manifestar exactamente los fenómenos. El
enunciado de una ley debe, pues, estar acompañado por las restricciones que
permiten eliminar esas circunstancias; son los progresos de la Física los que hacen
conocer esas restricciones: no está permitido afirmar nunca que se posee la
enumeración completa de ellas, que la lista establecida no sufrirá ninguna, adición ni
retoque alguno.

Ese trabajo de continuos retoques gracias a los cuales las leyes de Física, evitan
cada vez más los desmentidos de la experiencia, desempeña un papel tan esencial en
el desarrollo, de la ciencia que se nos permitirá insistir un poco a su respecto y
estudiar la marcha en un segundo ejemplo.

De todas las layes de la Física, la mejor verificada por sus innumerables


consecuencias es seguramente la ley de atracción universal; las observaciones más
precisas sobre los movimientos de los astros no han podido hasta ahora hacerla fallar.
¿Es sin embargo una ley definitiva? No, sino una ley provisoria que debe modificarse y
completarse sin cesar para, ponerse de acuerdo con la experiencia.

He aquí agua en un recipiente; la ley de atracción universal nos hace conocer la


fuerza que actúa sobre cada una de las partículas de esta agua; esta fuerza es el peso
de cada partícula. La Mecánica nos indica qué figura debe afectar el agua: sean cuales
fueran la naturaleza y la forma del recipiente, el agua debe terminar en un plano
horizontal. Mire de cerca la superficie en que termina esta agua; horizontal lejos del
borde del recipiente, cesa de serlo en la proximidad de las paredes del vidrio; se
levanta a lo largo de esas paredes; en un tubo estrecho se eleva a mucha altura y
llega a ser completamente cóncava; he ahí la ley de la atracción universal en falla,
Para evitar que los fenómenos capilares desmientan la ley de la gravitación, habrá que
modificarla; no habrá ya que mirar la fórmula de la razón inversa del cuadrado de la
distancia como una fórmula exacta, Sino como una fórmula aproximada; será
necesario suponer que esta fórmula aproximada; será necesario suponer que esta
fórmula hace conocer con una precisión suficiente la atracción de dos partículas
materiales alejadas pero que llega a ser muy incorrecta cuando se trata de expresar la
acción mutua de dos elementos muy poco distantes; será necesario introducir en las
ecuaciones un término complementario que complicándolas las hará capaces de
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representar una clase más extensa de fenómenos y les permitirá abarcar, en una
misma ley, los movimientos de los astros y los efectos capilares.

Esta ley será más comprehensiva que la de Newton, pero no por esto estará
salvada de toda contradicción; si en dos puntos diferentes de una masa liquida se
sumerge, como lo ha hecho, Draper dos hilos metálicos salidos de dos polos de una
pila, he ahí que la ley la capilaridad está en desacuerdo en la observación. Para hacer
desaparecer ese desacuerdo, será necesario retomar la fórmula de las acciones
capilares, modificarla y completarla teniendo en cuenta las cargas eléctricas que
llevan las partículas del fluido y las fuerzas que se ejercen entre esas partículas
electrizadas. Se continuará así, indefinidamente, esta lucha entre la realidad y las
leyes de la Física; a toda ley que la Física formule, la realidad opondrá tarde o
temprano el brutal desmentido de un hecho; pero; infatigable, la Física retocará,
modificará, complicará la ley desmentida, para reemplazarla por una ley más
comprehensiva, donde la excepción señalada por la experiencia habrá, a su vez,
encontrado su regla.

