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Alumna: Milagros Tommasino.

Profesora de práctico: Constanza Penacini.


Comisión: 4.
Horario: Miércoles de 11 a 13 hs.

Consignas seleccionadas:

PRIMER BLOQUE:

El conventillo, de Aluísio Azevedo:

1) Antonio Cândido señala que el conventillo es al mismo tiempo un sistema de relaciones


concretas entre personajes y una figuración del propio Brasil. Desarrolle este concepto y
ejemplifique en la novela, teniendo en cuenta los textos teóricos trabajados en clase.

SEGUNDO BLOQUE:

La hora de la estrella, de Clarice Lispector:

1) “Veo a la nordestina mirándose al espejo y –redoblar de tambor– en el espejo aparece mi


rostro cansado y barbudo. A tal punto nosotros nos intercambiamos.” (2010, p. 31).

Desarrolle una lectura que indague en la problemática de la construcción del otro en la novela,
teniendo en cuenta el modo en que Lispector trabaja con las categorías de autor, narrador y
personaje y cómo estas están atravesadas por relaciones de poder, de clase y de género.
Considere en su respuesta los textos teóricos trabajados en clase.
Para António Cándido la literatura brasileña es un aspecto fundamental de la
construcción de la nación y de la identidad del país, ya que se trata de una herramienta que
opera en el centro mismo de su configuración (2022: 9). En De conventillo a conventillo,
plantea que El conventillo [1890] de Aluísio Azevedo , constituye simultáneamente un
sistema de relaciones concretas entre personajes y una figuración del propio Brasil. En la
novela se despliega un realismo alegórico ya que a partir de un juego de mediciones la
literatura va modificando la relación entre ficción y realidad, allí “los hechos narrados tienden
a ganar un segundo sentido, de cuño alegórico” (Cándido, 2022: 52). Como veremos a
continuación, el movimiento de la narrativa se encuentra íntimamente relacionado con el
movimiento social de la época.
En primer lugar, resulta importante destacar que el espacio habitacional del conventillo
posibilita una vida en común que va entretejiendo lazos afectivos entre sus habitantes,
destacándose amistades y amores. En este sentido, es posible leer la novela a partir de la
noción de comunidad que plantea Ferdinand Tönnies: ”la unidad perfecta de la voluntad
humana (...) desarrollándose de diversos modos según la índole necesaria y dada las
relaciones entre individuos diversamente condicionados (...) [unidos] entre sí por su
ascendencia o linaje, o lleguen a unirse así de un modo necesario” (1947: 25), el conventillo
es un lugar de unión, de pertenencia y cobijo. A través de las páginas de El conventillo se
pueden hallar concentradas las tres especies originarias de comunidad a las que refiere de
Tönnies, siendo estas el parentesco, la vecindad, y la amistad (1947: 33-34), que a su vez se
refuerzan por el trabajo en común. Estos vínculos afectivos de sangre y de cercanía tanto
física como espiritual, pueden observarse en los numerosos grupos familiares que habitan el
lugar y las amistades que se forman entre ellos. Algunos ejemplos concretos son los
momentos de fiesta caracterizados por el gran contacto y alegría de los habitantes (Azevedo,
2020: 58; 64), las mujeres protegiendo a Leocádia y evitando que Bruno le siga pegando
(2020: 85); Rita Bahiana ayudándola cuando es echada de su hogar (2020: 87); la defensa de
lo común ante la amenaza de lo externo como el ingreso de la policía (2020: 119-120; 123).
En palabras de Cándido, el conventillo “es un ambiente, un medio -físico, social,
simbólico,- vinculado a cierto modo de vivir y condicionando cierta mecánica de las
relaciones” (2022: 36). Y en sí mismo es una alegoría de Brasil ya que a través de él se
representan “aspectos que definen el país entero” (2022: 35): es el lugar idóneo donde
converge el choque cultural producto de la mezcla de razas, y allí se configura una
jerarquización que pondera a los portugueses como superiores: “como toda cafuza, Bertoleza
no quería juntarse con los negros y procuraba, instintivamente, al hombre de una raza
superior a la suya” (Azevedo, 2020: 9). Asimismo, hay una convivencia con el capitalista
portugués que participa de aquella comunidad enriqueciéndose a costa de la explotación de la
mano de obra de su concubina y de los demás habitantes, del cobro de alquileres, de la venta
de mercancías y “no perdiendo nunca la ocasión de apropiarse de lo ajeno” (Azevedo, 2020:
11). En este sentido, el espacio limitado y compartido del conventillo representa las
condiciones generales de un Brasil incipiente, “visto como materia prima del lucro para el
