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Epístola de Melchor Ocampo: machismo

bruto
Significado de la palabra epístola, que para muchos es casi como si fuera tabú,
conforme al Diccionario de la Real Academia Española, epístola significa carta o
misiva que se escribe a alguien. Por ende, la epístola de Melchor Ocampo es una
carta que se escribió teniendo como destino a quienes fueran a contraer
matrimonio, pues formó parte de la Ley de Matrimonio Civil, propiciada por
Melchor Ocampo y que el presidente Benito Juárez promulgara el 23 de julio de
1859. En esa ley se exigía como requisito esencial de validez del acto jurídico
solemne del matrimonio la lectura de los artículos 1, 2, 3, 4, y 15. Lo interesante es
que el artículo 15 es el texto que se conoce como “Epístola de Melchor Ocampo” y
que a continuación se reproduce:
Epístola de Melchor Ocampo: Declaro en nombre de la ley y de la sociedad que
quedan ustedes unidos en legítimo matrimonio con todos los derechos y
prerrogativas que la ley otorga y con las obligaciones que impone; y manifiesto:
"Que éste es el único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y
de suplir las imperfecciones del individuo que no puede bastarse a sí mismo para
llegar a la perfección del género humano. Éste no existe en la persona sola sino
en la dualidad conyugal. Los casados deben ser y serán sagrados el uno para el
otro, aún más de lo que es cada uno para sí. El hombre, cuyas dotes sexuales son
principalmente el valor y la fuerza, debe dar y dará a la mujer protección, alimento
y dirección, tratándola siempre como a la parte más delicada, sensible y fina de sí
mismo, y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al
débil, esencialmente cuando este débil se entrega a él, y cuando por la sociedad
se le ha confiado.
La mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la compasión, la
perspicacia y la ternura debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y
consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y
defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura
de sí mismo propia de su carácter. El uno y el otro se deben y tendrán respeto, deferencia,
fidelidad, confianza y ternura, ambos procurarán que lo que el uno se esperaba del otro al
unirse con él, no vaya a desmentirse con la unión. Que ambos deben prudenciar y atenuar
sus faltas. Nunca se dirán injurias, porque las injurias entre los casados deshonran al que las
vierte, y prueban su falta de tino o de cordura en la elección, ni mucho menos se maltratará
de obra, porque es villano y cobarde abusar de la fuerza.
Se deja sin efecto y queda abrogada la obligación de leer esta carta para los contrayentes ya
que nace el Código Civil, pero desafortunadamente por  machismo, ignorancia y costumbre
la siguieron leyendo pero algo más por interés ya que los contrayentes dejaban jugosas
propinas cuando daban lectura a la “Epístola de Melchor Ocampo”. Sin embargo algunos
estados seguían dando lectura a lo mismo, por tal motivo el machismo y discriminación por
parte del esposo se seguía dando, así como por parte de la mujer no olvidaba que tenía que
ser abnegada y soportar hasta la irritación y ser el agrado como una obligación  y que era la
parte débil del matrimonio.
El 28 de febrero de 2006 la Cámara de diputados emitió un exhorto a los diferentes
gobiernos estatales para no utilizar más esta epístola, situación que continuó en los
municipios.
El 26 de abril del 2007 la Cámara de Diputados emitió un acuerdo, ya que la Comisión de
Equidad y Género en punto de acuerdo de dicha comisión considera que atenta contra los
derechos y la dignidad de las mujeres y contradice la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, en su artículo 4, donde dice que el hombre y la mujer son iguales ante
la ley, por tal motivo solicita eliminar dicha lectura para los contrayentes, con fundamento
en el artículo 66 párrafo 1, inciso B, de la Ley Orgánica del Congreso General de los
Estados Unidos Mexicanos.
Como entenderán, hasta el año 2007 el Congreso hizo caso y da la orden después de 137
años; ya estaba ordenado y abrogada la ley del matrimonio y esa epístola, sin embargo, en
municipios lejanos como son las serranías, en los ranchos y cuando los contrayentes lo
hacen en lugares fuera del Registro Civil, siguen leyendo aún la “Epístola de Melchor
Ocampo” por intereses, machismo e ignorancia.
Correo: lexfemme.12@hotmail.c

EL MATRIMONIO SEGÚN LA EPÍSTOLA DE


MELCHOR OCAMPO
Este documento, símbolo del sentir de las personas del siglo XIX, se leyó durante más de
150 años.
Bernardina de la Garza Arregui
Las pautas decimonónicas sobre la manera
correcta de formar una familia.
 

Melchor Ocampo fue un destacado político mexicano que participó en


la redacción de las Leyes de Reforma, las cuales se realizaron con la
finalidad de que la iglesia se desligara de los asuntos concernientes al
manejo del estado. Entre las atribuciones de las que fue despojada la iglesia
están las referentes a la operación de: los registros civiles de nacimiento,
defunción y matrimonio.