Gracias a esta lucha incesante, a este trabajo que continuamente completa las
leyes con el fin de hacer entrar las excepciones, la Física progresa. La Física ha creado
las leyes de la Electrostática, porque un trozo de ámbar frotado con lana hacia fallar
las leyes de la gravedad; ha formulado las leyes del magnetismo porque un imán
levantaba el hierro a despecho de esas mismas leyes de la gravedad; Ampère inventó
las leyes de la Electrodinámica y del Electromagnetismo porqué Oërsted había
encontrado una excepción a las leyes de la Electrostática y del Magnetismo. La Física
no progresa como la Geometría agregando nuevas proposiciones definitivas e
indiscutibles a las proposiciones definitivas e indiscutibles que ya poseía; progresa
porque sin cesar la experiencia hace saltar nuevos desacuerdos entre las leyes y los
hechos, y porque, sin cesar los físicos retocan y modifican las leyes para que
representen los hechos más exactamente.

9. Las leyes de la Física son más detalladas que las leyes del sentido común

Las leyes que nos permite formular la experiencia común, no científica, son
juicios generales cuyo sentido es inmediato, Ubicados en presencia de uno de esos
juicios nos podemos preguntar: ¿es verdadero? A menudo la respuesta es cómoda;
en todo caso se formula por sí o por no. La ley reconocida como verdadera lo es para
todos los tiempos y para todos los hombres; es fija y absoluta.

Las leyes científicas, fundadas en las experiencias de la Física, son relaciones


simbólicas cuyo sentido permanecería siendo ininteligible a quien ignorara las teorías
físicas. Al ser simbólicas, no son jamás ni verdaderas ni falsas; son aproximadas como
las experiencias sobre que reposan. La aproximación de una ley que es hoy suficiente
llegará a ser insuficiente en el porvenir por el progreso de los métodos
experimentales; siendo suficiente para las necesidades de un físico, no satisface el
deseo de otro; de suerte que una ley de la Física es siempre provisoria y relativa. Es
provisoria porque no relaciona realidades sino símbolos y porque siempre habrá casos
en los que el símbolo no corresponderá más a la realidad; las leyes de la Física no
pueden mantenerse más que por un trabajo continuo de retoques y de
modificaciones.

El problema del valor de las leyes de la Física se plantea pues de una manera
completamente distinta, infinitamente más complicada y delicada que el problema de
la certidumbre de las leyes, del sentido común, se podría estar tentado de sacar esta
extraña conclusión: el conocimiento de las leyes de la Física constituye un grado de
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ciencia inferior al simple conocimiento de las leyes del sentido común. A aquéllos que
trataran de deducir de las precedentes consideraciones esta conclusión paradojal
contentémonos con responder repitiendo para las leyes de Física lo que hemos dicho
de las experiencias científicas: una ley de la Física posee una certidumbre mucho
menos inmediata y mucho más difícil de apreciar que una ley del sentido común pero
supera a esta última por la precisión minuciosa y detallada de sus predicciones.

Compárese esta ley del sentido común: "en Paris, el sol se eleva todos los días
en el. Oriente, sube por el cielo, luego baja y se acuesta en el Occidente", con las
fórmulas que hacen conocer a cada instante y con una aproximación de un segundo
las coordenadas del centro del Sol, y se estará convencido de la exactitud de esa
proposición.

Las leyes de la Física no pueden adquirir esa minuciosidad en el detalle sino


sacrificando algo a la certidumbre fija y absoluta de las leyes del sentido común. Entre
la precisión y la certidumbre hay una especie de compensación; una no puede crecer
sino en detrimento de la otra, El minero que me presenta una piedra puede afirmar
sin hesitación ni atenuante, que esta piedra contiene oro; pero el químico que me
muestra un lingote brillante diciéndome: es oro puro, de be agregar este correctivo: o
casi puro; no puede afirmar que el lingote no tenga vestigios de una materia extraña.

El hombre puede jurar que dice la verdad; pero no está en su poder decir toda
la verdad, no decir nada más que la verdad. "La verdad es una punta tan sutil que
nuestros instrumentos están demasiado enmohecidos como para tocarla con
exactitud. Si lo logran, aplastan dicha punta y se apoyan a su alrededor más sobre lo
falso que sobre lo verdadero"3.

3
Pascal, Pensées, Edición Havet. art. III. nº 3.

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