capitalista” (Cándido, 2022: 52). De esta forma, en la novela se representan formas de
acumulación originaria donde los Joãos Romãos pisan las cabezas de los sectores más
vulnerables de la sociedad, para escalar económica y socialmente en beneficio propio.
Asimismo, Cándido no se limita a analizar solo el espacio del conventillo, sino que
también advierte el papel fundamental de la naturaleza tropical brasileña y de la potencia del
sol que lo inunda y exacerba los deseos sexuales. Desde una perspectiva naturalista Azevedo
configura un determinismo estricto, donde el medio natural actúa condicionando a los
personajes, las formas de relacionarse entre los diferentes grupos raciales, sus
comportamientos y destinos. Al mismo tiempo, esto hace del conventillo “el tipo de
conglomerado humano que es. Y esta serie causal encarnaría lo que pasaba a escala nacional,
según las concepciones de la época. (...) [ya que] el novelista traduce la mezcla de razas y su
convivencia como promiscuidad de vivienda colectiva” (Cándido, 2022: 38). El conventillo
en sí mismo se construye como un personaje más, como un organismo vivo, palpitante y
gozoso de vitalidad: “Y en aquella tierra encarchada y humeante, en aquella humedad
caliente y lodosa, comenzó a hormiguear, a hervir y crecer un mundo, una cosa viva, una
generación, que parecía brotar espontánea, allí mismo, de aquel lodazal, y multiplicándose
como larvas en el estiércol” (Azevedo, 2020: 20). No obstante, el determinismo naturalista
entra en constante tensión con una mirada romántico-exótica de la naturaleza al caracterizarla
positivamente como poderosa y transformadora.
La novela configura un “Brasil miniatura, donde blancos, negros y mulatos eran
igualmente dominados y explotados por el portugués ganador de dinero (...) que rompe las
contingencias y, a partir del conventillo, domina la raza y supera el medio” (Cándido, 2022:
38). En efecto, al final de la novela, João Romão logra continuar con su proyecto económico y
la comunidad es derribada, para construir un nuevo espacio habitacional que configura una
sociedad: “una mera coexistencia de personas independientes entre sí” (Tönnies, 1947: 21).
Esto puede observarse en las nuevas ocupaciones laborales de los habitantes, como pintores y
relojeros que poseen un trabajo que se desarrolla en el interior de las casas. Este reclutamiento
de la vida privada, también se ve acompañado por el fin de las fiestas en el espacio público.
En La hora de la estrella [1977] de Clarice Lispector, la cuestión social encuentra una
expresión que resulta novedosa en su época. Para Lispector, lo personal es político y esta
cuestión queda esclarecida desde la dedicatoria de la novela donde se la ubica en el centro de
la narrativa, al sostener que “esta historia sucede en estado de emergencia y de calamidad
pública” (Lispector, 2011: 10).
A lo largo de las páginas, con frecuencia se hace referencia de manera explícita a la
construcción artificial de la novela: “está claro que la historia es verdadera aunque
inventada” (Lispector, 2011: 12). Dentro de una escritura regionalista y realista, Lispector
enfatiza en la búsqueda de “un modo verosímil de hablar de la pobreza” (Arêas: 2005: 5).
Como en la mayoría de los libros de Clarice, pero de manera aún más acentuada, “la historia
se transforma básicamente en la búsqueda de los términos y de los motivos para relatarla,
haciendo del enredo la escritura del propio libro” (Arêas: 2005: 5). Y tal como sostiene
Gonzalo Aguilar en la introducción de la novela, la autora se cansa de la literatura y sus
“fáciles compensaciones de belleza y estilo” (2011: 7), por eso lleva adelante sucesivos
movimientos de precarización literaria generando un vaciamiento de los artificios y atributos
que adornan la escritura. A partir de la incorporación de personajes excluidos y marginales de
la sociedad, la autora cuestiona el papel que despliega la literatura en la construcción y
representación del otro a través de la escritura. Por eso la figura del narrador constantemente
se pregunta cómo hablar de los desamparados y en el intento de acercarse al pueblo debe
renunciar al trabajo formal con el lenguaje: “no voy a adornar la palabra porque si llego a
tocar en el pan de la muchacha, el pan se convertirá en oro (...) y la joven no podría morderlo
y moriría de hambre” (Lispector, 2011: 14); “lo que iré diciendo estará casi desnudo. (...) no
esperen, entonces, estrellas en lo que sigue: no habrá centelleos sino la materia opaca (...)
Me apasioné súbitamente por los hechos sin literatura” (Lispector, 2011: 15).