En este documento, se estableció que las bodas religiosas no tenían validez


oficial, y que a partir de ese momento la unión de dos personas iba a ser un
contrato civil con el estado. Antes de la Ley del Registro Civil no existían
leyes sobre el matrimonio porque este se consideraba como un acto
sujeto al derecho canónico y a la potestad de la iglesia.
 

La intervención del Estado mexicano en el matrimonio comenzó con la


expedición de la Ley Orgánica del registro Civil del 27 de enero de 1856,
seguida de la Ley del Matrimonio Civil del 23 de julio de 1859. Para llevar a
cabo dicho contrato civil, bastaba con que los contrayentes se presentaran
en el registro y que se les leyeran los artículos de la ley en materia, que
incluían, de manera obligada, la célebre epístola donde se expresaba que el
matrimonio civil era:

El único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y de


suplir las imperfecciones del individuo, que no puede bastarse a sí mismo
para llegar a la perfección del género humano. Que este no existe en la
persona sola sino en la dualidad conyugal. Que los casados deben ser y
serán sagrados el uno para el otro, aun más de lo que es cada uno para sí.

Que el hombre, cuyas dotes sexuales son principalmente el valor y la


fuerza, debe dar y dará a la mujer protección, alimento y dirección,
tratándola siempre como a la parte más delicada, sensible y fina de sí
mismo, y con la magnanimidad y benevolencia generosa, que el fuerte debe
al débil, esencialmente cuando este débil se entrega a él y cuando por la
sociedad se le ha confiado.

Que la mujer, cuyas principales dotes sexuales son la abnegación, la


belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido,
obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con
la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la
delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de
sí mismo, el uno y el otro se deben y tendrán respeto, deferencia, fidelidad,
confianza y ternura, y ambos procurarán que lo que el uno se esperaba del
otro al unirse con él, no vaya a desmentirse con la unión. Que ambos deben
prudenciar y atenuar sus faltas. Que nunca se dirán injurias, porque las
injurias entre los casados deshonran al que las vierte y prueban su falta de
tino o de cordura en la elección: ni mucho menos se maltratarán de obra,
porque es villano y cobarde abusar de la fuerza.
Que ambos deben prepararse con el estudio y con la amistosa y mutua
corrección de sus defectos, a la suprema magistratura de padres de familia,
para que cuando lleguen a serlo, sus hijos encuentren en ellos buen
ejemplo y una conducta digna de servirles de modelo. Que la doctrina que
inspire a estos tiernos y amados lazos de su afecto, hará su suerte próspera
o adversa; y la felicidad o desventura de los hijos será la recompensa o el
castigo, la ventura o desdicha de los padres. Que la sociedad bendice,
considera y alaba a los buenos padres por el gran bien que le hacen
dándole buenos y cumplidos ciudadanos y, la misma, censura y desprecia
debidamente a los que por abandono, por mal entendido cariño, o por su
mal ejemplo corrompen el depósito sagrado que la naturaleza les confió,
concediéndoles tales hijos.
Melchor Ocampo redactó esta carta que establecía las pautas de cómo
debería ser la manera correcta de formar una familia; el desempeño del
hombre y de la mujer en el mismo, y cuál era la función de ellos dentro
de la sociedad. Fue escrita en una época donde a la mujer se le veía como
un ser indefenso que estaba bajo la tutela de su esposo.

La Epístola dejaba clara la superioridad física, moral y económica del


hombre, con respecto a la sumisión, debilidad y obediencia de las mujeres;
lo cual se explica por el contexto de la época, donde la obligación del
hombre era la de ser proveedor, representante público y legal de su familia,
así como el que toma las decisiones en el sentido más amplio de la frase.
Por otro lado, a la mujer le tocaba el arreglo de los asuntos domésticos, la
crianza y educación de los hijos, tanto como la atención y esmero por
agradar y aconsejar al marido.
Este documento respondía a la visión que se tenía en la época sobre cómo
debería ser la unión entre dos personas y se escribió bajo el contexto y el
momento particular que se vivía a mediados del siglo XIX, y así hay que
entenderlo y leerlo. La Epístola marcó un parteaguas pues ayudó a que
la gente de la época empezara a ver al gobierno como un organismo
superior a la iglesia.

Ya teniendo muy claro su contenido, lo realmente curioso salta a la vista


cuando nos ponemos a pensar por qué esta epístola se siguió leyendo
de manera sistemática durante todos los casamientos civiles
realizados durante más de 150 años, posteriores a su escritura.