En efecto, para acercarse a Macabea, Lispector recurre a la construcción del narrador de
la novela incorporando la figura de un escritor intelectual comprometido que funciona como
un mediador entre la autora y la nordestina. No obstante, Rodrigo S.M. debe realizar un
constante esfuerzo para alcanzar a representar a Macabea: “Veo a la nordestina mirándose al
espejo y –redoblar de tambor– en el espejo aparece mi rostro cansado y barbudo. A tal punto
nosotros nos intercambiamos.” (Lispector, 2011: 19). El narrador no solo es incapaz de
visualizar y aprehender con vehemencia su imagen, sino que su voz también rehuye de él: “A
veces consigo extraer una palabra de ella aunque ella se me escapa entre los dedos”
(Lispector, 2011: 23), no puede retenerla “tengo un personaje en ebullición entre las manos y
que se me escape a cada instante deseando que yo lo recupere” (Lispector, 2011: 18-19). En
esta construcción del narrador opera una ridiculización doble, ya que por un lado se parodia al
intelectual que en vano intenta conectar con el oprimido y representarlo a través de su
escritura. Por otro lado, en Rodrigo S.M., Clarice construye su opuesto deshaciéndose de su
propia condición genérica. Aún más, la autora se burla de los prejuicios que existen en torno a
la escritura de mujeres: a través de la voz del narrador dice “lo que escribo podría escribirlo
cualquier otro. Otro escritor, sí, pero tendría que ser hombre porque una escritora mujer
puede lagrimear sentimentalidades” (Lispector, 2011: 13). Sin embargo, la máscara de este
intercesor se cae desde el título de la dedicatoria misma de la novela donde se lee
“Dedicatoria del autor (En verdad, Clarice Lispector)” (2011: 10). Los procedimientos de la
narrativa están expuestos, develados, en la escritura misma.
Consecuentemente, este despojamiento también se ve reflejado en la construcción de los
personajes. Por eso Macabea se representa a través de un lenguaje impersonal, es desprovista
de todo, hasta de atributos: “Están los que tienen. Y están los que no tienen. Es muy simple: la
muchacha no tenía. ¿Qué no tenía? Apenas eso mismo: no tenía” (Lispector, 2011: 21). Esta
falta de atributos permite que Macabea pueda ser intercambiable por cualquier otra: “Como la
nordestina, hay miles de chicas” (Lispector, 2011: 13).
Es posible leer esta novela a partir de la noción de comunidad que plantea Roberto
Espósito, entendiendo lo común como una pérdida, una carencia. Macabea forma parte de una
comunidad de excluidos, en tanto que no es posible entablar un lazo afectivo real con la
nordestina porque no se comprende su vulnerabilidad. La comunidad política imaginada de
los excluidos resulta inherentemente limitada, se trata de personas que ni siquiera pueden
reconocerse entre sí y solo se encuentran unidos por la falla social. Tal como sostiene
Espósito, los sujetos en la comunidad no encuentran “un principio de identificación, ni
tampoco un recinto aséptico en cuyo interior se establezca una comunicación transparente o
cuando menos el contenido a comunicar. [En cambio, encuentran] ese vacío, esa distancia, ese
extrañamiento que los hace ausentes de sí mismos” (2003: 21). Rodrigo sostiene que si
Macabea“fuese una criatura que se expresase diría: el mundo está fuera de mí, yo estoy fuera
de mí” (Lispector, 2011: 20). En efecto, la comunidad expropia la subjetividad de los
individuos, ya que lo que caracteriza lo común es “lo impropio —o, más drásticamente, lo
otro—” (Espósito, 2003: 32). A la vez, “Rodrigo es un otro de Clarice así como Macabea lo
es de ambos. La escritura es el lugar en el que el sujeto pierde sus atributos” (Aguilar, 2011:
7-8), al verse librado de subjetividad se puede (re)encontrarse en la potencia vital, en lo
molecular de la vida. Allí donde “todos nosotros somos uno” y el corazón se vacía de todo
deseo “reduciéndose al primer y el último latido” (Lispector, 2011: 12), es posible encontrar
una equidad con Macabea.

Bibliografía:

● Arêas, Vilma (2005). “La hora de la estrella” en Clarice Lispector con la punta de los
dedos, Verónica Lombardo (trad.). San Pablo: Companhia das Letras.

● Azevedo, Aluísio (2020). El conventillo. Buenos Aires: Danilo Albero Vergara.

● Cándido, António (2022). De conventillo a conventillo. Buenos Aires: Grumo.

● Espósito, Roberto (2003). Communitas: origen y destino de la comunidad. Buenos


Aires: Amorrortu.

● Lispector, Clarice (2011). La hora de la estrella. Buenos Aires: Corregidor.

● Tönnies, Ferdinand (1947). Comunidad y sociedad. Buenos Aires: Losada.

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