Sin duda no podemos juzgar la epístola con ojos contemporáneos, de


hecho, Don Melchor fue un liberal representativo de su época, y además
resultaría anacrónico criticar cómo se veía el matrimonio y el papel de los
cónyuges en los albores del siglo XIX, pero habiendo dicho esto, ¿qué tenía
que hacer la epístola A finales del siglo XX? Al parecer cada vez más gente
comenzaba a molestarse con este asunto.
Para fortuna de todos fue hasta el periodo suscitado entre 2006 y
2007 que se aprobaron puntos de acuerdo en las Cámaras de Diputados y
Senadores para ordenar la supresión de la epístola durante la celebración
del matrimonio civil.

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LIBRE DESARROLLO DE LAS PERSONAS


PELICULA DE MELCHOR OCAMPO

Aunque la historia de México no ha sido precisamente una que tenga


buenas excusas para grandes producciones (la única batalla interesante
terminó en un fiasco el año pasado), la historia de algunos de sus
personajes son buena razón para hacer nuevas producciones, siendo uno
de estos casos el de Huérfanos, cinta dirigida por Guita Schyfter y
protagonizada por Rafael Sánchez Navarro, Dolores Heredia y Emilio
Echevarría, entre otros actores.

Huérfanos se refiere a la vida de Melchor Ocampo, de cuyos padres no se


supo nada, y de su vida en un país que tras la Independencia estaba tan
huérfana como Ocampo, ante un constante combate político que llevaría a
nuestro país a sufrir varias derrotas internas y externas. La cinta nos
cuenta, con relativa sencillez, la vida del hombre que impulsó varias leyes
importantes de la Reforma en medio de los recuerdos que el
propio Ocampo va teniendo mientras sus pies lo guían hacia un trágico
destino.
Rafael Sánchez Navarro da vida al reformador mexicano Melchor Ocampo.
Cuando hablamos de sencillez no quiere decir que la producción se haya
visto pobre, realmente la intervención de Ocampo en la historia sería más
como político que como combatiente, así que no esperen escenas de
batallas de la guerra entre México y Estados Unidos o de la Guerra de
Reforma, sino de los constantes conflictos que tuvo Ocampo tanto con la
Iglesia Católica, con la cual tuvo una enemistad muy grande (y siento que
la producción la terminó haciendo muy predecible), como con los demonios
internos del propio reformista, viviendo una relación prohibida con su
nana Ana, quien era mayor que él y de condición social distinta.

La producción cuenta con una fotografía aceptable, sobre todo en el uso de


las tomas largas, aunque en ratos al seguir a los personajes da algunos
tumbos, el diseño de producción queda muy acorde a la época y, sin duda,
los escenarios fueron bien escogidos para hacernos recordar al estado de
Michoacán de antaño (que, por cierto, legalmente hablando se llama
Michoacán de Ocampo).

A nivel actoral, vemos un buen trabajo de Dolores Heredia interpretando


a Ana, una mujer que debate sus creencias religiosas con el amor
prohibido que siente por Melchor y que deberá sufrir los sinsabores de una
relación que está aderezada con cierto escándalo, las ideas políticas de su
amasio y algunos secretos que deberá guardar ante la sociedad. No por
nada Heredia quedó nominada a Mejor Actriz en los Premios Ariel de este
año.

Huérfanos relata la vida del reformador Melchor Ocampo, uno de los apoyos más grandes
que tuvo Benito Juárez.
El resto del cuerpo actoral luce bien, sabiendo acomodarse a sus papeles,
realmente supieron sacar provecho de cada actor en esta biopic. Es una
lástima que aferrarse en momentos a la historia la hagan sentirse como un
documental, además, la sub-trama en el “tiempo presente” en ratos es
olvidable y hasta al final tiene realmente peso. En el caso de Rafael
Sánchez Navarro, parece que sí ha sabido zafarse de su rol de actor de
telenovela, aunque no se ve lo suficientemente firme en muchas escenas.
Otro punto alto es su banda sonora compuesta por Leonardo Heiblum y
Jacobo Lieberman; música con tonos meláncolicos que también obtuvo
su nominación al Ariel y que sabe ambientar los momentos sin tener que
caer en tonos exagerados, dando una ambientación correcta al drama que
lleva la historia.

Aunque no tiene el poder de otras cintas históricas, Huérfanos sabe contar


bien la vida de Ocampo y todas las razones que lo llevaron a ser el cerebro
de lo que fueron las leyes de Reforma que nos rigen ahora. Créanme
cuando les digo que esta cinta sí superó algunas expectativas negativas
debido a la poca publicidad de la cinta, la cual siempre nos lleva a verla con
cierto prejuicio. No es una cinta para llevar a la familia, pero sí una para
aprender algo de historia.

Calificación: 7.5

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